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Titulo original:
POTTERY IN ARCHAEOLOGY

Cubierta: Enric Satud


Ilustraci6n de Ia cubierta: vasija tripode de la Cova de Muricecs, L1eida; contracubierta: ilustra-
ci6n de 1786 de un fragmento de cer6mica romana.
@ 1993: Cambridge University Press
@ 1997 de la traducci6n castellana para Espafla y Am6rica:
CRITICA (Grijalbo Mondadori, S. A.), Arag6,385,08013 Barcelona
ISBN: 84-7423-745-9
Dep6sito legal: B. 38.570-1997
Impreso en Espafla
1997.-HUROPE, S. L., Lima,3 bis,08030 Barcelona
PREEACIO

Una exposicihn de los hechos que nne condujeron a escribir este libro po-
dria ayudar a explicar su estructura y las ideas que subyacen en €1. La prime-
ra vez que me pidieron que lo escribiese fue en 1981, cuando trabajaba como
ayudante de investigacidn en el Instituto de Arqueolo{ra de Londres. Accedi a
hacerlo y reclut€ la ayuda del doctor Alan Vince, quien en aquel momento es-
taba trabajando en el Departamento de Arqueologta Urbana d.el Museo de
Londres. Cuando en 1982 no n e renovaron la beca que mantenia mi puesto,
me trasladt tambi€n al Museo de Londres (Departamento de Arqueologla del
Gran Londres). Aqui descubri que las presi.ones que suponia trabajar y man-
tener a una joven familia eran demasiado grandes para concederme tiernpo
para escribir, por lo que en 198j dej6 de lado el proyecto. En 1986 volvi a en-
sefi,ar en el Instituto de Arqueologia, y en 1988 el doctor Paul Tyers se incor-
por6 como mi ayudante de investigaci1n. Esta contribuci6n dio origen a un
potente equipo y a la oportunidad para investigar y escribir, con lo que el pro-
yecto revivi6- Al aceptar el doctor Alan Vince un puesto en h Uni.d.ad Ar-
queoligica de la ciudad de Lincoln (a unos 200 kil6metros al norte de Lon-
dres) surgieron nuevos complicaciones, que fueron resueltas, de mod.o que en
el verano de 1990 nos pusimos de acuerdo para actuar de la siguiente manera:
Alan Vince escribiria un manual prdctico sobre el procesamiento, la cataloga-
ci6n y la publicacidn de la cerdmica excavada (Segunda parte, capftulos 3-9).
El destinatario ideal seria el arque6logo de campo que sintiese la necesidad de
que se le suministrasen instrucciones paso a po.so. Esta parte no habria de re-
querir una justificaci6n tedrica ni ejemplos presentados como esfiidios de ca-
sos, ya que Paul Tyers los expondrta en la Tercera parte (capitulos 10-17). Paul
Tyers seria tambitn quien tuviese que realizar la mayor parte de la investiga-
ci6n sobre la documcntaci6n, excepto en lo referente a la historin de los estu-
dios sobre cerdmica, que seria mi responsabilidad. Mi papel seria el de coor-
dinador de todo el conjunto y redactar los que se consideraban los dos
capftulos dificiles del libro: los referentes a la historia y al valor de los estudios
sobre cerdmica (Primera parte, capitulos 1-2), con los que se pretendia situar
el escenario para el resto del libra Tambi4n habria un Ap€ndice que conten-
drta hojas de registro y fichas de muestra.
Claro estd que no result6 ser tan sencillo. En primer lugar, pareci6 mas
apropindo que yo escribiese el capirulo 13, sobre la cuantificaci.dn, ya que este
8 rA csRLrvrtcA, EN AReuEoLociA

habia sido durante mds de quince afios uno de los temas por los que mds ape-
go he sentido. Despu€s de esto, me responsabilici tambi4n del capitulo 74, so-
bre la cronologia, puesto que ya disponia de buena parte de la informaci6n de-
bido a mis clases. Por filtimo, vimos lo dificil que resultaba intentar establecer
un limite entre teoria y prdctica, por lo que trasladamos parte del texto <prdc-
tico> a la secci1n te6rica, especialmente al capitulo sobre el undlisis de las pas-
tas (capitulo 11). Al mismo tiempo, reescribi partes del manual para incluir te-
mas que mis dos coautores habtan dejado de lado. De ahi que el libro sea el
resultado del cruce de colaboraciones, siendo dificil asignar un capitulo a un
aubr rtnico.
Seguramente nuestros antecedentes personales se refleian con claridad en
los ejemplos escogidos. Todos somos principalmente arquedlogos urbanos que
en una 6poca u otra hemos trabajado en el Museo de Londres. En nuestro tra-
bajo nos hemos especializado en la cerdmica romana y de 6poca posterior. Sin
embargo, no creemos que el enfoque sobre la cerdmica prehist6rica deba ser
intrinsecamente diferente del de la cerdmica de cualquier otro pertodo, aunque
siempre se debqn tener en cuenta las diferencias en modos de producci6n
(para cualquier 6poca, no tan s6lo la prehistirica). Aunque escribamos sobre
teoria, no se trata de <teorla> tal y como la entendertan la mayor parte de ar-
que6logos, sino de teoria sobre la naturaleza de los datos y formas razonables
de manejarlos. De ahi que nos hayamos concentrado en el mdtodo e intentado
evitar afiliarnos a ninguna corriente te1rica en concreto. Las modas cambian,
pero subsiste la necesidad fundamental de permitir interaccionar a los datos
con la teor{a.
Las referencias bibliogrdficas del libro requieren una explicacidn. La bi-
bliografia de estudios sobre cerdmica es muy amplia: en 1910 ya ocupaba 600
pdginas (Solon, 1910). Por eso no hemos intentado hacer una bibliografia ex-
haustiva sobre ningfin tema, sino que hemos dado un conjunto de referencias
que creemos que muestran de forma adecuada el desarrollo del tema y su si-
tuaci1n actual. Que la bibliografia omita un documento no significa que no lo
consideremos importante, sino simplemente que no lo necesitamos para hacer
constar un punto concreto.
Este libro preterude responder a las necesidades de varios tipos de lectores.
Los arque6logos de campo seguramente querrdn leer primero la Segunda par-
te (capitulos 3-9), pero esperamos que la pregunta <2Por qu€?> les haga diri-
girse hacia los aspectos mds tedricos de la Tercera parte (capitulos 10-17). Por
esta ra76n, en la Segundq parte hay pocas referencias, ya que creemos que im-
pedirtan una lectura fluida al investigador interesado en cuestiones puramente
prdcticas. Quienquiera que desee mds informacidn, podrd encontrar estas re-
ferencias en la Tercera parte. Los lectores de tipo mds general, que pueden es-
tar mds interesados en lo que los arquedlogos han hecho y por qu6, debertan
empezar quizd. por la Tercera parte. Esperamos que el deseo de contextualizar
su lectura anime a ambos a leer la Primera parte (capitulos 1-2). Seguramente
s6lo los estudiantes leerdn el libro en orden, desde la cubierta hasta la contra-
cubierta, aunque si leyesen la Tercera parte antes que la Segunda le sacarian
PREFACIO 9

mayor provecho. Solicitarnos de manera especial a los arque6logos cuyo obje-


to de estudio principal no es la cerdmica que lean el segundo capitulq aun
cuando sea la finica'parte que lean. Uno de nuestros objetivos es derribar la
barrera entre quienes trabajan sobre cerdmica y quienes creen que se trata de
un estudio misteriosq llevado a cabo por gente bastante extraft.a.

Cr,rve OnroN
AGRADECIMIENTOS

Recordar a todos los colegas que han influido en una persona a lo largo
de su carrera es una tarea inconmensurable. En el caso de tres carreras se
convierte en algo casi imposible. Muchas de nuestras ideas y creencias sobre
cer6mica se iniciaron durante los impetuosos aflos setenta, cuando se origi-
naron nuestros grupos de especialistas, el Grupo de Investigaci6n de Ceri{-
mica Medieval y el Comit6 Permanente sobre Cer6mica Romana, en una
6poca en la que el mundo de la ceriimicaparecia lleno de promesas. Es ir6-
nico que este libro se haya realizado en un momento en que los estudios so-
bre cer6mica en el Reino Unido est6n en su punto m6s bajo y cuando mu-
chos de nuestros anteriores colegas han perdido su trabajo o trabajan sobre
otros temas. Nosotros, que somos algunos de los supervivientes, les recorda-
mos con gratitud y les dedicamos este libro.
Algunos agradecimientos son m6s tangibles. El Comitd de Arqueologia
Cientifica del Consejo de Investigaci5n para Ciencia e Ingenieria y la Aca-
demia Brit6nica han aportado lo necesario para llevar a cabo gran parte de
la investigaci6n que sustenta este libro, que esperamos contribuya a diferen-
ciarlo de sus predecesores. Agradecemos la ayuda recibida y creemos haber
dado valor al dinero invertido. Muchos colegas han tenido la generosidad de
permitirnos utilizar bases de datos no publicadas para probar experimental-
mente nuestras t6cnicas; damos las gracias a los profesores Martin Biddle y
Michael Fulford, cuyos datos hemos incluido en el texto, asi como a otros cu-
yos datos, aunque no menos importantes, no han encontrado espacio.
Muchas de las ilustraciones no son nuestras y agradecemos a las siguien-
tes personas e instituciones el permiso para reproducirlas:
Academic Press (figura L5.2), profesor Martin Biddle (figura 13.5), Mu-
seo Boymans van Beuningen (figura 2.2),los administradores del Museo Bri-
t6nico (figuras 1.4,7.4,8.1,1-1..2 y A.4), Andrzej Buko (figura L.3), Servicio
de Museos de Chelmsford y Consejo de ArqueologiaBitdnica (figura L5.4),
CNRS de Paris (figura 12.1), Museo Corinium, Cirencester (figura 8.3), Fun-
daci6n Colonial de Williamsburg (figura 14.3), doctor Michael Czwarno (fi-
gara 6.2), profesor Michael Fulford (figuras 13.4 y-1'5.2), Andrew Gillam y la
Sociedad de Anticuarios de Newcastle upon Tyne (figura 14.1), Asociaci6n
Geogr6fica (figuras A.5 y ,{.6), Servicio de Museos del Condado de Hamp-
shire (figura 17.7), el Club de Campo de Hampshire (figura L4.7), doctor Co-
LZ LA cERi.MrcA EN AReuEoLocfA

lin Haselgrove (figura 16.3), Instituto de Arqueologia del Colegio Universi-


tario de Londres (figuras 8.2 y 72.2), Anne Jenner y Proyectos Acad6micos
Internacionales (figura 7.2), doctor Morven Leese (figura 12.6), Leicester
University Press, profesor Colin Platt y Richard Coleman-Smith (figura 2.3),
Malcolm Lyne (figura 2.1), Janis Mitchell y Thames and Hudson Ltd. (figura
4.1), Stephen Moorhouse (figura 16.2), Museo de Londres (figuras 6.1 (a) y
(b) y dibujos concretos en las figuras 6.3 y 7.1), Sociedad de Arquitectura e
Historia de Oxford (figura L5.3), Oxford University Press (figura L.2), Re-
dactie Bulletin Antieke Beschaving (figura 12.8), doctor Julian Richards (fi-
garal2.3), Sociedad Romana (figura 14.8), doctor O. S. Rye (figuras 10.2 y
11.1), Harvey Sheldon (figura 10.5), Sociedad para la Arqueologia America-
na (figura 12.7), Sociedad de Anticuarios de Londres (figuras 1.1 y 15.1), doc-
tor Anthony Streeten (figura L1.3), y Administraci6n Arqueol6gica de York
(figura 14.6).
Durante su prolongada gestaci6n este libro ha visto tres editores en Cam-
bridge University Press. Agradecemos a Robin Derricourt habernos sugeri-
do escribir el libro, aPeter Richards su ayuda y paciencia durante los difici-
les aflos intermedios y a Jessica Kuper que nos animase a terminarlo.
Primera parte

HISTORIA Y POTENCIAL
1. HISTORIA DE LA INVESTIGACI6N
SOBRE CERAMICA

INrxooucc16N

La cer6mica tiende a suscitar fuertes emociones entre los arque6logos: la


,man o la odian. Para algunos tiene una fascinaci6n indefinible y potencial-
mente contiene mucha informaci6n, que un estudio arduo y cuidadoso ha de
poner de manifiesto. En el otro extremo del p6ndulo, la cer6mica aparece
como el m6s comfn de los materiales arqueol6gicos, cuyas funciones princi-
pales son entorpecer la tarea aut6ntica de excavar, abarrotar los almacenes y
comportarse como un <agujero negro>> arqueol6gico de los recursos que si-
guen a la excavaci6n. Entre ambos extremos existe un amplio espectro de
opiniones: hay quienes ven la cetdrnica como una tarea inevitable, un mate-
rial que se ha de procesar con la mr6xima rapidez posible antes de volver a
enterrarlo (ya sea en el terreno o en un aknacdn), un poco como los residuos
radiactivos de bajo nivel. Este punto de vista lo satirizaba un letrero colgado
en la puerta de un museo: <Peligro: cerdmica en estudio>. Otros adoptan una
visi6n miis mfstica y creen que el fragmento m6s humilde contiene la infor-
maci6n m6s sorprendente, que tan s6lo puede descifrar el especialista en ce-
r6mica, una especie de guru: <Ensefladles un trozo de cerdmica usada y serii
el borde delataza favorita que utiliz6 un centuri6n>, se podia leer en un pe-
ri6dico local.
En estas descripciones hay un punto de verdad y tambi6n un punto cari-
caturesco. Aunque qu6dar6 claro d6nde tenemos puestas nuestras simpatiag
en este libro nuestro objetivo es dar una visi6n equilibrada de la contribuci6n
potencial que los estudios sobre cer6mica han hecho a la arqueologia. Una
visi6n que no sea ni demasiado optimista ni demasiado pesimista. Antes de
empezar necesitamos dar un vistazo a la historia de nuestro tema, partiendo
de algo que ya es familiar para los arque6logos: para entender el presente
primero necesitamos estudiar el pasado. Para los arque6logos es natural in-
tentar dividir el material en fases cronol6gicas; la historia de la arqueologfa
en general y de la cer6mica en particular no es ninguna excepci6n. Shepard
(1956, p. 3) vio tres fases aunque no las dat6:
t6 LA CER(MICA EN ARQUEOLOGfA

1. el estudio de vasijas enteras como objetos culturales;


2. el estudio de fragmentos como evidencia para datar secuensias es-
tratigr6ficaq y
3. el estudio de la tecnologiade la cer6mica como forma de aproximar-
se a las intenciones del ceramista.

Matson (L984, p. 30) aplic6 dos de las fases de Willey y Sabloff (197$ a
los estudios sobre cerdmica american'a: el periodo hist6rico de clasificaci6n
(1914-1960) y el perfodo explicativo (de 1960 en adelante). Van der Leeuw
(19&1, pp. 710-7t8\ define tres fases: la tipol6gica (hasta L965), <<los tres ni-
veles de investigaci6n> (1965-1980, y continu6 con la tradici6n anterior al
afladir un <<micro>> nivel por debajo de 6ste y un <macro> nivel por encima)
y el <estudio del componente culturab (1980 en adelante).
Aqui intentaremos unir los tres puntos de vista situando la historia de los
estudios sobre cerdmica en tres amplias fases: 1) la fase hist6rico-artfstica, 2)
la tipol6gica, y 3) la contextual, aunque debemos reconocer que esta fltima se
caractetza especialmente por la diversidad de sus enfoqueg incluyendo estu-
dios de tecnologfa, etnoarqueologia, cuestiones de estilo y problemas de cam-
bio (o de la falta de 6ste) en la cer6mica, planteados desde enfoques muy dis-
tintos. Se puede considerar que estas fases han evolucionado junto a cambios
en la escala de an6lisis de la cer6mica, desde recipientes enteros (fase hist6ri-
co-artistica), fragmentos (fase tipol6gica) hasta una amplia gama de escalas
que se mueven entre el detalle microsc6pico de la pasta hasta la comparaci6n
entre conjuntos completoq no tan s6lo de cer6micas sino tambi6n de todo ti-
po de artefactos (fase contextual). El espl6ndido pero escurridizo t6rmino de
<<ecologia cer6mico fue acuflado (Matson, 1965, p. 202) paradescribir este en-
foque holistico de la cerdmica desarrollado por Van der Leeuw (1984, p.707):
de la cuna a la sepultura, o del polvo al polvo. Desde nuestro punto de vista, el
progreso realaado ha sido desigual, ya que el estudio en el nivel m6s amplio
(el conjunto) se ha quedado rczagado respecto de otros niveles de estudio, en
parte debido a la falta de las herramientas metodol6gicas necesarias Uno de
los objetivos de este libro es intentar recuperar este equilibrio.
No pretendemos imponer un sistema en <<tres edades> rigido, al estilo de
un Thomsen de fltima hora, sino que consideramos un modelo regional
de desarrollo adoptando ideas nuevas junto a las viejas, que en pocas ocasio-
nes son rechazadas del todo. Incluimos las consideraciones tradicionales en
los nuevos esquemaq lo que contribuye a verlas desde un enfoque mds am-
plio. Incluso dentro de una misma otganizacr,Sn' el progreso suele ser desi-
gual. Por ejemplo, en Gran Bretafla muchos arque6logos de campo parecen
no haber abandonado todavia la fase tipol6gica, ya que apenas solicitan de
los especialistas en cer6mica otras cosas que no sean datos. Escribimos este
libro esperando que al menos algunos de ellos lo lean.
En las diferentes etapas de su desarrollo, cuatro disciplinas relacionadas
han suministrado informaci6n para el estudio de la cer6mica arqueol6gica: la
etnografia, la tecnologfa, la arqueometiay la cuantificaci6n. Annque duran-
HISTORIA DE LA INVESTIGACI6N SOBRE CER;,MICA 17

Cueono 1.1. Resumen de las principales fases y temas en el estudio de las cer6mi-
cas arqueol6gicas

Hist6rico-artistica Tipol6gica C-ontextual

Fecha 1500 + 1880 + 1960 +

Escala Vasijas enteras Fragmentos De muestras


microsc6picas a
conjuntos

Tema paralelo Arqueometria Arqueometrfa Arqueometrfa


Tecnologfa Cuantificaci6n Etnografia
Tecnologia Cuantificaci6n
Tecnologia

te una 6poca los estudios etnogrrlficos sobre cerdmica coexistieron con los es-
tudios arqueol6gicos, tan s6lo salieron a relucir cuando los arque6logos
abandonaron el enfoque tipol6gico y empezatot a mirar la cer6mica desde
una perspectiva miis amplia (p. 30).En cambio, la arqueometiaha podido
suministrar informaci6n durante todas las etapas desde, por ejemplo, los es-
tudios t6cnicos de la ceriimica decorada griega (p. 31) a la identificaci6n del
lugar en que fue fabricada una vasija en concreto (p. 33) o hasta una amplia
gama de t6cnicas cientificas que apuntan a diversas cuestiones (p. 32). Entre
todas estas disciplinas auxiliares, la cuantificaci6n ha sido la pariente pobre.
Al mismo tiempo que los arque6logos reconocen, al menos de forma impli-
cita, la necesidad de cuantificar los conjuntos antes de compararlos de forma
apropiada (por ejemplo,paralaseriaci6n o para los estudios de distribuci6n),
no han sabido entender las cuestiones te6ricas que subyacen en la elecci6n
de una medida de cantidad parala cer6mica y prefieren argumentos ptdcti-
cog del tipo <6es fdcil hacerlo?>>, <<;me proporciona la respuesta que quie-
vs!>, eue producen en el arque6logo una evidente sensaci6n de felicidad' In-
tentaremos llevar a cabo una valotaci6n ruonada (p. 191) aportando los
resultados de nuestra riltima investigaci6n. En el cuadro 1.1 mostramos el lu-
gar que cada uno de estos temas ocupa en la historia de los estudios sobre ce-
rdmica; lugar que discutiremos con mds detalle miis adelante en este capitu-
lo. Expondremos nuestras ideas sobre su valor potencial en el capitrtlo 2.

Ll rese Hrsr6nrco-anrfsrrc^l

Ya en el siglo xv podemos hallar una evidencia escrita del inter6s que


despierta la cerdmica excavada. Ebendorfer (m. 1a6a) describi6 unas ollas
prehist6ricas descubiertas en Stockerau como objetos realizados por el hom-
VCINYf,AJ Af,SOS NOISYCILSIIANI VT TIC VTUOISIH
20 LA cER(MrcA EN AReuEoLocfA

bre, con lo que contraatacaba el punto de vista m5s extendido de que se tra-
taba de (marmitas m6gicas> que habfan crecido en el terreno o que los gno-
mos habfan hecho en las minas (Sklenrii, 1983, p. 16). En 1587 Petrus Albi-
nus excav6 unas vasijas prehist6ricas en el Srea de Meissen con el fin de
reunir evidencias que demostrasen que habian sido manufacturadas por se-
res humanos y public6 sus impresiones en lo que se ha llamado <el primer in-
forme de excavaci6n adecuado sobre arqueologfa prehist6rica> (Sklen6i,
1983, p. 38; sobre Albinug 1589). En 1603 John Stow describi6las ollas que
habfa obtenido en el cementerio romano de Spitalfieldg Londreg en 1576
(Stow, 1603). En el siglo xw la atenci6n pareci6 centrarse en las urnas de en-
terramiento (Browne, 1658; Van Mellen, 1679), qu26s debido al interds que
se tuvo en diferentes ocasiones por la actitud frente a la muerte, m6s que por
la ceriimica en si misma. El siglo xnnr fue la gran 6poca del coleccionismo, sa-
liendo alahszjarrones etruscos, griegos y romanos. Segfn un antiguo trata-
do de Groevius y Gronovius (1694) hubo muchas publicaciones sobre vasijas
solas o colecciones, la mds importante de las cuales fue, quiz6s,larealizada
por Hamilton (1766). Se destacaba la admiraci6n haeia el arte y las t6cnicas
de la ceriimica y la interpretaci6n de las escenas cl6sicas.
A lo largo de este periodo prosigui6 el inter6s hacia la cer6mica <<sepul-
cral> (v6ase, por ejemplo, 'Weber, l7t9;Litzel,1749; Colt Hoare, 1812). Ha-
cia el final del siglo xur y especialmente durante el siglo xrx, este inter6s se
ampli6 hasta ab-arcar diferentes perfodos y fuentes de materias primas de la
cer6mica. El orgullo local parece haber estimulado un inter6s temprano por
la may6lica italiana (Passeii, t752)y por la cer6mica..galorromana, en FrLn-
cia, que se inici6 con Grignon (L774) y Grivaux de la Vincelle (1807). En
Gran Bretafla se publiearon hallazgos de ceri{mica romana en Londres en
1787 (Combe y Jackson, \787;v€ase la figura 1.1) y en 1832 (Kempe,7832)y
en otras ciudades principales desde 1840 en adelante (Shortt, 18a1) y se pue-
de decir lo mismo sobre Alemania (Lauchert, L845).
Se seguia dando miis importancia a la cer6mica <<fina>> que a la <<comfn>>
(grosera), pero al irse acumulando evidencias a lo largo del siglo xrx, se in-
tentaron unificar los desarrollos y producir historificaciones coherentes
(Birch, 1858; Garnier, L880) y manuales de divulgaci6n (Binns, 1898).
El estudio de la ceriimica dom6stica del periodo europeo poscl6sico tuvo
un desarrollo mds lento. Al principio, tan s6lo se consideraron dignos de
atenci5n los azulejos medievales decoradog por ejemplo en Inglaterra (Hen-
nicker, 1796) y en Francia (de Caumont, 1850) y hasta 1910 se crey6 que la
cer6mica de ese periodo tenia poco que ofrecer: <<Para el historiador de la ce-
r6mica los azulejos decorados suministraban una evidencia esclarecedora
que nos podia decir m6s sobre el ceramista que ninguna otra.vasija del mis-
mo periodo> (Solon, 1910, p. 602). Los primeros estudios sobre azulejos so-
lfan referirse a un solo edificio, pero durante la segunda mitad del siglo xx
empezaron a aparecer estudios m6s generales (Am6, 1859). Excepto en lo
que se refiere a la cer6mica de gres alemana (v6ase Hefher y Woll 1850, para
las primeras ilustraciones, y Dornbusch,7873, para el primer estudio serio),
HISTORIA DE LA INV.ESTIGACI6N SOBRE CEBdMICA 2I

apenas se dedic6 atenci6n a la ceri4mica medieval europea hasta entrado el


siglo xx, con los trabajos del arque6logo Dunning durante los aflos treinta
(Hurst, 7982) y del historiador del arte Rackham (1948). Antes de su apari-
ci6n, el t6rmino <<cerdmica inglesa antiguo> implicaba el material que se ha-
bfa coleccionado durante los siglos xvtl y xvlr (v6ase Church, 1870), y se con-
sideraba bastpnte pintoresco al compararlo con la posici6n dominante que se
concedia a la porcelana (Hobson, L903, p. xv).
Fuera de Europa y del Mediterr6neo, la atenci6n estaba centrada en la
porcelana oriental, especialmente en la china y en la japonesa. Tias una era
de coleccionismo, Julien (1856) y Noritan6 (L876-1879) intentaron suminis-
trar recopilaciones hist6ricas sobre China y Jap6n, respectivamente. Hirth
(1888) estudi6 documentaci6n sobre el comercio chino y facilit6 un intere-
sante enfoque sobre 6ste, al demostrar lo infundado de distintos mitos exis-
tentes, por ejemplo sobre los orfgenes de la ceriimica celad6n.
En los Estados Unidog los primeros estudios sobre cer6mica antigua se
realizaron entre finales del siglo xvrr y mediados del xrx, a menudo forman-
do parte de informes sobre monumentos y antigiiedades de determinadas re-
giones, hechos por Squier y Davis (1848), por ejemplo, pero tambi6n hubo
estudios de cer6mica por derecho propio (Schoolcraft,lS4T). La fundaci6n
del Departamento de Etnologia Norteamericana en L879 marc6 un avance,
asi como el valioso trabajo realtzado por Holmes (1886). El trabajo en el res-
to de Am6rica progres6 de forma paralela, por ejemplo en Am6rica Central
(de Waldek, 1838) y en Am6rica del Sur (Falbe, 1843).

Le resp rrpor6crce

La necesidad de clasificar aument6 al ir suministrando las excavaciones


realizadas en Francia, Alemania y Gran Bretafla cantidades siempre crecien-
tes de cer6mica, especialmente de terra sigillata, aunque tan s6lo fuese para
describir las enormes cantidades implicadas. Uno de los primeros ejemplos es
la <<serie de tipos de formas y figuras de terra sigillata> (Rhodes, 1979, p. 89,
haciendo referencia a Smith, 1854). Ya en esta fecha tan temprana se tenian
en consideraci6n las cer6micas groseras: Cochet (1860) intent6 clasificar la
cer6mica para datar enterramientos; su trabajo fue rcchazado porque <<las
vasijas de terracota permanecen estacionarias> (Solon, L9L0, p. 83). Pottier
(1867) reahz6 una sencilla clasificaci6n de la cerdmica normanda de los siglos
xur al xv.
Se puede afirmar que la fase tipol6gica se inicia en la d6cada de 1880,
cuando Pitt-Rivers desarrolla su enfoque tipol6gico sobre varios tipos de ar-
tefactos (Pitt-Rivers, 1906, acerca de una conferencia rcaltzada en 1-874).
Para poder abarcar las grandes cantidades de material procedentes de Le-
zoux, Plique (1887) disefl6 un sistema ds clasificaci6n de cerilmica estable-
ciendo una linea directiu para el corpus de la serie de tipos de terra sigillata
(Draggendort 1895; D6chelette, 1904; Ludowici, 1904; Knorr, 1906; Walters,
22 LA cE&(MrcA EN AReuEoLociA

1908) que ha permanecido hasta hoy dia. La otra cara de la moneda, la rela-
ci6n de la ceriimica con las secuencias estratigr6ficas, parece que se inici6 en
torno a la misma 6poca, por ejemplo en el trabajo de Flinders Petrie en La-
chish, Palestina (Petrie, 1.891), donde observ6 cerdmica fenicia, judia, griega,
selducida y romana en estratos sucesivos. El primer mapa de distribuci6n de
una clase de cer6mica pudo haber sido realizado por Abercromby (1904),
aunque ya en 1841 se hab(a realizado un mapa m6s general que mostraba lu-
gares de Londres donde se habia encontrado ceriimica romana (Craik, en
Knight,1841).
En los Estados Unidos, esta fase se inici6 con las excavaciones de Kidder
en el Pecos (1915-1929) y su integraci6n de resultados estratigr6ficos, estu-
dios regionales y sobre cerilmica (Kidder, D2a;L931). Este trabajo inaugur6
un modelo que iba a ser seguido hasta la d6cada de los sesenta (Colton, L953;
Griffin, 7950-1954; y muchos otros).
Durante esta fase se prest6 mayor atenci6n a la distribuci6n espacial ver-
tical (cronol6gica) y regional, tratando las vasijas (o, con m6s frecuencia, los
fragmentos) como si fueran f6siles directores, de una manera completamen-
te geol6gica que tenfa reminiscencias de Smith (1816). El6nfasis vertical era
inevitable en una 6poca en que la atenci6n arqueol6gica se centraba en la
historia cultural y en el progreso, temdtica para la cual la cer6mica constitu-
y6 una de las principaleg y ciertamente la mi{s numerosa, de las evidencias
de dataci6n (v6ase, por ejemplo, Wheeler t954,pp.40-61;v6ase la figura 1.2).
Los estudios .<horizontales> se atenian a dos prop6sitos:

1. Unir secuencias locales de una misma regi6n para formar secuencias


cronol6gicas de referencia. Esto permitiria que cualquier fecha absoluta to-
mada en un lugar (por ejemplo, mediante inscripciones, evidencia documen-
tal, etc.) pudiera ser transferida a otros lugares de la misma secuencia de re-
ferencia. Petrie fue el primero en utilizar el t6rmino <dataci6n cruzada>>
durante la d6cada de 1880 (Petrie, 19M, pp. l4t-145).
2. Ayudar a definir Sreas culturales utilizando el tipo de definici6n pro-
puesto por Childe (<Encontramos algunos tipos de restos ins-
-recipientes,
trumentos, ornamentos, ritos de enterramiento, formas de casas- repetidos
en una misma 6rea. Denominaremos "grupo cultural" o simplemente "cultu-
ra" a un conjunto tal de rasgos asociados regularmente> (Childe, L929,p.vt).
Desde el punto de vista de Childe se han de tener en cuenta muchas otras
clases de artefactos, pero en la prdctica la cerdmica adopta un papel predo-
minante.

La herramienta metodol6gica mds importante de cara a la cronologfa era


la seriaci6n (v6ase lap.215). Se cre6 como una forma de ordenar grupos de
tumbas de un cementerio con apenas o ninguna estratigraffa, utilizando la
presencia o ausencia de artefactos directores en cada,grupo (Petrie, 1899).
Kroeber (1916) propuso que este enfoque se aplicara a las colecciones de
fragmentos encontrados en la superficie, idea que Spier (19L7) llevarfa a la
,
ESTRATO HACHA DE PIEDR,/ il. MEGALInCO III ANDI{RA
1 52, incluyendo 1 fragmento pintado de amarillo
2 384, incluyendo 10 fragmentos pintados de smarillo
3 480, incluyendo 68 fragmentos pintados de amarillo y
1 fragmento con punteado de ruleta
3a 67
4 36 269, incluyendo 51 fragmentos pintados de amarillo
Cultura
moga lt 6
5 68 219, incluyendo 10 fragmentos pintados de atllarillo I
cn

6 26 115 405, incluyendo 7 fragmentos pintados de amarillo


7 63 407
E
8 150 199 F
lB Cultur6 del
Hacha d.
8a

8b
36
89
-z
(tardlal
ln
9 76 o
F]
9e 196 o
10 46 o
t1 33 o.
z
12 23 q)
o
1A. Cultura del t3 26
Hacha d6 Piodra
(anligusl 14 48 E
Roca madr€ i o
14a 15 ln
F
15 198

Escala en metros
16 7
o
17 45

18 25
19 321

FIcunc. 1.2. El 6nfasis vertical de la fase tipol6gica. Perfil estratigrdfico (izquierda) combirrado con frecuencias de fragmentos de di-
ferentes tipos procedentes de estratos sucesivos (Wheeler, 1954, figs. 9 y 10).
24 LA cER{MrcA EN AReuEoLocfA

prdctica. En torno a la misma 6poca (Nelson, 191.6), se observ6 que las pro-
porciones de tipos en las capas sucesivas de una secuencia estratigr6fica ten-
dian a seguir modelos regulares (<estratigraffa de porcentajes>). M6s tarde se
pens6 (Ford y Quimby, 1945) que estos modelos podfan tener una interpre-
taci6n cultural, a lo que sigui6 el uso de la seriaci6n como herramienta for-
mal para recrear cronologfas culturales a partir de datos porcentuales (por lo
general, utilizando fragmentos) en el caso de ausencia total o parcial de es-
tratigrafia (Ritchie y MacNeish, 1949, p. 118), lo que culmin6 en el manual
que Ford public6 sobre el tema (Ford, 1962).Et esta etapa las proporciones
se basaban en la frecuencia de fragmentos, lo que en parte refleja la natura-
leza de las colecciones, pero tambi6n la falta de consideraciones profundas
sobre las distintas alternativas. Ford (1962, p. 38) defendi6 el uso de las fre-
cuencias de fragmentos rechazando otros enfoques posibles por <<puristas>.
Volveremos a tratar esta cuesti6n cuando estudiemos el tema de la cuantifi-
caci6n (p. 35). En Europa el uso principal de la seriaci6n parece haber se-
guido siendo ordenar grupos de tumbas u otros elementos <<estrecharnente
relacionados> (Doran, 197L; Goldmatn,1972). Brainerd (1951) y Robinson
(1951) propusieron el marco te5rico que seria continuado por Dempsey y
Baumhoff (1963). Se estaba integrando el enfoque pr6ctico de Petrie con t6c-
nicas matemdticas que mostraban la equivalencia de los dos enfoques princi-
pales en clasificaci6n (Kendall, 797L). En la d6cada de los setenta la atenci6n
se dirigi6 hacia la idoneidad de la teoria para los problemas arqueol6gicos rea-
les (Dunnell,l90; Cowgill, 1972; McNutt,L973). Marquardt (1978) volvi6 a
revisar concienzudamente el tema. Thnto los aspectos matem6ticos (Laxton,
1987;1993) como los arqueol6gicos (Carver,1985) siguen en desarrollo.
Pero por encima de todo, esta fue la 6poca del <<tipo>, aunque en cada
lado del Atl{ntico se dieron significados sutilmente diferentes al mismo t6r-
mino. En ambos casos existia la creencia de que los tipos eran algo m6s que
una forma conveniente de subdividir el material. Una vez creados, podian
ordenarse segrin la idea de un <<desarrollo>, y utilizarlos para probar unas se-
cuencias cronol6gicas Los argumentos solian ser circulares, por lo que fue-
ron reemplazdndose gradualmente al disponerse de evidencias m6s apropia-
das (por ejemplo, estratigr6ficas). En el continente americano la idea de que
los fragmentos se pueden, y de hecho, se deben distribuir en tipos se remon-
ta a antes de 1920 (Kidder y Kidder, 7977); en la ddcada de los treinta ya es-
taba bien establecida (Colton y Hargraves, t937). Tal y como m6s tarde se
formaluaria (por ejemplo, por Gifford, 1960, p.347),la definici6n de tipo ce-
riimico dominante en esta 6poca era la de una <<clase especifica de vasijas que
incluye una combinaci6n fnica de atributos distintivos reconocibles>. Al ir
progresando el trabajo arqueol6gico, e irse definiendo m6s y ni6s tipos, se vio
que, annque fuera f6cil de realizar y presentar (Krieger, 7944,p.284), un sis-
tema clasificatorio que constase de una rfurica colu'nna resultaba inadecuado
(Ford, 1954). Se propuso un sistema con dos columnas,,<<tipo" y <variedad>,
que fue mayoritariamente adoptado (Krieger,1944; Gifford, 1960), aunque
en ocasiones con una nomenclatura distinta (Phillips, 1958). Por encima de
TIISTORIA DE LA INVESTIGACI6N SOBRE CERiMICA 25

estos niveles, se propusieron tipos de agrupaciones cruzadas m6s te6ricas


(por ejemplo, secuencia, serie, grupo de tipos ceriimicos y sistema de cer6mi-
cas: vdase Wheat et b1.,1958), aunque por regla general eran m6s discutibles.
Rouse (1939;1960) sugiri6 un enfoque alternativo basado en <<modos>>, defi-
nidos como <1) conceptos de material, forma o decoraci6n a los que se ajus-
taba el artesano, o 2) procedimientos habituales seguidos al hacer y usar los
artefactos>> (Rouse, 1960, p. 315). Para Rouse, antes de construir una clasifi-
caci6n <taxon6mica> que definiese los tipos en t6rminos de modos y no de
atributos, deberia haber una clasificaci6n <<analitica>> que extrajese los modos
de los atributos (pp.315-316).
Por el contrario, en Europa, el t6rmino <tipo> se us6 a menudo implici-
tamente para significar un tipo de forma. Se defini6 en t6rminos de la forma
de una vasija <tipica>. En otras palabraq los tipos eran definidos a menudo
en funci6n de su centro efiyez de sus limites. Este hecho puede ponerse en
relaci6n con el desarrollo de las convenciones modernas en el dibujo de la ce-
riimica (Dragendorff, 1895, Giinther, 1901). Apareci6 la costumbre de usar
los nfmeros de los dibujos de una memoria de excavaci6n como <<tipos>, aun-
que el autor de la memoria nunca lo hubiese pretendido. Una de las series
m6s difundidas fue la de Gillam acerca de la ceriimica romana del norte de
Gran Bretafla (Gillam, 1957), empleada como evidencia cronol6gica para las
cer6micas de todas las islas britdnicas. M6s recientemente se ha vuelto a un
enfoque estructurado en la definici6n de los tipos (por ejemplo, Fulford,
197 5; Lyne y Jefferieg 1979).
A pesar de que la descripci6n objetiva de las pastas de la cerilmica
(Brongniart ,7844) y algunas aplicaciones antiguas (Tite, 1848; de la Beche y
Reekg 1855) se inici6 en una fase muy temprana, los tipos de pasta solian es-
tudiarse haciendo referencia a su fuente de materias primas (real o supues-
ta). Las descripciones apenas se basaban en otra cosa que no fuese el color y
quiz6s una palabra referente a sus caracteristicas como <<grosera>>, <<finar>,
<<con conchas>> o <<vesicular>>.La constataci6n de que una fnica fuente pu-
diese producir pastas distintas, posiblemente en periodos diversos, despert6
un renovado inter6s por los detalles de las pastag inter6s que anim6 la pu-
blicaci6n de la guia de Peacock (1977) para la caracterzacr6n e identificaci6n
de inclusiones utilizando tan s6lo un microscopio binocular de bajo nivel (20
aumentos) y herramientas sencillas (v6ase Rhodeq 1979,pp.84-87). El uso
del t6rmino <<cer6mica tipo> para designar una clase difusa de pastas inde-
terminadas agrupadas en torno a una cer6mica conocida, oblig6 a profundi-
zar mds en el significado del concepto <tipo> (por ejemplo, la cer6mica tipo
Whitby, v6ase Blake y Davey, 1983, p.40).
Una tipologia basada, al menos en parte, en las pastas requiere sistemas
descriptivos muy completos. Sorprendentemente moderno es el apuntado
por March (1934). Algunos aspectos generaban m6s problemas que otroq es-
pecialmente la textura (Guthe, LW;Hargtaves y Smith, 1936; Byers, 1937),
que todavfa no han sido resueltos del todo; asi como el desgrasante (v6ase
Shepard, 19@).De cuando en cuando se han ido introduciendo sistemas de
26 LA cERAMTcA EN AReuEoLocfA

codificaci6n (Gillin, 1938; Gardin, 1958; Ericson y Stickel, 1973) que incluyen
codificaciones del dibujo de los recipientes (Smith, 1970). Ninguno de ellos
ha obtenido mucha aceptaci6n, lo que quiz6s no sea sorprendente. Robinson
(1979) hizo hincapi6 en los problemas que supone la comparaci6n entre tra-
bajadoreg incluso cuando se utiliza un sistema est6ndar.

L^l rA,sr coNrExruAl

El trabajo de Shepard (1956) se puede considerar un momento clave en


los estudios sobre cer6mica. Unific6las tendencias mds habituales de la 6po-
ca <ronologia, intercambio/distribuci6n y desarrollo tecnol6gico- e iden-
tific6 aspectos de cer6micas excavadas que debian ser estudiados para expli-
car cada uno de estos temas (p.I23):

f. identificaci6n de tipos para averiguar la cronologia;


2. identificaci6n de los materiales y sus fuentes para describir el in-
tercambio, y
3. identificaci6n de las caracteristicas ffsicas de las vasijas para mos-
trar su lugar en el desarrollo tecnol6gico.

Al hacer esto, sent6 las bases de muchos estudios futuros. Gran parte del
trabajo posterior la sintesis que hizo de los diversos enfoques; de
se basa en
hecho, uno de los desafios al escribir este libro es evitar una repetici6n de su
trabajo.
Su libro aport6 tambi6n contribuciones considerables a los estudios so-
bre cerdmica, tanto a nivel pr6ctico como a nivel te6rico. A nivel pr6ctico ya
existian intentos bastante completos de hacer una clasificaci6n de las formas.
Estos intentos estaban basados en el <<punto caracteristico> (Shepard, 1956,
pp.227-2a\, siguiendo el trabajo de Birkhoff (1933) y de Meyer (1888, pero
vdase Meyer, 1957). Tambidn se habian intentado establecer sistemas des-
criptivos de cara al estudio de la decoraci6n (Shepard,1956,pp.255-305). Es-
tos tiltimos continuaban el trabajo de Douglas y Reynolds (1941) y de Beal
et al. (7945) y analizaban la decoraci6n en t6rminos de elementos y motivos,
simetria, movimiento y ritmo. A nivel te6rico proporcion6 una explicaci6n
detallada de los usos y limitaciones del concepto de <<tipo> (Shepard, 1956,
pp. 307-318). Sugiri6 una visi6n de la tipologia m6s tentativa que fija, basada
en rasgos tecnol6gicos, y aceptando las limitaciones inherentes a toda clasifi-
caci6n de recipientes basada (principalmente) en fragmentos Rechazaba asi
el punto de vista casi linneano que habfa caracterwado gran parte del traba-
jo realizado desde 190. Thmbi6n alert6 sobre el peligro de identificar las tra-
diciones cer6micas con entidades culturales
Tias el trabajo pionero de Shepard los estudios sobre cer6mica <<se di-
funden en todas las direcciones>. Estudiar la panoriimica de una asignatura
en proceso de expansi6n es algo cadavezm6s diffcil, aunqub se intent6 en las
rrrsroRrA DE LA rNvESTIclcr6x sosnr cnRftvrrca 27

conferencias internacionales que se celebraron en Burg Wartenstein (Aus-


tria) en 1961 (Matson, 1965) y en Lhee (Holanda) en 1982 (Van der Leeuw
y Pritchard, 1984). La primera de estas conferencias se llev6 a cabo para
<<evaluar la contribuci6n que los estudios sobre cerdmica habfan aportado a
la investigaci6n arqueol6gica y etnol6gicu (Matson,1965, p.vlr), pero tam-
bi6n para <<convencer a muchos antrop6logos que los estudios sobre cer6mi-
ca significaban algo m6s que una mera descripci6n y clasificaci6n> (Rouse,
1965, p. 284). La segunda estaba planteada como una continuaci6n veinte
aflos despu6s y tuvo que realizar una tarea mi{s dificil: mantener unida una
disciplina que se expand(a tan r6pidamente que corria el riesgo de dividirse.
;En qu6 direcciones se estaban dividiendo los estudios sobre cer6mica
durante este periodo? En primer lugar se tenfa que derribar la resistencia a
progresar m6s all6 de considerar a <<los restos cer6micos como f6siles direc-
tores culturales>, actitud propia del periodo tipol6gico. Tipicas de este enfo-
que son las manifestaciones realizadas por DeVore (1968) diciendo que los
restos cer6micos no se crfan, ni evolucionan, ni invaden, ! las de Adams
(1979) criticando la incapacidad de la tradici6n ceri{mica de atenerse a he-
chos hist6ricos conocidos. A pesar de todo siguen existiendo restos del viejo
punto de vista, especialmente entre los arque6logos de campo cuya respon-
sabilidad se divide entre el trabajo de campo y los hallazgos.
En segundo lugar, se aprecia una continuaci6n de la tendencia hacia uni-
dades analiticas de estudio cadavezmenores, abri6ndose un amplio espectro
de t6cnicas cientfficas. En un extremo disponemos de t6cnicas relativamente
simples basadas tan s6lo en un microscopio binocular de escaso aumento y
quiz6s en un algoritmo para identificar las inclusiones (Peacock,1977); en el
otro extremo existen t6cnicas muy sofisticadas que requieren capacidad cien-
tifica y estadistica para explotarlas en su totalidad (sobre m6todos cientificog
v6ase la p.32).
Otro desarrollo importante se produjo al comprender que la integraci6n
entre los conjuntos .,vivos>> (recipientes en uso) y los conjuntos <<muertos>>
(los restos arqueol6gicos al ser hallados o excavados) no resulta nada senci-
lla y podia experimentar distorsiones al realizarse actividades de descarte,
preservaci6n del yacimiento y otros procesos posdeposicionales. Dicha preo-
cupaci6n fue englobada por una preocupaci6n m6s ampta por los <<procesos
de forrnaci6n del yacimiento> en general (Schiffer, 1987), ya que muchos de
estos problemas son los mismos para una amplia gama de materiales.
Durante esta fase tambidn se realizaron intentos serios por integrar los
estudios etnogr6ficos (p.28), las t6cnicas cientificas (p.32) y ciertos aspectos
de la tecnologfa (p. 29) en la corriente principal de los estudios sobre cer6-
mica. En realidad, la diversidad aparente que supone esta fase podria en-
mascarar una unificaci6n creciente, ya que poco a poco se comprueba que to-
dos estos temas est6n ligados y se apoyan entre sf. Un ejemplo excelente que
demuestra la uni6n estre estos enfoques es el estudio de la ceriimica antigua
medieval de Sandomierz (v6ase la figura 1.3) realizado por Buko (1981).
Por rlltimo, al ser cada vez m6s acuciante la necesidad de comparar los
28 r-e csRtrMrcA, sN A.neunor,ocfe

H--r-n
H] ---.H-1

Frcunn 1.3. Un enfoque alternativo a la tipolog(a propio de la fase contextual. La


familia de formas de recipientes, que incluye un conjunto de diversas formas unidas
por un conjunto comfn de atributos morfol6gicoq tecnol6gicos y decorativos. Esta
asociaci6n se repite en todos los recipientes, sea cual sea su funci6n (Buko, 1981, fig.
48y p.274).

yacimientos en lugar de limitarse a emitir informes individuales, la necesidad


de estandarizaci6n ha saltado a un primer plano. En Gran Bretafla la res-
puesta se ha producido en informes semioficiales (Young, 1980; Blake y Da-
vey, 1983); en los Estados Unidos ha provocado la aparici6n de manuales
monogri{ficos sobre cer6mica (Rice, 1987) o que inclufan el tema (Jou-
kowsky, 1980, pp. 332-401). El enfoque franc6s ha sido m6s formal (Balfet et
al., L989), siguiendo la tradici6n de Brongniart"y Franchet.

TETTAIS PARALELOS: BTNOCNETfA

El reconocimiento del valor de los estudios etnogriificos'en la interpre-


taci6n arqueol6gica y en la construcci6n de modelos es cada vez m6s amplio.
Le Grand d'Aussy (1782) fue el primero en manifestar inter6s por los usos de
la ceriimica en 6pocas hist6ricas, especialmente hacia las vasijas para comer
y beber. Los estudios etnogrdficos sistemiiticos sobre 1n sslimica indfgena
americana empezaron en la d6cada de 1880 (Cushing, 1886); en la d6cada de
HISTORIA DE LA INVESTIGACI6N SOBRE CERI.MICA 29

los aflos veinte ya se habian convertido en un estudio global sobre el proce-


so de producci6n ceriimica (Guthe, 7925; Linn6, 1925; Bwzel, 7929). Fr an-
chet (1911; v6ase la p.37) rcal:.z6 un primer intento por unificar etnografia y
arqueologia. A lo largo del siglo xx, en muchas partes del mundo se han lle-
vado a cabo estudios sobre las t6cnicas cer6micas; realuar entre ellos una se-
lecci6n para ptesentarla en este libro seria odioso. A partir de la d6cada de
los cincuenta se acentu6 la relevancia que este tipo de trabajo tiene para la
arqueologfa (Tschopik, 1950; Foster,1959: Balfet, 1965). En Europa los ar-
que6logos parecen haberse dedicado m6s a estudiar los hornos (como en
Hampe y Winter, 1962;7965). La funci6n de los informes etnogr6ficos pare-
ce haber sido la de servir de advertencia, seflalando aquellas situaciones en
las que la cer6mica no refleja acontecimientos a escala m6s amplia (Tscho-
pik, 1950; Adamg 1979) o para describir una situaci6n especifica y que casi
desaffa al arque6logo a decir si podria detectarla en el registro arqueol6gico
y c6mo hacerlo. Un buen ejemplo es el informe de Papousek (198a) sobre la
estrategia cer6mica en una situaci6n de interdependencia econ6mica en Los
Pueblos, M6xico.
Durante la fase contextual, la etnoarqueologia se desarroll6 como una
manera de utilizar la evidencia etnogr6fica para ayudar a los arque6logos a
examinar los procesos existentes entre los hallazgos excavados y las socieda-
des que los produjeron y usaron. Un problema tipico es la relaci6n entre los
conjuntos <vivos>> y <muertos>>, asf como los efectos de los indices de frag-
mentaci6n diferenciales en distintos tipos (Davis,1972; DeBoer y Lathrap,
1979). David y Henirig (1972) desafiaron la visi6n convencional del estudio
arqueol6gico de la cer6mica cuando sugirieron que la clasificaci6n arqueol6-
gica podia ser mds detallada de lo que el material garantaaba. Arnold (1985)
ha descrito todos estos estudios de forma excelente.
Aunque normalmente no se la considere una evidencia etnogrrifica, la
gran cantidad de evidencia escrita contempor6nea sobre la alfareria en los
periodos hist6ricos ha contribuido a responder preguntas derivadas de la or-
ganizaci6ny metodologfa de la producci6n ceri{mica (Le Patourel, 1968; Pea-
cock, 1982) hasta los usos finales de las vasijas (Moorhouse, L978). Tambi6n
se cree que la representaci6n de la cer6mica en el arte (v6ase la figura 1.4)
ha resultado una evidencia ritil, tanto para las fechas (uno de los primeros es-
tudios sobre la cer6mica medieval britrinica estudiaba Ia dataci6n, tal y como
reflejan las ilustraciones en manuscritos fechados; v6ase Jewitt, L878) como
para su funci6n (Jacobs y Peremans, L976).

Tnrrrns PARALELos: rncNorocie

A partir del siglo xvtr se empez6 a manifestar inter6s no tan s6lo por el
aspecto artistico de la cerdmica, sino tambi6n por la evidencia de su fabrica-
ci6n. Conyers observ6 los hornos romanos de cer6mica durante los trabajos
preparatorios para la construcci6n de la nueva catedral de San Pablo en Lon-
(,
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Frcunn 1.4. La ceriimica en el arte. Esta pintura, Campesinos jugando a Gallet en el exterior de una taberna, original de Adriaen van
Ostade, permiti6 a los arque6logos descubrir la funci6n de ciertas cerdmicas enigm6ticas de Londres Se usaban como nidos de pdjaro
/w6ase recrradro) (Stevenson. 1991: foto: Museo Britiinico).
HISTORIA DE LA INVESTIGACI6N SOBRE CERIMICA 3I

dres (Conyers, 1675; 1677) y realiz6 un informe y unos dibujos muy detalla-
dos (Marsh, 1978, p.195). A principios del siglo xrx se publicaron los hornos
de ceriimica situadoS en el valle de Nene, en el este de Inglaterra (Artis,
1,823), y durante este siglo se empezaron a excavar y publicar los extensos
yacimientos de producci6n cer6mica de Francia y Alemania (especialmente
tena sigillata) :. Montans (Rossignol, 1862), Westendorf (von Hefner, 1862),
Lezoux (Plique,1887), La Graufesenque (Hermet, 1-934)y Rheinzabern (Lu-
dowici, 1904). A finales de siglo se pudo realizar un diccionario geogr6fico de
setenta hornos de cerdmica romanos en Francia (Blanchet, 1899). Hasta la
d6cada de los setenta se sigui6 desarrollando y sistematizando el estudio de
los hornos (Musty, 1974; Swan, L984), aunque para esta fecha se hacia hinca-
pi6 en la importancia del estudio de las estructuras y funciones relacionadaq
hasta entonces bastante olvidado (Musty, 1974,p.57). El andlisis de los hor-
nos como estructuras condujo al inter6s por el proceso de cocci6n (Colton,
1939) y a series de cocciones experimentales en hornos de cer6mica (Mayes,
L96l; 1962; Coleman-Smith, 1971.; Bryant, 1977) y en hornos de aZulejos
(Greene y Johnson, 1978).
El primitivo inter6s por la propia tecnologia de las vasijas se centraba en
las cuestiones de <<alta tecnologia>, tales como la manufactura de cierta ce-
rr{mica muy fina. Brongniart (1844) analtz6 el material de la cer:lmica negra
vidriada griega, pero desgraciadamente cometi6 un error que no se corrigi6
hasta casi un siglo despu6s (Binns y Frazet,1929). El estudio de estos enfo-
ques ha proseguido con una gama de t6cnicas cientificas cad,a vez mayor
(Bimson, 1956; Matson, 1981). Los desarrollos se produjeron en otras dos di
recciones:

1. Un inter6s por la tecnologia en si misma como indicador del progreso


social (en el que la ceriimica tuvo un papel relativamente menor), represen-
tado por Scott (1954), Richter (1956) y Jope (1956).
2. Tias un primer inter6s espor6dico (Greenwell, 7877),la atenci6n se
expandi6 hacia la tecnologfa de todos los tipos de cerdmica, bajo la influen-
cia de los estudios etnogri{ficos (p. 28), iniciada quiz6s con Franchet (1911).
Este remarcable conjunto de conferencias presuponia mucho de lo que iba a
introducir Shepard (1956). Estudi6 los procesos de producci6n <primitivos>
(es decir, preindustriales), desde la selecci6n de la arcilla a la cocci6n de las va-
sijaq utilizando ani{lisis quimicos y f(sicos para responder preguntas sobre las
que se habian hecho conjeturas. Aunque hasta cierto punto sea un producto
de su tiempo (se puede observar una fuerte creencia en la evoluci6n y el
<progreso> unilineales), es un libro moderno por muchas razones y podria-
mos preguntarnos cu6l habria sido su inlluencia si se hubiese publicado en in-
gl6s Este enfoque se aceler6 a partir de los aflos cincuenta (Matson, 195L;
Weaver, 1963; Matson,1966; Van der Leeuw, L976; Howard y Morris, 1980;
Moorhouse, 1981), incluyendo el trabajo de alfareros profesionales (Rye,
1981) y el estudio de material de construcci6n de cer6mica (Drury 1981).
Conforme se investigaba cada vez m6s la tecnologia en su contexto social, se
32 LA cERiMrcA EN AReuEoLocfA

prest6 m6s atenci6n a los procesos que aportan u obstaculizan el cambio


(Nicklin, 797 1; Blake, 1980; Orton, 1985b).

Los m6todos cienfficos han desempeflado un papel cadavezm6s impor-


tante en el estudio de la fabricaci6n de cerdmica arqueol6gica. Se demostr6
que el an6lisis de l6minas delgadas podia indicar diferencias t6cnicas (por
ejemplo, modelado manual o a torno, Hodgeq 1962) y m6s tarde se utiliza-
ron los rayos X con el mismo propdsito (Rye, 1977). Se utiliz6la expansi6n
termal para estimar la temperatura de cocci6n (Roberts, 1963) y los experi-
mentos realizados con microscopio de barrido de electrones (SEM) (Tite y
Maniatig 1975) han demostrado que puede contribuir a responder una am-
plia gama de preguntas sobre tecnologia.

Thuns pARALELos: u6rooos crENTfrrcos

En tres i{reas de los estudios de ceriimica --dataci6n, estudios sobre la


procedencia y estudio de la funci6n- han tenido mucha importancia las t6c-
nicas cientificas. Tambi6n han contribuido al estudio de los procesos de for-
maci6n de los yacimientos y en el estudio de la tecnologfa y fabricaci6n de la
cer6mica (p. 31). La extensa lista de t6cnicas procurada por Blake y Davey
(1983, pp.13-22) muestra el grado en el que han influido por lo menos en la
teoriay, en parte tambi6n, en la prdctica.

Datacidn

La cer6mica tan s6lo particip6 de forma marginal en la <<revoluci6n del


radiocarbono> que tuvo lugar en los aflos cincuenta y sesenta, ya que muy ra-
ramente inclufa un componente org6nico que permitiese establecer la fecha
recurriendo a su contenido en C1a. Sin embargo, Evans y Meggers (1962) re-
conocieron el potencial para extraer restos de inclusiones orgilnicas (como
el carb6n vegetal) en cerdmicas cocidas a baja temperatura; este enfoque ha
seguido siendo muy ritil dentro de sus limitadas circunstancias (por ejemplo,
la dataci6n del desgrasante de c6scaras de anoz en la cerdmica thai, Glover,
1990, p. 155).
Para encontrar una t6cnica adecuada para fechar una amplia gama de
material cer6mico hemos de esperar hasta la llegada de la termoluminiscen-
cia (TL) a finales de los aflos cincuenta (Kennedy y Knopff, 1960; Tite y Wai-
ne, L961). El desarrollo de la aplicaci6n del m6todo TL en Oxford alacer6-
mica es la historia de la constante superaci6n de toda una serie de obstilculos
(Fleming, L966; L970;1979). Las exigencias que planteaba a las t6cnicas de
excavaci6n suscitaron m6s problemas. Una t6cnica miis reciente, la luminis-
cencia estimulada 6pticamente (OSL) (Huntley et a1.,1985),podria reempla-
zarla an el tiempo. Aitken (1990) nos da una excelente descripci6n de am-
HISTORIA DE LA INVESTIGACI6N SOBRE CER{MICA 33

bas t6cnicas. Folgheraiter sugiri6 en 1899 el uso de remanentes magn6ticos


para dataci6n, pero su aplicaci6n requiere demasiados supuestos para resul-
tar ritil (Aitken, 1958).

Esndios de procedencia

La idea de que se podria obtener informaci6n sobre el lugar de proce-


dencia de la cerdmica estudiando las propiedades'fisicas o quimicas de la ar-
cilla o del desgrasante, apareci6 hace casi un siglo, pero tuvo que sobrellevar
un largo perfodo de gestaci6n antes de que en los aflos sesenta aflorase un
conjunto ftil de t6cnicas. Esto se debi6 seguramente a la creencia prevalen-
te en que no se comerciaba con la cer6mica grosera, por lo que tenfa que fa-
bricarse localmente; por el contrario, las fuentes de procedencia de las cer6-
micas de calidad quedaban mejor determinadas por otros m6todoq por
ejemplo el an6lisis estilistico.
Las primeras t6cnicas que se usaron fueron las petrogr6ficas, prestando
m6s atenci6n al relleno que a la arcilla: l6minas delgadas (Bampg 1883), m6-
todos gravim6tricos (Jenkins, 1908) y el an6lisis de minerales pesados (Oa-
kley, 1933). Aunque alcanzaron sus ojetivos, los dos tiltimos no obtuvieron
6xito alguno ya que requerian mucho tiempo para su an6lisis. Sin embargo,
Peacock (1967) recomend6 el ani{lisis de minerales pesados para responder
a cuestiones muy especifrcas La ruptura se produjo en la d6cada de los trein-
ta, con la aplicaci6n a gran escala realizada por Shepard del an6lisis de ld-
minas delgadas para descubrir los origenes de la cerdmica vidriada de Rio
Grande (Shepard, 1942), qure demostraba las largas distancias a las que lle-
gaba a comerciarse la ceriimica comrin. El an6lisis de l6minas delgadas em-
pez6 a hacerse popular durante los aflos treinta en Norteam6rica (Gladwin,
7937), en Gran Bretafla (Liddell, 1932, p. L75) y en la Europa continental
(Obenauer, 1936).
Las t6cnicas de an6lisis de la composici6n cerdmica llegaron m6s tarde y
se han mostrado muy ftiles especialmente para discriminar entre tipos (asig-
nando cer6mica <nueva)) a uno de dos o m6s grupos ..conocidos>). Drier
(1939) utiliz6 la espectroscopia por difracci6n de rayos X (XRD) sin llegar a
conclusi6n alguna, pero aparentemente Young y Whitmore (1957) obtuvie-
ron 6xito y sugirieron tambi6n el uso de la espectroscopfa por fluorescencia
de rayos X (XRF). El6xito de la XRF en el an6lisis de la cerdmica minoica
y mic6nica (Catling et al.,l96l) le hizo ganar importancia sobre la XRD,la
cual, sin embargo, era recomendable de cara a su uso en cer6micas cocidas a
altas temperaturas como las porcelanas y el gres (Bimson, 1969). Otro resul-
tado de este fructifero periodo fue el an6lisis de activaci6n de neutrones
(NAA), el primero utilizado paru analaar cerdmicas mediterr6neas (Sayre y
Dobson, 1957), y posteriormente aplicado al estudio de cer6micas mesoame-
ricanas (Sayre et a1.,7958) y terra sigillata (Emeleus, L960). Otras t6cnicas de
este mismo grupo son la espectroscopfa por emisi6n 6ptica (OES), utilizada
34 LA cER{MrcA EN AReuEoLociA

primero enlos mortaria de 6poca romana (Richards, 1959) y posteriormente


en la cerdmica mic6nica y minoica (Catling et a1.,1963), y la espectroscopfa
por absorci6n at6mica (AAS) (Hughes et a1.,1976). La t6cnica m6s reciente
de esta famita es la espectroscopfa por emisi6n de plasma inducido (ICP)
(Hart y Adams, 1983). La utilidad de las t6cnicas composicionales ha sido re-
visada regularmente (Millett y Catling, 7967; Peacock, L970; Wilson, 1978;
Bishop et al-,19%)). Las primeras revisiones se concentraban en la introduc-
ci6n y explicaci6n de las nuevas tdcnicaq mientras que las posteriores se han
concentrado en los problemas que presenta una disciplina en proceso de ma-
duraci6n, tales como la capacidad de establecer comparaciones entre distin-
tas fuentes de datos.

Esrudios funcionales

El primer intento de estudiar la funci6n de los recipientes cer6micos se


bas6 en la idea de que esa funci6n estaba vinculada al nombre original que
recibfa la forma. El primer intento conocido (Bai[ 1536) result6 err6neo,
pero a lo largo de los siglos se mantuvo la tradici6n de utilizar dichos t6rmi-
nog especialmente para la cer:imica cl6sica --<lla, lagena, por ejemplo-,
pero tambi6n para la cer6mica posmedieval brit6nica (por ejemplo, tyg; vda-
se Celoria y Kelly, 1973,p.15). Durante un tiempo pareci6 que establecer pa-
ralelos etnogrrificos estaba fuera de lugar (p. 28), pero algunos estudios han
demostrado que formas muy similares pueden tener funciones muy distintas
(Miller, 1985). Se han sugerido cuatro formas de progreso: .

1. Examinar las asociaciones de los tipos de ceriimica con otros mate-


riales del mismo horizonte estratigr6fico en el que se encontr6 (Millett,
1979a); trataremos este tema en el capitulo 13.
2. Examinar los residuos del contenido original o del tratamiento de la
superficie. Uno de los primeros ejemplos es de Van Bastelaar (1877), quien
encontr6 sesenta citas de escritores latinos sobre barnices orgiinicos
-brea,
aceite, cera, etc.- en la cerdmica e intent6 verificarlos de forma experimen-
tal. Moorhouse (1986, pp. 110-111) presenta una reciente revisi6n del estudio
de residuos visibles. El uso de la cromatografia de gases para identificar los
residuos extraidos de la misma textura supone un nuevo avance (Evans,
1983-1984).
3. Examinar las propiedades fisicas de las pastas cer6micas para valorar
su adecuaci6n a las distintas funcioneg como por ejemplo cocinar (Steponai-
tis, L984; Bronitsky y Hamer, 1986).
4. Examinar huellas de uso en las vasijas (Griffiths, 1978; Hally, 1983) y
de hollftr tanto en el interior como en el exterior (Moorhouse, 1986, pp. 108-
110).
HISTORIA DE LA INVESTIGACI6N SOBRE CER.6.MICA 35

TEues PARALELos : cuemrrc^q.cr6N

Aqui utilizarembs el t6rmino <<cuantificaci6n>> en un sentido preciso y


restrictivo para expresar la cantidad de cada tipo de cerdmica en un conjun-
to, con el fin de poder describirlo segfn las proporciones de cada uno de los
tipos presentes. Como concepto, pertenece a la fase <tipol6gico, constitu-
yendo la tdcnica por excelencia de seriaci6n de los conjuntos de cer6mica
(excepto los basados en la presencia o ausencia de tipos, aunque este enfo-
que se aplica s6lo a los conjuntos funerarios). Ahora bien, el estudio de las
cantidades se limitaba a los fragmentos, por lo que se reducfa a contar trozos
de cerdmica, y los an6lisis se basaban en la seriaci6n de los porcentajes de
fragmentos en los conjuntos.
Durante la fase contextual surgi6la idea de que tambi6n podrian resul-
tar apropiadas otras formas de medir la cantidad de cerrimica. La primera al-
ternativa fue el peso (Gifford, 195L), seguida por el nfmero de vasijas repre-
sentadas (Burgh, 1959), los equivalentes de vasijas (se puede encontrar esta
idea en Bloice, t977,y en Egloft 1973; el t6rmino fue acuflado por Orton,
1975; consultar mds adelante para su definici6n), el 6rea de la superficie
(Glover, 1972, pp.93-96; Hulth6n,1974) y el volumen de desplazamiento
(Hinton, 1977).Los dos riltimos son muy similares al.peso y no requieren ex-
plicaci6n; el t6rmino <<equivalentes de vasijas> puede resultar menos familiar.
Parte de la idea de que todo fragmento es una deterrrinada proporci6n de
una vasija entera. En teor(a podemos asignar estas proporciones a los frag-
mentos como si fuese una <puntuaci6n> y sumarlos para encontrar la canti-
dad total de un tipo. Como una vasija entera tiene un valor 1, podemos decir
que un conjunto de fragmentos con un valor total .r es equivalente a x vasi-
jas (x no suele ser un nfmero entero). En la prr{ctica no suele ser posible
asignar un punto a cada fragmento, por lo que nos vemos restringidos a frag-
mentos muy especificos, como los bordes, cuya medida en t6rminos de la pro-
porci6n de algrin entero (en este caso un borde completo) puede medirse.
Como estamos realizando un muestreo de los fraqmentos medibles en un
conjunto, nos referimos al equivalente de vasija <<estimado> (abreviado como
eve).Este concepto ha sido mal comprendido en algunas ocasiones y lo ex-
plicaremos con m6s detalle en el capitulo 13, p. L95.
Al proponerse tantas formas distintas de medir la cantidad de cer6micas
en un conjunto, ha habido intentos de compararlas entre sf (Baumhoff y Hei-
zer,1959; Solheim, 1960). Al comparar las frecuencias de fragmentos, peso y
drea de superficie, Glover (7972,p.96) concluy6 que <<cualquiera de ellas po-
dria resultar una medida de frecuencia bastante exacta>>. Hinton (1977) com-
par6 las frecuencias de fragmentog las frecuencias de fragmentos de borde,
el peso y elilreade superficie apuntando que el peso era la miis r6pida de cal-
cular, pero que probablemente la medida mds exacta era la frecuencia de
fragmentos, aunque no queda claro si del borde o de la vasija completa. Mi-
llett (1979b) compar6 la frecuencia de fragmentos, el peso, el peso ajustado
(una estimaci6n del 6rea de superficie) y el nfmero minimo de vasijas; lleg6
36 LA cER(MrcA EN AReuEoLocfA

a la conclusi6n de que todas eran altamente correlativag pero que, por ruzo-
nes pr6cticas, el peso era probablemente la mejor. Chase (1985) examin6 ex-
perimentalmente las relaciones entre la frecuencia de fragmentos y vasijag
pero no tuvo en cuenta que los conjuntos excavados estaban incompletos Se
puede seguir el desarrollo de nuestro punto de vista en una serie de articulos
(Orton, 1975;Orton,7982; Orton y Tlers, 1990). Estos estudios han dejado
de lado la frecuencia de fragmentos y el nfmero de vasijas por considerarlos
mediatizados. Siempre y cuando sea practicable sugerimos calcular los eve,
con el peso como una medida respetable pero menos dtil. Presentaremos es-
tos argumentos en el capftulo 13.
Otra cuesti6n que se ha planteado es que dos medidas juntas dan m6s in-
formaci6n que las dos por separado. Solheim (1960) lo constat6 por primera
vez al estudiar lh frecuencia y el peso; su investigaci6n fue desarrollada por
Bradley y Fulford (1980), Orton (1985a) y Schiffer (7987,p.282). Estos en-
foques resultan especialmente ritiles al estudiar los procesos de formaci6n de
los yacimientos (p. 27),
Por riltimq se puede advertir un inter6s creciente en integrar la cer4mi-
ca en el andlisis mds amplio de los conjuntos. Este enfoque depende de la na-
lu:raleza de los otros hallazgos y del modo en que han sido registradog ya sea
en masa (por ejemplo, los huesos) o individualmente (como los <<pequeflos
hallazgos"). El primero fue abordado por Vince (1977),pero el segundo tuvo
que esperar hasta la t6cnica que hemos denominado partes de pie (Tyers y
Orton, 1991; v6ase el capitulo 13). Este ha de ser el pr6ximo paso en los es-
tudios de ceri{mica: una vez integrados los distintos aspectos de los estudios
de cerdmica en la <<fase contextuab> (1960-1990 y m6s adelante), ahora hay
que empezar a integrarlos dentro del campo mi{s amplio de los conjuntos glo-
bales de hallazgos.
2. EL POTENCIAL DE LA CERAMICA
COMO EVIDENCIA
ARQUEOL6GICA
Osmrrvos

Los objetivos de este capitulo son observar los usos arqueol6gicos de la


ceriimica en las distintas fases de estudio descritas en el capitulo 1, para ver
cuales han soportado el paso del tiempo. De este modo el lector ir6 avan-
zarrdo poco a poco hacia los capitulos en los que se tratar6n estos temas con
m6s detalle (Tercera parte), proporcionando una racionalizaci6n general a
los enfoques pr6cticos descritos en la Segunda parte. Naturalmente que no
todos los conjuntog ni siquiera todos los yacimientog nos aportar6n eviden-
cias de las t6cnicas que describiremos m6s adelante.
Se necesita habilidad para conocer el tipo de preguntas que se le pueden
hacer a un grupo de cer6mica en particular; esto se aprende mejor (quiz6s so-
Iamente) con la experiencia, pero esperamos que las cuestiones te6ricas de la
Tercera parte ayudar6n al lector a evitar los dos riesgos gemelos: la falta de
interpretaci6n y el exceso de la misma. No deja de ser cierto que cuando se
excava y se registra la ceri{mica no conocemos todas las preguntas que pro-
bablemente haremos y, pol eso, mantener una <<pr6ctica est6ndar correctD>
para registrar y describir conjuntos cer6micos resulta muy [til, aunque pue-
de ser ampliada con informaci6n adicional que responda a necesidades espe-
ciales Esperamos aportar estas ideas en la Segunda parte, sin provocar en el
lector la sensaci6n claustrof6bica de un sistema fijo y rigido para todo tiem-
po y lugar. Antes de empezar deberfamos aclatar que por el mero hecho de
que una idea pertenezca a\ta fase de estudio o paradigma anterior, no sig-
nifica que no sea rltil al arque6logo de hoy en dfa'

Les <rnEs GRANDES>: EvIDENCIAS soBRE DArAct6N, cournclo


y ruxcr6x o EsrArus

Si pregunt6semos por sorpresa a un arque6logo para qu6 utiliza la cet6-


mica (o por qu6 la conserva y no la tira al mont6n de escombros), segura-
38 LA cERr(MICA EN AReuEoLocfA

mente responderia que porque suministra <<evidencias para la dataci6n>. Si


tiene m6s tiempo o se lo preguntamos a alguien que haya trabajado con ce-
rdmica o, al menos, haya leido sobre ella, seguramente responderia que la ce-
rdmica de una excavaci6n arqueol6gica puede proporcionar tres tipos de in-
formaci6n:

1. Evidencia parala dataci6n.


2. Evidencia distribucional, por ejemplo relativa al comercio.
3. Evidencia para la funcion y/o estatus.

Estas afirmaciones se basan en el hecho obvio de que cada vasija esta-


ba 1) hecha o usada en un momento determinado; 2) hecha en un lugar
determinado; y 3) utilizada para un prop6sito o prop6sitos determinados.
Lo interesante es cuanto podemos entresacar sobre el cu6ndo, d6nde y para
qu6 a partir de un puflado de fragmentos mudos. Estudiaremos con detalle
estas cuestiones en los capitulos 14, 1,5 y 1.6 respectivamente. Hasta cierto
punto, estas cuestiones hacen surgir otras m6s b6sicas: c6mo se hacia una
vasija; de qu6 estaba hecha y qu6 forma tenia. Abordaremos estas cuestio-
nes en los capitulos 10, 11 y L2 respectivamente. En el capitulo 13 estable-
ceremos la teorfa que necesitamos para poder describir, discutir y compa-
rar los conjuntos m6s que las vasijas individuales y, por fltimo, en el
capitulo 17 observaremos lo que les puede ocurrir a las vasijas al acabar su
vida ritil, los problemas que esto puede causar y la informaci6n que puede
aportar al arque6logo. Pero empecemos primero con cada uno de nuestros
<<tres grandes usos>>.

La cerdmica como evidencia para la dataci6n

Las vasijas varian. A pesar de lo que dijo Solon (1910;v6ase lap.2l),la


cerdmica no pefinanece estacionaria. En cualquier yacimiento, las vasijas uti-
lizadas varian a lo largo del tiempo, segrin el proceso de trabajo que tuvo lu-
gar en su fabricaci6n, la materia de la que estaban hechas, para qu6 fueron
utilizadas, d6nde fueron hechas y por qui6n fueron producidas. Estas dife-
rencias pueden reflejarse en la pasta, la forma, la tecnologfa y la decoraci6n
de los fragmentos excavados en diferentes contextos.
A nivel empirico podemos construir un cuadro de c6mo varfan estos as-
pectos estudiando la coexistencia de tipos o caracteristicas diferentes en con-
textos distintos; esto se conoce como seriaci6n (p.21,5) y nos permite crear
una secuencia ordenada de fechas relativas. Para suministrar dataciones ab-
solutas necesitamos encontrar <<puntos fijos> en la secuencia, usando otras
fuentes de evidencias, como las documentales (incluyendo monedas, que son
un tipo especial de documento) (p. 211) o los resultados de t6cnicas cientifi-
cas, que normalmente se aplican a un material distinto de la cer6mica (por
ejemplo, el C1a o la dendrocronologia). Toda esa informaCi6n ha de relacio-
LA CEK(MICA COMO EVIDENCIA ARQUEOL6GICA 39

narse muy cuidadosamente con la secuencia de la cerdmica (p.275); segura-


mente habrd de hacerse una interpolaci6n entre los puntos fijos.
A un nivel m6s te,6rico, quiz6s podamos observar tendencias de desarro-
llo dentro de dichas secuencias En los primeros dias de la fase tipol6gica, se
solia ordenar el material segtin supuestas tendencias de desarrollo, a las que
se daba un significado cronol6gico. Generalmente se consideraba a estas ten-
dencias como <mejoras>> o <<aumentos de la complejidad ligadas a la creen-
cia en el <<progreso>> propia del siglo xm y principios del xx. Hoy en dia que-
da claro que la fabricaci6n de ceri{mica en circunstancias externas estables no
<<mejora>> autom6ticamente (lo que quiera que esto signifique). Un ejemplo
bien conocido es la historia de las sucesivas industrias de terra sigillata enla
Galia romana: Galia meridional, Galia central y Galia oriental (vdase Johns,
1977). Dentro de cada industria se observa una tendencia hacia la p6rdida
progresiva de calidad de las cer6micaq de forma que a <principios del siglo
n, la cerdmica sudg6lica se habfa vuelto pobre y poco atractivo (Johng L977,
p.23). Las <<exportaciones [de cerilmica procedente de la Galia central] fina-
lf;za:n a finales del siglo u, si bien sigue habiendo terra sigillata de baja calidad
[en la Galia central] en el siglo ru" (p. 25). <El estiindar [de la cer6mica pro-
cedente de la Galia del este] declin6 de forma constante hasta ... que se hace
m6s grosera y primitiva" (p.26). Si este cuadro se mira desde una perspecti-
va m6s amplia, describe una decadencia a largo plazo (durante por lo menos
200 aflos), puntuado por estallidos de mejoras cuando un 6rea rival toma el
papel del exportador principal.
Incluso aunque pueda establecerse una secuencia de desarrollo, no exis-
te la garantia de que el progreso sea constante. La reciente aplicaci6n de la
teoria de la catdstrofe (Renfrew y Cooke, 1979) muestra c6mo cambios re-
pentinog provocados por factores externos aparentemente menores, pueden
delimitar largos periodos de estabilidad relativa. Un ejemplo de este tipo de
cambio (en este caso una an6strofe o cat6strofe <positivo) es la <<explosi6n>
de la industria de la cer6mica de barniz negro (BB1) en la Britania romana
alrededor del aflo 120 d.C. (v6ase Farrar, 1973;Peacock,1982, p. 85).Hasta
esta fecha la BB1 era una industria puramente local en el centro-sur de In-
glaterra, que producfa cerdmica hecha a mano cocida en hornos simples si-
guiendo una tradici6n anterior por lo menos en 100 aflos a la Edad del Hie-
rro tardia prerromana. TLas esta fecha, la BB1 se encuentra en grandes
cantidades tanto en yacimientos civiles como militares a trav6s de casi toda
la Britania romana, llegando en su extremo norte hasta el Muro de Adriano
(a 500 km de su lugar de procedencia). A pesar de que la artesanfa del torno
copi6 masivamente sus formas (las industrias de BB2),la BBl. permaneci6 en
la tradici6n manual y de hecho sobrevivi6 a sus competidores mds sofistica-
dos.
No deberfamos desestimar el posible papel del innovador aislado. Este
papel puede verse claramente en casos documentados hist6ricamente, como
la contribuci6n del pintor And6cides en la introducci6n de la cer6mica de fi-
guras rojas en Atenas durante el siglo u a.C. (Boardman, 1975,p.15); un he-
40 LA cER(MrcA BN AReuEoLociA

cho como este hubiera sido mucho m6s dificil de identificar en situaciones sin
documentar. Hasta qu6 punto los innovadores forman parte de su entorno
social y hasta qu6 punto permanecen apatte, es una cuesti6n espinosa.
Por fltimo, queda la interesante cuesti6n de lo precisas que pueden ser
las fechas proporcionadas por el estudio de la cer6mica. Si pudi6semos esta-
blecer con precisi6n un limite te6rico, en circunstancias ideales (equiparable
al t ligado a las dataciones de C1a), podriamos llegar a saber qu6 cuestiones
cronol6gicas han de ser resueltas a partir de la evidencia cer6mica y cuales
no, evitdndonos la angustia de plantear preguntas que no pueden ser contes-
tadas. En otro orden de cosaq se han publicado bastantes investigaciones so-
bre la duraci6n de distintos tipos de cerdmica (p. B\ y a esta fuente de in-
certidumbre debemos afladir la incertidumbre sobre la fecha de fabricaci6n.
El estudio conjunto de estos dos factores parala cer6mica brit6nica romana
de los siglos r y u (considerados uno de los periodos mejor datados) ha suge-
rido un margen minimo de error de veinte a treinta aflos, que ha de aplicar-
se a cualquier vasija. Dicho margen aplicado a un conjunto decrece al au-
mentar la cantidad de cerdmica (Orton y Orton, 1975). Parece que cuanto
mejor se date un tipo, mayor ser6la duraci6n de vasijas de ese tipo, de for-
ma que el margen general de duda sigue siendo el mismo: una especie de
analogfa cronol6gica del principio de incertidumbre en la fisica o de la ley
de Murphy en la vida diaria.

La cerdrnica como evidencia del comercio

Las vasijas tambidn se mueven. Pueden fabricarse en un centro de pro-


ducci6n y comerciarse a una distancia mayor o menor: pueden servir de con-
tenedores de vino, de comestibles (por ejemplo, sardinas; v6ase Wheeler y
Locker, 1985), de combustible (como aceite; v6ase Moorhouse, 1.978, p. 115)
u otro material (por ejemplo, mercurio; v6ase Foster,1963, p. 80), pueden in-
tercambiarse para regalo o ser trafdas de regreso como recuerdo de viajes
(Davey y Hodgeg 1983, p. 10). La evidencia documental nos explica algunos
aspectos inesperados de ese <<comercio>>; tal y como se lee en el fragmento de
una carta de John a Margaret Paston fechada etl479: <<Te complacer6 saber
que te envio ... tres vasijas de melaza de G6nova, como me jw6 mi farmac6u-
tico, y que adem6s no se han abierto nunca desde que salieron de G6nova>
(Davis, 1971, p. 512). La distribuci6n geogrdfica de las vasijas contiene po-
tencialmente mucha informaci6n, pero para tener acceso a ella hemos de po-
der identificar el lugar de origen de cada vasija en particular. Generalmente
esto implicar6 el estudio de la pasta y de las inclusiones en las cer6micas
(v6ase la p. 159).
Existe una gran variedad de enfoques a este respecto, desde la observa-
ci6n puramente visual sin m6s equipo que un microscopio binocular de baja
graduaci6n, hasta las fltimas t6cnicas cientificas para el an6lisis fisico y quf-
mico (p. 165). Se necesita una cuidadosa interacci6n entre ambos tipos de es-
LA CEk(MICA COMO EVIDENCIA ARQUEOL6GICA 41

tudio. Algunas cuestiones (por ejemplo, la brisqueda del posible lugar de pro-
cedencia de la arcilla determinando si sus componentes proceden o no de de-
p6sitos sedimentarios) pueden requerir t6cnicas muy sofisticadas, pero, debi-
do al coste financiero de estos anr{lisiq se usan tan s6lo en una pequeffa
proporci6n del conjunto de cerdmicas excavadas Los usos que se pueden dar
a estas t6cnicas'son muy distintos; aparte de los obvios de buscar el lugar de
origen de la arcilla o del desgrasante, existen tambi6n cuestiones tecnol6gi-
cas que pueden encontrar respuesta.
Resulta tentador relacionar formas caracteristicas con su fuente, si es co-
nocida, pero esto puede inducir a error, ya que en muchos perfodos se co-
piaron formas de un centro de producci6n a otro. De hecho, el mismo 6xito
de los productos de un centro puede conducir a que se copien formas deter-
minadas en otros centros. Por eso es importante que los arque6logos que ex-
caven centros de producci6n sean capaces de caractet'aar estos productos de
forma que puedan ser identificados f6cilmente en cualquier otra parte. De-
safortunadamente, las ingentes cantidades de desperdicios generadas en la
Antigiiedad por el mismo prooeso de producci6n de la cerdmica pueden con-
fundir f6cilmente al excavador, retrasando o incluso impidiendo la difusi6n
de informaci6n importante.
Si somos capaces de identificar las fuentes de la mayor parte de la cer6-
mica de un yacimiento, hemos de tener en cuenta la forma en que modos de
distribuci6n diferentes pueden afectar las proporciones de ceriimica de fuen-
tes diferentes en este yacimiento y sus vecinos (v6ase la figura 2.1). Para este
tipo de an6lisis no podemos estudiar los yacimientos de forma aislada. Nece-
sitamos construir o encontrar modelos para la distribuci6n de modos distin-
tos (por ejemplo, mediante mercados locales, buhoneros o consumidores que
recogen los recipientes directamente en el taller de producci6n, centros de-
dicados a suministrar un yacimiento en particular, etc.) y compararlos con
nuestros datos Esto se sitfa en el campo del an6lisis espacial (Hodder y Or-
ton,l976; v6ase tambi6n Hietala, 19&l) que est6 basado en la teoria geogr6-
fica, pero para el que la arqueologia genera sus propios problemas, como las
densidades diferenciales en el trabajo de campo debidas a las preferencias de
los arque6logos (Hodder y Orton, 1976,pp.2L-24).
Se tiende a creer que estos estudios s6lo son relevantes en lo que res-
pecta a cer6micas de calidad y que durante muchos periodos y lugares la ce-
riimica comfn se ha mantenido, de hecho, <<estacionariu geogrdfica, si no
cronol6gicamente. Esta posici6n empez6 a venirse abajo a partir del trabajo
de Shepard sobre la cer6mica de Rfo Grande durante los aflos treinta (She-
pard,1942; v6ase p. 33), qud demostr6 que la cer6mica comtln puede trasla-
darse a trav€s de distancias increiblemente grandes. Poco a poco se van co-
nociendo m6s y m6s ejemplos de ceriimica de uso corriente que viaj6 a trav6s
de grandes distancias (Peacock, 1988; Stantley et a\.,1989, y muchos otros).
Si nos quitamos las anteojeras y estudiamos la cer6mica a una escala m6s am-
plia, podremos esperar descubrir mucho m6s.
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Frcuu 2.1. Diagrama que muestra las proporciones de cerdmica procedente de los hornos de Alice Holt y encontrada en diferentes
yacimientos del sureste de Inglaterra, durante el periodo 270-420 d.C. (Lyne y Jefferies, 7979,fig.47).La sombra negra en los signos
indica la proporci6n de cer6mica de Alice Holt en cada yacimiento. EI horno aparece seflalado por rombos
LA CER(MICA COMO EVIDENCIA ARQUEOL6GICA 43

La cerdmica como evidencia para la funci6n o estatus

Generalmente sd la considera el miembro m6s desatentido de nuestras


<<tres grandes cuestiones" (por ejemplo, para Fulford y Huddleston, 1991,
p. 6). Esto puede deberse a que es m6s dificil obtener informaci5n sobre la
funci6n de una vasija que sobre su fuente, y al supuesto que pequeflas dife-
rencias en las caracteristicas visibles reflejan grandes variaciones en la fun-
ci6n (v6ase Miller, 1985), o bien porque los arque6logos creen que se debe
obtener esta informaci6n de otras fuentes de evidencia (por ejemplo, estruc-
tural) o simplemente porque no se preguntan estas cuestiones. Razones mils
profundas son:

1. Las proporciones relativamente pequeflas de cer6mica encontradas


en contextos <<primarios> (v6ase la p.278). Preguntarse la funci6n de, por
ejemplo, el vertedero de una ciudad resulta trivial o carece de sentido.
2. La necesidad de trabajar a nivel de todo el conjunto m6s que sobre
cada vasija en concreto, ya que no podemos asumir que todas las vasijas de
un conjunto tuvieran funciones id6nticas. De hecho; una funci6n determina-
da puede requerir mds de una forma para cumplirla: un ejemplo bien simple
son las vasijas y tapaderas para uso culinario.

De todos modos, la informaci6n ftil sobre la idoneidad de una vasija


pararealizat ciertas funciones puede obtenerse a partir del estudio de su for-
ma y caracteristicas ffsicas (p.246), aunque no podamos decir si se utilizaba
una vasija con la finalidad aparentemente m6s apropiada: en ocasiones, las
consideraciones tecnol6gicas pueden superar a las pri4cticas Por otro lado,
las vasijan pueden tener caracter(sticas irrelevantes o que vayan en detri
mento de su prop6sito o fabricaci6n, pero que est6n presentes al ser rele-
vantes en los prototipos hechos de material diferente, por ejemplo, de metal.
A las vasijas que posean dichas caracteristicas se las denomina skeumorfas.
Encontramos un buen ejemplo en la cerdmica holandesa del siglo xv: los pri-
meros intentos de copiar calderos de bronce los imitaban hasta el riltimo de-
talle, inclusive la forma angular del asa (v6ase la figura 2.Z).Esta forma tie-
ne mucho sentido hecha en bronce, pero es una fuente de debilidad parala
cer6mica, ya que, de hecho, este tipo de asas no pueden sostener todo el peso
de la vasija (Ruempol y Van Dongen, 1991, p.76),
Establecer la funci6n de una vasija en particular puede conducir a ideas
sobre Ia funci6n o funciones de un yacimiento o de las diferentes partes del
mismo, aunque naturalmente tambi6n se deberr{n tomar en cuenta otras evi-
dencias (por ejemplo, estructuras y otras clases de hallazgos). Desde nuestro
punto de vista, deberfamos enfocarlo comparando las composiciones de los
conjuntos relacionados con distintos yacimientos o partes de yacimientos (es
decir, comparando las proporciones de tipos funcionales diferentes en esos
conjuntos). En el caso ideal, que hoy en dfa es posible gracias a los recientes
avances estadfsticos (p.797), se deben tomar en cuenta los conjuntos de todo
44 LA CER{MICA EN ARQUEoLoGfA

Frcuna 2.2. Caldero de bronce del siglo xv procedente de Holanda (izquierda) y su


copia en terracota, tambi6n del siglo xv y procedente de Holanda (derecha) (fotos:
Museo Boymans-van Beuningen, Rotterdam).

tipo de artefactos (no tan solo de cerdmica). Presentaremos un estudio de


caso cuando estudiemos la cuantificaci6n de los conjuntos (p. 204); Ciolek-
Torillo (1984) nos proporciona un ejemplo anterior en su clasificaci6n de las
habitaciones de los indigenas Pueblo del yacimiento de Grasshopper en seis
clases correspondientes a las actividades dom6sticas de fabricaci6n, almace-
namiento y procesamiento de la comida y sus combinaciones, bas6ndose en
las composiciones de los conjuntos encontrados en las distintas habitaciones.
El estatus quizds sea menos accesible que la funci6,n. Un problema muy
concreto, que a menudo ha sido infravalorado, radica en el hecho de que la
cer6mica tan s6lo es uno de los muchos materiales que se pueden tttlizar
para cumplir unas funciones determinadas. Posiblemente haya otros mate-
riales que sean menos visibles en el registro arqueol5gico, ya sea porque se
reciclaron (el vidrio o el metal), ya sea porque se hayan degradado con ma-
yor facilidad (por ejemplo, la piel o la lana). Es posible que el estatus se re-
fleje m6s por la elecci6n del material que por las variaciones dentro de un
mismo material, y esto puede variar de una forma a otra. Por ejemplo, Dyer
(7982, p.39), al discutir la industria de la ceriimica medieval tardia brit6nica,
contrasta el uso extendido del metal (lat6n) para los cacharros de la cocina
con el uso muy restringido de los jarros de metal. Esto significa que la pre-
sencia de un jarro de cer6mica de alta calidad no implica un yacimiento con
un estatus m6s elevado, debido al hecho de que, en el nivel m6s elevado, los
jarros suelen ser de metal y no de cer6mica. Por otro lado, la presencia de un
cacharro de cocina hecho en metal (en el caso poco probable de que lo re-
cuperemos) tampoco indica el estatus. La competencia de otros materiales
puede venir tanto desde arriba como desde abajo: Dyer seflala que el gran
aumento de las tazas, platos y cuencos de cer6mica al final del periodo me-
dieval indica que los alfareros entran en un mercado anteriormente domina-
LA CER;,MICA COMO EVIDENCIA ARQUEOL6GICA 45

do por las vasijaS de madera, y no que se produzca un cambio total de la fun-


ci6n de los utensilios dom6sticos. Puede que esto se debiera a un cambio en
los niveles de los prdcios relativos (Moorhouse,1979, p.54).

Ma.Nurecruxa v rpcuor,ocfe

La curiosidad por c6mo se hacen y c6mo funcionan las cosas parece ser
una parte inherente al ser humano, tal y como demostrarfa la continua po-
pularidad que obtienen libros del tipo <<C6mo funcionu. Pero la curiosidad
sola no es una justificaci6n suficiente del esfuerzo hecho por los investigado-
res de la cer6mica arqueol6gica a la hora de estudiar los detalles de la fabri-
caci6n de la cer6mica excavada. Hemos visto (p. 3L) c6mo las antiguas ideas
sobre el progreso tecnol6gico dejaban lugar a otra concepci6n basada en un
mosaico de t6cnicas y detalles de producci6n diferentes. De ahi que podamos
preguntarnos afn: <iQu6 podemos esperar aprender todavfa de la tecnolo-
gia de una vasija?>.
En primer lugar, nos puede ayudar a caracteitzar los productos de deter-
minados yacimientos. Los detalles idiosincr6ticos suelen ser m6s rftiles que las
caracteristicas m5s generales pero m6s f6cilmente copiadas. Como ejemplo
podemos comparar jarros medievales tardios procedentes de centros de pro-
ducci6n de Francia y el sur de Inglaterra. Aunque las formas y especialmente
la decoraci6n puedan ser muy similares (los artesanos del 6rea de Londres y
de otras partes copiaron algunos estilos franceses), existen rasgos t6cnicos que
pueden diagnosticar la forma en que se hacen las asas y los picos. Las asas de
los jarros ingleseg ya fuesen de secci6n redondeada o plana, se elaboraban
amasando una bola de arcilla o una tira de arcilla. El m6todo franc6s era com-
pletamente distinto: el alfarero modelaba a torno un cilindro de arcilla que
luego rebanaba horizontal y verticalmente, creando varias asas al mismo tiem-
po. Para el artesano esto resultaba m6s eficaz, y a nosotros nos permite diag-
nosticar c6mo se realtz6 el trabajo, ya que deja huellas caracteristicas: unas
marcas verticales de la rotaci6n descendiendo por la parte interior del asa.
Adem6s, proporciona una forma distinta a uno de los extremos del asa (de he-
cho, un borde) en comparaci6n con el otro, lo que le hace tener una secci6n
cruzada asim6trica que a veces se conoce coloquialmente como el <panecillo
franc6s>> (Ponsford, L983, p. 222) (v€ase la figura 2.3). Los artesanos ingleses
no copiaron esta t6cnica (por lo que sabemos); algunos jarros ingleses tienen
asas que aparentemente han sido hechas con torno (Pearce et a1.,1985,p.26),
pero tienen una secci6n cn:zada sim6trica y no muestran marcas de rotaci6n.
Respecto a los picos existe un contraste similar: el pico de los jarros ingleses se
hacia normalmente plegando o pellizcando el borde del mismo jarro o ha-
ciendo un tubo de arcilla. El m6todo franc6s era modelar una pequefla forma
c6nica y cortarla verticalmente para que diese lugar a dos mitadeg cada una
de las cuales podia aplicarse al borde de un jarro para formar un pico, cortan-
do la parte correspondiente de borde (Ponsford, 1983,p.222).
46 LA CERAMICA BN ARQUEOLOGIA

Frcunn 2.3. Jarra francesa del siglo xtu procedente de Southampton, mostrando la
caracterfstica secci6n transversal del asa (Platt y Coleman-Smith, 1975, fig. 782,
n." 1009).

En ocasiones podemos restringir estas peculiaridades a lugares concretos


envez de a vastas regiones (Pearce, 1984). Algunos investigadores van m6s
all6 y dicen ser capaces de distinguir, no tan s6lo entre los centros de pro-
ducci6n, sino entre los artesanos de un mismo centro, identificando los ras-
gos y las peculiaridades personales (Moorhouse, 1981, p. 106). Esto podrfa
ser un tour de force en circunstancias particulannente favorables, pero no
creemos que se pueda generahzar a partir de este tipo de experiencias.
En segundo lugar, un estudio de la tecnologfa puede ayudar a situar la
producci6n de cer6mica en su contexto social, que es un aspecto importante
de la fase de estudio contextual. Podemos aprender algo sobre el equipo ne-
cesario hornos, herramientas especializadag cubag etc.-, aunque
-tornos,
es de esperar que la evidencia estructural proporcione m6s informaci6n al
respecto. La daria, ciertamente, si las excavaciones de yacimientos con hor-
nos cubriesen todo el6rea destinada a alfar, en lugar de tan s6lo el horno en
si (una queja habitual, v6ase Moorhouse, L981, p. 97).La investigaci6n pue-
de llevarnos a plantear el peso de la <<industria> cer6mica en la economia lo-
cal o incluso regional: el grado de inversi6n requerido, teniendo en cuenta el
escaso nivel de excedentes por encima de las necesidades de supervivencia
para gran parte de la humanidad a lo largo de la mayor parte de su pasado
(Braudel, 198L, p. 74). Debemos averiguar si la producci6n es a tiempo par-
cial o completo, estacional o a lo largo de todo el aflo, individual o comu-
nitaria, con divisi6n del trabajo entre tareas distintaq etc. Los paralelos
etnogr6ficos pueden ayudarnos a ver los posibles modos de producci6n al-
ternativos entre los polos de una producci6n dom6stica, para uso personal y
una fabricaci6n industrial a gran escala (Peacock, 1982). Junto con los estu-
dios distribucionales podemos incluso empezar a ver de qu6 manera dreas di-
LA CER{MICA COMO EVIDENCIA ARQUEOL6GICA 47

ferentes articulaban su producci6n y su comercio, aunque debemos recordar


que la alfarerfa fue casi siempre una industria relativamente menor (Blake,
1980, p. 5) y generalmente de estatus bajo (Le Patourel, 1968, pp. 106 y 1L3),
y que su visibilidad manifiesta (la abundancia de restos cerdmicos) podrfa
dar una idea falsa sobre su importancia. Sin embargo, se ha afirmado (v6ase
Davey y Hodgeg 1983, p. l, para ambos aspectos de la argnmentaci6n) que
la cer6mica actria como un indicador de actividades econ6micas y sociales
menos visibleg o sea, que su visibilidad puede servir a un buen fin. Esto es
probable en un sentido positivo, puesto que resulta diffcil imaginar grandes
cantidades de ceri{mica trasladadas de A a B sin un alto grado de contacto
social de algfn tipo; sin embargo, el fen6meno contrario resulta menos claro:
aacaso la ausencia de cerdmica de A en B demuestra una falta de contacto
entre esos dos lugares?

FneclrsNros EN EL suEI,o

Hablar de la alta visibilidad de la cer6mica nos lleva al punto donde sue-


len iniciarse las discusiones en torno al valor arqueol6gico de la cer6mica: su
ubicuidad y su aparente indestructibilidad. Aunque,es cierto que como ma-
terial la cerdmica es m6s resistente que la mayoria de los materiales arqueo-
l6gicos (hueso, piel, madera, etc.) y tiene la ventaja de apenas ser de alguna
utilidad una vez rota, tambi6n es cierto que, como objetos, las vasijas se rom-
pen con gran frecuencia y que en cada rotura sucesiva de una vasija perde-
mos informaci6n acerca de su forma y de su funci6n. Incluso el material b6-
sico, la arcilla cocida, no es tan indestructible como podriamos creer; se dice
que algunos suelos <<se comen> algunos tipos de pasta. Incluso cuando los
fragmentos permanecen intactos en el suelo, no siempre podemos encon-
trarlos al excavar. Los experimentos realizados han demostrado la importan-
cia que puede tener el color de los restos cerdmicos para ser reconocidos por
el excavador (Keighley, 1973). Buscar semillas y huesos pequeflos con un se-
dazo o criba nos proporciona invariablemente una cosecha embarazosa de
fragmentos menudos (y no tan menudos) de ceriimica. Incluso se pueden ir
recuperando partes diferentes de una misma vasija en porcentajes diferentes;
por ejemplo, los vasos pintados britano-romanos tienen bordes ligeros y del-
gados y bases gruesas y pesadas El borde se rompe en pequeflos fragmentos
diffciles de detectar, mientras que las bases posiblemente no se rompan en
absoluto y sean r na <<presa f6cil" para la paleta del excavador. Esto debiera
obligarnos a cuestionar la manera en que se cuantifica la cer6mica.
Sin embargo, la forma aparentemente irritante en que se rompe y se
mueve la cer6mica puede llegar a sernos ftil. Durante el transcurso del tiem-
po pueden haberse dispersado fragmentos procedentes de una misma vasija,
a veces a distancias increiblemente grandes, siendo recuperados en contextos
diferentes (e incluso, en el caso de la excavaci6n urbana, en yacimientos di-
ferentes). Nos pueden informar sobre la forma en que se desplazaron los de-
48 LA cEru(MrcA EN AReuEoLocfA

p6sitos despu6s de haberse roto y tirado la vasija, ya que actrian como un


<<rastreador>> de los movimientos del suelo (p.2a\. En circunstancias favo-
rables, el grado de rotura puede ofrecer par6metros de gran valor a la hora
de interpretar un yacimiento (p. 203).El grado de abrasi6n, otro aspecto de
este movimiento, tambi6n puede sernos ritil (Needham y Sprensen, 1989).
Sin embargo, utilizar las ventajas que implican estas posibilidades requiere
un yacimiento donde las vasijas sean lo suficientemente caracteristicas para
que sea posible dilucidar qu6 fragmentos pertenecen a qu6 vasijas, no tan
abundantes para hacer de ella una tarea inabarcable (en t6rminos del espa-
cio, tiempo o dinero necesarios), pero tampoco tan escasas que el resultado
no pueda interpretarse con confianza.

Er c.Lrno DE cuuwo DE LAS rDEAs

Por encima de estos usos b6sicos, los estudiosos de la cer5mica s6lo est6n
limitados por:

1. Su imaginaci6n, al ocurrirseles ideas probablemente dignificadas con


el titulo de hip6tesis.
2. Su habilidad, para deducir propiedades de la ceriimica excavada ca-
paces de apoyar o refutar sus hip6tesis.
3. La capacidad de un yacimiento o yacimientos de suministrar sufi-
cientes datos para refutar una hip6tesis o fallar en ello de forma con-
vincente.

Esto convierte a la cer6mica en un magnifico caldo de cultivo para aque-


llos que tengan ideas y aspiraciones sobre los aspectos menos tangibles del
material cultural, por ejemplo, el valor simb6lico de los estilos y motivos de-
corativos (p.256). Se trata de un 6rea enorrne y demasiado abierta para que
seamos capaces de comentarla, si exceptuamos unas nociones generales muy
b6sicas. Nos sentimos contentos de hacerlo, porque con la excitaci6n que
produce seguir una idea nueva resulta muy f6cil dejar de lado principios so-
bre la relaci6n entre lateoria y los datos. Por eso debemos insistir en:

1. Ha de ser posible deducir caracteristicas observables y enumerables


de vasijas o conjuntos a partir de nuestras ideas originaleq de forma que po-
damos utilizar los datos para apoyarlas o refutarlas.
2. Si nuestras ideas implican diferencias entre los conjuntos (y es pro-
bable que asf sea), no se deben confundir las diferencias debidas a causas hi-
pot6ticas con las diferencias debidas a causas ajenaq tales como los procesos
de formaci6n del yacimiento. Puede que un ejemplo bien sencillo nos aclare
este punto: si nuestro argumento depende de proporciones diferentes de ti-
pos diferentes en dos conjuntog y si nuestras proporciones se basan en la fre-
cuencia de fragmentos, cualquier diferencia observada puedereflejar simple-
LA CER(MICA COMO EVIDENCIA ARQUEOL6GICA 49

mente el hecho de que un conjunto este m6s fragmentado que el otro, aun-
que las proporciones sean las mismas. En el capitulo 13 examinaremos con
m6s detalle problemas de este tipo.
3. No es vrilido usar los mismos datos para generar una hip6tesis que
para validarla. La validaci6n es muy importante, y si no es probable que ob-
tengamos de esos datos mds informaci6n para comprobar nuestras ideag de-
bemos dividir los datos originales en dos y utilizar una mitad para generar
ideas y la otra para comprobarlas.

Un estudio ya cldsico es el trabajo de Hill (1970) sobre la cer6mica de


Broken K Pueblo. Estudi6la distribuci6n espacial de los elementos estilisti-
cos de la ceri{mica para proporcionar una evidencia de los grupos matriloca-
les de residencia. Pero m6s tarde se demostr6 que los modelos que describ(a
tambi6n los podian explicar variaciones cronol6gicas o funcionales en la ce-
rdmica (Plog, 1978).

IuprrclctoxEs PARA m pru(cucl

La posibilidad de que, en principio, la cer6mica excavada pudiera utili-


zarse en cualquiera de los prop6sitos antes mencionados coloca una pesada
carga sobre los hombros de los arque6logos de campo y de aquellos investi-
gadores que realizan el procesamiento o el registro inicial de la cerifmica.
Esto resulta especialmente cierto en Gran Bretafla, donde los planes de sub-
venci6n pueden significar que s6lo se prepare un registro muy b6sico, y la in-
vestigaci6n detallada o comparativa estd excluida de la..financiaci6n del pro-
yecto> (Fulford y Huddleston, 1991, p. 6). Puede que el papel del arque6logo
.g
se reduzca a fijar puntos de referencia para la investigaci6n futura. aQu6 es
lo que necesitamos en estas circunstancias?
Tbl y como ya hemos apuntado antes y discutiremos con m6s detalle en
el capitulo 13, la primerattrea de la investigaci6n sobre la cerdmica es com-
parar vasija con vasija y conjunto con conjunto. Esto implica que hemos de
agrupar y registrar la ceriimica de forma que facilite dicha comparaci6n y no
la impida.
Siempre que sea posible esto implica el uso de series de referencia para
formas y pastas. A menudo existen series de tipos de formas para el material
de los hornos y debemos emplearlas en asentamientos donde encontremos
material de esa fuente. La creaci6n de un nuevo tipo de series deberia ser el
fltimo recurso y no una forma de perpetuar nuestro nombre. Puede que sea
muy gratificante alcarrzar la inmortalidad denominando Bloggs 111 a una
forma, pero lresulta rltil para el mejor conocimiento del tema? Si la serie de
tipos m6s cercana se basa en material tan distante que no podamos referir-
nos a la cerdmica de la(s) misma(s) fuente(s) como nuestra, entonces sf nos
vemos obligados a establecer una propia. Aconsejamos la manera de hacer-
lo en los capitulos 5 (pastas) y 6 (formas).
50 LA cERiMIcA EN AReuEoLocfA

Se pueden aducir cuestiones similares acerca del dibujo de la cer6mica.


lRenlmente necesitan los arqueol6gos otro dibujo de un tipo bien conocido?
En caso de no necesitarlo, 1,para qud dibujarlo? Si es necesario dibujar un nri-
mero significativo de vasijas (por ejemplq de una nueva serie de tipos) debe-
rian seguir un mismo estilo, aunque sean dibujadas por diferentes personas: no
hay lugar para el virtuosismo. Obviamente, los dibujos han de mostrar con
exactitud la forma y la decoraci6n de una vasija y tambi6n deberian contener
informaci6n diffcil de describir con palabras, como la textura de la superficie.
En el capftulo 7 ofrecemos algunos consejos sobre este tema.
Cuando se haya de crear un cat6logo o un archivo, debemos recordar que
su prop6sito es para que lo usen los dem6s ;Qu6 tipo de preguntas har6n con
toda probabilidad? Una muy bdsica (a nivel de la vasija individual) es: <<lTre-
ne alguna de estas?>. <<De estas>> significa generalmente unas pastas o formas
especificas, procedentes a menudo de un yacimiento con hornos. Si utilizamos
una serie de tipos establecida serd m:is sencillo responder esta pregunta, pero
tambi6n es importante enumerarla de forma que los investigadores puedan
acceder con facilidad a aquellos fragmentos que necesitan exeminal y pue-
dan estar seguros de que no falta ninguno. Preguntas m6s complejas podrfan
ser <lCudnto tiene de esto?> (normalmente en tantos por ciento) o incluso
<<lTiene algrin conjunto como este?>. Para responder a estas cuestiones nece-
sitamos un mdtodo de cuantfficaci6n de confianza. En el capitulo 8 discutire-
mos la archivaci6n en general, y en el capitulo 13la cuantificaci6n.
El r6pido crecimiento del volumen del material excavado, especialmente
en Gran Bretafia, ha planteado la cuesti6n de la eliminaci6n frente a la con-
servaci6n, y del muestreo como una manera de reducir la cantidad de mate-
rial guardado. No hay respuestas f6ciles, pero es preferible ser prudentes. En
el capitulo 8 expresamos nuestro punto de vista.
En riltimo lugar, viene la publicaci6n, que es tan s6lo la punta de un ice-
berg, cuya masa principal la constituye el archivo y el propio material conser-
vado. Los objetivos de las publicaciones varian mucho segin sea la naturale-
za del yacimiento y su cerilmica, la cantidad y naturaleza del trabajo previo
hecho en esa [tea,laexistencia de series de tipos relevantes y la oportunidad
(o su falta) de parar de trabajar inintemrmpidamente y ponerse a sintetizar
un pooo. Pero en fltimo extremo, la publicaci6n deberia actuar como un con-
junto de puntos de referenciapara su archivo y a trav6s de 6ste para los pro-
pios objetog de manera que los lectores puedan decir si necesitan consultar
el archivo y/o examinar cualquiera de los artefactos.
Algunos arque6logos encuentran que publicar es dificil psicol6gicamen-
te: tiene una finalidad terrible, no muy distinta a la muerte. Parte del error
proviene de la creencia err6nea en que lo que digan ser6 la'riltima palabra
sobre el tema, de forma que deberia ser <<correcta>>. Pero en arqueologfa no
existen riltimas palabrag todo es provisional, y si nadie mejora nuestro tra-
bajo no es porque sea perfecto sino, mds probablementg, porque es muy abu-
rrido. Si se enfoca la publicaci6n con este espiritu y se recuerda el consejo
que damos en el capitulo 9, puede que no resulte una carga tan insoportable.
Segunda parte

USOS PRACTICOS:
GUiA PARA PROCESAR Y
REGISTRAR LA CERAMICA
3. INTEGRACI6N CON LA
PLANIFICACT6N DE UNA
rNVESTrcacr6N AReupor6 cICA
Cadavez que el arque6logo planea un trabajo de campo se encuentra en
una posici6n nada envidiable, ya que el trabajo de campo arqueol6gico des-
truye el objeto de su estudio. Esto es casi tan cierto respecto a una pros-
pecci6n como respecto a una excavaci6n, a menos que los artefactos sean
examinados en el terreno y luego se dejen en el mismo sitio donde se encon-
traron. Casi toda la gente que trabaja en yacimientos que una generaci6n an-
terior de arque6logos investig6, ha deseado en algrln momento que sus pre-
decesores hubiesen tenido otra profesi6n. De ah( que las personas implicadas
en un proyecto arqueol6gico tengan no tan s6lo la responsabilidad de seguir
sus propios objetivos, sino la de integrar su trabajo con el de sus predeceso-
res y demostrar que sus mdtodos para recoger, atahzar y registrar dar6n lu-
gar a un archivo rltil para los trabajadores futuros En algunas partes de las
Islas Britr{nicag por ejemplq se considera que el desarrollo moderno,la ex-
plotaci6n de la mineria y las pr6cticas agricolas conducir6n al fin de la arqueo-
logia de campo en unas pocas d6cadas. En ese caiso, los que tengan la suerte
de estar implicados ahora en trabajos de campo van a crear los fnicos mate-
riales de investigaci6n de que van a poder disponer sus sucesores.
De todos modos, la tarea m6s importante que ha de realizar cualquier es-
tudioso de la cerdmica es asegurarse que la cer6mica de un proyecto se reco-
ja, analice y registre de forma cuidadosa y eficaz dentro'de unos limites de
tiempo y dinero previamente acordados Los pasos prdcticos deberfan ser:

1. reahzar una estimaci6n de la cantidad de cerdmica que puede reco-


gerse durante el proyecto;
2. leer y comprender el trabajo previo realizxde sobre el 6rea estudia-
da y, cuando sea posible, seguir construyendo a partir de ese trabajo;
3. estar al tanto de las mejoras en pr6cticas de campo y adoptarlag a
menos que existan argumentos convincentes para no hacerlo; y
4. producir y costear una estrategia que permita tratar el volumen esti-
mado de cerdmica como parte de un objetivo de la investigaci6n ge-
neral (Fulford y Peacock, 1984).
54 LA cEk(MrcA EN AReuEoLociA

Puede que el arque6logo a cargo de un proyecto tenga una experiencia


prictica limitada del trabajo con cerdmica y una serie de objetivos muy re-
ducida; en ese caso, se obtendrfa s6lo una fracci6n de la informaci6n poten-
cial de 1u se16mica. En los yacimientos o dreas investigados donde se usaba
la cer6mica, 6sta suele formar el grueso de los hallazgos, junto con, quiz6g los
huesos de animales, constituyendo probablemente tambi6n el grueso de los gas-
tos del proyecto. En estas circunstancias el director del proyecto necesita que
le aconsejen bien y todos los integrantes de 6ste deben discutir la estrategia
a adoptar para prever y evitar los fallos potenciales. Al final, claro est6, la ex-
periencia no tiene sustituto alguno, por lo que es mucho esperar que alguien
que haya sido formado en la arqueologfa general pueda encargarse de inme-
diato de un gran proyecto cerdmico.
Si se prev6 que especialistas que no van a formar parte real del equipo
de investigadores de campo sean los que estudien la ceriimica, se deberia
consultar con ellos antes de iniciar el proyecto. Puede que existan ciertos re-
querimientos de recuperaci6n o descripci6n especiales que el arque6logo de
campo deba conocer. Ademdq la forma de obtener lo mejor de un especia-
lista es hacer que se sienta parte del proyecto y que crea que sus ideas y su
conocimiento han sido seguidos de forma apropiada.
Los m6todos y los est6ndares que utilizan los estudiosos de la cer6mica
han cambiado con tanta rapidez a lo largo del siglo xx que resulta tentador
dar por sentado que en los trabajos previos no se ha encontrado nada de va-
lor. Esto es completamente err6neo. Aparte de otras circunstanciag la gente
que trabaj6 durante la primera mitad del siglo xx lo hacia a una escala mu-
cho m6s amplia que la que consideramos hoy en dia y ten(an experiencia
prdctica de primera mano. Al menog en ocasiones podemos vislumbrar el
origen de ciertas ideas en particular y valorarlas, antes que tenerlas que acep-
tar sin plantearse ninguna pregunta o retrocediendo a los principios b6sicos
y estableciendo cada punto partiendo de cero: un proceso costoso e inftil.
Debido a la escasa velocidad con que se publica el trabajo arqueol6gico
puede que nos encontremos con el problema de que la investigaci6n crucial
ya estd finalizada y escrita pero todavia no publicada. Este problema no tie-
ne ninguna soluci6n satisfactoria. Puede que fuese posible ver una impresi6n
previa del trabajo, pero no podremos evaluarla de forma apropiada sin una
evidencia del yacimiento que la acompafle. En el futuro, la soluci6n serd pre-
parar y depositar el informe en un archivo ptiblico, al que aquf nos referimos
como informe de archivo (v6ase la p. 118), que contendr6 un resumen de los
resultados del trabajo sobre una colecci6n en particular. Anteriormente se
organaaba el trabajo previo dando por sentado que el informe acabado era
la rlltima palabra y que gran parte de la parafernalia era anecd6tica (notas,
bibliografia o ilustraciones) y, aunque valiosa para el autor, en otras manos
resultaba ininteligible.
Por lo menos deber(amos poder rastrear y examinar cualquier colecci6n
ds ge16mis6 recuperada en la zona del trabajo de campo proyectado. Aunque
no les acompafle ningrin informe o ningrin dato estratigr6fico, estas coleccio-
INTEGRACI6N CON LA PLANIFICACI6N 55

nes nos dan una idea de las formas y pastas con las que podemos encontrar-
nos Si el trabajo no est6 hecho todavfa, puede utilizar estas vasijas como
base para definir pastas y series de formas (v6anse las pp. 89 y 95).
Antes de iniciar el proyecto tambidn hay que estudiar lo que ya se sabe
sobre la producci6n de cerdmica y las fuentes de arcilla posibles en esa 6rea.
Los informes'geol6gicos suelen incluir una secci6n sobre geologia econ6mi-
ca, indicando todos los yacimientos de arcilla que se sepa que hayan sido uti-
lizados para cer6mica, ladrillos o azulejos En algunas partes del mundo se si-
gue trabajando con una metodologfa tradicional y es posible descubrir de
primera mano los recursos y m6todos de producci6n empleados. En riltimo
lugar, se debe conocer todo lo que sea posible sobre la cer6mica m6s expor-
tada en aquella 6reay durante aquel perfodo. En una regi6n donde hasta ese
momento el tema de la ceri{mica se haya trabajado poco, esta informaci6n
puede ser el primer medio de producir algrin tipo de cronologf,a local.
Para cualquier estrategia que se ocupe de la cer:imica de un proyecto, la
funci6n mds importante es permitir que se cumplan los objetivos de este pro-
yecto. Casi con seguridad incluirr{n la dataci6n de la actividad en un yacimien-
to y el periodo de ocupaci6n de los yacimientos, pudiendo incluir tambi6n una
comparaci6n de las actividades llevadas a cabo en 6reas o yacimientos dife-
rentes buscando una evidencia a favor o en contra de, por ejemplo, la existen-
cia de diferenciaci6n social o de actividades especializadas.
Para alcanzar estos objetivos puede que tambi6n sea necesario examinar
algunos aspectos del registro arqueol6gico que no tengan un inter6s primor-
dial. Por ejemplo, antes de poder utilizar los datos hemos de comprender los
procesos de formaci6n del registro arqueol6gico (v6ase lap.236).
Tiambi6n podriamos examinar otros aspectos de la e.etdmica, pero no tie-
nen un inter6s primordial ni crucial para las interpretaciones posteriores. Por
eso, siempre tenemos la tentaci6n de no registrar todos estos datos. Por ejem-
plo, si estudi6semos conjuntos de cer6mica depositados en circunstancias y
condiciones similareg pero en yacimientos dilerenteq seguramente encon-
trariamos informaci6n interesante. Un buen ejemplo lo constituyen los pozos
negros posmedievales. Hemos recogido gel6mica procedente de pozos ne-
gros tanto en Europa como en Amdrica y al comparar un grupo con otro de-
berian revelarse similitudes y diferencias de la cultura a un lado y otro del
Atl6ntico. El trabajo que implica examinar material procedente de un solo
pozo es enorme y, por si alguna vez se quisiera extraer alguna informaci6n de
estos datog es importante estandarizar una forma de registrar el contenido.
Los investigadores que intentan establecer modelos de comercialuaa6t y
rutas de comercio mediante el estudio de la cer6mica tienen el mismo inte-
r6s por establecer un patr6n est6ndar (v6ase lap.223). Tiabajos como los de
Hodder y Fulford sobre la distribuci6n de la cerdmica britano-romana utili-
zan datos procedentes de colecciones existentes, descubriendo en ellos algu-
nos modelos interesantes (Hodder, 1974; Fulford y Hodder, 1974). Sin em-
bargo, adelantos posteriores sugieren la necesidad de estudiar colecciones
mayores con algfn tipo de control estratigr6fico, por lo que ser(a una p6rdi-
56 LA cER(MrcA EN AReuEoLociA

da de tiempq en el caso de que fuese posible, registrar todos los datos nece-
sarios individualnente. Este tipo de estudio requiere que los investigadores
colaboren entre ellos.
En muchas excavaciones se han tratado algunas clases de cerdmica de
forma distinta a como se ha hecho con el volumen principal de datos. En el
campo de los estudios sobre la cerdmica britano-romana los ejemplos son
muy frecuentes Durante muchos aflos, especialistas distintos han estudiado
la terra sigillata, mortaria y las Snforas, de forma que no ha sido posible es-
tudiar la frecuencia relativa de estos materiales como una proporci6n del
conjunto total de cerdmica en un yacimiento (Fulford y Huddleston, 1991,
PP. 9-11 Y'+8).
Por esta raz6n debemos registrar los datos de forma que tambi6n puedan
utilizarlos otros investigadores El 6rea de estandarizaci6n m6s obvia es la
terminologfa y clasificaci6n, pese a que el nombre dado a una clase determi-
nada es irrelevante siempre que se pueda traducir de la clasificaci6n de un in-
vestigador a la de otro. Aunque la cuantificaci6n sea un 6rea de estandariza-
ci6n menos obvia, todos los ejemplos mencionados requieren m6todos de
cuantificaci6n est6ndar (v6ase p. 188).
Una vez hemos puesto eldnfasis en la necesidad de cooperaci6n y estan-
daraacr6n, debemos procurar establecer algrin tipo de continuidad dentro de
una regi6n. Si en una regi6n se est6 trabajando con un sistema de clasifica-
ci6n y de registrq antes de abandonar dicho sistema hay que pensarlo mu-
cho. El cambio por el cambio es absurdo y s6lo conducir6 a que sea mds di-
ffcil acceder a los datos anteriores La velocidad del cambio en los estudios
sobre la cer6mica es tal, que en el Reino Unido existen unidades de excava-
ci6n que han estado trabajando durante menos de dos d6cadas, pero que en-
tre sus informes ya incluyen dos o m6s sistemas de registro incompatibles.
Hablando en argot informiitico: cuando modificamos un sistema es impor-
tante asegurar su compatibilidad. En Lincoln y en Londres muchas bases de
datos en sistemas anteriores han sido transformadas al formato actual. No es
tan simple como parece, y por lo general debe volverse a examinar los frag-
mentos de ceriimica. Esto crea un problema logistico, especialmente cuando
se ha almacenado el material en un sitio distinto del que se va a rcallnar el
trabajo.
La arqueologia no est6 recluida en una torre de marfil y, a la hora de ele-
glr un sistema, el tiempo y el dinero son un factor tan importante como lo
puedan ser los objetivos del proyecto, el uso potencial de los datos y la ne-
cesidad de trabajar en una disciplina en constante evoluci6n. Podemos clasi-
ficar y registrar los fragmentos de cerdmica hasta el riltimo detalle; algunos
de los sistemas que 59 ulilizaron en Inglaterra durante los affos sesenta y se-
tenta casi citaban todas las caracteristicas deducibles, desde la pasta y la for-
ma, el grosor y la dureza del fragmento, hasta el color del nfcleo y de la su-
perficie del resto de la ceriimica. Las modas varfan, y ahora lo que se hace es
registrar ls mfnimo. El hecho de que cuanta miis informaci6n se tenga en
cuenta mds tiempo llevar6 tomarla puede parecer obvio, pero siempre existe
INTEGRACI6N CON LA PLANIFICACI6N 57

la tentaci6n de enumerar m6s y mds caracteristicas, olvidando que, aunque


registrar dos rasgos m6s s6lo requiere unos pocos segundog un yacimiento de
cerdmica tipico puede contener decenas de miles de fragmentos Cuanto m6s
habitual es un rasgo, mr{s posibilidades hay de que su estudio d6 lugar a un
modelo, pero tambi6n de que haya que invertir m6s tiempo y esfuerzo en el
proyecto. En pambio, podemos registrar con mucho detalle los rasgos poco
frecuentes, como son las vasijas completas muy decoradaq sin que la dura-
ci6n del proyecto se prolongue demasiado, aunque tampoco ampliemos mu-
cho la su'na de conocimientos Como en la vida, nunca obtienes nada a cam-
bio de nada.
Para resumir, en esta secci6n hemos estudiado la importancia que tiene
el diseflo del proyecto y la de asegurarnos que el sistema de estudio de la ce-
r6mica que adoptemos no ha de impedir que se alcancen los objetivos Des-
pu6s nos hemos centrado en la necesidad de reunir informaci6n para otros,
esperando que algfn dia ellos hagan lo mismo por nosotros, as( como la ne-
cesidad de mantener cierta compatibilidad entre los sistemas de clasificaci6n
y de registro que se adopten en el futuro y los que se utilizaban en el pasado.
Por fltimo, nos hemos fijado en In importancia que tienen el tiempo y el di-
nero a la hora de diseflar sistemas de registro de cerdmica. De todo esto po-
demos concluir que no existe un r(nico m6todo correcto para registrar la ce-
r6mica de un proyecto arqueol6gico y que cualquier sistema pr6ctico ser6 un
compromiso alcanzado a partir de todas las necesidades.
4. LA VIDA EN EL ALMACEN
DE cEnAurce

INrnoouccr6N

En esta secci6n estudiaremos los pasos desde que recogemos la ceriimi-


ca en una excavaci6n o en un proyecto de campo, la identificamog registra-
mos y analizamog hasta consignarla en el almac6n de un museo o un centro
de investigaci6n de arqueologia. El primer paso es establecer una base de
operaciones, pero a 6ste le sigue de inmediato la adopci6n de una estrategia
de recogida: cribar o no cribar. Hay ocasiones en las que deliberadamente no
se recoge toda la cerdmica existente en un dep6sito, asf que luego discutire-
mos las reglas que gobiernan la politica de recuperaci6n. Despu6s estudiare-
mos la forma en que se procesan los hallazgos y la primera criba entre la ce-
rdmica y otros restos. En esta etapa suele realizarse un primer estudio de la
cerdmica, que aqui denominamos <dataci6n puntuab>. Sin embargo, puede
que antes de realaar ningfn an6lisis <<serio>> de la colecci6n se produzca un
largo intervalo. Empezaremos por observar el proceso ti,pico de trabajo, des-
de el desptegue de la colecci6n hasta su identificaci6n y registro, y despu6s
nos fijaremos en la gama de an6lisis y de procesos adicionales que pueden re-
querir algunos fragmentos especificos. Despu6s seguir6 una digresi6n en la
que nos centraremos en las diferentes excepciones a estas reglas generales
(clases de artefactos de cer6mica que debamos tratar de forma distinta). Pue-
de que, como los materiales de construcci6n, tengamos que registrarlos con
menor detalle que los fragmentos de ceriimica, o que, como los restos de hor-
nog puedan conducir a una serie de cuestiones especialeg o que, como los
crisoles, pueden estar directamente relacionados con hallazgos no cerdmicos.
Por fltimo, estudiaremos la estructura de los registros sobre cerdmica, el uso
de la inform6tica en el almacenamiento de datos y en el anSlisis e integra-
cidn de la cerdmica con otras bases de datos
EL ALMACfN DE CER]fuflCA 59

EsrAsrncrIvIrENTo DE LA BASE DE opERAcIoNEs

El sitio dedicado al procesamiento de los hallazgos de un proyecto de-


penderd mucho de la disponibilidad de espacio y recursos para el trabajo. En
una excavaci6n tradicional en campo abierto, la base puede establecerse en
una tienda o qn una caravana, mientras que en una excavaci6n urbana pue-
de que se deban utlll.z:ar partes del edificio que se est6 demoliendo. Posible-
mente, los equipos de trabajo grandes que llevan a cabo varias excavaciones
simult6neas prefieran centtaltzt el procesaniento de los hallazgos con el fin
ds lsnhlilizar recursos y para que los investigadores puedan pasar del ma-
terial de un emplazamiento al de otro segfn varie la fluidez del trabajo. En
algfn caso determinado puede que no haya otra alternativa que hacer lo que
se pueda y adaptarse a lo que se tenga. Sin embargo, se pueden establecer al-
gunas reglas y requisitos para utilizarlos cuando sea posible.
En los climas secos y calurosos, el abastecimiento de agua para lavar y
desalinizar los hallazgos puede resultar un problema. No es extraflo que se
tenga que importar toda el agua necesaria para el proyecto. Cuando en los
hallazgos hay sales incrustadas, tenemos que sumergirlos en agua dulce du-
rante bastante tiempo. Podemos utilizar bolsas de muselina o de red para se-
parar los materiales procedentes de contextos diferentes en un solo contene-
dor. En el Reino Unido, el problema m6s frecuente no es el abastecimiento
de agua, sino el sistema de desagiie. Las caflerias dom6sticas nonnales que-
dan rr{pidamente obstruidas por el fango, por lo que deben instalarse filtros
bajo el fregadero. Como habr6 que vaciarlos peri6dicamente, se tendr6 que
encontrar alguna soluci6n para eliminar el fango recogido.
La iluminaci6n adecuada tambi6n es importante. La gente se sentar6 y se
quedar6lava_n--.d-.-o_[os bordes de los fragmentos y siglaq4q su superficie. Nece-
sitan ver lo que esti{n haciendo. Adem6s, si se ha de rcabzr la dataci6n pun-
tual de la cer6mica en el yacimiento, el acceso alahtz directa del sol repre-
senta una ventaja. Si esto es imposible, se necesitar6 una li{mpara de estudio
o de mesa o algo similar para cada uno.
En una excavaci6n productiva puede que se est6n procesando grandes
cantidades de hallazgos Se suelen lavar con mucha m6s rapidez que se secan,
por lo que llegar6 un momento en que todo el espacio disponible est6 cu-
bierto por bandejas con cer6mica, huesog etc., puestosa secar. Un sistema de
anaqueles o bandejas engranadas puede solucionar el problema, aunque na-
die suele pararse a pensarlo especialmente si se considera que un drea po-
tencial de trabajo es para una sola persona. Cuando varias personas est6n
trabajando en un mismo sitio y, especialmente, cuando el almac6n de cerii-
mica forma parte de un 6rea general de trabajo o es una zona de paso, exis-
te el peligro de confundir las bandejas de material puesto a secar y de mez-
clar el material procedente de contextos distintos Otro riesgo que implica
que los almacenes sean demasiado accesibles, es que la gente que est6 por allf
coja fragmentos de una bandeja y los deposite luego en otra. Ninguna ame-
naza o castigo conducir6 a nada bueno, especialmente si el culpable es el di-
60 LA cER(MrcA EN AReuEoLocfA

rector del yacimiento o algfn visitante distinguido, por lo que es mejor ase-
gurarsie de que no surja el problema manteniendo las 6reas de secado a al-
guna distancia de las de trabajo.
Si el almac6n de la cer6mica se va a utilizar tambi6n en el trabajo poste-
rior a la excavaci6n, se necesitariin bancos El espacio de trabajo ideal para
el material procedente de una gran excavaci6n tendrfa el tamaflo del hangar
de una compaflia adtea. Pocos proyectos urbanos pueden suministrar las
6reas de trabajo adecuadas y, por tanto, el trabajo suele resentirse.
Puede que resulte posible proporcionar mejor acomodo a cierta distan-
cia de la excavaci6n, pero esto tambi6n ocasionard problemas En primer lu-
gar, habrd que trasladar los hallazgos desde el yacimiento hasta el almac6n.
Para asegurarse que todos los hallazgos lleguen felizmente deberian enume-
rarse en el punto de salida y comprobarse a la llegada. En segundo lugar,
cuanto m6s lejos fisicamente est6 el yacimiento del almac6n, m6s lejos esta-
16 socialmente. En una ocasi6n,la lluvia impidi6 que se prosiguiese con la ex-
cavaci6n y todo el equipo se dirigid hacia la ciudad mds cercana en el Land
Rover. Al llegar alli, se acordaron del supervisor de los hallazgos, que estaba
lavando cerdmica en un cobertizo de una granja local. Situaciones como esta
no estimulan el espiritu de equipo.
Cuando se toma la opci6n de centralizar el procesamiento de los hallaz-
goq estos problemas se exacerban. Entre el equipo del yacimiento y el del al-
mac6n se establecerd una divisi6n entre <<ellos> y <<nosotros>>, que hard que el
personal de los hallazgos tenga fficultades a la hora de supervisar la recu-
peraci6n y recogida in situ, y que en el equipo de la excavaci6n nazca la sos-
pecha de que se podrfa haber gastado el dinero en excavar m6s. Siempre que
sea posible, es mucho mejor tener a mano en el yacimiento a un especialista
en los hallazgos Puede aconsejar e identificar al instante, adapti{ndose con-
siguientemente la recuperaci6n y el procesamiento a las necesidades del ya-
cimiento.

Esrne.rrcra v pru(cucl DE LA REcoprr,ncr6N DE DATos

Mucha de la informaci6n proporcionada por la cer6mica depender6 de


los m6todos empleados para recogerla y del rigor con que se apliquen. Los
experimentos que se han hecho utilizando m6todos de recuperaci6n y exca-
vaci6n distintos han hecho hincapi6 en que los m6todos de recuperaci6n no
solamente controlan la cantidad de cer6mica de un dep6sito que se puede re-
cuperirr, sino que influyen en los datos.
En la excavaci6n menos sofisticada, a pico y pala, el excavador s6lo verd
los fraementos mayores y habrr{ una tendencia a no recuperar los restos de
vasijas pequeflas o de las que suelen fragmentarse en trozos diminutoq debi-
do quiz6s a la delgadez o fragilidad de sus paredes. Si la qecuperaci6n se hace
a mano con una paleta o una herramienta similar, y con el mayor cuidado, la
cantidad y tamaflo de los fragmentos recuperados dependerd de la velocidad
ELALMACfN DE CERiMICA 61

con la que se excave, el contraste de color entre los fragmentos de ceriimica,


las caracteristicas del suelo y la consistencia del mismo. Los suelos de arcilla
se rompen en grandes terrones que contienen fra8mentos de ceriimica, mien-
tras que los suelos arenosos se desintegran completamente en los granos que
los constituyen, por lo que es mucho m6s sencillo distinguir los hallazgos
Hay distintas Eaneras de corregir estas desviaciones; de hecho, puede que
una vez reconocida la existencia de una desviaci6n, ya no haya necesidad de
corregirla. Un m6todo de correcci6n podr(a ser excavar un sector del dep6-
sito con paleta y remover el resto a pico y pala. Si se pretende hacer un es-
tudio basado en las proporciones relativas de tipos diferentes y en la gama de
los tipos presentes en un conjunto de cerdmicaq seria mejor hacerlo sobre
una muestra de tamaflo medio controlable, que sobre una mayor e imprede-
cible.
El uso de cedazos para cribar el sedimento excavado es esencial en la re-
cuperaci6n estandarizada de objetos cuya dimensi6n m6xima no supere los
30 mm. Esto no quiere decir que los objetos menores no se puedan recupe-
rar a manq sino que se encontrariin con menos frecuencia de la que se de-
beria. Se han desarrollado distintos mdtodos de criba segfn sean los objeti-
vos de la tarea y la consistencia del sedimento. En el caso de dep6sitos de
arcilla, de barro u org6nicos es esencial utilLar agua para desmenuzar los te-
rones. Los productos quimicos como el per6xido de hidr6geno har6n este
proceso mds eficaz, pero son muy caros si se usan en grandes cantidades Al
cribar cer6mica es importante asegurarse que la malla no sea muy pequefla.
Procesar e identificar fragmentos inferiores a los 10 mm requiere mucho
tiempo y apenas provocardn diferencias en los m6todos de cuantificaci6n de
la estadistica total del conjunto. Por otra parte, los fragmentos inferiores a
los 20 mm serian vitales si estuvi6semos intentando reconstruir una vasija
decorada, pero serfan irrelevantes en el caso de un recipiente de almacena-
miento. Por consiguiente, si cribamos para recuperar todas las piezas de una
vasija, el m6todo de trabajo ser6 distinto a si simplemente queremos asegu-
rarnos de que recuperamos todos los fragmentos mayores a una medida de-
terminada.
Para poder comprobar el resultado de una criba, tendr6n que separarse
los fragmentos hallados en el cedazo de los que se hayan recuperado a mano.
En las excavaciones de Billingsgate, en la City de Londres, se asignaron cin-
co ntimeros a cada dep6sito distinguiendo: 1) hallazgos recuperados durante
la excavaci6r;2)hallazgos recuperados durante la detecci6n de metales;3)
hallazgos procedentes de un primer cribado con agua (malla de 20 mm); 4)
hallazgos por un tamizado con malla mds fina (2 mm), y 5) hallazgos proce-
dentes de muestras para la reconstrucci6n ambiental. Resulta ir6nico que los
l) y 2) sean los mi{s productivos en t6rminos de medida de la muestra de ce-
r6mica y diversidad de tipos presente. Esto se debe a que la submuestra cri-
bada con agua era mucho menor a la excavada o a la sometida a la detecci6n
de metales y que las vasijas originales no solian ser menores de L00 mm de
alto y 150 mm de ancho. Por riltimo, el m6todo de an6lisis adoptado exig(a la
62 LA cERiMIcA EN AReuEoLociA

medida de las equivalencias (eve) de los bordes (p. 196) por lo que la mayo-
rfa de fragmentos fue encontrada a mano. En el caso de que se recurra a la
criba para encontrar un factor de correcci6n, recu6rdese que deberd cono-
cerse el conjunto total recuperado a partir de una simple muestra del suelo.
Si tambi6n se est6 interesado en descubrir los indices de recuperaci6n ten-
dr6n que agruparse los fragmentos de cerSmica en tres clases: a) fragmentos
encontrados a mano en la muestra; b) fragmentos encontrados en la criba, y
c) fragmentos encontrados a mano en el resto del dep6sito. Hay ocasiones en
que la cantidad de cer6mica por unidad de volumen de dep6sito puede re-
sultar significativa. Esto se examina mejor cribando muestras del mismo ta-
mafio, por ejemplo, de unos 30 kg.
El muestreo es una tdcnica muy parecida a 6sta. La estrategia de recupe-
raci6n que se adopte depender6 del uso a que se destinen los datos. Mientras
que una muestra localtzada puede darnos una estimaci6n adecuada de la
composici6n del conjunto total, no servir6 de nada si el valor principal de
la cerdmica fuera su distribuci6n espacial en el yacimiento. En este riltimo
caso es mejor asumir que la desviaci6n va a ser igual en todo el yacimiento y
registrar los hallazgos mediante el sistema de cuadricula o tridimensional. El
uso de cualquiera de estos sistemas obligard al personal a llevar mucho pa-
peleo, pero analizar estos datos por ordenador no representa ningfn proble-
ma. Siempre es posible combinar los datos de las cuadriculas adecuadas para
obtener el total de un dep6sito. Lo contrario no es factible, o sea, que es im-
portante reconocer la necesidad de registrarlo todo con detalle antes de se-
guir excavando el dep6sito.
A menudo es fi{cil predecir qu6 partes de un yacimiento pueden conte-
ner los conjuntos de cerdmica miis titiles, de ahf que a veces sea necesario
modificar la estrategia de excavaci6n para incluirlos. Por ejemplo, en las ciu-
dades medievales de Gran Bretafla,las fachadas de los edificios solian dar a
la calle, mientras que en la parte posterior se encontraban las cloacas y los
pozos. Seguramente los niveles de edificaci6n proporcionar6n poca cer6mi-
ca; si s6lo excavamos estos no encontraremos informaci6n sobre la historia y
evoluci6n de la cer6mica en un yacimiento, su ocupaci6n inicial, etc. Tambi6n
han de hacerse muestreos para real:zar estudios a escala regional. Por ejem-
plo, puede que se quiera comprobar la hip6tesis de que los niveles superio-
res de la jerarqufa del yacimiento o unas clases sociales determinadas eran
los rinicos que utilizaban cerdmica importada. Si podemos demostrarlo, en-
tonces podremosestimar la posici6n de un sitio en el asentamiento o en la je-
rarquia social a partir de su cerdmica. Dado que cuanto m6s altas sean las je-
rarquias, menos numerosos son los yacimientos, es necesario mantener una
muestra adecuada para investigar una proporci6n m6s alta del tipo de yaci-
miento menos habitual.
EL ALMACfN DE CBRAMICA 63

PnocBsnurcNTo INICTAL

A la hora de iniciar la excavaci6n o la prospecci6n, ya se tiene que haber


escogido la base de operacioneg equipada con luz, agua y espacio suficiente,
y se han tenido que determinar los m6todos de recuperaci6n y registro que
se van a adoptar. A continuaci6n, habremos de sentarnos a esperar a que se
produzcan los hallazgos. Las excavaciones no proporcionan un flujo de ha-
llazgos regular. Habr6 un per(odo inicial muy tranquilo, mientras se retira la
capa superior (de hormig6n en las ciudades y el nivel de superficie en el cam-
po). Incluso cuando la excavaci6n empiece en serio, los hallazgos ser6n, al
principio, muy contados. A menos que el yacimiento sea improductivo, o que
haya mucha gente trabajando en el almacdn, habr6 un retraso al menos de un
par de dias entre la excavaci6n y el procesamiento. Seguramente este fltirno
seguird una vez la excavaci6n ya haya terminado. Por eso serfa sensato pro-
cesar tan s6lo lo indispensable en el yacimiento, y trabajar con los hallazgos
una vez se conozca el tama-flo de la colecci6n completa. Esto aporta la ven-
taja de que se puede calcular el volumen de trabajo con m6s exactitud una
vez los hallazgos estdn realmente fuera del terreno. Sin embargo, en el pasa-
do este enfoque ha sido responsable de pdrdidas de informaci6n. Si almace-
namos los hallazgos cuando arin esti{n hrimedog se pudrir6 el envoltorio y no
se podri{n leer las etiquetas. Se pueden utilizar etiquetas de pl6stico, aunque
para ellas se necesitardn tambi6n bolfgrafos especiale* Una etiqueta perfec-
temente conservada, carece de valor si lo escrito en ella es ilegible. Thmbi6n
se pueden utilizar cintas grabadas en relieve, pero no debe confiarse en el ad-
hesivo de la parte posterior, por lo que es mejor ponerla dentro de la bolsa
de pl6stico. Un retraso en el procesamiento conduce tambidn a perder la opor-
tunidad de proseguir un descubrimiento determinado, por ejemplo tomando
una muestra alazar de un dep6sito determinado o extendiendo la excavaci6n
para recuperar todo un conjunto particularmente interesante. En fltimo lu-
gar, no hay forma de verificar que los hallazgos hayan quedado correcta-
mente registrados.
Se puede utilizar el procesamiento de los hallazgos oomo una forma de
cambiar el frente de actuaci6n de los excavadores cuando el mal tiempo o la
necesidad de fotografiar obligan a parff una excavaci6n, pero esto s6lo pue-
de hacerse si se tiene equipo y espacio suficiente y una supervisi6n adecua-
da. El almacdn de cerdmica es tambi6n un sitio titil para emplear a quienes
por una raz6n u otra est6n de baja para excavar, Sin embargo, hay que tener
cuidado con que el almac6n no se convierta en el escondite de los que no son
muy ftiles en el yacimiento. Puede que el trabajo en el almac6n no sea tan
extenuante como en la excavaci6n, pero es una tarea igualmente precisa y
concienzuda.
64 LA CERI,MICA EN ARQUEOLOGfA

Eeurpo

Si su proyecto est6 cerca de una ciudad, seguramente no tendr6 dificul-


tades en encontrar el equipo necesario para el almac6n. Las ferreterfas le
pueden suministrar la mayor parte de los objetos, mientras que en las gran-
des ciudades puede que haya un proveedor que le haga bolsas de pl6stico se-
grin le indique. Durante los primeros dias de la excavaci6n se pueden decidir
los materiales necesarios y en qu6 cantidad, o se pueden solicitar suministros
conforme se vayan acabando. Las unidades mayores debieran tener a mano
un suministrador central de equipo. En los paises en vias de desarrollo es 6ti-
ca y socialmente preferible comprar la mayor parte del material posible en el
lugar. Seguramente sea tan fdcil pasar tiempo et elbazar local como pasarlo
en el areopuerto intentando descubrir lo que ha pasado con los suministros.
Si no sabe lo que puede encontrar alli, intente averiguarlo antes de llegar. Si
ha habido una expedici6n previa a ese yacimiento intente pregunt6rselo o d6
una lista de cosas por comprobar a alguien que vaya.
Habr6n ocasiones en que se tendr6 que llevar la mayor palte del equipo
al yacimiento. Es mejor que sobren los pequeflos objetos como los cepillos
de dientes, las plumas y la tinta china, que no quedarse sin ellos. El espacio
requerido para empaquetar objetos voluminosos puede constituir un factor
que limite la escala de su operaci6n. Si prev6 que algo pueda romperse, em-
paqu6telo aparte.
lJrravez se empieza a excavar, lo primero que necesitar6 es un contene-
dor adecuado para guardar los hallazgos en el yacimiento. Para los materia-
les recuperados a mano, van bien las bandejas de madera o de pldstico. Ser(a
ritil que se les pudierapegar una etiqueta, aunque muchos supervisores creen
que es suficiente con dejarla encima sujeta con una piedra pesada o un frag-
mento de cer6mica. No apunte el contexto de deposici6n en la misma ban-
deja, porque alguien podrfa reutilizarla sin advertir lo que hay marcado. El
supervisor ha de poner dos etiquetas por bandeja marcadas con el c6digo del
yacimiento, el nflmero del contexto y quiz6s su nombre y la fecha. La segun-
da etiqueta ser6 necesaria a la hora de lavar los fragmentog de manera que
quede una con los hallazgos lavados y otra con los por lavar, impidiendo una
fuente potencial de error. Si es necesario escribir etiquetas extra, por ejem-
plo si un grupo de hallazgos no cabe en una bandeja, tendrian que incluir
toda la informaci6n antes mencionada junto con el nombre (o las iniciales)
de la persona que las haya escrito.
Las muestras sueltas que vayan a ser cribadas requerir6n contenedores
pesados, como cubos de basura. Los dep6sitos muy productivoq como los
que contienen restos de cer6mica o grandes cantidades de materiales de cons-
trucci6n, pueden requerir bandejas muy grandes. Si consigue encontrarlos, le
irian bien grandes cajones de pl6stico. En cambio, los embalajes de madera
son demasiado pesados cuando estiln llenos y no tienen asas. Si no hay otra
cosa disponible siempre se pueden requisar las carretillas, pero s6lo como
medida temporal.
EL ALMACfN DE CER{MICA 65

PnocBorurrNTos DE nscupBRAcr6N

La ventaja que tiene ]gitiljtr;ar bandejas y cajones como contenedores en el


mismo yacimiento es que se pueden extender alli mismo los hallazgos y ha-
cer un examen inmediato. Aunque no se deberia animar esta pr6ctica, tam-
bi6n resulta m6s f6cil echar los hallazgos a una bandeja. No hay nada malo
en utilizar bolsas de pl6stico, excepto que implica m6s tiempo y que obliga al
personal del almac6n a lavar las bolsas para reciclarlas. Es del todo inacep-
table dejar los hallazgos dispersos junto a la trinchera. No se pueden etique-
tar correctamente, los podemos pisar y pueden volver a caer en la trinchera
e ir a parar al dep6sito equivocado. Cuando se trasladen los hallazgos desde
el yacimiento para procesarlos, hay que ponerlos en contenedores sellados.
Latira autoadhesiva de las bolsas de pl{stico s6lo parece funcionar cuando
hay dos o tres fragmentos dentro. El m6todo m6s seguro es doblar la boca de
la bolsa con las etiquetas dentro pero visibles, y grapibila. Si las bolsas estiin
hechas de un pl6stico del grosor adecuado, pueden abrirse rompiendo la
apertura y quitando la grapa sin tener que recurrir a una herramienta espe-
€ial: EStas bolsas se pueden cerrar con bridas pl6sticas, pero son m6s diffciles
de abrir que las grapas. Las etiquetas atadas a las bolsas con alambre suelen
romperse, a no ser que sean de pl6stico.
Laprdctica existente en algunas excavaciones de marcar las bolsas que
contienen los hallazgos y prescindir de las etiquetas no es recomendable. En
pocas ocasiones la bolsa en que se ponen los hallazgos en el momento de la
excavaci6n ser6 la misma en que se almacenen, antes y despu6s de su estu-
dio; reciclar bolsas marcadas es una fuente potencial de error.
En algunas excavaciones existe la regla de llevar los hallazgos al almac6n
al t6rmino de cada jornada, mientras que en otras se retienen las bandejas
con hallazgos hasta que se haya excavado todo el dep6sito. A menos que el
yacimiento sea muy seguro, no se deberian dejar hallazgos en la trinchera du-
rante la noche. Pero en el caso de que puedan dejarse allf, facilitaremos las
tareas de registro si todos los objetos de un contexto llegan al mismo tiempo
al almac6n, aunque esto puede hacer que el trabajo progese de forma irre-
gular.
En ocasiones se encuentran vasijas enteras, pero en un estado muy frrigil.
Por ejemplo, las urnas de cremaci6n de 6poca anglosajona se solian enterrar
en tumbas poco profundas, de manera que la parte superior de la urna pue-
de haber quedado daflada por el uso de arados, o bien haber estado someti-
da a las inclemencias del tiempo. Aunque la vasija parezca estar en buen
estado, puede tener lineas de fractura. El uso de radiografias aporta cono-
cimiento sobre la existencia de objetos funerarios, beneficiando asf el vacia-
do de estas urnas. Por esta raz6n deberia dejar que un conservador entrenado
le aconseje sobre su levantamiento. Como es posible que este tipo de hallaz-
go se produzca en un yacimiento donde no pueda pedirse consejo, asegrirese
de conocer eI procedimiento y de disponer del equipo adecuado. Si en un ya-
cimiento encontramos juntos un grupo de fragmentos de una vasija, quiz6s
66 LA cERiMIcA EN ARQUEoLociA

deberian tratarse por separado; siga su propio criterio para decidir si lo quie-
re levantar como un bloque o excavar de la forma normal.
Es una buena precauci6n consignar por escrito los hallazgos que se va-
yan a enviar al almac6n para que sean comprobados una vez lleguen alli.La
mayoria de los supervisores saben de casos donde se tiene conocimiento de
hallazgos hechos en un dep6sito, mientras que en el alrnac6n no hay nin-
grin registro de los mismos. Aunque el uso primordial de estas listas es poder
recriminar a alguien, tambidn existe la posibilidad de recuperar los hallazgos
perdidos. En algunas excavaciones se asignan nrimeros de bolsas a los ha-
llazgos cuando abandonan el yacimiento. En principio es una buena idea, ya
que facilita la enumeraci6n y la comprobaci6n. Aparecen, no obstante varias
dificultades. Por un lado, se asignari{ un nfmero de contexto a los dep6sitos
o cortes que no suministran ningfn hallazgo:- o bien un fnico contexto pue-
de suministrar m6s de una bolsa de hallazgos, o incluso se puede estar exca-
vando en 6l durante varios dias. De ahi que no podamos limitarnos a clasifi-
car las bolsas segrf,n el orden del nfruero del contexto y comprobarlas,
sencillamente, como cuando sabemos que 1) cada bolsa tiene un rinico refe-
rente, y 2) se ha enviado un grupo de bolsas que tienen una numeraci6n con-
secutiva.
Entre los especialistas de cer6mica, las bolsas numeradas tienen mala re-
putaci6n, porque este sistema era el que se utilizaba antes para no tener que
escribir los detalles del contexto del yacimiento en la bolsa o en la etiqueta.
Al publicarse el yacimiento, se descartaba la concordancia entre la bolsa y el
contexto o, lo que es casi lo mismo, se depositaba en un museo junto con los
hallazgos. A pesar de esto, el sistema tiene mucho de bueno. Por ejemplo, si
trastocando los nfmeros o haciendo una identificacidn incorrectd se asigna
un grupo de hallazgos a un contexto determinado de forma equivocada, s6lo
queda afectado ese grupo de hallazgos; mientras que si no se numeran las
bolsas, todos los hallazgos del dep6sito sufrirfan el mismo error. Otra forma
de tratar este problema es asignar nfmeros de contexto en el yacimiento con
generosidad. Siempre podr6 volver a juntar los hallazgos durante el an6lisis
posterior a la excavaci6n.

Llv,plr'zs. Y sEcADo

Normalmente para lavar la cer6mica se utilizan baldes, cepillos de manos


y cepillos de dientes de uso domdstico. Aunque a los encargados del lavado
se les dice que han de quitar toda la tierra de los hallazgos, es preciso que se
fijen en las incrustaciones con inter6s arqueol6gico (v6ase la'p.253). Han de
tratar con mucho cuidado el hollfn, los restos quemados de comida, algtin
tipo de decoraci6n (la pintura, por ejemplo) y los restos de lo que contenian
las vasijas. Si creemos que corre el peligro de desconcharse, una vez seco
hemos de empaquetar el fragmento en una bolsa aparte o en una caia.La ar-
gamasa, los restos procedentes de pozos negros y las incrustaciones de sal tie-
EL ALMACfN DE CER(MICA 67

nen un inter6s menor ya que probablemente reflejan la historia posdeposi-


cional de los fragmentos, aunque hemos de consignar su presencia antes de
extraerlos. Seguramdnte los restos procedentes de pozos negros estar6n com-
puestos por fosfato de calcio, insoluble en agua. Se los puede extraer a mano
o utilizando una pequefla ganzita dental o una herramienta similar. Sin em-
bargo, si existe el peligro de que al extraer este resto quitemos tambi6n el
barniz o el-vidriado de la superficie, es mejor dejar que lo haga un conser-
vador. Si sumergimos la cer6mica durante bastante rato en agua dulce po-
dremos extraer con facilidad las incrustaciones de sal. Si no tratamos los
fragmentos, al secarse las sales o cristalizar, se desintegrarin.Para esto nece-
sitaremos tanques de agua y bolsas de red.
Si disponemos de mucha agua podemos lavar los hallazgos con la ayuda
de un tamiz para quitar lo peor de la suciedad y luego terminar la tarca a
mano. En algunas circustancias determinadag por ejemplo cuando tratamos
con restos de producci6n cuya pasta conocemos y no se piensa intentar re-
componer ninguna vasija, no es necesario lavar a mano todos los hallazgos.
Sin embargo, si lavamos con una manguera podemos encontrarnos con el
problema de la escasez de agua.
El proceso de secado se puede realuat en bandejas de madera o de pl6s-
tico, pero serS m6s rr{pido si ponemos los fragmentos sobre bandejas con fon-
do de red y las montamos en estantes. El agujero de la red deberia ser infe-
rior que el menor de los hallazgos. Tiambi6n podemos usar hojas de peri6dico
para forrar las bandejas. Deberiamos secar los huesos de animales poco a
poco y de manera uniforme, para minimizar una presi6n sobre el hueso que
lo resquebrajase o lo combase. Por eso puede resultar ritil en esta etapa se-
parar los huesos de otros hallazgos y disponer de un 6rea aparte donde se
puedan secar a su ritmo, y poner los fragmentos de ceriimica y otros restos
en las zonas miis caldeadas posibles. Los fragmentos gruesos tienen mucha
humedad, especialmente si son porosos. Hay que secar los fragmentos mol-
deados con productos 6rganicos con mucho cuidado si no queremos que les
salga moho. Si los ponemos en bolsas de papel o en cajas de cart6n en ese es-
tado, pueden pudrirlas. Lo menos malo que puede sucedernos es que tenga-
mos que volver a lavarlos despu6s de haber acabado la excavaci6n; lo peor
ser6 si hay que volver a empaquetar toda la colecci6n.

REcrsrno rNrcrAL y pRocESAMIENTo

Al llegar a gste punto se suelen separar los hallazgos segrin sea su tipo y
hacer un primer registro. Si el estudio de los materiales de construcci6n est6
bastante avanzado se puede utilizar una colecci6n de referencia para identi-
ficar los materialeg contar y/o pesar los fragmentos y descartarlos. Sin em-
bargo, es fScil confundir los fragmentos de hornos y hogares con los adobes
y restos de tapial, por lo que ser6 mejor guardar todos los fragmentos hasta
haber terminado la excavaci6n y poder examinarlos segrin la estratigrafia del
68 LA cER(MIcA EN AReuEoLocfA

yacimiento. Si examinamos toda la colecci6n al mismo tiempo, tambi6n po-


dremos establecer tendencias y modelos que no advertirfamos de otra mane-
ra. No se ha de descartar ningrln hallazgo hasta que el especialista que vaya
a publicarlos haya tenido la oportunidad de examinarlos.
En algunas ocasiones la gama de materiales que se puede encontrar en
un dep6sito es lo bastante conocida como para que d6 lugar a un informe
preliminar en el que tan s6lo se tenga que indicar la presencia de un tipo con-
creto de hallazgo y anotar a grandes rasgos la cantidad presente. Podemos
utilizar estos <<cat6logos preliminares>) para calcular y planificar los trabajos
posteriores a la excavaci6n y la publicaci6n, y seri{ arin m6s ftil si incluimos
una referencia sobre el almacenamiento de los hallazgoq por ejemplo, un nri-
mero de caja. A largo plazo resulta m6s prr{ctico tomar estas decisiones jun-
to con el personal del museo o el centro de investigaci6n donde se vayan a
almacenar los hallazgos, aunque en la pr6ctica existen muchas razones por lo
que esto no es posible. Por citar solamente dos: 1) puede que hayamos guar-
dado en las cajas hallazgos que vayan a descartarse, con lo que al final apa-
recerdn saltos en la secuencia num6rica, y 2) puede que por buenas razones
se quiera utilizar un tipo de embalaje durante los trabajos posteriores a la ex-
cavaci6n (cuando hay que trasladar varias veces los hallazgos a grandes dis-
tancias), diferente del que se usar6 al final, cuando s6lo se mover6n dentro
de un edificio. Si almacenamos los hallazgos en cajas separadas segtin sea su
material, despuds nos resultar6 m6s sencillo extraer una clase de hallazgos
para su estudio. El <<cat6logo preliminao serd un indice que siguen las cajas.
Thmbi6n es m6s fi{cil calcular el tiempo necesario para rcalizar el an6lisis si
almacenamos los hallazgos en cajas de medida est6ndar.
Unavez hemos separado los hallazgos por clases y materiales, podemos
marcar la cer6mica y los dem6s materiales p6treos con tinta china utilizando
una pluma. Nunca marque una vasija con un boligrafo de los usados en di-
bujo t6cnico,y haga que quienes reci6n empiezan a marcar piezas practiquen
con trozos descartados de tejas antes de pasar a los hallazgos importantes. Si
queremos estudiar conjuntamente los hallazgos procedentes de contextos di-
ferentes, el siglado es absolutamente esencial. Siempre tenemos fallos de me-
moria que nos impiden recordar de d6nde se sac6 un fragmento en concreto.
Si est6 claro que todos los fragmentos de un dep6sito proceden de la misma
vasija, resulta tentador no marcarlos o s6lo hacerlo en los bordes. Asf se pue-
de reconstruir la vasija para exhibirla sin que presente rotulados antiest6ticos
en su superficie. Sin embargo, no envfe los fragmentos en ese estado a los la-
boratorios de restauraci6n. Puede que acabe teniendo una vasija preciosa
pero sin valor arqueol6gico. La respuesta a este problema es pens6rselo an-
tes y asegurarse que la base de la vasija, en su parte externa, est6 marcada;
es un lugar discreto, que no la afectard cuando se haya restaurado. Si la vasi-
ja es hueca, se podr6 marcar la cara interior de los fragmentos, de manera
que se vea la marca si es necesario, quedando invisible una vez se expong la
vasija. A menudo encontrar6 en dep6sitos distintos restos que parecerdn per-
tenecer a la misma vasija. Tan s6lo a la hora de proceder a la restauraci6n se
EL ALMACEN DE CERI.MICA 69

podrr{ dar cuenta de que est6 trabajando con dos vasijas o m6s. Tambi6n en-
contrard fragmentos extraflos procedentes de otras vasijas entre los frag-
mentos de una urna de cremaci6n. De ahi la necesidad de marcar todos los
fragmentos, tanto con el c6digo del yacimiento como con el nfmero del con-
texto, salvo en circunstancias extraordinarias.
A lo largo de los aflos, mucha gente ha pensado en formas de evitarse el
trabajo y el aburrimiento de marcar la cerSmica. De hecho, la misma natura-
leza de esta tarea r:ipidamente nos hace pensar en eI tema. Se ha intentado
hacer con sellos de goma y, a pesar de la tosca superficie de la mayoria de los
fragmentos, la impresi6n suele permanecer. Sin embargo, la tinta que se em-
plea en estos sellos acaba por borrarse, mientras que la tinta china no lo hace.
Si la ceriimica que estamos marcando es negra en su mayorfa, resulta reco-
mendable disponer de tinta blanca. Por sorprendente que le parezca, va a te-
ner que decirles a los encargados de latarea que marcar en negro sobre ne'
gro no es una buena idea. Sin embargo, a veces puede verse la marca si se
alza el fragmento hacia una fuente de luz fija. Asegrirese tambi6n de que la
marca no est6 demasiado cerca del borde, ya que es el 6rea con m6s proba-
bilidades de romperse durante el almacenamiento. Una fuerza oculta en al-
gunas personas les impulsa a creer que la rinica marca pulcra se hace junto al
borde del fragmento. Es dificil marcar la porcelana,'ya que los fragmentos
suelen ser pequeflos y es fiicil borrar una marca de una superficie satinada.
Se ha intentado fijar la marca con una emulsi6n pl6stica y ha funcionado en
algunos casos, pero se ha probado que el rotulado se despega del fragmento.
Por fltimo, compruebe siempre que ha marcado los fragmentos correcta-
mente. Es muy fiicil dejarse llevar por ensueflos mientras se marca cer6mica
y despertarse con un sobresalto, comprobando que se ha marcado con un nf-
mero previo unos centenares de fragmentos. Marcar vasijas no es una activi-
dad adecuadapara disl6xicos, pero, en cualquier caso, todos sufrimos lapsus
momentdneos, de ahf la necesidad de efectuar comprobaciones a intervalos
frecuentes. Si se han cometido errores, las dos opciones que tiene son rascar
la marca equivocada con una hoja afilada o trazar una x sobre ella con tinta
china y escribir la versi6n correcta junto a 6sta. Si intenta alterar un nfmero
escribiendo encima, provocar5 dudas en su lectura, por lo que no es una bue-
na soluci6n.

Ex,c.r,rBN pnErrurNen y orra,cr6N pUNTUAL

Los arque6logos siempre han querido estudiar sus hallazgos cuanto an-
tes mejor, pero ya hemos visto los peligros que corremos si permitimos ma-
nipular los hallazgos antes de siglarlos. Utavez se ha hecho, ya podemos em-
pezar a estudiar la cer6mica. Un r6pido vistazo al material permitir6 a un
especialista hacer una valoraci6n inicial de la fecha de los fragmentos y re-
conocer las piezas extraordinarias. Cuanto antes conozcamos la fecha de la
cerdmica de un dep6sito, mejor, especialmente si se trata de una excavaci5n
70 LA cER(MrcA EN AReuEoLocfA

de salvamento. En proyectos grandes que actfen sobre varios yacimientos re-


sulta ritil que alguien observe los hallazgos junto con el supervisor para ase-
gurarse de que no se han cometido errores al siglarlos, transcribirlos o exca-
varlos. Si no lo formalizamog ya podemos olvidarlo. En las excavaciones del
equipo de investigaci6n de Winchester, esta tarea se convertfa en uno de los
puntos 6lgidos de la semana de excavaciones. Los ayudantes traian las ban-
dejas de hallazgoq el director los observaba, llamaba a los supervisores para
que informasen por s( mismos y por riltimo se pronunciaba. Se registraban to-
das las decisiones. En principio, en todos los proyectos tiene lugar el mismo
ritual. Lo importante es que aunque las afirmaciones sean provisionaleq se
utilicen como base para la difusi6n del yacimiento, informes internos y con-
ferencias
A principios de los aflos ochenta en Londres se conocia este proceso
como <<dataci6n puntual> (spot-dating), registr6ndose los resultados en tarje-
tas que utilizaban los directores del yacimiento cuando escribfan los diarios
de excavaci6n. Las tarjetas consignaban la fecha del grupo, el nfmero de
fragmentos (un cSlculo aproximado) y, a veces, anotaciones sobre los tipos
existentes. Estos registros se formalizaban para que incluyesen una lista de
todos los tipos existentes en el conjunto como parte del registro inform6tico.
Al iniciarse en serio el estudio de la cerdmica romana, sajona y medieval se
vio el inter6s que tenfa esta forma de registro. Se podfa sacar una lista de to-
dos los yacimientos en los que se encontraba un tipo determinado y las fe-
chas provisionales que se asignaban a los grupos en que se encontraban. Al
no haber habido nunca un intento de cuantificar los conjuntos, el registro era
muy r6pido, especialmente si se hacfa entre dos personas: una que indicase
los c6digos y otra que los apuntase y comprobase si ya se habian anotado
tipos determinados. Se utilizaban c6digos simples y fdciles de pronunciar,
lo que aceleraba el proceso, por ejemplo: LOND (ceri{mica tipo Londres),
SPAM (cerdmica mic6cea roja de tipo espaflol) y KING (cer6mica Kingston)
son palabras monosil6bicas. Los c6digos que no se podian pronunciar sino
que habia que deletrearlos tenian menos 6xito, por ejemplo SWSG (gres
blanco con barniz salino de Staffordshire) y la LCGR (cerdmica gris de los
Paises Bajos). La mayor parte de la ceriimica excavada en la City de Londres
desde 1974 se registr6 con este sistema.
Otra ventaja de este indice era que los registros procedentes de contex-
tos individuales y agrupados sobre la base de la estratigrafia o la interpreta-
ci6n, podfan ser fusionados en el ordenador. Mientras que los conjuntos in-
dividuales podian ser pequeflos y eran datables tan s6lo dentro de unos
mdrgenes bastante amplios, la lista de tipos combinados proporcionaba un
m6todo m6s seguro para determinar la fecha en que se depcisit6 la cerdmica.
A beneficio de ambos se hizo hincapi6 en la importancia de la interacci6n
mutua (feed-back) entre los hallazgos y el registro del yacimiento.
Sin embargo, si se planea alaalizar toda la cer6mica en detalle inmediata-
mente despu6s de la excavaci6n, elaborando primero el registro de localiza-
ci6n no se ganard nada, por lo que podemos limitarnos a hacer un repaso rd-
EL ALMACfN DE CERI.MICA 77

pido o a cuantificar la cer6mica conforme la vamos excavando. De todos mo-


dos, en la mayor(a de los yacimientos habrS partes de la secuencia donde est6
claro que la cuantifichci6n apenas si nos va a aportar informaci6n. En estos
casos el registro de dataciones puntualeq o un equivalente, puede constituir
el registro definitivo del conjunto.

ORDnNA.cr6x

Antes de empezat a registrar un conjunto se recomienda desplegar la


mayor cantidad posible de la colecci6n, especialmente siguiendo un orden es-
tratigri{fico. Se trata, sin duda alguna, de la forrna m6s sencilla de determinar
los distintos aspectos especificos de la colecci6n que hay que consignar. Pue-
de que s6lo necesitemos una descripci6n cualitativa, indicando el tamaflo y
condici6n de los fragmentos, o puede que nos demos cuenta de la necesidad
de un andlisis riguroso. En esta etapa podemos reconocer fragmentos de dis-
tintos contextos que forman parte de una misma vasija. Lo que hagamos con
esta informaci6n y, de hecho, lo que hagamos con los fragmentos, dependeri{
del investigador. En la pdgina 236 ttataremos este tema con m6s detalle.
Cuando encontramos fragmentos contiguos o que encajen entre si debemos
asignar un nfmero a cada familia de ellos. Cuando no sean frecuentes, pode-
mos limitarnos a registrar los contextos respectivos. Cuanto mayor es el con-
iunto estudiado, m6s dificil es encontrar contigiiidades. En los casos m6s ex-
tremos puede que sea necesario separar los fragmentos segfn la pasta y
extender por separado cada tipo. Incluso asf no encontraremos todos los
fragmentos que encajen entre si. En ocasioneq puede serle de utilidad que un
reci6n llegado mire la colecci6n una vez usted ya haya encontrado todos los
fragmentos contigiios posibles. Utihzar el color como guia resulta decepcio-
nante, ya que, tras romperse, muchos fragmentos pudieron haberse quema-
do, de ahf que algunas vasijas o algunas partes resalten de entre las demiis.

RrcoNsrnuccr6N risrc.q.

Uravez ha quedado establecido que un grupo de fragmentos constituye


una familin, en otras palabras, que todos proceden de la misma vasija, nos
sentimos impulsados a reconstruirla. Si se precisa una fotografia de la vasija
y no podemos dibujarla sin realizar una reconstrucci6n parcial, usaremos,
como medida temporal, una cinta adhesiva para mantener juntos algunos
fragmentos. No deberiamos utilizarla, sin embargo, en vasijas con barniz o
engobe mal conservado, ya que se pueden desprender al retirarla y,ei la de-
jamos durante mucho tiempo, la cinta adhesiva puede secarse y dejar marcas
en los fragmentos. Si hemos de exponer una vasija en un museo, seguramen-
te dste har6 que sus propios conservadores la restauren. Asegfrese de haber
consignado todos los detalles que desee sobre la vasija antes de ced6rsela a
72 LA cERiMrcA EN AReuEoLocfA

otros. En concreto, dibujar la vasija antes de restaurarla completamente le


puede resultar m6s sencillo. Si se ha utilizado escayola, encontrar6 restos de
ella por toda la superficie de la vasija restaurada al intentar fundir el 6rea res-
taurada con la original. Intente guardar por separado un pequeflo fragmen-
to como muestra potencial de la pasta y los residuos orgdnicos. Por riltiiho,
pero no menos importante, introduzca una tarjeta de substituci6n en la co-
lecci6n para informar a los futuros investigadores que se ha separado la va-
sija.
Si quiere pegar los fragmentos asegfrese de que el pegamento que utili-
za se disuelve, ya que en caso de error o de que encuentre otrapiezaque con-
cuerde ha de poder quitarlo y empezff de nuevo. Recomendamos los pega-
mentos hechos de nitrato de celulosa o acetato de polivinilo ya que podemos
disolverlos en acetona, que no es muy cara y es f6cil de obtener. La mayor
parte de colas (y disolventes como la acetona) son vol6tiles y f6cilmente in-
flamables, por lo que se deben tener en cuenta las recomendaciones de los fa-
bricantes sobre las condiciones de almacenamiento y uso, especialmente en
lo que se refiere a la ventilaci6n del 6rea de trabajo. Si la excavaci6n es en ul-
tramar, recuerde que no puede transportar estos materiales, f6cilmente infla-
mables, en una bolsa de viaje normal.
Para mantener agrupados los fragmentos mientras se est6n secando uti-
lice una bandeja de arena y cinta adhesiva. Use un minimo de pegamento y
mantdngalo apartado de la arena o los granos de cuarzo se adherir6n a la va-
sija. Recuerde que las junturas se abrirSn durante el proceso de secado a me-
nos que ambos fragmentos est6n fijos. Haga uso de la gravedad para unir
fragmentos pequeflos, pero habr6 de colocar los grandes sobre arena de ma-
nera que la juntura no reciba ninguna tensi6n. Si estri pegando juntos varios
fragmentoq debe planearlo de antemano o terminar5 viendo que ha pegado
los fragmentos siguiendo un orden equivocado y que no puede insertar el
pr6ximo. Es posible que tenga que volver a lavar o cepillar los bordes del
fragmento antes de pegarlos.

Crrnlocecr6N

Asumimos que ya hemos hecho un registro preliminar sobre la ceriimica


y que hemos determinado las partes de la colecci6n que hay que estudiar con
m6s detalle (v6ase la figura 4.1). No existen reglas estrictas acerca de qu6 hay
que consignar, pero los demiis investigadores se lo agradecerdn si se atiene a
dos condiciones:

1. Ha de consignar la existencia de un tipo de cer6mica en una colec-


ci6n. Las excavaciones urbanas suelen producir grandes cantidades de cer6-
mica redepositadas en dep6sitos modernos o a las que no se puede asignar
ningdn contexto arqueol6gico (como en las perforaciones o en las limpiezas
superficiales tras el paso de excavadoras meci{nicas). Los registros detallados
EL ALMACfN DE CER,{MICA 73

Ftcuna 4.1. La vida en el almac6n de cerdmica. Ilustraci6n de Janis Mitchell, proce-


dente de The hamster history of Britain, publicado por Thames & Hudson Ltd., @ Tha-
mes and Hudson, 1991.

de este tipo de cer6mica no tienen mucho objeto, ya que la mayor parte ha


derivado de dep6sitos que han sobrevivido en algrin lugar de la excavaci6n.
A menudo encontrar6 piezas perdidas procedentes de vasijas estratificadas
en colecciones sin estratigrafia. Sin embargo, puede que se haya extrafdo
todo un dep6sito anterior y que esta cerdmica sin estratificar sea la fnica evi-
dencia de una actividad en una fecha o de un tipo determinado.
2. Ha de registrarse una lista completa de los tipos de ceri{mica encon-
trados en un contexto estratificado. Las asociaciones de tipos de cer6mica
aportan m6s informaci6n cuanto mayor es su frecuencia. Puede que podamos
emplear este tipo de datos para mostrar los tipos de cerilmica que encontra-
mos juntos y se utilizaron, por tanto, en una misma 6poca.Incluso conjuntos
de tan s6lo dos o tres fragmentos pueden aportarnos informaci6n.

A la hora de consignar la cer6mica de un conjunto hay que tomar varias


decisiones. La primera es establecer la unidad b6sica de registro, es decir, la
cantidad minima de cer6mica que podemos consignar por separado. No de-
bemos registrar en una misma unidad cer6micas procedentes de contextos di-
ferentes (aunque se deberian hacer referencias cruzadas si forman parte de
74 LA cERtrMIcA EN ARQUEoLociA

una misma vasija), pero incluso dentro de un mismo contexto hay varias po-
sibilidades:

a) fragrnentos individuales;
b) grupos de fragmentos procedentes de la misma vasija (familias de
fragmentos);
c) grupos de fragmentos procedentes de vasijas con la misma pasta o
tipo de forma (discutimos las pastas y las formas en las pp. 89 y 95);
A como en (c), pero segrin la clase de vasija (por ejemplo, ollas para
cocinar, jarros);
e) grupos de fragmentos con la misma pasta, pero de forma indetermi-
nada;
f) grupos de fragmentos con el mismo nombre comrin (p. 91) y de for-
ma no especifica;
g) grupos de fragmentos de la misma cer6mica, pero de forma no es-
pecificada.

Si su proyecto se desarrolla aislado de cualquier otro trabajo arqueol6gi-


co, puede escoger cualquiera de estas opciones. No va a obtener mucho m6s
registrando los fragmentos individualmente o combinando la informaci6n
procedente de todos los fragmentos de la misma vasija, a menos que los
fragmentos hayan sido registrados en cuadriculas separadaq en cuyo caso
puede considerar como un contexto cada situaci6n consignada por separado.
Por eso la opci6n (b) es preferible a la (a), aunque puede perderse informa-
ciSn sobre el tamaflo y el peso del fragmento o sobre los modelos de frag-
mentaci6n (por ejemplo, la frecuencia de picos unidos a asas, asas de borde
o asas de cuerpo completag nfmero de fiagmentos rotos por el cuello, etc.).
Si escoge la opci6n (c) en vez de la (b) puede perder la capacidad de me-
dir la proporci6n de vasijas completas y rotas (v6ase lap.203). Y puede que
esta informaci6n le sea vital cuando considere la formaci6n y la interpreta-
ci6n del yacimiento (p. 203).
Si escoge la opci6n (d) sobre la opci6n (c) est6 dejando de lado la posi-
bilidad de estudiar detalles de la tipologfa, tales como: formas de los bordes,
tipos de asas y decoraci6n.
Si opta por la opci6n (e) no podrd realizar el estudio de la forma, de ahi
que no pueda estudiar las variaciones sobre la funci6n o la actividad de un
yacimiento. La opci6n (f) le impediurd ttttlizar los cambios de pasta para da-
tar la producci6n de un centro; con la opci6n (g) perder6 la oportunidad de
estudiar la fuente de suministro de la ceriimica'
Estas siete opciones no son las rinicas posibilidades a su disposici6n, ya
que puede decidirse por registrar la pasta sin mucho detalle y la forma con
mucho cuidado, pero ha de tener claro que cuanto menos detalles incluya el
registro, menos tiempo y esfuerzo requerird. En esta,escala ha de haber un
punto que satisfaga el uso que piense hacer de los datos, proporcione a otros
especialistas un medio de comparar sus resultados con los que se hayan ob-
EL ALMACfN DE CER(MICA 75

tenido previamente o con los que se obtendr6n despu6s, y que permite que
sus resultados se'incorporen en unos estudios m6s extensos. Los equipos ar-
queol6gicos brit6nicos que estiin trabajando en este momento podrfan dar-
nos ejemplos de por 1o menos cinco de estas opciones. La opci6n (a) era la
m6s popular en los primeros tiempos de la inform6tica, cuando el consejo de
los especialist4s de proceso de datos no arqueol6gicos solfa conducir a una
consignaci6n muy detallada fragmento por fragmento. Con el fin de simpli-
ficar las cosas, y talvez porque sea el nivel miiximo ideal de registro, asumi-
remos que se opta por la opci6n (b) y que cada registro consta de los datos
asociados a un grupo de fragmentos de una misma vasija y de un mismo con-
texto.
Thmbi6n tendril que decidir lo que quiere consignar sobre cada una de
estas unidades b6sicas que ha escogido. Como minimo, habr6 de incluir el
contexto, informaci6n sobre la pasta, la forma y cualquier clase de decora-
ci6n visible enlapieza, alguna idea sobre la cantidad de cerilmica implicada,
una referencia a cualquier ilustraci6n y cualquier informaci6n adicional que
pueda explicar el uso de la vasija o la historia posterior a su deposici6n.
En las pr{ginas 89 y 95 describimos la manera prdctica de registrar la for-
ma y la pasta, respectivamente. Una decisi6n clave consiste en incluir esta in-
formaci6n a base de descripciones o siguiendo referencias (a menudo codifi-
cadas) de series de tipos existentes (vdase la figura 4.2). Mientras que las
formas se suelen consignar segrin la clase de vasija y, si hay bastantes, su tipo,
la pr6ctica habitual para definir las pastas ha sido citar todos los detalles des-
criptivos. Desde nuestro punto de vista es mejor referirse a cada familia de
fragmentos como un ejemplo de un tipo de material determinado (resulta
prdctico aplicar una regla mnemot6cnica) y guardar la informaci6n sobre
aquel tipo en alguna parte del informe. Esto equivale a confrontar el enfo-
que <.relacional>> con el <jeri4rquico>> en las bases de datos informdticas y pue-
de ahorrar mucho espacio, tiempo y esfuerzo al mismo tiempo que perrrite
que se sigan haciendo descripciones detalladas (v6ase infra, p.78).
Consignar la cantidad de cerdmica existente (el problema de la <<cuanti-
ficaci6n>) ha causado muchas controversias todav(a no resueltas del todo. En
el capitulo 13 (p. 188) propondremos nuestro propio punto de vista, pero de-
beriamos indicar aquf que al escoger una <medidu de cantidad se ha de te-
ner en cuenta la informaci6n importante que, especialmente en lo que res-
pecta a los procesos de formaci6n del yacimiento (p. 203), puede obtenerse
comparando medidas diferentes.
La ilustraci6n es otro tema que se merece un capitulo aparte (p. 106),
pero es importante indicar que ha de ser posible identificar cualquier vasija
dibujada o fotografiada sin incurrir en ambigiiedades. De igual forma, los
fragmentos o las vasijas extraidos de la colecci6n por cualquier raz6n han de
ser consignados aparte.
Hay dos formas de hacerlo. En primer lugar, puede poner una nota en
la bolsa o caja de la que extraiga el fragmento. Los museos suelen seguir el
sistema de poner una tarjeta reemplazando un artefacto que se ha sacado
76 LA CERI,MICA EN ARQUEOLOGiA

FIcun,q.4.2. Catalogaci6n de cerdmicas usando hojas de registro, escalimetros y 916-


fico de bordes.

de su emplazamiento habitual. Este sistema funciona bien con las coleccio-


nes arqueol6gicas. Tambi6n debe citarlo en su registro. Suele ser posible
consignar la informaci6n sobre una colecci6n sin necesidad de identificar
los fragmentos individuales. Para alterar este registro bas6ndose en el estu-
dio posterior de la colecci6n, ha de poder unir los registros individuales con
los fragmentos o grupos de fragmentos. La forma m6s obvia de conseguir-
lo es asignar a cada fragmento un rinico nrimero o c6digo. Este tipo de so-
luci6n funciona bien en el caso de colecciones pequeflas, entre unas dece-
nas y unos pocos centenares de fragmentos. En el pasado han habido
intentos de numerar cada fragmento en una colecci6n de varios miles de
hallazgos, pero se ha fracasado. Se necesita una cantidad de tiempo des-
proporcionada para registrar y comprobar el sistema numdrico y en muchos
casos nunca se llega a necesitar este ndmero individual. Puede que en el
futuro la tecnologfa inform6tica permita asignar y consignar nfmeros indi-
viduales con miis facilidad, por ejemplo, utilizando c6digos de barras o cual-
quier otra marca legible por una m6quina. Entretanto tendrii que enfren-
tarse al problema de c6mo identificar una minoria de fragmentos de una
colecci6n. Una soluci6n es tener series de nfmeros separados para cada ca-
tegoria de informaci6n que quiera consignar, por ejemplo, una serie de nri-
meros para las diapositivas, series para las fotografias en blanco y negro, se-
ries de nrimeros para las l6minas delgadas, series de nflmeros en blanco
(para los fragmentos enviados a los especialistas), etc. Las ventajas de las
EL ALMACEN DE CER{MICA 77

series de nfmeros separadas es que conocemos de inmediato su tamaflo


(buscamos el riltimo nfmero de la secuencia) y sabemos si falta cualquier
informaci6n, ya que,puede haber tantas diapositivas y l6minas delgadas co-
mo nfmeros en las series. La desventaja es que puede acabar teniendo dis-
tintos ndmeros referidos a un mismo fragmento y necesitaremos las series
num6ricas para distinguir uno de otro para evitar confundirnos. A titulo in-
dicativo cabe seflalar que si no todo el registro se refiere autom6ticamente
a un fragmento, necesitar6 series numdricas separadas. Por ejemplo, puede
utilizar varias diapositivas que muestren distintos aspectos de la misma va-
sija, o que contengan m6s de una, mientras que un nrimero en blanco siem-
pre se aplicar6 a toda una vasija o fragmento.
El siguiente aspecto de la colecci6n que hemos de tomar en considera-
ci6n es la evidencia del uso y reuso de las vasijas. Esto suele verse gracias a
las manchas de hollin o a los dep6sitos del interior de las vasijas. Tambidn
puede analizarse por medio de cualquier huella de uso o por una impronta
en la base o pie, un mellado en el borde o en la base por haber sido usada
con brutalidad, o rasguflos en el interior de las vasijas barnizadas que mues-
tren el uso de un estropajo basto al limpiarlas. Si utilizamos este tipo de da-
tos procedentes de vasijas completas o casi completas es probable que poda-
mos hacer mucho miis que limitarnos a consignar la presencia o ausencia de
huellas de uso en las vasijas (v6ase la p. 250).
La evidencia de la historia posterior a la deposici6n de los fragmentos
puede provenir de la comparaci6n entre distintas medidas de cantidad
(p.203), pero se pueden emplear evidencias m6s directas. Podemos valorar el
grado de abrasi6n de las superficies y de los bordes mellados siguiendo una
simple escala ordinal, teniendo siempre en cuenta que los bordes reciente-
mente mellados pueden deberse a las t6cnicas de excavaci6n. Contextos es-
pec(ficos pueden tener efectos especfficos sobre los fragmentos, sean de ma-
terial de disoluci6n o de deposici6n (p. 243). La comparaci6n entre varias
medidas de cantidad, especialmente las referentes a distintas partes de vasi-
jas, por ejemplo, bordes, asas y baseg pueden darnos una evidencia de las
desviaciones en la recuperaci6n (v6anse las pp. 203-204).

Uso pE Ln rNronrra.{rrce EN LA INvEsrrcAcr6N oe re crruftrarcn

Ya nos hemos referido con anterioridad al uso de ordenadores en el ci-


clo de procesamiento de la cerSmica. El uso extendido que han alcanzado
ordenadores muy potentes y relativamente baratog junto a paquetes de sofi-
ware fdcrles de utilizar, ha tenido un fuerte impacto en el estudio de la cer6-
mica y en otros aspectos de la arqueologfa (v6ase Richards y Ryan, 1985,
para un informe general sobre el papel de los ordenadores en la arqueologia
y una explicaci6n de los t6rminos t6cnicos). Mientras que unos proyectos es-
ti{n basados en el uso de la inform6tica desde el principio de su plantea-
miento, para otros la informatizaci6n parece una cuesti6n de riltima hora. Se
78 LA cERr(MrcA EN AReuEoLociA

necesita ser muy ingenuo para introducir datos poco estructurados en un or-
denador que no perdona.
Al plantearnos la informatuaci6n de los registros de cerSmica arqueol6-
gica no debemos olvidar dos puntos importantes. En primer lugar, muchas de
las reglas bilsicas se pueden aplicar tanto a la organizaci6n y manipulaci6n
de los registros sobre papel, como a sus dobles informatizados; y en segundo
lugar, es esencial que podamos coordinar los registros de cer6mica con los re-
gistros de otros tipos de artefactos y con datos estructurales o contextuales.
Cuando nos enfrentamos a un sistema de consignaci6n e informatizaci6n ya
existente, se recomienda cooperar con 61, a no ser que existan argumentos de
peso en contra.
Podemos abordar en dos partes diferenciadas el estudio de las aplicacio-
nes informdticas en la cer6mica arqueolSgica: 1) qu6 es lo que debemos in-
formatizar, y 2) c6mo organuar los registros. La sofisticaci6n del equipo dis-
ponible, el acceso a 6ste y las condiciones de trabajo ser6n algunos de los
factores que determinar6n muchas de las respuestas, pero existen ciertas nor-
mas generales.

iQud es lo que debemos informatizar?

Si informatizamos desde el principio de la investigaci6n ciertos datos


sobre la cer6mica, obtendremos ventajas considerables. Las dataciones pun-
tuales, la incorporaci6n de listas de tipos de cer6mica y las fechas de los
contextos nos pueden ayudar mucho, tanto durante como inmediatamen-
te despu6s de la excavaci6n de un yacimiento. Este tipo de datos son muy
adecuados para el tratamiento por ordenador y caen dentro de las posibi-
lidades del software m6s sencillo. Las tareas informatizables mds usuales
ser6n: la recuperaci6n de la informaci6n previamente introducida, la clasifi-
caci6n y operaciones matemdticas simples. Si un colega nos pregunta <1De
qu6 fecha es el contexto 100?>, le podremos contestar fdcilmente miran-
do la lista de tipos de cer6mica registrados en ese contexto y entregiindo-
le una ficha o una tarjeta que podr6 guardarse en el mismo orden que el
contexto. Pero si la pregunta es <<Dame la lista de todos los contextos
que contengan cer6mica del tipo X>> o <<Dame una lista de todos los contex-
tos del siglo vr>>, los registros informatizados se hacen esenciales. La ca-
pacidad que tienen los ordenadores para suministrarnos estos datos con
rapidez y exactitud elimina gran parte del tedio asociado a este tipo de bris-
quedas, y anima a los especialistas en cer6mica a plantearse cuestiones m6s
amplias.
Podemos introducir la dataci6n puntual en un ordenador y eliminar por
completo le consignaci6n sobre papel. Los ordenadores port5tiles disponi-
bles hoy en dia resultan muy adecuados para la introducci6n directa de este
tipo de datos y son lo bastante resistentes para soportar las condiciones que
se suelen encontrar en los yacimientos arqueol6gicos. Desde luego, es de sen-
EL ALMACEN DE CERAMICA 79

FIcunq.4.3. Tipologia de cerdmicas romanas, transcrita en fichas de consulta'

tido comrin copiar los datos y almacenarlos fuera del ordenador en un sitio
m6s seguro a la primera oportunidad.
Con frecuencia existe la tendencia de intentar informatizar demasiada in-
formaci6n. La experiencia ha demostrado que hay grandes cantidades de
prosa descriptiva que apenas si tiene valor y que dificulta el trabajo con los
paquetes de software habituales. Cuando nos encontramos con errores de
puntuaci6n u ortografia nos resulta dificil entender la informaci6n que nos
aportan estos datos, lo que demuestra que habria sido mejor haberlos apun-
tado siguiendo un sistema de palabras clave cortas o datos mnemot6cnicog
Normalmente no podremos registrar imdgenes, especialmente diseflos y
fotografias de vasijas, en una etapa inicial del proyecto (si es que lo conse-
guimos en algrin momento). Un conjunto de dibujos sobre tarjetas bien or-
denadas satisfard la mayoria de nuestros objetivos y serii m6s f6cil de utilizar
para el trabajo de campo (v6ase la figura 4.3).

C6mo organizar los registros

Ya podemos empezar a estudiar la estructura de los registros informati-


la organuaci6n de
zados. Desde un punto de vista pr6ctico, deberian reflejar
los registros sobre papel tanto como fuese posible. Esto ayudar6 a quienes
han de trabajar con ellos a diario y a quienes vendr6n posteriormente e in-
tentar6n averiguar c6mo se hizo el trabajo.
80 LA cERr(MrcA EN AReuEoLociA

La mayorfa de bases de datos permiten almacenar y manipular los datos


segfn lo que se denomina una estructura..relacionab. La teoria de las bases
de datos relacionales es muy compleja y no es necesario que describamos
aquf los detalles. En la pr6ctica hemos de tener en cuenta dos reglas:

o Deberfa ser posible visualizar algunos de los datos en un archivo como si


fuesen (puntos de referencia> para los datos contenidos en otra parte.
o Deberla intentarse disponer la informaci6n de forma que los datos s6lo
queden registrados una vez, con referencias a cualquier otra parte en don-
de hayan datos similares.

Un ejemplo priictico nos lo aclararr{. Un informe que nos describa la can-


tidad y tipo de cerdmica en un contexto podria ser algo similar a esto:

Contexto Pasta Forma Di6m. Eve Peso Nfmero de dibujo

197 10,5 230 4712

Esta estructura muestra los detalles de una familia de fragmentos de una


pasta (PRWL) y una forma (plato) concretos en un fnico contexto (191).
Para obtener m6s informaci6n sobre cualquiera de estos elementos podemos
considerarlos puntos de referenciapara datos contenidos en otros archivos.
En lo que respecta a la descripci6n de PRW1, podemos mirar en el archivo
del c6digo de materiales y encontrar:

C6digo Descripci6n

PRWl Pasta de cerdmica roja pompeyana 1

A este archivo le podrfamos afladir cualquier otro dato que indicase, qui-
zds,lafecha u origen de la ceri{mica o la funci6n de las vasijas (cocina, mesa,
etc.).

C6digo Descripci6n Procedencia Fecha Funci6n

Pasta de cer6mica Italia 615 a.C.-80 d.C.? Cocina


roja pompeyana 1
EL ALMACfN DE CERiMICA 81

Lo miis importante es que no hay que consignar esta informact6ncadavez


que aparece eI PRW1 en el archivo de datos cuantificadoq sino tan s6lo una
vez el la ubicaci6n que le es propia. Las relaciones en el campo del contexto
pueden ser m6s complejas. Cada contexto puede pertenecer a un rasgo, como
un canal, el suelo, un muro, etc., que pueden estar agrupadas en grandes uni-
dades estructurales, como los edificiog u organizadas en fases o periodos Un
informe sencillo de las estructuras puede ser de la siguiente manera:

Contexto Rasgo

191 Pozo 6

y este informe estructural puede estar relacionado con un grupo m6s amplio:

Rasgo Fase

Pozo 6

Fase Fecha

IIIa 50-70 d.C.

Los lenguajes formales de representaci6n definidos en las bases de datos


relacionales m6s complejas est6n diseflados para permitir que se realicen se-
lecciones especificando criterios que van de un archivo a otro. Por tanto, se-
rfa posible seleccionar todos los contextos que contengan, por ejemplo, cer6-
mica de cocina de la fase IIIa, siguiendo los enlaces que unen un archivo con
otro y regresando al archivo de cerdmica principal. Esta disposici6n demues-
tra su utilidad a la hora de hacer cambios en los datos. Si ya no creemos que
la fase IIIa se prolongue hasta 50-70 d.C. sino hasta 70-100 d.C., s6lo hemos
de realizar un cambio en lugar de muchos centenares o incluso miles: todas
las referencias cruzadas se actualizan autom6ticamente. De igual manera, el
movimiento de grupos de contextos de una fase a otra, que invariablemente
ocurre en muchas ocasiones durante el proceso de preparaci6n de los regis-
tros, se realaa limit6ndonos a ajustar uno o dos enlaces.
En fltimo lugar, es importante guardar documentaci6n suficiente sobre
los procedimientos seguidos para crear y guardar cualquier base de datos (y,
de hecho, cualquier tipo de sistema de registro). Esto deberia incluir siempre
el desarrollo de las palabras clave o los c6digos utilizados y las explicaciones
82 LA cER{MrcA EN AReuEoLocfA

de las relaciones entre los registros y los archivos. IJsar un sistema inform6-
tico no documentado es semejante a guardar sus registros escritos en sobres
viejos, y muchas de las esperanzas de reconstruir archivos de datos reutiliza-
bles no llegan a realizarse nunca.

Guanoen o No cUARDAR

Antes o despuds tendri{ que enfrentarse al problema de establecer u ope-


rar con una polftica de selecci6n y conservaci6n. Si trabaja en un museo o en
una unidad de excavaci6n realmente grande deberia existir esta politica; en
el caso contrario, es mejor tener en cuenta algunas dificultades posibles. Los
museos siempre han existido para gestionar coleccioneq sean cuales sean sus
otros objetivos. Por eso es contrario alaprdrctica habitual de un museo dese-
char materiales; sin embargo, no debiera ser aconsejable ni deseable colec-
cionar material sin tener en cuenta la informaci6n potencial que contenga.
En algunas partes del mundo, por ejemplo en el Norte de Africa o en Orien-
te Pr6ximo, puede que la cantidad de cer6mica encontrada excavando sea
demasiado grande para poder retenerla toda, aunque en el pasado esta acti-
tud nos ha conducido a una situaci6n en que casi no hay ningrln conjunto es-
tratificado completo en estas regiones. Cuando la cerdmica sea escasa o la ar-
queologfa tenga s6lidas raices, podemos considerar guardar todo el material.
El valor esencial de las colecciones excavadas es el contexto estratigriifico de
los hallazgos. Si 6stog por una raz6ntotra, no tienen contexto estratigrdfico
tenemos que hacer un registro minimo y retener s6lo los fragmentos selec-
cionados. Si los hallazgos est6n estratificados, siempre se podr6 realizar algrdn
otro aniilisis que por una raz6n u otra no ha hecho usted mismo.
Los dep6sitos arqueol6gicos son rinicoq y no se puede considerar una ex-
cavaci6n como un experimento cientifico, un hecho repetible. Obviamente, la
conducta humana estaba y est6 limitada por la cultura. De lo contrario, la ar-
queologfa s6lo podrfa revelar sucesos concretos que ocurrieron en un sitio de-
terminado, en vez de poner de manifiesto patrones de comportamiento. Debe-
mos pensar en las excavaciones como lugares que proporcionan el material que
servird de fuente a estudios futuros. Ningfn historiador se plantearia arrancar
las p6ginas de un manuscrito una vez lo ha leido y transcrito, y al mismo tiem-
po, serian poquisimos los historiadores que se negarian a tirar el peri6dico del
dia anterior con el argumento de que constituye el material documentalparala
historia de maflana. En resumen, existen razones poderosas para retener la
mayor cantidad posible de materiales para realizar estudios posteriores y us-
ted, el estudioso de la cerr{mica, es seguramente quien mejorpuede decidir la
importancia o el potencial de los conjuntos de una colecci6n. Si se decide por
descartar cerdmica estratificada, tendrd que reflejarlo en su registro. Especial-
mente tendr6 que desarollar sistemas para describir faptores como las huellas
de uso o reutilizaci6n de las vasijag rodamiento de los fragmentos y redeposi-
ci6n, temas sobre los que apenas se ha trabajado hasta ahora.
5. EL ANAI-TSTS DE LAS PASTAS

INrnoouccr6N

El y la clasificaci6n de la cer6-
micad ia ciue'difdhechd.?od6iii6s
drvrdrr

1. las que son producto de la temperatura y las condiciones de cocci6n;


2. las que son una consecuencia de las inclusiones; y
3. las que son una funci6n del tipo de arcilla empleado.
Los analistas de cer6mica creen que la pasta de aqu6lla se divide en dos
componentes: una <<matirz>> compuesta de minerales de arcilla inferiores a
0,002 mm de anchura e <<inclusiones>> mayores. En una primera aproxima-
ci6n, podrfamos decir que esas .<inclusiones>) son observables a simple vista
o con un microscopio binocular, mientras que no podemos ver los compo-
nentes individuales delamatriz a no ser que utilicemos microscopios de gra-
duaci6n elevada y l6minas delgadas o un microscopio de barrido de electro-
nes (SEM). Los investigadores de cer6mica utilizan el t6rmino <<pasta> para
referirse a las tres caracterfsticas. La elecci6n de materias primas utilizadas
por los ceramistas y las preparaciones realizadas gobiernan los dos compo-
nentes b5sicos (lamatnz y las inclusiones). Sin embargo, las condiciones de
cocci6n modifican ambos en mayor o menor medida (vdase la p. L53).

Equrro NECESARTo

Para arahzar la cerdmica necesitamos imprescindiblemente un cristal de


aumento, lupas o un microscopio binocular. Las tres tareas principales son
examinar la pasta de una vasija, mirar con detalle la forma en que fue hecha
o decorada y buscar seflales de uso. La primera tarea es, de lejos, la m6s co-
mrin y determinard el tipo de microscopio o lentes que necesite. Segfn la na-
turaleza de las pastas presentes en la colecci6n necesitard una lente para exa-
minar cada fragmento o tal vez pueda identificar toda la cer6mica a simple
vista. En los casos en que se haya demostrado que la identidad de las inclu-
U LAcERAMTcAENAReUEoLociA

siones no tiene ningfn valor diagn6stico, probablemente se utilizar6la tex-


tura del material para la clasificaci6n. Cuando la mayoria de los granos ten-
gan un di6metro inferior a 1 mm, le ser6 ftil usar una lente de aumento.
Cuando identificar las inclusiones sea una parte vital para la clasificaci6n de
un material, tendr6 que examinar los fragmentos con objetivos de hasta 25
aumentos Habr6 de contar, pues, con un microscopio binocular, aunque a
veces una lupa seri{ suficiente. La ventaja principal que tiene al usar una lupa
es que la puede llevar consigo. Resulta rltil para examinar las fuentes de are-
na o arcilla en el campo y puede ser una ayuda parureahzar identificaciones
en la excavaci6n o en los almacenes del museo. Cuando se utiliza un cristal
de aumento o una lupa tambi6n es necesario disponer de luz natural o de una
luz intensa con una bombilla. Se pueden encontrar cristales de aumento con
un tubo de ne6n circular incorporado, o lupas con una fuente de luz. Proba-
blemente son m6s dif(ciles de utilizar que una simple lupa. La mayoria de los
microscopios binoculares incorporan una Limpara propia.
Antes de comprar un microscopio es importante comprobar si se puede
ajustar la fuente de luz. Puede que sea mejor comprar uno con una lampari-
ta de fibra 6ptica. Muchos de los accesorios extra de los microscopios no tie-
nen uso en arqueologia,y lo que aqui nos interesa es:

1. la posibilidad de examinar una vasija completa haciendo girar el ocu-


lar, de manera que pueda sujetarse parte del cuerpo de la vasija por
debajo del banco de trabajo;
la cantidad de aumentos distintos que pueden obtenerse y la dificul-
tad en obtenerlos (en algunos instrumentos hay que cambiar las len-
tes mientras que otros incorporan un ocular giratorio), y
la posibilidad de utilizar el microscopio para tomar fotografias.

No se crea lo que le asegure el vendedor sin comprobarlo previamente.


La calidad de la mayoria de los microscopios binoculares no es lo bastante
buena como para utilizarlos en fotografia ya que hay demasiada distorsi6n
alrededor del borde del campo de visi6n. En algunos casos tendr6 que com-
prarse una c6mara completa con todos los accesorios, mientras que en otros
podr6 utilizar un equipo estiindar.

CAnlcreRfsrrcAs DE rl coccr6N

El efecto de la cocci6n sobre la cerdmica ha sido estudiado mediante dis-


tintas t6cnicas. La primera y m6s importante es el examen visual y el registro
del color, la dureza y la fractura.
EL ANALISIS DE LAS PASTAS 85

Color

Normalmente consignamos el color usando un cat6logo est6ndar como el


de Munsell (v6ase la p.1,57). Si a un estudiante se le pidiera que describiese
el color de un fragmento de cerdmica probablemente utilizaria t6rminos
como <<rojo>>, <<blanco>, <<gris>> o <<marr6n>>, o calificarfa estos t6rminos utili-
zando adjetivos cuyo significado preciso no quedaria muy claro como <<rojo
ladrillo>, <<blanquecino>>, <gris met6lico> o <marr6n claro>>. Aunque existiese
un acuerdo para su significado en ingl6s, 6ste no se podria traducir fielmente
a otros idiomas como el franc6s, italiano o alem6n. Sin embargo, los colores
de Munsell siguen una anotaci6n est6ndar que permite a quienquiera que dis-
ponga de una tabla de Munsell mirar la descripci6n del color y ver lo que
significa; aunque seguirSn habiendo diferencias entre la forma en que cada
uno registra los colores, otra ventaja del sistema de Munsell es que propor-
ciona un medio para medir la similitud entre colores distintos.
La experiencia nos ha demostrado la utilidad de describir el color en cin-
co zonas de la vasija. Primero el nfcleo. Es la parte de la pasta que menos ex-
puesta queda a la atm6sfera de cocci6n, estando preservada, en parte, de las
temperaturas extremas. Las vasijas con nfcleos dp color negro o gris oscuro

longaron lo bastante como para que la vasija cocida alcanzase un equilibrio,


rta.
ser
s{a manera en

superficie de la vasija si es di-


ferente del de los m6rgenes. Una diferencia entre el col,or de la superficie y
el del margen sugiere un efimero cambio en las condiciones de cocci6n: qui-
z6s se abri6 el horno mientras la vasija segufa caliente, permitiendo la entra-
da de oxigeno. Esto provocarfa una superficie pardusca orojiza. Se puede al-
cailzar una reducci6n deliberada tirando madera verde dentro del horno al
final de la cocci6n, lo que oxida m6rgenes y nfcleos, pero reduce las superfi-
cies, que se vuelven m6s agrisadas.
El color de cualquier pasta cer6mica dependerd de las condiciones de
cocci6n, el contenido en hierro de la arcilla y la forma en que 6ste estd dis-
tribuido dentro de la arcilla: es decir, Laparcce en forma de inclusiones dis-
cretas o incorporado en los minerales de arcilla y se encuentra ya oxidado?
De ahi que, si pudi6semos saber si la pasta es de la misma fuente de arcilla,
86 LA CERTMICA EN ARQUEOLOGiA

entonces podrfamos concluir que los cambios de color est6n directamente re-
lacionados con los cambios en la cocci6n. En las cer6micas totalmente oxi-
dadag se puede obtener una estimaci6n aproximada de la temperatura de
cocci6n si volvemos a cocer muestras a unas temperaturas controladas y du-
rante un tiempo est6ndar. A la inversa, si cocemos de nuevo muestras con
pastas distintas a la misma temperatura y en las mismas condicioneg el color
resultante estar6 directamente relacionado con la diferencia del contenido en
hierro entre los materiales.

Dureza

Podemos medir la dureza de los materiales con diferentes medioq pero


en el caso de los estudios de cerdmica el m6s utilizado es la escala de dureza
de Mohg o una simplificaci6n de 6sta (v6ase la p. 159). Determinamos la du-
reza de una vasija rascando su superficie con materiales progresivamente
m6s duros, empezando con el talco y terminando con un diamante. Defini-
mos esta dureza con el nfmero del material que no consigui6 araflar la su-
perficie. La daneza nos da una indicaci6n aproximada de Ia temperatura de
cocci6n y puede sernos muy fitil en la clasificaci6n de la cerdmica cocida a al-
tas temperaturas, como el gres o la porcelana, pero pocas veces es un rasgo
determinante en la clasificaci6n de los grupos de pastas.

Fractura

La forma en que se puede fracturar un fragmento de cerdmica nos pro-


porciona m6s indicios sobre la temperatura de cocci6n y la cantidad y medi-
da de las inclusiones La porcelana y otros materiales cocidos a altas tempe-
raturas con pocas inclusiones tienen fracturas similares a las que podemos
encontrar en el sflex, la obsidiana o el vidrio. Se las denomina <<concoidales>.
Para que la fractura sea concoidal, han de poder observarse ondulaciones en
la superficie. Si no las hay, la fractura se denomina..lisa>. Si la cocemos a baja
temperatura o las inclusiones son muy numerosas, nos encontraremos con
una superficie fracturada 6spera, a la que denominaremos fractura <<erizada>>
porque su aspecto recuerda al pelo erwado del lomo de un perro (para aque-
llos que tengan mucha imaginaci6n). En ocasiones nos encontraremos con
vasijas fracturadas en capas, denominadas fracturas <<laminadas>>. Cuando
consignemos una vasija nos resultard 6til comprobar si la fractura ha atrave-
sado las inclusiones o las ha rodeado.
EL AN{LISS DE LAS PASTAS 87

Tacto

Algunos investigadores de cer6mica creen que es ritil describir el tacto


que produce una vasija cuando se le pasa el dedo. Esta caracteristica es, me-
ramente, el resultado de la combinaci6n de la dtxeza,las inclusiones y el tra-
tamiento de la superficie. Entre los adjetivos que la califican podemos incluir
<<rugosa>), <<tosca>, <<lisa>>, <<pulida> y <<6spero>.

Engobes y barniz

Algunos investigadores incluyen los engobes y el barniz en el andlisis de


la pasta. En realidad, deberiamos describir los engobes utilizando la misma
terminologfa y procedimientos con que analizamos la pasta principal. Para
describir el barniz podemos atenernos a la superficie en la que aparece (a
trozos, interna, externa, o lo que sea), el grosor, el aspecto de la superficie
(..lisa>, <<picado>) y el color. Hemos de ser capaces de distinguir entre los co-
lorantes utilizados y la coloraci6n accidental provocada por las impurezas de
la propia arcilla. Con experiencia incluso puede hacerse a simple vista, pero,
a veces, necesitaremos tdcnicas m6s avanzadas (v6ase la p. 166).

INcrusroNss

Antes de describir la manera en que hay que estudiar las inclusiones te-
nemos que tener bien claros unos conceptos terminol6gicos. Podemos consi-
derar como inclusiones cualquier elemento apreciable en la pasta cer6mica,
incluso los espacios vacios Con frecuencia nos resulta imposible decidir si las
inclusiones que encontramos en un material son el resultado de un proceso
natural o han sido afladidas deliberadamente. Tdrminos como <<relleno>> o
<<desgrasante> implican, sin embargo, que las inclusiones son adiciones artifi-
cialeq aunque estos t6rminos se usen tambi6n en casos donde no parece que
eso sea posible (como cuando aparecen conchas microsc6picas en la pasta de
la cer6mica). Por esta raz6n,5i utilizamos el t6rmino <<desgrasante> para re-
ferirnos a inclusiones afladidas deliberadamente deberfamos explicitarlo.
El estudio de las inclusiones en la cer6mica deriva del estudio de la geo-
logia sedimentaria, un tema demasiado vasto y complejo para que podamos
incluido aqui con detalle. Sin embargo, debemos mencionar al menos dos as-
pectos: la identificaci6n de las inclusiones y la descripci6n de sus efectos en
la textura de la pasta.

1
88 LA CER(MICA EN ARQUEOLOGfA

Identificaciln de las inclusiones

A la hora de afladir el desgrasante a una cer{mica podemos utilizar una


amplia gama de materiales, que abarcan desde el esti6rcol de burro hasta la
lava en polvo. En Gran Bretafla se identifican desde L977 mediante la guia
publicada por Peacock (1977) y que reproducimos en el ap6ndice 5, pp.264-
265, cuadro A.2). Esta gufa permite identificar las inclusiones utilizando un
microscopio binocular, una aguja u hoja de acero, una pipeta con una bote-
lla de ricido clorhidrico diluido al 10 por 100 y un im6n.
Algunas inclusiones pueden ser muy caracteristicas, lo que permite loca-
lizar el origen del material en un afloramiento geol6gico en concreto (v6ase
la p. 160). Por otro lado, las inclusiones m6s comunes, como la arena de cuar-
zo y las conchag no suelen ser muy especificas y obligan al analista de cer6-
mica a estudiar caracteristicas menos ..objetivas>.

Pardmetros de la textura

Cuando se analizan cer6micas procedentes de fuentes conocidag los in-


vestigadores suelen distinguir entre ellas mediante una serie de caracteristi-
cas bastante mal definidas a la que podrfamos denominar <<textura>. Aunque
incluyen la naturaleza de la fractura (v6ase la p. 156), esas caracterfsticas ha-
cen referencia sobre todo a las inclusiones! dividi6ndolas por su frecuencia,
medida, ordenaci6n y grado de desgaste. En pocas palabras, la frecuencia se
refiere a la proporci6n de inclusiones en la pasta; la ordenaci6n a la gama de
tamaflos en torno a la media de las inclusioneg y el desgaste a la suavidad/
curvatura de cada grano en concreto. La forma m6s sencilla de consignarlas
es haciendo referencia a los cat6logos est6ndar (v6ase apdndice, p.277),a:un-
que tambi6n se pueden utilizar t6cnicas mucho m6s sofisticadas (vdase la
p. t62).

Le, uermz

La matnz de arcilla puede contener minfsculos fragmentos de rocas y


minerales o puede consistir solamente en minerales de arcilla y cer6mica vi-
driada. Esta diferencia puede sernos ritil para proceder a la clasificaci6n,
pero no podemos fiarnos de distinguirla a simple vista. En el estudio de 16-
minas delgadas, hemos de estar al tanto porque una ligera diferencia en el
grosor de la l6mina puede tener consecuencias importantes en la frecuencia
aparente de inclusiones del tamaflo del barro o menores, ya que si tienen una
anchura inferior a 0,03 mm se incluir5n en otra matru. Identificar estas in-
clusiones, incluso en una l6mina delgada, puede resultar diffcil, por no decir
imposible, si bien existen casos en los que su identificaci6n es un factor im-
portante para caracterlzar urra pasta. Por ejemplo, hemos visto como en oca-
EL AN,(LISIS DE LAS PASTAS 89

siones alguna cer6mica de grano fino contiene fragmentos diminutos de ro-


cas y minerales de origen volc6nico. En la cuenca mediterr6nea la marga cal-
c6rea fue (y sigue siendo) una materia prima para la cer6mica muy comfn.
Se utiliza mucho para la cer6mica de barniz fino porque absorbe el lfquido
del barniz y de la pintura con mucha rapidez. Si extraemos una lilmina del-
gada para su,examen microsc6pico, podremos identificar la marga gracias a
la presencia ocasional de microf6siles, foraminiferos.
La cocci6n afecta alamatriz de arcilla. En el caso de las margas calc6-
reas que hemos descrito antes, la cocci6n efectuada bajo determinadas con-
diciones conduce a la producci6n de cer6mica no calc6rea y en la l6mina del-
gada analizada por microscopio podemos advertir que una parte de la vasija
ha quedado afectada mientras que otra parte permanece intacta. En las par-
tes de la matrw que no han sido cocidas a altas temperaturas, los minerales
de arcilla producen una interferencia de colores formando lineas longitudi-
nales cruzadas. La intensidad de estos colores declina cuanto mayor sea la
parte de lamatriz que se transforma en cer6mica, hasta que no quede ningrln
color visible. De ahf que resulte ritil consignar si la matnz es anis6tropa
(muestra la interferencia de los colores) o is6tropa (no muestra interferencia
de los colores).

CnsA.cI6N y uso DE uNA colEccr6N on nBppnrNcra


PARA LAS PASTAS on m cnxI.urca

Si ya existe una colecci6n de referencia en el 6rea en que estii trabajan-


do, deberia utilizarla en lugar de organaar otra (v6ase la figura 5.1). Esto no
quiere decir que no tenga que definir nuevos tipos de pastas o ampliar la de-
finici6n de los ya existentes, pero al menos dispondri{ de un punto de parti-
da a partir del cual iniciar su trabajo. Si la colecci6n existente s6lo cubre una
parte del Srea o parte de su cronologia, o no es accesible desde su base de
operaciones durante el trabajo de campo, puede que le resulte m6s priictico
preparat una colecci6n <<sat6lite>> e ir afladi6ndole informaci6n. Puede que
incluso prefiera utilizar c6digos diferentes a los originales, pero, en ese caso,
debe asegurarse de que las definiciones son compatibles; serfa conveniente,
pues, que preparase una <<tabla de traducci5n>> para que otros investigadores
puedan cambiar de un sistema a otro con facilidad.
Deberia definir unos grupos coherentes dentro de su propio material an-
tes de intentar unirlo a una colecci6n ya existente o de montar la suya pro-
pia. El trabajo que haya reahzado juntando familias de fragmentos le ser6
ahora ritil; la definici6n de una pasta deberfa ser lo bastante amplia como
para incluir todos los fragmentos procedentes de una misma vasija. Pocas co-
sas hay mds embarazosas que definir dos (o m6s) pastas, y descubrir despu6s
que pertenecen a una misma vasija. Este trabajo hay que hacerlo siempre so-
bre cer6mica real y no sobre descripciones escritas o bases de datos informa-
tizadas, ya que diferencias sutiles que al principio escapan a la descripci6n
90 LA CER{MICA EN ARQUBoLoGfA

FIcuna 5.1. Una tipologia de cerdmicas. Los fragmentos individuales se guardan en


estuches individuales en grandes cajones de metal. Las pastas con inclusiones seme-
jantes se guardan juntas, codific6ndose de acuerdo con el sistema que describiremos
enlapdgha2Tl.

verbal pueden resultarle vitales a la hora de distinguir las pastas. Las des-
cripciones escritas le ser6n valiosas para indexat y para ayudarle a establecer
conexiones con los tipos de muestra, pero la regla b6sica a la hora de asignar
un resto a un tipo deberfa ser, siempre que sea posible, la comparaci6n di-
recta entre fragmentos.
Es importante advertir que la existencia de diversas maneras de compa-
rar fragmentos da lugar a niveles de confianza diversos. De ahi que podamos
definir las clases de artefactos o materiales de dos maneras, bas6ndonos en
semejanzas de tipo general. Como buen ejemplo de la primera forma de dis-
tinguir el material podriamos considerar la cer6mica neolitica producida en
Cornualles y que contiene fragmentos de gabro procedente de Lizard, un
promontorio al suroeste de Cornualles. Este tipo de mineral se da en un aflo-
ramiento muy localizado, por lo que las vasijas o las inclusiones obtenidas
tienen que proceder de algrin lugar cercano a esos afloramientos, no impor-
ta a qu6 distancia deLizard hayan aparecido los recipientes. Un ejemplo de
la segunda forma de distinguir grupos de cerdmicas podr(a ser la cerdmica
con desgrasante orgiinico (esti6rcol o paja). De forma objetiva, dos fragmen-
EL ANALISIS DE LAS PASTAS 9I

tos de cer6mica con desgrasante de paja pueden tener tantas caracteristicas


en comfn como dos fragmentos de cer6mica neolitica de Cornualles con des-
grasante de gabro, pbro esto no nos indica si los primeros fragmentos proce-
dian de la misma fuente.
En cualquier caso, la cuesti6n clave que debemos plantearnos es si dos
fragmentos (que no pertenezcan a la misma vasija) corresponden al mismo
tipo de material o, por contra, si un fragmento nuevo pertenece a un tipo ya
existente. La respuesta a menudo parece depender tanto de la psicologfa del
propio investigador como de la naturaleza de la cer6mica. Como en muchos
otros campog los investigadores se dividen en <<acumuladores>> y <<divisores>:
los primeros tienden a suponer que todas las pastas son la misma, a menos
que se les demuestre que son diferentes; mientras que los segundos suponen
que todas las pastas son diferentes, a menos que se les demuestre que son la
misma. Estos supuestos suelen estar muy arraigados y, aunque no se expre-
san verbalmente, se defienden con fuerza. Los primeros podrfan buscar apo-
yo en proposiciones l6gicas como la navaja de Occam, mientras que la se-
gunda indicaria que dos tipos de pastas, una vez definidas, siempre pueden
fusionarse m6s adelante, pero que si descubrimos tarde que dos tipos de pas-
tas son realnente una sola, no tendremos otra opci6n que examinar de nue-
vo todo el material de este tipo. Con frecuencia, lo que ocurre es que el in-
vestigador define dos tipos aparentemente distintos a partir de los ejemplos
vistos en las primeras etapas del estudio, pero luego, para su consternaci6n,
encuentra que entre ambos existe una cadena de tipos intermediog y al final
resulta diffcil sostener las distinciones originales. Por consiguiente, deberfa-
mos examinar todo el material antes de empezar a cteat definiciones; no es-
tar(a de m6s que el arque6logo fuera consciente de su propia inclinaci6n ha-
cia <<acumuladon> o <<divisoD>.
El nivel de definici6n m6s bajo es el tipo de pasta, que s6lo puede incluir
la variaci6n vista en los fragmentos procedentes de una misma vasija. En esos
casoq es posible que le resulte ritil guardar mi{s de un ejemplar de referencia
de cada tipo, que representen (por ejemplo) partes oxidantes/reductoras de
una cer6mica de cocci6n abierta o partes barnizadas/o no barnizadas de va-
sijas parcialmente vidriadas. Tendremos que hacer una excepci6n si en dis-
tintas partes de una misma vasija se han incluido pastas ilistintas a prop6si-
to: por ejemplo, puede que un asa contenga m6s relleno si es m6s gruesa que
el cuerpo de una vasija. Naturalmente, puede que no podamos distinguir en-
tre fragmentos procedentes de vasijas distintas y que tengamos que incluirlos
en el mismo tipo de pasta.
El siguiente nivel de integraci6n es m6s arbitrario: grupos de vasijas cu-
yas pastas coinciden en una sola descripci6n con limites de variaci6n defini-
dos. La intenci5n de este nivel de clasificaci6n es incluir todas las vasijas rea-
lizadas en un mismo centro siguiendo un mismo principio b6sico. Si consulta
con artesanos del gremio le revelariin que alteran la cantidad de desgrasante
afladido para producir una mezcla que pueden trabajar de dia. Podemos de-
jar un margen para el contenido-de agua y el grado de fractura bacterial de
92 LA cERIMTcA EN AReuEoLociA

la arcilla a-fladiendo m6s o menos desgrasante. Si se est6 estudiando la cer6-


mica procedente de una misma cocci6n, puede que sea posible reconocer di-
ferentes masas de arcilla que nos aporten informaci6n importante. En la
prdctica, incluso los'montones de escombros contienen los desechos de nu-
merosas cocciones y de masas de arcilla. Por otro lado, la elecci6n del mate-
rial empleado como desgrasante en un solo centro puede resultarnos valiosa
y susceptible de ser estudiada, y es este nivel de detalle el que intenta alcan-
zar ur,a clasificaci6n de pastas individualizada. Resulta extremadamente ftil
disponer de una serie de tipos de pasta como referencia para dividir la cer6-
mica a este nivel, ya que nos asegura exactitud por parte del especialista y su-
ministra una fuente de informaci6n inicial para quienes deseen conocer el
contenido de la colecci6n.
Puede que haya casos en los que en un mismo centro se produjeran una
gama de tipos de pastas como la que definfamos antes, pero en los que el es-
tudio previo demuestra que las diferencias entre ellos se debfan aI azar, o que
la informaci6n proporcionada tras haber consignado los datos no merecfa el
esfuerzo. En el Departamento de Arqueologia Urbana del Museo de Lon-
dres destacamos esta distinci6n utilizando nfmeros de tipos de materiales
para el nivel m6s bajo y codigos de <<Nombre Comrin> para el segundo nivel.
El siguiente nivel consistiria en unificar todos los c6digos procedentes
de un mismo centro de producci6n, por ejemplo, todo lo hecho en el 6rea de
Londres. Serdn muy escasas las ocasiones en las que queramos realizar esta
unificaci6n en la etapa inicial del registro, pero podemos imaginar casos en
los que se podria volver a estudiar la ceriimica de proyectos anteriores a par-
tir de este nivel: por ejemplo, si el objetivo es estudiar c6mo variaron a trav6s
del tiempo los suministros de materia prima en conjuntos de fecha y forma-
ci6n conocida (o en los cuales podamos ignorarlos). Por lo menos se podria
dividir el conjunto en los tipos de cerdmica m6s importantes, como oxidante,
reductora, vidriada o gres.
Por riltimo, el problema de codificar o nombrar tipos de pastas y grupos
mayores puede crear conflictos tanto dentro como entre las organizaciones
Seguramente ser6 mejor otorgar nfmeros de referencia distintos a cada pas-
ta, aunque puede que necesitemos algfn tipo de indice mnemot6cnico (v6a-
se el ap6ndice,p.271) para obtener informaci6n y decidir el ejemplar o ejem-
plares de referencia que concuerda con el fragmento en cuesti6n. Una
colecci6n de referencia que lleve mucho tiempo establecida puede contener
miles de tipos y usted querrd evitar tener que comparar el fragmento con
cada uno de ellos.
La creaci6n de grupos a un nivel de abstracci6n m6s elevado puede oca-
sionar mds problemas lC6mo vamos a denominarlos? <Certffica>> es el t6r-
mino comfn de uso m6s habitual, pero parece tener tantos significados como
arque6logos existen. Para referirnos a un grupo como el que indiciibamos an-
tes preferimos el t6rrnino mils neutral de <<Nombre Comfn>. A la hora de
nombrar estos grupos deberiamos seguir un procedimiento racional que pue-
de depender de si trata con cerdmica de uso comercial o con producciones
EL AN{LISIS DE LAS PASTAS 93

dom6sticas. En el primer caso, si se conoce el centro de producci6n o se pue-


de inferir a partir de la distribuci6n geogr6fica de los ejemplos, se deberfan
rtilizar los nombres de origen. Por otro lado, un t6rmino descriptivo f6cil de
recordar es seguramente la mejor medida temporal hasta que podamos loca-
lizar la procedencia. Es mejor evitar nombres basados en la primera catacte-
r(stica observable (como la conocida cerdmica tipo <Malling>; v6ase Hume,
1977,p.2), ya que parece que tan s6lo conducen a una discusi6n bizantina
sobre la adecuaci6n del nombre.
Adem6s, en definitiva, un nombte s6lo es una etiqueta, y lo que im-
porta es la homogeneidad interna y la consistencia de lo que hay dentro del
<<casillero>> de una definici6n de tipo, y no la atractiva etiqueta que se le ha
colgado.
6. LA CLASIFICACION DE LA FORMA
Y LA DECORACION

Irrnoouccr6N

Hasta hace poco, el estudio arqueol6gico de la cer6mica se reducfa al


examen de sus formas y tipologfa. El andlisis de las formas y la decoraci6n
tiene tras de si una larga historia y ha constituido la vanguardia del desarro-
llo de la disciplina. Sin embargo, a la hora de estudiar las formas de las vasi-
jas y recipienteg los investigadores tropiezan con muchas dificultadeg espe-
cialmente al intentar extraer informaci6n de fragmentos pequeflos o intentar
hacer un estudio cuantitativo.
Hay muchas maneras distintas de clasificar la ceriimica. La elecci6n de-
pende en parte de las convenciones existentes allf donde se haga el estudio,
y en parte del prop6sito de ese estudio. Tambi6n depende del uso que otros
quieran hacer de sus datos y del car6cter de la colecci6n estudiada.

Urrrrzncr6N DE LA rNFoRMAcr6u ecpncl DE LAs FoRMAS

La funci6n que se le vaya a dar a una vasija determina algunos aspectos


de su forma. Si usted fuese un ceramista que hubiese de fabricar un reci-
piente para almacenar algo, tendrfa que pensar en su capacidad, la estabili-
dad de la vasija, su resistencia cuando estuviese llena, formas de sellar el con-
tenido y qtmd la manera de desplazar la vasija llena. Si estuviese haciendo
una vasija para beber o un cacharro para usar en la cocina llegarfa a unos cri-
terios totalmente distintos. Por eso es razonable dividir un conjunto en clases
funcionales b6sicas, lo que le podrfa aportar informaci6n sobre las activida-
des que se llevaban a cabo en un sitio. Naturalrnente, todas las vasijas no se
utilizaban s6lo para el prop6sito para el que habfan sido disefladas en su ori-
gen; habian y siguen habiendo muchos tipos de vasijas que se reutilizaban
una vez cumplido su prop6sito original. Ejemplos de esto son las rinforas y
las tinajas de aceite. Las dnforas romanas se utilizaban como hornoq como
contenedores de todo tipo de productos e incluso como urnas funerarias. Las
tinajas de aceite italianas de los siglos xvru y xIx se reutilizaban en Jamaica
LA FORMA Y LA DECORACI6N 95

para almacenar agua. Por eso resulta arriesgado asumir que la presencia de
vasijas de una clase funcional concreta en un yacimiento implique que allf se
llev6 a cabo una actividad determinada.
La cer6mica tambi6n puede ser un medio de expresar la posici6n social
o la riqueza. Las grandes colecciones de porcelana oriental reunidas por la
aristocracia europea durante los siglos xvII y xvIII, y las colecciones de ma-
y6lica espaflola e italiana hechas por sus predecesores, son un ejemplo extre-
mo de c6mo la posesi6n de cerilmica podrfa reflejar el estatus. La cerilmica
ha jugado un papel similar en diferentes 6pocas y diferentes lugares. Para ex-
traer informaci6n sobre el estatus a partir de una colecci6n de cerdmica, hay
que considerar si una vajilla es apropiada para servir de adorno: por ejemplo,
a partir de la presencia y el tipo de decoraci6n. La funci6n dada a una vajilla
podfa variar con su rareza, la cual, a su vez, dependerfa en un grado elevado
de la distancia de su lugar de origen. En estas circunstancias es diffcil tomar
decisiones, por lo que se refiere al significado social de los fragmentos, cuan-
do se est6 registrando una colecci6n. Sin embargo, tanto en la Britania ro-
mana como en la Inglaterra del siglo xvu, es importante distinguir los reci-
pientes sin decorar, a los que se debfa dar un uso ritil, de los que se pudieron
utilizar para exhibirlos. La distinci6n perdura en la actualidad, ya que en mu-
chas familias hay una vajilla buena, que tal vez nunca se use pero que pasa
de generaci6n en generaci6n, mientras que en realidad se utiliza un servicio
de mesa barato y vistoso en el hogar.
Tlmbidn vale la pena registrar las formas porque pueden haber sido sen-
sibles a las modas pasajeras y, por tanto, es posible fecharlas. En algunos ca-
sos puede que la cerdmica refleje algfn otro elemento de un cambio de
moda, como la creciente popularidad del t6 y elcaf6, en los siglos xvtr y xvm,
mientras que en otros puede que los responsables fueran modificaciones mds
sutiles. De hecho, hay una progresi6n cronol6gica indudable en caracteristi-
cas tales como el tamaflo de los cacharros de la cocina, la forma de sus bor-
des o incluso, en el caso de la cer6mica de barniz negro britano-romana, en
el 6ngulo de la decoraci6n reticulada bruflida. El significado de estas ten-
dencias, y en realidad la cuesti6n de si alguna vez lo tuvieron, es irrelevante
al hecho de que son un medio para datar la cerdmica y, por tanto, para esta-
blecer cronologias arqueol6gicas.

Cnnlcr6N y uso DE uNA rrpor,ociL oB ronrra.ls

Al describir las formas de nuestra cer6mica nos encontramos con distin-


tos problemas. En primer lugar, se plantea el mismo problema de clasifica-
ci6n que hemos visto anteriormente en el estudio de la pasta. A no ser que
haya sido producida con un molde, cada vasija tiene una forma rinica y de-
bemos agrupar juntas todas esas formas individuales para proceder a su cla'
sificaci6n. En segundo lugar, existe el problema de la informaci6n perdida.
Quiz6s pudi6semos asignar sin posibilidad de error una forma completa a
96 LA cER(MICA EN AReuEoLociA

una clase bas6ndonos, por ejemplo, en el indice de anchura y altura, el di6-


metro de la base o el nfmero de asas. Si tan s6lo tuvi6ramos un fragmento
de esa forma, la clasificaci6n deber(a dar lugar a mtiltiples opciones. Como
los artesanos trabajan combinando los elementos est6ndar cuerpos,
-bases,
bordes, asas, etc.-, no siempre podemos inferir la forma completa a partir de
los fragmentos presentes. No es lo mismo registrar las caracteristicas objeti-
vas de la vasija de la cual procedfa un fragmento que hacer una conjetura for-
mada bas6ndose en el conocimiento de la cer6mica del periodo. En algunas
ocasiones podremos comprobar la exactitud de estas suposiciones, siempre y
cuando podamos identificar con precisi6n un fragmento y a partir de 6ste en-
contremos mds partes de la misma vasija. Incluso quien dedica su vida ente-
ra al estudio de la cer6mica de un periodo puede incurrir en errores. De to-
dos modos, siempre que conservemos los fragmentos para proceder a una
investigaci6n posterior, podremos aceptar las conjeturas bien formadas.
IJna manera tradicional de mostrar la variaci6n de la forma en la cer6-
mica es por medio de tipologfas, en las que cada ejemplo o tipo representa
un grupo de vasijas que comparten una forma m6s o menos <<similar>. Lo
ideal es operar de lo m6s completo a lo menos: basar la defittltttlii del tipb en
las vasijas m6s enteras disponibles (que se encuentran en las colecciones de
los museos y no tanto en las excavaciones), y luego comparar los ejemplos
menos completos con ellas o utilizarlos para <<cubrir saltos>>. Una tipologia
deberia poder expandirse, ya que no podemos esperar encontrar ejemplos de
todos los tipos posibles.
Podemos dividir las tipologias de formas en dos modalidades: la no es-
tructurada y la estructurada. En el easo de una tipologia no estructurada em-
pezaremos con el primer ejemplo y lo denominaremos Tipo Uno. Compara-
mos el siguiente con el primero, y si existe alguna diferencia lo denominamos
Tipo Dos. Este m6todo prosigue hasta haber examinado toda la colecci6n.
Tiene la ventaja de su extrema simplicidad y puede empezar con una peque-
fla cantidad de material, aumentando el nfmero de tipos segrin vaya encon-
trando m6s cer6mica, procedente qtizS de excavaciones que se est6n llevan-
do a cabo. La desventaja es que, al ir aumentando la diversidad de tipos
distintos, encontrar6 cadavez m6s diffcil obtener informaci6n: por ejemplo,
le costar6 encontrar un tipo con el que concuerde la vasija que tiene en la
mano. Acabar6 por verse examinando muchos dibujos irrelevantes buscando
el <<correcto>>.
Este problema sugiere que a largo plazo es preferible el uso de un m6to-
do m6s estructurado, aunllue requiera mds informaci6n inicial. Un enfoque
habitual (como en Southwark, por ejemplo, v6ase Marsh y Tyers, L978) ser(a
dividir primero la cer6mica en amplias clases funcionales: por ejemplo, I =
botellas, II - jarras, III = cuencos, etc. (p. 246). Entonces puede dividir cada
clase en grupos basados en la forma, el estilo o cualquier atributo que consi-
dere apropiado: por ejemplo, II.A = ....., II.B = ....., stce Por riltimo puede nu-
merar secuencialmente los tipos individuales dentro de un grupo: por ejem-
plo, II.A.1, ll.B.2, etc. Esto le permitir6 ampliar el sistema cuando sea
LA FORMA Y LA DECORACI6N 97

necesario y, alavez, s6lo ha de buscar las partes relevantes para la nueva va-
sija que tiene en la mano. La desventaja es que tendrd que empezar con una
gran colecci6n de mdterial para poder formar clases que sean razonable-
mente estables a medida que salga nuevo material. Si no, se encontraria con
que tiene que asignar un grupo a la clase <<incorrecta>> porque los primeros
ejemplos no eran representativos, lo que le obligaria a revisar toda la estruc-
tura. Adem6s, antes o despudg se encontrar6 con el problema de la <<sucesi6n
continuado> que ya vimos al estudiar las pastas: el espacio entre dos tipos
aparentemente distintos se ir6llenando con una sucesi6n de tipos interme-
dios, y no quedard nada claro d6nde ha de establecerse el limite. Una solu-
ci6n es abandonar la naturaleza jeri{rquica de la estructura y permitir que un
tipo pertenezca a dos grupos o un grupo a dos clases. Al principo puede que
crea que esto es un anatema para sus h6bitos de orden y organuaci6n, pero
es perfectamente v6lido y puede reflejar la complejidad de las series mejor
que un rigido sistema jerr4rquico, al mismo tiempo que reduce las posibilida-
des de pasar por alto algunas caracteristicas. Si sigue la vfa estructurada, pue.
de necesitar una manera formal de asignar vasijas a los tipos, tipos a los gru-
pos, etc. M6s adelante mencionaremos algunas t6cnicas matem6ticas que
pueden serle ftiles (pp. 175-18a).
Un problema comfn a ambos enfoques es que tanto la experiencia ar-
queol6gica, como la experimentaci6n en el laboratorio, han demostrado la
existencia de un considerable desacuerdo entre las tipologfas desarrolladas
por distintos investigadores En ocasioneg una descripci6n escrita acompafla
a la tipologfa para aclarar al usuario lo que implican las diferencias entre los
tipos. Sin embargo, la mayoria de estas descripciones terminan por estable-
cer que un tipo es similar al anterior, pero con una caracter(stica determina-
da mi{s acentuada: m6s redondeado, mds c6ncavo o convexo, m6s anguloso o
lo que sea. Una soluci6n a este problema es determinar experimentalmente
d6nde est6n los limites que puedan ser reconocidos repetidas veces por la
mayoria de los investigadores Sin embargo, esto muy bien puede indicar que
se ha perdido la diferencia real entre los tipos y la informaci6n que conte-
nfan.
Al igual que en las pastas, seguramente se pondr6n de manifiesto las di-
ferencias psicol6gicas entre los <<acumuladores> y los <<divisores>. Thl y como
hemos vistq en un producto hecho a mano las variaciones son inevitables.
Algunas pueden reflejar aspectos cronol6gicos u otras tendencias, mientras
que puede que otras sean tan s6lo el resultado del intento del ceramista por
liberarse del tedio de hacer tantas vasijas al dfa. El estudio del centro de pro-
ducci6n le ayudar6 a decidir cu6l es cu6l. Realmente no existe raz6n alguna
para no describir todos los detalles, siempre y cuando, y con un poco de pri{c-
tica, pueda memorizar la clasificaci6n. Si los utilizaramos con regularidad,
podrfamos aprender, incluso, sistemas aparentemente il6gicos Resulta mfs
sencillo pasar de divisores a acumuladoresr que en la direcci6n opuesta.
98 LA CERAMICA EN ARQUEOLOGIA

DnscnrpcrdN DE LAs FoRMAS

Se ha investigado menos el problema de describir la forma de las vasijag


que el problema paralelo de describir las pastas de las que estiin hechas Esto
se debe probablemente a que:

L. un dibujo puede representar bien la forma de un tipo, pero es mucho


m6s dificil rcalizar la representaci6n visual de la pasta, y
2. la forma de una vasija se observa mejor en piezas completag relati-
vamente escasas, mientras que en cada fragmento contamos con la
pasta de la vasija (aunque sea lo rinico).

De todos modos, podemos establecer algunos m6todos matem6ticos para


describir y comparar la forma de las vasijas. Podemos medir las dimensiones
anchura m6xima, di6metro del borde y de la base, etc.- y, repre-
-altura,
sentando gri{ficamente algunas combinacioneg podemos averiguar si existen
agrupaciones en nuestros datoq o bien si cada medida y el indice de relaci6n
tienen una distribuci6n unimodal.
Observando los indices podemos estudiar la forma de una vasija sin te-
ner en cuenta su tamaflo (v6ase la p. 175). Sin embargo, un artesano habrr{
producido a menudo la misma forma b6sica en diferentes medidas, segrin
fuesen los prop6sitos a que estuviesen destinadas esas vasijas Se ha demos-
trado tambi6n que se producen algunos cambios sutiles en la forma debidos
a las variaciones de tamaflo. Esto se debe a la influencia del proceso de fa-
bricaci6n en la forma, de ahi que bordes y bases de tamaflo y forma,similar
puedan proceder de vasijas de distinto tamaflo y forma. Otro enfoque es la
digitalizaci6n del dibujo de la vasija o del borde estudiados y el uso de ruti-
nas matem6ticas para describir la forma. Los valores que obtengamos serdn
objetivos y los podremos comparar utilizando andlisis de conglomerados y
otros programas de clasificaci6n. Por el momento estos m6todos est6n fuera de
las posibilidades de la mayoria de proyectos arqueol6gicos, pero se est6n
desarrollando formas automdticas de registrar y refinar el procesamiento de
los resultados, por lo que en un futuro pr6ximo este enfoque ser6 m6s fre-
cuente. Otro enfoque relacionado con 6ste es el uso de <<sobres>>, formas que
incluyen vasijas de s6lo un trpo (v6ase la p. 180). Como el enfoque matem6-
tico, el m6todo del <<sobre> tiene la ventaja de ser repetible e independiente
del investigador.

Vnsuns Y FRAGMENTos

Casi siempre podemos decir algo sobre la forma de una vasija de la que
procedfa un fragmento. La clasfficaci6n m6s simple distinguirfa entre vasijas
de forma cerrada, por un lado, y vasijas de forma abierta (o planas), por el
otro. La mayor parte de los fragmentos procedentes de cer6micas de forma
LA FORMA Y LA DECORACI6N 99

Frcun.t 6.1. Los alfareros a menudo usaban la misma forma bdsica como punto de
partida para la fabricaci6n de vasijas con funciones muy distintas La cerdmica de co-
cina blanca medieval de Surrey (a) podia convertirse en cazo (b) afladi6ndole tan s6lo
un asa horizontal y un labio doblado. Los cuencos de Malvern Chase (siglo xvr) se fa-
bricaban en diferentes tamaflos, (c) y (d). La misma forma bdsica podia convertirse
en una cacerola afladi6ndole un asa, tres pies y un labio doblado (e), o se transfor-
maba en un colador perforando los lados y la base y uniendo el cuenco al cuerpo de
otro vaso A.En cada caso, no es posible distinguir los fragmentos sin rasgos caracte-
r(sticos de estos tipos Escala 1:4.
100 LA cERr(MrcA EN AReuEoLociA

cerrada no s6lo tendrr{n una curvatura distinta a los procedentes de formas


planag sino que la superficie interior de una pieza con forma cerrada no mos-
trard huellas de acabado, mientras que la superficie interior de un fragmen-
to del mismo tamaflo y forma procedente de una vasija plana seguramente
estard acabado de alguna manera. Se puede clasificar los fragmentos mayo-
res segfn la forma geom6trica amplia de las vasijas de procedencia: esferas,
conos, cilindros y combinaciones de aquellas. Algunos sistemas clasificatorios
usan estas forrras b6sicas como punto de partida.
Dado que los artesanos hacian vasijas con distintos prop6sitos a partir de
unas pocas formas b6sicas, es dificil determinar su forma disponiendo s6lo de
una parte. Se podian hacer calderos afladiendo tres pies y dos asas a una va-
sija de forma simple, por ejemplo. Las cacerolas se fabricaban afladiendo tres
pies y un mango a un cuenco c6nico, mientras que muchas vasijas de los si-
glos x y xr en Inglaterra tenian caflos o asas tubulares afladidos a los bordes
(v6ase la figura 6.1).laposibilidad de que un fragmento proceda de una va-
sija en vez de un caldero, o de un cuenco en lugar de una cacerola, depende-
16 del tamafro del fragmento del recipiente que tengamos. A partir de cierto
tamaflo critico, podremos afirmar que una vasija no tenfa dos asas o que no
tenfa pies, mientras que, por debajo de ese tamaflo, si existir6 esa posibilidad.
Si se intentan estudiar las formas cer6micas utilizando s6lo fragmentoq de-
terminar la ausencia definida de ciertos rasgos puede ser tan importante
como registrar su presencia.
El an6lisis de la decoraci6n ha sido otra :irea donde se ha trabajado mu-
cho. Si s6lo disponemos de fragmentos pequeflos, puede que decir algo sobre
el motivo decorativo original sea imposible, si bien tambidn en esos casos
podremos describir la t6cnica decorativa utilizada. En ocasiones, esta infor-
maci6n nos bastar6 para clasificar el fragmento. La gama de materiales y tdc-
nicas posibles es tan amplia que se han realizado muchas clasificaciones im-
portantes bas6ndose s6lo en este tipo de datos.
Podemos dividir los m6todos bdsicos de decoraci6n en dos clases: aque-
llos basados en la aplicaci6n de material a la superficie de la vasija y aquellos
en los que se modific6 de algrin modo la superficie de la vasija. Son muchos
y muy variados los materiales utilizados para decorar vasijas. El m6s comdn,
sin duda, es la arcilla. Se aplicaba arcilla de distintas consistenciag cada una
de las cuales le daba una apariencia caracteristica. Los engobes se hacian
afiadiendo agua a la arcilla hasta formar un lfquido. Se podfa aplicar como un
baflo, que dejaba una suave capa en la vasija, o bien se utilizaba para elabo-
rar un dibujo. Por otro lado, tambi6n es frecuente la aplicaci6n de la arcilla
en estado pl6stico, model6ndola sobre la superficie de la vasija. En su forma
m6s simple esta t6cnica se limitaba a aplicar tiras de arcilla, mientras que en
su versi6n m6s compleja convertfa la vasija en una escultura (v6ase la figura
6.2). Tambi6n se puede aplicar arcilla seca o pedernal triturado sobre una va-
sija recientemente fabricada. Durante el imperio romano se utiliz6 este m6-
todo para fabricar vasos <<toscos> y se volvi6 a usar en el siglo xvu en Ingla-
terra para elaborar tazones.
LA FORMA Y LA DECORACI6N 101

Frcuna,6.2. Los moldes se usaron en el mundo cl6sico para fabricar l6mparas y es-
tatuillas En Centroam6rica se emplearon para fabricar sofisticadas figuras antropo-
morfas (foto: University College London, Institute of Archaeology).

Usando diferentes arcillas y manipulando las condiciones de cocci6n se


podfan lograr distintos colores. Estos colores derivaban del estado del hierro
presente en la arcilla. En condiciones de oxidaci6n, los colores que se podian
obtener variaban desde el blanco, el amarillo, los marrones claros y oscuros,
hasta el rojo ladrillo, mientras que si se reducian las condiciones se podian
obtener grises azulados, grises y morados. Naturalmente, era muy diffcil con-
seguir condiciones reducidas y de oxidaci6n en una misma vasija. Esta era la
base de la decoraci6n de parte de la cer6mica egipcia y puede que se obtu-
viese a prop6sito en la cer6mica coloreada britano-romana, que se cocfa en-
cajando una pieza dentro de otra, de forma que, al faltar el oxfgeno, la parte
inferior de las vasijas experimentase una cocci6n reductora.
102 LA cEk(MrcA EN AReuBoLocfA

Aparte de la arcilla tambi6n se podian aplicar otros materiales sobre la


superficie de la vasija, siempre y cuando resistiesen la temperatura de coc-
ci6n. Entre los ejemplos cabe seflalar la mica, aplicada como si de un engo-
be se tratase sobre algunas vasijas de la 6poca romana, los granos de cuarzo
y otros fragmentos de roca. Esta fltima t6cnica se utiliz6 en la Peninsula Ib6-
rica durante los siglos xvt y xvr d.C.
El barniz se ha utilizado de forrna universal a lo largo de diversos perio-
doq si bien ocasionalmente esta t6cnica perd(a el favor popular o se olvida-
ba. En el pasado se usaron cuatro tipos de barnw. El barniz alcalino est6
compuesto por minerales de sodio, potasio y sflice. Los barnices sodiopotd-
sicos cristalizan (vitrifican) a temperatura elevada y se derriten a baja tem-
peratura. De ahi. que se preparen componiendo primero la mezcla y tritu-
r6ndola luego hasta reducirla a un polvo que se mezcla con una pequefla
cantidad de arcilla para poder aglutinarlo. El cuerpo de una vasija vidriada
con un compuesto alcalino puede contener una elevada proporci6n de cuar-
zo desmenuzado.
Para realizar el barnizado al plomo se utiliza principalmente una mezcla
de plomo y sflice. Se funde a una temperatura inferior que el barniz sodio-
pot6sico, por lo que puede aplicarse sobre una vasija en su estado primario:
como metal, como 6xido o como algrin otro compuesto, como el sulfuro de
plomo o la galena (Rice, 1987, pp. 98-102).
Se denomina barniz a la sal a un barniz alcalino que se forma en las ce-
r6micas de gres en el horno, utilizando la sal como catalizador. Se forma a
temperaturas superiores a 1.100 oC y su aspecto difiere del de otros barnices
alcalinos en que la capa de tratamiento suele ser muy delgada y la textura de
su superficie es fi{cilmente reconocible; cuando se combina con un engobe
rico en hierro da lugar a la <<piel atigradu caracteristica del gres del si-
glo xvu. Por fltimo, el vidriado de porcelana se realiza a partir de compues-
tos ricos en feldespato.
Las vasijas de cerdmica se solfan colorear con hierro, manganeso, cobre
y cobalto. En el caso de los tres riltimos elementog en combinaci6n con un
barrriz. Los colores dependen del tipo de barniz. Si aplicamos manganeso so-
bre un barniz a la sal, el resultado puede ser incoloro o marr6n. Sobre un bar-
niz ala sal, alcalino o al plomo, el cobalto adquiere un color azul, mientras
que el cobre toma una coloraci6n turquesa sobre un banla alcalino y de ver-
de a rojo oxidado sobre un barniz al plomo, siempre dependiendo de su es-
tado.
En ocasiones podemos distinguir pinturas o coberturas org6nicas sobre la
superficie de una vasija. Por ejemplo, alguna ceriirnica de la Edad del Hierro
procedente de Sussex estaba decorada con una sencilla banda alrededor del
cuello, que en algunos casos ha empezado a despegarse de la vasija. Aunque
todavia no se ha analizado, probablemente sea un compuesto org6nico.
Tambidn se podia pintar la vasija tras la cocci6n,,ya sea como parte del
proceso inicial de fabricaci6n o en un estadio m6s avanzado. En estos casos
la decoraci6n suele ser muy fr6gil.
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Ftcun.t 6.3. T6cnicas decorativas utilizadas en diversas jaras y cdntaros de los siglos
xI y xr hallados en Londres: a) impresiones a rodillo, D) marcas dejadas por pellizcoq
c) motivo reticulado hecho con un peine de cuatro prias, d) lfneas onduladas hori-
zontales incisas con ayuda de un punz6n de punta roma, y e) bandas aplicadas pega-
das en un solo lado. Escala 1:4.

ui{i3iri;e u . ;:;;tsGii{
104 LA cERiMrcA EN AReuEoLociA

Algunas piezas de gres y porcelana se decoraban con esmalte o con bar-


nices coloreados. A diferencia de otras pinturas, se aplicaban tras un primer
barniz.
Una riltima t6cnica que tenemos que mencionar es la aplicaci6n de ho-
jas finisimas de metal sobre la superficie. Conocemos ejemplos del perfodo
romano y de los siglos vm y Ix en Europa (la cer6mica Thting). En muchos
casos estas hojas, de estaflo en el caso de la cerdmica Thting, han caido de-
jando un 6rea manchada que comprende los restos del metal y/o de su adhe-
sivo.
Es muy dificil clasificar las muchas t6cnicas que se han utilizado para ras-
car, cortar o imprimir la decoraci6n sobre la superficie de una vasija. Aqui
ofrecemos una lista de los m6todos principaleq ilustrados en la figura 6.3:

Peinado: una t6cnica muy simple, que podfa aplicarse con un peine de ma-
dera.
Acanalado: se rascaba la decoraci6n sobre la superficie de la vasija utilizan-
do algrin tipo de herramienta. Las variaciones de forma y tamaflo de la
herramienta afectaban el aspecto de la decoraci6n.
Incisidn: en que literalmente se cortaba la superficie de la vasija. Uno de los
ejemplos m6s caracteristicos de este m6todo esla terrq sigillata, <<decora-
da por medio de vidrios cortados> (cut glass decoration).
Calado: en que se perforaba la pared de la vasija para hacer la decoraci6n.
Esta t6cnica lleg6 a usarse con las jarras misteriosas QtuTTle jugs) carac-
teristicas del siglo xvrr en adelante, ya que hacia que el usuario de la va-
sija se preguntase c6mo podfa contener el liquido.
Digitaciones.'uno de los m6todos de decoraci6n m6s simples. Se utilizaba, por
ejemplo, en la cer6mica neolitica britrinica (cer6mica de Peterborough).
Brufiido: otra antigua t6cnica muy comfn. Al pulir la superficie seca de una
vasija las incrustaciones de mineral de arcilla se alineaban paralelamen-
te a la superficie, abrillant6ndola. En ocasiones se combinaba esta t6cni-
ca afladiendo un engobe de textura miis fina que el cuerpo de la vasija.
Decoraciin con cuchillo.' en ocasiones se utilizaba un cuchillo para cortar la
superficie de una vasija y el efecto que producia sobre la superficie se
usaba a veces con fines decorativos, por ejemplo, para dar lugar a nuevas
caras sobre la superficie.
Estampacidn a rodillo: se hacfa rodar sobre la superficie de la vasija una vez
seca un rodillo en forma de cilindro y con un estampado grabado sobre
6ste. Se reahzaba <<en negativo>> un estzrnpado repetido del diseflo del ro-
dillo. En ocasiones esta t6cnica se ha denominado roulette.
Roulette: se podia realizar un estampado decorativo y complejo utilizando
una hoja flexible doblada por un extremo y que se sostenia sobre la su-
perficie de la vasija mientras se hacia girar 6sta en el torno. Con algrin
ajuste y un poco de pr6ctica la hoja se alzaba y descendia ritmicamente
dibujando lineas finas sobre la superficie de la vasija. Este m6todo se uti-
liz6 mucho durante los siglos l y u d.C. para decorar cer6mica fina roma-
LA FORMA Y LA DECORACI6N 105

na. En ocasiones a esta t6cnica se le ha dado un nombre alternativo, pun-


tillada.

Segrin la cantidad de cer6mica decorada que encuentre, necesitar6 series


de tipos decorativos, aunque si la forma y la decoraci6n mantienen entre ellas
una relaci6n estrecha, le bastar6 con una serie general. Deberi{ describir tan-
to la t6cnica como el motivo ornamental, porque: 1) las idiosincrasias concre-
tas de una t6cnica le ayudarfan a diagnosticar procedencias concretas, y 2) en
muchos fragmentos pequeflos lo fnico que puede observarse es la t6cnica. La
descripci6n y clasificaci6n de los modelos decorativos es un tema dificil que
suele dar lugar a conflictos, especialmente si se pretende interpretar el con-
tenido simb6lico del diseflo.
7. LA ILUSTRACION
INrnoouccr6N

Normalmente la cerdmica se dibuja de forma muy esquemdtica, aunque


los arque6logos se han acostumbrado tanto al sistema, que encuentran sor-
prendente que un ilustrador que no est6 familiarizado con las convenciones
dibuje lo que realmente ve cuando se le entrega el fragmento de cer6mica.
Por convenci6n, todas las vasijas con simetria central, no s6lo las hechas a
torno, muestran una linea central vertical. A un lado de esta linea podemos
ver el perfil de la pared de la vasija y su superficie interior, mientras que en
el otro lado vemos la superficie exterior de dicha vasija. La convenci6n m6s
extendida obliga a exponer el aspecto interior en el lado izquierdo y el as-
pecto exterior en el derecho, pero en algunas publicaciones, especialmente
las procedentes de Europa del Este, se muestra a la inversa.
El dibujo de cer6mica suele ser r6pido, barato y eficaz, ya que tan s6lo
pretende ser un apunte sobre una vasija que pueda fiiltzar el investigador o
ser incluido en un archivo. IJna vez se ha decidido realuar los dibujos si-
guiendo las convenciones propias de las publicaciones, mostrando la textura
y el tratamiento de la superficie, la ilustraci6n puede convertirse en algo len-
to y caro. Puede convertirse en uno de los elementos mds caros de la investi-
gaci6n de cer6mica. Por eso es importante tener en cuenta desde el principio
para qu6 piensa utilizar las ilustraciones y las implicaciones que esto tendr6
en su proyecto.

El pnop6sno DE LAS ILUSTRACIoNES

Las ilustraciones de cerdmica pretenden facilitar las comparaciones entre


vasijas reconstruyendo sobre el papel, tanto como sea posible, la forma com-
pleta del recipiente, aun cuando s6lo se hayan encontrado'fragmentos. Se
omite la informaci6n y los detalles que pudiesen entorpecer esta compara-
ci6n, tales como la condici6n de los fragmentos, las incrustaciones adheridas
a 6stos o sus bordes (a menos que sean necesarios para mostrar la extensi6n
de la superficie decorada).
Si las reducimos a lo mds simple, las ilustraciones pueden servirnos para
LA ILUSTRACION t07

registrar el contenido de un conjunto y pueden incluirse como parte del re-


gistro de la colecci6n. Este tipo de informe contendr6 con toda probabilidad
datos repetitivos que nadie llegar6 a usar nunca, pero en algunos casos este
enfoque queda justificado. Especialmente, si por alguna raz6n no podemos
conservar la colecci6n y no hay una tipologia disponible, podemos dibujar los
bordeg bases y otros fragmentos caracteristicos y posteriormente extraer de
estos dibujos alguna informaci6n, aunque esto no sea sino un pobre sustitu-
to. Debido a las razones expuestas anteriormente, en Gran Bretafla se de-
saprueba la ilustraci6n descuidada de cer6mica hecha tan s6lo porque <apa-
reci6 en la excavaci6n>>. Por ir6nico que sea, son las ilustraciones las que
permiten volver a examinar antiguas colecciones arqueol6gicas de cer6mica
y llevar a cabo un nuevo ani4lisis.
Otra estrategia es la de dibujar una serie tipol6gica, de manera que s6lo
apatezcat ejemplos representativos de unos tipos concretos (sea cual sea su
definici6n). Lal6gica de este enfoque es que nos proporciona cierta eviden-
cia sobre la presencia de un tipo en un yacimiento determinado, y, en defini-
tiva, constituye una serie de referencia que usaremos para ataalizar otras co-
lecciones. El problema que encontramos aqui es que al desplazarnos desde la
ilustraci6n-registro hacia la ilustraci6n-valoraci6n, se hace cada vez menos
claro que tengamos que dibujar el material ilustrado a partir de ejemplos de
la colecci6n que estamos estudiando.
L6gicamente, al construir una serie tipol6gica hemos de utilizar el ejem-
plo m6s completo de cada tipo, sin que tenga importancia el lugar en que lo
hayamos encontrado. De ahi que resulte increiblemente dif(cil construir una
serie tipol6gica sin realizar una investigaci6n exhaustiva. Un ejemplo de esto
fue el Corpus de Cer6mica Medieval de Londres, creado paralelamente al
ani{lisis de la cer6mica medieval estratificada en grandes conjuntos datados
que se excavaron en la City de Londreq pero donde s6lo una pequefla parte
de las vasijas que se utilizaron como ejemplos-tipo procedian realmente de
contextos arqueol6gicos (Pearce y Vince, 1988); en cambio, muchos ejempla-
res procedfan de antiguas colecciones museisticas.
Cuando pasamos de la ilustraci6n de las cer6micas halladas en un lugar
determinado como parte del registro de ese lugar, a la construcci6n de series
tipol6gicas que refnen varios yacimientos o regionales, cambia el cardcler
mismo de la ilustraci6n. A un extremo del espectro necesitamos un simple
apunte sobre la forma, que puede sernos ritil cuando llevemos a cabo elan6-
lisis tipol6gico subsiguiente, mientras que en el otro extremo lo que quere-
mos es aportar informaci6n sobre el aspecto original de la vasija para que nos
sirva de ayuda en el proceso de identificaci6n y estudio de la misma y de su
mdtodo de fabricaci6n, el cual no s6lo tiene inter6s por sf mismo, sino que
puede ayudar en la identificaci6n delapieza.
Una decisi6n b6sica que hemos de tomar es si realizaremos la ilustraci6n
mediante dibujos o fotografias (o ambos, ya que no se excluyen mutuamen-
te). Se ha visto que los dibujos representan mejor Ia forma y pueden mostrar
las caras interior y exterior de manera simult6nea, lo que no puede hacer la
108 LA cER(MrcA EN AReuEoLocfA

fotograffa. Las fotograffas muestran mejor la textura, algunos tipos de deco-


raci6n y detalles t6cnicos como la forma de pegar las asas. Tlmbi6n son muy
decorativas, contribuyendo a ilustrar y difundir grandes hallazgos, como los
materiales encontrados en pozos y en tumbas. Se solfa decir que, a la hora de
la publicaci6n, el dibujo lineal era preferible a las fotografias, debido al cos-
te de la reproducci6n. Estos costes se han reducido bastante durante los rilti-
mos aflos, aunque no en el caso de la fotografia en color, que se ha de utili-
zat poco y s6lo en circunstancias muy especiales (por ejemplo, en el caso de
cer6mica polfcroma muy decorada). En general, podemos decir que los di-
bujos son mejores en el caso de datos permanentes, o bien cuando la infor-
maci6n que contengan sea biisica, mientras que la fotografia nos ser6 m6s ritil
para crear impresiones favorables en el priblico y proporcionar informaci6n
sutil.

Drnuro on ra cnxI.urcn

Varias publicaciones describen la metodologiafiihzada para dibujar re-


construcciones de cerSmica (especialmente Griffiths et a1.,1990). Siguiendo el
m6todo tradicional, se marcan cor,lfipizdos lineas de base perpendiculares so-
bre el papel de dibujo. Una de estas lineas representa el eje vertical de la vasi-
ja y la otra, el extremo superior o inferior (lo que depender6 de si disponemos
del borde o de la base). El ilustrador comprueba a continuaci6n el di6me-
tro del borde o de la base utilizando una gr6fica de bordes o realizando una
medici6n directa, si dispone de la vasija completa. Se marca esta medida sobre
el dibujo. Despu6s se procede a determinar la profundidad/altura y el di6me-
tro de la vasija, asi como otras caracteristicas significativas que se determinan
y seflalan sobre el dibujo. Podemos hacer esto situando el borde/base en su po-
sici6n correcta en la grdfica de bordes y determinando el diiimetro/altura co-
rrecto en cada punto mediante una cuadricula.
IJna vez hayamos localizado con exactitud, sobre el dibujo, las caracte-
risticas principales de la vasija, podremos utilizar el mismo m6todo a inter-
valos para determinar los puntos intermedios o utilizar alguna ayuda mec6-

Frcun^c.7.1. Dibujo de las asas. Estas cuatro vasijas constituyen ejemplos de la cer6-
mica blanca de Surrey encontrada en Londres, datadas entre los siglos xru y xw. La
convenci6n habitual de dibujar el asa en perfil en el lado derecho del dibujo se ha
adaptado para ilustrar con mayor propiedad los detalles de la fabricaci6n y de la de-
coraci6n. a) Jana de almacenamiento con dos asas, en la que el cugrpo ha sido em-
pujado dentro del asa; la depresi6n resultante en el recipiente ha sido rellenada con
un poco de arcilla. b) Jarlo en el que el arranque del asa se ha decorado con agujeros
alargados y dos <orejas" de arcilla; estos detalles s6lo pueden verse en una proyec-
ci6n vertical. c) Un cazo cuya asa se ha insertado a trav6s delcuerpo, y el agujero re-
sultanteesselladoconarcilla. d)Jarrosemejanteac),perocuyaasaagujereadaycon
surco se aprecia mejor en una proyecci6n horizontal. Escala 1:4.
LA ILUSTRACION 109
110 LA CER.(MICA EN ARQUEOLOGiA

nica, un perfilador, por ejemplo (como el que usan los albafliles y los aman-
tes del bricolaje para cortar cubrimientos de suelo y formar superficies re-
dondeadas). La experiencia nos demostrar6 que una discrepancia de tan s6lo
unos milimetros en cualquier medici6n puede hacer que el perfil parezca
err6neo, por lo que al dibujar el perfil de una vasija serd mejor tomar pocas
medidas y observar m6s. Un problema habitual cuando nos servimos de uten-
silios mec6nicos como el perfilador, especialmente si quien lo utiliza no tie-
ne experiencia, es que se presta m6s atenci6n a dibujar el dispositivo que la
misma vasija.
El siguiente p:rso es medir el grosor de la vasija y la forma interior del
borde o de la base. Estas medidas se dibujan en el lado izquierdo del eje cen-
tral. Despu6g se pueden trazar lf,neas que muestren los cambios bruscos pro-
ducidos en el perfil. Asi queda ya completa la forma bdsica de la vasija. Si no
hay elementos adicionaleg podemos empezar ya a acabar el dibujo y a pa-
sarlo a tinta.
Siguiendo una convenci6n, las asas se suelen situar en el lado derecho
(exterior) de la vasija. Perpendicular al perfil del asa se muestra una secci6n
de la misma, y con dos lineas cortas se indica su posici6n exacta (v6ase la fi-
gura7.L a). Puede que en algunos casos nos resulte rltil incluir una secci6n
vertical del asa, que muestre la forma en que el asa quedaba unida a la vasi-
ja. Si incluimos este nuevo detalle, tendremos que dibujarlo junto al perfil del
asa. Si la vasija tiene dos asas opuestag podemos dibujar el perfil de una de
ellas y la secci6n vertical de la otra. Si hubiesen tres asas, podriamos indicar-
las dibujando el perfil de una y ampliando la panordmica exterior hasta la
parte Zquierda de la linea central para mostrar tres cuartos de la segunda asa
(figura 7.1 b). Las asas tubulares suelen quedar sobre la linea central.
Los picos suelen quedar en el lado izquierdo interior del dibujo. Cuando
se han hecho deformando el borde, se suelen mostrar dos perfiles super-
puestos: uno con la secci6n normal y el otro con la secci6n situada sobre el
labio. Algunas jarras medievales tenian picos muy elaborados que pueden
llegar a necesitar una panor6mica de la secci6n y una frontal, que suele si-
tuarse a la izquierda del dibujo (figura 7.1 c).
Es muy dificil llegar a mostrar bien la decoraci6n. Segrin el prop6sito que
tengamos, puede que sea importante mostrar una panor6mica general, espe-
cialmente si la vasija es un bol o un plato decorado en su interior. Siempre
que intentemos mostrar la decoraci6n de una superficie esf6rica se produci-
rd ctela distorsi6n. Una manera de atenuarla es <desplegar>> la decoraci6n
(vdase la figura 7.2). Asi, podremos mostrar todos los elementos sin cometer
muchos erroreq aunque no podremos ver de qu6 modo se adapta la decora-
ci6n a la forma de la vasija.
Puede que para mostrar los diferentes colores de engobeg pinturas y lus-
tres necesite recurrir a las convenciones Parece que la regla no sea intentar
que cada dibujo siga las mismas convencioneg sino mostrar los puntos y ra-
yas que hacen que el dibujo nos parezca m6s claro, incliryendo una clave que
nos ayude a interpretarlo.
LA ILUSTRACION 111

Ftoux..l7.2. La decoraci6n <desplegada> de la superficie de una vasija.

Todavfa no est6 totalmente aceptado el uso de dibujos para mostrar la


textura de la superficie. El hecho de que pocos arque6logos tengan la habili-
dad ilustrativa necesaria nos induce a sospechar laraz6n. El coste tambi6n es
un factor importante, pero no es raro que se sombreen los dibujos para mos-
trar la curvatura de la vasija (irrelevante, puesto que ya sabemos que la vasi-
ja es redonda y si no lo fuese se habria llamado la atenci6n sobre ese hecho).
Lo peor del caso es que el esmerado punteado no nos aporta ninguna infor-
maci6n y en cambio hace que la vasija parezca hecha de poliestireno. Si el
mismo tiempo que dedicamos a hacer estos ejercicios rituales lo emple6se-
mos en hacer representaciones reales de la textura de la superficie, el est6n-
dar de las ilustraciones mejoraria bastante. Del mismo modo, se puede hacer
que los dibujos muestren las caracter(sticas de modelado, tales como las es-
pirales de las vasijas hechas a mano, o bien caracteristicas del tratamiento de
la superficie, tales como las provocadas por el uso de la paleta o la decora-
ci6n hecha a cuchillo, que pueden ayudar al lector a entender la vasija (v6a-
se la figura 7.3).
Otra cuesti6n dificil nos la plantea la necesidad de decidir c6mo hay que
reconstruir en el dibujo las partes de la vasija que faltan, y si hay que hacer-
lo. Algunas autoridades en el tema dicen que s6lo se deberla dibujar lo que
hay y nada m6s (Blake y Davey, 1983, p. 42), aunque esta linea ideol6gica pa-
rece demasiado purista, teniendo en cuenta que si usted dibuja algo de m6g
lo reflejar6 de alguna manera. De hecho son dos problemas distintoq a los
que podriamos denominar interpolaci6n/extrapolaci6n <verticab y <horizon-
tab. Necesitamos el tipo vertical, normalmente la extrapolaci6n, cuando el
perfil de la vasija estd incompleto. Puede que sea razonable, a partir del co-
nocimiento que tenemos de otras vasijas, ampliar el perfil dibujado por enci-
ma de los limites de la vasija real, proporcionando una estimaci6n de la for-
ma del objeto completo. Para ser honestq usted tendr6 que indicar las partes
<<reales> y las que haya extrapolado: para ello puede dejar de rebordear la
ttz LA CERTMICA EN ARQUEoLoGfA

Frcunq,7.3. Limites en la descripci6n objetiva. El mismo vaso ha sido dibujado por


cuatro personas distintas (dibujos de John Newton, Paul Tyers, Clive Orton y Sunil
Nandha).

parte extrapolada, dibujdndola con lfneas discontinuas o esbozando peque-


flas marcas junto al perfil del dibujo (Gillam, 1957).
El problema horizontal surge cuando, a cualquier altura por debajo del
borde, falta alguna parte de la circunferencia horizontal de la vasija. Para ex-
presarlo mejor, se trata de un problema de interpolaci5n porque el circuito
de la vasija es cerrado (es decir, que si la rodea lo bastante volver6 al pun-
to de partida). En el caso de vasijas no decoradas este problema es inexis-
LA ILUSTRACI6N 713

tente ya que podemos asumir que toda su circunferencia es <<similao, dibu-


jr{ndola por ello de esta manera. La decoraci6n de naturaleza <<horizontab>,
como las zonas bruflidas, los cordones, las lineas horizontales (aplicadag aca-
naladaq etc.) presentan pocos problemas porque podemos volver a suPoner
una simetria radial. Pero lcree que podrfa arriesgarse a ir mucho m6s all6 en
el caso de una decoraci6n compleja? Esto depender6 de la regularidad del di-
seflo y de su conocimiento sobre el tipo de vasija en cuesti6n. Una vez m6s,
la regla de oro es dejar claro a los lectores qu6 parte es real y qu6 parte est6
<<reconstruidu, dejando que sean ellos quienes juzguen lo razonable del in-
tento. Aplicaremos un razonamiento similar para afladir rasgos que, con co-
nocimiento de causa, asumimos que estuvieron presentes en ejemplos m6s
completos de ciertas clases de vasijas, como las asas, los pies y los picos.
Como el dibujo de la cerilmica suele ser laborioso y repetitivo han habi-
do varios intentos de mecanizar, en parte o totalmente, el proceso. Estos in-
tentos no han tenido ningrin 6xito o al menos no han reemplazado apenas a
los m6todos manuales Uno que puede tener cierto atractivo, pero que no es
recomendable en el caso de museos, es el uso de una sierra circular para re-
banar cuidadosamente todos los bordes. Se coloca una mitad sobre un papel
o una pelicula y se dibuja el contorno (Holladay, 1976). Existen algunas des-
cripciones publicadas de dispositivos sencillos que algunos autores han con-
siderado una ayuda ritil para dibujar cerSmica (Terrell y Osborne 1971;
Tiump, L972;Edwards,l974). Otros estudiosos han intentado eliminar el uso
total del papel y l6p:z aytddndose con los ordenadores. Tirrner et al. (19%)
describen un sistema basado en un <<rat6n> modificado unido a una sonda
para introducir datos sobre el perfrl directamente en el ordenador. Este tipo
de sistema puede ser un m6todo r6pido y eficaz de convertir los perfiles en
una forma f6cilmente legible para el ordenador, si se va a proceder a algfn
tipo de ani{lisis de la forma (v6ase la p. 178); no obstante, la publicaci6n de
dibujos deberia tender a evitar el aspecto de <<hecho a m6quino> e intentar
un resultado mds real.

Forocn-q,rie

A la hora de registrar lacerdmica,la fotografia puede sernos muy ritil. Las


fotografias de vasijas in sifu pueden facilitarnos su interpretaci6n y convertirse
en la forma mds real de demostrar la funci6n de la vasija. A la hora de consig-
nar los fragmentos individualeg podemos fotografiarlos para que se conviertan
en una fuente de referenciapatala investigaci6n o una forma de ilustrar una
conferencia o seminario. Antes de la restauraci6n se deberian fotografiar las
familias de fragmentos para dejar constancia de sutamaflo yforma. Thmbi6nse
deberfa hacer lo mismo con todas las vasijas completas Si los materiales ar-
queol6gicos tienen algrin valor comercial, la fotograffa puede ser una forma de
registrar su identidad; por otro lado, siempre se solicitarrin fotografias para
ilustrar articulos y folletos, asi como para ser exhibidas en los museos.
t74 LA CER(MICA EN ARQUEOLOGf,{

Frcuna 7.4. Microfotograffa SEM de un crisol de cer6mica de Stamford. Pasta tipo


51 (BMRL muestra 25835). Granos poco ordenados de cuarzo (en gris claro) estr{n
integrados en una matriz de arcilla cocida que muestra fracturas alargadas (en negro).
Los granos blancos pequefros son 6xidos de hierro. Todas las microfotograf(as estdn
orientadas con su eje longitudinal paralelo a la superficie del fragmento, y todas se to-
maron con el mismo aumento. El eje longitudinal representa 1 mm (por cortesfa del
Museo BritSnico, Departamento de Investigaci6n Cientifica).

Los primeros planos son muy ritiles para consignar el tratamiento hecho
sobre la superficie, asf como sus detalles de fabricaci6n, al mismo tiempo que
fotografiando los bordes rotos de los fragmentos contribuiremos a su identi-
ficaci6n. La microfotograffa ayuda aanaltzfi las pastas, mientras que las im6-
genes tomadas con un microscopio electr6nico se pueden conservar como si
fuesen fotograffas, lo que constituye una forma grdfica de presentar la evi-
dencia (v6ase la figura 7.4).
Es muy importante recurrir a las escalas cuando se toman fotograffas.
Las barras graduadas mayoreg las de dos metros, son excesivamente largas
para la mayorfa de las fotos que se toman en un yacimiento, y es mejor utili-
zar una regla de metro o de medio metro. En el caso de una foto de estudio
puede ser adecuada una escala de diez centimetros, mientras que en las ins-
tant6neas destinadas a conferencias una simple moneda serd una escala re-
conocible de inmediato. Las publicaciones no especializadas e incluso algu-
LA ILUSTRACION 115

nas especializadas desaprueban el uso de escalas Por eso quiz6s tendr6 que
aumentar su colecci6n de fotograffas incluyendo la altura o alguna otra di-
mensi6n miixima de alguna de las vasijas que aparecen en la imagen. El error
de tamaflo de las fotografias de grupo es tan grande que ninguna escala le
permitir6 precisar una medida adecuada a todos los objetos. Si estd haciendo
una investigaci6n especifica puede que quiera que las fotograffas se ajusten
a una escala establecida: a tamaflo natural, el doble, la mitad o lo que prefie-
ra. Esto se consigue mejor fotografiando el fragmento encima de papel mili-
metrado o adjuntando una escala en el borde de la imagen. En el primer caso
tendrd que recortar la fotografia para publicarla, mientras que en el segundo
puede evitar imprimir la escala. En un primer plano es diflcil incluir una es-
cala. Cuando se vayan a usar en conferencias o con otros fines pfblicos, pue-
de ser muy eficaz trlilizar un objeto comlin, una simple mano, pero para el
trabajo de archivo es mejor emplear una regla pequefla, quiz6s parte de una
regla metrilica grabada, que se fotograffa antes de empezar con los propios
objetos. Esto serd perfectamente aceptable si fija la posici6n de la c6mara y
del escenario. Puede recurrir al mismo mdtodo en el caso de la microfoto-
grafiay comprar portaobjetos de microscopio que incorporen reticulas dimi-
nutas. No existe ninguna forma sencilla de incluir una escala en una micro-
fotograffa sin tener que hacer un proceso en dos fases que implique tomar la
fotografia, determinar la escala e imprimirla y volver a fotografiarla. Las fo-
tografias con el SEM sobreimpresionan la escala de forma automdtica.
Todo esto es muy diffcil de hacer en las fotografias tomadas en el mismo
yacimiento, ya que el objeto y el 6ngulo de la toma estdn predeterminados
sin que importe la luz natural. Thmpoco resulta posible esperar a disponer de
las condiciones adecuadas, ya que la fotografla impide la reanudaci6n de los
trabajos arqueol6gicos en esa parte del yacimiento. La fotograffa de estudio
puede recurrir al uso de l6mparas, pero si es necesario se pueden fotografiar
los fragmentos y las vasijas con luz natural, aunque es mejor que no sea con
luz fuerte para reducir el efecto de las sombras.
En las tomas realizadas en estudio se utilizan distintos tipos de fondo.
Sea cual sea el escogido, deberfa tener una superficie mate para que no re-
fleje ni deslumbre y no distraiga la atenci6n sobre lo fotografiado. Esto no
quiere decir que deba ser un simple fondo blanco. Los fondos coloreados o
granulados pueden producir una buena impresi6n, especialmsnte cuando se
trata de presentar vasijas de cerdmica al pfblico no especializado. Un pro-
blema que tienen muchos soportes es que la necesidad de utilizar dos l6m-
paras puede crear sombras dobles que llegan a distraer y confunden un poco.
Se pueden fotografiar los fragmentos sobre una placa de vidrio de manera
que las sombras queden fuera del campo de visi6n. Thl y como mencioniiba-
mos anteg tambi6n es posible utilizar un fondo reticulado, por ejemplo, una
hoja de papel milimetrado que facilitard la reproducci6n a escala. Sin em-
bargo, el resultado es poco fotog6nico.
La mayor parte de los objetivos no se pueden enfocar por debajo de unos
0,5 m, y a esa distancia a menudo es posible incluir varios fragmentos en una
116 LA cERl,MrcA EN AReuEoLocfA

sola exposici6n. Esto puede ser ritil cuando se hacen tomas para usar como
registro o copias en blanco y negro, que se pueden recortar a la hora de pu-
blicarlas. En cambiq en el caso de las diapositivas, es mejor pensar cuidado-
samente si se va a incluir m5s de un fragmento o, por lo menos, m6s de un
tipo de vasija en una misma toma. Puede perder un tiempo valioso de su con-
ferencia explicando a la audiencia que no haga caso de ciertos fragmentos y,
aun asf, resultarii que las cuestiones irrelevantes son las que surgen de nuevo
al final de la exposici6n. Fotografiar vasijas rotas puede llegar a ser muy frus-
trante: por un lado, se encuentra con que no puede limitarse a dejarlas sobre
un soporte y fotografiarlas y, por el otro, no es f6cil tomar una fotografia que
muestre la forma. Los fragmentos del borde y del cuerpo son mds diffciles de
fotografiar que las baseg que se colocan derechas. En algunas ocasiones es
posible sostener los bordes poniendo tacos de madera debajo de una hoja de
papel hasta que el borde quede horizontal.
Si dispone de una vasija completa, lo ideal es fotografiarla de modo que
en una sola toma se muestre la forma general, el asa y el pico o caflo. Por re-
gla general esto querrd decir que se ha colocado la vasija de manera que el
borde se vea como una elipse. El asa quedar6 en 6ngulo de 45" con respecto
ala cdmara y podremos ver el interior de la boca. En el caso de vasijas con
el pico decorado, o con decoraci6n a su alrededor, se invertird la disposici6n,
y si tanto el borde como el asa est6n decorados puede que necesite hacer dos
tomas de la vasija. Para consignar vasijas decoradas con escenas figurativas o
cualquier otro diseflo complejo puede necesitar una serie de tomas o combi-
nar el uso de fotografias y dibujos. Una forma ideal de registrar este tipo de
vasijas serfa usando una c6mara de vfdeo. Se podria hacer dar vueltas a la va-
sija sobre una mesa giratoria, de modo que cualquier aspecto de la misma
quedase grabado. Por el momento la peor desventaja que supone el uso del
vfdeo es la dificultad para obtener una copia en papel de la imagen y su mala
calidad cuando se la compara con la fotografia.
Fotografiar un grupo de vasijas genera otra serie de problemag parecidos
a los que se encuentra un fot6grafo en una boda. Las vasijas altas se deben
colocar detr6s de todo, por lo que tendr6 que montar un escenario de forma
que estas vasijas no queden tapadas por las que colocaremos delante. Si se
trata de un conjunto grande, le ser6 diffcil enfocar al mismo tiempo las filas
delanteras y posteriores, y la posici6n de las vasijas es tan importante que se
necesitar6n dos personas para tomar la fotograffa: una que mire por el visor
y dicte las instrucciones a la otra, que har6los ajustes finales Se siguen man-
teniendo las mismas limitaciones sobre la disposici6n y 6ngulo que habfa en
el caso de las vasijas individuales. Si da rienda suelta a los fot6grafos profe-
sionales para que fotograffen conjuntos de cer6mica correrd ciertos riesgos,
ya que les preocupar6 m6s el aspecto est6tico de la imagen que la inforrra-
ci6n que contengan. Por otro lado, si utiliza ayuda profesional ver6 como la
diferencia es considerable y una fotograffa de grupo, a pesar de la dificultad
para lograr la composici6n adecuada, puede ser una forma estupenda de in-
troducir mucha informaci6n al mismo tiempo. La fotograffa de unas vasijas
LA ILUSTRACI6N tt7
Shelly del periodo saj6n tardio, procedentes de la City de Londreg se ha re-
producido ya por quinta o sexta yez et seis aflos
Utavez ha toniado sus fotograffas ha de asegura$e de que las organiza
bien, especialmente si se trata de un archivo fotogr6fico grande; en caso con-
trario, se estar6 esforzando por fotografiar una vasija o un tema del que ya
existe una imagen o una diapositiva anterior. Los datos importantes son: una
referencia fnica para las diapositivas, un fndice que indique la existencia de
fotograf[as en blanco y negro; un nrimero negativo para las fotograflas en
blanco y negro; detalles sobre el yacimiento y el contexto y sobre el tipo de
cerdmica y la forma de la vasija. Puede que se encuentre con otros datos que
le interese conservar, especialmente en el caso de vasijas decoradas ya que el
mismo tema de la decoraci6n puede resultar interesante.
8. LOS ARCHIVOS DE CERAMICAS
INrnooucc16N

El archivo de cerdmicas ideal habria de conservar la colecci6n al com-


pleto y todos los datos relativos a la cer6mica procedente de una excavaci6n
o un proyecto de campo, de forma que sea fisicamente estable, seguro y per-
mita responder de inmediato a cualquier pregunta sobre su contenido. Por
desgracia, la realidad de los archivos arqueol6gicos no responde a dicho
ideal. Hasta hace poco los arque6logos cre(an que, una vez publicada, la co-
lecci6n de cerdmicas ya habia cumplido su prop6sito. Eh este momento pa-
saba al cuidado de un museo, donde quedaba sujeta a una politica de alma-
cenamiento y conservaci6n determinada. Sin embargo, tanto la profesi6n
arqueol6gica como la musefstica empiezan a darse cuenta de que tienen el
deber de formar juntos un archivo titil. Despuds de todo, para llegar hasta
este punto se habrii gastado ya mucho tiempo y dinero en la colecci6n, y se-
ria absurdo no prestarle la atenci6n debida y no facilitar al acceso a ella. Las
necesidades especificas que tienen los archivos y las colecciones arqueol5gi-
cos han conducido a la fundaci6n de centros de recursos arqueol6gicos en
Gran Bretaiia como el Centro de Investigaciones Arqueol6gicas de York.

Uso or Los ARCHrvos

Cuando se est6 diseflando un archivo de cerdmica debe saberse c6mo se


luttlu,ard en el futuro. Sin embargo, si disponemos de un archivo permanente
nos daremos cuenta de que cuando lo constituiamos no se formularon todas
las preguntas que surgirian posteriormente. Lo rinico que puede hacer es
pensar en la forma en que usted desearia utiltzar el archivo creado por otra
persona.
Decida lo que decida, lo importante es que se capte de manera sencilla y
clara la forma en que est6 organizada la colecci6n. Despu6s de todo, el per-
sonal encargado de atenderlo se preocupardpor otras cuestiones aparte de
por la cer6mica. Adem6s, seguramente, los usuarios potenciales querr6n ir de
inmediato al aknac6n y empezar a utilizar los datos. No querriin tener que
leer una <Guia del Usuario> para resolver una simple pregunta, ni les gusta-
LOS ARCHIVOS DE CER(MICAS 119

16 encontrarse con archivos organizados de manera radicatnente distinta,


aunque nunca podr6, evitar que pierdan cierto tiempo familiariz6ndose con
su sistema.
Otro principio bdsico es que se ha de poder devolver los fragmentos suel-
tos que pertenezcan al archivo sin apenas problemas. Si no, siendo como es
la naturaleza humana, colocaremos el fragmento suelto en el primer espacio
o caja vacfa. Hemos de partir de la idea de que la persona que quede a car-
go de la colecci6n no conoce su cer6mica ni la forma en que est6 clasificada.
Por ejemplo, se podria decir mucho sobre el principio de almacenar las vasi-
jas segrfu la clase a la que pertenezcan, la pasta de que estdn hechas o segfn
su forma. Sin embargo, no podemos esperar que el encargado conozca la cla-
se, la pasta o la forma del fragmento suelto. Se ha de poder deducir la situa-
ci6n correcta de cualquier fragmento a partir de la informaci6n marcada so-
bre 6ste o sobre su contenedor y esto suele significar conooer el contexto.
En riltimo lugar, asf como el acceso a la colecci6n real de cerdmica ha de
estar abierto a todos los usuarios serios, en bien de su estado de conserva-
ci6n, es mejor si se pueden responder las preguntas sin tener que trabajar di-
rectamente sobre los fragmentos. Por ejemplo, si hay alguien interesado por
el m6todo decorativo utilizado en un tipo concreto de vasija ahorrarii mucho
tiempo y esfuerzo al investigador si su archivo incluye informaci6n sobre si
los fragmentos est6n o no decorados.

Thrras pru(cncos,

Las consideraciones pr6cticas concernientes a las condiciones de almace-


namiento, disposici6n y situaci6n de las colecciones suavizan los principios
bi{sicos del diseflo de archivos que hemos indicado antes.

Almacenamiento de la cerdrnica

Para el encargado de un museo, la cer6mica es un material con muchos


inconvenientes. Puede ser muy voluminosa, un solo conjunto puede contener
cientos de fragmentos con un peso total de bastantes kilogramos y al mismo
tiempo la cer6mica arqueol6gica es muy frdgil; por ejemplo, la cerfmica bri-
tano-romana era de paredes muy delgadag por lo que los fragmentos se rom-
pen con facilidad. A menos que la metamos dentro de un armario o de un
contenedor (una caja de madera, pl6stico o cart6n) atraerd el polvo y la su-
ciedad. El tamafro unitario varfa considerablemente: desde un dnfora o jarra
para almacenar, completa, que tendremos que poner de pie en su propia caja,
hasta los fragmentos diminutos que habr6 que guardar en una caja o en una
bolsa para que no se pierdan. Los intentos de imponer orden y uniformidad
en el alnacenamiento de la cer6mica siempre acabar6n por chocar contra
este problema.
I20 LA cEk(MrcA EN AReuEoLocfA

Los m6todos de almacenamiento estdndar incluyen:

1. Bolsas de papel. Es muy comfn el uso de bolsas de papel para guar-


dar fragmentos de vasijas. En parte, es una herencia de la 6poca anterior al
pldstico y, en parte, se debe a que es m6s f6cil ordenar o sacar de una caja
bolsas de papel grueso que bolsas de pl6stico. Se pueden doblar para que no
salga el contenido y etiquetarlas directamente. Las dos grandes desventajas
del papel respecto al pl6stico son: que no es tan fuerte, por lo que los bordes
fragmentados rasgardn incluso el papel m6s grueso, y que se suele humede-
cer, lo que causar6 la aparici6n de una plaga de moho que, en el peor de los
casog echar6 a perder la colecci6n. Aunque advirtamos pronto la presencia
de humedad, tendremos que volver a empaquetar la colecci6n, lo que enca-
recerS. su conservaci6n.
2. A menudo, se almacena la cer6mica en bolsas de pldstico resistente
que se puedan marcar. Para ello podemos incluir una etiqueta separada (me-
jor si esti{ hecha de pl{stico irrompible) o enganchar una etiqueta blanca
mate sobre la misma bolsa. En ambos casos hay que utilizar un boligrafo apto
para su uso en archivos, ya que la tinta de algunos se desvanece con rapidez,
mientras que la de otros atrae las bacterias. Algunas bolsas de pl6stico se
venden bajo la etiqueta de <<autoadhesivasrr. Raras veces funcionan. Si hay
que manipularlas demasiado, acaban por rasgarse y resultan una p6rdida de
tiempo. Las bolsas grandes que contengan fragmentos se pueden cerrar me-
diante cordones metdlicos recubiertos de pl{stico. Si dobla la bolsa y la cie-
rra con un clip, n,otardari en abrirse cuando el clip se pierda o, a la larga, se
oxide. Combinar grapas de metal (con un baflo de cobre) y etiquetas de pl6s-
tico indestructible es un m6todo tan bueno como otro.
3. Cajas de cart6n lo bastante fuertes para que las podamos apilar unas
sobre otras. En Gran Bretafla no existe ninguna medida estilndar de uso habi-
tual. La mayoria de los museos tienen su propio est6ndar e insisten en que
cuando se les entregue el material se sigan las reglas. Son muy ritiles las cajas
que pueden meterse unas dentro de otras, como las muflecas rusas. Pueden
marcarse con un boligrafo o con una etiqueta pegada o grapada a un lado. Si
se reutilizan, hay que vigilar que quede clara la presencia de un nuevo conte-
nido. No hay que dejar jamr4s que Ia etiqueta de la caja sea la fnica manera de
identificar el contenido de la misma. Si la etiqueta est6 pegada a la tapa, es
muy fdcil que 6sta se confunda con el uso. Cuando no se pueda marcar la mis-
ma vasija, deberia meterla en una bolsa de pl6stico etiquetada.
4. Unidades de almacenamiento especinles. Algunos museos almacenan
la cer6mica en estantes de madera o cajones met6licos. Este tipo de almace-
namiento es adecuado en el caso de colecciones con escasos'fragmentos o
donde no haya vasijas completas o semicompletag pero es mejor para alma-
cenar <<pequeflos hallazgos>. IJna ventaja que supone almacenar la colecci6n
propia en cajones es que es muy f6cil buscar en ellos Este tipo de almacena-
miento resuelve tambi6n el problema de los fragmentos que se rompen por-
que est6n demasiado apretados (v6ase la figura 8.1).
LOS ARCHIVOS DE CERT(MICAS 12t

Frcuna.8.1. Almacenamiento individualizado de fragmentos en el Museo Brit6nico


(foto: Museo Brit6nico).

5. Armarios y maletas de exhibici1n.Las colecciones que constan de va-


sijas completas o casi completas se almacenan mejor en estanterias con el
frente de vidrio. Se pueden revisar con rapidez sin tener que abrir la maleta
y, como es un mueble cerrado, las vasijas estiin a salvo del polvo y de la su-
ciedad que las afectarian en unos estantes descubiertos.

El mundo musefstico ha adoptado varias formas para maximizar la den-


sidad de los artefactos almacenados utilizando, al menos en un caso, la tec-
nologfa inform6tica para empaquetar los hallazgos en cajones que se dejan
sobre pallets en grandes estantes. Se pueden recuperar estos hallazgos usan-
do una vagoneta elevadora. Este tipo de soluci6n, aunque dispongamos de
los recursog s6lo es adecuado en el caso de que se trate de un material que
no haya que sacar del almac6n con frecuencia. Serfa ideal, por ejemplo, para
almacenar hallazgos por procesar siempre que el intervalo entre la excava-
ci6n y la posexcavaci6n sea de meses o aflos. Tambidn seria adecuado para
almacenar material procedente de la excavaci6n de un alfar, una vez se ha
LA CERJ.MICA EN ARQUEOLOGfA

Frcunc. 8.2. Almacenamiento en masa de la cer6mica, usando armarios compactos


sobre rieles (foto: University College London, Institute of Archaeology).
LOS ARCHIVOS DE CER(MICAS L23

apartado un tipo de serie de pastas para uso de los investigadores. Un siste-


ma m6s comrin es utilizar armarios compactos sobre rieleg de forma que se
llene todo el almac6n'excepto un espacio vacio para que el investigador pue-
da moverse. Existen armarios de ese tipo a motor, pero es bastante f6cil mo-
verlos a mano (v6ase la figura 8.2).

Dispersibn de la colecci6n

Aunque la mayor(a de los hallazgos abandonan el yacimiento metidos en


cajaq agrupadas segr(n el contexto en que se han excavado, durante el an6li-
sis posterior a la excavaci6n se suelen clasificar en grupos segrin el tipo de
material. No hay niirguna duda de que mantener unido todo un conjunto ex-
cavado tiene algunas ventajas: por ejemplo, poder ver las proporciones rela-
tivas de diferentes materiales y su condici6n. Pero, por encima de estas ven-
tajag estdn las que supone mantener junto todo el material de un mismo tipo.
Debemos pregunftfnos si se ha de mantener junta toda la cerdmica proce-
dente de un mismo conjunto. En los yacimientos que cubren varios per(odog
un solo conjunto puede contener material con m6s de una fecha. Segura-
mente analizaremos por separado los grupos con fechas distintas de manera
que llegariin a su almac6n final de esta forma. Por otro lado, seria muy con-
fuso ver un conjunto del que se han eliminado los fragmentos que no son
<<contempordneosrr.

Almacenamiento frente a exhibici6n

Los museos tienen una funci6n en la educaci6n y presentaci6n de las evi-


dencias y los resultados arqueol6gicos al prfblico. En esto la cer6mica ocupa
un papel importante (vdase la figura 8.3). La mayorfa de los museos tienen
colecciones educativas para utilizar en talleres, visitas de escuelas y eventos
similares. Existen casos de artefactos de gran importancia acad6mica que se
han rescatado de este tipo de colecciones y serfa interesante que cuando de-
cida el destino de su colecci6n se plantee las necesidades educativas, espe-
cialmente en lo que respecta al material no estratificado. Thmbi6n es natural
que se solicite parte del material para su exhibici6n en ptiblico, ya sea tem-
poral o permanentemente. Como en ese momento las vasijas estardn separa-
das de su envase, es importantisimo que tengan una marca individual aunque
discreta. Los informes de los archivog han de hacer constar los cambios que
se produzcan en la localizaci6n de las vasijag pero tambidn es aconsejable
disponer de <tarjetas de referencia> que se puedan colocar con el resto del
conjunto para indicar que se han apartado uno o m6s de los fragmentos.
t24 LA CERI.MICA EN ARQUEOLOGiA

Frcunc.8.3. Cer6mica expuesta. Reconstrucci6n del interior de una casa romana en


el Museo Corinium de Cirencester (foto: Museo Corinium, Cirencester).

Catdlogo por ordenador

En los informes originales preparados en el yacimiento se incluirii, pro-


bablemente, una base de datos informiitica con detalles de los fragmentos se-
grin la pasta, la forma y el contexto. En el caso ideal, se transferirfa una co-
pia de esta base de datos al museo, donde se utilizarfa como base de futuros
informes. En este punto cobra importancia la compatibilidad de sus informes
con los de otros proyectos. Los investigadores y el personal de los museos
tendrdn que acceder a su colecci6n igual que a otras que haya en el museo.
Puede que est6n buscando material para ilustrar un tema, como el <<comer-
cio>r, la <<cocina>> o las <<industrias locales>>, o puede que est6n interesados en
algunas vasijas con una forma o pasta determinadas, o en un material proce-
dente de dep6sitos de una fecha concreta. Pocas instituciones de Gran Bre-
tafla se han enfrentado a este problema, que se solucionaria mejor con una
participaci6n del museo en el diseflo inicial del proyecto, de forma que se es-
tablezcan unos estSndares de compatibilidad m(nimos.
Se ha de prestar una atenci6n especial a los problemas potenciales que
implica el almacenamiento de datos inform6ticos a largo plazo. No deberia
imaginarse que los medios sobre los que hoy se han impreso los datos (dis-
cos, cintas magn6ticas, etc.) podr6n leerse dentro de diez aflos: los mismos
LOS ARCHIVOS DE CER(MICAS T25

medios pueden deteriorarse, dejar de producirse los lectores de discos y cin-


tas o cambiar los estdndares Los responsables del cuidado de esta informa-
ci6n deben copiarla en nuevos medios de almacenamiento, segrin se vayan
inveritando.

Disposici6n de la cerdmica

A intervalos regulares surge el problema de encontrar un almacena-


miento permanente para los hallazgos arqueol6gicos, incluida la cer6mica. El
motivo principal es que normalmente Ia institucion se ha quedado sin m6s es-
pacio para almacenar, o pronto se ver6 en esa situaci6n. Es indudable que la
mayoria de los fragmentos de una colecci6n de cer6mica arqueol6gica no tie-
nen nada de extraordinario, ya que poseen las caracteristicas de pasta y for-
ma tipicas de su per(odo. El aumento del inter6s sobre los procesos deposi-
cionales y posdeposicionales a lo largo de los aflos hace probable que, incluso
en estos fragmentog hayan rasgos valiosos para los investigadores futuros
Por esta taz6n, por principio, no recomendamos que se permita ninguna po-
litica para descartar material procedente de contextos estratificados Si el al-
macenamiento supone un problema, puede resolverse mediante el <<almace-
namiento en profundidad>r, es decir, guardar el material en un almac6n
remoto del que se podrii sacar haciendo un esfuerzo afladido.
9. LA PUBLICACION
INrnoouccr6N

El trabajo de un especialista en cer6mica puede dar lugar a distintos ti-


pos de publicaciones, siendo todas ellas usos perfectamente v6lidos de la evi-
dencia cer6mica. Primero esti{ el informe hecho sobre la misma cerdmica, pu-
blicado como parte de la memoria general de una excavacidn o de un trabajo
de campo. Los lectores de este tipo de informe serdn principalmente otros ar-
que6logoq aunque puede que las conclusiones generales las lea una audien-
cia m6s amplia que quiz6s est6 interesada en los mdtodos que ha utilizado y
en la teoria y las ideas que dieron origen al trabajo. Despu6s es posible es-
cribir algo sobre la historia de la producci6n de cer{mica y su uso en el Srea
estudiada, informaci6n que interesarii a los ge6grafos hist6ricos y a los his-
toriadores econ6micos y sociales, adem6s de a los arque6logos. En tercer lu-
gar, puede que desee escribir algo sobre los m6todos de fabricaci6n y la tec-
nologia que utilizaron los alfareros cuyos productos ha estado estudiando. La
audiencia de este tipo de trabajo consistir6 principalmente en artesanoq cien-
tificos dedicados al anidlisis de materiales e historiadores de la tecnologia. En
cuarto lugar, ha de dar a conocer sus hallazgos al priblico general. Esta rilti-
ma es la audiencia m6s dificil de satisfacer, ya que para entonces estar5 tan
inmerso en el objeto de su estudio que no sabrd lo que se ha de explicar con
detalle y lo que resulta obvio.
Aqui s6lo nos preocupa lo que respecta a la publicaci6n de los datos pri-
mariog las dos primeras opciones que acabamos de describir. Sin embargo,
en todos los casos, la mejor manera de entender el nivel que tiene que darle
a su trabajo es encontrarse con el destinatario y pregunt:lrselo. La presenta-
ci5n formal e informal de su trabajo es una buena forma de asegurarse que
entiende los resultados del estudio y que puede expresar coherentemente
esta informaci6n.

Pnopdsrro DEL TNFoRME

Un informe sobre cerilmica arqueol6gica se escribe con la intenci6n de


informar al lector respecto al cardcter de la colecci6n de cer6micas, lo que
LA PUBLICACI6N T27

hizo con ella y las conclusiones que puede deducir de su aniilisis. Uno de los
usos principales de estos datos es que, casi con toda seguridad, ayudardn a es-
tablecer una cronologia del yacimiento. Los datos que dan lugar a esta cro-
nologfa pueden ser cualitativos, por ejemplo la presencia de un tipo de cer6-
mica determinado en un dep6sito, o cuantitativog como la proporci6n de
determinado tipo de pasta dentro de un conjunto. Es m6s dificil incluir argu-
mentos basados en la valoraci6n que se da a la ausencia de un tipo especifi-
co dentro de un conjunto. Los argumentos de este tipo son siempre menos
convincentes que los cualitativos o los cuantitativos. Por eso es importante
presentar bastantes evidencias en cada caso para incluir el caracter de 6sta y
su fuerza.
Otro de los usos ser6 el examen de las asociaciones culturales de los habi-
tantes del yacimiento o del 6rea. En t6rminos ampliog esto implica establecer
la similitud de la colecci6n o de los conjuntos de diversos perfodos en un yaci-
miento con colecciones contempor6neas halladas en otros yacimientos o
6reas. La cantidad de esfuerzo que tendrd que dedicar vaiardparciaLnente se-
gfn los objetivos generales del proyecto. Una vez mds, tiene que presentar los
suficientes hallazgos bdsicos para aclarar la importancia de las evidenciag aun-
que sin sobrecargar el informe con datos imposibles de digerir.
Puede que tambi6n se d6 el caso de que su trabajo, lejos de aportar in-
formaci6n al resto del proyecto, dependa de varios aspectos de 6ste. Por
ejemplo, puede que haya evidencias independientes del yacimiento que le
permitan datar la cerdmica. En este caso ha de indicar con claridad c6mo se
relaciona la ceriimica que est6 datando con la evidencia fechada indepen-
dientemente. Si no se presta atenci6n al tiempo y a los eslabones vitales en
la cadena de la l6gica, estar6 plantando las semillas de una confusi6n futura.
Una vez haya establecido una secuencia cerdmica y quizr{s alcanzado una
cronologia absoluta, podrr{ deducir numerosas conclusiones de sus datos Es-
tos pueden incluir inferencias sobre los cambios en las formas y tipologia de
la cer6mica, y conclusiones sobre el desarrollo de las industrias de cer6mica
en una regi6n. Puede que este tipo de conclusiones no sean apropiadas en la
memoria de la excavaci6n o en el informe de campo. Si se confirman puntos
de vista que ya existian anteriormente, apenas serii justificable repetir los
argumentos. Si tienen significado nacional o regional, puede que no con-
cuerden con la naturaleza miis local y detallada del resto del informe. Este
tipo de material seria m6s adecuado para una publicaci6n aparte, pero se es-
conde en el informe de la excavaci6n porque requiere menos esfuerzo por
parte del autor o porque es una condici6n para mantener la financiaci6n del
proyecto.

Esrnuctunn DEL INFoRME

Unavez esbozado el m6todo de estudio y presentado un breve resumen


sobre el cardcter de la colecci6n, la mayoria de informes acerca de la cer6-
728 LA cERi,MrcA EN AReuEoLociA

mica recogida en.la excavaci6n han de servir para dos prop6sitos distintos. Su
primera misi6n es describir la cer6mica segfn su tipo (es decir, la forma y la
pasta) y la segunda, describir la existencia de la ceriimica en el yacimiento. A
nivel visual, la diferencia queda demostrada por los casos extremos. A un
lado se describe e ilustra la cer6mica segfn los grupos de formas y pastas,
mientras que la informaci6n sobre el contexto queda relegada a las tablas o
los ap6ndices; al otro extremo, se describe e ilustra la cer6mica por conjun-
tos, de manera que para hacerse una idea general de la cer6mica de la misma
materia prima o forma hay que hojear adelante y atr6s en la memoria. Una
opci6n, que podrfamos llamar <<enfoque del cintur6n y de las abrazaderas>,
consiste en publicar tanto la serie de tipos como el material ordenado por
conjuntos. Las variaciones dentro de este mismo enfoque consisten en publi-
car las series de tipos como unos perfiles a menor escala o, alternativamente,
mostrar los conjuntos mediante reconstrucciones en tres dimensiones o cons-
tituyendo diagramas.

Cerrfu-oco v connpllcr6r.r

Cualquiera que sea el tipo de presentaci6n que se adecfe mejor a sus in-
tenciones, tendr6 que responder de alguna forma a las necesidades alternati-
vas de sus lectores. Por ejemplo, si se publica la cer6mica segrin el conjunto
arqueol6gico en que se encuentra, ser6 ritil un indice que indique el material
y la forma, mientras que si se publica siguiendo series de tipog necesitar6 una
lista o ap6ndice de los contextos. Cuantas m:is variables se tengan, mds posi-
bilidades habrr4n de permutar los indices. Una regla obvia es que cuanto mds
largo sea un informe y rn6s complejos sean los datos que incluya, m6s medios
diferentes de explorarlo habr6 que proporcionar.

Rneursrros uirvruos oB pusrrclcr6lr

Durante los aflos ochenta, en Gran Bretafla se dej6 de lado la presenta-


ci6n de los datos reales dentro del informe arqueol6gico. La l6gica que hay
detr6s de este proceso era que los datos reales s6lo serian ritiles para unos
pocos especialistas y que, por esta raz6n, a 6stos les era m6s econ6mico tra-
bajar sobre el mismo archivo y que las publicaciones se convirtiesen en una
sintesis del trabajo del especialista. Los resultados inmediatos de este proce-
so los notaron los mismos especialistas. Si no se van a publicar los resultados
del estudio, salvo un resumen, es obvio que, para reducir los costes, se re-
duzca o recorte el estudio en si. La consecuencia inmediata fue una reduc-
ci6n del nrimero de especialistas en cer6mica con trabajo, cuyo efecto rfltimo
fue paralizar toda la disciplina. Por eso parece razonable establecer unos re-
quisitos mfnimos para la publicaci6n de cer6mica procedente de trabajos de
campo arqueol6gicos.
LA PUBLICACI6N 129

Entre los datos que se han de publicar se incluyen, por descontado, la es-
timaci6n sobre el tamaflo de la colecci6n, los medios utilizados para formar-
la y la condici6n y loctlizaci6t actuales de la colecci6n. Una vez armados con
esta informaci6n podemos valorar si merece la pena el esfuerzo de examinar
el archivo. En muy pocos casos, sin embargo, tendremos suficiente con estos
datos. Un ejemplo podria ser el de excavaciones incompletas que pueden lle-
gar a interpretarse al reanudar la investigaci6n; para ello ser6 necesario el
an6lisis de la cer6mica.
El siguiente nivel de detalle se refiere a la gama de datos, las formas y las
pastas representados, y una medida de la frecuencia con que ocurren. A di-
ferencia de los datos anteriores, este tipo de informaci6n s6lo deberia pro-
porcionarla un especialista, o no nos podremos fiar de los resultados. Habr6
muchos casos en los que esta sea la rinica informaci6n significativa que nece-
site publicarse sobre una colecci6n. En este nivel se presupone que la colec-
ci6n no presenta una estructura interna: el material puede haber aparecido
sin estratificar y distribuido al azar por el yacimiento, o bien, aunque estrati-
ficado, no se ha encontrado en 6l ningrin modelo significativo. El tiltimo ni-
vel seria un informe completo tal y como describiamos antes. Este deberia
ser el objetivo de cualquier yacimiento que incluya conjuntos estratificados,
ya que es casi seguro que dichas colecciones siguen un modelo. La misma ru-
tina pide que se describa cualquier sistema de catalogaci6n y cuantificaci6n.

Mrcnorlcnas y MlcRorrpos, MEDros rNronuArrcos

En el esfuerzo por tender un puente entre una publicaci5n sint6tica y el


archivo arqueol6gico han salido alahtz dos nuevas formas de difusi6n de la
informaci6n arqueol6gica.
La primera es la microficha y la segunda el microtipo. Las microfichas
son tarjetas rectangulares de pli{stico duro, donde se reproducen fotogriifica-
mente a pequefla escala textos e ilustraciones originalmente en tamaflo .A'4.
Utilizando un lector de microfichas es posible escanear r6pidamente toda la
ficha, hasta un total de 96 pdginas. Tambi6n se pueden leer utilizando un mi-
croscopio binocular (por suerte para los especialistas en cer6mica). El uso de
las microfichag sin embargo, no resulta muy conveniente. Suelen caer de los
bolsillos que hay en la parte de atr6s de los informes y tras s6lo unos pocos
meses se deterioran, especialmente en un entorno polvoriento como en el
que se suele estudiar la cer5mica. No es posible hojear entre las im6genes
como se puede hacer con un libro, ni se puede colocar un fragmento de ce-
rdmica frente a la microficha para establecer una comparaci6n. No se pueden
usar en un transporte priblico ni en la cama, los fnicos sitios donde los ar-
que6logos encuentran tiempo para leer.
El microtipo se fabrica como si se tratase de una p6gina impresa normal,
pero el tamaflo del tipo de letra es tal que apenas si se puede leer a simple
vista, aunque se puede hacer con una lente de aumento. Ha alcanzado bas-
130 LA cERI,MICA EN AReuEoLocfA

tante 6xito ya que ha conseguido reducir el tamaflo de los diccionarios hasta


hacerlos adoptar un tamaflo manejable (aunque apenas si se pueden trans-
portar) y resulta adecuado para publicar datos organizados jer6rquicamente,
como los diccionarios, en los que s6lo hay que fijar la atenci6n en un peque-
flo espacio impreso cadavez.
Un avance muy significativo ha sido la introducci6n de los discos flexi-
bles inform6ticos en los informes arqueol6gicos. Si facilitdsemos el acceso a
los archivos de datos reales podriamos utilizar el mismo m6todo para distri-
buir los informes sobre ceriimica. Estos datos dependen de su compatibilidad
con el sistema operativo, por lo que deberiamos presentarlos en un formato
que nos permita llevarlos con nosotros, como el ASCIL Ninguno de ellos es
tan dificil como durante la ddcada de los ochenta aunque la tecnologfa infor-
mdtica todavia no ha alcanzado el punto en que nos podamos fiar de poder
usar el mismo m6todo m6s que unos pocos aflos.

Los pspecrAlrsrAs nN cnrufuarce TRABAJAN poR cUENTA PRoPIA

Otra tendencia de los estudios de cer6mica en Gran Bretafla ha sido el


distanciamiento de los informes sobre cerdmica, asi como el de otros estudios
realizados por especialistaq de la <<corriente principal> de la arqueologia.
Esto se debe, en parte, a la fase en la que se encontraron los especialistas en
cer6mica durante los aflos setenta y ochenta. El crecimiento que tuvo la ar-
queologia de urgencia dio lugar a un aumento excesivo de las excavaciones
arqueol6gicas y del trabajo de campo, lo que implic6 la necesidad de publi-
car largos informes en los que dominaba la presentaci6n de las clasificacio-
nes. A medida que se vayan fijando 6stos, ser6 posible reducir el tamaflo de
los informes sobre cer6mica e integrarlos con mi{s facilidad en el formato de
un informe sobre la excavaci6n. Sin embargo, los especialistas en cer6mica se
han visto en la necesidad de comunicarse unos con otros y de ahf han surgi-
do revistas como Medieval Cerarnics y Joumal of Roman Pottery Srudies, que
hoy en diaya son muy conocidas.

RrsuIr,rBN

Una visi6n general de las tendencias y principios que rigen la publicaci6n


nos muestra que no existe una manera correcta de publicar la cerSmica de un
trabajo de campo arqueol6gico, aunque sf las hay que son err6neas. Tambi6n
demuestra que la p6gina impresa no ha encontrado sustituto'y sigue siendo
el rinico modo de difundir datos e ideas.
Tercera pafte

TEMAS DE ESTUDIO
SOBRE CENAUICA
10. LA FABRICACION
DE LA CERAMICA

Antes de examinar las vasijas encontradas en un yacimiento arqueol6gico


o los restos procedentes de un centro de producci6n hemos de entender eI pro-
ceso por el que la materia prima se transforma en un producto cer6mico.
Si queremos establecer un sistema para clasificar la ceri{mica hemos de
conocer las caracterfsticas fisicas de la materia prima y entender c6mo les
afectan todas las etapas del proceso de fabricaci6n, asi como reconocer e
identificar correctamente las huellas que dejan estas actividades.
El conocimiento que tenemos sobre el proceso de fabricaci6n de la cer6-
mica procede de distintas fuentes. La ciencia de los materiales nos informa
con detalle sobre el comportamiento que tienen la arcilla y otros materiales
bajo distintas condiciones, especialmente cuando se los mezcla con agua o
son calentados a elevada temperatura. Los que est6n interesados pueden
consultar libros de texto bi{sicos (Worrall, 1975; Kingery Bowen y Uhknann,
1976; Grimshaw, 1980) o breves descripciones escritas desde un punto de vis-
ta arqueol6gico (Shepard,1956, pp.6-48; Rice, 1987, pp. 31-L10), donde se
obtendr6 informaci6n sobre el entorno ffsico y quimico que rodea el proce-
so de fabricaci6n de la cer6mica. Se han aplicado t6cnicas de investigaci6n de
la ciencia de los materiales a distintos aspectos de la cer6mica preindustrial
(Bronitsky, 1986).
Los etn6grafos han descrito la fabricaci6n de la cer6mica tradicional,
proporcioniindonos asi una rica fuente de informaci6n sobre todos los as-
pectos del sistema productivo. Los trabajos anteriores de este mismo tipo so-
lian hacer descripciones prolijas, pero que a menudo dejaban de lado ciertos
aspectos de los materiales o del proceso, muy valiosos para los arque6logos
teniendo presente los restos recuperados en las excavaciones. Muchos ar-
queol6gos ceramistas se han dado cuenta de la importancia de documentar
una artesania que est6 desapareciendo ri{pidamente en muchas partes del
mundo (si no en todas), por lo que han incrementado el nfmero de estudios
sobre la producci6n de ceriimica tradicional, tauto en beneficio propio, como
para ayudar a interpretar el material arqueol6gico (Arnold, 1978; Nicholson
y Patterson, L985; Vossen, 1988; Desbat, 1989; revisi6n de la <etnoarqueolo-
gia de la cer6mica> en Kramer, 1985).
134 LA cERi.MrcA EN AReuEolocf,q.

Cua.ono 10.1. Fases principales en la fabricaci6n de ceriimica.

1 Obtenci6n de la materia prima


) Preparaci6n de la materia prima
Modelado de la vasija
4 Tiatamientos anteriores a la cocci6n
5 Secado
6 Cocci6n
7 Tiatamientos posteriores a la cocci6n

La repetici6n experimental de los estilos y las t6cnicas de la cer6mica an-


tigua tambidn puede contribuir a nuestra comprensi6n del material proce-
dente de contextos arqueol6gicos. La mayor parte del inter6s que hay por
este campo recae sobre los hornos de cocci6n experimentales (Bryant, 1978-
7979;Lrcke 1988), recogi6ndose informaci6n acerca del tiempo de cocci6n,
el uso de combustible y los indices de desperdicios. Sin embargo, no siempre
est6n claras las ventajas que este tipo de trabajo experimental tiene sobre la
obseruaci6n de los sistemas tradicionales de producci6n de cer6mica.
Otra valiosa fuente de informaci6n sobre las t6cnicas de fabricaci6n de
cerdmica, especialmente en lo que se refiere a su modelado y cocci6n, son los
textos escritos por aHareros modernos, entre los que quizds A potter's book,
de Bernard Leach (1940), ha sido el que ha influido mds.
En el cuadro 10.1 resumimos los pasos principales de la fabricaci6n de
cer6mica que describimos a continuaci6n. Estos pasos est6n unidos por com-
plejas interrelaciones debido, por una parte, al caracter de la materia prima
y de las herramientas, la habilidad del ceramista y al entorno productivo y,
por la otra, al tipo de ploducto deseado.

MrrsRrAs pRTMAS pARA LA rnsRrcecr6N op cnn (urce

Las materias primas esenciales de un producto de ceriimica son la arcilla


y el agua. Se pueden afladir productos no pl5sticos (tambi6n conocidos como
<<desgrasantes>) a la mezcla de arcilla y puede que se necesiten engobes, pin-
turas o barnices para el acabado de las vasijas. Para cocerlas, es preciso dis-
poner de combustible.

Arcilla

La arcilla es un material complejo, pero sus dos caracteristicas principa-


les son el pequeflo tamaflo de sus partfculas (menos de 0,002 mm de di6me-
tro) y la elevada proporci6n de <<minerales de arcilla>> en la mezcla. El com-
ponente mineral de la arcilla deriva de la erosi6n de las rocas, especialmente
LA FABRICACI6N 135

de las rocas fgneas. El tamaflo de sus partfculas y las caracteristicas de estos


minerales proporcionan a la arcilla las propiedades fisicas y quimicas que
permiten modelarla y cocerla, creando la cer6mica.
Podemos dividir la arcilla natural en dos grandes grupos: las arcillas que
derivan directamente de la descomposici6n in siru del lecho de roca y las que
han sido acarreadas por rios, glaciares, el viento o el mar. Se suelen denomi-
nar primaria y secundaria (o sedimentaria) respectivamente. La mayor parte
de la arcilla utilizada en la cer6mica pertenece a esta fltima categoria.

Inclusiones no pldsticas

La mayor parte de las arcillas naturales incluyen otros materiales adem6s


del componente mineral de la arcilla. En el caso de las arcillas primariag las
inclusiones <no pldsticau pueden incluir fragmentos parcialmente descom-
puestos o que no han estado expuestos a la intemperie procedentes de la
fuente principal de roca s6lida. En el caso de las arcillas sedimentariaq du-
rante el proceso de acarreo se pueden incorporar una amplia gama de mate-
riales que han sufrido, cada uno de ellos, un ciclo de erosi6n diferente. Uno
de los minerales m6s duraderos y m6s frecuentes son los granos de cuarzo re-
dondeados (<<arena>>, tal y como decimos normalmente). Tambi6n encontra-
mos fragmentos de conchas en arcillas estuarias o marinas.
La segunda fuente de materiales no pli{sticos en la cer6mica son los que
aflade el propio ceramista, por lo general deliberadamente, pero tambi6n los
que est6n en el agua utilizada o los que recogen las herramientas y las su-
perficies de trabajo. En algunos casos, se agrega una mayor cantidad del mi-
neral que compone esa arcilla: a una arcilla primaria, que conserva restos de
la roca madre, pueden incorporarse fragmentos triturados de la roca original.
Pero es m6s habitual que los materiales afladidos sean diferentes de los que
contenga la arcilla primitiva, y, por ello, es posible distinguirlos. Los frag-
mentos de roca triturada incorporados a una arcilla de sedimentaci6n debe-
rian poder distinguirse del cuarzo redondeado que 6sta contiene.
Estos rellenos producen efectos complejos en el comportamiento de la
arcilla, por lo que si queremos obtener el equilibrio adecuado habremos
de escoger o crear la combinaci6n correcta de arcilla y relleno. Como que, al
contrario de la arcilla, los materiales afiadidos no contienen agua, disminu-
yen la proporci6n de 6sta en la mezcla: de ahi que se produzca una menor re-
ducci6n del volumen de la arcilla y se acorte el tiempo de secado. Cuanto
m6s material de relleno se le agrega, menor es la reducci6n del volumen (Ja-
cobs, 1983). La arcilla oon mayor proporci6n de inclusiones tiende a tener
una resistencia a la humedad miis elevada: puede aguantar mejor durante el
proceso de secado. Sin embargo, cuantos m6s materiales no pldsticos haya,
m6s se reducirdla plasticidad de la arcilla, a rmentando la fficultad para tra-
bajarla. La arcilla con una proporci6n elevada de relleno no es muy adecua-
da para la fabricaci6n de vasijas delicadas o para el uso del torno.
136 LA cER(MIcA EN AReuEoLocfA

Los informes arqueol6gicos y etnogriificos han dado a conocer la exis-


tencia de desgrasantes de origen no mineral: hay constancia del uso de hue-
sos triturados y quemados asf como de conchas (Steponiatis, 1983, pp.20-43),
de excrementos (London, 1981) y de productos agrfcolas como la paja y las
cSscaras de arroz. Thmbidn se ha investigado con bastante detalle el efbcto
que producen los materiales orgdnicos en el comportamiento de la arcilla du-
rante el torneado y la cocci5n (Crusoe, 1971; Schiffer y Skibo, 1969, pp. 603-
608). Si se les aflade un material orgdnico seco,las arcillas demasiado hume-
das o pli4sticas pueden convertirse en pastas trabajables.

Agua

Lamezcla de arcilla y agua da lugar a un medio plSstico moldeable, que


sepuede tornear y cocer. Se incorporan a la arcilla, adem6s, sales solubles di-
sueltas en el agua. Se puede afladir sal comtin (NaCl), mezclando agua sala-
da con la arcilla antes de moldear lapieza o sumergiendo la vasija ya hecha
en agua de mar antes de cocerla (Rye, 1976, pp.121-722). La combinaci6n de
agua salada y de una arcilla de barro fino puede dar lugar a que la vasija que-
de recubierta por una capa blanca (Peacock, 1984), que a veces se ha con-
fundido con un engobe.

Combustible

Para cocer las ceriirnicas necesitamos combustible, asi como para facilitar
el secado y ahumado de las piezag procesos estos tiltimos cuyo prop6sito
consiste en extraer el exceso de humedad de la pasta. Los combustibles va-
rian en cantidad y calidad (por ejemplo, uniformidad) del calor y del humo
que producen, lo que determinar6 el tipo de combustible empleado en cada
funci6n. Los ceramistas modernos reconocen que los distintos tipos de com-
bustible calientan de manera diferente, por lo que puede que sean m6s ade-
cuados para una parte del proceso de cocci6n que para otra o que afecten al
producto de distintas maneras (Rye, 1981, p. 104).Brears (L989, p. 7) nos des-
cribe los cambios que la variaci6n estacional del combustible produce en el
color del barniz segfn un ceramista de Tluro, en Cornualles. En primavera
los combustibles hrimedos producen un barniz de color verde oliva, que a lo
largo del yerano y del otoflo cambia a caqui y amarillo, dando lugar a un rojo
anaranjado brillante al final de la estaci6n. Cuando se desarrollan sistemas
de clasificaci6n de la cer6mica arqueol6gica hay que tener en cuenta estas va-
riaciones.
El registro arqueol6gico no ha prestado mucha atenci6n a los dep6sitos
de centza procedentes de la cocci6n de cerdmica,paratratar de identificar el
tipo de combustible empleado. En principio, al menod las cenizas de origen
vegetal debieran mostrar un amplio rango de variaci6n, siendo identificables
LA FABRICACI6N I37

con la ayuda de t6cnicas analiticas muy complejas (Middleton, 1984-1985).


El registro etnogr6fico menciona el uso extendido de la madera como
combustible en la rrianufactura de la cer6mica tradicional, si bien 6sta no
suele ser de mucha calidad. M6s bien se suelen usar productos resultantes
de procesos agricolas, como la poda de ilrboles frutales u olivos, c6scaras de
coco, fibras o virutas arrancadas de la madera al cepillarla. Otro combustible
habitual es el esti6rcol, generalmente bostas secas. Los hornos de cer6mica
modernos consumen petr6leo o gas. Pero sea cual sea el material de com-
busti6n, debi6 ser increible la cantidad consumida por las grandes industrias
de cerdmica cliisicas y medievales; comparable, al menos en volumen, al su-
ministro de arcilla o la distribuci6n de los productos terminados.
En muchas comunidades ceramistas modernas, se vive una intensa pre-
si6n sobre los combustibleq que se destinan a cocinar y a calentar. Al en-
frentarse al agotamiento de sus recursos tradicionales, los ceramistas se ven
obligados a ttilizar los residuos de la sociedad industrial, como los neum6ti-
cos de coches, mientras que otros dejan la cer6mica por otra actividad (Ar-
nold, 1985, p. 54). El agotamiento continuo de los recursos de combustible
s6lo puede acelerar el fin de una artesanfa que ya est6 en declive.

PnnpenacrdN DE LA ARcILLA

Casi toda la arcilla requiere algrin tipo de preparaci6n antes de ser em-
pleada en la fabricaci6n de cerilmica, aunque dicha preparaci6n consista tan
s6lo en amasarla ligeramente.Lapreparaci6n de la arcilla entra en dos cate-
gorias. En primer lugar debemos mencionar la purificaci6n: la extracci6n de
materiales no deseados, como las ra(ces y otras sustancias org6nicas, o de gui-
jarros grandes. En segundo lugar, puede que sea necesario alterar las pro-
piedades del material. El objetivo es obtener un producto regular y uniforme
a partir de unas materias primas variables; un material cuyas propiedades
sean predecibles y controlables y las adecuadas para los procesos de forma-
ci6n y cocci6n que se vayan a emplear. Una preparaci6n de arcilla adecuada
para trabajar a mano puede que no lo sea si queremos trabajar con un torno
o con un molde. Las propiedades deseadas para el producto final cocido, ta-
les como las caracteristicas termales, la fuerza mecdnica o la porosidad, pue-
den requerir ciertas preparaciones especificas Segrin la funci6n a que se va-
yan a dedicar las vasijas se necesitar6n distintas mezclas de arcilla para su
producci6n.
Adem6s de la clasificaci6n mec6nica se pueden emplear otras prepara-
ciones miis complicadas. Se puede mezclat la arcilla con agua en grandes tan-
ques estancos (Peacock, L982,p.54).La levigaci6n permite que se depositen
en el fondo los granos miis gruesos. Se pueden mezclar dos o m6s tipos de ar-
cilla, afladiendo quizds desgrasantes no pl6sticos.
138 LA CERAMICA EN ARQUEOLOGIA

MooBrloo

Los ceramistas disponen de una amplia gama de t6cnicas para realizar su


obra. Muchas vasijas se fabrican por etapas, combinilndose varios m6todos,
que son visibles en diferentes partes de la pieza (o en distintos fragmentos,
en el caso de un contexto arqueol6gico). Si queremos conocer toda la histo-
ria del proceso de formaci6n de una vasija concreta, tendremos que prestar
atenci6n a todas sus partes.
Algunos libros describen las principales t6cnicas de modelado. Son muy
interesantes los de Rye (1981) y Rice (1987, pp. L24-744). Hay que distinguir
bien entre los m6todos de modelado primarioq que nos proporcionan la for-
ma b6sica de la vasija, y los secundarios, que definen los detalles, aunque
puede que el trabajo del ceramista acabe por ocultar los limites entre ambos.
Podemos dividir los m6todos de modelado primarios en dos grupos (Ed-
wards y Jacobg 1986):

1. A mano: elaboraci6n o modelado de la vasija por cualquier medio


exceptuando el uso de una fuerza centrifuga.
2. Por rotaci6n: hacer una vasija con un torno que gire a velocidad su-
ficiente para permitir al ceramista usar una fuerza centrifuga como
agente activo en la formaci6n y moldeado de la vasija.

Para identificar las t6cnicas de modelado podemos emplear distintos m6-


todos. La superficie y el interior de la pared de la vasija suelen retener huellas
(Rye,1981, pp.67-95,yBalfetet a1.,1989, pp. 52-63,proporcionan series de fo-
tograffas y claves muy ritiles parala identificaci6n), pero en los casos en que
no sean muy claras o donde se superpongan distintas t6cnicas se habri{ de re-
currir a t6cnicas m6s sofisticadas, como la radiograffa (Rye,I977; Glanzman,
1983; Carr, 1990) o las l6minas delgadas tangenciales (Woods, 1984-1985).

T€cnicas de trabajo a mano y de moldeado

Las vasijas m6s sencillas se hacen ahuecando el centro de una bola de ar-
cilla y di{ndole forma entre el pulgar y los dedos Esta t6cnica se suele utili-
zar s6lo para hacer pequeflas vasijas redondeadas o como t6cnica secundaria
pararealwar elementos adicionales que se affaden alapieza elaborada con
alguna otra t6cnica primaria.
Timbidn se pueden juntar tiras planas de arcilla apretando o pinchando
los bordes. Aunque es m6s adecuada para hacer vasijas rectangulares, con
esta t6cnica se pueden fabricar vasijas circulares. Thmbi6n se pueden hacer
vasijas uniendo series de rollos como si fuesen anillos o formando una espi-
ral continua. Aunque invariablemente se alisan los anillos adyacenteg pue-
den presentar ondulaciones o, incluso, puntos d6biles por donde se agrieta o
se rompe lapieza.
LA FABR]CACI6N I39

Una vez la vasija ha alcanzado cierto tamafio es necesario moverla, de


manera que la cara que se est6 trabajando sea la m6s oercana al ceramista.
Se puede colocarla sobre un soporte m6vil, como una estera, una base fija
hecha especialmente para la fabricaci6n de cer6mica o, incluso, un fragmen-
to grande procedente de una vasija rota. Las bases fijas suelen ser circulares
y est6n hechas de madera o de piedra o incluso de alguna cer6mica basta (fi-
gura 10.L).
Un paso m6s evolucionado en el desarrollo de soportes para la cerdmica
lo constituye el uso de una sencilla plataforma giratoria: una plataforma sos-
tenida por un eje central y capaz de rotar. La cer6mica tradicional ha recu-
rrido mucho al uso de este tipo de dispositivos y aunque se puede hacerlos
girar, de manera inintemrmpida si se cuenta con ayuda, no son adbcuados
pararealizar una vasija como lo harfa un torno (Edwards y Jacobg 1986, pp.
s0-53).
A lo largo de muchas dpocas ha sido habitual el uso de moldes para ha-
cer cer6mica, si bien dentro de esta categor(a encontramos una amplia varie-
dad de t6cnicas. En el caso miis sencillo, se puede hacer uso de un objeto hue-
co ----como, por ejemplo, un cesto-, de la base de otra vasija o hasta de un
sencillo molde de cuero (Franken y Kalsbeek, 1984) para sostener y moldear
Ia arcilla mientras se trabaja a mano, lo que estd muy relacionado con el uso
de un soporte de ceri{mica plano.
Se utilizan moldes m6s refinados para hacer vasijas enteras o partes con-
cretas de las mismas Algunos tipos muy interesantes son los que tienen una
decoraci6n incisa o impresa en la cara interior. Cualquier vasija hecha en
ellos presentard una superficie decorada en relieve. Los moldes de mimbre
pueden dejar huellas en la superficie de la vasija, pero el ejemplo cldsico del
uso de moldes es la primitiva industria aretina romana y de terra sigillata.El
estudio de estas cer6micas moldeadas ha dado lugar a una vasta bibliografia,
aparentemente interminable, que pretende identificar las relaciones estable-
cidas entre los ceramistas, los modelistas, los estilos y los talleres, su clonolo-
gfa y su organizaci6n.

Uso del tomo

El proceso de fabricaci6n de vasijas a torno es el que la cultura popular


asocia m6s con el de producci6n de la cer6mica. ta literatura cl6sica y la pos-
terior incluyen alusiones al proceso de tornear, especiahnente en lo que se
refiere a su desarrollo y evoluci6n, los cambios de forma que sufre en las ma-
nos del ceramista (por ejemplo, Horacio, Ars poetica,27,2). Rye y Evans
describen este aspecto de la cer6mica en un pasaje de su estudio sobre la fa-
bricaci6n de la cerdmica tradicional en Pakist6n:

A un observador que nnnca haya intentado fabricar cerdmica, le puede pa-


recer que modelar apenas requiere esfuetzo y asumir6, err6neamente, <<que
Frcun.q. 10.1. Una alfarera bereber de la Gran Cabilia (Argelia) fabricando a mano
un plato grande (usado en la cocci6n del pan). El plato se modela sobre un gran so-
porte de cerdmica, que a su vez estd fabricado a partir de un plato viejo lleno de ar-
cilla. La pared exterior la forma la mano dela alfarera con ayuda de una pieza de ma-
dera (foto: Paul Tyers).
LA FABRICACION t47

cualquiera puede hacerlo>. Esta ilusi6n se debe a la plasticidad de la arcilla


que, cuando est6 blanda, se deforma bajo el toque m6s ligero, pero se debe
tambi6n a la hapilidad y experiencia del alfarero para controlar un material tan
sensible. (Ry" y Evans, 7976, p.137.)

A pesar de que los objetos evidencian su uso extendido, los restos ar-
queol6gicos de los tomos de alfareros son muy fragmentarios en todos los
periodos. En algunas excavaciones realizadas en alfares antiguos se han re-
cuperado volantes, ejes y arandelas que han sido identificados como compo-
nentes de tornog pero estos restos suelen ser dificiles de interpretar y, en el
caso de molinos u otros mecanismos giratorios, se corre el riesgo de confun-
dirlos (Peacock, L982, pp. 55-58).
Gran parte de la informaci6n detallada que tenemos sobre su estructura
y funcionamiento proviene de fuentes etnogriificas. Varios autores han expli-
cado la historia, construcci6n y uso del torno (Fosteq 7959; Rieth, 1960;
Scheufler, L968; Lobert, 1984) y presentan ejemplos sobre el funcionamiento
de estas m6quinag entresacados de fuentes etnogr6ficas e hist6ricas. La ma-
yoria de los autores distinguen dos clases de tornos:

t. El torno m6s sencillo, tambi6n denominado torno de manubrio o


rueda simple, es un sencillo volante que gira sobre un pivote central (figura
LO.2 a). Dependiendo de c6mo est6n unidos el torno y el pivote, el volante
estar6 en posici6n horizontal o en :ingulo. El equilibrio del volante mantiene
una rotaci6n uniforme. La superficie m6s elevada tiene una pequefla depre-
si6n en un punto cerca del perimetro; en esta oquedad se inserta un manu-
brio, con ayuda del cual se inicia la rotaci5n del torno o se la acelera cuando
6sta disminuye. El ceramista (o el ayudante),se suele sentar junto al torno
mientras realiza esta operaci6n, aunque en algunas ocasiones trabaja de pie
y lo hace girar con una manivela mds larga.
2. El torno tipo pozo (torno de patada o rueda doble) est6 compuesto
por dos volantes unidos a un largo eje central y sostenidos por una agarra-
dera abajo y un soporte arriba (figura 10.2 b). El disco superior es la super-
ficie de rotaci6n y suele ser m6s ligero y de diiimetro relativamente menor.
EI disco inferior es m6s grande y pesado y es el que mantiene el impulso apli-
cado por la persona que imprime el movimiento de rotaci6n con el pie o, en
el caso de los tornos modernog con un motor.

La rueda simple es muy habitual en la India, mientras que el uso del tor-
no de patada est6 muy extendido por Europa y Asia. La discusi6n sobre los
tornos de alfareros en Pakistiln (donde se encuentran ambos tipos) hecha por
Rye y Evans es muy interesante (Rye y Evans, 1976, pp.116-118). Creemos
que las civilizaciones griega y romana usaron los dos tipos (Peacock,1982,
pp. 55-58). En la Europa medieval y posterior solia adoptar la forma de una
rueda de carro instalada horizontalmente con la cabeza unida al centro; el
torno de patada tenia un volante superior y otro inferior conectados me-
142 LA CER;.MICA EN ARQUEoLoGfA

Flcuna 10.2. Los dos tipos bdsicos de torno de alfarero: c) rueda simple, y b) rueda
doble (Rye, 1981, fig. 58).

diante una serie de montantes verticales (McCarthy y Brooks, 1988, figuras


8-10).
Los distintos tipos de tornos no son completamente intercambiables, si
bien son igualmente adecuados para fabricar todo tipo de vasijas. La mec6,-
nica del torno de alfarero dicta, hasta cierto punto, la forma de la vasija que
puede obtenerse o, mds bien, el cardcter del torno reflejar6 los requisitos de
los distintos tipos de vasijas. Van der Leeuw trata dos rasgos importantes en
LA FABRICACI6N 743

un estudio sobre el tipo de tornos empleados en la fabricaci6n de cer6mica


en Haarlem, en los Paises Bajos, durante el siglo xvr (Van der Leeuw, 1976,
pp. t24-l?5 y ap6ndice D):

1. Existe una relaci6n entre el peso del torno, su impulso y la velocidad


6ptima. Un torno grande y pesado mantendr6 el impulso durante un perio-
do mds largo y gyrari a una velocidad inferior que permita a las manos del
gslamista (y a otros objetos) resistir mejor la fricci6n que una rueda peque-
fla y m6s ligera.
2. La velocidad <<lineal>>, la velocidad con que la arcilla pasa entre los
dedos del ceramista, aumenta tambi6n con la distancia respecto al centro del
torno.

Segfn Hulth6n (L974, p. 69) la velocidad lhgal mfnima que se necesita


para tornear la cerdmica es de 0,7 m por segundo. Un torno de alfarero gran-
de y pesado, del tipo rueda de carrq revoluciotardapoca velocidad, pero du-
rante bastante rato. Una velocidad baja es adecuada para la manufactura de
vasijas de gran di6metro, pues la velocidad lineal aumentari{ en relaci6n a
aqu6l. Un torno m6s r6pido y ligero no servirfa para estos recipientes gran-
des, ya que su velocidad lineal serfa demasiado elevada; en cambio, serfa m6s
id6neo para el modelado de vasijas de dii6metro pe(uefro, donde la velocidad
lineal seria apropiada a una distancia corta del centro del torno. En Pakist6n
los tornos simples de manubrio se suelen ttiTlr,ar para tornear recipientes pe-
queflos a partir de una bola de arcilla (Rye y Evans, 7976,pp.116-L1.8), pero
no sirven para fabricar vasijas con un diilmetro mayor (v6ase la figura 10.3).
Por tanto, en ocasiones es posible predecir el car6cter del torno empleado
para la manufactura de un grupo de ceriimica concreto, aunque carezcamos
de evidencias arqueol6gicas directas, como serian los fragmentos del torno
en sf (Van der keuw, t976,p.126).

Ticnicas compuestas

La gran diferencia que hay entre la cer6mica hecha a torno y la hecha a


mano no deberia impedirnos reconocer que muchas vasijas son resultado de
una combinaci6n de t6cnicas. En los casos m6s sencillos se puede alterar o
afladir algo a la forma b6sica creada con una tdcnica primaria. Se puede ha-
cer un pico deformando la boca circular como si se pellizcase, se puede alte-
rar la forma del cuerpo doblando o cortando partes de la vasija. Una vez
completado el primer paso en la fabricaci6n se pueden afladir asag picos, pies
u otros elementos. Estos elementos secundarios pueden estar hechos a mano
o con un torno y en algunos casos el m6todo de uni6n varia segfn quien sea
el ceramista y puede reflejar cambios en el proceso evolutivo (Pearce, 1984).
Sean cuales sean, estas alteraciones pueden enmascarar o borrar (al menos
en una parte de la vasija final) las huellas de las t6cnicas empleadas.

-ti"
(;R '
LA CERAMICA EN ARQUEOLOGIA

a)

Frcunl 10.3. Alfarero en Srinagar (Cachemira) a) utilizando una rueda simple, y b)


parte inferior de la rueda, mostrando el pivote fijado en el suelo (fotos: Paul ryers).
LA FABRICACION 745

Tambi6n es posible utlllzar t6cnicas m6s complejas. En la India moderna


se suele golpear la pared de la vasija con una paleta (normalrnente una pie-
dra redondeada) para adelgazarla y fabricar asi jarras grandes de agua y
otros objetos de dimensiones similares El punto de partida puede ser la va-
sija hecha a mano o con un torno y al golpearla obtenemos un recipiente con
una capacidad mayor, generalmente de forma m6s globular y con un indice
de volumen m6s elevado. Se pueden encontrar algunas descripciones sobre
los detalles de esta t6cnica (Miller, 1.985, pp. 222-226: Saraswati y Behura,
1966, pp. 55-58). La vasija terminada mostrar6 tanto huellas del proceso de
formaci6n primario, como son las marcas del torno en el borde y eI hombro
superior, como de los golpes dados sobre el cuerpo (por regla general). Esto
riltimo deja ciertas marcas sobre la superficie (Rye, 1981, pp. 8a-85). Si se tra-
ta de un material fragmentado seria interesante conocer la conexi6n existen-
te entre los fragmentos procedentes de ambas partes de la vasija.
Cuando se utilizan moldes se suelen combinar con otras t6cnicas. Se co-
nocen vasijas con la parte inferior moldeada y la parte superior hecha a mano
o con un torno. Los primeros recipientes romanos de terra sigillata estaban
hechos en moldeg pero posteriormente se afladian los bordes y los pies. La
producci6n de terua sigillata era una empresa a grata escala que implicaba a
muchos ceramistas y trabajadores, responsable cada uno de una fase concre-
ta del proceso. Algunos talleres mantenian un control de calidad y cantidad
haciendo que los responsables de cada operaci6n imprimiesen pequeflos se-
746 LA cERiMrcA EN ARQUEoLocfA

llos en las superficies de las vasijas (Johns, L971, y Bulmer, 1979, han pro-
porcionado resrimenes sobre la producci6n de terra sigillnta y el uso de se-
Itos). Es muy importante entender los diferentes pasos de la fabricaci6n de
este tipo de vasijas ya que los sellos s6lo se refieren a un paso de este com-
plicado proceso.

TheramNro DE LA SUPERFIcIE

No existe una linea precisa que sePare los procesos de formaci6n secun-
darios de los tratamientos de la superficie. Las operaciones de desbarbado y
raspado sirven para alisar las irregularidades que deja la fabricaci6n con ani-
lloi o tiras de barro, asf como para unir las distintas parteq pero al mismo
tiempo alteran la apariencia de la entos de la sgperfi-
cie s6lo pueden aplicarse cuando hasta el punto del
(cuero duro>>, aunque hay otras t aPlicar estando to-
davia en estado pl6stico.
uno de los tratamientos de la superficie mds comunes es el bruflido, que
consiste en frotar la vasija con un guijarro liso o con alguna otla herramienta;
esto hace que la superficie se vuelva compacta y que quede una serie de face-
tas y cierto lustre sobre la superficie. El bruflido tambidn puede tener ciertos
efectos en la eficacia calorifica de la vasija de cerilmica (Schiffer, 1990) al re-

Seceoo

Antes de cocerla, hemos de secar la vasija ya acabada, con el fin de eli-


minar el agua acumulada junto a las particulas se
puede llevar a cabo al aire libre o en cobertizo te.
burante el secado la vasija se encoger6, lo que c da
eja en cierto modo
vasija (Rye, 198L,
grieta en forma de
S en la base de las vasijas hechas a torno.
El proceso de secado concentra tambi6n las sales disueltas y las particu-
las finai de arcilla en la superficie debido al movimiento del agua a trav6s de
la pared. En el caso de
tible en la superficie ex
cocci6n. Es importante
bes, las pinturas y otros tratamientos de la superficie.
LA FABRICACION t47

Coccr6N

El prop6sito de tra cocci6n es transformar los minerales de arcilla en un


material nuevo, la cer6mica. En algunas arcillas los cambios ffsicos y qui,mi-
cos necesarios empiezan a tener lugar alrededor de 550-600 oC (Rice, 1987,
pp. 90-93); la cer6mica que no alcanza esta temperatura durante la cocci6n
sdele desintegrarse cuando se la sumerge en agua, aunque tarde un aflo en
hacerlo (Skibo y Schiffer, 1987, p. 85).
En la cer6mica podemos reconocer dos modalidades de cocci6n:

1. La cocci6n abierta, tambi6n denominada cocci6n en mont6n o en ho-


guera, en la que las vasijas y el combustible entran en contacto di-
recto y se amontonan sobre el suelo o en un hoyo excavado en el te-
rreno.
2. La cocci6n en horno, en Ia que la cer6mica y el carburante est6n se-
_ parados; la vasija suele estar en una cdmara calentada por los gases
calientes y las llamas del combustible.

Cocci6n a fuego abierto

La cocci6n abierta es muy habitual entre los ceramistas tradicionales y


sin lugar a dudas es la responsable de una gran proporci5n del material re-
cuperado en contextos arqueol6gicos. Hay muchas descripciones etnogr6fi-
cas excelentes sobre estos procedimentos (Gruner, 1973; Rye y Evans, L976,
pp.I65-L67; Arnold, 1978,pp.357-357; Miller,1985, pp. 228-232; v6ase tam-
bi6n Kramer, 1985, p. 81).El m6todo habitual consiste en amontonar las va-
sijas sobre una capa de combustible ademi{s de mezclarlo dentro y alrededor
de la cer6mica, cubriendo incluso todo el mont6n con m6s combustible y/o
con una capa de fragmentos de cer6mica procedentes de cocciones anterio-
res (v6ase la figura 10.4). Se suele prender el combustible desde la parte
inferior o desde un extremo del mont6n y se quema todo. Puede que la ca-
racteristica mtis notable de la cocci6n abierta sea el r6pido incremento de la
tempergtura desde el primer momento y su corta duraci6n. La temperatura
tarda unos pocos minutos en alcanzar su intensidad mr{xima; al cabo de poco
rato se pueden retirar las vasijas ya cocidas (Rye, 1981, p.102, el cuadro n.o
3 detalla las caracteristicas de once cocciones), aunque en algunos casos de
cocciones abiertas la temperatura tarda casi dos horas en alcanzar la miixima
y no se puede retirar nada del mont6n hasta al cabo de ocho o diez horas
(Miller, 1985, p. 23O,figtxa7l).
El mi{s simple de los fuegos abiertos fnicamente permite la cocci6n de
un nrimero reducido de vasijas, talvez s6lo una o dos, en un hoyo excavado
en el suelo. IJna vez retiradas 6stas, la cenua que queda en el hoyo se puede
emplear como fertilizante (Rye y Evans, 1976,p.165); la identificaci6n de es-
tas estructuras en el registro arqueol6gico como prueba de la fabricaci6n de
LA CERJ.MICA EN ARQUEOLOGIA

Frcun^c 10.4. Un fuego abierto en Gran Cabilia (Argelia). La cer6mica se amonto-


na encima de varias cipas de lefla depositada sobre el suelo (fotos: Paul Tyers).
LA FABRICACION 149

cer6mica serfa bastante problem6tica (Sullivan, 1988, p. 33). Las grandes


6reas donde se iealizaban cocciones abiertas en m6s de una ocasi6n solian
quedar cubiertas por cer6mica rota y quemada que apenas si se deformaba o
fundfa. El estudio de estas dreas tampoco es claramente identificable, espe-
cialmente si despu6s se utilizaban como dep6sito de basuras o estercolero.
De hecho, en el registro arqueol6gico s6lo ocasionalrnente se han identifica-
do 6reas donde se practicasen cocciones abiertas (Peacock,1982,p.67,con
referencias), aunque se afirme con demasiada frecuencia que en un 6rea de-
terminada no se ha podido fabricar cierto tipo de cer6mica <<porque no se
han encontrado hornos>>.
Aunque se trate sin duda de una t6cnica mi{s simple que el uso del hor-
no, la cocci6n abierta resulta perfectamente adecuada para cocer muchas va-
sijas y tiene adem6s la ventaja de su flexibilidad. En una sola sesi6n se pue-
den cocer m6s o menos vasijas agrandando m6s o menos el mont6n. EI
ceramista no queda limitado al ciclo de producir y cocer una hornada. Aun-
que se la suela asociar con las vasijas hechas a mano y un desgrasante grue-
so, lgs ceramistas que trabajaban con torno tambi6n recurrieron a la cocci6n
abierta (Miller, L985); cuando analicemos la cerdmica hecha con torno no te-
nemos por qud buscar siempre hornos.
Rye y Evans describen unas estructuras interqrredias entre la cocci6n
abierta y los hornos en Musazi, Pakist6n (Rye y Evanq 1976, p.34-35), don-
de cerraban por tres lados el 6rea de cocci6n (de 3 x 10 m) mediante una pa-
red de 2 m de alto. Para cocerlas, se rodeaba las vasijas (arras grandes) con
esti6rcol de burro. Las fotograffas tomadas mientras se descargaban estas es-
tructuras (Rye y Evans, 1976,l5mtna26c) revelan que las paredes apenas si
presentan restos de hollin y el hoyo acaba limpio de cenizas y de escoria. Una
vez m6s resulta diffcil identificar estas estructuras como partes de un taller de
manufactura de cer6mica.

Cocciin en horno cerrado

Se pueden atihzar hornos dom6sticos, como los empleados para el pan,


para cocer cer6mica (Desbat, 1989, p. 147), aunque es m6s frecuente cons-
truir una estructura especial (v6ase la figura L0.5).
El estudio de los hornos de cer:lmica ha dado lugar a mucha bibliografia,
tanto etnogr6fica como arqueol6gica, y aqui s6lo nos limitaremos a indicar
los elementos m6s significativos. Los estudios ya cli{sicos que realizaron
Hampe y Winter sobre los hornos modernos de cer6mica y azulejos de Cre-
ta y Chipre (Hampe y Winter, 1962) y del sur de Italia, Sicilia y Grecia (Ham-
pe y Winter, L965),junto con las estupendas fotograffas que incluyen, apor-
tan informaci6n muy valiosa sobre la estructura de los hornos y de los talleres,
asi como sobre muchos otros aspectos de la fabricaci6n de cer6mica. Se han
convertido en el punto de partida de muchos investigadores que estudian la
morfologia de los hornos (por ejemplo, las secciones de hornos publicadas
LA CERAMICA EN ARQUEOLOGIA

Frcunc. 10.5. Horno romano de inicios del siglo r, en Highgate wood, al norte de
Londres (foto: Bernard Brandham).
LA FABRICACION 151

por Peacock,t982,frgara12,3-8, y McCarthy y Brooks,1988, figura 21). Las


guias escritas por Vossen y otros autores sobre la cerSmica moderna en Es-
pafla (Vossen,l972i Vossen et a1.,1980) y Marruecos (Vossen y Ebert, 1976)
mantienen esta tradici6n. Los informes sobre la producci6n de cer6mica en
Pakist6n (Rye y Evans, 1972) y la India (Saraswati y Behura, 1966) estudian
tambi6n la estructura y el funcionamiento de los hornos.
Centri4ndonos en el registro arqueol6gico, se han compilado clasificacio-
nes sobre los hornos romanos de Britania (Swan, 1984),la Galia (Duhamel,
1973) e Italia (Cuomo di Caprio, 7971-7972), mientras que Peacock (7982,
pp. 67-70) ha tratado las posibles relaciones entre ellos. Musty estudi6 los
hornos medievales de Gran Bretafla (Musty, 1984; v6ase tambi6n McCarthy
y Brooks, 1988, pp. 40-54).
Por consiguiente, quienquiera que se enfrente a le excavaci6n de un hor-
no de cer6mica dispone de una increible cantidad de material para comparar,
aunque esperemos que evite ciertas exc6ntricas reconstrucciones de hornos
como las que se han impreso en algunas ocasiones. Swan (L984, p. 128) hace
6nfasis en la importancia que tiene indicar con detalle todos los componen-
tes de la estructura del horno y, en concreto, recomienda hacer un dibujo del
perfil de la estructura y del relleno desde la parte delantera hasta la trasera,
un perfil de la estructura del horno en 6ngulo recto con el eje del conducto
de aireaci6n y un estudio de la estratigraffa de dicho conducto. Thmbi6n hay
que examinar y detallar todos los fragmentos del mobiliario del horno y de
arcilla cocida que se encuentren en las proximidades. Se sabe tan poco de la
superestructura de la mayoria de los hornos excavados que no podemos per-
mitir dejar de reconocer ninguna pieza que pueda aportarnos informaci6n.
11. LA PASTA DE LA cEnAurce
En este capitulo examinaremos el papel del andlisis de las pastas en los
estudios de cer6mica. A lo largo de la historia de la cerdmica, los arque6lo-
gos han prestado m6s atenci6n a la forma y a la decoraci6n que a los detalles
de la arcilla cocida. A partir de los afros sesenta se pone de manifiesto el in-
ter6s por un andlisis m6s sistemi{tico de las pastas. Al principio, estos aniilisis
fueron considerados por su capacidad de superar las limitaciones impuestas
por la primacia de la cronolog(a, ya que permitfa ampliar la investigaci6n ha-
cia las 6reas de la tecnologia, el comercio y el intercambio. Sin embargo, no
se pueden separar estos cambios de otros que tambi6n han tenido lugar en el
pensamiento y laprflctica de la arqueologfa durante el mismo periodo.
Los m6todos del andlisis de pastas derivan sobre todo de la geologia, por
las razones que Peacock, sucintemente, da: <<Se puede considerar la cerdmica
como una roca sedimentaria transformada, por lo que debi6ramos estudiarla
de una forma similar a como hacemos el estudio geol6gico de la materia pri-
ma de la que procede> (Peacock, 1977,p.26).Las t6cnicas no s6lo han tenido
repercusi6n en los laboratorios de investigaci6n de las universidadeg sino en
toda la cadena de trabajo, empezando por la clasificaci6n y descripci6n de los
fragmentos de cerdmica en la caseta de los hallazgos en la excavaci6n.

ePon qu6 DEBEMos EsruDrAR r,n pasre?

El aspecto, composici6n y caracteristicas ffsicas de la arcilla cocida est6n


determinadas por:

1. la composici6n natural de la materia o materias primas;


2. la forma en la que el ceramista haya preparado la mezcla de arcilla,
separando, por ejemplo, los componentes m6s groseros, afladiendo
desgrasantes o combinando dos o m6s tipos de arcilla;
3. la atm6sfera y temperatura de cocci6n;
4. el uso y entorno posdeposicional de las vasijas.

La mayorfa de los pasos del proceso de fabricaci6n (maleabilidad de la


arcilla, medida, forma, grosor de las paredes y decoraci6n de la vasija ya aca-
LA PASTA DE LA CERIMICA 153

bada, la proporci6n en que se encoge durante el proceso de secado y las t6c-


nicas de cocci6n posibles) y las propiedades tecnol6gicas del producto aca-
bado (la porosidad, y la resistencia fisica y t6rmica) dependen en gran medi-
da del cardcter de la mezcla original de arcilla, en especial de la frecuencia,
medida, forma e identidad de las inclusiones de componentes no pldsticos.
El examen de las pastas composici6n y estructura de la arcilla coci-
da- nos proporciona -la
informaci6n valiosa sobre tres temas: 1) la tecnologia
del proceso de fabricaci6n; 2) las caracteristicas fisicas del producto cocido;
y 3) su procedencia.

Tecnologia de fabricacidn

La temperatura mdxima alcatlzada durante el ciclo de cocci6n se puede


determinar mediante distintas t6cnicas (Rice, 1987, pp.426-427, cuadro L4.3).
Algunas requieren el uso de un equipo relativamente sencillo, como un hor-
no el6ctrico o un microscopio petrol6gico, mientras que otras s6lo esti{n al al-
cance de aquellos que pueden acceder a instalaciones m6s sofisticadas. Mu-
chas de estas t6cnicas se basan en la identificaci6n de los cambios que se
producen en el cuerpo de arcilla cuando se somete a temperaturas elevadas,
tales como la porosidad y el nivel de vitrificaci6n de una pasta. Algunos de
estos cambios no s6lo dependen de Ia temperatura mrixima alcanzada du-
rante la cochura, sino tambi6n del periodo de tiempo en que se mantiene y
de otras variables como la atm6sfera de cocci6n. Por esta raz6n la tempera-
tura m6xima de cocci6n s6lo se puede medir indirectamente. La temperatu-
ra de cocci6n es importante en dos aspectos de la cer6mica. En primer lugar
debemos tener en cuenta la relaci6n entre la temperatura y la tecnologia de
cocci6n. Una colecci6n de vasijas cocidas en una estrecha gama de tempera-
turas podria sugerirnos la existencia de un nivel razonablemente sofisticado
de control sobre el proceso de cochura. En segundo lugar, si se pretende que
una colecci6n de vasijas no sea porosa se cocer6 a una temperatura que ex-
ceda el punto de vitrificaci6n, lo que nos puede indicar su funci6n original.
La atm6sfera de cocci6n produce efectos importantes sobre la pasta de
la vasija cocida, especialmente en lo que respecta al color. El color de la pas-
ta depende sobre todo de los componentes de hierro y carbono que conten-
ga la arcilla, asi como de la duraci6n, la temperatura y la atm6sfera en que se
produzca la cochura. La mayoria de las arcillag especialrnente las sedimen-
tarias, contienen una proporci6n de materia org6nica. Cuando se calienta en
un entorno oxidante (en el que hay un exceso de oxfgeno libre) el carbono
se quema produciendo di6xido de carbono que intenta salir de la pasta. En
algunos casos el gas que escapa provoca que la pasta se hinche o forme bur-
bujas. Si en la cocci6n no se produce un exceso de oxigeno (un entorno re-
ductor), o la cocci6n no se prolonga lo bastante, el carbono no se quemar6
del todo, sino que ser6 visible en la pasta ya cocida, dando una coloraci6n gris
oscura o negruzca al nricleo. Este ser6 f6cilrnente advertible, en las partes
I54 LA cER{MrcA EN AReuEoLocfA

m6s gruesas de la vasija, como el borde, la base o la secci6n del asa. Sin em-
bargo, durante la cocci6n, el carbono tambi6n puede quedar depositado en la
superficie de la vasija, en un proceso conocido como <<corrosi6n>, que da lu-
gar a que la superficie y los mdrgenes sean negros.
Los componentes de hierro de la arcilla tambidn reaccionan a la atm6s-
fera de cocci6n. Si se encuentran en condiciones oxidantes, los componentes
de hierro de la arcilla suelen convertirse en 6xido f6rrico (FerOr), de color
rojo, aunque este cambio no suele producirse hasta que el carbono ha que-
mado por completo. Con un exceso de oxfgeno, sea marginal o prolongado,
la cochura dard lugar a un color rojo; mientras que si falta, una arcilla rica en
hierro tender:i a ser gris6cea (v6ase la p. 85).
El cardcter de la atm6sfera puede variar en varias ocasiones a lo largo del
ciclo de cocci6n y como las reacciones que hemos descrito antes son reversi-
bles, el color final que obtengamos de la pasta puede ser muy complejo. 1No
es extraflo encontrar fragmentos que tengan distintas capas de colores desde
la superficie hasta el nricleo! Cada uno de estos colores corresponde a una
etapa distinta de la cocci6n y depende del efecto de penetraci6n de 6sta en
la pared de la vasija. Hodges (1962, p. 61, figura 1) y Rye (1981, p. 1L6, figu-
ra 1O4) han mostrado el aspecto de una secci6n sometida a distintas condi-
ciones de cocci6n (v6ase la figura L1.1).

Esrudios de procedencin

Los estudios de procedencia intentan identificar conjuntog denominados


pastas-tipo o cer6micas-tipo, cuya homogeneidad pone de manifiesto un mis-
mo origen. Los especialistas usan esos grupos para determinar la fuente de
procedencia de la cer:imica, siempre que sea posible. Una disposici6n
"idealr>
nos presentaria un solo tipo de cer6mica representando la producci6n de un
rinico alfar, lo que no suele ser el caso. Es mucho m5s habitual encontrarnos
con que un solo tipo de pasta representa la producci6n de un grupo de alfa-
res que comparten las mismas materias primas y que las procesan de forma
similar o, a la inverca, que un alfar (o un gruPo relacionado) puede ser res-
ponsable de mds de una pasta (debido al uso de distintas fuentes de sistemas
procesadores de arcilla). Aunque reconozcamos este hecho, no estamos ne-
gando el inter6s del andlisis de las pastas (como se ha sugerido en algunas
ocasiones), sino que proponemos nuevas posibilidades de interpretaci6n a las
agrupaciones observadas en nuestros datos.
El examen se divide en tres etapas: visual, petrol6gico y de la composi-
ci5n, que reflejan, por un lado, un nivel de complejidad creciente (y de ma-
yor coste), y por el otro, una accesibilidad decreciente, lo que reduce la can-
tidad de material procesable. Los sistemas de procesamiento de cerdmica
pueden basarse en un examen visual muy atento, sin p,erder de vista los re-
sultados que pueden obtenerse al recurrir a andlisis mds sofisticados.
LA PASTA DE LA CEP..6MICA 155

.#ffiffi,ffi@
ffiffi
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ffiffiffiws"ffiffi,\uEj
l0

Frcunl 11.1. Secciones transversales esquematizadas para comparar las diferencias


en el nricleo cocido en arcillas de textura fina (columna A) y arcillas de textura grue-
sa (columna B). 1. Oxidante, material orgiinico ausente de origeq sin nricleo. 2. Oxi-
dante, material orgilnico pudo haber estado presente o ausente; sin nricleo. 3-4. Oxidan-
te, material org6nico ausente de origen, nricleo delimitado por mdrgenes difusos. 5.
Reductora, material orgrinico ausente de origen, nricleo delimitado por m6rgenes di-
fusos. 6. Reductora, material org6nico pudo haber estado presente o ausente; el gris
o el negro pueden extenderse de pared a pared, sin dejar huella del nfcleo. 7. Re-
ductora, material orgdnico presente en el origen, nfcleo delimitado por m6rgenes
difusos. 8. Reductora, material orgiinico pudo haber estado presente o ausente; sin
nricleo. 9-10. Reductora, enfriada riipidamente por contacto con el aire, nfcleo deli-
mitado por miirgenes claramente marcados. 11. Reductora, enfriada r6pidamente por
contacto con el aire, reductora y enfriada por aire de nuevo; nfcleo delimitado
por m6rgenes marcados: <doble nfcleo, (Rye, 1.981, fig. 10a).
156 rn, cnruftr,rrce rN eneueorocf,{

ExervrnN vIsuAL

Desde que se ha reconocido la importancia de los sistemas de registro de


datos que permiten intercambiar informaci6n, se suele describir la cerdmica
utilizando categorfas estdndar y claves en formularios o tarjetas (v6ase la
p.262). Se han propuesto varios sistemas (Peacock, 1977, pp. 26-32; Orton,
1979; Steinstra, 1986; Bauer et a1.,1986; Kunow et a1.,1986; Schneider,1989),
que siguen unas lineas parecidas.
El primer objetivo de la mayoria de estos estudios es clasificar los frag-
mentos de una colecci6n por tipos de cer6mica, proporcionando una fnica
descripci6n que cubre la variaci6n dentro del grupo, y evitando la descrip-
ci6n individual de 0ada elemento catalogado. El examen visual se deberfa ha-
cer en una secci6n limpia del fragmento que deje ver el nfcleo. Puede que
nos encontremos con que las fracturas ya existentes no sean adecuadas debi-
do a los minerales depositados en su superficie durante su permanencia bajo
tierra, por lo que se suele practicar un nuevo corte que est6 limpio. Algunos
investigadores sugieren que es mejor realizar este examen con una secci6n
plana (Smith,t972; Glock, 1975),lo que requeriria serrar miles de fragmen-
tos. Tambi6n se ha sugerido utilizar las secciones perpendiculares al borde
como una ayuda para dibujar los fragmentos (Holladay, 1976). No se suele
recurrir mucho a este tipo de sistemas, sino que es m6s frecuente practicar un
nuevo corte, seccionando una esquina del fragmento con unas tijeras o unas
pinzas largas. En la superficie del corte aparecerdn entonces unos granos so-
bresalientes, en tres dimensiones, lo que los hace m6s fdcilmente identifica-
bles y nos permite ver mejor <bajo la superficie> del fragmento. La misma ca-
lidad de la fractura puede convertirse en un dato importante de cara al
diagn6stico. Cuando se practica el corte es importante tener en cuenta la dis-
tribuci6n irregular de inclusiones en la pasta, no fu6semos a hacer el corte en
una zona d6bil, pero no lo bastante representativa. En las vasijas hechas con
torno podemos encontrar las inclusiones alineadas siguiendo la direcci6n del
torneado, por lo que los cortes practicados en distintos 6ngulos del fragmen-
to nos dardn distintos aspectos del material. En el caso de que tengamos du-
das es mejor hacer m6s de un corte. Una lupa pequefla (de 8 aumentos) o un
microscopio binocular m:ls potente (de hasta 30 aumentos) se convierte en
una ayuda importantfsimapara examinar el material e identificar las inclu-
siones. Tambi6n es importante confirmar la escala de cualquier reticula pre-
sente en el ocular de un microscopio binocular antes de tomar cualquier me-
dida.

Color

Desde que Shepard ensalzara las virtudes del sistema de colores de Mun-
sell para clasificar el color de la cer6mica (<Las ventajas ... son tan grandes
que no es necesario discutir su superioridad: Shepard, 1956, p. 107) su uso
LA PASTA DE LA CERI.MICA 157

se extendi6 en Am6rica y, a partfu del final de la d6cada de los sesenta (Fran-


ken y Kalsbeeck, 1969), tambi6n en Europa.
Los colores de Mtrnsell se basan en tres variables, conocidas como el ma-
tiz, el valor y la cromaci6n. El matiz es la posici6n del color en el espectro.
En el sistema de Munsell se indica mediante letras o pares de letras:

R rojo YR rojo amarillento


Y amarillo GY amarillo verdoso
G verde BG verde azulado
B azul PB azul morado
P morado RP morado rojizo
Cuando se trabaja alrededor del espectro, los matices se subdividen con
un prefijo num6rico que va del 0 al 10, con el 0 en el extremo rojo del es-
pectro y el 10 en el morado. En los grdficos est6ndar los prefijos son 2,5, 5,
7,5 y 10. El valor indica la luminosidad u oscuridad del color, representando
0 el negro y 10 el blanco. La cromaci6n es la saturaci6n o pureza del color,
representando el 0 los grises naturales y los nrimeros mi{s altos los colores
m6s puros. Cuando queremos expresar un color de la tabla de Munsell utili-
zamos, en este orden, el matiz, el valor y la cromaci6n, dejando un espacio
entre el matizy el valor y una barra oblicua entre el valor y la cromaci6n; por
ejemplo: 2,5YR 6/8. Si nos encontramos con el caso especial que supone des-
cribir el blanco puro, el gris y el negro (es decir, con una cromaci6n 0), ante-
ponemos el prefijo N (neutro).
Aunque el sistema de notaci6n de Munsell nos permite describir por
completo un color, es mejor que adjuntemos siempre una descripci6n verbal
que indique al lector la gama de colores representados en el material y que
le permita optar por recurrir a gr6ficos de colores para obtener una repre-
sentaci6n m6s precisa. Sin embargo, ni los nombres de colores que sugiere
Munsell, ni el sistema de modificadores de Shepard (Shepard, 1956, p. 110)
han tenido demasiada aceptaci6n.
La tabla de colores de Munsell completa (Munsell book of color) es un
volumen grande, y ademiis caro, por lo que, para prop6sitos miis prdcticos,
son preferibles los grrificos de color de Munsell (Munsell'soil color iharts),
que vienen en un formato m6s pequefro (Munsell Color Company,1975).La
gama de rojos, marrones y amarillos que cubre el segundo incluye la mayo-
ria de los colores tipicos de la ceri{mica; las fichas vienen en un volumen du-
radero y de tamaflo bolsillo (13 x 19 cm). La colecci6n est6ndar de los gri{-
ficos de colores de la tierra incluye siete matices: 10R, 2,5YR, 5YR, 7,5YR,
L0YR, 2,5Y y 5Y. Los formularios tienen agujeros por los que se puede ob-
servar el fragmento y la ficha de color al mismo tiempo y ademiis se incluyen
m6scaras con las que se puede reducir la interferencia de otros colores sobre
el gri{fico cuando se intentan establecer comparaciones. En el mismo forma-
to se encuentran los dos griificos suplementarios (7,5R y 5R) que son m6s ro-
jos que el 10R y que pueden resultar ritiles para algrin tipo de material. La
158 LA cEru(MIcA EN ARQUEoLociA

documentaci6n que acompafra los grSficos incluye una guia de consejos para
util:zr el sistema de Munsell. Hay que fijarse especialmente en las reco-
mendaciones que se dan acerca de las condiciones de la luz y el entorno en
que se utilize el grdfico.
Una alternativa al <Sistema de colores de tierra de Munselb> es el <<Gr6-
fico de colores de roca, de la Sociedad Geol6gica de Am6rica (1948), que si-
gue la notaci6n de Munsell. El gr6fico incluye selecciones de matices 5R,10R,
5YR, 10YR y 5Y que duplican las del <Grdfico de colores de tierra de Mun-
selb. Existen adem6s unas fichas en matices amarillos, verdes, azules y mo-
rados (5Gl 10GX 5G, 10G,5BG,58,5PB,5P y 5RP) titiles para los vidria-
dos, engobes y pinturas. <El gr6fico de colores de roca>> no estd perforado,
por lo que no se puede observar el fragmento y la ficha de color al mismo
tiempo, pero serfa relativamente fdcil hacerlo.
En la Europa continental se han utilizado sistemas de colores alternati-
vos para describir cer6micas arqueol6gicas Kunow y otros autores reco-
miendan el uso del sistema de Munsell parala mayoria de los colores de las
pastas, pero combindndolo con el grdfico de colores de Schwaneberger (di-
seflado para coleccionistas de sellos) para estudiar los vidriados coloreadoq
debido al coste y disponibilidad del sistema de Munsell completo (Kunow
et a1.,1986, p. 33). En Francia, Alemania y Suiza se utilizan mucho (Schnei-
der, L989, p. 39) los grdficos de colores fabricados por la CEC (F6d6ration
Europ6enne des Fabricants de Carreaux C6ramiques), los colores estdndar
DIN 6164 de la Deutsche Industrie Normen o el code Cailleux (Cailleux y
Thylor, 1963), aunque el sistema de Munsell aumenta su popularidad dia a
dfa. Siempre es mejor utilizar un sistema est6ndar y el de Munsell es el que
ofrece m6s ventajas
En ocasiones se ha criticado el uso del sistema de Munsell porque mues-
tra una imagen <<falsamente exactD> del fragmento o las divisiones entre co-
lores son <<exageradas>. Esto parece indicar que no se ha entendido c6mo y
cu6ndo se han de utilizar los grdficos de colores. Cuando se describen con-
juntos enteros y no fragmentos concretos es necesario cubrir toda la gama de
colores representada, pero tambi6n indicar las variantes m6s habituales. Se
ha puesto en duda el valor del color como medidapara caracteizar la pasta
(por ejemplo, el rechazo que hace Picon del valor de los <c6digos de color
complicadosr>, Picon, 1984). Indiscutiblemente, es cierto que las variaciones
de color y otros factores, como la porosidad y la duteza, pueden ser resulta-
do de las condiciones de cocci6n o posdeposicionaleq m6s que de las dife-
rencias existentes en los materiales originales. Pero tambi6n es cierto que el
color del engobe o de la pasta producido en un alfar concreto suele ser muy
preciso y regular, por lo que proporciona un medio muy adecuado para dis-
tinguir entre los distintos fabricantes.
Si se ha de registrar el color, es mejor hacerlo con una referencia mun-
dialmente aceptada y un estdndar fr{cilmente disponible en lugar de utilizar
vagos coloquialismos en un idioma extranjero. La reproducci6n de una lista
de porcentajes de 6xido procedentes de un andlisis de composici6n no es un
LA PASTA DE LA CERIMICA 159

sustituto adecuado para nadie que tenga que clasificar el material sobre el te-
rreno, aparte de que ignora el efecto producido por la cocci6n. La experien-
cia nos ayuda a deterrhinar si el color es un elemento significativo o no para
caractenzar [a cer6mica.

Dureza

La dtreza se suele definir como la resisteicia al rayado. Una de las esca-


las utilizadas es la de 10 puntos de Mohs, pero existe un test alternativo uti-
lizando una ufla (indice Mohs 2 o 2,5) y una hoja de acero (indice Mohs 6),
que le ha ganado en popularidad (Peacock,L977, p.30).Rice sugiere el uso
de hilo de cobre (indice Mohs 3) y el cristal de una ventana (fndice Mohs 4,5)
para marcar otros puntos en la escala (Rice, L987, p.357;vdase infra, p.262).
Pero sean cuales sean los puntos precisos de la escala, es mucho m6s di-
ficil determinar con exactitud qu6 es lo que se est6 midiendo en un material
compuesto como es la cerdmica. Thnto la longitud y duraci6n de la corci6n,
como la porosidad, la distribuci6n de la medida de los granos, el entorno
posdeposicional y la composici6n del mineral contribuyen a la <durezar. De
ahf que, aunque se ha de seguir midiendo y clasificando, no pueda ser consi-
derado un indicador preciso.

Inclusiones

Al estudiar un material hay que prestar una atenci6n especial a las in-
clusiones (o desgrasante), ya que, en muchos casos, proporciona el criterio
m6s fiable para distinguir entre distintos tipos.

Identidad. Para determinar el tipo de inclusiones hay eue utilizal uns


clave sencilla, como la publicada por Peacock (1977, pp. 30-32; v6ase la
p.266). En el caso de que exista alguna duda o sea diflcil proceder a la iden-
tificaci6n es mejor evitar errores y limitarnos a incluir una simple descripci6n
del color y del aspecto.
Indiscutiblemente,la mejor forma de enfocar la identificaci6n de las in-
clusiones existentes en un fragmento de cerdmica es tener acceso a una 16-
mina delgada de dicho fragmento (v6ase infra,p.161). Al compararla con un
examen visual del fragmento, podremos comprender c6mo las caracteristicas
microsc6picas observables en la tdmina delgada se coresponden con los ras-
gos macrosc5picos observables en el fragmento, con lo que aumentaremos el
valor de ambos m6todos de an6lisis. De hecho, este es el principio b6sico al
que se adhieren los ge6logos: mirar primero el especimen que se tiene en la
mano y despu6s la ldmina delgada. Si no tenemos acceso a ldminas delgadas
en una regi6n con una geologfa desconocida aumentar6 el riesgo de error, al
basar la clasificaci6n en premisas falsas.
160 LA cER{MICA EN AReuEoLociA

Frecuencia, Thmbi6n hay que calcular la frecuencia de las inclusiones.


El sistema preferible, que apenas se utiliza, implicarfa establecer referencias
con gr6ficos de ci4lculo del porcentaje visual. Hace poco que se han prepara-
do unos gri{ficos generados por ordenador que cubren una amplia gama de
medidas de inclusiones y valores de porcentajes y que esti{n disponibles en
blanco sobre negro y en negro sobre blanco (Mathew et a1.,1991). En el
ap6ndice incluimos una muestra de este grr{fico (p.267).

Medida y ordenaci6n. Con relativa facilidad podemos determinar a


simple vista o utilizando una ret(cula en el ocular de un microscopio binocu-
lar el promedio o, con mds exactitud, la medida modal (es decir, la m6s ha-
bitual) de las inclusiones, sobre todo si lo que pretendemos determinar es
una gama (por ejemplo,0,25-0,5 mm) y no una medida exacta. Pero esto s6lo
es una parte del proceso; no todas las inclusiones van a tener el mismo ta-
maflo. Encontraremos informaci6n mucho mds dtil al estudiar la variaci6n
con respecto al promedio del tamaflo de dichas inclusiones; este indice se de-
nomina <distribuci6n del tamaflo de los granos>, (v6ase infra, p. 762).

Desgaste. La forma de las inclusiones refleja la erosi6n que han padeci-


do. Por regla general, cuanto miis larga haya sido la erosi6n, m6s redondos se
volver6n los granos hasta que se conviertan en pequeflas esferag en el caso
de que no tengan irregularidades. Para calcular el desgaste podemos compa-
rar la forma que tiene en una l6mina delgada con un gri{fico, o bien podemos
recurrir a t6cnicas inform6ticas de an6lisis de imagen. La mayor parte de los
investigadores de ceriimica utilizan una sencilla clasificaci6n, como <angu-
lar>>, <<subangular>>, <<subredondeada> y <.re dondeada>>.
Si nos encontramos con que las inclusiones son esquistos o pizarra po-
dremos describir su esfericidad, definida como el grado de circularidad del
per(metro del grano (o, en tres dimensiones, el grado de esfericidad del gra-
no). Hay que fijarse en que las inclusiones podrian ser redondas y no esf6ri-
cas. Las inclusiones m6s abiertas en un plano que en otro ser6n menos es-
f6ricag mientras que la mica (que s6lo tiene un plano de apertura) ser6
completamente plana. Para medir la esfericidad podemos compararla con un
grdfico o medir la dimensi6n m6s corta y la m6s larga de una muestra de in-
clusiones.

ANir,rsrs prrnor6clco

Desde los aflos cincuenta, las t6cnicas que mayor repercusi6n han tenido
en los estudios de cer6mica son los an6lisis petrol6gicos tomados directa-
mente de las ciencias geol6gicas. La cerdmica comparte ciertas caracteristicas
con las rocas y con los sedimentos, por 1o que se pueden utilizar muchas he-
rramientas y procedimientos similares.
LA PASTA DE LA CE&(MICA r6t
Ldminas delgadas

Lo primero que hay que hacer es examinar los perfiles con un microsco-
pio petrol6gico. Una lSmina delgada es una finisima hoja delgada de mate-
rial cer6mico montada cbn un adhesivo o resina especiales en un cristal de
microscopio. Se disminuye el grosor de la hoja de cer6mica hasta unos 0,03
mm y se pega encima un barniz vidriado. Se puede triturar a mano, utilizan-
do placas de vidrio y polvos sucesivamente m6s finog pero tambi6n existen
sistemas semiautom6ticos. La dificultad a la que debemos enfrentarnos al
manipular l6minas delgadas es la naturaleza fiable del material. Para con-
trarrestarlo, antes de seccionar el fragmento tendremos que impregnarlo con
resina. Nicholson (1989, pp.89-92) describe esta y otras tdcnicas
Al montar la l{mina en un microscopio con fuente de luz polat'tzada
(luz que vibra en un solo plano) y portaobjetos giratorio, los distintos mi-
nerales que hay en la cer6mica reaccionar6n ante la luz de manera diferen-
te. Algunos mostrardn ciertos colores especificos, otros formas particulares,
y estas diferencias contribuir6n a su identificaci6n (para obtener detalles
sobre minerologia 6ptica se puede consultar un manual estdndar como el
de Kerr, 1977).
El examen de los minerales que constituyen la cerdmica por medio de
esta tdcnica tiene ventajas si lo comparamos con los tfpicos an6lisis de com-
posici6n de la arcilla. A t(tulo de ejemplo (p. 165) podemos citar la gran can-
tidad de datos de comparaci6n disponibleg tales como mapas y manuales
geol6gicos o muestras de roca y l6minas delgadas de diversos materiales que
pueden consultarse en museos u otros centros de investigaci6n. La identifi-
caci6n de los minerales presentes en la muestra nos ayudard a descubrir el
origen de la arcilla o del relleno. Algunas combinaciones indican que la arci-
lla deriva de un tipo geol6gico especifico,lo que nos va a perrnitir reducir las
fuentes posibles de procedencia en una regi6n a una o dos. En otras circuns-
tancias podrfa bastarnos establecer la procedencia ex6gena de un fragmento
en una regi6n, como sucede en las pastas con desgrasantes formados por
compuestos de granito en un 6rea de piedra caliza. Podemos agrupar los frag-
mentos bas6ndonos en las caracteristicas comunes, aun en el caso de que no
podamos citar una fuente especifica.
El tipo de inclusi6n m6s habitual, al menos en Europa y en el mundo me-
diterrdneo, es el cuarzo. Hay varias maneras de estudiar petrol6gicamente el
cuarzo. Por ejemplo, podemos distinguir entre el cttarizo cristalizado que es
parte del granito, del formado por el endurecimiento de las rocas sedimenta-
rias o del que esti{ sujeto a metamorfismo de p(rca o mucha graduaci6n. Sin
embargo, no es f6cil encontrar un dep6sito de arena que podamos caracteri-
zar clasificando los granos de cuarzo de esta manera. Por esa rudn, en la cla-
sificaci6n de las ceriimicas que contienen inclusiones de arena de cuarzo, se
suelen utilizar estadisticas descriptivas basadas en la gama de tamaflos de las
inclusiones.
t62 LA CER(MICA EN ARQUEOLOGiA

AnnHsis de la textura

El andlisis de la textura no pretende identificar los minerales presentes


en la arcilla, sino averiguar la distribuci6n de sus tamaflos y, en menor medi-
da, de sus formas. Darvill y Timby (1982) y Streeten (1982) han revisado el
potencial de esta tecnica; Middleton y otros autores (1985) han descrito los
detalles de los procedimientos empleados.
Existen dos formas de enfocar el an6lisis del tamaflo de los granos Una
de ellas consiste en describir la distribuci6n del tamaflo de los granos de to-
das las inclusiones como conjunto, y la otra en identificar por separado cada
tipo de inclusi6n. Si los tipos de inclusi6n no tienen la misma dtxeza ser6 fun-
damental que recurramos al segundo enfoque. En la mayorfa de tipos de pas-
tas que contienen inclusiones de arena de cuarzo, las inclusiones de otros mi-
nerales son lo bastante escasas como para ignorarlas por el momento. Se han
utilizado distintos m6todos de an6lisis y todos tiqnen sus ventajas y sus des-
ventajas. En algunos de ellos se trabaja con la k{mina delgada y en otros con
el mismo fragmento. Los primeros son los mds objetivoq ya que evitan des-
viaciones; pero el mismo seccionamiento reduce el didmetro de los granos
mayoreq especialmente si son mayores que el grosor de las ldminas delgadas,
y los granos muy pequeflos <<desaparecen> dentro del grosor de la secci6n.
El enfoque miis sencillo se basa en la medici6n de la inclusi6n mayor y
menor en una muestra; se comparan los fragmentos utilizando estos datos.
En York, por ejemplq este sencillo m6todo bast6 para demostrar que en los
siglos x y xr se hacfa un tipo concreto de cer6mica utilizando arena de cuar-
zo cada vez mds fina (Brooks y Mainman, L984, p. 69). Sin embargo, el
tamaflo total de los granos puede superponenie con mucha frecuencia, o in-
cluso ser iddntico, aunque los distintos tipos de pastas sigan mostrando dife-
rencias.
En el otro extremo nos encontramos con que podemos contar la cantidad
de granos de cada gama de tamafios y esbozar un histograma o poligono de
frecuencias de dichos tamaflos. Para ello necesitamos una muestra de granos
(son demasiados para contarlos todos y ademils no es necesario para estimar
la distribuci6n de sus tamaflos). Algunos investigadores (Hamilton, L977)
han triturado los fragmentos y extraido los granos; otros han tomado una
muestra del aspecto del fragmento visualmente o recurriendo a su l6mina
delgada. No se suele aceptar mucho este tipo de m6todos, porque implican
mucho tiempo, aunque se pueden hacer anr{lisis semiautomdticos acoplando
el microscopio a un analizador de imagen y a un microordenador (Middleton
et al.,t985,pp.6a-66). Streeten (1980; v6anse tas{guras lt.Zy lL.3) nos pro-
porciona un buen sistema para caracterizar visualmbnte la distribuci6n de ta-
maflos y aportar alavez una impresi6n vivida de la textura de la pasta (nues-
tra motivaci6n a la hora de centrarnos en la distribuci6n de tamaflos). No se
ha tenido muy en cuenta, quiz6s porque se necesita mucha habilidad para ha-
cer los dibujos, aunque nos abre una puerta importante.
LA PASTA DE LA CERI.MICA 163

. METODOLOG[A DEL ANALISIS DE TEXTURAS


TAMANO MEDIO/ASIMETNiA/CURTOSIS TAMATIO MEDIO/COCIENTE CUARZO Y f\,IATRIZ DE ARCILLA

8
5
o

6
N
k
=
o
N
e

E 5
z
o

M2: TSAIIO MED|O S\: AS|METBIA Xc: CUffiOStS


0,05 0,1 0,
MEDIA DE TAMANOS DEL GRANO DE CUARZO {mm)

FRECUENCIA DE TAMANO: TECNICAS DE MEDICI6N Y MUESTREO


td

lmagon bajo
luz plana
f:*.*;-sdsi':
*1
.# J: +'.Toi
+
FRECUENCIA DE LOS TAMANOS
6,i I *D
vARtAcloN MUESTRAL REPETTDA EFECTOS DE LA TECNICA DE
MUESTNEO 0ll-
Vasija prsodento del
horno do Boaoham Stroet
€ Grsnos de cuazo

{Micherlham Priory) 6 Grenos medidos

E
+

/; Muosra de puntos / : Mue*ra de ounros -h


Muest.a repetida d€ ,41 : Area de mudra bf
^: la misma lemina d6lg6da

"rF
{
F
Pr@dimionto do muosreo do puntog

I
Tem6fio del grano do cuazo (mm)

ftcune 11..2. Metodologfa del ani{lisis de la textura (Streeten, 1982,tig. U.2).


Oi
ANALISIS DE TEXTURAS
s
Boreham Street Hareplain

v.,?i '. \)
,.oe.0o 'poa!": Y,,:;n
,:'d$a P-E
', ,. ,4, o, '-9,o" t.
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o ct. o
b .i: ftl
F

o
E
z
aF
rn
o
F
o

Grano (mm) Grano (mm) Grano (mm)

Muestra: 160 granos por fragmonto


x + I o par6 5 fragm€ntos del mismo horno

(
Frcuna 11.3. Andlisis de la textur) de las pastas en tres piezas procedentes de hornos del siglo xvI en Sussex (Streeten, 1980, fig. 37).
LA PASTA DE LA CERAMICA 165

Andlisis de minerales pesados

Otra t6cnica que nos permite estudiar la cerfimica con grandes inclusio-
nes de crtatzo es el anrilisis de minerales pesados. Varios autores han revisa-
do y descrito los principios y procedimientos que rigen esta t6cnica (Peacock,
L967; Williams,1979; Van der Plas y Van Doesburg, L987). En este andlisis se
ignoran las caracteristicas del c\arzo, investig6ndose los escasos y pequeflos
granos de minerales accesorios existentes en la mayoria de los tipos de are-
na y que las otras t6cnicas petrol6gicas, como las basadas en las liiminas del-
gadas, no suelen recoger. Estos minerales son habitualmente de color oscuro
y densos (con una gravedad especifica mayor de 2,9) y se extraen mezclando
el fragmento triturado con un liquido de gravedad especifica especial, como
el tetrabromuro de acetileno o el bromoformo. El componente miis ligero
arena de cuarzo- flota hacia la superficie de la mezcla y los minerales
-la
pesados se hunden; se puede recurrir a una fuerza centrifuga para acelerar el
proceso. Los minerales pesados se filtran e identifican con t6cnicas petrol6-
gicas. Se ha dicho que para tomar una muestra adecuada se necesitan unos
centenares de granos, lo que requiere mucho tiempo y, al parecer, no hay for-
ma de abreviarlo. La selecci6n de minerales se puede comparar con los de
arenas de procedencia conocida, o se pueden agrupzrr los fragmentos en fun-
ci6n de sus caracteristicas comunes.
El an5lisis de los minerales pesados no es m6s que un procedimiento sub-
sidiario comparado con las t6cnicas petrol6gicas que hemos descrito antes,
pero puede que sea la rinica forma de distinguir las cer6micas hechas con are-
nas semejantes.

ANrfursrs DE LA coMposrcr6u

El an6lisis de la composici6n (tambi6n conocido como andlisis elemental


o, m6s sencillamente, an6lisis quimico) pretende valorar los elementos pre-
sentes en el cuerpo de una cer6mica. Los resultados suelen ser cuantitativos
y se expresan segfn el porcentaje de los distintos elementos presentes o, en
el caso de componentes menos frecuentes, en partes por mill6n (pp-).
Distintos autores se han ocupado del papel que ocupa el andlisis de la
composici6n en el an5lisis de la cer6mica (Wilson, 1978; Bishop et a1.,1982;
Bennet et a1.,L989); Jones (1986) ha presentado un trabajo sobre la cerdmi-
ca griega y chipriota que incluye mucha informaci6n sobre estas t6cnicas. El
anr{lisis de la composici6n no intenta describir la composici6n elemental per
sq sino investigar su procedencia determinando la fuente o fuentes del ma-
terial analizado. El an6lisis pretende identificar las caracteristicas de la com-
posici6n necesarias para distinguir el material procedente de distintas fuen-
tes. Puede que en algun caso el elevado porcentaje de un elemento concreto
nos permita distinguir entre dos fuentes distintas, y que en otro encontremos
indices caracteristicos entre dos o m6s elementos. A estos factores se les sue-
166 LA cERIMICA EN ARQUEoLocfA

le denominar rotuladores o huellas. Estas t6cnicas no se limitan a estudiar el


cuerpo de arcilla. Thmbi6n examina los engobes, pinturas y, especialmente,
los vidriados.
Podemos agrupar bajo una de las siguientes clasificaciones la mayoria de
aplicaciones del an6lisis de la composici6n:

1. En primer lugar se intenta establecer de d6nde procede la arcilla,


comparando la arcilla original con la de las vasijas cocidas. Este enfoque es
denominado <<determinaci6n de las fuentes de arcilla>.
2. Un segundo enfoque (puede que sea el mds frecuente) se limita a
comparar la composici6n de las vasijas, cuyo origen se conoce en algunos ca-
sos: es el procedimiento denominado .<determinaci6n del alfao. Las vasijas
de origen conocido pueden proceder de un horno conocido o puede que es-
t6n relacionadas entre sf de alguna otra manera, por ejemplo con marcas o
sellos de un solo ceramista, aunque nunca hay que perder de vista la posibi
lidad de que los ceramistas se trasladasen de un centro de producci6n a otro
a lo largo de su vida. Si se trabaja a una escala mayor puede que baste con
tomar en consideraci6n los fragmentos cuyo origen exacto se desconoce
(descendiendo hasta un horno especifico), pero que representen las arcillas
utilizadas en ese 6rea.
3. El tercer enfoque compara fragmentos de origen desconocido. Pre-
tende definir los grupos que reflejen la fuente o simplemente determinar si
una serie de muestras pertenecen o no al mismo grupo.

Las principales t6cnicas que se utilizan para estudiar la cer6mica arqueo-


l6gica son la espectrometria de absorci6n at6mica (que normalmente se
abrevia por las siglas inglesas AAS), el aniilisis de activaci6n de neutrones
(NAA), la espectroscopia de emisi6n 6ptica (OES) y la fluorescencia de ra-
yos X (XRF). Estas cuatro t6cnicas no son totalmente intercambiables. Al-
gunas son m6s sensibles que otras a las concentraciones bajas, con lo que va-
rfa el nivel de precisi6n que podemos obtener y el nrimero de elementos
reconocibles. Aunque el NAA y la XRF pueden detectar ochenta de los no-
venta y dos elementos m6s frecuentes, la mayor parte de estudios se limitan
acitar una lista mucho m6s corta, de unos veinte. La elecci6n exacta varfa en-
tre uno y otro proyecto y algunos laboratorios de investigaci6n incluyen
siempre elementos que otros omiten (Jones, 1986, pp. 18-20). Aparte de es-
tas t6cnicas existen otros procedimientos rni{s ex6ticos utilizados en algunas
ocasiones, pero de la mayoria de ellos s6lo se tiene una referencia aparecida
en las p6ginas de una publicaci6n especializada y luego desaparecen sin de-
jar rastro.
Sin embargo, no es frecuente que un investigador de cer6mica tenga que
escoger entre usar las t6cnicas habituales o diseflar un programa de investi-
gaci6n <<partiendo de cero>>. La selecci6n de laboratorios que pueden partici-
par en el proyecto suele ser bastante limitada; asimismo, las t6cnicas y mdto-
dos pueden haber sido decididos aI margen de los responsables del proyecto
LA PASTA DE LA CERIMICA 167

Cuepno 11.1. Tiansformaciones de la arcilla al andlisis de la composici6n.

Preparaci6n de la arcill4 levigaci6n y lavado


mezcla de arcillas
adici6n de productos no pl6sticos
adici6n de agua

Entorno posdeposicional adici6n de elementos


retirada de los elementos

Muestreo muestreo de los errores


contaminaci6n
medici6n de los errores

An6lisis estadfstico

arqueol6gico. El problema siempre serd integrar los an6lisis en un programa


de investigaci6n ya existente.
No pretendemos describir los fundamentos fisicos y quimicos de estas
tdcnicas; Jones (1986, pp. L6-22), Rice (1987, pp. 374-375 y 393-a00) y otros
autores proporcionan exoelenles resfnenes En estas p6ginas queremos con-
centrarnos en el valor que tiene el estudio de la composici5n y su incorpora-
ci6n a un programa mds amplio de investigaci6n de la ceri{mica.
Podemos considerar el anr{lisis de la arcilla, el estudio de la cerdmica y la
investigaci6n de sus componentes como una serie de eslabones pertenecien-
tes a una cadena de transforrracioneg cada una de las cuales introduce fac-
tores adicionales que hemos de tener en cuenta a la hora de interpretar los
resultados. El cuadro 11.L nos resume mejor estas transformaciones:

Preparaci6n de la arcilla

La forma mds sencilla de analizar la composici6n de una cer6mica asume


que el material por anahzar es homogdneo. Aunque en el caso de las pastas
m6s tinas el supuesto casi siempre es cierto, no ocurre asi con las m6s grose-
ras, y los arque6logos suelen tener que trabajar la mayor parte de las veces
con estas riltimas.
Un 6nico componente de la pasta nunca va a ser responsable de la
variabilidad de la composici6n de 6sta. Tanto la arcilla como los productos no
pldsticos contribuyen a la mezcla. La costumbre que tienen los ceramistas
de preparar sus arcillas en bruto (p. 135) reduce la posibilidad de comparar
la cer6mica y la arcilla basdndonos s6lo en los datos de su composici6n. El la-
vado y la levigaci6n eliminan material de la arcilla original, y la mezcla de
productos no plSsticos y de agua (que quiz6s contenga productos contami-
nantes) lo agregan. En algunos casos de los m6s sencilloq como cuando en-
168 LA cER(MIcA EN ARQUEoLoci{

contramos un rinico tipo de arcilla en combinaci6n con distintas proporcio


nes de un mismo tipo de inclusi6n no pliistica, podemos distinguir grupos en
los datos finales que lo reflejen (Neff el a1.,7988, pp.3a3-345).
La potencial falta de correspondencia entre las arcillas originales y la ce-
rdmica que se hace con ellas puede convertirse en un impedimento, segln sea
la aplicaci6n del an6lisis de la composici6n que se realice.

Entorno p o s dep osicional

En el entorno posdeposicional la ceriimica no siempre est6 en estado iner-


te, sino que puede reaccionar a dicho entorno. Se pueden tanto afladir como
quitar elementos de los fragmentos,lo que acabar6 por reflejarse en el an6li-
sis de la composici6n. Existen dos alteraciones concretas particularmente bien
documentadas. La cer6mica que ha permanecido mucho tiempo bajo el mar
---+l material procedente de barcos hundidos- absorbe magnesio (Picon,
1976; Jones, 1986, pp. 36-37).
Tambi6n se ha podido observar la absorci6n de fosfato que se produce tras
el enterramiento (Irmoine y Picon, 1982; Freestone et a1.,1985); su concentra-
ci6n aumenta en algunos casos desde un 0,1. por 100 hasta un 10 por L00. Es muy
posible que la causa sea la precipitaci6n de las aguas subterr6neas, que concen-
tra el fosfato en torno a las fracturas y poros de la ceri{mica; se ha apuntado la
posibilidad de que los responsables sean los fertilizantes utilizados en el terre-
no (Lasfargues y Picon, 1982). Thmbidn se ha advertido que el fosfato, a su vez,
absorbe elementos como elescandio, elcromo, elbario yotros (Freestoteetal.,
1974,1985). La implicaci6n que puede tener esto en los estudios sobre la pro-
cedencia es muy grande.

Muestreo y medici6n

Antes de realirzzat una medici6n hemos de tomar una muestra del frag-
mento o de la vasija que vamos a analizar y prepararla para su examen. Se
suele extraer una pequefla muestra de la vasija o del fragmento y se tritura
hasta obtener un polvo fino. Hay que tomar precauciones para reducir la
contaminaci6n existente en el equipo con que vamos arealiz.ar el an6lisis: por
ejemplo, los taladros (Attas et al.,l9%),las manos de almirez y los morteros
Para obtener una muestra de material heterogfneo, como la cer6mica grose-
ra con inclusiones individualizadas, serii preciso triturar un fragmento gran-
de y sacar muestras m6s pequeflas de 61.
Cuando estudiemos los resultados del an6lisis de la composici6n hay que
tener en cuenta tres factores: la sensibilidad, la precisi6n y la exactitud (Bi-
shop e/ a1.,L990). La sensibilidad es la capacidad de medir pequeflas canti-
dades de un elemento, el mfnimo que podamos detectar. La precisi6n es la
capacidad de repetici6n que tienen estas mediciones; en otras palabras, la se-
LA PASTA DE LA CERIMICA 169

mejanza entre distintos an6lisis del mismo material. La exactitud es la rela-


ci6n entre las mediciones y los valores reales. Para determinarla se suelen
emplear los c6lculos est6ndar procedentes de composiciones conocidas. Las
t6cnicas de an6lisis de la composici6n m6s avanzadas, como las que se utili-
zan para examinar la cer6mica arqueol6gica, no nos proporcionan valores
absolutos, sino,una serie de valores que presentan una desviaci6n estrlndar.
Estos rangos de variaci6n reflejan los factores inherentes a los procedimien-
tos sumados a los errores del instrumental y de ciilculo.

Andlisis estadistico

Ninguno de los resultados de todas estas t6cnicas de ani{lisis de la com-


posici6n permiten una interpretaci6n..independiente>. Se limitan a describir
la muestra, pero como esto no es lo que pretende el procedimientq se sue-
len comparar los datos resultantes con ottos. Esto exige la intervenci6n de los
m6todos de ani{lisis de datos.
Estos otros datos pueden proceder del mismo laboratorio, y para ellos se
habrr{ empleado el mismo equipo, est6ndares y procedimientos, o de otros la-
boratorios que quiz6s recurran a t6cnicas distintas Se han hecho algunas com-
paraciones entre laboratorios y t6cnicas (Harbottle, L982; Jones, 1986, pp. 38-
45), aunque no siempre han sido alentadores. Resulta claro que si queremos
comparar medidas distintas tomadas en entornos diferentes hemos de proce-
der con sumo cuidado. Por muy tentador que sea, no es recomendable selec-
cionar cualquier conjunto de resultados existente, sin tener en cuenta los fac-
tores que acabamos de mencionar. Tal y como ya se ha indicado (Bishop et a/.,
1.990, pp. 54.y'.-545), es muy importante la precisi6n y exactitud de los datos
cuando se recure a empresas comerciales para que hagan los andlisis, en lugar
de a laboratorios de investigaci6n especializados de los que podrfamos esperar,
cuando menos, una mayor coherencia interna. Si pretendemos obtener archi-
vos con resultados reutilizables hay que prestar mucha atenci6n a estos puntos.
Existen varias t6cnicas que permiten analuar y representar los datos; la
mds habitual es el an6lisis de componentes principales (ACP) (Shennan,
1988, pp. 245-262). El ACP considera las muestras individuales (<.observa-
ciones>) como puntos en un espacio geom6trico cuyos ejes est6n definidos
por las variableg por lo que tiene tantas dimensiones como variables. El es-
pacio rota alrededor de un nuevo conjunto de ejes, de modo que las obser-
vaciones se extienden todo lo posible en la direcci6n de los primeros pocos
ejes Esto perrrite representarlos en pocas dimensiones (generalmente dos),
al mismo tiempo que preservamos la estructura original de los datos todo lo
posible. Las ventajas son: 1) podemos ver un cuadro de tantas relaciones en-
tre las observaciones originales como se puedan esbozar en dos dimensiones;
y 2) como que las nuevos ejes se relacionan matem6ticamente con los viejos
(las variables), podemos ver las variables que mds contribuyen a las diferen-
cias entre las observaciones. La peor desventaja es que el ACP est6 diseflado
t70 LA cERLMrcA EN AReuEoLocfA

para trabajar con variables que se midan segfn una misma escala. Si, por
ejemplo, medimos algunas variables en milimetros y otras en centimetros,
descubriremos que considera las primeras <m6s importantes> porque las re-
presentan nrimeros mayores y (seguramente) muestran una dispersi6n ma-
yor. Por la misma raz6n, no podemos combinar tipos distintos de variables,
como longitudes y pesos o longitudes y totales Podemos resolver hasta cier-
to punto el problema <<estandarizando>> los datos, es decir, tratando cada ob-
servaci6n como tantas desviaciones estdndar por encima o por debajo del
valor medio de su variable, pero corremos el riesgo de dar demasiada im-
portancia a variables relativamente menores.
La tdcnica CODA (= DAtos de la COmposici6n, Aitchison, 1986) revo-
lucion6 el ani{lisis estad(stico de los datos de los porcentajes (que tambi6n se
denominan datos de la cqmposici6n). Aitchison seflalaba que todos los m6-
todos existentes eran err6neos porque pasaban por alto las correlaciones es-
purias negativas debidas al hecho de que un conjunto completo de datos de
porcentajes siempre suma 100. Aunque se conocfa la existencia de este fallo
desde hacia aflos, nunca se le prestaba atenci6n. Su nueva t6cnica, CODA,
estaba en teoria bien fundamentada y salvaba todas las objeciones hechas a
las tdcnicas anteriores. Pero, desgraciadamente, tenia problemas propios, es-
pecialmente su falta de capacidad para incluir ceroq lo que no les pasaba a
las otras t6cnicas. Los analistas decidieron que la adecuaci6n te6rica no pro-
porcionaba resultados mejores ni m6s pr6cticos (v6ase Baxter y Heyworth,
1989). El debate sigue vivo.

Coupenacr6N ENTRE rfcNrcas

Un problema afln no resuelto y que subsiste en gran parte de los resulta-


dos publicados sobre an6lisis de las composiciones es que no se han aplicado
de forma que ayuden a quienes trabajan con grandes cantidades de material
procedentes de los yacimientos. Apenas si se ha hecho caso a las adverten-
cias de Peacock, publicadas enL977, quien avisaba que <<s6lo buscando y re-
gistrando los criterios visuales correspondientes a los grupos quimicos po-
dremos extrapolar los resultados a una escala m6s ampliu (Peacnck, 1977,
p.25). Seguro que en muchos casos no encontratemos las pistas visuales ade-
cuadag pero lo que se ha publicado nos hace creer que tampoco ha habido
intentos por buscarlas, y que para algunas ni siquiera vale la pena hacerlo.
No siempre podemos advertir de inmediato c6mo se introdqjeron en un
cuerpo cocido los elementos que encontramos. No existe una simlle <<trasla-
ci6n> de los elementos a los componentes que lo forman, en unos t6rminos
reconocibles por un ge6logo o un investigador de cerdmica entrenado en el
trabajo de campo. Picon sugiere que el aluminio, el potasio, el magnesio y el
titanio derivan de los minerales de arcilla, mientras que el silice y el calcio
provienen de los componentes no pli{sticos (Picon, 1973,pp.18-19). Algunos
an6lisis de la composici6n m6s especializados eliminan estos problemas La
LA PASTA DE LA CEPáMICA t'7r

Curono 11..2. Análisis de ánforas púnicas encontradas en Corinto.

Muestra Análisis Espectroscopía Radiografía Análisis


químico de Móssbauer de rayos X petrológico

6 I I
9 III
10 I
4 I
15 I
30
11 IIe
8 IId
27 II
t6 Itr I IIe
3',J. I/II II IId
t4 II UII II IIc
t9 u I/II II IIb
2 I II u IIc
22 II II I IIe
12 II II II
13 II II *
26 II II u IIc
'24 II II II
18 l II u IIb
20 II II II IIb
28 II II u
25 I II II
23 II I l
2l I II II ,,
29 II I II
17 II II II IIb
7 II il II IIa
1 II I II IIc
3 II II II IIc
5 II II II IIc

microprueba de electrones permite limitar el análisis a un pequeño punto de


la pasta (la extensión del haz de electrones) en lugar del análisis general que
nos proporcionan otras técnicas más comunes (Freestone, 1982). Si el punto
analizado está dentro de un componente no plástico existente en la pasta, el
estudio puede combinar el enfoque petrológico ---ron lo que quizás se iden-
tifique la inclusión, como un feldespato o cuarzo- con datos detallados so-
bre su composición quÍmica. Por desgracia, este tipo de equipo no es aún
muy asequible.
Existen ciertos estudios que aplican más de una forma de análisis ele-
mental y que también incorporan el examen petrológico y visual. El estudio
172 LA cERÁMrcA EN AReuEoLoGfA

Cuepxo 11.3. Comparación de las agrupaciones visuales y los grupos de composi-


ción de la terra sigillata de Haltern.

Qualitat Italia Lyon

i 0 2 0 24 26
ii 4 15 0 44 63
ii? I 2 1 4 8
i/ii 0 0 0 4 4
iiliv 1 4 I t9 25
iii 0 0 4 0 4
iii? 0 1 0 2 3
iv 0 4 61 8 73
iv? 1 7 2 5 15
iv/v 2 1 0 1 4
J J 0 0 6
v? 0 2 0 1 3

Total t2 4t 69 712 234

Fur¡rrs: Von Schnurbein, 1982.

de Maniatis y otros autores (1984) sobre las ánforas púnicas procedentes de


Corinto recurre a la espectroscopia de emisión óptica (OES),la espectrosco-
pia de Móssbauer (MS), la radiografÍa de rayos X (XRAY) y el análisis pe-
trológico (PA). El cuadro 11.2 resume los resultadog en donde podemos ob-
servar las relaciones entre los grupos de composición y las características
petrológicas y visuales. Podemos comparar el resultado de las distintas clasi-
ficaciones, tal y como se muestra aquí, utilizando una nueva familia de técni-
cas conocida como análisis consensuado (McMorris, 1990).
Schnurbein (1982) nos describe, en otro ejemplo, la integración de las
clasificaciones visuales y de composición en su estudio sobre la terra sigillata
de Haltern. Primero divide el material, gracias al uso de un microscopio bi-
nocular, en cinco categorías (Qualitiit).
Después somete las piezas selladas a un análisis químico y les asigna una
entre cinco fuentes de procedencia distintas: Pisa, Lyon, Arezilo, Campania e
Italia. Y luego compara los resultados del aniíüsis de la composición con los
grupos visuales (cuadro 11.3).
Existen algunas correlaciones bastante notables entre los grupos visuales
y de composición: de los 69 sellos de Lyon, 61 (eI88 por 100) son de Qwlitiit
iv (¿están etiquetados otros dos sellos como clase iv?).
Este tipo de estudios pretenden obtener una cooperación más fructffera
entre el análisis de la composición y los estudios visuales y petrológicos. El
primero puede dar mucho de s( pero hay que estrgchar su relación con la
mayoía de los análisis de cerámica, que siempre han de estar basados en el
examen visual.
12. LA FORMA
Cuando trabajamos con una colección de vasijag igual que con cualquier
otro tipo de objeto, tendemos a agrupar los items parecidos y a separarlos de
los grupos con característiqas distintas La cerámica puede adoptar una am-
plia variedad de formaq ya que es el producto de un medio casi exclusiva-
mente plástico. Por esa razón podemos clasificar una colección de vasijas
completas de maneras muy distintas: basándonos en la forrra del recipiente,
en los detalles de la forma de los bordes, la presencia de asas y picos, los mo-
tivos decorativos, etc.; de hecho, en muchos de los métodos tradicionales de
clasificación, estos factores pueden ser tenidos en cuenta. Cuando el material
en cuestión se compone mayoritariamente de fragmentos, surge otro tipo de
problemas En algunos casog los fragmentos de bordes pueden pertenecer
exclusivamente a una determinada forma de vasija; en otros, podemos en-
contrar el mismo tipo de borde en formas distintas, aunque puede que todas
las vasijas cuyos bordes comparten determinadas características procedan de
un único taller.
Ties son los principales propósitos de una clasificación. En primer lugar,
de carácter práctico, pues, en ausencia de la clasificación, tendrÍamos que
considerar cada elemento oomo una pieza rinica, lo que generarfa excesiva
información, sin permitirnos comprender el material con claridad (el síndro-
me de la masa de árboles que no deja ver el bosque). En segundo lugar, la
identificación de tipos permite reconocer la existencia de «modelos» entre
los datos. En tercer lugar, podemos considerar la noción misma de tipo como
una <<etiqueto> que adjuntamos a cualquier otra información, siendo la me-
dición de la cantidad la información adicional más importante en el caso de
la cer¡ímica (véase la p. 188 ).
Orton (L980, p. 33) resume las ventajas de una clasificación bien defi-
nida:

1. Los objetos que pertenezcar a un mismo tipo han de ser similares


2. Los objetos que pertenez.sat a tipos distintos no han de ser similares
3. Se han de definir los tipos con la suficiente precisión para que otros
investigadores puedan reproducir la clasificación.
4. Deberíamos poder decidir a qué tipo pertenece un nuevo objeto.
I74 LA cEk(MrcA EN ARer.rEoLocíA

ENroeuns EN LA clAsrFrc¿.cróx DE LA FoRMA

Hay muchos factores que influyen en la forma de la cerámica. Las deci-


siones que tome el alfarero,las herramientas y los materiales disponibles y su
propia habilidad (o la falta de ella) para manipularlos contribuyen al pro-
ducto final. [,os enfoques más prácticos sobre la clasificación de la cerámica
se atienen a una de estas tres categorías:

1. Las series tipológicas (tradicionales).


2. Las clasificaciones formales y los sistemas basados en mediciones.
3. Las clasificaciones basadas en la secuencia de operaciones de pro-
ducción.

Lrs spnres mpor,ócrcns

Los sistemas tradicionales de clasificación de la cerámica siguen varios en-


foques Uno de los sistemas más comunes es la identificación de las <<vasijas
tipo». Agrupamos las vasijas según los rasgos similares que compartan y se di-
birja un solo ejemplo que represente a todos los demás. La vasija tipo no tiene
por qué proceder del mismo yacimiento que las demás: puede que sea una va-
sija completa procedente de la colección de un museo que represente los frag-
mentos de una colección excavada. Este sistema es muy recomendable para
resumi¡ el material procedente de un yacimiento, pero si pretendemos que la
vasija tipo represente más material del que habíamos previsto inicialmente
empezarát a surgir problemas. Talvez se crea que llena un vacío en una tipo-
logía existente o que tenga que representar un tipo con amplia distribución.
Una de las tipologías estándar más conocidas y que más éxito han obte-
nido es la clasificación de Dragendorff de la terra sigillata (Dragendorffl
1895). En un principio se pretendía que fuese una ayuda en el estudio del ma-
terial encontrado en yacimientos de Alemania, pero no tardó en convertirse
en la referencia estiíndar utilizada en Gran Bretaña, Francia, Su:ra, Italia,
etc. En este caso su uso era completamente váIido, ya que l¿ gs¡ámica pro-
cedente de Gran Bretaña y el resto de paÍses era la misma productos
procedÍan de los mismos talleres y ceramistas- que el material -losalemán que
dio pie a las series de tipos. Dragendorff clasificó el conjunto de una produc-
ción y también una serie de hallazgos procedentes de un yacimiento. Otros
investigadores contribuyeron a aumentar las series de terra sigillata trabajan-
do en otros yacimientos o con el material procedente de los hornos
No siempre el uso de tipologías ha tenido éxito. Cuando transferimos una
serie de tipos estudiada para un área concreta a otra y la aplicamos indiscri-
minadamente surgen problemas. Puede que no se pueda transferir la crono-
logía u otros atributos pertenecientes a una forma determinada de una re-
gión a otra. Puede que los desarrollos alcanzados en una región no se reflejen
fuera de un área limitada.
LA FORMA 775

Las series de tipos más satisfactorias son las que definen los tipos dentro
de un tipo de pasta o de fabricación. Podemos aplicarlas a cualquier material
de la misma pasta. .

Slsruvr¡,s FoRMALES oB crlsn'lcacróN

Gardin (1985) ha descrito un sistema de clasificación de la cerámica más


formal que el anterior. Comparamos los rasgos individuales de la vasija, la
forma del cuerpo, la base, el cuello, el borde, el asa, el pico, etc., con ejem-
plos dibujados y codificados adecuadamente. Por ejemplo, las asas se codifi-
can según su tipo, número, localización de la juntura, posición sobre la vasi-
ja, forma completa y sección transversal (Garün, 1985, pp. 76-85); la sección
se codifica según la forma de sus caras superior e inferior, con lo que 0...0'se-
ría un asa de sección cilíndrica, 6..2' tendría tres hendiduras en la superficie
superior y una superficie inferior plana (Gardin, 1985, p. 84). Podemos cla-
siñcar los detalles en formularios ya impresos (Gardin, 1985, pp. L02a07) y
expresarlos por medio de una secuencia de letras y números (véase la figu-
ra 72.L). El sistema original pretende tener un alcance universal, ya que es
aplicable a todos los tipos de cerámica independientemente de su fecha u ori-
gen. Se basa en encontrar entre las ilustraciones el equivalente apropiado a
cada uno de los elementos de la vasija que hay que clasificar y, una vezreco-
nocidog se pueden añadir nuevos elementos Estos sistemas no se emplean
mucho, si bien Hamon y Hesnard (1977) han aplicado estos principios a la
descripción de las ánforas romanas. Este tipo de enfoque puede resultar útil
en la catalogación de un museo o para diseñar bases de datos informáticas
que codifiquen la forma de la cerámica.

CrasmclcróN BAsADA EN LAS MEDTDAs

Un método simple pero eficaz de clasificar la cerámica es la definición de


tipos segrún los Índices de sus dimensiones principales. Webster (Lgil) utilizó
este tipo de enfoque para describir las principales clases de tipos de cerámi-
ca britano-romana. I-In cuenco tiene <<una altura mayor que un tercio de su
di¿ímetrq pero menor que aquébr; un plato, <<una altura inferior a un tercio
de su diámetro, pero mayor que un séptimo del mismo» y una fuente, una al-
tura <<no mayor que un séptimo de su diámetro» (Webster,1964, pp. 5-16).
Hardy-Smith (1974) describe un sistema similar para clasificar formas de ce-
rámica posteriores a la Edad Media, empleando un Índice entre la altura y el
diámetro para distinguir entre fuentes, tazas, cuencos, jarras, etc. Millett
(L979a, pp.36-37, figura 12) y Orton (1980, pp. 33-36) han discutido el valor
de estos sistemas En muchas ocasiones estos simples índices reflejan las cla-
sificaciones tradicionales con bastante fidelidad, aunque hayan casos margi-
nales y algunas divisiones tradicionaleq como las existentes entre los vasos y
t76 LA CERAMICA EN ARQUEOLOGIA

lll. ELEMENTOS ADICIONALES: SUJECIÓN (continuación)

ASAS (a, a') Y MANGOS (e')

Cara exter¡or o superior

,123a5678910fl

Oqo,a AX !t L¡ Ql q=-

Cára inter¡or o ¡nfer¡or

d 1' 2 3, + 5, 6' f, 8, 9, ío .lt'

Cery Y YyrYT
C€sos part¡culares

pl p2 p3

\ L -' -e
Hueca

FIcune 12.1. Un ejemplo de descripción formal de formas cerámicas: asas (Gardin,


1e8s).
LA FORMA L77

\o

\ o
ryo ooo
a
V ry
a
ao
o
ao
¡o a

t.
a. aa
O

-a o
o

2 10 18cm

Frcuu 12.2. Uso de índices de relación y medidas simples para distinguir cerámicas
de diferentes grupos tribales en Kenia. La anchura máxima del cuerpo (eje vertical)
y la anchura de la boca (eje horizontal) permiten distinguir entre las cerámicas de los
kokwa (cfrculos rellenos) y la cerámica de los chebloch y tot (clrculos y triángulos va-
cíos) (según Hodder, 1979,frg. q.

las jarrag o entre las fuentes y los platos britano-romanos, incluyen criterios
como el de la calidad de la pasta o la decoración que son en parte funciona-
les, o al menos eso es lo que se pretende. Pero incluso estas mediciones tan
sencillas pueden convertirse, en determinadas circunstanciag en una herra-
mienta inestimable para diferenciar los grupos de cerámica. Hodder descri-
be la cerámica de varios grupos tribales del distrito de Baringo (al oeste de
Kenia) y analua la amplitud m¡áxima del cuerpo y de la boca de las vasijas
halladas en esa área (Hoddet,L979, p. 15, figura 4; véase la figura t2.Z).Exis-
ten dos grupos claramente diferenciados cuya boca mide menos
-aquellos
de unos 10 cm de diámetro y aquellos con una boca mayor- y esta diferen-
cia de tamaño refleja una diferencia de origen.
Tfas haber estudiado los íridiceg el siguiente pÍrso en el estudio de la for-
ma de una cerámica lo constituye la toma de medidas que permitan la codi-
ficación y/o clasificación de una vasija. Se han propuesto por lo menos t
métodos: el método de <<las rebanadas» (Wilcock y Shennan, 7975a, p. 99),
el método del <<mosaico» (Wilcock y Shennan, t975a,p. 100) y el método del
<<radio de barrido» (Liming et a1.,L989). La primera idea es muy sencilla: se
divide el perfil de una vasija en <<rebanadas» horizontales equitativamente
178 LA cERÁMrcA EN AReuEoLocfA

separadas unas de otras. Se miden los radios de esas «rebanadas», represen-


t¿ándolos como poroentajes de la altura de la vasija; esto permitirá eliminar
aquellas diferencias debidas tan sólo al tamaño. Los datos se pueden utilizar
como input de un análisis estadístico, como el análisis de conglomerados, tal
y como mostraron Wilcock y Shennan (1975b) con los vasos campaniformes
procedentes del centro de Alemania. La desventaja es la cantidad de reba-
nadas necesaia para describir una forma con exactitud, aunque la mayor
parte de la información es redundante porque el recipiente apenas varía en-
tre una rebanada y la siguiente. El método del ..mosaico» superpone una cua-
drícula sobre el perfil, que cnva algunos cuadros pero no otros. Los cuadros
cruzados se codifican siguiendo una estructura jerárquica que describe la for-
ma de la vasija. Por lo que sabemos, no se ha utilizado esta técnica desde que
fuera descrita.
En cambio, el método del «radio de barrido» nos ha permitido encontrar
datos para el análisis de conglomerados de la forma. El primer paso de este
método consiste en escoger el punto central para el perfil, que ha de esta¡ a
una distancia conveniente a medio camino de la altura del eje central. Al¡e-
dedor de este centro barremos con un brazo radial (como la manecilla de un
reloj) y se miden los radios situados en iángulos a igual distancia unos de
otros Se suelen expresar como porc€ntajes de la altura. La ventaja de este
método sobre el de las rebanadas es la posibiüdad de estudiar perfiles asi-
métricos, así como el hecho de que necesita menos puntos de datos; las for-
mas más complejas sólo requieren veinticuatro (Liming et al., L989, p. 370).
Thmbién se üce que los resultados obtenidos son mejores que con el méto-
do del perfil tangencial (véase ta p. 181).
Richards (1987) ha utilizado el método de las rebanadas con mayor
sofisticación que en el caso anterior, al estudiar la forma de las urnas fune-
rarias anglosajonas. Son vasijas hechas a mano, de forma relativamente sen-
cilla, y cuyo tamaño y forma se degrada de manera continua envez de indi-
vidualizarse en tipos distintos Aquí no resultaría adecuado un simple índice
entre el di¿ámetro del borde y la altura, por lo que se hace necesario un mé-
todo que tenga en cuenta las relaciones establecidas entre las diferentes par-
tes de la vasija en lugar de limitarnos a medir las dimensiones mayores.
Los perfiles de la vasija se digitalizan utilizando una tabla de digitaliza-
ción, estandarizando los datos relativos a una misma altura, lo que elimina el
tamaño global como factor y permite concentrarnos tan sólo en el elemento
forma. Conceptualmente, la vasija se divide en 100 rebanadas de la misma al-
tura, con los radios calculados en cada lÍmite. Los datos resultantes se some-
ten a la técnica del análisis de componentes principales (ACP; véase la p. 169).
En el estudio sobre 1(X) urnas funerarias encontradas en el cementerio de
Spong Hill (Norfolk, Gran Bretaña) se observó que el 93 por 100 de la va-
riabiüdad dependía de los tres primeros componentes. El primer componen-
te (79 por 100) estaba representado por el índice de relación diámetro máxi-
mo/altura, el segundo (9 por 100) por la altura del diiímetro mríximo/altura
medida que nos demuestra la amplitud de la urna-, y el tercero (5 por
-una
LA FORMA t79

I
II
o
gJ x
E
o
x
'iE g
s E
E X EII.
o ^.rr x
o *x
pE x
!,
E
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o
gf xx f
a

Puntuac¡onos en el primer componente PuntueionG 9n 9l eegundo componente


x
E
Análisis de la forma de la erám¡ca
pÉ usando gl mótodo de las (rebanadas»
!
6 x - -
E x
G
a
Lx
I
o
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6
Eo
!


o
I
,¿
$
E


o
Pufiluac¡onos en el tercer componente

Hcune 12.3. Un ejemplo del uso del análisis de componentes principales para in-
vestigar la forma de las vasijas de cerámica. Los tres primeros componentes del ACP
representan índices de diámetro m¿íximo/altura, altura del diámetro m¿áximo/altura
total y (diámetro máximo{iámetro del borde)/(altura-altura del diámetro máximo)
(Richards, 1987, figs 12-15).

100) por la relación entre (dirámetro máximo-diámetro del borde)/(altura-


altura del diámet¡o máximo), medida que muestra la estrechez del cuello
(Richards, 1987, pp. 7L-76;véase la figura 12.3). Los experimentos realizados
siguiendo el mismo método analítico con tan sólo 20 rebanadas confirmaron
los resultados obtenidos con 100 medidas La mayor parte de la variación
morfológica de las vasijas se debe a estas cuatro medidas: el diámetro del
borde, el dirámetro máximo, la altura y la altura del diámetro miáximo. Al
180 LA cER¿(MrcA EN AReuEoLocíA

igual que en el caso descrito por Richards, estas variables se pueden ttillzar
para hacer un análisis más amplio de las asociaciones existentes entre la for-
ma, el estilo decorativo y el ajuar funerario. Sin embargo, la mayor desven-
taja que tienen este sistema y otros similares es la imposibilidad de aplicarlos
a los fragmentos que constituyen la mayor parte de la cerámica recuperada
en los yacimientos arqueológicos.

Fonrvrs cnouÉrntcns

Podemos clasificar muchas vasijas según sus formas geométricas o ..pri-


mitivas>>, como esferaq eüpseq óvaloq cilindros, hipérbolas y conos (She-
pard, 1956, pp.233-235, figuras 23-24). Una forma sencilla de vasija puede
venir expresada por un cuelpo sólido al que se le han extraído algunos seg-
mentos o, con más frecuencia, muchos segmentos distintos representarán una
forma compleja: la vasija se divide en segmentos, cada uno de los cuales co-
rresponde a una forma geométrica o partes de la misma. De este modq una
botella puede tener un cuello cilÍndrico y un ovoide truncado como cuerpo.
Podemos calcular el volumen total de una vasija basándonos en estos cuer-
pos sólidos. Se han propuesto cierto número de sistemas codificadores basa-
dos en la división de formas en segmentos de formas geométricas (Castillo
Tejero y Litvak, 1.968; Ericson y Stickel, 7973; véase también Tlaunecker,
1984), aunque no se ha extendido el uso de ninguno y es problemática su
aplicación a los fragmentos.

Er srsrBur DEL soBRE

Estudiando restos procedentes de un horno de cerámica de Delft, Orton


(1987) intentó diseñar un sistema que pudiese ser utilizado tanto con frag-
mentos como con vasijas enteras. La tipología básica ya estaba fijada (Bloice
y Dawson, t97L); el problema era lograr que los fragmentos concordasen con
las formas ya definidas. Si se reducen y superponen a una escala comlin los
perfiles de varios ejemplos de forma relativamente similar (por ejemplo, un
cuenco), podremos trazar una línea que incluya todos los perfiles (véase la fi-
gwat2.4). El método se denomina ..ensobramiento de los perfiles» con esa
forma; y, naturalmente, cuanto mejor definida esté la forma, más delgado
será el sobre. Resulta un método útil para mostrar la gama de variedades po-
sibles dentro de la definicibn de un tipo y puede demost¡ar las inconsisten-
cias que tienen estas mismas definiciones cuando nos encontramos con que
un perfil pertenece a más de un tipo (Orton, 1987, figura 8). El rasgo poten-
cial más útil que tiene este sistema es la posibilidad de superponer dibujos de
fragmentos sobre los distintos sobres (siempre y cuando podamos orientar-
los correctamente en el plano horizontal, lo que es posible en el caso de la
cerámica a torno) para ver los tipos a los que podrían pertenecer. Si el frag-
LA FORMA 181

FIcune 12.4. Dos ejemplos de <<sobres>, de formas cerámicas (Orton, t987, trg.2).

mento atraviesa el sobre, entonces el fragmento en cuestión no corresponde-


rá a ese tipo; si no lo atraviesa, puede que pertenezca a él (véase la figura
12.s).

Cunves uannuÁrrces pARA DESCRIBIR LAS FoRMAS

La idea subyacente en estas técnicas es que lo más sencillo, y en teoría


más válido, sería comparar la representación matemática de la forma de la
vasija (o de otro artefacto), antes que su forma original. Últimamente, han
atraído la atención cuatro de estas representaciones matemáticas:

L. La técnica del perfil tangencial (TP) (Main, 198L; Leese y Main,


1983) y su derivada, la técnica del perfil tangencial de las muestras
(STP) (Main,1986).
2. Curvas B-splin de Hall y Laflin (1984).
3. La técnica del centroide y la curva cíclica (Tyldesley et a1.,1985).
4. El sistema de las dos curvas (Hagstrum y Hildebrand, 1990).

La técnica TP empieza definiendo un punto de referencia sobre el perfil


que digitalizamos en puntos escogidos. Medimos la distancia a lo largo del
perfil desde el punto de referencia (la longitud del arco) y la dirección
del perfil en ese punto (el ángulo tangencial) de cada uno de estos puntos
(véase la figura 12.6).El dibujo del gráfico del ángulo tangencial contra la
longitud del arco describe la forma del perfil. Esta representación nos per-
LA CER(MICA EN ARQUEOLOGíA

FIcun q 12.5. Sobres de bases de escudillas del tipo A (aniba),B (cmtro) y abiefo
(abajo) del «Muelle de Mark Brown» (Londres). Los fragmentos más pequeños (co-
lumna de la izquierda) pueden comparrirse con dos sobres (superior e inferior), mien-
tras que el fragmento mayor (columna de la derecha) sólo puede compararse en el so-
bre inferior (Orton, 1987, fig. 6).
LA FORMA 183

B
t,
1oo,o
o
Iq)
c
o
q^
LV
o
o
(D
E
If
P -roo,o

0,4 0,5 0,6 0,7


Longitud del arco

200,0

180,0
o
I, 100,0
o
!
6 140,0
f
o
G 120,0
o
o
EG 100,0
I6 80,0
o
c
o 60,0
o
i5
40,0

20,0

0
0 0,1 0,2 0,3 0,¡f 0,5 0,6 0,7 0,8 0,9
Longitud del arco

FIcun¡, 12.6. Thngente y distancia del perfil en dos hachas diferentes (Leese y Main,
1983, fig. 3).
184 LA cERr(MrcA EN AReuEoLocíA

mite medir la diferencia entre los dos perfiles; se dice que esta medida con-
cuerda perfectamente con la percepción humana (Leese y Main, 1983,
p.173). La técnica STP es muy similar, aunque los perfiles-muestra se toman
a una distancia equitativa a lo largo del perfil, facilitando el almacenamiento
de los datos y la comparación entre perfiles.
El B-splin es una de las muchas técnicas de curvas que encontramos en
los paquetes de CAD (dibujo asistido por ordenador) que encajan en las cur-
vas matemáticas por unos puntos escogidos. Se cree que es mejor que los
splins cúbicos o las curvas de Bezier para describir los perfiles de la cerámi-
ca (Hall y Laflin, 1984, pp. 180 y 186). Comporta la ventaja que supone la po-
sibilidad de almacenar un perfil en una pequeña parte de la memoria de un
ordenador, aunque no nos queda tan claro cómo podríamos usarlo para com-
parar perfiles o medir similitudes.
Elmétodo del centroide y la curva cíclica se ha utilizado principalmente
para trabajar con datos procedentes de esqueletos. Se traza una línea arbi-
traria a través del centroide (centro de gravedad) del perfil dividiéndolo en
dos. Cada mitad tiene su propio centroide; la línea que los une cruza el cen-
troide original. Entonces se hace constar el ángulo existente entre la línea ar-
bitraria y la nueva línea que conecta los centroides. Se hace girar la línea ar-
bitraria siguiendo un ángulo establecido (5' por ejemplo) y se repite el
proceso. Cuando la línea arbitraria ha girado 180o podemos dibujar un gráfi-
co de los ángulos medidos entre ambas líneas para cada posición de la línea
arbitraria. A este gráfico se le denomina .<curva cíclica» y representa la for-
ma del perfil. Se puede úllizar como input de los análisis estadísticos subsi-
guientes.
El sistema de las dos curvas se adapta mejor a la cerámica y, al igual que el
sistema del sobre, resulta muy adecuado para trabajar con fragmentos. En las
vasijas completas, se escoge una serie de puntos sobre el perfil y en cada uno
se mide la curvatura de la vasija en dos direcciones: a lo largo del perfil («cur-
vatura del perfil») y en ángulos rectos del mismo (<<curvatura axiab). Dibuja-
mos el gráfico de la curvatura axial sobre la curvatura del perfil obteniendo
una curva cuya silueta es característica de la forma de la vasija (véase la figu-
ra 12.7). Para los fragmentos, tomamos las dos medidas de la curvatura, a las
que podemos dibujar como un único punto en el gráfico. Si comparamos la
gráficade dispersión de los fragmentos de un conjunto con las curvas caracte-
rísticas de unas vasijas de formas conocidaq podemos calcular la proporción
de vasijas de distintas formas representadas en dicho conjunto.
No obstante, muchos de estos enfoques parecen apuntar más hacia las
necesidades que implica el almacenamiento en ordenador o a explotar el
sofhuare creado con otros propósitos que hacia las características de las ver-
daderas vasijas. De alguna manera el objetivo de disponer de una base de da-
tos útil para las formas de la cerámica parece tan lejano como en la década de
los setenta, ya que el desarrollo tecnológico parece levanta¡ tantos obstáculos
como ayuda presta a la relación entre el analista y la vasija (véase, por ejem-
plo, Lewis y Goodson, 1991).
LA FORMA 185

(al (b)

(cl

OLLA DE COCINA

o,25

Y 0,20
o
'x
o
o 0,15
=
o
¿ 0,10
o=
0,05

OL
{,6 4,4 4,2
Curvatura del perfil K.,

FIcuna 12.7. El método de las «dos curvas» paraamlizarla forma de las vasijas. Las
dos curvaturas principales caracteizan la superficie geométrica del recipiente. a) La
curva del perfil (Kr) proporciona la curvatura a lo largo del perfil del vaso. La curva-
tura axial (§) proporciona la curvatura perpendicular al perfil. á) Se produce una su-
perficie de rotación cuando se hace girar un perfil sobre su eje. c) El diagrama mues-
tra la curvatura de la superficie (lfnea continua) calculada a partir del perfil y la
curvatura de los fragmentos (cuadrados) (Hagstrum y Hildebrand, 1990, figs 1 y 3).
Reproducido de American Anrtquity,55 (1990), con permiso de la Sociedad de Ar-
queología Norteamericana.
De abaio arriba oo
6

I I
Forma A I Fonna H Forma F Forma G Forma II
I I ltl
se levanta y cierra la
se tornean los cilindros se tornea Ia parte I se tornea la parte inferior 1 se levanta y cierra la parte
superior parte inferior I dándole forma cónica I inferior
trt
I
se pegan los ciündros I
I se moldea el borde con se rehrlode la base [se retira del torno] se rehfinde la base
se moldea el cuello una espátula I I I

I I se retira del torno [se welve boca arriba (en unl se retira del torno
se da forma al borde se acanala con la I L mandril) J
espátula o
doblando en sentido
¡

se vuelve boca arriba I se vuelve boca arriba tfl


F
horizontal la parte superior I I I se tornea la parte superior I
se reti¡a del torno
I
y abocinando la boca se tornea la parte I hasta el aÍanque del cuello ] se tornea el cuerpo hasta
=
ó
I I superior (incluido el o
se retira del torno se vuelve boca abajo en cuello) tr
I un mandril I se
z
se welve boca abajo (en un I se moldea el borde el borde
mandril) se levanta y cierra la apretando Ia a¡cilta hacia fu
da
aF
a e
I base de Ia pieza hacia el exterior I esDátula lr
se fija un nuevo cilindro I se pegan las asas con ayuda
- o
I F
o
se acanala la parte.
|
I - se p€gan las asas con de arcilla fresca se -
pegan
se pega un cono hecho inferior con la espátula ayuda de arcilla fresca I - las asas el
>
aparte I I - se alisaesponja
t
la supe,rficie con una se alisa la superficie con
I se pegan las asas se cubre de engobe la htimeda urru esporr¡á hrlmeda
se alisa el cuerpo parte superior
I
se pega un cono
hecho aparte [.as etapas del proceso de producción que no se pudieron deducir a partir de
I los fragmentos,aunque son las más probables, aparecen entfe corchetes.
se alisa la superficie con
una esponja húmeda Esquema que ilustra los diferentes procesos de producción.

Flcuna 12.8. Un ejemplo de árbol de decisión que describe una tipología basada en el an¡flisis de las huellas dejadas durante el pro-
ceso de producción (Schuring, 1984).
I.A FORMA 187

CresrrrclcróN DE LAs DIsrINrAs FASEs DEL pRocEso oB pnopuccróN

Existe un enfoque alternativo a los que acabamos de indicar que se basa


en clasificar los métodos de producción, describiendo los pasos necesarios
para producir una vasija en lugar de limitarse a clasiñcar el producto acaba-
do. En vez de concentrarse en los índiceg las medidas o las curvas represen-
tados en las vasijas se examinan las huellas que indican los pasos que siguió
el proceso de producciónpara crear la forma. Estos pasos incluyen las técni-
cas básicas primarias de modelado (es decir, a mano o a torno) y los detalles
de cómo se llegó a la forma final aglutinando las distintas piezag la secuen-
cia de técnicas de alisado y acabado o la manera en que se moldean los bor-
des y las bases En el caso de la cerámica hecha con torno podemos deducir
el trabajo del ceramista observando el estrechamiento y compresión de la va-
sija acabada en ciertas áreas. Rye (1981, pp.75-78) describe con claridad los
pasos principales del torneado y las huellas que deja en la vasija acabada.
En este enfoque, la diferenciación entre los distintos «tipos» se estudia a
partir de las manipulaciones del ceramista, la secuencia de pasos Es eüden-
te que pueden obtenerse lss mismos (o muy simil¿¡'ss) tipos morfológicos
(considerados como una serie de medicioneg índiceg curvas, etc.) a partir de
distintas secuencias operativaq así como, a la inversa, una de estas secuencias
puede dar lugar a una gama de morfologfas. Schuring (1984) presenta un
ejemplo de este tipo de enfoque aplicado a un gfupo de ánforas romanas tar-
días Este estudio propone que «podemos clasificar dentro de un mismo tipo
todo objeto producido con el mismo sistema y que queda eng{obado dentro
de las variaciones de la forma que permite la técnica apücad» (p. 14t|). La
clasificación final constituye un «árbol de decisión» que muestra los pasos
por los que atraviesan las distintas vasijas e indica el punto en que la pro-
ducción de un tipo difiere de la de otro (véase la figura 12.8). En las ilustra-
ciones de la ceriímica se debería incluir las huellas debidas a la producción
que se obsewen en las vasijas (véase la p. 111).

. - "::i*!¡'¡*
'"3ÉiYt -:¡" "-" '"-
13. LA cuANTrFrcAClóN
INrnoouccróN

En los últimos años, este tema no ha hecho más que generar controver-
sia. Aunque está bien considerado por regla general (aunque no universal),
sus objetivos y en especial sus métodos han dado lugar a dicha discusión.
Para resolver este problema hemos de volver a unos principios básicos. Con-
siderada en su aspecto más simple, la cuantificación es un intento de respon-
der la pregunta «¿Cuánta ceriámica hay?» que se suscita en un contexto, una
estructura, un yacimiento u otra agrupación. Una respuesta a esta pregunta,
tal como la acabamos de plantear, apenas tendría validez, por dos r.vones.
En primer lugar, no sabemos con cuánto registro arqueológico contamos:
¿disponemog por ejemplo, de todo un <<yacimiento»? O incluso, ¿tiene algrin
significado el término <<yacimiento»? ¿Y si lo que consideramos el yacimien-
to no es más que basura amontonada más allá de sus límites? ¿O se amonto-
nó en un estercolero y se utilizó para abonar los campos? En segundo lugar,
aunque dispusiéramos de un registro completo (y lo supiéramos) seguiíamos
sin poder relacionar el conjunto «muerto>> que tenemos con un conjunto
<<vivo»> de vasijas que realmente fueron utilizadas, ya que las cantidades rela-
tivas dependen del promedio de vida de dichas vasijas. Pongamog por ejem-
plo, un conjunto de diez vasijas: podrían haber sido usadas al mismo tiempo
durante cinco años, o de forma sucesiva, durando cada una tan sólo seis me-
ses. Por el momento no podemos resolver estas diferencias.
El segundo paso es explicitar que el interés principal recae no en el ta-
maño total de cada conjunto (aunque puede ser importante cuando discuta-
mos la fiabilidad de la evidencia, p. 199), sino en su composición, es decir, en
las proporciones de los distintos tipos que los constituyen. De esta forma se
salva la mayor parte del primer problema con que nos enfrentábamos (aun-
que hemos de tener en cuenta que estadísticamente hay más probabilidades
de que los conjuntos grandes incluyan ejemplos de tipos no habituales que
los pequeños en razón de su propio tamaño; Cowgill, 1970). Pero aún no he-
mos resuelto el segundo problema que nos planteábamos. Por ejemplo, su-
pongamos que en nuestro conjunto hipotético de diez vasijas hayan nueve re-
cipientes para beber y una jarra para almacenar. Puede'que el promedio de
vida del primer tipo de recipientes sea de seis meses y que el del segundo sea
LA CUANTIFICACIóN 189

de cinco años. En este caso, nos encontraríamos con cifras muy semejantes
en el conjunto vivo, al que se refiere nuestro conjunto muerto. Pero como no
podemos obtener información di¡ecta sobre los promedios relativos de vida,
no podemos hacer una inferencia tal. Los estudios etnográficos sugieren re-
latividades (Daüd, 7972; De Boer y Lathrap, t979), pero, a menos que se
pueda demostrar que son algo más que un reflejo de una sociedad en con-
creto, seguimos moviéndonos en el reino de las conjeturas doctas cuando se
trata de inferencias arqueológicas
El tercer paso es dejar de lado esta búsqueda y concentrarnos en com-
parar la composición de los distintos conjuntos. Para extraer información de
estas comparaciones hemos de suponer que las relatiüdades entre los ciclos
de vida son constantes entre conjuntos diferentes pero compatables Ha-
blando en términos concretos, si en un caso determinado una jarra de al-
macenamiento dura diez veces más que un recipiente pata beber, en otra
situación comparable habremos de mantener la misma relación, aunque di-
fieran los ciclos de üda. No es necesario conocer ni calcular la duración
real. Si ni siquiera podemos plantear este supuesto mínimo confundiríamos
cualquier diferencia entre los conjuntos vivos con la relatividad cambiante
de su duración, y aunque pudiésemos observar las diferenciag no sabríamos
a qué fuente atribuirlas En ese caso no existiía razón alguna para estudiar
la cerámica cuantitativamente y dejaríamos sin fundamento gran parte de la
metodología (por ejemplo, la seriación y el análisis espacial). Para no de-
sesperamos, aceptamos esta asunción básica y seguimos adelante, estudian-
do primero el ideal teórico y después qué es lo que realmente podemos ha-
cer en cada caso.

Los zuNo^e.Ir,rENTos DEL MUESTREo

Llegados a este punto, ya podemos trabajar con los conjuntos que tene-
mos como si de muestras de poblaciones originales se tratase, e inferir cier-
tos datos a partir de ellas. Si siguiésemos el enfoque estadístico tradicional
hablaíamos de fracciones de muest¡eo (la proporción de la población pre-
sente en la muestra) o, visto de otra manera, la probabilidad de que cualquier
miembro de la población sea seleccionado para una muest¡a. Pero no pode-
mos hacer nada de eso, porque no conocemos el tamaño original de la po-
blación. Ademág no se estaría describiendo adecuadamente el proceso de
muestreo, ya que no estaría teniendo en cuenta el hecho de que las vasijas
suelen apareoer rotas e incompletas. Para incluir este nuevo dato introduci-
mos la idea de proporción (o porcentaje) de vasija completa entre las cerá-
micas encontradas en un conjunto (Orton, 1985a; también se utiliza el térmi-
no índice de completitud, véase Schiffer t9ü, p.282), esto eg la proporción
de la vasija original que realmente encontramos en el conjunto (ya estudia-
remos después cómo medirla). Por ejemplo, podemos encontrar el50 por 100
de una vasija entera en un conjunto y el 10 por 100 en otro; si combinamos am-
190 LA cERÁMrcA EN AReuEoLocfA

bos tendremos un nuevo conjunto en el que esté el 60 por 100 de la vasija.


Podemos describir el proceso de muestreo según el modelo que sigue la dis-
tribución del índice; diríamos, en ese caso, que el 10 por 100 de las vasijas es-
tán completas en un 10-20 por 100; el5 por 100 están completas en un 20-30
por 100; etc. Pero no sabemos cuántas de ellas están enteras en un 0 por 100,
es decir, que no aparecen en el conjunto. Me pasé algunos años intentando
establecer la forma del modelo de fragmentación, colocación y recuperación
de las vasijas por simulación computat'uada (Orton L982a) hasta que me di
cuenta de que no la necesitaba para nada. En esa misma época se planteó la
idea de que el modelo debería seguir lo que se conoce como distribución nor-
mal logarítmica (Fieller, comunicación personal), opinión que apoyan las rúl-
timas medidas que se han tomado.
De ahí surge la pregunta de si todos los tipos que podemos encontrar en
un conjunto siguen la misma distribución de la propoción de vasijas comple-
tas. La respuesta es que no necesariamente. La proporción de vasijas com-
pletas depende de la historia de la vasija desde el momento en que se rom-
pió o se la descartó hasta que se recuperan los fragmentos A lo largo de este
período, pasa por una o más <<ci¡cunstancias», en cada una de las cuales se
rompe más y/o está menos completa. Barrerla de un suelo, tirarla en un mon-
tón de basura, cavar un hoyo atravesando el montón en que está, etc., son al-
gunas de esas circunstancias. Podemos suponer que los tipos que han pasado
por las mismas situaciones estarían completos en un grado semejante, pero
los tipos que han sufrido más alteraciones estarán distribuidos de otra mane-
ra y la proporción de vasijas completas será menor. Arqueológicamente de-
nominamos <<residuales>> a estos tipos. Cuando todos los tipos que encontra-
mos en un conjunto han seguido el mismo proceso posdeposicional, diremos
que aquél es <<arqueológicamente homogéneorr. Cuando estudiemos los pro-
blemas que comporta medi¡ el grado en que una vasija se ha conservado
completa encontraremos unos conjuntos «estadísticamente homogéneos». Es
mucho más práctico y sencillo usar estadísticamente los conjuntos homogé-
neos; los conjuntos no homogéneos suelen contener fracciones homogéneas
que podemos examinar por separado.

Usos or LA coMpARAcróN nB coNJUNTos

Antes de que valoremos las distintas maneras de medir la cantidad de ce-


rámica de la que disponemos, nos sería útil resumir el uso que podemos dar
a las composiciones de dos o más conjuntoq aunque los trataremos pof se-
parado en capítulos aparte. El primer uso, y también el más común, es la se-
riación @p-215-2?.0): se trata de procurar ordenar conjuntos de manera que
la proporción de cada tipo siga un modelo regular de cero-aumento-nivel es-
table-disminución-cero, o parte del mismo si, por ejemplo, en el conjunto
más antiguo un tipo ya estaba en uso antes de esa fecha. Si es posible apli-
carlo, deberemos suponer que el conjunto está ordenado cronológicamente,
LA CUANTIFICACIóN 191

aunque no hay que olvidar la existencia de otras posibilidades. El segundo


uso es el anátsis espacial entre yacimientos (pp. 225-233), con el que exami-
nafemos los porcentajes de un tipo escogido en los yacimientos situados en
las cercanías del centro de producción, hipotético o teal, para descubrir las
vías posibles de comercio y distribución. En último lugar, podemos proceder
al análisis del mismo yacimiento (pp.234-2M) (suponiendo que <.yacimien-
to» implique áreas con el tamaño de una población), con el que estudiaremos
las variaciones en los porcentajes de los distintos tipos, lo que nos puede in-
dicar áreas con una función o un estatus distinto. Todo este trabajo implica
que hemos de ser capaces de establecer inferencias creíbles ent¡e los conjun-
tos y las poblaciones.

Vl,ron¿.cróN DE LAS MEDTDAS

Ahora estamos preparados para hacer una valoración de las cuatro me-
didas más utilizadas: la frecuencia de fragmentog el peso (o las medidas em-
parentadas, como el área de la superficie y el volumen de desplazamiento),
la cantidad de vasijas representadas y de equivalentes de vasijas (p. 35). A
continuación se expondrá un argumento que apareció por primera yez el
forma matemática (Orton, 1975), si bien aquí se intentará una presentación
plausible del mismo en lenguaje corriente. Para ello estudiemos los conjun-
tos arqueológicamente homogéneos.
En primer lugar, examinemos la frecuencia de fragmentos. En cualquier
conjunto el porcentaje de fragmentos de un tipo refleja dos cosas:

L. el porcentaje de ese tipo dentro de la población;


2. el promedio de fragmentos en que se han roto las vasijas de ese tipo
(que se conoce como fracturabilidad) comparado con la fracturabili-
dad de otros tipos.

Por regla general, el índice de fracturabilidad vaía de un tipo a otro y


también según el tamaño, por lo que encontraremos sobrerrepresentados los
tipos con un índice alto con respecto a aquellos con un Índice bajo. Estadís-
ticamente consideraremos, pues, que las frecuencias de fragmentos son me-
didas distorsionadas de las proporciones de los tipos. Pero todavía no ha lle-
gado lo peor. Si tomamos dos conjuntos con distintos niveles totales de
fracturabilidad, la fracturabilidad relativa de los dos tipos vaia¡á probable-
mente de uno a otro. Por ejemplo, si un tipo se rompe con más facilidad que
otro, entonces más alta será la proporción de fragmentos del primer tipo res-
pecto al segundo. Esto significa que los efectos de la distorsión varían de un
conjunto a otro (a no ser que tengan el mismo nivel total de fracturabilidad).
Por esta razón, por mucho que al comparar dos conjuntos descubramos que
la proporción de fragmentos de un tipo determinado sea más alta en uno de
ellos, no significa que hubiese más vasijas de ese tipo en la población corres-
792 LA cER(MrcA EN AReuEoLoGfA

pondiente: puede que se limite a reflejar el distinto índice de fracturabilidad


entre un tipo y otro. Esto nos impide fiarnos de la frecuencia de fragmentos
para los propósitos que esbozábamos en la página anterior.
A continuación, veamos el peso. El peso de todos los fragmentos de un
mismo tipo cerámico refleja:

1. el porcentaje de ese tipo dentro de la población;


2. el peso relativo de vasijas enteras de ese tipo comparado con otros ti-
pos.

Esto hará que encontremos más ejemplares de los tipos más pesados que
de los tipos más ligeros. También el peso es una medida distorsionada del
porcentaje de los tipoq pero, a diferencia de la frecuencia de fragmentos, esta
distorsión no varía de un contexto a otro: los pesos relativos de los distintos
tipos permanecen estables. Esto nos permite ufilizar el peso para comparar
los porcentajes que encontramos entre los distintos conjuntog aunque no po-
damos utilizarlo para medir los porcentajes en un solo conjunto.
En lo que respecta a la cantidad de vasijas representadas la situación es
más complicada. Tanto la proporción de vasija completa como el índice de
fracturabilidad pueden afectar las posibilidades de encontrar una vasija en
un conjunto determinado. Cuando la proporción de cer¡ímicas completas es
baja, tenemos más posibilidades de encontrar vasijas con alto nivel de frac-
turabilidad que con un nivel bajo, porque habr¿án más fragmentos que nos
sirvan de muestra. Por ejemplo, si en una población de diez vasijas pertene-
cientes todas ellas a uno de dos tipos distintos, se rompen todos los ejempla-
res de un tipo en diez fragmentos cada pieza y los ejemplares del segundo
tipo permanecen enteros, una muestra del 10 por 100 consistirá en los frag-
mentos de hasta diez vasijas del primer tipo y sólo uno del segundo. Esto
hace que el porcentaje dentro del conjunto esté distorsionado al depender de
la existencia de piezas completas y de la fracturabilidad de cada tipo. Cuan-
to más completo sea un conjunto, menor será la distorsión (véase la figu-
ra 13.1). Por eso no podemos confiar en una comparación entre las pro-
porciones que encontremos en dos conjuntos a menos que tengan el mismo
porcentaje de vasijas completas y un nivel de fracturabilidad semejante.
Este hecho muestra que la fracturabilidad de los tipos de un conjunto
puede afectar la proporción de vasija completa que encontremoq que sólo al-
catzará la forma teóricamente ideal si la cerámica encontrada está muy rota.
Cuando la cerámica esté menos rota, la distribución será más irregular (por
ejemplo, si su promedio es sólo de dos fiagnentos por vasija, el procentaje
de vasija completa se acercará al 0 por 1.00, 50 por 100 y 100 por 100); es de-
cir, que aumenta la posibilidad de que la proporción de vasija completa sea
cero (que una vasija no tenga representación).
Estos resultados contrastan con el hecho de que ni la proporción de va-
sija completa ni la fracturabilidad afectan la proporción medida por los equi-
valentes de vasijas. Sea cual sea el nivel de fracturabilidad de un tipo, la can-
LA CUANTIFICACION 193

0,05 0,1
p

0,01 0,1
p

FIcunn 1,3.1. Variación en la predisposición de la «cantidad de vasos representado>


a medida que el índice de vasija completa varía,para dos fndices de fracturabilidad:
L:5 (arriba) y 1:2 (abajo)- El eje horizontal mide el índice de vasija completa y el eje
vefical mide la predisposición; un valor de 1 indica ausencia de predisposición.
194 LA cERÁ.MrcA EN AReuEoLoGíA

tidad presente sólo depende de la cantidad original y de la proporción de va\


sija completa de un conjunto el 10 por 100 de diez vasijas enteras que
constituya una sola vasija, o el-sea
10 por 100 de diez vasijaq cada una de las cua-
les se haya roto en diez fragmentos iguales constituyendo el 10 por 100 de
100 = 10 fragmentos, o un equivalente de vasija (esto sólo tiene valor de
ejemplo: en la práctica hay maneras mejores de encontrar los datos; véase
más abajo). Las diferencias en la proporción de vasija completa que hay en-
tre los üstintos conjuntos afectan por igual a todos los tipog con lo que las
proporciones perrnanecen estables. Por eso la equivalencia de vasijas es la
única medida imparcial para medir las proporciones dentro de un conjunto y
para comparar las proporciones que encontremos entre éste y otros.
Resumiendo este largo y complejo argumento, podemos asegurar que el
peso y los equivalentes de vasijas son medidas fiables que pueden emplearse
para comparar las proporciones de los tipos pertenecientes a los distintos
conjuntos, cosa que no podemos hacer con la frecuencia de fragmentos y la
cantidad de vasijas. La historia no termina aquí, porque la distorsión afecta a
largo plazo a los promedios; de ahí que hayamos de interesarnos más por los
valores concretos (es decir, las proporciones de un tlpo determinado en uno
o más conjuntos). Se sabe perfectamente que dichos valores varían a lo lar-
go de su promedio, por lo que mediremos esta dispersión por medio de su
desviación típica. Es decir, que dos conjuntos con proporciones de (digamos)
40 por 100 y 50 por 100 de un tipo concreto pueden derivar o no de dos po-
blaciones que tengan la misma proporción (por ejemplo,45 por 100); la po-
sibilidad de que suceda depende totalmente de las desviaciones típicas de las
dos proporciones que estamos comparando. Por eso es tan importante medir
las desviaciones en los mismos términos que las proporciones, ya que así po-
dremos confiar en la comparación que hagamos de estas últimas. Hemos de
tener en cuenta que entre dos medidas imparcialeg debemos decantarnos
por la que proporcione una desviación típica inferior. Volveremos a plan-
tearnos esto cuando hayamos estudiado ciertos problemas de orden práctico.

CunsnoNns pru(cr¡ces

Aunque hasta ahora sólo nos habíamos ocupado de las consideraciones


teóricas, hemos de empezar a estudiar su puesta en práctica. Lo primero que
nos hemos de plantear es: ¿cómo obtener la medida de un tipo en un con-
junto? La frecuencia de fragmentos y el peso no suponen problema alguno,
siempre que dispongamos de una tipología que nos perrnita asignar un tipo a
todos los fragmentos. Pero si, por ejemplo,la definición de un tipo depende
de la decoración presente en sólo una parte de la vasija, ¿cómo podremos sa-
ber si disponemos de parte de una vasija no decorada o de la parte no deco-
rada de una vasija que sí lo esté? Este tipo de problemas puede dar lugar a
distorsiones, a veces muy variables, y llegar a afectar a todas las medidas. Las
únicas respuestas seguras son:
LA CUANTIFICACIóN 195

1. hacer que las definiciones de los tipos dependan completamente de


la pasta,'lo que puede funcionar en algunos casos, pero no en todos;
2. hacer que la medida dependa de la parte de la vasija que podemos
asignar a un tipo con seguridad (que con mucha frecuencia es el bor-
de, véase más adelante).

A menudo puede ser muy diffcil conta¡ el número de vasijas representa-


daq ya que hay que clasificar los fragmentos en <<famiüas de fragmentos» (to-
dos los fragmentos pertenecientes a la misma vasija, véase la p. 71: parece
que hay que agradecer el término a Smith, 1983, p. 47)-Paru evitar toda con-
fusión, introducimos otros dos términos: <<familia nuclear de fragmentos» (to-
dos los fragmentos procedentes de la misma vasija en el mismo contexto) y
«familia extensa de fragmentos» (todos los fragmentos procedentes de la mis-
ma vasija en la misma colección, por ejemplo, un yacimiento). Segun el tipo de
vasija y la habilidad del investigador, puede ser muy difícil decir si dos frag-
mentos que no encajan proceden de la misma vasija, por lo que generalmen-
te (aunque no en todos los casos) no podemos limitarnos a contar el número
de recipientes representadoq sino que tenemos que hacer una estimación. El
término ERR (estimación de los recipientes representados) se usa con dicho
propósito. Hace tiempo que se conoce este problema y se han sugerido dis-
tintos cálculos: por ejemplo, el <<número mínimo de recipientes» (que pro-
viene de asignar, siempre y cuando sea plausible, fragmentos que no encajan
juntos a la misma vasija), el <<número máximo de recipientes» (esto eq asig-
nar fragmentos a distintas vasijas), y el promedio de ambos. Este procedi-
miento nos proporciona información sobre la psicología del investigador,
aunque dudo de que averigüemos mucho sobre las vasijas. Se ha llegado a su-
gerir que podríamos utiliz¿¡ los equivalentes de vasijas como si fuesen el nú-
mero mínimo absoluto de vasijas representadas. La confusión que ha origi-
nado este planteamiento se debe a que, si bien es un núLmero inferior al ERR,
suele estar bastante por debajo de cualquier número mínimo razonable, lo
que convierte al equivalente de las vasijas (una de las medidas mejores) en
un pobre y triste intento.
En último lugar nos enfrentamos al problema de cómo obtener los equi-
valentes de las vasijas. La única forma de conseguirlo es indicando la parte
de la vasija que constituye el fragmento (o familia nuclear de fragmentos en
el caso de que podamos clasificarlos). Aunque normalmente no podamos ha-
cerlo con demasiada exactitud, nos encontraremos con algunos casos facti-
bleg por ejemplo, cuando el tipo esté tan estandarizado que, dentro de unos
límites razonableg conoceremos el peso de cada tipo de vasija representada.
Podemos limitarnos a dividir el peso total de los fragmentos de ese tipo por
el peso conocido de una vasija de dicho tipo, con lo que obtendremos su
equivalente (el enfoque del «peso estandarizado»). Siempre que sea factible,
lo que no es muy habitual, deberÍamos obtener resultados correctos. Pero
por regla general, sólo podemos hacer Un ciflculo est:mativo, a partir del que
obtendremos un equivalente de vasija estimado (abreviado como eve).Para
L96 LA CERAMICA EN ARQUEOLOGIA

Flcune 13.2. Gráfico de bordeq empleado aquí para medir fragmentos de borde
como porcentajes de un borde completo (foto: Ttevor Hurst).

poder rcalfzar este cálculo tenemos que encontrar una parte de la vasija que
podamos medi¡ como si fuese una fracción del total y la más obvia es el bor-
de. Si utilizamos un griífico de bordes (véase la figura 13.2), podremos me-
dirlo como si fuese un porcentaje del borde completo, pero para esto el frag-
mento de borde no puede ser demasiado pequeño, ni estar muy desgastado
ni no ser circular (que es el problema que presenta la cerrímica hecha a
mano). Podemos considerar que el borde representa a toda la vasija, y utili-
zamos esta cifra como el eve.Hay ocasiones en que es mejor recurrir a otra
parte de la vasija: por ejemplo, si definimos un tipo por tener una sola asa,
podemos contar las asas. Pero ni siquiera esto resulta tan sencillo como pa-
rece a simple vista, porque también las asas pueden estar rotas, con lo que
tendremos que recurrir a los equivalentes de asas. Lo lógico es utilizar una
parte de la vasija cuya proporción podamos medir mediante una escala tan
ajustada como sea posible. Otro aspecto que tenemos que tener en cuenta es
que la parte de la vasija que midamos ha de ajustarse a la definición del tipo
en el que esté incluida. Por ejemplo, si definimos un tipo por la forma de sus
bordes, lo lógico sería que para obtener el eve utilizásemos el borde (a la que
también podríamos denominar eve del borde).
LA CUANTIFICACIóN I97

Hemos de seguir un planteamiento práctico, por lo que las mediciones


han de ser rápidas y exactas. Tbmbién hemos de recordar que los investiga-
dores necesitan aprender los métodos. Con esto no queremos decir que de-
beríamos tomaf medidas inferiores pofque resultan más sencillas y necesitan
menos aprendizaje (por ejemplo, la frecuencia de fragmentos). El aprendiza-
je adicional necesario, por encima de la habilidad de reconocer los distintos
tipog es relativamente pequeño.

¿Hev orrcxeNclAs ENTRE r-os coN¡uNros?

Tal y como veíamos en la p. L94, resultaría muy práctico poder calcular


las desviaciones típicas con las estimaciones que hacemos de las proporcio-
neg lo que nos ayudaría a valorar la importancia de las diferencias que ob-
servamos entre los conjuntos. Hasta hace poco, esto era imposible. Entre
1988-1990 y 7991-1992 dos de nosotros llevamos a cabo un proyecto denomi-
tado Anólisis estadístico de los coniuntos de cerámica, subvencionado por el
Comité de ArqueologÍa Científica del Consejo de Investigación Científica y
de Ingeniería y por la Academia Británica, con el que resolvimos este pro-
blema entre otros. Descubrimos que sólo podíamos calcular las desviaciones
típicas si utilizábamos los ¿ve como medida. Tirmbién encontramos una fór-
mula matemática (a la que llamamos «transformación de pseudo-frecuen-
cias>> o TPF) que nos permitía convertir los eve de los tipos de un conjunto
en números que tuviesen las mismas propiedades estadísticas que las fre-
cuencias de objetos, aunque realmente no contasen nada y, generalmente, ni
siquiera fuesen números enteros (Orton y Tyerq 1990; 1991). Denominamos
pie («pseudo-información estimada>)* a los resultados de esta transforma-
ción porque an pie de cerámica contiene tanta información como una vasija
completa (en sentido estadístico); la técnica que utilizamos recibió eI nombre
de partes de pie, porque el pie total de un conjunto se diüde entre los dis-
tintos tipos. Puede qrrc parezca que todo esto se circunscribe al mundo ma-
temático, sin utilidad fuera de é1, pero en realidad gracias a este sistema po-
demos usar todo tipo de técnicas estadísticas diseñadas para evaluar las
frecuencias y composiciones de conjuntos. Entre estas técnicas, las más impor-
tantes son el análisis lineal logarítmico y su pariente, el análisis cuasilineal lo-
garítmico (Bishop et al.,19'15,pp.177-228), que nos permiten valorar las dife-
rencias que encontramos entre varios conjuntos basándonos en dos aspectos
del tipo, por ejemplo, la pasta y la forma. Otra técnica igualmente importante

* Siguiendo el fino sentido de humor de los autores, hemos respetado el término ilr.glés pie
(«tarta»), abreviación de pottery information equivalent («información equivalente de cerámi-
ca»). Los autores hacen sugerentes juegos de palabras con el acrónimo y el significado de la pa-
labra «tarta» (p. e. «rebanad as de farta», píe-slrire). Hemos mantenido el acrónimo, pero dándo-
le su significado castellano Qtie),lo que permitía respetar la mayoría de juegos de palabras Los
significados «tarta» o «pie» nada tienen que ver con Ia argumentación que sigue (N. de los t,)
198 LA cER(MIcA EN AReuEoLocíA

es el análisis de correspondencias (Greenacre, 1984), mediante el cual pode-


mos representar visualmente los datos. Si las utilizamos de forma conjunta,
dispondremos de una herramienta muy poderosa con la que podremos inte-
grar la cerámica en conjuntos más amplios de clases de hallazgos que se pue-
dan contar.
Por muy práctico que sea, no debemos creer que por recurrir alas partes
de pie rcsolveremos todos los problemas. Unavez hayamos realizadolaTPfl
nos veremos inmersos en dificultades prácticas. El más importante es el que
hemos denominado problema de los «tipos notorios». El elemento seleccio-
nado para tomar las medidas de los eve (por ejemplo, el borde) que tienen
estos tipos es menos fracturable que el mismo elemento de otros recipientes
como, por ejemplo, las botellas o las ánforas. El efecto resultante es la dis-
torsión de la proporción de vasija completa de ese tipo, ya que la frecuencia
de los bordes, por ejemplo, suele destacar más que la misma vasija. En algu-
nos casos extremos esta proporción se polariza entre el 0 por 100 y el 100 por
100, lo que no sólo afecta al tipo, sino a todo el conjunto, ya que necesitamos
recoger la información de todos los tipos para obtener las mejores estima-
ciones de los cálculos estadísticos en los que basamos la TPE La suerte es
que, una vez hemos reconocido el problema, podemos aislar estos tipos no-
torios y estudiarlos por separado.
Otro problema que se nos presenta es que lalPFsuele dar lugar a enor-
mes tablas de datos y que muchas de las entradas suelen ser cero o muy pe-
queñas (cerca de cero). Lo paradójico es que aunque podemos trabajar con
los ceros, utilizando el análisis cuasilineal logarítmico en lugar del análisis li-
neal logarítmico, mucho más comtin, al trabajar con números próximos a
cero nos encontramos en dificultades reales (en términos técnicos, las tablas
son dispersas). La respuesta es reducir las tablas fusionando hileras y colum-
nas (tipos y/o conjuntos) hasta que las entradas tengan un tamaño razonable.
El efecto colateral con el que nos encontraremos es que la fusión de dos con-
juntos puede unir dos familias nucleares de fragmentos procedentes de la
misma familia extendida (es decir, de la misma vasija). Si no nos apartamos
de la teoría, deberíamos combinar los valores de los ev¿ (por ejemplo,50 por
100 + 10 por 100 = 60 por 100, véase la p. 189). No tenemos por qué saber si
el50 por 100 y el 10 por 100 proceden de la misma vasija a menos que vol-
vamos a examinar el resultado de la unión de los conjuntos (o buscar cone-
xiones entre fragmentos de los dos conjuntos primitivos, lo que viene a ser lo
mismo). Demasiado trabajo para arreglar una sutileza estadística; por suerte,
a menos que la conexión entre esos fragmentos tenga mucha importancia (di-
gamos que más del40 por 100 de las vasijas presentes en un conjuntos ten-
gan fragmentos en el otro conjunto) podremos obviar el problema. Si en-
contramos este tipo de fragmentos por cualquier otra tazón (véase la p.236)
podemos inclui¡ la información en el mismo apartado.
LA CUANTIFICACIóN I99

¿QuÉ rarrtlño HA DE TENER uN coN¡uxro?

En casi todas las conferencias y seminarios acaban por hacernos esta pre-
gunta. A los administradores les gustaría saber que existe un <<tamaño mí-
nimo viable de muestras» por debajo del cual no valga la pena cuantificar
ningún conjunto, ya que entonces se podrían negar a financiar cualquier
investigación que no alcanzase dicho umbral. Las mismas razones hacen que
los arqueólogos tengan miedo a enfrentarse al problema, por mucho que du-
den constantemente del valor de toda la cuantificación. Existen dos razones
que nos impiden dar una respuesta:

1. Un lÍmite inferior debería basarse en los pies,ya que lo que busca-


mos es un lÍmite inferior de la información que contiene un conjunto. Pero
no podemos medir directamente los pies, sino que hemos de hacerlo a partir
de los eve por medio de la TPF, por lo que, para saber si estamos por deba-
jo o por encima de cierto umbral, tendremos que cuantificar primero la ce-
rámica y ya será demasiado tarde para ahorrar tiempo si no lo hacemos.
2. Tiabajamos dentro de un marco en el que esperamos poder fusionar
conjuntos en distintos gfupos que respondan a determinados objetivos como,
por ejemplo, grupos cronológicos (fases) o grupos funcionales (posiblemen-
te estructuras). Por eso, aun cuando un conjunto sea <<demasiado pequeño»
por sí mismo, puede llegar a constituir la parte útil de un grupo mayor.

Por el momento no podemos recomendar que se rechace la cuantifica-


ción de conjuntos bas¡índonos en su tamaño. Sin embargq en ocasiones nos
podemos encontrar con un conjunto tan pequeño que seguramente no ten-
drá muchas diferencias respecto a otros. Este tipo de conjuntos crea con-
fusiones en el programa que fusiona los conjuntos, por lo que se omiten (o
segmentan) de forma automática. Para ello habremos de seguir criterios es-
tadísticos y no las apreciaciones arqueológicas.

Esruoros DE cASo

En esta sección observaremos los estudios de caso desarrollados como


parte del proyecto de partes de pie y nos centraremos en los modelos crono-
lógicos y funcionales o sociales Orton y Tyers (1991) los han publicado con
más detalle.

Modelos cronológicos

IJna secuencia cronológica debería representarse mediante una curva en


forma de herradura (aproximadamente una parábola) que siguiese el traza-
do de un análisis de correspondencias (CA) (véase la p.218). A continuación
2W LA CERAMICA EN ARQUEOLOGIA

OTROS TIPOS Y FASES

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Hcun¡, 13.3. Diagrama de un análisis de correspondencias de los conjuntos de ce-


rámicas de los siglos I y u d.C., procedentes del yacimiento de Lime Street, en la City
de Londres: (arriba) distribución original, (abaio) omitiendo el tipo de pasta antiguo
SHEL. Clave: círculos abiertos = contextos o fases; clrculos rellenos = tipos de pasta.

incluimos dos modelos de este tipo: uno de ellos procede del yacimiento de
Lime Street, en Londres (70-160 d.C.), y el otro de la basílica de Silchester
(c.15 a.C.-60 d.C.).

Lime Street. Si comparamos las fases con las pastas nos encontraremos
con una curva en forma de her¡adura (véase la figura 13.3, arriba). La pasta
LA CUANTIFICACIóN 20r

,;P
-TR

o1815 orS
oG 1
o
r.r o -raso o
- 1525
o-rsso ;.:t
SG

Frcur.a 13.4. Diagrama del análisis de correspondencias de los conjuntos de cerá-


mica de los siglos r a.C.¡ d.C., procedentes de la basflica de Silchester. Clave: igual
que en la figura 13.3.

SHEL (cerámica con desgrasante de conchas) aparece al principio de la se-


cuencia, y BB1, BB2 (cerrámicas de barna negro) y MORT (mortaria) alfi-
nal de la misma, indicando el orden de las fases, pero con la mayor parte de
los puntop agrupados en el mismo vértice de la curva. Si quitamos a SHEL,
se abre la curva (fig.L3.3, abajo). La fase 1 (que al extraer el SHEL ha dis-
minuido de forma considerable) y la fase 6 (siempre muy pequeña y posible-
mente residual) quedan fuera de la secuencia, pero las fases mayores (2,3,4
y 5) están en el orden <<correcto>).

Basílica de Silchester. Durante el período al que se refieren los datos,


las formas y las pastas cambiaron con rapidez, introduciéndose tipos nuevos
con frecuencia. En el gráfico del CA (véase la figura 13.4), las estructuras y
las pastas siguen la curva en forma de herradura. En el <<primer>> extremo de
la curva están la pasta G1 (cerámica <<belga>> cor, grog, barro cocido y tritu-
rado como desgrasante) y las estructuras -f856, f525 y f815. El extremo <<fi-
nal» incluye la secuencia -TR, -TN y SG, que es el orden esperado de in-
troducción de la cerámica más fina: la te¡ra rubra,la terra nigra y la sigillata
surgálica.
Pero más interesante que la propia curva de herradura son las desviacio-
nes que puede presentar:
202 LA CERÁMICA EN ARQUEoLoGíA

o ix/x siglo xlr

Olámpara
o
xi y xii
I
cacharro de cocina

O ix/x siglo xtl

ix §iglo xnt

O iarra

o
ix/x siglo xv

FIcune 13.5. Diagrama del análisis de correspondencias de los conjuntos de cerá-


micas de los siglos xrr a xv d.C. procedentes de las casas ix a xii del yacimiento de
Brook Street, Winchester. Clave: círculos abiertos = fases tardlas; círculos rellenos =
formas.

1. En el caso de Lime Street, las categorías de <<bolsas de restos» (por


ejemplo, FINA = cerámica fina importada) ocupan puntos apartados de la
curva, hacia el centro, porque son una amalgama de tipos procedentes de dis-
tintas épocas y no pueden situarse en un punto concreto de la secuencia cro-
nológica.
2. En el caso de Silchester, el grupo contextual -f550, que contiene ma-
terial posterior así como pasta antigua G1, esta en una cantidad ligeramente
superior al promedio, queda apartado del interior de la curva. Esta situación
parece característica de los contextos con mucho material residual.

M o de lo s funcio nales/s o cinle s

Si queremos buscar inücaciones claras sobre este tipo de modelog ten-


dremos que hacerlo en las viviendas medievales de Brook Street, en Win-
chester (Biddle, 1972; consúltese en Orton y §ers, 199L, un informe detalla-
do sobre el siguiente análisis). El anrálisis prelirninar de las formas según las
<<fases finales» (fases dentro de los edificios) mostraba una oposición a tres
bandas entre los cacharros de cocina, las jarras y las lámparas, ocupando los
cuencos (incluso el cuenco/plato y el cuenco/jarra) una posición central y
bastante neutral (figura 13.5). Las fases finales que concuerdan con estas
LA CUANTIFICACIóN 203

formas gracias al análisis de correspondencias muestran una asociación de


las liímparas con la actividad industrial (teñido, trabajo del metal), de las ja-
rras y las casas de piedra, y de los cacharros de cocina con las casas más frá-
giles. Por el momento la interpretación de estos resultados está en sus pri-
meras fases y sólo se puede considerar provisional.

RnouccroNEs

En el resumen histórico (p. 36) ya hacíamos una primera indicación so-


bre la posibilidad de que la unión de dos medidas nos facilite una informa-
ción que no hubiéramos podido encontrar si las hubiésemos estudiado por
separado. Durante la discusión teórica hemos presentado las dos combina-
ciones más útiles y proporción de vasija completa- para
cuando queramos -fracturabilidad
eliminar el efecto de los procesos de formación del yaci-
miento. Ahora podemos definirlas formalmente al nivel de un conjunto:

fracturabilidad = frecuencia de fragmentos/equivalentes de vasijas,


proporción de vasija completa = equivalentes de vasijas/nrimero de
vasijas representadas,

aunque siempre teniendo en cuenta que, debido a las razones que hemos ci-
tado antes, por regla general tendremos que estimarlas más que medirlas.
Considerada con respecto a una vasija concreta, la fracturabilidad es una es-
timación del número total de fragmentos en los que se ha roto, en tanto que
la proporción de vasija completa es la proporción de ella que encontramos.
Ambas complementan la medida del tamaño promedio de fragmentos, es de-
cir, la relación peso/frecuencia de fragmentos.
A la hora de estudiar los procesos que tuvieron lugar en la formación de
un yacimiento, podemos recurrir a todas estas estadísticas. La fracturabilidad
y la proporción de vasija completa empiezan con un valor de uno (la vasija
completa). La fracturabilidad aumenta conforme la vasija experimenta dis-
tintos procesos, mientras que la proporción de vasija completa disminuye (si
el contexto al cual pertenece el conjunto está bien definido). Una diferencia
muy importante que encontramos entre ambas medidas es que la fracturabi
lidad depende tanto del tipo como del contexto, ya que, por principio, algu-
nos tipos tienen muchas más posibilidades de fracturarse que otros. En cam-
bio, la proporción de vasija completa sólo depende del contexto (esto en
teoría; hay algunos problemas de <<notoriedad» más arriba- que
pueden afectarla). Esto hace que, potencialmente, -véase
la proporción de vasija
completa sea un indicador más útil sobre los procesos de formación del yaci-
miento. Lamentablemente resulta más difícil de estimar, ya que su fórmula
incluye el número problemático de las vasijas representadas.
Si comparamos todas estas estadísticas en distintas partes de una forma,
podemos obtener información sobre el sesgo de la recuperación. Si sabemos
204 LA cERÁMIcA EN ARQUEoLocÍA

la cantidad que podemos encontrar en una sola vasija, podremos demostrar


si ciertas partes de ella quedan por encima o por debajo de la cantidad re-
presentada. Todas las vasijas tienen un borde de 360'y una base también de
360o, pero puede que tengan una, dos o más asas y tres pies o más Si cono-
cemos el número de asas y pies que puede tener una forma determinada, po-
dremos calcular el valor de los distintos eve basándonos en las distintas par-
tes de la vasija: por ejemplo, eve del borde, eve de la base, eve de las asas, etc.
Si no concuerdan, dentro de los límites que suponíamos con la teoría de
muestreo, tendremos una evidencia de que las distintas partes de las vasijas
se han recuperado de manera diferente, es decir, que hay un sesgo en la re-
cogida. Un ejemplo de esto son los vasos pintados romanos, en los que se
puede ver que los valores de los ev¿ de las bases son más altos que los de los
eve de los bordeg mientras que al estudiar algunas jarras medievales, nos en-
contraremos con que los eve de las asas son mayores que los eve de las bases
o de los bordes. Si lo que pretendemos es calcular las proporciones de vasi-
jas con o sin asas, estas evidencias nos podrán ayudar mucho. También tienen
importancia a la hora de decidir la parte o partes de la vasija que se van a uti-
lizar paru medir los eve.

Un ssruoro DE cASo

Vamos a estudiar cerámica procedente del extremo este de Devil's Ditch,


una gran excavación lineal que se encuentra en el área de Chichester, en Sus-
sex, realizada por la Unidad de Arqueología de Campo de Sussex en 1982
(Bedwin y Orton, 1984). El relleno de este extremo presentaba 1.000 frag-
mentos (10 eve) de cerámica romana antigua, procedente de diez contextos
distintos; algunos de los cuales estaban separados por estratos de relleno es-
téril. Se han estudiado tres distintas hipótesis sobre la naturaleza de este re-
lleno:

1. Fases sucesivas de relleno de lodo y/o deliberado.


2. Fases de relleno de lodo y/o deliberado, separadas por fases de re-
corte o de limpieza.
3. Relleno simultáneo, presumiblemente deliberado.

Un análisis de cerámica convencional nos mostró que se podía clasificar


la mayor parte de la cerámica encontrada en el relleno por familias de frag-
mentos, y que los distintos contextos quedaban enlazados mediante numero-
sos fragmentos que establecían dicha conexión, dejando de lado la primera
hipótesis Tirmbién mostró que el contexto final, 30 + 7, eta posterior al res-
to. Orton (1985a) ha publicado un análisis estadístico completo sobre este
contexto. Aquí tan sólo vamos a estudiar la fracturabiüdad y la proporción
de vasijas completas de los otros nueve (véanse los cuadros 13.L y 13.2).La
primera muestra que la fracturabilidad de los cuatro contextos inferiores
LA CUANTIFICACION 20s

Cu¡,pno 13.1. Valor del índice de fracturabilidad en conjuntos de ceriírnicas de


Devil's Ditch.

Fracturabilidad = fragmentosl ev e

Contexto Toda la ce¡ámica Cerámica común romana

155 67 170
752 101" 94"
129 5E 78'
t9l 92' 74
140 224 260
132 764 74t
192 167 1.67
t31. 131' 14y
130 283 620
Todas n 111

Pastas
A 103'
B 270
C 98'
D 41.
E r.6S',
M 318
Todas 111'
Terra sigillata 32
Otras ll3
Norn: , Cifras más fiables

Cueono 13.2. Valor del índice «proporción de vasija completa» en conjuntos de ce-
rámicas de Devil's Ditch.

Proporción de vasija completa = evelvasiia

Contexto Toda la cerámica Cerámica común romana

155 0,10 0,03


752 0,09 0,09
t29 0,12 0,11
t97 0,t2 0,13
t40 0,05 0,05
t32 0,04 0,04
192 0,06 0,06
131 0,05 0,05
130 0,04 0,02
Todas 0,10 0,09
206 LA cER(MIcA EN AReuEoLoGfA

(desde el contexto 155 hasta el 191) es menor a la de los cinco superio-


res (desde el contexto 140 hasta el 130). Lo malo es la faciüdad que hay para
confundir estas diferencias con diferencias entre las pastas; algunas de ellas
tienen más posibilidades de fracturarse que otras (especiaLnente porque se
suelen utilizar para manufacturar vasijas mayores) y suelen ser más habitua-
les que otras en algunos contextos. La tabla de proporciones de vasija com-
pleta nos induce a confiar, ya que las variaciones de dicha proporción entre
las distintas pastas son menores que las variaciones de fracturabilidad. En
teoría, la proporción de vasija completa no debería variar, pero, en la prácti-
ca, las pastas más üsibles (por ejemplo,la terra sigillata, que es de color rojo
brillante) tienden a estar más completas que las demás. Y aunque esto sea
cierto, podemos observar una intemrpción en la secuencia entre los contex-
tos L9L y 140; los contextos inferiores quedan en la gama del 9-12 por 100,
con un promedio del 11 por 100, mientras que los contextos superiores se
quedan en la gama del4-6 por 100 y un promedio del 5 por 100, es decir, la
mitad respecto al grupo inferior. Se considera que el primer grupo represen-
ta el relleno primario y el segundo, el secundario; ambos están separados por
una fase de recorte, durante la cual se extrajo el material procedente de la
parte superior del relleno primario, mate¡ial que pasó a formar parte del bor-
de, con lo que se convirtió en relleno secundario. Estas estadÍsticas, especial-
mente la de proporción de vasija completa, aportan mucha hn ala interpre-
tación de esta estructura. Hay que tener en cuenta que esto no hubiese sido
posible si no se hubiese podido clasificar el material ent¡e las distintas fami-
lias de fragmentos.

DrscusróN

Indiscutiblemente,los análisis estadísticos no son la solución para todos


los problemas, provocando que la preparación y la interpretación arqueoló-
gicas sean más necesarias, incluso, que antes. Hay que estudiar con mucha
atención las definiciones de las pastas, las formas y los conjuntos, y la mane-
ra en que se agrupan en unidades superiores para propósitos específicos.
Pero una vez hemos hecho esto, podremos detectar ciertos modelos que, en
otro caso, nos hubiesen pasado por alto.
14. LA CRONOLOGIA
INrroouccróN

La arqueología o, por lo menos, los arqueólogos, consideran que la cerá-


mica y la datación están indisolublemente unidas. Ellazo se estrechó durante
la fase tipológica, cuando se trató a los fragmentos como fósiles tipo, o direc-
tores, de unos períodos o unas fases concretas (p.22). Thmbién la fase contex-
tual se ha fijado en ocasiones en esta hgazón (p.26), aunque nunca ha tras-
cendido a la superficie del pensamiento arqueológico. El descubrimiento y/o
aplicación más extendida de ciertas técnicas como la datación por C1a y la den-
drocronología no han reducido la necesidad de establecer cronologías basadas
en el estudio de la cerámica.Lamayor parte de los informes de excavaciones
(el 83 por 100 según un estudio reciente acerca de los informes sobre yaci-
mientos britano-romanos, véase Fulford y Huddlestot,799l, p. 5) siguen ba-
sándose, hasta cierto punto, en las fechas obtenidas estudiando la cerámica.
La abundancia de cerámica y la multiplicidad de formas, pastas y estilos
decorativos, así como la gran cantidad de bibliografía, conspiran para hacer
de la cer¡ímica el medio ideal para ofrecer información cronológica. Una va-
sija, o un elemento como su forma, decoración o pasta, puede haberse co-
rrelacionado con una evidencia cronológica de un yacirniento o un contexto,
talvez con una asociación entre un tipo de cerámica y un suceso del que se
tiene una fecha histórica, como puede ser un horizonte de destrucción (por
ejemplo, el nivel de destrucción de Boudicca en el año 61 d.C., véase Millett,
1987). Posteriormente, la aparición de esta vasija servirápara fechar otros
contextos, y los otros tipos cerámicos que se encuentren en los mismos po-
drán ser datados por asociación secundaria.
Podemos admitir, incluso, que unas formas concretas varíen de modo co-
herente y predecible, lo que nos debiera permitir situar una vasija determi-
nada en cierto punto de una secuencia de desarrollo (y, por tanto, en poten-
cia, cronológica). Se han descrito muchos ejemplos de estas secuencias
tipológicas. La variación que pueden experimentar los bordes y las formas
del cuerpo de las jarras de barniz negro de época britano-romana, nos indica
la fecha con mucha fidelidad. Además, las dimensiones de lazona reticulada
presente en el cuerpo y el propio ángulo de la retícula bruñida también va-
rían con el curso de los años. Si examinamos las ilustraciones hechas por Gi-
208 LA CERÁMICA EN ARQUEoLoGÍA

FIcun¡. 14.1. Jarras de cprámica de barniz negro. Se muestra la relación entre la fe-
cha y el ángulo de retículas bruñidas. Los n.* 715-ll7 (retfculas agudas) están data-
dos entre el 720 y el 160 d.C.; los n.o. I4l-lA (retículas cuadrangulares) se sitúan en-
tre el 160 y el 280 d.C; los n.". 146-148 (retículas obtusas) se fechaían entre el 280 y
el 370 d.C. (Gillam, 1957, n.o' tl5-717 ,741-142, t46-148).
LA CRONOLOGIA 209

llam (1957, n."' 115-148), veremos que durante el siglo u de nuestra era do-
minaba la retícula <<aguda>>, la retícula <<cuadrada>> durante el siglo Irl y la
<<obtusa» en el siglo w (véase la figura 14.1). A lo largo de este mismo perío-
do, la proporción de la altura de estas tinajas, vista desde la decoración reti-
culada, cae desde el 50 por 100 hasta un 25 por 100. Hemos podido seguir el
desarrollo que experimentaron varias formas (vasijas globulares, cántaros, ja-
rras, etc.) en el centro de producción de Siegburg (Beckmann,1974) a lo lar-
go de cuatro períodos, desde c. 1150 hasta c. 1300 d.C. La variación que ex-
perimentan los detalles de la silueta de algunas formas, expresada como
índices de medición, contiene también un elemento cronológico. Un ejemplo
de esto son los vasos britano-romanos conocidos como vasos en forma de ca-
beztela de amapola (Tyers, t978).Paru describir la forma del borde podemos
utilizar tres tipos de medidas: el diámetro de la boca, el diámetro del cordón
(la arista inferior del borde) y la altura desde la cabeza hasta el cordón.
Cuando se hace una gráfica con los Índices entre estas medidas (ftgwa 74.2)
se observa una tendencia: desde las piezas en las que el diámetro del cordón
tiende a ser mayor que el de la boca (por lo que el borde se estrecha a la al-
tura de la boca) hasta aquellas donde el diámetro de la boca es mayor que el
del cordón (el borde se ensancha a la altura de la boca). Podemos datar el
primer grupo, procedente del centro de la comarca del Rin, hacia el 70 d.C.
y el segundo, procedente de Kent, hacia el 200-250 d.C. Estos datos nos per-
mitentrazar una red que describa el desarrollo de los tipos o estilos de cerá-
mica en un área determinada.
Denominamos «búsqueda de paralelos» al proceso de buscar equivalen-
tes a las características de una vasija, a menudo con el propósito de datarla,
pero mucho más habitualmente con la intención de comprender el lugar que
ocupa dentro de un conjunto. Se pueden establecer paralelos para la forma,
la pasta, la decoración o para la combinación de todas estas características.
Se ha criticado mucho este proceso, especialmente en lo que respecta a su
propósito de acumular información cronológica. Es indiscutible que, cuando
se citan paralelos de forma indiscriminada y no se hace ningún intento por
comprender el contexto local de la vasija en cuestión, los errores adquirán
proporciones increíbles. Pero cuando estos paralelos no se refieren a un ras-
go menor de la forma o de la decoración sino a una vasija de la misma pas-
ta, se obtienen resultados mucho mejores, ya que podemos suponer que tra-
bajamos con productos procedentes del mismo taller.

CoNcnnr¡,n FECHAS

Antes de que estudiemos la manera de datar las vasijas, hemos de acla-


rar cierta definición. La fecha de un artefacto tiene dos definiciones posibles:

1. la fecha en que se hizo;


2. las fechas en las que fueron utilizados los artefactos de su tipo.
rl
1,
tJ

1,2
068

1,1 ¡4 /-F*#'u¿.'kZG*
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o
1,0 *
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rr
0,9 ;
z
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/ F---1, ._t osg
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*-s--E
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0,7

a 1-49 Londres
Q 50-64 Kent
s59 O 65-74 Rin medio
0,6
t
) '
z)s 3' 3,b L 4,i á s,b ifloura
Frcunn 14.2. Diagrama de dispersión de los bordes de los vasos con borde en forma de cabeatela de amapola. Relación entre el ín-
dice diámetro de la boca/altura (eje horizontal) y diámetro del cordón/di¿ímetro de la boca (eje vertical).
LA CRONOLOGIA 2tl
A pesar de la gran diferencia que hay entre ambas definicioneg pueden
dar lugar a información muy similar, especialmente porque la primera no es
una fecha fija, sinó un período posible. Las confusiones surgen porque no
siempre queda clara qué concepción del término .<fecha>> se está usando; pue-
de que sus autores ni siquiera se hayan dado cuenta de que su definición tan
<<obvia>> tiene una alternativa. Aunque preferimos la primera, creemos que
ambas son válidas. Lo importante es aclarar cuál es la que estamos usando.
Hay un hecho tan obvio que no tendríamos ni que mencionarlo: la fecha
de una vasija o de un fragmento no tiene por qué ser la fecha del contexto
arqueológico en el que se ha encontrado. Aparte del problema que suscita la
diferente esperanza de vida de cada tipo de vasija (p. 234), cuyo efecto de-
penderá de la definición de fecha (véase más arriba), hemos de tener en
cuenta la historia posdeposicional de dicha vasija. Puede que haya pasado
por diversas situaciones (haya sido barrida, echada a un pozo de desperdi-
cios, la remoción de ese pozo, etc.) entre la primera vez que se rompió o de-
sechó y el lugar a donde fue a parar al final, y que este proceso se haya pro-
longado a lo largo de varios años o, incluso, de varios siglos. Al darse cuenta
de este problema, muchos arqueólogos se han decantado porcreer que en al-
gún lugar está el fragmento clave, el definitivo, que datará el conjunto. Por
eso creen que el trabajo de un especialista en cerámica es husmear el frag-
mento; como lo haría un cerdo que buscase trufas, y datarlo. Aparte de la
creencia errónea, por halagadora que sea, de que se puede datar cualquier
fragmento con suficiente exactitud, y el hecho de que suelen descubrirse
fragmentos intrusos (los que son posteriores al contexto en que se encuen-
tran), este enfoque pasa por alto la información que proporciona el conjun-
to global, por lo que no es fiable.
Unavez hemos aclarado estos problemas, estudiaremos los tipos de evi-
dencia que realmente pueden datar las vasijas. A lo largo de la historia, se en-
cuentra una serie de vasijas a las que se puede considerar documentos fe-
chados. Las vasijas fabricadas para conmemorar determinados eventos, como
coronaciones o bodas, suelen llevar la fecha (Draper,7975; Hume, 1977,pp.
29-32; véase la figura 14.3). Támbién existen algunos objetos de cerámica
que, por llevar datos que indican su fecha de fabricación e incluso el nombre
del ceramista y de la fábrica, pueden servirnos como testigos. Algunas de es-
tas vasijas aportan estos datos <<históricos» casi por accidente. Existe un
ejemplo de cerámica africana barnzada (una cerámica muy fina que se hacía
en Túnez durante el período romano), que incluye la impresión de una mo-
neda como parte de la decoración (Hayes, 1972, p.195, forma 171.48,199).
La moneda, emitida entre el 238 y e1244 d.C nos proporciona un terminus
post quem de la vasija y su estilo decorativo (véase también Hayeg 1972,
p.313, para la impresión de una moneda en una lucerna).
Las vasijas fabricadas por orden del gobierno u otras administraciones
suelen incluir fechas. Durante algunos períodos se realizaron inscripciones
pintadas o sellos relativos al monarca reinante que, en ocasiones, incluían el
año de reinado. A veceg también podemos atribuir un retrato a un monarca
212 LA CERAMICA EN ARQUEOLOGIA

Frcuna 14.3. Ejemplo de vaso con su fecha de fabricación inscrita. Jarrita de la Wi-
lliamsburg Colonial, fechada en 1660, en conmemoración de la Restauración de Car-
los II (foto: Fundación Williamsburg Coloniql).

basándonos en referencias histórico-artísticas, como, por ejemplo, en el caso


de la supuesfa cabeza de Eduardo Il (1307-1327) pintada sobre una jarra de
cerámica de Kingston, que se encuentra en el Museo de Londres (Museo de
Londres, 1965,pp.223-224); pero este tipo de atribución no suele ser muy se-
gura. Podemos situar estas vasijas en el punto adecuado de la cronología gra-
cias al estudio de las listas de reyes, las inscripciones y otras fuentes docu-
LA CRONOLOGÍA 2I3

mentales. Pero hay que tener mucho cuidado con el valor que damos a estas
evidencias. Por ejemplo, en 1700 se aprobó una ley en Inglaterra que decía
que las jarras que se usasen en el come¡cio al por menor delacerveza tenían
que llevar un sello con las iniciales del monarca entonces reinante, Guiller-
mo III (WR). Al morir éste en t7O2 y sucederle la reina Ana, algunos cera-
mistas imprimieron sus iniciales (AR) durante un corto período, hasta que se
dieron cuenta de que la ley especificaba que se trataba no de las iniciales del
monarca reinante, sino de las del monarca reinante en el momento en que se
aprobó la ley. Se siguió utilizando la marca WR hasta 1876, año en que se de-
rogó la ley y cuando ya habían transcurrido 174 años desde la muerte de Gui-
llermo III (Bimson, 1970). Por eso apenas podemos realizar dataciones ba-
sándonos en la marca WR y, en cambio, la marca AR nos permite establecer
una fecha con sólo unos pocos años de margen.
Algunas ánforas romanas llevan inscripciones pintadas que indican su
contenido, el nombre de la finca productora y de los comerciantes, y la fecha
de embotellado; esta última, generalmente el año de consulado. Aunque lo
que posibilita la datación es el contenido y no el recipiente, en la práctica po-
demos aplicar la fecha a este último. Con este tipo de fuentes no sólo pode-
mos datar vasijas individuales, sino averiguar la fecha de producción de un
tipo o de una clase (Sealey, 1985).
En el caso de los períodos con abundancia de fuentes documentales, po-
demos estimar la fecha de producción de ciertos ceramistas o talleres combi-
nando libros de caja, recibos, testamentos y otros documentos legales (Le Pa-
tourel, 1968). Las vasijas que podemos adscribir a esta fuente, sea un alfarero
en concreto o una fábrica, por medio de la marca del fabricante o por ciertos
rasgos de su forma, estilo o pasta, pueden ser asignadas al período de pro-
ducción conocido. Relacionar productos procedentes de los hornos con evi-
dencia documental puede conllevar ciertos riesgos. Por ejemplo, la produc-
ción de cerámica en la ciudad medieval de Kingston, en Surrey (Inglaterra),
está documentada entre los años 1264-7266 gracias a los encargos y pagos
reales a los alguaciles de Kingston por remesas de hasta 1.000 cántaros (Gui-
seppi, 1937). En Kingston también se han excavado productos procedentes
de hornos de cerámica medievales, especialmente en los yacimientos de
Eden Walk (Hinton, 1980) y Knapp Drewett (Richardson,L983, p. 289). Es-
tos hallazgos hacen que experimentemos la tentación de unir ambas eviden-
cias y datar la cerámica excavada en el siglo xm o, incluso, en la segunda mi-
tad de este siglo. Pero la referencia cronológica más detallada sobre Kingston
no procede de la misma ciudad, sino de Londres, su principal mercado. La
datación mediante la dendrocronología de una serie de depósitos acumula-
dos detrás de los muelles muestra que la cerámica procedente de Kingston se
usaba en Londres entre los años 1.250 y L400 (Pearce y Vince, 1988, pp. 15-
17). Los productos procedentes de hornos conocidos pueden situarse en un
momento tardío de la secuencia tipológica, hacia 1.350-1400, unos 100 años
más tarde de lo que dan las referencias documentales.
En el estudio histórico (p.32) repasamos brevemente las técnicas de da-
274 LA cEk(MrcA EN AReuEoLocÍA

tación científicas; la de uso más habitual es la luminiscencia (ya sea TL u


OSL). Sin embargo, hemos de recordar que estas técnicas son muy caras, que
necesitan que realicemos unas mediciones previas en el yacimiento y que tie-
t
nen un índice de error de fechas de entre + 5 por L00 y 10 por 100 (Aitken,
1990, p. 153). Si queremos utilizarlag tendremos que formular las cuestiones
cuya respuesta buscamos y seleccionar las muestras con mucha atención. No
podemos caer en su aplicación rutinaria.
Podemos dividir la producción de un peíodo en una serie de fases (la
más popular es la división en peíodo inicial, medio y final). También pode-
mos utilizar fuentes documentales para fechar la actividad llevada a cabo en
ciertas estructuras, regiones y ciudades y extender esta datación al período de
uso de cualquier cerámica recuperada en ellas. En este trabajo pueden ser-
nos muy útiles los asentamientos militares de cofa duración (Fulford y Hud-
dleston, t99l,p- 43). Siempre que operemos con mucha precaución al inter-
pretar y aplicar las fuentes documentaleg podremos obtener un marco de
confianza para la cronologfa de la cerámica.

AsocrncróN DE EvTDENCTAs

La asociación existente entre la cerámica y otros artefactos fechables nos


proporciona otra fuente potencial de eüdencia. Entre estos objetos,los más
comunes son las monedaq que (cuando podemos fecharlas con seguridad)
nos dan an terminus post quem de la deposición de un conjunto y, con ella,
de la deposición final de cualquier pieza de cerámica que contenga. Sin em-
bargo, la datación de los niveles arqueológicos con monedas no deja de tener
sus dificultades y, a la hora de utilizar estos datos, hay que proceder con mu-
cho cuidado.
El punto clave es el grado de asociación existente entre una vasija y la
evidencia externa que podemos datar. Un ejemplo de esta estrecha asocia-
ción es un tesoro de monedas enterrado en una vasija. A menos de que se
trate de una herencia o de que el tesoro represente los ahorros acumulados
en esa misma vasija durante un largo período, podemos suponer que la fecha
de la vasija y la de las monedas sean muy cercanas, evidencia que puede ayu-
darnos mucho (Bird y Thrner, 1974).Por otra parte, no podemos esperar que
una asociación casual entre una vasija, o un fragmento, y una moneda, en-
contradas ambas en un horizonte del suelo, vaya a proporcionarnos informa-
ción útil. Puede que una de ellag o ambag no sean sino restos residuales
(p. 190), talvez con cientos de años de diferencia.
Entre ambos extremos se sitúa el método de establecer cronologías por
medio de la asociación de la ceriímica con estructuras fechadas En algunas
ocasiones podremos decir que esta asociación es muy clara, como, por ejem-
plo, en el caso de los muelles de Londres (p.213\: la estabilidad de las es-
tructuras de madera, que están fechadag se debía a los depósitos de material
de relleno que se habían acumulado detrás de las mismas y que, por tanto, se-
LA CRONOLOGÍA 215

ían contemporáneos Queda abierta la cuestión de cuánto tiempo hacía que


la cerámica había ido aparar a un vertedero antes de utilizar estos escombros
para rellenar el muelle. La comparación entre las cerámicas que encontra-
mog el grado de fractura (p.203) y el de abrasión (p.2a\ nos ayudará a en-
contrar la respuesta. Podemos establecer un contraste entre esta situación y
otra en que el relleno se haya ido formando lentamente a lo largo de los años.
Por ejemplo, una fecha documentada sobre la excavación del foso de un cas-
tillo no puede decirnos mucho (excepto el terminus post quem) sobre la fe-
cha de la cerámica que encontramos en ese foso.
Cuando no abundan los elementos fechables independientes y hemos de
confiar más en las cadenas de asociaciones en las que apenas si hay eüden-
cias, surgen los problemas de datación de la cerámica. Corremos el peligro de
caer en discusiones interminables, sobre todo cuando intentemos establecer
divisiones cronológicas muy precisas. Ademág por lo general se hacen supo-
siciones (a menudo no explicitadas) a partir de factores tales como el carác-
ter residual del material, cuando serÍamás apropiado hacerio constar en la
lista de preguntas a resolver.

SBnr¡,cróN

Un enfoque más formal es el de intentar o¡dena¡ los conjuntos de tipos


de cerámica basándonos en la coexistencia de unos tipos dentro de los con-
juntog situación más habitual, o de unas características de los tipos Los con-
juntos similareg según los tipos que presentan, pueden proceder de fechas
próximas; y, a la inversa, los tipos que suelen coexistir deberían fecharse en
unos límites parecidos. Podemos describir la existencia de tipos en los con-
juntos basándonos en su presencia/ausencia, tal como hizo Petrie (p.22), o
midiendo sus proporciones (p. 192).
La técnica principal para ordenar conjuntos y tipos de cer¡ímica simultá-
neamente es la «seriación>>. Ya hemos visto que estas técnicas derivan del tra-
bajo hecho por Petrie a finales del siglo xrx. Tanto si se calculan a mano,
como si se recune al uso de un ordenador, pretenden recrear el modelo ideal
de cada tipo, utilizando toda la información disponible'(estratignáfica, por
ejemplo). El principio de concentración de Petrie engloba la idea básica: <«si
la tipología es "cronológicamente importante", y se han ordenado corecta-
mente las tumbas, se verá cómo se ha minimizado la variación de secuencias
de datos para los tipos individuales de forma individual o general» (Kendall,
797t, p. 2L7). Hemos de recordar que Petrie basó su trabajo en la presen-
cia/ausencia de los datos, no en su cuantificación.
Estos datos nos hacen suponer que el uso de cualquier tipo de cerámica
sigue un modelo regular de utilización: aún no se usa en aumento + uso ha-
bitual + disminución del uso + sin uso. La forma exacta de este modelo no
es muy importante, siempre y cuando la utilización no experimente un co-
lapso catastrófrco. No importa si se utilizaba un tipo determinado a princi-
216
ra c¡rufuarce EN AReuEoLocfA

.g
co
o
o
= Apropiado
o
lJ-
LA CRONOLOGIA 217

Tipos
ABCDEFGH 723456789
113000000 I 10050 0 0 0 0 0 0 0
-2 02110000 2 10067452220 0 0 0
01220000 100604026 0 0 0
94 00311000 4 100403620 0 0
ts 00202100
o- 5 100 73 40 18 18
6 00103200 6 100 55 33 t7
7 000013t0 7 100 73 36
8 00000327 8 100 67
9 00000r32 9 100

Ftcun¡. 14.5. Matriz de frecuencias (izquierda), que muestra la cantidad de vasijas


de varios tipos (columnas) presentes en varios contextos, por ejemplo, tumbas. Lama-
triz de similitud correspondiente aparece a la derecha. La matru de frecuencias se
procesa para mostrar las semejanzas entre los contextos en términos de la cantidad
presente'de vasijas de diferentes tipos (100 = semejanza completa,0 = diferencia com-
pleta). Dado que la matriz es simétrica, sólo mostramos la parte superior.

del término «curva en forma de barco de guerra»> causa cierto desconcierto.


Nos han dicho que se debe a:

1. la similitud entre el modelo ideal de la presencia de un solo tipo y el


aspecto de un barco de guerra visto en sección,
2. un supuesto paralelo entre el dibujo de los gráficos de porcentaje en-
negreciendo cuadros sobre papel cuadriculado y el juego infantil de
hundir la flota, en el que las flotas en lucha se representan de la mis-
ma manera.

Las técnicas informáticas, algunas ya a nuestro alcance (Fletcher y Lock,


1991, pp. 145-176) son esenciales a la hora de trabajar con muchos datos,
pero les resulta difícil abarcar las limitaciones externas. Necesitamos encon-
trar una técnica que pueda trabajar con muchos datos y limitaciones serias,
pero no abrumado¡as; la estadística bayesiana podría ser un buen principio
(Buck y Litton, 199L, p. 96). Las técnicas más importantes están basadas en
la manipulación de lamatriz de datos (una matr2 de incidencias sobre la pre-
sencia/ausencia o una mattz de abundancia para los datos cuantificados) o
utilizando una matriz similar que se derive de la primera (véase la figura
14.5). Aun cuando, superficialmente, estos enfoques son muy distintos, se ha
demostrado que, matemáticamente, son idénticos (Kendall, 197L, p. 220).
Desde los años sesenta se viene hablando de los beneficios que nos ha
aportado el uso del análisis de correspondencias como técnica para explorar
y representar datos (Belnzécfi, L973), aunque no tuvo mucho impacto en el
mundo anglosajón hasta la década de los ochenta (Greenacre. 19&t); la ar-
218 LA cER-Á,MIcA EN AReuEoLocÍA

queología británica y norteamericana apenas si lo conoce en la actualidad. Su


ventaja principal es la posibilidad de disponer las filas y las columnas en el
mismo dibujo, por lo que podemos interpretar una en función de la otra.
Existen algunas versiones que recr[ren a la presencia/ausencia de datos (por
ejemplo, el <<modelo C>> en Ihm, 1981) y en las que, durante algún tiempo, se
basaron los programas de seriación. Se ha retrasado el uso de los análisis de
correspondencias para trabajar con datos cuantitativos debido a la necesidad
de que los datos se presenten en forma de frecuencias, aunque este tipo de
aniáüsis sí ha sido posible cuando la cerámica encontrada estaba completa,
como ocurre en los cementerios (Bech, 1988).
No podemos recurrir a la frecuencia de fragmentos o a las vasijas repte-
sentadas pofque, aunque aparentemente son frecuencias, no cumplen los re-
quisitos de independencia y falta de distorsión (p. 19a). El descubrimiento de
la técnica de las «partes del pie» y el uso de pseudofrecuencias superó este
obstáculo (p. 197),lo que nos permite establecer el análisis de correspon-
dencias de los datos cuantificados de forma conveniente. Se han llevado a
cabo algunos an¡ílisis experimentales (pp. 199-200) y sabemos que, en condi-
ciones ideales, una serie cronológica seguirá el trazado de una curva parabó-
lica (Hill, 1974, p.348; Madsen, 1988, p. 24).Ahora estamos empezando a
aprender algo sobre la conducta de los tipos y conjuntos que no concuerdan
con este modelo, por ejemplo, las <<bolsas de restos» y los conjuntos que con-
tienen mucha cerámica residual (véase más adelante), pero hasta que poda-
mos interpretar del todo las desviaciones que presenta el ideal teórico nos
queda mucho por delante.
La aplicación de las técnicas de seriación a los conjuntos de cerámica
cuyo orden está limitado, aunque no determinado, por la estratigrafía ha su-
puesto un problema muy importante parala arqueología urbana, y que ha
sido muy debatido por Crummy y Terry G979) y por Carver (1985). Todos
ellos están de acuerdo en que el problema principal lo presenta el material
residual (material inco¡porado a contextos posteriores a la primera fecha de
deposición, por ejemplo, excavando en pozos de basura). Carver sugiere dos
maneras de superar este obstáculo:

t. clasificar los contextos como «primario" y <<secundario», diferencian-


do los que incluyan material no ¡elacionado con la formación o uso
del contexto y los que no lo hagan;
2. basarse en los contextos primarios.

Define el <<punto de desvánecimiento» de un tipo como el primer con-


texto de la secuencia primaria en que no lo encontramos, y todas las apari-
ciones posteriores son residuales. Este enfoque corre el riesgo de esta¡ so-
metido a discusiones eternas que no se resuelvan nunca, a menos que
podamos asegurarnos de cuáles son los contextos primarios. Otro problema
que presenta es la dificultad de garurrtizzr sl ¡amaño de la muestra y la va-
riación funcional entre los conjuntos procedentes de contextos primarios.
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Frcune 14.6. Ejemplos de diagramas de seriación o seriogramas Los valores del 1 por 1(X) se representan por medio de una lfnea conti-
nua, y para aquellos inferiores a 1 por 1ü), por una línea discontinua. Las presencias (o sea, fragmentos de medida cero) se muestran por
medio de una línea de puntos (según Perrin, 1990).
220 LA cERr(MrcA EN AReuEoLocíA

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Frcunn 14.7. Ordenación unidimensional de los conjuntos del yacimiento de Nea-


tham, utilizando un análisis de escalas multidimensionales (según Millett y Graham,
1e86).

Crummy y Terry (7979,pp.54-55) hacen algunas sugerencias para lo que de-


nominan contextos de <<clase L», pero advirtiendo que no son muy numero-
sos en los yacimientos urbanos; en cambio, Millett y Graham (1986, p. 9) ad-
miten que no serían capaces de distinguir dichos contextos. P¡eferimos basar
nuestro enfoque en la comparación entre los pariámetros de los distintos ti-
pos de un conjunto, por ejemplo, su fiacturabilidad o su estado de abrasión
@.2a\.
Carver (1985, p. 360) da un paso más y discute cómo se puede interpre-
tar el diagrama de seriación (o ..seriograma», véase la figura 14.6; véase Pe-
rrin, L990) basándose en el desarrollo de un yacimiento con características
que denotan una ocupación estable e intensa, nivelado (extrayendo los de-
pósitos) y acumulación (añadiendo depósitos). Aunque es valioso, parece
contener supuestos implícitos acerca de la regularidad en la introducción de
nuevos tipos, por lo que se debería usar con cautela.
La seriación automática genera un orden que no tiene por qué ser cro-
nológico; existen otros factores, como la proximidad geográfica, la función o
el estatus, que pueden dar lugar a un modelo similar. Como siempre, hay que
interpretar el análisis en términos arqueológicos. Aunque sospechemos la po-
sibilidad de un orden cronológico, no podemos deducir la dirección ni el por-
centaje del paso del tiempo basándonos tan sólo en la tabla. No podemos su-
poner que vaya a haber marcadores cronológicos (como la introducción de
nuevos tipos) a intervalos regulares. En cualquier caso, hemos de combinar
el estudio formal con la comprensión de la cerámica de que disponemog ba-
sada en combinar los estudios de procedencia con los datos cuantificados.
Entretanto, se siguen investigando enfoques más analíticos en torno a la
seriación (Laxton, L976,1987;Laxton y Restorick, 1989). Parece muy posible
que, en el futuro, nuestro trabajo se base en la combinación de ambos enfo-
ques, el exploratorio y el más analítico.
LA CRONOLOGIA 227

50 100 15lJ 2w 250 300 350 .ür¿[frd.c


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3
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Platos

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12-

21
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Jarras 27

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'ras de
nacenamiento ' 32-

Vasos

Botellas gl

Flounl 14.8. Datación de las formas principales de la cerámica de Alice Holt en Nea-
tham, basada en la seriación (según Millett, 7979c).

LJN nsruoro DE cASo

Vamos a estuüar el informe de Millett (1979c) sobre veintidós conjuntos


estratificados de cerámica procedentes de la pequeña ciudad britano-romana
de Neatham, en Hampshire, y datados entre c.75 y el siglo v d.C. (Millett y
Graham, 1986). Utilizando frecuencias de fragmentos de los bordes se defi-
nieron los coeficientes de similitud entre pares de conjuntog recurriéndose a
una escala multidimensional (MDSCAL; véase Doran y Hodson, 1V15, pp.
2I3-2L6) para establecer una ordenación unidimensional (véase la figura
222 LA cERÁMrcA EN AReuEoLocíA

14.7). Tlrvo en cuenta el problema que supone la cerámica residual, diciendo


que existía la posibilidad de que hubiese situado algunos tipos primitivos en
una época posterior a la real. Desde nuestro punto de vista, también puede
haber sucedido lo contrario: la presencia de un tipo ta¡dío en un conjunto
que, en su mayor parte, consta de material residual, haría que éste pareciese
más antiguo de lo que es. Esto podría explicar la escasez de tipos nuevos a
partir del200 d.C. (véase la figura 1a.8) y el inicio de unos tipog que creía-
mos procedentes del280 d.C., un siglo antes (por ejemplo, boles con rebor-
de y grandes recipientes con el borde en forma de anzuelo).

RnsuunN

La cronología tiene mucha importancia en el pensamiento arqueológico,


y no pretendemos decir lo contrario. Cuando intentamos comprender facto-
res como el comercio, la economía, Ia función, etc., es importante dejar claro
si estamos trabajando con sistemas contemporáneos, con una secuencia de
sistemas o con un modelo cronológico algo más complicado. Sin embargo, a
menudo solemos oír como alguien dice: <<sólo utilizo esa vasija para estable-
cer una fecho> o, con mucha más frecuencia, «limítate a darme las fechas»,
comentarios que ignoran información vital y que infravaloran el material.
Las fechas de la cerámica deberían basarse en la apreciación y la compren-
sión de las variaciones existentes entre los conjuntos y no en las excentrici-
dades de ciertas vasijas. Antes de formular una fecha hay que estudiar, y en
ciertos casos eliminar, cualquier factor que pueda causar ese tipo de varia-
ción. Tiene que haber una interacción constante entre los modelos del co-
mercio,las fuenteq los procesos de formación de los yacimientog la función
y la cronología. No podemos poner a esta última en un casillero aparte; es
uno más de los factores que controlan la variación dentro de los yacimientos
y entre ellos, y no puede ser estudiado sin los otros.
15. LA PRODUCCIÓN
Y LA DISTRIBUCIÓN

Cuando nos planteamos la importancia de un conjunto procedente de un


yacimiento concreto, nos enfrentamos al problema de situarlo en un contex-
to más amplio. Es lógico que comparemos el conjunto de dicho yacimiento
con otros, procedentes de yacimientos contemporáneos y que se encuentran
en los alrededores, o, incluso, un poco más allá; es al realizar esta compara-
ción cuando advertimos las dificultades que entraña interpretar la evidencia
distribucional.

¿QuÉ INronrrmcróN coNTTENE r,a orsrnrsucróN?

Al constatar la existencia de los mismos tipos de cerámica en yacimien-


tos distintos, estamos dando primer paso en la tarea de compilar mapas de
el
distribución, aun cuando el resultado de este trabajo sea muy irregular.
Cuando los tipos que recoge el mapa se encuadran dentro del mismo estilo
general, pero no están hechos de la misma pasta, lo que representa el mapa
es un área-donde se utilizan ciertos tipos, pero, en sí, no aporta más informa-
ción sobre la fuente o fuentes, salvo que es más probable que se encuentren
dentro del área de distribución conocida que fuera de ella.
Sin embargo, cuando podemos demostrar que los objetos localizados en
el mapa están hechos de la misma pasta, y que ésta proviene de una fuente
muy concreta (mediante las técnicas de análisis que describíamos en las
pp. L52-172), el mapa de distribución representa, en cierta manera, el movi-
rñiento físico de la cerámica. La fuente estará determinada bien por la pre-
sencia de un yacimiento con horno, que suele dibujarse junto a la localización
de los hallazgos (el sÍmbolo más frecuente es el rombo), bien por el aflora-
miento geológico del que proviene el desgrasante o la a¡cilla. La demarca-
ción de dicho afloramiento y la localización de los hallazgos nos servirá de
ayuda a la hora de inte¡pretar la distribución (Peacock, L969, figura 2; véase la
figura 15.1). Si el objetivo del estudio del arqueólogo son las cuestiones de
la economía y el abastecimiento, le serán mucho más rltiles los mapas en los
que se indica la distribución de los objetos procedentes de fuentes conocidaq
224 LA CERÁMICA EN ARQUEoLoGÍA

GRUPO 1

GRUPO 5

Flcune 15.1. Mapa que muestra la distribución de seis grupos de cerámica tipo
Glastonbury. Las zonas punteadas corresponden a los afloramientos geológicos aso-
ciados (Peacock, 1969, frg. 2).

que aquellos en los que se indica la distribución de tipos procedentes de una


fuente desconocida. Si no conocemos la procedencia del objeto, los métodos
más potentes de análisis distribucional no nos resultarán de mucha ayuda.
Cuando nos planteamos los problemas concretos que presentan el co-
mercio y el transporte de cerámica, hay que tener en cuenta tres factores. A
pesar de las evidencias sobre el transporte de cerámica que nos proporciona
el registro arqueológico, transporte que puede recofrer largas distancias y, en
ocasioneg realizarse en grandes cantidadeg las fuentes escritas contemporá-
neas (en el caso de las sociedades con escritura) no suelen mencionar el
tema. Para ciertas áreas y períodoq como la época medieval en Inglaterra,
podemos imaginar el carácter general del comercio de cerámica gracias a los
registros de entrada y salida de los puertog así como a otros documentos si-
LA pRoDUCCTóN v r¡r orsrnrcucróN 225

milares, que citan la cantidad, la procedencia y los precios de los materiales


introducidos (Le Patourel, 1983), pero en otros casos apenas encontramos
documentación contemporánea (véase Cockle, 1.98L, como ejemplo de un
documento único sobre el período romano). Por ejemplo, se encuentran muy
pocas referencias sobre el comercio a gran escala de vajillas finas durante el
peíodo romano. Una razón podría ser que el comercio de cerámica es, en
parte, <<parasitario» de los movimientos a gran escala de otro tipo de pro-
ductos. Por eso, la presencia de una gran cantidad de cerámica procedente de
un área puede indicar, en ocasiones, el comercio de otros materiales, quizás
de productos agrícolas u otros bienes que no se hayan conservado en el re-
gistro arqueológico. La cetámica sirve, por consiguiente, de indicador del
movimiento de otros bienes o, incluso, de personas.
El segundo rasgo que tenemos que tener en cuenta cuando procedemos
a interpretar la distribución de la cerámica es su función como recipiente de
otros productos, especialmente, de productos agrícolas. En el mundo greco-
rromano no se transportaban ánforas por la sola razón de hacerlo, sino por-
que los objetos que contenían eran importantes: vino, aceite o garo.
Este tipo de distribuciones pone en relación las áreas de producción con
las ií¡eas de consumo; en estas últimag la aparición de estos materiales pue-
de tener consecuencias en otros aspectos de la conducta, como los hábitos cu-
linarios o de bebida. Éstos, a su vez, pueden provocar la necesidad de otros
artículos, como vasijas especiales para beber o servir la comida, que podrán
ser de cerámica o de otros materiales Por esta ¡azón buscaremos un conjUn-
to de objetos, un servicio, como parte de la explicación subyacente de la apa-
rición de sus componentes individuales
Pasando a la interpretación de la evidencia distributiva, podemos exami-
nar los datos desde dos enfgques distintos. El sistema tradicional consiste en
ir señalando gráficamente los hallazgos de tipos, y proceder a partir de ello.
A medida que se acumulan evidencias sobre la histo¡ia y la fuente de los ti-
pos cerámicos, podemos determinar las fuentes de la cerámica recuperada en
un yacimiento y trazalr mapas sobre el suministro de cerámica. Si utilizamos
ambos tipos de mapas (como explicamos más adelante), podremos compren-
der con más profundidad el suministro de cerámica y los sistemas de distri-
bución que encontramos en la región que queremos investigar.

DrsrnrsucróN DE Tlpos DE ARTEFACTos

Los mapas de distribución ocupan un lugar importante en la arqueología;


a lo largo de los años, se ha avanzado mucho en la práctica de compilar dis-
tribuciones de tipos de cer¡ímica e interpretarlos (Abercromby, 1904). Pode-
mos distinguir tres tipos de mapas, los cuales pueden ordenarse jerárquica-
mente ofreciendo, cada uno, más información que el anterior. Los mapas de
distribución más simples son los que se limitan a situar hallazgos puntualeg
talvez sobre un mapa básico con indicaciones de la topografía, los sistemas
226 LA cERíMrcA EN AReuEoLocÍA

viarios, las ciudadeg etc. Siempre y cuando tengamos en cuenta sus limita-
ciones, estos mapas proporcionan un resumen valioso de la extensión global
de la distribución de un tipo, convirtiéndose en la primera etapa de su estu-
dio. Los mapas de hallazgos puntuales son muy adecuados para compilar la
inforrración procedente de publicaciones Indican la presencia de un objeto
en un yacimiento y, en parte, constituyen un índice o indicador de más infor-
mación. Sin embargo, no nos informan sobre la abundancia relativa de un
tipo, y cada uno de los puntos tiene el mismo peso dentro del mapa; de todos
modog la densidad de puntos situados en un área dada nos puede resultar
muy útil en el caso de que estemos trabajando oon un mapa en el que se re-
fleje una sola pasta, procedente de una fuente única, esperarlamos que en el
área más próxima a la fuente aumentase la densidad de yacimientos y que, al
alejarnos de ésta, decreciera dicha densidad. Si recur¡imos al uso de la técni-
ca de <<genenlizaclÓn de retículados» (Orton, 1980, pp. L24-L3O; Hodder y
Orton, Ly76), podremos t¡azan un sencillo <<mapa de curvas de niveb> a par-
tir de los datos sobre la densidad de yacimientos del tipo estudiado.
El segundo tipo de mapa de distribución incluye un elemento cuantitati-
vo relacionado con los puntos de localización. Se puede escribir la cifra den-
tro del mapa, junto al punto correspondiente; fijar intervalos numéricos (1-9,
10-19,20-29, etc.), cada uno representado por un símbolo distinto, o emplear
un mismo símbolo cambiándolo de tamaño para indicar el número de obje-
tos encontrados en un yacimiento (figura 15.2). Aunque este tipo de mapas
supone un avance sobre la mera representación de hallazgos mediante pun-
tog hay que tener mucho cuidado a la hora de interpretarlos. Aunque pode-
mos indicar la frecuencia de objetos, no obtendremos ninguna información
sobre el porcentaje que representa dentro del conjunto: cinco ejemplares en
un conjunto de veinte vasijas nos contarán una historia muy diferente a la
que nos contaían cinco ejemplares procedentes de un conjunto de dos mil.
Este tipo de mapas suelen <<sobrerrepresentaD) aquellos yacimientos que tie-
nen tras de sí una larga historia de excavaciones y publicaciones: puede que
haya una cantidad considerable de ejemplares de un tipo y, aun así, que tan
sólo constituyan un porcentaje reducido del conjunto. Siempre hay que in-
terpretaf estos mapas alahtz de los conocimientos arqueológicos. Una ven-
taja adicional sobre los mapas con la localización de los hallazgos es que re-
cogen los yacimientos adecuados en donde el tipo está ausente, para lo cual
se utiliza un símbolo que equivale al número <<cero)>; por <<adecuados» se en-
tienden los yacimientos que se consideran contemporáneos al tipo en cues-
tión. Las cifras siguen siendo importantes: la ausencia en un conjunto pe-
queño es menos importante que la ausencia en un conjunto grande. En este
tipo de (<mapas de frecuencias>> suele ser difícil compilar la información pro-
cedente de publicaciones; no es habitual encontrar catiílogos que hablen de
la mayoúa de los yacimientos y el hecho de introducir frecuencias suscita
muchos problemag que se agtdizaún al trabajar con el mapa que explicare-
mos a continuación.
El mapa de distribución cuantitativa, el más avanzado de los tres, mues-
LA PRODUCCION Y LA DISTRIBUCION 227

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O Fragmontos s¡mples presontos


O 1-5 fiag. con deorción olamprda a rcdillo
O elo frag. on dmrc¡ón strmprd! a rcd¡llo
O tl-2otrag. *n ¿*hción sstempada a mdillo
! Mar O. trrg, .on dtroración etampsda a rod¡llo
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0 100 m¡llas

Ftcunl 15.2. Distribución de la cerámica romana tardía de Argonne. La cantidad


de fragmentos en cada yacimiento aparece representada por medio de símbolos de
distinto tamaño (Fulford, 1977, frg 7).

tra <<slmbolos>> que representan la proporción del conjunto que constituye el


tipo estudiado. Una vez más, con símbolos de distinto tamaño se pueden ex-
presar intervalos diferentes (<5 por 100, <L0 por 1(X), <?.O por 100, <50 por
100, etc.) o el nismo símbolo puede representar un gráfico de sectores (figu-
ra 2.1). Queda clara la necesidad de un método de cuantificación estándar
(véanse las pp. 190-191).
Podemos t¡azar el mapa de distribución cuantitativa de forma que res-
ponda a varias cuestiones. Si utilizamos el símbolo del grrífico de sectoreg po-
228 LA cER(MrcA EN AReuEoLocfA

dremos indicar en un solo mapa la presencia de más de un tipo sombreando


o coloreando cada grupo de forma distinta. Los valores señalados en el mapa
no tienen por qué representar las proporciones encontradas del tipo en cues-
tión en todo el conjunto. Puede que tengamos que hacer que la pasta de una
vajilla represente a todas las vajillas, que un cacharro de cocina represente a
todos los cacharros de cocina o que tengamos que citar a todas las ánforas en
un solo gfupo, o que señalemos todas las variedades de una clase de cerámi-
ca. Puede que también tengamos que limitarnos a indicar las proporciones
relativas de dos tipos quizás de dos hornos distintos sólo uno
-producto
de ellos refleja la relación entre ambos. -si
Es casi imposible elaborar un mapa de distribución cuantitativa a partir
de los datos que aparecen en las publicaciones arqueológicas, ya que muy po-
cas memorias de excavación proporcionan la información necesaria. Aunque
considerásemos apropiada la medida de <<vasijas representadas>>, apenas en-
contraremos informes que nos den esa información, por lo que habremos de
limitarnos a ¡ealizar c¡ílculos aproximados a partir de las ilustraciones y los
comentarios incluidas en el texto.
Si dispusiéramos de esos datos cuantitativos, podríamos procesarlos de
muchas maneras. Quizás la más útil sea la curva de decrecimiento, para la
que debemos conocer la fuente del tipo. La aplicación clásica del análisis
de regresión es la distribución de la cerámica romano-britana procedente de
Oxfordshire (Fulford y Hodder, L974).La recta de regresión inicial calcula-
da para los productos de Oxfordshire, en treinta yacimientoq no concordaba
con los datos. Los resultados significativos se conseguían separando los yaci-
mientos en dos grupos: aquellos a los que se llegaba mejor por vía fluvial y
aquellos a los que se podía llegar por tierra. Se calcularon dos nuevas rectas
de regresión que concordaban mejor con los datos obtenidos (véase la figu-
ra 15.3). De esta forma, los datos cuantificados nos permiten formular una
explicación sobre el mecanismo en que se basa el proceso de distribución. Es
interesante señalar que la cuantificación de estos datos se obtuvo calculando
la frecuencia de fragmentog el <<denominador común más bajo» de todos los
yacimientos incluidos en el estudio. Esto significa que por evidentes que sean
las grandes tendencias, hay que tomar muchas precauciones al interpretar los
datos procedentes de cualquier yacimiento (véase la p. 194).

LAS FUENTES DE ABASTECIMIENTO DE UN YACIMIENTO

Se puede complementar las distribuciones hechas desde el punto de vis-


ta del productor con las compiladas desde el punto de vista del consumidor.
En este caso, se divide por grupos el conjunto de cerámicas de un yacimien-
to, asignándolos a una fuente de procedencia diferente, que se señalan sobre
el mapa. El modo más sencillo es marcar los yacimientos correspondientes a
las fuentes de abastecimiento mediante un símbolo, indicando talvez el tipo
de cerámica producido. Estos mapas pueden servir para diversos propósitos
LA PRODUCCION Y LA DISTRIBUCION 229

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Frcune 15.3. Análisis de regresión de la cerámica de Oxfordshire. Una recta única


no se ajusta a los datos con propiedad; el ajuste mejora cuando se analizan por sepa-
rado loi yacimientos que son accesibles por vía fluüal (círculos rellenos) (Fulford y
Hodder, 1974, fi5.3).

que resistir

ilT#l::
Sólo se puede identificar los mecanismos responsables del proceso de distri-
bución si examinamos datos a una escala mayor que la pfesentada por un
único yacimiento.
Un enfoque más refinado de los mapas de las fuentes de abastecimiento
exige el uso de datos cuantitativos. Habitualmente, el tamaño del símbolo de
la fuente refleja el porcentaje del conjunto suministrado a un yacimiento de
Equivalentes de vasijas N)
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232 LA cER(MrcA EN ARer.rEoLocíA

destino. Cuando sea factible, se puede dividir el conjunto de destino por pe-
ríodos y dibujar cuál ha sido la fuente de abastecimiento de cada uno de ellos.
Going ha elaborado un conjunto de mapas que ilustran el abastecimiento de
cerámica en Chelmsford durante el período romano (Going, 1987, figuras 52-
59; véase la figura 15.4). Si observamos la secuencia de mapas, se puede com-
probar el cambio de patrones de abastecimiento. Para lograr este y otros ob-
jetivog es básico cuantificar el conjunto entero para ofrecer un cuadro
completo del abastecimiento de cerámica.
Cuando se hayan realizado suficientes análisis como éste, podremos em-
pezar a examinar las diferencias en los patrones de abastecimiento entre los
yacimientos contemporáneos de una misma área.Podríamos esperar que los
distintos tipos de yacimientos obtengan sus cerámicas de fuentes distintas,
dependiendo de factores tales como el estatus social, la ocupación, la rique-
za, etc., de sus habitantes Algunos tipos de yacimientos pueden haber teni-
do acceso preferente a ciertos productos, pero estos patrones sólo traslucirán
cuando estén basados en un an¿ílisis más amplio: no hay que extrapolarlos a
partir de una o dos observaciones.

IonNrrrrclclóN pn, rl FUENTE A pARTIR on rl »rsrnr¡uclóN

Existe un aspecto concreto del análisis de la distribución que tenemos


que estudiar con más atención: la identificación de las áreas de proceden-
cia posibles de los tipos de cerámica partiendo sólo de la evidencia de la dis-
tribución, en ausencia de yacimientos productores o de cualquier otra indi-
cación de la fuente.
Si seguimos el modelo básico de distribución desde un punto central, po-
demos suponer que las concentraciones más altas estarán en los puntos más
cercanos a la fuente y que observaremos una curva de decrecimiento en to-
das las direcciones. Podemos encontrar tres tipos de <<concentraciones»:

1. Aumento de la proporción de yacimisrilo5 con el producto.


2. Aumento de la proporción del producto en esos yacimientos.
3. Aumento de la diversidad de tipos en esos yacimientos.

El problema es que casi nunca obtenemos un cuadro ideal, puesto que


muchos factores lo alteran. Thl y como veíamos antes, puede intervenir Ia to-
pografía. Si el transporte se ha realizado por río o por mar y no por tierra, el
modelo cambiará, mostrando la ventaja de unos sobre otros.
También nos podemos encontrar con modelos más complejos. Algunos
tipos de distribución apuntan a ciertos grupos de consumidoreE por ejemplo,
poblaciones militares acuarteladas en zonas fronterizas, grandes ciudades o
puertos y, especialmente, regiones de paso. El estudio de la cerámica roma-
na ofrece muchos ejemplos. Se puede seguir la distribución de la tinaja de
aceite de oliva de forma globular procedente de la Bética, a lo largo de la cos-
LA pRoDUCCTóN y r¡. »rsrnrsucró¡ 233

ta norte del Mediterráneo, desde España, atravesando Francia e Italia, su-


biendo por el valle del Ródano y, especialmente, a lo largo del Rin, ya que
en aquella época había allí guarniciones establecidas de forma permanente
(Colls et al., L977 , p. L36, figura 53). Sin embargo, no podemos encontrar este
tipo en el norte de España, ni en el oeste ni el norte de Francia. También he-
mos visto casos en los que en un mismo centro se producen vasijas de distin-
tas formas para distintos mercados regionales, y sólo se distribuyen en esas
áreas. Existe un ejemplo moderno que nos lo explica mejor. Desde mediados
del siglo xx los ceramistas de Agost, cerca de Alicante, fabricaban botijos
con una arcilla blanca local. Cuando aumentaron la producción, captaron
mercados situados en otras regiones de España, pero también en Francia y el
norte de Átrica. Para cada región fabricaban un tipo de botijo ligeramente
distinto (Mossman y Selsor, 1988, pp. 2L9-220, figura 4), diferentes sólo en la
forma del cuerpo, la de los caños y en otros pequeños detalles Este modelo
aparecía en el registro arqueológico como una serie de distribuciones distin-
tas, pero relacionadas por el uso de la misma pasta. No deja de ser intere-
sante que en el norte de Africa se siga utilizando el botijo (pero hoy en día
lo fabrican allí mismo elr-vez de importarlo de Agost), aunque sigan llamán-
dolo «botella española>.
16. CONJUNTOS Y YACIMIENTOS

Vamos a estudiar primero algunas cuestiones teóricas que tratan de la


formación de los depósitos arqueológicos y de los conjuntos de ceriímica que
contienen. Luego examinaremos uno de los factores miás impofantes que ri-
gen la relación entre la cerámica en uso y la recuperada en los contextos ar-
queológicos: el ciclo de uso o duración prevista del material. Seguidamente
nos referiremos al valor de las conexiones entre los fragmentos de cada con-
texto, de la cerámica que recuperamos en las prospecciones y del papel que
ocupa la cuantificación en el examen de los procesos de formación de los ya-
cimientos arqueológicos.

Dunecrór.¡ on rn crnf.urce

Los etnógrafos y otros estudiosos que detallan los tipos de cerámica en


uso en los entornos domésticos, han compilado un pequeño e interesante
conjunto de «datos cerámicos», al que han recurrido los arqueólogos para in-
terpretar los conjuntos (Kramer, 1985, pp. 82-92).
El más útil de estos estudios nos proporciona una lista o inventario que
detalla los tipos y cantidad de vasijas en uso en cada pueblo, complejo o casa,
así como su edad y, a parttr de ésta, calcula la «esperanza de vida» de vasijas
con distinta forma y función. Existe un antiguo análisis de Foster (1960) so-
bre la durabilidad de los materiales cerámicos de Tzintzuntzan (México), que
identifica cinco factores básicos que determinan las posibilidades de rotura:

1. la resistencia básica de la vasija,


2. la función de la vasija: su uso como recipiente de cocina, jarra de
agua, jarra para almacenar, etc.,
3. la forma de utilizarla, por ejemplo, el tipo de fogón,
4. el contexto de uso: el cuidado que haya tenido el usuario, Ias activi-
dades de los niños, los animales, etc.,
5. el coste de la vasija.

Se ha establecido la duración media de los cacharros cerámicos de coci-


na utilizados diariamente en Tzintzuntzan et torno a un año, aunque los re-
CONJUNTOS Y YACIMIENTOS 235

cipientes para almacenar duraban bastante más. El estudio también mencio-


na la <<increíble cantidad de roturas causadas por gatos, pollog perros y
cerdos al golpear o volcar las vasija» (Foster, 79ñ,p.608). En el caso de los
kalinga, en Filipinas, los perros son los causantes del 10 por 100 de las rotu-
ras (Longacre,1985, p.34L, figura 136). Estos datos nos demuestran que un
conjunto arqueológico no depende tan sólo de la actividad humana.
El estudio de Bedaux y Van der Waals (1987, pp. LaL-M6) sobre la cerá-
mica utilizada por los dogon, en Mali, presenta un cuadro muy parecido.
También aqui los recipientes que entran en contacto diario con el fuego o
que se trasladan con frecuencia, son los que duran menos; los que no han te-
nido que soportar el calor y apenas son movidog son los que tienen una du-
ración más larga. En este caso, la distribución de edad de la ceriímicavaía
entre los distintos pueblos y complejos, posiblemente en razón de si el yaci-
miento es o no el productor. Se cree que los establecimientos que no fabri-
caban cerámica, eran los que la manejaban con más cuidado; parece que tam-
bién se observan diferencias en la distribución de edad de la cer¡ímica del
mismo tipo, aunque fabricada por un ceramista distinto.
David (1972) muestra con cifras la esperanza de vida de la cer¡ímica fu-
lani, de Camerún. El conjunto del material cerámico está dividido en seis cla-
ses de vasijas (cuencog cacharros de cocina medianos y gran-
des-, vasijas para almacenar y <<otros»), para -pequeñoq
cada una de las cuales se ha
calculado el promedio de edad (véase el cuadro 16.1).
Si partimos del nrimero de vasijas en uso procedentes de un conjunto es-
tudiado etnográficamente, podremos predecir mediante una sencilla fórmula
el número de vasijas de cada tipo que encontraremos rotas (suponemos que
descartadas) en peíodos de un año, cinco, diez, etc., ya que lo lógico es que
intentasen reponerlas y tener siempre el mismo número de vasijas. A partir
del cálculo de la esperatza de vida de las vasijas fulani realizado por David,
DeBoer (1y74, p.338, cuadro 1) nos presenta un cuadro que ilustra las pro-
porciones de los tipos en estos conjuntos <<de¡ivados» (véase la figura 16.1).
Tal como esperábamos, las proporciones de los conjuntos <<derivados» o acu-
mulados no sólo reflejan elcaráctq del conjunto original, sino también el ín-
dice de rotura de cada tipo, por lo que aparecen sobrerrepresentados los que
se rompen con más frecuencia.
Si combinamos estos datos con la información que ya teníamos sobre el
tipo de vasijas con más posibilidades de fracturarse, nos encontramos con
que los tipos más representados en el registro arqueológico serán los cacha-
rros de cocina y las vajillag especialmente al compararlos con el conjunto
.<vivo>>, donde estarían menos representados las grandes jarras de almacena-
'miento que apenas se mueven y los objetos de mayor valor. Las vasijas que
tienen por función principal servir de envase o contenedor de comestibles
son las que tienen una duración más corta; en algunos casos, pueden llegar a
dominar el conjunto. Incluso hoy en día por una casa pasan más botellas de
vino y botes de mermelada que cacharros de cocina. Contribuirá al ca¡ácter
de los conjuntos arqueológicos el hecho de que las vasijas pueden no ser re-
236 LA cERÁMrcA EN AReuEoLocÍA

Cu¡,ono 16.1. Esperanza de vida de la cerámica fulani (en Camerún).

Tipo Capacidad aproximada Promedio de edad


(litros) (años)

Cuencos 7-2 2,7


Cacharros de cocina pequeños 3-5 2,7
Cacharros de cocina medianos 7-r0 2,5
Cacharros de cocina grandes t5-20 t0,2
Almacenamiento 40-46 12,5
Otros 4,2

Fu¡rrr¡: David,1972.

puestas o puedan ser recicladas, lo que complicará aún más el relacionarlas


con la actividad de la que provengan. Ocasionalmente se parte del supuesto
de que las diferencias entre los conjuntos son un reflejo exacto de las dife-
rencias entre los conjuntos en uso encontrados en un yacimiento, lo que sim-
plifica demasiado el problema. Tenemos que distinguir dos aspectos del con-
junto de cerámica: por un lado, el carácter de un conjunto en uso, cuya
composición y tamaño podrían ser el resultado de factores como la función o
el estatus, y, por el otro, el conjunto total de vasijas descartadas en un yaci-
miento, que refleja los distintos tipos utilizados y sus índices de deshecho y
reposición.

CoN¡xroNrs ENTRE Los FRAGMENTos

Con mucha frecuencia hemos encontrado partes de una misma vasija en


distintos contextos de un yacimiento, es decir, que los contextos están unidos
por fragmentos que pertenecen al mismo recipiente, y, lógicamente, deseare-
mos utilizar esta información.
Creemos que, en la mayoría de los casoq resulta muy difícil hacer un es-
tudio cuantitativo de este tipo de <<conexiones>> entre fragmentos. Para reali-
zar cualquier investigación de este tipo tendríamos que estar seguros de que
hemos encontrado todos (o casi todos) los fragmentos de una misma vasija.
Los recursos necesarios para obtener esta información del menor yacimien-
to posible, supondrían tanto espacio y tiempo que incluso sus más fervorosos
entusiastas admiten que <<apenas sí podríamos asignar cada fragmento en-
contrado en un grupo o en un depósito a una vasija, por lo que habrá que
descartar fragmentos en la mayoría de los casos>) (Moorhouse, L986, p. 88).
Esto significa que la evidencia con la que trabajamos, por mucha calidad que
tenga, siempre será muy subjetiva, resultando muy difícil de interpretar a no
ser que nuestro yacimiento sea atípico (por ejemplo, Devil's Ditch,
p. 204); o bien que aceptemos interpretaciones expuestas en términos muy
generales (véase más adelante).
CONJUNTOS Y YACIMIENTOS 237

100

90

€80
o
f
E70
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.ic 60
o
Eso
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o
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Eoo
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10

0
0102o30,m506070&)90tOo
Porcentaje en un conjunto vivo

FIcunq, 16.1. Efecto de las distintas esperanzas de vida sobre la naturaleza del con-
junto arqueológico. Cada curva demuesta la relación entre las proporciones de un
tipo en un conjunto «vivo» y otro «muerto», donde la esperanza de vida es mayor
(x 2, x 4, x 8) o menor (x 12, x ll4, x 1/8) que la del resto del conjunto.

Podemos dividir el estudio del problema en dos partes. En primer lugar,


hay que plantearse qué es lo que realmente representan las conexiones entre
los fragmentos en las distintas circunstancias en las que aparecen; a conti-
nuación habrá que reconocer dichas conexiones y presentar los datos de ma-
nera que no seamos los únicos que podamos utilizarlos.

¿A que se deben las conexiones entre los fragmentos?

En algunos casos la existencia de conexiones entre los fragmentos se


debe a que han sido excavados y clasificados en miás de una sección. Puede
que'un solo contexto englobe más de un área de excavación, por lo que en-
contraremos su contenido en varias de ellas, o que, por alguna otrarazón,ha-
yamos tenido que excavarlo en bloques o áreas Resulta lógico suponer que
encontraremos conexiones de este trpq que hab¡án de ser eliminadas antes
de estudiar las conexiones que podamos encontrar entre las unidades estra-
tigráficas
El resto de conexiones posibles se dividen en tres modalidades: en el pri-
238 LA CER(MICA EN ARQUEOLOGíA

o843

^[4]

FIcune 16.2. Distribución de las conexiones entre fragmentos en Sandal Castle


(Yorkshire occidental). Los números en el plano se refieren a la cantidad de frag-
mentos encontrados en cada ubicación (Moorhouse 1983, fig. 63 [C]: recipientes en
conexión con la primera ocupación de los edificios de piedra del castillo en el nivel 5
de la zanja de la barbacana).

mer caso, las conexiones entre los contextos de deposición nos indican que
éstos han resultado de una sucesión de acciones apenas espaciadas en el
tiempo; en el segundo caso, se pueden apreciar ciertas distorsiones en el ma-
terial de los niveles existentes, con lo que queda en un punto más alto de la
estratigrafía; y, por último, existe la posibilidad de que las distintas partes de
una misma vasija hayan tenido una historia diferente, y que tras la fragmen-
tación unas se hayan seguido usando por más tiempo que otras
Podemos excavar y registrar separadamente la serie de niveles de vertido
que aparecen en un pozo, pero debemos tener en cuenta que esos niveles re-
presentarán probablemente una secuencia de acciones muy poco espaciadas
entre ellas, como cuando se echa a paladas la basura acumulada a una fosa. En
este caso encontraremos fragmentos que nos enlazarán los distintos contextos,
fragmentos que tendremos que alatllzar antes de seguir excavando. Su identi-
ficación nos ayudará a interpretar la secuencia del yacimiento. Gracias a ellog
podremos demostrar la posibilidad de que hubiesen varias áreas de actividad
en funcionamiento al mismo tiempo, o pueden ayudarnos a explicar una se-
cuencia de actividades de acumulación y de nivelado. Este sistema fue aplica-
do en Sandal Castle, al oeste de Yorkshire (Moorhouse, L983; figura 16.2),
aunque el autor dijo que el trabajo «depende de un método de cuantificación
de la cer¡ámica basado en la vasija individual, en el que se reúnen todos los
fragmentos o las piezas procedentes de la misma vasija» (Moorhouse, 1986,
pp. 85-86). Más adelante discutiremos si es posible seguir estas instrucciones
CONJUNTOS Y YACIMIENTOS 239

Puede que la conexión entre fragmentos más común sea aquella donde
unas partes de la vasija se han movido y redepositado en niveles situados por
encima. Este tipo de'fragmentos se consideran <.residuales>> en el nivel al que
van a paraf, y aportan información sobre fases de actividad anteriores que ha-
yan sucedido en el mismo yacimiento.
La última categoía de conexión entre fragmentos es aquella en la que
partes de una misma vasija quedan incorporadas al depósito arqueológico en
épocas distintag lo que refleja un uso diferente. Existe la posibilidad de que
mientras se sigan utilizando algunas partes de la vasija rota, otras se descar-
ten. Por ejemplo, el borde, üaavez roto, ya no tendrá valor alguno, pero la
base puede arreglarse y volver a utiliza¡se, lo mismo que podemos descartar
las asas rotas pero seguir usando el resto de la vasija. En algunos casos, este
tipo de procesos serán perceptibles.

Reconocimicnto y presentación de las conexiones entre los fragmentos

En bastantes ci¡cunstancias, será posible reconocer todas las vasijas indi-


viduales del contexto, siempre y cuando éste sea de tamaño reducido, si agru-
pamos todos los fragmentos que proceden de una misma vasija. Los hori-
zontes de destrucción y otros conjuntos similares que contengan vasijas
completas o semicompletas son particularmente apropiados para este trata-
miento. Podemos realiza¡ este trabajo en muchos contextos e, incluso, en al-
gunos casos, en todo el yacimiento. Si disponemos de un buen especialista en
cerámica y de vasijas representativas, podremos calcular el número total de
vasijas recuperadas, aunque hubiesen quedado esparcidas por distintos con-
textos o por un área extensa. Brown (1985) describe un método que permite
ilustrar con ayuda de un diagrama los fragmentos que enlazan los distintos
contextos.
Pero debemos tener en cuenta que no siempre podremos recurrir a este
método. Durante algunos períodog las formas y técnicas de la cerámica esta-
ban tan estandarizadas, que no se pueden separar los fragmentos proceden-
tes de vasijas diferentes, ni siquiera sus bordes o bases. Es totahnente impo-
sible encajar los fragmentos procedentes del cuerpo de las vasijas Ademág
este procedimiento es menos factible en algunos tipos de yacimientos que en
otroq ya que, si la estratigrafía es muy compleja, será más dificil reconocer
las conexiones entre fragmentos que si dispusiéramos de un yacimiento que
tan sólo haya experimentado un período de ocupación. Es completamente
imposible rcahzar este trabajo con un montón de restos procedentes de un
horno. Hay que tener en cuenta los problemas prácticog tanto de espacio
como. de tiempo; normahnente no disponemos de bastante de ninguno de
ellos para asegrrr¡rnos que hemos clasificado todas las conexiones entre frag-
mentos. En muchas ocasiones, nos limitaremos a intentar reconocer los frag-
mentos procedentes de las vasijas más representativas del grupo, lo que en la
práctica suele significar las más decoradas o las menos frecuenteg general-
240 LA cERAMTcA EN ARQUEoLocIA

mente las «importaciones>, llegadas al yacimiento. Puede que esta parte del
conjunto se comporte de modo distinto al resto: la gran masa de cerámica co-
mún, no clasificada, en donde encontraríamos la mayoría de las conexiones
entre fragmentos si los pudiésemos reconocer. Un intento de cuantificar la
cerámica que requiera la identificación del mismo tipo de recipiente en todo
el yacimiento no puede recomendarse salvo en circustancias muy especiales,
entre ellas los niveles de destrucción o los depósitos primarios semejantes.
Esto difiere mucho de la clasificación de familias de fragmentos que pedía-
mos antes (p. 71), pero mientras que entonces se trataba de encontrar cone-
xiones dentro de un mismo contexto, ahora hablamos de contextos distintos,
lo que requeriría muchos más recursos de los que habitualmente üsponemos.

Drros pRocEDENTEs DE LA pnospncclóN

El análisis de la ceriímica tiene un aspecto concreto muy especialaado,y


es la investigación de los conjuntos descubiertos en una prospección, conoci-
dos también como conjuntos superficiales o distribuciones de artefactos en
superficie. Solemos recuperar este material cerca de la superficie o entre la
tierra arada mientras paseamos durante la prospección. Ultimamente se ha
escrito mucho sobre los aspectos teóricos de Ia formación e interpretación de
este tipo de dispersión (por ejemplo, Lewarch y O'Brien, 1981; HaselgroYe et
at.,7985; Odell y Cowan, 1987, con comentarios de Dunnell, 1990,y Yorston,
1990) y se han realizado muchos estudios de casos bastante útiles.
Lógicamente, la formación de la dispersión en superficie y la recupera-
ción del material procedente de ésta, se debe a muchos factores. Si nos cen-
tramos en las variables que afectan la recuperación, destacan por su impor-
tancia el tipo de suelo y la vegetación que lo cubre. Resulta más sencillo
recuperar fragmentos brillantes o de colores vivos, que aquellos cuyo color
se asemeja al del suelo, así como puede que, a la hora de hacer este trabajo,
haya investigadores mejores que otros, que recuperarán más fragmentos o
puede que prefieran coleccionar fragmentos de distinto tipo (desvirtuando
así la distribución de los datos que aporte el conjunto). Haselgrove (1985,
p. 21) comenta todas las variaciones posibles.
Algunos investigadores han estudiado la concentración de fragmentos en
la superficie y han intentado interpretar posibles variaciones de su densidad,
relacionándola con un yacimiento situado en un Punto central. Wilkinson
(1982) describe los resultados obtenidos en una prospección en extensión en
Tell Sweyhat, un tell situado en Siria datado en el tercer milenio a.C. Pudie-
ron establecer catorce líneas transversales que partían del tell y localizaron
los fragmentos próximos a la superficie trazando cuadrados de 10 x L0 m a
intervalos de 100 m o de 500 m. La densidad de fragmentos que observaron
les permitió tfazaf un mapa de curvas de nivel, que sugería un decrecimien-
to gradual desde el tell, produciéndose la densidad mayor a tres km del cen-
tro de aquéI. Wilkinson sugiere que esto se debe a la existencia de una zona
CONJUNTOS Y YACIMIENTOS 247

de abono situada a unos 30 o 35 minutos a pie del centro. Si extrapolamos los


datos obtenidos de los cuadros de muestra, podríamos calcular la existencia
de unos 8 a 10 millones de fragmentos en el área comprendida hasta una dis-
tancia de 3 km, aproximadamente unas 56 toneladas de cerámica, cantidad
que, en muchas ocasiones, se incorpora al propio suelo.
La prospección del itea ahededor de Maddle Farm, en Berkshire
Downg nos ofrece un cuadro mucho más complejo (Gaffney et a1.,1985).En
este caso se recuperó cerámica siguiendo unas líneas t¡ansversales de 100 m,
trazadas de norte a sur a intervalos de 25 m. La densidad de estas líneas, tras
el análisis de tendencias hecho en la superficie, nos sugiere la existencia de
concentraciones de elevada densidad situadas a cierta distancia del yaci-
miento central; concentraciones que no parecen ser el resultado de una ocu-
pación permanente y que podemos interpretar como puntos de actividad
estacional, por ejemplo, montones de estiércol o de heno. En cambio, las con-
centraciones de densidad más baja que encontramos más cerca del yaci-
miento central se interpretan como rediles de las ovejas, zonas que no habría
sido necesario abonar (Gaffney et a1.,1985, p. 103, figura 8.5).
Ha habido otros investigadores que han intentado utilizar el material en-
contrado en conjuntos de superficie para ilustrar la cronología de la actividad
llevada a cabo. Haselgrove (1985, pp. 26-27) compara las fechas de ocupación
de los yacimientos romanos del valle de Aisne (Francia) sirviéndose del ba-
lance total de los conjuntos de terra sigillata (véase la figura 16.3).

FnncuENros BAJo TTERRA

El tamaño y la forma de los fragmentos no sólo depende de las caracte-


rísticas inherentes de la vasija original, aunque no podemos olvidarlas Si los
fragmentos han quedado sobre una superficie utilizada por el homtre o por
los animales, seguirán rompiéndose hasta que se logre un cierto equilibrio. El
tamaño de los fragmentos puede darnos una idea bastante aproximada sobre
el tipo de actividad que se realizaba en un punto concreto del yacimiento,
aunque nunca debemos olvidar que son pocos los fragmentos que quedan en-
terrados en el mismo lugar donde se rompió la vasiia, y la mayoría pasan por
varios ciclos de deposición y redeposición. El tamaño y la fragmentación de-
penden tanto de la pasta y de la forma que no es posible estudiar datos apor-
tados por los primeros independientemente de las segundas. Para dar un
ejemplo, los fragmentos procedentes de las ánforas romanas pueden ser tan
grandesy coloreados como un vaso pintado. En este caso concreto, la pre-
sencia o la ausencia de ciertos tipos de vasijas provocará variaciones en el ta-
maño y peso promedio de los fragmentos situados en contextos distintos.
La sedimentología nos permite clasificar los fragmentos procedentes de
detritos por la redondez de sus bordes. Los bordes de los fragmentos también
estarán afectados por el grado de erosión que hayan sufrido; sería interesan-
te tener en cuenta si sus bordes y superficies son recientes e intentar calcular
242 LA CERAMICA BN ARQUEOLOGÍA

Yo
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70

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GÁLICA CENTRAL
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ARGONNE

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Ye¡miento o grupo
aLo Ltfi
! e lrc E:sc Ecr Ee E¿r Frrc
Ftcune 16.3. Utilización de la teta sigillata ercollr.rada en superficie para comparar
la datación de la estratigrafía subyacente. BLG: Beaurieux, Les Gréves; LTN: Limé,
Les Terres Noires
CONIUNTOS Y YACIMIENTOS 243

su grado de redondez. Allen (1989) describe un sistema parecido utilizando


técnicas derivadas de la sedimentología. Este tipo de datos nos ayudan a
identificar los perfiles del suelo enterrado y distinguirlos de los depósitos en-
terrados antes de que los procesos erosivos afectasen los fragmentos que
contenían. Recientemente se han empezado a estudiar los cambios que ex-
perimentan los fragmentos debido a la abrasión (Skibo y Schiffer, 1987; Need-
ham y S@rensen, 1989). Los fragmentos que hayan entrado en contacto con
raíces de plantas, pueden haber quedado cubiertos por una red de finas líneas
oscuras (Rye,1981, p.121, figura 108).
Es muy fácil reconocer de inmediato los fragmentos que hayan sufrido la
acción del agua, que pueden haber quedado cubiertos por briozoos u otros
microorganismos Solemos encontrar estos fragmentos entre el relleno de los
desagües y podemos distinguir entre los depósitos contemporáneos al uso de
estos desagües de los que se tiraron en ellos tras ser abandonados
Tias quedar enterrados, los fragmentos siguen experimentando cambios.
Mientras que la lixivación puede despojarlos de ciertos productos químicos,
puede haber otros que se depositen en dichos fragmentos. Hemos de distin-
guir la lixivación producida por las inclusiones de conchas y limo, de la lixi
vación que causa el propio uso. Si las vasijas han quedado enterradas en una
matru ácida, la lixivación se producirá en toda su superficie. Sin embargo, si
este ácido se debe a la lluvia o a la orina que haya caído sobre la superficie
de los fragmentoq el efecto sólo se producirá en un lado. La presencia de
fragmentos de una misma pasta situados en un mismo depósito, que hayan o
no experimentado la lixivación, puede indicarnos que, tras su deposición, no
todos los fragmentos han sufrido el mismo proceso. Las concreciones mine-
rales en los fragmentos pueden consistir en: 1) vivianita, un compuesto de
hierro azul depositado en condiciones anaeróbicas;2) pirita, que cumple el
mismo tipo de requisitos deposicionales que la vivianita y que solemos con-
fundir con engobe o incluso con restos de oro; 3) microacumulaciones de hie-
rro, que encontramos en los perfiles de suelo inferiores que hayan sufrido
una disolución intensa;4) fosfato de calcio, procedente de huesos y de mate-
rial orgiánico y que solemos encontraf en los fragmentos depositados en po-
zos negros; 5) sales, por ejemplo, el yeso y la sal de roca, que, en los climas
c¿ilidog deposita en la superficie el agua corriente portadora de minerales.
Se encontraron muchas sales similares a estas últimas entre los fragmen-
tos de cerámicas hallados en una alcantarilla medieval excavada en Bath, al
suroeste de Inglaterra. Por esta razón, se pudieron identificar los fragmentos
que originalmente habían formado parte de este depósito y que aparecieron
como ..residuales>> en contextos posteriores. El registro minucioso, rutinario,
de este tipo de eüdencias lleva mucho tiempo, pero habrá ocasiones en las
que habrá valido la pena.
244 LA CERT(MICA EN ARQUEoLOGíA

Er p¡,pnr »n rn cueNrrncncróN

Ya hemos visto que, tanto en la teorla (p. 190) como en la práctica


(p. 199) los datos cuantificados nos pueden aportar información sobre los
procesos de formación de un yacimiento. La fracturabilidad y la proporción
de vasija completa (p.203) de la cerrámica pueden ca¡acteizar los contextos
que la contienen, pero debemos recordar que un contexto «primario» puede
tener un grado de fracturabilidad muy alto (por ejemplo, porque se haya pi-
soteado la ceriímica in situ). Si al comparar los contextos encontramos que
las proporciones de cada tipo difieren, debemos tener en cuenta los parráme-
tros de los distintos tipos de cerámica. Pero, una vez hayamos calculado esa
<<molestia>>, estos parámetros nos aportarán una información muy útil.
17. LA cEnÁurce Y su puNctóN
Uno de los problemas más difíciles al que nos enfrentaremos cuando es-
tudiemos la cerámica, es su función. Podemos enfocarlo desde tres puntos de
vista: primero, la función de la vasija individual; en segundo lugar, la infor-
mación funcional que se puede recuperar de los conjuntos arqueológicos; y,
por último, la orientación general de una industria concreta: el uso al que se
destina la producción global de cerámicas en esa comunidad. Para abordar
bien todos estos aspectos, tendremos que reunir toda la información sobre la
forma, la nomenclatura, el material, la tecnología, el cofnercio, la distribución
y los procesos de formación del yacimiento, sin olvidar sus referencias histó-
ricas, etnográficas y literarias. La cantidad de trabajo que queda por hacer no
debería sorprendernos, ya que sólo en los últimos tiempos hemos tenido a
nuestro alcance algunas de las herramientas necesarias, por ejemplo, las téc-
nicas estadísticas apropiadas para comparar los conjuntos y las técnicas ana-
fticas para identificar los residuos orgánicos Tampoco se conocen muy bien
los resultados que nos puede proporcionar el estudio de la función de las va-
sijas y de los conjuntos; o cómo vamos a poder integrar esta información en
los informes sobre los yacimientos y los estudios regionales.

FuNcróN DE LAs vASUAS INDTvTDUALES

Por todas partes encontramos artefactos hechos de arcilla cocida cuyas


funciones pueden ser muy diversas. Suelen fabricarse ladrillos de barro coci-
do, azulejos, cañerías y otros materiales para la construcción, y las tuberías,
conductos y elementos de otros procesos industriales se aprovechan de las
propiedades refractarias que les reporta la arcilla cocida. Las figurillas he-
chas en molde y barro cocido gozan de una larga historia, y el uso de la arci-
lla en el arte figurativo ha continuado hasta nuestros días. Durante algunos
peíodos se fabricaron bañeras de cerámica, sarcófagos, hornos portátiles y
otros objetos similares, pero quizás la función más importante que desde
siempre ha tenido la cerátmica ha sido su uso como recipiente, especialmente
para almacenar, preparar, trasladar y servir la comida.
246 LA CERÁMICA EN ARQUEOLOGÍA

C ate go rías funcion ale s

Podemos dividir las funciones de los recipientes hechos de cerámica en


tres grandes categorías: almacenamiento, manipulación (que incluye méto-
dos culinarios diferentes) y traslado (que incluye el servicio y la comida)
(Rice, 1987, pp.208-209). No nos resulta muy difícil imaginar que la vasija
que utilicemos para trasladar un líquido a gran distancia tendrá unas carac-
terísticas (durabilidad, facilidad de manejo y almacenamiento, índice de
peso/volumen, porosidad baja, boca sellable, etc.) muy distintas de las de un
cacharro cuya principal función sea freír huevos (resistencia al shock térmi-
co, accesibilidad, superficie suave o antiadherente, e, incluso, buen sabor;
Arnold, L985, pp. 138-139). Este enfoque abarca también el estudio de los in-
formes etnográficos e históricos sobre las correlaciones entre forma, tecno-
logía y otras características con la función de la vasija (Hendrickson y Mc-
Donald, 1983; Smith, 1985). Rice resumió «los supuestos de correlación
arqueológica>> de cinco categorías funcionales: almacenamiento, cocción
(preparación de la comida mediante calor), preparación de la comida sin ca-
lor, servicio y transporte (Rice, 1987, cuadro 7.2).Esfe tipo de resúmenes nos
ayuda a organuar la información de que disponemos, pero muchas de las de-
cisiones que se tuvieron que tomar durante el proceso de fabricación reque-
rían compromisos entre las distintas necesidades, de ahí que cualquier factor
pudiera ocultarnos una correlación específica. Thmbién nos encontraremos
con vasijas que podamos clasificar en más de una categoría. Los cacharros de
cocina fabricados para el comercio exterior pueden adquirir algunas de las
características de los recipientes de transporte, como la facilidad de almace-
namiento y la regularidad de tamaños.

Fuentes es critas y rep res entaciones p ictóricas

Cuando nos centramos en los problemas que nos plantean algunos tipos
de vasijas, podemos recurrir a algunas fuentes en busca de información sobre
su función. En primer lugar, tenemos las vasijas que, mediante inscripciones,
nos informan sobre su función. Los vasos y jarras fabricados en el valle del
Mosela (al oeste de Alemania) durante los siglos r y m d.C. incluían, en oca-
sioneq entre su decoración, inscripciones pintadas o impresas. Entre este tipo
de textos predominan las frases como NoLrrE smnr («No permitas la seó>) y
DA MrHI vrNUM («Dame üno»), por lo que podemos suponer que estas vasijas
estaban relacionadas con el consumo de vino (Bós, 1958). Esto nos lleva a
pensar que las vasijas de la misma forma y procedentes de las mismas fábri-
cas, aunque no lleven inscripciones, también debían servir para beber (véase
la figura 17.1).
Las sociedades con escritura pueden disponer de referencias sobre los
distintos aspectos de la cerámica y, especialmente, sobre la función de los dis-
tintos tipos de vasijas. Puede que las referencias más simples sean, tan sólo,
LA CERAMICA Y SU FUNCION

FIcun¡. 17.1. Vaso procedente del valle del Mosela (siglo ru d.C.), con una inscrip-
ción pintada sugiriendo que el recipiente servía para beber vino (foto: David Allan).
248 LA cER(MrcA EN AReuEoLocíA

nombres de los tipos de cerámica, extraídos de las listas y de los inventarios


o grabados en las propias vasijas, aunque no indiquen nada respecto a su fun-
ción. El otro extremo del espectro lo formarían los catálogos impresos sobre
los productos de determinadas industrias y las descripciones sobre su uso y
fabricación.
Otra importante fuente de información es la representación de la cerá-
mica en el arte figurativo (Jacobs y Peremang 1976), que aporta la doble ven-
taja de mostrar el uso de las vasijas y la posibilidad de datarlas con precisión
(p. 30, figura 1.4). Si comparamos las referencias procedentes de todas estas
fuenteq podremos obtener un cuadro bastante aproximado de los tipos de
ceriímica en circulación durante algunos períodos, equivalente a las taxono-
mías populares compiladas durante las observaciones etnográficas (por
ejemplo, en el caso de los tipos de vasijas romanas, Hilgers, L969; White,
1975). Al estudiar este tipo de fuentes pictóricas, podemos obtener informa-
ción sobre el uso de algunos aspectos concretos de la cerámica, como las asas
débiles añadidas a tinajas para converti¡las en recipientes para acarrear agua
(por ejemplo, Faure-Bouchalart, 1990, p. 92) o los cestos que se utilizaban
para proteger las vasijas dúrante su transporte (Laubenheimer, L990, pp.82,
85 y 101). Resulta evidente que sería muy difícil encontrar restos de estos úl-
timos en un contexto arqueológico. Las mejores pistas para la determinación
de la función de los tipos de cerámica arqueológica nos las proporcionarán
las zonas en las que se sigue utiliz¿¡1¿6 la cerámica tradicional, ya que allípo-
dremos examinar también los equivalentes actuales de las vasijas antiguas.

Propiedades fisicas

Del mismo modo que la forma y la función están relacionadas, también


las características físicas de la arcilla cocida nos permitirán conocer algo más
sobre el uso final del producto. La investigación se ha centrado en tres áreas:
las propiedades térmicag especialmente la resistencia térmica y la eficacia ca-
lorífica, la fuerza mecánica y la porosidad. Cuando se calienta la cerámica, ya
sea durante la cocción o durante su uso, los constituyentes del material se ex-
panden con distintos porcentajes, ya que sus coeficientes de expansión tér-
mica son diferentes. Según la temperatura alcanzada,la vasija puede llegar a
resquebrajarse o agrietarse. Pero lo que más nos interesa es la importancia
del estrés térmico a la hora de escoger la forma o el desgrasante de las vasi-
jas con las que se pretende cocinar. Rye (1976) comenta la posibilidad de re-
ducir los problemas causados por el estrés térmico manipulando tres facto-
res: la forma de la vasija, la porosidad de la pasta y las inclusiones minerales
de la arcilla. Podemos disminuir el efecto del estrés térmico fabricando vasi-
jas de forma globular, de base circular y pared delgada y uniforme, en vez de
vasijas de base plana o angulares, ya que, en ese caso, el estrés se concentra-
ría en los ángulos. Si la pasta tiene poros grandes, se producirán menos frac-
turas ya que, cuando empiece a desarrollarse una, quedará intemrmpida por
LA CERAMICA Y SU FUNCION 249

el poro. Algunos mineraleg especialmente el cuarzo, tienen un coeficiente de


expansión térmica mucho más elevado que el de la arcilla normal, mientras
que otros, como el feldespato y la calcita, tienen un índice semejante al de
ésta (Rye, 1976, figtxa 3). Los pertenecientes a esta última categoía sufren
menos estrés y, por eso, son preferibles.
Sin embargo, a la hora de reducir el problema del estrés térmico, no po-
demos aplicar estos factores de forma universal. Plog (1980) nos ofrece un re-
sumen de los datos etnográficos obtenidos en el suroeste de Norteamérica
que muestran una conducta muy distinta. Woods (1986) nos indica la gran va-
riedad de cacharros para cocinar de base plana o templados con cuarzo que
se utilizaban en Europa occidental durante las épocas romana y medieval. La
literatura etnográfica suele decirnos que los cacharros de cocina tienen las
paredes gruesas (Hendrickson y McDonald, 1983, pp. $2-$\. Lo que sí po-
demos advertir con toda facilidad es que, mientras algunos ceramistas se dan
cuenta del problema que supone el shock térmico, no siempre se aplican las
soluciones que podríamos considerar <<apropiadas».
La porosidad, además de ser un factor potencial para reducir el estrés
térmico, tiene mucha importancia en la cuestión de la eficacia calorÍfica. Una
pasta porosa permite que los líquidos traspasen la superficie. Esto es una
ventaja para algunos tipos de vasijag incluso es un requisito esencial. Laper-
meabilidad de la pasta en las jarras de agua empleadas en los climas cálidos
permite que se evapore el agua enfriando el contenido, proceso que se ve re-
forzado por las superficies pintadas en colores claros Pero lo que en estas cir-
cunstancias es una ventaja, no lo sería en otras: el almacenamiento a largo
plazo o el transporte de líquidos. Si un líquido puede traspasar la pared de
una vasija utilizada para cocinar, disminuirá la eficacia calorífica y se prolon-
garálacocción, con lo que se gastará más combustible. Si tratamos una o am-
bas superficieq podremos disminuir la permeabilidad sin reducir la porosidad
del material. Schiffer (1990) describe una serie de experimentos que de-
muestran la relación entre la eficacia calorífica y la permeabilidad, y las ven-
tajas que implican ciertos tratamientos de la superficie. Si se aplica una resi-
na, un engobe o, simplemente, se barniza la superficie podremos incrementar
la eficacia calorÍfica, al mismo tiempo que retenemos las ventajas que nos
dan los materiales porosos. Incluso en áreas o durante épocas en que se so-
lían utilizar barnices para impermsalfiilizar perfectamente la superficie, no se
solían aplicar a los cacharros de cocina. Los informes etnográficos incluyen
referencias sobre la aplicación de engobes y otros sistemas para reducir la
permeabilidad de la superficie de la cerámica. aunque no siempre se refieren
a cacharros de cocina, y también se incluyen tinajas usadas para almacenar.
Podemos estudiar distintos aspectos de la resistencia mecánica de las va-
sijas: su resistencia a los impactos repentinos, como una caída de la vasija, y
la resistencia a procesos más graduales, como la abrasión. Si se planea alma-
cenar o exponer las vasijas a inclemencias atmosféricas, habrá que tener en
cuenta su resistencia a las heladas. La resistencia no sólo es importante para
el producto final, sino también durante el proceso de fabricación. Si por al-
250 LA cER(MrcA EN AReuEoLocíA

guna razón queremos fabricar vasijas de pared delgada, quizás para mejorar
el índice peso/volumen del transporte, tendremos que seguir unos procesos
especiales. Puede que tengamos que hacer la vasija por etapas, o fabricar las
partes por separado y unidas cuando ya estén casi secag o puede que tenga-
mos que raspar la vasija o golpearla para reducir el grosor de sus paredes.
Una de las características que se estudian durante el proceso estándar de
descripción de la cerámica es su.<dureza>» (p. 159), para lo que se suele seguir
la referencia establecida por la escala de Mohs. También se han diseñado téc-
nicas mecánicas más sofisticadas que valoran el impacto de la resistencia (por
ejemplo, Marby et a1.,1988) y se han hecho experimentos en ladrillos de
prueba para determinar la relación entre la cantidad y el tipo de desgrasan-
te, la temperatura de cocción y la resistencia al impacto. Bronitsky y Hamer
(1986) sugieren que, si se incorporan desgrasantes finos, aumenta la durabi-
lidad del recipiente. Schiffer y Skibo (1986, p. 606) constataron que los ladri-
llos con desgrasante eran menos resistentes que los que no lo contenían y que
la diferencia de la fuerza de impacto aumentaba con la temperatura de coc-
ción. Los ladrillos cuyo desgrasante era orgánico du¡aron menos que los que
empleaban arena. Tiambién, de forma experimental, se ha estudiado la resis-
tencia a la abrasión (Skibo y Schiffer, 1987) y, en este caso, parece que un
porcentaje elevado de desgrasante grosero ofrece cualquier resistencia a la
abrasión, especialmente cuando se humedece.
Es evidente que las características físicas de las arcillas cocidas que aca-
bamos de indicar están relacionadas ent¡e sí, e incluso que si intentamos op-
timlzat una, podemos empeorar otra. Al investigar el efecto preciso de, por
ejemplo, ciertos tipos de desgrasantes o de tratamientos de superficieg au-
menta nuestro conocimiento de la cerámica tradicional, lo que puede ayu-
darnos a explicar algunas de las características de cualquier vasija cuya fun-
ción conozcamos, una vasija para cocina o una jarra de agua, aunque, por sí
mismas, no nos indiquen la función de ésta.

Huellas de uso y desgaste

Muchas de las operaciones que hay que practicar en la cerámica dejan


huellas físicas que nos permiten inferir qué actividades las generaron. Por sí
misma, una observación aislada apenas tendría interés, pero las asociaciones
regulares con una actividad identificable permitirán hacer interpretaciones
sobre su función con un valor más amplio.
Podemos identificar la función general de algunas formas determinadas,
como los cacharros de cocina, las vasijas para almacenamiento, etc. En otros
casos podremos descubrir una asociación más concreta entre la forma, la
fuente y la función, que indique la existencia de un fabricante especializado
en la fabricación de vasijas con una función específica.
Muchas vasijas conservan huellas de su uso en la cocina. Al poner una
vasija sobre una hoguera, suelen quedar restos de hollín en la superficie ex-
LA CERÁMICA Y SU FUNCIóN 257

terna, o puede que cambie el color de dicha superficie. También pueden for-
marse grietas pequeñas. Hally (1983) describe las variaciones en la cobertu-
ra de hollín según sean las condiciones de cocción: si, por ejemplo, se ha sus-
pendido o sostenido Ia vasija sobre una llama, toda su superficie inferior
habrá quedado cubierta por hollín, mientras que en las vasijas puestas direc-
tamente sobre pl fuego o entre las cenizas o las brasas calientes quedará una
línea de hollín alrededor de la parte inferior del cuerpo, pero no sobre la
base. Lo malo es que estas distinciones tienen menos valor del que deberían,
debido a que la mayor parte del hollÍn desaparece durante el lavado y el pro-
ceso posterior a la excavación, tras los cuales sólo quedan unos leves rastros
Las graseras y cazos medievales sólo muestran huellas de hollín y de calor en
el lado opuesto al del asa, lo que parece indicar que se ponían junto al fuego
en lugar de sobre éste o por encima. Moorhouse (L978, p. 7) muestra unas
ilustraciones contemporáneas que parecen confirmarlo.
Sin embargo, al examinar la decoloración de la superficie de las vasijas
debida a su exposición al calor o a que se hayan quemado, es muy difícil dis-
tinguir las huellas procedentes de los fuegos culinarios del proceso de cochu-
ra original. El contacto entre la vasija y el combustible o los gases calientes
durante el ciclo de cochura, suele dar lugar a unas variaciones de color muy
localizadas, a las que se denomina <<nubes de fuego" (Shepard, t956, p.92).
Aunque esto puede suceder en cualquier tipo de horno, es más frecuente en
las cocciones abiertas o en montón, ya que el combustible se coloca alrede-
dor de las vasijas
Además de la cocción y del calentamiento, existen otros muchos proce-
sos culinarios, como rallar, cortar o batir, que dejarán huellas identificables
en los fragmentos (véase la figura 17.2). Algunos mortaria romanos, cuencos
con granos de arena incrustados en la superficie interna, se utilizaban para
moler y machacar y, casi con toda seguridad, para Preparar trigo y otros ce-
reales. Con frecuencia, la arenisca y la parte de la pasta en que estaba in-
crustada ha acabado por desgastarse, y en algún caso aislado se ha agujerea-
do ese trozo de la vasija. Ya podemos suponer cuál es el carácter del
producto resultante de esta mezcla de cereal, arenisca y cerámica.
Un estrés continuo sobre un á¡ealocaltzada de una vasija puede provo-
car otros tipos de fracturas, aunque también puede adelgazat o fortalecer su
superficie. Puede haber puntos débiles allí donde fueron pegados elementos
separados; ello es especialmente üsible en el punto de unión del asa con la
vasija. Se pueden añadir tiras de arcilla en algunas partes de la vasija cuando
se aprecia algún defecto, y se pueden observar modificaciones en la cons-
trucción de la vasija para reforzar sus puntos débiles.
Había vasijas que se fabricaban para usar en una sola ocasión, y luego las
rompían. De hecho, romperlas era parte importante de su función. Plinio, el
escritor romano, describe un tipo de pan o pastel, conocido como <<pan de Pi-
ceno», horneado en vasijas puestas al horno. Para poder alcanzar el conteni-
do, había que romperlag y entonces se empapaba el pan en leche y se lo co-
mían (Plinio, Historia natural,l8, 106; André, 1961,p.72).
252 LA CERAMICA EN ARQUEOLOGIA

,.:.
FIcuna 17.2. Cuenco del siglo ru d.C. de cerámica debarna negro, procedente de
Ewell, Surrey. Muestra huellas de uso en la parte interior de la base (foto: University
College London, Institute of Archaeology).

Contenidos, deposiciones y residuos orgánicos

En casi todas las etapas del proceso culinario se emplean vasijas, en las
que suelen quedar restos orgánicos que podemos identificar. Sin embargo, el
valor de esta información varía mucho. La identificación del contenido de,
por ejemplo, un recipiente para el transporte tiene un valor potencial muy
distinto al que tendría identificar el contenido orgánico de una vasija em-
pleada en la cocina. En el primer caso,las implicaciones de la identificación
se extenderían más allá de la vasija; lo que averigüemos sobre la segunda, en
principio, sólo tendrá importancia para su contexto y su yacimiento.
Ha habido casos en los que hemos podido recuperar la vasija junto con
restos del contenido, lo que nos asegura cuál era su función. En los naufra-
gios y otros yacimientos submarinos solemos encontrar ánforas, los recipien-
tes para almacenamiento y transporte más habituales del mundo grecorro-
mano, y unas cuantas están todavía completas o conservan su contenido. En
los naufragios producidos en el Mediterráneo, hemos encontrado ánforas
que contenían huesos de olivas y, lo que no deja de ser sorprendente, tam-
bién las hemos encontrado en un naufragio ocurrido en el estuario del Tá-
mesis (Sealey y §ers, 1989, p. 57). Thmbién se han documentado ánforas que
contenían espinas de pescado (procedentes de salsas para pescado) (Sealey,
LA CERÁMICA Y SU FUNCIóN 253

1985, p. 83) e incluso algunas vasijas que todavía contenían vino (Formenti ef
a1.,1978). Esta gran cantidad de comestibles tiene importancia por su rela-
ción con la cerámica, pero también por sí misma, porque nos permite entre-
ver algo sobre las prácticas agrícolas y culinarias del período romano.
Aunque a una escala mucho menor, en algunas ocasiones también se han
descubierto vasijas, con restos de su último contenido, en depósitos de des-
trucción y otros contextos <<primariosr>. Los platos de cerámica roja encon-
trados en Pompeya tras quedar destruida por la erupción del Vesubio en el
aflo 79 d.C. contenían restos de hogazas planas «demasiado hechas» (Loe-
schcke, en Albrecht,t942,p.38; Greene,7979, p. 130).
Hace ya mucho que se ha observado que algunas de las vasijas recupera-
das en contextos arqueológicos contienen restos depositados o material in-
crustado en la superficie. Parte del mismo procede del suelo en que quedó la
vasija enterrada, pero hay otra parte que está relacionada directamente con
la función que tuvo la vasija. Los depósitos pueden haber quedado quema-
dos o carbonizados, ya sea en el interior o en el exterior de la vasija, posible
resultado de su uso en la cocina, o pueden ser similares a las incrustaciones
de cal que se forman en los recipientes modernos que han sido utilizados
para hervir agua durante un largo período, como los hervidores.
Sin embargo, además de estas huellas de uso üsibles, se ha hecho evi-
dente en los últimos tiempos que los compuestos orgánicos pueden haber
sido absorbidos y retenidos por los materiales cerámicos porosos, sin dejar
ninguna marca visible en la vasija. De este modo, no debiéramos limitar el
análisis de los residuos orgánicos en la cerámica a la (probablemente) pe-
queña proporción del conjunto con incrustaciones visibles, sino que habre-
mos de considerar las potencialidades que ofrece un grupo de materiales mu-
cho mayor. Los procedimientos necesarios para el análisis de estos residuos
se han puesto al alcance de todos tan sólo en los últimos años. La técnica
principal es la cromatografía de gases Los avances en el análisis de los resi-
duos orgánicos en el material arqueológico han sido expuestos por Evans
(1983-1984). Dos puntos principales merecen consideración al planificar la
programación de dichos aniílisis, o al interpretar sus resultados:

1. Los resultados <<en bruto>> del análisis se expresan en términos de di-


versos ácidos grasos y glicéridoq los elementos que forman los compuestos
originales. Tiaducirlos a los elementos originales de interés reviste cierta di-
ficultad, ya que algunos compuestos se alteran con el tiempo, mientras que
otros desaparecen. Para identificar los materiales <<originales» se requiere el
análisis de muestras modernas pararealizat comparaciones, si es que no exis-
ten descripciones publicadas (Hill, 1983-1984).

2. Una vasija usada para cocinar diversas sustancias, al mismo tiempo o


por separado, absorbe residuos orgánicos de todas ellas. Pero debemos tener
en cuenta, también, la absorción de sustancias del contexto posdeposicional.
En un vertedero o en un pozo de basura, el contacto con compuestos orgá-
254 LA cER(MrcA EN AReuEoLocÍA

nicos sería inevitable. El análisis del suelo alrededor de la pieza puede con-
tribuir a identificar y eliminar contaminaciones posibles, pero eso implicaría
prescindir del material de las colecciones antiguas, e incluso de la mayoría del
material de excavaciones recientes.

Es evidente que la reconstrucción de cualquier <<contenido originab de


las partes existentes o alteradas de una mezcla de compuestog complicada
por la posible contaminación y reutilización de los recipientes, exige mucho
cuidado; cualquier interpretación de estos resultado§ requiere una aprecia-
ción completa de las dificultades potenciales. Thmbién es importante el he-
cho de que muchos de los compuestos recuperados de algunos tipos de va-
sija (como las ánforas) se relacionan antes con las resinas empleadas para
sellar la superficie interna, que con las mercancias que transportaban (He-
ron y Pollard, L987). Igualmente, es una práctica comlin <<probar>> las terra-
cotas revistiendo su cara interior de aceite e introduciéndolas en un horno
caliente.
Un ejemplo sugestivo del valor de los contenidos y residuos es el pro-
puesto por Bonnamour y Marinval (1985). Identificaron un grupo de jarros
de la época romana antigua procedentes de varios lugares del valle del Sao-
na (centro de Francia) con depósitos quemados de mijo. Sugirieron que los
depósitos se debían a la preparación de gachas o de cerveza. Muchos de los
recipientes tenían la misma forma (una jarra con cuello hendido), por lo que
pudiera darse el caso de que esa forma se hubiese elegido por ajustarse a la
función. Tendría el mayor interés demostrar si los recipientes no sólo tenían
la misma forma, sino también que procedían de la misma fuente. Pudiera ser
que esa función no sólo requiriese .<un recipiente de esa forma...>>, sino un re-
cipiente fabricado en un taller determinado.
Esto nos conduce a la identificación de un subconjunto de cerámicas de
cocina que no son de <<uso general>>, sino que se relacionan con funciones es-
pecíficas, que quizás incluso estuüesen asociadas a la preparación de recetas
muy particulares. El famoso plato de judías del suroeste de Francia, el cas-
soulet, deriva su nombre de la cazuela de cerámica manufacturada por los ce-
ramistas de Issel, de ahí el nombre cassol d'Issel, recipiente que se considera
imprescindible para la elaboración del plato (David,1959, p. 93). Podemos
imaginar que ante su creciente popularidad, otros ceramistas intentaron in-
troducirse en ese mercado produciendo sus propos tipos de cassol, imitando
algunas características de la forma, el acabado o las propiedades refractarias
del original. El final de la historia de ese <<tipo>> estaría marcado por el decli-
ve y la pérdida de la relación con la receta original, integrándose la caztela
entre los cacharros de cocina de uso general. En el registro arqueológico, ese
mecanismo puede aparecer como la constatación de una distribución inicial
de piezas procedentes de una fuente única, seguida por «imitaciones>> pro-
ducidas en centros secundarios. Se trataría tan sólo de un caso dentro de una
problemática más general, la asignación de un tipo cerámico a una única ca-
tegoríafuncional; un üstazo a los contenidos de cualquier cocina, particular-
LA CERÁMICA Y sU FUNCIóN 255

mente en momentos de tensión o prisa, nos permitirá ver todo tipo de vasos
y recipientes que no son usados para su función <<correcta»>.
Un último punto.acerca de la detección de residuos orgánicos es la im-
portancia de la comunicación entre varios especialistas implicados en el exa-
men de un yacimiento. Aquellos que se responsabilicen de, por ejemplo, la
identificación de espinas de pescado necesitarán saber que algunas de las án-
foras procedentes de los mismos contextos contuvieron salsas de pescado
(Partridge, L981, p. 243).

Fuxcróx, pnooucc¡óN y orsrrmuctóN

Claramente relacionada con los temas que acabamos de discutir, se sitrla


la cuestión de los conjuntos de producción. Un productor de, por ejemplo,
envases para el transporte de productos agrícolas estará sujeto a influencias
económicas y a limitaciones que afectan muy poco a, por ejemplo, un pro-
ductor de lámparas o a uno de estatuillas.
Además de considerar las formas individuales en el conjunto de pro-
ducción, la distribución de los productos puede usarse para distinguir entre
distintas categorÍas funcionales En general, la <<curva de decrecimiento» de
los productos con un valor alto y aquellos de bajo valor será muy diferen-
te: los primeros tienen una distribución más amplia, pero más equilibrada y
de bajo nivel, que contrasta con las importantes concentraciones, de distri-
bución más restringida, de los productos con poco valor. Ciertamente, du-
rante la época romana, la mayor parte del movimiento de la cerámica a lar-
ga distancia afectó a los grandes contenedores para productos agrícolaq o
bien a vajillas de calidad. Hay, sin embargo, una evidencia creciente de que
los movimientos a larga distancia también afectaron a cacharros de uso prác-
tico en la cocina, siempre y cuando tuüesen unas características determina-
das. El ejemplo de la cerámica británica de barniz negro de la categoría 1
(BB1) es instructivo (Peacock, \982, pp.85-87). Estas cerámicas bastas he-
chas a mano (iarras y cuencos) se manufactrraron en el suroeste de Ingla-
terra a lo largo de toda la época romana; incluso el origen de esta industria
es anterior a la conquista. Con anterioridad al720 d.C. estuvieron limitadas
a su área de origen, pero con posterioridad a esa fecha muestran una dis-
tribución más amplia, llegando a ser paficularmente comunes en los cen-
tros militares al norte del país. En un corto período, muchas de las indus-
trias preexistentes en el sur y el este de la provincia empezaron a producir
sus propias versiones de las características formas de barniz negro, pero a
menudo se fabricaban a torno, y fueron éstas las que se convirtieron en la
vasija de cocina típica de la época romana tardía. Tenemog pueg una evi-
dencia de las posibilidades de las formas locales extraídas de su lugar de
origen y promocionadas a un mercado más amplio, asimilándose al reper-
torio de las industrias competidoras La cuestión que se plantea es si la se-
mejanza de forma puede considerarse también como evidencia de semejan-
256 LA CERÁMICA EN ARQUEOLOGíA

za en la función. En el caso de la 88L y de sus versiones a torno, la res-


puesta puede ser afirmativa, pero no siempre ese es el caso.

SrcNrrrc¿.oo snrsórrco

Además de su función como cacharros de cocina, vajillas de mesa, etc.,


las cerámicas (de hecho, cualquier artefacto) puede ser utilizado para trans-
mitir información acerca de su productor, propietario o usuario. Así, algunas
clases de vasijas pueden sugerir un estatus elevado, mientras que otras indi-
can afiliaciones religiosas, sociales o tribales. Para algunos investigadoreq los
artefactos forman parte de un «lenguaje de la cultura material>>, un medio de
comunicar información entre individuos y grupos, y más que eso, un medio a
través del cual pueden expresarse, o incluso resolverse, los conflictos sociales
(Hodder, L986, pp. L»-L24). El espíritu general de este enfoque de las fun-
ciones simbólicas de una vasija puede resumirse en las siguientes palabras:
«[una vasija] puede significar que yo, como antiguo propietario del recipien-
te, peftetezco a este Brupo, y creo en estas cosas, que yo tengo este nivel de
riqaeza y este estatus. Soy de un sexo determinado y rcalizo estas tareas de-
terminadas por mi sexo, y este recipiente se correlaciona con este sexo y con
estas tareas>) (Strange, 1989, p. 26).
La preparación de los alimentos y su consumo, así como los mitos y ri-
tuales que tratan acerca de ellos, constituyen uno de los aspectos de la cultu-
ra (Goody, 1982). Comer y beber son, por un lado, el tema de creencias acer-
ca de lo que es «limpio» y de lo que es «sucio>> (o bueno/malo, dentro/fuera
y así sucesivamente), pero también forman parte de la cultura, estando abier-
tos a las influencias exteriores bajo la apariencia de nuevos materiales y téc-
nicas y un medio de expresar o promover estatus y diferencia.La cnrámica,
el acceso¡io principal para preparar alimentos, almacenarlos y servirlos, esta-
ráafectada, inevitablemente, por los mismos tabúes, viéndose enmarcada por
los rituales y significados simbólicos. La cerámica tiene un papel importante
en muchas culturas, como un medio para distinguir entre grupos, de separar
a <<ellos>> de <<nosotros». Las señales pueden ser elementos de diseño parti-
culareq rasgos tipológicos, colores o técnicas de manufactura. En algunos ca-
sos, la cerámica se convierte en el medio de las relaciones de poder, ya sea
dentro del grupo, o entre grupos, esto es, una forma de comunicar informa-
ción que no puede expresarse abiertamente (Braithwaite, L982).
Pero ¿cómo hemos de aplicar estas ideas al estudio de la cerámica en-
contrada en el registro arqueológico? Ya es bastante dificil a través de la in-
formación etnográfica, que permite observar la utilización de los recipientes,
y los individuos implicados están a nuestra disposición para explicarnos la
naturaleza de sus acciones, o, al menog aquello que ellos entienden de sus ac-
ciones
LA CERÁ}ÍICA Y SU FUNCIóN

La respuesta está bajo tierra

La solución, si es que hay alguna, se encuentra en el recurso más poten-


te que tenemos, la estructura misma del registro arqueológico. Tlatamos con
la posición «multidimensional» de las piezas dentro de su contexto comple-
to, con las relaciones con otras vasijas y otras clases de artefactos, con las es-
tructuras y estratos arqueológicos Los útiles metodológicos necesariog si
uno pretende seguir este enfoque, están disponibles por medio de la cuanti-
ficación de conjuntos enteros y las relaciones estratigráficas entre ellos.
CONCLUSIÓN: EL FUTURO
DE LOS ESTUDIOS SOBRE CERÁMICA
¿Cómo podemos caracterizar el futuro de los estudios sobre cerámica?
Por un lado, tenemos una creciente disponibilidad de técnicas que nos
permiten examinar el material. Son aplicables no sólo a nivel del fragmento
individual o de la pasta, sino también a las relaciones entre conjuntos. Estos
modelos no sólo son <<internos>>, entre diferentes tipos de cerámicas, sino
también con otras clases de artefactos. Por otro lado, la multiplicidad de téc-
nicas y enfoques disponibles en la actualidad, limita las posibilidades de aná-
lisis ya que afecta a una proporción cada vez mayor de los a menudo reduci-
dos presupuestos para investigaciones arqueológicas. Mucho más que antes,
los estudios sobre cerámica deben disputarse un papel activo en el orden de
prioridades de la arqueología.
La combinación de la gran cantidad, casi indestructibilidad y plasticidad
única del medio contribuyen a hacer del conjunto de ceriímicas uno de los re-
cursos más importantes de un yacimiento arqueológico. Aunque las cuestio-
nes que nos planteamos en arqueología han ido cambiado a medida que la
disciplina evolucionaba y se desarrollaba, es a menudo en el ámbito de la ce-
rámica en el que buscamos la confirmación de nuevas hipótesis. A diferencia
de otras clases de material arqueológico, vidrio o metal, por ejemplo, la ce-
rámica no se recicló de manera continua, de modo que una gran parte del
conjunto no ha desaparecido del registro arqueológico. Thmbién tenemos la
posibilidad de estudiar el desarrollo de las tradiciones tecnológicas y estilís-
ticas a lo largo de amplios períodos de tiempo, evaluando así los efectos del
cambio sqcial, político y económico en un pequeño grupo de individuos, es-
pecialmente entre los mismos ceramistas.
Si hay áreas de la práctica actual que merecen especial atención, podría-
mos mencionar estas tres:

1. Una creciente consciencia y comprensión de las materias primas y de


la tecnología de manufactura, así como de la interacción entre ambas.
2. El uso c¡eciente de métodos apropiados de cuantificación, para tra-
tar los problemas planteados por el conjunto.
3. La construcción de recursos reutilizables para el estudio, tales como
CONCLUSIóN 259

bases de datos con frecuencias de aparición, descripciones estandarizadas de


la pasta, resultados de los análisis compositivos y de los datos acerca de la
distribución.

La rueda del tiempo retrocede o se detiene,


cerámica y alfarero perduran.

Rosexr BnowxINc, Rabbi ben Ezra, )¡J<vtt

u+*qt uíilÁ 4 iiIáE


APENDICE: SISTEMAS DE REGISTRO
PARA PROCESAR CERÁMICAS
PROCEDENTES DE YACIMIENTOS
ARQUEOLÓGICOS

INrnooucc¡óN

El sistema de registro que presentamos a continuación está basado en los siste-


mas diseñados por el Departamento de Arqueología Urbana del Museo de Londres
a mediados de los años setenta (Orton, 1979). Éstos se basaban, a su vez, en trabajos
anteriores llevados a cabo en Gran Bretaña (en Winchester y Gloucester, por ejem-
plo) y en el extranjero (en Cartago, por ejemplo: Peacock, 1977,pp.26-33).

Ho¡ns p¡ REGrsrRo y FTcHAS

Se reproducen aquí una muestra de hoja de registro para la cuantificación de la


cerámica (véase la figura A.1), y fichas para la descripción de pastas (véase la figura
A.2).La relación entre ellas y una ficha de registro con la reproducción de los dibu-
jos se muestra en la figura A.3.

NorunNcllrr¡n q, nÁsrca plnn ra pBscnrpclóN DE LAS pAsrAS

Las descripciones de la pasta de las cerámicas que se usan en los informes y en


las fichas de registro se basan en exámenes üsuales y táctiles de la superficie y de frac-
turas recientes, a simple vista o utilizando el microscopio binocular de 20 o 30 au-
mentos.
Se registran las siguientes caracteísticas: color, drureza, tacto, textura visual, in-
clusiones, tratamiento de la superficie, o engobe y vidriado (si lo tienen). Las con-
venciones usadas en cada una de esas categofas se describen a continuación:

Color

Se usan los nombres y los números de los colores de Munsell. Siempre se consig-
na el color del núcleo, seguido por el color del margen (o márgenes), en el caso en
APENDICE 26t

Hoja de registro de cerámica Yacimiento: Contexto/pasta

Período: Fase: Fecha:

Pasta/contexto: Parte Forma Radio Eve Peso Corpus Comentar¡os


(cm) (o/.1 (s)

Notas:

Realizado por: JJ_

Flcuna A.1. Hoja de registro para muestras cuantificadas de cerámica.


262 LA CER.ÁMICA EN ARQUEOL(XJh

Referencia de publicación: Código de pasta:

Referencia contexto del t¡po de fragmento(s): Nombre común:

Núcleo: Margen ext.: Superficie ext:

Margen int.: Superficie int:


Dureza: I Taco: Fractura:

lnclusiones:

Frecuencia: I

Ordenación: I

Tamaño: I

Desgaste:

Primario:

Secundario:

Engobe: Extensión: Color(esl:

Vidriado: Extensión: Color(es):

FIounn A.2. Ficha de registro para una muestra de pasta.

Curono A.1. Escala de dureza de Mohs y slrstituto§

Mineral de Mohs Sustituto

1 Talco
2 Yeso
2,5 Uña del dedo
3 Calcita Hilo de cobre
4 Fluorita
4,5 Vidrio de ventana
5 Apatita
6 Ortosa Cuchilla de acero
7 Cuarzo
8 Topacio
9 Zafuo
10 Diamante
Hoia de registro de cerámica
I l-
ll*"

Frcune A.3. Relaciones entre los datos que aparecen en las hojas de registro y en las fichas
Culpro A.2. Clave para la identificación de inclusiones en las cerámicas t\)
B
Sin inclusiones visibles (huecos)
1 Huecos planos; a veces curvados y con estrfas concha
2 Huecos en forma de óvalos o esferas, de c. 1 mm de ancho oolita o caliza
3 Huecos en forma de rombo calcita
4 Huecos irregulares caliza
5 Huecos alargados con estrías longitudinales hierba o paja

Inclusiones que reaccionan al ácido clorhídrtco


F
1 Planas, curyas, laminadas o estructuradas en ángulo recto a la superficie concha
2 Inclusiones en forma de óvalo o esfera con estructura concéntrica oolita o
lr
3 Inclusiones en forma de óvalo o esfera que no forman una estructura concéntrica caliza redondeada F
>.
4 Rombos cla¡os o transparentes calcita
5 Tlozos irregulares angulosos o redondeados o
caliza
trl
z
Inchuiones homogéneas que no reaccionan ante el ócido
CC Color claro oF
1 Lascas brillantes mica blanca e
l¡,
2 Granos transparentes más duros que el metal cuarzo ó
F
3 Granos blanquecinos más duros que el metal cuarcifa o
c)
4 Conglomerados de granos blanquecinos mal pegados entre ellos arena de cuarzo >
5 Granos de color blanco mate o claro
¿ Fácilmente rayables con metal
1 Rombos dolomita
2 Con estructura curva hueso quemado
á No rayables con metal
1 Cristales rectangulares o subrectangulares bien machacadas feldespaa
2 Sin cristales visibleq fractura concoidal sílex
CO Color oscuro
1 Lascas brillantes mica oscura
2 Granos de color rojo terroso
¿ Redondeados
1 Ligeramente magnéticos; a veces de color ocre brillante mineral de hieruo rojizo
2 Ma¡rón mate; parecido a la arcilla pella de bano
3 Ma¡rón mate; parecido a la arcilla, pero con laminaciones ¡netasedimento
á Anguloso
1 Ligeramente maglético, a veces de color ocre brillante mineral de hierro rojizo
2 IÑlarrón mate, como arcilla grog
3 Granos negros
a Granos brillantes
1 Apariencia metáIica. Sin cristales, a menudo muy redondeados mineral de hierro negruzco
2 Alargado, con estías longitudinales, apariencia vltrea pro bablemente minerales de feno-magnesio
¿
b Granos mate E'.
1 Blando, anguloso, terroso z
8fo8 U
2 Durq gfanos planos, a veoes laminados metasedimento (p. ej., pizana) o
lr
3 No se raya con la aguja, no forma cristaleg fractura concoidal, anguloso stlex
4 Se raya con la aguja, forma cristales microscópicos, fractura irregular roca lgnea
4 Granos rojo oscuro
a Tlansparente o traslúcido cuarzo o cuarcita
á Opaco, cristales rectangulares o subrectangulareg bien machacado feldespato
c Opaco, f¡actura concoidal sllex
d Rayable con met4l, fractura irregular, forma cristales diminutos roca ígnea

D. Inclusiones heterogéneas y que no reaccionan con el ácido fragmentos de roca

Fuexrr: basado en Peacock, 197,pp.3032.

N
o\
(Jr
266 LA cERr(MrcA EN AReuEoLocfA

que sea distinto al del núcleo. A continuación se anota el color de la superficie (o su-
perficies), si es que es diferente al de los márgenes Los colores mixtos se indican por
medio de una barra (/) ejemplo, «rojo/marrón¡¡-, ¡pientras que los colores par-
-por
ciales (por ejemplo, un núcleo que no se distingue en algunos puntos) se indican por
medio de paréntesis: «núcleo (gris), márgenes rojos», significa que el nrlcleo gris de-
sapÍrece en algunos lugareg dejando una sección totalmente roja.

Dureza

Los términos utilizados son:


Suave: se puede rascar con la uña
Duro: no se puede rascar con la uña
Muy duro: no se puede rascar con un cuchillo

Thcto

Los términos básicos utilizados son:


Aspero: tacto abrasivo al dedo
Grosero: se aprecian irregularidades
Suave: no se aprecian irregularidades
Otros dos términos que se usan a veces son jabonoso y polvoriento. Todos ellos
se refieren a la superficie en su estado original (por ejemplo, sin el bruñido, que se
describe aparte).

Tbxtura

Los términos que se usan en la actualidad para describir la sección de una frac-
tura reciente son:
Subconcoidal: rotura semejante a la del vidrio o el sflex
Suave: plana o ligeramente curva, sin irregularidades visibles
Fina: irregularidades pequeñas, muy juntas
'Irregular: irregularidadesmayores,másespaciadas
Cortante: iregularidadesmayoresygeneralmenteangulares
Laminada: en foma de «escalones»
Las descripciones se refieren a la sección vista por el ojo no entrenado. Para pas-
tas suave§, es muy ritil añadir una descripción de la textura vista a 20 aumentos (por
ejemplo: <<suave, irregular al microscopio»).

Inclusiones

La identificación de inclusiones se basa en la fórmula de Peacock (Peacock,l9l7,


pp.30-32; aquí aparece en el cuadro A.2). Se usa un imán para identificar inclusiones
de mineral de hierro y ácido clorhfdrico para identificar la piedra caliza, las conchas
APÉNDICE 267

Tamaño en mm

0,5 a 1,0 0,5 a 2,0 0,5 a 3,0


Porcentaje

10

20

30

Ftcu¡.e A.4. Gráfico de estimación del porcentaje de inclusiones (según Mathew,


Woods y Oliver, 1991).
268 LA CER(MICA EN ARQUEOLOGíA

Escala de capacidad de desgaste

Clase 1 2 3 4 5 6

Muy Sub- Sub- Muy


anguloso Anguloso anguloso redondeado Redondeado redondeado

Esfericidad
alta
ü @


m
Esfericidad
baja
\y ffi B w a @
Flcune A.5. Gr¡ífico de estimación de la esfericidad/desgaste (segrtn Barraclough,
1ry».

y otros elementos. Cuandó es necesario se consigna el color, usando la tabla de Mun-


sell, además de los términos <<claro» (transparente, sin color intrfnseco) y «sin color»
(transparente o traslúcido,'adoptando el color de la matriz de arcilla que rodea Ia in-
clusión).

Frecuencia. La frecuencia de las inclusiones se indica en una escala de tres pun-


tos moderada o escasa- o haciendo referencia al gráfico de porcenta-
-abundante,
je de inclusiones que mostramos etlap.267.

Tamaño d.e las inclusiones. Los térrrinos usados se basan en los tamaños estan-
darizados de gtanos de arena definidos por el Departamento de Agricultura de los
Estados Unidos Son los siguientes:

Muyfino: menor de 0,1 mm


Fino: de 0,1 a 0,25 mm
Medio: de 025 a 0,5 mm
Grosero: de 0,5 a 1,ü) mm
Muy grosero: mayor de 1,00 mm
Las inclusiones más groseras se miden aproximándose al milímetro más próximo.
Se consigna también el rango de tamaños predominante; rangos en los que están pre-
sentes proporciones menores se indican entre paréntesis.
APENDICE 269

Escala para la ordenación de guijarros

Muy pobre Pobre Equilibrado Bien Muy bien

2 3 1 5

Ftcun¿, A.6. Gráfico de ordenación de inclusiones (según Barraclough, 1992).

Ordenación. La ordenación indica la homogeneidad (en el tamaño) de las in-


clusiones Los granos bien ordenados tienen todos el mismo tamaño; los granos mal
ordenados no lo tienen.

Contorno de las inclusiones. Para medir el grado de desgaste se uüIizan los si-
guientes términos:
Angular: forma convexa, esquinas bien marcadas
Subangular: formaconvexa,esquinasredondeadas
Redondeado: forma convexa, sin esquinas
Irregular: formaca cóncavo/convexa
Plano: forma bidimensional
Las referencias pueden hacerse con arreglo al gráfico de comparación de redon-
dezlesfericidad que aparece en la figura A.5.

Tratamiento de la superficie

Los términos usados son: Iisa, suavizada, bruñida, raspada, digitada, con marcas
de torno.

Vidriado

Se describe la extensión, color y acabado. Los términos usados para la extensión


son: toda la superficie, áreas, zonas (es decir, áreas con límites superior e inferior),
parches, rayag líneag gotas y manchas
270 LA cERÁMrcA EN ARerlEoLocfA

Culpno A.3. Inclusiones abundanteVmoderadas (letras mayúsculas).

C Orgánico
F Sflex
G Grog
H Concha
I Mineral de hierro
L C-alaa
M Mica
N Cerámicas sin inclusiones obvias
S Arena (cuarzo/cuarcita)
V Volcánico/ígneo
X Otro/desconocido

Culpno A.4. Elaboración y tratamientos de la superficie (letras minúsculas). '

b bruñido
d vitrificado (estaño)
f vitrificado (sal)
g vitrificado (cobre)
k otro vitrificado
m cubierto/espolvoreado de mica
n barniz blanco (valor de Munsell alto)
o otro tipo de barniz
t raspado a cuchillo
w claramente hecho a torno, en su totalidad o en parte
x hecho en molde
y sintornoodudoso
z otros tratamientos

Color. Se describe el color aparente (el que se ve en la actualidad), excepto


cuando el vidriado transparente se describe como transparente. Si es posible se des-
criben los colorantes en el vidriado y los efectos de las inclusiones en la arcilla.

Acabado. Tal y como se ve a 20 aumentos, prescindiendo, si es posible, de la


descripción a simple vista. Los términos usados son: lustroso, brillante, mate, escaso,
picado, agrietado, suave, grueso, delgado.

Engobe

La convención que se rrsa es que amplias zonas del engobe constituyen una ca-
racterística de la pasta, pero los detalles conciernen a la decoración. Se usan los si-
guientes térrrinos:
APÉNDICE 277

(Para la extensión): en todo el vaso, zona (iunto a su localización en el vaso),


véase decoración
(Para el acabado): continuo, escaso, suave, con grumoü delgado, micáceo, rico
en hierro.

CoorrrclcróN DE LAs clnectgnísncas DE LA pASTA

Para catalogar y organizar una colección de referencia de tipos de pasta se pue-


de usar un simple esquema de codificación (véanse los cuadros A.3 y A.4). La codifi-
cación describe los üpos de inclusiones principales y los rasgos primarios de los com-
ponentes y de los tratamientos de la superficie.
El código aparece como si de un diccionario se tratase: así GSby es una pasta he-
cha a mano, bruñida, con abundantes inclusions de grog y arena de cl,taÍ¿o. Si los frag-
mentos se guardan de manera que las pastas con idénticas caracterlsticas (y códigos
idénticos) estén juntaq se podrrín comparar nuevos fragmentos o pastas codificándolos
y usándolos como indicativos de la localización más probable de sus equivalentes.
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abrasión: grado de, 48,215,220; resistencia a Bai[ L.,34
la,250 Balfet,H.,28,29
acanalado, técnica decorativa, 104 Baringo, distrito de, en Kenia, 177
Agost, en Alicante,233 bamiz, 87, 1U2,249; variación del color con la
agua, agregada a la arcilla, 136 cocción, L36; véase tambiÉn vidriado
agua salada, tgregada a la a¡cilla, 136 barrido de electroneg microscopio de (SEM),
ahumado, técnica de cocción, 136 32,83,1L4,1L5
Airchison, J., 170 Bath, en Avon, Inglaterra, 243
Albinus, Petrus,20 Braudel, F.,46
alfa¡erfa,9l, L34 Broken K Pueblo, cerámica de, en Estados
alimentoq rituales de los, 256 Unidos,49
almacenamiento de agua, janas para e1,249 Brongniart, M. A.,25,28, 31
¿16¿66¡amisafs de la cerámica, métodos de, bruñido, tratamiento de la superficie,I0É',L6
Il9-L23; armarios y maletas de exhibición, Buko, A.,27-28
121; bolsas de papel,l?.0; bolsas de plástico, búsqueda de paralelos, proceso de, 209
120; cajas de cartón, 120; en masa, eú anna-
rioscompactos sobre rieleq 122; unidadeses-
peciales de,120 Cra, dataciones de, véase radiocarbono, data-
análisis de componentes principales (ACP), ción por
t69,178,t79 cacerolas, 100
análisis de la textura, 159,162-165; véase tam- café, consumo de, como evidencia de estatus
bién text!¡a social,95
análisis espacial, 43, 189-190; del mismo yaci- calado, técnica decorativa, 104
mientq 43, 1.91; entre yacimientog 191 calderoq 100; de brouce,43-44
aniáIisis qufrrico, véase amposición, anáIisis calorf fica, eficaaa, I M
de la cantidad de vasijas representadag L9L-L93;
Andócideq pintor griego, 39 área de la superñcie,35, 191; frecuencias de
archivos de cerámicas, 49, ll8-L25 fragmentos, 35-36, L9l-192. 194; pesq 35,
arcilla, 13¡l-135; lugar de procedencia de Ia,41, t9t-192,194
165-L72; matitz de, 8&89; preparación de la, carbono, en la arcilla, 153, 154
137, 167-168; primaria, 135; sedimentaria, cassoulet,254
135; selección de, 3t catáIogo, en cerámica, 50,72-82
Argeüa, 1¿m, 1¿f8 catálogos preliminareg 68
arqueometrfa, 16-17, 32-35 catástrofe, teoría de la, 39
arte" representación de la cerámica et e[,29- cementeriog cerámica en log 20, 2A,2L8; véa-
31,u8 se también tumbas, grupos de; urnas de en-
artefactos, como lenguaje de la cultura mate- terrrmiento
rial,256 ceniza, depósitos de, 136, 147
asas,45-46, 143; ilustración de las, 108, 109 centros de recursos arqueológicoq 118
atmósfera de cocción, 153; en condiciones oxi- cerámica tipo, término de 25
dantes,154 ceramistag 213; de estatus btjo, 47; produc-
azulejos medievales decoradog 20 ción a tiempo parcial o completo,46
296 LA CER(MICA EN ARQUEOLOGíA

cetveza, véase úarcas en las jarras de crlveza los, 189; diferencias entre log 190, 19-198;
cestos para proteger las vasijas, 248 mtertos,2l,29,189; tamaño de log 188-189,
Chelmsford, Essex, abastecimiento de cerámi- 199; vivoq 27,29,t89
ca e¡,232 conservación, política de, 82
Childe, Vere Gordot,22 construcción de cerámica, véase mateial de
cinta adhesiva, T2 construcción de cerámica
clasificación arqueológica, 21-22, 29; analltica, contexto: estratificado, 73-74; pirnrío, 218,
25; de las formag 26, 95-100, 173-187; de 253; secundario,2l8
pastas de cerámica, 89-93,152-172; taxonó- contexto social de la cerámica, 31, ¿ló
mic¿,25 Conyerg 1.,29,31
clasificación basada en las medidas, 175-189 Comualleg cerámica neolítica en, 90
clasificación formal, 174 corrosión, proceso de, 154
cocción de la cerámica, 147; a fuego abiertq ct1ba,47 ,61,67
t47-149; atmósfera dg 153-154; duración de cromatografia del gas' 34,253
la, t47 ,149; en hornos cerradog 149-151; en cuantificación de la cerámica, 17, 35-36, 48, 50,
hornos domésticog 149; experimental, 31; 75,788-206; conexiones entre los fragmen-
modalidades de, 147-149; proceso de, 31; tos en,237-238; contar las asag 196; papel
temperatura de,32, 153; véase ta¡nbién ho¡- en el estudio de la cronología,215-218;pa'
nos de cerámica pel en el estudio de la formación de yaci-
CODA, técnica de anáüsis estadfstico,170 mientos, 244; pseudo-información estimada
códigos de barras,76 @ie), L97-203,218; sobre los mapas de, dis-
códigos mremotécnicoq 70, 79 tribución, 226-232; véase también medidas
colección de referencia para las pastas de la de cuantificación de la ceriámica
cerámica,89-93 cuarzo, 161
coleccionismo, 20 cultura, definición de, 22
color de la cerámica,85-86, 156-159; factores curva de decrecimiento, 255
que afectan al, 158-159; gráficos del, 157-
158; registro del, 15G158, ?-@,2Ñ; vaia-
ciones causadas por el secado, 146; varia- datación, 75, ?-Ul-222: q'rzada, 22; métodos
ciones causadas por la cocción,85-86, 153, cientfficos de,32-33; papel de la cuantifica-
25t ción en la, 215-218; por asociación,Z07,2I4-
combustible, 136-137, 147; efectos sobre la 215; puntual, 70,78
cocción, 13ó decoración con cuchillo, tratamiento de la su-
comercio, 38, N-42,222 perñcie, 1(X, 111
Comité de ArqueologÍa Cientlfica, de Gran decoración de la cerámica, 26, 201-105; ilustra-
Bretaña, 197 ción de, 110-113; significado simbólico de
completa, proporción de vasija, t8g-lffJ,, L92- la, 48,256-257; sistemas descriptivos para,
t93,?t3 26
composición, análisis de la" 33, 165-172 análisis dendrocronolo gia, 38, ?:fr'l , 213
estadístico de los datos, 169; aplicaciones Departamento de Etnologla Norteamericana,
deI,166,168; comparación con el análisis pe' 2t
trológicq 177-172: comparación entre técni- descripción de la cerámica,75, 8,1-89, 98; color
casl7L172; efectos del entorno posdeposi- como ayuda para Ia,25, 158; estandariza-
cional, 168; microprueba de electrones, ción de Ia,28; fichas Parah,26O
710-77t desgaste, huellas de, 34, 250-251
composición, datos de la, análisis estadístico desperdicios, y c.erámica, 41,92
de los (CODA), 170 desüaciones: en la recuperación,77 ,?.03; esta'
conexiones entre los fragmentos, 199, 2M, dfsticas, 191-194
236-240; cuantificación de, 236: problemas Devil's Ditch, excavación en el á¡ea de Chi-
con lag 239; reconocimiento y presentación chester, en Sussex, 204
delaE239-240 dibujo, 157, 187; convenciones modernas en
conferencias: en Burg Wartenstein (Austria), eI,25, 110; costes del, 111; de engobes' 110;
27 ; er Lhree (Holanda), 2? de la textura de,la superficie, 111; de las
conjuntos de cerámica, 23L2¿A; arqueológica- asas, 108-109; de los picog 110; de lustreq
mente homogéneos, 1.90; composición de 1.10; de pinturag 110; equipo para el, 108,
íNorcs Arr¡,sÉrrco 297

110; mecanización del, 113; propósito del, estiércol: como combustible, 137; como des-
106108; sistemas de codificacione\ ?5-26 grasante, 136; Para la cocción, 149
digitacioneg técnica decoraüva, 104 estilo, en la cer¿ímica, 16,209; véase también
discriminación entre tipos, análisis de,33 decoración de la oerámica
dispersión de la colección, 123 estratigrafía, 22-2,4, 34, 218, 221; de porcenta-
disposición de la cerámi¡:., $2, 125 jes\24
distribución, 223-233; información que contie- estrés térmico,249
rc 1a,223-?-?5,255; modos de, 4l-42: véase estudios de cerámica: cronológico, 22,26,33,
también mapas de distribución 37, l»-2ü2, 2ü7-222; distribucional, 22, 26,
dogon, cerámica utilizada por loq en Mali,235 38,223-233; fases de, 17-28, 38, ?-07-209;
Dragendorff, H., 174 funcional, Y,38,202-203; historia de log
Dunning, G.C.,2l 15-16, 36; razones de los, 37-50
duración de la cerámica,40, 188-189, 234-236; etnoarqueologf a, 16, 133
factores que afectar^ ala, 2?4; véase nmbién etnograffa, 16, 28-», y, 4G47, 133, 147 , 149,
fracturabilidad, estadlstica de t89,vt6,248,249,256
dureza, 86, t59, 250; registros de, 159, ?ñ eüdencia, cerámica como: del comercio, 37-
38, 4A-42,222; para el estatus, 43 -45, 95, 256;
para la datación, L5-t6, 37 4,207 -222; par a
ecología cerámica, 16 la tunción, 43-44, 2'r''5-257
economía: ceriámica como un indicador de la evidencia documental, 22, 29, 38, q, Al'2L5,
actividad dela,47; peso de la industria ce- 225
rámica en la, 46-47 ,255 evolución, creencia en la, 31, 39
electroneg microprueba de, 170-l7l expansión termal,32
engobeg 87; aplicación de,249; dibujo de, 110; experimental, arqueología, 134
términos de,270-271
envases de cntámica, 225, 235, ?54'255; coúe-
nidog 34, 40-41,213; identificacióo del con- fabricación, pasos del proceso de, 152-153
te¡ido,252-253 fabricación de la cerámica, 133-151
equipo: del procesamiento inicial, 63; necesa- famiüas de fragmentog t95,2M; clasificación
rio para 1¿ se¡ámica, 6,83'U,88; para Ia de,240
ilustración, 108, 110; véase también hotnos fechas: absolutas" 22, 38: definición de,2@,
de cerámica; tornos de alfarero 211; inscritas, 217-213; precisión de las, ¿10;
esfericidad de las inclusiones, 160; gfáñco de, relativa§ 38i urminus post qucm, 211,214,
268i véase también desgaste 2t5
especialistas en cerámica, 130 foraminfferos, 89
espectroscopía por absorción atómica (AAS), formación del yacimiento, Procesos de,27,36,
34,t66 74-75,203
espectroscopía por emisión óptica (OES), 33, formas, clasificación de las' 7{75, 173-187; ba-
166 sada en las medidas, 175-180; curvas mate-
espectroscopía por rayos X; identificación de máticas para describir las, 181-185; de las
las técnicas de modelado, 138; por difrac' distintas fases del pr<rceso de manufactura,
ción ()<RD), 33; por fluorescencia (XRF), 187; enfoques et la,l74; geométricag 180;
33,t6 método de las «rebanadas», 177'178; méto-
estadfstica, técnica: a¡álisis consenstado, 172; do del centroide y la curva cíclica, 184; mé-
análisis de componentes principales (AC?), todo del radio de barridq 177; sistema de
169, 178, 179; anáIisis de correspondencias, las dos curvas, 1&4-185; sistema del sobre,
l»-2O3,217-218; anáIisis de escalas multi 98, 18G181; sistemas formales, 175; téclic¿
dimensionales, 220; a¡álisis de regresión, B-splin,184; técnica del perfil tangencial
228; anáIisis lineal logarítmico, 197; bayesia- (sTP), 181,184
¡a,217; datos de la composición (CODA), formas de la cerámica, 41; cacharros de coci-
t70 na, 202-203; calderos, 43-4, IC0.; copia de
estampación a rodillq técnica decorativa, 104 la\ 4142, ¿1445; cuencos, 2U2,255; ia¡as
estandarización, 26, 55 202-203, 208, 2@, 255; jarroq 44, 45; lámpa-
estatus, cerámica como eüdencia prra eL,43- rar,, 2V2-?-03; mortorh, y, 201,251; Platos,
45,95 M:¡az¿s" 44; vasog 209,210
298 LA CER.ÁMICA EN ARQUEOLOGÍA

fosfato de calcio, 67 ilustración, t06-Ll7; véase también díbljo


fGiles directore \ 22, Nl incertidumbre, principio de,,m
fotografias, 11,1-115; archivo de, 1.17; de un gru- incisión, técnica decoraüva, 104
po de vasijasi 116; primer plano, 115 inclusiones, estimación del porcentaje de, 160;
ftactura, examen de Ia,86, 156 gráno de,?-67
f¡acturabiüdad, estadlstica de, 75, l9l-L94, inclusiones en las cerámicas\ 25, 32,,10, 87-88,
203,220 159-160, 264270; carbón vegetal ,32; cásca-
fragmentos: abrasión de, 48, 215, 2.20, 243, 25O; ras de arroz,32; desgasrc de hq 160,268;
colecciones de la superficie,22; depósitos o efectos de lag 135, 249; frecuencia de las,
residuos sobre, 34, «,243,253; efectos tras 160,267,268; identificación de lag 88, 159,
quedar enterradoS243,253; en el suelq 47- 2&-2Á5,266; no plásticas, L35-13ñ,153; or-
48; frecuencia de,22,35-36, I9t-192, t94; denación de, 160,269; orgánicag 32,136;ta-
redondez de, ?-43; tamaño de, 24.1; véase maño de laq 160,268
nmbién conexiones entre los fragmentos; informe de archivq 54
familias de fragmentos inscripciones pintadas, en cerámica, 22,211-
Franchet, L.,28,29,31 213,26
fuentes de abastecimiento de un yacimiento, interpretación del yacimiento, 74
228-232 invenión requerida para la cerámica, 4ó
fuentes escritas en cerámica, 2&2§ investigadores «acumuladores» y «divisores»,
fulani, cerámica, de Camenln,235 9t,97
función, la cerámica y su,43-45,220,222,245-
257; clasificación de,245; de las vasijas indi-
vidualeg 245; simbólica, 256 Jamaica,94

geológicas, técnicaq L52, 159-l(f., 223 kalinga, tribu, en Filipinas! 235


Gillam, J. P., 25, 2A7 -2ú Kendall, D.G.,24,215
gráficos: de bordes, 195-t96: de coloreg 157- Kidder, A.Y.,22
158; de la esfericidad, 2ó8; de los tipos de Kingston, cerámica en Ia ciudad medieval de,
inclusioneg 268; de porcentajes de inclusio en Surrey (Inglaterra), 213
rcqLfi,267
Grasshopper, indfgenas Pueblo del yacimien-
to dg en Estados Unidos,44 I¿cbish, en Palestina 22
Graufesenque, [,a, yacimiento de, en Francia, liíminas delgadas, 33, 88, 161; identificación de
31 técnicas de modelado por, 138
Greenwell, W.,31 Í*zarlx, en Francia,21, 31
Lime Street, yacimiento de, en Londreg 200-
20t
Haltern, tena sigillata de, en Aleme¡ria, 172 limpieza,6G67
hierro, componentes de, en la arcilla, 154 Lincoln, en Inglaterra, 56
hipótesis: arqueológica, 4{l; vaüdación de una, Lizard, promontorio al suroeste de C-ornua-
49 lleq 90
históricos, amrntecimiento\ n, 207 Londreg 20,22,29-31,56, 200, 213: ceúmica
Hodder, lan,lTl medieval en, 103, 10&109; Depafamenro
hollln, 34.77,250-25L de Arqueologfu Urbana de,70, y2,lO3,LO7,
homogeneidad: arqueológica, 190; estadística, L@, tl1,2f); muelles de, 213,214; museo
Lyt-198 de,2L2
hornos de azulejos! 31 luminiscencia estimulada ópticamente (OSL),
hornos de cerámia, 29, 31, 39, 6, 149: cocrio- 32,214
nes experimentales en, 31, ly,; estrucn¡ras
asociadas a,31; estructura de log I49,ln;
estudios etnográficos de, 149-150; excava- manufactura, técrticas de, véase modelado,
ción de, 151; medievales, 151; romanos 29, técnicas de
150-151; véase tanbién cocción de la cerá- mapas de distribución, 22, 223-224; cuantitati-
mica va,22G228; de hallazgos puntuales, 225-226
ír¡orcp ALFABÉTrco 299

marcas en las jaras de ce*eza,2\3 ordenadore§ 77 -81, 173, 724, 129-730, 217 : al-
marga calcárea, 89 macenamiento de datos informáticos a lar-
material de construcción de cerámica, 3l;vea- go plaza, l?A-125; almacenamiento de per-
se tatnbién azulejos medievales decorados files en, 184; bases de datos para almacenar
materialeg ciencia de los, 133 datos,80; catálogo por,724-125; códigos de
materiales altemativos: madera, 45, 47; metal, barrag 76; discos flexibles informáticos en
4344; piel, 44, 47: vidio, 44, 47 los informes arqueológicos, 130; lenguajes
materias primas para la fabricación de cerámi- fonnaleg 81; organización de los registrog
ca,734 79
matrilocales de residencia, evidencia de los Oxford, aplicación del método TL ea,32
grupoc 49
matriz: dc abundancia, 2L7; de datos,2l6i de
incidenciag 217 palabras clave, uso de,79
Matson, F. R., 16, 31 «panecillo franés»,45
mecanización de la ilustración, 113 partes d.e pic, técnica de las\19-2V2,218
medidas de cuantificación de la cerámica, 35- pasta como referencia, tipos dg I
36,L9t-L94; equivalente de vasija estimada pastaq análisis de laq 83-93, 152-172; análisis
(eve),35,36, l9l, L92, 194-196; volumen de de la composiciór.,165-L72; anáüsis petrol&
desplazamientq 35, 191; véose ta¡nbién cla- g¡co,lfi1' composición geológica de laq 87,
siñcación basada en las medidas t52-153; exameo visual en, 156
Mediterráneo, marga calcárea en la cuenca del, pastas de la cerámica, 25, ú,83-93, 152-t72;
89 color de las, 85-86, 156-159; descripción de
nicrofichas, 129-130 la\l@-Zlt; dureza de las, 84, 159, 250; fi-
microfósileq 89 cha de registro para una muestra de, X;2;
microscopio: binocular, 25,27, 40, 84, 156, 160, tacto de, 87,266; textura de, 25, lll,2«
172,2ñ; de barrido de electrones (SEM), Paston, Ivfargaret, carta de John a, e¡ t{19,40
32, 83, lI4, 1 15; petrológico, 153 Peacock, D. P. §, 25, 152, 159,2@, ?f'5,2«
microtipos, 129-130 Pecos, yacimiento de, en Estados Unidog 22
minerales pesadog análisis de,33, 165 pegametto,T2
modelado, características de: clasificación de peinado, técnica decorativa, 104
las formas por, 187; dibujos de laq 111 «pequeños hallazgos», 36
modeladq técnicas de, 13&1,16; compuestaE permeabiüdad, 249
143,145-146; identificación de las,138; ma- peso de fragmentos, 35, 36, l9L-L92, 194
nual, 32, 138-139; primarias, 138; secundarias, Petrie, principio de concentración de, 215
138; uso de la paleta, 111, 145; uso de moldes, Petrie, sir W. M. Flindersi 22,2,1,215
139, 143, 145; uso del torn o, 32, L37, 139-143, petrológico, análisis, 1fl-165; relación con el
149; y la clasificación de la forma, 187 análisis de composición, 172
modos: de distribución,41; de producción,46- petrológico, microscopio, 153
47; descriptivog definición de,25 picos 45, 143; dibujo de, 109, 110
Mohq escala de dureza de 159,250 Pitt-Rivers A. H. L. F.,21
monedag como evidencia para la datación,38, plasticidad de la arcilla, 135
2rt,274 plataforma giratoria, I39; véase también tor-
Montanq yacimiento de, en Francia, 31 nos de alfarero
muestreo,48,62, 189-190; tamaño mínimo via- Pompeya, platos de cerámica roja e4?53
ble de, 199 porosidad, 24,249
Munsell, sistema de colores de, 156-157; Grá- posdeposicional, proceso, 77, 190
fico de colores de roca de la Sociedad Geo- precios de la cerámica,45
lógica de América, 158; Gráfico de colores procedencia de la ceriímica, estudios de, 16
de tierra de, 158 17, 32, 33-34, 154; identiñcació¡ de, 26, 232-
233
procedimientos, documentación de log 81-82
«Nombre Comrin», códigos de,9 procesamientq 63, 66; archivq 50; cataloga-
nombre original, de la cerámica, 34 ct6n,72-77; cat¡flogos preliminareg 68; cri-
«nubes de fuego», variaciones de color, 251 ba, 47,61i datación puntual, 69-71,78-79;
núme¡o de recipienteg véase recipientes equipo,64, 83-84, 88; hojas de registro,261-
300 LA CER,¡(MICA EN ARQUEOLOGÍA

262; nicial, 63; hmpieza, 66-67; marcar la seriación, 22, 35, 38, 189-190, 215-222; método
cerámica,68 de la curva en forrra de barco de guerra,
produccióD de cerámica,4547; centros de,4O, 216-217; método de proximidad,216
209; modos de,46-47; procesos de,32; véase seriogramaE 219,220
también cocción de la cerámica; modelado, Shepard, A. O., 25, 26,31, 41, 156
técnicas de Siegburg en Alemania, 209
progreso social, cerámica como indicador del, siglado,68
3l Silchester, basflica de, en Inglaterra, 201
prospección de superficieq zN-Ul sistemas de registro para procesaf cerámicag
pseudo-información estimada @ie), 19 67, 2tu271; catalogación, 49, 72-77; cnlor,
publicación, 50, 126; catalogación, 128; estructu- 156-159, 2@, 266, 268; dveza, 159, 262;
¡a. dela,L27 -128: lectores de la, 126; propósito fragmento por fragmento, 75; inclusiones,
de, l?5-121; requisitos mínimes de, 128-129 266269; mfnimo,75; ordenadores en, 184;
Pueblos, f¡g en México,29 palabras clave cortas, 79; práctica estándar
correcta para, 37; registro inicial, 67 -69; tex-
fir a, 266; vidriado, 269 -n 0
radiocarbonq datación pr, 32, 39 skeumorfas, vasij as, 43
rayos X, váase espectroscopía por rayos X Smith, C. Roach,22
recipientes: ntimero máximo de, 195; número soportes para la cerámica, 139
mfrrimo de,35,195 Southwark, yacimiento de, en Londres, 96
reconstnrcción fisica, 7 l -7 2 Spitalfieldsr cementerio romano de, en Lon-
recuperación: desviaciones et la, 77, 203; pro- dreg 20
cedimientos de,65-66 Spong Hill, cementerio de, Norfolk, Gran
reducción del volumen de la a¡cilla, 135 Bretaña, 178
registro de cerámica, hoja de: para muestras spot- doting, véase datactÓn puntual
cuantificadas,261; para una muestra de pas- Stow, John,20
ta, L54,262; véase tumbién sistemas de re- superficie, tratamiento de Ia,35, 1,16; bruñido,
gistro para procesar cerámicas t04, 146; engobes, Ü, 24:9; sellado de, 254
remanentes magnéticos para datación, 33 Swan, V. G., 151
residualeg fragmentoq l90, 218, 222, 239
residuo agfcola: comocombustible, 137; como
desgrasante, 136 tarjetas de referencia, 123
residuos: incrustaciones de cal, 253; orgánicos, taxonomfas populares, 34, 248
34,252-?55: pozos negros' 66-67 té, consumo de, como evidencia del estatus,95
resistencia mecánica, U9 -250 técnicas cientfficas, lGfi , n,3l-34, 213-2L4;
reutilización, eüdencia de,'18, 94 cromatografra de gaseg 34,253; física,27,
Rheinzabern, yacimiento de, en Alemania,3l 31, 34; métodos gravimétricos, 33; química,
rotura de cerámica: deüberada, 251; grado de, 3l; véase también composición, análisis de
¿[E,215; lndices de,29; por los nnimaleg 23; la; espectroscopía por rayos X; geológicas'
véase también duración de la cerámica técnicas; petrológico, análisis
roulette, técriica decorativa, 1M-105 tecnología, 17, 27, 28, 29-32, 46-47, 133-151
Rouse I.,25 tetmal, véase estrés térmico; expansión termal
termoluminisce rraa (TL), 32, 2L4
textura, 87-88, 111; descripciones de la, ?.66;
sal, 136 véase tatnbién análisis de la textura
Sandomierz, cerámica medieval de, en Polo' tipología, 2l-26,74; véase también estudios de
nlil,27 eú¡ica; tipoq series de
Schnurbein, S. von, 172 tipologla de formag 95-97,174-175
secado, proceso de, 67, L35, 146; grietas causa- tipos: concepto de,27-28,201 definición de,
das por el, 146; variaciones del color por el, ?A-?5; iden¡tfrc¿Lc;,ó¡ de, ?-6; y variedad, 24
146 tipos, series de, 21, l7 4-17 5; de fomtas, 50, 95-
secuencias: cronológicas, 22, 199 -202, 207 -209 ; 98; pastag 25,49,89-93
de desarrollo,2Ul-209 tipos de cerámica: africana bamizada,2ll;
sellos impresos: como evidencia de la data- amerindia, 29; ánforas greco-romanag 94,
ción, 2llt de los ceramistas" 145-146 187,213,225,252; ánforas púnicas, 171; an-
fNorcr N,msÉTrco 301

glosajona, 65,178; cot grog,bano tradiciones cp¡ámicag 20


"trelga,
cocido y triturado, 201; britano-romana, 55- tumbas, grtpos de, 22, 24
56, L7 5, L77 ; c*ladón, 2L; china, 21 ; con des- Tzintzrtttzan, materiales cerámicos de, en Mé-
grasatrte de conchag 201; de gres alemana, xirn,2i4
N,33;deKhgstot,2l2-213; de la Edad del
Hierro, 39, 102; de Oxfordshire, romano-
britana, 228; del valle del Mosela, en Ale- umas de cremación,65
mania,246; egipcia, 101; etrusca,20; fenicia, urnas de enterramiento, 20
D; galo-romara, 20; Glastonbury de la uso de las vasijaE evidencia del urc, 77, zfi-
Edad del Hieno, 224; holandesa, 43; homos 255
en el valle de Nene, en Inglaterra,3l; italia-
na, 20; japonesa, 2l; itdla, 22; may6hca, 20,
95; medieval, n,45,99, I17,202,209; me- Van der I¿euW S, 16,31
dieval británica, 29; mediterrá¡ea, 33; me- vasijas culinaria\ 246, 245251, 253, ?55-?-fi;
soamericana, 33; micénic¿, 33-34; minoic¿, duración de laq 234; grietas en, 251
33-34; mortaria de época romana, 34,201, vfdeo, cámara de, 116
251; neolftica, 90; normanda, 21; porcelana, vidriado,87,269
33,69,95; prehistórica, ?l;roja de Pompe-
ya, 253 ; romana, ?1, 22, 25, 34: geléttcrLdz, 22;
Thting medieval,lA4;erra nigray terra ru- Westetrdo{ yacimiento de, en Alemania,3l
bra,2Ol; terra sigillata,2l, 31, 39, 104, 139, Winchester, Hantg en lnglatena, 70, 202
145,172,L74,?n5; thai,3? tinajas de aceite
italianas, 94; vasos campaniformes de la
Edad del Bronce, 178; vasos pintados brita- yacimiento, véase formaciÓ¡ del yacimientq
no-romanos, 47, l0l,204; vasos «tosco$>, procesos de; fuentes de abastecimiento de
britano-romanog 100 un yacimiento; interpretación del yacimien-
tornos de alfarerq 139-143;' clasific¿ción de to
los, 141; identifcación de los, 143; mecánica York, Centro de Investigaciones Arqueológi-
de los, 142-143 cas de, 118
INDICE DE CUADROS

1.1. Resumen de las principales fases y temas en el estudio de las


cerámicas arqueológicas L7
10.1. Fases principales en la fabricación de cerámica . 134
11.1 Thansformaciones de la arcilla al análisis de la composición . t67
11.2. Anáüsis de ánforas púnicas encontradas en Corinto . : 17t
11.3. Comparación de las agrupaciones visuales y los grupos de
composición de la terra sigillata de Haltern . t72
13.1. Valor del índice de fracturabilidad en conjuntos de cerámicas
de Devil's Ditch 205
13.2. Valor del índice «proporción de vasija completa» en conjuntos
de ceriímicas de Devil's Ditch . 205
76.1. Esperanza de vida de la ceriímica fulani 236
A.1. Escala de dureza de Mohs y sustitutos 262
A.2. Clave para la identificación de inclusiones 264
A.3. Códigos para las inclusiones . 270
A.4. Códigos para la elaboración y tratamientos de la superficie . 270
INDICE DE FIGURAS

1.1. Ejemplos de ilustraciones antiguas de cer¿ímica arqueológica . 18-19


r.2. El énfasis vefical de la fase tipológica . 23
1.3. Un enfoque alternativo a la tipología propio de la fase con.
textual 28
1,.4. La cerámica en el arte 30
2.1. Proporciones de cerámica del sureste de Inglaterra (270-
420 d.C.) procedente de los hornos de Alice Holt . 42
2.2. Caldero de bronce del siglo xv, y su copia en terracota 44
2.3. Jarra francesa del siglo xm. . 46
4.t. La vida en el almacén de cerámica 73
4.2. Catalogación de cerámicas 76
4.3. Tipología de ceriímicas romanas, transcrita en fichas de con-
sulta. 79
5.1. Una tipología de cerámicas . 90
6.1. Vasijas con diferente función derivadas de una misma forma
básica 99
6.2. Vaso antropomorfo realtzado con un molde . 101
6.3. Técnicas decorativas 103
7.L. Dibujo de las asas 109
7.2. Decoración..desplegada, . . : : 11.1
7.3. El mismo vaso visto por cuatro dibujantes ttz
7.4. Microfotograffa SEM de un crisol tt4
8.1. Almacenamiento individualizado de fragmentos de cerámica . tzt
8.2. Almacenamiento en masa de la cerámica. r22
8.3. Cerámica expuesta 124
10.1. Una alfarera bereber haciendo un plato grande . 740
r0.2. Los dos tipos básicos de torno de alfarero 742
10.3. Un alfarero utilizando una rueda simple y detalle de la rueda t44-145
10.4. Fuego abierto 148
10.5. Horno romano 150
11.1. Variaciones en la apariencia de las secciones transversales de
la cerámica . 155
11.2. Metodología del análisis de la textura . L63
11.3. Ejemplo del análisis de la textura . l@
3U LA CBR(MICA EN ARQUEoLoGÍA

72.I. Descripción formal de formas cerámicas . I76


12.2. Uso de índices de relación y medidas 777
72.3. Uso del análisis de componentes principales . 779
72.4. ,<Sobres>» de formas cerámicas 181
12.5. Comparación de sobres de formas cerámicas . I82
t2.6. Tangente y distancia del perfil 183
12.7. Método de las dos curvas 185
72.8. Arbol de decisión tipológico 186
13.1. La predisposición de la «canfidad de vasos representada» . L93
73.2. Gráfico de bordes L96
13.3. Análisis de correspondencias de la cerámica romana 2W
73.4. Análisis de correspondencias de la cerámica de la Edad del
Hierro y de época romana . 207
13.5. Análisis de correspondencias de la cerámica medieval 202
14.L. Jarras de cerámica de barniz negro 208
L4.2. Diagrama de dispersión de los bordes de los vasos con borde
en forma de cabezuela de amapola . 2L0
14.3. Vaso con su fecha de fabricación inscrita 212
14.4- Modelos para la producción de los tipos de cerámica . 216
14.5. Matrices de frecuencias y de similitud 217
14.6. Diagramas de seriación o seriogramas 219
14.7. O¡denación de conjuntos por medio de escalas multidimen-
sionales . 220
14.8. Datación de formas por medio de la seriación . 227
15.1. Distribución de grupos de la cerámica de Glastonbury . 224
15.2. Distribución de la cerámica romana tardía de Argonne 227
15.3. Análisis de regresión de la ceriímica de Odordshire . 229
15.4. Importaciones cerámicas en Chelmsorf en épocas diferentes 230-231
16.1. Efectos de las distintas esperanzas de vida en diversos con-
juntos . 237
t6.2. Distribución de las conexiones entre fragmentos en Sandal
Castle 238
16.3. Comparación de la cerámica del nivel superficial con la de la
estratigraffa . 242
17.1. Vaso con una inscripción pintada 247
17.2. Cuenco con huellas de uso en el interior 252
A.1. Hoja de registro para muestras cuantificadas de cerámica 261
4.2. Ficha de registro para la pasta 262
A.3. Relaciones entre las hojas de registro y en las ñchas. 263
4.4. Gráfico de estimación del porcentaje de inclusiones . 267
4.5. Gráfico de estimación de la esfericidaüdesgaste . 268
46. Gráfico de ordenación de las inclusiones . 269
INDICE

Prefacio, por Crrvr Onrou 7


Agradecimientos 11

PnrMsRA pARTE

HISTORIA Y POTENCIAL

1. Historia de la investigación sobre cerómica 15


lntroducción 15
La fase histórico-artlstica t7
La fase tipológica 2L
La fase contextual 26
Temas paralelos: etnografía 28
Temas paralelos: tecnologla 29
Temas paralelos: métodos científicos 32
Temas paralelos: cuantificación 35

El potencial de la cerámica como evidencia arqueológica 37


Objetivos 37
Las <<tres grandes»: evidencias sobre datación, comercio y fun-
ción o estatus . 37
Manufactura y tecnología 45
Fragmentos en el suelo 47
El caldo de cultivo de las ideas 48
Implicaciones para la práctica 49

Spoux¡e panre
USOS PRÁCTICOS: GUfA PARA PROCESAR
Y REGISTRAR LA CERÁMICA

3. Integración con la planificación de una investigación arqueoló-


gica 53
306 LA CERÁMICA EN ARQUEoLoGÍA

La vida en el almacén de cerúmica 58


Introducción 58
Establecimiento de la base de operaciones . 59
Estrategia y práctica de la recopilación de datos 60
Procesamiento inicial 63
Equipo @
Procedimientos de recuperación 65
Limpieza y secado 66
Registro inicial y procesamiento 67
Examen preliminar y datación puntual . 69
Ordenación 7t
Reconstrucción física 77
Catalogación 72
Uso de la informática en la investigación de la cerámica 77
Gua¡dar o no guardar . 82

5. El anólisis de las pastas 83


Introducción 83
Equipo necesario 83
Características de la cocción u
Inclusiones 87
La matiz . 88
Creación y uso de una colección de referenciapara las pastas de
la cerámica 89

6. La clnsificación de la forma y la decoración 94


Introducción 94
Utilización de la información acerca de las formas 94
Creación y uso de una tipología de formas . 95
Descripción de las formas 98
Vasijas y fragmentos 98

7. La ilustración 106
Introducción 106
El propósito de las ilustraciones 106
Dibujo de la cerámica 108
Fotografía 113

8. Los archivos de cerómicas 118


lntroducción 118
Uso de los archivos 118
Temas prácticos 119
íNorcn 307

9. La publicación t26
Introducción t26
Propósito del informe L26
Estructura del informe tn
Catálogo y correlación t28
Requisitos mínimos de publicación L28
Microfichas y microtipos, medios informáticos . 729
Los especialistas en cerámica trabajan por cuenta propia 130
Resumen 130

Trncrnl plnrs
TEMAS DE ESTUDIO SOBRE CERÁMICA

10. La fabricación de la cerámica t33


Materias primas para la fabricación de cerámlca 734
Preparación de la arcilla 737
Modelado 138
Tlatamiento de la superficie 746
Secado 746
Cocción 747

1-1. La pasta de la cerámica L52


¿Por qué debemos estudiar la pasta? L52
Examen visual 156
Análisis petrológico 160
Anáüsis de la composición L65
Comparación entre técnicas t70

12. La forma . 173


Enfoques en la clasificación de la forma . L74
Las series tipológicas . 174
Sistemas formales de clasificación . 175
Clasificación basada en las medidas L75
Formas geométricas 180
El sistema del sobre 180
Curvas matemáticas para describir las formas . 181
Clasificación de las distintas fases del proceso de producción . 187

t3. La cuantificación . 188


Introducción 188
Los fundamentos del muestreo 189
Usos de la comparación de conjuntos 190
Valoración de las medidas t9t
308 LA cERÁMrcA EN AReuEoLocíA

Cuestiones prácticas 194


¿Hay diferencias entre los conjuntos? . t97
¿Qué tamano ha de tener un conjunto? 1»
Estudios de caso 1»
Reducciones 203
Un estudio de caso 204
Discusión 2M

L4. La cronología 207


Introducción 207
Concretar fechas 2W
Asociación de evidencias 2L4
Seriación 2t5
Un estudio de caso 227
Resumen 2»

15. La producción y la distribución 223


¿Qué información contiene la distribución? . »3
Distribución de tipos de artefactos 225
Las fuentes de abastecimiento de un yacimiento 228
Identificación de la fuente a partir de la distribución 232

16. Conjuntos y yacimientos 234


Duración de la cerámica 234
Conexiones entre los ftagmentos . 236
Datos procedentes de la prospección 240
Fragmentos bajo tierra 247
El papel de la cuantificación 2M

77. La cerárnica y su función 245


Función de las vasijas individuales 245
Función, producción y distribución 255
Significado simbólico 256

Conclusión: el fururo de los estudios sobre cerámica 258

Apéndice: sistemas de registro para procesar cerámicas procedentes


de yacimientos arqueológicos. 260
Introducción 260
Hojas de registro y fichas . 260
Nomenclatura básica para la descripción de las pastas . zffi
Codificación de las características de la pasta 27l
309
fNprcB

. 272
Bibliografía . 295
Ín¿ice alfabético .34
Índice de cuadros . 303
Índice de figuras .

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