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medio o procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informStico, y la distribu-
ci6n de ejemplares de ella mediante alquiler o pr6stamo pfblicos
Titulo original:
POTTERY IN ARCHAEOLOGY
Una exposicihn de los hechos que nne condujeron a escribir este libro po-
dria ayudar a explicar su estructura y las ideas que subyacen en €1. La prime-
ra vez que me pidieron que lo escribiese fue en 1981, cuando trabajaba como
ayudante de investigacidn en el Instituto de Arqueolo{ra de Londres. Accedi a
hacerlo y reclut€ la ayuda del doctor Alan Vince, quien en aquel momento es-
taba trabajando en el Departamento de Arqueologta Urbana d.el Museo de
Londres. Cuando en 1982 no n e renovaron la beca que mantenia mi puesto,
me trasladt tambi€n al Museo de Londres (Departamento de Arqueologla del
Gran Londres). Aqui descubri que las presi.ones que suponia trabajar y man-
tener a una joven familia eran demasiado grandes para concederme tiernpo
para escribir, por lo que en 198j dej6 de lado el proyecto. En 1986 volvi a en-
sefi,ar en el Instituto de Arqueologia, y en 1988 el doctor Paul Tyers se incor-
por6 como mi ayudante de investigaci1n. Esta contribuci6n dio origen a un
potente equipo y a la oportunidad para investigar y escribir, con lo que el pro-
yecto revivi6- Al aceptar el doctor Alan Vince un puesto en h Uni.d.ad Ar-
queoligica de la ciudad de Lincoln (a unos 200 kil6metros al norte de Lon-
dres) surgieron nuevos complicaciones, que fueron resueltas, de mod.o que en
el verano de 1990 nos pusimos de acuerdo para actuar de la siguiente manera:
Alan Vince escribiria un manual prdctico sobre el procesamiento, la cataloga-
ci6n y la publicacidn de la cerdmica excavada (Segunda parte, capftulos 3-9).
El destinatario ideal seria el arque6logo de campo que sintiese la necesidad de
que se le suministrasen instrucciones paso a po.so. Esta parte no habria de re-
querir una justificaci6n tedrica ni ejemplos presentados como esfiidios de ca-
sos, ya que Paul Tyers los expondrta en la Tercera parte (capitulos 10-17). Paul
Tyers seria tambitn quien tuviese que realizar la mayor parte de la investiga-
ci6n sobre la documcntaci6n, excepto en lo referente a la historin de los estu-
dios sobre cerdmica, que seria mi responsabilidad. Mi papel seria el de coor-
dinador de todo el conjunto y redactar los que se consideraban los dos
capftulos dificiles del libro: los referentes a la historia y al valor de los estudios
sobre cerdmica (Primera parte, capitulos 1-2), con los que se pretendia situar
el escenario para el resto del libra Tambi4n habria un Ap€ndice que conten-
drta hojas de registro y fichas de muestra.
Claro estd que no result6 ser tan sencillo. En primer lugar, pareci6 mas
apropindo que yo escribiese el capirulo 13, sobre la cuantificaci.dn, ya que este
8 rA csRLrvrtcA, EN AReuEoLociA
habia sido durante mds de quince afios uno de los temas por los que mds ape-
go he sentido. Despu€s de esto, me responsabilici tambi4n del capitulo 74, so-
bre la cronologia, puesto que ya disponia de buena parte de la informaci6n de-
bido a mis clases. Por filtimo, vimos lo dificil que resultaba intentar establecer
un limite entre teoria y prdctica, por lo que trasladamos parte del texto <prdc-
tico> a la secci1n te6rica, especialmente al capitulo sobre el undlisis de las pas-
tas (capitulo 11). Al mismo tiempo, reescribi partes del manual para incluir te-
mas que mis dos coautores habtan dejado de lado. De ahi que el libro sea el
resultado del cruce de colaboraciones, siendo dificil asignar un capitulo a un
aubr rtnico.
Seguramente nuestros antecedentes personales se refleian con claridad en
los ejemplos escogidos. Todos somos principalmente arquedlogos urbanos que
en una 6poca u otra hemos trabajado en el Museo de Londres. En nuestro tra-
bajo nos hemos especializado en la cerdmica romana y de 6poca posterior. Sin
embargo, no creemos que el enfoque sobre la cerdmica prehist6rica deba ser
intrinsecamente diferente del de la cerdmica de cualquier otro pertodo, aunque
siempre se debqn tener en cuenta las diferencias en modos de producci6n
(para cualquier 6poca, no tan s6lo la prehistirica). Aunque escribamos sobre
teoria, no se trata de <teorla> tal y como la entendertan la mayor parte de ar-
que6logos, sino de teoria sobre la naturaleza de los datos y formas razonables
de manejarlos. De ahi que nos hayamos concentrado en el mdtodo e intentado
evitar afiliarnos a ninguna corriente te1rica en concreto. Las modas cambian,
pero subsiste la necesidad fundamental de permitir interaccionar a los datos
con la teor{a.
Las referencias bibliogrdficas del libro requieren una explicacidn. La bi-
bliografia de estudios sobre cerdmica es muy amplia: en 1910 ya ocupaba 600
pdginas (Solon, 1910). Por eso no hemos intentado hacer una bibliografia ex-
haustiva sobre ningfin tema, sino que hemos dado un conjunto de referencias
que creemos que muestran de forma adecuada el desarrollo del tema y su si-
tuaci1n actual. Que la bibliografia omita un documento no significa que no lo
consideremos importante, sino simplemente que no lo necesitamos para hacer
constar un punto concreto.
Este libro preterude responder a las necesidades de varios tipos de lectores.
Los arque6logos de campo seguramente querrdn leer primero la Segunda par-
te (capitulos 3-9), pero esperamos que la pregunta <2Por qu€?> les haga diri-
girse hacia los aspectos mds tedricos de la Tercera parte (capitulos 10-17). Por
esta ra76n, en la Segundq parte hay pocas referencias, ya que creemos que im-
pedirtan una lectura fluida al investigador interesado en cuestiones puramente
prdcticas. Quienquiera que desee mds informacidn, podrd encontrar estas re-
ferencias en la Tercera parte. Los lectores de tipo mds general, que pueden es-
tar mds interesados en lo que los arquedlogos han hecho y por qu6, debertan
empezar quizd. por la Tercera parte. Esperamos que el deseo de contextualizar
su lectura anime a ambos a leer la Primera parte (capitulos 1-2). Seguramente
s6lo los estudiantes leerdn el libro en orden, desde la cubierta hasta la contra-
cubierta, aunque si leyesen la Tercera parte antes que la Segunda le sacarian
PREFACIO 9
Cr,rve OnroN
AGRADECIMIENTOS
Recordar a todos los colegas que han influido en una persona a lo largo
de su carrera es una tarea inconmensurable. En el caso de tres carreras se
convierte en algo casi imposible. Muchas de nuestras ideas y creencias sobre
cer6mica se iniciaron durante los impetuosos aflos setenta, cuando se origi-
naron nuestros grupos de especialistas, el Grupo de Investigaci6n de Ceri{-
mica Medieval y el Comit6 Permanente sobre Cer6mica Romana, en una
6poca en la que el mundo de la ceriimicaparecia lleno de promesas. Es ir6-
nico que este libro se haya realizado en un momento en que los estudios so-
bre cer6mica en el Reino Unido est6n en su punto m6s bajo y cuando mu-
chos de nuestros anteriores colegas han perdido su trabajo o trabajan sobre
otros temas. Nosotros, que somos algunos de los supervivientes, les recorda-
mos con gratitud y les dedicamos este libro.
Algunos agradecimientos son m6s tangibles. El Comitd de Arqueologia
Cientifica del Consejo de Investigaci5n para Ciencia e Ingenieria y la Aca-
demia Brit6nica han aportado lo necesario para llevar a cabo gran parte de
la investigaci6n que sustenta este libro, que esperamos contribuya a diferen-
ciarlo de sus predecesores. Agradecemos la ayuda recibida y creemos haber
dado valor al dinero invertido. Muchos colegas han tenido la generosidad de
permitirnos utilizar bases de datos no publicadas para probar experimental-
mente nuestras t6cnicas; damos las gracias a los profesores Martin Biddle y
Michael Fulford, cuyos datos hemos incluido en el texto, asi como a otros cu-
yos datos, aunque no menos importantes, no han encontrado espacio.
Muchas de las ilustraciones no son nuestras y agradecemos a las siguien-
tes personas e instituciones el permiso para reproducirlas:
Academic Press (figura L5.2), profesor Martin Biddle (figura 13.5), Mu-
seo Boymans van Beuningen (figura 2.2),los administradores del Museo Bri-
t6nico (figuras 1.4,7.4,8.1,1-1..2 y A.4), Andrzej Buko (figura L.3), Servicio
de Museos de Chelmsford y Consejo de ArqueologiaBitdnica (figura L5.4),
CNRS de Paris (figura 12.1), Museo Corinium, Cirencester (figura 8.3), Fun-
daci6n Colonial de Williamsburg (figura 14.3), doctor Michael Czwarno (fi-
gara 6.2), profesor Michael Fulford (figuras 13.4 y-1'5.2), Andrew Gillam y la
Sociedad de Anticuarios de Newcastle upon Tyne (figura 14.1), Asociaci6n
Geogr6fica (figuras A.5 y ,{.6), Servicio de Museos del Condado de Hamp-
shire (figura 17.7), el Club de Campo de Hampshire (figura L4.7), doctor Co-
LZ LA cERi.MrcA EN AReuEoLocfA
HISTORIA Y POTENCIAL
1. HISTORIA DE LA INVESTIGACI6N
SOBRE CERAMICA
INrxooucc16N
Matson (L984, p. 30) aplic6 dos de las fases de Willey y Sabloff (197$ a
los estudios sobre cerdmica american'a: el periodo hist6rico de clasificaci6n
(1914-1960) y el perfodo explicativo (de 1960 en adelante). Van der Leeuw
(19&1, pp. 710-7t8\ define tres fases: la tipol6gica (hasta L965), <<los tres ni-
veles de investigaci6n> (1965-1980, y continu6 con la tradici6n anterior al
afladir un <<micro>> nivel por debajo de 6ste y un <macro> nivel por encima)
y el <estudio del componente culturab (1980 en adelante).
Aqui intentaremos unir los tres puntos de vista situando la historia de los
estudios sobre cerdmica en tres amplias fases: 1) la fase hist6rico-artfstica, 2)
la tipol6gica, y 3) la contextual, aunque debemos reconocer que esta fltima se
caractetza especialmente por la diversidad de sus enfoqueg incluyendo estu-
dios de tecnologfa, etnoarqueologia, cuestiones de estilo y problemas de cam-
bio (o de la falta de 6ste) en la cer6mica, planteados desde enfoques muy dis-
tintos. Se puede considerar que estas fases han evolucionado junto a cambios
en la escala de an6lisis de la cer6mica, desde recipientes enteros (fase hist6ri-
co-artistica), fragmentos (fase tipol6gica) hasta una amplia gama de escalas
que se mueven entre el detalle microsc6pico de la pasta hasta la comparaci6n
entre conjuntos completoq no tan s6lo de cer6micas sino tambi6n de todo ti-
po de artefactos (fase contextual). El espl6ndido pero escurridizo t6rmino de
<<ecologia cer6mico fue acuflado (Matson, 1965, p. 202) paradescribir este en-
foque holistico de la cerdmica desarrollado por Van der Leeuw (1984, p.707):
de la cuna a la sepultura, o del polvo al polvo. Desde nuestro punto de vista, el
progreso realaado ha sido desigual, ya que el estudio en el nivel m6s amplio
(el conjunto) se ha quedado rczagado respecto de otros niveles de estudio, en
parte debido a la falta de las herramientas metodol6gicas necesarias Uno de
los objetivos de este libro es intentar recuperar este equilibrio.
No pretendemos imponer un sistema en <<tres edades> rigido, al estilo de
un Thomsen de fltima hora, sino que consideramos un modelo regional
de desarrollo adoptando ideas nuevas junto a las viejas, que en pocas ocasio-
nes son rechazadas del todo. Incluimos las consideraciones tradicionales en
los nuevos esquemaq lo que contribuye a verlas desde un enfoque mds am-
plio. Incluso dentro de una misma otganizacr,Sn' el progreso suele ser desi-
gual. Por ejemplo, en Gran Bretafla muchos arque6logos de campo parecen
no haber abandonado todavia la fase tipol6gica, ya que apenas solicitan de
los especialistas en cer6mica otras cosas que no sean datos. Escribimos este
libro esperando que al menos algunos de ellos lo lean.
En las diferentes etapas de su desarrollo, cuatro disciplinas relacionadas
han suministrado informaci6n para el estudio de la cer6mica arqueol6gica: la
etnografia, la tecnologfa, la arqueometiay la cuantificaci6n. Annque duran-
HISTORIA DE LA INVESTIGACI6N SOBRE CER;,MICA 17
Cueono 1.1. Resumen de las principales fases y temas en el estudio de las cer6mi-
cas arqueol6gicas
te una 6poca los estudios etnogrrlficos sobre cerdmica coexistieron con los es-
tudios arqueol6gicos, tan s6lo salieron a relucir cuando los arque6logos
abandonaron el enfoque tipol6gico y empezatot a mirar la cer6mica desde
una perspectiva miis amplia (p. 30).En cambio, la arqueometiaha podido
suministrar informaci6n durante todas las etapas desde, por ejemplo, los es-
tudios t6cnicos de la ceriimica decorada griega (p. 31) a la identificaci6n del
lugar en que fue fabricada una vasija en concreto (p. 33) o hasta una amplia
gama de t6cnicas cientificas que apuntan a diversas cuestiones (p. 32). Entre
todas estas disciplinas auxiliares, la cuantificaci6n ha sido la pariente pobre.
Al mismo tiempo que los arque6logos reconocen, al menos de forma impli-
cita, la necesidad de cuantificar los conjuntos antes de compararlos de forma
apropiada (por ejemplo,paralaseriaci6n o para los estudios de distribuci6n),
no han sabido entender las cuestiones te6ricas que subyacen en la elecci6n
de una medida de cantidad parala cer6mica y prefieren argumentos ptdcti-
cog del tipo <6es fdcil hacerlo?>>, <<;me proporciona la respuesta que quie-
vs!>, eue producen en el arque6logo una evidente sensaci6n de felicidad' In-
tentaremos llevar a cabo una valotaci6n ruonada (p. 191) aportando los
resultados de nuestra riltima investigaci6n. En el cuadro 1.1 mostramos el lu-
gar que cada uno de estos temas ocupa en la historia de los estudios sobre ce-
rdmica; lugar que discutiremos con mds detalle miis adelante en este capitu-
lo. Expondremos nuestras ideas sobre su valor potencial en el capitrtlo 2.
Ll rese Hrsr6nrco-anrfsrrc^l
bre, con lo que contraatacaba el punto de vista m5s extendido de que se tra-
taba de (marmitas m6gicas> que habfan crecido en el terreno o que los gno-
mos habfan hecho en las minas (Sklenrii, 1983, p. 16). En 1587 Petrus Albi-
nus excav6 unas vasijas prehist6ricas en el Srea de Meissen con el fin de
reunir evidencias que demostrasen que habian sido manufacturadas por se-
res humanos y public6 sus impresiones en lo que se ha llamado <el primer in-
forme de excavaci6n adecuado sobre arqueologfa prehist6rica> (Sklen6i,
1983, p. 38; sobre Albinug 1589). En 1603 John Stow describi6las ollas que
habfa obtenido en el cementerio romano de Spitalfieldg Londreg en 1576
(Stow, 1603). En el siglo xw la atenci6n pareci6 centrarse en las urnas de en-
terramiento (Browne, 1658; Van Mellen, 1679), qu26s debido al interds que
se tuvo en diferentes ocasiones por la actitud frente a la muerte, m6s que por
la ceriimica en si misma. El siglo xnnr fue la gran 6poca del coleccionismo, sa-
liendo alahszjarrones etruscos, griegos y romanos. Segfn un antiguo trata-
do de Groevius y Gronovius (1694) hubo muchas publicaciones sobre vasijas
solas o colecciones, la mds importante de las cuales fue, quiz6s,larealizada
por Hamilton (1766). Se destacaba la admiraci6n haeia el arte y las t6cnicas
de la ceriimica y la interpretaci6n de las escenas cl6sicas.
A lo largo de este periodo prosigui6 el inter6s hacia la cer6mica <<sepul-
cral> (v6ase, por ejemplo, 'Weber, l7t9;Litzel,1749; Colt Hoare, 1812). Ha-
cia el final del siglo xur y especialmente durante el siglo xrx, este inter6s se
ampli6 hasta ab-arcar diferentes perfodos y fuentes de materias primas de la
cer6mica. El orgullo local parece haber estimulado un inter6s temprano por
la may6lica italiana (Passeii, t752)y por la cer6mica..galorromana, en FrLn-
cia, que se inici6 con Grignon (L774) y Grivaux de la Vincelle (1807). En
Gran Bretafla se publiearon hallazgos de ceri{mica romana en Londres en
1787 (Combe y Jackson, \787;v€ase la figura 1.1) y en 1832 (Kempe,7832)y
en otras ciudades principales desde 1840 en adelante (Shortt, 18a1) y se pue-
de decir lo mismo sobre Alemania (Lauchert, L845).
Se seguia dando miis importancia a la cer6mica <<fina>> que a la <<comfn>>
(grosera), pero al irse acumulando evidencias a lo largo del siglo xrx, se in-
tentaron unificar los desarrollos y producir historificaciones coherentes
(Birch, 1858; Garnier, L880) y manuales de divulgaci6n (Binns, 1898).
El estudio de la ceriimica dom6stica del periodo europeo poscl6sico tuvo
un desarrollo mds lento. Al principio, tan s6lo se consideraron dignos de
atenci5n los azulejos medievales decoradog por ejemplo en Inglaterra (Hen-
nicker, 1796) y en Francia (de Caumont, 1850) y hasta 1910 se crey6 que la
cer6mica de ese periodo tenia poco que ofrecer: <<Para el historiador de la ce-
r6mica los azulejos decorados suministraban una evidencia esclarecedora
que nos podia decir m6s sobre el ceramista que ninguna otra.vasija del mis-
mo periodo> (Solon, 1910, p. 602). Los primeros estudios sobre azulejos so-
lfan referirse a un solo edificio, pero durante la segunda mitad del siglo xx
empezaron a aparecer estudios m6s generales (Am6, 1859). Excepto en lo
que se refiere a la cer6mica de gres alemana (v6ase Hefher y Woll 1850, para
las primeras ilustraciones, y Dornbusch,7873, para el primer estudio serio),
HISTORIA DE LA INV.ESTIGACI6N SOBRE CEBdMICA 2I
Le resp rrpor6crce
1908) que ha permanecido hasta hoy dia. La otra cara de la moneda, la rela-
ci6n de la ceriimica con las secuencias estratigr6ficas, parece que se inici6 en
torno a la misma 6poca, por ejemplo en el trabajo de Flinders Petrie en La-
chish, Palestina (Petrie, 1.891), donde observ6 cerdmica fenicia, judia, griega,
selducida y romana en estratos sucesivos. El primer mapa de distribuci6n de
una clase de cer6mica pudo haber sido realizado por Abercromby (1904),
aunque ya en 1841 se hab(a realizado un mapa m6s general que mostraba lu-
gares de Londres donde se habia encontrado ceriimica romana (Craik, en
Knight,1841).
En los Estados Unidos, esta fase se inici6 con las excavaciones de Kidder
en el Pecos (1915-1929) y su integraci6n de resultados estratigr6ficos, estu-
dios regionales y sobre cerilmica (Kidder, D2a;L931). Este trabajo inaugur6
un modelo que iba a ser seguido hasta la d6cada de los sesenta (Colton, L953;
Griffin, 7950-1954; y muchos otros).
Durante esta fase se prest6 mayor atenci6n a la distribuci6n espacial ver-
tical (cronol6gica) y regional, tratando las vasijas (o, con m6s frecuencia, los
fragmentos) como si fueran f6siles directores, de una manera completamen-
te geol6gica que tenfa reminiscencias de Smith (1816). El6nfasis vertical era
inevitable en una 6poca en que la atenci6n arqueol6gica se centraba en la
historia cultural y en el progreso, temdtica para la cual la cer6mica constitu-
y6 una de las principaleg y ciertamente la mi{s numerosa, de las evidencias
de dataci6n (v6ase, por ejemplo, Wheeler t954,pp.40-61;v6ase la figura 1.2).
Los estudios .<horizontales> se atenian a dos prop6sitos:
8b
36
89
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(tardlal
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9 76 o
F]
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1A. Cultura del t3 26
Hacha d6 Piodra
(anligusl 14 48 E
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15 198
Escala en metros
16 7
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17 45
18 25
19 321
FIcunc. 1.2. El 6nfasis vertical de la fase tipol6gica. Perfil estratigrdfico (izquierda) combirrado con frecuencias de fragmentos de di-
ferentes tipos procedentes de estratos sucesivos (Wheeler, 1954, figs. 9 y 10).
24 LA cER{MrcA EN AReuEoLocfA
prdctica. En torno a la misma 6poca (Nelson, 191.6), se observ6 que las pro-
porciones de tipos en las capas sucesivas de una secuencia estratigr6fica ten-
dian a seguir modelos regulares (<estratigraffa de porcentajes>). M6s tarde se
pens6 (Ford y Quimby, 1945) que estos modelos podfan tener una interpre-
taci6n cultural, a lo que sigui6 el uso de la seriaci6n como herramienta for-
mal para recrear cronologfas culturales a partir de datos porcentuales (por lo
general, utilizando fragmentos) en el caso de ausencia total o parcial de es-
tratigrafia (Ritchie y MacNeish, 1949, p. 118), lo que culmin6 en el manual
que Ford public6 sobre el tema (Ford, 1962).Et esta etapa las proporciones
se basaban en la frecuencia de fragmentos, lo que en parte refleja la natura-
leza de las colecciones, pero tambi6n la falta de consideraciones profundas
sobre las distintas alternativas. Ford (1962, p. 38) defendi6 el uso de las fre-
cuencias de fragmentos rechazando otros enfoques posibles por <<puristas>.
Volveremos a tratar esta cuesti6n cuando estudiemos el tema de la cuantifi-
caci6n (p. 35). En Europa el uso principal de la seriaci6n parece haber se-
guido siendo ordenar grupos de tumbas u otros elementos <<estrecharnente
relacionados> (Doran, 197L; Goldmatn,1972). Brainerd (1951) y Robinson
(1951) propusieron el marco te5rico que seria continuado por Dempsey y
Baumhoff (1963). Se estaba integrando el enfoque pr6ctico de Petrie con t6c-
nicas matemdticas que mostraban la equivalencia de los dos enfoques princi-
pales en clasificaci6n (Kendall, 797L). En la d6cada de los setenta la atenci6n
se dirigi6 hacia la idoneidad de la teoria para los problemas arqueol6gicos rea-
les (Dunnell,l90; Cowgill, 1972; McNutt,L973). Marquardt (1978) volvi6 a
revisar concienzudamente el tema. Thnto los aspectos matem6ticos (Laxton,
1987;1993) como los arqueol6gicos (Carver,1985) siguen en desarrollo.
Pero por encima de todo, esta fue la 6poca del <<tipo>, aunque en cada
lado del Atl{ntico se dieron significados sutilmente diferentes al mismo t6r-
mino. En ambos casos existia la creencia de que los tipos eran algo m6s que
una forma conveniente de subdividir el material. Una vez creados, podian
ordenarse segrin la idea de un <<desarrollo>, y utilizarlos para probar unas se-
cuencias cronol6gicas Los argumentos solian ser circulares, por lo que fue-
ron reemplazdndose gradualmente al disponerse de evidencias m6s apropia-
das (por ejemplo, estratigr6ficas). En el continente americano la idea de que
los fragmentos se pueden, y de hecho, se deben distribuir en tipos se remon-
ta a antes de 1920 (Kidder y Kidder, 7977); en la ddcada de los treinta ya es-
taba bien establecida (Colton y Hargraves, t937). Tal y como m6s tarde se
formaluaria (por ejemplo, por Gifford, 1960, p.347),la definici6n de tipo ce-
riimico dominante en esta 6poca era la de una <<clase especifica de vasijas que
incluye una combinaci6n fnica de atributos distintivos reconocibles>. Al ir
progresando el trabajo arqueol6gico, e irse definiendo m6s y ni6s tipos, se vio
que, annque fuera f6cil de realizar y presentar (Krieger, 7944,p.284), un sis-
tema clasificatorio que constase de una rfurica colu'nna resultaba inadecuado
(Ford, 1954). Se propuso un sistema con dos columnas,,<<tipo" y <variedad>,
que fue mayoritariamente adoptado (Krieger,1944; Gifford, 1960), aunque
en ocasiones con una nomenclatura distinta (Phillips, 1958). Por encima de
TIISTORIA DE LA INVESTIGACI6N SOBRE CERiMICA 25
codificaci6n (Gillin, 1938; Gardin, 1958; Ericson y Stickel, 1973) que incluyen
codificaciones del dibujo de los recipientes (Smith, 1970). Ninguno de ellos
ha obtenido mucha aceptaci6n, lo que quiz6s no sea sorprendente. Robinson
(1979) hizo hincapi6 en los problemas que supone la comparaci6n entre tra-
bajadoreg incluso cuando se utiliza un sistema est6ndar.
Al hacer esto, sent6 las bases de muchos estudios futuros. Gran parte del
trabajo posterior la sintesis que hizo de los diversos enfoques; de
se basa en
hecho, uno de los desafios al escribir este libro es evitar una repetici6n de su
trabajo.
Su libro aport6 tambi6n contribuciones considerables a los estudios so-
bre cerdmica, tanto a nivel pr6ctico como a nivel te6rico. A nivel pr6ctico ya
existian intentos bastante completos de hacer una clasificaci6n de las formas.
Estos intentos estaban basados en el <<punto caracteristico> (Shepard, 1956,
pp.227-2a\, siguiendo el trabajo de Birkhoff (1933) y de Meyer (1888, pero
vdase Meyer, 1957). Tambidn se habian intentado establecer sistemas des-
criptivos de cara al estudio de la decoraci6n (Shepard,1956,pp.255-305). Es-
tos tiltimos continuaban el trabajo de Douglas y Reynolds (1941) y de Beal
et al. (7945) y analizaban la decoraci6n en t6rminos de elementos y motivos,
simetria, movimiento y ritmo. A nivel te6rico proporcion6 una explicaci6n
detallada de los usos y limitaciones del concepto de <<tipo> (Shepard, 1956,
pp. 307-318). Sugiri6 una visi6n de la tipologia m6s tentativa que fija, basada
en rasgos tecnol6gicos, y aceptando las limitaciones inherentes a toda clasifi-
caci6n de recipientes basada (principalmente) en fragmentos Rechazaba asi
el punto de vista casi linneano que habfa caracterwado gran parte del traba-
jo realizado desde 190. Thmbi6n alert6 sobre el peligro de identificar las tra-
diciones cer6micas con entidades culturales
Tias el trabajo pionero de Shepard los estudios sobre cer6mica <<se di-
funden en todas las direcciones>. Estudiar la panoriimica de una asignatura
en proceso de expansi6n es algo cadavezm6s diffcil, aunqub se intent6 en las
rrrsroRrA DE LA rNvESTIclcr6x sosnr cnRftvrrca 27
H--r-n
H] ---.H-1
A partir del siglo xvtr se empez6 a manifestar inter6s no tan s6lo por el
aspecto artistico de la cerdmica, sino tambi6n por la evidencia de su fabrica-
ci6n. Conyers observ6 los hornos romanos de cer6mica durante los trabajos
preparatorios para la construcci6n de la nueva catedral de San Pablo en Lon-
(,
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Frcunn 1.4. La ceriimica en el arte. Esta pintura, Campesinos jugando a Gallet en el exterior de una taberna, original de Adriaen van
Ostade, permiti6 a los arque6logos descubrir la funci6n de ciertas cerdmicas enigm6ticas de Londres Se usaban como nidos de pdjaro
/w6ase recrradro) (Stevenson. 1991: foto: Museo Britiinico).
HISTORIA DE LA INVESTIGACI6N SOBRE CERIMICA 3I
dres (Conyers, 1675; 1677) y realiz6 un informe y unos dibujos muy detalla-
dos (Marsh, 1978, p.195). A principios del siglo xrx se publicaron los hornos
de ceriimica situadoS en el valle de Nene, en el este de Inglaterra (Artis,
1,823), y durante este siglo se empezaron a excavar y publicar los extensos
yacimientos de producci6n cer6mica de Francia y Alemania (especialmente
tena sigillata) :. Montans (Rossignol, 1862), Westendorf (von Hefner, 1862),
Lezoux (Plique,1887), La Graufesenque (Hermet, 1-934)y Rheinzabern (Lu-
dowici, 1904). A finales de siglo se pudo realizar un diccionario geogr6fico de
setenta hornos de cerdmica romanos en Francia (Blanchet, 1899). Hasta la
d6cada de los setenta se sigui6 desarrollando y sistematizando el estudio de
los hornos (Musty, 1974; Swan, L984), aunque para esta fecha se hacia hinca-
pi6 en la importancia del estudio de las estructuras y funciones relacionadaq
hasta entonces bastante olvidado (Musty, 1974,p.57). El andlisis de los hor-
nos como estructuras condujo al inter6s por el proceso de cocci6n (Colton,
1939) y a series de cocciones experimentales en hornos de cer6mica (Mayes,
L96l; 1962; Coleman-Smith, 1971.; Bryant, 1977) y en hornos de aZulejos
(Greene y Johnson, 1978).
El primitivo inter6s por la propia tecnologia de las vasijas se centraba en
las cuestiones de <<alta tecnologia>, tales como la manufactura de cierta ce-
rr{mica muy fina. Brongniart (1844) analtz6 el material de la cer:lmica negra
vidriada griega, pero desgraciadamente cometi6 un error que no se corrigi6
hasta casi un siglo despu6s (Binns y Frazet,1929). El estudio de estos enfo-
ques ha proseguido con una gama de t6cnicas cientificas cad,a vez mayor
(Bimson, 1956; Matson, 1981). Los desarrollos se produjeron en otras dos di
recciones:
Datacidn
Esndios de procedencia
Esrudios funcionales
a la conclusi6n de que todas eran altamente correlativag pero que, por ruzo-
nes pr6cticas, el peso era probablemente la mejor. Chase (1985) examin6 ex-
perimentalmente las relaciones entre la frecuencia de fragmentos y vasijag
pero no tuvo en cuenta que los conjuntos excavados estaban incompletos Se
puede seguir el desarrollo de nuestro punto de vista en una serie de articulos
(Orton, 1975;Orton,7982; Orton y Tlers, 1990). Estos estudios han dejado
de lado la frecuencia de fragmentos y el nfmero de vasijas por considerarlos
mediatizados. Siempre y cuando sea practicable sugerimos calcular los eve,
con el peso como una medida respetable pero menos dtil. Presentaremos es-
tos argumentos en el capftulo 13.
Otra cuesti6n que se ha planteado es que dos medidas juntas dan m6s in-
formaci6n que las dos por separado. Solheim (1960) lo constat6 por primera
vez al estudiar lh frecuencia y el peso; su investigaci6n fue desarrollada por
Bradley y Fulford (1980), Orton (1985a) y Schiffer (7987,p.282). Estos en-
foques resultan especialmente ritiles al estudiar los procesos de formaci6n de
los yacimientos (p. 27),
Por riltimq se puede advertir un inter6s creciente en integrar la cer4mi-
ca en el andlisis mds amplio de los conjuntos. Este enfoque depende de la na-
lu:raleza de los otros hallazgos y del modo en que han sido registradog ya sea
en masa (por ejemplo, los huesos) o individualmente (como los <<pequeflos
hallazgos"). El primero fue abordado por Vince (1977),pero el segundo tuvo
que esperar hasta la t6cnica que hemos denominado partes de pie (Tyers y
Orton, 1991; v6ase el capitulo 13). Este ha de ser el pr6ximo paso en los es-
tudios de ceri{mica: una vez integrados los distintos aspectos de los estudios
de cerdmica en la <<fase contextuab> (1960-1990 y m6s adelante), ahora hay
que empezar a integrarlos dentro del campo mi{s amplio de los conjuntos glo-
bales de hallazgos.
2. EL POTENCIAL DE LA CERAMICA
COMO EVIDENCIA
ARQUEOL6GICA
Osmrrvos
cho como este hubiera sido mucho m6s dificil de identificar en situaciones sin
documentar. Hasta qu6 punto los innovadores forman parte de su entorno
social y hasta qu6 punto permanecen apatte, es una cuesti6n espinosa.
Por fltimo, queda la interesante cuesti6n de lo precisas que pueden ser
las fechas proporcionadas por el estudio de la cer6mica. Si pudi6semos esta-
blecer con precisi6n un limite te6rico, en circunstancias ideales (equiparable
al t ligado a las dataciones de C1a), podriamos llegar a saber qu6 cuestiones
cronol6gicas han de ser resueltas a partir de la evidencia cer6mica y cuales
no, evitdndonos la angustia de plantear preguntas que no pueden ser contes-
tadas. En otro orden de cosaq se han publicado bastantes investigaciones so-
bre la duraci6n de distintos tipos de cerdmica (p. B\ y a esta fuente de in-
certidumbre debemos afladir la incertidumbre sobre la fecha de fabricaci6n.
El estudio conjunto de estos dos factores parala cer6mica brit6nica romana
de los siglos r y u (considerados uno de los periodos mejor datados) ha suge-
rido un margen minimo de error de veinte a treinta aflos, que ha de aplicar-
se a cualquier vasija. Dicho margen aplicado a un conjunto decrece al au-
mentar la cantidad de cerdmica (Orton y Orton, 1975). Parece que cuanto
mejor se date un tipo, mayor ser6la duraci6n de vasijas de ese tipo, de for-
ma que el margen general de duda sigue siendo el mismo: una especie de
analogfa cronol6gica del principio de incertidumbre en la fisica o de la ley
de Murphy en la vida diaria.
tudio. Algunas cuestiones (por ejemplo, la brisqueda del posible lugar de pro-
cedencia de la arcilla determinando si sus componentes proceden o no de de-
p6sitos sedimentarios) pueden requerir t6cnicas muy sofisticadas, pero, debi-
do al coste financiero de estos anr{lisiq se usan tan s6lo en una pequeffa
proporci6n del conjunto de cerdmicas excavadas Los usos que se pueden dar
a estas t6cnicas'son muy distintos; aparte de los obvios de buscar el lugar de
origen de la arcilla o del desgrasante, existen tambi6n cuestiones tecnol6gi-
cas que pueden encontrar respuesta.
Resulta tentador relacionar formas caracteristicas con su fuente, si es co-
nocida, pero esto puede inducir a error, ya que en muchos perfodos se co-
piaron formas de un centro de producci6n a otro. De hecho, el mismo 6xito
de los productos de un centro puede conducir a que se copien formas deter-
minadas en otros centros. Por eso es importante que los arque6logos que ex-
caven centros de producci6n sean capaces de caractet'aar estos productos de
forma que puedan ser identificados f6cilmente en cualquier otra parte. De-
safortunadamente, las ingentes cantidades de desperdicios generadas en la
Antigiiedad por el mismo prooeso de producci6n de la cerdmica pueden con-
fundir f6cilmente al excavador, retrasando o incluso impidiendo la difusi6n
de informaci6n importante.
Si somos capaces de identificar las fuentes de la mayor parte de la cer6-
mica de un yacimiento, hemos de tener en cuenta la forma en que modos de
distribuci6n diferentes pueden afectar las proporciones de ceriimica de fuen-
tes diferentes en este yacimiento y sus vecinos (v6ase la figura 2.1). Para este
tipo de an6lisis no podemos estudiar los yacimientos de forma aislada. Nece-
sitamos construir o encontrar modelos para la distribuci6n de modos distin-
tos (por ejemplo, mediante mercados locales, buhoneros o consumidores que
recogen los recipientes directamente en el taller de producci6n, centros de-
dicados a suministrar un yacimiento en particular, etc.) y compararlos con
nuestros datos Esto se sitfa en el campo del an6lisis espacial (Hodder y Or-
ton,l976; v6ase tambi6n Hietala, 19&l) que est6 basado en la teoria geogr6-
fica, pero para el que la arqueologia genera sus propios problemas, como las
densidades diferenciales en el trabajo de campo debidas a las preferencias de
los arque6logos (Hodder y Orton, 1976,pp.2L-24).
Se tiende a creer que estos estudios s6lo son relevantes en lo que res-
pecta a cer6micas de calidad y que durante muchos periodos y lugares la ce-
riimica comfn se ha mantenido, de hecho, <<estacionariu geogrdfica, si no
cronol6gicamente. Esta posici6n empez6 a venirse abajo a partir del trabajo
de Shepard sobre la cer6mica de Rfo Grande durante los aflos treinta (She-
pard,1942; v6ase p. 33), qud demostr6 que la cer6mica comtln puede trasla-
darse a trav€s de distancias increiblemente grandes. Poco a poco se van co-
nociendo m6s y m6s ejemplos de ceriimica de uso corriente que viaj6 a trav6s
de grandes distancias (Peacock, 1988; Stantley et a\.,1989, y muchos otros).
Si nos quitamos las anteojeras y estudiamos la cer6mica a una escala m6s am-
plia, podremos esperar descubrir mucho m6s.
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Frcuu 2.1. Diagrama que muestra las proporciones de cerdmica procedente de los hornos de Alice Holt y encontrada en diferentes
yacimientos del sureste de Inglaterra, durante el periodo 270-420 d.C. (Lyne y Jefferies, 7979,fig.47).La sombra negra en los signos
indica la proporci6n de cer6mica de Alice Holt en cada yacimiento. EI horno aparece seflalado por rombos
LA CER(MICA COMO EVIDENCIA ARQUEOL6GICA 43
Ma.Nurecruxa v rpcuor,ocfe
La curiosidad por c6mo se hacen y c6mo funcionan las cosas parece ser
una parte inherente al ser humano, tal y como demostrarfa la continua po-
pularidad que obtienen libros del tipo <<C6mo funcionu. Pero la curiosidad
sola no es una justificaci6n suficiente del esfuerzo hecho por los investigado-
res de la cer6mica arqueol6gica a la hora de estudiar los detalles de la fabri-
caci6n de la cer6mica excavada. Hemos visto (p. 3L) c6mo las antiguas ideas
sobre el progreso tecnol6gico dejaban lugar a otra concepci6n basada en un
mosaico de t6cnicas y detalles de producci6n diferentes. De ahi que podamos
preguntarnos afn: <iQu6 podemos esperar aprender todavfa de la tecnolo-
gia de una vasija?>.
En primer lugar, nos puede ayudar a caracteitzar los productos de deter-
minados yacimientos. Los detalles idiosincr6ticos suelen ser m6s rftiles que las
caracteristicas m5s generales pero m6s f6cilmente copiadas. Como ejemplo
podemos comparar jarros medievales tardios procedentes de centros de pro-
ducci6n de Francia y el sur de Inglaterra. Aunque las formas y especialmente
la decoraci6n puedan ser muy similares (los artesanos del 6rea de Londres y
de otras partes copiaron algunos estilos franceses), existen rasgos t6cnicos que
pueden diagnosticar la forma en que se hacen las asas y los picos. Las asas de
los jarros ingleseg ya fuesen de secci6n redondeada o plana, se elaboraban
amasando una bola de arcilla o una tira de arcilla. El m6todo franc6s era com-
pletamente distinto: el alfarero modelaba a torno un cilindro de arcilla que
luego rebanaba horizontal y verticalmente, creando varias asas al mismo tiem-
po. Para el artesano esto resultaba m6s eficaz, y a nosotros nos permite diag-
nosticar c6mo se realtz6 el trabajo, ya que deja huellas caracteristicas: unas
marcas verticales de la rotaci6n descendiendo por la parte interior del asa.
Adem6s, proporciona una forma distinta a uno de los extremos del asa (de he-
cho, un borde) en comparaci6n con el otro, lo que le hace tener una secci6n
cruzada asim6trica que a veces se conoce coloquialmente como el <panecillo
franc6s>> (Ponsford, L983, p. 222) (v€ase la figura 2.3). Los artesanos ingleses
no copiaron esta t6cnica (por lo que sabemos); algunos jarros ingleses tienen
asas que aparentemente han sido hechas con torno (Pearce et a1.,1985,p.26),
pero tienen una secci6n cn:zada sim6trica y no muestran marcas de rotaci6n.
Respecto a los picos existe un contraste similar: el pico de los jarros ingleses se
hacia normalmente plegando o pellizcando el borde del mismo jarro o ha-
ciendo un tubo de arcilla. El m6todo franc6s era modelar una pequefla forma
c6nica y cortarla verticalmente para que diese lugar a dos mitadeg cada una
de las cuales podia aplicarse al borde de un jarro para formar un pico, cortan-
do la parte correspondiente de borde (Ponsford, 1983,p.222).
46 LA CERAMICA BN ARQUEOLOGIA
Frcunn 2.3. Jarra francesa del siglo xtu procedente de Southampton, mostrando la
caracterfstica secci6n transversal del asa (Platt y Coleman-Smith, 1975, fig. 782,
n." 1009).
FneclrsNros EN EL suEI,o
Por encima de estos usos b6sicos, los estudiosos de la cer5mica s6lo est6n
limitados por:
mente el hecho de que un conjunto este m6s fragmentado que el otro, aun-
que las proporciones sean las mismas. En el capitulo 13 examinaremos con
m6s detalle problemas de este tipo.
3. No es vrilido usar los mismos datos para generar una hip6tesis que
para validarla. La validaci6n es muy importante, y si no es probable que ob-
tengamos de esos datos mds informaci6n para comprobar nuestras ideag de-
bemos dividir los datos originales en dos y utilizar una mitad para generar
ideas y la otra para comprobarlas.
USOS PRACTICOS:
GUiA PARA PROCESAR Y
REGISTRAR LA CERAMICA
3. INTEGRACI6N CON LA
PLANIFICACT6N DE UNA
rNVESTrcacr6N AReupor6 cICA
Cadavez que el arque6logo planea un trabajo de campo se encuentra en
una posici6n nada envidiable, ya que el trabajo de campo arqueol6gico des-
truye el objeto de su estudio. Esto es casi tan cierto respecto a una pros-
pecci6n como respecto a una excavaci6n, a menos que los artefactos sean
examinados en el terreno y luego se dejen en el mismo sitio donde se encon-
traron. Casi toda la gente que trabaja en yacimientos que una generaci6n an-
terior de arque6logos investig6, ha deseado en algrln momento que sus pre-
decesores hubiesen tenido otra profesi6n. De ah( que las personas implicadas
en un proyecto arqueol6gico tengan no tan s6lo la responsabilidad de seguir
sus propios objetivos, sino la de integrar su trabajo con el de sus predeceso-
res y demostrar que sus mdtodos para recoger, atahzar y registrar dar6n lu-
gar a un archivo rltil para los trabajadores futuros En algunas partes de las
Islas Britr{nicag por ejemplq se considera que el desarrollo moderno,la ex-
plotaci6n de la mineria y las pr6cticas agricolas conducir6n al fin de la arqueo-
logia de campo en unas pocas d6cadas. En ese caiso, los que tengan la suerte
de estar implicados ahora en trabajos de campo van a crear los fnicos mate-
riales de investigaci6n de que van a poder disponer sus sucesores.
De todos modos, la tarea m6s importante que ha de realizar cualquier es-
tudioso de la cerdmica es asegurarse que la cer6mica de un proyecto se reco-
ja, analice y registre de forma cuidadosa y eficaz dentro'de unos limites de
tiempo y dinero previamente acordados Los pasos prdcticos deberfan ser:
nes nos dan una idea de las formas y pastas con las que podemos encontrar-
nos Si el trabajo no est6 hecho todavfa, puede utilizar estas vasijas como
base para definir pastas y series de formas (v6anse las pp. 89 y 95).
Antes de iniciar el proyecto tambidn hay que estudiar lo que ya se sabe
sobre la producci6n de cerdmica y las fuentes de arcilla posibles en esa 6rea.
Los informes'geol6gicos suelen incluir una secci6n sobre geologia econ6mi-
ca, indicando todos los yacimientos de arcilla que se sepa que hayan sido uti-
lizados para cer6mica, ladrillos o azulejos En algunas partes del mundo se si-
gue trabajando con una metodologfa tradicional y es posible descubrir de
primera mano los recursos y m6todos de producci6n empleados. En riltimo
lugar, se debe conocer todo lo que sea posible sobre la cer6mica m6s expor-
tada en aquella 6reay durante aquel perfodo. En una regi6n donde hasta ese
momento el tema de la ceri{mica se haya trabajado poco, esta informaci6n
puede ser el primer medio de producir algrin tipo de cronologf,a local.
Para cualquier estrategia que se ocupe de la cer:imica de un proyecto, la
funci6n mds importante es permitir que se cumplan los objetivos de este pro-
yecto. Casi con seguridad incluirr{n la dataci6n de la actividad en un yacimien-
to y el periodo de ocupaci6n de los yacimientos, pudiendo incluir tambi6n una
comparaci6n de las actividades llevadas a cabo en 6reas o yacimientos dife-
rentes buscando una evidencia a favor o en contra de, por ejemplo, la existen-
cia de diferenciaci6n social o de actividades especializadas.
Para alcanzar estos objetivos puede que tambi6n sea necesario examinar
algunos aspectos del registro arqueol6gico que no tengan un inter6s primor-
dial. Por ejemplo, antes de poder utilizar los datos hemos de comprender los
procesos de formaci6n del registro arqueol6gico (v6ase lap.236).
Tiambi6n podriamos examinar otros aspectos de la e.etdmica, pero no tie-
nen un inter6s primordial ni crucial para las interpretaciones posteriores. Por
eso, siempre tenemos la tentaci6n de no registrar todos estos datos. Por ejem-
plo, si estudi6semos conjuntos de cer6mica depositados en circunstancias y
condiciones similareg pero en yacimientos dilerenteq seguramente encon-
trariamos informaci6n interesante. Un buen ejemplo lo constituyen los pozos
negros posmedievales. Hemos recogido gel6mica procedente de pozos ne-
gros tanto en Europa como en Amdrica y al comparar un grupo con otro de-
berian revelarse similitudes y diferencias de la cultura a un lado y otro del
Atl6ntico. El trabajo que implica examinar material procedente de un solo
pozo es enorme y, por si alguna vez se quisiera extraer alguna informaci6n de
estos datog es importante estandarizar una forma de registrar el contenido.
Los investigadores que intentan establecer modelos de comercialuaa6t y
rutas de comercio mediante el estudio de la cer6mica tienen el mismo inte-
r6s por establecer un patr6n est6ndar (v6ase lap.223). Tiabajos como los de
Hodder y Fulford sobre la distribuci6n de la cerdmica britano-romana utili-
zan datos procedentes de colecciones existentes, descubriendo en ellos algu-
nos modelos interesantes (Hodder, 1974; Fulford y Hodder, 1974). Sin em-
bargo, adelantos posteriores sugieren la necesidad de estudiar colecciones
mayores con algfn tipo de control estratigr6fico, por lo que ser(a una p6rdi-
56 LA cER(MrcA EN AReuEoLociA
da de tiempq en el caso de que fuese posible, registrar todos los datos nece-
sarios individualnente. Este tipo de estudio requiere que los investigadores
colaboren entre ellos.
En muchas excavaciones se han tratado algunas clases de cerdmica de
forma distinta a como se ha hecho con el volumen principal de datos. En el
campo de los estudios sobre la cerdmica britano-romana los ejemplos son
muy frecuentes Durante muchos aflos, especialistas distintos han estudiado
la terra sigillata, mortaria y las Snforas, de forma que no ha sido posible es-
tudiar la frecuencia relativa de estos materiales como una proporci6n del
conjunto total de cerdmica en un yacimiento (Fulford y Huddleston, 1991,
PP. 9-11 Y'+8).
Por esta raz6n debemos registrar los datos de forma que tambi6n puedan
utilizarlos otros investigadores El 6rea de estandarizaci6n m6s obvia es la
terminologfa y clasificaci6n, pese a que el nombre dado a una clase determi-
nada es irrelevante siempre que se pueda traducir de la clasificaci6n de un in-
vestigador a la de otro. Aunque la cuantificaci6n sea un 6rea de estandariza-
ci6n menos obvia, todos los ejemplos mencionados requieren m6todos de
cuantificaci6n est6ndar (v6ase p. 188).
Una vez hemos puesto eldnfasis en la necesidad de cooperaci6n y estan-
daraacr6n, debemos procurar establecer algrin tipo de continuidad dentro de
una regi6n. Si en una regi6n se est6 trabajando con un sistema de clasifica-
ci6n y de registrq antes de abandonar dicho sistema hay que pensarlo mu-
cho. El cambio por el cambio es absurdo y s6lo conducir6 a que sea mds di-
ffcil acceder a los datos anteriores La velocidad del cambio en los estudios
sobre la cer6mica es tal, que en el Reino Unido existen unidades de excava-
ci6n que han estado trabajando durante menos de dos d6cadas, pero que en-
tre sus informes ya incluyen dos o m6s sistemas de registro incompatibles.
Hablando en argot informiitico: cuando modificamos un sistema es impor-
tante asegurar su compatibilidad. En Lincoln y en Londres muchas bases de
datos en sistemas anteriores han sido transformadas al formato actual. No es
tan simple como parece, y por lo general debe volverse a examinar los frag-
mentos de ceriimica. Esto crea un problema logistico, especialmente cuando
se ha almacenado el material en un sitio distinto del que se va a rcallnar el
trabajo.
La arqueologia no est6 recluida en una torre de marfil y, a la hora de ele-
glr un sistema, el tiempo y el dinero son un factor tan importante como lo
puedan ser los objetivos del proyecto, el uso potencial de los datos y la ne-
cesidad de trabajar en una disciplina en constante evoluci6n. Podemos clasi-
ficar y registrar los fragmentos de cerdmica hasta el riltimo detalle; algunos
de los sistemas que 59 ulilizaron en Inglaterra durante los affos sesenta y se-
tenta casi citaban todas las caracteristicas deducibles, desde la pasta y la for-
ma, el grosor y la dureza del fragmento, hasta el color del nfcleo y de la su-
perficie del resto de la ceriimica. Las modas varfan, y ahora lo que se hace es
registrar ls mfnimo. El hecho de que cuanta miis informaci6n se tenga en
cuenta mds tiempo llevar6 tomarla puede parecer obvio, pero siempre existe
INTEGRACI6N CON LA PLANIFICACI6N 57
INrnoouccr6N
rector del yacimiento o algfn visitante distinguido, por lo que es mejor ase-
gurarsie de que no surja el problema manteniendo las 6reas de secado a al-
guna distancia de las de trabajo.
Si el almac6n de la cer6mica se va a utilizar tambi6n en el trabajo poste-
rior a la excavaci6n, se necesitariin bancos El espacio de trabajo ideal para
el material procedente de una gran excavaci6n tendrfa el tamaflo del hangar
de una compaflia adtea. Pocos proyectos urbanos pueden suministrar las
6reas de trabajo adecuadas y, por tanto, el trabajo suele resentirse.
Puede que resulte posible proporcionar mejor acomodo a cierta distan-
cia de la excavaci6n, pero esto tambi6n ocasionard problemas En primer lu-
gar, habrd que trasladar los hallazgos desde el yacimiento hasta el almac6n.
Para asegurarse que todos los hallazgos lleguen felizmente deberian enume-
rarse en el punto de salida y comprobarse a la llegada. En segundo lugar,
cuanto m6s lejos fisicamente est6 el yacimiento del almac6n, m6s lejos esta-
16 socialmente. En una ocasi6n,la lluvia impidi6 que se prosiguiese con la ex-
cavaci6n y todo el equipo se dirigid hacia la ciudad mds cercana en el Land
Rover. Al llegar alli, se acordaron del supervisor de los hallazgos, que estaba
lavando cerdmica en un cobertizo de una granja local. Situaciones como esta
no estimulan el espiritu de equipo.
Cuando se toma la opci6n de centralizar el procesamiento de los hallaz-
goq estos problemas se exacerban. Entre el equipo del yacimiento y el del al-
mac6n se establecerd una divisi6n entre <<ellos> y <<nosotros>>, que hard que el
personal de los hallazgos tenga fficultades a la hora de supervisar la recu-
peraci6n y recogida in situ, y que en el equipo de la excavaci6n nazca la sos-
pecha de que se podrfa haber gastado el dinero en excavar m6s. Siempre que
sea posible, es mucho mejor tener a mano en el yacimiento a un especialista
en los hallazgos Puede aconsejar e identificar al instante, adapti{ndose con-
siguientemente la recuperaci6n y el procesamiento a las necesidades del ya-
cimiento.
medida de las equivalencias (eve) de los bordes (p. 196) por lo que la mayo-
rfa de fragmentos fue encontrada a mano. En el caso de que se recurra a la
criba para encontrar un factor de correcci6n, recu6rdese que deberd cono-
cerse el conjunto total recuperado a partir de una simple muestra del suelo.
Si tambi6n se est6 interesado en descubrir los indices de recuperaci6n ten-
dr6n que agruparse los fragmentos de cerSmica en tres clases: a) fragmentos
encontrados a mano en la muestra; b) fragmentos encontrados en la criba, y
c) fragmentos encontrados a mano en el resto del dep6sito. Hay ocasiones en
que la cantidad de cer6mica por unidad de volumen de dep6sito puede re-
sultar significativa. Esto se examina mejor cribando muestras del mismo ta-
mafio, por ejemplo, de unos 30 kg.
El muestreo es una tdcnica muy parecida a 6sta. La estrategia de recupe-
raci6n que se adopte depender6 del uso a que se destinen los datos. Mientras
que una muestra localtzada puede darnos una estimaci6n adecuada de la
composici6n del conjunto total, no servir6 de nada si el valor principal de
la cerdmica fuera su distribuci6n espacial en el yacimiento. En este riltimo
caso es mejor asumir que la desviaci6n va a ser igual en todo el yacimiento y
registrar los hallazgos mediante el sistema de cuadricula o tridimensional. El
uso de cualquiera de estos sistemas obligard al personal a llevar mucho pa-
peleo, pero analizar estos datos por ordenador no representa ningfn proble-
ma. Siempre es posible combinar los datos de las cuadriculas adecuadas para
obtener el total de un dep6sito. Lo contrario no es factible, o sea, que es im-
portante reconocer la necesidad de registrarlo todo con detalle antes de se-
guir excavando el dep6sito.
A menudo es fi{cil predecir qu6 partes de un yacimiento pueden conte-
ner los conjuntos de cerdmica miis titiles, de ahf que a veces sea necesario
modificar la estrategia de excavaci6n para incluirlos. Por ejemplo, en las ciu-
dades medievales de Gran Bretafla,las fachadas de los edificios solian dar a
la calle, mientras que en la parte posterior se encontraban las cloacas y los
pozos. Seguramente los niveles de edificaci6n proporcionar6n poca cer6mi-
ca; si s6lo excavamos estos no encontraremos informaci6n sobre la historia y
evoluci6n de la cer6mica en un yacimiento, su ocupaci6n inicial, etc. Tambi6n
han de hacerse muestreos para real:zar estudios a escala regional. Por ejem-
plo, puede que se quiera comprobar la hip6tesis de que los niveles superio-
res de la jerarqufa del yacimiento o unas clases sociales determinadas eran
los rinicos que utilizaban cerdmica importada. Si podemos demostrarlo, en-
tonces podremosestimar la posici6n de un sitio en el asentamiento o en la je-
rarquia social a partir de su cerdmica. Dado que cuanto m6s altas sean las je-
rarquias, menos numerosos son los yacimientos, es necesario mantener una
muestra adecuada para investigar una proporci6n m6s alta del tipo de yaci-
miento menos habitual.
EL ALMACfN DE CBRAMICA 63
PnocBsnurcNTo INICTAL
Eeurpo
PnocBorurrNTos DE nscupBRAcr6N
deberian tratarse por separado; siga su propio criterio para decidir si lo quie-
re levantar como un bloque o excavar de la forma normal.
Es una buena precauci6n consignar por escrito los hallazgos que se va-
yan a enviar al almac6n para que sean comprobados una vez lleguen alli.La
mayoria de los supervisores saben de casos donde se tiene conocimiento de
hallazgos hechos en un dep6sito, mientras que en el alrnac6n no hay nin-
grin registro de los mismos. Aunque el uso primordial de estas listas es poder
recriminar a alguien, tambidn existe la posibilidad de recuperar los hallazgos
perdidos. En algunas excavaciones se asignan nrimeros de bolsas a los ha-
llazgos cuando abandonan el yacimiento. En principio es una buena idea, ya
que facilita la enumeraci6n y la comprobaci6n. Aparecen, no obstante varias
dificultades. Por un lado, se asignari{ un nfmero de contexto a los dep6sitos
o cortes que no suministran ningfn hallazgo:- o bien un fnico contexto pue-
de suministrar m6s de una bolsa de hallazgos, o incluso se puede estar exca-
vando en 6l durante varios dias. De ahi que no podamos limitarnos a clasifi-
car las bolsas segrf,n el orden del nfruero del contexto y comprobarlas,
sencillamente, como cuando sabemos que 1) cada bolsa tiene un rinico refe-
rente, y 2) se ha enviado un grupo de bolsas que tienen una numeraci6n con-
secutiva.
Entre los especialistas de cer6mica, las bolsas numeradas tienen mala re-
putaci6n, porque este sistema era el que se utilizaba antes para no tener que
escribir los detalles del contexto del yacimiento en la bolsa o en la etiqueta.
Al publicarse el yacimiento, se descartaba la concordancia entre la bolsa y el
contexto o, lo que es casi lo mismo, se depositaba en un museo junto con los
hallazgos. A pesar de esto, el sistema tiene mucho de bueno. Por ejemplo, si
trastocando los nfmeros o haciendo una identificacidn incorrectd se asigna
un grupo de hallazgos a un contexto determinado de forma equivocada, s6lo
queda afectado ese grupo de hallazgos; mientras que si no se numeran las
bolsas, todos los hallazgos del dep6sito sufrirfan el mismo error. Otra forma
de tratar este problema es asignar nfmeros de contexto en el yacimiento con
generosidad. Siempre podr6 volver a juntar los hallazgos durante el an6lisis
posterior a la excavaci6n.
Llv,plr'zs. Y sEcADo
Al llegar a gste punto se suelen separar los hallazgos segrin sea su tipo y
hacer un primer registro. Si el estudio de los materiales de construcci6n est6
bastante avanzado se puede utilizar una colecci6n de referencia para identi-
ficar los materialeg contar y/o pesar los fragmentos y descartarlos. Sin em-
bargo, es fScil confundir los fragmentos de hornos y hogares con los adobes
y restos de tapial, por lo que ser6 mejor guardar todos los fragmentos hasta
haber terminado la excavaci6n y poder examinarlos segrin la estratigrafia del
68 LA cER(MIcA EN AReuEoLocfA
podrr{ dar cuenta de que est6 trabajando con dos vasijas o m6s. Tambi6n en-
contrard fragmentos extraflos procedentes de otras vasijas entre los frag-
mentos de una urna de cremaci6n. De ahi la necesidad de marcar todos los
fragmentos, tanto con el c6digo del yacimiento como con el nfmero del con-
texto, salvo en circunstancias extraordinarias.
A lo largo de los aflos, mucha gente ha pensado en formas de evitarse el
trabajo y el aburrimiento de marcar la cerSmica. De hecho, la misma natura-
leza de esta tarea r:ipidamente nos hace pensar en eI tema. Se ha intentado
hacer con sellos de goma y, a pesar de la tosca superficie de la mayoria de los
fragmentos, la impresi6n suele permanecer. Sin embargo, la tinta que se em-
plea en estos sellos acaba por borrarse, mientras que la tinta china no lo hace.
Si la ceriimica que estamos marcando es negra en su mayorfa, resulta reco-
mendable disponer de tinta blanca. Por sorprendente que le parezca, va a te-
ner que decirles a los encargados de latarea que marcar en negro sobre ne'
gro no es una buena idea. Sin embargo, a veces puede verse la marca si se
alza el fragmento hacia una fuente de luz fija. Asegrirese tambi6n de que la
marca no est6 demasiado cerca del borde, ya que es el 6rea con m6s proba-
bilidades de romperse durante el almacenamiento. Una fuerza oculta en al-
gunas personas les impulsa a creer que la rinica marca pulcra se hace junto al
borde del fragmento. Es dificil marcar la porcelana,'ya que los fragmentos
suelen ser pequeflos y es fiicil borrar una marca de una superficie satinada.
Se ha intentado fijar la marca con una emulsi6n pl6stica y ha funcionado en
algunos casos, pero se ha probado que el rotulado se despega del fragmento.
Por fltimo, compruebe siempre que ha marcado los fragmentos correcta-
mente. Es muy fiicil dejarse llevar por ensueflos mientras se marca cer6mica
y despertarse con un sobresalto, comprobando que se ha marcado con un nf-
mero previo unos centenares de fragmentos. Marcar vasijas no es una activi-
dad adecuadapara disl6xicos, pero, en cualquier caso, todos sufrimos lapsus
momentdneos, de ahf la necesidad de efectuar comprobaciones a intervalos
frecuentes. Si se han cometido errores, las dos opciones que tiene son rascar
la marca equivocada con una hoja afilada o trazar una x sobre ella con tinta
china y escribir la versi6n correcta junto a 6sta. Si intenta alterar un nfmero
escribiendo encima, provocar5 dudas en su lectura, por lo que no es una bue-
na soluci6n.
Los arque6logos siempre han querido estudiar sus hallazgos cuanto an-
tes mejor, pero ya hemos visto los peligros que corremos si permitimos ma-
nipular los hallazgos antes de siglarlos. Utavez se ha hecho, ya podemos em-
pezar a estudiar la cer6mica. Un r6pido vistazo al material permitir6 a un
especialista hacer una valoraci6n inicial de la fecha de los fragmentos y re-
conocer las piezas extraordinarias. Cuanto antes conozcamos la fecha de la
cerdmica de un dep6sito, mejor, especialmente si se trata de una excavaci5n
70 LA cER(MrcA EN AReuEoLocfA
ORDnNA.cr6x
RrcoNsrnuccr6N risrc.q.
Crrnlocecr6N
una misma vasija), pero incluso dentro de un mismo contexto hay varias po-
sibilidades:
a) fragrnentos individuales;
b) grupos de fragmentos procedentes de la misma vasija (familias de
fragmentos);
c) grupos de fragmentos procedentes de vasijas con la misma pasta o
tipo de forma (discutimos las pastas y las formas en las pp. 89 y 95);
A como en (c), pero segrin la clase de vasija (por ejemplo, ollas para
cocinar, jarros);
e) grupos de fragmentos con la misma pasta, pero de forma indetermi-
nada;
f) grupos de fragmentos con el mismo nombre comrin (p. 91) y de for-
ma no especifica;
g) grupos de fragmentos de la misma cer6mica, pero de forma no es-
pecificada.
tenido previamente o con los que se obtendr6n despu6s, y que permite que
sus resultados se'incorporen en unos estudios m6s extensos. Los equipos ar-
queol6gicos brit6nicos que estiin trabajando en este momento podrfan dar-
nos ejemplos de por 1o menos cinco de estas opciones. La opci6n (a) era la
m6s popular en los primeros tiempos de la inform6tica, cuando el consejo de
los especialist4s de proceso de datos no arqueol6gicos solfa conducir a una
consignaci6n muy detallada fragmento por fragmento. Con el fin de simpli-
ficar las cosas, y talvez porque sea el nivel miiximo ideal de registro, asumi-
remos que se opta por la opci6n (b) y que cada registro consta de los datos
asociados a un grupo de fragmentos de una misma vasija y de un mismo con-
texto.
Thmbi6n tendril que decidir lo que quiere consignar sobre cada una de
estas unidades b6sicas que ha escogido. Como minimo, habr6 de incluir el
contexto, informaci6n sobre la pasta, la forma y cualquier clase de decora-
ci6n visible enlapieza, alguna idea sobre la cantidad de cerilmica implicada,
una referencia a cualquier ilustraci6n y cualquier informaci6n adicional que
pueda explicar el uso de la vasija o la historia posterior a su deposici6n.
En las pr{ginas 89 y 95 describimos la manera prdctica de registrar la for-
ma y la pasta, respectivamente. Una decisi6n clave consiste en incluir esta in-
formaci6n a base de descripciones o siguiendo referencias (a menudo codifi-
cadas) de series de tipos existentes (vdase la figura 4.2). Mientras que las
formas se suelen consignar segrin la clase de vasija y, si hay bastantes, su tipo,
la pr6ctica habitual para definir las pastas ha sido citar todos los detalles des-
criptivos. Desde nuestro punto de vista es mejor referirse a cada familia de
fragmentos como un ejemplo de un tipo de material determinado (resulta
prdctico aplicar una regla mnemot6cnica) y guardar la informaci6n sobre
aquel tipo en alguna parte del informe. Esto equivale a confrontar el enfo-
que <.relacional>> con el <jeri4rquico>> en las bases de datos informdticas y pue-
de ahorrar mucho espacio, tiempo y esfuerzo al mismo tiempo que perrrite
que se sigan haciendo descripciones detalladas (v6ase infra, p.78).
Consignar la cantidad de cerdmica existente (el problema de la <<cuanti-
ficaci6n>) ha causado muchas controversias todav(a no resueltas del todo. En
el capitulo 13 (p. 188) propondremos nuestro propio punto de vista, pero de-
beriamos indicar aquf que al escoger una <medidu de cantidad se ha de te-
ner en cuenta la informaci6n importante que, especialmente en lo que res-
pecta a los procesos de formaci6n del yacimiento (p. 203), puede obtenerse
comparando medidas diferentes.
La ilustraci6n es otro tema que se merece un capitulo aparte (p. 106),
pero es importante indicar que ha de ser posible identificar cualquier vasija
dibujada o fotografiada sin incurrir en ambigiiedades. De igual forma, los
fragmentos o las vasijas extraidos de la colecci6n por cualquier raz6n han de
ser consignados aparte.
Hay dos formas de hacerlo. En primer lugar, puede poner una nota en
la bolsa o caja de la que extraiga el fragmento. Los museos suelen seguir el
sistema de poner una tarjeta reemplazando un artefacto que se ha sacado
76 LA CERI,MICA EN ARQUEOLOGiA
necesita ser muy ingenuo para introducir datos poco estructurados en un or-
denador que no perdona.
Al plantearnos la informatuaci6n de los registros de cerSmica arqueol6-
gica no debemos olvidar dos puntos importantes. En primer lugar, muchas de
las reglas bilsicas se pueden aplicar tanto a la organizaci6n y manipulaci6n
de los registros sobre papel, como a sus dobles informatizados; y en segundo
lugar, es esencial que podamos coordinar los registros de cer6mica con los re-
gistros de otros tipos de artefactos y con datos estructurales o contextuales.
Cuando nos enfrentamos a un sistema de consignaci6n e informatizaci6n ya
existente, se recomienda cooperar con 61, a no ser que existan argumentos de
peso en contra.
Podemos abordar en dos partes diferenciadas el estudio de las aplicacio-
nes informdticas en la cer6mica arqueolSgica: 1) qu6 es lo que debemos in-
formatizar, y 2) c6mo organuar los registros. La sofisticaci6n del equipo dis-
ponible, el acceso a 6ste y las condiciones de trabajo ser6n algunos de los
factores que determinar6n muchas de las respuestas, pero existen ciertas nor-
mas generales.
tido comrin copiar los datos y almacenarlos fuera del ordenador en un sitio
m6s seguro a la primera oportunidad.
Con frecuencia existe la tendencia de intentar informatizar demasiada in-
formaci6n. La experiencia ha demostrado que hay grandes cantidades de
prosa descriptiva que apenas si tiene valor y que dificulta el trabajo con los
paquetes de software habituales. Cuando nos encontramos con errores de
puntuaci6n u ortografia nos resulta dificil entender la informaci6n que nos
aportan estos datos, lo que demuestra que habria sido mejor haberlos apun-
tado siguiendo un sistema de palabras clave cortas o datos mnemot6cnicog
Normalmente no podremos registrar imdgenes, especialmente diseflos y
fotografias de vasijas, en una etapa inicial del proyecto (si es que lo conse-
guimos en algrin momento). Un conjunto de dibujos sobre tarjetas bien or-
denadas satisfard la mayoria de nuestros objetivos y serii m6s f6cil de utilizar
para el trabajo de campo (v6ase la figura 4.3).
C6digo Descripci6n
A este archivo le podrfamos afladir cualquier otro dato que indicase, qui-
zds,lafecha u origen de la ceri{mica o la funci6n de las vasijas (cocina, mesa,
etc.).
Contexto Rasgo
191 Pozo 6
y este informe estructural puede estar relacionado con un grupo m6s amplio:
Rasgo Fase
Pozo 6
Fase Fecha
de las relaciones entre los registros y los archivos. IJsar un sistema inform6-
tico no documentado es semejante a guardar sus registros escritos en sobres
viejos, y muchas de las esperanzas de reconstruir archivos de datos reutiliza-
bles no llegan a realizarse nunca.
Guanoen o No cUARDAR
INrnoouccr6N
El y la clasificaci6n de la cer6-
micad ia ciue'difdhechd.?od6iii6s
drvrdrr
Equrro NECESARTo
CAnlcreRfsrrcAs DE rl coccr6N
Color
entonces podrfamos concluir que los cambios de color est6n directamente re-
lacionados con los cambios en la cocci6n. En las cer6micas totalmente oxi-
dadag se puede obtener una estimaci6n aproximada de la temperatura de
cocci6n si volvemos a cocer muestras a unas temperaturas controladas y du-
rante un tiempo est6ndar. A la inversa, si cocemos de nuevo muestras con
pastas distintas a la misma temperatura y en las mismas condicioneg el color
resultante estar6 directamente relacionado con la diferencia del contenido en
hierro entre los materiales.
Dureza
Fractura
Tacto
Engobes y barniz
INcrusroNss
Antes de describir la manera en que hay que estudiar las inclusiones te-
nemos que tener bien claros unos conceptos terminol6gicos. Podemos consi-
derar como inclusiones cualquier elemento apreciable en la pasta cer6mica,
incluso los espacios vacios Con frecuencia nos resulta imposible decidir si las
inclusiones que encontramos en un material son el resultado de un proceso
natural o han sido afladidas deliberadamente. Tdrminos como <<relleno>> o
<<desgrasante> implican, sin embargo, que las inclusiones son adiciones artifi-
cialeq aunque estos t6rminos se usen tambi6n en casos donde no parece que
eso sea posible (como cuando aparecen conchas microsc6picas en la pasta de
la cer6mica). Por esta raz6n,5i utilizamos el t6rmino <<desgrasante> para re-
ferirnos a inclusiones afladidas deliberadamente deberfamos explicitarlo.
El estudio de las inclusiones en la cer6mica deriva del estudio de la geo-
logia sedimentaria, un tema demasiado vasto y complejo para que podamos
incluido aqui con detalle. Sin embargo, debemos mencionar al menos dos as-
pectos: la identificaci6n de las inclusiones y la descripci6n de sus efectos en
la textura de la pasta.
1
88 LA CER(MICA EN ARQUEOLOGfA
Pardmetros de la textura
Le, uermz
verbal pueden resultarle vitales a la hora de distinguir las pastas. Las des-
cripciones escritas le ser6n valiosas para indexat y para ayudarle a establecer
conexiones con los tipos de muestra, pero la regla b6sica a la hora de asignar
un resto a un tipo deberfa ser, siempre que sea posible, la comparaci6n di-
recta entre fragmentos.
Es importante advertir que la existencia de diversas maneras de compa-
rar fragmentos da lugar a niveles de confianza diversos. De ahi que podamos
definir las clases de artefactos o materiales de dos maneras, bas6ndonos en
semejanzas de tipo general. Como buen ejemplo de la primera forma de dis-
tinguir el material podriamos considerar la cer6mica neolitica producida en
Cornualles y que contiene fragmentos de gabro procedente de Lizard, un
promontorio al suroeste de Cornualles. Este tipo de mineral se da en un aflo-
ramiento muy localizado, por lo que las vasijas o las inclusiones obtenidas
tienen que proceder de algrin lugar cercano a esos afloramientos, no impor-
ta a qu6 distancia deLizard hayan aparecido los recipientes. Un ejemplo de
la segunda forma de distinguir grupos de cerdmicas podr(a ser la cerdmica
con desgrasante orgiinico (esti6rcol o paja). De forma objetiva, dos fragmen-
EL ANALISIS DE LAS PASTAS 9I
Irrnoouccr6N
para almacenar agua. Por eso resulta arriesgado asumir que la presencia de
vasijas de una clase funcional concreta en un yacimiento implique que allf se
llev6 a cabo una actividad determinada.
La cer6mica tambi6n puede ser un medio de expresar la posici6n social
o la riqueza. Las grandes colecciones de porcelana oriental reunidas por la
aristocracia europea durante los siglos xvII y xvIII, y las colecciones de ma-
y6lica espaflola e italiana hechas por sus predecesores, son un ejemplo extre-
mo de c6mo la posesi6n de cerilmica podrfa reflejar el estatus. La cerilmica
ha jugado un papel similar en diferentes 6pocas y diferentes lugares. Para ex-
traer informaci6n sobre el estatus a partir de una colecci6n de cerdmica, hay
que considerar si una vajilla es apropiada para servir de adorno: por ejemplo,
a partir de la presencia y el tipo de decoraci6n. La funci6n dada a una vajilla
podfa variar con su rareza, la cual, a su vez, dependerfa en un grado elevado
de la distancia de su lugar de origen. En estas circunstancias es diffcil tomar
decisiones, por lo que se refiere al significado social de los fragmentos, cuan-
do se est6 registrando una colecci6n. Sin embargo, tanto en la Britania ro-
mana como en la Inglaterra del siglo xvu, es importante distinguir los reci-
pientes sin decorar, a los que se debfa dar un uso ritil, de los que se pudieron
utilizar para exhibirlos. La distinci6n perdura en la actualidad, ya que en mu-
chas familias hay una vajilla buena, que tal vez nunca se use pero que pasa
de generaci6n en generaci6n, mientras que en realidad se utiliza un servicio
de mesa barato y vistoso en el hogar.
Tlmbidn vale la pena registrar las formas porque pueden haber sido sen-
sibles a las modas pasajeras y, por tanto, es posible fecharlas. En algunos ca-
sos puede que la cerdmica refleje algfn otro elemento de un cambio de
moda, como la creciente popularidad del t6 y elcaf6, en los siglos xvtr y xvm,
mientras que en otros puede que los responsables fueran modificaciones mds
sutiles. De hecho, hay una progresi6n cronol6gica indudable en caracteristi-
cas tales como el tamaflo de los cacharros de la cocina, la forma de sus bor-
des o incluso, en el caso de la cer6mica de barniz negro britano-romana, en
el 6ngulo de la decoraci6n reticulada bruflida. El significado de estas ten-
dencias, y en realidad la cuesti6n de si alguna vez lo tuvieron, es irrelevante
al hecho de que son un medio para datar la cerdmica y, por tanto, para esta-
blecer cronologias arqueol6gicas.
necesario y, alavez, s6lo ha de buscar las partes relevantes para la nueva va-
sija que tiene en la mano. La desventaja es que tendrd que empezar con una
gran colecci6n de mdterial para poder formar clases que sean razonable-
mente estables a medida que salga nuevo material. Si no, se encontraria con
que tiene que asignar un grupo a la clase <<incorrecta>> porque los primeros
ejemplos no eran representativos, lo que le obligaria a revisar toda la estruc-
tura. Adem6s, antes o despudg se encontrar6 con el problema de la <<sucesi6n
continuado> que ya vimos al estudiar las pastas: el espacio entre dos tipos
aparentemente distintos se ir6llenando con una sucesi6n de tipos interme-
dios, y no quedard nada claro d6nde ha de establecerse el limite. Una solu-
ci6n es abandonar la naturaleza jeri{rquica de la estructura y permitir que un
tipo pertenezca a dos grupos o un grupo a dos clases. Al principo puede que
crea que esto es un anatema para sus h6bitos de orden y organuaci6n, pero
es perfectamente v6lido y puede reflejar la complejidad de las series mejor
que un rigido sistema jerr4rquico, al mismo tiempo que reduce las posibilida-
des de pasar por alto algunas caracteristicas. Si sigue la vfa estructurada, pue.
de necesitar una manera formal de asignar vasijas a los tipos, tipos a los gru-
pos, etc. M6s adelante mencionaremos algunas t6cnicas matem6ticas que
pueden serle ftiles (pp. 175-18a).
Un problema comfn a ambos enfoques es que tanto la experiencia ar-
queol6gica, como la experimentaci6n en el laboratorio, han demostrado la
existencia de un considerable desacuerdo entre las tipologfas desarrolladas
por distintos investigadores En ocasioneg una descripci6n escrita acompafla
a la tipologfa para aclarar al usuario lo que implican las diferencias entre los
tipos. Sin embargo, la mayoria de estas descripciones terminan por estable-
cer que un tipo es similar al anterior, pero con una caracter(stica determina-
da mi{s acentuada: m6s redondeado, mds c6ncavo o convexo, m6s anguloso o
lo que sea. Una soluci6n a este problema es determinar experimentalmente
d6nde est6n los limites que puedan ser reconocidos repetidas veces por la
mayoria de los investigadores Sin embargo, esto muy bien puede indicar que
se ha perdido la diferencia real entre los tipos y la informaci6n que conte-
nfan.
Al igual que en las pastas, seguramente se pondr6n de manifiesto las di-
ferencias psicol6gicas entre los <<acumuladores> y los <<divisores>. Thl y como
hemos vistq en un producto hecho a mano las variaciones son inevitables.
Algunas pueden reflejar aspectos cronol6gicos u otras tendencias, mientras
que puede que otras sean tan s6lo el resultado del intento del ceramista por
liberarse del tedio de hacer tantas vasijas al dfa. El estudio del centro de pro-
ducci6n le ayudar6 a decidir cu6l es cu6l. Realmente no existe raz6n alguna
para no describir todos los detalles, siempre y cuando, y con un poco de pri{c-
tica, pueda memorizar la clasificaci6n. Si los utilizaramos con regularidad,
podrfamos aprender, incluso, sistemas aparentemente il6gicos Resulta mfs
sencillo pasar de divisores a acumuladoresr que en la direcci6n opuesta.
98 LA CERAMICA EN ARQUEOLOGIA
Vnsuns Y FRAGMENTos
Casi siempre podemos decir algo sobre la forma de una vasija de la que
procedfa un fragmento. La clasfficaci6n m6s simple distinguirfa entre vasijas
de forma cerrada, por un lado, y vasijas de forma abierta (o planas), por el
otro. La mayor parte de los fragmentos procedentes de cer6micas de forma
LA FORMA Y LA DECORACI6N 99
Frcun.t 6.1. Los alfareros a menudo usaban la misma forma bdsica como punto de
partida para la fabricaci6n de vasijas con funciones muy distintas La cerdmica de co-
cina blanca medieval de Surrey (a) podia convertirse en cazo (b) afladi6ndole tan s6lo
un asa horizontal y un labio doblado. Los cuencos de Malvern Chase (siglo xvr) se fa-
bricaban en diferentes tamaflos, (c) y (d). La misma forma bdsica podia convertirse
en una cacerola afladi6ndole un asa, tres pies y un labio doblado (e), o se transfor-
maba en un colador perforando los lados y la base y uniendo el cuenco al cuerpo de
otro vaso A.En cada caso, no es posible distinguir los fragmentos sin rasgos caracte-
r(sticos de estos tipos Escala 1:4.
100 LA cERr(MrcA EN AReuEoLociA
Frcuna,6.2. Los moldes se usaron en el mundo cl6sico para fabricar l6mparas y es-
tatuillas En Centroam6rica se emplearon para fabricar sofisticadas figuras antropo-
morfas (foto: University College London, Institute of Archaeology).
Ftcun.t 6.3. T6cnicas decorativas utilizadas en diversas jaras y cdntaros de los siglos
xI y xr hallados en Londres: a) impresiones a rodillo, D) marcas dejadas por pellizcoq
c) motivo reticulado hecho con un peine de cuatro prias, d) lfneas onduladas hori-
zontales incisas con ayuda de un punz6n de punta roma, y e) bandas aplicadas pega-
das en un solo lado. Escala 1:4.
ui{i3iri;e u . ;:;;tsGii{
104 LA cERiMrcA EN AReuEoLociA
Peinado: una t6cnica muy simple, que podfa aplicarse con un peine de ma-
dera.
Acanalado: se rascaba la decoraci6n sobre la superficie de la vasija utilizan-
do algrin tipo de herramienta. Las variaciones de forma y tamaflo de la
herramienta afectaban el aspecto de la decoraci6n.
Incisidn: en que literalmente se cortaba la superficie de la vasija. Uno de los
ejemplos m6s caracteristicos de este m6todo esla terrq sigillata, <<decora-
da por medio de vidrios cortados> (cut glass decoration).
Calado: en que se perforaba la pared de la vasija para hacer la decoraci6n.
Esta t6cnica lleg6 a usarse con las jarras misteriosas QtuTTle jugs) carac-
teristicas del siglo xvrr en adelante, ya que hacia que el usuario de la va-
sija se preguntase c6mo podfa contener el liquido.
Digitaciones.'uno de los m6todos de decoraci6n m6s simples. Se utilizaba, por
ejemplo, en la cer6mica neolitica britrinica (cer6mica de Peterborough).
Brufiido: otra antigua t6cnica muy comfn. Al pulir la superficie seca de una
vasija las incrustaciones de mineral de arcilla se alineaban paralelamen-
te a la superficie, abrillant6ndola. En ocasiones se combinaba esta t6cni-
ca afladiendo un engobe de textura miis fina que el cuerpo de la vasija.
Decoraciin con cuchillo.' en ocasiones se utilizaba un cuchillo para cortar la
superficie de una vasija y el efecto que producia sobre la superficie se
usaba a veces con fines decorativos, por ejemplo, para dar lugar a nuevas
caras sobre la superficie.
Estampacidn a rodillo: se hacfa rodar sobre la superficie de la vasija una vez
seca un rodillo en forma de cilindro y con un estampado grabado sobre
6ste. Se reahzaba <<en negativo>> un estzrnpado repetido del diseflo del ro-
dillo. En ocasiones esta t6cnica se ha denominado roulette.
Roulette: se podia realizar un estampado decorativo y complejo utilizando
una hoja flexible doblada por un extremo y que se sostenia sobre la su-
perficie de la vasija mientras se hacia girar 6sta en el torno. Con algrin
ajuste y un poco de pr6ctica la hoja se alzaba y descendia ritmicamente
dibujando lineas finas sobre la superficie de la vasija. Este m6todo se uti-
liz6 mucho durante los siglos l y u d.C. para decorar cer6mica fina roma-
LA FORMA Y LA DECORACI6N 105
Drnuro on ra cnxI.urcn
Frcun^c.7.1. Dibujo de las asas. Estas cuatro vasijas constituyen ejemplos de la cer6-
mica blanca de Surrey encontrada en Londres, datadas entre los siglos xru y xw. La
convenci6n habitual de dibujar el asa en perfil en el lado derecho del dibujo se ha
adaptado para ilustrar con mayor propiedad los detalles de la fabricaci6n y de la de-
coraci6n. a) Jana de almacenamiento con dos asas, en la que el cugrpo ha sido em-
pujado dentro del asa; la depresi6n resultante en el recipiente ha sido rellenada con
un poco de arcilla. b) Jarlo en el que el arranque del asa se ha decorado con agujeros
alargados y dos <orejas" de arcilla; estos detalles s6lo pueden verse en una proyec-
ci6n vertical. c) Un cazo cuya asa se ha insertado a trav6s delcuerpo, y el agujero re-
sultanteesselladoconarcilla. d)Jarrosemejanteac),perocuyaasaagujereadaycon
surco se aprecia mejor en una proyecci6n horizontal. Escala 1:4.
LA ILUSTRACION 109
110 LA CER.(MICA EN ARQUEOLOGiA
nica, un perfilador, por ejemplo (como el que usan los albafliles y los aman-
tes del bricolaje para cortar cubrimientos de suelo y formar superficies re-
dondeadas). La experiencia nos demostrar6 que una discrepancia de tan s6lo
unos milimetros en cualquier medici6n puede hacer que el perfil parezca
err6neo, por lo que al dibujar el perfil de una vasija serd mejor tomar pocas
medidas y observar m6s. Un problema habitual cuando nos servimos de uten-
silios mec6nicos como el perfilador, especialmente si quien lo utiliza no tie-
ne experiencia, es que se presta m6s atenci6n a dibujar el dispositivo que la
misma vasija.
El siguiente p:rso es medir el grosor de la vasija y la forma interior del
borde o de la base. Estas medidas se dibujan en el lado izquierdo del eje cen-
tral. Despu6g se pueden trazar lf,neas que muestren los cambios bruscos pro-
ducidos en el perfil. Asi queda ya completa la forma bdsica de la vasija. Si no
hay elementos adicionaleg podemos empezar ya a acabar el dibujo y a pa-
sarlo a tinta.
Siguiendo una convenci6n, las asas se suelen situar en el lado derecho
(exterior) de la vasija. Perpendicular al perfil del asa se muestra una secci6n
de la misma, y con dos lineas cortas se indica su posici6n exacta (v6ase la fi-
gura7.L a). Puede que en algunos casos nos resulte rltil incluir una secci6n
vertical del asa, que muestre la forma en que el asa quedaba unida a la vasi-
ja. Si incluimos este nuevo detalle, tendremos que dibujarlo junto al perfil del
asa. Si la vasija tiene dos asas opuestag podemos dibujar el perfil de una de
ellas y la secci6n vertical de la otra. Si hubiesen tres asas, podriamos indicar-
las dibujando el perfil de una y ampliando la panordmica exterior hasta la
parte Zquierda de la linea central para mostrar tres cuartos de la segunda asa
(figura 7.1 b). Las asas tubulares suelen quedar sobre la linea central.
Los picos suelen quedar en el lado izquierdo interior del dibujo. Cuando
se han hecho deformando el borde, se suelen mostrar dos perfiles super-
puestos: uno con la secci6n normal y el otro con la secci6n situada sobre el
labio. Algunas jarras medievales tenian picos muy elaborados que pueden
llegar a necesitar una panor6mica de la secci6n y una frontal, que suele si-
tuarse a la izquierda del dibujo (figura 7.1 c).
Es muy dificil llegar a mostrar bien la decoraci6n. Segrin el prop6sito que
tengamos, puede que sea importante mostrar una panor6mica general, espe-
cialmente si la vasija es un bol o un plato decorado en su interior. Siempre
que intentemos mostrar la decoraci6n de una superficie esf6rica se produci-
rd ctela distorsi6n. Una manera de atenuarla es <desplegar>> la decoraci6n
(vdase la figura 7.2). Asi, podremos mostrar todos los elementos sin cometer
muchos erroreq aunque no podremos ver de qu6 modo se adapta la decora-
ci6n a la forma de la vasija.
Puede que para mostrar los diferentes colores de engobeg pinturas y lus-
tres necesite recurrir a las convenciones Parece que la regla no sea intentar
que cada dibujo siga las mismas convencioneg sino mostrar los puntos y ra-
yas que hacen que el dibujo nos parezca m6s claro, incliryendo una clave que
nos ayude a interpretarlo.
LA ILUSTRACION 111
Forocn-q,rie
Los primeros planos son muy ritiles para consignar el tratamiento hecho
sobre la superficie, asf como sus detalles de fabricaci6n, al mismo tiempo que
fotografiando los bordes rotos de los fragmentos contribuiremos a su identi-
ficaci6n. La microfotograffa ayuda aanaltzfi las pastas, mientras que las im6-
genes tomadas con un microscopio electr6nico se pueden conservar como si
fuesen fotograffas, lo que constituye una forma grdfica de presentar la evi-
dencia (v6ase la figura 7.4).
Es muy importante recurrir a las escalas cuando se toman fotograffas.
Las barras graduadas mayoreg las de dos metros, son excesivamente largas
para la mayorfa de las fotos que se toman en un yacimiento, y es mejor utili-
zar una regla de metro o de medio metro. En el caso de una foto de estudio
puede ser adecuada una escala de diez centimetros, mientras que en las ins-
tant6neas destinadas a conferencias una simple moneda serd una escala re-
conocible de inmediato. Las publicaciones no especializadas e incluso algu-
LA ILUSTRACION 115
nas especializadas desaprueban el uso de escalas Por eso quiz6s tendr6 que
aumentar su colecci6n de fotograffas incluyendo la altura o alguna otra di-
mensi6n miixima de alguna de las vasijas que aparecen en la imagen. El error
de tamaflo de las fotografias de grupo es tan grande que ninguna escala le
permitir6 precisar una medida adecuada a todos los objetos. Si estd haciendo
una investigaci6n especifica puede que quiera que las fotograffas se ajusten
a una escala establecida: a tamaflo natural, el doble, la mitad o lo que prefie-
ra. Esto se consigue mejor fotografiando el fragmento encima de papel mili-
metrado o adjuntando una escala en el borde de la imagen. En el primer caso
tendrd que recortar la fotografia para publicarla, mientras que en el segundo
puede evitar imprimir la escala. En un primer plano es diflcil incluir una es-
cala. Cuando se vayan a usar en conferencias o con otros fines pfblicos, pue-
de ser muy eficaz trlilizar un objeto comlin, una simple mano, pero para el
trabajo de archivo es mejor emplear una regla pequefla, quiz6s parte de una
regla metrilica grabada, que se fotograffa antes de empezar con los propios
objetos. Esto serd perfectamente aceptable si fija la posici6n de la c6mara y
del escenario. Puede recurrir al mismo mdtodo en el caso de la microfoto-
grafiay comprar portaobjetos de microscopio que incorporen reticulas dimi-
nutas. No existe ninguna forma sencilla de incluir una escala en una micro-
fotograffa sin tener que hacer un proceso en dos fases que implique tomar la
fotografia, determinar la escala e imprimirla y volver a fotografiarla. Las fo-
tografias con el SEM sobreimpresionan la escala de forma automdtica.
Todo esto es muy diffcil de hacer en las fotografias tomadas en el mismo
yacimiento, ya que el objeto y el 6ngulo de la toma estdn predeterminados
sin que importe la luz natural. Thmpoco resulta posible esperar a disponer de
las condiciones adecuadas, ya que la fotografla impide la reanudaci6n de los
trabajos arqueol6gicos en esa parte del yacimiento. La fotograffa de estudio
puede recurrir al uso de l6mparas, pero si es necesario se pueden fotografiar
los fragmentos y las vasijas con luz natural, aunque es mejor que no sea con
luz fuerte para reducir el efecto de las sombras.
En las tomas realizadas en estudio se utilizan distintos tipos de fondo.
Sea cual sea el escogido, deberfa tener una superficie mate para que no re-
fleje ni deslumbre y no distraiga la atenci6n sobre lo fotografiado. Esto no
quiere decir que deba ser un simple fondo blanco. Los fondos coloreados o
granulados pueden producir una buena impresi6n, especialmsnte cuando se
trata de presentar vasijas de cerdmica al pfblico no especializado. Un pro-
blema que tienen muchos soportes es que la necesidad de utilizar dos l6m-
paras puede crear sombras dobles que llegan a distraer y confunden un poco.
Se pueden fotografiar los fragmentos sobre una placa de vidrio de manera
que las sombras queden fuera del campo de visi6n. Thl y como mencioniiba-
mos anteg tambi6n es posible utilizar un fondo reticulado, por ejemplo, una
hoja de papel milimetrado que facilitard la reproducci6n a escala. Sin em-
bargo, el resultado es poco fotog6nico.
La mayor parte de los objetivos no se pueden enfocar por debajo de unos
0,5 m, y a esa distancia a menudo es posible incluir varios fragmentos en una
116 LA cERl,MrcA EN AReuEoLocfA
sola exposici6n. Esto puede ser ritil cuando se hacen tomas para usar como
registro o copias en blanco y negro, que se pueden recortar a la hora de pu-
blicarlas. En cambiq en el caso de las diapositivas, es mejor pensar cuidado-
samente si se va a incluir m5s de un fragmento o, por lo menos, m6s de un
tipo de vasija en una misma toma. Puede perder un tiempo valioso de su con-
ferencia explicando a la audiencia que no haga caso de ciertos fragmentos y,
aun asf, resultarii que las cuestiones irrelevantes son las que surgen de nuevo
al final de la exposici6n. Fotografiar vasijas rotas puede llegar a ser muy frus-
trante: por un lado, se encuentra con que no puede limitarse a dejarlas sobre
un soporte y fotografiarlas y, por el otro, no es f6cil tomar una fotografia que
muestre la forma. Los fragmentos del borde y del cuerpo son mds diffciles de
fotografiar que las baseg que se colocan derechas. En algunas ocasiones es
posible sostener los bordes poniendo tacos de madera debajo de una hoja de
papel hasta que el borde quede horizontal.
Si dispone de una vasija completa, lo ideal es fotografiarla de modo que
en una sola toma se muestre la forma general, el asa y el pico o caflo. Por re-
gla general esto querrd decir que se ha colocado la vasija de manera que el
borde se vea como una elipse. El asa quedar6 en 6ngulo de 45" con respecto
ala cdmara y podremos ver el interior de la boca. En el caso de vasijas con
el pico decorado, o con decoraci6n a su alrededor, se invertird la disposici6n,
y si tanto el borde como el asa est6n decorados puede que necesite hacer dos
tomas de la vasija. Para consignar vasijas decoradas con escenas figurativas o
cualquier otro diseflo complejo puede necesitar una serie de tomas o combi-
nar el uso de fotografias y dibujos. Una forma ideal de registrar este tipo de
vasijas serfa usando una c6mara de vfdeo. Se podria hacer dar vueltas a la va-
sija sobre una mesa giratoria, de modo que cualquier aspecto de la misma
quedase grabado. Por el momento la peor desventaja que supone el uso del
vfdeo es la dificultad para obtener una copia en papel de la imagen y su mala
calidad cuando se la compara con la fotografia.
Fotografiar un grupo de vasijas genera otra serie de problemag parecidos
a los que se encuentra un fot6grafo en una boda. Las vasijas altas se deben
colocar detr6s de todo, por lo que tendr6 que montar un escenario de forma
que estas vasijas no queden tapadas por las que colocaremos delante. Si se
trata de un conjunto grande, le ser6 diffcil enfocar al mismo tiempo las filas
delanteras y posteriores, y la posici6n de las vasijas es tan importante que se
necesitar6n dos personas para tomar la fotograffa: una que mire por el visor
y dicte las instrucciones a la otra, que har6los ajustes finales Se siguen man-
teniendo las mismas limitaciones sobre la disposici6n y 6ngulo que habfa en
el caso de las vasijas individuales. Si da rienda suelta a los fot6grafos profe-
sionales para que fotograffen conjuntos de cer6mica correrd ciertos riesgos,
ya que les preocupar6 m6s el aspecto est6tico de la imagen que la inforrra-
ci6n que contengan. Por otro lado, si utiliza ayuda profesional ver6 como la
diferencia es considerable y una fotograffa de grupo, a pesar de la dificultad
para lograr la composici6n adecuada, puede ser una forma estupenda de in-
troducir mucha informaci6n al mismo tiempo. La fotograffa de unas vasijas
LA ILUSTRACI6N tt7
Shelly del periodo saj6n tardio, procedentes de la City de Londreg se ha re-
producido ya por quinta o sexta yez et seis aflos
Utavez ha toniado sus fotograffas ha de asegura$e de que las organiza
bien, especialmente si se trata de un archivo fotogr6fico grande; en caso con-
trario, se estar6 esforzando por fotografiar una vasija o un tema del que ya
existe una imagen o una diapositiva anterior. Los datos importantes son: una
referencia fnica para las diapositivas, un fndice que indique la existencia de
fotograf[as en blanco y negro; un nrimero negativo para las fotograflas en
blanco y negro; detalles sobre el yacimiento y el contexto y sobre el tipo de
cerdmica y la forma de la vasija. Puede que se encuentre con otros datos que
le interese conservar, especialmente en el caso de vasijas decoradas ya que el
mismo tema de la decoraci6n puede resultar interesante.
8. LOS ARCHIVOS DE CERAMICAS
INrnooucc16N
Thrras pru(cncos,
Almacenamiento de la cerdrnica
Dispersibn de la colecci6n
Disposici6n de la cerdmica
hizo con ella y las conclusiones que puede deducir de su aniilisis. Uno de los
usos principales de estos datos es que, casi con toda seguridad, ayudardn a es-
tablecer una cronologia del yacimiento. Los datos que dan lugar a esta cro-
nologfa pueden ser cualitativos, por ejemplo la presencia de un tipo de cer6-
mica determinado en un dep6sito, o cuantitativog como la proporci6n de
determinado tipo de pasta dentro de un conjunto. Es m6s dificil incluir argu-
mentos basados en la valoraci6n que se da a la ausencia de un tipo especifi-
co dentro de un conjunto. Los argumentos de este tipo son siempre menos
convincentes que los cualitativos o los cuantitativos. Por eso es importante
presentar bastantes evidencias en cada caso para incluir el caracter de 6sta y
su fuerza.
Otro de los usos ser6 el examen de las asociaciones culturales de los habi-
tantes del yacimiento o del 6rea. En t6rminos ampliog esto implica establecer
la similitud de la colecci6n o de los conjuntos de diversos perfodos en un yaci-
miento con colecciones contempor6neas halladas en otros yacimientos o
6reas. La cantidad de esfuerzo que tendrd que dedicar vaiardparciaLnente se-
gfn los objetivos generales del proyecto. Una vez mds, tiene que presentar los
suficientes hallazgos bdsicos para aclarar la importancia de las evidenciag aun-
que sin sobrecargar el informe con datos imposibles de digerir.
Puede que tambi6n se d6 el caso de que su trabajo, lejos de aportar in-
formaci6n al resto del proyecto, dependa de varios aspectos de 6ste. Por
ejemplo, puede que haya evidencias independientes del yacimiento que le
permitan datar la cerdmica. En este caso ha de indicar con claridad c6mo se
relaciona la ceriimica que est6 datando con la evidencia fechada indepen-
dientemente. Si no se presta atenci6n al tiempo y a los eslabones vitales en
la cadena de la l6gica, estar6 plantando las semillas de una confusi6n futura.
Una vez haya establecido una secuencia cerdmica y quizr{s alcanzado una
cronologia absoluta, podrr{ deducir numerosas conclusiones de sus datos Es-
tos pueden incluir inferencias sobre los cambios en las formas y tipologia de
la cer6mica, y conclusiones sobre el desarrollo de las industrias de cer6mica
en una regi6n. Puede que este tipo de conclusiones no sean apropiadas en la
memoria de la excavaci6n o en el informe de campo. Si se confirman puntos
de vista que ya existian anteriormente, apenas serii justificable repetir los
argumentos. Si tienen significado nacional o regional, puede que no con-
cuerden con la naturaleza miis local y detallada del resto del informe. Este
tipo de material seria m6s adecuado para una publicaci6n aparte, pero se es-
conde en el informe de la excavaci6n porque requiere menos esfuerzo por
parte del autor o porque es una condici6n para mantener la financiaci6n del
proyecto.
mica recogida en.la excavaci6n han de servir para dos prop6sitos distintos. Su
primera misi6n es describir la cer6mica segfn su tipo (es decir, la forma y la
pasta) y la segunda, describir la existencia de la ceriimica en el yacimiento. A
nivel visual, la diferencia queda demostrada por los casos extremos. A un
lado se describe e ilustra la cer6mica segfn los grupos de formas y pastas,
mientras que la informaci6n sobre el contexto queda relegada a las tablas o
los ap6ndices; al otro extremo, se describe e ilustra la cer6mica por conjun-
tos, de manera que para hacerse una idea general de la cer6mica de la misma
materia prima o forma hay que hojear adelante y atr6s en la memoria. Una
opci6n, que podrfamos llamar <<enfoque del cintur6n y de las abrazaderas>,
consiste en publicar tanto la serie de tipos como el material ordenado por
conjuntos. Las variaciones dentro de este mismo enfoque consisten en publi-
car las series de tipos como unos perfiles a menor escala o, alternativamente,
mostrar los conjuntos mediante reconstrucciones en tres dimensiones o cons-
tituyendo diagramas.
Cerrfu-oco v connpllcr6r.r
Cualquiera que sea el tipo de presentaci6n que se adecfe mejor a sus in-
tenciones, tendr6 que responder de alguna forma a las necesidades alternati-
vas de sus lectores. Por ejemplo, si se publica la cer6mica segrin el conjunto
arqueol6gico en que se encuentra, ser6 ritil un indice que indique el material
y la forma, mientras que si se publica siguiendo series de tipog necesitar6 una
lista o ap6ndice de los contextos. Cuantas m:is variables se tengan, mds posi-
bilidades habrr4n de permutar los indices. Una regla obvia es que cuanto mds
largo sea un informe y rn6s complejos sean los datos que incluya, m6s medios
diferentes de explorarlo habr6 que proporcionar.
Entre los datos que se han de publicar se incluyen, por descontado, la es-
timaci6n sobre el tamaflo de la colecci6n, los medios utilizados para formar-
la y la condici6n y loctlizaci6t actuales de la colecci6n. Una vez armados con
esta informaci6n podemos valorar si merece la pena el esfuerzo de examinar
el archivo. En muy pocos casos, sin embargo, tendremos suficiente con estos
datos. Un ejemplo podria ser el de excavaciones incompletas que pueden lle-
gar a interpretarse al reanudar la investigaci6n; para ello ser6 necesario el
an6lisis de la cer6mica.
El siguiente nivel de detalle se refiere a la gama de datos, las formas y las
pastas representados, y una medida de la frecuencia con que ocurren. A di-
ferencia de los datos anteriores, este tipo de informaci6n s6lo deberia pro-
porcionarla un especialista, o no nos podremos fiar de los resultados. Habr6
muchos casos en los que esta sea la rinica informaci6n significativa que nece-
site publicarse sobre una colecci6n. En este nivel se presupone que la colec-
ci6n no presenta una estructura interna: el material puede haber aparecido
sin estratificar y distribuido al azar por el yacimiento, o bien, aunque estrati-
ficado, no se ha encontrado en 6l ningrin modelo significativo. El tiltimo ni-
vel seria un informe completo tal y como describiamos antes. Este deberia
ser el objetivo de cualquier yacimiento que incluya conjuntos estratificados,
ya que es casi seguro que dichas colecciones siguen un modelo. La misma ru-
tina pide que se describa cualquier sistema de catalogaci6n y cuantificaci6n.
RrsuIr,rBN
TEMAS DE ESTUDIO
SOBRE CENAUICA
10. LA FABRICACION
DE LA CERAMICA
Arcilla
Inclusiones no pldsticas
Agua
Combustible
Para cocer las ceriirnicas necesitamos combustible, asi como para facilitar
el secado y ahumado de las piezag procesos estos tiltimos cuyo prop6sito
consiste en extraer el exceso de humedad de la pasta. Los combustibles va-
rian en cantidad y calidad (por ejemplo, uniformidad) del calor y del humo
que producen, lo que determinar6 el tipo de combustible empleado en cada
funci6n. Los ceramistas modernos reconocen que los distintos tipos de com-
bustible calientan de manera diferente, por lo que puede que sean m6s ade-
cuados para una parte del proceso de cocci6n que para otra o que afecten al
producto de distintas maneras (Rye, 1981, p. 104).Brears (L989, p. 7) nos des-
cribe los cambios que la variaci6n estacional del combustible produce en el
color del barniz segfn un ceramista de Tluro, en Cornualles. En primavera
los combustibles hrimedos producen un barniz de color verde oliva, que a lo
largo del yerano y del otoflo cambia a caqui y amarillo, dando lugar a un rojo
anaranjado brillante al final de la estaci6n. Cuando se desarrollan sistemas
de clasificaci6n de la cer6mica arqueol6gica hay que tener en cuenta estas va-
riaciones.
El registro arqueol6gico no ha prestado mucha atenci6n a los dep6sitos
de centza procedentes de la cocci6n de cerdmica,paratratar de identificar el
tipo de combustible empleado. En principio, al menod las cenizas de origen
vegetal debieran mostrar un amplio rango de variaci6n, siendo identificables
LA FABRICACI6N I37
PnnpenacrdN DE LA ARcILLA
Casi toda la arcilla requiere algrin tipo de preparaci6n antes de ser em-
pleada en la fabricaci6n de cerilmica, aunque dicha preparaci6n consista tan
s6lo en amasarla ligeramente.Lapreparaci6n de la arcilla entra en dos cate-
gorias. En primer lugar debemos mencionar la purificaci6n: la extracci6n de
materiales no deseados, como las ra(ces y otras sustancias org6nicas, o de gui-
jarros grandes. En segundo lugar, puede que sea necesario alterar las pro-
piedades del material. El objetivo es obtener un producto regular y uniforme
a partir de unas materias primas variables; un material cuyas propiedades
sean predecibles y controlables y las adecuadas para los procesos de forma-
ci6n y cocci6n que se vayan a emplear. Una preparaci6n de arcilla adecuada
para trabajar a mano puede que no lo sea si queremos trabajar con un torno
o con un molde. Las propiedades deseadas para el producto final cocido, ta-
les como las caracteristicas termales, la fuerza mecdnica o la porosidad, pue-
den requerir ciertas preparaciones especificas Segrin la funci6n a que se va-
yan a dedicar las vasijas se necesitar6n distintas mezclas de arcilla para su
producci6n.
Adem6s de la clasificaci6n mec6nica se pueden emplear otras prepara-
ciones miis complicadas. Se puede mezclat la arcilla con agua en grandes tan-
ques estancos (Peacock, L982,p.54).La levigaci6n permite que se depositen
en el fondo los granos miis gruesos. Se pueden mezclar dos o m6s tipos de ar-
cilla, afladiendo quizds desgrasantes no pl6sticos.
138 LA CERAMICA EN ARQUEOLOGIA
MooBrloo
Las vasijas m6s sencillas se hacen ahuecando el centro de una bola de ar-
cilla y di{ndole forma entre el pulgar y los dedos Esta t6cnica se suele utili-
zar s6lo para hacer pequeflas vasijas redondeadas o como t6cnica secundaria
pararealwar elementos adicionales que se affaden alapieza elaborada con
alguna otra t6cnica primaria.
Timbidn se pueden juntar tiras planas de arcilla apretando o pinchando
los bordes. Aunque es m6s adecuada para hacer vasijas rectangulares, con
esta t6cnica se pueden fabricar vasijas circulares. Thmbi6n se pueden hacer
vasijas uniendo series de rollos como si fuesen anillos o formando una espi-
ral continua. Aunque invariablemente se alisan los anillos adyacenteg pue-
den presentar ondulaciones o, incluso, puntos d6biles por donde se agrieta o
se rompe lapieza.
LA FABR]CACI6N I39
A pesar de que los objetos evidencian su uso extendido, los restos ar-
queol6gicos de los tomos de alfareros son muy fragmentarios en todos los
periodos. En algunas excavaciones realizadas en alfares antiguos se han re-
cuperado volantes, ejes y arandelas que han sido identificados como compo-
nentes de tornog pero estos restos suelen ser dificiles de interpretar y, en el
caso de molinos u otros mecanismos giratorios, se corre el riesgo de confun-
dirlos (Peacock, L982, pp. 55-58).
Gran parte de la informaci6n detallada que tenemos sobre su estructura
y funcionamiento proviene de fuentes etnogriificas. Varios autores han expli-
cado la historia, construcci6n y uso del torno (Fosteq 7959; Rieth, 1960;
Scheufler, L968; Lobert, 1984) y presentan ejemplos sobre el funcionamiento
de estas m6quinag entresacados de fuentes etnogr6ficas e hist6ricas. La ma-
yoria de los autores distinguen dos clases de tornos:
La rueda simple es muy habitual en la India, mientras que el uso del tor-
no de patada est6 muy extendido por Europa y Asia. La discusi6n sobre los
tornos de alfareros en Pakistiln (donde se encuentran ambos tipos) hecha por
Rye y Evans es muy interesante (Rye y Evans, 1976, pp.116-118). Creemos
que las civilizaciones griega y romana usaron los dos tipos (Peacock,1982,
pp. 55-58). En la Europa medieval y posterior solia adoptar la forma de una
rueda de carro instalada horizontalmente con la cabeza unida al centro; el
torno de patada tenia un volante superior y otro inferior conectados me-
142 LA CER;.MICA EN ARQUEoLoGfA
Flcuna 10.2. Los dos tipos bdsicos de torno de alfarero: c) rueda simple, y b) rueda
doble (Rye, 1981, fig. 58).
Ticnicas compuestas
-ti"
(;R '
LA CERAMICA EN ARQUEOLOGIA
a)
llos en las superficies de las vasijas (Johns, L971, y Bulmer, 1979, han pro-
porcionado resrimenes sobre la producci6n de terra sigillnta y el uso de se-
Itos). Es muy importante entender los diferentes pasos de la fabricaci6n de
este tipo de vasijas ya que los sellos s6lo se refieren a un paso de este com-
plicado proceso.
TheramNro DE LA SUPERFIcIE
No existe una linea precisa que sePare los procesos de formaci6n secun-
darios de los tratamientos de la superficie. Las operaciones de desbarbado y
raspado sirven para alisar las irregularidades que deja la fabricaci6n con ani-
lloi o tiras de barro, asf como para unir las distintas parteq pero al mismo
tiempo alteran la apariencia de la entos de la sgperfi-
cie s6lo pueden aplicarse cuando hasta el punto del
(cuero duro>>, aunque hay otras t aPlicar estando to-
davia en estado pl6stico.
uno de los tratamientos de la superficie mds comunes es el bruflido, que
consiste en frotar la vasija con un guijarro liso o con alguna otla herramienta;
esto hace que la superficie se vuelva compacta y que quede una serie de face-
tas y cierto lustre sobre la superficie. El bruflido tambidn puede tener ciertos
efectos en la eficacia calorifica de la vasija de cerilmica (Schiffer, 1990) al re-
Seceoo
Coccr6N
Frcunc. 10.5. Horno romano de inicios del siglo r, en Highgate wood, al norte de
Londres (foto: Bernard Brandham).
LA FABRICACION 151
Tecnologia de fabricacidn
m6s gruesas de la vasija, como el borde, la base o la secci6n del asa. Sin em-
bargo, durante la cocci6n, el carbono tambi6n puede quedar depositado en la
superficie de la vasija, en un proceso conocido como <<corrosi6n>, que da lu-
gar a que la superficie y los mdrgenes sean negros.
Los componentes de hierro de la arcilla tambidn reaccionan a la atm6s-
fera de cocci6n. Si se encuentran en condiciones oxidantes, los componentes
de hierro de la arcilla suelen convertirse en 6xido f6rrico (FerOr), de color
rojo, aunque este cambio no suele producirse hasta que el carbono ha que-
mado por completo. Con un exceso de oxfgeno, sea marginal o prolongado,
la cochura dard lugar a un color rojo; mientras que si falta, una arcilla rica en
hierro tender:i a ser gris6cea (v6ase la p. 85).
El cardcter de la atm6sfera puede variar en varias ocasiones a lo largo del
ciclo de cocci6n y como las reacciones que hemos descrito antes son reversi-
bles, el color final que obtengamos de la pasta puede ser muy complejo. 1No
es extraflo encontrar fragmentos que tengan distintas capas de colores desde
la superficie hasta el nricleo! Cada uno de estos colores corresponde a una
etapa distinta de la cocci6n y depende del efecto de penetraci6n de 6sta en
la pared de la vasija. Hodges (1962, p. 61, figura 1) y Rye (1981, p. 1L6, figu-
ra 1O4) han mostrado el aspecto de una secci6n sometida a distintas condi-
ciones de cocci6n (v6ase la figura L1.1).
Esrudios de procedencin
.#ffiffi,ffi@
ffiffi
iry
ffiffiffiws"ffiffi,\uEj
l0
ExervrnN vIsuAL
Color
Desde que Shepard ensalzara las virtudes del sistema de colores de Mun-
sell para clasificar el color de la cer6mica (<Las ventajas ... son tan grandes
que no es necesario discutir su superioridad: Shepard, 1956, p. 107) su uso
LA PASTA DE LA CERI.MICA 157
documentaci6n que acompafra los grSficos incluye una guia de consejos para
util:zr el sistema de Munsell. Hay que fijarse especialmente en las reco-
mendaciones que se dan acerca de las condiciones de la luz y el entorno en
que se utilize el grdfico.
Una alternativa al <Sistema de colores de tierra de Munselb> es el <<Gr6-
fico de colores de roca, de la Sociedad Geol6gica de Am6rica (1948), que si-
gue la notaci6n de Munsell. El gr6fico incluye selecciones de matices 5R,10R,
5YR, 10YR y 5Y que duplican las del <Grdfico de colores de tierra de Mun-
selb. Existen adem6s unas fichas en matices amarillos, verdes, azules y mo-
rados (5Gl 10GX 5G, 10G,5BG,58,5PB,5P y 5RP) titiles para los vidria-
dos, engobes y pinturas. <El gr6fico de colores de roca>> no estd perforado,
por lo que no se puede observar el fragmento y la ficha de color al mismo
tiempo, pero serfa relativamente fdcil hacerlo.
En la Europa continental se han utilizado sistemas de colores alternati-
vos para describir cer6micas arqueol6gicas Kunow y otros autores reco-
miendan el uso del sistema de Munsell parala mayoria de los colores de las
pastas, pero combindndolo con el grdfico de colores de Schwaneberger (di-
seflado para coleccionistas de sellos) para estudiar los vidriados coloreadoq
debido al coste y disponibilidad del sistema de Munsell completo (Kunow
et a1.,1986, p. 33). En Francia, Alemania y Suiza se utilizan mucho (Schnei-
der, L989, p. 39) los grdficos de colores fabricados por la CEC (F6d6ration
Europ6enne des Fabricants de Carreaux C6ramiques), los colores estdndar
DIN 6164 de la Deutsche Industrie Normen o el code Cailleux (Cailleux y
Thylor, 1963), aunque el sistema de Munsell aumenta su popularidad dia a
dfa. Siempre es mejor utilizar un sistema est6ndar y el de Munsell es el que
ofrece m6s ventajas
En ocasiones se ha criticado el uso del sistema de Munsell porque mues-
tra una imagen <<falsamente exactD> del fragmento o las divisiones entre co-
lores son <<exageradas>. Esto parece indicar que no se ha entendido c6mo y
cu6ndo se han de utilizar los grdficos de colores. Cuando se describen con-
juntos enteros y no fragmentos concretos es necesario cubrir toda la gama de
colores representada, pero tambi6n indicar las variantes m6s habituales. Se
ha puesto en duda el valor del color como medidapara caracteizar la pasta
(por ejemplo, el rechazo que hace Picon del valor de los <c6digos de color
complicadosr>, Picon, 1984). Indiscutiblemente, es cierto que las variaciones
de color y otros factores, como la porosidad y la duteza, pueden ser resulta-
do de las condiciones de cocci6n o posdeposicionaleq m6s que de las dife-
rencias existentes en los materiales originales. Pero tambi6n es cierto que el
color del engobe o de la pasta producido en un alfar concreto suele ser muy
preciso y regular, por lo que proporciona un medio muy adecuado para dis-
tinguir entre los distintos fabricantes.
Si se ha de registrar el color, es mejor hacerlo con una referencia mun-
dialmente aceptada y un estdndar fr{cilmente disponible en lugar de utilizar
vagos coloquialismos en un idioma extranjero. La reproducci6n de una lista
de porcentajes de 6xido procedentes de un andlisis de composici6n no es un
LA PASTA DE LA CERIMICA 159
sustituto adecuado para nadie que tenga que clasificar el material sobre el te-
rreno, aparte de que ignora el efecto producido por la cocci6n. La experien-
cia nos ayuda a deterrhinar si el color es un elemento significativo o no para
caractenzar [a cer6mica.
Dureza
Inclusiones
Al estudiar un material hay que prestar una atenci6n especial a las in-
clusiones (o desgrasante), ya que, en muchos casos, proporciona el criterio
m6s fiable para distinguir entre distintos tipos.
ANir,rsrs prrnor6clco
Desde los aflos cincuenta, las t6cnicas que mayor repercusi6n han tenido
en los estudios de cer6mica son los an6lisis petrol6gicos tomados directa-
mente de las ciencias geol6gicas. La cerdmica comparte ciertas caracteristicas
con las rocas y con los sedimentos, por 1o que se pueden utilizar muchas he-
rramientas y procedimientos similares.
LA PASTA DE LA CE&(MICA r6t
Ldminas delgadas
Lo primero que hay que hacer es examinar los perfiles con un microsco-
pio petrol6gico. Una lSmina delgada es una finisima hoja delgada de mate-
rial cer6mico montada cbn un adhesivo o resina especiales en un cristal de
microscopio. Se disminuye el grosor de la hoja de cer6mica hasta unos 0,03
mm y se pega encima un barniz vidriado. Se puede triturar a mano, utilizan-
do placas de vidrio y polvos sucesivamente m6s finog pero tambi6n existen
sistemas semiautom6ticos. La dificultad a la que debemos enfrentarnos al
manipular l6minas delgadas es la naturaleza fiable del material. Para con-
trarrestarlo, antes de seccionar el fragmento tendremos que impregnarlo con
resina. Nicholson (1989, pp.89-92) describe esta y otras tdcnicas
Al montar la l{mina en un microscopio con fuente de luz polat'tzada
(luz que vibra en un solo plano) y portaobjetos giratorio, los distintos mi-
nerales que hay en la cer6mica reaccionar6n ante la luz de manera diferen-
te. Algunos mostrardn ciertos colores especificos, otros formas particulares,
y estas diferencias contribuir6n a su identificaci6n (para obtener detalles
sobre minerologia 6ptica se puede consultar un manual estdndar como el
de Kerr, 1977).
El examen de los minerales que constituyen la cerdmica por medio de
esta tdcnica tiene ventajas si lo comparamos con los tfpicos an6lisis de com-
posici6n de la arcilla. A t(tulo de ejemplo (p. 165) podemos citar la gran can-
tidad de datos de comparaci6n disponibleg tales como mapas y manuales
geol6gicos o muestras de roca y l6minas delgadas de diversos materiales que
pueden consultarse en museos u otros centros de investigaci6n. La identifi-
caci6n de los minerales presentes en la muestra nos ayudard a descubrir el
origen de la arcilla o del relleno. Algunas combinaciones indican que la arci-
lla deriva de un tipo geol6gico especifico,lo que nos va a perrnitir reducir las
fuentes posibles de procedencia en una regi6n a una o dos. En otras circuns-
tancias podrfa bastarnos establecer la procedencia ex6gena de un fragmento
en una regi6n, como sucede en las pastas con desgrasantes formados por
compuestos de granito en un 6rea de piedra caliza. Podemos agrupar los frag-
mentos bas6ndonos en las caracteristicas comunes, aun en el caso de que no
podamos citar una fuente especifica.
El tipo de inclusi6n m6s habitual, al menos en Europa y en el mundo me-
diterrdneo, es el cuarzo. Hay varias maneras de estudiar petrol6gicamente el
cuarzo. Por ejemplo, podemos distinguir entre el cttarizo cristalizado que es
parte del granito, del formado por el endurecimiento de las rocas sedimenta-
rias o del que esti{ sujeto a metamorfismo de p(rca o mucha graduaci6n. Sin
embargo, no es f6cil encontrar un dep6sito de arena que podamos caracteri-
zar clasificando los granos de cuarzo de esta manera. Por esa rudn, en la cla-
sificaci6n de las ceriimicas que contienen inclusiones de arena de cuarzo, se
suelen utilizar estadisticas descriptivas basadas en la gama de tamaflos de las
inclusiones.
t62 LA CER(MICA EN ARQUEOLOGiA
AnnHsis de la textura
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lmagon bajo
luz plana
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FRECUENCIA DE LOS TAMANOS
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vARtAcloN MUESTRAL REPETTDA EFECTOS DE LA TECNICA DE
MUESTNEO 0ll-
Vasija prsodento del
horno do Boaoham Stroet
€ Grsnos de cuazo
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Pr@dimionto do muosreo do puntog
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Tem6fio del grano do cuazo (mm)
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Frcuna 11.3. Andlisis de la textur) de las pastas en tres piezas procedentes de hornos del siglo xvI en Sussex (Streeten, 1980, fig. 37).
LA PASTA DE LA CERAMICA 165
Otra t6cnica que nos permite estudiar la cerfimica con grandes inclusio-
nes de crtatzo es el anrilisis de minerales pesados. Varios autores han revisa-
do y descrito los principios y procedimientos que rigen esta t6cnica (Peacock,
L967; Williams,1979; Van der Plas y Van Doesburg, L987). En este andlisis se
ignoran las caracteristicas del c\arzo, investig6ndose los escasos y pequeflos
granos de minerales accesorios existentes en la mayoria de los tipos de are-
na y que las otras t6cnicas petrol6gicas, como las basadas en las liiminas del-
gadas, no suelen recoger. Estos minerales son habitualmente de color oscuro
y densos (con una gravedad especifica mayor de 2,9) y se extraen mezclando
el fragmento triturado con un liquido de gravedad especifica especial, como
el tetrabromuro de acetileno o el bromoformo. El componente miis ligero
arena de cuarzo- flota hacia la superficie de la mezcla y los minerales
-la
pesados se hunden; se puede recurrir a una fuerza centrifuga para acelerar el
proceso. Los minerales pesados se filtran e identifican con t6cnicas petrol6-
gicas. Se ha dicho que para tomar una muestra adecuada se necesitan unos
centenares de granos, lo que requiere mucho tiempo y, al parecer, no hay for-
ma de abreviarlo. La selecci6n de minerales se puede comparar con los de
arenas de procedencia conocida, o se pueden agrupzrr los fragmentos en fun-
ci6n de sus caracteristicas comunes.
El an5lisis de los minerales pesados no es m6s que un procedimiento sub-
sidiario comparado con las t6cnicas petrol6gicas que hemos descrito antes,
pero puede que sea la rinica forma de distinguir las cer6micas hechas con are-
nas semejantes.
ANrfursrs DE LA coMposrcr6u
An6lisis estadfstico
Preparaci6n de la arcilla
Muestreo y medici6n
Antes de realirzzat una medici6n hemos de tomar una muestra del frag-
mento o de la vasija que vamos a analizar y prepararla para su examen. Se
suele extraer una pequefla muestra de la vasija o del fragmento y se tritura
hasta obtener un polvo fino. Hay que tomar precauciones para reducir la
contaminaci6n existente en el equipo con que vamos arealiz.ar el an6lisis: por
ejemplo, los taladros (Attas et al.,l9%),las manos de almirez y los morteros
Para obtener una muestra de material heterogfneo, como la cer6mica grose-
ra con inclusiones individualizadas, serii preciso triturar un fragmento gran-
de y sacar muestras m6s pequeflas de 61.
Cuando estudiemos los resultados del an6lisis de la composici6n hay que
tener en cuenta tres factores: la sensibilidad, la precisi6n y la exactitud (Bi-
shop e/ a1.,L990). La sensibilidad es la capacidad de medir pequeflas canti-
dades de un elemento, el mfnimo que podamos detectar. La precisi6n es la
capacidad de repetici6n que tienen estas mediciones; en otras palabras, la se-
LA PASTA DE LA CERIMICA 169
Andlisis estadistico
para trabajar con variables que se midan segfn una misma escala. Si, por
ejemplo, medimos algunas variables en milimetros y otras en centimetros,
descubriremos que considera las primeras <m6s importantes> porque las re-
presentan nrimeros mayores y (seguramente) muestran una dispersi6n ma-
yor. Por la misma raz6n, no podemos combinar tipos distintos de variables,
como longitudes y pesos o longitudes y totales Podemos resolver hasta cier-
to punto el problema <<estandarizando>> los datos, es decir, tratando cada ob-
servaci6n como tantas desviaciones estdndar por encima o por debajo del
valor medio de su variable, pero corremos el riesgo de dar demasiada im-
portancia a variables relativamente menores.
La tdcnica CODA (= DAtos de la COmposici6n, Aitchison, 1986) revo-
lucion6 el ani{lisis estad(stico de los datos de los porcentajes (que tambi6n se
denominan datos de la cqmposici6n). Aitchison seflalaba que todos los m6-
todos existentes eran err6neos porque pasaban por alto las correlaciones es-
purias negativas debidas al hecho de que un conjunto completo de datos de
porcentajes siempre suma 100. Aunque se conocfa la existencia de este fallo
desde hacia aflos, nunca se le prestaba atenci6n. Su nueva t6cnica, CODA,
estaba en teoria bien fundamentada y salvaba todas las objeciones hechas a
las tdcnicas anteriores. Pero, desgraciadamente, tenia problemas propios, es-
pecialmente su falta de capacidad para incluir ceroq lo que no les pasaba a
las otras t6cnicas. Los analistas decidieron que la adecuaci6n te6rica no pro-
porcionaba resultados mejores ni m6s pr6cticos (v6ase Baxter y Heyworth,
1989). El debate sigue vivo.
6 I I
9 III
10 I
4 I
15 I
30
11 IIe
8 IId
27 II
t6 Itr I IIe
3',J. I/II II IId
t4 II UII II IIc
t9 u I/II II IIb
2 I II u IIc
22 II II I IIe
12 II II II
13 II II *
26 II II u IIc
'24 II II II
18 l II u IIb
20 II II II IIb
28 II II u
25 I II II
23 II I l
2l I II II ,,
29 II I II
17 II II II IIb
7 II il II IIa
1 II I II IIc
3 II II II IIc
5 II II II IIc
i 0 2 0 24 26
ii 4 15 0 44 63
ii? I 2 1 4 8
i/ii 0 0 0 4 4
iiliv 1 4 I t9 25
iii 0 0 4 0 4
iii? 0 1 0 2 3
iv 0 4 61 8 73
iv? 1 7 2 5 15
iv/v 2 1 0 1 4
J J 0 0 6
v? 0 2 0 1 3
Las series de tipos más satisfactorias son las que definen los tipos dentro
de un tipo de pasta o de fabricación. Podemos aplicarlas a cualquier material
de la misma pasta. .
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Oqo,a AX !t L¡ Ql q=-
Cery Y YyrYT
C€sos part¡culares
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2 10 18cm
Frcuu 12.2. Uso de índices de relación y medidas simples para distinguir cerámicas
de diferentes grupos tribales en Kenia. La anchura máxima del cuerpo (eje vertical)
y la anchura de la boca (eje horizontal) permiten distinguir entre las cerámicas de los
kokwa (cfrculos rellenos) y la cerámica de los chebloch y tot (clrculos y triángulos va-
cíos) (según Hodder, 1979,frg. q.
las jarrag o entre las fuentes y los platos britano-romanos, incluyen criterios
como el de la calidad de la pasta o la decoración que son en parte funciona-
les, o al menos eso es lo que se pretende. Pero incluso estas mediciones tan
sencillas pueden convertirse, en determinadas circunstanciag en una herra-
mienta inestimable para diferenciar los grupos de cerámica. Hodder descri-
be la cerámica de varios grupos tribales del distrito de Baringo (al oeste de
Kenia) y analua la amplitud m¡áxima del cuerpo y de la boca de las vasijas
halladas en esa área (Hoddet,L979, p. 15, figura 4; véase la figura t2.Z).Exis-
ten dos grupos claramente diferenciados cuya boca mide menos
-aquellos
de unos 10 cm de diámetro y aquellos con una boca mayor- y esta diferen-
cia de tamaño refleja una diferencia de origen.
Tfas haber estudiado los íridiceg el siguiente pÍrso en el estudio de la for-
ma de una cerámica lo constituye la toma de medidas que permitan la codi-
ficación y/o clasificación de una vasija. Se han propuesto por lo menos t
métodos: el método de <<las rebanadas» (Wilcock y Shennan, 7975a, p. 99),
el método del <<mosaico» (Wilcock y Shennan, t975a,p. 100) y el método del
<<radio de barrido» (Liming et a1.,L989). La primera idea es muy sencilla: se
divide el perfil de una vasija en <<rebanadas» horizontales equitativamente
178 LA cERÁMrcA EN AReuEoLocfA
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Pufiluac¡onos en el tercer componente
Hcune 12.3. Un ejemplo del uso del análisis de componentes principales para in-
vestigar la forma de las vasijas de cerámica. Los tres primeros componentes del ACP
representan índices de diámetro m¿íximo/altura, altura del diámetro m¿áximo/altura
total y (diámetro máximo{iámetro del borde)/(altura-altura del diámetro máximo)
(Richards, 1987, figs 12-15).
igual que en el caso descrito por Richards, estas variables se pueden ttillzar
para hacer un análisis más amplio de las asociaciones existentes entre la for-
ma, el estilo decorativo y el ajuar funerario. Sin embargo, la mayor desven-
taja que tienen este sistema y otros similares es la imposibilidad de aplicarlos
a los fragmentos que constituyen la mayor parte de la cerámica recuperada
en los yacimientos arqueológicos.
Fonrvrs cnouÉrntcns
FIcune 12.4. Dos ejemplos de <<sobres>, de formas cerámicas (Orton, t987, trg.2).
FIcun q 12.5. Sobres de bases de escudillas del tipo A (aniba),B (cmtro) y abiefo
(abajo) del «Muelle de Mark Brown» (Londres). Los fragmentos más pequeños (co-
lumna de la izquierda) pueden comparrirse con dos sobres (superior e inferior), mien-
tras que el fragmento mayor (columna de la derecha) sólo puede compararse en el so-
bre inferior (Orton, 1987, fig. 6).
LA FORMA 183
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0 0,1 0,2 0,3 0,¡f 0,5 0,6 0,7 0,8 0,9
Longitud del arco
FIcun¡, 12.6. Thngente y distancia del perfil en dos hachas diferentes (Leese y Main,
1983, fig. 3).
184 LA cERr(MrcA EN AReuEoLocíA
mite medir la diferencia entre los dos perfiles; se dice que esta medida con-
cuerda perfectamente con la percepción humana (Leese y Main, 1983,
p.173). La técnica STP es muy similar, aunque los perfiles-muestra se toman
a una distancia equitativa a lo largo del perfil, facilitando el almacenamiento
de los datos y la comparación entre perfiles.
El B-splin es una de las muchas técnicas de curvas que encontramos en
los paquetes de CAD (dibujo asistido por ordenador) que encajan en las cur-
vas matemáticas por unos puntos escogidos. Se cree que es mejor que los
splins cúbicos o las curvas de Bezier para describir los perfiles de la cerámi-
ca (Hall y Laflin, 1984, pp. 180 y 186). Comporta la ventaja que supone la po-
sibilidad de almacenar un perfil en una pequeña parte de la memoria de un
ordenador, aunque no nos queda tan claro cómo podríamos usarlo para com-
parar perfiles o medir similitudes.
Elmétodo del centroide y la curva cíclica se ha utilizado principalmente
para trabajar con datos procedentes de esqueletos. Se traza una línea arbi-
traria a través del centroide (centro de gravedad) del perfil dividiéndolo en
dos. Cada mitad tiene su propio centroide; la línea que los une cruza el cen-
troide original. Entonces se hace constar el ángulo existente entre la línea ar-
bitraria y la nueva línea que conecta los centroides. Se hace girar la línea ar-
bitraria siguiendo un ángulo establecido (5' por ejemplo) y se repite el
proceso. Cuando la línea arbitraria ha girado 180o podemos dibujar un gráfi-
co de los ángulos medidos entre ambas líneas para cada posición de la línea
arbitraria. A este gráfico se le denomina .<curva cíclica» y representa la for-
ma del perfil. Se puede úllizar como input de los análisis estadísticos subsi-
guientes.
El sistema de las dos curvas se adapta mejor a la cerámica y, al igual que el
sistema del sobre, resulta muy adecuado para trabajar con fragmentos. En las
vasijas completas, se escoge una serie de puntos sobre el perfil y en cada uno
se mide la curvatura de la vasija en dos direcciones: a lo largo del perfil («cur-
vatura del perfil») y en ángulos rectos del mismo (<<curvatura axiab). Dibuja-
mos el gráfico de la curvatura axial sobre la curvatura del perfil obteniendo
una curva cuya silueta es característica de la forma de la vasija (véase la figu-
ra 12.7). Para los fragmentos, tomamos las dos medidas de la curvatura, a las
que podemos dibujar como un único punto en el gráfico. Si comparamos la
gráficade dispersión de los fragmentos de un conjunto con las curvas caracte-
rísticas de unas vasijas de formas conocidaq podemos calcular la proporción
de vasijas de distintas formas representadas en dicho conjunto.
No obstante, muchos de estos enfoques parecen apuntar más hacia las
necesidades que implica el almacenamiento en ordenador o a explotar el
sofhuare creado con otros propósitos que hacia las características de las ver-
daderas vasijas. De alguna manera el objetivo de disponer de una base de da-
tos útil para las formas de la cerámica parece tan lejano como en la década de
los setenta, ya que el desarrollo tecnológico parece levanta¡ tantos obstáculos
como ayuda presta a la relación entre el analista y la vasija (véase, por ejem-
plo, Lewis y Goodson, 1991).
LA FORMA 185
(al (b)
(cl
OLLA DE COCINA
o,25
Y 0,20
o
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0,05
OL
{,6 4,4 4,2
Curvatura del perfil K.,
FIcuna 12.7. El método de las «dos curvas» paraamlizarla forma de las vasijas. Las
dos curvaturas principales caracteizan la superficie geométrica del recipiente. a) La
curva del perfil (Kr) proporciona la curvatura a lo largo del perfil del vaso. La curva-
tura axial (§) proporciona la curvatura perpendicular al perfil. á) Se produce una su-
perficie de rotación cuando se hace girar un perfil sobre su eje. c) El diagrama mues-
tra la curvatura de la superficie (lfnea continua) calculada a partir del perfil y la
curvatura de los fragmentos (cuadrados) (Hagstrum y Hildebrand, 1990, figs 1 y 3).
Reproducido de American Anrtquity,55 (1990), con permiso de la Sociedad de Ar-
queología Norteamericana.
De abaio arriba oo
6
I I
Forma A I Fonna H Forma F Forma G Forma II
I I ltl
se levanta y cierra la
se tornean los cilindros se tornea Ia parte I se tornea la parte inferior 1 se levanta y cierra la parte
superior parte inferior I dándole forma cónica I inferior
trt
I
se pegan los ciündros I
I se moldea el borde con se rehrlode la base [se retira del torno] se rehfinde la base
se moldea el cuello una espátula I I I
I I se retira del torno [se welve boca arriba (en unl se retira del torno
se da forma al borde se acanala con la I L mandril) J
espátula o
doblando en sentido
¡
Flcuna 12.8. Un ejemplo de árbol de decisión que describe una tipología basada en el an¡flisis de las huellas dejadas durante el pro-
ceso de producción (Schuring, 1984).
I.A FORMA 187
. - "::i*!¡'¡*
'"3ÉiYt -:¡" "-" '"-
13. LA cuANTrFrcAClóN
INrnoouccróN
En los últimos años, este tema no ha hecho más que generar controver-
sia. Aunque está bien considerado por regla general (aunque no universal),
sus objetivos y en especial sus métodos han dado lugar a dicha discusión.
Para resolver este problema hemos de volver a unos principios básicos. Con-
siderada en su aspecto más simple, la cuantificación es un intento de respon-
der la pregunta «¿Cuánta ceriámica hay?» que se suscita en un contexto, una
estructura, un yacimiento u otra agrupación. Una respuesta a esta pregunta,
tal como la acabamos de plantear, apenas tendría validez, por dos r.vones.
En primer lugar, no sabemos con cuánto registro arqueológico contamos:
¿disponemog por ejemplo, de todo un <<yacimiento»? O incluso, ¿tiene algrin
significado el término <<yacimiento»? ¿Y si lo que consideramos el yacimien-
to no es más que basura amontonada más allá de sus límites? ¿O se amonto-
nó en un estercolero y se utilizó para abonar los campos? En segundo lugar,
aunque dispusiéramos de un registro completo (y lo supiéramos) seguiíamos
sin poder relacionar el conjunto «muerto>> que tenemos con un conjunto
<<vivo»> de vasijas que realmente fueron utilizadas, ya que las cantidades rela-
tivas dependen del promedio de vida de dichas vasijas. Pongamog por ejem-
plo, un conjunto de diez vasijas: podrían haber sido usadas al mismo tiempo
durante cinco años, o de forma sucesiva, durando cada una tan sólo seis me-
ses. Por el momento no podemos resolver estas diferencias.
El segundo paso es explicitar que el interés principal recae no en el ta-
maño total de cada conjunto (aunque puede ser importante cuando discuta-
mos la fiabilidad de la evidencia, p. 199), sino en su composición, es decir, en
las proporciones de los distintos tipos que los constituyen. De esta forma se
salva la mayor parte del primer problema con que nos enfrentábamos (aun-
que hemos de tener en cuenta que estadísticamente hay más probabilidades
de que los conjuntos grandes incluyan ejemplos de tipos no habituales que
los pequeños en razón de su propio tamaño; Cowgill, 1970). Pero aún no he-
mos resuelto el segundo problema que nos planteábamos. Por ejemplo, su-
pongamos que en nuestro conjunto hipotético de diez vasijas hayan nueve re-
cipientes para beber y una jarra para almacenar. Puede'que el promedio de
vida del primer tipo de recipientes sea de seis meses y que el del segundo sea
LA CUANTIFICACIóN 189
de cinco años. En este caso, nos encontraríamos con cifras muy semejantes
en el conjunto vivo, al que se refiere nuestro conjunto muerto. Pero como no
podemos obtener información di¡ecta sobre los promedios relativos de vida,
no podemos hacer una inferencia tal. Los estudios etnográficos sugieren re-
latividades (Daüd, 7972; De Boer y Lathrap, t979), pero, a menos que se
pueda demostrar que son algo más que un reflejo de una sociedad en con-
creto, seguimos moviéndonos en el reino de las conjeturas doctas cuando se
trata de inferencias arqueológicas
El tercer paso es dejar de lado esta búsqueda y concentrarnos en com-
parar la composición de los distintos conjuntos. Para extraer información de
estas comparaciones hemos de suponer que las relatiüdades entre los ciclos
de vida son constantes entre conjuntos diferentes pero compatables Ha-
blando en términos concretos, si en un caso determinado una jarra de al-
macenamiento dura diez veces más que un recipiente pata beber, en otra
situación comparable habremos de mantener la misma relación, aunque di-
fieran los ciclos de üda. No es necesario conocer ni calcular la duración
real. Si ni siquiera podemos plantear este supuesto mínimo confundiríamos
cualquier diferencia entre los conjuntos vivos con la relatividad cambiante
de su duración, y aunque pudiésemos observar las diferenciag no sabríamos
a qué fuente atribuirlas En ese caso no existiía razón alguna para estudiar
la cerámica cuantitativamente y dejaríamos sin fundamento gran parte de la
metodología (por ejemplo, la seriación y el análisis espacial). Para no de-
sesperamos, aceptamos esta asunción básica y seguimos adelante, estudian-
do primero el ideal teórico y después qué es lo que realmente podemos ha-
cer en cada caso.
Llegados a este punto, ya podemos trabajar con los conjuntos que tene-
mos como si de muestras de poblaciones originales se tratase, e inferir cier-
tos datos a partir de ellas. Si siguiésemos el enfoque estadístico tradicional
hablaíamos de fracciones de muest¡eo (la proporción de la población pre-
sente en la muestra) o, visto de otra manera, la probabilidad de que cualquier
miembro de la población sea seleccionado para una muest¡a. Pero no pode-
mos hacer nada de eso, porque no conocemos el tamaño original de la po-
blación. Ademág no se estaría describiendo adecuadamente el proceso de
muestreo, ya que no estaría teniendo en cuenta el hecho de que las vasijas
suelen apareoer rotas e incompletas. Para incluir este nuevo dato introduci-
mos la idea de proporción (o porcentaje) de vasija completa entre las cerá-
micas encontradas en un conjunto (Orton, 1985a; también se utiliza el térmi-
no índice de completitud, véase Schiffer t9ü, p.282), esto eg la proporción
de la vasija original que realmente encontramos en el conjunto (ya estudia-
remos después cómo medirla). Por ejemplo, podemos encontrar el50 por 100
de una vasija entera en un conjunto y el 10 por 100 en otro; si combinamos am-
190 LA cERÁMrcA EN AReuEoLocfA
Ahora estamos preparados para hacer una valoración de las cuatro me-
didas más utilizadas: la frecuencia de fragmentog el peso (o las medidas em-
parentadas, como el área de la superficie y el volumen de desplazamiento),
la cantidad de vasijas representadas y de equivalentes de vasijas (p. 35). A
continuación se expondrá un argumento que apareció por primera yez el
forma matemática (Orton, 1975), si bien aquí se intentará una presentación
plausible del mismo en lenguaje corriente. Para ello estudiemos los conjun-
tos arqueológicamente homogéneos.
En primer lugar, examinemos la frecuencia de fragmentos. En cualquier
conjunto el porcentaje de fragmentos de un tipo refleja dos cosas:
Esto hará que encontremos más ejemplares de los tipos más pesados que
de los tipos más ligeros. También el peso es una medida distorsionada del
porcentaje de los tipoq pero, a diferencia de la frecuencia de fragmentos, esta
distorsión no varía de un contexto a otro: los pesos relativos de los distintos
tipos permanecen estables. Esto nos permite ufilizar el peso para comparar
los porcentajes que encontramos entre los distintos conjuntog aunque no po-
damos utilizarlo para medir los porcentajes en un solo conjunto.
En lo que respecta a la cantidad de vasijas representadas la situación es
más complicada. Tanto la proporción de vasija completa como el índice de
fracturabilidad pueden afectar las posibilidades de encontrar una vasija en
un conjunto determinado. Cuando la proporción de cer¡ímicas completas es
baja, tenemos más posibilidades de encontrar vasijas con alto nivel de frac-
turabilidad que con un nivel bajo, porque habr¿án más fragmentos que nos
sirvan de muestra. Por ejemplo, si en una población de diez vasijas pertene-
cientes todas ellas a uno de dos tipos distintos, se rompen todos los ejempla-
res de un tipo en diez fragmentos cada pieza y los ejemplares del segundo
tipo permanecen enteros, una muestra del 10 por 100 consistirá en los frag-
mentos de hasta diez vasijas del primer tipo y sólo uno del segundo. Esto
hace que el porcentaje dentro del conjunto esté distorsionado al depender de
la existencia de piezas completas y de la fracturabilidad de cada tipo. Cuan-
to más completo sea un conjunto, menor será la distorsión (véase la figu-
ra 13.1). Por eso no podemos confiar en una comparación entre las pro-
porciones que encontremos en dos conjuntos a menos que tengan el mismo
porcentaje de vasijas completas y un nivel de fracturabilidad semejante.
Este hecho muestra que la fracturabilidad de los tipos de un conjunto
puede afectar la proporción de vasija completa que encontremoq que sólo al-
catzará la forma teóricamente ideal si la cerámica encontrada está muy rota.
Cuando la cerámica esté menos rota, la distribución será más irregular (por
ejemplo, si su promedio es sólo de dos fiagnentos por vasija, el procentaje
de vasija completa se acercará al 0 por 1.00, 50 por 100 y 100 por 100); es de-
cir, que aumenta la posibilidad de que la proporción de vasija completa sea
cero (que una vasija no tenga representación).
Estos resultados contrastan con el hecho de que ni la proporción de va-
sija completa ni la fracturabilidad afectan la proporción medida por los equi-
valentes de vasijas. Sea cual sea el nivel de fracturabilidad de un tipo, la can-
LA CUANTIFICACION 193
0,05 0,1
p
0,01 0,1
p
CunsnoNns pru(cr¡ces
Flcune 13.2. Gráfico de bordeq empleado aquí para medir fragmentos de borde
como porcentajes de un borde completo (foto: Ttevor Hurst).
poder rcalfzar este cálculo tenemos que encontrar una parte de la vasija que
podamos medi¡ como si fuese una fracción del total y la más obvia es el bor-
de. Si utilizamos un griífico de bordes (véase la figura 13.2), podremos me-
dirlo como si fuese un porcentaje del borde completo, pero para esto el frag-
mento de borde no puede ser demasiado pequeño, ni estar muy desgastado
ni no ser circular (que es el problema que presenta la cerrímica hecha a
mano). Podemos considerar que el borde representa a toda la vasija, y utili-
zamos esta cifra como el eve.Hay ocasiones en que es mejor recurrir a otra
parte de la vasija: por ejemplo, si definimos un tipo por tener una sola asa,
podemos contar las asas. Pero ni siquiera esto resulta tan sencillo como pa-
rece a simple vista, porque también las asas pueden estar rotas, con lo que
tendremos que recurrir a los equivalentes de asas. Lo lógico es utilizar una
parte de la vasija cuya proporción podamos medir mediante una escala tan
ajustada como sea posible. Otro aspecto que tenemos que tener en cuenta es
que la parte de la vasija que midamos ha de ajustarse a la definición del tipo
en el que esté incluida. Por ejemplo, si definimos un tipo por la forma de sus
bordes, lo lógico sería que para obtener el eve utilizásemos el borde (a la que
también podríamos denominar eve del borde).
LA CUANTIFICACIóN I97
* Siguiendo el fino sentido de humor de los autores, hemos respetado el término ilr.glés pie
(«tarta»), abreviación de pottery information equivalent («información equivalente de cerámi-
ca»). Los autores hacen sugerentes juegos de palabras con el acrónimo y el significado de la pa-
labra «tarta» (p. e. «rebanad as de farta», píe-slrire). Hemos mantenido el acrónimo, pero dándo-
le su significado castellano Qtie),lo que permitía respetar la mayoría de juegos de palabras Los
significados «tarta» o «pie» nada tienen que ver con Ia argumentación que sigue (N. de los t,)
198 LA cER(MIcA EN AReuEoLocíA
En casi todas las conferencias y seminarios acaban por hacernos esta pre-
gunta. A los administradores les gustaría saber que existe un <<tamaño mí-
nimo viable de muestras» por debajo del cual no valga la pena cuantificar
ningún conjunto, ya que entonces se podrían negar a financiar cualquier
investigación que no alcanzase dicho umbral. Las mismas razones hacen que
los arqueólogos tengan miedo a enfrentarse al problema, por mucho que du-
den constantemente del valor de toda la cuantificación. Existen dos razones
que nos impiden dar una respuesta:
Esruoros DE cASo
Modelos cronológicos
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incluimos dos modelos de este tipo: uno de ellos procede del yacimiento de
Lime Street, en Londres (70-160 d.C.), y el otro de la basílica de Silchester
(c.15 a.C.-60 d.C.).
Lime Street. Si comparamos las fases con las pastas nos encontraremos
con una curva en forma de her¡adura (véase la figura 13.3, arriba). La pasta
LA CUANTIFICACIóN 20r
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Olámpara
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cacharro de cocina
ix §iglo xnt
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o
ix/x siglo xv
RnouccroNEs
aunque siempre teniendo en cuenta que, debido a las razones que hemos ci-
tado antes, por regla general tendremos que estimarlas más que medirlas.
Considerada con respecto a una vasija concreta, la fracturabilidad es una es-
timación del número total de fragmentos en los que se ha roto, en tanto que
la proporción de vasija completa es la proporción de ella que encontramos.
Ambas complementan la medida del tamaño promedio de fragmentos, es de-
cir, la relación peso/frecuencia de fragmentos.
A la hora de estudiar los procesos que tuvieron lugar en la formación de
un yacimiento, podemos recurrir a todas estas estadísticas. La fracturabilidad
y la proporción de vasija completa empiezan con un valor de uno (la vasija
completa). La fracturabilidad aumenta conforme la vasija experimenta dis-
tintos procesos, mientras que la proporción de vasija completa disminuye (si
el contexto al cual pertenece el conjunto está bien definido). Una diferencia
muy importante que encontramos entre ambas medidas es que la fracturabi
lidad depende tanto del tipo como del contexto, ya que, por principio, algu-
nos tipos tienen muchas más posibilidades de fracturarse que otros. En cam-
bio, la proporción de vasija completa sólo depende del contexto (esto en
teoría; hay algunos problemas de <<notoriedad» más arriba- que
pueden afectarla). Esto hace que, potencialmente, -véase
la proporción de vasija
completa sea un indicador más útil sobre los procesos de formación del yaci-
miento. Lamentablemente resulta más difícil de estimar, ya que su fórmula
incluye el número problemático de las vasijas representadas.
Si comparamos todas estas estadísticas en distintas partes de una forma,
podemos obtener información sobre el sesgo de la recuperación. Si sabemos
204 LA cERÁMIcA EN ARQUEoLocÍA
Un ssruoro DE cASo
Fracturabilidad = fragmentosl ev e
155 67 170
752 101" 94"
129 5E 78'
t9l 92' 74
140 224 260
132 764 74t
192 167 1.67
t31. 131' 14y
130 283 620
Todas n 111
Pastas
A 103'
B 270
C 98'
D 41.
E r.6S',
M 318
Todas 111'
Terra sigillata 32
Otras ll3
Norn: , Cifras más fiables
Cueono 13.2. Valor del índice «proporción de vasija completa» en conjuntos de ce-
rámicas de Devil's Ditch.
DrscusróN
FIcun¡. 14.1. Jarras de cprámica de barniz negro. Se muestra la relación entre la fe-
cha y el ángulo de retículas bruñidas. Los n.* 715-ll7 (retfculas agudas) están data-
dos entre el 720 y el 160 d.C.; los n.o. I4l-lA (retículas cuadrangulares) se sitúan en-
tre el 160 y el 280 d.C; los n.". 146-148 (retículas obtusas) se fechaían entre el 280 y
el 370 d.C. (Gillam, 1957, n.o' tl5-717 ,741-142, t46-148).
LA CRONOLOGIA 209
llam (1957, n."' 115-148), veremos que durante el siglo u de nuestra era do-
minaba la retícula <<aguda>>, la retícula <<cuadrada>> durante el siglo Irl y la
<<obtusa» en el siglo w (véase la figura 14.1). A lo largo de este mismo perío-
do, la proporción de la altura de estas tinajas, vista desde la decoración reti-
culada, cae desde el 50 por 100 hasta un 25 por 100. Hemos podido seguir el
desarrollo que experimentaron varias formas (vasijas globulares, cántaros, ja-
rras, etc.) en el centro de producción de Siegburg (Beckmann,1974) a lo lar-
go de cuatro períodos, desde c. 1150 hasta c. 1300 d.C. La variación que ex-
perimentan los detalles de la silueta de algunas formas, expresada como
índices de medición, contiene también un elemento cronológico. Un ejemplo
de esto son los vasos britano-romanos conocidos como vasos en forma de ca-
beztela de amapola (Tyers, t978).Paru describir la forma del borde podemos
utilizar tres tipos de medidas: el diámetro de la boca, el diámetro del cordón
(la arista inferior del borde) y la altura desde la cabeza hasta el cordón.
Cuando se hace una gráfica con los Índices entre estas medidas (ftgwa 74.2)
se observa una tendencia: desde las piezas en las que el diámetro del cordón
tiende a ser mayor que el de la boca (por lo que el borde se estrecha a la al-
tura de la boca) hasta aquellas donde el diámetro de la boca es mayor que el
del cordón (el borde se ensancha a la altura de la boca). Podemos datar el
primer grupo, procedente del centro de la comarca del Rin, hacia el 70 d.C.
y el segundo, procedente de Kent, hacia el 200-250 d.C. Estos datos nos per-
mitentrazar una red que describa el desarrollo de los tipos o estilos de cerá-
mica en un área determinada.
Denominamos «búsqueda de paralelos» al proceso de buscar equivalen-
tes a las características de una vasija, a menudo con el propósito de datarla,
pero mucho más habitualmente con la intención de comprender el lugar que
ocupa dentro de un conjunto. Se pueden establecer paralelos para la forma,
la pasta, la decoración o para la combinación de todas estas características.
Se ha criticado mucho este proceso, especialmente en lo que respecta a su
propósito de acumular información cronológica. Es indiscutible que, cuando
se citan paralelos de forma indiscriminada y no se hace ningún intento por
comprender el contexto local de la vasija en cuestión, los errores adquirán
proporciones increíbles. Pero cuando estos paralelos no se refieren a un ras-
go menor de la forma o de la decoración sino a una vasija de la misma pas-
ta, se obtienen resultados mucho mejores, ya que podemos suponer que tra-
bajamos con productos procedentes del mismo taller.
CoNcnnr¡,n FECHAS
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Q 50-64 Kent
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Frcunn 14.2. Diagrama de dispersión de los bordes de los vasos con borde en forma de cabeatela de amapola. Relación entre el ín-
dice diámetro de la boca/altura (eje horizontal) y diámetro del cordón/di¿ímetro de la boca (eje vertical).
LA CRONOLOGIA 2tl
A pesar de la gran diferencia que hay entre ambas definicioneg pueden
dar lugar a información muy similar, especialmente porque la primera no es
una fecha fija, sinó un período posible. Las confusiones surgen porque no
siempre queda clara qué concepción del término .<fecha>> se está usando; pue-
de que sus autores ni siquiera se hayan dado cuenta de que su definición tan
<<obvia>> tiene una alternativa. Aunque preferimos la primera, creemos que
ambas son válidas. Lo importante es aclarar cuál es la que estamos usando.
Hay un hecho tan obvio que no tendríamos ni que mencionarlo: la fecha
de una vasija o de un fragmento no tiene por qué ser la fecha del contexto
arqueológico en el que se ha encontrado. Aparte del problema que suscita la
diferente esperanza de vida de cada tipo de vasija (p. 234), cuyo efecto de-
penderá de la definición de fecha (véase más arriba), hemos de tener en
cuenta la historia posdeposicional de dicha vasija. Puede que haya pasado
por diversas situaciones (haya sido barrida, echada a un pozo de desperdi-
cios, la remoción de ese pozo, etc.) entre la primera vez que se rompió o de-
sechó y el lugar a donde fue a parar al final, y que este proceso se haya pro-
longado a lo largo de varios años o, incluso, de varios siglos. Al darse cuenta
de este problema, muchos arqueólogos se han decantado porcreer que en al-
gún lugar está el fragmento clave, el definitivo, que datará el conjunto. Por
eso creen que el trabajo de un especialista en cerámica es husmear el frag-
mento; como lo haría un cerdo que buscase trufas, y datarlo. Aparte de la
creencia errónea, por halagadora que sea, de que se puede datar cualquier
fragmento con suficiente exactitud, y el hecho de que suelen descubrirse
fragmentos intrusos (los que son posteriores al contexto en que se encuen-
tran), este enfoque pasa por alto la información que proporciona el conjun-
to global, por lo que no es fiable.
Unavez hemos aclarado estos problemas, estudiaremos los tipos de evi-
dencia que realmente pueden datar las vasijas. A lo largo de la historia, se en-
cuentra una serie de vasijas a las que se puede considerar documentos fe-
chados. Las vasijas fabricadas para conmemorar determinados eventos, como
coronaciones o bodas, suelen llevar la fecha (Draper,7975; Hume, 1977,pp.
29-32; véase la figura 14.3). Támbién existen algunos objetos de cerámica
que, por llevar datos que indican su fecha de fabricación e incluso el nombre
del ceramista y de la fábrica, pueden servirnos como testigos. Algunas de es-
tas vasijas aportan estos datos <<históricos» casi por accidente. Existe un
ejemplo de cerámica africana barnzada (una cerámica muy fina que se hacía
en Túnez durante el período romano), que incluye la impresión de una mo-
neda como parte de la decoración (Hayes, 1972, p.195, forma 171.48,199).
La moneda, emitida entre el 238 y e1244 d.C nos proporciona un terminus
post quem de la vasija y su estilo decorativo (véase también Hayeg 1972,
p.313, para la impresión de una moneda en una lucerna).
Las vasijas fabricadas por orden del gobierno u otras administraciones
suelen incluir fechas. Durante algunos períodos se realizaron inscripciones
pintadas o sellos relativos al monarca reinante que, en ocasiones, incluían el
año de reinado. A veceg también podemos atribuir un retrato a un monarca
212 LA CERAMICA EN ARQUEOLOGIA
Frcuna 14.3. Ejemplo de vaso con su fecha de fabricación inscrita. Jarrita de la Wi-
lliamsburg Colonial, fechada en 1660, en conmemoración de la Restauración de Car-
los II (foto: Fundación Williamsburg Coloniql).
mentales. Pero hay que tener mucho cuidado con el valor que damos a estas
evidencias. Por ejemplo, en 1700 se aprobó una ley en Inglaterra que decía
que las jarras que se usasen en el come¡cio al por menor delacerveza tenían
que llevar un sello con las iniciales del monarca entonces reinante, Guiller-
mo III (WR). Al morir éste en t7O2 y sucederle la reina Ana, algunos cera-
mistas imprimieron sus iniciales (AR) durante un corto período, hasta que se
dieron cuenta de que la ley especificaba que se trataba no de las iniciales del
monarca reinante, sino de las del monarca reinante en el momento en que se
aprobó la ley. Se siguió utilizando la marca WR hasta 1876, año en que se de-
rogó la ley y cuando ya habían transcurrido 174 años desde la muerte de Gui-
llermo III (Bimson, 1970). Por eso apenas podemos realizar dataciones ba-
sándonos en la marca WR y, en cambio, la marca AR nos permite establecer
una fecha con sólo unos pocos años de margen.
Algunas ánforas romanas llevan inscripciones pintadas que indican su
contenido, el nombre de la finca productora y de los comerciantes, y la fecha
de embotellado; esta última, generalmente el año de consulado. Aunque lo
que posibilita la datación es el contenido y no el recipiente, en la práctica po-
demos aplicar la fecha a este último. Con este tipo de fuentes no sólo pode-
mos datar vasijas individuales, sino averiguar la fecha de producción de un
tipo o de una clase (Sealey, 1985).
En el caso de los períodos con abundancia de fuentes documentales, po-
demos estimar la fecha de producción de ciertos ceramistas o talleres combi-
nando libros de caja, recibos, testamentos y otros documentos legales (Le Pa-
tourel, 1968). Las vasijas que podemos adscribir a esta fuente, sea un alfarero
en concreto o una fábrica, por medio de la marca del fabricante o por ciertos
rasgos de su forma, estilo o pasta, pueden ser asignadas al período de pro-
ducción conocido. Relacionar productos procedentes de los hornos con evi-
dencia documental puede conllevar ciertos riesgos. Por ejemplo, la produc-
ción de cerámica en la ciudad medieval de Kingston, en Surrey (Inglaterra),
está documentada entre los años 1264-7266 gracias a los encargos y pagos
reales a los alguaciles de Kingston por remesas de hasta 1.000 cántaros (Gui-
seppi, 1937). En Kingston también se han excavado productos procedentes
de hornos de cerámica medievales, especialmente en los yacimientos de
Eden Walk (Hinton, 1980) y Knapp Drewett (Richardson,L983, p. 289). Es-
tos hallazgos hacen que experimentemos la tentación de unir ambas eviden-
cias y datar la cerámica excavada en el siglo xm o, incluso, en la segunda mi-
tad de este siglo. Pero la referencia cronológica más detallada sobre Kingston
no procede de la misma ciudad, sino de Londres, su principal mercado. La
datación mediante la dendrocronología de una serie de depósitos acumula-
dos detrás de los muelles muestra que la cerámica procedente de Kingston se
usaba en Londres entre los años 1.250 y L400 (Pearce y Vince, 1988, pp. 15-
17). Los productos procedentes de hornos conocidos pueden situarse en un
momento tardío de la secuencia tipológica, hacia 1.350-1400, unos 100 años
más tarde de lo que dan las referencias documentales.
En el estudio histórico (p.32) repasamos brevemente las técnicas de da-
274 LA cEk(MrcA EN AReuEoLocÍA
AsocrncróN DE EvTDENCTAs
SBnr¡,cróN
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LA CRONOLOGIA 217
Tipos
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113000000 I 10050 0 0 0 0 0 0 0
-2 02110000 2 10067452220 0 0 0
01220000 100604026 0 0 0
94 00311000 4 100403620 0 0
ts 00202100
o- 5 100 73 40 18 18
6 00103200 6 100 55 33 t7
7 000013t0 7 100 73 36
8 00000327 8 100 67
9 00000r32 9 100
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Frcune 14.6. Ejemplos de diagramas de seriación o seriogramas Los valores del 1 por 1(X) se representan por medio de una lfnea conti-
nua, y para aquellos inferiores a 1 por 1ü), por una línea discontinua. Las presencias (o sea, fragmentos de medida cero) se muestran por
medio de una línea de puntos (según Perrin, 1990).
220 LA cERr(MrcA EN AReuEoLocíA
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21
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Jarras 27
E-
'ras de
nacenamiento ' 32-
Vasos
Botellas gl
Flounl 14.8. Datación de las formas principales de la cerámica de Alice Holt en Nea-
tham, basada en la seriación (según Millett, 7979c).
RnsuunN
GRUPO 1
GRUPO 5
Flcune 15.1. Mapa que muestra la distribución de seis grupos de cerámica tipo
Glastonbury. Las zonas punteadas corresponden a los afloramientos geológicos aso-
ciados (Peacock, 1969, frg. 2).
viarios, las ciudadeg etc. Siempre y cuando tengamos en cuenta sus limita-
ciones, estos mapas proporcionan un resumen valioso de la extensión global
de la distribución de un tipo, convirtiéndose en la primera etapa de su estu-
dio. Los mapas de hallazgos puntuales son muy adecuados para compilar la
inforrración procedente de publicaciones Indican la presencia de un objeto
en un yacimiento y, en parte, constituyen un índice o indicador de más infor-
mación. Sin embargo, no nos informan sobre la abundancia relativa de un
tipo, y cada uno de los puntos tiene el mismo peso dentro del mapa; de todos
modog la densidad de puntos situados en un área dada nos puede resultar
muy útil en el caso de que estemos trabajando oon un mapa en el que se re-
fleje una sola pasta, procedente de una fuente única, esperarlamos que en el
área más próxima a la fuente aumentase la densidad de yacimientos y que, al
alejarnos de ésta, decreciera dicha densidad. Si recur¡imos al uso de la técni-
ca de <<genenlizaclÓn de retículados» (Orton, 1980, pp. L24-L3O; Hodder y
Orton, Ly76), podremos t¡azan un sencillo <<mapa de curvas de niveb> a par-
tir de los datos sobre la densidad de yacimientos del tipo estudiado.
El segundo tipo de mapa de distribución incluye un elemento cuantitati-
vo relacionado con los puntos de localización. Se puede escribir la cifra den-
tro del mapa, junto al punto correspondiente; fijar intervalos numéricos (1-9,
10-19,20-29, etc.), cada uno representado por un símbolo distinto, o emplear
un mismo símbolo cambiándolo de tamaño para indicar el número de obje-
tos encontrados en un yacimiento (figura 15.2). Aunque este tipo de mapas
supone un avance sobre la mera representación de hallazgos mediante pun-
tog hay que tener mucho cuidado a la hora de interpretarlos. Aunque pode-
mos indicar la frecuencia de objetos, no obtendremos ninguna información
sobre el porcentaje que representa dentro del conjunto: cinco ejemplares en
un conjunto de veinte vasijas nos contarán una historia muy diferente a la
que nos contaían cinco ejemplares procedentes de un conjunto de dos mil.
Este tipo de mapas suelen <<sobrerrepresentaD) aquellos yacimientos que tie-
nen tras de sí una larga historia de excavaciones y publicaciones: puede que
haya una cantidad considerable de ejemplares de un tipo y, aun así, que tan
sólo constituyan un porcentaje reducido del conjunto. Siempre hay que in-
terpretaf estos mapas alahtz de los conocimientos arqueológicos. Una ven-
taja adicional sobre los mapas con la localización de los hallazgos es que re-
cogen los yacimientos adecuados en donde el tipo está ausente, para lo cual
se utiliza un símbolo que equivale al número <<cero)>; por <<adecuados» se en-
tienden los yacimientos que se consideran contemporáneos al tipo en cues-
tión. Las cifras siguen siendo importantes: la ausencia en un conjunto pe-
queño es menos importante que la ausencia en un conjunto grande. En este
tipo de (<mapas de frecuencias>> suele ser difícil compilar la información pro-
cedente de publicaciones; no es habitual encontrar catiílogos que hablen de
la mayoúa de los yacimientos y el hecho de introducir frecuencias suscita
muchos problemag que se agtdizaún al trabajar con el mapa que explicare-
mos a continuación.
El mapa de distribución cuantitativa, el más avanzado de los tres, mues-
LA PRODUCCION Y LA DISTRIBUCION 227
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Sólo se puede identificar los mecanismos responsables del proceso de distri-
bución si examinamos datos a una escala mayor que la pfesentada por un
único yacimiento.
Un enfoque más refinado de los mapas de las fuentes de abastecimiento
exige el uso de datos cuantitativos. Habitualmente, el tamaño del símbolo de
la fuente refleja el porcentaje del conjunto suministrado a un yacimiento de
Equivalentes de vasijas N)
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lTerra sigillata aparece con trama)
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232 LA cER(MrcA EN ARer.rEoLocíA
destino. Cuando sea factible, se puede dividir el conjunto de destino por pe-
ríodos y dibujar cuál ha sido la fuente de abastecimiento de cada uno de ellos.
Going ha elaborado un conjunto de mapas que ilustran el abastecimiento de
cerámica en Chelmsford durante el período romano (Going, 1987, figuras 52-
59; véase la figura 15.4). Si observamos la secuencia de mapas, se puede com-
probar el cambio de patrones de abastecimiento. Para lograr este y otros ob-
jetivog es básico cuantificar el conjunto entero para ofrecer un cuadro
completo del abastecimiento de cerámica.
Cuando se hayan realizado suficientes análisis como éste, podremos em-
pezar a examinar las diferencias en los patrones de abastecimiento entre los
yacimientos contemporáneos de una misma área.Podríamos esperar que los
distintos tipos de yacimientos obtengan sus cerámicas de fuentes distintas,
dependiendo de factores tales como el estatus social, la ocupación, la rique-
za, etc., de sus habitantes Algunos tipos de yacimientos pueden haber teni-
do acceso preferente a ciertos productos, pero estos patrones sólo traslucirán
cuando estén basados en un an¿ílisis más amplio: no hay que extrapolarlos a
partir de una o dos observaciones.
Dunecrór.¡ on rn crnf.urce
Fu¡rrr¡: David,1972.
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Porcentaje en un conjunto vivo
FIcunq, 16.1. Efecto de las distintas esperanzas de vida sobre la naturaleza del con-
junto arqueológico. Cada curva demuesta la relación entre las proporciones de un
tipo en un conjunto «vivo» y otro «muerto», donde la esperanza de vida es mayor
(x 2, x 4, x 8) o menor (x 12, x ll4, x 1/8) que la del resto del conjunto.
o843
^[4]
mer caso, las conexiones entre los contextos de deposición nos indican que
éstos han resultado de una sucesión de acciones apenas espaciadas en el
tiempo; en el segundo caso, se pueden apreciar ciertas distorsiones en el ma-
terial de los niveles existentes, con lo que queda en un punto más alto de la
estratigrafía; y, por último, existe la posibilidad de que las distintas partes de
una misma vasija hayan tenido una historia diferente, y que tras la fragmen-
tación unas se hayan seguido usando por más tiempo que otras
Podemos excavar y registrar separadamente la serie de niveles de vertido
que aparecen en un pozo, pero debemos tener en cuenta que esos niveles re-
presentarán probablemente una secuencia de acciones muy poco espaciadas
entre ellas, como cuando se echa a paladas la basura acumulada a una fosa. En
este caso encontraremos fragmentos que nos enlazarán los distintos contextos,
fragmentos que tendremos que alatllzar antes de seguir excavando. Su identi-
ficación nos ayudará a interpretar la secuencia del yacimiento. Gracias a ellog
podremos demostrar la posibilidad de que hubiesen varias áreas de actividad
en funcionamiento al mismo tiempo, o pueden ayudarnos a explicar una se-
cuencia de actividades de acumulación y de nivelado. Este sistema fue aplica-
do en Sandal Castle, al oeste de Yorkshire (Moorhouse, L983; figura 16.2),
aunque el autor dijo que el trabajo «depende de un método de cuantificación
de la cer¡ámica basado en la vasija individual, en el que se reúnen todos los
fragmentos o las piezas procedentes de la misma vasija» (Moorhouse, 1986,
pp. 85-86). Más adelante discutiremos si es posible seguir estas instrucciones
CONJUNTOS Y YACIMIENTOS 239
Puede que la conexión entre fragmentos más común sea aquella donde
unas partes de la vasija se han movido y redepositado en niveles situados por
encima. Este tipo de'fragmentos se consideran <.residuales>> en el nivel al que
van a paraf, y aportan información sobre fases de actividad anteriores que ha-
yan sucedido en el mismo yacimiento.
La última categoía de conexión entre fragmentos es aquella en la que
partes de una misma vasija quedan incorporadas al depósito arqueológico en
épocas distintag lo que refleja un uso diferente. Existe la posibilidad de que
mientras se sigan utilizando algunas partes de la vasija rota, otras se descar-
ten. Por ejemplo, el borde, üaavez roto, ya no tendrá valor alguno, pero la
base puede arreglarse y volver a utiliza¡se, lo mismo que podemos descartar
las asas rotas pero seguir usando el resto de la vasija. En algunos casos, este
tipo de procesos serán perceptibles.
mente las «importaciones>, llegadas al yacimiento. Puede que esta parte del
conjunto se comporte de modo distinto al resto: la gran masa de cerámica co-
mún, no clasificada, en donde encontraríamos la mayoría de las conexiones
entre fragmentos si los pudiésemos reconocer. Un intento de cuantificar la
cerámica que requiera la identificación del mismo tipo de recipiente en todo
el yacimiento no puede recomendarse salvo en circustancias muy especiales,
entre ellas los niveles de destrucción o los depósitos primarios semejantes.
Esto difiere mucho de la clasificación de familias de fragmentos que pedía-
mos antes (p. 71), pero mientras que entonces se trataba de encontrar cone-
xiones dentro de un mismo contexto, ahora hablamos de contextos distintos,
lo que requeriría muchos más recursos de los que habitualmente üsponemos.
Yo
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GÁLICA CENTRAL
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Ye¡miento o grupo
aLo Ltfi
! e lrc E:sc Ecr Ee E¿r Frrc
Ftcune 16.3. Utilización de la teta sigillata ercollr.rada en superficie para comparar
la datación de la estratigrafía subyacente. BLG: Beaurieux, Les Gréves; LTN: Limé,
Les Terres Noires
CONIUNTOS Y YACIMIENTOS 243
Er p¡,pnr »n rn cueNrrncncróN
Cuando nos centramos en los problemas que nos plantean algunos tipos
de vasijas, podemos recurrir a algunas fuentes en busca de información sobre
su función. En primer lugar, tenemos las vasijas que, mediante inscripciones,
nos informan sobre su función. Los vasos y jarras fabricados en el valle del
Mosela (al oeste de Alemania) durante los siglos r y m d.C. incluían, en oca-
sioneq entre su decoración, inscripciones pintadas o impresas. Entre este tipo
de textos predominan las frases como NoLrrE smnr («No permitas la seó>) y
DA MrHI vrNUM («Dame üno»), por lo que podemos suponer que estas vasijas
estaban relacionadas con el consumo de vino (Bós, 1958). Esto nos lleva a
pensar que las vasijas de la misma forma y procedentes de las mismas fábri-
cas, aunque no lleven inscripciones, también debían servir para beber (véase
la figura 17.1).
Las sociedades con escritura pueden disponer de referencias sobre los
distintos aspectos de la cerámica y, especialmente, sobre la función de los dis-
tintos tipos de vasijas. Puede que las referencias más simples sean, tan sólo,
LA CERAMICA Y SU FUNCION
FIcun¡. 17.1. Vaso procedente del valle del Mosela (siglo ru d.C.), con una inscrip-
ción pintada sugiriendo que el recipiente servía para beber vino (foto: David Allan).
248 LA cER(MrcA EN AReuEoLocíA
Propiedades fisicas
guna razón queremos fabricar vasijas de pared delgada, quizás para mejorar
el índice peso/volumen del transporte, tendremos que seguir unos procesos
especiales. Puede que tengamos que hacer la vasija por etapas, o fabricar las
partes por separado y unidas cuando ya estén casi secag o puede que tenga-
mos que raspar la vasija o golpearla para reducir el grosor de sus paredes.
Una de las características que se estudian durante el proceso estándar de
descripción de la cerámica es su.<dureza>» (p. 159), para lo que se suele seguir
la referencia establecida por la escala de Mohs. También se han diseñado téc-
nicas mecánicas más sofisticadas que valoran el impacto de la resistencia (por
ejemplo, Marby et a1.,1988) y se han hecho experimentos en ladrillos de
prueba para determinar la relación entre la cantidad y el tipo de desgrasan-
te, la temperatura de cocción y la resistencia al impacto. Bronitsky y Hamer
(1986) sugieren que, si se incorporan desgrasantes finos, aumenta la durabi-
lidad del recipiente. Schiffer y Skibo (1986, p. 606) constataron que los ladri-
llos con desgrasante eran menos resistentes que los que no lo contenían y que
la diferencia de la fuerza de impacto aumentaba con la temperatura de coc-
ción. Los ladrillos cuyo desgrasante era orgánico du¡aron menos que los que
empleaban arena. Tiambién, de forma experimental, se ha estudiado la resis-
tencia a la abrasión (Skibo y Schiffer, 1987) y, en este caso, parece que un
porcentaje elevado de desgrasante grosero ofrece cualquier resistencia a la
abrasión, especialmente cuando se humedece.
Es evidente que las características físicas de las arcillas cocidas que aca-
bamos de indicar están relacionadas ent¡e sí, e incluso que si intentamos op-
timlzat una, podemos empeorar otra. Al investigar el efecto preciso de, por
ejemplo, ciertos tipos de desgrasantes o de tratamientos de superficieg au-
menta nuestro conocimiento de la cerámica tradicional, lo que puede ayu-
darnos a explicar algunas de las características de cualquier vasija cuya fun-
ción conozcamos, una vasija para cocina o una jarra de agua, aunque, por sí
mismas, no nos indiquen la función de ésta.
terna, o puede que cambie el color de dicha superficie. También pueden for-
marse grietas pequeñas. Hally (1983) describe las variaciones en la cobertu-
ra de hollín según sean las condiciones de cocción: si, por ejemplo, se ha sus-
pendido o sostenido Ia vasija sobre una llama, toda su superficie inferior
habrá quedado cubierta por hollín, mientras que en las vasijas puestas direc-
tamente sobre pl fuego o entre las cenizas o las brasas calientes quedará una
línea de hollín alrededor de la parte inferior del cuerpo, pero no sobre la
base. Lo malo es que estas distinciones tienen menos valor del que deberían,
debido a que la mayor parte del hollÍn desaparece durante el lavado y el pro-
ceso posterior a la excavación, tras los cuales sólo quedan unos leves rastros
Las graseras y cazos medievales sólo muestran huellas de hollín y de calor en
el lado opuesto al del asa, lo que parece indicar que se ponían junto al fuego
en lugar de sobre éste o por encima. Moorhouse (L978, p. 7) muestra unas
ilustraciones contemporáneas que parecen confirmarlo.
Sin embargo, al examinar la decoloración de la superficie de las vasijas
debida a su exposición al calor o a que se hayan quemado, es muy difícil dis-
tinguir las huellas procedentes de los fuegos culinarios del proceso de cochu-
ra original. El contacto entre la vasija y el combustible o los gases calientes
durante el ciclo de cochura, suele dar lugar a unas variaciones de color muy
localizadas, a las que se denomina <<nubes de fuego" (Shepard, t956, p.92).
Aunque esto puede suceder en cualquier tipo de horno, es más frecuente en
las cocciones abiertas o en montón, ya que el combustible se coloca alrede-
dor de las vasijas
Además de la cocción y del calentamiento, existen otros muchos proce-
sos culinarios, como rallar, cortar o batir, que dejarán huellas identificables
en los fragmentos (véase la figura 17.2). Algunos mortaria romanos, cuencos
con granos de arena incrustados en la superficie interna, se utilizaban para
moler y machacar y, casi con toda seguridad, para Preparar trigo y otros ce-
reales. Con frecuencia, la arenisca y la parte de la pasta en que estaba in-
crustada ha acabado por desgastarse, y en algún caso aislado se ha agujerea-
do ese trozo de la vasija. Ya podemos suponer cuál es el carácter del
producto resultante de esta mezcla de cereal, arenisca y cerámica.
Un estrés continuo sobre un á¡ealocaltzada de una vasija puede provo-
car otros tipos de fracturas, aunque también puede adelgazat o fortalecer su
superficie. Puede haber puntos débiles allí donde fueron pegados elementos
separados; ello es especialmente üsible en el punto de unión del asa con la
vasija. Se pueden añadir tiras de arcilla en algunas partes de la vasija cuando
se aprecia algún defecto, y se pueden observar modificaciones en la cons-
trucción de la vasija para reforzar sus puntos débiles.
Había vasijas que se fabricaban para usar en una sola ocasión, y luego las
rompían. De hecho, romperlas era parte importante de su función. Plinio, el
escritor romano, describe un tipo de pan o pastel, conocido como <<pan de Pi-
ceno», horneado en vasijas puestas al horno. Para poder alcanzar el conteni-
do, había que romperlag y entonces se empapaba el pan en leche y se lo co-
mían (Plinio, Historia natural,l8, 106; André, 1961,p.72).
252 LA CERAMICA EN ARQUEOLOGIA
,.:.
FIcuna 17.2. Cuenco del siglo ru d.C. de cerámica debarna negro, procedente de
Ewell, Surrey. Muestra huellas de uso en la parte interior de la base (foto: University
College London, Institute of Archaeology).
En casi todas las etapas del proceso culinario se emplean vasijas, en las
que suelen quedar restos orgánicos que podemos identificar. Sin embargo, el
valor de esta información varía mucho. La identificación del contenido de,
por ejemplo, un recipiente para el transporte tiene un valor potencial muy
distinto al que tendría identificar el contenido orgánico de una vasija em-
pleada en la cocina. En el primer caso,las implicaciones de la identificación
se extenderían más allá de la vasija; lo que averigüemos sobre la segunda, en
principio, sólo tendrá importancia para su contexto y su yacimiento.
Ha habido casos en los que hemos podido recuperar la vasija junto con
restos del contenido, lo que nos asegura cuál era su función. En los naufra-
gios y otros yacimientos submarinos solemos encontrar ánforas, los recipien-
tes para almacenamiento y transporte más habituales del mundo grecorro-
mano, y unas cuantas están todavía completas o conservan su contenido. En
los naufragios producidos en el Mediterráneo, hemos encontrado ánforas
que contenían huesos de olivas y, lo que no deja de ser sorprendente, tam-
bién las hemos encontrado en un naufragio ocurrido en el estuario del Tá-
mesis (Sealey y §ers, 1989, p. 57). Thmbién se han documentado ánforas que
contenían espinas de pescado (procedentes de salsas para pescado) (Sealey,
LA CERÁMICA Y SU FUNCIóN 253
1985, p. 83) e incluso algunas vasijas que todavía contenían vino (Formenti ef
a1.,1978). Esta gran cantidad de comestibles tiene importancia por su rela-
ción con la cerámica, pero también por sí misma, porque nos permite entre-
ver algo sobre las prácticas agrícolas y culinarias del período romano.
Aunque a una escala mucho menor, en algunas ocasiones también se han
descubierto vasijas, con restos de su último contenido, en depósitos de des-
trucción y otros contextos <<primariosr>. Los platos de cerámica roja encon-
trados en Pompeya tras quedar destruida por la erupción del Vesubio en el
aflo 79 d.C. contenían restos de hogazas planas «demasiado hechas» (Loe-
schcke, en Albrecht,t942,p.38; Greene,7979, p. 130).
Hace ya mucho que se ha observado que algunas de las vasijas recupera-
das en contextos arqueológicos contienen restos depositados o material in-
crustado en la superficie. Parte del mismo procede del suelo en que quedó la
vasija enterrada, pero hay otra parte que está relacionada directamente con
la función que tuvo la vasija. Los depósitos pueden haber quedado quema-
dos o carbonizados, ya sea en el interior o en el exterior de la vasija, posible
resultado de su uso en la cocina, o pueden ser similares a las incrustaciones
de cal que se forman en los recipientes modernos que han sido utilizados
para hervir agua durante un largo período, como los hervidores.
Sin embargo, además de estas huellas de uso üsibles, se ha hecho evi-
dente en los últimos tiempos que los compuestos orgánicos pueden haber
sido absorbidos y retenidos por los materiales cerámicos porosos, sin dejar
ninguna marca visible en la vasija. De este modo, no debiéramos limitar el
análisis de los residuos orgánicos en la cerámica a la (probablemente) pe-
queña proporción del conjunto con incrustaciones visibles, sino que habre-
mos de considerar las potencialidades que ofrece un grupo de materiales mu-
cho mayor. Los procedimientos necesarios para el análisis de estos residuos
se han puesto al alcance de todos tan sólo en los últimos años. La técnica
principal es la cromatografía de gases Los avances en el análisis de los resi-
duos orgánicos en el material arqueológico han sido expuestos por Evans
(1983-1984). Dos puntos principales merecen consideración al planificar la
programación de dichos aniílisis, o al interpretar sus resultados:
nicos sería inevitable. El análisis del suelo alrededor de la pieza puede con-
tribuir a identificar y eliminar contaminaciones posibles, pero eso implicaría
prescindir del material de las colecciones antiguas, e incluso de la mayoría del
material de excavaciones recientes.
mente en momentos de tensión o prisa, nos permitirá ver todo tipo de vasos
y recipientes que no son usados para su función <<correcta»>.
Un último punto.acerca de la detección de residuos orgánicos es la im-
portancia de la comunicación entre varios especialistas implicados en el exa-
men de un yacimiento. Aquellos que se responsabilicen de, por ejemplo, la
identificación de espinas de pescado necesitarán saber que algunas de las án-
foras procedentes de los mismos contextos contuvieron salsas de pescado
(Partridge, L981, p. 243).
SrcNrrrc¿.oo snrsórrco
INrnooucc¡óN
Color
Se usan los nombres y los números de los colores de Munsell. Siempre se consig-
na el color del núcleo, seguido por el color del margen (o márgenes), en el caso en
APENDICE 26t
Notas:
lnclusiones:
Frecuencia: I
Ordenación: I
Tamaño: I
Desgaste:
Primario:
Secundario:
1 Talco
2 Yeso
2,5 Uña del dedo
3 Calcita Hilo de cobre
4 Fluorita
4,5 Vidrio de ventana
5 Apatita
6 Ortosa Cuchilla de acero
7 Cuarzo
8 Topacio
9 Zafuo
10 Diamante
Hoia de registro de cerámica
I l-
ll*"
Frcune A.3. Relaciones entre los datos que aparecen en las hojas de registro y en las fichas
Culpro A.2. Clave para la identificación de inclusiones en las cerámicas t\)
B
Sin inclusiones visibles (huecos)
1 Huecos planos; a veces curvados y con estrfas concha
2 Huecos en forma de óvalos o esferas, de c. 1 mm de ancho oolita o caliza
3 Huecos en forma de rombo calcita
4 Huecos irregulares caliza
5 Huecos alargados con estrías longitudinales hierba o paja
N
o\
(Jr
266 LA cERr(MrcA EN AReuEoLocfA
que sea distinto al del núcleo. A continuación se anota el color de la superficie (o su-
perficies), si es que es diferente al de los márgenes Los colores mixtos se indican por
medio de una barra (/) ejemplo, «rojo/marrón¡¡-, ¡pientras que los colores par-
-por
ciales (por ejemplo, un núcleo que no se distingue en algunos puntos) se indican por
medio de paréntesis: «núcleo (gris), márgenes rojos», significa que el nrlcleo gris de-
sapÍrece en algunos lugareg dejando una sección totalmente roja.
Dureza
Thcto
Tbxtura
Los términos que se usan en la actualidad para describir la sección de una frac-
tura reciente son:
Subconcoidal: rotura semejante a la del vidrio o el sflex
Suave: plana o ligeramente curva, sin irregularidades visibles
Fina: irregularidades pequeñas, muy juntas
'Irregular: irregularidadesmayores,másespaciadas
Cortante: iregularidadesmayoresygeneralmenteangulares
Laminada: en foma de «escalones»
Las descripciones se refieren a la sección vista por el ojo no entrenado. Para pas-
tas suave§, es muy ritil añadir una descripción de la textura vista a 20 aumentos (por
ejemplo: <<suave, irregular al microscopio»).
Inclusiones
Tamaño en mm
10
20
30
Clase 1 2 3 4 5 6
Esfericidad
alta
ü @
^Ñ
m
Esfericidad
baja
\y ffi B w a @
Flcune A.5. Gr¡ífico de estimación de la esfericidad/desgaste (segrtn Barraclough,
1ry».
Tamaño d.e las inclusiones. Los térrrinos usados se basan en los tamaños estan-
darizados de gtanos de arena definidos por el Departamento de Agricultura de los
Estados Unidos Son los siguientes:
2 3 1 5
Contorno de las inclusiones. Para medir el grado de desgaste se uüIizan los si-
guientes términos:
Angular: forma convexa, esquinas bien marcadas
Subangular: formaconvexa,esquinasredondeadas
Redondeado: forma convexa, sin esquinas
Irregular: formaca cóncavo/convexa
Plano: forma bidimensional
Las referencias pueden hacerse con arreglo al gráfico de comparación de redon-
dezlesfericidad que aparece en la figura A.5.
Tratamiento de la superficie
Los términos usados son: Iisa, suavizada, bruñida, raspada, digitada, con marcas
de torno.
Vidriado
C Orgánico
F Sflex
G Grog
H Concha
I Mineral de hierro
L C-alaa
M Mica
N Cerámicas sin inclusiones obvias
S Arena (cuarzo/cuarcita)
V Volcánico/ígneo
X Otro/desconocido
b bruñido
d vitrificado (estaño)
f vitrificado (sal)
g vitrificado (cobre)
k otro vitrificado
m cubierto/espolvoreado de mica
n barniz blanco (valor de Munsell alto)
o otro tipo de barniz
t raspado a cuchillo
w claramente hecho a torno, en su totalidad o en parte
x hecho en molde
y sintornoodudoso
z otros tratamientos
Engobe
La convención que se rrsa es que amplias zonas del engobe constituyen una ca-
racterística de la pasta, pero los detalles conciernen a la decoración. Se usan los si-
guientes térrrinos:
APÉNDICE 277
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cestos para proteger las vasijas, 248 mtertos,2l,29,189; tamaño de log 188-189,
Chelmsford, Essex, abastecimiento de cerámi- 199; vivoq 27,29,t89
ca e¡,232 conservación, política de, 82
Childe, Vere Gordot,22 construcción de cerámica, véase mateial de
cinta adhesiva, T2 construcción de cerámica
clasificación arqueológica, 21-22, 29; analltica, contexto: estratificado, 73-74; pirnrío, 218,
25; de las formag 26, 95-100, 173-187; de 253; secundario,2l8
pastas de cerámica, 89-93,152-172; taxonó- contexto social de la cerámica, 31, ¿ló
mic¿,25 Conyerg 1.,29,31
clasificación basada en las medidas, 175-189 Comualleg cerámica neolítica en, 90
clasificación formal, 174 corrosión, proceso de, 154
cocción de la cerámica, 147; a fuego abiertq ct1ba,47 ,61,67
t47-149; atmósfera dg 153-154; duración de cromatografia del gas' 34,253
la, t47 ,149; en hornos cerradog 149-151; en cuantificación de la cerámica, 17, 35-36, 48, 50,
hornos domésticog 149; experimental, 31; 75,788-206; conexiones entre los fragmen-
modalidades de, 147-149; proceso de, 31; tos en,237-238; contar las asag 196; papel
temperatura de,32, 153; véase ta¡nbién ho¡- en el estudio de la cronología,215-218;pa'
nos de cerámica pel en el estudio de la formación de yaci-
CODA, técnica de anáüsis estadfstico,170 mientos, 244; pseudo-información estimada
códigos de barras,76 @ie), L97-203,218; sobre los mapas de, dis-
códigos mremotécnicoq 70, 79 tribución, 226-232; véase también medidas
colección de referencia para las pastas de la de cuantificación de la ceriámica
cerámica,89-93 cuarzo, 161
coleccionismo, 20 cultura, definición de, 22
color de la cerámica,85-86, 156-159; factores curva de decrecimiento, 255
que afectan al, 158-159; gráficos del, 157-
158; registro del, 15G158, ?-@,2Ñ; vaia-
ciones causadas por el secado, 146; varia- datación, 75, ?-Ul-222: q'rzada, 22; métodos
ciones causadas por la cocción,85-86, 153, cientfficos de,32-33; papel de la cuantifica-
25t ción en la, 215-218; por asociación,Z07,2I4-
combustible, 136-137, 147; efectos sobre la 215; puntual, 70,78
cocción, 13ó decoración con cuchillo, tratamiento de la su-
comercio, 38, N-42,222 perñcie, 1(X, 111
Comité de ArqueologÍa Cientlfica, de Gran decoración de la cerámica, 26, 201-105; ilustra-
Bretaña, 197 ción de, 110-113; significado simbólico de
completa, proporción de vasija, t8g-lffJ,, L92- la, 48,256-257; sistemas descriptivos para,
t93,?t3 26
composición, análisis de la" 33, 165-172 análisis dendrocronolo gia, 38, ?:fr'l , 213
estadístico de los datos, 169; aplicaciones Departamento de Etnologla Norteamericana,
deI,166,168; comparación con el análisis pe' 2t
trológicq 177-172: comparación entre técni- descripción de la cerámica,75, 8,1-89, 98; color
casl7L172; efectos del entorno posdeposi- como ayuda para Ia,25, 158; estandariza-
cional, 168; microprueba de electrones, ción de Ia,28; fichas Parah,26O
710-77t desgaste, huellas de, 34, 250-251
composición, datos de la, análisis estadístico desperdicios, y c.erámica, 41,92
de los (CODA), 170 desüaciones: en la recuperación,77 ,?.03; esta'
conexiones entre los fragmentos, 199, 2M, dfsticas, 191-194
236-240; cuantificación de, 236: problemas Devil's Ditch, excavación en el á¡ea de Chi-
con lag 239; reconocimiento y presentación chester, en Sussex, 204
delaE239-240 dibujo, 157, 187; convenciones modernas en
conferencias: en Burg Wartenstein (Austria), eI,25, 110; costes del, 111; de engobes' 110;
27 ; er Lhree (Holanda), 2? de la textura de,la superficie, 111; de las
conjuntos de cerámica, 23L2¿A; arqueológica- asas, 108-109; de los picog 110; de lustreq
mente homogéneos, 1.90; composición de 1.10; de pinturag 110; equipo para el, 108,
íNorcs Arr¡,sÉrrco 297
110; mecanización del, 113; propósito del, estiércol: como combustible, 137; como des-
106108; sistemas de codificacione\ ?5-26 grasante, 136; Para la cocción, 149
digitacioneg técnica decoraüva, 104 estilo, en la cer¿ímica, 16,209; véase también
discriminación entre tipos, análisis de,33 decoración de la oerámica
dispersión de la colección, 123 estratigrafía, 22-2,4, 34, 218, 221; de porcenta-
disposición de la cerámi¡:., $2, 125 jes\24
distribución, 223-233; información que contie- estrés térmico,249
rc 1a,223-?-?5,255; modos de, 4l-42: véase estudios de cerámica: cronológico, 22,26,33,
también mapas de distribución 37, l»-2ü2, 2ü7-222; distribucional, 22, 26,
dogon, cerámica utilizada por loq en Mali,235 38,223-233; fases de, 17-28, 38, ?-07-209;
Dragendorff, H., 174 funcional, Y,38,202-203; historia de log
Dunning, G.C.,2l 15-16, 36; razones de los, 37-50
duración de la cerámica,40, 188-189, 234-236; etnoarqueologf a, 16, 133
factores que afectar^ ala, 2?4; véase nmbién etnograffa, 16, 28-», y, 4G47, 133, 147 , 149,
fracturabilidad, estadlstica de t89,vt6,248,249,256
dureza, 86, t59, 250; registros de, 159, ?ñ eüdencia, cerámica como: del comercio, 37-
38, 4A-42,222; para el estatus, 43 -45, 95, 256;
para la datación, L5-t6, 37 4,207 -222; par a
ecología cerámica, 16 la tunción, 43-44, 2'r''5-257
economía: ceriámica como un indicador de la evidencia documental, 22, 29, 38, q, Al'2L5,
actividad dela,47; peso de la industria ce- 225
rámica en la, 46-47 ,255 evolución, creencia en la, 31, 39
electroneg microprueba de, 170-l7l expansión termal,32
engobeg 87; aplicación de,249; dibujo de, 110; experimental, arqueología, 134
términos de,270-271
envases de cntámica, 225, 235, ?54'255; coúe-
nidog 34, 40-41,213; identificacióo del con- fabricación, pasos del proceso de, 152-153
te¡ido,252-253 fabricación de la cerámica, 133-151
equipo: del procesamiento inicial, 63; necesa- famiüas de fragmentog t95,2M; clasificación
rio para 1¿ se¡ámica, 6,83'U,88; para Ia de,240
ilustración, 108, 110; véase también hotnos fechas: absolutas" 22, 38: definición de,2@,
de cerámica; tornos de alfarero 211; inscritas, 217-213; precisión de las, ¿10;
esfericidad de las inclusiones, 160; gfáñco de, relativa§ 38i urminus post qucm, 211,214,
268i véase también desgaste 2t5
especialistas en cerámica, 130 foraminfferos, 89
espectroscopía por absorción atómica (AAS), formación del yacimiento, Procesos de,27,36,
34,t66 74-75,203
espectroscopía por emisión óptica (OES), 33, formas, clasificación de las' 7{75, 173-187; ba-
166 sada en las medidas, 175-180; curvas mate-
espectroscopía por rayos X; identificación de máticas para describir las, 181-185; de las
las técnicas de modelado, 138; por difrac' distintas fases del pr<rceso de manufactura,
ción ()<RD), 33; por fluorescencia (XRF), 187; enfoques et la,l74; geométricag 180;
33,t6 método de las «rebanadas», 177'178; méto-
estadfstica, técnica: a¡álisis consenstado, 172; do del centroide y la curva cíclica, 184; mé-
análisis de componentes principales (AC?), todo del radio de barridq 177; sistema de
169, 178, 179; anáIisis de correspondencias, las dos curvas, 1&4-185; sistema del sobre,
l»-2O3,217-218; anáIisis de escalas multi 98, 18G181; sistemas formales, 175; téclic¿
dimensionales, 220; a¡álisis de regresión, B-splin,184; técnica del perfil tangencial
228; anáIisis lineal logarítmico, 197; bayesia- (sTP), 181,184
¡a,217; datos de la composición (CODA), formas de la cerámica, 41; cacharros de coci-
t70 na, 202-203; calderos, 43-4, IC0.; copia de
estampación a rodillq técnica decorativa, 104 la\ 4142, ¿1445; cuencos, 2U2,255; ia¡as
estandarización, 26, 55 202-203, 208, 2@, 255; jarroq 44, 45; lámpa-
estatus, cerámica como eüdencia prra eL,43- rar,, 2V2-?-03; mortorh, y, 201,251; Platos,
45,95 M:¡az¿s" 44; vasog 209,210
298 LA CER.ÁMICA EN ARQUEOLOGÍA
marcas en las jaras de ce*eza,2\3 ordenadore§ 77 -81, 173, 724, 129-730, 217 : al-
marga calcárea, 89 macenamiento de datos informáticos a lar-
material de construcción de cerámica, 3l;vea- go plaza, l?A-125; almacenamiento de per-
se tatnbién azulejos medievales decorados files en, 184; bases de datos para almacenar
materialeg ciencia de los, 133 datos,80; catálogo por,724-125; códigos de
materiales altemativos: madera, 45, 47; metal, barrag 76; discos flexibles informáticos en
4344; piel, 44, 47: vidio, 44, 47 los informes arqueológicos, 130; lenguajes
materias primas para la fabricación de cerámi- fonnaleg 81; organización de los registrog
ca,734 79
matrilocales de residencia, evidencia de los Oxford, aplicación del método TL ea,32
grupoc 49
matriz: dc abundancia, 2L7; de datos,2l6i de
incidenciag 217 palabras clave, uso de,79
Matson, F. R., 16, 31 «panecillo franés»,45
mecanización de la ilustración, 113 partes d.e pic, técnica de las\19-2V2,218
medidas de cuantificación de la cerámica, 35- pasta como referencia, tipos dg I
36,L9t-L94; equivalente de vasija estimada pastaq análisis de laq 83-93, 152-172; análisis
(eve),35,36, l9l, L92, 194-196; volumen de de la composiciór.,165-L72; anáüsis petrol&
desplazamientq 35, 191; véose ta¡nbién cla- g¡co,lfi1' composición geológica de laq 87,
siñcación basada en las medidas t52-153; exameo visual en, 156
Mediterráneo, marga calcárea en la cuenca del, pastas de la cerámica, 25, ú,83-93, 152-t72;
89 color de las, 85-86, 156-159; descripción de
nicrofichas, 129-130 la\l@-Zlt; dureza de las, 84, 159, 250; fi-
microfósileq 89 cha de registro para una muestra de, X;2;
microscopio: binocular, 25,27, 40, 84, 156, 160, tacto de, 87,266; textura de, 25, lll,2«
172,2ñ; de barrido de electrones (SEM), Paston, Ivfargaret, carta de John a, e¡ t{19,40
32, 83, lI4, 1 15; petrológico, 153 Peacock, D. P. §, 25, 152, 159,2@, ?f'5,2«
microtipos, 129-130 Pecos, yacimiento de, en Estados Unidog 22
minerales pesadog análisis de,33, 165 pegametto,T2
modelado, características de: clasificación de peinado, técnica decorativa, 104
las formas por, 187; dibujos de laq 111 «pequeños hallazgos», 36
modeladq técnicas de, 13&1,16; compuestaE permeabiüdad, 249
143,145-146; identificación de las,138; ma- peso de fragmentos, 35, 36, l9L-L92, 194
nual, 32, 138-139; primarias, 138; secundarias, Petrie, principio de concentración de, 215
138; uso de la paleta, 111, 145; uso de moldes, Petrie, sir W. M. Flindersi 22,2,1,215
139, 143, 145; uso del torn o, 32, L37, 139-143, petrológico, análisis, 1fl-165; relación con el
149; y la clasificación de la forma, 187 análisis de composición, 172
modos: de distribución,41; de producción,46- petrológico, microscopio, 153
47; descriptivog definición de,25 picos 45, 143; dibujo de, 109, 110
Mohq escala de dureza de 159,250 Pitt-Rivers A. H. L. F.,21
monedag como evidencia para la datación,38, plasticidad de la arcilla, 135
2rt,274 plataforma giratoria, I39; véase también tor-
Montanq yacimiento de, en Francia, 31 nos de alfarero
muestreo,48,62, 189-190; tamaño mínimo via- Pompeya, platos de cerámica roja e4?53
ble de, 199 porosidad, 24,249
Munsell, sistema de colores de, 156-157; Grá- posdeposicional, proceso, 77, 190
fico de colores de roca de la Sociedad Geo- precios de la cerámica,45
lógica de América, 158; Gráfico de colores procedencia de la ceriímica, estudios de, 16
de tierra de, 158 17, 32, 33-34, 154; identiñcació¡ de, 26, 232-
233
procedimientos, documentación de log 81-82
«Nombre Comrin», códigos de,9 procesamientq 63, 66; archivq 50; cataloga-
nombre original, de la cerámica, 34 ct6n,72-77; cat¡flogos preliminareg 68; cri-
«nubes de fuego», variaciones de color, 251 ba, 47,61i datación puntual, 69-71,78-79;
núme¡o de recipienteg véase recipientes equipo,64, 83-84, 88; hojas de registro,261-
300 LA CER,¡(MICA EN ARQUEOLOGÍA
262; nicial, 63; hmpieza, 66-67; marcar la seriación, 22, 35, 38, 189-190, 215-222; método
cerámica,68 de la curva en forrra de barco de guerra,
produccióD de cerámica,4547; centros de,4O, 216-217; método de proximidad,216
209; modos de,46-47; procesos de,32; véase seriogramaE 219,220
también cocción de la cerámica; modelado, Shepard, A. O., 25, 26,31, 41, 156
técnicas de Siegburg en Alemania, 209
progreso social, cerámica como indicador del, siglado,68
3l Silchester, basflica de, en Inglaterra, 201
prospección de superficieq zN-Ul sistemas de registro para procesaf cerámicag
pseudo-información estimada @ie), 19 67, 2tu271; catalogación, 49, 72-77; cnlor,
publicación, 50, 126; catalogación, 128; estructu- 156-159, 2@, 266, 268; dveza, 159, 262;
¡a. dela,L27 -128: lectores de la, 126; propósito fragmento por fragmento, 75; inclusiones,
de, l?5-121; requisitos mínimes de, 128-129 266269; mfnimo,75; ordenadores en, 184;
Pueblos, f¡g en México,29 palabras clave cortas, 79; práctica estándar
correcta para, 37; registro inicial, 67 -69; tex-
fir a, 266; vidriado, 269 -n 0
radiocarbonq datación pr, 32, 39 skeumorfas, vasij as, 43
rayos X, váase espectroscopía por rayos X Smith, C. Roach,22
recipientes: ntimero máximo de, 195; número soportes para la cerámica, 139
mfrrimo de,35,195 Southwark, yacimiento de, en Londres, 96
reconstnrcción fisica, 7 l -7 2 Spitalfieldsr cementerio romano de, en Lon-
recuperación: desviaciones et la, 77, 203; pro- dreg 20
cedimientos de,65-66 Spong Hill, cementerio de, Norfolk, Gran
reducción del volumen de la a¡cilla, 135 Bretaña, 178
registro de cerámica, hoja de: para muestras spot- doting, véase datactÓn puntual
cuantificadas,261; para una muestra de pas- Stow, John,20
ta, L54,262; véase tumbién sistemas de re- superficie, tratamiento de Ia,35, 1,16; bruñido,
gistro para procesar cerámicas t04, 146; engobes, Ü, 24:9; sellado de, 254
remanentes magnéticos para datación, 33 Swan, V. G., 151
residualeg fragmentoq l90, 218, 222, 239
residuo agfcola: comocombustible, 137; como
desgrasante, 136 tarjetas de referencia, 123
residuos: incrustaciones de cal, 253; orgánicos, taxonomfas populares, 34, 248
34,252-?55: pozos negros' 66-67 té, consumo de, como evidencia del estatus,95
resistencia mecánica, U9 -250 técnicas cientfficas, lGfi , n,3l-34, 213-2L4;
reutilización, eüdencia de,'18, 94 cromatografra de gaseg 34,253; física,27,
Rheinzabern, yacimiento de, en Alemania,3l 31, 34; métodos gravimétricos, 33; química,
rotura de cerámica: deüberada, 251; grado de, 3l; véase también composición, análisis de
¿[E,215; lndices de,29; por los nnimaleg 23; la; espectroscopía por rayos X; geológicas'
véase también duración de la cerámica técnicas; petrológico, análisis
roulette, técriica decorativa, 1M-105 tecnología, 17, 27, 28, 29-32, 46-47, 133-151
Rouse I.,25 tetmal, véase estrés térmico; expansión termal
termoluminisce rraa (TL), 32, 2L4
textura, 87-88, 111; descripciones de la, ?.66;
sal, 136 véase tatnbién análisis de la textura
Sandomierz, cerámica medieval de, en Polo' tipología, 2l-26,74; véase también estudios de
nlil,27 eú¡ica; tipoq series de
Schnurbein, S. von, 172 tipologla de formag 95-97,174-175
secado, proceso de, 67, L35, 146; grietas causa- tipos: concepto de,27-28,201 definición de,
das por el, 146; variaciones del color por el, ?A-?5; iden¡tfrc¿Lc;,ó¡ de, ?-6; y variedad, 24
146 tipos, series de, 21, l7 4-17 5; de fomtas, 50, 95-
secuencias: cronológicas, 22, 199 -202, 207 -209 ; 98; pastag 25,49,89-93
de desarrollo,2Ul-209 tipos de cerámica: africana bamizada,2ll;
sellos impresos: como evidencia de la data- amerindia, 29; ánforas greco-romanag 94,
ción, 2llt de los ceramistas" 145-146 187,213,225,252; ánforas púnicas, 171; an-
fNorcr N,msÉTrco 301
PnrMsRA pARTE
HISTORIA Y POTENCIAL
Spoux¡e panre
USOS PRÁCTICOS: GUfA PARA PROCESAR
Y REGISTRAR LA CERÁMICA
7. La ilustración 106
Introducción 106
El propósito de las ilustraciones 106
Dibujo de la cerámica 108
Fotografía 113
9. La publicación t26
Introducción t26
Propósito del informe L26
Estructura del informe tn
Catálogo y correlación t28
Requisitos mínimos de publicación L28
Microfichas y microtipos, medios informáticos . 729
Los especialistas en cerámica trabajan por cuenta propia 130
Resumen 130
Trncrnl plnrs
TEMAS DE ESTUDIO SOBRE CERÁMICA
. 272
Bibliografía . 295
Ín¿ice alfabético .34
Índice de cuadros . 303
Índice de figuras .