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QU IMPLICA SER MEDIEVALISTA?

PRCTICAS Y REFLEXIONES EN TORNO AL OFICIO


DEL HISTORIADOR

VOLUMEN I I: EL MEDIOEVO HISPNICO

ANDREA VANINA NEYRA


GERARDO FABIN RODRGUEZ (Dirs.)

Universidad Nacional de Mar del Plata, Grupo de Investigacin y Estudios


Medievales (GIEM)
Sociedad Argentina de Estudios Medievales (SAEMED)
- 2012 -
Qu implica ser medievalista? Prcticas y reflexiones en torno al oficio del
historiador: obras completas / dirigido por Andrea Vanina Neyra y Gerardo
Fabian Rodriguez. - 1a ed. - Mar del Plata: Universidad Nacional de Mar del
Plata, Grupo de Investigacin y Estudios Medievales (GIEM) y Sociedad
Argentina de Estudios Medievales (SAEMED), 2012.
E-Book.

ISBN 978-987-544-475-11. Historiografa. I. Neyra, Andrea Vanina, dir. II.


Rodriguez, Gerardo Fabian, dir.

CDD 907.2

Fecha de catalogacin: 16/11/2012

Qu implica ser Medievalista? Prcticas y Reflexiones en Torno al Oficio


del Historiador: Vol. 2 El Medioevo Hispnico / dirigido por Andrea Vanina
Neyra y Gerardo Fabian Rodriguez. - 1a ed. - Mar del Plata: Universidad
Nacional de Mar del Plata, Grupo de Investigacin y Estudios Medievales
(GIEM) y Sociedad Argentina de Estudios Medievales (SAEMED), 2012,
p. 268.
E-Book.

ISBN 978-987-544-477-5. 1. Historiografa. I. Neyra, Andrea Vanina,


dir. II. Rodriguez, Gerardo Fabian, dir.

CDD 907.2

Fecha de catalogacin: 16/11/2012

Edicin a cargo de Gisela Coronado-Schwindt


Diseo de tapa a cargo de Jorge Rigueiro Garca (Letra inicial "D" extrada de Vita
sanctorum - Ca 1143 - Alenon BM 0014 Fl 012.Vol. 2. Adoracin del Cordero, Beato
de Libana).

Esta obra fue evaluada por Jorge Estrella (Universidad Nacional de Mar del Plata,
Argentina) y Diego Melo Carrasco (Universidad Adolfo Ibez, Chile)

Mar del Plata, Buenos Aires, noviembre de 2012, edicin online

~2~
ndice
Volumen 2
Rodrigo LAHAM COHEN, El De fide catholica de Isidoro de Sevilla en el marco de 5
la disputa aduersus Iudaeos.

Mara de la Paz ESTEVEZ, La conquista de Toledo en 1085. Gnesis y desarrollo de 23


una frontera a travs de sus fuentes.

Mariel PREZ, Nobleza laica, archivos eclesisticos? Fuentes documentales para el 45


estudio de la aristocracia leonesa en la Alta Edad Media.

Cecilia DEVIA, Dos regicidios: la traicin de Zamora (1072) y la trampa de Montiel 59


(1369).

Laura CARB, El estudio de la documentacin arbitral: aproximaciones 79


metodolgicas y posibilidades temticas (Castilla, siglos XIV y XV).

Julio Csar CORRALES, Aspectos de la bestialidad en la Espaa medieval: primeras 101


aproximaciones.

Mara Florencia MENDIZBAL, Aproximacin a las fuentes documentales para el 119


estudio de los mudjares en la Espaa medieval.

Francesco RENZI, El Cster en Galicia entre los siglos XII y XIII: una nueva 139
perspectiva?.

Gisela CORONADO-SCHWINDT, Las ordenanzas municipales castellanas 171


bajomedievales: un acervo inagotable.

Silvina MONDRAGN, Fuentes concejiles para el estudio de la participacin de 187


pecheros en los concejos de realengo: campesinos, comunidades y lites rurales en el
feudalismo tardo castellano.

Federico MILIDDI, Las Actas de las Cortes castellanas medievales como fuente de 207
conocimiento para las primeras formas de conciencia burguesa.

Mariana ZAPATERO, Un dilema de abastecimiento en Toledo: historia de una 229


concordia.

Mara del Carmen GARCA HERRERO, Criadas y sirvientas a finales de la Edad 245
Media aragonesa.

~3~
~4~
El De fide catholica de Isidoro de Sevilla en el marco de la disputa adversus
Iudaeos
Rodrigo Laham Cohen1

Quaedam, quae diversis


temporibus in veteris Testamenti libris
praenuntiata sunt de nativitate Domini et
Salvatoris nostri secundum divinitatem,
vel de incorporatione ejus, de passione
quoque, et morte, sive de resurrectione,
regno atque judicio, pro viribus scientiae
ex innumerabilibus pauca proferenda
putavi, ut prophetarum auctoritas fidei
gratiam firmet, et infidelium Judaeorum
imperitiam probet2.

As inicia Isidoro de Sevilla obispo de tal sede entre el 600 ca. y el 636 la
breve epstola dedicatoria dirigida a su hermana Florentina que abre el De fide catholica
contra Iudaeos. Los objetivos a los que orientaba su trabajo aparecen claramente
explicitados: contribuir al conocimiento, fortalecer la fe y demostrar el error de los
judos. No obstante ello, mucho se ha discutidocomo veremos en esta breve
presentacin acerca de los fines que lo motivaron a escribir tal texto.
El estudio del De fide isidoriano en el contexto de la Hispania visigoda nos
permitir, a su vez, explorar el debate, de largo aliento, en torno a las razones que
llevaron a la construccin y persistencia de la denominada literatura adversus Iudaeos.

1
Universidad de Buenos Aires, Conicet, Argentina, r_lahamcohen@hotmail.com.
2
Isidoro de Sevilla, De fide catholica, Epistola dedicatoria. Tomado de Jacques Paul MIGNE (Ed.),
Isidorus hispalensis. De fide catholica ex Veteri et Novo testamento contra Judaeos ad Florentiam
sororem suam, Patrologia Latina (PL desde aqu), v. 83, Pars, 1862. Trabajaremos con la edicin de
PL dado que la obra, desde aquella primera edicin, no fue sometida a nuevos anlisis crticos completos.
Tal es as que Brepols ha reimpreso nuevamente el tomo correspondiente de la Patrologia en 1997. Solo
el primer libro del De Fide ha sido reeditado crticamente por Vernon Ziolkowski en su tesis doctoral.
Vernon ZIOLKOWSKI, De fide catholica of Saint Isidorus, Bishop. Book I (Latin text), Michigan,
University Microfilms International, 1982.

Rodrigo LAHAM COHEN, El De fide catholica de Isidoro de Sevilla en el marco de la disputa adversus
Iudaeos, en: Andrea V. NEYRA & Gerardo RODRGUEZ (dirs.), Qu implica ser medievalista?
Prcticas y reflexiones en torno al oficio del historiador, Mar del Plata, Universidad de Mar del Plata,
Sociedad Argentina de Estudios Medievales, 2012, Vol. 2, pp. 5-21. ISBN 978-987-544-477-5

~5~
En efecto, las coordenadas que vieron aparecer el mentado texto son particularmente
interesantes, dado que los judos de Europa Occidental se enfrentaban, por primera vez
en su historia, a una poltica sistemtica y agresiva ms all de nuestra capacidad de
conocer el efectivo cumplimiento de las leyes implementadas tendiente a su
conversin3.
En virtud de lo expuesto, el artculo estar dividido en cuatro secciones. Una
primera dedicada al contexto visigodo, la siguiente orientada a la praxis de Isidoro de
Sevilla en relacin a los judos, la tercera versar sobre el anlisis particular de las
razones que llevaron a Isidoro a escribir el De fide, mientras que la ltima buscar
contextualizar tal tratado no solo en su tiempo sino en el marco de la literatura adversus
Iudaeos.

Los judos en el Reino Visigodo


Es evidente que, en el marco de un artculo, no es posible resumir la compleja
historia de los colectivos judos en el reino visigodo. No obstante, trabajar con el De
fide sin pasar revista a los principales sucesos del tiempo en el que Isidoro vivi, sera
incorrecto. Como hemos anticipado y es de sobra conocido, la situacin de los judos en
la Hispania visigoda fue excepcional de todo punto de vista4. Tal especificidad fue

3
Bernard Bachrach, en la dcada del 70, se opuso a tal posicin, alegando que los judos no fueron
perseguidos por la totalidad de los monarcas visigodos. Segn el autor, los hebreos formaban una especie
de faccin poltica que, segn su posicionamiento frente a cada rey, reciba apoyo o era atacada. Las tesis
del autor cosecharon ms crticas que halagos dado que las fuentes no corroboran sus afirmaciones.
Bernard BACHRACH, A Reassessment of Visigothic Jewish Policy, 589-711, en: The American
Historical Review, 78, 1, 1973, pp. 11-34; Early Medieval Jewish Policy in Western Europe,
Minneapolis, University of Minnesota Press, 1977; Bat-Sheva, ALBERT Un nouvel examen de la
politique anti-juive wisigothique, en: Revue des tudes juives, 135, 1-3, 1976, pp. 3-29; Jeremy
COHEN, Review: Early Medieval Policy in Western Europe en: Journal of the American Oriental
Society, 99, 1979, pp. 473-474; Irving LANGMUIR, Review: Early Medieval Policy in Western
Europe, en: Speculum, 54, 1, 1979, pp. 104-107.
4
Es pertinente citar aqu adems de los trabajos que ya hemos mencionado y de aquellos a los que
haremos referencia en las notas subsiguientes otras obras importantes a la hora de analizar la historia de
los judos en el Reino visigodo: Jean JUSTER, La condition lgale des juifs sous les rois visigoths, Paul
Geuthner, Pars, 1912; Luis GARCIA IGLESIAS, Motivaciones de la poltica antijuda del Reino
Visigodo en el siglo VII, en: Memorias de Historia Antigua, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1977,
pp. 257-268; Juan GIL, Judos y cristianos en la Hispania del siglo VII, en: Hispania Sacra, 30, 1977,
pp. 9-110; ngeles ALONSO AVILA, Aspectos econmicos de la sociedad juda en la Espaa
visigoda, en: Hispania Antiqua, 8, 1978, pp. 231255; Luis GARCIA IGLESIAS, Los Judos en la
Espaa Antigua, Madrid, Cristiandad, 1978; Biagio SAITTA I giudei nella Spagna visigota. Da
Suintila a Rodrigo, en: Quaderni Catanesi, 5, 1983, pp. 79-146; Alfredo RABELLO, Sisebuto, re di
Spana (612-621) ed il battesimo forzato, en: La Rassegna mensile di Israel, 51, 1985, pp. 33-41;
Dionisio PREZ SNCHEZ, Tolerancia religiosa y sociedad: los judos hispanos (s. IV-VI), Gerin,
10, 1992, pp. 275-286; Luis GARCIA MORENO, Los judos de la Espaa Antigua, Madrid, RIALP,

~6~
producto, principalmente, del edicto de conversin forzada impulsado por Sisebuto en el
comienzo de su reino y de las sucesivas polticas implementadas a partir de tal medida.
Hasta el momento, ni los gobernantes arrianos ni el propio Recaredo haban
alterado en lo sustancial el esquema de tolerancia controlada que haban heredado del
Imperio romano5, observable en las diversas normas compiladas en el Codex
Theodosianus e, incluso, del Codex Justinianus aplicadas con rigurosidad por
Gregorio Magno, individuo admirado por el sevillano6. Si bien los corpora jurdicos
visigodos no haban anexado todas las leyes pertinentes a judos, la supervivencia de
estos, hasta el tiempo de Sisebuto, se encontraba garantizada a pesar de los obstculos.
No obstante, en alguna fecha no precisada recordemos que Isidoro se limita a
afirmar que fue en los comienzos de su reinado7 Sisebuto estableci la conversin
forzada de todos los judos de la Pennsula. A partir de all, la situacin mut
notablemente. El judasmo dej de detentar el status de religio licita. Comunidades
enteras se convertirn al cristianismo, si bien como evidencia el derrotero posterior el

1993; Norman ROTH, Jews, Visigoths and Muslims in Medieval Spain. Cooperation and Conflict,
Leiden Nueva York Colonia, Brill, 1994; Biagio SAITTA, Lantisemitismo nella Spagna
Visigotica, Roma, Lerma di Bretchneider, 1995; Ral GONZLEZ SALINERO, Catholic Anti-
Judaism in Visigothic Spain, en FERREIRO, A. (ed.), The Visigoths. Studies in Culture and Society,
Leiden Boston Colonia, Brill, 1999, pp. 123-150; Catherine CORDERO NAVARRO, El problema
judo como visin del otro en el reino visigodo de Toledo. Revisiones historiogrficas, en: Espaa
Medieval, 40, 2000, pp. 9-40; Scott BRADBURY, The Jews of Spain: C. 235 638 en: Solomon
KATZ (Ed.), The Cambridge History of Judaism, IV, Cambridge, Cambridge University Press, 2006,
pp. 508-518.
5
Acordamos con Ral Gonzlez Salinero en negar la existencia de una alianza tcita entre judos y
arrianos en el perodo previo a Recaredo. Ral GONZLEZ SALINERO Los judos en el reino visigodo
de poca arriana: consideraciones sobre un largo debate, en Elena ROMERO (Ed.), Judasmo Hispano.
Estudios en memoria de Jos Luis Lacave Riao, Madrid, CSIC, 2002, pp. 399-408. Ana Mara
JIMNEZ GARNICA, Los judos en el reino de Tolosa. Entre la tolerancia y el proselitismo arriano,
Espacio, tiempo y forma, 6, 1993, pp. 567-584.
6
Hemos realizado diversas aproximaciones a Gregorio Magno y su vnculo con los judos. Remitimos a
algunos de nuestros trabajos. Rodrigo LAHAM COHEN, Entre Hostes y Habitatores. Los judos en la
cosmovisin de Gregorio Magno, en: Limes, 20, 2008, pp. 113-132; En torno a motivaciones y efectos
del discurso antijudo: el caso de los Moralia in Iob de Gregorio Magno, Polis, 23, 2011, pp. 115-151.
Por otra parte, hemos realizado una comparacin entre las actitudes del obispo de Roma e Isidoro de
Sevilla en R.o LAHAM COHEN, Entre la represin y la tolerancia. El derrotero de los judos en tiempos
de Gregorio Magno e Isidoro de Sevilla, en: Trabajos y comunicaciones, Universidad Nacional de La
Plata, 36, 2010, pp. 13-35.
7
La mayora de los autores, entre los que resaltan Blumenkranz, Cazier, Roth, Albert y Rabello se ha
volcado por el 613, ao posterior a la asuncin de Sisebuto al trono. En cambio, Orlandis, Garcia Moreno
y Gonzlez Salinero optaron, en base a un pasaje de las Etymologiae, por una datacin ms tarda, hacia
los aos 616-617. Tales diferencias en torno a la datacin de la medida estn bien explicadas en Wolfram
DREWS, The Unknown Neighbour. The Jew in the Thought of Isidore of Sevilla, Leiden Boston,
Brill, 2006, pp. 16-17, especialmente la nota 48.

~7~
pasaje a la nueva religin fue principalmente nominal8. No implicamos, con ello, el
apego fantico a la religin abandonada, sino la mera y natural persistencia de
costumbres en individuos que, de la noche a la maana, fueron bautizados. Es una
obviedad, pero la continuidad de vnculos familiares y sociales, garantizaba la inercia de
ciertas prcticas y usos.
Ciertamente, es necesario tener en claro que los judos no vivan en estado de
aislamiento y el grado de interaccin con la mayora cristiana haba sido alto, hecho que
se observa en la dificultad visualizada en la normativa de evitar la cooperacin entre
sujetos de ambas religiones9. La cooperacin continuar, incluso, despus de la medida
de Sisebuto, dado que muchos cristianos encubrirn a judos que continuaban con sus
costumbres10. Con ello queremos indicar que muchas prcticas eran comunes y el pasaje
de una religin a otra no implic un cambio rotundo de modo de vida11. No obstante, si
bien poseemos poca informacin sobre el cotidiano de judos, es obvio que gran parte
de las prcticas religiosas eran diferentes y abandonarlas no habr sido ni fcil ni
inmediato. Incluso la monarqua pareci comprenderlo cuando, para citar un ejemplo,

8
En tal sentido es fundamental el trabajo de Ral GONZLEZ SALINERO, Las conversiones forzosas
de los judos en el reino visigodo, Roma, CSIC, 2000.
9
De sobra conocidos son los cnones del Concilio de Elvira vinculados a la temtica. Debe remarcarse,
no obstante, que a principios de este siglo se ha puesto en duda la datacin y la veracidad de tal concilio.
Gran parte de los autores, sin embargo, contina considerando verosmil la existencia de un concilio
llevado a cabo en Iliberis a inicios del siglo IV. Vase Joseph VILELA Pierre-Enric BARREDA, Los
cnones de la Hispana atribuidos a un concilio iliberritano: estudio filolgico, en AA.VV., I concili
della cristianit occidentale. Secoli III-V. XXX Incontro di studiosi dellantichit cristiana. Roma 3-
5 maggio 2001, Roma, Institutum Patristicum Augustinianum, 2002, pp. 545-579; Joseph VILELLA
Pierre-Enric BARREDA, Cnones del Concilio de Elvira o Cnones Pseudoiliberritanos?, en:
Augustinianum, 46, 2, 2006, pp. 285-374. Vase la respuesta de Manuel SOTOMAYOR Teresa
BERDUGO VILLENA, Los cnones del Concilio de Elvira: una rplica, en: Augustinianum, 48, 2,
2008, pp. 369-434.
10
LV. XII.3.10 prohbe a los cristianos, an en tiempos de Ervigio, la aceptacin de regalos otorgados por
judos. En LV. XII.3.24 y 25, promulgadas por el mismo rey, la norma se hace extensiva, incluso, al
clero. Los extractos de la Lex Visigothorum en Karolus ZEUMER, Leges Visigothorum, en: MGH,
Leges, I, v. 1, Hanover-Lepizig, 1902.
11
Ya Bernhard Blumenkranz en su monumental trabajo haba reparado en la indiferenciacin, en lo que a
vestimenta, idioma y actividades econmicas respecta, entre judos y cristianos en el perodo medieval.
Similar planteo, pero para la Antigedad, fue realizado por Shaye Cohen. Bernhard BLUMENKRANZ,
Juifs et Chrtiens dans le monde occidental 430-1096, Pars, Mouton & Co, 1960 ; Shaye COHEN,
"Those Who Say They are Jews and Are Not": How Do You Know a Jew in Antiquity When You See
One?, en: Ernetst FREICHS y Shaye COHEN (Eds.), Diasporas in Antiquity, Atlanta, Scholars Press,
1993, pp. 1-45. Adems, como se observa en diversos relatos del periodo, judos y cristianos compartan
algunas reas de sacralidad vinculadas a la magia y a la religiosidad popular; hecho que generaba la
crtica de las autoridades eclesisticas. Aunque no poseemos documentos, es muy probable que tales
prcticas perturbaran tambin a las autoridades comunitarias judas.

~8~
acept la abstencin de la ingesta de cerdo ya que, decan los judos recientemente
convertidos, sentan aversin hacia l12.
Con la conversin masiva, el trmino judo obtendr una polivalencia
semntica que tiende a confundir al historiador moderno: judo ser denominado el
cristiano venido desde el judasmo y judo ser el hebreo que, por diversos motivos,
no se ha convertido13. As, los ex judos son insertados en una categora de cristiano con
derechos limitados. Un claro ejemplo es la norma LV. XII.2.10 que prohbe tanto a
judos bautizados como no bautizados (Iudei seu baptizati, sive non extiterint baptizati)
la testificacin en procesos judiciales. La gravedad de la situacin radicaba en la
estigmatizacin de una parte de la poblacin, la cual, incluso adscribiendo a la fe
mayoritaria, continuaba siendo sealada. Tertuliano haba afirmado que cristiano no se
naca, sino que se haca; la legislacin visigoda del siglo VII parece considerar lo
opuesto para el caso hebreo: el carcter judo, adquirido en el nacimiento, parece
tornarse indeleble.
La Iglesia, en general, se haba opuesto a las conversiones forzadas. Individuos
como Agustn, Gregorio Magno y, como veremos, el propio Isidoro de Sevilla, haban
rechazado la compulsin al momento de acercar a los judos a la fe, recomendando la
prdica. Si bien se haban registrado casos el de Mahn, en Menorca hacia el 41714 y
en Clermont en el 576 son representativos15 en los cuales los judos haban sido
obligados a escoger entre la conversin o el exilio, en general los grandes telogos del
cristianismo se haban rehusado a dar apoyo a tales posturas extremas. El propio

12
LV. XII.3.7.
13
Jos ORLANDIS, Hacia una mejor comprensin del problema judo en el reino visigodo-catlico de
Espaa, en: AA. VV., Gli ebrei nellalto medioevo. Settimane di Studio del Centro Italiano di Studi
sullAlto Medioevo, XXVI, Spoleto, Centro di studi sullAlto Medioevo, 1980, pp. 149-178.
14
La bibliografa sobre el tema es amplia. Citamos, solo, algunos trabajos representativos: Carlo
GINZBURG, La conversion degli ebrei di Minorca (417-418), en: Quaderni Storici, v. 79, 1992, pp.
277-289; R. GONZALES SALINERO, Relaciones sociales y dependencia religiosa en la comunidad
juda de Mahn (Menorca) a principios del siglo V d.C., en: Arys, v. 3, 1998, pp. 267-277; .Joseph
AMENGUAL I BATLE, Paganos, judos y cristianos en las Baleares: documentos literarios y
arqueolgicos, en: Ilu. Revista de ciencias de las religiones. Anejos, v. 18, 2007, pp. 197-246.
15
Entre otros trabajos, son recomendables: Walter GOFFART, The Conversions of Avitus of Clermont
and Similar Passages in Gregory of Tours, en: W. GOFFART, Romes Fall and After, Londres,
Hambledon Press, 1989, pp. 293-317; Dietrich CLAUDE, Gregor von Tours un die Juden: Die
Zwangsbekehrungen von Clermont, en: Historisches Jahrbuch, 111, 1, 1991, pp. 137-147; Marc
REYDELLET, La conversion des juifs de Clermont en 576, en: AA.VV., De Tertullien aux
Mozarabes. Mlanges offerts Jacques Fontaine, t. 1 : Antiquit Tardive et christianisme ancien
(IIIe Vie sicles), Pars, Institut dtudes augustiniennes, 1992, pp. 371-379; Emily ROSE, Gregory of
Tours and the Conversion of the Jews of Clermont, en: Ian WOOD y Kathleen MITCHEL, The World
of Gregory of Tours, Leiden, Brill, 2002, pp. 307-320.

~9~
Agustn haba desarrollado el concepto de los judos como testes veritatis, nocin que
racionalizaba la presencia juda y le otorgaba, de hecho, un lugar en la economa
divina16.
Sin embargo, ante el hecho consumado y ante lo que algunos han definido como
realismo sacramental17, la Iglesia hispana se aline con la poltica real y oper para
garantizar el cumplimiento de la normativa. As, un agregado al compilado de cnones
del Octavo Concilio de Toledo, hace constar que hacia la segunda dcada del siglo VII,
un concilio celebrado en Sevilla con toda probabilidad bajo supervisin de Isidoro
alertaba sobre la prctica juda de pagar a cristianos para que sus hijos fueran bautizados
en lugar de los propios18.
Pero fue el Cuarto Concilio de Toledo, sin dudas, el que debi lidiar con la
situacin creada por la accin de Sisebuto. All, si bien se rechaz en el plano terico la
conversin forzada, el proceso de conversin se consider irreversible, a pesar de que,
por ejemplo, una norma del Codex Theodosianus haba aceptado la opcin de retornar a
la antigua fe19. El Canon 57 es claro:
Sicut enim homo proprii arbitrii uoluntate serpenti oboediens periit, sic
uocante gratia Dei propriae mentis conuersione homo quisque credendo saluatur.
Ergo non ui sed libera arbitrii facultate ut conuertantur suadendi sunt, non potius
impellendi. Qui autem iam pridem ad christianitatem uenire coacti sunt, sicut
factum est temporibus religiosissimi principis Sisebuti, quia iam constat eos
sacramentis diuinis associatos et baptismi gratiam suscepisse et chrismate unctos
esse et corporis Domini et sanguinis exstitisse participes, oportet ut fidem etiam

16
Notorios son los trabajos de Paula Fredriksen sobre la temtica. El ltimo libro editado por la autora
condensa sus investigaciones previas: Paula FREDRIKSEN, Augustine and the Jews. a Christian
defense of Jews and Judaism, Nueva York, Doubleday, 2008. Recientemente ha visto la luz una obra
especfica sobre la nocin de testes veritatis en Agustn. Vase a Alban MASSIE, Peuple Prophtique et
nation tmoin. Le peuple juif dans le Contra Faustum manichaeum de saint Augustin, Pars, Institut
dtudes Augustiniennes, 2011. Tambin es de valor Jeremy COHEN, Living Letters of the Law: Ideas
of the Jew in Medieval Christianity, California, University of California Press, 1999.
17
Remitimos nuevamente al trabajo de Jos ORLANDIS Hacia una mejor comprensin del problema
judo en el reino visigodo-catlico de Espaa.
18
Sobre el particular, Wolfram DREWS, Jews as pagans? Polemical definitions of Identity in Visigothic
Spain, en: Early Medieval Europe, 11, 2002, pp. 189-207; Tambin Bruno DUMZIL, Une source
mconnue sur les conversions forces du roi Sisebut : le canon 10 du concile de sville , Flocel
SABAT y Claude DENJEAN (Eds.), Chrtiens et Juifs au Moyen Age: sources pour la recherche
d'une relation permanente. Tables Rondes Carcassone (23 - 25 octobre 2003), Lleidam, Milenio,
2006.
19
C.Th. XVI, 8, 23 [418 d.c.]. Para las leyes religiosas del Cdigo Teodosiano es valiosa la edicin de
Mommsen con introduccin de Delmaire y traduccin de Roug. Jean ROUG (trad.) Roland
DELMAIRE (introduccin y notas), Les lois religieuses des empereurs romains de Constantin a
Thodose II (312-438), Pars, Du Cerf, 2005.

~ 10 ~
quam ui uel necessitate susceperunt, tenere cogantur ne nomen Domini
blasphemetur et fidem quam susceperunt uilis ac contemptibilis habeatur20.

Como hemos anticipado, el panorama posterior al edicto de conversin, se torn


complejo. El canon 64 del concilio ya citado impeda el ejercicio de los cargos pblicos
tanto a Iudaei como a ii qui ex iudaeis sunt21. En este nuevo escenario abigarrado, la
situacin, tanto de los neoconversos provenientes desde el judasmo como la de los
judos que haban permanecido en su fe, fue gradualmente deteriorndose hasta llegar a
las ms extremas medidas de gica. Por nuestra parte, nos detendremos aqu y
pasaremos a delinear la postura de Isidoro de Sevilla frente a los judos.

Isidoro de Sevilla frente al problema judo


Paradjicamente, a pesar de haber escrito un tratado especfico contra los judos,
sabemos menos de la posicin de Isidoro frente a los hebreos que de otros hombres de
Iglesia como Ambrosio, Agustn o Gregorio Magno22. Nuestra capacidad de aprehender
su praxis frente al judasmo depende del anlisis de los concilios en los cuales el
sevillano fue el principal referente. No obstante, si bien tal metodologa es vlida, es
difcil aislar el verdadero parecer de Isidoro en medio de concilios sujetos a agendas e

20
Tomado de Gonzalo MARTNEZ DEZ y Flix RODRGUEZ, La coleccin cannica hispana,
Madrid, CSIC, 1992, pp. 235-6. Tambin es vlida la edicin de Jos VIVES (ed.), Concilios visigticos
e hispano-romanos, Madrid Barcelona, CSIC Instituto Enrique Flrez, 1963.
21
Praecipiente domino atque excellentissimo Sisenando rege, id constituit sanctum concilium, ut Iudaei
aut ii qui ex Iudaeis sunt, officia publica nullatenus appetant, quia sub hac occasione Christianis
iniuriam faciunt. ideoque iudices prouinciarum cum sacerdotibus eorum subreptiones fraudulenter
elicitas suspendant, et officia publica eos agere non permittant. G. MARTNEZ DEZ y F.
RODRGUEZ, La coleccin cannica hispana, pp. 240-241.
22
Sobre Isidoro y los judos tratan, ineluctablemente, los trabajos que hemos citado sobre los hebreos en
tiempos visigodos. Adems de los que citaremos, vinculados especficamente al De fide, son
recomendables las siguientes obras a las cuales adicionamos trabajos de carcter general sobre el
sevillano: Jos Luis ROMERO, Isidoro de Sevilla. Su pensamiento poltico-histrico y sus relaciones
con la historia visigoda, en: Cuadernos de Historia de Espaa, 8, 1947, pp. 6-71; Jacques
FONTAINE, Isidore de Seville et la culture classique dans lEspagne wisigothique, Pars, tudes
Augustiniennes, 1959; Laureano LACOMA CASTAN, San Isidoro de Sevilla. Apologista antijudaico,
en: Manuel DIAZ Y DIAZ, (Ed.), Isidoriana. Coleccin de Estudios sobre Isidoro de Sevilla
publicados con ocasin del XIV Centenario de su Nacimiento, Len, Centro de Estudios San Isidoro,
1961, pp. 445456; Pierre CAZIER, De la coercition la persuasion. Lattitude dIsidore de Sville face
la politique anti-juive des souverains visigothiques, en: Valentin NIKIPROWETZKY (Ed.), De
lantijudasme antique lantismitisme contemporain, Lille, Presses universitaires de Lille, 1979, pp.
125146; ngel RIESCO TERRERO, El problema judo en la mente de tres importantes personajes del
siglo VII: un papa, un obispo espaol y un rey visigodo, en: Espacio, tiempo y forma, 6, 1993, pp.
585-606; Pierre CAZIER, Isidore de Sville et la naissance de lEspagne catholic, Pars, Beauchesne,
1994; J. FONTAINE, Isidoro de Sevilla: Gnesis y originalidad de la cultura hispnica en tiempos de
los visigodos, Madrid, Encuentro, 2002.

~ 11 ~
influencias tanto laicas como religiosas. Una aproximacin ms directa y, a su vez, ms
distante, radica en analizar algunas declaraciones isidorianas sobre las medidas referidas
a judos. La ms famosa y debatida, sin duda, es la crtica vertida en Historia
Gothorum:
Qui in initio regni sui Iudaeos ad fidem Christianam permovens
aemulationem quidem Dei habuit, sed non secundum scientiam: potestate enim
conpulit, quos provocare fidei ratione oportuit, sed, sicut scriptum est, sive per
occasionem sive per veritatem, donec Christus annuntiatur [la negrita es nuestra]23.

La crtica, si bien sutil, es clara. En lnea con la tradicin patrstica, la


conversin forzada es rechazada ms all de las buenas intenciones del gobernante. Pero
debemos resaltar algunos elementos importantes. En primer trmino, es tarda e,
incluso, posterior a la muerte de Sisebuto. Por otra parte, en el momento en el cual fue
escrita, ya se observaban los problemas que haba generado la conversin masiva. Para
Albert, ms all de su posicionamiento terico, Isidoro llevaba adelante un programa
destinado a erradicar al judasmo de Hispania24. Pero como ya hemos dicho, es muy
difcil establecer, a partir de la evidencia disponible, los objetivos isidorianos respecto
del judasmo. Por tal motivo, la posicin de la autora nos parece algo extrema y difcil
de sustentar. Tal como luego afirmaremos, creemos que Isidoro intent controlar el
proceso de inclusin de los judos a la fe cristiana; proceso que no haba sido as
imaginado por l y haba sido lanzado, probablemente sin consentimiento de su persona,
por la monarqua visigoda.
Isidoro haba rechazado la coercin como medio para obtener la conversin,
tambin en sus sententiae25. Tal tipo de postura tampoco era original y se encontraba en
sintona con la mayor parte de los hombres de Iglesia entre los que resaltaban Agustn

23
Texto tomado de la edicin crtica de Rodrguez Alonso. La cita final de Pablo implicara, segn
Orlandis, el apoyo, una vez consumado el hecho, a la medida. Cristbal RODRIGUEZ ALONSO, Las
Historias de los godos, vndalos y suevos de Isidoro de Sevilla. Estudio, edicin crtica y traduccin,
Len, Fuentes y estudios de Historia Leonesa, 1975; Jos ORLANDIS Hacia una mejor comprensin del
problema judo en el reino visigodo-catlico de Espaa, p. 163.
24
Bat-sheva ALBERT Isidore of Seville: His attitude Towards Judaism and His Impact on Early
Medieval Canon Law, en: The Jewish Quarterly Review, 80, 1990, pp. 214-215: Here I would only
stress that two of the canons are entirely original and as such are an important part of Isidores program
from the progressive elimination of Judaism from Spain. La referencia es a los cnones 60 y 65 del Cuarto
Concilio de Toledo.
25
Isidoro, Sententiae, II, 2, 4. La ms actualizada versin de las Sententiae en Pierre CAZIER (Ed.),
Isidorus Hispalensis. Sententiae, CCSL 111, Turnhout, Brepols, 1998.

~ 12 ~
y Gregorio Magno, ambos influyentes en la obra de Isidoro y la propia ley romana.
Pero, insistimos, a pesar de sus reparos, Isidoro como sugieren las actuaciones en los
concilios que hemos visto hace instantes haba decidido operar sobre la nueva, ya
inalterable, realidad que haba impreso la dramtica decisin de Sisebuto. La escritura
del De Fide se inserta, entendemos, en tal escenario.

El De fide catholica como herramienta ordenadora


Se ha reiterado, una y otra vez, que El De fide no es una obra original. Apela a
topoi antijudos ya multiseculares para le poca. No innova ni expande en demasa
ningn tpico. No obstante, no solo la propia articulacin de informacin previa le
otorga un valor especial sino que tambin su contexto de produccin, como hemos
visto, imprime a la obra un significado particular. Ms an, el impacto del De fide en la
prdica antijuda de los siglos sucesivos insta al historiador a tratar de indagar en las
razones de su creacin.
La obra se encuentra estructurada en dos libros, el primero centrado en aspectos
cristolgicos y el segundo, decididamente ms corto, orientado al desarrollo de la
Iglesia, el llamado de los gentiles y el rechazo de Israel. El primer libro, a su vez, dedica
apenas cuatro captulos a la naturaleza divina de Cristo, mientras que los cuarenta y seis
restantes indagan el aspecto humano de este, enfatizando la Pasin. Tal como haba
sealado Bat-Sheva Albert y, ms recientemente, Wolfram Drews no se observa un
esfuerzo particular en el rechazo de prcticas veterotestamentarias por ejemplo los
tabes alimentarios ni se detectan pasajes en los cuales se filtre una polmica real26. En
lnea con una arraigada costumbre patrstica, Isidoro se centra principalmente en citas
del Antiguo Testamento para demostrar la veracidad del cristianismo27, apelando

26
Wolfram DREWS, The Unknown Neighbour, p. 35; Bath-Sheva ALBERT, De fide catholica contra
Judaeos dIsidore de Sville: la polmique anti-judaque dans lEspagne du VII sicle, Revue des
tudes juives, 141, 3-4, 1982, p. 305.
27
Agustn en particular haba declarado que los judos deban ser persuadidos a partir de pruebas del
Antiguo Testamento tal como indica en el prlogo de su Tractatus adversus Iudaeos (PL. 42, 52): De
sanctis ergo Scripturis, quarum et apud ipsos magna habetur auctoritas, sumenda sunt testimonia,
quorum et si nolint oblata utilitate sanari, aperta possint veritate convinci. El texto fue reimpreso por
Brepols en 2005. Tambin Gregorio Magno sugiri la misma actitud en Registrum, XIII, 13 [noviembre,
602]: Agendum ergo est ut ratione potius et mansuetudine prouocati sequi nos uelint, non fugere, ut eis ex
eorum codicibus ostendentes quae dicimus ad sinum matris ecclesiae. Texto tomado de Dag NORBERG
(Ed.), Gregorius Magnus. Registrum Epistularum, CCSL 140 y 140A, Turnhout, Turnhout, 1982.

~ 13 ~
siguiendo a Drews a diversas versiones del texto bblicos entre las cuales se destaca la
septuaginta28.
Nuestro inters no radica en realizar un estudio filolgico de la obra ni en
clasificar los diversos tpicos antijudos utilizados por el sevillano. Los argumentos
utilizados por este, como hemos afirmado, no son originales y se insertan claramente en
la tradicin literaria adversus Iudaeos. Para acercar al lector no habituado a tal tipo de
topoi hemos seleccionado tres pasajes representativos de temticas frecuentemente
abordadas por este gnero de literatura que permiten, a su vez, observar la estrategia
discursiva desplegada por Isidoro:
1) Divinidad de Cristo
Si Christus Deus non est, dicant Judaei nobis quem sit affatus Deus in
Genesi, cum diceret: Faciamus hominem ad imaginem, et similitudinem nostram?
Sic enim subjungitur: Et creavit Deus hominem ad imaginem suam; ad imaginem
Dei creavit illum. Quaerant ergo quis Deus creavit, aut ad cujus Dei imaginem
condidit hominem quem creavit?
Quod si respondeant, ad angelorum. Num angelus aequalem cum Deo
habet imaginem, dum multum distet imago creaturae ab eo qui creavit? aut
nunquid angelus cum Deo potuit facere hominem? quod ita existimare magnae
dementiae est. Cui ergo dicitur? aut ad cujus imaginem conditus homo creditur,
nisi ad ejus, cui una imago cum Deo est, et unicum nomen divinitatis est?29
2) Pasin de Cristo
Quia in cruce pendens Patrem pro inimicis suis deprecatus est, Isaias
dicit: Ipse peccata multorum tulit, et pro transgressoribus oravit . Et in Psalmis
sic: Pro eo, inquit, quod eos diligebam, adversabantur mihi; ego autem orabam
pro eis.
Item Habacuc cum dixisset de eo: In medio duorum animalium
cognosceris, subjecit: Cum conturbata fuerit anima mea, in ira misericordiae tuae
memor eris. Praefiguravit enim propheta sub hac sententia in semetipso
Judaeorum personam, qui Christum commoti ira crucifixerunt. Ubi tamen ille,
memor misericordiae suae dixit: Pater, ignosce illis, quia nesciunt quid faciunt30.

28
W. DREWS, The Unknown Neighbour, p. 47 ss.
29
Isidoro, De Fide, I, 3, 4 (PL. 83, 455). Isidoro refiere al pasaje de Gnesis I, 26.
30
Isidoro, De fide, I, 42, 1-2 (PL. 83, 487). El sevillano refiere, en el primer pargrafo, a Isaas LIII, 12 y
al salmo 108 y, en el segundo, a Habacuc III, 2 y a Lucas. XXIII, 34. Ntese que la ltima referencia es al
Nuevo Testamento. Recordemos que si bien la abrumadora mayora de citas utilizadas por Isidoro
pertenecen al Antiguo Testamento, en algunos casos, como este, filtra pasajes neotestamentarios.

~ 14 ~
3) Ruina perpetua de Jerusaln
Isaias ait: Desolabitur, sicut in vastitate hostili, et derelinquetur filia Sion,
sicut umbraculum in vinea. Ita enim eversa est Jerusalem, et destituta, manifestatis
sacramentis Christianae veritatis, quemadmodum deserunt tabernacula vinearum,
expletis vindemiis. Nam sicut tabernaculum non sui causa, sed vindemiae fit, ita et
vetus populus, non suae causa salutis, sed Christianae exstitit veritatis.
Item ipse: Super humum, inquit, populi mei spinae, et vepres ascenderunt.
Quanto magis super omnes domos gaudii, civitatis exsultationis? Domus enim,
inquit, dimissa est, multitudo urbis relicta est, tenebrae et palpatio factae sunt
super speluncas usque in aeternum31.

Qu fines persegua el obispo de Sevilla a travs de este tipo de pasajes en


particular y de su obra en general? Antes de avanzar una respuesta, es fundamental
abordar la datacin de la obra32. Surge, aqu, una problemtica que repercutir en el
anlisis del De fide: no existe consenso en torno a la fecha en la cual fue escrito. Gran
parte de los especialistas, basndose en la renotatio33 de Braulio de Zaragoza estiman la
composicin de la obra entre los aos 614 y 61534, mientras que otros han considerado
una datacin ms tarda35. De aceptarse una datacin temprana, aparece un segundo
inconveniente. Dado que, como hemos visto, tampoco poseemos una fecha precisa para
el decreto de conversin forzada de Sisebuto, no existe posibilidad de aseverar con
seguridad si el De fide fue anterior o posterior a la medida36, hecho fundamental al

31
Isidoro, De fide, II, 12, 1-2 (PL. 83, 517). Las menciones bblicas, en este caso, son a Isaas I, 7 y
XXXII, 13.
32
Aunque no acordemos con sus conclusiones, el anlisis de las diversas posturas en torno a la datacin
del De fide realizado por Drews es minucioso. W. DREWS, The Unknown Neighbour, pp. 37-38.
33
En torno a la renotatio, vase la actualizacin de esta realizada por FONTAINE, Isidoro de Sevilla:
Gnesis y originalidad de la cultura hispnica en tiempos de los visigodos, pp. 305-309.
34
Aldama y Cohen consideraron que la escritura de la obra coincidi con el tiempo en el cual el decreto
de conversin forzada de Sisebuto vea la luz. Jos ALDAMA, Indicaciones sobre la cronologa de las
obras de S. Isidoro, en: Miscellanea Isidoriana, Roma, Typis pontificiae Universitatis Gregorianae,
1936, pp. 5789; J. COHEN, Living Letters of the Law, p. 115. Este ltimo llega a afirmar que la obra
fue escrita en tndem con las medidas de del monarca.
35
Blumenkranz estimaba una datacin posterior a la dcada del 20. Williams y, en un temporalidad ms
cercana, Saitta, hacen coincidir la composicin de la obra con el Cuarto Concilio de Toledo. Bernhard
BLUMENKRANZ, Juifs et Chrtiens dans le monde occidental 430-1096, p. 82; Lukyn WILLIAMS,
Adversus Judaeos: A bird's-eye view of Christian Apologiae until the Renaissance, Cambridge,
Cambridge University Press, 1935, p. 217; Biagio SAITTA, Lantisemitismo nella Spagna Visigotica,
p. 51.
36
Ral Gonzlez Salinero, seguido por Drews, ha considerado que la escritura del tratado fue previa a la
conversin forzada. R. GONZLEZ SALINERO, Las conversiones forzosas de los judos en el reino
visigodo, p. 120 ss; W. DREWS, The Unknown Neighbour, p. 136.

~ 15 ~
momento de evaluar los posibles estmulos y objetivos de Isidoro al momento de
escribir la obra. La datacin de la obra, depende, entonces, del anlisis del propio
contenido de esta.
Un elemento central al momento de obtener una mayor precisin sobre las
motivaciones del sevillano, es el auditorio al cual el De fide se encontraba destinado.
Cuando abrimos esta breve presentacin, citamos el pasaje de la epstola dedicada a
Florentina donde Isidoro estableca los tres objetivos de su tratado: contribuir al
conocimiento, fortalecer la fe y demostrar el error de los judos. La contribucin al
saber, siempre en el marco de la religin, es un aspecto genrico que no nos permite un
mayor grado de profundizacin. Son los otros dos objetivos declarados los que, segn
entendemos, habilitan una clave de lectura ms rica. Antes, sin embargo, es pertinente
revisar qu se ha dicho hasta el momento, sobre los posibles auditorios de la obra.
Luckyn Williams, en la dcada del 30, consideraba que los judos eran el blanco
del De fide37. Bernhard Blumenkranz, tres decenios ms tarde, afirm que la obra se
encontraba orientada a los nuevos conversos provenientes desde el judasmo y a los
cristianos viejos a los cuales ciertas prcticas judas podan an influir38. Para Fausto
Parente, en una lnea similar, la obra buscaba afirmar la fe de aquellos que vivevano da
cristiani, ma pensavano ancora da ebrei39. Albert, por su parte, consideraba que el
pblico del De fide estaba compuesto, en primera instancia, por hombres de Iglesia a los
cuales Isidoro deseaba instruir sobre el problema judo, revitalizado, paradjicamente,
con la poltica de Sisebuto40. Drews rechaza, en lnea con Albert, una orientacin
polmica de la obra. Afirma respecto de ello y tambin siguiendo a la autora israel, que

37
Lukyn WILLIAMS, Adversus Judaeos, p. 216. Posicin similar en Luis DEZ MERINO, San Isidoro
de Sevilla y la polmica judeocristiana, en: Carlos DEL VALLE RODRIGUEZ (Ed.), La controversia
judeocristiana en Espaa (desde los orgenes hasta el siglo XIII). Homenaje a Domingo Muoz
Len, Madrid, CSIC, 1998, pp. 77110.
38
BLUMENKRANZ, Juifs et Chrtiens dans le monde occidental 430-1096, p. 90. En una lnea
similar, aunque desde una perspectiva confesional, Ramn HERNNDEZ MARTN, La Espaa
Visigoda frente al problema de los judos, Salamanca, Estudio Teolgico de San Esteban, 1967. Parkes
afirmaba que el objetivo del tratado era colaborar con Florentina, la hermana de Isidoro a la cual la obra
estaba dedicada, en la educacin de nios de familias judas que le haban sido entregados, en el marco de
las medidas de Sisebuto, a la institucin religiosa que presida. Se trata de una mera hiptesis sin
posibilidad de confirmacin. James PARKES, The Conflict of the Church and the Synagogue,
Londres, Soncino, 1934, p. 357.
39
Fauso PARENTE, La controversia tra ebrei e cristiani in Francia e in Spagna dal VI al IX secolo, en:
AA. VV., Gli ebrei nellalto medioevo. Settimane di Studio del Centro Italiano di Studi sullAlto
Medioevo, p. 565.
40
B. ALBERT, De fide catholica contra Judaeos dIsidore de Sville: la polmique anti-judaque dans
lEspagne du VII sicle, pp. 289-316.

~ 16 ~
tanto el tema de la divinidad de Cristo, como el de la nulidad de las antiguas normas
judas, recibe poca atencin en el De fide, as como tambin el uso de versiones no
reconocidas por los judos como ser la septuaginta no contribuiran a un fin
proselitista41. El mismo autor, por otra parte, descarta la nocin de auditorio eclesistico
erigida por Albert. As luego de su largo y valioso anlisis en torno a los destinatarios
del De fide y considerando, a su vez, que fue editado antes de las conversiones forzosas
y por tanto no se orientaba a ex judos recientemente incorporados, concluye:
In conclusion, it is safe to assume that Isidores treatise against the Jews
was written for Catholic Christians, as were his other works. His main intention
was to strengthen the faith of people who had already accepted the basic tenets of
Catholicism, which had recently been promoted to the status of the very foundation
of Gothic (national) identity, even though this often was more wishful thinking
than reality42.

Las razones a partir de las cuales el autor llega a tal conclusin ya las hemos
expuesto en parte. Debemos sumar, a lo ya dicho, la insistencia de Drews en la ausencia
de trato, en el De fide, de temticas como la conversin y el catecumenado. Ello sumado
a la conviccin del autor en torno a que el convencimiento isidoriano sobre la
conversin de los judos en el fin de los tiempos como el nico medio de acercamiento a
la fe cristiana por parte de estos, alejaba al sevillano de toda intensin proselitista43.
Ahora bien, nuestra posicin se acerca a algunas de las aqu expuestas, pero
difiere en ciertos aspectos. Coincidimos con la mayora de los especialistas en rechazar
a los judos como destinatarios primarios de la obra, as como tambin aceptamos con
Drews que la estructura de la obra no se adapta con facilidad a la catequesis de nuevos
cristianos provenientes desde el judasmo. Sostenemos, en cambio aqu en lnea con
Jeremy Cohen que la obra fue escrita luego o en paralelo al edicto de conversin
forzada. Cmo justificar tal eleccin?
41
W. DREWS, The Unknown Neighbour, p. 111 ss.
42
W. DREWS, The Unknown Neighbour, p. 134. No se explicara, segn el razonamiento del autor, la
razn por la cual Isidoro no enfatiza la divinidad de Cristo si parte de los godos incorporados haban
adscripto al arrianismo apenas algunas dcadas antes y su gravitacin, adems, no habra desaparecido tan
rpidamente.
43
Si bien acordamos que Isidoro se muestra pesimista en relacin a la conversin de los judos, creemos
que Drews exagera los efectos de la conviccin de la conversin juda en el fin de los tiempos como
elemento disuasivo de una prctica proselitista. De hecho, Gregorio Magno, que perciba el fin como una
realidad ms cercana, no resign la posibilidad de acercar a los judos a la fe cristiana a travs de la
prdica e, incluso, de incentivos econmicos.

~ 17 ~
El pblico al que apuntaba estaba constituido, segn creemos, por aquellos
cristianos que entraran en contacto con la nueva realidad que haba generado la
conversin de un conjunto de individuos que haba adscripto al judasmo.
Probablemente Isidoro no tuviera en mente era pesimista en tal sentido encauzar a los
nuevos judos y por ello su obra no enfatiza el rechazo a las prescripciones rituales
veterotestamentarias. Tema, en cambio, que el nuevo escenario alterara ciertas
concepciones en la poblacin previamente cristiana que posea, en general, un
conocimiento epidrmico de la religin. El nfasis en la Pasin no es casual, entonces.
Al cargar las tintas sobre la responsabilidad juda, el sevillano establece una especie de
profilaxis discursiva sobre la poblacin que entrara en contacto con neocristianos
llegados desde el judasmo. Que no haya puesto el nfasis en la caducidad de las
prcticas judas o en la divinidad de Cristo, no excluye que la propia construccin de
una imagen negativa del judasmo opere como barrera ante cualquier intento de
acercamiento a costumbres judas por parte de cristianos viejos.
Tal posicin, discutible sin dudas, dada la ya mencionada incapacidad de datar
con precisin tanto al De fide como al edicto de conversin, refuerza la idea de la
orientacin de la obra a un pblico cristiano. Pero si se dirige a tal segmento a partir de
un tratado adversus Iudaeos es, precisamente, por la situacin creada a partir del edicto
de Sisebuto.
Los ex judos que ingresaron al cristianismo no haban vivido, insistimos,
aislados. Su influencia, en todo caso, era previa a la conversin forzada. Pero a partir de
Sisebuto, ii qui ex iudaeis sunt no poseeran limitaciones legales ni religiosas para la
interaccin. Comer con ellos ya no representara un pecado ni una anomala: eran
cristianos. Pero eran cristianos que arrastraban costumbres judas, no por fanatismo sino
por lo abrupto del cambio. Ello habr puesto en guardia a las autoridades eclesisticas
que, desde lo terico, haban rechazado la conversin forzada pero, en la prctica y ante
el hecho consumado, la haban acompaado. La Lex Visigothorum, una vez observados
los indeseados efectos de la conversin forzosa, buscar restablecer la separacin
sancionando, como vimos, normas que segregaban a los recientemente conversos.
El De fide de Isidoro trata de operar en este abigarrado escenario. No ataca a los
judos; ataca al judasmo que an portaban los neocristianos recientemente convertidos.
No busca hostilizar; quiere reconstruir la barrera que el edicto haba destruido,

~ 18 ~
separando, a travs de la construccin de una imagen negativa, prcticas judas de
prcticas cristianas. No quiere convencer; aspira a reafirmar la fe de los que ya eran
cristianos.

El De fide catholica en el marco del debate sobre la literatura adversus


Iudaeos
Mucho se ha debatido sobre las razones que han llevado a los diversos padres de
la Iglesia a construir discurso contra los judos desde los primeros siglos del
cristianismo. El tema ha sido tratado en infinidad de ocasiones y no es este el espacio
para profundizar, una vez ms, en el debate. Es pertinente, sin embargo, recordar las dos
lneas centrales entre las cuales han discurrido los estudios.
La primera, que podemos rastrear hasta Adolf von Harnack, pasando por autores
si bien con diferencias entre s como Rosemary Ruether, David Rokeah y Miriam
Taylor, pona el nfasis en la propia dinmica de la exgesis cristiana 44. Si los tpicos
antijudos se repetan una y otra vez, era por la necesidad de tornar inteligible el plan
divino. Si el pueblo de Israel, al cual haba sido anunciado el Mesas, no se haba
equivocado al rechazar a Cristo, el cristianismo era un error. Como bien afirmaba
Stephen Wilson la nueva religin tom a los textos y al Dios pero debi rechazar, por
una cuestin ontolgica, a quienes haban rechazado al Mesas. As, en sus palabras,
The character of the god was salvaged, but at the expense of the original people of
God45. De este modo, el mensaje antijudo poda ser explicado como algo intrnseco al
discurso cristiano, sin necesidad de apelar a causas extradiscursivas para explicarlo.
A esta posicin, se opuso una lnea que puede ser rastreada en Jean Juster, pero
fue formulada de modo acabado por Marcel Simon y, para el perodo medieval,

44
Adolf von HARNACK, Die Altercatio Simonis Iudaei et Theophili Christiani, nebst Untersuchungen
ber die antijdische Polemik in der alten Kirche, en: Adolf von HARNACK, A. Oscar von
GEBHARDT (Eds.), Texte und Untersuchungen zur Geschichte der altchristlichen Literatur, t. 1,
III, Berln, Akademie Verlag, 1991 [1883], pp. 1-136; Rosemary Radford RUETHER, Faith and
Fratricide: The Theological Roots of Anti-Semitism, Nueva York, Seabury Press, 1974; David
ROKEAH, Jews, Pagans and Christians in conflict, Leiden Jerusaln, Brill, 1982; Miriam TAYLOR,
Anti-Judaism and Early Christian Identity. A Critique of the Scholarly Consensus, Leiden Nueva
York - Colonia, Brill, 1995.
45
Stephen WILSON, Marcion and the Jews, en Stephen WILSON (Ed.), Anti-Judaism in Early
Christianity, v. II: Separation and Polemic, Ontario, Canadian Corporation for Studies in Religion,
1986, p. 57.

~ 19 ~
Bernhard Blumenkranz46. Para estos autores, aquello que subyaca tras la literatura
adversus Iudaeos era un conflicto real y tangible entre judos y cristianos. En una pugna
entre monotesmos que luchaban por mantener encuadradas a sus feligresas e, incluso,
atraer a las ajenas, los hombres de Iglesia haban adoptado un discurso antijudo con el
fin de estigmatizar al adversario y, as, evitar la posible judaizacin de parte de la
comunidad cristiana y, a su vez, atraer junto a la batera de normas y cnones a los
judos a su esfera.
Evidentemente, tanto el modelo que prioriza razones teolgicas como el que
pone el nfasis en el conflicto, no desconoce la importancia del factor preconizado por
el modelo opuesto, pero jerarquiza de diverso modo la motivacin principal de la
literatura adversus Iudaeos47. Ambos modelos, en tal sentido, no son excluyentes y, de
hecho, cada texto debe ser analizado particularmente y, solo a partir de all, establecidas
las motivaciones que llevaron a su construccin. Ahora bien, dnde insertar el De fide?
Hemos visto que Isidoro no recopila material nuevo sobre los judos de su
tiempo sino que emplea topoi ya multiseculares. No conoca nada de las tradiciones
rabnicas aunque debemos conceder que tampoco existen certezas sobre la velocidad
con la cual el judasmo rabnico penetr en Europa occidental. Todo ello llev a Drews
a intitular su obra la ms reciente sobre el De fide The Unknown Neighbour. Es
verosmil que el sevillano nunca haya profundizado vnculos con judos aunque parece
exagerado que nunca haya tenido contacto con ellos.
Hasta aqu, podra afirmarse que la utilizacin de tpicos de la tradicin
adversus Iudaeos por parte de Isidoro se inscribe en la necesidad de explicar el propio
desarrollo del cristianismo a la poblacin cristiana. Pero entendemos es algo obvio
pero ha sido elidido de muchos anlisis que la construccin de un tratado especfico
contra los judos ya es indicativo de una actitud definida que trasciende los objetivos
meramente teolgicos. Porque es comprensible que un hombre como Gregorio Magno
haya apelado a topoi antijudos a lo largo de sus tratados, pero la constitucin de una
46
Jean JUSTER, Les Juifs dans lEmpire Romain. Leur condition juridique, conomique et sociale,
Pars, Paul Geuthner, 1914; Marcel SIMON, Verus Isral. tude sur les relations entre chrtiens et
juifs dans lEmpire Romain (135-425), Pars, Editions E. De Boccard, 1964 [1948]; BLUMENKRANZ,
Juifs et Chrtiens dans le monde occidental 430-1096.
47
Es valioso el anlisis del debate y el aporte particular de Planteo de Guy STROUMSA, From Anti-
Judaism to Antisemitism in Early Christianity?, en: Ora LIMOR Guy STROUMSA, Contra Iudaeos.
Ancient and Medieval Polemics between Christians and Jews, Tbingen, Paul Siebeck, 1996, pp. 1-
26. Tambin es valioso el trabajo de R. GONZLEZ SALINERO, El antijudasmo Occidental (siglos IV
y V), Madrid, Trotta, 2000.

~ 20 ~
obra que pone toda su atencin en las profecas del Antiguo Testamento y, en muchas
ocasiones, construye un interlocutor hebreo, es indicio de un estmulo que trasciende lo
meramente teolgico. El estimulo, segn hemos sugerido a lo largo de esta breve
presentacin, era un nuevo contexto en el cual, en trminos legales, no existan, en la
Pennsula, individuos que adscribieran a una fe que no fuera la cristiana. Pero Isidoro,
que, en concordancia con otros grandes hombres de Iglesia, se haba opuesto a la
conversin forzada, saba que la religin no poda ser cambiada de la noche a la
maana. Frente a tal escenario, tomando material no original, escribi un texto con el
fin de dar orden a una realidad que ni siquiera era clara para la ley. En el fin de los
tiempos, aqu Isidoro concordaba nuevamente con Gregorio Magno, los judos se
convertiran. En el camino, a causa de una decisin real luego criticada, el camino haba
sido torpemente allanado. El De fide deba, entonces, reorganizar aquello que, desde el
trono, se haba desorganizado.

~ 21 ~
~ 22 ~
La conquista de Toledo en 1085. Gnesis y desarrollo de una frontera a travs de
sus fuentes
Mara de la Paz Estevez1

Desde hace unos aos los trabajos dedicados a la cuestin de la frontera han
logrado construir un espacio propio y significativo en la historiografa especializada en
estudios de la Edad Media. Las formas en que los contemporneos entendan a estas
regiones y sus lmites territoriales; las construcciones identitarias que estos espacios, ya
sea fsicos o imaginarios, promovan; as como los prstamos econmicos, sociales y
culturales que en estas regiones se sucedan se convirtieron en un campo frtil para el
anlisis.
Como era de esperarse, el espacio mediterrneo surgi entonces como una de las
zonas de frontera ms interesantes para la investigacin. Los pueblos que habitaban las
tierras del sur de Europa y norte de frica se caracterizaban por presentar
organizaciones y culturas dismiles lo cual, no obstante, no fue bice para que
establecieran relaciones comerciales y un activo intercambio cultural, al tiempo que
tambin podan embarcarse en enfrentamientos y competencias militares. En suma,
constituye una regin con una historia compleja, que no es factible de comprenderse ni
haciendo referencia exclusivamente a los intercambios pacficos, ni tampoco a los
violentos.
Ejemplo de ello fue la situacin de la Pennsula Ibrica hacia el siglo XI. Por
entonces se produjo un cambio en la relacin de fuerzas entre los reinos cristianos del
norte y los pequeos estados o reinos de taifas musulmanes del sur, cambio
caracterizado por el avance cada vez ms acelerado de los primeros sobre los segundos.
Si bien el progreso cristiano haba comenzado, lentamente y con oscilaciones, siglos
antes, es indudable que la conquista de la taifa de Toledo en 1085, llevada a cabo por
Alfonso VI, fue determinante en esta empresa y ello por varios motivos. En primer

1
Universidad de Buenos Aires, Argentina, mestevez@conicet.gov.ar, pazestevez@filo.uba.ar.

Mara de la Paz ESTEVEZ, La conquista de Toledo en 1085. Gnesis y desarrollo de una frontera a
travs de sus fuentes , en: Andrea V. NEYRA & Gerardo RODRGUEZ (dirs.), Qu implica ser
medievalista? Prcticas y reflexiones en torno al oficio del historiador, Mar del Plata, Universidad de
Mar del Plata, Sociedad Argentina de Estudios Medievales, 2012, Vol. 2, pp. 23- 43. ISBN 978-987-544-
477-5

~ 23 ~
lugar, por el carcter estratgico de Toledo cuya conquista les reportaba a los cristianos
el control de una plaza fuerte desde la cual emprender repetidas incursiones sobre las
poblaciones aledaas, contando a su vez con las instalaciones y recursos de una urbe
importante cuando era necesario replegarse y reorganizarse. En segundo lugar, por el
valor simblico que supuso esta conquista: Toledo haba sido el antiguo reducto de los
reyes visigodos y su paso a manos cristianas fue interpretado por algunos sectores como
una recuperacin de territorios perdidos. Y, por ltimo, la cada de esta taifa tambin
fue significativa ya que la regin se transform en una frontera entre dos formaciones
sociales en pugna lo que explica algunas de las caractersticas que informaron a esta
zona, desde esa fecha y hasta aproximadamente el siglo XIII, tales como la marcada
militarizacin, el peligro constante de ataques sorpresa, las campaas de repoblacin, y
los contactos e intercambios culturales entre colectivos de distinta adscripcin tnica y
religiosa, ocupacin, orgenes geogrficos, etc2.
Dado este contexto, en este trabajo nos interesar analizar cmo
conceptualizaban la frontera musulmanes y cristianos, especialmente en los aos
inmediatamente anteriores y posteriores a la toma de Toledo, teniendo en cuenta el
material emprico legado por cronistas latinos y rabes. La puesta en juego de
documentos provenientes de distintos mbitos nos facultar para observar las
interpretaciones que ambos colectivos sostuvieron sobre lo acontecido en momentos en
que sus territorios estaban en juego, las caractersticas que atribuan a esos espacios, y
las acciones que tomaron a la hora de defender, conquistar o abandonar una regin en
manos del enemigo.

2
En rigor de verdad, esta situacin no era del todo nueva. Toledo haba sido histricamente una ciudad
limtrofe para el califato de Crdoba en trminos de poltica exterior, pero tambin en lo que se refera a
sus asuntos internos. Sus habitantes y sus autoridades son descriptos en las crnicas rabes como
desobedientes y proclives a insubordinarse ante el poder central cordobs. Toledo era considerada una
frontera interna, es decir, parte de aquellos territorios a los que era arduo mantener bajo control. As
describe la situacin Ibn Hayyan en la crnica que registra el reinado del califa Abd al- Rahmn III an-
Nsir: al sucederse los gobernadores de al- Andalus, ya en el reino islmico, la ciudad no ces de
revolverse contra ellos y desobedecerlos, sin que nunca les faltaran all turbulencias ni revueltas,
situacin que continu bajo los gobernadores de los califas omeyas, a los que pas el poder en al-
Andalus, pues se sublevaban constantemente y haba all sucesos de tiempo en tiempo, en Mara Jess
VIGUERA y Federico CORRIENTE (trad.), Crnica del Califa `Abderrahmn III an- Nsir entre los
aos 912 y 942 (al- Muqtabis V) de Ibn Hayyan de Crdoba, Anubar, Zaragoza, 1981, p. 209.
Tambin Ibn Idr se hace eco de estas revueltas:: Los habitantes de Toledo eran, desde tiempos
antiguos, gentes de sediciones y sublevaciones contra sus reyes, en Felipe MALLO SALGADO
(trad.), La cada del califato de Crdoba y los reyes de taifas (al- Bayn al- Mugrib) de Ibn Idr,
Universidad de Salamanca, Salamanca, 1993, p. 229.

~ 24 ~
Previamente, ser necesario referirnos a una serie de problemticas
historiogrficas que ataen a los estudios la frontera entre musulmanes y cristianos en la
pennsula para presentar y discutir las diferentes conceptualizaciones que se elaboran
sobre la misma.

La frontera: realidad, concepto y herramienta


Los trabajos dedicados al estudio de la frontera en la Pennsula Ibrica durante la
Edad Media debieron superar algunos escollos desde sus inicios.
En primer lugar, la frontera acadmica que durante muchos aos separ a los
arabistas del resto de los historiadores que estudiaban la sociedad cristiana, lo que
dificult el tratamiento de las regiones limtrofes donde precisamente se producan los
contactos. La diferente naturaleza entre la documentacin legada por unos y otros fue,
en parte, causa de esta escisin.
La segunda dificultad radica en que no todos los eruditos parten de la misma
concepcin del espacio fronterizo, lo que dio y da an hoy lugar a problemticas de
ndole semntica dado que no existe una sola definicin de frontera. A modo de sntesis,
podramos agrupar a los trabajos sobre la frontera en dos grandes conjuntos: de un lado,
aquellos que eligieron conceptualizarla como un espacio fsico que delimitaba y
separaba de forma ms o menos tajante las zonas de influencia de dos civilizaciones y,
del otro lado, los que optaron por hacer especial hincapi en los contactos e interaccin
entre las culturas que all habitaban. En el camino, la frontera tambin fue transformada
en una herramienta conceptual, en un intento por explicar determinadas caractersticas
de los grupos locales, sus formas polticas y econmicas, y hasta sus mentalidades.
En un principio, los medievalistas espaoles tomaron como inspiracin las obras
de corte positivista de fines del siglo XIX y principios del XX, entre las que se
destacaban los escritos de Friedrich Ratzel3, Theodor Mommsen4, Ernest Renan5,
Camille Jullian6 y, especialmente, las tesis de Frederick Jacson Turner7, de la dcada de
1920.

3
Friedrich RATZEL, Anthropo- Geographie oder Grundzge der Anwendung dear Erdkunde auf
die Geschichte, J. Engelhorn, Stuttgart, 1882.
4
Theodor MOMMSEN, Rmische Geschichte- Die Provinzen von Cesar bis Doicletian,
Weidmannsche Buchhandlug, Berln, 1921.
5
Ernest RENAN, Qu est- ce quune nation? (Conferencia pronunciada en la Sorbonne en 1882)
6
C. JULLIAN, Histoire de la Gaule, Hachette, Pars, 1908.

~ 25 ~
Turner, dedicado al estudio del avance y colonizacin de los territorios situados
al oeste en los Estados Unidos, observaba a la frontera como un proceso complejo, a la
vez un fenmeno fsico de poblamiento de territorios vacantes y una evolucin que
llevaba la civilizacin a aquellas regiones, todo lo cual originaba una transformacin
psicolgica e ideolgica en sus protagonistas.
Su propuesta se extrapol al caso ibrico y se relacion el estudio de la frontera
con el Islam con el proceso de reconquista, entendiendo que la marcha de los cristianos
hacia el sur daba lugar a un fenmeno original de formacin de identidad y toma de
conciencia colectiva, como lo afirmaba en sus escritos Claudio Snchez Albornoz8.
Esta tesis, que propona a la frontera como espacio de avance y consolidacin de
una sociedad, tuvo tambin en Salvador de Mox a uno de sus representantes. De Mox
consider la frontera como una lnea de expansin continua que se traduca en conquista
y repoblacin, y donde encontraba su espacio la libertad e iniciativa de los hombres9.
Las propuestas de Turner tambin resuenan en trabajos de autores anglosajones
dedicados a la historia medieval ibrica. En el caso de Julian Bishko, en su estudio
sobre la Extremadura, el concepto de frontera aparece casi como una herramienta
metodolgica, como un factor de explicacin en s mismo, aunque no siempre
claramente definido ni contextualizado10.
Por su parte, Angus MacKay analiza a la frontera a travs del lente de la
convivencia entre musulmanes y cristianos11. MacKay lleva adelante un estudio
cuantitativo de la cantidad de aos de guerra y de paz en la frontera granadina y
concluye que los ltimos fueron los predominantes, lo cual indicara que las relaciones
entre ambas formaciones fueron de carcter pacfico. El inconveniente es que el autor

7
Frederick J.TURNER, The Frontier in American History, Henry Holt and Company, Nueva York,
1920. Vase tambin los estudios sobre esta tesis de Ray A. BILLINGTON, Americas Frontier
Heritage, Norman, Nueva York, 1996; Margaret WALSH, The American West. Visions and
Revisions, Atlantic Highlands, New Jersey, 1981 y Francisco DE SOLANO y Salvador BERNABEU
(coord.), Estudios (Nuevos y Viejos) sobre la Frontera, CSIC, Madrid, 1991.
8
Claudio SNCHEZ ALBORNOZ, Espaa: un enigma histrico, T.II, Sudamericana, Buenos Aires,
1956, pp. 10-11; y The Frontier and Castillian Liberties, en The New World Looks at his History.
Proceedings of the Second International Congress of Historians of the United States and Mexico,
University of Texas, Austin, 1963, pp. 27- 46.
9
Salvador DE MOX, Repoblacin y sociedad en la Espaa cristiana medieval, RIALP, Madrid,
1979, p. 10.
10
Julian BISHKO, The Castilian as Plainsman: The Medieval Ranching Frontier in La Mancha and
Extremadura, en Studies in Medieval Spanish Frontier History, Variorum, Londres, 1980, pp. 47- 69.
11
Angus MACKAY, Religion, Culture, and Ideology on the Late Medieval Castilian- Granadan
Frontier, en Angus MACKAY y Richard BARTLETT (eds.), Medieval Frontier Societies, Oxford
University Press, Oxford, 1989, pp. 217- 222.

~ 26 ~
solo cuenta las guerras que enfrentaron a ejrcitos numerosos y de las que hay mencin
en las crnicas, sin tener en cuenta la mirada de sucesos de violencia cotidiana, ataques
localizados y correras en busca de botn que, no por reducidos, eran menos
destructivos12.
Robert Burns, por su parte, intenta estudiar la frontera teniendo presente
herramientas propias de los estudios antropolgicos, para as investigar las posibles
interacciones entre culturas y sus resultados13. En una lnea similar, Robert Bartlett se
concentra en las consecuencias que tuvo para las poblaciones de las diferentes regiones
de Europa la confrontacin con la civilizacin cristiana originada en el corazn del
reino franco que avanzaba y se volva hegemnica, lo que entiende como parte de un
proceso que llev a la europeizacin14. Para el caso que nos ocupa su modelo no resulta
del todo adecuado ya que el contacto con una civilizacin como al- Andalus no provoc
las mismas reacciones que tuvo el contacto con poblaciones cristianas de menor
entidad15. Bartlett propone esta dificultad, pero no termina de resolverla, y tampoco
repara en la reaccin de los agentes protagonistas de este encuentro, lo que deriva en
una representacin algo pasiva de los mismos.
En resumen, podramos concluir que en los estudios de Bishko, MacKay y
Bartlett el concepto de frontera aparece como un factor de explicacin que parece ser
suficiente para dar cuenta de los sucesos que en esos territorios ocurran. Pero, an
cuando se hacen sugerentes descripciones sobre la militarizacin de una regin, o las
interacciones pacficas entre cristianos y musulmanes, no se termina de establecer qu
se entiende por frontera y, en todo caso, por qu los contactos podan ser cordiales o
volverse violentos. Otro inconveniente es que se concentran, casi con exclusividad, en
la evolucin de Castilla, acercndose a las concepciones tradicionales que remarcaban
el protagonismo de esta regin y eclipsaban el actuar de otros reinos.

12
Francisco GARCA FITZ, Una frontera caliente. La guerra en las fronteras castellano- musulmanas
(siglos XI- XIII), en Pascal BURESI y Philippe JOSSERAND, Identidad y representacin de la
frontera en la Espaa medieval (siglos XI- XIV), Casa de Velzquez, Madrid, 2001, pp. 159- 179.
13
Robert BURNS, The significance of the frontier in the Middle Ages, en: A. MACKAY y Robert
BARTLETT (eds.), Medieval Frontier Societies, pp. 307- 330.
14
R. BARTLETT, La formacin de Europa. Conquista, civilizacin y cambio cultural, 950- 1350,
PUV, Valencia, 2003, p. 353.
15
David ABULAFIA, Introduction: Seven Types of Ambiguity, c. 1100-c. 1500, en David ABULAFIA
y Nora BEREND, Medieval Frontiers: Concepts and Practices, Ashgate, Aldershot, 2002, p. 2.

~ 27 ~
Otro grupo de escritos sobre la frontera se focaliz en cuestiones vinculadas a la
identidad, especialmente desde fines de los aos ochenta, y acompaando el
resurgimiento de sentimientos nacionales luego de la cada de la Unin Sovitica.
Entre los estudios que se llevaron adelante dentro de esta lnea podemos
mencionar los de Pierre Nora16, Meter Sahlins17, Daniel Nordman18, Pierre Buresi19 y
Philippe Snac20. La forma de vida en la frontera, los intercambios, y los rasgos
identitarios de sus habitantes se impusieron como temas centrales, acompaados de un
inters por observar las acciones que los poderes polticos sostuvieron en aquellos
territorios, los mecanismos de control que pudieron poner en marcha o no, y los
intersticios gracias a los cuales sus habitantes podan reservarse ciertas prerrogativas y
construir un espacio propio.
Asimismo, algunos autores reflexionaron sobre la dinmica social que ocurra en
regiones lmites y subrayaron la importancia de considerar los procesos que all se
daban en su continuo acontecer, sin perder de vista la dinmica del movimiento
constante sobre el territorio y las tambin constantes construcciones identitarias, tal
como lo proponen los trabajos de Jos Maravall y Juan Gautier- Dalch21.
Todas estas cuestiones son esenciales para comprender en toda su magnitud la
compleja realidad de los espacios de frontera, siempre y cuando no se olvide que en
estas regiones se diriman competencias militares y polticas por el control de la tierra,
razn por la cual las imposiciones que los poderes de turno establezcan sobre la
poblacin sometida deben ser elementos centrales a tener en cuenta ya que convertan a
muchas fronteras en espacios donde se practicaba una poltica de dominacin colonial.
En el caso que nos ocupa es de destacar la presencia y accin de una monarqua
castellana que, al tiempo que conquistaba nuevos espacios, impona en los mismos

16
Pierre NORA, Les Lieux de mmoire, T. III, Gallimard, Pars, 1992.
17
Meter SAHLINS, Boundaries. The Making of France and Spain in the Pyrenees, University of
California Press, Berkeley, 1989.
18
Daniel NORDMAN, Frontires de France. De lespace au territoire (XVIe- XIXe sicles),
Gallimard, Pars, 1998.
19
Pierre BURESI, La frontire entre chrtient et Islam dans la pninsule Ibrique. Du Tage la
Sierra Morena (fin XI- milieu XIII sicle), Ed. Publibook, Pars, 2004.
20
Philippe SNAC (ed.), Frontires et espaces pyrnes au Moyen ge, Universit de Persignan,
Persignan, 1992.
21
Jos MARAVALL, El concepto de Espaa en la Edad Media, Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 1981y Juan GAUTIER- DALCH, Islam et Chretient en Espagne au XII sicle. Contribution a
ltude de la notion de frontire, en: Hesperis, 1959, pp. 183- 217. Vase tambin el ya citado Angus
Mackay.

~ 28 ~
pautas de organizacin propias que, en muchos casos, significaron la destruccin de
viejas formas y/o limitaron el tipo de intercambio cultural que pudiera darse.
Realizado este breve recorrido historiogrfico y teniendo en cuenta este conjunto
de aportes delinearemos a continuacin las caractersticas que exhibi la frontera entre
musulmanes y cristianos, analizando las referencias a las nociones e ideas que la misma
despert en unos y otros, y los elementos simblicos de los que se ech mano para
construirla.
Luego, estudiaremos el caso puntual de Toledo para dilucidar la forma en que se
practic el avance cristiano sobre la ciudad y el campo, y las repercusiones que gener
su paso a la rbita cristiana. Estas cuestiones sern abordadas a partir de dos premisas:
en primer lugar, consideramos que la experiencia de la frontera fue diversa y por ello no
debemos olvidar que analizaremos un caso puntual, que podr o no ser representativo de
la realidad de otras fronteras. Y, en segundo lugar, entendemos el concepto de frontera
no solo como un espacio fsico o zona de contacto, sino tambin como un conjunto de
actitudes y relaciones particulares, como un ambiente que favorece el encuentro entre
distintas sociedades y culturas. En palabras de Buresi, una frontera es, al mismo tiempo,
una periferia y un polo organizador22. Pero reconocer su poder generador de nuevas
relaciones sociales no debe llevarnos a estudiar la frontera como un determinante
histrico. Por el contrario, una frontera es el producto de los grupos humanos que la
habitan, de sus formas de apropiacin del suelo, y sus patrones de funcionamiento,
aspectos que se plasman tanto en una dimensin material como cultural23.

Identidad y frontera en la pennsula Ibrica: entre el dr al- Islam y los


castros de fronteras
Las identidades de cristianos y musulmanes en la Edad Media eran, al igual que
hoy, realidades flexibles y plsticas antes que elementos rgidos. Los elementos que las
conformaban eran elementos tan variados como la pertenencia territorial, el idioma, y
la etnia. Pero, sin duda, el predominante fue el religioso, lo que explica que la nocin de
frontera estuviese vinculada estrechamente a la fe practicada, y que se entendiese como
todo aquello que separaba a los fieles de los infieles. Para los hombres y mujeres del
siglo XI una de las fronteras ms significativas era, entonces, aquella que distanciaba a
22
P. BURESI, La frontire entre chrtient et Islam dans la pninsule Ibrique, p. 25.
23
Jacques SCHEIBING, Quest- ce que la gographie?, Hachette, Pars, 1994, p. 143.

~ 29 ~
la Cristiandad del Islam o al mundo del dr al- Islm (casa del Islam) del dr al- harb
(casa de la guerra), segn la interpretacin de cada colectivo 24. Las expresiones
discursivas de estas preocupaciones ponan el acento, como era de esperarse, en la
filiacin religiosa como primer elemento de identificacin y determinaban el trato que
recibira cada grupo desde el poder.
El otro elemento en comn que cristianos y musulmanes compartan, y que se
vinculaba a la frontera y a los conflictos que all ocurran, era el tipo de motivacin que
justificaba la invasin, la anexin de tierras, y el control de poblaciones sometidas. Las
ideas mesinicas y de superioridad dieron pie a construcciones sobre la guerra que
podan ser utilizadas por los poderes de turno de uno y otro bando en caso de que se
requiriese atizar los enfrentamientos. Tambin en este campo el siglo XI fue clave ya
que, por entonces, ocurri una cierta convergencia entre las concepciones sobre la
frontera y la guerra de un lado y del otro.
Las primeras nociones sobre la frontera en el Islam aparecieron tempranamente
al momento de las primeras conquistas de los siglos VII y VIII. Por entonces se
aceptaba la existencia, en teora, de una nica frontera: la que separaba al dr al- Islm
del dr al- harb, espacio este ltimo a la espera de ser conquistado por el Estado
islmico25. Con el tiempo, a medida que surgan nuevas situaciones derivadas de las
mismas conquistas, hicieron su aparicin nuevos conceptos, tales como dr al- sulh y
dr al- ahd (morada o dominio de la tregua) que designaban territorios que haban sido
sometidos, pero donde se permita a su poblacin nativa habitar y disfrutar de
determinados derechos a cambio del pago de tributos. Exista tambin otra nocin para
indicar puntualmente la frontera con la Cristiandad, caso de tagr (pl. augur) que
calificaba a los espacios perifricos y limtrofes del dr al- harb.
De todas formas, las pretensiones universalistas del islam (caracterstica tambin
del cristianismo) imponan la supresin de esas mismas barreras desde el momento en
que la nica separacin legtima aceptable era la que distingua al dr al- Islm del dr

24
A lo largo de este trabajo utilizaremos el trmino Islam (en mayscula) para hacer referencia a una
civilizacin y a una entidad poltica, e islam (en minscula) para mencionar a la religin. La misma regla
se aplica para Cristiandad y cristianismo. Asimismo, el calificativo de musulmn se aplicar a personas o
conjunto de personas, y el de islmico se usar para describir las expresiones polticas, econmicas y
culturales del Islam.
25
Una de las aleyas que indica la orden de conquistar las tierras que an no estuvieran bajo el poder del
Islam es la IX, 124 que reza: Oh, los que creis! Combatid, entre los infieles, a quienes os rodean!,
en Juan VERNET (trad.), El Corn, p. 213.

~ 30 ~
al- harb. Esta concepcin estaba, adems, vinculada al ideal de unidad del poder y de la
umma, la comunidad de musulmanes. Cualquier divisin interna era vista como un
quiebre en el seno mismo del islam y conllevaba el riesgo de hereja por lo que se la
consideraba muchsimo ms grave que los avances y/o retrocesos sobre el dr al-harb.
De hecho, la expansin sobre territorios nuevos estaba subordinada a la supresin de
cualquier tipo de divisin interna26.
Del lado cristiano no haba un concepto de frontera tan claro y ligado a la
comunidad de creyentes como el que hemos estudiado, aunque ambas ideas iran
desarrollndose de forma paralela. En principio, y a medida que se multiplicaba el uso
del concepto de frontera, se lo vincul con el espacio sobre el cual un rey detentaba su
autoridad y serva para hacer visible el ejercicio de su soberana a nivel espacial. Con el
correr del tiempo, su relacin con una idea de identidad religiosa fue tomando cuerpo.
La etimologa latina de frontera tuvo su origen en la idea de enfrentar o hacer
frente a. El primer documento que la registr en la pennsula fue el testamento de
Ramiro I de Aragn, de 1059, en un pasaje donde enunciaba: castros de fronteras de
mauros qui sunt pro facere27. El trmino volvi a aparecer sucesivamente en el
segundo testamento de Ramiro I de 106128, en una carta real de 106229, en dos
donaciones al abad del monasterio de San Juan de la Pea por parte de Alfonso I en
1105 y 112430, en los fueros de Sobrado concedidos por este mismo rey31, y en tres
donaciones del reinado de Pedro II32.
Hasta aqu, su uso pareca estar restringido al reino de Aragn, y su contenido
ser algo aleatorio. Poda significar un espacio o un lugar de combate y, aparentemente,

26
Pierre BURESI P., Nommer, penser les frontires en Espagne aux XIe- XIIIe sicles, en Pascal
BURESI y Philippe JOSSERAND, Identidad y representacin de la frontera en la Espaa medieval
(siglos XI- XIV), p. 62.
27
Eduardo IBARRA y RODRGUEZ, Documentos correspondientes al reinado de Ramiro I desde 1034
hasta 1063, en Coleccin de documentos para el estudio de la historia de Aragn, Tipografa y
Librera de Andrs Uriarte, Zaragoza, 1904, doc. n 95, pp. 155- 158.
28
Antonio UBIETO ARTETA (ed.), Cartulario de San Juan de la Pea, Anubar, Valencia, 1962- 1963,
doc. n 159.
29
Juan FranciscoYELA UTRILLA (ed.), Cartulario de Roda, Imprenta Mariana, Lrida, 1932, doc. n
1.
30
Jos Mara LACARRA y DE MIGUEL, Documentos para el estudio de la reconquista y
repoblacin del valle del Ebro, Vol. I, Anubar., Zaragoza, 1982, doc. n 22 y 103.
31
Ildefonso RODRGUEZ DE LAMA, Coleccin diplomtica medieval de La Rioja (923- 1225).
Documentos (923- 1168), Servicio de Cultura de la Excma. Diputacin Provincial, Logroo, 1976, doc.
n 73.
32
Mara Luisa LEDESMA RUBIO, Cartas de poblacin del reino de Aragn en los siglos medievales,
Instituto Fernando el Catlico, Zaragoza, 1991, doc. n 142, 144 y 154.

~ 31 ~
careca de valor administrativo. No obstante, su registro en las fuentes implicaba un
atisbo de cambio de mentalidad. Acompaaba el desarrollo de una monarqua que
buscaba redefinirse en relacin con sus vecinos musulmanes, pero que tambin deba
defender su lugar en un contexto de competencia con otros reinos cristianos33. Si a esto
sumamos la existencia de instituciones que atravesaban las fronteras, como podan ser
las rdenes militares y los seoros, se entiende que la urgencia de los monarcas por
controlar a estos actores colabor para que se comenzara a hacer un uso creciente del
trmino en pos de definir los alcances de su poder.
Pero el tratamiento de estas regiones limtrofes no solo impact en la poltica
interna de los reinos cristianos del norte peninsular. Tambin fueron un laboratorio
donde probar las distintas formas que podan adoptar sus relaciones con sus vecinos
musulmanes y testear la efectividad de treguas, parias, e intercambios de embajadas,
todas operaciones que, a pesar de la carga religiosa que iba ganando terreno en las
relaciones entre cristianos y musulmanes, an respondan a consideraciones de tipo
poltico antes que confesional.

Dinmica de avance: parias, acciones militares y embajadas


Las unidades polticas del norte peninsular experimentaron un proceso de
crecimiento y expansin cuyos inicios pueden consignarse hacia el siglo IX. Signo de
esta nueva situacin fueron las cada vez ms frecuentes incursiones en territorios bajo el
Islam. Sin embargo, y a pesar de su actitud ofensiva, no dejaban de ser conscientes de
su debilidad material a la hora de armar ejrcitos que pudieran asegurar el xito en el
combate, ni de lo riesgoso que era lanzarse a un enfrentamiento abierto con las fuerzas
musulmanas, ms numerosas y mejor pertrechadas. Por ello, en un primer momento,
optaron por estimular algaradas, destrucciones de poblados e incursiones anuales que no
implicaban la movilizacin de grandes contingentes ni recursos.
Es indudable que, adems del crecimiento material que experimentaban los
monarcas cristianos, su progreso militar sobre el sur se vio tambin facilitado por la
situacin voltil que all se presentaba, caracterizada por la competencia y conflictos
recurrentes entre los reyes musulmanes. Situacin que explica la incapacidad de estos

33
Philippe SNAC, `Ad castros de fronteras de mauros qui sunt pro facere. Note sur le premier
testament de Ramire I dAragon, en Pascal BURESI y Philippe JOSSERAND, Identidad y
representacin de la frontera en la Espaa medieval (siglos XI- XIV), pp. 205- 221.

~ 32 ~
ltimos para presentar un frente unido, y su preferencia por llevar adelante acciones ms
defensivas que ofensivas. Para dirimir reyertas, tanto entonces como en perodos
previos, la concertacin de alianzas temporales con cristianos haba sido una prctica
comn cuando necesitaban engrosar las filas de sus ejrcitos34. Sin embargo, en este
nuevo contexto, estas asociaciones significaron para muchos reyes musulmanes la cada
en una relacin de subordinacin, un sometimiento que se materializaba a travs del
pago de tributos o parias.
Las parias, un tipo de cargas sin equivalentes en el resto de Europa, pudieron
adoptar diferentes formas. En ocasiones consistieron en la contratacin de servicios
militares para una operacin determinada, mientras que en otras el servicio era
permanente. Pero la forma ms comn que asumieron fue la de pagos, preferentemente
en moneda.
Solo se conservan dos textos originales que contienen acuerdos de parias: los
firmados entre Sancho el de Pealn, rey de Pamplona, y al- Muqtadir bi- illah, malik de
la taifa de Zaragoza, en 1069 y 1073, redactados en latn y con una ltima frase en rabe
que indica la aceptacin de sus clusulas por parte de al- Muqtadir bi- illah35.
El primer pacto, de 1069, estableca que ninguno de los dos reyes se aliara con
enemigos del otro36; ambos vigilaran sus territorios para que nadie pretenda hacerse de

34
As lo informa Ibn al Kardabs cuando comenta que: Los das de su poder (de Alfonso VI)
coincidieron con mucha subversin y grandes disensiones entre los musulmanes y los unos se debilitaban
por causa de los otros con la ayuda de los cristianos. Entonces colmaron a Alfonso de las riquezas que
quiso, para que con hombres valientes les ayudase contra sus oponentes., en Felipe MALLO
SALGADO (trad.), Historia de al- Andalus de Ibn al Kardabs , Akal, Madrid, 1993, pp. 97- 98.
35
Tratado de paz y alianza entre el rey de Pamplona, Sancho el de Pealn, y Almuktadir bille, de
Zaragoza (1069):
Tratado de paz y alianza entre el rey de Pamplona, Sancho el de Pealn, y Almuctadir uille, de
Zaragoza (1073):
, , en A.H.N, Clero, San Juan de la Pea, carp. 700, n 12. (Transcripto en: Ramn
MENNDEZ PIDAL, La Espaa del Cid, Espasa Calpe, Madrid, 1947, pp. 206 y 712; Jernimo de
BLANCAS, Aragonensium rerum commentarii, Lorenzo y Diego Robles, Zaragoza, 1588, pp. 122-
123; Jos Mara LACARRA, Dos tratados de paz y alianza entre Sancho el de Pealn y Mctadir de
Zaragoza (1069 y 1073), en AA.VV., Homenaje a Johannes Vincke, CSIC, Madrid, 1962- 1963, pp.
121- 134.)
36
Tratado de paz y alianza entre el rey de Pamplona, Sancho el de Pealn, y Almuktadir bille, de
Zaragoza (1069): supradicto rege domno Sancio, saluet eum Deus, aut per alias terras, ut non se
faciet alligare (ab) eis neque adunare ab eis super aliquo malo aut aliqua contraria in dicto neque in
facto de supra (dic)to suo amico Almuktadir bille, exaltet eum Deus, neque se faciet adprehendere cum
aliqua potes(t)ate tam de muzlemis quam christianis super suum contrarium nec in secreto nec in
manifesto nec in dicto nec in facto. Iterum similiter adprehendit super se Almuktadir bille ad supradictum
suum amicum regem domnum Sancium, saluet eos Deus, ut non se faciet adprehendere neque conligare
cum aliqua potestate tam de christianis quam de muzlemiz super ullum suum inpedimentum aut ulla sua
contraria, en A.H.N, Clero, San Juan de la Pea, carp. 700, n 12.

~ 33 ~
ellos, ya sean enemigos externos o miembros de la taifa de Zaragoza y del reino de
Sancho37; se obligaban a resguardar la seguridad de los caminos 38; y al- Muqtadir bi-
illah se comprometa a pagar a Sancho mil monedas de oro todos los meses 39. Se
aclaraba, adems, que esto ltimo responda a lo acordado en un pacto anterior, por lo
que se supone que el documento que ha llegado hasta nosotros pudo ser una
reconfirmacin de un acuerdo previo40. El segundo pacto, de 1073, se firm luego de un
perodo de desavenencias entre ambos reyes. Se reconfirmaron las ayudas mutuas, pero
se insertaron un par de variables de peso. En primer lugar, se ajust la cifra que deba
entregar al- Muqtadir bi- illah y, en segundo lugar, Sancho se reserv el derecho de
establecer la cantidad de barones que enviar al malik de Zaragoza, en caso de que ste
requiriese de su auxilio41.
Esta situacin de subordinacin a la que se exponan los lderes musulmanes que
firmaban estos tratados, as como las consecuencias que aquello acarreaba a sus taifas,
son factibles de rastrearse tambin en las crnicas rabes de la poca, que ayudan a
complementar los escasos datos que tenemos sobre este particular.
Los cronistas musulmanes, con su respectivo vocabulario, dieron cuenta de una
serie de regalos que sus reyes hacan a los cristianos. Es ms que probable que aquellos
37
Tratado de paz y alianza entre el rey de Pamplona, Sancho el de Pealn, y Almuktadir bille, de
Zaragoza (1069): Et ut siant totas illorum extrematuras conseruatas et totas illorum terras custodiatas,
uigilent pariter ut ullus malefactor ex hominibus eorum non siat ausus extendere manu sua in parte
sociorum nec in secreto nec in manifesto,
38
Tratado de paz y alianza entre el rey de Pamplona, Sancho el de Pealn, y Almuktadir bille, de
Zaragoza (1069): Iterum siant ipsas uias quas inter eos sunt securas et bene saluas non eueniet ullum
inpedimentum neque ullum nocimentum ad cunctos quos per eas ambulauerint, et si quis ullus malefactor
in eas nocuerit, de una parte aut de alia, ut talem confusiones pateat super hoc, ut alius non audeat
postea nocere in eas.
39
Tratado de paz y alianza entre el rey de Pamplona, Sancho el de Pealn, y Almuktadir bille, de
Zaragoza (1069): Ideo adprehendit super se Almuktadir bille as suum amicum/regem/domnum
Sancium, saluet eos Deus, det illi suum auere complitamenter, id est mille numos de auro bono per
singulos menses sicut in ligamento transacto confirmatum est, et det illi exinde denantatos quinque milia
numos de auro bono per quinque menses futuros.
40
Tratado de paz y alianza entre el rey de Pamplona, Sancho el de Pealn, y Almuktadir bille, de
Zaragoza (1069): Et cum tales ueridicos iuramentos fecerunt roborare omnia suprascribta quod non
essent liberi de eos nisi cum cumplitudine omnia quod superius resonat, et ut stent firmiter super cuncta
quod hic roboratum est secundum quem affirmaberunt in ligamento quod ante istum fuit inter eos
exeratum.
41
Tratado de paz y alianza entre el rey de Pamplona, Sancho el de Pealn, y Almuctadir uille, de
Zaragoza (1073): Conuenit Almuctadir uille per singulos annos dare regi domino Sancio duodecim
milia mancusos auri obtimi, ita ut si regi placuerit accipere aurum accipiat, si enim plus sibi placuerit
accipere argentum pro unoquoque mancuso auri accipiat rex VII solidos argenti de moneta de
Cesaraugusta () Iterum si Almuctadir uille necesse hauerit adiutorium in aliquas partes, et requisierit
suum amicum regem dominum Sancium ut per suum corpus metipsum cum suos barones ei adiubet,
accipiat ille rex tales ostaticos de eo quales elegerit et uadat in suo adiutorio., en A.H.N. Clero, San
Juan de la Pea, carp. 701, n 11.

~ 34 ~
fueran en realidad pagos de parias, es decir contribuciones obligatorias enmascaradas
en las fuentes como presentes. En relacin a la situacin de Toledo, la Crnica annima
de los reyes de taifas menciona que (al- Qdir) era amigo de Alfonso (VI), le enviaba
presentes y le expenda misivas42, y tambin que cuando Alfonso (VI) tom las
Marcas (tugr) y obr como dueo y seor de ellas, cada uno de los reyes de taifas
(mulk at- tawif) le hizo regalos magnficos43.
De forma ms explcita, en los Anales de al- Maqqari se narra una malograda
negociacin de parias. En algn momento entre los aos 1082 y 1083, lleg a Sevilla
una embajada de Alfonso VI para cobrar el tributo que su rey, al- Mu`tamid, deba.
Segn el testimonio del poeta de esta corte, Ibn al- Labbana, el embajador del rey
cristiano, un sbdito judo llamado Ibn Salib, no acept la cantidad que el rey musulmn
le entreg, y exigi todas las riquezas y hasta la entrega de la ciudad. Esto gener un
conflicto de envergadura, Ibn Salib fue crucificado, y el resto de sus acompaantes
cristianos condenados a prisin44. El Rawd al mi`tar tambin se hace eco de esta
ancdota pero propone otra explicacin. All se afirma que al- Mutamid se habra
retrasado en sus pagos dado que se encontraba en guerra con la vecina Almera, y ello
habra generado el descontento del rey cristiano que aument sus exigencias45.
Sea como fuere, tanto los dos pactos firmados entre Sancho el de Pealen y al-
Muqtadir bi- illah, as como el envo de embajadas a Sevilla sugieren que las parias
estaban sujetas a renegociaciones constantes, y que su carcter era ajustable y
transitorio. Tambin testifican la existencia en estas fronteras porosas no solo de
intercambios de embajadas, sino tambin de un flujo de riquezas que transitaban de
unos reinos a otros de manera regular. El protagonismo de un sbdito judo enviado a
negociar el pago de parias tambin testimonia las identidades complejas de los
habitantes de estas regiones que hacan factible que un individuo lograra manejarse en
otras lenguas, tuviera conocimiento de los tipos de cambio de las monedas en
circulacin, y construyese su identidad a partir de distintas adscripciones situacionales

42
Felipe MALLO SALGADO (trad.), Crnica annima de los reyes de Taifas, Akal, Madrid, 1991, p.
50.
43
Crnica annima de los reyes de Taifas, p. 61
44
AL- MAQQARI, Analectes, II, p. 598, en: Reinhardt DOZY, Scriptorum arabum loci de Abbadidis,
T. II, s/e, Leiden, 1846- 1856, p. 231.
45
Evariste LVI PROVENAL (trad.), Ibn Abd Al- Munim Al- Himyari- Kitb ar- Rawd al- Mi`tr
f Habar al- Aktr, Brill, Leiden, 1938, p. 104.

~ 35 ~
que lo reconocan, en este caso, como parte de la colectividad juda y como miembro
del grupo de asistentes de un rey cristiano46.
Volviendo a la imposicin del pago de parias y los profundos cambios que
introdujeron en las relaciones entre cristianos y musulmanes podemos acordar que las
mismas tenan un triple significado: para las taifas y sus habitantes constituyeron una
carga que, con el correr del tiempo, se hizo cada vez ms gravosa. Para los cristianos
supusieron una entrada de cuantiosas sumas, que podan usarse para sustentar el poder
de sus monarquas y alimentar la red de relaciones con el resto de las autoridades
feudales a travs de la entrega y reparto de lo obtenido. Pero, adems, tambin fueron
parte de una estrategia cuyo objetivo ltimo era lograr la dominacin plena del
territorio.
Nuevamente, las crnicas rabes describen de forma clara esta situacin. En Las
memorias de Abd Allh, el ex rey de Granada advierte que:
su lnea de conducta (la de Alfonso VI) no era, pues,
sitiar ningn castillo ni perder tropas en ir contra una ciudad
() sino sacarle tributos ao tras ao y tratarla duramente
por todos los procedimientos violentos, hasta que, una vez
reducida a la impotencia, cayese en sus manos, como haba
ocurrido con Toledo47.

El rey de la taifa de Granada conoca bien los objetivos de Alfonso VI


dado que este ltimo haba lanzado, en 1074, una campaa para hacerse con su ciudad.
Si bien no lleg a conquistarla, Granada pag parias a Len- Castilla desde entonces.
Es evidente que el carcter provisional de las parias, siempre condicionadas por
los juegos de alianzas y las condiciones polticas de uno y otro firmante, no les impidi
ser al mismo tiempo un dispositivo desestabilizante de las taifas. Su misma esencia
transitoria implicaba un peligro constante en caso de que el acuerdo se interrumpiese,
dejando a una de las partes desprotegida. Los dos documentos firmados entre Sancho y

46
Patrick GEARY, Ethnic Identity as a Situational Construct in the Early Middle Ages, en:
Mitteilungen der anthropologischen Gesellschaft in Wien, 1983, pp. 15- 26.
47
Evariste LVI- PROVENAL y Emilio GARCA GMEZ (trad.), El siglo XI en primera persona.
Las memorias de Abd Allh, ltimo rey zir de Granada destronado por los almorvides (1090),
Alianza, Madrid, 1980, p. 230. Tambin Ibn al- Kardabs parece percatarse de los planes del rey
cristiano. En su Historia de al- Andalus expone que: l (Alfonso VI) ayudaba a ste contra ste y a
aqul contra aqul, atrayndose as sus riquezas con el vehemente deseo de que se debilitasen; entonces
l obtendra la posesin de toda la pennsula., p. 102.

~ 36 ~
al- Muqtadir bi- illah son muestra de ello: mientras en el primero se buscaba la
neutralidad de Sancho, en el segundo el lder musulmn requera su alianza, para lo cual
deba acceder a revalidar nuevamente el pacto y regularizar sus pagos 48.
Por otra parte, como ya advertimos tambin sirvieron como dispositivos a travs
de los cuales se introdujeron en las fronteras ganadas nuevas formas de vinculacin que
respondan a patrones propios de las sociedades feudales. Los cronistas cristianos
asimilaban la prctica de las parias al vasallaje. En su lectura, la recurrencia en el pago
y la sumisin que esto implicaba tenda a homologar la situacin de los prncipes
musulmanes a la de tributarios feudales. As se observa en la Historia Roderici
Campidocti que comenta que: Rex Alcadir regnabat tunc Valentiam, qui statim misit
legatos suos cum maximis muneribus et donis innumerabilibus ad Rodricum, et factus
est tributarius49.
Esta ltima cuestin nos acerca a un nudo problemtico complejo: la naturaleza
de esos pagos, y la forma en que ese elemento conect a las taifas con los reinos
cristianos, testimoni el encuentro entre dos formaciones sociales con organizaciones
diferentes, y distintos modos de accionar. La incapacidad que mostraron las taifas para
articular sus propias caractersticas organizativas con las demandas que impona la
formacin social feudal en avance son testimonios del dinamismo que gan, por esos
siglos, esta ltima, y de su mejor adaptacin a los contextos de guerra y frontera.
Por otra parte, las parias son tambin un testimonio de la conflictividad
inherente a la frontera y a las relaciones entre cristianos y musulmanes. Lejos de las
propuestas de Mackay, es claro que no es necesaria la guerra para encontrar situaciones
de tensin y conflicto entre los reinos cristianos del norte y el sur musulmn50. Las
parias, lejos de estabilizar la situacin, terminaron por generar una crisis mayor desde el
momento en que no solo introducan a los mismos reyes de taifas en una relacin

48
Tratado de paz y alianza entre el rey de Pamplona, Sancho el de Pealn, y Almuctadir uille, de
Zaragoza (25 de mayo de 1073): Conuenit Almuctadir uille per singulos annos dare regi domino
Sancio duodecim milia mancusos auri obtimi, ita ut si regi placuerit accipere aurum accipiat, si enim
plus sibi placuerit accipere argentum pro unoquoque mancuso auri accipit rex VII solidos argenti de
moneta de Cesaraugusta., en A.H.N. Clero, San Juan de la Pea, carp. 701, n 11.
49
Historia Roderici Campidocti n 31, en: Ramn MENNDEZ PIDAL, La Espaa del Cid, Espasa-
Calpe, Madrid, 1969, pp. 906- 971; Jos Mara LACARRA, Dos tratados de paz y alianza entre Sancho
el de Pealn y Moctdir de Zaragoza (1069 y 1073), en: AA.VV., Homenaje a Johannes Vincke, Vol.
I, CSIC, Madrid, 1962-1963, pp. 122.
50
A. MACKAY, Religion, Culture, and Ideology on the Late Medieval Castilian- Granadan Frontier.

~ 37 ~
poltica de naturaleza distinta a la que estaban acostumbrados, sino que erosionaban de
manera continua las bases fiscales de sus reinos.
En su marcha hacia el sur los cristianos lograron imponer un tipo de
enfrentamiento particular, socavaron la organizacin previa de las comunidades sureas,
reemplazaron los viejos patrones de organizacin por otros nuevos y, en algunos casos,
sustituyeron a las poblaciones originarias, o parte de ellas, por nuevos contingentes
venidos del norte. Las parias cumplieron con la primera de estas acciones. As, los
cristianos lograron hacerse del territorio no porque tuvieran ejrcitos ms numerosos o
mejor preparados, sino porque la relacin de fuerzas y los conflictos constantes en al-
Andalus les permitieron imponer un determinado estilo de guerra acorde a sus
posibilidades militares y materiales. Lejos de lanzarse a campaas de largo alcance,
prefirieron llevar adelante una estrategia que implicaba ataques fugaces, combinados
con la destruccin de las bases econmicas e ideolgicas del enemigo a travs de las
parias. Gracias a este procedimiento se posicionaron como adversarios y aliados al
mismo tiempo, lo que haca difcil para los reyes musulmanes llevar adelante una accin
coordinada en su contra.
Adems, los mulk al- tawif no solo sufrieron la merma de riquezas sino
tambin la publicidad negativa que generaban sus relaciones con los cristianos, tanto de
cara a sus sbditos como frente a los reinos almorvides y almohades. En esta cuestin,
sus reinos se encontraban inmersos en una doble frontera ya que los avances de
almorvides y almohades eran tan desestabilizantes como los progresos del norte
cristiano. Una vez ms el caso de Toledo testifica estas dificultades.

La conquista de Toledo
Las diferentes etapas de avance de las monarquas del norte sobre la frontera que
hemos analizado se observan en la historia toledana.
Si bien los cristianos lograron hacerse con la ciudad en 1085, el proceso que
llev a su conquista haba comenzado aos antes.
En 1076 la toma de Seplveda le permiti al rey cristiano hacerse de una
posicin estratgica para controlar los caminos hacia Toledo. Esta regin era adems,
fcil de defender, y posiblemente tuviera una poblacin semipermanente de la cual
servirse de su trabajo y sus cosechas. Pero, la influencia de Alfonso VI sobre Toledo

~ 38 ~
pareca tener otros orgenes. En 1072, y durante nueve meses, aquella ciudad haba sido
su refugio, lugar al que lo llevaron sus enfrentamientos con su hermano mayor Sancho
II, rey de Castilla51. Durante ese tiempo el rey cristiano entabl buenas relaciones con el
monarca musulmn, al- Mamn, que derivaron en una serie de acuerdos de ayuda y
proteccin mutuas. Segn el relato de Lucas de Tuy, la estada en Toledo tambin sirvi
a Alfonso VI para conocer las debilidades de esta taifa52.
Luego de este intervalo, y una vez consolidado Alfonso VI en el trono de Len,
el nieto y sucesor de al- Mamn, al- Qadir, acudi pidiendo su ayuda en algn momento
entre los aos 1076 y 1078, dada su competencia con otros reyes de taifas que
ambicionaban su territorio, especialmente al- Mutawakkil, rey de Badajoz. Una fraccin
de la poblacin toledana se haba aliado a este ltimo, que haba logrado introducir sus
fuerzas en Toledo y expulsar a al- Qadir hacia Huete y Cuenca. Alfonso VI respondi al
pedido de auxilio del rey musulmn y para 1079 al- Qadir pudo recuperar su trono.
Pero, a cambio, debi aceptar una serie de condiciones que le impuso su par cristiano.
Al- Qadir asinti que dos guarniciones cristianas se ubicaran de forma permanente en
Zorita y Canturias, territorio de Toledo, corriendo los gastos a su cargo. Esto, sumado a
las parias que el rey ya pagaba, supuso un aumento de las imposiciones para el tesoro
de la taifa y, en ltima instancia, para la poblacin toledana.
En definitiva, la situacin toledana presenta paralelismos con la experimentada
por la taifa de Zaragoza. Lejos de ayudar a estabilizar la situacin, la intervencin de
Alfonso VI gener una mayor presin fiscal y que al- Qadir se ganara la desaprobacin
de sus sbditos.

51
Fernando I el Magno, rey de Len- Castilla (1035- 1065), dispuso en 1063, dos aos antes de su
muerte, el reparto del reino entre sus tres hijos. A Sancho II se le prometi una parte del reino de Castilla;
a Alfonso VI el territorio de Len con su capital Oviedo; y a Garca I el reino de Galicia- Portugal.
Sancho II, el hijo mayor, no estaba del todo conforme con su parte y, por los mismos aos, Alfonso VI
comenzaba a avanzar sobre los territorios de Galicia de su otro hermano Garca I. Esto deriv en una serie
de enfrentamientos, lo cual era bastante comn en la dinmica poltica de los reinos cristianos. A
comienzos de 1072, Alfonso VI y Sancho II se enfrentaron en la batalla de Golpejera o Vulpejar, donde
Sancho lo venci y lo hizo prisionero. Luego de una estancia encerrado en el castillo de Burgos, las
negociaciones llevadas adelante por su hermana, la infanta Urraca, y Hugo, abad de Cluny, lograron que
se permita a Alfonso VI exiliarse en tierras de musulmanes, tal como le haba sucedido a su otro hermano,
Garca. Alfonso VI residi en Toledo hasta octubre de 1072.
52
Es conocida la historia que informa como el rey cristiano habra escuchado una conversacin entre
funcionarios que comentaban la facilidad con la que la ciudad poda caer en manos enemigas . Vese por
caso: Si, inquit, per septem annos huic ciuitati continue auferantur fruges fructus, in octavo hostium
obsidione valletur, poterit haec ciuitas capi, en Chronicon Mundi ab origine mundi vsque ad Eram
MCCLXXIV, en Andreas SCHOTT (ed.), Hispaniae Illustratae, Claudium Marnium, Francfurt, 1608, T.
IV, p. 98.

~ 39 ~
Ibn Idari y la Crnica annima de los reyes de Taifas coinciden en condenar la
relacin cercana entre este ltimo y Alfonso VI. El tono respecto a al- Qadir siempre es
amonestador, y se describe que su gobierno no fue virtuoso y gener descontento a raz
de los aumentos en los impuestos que introdujo53. La rebelin de la poblacin contra su
rey puede leerse como la negativa a aceptar una carga impositiva vista como extra-
cannica e ilegtima. As se desprende de la narracin de Ibn al Kardabs que denuncia
que bajo las taifas:
el pueblo se empobreci y el estado de todos se ech a
perder totalmente, y el pudor islmico desapareci de los
individuos; pues, quienes de ellos permanecieron fuera de la
proteccin (dimma), hubieron de someterse al pago de
capitacin (izya)54.
Por otra parte, si como ya advertimos las parias asuman un cierto carcter
feudal, distinto a la condicin de los impuestos propios de los sistemas orientales, la
obligacin que representaban, as como su naturaleza cambiante que requera de
negociaciones constantes, seguramente fue imposible de combinar con las propias
necesidades internas de las taifas. Estas entidades se organizaban en base a una ley
profundamente imbricada en lo religioso que, en este caso, funcion como un limitante
para las posibilidades de accin de sus reyes que no podan disponer libremente de los
impuestos y riquezas del Estado sin desacreditarse55.
Por otra parte, el pago de estos tributos no era suficiente para asegurar que la
poblacin de los alrededores de Toledo estuviera a salvo de los frecuentes rades
lanzados desde las tierras cristianas. Fuerzas feudales no muy numerosas solan asolar

53
Crnica annima de los reyes de taifas: Cuando al- Qdir tom posesin de Valencia introdujo
en ella innovaciones reprochables (ahdtan), alter sentencias y realiz muchas acciones vituperables.,
p. 50; Ibn Idr comenta en La cada del califato de Crdoba que durante el reinado de Yahy b. D n-
Nn: Se perturb la situacin de la gente en Toledo entretanto y subieron los precios, p. 233.
54
Ibn al- Kardabs, Historia de al- Andalus, p. 98.
55
El tesoro de las taifas estaba conformado por la tributacin de origen musulmn que se compona del
zakt y el ur. Juntos, constituan el mal al- sadaqa, una riqueza de la que el Estado era administrador
pero no propietario. Lo que s manejaba el Estado con mayor libertad eran los bienes inmuebles o fay,
aunque tambin se los consideraba de la comunidad musulmana. De sta, adems, formaban parte los
bienes sin dueo, los de apostatas, los vacantes, el quinto del botn mueble o ganima, el producto de las
minas, y los tesoros terrestres y martimos. Un segundo grupo de tributarios, conformado por los no-
musulmanes o dimmes, pagaba la izya y el har.

~ 40 ~
los campos circundantes en busca de botn56. La monarqua cristiana prefera no
interferir, pero avalaba estas acciones que, en definitiva, eran una forma de mantener a
los caballeros de su lado con la promesa de recompensas, y sin obligar a la corona a
participar abiertamente en empresas blicas que pudieran poner en peligro los acuerdos
de las parias.
La regularidad de estos ataques, tambin practicados por los musulmanes, estn
atestiguados en las fuentes proveniente de ambos bandos. Alfonso VI, en un documento
dedicado a la dote fundacional de la Iglesia de Toledo narra las incursiones que llev a
cabo devastando estas tierras57. Versin recogida por el arzobispo Rodrigo Ximenez de
Rada quien, si bien menciona un supuesto cerco de siete aos, aclara que la causa de la
capitulacin de Toledo fueron los aos de destrucciones consecutivas que sufrieron sus
campos a causa de las incursiones cristianas58. Esta historia se repite en compiladores
alfonses que relatan que:
Et ayunto luego muy grand hueste de todas las partes
de su regno et fuesse pora Toledo; et assi como llego, tollioles
todos los panes et las uinnas et las otras frutas por todas las
tierras a derredor. Et esto fizo a Toledo et a sus aderredores
este rey don Alfonso bien por quatro annos uno empos otro. Et
Moguer que Toledo era mas complida et mas abondada que

56
De la recurrencia de estos ataques se hizo eco Ibn al- Kardabs que informa que: los cristianos
cada ao daban vuelta al- Andalus cautivando, saqueando, incendiando, destruyendo y llevndose
prisioneros, en Historia de al- Andalus, p. 99.
57
Quam obrem amore christiane religiones dubio me periculo submittens nunc magnis et frecuentibus
preliis, nunc ocultis insidiarum circumuenionibus, nunc vero apertis incursionum deuastationibus septem
annorum reuolucione gladio et fame simul et captiuitate non solum uius ciuitatis sed et tocius uius patrie
abitatores afflixi, en Jos Antonio GARCA LUJAN, Privilegios Reales de la catedral de Toledo
(1086- 1462). Formacin del Patrimonio de la SICP a travs de las donaciones reales, Caja de
Ahorro Provincial de Toledo, Toledo, 1982, T. II, doc. n 1, p. 17.
58
Rodrigo XIMNEZ DE RADA, Historia de Rebus Hispanie, Brepols, Turnhout, 1987, lib. VI, cap.
XXII. La historiografa tradicional interpret que la ciudad sufri un cerco de siete aos por parte de
Alfonso VI, pero los estudios actuales desmienten esta versin. En principio, las operaciones que realiz
el rey cristiano, desde 1079 hasta 1085, estuvieron dirigidas a sostener en el poder a al- Qadir, no a tomar
la ciudad. En segundo lugar, las referencias a ataques se refieren al tipo de saqueos constantes al que nos
hemos referido, llevado adelante por caballeros cristianos vidos de botn. Saqueos que, a su vez, servan
en el largo plazo a la avanzada monrquica sobre el sur ya que debilitaban las bases materiales de la
poblacin, y preparaban su futura sumisin a manos cristianas. Para la tesis tradicional vase: Ramn
MENNDEZ PIDAL, Adefonsus Imperator Toletanus, Magnificus Triumphator, en Historia y
Epopeya, Ed. Hernando, Madrid, 1934, pp. 249- 259. Para nuevas interpretaciones: Jos MIRANDA
CALVO, La Reconquista de Toledo por Alfonso VI, Instituto de Estudios Visigtico- Mozrabes de
San Eugenio, Toledo, 1980; Ricardo IZQUIERDO BENITO, Alfonso VI y la toma de Toledo, IPIET-
Diputacin de Toledo, Toledo, 1986; Bernard REILLY, El reino de Len y Castilla bajo el rey
Alfonso VI (1065- 1109), Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, Toledo, 1989

~ 41 ~
todas las otras villas sus uezinas, non pudo seer que non
ouiesse mengua de viandas auiendolas assi todas tullidas cada
anno () en este anno que dezimos destas cuentas de annos,
saco este rey don Alfonso su hueste muy grand et muy mayor
aun que las otras uezes, et ueno sobre Toledo como solie, et
cercola 59.

Y tambin en la Crnica Najerense:


Et cum predictus rex multa agmina haberet militum, sub era
MCXVII ad partes Toletanas accedens usque ad sex annos
continuos, unoquoque anno panem sarracenis auferens et ab
obsidione non recedens, cepit Toletum, era MCXXII60.

En sntesis, la conjuncin de parias, ataques peridicos, y la dependencia de al-


Qadir respecto del rey cristiano fueron, a mediano plazo, elementos que debilitaron su
autoridad. Dos nuevas revueltas terminaron por ultimar su poder. La primera fue en
1082 y, si bien los rebeldes fueron derrotados, qued demostrado el poco control que el
rey musulmn tena sobre su poblacin. Finalmente, en 1085, y ante un nuevo pedido de
ayuda del rey musulmn, Alfonso VI opt por conquistar la ciudad en su nombre
prometiendo a al- Qadir el reino de Valencia.
A partir de entonces, el rey cristiano estuvo en condiciones de controlar y
beneficiarse de los recursos que supona gobernar una regin relativamente bien
poblada, que se calcula en alrededor de 28.000 habitantes, y con numerosas villas y
localidades en sus alrededores61. En conjunto, las tierras de la antigua taifa suponan
unos 90.000 kilmetros cuadrados, si bien algunas zonas se perderan ms tarde. A ello
se sumaba el control de este rey sobre Granada, Sevilla, Badajoz, Zaragoza y Valencia,
todas taifas que le tributaban y que, junto a los pagos de otras menores, le generaban al
rey cristiano ganancias anuales por ms de cien mil dinares de oro.

59
Ramn MENNDEZ PIDAL (ed.), Primera Crnica General, Gredos, Madrid, 1977, caps. 866- 867,
pp. 537- 538.
60
Antonio UBIETO ARTETA (ed.), Crnica Najerense, Anubar, Valencia, 1966, p. 116.
61
Entre estas localidades y villas se cuentan: Coria, Talavera, Caracuel, Alarcos, Consuegra, Alarcn y
Cuenca, y las localidades o castillos de Santa Eulalia, Mqueda, Alamn, Madrid, Olmos, Canales,
Calatalifa, Salamanca, ceda, Guadalajara, Fita, Caracava, Mora, Consuegra, Ucls, Amasatrigo y
Almodvar.

~ 42 ~
Desde esta posicin aventajada, tanto a nivel poltico como econmico, Alfonso
VI, y la clase de poder en conjunto, se dedicaron a reorganizar las tierras bajo soberana
cristiana efectiva, como lo era Toledo.
Los patrones de ordenamiento que se impusieron en esta regin se configuraron
en el modelo de organizacin social que se exportara al resto de los territorios ganados
en el futuro. El tipo de fueros otorgados a Toledo, las relaciones que la monarqua
estableci con los habitantes sometidos, las actuaciones de nobles e Iglesia, las nuevas
exacciones y formas de trabajo, en suma, el marco que estructur la vida de los
toledanos fue transportado a otros espacios del sur. Es aqu cuando cobra sentido la
frase ya citada de Buresi que describa a la frontera en tanto periferia y polo
organizador62. El avance sobre la frontera generaba, entonces, formas y prcticas
novedosas que adems eran testimonio de la complejidad que caracterizaba a las
sociedades en contacto.

Conclusiones
En este trabajo nos propusimos estudiar las formas en que se defini y
experiment la frontera entre Cristiandad e Islam para sus contemporneos, as como
tambin analizar las formas y dinmica de avance de los reinos cristianos del norte
sobre la regin toledana.
Como pudimos observar, la empresa militar cristiana, a pesar de contar en sus
inicios con una nocin difusa sobre la frontera, se mostr sin embargo exitosa cuando
hubo de enfrentar a las taifas. En su triunfo tuvo mucho que ver su capacidad para
aplicar una serie de punciones constantes sobre los reyes musulmanes, cargas que
asuman la forma de parias. Estas, sumados a los constantes ataques localizados que
practicaban sobre las tierras enemigas les reportaron no solo los recursos necesarios
para proseguir la avanzada, sino que prepararon el terreno al socavar la posicin de los
monarcas musulmanes.
Una estrategia combinada que da cuenta de la mayor plasticidad y adaptacin de
las unidades polticas cristianas en avance, y que testimonian la compleja realidad que
se viva en aquellos territorios limtrofes.

62
P. BURESI, La frontire entre chrtient et Islam dans la pninsule Ibrique, p. 25.

~ 43 ~
~ 44 ~
Nobleza laica, archivos eclesisticos?
Fuentes documentales para el estudio de la aristocracia leonesa
en la alta edad media
Mariel Prez1

En los ltimos 25 aos, el estudio de la nobleza medieval ha experimentado un


vigoroso desarrollo dentro de la historiografa hispnica, transcendiendo el plano
genealgico y prosopogrfico para adentrarse en distintos mbitos de la historia social a
travs de ejes vertebradores como el parentesco, el poder o las mentalidades2. Esta tarea
ha debido sortear, no obstante, el inevitable escollo que impone una documentacin
escasa y fragmentaria, proveniente en abrumadora proporcin de archivos eclesisticos
que recogen un conjunto incompleto y en gran medida azaroso de diplomas suscriptos
por la aristocracia laica. En efecto, la formacin de los archivos que segn criterios
diplomticos y archivsticos pueden definirse como estrictamente nobiliarios es decir,
generados, conservados y gestionados por los linajes de la nobleza, y conformados

1
Universidad de Buenos Aires, Argentina, perez_mariel@yahoo.com.ar.
2
Puede hacerse mencin de algunos trabajos sumamente significativos en la historiografa, como
Ermelindo PORTELA, Ma. del Carmen PALLARES, Elementos para el anlisis de la aristocracia
altomedieval de Galicia: parentesco y patrimonio, en: Stvdia Historica. Historia Medieval, V, 1987,
pp.17-32; Ma. del Carmen PALLARES, Ermelindo PORTELA, Aristocracia y sistema de parentesco en
la Galicia de los siglos centrales de la Edad Media. El grupo de los Traba, en: Hispania, 185, 1993, pp.
823-840; Pascual MARTNEZ SOPENA, Parentesco y poder en Len durante el siglo XI. La casata de
Alfonso Daz, en: Stvdia Historica. Historia Medieval, V, 1987, pp. 33-88; Id, Monasterios
particulares, nobleza y reforma eclesistica en Len entre los siglos XI y XII, en: AA.VV. Estudios de
historia medieval. Homenaje a Luis Surez Fernndez, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1991,
pp. 323-331; Isabel BECEIRO PITA, Ricardo CRDOBA DE LA LLAVE, Parentesco, poder y
mentalidad. La nobleza castellana. Siglos XII-XV, Madrid, CSIC, 1990; Marie-Claude GERBET, Las
noblezas espaolas en la Edad Media. Siglos XI-XV, Madrid, Alianza, 1997; Simon BARTON, The
aristocracy in twelfth-century Len and Castile, Cambridge, Cambridge University Press, 1997; Ma.
del C. PALLARES, Ilduara, una aristcrata del siglo X, La Corua, Sada, 1998; Margarita TORRES
SEVILLA, Linajes nobiliarios en Len y Castilla. Siglos IX-XIII, Salamanca, Junta de Castilla y Len,
1999; Miguel CALLEJA PUERTA, El conde Suero Vermdez, su parentela y su entorno social. La
aristocracia leonesa en los siglos XI y XII, Oviedo, KRK Ediciones, 2001. Manifiesta la vitalidad de los
estudios nobiliarios en la actualidad la obra de Ins CALDERN MEDINA, Cum magnatibus regni mei.
La nobleza y la monarqua leonesa durante los reinados de Fernando II y Alfonso IX de Len
(1157-1230), Madrid, CSIC, 2012.

Mariel PREZ, Nobleza laica, archivos eclesisticos? Fuentes documentales para el estudio de la
aristocracia leonesa en la alta edad media, en: Andrea V. NEYRA & Gerardo RODRGUEZ (dirs.),
Qu implica ser medievalista? Prcticas y reflexiones en torno al oficio del historiador, Mar del
Plata, Universidad de Mar del Plata, Sociedad Argentina de Estudios Medievales, 2012, vol. 2, pp. 45-
57. ISBN 978-987-544-477-5

~ 45 ~
como resultado de la acumulacin por escrito de las actividades pblicas y privadas de
una familia a lo largo de las generaciones- no comenzara a desarrollarse en el mbito
hispano sino recin hacia la Edad Moderna3.
En este marco, en el presente trabajo nos proponemos examinar las fuentes
documentales de carcter diplomtico con las que cuenta el historiador para abordar el
estudio de la nobleza hispana altomedieval4. Colocaremos el foco de atencin en la
documentacin de la regin leonesa, en la que se destacan los importantes fondos
archivsticos de la Catedral de Len y los monasterios de Sahagn y Santa Mara de
Otero de las Dueas. Ser nuestro objetivo trazar las caractersticas de la documentacin
en cuestin, sus condiciones de produccin y conservacin, as como plantear los
problemas y posibilidades que su utilizacin plantea al investigador en tanto fuente
histrica para adentrarse en el anlisis de los diversos aspectos que supone el estudio de
la aristocracia medieval.
El trabajo se estructurar a partir de dos ejes principales: el de la produccin de
la documentacin nobiliaria y el de su conservacin. El primero de estos aspectos
implica examinar el recurso a la escritura dentro de la aristocracia laica, indagar sobre la
existencia de notarios seoriales e intentar establecer a qu factores responda la
utilizacin del documento escrito por parte de la nobleza. El segundo aspecto se
desplaza de la esfera de la produccin a la de la conservacin, cuestin de gran
importancia metodolgica en tanto que determina qu documentos llegan a manos del
historiador. Esto supone reflexionar sobre los mecanismos de composicin y formacin
de los archivos eclesisticos, as como sobre las implicancias que tuvo la posterior
confeccin de cartularios en la conservacin de la documentacin nobiliaria. Por otra

3
Sobre los la formacin y conservacin de los archivos nobiliarios espaoles, Miguel Fernando GMEZ
VOZMEDIANO, Archivos nobiliarios espaoles: pasado, presente y futuro? Tipologa documental e
investigacin modernista, en: F. Andjar Castillo, J. P. Daz Lpez (coord.), Los seoros en la
Andaluca Moderna. El Marquesado de los Vlez, Almera, Instituto de Estudios Almerienses, 2007,
pp. 139-210; Arnzazu LAFUENTE URIN, Los archivos nobiliarios: formacin y conservacin. La
Seccin Nobleza del Archivo Histrico Nacional, en: E. Sarasa Snchez, E. Serrano Martn (coord.),
Estudios sobre seoro y feudalismo: homenaje a Julio Valden, Zaragoza: Institucin Fernando el
Catlico, 2010, pp. 27-75.
4
Siguiendo a los diplomatistas, consideraremos como documentacin diplomtica en sentido estricto a
todo testimonio escrito sobre un hecho de naturaleza jurdica, realizado bajo la observancia de ciertas y
determinadas formalidades variables segn las circunstancias de persona, lugar, tiempo y materia-
destinadas a conferir a tal testimonio autoridad y fe, dndole fuerza de prueba, si bien en un sentido
amplio refiere a cualquier escritura de carcter legal, histrico y administrativo existente en los
archivos, Ma. Beln PIQUERAS GARCA, Concepto, mtodo, tcnicas y fuentes de la Diplomtica,
en: A. Riesco Terrero (ed.) Introduccin a la paleografa y la diplomtica general, Madrid, Sntesis,
1999, p. 193.

~ 46 ~
parte, una cuestin de singular significacin que se nos presenta dentro de este eje
analtico es el de la supervivencia, dentro de los fondos de las instituciones eclesisticas
que se han conservado hasta la actualidad, de archivos que, si bien modestos e
incompletos, pueden considerarse como autnticamente nobiliarios. Finalmente, se
considerar el problema de la representatividad que tienen estos diplomas para la
construccin de la historia de la nobleza, teniendo en cuenta que la propia trayectoria
que ha seguido el documento escrito determina que la imagen de la aristocracia que
ofrecen los archivos eclesisticos se presente ante el historiador como una visin
parcial, fuertemente cercenada por la lente interpuesta por los intereses eclesisticos.

Produccin de los documentos nobiliarios


Definiremos como documentos nobiliarios a aquellos diplomas generados y
suscriptos por individuos o grupos de parentesco pertenecientes a la aristocracia laica y
que dan cuenta de forma directa de sus acciones o memorias. No obstante, desde el
punto de vista de la gnesis documental es necesario realizar una distincin entre el
autor del documento, definido como el responsable de la accin jurdica, contenido y
mensajes recogidos en el mismo, y el rogatario, persona fsica que elabor el
documento concreto. En el caso de un documento regio, este rogatario es el canciller,
mientras que en documentos particulares se trata del notario5.
Los documentos altomedievales recogen diversos ejemplos de suscripciones
autgrafas, muchas de las cuales van acompaadas de la expresin manu mea6. Entre
los miembros de la alta aristocracia leonesa, dicen suscribir manu mea propia
personajes como lvaro Vlaz, Foracasas Iben Tajn y su esposa doa Infante, el conde
de Cea Vermudo Nez, Jimena Muoz, el conde Osorio Daz, Velasco Muoz o la
condesa doa Justa Fernndez7. Por otra parte, la capacidad de algunos nobles de leer y

5
Jos Antonio FERNNDEZ FLREZ, La elaboracin de los documentos en los reinos hispnicos
occidentales (ss. VI-XIII), Burgos, Institucin Fernn Gonzlez, Academia Burgense de Historia y
Bellas Artes, 2002, pp. 62-68.
6
Un ejemplo temprano lo constituye la donacin de Fakilo del ao 803, primer documento original que se
conserva poca de la monarqua asturiana, vase Ma. Josefa SANZ FUENTES, El documento de Fakilo
(803), Estudio y Edicin, en: AA.VV. Estudos em Homenagem ao Prof. Doutor Jos Marquez,
Porto, Faculdade de Letras a Universidade do Porto, 2006, p. 37. Esta prctica tambin ser comn en la
documentacin leonesa.
7
Algunos ejemplos de la documentacin del monasterio de Sahagn, editados en Jos Ma. MNGUEZ
FERNNDEZ, Coleccin diplomtica del monasterio de Sahagn (siglos IX y X), Coleccin Fuentes
y estudios de historia leonesa, N 17, Len, Centro de Estudios e Investigacin San Isidoro, 1976, doc.

~ 47 ~
escribir tambin podra inferirse del hecho de que poseyeran libros, si bien tenemos
noticias de los mismos cuando eran donados a instituciones eclesisticas8.
Sin embargo, al margen de que los nobles leoneses hayan podido producir
suscripciones autgrafas o hayan tenido capacidad de lectura y escritura, los
documentos nobiliarios eran confeccionados por rogatarios. Cuando stos son
mencionados de forma explcita, lo que ocurre slo en una pequea proporcin de los
diplomas, suele aparecer su nombre acompaado de verbos como scripsit o notuit.
Se observa que a lo largo del siglo X quienes ejercen el rol de escribas no
parecen desempear un cargo fijo al servicio de un determinado magnate o de su familia
sino que ejercen tal funcin de forma circunstancial. No parece as probable que el
oficio notarial se haya desarrollado de manera estable dentro del crculo de los agentes y
servidores nobiliarios9. Si seguimos por ejemplo la serie de documentos generados por
el conde Vermudo Nez en los archivos de Sahagn y Len, se realizan cuatro
menciones explcitas al escriba: Teodesindus presbiter qui scripsit en el ao 946,
Serbusdei scribens en 949, Bellitus scripsit en 951, y Ouecco Didaz notuit 95310.
Quienes ejercen las funciones escriturarias son de esta forma distintos personajes que se
encontraran circunstancialmente en el momento de la redaccin del documento,
personas que en muchos casos se hallaran vinculadas al mbito religioso si bien en
ocasiones tambin podran provenir del squito condal.
Esta situacin parece modificarse hacia finales de la centuria. Entre los diplomas
del conde Flan Muoz hallamos tres que son redactados por un tal Braulio, entre 991 y

123, 950; doc. 144, 955; docs. 145-146-147, 955; doc. 150, 956; doc. 328, 985; doc. 331, 986; doc. 342,
989; doc. 345, 991; doc. 352, 996; doc. 355, 997.
8
Es lo que considera M. C. PALLARES, Ilduara, p. 18. Entre los nobles leoneses, Vermudo Nez y su
esposa dotaban en 949 el monasterio de Santiago de Valdvida con libros VIII, scilicet, antifonale,
manuale, comucum, passionum, salterio, ordino virginitate Sancte Marie et precorum, J. M. MNGUEZ
FERNNDEZ, Coleccin diplomtica (s. IX y X), doc. 114, 949; y en 929 el conde Guisvado Braliz y
su mujer Leovina dotaban el monasterio de San Adrin y Santa Natalia de Boar con libros uero
eglesiasticos: antiphonarium, comicum, manual, orationum, precum, Jos Manuel RUIZ ASENCIO,
Irene RUIZ ALBI, Coleccin documental del monasterio de San Pedro de Eslonza, I, (912-1300),
Coleccin Fuentes y estudios de historia leonesa, N 120, Len, Centro de Estudios e Investigacin
San Isidoro, 2007, doc. 9, 929.
9
Sobre la limitada presencia de escribas en las cortes seoriales, Isabel BECEIRO PITA, Criados,
oficiales y clientelas seoriales en Castilla (siglos XI-XV), en: Cuadernos de Historia de Espaa,
LXXV, 1998-1999, pp. 59-84.
10
J. M. MNGUEZ FERNNDEZ, Coleccin diplomtica (s. IX y X), doc. 104, 946; doc. 114, 949;
doc. 130, 951; Emilio SEZ, Carlos SEZ, Coleccin Documental del Archivo de la Catedral de
Len (775- 1230). II (953-985), Coleccin Fuentes y estudios de historia leonesa, N 42, Len, Centro
de Estudios e Investigacin San Isidoro, 1990, doc. 261, 953.

~ 48 ~
99711. Por su parte, dentro de la abundante documentacin de su hijo, el conde Pedro
Flanez, se advierte la recurrencia de ciertos personajes en el rol notarial. Es el caso del
presbtero Cidi, quien aparece como escriba a cargo de la mayor parte de los
documentos del conde entre 1017 y, por lo menos, 103212. Cabe sugerir que se haya
desarrollado una tendencia a una mayor especializacin de funciones dentro del entorno
condal, incluyndose en este proceso la figura del escriba o notario. La aristocracia
seguira de esta forma la evolucin que se manifestaba en la corte regia, donde hacia
fines del siglo X comenz a institucionalizarse lentamente la cancillera 13. Es, en efecto,
durante los reinados de Vermudo II (984999) y Alfonso V (9991028) que se
evidencia en el plano documental la existencia de un notario regio permanente, cargo
desempeado por el futuro obispo de Astorga, Sampiro14.
Otro aspecto de la produccin de los documentos nobiliarios que debe ser
abordado es el de los factores que motivaban el recurso a la escritura por parte de la

11
De acuerdo con los documentos generados por Flan Muoz, en el archivo de Otero de las Dueas, Jos
Antonio FERNNDEZ FLREZ, Marta HERRERO DE LA FUENTE, Coleccin documental del
monasterio de Santa Mara de Otero de las Dueas, I (854-1108), Coleccin Fuentes y estudios de
historia leonesa, N 73, Len, Centro de Estudios e Investigacin San Isidoro, 1999, Braolio scrisi,
doc. 31, 991; Braolio scrisit, doc. 34, 993; Braolio notuit, doc. 43, 997; Romano, presbitero, notui,
doc. 44, 998.
12
En la documentacin de Pedro Flanez aparecen como escribas: Lalano, presbiter, scrisit, doc. 66,
1003; Armentario, presbiter, scripsit, doc. 72, 1006; Ziti, umiles uester, iszripsit, doc. 75, 1008;
Sismundus scripsit, doc. 100, 1015; Lecenius, presbyter, scripsit, doc. 103, 1015; Lecenius,
presbyter, con toda probabilidad el escriba, doc. 104, 1016; Uitas scripsit, doc. 105, 1016; Citi,
presuiter, scripsit, doc. 111, 1017; Gundrigo, nodarium, tidulauit, doc. 113, 1018; Gontrido nodum,
doc. 116, 1019; Cidi iscrisi, doc. 121, 1019; Uela, notu, titulaui, doc. 124, 1019; Citi notuit, doc.
127, 1020; Citi, presuiter, iscripsit, doc. 128, 1020; Citi, ic testis, doc. 136, 1021; Cidi notuit, doc.
140, 1021; Citi, presbiter, scripsit, doc. 146, 1022; Cidi notuit, doc. 172, 1025; Cidi notuit, doc.
173, 1025; Ziti, presbiter, scripsit, doc. 181, 1027; Citi, presbiter, scripsit, doc. 183, 1028; Citi,
presbiter, penxit, doc. 188, 1029; Citi notuit, doc. 189, 1029; Citi notuit, doc. 190, 1029; Cide,
presbiter, notuit, doc. 199, 1032; Saluator, frater, escrisi, doc. 204, 1033; Saluatus escrisi, doc. 213,
1035; Flacencius, presuiterus, lauorauit, doc. 216, 1035; Uidi notuit, doc. 220, 1036; Placencius
notuit, doc. 227, 1039; Plazantius notuit, doc. 244, 1047; Cidi, presbiter, scripsit, doc. 245, 1048;
en J. A. FERNNDEZ FLREZ, M. HERRERO DE LA FUENTE, Coleccin documental.
13
Habr que esperar sin embargo a la segunda mitad del siglo XII para observar la constitucin de una
cancillera regia propiamente dicha, vid. Manuel LUCAS LVAREZ, El reino de Len en la alta Edad
Media, VIII, Cancilleras reales astur-leonesas (718-1072), Coleccin Fuentes y estudios de historia
leonesa, N 57, Len, Centro de Estudios e Investigacin San Isidoro, 1995; Id, El reino de Len en
la alta Edad Media, V, Las cancilleras reales (1109-1230), Coleccin Fuentes y estudios de historia
leonesa, N 52, Len, Centro de Estudios e Investigacin San Isidoro, 1993.
14
Jos Manuel RUIZ ASENCIO, Coleccin Documental del Archivo de la Catedral de Len (775-
1230). III (986-1031), Coleccin Fuentes y estudios de historia leonesa, N 43, Len, Centro de
Estudios e Investigacin San Isidoro, 1990, doc. 541, 990; doc. 549, 991; Sampirus presbiter notuit,
doc. 550, 991; Sampirus presbiter et notarius regis et maiorino conf., doc. 594, 1000; Sampirus
presbiter notvit, doc. 709, 1012; Sampirus peccator qui et notarius, doc. 748, 1017; Sampirus
presbiter qui et notario, doc. 754, 1018; Ego Adefonsus serenissimus princeps tibi fidelem et notarius
meus Sampirus presbiter, doc. 802, 1023.

~ 49 ~
aristocracia, es decir, dilucidar cul fue la utilizacin que la nobleza dio al documento
escrito. De forma general, la tipologa de los diplomas nobiliarios conservados abarca
donaciones piadosas, concesiones de bienes y/o derechos a particulares, mandas
testamentarias, cartas de dote o arras, diplomas de compraventa, actas de dotacin de
iglesias propias e inventarios de bienes. Esto sugiere que el recurso de la aristocracia
laica a la escritura concerna esencialmente a la gestin y proteccin de sus propiedades
territoriales15. Ciertamente, la gran cantidad de documentos relativos al ejercicio de la
justicia seorial contenidos en los fondos del monasterio de Santa Mara de Otero de las
Dueas nos hace pensar en la existencia de una dimensin poltico-administrativa del
recurso a la escritura por parte de la aristocracia magnaticia. Sin embargo, estos
diplomas no pueden ser considerados propiamente como documentos judiciales, ya que
en realidad recogen la transferencia de bienes territoriales al poder de los seores en
razn del cobro de multas o derechos de justicia, respaldando en el plano jurdico los
derechos de propiedad sobre los bienes adquiridos.

Conservacin de los documentos nobiliarios: los archivos eclesisticos


El segundo eje de anlisis aborda el problema de la conservacin de los
documentos nobiliarios. Es sta una cuestin de la mayor importancia, en tanto que, al
determinar qu documentos llegan a manos del historiador, establece un prisma
particular a travs del cual se nos presentar nuestro objeto de estudio.
La documentacin diplomtica referida a la aristocracia se encuentra conservada
en su prctica totalidad en los archivos de las instituciones eclesisticas16. Las catedrales
y monasterios que consolidaron su estructura y su patrimonio en este perodo fueron, en
efecto, las nicas entidades cuya continuidad institucional hasta la poca contempornea
permiti la perduracin de sus archivos en un estado razonable.

15
As lo afirma Miguel CALLEJA PUERTA, Les sources documentaires et lhistoire des familles
aristocratiques du royaume de Len (Xe-XIIe sicle): production, usage et conservation, en: M. Aurell
(ed.), Le mdiviste et la monographie familiale: sources, mthodes et problmatiques,
Turnhout, Brepols, 2004, p. 112.
16
M. CALLEJA PUERTA, Archivos dispersos, fuentes reencontradas. Notas metodolgicas al estudio
de las lites del reino de Len en los siglos centrales de la Edad Media, en: Medievalismo. Boletn de la
Sociedad Espaola de Estudios Medievales, 12, 2002, pp. 9-36; Id, La Catedral de Oviedo como
centro de conservacin de documentos en la alta Edad Media, en: AA.VV. Estudos em Homenagem ao
Prof. Doutor Jos Marquez, Porto, Faculdade de Letras a Universidade do Porto, 2006, pp. 179-191.
Para el mbito castellano, Ernesto PASTOR DAZ DE GARAYO, Los testimonios escritos del sector
meridional de Castilla (siglos X-XI): ensayo de crtica documental, en: Historia. Instituciones.
Documentos, 24, 1997, pp. 333-354.

~ 50 ~
Para la regin leonesa, se destacan los fondos de la Catedral de Len, el
monasterio de Sahagn y el monasterio de Santa Mara de Otero de las Dueas17. Estas
colecciones documentales se encuentran en la actualidad ntegramente editadas,
producto, en gran medida, de la ingente tarea promovida por Jos Ma. Fernndez Catn,
quien dirigiera la publicacin de los ms de 120 volmenes que en la actualidad
componen la Coleccin Fuentes y Estudios de Historia Leonesa, recogiendo el
contenido de los archivos de catedrales, monasterios y abadas del Reino de Len18.
El fondo documental ms importante y ms completo del mbito leons es el
Archivo de la Catedral de Len, que conserva una serie de diplomas altomedievales que
se remontan al precepto del rey Silo del ao 775. Muchos de los cdices del archivo se
recogen asimismo en el Tumbo Legionense, cartulario concluido en 1124 al que se
trasladaron unas mil escrituras de acuerdo con el orden que presentaban en el archivo
catedralicio. A lo largo de la alta edad media, pero sobre todo durante los siglos XI y
XII, la catedral leonesa ira incorporando diversos monasterios de la regin -como los
de los Santos Cosme y Damin de Abeliar, Santa Mara de Valdevimbre, San Martn de
Valdepueblo, Santos Justo y Pastor de Rozuela y de Cillanueva o San Cipriano de
Valdesaz-, lo que implic la absorcin de sus respectivos archivos. Esta situacin se
refleja en el Tumbo, en el que la distribucin de los diplomas se encuentra estructurada
en funcin de los distintos archivos que formaban parte de la catedral19.
Por su parte, la coleccin diplomtica del monasterio de Sahagn rene una serie
de diversos documentos conservados en el Archivo Histrico Nacional de Madrid. Por
un lado, recoge un conjunto de pergaminos sueltos encontrados en la seccin Clero,
17
J. M. MNGUEZ FERNNDEZ, Coleccin diplomtica (s. IX y X); Marta HERRERO DE LA
FUENTE, Coleccin diplomtica del monasterio de Sahagn (857-1230), II (1000-1073), Coleccin
Fuentes y estudios de historia leonesa, N 36, Len, Centro de Estudios e Investigacin San Isidoro,
1988; Emilio SEZ, Coleccin Documental del Archivo de la Catedral de Len (775- 1230). I (775-
952), Coleccin Fuentes y estudios de historia leonesa, N 41, Len, Centro de Estudios e Investigacin
San Isidoro, 1990; E. SEZ, C. SEZ, Coleccin Documental (953-985); J. M. RUIZ ASENCIO,
Coleccin Documental (986-1031); J. M. RUIZ ASENCIO, Coleccin Documental del Archivo de la
Catedral de Len (775- 1230). IV (1032-1109), Coleccin Fuentes y estudios de historia leonesa, N
44, Len, Centro de Estudios e Investigacin San Isidoro, 1990; J. A. FERNNDEZ FLREZ, M.
HERRERO DE LA FUENTE, Coleccin documental.
18
Jos Mara FERNNDEZ CATN (dir.), Coleccin Fuentes y Estudios de Historia Leonesa,
Len, Centro de Estudios e Investigacin San Isidoro, vs. vols.
19
J. Ma. FERNNDEZ CATN et al., Consideraciones previas, en: Documentos selectos para el
estudio de los orgenes del Romance en el Reino de Len. Siglos X XII, Coleccin Fuentes y
estudios de historia leonesa, N 103-104, Len, Centro de Estudios e Investigacin San Isidoro, 2004.
Versin digital disponible en Biblioteca Digital Leonesa,
http://www.saber.es/web/biblioteca/libros/documentos-selectos-estudio-origenes-romance-reino-leon-
siglos-x-xii/html/indice.htm.

~ 51 ~
entre los que se encuentran los escasos documentos originales que se conservan. Por
otro, incluye lo que se conoce como Becerro Gtico de Sahagn, cartulario
confeccionado en torno al ao 1110 en el que han sido recopilados la mayor parte de los
ttulos referidos a las adquisiciones territoriales y de los privilegios otorgados por los
monarcas. En el Becerro, que obra en la seccin Cdices, se encuentran trasladados, con
mayor o menor grado de fidelidad, la mayor parte de los pergaminos sueltos a los que
hemos hecho referencia20.
El tercer fondo documental de importancia para las tierras leonesas es el de
Otero de las Dueas. Los diplomas pertenecientes a este fondo se encuentran en la
actualidad un tanto dispersos. En efecto, si bien en torno a 1883 los diplomas del
archivo de Otero (que fuera clausurado en 1868) fueron trasladados al Archivo
Episcopal de Len, en 1929 ms de un centenar de documentos fue adjudicado a
personas particulares, fragmentndose el conjunto originario en cinco grupos
documentales: el Fondo Otero de las Dueas y el Fondo Miguel Bravo, ambos del
Archivo Histrico Diocesano de Len, el Fondo Raimundo Rodrguez, del Archivo
Catedralicio de Len, el de la Coleccin Torbado, un conjunto de 25 pergaminos que se
encuentra en manos de los herederos de quien le da su nombre, y finalmente unos 44
pergaminos que pasaron a la Universidad Central de Madrid, cuyo rastro se ha
perdido21.
Debe considerarse ahora el proceso de constitucin de estos archivos. Los
archivos eclesisticos son el resultado de la integracin de fondos de diversa
procedencia: los documentos propios, los fondos de los monasterios que pasaron en
distintos momentos al dominio de la institucin, diplomas pertenecientes a particulares
o diplomas suscriptos por la monarqua22. Cabe sealar que cuando una institucin

20
J. M. MNGUEZ FERNNDEZ, Coleccin diplomtica (s. IX y X), pp. 9-15; M. HERRERO DE LA
FUENTE, Coleccin diplomtica (1000-1073), pp. XIX-XXV.
21
Gregorio DEL SER QUIJANO, Coleccin diplomtica de Santa Mara de Otero de las Dueas,
Len (854-1037), Salamanca, Universidad de Salamanca, 1994, pp. 13-25.
22
Sobre la composicin de los archivos eclesisticos, Concepcin MENDO CARMONA, La escritura
como vehculo de cultura en el Reino de Len (siglos IX-X), Tesis de Doctorado, Universidad
Complutense de Madrid, 1994, disponible en http://eprints.ucm.es/2410/1/AH0024701.pdf;
Id, El pensamiento archivstico medieval. Una pgina de la historia de la cultura a travs del fondo
documental de la Catedral de Len, en: Jos Ma. Soto Rbanos (ed.), Pensamiento Medieval Hispano,
Madrid, CSIC, 1998, pp. 591-626; Id, Los tumbos medievales desde la perspectiva archivstica, en:
AA.VV., I Jornadas de Documentacin Jurdico-Administrativa, Madrid, Universidad Complutense,
2002, pp. 165-189; Id, El cartulario como instrumento archivstico, en: Signo. Revista de Historia de
la Cultura Escrita, 15, 2005, pp. 119-137.

~ 52 ~
eclesistica adquira bienes territoriales o monasterios pertenecientes a particulares,
sola incorporar asimismo a sus archivos los diplomas de sus antiguos propietarios, lo
que permiti la conservacin dentro de los mismos de documentos -e incluso podra
decirse archivos- pertenecientes a la aristocracia laica23. As, por ejemplo, el fondo de
Sahagn incluye diplomas que acreditan las adquisiciones territoriales del persbtero
Melic, de Munio Flanez y su mujer Froiloba, o de Ansur, mayordomo de Ramiro III,
as como un conjunto de las escrituras del monasterio de Santiago de Valdvida,
propiedad del conde Vermudo Nez. Por su parte, el archivo de la Catedral de Len
recoge abundantes diplomas del conde Munio Fernndez. Sin embargo, el ejemplo ms
notable de conservacin de documentacin aristocrtica en los archivos eclesisticos lo
representa el fondo de Santa Mara de Otero de las Dueas, monasterio cisterciense
femenino fundado en 1230 por doa Mara Nez de Guzmn, descendiente de los
condes leoneses Fruela Muoz y Pedro Flanez. En funcin de la gran dote de heredades
y derechos legados al monasterio, pertenecientes a la estirpe de la fundadora, el archivo
monstico recogera el abundante patrimonio documental que acreditaba la propiedad
de estos bienes, dando cuenta por tanto de los actos jurdicos de sus ancestros desde los
siglos altomedievales. Nos encontramos as ante un autntico archivo nobiliario, el ms
importante de Espaa para el perodo altomedieval24. El archivo de Otero no es, sin
embargo, un caso aislado. Como advierte Rosa Ma. Blasco, otros importantes archivos
eclesisticos del reino como los de los monasterios de Carrizo, Santillana del Mar, San
Salvador de Oa, las Huelgas, Sobrado de los Monjes, San Vicente de Oviedo recogen
asimismo fondos documentales de procedencia laica25.
La conservacin de documentos nobiliarios dentro de archivos eclesisticos
impone al historiador dos problemas principales. De una parte, la propia inclusin de
estos documentos en los fondos de iglesias y monasterios estuvo determinada, en gran
medida, por una necesidad de proteccin de los patrimonios y derechos eclesisticos.
Esto supone que la documentacin conservada debe constituir slo una fraccin de la
23
Este problema ha sido abordado por M. CALLEJA PUERTA, Archivos perdidos; Id, Les sources
documentaires; Id, La Catedral de Oviedo. Para el caso castellano, E. PASTOR DAZ DE GARAYO,
Los testimonios escritos. La rareza de archivos propiamente nobiliarios antes del perodo Trastmara ha
sido sealada por Alfonso FRANCO SILVA, La nobleza en sus archivos, en: AA.VV., La nobleza
peninsular en la Edad Media. VI Congreso de estudios medievales, Len, Fundacin Snchez-
Albornoz, 1999, pp. 121-134.
24
G. DEL SER QUIJANO, Coleccin diplomtica, pp. 13-25.
25
Rosa Ma. BLASCO, El monasterio como centro emisor y conservador de documentacin entre los
siglos IX al XII, en: Altamira, L, 1992-1993, pp. 13-26.

~ 53 ~
produccin documental total, fraccin cuyo grado de representatividad resulta incierto.
Pero a esto hay que agregar adems el propio devenir histrico de los archivos, que
actu sobre la documentacin conservada tanto a travs de destrucciones infortunadas
las campaas de Almanzor, por ejemplo, tuvieron efectos devastadores en la
documentacin leonesa- como de las tareas de reordenacin archivstica que
acometieron las instituciones eclesisticas en el siglo XII. Nos referimos al traslado de
ciertos documentos a cdices diplomticos como el Becerro Gtico de Sahagn o el
Tumbo Legionense.
La elaboracin de estos cdices o cartularios, que pueden definirse como la
transcripcin organizada de un conjunto de documentos diplomticos a fin de asegurar
su conservacin y facilitar su consulta, se hallaba estrechamente vinculada a una
necesidad de hacer un uso ms metdico de los documentos conservados en los archivos
para que las instituciones puedan resguardar sus derechos y propiedades 26. Esta prctica
se desarrollara en los siglos XII y XIII, coincidiendo con el renacimiento del Derecho
Romano y la afirmacin del valor jurdico que presentan los documentos conservados
en el archivo. En esta poca comenzaba a producirse asimismo un proceso de
sustitucin de la escritura visigtica por la gtica, lo que haca necesario copiar los
diplomas en el nuevo tipo de escritura27. Por otra parte, la aparicin de cartularios debe
ser puesta en relacin con la situacin de fuerte conflictividad poltica que se dio en el
reino leons entre finales del XI y principios del XII, que tuvo fuertes efectos sobre los
bienes y derechos de las instituciones eclesisticas. En este contexto, el afn de
recuperar los bienes usurpados y proteger el patrimonio de la Iglesia impulsara la
creacin de la mayora de estos cartularios. Es, en efecto, durante el siglo XII y
principios del siglo XIII cuando ven la luz un nmero considerable de tumbos en el
norte hispnico: el Becerro de Cardea, el Becerro de Sahagn (c. 1110), el Tumbo
Legionense (1124), el Liber Testamentorum de Oviedo (1109 y 1112) y Tumbo A de la
catedral de Santiago (1129), entre otros.
La tarea de reorganizacin archivstica puesta en marcha por las instituciones
eclesisticas a travs de la confeccin de cartularios implic no slo una tarea de

26
C. MENDO CARMONA, Los tumbos medievales; Id, El cartulario.
27
Este cambio no fue sin embargo radical, ya que entre mediados del XI y principios del XII hubo un
periodo de multigrafismo relativo que justificara la coexistencia de unos primeros cartularios redactados
en escritura visigtica, como el Liber Testamentorum de Oviedo, y el Becerro Gtico de Sahagn, C.
MENDO CARMONA, Los tumbos medievales, pp. 178-179.

~ 54 ~
recopilacin y traslado de documentos sino tambin un expurgo de los diplomas que
revestan un valor secundario para las instituciones en cuestin. Por aadidura, no
existen estudios sistemticos que den cuenta los criterios que guiaban la elaboracin de
estos cdices, determinando qu documentos eran trasladados al mismo o por qu se
conservaron algunos originales llegando hasta nosotros original y copia- mientras que
otros diplomas pervivieron slo a travs de su copia en el cartulario. En consecuencia,
no slo se debi perder parte de la documentacin nobiliaria que se hallaba en poder de
monasterios y catedrales sino que adems desconocemos los principios que reglaron la
copia de los diplomas conservados.

Conclusiones
A lo largo de este trabajo se ha puesto de manifiesto el recurso al documento
escrito por parte de la nobleza altomedieval leonesa, lo que responda esencialmente a
una necesidad de proteccin de los derechos de propiedad sobre sus bienes. Esto dara
lugar a la conformacin de una documentacin nobiliaria, es decir, generada y suscripta
por miembros de la aristocracia, que nutre el conjunto documental con el que cuenta el
historiador para el estudio de este grupo social.
Si bien es posible que algunos nobles leoneses hayan podido producir
suscripciones autgrafas, fenmeno que se evidencia en la documentacin, o que
incluso hayan tenido capacidad de lectura y escritura, en la prctica los documentos
nobiliarios eran confeccionados por rogatarios. Durante el siglo X los notarios a cargo
de tal tarea parecen ser escribas circunstanciales, probablemente provenientes del
mbito eclesistico. Sin embargo, en el siglo XI esta situacin se modificara,
observndose una notable recurrencia de ciertos personajes en el rol notarial dentro la
documentacin nobiliaria. Esto parece responder a una cierta especializacin de
funciones dentro de las cortes nobiliarias, proceso en el cual comenzara a cristalizar la
figura del notario seorial en consonancia con la paulatina institucionalizacin de la
cancillera en el mbito monrquico.
Ahora bien, este conjunto documental generado por la nobleza no ha llegado
hasta nosotros como un corpus autnomo, conservado y transmitido de forma ntegra
como un archivo nobiliario propiamente dicho, sino formando parte de los archivos
diplomticos de las instituciones eclesisticas, entre las que se destacan en importancia

~ 55 ~
para la regin leonesa los de la Catedral de Len, el monasterio de Sahagn y el
monasterio de Santa Mara de Otero de las Dueas. La inclusin de documentos
nobiliarios en estos fondos responde al propio proceso de constitucin de los archivos
eclesisticos: se trata de diplomas que pasaron al poder de las instituciones religiosas
acompaando concesiones de diversa ndole esencialmente de carcter territorial-
realizadas por los nobles, constituyendo escritos probatorios de los actos jurdicos
consignados y de los derechos sobre los bienes o privilegios transferidos a la institucin.
Esto implic que, en tanto el traspaso de determinadas propiedades a las instituciones
eclesisticas tuviera como reflejo diplomtico la cesin del conjunto documental
correspondiente a los mismos, los archivos eclesisticos hayan conservado documentos
y hasta pequeos archivos pertenecientes a la aristocracia laica.
Los mecanismos a travs de los cuales han llegado hasta nosotros los
documentos nobiliarios determinan, por otra parte, la existencia de ciertos problemas
metodolgicos con los que se debe enfrentar el historiador que emprende el estudio de
la nobleza. Ante todo, la conservacin de estos documentos en los archivos de las
instituciones eclesisticas supone que nos hallamos ante un corpus diplomtico
incompleto, que en la mayor parte de los casos resulta escasamente representativo del
archivo nobiliario original. Adems, los propios archivos eclesisticos se vieron
cercenados y reorganizados a lo largo de su devenir histrico, bien a partir de
catstrofes y destrucciones circunstanciales de diversa naturaleza, bien a partir de las
tareas de reordenacin archivstica que emprendieron las instituciones religiosas en el
siglo XII, que daran lugar al traslado segn criterios que desconocemos- de ciertos
documentos a cdices diplomticos y al paralelo expurgo de otros. Esto ha determinado
que la documentacin nobiliaria que se conserva presente un carcter fragmentario y
azaroso.
A pesar de estas limitaciones, los archivos eclesisticos nos ofrecen dos vas
complementarias para acceder al conocimiento de la aristocracia altomedieval. Por un
lado, documentos estrictamente nobiliarios -aquellos diplomas generados y suscriptos
por individuos o familias pertenecientes a la aristocracia y que dan cuenta de forma
directa de sus acciones o memorias- que han logrado llegar hasta nosotros. Este
conjunto documental constituye, no obstante las dificultades de orden metodolgico que
imponen sus propias condiciones de conservacin, un valioso recurso para el estudio de

~ 56 ~
la nobleza. Pero, adems, la documentacin generada por las instituciones eclesisticas
o la monarqua incluye a su vez diversos tipos de referencias a la aristocracia. En estos
diplomas los magnates pueden aparecer como beneficiarios de mercedes regias,
suscribir como confirmantes, ser mencionados como linderos, intervenir en diversos
actos jurdicos llevados a cabo junto a las instituciones eclesisticas, aparecer como
partcipes en un pleito o revelarse a travs de las narraciones retrospectivas que se
incluyen en algunos diplomas. Este conjunto heterogneo de referencias, en ocasiones
las nicas que poseemos sobre algunos personajes, nos permite complementar la
informacin proporcionada por los documentos propiamente nobiliarios, conformando
de esta forma un corpus documental nada desdeable para emprender el estudio de la
nobleza medieval.

~ 57 ~
~ 58 ~
Dos regicidios: la traicin de Zamora (1072) y la trampa de Montiel (1369)
Cecilia Devia1

En el presente trabajo se compararn dos regicidios cometidos en Castilla,


separados por ms de trescientos aos. En funcin de investigaciones actualmente en
curso2, se invierte el orden cronolgico, comenzando por los sucesos de Montiel. El
fratricidio, y a la vez regicidio, de Pedro I, cometido por Enrique de Trastmara en el
ao 1369, tiene un carcter fundacional, ya que a partir de entonces se instaura una
nueva dinasta en Castilla. Constituye un fratricidio indudable, reconocido por el
perpetrador. En cambio, en el asesinato de Sancho II en 1072, la presunta instigacin al
crimen de parte de su hermana Urraca es incluso ignorada en algunas de las fuentes.
Aqu interesa resaltar la responsabilidad colectiva que se le atribuye al concejo de
Zamora en relacin a la muerte del rey.

Documentacin
En esta investigacin se llevar a cabo una aproximacin a los documentos
desde un punto de vista fundamentalmente histrico. Se trabajarn dos crnicas, una
para cada perodo estudiado, redactadas originalmente en lengua castellana.
Toda obra medieval en general, y toda obra histrica medieval en particular, se
sita en un gnero, y no puede ser juzgada y comprendida ms que en relacin a las
leyes de ese gnero3. Bernard Guene, que est preocupado por conocer la visin que

1
Universidad de Buenos Aires, Argentina, cecidevia@yahoo.com.ar.
2
Una Tesis de Doctorado en elaboracin bajo la direccin del Dr. Carlos Astarita, en el marco del
Doctorado de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
3
De aqu en adelante se sigue a Bernard GUENE, Histoire et chronique. Nouvelles rflexions sur les
genres historiques au Moyen ge, en: Daniel POIRON (ed.), La chronique de lhistoire au Moyen
ge, Paris, Universit de Paris-Sorbonne, 1982, pp. 3-12.

Cecilia DEVIA, Dos regicidios: la traicin de Zamora (1072) y la trampa de Montiel (1369), en:
Andrea V. NEYRA & Gerardo RODRGUEZ (ed.), Qu implica ser medievalista? Prcticas y
reflexiones en torno al oficio del historiador, Mar del Plata, Universidad de Mar del Plata, Sociedad
Argentina de Estudios Medievales, 2012, Vol. 2, pp. 59- 77. ISBN 978-987-544-477-5.

~ 59 ~
tenan los propios autores medievales sobre la historia, encara un ambicioso estudio de
los prefacios de las obras de carcter histrico de ese perodo. Ubica alrededor de
principios del siglo XII un cambio en la valorizacin de los gneros. Hasta ese
momento, encuentra muy pocas menciones de la palabra crnica, mientras que la
palabra historia es utilizada recurrentemente. Seala dos razones para explicar este
fenmeno: en primer lugar, la historia es una obra autnoma. Por el contrario, una
crnica es casi siempre concebida como una continuacin de la crnica de Eusebio,
traducida y ampliada por Jernimo. La segunda razn es que la historia es el gnero
histrico por excelencia, su relato es la obra acabada de un historiador consciente de su
oficio y de su finalidad. A este gnero noble conviene un prefacio. Pero la crnica, al
igual que el compendio y los anales antiguos, es un gnero menor, que no precisara de
un prefacio.
A partir del 1100, los autores comienzan a darle un prefacio a sus crnicas. En
primer lugar, este cambio debe ser puesto en relacin con la evolucin general de la
historia. Mientras que la historia es en Salustio un ejercicio retrico, se vuelve poco a
poco, por una lenta evolucin, en una ciencia donde la parte de la tcnica es cada vez
ms importante. El historiador est cada vez ms interesado en componer un prefacio
que introduzca directamente a su tema, y donde la preocupacin por la belleza del estilo
cede el lugar a la preocupacin por ser til a su lector dando el ttulo de la obra,
precisando cada vez ms su contenido, dando indicaciones cada vez ms completas
sobre sus fuentes, mostrando cada vez ms claramente su plan, etc.
Pero si los historiadores se consideran cada vez ms voluntariamente como
autores de crnicas, es tambin porque esta crnica que ellos escriben, de simple
notacin de acontecimientos, se ha convertido cada vez ms en relato. Sin duda se
articula siempre siguiendo la continuidad de las fechas -mientras que el relato de la
historia sigue el tiempo pero no da fechas- pero la simple anotacin breve de
acontecimientos se convierte en relato. Hay cada vez menos oposicin entre una historia
que sera un relato y una crnica que no lo sera.
Es en este mismo siglo XII en el que aparecern las primeras obras histricas en
lengua vulgar. En el siglo XIII no parece haber ms que un gnero histrico, llamado
chronica en latn, y denominado con voces derivadas de sta en las lenguas romances.

~ 60 ~
En los siglos XIII y XIV, toda la ambicin del historiador ser escribir una
crnica, es decir una compilacin seria, a la que se le dar un orden cronolgico
riguroso, indicando las fechas, escribiendo finalmente un relato en un bello estilo.
Liberada de las formas de Eusebio, la crnica es la forma que ha inventado el
historiador de la Edad Media para expresar su erudicin, sin aburrir al lector o al
escucha. Pero las obras de Eusebio de Cesarea continan siendo ledas por los
historiadores, quienes distinguen tericamente entre una historia y una crnica.
La nueva inversin de los valores interviene claramente cuando Jean Froissart,
en la segunda mitad del siglo XIV, distingue entre la crnica no historiada y la crnica
historiada, marcando su desprecio por la simple crnica no historiada, e indicando su
ambicin de escribir una crnica historiada, es decir tan detallada como sea posible.
En cuanto a la tarea en s del cronista, tal como se la entiende en la Edad Media,
el mismo se da un lugar y una funcin social claramente determinados. Asume o se
atribuye el rol de elaborar y de decir la verdad sobre el pasado del grupo social al que
pertenece4. El trmino narrador, recuerda Leonardo Funes, deriva de gnarus, y remite a
la nocin de saber. As, el narrador es, en principio, el que sabe: el que sabe lo
que pas y el que sabe contarlo. Por lo tanto, el trmino narrador aplicado al cronista
evoca un saber de la historia (adquirido por su condicin de testigo o de lector) y un
saber del discurso que permite su configuracin narrativa5.
Funes muestra la recepcin que han tenido las crnicas medievales a partir del
siglo XV6. Para estudiar su recepcin en el siglo XX, se ve en la necesidad de
multiplicar al objeto, examinando la crnica general como documento historiogrfico,
como documento literario, como documento histrico-literario y como monumento
discursivo. Propone, ampliando y siguiendo la obra de Diego Cataln y de Fernando
Gmez Redondo, un programa crtico. Describe una modalidad de percepcin a la vez
analgica y asociativa, que busca captar lo que los textos dicen ms all del plano
intencional, ms all del nivel del contenido. Finalmente, invoca la necesidad de tomar

4
Christiane MARCHELLO-NIZIA, Lhistorien et son prologue: forme littraire et statgies
discursives, en: Daniel POIRON (Ed.), La chronique de lhistoire au Moyen ge, Paris, Universit de
Paris-Sorbonne, 1982, pp. 13-25.
5
Leonardo FUNES, Elementos para una potica del relato histrico, en: Amaia ARIZALETA (Ed.),
Potique de la chronique: Lcriture des textes historiographiques au Moyen ge (pninsule
Iberique et France), Universit de Toulouse-Le Mirail, 2008, pp. 241-273.
6
Leonardo FUNES, Las crnicas como objeto de estudio, en: Revista de Potica Medieval, 1 (1997)
pp. 123-144.

~ 61 ~
conciencia de esta variedad de objetos que involucran actualmente el estudio de las
crnicas generales.
El autor de la Crnica del Rey Don Pedro, fijo del Rey Don Alfonso, onceno de
este nombre en Castilla7 puede considerarse en cierta manera como el paradigma de lo
que se espera de un cronista regio. La vida de Pero Lpez de Ayala transcurri a lo
largo de cinco reinados, y l tuvo a su cargo la redaccin de las crnicas de cuatro
reyes: Pedro I, Enrique II, Juan I y Enrique III. Cumpli funciones militares,
administrativas y polticas de envergadura, llegando a ser canciller del reino 8. Como
integrante privilegiado de la corte, Ayala fue uno de sus mayores conocedores y
cumpli un papel crucial en la misma, en especial desde el advenimiento de la dinasta
Trastmara9.
Respecto a las Crnicas de Pedro I y Enrique II, se acuerda con el criterio de
Germn Orduna que las considera como una unidad10, recurso que habra utilizado
Lpez de Ayala para resolver, entre otros, el problema de la superposicin de reinados,
ya que a raz de su enfrentamiento ambos hermanastros reinan paralelamente durante
ms de tres aos. Se las consider hasta ese momento como dos crnicas separadas,
explica Orduna, siguiendo un criterio externo: puesto que desde principios del s. XIV
se redactaron crnicas particulares de los reinados de Alfonso X y sus sucesores, y esas
crnicas se iniciaban con la proclamacin del nuevo rey y terminaban con el relato de
su muerte y enterramiento, era lgico pensar que habiendo narrado Ayala los hechos
de cuatro reinados, haba escrito, por tanto, cuatro crnicas. Hasta Ayala, entonces,
la unidad de medida para las crnicas habra sido el reinado. Habiendo recibido la
Crnica de Alfonso Onceno inconclusa, Ayala decidi iniciar su primera crnica, la de

7
Cayetano ROSELL (Ed.), Crnica del Rey Don Pedro, fijo del Rey Don Alfonso, onceno de este
nombre en Castilla. Crnicas de los Reyes de Castilla, 1. Biblioteca de Autores Espaoles, LXVI,
Madrid, 1953. Germn ORDUNA, (Ed.), Pero Lpez de Ayala. Crnica del rey don Pedro y del rey
don Enrique, su hermano, hijos del rey don Alfonso onceno, 2 vol., Buenos Aires, SECRIT, 1994-
1997.
8
Michel GARCIA, Obra y personalidad del Canciller Ayala, Madrid, Alhambra, 1982. Claudio
SNCHEZ ALBORNOZ, El Canciller Ayala, historiador, en: Espaoles ante la historia, Losada,
Buenos Aires, 1958, pp. 99-136.
9
Covadonga VALDALISO CASANOVA, La obra cronstica de Pedro Lpez de Ayala y la sucesin
monrquica en la Corona de Castilla, en Edad Media. Revista de Historia, 12, 2011, pp. 193-211.
10
Germn ORDUNA, Crnica del rey don Pedro y del rey don Enrique su hermano, hijos del rey don
Alfonso Onceno. Unidad de estructura e intencionalidad, en: El arte narrativo y potico del Canciller
Ayala, CSIC, Madrid, 1998.

~ 62 ~
Pedro I, con lo que comnmente marcaba el final: el entierro del monarca, en este caso
el padre de Pedro.
Por otra parte, el comienzo de la Crnica de Enrique II seala Orduna- se da
internamente en la Crnica de Pedro I. Al producirse la muerte de Pedro, el cronista
concluye su relato a la manera tradicional, redactando su semblanza. Ayala debi crear
una estructura cronstica atpica para un caso especial en la historiografa castellana
y en la sucesin real del trono de Castilla. A pesar de que los editores posteriores
intentarn con diversos recursos la separacin de ambas crnicas, la original unidad
interna del conjunto no se pudo borrar completamente, y es la que recupera Orduna en
su posterior edicin.
Mediante este artificio narrativo seala Valdaliso Casanova- el cronista
solucionaba el problema del entronque dinstico, colocando adems la guerra civil
(1366-1371) como parte integrante de un discurso que, de este modo, no se quiebra con
el fallecimiento de uno de los protagonistas11.
La otra fuente empleada es la Primera Crnica General de Espaa12, la magna
compilacin en la que un amplio consenso cientfico ve la culminacin natural del
proceso de acumulacin de materiales de la historiografa castellana medieval
anterior13. La amplitud con que fue concebida esta fuente -conocida tambin como la
Estoria de Espaa- da lugar a dilataciones narrativas sistemticas del material
cronstico y de las fuentes populares del romancero, resultando en un todo abigarrado,
ocasionalmente confuso, donde la elaboracin literaria del relato conduce hacia el
dominio de la ficcin14.
Ins Fernndez Ordoez indica la singularidad de esta crnica dentro del
conjunto de obras elaboradas en el denominado taller alfons15. Si bien tiene en
comn con el resto, por una parte, el ser escrita en colaboracin, por etapas y por
secciones; y por otra, el que se conserven copias que muestran distintos estados de

11
C. VALDALISO CASANOVA, La obra cronstica, pp. 193-211.
12
Ramn MENNDEZ PIDAL, (Ed.), Primera Crnica General de Espaa, Madrid, Gredos, 1955.
13
Pablo MARTN PRIETO, La infanta Urraca y el cerco de Zamora en la historiografa medieval
castellana y leonesa, en: Anuario de Estudios Medievales, vol. 40, n 1, 2010, pp. 35-60.
14
P. MARTN PRIETO, La infanta, pp. 35-60.
15
Ins FERNNDEZ ORDOEZ, El taller historiogrfico alfons: la Estoria de Espaa y la General
estoria en el marco de las obras promovidas por Alfonso el Sabio, en: Ana Domnguez Rodrguez y
Jess Montoya Martnez (Coord.), Scriptorium alfons, de los libros de astrologa a las Cantigas de
Santa Mara, Universidad Complutense, 1999, pp. 105-126.

~ 63 ~
redaccin, de las dems obras atribuidas a Alfonso X se conservan escasas copias
manuscritas que reflejan un estado de los textos que se remontan a su poca, mientras
que la Estoria de Espaa despert un inters tan vivo que llev a una refundicin
continua en mltiples crnicas poco despus de la muerte del Rey Sabio.
Con excepcin, quiz, de las Partidas, ninguna otra obra alfons habra suscitado
una tradicin textual posterior tan abundante y compleja, lo que demuestra que la
Primera Crnica General de Espaa o la Estoria de Espaa fue el texto de Alfonso X
que ms interes a las generaciones que le siguieron, las que, con sus refundiciones, lo
mantuvieron plenamente vigente durante al menos los dos siglos siguientes16.

Montiel 1369: la violencia fundacional


Segn la Crnica del canciller Ayala, Pedro I (1350-1369) vive en una situacin
de guerra prcticamente constante. En su reinado se alternan, y en ocasiones se
confunden, las acciones contra su hermano, el conde Enrique de Trastmara, y sus
partidarios, la persistente guerra contra Aragn, que se imbrica con la Guerra de los
Cien Aos, y la guerra contra los moros, de algunos de los cuales es en ocasiones
aliado.
Una de las tareas fundamentales que emprende el cronista es una doble
construccin, una dicotoma cruzada, en la que se enfrentarn dos trminos
internamente contradictorios: un rey monstruoso pero legtimo Pedro I-, contra un
usurpador que es instrumento de la providencia Enrique II-. Lo que habra logrado la
construccin emprendida por la propaganda trastamarista, de la que el canciller Ayala
sera el ms brillante exponente, es la conversin de un rey legtimo en monstruo
ilegtimo, por obra de su propia monstruosidad, y la conversin de un usurpador que -
como indica la propia calificacin- es ilegtimo, en un rey legtimo, en funcin del
cumplimiento de una misin encomendada por Dios17.

16
I. FERNNDEZ ORDOEZ, El taller historiogrfico alfons, pp. 105-126.
17
Cecilia DEVIA, La construccin de un rey monstruoso y la legitimacin de un usurpador en la
Crnica de Pedro I del Canciller Ayala, en: DOMNGUEZ, Nora y otros (comps.), Miradas y saberes
de lo monstruoso, Editorial de la Facultad de Filosofa y Letras (UBA), Buenos Aires, 2011, pp. 101-
112.

~ 64 ~
En el fratricidio de Montiel18, Pedro, maestro en emboscadas, cae en una trampa
prolijamente urdida por Enrique, con la colaboracin en principio reticente- de una
figura paradigmtica, Bertrand Du Guesclin. En el vvido relato de Ayala, Pedro parece
sospechar el engao, pero se muestra incapaz de resistirse a lo que sera su destino.
Durante el momento definitivo del encuentro entre los dos hermanos, hay un primer
desconocimiento, como si ambos estuvieran ya tan apartados que no pudieran
repconocerse ni siquiera fsicamente. Luego de esa primera vacilacin, Pedro parece
animar a Enrique dndose a conocer sin ningn reparo; ste le produce entonces la
primera herida: en la cara, una afrenta al honor. Luego le siguen otros golpes certeros,
que acabarn con la muerte de Pedro y la fundacin de una nueva dinasta regia en
Castilla19.

18
C. DEVIA, La lucha fratricida en el Cuento de los Reyes (El Victorial) y en las Crnicas del
Canciller Ayala, en: Anuario de Estudios Medievales, vol. 40, n 1, 2010, pp. 387-413.
19
E porque Men Rodriguez conocia Mosen Beltran, fabl con l desde el castillo de Montiel, donde
se acogiera quando el rey don Pedro fu desbaratado, dixole que si l ploguiese, que querria fablar
con secretamente. E Mosen Beltran le dixo que le placia, segurle que viniese l. E Men Rodriguez
sali de noche al Mosen Beltran, por quanto Mosen Beltran tenia la guarda de aquella partida donde l
los suyos posaban, Men Rodriguez le dixo asi: [...] que si a vos ploguiese de le librar de aqu,
ponerle en salvo seguro, ser vos con l, de la su partida, que l vos daria las sus villas de Soria,
Almazan, Atienza, Montagudo, Deza, Sern por juro de hereda para vos, os que de vos viniesen:
otrosi que vos dar doscientas mil doblas de oro Castellanas. E yo, pidovos por merced que lo fagades
asi [...]. E Mosen Beltran dixo Men Rodriguez: Amigo: vos sabedes bien que yo s un Caballero
Vasallo de mi seor el Rey de Francia, su natural, que por su mandado s venido aqui en esta tierra
servir al Rey Don Enrique, por quanto el Rey Don Pedro tiene la parte de los Ingleses, es aliado con
ellos, especialmente contra el Rey de Francia, mi seor: yo sirvo al Rey Don Enrique, est sus
gages a su sueldo, non me cumple facer cosa que contra su servicio honra fuese, nin vos me los
debriades consejar [...]. [...] E dixo luego el Rey Don Enrique Mosen Beltran, que l ge las daria las
villas que el Rey Don Pedro le prometiera. otrosi las doblas; pero l le rogaba que dixese Men
Rodriguez de Senabria, que el Rey Don Pedro viniese su posada del dicho Mosen Beltran, le ficiese
seguro que le pornia en salvo [...] E como quier que Mosen Beltran dubd de facer esto, pero por acucia
de algunos parientes suyos fizolo asi [...] E en tal manera se fizo, que finalmente el Rey Don Pedro,
porque estaba ya tan afincado en el castillo de Montiel que non lo podia sofrir, algunos de los suyos se
venian para el Rey Don Enrique, e otrosi porque non tenian agua si non poca, por esto, con el esfuerzo
de las juras que le avian fecho aquellos con quien Men Rodriguez tratara este fecho, aventurse una
noche, vinose para la posada de Mosen Beltran, psose en su poder armado de unas fojas, en un
caballo. E asi como alli lleg descavalg del caballo ginete en que venia dentro en la posada de Mosen
Beltran, dixo Mosen Beltran: Cavalgad, que ya es tiempo que vayamos. E non le respondi
ninguno, porque ya lo avian fecho saber al Rey Don Enrique como el Rey Don Pedro estaba en la posada
de Mosen Beltran. Quando esto vi el Rey Don Pedro dubd, pens que el fecho iba mal, quiso
cavalgar en su caballo ginete en que avia venido; uno de los que estaban con Mosen Beltran trav dl,
dixole: Esperad un poco. E tovole, que non le dex partir. E venian con el Rey Don Pedro esa noche
Don Fernando de Castro, Diego Gonzalez de Oviedo, fijo del Maestre de Alcntara, Men Rodriguez
de Senabria, otros. E luego que alli lleg el Rey Don Pedro, le detovieron en la posada de Mosen
Beltran, como dicho avemos, spolo el Rey Don Enrique, que estaba ya apercebido armado de todas
sus armas, el bacinete en la cabeza, esperando este fecho. E vino alli armado, entr en la posada de
Mosen Beltran: asi como lleg el Rey Don enrique, trav del Rey Don Pedro. E l non le conoscia, ca
avia grand tiempo que non le avia visto: dicen que le dixo un Caballero de los de Mosen Beltran:
Catad que este es vuestro enemigo. E el Rey Don Enrique an dubdaba si era l: dicen que dixo el

~ 65 ~
Cuando se aborda el tema de la violencia en su aspecto positivo, como
constructora de relaciones sociales, una funcin posible que aparece es la funcin
fundacional de la violencia. sta, entre otras, es la que subyace en la lucha fratricida que
enfrenta a Pedro I y Enrique II de Castilla. El problema del origen est estrechamente
relacionado con la violencia, tal como lo atestigua el comienzo legendario de la historia
de la humanidad segn la Biblia y la Antigedad clsica, que parten del asesinato
perpetrado por un hermano a otro en dos pares fundamentales: Can y Abel, Rmulo y
Remo. As, sostiene Hannah Arendt, ningn origen puede realizarse sin apelar a la
violencia, sin la usurpacin... y concluye: toda la fraternidad de la que hayan sido
capaces los seres humanos ha resultado del fratricidio, toda organizacin poltica que
hayan podido construir los hombres tiene su origen en el crimen20.
Roberto Esposito agrega que la comunidad misma muestra estar formada por
una violencia homicida. Refiere tambin al asesinato de Abel en manos de Can y de
Remo en las de Rmulo, por lo que sostiene que no debe pasarse por alto que estos
homicidios originarios no se presentan como simples asesinatos, sino como fratricidios,
es decir, homicidios entre hermanos, como por otra parte lo es, en la tragedia griega,
el asesinato recproco de Eteocles y Polinices a las puertas de Tebas. Esposito va ms
lejos, y considera que este nexo biolgico esta comunin de sangre- es lo que parece
originar el delito21 y presenta, como uno de los mejores intrpretes contemporneos de
este mito fundador, a Ren Girard, quien sostiene que los seres humanos no luchan a
muerte porque son demasiado diferentes, sino, por el contrario, porque son demasiado
parecidos22.

Rey Don Pedro dos veces: Yo s, yo s. E estonce el Rey Don Enrique conoscile, firile con una
daga por la cara: dicen que amos dos, el Rey Don Pedro el Rey Don Enrique cayeron en tierra, el
Rey Don Enrique le firi estando en tierra de otras feridas. E alli mori el Rey Don Pedro veinte tres
dias de marzo deste dicho ao: fu luego fecho grand ruido por el Real, una vez diciendo que se era ido
el Rey Don Pedro del castillo de Montiel, luego otra vez en como era muerto Cr. Pedro I: 1369,
VIII, 590-593. Cr. Pedro I y Enrique II: II, VIII, 286-292.
20
Hannah ARENDT, Sobre la revolucin, Alianza, Madrid, 1988, pp. 19-20.
21
Roberto ESPOSITO, Comunidad y violencia, conferencia dictada en el Crculo de Bellas Artes de
Madrid el 5 de marzo de 2009. http://www.scribd.com/doc/13083876/Roberto-Esposito-Comunidad-y-
Violencia.
22
Ren GIRARD, La violencia y lo sagrado, Anagrama, Barcelona, 1983.

~ 66 ~
En un nivel ms modesto que el de estos ejemplos de fratricidio presentados, el
resultado de la lucha entre Pedro I y Enrique II de Castilla permitir la fundacin de una
nueva dinasta, la de los Trastmara23.
Este poder fundacional de la violencia se encuentra en Thomas Hobbes, ya que
en su Leviatn ubica el origen de las relaciones entre los hombres en la guerra de todos
contra todos, etapa que se superar con lo que hoy se denomina el monopolio estatal de
la violencia24. La violencia fundacional da al Estado su monopolio, que necesita para
existir no slo ser idealizado o sacralizado, sino tambin ser materialmente ejercido en
determinados lugares y tiempos de la sociedad25.
La violencia en su aspecto fundacional aparece tambin en el oscuro texto de
Walter Benjamin, que distingue entre una violencia que funda y otra que conserva el
derecho, y las califica de reprobables por igual. Benjamin cierra sus reflexiones con el
siguiente prrafo: Pero es reprobable toda violencia mtica, que funda el derecho y
que se puede llamar dominante. Y reprobable es tambin la violencia que conserva el
derecho, la violencia administrada que la sirve. La violencia divina, que es ensea y
sello, nunca instrumento de sacra ejecucin, podra llamarse la reinante26.
No hay que olvidar que Benjamin emplea la expresin alemana Gewalt, que
puede ser traducida al castellano por trminos incluso contradictorios entre s, ya que
significa tanto violencia o agresin como poder o autoridad.
El modelo trgico clsico de la guerra civil que es el escenario de los hechos
relatados en los documentos presentados- es el de la lucha a muerte, y su modelo
absoluto es la guerra entre hermanos, donde el odio y la pasin seran incontrolables27.
Esta unin entre origen y violencia se repite a travs de la historia, y se vuelve a
encontrar en la imagen de un cataclismo del cual iba a salir el mundo totalmente

23
En relacin a una poca cercana en el tiempo a la que nos ocupa, Pierre Bourdieu hace referencia a una
solucin radical tomada a partir del siglo XV en el imperio otomano: la ley de fratricidio, que impone que
los hermanos del prncipe sean asesinados a partir de su advenimiento, Pierre BOURDIEU, De la
maison du roi la raison d'tat, en: Actes de la Recherche en Sciences Sociales, vol. 118, n 1, 1997,
pp. 55-68.
24
Thomas HOBBES, Leviatn, Losada, Buenos Aires, 2003.
25
Etienne BALIBAR, Violencia: idealidad y crueldad, en: Violencias, identidades y civilidad. Para
una cultura poltica global, Gedisa, Barcelona, 2005, pp. 101-120.
26
Walter BENJAMIN, Para una crtica de la violencia, en: Conceptos de filosofa de la historia,
Terramar, Buenos Aires, 2007, p. 138.
27
E. BALIBAR, Seminario de Doctorado dictado en el Centro Franco-Argentino de Altos Estudios,
Universidad de Buenos Aires, en el mes de noviembre de 2008.

~ 67 ~
redimido y transformado, que sostiene la tradicin milenarista revolucionaria que
analiza Norman Cohn28.

Zamora 1079: instigacin fratricida y responsabilidad colectiva


Con vistas a una comparacin que se considera que puede ser fructfera, se
retrocede casi trescientos aos para estudiar otro regicidio de un rey castellano, en este
caso el de Sancho II, partiendo del tratamiento que le da a su reinado (1065-1072) la
Primera Crnica General de Espaa29.
El problema comenzara con el testamento redactado por Fernando I, padre de
Sancho II, en el ao 1063, y hecho efectivo inmediatamente despus de su muerte, en
1065. All el rey, siguiendo el derecho vigente en ese momento, considera al reino como
parte del patrimonio familiar, y reparte el territorio sobre el que gobierna. Sancho, el
primognito, ser rey de Castilla; Alfonso, su segundo hijo, rey de Len; el tercero,
Garca, rey de Galicia; y a Urraca y Elvira les correspondern dos infantazgos, con base
en las ciudades de Toro y Zamora, respectivamente30.
Este reparto es resistido especialmente por el primognito, pero algunos autores
sostienen que recin luego de la muerte de su madre en 1067 31, Sancho decidir
emprender la reunificacin del patrimonio, que l ve como recuperacin de lo que debi
ser suyo desde el primer momento. La crnica presenta a Garca como quien inicia el
camino de las hostilidades, lo que puede ser ledo como un intento de salvaguardar la
figura de Sancho32.

28
Norman Cohn, En pos del milenio. Revolucionarios milenaristas y anarquistas msticos de la Edad
Media, Alianza Universidad, Madrid, 1997, pp. 281-282.
29
PCGE, 814-844.
30
Csar GONZLEZ MNGUEZ, El proyecto poltico de Sancho II de Castilla (1065-1072), en:
Publicaciones de la Institucin Tello Tllez de Meneses, N 73, 2002 , pp. 77-99.
31
C. GONZLEZ MNGUEZ, El proyecto, pp. 77-99.
32
P. MARTN PRIETO, La infanta, pp. 35-60. Andados III annos del regnado deste rey don Sancho
de Castiella [] su hermano el rey don Garcia de Portogal tomo a su hermana Vrraca la meatat de
quanto le diera su padre en el su regno. Et ella quando lo sopo comeno a llorar muy fuerte et dixo: Ay
rey don Fernando en malpunto partiste tu tus regnos [] El rey don Garcia, que es mi hermano menor,
me deseredo primero que los otros que son mayores, et passo la yura que fizo a su padre [] Ruego a
Dios que deseredado sea el en este mundo et en el otro. Pues el rey don Sancho estando el aluoroado
contra sus hermanos, quando aquello sopo, pesol, ca lo non touo por bien; mas pero plogol, ca tenie que
por aqu auie fallada achaque et carrera abierta por o passasse el contra ellos, et dixo: ya pues que el
rey don Garcia mio hermano a crebrantada la yura que fizo a nuestro padre, quiero yo toller el regno a
el, ca non sere yo por ende mas periurado que el, por lo que a fecho a nuestra hermana donna Vrraca.
Et enuiol luego empos esto sus ricos omnes et sus caualleros, daquellos en que el mas fiaua, que
dixiessen a su hermano el rey don Garia que non foziesse aquel tuerto nin aquella fuera a donna
Vrraca su hermana, nin le tomasse lo suyo, mas que gelo tornasse PCGE, 817.

~ 68 ~
En este camino, inevitablemente violento, de despojo a sus hermanos, Sancho se
va a ver frenado -como se ver despus, definitivamente- por la resistencia de Zamora.
Esta ciudad, en poder de la infanta Urraca, es una poderosa fortaleza enclavada en un
punto estratgico en relacin, especialmente, con la lucha contra el infiel33. Pero sin
embargo, hay que tener en cuenta que Sancho no va a actuar, de ninguna manera, bajo
una violencia ciega, sino que intenta por todos los medios de los que dispone obtener
pacficamente la plaza. Para llevar las negociaciones a buen puerto, decide recurrir a la
figura, que ya se va construyendo como legendaria, del Cid, como mediador entre l y
su hermana. Pero sta resiste y consigue el apoyo del concejo de Zamora, a quien
consulta antes de la ruptura definitiva de las hostilidades34.
Comienza as el cerco de Zamora, que se convertir en objeto de un cantar pico
y de recordados romances35. Ante el sufrimiento de los zamoranos, Urraca rene

33
C. GONZLEZ MNGUEZ, El proyecto, pp. 77-99.
34
Quando donna Vrraca esta mandaderia oyo de parte del rey Sancho, fue muy coytada et ouo ende
muy grand pesar en su coraon, et dixo assi llorando de sus oios: [] Al rey don Garcia mio hermano
tomo la tierra, et prisol et echol en fierros, et en ellos yaze oy lazrando como si fuesse ladron u otro omne
traydor. Al rey don Alffonso otrossi tomol su tierra, et fizol salir de tierra et yr a tierra de moros como si
fuesse aleuoso, et non quiso que omne ninguno fuesse con ell sinon Per Assurez et sus hermanos que
enuie yo con el. A mi hermana donna Eluira tomo Toro sin su grado, et a mi quiere tomar amora [].
Et con la grant sanna que auie, dixo assi, segund dicen, contra su hermano el rey don Sancho: yo
mugier so, et bien sabe el que yo no lidiare con el, mas yo fare matar a furto o a paladinas. Leuantosse
estonces don Arias Gonalo, et dixo ante todos los omnes buenos de amora et ante tod el conceio de la
villa a quien mandara llamar la inffant su sennora donna et estaua y ayuntado: sennora donna Vrraca
[] Mandad agora aqu por conceio que se lleguen todos los de amora en Sant Saluador [] et si
ellos quisieren tener la villa conuusco, nin la dedes por auer nin por camio; et si ellos esto non quisieren,
luego nos espidamos todos et nos uayamos por Toledo a los moros, o se fue uestro hermano el rey don
Alffonsso. Donna Vrraca [] fizo assi como mando su amo, et mando luego pregonar por toda la uilla
que se llegassen todos en Sant Saluador, et pues que fuessen todos y ayuntados, dixoles donna Vrraca:
Vassallos et amigos, yo so aqu uenida por uos mostrar como el rey don Sancho mio hermano me enuia
dezir quel de la villa por auer o por camio, si non que se la tomara el: et si uos quisieredes estar et tener
comigo como uenos uasallos et leales, non gela dare yo. Et a esto uos demando que me respondades.
Leuantosse estonces un omne ueno anciano de los mas onrrados de la villa, que dizien don Nunno, et con
consentimiento del coneio et mandandolo todos dixo: sennora, gradescauoslo Dios por quanto nos
quisiestes onrrar en uenir a nuestro conceio; et nos uoestros uassallos somos, et nunqua uos
desampararemos fasta la muerte, et conuusco combremos quanto pudieremos auer ante que nunqua
demos la villa sin uestro grado. Quando esta respuesta del conceio de amora oyo la inffante donna
Vrraca plogol muy de coraon, et dixo al id: id, ya oydes uos lo que el mio leal conceio de amora
me dize et lo otorgan todos. Pues yd et dezid a mio hermano que ante morre yo con los de amora et
ellos comigo que nunqua le demos la villa por camio nin por auer. Espidiosse estonces el id et fuesse
poral rey don Sancho, et dixol tod el fecho de como era, et que por ninguna guisa quel non querien dar la
villa. Agora diremos de como fue deste fecho adelante. PCGE, 832.
35
Empos todos estos fechos, ouo el rey don Sancho su conseio con sus ricos omnes et con los otros que
y eran como combatiessen amora, et mando pregonar por toda la hueste que se guisassen pora yr otro
dia combater la villa. Et combatieronla muy de rezio III dias et III noches. Et las carcauas, que eran nuy
fondas, todas fueron llenas de piedra et de tierra et allanadas. Et derribaron las baruacanas et firiense
de las espadas a mantenient los de dentro con los de fuera, et murie y mucha yente ademas; de guisa que
el agua de Duero toda yua tinta de sangre, de los que murien, de la villa a ayuso. Quando esto uio el

~ 69 ~
nuevamente al concejo para que decida sobre la continuacin de la resistencia o la
rendicin ante Sancho. Es aqu cuando aparece la figura de Vellido Dolfo, ofrecindose
a derrotar o burlar al rey de Castilla. La crnica inserta aqu la famosa instigacin de
Urraca, dudando de que alguien pueda vencer a su hermano, pero ofreciendo a su vez
una recompensa prcticamente ilimitada a quien lograra hacerlo. Esta intervencin de la
infanta llegar incluso a teir de sospecha, para algunos, a la figura del futuro Alfonso
VI, principal beneficiario de la desaparicin de Sancho II, quien muere sin dejar
descendencia36.

Conde don Garia de Cabra, ouo muy grand duelo de la yent que se perdie assi, cristianos unos con
otros; et fuesse poral rey don Sancho, et besole la mano et dixol: sennor, la uestra mercedt mandad que
dexen de combater la villa, ca perdedes mucha de uestra yente, et tenetla cercada, ca por fanbre la
tomaredes muy ayna. El rey mando estonces que la dexassen de combater, et que sopiessen quantos
omnes murieran y; et contaronloset fallaron que eran y muertos mil et XXX. El rey quando lo oyo, con el
grand pesar que ende ouo, mando luego cercar la uilla toda a derredor; et dizen en los cantares de las
gestas que la touo cercada VII annos: mas esto non pudo ser, ca non regno el mas de VI annos segund
que lo fallamos escripto en las cronicas et en los libros de las estorias desto, et en estos VI annos fizo
todo lo que auemos ya contado dell. Et pero combatien la villa cada dia muy de rezio, et duro esta cerca
un grand tiempo. Et cuenta la estoria que un dia andando el id solo en derredor de la villa, que se fallo
con XIIII caualleros, et que lidio con ellos et mato el uno et desbarato los XIII. Et lazrauan ya de fambre
en la villa. Et don Arias Gonalo quando uio la yente en tan grant lazeria de fambre et de nortandad dixo
a la inffante donna Vrraca: sennora, pidouos merced que mandedes llegar todos los de la villa, et que
les digades que den la villa al rey don Sancho fasta IX dias, ca por seer leales an sofrido mucho mal et
mucha lazeria. Et nos uayamosnos pora uestro hermano el rey don Alffonso a tierra de moros, ca por el
mio grado nunqua en amora moradedes con el rey don Sancho. La infante donna Vrraca fizolo assi, et
enuio por todos los de amora et dixoles: amigos, uos auedes seydo muy buenos et muy leales et
suffristes mucha lazeria por fazer lealtat, et auedes perdudos los parientes et los amigos, et porque ueo
fecho assaz en esto, mandouos que dedes la villa al rey don Sancho daqui a IX dias, et yo yrme pora
Toledo a mio hermano do Alffonso. Los de amora quando esto oyeron ouieron grand pesar porque tan
luengo tiempo auien estado cercados et agora al cabo que auien dar la villa, et acordaronse todos los
mas de yrse con la inffante et non fincar en la villa. Agora diremosde como se libro esto. PCGE, 834.
36
Quando la inffante donna Vrraca estas razones auie con los de amora, estaua y un cauallero que
dizien Vellid Adolffo; et quando oyo aquellas razones della et del conceio, dixoa donna Vrraca:
sennora, yo uin a amora con XXX caualleros todos mios uassallos, et serui a uos con ellos grand
tiempo a muy bien, loado a Dios, et demandeuos que me fiziessedes algo como uos sabedes, et nunqua me
lo quisieste fazer; et agora, si uos me lo otorgassedes, yo uos tiraria al rey don Sancho sobre amora et
faria decercar la villa. Dixol estonces donna Vrraca: Vellid Adolffo, dezirte la palabra que dixo el
sabio: Bien mierca el omne con el torpe et con el cuytado; et tu assi faras comigo. Pero non te mando yo
que tu fagas nada del mal que as penssado; mas digote que non a omne en el mundo que a mio hermano
tolliesse de sobre amora et me la fiziesse descercar que yo non le diesse quequier que me demandasse.
Quando esto oyo Vellid Adolffo, beso la mano a donna Vrraca et non le dixo otra cosa ninguna; et fuesse
luego por la puerta de la villa, et fablo con el portero, et dixol que si el uiesse en cueyta quel abriesse
luego la puerta, et diol por ende el manto que cubrie. Desi fuesse pora su posada et armosse, et caualgo
su cauallo, et fuesse pora casa de don Arias Gonalo et dixol: bien sabemos todos que porque auedes
que uer con donna Vrraca por eso non queredes que faga pleyto nin camio ninguno con su hermano.
Quando estas palabras oyo don Arias Gonalo, pesol muy de coraon et dixo: en mal dia yo nacil
quando en mi uegez me dizen tales palabras como estas et non e quien me uengue de quien me las dize.
Leuantaronsse estonces sus fijos, et armaronse muy ayna, et fueron tras Vellid Adolffo que yua fuyendo
contra la puerta de la villa. Mas el portero luego quel uio, abriole la puerta assi como lo auie fablado
con ell. Et esse Vellid Adolffo salio et fuesse poral rey don Sancho, et besole la mano, et dixol unas
palabras falssas et con mentira, et fueron estas: sennor, porque dix al conceio de amora que uos

~ 70 ~
La accin de Vellido Dolfo37 reviste la forma de un engao y tiene el agravante
si necesita tenerlo un crimen tan grave como el regicidio- de emplear como
instrumento mortal un venablo que simbolizaba, de alguna manera, el poder del rey.
Cometido el hecho, el Cid sospecha al ver huir al agresor, y emprende una persecucin
que, sin embargo, ser infructuosa. El traidor se refugia, significativamente, bajo el
manto de Urraca, quien, aunque parece ser consciente de la gravedad de la situacin, le
ofrece un amargo refugio en la forma de una prisin, para poder conservarle la vida38.

diessen la villa, quisieronme matar los fijos de don Arias Gonalo; et yo uengome pora uos, et fagome
uestro uassallo, et yo guisare como uos den amora a cabo de pocos dias, si Dios quisiere; et esto que
yo uos os digo, si lo non fiziere, que me matedes por ello. El reu crouolo et recibiol por su uassallo et
onrrol mucho; et en tod esto Vellid Adolffo fizosse muy su priuado del rey [] Et esto uos digo, que si
por mala uentura uos y uiniere yerro alguno, que non digan despues los otros de Espanna que uos non
fue dicho antes. Pero dize aqui el arobispo don Rodrigo que esto en poridad lo enuiaron dezir los de
amora al rey don Sancho que se guardasse daquel traydor; et el rey ge lo gradescio mucho [... Vellido
Dolfos le dice que es una argucia de Arias Gonzalo y el rey le cree]. Vellid Adolffo besol estonces la
mano. PCGE, 835.
37
... Vellid Adolffos, con sabor de complir a traycion que tenie raygada en el coraon, aparto al rey don
Sancho et dixol: sennor, si lo tenedes por bien caualguemos amos solos, et uayamos andar a derredor
de amora et ueredes uestras cauas que mandastes fazer, et yo mostrauos e el postigo que los ambranos
llaman aDrena [], por o entraremos la villa, ca nunqua aquel postigo se cierra; e desque annochesciere
dar medes C caualleros fijos dalgo que uayan comigo, et armarnos emos, et yremos de pie; et como los
ambranos estan flacos de fanbre et de lazeria, dexarse nos an uener, et nos abriremos la puerta et
entraremos et tenerla emos abierta fasta que entren todos los de la hueste, et assi ganaredes la villa. El
rey crouegelo et dixol que lo dizie muy bien. Et caualgaron amos; et andando a derredor de la villa
allongados de la hueste catando el rey como la podrie mas ayna prender er ueyendo sus cauas, mostrol
aquel traydor aquel postigo quel dixiera por o entrarian la villa; et pues que la villa ouieron andada toda
a derredor, ouo el rey sabor de descender en la ribera de Duero a andar por y assolazandosse; et traye
en la mano un venablo pequenno dorado como lo auien estonces por costumbre los reys, et diol a Vellid
Adolfoque gelo touiesse, et el rey apartosse a fazer aquello que la natura pide et que ell omne no puede
escusar. Et Vellid Adolffo allegosse alla con el , et quandol uio estar daquella guisa, lanol aquel
venablo, et diol por las espaldas et saliol a la otra parte por los pechos. Et pues que el ouo ferido
daquella guisa boluio la rienda al cauallo, et fuesse quanto mas pudo pora aquel postigo que el mostrara
al rey pora furtar la villa. Et ante desto fiziera ya Vellid Adolffo otra traycion, ca matara al conde don
Nunno como non deuiera. Roy Diaz el id quandol uio assi foyr, preguntol que por que fuye; et non le
quiso dezir nada nil respondio. El id entendio estonces que nemiga auie fecho, o por uentura que
matara al rey el que assi yua fuyendo, ca era Vellido muy su priuado del rey assi que se nunqua partie
dell. Et demando el id el cauallo a grand priessa; et demientre que gelo dauan, alongosse Vellid
Adolffo. Et con la grand cuyta que el id auie de si sennor, luego que touo la lana, fue su uia tras
Vellido a poder de cauallo que sol non atendio quel pusiessen las espuelas. Et Vellido dexo de yr al
postigo et fuesse a la puerta de la villa; aqui dize la estoria que alcano el id a Vellido entrante de la
puerta de la villa, et quel firio de la lana et quel metio por medio de las puertas adentro, et dizen quel
mato y el cauallo, et ouiera y muerto a el si las espuelas ouisse tenidas. Pero dize el arobispo don
Rodrigo esta razon desta guisa: quel non pudo alcanar por las espuelas que non touo; mas pero quel
segudo fasta la puertas de la villa, et alli maldixo el id a todo cauallero que sin espuelas caualgasse. Et
en todos fechos de armas por o el id passara non fallan omnes buenos que en las sus barraganias fallen
en que trauar, sinon en esta, por que non entro empos ell por las puertas adentro, et quel non mato pues
quel alcanaua. Pero non lo fizo et aquello por ninguna manera en razon de couardia nin por miedo
ninguno qu el ouisse de muerte nin de prision, mas fue trascuerdo del, que se non apercibio ende tanto
como non deuiera. PCGE, 835.
38
Pves que Vellid Adolffo fue dentro en amora, con el grand miedo con que yua fuesse pora la infante
donna Vrraca, et metiosele so el manto. Entonce dixo don Arias Gonalo a donna Vrraca: sennora,

~ 71 ~
Es de especial inters un hecho posterior al regicidio: la acusacin lanzada por
los castellanos enrostrndole al concejo de Zamora la ms extensa responsabilidad
colectiva que cabe por la muerte de Sancho II, pues implica no slo a los vivos sino
tambin a los muertos, a los nacidos y a los que estn por nacer, a las aguas que
bebiesen y a los paos que vistiesen y hasta a los muros de la ciudad. 39. Este desafo
es enunciado por el caballero Diego Ordoez, adalid de los castellanos40.
Zamora acepta el riepto, pero indica que el desafiante deber vencer a cinco de
los suyos. Los elegidos van ser cinco hijos de Arias Gonzalo, el ayo de Urraca. La
Primera Crnica relata que este desafo queda sin definir. Ordoez mata a tres
zamoranos, pero no lo dejan seguir lidiando ni le dan por ganado el pleito, aunque hay
otras versiones que dan por ganador al ltimo hijo de Arias Gonzalo, quien matara a
Ordoez antes de morir, salvando la honra de la ciudad41.

Conclusiones
Aqu se va a trabajar desde el punto de vista comparativo, especificando en qu
difieren y en que convergen ambos episodios, y matizando estos puntos de contacto o de
divergencia. Se comenzar por las diferencias. La primera, y ms evidente, es la

pidouos merced por Dios que dedes este traydor a los castellanos, sinon ueniruos a ende grand danno, ca
ellos querran reptar amora et despues non la ualdredes uos. Respondiol donna Vrraca: don Arias
Gonalo, conseiadme uos que faga del, en guisa que el non muera por esto que a fecho. Respondiol don
Arias: sennora, pues dadle uos a mi, et yo mandare e guardar fasta tres neueue dias; et si los
castellanos nos reptaren, dargelo emos, et si non reptaren a estos plazos, echar lemos de la villa de guisa
que nunqua paresca iamas entre nos. La infante donna Vrraca ouo de estar por aquel juyzio que Arias
Gonalo le diezie, et dexol tomar a Vellid Adolffo. Et Arias Gonalo tomol, et mandol echar en dos pares
de fierros et guardarle muy bien. PCGE, 837.
39
Isabel ALFONSO, Muertes sin venganza? La regulacin de la violencia en mbitos locales (Castilla
y Len, siglo XIII), en: Ana RODRGUEZ (Coord.), El lugar del campesino. En torno a la obra de
Reyna Pastor, Valencia, Universidad de Valencia, 2007, pp. 261-287.
40
Los castellanos han perdudo su sennor, et matol el traydor Vellid Adolffo seyendo su uassallo, et
despues que fizo esta traycion, uos coigiestiesle en amora [...] El riepto a los ambranos tanbien al
grand como al pequenno, et al muerto tanbien como al biuo, et al que es por nascer como al que es
naudo, et a las aguas que beuieren, et a los pannos que uistieren, et aun a las piedras del muro. Et si tal
en amora que digas de non, lidiargelo e; et di Dios quisiere qye yo uenza, fincardes uos tales como yo
digo. PCGE, 839.
41
En el ao 2009 el Ayuntamiento de Zamora decide cambiar el nombre del lugar por donde habra huido
Vellido Dolfos tras matar a Sancho II, hasta ese momento conocido como el Portillo de la Traicin, por el
de Portillo de la Lealtad. Al mismo tiempo, solicitan a la Academia de la Historia la rehabilitacin
histrica de la figura del nombrado, indicando que no fue un traidor, como lo considera la tradicin
castellana, sino el elegido para atentar contra el rey por quienes se oponan a su usurpacin y tirana. Aqu
se ve como un mismo episodio puede tener diferentes lecturas, segn la intencin e intereses de quien lo
relate, y como persiste la vigencia de ese episodio cuando se le puede hacer jugar en la accin poltica del
momento.http://www.elnortedecastilla.es/20090626/zamora/placa-portillo-lealtad-descubrira-
20090626.html

~ 72 ~
cronolgica, con todo lo que esto implica, que no podr ser desarrollada en este breve
espacio. Es un punto que se deja abierto y que interesara trabajar teniendo en cuenta la
relacin fundamental entre violencia y feudalismo. Slo se indicar que Csar Gonzlez
Mnguez, siguiendo a Reyna Pastor, considera al siglo XI como un extenso perodo de
crecimiento y consolidacin de las estructuras feudales de Castilla y de Len 42.
Parece concordar con la periodizacin de Pierre Bonnassie, para quien en ese momento
se habra suavizado o detenido la espiral de la violencia y comenzara una etapa de
consolidacin, ingresando en lo que denomina la codificacin de la violencia43. Por
otra parte, Gonzlez Mnguez indica la dificultad de destacar el breve y tormentoso
reinado de Sancho II (1065-1072), que estara comprimido entre los extensos y
fecundos reinados de su padre, Fernando I, y de su hermano Alfonso VI44.
En cuanto al momento de la guerra civil que enfrenta a Pedro I con Enrique II,
entra dentro del amplio y rico perodo de la crisis o las crisis bajomedievales, que para
el caso de Castilla ha sido estudiado, por ejemplo, en un trabajo ya clsico de Salustiano
Moreta Velayos45. En una perspectiva ms europea, Iradiel Murrugarren ha hecho ms
recientemente una pormenorizada y valiosa sntesis, que conecta crisis y conflictos46.
Lo que est detrs del modelo de surgimiento del feudalismo elaborado por
Bonnassie y del presentado por Moreta sobre la violencia en relacin a la crisis
bajomedieval, es el problema hobbesiano del poder, que postula la necesidad del Estado
de absorber la violencia, como nica forma de relacin posible entre sociedad y
violencia.
En el presente enfoque se considera que la violencia es consustancial al
feudalismo, por lo que se sostiene que no hubo perodos de inusitada violencia que
interrumpieran la reproduccin de la sociedad, sino que sta continu construyndose a
travs de la violencia47. Tambin se considera un camino estril la bsqueda de

42
C. GONZLEZ MNGUEZ, El proyecto, pp. 77-99.
43
Pierre BONNASSIE, Catalua mil aos atrs (siglos X-XI), Pennsula, Barcelona, 1978.
44
C. GONZLEZ MNGUEZ, El proyecto, pp. 77-99.
45
Salustiano MORETA VELAYOS, Malhechores-feudales. Violencia, antagonismos y alianzas de
clases en Castilla, siglos XIII-XIV, Ctedra, Madrid, 1978.
46
Francisco Paulino IRADIEL MURRUGARREN, La crisis bajomedieval, un tiempo de conflictos,
Conflictos sociales, polticos e intelectuales en la Espaa de los siglos XIV y XV: XIV Semana de
Estudios Medievales, Njera, del 4 al 8 de agosto de 2003, Jos Ignacio de la IGLESIA DUARTE
(Coord.), 2004, pp. 13-48.
47
Postura representada, para poner un nico ejemplo entre muchos, por Claude GAUVARD, quien
indica: El primer estadio del anlisis de las palabras permite hacer hincapi en una circunstancia que
define la originalidad de la violencia medieval: la violencia obedece a un cdigo y, como tal no puede ser

~ 73 ~
diferentes gradaciones en el uso de la violencia en diferentes momentos histricos, ya
que se sostiene que cada sociedad y cada poca tienen formas de violencia propias, en
las que obran racionalidades diferentes, por lo que se considera productivo el estudio de
las formas de violencia practicadas por una sociedad en un momento histrico
determinado48.
En otro orden de cosas, la Primera Crnica muestra un rey mucho menos
conflictivo, en cuanto a lo que se espera de una figura regia, que el que describe la
Crnica de Ayala. Sancho II aparece como respetuoso de la nobleza y abierto a revisar
sus decisiones cuando es necesario, como en el caso de la vuelta atrs que emprende en
el episodio del destierro del Cid. Mientras que Pedro I es presentado casi como la
contrafigura de lo que debe ser un monarca, bsicamente porque no cumple con el
cdigo de valores vigente en su tiempo y porque antepone sus deseos al bienestar del
reino.
Interesa presentar aqu, aunque sea brevemente, lo que tienen en comn ambos
sucesos. En principio, el rea geogrfica, Castilla. Los une tambin la temtica del
regicidio, y ms problemticamente, la del fratricidio. Si bien, como se ha sostenido
desde el comienzo, en el caso de Pedro es indiscutible la responsabilidad de Enrique,
quien adems es su perpetrador, mientras que la supuesta instigacin de Urraca no llega
a ser mencionada en algunas fuentes, no hay duda de que el tema de la lucha fratricida
aparece claramente en la Primera Crnica desde el comienzo del relato del reinado de
Sancho II49. Por otra parte, tambin hay que recordar que durante el reinado de Pedro I

ni espontnea ni ilimitada. Gracias a que la sociedad medieval sabe hacer uso de la violencia puede, de
este modo, integrarla como un resorte necesario para la conservacin de la cohesin social [] Esta
sociedad no magnifica la violencia por s misma, sino que hace de la violencia un medio de combate al
servicio de unos valores simples que fundan el orden social, asegurando con ello las leyes para su
reproduccin. En Diccionario razonado del Occidente medieval, Akal, Madrid, 2003, pp. 811-816.
48
Aqu se elige recordar los trabajos de Natalie ZEMON DAVIS, Los ritos de la violencia, en
Sociedad y cultura en la Francia moderna, Crtica, Barcelona, 1993, pp. 149-185 y Arlette FARGE,
Algunos instrumentos para reflexionar sobre la historia de la violencia, en Anuario IEHS N 10,
Tandil, 1995, pp. 145-154.
49
Andando el primer anno del regnado deste rey don Sancho [] finado el rey don Fernando el Magno
[] les partiera los rregnos [] auia a regnar don Sancho el mayor hermano en Castiella et don
Alffonso que era el mediano en Leon, et don Garcia que era el menor en Gallizia et en Portogal: mas assi
como cuenta ell arobispo don Rodrigo, el rey don Sancho pues que fue regnando et andando por su
regno, mesuro et uio como era ell el primero fijo er el heredero, et como auia su padre partidos todos los
regnos que ayuntara Dios en el, et que los ouiera a dexar a ell et heredarlos ell otrossi todos, et que non
heredaria ende ell sinon el terio, et aun aquel non bien complido; et pesol et fue sanudo, et non lo quiso
sofrir [] el los reys de Espanna uinieron de la fuerte sangre de los godos, por que acaescio muchas
uezes que los reys godos se mataron hermano a hermano por esta razon; este rey don Sancho,
descendiendo del linnage de los godos, et seyendo el fijo mayor et heredero del rey don Fernando, non se

~ 74 ~
se cometen, por encargo del mismo rey, tres fratricidios previos al que dar trgico fin a
su vida. De trascendencia mucho menor que este ltimo, merecen igualmente ser
citados: las vctimas son Fadrique el mellizo de Enrique- y Juan y Pedro sus
hermanos menores. El primero se destaca por la envergadura del personaje, ya que es el
maestre de Santiago, y por conformar una de las mejores pginas de la Crnica. En su
relato aparece claramente la capacidad de Pedro I para tender emboscadas y es una
muestra brillante de como presenta Ayala los escenarios internos de la violencia, ya que
se puede seguir a los personajes en su recorrido trgico y dinmico a la vez, en el que se
entretejen planes previamente meditados y decisiones tomadas en el momento por los
distintos actores50.

touo por complido con el regno de Castiella nin de quanto tenie de Nauarra, et quiso cobrar lo que
tenien los hermanos et mostrosse por muy fuerte contra ellos, non queriendo que ellos ouiesse ende mas
de quanto les diesse por su mesura. Et por este fecho murieron y muchos, et fue y mucha sangre
esparzuda. Et el rey don Fernando comendara sus fijas donna Vrraca et donna Eluira al rey don Alffonso
su fijo, et hermano dellas, teniendol por mas mansso et mas mesurado que a los otros. Et donna Vrraca
su fija era muy entenduda et muy anuisa duenna; et el rey don Alffonso otrossi catauala en uez de madre,
et assi la onrraua de los fechos del rey don Sancho. PCGE, 814.
50
Estando el Rey Don Pedro en Sevilla en el su Alcazar [...] lleg ay Don Fadrique su hermano,
Maestre de Santiago, que venia de cobrar la villa castillo de Jumilla, que es en el Regno de Murcia [...]
fu all, cercla, cobrla por facer al Rey servicio; ca el Maestre Don Fadrique avia voluntad de
servir al Rey, de le facer placer [...] luego como lleg el Maestre fu facer reverencia al Rey,
fallole que jugaba las tablas en su Alcazar. E luego que lleg besle la mano l muchos Caballeros
que venian con l: el Rey le rescivi con buena voluntad que le mostr [...] E el Maestre parti estonces
del Rey, fu ver Doa Maria de Padilla, las fijas del Rey, que estaban en otro apartamiento del
Alcazar, que dicen del caracol. E Doa Maria sabia todo lo que estaba acordado contra el Maestre,
quando le vi fizo tan triste cara [...] pesabale mucho de la muerte que era ordenada de dar al
Maestre[...] llegaron al Maestre dos Caballeros hermanos, que decian Ferrand Sanchez de Tovar, Juan
Ferrandez de Tovar, que non sabian nada desto, por mandado del Rey dixeron al Maestre: Seor, el
Rey vos llama. E el Maestre tornse para ir al Rey espantado, ca ya se rescelaba del mal [...] E lleg el
Maestre d el Rey estaba, no entraron en aquel logar sinon el Maestre Don Fadrique el Maestre de
Calatrava Don Diego Garcia (que ese dia acompaaba al Maestre de Santiago Don Fadrique, non
sabia cosa deste fecho), otros dos Caballeros. E el Rey estaba en un palacio que dicen del fierro, la
puerta cerrada [...] [los Maestres] estovieron la puerta [...] dixo el Rey Pero Lopez de Padilla su
Ballestero mayor: Pero Lopez, prended al Maestre. E Pero Lopez le dixo: A qual dellos prender?
el Rey dixole: Al Maestre de Santiago. luego Pero Lopez de Padilla trav del Maestre Don
Fadrique, dixole: sed preso. el Maestre estovo qudo muy espantado: luego dixo el Rey unos
Ballesteros de maza, que ay estaban: Ballesteros, matad al Maestre de Santiago. aun los Ballesteros
non lo osaban facer [...] E los Ballesteros estonce, quando vieron que el Rey lo mandaba, comenzaron
alzar las mazas para ferir al Maestre Don Fadrique [...] E quando esto vi el Maestre de Santiago,
desvolvise luego de Pero Lopez de Padilla, Ballestero mayor del Rey, que le tenia preso, salt en el
corral, puso mano la espada nunca la pudo sacar [...] travabase la cruz de la espada en la correa,
en manera que non la pudo sacar. E los Ballesteros llegaron l por le ferir con las mazas, non se le
guisaba, ca el Maestre andaba muy recio de una parte otra, non le podian ferir. E Nuo Ferrandez de
Roa [...] lleg al Maestre diole un golpe la maza en la cabeza, en guisa que cay en tierra; estonce
llegaron los otros Ballesteros, firieronle todos. E el Rey, desque vi que el Maestre yacia en tierra,
sali por el alcazar cuidando fallar algunos de los del Maestre para los matar, non los fall [...]
Empero fall el Rey un Escudero que decian Sancho Ruiz de Villegas [...] Caballerizo mayor del
Maestre, fallle en el palacio del caracol [...] avia tomdo Sancho Ruiz Doa Beatriz, fija del Rey
en los brazos, cuidando escapar de la muerte por ella: el Rey, asi como lo vi, fizole tirar Doa

~ 75 ~
La muerte de los otros hermanastros, si bien, por sus menores implicancias
polticas, ocupa un lugar muy breve en la Crnica, conmueve por la juventud e
inocencia de las vctimas51.
Otro tpico en comn es la culpa que tendran ambos reyes en relacin a su final
trgico. En este caso, Francisco Bautista, al analizar la figura de Sancho II en la
Chronica naierensis, redactada originariamente en latn, lo describe como un rey cruel,
desmedido, que con sus actos violentos forja su propio final trgico, lo que evoca
indefectiblemente la figura de Pedro I construida por Ayala52. Por su parte, Paloma
Gracia indica, refirindose al juramento que haban hecho los hijos de Fernando I de
respetar el reparto dispuesto por l, que puesto que el juramento basa su garanta en la
maldicin que conlleva para aquel que lo rompa, equiparaba maldicin a quiebra de
juramento: ambos temas se conjugan, se confunden y se complementan en la leyenda de
Sancho, cuya muerte a traicin tiene por causa el haber atacado a sus hermanos
violando as el juramento de respetarlos53. Similar criterio emplea Ariel Guiance al
analizar la muerte de Sancho II entre los regicidios relatados por la cronstica
medieval54.

Beatriz su fija de los brazos, el Rey le firi con una broncha que traia en la cinta, ayudgele matar
un Caballero [...] enemigo del dicho Sancho Ruiz [...] tornse el Rey d yaca el Maestre, fallle que
aun no era muerto; sac el Rey una broncha que tenia en la cinta, diola un mozo de su cmara,
fizole matar. E desque esto fu fecho, asentse el Rey comer donde el Maestre yacia muerto en una
quadra que dicen de los Azulejos, que es en el Alcazar: mand luego el Rey venir delante de s al
Infante Don Juan su primo, dixole secretamente que l partia luego de alli para ir Vizcaya, que
fuese con l, que su voluntad era de matar Don Tello, de le dar Vizcaya [...] E luego ese dia
despues que mori el Maestre Don Fadrique di el Rey el Adelantamiento de la frontera [...] Otrosi
luego ese dia que el Maestre de Santiago mori envi el Rey matar en Cordoba [nombra a muchos ms,
que estn en distintos lugares del reino] E estos mand el Rey matar diciendo que todos fueran en el
levantamiento quando en el Regno tomaron algunos la demanda de la Reyna Doa Blanca [...] como
quier que los avia perdonado, empero aun no perdiera la saa, segund paresci. Cr. Pedro I: 1358, III,
481-483. Cr. Pedro I y Enrique II: I, 1358, III, 268-272.
51
En este dicho ao mataron en Carmona, do estaban presos, Don Juan Don Pedro sus
hermanos del Rey, fijos del Rey Don Alfonso de Doa Leonor de Guzman: matolos un Ballestero de
maza del Rey que decian Garci Diaz de Albarracin. E era estonce el dicho Don Juan en edad de diez
nueve aos, Don Pedro en edad de catorce aos: pes mucho los que amaban servicio del Rey
porque asi morieron, ca eran inocentes, nunca errran al Rey. Cr. Pedro I: 1359, XXIII, 500. Cr.
Pedro I y Enrique II: I, 1359, XXIII, 328-329.
52
Francisco BAUTISTA, Sancho II y Rodrigo Campeador en la Chronica naierensis, en: e-Spania [En
ligne], 7 | juin 2009, mis en ligne le 21 fvrier 2010, Consult le 24 avril 2011. URL: http://e-
spania.revues.org/18101 24 avril 2011. URL: http://e-spania.revues.org/18101.
53
Paloma GRACIA, Algunas reflexiones sobre la leyenda de Sancho II, en: Lingstica y Literatura
n 51, 2007, pp. 94-114.
54
lo que queda claro es que ninguno de los textos que relatan este crimen aluden a l dotndolo de
connotaciones especiales por ser la vctima un monarca. Por el contrario, se intenta vengar este
asesinato de la misma manera que se hara con respecto de cualquier otro noble del reino,
encuadrndolo en un nico marco legal. Esto no slo vuelve a coincidir perfectamente con lo establecido

~ 76 ~
Tambin se reitera para ambos reyes, como se ha relatado anteriormente, la
cada en una trampa. Se podra decir que, en el caso de Pedro, se la tendra bien ganada,
ya que segn Ayala se manej siempre con el engao y la traicin.
Por otra parte, se encuentra lo que se podra calificar como cierta
responsabilidad de los padres de Pedro I y Sancho II en las violencias que se desatarn
despus de su muerte. Alfonso XI habra mantenido apartados a su nico descendiente
legtimo y a la madre de ste. A su muerte, se podan esperar resistencias de parte de los
bastardos, en especial de Enrique, conde de Trastmara (mellizo de Fadrique, el maestre
de Santiago, y prcticamente de la misma edad que Pedro). Por otra parte, el reparto del
reino hecho por Fernando I tambin auguraba futuros conflictos.
Para finalizar, se quisiera hacer notar que este breve recorrido por perodos tan
distanciados nos permite ver que la dinmica social, poltica, econmica, etc. no se
detiene por la violencia, sino que incluso puede ser impulsada por sta. En el imaginario
de los historiadores suele estar instalada la idea de que una sociedad no puede
reproducirse inmersa en el conflicto. Parece que la nica posibilidad de desarrollo es la
absorcin de la violencia. Esto significara suprimir el antagonismo, lo cual es
imposible, ya que la dinmica de una sociedad se da a travs del desarrollo del
conflicto, no de su absorcin o negacin. Esto aparece claramente, como se ha sostenido
anteriormente, al estudiar la sociedad feudal: la oposicin seor-campesino es
consustancial al feudalismo, es una condicin de su existencia.

por la legislacin sino, al mismo tiempo, confirma una vez ms nuestra opinin acerca de la falta de un
carcter sacralizador especfico de la monarqua castellana. Por la misma razn, no se alude al
suceso como un crimen de majestad categora que ya vimos que fue ignorada o interpretada con
ciertas reservas en la tradicin regional sino como una traicin. Por cierto, junto a lo anterior, cabe
insistir en la repeticin de criterios discursivos tradicionales. As, la Primera Crnica General se sigue
haciendo eco de la idea del regicidio como expiacin de faltas previas [...] El asesinato, por ende, sera
una suerte de venganza lgica ante una traicin previa, la que comete Sancho al faltar a la palabra que
diera a su padre. Ariel GUIANCE, Ir contra el fecho de Dios: regicidios y regicidas en la cronstica
castellana medieval, en: Histria: Questes & Debates, Curitiba, n 41, 2004. pp. 102-103.

~ 77 ~
~ 78 ~
El estudio de la documentacin arbitral: aproximaciones metodolgicas y
posibilidades temticas (Castilla siglos XIV y XV)
Laura Carb1

Desde los estudios histrico-jurdicos de Antonio Merchn lvarez2 a principios


de los ochenta, con una aproximacin al arbitraje desde el anlisis del derecho aplicado,
hasta los abordajes de casos particulares ms recientes, se han realizado notables
avances en el anlisis de los estilos de resolucin de disputas en el espacio medieval
castellano. Conspicuos historiadores han efectuado estudios pormenorizados sobre los
recursos utilizados para solucionar los conflictos, tanto en los sectores nobiliarios, como
as tambin en los ms modestos mbitos de la conflictiva concejil. En muchos de los
casos analizados se detect que el arbitraje se haba constituido en una de las formas
ms reconocidas de solucin a las diversas problemticas, con la ventaja para el
historiador moderno, de que a pesar de no tratarse de casos judicializados, se ha
conservado un acervo documental que abre las puertas a nuevas aproximaciones
metodolgicas y un sinnmero de posibilidades temticas.
El arbitraje es un proceso de resolucin de conflictos en donde las partes
enfrentadas delegan a una tercera parte la sentencia o el acuerdo que resuelva la disputa.
El origen de la intervencin del rbitro obedece al concierto de voluntades de las partes
que lo solicitan y se podra hablar de arbitraje como un pacto o un contrato.

1
Universidad Nacional del Sur, Argentina, lauramcarbo@yahoo.com.ar.
2
Antonio MERCHN LVAREZ, El arbitraje. Estudio histrico-jurdico, Sevilla, Publicaciones de la
Universidad de Sevilla, 1981.

Laura CARB, El estudio de la documentacin arbitral: aproximaciones metodolgicas y posibilidades


temticas (Castilla siglos XIV y XV), en: Andrea V. NEYRA & Gerardo RODRGUEZ (ed.), Qu
implica ser medievalista? Prcticas y reflexiones en torno al oficio del historiador, Mar del Plata,
Universidad de Mar del Plata, Sociedad Argentina de Estudios Medievales, 2012, Vol. 2, pp. 79- 100.
ISBN 978-987-544-477-5.

~ 79 ~
Como lo confirman los procesos arbitrales recogidos por las crnicas reales y de
personajes ilustres de la poca3, el arbitraje fue un mtodo utilizado frecuentemente en
los altos estratos sociales4. Asimismo, a medida que avanzamos en el estudio de las
disputas surgidas en los mbitos urbanos, observamos que el arbitraje se perfila tambin
como un procedimiento muy habitual, extendido en los niveles sociales medios, con el
aval de la burocracia concejil. Represent un recurso muy esgrimido a la hora de
concertar intereses contrapuestos, un mecanismo diseado para conciliar, lograr la paz y
conservar la concordia.
La alternativa del arbitraje fue habitual en los procesos de deslinde de trminos
entre villas y aldeas en los siglos estudiados. Cabra preguntarse por qu se sucedieron
estos conflictos linderos que requirieron del dictamen obligatorio de un tercero neutral
para la solucin de los problemas. Es llamativa la cantidad de provocaciones y disputas
que se evidencian en las fuentes de la poca y que suscitaron la necesidad de
implementar vas alternativas para cortar con el avance de las confrontaciones. Variadas
son las respuestas que obtenemos de los diferentes historiadores que han estudiado
casos particulares en los territorios peninsulares para la poca que nos interesa. Algunos
cifran el surgimiento de deslindes y concordias, en una misma villa o entre distintas
jurisdicciones, en la existencia de un dinamismo econmico y demogrfico que llev a
la ocupacin paulatina de trminos y al surgimiento de conflictos5. En esta misma lnea
de interpretacin, centrada en la expansin de la ocupacin territorial, algunos
investigadores retrotraen el comienzo de la mayora de las interacciones conflictivas al
proceso mismo de repoblacin en el siglo XIII: en toda la pennsula el origen de los
problemas de deslinde estriba en la poca precisin con la que se habran sealado los
linderos respectivos en el momento de la distribucin del espacio, entre las diversas

3
Laura CARB, El arbitraje: la intervencin de terceros y el dictamen obligatorio (Castilla, siglos XIV
y XV), en: Estudios de Historia de Espaa, XI, Buenos Aires, UCA, 2009, pp. 61-84. Las relaciones
nobiliarias y las cuestiones sometidas a arbitraje p. 69.
4
Mara Concepcin QUINTANILLA RASO, Para nos guardar e ayudar el uno al otro: pactos de
ayuda mutua entre los grandes en el mbito territorial (el noroeste castellano-leons, segunda mitad del
siglo XV), en: Edad Media, Revista de Historia, 11, Universidad de Valladolid, 2010, pp. 91-121, p.
95.
5
Ftima COTANO OLIVERA, Gata en la Baja Edad Media. Estructura Municipal y actividades
econmicas, en: Revista de Estudios Extremeos, Vol. 60, n2, 2004, pp 529-568. La necesidad de
controlar el mayor espacio agropecuario posible provoca pleitos entre los distintos concejos, p. 541.

~ 80 ~
esferas de poder asentadas en la zona, comprobndose pleitos en la mayora de los
espacios fronterizos6.
Otros autores, en cambio, afirman que las usurpaciones de tierras coinciden con
la despoblacin de dominios sufrida a causa de la peste negra: a la usurpacin
propiamente dicha le habra seguido la pretensin de usurpacin de la jurisdiccin civil
a travs de recursos legales o falsificacin documental, lo que conlleva el surgimiento
del conflicto de intereses entre las partes que pretendan ostentar los mismos derechos7.
Ya sea por la necesidad de tierras de labranto o por la despoblacin de las mismas por
los altos ndices de mortandad en las capas econmicamente activas y luego una
suplantacin de usuarios en los espacios cultivables, se evidencia una movilidad de los
linderos, que no cont con la debida certificacin notarial que justificara dicha
ocupacin de tierras particulares o comunales.
Los conflictos habrn concurrido seguramente por la confluencia de mltiples
variables generales, sin descartar en esta ponderacin los intereses particulares en
disputa, que siempre atizaron las relaciones de confrontacin entre los habitantes de las
comunidades bajomedievales. Lo que es indudable es que estos conflictos impulsaron a
la delimitacin, a las definiciones de los espacios propios8. Reyna Pastor propone una
categorizacin de los conflictos relacionados con la tierra para el siglo XI y XII
europeo, que bien podra orientarnos para clasificar la realidad bajomedieval espaola.
La autora esquematiza dos grandes grupos: a) los conflictos por la posesin de la tierra,
por la justa demarcacin de los lmites de las tierras de labor, de pastoreo, por la
posesin del espacio ganadero, por la posesin o el uso de los molinos, aguas, pesqueras
y salinas (todos estos conectados directamente con el uso del objeto de produccin: la
tierra o con los medios de produccin) y b) conflictos por incumplimiento de las
obligaciones inherentes a la dependencia: corveas, pagos de todo tipo en producto, en
moneda, los diezmos, etc., es decir, conflictos conectados con las relaciones de

6
Concepcin VILLANUEVA MORTE, Litigios en el proceso de deslinde y amojonamiento entre los
trminos de Villahermosa del Ro y Cortes de Arenosos en el ltimo cuarto del siglo XV, en: Estudis
Castellonencs, N10, 2003-2005, pp. 5-42, pp. 7 y 8.
7
Emilio CABRERA MUOZ, La jurisdiccin del castillo de Madroiz. Un caso de falsificacin
documental en: Historia, Instituciones, Documentos, n19, 1992, pp.107-124, p. 109.
8
Clara ALMAGRO VIDAL, Poblacin, encomienda y territorio: Manzanares a finales del siglo XV,
en: En la Espaa Medieval, 2008, vol.31, 123-150.

~ 81 ~
produccin o dependencia9. A esta clasificacin de los conflictos agrarios habra que
adjuntar la problemtica de la ciudad, que aunque ha incorporado las disputas propias de
la vida urbana, por su consustanciacin con las actividades agropecuarias, no deja de
compartir muchos de estos tpicos. Todas las villas iniciaron procesos de demarcacin
de los comunes, ejidos, bosques, pastizales, que evidenciaban una voluntad de limitar
para dominar, pero sobre todo, daban cuenta de disputas surgidas por situaciones
abusivas10.
Las lneas actuales de investigacin sugieren que las familias, las instituciones
laicas, como los concejos, y las religiosas, como los monasterios, solan recurrir a los
rbitros para que todo arreglo escapara a la manipulacin de los canales judicializados,
sustituyendo el proceso oficial por otro privado, a fin de eludir determinados efectos
propios del proceso, como eran el exceso de gastos, la lentitud de su desarrollo, las
formalidades o la incompetencia tcnica del juzgador. Consecuentemente, y con la
intencin de contrarrestar esta iniciativa, se advierte la insistencia de los regidores que
instaban a la poblacin a resolver sus diferencias a travs de los canales ordinarios de
los tribunales, para poder recaudar y manipular polticamente a los parroquianos. Estos
funcionarios habran hecho lo imposible por controlar la resolucin de conflictos, para
poder enriquecerse, establecer clientelismos, conseguir inmunidad y perseguir a sus
enemigos polticos11.
Si se profundiza el anlisis en torno al derecho aplicado, se podra conjeturar que
la tendencia era suplantar el proceso pblico a fin de evitar la aplicacin del derecho
oficial y reconducirlo a la aplicacin del derecho que se consideraba ms beneficioso
por las comunidades nacionales, religiosas y locales, garantizando as la participacin
directa de los ciudadanos en la configuracin de la administracin de la justicia.
Antonio Merchn lvarez afirma que, en la prctica, a veces el arbitraje se constitua
en la instancia judicial nica posible por inexistencia de un tribunal superior12. Algunos

9
Reyna PASTOR, Reflexiones sobre: consenso y violencia en el campesinado feudal, en: En la
Espaa Medieval, vol. 9, 1986, pp .127-138, p.133.
10
Mara del Carmen CARL, El concejo medieval castellano-leons, Universidad de Buenos Aires,
Instituto de Historia de Espaa, 1968, p. 163-194.
Pedro Andrs PORRAS ARBOLEDAS, Los medios de gestin econmica en el municipio castellano a
fines de la Edad Media, en: Cuadernos de Historia del Derecho, Universidad Complutense de Madrid,
III, 1996, pp. 43-98, p. 60.
11
scar LPEZ GMEZ, La paz en las ciudades de Castilla (siglos XIV y XV), en: Edad Media,
Revista de Historia, 11, Universidad de Valladolid, 2010, pp. 123-149, p. 132.
12
A. MERCHN LVAREZ, El arbitraje. Estudio histrico-jurdico, pp. 45-49.

~ 82 ~
estudiosos van ms all, consideran que el conflicto surgira del enfrentamiento entre
la costumbre y la reglamentacin, normativa que sera ms viva y cambiante que la
costumbre consuetudinaria13. En una franca oposicin al derecho real, o al menos con la
intencin de desligarse de los representantes legales del rey, la opcin del arbitraje se
constituira en una salida a la vez voluntaria y de solidez legal, que brindaba una
solucin comparada a la sentencia de los tribunales ordinarios, en este caso por el
compromiso de aceptar el dictamen por parte de las comunidades ciudadanas. Es ms,
la documentacin misma de los arbitrajes advierte que las sentencias judiciales en
muchos casos no eran aceptadas por las partes, no se lograba al acuerdo por la va
judicializada, y se deba recurrir a una sentencia arbitral para dar por terminada la
disputa. Casos perfectamente documentados dan cuenta que existieron etapas
prearbitrales, con la participacin de juez comisario para tratar de solucionar los
conflictos cuyas sentencias no fueron reconocidas por las partes (circunstancia que se
evidencia en el laudo arbitral, que contiene informacin de los procesos anteriores)14.
Seguramente cada estudio de casos particulares arrojar luz sobre los motivos
que llevaron a las comunidades a optar por el arbitraje para dar un fin a las disputas por
los lindes y las competencias jurisdiccionales. En general se observa que el proceso
arbitral cumple con el requisito de la celeridad, una de las cualidades que se destaca
como primordial en esta alternativa de resolucin de disputas. Corrientemente las cartas
de compromiso estn fechadas muy prximas a la sentencia, lo que corrobora de forma
contundente que luego de muchos aos de pleitos una vez elegido este camino, la
resolucin arbitral no se haca esperar.
Evidenciamos en la documentacin tardomedieval la vocacin de los poderes
locales de reglamentar con minuciosidad la regularidad de la guarda y revisin de los
linderos, as como la composicin de las comisiones, que aseguraban el correcto
amojonamiento y reubicacin de lindes con la asistencia de antiguos moradores,

13
Jos Mara MONSALVO ANTN, Costumbres y comunales en la tierra medieval de vila
(observaciones sobre los mbitos de pastoreo y los argumentos rurales en los conflictos de trminos), en:
Salustiano de DIOS, Javier Ricardo ROBLEDO y Eugenia TORIJANO (coords.), Historia de la
Propiedad. Costumbre y Prescripcin, IV Encuentro Interdisciplinar, Salamanca, 25-28 de mayo de
2004, pp. 13-71.
14
Antonio MERCHN LVAREZ, El arbitraje sobre trminos de villas seoriales, en: Medievalismo,
Universidad de Sevilla, n 14, 1987, pp. 123-139. p. 133.

~ 83 ~
conocedores de la demarcacin tradicional de los lmites15. Recordemos que la ciudad
no slo representaba el concepto de hbitat concentrado, todo concejo tena un trmino
que se extenda por el entorno prximo de la urbe y en el cual, aparte de asentarse
grupos humanos, tambin se encontraban la mayora de los bienes propios inmuebles
del concejo. Por lo tanto, cada vez que se produce una afirmacin o modificacin de los
lmites de dicho trmino, se est creando inexcusablemente un documento constitutivo,
un apeo en el que se acreditaba el deslinde y demarcacin por medio de mojones16. En
esta prctica del deslinde de los terrenos, el arbitraje se constituy en una solucin de
las controversias de forma ms pacfica y amigable que el proceso judicial, aunque
debemos aclarar que los procesos oficiales no se sustituyeron en todos los casos, ms
bien deberamos hablar de una complementariedad de ambos usos. Con los dictmenes
surgidos de los arbitrajes no se trata de redactar un derecho paralelo al fuero, sino crear
un complemento del mismo, para adaptarlo a las necesidades y usos del momento. La
decisin arbitral era aceptada por las partes y el fallo era incorporado tras su
promulgacin al cuerpo legar existente17.
El arbitraje se mostrar entonces como una alternativa de cooperacin ante la
constante conflictividad existente, una eleccin que buscar conciliar los intereses en
pugna, en una opcin constante por los mtodos ms racionales y pacficos de
resolucin de disputas. Hacemos hincapi en la complejidad de la documentacin
notarial, que es de inmenso valor desde diversos ngulos de la investigacin histrica,
que podra abarcar el estudio del derecho aplicado en casos concretos de conciliacin,
hasta la descripcin de los espacios urbanos y los procesos destinados a mantener la
concordia con la participacin de los propios interesados, representantes de los sectores
concejiles en colaboracin con la burocracia real.
El objetivo de este trabajo ser describir las distintas aproximaciones temticas
posibles, que intuimos necesitarn de la historia del derecho medieval para la

15
Sergio GARCIA-DILS de la VEGA y Salvador ORDEZ AGULLA, Algunas notas sobre los
lmites entre los trminos municipales de Osuna y cija (ss. XIII-XIX), en: Cuadernos de Amigos de
los Museos de Osuna, n11, 2009, pp. 56-60, p. 56.
16
Jos Miguel LPEZ VILLALBA, La carta de trminos: documento constitutivo municipal, en:
Espacio, Tiempo y Forma, UNED, Serie III, Historia Medieval, t.17, 2004, pp. 325-338, pp. 326-327.
17
Juan Manuel BERGES SNCHEZ, Actividad y estructuras pecuarias en la comunidad de
Albarracn (1284-1516), Teruel, Centro de estudios de la Comunidad de Albarracn, Coleccin Estudios,
5, 2009, p. 210.

~ 84 ~
comprensin de la documentacin, pero que se pueden ampliar hacia los horizontes a la
historia social y poltica en sus diversos enfoques, como formas de relacionamiento de
los sectores en pugna, las alternativas de las luchas de poder, las disputas econmicas,
etc. sin olvidar los ms modernos abordajes metodolgico de la negociacin medieval
como alternativa eficaz de resolucin de conflictos. Se trata en primer trmino de
emprender la descripcin de la documentacin notarial relativa al arbitraje, y en esta
descripcin surgirn las posibles alternativas de estudio histrico que nos plantean las
fuentes. Para ello haremos referencia a casos particulares cuya documentacin cuenta
con las cartas de compromiso, el acta de juramento de los compromisarios nombrados y
la sentencia propiamente dicha, que se realiza con la presencia de las partes, los rbitros
y los testigos.
En un primer acercamiento destacaremos los tems que necesariamente deben
constar en las cartas de compromiso, como las partes, los rbitros designados, los
asuntos a tratar, los tiempos estipulados, las penas en caso de incumplimiento de la
sentencia, los testigos, etc. En segundo lugar observaremos en detalle la sentencia en s,
que intenta zanjar problemticas tan multifacticas que se constituye en un documento
riqusimo a la hora de estudiar estas comunidades en sus aspectos sociales, econmicos
y polticos. Hacemos hincapi en la complejidad de la documentacin notarial, que es
de inmenso valor en los diversos ngulos de la investigacin histrica: desde el estudio
del derecho aplicado a casos concretos de conciliacin, hasta la descripcin de los
espacios urbanos y los procesos destinados a mantener la concordia con la participacin
de los propios interesados, representantes de los sectores concejiles en colaboracin con
la burocracia real.

Carta de Compromiso
Las cartas de compromiso cumplen estrictamente con la disposicin protocolar
exigida y a continuacin enumeraremos los aspectos que se detallan:
a) Las cartas de compromiso comienzan por mencionar a las partes en disputa,
mientras que generalmente en las sentencias, son los rbitros quienes encabezan el
documento. Las partes pueden ser las instituciones representativas de la ciudad o de la
Iglesia, o particulares que aparecen con sus nombres completos y filiacin. En ocasiones

~ 85 ~
los vecinos elegidos para representar a la ciudad tambin se constituyen en rbitros de la
disputa.
b) El objeto del arbitraje: claramente se expresa la controversia entre las partes,
como los problemas de deslinde de trminos, herencias, posesin de ciertos bienes,
ocupacin de propiedades, divisoria de aguas, restitucin de usufructos, etc.
Recordemos que el arbitraje se llevar a cabo sobre la materia que dispongan las partes,
la cual debe ser acordada con anterioridad, es decir, si el arbitraje dictaminar sobre
todos los asuntos en disputa o slo parte de ellos18.
c) El nombramiento de los rbitros se efecta utilizando diferentes modos, a
veces se menciona el mtodo que se ha utilizado para la eleccin. En teora, para que el
cuerpo arbitral sea totalmente neutral, los individuos no tendran que estar conectados
con las partes o las organizaciones que los representan. Contrariamente, en la
documentacin analizada, observamos que el cuerpo arbitral cuenta con representantes
de las partes en disputa, que probablemente seguiran negociando sus posiciones
durante el arbitraje. En otras ocasiones el cuerpo arbitral es nicamente representante
de la parte agraviada, o la ms poderosa, y el procedimiento se lleva a cabo
simplemente para otorgar un viso de legalidad a las resoluciones que se toman
unilateralmente.
La designacin de los rbitros aparentemente se realizaba por cada parte, que
nombraba a sus propios rbitros y los impona a la parte contraria y viceversa,
tratndose de un nombramiento separado. Si bien este parece ser el procedimiento ms
habitual, la eleccin se poda realizar siguiendo diversos mecanismos, de tres formas
distintas: la que hemos mencionado, que cada parte nombre a sus propios rbitros, los
imponga a la parte contraria y viceversa, tratndose de un nombramiento separado; otra
opcin es el nombramiento conjunto, cuando las partes acuerdan y designan juntas, una
o varias personas; y por ltimo, una frmula mixta, una solucin intermedia en la que
cada una de las partes escoge un nmero determinado de rbitros y luego ambas partes
concordes nombran un rbitro conjunto (sin duda el poder de este rbitro es mayor ya
que tiene la potestad de dar su voz para formar una mayora). Segn Carmina Garca
Herrero, el segundo tipo de designacin parecera ser la ms proclive a la solucin de la

18
Las Siete Partidas del Rey Alfonso X el Sabio, Pars, Librera de Rosa Bouret y Cia., 1851. Glosadas
por el Lic. Gregorio Lpez (en adelante Partidas). Partidas III, Ttulo IV, Ley 32.

~ 86 ~
disputa, ya que las partes enfrentadas han logrado elegir sus jueces privados, quienes no
aparecen como representantes personales de cada uno de los litigantes, si bien es
corriente la propuesta de una o ms personas por cada una de las partes, la proposicin
se negocia con la parte contraria y pasa a constituirse en rbitro conjunto para resolver
el problema. Tambin seala que aunque lo ideal es un nmero impar de rbitros, en la
prctica es corriente que se designen dos individuos para emitir el laudo arbitral19.
La documentacin rara vez informa sobre el mecanismo de eleccin del rbitro,
pero en todos casos son elegidos entre los boni homines, los buenos vecinos de la
ciudad, entre aquellos hombres familiarizados con el derecho o juristas calificados o
simplemente entre los entendidos, aquellos especialistas de hecho, como el cura por
ejemplo, que se imponan por su saber y por su perteneca a las redes de sociabilidad,
que los reconocan como confiables para lidiar con la solucin equitativa del
problema20. Por ejemplo, en el deslinde de trminos de Quintana de la Puente y San
Salvador de El Moral, efectuado el 20 de abril de 1380, actuaron Sancho Ruiz, cura y
Alonso Gonzlez, vecinos del primero y sus rbitros, y Gonzalo Martnez y Martn
Gonzlez, vecinos del segundo y rbitros nombrados al efecto por el monasterio y el
concejo21. Aqu observamos que son los mismos los vecinos en representacin de las
partes y los rbitros distinguidos para dirimir la disputa.
La designacin de los rbitros por supuesto dependa de los involucrados en el
asunto. Por ejemplo en 1442, el infante don Enrique y el concejo de Baltans alegan
tenencia, seoro y posesin de los lugares de Terrados y Villalba, del alfoz de Baltans.
Se convoca a un cuerpo arbitral compuesto por lvaro Fernndez de Peafiel,
escribano, y Alfonso Rodrguez de Vellosillo, rbitros dados y tomados por la villa de
Baltans, y Gutierre Fernndez de Arenas, vecino de dicha villa, de la otra parte.
Constan en el archivo dos escrituras, una de aceptacin de los rbitros y otra del
compromiso por juramento del concejo de Baltans de aceptar el dictamen de los jueces
rbitros, ambas del 24 de noviembre de 1442. La escritura de la sentencia es del 12 de
19
Mara del Carmen GARCA HERRERO, rbitras, arbitradoras y amigables componedoras en la Baja
Edad Media aragonesa, en: Mara del Carmen GARCA HERRERO, Del Nacer y el vivir. Fragmentos
para una historia de la vida en la Baja Edad Media. Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 2005,
pp. 365-366.
20
Jacques LE GOFF y Jean-Claude SCHMITT (eds), Diccionario razonado del occidente medieval.
Madrid, Akal, 2003, p. 434.
21
Coleccin Diplomtica de San Salvador de El Moral, en: Luciano SERRANO (ed.), Fuentes para la
Historia de Castilla por los P.P. Benedictinos de Silos, Valladolid, 1906. Coleccin diplomtica de San
Salvador del Moral, Tomo I, CVII, pp. 171-172.

~ 87 ~
diciembre del mismo ao, dato que corrobora la hiptesis de celeridad de este recurso
de resolucin de disputas en comparacin con un juicio tradicional. Por el ao en que se
realiza este arbitraje, podramos conjeturar que el Infante don Enrique estara
recobrando el control de sus posesiones mientras dura su influencia en la corte
castellana: en el caso de la villa de Baltans se trata de traerla a obediencia, por cuanto,
en los tiempos pasados se han alado e exemido de la jurisdiccin de ella e oy dia estn
revelados a tanto que no quieren cumplir los mandamientos nin venir a los
emplazamientos e llamamientos de los alcaldes de la dicha villa22.

En cuanto al cuerpo arbitral, observamos que est compuesto por tres personas,
una de las cuales detenta, hasta el momento del arbitraje, el seoro de la villa. Este
grupo de rbitros congrega a expertos y un miembro representativo de una de las partes,
lo cual demuestra un grado de complejidad y sofisticacin23. Resaltamos adems que se
trata de un arbitraje de intereses, ya que la sentencia realiza un reparto equitativo de los
intereses en cuestin, resarciendo a la parte que debe abandonar la tenencia de la villa
con dineros y el puesto de alcalde. Adems el concejo se aviene a acatar el dictamen de
los rbitros dados y el veredicto trasciende las pocas, ya que en 1461 se registra una
copia pblica en papel en el Archivo de El Moral, a requerimiento del curador de los
bienes de Isabel de Arenas, hija y heredera de Gutierre Fernndez de Arenas, a quien
corresponda parte de la cantidad de dinero en esta sentencia contenida.
d) La causa por la que se elije esta va de resolucin es por bien de paz e de
concordia, por aver buena vezindat, pero fundamentalmente para evitar futuros pleitos
judiciales y las costas de litigar en los tribunales ordinarios.
La voluntad de los vecinos es vivir en paz y legar a las futuras generaciones un
espacio habitable libre de:
pleitos e demandas e acciones e querellas e debates e questiones e contraversias e de
daos e costas e inconvenientes e discordias que sobre razn de lo que dicho es se nos
podran recreser24.

22
Coleccin diplomtica de San Salvador del Moral, Tomo I, CVII, p.23.
23
Alan GLADSTONE, Voluntary arbitration of interest disputes, Geneva, International Labour
Office, 1984, p. 12.
24
A.-AM. San Bartolom de Pinares. Carpeta 2, n. 1, 1.a parte. B.-AM. San Bartolom de Pinares.
Carpeta 2, n. 1, 2 a parte, en Gregorio del SER QUIJANO (ed.), Documentacin medieval del Archivo
Municipal de San Bartolom de Pinares (vila), Ediciones de la Institucin Gran Duque de Alba,
Exma. Diputacin Pcia. De vila, 1987, p. 76.

~ 88 ~
Al igual que en las previsiones a nivel particular, que tratan de no dejar abierta la
posibilidad de conflictos a futuro, por el bien de la familia y del linaje, observamos que
a nivel de la vida concejil se estipulaban todos los recaudos en cuanto a las posesiones
comunales, se salvaguardaban las relaciones y se sellaban los compromisos a fin de
regular la convivencia en los espacios linderos. Demuestran una visin muy racional de
la solucin al problema que los aflige, con propuestas reales e inteligentes, motivadas
por un clculo consciente de ventajas e inconvenientes, regladas por un sistema de
valores y por una red de solidaridades preexistentes. Este colectivo urbano basa sus
relaciones en un conjunto de normas y costumbres sociales que limitaban el conflicto, o
reducan enrgicamente sus consecuencias si llegaba a producirse. Estas pautas estaban
fundamentadas especialmente en las alianzas intergrupales, que favorecen el balance de
poder y la estabilidad, desanimaban la escalada fijando pautas conciliadoras, pacficas,
de resolucin de disputas. El derecho y la costumbre fijaban diferentes foros de
resolucin del conflicto, como el arbitraje, que basaba su constitucin en la figura del
rbitro para dirimir los litigios entre particulares, en este caso entre comunas,
primordialmente fundndose en los intereses mutuos que servan de base a las alianzas,
as como en la interdependencia poltica, social y econmica en torno a la figura del
rey, en tierras de realengo, o de los seores, en jurisdicciones seoriales. El firme
propsito de los vecinos era minimizar los conflictos desequilibrantes, que pudieran
perturbar el bienestar de la comunidad.

f) El poder conferido: la frmula con que se instituye a los rbitros no es casual,


los compromisarios estn concediendo un poder extraordinario y pleno a las personas
designadas para que resuelvan el caso a travs de un laudo. As el arbitraje es
eminentemente pragmtico y se orienta a la resolucin rpida e idnea de la disputa,
dando un fin a la querella de la manera que el rbitro lo considere ms acorde al tenor
del problema25. El otorgamiento del poder necesario a los rbitros para juzgar, mandar
una o ms veces, por escrito u oralmente, en da feriado o no, apegado a derecho o no,
en cualquier lugar, en cierto tiempo, interpretar su propio laudo y sobre todo poder
juzgar ya sea como juez o bien como avenidor o comunal amigo. Entonces se les otorga

25
Marc BOUCHAT, La justice prive par arbitrage dans la diocse de Lige au XIIIe sicle: les
arbitres, en : Le Moyen ge. Revue dhistoire et philologie, n. 3-4, 1989, T. XCV, Blgica, pp. 439-
474. Citado por M. GARCA HERRERO, rbitras, arbitradoras y amigables componedoras, p. 365.

~ 89 ~
un poder con alto nivel de discrecionalidad, podrn convenir un arbitraje jurdico o de
derecho, regidos por disposiciones legales que han de interpretar y aplicar en los
alcances precisos que su tcnica o especializacin los faculta; o de equidad o amigable
composicin, en cuyo caso los rbitros activan soluciones o propuestas de acercamiento
entre intereses contrapuestos, propiciando frmulas equitativas cuya obligatoriedad
queda sujeta a las reglas del compromiso26. Ambas formas son visibles en los
compromisos, es decir, facultan al rbitro iuris, que dicta su laudo ajustado a las normas
estrictas de un derecho determinado, y el rbitro arbitrador o amigable componedor,
que dictamina segn su leal saber y entender, de buena fe, dndole a la ley en este caso
mayor margen de discrecionalidad en la bsqueda de solucin de la controversia27. La
dicotoma entre rbitros y arbitradores es meramente formal, ya que ninguno de los
criterios utilizados en la resolucin arbitral quedara fuera del derecho28.
g) El plazo para la sentencia: las Partidas estipulan que se deben respetar los
tiempos convenidos por las partes al momento de solicitar el arbitraje. En un caso
analizado de deslinde entre aldeas de vila (1451), se establece que la sentencia debe
librarse desde hoy dia de la fecha desta carta (refirindose a la carta compromiso) fasta el
29
domingo primero que viene o en este comedio , con la obligatoriedad de informar a los
concejos en cualquier momento dentro de esta espacio temporal. Efectivamente la
sentencia se pronuncia dos das despus. En otro ejemplo, el acta de compromiso est
fechado el veynte e syete das del mes de enero, era de mill e quatroientos e treze aos y la
sentencia tiene fecha treinta y un das del mes de enero, era de mil e quatroientos e treze
aos30. Si no se ha determinado un tiempo especfico, los avenidores deben llegar a la
sentencia lo ms rpido posible, y se abre la posibilidad a la intervencin del juez

26
Osvaldo A. GOZANI, Formas alternativas para la resolucin de conflictos, Buenos Aires,
Depalma, 1995, p. 127.
27
Sara FELDSTEIN de CRDENAS y Hebe LEONARDI de HERBN, El arbitraje, Buenos Aires,
Abeledo Perrot, 1998, p. 13.
28
Isabel ALFONSO, Lenguaje y prcticas de negociar en la resolucin de conflictos en la sociedad
castellano-leonesa medieval, pp. 45-64, en: Mara Teresa FERRER i MALLOL et al, Negociar en la
Edad Media, Actas del Coloquio celebrado en Barcelona los das 14, 15 y 16 de octubre de 2004,
Barcelona, CSIC, 2005, p. 49.
29
G. del Ser Quijano, Documentacin medieval del Archivo, p. 77.
30
C- Archivo del Asocio de vila. Legajo 26 n. 2 Papel, sin foliar (Copia del Siglo XVIII) en Carmelo
Luis Lpez y Gregorio del Ser Quijano, Documentacin medieval del Asocio de la Extinguida
Universidad Y Tierra de vila, I, Edicin de la Institucin Gran Duque de Alba, vila, 1990, p.95 y 96.

~ 90 ~
ordinario en caso de demoras injustificadas. Adems se especifican las causas por las
cuales se pueden permitir las demoras o penar los retrasos31.
g) La calidad con la que se nombra al rbitro, los poderes que se le otorgan son
amplios y equiparables a los del juez mayor de quien non oviese logar apelacin nin agravio
nin suplicacin nin nulidat nin otro remedio alguno32. Es decir, se reviste a los rbitros con
autoridad total para librar la sentencia y las partes voluntariamente se obligan a respetar
el laudo33.
Pero cuerpo arbitral se reserva para s el poder de modificar la sentencia:
E reservamos en nos as mesmo poder e facultad para annadir e menguar e mudar e
declarar esta nuestra sentenia e para deidir edeclarar todas e qualesquier dubda e
dubdas que nasieren entre los dichos tres sennores hermanos sobre todo lo dicho es e
sobre lo dello dependiente esobre cada cosa e parte dello fasta que entre ellos non
quede ni finque dubda ni contienda alguna por virtud de la fees que nos dieron amas
las dichas partes34.

La funcin del arbitraje es solucionar el conflicto y como vemos en la cita


anteriormente expuesta, se toman todos los recaudos para que el conflicto se solucione,
se agotan las instancias hasta que las partes lleguen a un acuerdo justo. De all que el
cuerpo arbitral retenga el derecho de modificar la sentencia.
h) La pena econmica, no liberatoria de lo comprometido, que ha de pagar la
parte infractora a la parte cumplidora. Este aspecto es parte del ejercicio del amplio
poder jurisdiccional depositado en el rbitro. Se garantiza mediante la estipulacin de
una importante pena econmica que ha de pagar la parte infractora a la parte cumplidora
y la ejecucin de dichas penas se garantiza, a su vez, con la afeccin de los bienes de las
partes, mediante un diligente procedimiento para cuya realizacin no se necesita ni

31
Partidas III, Ttulo IV, Leyes 29 y 30.
32
G. del SER QUIJANO, Documentacin medieval del Archivo, p. 78.
33
Hacemos referencia a la opinin acertada de que la diferencia entre negociacin y arbitraje estriba en
que lo que da fuerza al arbitraje es el rbitro, l es el que otorga legitimidad al acuerdo, contrariamente a
la negociacin, que auto produce su legitimidad por su propio proceso. Cf. Jean-Philippe GENET,
Ngocier: vers la constitution de normes, pp. 571-589, Conclusin, en: Mara Teresa FERRER i
MALLOL et al, Negociar en la Edad Media, p. 575.
34
Sentencia arbitral sobre la sucesin al mayorazgo de Diego Arias Dvila, AHN, Osuna, leg. 97, en:
Jos Luis BERMEJO CABRERO, Sobre nobleza, seoros y mayorazgos en: Anuario de Historia del
Derecho Espaol, Tomo 55, ao 1985, pp. 253-305, p. 303.

~ 91 ~
siquiera la citacin de la parte afectada35. Aclaramos que la disposicin de una multa,
si las partes no acataban el dictamen, no era obligatoria, quedaba sujeta a la voluntad de
los demandantes36.
i) Para garantizar el respeto total al laudo las partes renuncian al fuero privado e
jurediin e al privillejo37. Detalladamente se presenta una larga serie de declinaciones
de las partes de las legtimas acciones que les corresponderan, tanto para supuestos
vicios ocasionantes de la nulidad, como aquellos que determinaran la anulabilidad de
las actas arbitrales38. El escribano incluye un listado minucioso de las causas por las
cuales el fallo puede resultar doloso, y las partes renuncian a todas las estas leyes que
les permitiran ser odos o recibidos a futuro por los rbitros en queja por toda la
sentencia o parte de ella. Con lo cual se reviste de un poder total a los rbitros y se
asume la obligatoriedad de respetar el laudo sin posibilidad alguna de apelacin39.

Acta de juramento
Hasta aqu hemos hecho un recorrido sucinto del contenido de la carta
compromiso. El segundo tipo de documento al que haremos referencia es el acta de
juramento. La alianza juramentada es un acto solemne que obliga a las partes en este
mundo, segn las componentes del compromiso, pero que las implica adems en forma
trascendente en el ms all, ansy conmo aqullos que a sabiendas se perjuran en el nonbre de
Dios en vano 40.

El acta de juramento sintetiza lo expuesto en el acta de compromiso, y remite a


este documento como fuente de constitucin del pacto. El juramento tambin puede
estar incluido en la sentencia ya librada,
et jur a Dios e a Santa Mara e a la seal de la cruz, en que puso la mano
corporalmente segn forma del derecho, de conplir e guardar e mantener agora e para
en todo tienpo e syempre jams bien41.

35
A. MERCHN LVAREZ, El arbitraje sobre trminos de villas seoriales, p. 130.
36
Partidas III, Ttulo IV, Ley 26, 33, 34.
37
G. del Ser Quijano, Documentacin medieval del Archivo, p.79.
38
A. MERCHN LVAREZ, El arbitraje sobre trminos de villas seoriales, p. 131.
39
La renuncia a todo fuero o ley que les correspondiere, cf. Partidas III, Tt. XVIII, Ley 78.
40
G. del SER QUIJANO, Documentacin medieval del Archivo, p. 82.
41
B-Archivo del Asocio de vila. Libro 22. Pergamino, 175a265 mm fols 178v-185 (Sentencia de 21-8-
1414). C- Archivo del Asocio de vila. Legajo 26 n. 2 Papel, sin foliar (Copia del Siglo XVIII) en C. L.

~ 92 ~
Sentencia arbitral:
La sentencia arbitral es el ltimo documento al que haremos referencia. Aunque
denominamos sentencias a las soluciones provenientes del arbitraje, debemos aclarar
que no son sentencias tpicamente dispuestas: la sentencia que proviene de un juez es un
mandato imperativo, porque ste tiene autoridad e imperio para ejecutar lo juzgado42.
Los trminos que usualmente se aplican a la sentencia arbitral son: resolucin,
veredicto, laudo, pronunciamiento, dictamen, arbitrio, para expresar la decisin o
informe de lo que alguien con autoridad en la materia opina sobre cierta cosa,
definiendo as la expresin de un rbitro o amigable componedor43.
En general, para el deslinde de trminos, los rbitros y las partes son convocadas
para la libracin de la sentencia en un lugar especfico de la villa: el lugar de encuentro
es habitualmente en el portal de la iglesia y en la presencia de los alcaldes. Notemos que
en la seleccin del lugar de reunin y con la presencia de los alcaldes, estaran
representadas las instituciones ms comprometidas con el control y resolucin del
conflicto. El sector eclesistico y los representantes del concejo, dan un marco de
legalidad a la intervencin arbitral. Estn dotados de una capacidad de aunar en una
visin de conjunto las competencias sectoriales presentes en funcin de la resolucin del
conflicto que los aqueja44. Poseen instrumentos jurdicos y retricos capaces de dar una
respuesta racional a la querella, lograr el consenso necesario que no dependiera de la
intervencin de instancias de resolucin supralocales. Necesariamente la actuacin de
los dirigentes no puede fundarse exclusivamente sobre la coaccin o la imposicin de la
fuerza, sino que buscaran la anuencia de sus subordinados en pos de la solucin de los

LPEZ y G. del SER QUIJANO, Documentacin medieval del Asocio de la Extinguida Universidad
Y Tierra de vila, p. 95.
42
O. A. GOZANI, Formas alternativas para la resolucin de conflictos, p. 127.
43
Mara MOLINER, Diccionario de uso del Espaol, Madrid, Gredos, 1980.
44
Para la dimensin de la racionalidad en las instancias judiciales y los procedimientos de control y
resolucin de conflictos cf. Paulino IRADIEL, Formas de poder y organizacin de la sociedad en las
ciudades castellanas de la baja Edad Media, pp. 22- 49, en: Reyna PASTOR et al, Estructuras y
formas de poder en la Historia. Ponencias, Ediciones Universidad de Salamanca, 1991, pp. 43-44. Para
influencia de la Iglesia y el concejo en la organizacin de los espacios urbanos, cf. Jos Mara
MONSALVO ANTN, Espacios y poderes en la ciudad medieval. Impresiones a partir de cuatro casos:
Len, Burgos, vila y Salamanca, en: Jos Ignacio de la IGLESIA DUARTE (dir.), Espacios de poder
en la Espaa Medieval, XII Semana de Estudios Medievales, Njera, 30 de julio al 3 de agosto de 2001,
IER, Logroo 2002, pp. 97-147.

~ 93 ~
problemas que se suscitan y as lograr la obediencia y aprobacin hacia los actos de su
funcin45.
En la sentencia deben constar necesariamente los rbitros, las partes, la demanda
y luego se detalla lo dictaminado por los rbitros. Finalmente la firma del escribano
pblico frente a las autoridades de la villa y a los testigos46.
En la sentencia pueden constar los alegatos de las partes, en general precede la
de los demandantes y luego la de los acusados. Se comprueba el hecho por parte de los
rbitros,
e sabida toda la verdat de amas las dichas partes e de cada un dellas sobre jura dellos
rreebimos e otrosy de otras personas, aqullas que nos entendimos por do ms
poderemos saber dello la verdat conplidamente47.

Luego de la constatacin a travs de la exposicin de las partes y testigos, se


procede a dictar la sentencia. Consta en los documentos la posibilidad de recurrir al
asesoramiento legal de otras personas para poder llegar a un acuerdo conforme a las
normas existentes: e avido nuestro acuerdo sobre todo con omes bonos legados sabidores en
48
fuero e en derecho . Recordemos que el rbitro no necesariamente debe ser un experto
en materia legal, sus conocimientos estn en un segundo plano con respecto a la
confianza que promueven en las partes, por su status sus, cualidades y atributos. Incluso
el juez ordinario puede obligar a los avenidores a incorporar consejeros en caso de que
las partes lo demanden49.

En la firma del documento se evidencia la presencia de los testigos y de dos


escribanos, en general aparece primero

45
Juan Carlos CEA y Juan Antonio BONACHA, Oligarquas y poderes concejiles en la Castilla
Bajomedieval: balance y perspectivas, en Rafael NARBONA (coord.), Oligarquas polticas y elites
econmicas en las ciudades bajomedievales (siglos XIV XV), Revista dHistria Medieval, IX,
Universidad de Valencia, 1998, P. 34.
46
Ao 1325- Trevio, part. de Miranda del Ebro (Burgos). Sentencia arbitral en favor del cabildo de
Armenta. AC de Vitoria, leg. XXIX, legajillo I, nm.33, en Ramn MENNDEZ PIDAL, Documentos
lingsticos de Espaa. I. Reino de Castilla, C.S.I.C., Madrid, 1966, p. 190-191.
47
Ao 1375, enero, 30-31. B-Archivo del Asocio de vila. Libro 22. Pergamino, 175a265 mm fols 178v-
185 (Sentencia de 21-8-1414). C- Archivo del Asocio de vila. Legajo 26 n. 2 Papel, sin foliar (Copia del
Siglo XVIII) en Carmelo Luis LPEZ y Gregorio del SER QUIJANO, Documentacin medieval del
Asocio de la Extinguida Universidad Y Tierra de vila, p. 93.
48
G. del SER QUIJANO, Documentacin medieval del Archivo.
49
Partidas III, Ttulo IV, Ley 26.

~ 94 ~
escrivano e notario pblico, y el segundo escrivano de nuestro seor el rey e su notario
pblico en la su corte e en todos los sus regnos e seoros50.

En este aval de la corte observamos una imbricacin entre justicia regia, justicia
arbitral y resolucin negociada, una conexin entre medios judiciales y otros ms
informales que se dan localmente para la resolucin cotidiana de las disputas que no
llegan a los tribunales ordinarios. Existe la aceptacin por parte de la autoridad regia y
de las instituciones de la bondad de estas negociaciones extrajudiciales, directas o
informales, para una resolucin efectiva de las diferencias entre las partes51. Asimismo
subrayaremos la trascendencia de las leyes que rigen la vida de las comunidades y que
se observan en accin en los arbitrajes, dando un andamiaje institucional a un proceso
privado, alternativo a la resolucin tradicional en los juzgados. Habr que cuestionarse
si esta alternativa habr implicado la sustitucin del proceso pblico a fin de evitar la
aplicacin del derecho oficial y reconducirlo a la aplicacin del derecho que se
considerara ms beneficioso por las comunidades locales, garantizando as la
participacin directa de los ciudadanos en la configuracin de la administracin de la
justicia. Otra opcin puede ser la de considerar el proceso arbitral como una forma
complementaria al proceso judicial ordinario, permitido y fomentado desde los sectores
gubernativos para otorgar agilidad al sistema de resolucin de disputas. Conjuntamente
se podrn evidenciar otros fenmenos como las causas que llevan a las partes a intentar
alcanzar una solucin de las controversias jurdicas en una forma ms pacfica y
amigable que el proceso judicial, que supone una sustitucin del proceso oficial por otro
privado, a fin de eludir determinados efectos propios del proceso, como son el exceso de
gastos, la lentitud de su desarrollo, las formalidades y la incompetencia tcnica del
juzgador.
Si la sentencia est referida a deslinde de trminos, estas demarcaciones aportan
informacin valiosa sobre la vegetacin natural de la zona delimitada, as como el grado
de explotacin, conservacin y actuacin del hombre sobre ella. Cada mojn es
indicado con tanta minuciosidad, con una descripcin tan cabal de los accidentes
geogrficos y la toponimia del lugar, que se puede recrear el paisaje urbano y rural con

50
G. del SER QUIJANO, Documentacin medieval del Archivo, p. 87.
51
I.ALFONSO, Lenguaje y prcticas de negociar en la resolucin de conflictos en la sociedad
castellano-leonesa medieval, pp. 58 a 60.

~ 95 ~
total claridad. Esta documentacin propone entonces un anlisis descriptivo exacto de
las tierras demarcadas, as como de la ritualidad que encarna para la comunidad la
limitacin de su hbitat, los participantes en el proceso de emplazamiento de los hitos y
la trascendencia del hecho, que han llegado hasta hoy, patentizado en los restos de estos
mojones que jalonan las comarcas peninsulares52.

Conclusiones:
Los conflictos que surgieron entre particulares, entre la ciudad y las aldeas, entre
particulares y las instituciones como el concejo, etc., derivaron con frecuencia en la
eleccin de rbitros propuestos por las partes, que dictaminaron sentencia una vez odas
las alegaciones interpuestas acerca de las cuestiones objeto de litigio. El proceso arbitral
liderado por jueces, amigables componedores o jueces de avenencia, produjeron un
acervo documental que permitira mostrar una realidad social y econmica del momento
y convertirse en referencia bsica para conocer el punto en que se encontraban las
relaciones entre partes enfrentadas por conflictos de intereses.
Metodolgicamente, y a partir de los estudios histrico-jurdicos, se ha abordado
al arbitraje con una aproximacin desde el derecho aplicado, ya que es una alternativa
de resolucin que tiene muchos puntos en comn con los procesos judiciales: las partes,
los jueces, los conflictos a dirimir, el procedimiento en s, etc. La propuesta de este
trabajo y en base a la documentacin arbitral disponible, es ampliar estos horizontes
metodolgicos hacia un estudio del conflicto y las formas de resolucin, utilizando el
acerbo conceptual de la teora de la negociacin que puede aplicarse perfectamente al
arbitraje, ya que se lo considera un tipo de negociacin que, asistida por un tercero
neutral que brinda un dictamen obligatorio, busca dar una solucin expeditiva a la
disputa que enfrenta a las partes.
Indudablemente no podemos dejar de lado la descripcin de esta documentacin,
que por su riqueza y variedad, nos propone una serie de caminos fecundos para la
investigacin. El primer acercamiento posible a esta abundante documentacin que
encontramos en los archivos seoriales, monacales y municipales de esta poca permite

52
Jos Ignacio ORTEGA CERVIGN, Porque la lauor de la Syerra es prouechosa para los pastos.
Conflictos econmicos, territoriales jurisdiccionales entre el Concejo de Cuenca y los vasallos del seoro
(ca. 1400-1520), en: En la Espaa Medieval, 2008, vol.31, 37-96. Las seales ms habituales que
servan como mojones eran montones de piedras y cruces en rboles de algn paraje significativo, como
el cause de los ros y arroyos, p. 40.

~ 96 ~
una serie de posibilidades temticas. Entre las opciones de investigacin que se
desprenden de los tems que necesariamente deben constar en las cartas de compromiso,
debemos mencionar a las partes, los rbitros designados, los asuntos a tratar, los
tiempos estipulados, las penas en caso de incumplimiento de la sentencia, los testigos,
etc. En segundo lugar, se deberan analizar en detalle las sentencias y los actos que le
suceden al dictamen en el que pueden resultar involucrados los rbitros, las partes y los
testigos. Estas posibilidades daran como resultado un trabajo de investigacin de tipo
descriptivo muy interesante desde el punto del anlisis propiamente documental y las
imbricaciones con el derecho y las vas judicializadas que pueden preceder o suceder al
arbitraje.
De este abordaje primordial de las fuentes podran surgir otras posibles temticas
ms generales como el alcance de la autonoma de la voluntad de las partes que eligen
esta va para la solucin de sus controversias, libertad que se expresa tambin en la
materia especfica que los avenidores resolvern, el lapso de tiempo estimado para dar
sentencia, las penas por incumplimiento del laudo y la posibilidad de retirarse por
cuestiones justificadas. Tambin podran estudiarse los alcances del otorgamiento del
poder concedido al rbitro para juzgar, mandar una o ms veces, por escrito u
oralmente, en da feriado o no, apegado a derecho o no, en cualquier lugar, en cierto
tiempo, interpretar su propio laudo y sobre todo poder juzgar ya sea como juez o bien
como avenidor o comunal amigo, o sea, constatar histricamente la discrecionalidad con
que se instituye el poder del rbitro.
Ms all de estas propuestas que partiran de un estudio descriptivo de los
documentos arbitrales, y abriendo una ventana hacia otras propuestas metodolgicas, la
pregunta que surge inmediatamente es por qu estos conflictos, que en algunos casos ya
tenan una sentencia judicial previa, no se zanjaban luego del proceso en los tribunales y
deban intentar otra va de resolucin que aportase un corte a la disputa.
Parecera que, de facto, era habitual que los habitantes de las villas o seoros
incumplieran la sentencia y deba buscarse una solucin consensuada entre las partes
para lograr mayor conformidad y que el acuerdo resultara eficiente para la convivencia
entre parientes o vecinos, que luego del proceso, seguiran teniendo puntos de contacto
a travs de sus actividades, sus bienes o medios de produccin. Tambin hay que tener
en cuenta que el arbitraje era un proceso elegido por las partes en forma voluntaria y sin

~ 97 ~
que, necesariamente, precediera ningn proceso judicial, como va habitual de
resolucin que dejaba libre a los litigantes el establecimiento de los rbitros, la causa,
los tiempos de resolucin, las penas a los incumplidores del pacto, etc. Con lo cual
podemos preguntarnos por qu existi tan extendidamente entre los habitantes esta
voluntad de desprenderse de los procesos judicializados y por qu las autoridades
permitieron esta alternativa como proceso complementario a la justicia seorial o real,
segn la jurisdiccin.
Otro tema de investigacin que surge de esta documentacin es el de los orgenes
de la poblacin, la formacin del territorio y la relacin entre ambas con las
instituciones polticas y religiosas. Procesos de creacin, conformacin y consolidacin
experimentados por los enclaves particulares, cmo participan las diferentes etnias en la
articulacin de los poblamientos ( por ejemplo, la actuacin de moros en la limitacin y
amojonamiento de territorios de reciente incorporacin por tratarse de habitantes
antiguos y conocedores53), cmo las entidades ciudadanas van conformando sus lmites,
as como los patrimonios particulares su proceso seorializador, las encomiendas, los
centros comerciales, van demarcando sus estructuras de produccin y coexistencia en
los ltimos siglos medievales. El procedimiento de deslinde, los apeos, pueden
estudiarse desde diversos ngulos: las ciudades de frontera van resolviendo sus
conflictos geopolticos a medida que logran acuerdos que pacifican esos escenarios de
continuas violencias. Cules son las participaciones de aquellos mediadores culturales
que con su accionar van zanjando las dificultades en pos de una convivencia ms
racional y armoniosa. Quines son los protagonistas de los acuerdos y cules son las
implicancias polticas de estos agentes que logran la paz en estos agitados escenarios
bajomedievales con la anuencia, o no, de las autoridades delegadas por la monarqua o
los seores que necesitan lograr la gobernabilidad que peligra con cada disputa no
resuelta. Quines son aquellos representantes de las minoras activas, que se favorecen
con la perdurabilidad de los conflictos y que persisten en la continuidad de los
enfrentamientos porque es, en la desestabilizacin, cuando obtienen mayor poder. Se
podra comprender cmo se disea y cmo se articula la organizacin del espacio
productivo, el pastoril por ejemplo, de las zonas de conjuncin de las tierras de
diferentes reinos. Esta propuesta consiste en reivindicar la importancia de los espacios
53
Jos Luis del PINO GARCA, Luque en la Baja Edad Media, en: En la Espaa Medieval, 2010, vol.
33, pp. 203-231.

~ 98 ~
interiores, en las diferentes actividades agrcolas, ganaderas y comerciales que dieron un
perfil determinado de acuerdo a la reglamentacin foral y las sentencias arbitrales
pactadas entre la ciudad y sus aldeas.En definitiva, es necesario un anlisis profundo de
los conflictos que llevaron a la definicin de los lmites propios de las villas y su
entorno hacia la baja Edad Media y de all surgirn los protagonistas y su accionar como
tema de investigacin de gran inters para la comprensin de la conformacin del
paisaje urbano y rural de esta poca.
El estudio de los arbitrajes permitira el abordaje de la estructura social de la
comunidad y sus relaciones internas en funcin de la defensa de los intereses, en una
evolucin desde un primitivo aprovechamiento colectivo del rea de pastos hacia su
privatizacin. Adems, los deslindes, tan pormenorizados en su descripcin para no
dejar librado a confusiones futuras asuntos que en general, llevaban muchos aos de
discordias, aportan informacin valiosa sobre la vegetacin natural de la zona
delimitada, as como el grado de explotacin, conservacin y actuacin del hombre
sobre ella. Se describen con gran exactitud los accidentes geogrficos y el
aprovechamiento de estas tierras de labranto, sus extensiones, las deudas, los
impuestos, las sucesiones, las usurpaciones, las problemticas polticas que influyen
sobre la posesin de los bienes y de los cargos, en fin, todo queda registrado en esta
documentacin arbitral.
Asimismo, el proceso de demarcacin en s tena un grado de ritualidad que no
se sustrae a la sacralidad propia del hombre medieval: en presencia del cura, que con su
bendicin aporta el reaseguro indispensable para lograr la paz en esta tierra, y refrendar
a futuro el respeto por lo pactado por las generaciones venideras, atando a los habitantes
a un destino eterno que har respetar los trminos del acuerdo. Los smbolos religiosos
se plasman en los mojones: con la cruz se consagra cada demarcacin para dar
perdurabilidad al hecho, en una muestra de que el acuerdo de la comunidad tiene dos
niveles, el terrenal y el perpetuo, y que el primero no tendr validez sin la anuencia de la
divinidad.
Como se desprende de estas breves conclusiones, las posibilidades
metodolgicas y temticas que nos ofrece la documentacin arbitral son multifacticas,
y este trabajo ha intentado delinear los campos de investigacin que nos posibilitan

~ 99 ~
estos registros documentales, restringiendo nuestro espacio temporal a los siglos XIV y
XV, y a un mbito netamente hispano.

~ 100 ~
~ 101 ~
Aspectos de la bestialidad en la Espaa medieval: primeras aproximaciones
Julio Csar Corrales1

Este trabajo consiste en un primer acercamiento al estudio de la nocin


polismica de bestialidad, en cuanto categora socialmente indicativa de determinados
comportamientos culturalmente proscriptos que atentaban contra los ms elementales
principios de la reproduccin social en la Espaa Medieval. A partir de ello,
particularmente y de un modo sucinto, se busca dar cuenta del fundamento de las
construcciones socioculturales discursivas sobre la bestialidad que deliberadamente
subyacan en la legislacin y la literatura, erigindose en verdaderos medios
divulgativos y legitimadores de la hegemona del poder poltico. Dos acepciones de
bestialidad se indagarn en este caso: en primer lugar, la desnaturalizacin del instinto
biolgico de la crianza de los vstagos saludables de la misma especie; y en segundo
trmino, la deshumanizacin de la naturaleza, expresada en el aborrecimiento social de
los hijos con rasgos parciales o totales de animalidad; proponiendo a ambas practicas
como causalidades potenciales de abortos e infanticidios.

Deshumanizacin y bestialidad
La deshumanizacin es un proceso psicosocial por medio del cual un ser
humano llega a percibir a otro ser humano como no humano. La idea fue propuesta
inicialmente por el psiclogo desarrollista Erik Erikson, para describir una situacin que
llam pseudoespeciacin, en la que ocurra lo siguiente: () la gente pierde el
sentido de ser una especie y trata de transformar a otros en una especie mortal y
peligrosa, una que no cuenta, una que no es humana. Los puedes matar sin sentir que
mataste a uno de tu propia especie.2 La deshumanizacin conlleva la exclusin moral

1
Universidad Nacional de Salta, Conicet, Argentina, corrales.juliocesar@gmail.com.
2
James WALLER, Becoming Evil: How Ordinary People Commit Genocide and Mass Killing,
Oxford, University Press, 2002.

Julio Csar CORRALES, Aspectos de la bestialidad en la Espaa medieval: primeras aproximaciones,


en: Andrea V. NEYRA & Gerardo RODRGUEZ (ed.), Qu implica ser medievalista? Prcticas y
reflexiones en torno al oficio del historiador, Mar del Plata, Universidad de Mar del Plata, Sociedad
Argentina de Estudios Medievales, 2012, Vol. 2, pp. 103- 119. ISBN 978-987-544-477-5.

~ 102 ~
de la persona. Aquellos que estn fuera de nuestra esfera moral no estn completamente
vivos, en el sentido en que generalmente entendemos el estar vivo, pues no los
consideramos humanos. No valoramos sus vidas como valoramos las de otros a los que
s consideramos humanos. La pensadora Judith Butler dice que la vida de seres
humanos deshumanizados ni siquiera es digna de duelo. Esta gente se transforma,
entonces, en blanco de explotacin, privacin, y violencia. Estos actos son vistos como
algo normal, inevitable, merecido y justificado3. La deshumanizacin puede ocurrir por
medios lingsticos o fsicos. Adems, la deshumanizacin puede ser reforzada por
medio de propaganda. La deshumanizacin lingstica incluye el uso de palabras
despectivas para redefinir a las vctimas y verlas como merecedoras de agresin.
Ahora bien, la procreacin en cuanto instancia elemental en la que concurren las
voluntades coitales de dos seres de la misma especie, pero divergentes en su sexualidad
conforme a los designios de la natura, era la que viabilizaba la perpetuacin de la
especie humana4; es decir, la unin natural de un varn y de una mujer, de acuerdo a los
ms elementales requerimientos de la naturaleza, porque de otro modo resultara
imposible para la poca en cuestin. Atentados contra la naturaleza de acuerdo a la
concepcin sexual vigente eran la homosexualidad y la bestialidad5, actos propiciadores
de la difamacin pblica6.
La bestialidad en el Cdigo de las Siete Partidas de Alfonso X se hallaba
comprendida dentro de la sodoma: Sodomtico dizen al pecado en que caen los omes
yaciendo vnos con otros, contra natura, e costumbre natural. () E deuese guardar todo ome
deste yerro, porque nacen del muchos male, e denuesta, e desfama, asi mismo el que lo faze. Ca
por tales yerros enuia nuestro Seor Dios sobre la tierra, donde lo fazen, fambre e pestilencia,
e tormentos, e otros males muchos, que non podra contar.7 En funcin de ello, se
estableca que, Cada vno del Pueblo puede acusar a los omes que fiziessen pecado contra
natura, e este acusamiento puede ser fecho delante del Judgador do fiziessen tal yerro. E si le
fuere prouado, deue morir porende tambin el que lo faze, como el que lo consciente. () Essa

3
Judith BUTLER, Precaruous Lives: The Powers of Mourning and Violence, Verso, 2004.
4
Alfonso X EL SABIO, Cdigo de las Siete Partidas, iniciada en 1256, Vigente a partir de Alfonso
XIII, Glosadas por Gregorio Lpez, Madrid, Imprenta Nacional Del Boletn Nacional del Estado, 1985,
Cuarta Partida, Titulo XXIIII, Ley I, p. 60.
5
Alfonso X, Cdigo de las..., Ley II, p. 73.
6
Alfonso X, Cdigo de las, Ttulo VI, Ley IIII, p. 24.
7
Alfonso X, Cdigo de las, Setena Partida, Titulo XXI, Ley I, p. 72.

~ 103 ~
misma pena deue auer todo ome, o toda muger que yoguiere con bestia; e deuen dems matar
la bestia para amortiguar la remembrana del fecho8.

La desnaturalizacin del instinto biolgico de la crianza de los vstagos


saludables de la misma especie
En la naturaleza existe un instinto biolgico de crianza de los vstagos
saludables de la misma especie que permite la supervivencia del grupo, la reproduccin
social y que es funcional al orden natural establecido. Ahora bien, de acuerdo con los
testimonios medievales con los que se cuenta, en determinadas circunstancias, ciertos
actores sociales, por causas diversas, desnaturalizaban ese instinto biolgico hacindole
perder su sentido y distorsionando sus propsitos concretos. A conocer y explicar
sucintamente las motivaciones que subyacan en el accionar de los sujetos involucrados
y a distinguir las formas en que se manifestaba la desnaturalizacin aludida, es a lo que
se dedica este apartado.
En el capitulo sptimo del libro de Bernardo Gordonio, el Lilio de la Medicina
(1303-1305), se sostiene que: Qualquiera es perfecto quando puede engendrar semejante
si9. Tambin en un documento de Sancho IV El Bravo (1292) se aluda al vinculo
paternal y se legitimaba a la sociedad patriarcal establecida, diciendo: El fijo es fecho de
la simiente del padre; e por eso le ama de tan grand amor su padre, ca es carne de la su carne
huessos de los sus huesos. De la madre no contesce as, ca el fijo non es fecho de la siemiente
de la madre, commo quier que bien es verdat que alguna parte ha della, mas todo lo mas es del
padre10.
La bsqueda de la perfeccin de las acciones humanas a travs de la
engendracin es explicada por dos avezados investigadores en la materia, Danielle
Jacquart y Claude Thomasset, cuando dicen: Tanto si son partidarios de la oposicin
aristotlica materia-forma como de la teora del doble semen, los sabios de la Edad
Media consideran que la pertenencia a uno u otro sexo es el resultado de un pugna. Una
de las Cuestiones sobre los animales que Alberto Magno consagra a este tema explica la
oposicin aristotlica. La produccin de un feto masculino parecido al padre requiere

8
Alfonso X, Cdigo de las, Ley II.
9
Bernardo GORDONIO, Sus obras en que se contienen los Siete Libros de la Prctica o Lilio de la
Medicina, Antonio Goncalez de Reyes (Ed.), Madrid, 1697, Libros Sptimo, cap. I, p. 258.
10
Sancho IV EL BRAVO, Castigos e Documentos, Bloomington, Indiana University Publications, 1952,
cap. V, pp. 55-56.

~ 104 ~
una victoria total del semen viril sobre la materia femenina. Para lograr este xito
pleno de lo masculino, se debern cumplir diversas condiciones. En efecto el esperma
transmite ante todo, los caracteres de la especie gracias a su virtus hominis, ella es la
que hace que el feto sea hombre o animal. Segn el principio de que todo agente natural
engendra dentro de sus posibilidades a un semejante, el esperma masculino tiende a
reproducir en otro ser el sexo y los caracteres del individuo del que procede. Si no es lo
bastante fuerte puede resultar vencido por la materia femenina y fracasar en la
transmisin del sexo, o bien puede no lograr transmitir sus propios caracteres,
suplantados entonces por los de sus ancestros que virtualmente contiene11.
En un mismo sentido, en las Partidas se aseveraba que, El padre ama
naturalmente al hijo porque le ha engendrado; pero le ama ms aun por la crianza que le
da12. De manera tal que, los lazos que ligaban a los progenitores y sus hijos se fundaba
en el amor natural y primigenio que naca de la propia engendracin, y que se
acrecentaba con la crianza y la manutencin que se le dispensaba al menor, es por ello
que se aceptaba y entenda que: El hombre es tambin deudor su padre, porque le
engendr y dio su sangre para que el existiera y porque sus bienes han de pasar a l y es
deudor su madre, porque le concibi y con gran trabajo le llevo en su vientre, pari e cri13.
El amor filial supona que con un hijo no deba buscarse el lucro ni mucho
menos enajenarlo. En las Partidas una ley prohbe explcitamente la venta de nios sin
necesidad extrema14. Engendrar, criar y sustentar conforman el instinto biolgico
natural antes referido y cuyo cumplimiento ideal se propiciaba en gran parte de las
fuentes del periodo estudiado.
Ahora bien, la desnaturalizacin transgresora del instinto biolgico se
materializaba de distintas formas y tenan su origen en la sexualidad sin fines
procreativos, ante la cual se prescriba el matrimonio como una salida consecuente con
el orden deseado. As, en la literatura didctica, Leyesse que un santo padre crio un nino
en el monte e de que luego mancebo fue tenptado muy fuertemente del espritu de fornicacin, e
quera se yr al mundo e dexar el yermo por conplir su apetito malo. E quando lo entendi el
11
Danielle JACQUART y Claude THOMASSET, Sexualidad y saber medico en la Edad Media,
Barcelona, Labor, 1989, pp. 147-148.
12
Alfonso X, Cdigo de las, Sptima Partida, Titulo XIX, Ley I.
13
Alfonso X, Cdigo de las, Cuarta Partida, Ttulo XXIV, ley III.
14
Alfonso X, Cdigo de las, Sptima Partida, Titulo XIV, Ley XXII: El que sonsaque o hurte hijos e
siervos ajenos, con el fin de llevarlos a vender a tierra de enemigos, o de servirse de ellos como siervos,
debe ser condenado a trabajos perpetuos con cadenas en las obras del Rey siendo hidalgo; y no sindolo
debe morir por ello.

~ 105 ~
santo ombre, por buenas palabras buenos castigos rretovolo por dos aos. A la fin el moco
dixolo que non lo poda sofrir en alguna manera. Estonce el santo ombre dixole: -Ve toma
mugier, ca en casamiento te puede salvar15.
En este caso, un buen padre cra a su hijo como es su deber natural y social, pero
no logra transmitirle y formar en l la mesura y el recato en el comportamiento sexual y,
en consecuencia, decide encausarlo entonces en el estado conyugal, para evitar de este
modo, que su inapropiado comportamiento degenere en un libertinaje que deshonre a su
familia, al mozo mismo y que afecte a la comunidad. Ahora bien, nada le garantizaba a
un padre que su hijo prosiguiera, como es de esperar, con su rijosidad desbordada
dentro del marco conyugal.
La desnaturalizacin de la crianza de los vstagos saludables tena su origen en
lo que las fuentes llamaban crueldad lujuriosa o cruel lujuria, a la cual se intentaba
encauzar y que se manifestaba tambin dentro del matrimonio. Surga un dilema, ms a
nivel terico que pragmtico, dentro del mundo conyugal cuando la mujer quedaba
embarazada. Las relaciones sexuales dentro del matrimonio, segn la iglesia, deban
estar dirigidas a la procreacin. Si esta ya estaba en camino, no tena ningn sentido
repetirlas, ya que era sembrar donde ya haba germinado. Pero esto estaba en
contradiccin con el debito conyugal. De all que posteriormente la iglesia, para evitar
la fornicacin fuera del matrimonio, aceptara el sexo durante la preez16. A principios
del siglo XIV Pierre de la Palaud, habla de que en caso de peligro del embrin por
acceder a las relaciones sexuales de la postura convencional, se podan aceptar otras
para no dear al futuro hijo. La nocin de que el matrimonio era para la obtencin de la
descendencia aparece en el Catecismo de Pedro de Cuellar cuando dice que el
matrimonio toma este nombre por las cargas que supone para la mujer tener un hijo17.

15
Jhon Esten KELLER (Ed.), El Libro de los Exemplos por A.B.C., Madrid, Consejo Superior de
Investigaciones Cientficas, 1961, exenplo 197, p. 158.
16
Jean Louis FLANDRN, La moral sexual en Occidente, Barcelona, Grnica, 1984, p. 215. Cfr. J.
PALL (trad.), Investigacin sobre los animales, Gredos, Madrid, 1992, Lib. VII, p. 397: El analista
Flandrn explica que El antiguo testamento no prescriba la interrupcin de las relaciones durante el
embarazo: esta prescripcin era consecuencia lgica de la condena de los actos sexuales infecundos, que
los padres de la Iglesia haban tomado de los filsofos antiguos. Pues bien, siguiendo a Alberto El Grande
y a santo Toms de Aquino, los telogos del siglo XIII y sus sucesores admitieron que los cnyuges
podan unirse por otros motivos que la procreacin, porque la funcin del matrimonio es, segn san
Pablo, evitar la fornicacin; como durante este periodo no desaparecan las pulsiones sexuales del marido
y la mujer, el remedio del matrimonio poda revelarse aqu necesario.
17
Jos Luis MARTN y Antonio LINAJE CONDE (Eds.), Religin y sociedad medieval. El catecismo
de Pedro de Cuellar (1325), Salamanca, Junta de Castilla y Len, 1987, p. 215: E dzese matrimonio,

~ 106 ~
Ahora bien, A principios del siglo XIV, Pierre de la Palaud le ofrece a este hombre que
no puede alimentar a ms hijos de los que ya tiene, el recurso al contacto reservado para
aplacar su concupiscencia o para cumplir su deber conyugal sin riesgo de concebir. De
mis investigaciones se desprende que es tambin el primero en permitir a los cnyuges
consumar el acoplamiento en posiciones hasta entonces calificadas de contrarias a la
naturaleza18, y ello cuando la unin normal presentara riesgos para el embrin: Si la
esposa se halla en cinta y se teme sofocar al embrin, y si por esta causa no se atreve el
marido a acceder a ella por la parte anterior, no se peca mortalmente accediendo por
otro lado, con tal que no se haga un mal uso de la pequea cavidad y no se desparrame
el semen al exterior19.
La postura de la iglesia era pragmtica, tolerante y permisiva a ms no poder,
porque llegaba a sobrellevar una sexualidad que no es procreativa esencialmente, pero
cuyos bien intencionados fines buscaban preservar las uniones consagradas, evitar el
adulterio, y garantizar de este modo la estabilidad. Quien se atreviere a juzgar a la
iglesia medieval de retrograda, intolerante e impa no habr entendido bien los procesos
sociales que la atraviesan en su historia.
Un mundano como Agustn de Hipona, luego de su conversin por Ambrosio de
Miln, aseveraba que destruir el fruto de la creacin y de la procreacin humana era una
absurdo terriblemente grave que llegaba incluso a anular la unin bendecida: ()
Algunas veces (Aliquando) esta lujuriosa crueldad o cruel lujuria los lleva a procurar venenos
de esterilidad (sterilitatis venena) y si estos no obran, entonces extinguen y destruyen el feto en
el vientre de algn modo, preferiendo que su descendencia muera antes de que viva, o si ya
viva en el vientre, prefieren matarla antes de que nazca. Sin duda, esposos de esta clase no
estn casados y si fueron as desde el comienzo ellos no estn unidos en matrimonio sino en la
deshonra. Si son de esta clase, me arriesgo a decir que o la mujer es de alguna manera
20
prostituta de su marido o ste es un adultero con su propia esposa . El deseo de este

de la madre, e non patrimonio del padre, por razn que muchas cargas la madre, que quando tiene el
hijo en el vientre anda pesada, en el parto es dolorosa e en criando es trabajosa.
18
John BOSWELL, Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad, MunichnK, Biblioteca Atajos,
Barcelona, 1998, p. 36. En particular, durante los siglos posteriores al surgimiento del cristianismo, las
escuelas filosficas que vean en la naturaleza idealizada la piedra de toque de la tica humana,
ejercieron una profunda influencia en el pensamiento occidental y popularizaron la nocin de que toda
sexualidad no procreadora era antinatural.
19
J. L. FLANDRN, La moral sexual, pp. 116-117.
20
John T. NOONAN Jr., Contraception: A History of Its Treatment by the Catholic Theologians and
Canonists, Enlarged Edition, 1968, p. 148. San Agustn, Obispo de Hipona [354-430], De Nuptius et
Concupiscus [Sobre el Matrimonio y la Concupiscencia].

~ 107 ~
clebre autor cristiano no alcanzaba a materializarse plenamente, incluso, siglos despus
de que dejara escritas sus prescripciones. En la realidad social medieval, haba muchas
veces en que el aborto era provocado ante la aparicin de un hijo no querido por
motivos varios. Se sabe que esto lo hacan, entre otras formas, por medio de unas
hierbas que eran abortivas y tienen su manifestacin en la literatura en el Tirant Lo
blanc21. Tambin se conoce el caso del aborto de dos nios en el Espill de Jaume Roig,
cuando el protagonista se casa con una beguina y descubre que sta era una hipcrita y
que oportunamente se haba desembarazado de dos nios, abortando22.
De acuerdo a la concepcin medieval heredada de la antigedad clsica, un
padre era dueo de la vida y la muerte de sus vstagos por haberlos engendrado y
mantenido, e inclusive la propia legislacin del comn daba cuenta y reconoca la
autoridad paterna, aun en circunstancias extraordinariamente pragmticas; todo en aras
de la preservacin del patriarcado. En caso de necesidad se poda vender o empear a un
hijo, pues segn se aseveraba: Hay, sin embargo, dos casos en que se puede empear el
hombre libre, y son cuando uno cayendo cautivo, por librarse del cautiverio, se de asi propio en
prenda y cuando un padre por necesidad de alimento empee a su hijo23. En un mismo
sentido, en las Cantigas de Santa Mara se trata de una mujer que entrega a su hijo en
prenda y luego, suben tanto los intereses, que no lo puede sacar y la virgen la ayuda24.
Si la necesidad era extrema, podan los padres incluso llegar a comerse a su
propio vstago, pero esto slo el padre pues a la madre no le era permitido: Hallndose
el padre aquejado de grand fambre e aviendo tan gran pobreza que non se pudiesse acorrer
dotra cosa, siendo esto notorio para todos, podr vender o empear al hijo que est en su
poder, para comprar de comer, pues de este modo el uno y el otro se librarn de la muerte que

21
Joanot MARTOREL y Marti Joan GALBA, Tirant lo Blac, Mart de Riquer (Ed.), Barcelona, Ariel,
1979, cap. 268, p. 776: E jatsia ella dolor sents, e lo meu cor lamentava: la color era absentada de la
sua cara, magrea havia debilitats los sus membres, quantes e de quines herbes s anada collir, e ab
ardida mles hi he posades per destroir lo prenyat del seu ventre, de molta infamia digne! Al trista, que
lo mesqui s punit per lo meu pecat! E lo seu cos, no soterrat, sin per riu avall, ha fet son viatge. Qu
poda jo altra cosa fer que millor fos, perqu tal nt no pervengus davant la vista de lEmperador, son
avi?
22
Jaume ROIG, Espill o Llibre de les dones, presentaci a cura d'Antnia Carr, Ed. Facsmil, Valncia,
del Cenia al Segura, 1990. p. 79: () Dhipocresia / e de parenca hagui creenca, / tot son comport fos
de coll cort, / rosegalts. Si no falts / en prohembria, queucom seria; / mas avertint e inquirint / de
honestat, gran malvestat / la beateta sab hac feta / prou subtilment: ella vilment / se trova prenys poc
ms o menys /de uns tres meses; ab certes preses / de diablures, dos criatures, / se fu sortir e avortir /
secretament ()
23
Alfonso X EL SABIO, Cantigas, Jess Montoya (Ed.), Madrid, Ctedra, Letras hispnicas, 1988,
Cantiga 62, pp. 207-208.
24
Alfonso X, Cdigo de las, Quinta Partida, Titulo XIII, Ley III.

~ 108 ~
en otro caso no podran evitar: Si el padre se hallase cercado en castillo que tuviese de algn
seor, si fuese tan cuitado de fambre que non oviesse al que comer, puede comer al fijo, sin
mala estanza, ante que diesse el castillo sin mandado de su Seor. Y pudiendo hacerlo as por
este segund el fuero leal de Espaa, justo es que lo pueda hacer tambin por si propio. La
25
madre no tiene estos derechos . En circunstancias ordinarias, que no fueran los de una
coyuntura de ndole poltico-militar, o de hambruna, la antropofagia era condenada
evocando para su autoridad casos histricos: Tan despiadado fue tu insulto como el de las
madres cercadas de Jerusaln, que aquellas sin piedad se comieron a sus hijos26. La
bestialidad de la antropofagia era tan deleznable27 que se aborreca a una mujer que no
supiera preservar al hijo que haba alumbrado, el cual la cargaba de deberes y
obligaciones maternales,
En la obra de santo Toms de Aquino, Summa teolgica, el autor ofrece una
teora sobre los placeres no naturales equiparando la antropofagia con la
homosexualidad y la zoofilia o zoo-sadismo: Ahora bien, en uno y otro gnero de los
placeres los hay que son no naturales (...) Esta corrupcin puede provenir del cuerpo por la
enfermedad la fiebre hace que se encuentre dulce lo amargo y viceversa o a causa de un
temperamento desafortunado, hay quienes sienten placer en comer tierra, carbn u otras cosas
similares; puede tambin provenir del alma, como en el caso de quienes, por hbito, encuentran
placer en comer a sus semejantes, en tener relaciones con los animales o relaciones
homosexuales y otras cosas parecidas que no casan con la naturaleza humana28.
El desinters y el desamor que una mujer pudiera llegar a sentir sobre el nio
que sali de sus entraas, era aun ms grave que el de su pareja, porque solo una fmina
conoca los arcanos de su gestacin y esto tenia peso de ley: Respecto los nascidos de
adulterio, incesto o de otro fornicio, los ascendientes paternos no estn obligados criarles, si
bien podrn hacerlo por consideracin y como lo haran con extraos para que no se mueran;
pero los maternos, pudiendo tendrn esa obligacin: y esto es porque la madre siempre es
cierta del fijo que nasce della que es suyo; lo que non es del padre de los que nascen de tales
mujeres29.

25
Alfonso X, Cdigo de las, Partida Cuarta, Titulo XVII, Ley VIII.
26
Aurelio SNCHEZ MARTN (Ed.), Crnica de Enrique IV de Diego Enrquez del Castillo,
Valladolid, 1994. cap. LXXXI, p. 150.
27
Santo Toms de Aquino, Summa teolgica, II, 1-2 q. 31 a7, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos,
1962, p. 209.
28
Santo Toms de Aquino, Summa, II, 1-2 q. 31 a7, p. 209.
29
Alfonso X, Cdigo de las, Cuarta Partida, Ttulo XIX, Ley V.

~ 109 ~
En suma, dos formas de desnaturalizacin de la crianza de los vstagos pueden
documentarse por ahora. La cruel lujuria que era el origen de la sexualidad no
procreativa y la antropofagia filial que se daba en situaciones de necesidad extrema.
Ambas prcticas resultan llamativas porque eliminaban criaturas en gestacin y/o
medianamente saludables, ya fuera porque sus progenitores carecan de un natural
instinto paternal, o bien porque no podan mantenerlos; o porque no los deseaban, o
simplemente porque un vstago les representaba una carga mas de miseria a sus ya
angustiosas y magras vidas.

La deshumanizacin de la naturaleza expresada en el aborrecimiento social


de los hijos con rasgos parciales o totales de animalidad
En el medioevo aborrecer a un hijo malformado o con rasgos de animalidad era
un acto de deshumanizacin de la naturaleza. Una naturaleza que no era humana a
simple vista, porque se aceptaba como propio lo que era semejante o conocido al sujeto
que juzgaba, el cual se posicionaba desde un lugar de enunciacin, pedestal de
normalidad, socialmente construido y aceptado. Aquello que resultaba extrao a los
sentidos y que generaba temor, era, en primera instancia, despreciado por inconveniente
o improductivo y, luego, en el ms extremo de los casos, eliminado30.
Haba ciertos hijos que aunque fueran legtimos no eran considerados como
tales. Los hijos deformes o contrahechos (hechos contra natura) podan traer consigo
mucha carga negativa sobre los padres. Podan ser la prueba hacia el mundo de un
castigo de Dios por algn pecado de los mismos, o la seal de no haber respetado una
poca de continencia sexual de las prescritas por la Iglesia, como por ejemplo, el no
haber guardado la circunspeccin durante el periodo menstrual de la mujer 31. Todo esto

30
Umberto ECO, Historia de la fealdad, Barcelona, Lumen, 2007. La fealdad se construye atendiendo
no ya a criterios estticos sino a consideraciones polticas y sociales enmarcadas en momentos histricos
concretos. En este sentido, Eco afirma que la relacin entre lo normal y lo monstruoso puede invertirse en
funcin del espectador. Aspecto ste ms que dudoso, porque como el mismo autor escribe, lo feo es
sinnimo de repelente, horrendo, asqueroso, desagradable, grotesco, abominable, odioso, indecente,
inmundo, sucio, obsceno, horripilante, enojoso, deforme o desfigurado. Y todo ello no es tan fcil de
cambiar ni en lo personal ni en el imaginario colectivo.
31
Los penitenciales de la poca consideraban tres como los ms grandes pecados: la fornicacin -
incluyendo todo tipo de actos sexuales pero haciendo hincapi en el bestialismo, la sodoma, las
relaciones orales, la masturbacin, variar de postura a la hora de hacer el acto sexual, el incesto y la
homosexualidad femenina-, los actos violentos y el perjurio. Sin embargo, tambin es cierto que estos tres
pecados son los ms cometidos por lo que hacen referencia los textos. Las penas pecuniarias impuestas
por los penitenciales no hacen distincin social, salvo si se trata de eclesisticos o laicos. Los sacerdotes y
monjes deba ser absolutamente impolutos e impecables. El asesinato poda ser castigado con tres o cinco

~ 110 ~
poda ocasionar, segn se crea, la deformidad o la malformacin de las criaturas con la
consiguiente vergenza para los padres32. Esta situacin hacia que muchos fueran
eliminados al momento de nacer, desprecio que compona la deshumanizacin de la
naturaleza que, llegaba a no considerar ni conferirle a aquella criatura la categora de
hijo legtimo y los derechos que les eran inherentes: (...) Los hijos que nazcan muertos
han de ser considerados como no nacidos ni engendrados, y por lo tanto no se romper por su
nacimiento el testamento que el padre o la madre tengan hecho. Los que nazcan en figura de
bestia e contra la usada costumbre de la natura que son como fantasmas no son dichos hijos
33
(...) .
Aquellos vstagos contrahechos que por alguna rara compasin, de alguien que
hubiera estado en el momento de su alumbramiento, o por alguna fortuita situacin que
desafiaba la usanza tradicional, lograban escapar a la prematura eliminacin, cargaban
con la deshonra y el desprecio de por vida, escuchndose decir entre el pueblo
testimonios peyorativos tales como: Seor, dizen que dos moos, el uno de quatro aos e el
34
otro de cinco aos, ciegos e contrahechos, e todos dizen que eran mas sabios que yo . Los
nios que luego seran hombres, nunca podran recibir dignidades tales como ser
armados caballeros u otras semejantes, igual que les ocurra a cualquiera que estuviera
lisiado de algn miembro35.
Ahora bien, de acuerdo a la cosmovisin prevaleciente aquellas criaturas
malformadas eran consideradas como el corolario encarnado de las acciones perniciosas
de sus padres. En este sentido, un texto mdico denominado De Obstetricia del siglo
XV hablaba sobre las consecuencias degenerativas que poda tener en la humanidad de
un nio en gestacin, el exceso de relaciones sexuales de sus padres durante el
embarazo36.

aos de ayuno, si el acto de violencia lo cometa un laico. Caso de un sacerdote, el ayuno se elevaba a
doce aos.
32
Jean-Louis FLANDRN, LAttituded lgard du petit enfant et les conduites sexuelles dans la
civilisation occidentale, structures anciennes et evolutions, en: Annales de dmographie historique,
(1973), pp. 187-188.
33
Alfonso X, Cdigo de las, Sptima Partida, Titulo XXXIII, Ley IX.
34
Jhon Esten KELLER (Ed.), Libro de los engaos, Valencia, Castalia, 1959, versos 1213-1214.
35
J. MARTOREL y M. J. GALBA, Tirant, cap. 58, p. 211. Esto aparece en el Tirant lo Blanc cuando se
cuenta que, Com foren en mig duna gran sala, feren seure lo gentilhom en una cadira tota dargent,
que era coberta de canems verd, e all examinarenlo si era per a rebre lorde de cavalleria, ni de ses
costumes, e si era coixo o afollat dalg de sos membres per qu no fos dispost per entrar en
batalla;()
36
M. USANDIZAGA SORALUCE, Alonso de Chirino, fsico de Juan II y los primeros libros en
romance, en: Historia de la obstetricia y la ginecologa en Espaa, Santander, 1944, p. 81. () el

~ 111 ~
El desconocimiento sexual, a nivel popular y aun en ciertas capas de la elite
poco ilustradas, llegaba a tal punto que se crea que el concebimiento durante la
menstruacin de la mujer poda dar como consecuencia un nio leproso37. No es de
extraar dicha situacin, pues la lepra es una enfermedad que campeaba a lo largo del
medioevo, con mayor o menor oscilacin, y que precisaba de una causalidad lo
suficientemente convincente que justificara la frrea tenacidad que se aplicaba en su
combate. Esto tambin generaba verdaderas situaciones de marginacin y desprecio
contra aquellas personas pblicamente sealadas como diferentes. La atribucin del
nacimiento de nios con enfermedades puede deberse tambin a la tradicin religiosa.
La violacin de las fechas de continencia en das prohibidos, podan provocar el castigo
divino, ya que Dios era el dador de los hijos. Tambin haba un caso en las Cntigas de
Alfonso X en el que se cuenta cmo una pareja por romper una promesa hecha a Dios y,
adems, por concebir un hijo el da anterior a Pascua, que es semana santa, tiempo
dedicado a la continencia, les nace un nio negro38. En un mismo sentido, segn se
aseveraba, la ingestin de vino39 y las enfermedades de los padres de una criatura
podan provocar malformaciones y/o enfermedades de las mismas40, e incluso, en el
peor de los casos, ocasionarles la muerte41.
De acuerdo con Sancho IV en su Lucidario (1350-1360), otra explicacin para la
deformidad infantil estaba dada por el hecho de que, la conjuncin de los planetas a la
hora del concebimiento era fundamental y a esto se atribua las circunstancias en las que
a padres sanos podan salirles hijos con extraas malformaciones42. Otras explicaciones

desordenado llegar el hombre a la mujer muchas veces es causa en la muger preada que nasce la
criatura con la espalda tuerta; o con el pie quebrado; o con algn miembro difforme. La segun se carga
mas sobre el un de la muger que sobre el otro sin tiento i sin orden; asi sale de aquel lado mancillada la
criatura que tiene en el cuerpo; en lo qual deven tener los hombres grand discrecin por que las tales
cosas no acaezcan.
37
D. JACQUART y C. THOMASSET, Sexualidad, p. 194.
38
Alfonso X, Cantigas, Cant. 115, pp. 45-55: Logo bees dessa vez/a moller foi encinta / dun menynno
que pois fez / con pesar, sen enfinta, / por que o muis mais ca pez / negro nen a que a tinta / del non
quinta / mais todo menyo / fremoso depois aver devia.
39
Alfonso X, Cdigo de las, Segunda Partida, Titulo VII, Ley VI, pp. 18-19.
40
Alfonso X, Cdigo de las, Segunda Partida, Titulo XX, Ley II, p. 68.
41
Alfonso X, Cdigo de las, pp. 34-35.
42
Sancho IV El Bravo, Los Lucidarios espaoles, Richard P. KINKADE (Ed.), Madrid, Gredos, 1968,
p. 250: Pues estos quatro humores que yo te he agora contado, que son compuestos ene el cuerpo del
omne ordenadamente, cada uno dellos a su tiempo e a su hora en el dia e en la noche que rreyna en el
cuerpo del omne, el uno ms que el otro; que desi, las siete planetas, que teyo dixe antes desta quisition,
andan por los cielos por las figuras de los doze signos, e cada uno de estos doze signos, a su cerco. En
derredor en aquel cerco que tien cada uno, estn firadas todas aquellas figuras que en este mundo podrie
omne cuidar e ymaginar en el su coracon o pintndolas en la pared; e estas ymagenes son de aquella

~ 112 ~
se aplicaban a la definicin poco usual del sexo de la criatura en gestacin 43. Tambin la
sabidura de las matronas atribuan un mal parto a diversas causalidades, endgenas o
exgenas del cuerpo femenino, ocasionando al alumbramiento de criaturas
macrocfalas44 o bicfalas45.
De igual modo, de acuerdo con los testimonios con los que se cuenta, se sabe
que la aparicin de ms de una criatura al momento del parto traa serios problemas
sobre la reputacin de la madre, pues exista la creencia de que esto era seal de un
adulterio encubierto46. Se presupona que la madre haba tenido sexo con su marido y
con algn amante escabullidizo47. La doble maternidad correlacionada con un supuesto

natura de que es el signo e el signo lieva vertud de aquella que a la mayor en el que las otras que es
figurado; e quando aquella planeta viene a echar los rrayos de si e estos pasan por algunas destas figura
que estn en el cerco del signo, e en pasando por aquellas figuras, llieva virtud consigo deaquella
semejanca de que es la figura. E en aquel tiempo acaesce que se engendra la criatura en el vientre de su
madre, e conbiene de tirar ende alguna cosa que semeje aquella figura pero le viene la vertud de aquella
estrella que es llamada planeta e a la semejanca en figura e en color; e por eso fallamos muchas vegadas
que acaescen que sern el padre e la madre sanos e escorrechos e fermosos e saldr el fijo lisiado e non
tan solo destas lisiones que son vistas entre nos, mas de otras lisiones estrannas que saldrn en el rrostro
o en el cuerpo que todos quantos lo vieron se maravillan della ()
43
D. JACQUART y C. THOMASSET, Sexualidad, p. 148. El seudogalnico en su De Spermate deca
que, Si el semen cae en la parte derecha de la matrz, el nio es macho () Pero si se juntan all un
semen viril dbil y un semen femenino ms fuerte, el nio, aunque salgo macho, ser frgil de cuerpo y
de espritu. Puede suceder tambin que de la asociacin de un semen viril dbil y de otro femenino fuerte
nazca un nio dotado de los dos sexos. Si el semen cae en la parte izquierda de la matriz se forma una
hembra () y si prevalece el semen macho se tratar de una mujer viril y fuerte, y a veces velluda. Puede
tambin ocurrir en este caso que, a consecuencia de la debilidad del semen femenino, nazca un nio
provisto de los dos sexos.
44
J. L. MARTN y A. LINAJE CONDE, Religin y, p. 188. La deshumanizacin expresada en la
admiracin y rechazo hacia un nio con deformidades de su cabeza, de acuerdo a las concepciones
anatmicas vigentes, se revelan cuando se lee una cita como la siguiente: E si la muger esta de parto e
esta la cabeza de la criatura de fuera, podra tomar la partera el agua e podr decir: Criatura de Dios,
yo te baptizo en el nonbre del Padre e del Fijo e del Spiritu Santo, pero que non entendemos assi si otra
parteparesea, que en el omne mucho catamos la cabea, que y esta toda la razn del omne 44.
45
B. GORDONIO, Sus obras, Libro Sptimo, Cap. XVI, p. 278: Si el parto es trabajoso, y difcil, esto
ser, por causa de fuera, de dentro; si por causas de fuera, assi como por grande calor, grande
frialdad, `o porque la partera no es sabia, porque fue llagada en la boca de la madre de parte de fuera,
y se ha hecho all cicatriz, y quando viene el parto no se puede aquel lugar ensanchar, porque el tiempo
es antes del tiempo natural, porque la madre padece alguna enfermedad cerca del vientre, porque
esta muy constipada; si fuere por causas de dentro, esto ser, porque la mujer se fecundo antes del
tiempo de la pubertad, mocedad, y tiene aun los caos estrechos, porque es gruessa, y tiene la boca
de la madre opilada, porque la muger es muy delicada, y temerosa, porque la criatura es grande, y
gruessa, porque es muy delgada, y pequea, y flaca, y no se puede ayudar, porque esta muerta,
porque tiene la cabeca muy grande, porque tiene dos cabecas, porque el parto no es natural antes del
tiempo natural, porque la madre es muy dura, por enfermedades de la madre, porque la madre es
muy pequea naturalmente, y arrugada, porque la madre es seca sin blandura.
46
Alfonso X, Cdigo de las, Sptima Partida, Titulo XXXIII, Ley XII. Cuando en un mismo parto
nazcan dos criaturas y haya duda sobre cual ha nacido primero, siendo varon y hembra, se entender
que ha nacido antel el varon ()
47
Francois DELPECH, Como puerca en cenegal: remarques sur quelques naissances insolites dans les
lgendes gnealogiquesibriques, en: La condicin de la mujer en la Edad Media, Madrid,
Universidad Complutense-Casa de Velzques, 1986, Coloquio Hispano-Frances, pp. 357-358.

~ 113 ~
adulterio femenino formaba parte de las concepciones sexuales pragmticas vigentes, y
apareca en diversos documentos cientficos y literarios48.
Un estudioso del universo femenino como Gordonio aseveraba que:() en las
mujeres es por el contrario, que apetecen no solamente por la especie, sino por el deleyte, y con
aquestos pujan en menstruos, por lo cual se estimulan, y calientan, por aquesta causa, y
tambin porque se acuerdan de la delectacin pasada; y assi aconteci que una muger pari un
hijo hermoso, que parecia a su marido, y de all a pocos das pario otro feo que pareca a su
enamorado: y aquesto no fue sino que la madre despus de ella ser preada en el coyto fue
abierta, y ensanchada; porque apetecen las mujeres gravemente despus que estn
49
preadas .
Esta idea tal vez provenga de las divinidades paganas de la antigedad clsica,
pues casi todos los gemelos de la mitologa son fruto de adulterio. La idea de una
maternidad de mltiples hijos de un solo parto tambin estara relacionada con el mundo
animal y esto aparece, entre otras fuentes, en el romance de los Siete Infantes de Lara
(antes de 1289)50.
Con respecto a la crianza, se entenda que los caracteres del hijo se transmitan a
travs de la leche materna es por ello que estaba regulado que, las nodrizas no
mantuvieran relaciones sexuales mientras durase el periodo de amamantamiento de los
cros51. Ahora bien, resultaba bastante corriente, debido a la necesidad de supervivencia
por la que atravesaban las familias y sus hijos, sobre todo en el caso de los hurfanos y

48
Garc RODRGUEZ DE MONTALVO, Amads de Gaula, Juan Manuel Cacho Blecua (Ed.), Madrid,
Ctedra, 1987, Cap. XL, p. 613. -Cfr. ANNIMO, La Gran Conquista de ultramar, Louis Cooper
(Ed.), Bogot, Publicaciones del Instituto Cara y Cuervo, 1979, Libro I, Cap. LI, p. 87. Esta idea tambin
aparece en la Gran Conquista de Ultramar y de cmo este adulterio era castigado con la muerte,
denotando cun ampliamente estaba aceptada dicha concepcin social: () entre tanto que estaba all
llego el tiempo que la duea hubo de parir, pario de aquel parto siete infantes, todos varones ()
desque esto vi, fue muy maravillado, pesle mucho, facalo con razn, ca en ese tiempo toda mujer
que de un parto pariere mas de una criatura era acusada de adulterio, matbanla por ello. () ca
creo que ninguna duea que mas pare de una criatura, que se no puede salvar de adulterio ()
49
B. GORDONIO, Sus obras, p. 262.
50
Los seis romances de los infantes de Lara, Edicin digital de la revista literaria Katharsis, 2009. D.
L. MA-1071/06.
51
Mara Eugenia CONTRERAS JIMNEZ, La mujer trabajadora en los fueros castellano-leoneses, en:
El Trabajo de las mujeres en la Edad Media Hispana, Madrid, Laya, 1988, p. 106. Cfr. Cristina
SEGURA GRAIO, Aproximacin a la legislacin medieval sobre la mujer andaluza: El Fuero de
beda, en: Las Mujeres medievales y su mbito jurdico, Madrid, Universidad Autnoma, 1983,
Actas de las Segundas Jornadas de investigacin Interdisciplinaria: La prohibicin de yacer con las
nodrizas estaba regulada por las leyes medievales de tal forma que, si un hombre tena relaciones con una
nodriza y mora el nio, al hombre le era imputado como un homicidio. Esto aparece en el fuero de
beda, y segn otros fueros como el de Cuenca, Zorita, Alcaraz y Alarcn si se estropease la leche por
tener la nodriza relaciones con varn ambos saldrn enemigos a perpetuidad.

~ 114 ~
los expsitos52, que los nios fueran amamantados por distintas bestias, y se crea que,
de este modo los infantes adoptaban las caractersticas peyorativas de los animales,
componiendo as manifestaciones de animalidad que los acompaaban de por vida.
En la literatura bajomedieval, aparece un tipo de lactancia realizada por animales
a nios abandonados53, al igual que en la poca de la fundacin de Roma en la que una
loba amamant a Rmulo y a Remo. Uno de los textos en los que aparece esto es en La
Gran Conquista de Ultramar (1291-1295), en la que una cierva amamanta unos nios54.
El otro animal que aparece en la literatura, es una leona que da de mamar a Esplandin,
el hijo de Oriana y Amads, quien adems bebe la leche de una cabra y de una oveja55.

52
Juan CARRASCO, Sobre la hacienda municipal de Tudela a fines de la edad media (1448-1521), en:
Historia de la Hacienda Espaola, Homenaje al profesor Garca de Valdeavellano, p. 238. Las causas
del abandono de los nios podan ser varias. La ilegitimidad de la criatura, la enfermedad o la
deformidad, la excesiva cantidad de hijos, la pobreza, etctera. Muchas veces la situacin un tanto
anmala de la madre, como ser sierva, viuda, soltera o enferma, imposibilitaba, por razones sociales o de
enfermedad el hacerse cargo de un nuevo hijo.
53
ANNIMO, La gran Conquista, Libro II, Cap. LXXXVII, p. 245. E veriades, otrosi, los nios
pequeos que mamaban, que porque las madres no tenan que comer para si, los echaban por las calles
porque las otras gentes gelos ayudasen a criar ()
54
ANNIMO, La gran Conquista, Libro I, Cap. LVI. Dios () envi all aquellos do yacan una
cierva con leche que les diese las tetas los gobernase los criase. E ello yaciendo all, vino la cierva a
ellos vena a dos tres veces cada dia fincaba los hinojos cerca dellos dbales mamar ()
55
G. RODRGUEZ DE MONTALVO, Amads, Cap. XLVI, pp. 1007-1008: Mas aquel Seor del
mundo, piadosos con aquellos que misericordia le demandan, y con los inocentes que edad ni sentido
para la demandar no tienen, acorrilo en esta guisa: que haviendo aquel santo Nasciano cantado missa
al alva del da, y yndose a la fuente por folgar a, que la noche hava sido muy calorosa, vi como la
leona llevava el nio en su boca; el cual llorava con flaca boz, como dessa noche nacido; y conoci ser
criatura, de lo cual fue muy spantado adnde tomado lo hava, y luego alc la mano y santigulo, y dixo
a la leona: -Vete, bestia mala, y dexa la criatura de Dios, que la no fizo para tu gobierno. Y la leona,
blandeando las orejas, como que falagava, se vino a l muy mansa, y puso el nio a sus pies, y luego se
fue. Y Nasciano fizo sobre l la seal de la vera cruz, y despus tmolo en sus bracos y fuese con l a la
hermita. Y passando cave la cueva donde la leona criava sus fijos, viola que les dava la teta, y dixole: -
Yo mando de la parte de Dios, en cuyo poder son todas las cosas, que quitando las tetas a tus fijos las des
a este nio, y, como a ellos, lo guardes de todo mal. La leona se fue a echar a sus pies, y el hombre bueno
puso el nio a las tetas, y echndole de la leche en la boca, le hizo tomar la teta, y mam; y de all
adelante vena con mucha mansedad a le dar a mamar todas vezes que era menester. Mas el hermitao
embio luego a un su mocuelo que a las missas le ayudava, que era su sobrino, que muy presto fuesse y
llamasse a su madre y su padre, que luego fuessen con l sin otra conpaa alguna, porque mucho los
hava menester. El moco fue luego a un lugar donde moravan, que era a la salida de la floresta; pero
porque el padre a en el lugar no estaba, no pudieron venir hasta diez das pasados, en los cuales el nio
fue muy bien gobernado de la leche de la leona y de una cabra, y una oveja que pariera un cordero.
Estas lo mantenan en tanto que la leona iva a cacar para sus fijos. -Cfr. Libro del Caballero Zifar,
Joaqun Gonzlez Muela (Ed.), Madrid, Castalia, 1982, p. 119: () dizo el burgues-: Yo andando el otro
dia a con mis canes e conpaa, sent los canes que se espantaban mucho e fui en pos de ellos e falle que
ivan latiendo en pos de una leona que levava una ccriatura en la boca muy fermosa, e sacudierongela e
tome yo la criatura en los braos e traxela a mi posada. E porque yo e mi muger non aviamos fijos
ninguno, roguele que qisiese que le profijasemos, pues non le saban padre nin madre; e ella tovolo por
bien e porfijemosle. E quando fue en la tarde, estando mi muger a las feniestras con aquella criatura en
braos, vio venir otra criatura muy fermosa del tamao que aquella o poco menor, llorando por la cal.
Dixole: Amigo, Qu es? E el non respondi. E la otra criatura que tenia en braos viola como iva
llorando e diole una bos, e el otro alco los ojos e viole e fue llegndose a la puerta faziendo la seal que

~ 115 ~
Algunas veces para alabar a un hombre cuando ste era bueno o un hroe valiente, se
alaba a la madre que lo cri a su leche y al padre que lo engendr. Probablemente
porque el padre por medio de su simiente le pas las virtudes, y la madre, por la leche,
le paso las suyas segn las creencias medievales. Efectivamente, hoy en da no se habla
de la leche, pero s de los genes y de la gente con la que un individuo convive durante
su infancia que le hacen ser de una u otra manera56. De igual modo se maldeca la leche
que se mam cuando una persona traa desgracia sobre alguien57. La degeneracin fsica
y mental que la lactancia animal supuestamente ocasionaba sobre las criaturas humanas,
provocaba verdaderas situaciones de temor, desprecio y odio sobre los nios deformes o
contrahechos, procurndose su rpida eliminacin durante su primera infancia.
El infanticidio involuntario poda ser, en numerosos casos, utilizado para
justificar la muerte de un nio no querido alegando el accidente que, por comn, podra
no extraar a la gente. El infanticidio voluntario existe desde los tiempos ms remotos y
esto era internalizado de distintas formas en las culturas de los diversos pueblos
europeos. Recin a partir del siglo IV d.C. empiezan a aparecer edictos en contra del
infanticidio, probablemente influido por las corrientes cristianas58. La principal causa
para la eliminacin de las criaturas recin nacidas era la pobreza. La falta de recursos
econmicos y la indigencia hacan que muchos nios fueran eliminados, ya que
eventualmente de su muerte dependa la supervivencia de los dems hijos de una
familia59.
Testimonios alusivos se cuentan cuando, por ejemplo, en una de las Cantigas de
Santa Mara (mediados del siglo XIII), una mujer pobre quiere desembarazarse de un

le acogiesen, ca no sabia bien fablar. E la mi muger enbio una manceba por el e sobiogelo a la cmara.
E los moos quando se vieron en uno, comenaronse a abaar e a besar, faziendo muy grant alegra,
como aquellos que fueron nasidos de una madre e criado en uno e conoscianse. E quando preguntavan
a qualquier de ellos: que es de tu padre e de tu madre?, respondan: no se.
56
ANNIMO, La Gran Conquista, Libro II, Cap. CCXXIII. Cuando los cautivos oyeron esta razn,
hobieron muy grande alegra dijeron todos una voz: Ricarte, faz esta batalla ca Dios nos far merced
ser contigo, bedito sea el padre que te engendr, bendita la madre que te concebi te crio a la su
leche ()
57
ANNIMO, Libro de Alexandre, Jess Caas Murillo (Ed.), Madrid, Ctedra, 1988, estrofa 718, p.
273: Maldixieron a Paris e al dia que nasco/ maldixieron al vientre que a Helena trasco / maldixieron
las tetas e la leche que pasco / maldixieron a Venus que los fizo por asco.
58
Luis S. GRANJEL, El nio en la historia de la medicina, en Rev. Estudia Pedaggica, 1980,
Salamanca, p. 56. La dignificacin de la existencia infantil que ahora empieza a cobrar efectividad social
conduce as mismo a la promulgacin de disposiciones legales, protectoras del nio, destacando, entre las
primeras y ms importantes, los edictos contra el infanticidio que se promulgaron desde los comienzos
del siglo IV.
59
J. L. FLANDRN, La moral sexual, p. 145.

~ 116 ~
nio que ha concebido pero la virgen se lo impide60. Igual que en la antigua Esparta, en
el bajomedioevo algunas de las vctimas del infanticidio eran los nios deformes o
contrahechos con problemas fsicos61. En la Cantiga 108 aparece el caso de un judo
que no crea en el poder de Dios y entonces, el mago Merln, que es con quien hablaba
de este asunto, le vaticina que cuando tenga un hijo ste tendr la cara hacia atrs.
Cuando nace el nio, el judo desea matarlo pero Merln se lo lleva lejos. En este caso la
malformacin es concebida como un castigo divino y serva tambin para demonizar a
los infieles62.
La cantiga 224 trataba de un matrimonio que tena una hija contrahecha y la
llevaban a ver si la Virgen la curaba en un santuario en el que sucedan muchos
milagros, y en el camino la nia muere. Entonces, santa Mara hizo dos milagros, la
resucita y, adems, la cura de sus malformaciones. En casi todas las composiciones de
las Cantigas, cuando ocurre la muerte del hijo, subyace la expresin del dolor paterno
y/o materno, o el de ambos; sin embargo es muy significativo que en esta composicin,
al tratarse de una nia deforme no haya ninguna demostracin de dolor o de amor
explicito por esa hija, a pesar de que la deseaban. Cabe suponer que, debido a la
concepcin de la deformidad como un castigo por el pecado de los padres, tener para
siempre un hijo signado por la deshonra no les debera haber provocado mucho amor
hacia la criatura alumbrada63.

Conclusin
De acuerdo a los testimonios analizados, la bestialidad en la Espaa medieval
supona, a nivel terico y en la letra de la ley, desproporcin natural, desorden sexual y
desestabilidad social. Las manifestaciones literarias y las penas establecidas para los
casos de abortos e infanticidios atribuidos a la bestialidad de los progenitores de las
criaturas, terminaban siendo argumentos de poder que buscaban legitimar el orden
polticamente establecido y perpetuar su vigencia.
Algunas de las manifestaciones de la bestialidad aqu estudiadas, la
desnaturalizacin del instinto biolgico de la crianza de los vstagos saludables de la

60
Alfonso X El Sabio, Cantigas, Cantiga 399, pp. 300-301
61
J. L. FLANDRN, La moral sexual, p. 159
62
Alfonso X El Sabio, Cantigas, Cantiga 108, pp. 30-33
63
Alfonso X El Sabio, Cantigas, Cantiga 224, pp. 290-291.

~ 117 ~
misa especie y la deshumanizacin de la naturaleza, expresada en el aborrecimiento
social de los hijos con rasgos parciales o totales de animalidad; resultaban ser
expresiones del pragmatismo de una sociedad convulsionada.
La sexualidad no procreativa ha sido histricamente conceptuada como
bestialidad en su sentido lato, y la casustica literaria y legislativa la ha sealado como
el origen de casi todo aquello que atentaba contra la reproduccin social deseada. Sin
embargo, las manifestaciones estudiadas, expresiones extendidas de la bestialidad, la
desnaturalizacin de la crianza y la deshumanizacin de la naturaleza, componan
aspectos indisociables en la bsqueda perenne de la superacin colectiva en el
medioevo. Se desechaba y/o eliminaba todo aquello que era inconveniente o
improductivo (hijos no deseados, vergonzantes, contrahechos y demonizados por
motivos varios, etctera) y se bregaba por alcanzar todo aquello que aportara y
perpetuara el bien comn, el bien social (hijos legtimos, ntegros, titulares de
derechos).
El estudioso contemporneo que se detiene en el anlisis de esta realidad
medieval, se encuentra con un escollo que desafa su sentido de la humanidad y la
accin humanitaria, conceptos ajenos al hombre del medioevo, temeroso de Dios, pero
pragmtico por sobre todas las cosas y sumido en su constante lucha cotidiana por la
supervivencia, situacin que actualmente solo se ha mitigado en cierto modo. La falta
de empata con la poca se refiere, particularmente, a todo aquello que atae al mayor o
menor grado de sensibilidad que puede leerse en las fuentes, a cerca de la moral
prevaleciente de ciertas personas que optaban por suprimir la vida de las criaturas ms
indefensas de la sociedad por motivos varios. Los procesos sociales del mundo
contemporneo han posibilitado a gran parte de la sociedad occidental cargar con el
sustento de nios con malformaciones congnitas y que no aportan a la productividad
econmica directamente.
Se debe entender que los actores sociales medievales, aqu sealados, no tenan
un Estado moderno que los contuviera, sino que ste estaba en proceso de construccin,
y es por ello que nada ni nadie les garantizaba el sustento y un mediano bienestar de
todos los hijos que alumbraban. De all que fueran y actuaran en funcin del grupo antes
que del beneficio propio.

~ 118 ~
~ 119 ~
Aproximacin a las fuentes documentales para el estudio de los mudjares
en la Espaa medieval
Mara Florencia Mendizbal1

Cuando aceptamos la invitacin para participar de este proyecto supimos de


antemano que no sera una tarea sencilla. Sin embargo, creemos que es posible presentar
a continuacin una breve y coherente sntesis con informacin relevante para adentrarse
en una primera bsqueda documental sobre los mudjares, moros o sarracenos en la
Espaa medieval.
No hay dudas de que el archivo debera ser el mbito natural y propicio de los
historiadores. Pero esta afirmacin requiere una serie de matices. Por un lado, es
necesaria una preparacin previa de cara al proceso de bsqueda y posterior seleccin y
clasificacin documental. Por otra parte, esta tarea nos demanda y exige paciencia y
perseverancia para no claudicar en el intento. En este sentido, dedicarse a este periodo
de la historia medieval espaola y especficamente a los musulmanes que
permanecieron sometidos al dominio cristiano, supone desde nuestra latitud
sudamericana un esfuerzo doble y extra. Doble, ya que nos exige estar constantemente
conectados con las novedades editoriales, bibliogrficas e historiogrficas que se
producen en el mbito hispano, pero tambin en el orbe europeo y anglosajn. Claro
est, que tambin implica un conocimiento de la produccin a nivel local y continental,
aunque sta ltima es ms bien escasa.
En cuanto a lo extra, nos invita a recibir en nuestros correos innumerables listas
de distribucin que nos informan de los congresos, coloquios o reuniones cientficas y
de los temas que se convierten en moda en la historiografa referida a nuestra
especialidad. Pese a estos inconvenientes, reales todos, consideramos que emprender

1
Universidad de Buenos Aires, Argentina, mfmendizabal@gmail.com.

Mara Florencia MENDIZBAL, Aproximacin a las fuentes documentales para el estudio de los
mudjares en la Espaa medieval, en: Andrea V. NEYRA & Gerardo RODRGUEZ (dirs.), Qu
implica ser medievalista? Prcticas y reflexiones en torno al oficio del historiador, Mar del Plata,
Universidad de Mar del Plata, Sociedad Argentina de Estudios Medievales, 2012, Vol. 2, pp. 121- 139.
ISBN 978-987-544-477-5

~ 120 ~
una breve pero exhaustiva recopilacin de carcter informativa documental sobre los
mudjares, no es imposible de realizar.
Por otra parte, cabe resaltar que los que nos dedicamos a la temtica de las
minoras religiosas en el mundo medieval europeo y peninsular, hemos constatado
cmo se han incrementado las perspectivas de investigacin y las variables de anlisis
han crecido de manera exponencial en las ltimas dcadas. De este modo, se han
abordado las ms variadas expresiones y prcticas sociales, culturales, econmicas,
lingsticas y religiosas, sobre los musulmanes que coexistieron junto a los judos y
cristianos en la Espaa medieval. Esta copiosa produccin escrituraria ha generado
innumerables trabajos, mltiples abordajes tericos y metodolgicos de plurales
tendencias y contenidos.
Adems de las salvedades mencionadas, es importante destacar lo que ha
planteado Ana Echevarra en relacin a la correcta denominacin de nuestro objeto de
estudio. La citada especialista, ha postulado que una de las cuestiones fundamentales,
que debera estar zanjada ya desde hace tiempo para permitirnos construir un discurso
coherente para los distintos mbitos geogrficos en los que se da este fenmeno, sigue
lejos de estar solucionada. Me refiero al vocabulario empleado para referirnos a esta
especialidad. Lo mismo que el trmino reconquista2, la palabra mudjar se ha
convertido en un incmodo tecnicismo que debe justificarse cada vez que se comienza
un trabajo de investigacin sobre el tema. La diversidad de apelativos utilizados en las
fuentes de las distintas cancilleras cristianas han condicionado la necesidad de esta
convencin, pero su uso colisiona con el deseo de los propios mudjares de
autodefinirse como simples musulmanes, miembros de la comunidad islmica y
descendientes directos de la tradicin andalus, ms all del hecho de vivir en uno u otro
reino o demarcacin geogrfica precisa. A la hora de reconocer los cdigos culturales de
este grupo, la palabra mudjar supone un impedimento, por poner el nfasis en la
diferenciacin respecto a la comunidad musulmana en general. Sin embargo, para
definir unas realidades diferenciadas respecto a las condiciones histricas que se haban

2
Respecto de este tema puede consultarse los trabajos de Martin F. ROS SALOMA, La Reconquista.
Una construccin historiogrfica (siglos XVI-XIX), Universidad Nacional Autnoma de Mxico-
Marcial Pons Editores, Madrid, 2011. Francisco GARCA FITZ, La Reconquista, Editorial Universidad
de Granada, Granada, 2010.

~ 121 ~
disfrutado en al-Andalus, y como vocablo que permite pensar automticamente en la
minora musulmana de los reinos cristianos durante los siglos XI al XV, sigue siendo
prctica. Combinar el uso de las distintas denominaciones segn nos convenga,
desechando complejos de correccin poltico-histrica (por ejemplo, la omisin de la
palabra moro/mouro por un presunto matiz despectivo, cuando era precisamente la
utilizada en las fuentes castellanas y portuguesas para dar una mayor concrecin al
colectivo) podra ser una forma de solventar estas diferencias de matices segn la
tradicin ms o menos cristianocntrica que se adopte3.
Dado el aluvin de publicaciones y el inters despertado en el ltimo tiempo
hacia el estudio y anlisis de los mudjares4, es conveniente realizar una serie de
recortes y delimitaciones. Esta discriminacin, - en el sentido de clasificar, agrupar,
ordenar, jerarquizar y separar -, se vincula estrictamente con las fuentes y no con los
artculos, o estudios monogrficos. Este procedimiento es absolutamente necesario, para
no convertir este captulo en una sucesin de pginas interminables. Daremos cuenta en
primera instancia, de la informacin documental para el estudio de los musulmanes
disponible en el Archivo de la Corona de Aragn (ACA). Tambin sealaremos, de
forma sinttica, algunos de los repositorios que han sido relevados para la investigacin
de este colectivo social.
Con lo expuesto hasta aqu, deseamos contribuir desde nuestro espacio
acadmico, geogrfico y de investigacin, con un breve pero exhaustivo repertorio
sobre la documentacin para el estudio y anlisis de los mudjares.

Archivos y conservacin de la memoria escrita: el Archivo de la Corona de


Aragn.

3
Ana ECHEVARRA ARSUAGA, Los mudjares: minora, marginados o grupos culturales
privilegiados?, en: Medievalismo, N 18, 2008, p. 48.
4
Para las recopilaciones sobre esta temtica, vase, Miguel ngel LADERO QUESADA, Los
Mudjares de Castilla cuarenta aos despus, en: En la Espaa Medieval, Vol. 33, 2010, pp. 383-424.
A. ECHEVARRA ARSUAGA, Los mudjares: minora, marginados o grupos culturales
privilegiados?, en: Medievalismo, N 18, 2008, pp. 45-65. Jos HINOJOSA MONTALVO, Balance y
perspectivas de los estudios mudjares en Espaa: 1975-2005, en: 30 aos de Mudejarismo: memoria
y futuro (1975-2005), X Actas Simposio Internacional de Mudejarismo, Centro de Estudios
Mudjares, Teruel, 2007, pp.23-110. J. HINOJOSA MONTALVO, Los mudjares. La voz del Islam en
la Espaa cristiana, 2 Vol., Centro de Estudios Mudjares/IET, Teruel, 2002. Manuel RUZAFA
GARCA (coord.), Los mudjares valencianos y peninsulares, Revista dHistria Medieval, 12, 2001-
2002. M. A. LADERO QUESADA, Grupos Marginales, en: La Historia Medieval en Espaa. Un
balance historiogrfico (1968-1998), XXV Semana de Estudios Medievales, Estella, Gobierno de
Navarra, Pamplona, 1999, pp. 505-601; en especial la dedicada a mudjares pp. 533-546.

~ 122 ~
Nuestro inters a lo largo de las presentes pginas, est vinculado con una de las
prcticas humanas por antonomasia: la escritura. De este modo, el binomio escritura-
archivo ser el reflejo en lneas generales de una sociedad determinada en un periodo
histrico concreto. El diccionario de la Real Academia Espaola, define la palabra
archivo de la siguiente manera: (Del lat. archvum, y este del gr. , residencia de
los magistrados). 1. m. Conjunto ordenado de documentos que una persona, una
sociedad, una institucin producen en el ejercicio de sus funciones o actividades, etc.5.
En tal sentido, la conformacin lenta y paulatina de archivos en tanto
itinerarios de escritura6 y conservacin de la memoria, suponen un proceso de
configuracin especifico en un rea geogrfica determinada y en un momento histrico
preciso.
Como ha resaltado Mara Teresa Ferrer i Mallol7, el Archivo de la Corona de
Aragn (ACA) -el Antiguo Archivo Real-, es seguramente el depsito documental ms
importante de Europa para la Edad Media por la cantidad de documentacin
conservada, despus del Archivo Vaticano. Ambos archivos cuentan con series muy
extensas de registros que conservan una memoria de su poca de extraordinaria
amplitud y continuidad.
Por otra parte, el ACA es uno de los archivos ms antiguos de Europa, de forma
tal que el concepto de archivo, en el sentido jurdico de tradicin romanista es decir,
como referencia a un lugar en el que se guardan los documentos pblicos, cuya creacin
slo corresponde al soberano (nico que detenta el ius archivii) y que garantiza su
autenticidad. Es decir no empieza a ser conocido hasta la recuperacin del derecho
romano hacia fines del siglo XII, y su uso no es habitual en el mbito de la Corona de
Aragn hasta un siglo ms tarde. De modo tal que las noticias concretas sobre los
depsitos de documentos reales no comienzan hasta el siglo XIII8. Asimismo, la

5
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=ARCHIVO. Fecha de consulta:
4/9/2012.
6
Tomamos este concepto de Armando PETRUCCI, La ciencia de la escritura. Primera leccin de
paleografa, F.C.E., Buenos Aires, 2002, p. 11.
7
Mara Teresa FERRER I MALLOL, Documentacin sobre mudjares del Archivo de la Corona de
Aragn, en: Ma. T. FERRER I MALLOL; Isabel MONTES ROMERO CAMACHO; Germn
NAVARRO ESPINACH; Jos Francisco EGEA GILABERT, Fuentes documentales para el estudio de
los mudjares, Centro de Estudios Mudjares, Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 2005, p. 9.
8
A, TORRA PREZ, La conservacin de la memoria: archivos regios, en: A. SESMA MUOZ,
(coord.), La Corona de Aragn en el centro de su Historia 1208-1408. La Monarqua Aragonesa y
los reinos de la Corona, Gobierno de Aragn Grupo C.E.M.A., Zaragoza, 2010, p. 272.

~ 123 ~
conformacin de cada uno de estos espacios geogrficos obedeci a requisitos
especficos y distintos, y fue administrado por quienes escriban y usado por quienes
lean segn practicas especificas. En este sentido, identificar los cambios y reconstruir
su trayectoria nos permite comprender las actitudes mentales y prcticas de quienes los
producan y de quienes usaban los testimonios escritos pertenecientes a una determinada
sociedad9.
En esta lnea argumentativa debemos aadir que el surgimiento del concepto de
archivo como lugar en el que se conservan y depositan documentos para causar fe
pblica est estrechamente ligado a la prctica notarial -desde un punto de vista tcnico-
, y a la consolidacin de los poderes pblicos, desde un punto de vista poltico. En este
sentido, ambos fenmenos han sido concomitantes a la recuperacin del Derecho
Romano. Desde esta perspectiva histrico-jurdica, los archivos no son meros
almacenes de documentos al servicio del investigador contemporneo, sino unos
instrumentos bsicos del ejercicio del poder en sus sucesivas fases histricas10.
Sin dudas que el primer abordaje para el estudio de los mudjares en el ACA
debe realizarse sobre algunos de los fondos contenidos en la seccin de la Real
Cancillera. Dicha seccin posee una historia en s misma, pues el cargo de canciller fue
creado en tiempos de Jaime I y tuvo como prioridad la conservacin y aplicacin del
sello real. En un principio este cargo lo desempe un obispo, ya que era considerado
como el primer consejero del soberano. As se inici, a mediados del siglo XIII, la
costumbre de copiar en libros, llamados registros, los documentos expedidos por la
Cancillera. De este modo, en tiempos de Jaime II comenz por mandato regio la copia
ntegra de todos los documentos emanados de la autoridad real en series temticas de
registros, convirtiendo la registracin previa del documento real a expedir en un trmite
obligado.
En consecuencia, dio comienzo la registracin de manera sistemtica de la
totalidad de la documentacin, aumentando extraordinariamente el numero de registros
que pasaron a estar organizados en series temticas diferenciadas (Comune, Gratiarum,

9
Armando PETRUCCI, La ciencia, p. 19.
10
C. LPEZ RODRGUEZ, Qu es el Archivo de la Corona de Aragn?, Mira Editores, Zaragoza,
2007, p. 31. Del mismo autor, Orgenes del Archivo de la Corona de Aragn, (en tiempos, Archivo Real
de Barcelona), en: Hispania. Revista Espaola de Historia, Vol., LXVII, n 226, mayo-agosto, 2007,
pp. 413-454.

~ 124 ~
Curie, Pecunie, Solutionum, etc.)11. En cada uno de estos registros (slo para la poca
medieval suman cerca de cuatro mil, con unos dos millones de pginas manuscritas), se
trasladaban por orden ms o menos cronolgico los documentos reales referentes a todo
tipo de asuntos en todos los reinos y territorios que estaban bajo soberana regia 12. Por
lo tanto, el surgimiento de la documentacin seriada tuvo como objetivo primario la
conservacin de la memoria regia, a la vez que sirvi de instrumento de control
institucional, y requiri un lugar fsico donde ser alojado: un archivo. Jaime II lo cre en
1318 y lo ubic en el Palacio Real de Barcelona donde permaneci hasta el siglo
XVIIII.
En relacin con los moros, una primera aproximacin estar en la seccin de la
Cancillera Real y sus subsecciones. En lo que respecta a la voluminosa serie Commune,
se hallan a los mudjares en numerosas ocasiones y se refieren al pago de deudas de
moros a judos, diversos temas de justicia13. Asimismo, se encuentran disposiciones
protectoras de cementerios y de trminos de comunidades islmicas, as como tambin
la salvaguarda a personas particulares o a comunidades enteras, como la de los moros de
Tortosa, que en 1387 se sentan amenazados por sus vecinos cristianos.
Los signos exteriores de diferenciacin religiosa, como el peinado o el vestido,
as como tambin la manifestacin pblica de la perteneca al islam como la llamada a
la oracin14, tambin aparecen en estos registros. Recordemos, que a los musulmanes se
les haba concedido libertad para seguir practicando el Islam y en consecuencia
continuar con la llamada a la oracin que el almudano realizaba desde la torre o
minarete de la mezquita, invocando el nombre de Al y de Mahoma. En los inicios del
siglo XIV, la Iglesia consider estas invocaciones pblicas como una ofensa para la fe
de los cristianos, por lo que el Concilio de Vienne (1311) orden a los monarcas que
tuvieran vasallos musulmanes que prohibieran la invocacin en pblico de Al y
Mahoma. En la Corona de Aragn la primera prohibicin data de 1315, y fue

11
A. TORRA PREZ, La conservacin, p. 275. Vase Mara Blanca BASAEZ VILLALUENGA, Las
moreras aragonesas durante el reinado de Jaime II. Catalogo de la documentacin de la
Cancillera Real. Volumen 1 (1291-1310), Centro de Estudios Mudjares, Teruel, 1999.
12
C. LPEZ RODRGUEZ, Qu es el, p. 121. Vase, Mara Teresa FERRER I MALLOL, Les
recopilacions documentals dels arxivers del rei per la recuperaci del patrimoni reial, en: Juan Antonio
BARRIO BARRIO (Ed.), Los cimientos del Estado en la Edad Media. Cancilleras, notariado y
privilegios reales en la construccin del Estado en la Edad Media, Ed. Marfil, Alicante, 2004, p. 13-
16.
13
Ma. T. FERRER I MALLOL, Documentacin sobre mudjares, p. 15.
14
Ma. T. FERRER I MALLOL, Documentacin sobre mudjares, p. 17.

~ 125 ~
contempornea a lo acaecido en el reino de Valencia, donde ste problema se arrastr
hasta el siglo XVI15.
La copiosa informacin de esta seccin nos sumerge en los registros de la poca
de la guerra con Castilla, en especial el sufrimiento padecido por los moros del reino de
Valencia. La temtica de la guerra con los castellanos nos sita en un observatorio
privilegiado, como fue el caso de la frontera. Como ha sealado Manuel Gonzlez
Jimnez, las fronteras medievales fueron, sin duda, limes, marcas o franjas, membranas
ms o menos permeables a la influencia mutua, deslindes polticos de territorios, pero
tambin fronteras culturales, lingsticas, religiosas y mentales; fronteras reales o
imaginadas; individuales o de grupo, pero ante todo, fronteras que separaban mundos
distintos y antagnicos16. La misma imprimi un sello distintivo a quienes vivan all, ya
que no slo separaba mundos distintos, el cristiano y el musulmn, sino que adems fue
el espacio que gener todo tipo de correras, bandolerismos y escaramuzas de distinta
intensidad, provocando un crculo vicioso de violencias que fue difcil de quebrar, como
lo ha sealado Mara Teresa Ferrer17. Esto se plasm en la documentacin en forma de
acusaciones de cristianos acerca del colaboracionismo islmico para con los salteadores
de caminos o collerats granadinos. Las imputaciones cristinas no eran en vano, pues la
connivencia de los moros valencianos con los almogvares granadinos qued visible en
el Regiment de la cosa pblica de Francesc Eiximenis, quien exigi que los cullerats hi
sien perseguits fins a la mort e aquells que els favoregen ax mateix en la terra18.
La seccin Gratiarum, contiene informacin pero menos abundante que la
anterior. En un intento de abreviacin, estos registros se relacionan con los siguientes
temas: confirmaciones de privilegios, nuevas concesiones (rebajas de impuestos,
exenciones de impuestos a determinadas aljamas, moratorias de deudas por pobreza de
alguna aljama, etc.)19. Asimismo, la confirmacin de los privilegios20 se detecta para

15
J. HINOJOSA MONTALVO, Los mudjares. La voz del Islam en la Espaa cristiana, I. Estudio,
Centro de Estudios Mudjares-Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 2002, pp. 122-123.
16
Manuel GONZLEZ JIMENEZ, Relacin final, en: Carlos de AYALA MARTNEZ - Pascal
BURESI Philippe JOSSERAND (eds.), Identidad y representacin de la frontera en la Espaa
medieval (siglos XI-XIV), Collection de la Casa de Velzquez (75), Madrid, 2001, p. 293.
17
Ma. T. FERRER i MALLOL, La frontera amb lIslam en el segle XIV. Cristians i sarrans al Pas
Valenci, CSIC-Instituci Mil i Fontanals, Barcelona, 1988, p. 45 y p. 109; Documentacin sobre
mudjares, p. 19.
18
J. HINOJOSA MONTALVO, Diccionario de Historia Medieval el Reino de Valencia, T. I,
Generalitat Valenciana, Valencia, 2002, pp. 607-608.
19
Ma. T FERRER I MALLOL, Documentacin sobre mudjares, p. 20.

~ 126 ~
casos especficos como han sido la aljama de Lleida o la comunidad musulmana de
Aranda. Las temticas relacionadas con la justicia islmica y sus variados funcionarios
estn contenidas aqu. De modo tal, que pueden hallarse los nombramientos de los
cargos ms importantes de las aljamas: cades y alfaques. Las penalidades aparecen en
reiteradas ocasiones, y remiten de forma especfica a los castigos por haber ido sin
licencia a pases islmicos21. Otras informaciones procedentes de estos registros apuntan
a la tenencia de armas, al uso de los distintivos y la autorizacin para pedir limosna22.
Por otra parte, la serie Officialium se inicia a comienzos del siglo XIV y para el
caso que nos ocupa refiere menos informacin. Una serie que surgi tardamente se
denomin Diversorum, y contiene data muy variada. En relacin con los registros de
Curiae, Teresa Ferrer23 ha postulado que estos emanan rdenes a los oficiales reales que
responden a la dinmica interna del gobierno y no a instancia de parte: para mantener
detenidos a unos moros, para liberar a otros, para castigar a unos terceros, para obligar a
otros a pagar rentas a la iglesia, etc. En cuanto a los registros del sello secreto, poseen
informacin para el estudio de los mudjares. Esta seccin fue subdividida en varias
oportunidades, y su contenido remite a los siguientes tpicos: nombramiento de un
alfaqu, sobre tributos y asuntos de justicia, as como tambin noticias sobre la revuelta
encabezada en el reino de Valencia por el moro Cilim, que se autoproclam profeta en
1360, en el contexto de la guerra con Castilla24. El texto de Ferrer vuelve a ser nuestra
gua, pues es interesante lo planteado por la especialista en referencia a esta notable
informacin. Es comprensible que esta documentacin se encuentre en los registros del
sello secreto puesto que se trataba de un asunto grave, que amenazaba la seguridad y
cohesin del reino en tiempos de guerra.
Tambin destacan los temas de emigracin y movilidad de moros a Berbera y
Granada, peregrinacin musulmana a la zona del Guadalest y referencia a mudjares
aragoneses.
Aadimos a continuacin, otra tipo de documentacin:

20
Sobre lo especfico del otorgamiento de privilegios, vase J. HINOJOSA MONTALVO, Privilegios
reales a mudjares y judos, en: Juan Antonio BARRIO BARRIO (Ed.), Los cimientos del Estado en la
Edad Media. Cancilleras, notariado y privilegios reales en la construccin del Estado en la Edad
Media, Ed. Marfil, Alicante, 2004, pp. 279- 307.
21
Ma. T. FERRER I MALLOL, Documentacin sobre mudjares, p. 22.
22
Ma. T. FERRER I MALLOL, Documentacin sobre mudjares., p. 24.
23
Ma. T. FERRER I MALLOL, Documentacin sobre mudjares., p. 26.
24
Ma. T. FERRER I MALLOL, Documentacin sobre mudjares., pp. 28-29.

~ 127 ~
a)- Informacin de carcter administrativo y judicial25.

Caractersticas Informacin sobre


Registros
generales musulmanes
Commune sigilli Descripcin de asuntos Restriccin al
secreti relacionados con moros movimiento, huidas de
de Aragn y Valencia. moros, etc.

Curie sigilli Informes de sucesos Moro fugitivo en


secreti referidos a las relaciones Navarra, usos de
internacionales, por eso distintivos en aljamas
la mencin de lo secreto. catalano-aragonesas.
Asalto a morera de
Valencia.
Inquisitiorum y Especificas sobre Sentencias contra
Sententiarum justicia. moros por diversos
delitos.
Maioricarum Desplazamientos Prohibicin de emigrar
hacia Berbera.

b)- Informacin de carcter fiscal y econmico26.

Registros Descripcin general Informacin sobre


musulmanes
Peccuniae Pagos de impuestos, Noticias sobre fiscalidad de
rentas, tributos, bienes diversas aljamas
diversos. aragonesas
Solutionum Informacin sobre rentas. Privilegio aljama de
Daroca, impuestos y rentas.
Thesaurarii Se agrupan diversos Cenas y monedajes,
impuestos. aportacin de material
blico y subsidios para las
guerras.

c)- Registros especiales27.

Registros Descripcin general Informacin sobre


musulmanes

25
Ma. T. FERRER I MALLOL, Documentacin sobre mudjares., pp. 31-34.
26
Ma. T. FERRER I MALLOL, Documentacin sobre mudjares., pp.35-37.
27
Ma. T. FERRER I MALLOL, Documentacin sobre mudjares., pp. 38-42.

~ 128 ~
Murciae Data del ao 1296 y Referencia a comunidades
corresponde a Jaime II, islmicas ocupadas en la
periodo de guerra entre la contienda blica.
Confederacin catalano-
aragonesa y Castilla.
Guerrae Castellae Corresponden al periodo Acerca de mudjares
de Pedro el Ceremonioso. puede hallarse
disposiciones sobre
captura de moros y
acusaciones de
colaboracionismo con rey
castellano.
Profertarum Recogen los donativos al Contienen referencias a
rey en cortes. cortes generales de
Monzn de 1363, que
prohben emigracin de
moros del reino de
Valencia. Cortes de
Valencia en Sant Mateu.
Para los infantes Informacin regia a sus Refieren a moros de Elche
sucesores menores de y Crevillent.
edad.
De las reinas Las cmaras de las reinas Blanca de Anjou, Leonor
contaron con rentas de de Sicilia, Sibila de Forti
diversas aljamas y Violante de Bar, aportan
musulmanas. noticias sobre
musulmanes.
De los infantes Infantes primognitos u Infante Martin posea
lugartenientes otros infantes podan dominios en tierras
actuar como lugartenientes valencianas, donde la
de los reyes. Posean sus poblacin musulmana era
propios patrimonios y numerosa.
rentas, y en ellos se
incluan a los mudjares.
Procesos Informacin judicial. Hay referencia a procesos
de mudjares del rea
aragonesa (Daroca,
Huesca, Tarazona,
Belchite) y valenciana
(Calp, Segorbe y Alicante).

Adems de los fondos reseados en los prrafos anteriores, existen otros de


inters para el estudio de los mudjares. Uno de ellos es La Real Audiencia (el Consejo
Real en funciones de justicia) que fue establecida en 1370 por Pedro el Ceremonioso.
Fue una institucin de la Corona de mbito general, y actuaba al lado del rey. Su
atribucin especfica fue la administracin de justicia y sus registros se hallan

~ 129 ~
conservados en la seccin de la Cancillera28. Teresa Ferrer sostuvo que de las
conclusiones civiles de estos registros, algunas pueden reportar inters para el estudio
de los mudjares, aunque son muy escasos29.
Por otra parte, la seccin del Real Patrimonio contiene dos subsecciones de
capital inters para el tema que nos ocupa: una es la Batllia General de Catalua y el
Maestre Racional. El cargo de maestre racional fue uno de los cuatro mayores de la
corte real. Creado por Pedro el Grande, quien lo import de Sicilia, donde exista una
curia (magistrum rationalium), fue suprimida luego y vuelta a instalar por Jaime II y
funcion como una institucin de la administracin central de la corona encargada del
control de las cuentas de las magistraturas reales en todos sus territorios hasta el siglo
XV. Las funciones que le competan fueron la de intervencin y de tribunal de cuentas.
Sin embargo, hacia el siglo XV hubo un quiebre con la creacin del Maestre Racional
del Reino de Valencia (1419) y posteriormente del de Aragn. De este modo, y de cara
al futuro cada reino, incluyendo Cerdea, tendr su Maestre Racional y su propio
archivo30.
En cuanto al Baile o Batlle General, sabemos que este cargo procede del siglo
XIII para cada reino de la Corona. La bailla General de Catalua fue la administradora
de los derechos y rentas del patrimonio real en el principado de Catalua. Tambin
Aragn y Valencia contaron con bailles generales. Cabe aclarar que siempre se mantuvo
la distincin entre los dos fondos principales, la baila general de Catalua y el del
Maestre Racional. En conjunto esta seccin contiene 6.800 volmenes, 793 legajos y
8.600 pergaminos31.

Subsecciones del Maestre racional32

28
C. LPEZ RODRGUEZ, Qu es el, p.127. Sobre los orgenes de la Real Audiencia, vase, Ma.
Teresa TATJER PRAT, La Audiencia Real en la Corona de Aragn. Orgenes y primera etapa de su
actuacin (S. XIII y XIV), Universitat Pompeu Fabra, Barcelona, 2009, pp. 44- 70.
29
Ma. T. FERRER I MALLOL, Documentacin sobre mudjares, p. 43.
30
C. LPEZ RODRGUEZ, Qu es el, p.132.
31
C. LPEZ RODRGUEZ, Qu es el, pp. 134-135.
32
Ma. T. FERRER I MALLOL, Documentacin sobre mudjares, pp. 43-52. Sobre los variados
impuestos hacia la poblacin mudjar puede consultarse la clsica obra de Francisco MACHO Y
ORTEGA, Condicin social de los mudjares aragoneses, Memorias de la Facultad de Filosofa y
Letras, T. I, Zaragoza, 1922, pp. 181-206. Vase sobre la demografa mudjar, el artculo de Ma. T.
FERRER I MALLOL, Las comunidades mudjares de la Corona de Aragn en el siglo XV: la
poblacin, en: Actas VIII Simposio Internacional de Mudejarismo. De Mudjares a Moriscos: una
conversin forzada, Vol. 1, Centro de Estudios Mudjares, Instituto de Estudios Turolenses, Teruel,
2002, pp. 27-153.

~ 130 ~
Registros Descripcin general Informacin sobre
musulmanes
Baila General de Aragn Detalles sobre el ingreso de Referencias a rentas de
aljamas o ingresos por
rentas variadas.
ejecucin de sentencias
Baila General de Catalua Noticias sobre emigracin Impuestos pagados por moros
mudjar al exterior. emigrantes. Referencias a
migracin a pases islmicos
por motivos comerciales,
familiares o peregrinacin a la
Meca. Excautivos. Noticias
sobre exportacin de
productos que no podan salir
del territorio (madera, hierro,
plomo) relacionados con
comerciantes moros.
Baila General de Valencia Emigracin mudjar al Movilidad mudjar, pago de
exterior. multas.
Baila general del reino de Son siete registros de la Impuestos sobre la poblacin
segunda mitad del siglo XIV. mudjar de esa rea. Gastos en
Valencia dell Xixona. (citar
Estn divididos en dos partes: salarios.
alpie mini expli) ingresos o rebudes y gastos o
dates.
Registros de tesorera Informacin variada impuestos

Libros del morabet o Impuestos Importante para contabilizar a


monedaje la poblacin mudjar de
determinadas zonas.
Fogajes, maridajes y Impuestos regios para Demografa mudjar
coronajes. acontecimientos importantes.
Registros de los merinos Administradores del Noticias sobre moros
patrimonio real en algunas aragoneses, especialmente de
ciudades. Zaragoza. Informan sobre
pagos, ventas e impuestos.
Subseccin de la Baila Registros con informacin de Emigracin al exterior,
general de Catalunya movilidad musulmana concesin de guiatges, salidas
individuales o familiares, etc.

En el ACA, se encuentran los fondos del archivo del Gran Priorato de Catalua
de la Orden de San Juan de Jerusaln. El Gran Priorato fue un distrito de la Orden
creado en 1319 por divisin de la llamada castellana de Amposta para agrupar las
encomiendas de la Orden. Desapareci en 1851 con la disolucin de la Orden en
Espaa33. La informacin referida a mudjares est contenida en la documentacin de
las encomiendas34.

33
C. LPEZ RODRGUEZ, Qu es el, p. 139.
34
Ma. T. FERRER I MALLOL, Documentacin sobre mudjares, pp. 52-53.

~ 131 ~
Otros archivos y nuevas herramientas de bsqueda.

Otra fuente de inagotable informacin son los archivos nobiliarios. Su naturaleza


y origen difieren de los archivos pblicos, sin embargo atesoran un gran patrimonio
documental. Isabel Montes ha expuesto como modelo para el estudio de los mudjares,
el caso del Archivo General de la Casa de Medinaceli35.
Adems de los archivos y documentacin expuestos en lneas precedentes,
debemos resaltar la importancia que ofrecen los archivos notariales para el estudio de
los mudjares. Germn Navarro36 ha sostenido que las fuentes notariales son
documentos escritos y esto los hace participes de las relaciones generales que se
establecen entre escritura y poder. Su produccin y conservacin no son premeditadas.
En este sentido, tanto escritura como el poder dependen de que la produccin de
informacin y la sociedad se ajusten a reglas uniformes. Y en cierto punto, esto cobra
mayor relevancia, cuando se intenta gobernar a un colectivo social que se ha vencido en
una guerra, como fue el caso de los mudjares, con una lengua y un sistema de escritura
distintos al de los cristianos vencedores. En consecuencia, la produccin de documentos
pblicos se inscribe en el afn de una clase dominante por fijar en el recuerdo mediante
la escritura los actos fundamentales que justificaron su hegemona social: la posesin de
tierras y la autoridad sobre las otras personas. Por otra parte, estamos inmersos en un
mundo predominantemente oral donde lo escrito resultaba un fenmeno incomprensible
para una amplia mayora de la poblacin37. Sin embargo, el desarrollo del notariado en
el rea aragonesa, gener que la simple intervencin del notario en un documento le
confera a ste su carcter pblico, en calidad de transmisor de la autoridad real a todos

35
Isabel MONTES ROMERO-CAMACHO, Archivos de la nobleza: el Archivo General de la Casa
Ducal de Medinaceli, en: Mara Teresa FERRER I MALLOL; Isabel MONTES ROMERO-
CAMACHO; Germn NAVARRO ESPINACH; Jos Francisco EGEA GILABERTE, Fuentes
documentales para el estudio de los mudjares, Centro de Estudios Mudjares, Instituto de Estudios
Turolenses, Teruel, 2003, pp. 55-99.
36
Germn NAVARRO ESPINACH, Archivos Notariales, en: Ma. T. FERRER I MALLOL; Isabel
MONTES ROMERO-CAMACHO; Germn NAVARRO ESPINACH; Jos Francisco EGEA
GILABERTE, Fuentes documentales para el estudio de los mudjares, Centro de Estudios Mudjares,
Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 2003, p. 112.
37
G. NAVARRO ESPINACH, Archivos Notariales, p. 113. Puede consultarse el trabajo de
Concepcin VILLANUEVA MORTE y G. NAVARRO ESPINACH, Los mudjares de Teruel y
Albarracn. Familia, trabajo y riqueza en la Edad Media, Centro de Estudios Mudjares, Instituto de
Estudios Turolenses, Teruel 2003.

~ 132 ~
los efectos por va de la delegacin, ya que era la monarqua la que designaba al notario
y le permita desempear su oficio por todo el reino38.
De modo tal que esta apropiacin de la palabra escrita propici un monopolio de
una minora letrada sobre una mayora ignorante. Dentro de este ltimo
conglomerado social se hallaban los mudjares, quienes vieron lentamente cercenados
sus privilegios y libertades que se haban fijado durante la conquista cristiana de las
ciudades que haban ocupado. Sin embargo, la practica notarial entre los mudjares
aragoneses fue resultado de una simbiosis entre la tradicin islmica, encarnada, cuando
era preciso por los sabios alfaques, y la institucin notarial cristiana39. Asuncin Blasco
Martnez40 se ha dedicado al estudio de la prctica notarial en las aljamas de moros en el
rea aragonesa. Basndose en la documentacin conservada en el Archivo de Protocolos
de Zaragoza y en la serie Notarium del Archivo de la Corona de Aragn, ha postulado
que la prctica notarial se hallaba extendida y reglamentada en el Islam y en la Espaa
musulmana, pero se eclips tras la conquista. Sin embargo, dicha praxis pervivi ya que
luego de las cortes de Zaragoza de 1360, los musulmanes aragoneses obtuvieron
permiso de la corona para hacer sus contratos (entre ellos o con judos y cristianos) con
el notario que ellos escogieran o bien especficamente con notarios musulmanes. De
este modo los alfaques junto con los escribanos moros designados por el rey eran los
nicos capacitados para confeccionar documentos pblicos rabes entre musulmanes, o
sea para ser notarios pblicos en la morera.
A priori, hay que tener en cuenta que en lneas muy generales este tipo de
documentacin es mal conocida, poco utilizada y mal aprovechada. De todas maneras,
la fuente notarial es la ms adecuada para abordar el estudio de los grupos sociales
medios.
En referencia a los archivos municipales, Jos Francisco Egea41 ha sostenido que
los mismos han sido poco utilizados como fuentes documentales para el estudio de los
mudjares. Si bien el autor se cie a la zona aragonesa, su aseveracin se fundamenta de

38
G. NAVARRO ESPINACH, Archivos Notariales, p. 114.
39
G. NAVARRO ESPINACH, Archivos Notariales, p. 116.
40
A. BLASCO MARTNEZ, Notarios mudjares de Aragn (siglos XIV-XV), en: Aragn en la Edad
Media, N 10-11, 1993, pp.109-133.
41
J. F. EGEA GILABERTE, Los Archivos Municipales, en: Ma. T. FERRER I MALLOL; I.l
MONTES ROMERO-CAMACHO; G. NAVARRO ESPINACH; J. F. EGEA GILABERTE, Fuentes
documentales para el estudio de los mudjares, Centro de Estudios Mudjares, Instituto de Estudios
Turolenses, Teruel, 2003, p. 139.

~ 133 ~
la siguiente manera: por un lado, alude a la falta de organizacin que tradicionalmente
han sufrido los archivos, hecho que impeda saber al investigador qu documentacin
haba en sus fondos. Y, por otro lado, se refiere a la prdida de gran parte del patrimonio
documental de estos archivos a causa de mltiples motivos (guerras, posguerras, falta de
medios, etc.). Sin embargo, en las ltimas dcadas se ha producido un avance en cuanto
a la recatologacin, la difusin de guas e inventarios. A modo de ejemplo, el archivo
municipal de Borja aport valiosa informacin sobre los mudjares.
El antiguo Reino de Valencia fue el lugar que cont con una densidad
demogrfica musulmana ms grande. Sin dudas, que gran parte de los testimonios y
vestigios de su historia, estn contenidos en el Archivo del Reino de Valencia (ARV),
as como tambin en el ACA. Aqu existen series documentales bien catalogadas y
conservadas, de carcter procesal, administrativo, econmico o ejecutoria en las
diferentes secciones del archivo. Algunas de ellas son: Baila, Maestre Racional (ambas
secciones han sido integradas en una seccin, Real Patrimonio), Gobernacin, Real,
Justicia (dividida en Justicia Criminal, Justicia Civil y Justicia de Trescientos Sueldos)
o Generalidad. Por otra parte, a nivel local es interesante la consulta de algunas series
del Archivo Municipal de Valencia (AMV), en particular las actas de los consejos
ciudadanos (Manuals de Consells) o la correspondencia concejil (Lletres missives). La
informacin de este archivo para la edad media valenciana trasciende el mero mbito
local para abarcar la casi totalidad del reino y muestra notables proyecciones, tanto en la
Corona de Aragn como en la Pennsula Ibrica, adems de una destacada, aunque
sumaria, perspectiva europea y mediterrnea42.
Complementa ampliamente esta base informativa el extraordinario volumen y
calidad de las fuentes notariales valencianas. No obstante, debe tenerse en cuenta el
propio carcter fragmentario y marcadamente sesgado de la documentacin redactada
ante notario. A esto debe agregarse que la propia comunidad mudjar de la ciudad de
Valencia dispuso de un notariado y de unos oficiales reales o seoriales que redactaban
sus propias cartas en rabe, una tradicin que, dentro de las instituciones y el derecho
islmico hunda sus races en Al-Andalus. Adems, estn los protocolos custodiados en

42
Manuel RUZAFA GARCA, Espacios de sociabilidad entre mudjares y cristianos en Valencia
durante la Baja Edad media, en: Juan Carlos Martn CEA (coord.), Convivir en la Edad Media, Ed.
Dos Soles, Burgos, 2010, p. 334. Sobre la aljamas valencianas y los mudjares, puede consultarse el
estudio documental de Manual V. FEBRER ROMAGUERA, Les aljames mudjars valencianes en el
segle XV, Universitad de Valncia, Valncia, 2006.

~ 134 ~
la Catedral de Valencia y en el Colegio del Corpus Christi (Patriarca), conocido como
Archivo de Protocolos del Patriarca (APPV)43.
Respecto del panorama castellano, uno de los aportes documentales de estudio
obligado fue el recogido por el profesor Ladero Quesada44 en los fondos del Registro
General del Sello, Simancas. Esta obra clsica es fundamental para adentrarse en el
universo mudjar del siglo XV, periodo en cual abunda la mayor cantidad de
documentacin. Asimismo, como seal Ana Echevarra, despus de las crisis
demogrficas y sociales que tuvieron lugar en el siglo XIV, se asiste a un florecimiento
del mudejarismo en todos los reinos peninsulares durante la primera mitad del XV, con
unas limitaciones progresivas a partir de 1480. Un nuevo tipo de mudejarismo, basado
en la administracin del reino nazar, se estableci en Granada a partir de la conquista
de 1492, y dur pocos aos, hasta el decreto de conversin o expulsin, aplicado desde
1502 en Castilla, 1526 en Aragn y en Portugal en 1496. La aculturacin mudjar fue
ms intensa en los ncleos ms antiguos de mudjares, como los castellanos, y estuvo
condicionada tambin por la densidad de la poblacin. Al establecer estas etapas o
periodos, habra que distinguir cuidadosamente las caractersticas de las comunidades
mudjares de cada siglo y en cada rea geogrfica, aspecto que muchas veces se
descuida por la mayor aportacin de documentacin bajomedieval, especialmente del
siglo XV. Los estudios mudjares y la cantidad de documentacin existente resultan
suficientes como para dar a este colectivo una entidad propia en Castilla, lo mismo que
la que posee en Aragn. Tambin habra que diferenciar cuidadosamente el
mudejarismo nazar posterior a la conquista del que se estaba viviendo en los mismos
aos en el resto de Castilla y Portugal, sobre todo en las zonas alejadas de la frontera y
con un marco legal totalmente diferente al de las capitulaciones granadinas. Slo as
podrn entenderse las reacciones sociales ante la conversin obligatoria en uno y otro
mbito geogrfico45.

43
M. RUZAFA GARCA, Espacios de sociabilidad, p. 334.
44
M. A. LADERO QUESADA, Los mudjares de Castilla en tiempos de Isabel I, Instituto Isabel la
Catlica de Historia Eclesistica, Valladolid, 1969. Otro texto que contina siendo un clsico y con
abundante documentacin es el de Francisco FERNNDEZ Y GONZLEZ, Estado social y poltico de
los mudjares de Castilla, (1886), Ed. Hiperin, 1985.
45
Ana ECHEVARRA ARSUAGA, Los mudjares de los reinos de Castilla y Portugal, en: M.
RUZAFA GARCA (coord.), Los mudjares valencianos y peninsulares, Revista dHistria Medieval,
12, 2001-2002, p. 35.

~ 135 ~
Por otra parte, el conocimiento de aljamas numerosas como la abulense46 ha sido
destacada por los especialistas, al igual que la de Valladolid47. Cada uno de estos
trabajos ha sido elaborado a partir de documentacin indita y variada. Sin lugar a
dudas, las posibilidades de estudio de los moros castellanos a partir de la informacin en
archivos ms pequeos, previo a la conquista de Granada, son mltiples y permiten
asumir un desafo a los investigadores, para contrastar informacin y elaborar un cuadro
realista y dinmico de los mudjares castellanos.
Como hemos podido apreciar, la informacin documental para el estudio y
anlisis de los moros, mudjares o sarracenos es muy abundante. Lo que hemos
comentado, que est lejos de ser excluyente y (no dudamos de que algn otro material
se escape de estas pginas), nos permite apreciar la complejidad analtica que conlleva
el abordaje de las comunidades islmicas bajomedievales. La profusin temtica de los
ltimos aos48 y la dismil naturaleza de los corpus documentales, nos sitan frente a
una problemtica compleja de trabajo, pero no imposible de analizar. De modo que,
junto con la labor en los archivos y los aportes de la antropologa y arqueologa, es
posible reconstruir en las reas castellanas, aragonesas y valencianas un panorama
completo de los moros a partir de la variable comparativa e interdisciplinaria.
Como hemos apreciado a lo largo de estas pginas, los archivos son
fundamentales para el oficio del historiador en general y ms aun para los que nos
ocupamos del Medievo hispnico en particular. Los historiadores debemos vehiculizar
la voz de los que ya no la tienen, y contextualizarlos en la sociedad que los cobijaba,
marginaba o integraba. De modo tal que los archivos no constituyen un mero repositorio
de papeles antiguos, sino que se han consolidado, a travs de los aos, en verdaderos
centros de investigacin, formacin y profesionalizacin de nuestra disciplina. Por otro
lado, los archivos son en cuanto instituciones estatales, los encargados de la custodia de
la memoria de una sociedad o bien de un pas, y han desarrollado mecanismos de

46
Serafn de TAPIA SNCHEZ, La comunidad Morisca de vila, Salamanca, 1991. Especialmente la
primera parte del estudio que refiere a la documentacin, metodologa y comunidad mudjar, pp. 9- 95.
Vase A. ECHEVARRA ARSUAGA, Los Caro-Alfageme de vila, una familia de alfaques y
comerciantes mudjares, en: A. ECHEVARRA ARSUAGA (ed.), Biografas de Mudjares o la
experiencia de ser minora: biografas islmicas en la Espaa cristiana, CSIC, Madrid, 2008, pp. 203-
232. Completsimo artculo con un corpus documental y bibliogrfico muy interesante.
47
Puede consultarse, Mar GMEZ RENAU, Comunidades marginadas en Valladolid: mudjares y
moriscos (S. XV-XVI), Diputacin Provincial de Valladolid, Valladolid, 1993, pp.32-72.
48
Gran parte de la produccin bibliogrfica y documental sobe los mudjares, es recogida en las Actas de
los Simposios Internacionales de Mudejarismo, celebrados en Teruel cada tres aos.

~ 136 ~
catalogacin y bsqueda acordes a las nuevas tecnologas del siglo veintiuno. Como ha
expuesto Ana Isabel Carrasco, desde los aos 90 del siglo XX, el imparable avance de
las nuevas tecnologas de la informacin obliga a no dejar de lado la indagacin
metodolgica, con el objetivo de comprobar la eficacia que tienen en el campo de la
investigacin histrica los recursos que estn apareciendo. Son ya muchos los recursos
informticos disponibles para el mbito cientfico de las humanidades, pero su
perfeccionamiento parece discurrir a una mayor velocidad que la de su aplicacin al
campo de la historia. Quizs haya llegado el momento de que el historiador medievalista
ensaye en sus investigaciones algunos de esos recursos informticos cuya eficacia ya ha
sido probada para otras disciplinas humanas afines a la historia, tales como la filologa.
Los mbitos de la historia social o de la historia poltica de la Edad Media hispnica
pueden verse beneficiados de la aplicacin de estos recursos, y tambin la comprensin
general de la poca, ya que toda comprensin general pasa por precisar el significado de
los testimonios textuales que nos han transmitido parte de ese pasado medieval49.
Estas nuevas propuestas digitales, apreciadas por la comunidad cientfica, son de
vital importancia para quienes no tenemos al alcance de nuestras manos estos
repositorios. Una de las herramientas fundamentales para el acceso a la documentacin,
es el proyecto PARES (Portal de Archivos Espaoles)50. Es una iniciativa del Ministerio
de Educacin, Cultura y Deporte destinado a la difusin en Internet del Patrimonio
Histrico Documental Espaol conservado en su red de centros. PARES ofrece un
acceso libre y gratuito, no solo al investigador, sino tambin a cualquier ciudadano
interesado en acceder a los documentos con imgenes digitalizadas de los Archivos
Espaoles.
Para el caso del Archivo de la Corona de Aragn, se ha completado la
descripcin ya existente en PARES de los registros del reinado de Jaime II (1291-1327),
con los registros de sus predecesores Jaime I (1235-1276), Pedro el Grande (1276-1285)
y Alfonso el Liberal (1285-1291). Quedan as los noventa primeros volmenes de la
Coleccin de registros de la Cancillera de la Corona de Aragn, imprescindibles para el
estudio del siglo XIII de Occidente. Igualmente, se completa la descripcin y

49
A. I. CARRASCO MANCHADO, Nuevas herramientas para la Historia de la Edad Media hispnica:
los Corpus textuales informatizados, en: En la Espaa Medieval, Vol. 34, 2011, p. 344.
50
http://pares.mcu.es/. Fecha de consulta 18/9/2012. Sobre la digitalizacin de algunos archivos
espaoles, vase, F. ALA MIRANDA, La nueva Historia. Fuentes y documentacin digitalizadas para
la historia de Espaa en internet, en: Cuadernos de Historia de Espaa, LXXXIII, 2009, pp. 279-281.

~ 137 ~
digitalizacin de los registros del reinado de Pedro el Ceremonioso (1336-1387)
iniciada hace unos aos. Ms de mil doscientos registros revisados y digitalizados en los
ltimos aos. Conjuntamente se complet la descripcin e imagen digitalizada de los
primeros 1.800 registros de la Real Cancillera51.
Los casos recin expuestos, que se actualizan da a da, nos facilitan las
bsquedas en varias bases de datos conjuntamente o de forma individual. En muchos
casos se trata de viejas obras en nuevos soportes, o de nuevas obras que aprovechan la
hipertextualidad para ofrecer ms posibilidades de conocimiento. La suma de estas
novedades repercute sin duda alguna en la forma de hacer Historia52.
Finalmente, creemos que el tndem historiador-archivo es un vnculo duradero y
realmente apasionante. Por otra parte, consideramos que la tarea en un archivo es algo
inherente a la disciplina que nos agrupa, y si un archivo contiene gran parte de la
memoria de una sociedad, es vital que sta no desparezca, pues es tarea del historiador
recordar lo que otros olvidan53.

51
http://www.mcu.es/archivos/docs/DescripcionDigitalizacionRegistrosRealCancilleria.pdf, fecha de
consulta 18/9/2012.
52
F. ALA MIRANDA, La nueva Historia. Fuentes y documentacin digitalizadas para la historia de
Espaa en internet, en: Cuadernos de Historia de Espaa, LXXXIII, 2009, p. 284.
53
E. HOBSBAWN, Historia del Siglo XX, Ed. Crtica, Barcelona, 1998, p. 13.

~ 138 ~
~ 139 ~
El Cister en Galicia entre los siglos XII y XIII: una nueva perspectiva?
Francesco Renzi1

Cmo interpretar una fundacin monstica cisterciense? En los documentos


fundacionales muchas veces el poder pblico apareca - tanto reyes o emperadores como las
familias aristocrticas - como el protagonista principal de la llamada de los cistercienses en
sus territorios de competencia, su primer bienhechor y protector contras las injerencias de
los otros poderes presentes en la misma rea2. El nacimiento de un nuevo monasterio,
entonces, era necesariamente y exclusivamente el resultado de la negociacin entre un
poder local y la Orden? Esta representacin corresponda, en nuestra opinin,
perfectamente a las exigencias de legitimacin de los cistercienses pero no siempre
reflejaba fielmente las relaciones entre el monasterio y sus fundadores ni las razones a la
base de una fundacin de la Orden de Cteaux3. Al final de los aos setenta del siglo XX, J.
L. Lkai en sus estudios sobre el Cister mostr efectivamente un cuadro muy complejo de
las dinmicas fundacionales de los cenobios cistercienses, caracterizados por varias y largas
negociaciones, conflictos y problemas polticos y patrimoniales entre los fundadores y los
monjes blancos4. Una visin muy distinta de la ofrecida por las fuentes cistercienses, una
imagen que ha afectado los estudios sobre la Orden, que se han concentrado en el anlisis
de las fundaciones buscando principalmente modelos capaces de individuar los promotores

1
Universidad de Bolonia, Italia, francesco.renzi2@unibo.it.
2
Vase por ejemplo el caso del monasterio cisterciense de Chiaravalle de Fiastra, F. RENZI, Nascita di una
signoria monastica cistercense. Santa Maria di Chiaravalle di Fiastra tra XII e XIII secolo, Spoleto,
CISAM, 2011, pp. 128-154.
3
F. RENZI, Nascita di una signoria monastica cistercense. Sobre el tema de la fundacin en las fuentes
normativas cistercienses vase los trabajos de J. B.MAHN, Lordre cistercien et son gouvernement des
origines au milieu du XIIIe sicle 1098-1265, Paris, 1945, pp. 23-72, C. HOFFMANN BERMAN, The
cistercian evolution. The Invention of a religious Order in twelfth century Europe, Philadelphia, 2000,
pp. 5, 9-14, 75, 88, 106, 110, 115, 127, 137, 177-178 y 221 y C. STERCAL-M.FIORONI, Le origini
cisterciensi. I documenti, Milano 2004, p. 139 y siguientes.
4
J. L. LKAI, Los cistercienses. Ideales y Realidad, trad. esp., Barcelona, 1987, pp. 368-370.

Francesco RENZI, El Cister en Galicia entre los siglos XII y XIII: una nueva perspectiva?, en: Andrea V.
NEYRA & Gerardo RODRGUEZ (dirs.), Qu implica ser medievalista? Prcticas y reflexiones en torno
al oficio del historiador, Mar del Plata, Universidad de Mar del Plata, Sociedad Argentina de Estudios
Medievales, 2012, Vol. 2, pp. 141- 170. ISBN 978-987-544-477-5

~ 140 ~
del Cister, interpretndoles como decisivos para el nacimiento de una abada de la Orden.
En el interior de este contexto el caso de la pennsula ibrica y en particular el del
territorio gallego - donde entre 1142 y 1225 nacieron catorce fundaciones cistercienses 5 -
constituye, sin duda, un objeto de estudio de gran inters. La historiografa, desde los
estudios de D. Yez Neira publicados en 19596, individu en la monarqua castellano-
leonesa, en particular en la figura de Alfonso VII, el motor primero de las fundaciones
monsticas en el norte de la pennsula ibrica. Una perspectiva presente tambin en el
trabajo de V. . lvarez Palenzuela que en 1978, en su estudio sobre los monasterios
cistercienses en Castilla, consider las fundaciones de la Orden como el resultado de las
exigencias geoestratgicas de Alfonso VIII para el control y la defensa de las fronteras entre
Castilla, Navarra y Aragn7. En 1979 M. Pallares Mendez y en 1981 E. Portela Silva
relacionaron, an redimensionando parcialmente el papel real en la fundacin de los
monasterios cistercienses, la presencia de los monjes blancos en Galicia directamente a la
poltica de Alfonso VII de control interior del territorio, tanto en el norte de la regin como
en la cuenca hidrogrfica del ro Mio a la frontera con el reino de Portugal, garantizando,
segn la interpretacin de Portela Silva, un capilar presidio territorial an mejor de el
ofrecido por las sedes obispales gallegas8. La idea de la promocin y de la proteccin real
de los monasterios cistercienses peninsulares - todava debatida en los ltimos aos en los
5
L. JANAUSCHEK, Originum cisterciensium, I, Wien, 1877, pp. 63, 67, 69, 85, 134, 146, 159, 207 y 228 y
LXVIII. Sobre las cronologas de las fundaciones reenviamos a M. COCHRIL, Limplantation des abbayes
cisterciennes dans la pninsule ibrique, Anuario de estudios medievales, 1, 1964, pp. 219-287, J. C. VALLE
PREZ, La arquitectura cisterciense en Galicia, A Corua, 1982, I, pp. 25, 63-66, 95-97, 153-154, 189-192,
196-197, 207-210, 245-246 y 275-276; La introduccin del Cister en los reinos de Castilla y Len. Estado
de la Cuestin, en: La introduccin del Cister en Espaa y Portugal, Burgos, 1991, pp. 133-162. Vase
tambin E. PORTELA SILVA, La colonizacin cisterciense en Galicia (1142-1150), Santiago de Compostela,
1981, pp. 21-27 y R. ALONSO LVAREZ, Los promotores de la Orden del Cister en los reinos de Castilla y
Len: familias aristocrticas y damas nobles, en: Anuario de estudios medievales, 37/II (julio-diciembre
2007), pp. 654-663, J. L. LPEZ SANGIL, Historia del monacato gallego, in: Nalgures, 2, 2005, p. 20 y
nuestro, Da Clairvaux alla Galizia. I cistercensi nel nord della Spagna tra XII e XIII secolo, en: I quaderni
del M.Ae.S, XIV, 2011, p. 143.
6
D. YEZ NEIRA, Alfonso VII de Castilla y la orden cisterciense, en: Cistercium, 61, 1959, pp. 24-83.
Como subray R. Alonso lvarez, el autor trat tambin de atribuir sin fundamento la fundacin de
Moreruela a Alfonso VII. Vase R. ALONSO LVAREZ, Los promotores, p. 676 y nota al pie n. 227.
7
V. . LVAREZ PALENZUELA, Monasterios cistercienses en Castilla (Siglos X-XIII), Valladolid, 1978, pp.
66, 82, 79-147, 160-161, 164 y 241.
8
M. PALLARES MNDEZ, El monasterio de Sobrado: Un ejemplo del protagonismo monstico en la
Galicia medieval, La Corua, 1979, pp. 119-122, 124, 128-129, 132, 135-142, 184-189 y 236-240. E.
PORTELA SILVA, La colonizacin, pp. 33-6; La Explicacin sociopoltica del xito cisterciense en Galicia,
en: En la Espaa medieval, 3, 1981, pp. 319-330.

~ 141 ~
trabajos de M. Torres Sevilla-Quiones de Len, J. Prez Celada, R. Villegas Daz y M. J.
Alonso Melcn9 - fue criticada ya a partir de la segunda mitad de los aos ochenta por J.
Prez Embid qu puso en discusin dos aspectos fundamentales de la tesis regia. En
primer lugar el historiador seal que unos importantes monasterios de la Orden - como
Sandoval, Nogales y Valparaso - estaban ubicados en reas equidistantes entre Castilla,
Len y Portugal y que otros cenobios, como por ejemplo La Espina, Matallana o
Benavides, fueron fundados entre los ros Cea y Pisuerga, cerca de la ciudad de Valladolid,
no tanto por ser un territorio de frontera entre Castilla y Len, sino porque esa era una de
las reas ms ricas de todo el reino de Len-Castilla10. En 1998 A. Rucquoi, critic la
nocin de frontera tradicional, mostrando la inexistencia de una idea definida de frontera
por lo menos hasta la mitad del siglo XIII e interpretando las fundaciones como medio de
compensacin utilizado por los reyes - en particular en Aragn y Portugal - para buscar el
apoyo econmico y financiero de la Orden cisterciense11. La segunda objecin de J. Prez-
Embid atacaba muy duramente la idea de la promocin regia, individuando la razn
principal del xito cisterciense en la difusin de los ideales de Bernardo de Clairvaux en los
ms importantes grupos aristocrticos peninsulares a mitad del siglo XII12. En los ltimos
aos en concomitancia con el importante desarrollo de los estudios prosopogrficos 13, se ha
subrayado siempre ms el papel decisivo de las familias aristocrticas en la difusin del
monacato cisterciense en Espaa y Portugal, dejando menos espacio a la iniciativa de los
reyes, quienes participaron raramente a la fundacin de abadas cistercienses y que
continuaron a otorgar y beneficiar varias formas de vida monstica an despus la

9
M. T. TORRES SEVILLA-QUIONES DE LEN, Nobleza y Cister: un nexo de unin entre los reinos cristianos
peninsulares, J. PREZ CELADA, El Cister y la Corona de Castilla: seoros eclesisticos en la Cuenca del
Duero, ambos en: Cistercium, 238, 2005, a las pp. 323-352 y 353-378, R. VILLEGAS DAZ, La difusin del
Cister en los reinos hispnicos: geopoltica y monacato, en Monasterios en la Espaa medieval, ed. por J.
A. GARCA DE CORTZAR Y RUIZ DE AGUIRRE-R. TEJA CASUSO, Zaragoza, 2008, pp. 75-80 y M. J. ALONSO
MELCN, Relaciones entre el Cister y la nobleza durante los siglos XII-XIII. Un ejemplo lones, en:
Cistercium, 207, 2007, pp. 921-932.
10
J. PEREZ-EMBID WAMBA, El Cister en Castilla y Len. Monacato y dominios rurales (siglos XII-XIV),
Salamanca, 1986, pp. 36-37.
11
A. RUCQUOI, Les cisterciens dans la pninsule ibrique, en Unanimit et diversit cisterciennes: filiations,
rseaux, relectures du XII au XVII sicle, en : Actes du quatrime colloque internationale du
C.E.R.C.O.R, Dijon, 23-25 septembre 1998, pp. 498-499.
12
J. PEREZ-EMBID WAMBA, El Cister en Castilla y Len, pp. 37-39.
13
S. BARTON, The aristocracy in twelth-century Len and Castile, Cambridge, 1997, pp. 2-3 y relativas
notas para una bibliografa general sobre el tema.

~ 142 ~
introduccin del Cister en el norte de la pennsula ibrica, no mostrando por lo tanto un
inters especifico para esta forma de moncato14. En 2007 R. Alonso lvarez, considerando
el monasterio de Sobrado como la primera fundacin cisterciense15 y a travs de una
detallada anlisis del parentesco entre las ms importantes familias aristocrticas, ha
individuado en la familia de los Traba el canal principal y decisivo de la difusin de los
cistercienses al sur de los Pirineos. Relacionando las fundaciones de los grandes magnates o
grupos aristocrticos a la familia gallega, la estudiosa ha afirmado que cuando en otras
familias, ms tarde, aparece la preferencia Bernarda, esta nueva devocin suele coincidir
con un enlace matrimonial con un miembro femenino del grupo gallego16. Entonces, los
Traba y sus polticas monsticas de promocin del Cister constituyeron, utilizando la
expresin de M. Torres Sevilla-Quiones de Len, un nexo de unin entre los reinos
peninsulares17?
Este modelo pone unas importantes dudas. Por un lado este podra funcionar de
manera eficaz cuando el enlace entre la familia de los Traba y los otros grupos
aristocrticos era directo, como en el caso de Ponce de Cabrera, fundador del monasterio de
Moreruela (1143) en la dicesis de Zamora, en territorio leons18, casado con una de las
hijas del conde de Galicia Fernando Prez de Traba, Mara Fernndez 19. Por otro lado,
encontramos muchas dificultades en su aplicacin cuando esta parentela directa no exista,
como en el caso de la condesa Estefana Armengol de Urgell, fundadora del monasterio de
Valbuena de Duero, cerca la ciudad de Valladolid, del que haba sido seor - y muy
probablemente fundador - su abuelo Pedro Ansrez. Su hija Mara Prez se cas con

14
B. F. REILLY, The kingdom of Len-Castilla under king Alfonso VII: 1126-1157, Philadelphia, 1998, p.
270 y J. MATTOSO, A nobreza medieval portuguesa e as corrientes monastics dos sculos XI e XII, en:
Revista de Historia Econmica e Social, 10 (Juhlo-Dezembro 1982), p. 43.
15
R. ALONSO LVAREZ, Los promotores, pp. 671-674 y 674-678.
16
R. ALONSO LVAREZ, Los promotores, p. 707.
17
Vase nota n. 8.
18
Por el documento de fundacin de Moreruela vase I. ALFONSO ANTN, La colonizacin cisterciense en la
Meseta del Duero. El dominio de Moreruela (siglos XII-XIV), Zamora, 1986, doc. n. 4 y n. 13 por la bula
de Alejandro III de 1163 que J. C. VALLE PREZ, La introduccin, p. 136, data a 1162. Vase tambin M.
COCHRIL, Limplantation, p. 229 y 236. Por la tesis tradicional de la fundacin de Moreruela en 1132 vase
M. GRANJA ALONSO, Nuevos datos a la entrada del Cister en Espaa, en: Actas del II Congreso
Internacional sobre el Cister en Galicia y Portugal, I, Zamora, 1999, I, pp. 469-473. Por la fecha de la
muerte de Ponce de Cabrera reenviamos a S. BARTON, The aristocracy, p. 284.
19
J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza, pp. 125-128.

~ 143 ~
Armengol V de Urgell y de este matrimonio nacieron Estefana y su hermano Armengol
VI20. Si, entonces, el lugar de la fundacin de Valbuena puede fcilmente inscribirse en la
red familiar y patrimonial de la condesa, en la opinin de R. Alonso lvarez, es muy poco
probable imaginar una fundacin cisterciense realizada por Estefana Armengol,
considerando que su familia tuvo relaciones estrechas con la Orden de Premontr; un
elemento que no poda favorecer el dialogo y el contacto entre la fundadora de Valbuena y
el Cister21. Segn la interpretacin de la estudiosa, la explicacin ms lgica consiste en la
relacin de parentesco entre Estefana y Ponce de Cabrera, su primo 22: el hecho de que
Ponce se cas alrededor de 1142 con una dama del grupo de los Traba, y la consiguiente
incorporacin de un miembro de la familia gallega al grupo cataln de los Urgell antes de la
fundacin de Valbuena de Duero (1143-115323), tenan que ser las razones detrs de la
eleccin de Estefana de fundar un cenobio y entregarlo a la Orden cisterciense24. Tenemos
unas preguntas y varias observaciones. En primer lugar: porqu las relaciones de los
Armengol con los premonstratenses necesariamente tenan que impedir los contactos con
los cistercienses? Y sobre todo: estamos seguros de que los Armengol no se relacionaron
nunca con el Cister de manera autnoma? Los Traba tambin tuvieron relaciones de tipo
patrimonial con Premontr y - as como ya haba marcado S. Barton en 199725 - unos
miembros de los Armengol se relacionaron con el Cister. Rodrigo Prez El Velloso,
hermanastro de Fernando y Vermudo Prez de Traba, protagonistas de la fundacin del

20
B. F. REILLY, The rediscovery of Count Pedro Ansrez, in Cross, Crescent and Conversion. Studies on
memories of Richard Fletcher, ed. by S. BARTON-P. LINEHAN, Leiden, 2008, pp. 109-126, en particular p.
119.
21
R. ALONSO LVAREZ, Los promotores, p. 696.
22
R. ALONSO LVAREZ, Los promotores, p. 656. Sobre Ponce de Cabrera vase tambin di E. FERNANDEZ-
XESTA Y VAZQUEZ, Un magnate cataln en la corte de Alfonso VII: Comes Poncius de Cabreira,
princeps emore, Madrid, 1991, en particular pp. 15-25 y S. BARTON, Two catalan magnates in the courts
of Len-Castile: the careers of Ponce de Cabrera and Ponce de Minerva re-examined, en : Journal of
medieval History, 18/3 (september 1992), pp. 233-266.
23
M. J. ORTEGA GONZALEZ, Santa Maria de Valbuena. Un monasterio cisterciense a las orillas del Duero
(siglos XII-XV), Valladolid, 1983, pp. 18-21 considera Valbuena de Duero cisterciense desde la fundacin a
diferencia de V. A. LVAREZ- PALENZUELA-M. RECUERO ASTRAY, La fundacin de monasterios cistercienses
en castilla. Cuestiones cronolgicas e ideolgicas, en: Hispania Sacra, XXXVI (1984), pp. 429-456. Vase
tambin R. ALONSO LVAREZ, Los promotores, p. 656 (y relativas notas) y 677.
24
R. ALONSO LVAREZ, Los promotores, p. 677.
25
S. BARTON, The aristocracy, p. 233.

~ 144 ~
monasterio cisterciense de Sobrado, en 1143 y en 115426 otorg dos donaciones al
monasterio de Sobrado; eso no le impidi conceder unas tierras al centro premostratense de
Retuerta - fundado por Sancho Ansrez, nieto del conde Pedro y por lo tanto pariente
directo de la condesa Estefana - en 114327. Se podra objetar a nuestra tesis que el
personaje de Rodrigo Prez se mantuvo bastante alejado de su familia tradicionalmente fiel
a Alfonso VII - R. Alonso lvarez lo ha definido rebelde28 - pero, despus de su apoyo a
Alfonso de Portugal, Rodrigo fue acogido de nuevo a corte por el rey de Len-Castilla en
115229, y la segunda donacin a Sobrado y la concesin otorgada a Retuerta son ambas
posteriores al cambio poltico de Rodrigo en favor del reino de Len-Castilla.
Por otro lado, en 1173 Armengol VII de Urgell otorg una donacin al monasterio
cisterciense de Armenteira30, situado en la archidicesis de Santiago de Compostela, un ao
despus de su aparicin en las fuentes como teniente de Monterroso, cerca del rea del
obispado de Lugo en la Galicia central31. Un elemento que nos sugiere una pregunta sobre
la cual volveremos enseguida: el apoyo de los miembros de la aristocracia a un monasterio
era determinado necesariamente por la pertenencia a un grupo o por la preferencia de una
concreta forma de vida monstica, o simplemente estaba conectado a su exigencia de
consolidacin territorial de una familia y de sus miembros? Armengol VII era nieto de la
fundadora de Valbuena, hijo de Armengol VI de Urgell; se cas con Dulce, hija de Jimena
de Barcelona y el conde de Foix Rogerio II32: incluso sin enlace matrimonial directo o
indirecto con los Traba, l tuvo contactos con los cistercienses sin dificultades. El segundo
problema: cmo explicar que Valbuena de Duero fue cisterciense por lo menos desde en

26
Por la donacin de Rodrigo Prez a Retuerta vase M. ROMAN MARTNEZ, A Coleccin diplomatica do
mosteiro cisterciense de Santa Mara de Oseira (1025-1035), I, Santiago de Compostela 1989, doc. n. 31,
por las concesiones a Sobrado vase A.H.N., Clero, A Corua, Sobrado, Carpeta 526, n. 11 y P. LOSCERTALES
DE G. DE VALDEAVELLANO, Tumbos del monasterio de Sobrado de los Monjes, I, Madrid, 1976, doc. n. 477
(1154). Sobre el parentesco entre Rodrigo, hijo del segundo matrimonio de Pedro Frolaz con Mayor
Guntroda Rodrguez, y Fernando y Vermudo Prez vase J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza, pp. 55 y 110.
27
M. E. GONZLEZ DE FAUVE, La Orden premostratense en Espaa, Aguilar de Campoo-Santander, 1992,
I, pp. 50-51.
28
R. ALONSO LVAREZ, Los promotores, p. 696.
29
R. ALONSO LVAREZ, Los promotores.
30
A.H.N., Clero, Pontevedra, Armenteira, Carpeta 1750, doc. n. 3.
31
S. BARTON, The aristocracy, p. 233.
32
S. BARTON, The aristocracy, p. 233, nota n. 14 a la misma pgina.

~ 145 ~
115333, al menos cinco aos antes que Moreruela (1158-1162/1163)34? Cmo es posible
que el influjo de la familia Traba y su preferencia para el Cister se extendi antes a
Estefana Armengol que a su primo Ponce de Cabrera, casado con una mujer de ese grupo?
Hay un elemento todava ms llamativo: Moreruela, as como Sobrado fundado por los
Traba, era una filiacin directa de Clairvaux, mientras que Valbuena de Duero perteneca a
la lnea de Morimond y sobre todo era filiacin de la abada pirenaica de Berdoues, ubicada
en el territorio de Mirande, no lejos de la alta Catalua, rea geogrfica de proveniencia de
la condesa Estefana: slo una coincidencia? La lnea fundacional no es un simple detalle
como podra aparecer a una primera mirada. Las fundaciones gallegas se caracterizaron por
ser todas - excepto la abada de Peamayor35 - filiaciones directas de Clairvaux,
contrariamente al territorio castellano que fue colonizado principalmente por la lnea de
Morimond a travs de sus abadas hijas, Berdoues y L'Escaladieu, situadas cerca del
camino francs de Santiago, fundadas o en cualquier caso estrechamente conectadas
respectivamente con los condes de Astarac36 y de Bigorre37, familias - provenientes del
actual sur de Francia pero que en siglo XII era Navarra -, relacionadas ya desde el siglo XI
con los duques de Guascua, Aquitania, los reyes de Navarra y en el siglo XII con los reyes
de Aragn, los condes de Foix, los condes de Toulouse y los vizcondes de Marsella38.
Llamar a los monjes desde esas abadas significaba acceder a una grandsima red social de
contactos que iba mucho ms all de los Pirineos, que unan los territorios en cuestin.
Tenemos, entonces, que imaginar un espacio geogrfico muy distinto de nuestra idea
moderna, una rea mucho ms amplia y compleja y que empez lentamente a modificarse,

33
Vase V. A. PALENZUELA-M. RECUERO ASTRAY, La fundacin de monasterios cistercienses en castilla, p.
437 Y R. ALONSO LVAREZ, Los promotores, p. 656.
34
R. ALONSO LVAREZ, Los promotores, pp. 659-660.
35
Sobre el pasaje al Cister del abada de Peamayor, lnea de Cteaux, vase M. DURANY CASTRILLO-M. C.
RODRGUEZ GONZLEZ, Los Orgenes del monacato cisterciense y su relacin con el proceso de ocupacin
del espacio berciano en el siglo X, en: Actas del II Congreso Internacional sobre el Cister, pp. 249-264.
36
Por el papel del conde de Astarac Sancho II en la fundacin de Berdoues vase, Le Cartulaire de
Berdoues, ed. por J. J. CAZAURAN, La Haye, 1905, p. 12, 51-55 y C. HOFFMANN BERMAN, The cistercian
evolution, p.137.
37
Le Cartulaire de Bigorre, (XI-XIII sicle), ed. por X. RAVIER-B. CURSENTE, Paris, 2005, p. XV. La
condesa Batrix hija del conde Centulle II, junto a su marido Pierre vizconde de Marsan haba controlado la
definitiva instalacin en su sitio actual del monasterio de LEscaladieu, en principio ubicado en la localidad
de Cabadour.
38
Le Cartulaire de Bigorre, (XI-XIII sicle), pp. XI-XV.

~ 146 ~
como ha escrito E. Pascua Echegaray, slo desde la batalla de Muret de 121339. En nuestra
opinin no se pueden asimilar los casos gallegos a los de Castilla, caracterizados por lneas
de fundacin distintas, cronologas distintas, redes y dinmicas de fundacin diferentes que
probablemente tendran que empujar los estudios a profundizar la situacin de cada
monasterio, rea por rea, sin considerar la experiencia cisterciense como un movimiento
nico que interes indistintamente todo el norte de la pennsula ibrica, en particular
durante la separacin de los reinos de Len y Castilla entre 1157, despus de la muerte de
Alfonso VII, hasta 1230, poca del reinado de Fernando III40.
El anlisis de la documentacin edita e indita de los monasterios cistercienses
gallegos41 ha revelado adems una imagen muy distinta de la relacin entre los Traba y la
red cisterciense en el cuadrante noroeste de la pennsula ibrica. La familia gallega no se
relacion de manera homognea con los cenobios de la Orden, concentrando durante la
segunda mitad del siglo XII sus donaciones en los monasterios de Sobrado42, Monfero43 y
Meira44. La eleccin de estos monasterios se puede explicar con las polticas de los Traba.
Sobrado y Monfero estaban ubicados en el norte de Galicia, el rea de referencia de la
familia que se arraig de forma estable a finales del siglo XI, como subray R. Fletcher en

39
E. PASCUA ECHEGARAY, South of the Pyrenees: Kings, Magnates and Political Bargaining in Twelfth-
century Spain, en: Journal of Medieval History, 27, 2001, p. 119. Sobre el territorio Navarro vase las
consideraciones de F. MIRANDA GARCA, Intereses cruzados de la monarqua Navarra en el siglo XIII (1194-
1270), en: Fernando III. Tiempo de Cruzada, ed. por. C. DE AYALA MARTNEZ-M. ROS SALOMA, Ciudad
de Mxico, 2012, en particular pp. 336-337.
40
Vase el nuestro, Da Clairvaux alla Galizia, p. 156.
41
Los monasterios considerados en el interior de nuestra tesis doctoral son: Sobrado, Monfero, Armenteira,
Meira, Oya, Meln, Montederramo y Oseira, vase nuestro, Aristocrazia e monachesimo in Galizia nei
secoli XII e XIII: la famiglia Froilaz-Traba e i cistercensi. Ipotesi di ricerca, BISIME, en prensa.
42
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, I, doc. n. 145, 210, 211, 212, 238, 239, 240, 260, 262, 341, 476,
477, 490, 492, 543, 601 y 618. LOSCERTALES DE G. DE VALDEAVELLANO, Tumbos del monasterio de
Sobrado de los Monjes, I, Madrid, 1976, II, doc. n. 8, 10, 11, 13, 19, 25, 26, 35, 36, 364, 365, 366, 390, 400,
453, 471, 404, 513, 517, 528, 539 y 543. En la documentacin indita: A.H.N., Clero, A Corua, Sobrado,
Carpeta 526, n. 10, 11 y 13. Carpeta 527, n. 10, 11 y 13. Carpeta 528, n. 3 y 7. Carpeta 529, n. 4. Carpeta 530,
n. 4. Carpeta 535, n.18. Carpeta 536, n. 2. Carpeta 537, n. 16. Carpeta 538, n. 1 y 2. Carpeta 540, n. 1 y 9.
A.R.G. (Arquivo do reino de Galicia, A Corua), Pergaminos, Sobrado, n. 218, 305, 490 y 733.
43
J. L. LPEZ SANGIL, Relacin de la documentacin del monasterio de Santa Mara de Monfero, en:
Estudios Mndonienses, 18 (2002), reg. n. 4, 19, 23, 24, 27, 28, 29, 33, 36, 43, 44, 45, 47, 52, 65, 68, 77, 149,
178, 211 y 235.
44
Los documentos estn transcritos en M. M. DOMNGUEZ CASAL, El Monasterio de Santa Mara de Meira
y su coleccin diplomtica, Madrid, 1952, Tesis doctoral indita, doc. n. 12, 48, 50, 55, 59, 67, 72, 76, 86,
89, 90, 98, 109, 115, 137, 152, 157, 159, 171, 199, 203, 372, 481, 565 y 579. Entre los inditos sealamos:
A.H.N., Clero, Lugo, Meira, Carpeta 1126, n. 18, Carpeta 1128, n. 5 y 7, Carpeta 1132, n. 10 y 14.

~ 147 ~
sus estudios sobre Diego Gelmrez45. El monasterio de Meira naci en el interior del
obispado de Lugo, donde los Trabas haban buscado con xito alianzas con los condes de
Sarria, concretizadas a travs del matrimonio entre el conde lvaro Rodrguez con Sancha
Fernndez de Traba, hija del conde de Galicia Fernando Prez46. La documentacin
monstica cisterciense muestra tambin como los Traba tuvieron relaciones mucho ms
escasas con los monasterios del sur de Galicia: los miembros de la familia aparecen, por
ejemplo, muy raramente en la documentacin de Montederramo47 y de Oya48,
respectivamente en la dicesis de Orense y Tuy. El monasterio de Meln obtuvo donaciones
de Teresa Vermdez de Traba49 y sobre todo de la condesa Fronilde Fernndez, el nico
personaje conectado al grupo de los Traba que hizo donaciones al monasterio de
Armenteira, cerca de la ciudad de Pontevedra, en el sur de Galicia50. La mujer de Rodrigo
Prez El Velloso perteneca al grupo de los Eriz, con intereses en Galicia y tambin en el
norte de Portugal51. Fue su ingreso en la familia de los Traba a determinar las relaciones
con el Cister de la condesa Fronilde, o tuvo un papel decisivo la posicin geogrfica de
estos monasterios situados en reas cercanas a los intereses patrimoniales de su marido,
como hemos visto, o de su familia de proveniencia? En el caso de Oseira la dbil relacin
de los Traba con la red cisterciense del sur de Galicia es todava ms evidente: entre 1137 y
1226, es decir, entre la intervencin de Fernando Prez de Traba para la fundacin del

45
R. A. FLETCHER, Saint Jamess Catapult, p. 34 y J. L. LPEZ SANGIL, La Nobleza, pp. 19-20.
46
J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza, pp. 134-135.
47
En el primer caso es una donacin de Fernando Prez de Traba de 1124. El documento es transcrito en M.
VARELA ESPIERA, El Monasterio de Santa Mara de Montederramo, Tesina de Licenciatura indita,
Santiago de Compostela 1968, doc. n. 2. En la opinin de Souza Soares se trataba de un evidente falso y en
cualquier caso la donacin fue otorgada cuando Montederramo no era todava cisterciense. T. SOUZA SOARES,
Documento de fundaao do Mosteiro de Montederramo, en: Revista Portuguesa de Histria, I, 1946, pp.
172-175. En el segundo caso en 1240 Montederramo compr una tierras desde los hijos de una cierta doa
Velasquida que podra ser conectada al grupo de los Traba. Vase por el documento E. LEIROS FERNNDEZ,
Catalogo de los pergaminos monacales del archivo de la S. I. ctedral de Orense, Santiago de
Compostela, 1951, reg. n. 498 y J. L. LPEZ SANGIL, La Nobleza, p. 220.
48
M. PANIAGUA LPEZ, La coleccin diplomtica de Santa Mara de Oya (1198-1248), Tesina de
Licenciatura indita, Santiago de Compostela 1967, doc. n. 1 y 13.
49
S. CAMBN, El monasterio de Meln siglos XII-XIII, Santiago de Compostela, 1957, Tesis doctoral
indita, doc. n. 15, 24, 33, 47 y 126. Por las otras donaciones de Teresa, hija de Vermudo Prez de Traba
vase E. LEIROS FERNNDEZ, Catalogo, reg. n. 38, 169 y 191.
50
Los documentos estn transcritos en M. ALONSO RIVAS, El Monasterio de Santa Maria de Armenteira:
documentos conservados hasta 1215, Santiago de Compostela 1957, Tesina de Licenciatura inedita, doc. n.
12 y 27.
51
M. TORRES SEVILLA-QUIONES DE LEN, Linajes nobiliarios, pp. 293-298.

~ 148 ~
monasterio y los acuerdos patrimoniales de Rodrigo Gmez, no tenemos prcticamente
fuentes que pongan directamente en relacin a los Traba con el monasterio; un nmero de
documentos mucho ms bajo y no comparable con lo de los monasterios cistercienses del
norte de Galicia52. Probablemente estos datos se pueden explicar con la crisis de la poltica
portuguesa de la familia entre 1128 y 1150, en concomitancia con la derrota militar de
Fernando Prez de Traba contra Alfonso Enriques, futuro rey Alfonso I de Portugal, en la
batalla de San Mames, cerca de Guimares, y la vuelta definitiva de Rodrigo Prez El
Velloso del lado de Alfonso VII de Len-Castilla, despus de haber apoyado en los aos
treinta y cuarenta del siglo XII la operaciones militares de Alfonso Enriques, hijo del conde
de Portugal Henrique de Borgoa53. As como no consideramos casual que el conde Gmez
Gonzlez de Traba y sus descendentes - en particular su hijo Rodrigo Gmez - empez a
tener relaciones con los monasterios de Meira y Oseira a partir de 1169, cuando Gmez fue
nombrado teniente en las reas de Monterroso y Sarria, territorios gallegos cercanos a los
dos monasterios54. Estos ejemplos muestran como es necesario, en muchas ocasiones,
abandonar la idea de especializacin monstica de las familias aristocrticas, basando el
estudio de las estrategias del los miembros de estos grupos en las ideas de activacin y
reactivacin de las redes de alianzas monsticas - como en el caso de Oseira - sin
descuidar la evolucin poltica de las familias que como en el caso de los Traba,
continuaron - exactamente como los reyes de Len-Castilla y de Len que otorgaron un
altsimo numero de privilegios a los cistercienses55 - a tener relaciones con otros cenobios

52
M. ROMAN MARTNEZ, A Coleccin diplomatica de Oseira, doc. n. 15, 16, 18, 16, 31, 37, 262- 279 y 440.
Del mismo autor vase tambin, El monasterio cisterciense de Santa Mara de Oseira (Ourense). Estudio
histrico (1137-1310), Santiago de Compostela 1989, p. 128.
53
Fernando Prez trat de controlar el condado de Portugal despus de la muerte de Enrique de Borgoa y
durante la minora de su hijo Alfonso Henriques. Fernando tuvo tambin una relacin con la viuda de
Enrique, Teresa, pero en 1128 fue derrotado en la batalla de San Mames por Alfonso Henriques, futuro
Alfonso I rey de Portugal, y obligado a volver al norte del ro Mio. Vase M. TORRES SEVILLA-QUIONES
DE LEN, Las relaciones fronterizas entre Portugal y Len en tiempos de Alfonso VII, en: Revista da
facultad de Letras, 15/1, 1998, pp. 303-304. Sobre Rodrigo El Velloso vase tambin S. BARTON, Sobre
Rodrigo Prez el Velloso, en: Estudios Mindonienses, 5, 1989, pp. 5653-661.
54
M. M. DOMNGUEZ CASAL, Meira, doc. n. 109-137-152-157-171-372-481-565 y 579.
55
L. SNCHEZ BELDA, Documentos reales de la Edad Media referentes a Galicia, Madrid, 1953. Alfonso
VII: reg. n. 253, 259, 266, 267, 276, 282 y 291. Fernando II: reg. n. 298, 302, 306, 311, 315, 322, 323, 329,
332, 334, 338, 345, 349, 352, 353, 354, 358, 363, 369, 370, 372, 373, 374, 375, 385, 387, 388, 405, 406, 410,
411, 416, 417, 421, 423, 424, 425 y 429. Alfonso IX: reg. n. 432, 438, 439, 442, 444, 445, 446, 447, 452, 456,
457, 458, 459, 460, 461, 462, 463, 464, 473, 474, 477, 483,486, 504, 509, 518, 519, 524, 526, 529, 534, 540,

~ 149 ~
(Toxousoutos, Jubia o Caaveiro por ejemplo56) y formas de vida monstica an despus de
la fundacin del monasterio cisterciense de Sobrado. Un ejemplo: el fundador de Sobrado,
Fernando Prez de Traba, el 3 de noviembre de 1152 hizo una donacin a los cluniacenses
de Jubia57 y unos meses despus, en marzo de 1153, otorg una segunda concesin - junto a
su hermano Vermudo - a los monjes blancos de Sobrado58. Todo eso sin olvidar un
elemento fundamental: los Traba tuvieron un papel directo o indirecto en las fundaciones de
Sobrado59, Meira60, Ferreira de Pantn61 y Oseira62, es decir, solo en la tercera parte de las
fundaciones cistercienses gallegas de los siglos XII y XIII. En los ltimos aos se ha
tratado tambin de conectar los Traba a los fundadores de Monfero por el elevadsimo
nmero de donaciones otorgadas al cenobio por la familia gallega63, aplicando la idea del
fundador como primer bienhechor de la comunidad monstica, aunque no encuentre
necesariamente referencias en las fuentes cistercienses. En el caso italiano de la abada
italiana de Chiaravalle di Fiastra, por ejemplo, la familia de los condes de Villamagna, an

541, 542, 543, 544, 545, 553, 554, 555, 556, 557, 558, 559, 563, 564, 566, 567, 568, 569, 570, 572, 573, 574,
575, 577, 578, 579, 582, 585, 586, 591, 592, 599, 604, 612, 613, 619, 622, 625 y 628
56
Vase J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza altomedieval gallega. La familia Froilaz-Traba. Sus fundaciones
monacales en Galicia en los siglos XI, XII, XIII, en : Nalgures, 4, 2007, pp. 261-322.
57
S. MONTERO DIZ, La coleccin diplomtica de san Martn de Jubia, Madrid, 1935, doc. n. 50.
58
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 14.
59
Volveremos en seguida sobre este tema.
60
J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza, p. 134 y S. BARTON, The aristocracy, pp. 230 y 241-242. Sobre lvaro
conde de Sarria reenviamos a la lectura de E. P. DE GUEVARA Y VALDS, Los seores de Galicia. Tenentes y
condes de Lemos en la Edad Media, A Corua, 1999, pp. 65-67. En 1151 Alfonso VII haba donado a la
pareja la villa de Meira donde fue fundado el monasterio lo que puede llevar a identificar con lvaro y
Sancha los fundadores del cenobio. En cualquier caso no tenemos informaciones claras de la pertenencia de
Meira hasta 1161 y que ha adelantado a 1151-1154 R. ALONSO LVAREZ, Los promotores, p. 657. Por los
documentos de Meira mencionados vase M. M.DOMINGUEZ CASAL, Meira, doc. n. 12 y A.H.N., Clero,
Lugo, Meira, Carpeta 1126, n. 10 (1161, bula de Alejandro III). Sobre la fundacin de Meira referencia
fundamental es el trabajo de D. MARIO VEIRAS, Serio de Santa Mara de Meira de 1150 a 1525:
espacio rural, rgimen de propiedad y rgimen de explotacin en la Galicia medieval, A Corua, 1983, p.
42.
61
Vase J. FREIRE CAMANIEL, El monacato en la Alta Edad Media gallega, 1998, II, p. 720. Existe una
tradicin de estudios que considera hasta 1175, cuando la condesa Fronilde Fernndez entreg la abada al
Cister, Ferreira como una fundacin de Cluny. En su trabajo Reglero de la Fuente ha demostrado como entre
1117 y 1175 no tenemos ninguna fuente que puede demostrar la apartenencia de Ferreira a Cluny. C. M.
REGLERO DE LA FUENTE, Cluny en Espaa. Los prioratos de la provincia y sus redes sociales (1073-ca.
1270), Len, 2008, p. 174 y nota al pie n. 101.
62
Sobre la fundacin de Oseira y el papel de Fernando Prez de Traba vase M. ROMAN MARTNEZ, La
coleccin diplomtica de Oseira, doc. n. 15. Del mismo autor reenviamos a, El monasterio cisterciense, p.
8 y siguientes.
63
R. ALONSO LVAREZ, Los promotores, p. 665.

~ 150 ~
sin participar a la fundacin del monasterio, fue su primera aliada en el territorio64. El caso
de Oseira nos ofrece un elemento ms de reflexin. Los documentos del monasterio
muestran la participacin del conde Fernando Prez de Traba en 1137 en la fundacin de la
abada65, que no fue cisterciense, en nuestra opinin, por lo menos hasta 1170; adems, no
tenemos una referencia clara al Cister en las fuentes internas del monasterio antes de la bula
de Inocencio III de 119966. Considerando la escasez de relaciones entre los Traba y Oseira
durante el siglo XII, fue la preferencia bernarda de la familia a conducir el pasaje del
monasterio gallego a la Orden de Cteaux? Muchos monasterios en Galicia, como en otras
reas de la pennsula ibrica, se convirtieron varios aos despus de su fundacin 67; en el
caso del monasterio de Moreruela (Zamora) tenemos la primera referencia al Cister en 1163
en la bula del papa Alejandro III, un ao despus de la muerte del fundador Ponce de
Cabrera68. Fueron siempre estas familias a conducir este proceso? Si en Galicia fueron
todas filiaciones directas de Clairvaux, podemos pensar al contrario a un proyecto ms o
menos consciente de la Orden de ocupar progresivamente puntos estratgicos del territorio
gallego? Las negociaciones para la fundacin eran el resultado exclusivo de las tratativas
entre la Orden y una familia o un poder local? Bajo este punto de vista la fundacin de
Sobrado es un caso excepcional.
El monasterio de Sobrado, situado en la archidicesis de Compostela, se encontraba
en una posicin peculiar en el interior del territorio gallego. El cenobio situado en el norte

64
Vase el nuestro, Santa Maria di Chiaravalle di Fiastra tra XII e XIII secolo, pp. 21-74.
65
M. ROMAN MARTNEZ, A Coleccin diplomatica de Oseira, doc. n. 15 y 16.
66
En el caso de Oseira no conocemos el momento exacto del pasaje a la Orden del Cister. Instrumentos
importantes de investigacin en nuestra opinin son los privilegios papales: hasta el privilegio de Inocencio
III de 1199 no tenemos ninguna referencia explicita al Cister en la documentacin monstica; todava el 4 de
julio 1170 Alejandro III no aparece la mencin de la Orden cisterciense, es decir de la interpretacin de la
regla benedictina, lo que nos empuja a no considerar el monasterio como cisterciense antes del 1170 y
colocando el pasaje del monasterio a la orden de Cteaux entre esa fecha y 1199 con el privilegio de Inocencio
III. Sobre la cronologa de Oseira vase E. PORTELA SILVA, La colonizacin, pp. 21-27, R. ALONSO
LVAREZ, Los promotores, pp. 654-663, J. C. VALLE PREZ, La arquitectura, pp. 95-97, M. ROMAN
MARTNEZ, La integracin de Osera en el Cister. Estado de la cuestin, en: Cuadernos de estudios
gallegos, 37/102, 1987, pp. 43-55 y F. RENZI, Obispos y monasterios en Galicia entre los siglos XII y XIII: el
problema de la exencin cisterciense, en VI Jornada del Cristianismo antiguo al Cristianismo medieval,
en prensa.
67
F. RENZI, Da Clairvaux alla Galizia, pp. 142-143 y relativas notas n. 12-17 por las referencias
bibliogrficas.
68
F. RENZI, Da Clairvaux alla Galizia, p. 153 y nota n. 76; Caldern MEDINA, El impulso nobiliario a la
expansin del Cister en el reino de Len. La parentela de Ponce de Cabrera en los monasterios de santa Mara
de Moreruela y san Esteban de Nogales, en: Medievalismo, n 18, 2008, pp. 341-374.

~ 151 ~
de Galicia estaba a sesenta kilmetros de la ciudad de Compostela, controlando as el
trayecto final del camino de Santiago. Adems, el monasterio estaba ubicado cerca de la
costa atlntica69 y sobre todo estaba al centro de una importante zona de minas de hierro, ya
sealada en las fuentes en siglo X, y que los cistercienses explotaron anlogamente a otras
zonas europeas como en el caso de los Harz, en Alemania, donde los monjes blancos
monopolizaron la actividad minera durante todo el siglo XIII70. Sobrado no fue slo una
creatura cisterciense. El monasterio, al principio una dplice comunidad masculina y
femenina, fue fundado en 952 por el conde Hermenegildo Alotez, conde de Prsaras, y su
mujer Paterna Gundesndiz71. Los estudios de M. Pallares Mndez y J. L. Lpez Sangil han
contribuido a profundizar las relaciones de la familia condal con el monasterio, que
cambiaron inevitablemente cuando alrededor de 1065 el rey de Len-Castilla Fernando I
secuestr el monasterio de Sobrado a la familia incorporndolo en el fiscus regio72. Por
qu esta decisin? Las fuentes no son muy claras, aunque M. Pallares Mendez y V. Fuente
han propuesto la hiptesis de interpretar la confisca de Fernando I como una punicin a la
familia para haber apoyado la revueltas aristocrticas gallegas seguidas a la derrota del rey
de Len Vermudo III contra Fernando, entonces conde de Castilla, en la batalla de Tamarn
en 103773. En la opinin de J. L. Lpez Sangil el monasterio ya haba entrado en crisis al
principio del siglo XI y - anlogamente a la posicin expresada por M. Pallares Mndez - el
monasterio de Sobrado fue abandonado alrededor de 1080 para reaparecer nuevamente en

69
A cuarenta kilmetros de Betanzos. Sobrado tuvo en el siglo XII importantes relaciones con el Burgo de
Faro y la nueva fundacin de A Corua. Vase M. PALLARES MNDEZ, Sobrado, pp. 135-142.
70
M. PALLARES MNDEZ-E. PORTELA SILVA, El complejo minero-metalrgico de la granja cisterciense de
Constantm. Bases para el desarrollo de una investigacin en arqueologa medieval, en: Arqueologa y
territorio medieval, 7, 2000, p. 83. Vase tambin el estudio de P. BRAUNSTEIN, Travail et entreprise au
Moyen ge, Bruxelles, 2003, pp. 253-274.
71
J. LPEZ SANGIL, Fundaciones monacales, pp. 303 y M. PALLARES-MNDEZ-E. PORTELA SILVA,
Proyeccin territorial e influencia social de una institucin monstica en la Edad media: la abada de
Sobrado (952-1300), en: Entre ns. Estudios de arte xeografa e historia en homenaxe profesor Xos
Manuel Pose Antelo, ed. por X. BALBOA LPEZ-H. PERNAS OROZA, Santiago de Compostela, 2001, pp. 209-
210.
72
J. LPEZ SANGIL, Fundaciones monacales, pp. 303 y M. PALLARES-MNDEZ-E. PORTELA SILVA,
Proyeccin territorial e influencia social de una institucin monstica en la Edad media: la abada de
Sobrado (952-1300), pp. 304-305 y M. PALLARES MNDEZ, Sobrado, pp. 107-109.
73
M. PALLARES MNDEZ, El monasterio de Sobrado, pp. 108-109. V. LA FUENTE, El monasterio de Santa
Mara de Sobrado: su relacin con Betanzos y Fray Atilano Melguizo, su ltimo monje exclaustrado, en:
Anuario Brigantino, 28, 2005, p. 154.

~ 152 ~
1142 como monasterio cisterciense74. Las fechas son muy interesantes porque la comunidad
monstica habra desaparecido exactamente a la vigilia de uno de los periodos ms
turbulentos de Galicia: las revueltas aristocrticas contra el rey Alfonso VI de Len-Castilla
organizada por el conde de Lugo Rodrigo Ovequz, la afirmacin en Galicia de los Traba y
de Diego Gelmrez como obispo y, a partir de 1120, como arzobispo de Compostela, la
muerte de Alfonso VI y los problemas de su sucesin, el matrimonio de Urraca con Alfonso
I El Batallador, la subida al poder de Alfonso VII, hijo de Urraca y Raimundo de
Borgoa y nieto de Alfonso VI y la formacin del reino de Portugal a sur del ro Mio.
Abandono o una damnatio memoriae de la documentacin del monasterio durante este
complejo periodo? Es difcil demostrar la segunda hiptesis, aunque tanto en la
documentacin de Sobrado preservada en el Archivo Histrico Nacional de Madrid como
en el Tumbo del monasterio, compilado en la opinin de M. Pardo Ferrn a mitad del siglo
XIII75, tenemos unos documentos no directamente relacionados con Sobrado - aunque
relativos a reas que pasaron bajo el control cisterciense76 - y sobre todo dos documentos
decisivos, que retomaremos ms adelante: la donacin de Sobrado hecha por la reina
Urraca a Fernando y Vermudo Prez en 111877, y el acuerdo sobre el monasterio y su
patrimonio entre los dos hermanos y Alfonso VII en 113578. Qu implicacin tuvieron
estos documentos en la fundacin del cenobio?
El 14 de febrero de 1142 los cistercienses llegaron a Sobrado. En el documento de
fundacin (conservado en el Archivo Histrico Nacional de Madrid, ms una copia en el
tumbo del siglo XIII que contiene tambin otra versin, llamada Primum testamentum
que merece un anlisis a parte79) podemos leer:

74
J. L. LPEZ SANGIL, Fundaciones monacales, p. 305 y M. PALLARES MNDEZ, Sobrado, p. 109.
75
M. PARDO FERRN, Aportacin a la historia del monasterio de Sobrado, Tesis doctoral indita,
Universidad Complutense de Madrid, 1950, I, p. 246. Las fechas ms exactas propuestas por la autora son
entre 1225 y 1275.
76
A.H.N., Clero, A Corua, Sobrado, Carpeta 526, n. 3, 4, 5, 6, 7 y 9. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado,
I, doc. n. 135, 138, 139, 140 y 141. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 8, 9, 100, 101, 132, 169,
178, 342, 343, 392 y 424.
77
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 8. El documento es edito tambin por C. MONTERDE
ALBIAC, Diplomatario de la reina Urraca de Castilla y Len (1109-1126), Zaragoza, 1996, doc. n. 123.
78
C. MONTERDE ALBIAC, Diplomatario de la reina Urraca de Castilla y Len (1109-1126), doc. n. 9.
79
A.H.N, Clero, A Corua, Sobrado, Carpeta 526, n. 10 editado por M. PALLARES MNDEZ, Sobrado, pp.
278. La misma versin es presente en el tumbo del monasterio, Loscertales, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 13.
Un referencia a parte merece la otra versin de la fundacin contenida en el tumbo del monasterio (P.

~ 153 ~
Unde ego Fernandus Petri Dei preveniente gratia cuius omnia elementa subsistunt
arbitrio, uxorque mea Sancia Gundisalvi, una cum omnibus liberis meis dono et concedo
medietatem integram de monasterio Superaddi sicut mihi venit in particione fratrum
meorum. Itaque consobrina mea Urracha Veremudi devota similiter dat aliam medietatem
eiusdem monasterii que ei venit in particione inter fratres suos ex parte patris sui Veremudi
Petri, cuius consilio et auctoritate sufulta in presenti facimus scriputuram testamenti...et
cartam firmitatis Deo et ordini Sancti Benedicti, secundum consuetudinem Cistercensium
degenti, necnon vobis abbatis domno Petro et monachis vestris...de monasterio integro
Superaddi80.
En la parte inicial del texto, la familia Traba aparece indiscutiblemente como la
protagonista principal de la llamada de los monjes blancos - la referencia al Cister y a la
consuetudo cisterciense, es decir, la interpretacin especfica de la regla de San Benito -
capitaneados por el abad Pedro81. Quin son exactamente los personajes mencionados en
el texto? Fernando y Vermudo Prez - que apoy la decisin de la entrega del monasterio a
los cistercienses - eran hermanos e hijos del conde Pedro Frolaz, llamado consul Gallecie
en la Historia Compostelana82, un personaje de primera importancia del siglo XII con
estrechas conexiones con el arzobispo de Santiago Diego Gelmrez y Alfonso Raimndez,
futuro Alfonso VII de Len-Castilla83. En el documento aparecen tambin Sancha Gonzlez
de Lara, mujer de Fernando84, y Urraca Vermdez, hija de Vermudo Prez, que unos das
antes de la fundacin de Sobrado haba recibido de su padre una parte del monasterio85.

LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 11) que presenta por los menos tres diferencias importantes
con el pergamino original y su copia en el tumbo; en primer lugar el listado de las propiedades otorgadas por
los fundadores es mucho menos pingue que en los otros dos documentos. En esta versin adems no hay
referencias a Alfonso VII de Len-Castilla y sobre todo no se indica donde fue escrita la carta, mientras que
en el pergamino original y en la copia del tumbo (que utilizaremos como referencia desde ahora) se dice
explcitamente que el acuerdo para la fundacin tuvo lugar en Compostela. En la opinin de M. Pallares y
Portela Silva este el seal de unas cuantas negociaciones antes de la fundacin definitiva. M. PALLARES
MNDEZ-E. PORTELA SILVA, Santa Mara de Sobrado. Tiempos y espacios de un monasterio cisterciense,
en: Actas del congreso internacional sobre san Bernardo, I, pp. 60-61.
80
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 13.
81
Sobre las denominacin de la familia vase M. C. PALLARES MNDEZ-E. PORTELA SILVA, Aristocracia
y sistema de parentesco en la Galicia de los siglos centrales de la Edad Media. El grupo de los Traba, en:
Hispania. Revista Espaola de Historia, 185, septiembre-diciembre, 1993, pp. 823-840.
82
Historia Compostellana, ed. por E. FALQUE REY, Turnhout, 1988, por ejemplo a pp. 56-57.
83
R. A. FLETCHER, Saint Jamess Catapult. The life and times of Diego Gelmrez of Santiago de
Compostela, Oxford, 1984, p. 34 y siguientes.
84
J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza altomedieval gallega. La familia Frolaz-Traba, Noia, 2002, p. 77.
85
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 10.

~ 154 ~
Cul era el origen de esta familia? En 1984 R. Fletcher subray el papel de los Traba a
partir de los ltimos aos del siglo XI, sealando tambin que no sabemos casi nada de sus
primeros miembros y de su proveniencia. El historiador ingls afirm que el primer
exponente de la familia de una cierta importancia fue Froila Vermdez, probablemente un
personaje de relieve en los aos de la revuelta de Rodrigo Ovequz. Aunque Froila hizo una
donacin al monasterio de Jubia en 1086, no aparece en los documentos reales de esa poca
y no sabemos si estuvo al servicio del rey ni si consigui el titulo condal86. Segn Fletcher
los Traba eran un ejemplo de las nuevas familias gallegas que estaban conquistando un
importante espacio poltico al final del siglo XI: los miembros de la familia eran un
ejemplo, aunque particular, de hombres nuevos y los tentativos de ennoblecer las
orgenes del grupo relacionndolo al conde Menendo Gonzlez - aunque segn Fletcher no
es improbable que Froila Vermdez y sus antepasados podan estar en el interior del squito
del conde - y a San Rosendo de Celanova correspondan a las exigencias de los Traba de
elevar su propio rango87. Solo una exigencia del siglo XII? En sus estudios sobre los
linajes nobiliarios en Castilla, M. Torres Sevilla-Quiones de Len ha relacionado los Traba
- basndose sobre un documento del Tumbo de Sobrado - a la familia de los Menndez,
altsima aristocracia gallega de los siglos IX-XI88. En el documento del monasterio de
Sobrado encontramos la siguiente genealoga:
Rodericus Froyle habuit tres filios: Menendum Roderici et Gundisalvum Roderici et
Froylam Roderici. De Menendo Roderici natus est Suerius Menendi, qui dictus est Zapata, et
iste dedit totam hereditatem suam quam habebat in Aranga et in Galletia Sancte Marie de
Superaddi. De Gundisalvo Roderici natus est Fernandus Gundisalvi et Elvira Gundisalvi et
Gundisalvuus Gundisalvi. Isti dederunt totam hereditatem suam quam habebant in Galletia
Sancte Marie de Superaddi...De Froyla Roderici natus est Veremudus Nariz et domna Maria
Froyle uxor de Didaco Suariz de Montanus et Rodericus Froyle et Fernandus Froyle89.
Procedemos con orden. En su estudio M. Torres Sevilla-Quiones de Len
considera en Rodrigo Froylaz, el primer personaje mencionado en la genealoga, un

86
R. A. FLETCHER, Saint Jamess Catapult, p. 34.
87
La particularidades de los Traba estaban e su rpido desarrollo y en su conexiones con Compostela. R. A.
FLETCHER, Saint Jamess Catapult, pp. 34-36.
88
M. TORRES SEVILLA-QUIONES DE LEN, Linajes nobiliarios, pp. 313 y 319.
89
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, I, doc. n. 212.

~ 155 ~
hermano del conde Gonzalo Froylaz hijo del conde Froila Gonzlez aliado de Almanzor y
muerto en 111790. Rodrigo Froylaz habra vivido en la poca de Vermudo III (1017-1037) y
por fechas y onomstica perteneca muy probablemente al grupo de los Menndez91. Su
hijo, en la reconstruccin de la historiadora, Froyla Rodrguez sera el padre de Vermudo
Manidi, padre de Froila Vermdez primer miembro de una cierta importancia de los
Traba92. Tenemos muchsimas dudas sobre esta interpretacin. En primer lugar porque el
documento de Sobrado fue escrito alrededor de la mitad del siglo XIII e insertado en el
Tumbo, lo que tendra que empujarnos a ser lo ms precavidos posible con esta tipologa de
fuentes. Tambin los monjes querran elevar los orgenes de los Traba? No lo sabemos con
certidumbre, pero el documento en realidad nos habla de otra cosa. En la fuente se dice
claramente que Rodrigo Froylaz tuvo tres hijos, Menendo, Gonzalo y Froyla Rodrguez.
Menendo es el padre de Suero Zapata - y entonces nieto de Froyla Rodrguez - que hizo
unas donaciones al monasterio de Sobrado. Esta concesiones de Suero tuvieron lugar entre
1158 y 116693, una de las cuales fue confirmada por Gmez Gonzlez de Traba conde de
Monterroso y Trastmara muerto en 121194. Cmo poda Froyla Rodrguez ser to de
Suero Zapata si haba vivido en la primera mitad del siglo XI? M. Torres Sevilla-Quiones
de Len adems ha considerado el hijo de Froyla, Vermudo Nariz como el padre de Froyla
Vermdez fundador de los Traba95. En realidad en la fuente habla de Vermudo Manidi y no
Nariz: los nombres son demasiado distintos para ser la misma persona. Una vez establecida
la filiacin de Rodrigo Frolaz, la fuente empieza nuevamente con la genealoga completa
de la familia Traba:
- De Veremudo Manidi natus est Froyla Veremudi. De Froyla Veremudi natus ets
Petrus Froyle et Rodericus Froyle et Munia Froyle et domna Heremesenda. De domno Petro

90
M. TORRES SEVILLA-QUIONES DE LEN, Linajes nobiliarios, p. 312 y nota al pie n. 1585.
91
M. TORRES SEVILLA-QUIONES DE LEN, Linajes nobiliarios, p. 311.
92
M. TORRES SEVILLA-QUIONES DE LEN, Linajes nobiliarios, p. 319, en particular vase el rbol
genealgico propuesto por la autora.
93
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, I, doc. n. 211 (1158), n. 490 (1165, testamento ampliado por el
conde Gmez Gonzlez de Traba), n. 492 (1158), n. 601 y 602 (1165-1166, confirmados por el conde Gmez
Gonzlez de Traba) y n. 618 (1165). A.H.N., Clero, A Corua, Carpeta 528, n. 12 (1165, copia de uno de los
testamentos de Suero Zapata a Sobrado).
94
J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza, p. 169.
95
M. TORRES SEVILLA-QUIONES DE LEN, Linajes nobiliarios, p. 319. En nuestra opinin es la nica
manera de explicar la genealoga presente en el trabajo de la historiadora.

~ 156 ~
Froyla natus est comes domnus Fernandus et domnus Veremuds...et comes Rodericus dictus
Velusu...De Roderico Menendus Roderici pater de Suarius Zapata et Gundisalvus Roderici
pater de Fernando Gundisalvi et de Gundisalvo Gundisalvi et de Elvira Gundisalvi et Froyla
Roderici pater de Veremudus Nariz et domna Maria Froyle uxor de Didaco Suariz de
Montanus et Rodericus Froyle et Fernandus Froyle96.
La fuente lo dice rotundamente: Rodrigo Froylaz no es un miembro del grupo de los
Menndez, como sealado tambin por C. M. Reglero de la Fuente 97, es el hijo de Froila
Vermdez y entonces en el hermano de Pedro Frolaz de Traba conde de Galicia ypadre de
los fundadores de Sobrado, fallecido en 1128! La segunda parte de la fuente repite de
manera todava ms clara la genealoga de Rodrigo Froylaz que tuvo como hijos Menendo,
padre de Suero, Gonzalo y Froyla padre de Vermudo Nariz, llamado tambin con su
patronmico Froylaz en la parte final del documento98, Mara, Rodrigo y Fernando, todos
vivientes entre los ltimos aos del siglo XI y los aos sesenta del siglo XII. El problema
fundamental de la lectura de esta fuente es no olvidar su contexto. El documento no es
exclusivamente una genealoga; la carta fue escrita para defender los derechos sobre la
tierras de Galicia y de Aranga - objeto de conflicto entre los cistercienses y don Pedro
Muiz de Traba ya desde 116899 -, Mariniano y Ventosa otorgadas por los nietos de Rodrigo
Froylaz y primos (todos llamados congermani en la fuente) de Froyla Rodrguez que
empez con su familia o sus hombres, como dice explcitamente la fuente, a molestar las
posesiones del monasterio:
Si tempus venerit quod vox de Froyla Roderici inquietent fratri Superaddi super
hereditatibus quas Suerius Zapata et congermani sui Fernandus Gundisalvi et Elvira
Gundisalvi et Gundisalvus Gundisalvi dederunt Sancte Marie Superaddi in Aranga, in
terminis Superaddi, Mariniano, et in Ventosa100.

96
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, I, doc. n. 212.
97
C. M. REGLERO DE LA FUENTE, Cluny en Espaa, p. 257 nota al pie n. 92. Vase, por la fechas y la
biografa de Pedro Frolaz de Traba, el trabajo de J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza, p. 44.
98
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, I, doc. n. 212, p. 250.
99
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 25. Vase el interesante trabajo de C. BARROS, Origen
del castillo y coto de Aranga, siglos X-XII, en: Cuadernos de estudios gallegos, vol. LVI, n. 122 (Enero-
Deciembre 2009), pp. 139-150 y nuestro, The bone of the contention: Cistercians, bishops and papal
exemption. The case of the archdiocese of Santiago de Compostela (1150-1250), JMIS, en prensa.
100
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 212. Por las donaciones de los primos de Suero
Menndez Zapata, vase P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, I, doc. n. 491, 619 y 621.

~ 157 ~
Una genealoga similar a la de M. T. Sevilla Quiones de Len es la de J. L. Lpez
101
Sangil en su estudio sobre los Traba, basado sobre el mismo documento de Sobrado y las
obras de Padre Carbajo y del Memorial de Sobrado escritos en el siglo XVII102. En el
Memorial de Sobrado el padre de Froila Vermdez es identificado como un descendiente de
un cierto Manido Gutirrez, hijo del conde Froila Gutirrez, relacionado con San Rosendo
de Celanova103. Para Lpez Sangil este Manido sera el Rodrigo Froylaz del Tumbo de
Sobrado citado tambin por M. Torres Sevilla-Quiones de Len; una posicin muy
extraa, visto que en primer lugar son dos nombres muy distintos y difcilmente
intercambiables y adems, cuando el autor habla de la descendencia de Rodrigo/Manido, no
hace que citar el documento del Tumbo de Sobrado104, que como hemos sealado se refiere
a personajes que vivieron en el siglo XII. En este caso se puede notar como probablemente
la necesidad de ennoblecer el origen de los Traba no fue slo una exigencia del siglo XII y
XIII sino tambin de la comunidad monstica a lo largo de los siglos. Aunque los orgenes
de la familia, por parte paterna, no son bien conocidos, eso no impidi a los Traba
conquistar rpidamente un espacio importante en el reino de Len-Castilla. Como hemos
visto Pedro Frolaz, hijo de Froila Vermdez, fue conde de Galicia y tuvo un papel
fundamental en la poltica de Alfonso VII de Len-Castilla; su hijo Vermudo se cas en
tercer nupcias con la hija de Enrique de Borgoa y Teresa Alfonso, mientras que su hijo
Fernando se uni en matrimonio a Sancha Gonzlez, de la importante familia de los
Lara105. El poder de la familia creci, antes de entrar en crisis con la afirmacin al principio
del siglo XIII de nuevos grupos en el territorio106; es decir que desde las primeras
menciones de Froila Vermdez al final del siglo XI, los Traba alcanzaron su cnit: Teresa
Fernndez de Traba, hija de Fernando Prez, se cas con el rey de Len Fernando II en

101
J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza, pp. 15-16 y nota al pie n. 19.
102
J. L. LPEZ SANGIL, Los memoriales de Sobrado y Monfero y sus autores, Fray Bernardo Cardillo de
Villalpando y Fray Mauricio Carbajo, en: Anuario Brigantino, 23, 2000, pp. 229-238.
103
J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza, pp. 16 y 187-188.
104
J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza, p. 16 y nota al pie n. 19
105
J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza, p. 56 y 77. Sobre la familia Lara vase el trabajo de S. R. DOUBLEDAY,
The Lara family: crown and nobility in medieval Spain, Harvard, 2001, en particular pp. 189 y 207-215.
106
P. SNCHEZ LEN, Monasticism, Lineage, and Community: collective organisation in medieval galician
society (San Pedro de Ramiranes, 1200-1300), en: Beyond the Market. Transactions, property and social
networks in monastic Galicia, 1200-1300, ed. por R. PASTOR DE TOGNERI, Leiden, 2002, pp. 115-116.

~ 158 ~
1178107. La familia que aparece en el documento fundacional era poderosa, y como tal
dotaron el monasterio de bienes y tierras:
...cum omnibus hereditatibus suis propriis, videlicet, Marciam et oyam, Villar
Planum, Gunderei. In Portu Carral, suam directuram de Superaddo, de Villaribus et de Santi,
et de Santui, et de Ladercu, et de Recar, medietates. Casales et villa de Monte integros. De
Centumcasibus et de Riquiam et de Saamir, medietates108.
Despus de este listado los Traba aadieron un detalle importante:
Omnes alias que iacent in circuitu monasterii et ab antiquo eius fuerunt damus et
concedimus iam sepedicto monasterio109.
Cul era el patrimonio antiguo del monasterio? Lo que haba confiscado
Fernando I? Cmo podan los Traba otorgar a los cistercienses algo que perteneca al
fiscus real? Tenemos que volver al documento de Urraca de 1118. La reina junto a su hijo
Alfonso Raimndez, a la presencia de Diego Gelmrez, entonces obispo de Compostela,
otorg a Vermudo y Fernando Prez de Traba, el monasterio de Sobrado confiscado por
abuelo Fernando I precisando que:
Ego Urracha regina Hispanie, bone memorie regis domni Adefonsi filia cum filio
meo rege Adefonso...damus monasterium de Superaddo de avo vestro Segeredo Alviti et de
uxore sua Adosinda Arie...Et hoc facimus pro bono servitio et maxima fidelitate quam nobis
semper exhibuistis, vidente nos vos iniuste amisisse. Et damus nobis illud supradictum per
suos cautos et terminos antiquos, sicuti tenuit. Et damus vobis illud supradictum per suos
cautos et terminos antiquos, sicuti tenuit avuus vester Segeredus110.
A partir de 1118, entonces, Vermudo y Fernando controlaban el monasterio que fue
de sus avuus Segeredo y Adosinda: Quines eran estos personajes? En la opinin de M.
Torres Sevilla-Quiones de Len, a travs del estudio de los documentos del Tumbo de
Sobrado111, eran los abuelos de Ardiu Diz, la madre de Urraca Frolaz, mujer de Pedro
Frolaz de Traba y entonces madre de los fundadores de Sobrado, Fernando y Vermudo112.
Segeredo Alviti o Alotez era hijo del conde de Oporto Aloito Nuez ( 1015-1016) y

107
J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza, p. 142.
108
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 13.
109
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 13.
110
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 8.
111
M. TORRES SEVILLA-QUIONES DE LEN, Linajes nobiliarios, p. 317.
112
J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza, p. 55.

~ 159 ~
hermano del conde Nuo y del abad de Guimraes Pedro Alotez113, mientras Adosinda
Arias tena enlaces parentales con los condes de Presras114. Segeredo y Adosinda fueron
los ltimos en tener cierto control sobre el monasterio de Sobrado en el siglo XI antes de la
confisca de Fernando I; una posesin que segn M. Torres Sevilla-Quiones de Len los
dos reclamaban gracias a la parentela con la monja Munia y el abad de Sobrado Gutierre,
que aparecen varias veces en el Tumbo de Sobrado, como demostrara la donacin de
Urraca de 1118115. An en este caso tenemos dudas y observaciones. En primer lugar, en el
documento de 1118 no hay la mnima referencia a Gutierre y Munia116 y aunque el
parentesco delineado por M.Torres Sevilla-Quiones de Len es correcto, no slo haba una
relacin muy lejana entre los Traba y los condes de Presras; esta relacin familiar sera
una ulterior demostracin de los orgenes humildes de los Traba; el linaje de la familia
subi de nivel gracias a una mujer - Urraca Frolaz esposa de Pedro Frolaz de Traba, es
decir, a travs de un matrimonio morgantico - y que los Traba no tuvieron ningn enlace
con los condes de Presras hasta esta unin matrimonial realizada al final del siglo XI.
Adems hay otro elemento a considerar: en el documento no son los Trabas a reivindicar el
parentesco con Segeredo Alviti y Adosinda Arias, es la reina Urraca que define a los dos
hermanos como antepasados de los ltimos miembros de los condes de Presras que
controlaron Sobrado; Fernando no aparece en las fuentes en calidad de comes antes de
1121117, mientras que Bermudo muy probablemente nunca consigui este ttulo118. El
documento de Urraca, entonces, exprime simplemente una relacin de parentesco o la reina
estaba elevando los hijos de Pedro Frolaz al nivel de la familia de los fundadores de
Sobrado en el siglo X? Siguiendo la lectura de la fuente encontramos el listado de las
propiedades otorgadas a la comunidad cisterciense, que contiene en su parte final un
elemento de gran inters:
Super hec omnia augemus quantamcumque hereditatem fratres et boves vestrarum
grangiarum laborare potuerint infra terminos qui scripti sunt in carta imperiali quam michi

113
M. TORRES SEVILLA-QUIONES DE LEN, Linajes nobiliarios, p. 317, nota n. 1619.
114
M. TORRES SEVILLA-QUIONES DE LEN, Linajes nobiliarios, pp. 316-318.
115
M. TORRES SEVILLA-QUIONES DE LEN, Linajes nobiliarios, pp. 317-318 y notas n. 1617 y 1621.
116
LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 8.
117
J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza, p. 84.
118
J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza, p. 56.

~ 160 ~
comiti domno Fernando Petri, dominus imperator domnus Alfonso meus fecit119.
A que se refera el conde Fernando Prez? Esta vez hay que volver al documento
del 29 mayo de 1135 cuando el emperador Alfonso VII confirm la concesin de Sobrado
hecha por su madre Urraca a Fernando y Vermudo Prez de 1118. Leyendo con atencin el
documento vemos que no se trata de una simple renovacin porque Alfonso VII, a
diferencia de su madre, se preocup de delimitar exactamente los lmites de Sobrado y de
sus propiedades:
Ego Urracha regina Hispanie...damuns monasterium de Superaddo...Et damus vobis
illud supradictum per suos cautos et terminos antiquos...videlicet, cum omnibus monasteriis,
parrochiis et laicalibus, villis et hominibus suis, per ubi suam hereditatem potueritis invenire,
per montes heremos et populatos, per penas heremas et populatas, et cum sua criatione,
servos et ancillas, exceptis quibusdam mediam de Caneda et infantadigo de Pistomarcos120.
Ego Adefonsus gratia Dei Hyspanie imperator, vobis comiti domno Fernando Petri et
fratri vestri Vermudo Petri facio cartam donationis...propter beneficium et servitium patris
vestri et pro vestro servitio quod mihi fecistis et facturi estis dono vobis hereditates de meo
realengo, que antea fueriunt de parentibus vestris. Videlicet Subrado cum suo directo et cum
cauto per suos terminos antiquos, per illas lousas et inde per Nauntoi inter Castro et
Baruecto et inde inter Arceio et Ciroso et inde ad castineira de Bove Mortuoet inde ad
Grovas, deinde per illas cruces et inde ad illo Paramio, deinde al illam Mauram et inde ad
lamas Maiores, deinde ad vilar Covo et inde per Covam de Serpe, et inde per illo [Cordal] de
Nafreta usque ad illas Segobias, deinde per pontem de ambas mextas et inde per illa
carreoira usque ad furcam de Iaurino et onde per ipsa carreira usque ad illas lousas. Infra
estos terminos...queratis et habeatis iure hereditario, et faciatis ex inde quicquid volueritis121.
El elemento ms llamativo es que unos aos antes de la llegada de los cistercienses,
Alfonso VII y los Traba alcanzaron un acuerdo para una definicin clara de una zona
estratgica del territorio gallego, y entonces la fundacin de Sobrado naci en el interior de
esta una nueva organizacin territorial. Ms adelante en el documento hay otra referencia al
emperador que no podemos descuidar:
Hoc siquidem prefatum monasterium cum predictis hereditatibus damus et

119
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 13.
120
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 8.
121
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. 9.

~ 161 ~
concedimus libere ac firmiter pro remedio animarum nostrarum parentumque nostrorum, seu
animaru parentum domini nostri imperatoris domni Alfonsi cuius consilio et iussione et
fortitudine hec omnia facta sunt122.
Cmo interpretar esta mencin? Una colaboracin entre los Traba y Alfonso VII
tal y como haban sugerido por M. Pallares Mndez y E. Portela Silva123? En la opinin de
R. Alonso lvarez la fundacin de Sobrado, en su etapa cisterciense, sera debida slo a la
iniciativa de la familia aristocrtica gallega y esta referencia al emperador se podra
interpretar como una manifestacin de reconocimiento a la familia que le haba ayudado
en los tiempos difciles124. El problema es que en la fuente no se manifiesta Alfonso VII, ni
tenemos expresiones de gratitud por la fidelidad de los Traba como en los documentos de
1118 y 1135; en la fuente los fundadores dicen que estn realizando la disposicin (o
consejo), las rdenes y el valor de Alfonso VII. Consilium, Iussio y Fortitudo no son
palabras casuales ni de escaso sentido. Si los Traba estn realizando la voluntad de Alfonso
VII, cul es la razn profunda de la llegada de los cistercienses a Sobrado? En nuestra
opinin, considerando la importancia de la carta de 1135, la refundacin de Sobrado es
interpretable cmo un acuerdo territorial local sobre entre los dos ms importantes poderes
de Galicia, despus de la muerte del arzobispo de Compostela Diego Gelmrez en 1140.
Slo una coincidencia? Alfonso VII adopt una estrategia parecida a la de la fundacin de
Fitero (abada hija de L'Escaladieu en la dicesis de Tarbes 125, lnea de Morimond) en
Navarra en 1140. Aunque no conocemos la fecha exacta del pasaje del monasterio a los
cistercienses126, es significativo relevar como la fundacin del monasterio en el rea de la
Rioja, otro punto de comunicacin fundamental para el norte de la pennsula ibrica, fue
fundado el mismo ao de la paz entre Alfonso VII y el rey de Navarra Garca Ramrez127.
La fundacin de un cenobio, ms que el resultado, aparece como la garanta, el presidio y el

122
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 13.
123
M. PALLARES MNDEZ-E. PORTELA SILVA, Sobrado. Tiempos y espacios de un monasterio cisterciense,
pp. 60-66; Proyeccin territorial, pp. 232 y siguientes.
124
R. ALONSO LVAREZ, Los promotores, pp. 663 y 696.
125
J. PAVN BENITO, El Cister y la monarqua Navarra (Siglos XII y XIII), en: Cistercium, 238, 2005, p.
382.
126
J. PAVN BENITO, El Cister y la monarqua Navarra (Siglos XII y XIII), pp. 382-383.
127
Probablemente el monasterio no fue cisterciense hasta 1147-1148. C. MONTERDE ALBIAC, Coleccin
diplomtica del monasterio de Fitero (1140-1210), Zaragoza, 1978, pp. 233-237.

~ 162 ~
sigilo a las soluciones de conflictos territoriales locales. La fundacin de Sobrado,
entonces, se puede leer como una negociacin y una colaboracin, que continu hasta el
reinado de Fernando II128, entre los Traba y Alfonso VII - como demuestra en la opinin de
M. Pallares Mndez y E. Portela Silva la diferencia en el listado de propiedades otorgadas
al monasterio en las dos versiones del documento fundacional contenida en el tumbo de
Sobrado, distincin debida a una segunda negociacin territorial129 - para la gestin de un
pasillo fundamental para la costa atlntica, el camino y la ciudad de Santiago y las minas
de hierro. Un acuerdo garantizado por una nueva fundacin monstica, adems conectada a
una Orden extraa al territorio gallego y al menos en los primeros aos sin conexiones con
otros poderes de la zona. Un elemento que nos sugiere una pregunta: por qu el Cister?
Esta opcin se justificara con el origen borgon de Alfonso VII de Len-Castilla?
Muchos autores han atribuido la introduccin del Cister a la estrecha relacin y la amistad
entre san Bernardo y Alfonso VII130, pero en el epistolario del abad de Clairvaux, por
ejemplo, no encontramos ninguna carta dirigida al rey o a su familia antes de los aos
cuarenta del siglo XII. Al estado actual de nuestro estudio no hemos encontrado tampoco
una fuente para poder conectar directamente los Traba a la Orden. En los ltimos aos se ha
tratado de enlazar la llamada de los cistercienses a las relaciones de Fernando Prez de
Traba con la Orden del Temple a travs de la donacin del castillo de Soure en Portugal en

128
En la documentacin del monasterio de Sobrado se puede notar como muchas donaciones otorgadas a
Sobrado desde 1151 los Traba y Alfonso VII estaban estrechamente relacionados en la gestin del
monasterio y de sus donaciones. En 1180 el hijo de Alfonso VII Fernando II de Len, por ejemplo, orden a
Gmez Gonzlez de Traba de donar al monasterio el realengo de Prada: Ea Propter ego Dominus comes
Gomez facio carta donationis et confirmationis ex auctoritate et mandato domini regis Fernandi Sancte Marie
Superaddi. Vase P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 514 y n. 14, donde los Traba donan a
Sobrado unas propriedades Damus itaque omnem superdictam hereditatem per terminos divisionesque suas
pro precio nostrorum peccatorum et pro animabus omnium parentum nostrorum, seu etiam pro animabus
omnium parentum imperatoris domni Adefonsi, cuius concessu et consilio hoc factum est scriptum y n. 12
(en el mismo volumen) donde es el rey a Ea propter ego Adefonsus Hyspanie imperator, una cum uxore mea
imperatrice domna Rrica, et cum filiis meis Sancio et Fernando, pro amore Dei et pro animabus parentum
meorum remissione, consilio et voluntate comitis domni Fernandi et domni Veremudi Petri, facio cartam
donationis et textum firmitatis Deo Omnipotentiet sancti Marie Virgini et vobis abbati domno Petro et
omnibus successoribus vestris, de hereditate quam habeo in Subradu...Do itaue vobis...ut semper sitis
memores mei et parentum meorum in orationibus vestris. Sobre este punto vase tambin M. PALLARES
MNDEZ-E. PORTELA SILVA, Sobrado. Tiempos y espacios de un monasterio cisterciense, pp. 62-66.
129
M. PALLARES MNDEZ-E. PORTELA SILVA, Sobrado. Tiempos y espacios de un monasterio cisterciense,
pp. 60-62.
130
Sobre estas dos posibilidades de explicacin de las relaciones entre Alfonso VII y el Cister vase J. PAVN
BENITO, El Cister y la monarqua Navarra, pp. 379-380 y 384.

~ 163 ~
1128131. En nuestro precedente trabajo sobre el Cister en Galicia ya hemos visto como esta
interpretacin es difcil de aplicar en este contexto: Soure se encontraba lejos del rea de
Sobrado en el norte de Galicia y el objeto de la donacin, un sitio fortificado, es algo de
muy diferente de llamar unos monjes en un monasterio. Adems los Templarios no eran
propiamente cistercienses y Bernardo, en cualquier caso, habra escrito la regula del Temple
solo el ao siguiente, en 1129, despus del concilio de Troyes 132 y sobre todo: cmo
explicar la relacin entre esta donacin y la llegada de los monjes blancos con catorce aos
de distancia y a la luz de la contrariedad de Bernardo a las fundaciones de Clairvaux en
Espaa en los aos 1127-1129?
S, porque san Bernardo durante muchos aos no solo no autoriz fundaciones en
la pennsula ibrica, sino que en las fuentes no aparece implicado en las dinmicas polticas
de esta rea geogrfica, sin olvidar - como escribi Guillaume de Saint-Thierry en su
biografa de Bernardo - que el abad de Clairvaux nunca viaj a Espaa133. Por qu se
interes entonces a la fundacin de Sobrado a principio de los aos cuarenta del siglo XII?
A partir de 1140 el papel de Bernardo sin duda haba cambiado totalmente. En el decenio
precedente el abad de Clairvaux, como ha escrito recientemente G. M. Cantarella, se haba
introducido en las principales cuestiones europeas del tiempo134 y como seal J. L. Lkai,
Bernardo empez en esos aos una grande poltica de promocin de la Orden (y de sus
miembros) que culmin con la eleccin papal de Eugenio III, en precedencia monje
cisterciense y su antiguo discpulo135. En nuestra opinin la eleccin de apoyar el envo de
monjes desde Clairvaux a Galicia se debe a un elemento muy importante: la fundacin de
Sobrado habra garantizado a Bernardo la posibilidad de entrar directamente en contacto
con Alfonso VII y por lo tanto directamente con la monarqua castellano-leonesa. Bajo esta
perspectiva se podra leer de otra manera la carta que Bernardo envi en 1127 al abad de

131
J. FERREIRO ALEMPARTE, Temple, Santo Sepulcro y Cister en su fase inicial gallega, en: Actas del II
Congreso sobre el Cister, I, pp. 341-368 y M. T. TORRES SEVILLA-QUIONES DE LEN, Nobleza y Cister, pp.
324-325.
132
F. RENZI, Da Clairvaux alla Galizia, p. 155 y nota n. 83.
133
Nam et in Hispanis, ubi praesens ipse non fuit. GAUFRIDUS CLARAEVALLENSI, Sancti Bernardi abbatis
Claraevallensis vita et res gestae libris septem comprehensae, en: Patrologia Latina, vol. CLXXXV, lib. IV,
col. 341.
134
G. M. CANTARELLA, Saint Bernard et les grandes affairs de son temps, en: Religions & Histoire, 6,
2011, pp. 38-43.
135
J. L. LKAI, Los cistercienses, pp. 48-67.

~ 164 ~
Preully Artaldo. De la carta del abad de Clairvaux se entiende que si en el interior de la
Orden haba intereses para una fundacin en Espaa, pero Bernardo avis a Artaldo de
tener cuidado con esa idea que habra podido suscitar acusaciones y crticas por parte de la
Orden. Bernardo en la carta no se explicaba esta idea por parte del abad de Preully: por
qu enviar a los monjes a un territorio tan lejos cuando el abad de Pontigny ofreca a
Artaldo una abada en Borgoa para reformarla? Lo que lamentaba Bernardo era la
distancia, la ausencia de medios y contactos que en aquel momento Artaldo tena cerca su
abada, lo que llevaba Bernardo a aconsejar de aprovechar de estas posibilidades y de
apartar la idea de una fundacin en la pennsula ibrica136. La fundacin de Sobrado y la
participacin de Alfonso VII, entonces, podan ofrecer garantas mucho ms contundentes,
accediendo as a una amplia y nueva red de relaciones para Clairvaux. Lo cierto es que a
partir de la llegada de los monjes a Galicia, Bernardo aparece siempre ms conectado a la
familia real y a al territorio peninsular como demuestra, por ejemplo, la carta enviada al
obispo Berengario de Salamanca de 1143137. Por qu escribir a esta sede obispal?
Berengario no era un obispo cualquiera. El haba sido el canciller en 1134-1135 de Alfonso
VII de Len-Castilla y su candidato a la sucesin de Diego Gelmrez como arzobispo de
Santiago de Compostela. Berengario, aunque elegido arzobispo, tuvo problemas en los aos
1140-1142 con una parte del cabildo catedralicio y con el papado que no confirm su
eleccin138. Berengario no logr consolidarse en la sede compostelana y las pretensiones de
Alfonso VII en esta rea fueron frustradas, elemento que podra empujarnos a considerar la
fundacin de Sobrado de 1142 como un tentativo de la monarqua, junto a los Traba, de

136
F. GASTALDELLI, San Bernardo, en: Lettere I (1-210), Milano, 1986, ep. n. LXXV. Segn M. COCHRIL
la fecha de la carta es 1129, Limplantation, pp. 229-230.
137
San Bernardo. Lettere II (211-458), Milano, 1987, ep. n. 212. Sobre las relaciones entre Bernardo de
Clairvaux y Espaa, vase tambin W. TIJBURG, Les relations de Saint Bernard avec lEspagne, en:
Collectanea Cisterciensia XV, 1953, en particular pp. 177-179.
138
Sobre Berengario vase A. LPEZ FERREIRO, Historia de la A. M. Iglesia de Santiago de Compostela,
IV, Santiago de Compostela, 1901, pp. 225-228 y R. A. FLETCHER, The episcopate in the Kingdom of Len
in the twelfth century, Oxford, 1978, sobre todo, p. 40. Sobre el cabildo compostelano y su papel en la
gestin del patrimonio compostelano despus de 1140 y las relaciones con Fernando II de Len vase el
trabajo de M. GONZLEZ VZQUEZ, El Arzobispo de Santiago: una instancia de poder en la Edad Media
(1150-1400), A Corua, 1996, pp. 100 y 369-371. Sobre el cabildo catedralicio reenviamos a F. J. PREZ
RODRGUEZ, La Iglesia de Santiago de Compostela en la Edad Media: el Cabildo catedralicio (1100-
1400), pp. 32-33 y p. 175 y siguientes; Los cabildos catedralicios gallegos en la Edad Media (siglos XII-
XIV), en: Ciencias sociais e Humanidades, 22, 2010, pp. 159-175.

~ 165 ~
tener un presidio fiable en esa misma zona. En este contexto la carta de Bernardo no poda
derivar solo de un inters para la cuestin de Santiago, ahora que en la archidicesis haba
una fundacin de Clairvaux. Ponerse al lado de Berengario significaba apoyar a un hombre
de Alfonso VII. Es que la cuestin de la eleccin compostelana fue un medio para
Bernardo para mejorar su relacin con el rey de Len-Castilla? En los aos siguientes,
encontramos los primeros nombramientos de cistercienses en sedes obispales ibricas como
Astorga y Coria139 y san Bernardo tuvo una correspondencia con la hermana de Alfonso
VII, Sancha Raimndez, para la cuestin de la abada de Toldanos disputada entre el
monasterio de La Espina, de la lnea de Clairvaux y fundada en la dicesis de Zamora en
1147, y el monasterio de Carracedo en la dicesis de Astorga140 y entr en contacto tambin
con el obispo de Palencia, un episodio que merece particular atencin. Segn F. Gastaldelli
la carta de Bernardo, en realidad, tena el objetivo de buscar un contacto con la sede
castellana para el problema de la abada de Valbuena de Duero que el obispo querra
controlar141. No conocemos exactamente la fecha de la carta, segn Gastaldelli podra ser,
basndose en la obra de Mabillon, de 1146-1147142, y como hemos dicho en precedencia el
monasterio de Valbuena, fundado por Estefana Armengol, pas al Cister alrededor de 1153.
Si la hiptesis del estudioso italiano fuera correcta, sera necesario adelantar y reconsiderar
los primeros aos de vida del monasterio, pero sobre todo, si haba un problema con una
abada-hija de Berdoues, apartenente a la lnea de Morimond, por qu san Bernardo
escribe a Pedro de Palencia? Por qu no escribi el abad pirenaico, o lo mejor el de
LEscaladieu, que estaba extendiendo su influencia en Castilla? Aunque Valbuena no fuera
cisterciense en ese momento, qu inters tena el abad en relacionarse con un territorio
donde no haba una fundacin de su lnea? La carta muestra la distinta actitud de Bernardo
por la pennsula ibrica en concomitancia con la expansin de la Orden y las conexiones
con el reino de Len-Castilla. Aunque fuera de la competencia de Clairvaux, escribir a
Palencia (otro punto estratgico), significaba una vez ms para Bernardo imponer su papel -

139
R. A. FLETCHER, The Espicopate, p. 79, vase tambin pp. 26 y 80. Los primeros cistercienses fueron
Pedro Cristiano en Astorga en 1153 y Suero de Coria en 1156.
140
F. GASTALDELLI, San Bernardo. Lettere, II, ep. n. 301.
141
F. GASTALDELLI, San Bernardo. Lettere, II, ep. n. 372.
142
F. GASTALDELLI, San Bernardo. Lettere, II, nota al pie n. I, pp. 460-461.

~ 166 ~
y su imagen - de primer abad de los cistercienses y garantizar su poltica y su autoridad.
A nuestro anlisis falta ahora un ltimo elemento: la sede compostelana.
En el documento la fundacin no se concretiz en el monasterio de Sobrado, sino
apud urbem Beati Iacobi143, la ciudad y no - detalle muy importante- la catedral de
Santiago, a causa probablemente de la inestabilidad y de los problemas por la sucesin de
Gelmrez. En el acuerdo aparecen tres archidiconos del arzobispado local como
confirmantes del acta: Arias Muoz, Pedro Cresconiz y Pedro Helias. Los tres no eran
hombres cualesquiera: Pedro Helias fue el candidato que local contra Berengario, obispo de
Salamanca, para la sucesin de Diego Gelmrez144. Pedro Helias fue arzobispo de Santiago
desde 1143 hasta 1149 y su pontificado fue uno de los ms largos hasta 1172-1173 - ao de
la eleccin de Pedro Surez de Deza que permaneci hasta 1206 145 - durante los aos de la
crisis econmica y de la discontinuidad poltica del arzobispado de Santiago 146. Si por un
lado es difcil establecer - como ya hemos sealado - un papel activo en la llamada de los
cistercienses en Galicia de esos hombres, basndonos nicamente sobre la mencin en el
documento fundacional147, por el otro sabemos que estos hombres no eran extraos a la
familia Traba: el 4 de febrero de 1142 Pedro Cresconiz confirm la divisin de los bienes
hecha por Vermudo Prez de Traba148. El documento de Sobrado muestra como una
fundacin o reforma monstica no eran el simple resultado de una negociacin a nivel
alto del poder, es decir, entre el fundador y la Orden; en el caso de Sobrado hay ms
actores que concurren a la fundacin del monasterio, que se configura como la
reorganizacin de un territorio estratgico garantizada por la institucin de un centro
monstico con un documento donde encontramos no slo los cistercienses, sino tambin los

143
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 13.
144
Segn Fletcher, Pedro Helias, diacono de la Iglesia compostelana desde 1122-1124, era una creatura de
Diego Gelmrez aunque a lo largo de los aos se rebel contra el arzobispo y decidi de conducir una
oposicin a su autoridad hasta su eleccin arzobispal en 1143. Vase R. A. FLETCHER, The episcopate, p. 56.
Sobre Pedro Helias vase tambin B. F. REILLY, The Kingdom of Len-Castile under king Alfonso VII,
1126-1157, Princeton, 1998, p. 253 y siguientes.
145
B. F. REILLY, The Kingdom of Len-Castile under king Alfonso VII, 1126-1157, p. 53.
146
B. F. REILLY, The Kingdom of Len-Castile under king Alfonso VII, 1126-1157, p. 57 y siguientes y A.
LPEZ FERREIRO, Historia de la Iglesia de Santiago de Compostela, IV, pp. 225-252-255-257-260-264-
272-277-281-284-290-313-315-320-322-335 y 336.
147
Vase nuestro, The bone of the contention: Cistercians, bishops and papal exemption. The case of the
archdiocese of Santiago de Compostela (1150-1250), JMIS, en prensa.
148
P. LOSCERTALES, Tumbo de Sobrado, II, doc. n. 10.

~ 167 ~
tres principales poderes del territorio en aquella poca: los Traba, Alfonso VII y hombres
importantes de la Iglesia compostelana. Algo parecido haba pasado en 1113 cuando el
conde Pedro Frolaz de Traba entreg el monasterio de San Martn de Jubia, en la dicesis
de Mondoedo, al abad de Cluny Ponce149. Como demostr C. J. Bishko hasta ese
momento los Traba no haban tenido ninguna relacin con Cluny y esta opcin por parte de
Pedro Frolaz se poda explicar slo a la luz de los cambios y de las dinmicas polticas
entre los Traba, Diego Gelmrez y la reina Urraca tanto sobre la cuestin de Alfonso I el
Batallador, como sobre el pequeo Alfonso Raimndez, futuro Alfonso VII de Len-
Castilla150. La donacin a Cluny, muy probablemente, certific este acuerdo. Volvemos un
momento a Sobrado y a sus etapas principales durante el siglo XII. En julio de 1118 Urraca
don el monasterio a los Traba durante su viaje en Galicia, despus de la revuelta ciudadana
de Compostela de 1116-1117 contra Diego Gelmrez - en 1116 Fernando Prez de Traba era
municeps (administrador) de la ciudad151 - que la reina par apoyando al obispo
compostelano con el objetivo de pacificar Galicia, y tratando de traer en aquel momento a
su lado tanto Gelmrez como los Traba, sus aliados152. En 1135 Alfonso VII renov -
definiendo exactamente sus lmites territoriales - el control del cenobio a Fernando e
Vermudo Prez el mismo ao que fue el rey lleg a ser tambin emperador 153. Esta
compleja renovacin de la posesin de Sobrado poda ser til tambin para renovar y
confirmar las relaciones entre las dos partes y el reconocimiento del ttulo de Alfonso VII.
Finalmente, en 1142 se realiza la fundacin de Sobrado despus de la muerte de Gelmrez y
en concomitancia con el fracaso de la eleccin arzobispal de Berengario de Salamanca,
hombre de Alfonso VII. Cada etapa corresponde a un evento importante en la historia de
Galicia: todas casualidades?
149
A. BRUEL, Recueil des chartes de l'abbaye de Cluny, vol. V, Paris, 1894, doc. n. 3906.
150
C. J. BISHKO, The Cluniac Priories of Galicia and Portugal: their Acquisition and administration 1075 ca.-
1230, en: Studia Monastica, 7/2, 1965, pp. 305-356.
151
R. A. FLETCHER, Saint Jamess Catapult, p. 38.
152
R. A. FLETCHER, Saint Jamess Catapult, pp. 144 y todo el capitulo 7 de la misma obra sobre la revuelta
compostelana de 1116-1117. Vase tambin J. L. LPEZ SANGIL, La nobleza, pp. 81-84. Sobre estos
episodios vase tambin M. PALLARES MNDEZ-E. PORTELA SILVA, Reyes, obispos y burgueses, en:
Historia de la ciudad de Santiago de Compostela, ed. por E. PORTELA SILVA, Santiago de Compostela,
2003, p. 142 y siguientes. Por el contexto general del periodo 1113-1117 durante el reinado de Urraca
reenviamos a la lectura de B. F. REILLY, The Kingdom of Len-Castilla under Queen Urraca (1109-1126),
Princeton, 1982, pp. 45-118.
153
B. F. REILLY, The Kingdom of Len-Castile under king Alfonso VII, pp. 15-52.

~ 168 ~
Estas consideraciones nos llevan al punto de partida: qu es y cmo interpretar
concretamente una fundacin monstica? El problema puesto por las fuentes cistercienses
nos obliga necesariamente a leer y releer, como nos recuerda R. Barthes, los documentos
varias veces detectando los varios niveles de comunicacin y de informacin contenidos,
evitando as de leer en los documentos siempre la misma historia154, como en el caso del
Cister, donde en muchas ocasiones se ha mirado solo el aspecto econmico de su
experiencia y de sus fuentes155. A cada documento hay que poner preguntas por sus
diferentes resquicios y perspectivas, es decir, lo que enseaba M. Bloch en su Apologie de
lHistoire156. Esta metodologa se revela todava ms eficaz en el caso de la Orden del
Cister y de sus textos normativos y literarios que construyeron una imagen unitaria y
racional de la Orden, que se ha transformado en un espejo o un filtro, ya deformados
para el siglo XII y XIII, a travs del cual se han ledo, hasta nuestros das, la historia y la
documentacin de la Orden, como si los textos normativos o la literatura no fuesen
afectados por los problemas contemporneos a los cistercienses con los grandes poderes del
tiempo (y en particular con el papado, es suficiente pensar a la obra de Cesario de
Heisterbach157). As como sus exigencias de consolidacin y legitimacin interna y externa,
como demuestra el caso del cisma entre Cteaux y las cuatro abadas-madres de 1202
(Clairvaux, Pontigny, La Fert, Morimond) que conocemos principalmente gracias a las
intervenciones externas de Inocencio III y del monje Raniero, revelando as un
funcionamiento del vrtice de la Orden muy distinto de lo que se dice en sus normas 158. El
caso de las fundaciones es ejemplar: representadas como la simple llamada de la Orden por
parte de un magnate, es en realidad el resultado de varios niveles de comunicacin: la
relacin entre los poderes locales, la actitud de la Orden y la presencia de los obispos o de
los hombres de los cabildos que, como ya hemos sealado, sobre todo en Galicia tuvieron

154
R. BARTHES, S/z, Paris, 1970, pp. 22-23.
155
F. RENZI, Da Clairvaux alla Galizia, pp. 163-164.
156
M. BLOCH, Apologie pour lhistoire ou mtier dhistorien, en: Cahiers des Annales, 3, 1949, pp. 26 y
36.
157
Vase sobre este aspecto el excelente trabajo de L. BRACA, Cistercensi nello specchio dellaldil. Forme
dellideale nella letteratura dei miracoli, tra dinamiche istituzionali e culturali, en: Bullettino ISIME, 111,
2009, pp. 63-100.
158
G. CARIBONI, Il papato di fronte alla crisi istituzionale dellOrdensverfassung cistercense nei primi
decenni del XIII secolo, in, Papato e monachesimo esente nei secoli centrali del medioevo, ed. por N.
DACUNTO, Firenze, 2003, pp. 179-214.

~ 169 ~
un papel mucho ms importante del que se sola creer. Se podra casi decir que para
entender esas fuentes tenemos que abrirlas sin prejuicios, ni miedo de ponerlas en duda
porque las cosas no son difciles por si mismas: son difciles porque no osamos mirarlos
crticamente159.

159
L. ANNEI SENECAE, Ad Lucilium Epistulae morales, ed. por L. D. REYNOLDS, II, ep. 104, Oxford, 1965,
p. 440.

~ 170 ~
Las ordenanzas municipales castellanas bajomedievales: un acervo inagotable
Gisela Coronado-Schwindt1
Qu entendemos, en efecto, por documento sino una huella, es decir una marca de un fenmeno que
nuestros sentidos pueden percibir, pero imposible de captar en s mismo?
Marc Bloch

La historia urbana de la Edad Media ha recibido, en los ltimos tiempos, un gran


inters por parte de los investigadores evidenciado por la extensa lista de publicaciones
sobre estos temas. Adems de reflexionar () que la historia refleja la inquietud de la
sociedad en la que surge y, en cierta medida, esa curiosidad se puede relacionar con el
protagonismo que en la actualidad despierta el asombroso crecimiento de las ciudades y
las perspectivas de futuro que se vaticinan para estas formas de hbitat2, el conocer las
ciudades de tiempos pasados nos es de utilidad para comprender las casusticas de
adaptacin y desarrollo del fenmeno urbano actual.
En la segunda mitad del siglo XX y, ms precisamente, en las dcadas de los
setenta y ochenta, es cuando acontece el resurgir de los estudios urbanos gracias a los
fondos documentales conservados en los archivos eclesisticos y reales que se
comenzaron a editar. Pero, principalmente, se debe al redescubrimiento de los archivos
municipales cuya catalogacin, inventariado y sistematizacin de sus fondos han
ofrecido sorpresas en el plano documental, lo que ha permitido el estudio de las
ciudades de la Corona de Castilla desde las ms diversas perspectivas, durante los siglos
bajomedievales3.

1
Universidad Nacional del Sur, Argentina, giselacoronado85@yahoo.com.ar.
2
Mara ASENJO GONZLEZ, Las ciudades medievales castellanas. Balance y perspectivas de su
desarrollo historiogrfico (1990-2004), en: En la Espaa Medieval, 28, 2005, pp. 415-453. Para el
mbito aragons Cf: Mara Isabel FALCN PREZ, Historia de las ciudades y villas del reino de
Aragn en la Edad Media. Evolucin y desarrollo de los estudios en los ltimos veinticinco aos, en: En
la Espaa Medieval, 23, 2000, pp. 395-439.
3
Csar LVAREZ LVAREZ, Los archivos municipales: fuentes bsicas para el estudio de los
derechos locales en la Corona de Castilla, en: Revista de Historia Jernimo Zurita, 78-79, 2004, p. 50.

Gisela CORONADO SCHWINDT, Las ordenanzas municipales castellanas bajomedievales: un acervo


inagotable, en: Andrea V. NEYRA & Gerardo RODRGUEZ (ed.), Qu implica ser medievalista?
Prcticas y reflexiones en torno al oficio del historiador, Mar del Plata, Universidad de Mar del Plata,
Sociedad Argentina de Estudios Medievales, 2012, Vol. 2, pp. 171- 186. ISBN 978-987-544-477-5.

~ 171 ~
Esta abundante documentacin conservada y puesta a disposicin de los
investigadores ha permitido un notable enriquecimiento de los enfoques, temas y
marcos tericos propios de la historia urbana, abordndose en profundidad temas de
historia institucional, social, urbanstica, demogrfica, econmica y cultural.
Un ejemplo de esta documentacin son las ordenanzas municipales castellanas
bajomedievales. Estos acervos documentales permiten a los historiadores realizar
estudios de los ms variados sobre la vida social, econmica, poltica y, a la luz de las
nuevas corrientes historiogrficas, sobre la cultura de la ciudad o villa en cuestin,
permitiendo establecer paralelismos y lneas evolutivas o situaciones de conjunto,
necesarias para lograr una historia general del reino de Castilla. Son, en palabras de
Pedro Porras Arboledas, testimonios vivos del pasado4.
El objetivo del presente trabajo ser poner de relieve la importancia que siguen
teniendo hoy en da las ordenanzas municipales para el estudio de las ciudades
castellanas bajomedievales a la luz de nuevos temas y enfoques tericos, como es el
caso del estudio del paisaje sonoro urbano a travs de los planteos de la Historia
Cultural y la Antropologa de los sentidos. La documentacin que se analizar pertenece
a dos importantes provincias de la Extremadura castellana, como son vila5, y dentro de
ella la ciudad de Piedrahta6, y la provincia de Cceres, principalmente la ciudad de
Plasencia7.
El estudio de los sonidos en la Edad Media no ha atrado la atencin de los
investigadores de este periodo8. Sin embargo, las Ciencias Sociales han desarrollado
lneas investigativas sobre cuestiones sonoras. En primer lugar, se encuentran los
estudios en comunicacin no verbales, que se interesan por los aspectos voclicos no
verbales de la comunicacin. Ejemplo de esto son los estudios de la etnomusicologa,
dedicada en observar las estructuras formales abstractas y el rol fundamental que juegan

4
Pedro PORRAS ARBOLEDAS, Las ordenanzas municipales. Algunas propuestas para su estudios y un
ejemplo, en: Espacio, Tiempo y Forma, S. III, H Medieval, 7, 1994, pp. 49-64.
5
J. Ma. MONSALVO ANTN (ed.), Ordenanzas medievales de vila y su tierra, vila, Ediciones de
la Institucin Gran Duque de Alba de la Excma. Diputacin Provincial de vila, Ediciones de la Obra
Cultural de la Caja de Ahorros de vila, 1990. (en adelante vila).
6
Carmelo. L. LOPEZ (ed), Coleccin documental del Archivo Municipal de Piedrahta (1372-1549),
vila, Ediciones de la Institucin Gran Duque de Alba de la Excma. Diputacin Provincial de vila,
Ediciones de la Obra Cultural de la Caja de Ahorros de vila, 1987, (en adelante Piedrahta).
7
Gloria LORA SERRANO (ed.), Ordenanzas Municipales de la Ciudad de Plasencia, Sevilla,
Universidad de Sevilla, 2005, (en adelante Plasencia).
8
Eduardo HENRIK AUBERT, Le son et ses sens. L`Ordo ad consecrandum et coronandum regem (v.
1250), en: Annales, Historie, Sciences Sociales, 62 annes, n2, 2007, 389.

~ 172 ~
las situaciones de perfomance en los sistemas sonoros de la msica 9. En segunda lugar,
cobra relevancia los estudios de la antropologa sensorial, interesada en los diversos
sonidos producidos por el hombre, en su actividad diaria, y el papel que cumplen en la
sociedad, partiendo del concepto de paisaje sonoro, nocin utilizada en el presente
trabajo.

Las Ordenanzas Municipales


La formacin del ordenamiento jurdico medieval ha sido, segn lo expuesto por
estudiosos del tema, un proceso lento que se ha ido formando por una serie de
elementos, entre los que se destacan el () derecho germnico primitivo, junto con
supervivencias indgenas prerromanas de los pueblos del Norte de la pennsula, adems
de fuertes influencias del derecho de [los] francos e incluso de principios derivados del
derecho romano vulgar10. Las ordenanzas municipales constituyen el trmino final de
las formas medievales del derecho local.
A lo largo de la historia, la palabra ordenanza no ha tenido el mismo
significado. En la Edad Media y Moderna, por ordenanzas se entenda tanto a las
rdenes emanadas del rey para la organizacin administrativa del Estado, como para las
ciudades y villas. En la actualidad, las ordenanzas son definidas como Textos jurdicos
que desde la Baja Edad Media a nuestros das recogen la regulacin de la vida local en
materia propia de la competencia de sus instituciones y autoridades11.
En el presente estudio se entender por ordenanza la serie de rdenes orientadas
a regular la convivencia de una comunidad y que es fruto de las necesidades reales de
los concejos.
Se puede establecer una clasificacin de estos textos jurdicos. De acuerdo a su
origen, pueden ser ordenanzas reales, seoriales, de los concejos, gremiales y de los
estamentos. De todos estos tipos, la ms usual y numerosa son las del concejo, que
tratan sobre materias municipales y que el propio concejo elabora y forma.
Las disposiciones que contienen estos ordenamientos jurdicos son, por una
parte, () el resultado de una larga prctica de usos y costumbres antiguos que ahora

9
E. HENRIK AUBERT, Le son et ses sens. L`Ordo ad consecrandum et coronandum regem (v.
1250), p. 388.
10
C. LVAREZ LVAREZ, Los archivos municipales, p. 52.
11
Miguel ARTOLA, Enciclopedia de la Historia de Espaa, 5, Madrid, 1988-1993, p. 887.

~ 173 ~
se recopilan, se sistematizan y se promulgan por escrito para su conservacin presente y
futura12; y por otra, se legislaba y se tomaba por escrito disposiciones necesarias para
enfrentar nuevos problemas que la vida diaria planteaba y, slo luego de un tiempo, se
recogan como ordenanzas para su cumplimiento.
Durante la segunda mitad del siglo XII y primer tercio del XIII, se produjo un
crecimiento urbano13 y, como consecuencia, hubo un mayor celo de organizar los
nuevos territorios y de dotarlos de una legislacin municipal. A su vez, el gobierno
municipal comenz a tener una progresiva complejidad y distintas necesidades como
consecuencia de su propio desarrollo. En general, las ordenanzas poseen una estructura
similar y todas ellas tienen por objetivos comunes, reglamentar todas las actividades
que en ellas se desarrollen, tanto desde el punto de vista administrativo y judicial como
de la preservacin del trmino y los recursos de la ciudad o villa.
El origen histrico de las ordenanzas municipales se encuentra en el ocaso
progresivo que sufrieron los textos forales durante la Baja Edad Media como resultado
de la recepcin del Derecho Comn y la intervencin regia en la vida municipal, lo que
recorta la autonoma de los poderes locales14. Es decir, (...) las ordenanzas nacen para
regular desde el municipio la vida jurdica local y lo hacen sincrnicamente al
fenmeno de supeditacin del derecho local a las leyes generales emanadas de la
Corona, manifestando en parte por esa ausencia de renovacin del fuero15. Es (...) a
partir del siglo XIII, con la recepcin del ius comune y el proceso de centralizacin y
homogenizacin impulsado por la monarqua, sobre todo con las disposiciones
legislativas de Alfonso X el Sabio, y la continuidad de Alfonso XI con el Ordenamiento
de Alcal de 1348, se acabaron derogando buena parte de los contenidos de los viejos
fueros, adems de relegarlos en la prelacin de las leyes16.

12
Alfonso Franco SILVA, Estudios sobre ordenanzas municipales (Siglos XIV-XVI), Cdiz,
Universidad de Cdiz, 1998, p. 12.
13
Miguel ngel LADERO QUESADA, La formacin medieval de Espaa. Territorios. Regiones.
Reinos, Madrid, Alianza, 2006, p. 170.
14
Miguel ngel LADERO QUESADA, Las ordenanzas locales. Siglos XIII-XVIII, en: En la Espaa
Medieval, 21, Madrid, Universidad Complutense, 1998, p. 296.
15
Jos R. DAZ DURANA, Ordenamientos jurdicos locales en el pas vasco y cantabria, en: Revista
de Historia Jernimo Zurita, 78-79, 2004, p.360.
16
Pilar MOROLLN HERNNDEZ, Las ordenanzas municipales antiguas de 1400 de la ciudad de
Toledo, en: Espacio, Tiempo y Forma, S. III, H Medieval, 18, 2005, p. 266.

~ 174 ~
Estos documentos histricos-jurdicos17 pueden ser estudiados desde dos
perspectivas: desde el punto de vista de medievalistas y modernistas interesados en los
datos institucionales, econmicos, sociales, y en los ltimos tiempos, en los culturales.
Desde el punto de vista de la historia del Derecho, interesa por su estructura externa
como por su contenido institucional y el procedimiento administrativo, en su doble
vertiente inquisitiva y sancionadora18.
Estos documentos presentan metodolgicamente una serie de ventajas y
desventajas. Entre las primeras, se destaca la posibilidad de () acceder a aquellos
problemas ms frecuentes de la vida local, as como la manera de enfrentarse a ellos.19
Asimismo, entre sus desventajas, pueden mencionarse la reiteracin en el tratamiento de
ciertos temas, su carcter punitivo y la imposibilidad de conocer el cumplimiento de sus
disposiciones. Estos documentos no deben ser tomados como datos de la realidad
concretos ya que no dejan de ser documentos oficiales, a los cuales hay que someter a
un anlisis histrico.

Viejas fuentes, nuevos temas


A partir de la interdisciplinaridad planteada por la Historia Cultural en la dcada
de los setenta del siglo pasado, se han revalorizado estas viejas fuentes para el estudio
de nuevos temas.
Una cultura determina un campo de posibilidades de lo visible y de lo invisible,
de lo tctil y de lo no tctil, de lo olfativo y de lo inodoro, del sabor y de lo inspido20.
Cada sociedad elabora un modelo sensorial particularizado por pertenencias de clases,
grupo, generacin, sexo, etc. As comprendidos, los sentidos21 no slo son medios de
captar los fenmenos fsicos sino, adems, vas de transmisin de valores culturales.

17
Cf: Antonio Mara HERNNDEZ, Derecho municipal, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de
Mxico, 2003.
18
P. PORRAS ARBOLEDAS, Las ordenanzas municipales, p. 55.
19
Antonio ROL BENITO, Las Ordenanzas de Caaveral (Cceres) 1552, en: Revista de estudios
extremeos, 60, 2004, pp. 152-176.
20
David LE BRETON, El sabor del mundo. Una antropologa de los sentidos, Buenos Aires, Nueva
Visin, 2007.
21
La clasificacin de los sentidos se remonta a Aristteles (ARISTTELES, Acerca del alma, Libro II,
Madrid, BAC, 2000), quien distingua cinco sentidos externos a travs de los cuales el cerebro recibe
informacin sobre el mundo: la vista, el odo, el tacto, el olfato y el gusto, Cf: Gisela CORONADO
SCHWINDT, Las representaciones sensitivas en los Carmina Burana: algunos ejemplos, en: Gerardo
RODRGUEZ (dir.), Historia, literatura y sociedad. Aproximaciones al mundo medieval desde el
siglo XXI, Mar del Plata, Cultura Fusin, pp. 179-195.

~ 175 ~
Los cdigos sociales, determinan la conducta sensorial admisible de toda persona en
cualquier poca y sealan el significado de las distintas experiencias sensoriales:
experimentamos nuestros cuerpos y el mundo a travs de los sentidos. Por ello, se
pueden plantear a los sentidos como histricos22 porque son productos de un espacio
determinado y sus asociaciones van cambiando con el paso del tiempo.
La disciplina encargada de estudiar la organizacin sensorial de una sociedad es
la Antropologa de los sentidos. sta analiza a las percepciones sensoriales que ocupan
un lugar importante en las sociedades ya que representan la toma de posicin simblica
del mundo, una manera de sentir la realidad. Estas percepciones no surgen solamente
de una fisiologa, sino ante todo de orientaciones culturales, que forman un prisma de
significados sobre el mundo, siendo modeladas por la educacin y por la historia
personal de cada individuo.
Estos planteos encuentran su prehistoria en la invitacin de Lucien Febvre23 a
desarrollar una historia de las sensibilidades24. En las dcadas de los sesenta y setenta,
distintos antroplogos25 han desarrollado estos postulados26 en el estudio de sociedades
orales y sociedades visuales (con escritura) y su mundo cultural sensorial27.
La expresin antropologa cultural de los sentidos fue acuada en los aos
ochenta por el historiador Roy Porter28. No obstante, la antropologa de los sentidos no
se afirm como campo hasta fines de sta dcada29. Los recorridos histricos de esta
vertiente, que dieron lugar a la historia de los sentidos, historia de la percepcin
sensorial o historia sensorial, son tambin recientes y se vinculan en sus inicios con la

22
Mark SMITH, Sensing the Past. Seeing, hearing, smelling, tasting, and touching in History,
Berkeley, University of California Press, 2007, p. 3.
23
Lucien FEBVRE, Comment reconstituir la vie affective dautrefois? La sensibilite et lhistoire, en:
Annales dhistoire sociale, III, 1941.
24
Cf: Andr HOLLEY, Breve histoire des etudes sensorialles en France depuis 1945, Conference-
dbat du Comit pour lhistoire du CNRS, ENS, 13 mars, 2008.
25
Cf: Marshall McLUHAN, The Gutenberg Galaxy, Toronto, University of Toronto Press, 1962; Walter
ONG, World as View and World as Event, en: American Anthropologist, 71, 1969, pp.634-647.
26
Un aporte importante a estos estudios fueron las obras de Claude Lvi-Strauss , en donde expone la
manera en que las oposiciones entre las sensaciones en una modalidad, como el odo, pueden transponerse
en las de otra modalidad, como el gusto: Cf: Claude LVI-STRAUSS, The Raw and the Cooked:
Introduction to a Science of Mythology, vol. 1, Nueva York, Harper and Row, 1969; The Savage
Mind, Chicago, University of Chicago Press, 1966.
27
Edmund CARPENTER, Eskimo Realities, Nueva York, Hold, Rihehart y Winston, 1973; Oh, What a
Blow that Phantom Gave Me!, Toronto, Bantam Books, 1972.
28
Roy PORTER, Prologue, en: Alain CORBIN, The Foul and the Fragrant: Odor and the French
Social Imagination, Cambridge, Harvard University Press, 1986.
29
A. CORBIN, El perfume o el misma. El olfato y lo imaginario social siglos XVIII y XIX, Mxico,
Fondo de Cultura Econmica, 1987.

~ 176 ~
Historia de las mentalidades y su propuesta de estudio de la psicologa colectiva como
modo de acercamiento al anlisis de las modalidades de percepcin, de las jerarquas
sensoriales y de la reconstitucin de sistemas de emocin30. En los aos noventa, hubo
un nuevo impulso en los estudios sensitivos. En el mbito anglosajn, distintos
investigadores estudiaron de qu manera una antropologa de los sentidos podra
contribuir a revelar los cdigos simblicos mediante los cuales las sociedades ordenan e
integran el mundo31.
En nuestro pas, estos temas y enfoques han sido relativamente poco estudiados.
Un texto pionero result el de Nilda Guglielmi, El imaginario cromtico y auditivo en
el Cantar de la hueste de Igor32, texto en el que la autora relacionaba estas cuestiones
con la Historia de las mentalidades, en ese entonces en boga.
Uno de los autores que en los ltimos tiempo ha trabajo desde sta perspectiva
es David Le Breton33, para quien el hombre experimenta el mundo a travs de su
cuerpo34, siendo cambiado permanentemente por l. Nos brinda un juego de palabras
para definir su mxima premisa: Siento, luego existo, entendiendo que la condicin
humana es ante todo corporal, adems de espiritual. Para Le Breton, un estudio
30
A. CORBIN, Histoire et anthropologie sensorielle, en: Anthropologie et Socits, vol. 14, n 2,
1990, pp.13-24.
31
David HOWES, On the Odour of the Soul: Spatial Representation and Olfatory Classification in
Eastern Indonesia and Western Melanesia, en: Bijdragen tot de Taal-Land, Volkenkunde, 124, 1988,
pp.84-113, D. HOWES (comp.), The Varieties of Sensory Experience: A Sourcebook in the
Anthropology of the Senses, Toronto, University of Toronto Press, 1991; Anthony SYNNOTT, The
Body Social: Symbolism, Self and Society, Londres y Nueva York, Routledge, 1993; Puzzling over the
Senses from Plato to Marx, en: D. HOWES (comp.), The Varieties of Sensory Experience: A
Sourcebook in the Anthropology of the Senses, Toronto, University of Toronto Press, 1991; ; Ian
RITCHIE, Fusion of the Faculties: A Study of the Language of the Senses in Hausaland, en: D.
HOWEA (comp.), The Varieties of Sensory Experience: A Sourcebook in the Anthropology of the
Senses, Toronto, University of Toronto Press, 1991; Constance CLASSEN, The deepest sense. A
cultural History of Touch, University of Illinois Press, 2012; The book of touch, New York and
London, Berg, 2005,Worlds of Sense: Exploring the Senses in History and Across Cultures, Londres
y Nueva York, Routledge, 1993; C.M. WOOLGAR, The Senses in Late Medieval England, New
Haven, Yale University Press, 2006.
32
Nilda GUGLIELMI, El imaginario cromtico y auditivo en el Cantar de la hueste de Igor, en: Ecos.
Revista de Arte y Psicoanlisis, 1, 1992, pp.88-107 (reeditado en: Saber, pensar, escribir: iniciativas en
marcha en historia antigua y medieval, La Plata, Universidad Catlica de La Plata, 2012, pp. 213 a
246)
33
D. LE BRETON, El sabor del mundo.
34
De este carcter corporal ya nos lo haba advertido San Agustn en sus Confesiones Libro X: Hay otra
potencia, por la cual no solamente vivifico mi carne, sino tambin la doto de sensibilidad; el Seor la
plasm para m, al ordenar al ojo, no or, ni al odo ver, sino al primero hacerme ver, y al segundo hacer-
me or, y a los dems sentidos lo propio de cada uno, segn su sede y su funcin...All [en la memoria]
estn guardadas, separadamente y ordenadas por gnero, las cosas que han sido introducidas cada una por
su entrada propia... por los odos, todas las clases de sonidos... Los sonidos no irrumpen ni interfieren en
la contemplacin de lo que he absorbido por los ojos... si gusto, tambin a ellos [los sonidos] los evoco, y
se presentan inmediatamente. San AGUSTN, Confecciones, Buenos Aires, Colihue, 2006, p. 264-265.

~ 177 ~
antropolgico de los sentidos resulta una va importante para recuperar las relaciones
que los hombres de las distintas sociedades humanas mantienen con el hecho de ver,
oler, tocar, escuchar o gustar.
La importancia del sentido auditivo35, para este antroplogo, radica en que es el
depositario del lenguaje, es el sentido de unin del lazo social al or la voz humana y
recoger la palabra del otro. Los sonidos estn asociados a la afectividad y a un
significado que los filtra. stos pueden ser percibidos de dos maneras, como ruidos o
como sonidos en s mismos. La sensacin de que un sonido se convierte en ruido est
dado porque el odo es un sentido cautivo: El ruido es una patologa del sonido, un
sufrimiento que se desarrolla cuando la audicin se ve forzada, sin posibilidad de
escapar36. Pero del mismo modo que las percepciones son moldeadas por la educacin,
el sonido es propicio u horroroso segn el punto de vista de cada individuo y de lo que
considere como ruido: Las diferencias sociales y culturales intervienen en la
apreciacin del ruido y definen los umbrales de aceptabilidad o de rechazo37 .
Segn diversas tradiciones, el mundo fue creado a partir de sonidos esenciales.
Distintas culturas de frica y Asia afirman que la verdadera sustancia de la realidad es
el sonido, que los ritmos musicales encarnan los compases de los fenmenos, y que la
materia que hoy tomamos como realidad, es slo una condensacin de vibraciones
sonoras.
A partir de los lineamientos tericos propuestos por la Historia Cultural, la
Historia sensorial y la Antropologa de los sentidos, pretendemos acercarnos a un
aspecto poco tratado en la historiografa medieval: el paisaje sonoro (soundscape). Este
concepto fue acuado por el compositor e investigador canadiense Raymund Murray
Schafer, para hacer referencia al estudio del ambiente natural de un lugar real
determinado, abarcando el anlisis de todos los sonidos generados por las fuerzas de la

35
Para Isidoro de Sevilla los sentidos () as dichos porque por ellos el alma mueve sutilsimamente al
cuerpo con el vigor del sentir (...). El odo (auditus) se llama as porque voces haurit (recoge las
voces), esto es, recibe los sonidos por la vibracin del aire. SAN ISIDORO DE SEVILLA, Etimologas,
Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1951, p. 265-266.
36
D. LE BRETON, El sabor del mundo, p. 104. La primera legislacin contra el ruido pertenece a Julio
Csar 44 A.C. Prohiba la circulacin de vehculos en Roma entre el anochecer y la salida del Sol.
37
D. LE BRETON, El sabor del mundo, p. 110.

~ 178 ~
naturaleza, los animales y los seres humanos, relacionados stos ntimamente con el
individuo y su entorno cultural38 .
Estos sonidos representan un espacio pleno de actividad y de movimiento: as
como los sonidos de la naturaleza informan de los fenmenos que acontecen en sta, los
producidos por los hombres informan de su presencia y sus correspondientes
actividades. Las manifestaciones sonoras de un grupo humano son un reflejo de una
experiencia social y cultural, histricamente determinada
El paisaje se ha relacionado tradicionalmente con el sentido de la vista. La
historia cultural muestra un interesante contraste entre la percepcin visual y la
percepcin auditiva39. Si muchas culturas tradicionales daban una importancia especial
al sonido y a la audicin, a menudo se ha afirmado que la cultura occidental y,
especficamente, la cultura moderna, es una cultura predominantemente visual.
Los paisajes sonoros se encuentran en constante evolucin, de acuerdo a cmo el
medio, donde son generados, cambia sus caractersticas. Es por ello, que se puede
afirmar que poseen una historicidad ya que van de la mano del devenir de una sociedad.
Todo registro de l (ya sea una descripcin escrita o una grabacin) se puede considerar
como un documento histrico sonoro en cuanto se delimiten las caractersticas
temporales del mismo.
Estos paisajes pueden estar conformados por representaciones. Esta nocin fue
conceptualizada por Roger Chartie, para quien el objetivo de la Historia Cultural es el
de indicar cmo y de qu manera, segn un espacio y tiempo determinado, las reali-
dades se construyen y se presentan a la lectura o a la vista y son aprehendidas. Esto
supone considerar (...) a las clasificaciones, divisiones y cortes que articulan la
aprehensin del mundo social como categoras fundamentales de percepcin y aprecia-
cin de lo real40. Estas representaciones del mundo social se plantean como esquemas
intelectuales incorporados, construidos y sustentados por los intereses de un grupo en
particular.

38
Julian WOODSIDE, La historicidad del paisaje sonoro y la msica popular, en: Trans:
Transcultural Music Review = Revista Transcultural de Msica 12, 12, Sociedad de Etnomusicologa
(SIbE), 2008.
39
Jorgi PIGEM, Escuchar las voces del mundo, en: Observatorio del Paisaje. Paisajes sonoros, p. 9,
capturado en www.catpaisatge.net/dossiers/psonors/esp/docs/article_pigem.pdf.
40
Roger CHARTIER, La historia cultural redefinida: prcticas, representaciones, apropiaciones, en:
Revista Punto de Vista, 39, Buenos Aires, 1990, p. 44.

~ 179 ~
Este concepto remite a las diversas formas en que grupos o actores sociales in-
terpretan, explican y decodifican prcticas sociales, realidades y discursos. Las repre-
sentaciones se relacionan con la construccin del sentido y resultan, por ello, ms din-
micas que las mentalidades, al exigirle al individuo o grupo- que establezca relaciones
entre imgenes, textos y objetos y dote de significado y sentido a determinados signos, a
partir de los cuales decodificar e interpretar el mundo.
As entendidas, las representaciones generan mltiples prcticas culturales,
referidas a las diferentes y muchas veces divergentes- estrategias que permiten
interactuar con el mundo decodificado o en proceso de decodificacin.

Sonidos legislados
Las ciudades a lo largo del tiempo legislaron los sonidos y ruidos de su actividad
diaria. As, por ejemplo, vila legisl:
Hordenamos e mandamos que ninguna nin algunas personas desta ibdad e sus
arravales, nin fuera della que a ella vengan, non sean osados en ninguno nin algunos ruydos o
quistiones o diferenias o vandos de usar de vallestas nin espyngardas nin trabucos nin truenos
nin fondas nin tyrar con ellos ningunos nin algunos tiros de plvora nin en otra manera41.
En el presente trabajo, nos preguntamos cmo perciban los hombres y mujeres
de las ciudades castellanas ciertos sonidos que para la Modernidad y Posmodernidad
son considerados ruidosos, ya que desde La administracin de la justicia, la venta de
mercanca, las bodas y los entierros, todo se anunciaba ruidosamente por medio de
cortejos, gritos, lamentaciones y msica42. Para responder a este interrogante, se
analizar una de las forma de comunicacin que el hombre de la Edad Media posea: el
pregn y los pregoneros en las plazas, Iglesias y mercados. stos, eran funcionarios
pblicos juramentados, cuya tarea era proclamar en voz alta el texto de las actas
oficiales, las convocatorias o asambleas, las bodas y los entierros. La importancia de
informar a la poblacin es constante en las distintas ordenanzas. En la ciudad de
Piedrahta, esta preocupacin por informar se manifiesta de manera constante a lo largo
del tiempo:
(...) por el dicho Juan Martnez, pregonero, fizo pregonar en la plaa e mercado de la
dicha villa, pblicamente, a altas bozes e inteligibles, la dicha carta de captulos del dicho

41
vila, p. 168.
42
Johan HUIZINGA, El otoo de la Edad Media, Madrid, Revista de Occidente, 1961, p. 14.

~ 180 ~
seor ()43; E porque lo susodicho venga a notiia de todos e ninguno ni algunos puedan
alegar ynorania, mando al acallde de la dicha mi villa que lo faga as apregonar,
pblicamente, por pregonero e ante escrivano pblico en la plaa de la dicha mi villa tres das
de mercado, uno en pos de otro, e que la faga asymesmo pregonar en cada conejo en domingo
o en da de la fiestas de guardar, quando salieren de misa, estando junto al conejo44; ()
fue pregonada, pblicamente e por pblico pregn, a altas bozes inteligibles que todos los
oan, la dicha provisyn e hordenamiento del dicho consejo de su seora (...)45.
En tanto, en vila, se manifiesta:
(...) estando en la plaa de Mercado Mayor, que es en los arravales desta dicha
ibdad, Miguell Snchez, pregonero de la dicha ibdab, pregon a altas bozes todo lo
contenido en la dicha ordenana de las dichas medidas a pedimento de Pero Gonalez de
Avila.46;(...) mandaron repicar e repicaron todas las canpanas de la iglesia mayor de Sant
Salvador e ansimesmo las canpanas de la dicha iglesia de Sant Juan e, taendo tronpetas e
atanbales e tanborynos (...) los dichos seores (...) mandaron publicar e se publicaron las
dichas hordenanas, pregonndolas a altas e ynteligibles bozes Pero Gmez, pregonero
pblico de la dicha ibdad (...)47.
En la ciudad de Plasencia, se explicita:
E mandaron a los escriuanos que lo asienten en el libro de las hordenanas de la
iudad y sea apregonado pblicamente en a plaa de la dicha iudad, porque uenga a notiia
de todos e ninguno pueda pretender ygnorania que lo supo48.
La emisin de sonidos particulares a menudo fue advertida como la
transposicin de un umbral, el anuncio del pasaje de una dimensin a otra en las
actividades colectivas49. Este pasaje, se reflej a travs del toque de las campanas,
siendo instrumentos de comunicacin, envolviendo () a las comunidades con sus
manifestaciones regulares y constituyen focos de identidad, su irradiacin rene la

43
Piedrahta, p. 89, 27 de agosto de 1488.
44
Piedrahta, p.123, 23 de mayo de 1499.
45
Piedrahta, p. 210, 27 de septiembre de 1516.
46
vila, p. 57, 30 de octubre de 1431.
47
vila, p. 154. Dentro del corpus que se ha tenido oportunidad de estudiar, es frecuente que aparezca el
pregn que se mando a pregonar, en este caso podemos tener un ejemplo de ello: Sepan todos que el
seor Alonso Puertocarrero, corregidor en esta ibdad, e sus alcaldes y alguazil y los regidores,
cavalleros y letrados y los seores den y cabilldo y los otros diputados por el conejo con los pueblos e
tierra de la dicha ibdad, an fecho y hordenando estas hordenanas en este libro contenidas.
48
Plasencia, p. 133.
49
En el presente artculo no nos extenderemos en la importancia de la campana en la medicin del tiempo
en la Edad media. Cf: Eloy GMEZ PELLN, El taido del tiempo, en: Francisco Jos GUERRERO
CAROT y Eloy GMEZ PELLN (coord.), Las campanas: cultura de un sonido milenario. Actas del
I Congreso Nacional, Espaa, Fundacin Marcelino Botn, 1997, pp. 41-65.

~ 181 ~
afectividad colectiva subsumindola bajo su smbolo50. Durante la Edad Media, stas
tuvieron una importancia trascendental ya que unificaron acsticamente a la Europa
cristiana a travs de sus sonidos, modulando el espacio emocional de las comunidades y
marcando el ritmo de la vida cotidiana. Sus toques son () siempre antiguos y siempre
nuevos. Antiguos porque vienen de generacin en generacin y nuevos porque en cada
ocasin actualizan sentimientos. As pues, el lenguaje campanil forma parte de la
cultura popular y tradicional51.
La campana tiene la ventaja de atraer la atencin por sus claras percusiones, que
cortan con la sonoridad del ambiente. Muchas sociedades la utilizaron para dar una
seal, para advertir a la comunidad, para indicar el desplazamiento de los animales, para
pautar las ceremonias religiosas o para alerta sobre peligros:
Otross, hordenamos e mandamos que cada e quando que algn fuego se aprendiere
en los dichos castaares o fuera dellos y uiniere el fuego a los dichos castaares, y fuere sabido
en el conejo de tal lugar ms ercano, que todos, a canpana taida e repicada, sean tenudos
de salir a matar al dicho fuego (...)52.
No solamente cumpla esta funcin, sino tambin, era un medio publicitario por
excelencia, a campana repicada o taida se convocaba y reuna el gobierno ciudadano,
como as tambin, a toda la poblacin en cualquier circunstancia. Estas convocatorias se
realizaban con distintos toques: a toque de concejo para tratar asuntos de gobiernos de la
localidad, a facendera para arreglar caminos, puentes, etc53. Las ordenanzas remarcan
la importancia de recurrir al concejo realizada la seal con las campanas. Esto se
verifica en la documentacin analizada. La primera mencin en las ordenanzas de
Piedrahta, data de 1372:
() como estamos ayuntados en el portal de la Yglesia de Santa Mara del dicho
lugar, a canpana repicada ()54.
Otros ejemplos ms tardos:

50
D. LE BRETON, El sabor del mundo, p. 119.
51
Jos Luis ALONSO PONGA, Refuerzo de identidad, fragmentacin temporal y delimitacin espacial
a travs de las campanas: el caso de la provincia de Len, en: F. J. GUERRERO CAROT y E. GMEZ
PELLN (coord.), p. 89-90.
52
Plasencia, p. 90.
53
J. L. Alonso Ponga, Refuerzo de identidad, fragmentacin temporal y delimitacin espacial a travs de
las campanas: el caso de la provincia de Len, p. 102
54
Piedrahta, p. 19, 18 de junio de 1372.

~ 182 ~
(...) estando los seores justiia e regidores della juntos, a canpana taida, segn lo
tienen de uso y costunbre ()55; ( ) estando en consistorio a canpana repicada, segund e
como lo tienen de uso e de costumbre de se ayuntar ()56.
En la ciudad de vila, tambin aparece esta referencia tempranamente:
(...) estando ayuntados en la eglesia de Sant Juan de la dicha ibdat, a canpana
repicada, segn que lo han de uso e de costunbre (...)57;(...) ayuntados a canpana repicada,
seggn que lo an de usso e de costunbre (...)58.
Nos interesa remarcar el valor que tenia la campana taida como la voz del
pueblo, expresando a travs de su sonido la voluntad de toda la comunidad: La reunin
a voz de campana es la vlida, el modo de pregonarla es la que autentifica la reunin59.
La ciudad se despertaba () con el cantar del gallo y los rayos de luz (...) La
posicin del sol en el firmamento y el sonido de las campanas, marcaban los momentos
de duracin del da60. Los hombres y mujeres en su vida cotidiana, se sirvan de
referencias cronolgicas de distintos universos sociotemporales. Los medios para medir
el tiempo61 continan estando ligados a la naturaleza, siendo de importancia las
conceptualizaciones realizadas por Jacques Le Goff62 y Mara del Carmen Carl63 sobre
este tema. El sonido de la campana () constituyo la referencia ms constante y

56
Piedrahta, p. 273, 31 de octubre de 1533.
56
Piedrahta, p. 282, 4 de diciembre de 1540.
57
vila, p. 31, 2 de abril de 1384.
58
vila, p. 177, 20 de marzo de 1490.
59
J. L. ALONSO PONGA, Refuerzo de identidad, fragmentacin temporal y delimitacin espacial a
travs de las campanas: el caso de la provincia de Len, p. 96.
60
Ma. ANSEJO GONZLEZ, El ritmo de la comunidad: vivir en la ciudad, artes y los oficios en la
Corona de Castilla, en: La vida cotidiana en la Edad Media, VIII Semana de Estudios Medievales,
Njera, Logroo, Instituto de Estudios Riojanos, 1998, p. 176.
61
F. J. GUERRERO CAROT, Una aproximacin a la bibliografa de campanas en el panorama del
Estado espaol, pp. 615-629.
62
Jacques LE GOFF, La civilizacin del Occidente medieval, Barcelona, Paids, 1999. Le Goff nos
plantea otros tiempo sociales: el tiempo seorial y el tiempo clerical. El tiempo seorial sera, segn este
autor, un tiempo militar. En tanto, que el tiempo clerical esta dado porque es el clero quien detenta la
medicin del tiempo. Asimismo, el tiempo en la Edad Media es un tiempo religioso ya que se rige por el
ao litrgico, marcado por las campanas.
63
Ma. del Carmen CARL, Del tiempo y sus moradores, Buenos Aires, Dunken, 2000, p. 7. Carl
distingue entre un tiempo del ser y tiempo del hacer. El primero es (...) aquel que se dedica a conservar y
desarrollar el ser fsico y el ser espiritual de los hombre, siendo parte de ste la cultura y el tiempo de los
sueos. El tiempo del hacer es en el que se realizan obras, generalmente a cambio de dinero. Los oficios
y trabajos son las actividades principales de este tiempo. Nos advierte que estos tiempos coinciden, se
superponen o se entrecruzan algunas veces.

~ 183 ~
difundida en el mbito cristiano, al menos desde el siglo VIII, en la sealizacin del
tiempo64.
El tiempo se divida en grandes bloques: desde el amanecer hasta el medioda,
desde ste hasta la puesta del sol y la noche total, siendo los ojos el instrumento que
interpretaba stas seales. Las horas de las ceremonias religiosas, transmitidas por las
campanas de las iglesias o conventos, acortaban esos bloques, siendo los odos los
encargados de traducirlas65, los cuales interpretaban su significado. Y, a pesar de los
excesivos repiques, nadie era nunca sordo de su voz66:
Hordenaron e mandaron que de aqu adelante ningunas nin algunas perdonas desta
ibdad e sus arravales non sean osados de andar de noche por las calles e plaas desta dicha
ibdad desde la ora de las diez de la noche, que se taer la que de la canpana de la yglesia de
San Juan e de San Pedro (...)67.

Conclusiones
En el presente trabajo, analizamos las ordenanzas municipales desde una mirada
antropolgica-cultural, que nos permiti reconocer las representaciones auditivas del
universo acstico de las comunidades castellanas bajomedievales presentes en la
legislacin, que formaron parte de la vida cotidiana de los hombres y mujeres de vila,
Piedrahta y Plasencia entre los siglos XIV y XVI; y con ello revalorizar estas viejas
fuentes.
Esta propuesta, ofrece valiosos aportes a la historiografa actual. Por un lado, el
enfoque con que abordamos a estos documentos concejiles; por otro, el paisaje sonoro y
el sentido del odo. Si bien, la filosofa ha estudiado estas temticas falta, no obstante,
un entrecruzamiento entre estas fuentes y el marco terico propuesto, cruce que resulta
sumamente til para observar las conexiones que existentes entre las teoras referidas al
sentido del odo y las prcticas cotidianas.
Cada sociedad delineo su propio paisaje sonoro, compuesto por representaciones
sonoras, modificndose, a travs del tiempo, segn los cambios histricos. Las ciudades
de vila, Piedraha y Plasencia, a travs de su legislacin, dejaron huellas de las
64
J. L. Alonso Ponga, Refuerzo de identidad, fragmentacin temporal y delimitacin espacial a travs de
las campanas: el caso de la provincia de Len, p. 46.
65
J. L. Alonso Ponga, Refuerzo de identidad, fragmentacin temporal y delimitacin espacial a travs de
las campanas: el caso de la provincia de Len, p. 11.
66
J. HUIZINGA, El otoo de la Edad Media, p. 14.
67
vila, p. 193, 27 de abril de 1499.

~ 184 ~
representaciones auditivas de su tiempo. La importancia de legislar sobre la emisin de
ciertos ruidos, la forma de comunicacin y la presencia de los sonidos emitidos por las
campanas, transmisora de la seal auditiva, van configurando el universo sonoro
particular de cada comunidad, hasta el momento escasamente investigado a partir de las
ordenanzas municipales.

~ 185 ~
~ 186 ~
Fuentes concejiles para el estudio de la participacin poltica de pecheros en los
concejos de realengo: campesinos, comunidades y lites rurales en el feudalismo
tardo castellano
Silvina Andrea Mondragn1

Para el perodo de la expansin feudal castellana (siglos X-XIII), Reyna Pastor


haba planteado que lo que permita a los campesinos enfrentar con xito relativo los
embates de los sectores seoriales, era la existencia supraindividual de la comunidad
campesina y con ella, la pertenencia de cada uno de los sujetos a una entidad que los
amparaba e identificaba como clase social2. Esto supuso la bsqueda documental de los
mecanismos concretos que permitieron al campesinado castellano de los siglos XII y
XIII evitar la desintegracin del sector manteniendo desde lo jurdico-poltico, por
ejemplo, el usufructo de los pastos comunes, lo que le permita responder con
argumentos empricos a la cuestin que giraba en torno a qu era lo que el campesinado
haba hecho para sobrevivir y resistir a una clase en formacin que para consolidarse
necesitaba, entre otras cuestiones, fortalecer los resortes de la coaccin que ejerca sobre
ellos3.
Sin embargo, si nos planteramos la misma pregunta para los siglos XIV y XV,
no podramos basarnos en la existencia de la comunidad como un ente unvoco
caracterizado como contenedor del impacto y la presin que sobre ella ejercan los

1
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Universidad Nacional de La Plata,
Argentina, silvina.mondragon@speedy.com.ar.
2
Reyna PASTOR, Resistencias y luchas campesinas en la poca del crecimiento y la consolidacin
de la formacin feudal. Castilla y Len, siglos X-XII, Madrid, 1980, p. 20.
3
La comunidad era por definicin un factor aglutinante del campesinado, aunque la autora reconoca que
una de las caractersticas del feudalismo era que sus comunidades eran ms pequeas y estaban menos
autocentradas que las de las formaciones tributarias; R. PASTOR, Resistencias, p. 248.

Silvia Andrea MONDRAGN, Fuentes concejiles para el estudio de la participacin poltica de


pecheros en los concejos de realengo: campesinos, comunidades y lites rurales en el feudalismo tardo
castellano, en: Andrea V. NEYRA & Gerardo RODRGUEZ (dirs.), Qu implica ser medievalista?
Prcticas y reflexiones en torno al oficio del historiador, Mar del Plata, Universidad de Mar del Plata,
Sociedad Argentina de Estudios Medievales, 2012, Vol. 2, pp. 187- 206. ISBN 978-987-544-477-5

~ 187 ~
sectores hegemnicos. Tampoco podramos recurrir a la nocin de una institucin
socialmente construida que tena por rol funcional dirimir los conflictos ya que, a partir
de la lectura de documentos municipales4, sale a la luz una amplia gama de tensiones
intraestamentales que lejos de permitirnos plantear la pervivencia de la comunidad
como ente regulador y contenedor de las disputas, nos obliga a hacer hincapi en la
fragmentacin de la misma, lo que de todas formas no implica presuponer la
desaparicin del campesinado como clase.
Entre la diferenciacin social del campesinado5, la consecuente desarticulacin
de los vnculos de solidaridad de la comunidad y la pervivencia del campesinado como
clase, se plantea una cuestin compleja: qu era lo que mantena la identificacin de
esta clase en el siglo XV en un contexto en el que se explicitaban cada vez ms sus
desigualdades socio econmicas?
La hiptesis de base es que el campesinado castellano tardomedieval despleg
determinadas estrategias tcticas para mantener, y hasta consolidar, su identidad de
clase como respuesta a dos factores que influyeron de forma determinante al interior de
la comunidad: a) el proceso de centralizacin estatal que sostuvo la implantacin de
nuevas formas de gobierno local, y por ende de organizacin institucional ya que el
Regimiento significaba la virtual exclusin del sector pechero de la participacin
poltica en el plano local de poder; y b) la fragmentacin socioeconmica del sector

4
Para los casos de vila y Ciudad Rodrigo, existe un buen cuerpo documental de fuentes concejiles
editado, citamos algunos ejemplos a continuacin: ngel BARRIOS GARCIA; Blas CASADO
QUINTANILLA; Carmelo LUIS LOPEZ; Gregorio DEL SER QUIJANO: Documentacin del Archivo
Municipal de vila (1256-1474), vila, 1988; . BARRIOS GARCIA, Francisco LUIS CORRAL;
Emilio RIAO PEREZ: Documentacin Medieval del Archivo Municipal de Mombeltrn, vila,
1996.; . BARRIOS GARCIA, Jos Mara MONSALVO ANTON, J. M., Gregorio DEL SER
QUIJANO: Documentacin medieval del Archivo Municipal de Ciudad Rodrigo, Salamanca, 1988,
BLASCO; Gregorio DEL SER QUIJANO: Documentacin medieval del archivo municipal de San
Bartolom de Pinares (vila), vila, 1987; G. DEL SER QUIJANO: Documentacin Medieval en
Archivos Municipales Abulenses, vila, 1998; C. LUIS LOPEZ: Coleccin Documental del Archivo
Municipal de Piedrahta (1372-1549), vila, 1987; C. LUIS LOPEZ: Documentacin medieval de los
archivos municipales de La Adrada, Candeleda, Higuera de las Dueas y Sotillo de la Andrada,
vila, 1993.; J. Ma. MONSALVO ANTN: Ordenanzas medievales de vila y su tierra, vila, 1990.
5
Siguiendo los postulados de Lenin, para quien la diferenciacin social est determinada por las
contradicciones internas que provoca el acceso diferenciado del campesinado al mercado, Maurice Dobb
se ha convertido en un referente al postular que en el occidente feudal, este proceso fue condicin
excluyente para que se desplieguen estructuras capitalistas en el medio rural. As, los marxistas
sostenan que la economa aldeana estaba destinada a desintegrarse ante la influencia del mercado y que
ya haba avanzado considerablemente por la va hacia la agricultura capitalista, con el desarrollo de una
diferenciacin de clase entre el campesinado... en este desarrollo parece haber desempeado un papel
decisivo la usura, Maurice DOBB: Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, Buenos Aires, 1971,
p. 298.

~ 188 ~
pechero que polariz las comunidades, haciendo que cada individuo quedara ubicado en
uno u otro extremo de los polos, el enriquecido o el empobrecido, con toda una amplia
gama de situaciones derivadas de esto, como el empleo de mano de obra asalariada
campesina por un labrador enriquecido6 .
Como lo nodal es rehabilitar al campesinado como sujeto con capacidad de
accin y reaccin poltica, se deriva lgicamente de esto la necesidad de valorar el
sistema de representaciones mentales desde el que intervinieron frente a los dems
grupos sociales. Es por ello que se supone que en cada evidencia documental, por
pequea que sea, de voces de no privilegiados se soslayan tradiciones culturales que
compusieron formas de pensar y entender la realidad, construidas en buena medida de
forma colectiva como sumatoria de experiencias que desde lo individual trascendieron
para conformar lgicas conjuntas de entender la realidad y que eran al mismo tiempo
indicativas del grado en que los pecheros asuman determinados fenmenos de la esfera
pblica, como el sentido de lo poltico, y de su capacidad de integrarlos en una visin
del pasado concreta que dotara a su presente de una lgica coherente.
As, se vuelve necesario ponderar en el anlisis la influencia que los mecanismos
de reproduccin social y econmica del sector7, en definitiva la dinmica de la base
material que era la que condicionaba sus rutinas cotidianas, tuvieron sobre su propia
reproduccin identitaria y cultural8.
Trabajaremos con documentacin concejil, la que proviene del Registro General
del Sello de los siglos XIV y XV y Cortes para sustentar analticamente esta cuestin.

6
La base social de los asalariados estaba compuesta por campesinos que habiendo sido excluidos del
sistema de camas por pobreza, mantenan lugar para vivir y producir lo mnimo para su
autosubsistencia. El fenmeno es observable a mediados del siglo XIV, aparece en las Cortes de los
Antiguos reinos de Len y Castilla, Tomo III, Madrid, 1861-1882. p. 76.
7
Lejos de componer un espacio homogneo, los concejos tanto villanos como rurales, constituyeron
escenarios complejos producto de su propia dinmica constitutiva, por lo que no podemos pretender
encontrar idearios polticos unvocos entre todos ellos o entre estos y los trminos segregados, ahora
convertidos en seoros de particulares. As como tampoco es esperable encontrar en la documentacin
discursos polticos lgicamente preconcebidos o articulados a priori en torno a algn tema concreto que
exceda lo que directamente afecta y por tanto, interesa a los tributarios. Esta dinmica compleja y
original, estaba incluso marcada por la estructura de la base productiva que lejos de dividirse tajantemente
entre pecheros labradores y caballeros dedicados a la ganadera, en realidad, se caracterizaba por la
convivencia de ambas esferas productivas en pequea escala entre los dos sectores sociales.
8
Corina Lucha sostiene que las cualidades del trabajo agrario con la ineludible regulacin de usos
acorde al ciclo agrcola y a las diferencias de suelos generan una dimensin comunitaria que no es solo
producto de la preexistencia de solidaridades aldeanas, sino de los propios fundamentos de las
condiciones de produccin campesinas bajo el feudalismo, Corina LUCHIA, Categoras econmicas,
prcticas sociales y percepciones en el mundo rural castellano. Siglos XIV XV, en: Anales de
Historia Antigua, Medieval y Moderna, N 44, en prensa.

~ 189 ~
Campesinos y comunidades
La plena Edad Media est indefectiblemente asociada a la existencia del
campesinado, ya que en un contexto legal que garantizaba la desigualdad jurdica de las
personas y la privatizacin del poder poltico, la inmensa mayora de la poblacin
sostena con su trabajo a los grupos hegemnicos a partir de mecanismos
extraeconmicos que legitimaban y garantizaban la extraccin del excedente. En
trminos generales, y en la mayor parte de Europa occidental, es a mediados del siglo
XI que se puede sealar el surgimiento y gradual consolidacin del campesinado como
un sector definido y diferenciado9 desde lo simblico y desde lo material, a partir de
cuestiones como la homogenizacin del estatuto servil y de su inclusin dentro de
marcos geogrficos, econmicos, polticos, legales y religiosos, conocidos como
comunidades rurales. Estas fueron las que, a la postre, sostuvieron la emergencia del
campesinado como clase10 en tanto fue en estos marcos de sociabilidad cotidiana que se
desarrollaron cosmogonas particulares y propias del sector, perfiladas a partir del
privilegio no detentado y sin que esto acabara con el desarrollo de jerarquas
socioeconmicas al interior de la comunidad, que estaban por definicin ligadas a su
dinmica reproductiva11.
Si bien no es sencillo lograr una taxonoma precisa de los contornos de la
comunidad campesina y sobre todo de los campesinos en el trnsito a la modernidad, en
trminos generales se puede argumentar que a despecho de las determinaciones
histrico-temporales de cada grupo, algunas pautas bsicas determinaban los rasgos
bsicos de su comportamiento caracterstico: defendan la tierra que trabajaban
(independientemente de las condiciones jurdicas de la propiedad), en contra de sus
propios vecinos o en contra de los grupos hegemnicos y siempre en el medio fsico

9
Lopold GENICOT, Comunidades rurales en el Occidente medieval, Barcelona, 1993, p. 155.
10
Para el caso castellano, una conceptualizacin del campesinado como clase en R. PASTOR,
Resistencias y luchas campesinas en la poca del crecimiento y consolidacin de la formacin
feudal. Castilla y Len, siglos X-XIII, Madrid, 1980; tambin Del Islam al cristianismo. En las
fronteras de dos formaciones econmico-sociales: Toledo siglos XI-XIII, Madrid, 1975 y Julio
VALDEN BARUQUE: Los conflictos sociales en los siglos XIV y XV en la Pennsula Ibrica, en:
Anales de la Universidad de Alicante. Historia medieval, N 3, 1984 y del mismo autor Luchas
sociales en la Baja Edad Media, en: Historia 16, N 11, 1977.
11
En un artculo reciente hemos trabajado uno de estos aspectos, el de la comunidad campesina, las
parroquias rurales y la jerarqua eclesistica, Silvina MONDRAGN: Iglesia y Monarqua bajo la
misma cruz: una visita pastoral a la dicesis de Segovia en 1446 - 1447, en: Trabajos y
Comunicaciones 2 poca, Vol. 37, UNLP, 2011.

~ 190 ~
rural por lo que ste era por definicin el lugar testigo de la aparicin y resolucin de
los conflictos, que podan ser obviamente de toda ndole12.
A juzgar por la extensa evidencia de pleitos y resoluciones monrquicas 13, en el
feudalismo tardo castellano esta defensa se concretaba de todos modos, a pesar de la
condicin jurdica de no privilegiados/no libres que detentaban los rurales. En teora,
esta esta exclusin del privilegio supona tambin la exclusin de la participacin
poltica.
Paradjicamente, es en el siglo XV en el que la participacin poltica de
pecheros se hace ms evidente y encuentra canales efectivos de participacin y
resolucin de conflictos14 por lo que se debe partir de una definicin de lo poltico
ampliada para analizar esta situacin y que tenga por objeto ponderar el eje de lo
poltico e ideolgico/cultural para acceder a la forma en que se construyeron las
identidades polticas especficas de los pecheros. En esta lnea de argumentacin, es que
entendemos lo poltico como el sistema de poderes posibles y accesibles en
determinado momento y lugar, construido colectivamente, por inercia, accin o
reaccin, por una sociedad dada y producto necesario de los condicionantes
socioeconmicos de la misma.
Con ello se busca alcanzar una definicin ampliada e inclusiva de lo que
importaba e implicaba la participacin poltica de no privilegiados en el feudalismo
tardo castellano como as tambin superar la tesis que equipara esta participacin con la
posibilidad de ocupar uno de los cargos que los dispositivos polticos institucionales
concejiles ponan a disposicin del campesinado. De haber sido as, tendramos que

12
Chris WICKHAM: Espacio y sociedad en los conflictos campesinos en la Alta Edad Media, en: A.
RODRIGUEZ (Ed.), El lugar del campesino, p. 33.
13
Aparecen innumerables pleitos por defensa de comunales a partir de procesos de privatizacin o
usurpacin de los mismos ( llevados a cabo por las oligarquas o por labradores enriquecidos), sobre todo
desde mediados del siglo XIV y durante todo el siglo XV en la documentacin concejil o en el Registro
General del Sello: sepades que por parte de los pueblos e tierra desa dicha cibdad nos fue fecha
relacin por su peticin, que en nuestro concejo fue presentada, diziendo que en esa dicha cibdat se ha
tratado e tracta ante vs ciertos pleitos que son entre los dichos pueblos e tierra e ciertos concejos e
personas particulares desa dicha cibdad, e que a cabsa que non los determinrades nin sentencirades,
por parte de los dichos pueblos fue ganada una nuestra carta para que luego los sentencirades J. J
GARCIA PEREZ, Documentacin Medieval Abulense en el Registro General del Sello, Vol. XVI,
vila, 1998, doc, 42, p. 79., sobre el particular se puede ver el trabajo de C. LUCHIA, Poderes locales,
monarqua y propiedad comunal en los concejos de realengo castellanos bajomedievales, en: Anales de
la Universidad de Alicante. Historia Medieval, N 15.
14
Al respecto J. Ma. MONSALVO ANTON, La participacin poltica de los pecheros en los municipios
castellanos de la baja Edad Media. Aspectos organizativos, en: Studia Histrica. Historia Medieval,
Vol. VII, 1989.

~ 191 ~
sostener que la participacin poltica en los realengos de la Baja Edad Media habra sido
un atributo exclusivo, y excluyente, de los sectores oligrquicos; sin embargo, sabemos
que esto no fue as.
En este sentido es que tambin se considera al eje poltico como el resultado del
equilibrio/desequilibrio de las fuerzas socioeconmicas por medio de las cuales se
reproduca la base material de la sociedad por lo que se deben reconstruir los
mecanismos polticos que utilizaron los pecheros castellanos en el feudalismo tardo es
decir, las instancias de representacin de las que participaron y sobre todo, el discurso
poltico que utilizaron recurriendo a una retrica formal que tena por base el carcter
pacfico e integrador del mismo15. As, es a partir de la exclusin de los lugares
formales en los que se ejercitaba y concretaba el poder poltico y las resistencias que
esto provoc en los grupos subalternos, que termin por materializarse un sentido
identitario en comn a lo largo del siglo XV y de forma conexa a la implantacin del
concejo cerrado, lo que supuso la lgica oposicin del sector a los grupos oligrquicos
que controlaban los dispositivos polticos concejiles.
Para lograr una interpretacin de conjunto de la actividad poltica de pecheros,
se debe hacer hincapi en conocer los mecanismos por los que se reproduca el mundo
mental de los sectores subalternos (desde lo material y simblico) para conocer la forma
en que la dinmica reproductora de sus condiciones bsicas de existencia condicionaba
la estructuracin de sus mecanismos polticos16.
En este sentido, el enriquecimiento de una fraccin del campesinado17 a fines de
la Edad media18 y sobre todo, las manifestaciones polticas que se derivaron al interior
de las comunidades a partir de la magnitud del fenmeno, hizo que se evidenciaran un
sinfn de situaciones que invalidaban, en apariencia, la existencia de una identidad

15
El carcter pacfico y conciliador del discurso de los procuradores pecheros es un arasgo sustantivo de
su cultura poltica, al respecto J. Ma. MONSALVO ANTON, Ideario sociopoltico y valores
estamentales de los pecheros abulenses y salmantinos (ss. XIII XV), en: Hispania, Vol. LXXI, N 238,
2011
16
Para una comprensin de los aspectos de forma integral incidan en los mecanismos de reproduccin de
las comunidades y sobre todo de sus elites, ver Antoni FURIO, Las elites rurales en la Europa Medieval
y Moderna. Una aproximacin de conjunto, en: A. RODRIGUEZ (Ed), El lugar del campesino. En
torno a la obra de Reyna Pastor, Valencia, 2007.
17
. BARRIOS GARCIA, J. Ma. MONSALVO ANTON, G. DEL SER QUIJANO, Documentacin
Medieval del Archivo Municipal de Ciudad Rodrigo, doc. 67.
18
Mara ASENJO GONZLEZ, Labradores ricos: nacimiento de una oligarqua rural en la Segovia del
siglo XV, en: En la Espaa Medieval N 4, 1984, Mara DEL VAL VALDIVIESO, Ascenso social y
lucha por el poder en las ciudades castellanas del siglo XV, en: En la Espaa medieval, N 17, 1994.

~ 192 ~
homognea y coherente, propia del sector; citamos por ejemplo el arrendamiento de
rentas19 o la acumulacin de tierras parte de algunos campesinos enriquecidos de la
comunidad20. Este fenmeno se materializaba en la creciente mercantilizacin de la
economa campesina21 que si bien se sostena a nivel espacial en la pequea unidad
domstica de produccin, era tambin producto del surgimiento de procesos
acumulativos que permitieron a un sector del campesinado desplegar a mediados del
siglo XIV formas mercantiles capitalistas22.
A partir de lo sealado, se observa que la condicin jurdica de los campesinos
no defina a priori sus posibilidades de reproduccin que en cambio s estaban
determinadas por cuestiones objetivas como el acceso o no a la tierra23 y la participacin
o no de procesos de acumulacin patrimonial, puesto que esto lgicamente derivaba en
el acceso prebendario a los cargos polticos que el sistema concejil reservaba a los
pecheros en el contexto del concejo cerrado tardomedieval.
Sin embargo, la construccin identitaria del campesino como grupo diferenciado
del resto del entramado social tampoco es discernible slo a partir del acceso que ste
tenga, o no, a la riqueza. La identidad tambin era producto de una dinmica inmanente
que construa en el largo plazo el lugar social que cada sujeto ocupaba dentro de la
19
Es conocido el hecho de que eran los pecheros mayores los que arrendaban las rentas concejiles por lo
que en varias ocasiones aparecen los procuradores del sector defendiendo esta prebenda: que ningund
regidor arriende rentas de concejo, salvo las yunteras e devasos e pilagos de la puente () que se
sacaron avido acatamiento, que conmo sean rentas las que mas valen para provecho de la dicha cibdat e
su tierra, que a fin de las acrecentar que non se abaxen que se d logar a que todos las puedan arrendar
() o mando al bachiller Sancho Garca, mi alcalde, que al tiempo que sean juntos la primera vez los
sesmeros de la dicha cibdat e de su tierra, que lo platiquen con ellos e, avida pltica e informacin
dellos, sy acordaren que es bien que todava se defienda que todava non arrienden las dichas rentas
ecebtadas los regidores Memorial de Agravios presentados por pecheros, Apndice documental de J.
Ma. MONSALVO ANTN, Aspectos de las culturas polticas de los caballeros y los pecheros en
Salamanca y Ciudad Rodrigo a mediados del siglo XV. Violencias rurales y debates sobre el poder en los
concejos, en: Anexes des CLCHM, Vol. 16, 2004, doc. III, p. 295
20
Ver Laura DA GRACA, Intercambio de tierras y otras prcticas agrarias en concejos castellanos (siglo
XV), en: Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, N 14.
21
Se rreuenden muchas cosas por los dichos rregatones e rregatonas agrandes e mayores preios, e
avn quebrantando quales quier tasas que se ponen sobre las dichas cosas e viandas e mantenimientos,
CORTES, III, 1462, pet. 51, p. 739.
22
Los mercados campesinos seran aquellas estructuras de comercializacin urbanas y aldeanas que se
caracterizan por la presencia predominante de pequeos productores y por la circulacin de bienes de
subsistencia agrarios y artesanales, Octavio COLOMBO, El intercambio desigual en los mercados
locales. Formas de explotacin comercial del campesinado en la Castilla del siglo XV, en: Edad Media,
Rev. Hist., N 12, 2011, p. 216.
23
La apropiacin del espacio a travs de la actividad productiva constituye propiedad, no en su
dimensin jurdica sino en su existencia como parte sustantiva de la produccin material que asegura la
permanencia de los hombres y sus comunidades el labrador mantiene una relacin orgnica con la
tierra, en tanto sta es parte inseparable de sus condiciones de existencia, C. LUCHIA: Categoras
econmicas, p. 10.

~ 193 ~
comunidad. Pero esta reconstruccin presupone abandonar el punto de vista del
individuo, y de lo individual, para ponerlo a jugar en el contexto ms general de la
comunidad de pares que es el lugar social en el que lo simblico cobraba sentido: el
trabajo se concretaba en ella al igual que los lazos de parentesco, por citar solo dos
ejemplos, pero tambin es en ella donde el labrador enriquecido ejercitaba su
preminencia socioeconmica sobre el resto de sus pares. La comunidad a su vez era
producto de lgicas productivas enquistadas en lo que de esencial defina al
campesinado: la determinacin agrcola de la produccin haca que se dependiera de los
ciclos estacionales y del trabajo comunitario para obtener la riqueza de los suelos.
No obstante, la comunidad campesina no puede ser pensada como una sumatoria
de sujetos que en trminos individuales se acoplaban creando la comunidad: esta era
tambin producto de la morfologa histrica de los sectores hegemnicos que
planteando sus propias estrategias de reproduccin social y poltica, condicionaban la
forma en que la comunidad campesina se modelaba en el largo plazo. En este sentido, la
propia dinmica de los sectores dominantes y de las elites del comn, y sus estrategias
de adaptacin a las cambiantes condiciones polticas del perodo trastmara, influyeron
y modificaron la identidad del campesinado, al desarrollarse nuevas lgicas polticas
con los trastmara.
Como sealamos, en el feudalismo tardo castellano, adems de la incidencia de
lo poltico, el segundo factor de peso para explicar la estructura identitaria del sector,
fue la aparicin de lgicas productivas de nuevo cuo destinadas a la creacin y venta
de valores de cambio y la participacin activa de un sector de los pecheros en el circuito
mercantil24.
En trabajos anteriores hemos planteado la incidencia que el proceso de
diferenciacin social del campesinado europeo en general y del castellano en particular
tuvo sobre su reproduccin identitaria y, sobre todo, poltica en la Baja Edad Media25.
Sin embargo, ms all de la incidencia que la dinmica que la base material del sector
pudo haber tenido en la desarticulacin de los lazos comunitarios, la forma en que los
dems sectores sociales se posicionaron frente a este proceso y desde all actuaron,

24
Piedrahta, doc. 43, Registro General del Sello, Vol. XIV, op. cit, doc. 24, citados como ejemplo.
25
S. MONDRAGN, Participacin poltica de pecheros en Castilla tardomedieval: los posibles
mrgenes de accin entre la diferenciacin socioeconmica del sector y la imposicin del concejo
cerrado, en: Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Ha. Medieval, t. 25, 2012.

~ 194 ~
explica en buena medida la morfologa de lo poltico a nivel de las comunidades de
base.
La forma en que se posicionaron implica considerar los mecanismos polticos
accin/reaccin que desplegaron o las alianzas de nuevo cuo que construyeron en
respuesta a la intensificacin del fenmeno de diferenciacin socioeconmica que los
atraves pero tambin en respuesta a los intentos encaminados a minimizar la
participacin poltica del comn que la implantacin del Regimiento significaba.
Lejos de lograrlo, se potenciaron formas especficas, no tradicionales ni
institucionalizadas, de participacin poltica de los no privilegiados26.
Para esto se haban trabado procesos de identificacin simultneos, desde arriba
y desde abajo lo que implicaba que los sectores hegemnicos los identificaran como un
otro colectivo. En tanto la comunidad campesina poda existir como tal conteniendo
enormes diferencias sociales, econmicas y polticas internas27, es en el encuentro de
sta con los dems sectores sociales en el espacio pblico que termina de perfilarse su
identidad28. De all que la actuacin poltica de los pecheros estudiada desde el ngulo
de su propia reproduccin, marcada por el proceso de fragmentacin social y como esto
afect su propia construccin identitaria hacia el interior del grupo pero tambin hacia
el exterior, definindose por oposicin frente a los dems, que consideramos que se
puede llegar a una comprensin de conjunto de las estrategias polticas pensadas,
articuladas y llevadas a delante por los pecheros castellanos a fines de la Edad Media.
Sin embargo, no todos los campesinos accedan a instancias de representacin
poltica; quines lideraban esta actuacin desde el interior de la comunidad eran los
labradores enriquecidos aunque eran los miembros de la comunidad campesina los

26
Al respecto, el Memorial de Agravios presentado por el procurador de pecheros rurales ante el concejo
mirobrigense en 1455 es indicativo de lo sostenido, est publicado como anexo documental en J. Ma.
MONSALVO ANTON, Aspectos de las culturas polticas de los caballeros y los pecheros en Salamanca
y Ciudad Rodrigo a mediados del siglo XV. Violencias rurales y debates sobre el poder en los concejos.
27
En un trabajo reciente, Pablo Snchez Len ha argumentado que la comunidad campesina es una
institucin, lo que condiciona su dinmica y estructura al permitir que en ella convivan procesos de
diferenciacin social que la polarizan pero no por ello la destruyen. Habr que buscar en causas ms
profundas y complejas, que excedan al anlisis del campesinado en particular, estas respuestas; Pedro
SANCHEZ LEON, El poder de la comunidad, en: A. RODRIGUEZ (Ed.): El lugar del campesino, p.
351.
28
Al respecto, coincidimos con Wickham cuando sostiene que el estatuto servil era til a los seores en
medio de los enfrentamientos con campesinos, por cuestiones que excedan lo jurdico-estamental: La
libertad era importante, es decir, como elemento estratgico en el marco de las ms amplias negociaciones
entre seores y campesinos, incluyendo en stas los conflictos ; ya la inversa, era una tctica comn a los
seores el alegar que los campesinos a los que se estaban enfrentando eran siervos, C. WICKHAM:
Espacio y sociedad, p. 41.

~ 195 ~
veedores de la actuacin de sus representantes en tanto estos deban legitimar el carcter
representantivo de su actuacin haciendo referencias constantes a la tradicin y la
costumbre29. La defensa de los intereses del sector, en principio se sostena en la
capacidad de articular un discurso poltico adecuado y efectivo. Era en la clsica
oposicin retrica privilegiados/no privilegiados que se basaron30 para trascenderla y
lograr beneficios que si bien eran producto de este planteo retrico, abran un sinfn de
posibilidades de acumulacin patrimonial a las elites campesinas que eran las que solan
usufructuar los cargos polticos destinados al sector, especialmente el de procurador31.
El discurso poltico que era utilizado por el procurador importaba en tanto era el
producto final de un marco de valores y representaciones compartidas de forma general
por los miembros de la comunidad que dotaba al que ocupaba el cargo de mecanismos
validados por un todo que le daba sentido a la existencia de un representante32.
Es por esto que se sostiene que eran las caractersticas especficas y particulares
de la participacin poltica lo que posibilitaba que se articulara una identidad de
conjunto de los subalternos ya que esta no dependa exclusivamente de lo
socioeconmico o de lo estamental. Lo propuesto no desconoce la dificultad que reviste
estudiar la construccin de identidades en comn (o demostrar su existencia) pero
tampoco podemos soslayar que un labrador enriquecido, que poda poner en produccin
25 hectreas recurriendo a mano de obra asalariado, por citar un ejemplo, participaba
del contexto general amplio de la sociedad en la viva desde el lugar del privilegio no
detentado.

Elites rurales
Las variables campesinos y comunidad no son suficientes para lograr definir al
sector pechero en la Baja Edad media, sobre todo porque como sealamos, se constata

29
La constante apelacin a la costumbre que aparece retratada en los reclamos de los procuradores
pecheros bajo frmulas que suelen comenzar alegando que memoria de omne non es en contrario,
posicionaba tambin a los otros con los que generalmente disputaban las tierras, miembros de las
oligarquas. Ellos tambin recurran a la apelacin de la costumbre porque era, finalmente, la fuente de
legitimizacin ideolgica y material de las prebendas obtenidas o reclamadas a lo largo del tiempo.
30
La apelacin a la exclusin del privilegio suele aparecer bajo frmulas del tipo:
31
Esta utilizacin estratgica del discurso poltico la hemos expuesto en S. MONDRAGN,
Participacin poltica de pecheros mirobrigenses en el feudalismo tardo: del usufructo de la retrica
formal del discurso a la vertebracin de una cultura poltica propia Indito.
32
Sobre la naturaleza de la representacin y la participacin poltica de vecinos en el Antiguo Rgimen
castellano: Mara Ins CARZOLIO de ROSSI, En los orgenes de la ciudadana en Castilla. La identidad
poltica del vecino durante los siglos XVI y XVII, en: Hispania, Vol. 62, N 211, 2002.

~ 196 ~
empleo de mano de obra asalariada y despliegue de mecanismos de acumulacin
patrimonial al interior de la comunidad campesinas33. Sin embargo, la incidencia del
fenmeno no se restringe a la disponibilidad o no de excedentes destinados al comercio
a gran escala o de la produccin simple de mercancas34, sino que tambin tuvo
resultados diferenciados en villa o Tierra debido a que los pecheros de villa por el
contacto cotidiano con los caballeros villanos o los hidalgos, desarrollaron prcticas de
consumo/produccin tendientes a emular los ejercicios econmicos de las oligarquas,
guiados generalmente por un espritu de consumo y no de inversin o ganancia, que s
habra estado presente en los labradores ricos35.
A nivel poltico tambin se manifestaba una diferenciacin bsica entre los
pecheros de la ciudad y los de la tierra que impeda una accin poltica conjunta, no
obstante la comn obligacin del pago de la cama correspondiente: los que habitaban
en el concejo cabecera se beneficiaban del control jurisdiccional de la villa sobre la
Tierra que se concretaba por ejemplo en la centralizacin del aparato de justicia, la
centralizacin del mercado (con la implantacin de procesos de produccin y
distribucin que privilegiaban a los vecinos de la ciudad) y entre muchos otros, tambin
en la fiscalidad que se haca descansar en gran medida sobre los rurales, como
contrapartida, la gente de la Tierra defenda sus derechos, saltando por encima del
entramado institucional del concejo para tener llegada al poder central 36.
En documentacin concejil tardomedieval suelen aparecer registros de
labradores enriquecidos: se los encuentra arrendando rentas, haciendo prstamos,
33
Astarita explica las posibilidades de acumulacin por parte de una fraccin del campesinado
recurriendo a condicionantes jurdicos (uniformidad legal primitiva) que derivaron en una profunda
desigualdad econmica: el intercambio vinculaba las unidades de produccin y a travs del
acaparamiento y de precios elevados, se estableca un mecanismo de apropiacin de valor mediante la
circulacin. Disponiendo de capital dinero, el aldeano rico acentuaba el flujo monetario en el interior de
la aldea mediante prstamos a otros campesinos, con la consecuente prdida de tierras por insolvencia de
los deudores, C. ASTARITA, La industria rural, p. 162.
34
Produccin simple de mercancas definida como la forma de intercambio donde los productores
poseen los medios de produccin, en oposicin a la produccin capitalista, L. DA GRACA, Poder
poltico y dinmica feudal, p. 241. La autora sostiene que esta forma de intercambio puede desplegarse
an en contextos precapitalistas y ser un factor disolvente del modo de produccin feudal.
35
La demostracin emprica de esta hiptesis en C. Astarita: La industria rural a domicilio.
36
Yo, el bachiller Pedro de Aylln, alcalde en la noble cibdab de vila, hago saber a vos, los concejos,
alcaldes e omnes buenos del lugar de Riofro e a cada uno e cualquier de vos, que ante m pareci
Francisco de Pajares, procurador general de la tierra e pueblos de la dicha cibdad, e present ante m
una carta del rrey e rreyna nuestros seores, escripta en papel e fyrmada de sus rreales nombres de los
del su muy alto consejo, segund que por ella pareca, en que en la dicha carta mandan sus altezas que
agora e de aqu adelante non se pyda nin demande a los concejos e vezinos de los lugares de la tierra
() que les aya de dar e pagar de los dichos votos a ms precio de conmo vala en los aos pasados,
en: G. DEL SER QUIJANO, Aportacin al estudio de Riofro en la Edad Media, vila, 1998, p. 15.

~ 197 ~
ocupando cargos polticos como el de procurador y en algunos casos el de regidor u
oficios de la justicia, como el cargo de alcalde. Tambin solan comprar, vender o
usurpar tierras comunes37, comerciar con materias primas o liderar tanto las
usurpaciones de los comunales o los pleitos por medio de los cuales, la comunidad
intentaba proteger el usufructo irrestricto de la tierra. Es evidente que los labradores
enriquecidos no se identificaban con la imagen del labrador que produca para la
subsistencia de su grupo familiar; solan desplegar estrategias tendientes a lograr la
diversificacin de sus actividades econmicas38. Sin embargo, no dejaban de responder
a la tipologa que los ubicaba como rsticos excluidos formalmente del privilegio.
Furi ha sostenido que los campesinos ricos no solo buscaban concentrar la
mayor cantidad de tierras posibles, sino que tambin comenzaban a observar los
beneficios de la diversificacin econmica: los notables locales diversificaban sus
inversiones y sus riesgos, en un intento de asegurar el futuro en trminos tambin de
riqueza tangible y posicin social39.
Historiogrficamente se ha tendido a considerarlos a grandes rasgos, bien como
una fraccin del campesinado a la que no se le reconoca un rol protagnico en la
reproduccin social y econmica del sector (Duby, Bois) o bien como los agentes
histricos que facilitaron el implante del capitalismo en la agricultura: los sujetos a
travs de los cuales se puede explicar la desaparicin en el largo plazo del campesinado
como clase (Dobb, Brenner)40. Lo que no podemos negar desde la simple evidencia
documental es que haban logrado ubicarse estratgicamente entre los sectores
hegemnicos (oligarquas urbanas y sectores de la nobleza) y la mayora del comn.
Consideramos que la documentacin proveniente de los realengos, permite
sostener que la produccin simple de mercancas que desarrollaban las elites rurales y la
forma en que participaban del registro poltico de la poca (monopolizando el acceso a

37
A juzgar por la documentacin concejil, las usurpaciones de comunales deben de haber comportado
una tendencia marcada en Ciudad Rodrigo. Como consecuencia de las Cortes de 1432 y 1433 en las que
se trat la forma de llevar a cabo la restitucin de trminos concejiles, en 1434 aparecen luego de 13
interrogatorios a pecheros, inicia una larga lista de emplazamientos a pecheros enriquecidos y sectores de
la oligarqua local para que devuelvan al usufructo colectivo concejil los trminos que haban sido
ilegalmente ocupados, en . BARRIOS GARCIA; J. Ma. MONSALVO ANTON; G. DEL SER
QUIJANO, Documentacin medieval del archivo municipal de Ciudad Rodrigo, docs. N 162 a N
255, pp. 238 294.
38
Como ejemplo de lo comentado: G. DEL SER QUIJANO, doc.17.
39
A. FURIO, Las elites rurales, p. 415.
40
El recuento historiogrfico detallado en A. FURIO, Las elites, pp. 394-407.

~ 198 ~
los cargos), son las dos vas de acceso documental que nos permite delinear el perfil de
esta fraccin de la clase.
Como se ha demostrado, el surgimiento de la industria rural a domicilio en
Castilla, estuvo asociado a un hecho paradjico: la gradual fragmentacin de la unidad
domstica de produccin en un contexto regresivo y de cada de los indicadores
demogrficos. En la realidad los campesinos vean cada vez ms amenazada la
disponibilidad de tierras, lo que no es slo explicable por lo demogrfico o econmico.
Como la documentacin pone de relieve, los campesinos castellanos tardomedievales se
ocupaban de la defensa de los comunales frente a los embates privatizadores tanto de las
oligarquas como de algunos campesinos enriquecidos41. Una respuesta posible es la
incidencia del mercado de la lana en la apropiacin de los comunales para destinarlo a
la ganadera. Lo que s queda claro, es que en tanto el espacio fsico de la produccin se
reduca, el campesino no perda la propiedad de los medios de produccin al tiempo que
el seor se apoyaba en los campesinos ricos para cobrar la renta.
Los campesinos enriquecidos castellanos alternaban el cultivo con actividades
provenientes de la manufactura domstica42. Las elites rurales eran las que disponan de
capacidad de endeudamiento para pagar el importe del arrendamiento de algunas rentas,
incluso las que correspondan al seor. Sin embargo, hay que poder explicar por qu
aparecen identificados las elites rurales con los lderes de la comunidad.
La creciente mercantilizacin de las economas campesinas que se constata por
ejemplo en las concesiones de ferias francas de alcabalas, portazgo y otros derechos a
los realengos43, se ve acompaado de forma conexa por un nmero creciente de
campesinos enriquecidos que se dedicaban a la comercializacin de bienes para el
abastecimiento, se beneficiaban del carcter monoplico del mercado y por ende de las
posibilidades de obtener ganancias con un precio que se estipulaba en base a un pblico
cautivo44 .

41
G. DEL SER QUIJANO, docs. N 36, 62 y 63.
42
C. ASTARITA, La industria rural a domicilio, en: Del feudalismo al capitalismo.
43
Miguel ngel LADERO QUESADA, Las ferias de Castilla. Siglos XII-XV, en: CHE, LVII-LXVIII,
1982.
44
tambin se encuentra en expansin la actividad de los mercaderes locales especializados, provenientes
del estrato superior del campesinado, cuyo radio de actuacin supera las fronteras de la jurisdiccin del
reino. Se observa finalmente la participacin de sectores enriquecidos en la regatona, que ha de
considerarse ahora una actividad de nuevo signo por fundarse en otros niveles de riqueza, y la difusin de
prcticas mercantiles entre nuevos sectores de la poblacin, lo cual se expresa en la proliferacin de

~ 199 ~
Para el labrador enriquecido, la produccin simple de mercancas definida por
produccin para el mercado con un objetivo de consumo, no era ms que una forma
inestable hacia la produccin con fines de lucro, y se contrapona en este rasgo con el
rgimen mercantil simple del caballero villano que era, en virtud de los
condicionamientos institucionales, una forma inmutable. El beneficio que obtena el
labrador enriquecido no deba ser destinado de manera obligatoria a los expendios del
status y quedaba disponible para ampliar la reinversin productiva45.
Las estrategias tendientes a la acumulacin y concentracin de capital que
desarrollaban los labradores enriquecidos pueden ser sintetizadas en tres tipos:
a) Reventa de valores de uso llevada a cabo por intermediarios
b) Acaparamiento de mercancas con fines especulativos
c) Compras adelantadas46
Estas formas tpicas de la transformacin de las estructuras agrarias se caracterizaban
entre otros muchos factores, por las acciones de los grupos intermedios (formados por
elites pecheras47) que se ubicaban convenientemente entre los intersticios que dejaba al
descubierto el sistema de control concejil (como la condena relativa a la accin de los
regatones, por ejemplo) y , los intentos de la monarqua por no desestabilizar la base
productiva48 pero tampoco por atentar en contra de las elites pecheras que eran quienes
finalmente garantizaban la percepcin de la renta para la instancia superior representada
por la misma monarqua49.

revendedores y regatones en las aldeas, todo lo cual es evidencia de la mercantilizacin creciente de la


economa, L. DA GRACA, Poder poltico y dinmica feudal, p. 254.
45
C. ASTARITA, Del feudalismo al capitalismo, p. 163.
46
Estos tres tipos de estrategias acumulativas y su constatacin emprica en O. COLOMBO, El
intercambio desigual en los mercados locales. Formas de explotacin comercial del campesinado en la
Castilla del siglo XV, pp. 221-235.
47
La emergencia de grupos intermedios y su relevancia histrica fue planteada para el caso castellano
tempranamente por R. Pastor en AA. VV, Transacciones sin mercado: instituciones, propiedad y
redes sociales en la Galicia monstica, 1200-1300, Madrid, 1999. La emergencia de estos grupos habra
sido consecuencia de que en la comunidad campesina, la frontera entre unos status sociales y otros deba
de ser muy laxa, pues haba escasos mecanismos en el interior de la misma que permitieran consolidar
una determinada posicin econmica, p. 46.
48
Los reyes llegan a ordenar a los concejos conceder plazos a los campesinos para que cumplan con el
pago de los pechos: C. LUIS LOPEZ: Documentacin medieval abulense en el Registro General del
Sello, docs. N 82 y 85.
49
La imbricacin de ciertos intereses de pecheros enriquecidos y la corona es evidente en el feudalismo
tardo sabedes en cnmo por otra mi carta vos enbi que, por quanto don Rruy Lpes de Dvalos, mi
condestable de Casilla, e Ferrn Gmez, seor de Villatoro, e Diego Goncles del Aguila e otras
personas, vezinos de la dicha cibdat de Avila e de su tierra e en otras partes, avan puesto suspecion en el
bachiller Niculs Prez, que yo ava enbiado por mi inquisidor a la dicha cibdat de Avila e su tierra
para fazer pesquisa e inquisycion sobre rrazn de ciertos trminos () e agora los dichos omes buenos

~ 200 ~
Por cierto, la transformacin de la estructura productiva del feudalismo castellano fue
producto de estrategias de acumulacin desarrolladas por los labradores enriquecidos,
que modificaron a la postre las relaciones de propiedad y puesta en produccin de la
tierra, pero tambin de las modificaciones estructurales del poder monrquico a fines de
la Edad Media, que se materializaron en el proceso de centralizacin del poder poltico
de la monarqua que se corrobora para el caso castellano a mediados del siglo XIV.
As, los intentos de regulacin que la monarqua impona a travs de los
concejos sobre la compra/venta de mercancas a fines de la Edad Media50 eran producto,
al mismo tiempo, de la reconfiguracin de fuerzas polticas y tambin del surgimiento
de procesos acumulativos al interior de la comunidad campesina que se doblaban en una
creciente fragmentacin de la circulacin, lo que favoreca la especulacin51.
En este sentido, el proceso econmico y social que atraves a las comunidades
campesinas, tuvo sus consecuentes manifestaciones a nivel de las manifestaciones
menos tangibles, como la elitizacin del comn52 que se despleg sobre las formas de
participacin poltica en tanto y en cuanto, solo una fraccin del sector (la enriquecida)
acceda a cargos y prebendas poltico-institucionales, con lo que al tiempo que se
beneficiaba en privado, hacia un uso pblico y abusivo de los reclamos de los dems
pares, ubicados en los segmentos intermedios o inferiores de la clase.
Sin embargo, para explicar la pervivencia de una identidad de clase en el
feudalismo tardo castellano, no alcanza con detallar y ponderar las prerrogativas

pecheros de la dicha cibdat de Avila e de su tierra enbironseme querellar e dizen que, conmoquier que
por su parte la dicha mi carta vos fuera mostrada e pedido e rrequerido que la conplisedes, que lo non
avedes querido nin queredes fazer () e adems sy lo asy fazer e conplir non quesyredes mando al
omne que vos esta mi carta mostrar que vos enplaze que parescades ante m en la mi corte, dondequiera
que yo se .. C. LUIS LOPEZ y G. DEL SER QUIJANO, Documentacin medieval del Asocio de la
Extinguida Universidad y Tierra de vila, doc. 96.
50
La imagen que emana de la documentacin es la del concejo urbano entronndose como un veedor
imparcial con capacidad de accin para garantizar por ejemplo, la transparencia de las transacciones
comerciales. Se encuentran frmulas del tipo: cualquier carnicero e carniceros que vendieren puerco
fresco en vila e en sus arravales e en sus trminos que lo vendan por peso, asy conmo el concejo e fieles
pusieren, salvo lenguas en adobo. E, sy de otra guisa lo vendieren, que por la primera vez pague cada
uno dellos diez maraveds e por la segunda vez veynte maraveds e por la tercera vez treynta maraveds;
e esta pena que sea para los fieles, en: J. Ma. MONSALVO ANTON, Ordenanzas medievales de
vila y su Tierra, Vol. V, doc. 7.
51
La hiptesis esta desarrollada en O. COLOMBO, Crecimiento mercantil y regulacin poltica, Castilla
siglos XIv XV, en: Studia histrica. Historia Medieval, N 26, 2008.
52
la evolucin de los rganos de representatividad colectiva del comn permiten constatar una
importante transformacin en el seno de este desde el momento en que se perfila un sector del mismo que
se alza con la direccin de la colectividad e intenta aprovecharse en beneficio propio de la actuacin y
reivindicaciones del conjunto, Y. GUERRERO NAVARRETE, Rey, nobleza y lites urbanas en
Burgos (siglo XV), p. 244.

~ 201 ~
econmicas que haban alcanzado las elites pecheras ya que si estas bondades materiales
no se concretaban en un predominio simblico y material en el interior de la comunidad,
no se habra cerrado el crculo que haca que a travs de las diferentes prebendas
polticas estas elites siguieran enriquecindose. En este sentido, el liderazgo de los
sectores enriquecidos deba plasmarse en lo poltico para poder erguirse como un todo
coherente que les permitiera a la postre beneficios individuales: estaban obligados a
aludir constantemente a la defensa de la tradicin comunitaria y de los usos y
costumbres que cada comunidad haba construido colectivamente a travs del tiempo53
o a la defensa tambin de la capacidad de gestin de estos sujetos de los conflictos que
enfrentaba la comunidad campesina. La reversa del fenmeno era la que la mala gestin
de la tarea encomendada por el colectivo significaba la repulsa comunitaria y pblica de
los representantes pecheros54.
El liderazgo de algunos rurales no era una consecuencia mecnica de la riqueza
material que haban acumulado: al tiempo que producto necesario, era tambin la
consecuencia del mapa poltico, cultural y tico que se haba conformado en los
concejos de realengo y que adems, tampoco podemos presuponerlo esttico. No se
pueden negar variables como las condiciones personales, el carisma, el lugar social
construido y respectado por todos y hasta el inters personal del poder de turno (seor,
oligarquas urbanas, el mismo rey), interesado en lograr de los lderes aldeanos que se
ocupasen de la exaccin de la renta, del arbitraje de los conflictos de la comunidad y de
la intermediacin entre esta y el resto de la sociedad, en su rol de procuradores
pecheros55.
Hacia mediados del siglo XV, la imagen del rey como justiciero capaz de recomponer
una situacin de mengua de justicia expresa no tanto una slida conviccin por parte
de los dominados, sino una estrategia discursiva que obligaba al monarca a aplicar y
hacer valer su autonoma relativa frente a las fuerzas dominantes del reino. Sin

53
El lder aldeano deba disponer de un cierto grado de apoyo vecinal y estaba obligado a conservar una
conducta no contradictoria con valores establecidos por la comunidad una condicin deshonrosa en la
existencia particular o una honorabilidad lesionada eran inevitablemente notorias y podan llevar al
prestigio autoritaria hacia un camino descendente sin retorno, C. ASTARITA, Del feudalismo al
capitalismo. Cambio social y poltico en Castilla y Europa Occidental, 1250-1520, p. 130.
54
Un ejemplo extremo es el asesinato del procurador a manos de la comunidad que registra el doc. 110 de
CASADO QUINTANILLA, Documentacin real del archivo del concejo abulense (1475-1499), vila,
1994.
55
Astarita seala el cargo de procurador pechero como necesario, til y funcional para la monarqua y los
hegemnicos.

~ 202 ~
embargo, esta imagen no responda a una creencia ingenua de los pecheros sobre las
capacidades salomnicas de su rey, sino que era producto de un uso estratgico y
tctico de esta imagen idealizada de la naturaleza real por parte de los procuradores de
las aldeas para presionar al rey y lograr as que se inclinara en favor de los sectores
rurales. Lo que se buscaba era que la voluntad real terminara por beneficiar a los
labradores enriquecidos que ubicndose en el lugar discursivo de los que carecan de
privilegios, lograban un acceso estratgico a los comunales, por ejemplo, al proveerse
de mano de obra asalariada para poner en produccin tierras fiscales y beneficiarse con
pinges ganancias de esta doble condicin de campesinos que, con criterios que no eran
los del sector, contrataban a otros campesinos empobrecidos para poner en produccin
tierras que previamente haban acaparado.
Se trataba en definitiva, de la apropiacin que hacan unos pocos en nombre de todos,
de la imagen propagandstica del monarca como rey soberano y justiciero que estaba
por encima del entramado de conflictos sociales, y que es tpica del perodo trastmara
en general y del reinado de los Reyes Catlicos en particular. Sin embargo, es en este
punto en el que la actuacin ambivalente de la monarqua queda al descubierto, ya que
no siempre el fallo favoreci a los campesinos56 sino que en su juego de poder
estratgico, tuvo que favorecer a algunos sectores de las oligarquas villanas para poder
sostenerse en el tiempo y no atentar de base contra el orden socioeconmico y poltico
establecido. En el caso de Ciudad Rodrigo, la corona parece favorecer al linaje de los
Garilopez en desmedro de los Pacheco a lo largo del siglo XIV, al menos en lo que se
puede inferir a partir de las resoluciones judiciales57.
los procuradores pecheros hicieron sus denuncias basndose en una tradicin,
insistimos, en apariencia igualitaria para plasmar con mayor contundencia la defensa de
los intereses a los que respondan y poder as dejar al descubierto la mengua de
justicia que afectaba a la mayora del sector, pero no por solidaridad con sus pares
empobrecidos, sino con el objetivo final e inconfesado de beneficiar con esto a unos
56
Slo por citar algn ejemplo, en mayo de 1437, se libra una ordenanza en la que se obliga a los
labradores a pagar pechos reales y concejiles en moneda, so pena de 600 maravedes de multa, .
BARRIOS GARCIA, J. Ma. MONSALVO ANTON; G. DEL SER QUIJANO, Documentacin
Medieval del Archivo Municipal de Ciudad Rodrigo, Salamanca, 1988, doc. N 267, p. 305.
57
1434 aparece como un ao clave en el tratamiento jurdico, concejil y monrquico, de los conflictos por
los comunales. En ello, se puede observar los usos tcticos de la monarqua para lograr beneficiar al linaje
de los Garilpez, amedrentando el patrimonio de los Pacheco. As, por ejemplo, 3 de mayo de ese ao se
emite sentencia favorable al carcter comunal de Pelapulgar que haba sido apropiado por Diego Alfonso
Pacheco, impidindole a este que presente otros testigos, doc. N 188, p. 251.

~ 203 ~
pocos: los que se haban enriquecido con el proceso de diferenciacin socioeconmica
del sector.
As, es evidente que al promediar el siglo XV, los procuradores pecheros hacan unos
usos tcticos de la retrica formal en la que se inscriba el discurso poltico general y del
que los pecheros enriquecidos se apropiaban para conseguir prerrogativas econmico,
sociales y polticas, o mantener intactas las que para ese entonces se haban convertido
en prebendas histricas de la elite del sector.
El resultado tangible de la dinmica histrica a travs de la cual se haba
fortalecido con contundencia la elite de pecheros es que haban sido capaces de
subsumir a sus intereses el total del discurso poltico accesible en la Baja Edad Media.
Se haban apropiado tambin de la defensa colectiva del estamento pero manteniendo
intacta la capacidad de usufructuar la retorica formal que haca hincapi en la
desigualdad enunciada en trminos de privilegiados no privilegiados, por medio de lo
cual podan disimular la intencin de mantener a rajatabla la defensa de sus intereses,
abrigados en un enunciado colectivista, que sin embargo, lo que hacia era reforzar el
beneficio privado y personal de algunos campesinos enriquecidos.
La participacin poltica del sector pechero rural tardomedieval tena estas
particularidades: unos pocos haban captado y condicionado la forma en que el colectivo
se expresaba.
Dado el manejo estratgico que hacan del discurso poltico, es comn encontrar en la
documentacin concejil propia de la segunda mitad del siglo XIV y del siglo XV, el
recurso a lo colectivo e igualitario, lo pacfico y representativo del sector aunque lejos
de reflejar la realidad del proceso, indicaba una realidad opuesta: se exacerbaba en lo
discursivo un comportamiento ideal del sector pechero ya que la participacin poltica
de tributarios a mediados del sigo XV responda a una frmula novedosa de
representacin: un procurador que provena de la elite pechera actuaba en nombre de un
nosotros al que en realidad no representaba pero de cuya existencia se beneficiaba.
La conformacin de una cultura poltica propia de pecheros mirobrigenses enriquecidos
es contundente: no era slo producto de formulaciones ideales, tena base de
sustentacin en aos de gestin de las lgicas productivas concretas que se configuraban
en un contexto poltico particular, del que eran producto necesario. La posibilidad de
revocarlas, modificarlas o renegociarlas comenzaba ahora a materializarse debido a la

~ 204 ~
gradual y sostenida vertebracin de este ideario poltico de pecheros enriquecidos
autnomo y particular.

Conclusiones
Los labradores enriquecidos castellanos conformaron hacia el siglo XV una
lgica poltica propia que les permiti canalizar polticamente sus intereses. Sin
embargo, esto no significaba necesariamente su plasmacin a nivel de la representacin
del estamento pechero en las instituciones de poder formal, lo que obliga a un anlisis
de lo poltico que exceda lo meramente institucional.
Frente al muro que representaban las oligarquas urbanas en los planos de
decisin poltica local, los pecheros enriquecidos de la Tierra encontraron en la
monarqua, y en el espacio concejil rural, un eco que posibilitaba su accin poltica y
con el que era posible reforzar los mecanismos que los defendan de los embates
oligrquicos.
En este contexto, es lgico sostener que la autoridad para dirimir cualquier tipo
de subversin del orden establecido, no fuera producto de la clsica imposicin vertical
de la voluntad de los sectores hegemnicos de esta sociedad sobre los grupos de los no
privilegiados.
En este sentido es que se vuelve necesario que desandemos la idea maniquea que
considera que la implantacin del Regimiento redujo a una mnima expresin la
participacin poltica de la mayora para dejarla descansar en unos pocos privilegiados
que, concentrando todos los dispositivos polticos disponibles en los concejos realengos,
convertan en su particular monopolio al sistema poltico, lo que a su vez les permita
controlar de forma unvoca todos los resortes sociales.
Una de los objetivos de este trabajo consisti en rastrear la funcin que los
pecheros atribuan a su participacin poltica a travs de los dispositivos institucionales
concejiles, lo que a su vez modelaba la construccin poltica e identitaria del sector.
Se trataba en definitiva, de la apropiacin que hacan unos pocos en nombre de
todos, de la imagen propagandstica del monarca como rey soberano y justiciero que
estaba por encima de los conflictos sociales.
Las bases sobre las que se haban estructurado, y funcionaban, las sociedades en
la zona de los grandes concejos castellanos son precisamente las que sostuvieron la

~ 205 ~
emergencia de los pecheros enriquecidos, especialmente los de la Tierra, como agentes
polticos autnomos, aunque su participacin no estuviera necesariamente reconocida en
espacios polticos formales.

~ 206 ~
Las Actas de las Cortes castellanas medievales como fuente de conocimiento para
las primeras formas de conciencia burguesa
Federico Martn Miliddi1

Las transformaciones sociales y econmicas que experimenta el reino de Castilla


entre los siglos XIII y XVI resultan fundamentales para poder comprender la gnesis y
la funcionalidad de las instituciones estatales del periodo en general y, en particular, las
de las Cortes. En este marco, el rol fundamental que desempean las Cortes como
espacio de expresin de los intereses de los sectores superiores del patriciado urbano y
como mbito de concrecin institucional de la alianza establecida entre la Corona y los
grupos dominantes del mbito concejil se nos revela en el anlisis de la documentacin
del periodo, particularmente en la de los siglos XIV y XV, con el crecimiento de los
caballeros villanos y el desarrollo institucional del Estado castellano. En el debate
acerca del carcter de clase de estos sectores concejiles -que hunde sus races en los
tempranos anlisis de historiadores liberales del siglo XIX y que contina con la
profesionalizacin de la disciplina histrica espaola en el siglo XX- ha sido dominante
durante largo tiempo una lnea de investigacin que ha asociado a este sujeto social con
la clase burguesa y a las Cortes como su espacio fundamental de expresin poltica
institucional2. Pero estos grupos dominantes de los concejos no pueden identificarse sin
ms con la imagen que de la burguesa se haba formado la historiografa liberal, en
tanto posean condiciones estamentales que indicaban una articulacin compleja y
contradictoria con las determinaciones polticas, jurdicas y culturales de la sociedad
feudal, ms all de que stos no obtuvieran los excedentes que aseguraban su
reproduccin como clase dominante de la extraccin de renta en forma particularizada,
1
Universidad de Buenos Aires, Argentina, fede262@yahoo.com.ar.
2
Vase Federico Martn MILIDDI, Las transformaciones de las Cortes de Castilla y Len en la segunda
mitad del siglo XIV. Repensando la caracterizacin de la historiografa liberal, en: Anales de Historia
Antigua, Medieval y Moderna, Buenos Aires, FFyL-IHAM, Universidad de Buenos Aires. Vol. 43 (en
prensa).

Federico Martn MILIDDI, Las Actas de las Cortes castellanas medievales como fuente de conocimiento
para las primeras formas de conciencia burguesa, en: Andrea V. NEYRA & Gerardo RODRGUEZ
(dirs.), Qu implica ser medievalista? Prcticas y reflexiones en torno al oficio del historiador, Mar
del Plata, Universidad de Mar del Plata, Sociedad Argentina de Estudios Medievales, 2012, Vol. 2, pp.
207- 227. ISBN 978-987-544-477-5

~ 207 ~
como la clase seorial. Sin embargo, al mismo tiempo, creemos que sera un error
identificarlos como parte integrante de la clase dominante feudal sin apreciar que el
carcter oligrquico y cerrado de estos sectores, y su coparticipacin global de la
ideologa dominante en el feudalismo expresaban la contracara de otras determinaciones
que se relacionaban con su posicin diferenciada dentro del proceso productivo3. En
este sentido, es preciso recurrir al concepto de claseestamental, acuado por los
historiadores alemanes Ludolf Kuchenbuch y Bernd Michael a finales de los aos 704,
para poder dar cuenta cabalmente del lugar que ocupaban estos sectores en la estructura
del Estado y de la incidencia que tena su participacin en este espacio en la morfologa
especfica adoptada por las instituciones estatales en las que intervenan hacia fines de
la Edad Media, especialmente en las Cortes. A lo largo de este trabajo tendremos en
cuenta estos criterios terico-metodolgicos.
Las disputas historiogrficas en torno al carcter del Estado hispnico en los
siglos finales del medioevo y en los inicios del periodo moderno no han sido an
superadas o zanjadas y son realmente escasos los aportes conceptuales globales sobre
estas cuestiones5. Sin embargo, los historiadores de la Pennsula Ibrica (especialmente

3
En este sentido, los debates historiogrficos de las ltimas dcadas han discutido si estos sectores
concejiles formaban parte o no del conjunto de la nobleza feudal. Vanse Jos Mara MNGUEZ
FERNNDEZ, La transformacin social de las ciudades y las Cortes de Castilla y Len, en: Las
Cortes de Castilla y Len en la Edad Media. Actas de la Primera Etapa del Congreso Cientfico
sobre la Historia de las Cortes de Castilla y Len, Valladolid, 1988, pp. 1345 y, del mismo autor,
Feudalismo y concejos. Aproximacin metodolgica al anlisis de las relaciones sociales en los concejos
medievales castellanoleoneses, en: revista En la Espaa Medieval, Madrid, Servicio de Publicaciones
de la Universidad Complutense, 1982. Vol. 3. Pp. 109122. Esta tesis es discutida por Carlos
ASTARITA, El Estado feudal, en: Del feudalismo al capitalismo. Cambio social y poltico en
Castilla y Europa Occidental, 12501520. Valencia, Publicacions de la Universitat de Valencia y
Editorial Universidad de Granada, 2005. Pp. 85-112. Vase especialmente el acpite La caballera
villana y el estatus social, pp. 103104
4
Vase Ludolf KUCHENBUCH y Bernd MICHAEL, Estructura y dinmica del modo de produccin
feudal` en la Europa preindustrial, en: Studia Historica, Historia Medieval, Vol. IV, 2, Salamanca,
1986. Pp. 7-57.
5
Esta tendencia ha comenzado a revertirse en las ltimas dcadas, especialmente a partir de los aportes de
historiadores como Jos Mara Monsalvo Antn y Jos Manuel Nieto Soria. Esto se expresa en
producciones individuales y colectivas que problematizan aspectos significativos de la naturaleza
ideolgica y las estructuras de poder del Estado castellano a fines de la Edad Media en relacin con la
dinmica conflictiva de los sujetos sociales. Vanse Jos Manuel NIETO SORIA (director), Orgenes de
la monarqua hispnica: propaganda y legitimacin (CA 14001520). Madrid, Dykinson, 1999; J. M.
NIETO SORIA, Ceremonias de la realeza. Propaganda y legitimacin en la Castilla Trastmara.
Madrid, Editorial Nerea. 1993; Franois FORONDA, Jean Philippe GENET y J. M. NIETO SORIA
(directores), Coups dEtat a fin du moyen age? Aux fondements du pouvoir politique en Europe
occidentale. Colloque international (2527 novembre 2002). Madrid, Casa de Velzquez, 2005 y F.
FORONDA y Ana Isabel CARRASCO MANCHADO (directores), El contrato poltico en la Corona de
Castilla. Cultura y sociedad polticas entre los siglos X al XVI. Madrid, Dykinson, 2008. Tambin
Jos Mara MONSALVO ANTN, Centralizacin monrquica castellana y territorios concejiles

~ 208 ~
a partir de la obra de Claudio Snchez Albornoz6) reconocen que el feudalismo y su
herencia han sido una realidad que ha marcado la historia de Espaa hasta bien entrada
la poca contempornea y que sus estructuras de propiedad de la tierra y sus formas de
encarnacin en manifestaciones de poder poltico de indudable coloracin de Ancien
Rgime han conformado el panorama sobre el cual se ha desplegado la lucha de clases
desde el advenimiento del moderno capitalismo. Las realidades histricas de la Espaa
contempornea, reconocidas por los historiadores, nos previenen entonces contra
hiptesis que avalen una lectura precozmente moderna de las formas, prcticas y
mecanismos polticos e ideolgicos que asume y encarna el Estado feudal 7. Pero stas
estn all, sin embargo, testimoniando con su presencia como elementos de lo que la
teora poltica y social clsica desde Hegel en adelante ha identificado como Estado
moderno la existencia en el feudalismo hispnico de procesos, dinmicas e
instituciones similares a los que se han verificado en otras regiones europeas que han
seguido desarrollos, considerados paradigmticos, de las estructuras polticas
occidentales (especialmente Inglaterra y Francia).
Ante el proceso de feudalizacin creciente de la sociedad castellana, que tiene su
correlato dentro de las estructuras del propio Estado centralizado con el avance de la
nobleza sobre algunos de sus principales aparatos, los sectores urbanos representados en
las Cortes van perfilando los contornos de una ideologa poltica que presenta

(algunas hiptesis a partir de las ciudades medievales de la regin castellanoleonesa), en: Anales de la
Universidad de Alicante, Historia Medieval, N 13, Alicante, 20002002. Pp. 157202; Crisis del
feudalismo y centralizacin monrquica castellana. (Observaciones acerca del origen del estado
moderno y su causalidad), en Carlos ESTEPA, y Domingo PLCIDO (coordinadores), Transiciones
en la antigedad y el feudalismo. Madrid, 1998. Pp. 139167; Historia de los poderes medievales, del
Derecho a la Antropologa (el ejemplo castellano: monarqua, concejos y seoros en los siglos XII
XV), en: Carlos BARROS (editor), Historia a debate. Tomo Medieval. Santiago de Compostela, Edita
Historia a debate, 1995. Pp. 81149; La Baja Edad Media en los siglos XIVXV: poltica y cultura.
Madrid, Editorial Sntesis, 2000; Poder poltico y aparatos de Estado en la Castilla bajomedieval.
Consideraciones sobre su problemtica, en: Stvdia Historica. Historia Medieval, IV, 2, Universidad de
Salamanca, 1986. Pp. 101167. Hasta mediados de los aos 80, el medievalismo hispnico se ha
caracterizado (con ciertas excepciones como Julio Valden Baruque o Reyna Pastor de Togneri) por su
fuerte sesgo documentalista y su descuido de la reflexin terica y conceptual.
6
Vase Claudio SNCHEZ ALBORNOZ Y MENDUIA, Viejos y nuevos estudios sobre las
instituciones medievales espaolas. Madrid, Espasa Calpe, 1976, 2 vols.; Investigaciones y
documentos sobre las instituciones hispanas. Santiago de Chile, Editorial Jurdica de Chile, 1970 y
Espaa, un enigma histrico. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1956. 2 vols.
7
Inclusive, la discusin se ha extendido en torno a la caracterizacin de las estructuras polticas y
socioeconmicas de regiones en las cuales el capitalismo se ha desarrollado ms precozmente que en
Espaa. Puede verse, en este sentido, el debate que se ha generado en torno de la provocativa obra del
historiador norteamericano Arno Mayer, quien ha sostenido que las estructuras del Antiguo Rgimen
persisten en Europa hasta las primeras dcadas del siglo XX (incluso en Inglaterra o Francia). Vase Arno
MAYER, La persistencia del Antiguo Rgimen. Madrid, Alianza Editorial, 1986.

~ 209 ~
caractersticas propias. Esta ideologa se basa en los conceptos de bien pblico,
repblica e inters general y se presenta como una defensa de lo colectivo
(entendido como inters general8) a travs de la pretensin de encarnar la
representacin de los intereses de la Corona y el reino (aunque est relacionada con la
defensa de los intereses particulares de clase y estamentales de los elementos
superiores del patriciado urbano)9. La manifestacin de esta ideologa de lo pblico se
presenta como situada ms all de los monarcas que coyunturalmente ocupen el trono
pero tambin como un principio superior a los privilegios especficos de los distintos
sujetos sociales que participan del reino10. Esto se expresa repetidamente en las Cortes,
particularmente a partir del siglo XIV y durante todo el XV, como veremos a
continuacin11.

8
Como seala Anthony Black, la idea y la terminologa del bien comn eran de crucial importancia
para los parlamentos estamentales medievales. Vase Anthony BLACK, Political Thought in Europe.
12501450. Cambridge, Cambridge University Press, 1992. La referencia corresponde a la p. 163.
Tambin Bernard Guene resalta esta caracterstica, pero en relacin con la concepcin general que los
sbditos tenan acerca del monarca en el mundo medieval: Les moyens du pouvoir princier sont une
chose. Sa fin en est une autre. Le prince lgitime qui veut aussi tre un bon prince doit avant tout songer
lintrt commun, au commun profit, lutilitas publica, la justice, la paix. Ce sont l les fins qui
justifient son action en gnral et sa lgislation en particulier. Bernard GUENE, Conclusion, en:
A.A.V.V.: Les princes et le pouvoir au moyen age. XXIII Congrs de la S.H.M.E.S., Brest, Mai
1992. Publications de la Sorbonne, Paris, 1993. Pp. 325330. La cita corresponde a la p. 328. Cursivas en
el original.
9
los poderes urbanos incluyendo lites u oligarquas de las grandes ciudades, si se quiere afinar este
aspecto social se integraron en la estructura del estado como plataformas de accin colectiva bajo
morfologas de corte estamental. Este aspecto es una innovacin bajomedieval. La tendencia iniciada en
el XIII por los monarcas de ir sustituyendo el dilogo poltico singular con cada ciudad o concejo por
interlocutores reglados y colectivos de todo o de buena parte del mundo urbano se acentu
progresivamente. Las Cortes [] representaban una forma de hacer poltica, de legislar, de ejercer
controles pblicos, de cooperacin institucional entre el rey y el reino sus ciudades no slo
caracterizada por su modernidad sino tambin acorde con la estamentalizacin que se estaba dando en el
mundo urbano. Sin olvidar sus propias quejas y asuntos particulares, las ciudades al menos las que
estaban representadas en la institucin supieron plantear coordinadamente sus exigencias y ejercer una
presin de forma general. La monarqua tuvo as interlocutores operativos en un marco tasado y
previsible de relaciones polticas reyreino.. J. M. MONSALVO ANTN, Centralizacin monrquica
castellana y territorios concejiles, pp. 170171.
10
Esto se aprecia reiteradamente en la documentacin. Claramente en las Cortes del real sobre Olmedo de
1445 donde los procuradores buscan fundamentar el establecimiento de un principio de legalidad objetiva
sobre la base de las Siete Partidas de Alfonso X. Cortes del real sobre Olmedo de 1445., Cortes de los
Antiguos Reinos de Len y de Castilla (en adelante CLyC) Tomo III, doc. XVIII, pp. 456495.
11
En este trabajo basaremos nuestro anlisis en algunas de las reuniones de Cortes del siglo XV, aunque
ya desde comienzos del siglo XIV pueden encontrarse ejemplos de la ideologa poltica que analizamos
aqu. Para esta ltima centuria pueden verse, entre otras: Cortes de Medina del Campo de 1305, CLyC.,
Tomo I, doc. XXXII, disp. 1; Cortes de Valladolid de 1307, doc. XXXIV, CLyC., Tomo I, disp. 1;
Cortes de Palencia de 1313, CLyC., Tomo I, doc. XXXVI, disp. 5; Cortes de Valladolid de 1325,
doc. XLIV, CLyC., Tomo I, disp. 9; Cortes de Madrid de 1329, doc. XLVII, CLyC., Tomo I, disp. 1.

~ 210 ~
El parlamento estamental y la gestacin de la ideologa burguesa en las
Cortes medievales castellanas del siglo XV
En principio, encontramos repetidamente en las fuentes estudiadas que esta
concepcin se manifiesta en las numerosas peticiones para que la Corona limite la
concesin de mercedes a la nobleza. Si bien sta no es una cuestin novedosa, ya que
podemos hallarla desde las primeras reuniones de Cortes a comienzos del siglo XIII, s
resulta interesante advertir que, a partir del siglo XIV y, especialmente, del XV, la
fundamentacin que elaboran los procuradores para sostener sus pedidos poseen una
naturaleza diferente, ya que estn basadas en la apelacin a lo pblico. Los
procuradores buscan identificar sus peticiones con los intereses del reino, del cual
intentan erigirse en representantes (aunque esto oculta, como veremos ms adelante, la
existencia de contradicciones y luchas muy fuertes dentro del propio tercer estado) e
intentan ligar estos intereses con los del Estado. De esta forma realizan la operacin
ideolgica burguesa par excellence, que consiste en exhibir aquello que en realidad
corresponde al mbito de los intereses privados como una necesidad de la totalidad de
los sectores que conforman la sociedad12.
En el caso de los sectores superiores del patriciado, uno de los mecanismos es el
de la utilizacin del concepto de inters pblico, derivado del derecho romano. Es lo
que encontramos en las primeras Cortes del reinado de Juan II, por ejemplo en las de
Valladolid de 1411 (en un contexto de minoridad del Rey), en las que podemos apreciar
la existencia de un criterio de dinero pblico que debe ser empleado para el bien
comn. Los concejos, quienes constituyen uno de los pilares fiscales de la Corona,
llevan una contabilidad de lo pagado y la emplean como arma poltica de negociacin
con la monarqua13. Los concejos se muestran como depositarios y portadores del

12
Para una reflexin ms general en torno de las formas de funcionamiento de la ideologa, vase Terry
EAGLETON, Ideologa. Una introduccin. Barcelona, Editorial Paids, 1997.
13
Et este otorgamiento destos dichos quarenta e ocho cuentos, sennores, vos fazemos con condiion
que fagades juramento en presenia de nos otros, que este dinero que vos otorgamos que non lo
tomaredes nin distribuyredes en otras cosas algunas, saluo enla dicha guerra delos moros... por
quel rregno pueda se aliuiado en quanto mas pudiere. e commo quier que muchas vegadas la
vuestra meret ha fecho e ordenado en ello muchas prouisiones e catado maneras para se poder cobrar,
asy por presyones que mandastes fazer a algunos thesoreros e ofiiales commo por rrecabdadores de
alcanes que ordenaste en cada comarca del rregno para lo cobrar, fasta agora, sennores, avemos visto que
non ha salido fruto alguno dello nin son cobradas las dichas debdas e albaquias para la guerra nin para
otro prouecho del rregno, ante avemos sabido que sy algunos mrs. destos cobraron fasta aqu los tales
recabdadores, que se lo han gastado, lo qual, sennores, non deuedes de consentyr... () Et sennores,
pidimos e suplicamos ala vuestra muy alta meret quelo que montare en cada paga delas dichas debdas e
albaquias, que sea descontado e aliuiando delo quel rregno ouiere de pechar e cunplir para la dicha guerra

~ 211 ~
inters general y de la cosa pblica, aparece ms ntidamente una separacin entre el
Rey y el reino: se sugiere la existencia de lgicas e intereses propios del Estado y del
reino, que pueden diferir con los del Rey. El trmino reino (al igual que sucede con el
concepto de pueblo) es utilizado aqu como concepto vago y abarcador, difuso y
abstracto, pero portador de intereses y necesidades especficas: de acuerdo con lo que se
expresa en las Cortes, sus portavoces son los concejos y sus representantes los
procuradores. Esto implica un concepto ideolgico poltico novedoso y diferente tanto
del particularismo feudal cuanto de la encarnacin de lo colectivo en la figura del Rey.
Sobre esta base, en este ordenamiento se pide a la Corona que, en tanto la guerra contra
los musulmanes es una necesidad del reino en su conjunto, la nobleza eclesistica no sea
exceptuada y tambin contribuya materialmente para la causa14. De esta manera, se
procura anteponer el inters del reino -entendido como criterio general de todos sus
miembros- al de los cuerpos polticos privilegiados particulares.
En relacin con la cuestin de la cesin de mercedes a los nobles, en las Cortes
de Valladolid de 1447, tambin durante el reinado de Juan II y despus de superada la
fase ms aguda de los enfrentamientos internobiliarios que tuvieron lugar en este
periodo, hallamos una argumentacin de los procuradores que nos revela aspectos de
sumo inters para apreciar las formulaciones ideolgico polticas de los sectores
urbanos15. Aqu se plantea, en principio, que el Rey debe proteger el patrimonio de la

enlos annos abenideros; e sy la guerra esare, que quede para lo que fuere mas neesario e prouechoso
del rregno. Cortes de Valladolid de 1411, CLyC., Tomo III, doc. II. La cita corresponde a las pp. 7
y 8. Los resaltados son nuestros.
14
Otrosy sennores, bien sabe la vuestra muy alta sennoria quel noble Rey don Enrrique de muy
esclaresida memoria, que Santo Parayso aya, ante que finase tenia fecha ordenana erca del seruiio
que deuian fazer enla dicha guerra delos moros los perlados e clerezia, dela gente de armas e costa que
leuasen al dicho seruiio, por ser la conquista destos ynfieles tan santa e justa aque todos los tres
estados del rregno deuen seruir e ayudar enella; por esta rrazon sennores, suplicamos e pedimos ala
vuestra alteza que mandedes pareser e publicar e guardar con efecto la dicha ordenana quel dicho
sennor Rey don Enrrique fizo e establescio eneste caso, por quelos dichos perlados e clerezia siruan e
paguen enla costa dela dicha guerra por la rregla e ordenana quel dicho sennor Rey orden, e con esto,
sennores, tenemos que ser ayuda para que podades aliuiar al rregno de alguna parte dela carga destos
quarenta e ocho cuentos. () nosotros considerando el debdo e carga tan grande que tenedes en todo
esto [la guerra contra los musulmanes], asy erca dela persona e seruiio del Rey nuestro sennor commo
del bien publico de todo el rregno, mas que persona del mundo que sea, e confiando dela sancta e buena
entenion vuestra que tenedes en todos los fechos del rregno. Cortes de Valladolid de 1411, CLyC.,
Tomo III, doc. II, La cita corresponde a la p. 9. Los resaltados son nuestros.
15
Tambin encontramos estas manifestaciones en las Cortes bajo el reinado de Enrique IV, por ejemplo
en las Cortes de Ocaa de 1469: por que tan gran contia commo es dada ynmoderadamente e a
personas que no lo meresen sea rreuocada e que se sufra el menos danno por euitar el mayor, e que se d
lugar a que personas priuadas sean dannificadas por que vuestra sennoria rrecobre su patrimonio e la
cosa publica de vuestros rreynos sea rreparada. Por ende muy poderoso sennor, suplicamos a vuestra
alteza que con acuerdo delos procuradores de vuestros rreynos le plega rreuocar, e desde luego

~ 212 ~
Corona, no solamente pensando en el presente sino tambin en las generaciones
venideras, pues debe dejarles un patrimonio a sus herederos en el trono 16. Sin embargo,
hallamos en la peticin de los procuradores una fundamentacin ideolgica de la
defensa del patrimonio regio que se plantea en contradiccin con uno de los principios
bsicos de la construccin de vnculos entre los sectores dominantes en el sistema
feudal:
Por aventura algunas personas contradirn esta nuestra petiin, diziendo
ser contra el dar e distribuyr que es propio dela largueza rreal, mayor mente la
vuestra que es en excelenia. Contra esto estan otras rrazones mas vrgentes, es
asaber que el dar non deue ser apartado del tener; ca son dos cosas quela
prudenia manda toda via estar en vno, ca el dar syn tener non puede estar, e el
tener sin dar es viio en toda persona mayor mente enlos rreyes, e si vuestra muy
alta sennoria enel caso en que estamos non prouee por la dicha manera que
suplicamos, non sola mente non estarn en vno el dar e el tener, mas todo esar,
que no avr para dar nin para tener fablando del tener que pertenese a vuestra
muy grande prudenia rreal; demas que este rretenimiento non puede durar
mucho segunt las vacaiones que de cada dia rrecresen de vno e de al17.

La argumentacin de los procuradores para frenar la concesin de mercedes, al


cuestionar el criterio de largueza como base para las acciones de la Corona, impugna de
manera explcita uno de los fundamentos no solamente de la tica feudal, sino tambin
de la propia praxis de construccin de relaciones polticas en el feudalismo. Es
interesante apreciar que los procuradores son conscientes de que su fundamentacin
contradice esta prctica y puede generar reacciones adversas, pero, no obstante,
sostienen su posicin desde un criterio basado en la razn, considerando la primaca del

rreuoque e d por ningunas e de ningun valor todas e quales quier meredes e donaiones que vuestra
alteza ha hecho. Cortes de Ocaa de 1469. CLyC., Tomo III, doc. XXV, disp. 5. La cita
corresponde a las pp. 780781. Los resaltados son nuestros.
16
e asi mesmo suplicamos a vuestra sennoria quele plega de rretener en sy de aqui adelante las
dadiuas de villas e logares e vasallos o terminos e jurediiones que al presente vuestra alteza tiene e las
que de aqui adelante vacaren que avuestra corona pertenescan; por que dello pueda proueer la casa del
dicho sennor prinipe e dela dicha sennora prinesa e ala muy inclita generaion que dellos en breue
esperamos, mediante la graia e ayuda de nuestro sennor, lo qual non solamente manda la rrazon mas avn
la naturaleza proueer ante de todas cosas a vuestra legitima linpia vnica e rreal generaion magnifica
mente erca de su muy exelente estado, asi commo todo ome desea fazer e faze quanto mas puede erca
de su poder en sus fijos e generaion.. Cortes de Valladolid de 1447, CLyC., Tomo III, doc. XIX,
disp. 8. La cita corresponde a las pp. 384.
17
Cortes de Valladolid de 1447, CLyC., Tomo III, doc. XIX, disp. 8. La cita corresponde a las pp.
384385. Los resaltados son nuestros.

~ 213 ~
inters del Estado como principio que debe regir las acciones del monarca 18. Este
criterio de racionalidad se vincula con lo que para los procuradores es el inters general
del reino que, de acuerdo con la lgica de su planteo, es el que debe guiar las acciones
del monarca.
En esta misma lnea, en las Cortes de Olmedo de 1445 podemos identificar estas
manifestaciones del criterio de lo pblico en el intento de regulacin de los oficios por
parte de los representantes urbanos. Los procuradores expresan aqu la idea de
concordia, conectada con la moderacin en el nombramiento de funcionarios y con el
correcto ejercicio de los oficios19. Al mismo tiempo, se solicita al Rey que nombre a los
funcionarios en los mbitos urbanos de realengo con el consentimiento de los concejos
(si no puede lograrse con el de todos, los procuradores piden que sea con el de la
mayor parte). Esto es lo que, de acuerdo con su argumentacin, garantiza el orden, la
paz y el recto y justo gobierno del reino. Aqu existe una definicin de una tica de lo
burocrtico, ligada al ejercicio del poder sobre la base de una lgica de la eficacia, y
sta responde a una definicin propia de los sectores urbanos acerca de lo que debe

18
Tambin puede apreciarse en la sugerencia a la Corona para que aplique un criterio mesurado en el
otorgamiento de mercedes y no se exceda en la largueza de sus ddivas a los nobles realizada por los
procuradores en las Cortes de Valladolid de 1420: Otrosi alo que me pedistes por meret que commo
quier que sienpre los rreyes mis anteesores e la mi corona e la my magnifica casa de Castilla touieron
manera de se auer larga mente en fazer muchas e largas meredes e graias alos del su linaje e sangre
rreal e alos condes e rricos omes e caualleros de nobles linajes delos sus rregnos e alas otras personas que
por seruiios sennalados lo meresian, e eso mesmo grandes espensas e costas honrrosas e magnificas,
segund que pertenesia al su estado e sennorio rreal, lo qual yo asi acostunbre e acostunbro e deuia e deuo
fazer toda via; pero que commo la verdat dela largueza tiene su medida e condiiones iertas, tan
bien enlos rreyes e los prinipes commo enlos otros despues dellos, delas quales exediendo amas o
menguando amenos, dexaua de ser virtud; lo qual sienpre guardaron los rreyes mis antecesores o los
mas dellos, o si algunos dellos en algun tienpo nonlo guardaron, despues por el proceso del tienpo
fallauan que non conplia asu seruiio delo asi fazer, e que entre las otras condiiones en rrazon delo
sobredicho se deuia guardar vna, es asaber, quenon deuian vsar los rreyes e prinipes e otra qual
quier persona, de tanta largueza vnos, que tornasen en grant dapno de otros, nin se deuia alargar
tanto en vnas cosas, porque fallesiesen en otras mas necesarias.. Cortes de Valladolid de 1420,
CLyC., Tomo III, doc. IV, disp. 6, pp. 3435. Los resaltados son nuestros. Esto se reitera en las Cortes
de Palenzuela de 1425 (CLyC., Tomo III, doc. VII, p. 59) y resulta significativo en tanto expresa un
criterio econmicomoral para la concesin de mercedes que se fundamenta en un criterio que se presenta
como universal y abstracto (y que entra en contradiccin con los parmetros feudales de la largueza
aspecto que ha sealado Gurivich; vase Aron GURIVICH, La concepcin medieval de la riqueza y el
trabajo, en: Las categoras de la cultura medieval. Madrid, Taurus, 1990, Captulo III, acpite
Servir y ditribuir, pp. 272285) y como un principio que debe regir la accin del Estado.
19
e quelos tales ofiios acreentados se consuman e sean consumidos enlos ofiios que vacaren o
fueren vacados de aqui adelante por muerte o por privaion o por otra cual quier manera, fasta que sean
rreduzidos al numero limitado e ordenado que es e debe ser enlas tales ibdades e villas e logares, o
puesto que sean rreebidos por algunos ofiiales, sy non fueren por todos en vna concordia o por la
mayor parte, lo qual vuestra alteza mande agora e de aqui adelante guardar e cunplir e que aya fuera e
vigor de ley. Cortes del Real sobre Olmedo de 1445, CLyC., Tomo III, doc. 17. La cita corresponde
a la p. 453. Los resaltados son nuestros.

~ 214 ~
ser el gobierno del reino y el ejercicio de los cargos burocrticos. Tambin en este caso
puede apreciarse la construccin de una ideologa poltica fundada sobre la base de
principios que aparecen como sustentados en el orden natural de las cosas y
representando un inters general en beneficio de lo pblico, pero que responden a
necesidades, intereses e imperativos sectoriales de los sectores burgueses que poseen
representacin en las Cortes.
Existe conciencia en el sector no feudal que alega para s la representacin del
tercer estado en su totalidad acerca del funcionamiento del aparato poltico de la
monarqua, y de las relaciones de poder que lo estructuran y lo transforman, en tanto
estos sectores han participado y participan del juego poltico dentro del espacio estatal,
que se rige por la negociacin a partir de una calculada evaluacin de las correlaciones
de fuerzas entre los distintos sectores en liza. En el caso de Castilla, esto es lo que
conduce a los procuradores a formular una estrategia poltica coherente, basada en un
principio de legalidad, para llevar adelante la defensa de sus intereses desde el propio
aparato del Estado20. Esto es algo que puede apreciarse en las Cortes de Madrid de
1419, durante la minoridad de Juan II, cuando los procuradores piden al Rey que se les
asigne un lugar a los representantes urbanos en el Consejo Real 21. La respuesta

20
Aunque la rebelin de las comunidades de 15201521 muestra que, ante el bloqueo de los mecanismos
propiamente polticos, estos sectores recurren a la va armada. Tal como sucede en las revoluciones
inglesa y francesa en los siglos XVII y XVIII respectivamente. Tambin en el caso de la revolucin de los
Pases Bajos iniciada en el siglo XVI, pero en este caso, la revolucin burguesa se articula con una lucha
de liberacin contra una opresin externa y esto le confiere un carcter diferente al de los otros procesos
revolucionarios (esta es una situacin que se dar con muchas de las revoluciones burguesas en pases del
centro y el este de Europa durante el siglo XIX, vase Eric HOBSBAWM, La era de la Revolucin.
17891848, Barcelona, Editorial Crtica, 2009, pp. 116137). Una interpretacin terica general sobre las
revoluciones burguesas puede hallarse en Perry ANDERSON, La nocin de Revolucin burguesa en
Marx, en: Revista Realitat, N 5354, Barcelona, 1984. Versin digital en:
http://revoltaglobal.cat/IMG/pdf/form_Lanoci_F3nderevoluci_F3nburgues.pdf
21
Resultan destacables aqu la fundamentacin de la peticin y el reconocimiento por parte de los
procuradores de la centralidad de este organismo en el marco de la monarqua: Alo que me pedistes por
mered que por quanto enlos tienpos de algunos delos rreyes mis anteesores, asi ellos seyendo de
pequenna hedat commo seyendo de hedat conplida, estidieron enel su Conseio algunas buenas personas
de algunas mis ibdades, los quales era mered delos dichos rreyes que en su Conseio estidiesen, por ser
mas avisado por ellos enlos fechos delas sus ibdades e villas, commo de aquellos que asi por la
platica commo por la espeial carga que delas dichas ibdades e villas tenian, rrazonable mente
sabrian mas, de sus dannos e delos rremedios que para ello se rrequerian, que otros algunos, e quelos
mis rregnos e todos los otros rregnos de christianos son departidos en tres estados, es asaber, estado
eclesiastico, e militar, e estado de ibdades e villas; e commo quier que estos tres estados fuesen vna cosa
en mi seruiio, pero que por la diuersidat delas profesiones e maneras de beuir e non menos por la
diuersidat delas juridiiones, exerendo los mis ofiiales la mi rreal juridiion, e los perlados la su ensura
eclesiastica ela tenporal delos lugares dela eglesia, elos caualleros de sus lugares, non era in vmano que
algunt tanto fuesen infestos los vnos alos otros, e a vn la esperienia non lo enconbria, lo qual todo
egualaua e deuia egualar, mediante justiia, el mi sennorio rreal que es sobre todos estados enlos mis

~ 215 ~
condicional del monarca es una negativa tcita22, pero, ms all de eso, lo que resulta
interesante destacar aqu es la fundamentacin en la cual se apoya la peticin de los
procuradores, basndose en la necesidad de un principio de representacin igualitario
segn la funcin en los aparatos de gobierno y administracin del reino y justificando la
necesidad de su presencia a partir del conocimiento superior que posean acerca de las
ciudades23.
La cuestin de la representacin adquiere, en este contexto, una gran relevancia
y tambin nos permite apreciar formas ideolgicopolticas diferentes de las feudales
tradicionales. En las Cortes de Madrid de 1433, por ejemplo, los procuradores alegan
representar la voz de los sectores ms humildes cuando, bajo el argumento de proteger a
los labradores, piden al Rey que ordene un registro de todos los moradores de las villas.
En este documento se manifiesta nuevamente la articulacin ideolgica entre lo
particular y lo universal en la intervencin de los sectores urbanos ya que, a la vez que
muestra un principio de ordenamiento y control estatal de los tributarios, que se
relaciona con la necesidad de los sectores superiores del patriciado de organizar las
bases de tributacin ya que eran ellos los encargados de percibir las rentas para la
Corona (la lgica subyacente a este tipo de peticiones aboga crecientemente por el
establecimiento de un principio legal burocrtico de organizacin, previsibilidad y
control por parte del Estado). Se expresa, adems, la ideologa de representacin de la
totalidad manifestada bajo la argumentacin de la preocupacin por el estado de los

rregnos, donde se podia bien conoser que era conueniente cosa e de buena egualdat que pues delos
estados eclesiasticos e militar el mi alto Conseio continuada e comun mente estaua bien copioso e
abastado segund que era rrazon, que deuia auer ende algunos del dicho estado delas ibdades, por que yo
de vnas partes sinon otras non fuese enformado; e por ende que me soplicauades que estidiesen enel mi
Conseio algunas personas de algunas delas mis ibdades e por parte dellas espeial mente enel dicho
tiempo dela mi tierna hedat.. Cortes de Madrid de 1419, CLyC., Tomo III, doc. II, disp. 18. La cita
corresponde a las pp. 2021. Los resaltados son nuestros.
22
A esto vos rrespondo que yo lo ver e proueer sobre ello segund que entienda que cunple a mi
seruiio.. La cita corresponde a la p. 21.
23
La peticin se reitera en las Cortes de Palenzuela de 1425, con una nueva negativa del rey como
respuesta: Alo que me pedistes por meret diziendo quela otra petiion fablaua en rrazon que estidiesen
en el mi Conseio algunas personas delas ibdades e villas de mis rregnos, por que conplia mucho ami
seruiio por las rrazones mas larga mente contenidas enla dicha petiion, ala qual yo rrespondiera que
veria sobre ello, e que faria aquello que entendiese que conplia a mi seruiio, e que enesto non sauiades si
yo auia visto mas; por ende que me suplicauades que vos mandase rresponder erca dello con efecto, que
quando bien lo considerase, veria que conplia mucho ami seruiio delo asi fazer, e que yo podria saber
que asi fuera fecho en tiempo del Rey don Enrrique mi visahuelo e del Rey don Iohan mi ahuelo, que
Santo Parayso ayan. Alo qual vos rrespondo que vos bien sabedes quel mi Conseio est asaz bien
proueydo asi de duques e condes, commo de perlados e rricos omes e doctores e caualleros e personas mis
naturales e delas ibdades e villas delos mis rregnos. Cortes de Palenzuela de 1425, CLyC., Tomo III,
doc. VII, disp. 10. La cita corresponde a la p. 56.

~ 216 ~
labradores24. Una situacin similar puede apreciarse en las Cortes de Valladolid de
1447; en este caso, los procuradores apelan a la representacin de los labradores para
realizar una crtica al Rey acerca de la utilizacin de los dineros que obtiene de las
rentas que le proporciona el reino. Establecen aqu en qu deben usarse los dineros
pblicos (orden interno y guerra) y sostienen nuevamente que una incorrecta utilizacin
de los recursos de la Corona deriva en nuevas necesidades de recaudar que oprimen a
los ms humildes, generando despoblamiento del reino, prdida de rentas y perjuicio
para la Corona25. Una vez ms, vemos aqu articulado el principio de representacin de

24
Alo que me pedistes por mered que bien sabia que por rrazon delos muchos grandes pechos
contynuos quelos mis vasallos e subditos e naturales de mis rregnos me han dado e pagado e dan e pagan
en cada anno, asy en pedidos e monedas e galeotes e lieuas de pan e de vino e de pertrechos, e enbian
ginetes e ballesteros e laneros e ferreros apateros e carpenteros e carros e carretas e azemilas e bueyes,
commo en pagar e fazer otras muchas cosas, cada quelo yo he mandado, e muchos lugares delos mis
rregnos, por lo non poder ya sofrir e conplir, se yerman e despueblan, e toman las mujeres e los fijos, e
eso que tyenen, o se van con todo morar e beuir fuera de mis rregnos, e otros se van alas ibdades e villas
dela mi corona rreal que son esentas delos dichos pechos, e otros se van alos lugares delos sennores por
quelos sennores dlos dichos lugares los defienden e franquean por ierto tienpo de todos pechos e
tributos, e que sy asy han de pasar los vezinos delas dichas mis ibdades e villas, non lo podrian sofrir nin
cunplir, e serles ha forado de despoblar sus casas, e yrse beuir e morar a otras partes; e que me pediades
por mered que aiuendo piedat e conpasion delos cuitados labradores, me ploguiese de rremediar e
proueer en ello commo entyenda que cunple ami seruiio, mandando escreuir todos los vezinos de
todas las ibdades e villas de mis rregnos, e ordenando quelos vezinos que se pasaren a beuir de vn
lugar aotro, que sean encabezados enlos pechos e pedidos en aquellos lugares donde se fueren a
beuir, e que sean desencargados delas ibdades e villas e lugares onde se fueren.. Cortes de Madrid
de 1433, CLyC., Tomo III, doc. XI, disp. 17. La cita corresponde a la p. 170. Los resaltados son
nuestros.
25
E commo quier muy esclareido rrey e sennor, que vuestra sennoria tiene de aquesto el prinipal
cuidado, e con maduro consejo avr enello pensado; pero a nos otros commo procuradores de vuestros
rregnos conviene e es mucho nesesario de vos lo suplicar. E assy muy omill mente e con toda instania e
devida rreuerenia le pedimos por mered e le suplicamos que breue mente quiera entender e proueer
enlas cosas siguientes, delas quales entendemos que avn que del todo non sea rreparo en mucha parte
puede aprouechar. () E cosa muy conoida que en tomando se e ocupando se vuestras rrentas e pechos
e derechos se abaxa vuestro poder e estado, que non podiendo vuestra sennoria pagar lo que della han
vuestros vasallos, forado es que se alleguen a quien los sostenga. E sy para lo nesesario delas cosas que
tocan al rregimiento e para administraion del justiia fallee de neesario es que se cayan, e en cayendo
se caya el estado rreal, e sy los pedidos e monedas con que vuestros rreynos vos sirven e sola mente
deven ser para pagar el sueldo para fechos de guerra muy neesarios e para sosegar vuestros
rreynos, los quales non solamente se sacan delos que tienen quelos pagar mas de muchos pobres
lazerados e viejos e cansados que non han otra cosa, saluo aquello que cavando e trabajando con
sus cuerpos los han por sus jornales e que para solo su mantenimiento non les basta, se toma
avuestra mered a bueltas delas otras vuestras rrentas o pechos e derechos hordinarios, claro est que mas
se puede dezir ser deserviio vuestro que ningund serviio enlos demandar vuestra alteza avuestros
rreynos nin ellos enlos otorgar, que demas de ser gran cargo de vuestra conienia es dar dineros para
contra vuestra sennoria misma, e avn que de neesario es que de vuestras ibdades e villas e tierras non
podiendo soportar los tales pedidos e monedas, se vayan vuestros vasallos a poblar otras tierras e rreynos,
o alo menos alos logares delos sennorios donde nin avuestra sennoria pagan aquello nin avn las vuestras
alcaualas e otros pechos e derechos ordinarios. E asy yendo se los tales vasallos, perder se ellos por que
de sus personas vuestra sennoria non puede ser asy servido, e demas pierden se los pechos e
derechos e otras rrentas que vuestra sennoria dellos avia a avn segund los logares donde van se

~ 217 ~
intereses generales ligado a la preocupacin por lo pblico como argumentacin que
encubre la defensa de intereses particulares26.
Estas intervenciones polticas de los sectores urbanos en el Estado feudal
necesariamente adquieren la forma del (o, ms bien, se cristalizan en) derecho, de la
legislacin. Pero esta legislacin se concreta en un corpus normativo omniabarcador, de
pretensin universalizante, y esta es la particularidad que nos interesa destacar. Esta
dinmica deriva de una conformacin estructural del proceso de centralizacin poltica
estructurado, en ltima instancia, por la morfologa atomizada del sistema poltico
feudal en la Edad Media madura, que torna imprescindible la negociacin como
herramienta de construccin poltica que requiere la participacin de sectores urbanos
no feudales en el seno de la monarqua, en tanto estos constituyen un pilar de apoyo
(poltico, econmico y militar) para el Rey en sus conflictivas relaciones con las
poderosas noblezas laica y eclesistica27. Estos sectores plasman entonces, desde dentro
del espacio estatal, formas de ideologa poltica que anticipan aspectos y conceptos que
encontramos posteriormente en tericos del pensamiento poltico burgus durante el
periodo moderno.
As, en las Cortes de Valladolid de 1440, en su disposicin inicial, se aprecia que
los procuradores manifiestan un principio general de doctrina poltica que establece el
deber ser de la monarqua de acuerdo con la interpretacin de los procuradores. En
principio, stos sostienen que el Rey debe gobernar al servicio del reino tal como lo
muestran no solamente los textos sagrados sino tambin la razn natural y la
experiencia28 y, que si no lo hiciera de esta manera, generara perjuicios no solamente

puede dezir que se tornarn deservidores.. Cortes de Valladolid de 1447, CLyC., Tomo III, doc.
XIX, disp. 1. La cita corresponde a las p. 497498. Los resaltados son nuestros.
26
e erca de esto a vuestra sennoria non cunple mucho rreplicar, por que vuestra mered ya muchas
vezes lo ha prouado por esperienia; enlo qual segund vuestra alta discreion, si en ello pensare, ver que
nos otros en nonbre de vuestras ibdades e villas le pedimos muy justa petiion e muy saludable por
quanto en esto solo consiste la conseruaion e sostenimiento de vuestro rreal estado. Cortes de
Burgos de 1453, CLyC., doc. XXI, disp. 26. La cita corresponde a la p. 670. Los resaltados son
nuestros.
27
Vase C. ASTARITA, El Estado, en: Del feudalismo al capitalismo
28
Otrosi muy alto sennor, porque asi commo con toda rreuerenia fidelidad subjeion obidienia e
lealtad los vasallos subditos e naturales deuen ser tenudos e obligados seruir temer amar onrrar obedeser
e guardar asu rrey e sennor natural, asi commo aquel que tiene logar de Dios enla tierra e es puesto por
cabea e sennor dellos, asy commo el rrey o prinipe o otro qual quier soberano sennor que tal logar tiene
es tenudo e obligado segunt Dios o rrazon, trabajar, procurar con todas sus fuerzas, buscando catando e
aeptando todas las vias e maneras e rremedios a el posibles por quitar delos rregnos e pueblos que por
Dios les son encomendados, todas discordias e inconuinientes e los traer e rreduzir atoda vnidat concordia
e paz, vsando non sola mente delas muy altas virtudes dela justiia e prudenia, mas avn eso mesmo dela

~ 218 ~
para el reino sino tambin para la propia Corona29. A partir de esto, los procuradores le
sugieren al Rey cmo debe gobernar el reino a fin de asegurar la paz y la justicia:
vuestra rreal magestad commo aquella que Dios ha doctado de alta
prudenia e otras muchas virtudes, quiera por seruiio suyo e vuestro e por salud
de vuestros pueblos, e considerar lo pasado e entender enlo presente e proueer
enlo aduenidero con toda diligenia e eficaia, commo rrey e soberano sennor de
todos a condesender e se inclinar con toda clemenia, paienia e benignidad
adar e procurar paz, vnidad e concordia en vuestros rregnos, espeial mente entre
los grandes dellos, por todas e quales quier vias e rremedios, tanto que sean
suaues e sedativos de todo escandalo, por manera que esen los dichos
inconninientes e discordias de vuestros rregnos, e las iudades e villas e logares e
subditos e naturales da ellas todos con amor e con entera obidieniae subjeion
de vuestra sennoria biuan en vnidat e tranquilidat e sosiego e paificaion e
dilecion aseruiio de Dios e vuestro, segunt que de rrazon e justiia se deue
fazer, e que esto se deue fazer lo mas presta mente que ser pueda, considerando

misericordia, e non menos dela loable paienia, tolerando muchas cosas e condeendiendo aellas por
bien de paz; todo esto afyn quela cosa publica sea rregida en toda buena poliia e gouernada e
sostenida en verdat o justiia, por que sus subditos e naturales biuan en sosiego e tranquilidat e
cesen entrellos todos escandalos e discordias e inconuinientes commo prinipalmente para esto
fazer e administrar e rregir Dios lo puso e establei por prinipe e rrey de sus gentes, e esto sea el
bueno e loable rregimiento aprouado por todos los sabios, delo qual todo l ha de dar e le ser demandada
cuenta estrecha en el terrible dia del juyzio antel tribunal del muy alto e soberano Dios, rrey delos rreyes e
sennor de los sennores, justo e rrecto juez e amador de toda justiia e bondad, e si los rregnos e tierras
donde esto bien se fizo e guardo, fueron e son porello prosperados e acreentados e de pequennos fechos
grandes, e quantos bienes e loables frutos dello sienpre se siguieron, e quantas destruyiones e males e
dannos en muchos rregnos e partidas del mundo delo contrario ha venido, non es nesesario delo
rrecontar por menudo nin fazer dello larga escriptura, pues que non sola mente las actoridades delas
leyes deuina e vmana e las otras escripturas e ystorias autenticas asi mesmo la rrazon natural, que
es comun atodos lo dictan e declaman, mas avn la espirienia que es maestra eficaz de todas las
cosas, lo ha mostrado e muestra muy clara e abierta mente, ca por pecados esto se ha praticado e
parese ante nuestros ojos por manifiesto exenplo, espeial mente enel notable e magnifico rregno de
Frania del muy yllustre rrey vuestro hermano amigo e aliado, el qual durante la paz e concordia
prosperaua e era vno delos mas prinipales rregnos del mundo e mucho mas prosperado e acreentado
que otros rreyes, e por las discordias acaesidas entre los grandes dl es venido en gran diminuion e
infortunio. Cortes de Valladolid de 1440, CLyC., Tomo III, doc. XIX, disp. 1. La cita corresponde a
las pp. 369370. Los resaltados son nuestros.
29
la espirienia nos muestra e amonesta de cada dia que si con tienpo e sin tardana vuestra alta
sennoria commo aquel aquien prinipal mente acata e pertenee enello no prouee sedando e quitando las
disensiones que al presente ocurren en vuestros rregnos e entre algunos grandes dellos , rreduziendo los a
concordia paz e vnidat antes que mas dan nos e inconuinientes e males se acreienten en ellos, el peligro
es muy presto e seria casi yrreparabile, de que segunt las cosas pasadas e presentes se presume ecree non
solo ser virisyimile mas avn nesesario de que vern, lo que Dios non quiera, grande deseruiio a Dios e
asi mesmo a vuestra sennoria, e menguamiento de vuestra justiia e perdimiento de vuestras rrentas e
pechos e derechos, e toda ynobidieia e muchos rrobos e fueras e muertes e otros enormes iconuinientes
que son bien conosidos e notorios de si mesmos e final mente mal comun de todos vuestros rregnos que
Dios quiera escusar e guardar.. Cortes de Valladolid de 1440, CLyC., Tomo III, doc. XIX, disp. 1. La
cita corresponde a las pp. 370371.

~ 219 ~
quela disension discordia es semejante ante el fuego que gasta e destruye todas
las cosas, el qual si es acorrido con tienpo ligera mente se ataja e esa el danno, e
quando asi non se faze cree en tanto grado que se faze yrreparabile e sin
esperana de rremedio alguno30.

El fundamento por el cual los procuradores solicitan al Rey que gobierne de


acuerdo con estos principios y acepte las sugerencias de los procuradores es,
nuevamente, la proteccin de la cosa pblica y esto los lleva tambin a pedirle al
Consejo Real que aconseje al Rey a actuar de acuerdo con estos criterios31. Leyendo
este tipo de argumentos, resulta inevitable pensar en los anlisis realizados por
Maquiavelo acerca de la naturaleza y las funciones de la monarqua (establecidas
tambin bajo la forma de consejos al Rey sobre aquello que deba ser para poder
gobernar y alcanzar sus objetivos) y las condiciones del poder y los conflictos polticos
en un mundo dominado por el feudalismo32.
En expresiones como estas que acabamos de ver, podemos identificar la raz de
la configuracin de los parlamentos como espacios privilegiados y decisivos para la
gestacin y el desenvolvimiento de una ideologa y una praxis poltica con matices
burgueses aunque encuadradas en los marcos de una matriz poltica feudal y como
epicentros de los procesos revolucionarios liderados por la burguesa en sus intentos por
hacerse con el control poltico del Estado desde el siglo XVI. A la luz de la ideologa
expresada en las revoluciones burguesas desde el siglo XVI en adelante, podemos
preguntarnos qu principio de legalidad tcito o explcito est presente en los
representantes del tercer estado en 1789 cuando piden que se vote por cabeza y no por

30
Cortes de Valladolid de 1440, CLyC., Tomo III, doc. XIX, disp. 1. La cita corresponde a las pp. 371
372.
31
e asi mesmo rrequerimos con grant instancia alos sennores del vuestro alto Consejo que aqui son,
por la naturaleza e fidelidat e lealtad que vos deuen commo asu rrey e sennor natural e por el juramento
que vos tienen fecho, quelo quieran asi suplicar esupliquen, e consejar e consejen avuestra alta sennoria
que trabaje con todas sus fuerzas, por que estos fechos vengan en aquel estado que cunple aseruiio de
Dios e vuestro e asosiego de vuestros rregnos e al bien dela cosa publica dellos, por tal manera que
esen con tienpo todos escandalos e inconuinientes, commo sea ofiio propio dellos delo asi fazer e
consejar e procurar, considerando quanta carga tomarian delante Dios e el mundo si asi non se fiziere,
lo que Dios no quiera. Cortes de Valladolid de 1440, CLyC., Tomo III, doc. XIX, disp. 1. La cita
corresponde a las p. 372373. Los resaltados son nuestros.
32
Vase Nicols MAQUIAVELO, El Prncipe, Madrid, Tecnos, 1988.

~ 220 ~
estado33? Y cul en los miembros del parlamento ingls en 1640, cuando deciden
resistir las tendencias centralizantes de la Corona y en 1688, cuando obligan al Rey a
jurar la Bill of Rights34? Qu tipo de legalidad formal, qu concepto de
representatividad, qu idea de lo justo y lo legtimo subyace en la rebelin de los
comuneros castellanos en 1520 cuando exigen que se respeten tanto su autonoma para
elegir a sus representantes en Cortes como sus libertades y su autonoma para votar35?
No es una legalidad inmutable y cristalizada bajo una frmula vinculante del derecho
feudal (podemos preguntarnos legtimamente qu frmula del derecho feudal es
efectivamente vinculante ms all de las relaciones de fuerzas concretas, puesto que este
es un debate que no se ha cerrado, ni en la historiografa, ni en la teora poltica y social,
ni en las ciencias jurdicas) en ninguno de los tres casos y, sin embargo, los tres
movimientos reclaman para s la legitimidad poltica de la resistencia a la monarqua a
partir de lo que se plantea como un avasallamiento de sus derechos y libertades por
parte de los reyes (aunque tampoco se cuestiona a la monarqua en s, como institucin,
en ninguno de los tres casos36 y esto podra ser indicio de la vitalidad que conservan
determinadas prcticas e instituciones medievales an en el contexto de
desencadenamiento de procesos revolucionarios). Este cuadro de situacin nos invita a
preguntarnos dnde estn fijados los lmites efectivos de la legalidad poltica en el
mundo medieval (y la misma pregunta podramos formularnos respecto de la sociedad
capitalista contempornea, cuya nica legalidad incuestionable es la que asegura la
propiedad privada de los medios de produccin37), a cuestionarnos de qu forma se

33
Albert SOBOUL, Compendio de la Historia de la Revolucin francesa, Madrid, Editorial Tecnos,
1966 y Peter McPHEE, La Revolucin francesa, 17891799. Una nueva historia, Barcelona, Editorial
Crtica, 2007.
34
Christopher HILL, El mundo trastornado, Madrid, Siglo XXI Editores, 1983 y La Revolucin
inglesa, 1640, Barcelona, Editorial Anagrama, 1977.
35
Joseph PREZ, La revolucin de las Comunidades de Castilla (15201521), Madrid, Siglo XXI
Editores, 1977; Pablo SNCHEZ LEN, Absolutismo y comunidad. Los orgenes sociales de la
guerra de los comuneros de Castilla, Madrid, Siglo XXI Editores, 1998; Benjamn GONZLEZ
ALONSO, Sobre el Estado y la administracin de la Corona de Castilla en el Antiguo Rgimen,
Madrid, Siglo XXI Editores, 1981 y Mximo DIAGO HERNANDO, La representacin ciudadana en las
asambleas estamentales castellanas: Cortes y Santa Junta Comunera, en: Anuario de Estudios
Medievales 34/2, Barcelona, 2004, pp. 599665.
36
Tampoco en el caso francs, en el que la propuesta inicial de los revolucionarios fue sostener un orden
basado en una monarqua constitucional similar al que exista en Inglaterra. Las agudas contradicciones
del proceso revolucionario impidieron una solucin de este tipo, aunque la consolidacin y expansin de
la Revolucin se dio bajo la forma del imperio napolenico. Vase A. SOBOUL, La Francia de
Napolen, Barcelona, Editorial Crtica, 1993.
37
Tal como lo seala Astarita: El derecho, que aparece como regulador del mundo capitalista, lo que
Hegel expres reduciendo el estado a la constitucin, que se presenta pues como rasgo intangible del

~ 221 ~
definen los alcances y los lmites de las instituciones que funcionan sobre la base de las
normas que regulan el funcionamiento social y cules son las razones y los modos por
los cuales esos alcances y esos lmites pueden ser redefinidos histricamente. En
definitiva, un estudio histrico de las instituciones a partir de la Teora poltica y social
nos conduce a la afirmacin de su historicidad radical y de su no inmutabilidad.
Constructos humanos (y, por lo tanto, sociales), productos de sociedades divididas en
clases (en las que resulta necesario por parte de los dominantes que son quienes
detentan el control del Estado producir, reproducir y asegurar su dominacin, pero en
las que, a su vez se generan formas variopintas de resistencia que pueden ser pasibles
tambin, en virtud de la lucha de clases, de tener una concrecin normativa e
institucional), las normas e instituciones estn ntimamente engarzadas con una
dinmica de conflicto que las atraviesa, las modifica sensiblemente y, a menudo, las
desborda. Lgicamente, el conflicto se expresa por esos canales jurdicoinstitucionales,
y bajo las formas y la terminologa establecidas, ya que los sujetos sociales no disponen
de un repertorio ilimitado de gestos y recursos polticos e ideolgicos para intervenir
sobre la realidad de su tiempo.
En este sentido, la ideologa burguesa expresada en las Cortes no es la ideologa
burguesa moderna, no es la base del Estado moderno, en tanto se funda sobre la
desigualdad jurdica estamental de los sujetos. Esta ideologa encuentra as sus lmites
en la preservacin de los privilegios estamentales y se basa en la bsqueda del ejercicio
de justicia y no en la lucha por la igualdad. De todas formas, representa una
cristalizacin de formas de conciencia de los sectores burgueses en tanto afirma el
principio de una juridicidad objetiva como criterio abarcador de la totalidad y supremo
inters del reino, jerrquicamente prioritario, inclusive con respecto al monarca a quien
se procura someter a la ley38. Este es un aspecto que se expresa con nitidez en las Cortes
de Valladolid de 1451, durante el reinado de Juan II, cuando los procuradores piden a la

ordenamiento normativo al que se subordina el funcionario como su ms fiel servidor, y por el cual llegan
a sacralizarse las libertades de las personas, queda al descubierto en su naturaleza ideolgica, es decir,
como fuente de falsa conciencia poltica, cuando la necesidad inmediata de la lucha de clases impone
modificaciones de este principio jurdico supuestamente inamovible. El carcter ideolgico de ese
ordenamiento se revela en el funcionamiento real, y en ese funcionamiento aparece tambin la otra cara
del estado, la coaccin fsica, que supone transgredir cualquier lmite de juridicidad formal para defender
la nica juridicidad esencial para la clase dominante, la propiedad privada.. C. ASTARITA, Categoras
del Estado, en: Del feudalismo al capitalismo pp. 6783. La cita corresponde a las pp. 7273.
38
Es el principio que se expresa tambin en la institucionalizacin que sucede a la Gloriosa Revolucin
inglesa de 1688 y a la Revolucin francesa de 1789, las cuales tampoco sostuvieron globalmente un
principio de igualdad radical desde sus orgenes.

~ 222 ~
Corona que no permita que los pecheros ricos puedan alcanzar el status de caballeros39.
Revela los conflictos existentes dentro del tercer estado, as como la frrea defensa que
realizaban los sectores superiores del patriciado de sus privilegios estamentales 40. La
referencia es sumamente interesante, en tanto los procuradores fundamentan las razones
de su peticin en la defensa de la cosa pblica y del bien pblico41 y, de esta
manera, permiten apreciar de qu forma intereses particulares de esta claseestamental
son presentados como idnticos a los del colectivo social (en la voz de los
representantes del patriciado, son los pecheros quienes aparecen presentados como los
defensores de intereses particulares y egostas, que atentan contra el bien del Rey y del
reino, a los que los procuradores alegan defender al denunciar su intento de defraudar al
Estado y al solicitar que no se les conceda la peticin de ennoblecimiento) al tiempo que
nos muestra de qu forma criterios tradicionalmente feudales se articulan

39
Otrosi muy alto sennor, a vuestra alta sennoria plega saber que algunas personas, vezinos e moradores
delas ibdades e villas e logares de vuestros rregnos, seyendo pecheros e fijos de pecheros e delos mas
rricos e abonados e los que mas deuen contribuyr e pechar enlos vuestros pedidos e monedas e enlos otros
vuestros pechos e derramas, asi rreales commo conejales, mouidos con intenion de fraudar e
menguar vuestros pechos e tributos e se escusar de pagar e contribuyr en ellos segund que eran e
son tenudos delo fazer, han procurado e procuran de cada dia obrretiia e subrretiia mente de ser
armar caualleros, asi por mano de vuestra alteza commo por vuestro mandado e lienia e
abtoridad e cartas e alualaes e priuilejos e por mano de otros grandes sennores e personas e
caualleros de qual quier estado o condiion preeminenia o dignidad que sean, non faziendo
rrelaion a vuestra sennoria quelos tales son pecheros nin seyendo informado dela calidad e
condiion dellos nin del deseruiio que dello a vuestra sennoria se sigue e danno alos dichos
vuestros pecheros por los tales se fazer e armar caualleros. Cortes de Valladolid de 1451,
CLyC., Tomo III, doc. XX, disp. 29. La cita corresponde a las pp. 611612. Los resaltados son nuestros.
40
Los procuradores alegan que el dao que se generara si los pecheros ricos fueran nombrados caballeros
derivara de su desconocimiento del oficio de la caballera: se avn los tales diziendo ser escuderos e
omes de armas non syendo aquel su ofiio, nin nasido nin criado se enel nin lo auiendo vsado nin
acostunbrado, nin ellos seyendo abiles nin capazes nin espertos nin doctos nin esperimentados enel
negoio militar e fecho dela caualleria, nin auiendo auido exeriio del nin dela sabiduria del segund que
de nesesario se rrequiere para tan alto ofiio e ministerio.. Cortes de Valladolid de 1451, CLyC.,
Tomo III, doc. XX, disp. 29. La cita corresponde a la p. 612.
41
e por que commo bien ve a vuestra sennoria se sigue dello otro grand inconuiniente, ca seyendo
armados caualleros aquellos en quien non cabe nin son para ello nin saben lo que cunple al ofiio e
exeriio dela caualleria, muchas vezes acaese seguir se dello muy grandes e intolerables inconuinientes
e se podrian seguir mas adelante, commo cosa ierta es que abien dela cosa publica se rrequiere e de
nesesario conuiene que cada vno sea maestro en su ofiio e lo sepa bien fazer e exerer, e delo contrario
podria venir deseruiio a vuestra alta sennoria e danno ala cosa publica de vuestros rregnos, e non
podriades ser seruido delos tales enel fecho dela caualleria por la manera que cunple a vuestro seruiio e a
bien e defension dela cosa publica de vuestros rregnos, e commo quier que sobre esto vuestra alta e
rreal magestad aya ordenado algunas leyes, queriendo proueer e rremediar al bien publico de vuestros
rregnos e para quitar e desuiar los dichos inconuinientes, pero segund la esperienia lo ha mostrado e
lo muestra de cada dia e mayor mente segund los grandes fraudes e cabtelas e engannos e maneras que se
fazen e catan e buscan contra las dichas vuestras leyes, e non bastan nin satisfazen ellas por lo que cunple
a vuestro seruiio e indepnidad de vuestros rregnos e delos pecheros dellos.. Cortes de Valladolid de
1451, CLyC., Tomo III, doc. XX, disp. 29. La cita corresponde a la p. 613. Los resaltados son nuestros.
Ntese la repeticin de cosa pblica (que vuelve a mencionarse ms adelante en la misma disposicin).

~ 223 ~
ideolgicamente con mecanismos de representacin diferentes, que pretenden obtener
un alcance general. Los procuradores del patriciado urbano alegan tambin aqu ser los
representantes de los intereses del comn de los pecheros, quienes, de acuerdo con su
argumentacin, se veran fuertemente afectados si los pecheros ricos obtuvieran de la
Corona la condicin de caballeros42. Este documento testimonia los conflictos sociales
que existan dentro de las estructuras concejiles, determinados tanto por condiciones de
clase (los pecheros enriquecidos se muestran en condiciones de pedir a la Corona una
promocin en su situacin de status a travs de su crecimiento econmico, alcanzado
gracias a los beneficios obtenidos a partir de actividades econmicas no feudales,
basadas en la explotacin de trabajo asalariado y en actividades mercantiles43) como de
lucha por la condicin estamental (el progreso econmico de un sector social conduca a
un intento de mejorar su posicin dentro de las estructuras estamentales, situacin que
implicaba acceso a la representacin poltica y a la participacin en las instancias del
Estado, como por ejemplo las Cortes). La respuesta del Rey a la peticin de los
procuradores para que rechace el pedido de los pecheros enriquecidos es positiva, hecho
que confirma la vigencia de la alianza de la Corona con los caballeros villanos y el
reconocimiento del lugar de preeminencia de stos en el mbito concejil.

Conclusiones
A partir de esta documentacin, resulta interesante pensar en trminos
comparativos para profundizar este anlisis de las estructuras parlamentarias, ya que
estos fundamentos de la ideologa poltica totalizante que sustenta el criterio consensual
expresado en el parlamentarismo estamental se hallan tambin transformados en el

42
delo qual ha venido e viene a vuestra sennoria grand deseruiio e alos otros pecheros de vuestros
rregnos grand danno e agrauio e destroyion, por quelo que auian de pagar enlos vuestros pedidos e
monedas e enlos otros pechos, los que asi por el dicho fraude e so el color del dicho titulo dela
caualleria se han querido e quieren escusar de contribuyr e pechar e pagar enlos vuestros pechos e
derechos e tributos, se carga alos otros pecheros que quedan, los quales en rrespecto delos tales
rricos e abonados que por non pechar se arman caualleros, son pobres e lo non pueden soportar nin
pagar, e por esta cabsa muchos delos dichos vuestros pecheros se han despoblado e despueblan de
vuestros rregnos para fuera de ellos, e otros de vuestras ibdades e villas e logares se van a beuir e morar
alos logares de sennorios por lo non poder sofrir nin soportar, de que se ha seguido e sigue grand
deseruiio a vuestra alteza e danno e despoblaion de vuestros rregnos e delos pecheros dellos, espeial
mente enlos logares rrealengos e grand amenguamiento e menoscabo de vuestros pechos e derechos.
Cortes de Valladolid de 1451, CLyC., Tomo III, doc. XX, disp. 29. La cita corresponde a la p. 612. Los
resaltados son nuestros.
43
Vase C. ASTARITA, Procuradores pecheros y La industria rural a domicilio, en: Del feudalismo
al capitalismo, pp. 113144 y 145172 respectivamente.

~ 224 ~
parlamentarismo moderno. Basta remitirnos a los orgenes de la Revolucin francesa, a
las discusiones y propuestas del Tercer estado en la reunin de Estados generales
convocada por Luis XVI en 1789, en las que el argumento central del reclamo inicial
gir en torno al principio de representacin de los intereses de la totalidad de la
Nacin (recordemos la clebre afirmacin del abate Emmanuel Joseph Sieys en
Qu es el tercer estado?: el tercer estado lo es todo44) y la idea de pueblo como
depositario del poder constituyente45.
Como hemos afirmado anteriormente, las peticiones y el programa poltico
planteados por los procuradores, con mayor o menor sistematicidad y coherencia, no
apuntaban a lograr la igualdad plena, ni tampoco la libertad entendida en trminos
abstractos, tal como se plantea en la Revolucin francesa a partir de los ideales de la
Ilustracin, que forman parte de lo que Jean Starobinski ha denominado, con una
bellsima expresin, los emblemas de la razn46. No pueden sobre modernizarse estas
manifestaciones ideolgicas que identificamos en la voz expresada por los sectores
superiores del patriciado urbano en las reuniones de Cortes, en tanto, como hemos visto,
aparecen determinadas no solamente por las necesidades e intereses de clase sino
tambin por criterios estamentales feudales que le confieren un matiz contradictorio. En
ellas encontramos tanto elementos burgueses cuanto feudales, aspectos que se nos
muestran como formas embrionarias de estructuras y prcticas ideolgicas que vamos a
volver a encontrar en las revoluciones burguesas y en la ideologa del Estado capitalista
combinados con criterios de segregacin estamental fuerte, que incluso pueden resultar
contrarios a los propios intereses de clase (de los sectores burgueses) globalmente
considerados pero que nos resultan comprensibles si los entendemos desde la lgica
especfica que forma parte de la determinacin estructural del sistema feudal y los
abordamos desde el concepto de clase estamental al que nos hemos referido en la
introduccin.

44
Joseph Emmanuel SIEYS, Qu es el tercer estado?, en: A.A.V.V, La revolucin francesa en sus
textos, Editorial Tecnos, Madrid, 1989, pp. 3943.
45
Antonio NEGRI, El poder constituyente. Ensayos sobre las alternativas de la modernidad,
Libertarias/Prodhufi, Madrid, 1994. Captulo Primero, Poder constituyente: el concepto de una crisis,
pp. 1759.
46
Jean STAROBINSKI, 1789, los emblemas de la razn, Madrid, Editorial Taurus, 1988. Aunque
debemos sealar tambin que, como hemos sealado, a partir de trabajos como el de Arno Mayer el
carcter radical de la ruptura del Estado y la ideologa burgueses modernos con el mundo del Antiguo
Rgimen debe ser fuertemente matizado. A. MAYER, La persistencia

~ 225 ~
El aspecto quizs ms interesante de esta cuestin es la forma en la que la parte y
el todo se articulan contradictoriamente y los efectos ideolgicos y polticos que se
derivan de tal articulacin47. Es decir, los sectores superiores del patriciado urbano
participan en las Cortes en virtud de su condicin de poder, como sujeto poltico en la
sociedad feudal a partir de los criterios sobre los cuales se conformaban las relaciones
de fuerza en el feudalismo (recordemos la formulacin de Hintze en este sentido,
subrayada tambin por Anderson48 y Astarita49 y que Maquiavelo haba percibido
lcidamente ya en el siglo XVI50). En tanto eran propietarios de recursos econmicos y
militares propios y aparecan como representantes de un colectivo ms amplio, con
arraigo territorial, estos sectores pudieron constituirse en un sujeto capaz de participar
activamente en el juego poltico del reino y, como tales, funcionar como pivote para el
fortalecimiento del poder monrquico. Sin embargo, sus bases de reproduccin
patrimonial diferan sustancialmente de las de los seores feudales, en tanto los sectores
dominantes de los concejos no se apropiaban de renta a ttulo particular, sino que la
perciban como un colectivo pero a nombre de la monarqua. Esto los diferenciaba
cualitativamente de la nobleza feudal, aunque no los emparentaba plenamente con la
burguesa tpico ideal identificada por Pirenne y Romero51 y por Garca de
Valdeavellano para el caso de la Pennsula Ibrica52.

47
Esto no constituye una peculiaridad del parlamento estamental castellano. En un estudio reciente en el
que investiga la naturaleza y las motivaciones de las peticiones particulares (privadas) presentadas a la
Corona de Inglaterra en el Parlamento, Gwilym Dodd ha indicado la presencia de esta contradiccin en
tanto los sectores burgueses se presentan como representantes de un colectivo ms amplio pero, en
numerosas ocasiones, utilizan el parlamento para realizar peticiones individuales, sectoriales o locales.
Dodd sostiene que existan aspectos en los cuales los representantes urbanos, an en su condicin de
privilegiados ejercan cierto grado de representacin de la totalidad de los sectores que conformaban el
espacio urbano. Esto nos recuerda que toda formulacin ideolgica se edifica sobre un sustrato material.
Vase Gwilym DODD, Justice and Grace. Private Petitioning and the English Parliament in the
Late Middle Age, Oxford, Oxford University Press, 2007. Captulo 8, Petitions from Communities, pp.
242278. La referencia corresponde a las pp. 272278.
48
Vase P. ANDERSON, El Estado Absolutista, Mxico, Siglo XXI Editores, 1996, pp. 405443.
49
Vase C. ASTARITA, El Estado, en: Del feudalismo al capitalismo
50
Otto HINTZE, Historia de las formas polticas. Madrid, Revista de Occidente, 1968. Captulo 4, Las
condiciones histricouniversales de la constitucin representativa, pp. 103153.
51
Vanse Henry PIRENNE, Historia de Europa. Desde las invasiones hasta el siglo XVI, Mxico,
F.C.E. Mxico, 1995; Jos Luis ROMERO, La revolucin burguesa en el mundo feudal, Vol. 1.
Mxico, Siglo XXI Editores, 1989 y Crisis y orden en el mundo feudoburgus, Buenos Aires, Siglo
XXI Editores, 2003.
52
Luis GARCA DE VALDEAVELLANO, Orgenes de la burguesa en la Espaa medieval, Madrid,
Espasa Calpe, 1975; Curso de Historia de las Instituciones espaolas, de los orgenes a la Edad
Media, Madrid, Biblioteca de la Revista de Occidente, 1973; Historia de Espaa. De los orgenes a la
baja Edad Media, Madrid, Alianza Editorial, 1973 y Sobre los burgos y los burgueses de la Espaa

~ 226 ~
Los criterios de diferenciacin estamental de estos patriciados no representan
entonces una traicin a los ideales de una supuesta condicin natural de lo burgus,
sino, ms bien, una caracterstica esencial de la forma en la cual las prcticas polticas y
econmicas y la ideologa de la burguesa se manifestaban en el feudalismo: bajo las
modalidades ideolgicas de la sociedad y la cultura feudales. Sin embargo, si bien por
esta razn cometeramos un error identificando a estos sectores con la burguesa
moderna, por otra parte, puede apreciarse que en la ideologa y la prctica que expresan
en sus intervenciones en el parlamento estamental, podemos hallar aspectos novedosos
y diferentes de los que tradicionalmente se corporizaban en las clases estamentales
dominantes del sistema feudal (incluyendo la monarqua) y en los que podemos percibir
la manifestacin de una lgica diferente de lo poltico (y de la poltica) que ser propia
del mundo burgus en tanto se afirma, ideolgicamente, la superioridad de lo general
sobre lo particular como criterio rector de los actos de gobierno. En este sentido, la
contradiccin y las tensiones entre los sectores burgueses y la Corona se aprecian en la
afirmacin de la representacin del colectivo como factor legitimante de la intervencin
en el espacio estatal y como fundamento de un criterio de cosa pblica superior
incluso a los intereses particulares del Rey, coexistiendo con una frrea defensa de los
privilegios corporativos y los criterios de exclusin respecto de la participacin en las
instituciones del Estado.

medieval. Notas para la historia de los orgenes de la burguesa, Madrid, Real Academia de Historia,
1960.

~ 227 ~
~ 228 ~
Un dilema de abastecimiento en Toledo: historia de una concordia
Mariana Zapatero1

El presente est solo.


La memoria erige el tiempo.
Jorge Luis BORGES, El Instante

Tradiciones, memoria, privilegios y rentas


En la muy noble y muy leal cibdad de Toledo veynte y seys das del mes de
nouiembre Ao del nascimiento de nuestro saluador Jhucristo de mil y quinientos e
sesenta aos, antel seor Antonio Vazquez alcalde ordinario () parescio presente
Franscisco Solano clrigo capelln dela capilla del Serenssimo rey don Sancho (), e
presento antel dicho alcalde, una escriptura de concordia que por ella paresce que se
hizo entre el capelln mayor y capellanes dela dicha capilla y el ayuntamiento della
dicha cibdad, la qual concordia paresce questa confirmada por sus majestades delos
reyes catlicos (), e pidi asu merced que atento que la dicha concordia esta sanna y
no rota ni cancelada y escripta en pergamino de cuero y firmada dela magestad dela
serenissima Reyna Doa Ysabel, e sellada con su sello, e porque teme quel dicho
original se podra perder, que mande ami el dicho escribano faque della un traslado o
dos o mas (), interponga su autoridad e decreto judicial para que valga e haga fee
como el dicho original
La historia de esta concordia atraviesa un marco temporal amplio, desde el
reinado de Sancho IV hasta la segunda mitad del siglo XVI cuando se solicita su copia,
pero ms an, si consideramos el proceso de transcripcin, conservacin, catalogacin y
lectura que nos detiene en el presente.
G. Rodrguez, a propsito de la cuestin de la invencin del pasado, nos llama la
atencin sobre la labor historiogrfica de las ltimas dcadas en relacin a la
importancia de las diversas producciones textuales en la conformacin de identidades
nacionales y en la invencin de tradiciones. Nos explicita la posibilidad de utilizar el

1
Universidad Catlica Argentina, Argentina, mariana.zapatero@gmail.com.

Mariana ZAPATERO, Un dilema de abastecimiento en Toledo: historia de una concordia, en: Andrea
V. NEYRA & Gerardo RODRGUEZ (dirs.), Qu implica ser medievalista? Prcticas y reflexiones
en torno al oficio del historiador, Mar del Plata, Universidad de Mar del Plata, Sociedad Argentina de
Estudios Medievales, 2012, Vol. 2, pp. 229- 243. ISBN 978-987-544-477-5

~ 229 ~
trmino tradicin inventada en un sentido amplio, haciendo referencia simultneamente
a aquellas tradiciones construidas e instituidas, tanto como a aquellas que surgen
histrica y culturalmente. Cualquiera de las dos formas, indica el autor, tienen como
uno de sus objetivos, fijar una interpretacin del pasado, que en conjunto con los
valores y normas de comportamiento que pretenden inculcar, conforman la memoria
histrica y cultural de cierta sociedad.2
Cuando iniciamos como historiadores, la observacin de un documento
medieval, atravesamos tradiciones intelectuales, historiogrficas, metodolgicas de los
tiempos propios de la fuente hasta las de nosotros mismos. El objetivo del proceso
investigador ser la explicacin de dicho documento a partir de los datos disponibles
por la percepcin del mismo como reflejo de su propia poca y por la perspectiva
histrica a travs de la cual se lo abordar.
A semejanza de una imagen, en el caso particular de la concordia aqu
presentada, se reconoce una forma - las convenciones de la representacin- y un fondo
aquello que se quiere representar-. En la solicitud del clrigo capelln Francisco
Solano, que se copie una o varias veces la mencionada concordia, porque est en buen
estado y bajo los signos evidentes de ser autntica, hay una intencionalidad de memoria
histrica que responde a determinada norma cultural; se manifiesta una intencin de
conservar y transmitir informacin de un modo jurdicamente vlido, que a su vez, a
travs de un conjunto abarcativo de anlisis poltico-econmico intentamos estudiar.
Esta escritura se conserva en el Archivo Municipal de Toledo, en la seccin
denominada Archivo Secreto, y consta de aproximadamente cincuenta folios. Su
relevancia reside en el estudio del propio contexto histrico econmico y social en el
cual se desarrolla, en correspondencia con el marco general de abastecimiento de los
alimentos bsicos en las ciudades bajomedievales.
El anlisis del origen, las caractersticas del litigio y sus consecuencias en torno
a ciertos privilegios reales, demuestra una puja de diversos intereses entre el
Ayuntamiento y los capellanes que impacta, en especial, sobre el vital sistema de abasto

2
Gerardo RODRGUEZ, La invencin del pasado: memoria, mito e historia en Ermoldo Nigello, en:
Gerardo RODRGUEZ (Comp.), Textos y contextos. Exgesis y hermenutica de obras medievales
(siglos IV-XIII), Mar del Plata, Eudem, 2009, pp.197-219.

~ 230 ~
de la carne. Se trata de observar el aprovisionamiento de carne en Toledo, cmo incida
la posesin y explotacin de la carnicera mayor por la capilla de los Reyes Viejos.
A su vez, es sugestivo realizar una lectura pormenorizada del discurso empleado
por quienes actuaron en la histrica ejecucin de esta concordia. Un discurso en el
sentido ad usum historiarum del trmino, definido as por N. Guglielmi, que implica
aquel discurso que encierra significacin y mensaje. Las designadas gramticas de
produccin y gramticas de reconocimiento se presentan ligadas ya que se expresan
mediante una peculiar sintaxis significativa, que est en conexin con las coordenadas
socio-histricas. As, este discurso, la concordia toledana, emplear claves objetos
significantes- en cuya lectura crtica se puede reconocer la historicidad determinada por
el tiempo social en el cual se inscriben3, en relacin a la creacin de la memoria
patrimonial y las mltiples dificultades de tradicin y conservacin de la documentacin
medieval4.

Estipulaciones de la concordia
Aquel da de 1560, ante los funcionarios concejiles, el dicho capelln, en
representacin del capelln mayor y capellanes de la mencionada capilla presenta una
escritura y pide el traslado de la misma para evitar su desaparicin5.
La concordia que en el siglo XVI copia el escribano contiene la solicitud a los
Reyes Catlicos de su intervencin a raz de las quistiones & debates &
diferencias surgidas entre el concejo de la ciudad de Toledo y los capellanes de la
capilla de los Reyes Viejos por los derechos sobre la venta de carne y pescado que
oportunamente Sancho IV otorgara a la dicha capilla.
En ella los capellanes afirman que avemos tenido & llevado enlas carnes &
pescado de ryo & tablas delas carnecerias desta ciudad los derechos originarios de
percibir cinco arreldes por cada res vacuna y uno por cada cabeza de ganado ovino,

3
Nilda GUGLIELMI, El discurso poltico en la ciudad medieval italiana (siglos XIV-XV), en: Nilda
GUGLIELMI y Adeline RUCQUOI (Coord.), El discurso poltico en la Edad Media. Le discours
politique au Moyen Age, Buenos Aires, PRIMED-CONICET-CNRS, 1995, pp. 51-75.
4
Leticia AGNDEZ SAN MIGUEL, Escritura, memoria y conflicto entre el monasterio de Sahagn y la
catedral de Len: nuevas perspectivas para el aprovechamiento de los falsos documentales (siglos Xa
XII), en: Medievalismo, 19, 2009, pp. 261-285.
5
Archivo Municipal de Toledo (A.M.T.), Archivo Secreto, cajn 3, leg.2, n 3, escriptura de
concordia la cual esta sana y no rrota ni cancelada y escripta en pergamino de cuero y firmada dela
majestad dela serensima Reyna Doa Ysabel, y alegando que dicho original se podra perder, requiere
que el escribano efecte un traslado o dos o mas

~ 231 ~
pero los litigios se suscitan porque el Ayuntamiento de la ciudad les cuestiona el
derecho sobre ciertos alimentos. El principal derecho discutido era el referido a la venta
de carne por su mayor incidencia econmica respecto al pescado, en proporcin a su
ms alto consumo.
El Ayuntamiento decide enviar representantes ante los reyes para que
administren justicia al respecto, y al mismo tiempo acuden los representantes de la
Capilla para su defensa.
Es de destacar que esta no era la primera oportunidad en la que el ayuntamiento
pretenda acotar o suprimir dichos derechos: en 1351 lo intent en vano ante Pedro I, en
1442 los procuradores toledanos se presentaron ante Juan II quejndose de que los
derechos originarios haban sido acrecentados sin razn verdadera6 y de que, aun ms,
haban recibido un beneficio extra al lograr que se lo pagasen en dinero en vez de en
especie, quejas que no fueron atendidas en aquel momento. En 1457, Enrique IV
ratific los derechos de la capilla del rey don Sancho7.
Aos ms tarde, el jueves 27 de marzo de 1477, los funcionarios designados por
concejo real hicieron una concordia entre la ciudad y los capellanes, en virtud de la cual
la dicha capilla deba recibir por siempre un determinado importe por cada tipo de
ganado vendido8.
Este acuerdo estableca ciertas limitaciones en cuanto a la venta de carne en pie
y en cuartos sobre la que no se deba pagar derecho alguno a la capilla, a excepcin que
la vendiera un carnicero obligado, y en segundo trmino, en referencia al valor de las
tablas de las carniceras mayores -que eran de aquella capilla-, se le fija una quita, se
aya de abaxar & abaje de la quinta parte del valor del ao anterior (1476) con la
disposicin que los dichos capellanes no podan modificarla en tiempo alguno.
Adems, este convenio permite a la ciudad establecer dos tablas juntas en
cualquier lugar que quisiera, y aun moverlas, las cuales no deban pagar derecho alguno
a la dicha capilla. Dada la posibilidad de ubicarlas libremente, el concejo buscar su
6
Los procuradores alegaban que el derecho originario de los capellanes era percibir una libra por carnero
y cinco libras por cada vaca pero posteriormente habran ganado otros privilegios para cobrar un arrelde
por cada carnero y cinco arreldes de cada res vacuna, tanto de la carne muerta que se venda a peso o a
ojo. Citado por Ricardo IZQUIERDO BENITO, Abastecimiento y alimentacin en Toledo en el siglo
XV, Cuenca, 2002, p. 68.
7
R. IZQUIERDO BENITO, pp 68 y sig.
8
A.M.T., cajn 3, leg.2, n 3: De cada res vacuna, buey, toro o novillo: 30 mrs, de cada ternero/a: 15
mrs, de cada cabrn: 6 mrs, de cada oveja: 5 mrs y de cada cordero/a: 3 mrs.

~ 232 ~
conveniencia eligiendo la plaza de Zocodover, uno de los lugares donde se concentraba
la venta de productos alimenticios, en su carcter de Plaza Mayor.
A continuacin se ordena la redaccin de las escrituras debidas para
cumplimiento de las partes, y previendo toda posible manipulacin, se especifica que no
se puede acrecentar ni ameguar lo pactado, as como tambin, para evitar los fraudes,
hurtos y cautelas que suelen hacer los carniceros.
Segn estas disposiciones, los derechos de la capilla se deben respetar, aun
cuando denotan un primer logro de la ciudad en su intento de controlar las variables
que determinan el incremento de los precios.
Si bien se acepta la intervencin real, se presenta el documento a los
representantes de la ciudad y a los de la capilla a fin de ratificar o rectificar y ordenar
todo el contenido de la concordia, evitando as, eventuales inconvenientes por malos
entendidos, en tanto Avia algunos apuntamientos & cosas no muy claras Estas
correcciones son ms numerosas y detalladas que las especificaciones originales, en
algunos tems reiterativos y claramente dirigidos a un estricto control del cobro de los
derechos pactados.
Las enmiendas establecen: que los derechos recaen sobre cualesquier carnes () a
peso, asi fuera macho o hembra, sobre todas las reses vendidas en el rastro o en otras
cualesquier partes; a la capilla no le corresponde derecho alguno de aquellas reses
vendidas en pie, tampoco si algn cuarto de res sobrara y la comprara cualquier
persona. Para evitar fraudes y engaos de unos y otros, se acota que, en caso de que los
carniceros retuvieran menudos y pellejos de las reses vendidas en pie y fingidamente
luego los vendieran a peso, se entiende que la tal res ansi vendida se vende a ojo () no en
pie & que la capilla aya dello su derecho
Adems, se autorizaba expresamente a los funcionarios correspondientes para
requisar cualquier lugar en el cual, en forma encubierta, se pudiera vender carne sin
pagar el derecho a la dicha capilla, y se fijaron las penas para estas situaciones9. La
ciudad se comprometi a respetar los derechos de la capilla y llega hasta pregonar estos

9
A.M.T. cajn 3, leg.2, n 3: pueda entrar () en cualesquier lugares & casas y & casillas ansi de
carniceros como de otras cualesquier personas de la dicha ciudad do sintieren o supiere que se venden
carnes & pescado de ryo encubiertamente para que no se faga fraude ni engao ni encubierta alos
derechos suso dichos de la dicha capilla

~ 233 ~
derechos, en una clara victoria para la clereca10. Al mismo tiempo se trata de regular la
venta de carne realizada por personas de fuera dela dicha ciudad, as como la venta de
carne a cristianos en las carniceras de judos y moros, para que se cumplan los derechos
de la capilla sobre aquella venta11.
La concordia explicita an ms los procedimientos: se coordinan las personas
que por el ayuntamiento y la capilla controlarn tanto el reparto de las tablas por la
ciudad como la fijacin del precio puesto en las dichas tablas, para que no se exceda bajo
ninguna circunstancia el valor convenido, teniendo la ciudad la libertad de cargar las
tasas que entendieren que devieren dar.
Asimismo se declara el valor -en maravedes y en gallinas-, de las diecisis
tablas ubicadas a izquierda y derecha como entran(do) por la puerta principal de la
carneceria mayor. El monto total percibido por las tablas sera de veynte & tres mill
quinientos & sesenta marauedis () E mas ciento & dos gallinas, valor que habra de
respetarse en los aos siguientes y se dispone tambin que en ningn tiempo los
carniceros de la capilla o aquellos que arrendaren dichas tablas puedan pujar para
conseguir precios menores. Existe, sin embargo una restriccin a los capellanes: no les
est permitido poner ms tablas y si as lo hicieren no podra superar el valor mximo
total establecido.
La ciudad tampoco se libra de ciertas limitaciones: respecto a las dos tablas
francas de las que puede disponer a su voluntad, se precisa que son libres del derecho
de tablas, pues, eran gratuitas, pero no lo eran del derecho de las carnes que en ellas se
vendieren y pesaren, adems habra de abstenerse de poner ms tablas o cambiar
aquellas que ya estaban dispuestas.
Al finallas dichas partes estando ayuntados juntamente () aviendo primeramente
avido cada una de nos las dichas partes muchas platicas & althercaciones sobre lo que dicho
es, () aprobamos & avemos por bueno utile & provechoso () la interpretacion declaracion

10
A.M.T. cajn 3, leg.2, n 3: que de aqu adelante no sea fecho fraude ni encubierta alguna ala
dicha capilla, ordenando que todos los animales se sacrifiquen y sus carnes se vendan pblicamente
11
A.M.T. cajn 3, leg.2, n 3: personas de fuera dela dicha ciudad vienen avender & venden carnes
de que an de pagar los dichos derechos por quanto enlas carnicerias de judios & moros se vende en
algunos tiempos carne a chritianos () mas que de su derecho dela dicha capilla () aquellas personas
que en sus carnicerias vendieren carnes a cristianos para demandarlos dichos derechos

~ 234 ~
& concordia12, datadas en abril de 1478, refrendada por los Reyes Catlicos el 23 de
diciembre de 148013 y copiadas en 1560.

Valores histricos de la Concordia


Esta concordia es un fenmeno histrico de reproduccin de privilegios y pleitos
que se multiplic en todo el reino y que exige establecer una correlacin con su marco
histrico. En virtud de la preferencia real por la ciudad de Toledo, sera errneo
sustentar que esta puja de poderes es excepcional. La misma problemtica se aprecia en
otras ciudades castellanas, con una simultaneidad de factores de comn denominador -
reyes, procesos, intereses, protagonistas-, importantes de destacar14.
Asimismo, los conflictos y enfrentamientos, la negociacin y avenencia entre los
cabildos catedralicios y los municipios sobre el usufructo de rentas procedentes del
abasto y la comercializacin de carne es un tema que trasciende el proceso de carcter
econmico y nos multiplica los datos de anlisis.
Se plasma un cruce de derechos y mbitos de poder, se remite a los mecanismos
que en cada momento caracterizan la accin y la reflexin en relacin al gobierno de los
hombres; se pasa por el examen del poder, de los argumentos empleados para
justificarlo, de quienes los tienen y quienes lo quieren, de las reas en que se despliega

12
A.M.T. cajn 3, leg.2, n 3.
13
En un captulo aparte, figuran unos folios fechados en 1561, momento en el que se requiere que
parezcan las personas que conservan las llaves del archivo de la capilla real, a fin de remitirse a una
sentencia original del ao 1395, que es transcripta para revalidar en particular los derechos sobre la venta
de pescado de ro.
14
Un fenmeno similar se dio en vila entre el concejo y el cabildo de la iglesia catedral. La concordia
fue fechada el 14 de mayo de 1462 e incorporada posteriormente a las Ordenanzas de 1487.
En el caso de Plasencia, en mayo de 1463 se iniciara el conflicto al ordenar el concejo al racionero de la
carnicera de la catedral que no siga pesando ganado o carne.
Las carniceras de Santa Mara y San Salvador, propiedad del cabildo catedralicio por privilegio de
Alfonso X en 1281, fueron el centro de la disputa en Crdoba.
Otro caso que enfrenta a la clereca con el Ayuntamiento es el de Burgos. En abril de 1260 Alfonso X
conceda a su concejo y a la Catedral, las carniceras con sus rentas propiedad y derechos- cuya
evolucin durante los siglos XIV-XV las muestra fraccionadas entre diversas instituciones y particulares
de la ciudad.
Tambin en Murcia desde el siglo XIII se desdobla el dominio eminente que la Corona ejerce sobre los
edificios y tablas de las carniceras, y el dominio til, en poder de censaleros.
Por su parte, el cabildo catedralicio de Cuenca interviene decididamente en el mercado de la carne,
partiendo del privilegio real de 1293 que le concede el control de la propiedad de las instalaciones
comerciales.
Para el desarrollo de estos casos, vid Mariana ZAPATERO, Cabildos catedralicios y municipios tras las
rentas de la carnicera. Litigios y concordias en: C.H.E., Homenaje a la Dra. M. E. Gonzlez de Fauve,
Buenos Aires, UBA (en prensa).

~ 235 ~
y en las que se piensa desplegarlo, de la lucha para conseguirlo y/o mantenerlo, sus
etapas y las herramientas utilizadas15.
Se evidencia la intervencin de distintas categoras de autoridades a lo largo de
un plazo de tiempo extenso y la evolucin de sus estrategias. As observamos cmo por
diversos motivos, los reyes se vieron obligados a otorgar ciertos favores a algunos
individuos, sectores sociales o instituciones, que reciban prebendas en general de tipo
econmico.16 Propio de una sociedad articulada conforme los privilegios especficos
que se le conferan a cada grupo, estos determinaban diferencias, en ocasiones acusadas,
dentro del mismo contexto social, y a veces tambin originando litigios al enfrentarse y
disminuir los intereses de otros, en nuestro caso, del Ayuntamiento de Toledo.
Una compleja red de relaciones polticas, sociales y econmicas se manifiestan
en razn de la cesin y defensa de privilegios reales en oposicin a otros intereses
particulares, relacionados con las oligarquas urbanas y la evolucin del rgimen
municipal. En el Ayuntamiento de Toledo vemos el accionar de un gobierno municipal
que pretende monopolizar el control del espacio urbano y su utilizacin comercial17.
Nieto Soria afirma que la primera mitad del reinado de Alfonso X estuvo
claramente caracterizado por su tendencia a favorecer los diversos intereses econmicos
de la Iglesia castellana en su conjunto, una actitud proteccionista, en particular respecto
de obispos y cabildos.
Ya en el trono, Sancho IV, desarroll una posicin extraordinariamente
paternalista en general para toda la institucin eclesistica, con la intencin de
recompensar el apoyo recibido, y en otras ocasiones, para obtener la confianza de
aquellas Iglesias fieles a su padre. As se acrecientan los documentos reales en los que
se confirman antiguos privilegios, dejando bien claro que no solo no los amenguara,
sino que incluso los protegera o aumentara. No obstante, esta poltica de orden
econmico con la Iglesia castellana, variar en un corto espacio de tiempo18. La Iglesia

15
Raquel HOMET, El discurso poltico de Pedro el Ceremonioso, en: N. GUGLIELMI y A.
RUCQUOI (Coord.), El discurso poltico en la Edad Media. Le discours politique au Moyen Age,
p.97
16
R. IZQUIERDO BENITO, El libro de los privilegios de Toledo, Toledo, Ayuntamiento de Toledo,
2005. pp.7 y sigs.
17
Santiago AGUADE y Mara Dolores CABAAS, Comercio y sociedad urbana en la Castilla
medieval: La comercializacin de la carne en Cuenca (1177-1500), en: Anuario de estudios
medievales, 14, 1984, pp. 487-516.
18
Jos Manuel NIETO SORIA, Alfonso X y Sancho IV en sus relaciones econmica con la Iglesia de
Burgos, en: Estudios Mirandeses, 1, 1981, p 69

~ 236 ~
hubo de defender de reinado en reinado por s misma, la continuidad del disfrute de sus
privilegios, si bien en funcin de los intereses polticos y econmicos de carcter
coyuntural, los litigios ocasionados por los mismos se podan extender de perodo en
perodo poltico19.
En esta conciliacin documentada se manifiesta la misma puja; las
estipulaciones plantean el intento de controlar toda derivacin de cargas que implicaran
un impacto directo sobre los precios de uno de los alimentos ms importantes de la
poca medieval -la carne- provocando su aumento y por ende la cada del volumen de
venta, de all la quita de un porcentaje del valor percibido hasta ese ao por los
capellanes. Tal vez, este sea el mayor beneficio logrado por el ayuntamiento, ya que
luego quedan denunciadas -por la capilla- algunas maniobras que evidentemente
conocan que se realizaban en el abasto diario, para evadir el pago de los derechos que
le correspondan. Para evitar estos fraudes, la ciudad asume el compromiso del
cumplimiento de las disposiciones para el cobro de los derechos por la capilla al tiempo
que promete efectuar los controles necesarios.
Los derechos de la capilla sobre las tablas de las carniceras y la venta de carne y
pescado, alteraba el precio de la carne, encarecindolo, hecho que se observaba con
mayor acuidad en los momentos de escasez. En estas razones se apoyaban los
representantes de Toledo para exigir que se limitaran los derechos de la capilla20, lo cual
en forma directa les representaba tambin el aumento de percepcin de tasas. Hasta la
firma de la concordia en 1480, los reyes no quisieron privar a los capellanes de estas
rentas, y recin entonces se arbitra alguna solucin a tan demorado litigio.
No obstante, el valor de las tablas de la carnicera y los precios de venta se fijan
en relacin a la conservacin de los derechos de los capellanes, pues si bien el
ayuntamiento logra abrir cierta brecha competitiva en el negocio, por ejemplo con la

19
Adems, la fundacin de una de las capillas reales ms importantes, aquella de Reyes Viejos en Toledo
por Sancho IV, debe enmarcarse en la cuestin de los orgenes y relevancia de las diversas capillas.
20
A.M.T. cajn 3, leg.2, n 3, Febrero de 1351: dicha ibdad es menguada de carne por quanto el rey
don Sancho que Dios perdone mand e dex ordenado en su testamento que de la carne que se vendiese e
toasse y en Toledo que diesen un arrelde de carne de cada carnero e de cada vaca o ternera inco arreldes
e lo oviesen para capellana los capellanes qu dex para cantar misas por su alma para siempre e por esta
rasn que se vende la carne ms cara que en los otros lugares. A.M.T. cajn 3, legajo 4, n 2, citado por
R.IZQUIERDO BENITO, Abastecimiento, p. 68.
Cortes de Valladolid de 1442: los carnieros e las otras personas que asy venden la tal carne son muy
fatigados de costas en muchas e diversas manerasen tal manera que apenas fallan carnieros que
vendan carne en la dicha ibdad, ca los que lo son un anno non lo quieren ser otro. Citado por R.
IZQUIERDO BENITO, Abastecimiento, p. 68.

~ 237 ~
ubicacin de las dos tablas francas donde ms le convena, bsicamente estaba anulada
toda posibilidad de mejora de precios, al menos por dos vas: se declara la inmovilidad
de los mismos por ese ao y los venideros, sin considerar situaciones de escasez, y ms
importante an, se anula la puja en los arrendamientos, en tanto este era el sistema
vigente -durante la Baja Edad Media- de ajuste de los precios para el abastecimiento
monopolizado de un producto tan requerido, entre otros, en el marco de una economa
dirigida.
El punto de acuerdo de esta concordia toledana se asocia al hecho de que los
capellanes reales estaban en condiciones de recibir una serie de beneficios, privilegios y
concesiones reales, relacionados con la promocin de sus carreras eclesisticas y con su
manutencin, adems de ser protegidos en los pleitos. El monarca deba ser agradecido
y generoso con sus capellanes, de all el traspaso de rentas regias o donaciones directas
del rey21.
Este proceso se cruza con el de sistematizacin del comercio de productos
bsicos determinado por el desarrollo de las ciudades, el aumento de la demanda de
vveres y de la divisin del trabajo. El caso de la carne es un buen ejemplo en la medida
que el mismo evolucionar desde el siglo XII, cuando la venta de la carne se realizaba a
cargo de un grupo de personas ubicados en el macellum (mercado de carne) hasta la
necesidad, ya en los siglos bajomedievales, de regular su abastecimiento a travs del
complicado rgimen de arrendamiento, lo cual implica tambin considerar la
complejidad creciente de la poltica municipal.
Dentro de la engorrosa cuestin de las fluctuaciones de las rentas nobiliarias, la
crisis de la propiedad eclesistica representa un caso peculiar. Especialmente sobre ella
incidan tanto el absentismo como el abandono de las explotaciones, al tiempo que
padeca la atraccin por los bienes del clero, bienes que en el siglo XIV apetecan
muchos laicos. La disminucin de las rentas de los monasterios, de los cabildos
catedralicios castellanos o de algunas fundaciones, se relacionan con las agresiones de
la sociedad nobiliar, con las usurpaciones de bienes, tierras y diezmos de la Iglesia, o

21
scar VILLARROEL GONZLEZ, Capilla y capellanes reales al servicio del rey en Castilla. La
evolucin en poca de Juan II (1406-1454), en: En la Espaa medieval, 31, 2008, pp. 322-333

~ 238 ~
con las deudas contradas por procesos judiciales, actividades asistenciales y de
mantenimiento de la misma estructura eclesial22.
El desarrollo urbano y mercantil dio nuevos impulsos al reforzamiento nobiliar y
a la constitucin de vnculos seoriales nuevos. De 1300 a 1420, explica Iradiel, el
fenmeno bsico de la sociedad urbana es el carcter oligrquico ligado a los intereses
de la pequea y mediana nobleza concejil, en los casos en que el seoro surge con
destacada implantacin urbana ya sea como efecto de una crisis demogrfica y
econmica que debilit los grupos artesanales y fortaleci la propiedad seorial.23
El proceso de constitucin de oligarquas urbanas se vio favorecido por la
modificacin sustancial del rgimen municipal castellano. Entre fines del siglo XIII y la
primera mitad del siglo XIV, el concejo de origen comunal y foral avanz a formas de
ordenacin poltica diversa en la que comienza a surgir un creciente intervencionismo
real en asuntos municipales, y sincrnicamente se consuma el fortalecimiento del
grupo de caballeros urbanos y su control del gobierno local.
Frente a cierta decadencia de las costumbres y de los fueros provocada por la
intervencin real y nobiliar, la creacin de un conjunto normativo intenta reordenar y
relanzar la economa concejil. Como expresin de esta iniciativa concejil, el
movimiento compilador de ordenanzas adquiere relevancia a principio del siglo XIV, se
incrementa durante el siglo XV hasta los ltimos decenios del siglo, caracterizados por
el espritu ordenancista de los Reyes Catlicos, cuya especial atencin apunt a los
asuntos econmicos, las actividades productivas y distributivas de la localidad.
Si en el aspecto jurisdiccional supona una revitalizacin del derecho, en base a
fueros y privilegios locales, en el aspecto socio-administrativo manifestaba una nueva
accin autnoma y participativa, generando una dilogo que entre concejo, ente
poltico en proceso de progresivo empatriciamiento, y comunidad resultaba menos
desigual de lo que con frecuencia se ha supuesto24.
Esta accin concejil puso en prctica una poltica econmica que integraba
realizaciones de infraestructura, proteccionismo a la produccin local y medidas
garantizadoras del abastecimiento ciudadano, especialmente de productos alimentarios.

22
Paulino IRADIEL, Las transformaciones de la sociedad seorial, de las estructuras religiosas y de las
formas de creacin cultural, en Paulino IRADIEL, Salustiano MORETA, Esteban SARASA, Historia
medieval de la Espaa cristiana, Madrid, Ctedra, 1989, pp. 480-481.
23
P. IRADIEL, p. 537
24
P. IRADIEL, p. 545

~ 239 ~
Dichas medidas eran reflejo de la necesaria intervencin del poder poltico para
superar las deficiencias que presentaba la estructura del mercado local, en una economa
de habituales desajustes entre oferta, demanda y precios. De all que hemos podido
observar, la injerencia de los concejos en la circulacin y consumo de productos
alimentarios, como la carne, la intencin progresiva de control de los establecimientos y
lugares de compraventa y su transformacin en el interior de sus murallas. En definitiva,
una regulacin municipal absoluta del comercio interior, pero que no excluy la
participacin de otras fuerzas sociales que intentaron forzar su funcionamiento en
beneficio y defensa de sus propios intereses.
La fragmentacin de derechos de posesin y uso de las tablas de carnicera, la
pugna por los mismos, y la poltica concejil intervencionista, monoplica y centralizadora,
habran de sucederse dependiendo de las circunstancias de cada ciudad y los poderes
sociales que en ella convivieran. Cierto es que durante los siglos XIV y XV, si bien al
Concejo no siempre se le permiti ser propietario absoluto de las carniceras, s se
asegur, en cambio, un dominio y control pleno de la gestin de abastecimiento de la
carne, incluidos los lugares de venta25.

Conclusiones

25
Por ltimo, es notoria la presencia de rentas y censos derivados del comercio de la carne en las cesiones
de privilegios y donaciones. 20/2/1425 - Albal del Rey Don Juan II confirmando al monasterio
madrileo de Santo Domingo el Real el disfrute de mil cuatrocientos maravedes qie le haban sido
dejados en herencia por Doa Menca Garca de Ayala, en Documentos del Archivo General de la Villa
de Madrid, ngel PREZ CHOZAS (Dir), Segunda Serie, A.G.M., Madrid 1932-1943, Tomo II, Doc
XXI: Yo el Rey, fago saber a vos los mis contadores mayores, que la priora e dueas del monasterio de
Santo Domingo de Madrid, me enbiaron a fazer rrelain en cmo Manca Garca de Ayala, fija de Diego
Lpez de Ayala, muger que fue de Ruy Snchez apata, mi copero, tena de m en merced cada ao, por
juro de heredad, por preuillejo, para syenpre jams, mill e quatroientos maraveda, sealadamente en
la rrenta de la alcauala de las carneeras de la dicha Villa de Madrid Ruy Snchez fizo e orden
ciertas mandas por nima de la dicha Mena Garca, entre las quales dej e mand a la dicha priora y
duea del dicho monasteriolos dichosmaraveds
Mara Asuncin VILAPLANA, La Coleccin diplomtica de Santa Clara de Moguer (1280-1483),
Sevilla, Universidad de Sevilla, 1975, pp 53, 77, 84
El monasterio de Santa Clara de Moguer, tuvo su poca dotacional entre 1339 y 1360, caracterizada por
las donaciones sobre todo de su fundadora Elvira de Portocarrero, esposa de Alvaro de Luna. Al ncleo
primitivo constituido en su mayora por inmuebles, hay que aadir los ingresos derivados de la venta en
exclusiva de algunos productos, y la concesin de establecimientos mercantiles a fin de subvenir con
decoro al sustento de las dueas. En particular, se destaca la donacin de las carniceras de Moguer, como
figuraban al constituirse el seoro, que pasan al monasterio de forma que las religiosas puedan
explotarlas o arrendar como bienes propios, reportndoles enormes beneficios.
Doc 39 y 40 - 17/11/1348, objeto de la donacin: carniceras con sus rentas en cumplimiento de las
condiciones para fundar.

~ 240 ~
En la misma seccin del Archivo Municipal de Toledo, se localizan cinco
documentos posteriores a 1560 que involucran a la capilla de los Reyes Viejos y al
Ayuntamiento toledano en relacin con autos, provisiones, reales cdulas y testimonios
sobre distintos litigios por los derechos sobre las carniceras de la ciudad que han
mantenido ambas partes, al menos hasta 1660, y porqu no considerar que algunas de
las copias solicitadas por Francisco Solano fueron oportunamente utilizadas.
Evidentemente, el capelln Solano deseaba resguardar la continuidad del disfrute
de un conjunto de privilegios reales confirmados haca casi un siglo; dada las
caractersticas del material en el cual se recogan los textos, preocupaba su buena
conservacin y mayor perduracin material como garanta de su existencia y de su
cumplimiento; adems, si bien se consideraba que en tanto no eran revocados dichos
privilegios tenan carcter de perpetuos, se haca necesario el reconocimiento sucesivo
para que se mantuviesen en vigor durante tiempo ilimitado, e intentar evitar posibles
cuestionamientos que perjudicaran a los beneficiarios. De hecho, aquello fue lo que les
sucedi a los antecesores del capelln Solano y tambin a quienes les sucedieron, pero,
ms all del criterio de autenticidad que pudieran convalidar las copias?
Se explicita la legitimidad del original de la concordia firmada dela magestad dela
serenissima Reyna Doa Ysabel, e sellada con su sello, y en especial sobre los derechos de
venta sobre el pescado de rio, un ao ms tarde en julio de 1561, se solicita ver una
sentencia que sobre ello esta dada, la que esta en los archiuos dela dicha capilla real,
expresndose a continuacin los temores porque si de ally se oviese de sacar originalmente
se podra perder y la dicha capilla perdera su derecho. Se manda a que se presenten las
personas que tienen las llaves de los archivos, y fue hallada la sentencia en cuestin
fechada en el ao 1357, y se repite el siguiente detallequesta scripta en un pergamino y
firmada a dos nombres (alcalde y escribano), esta sana y no rota ni cancelada ni en parte
alguna sospechosa26.
Esta afirmacin expresada por funcionarios del siglo XVI sobre la verosimilitud
de la sentencia del siglo XIV es significativa y nos remite a la tradicin del olvido
creativo como denominara hace ya unas dcadas Patrick Geary a la elaboracin de
falsificaciones documentales que han existido siempre, pero que en ciertos momentos
parecen especialmente efectivos. Ha sido abundantemente estudiado el auge de los
26
Esta observacin es similar a la expresada por el escribano en 1560 al momento de realizar las copias
de la concordia original efectuada con los Reyes Catlicos.

~ 241 ~
falsos diplomticos en los siglos X al XIII -previos an a los orgenes de estos derechos
de los capellanes de la capilla toledana- en los monasterios leoneses y castellanos, en
tanto en la defensa de las posesiones y privilegios de un monasterio o catedral requera
de una cuidadosa gestin de sus archivos y accin de reafirmacin de la antigedad y
prestigio de la institucin27.
Esta concordia, autntica o copiada, puede ser presentada como un caso de
construccin de memoria administrativa, si entendemos por tal una obra cerrada que se
hace en un determinado momento y con un objetivo concreto28, o aun de memoria social
o colectiva, pero que independientemente del nivel intencional de recordar, es memoria
de un instrumento complementario de defensa de intereses econmicos de una
institucin frente a otros grupos de poder29, acuciados adems por la percepcin de un
tiempo prximo y la necesidad de asegurar sus intereses.
La peculiar significacin poltica, econmica, cultural trazada por este texto
histrico, nos permite entender los modos de percepcin y las estructuras de
comprensin, as tambin cmo utilizaban esas categoras mentales 30, que expresan la
manera de entender el mundo, las ideas y convicciones que conducen sus
comportamientos. Esta representacin se manifiesta a travs de un discurso que enuncia
a su vez, la dualidad del mensaje en la construccin de la vida poltica por la
participacin de todos, quines mandan y en contrapartida quines reciben rdenes,
aunque en ms de un ocasin deban pleitear y negociar31.
Entonces, la sociedad medieval apelaba al escrito, pues el texto es un referente
ubicuo que especifica lo verdadero, lo justo cuyo uso estaba precisamente restringido a
una minora, en principio hegemnico de los clrigos, pero podemos observar cmo a
partir de la expansin de la enseanza y la formacin de minoras letradas en el marco
de las ciudades, el poder del escrito y el uso poltico del escrito se hace asequible a un
grupo que aspiran a ejercer o como en esta disputa- ejercen posiciones de poder32.

27
L. AGNDEZ SAN MIGUEL, pp. 264-269
28
L. AGNDEZ SAN MIGUEL p. 265
29
Jos ngel GARCIA DE CORTZAR, Memoria regia en monasterios hispanos de la Edad
Romnica, en: Monasterios y monarcas: fundacin, presencia y memoria regia en los monasterios
hispanos medievales, Aguilar de Campoo, Fund. Santa Mara La Real, 2012, pp 227-259
30
Patrick GEARY, Phantoms of Remembrance memory and oblivion at the end of the first
millenium, Princenton University 1994, pp 3-22
31
N. GUGLIELMI, pp 257-258
32
Julio ESCALONA MONGE, Lucha poltica y escritura: falsedad y autenticidad documental en el
conflicto entre el Monasterio de Santo Domingo y el burgo de Silos (ss XIII-XIV), en: Juan Ignacio de la

~ 242 ~
Una vez ms, se demuestra el sentido histrico de la cultura medieval en la
memoria recogida y elaborada en esta fuente para justificar una tradicin que se quera
mantener o provocar, accin que Sesma Muoz sostiene, se lleva a cabo de manera
mucho ms consciente y meditada de lo que hace unos aos se pensaba33. Una sociedad
bajomedieval con pluralidad de modelos y normas culturales, de diversidad de usos de
lo escrito, de divergencias socioculturales, de una cultura poltica, al modo de un
organon, de un organismo vivo en el cual cada parte complementaria realiza una
funcin vital, especfica y diferente para que ese rgano siga vivo. La concordia muestra
una cultura institucional eclesistica mientras irrumpe un espritu laico creciente y la
emergencia de una sociedad civil en el mbito urbano34, los cuales se expresan a travs
de la palabra que legitima, reivindica, difunde y perpetua35 actuando como soporte en la
elaboracin de una memoria doble: que recuerda y recupera el pasado para que se
recuerde y recupere en el porvenir, y en la cual se identifica determinada percepcin del
tiempo, la identidad colectiva, los cuadros sociales.
La memoria del tiempo pasado, la gestacin intencional de una tradicin de
privilegios y la recuperacin o uso de ese pasado desde el presente del historiador a
travs de un conjunto de preguntas articuladas, constituyen la historia de esta concordia,
ya que en definitiva, en la responsable indagacin histrica realizamos esa subyugante
tarea de aprehender, levantar el pasado.

IGLESIA DUARTE (Coord.), Conflictos sociales, polticos e intelectuales en la Espaa de los siglos
XIV y XV: XIV Semana de Estudios Medievales, 2004, pp. 205-252.
33
Jos ngel SESMA MUOZ, La creacin de la memoria histrica, una seleccin interesada del
pasado., en: Memoria, mito y realidad en la historia medieval: XIII Semana de Estudios
Medievales, 2003, pp. 13-32.
34
Patrick BOUCHERON y Francisco RUIZ GMEZ (Coord.), Modelos culturales y normas sociales al
final de la Edad Media. Casa de Velzquez, Cuenca, Univ. De Castilla-La Mancha, 2009, pp 9-13.
35
J. M. NIETO SORIA, Ms que palabras. Los instrumentos de la lucha poltica en la Castilla
bajomedieval, en: J. I. de la IGLESIA DUARTE (Coord.), Conflictos sociales, polticos e intelectuales
en la Espaa de los siglos XIV y XV: XIV Semana de Estudios Medievales, 2004, pp. 165-204.

~ 243 ~
~ 244 ~
Criadas y sirvientas a finales de la Edad Media aragonesa
Mara del Carmen Garca Herrero1

Ante la pregunta que nos proponen los queridos colegas de Argentina sobre qu
significa ser medievalista, una vez ms me viene a la memoria la respuesta de Peter
Burke a propsito de lo que supone ser historiador2. Arrimndome al rescoldo de su
lograda contestacin, creo que ser medievalista conlleva -entre otras finalidades-
convertirse en traductor o traductora cultural, de modo que el pasado sobre el que
trabajamos, que a veces parece tan remoto, se convierta en una realidad inteligible y
comprensible (y por lo tanto amable) para las lectoras y lectores contemporneos. Para
conseguir este objetivo, una de las tareas primiciales radica en descifrar lo que las
palabras que se han mantenido vivas significaron en sus contextos de antao, pues de
sobra sabemos que el vocabulario evoluciona a lo largo del tiempo y que un
determinado vocablo puede pervivir como tal, con idntica forma, pero expresando
realidades diferentes segn las pocas y los lugares. As, por ejemplo, trminos como
amistad3 o vergenza4 que tanto se utilizaron a lo largo de los siglos medievales, no slo
fueron mudando de significado durante los mil aos del Medievo, sino que hoy los
empleamos comnmente para denotar sentimientos en ocasiones muy alejados de los
que con ellos nombraron nuestros predecesores.

1
Universidad de Zaragosa, Espaa, cgarcia@unizar.es. Este trabajo se inserta en el Proyecto I+D+I del
Ministerio de Economa y Competitividad del Gobierno de Espaa: Mujeres de finales de la Edad
Media: actividades polticas, socioeconmicas y culturales (Corona de Aragn, ss. XIV-XVI), con
cdigo de referencia HAR2011-24354. Se inscribe dentro de los Programas del Grupo de Investigacin
consolidado CEMA del Gobierno de Aragn: http://cema.unizar.es
2
Maria Lcia G. PALLARES-BURKE, La nueva historia. Nueve entrevistas, Valencia, Universitat de
Valncia y Universidad de Granada, 2005, p. 167: Al fin de cuentas, para qu sirven los historiadores?
Para m, existen para interpretar el pasado en el presente. Son un tipo de intrpretes, de traductores, de
traductores culturales, como t misma ya argumentaste en tu libro sobre recepcin y circulacin de
ideas.
3
Sobre la amistad feudal, vase el magnfico y clsico estudio de C. Stephen JAEGER, Lamour des
rois: structure sociale dune forme de sensibilit aristocratique, en: Annales ESC, 46, n 3, 1991, pp.
547-571.
4
Juan Manuel CACHO BLECUA, La vergenza en el discurso del poder laico desde Alfonso X a Don
Juan Manuel, en: Actas del VI Congreso de la Asociacin Hispnica de Literatura Medieval, J. M.
Lucia, coord., Alcal de Henares, 1995, vol. I, pp. 393-412.

Mara del Carmen GARCA HERRERO, Criadas y sirvientas a finales de la Edad Media aragonesa,
en: Andrea V. NEYRA & Gerardo RODRGUEZ (dirs.), Qu implica ser medievalista? Prcticas y
reflexiones en torno al oficio del historiador, Mar del Plata, Universidad de Mar del Plata, Sociedad
Argentina de Estudios Medievales, 2012, Vol. 2, pp. 245- 269. ISBN 978-987-544-477-5

~ 245 ~
Ante la propuesta de nuestros colegas, tambin inevitablemente rememoro con
cario el Primer Seminario de Historia Medieval de la Universidad de Crdoba
(Espaa), celebrado en la primavera del ao 1995, bajo el ttulo: Familia y matrimonio
en la Edad Media Hispana. All, en un ambiente encendidamente cordial, surgi el
debate sobre si las palabras criada y moza servicial o sirvienta podan o no ser
consideradas sinnimos en la Baja Edad Media. Entonces discut con una apreciada
medievalista que sostena que se trataba, ya entonces, de trminos intercambiables. Por
mi parte estaba convencida de que no era as, pero mis argumentos resultaban pobres y
se sustentaban ms en la intuicin que en los testimonios documentales. Una y otra vez,
pues no osaba hablar de Castilla5, apelaba a los protocolos notariales aragoneses para
afirmar que, al menos en el Reino de Aragn, una criada y una moza servicial en el
siglo XV diferan y remitan a situaciones distintas, cometidos diversos y compromisos
y obligaciones diferentes por parte de quienes las acogan en sus hogares.
Sin embargo, he de reconocer que tena en contra muchos frentes abiertos, desde
mi propia falta de pruebas tangibles hasta el hecho de que la historiografa recurriera (y
recurra) a ambos vocablos indistintamente. Y todo ello sin mencionar el Diccionario de
la Real Academia Espaola de la Lengua que defina y define: sirvienta, mujer
dedicada al servicio domstico; criado/criada, en su segunda acepcin: persona que
sirve por un salario, y especialmente la que se emplea en el servicio domstico,
sealndose en la quinta acepcin, moza; y mozo, cuya quinta acepcin y slo en
masculino recoge: hombre que sirve en las casas o al pblico en oficios humildes. Sin
salir del diccionario, yo intentaba regresar a la primera entrada de la voz criado/criada,
un adjetivo: Dicho de una persona. Que ha recibido una determinada educacin. No
obstante, fui incapaz de persuadir al auditorio. Acaso logr introducir alguna duda
aislada, pero me temo que se trat ms de cortesa que de conviccin. Desde entonces
he pensado mucho en el modo de nombrar a quienes trabajan en el universo domstico o
en los considerados oficios humildes.
En los ms de treinta aos que llevo viviendo en Zaragoza he visto desaparecer
la palabra mandadera, que aqu que no en Madrid- se utilizaba con asiduidad en los

5
La diferencia entre crianza y mero servicio se detecta en los textos castellanos alfonses, pero tambin
en la documentacin desde fechas muy tempranas. Es, por ejemplo, el caso del testamento de la infanta
Elvira, dictado en Tbara, en 1099, en el que favorece a su sobrina Sancha, a la cual est criando. Georges
MARTIN, Mujeres y poderes en la Espaa Medieval, Madrid, Centro de Estudios Cervantinos, 2011,
p. 42.

~ 246 ~
ochenta del siglo pasado para citar a la sirvienta externa. Por otra parte, diga el
Diccionario lo que diga, en Espaa ya casi nadie usa el vocablo criada, pues quien tal
hiciera resultara polticamente incorrecto, de manera que se emplean perfrasis
eufemsticas del tipo la muchacha que trabaja con nosotros o la seora que nos ayuda
en casa. Y ltimamente observo que en negocios florecientes como Frutos Secos El
Rincn6, no hay vendedores ni vendedoras, sino jvenes de ambos sexos que lucen un
cartelito en el que figura su nombre y un altisonante asesor o asesora de ventas.
Tras esta digresin, retomo el hilo de lo que de nuevo voy a tratar de demostrar:
la asimetra sinonmica entre criadas y mozas durante la Baja Edad Media aragonesa,
pues se trat de voces que, de entrada, indicaron circunstancias, itinerarios, funciones y
condiciones de vida diferentes; si bien es cierto que desde el principio he de advertir que
la fortuna individual propici que pudiera atravesarse una lnea mvil y sutil, y que, por
lo tanto, una moza suertuda pudiese llegar a ser considerada como si de una criada e
incluso de una hija se tratase.
Por otro lado, sospecho que en algn momento posterior a la Edad Media que
todava no puedo precisar, se produjo tambin un fenmeno de elevacin de estatus
lingstico y que aunque las mozas siguieron ejerciendo de tales y como tales acabaron
llamndose criadas. Se utiliz una palabra que pretenda prestigiarlas como sucede
hoy en el caso de las mencionadas asesoras de ventas.

Criada, que no moza. El testamento de Juana Blanch


En algunas ocasiones, cuando menos se espera, se localiza por fin ese documento
esclarecedor que permite proseguir la indagacin y reflexin sobre lo que antao
significaron las palabras, sobre lo que se entendi tras una manera de decir concreta. Es
el caso del testamento de Juana Blanch, dictado en Alcaiz en mayo de 1439, cuya
minuciosa redaccin descarta definitivamente la idea de que moza servicial o sirvienta y
criada fueran sinnimos en el Aragn del Cuatrocientos.
Juana Blanch expres su ltima voluntad estando enferma y encamada, muy
posiblemente en la casa de su padre. Hasta ese domicilio se trasladara el escribano para
dejar memoria de sus deseos postreros, porque Juana saba muy bien lo que quera, y
aspiraba a que fuera plasmado de la manera menos equvoca y ms exacta posible.

6
http://www.fselrincon.com/Frutos_Secos_El_Rincon.aspx (consultado el 11 de mayo de 2012)

~ 247 ~
Resulta poco fantasioso imaginar al depositario de la fe pblica escribiendo y luego
leyendo y releyendo cada prrafo en voz alta, mientras Juana apostillaba, matizaba y
retocaba lo escuchado obligando a tachar e intercalar otras frases y vocablos. De hecho,
el primer borrador del testamento que se ha conservado- qued tan emborronado por
las constantes precisiones, que se copi una segunda vez para ponerlo en limpio. Sin
embargo, esta nueva y definitiva transcripcin de las voluntades de Juana tambin
presenta abundantes interlineados y tachaduras de inters7.
Juana tena su domicilio en Escatrn, un lugar dependiente del monasterio
cisterciense de Rueda, que en 1488 contaba con 85 fuegos8. All, en Escatrn, distante
unos 60 kilmetros de Alcaiz segn nuestras actuales medidas, Juana haba convivido
con su esposo, Juan Ramn, que haba fallecido. Cuando se produjo el bito de ste,
Juana y Juan no haban llegado a pronunciar las palabras de presente, es decir, no
haban intercambiado pblicamente aquella frmula que era en s misma constitutiva de
matrimonio, de ah que cada vez que en el testamento se sealaba que Juana fue esposa
e muller de Juan Ramn, la palabra muller se rayase acto seguido. No obstante,
Juana y Juan mantenan un tipo de unin que tena validez cannica, puesto que haban
prometido casarse y despus haban mantenido relaciones sexuales completas y tenido
descendencia legtima. Puede que esta variante de matrimonio no fuera la considerada
ideal, pero era admitida como lcita, tanto por la sociedad como por la Iglesia9. Por otra
parte, al referirse a los padres de su difunto esposo, Juana les recordaba con afecto,

7
Se trata del documento cuya transcripcin ofrecemos en el Apndice Documental. II.
8
Antonio UBIETO ARTETA, Historia de Aragn. Los pueblos y despoblados II, Zaragoza, Anbar,
1985, p. 515.
9
Sobre los distintos modos de acceso a matrimonio cannicamente vlido en el Aragn bajomedieval,
vanse M del Carmen GARCA HERRERO, Las mujeres en Zaragoza en el siglo XV, Zaragoza,
Prensas Universitarias de Zaragoza, 2006 (primera ed. 1990), Vol. I, captulo VII. El matrimonio, pp.
191-314. M del C. GARCA HERRERO, Del nacer y el vivir. Fragmentos para una historia de la
vida en la Baja Edad Media, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 2005, Amor, matrimonio y
otros modos de regular la convivencia, pp. 105-233. M Isabel FALCN PREZ, Procesos por causas
matrimoniales en Zaragoza en la Baja Edad Media y Primer Renacimiento, en: Aragonia Sacra, IX
1994, pp. 208-252. Martine CHARAGEAT, La dlinquance matrimoniale. Couples en conflit et
justice en Aragon (XVe-XVIe sicle), Paris, Publications de La Sorbonne, 2011.

~ 248 ~
immediatamente despus que a Juan Ramn y a su propia madre10, y les llamaba suegro
y suegra, manifestando con ello el lazo ntimo que les haba ligado en vida11.
Sin embargo, y pese a todo lo dicho, una de las inquietudes de Juana Blanch en
su ltima fase va a ser que sus jvenes ms prximos, es decir su hija y su hermano
pequeo, contraigan matrimonio del modo ms ortodoxo posible cuando a cada uno le
llegue la hora. Para lograr su propsito, Juana se sirve del mismo recurso que utilizarn
tantos aragoneses y aragonesas antes y despus que ella: condicionar la entrega de
bienes, o lo que es lo mismo, vincular la recepcin de parte o de la totalidad de la
herencia al momento en que el beneficiario contraiga matrimonio por palabras de
presente. Hasta que no est casado, Juan Blanch, ese hermano que tanto le ha servido y
trabajado por ella, no acceder a los doscientos sueldos jaqueses que Juana le lega. Y
an ms explcito se muestra el afn materno en el caso de Juanica, quien alcanzar la
totalidad de la herencia, puesto que es escogida heredera universal por su madre, cuando
haya contrahido matrimonio por palauras de present12. Tres veces insistir Juana
Blanch en este requisito.
Juana, hurfana de madre, con su esposo y suegros fallecidos, regresa a la villa
de Alcaiz, al hogar paterno, llevando consigo a su hija legtima aspecto ste que
subraya- habida de su relacin con Juan Ramn. El futuro de esta pequea es la gran
preocupacin que impregna el testamento materno.
Mientras transcurra el tiempo hasta el lejano da de colocarla en matrimonio,
Juana escoge como nico tutor y curador de la persona y bienes de su hija a su propio
padre, Francisco Blanch, confiando en que ser buen abuelo y llevar el cuidado de la
pequea y la administracin de sus pertenencias de modo idneo. Adems ya no queda
nadie tan allegado a la nia como l (como no tenga otra persona tan conjunta que

10
De hecho, en el caso de que su hija Juanica falleciera menor de edad, mayor de edad sin hijos legtimos
y sin haber dictado testamento, su abuelo, Francisco Blanch, quedara como usufructuario de todo hasta
su muerte. Fallecido tambin l, todo sera vendido y empleado en misas, aniversarios y obras pas para el
alivio de su alma y de las almas de su esposo Juan Ramn, de su madre, de su suego y de su suegra, almas
que seran las herederas universales de todos los bienes de Juana Blanch.
11
En el proceso por bigamia incoado contra Gaspar Eli, una de las pruebas de su presunto matrimonio
con Angelina de Francia consista en que haba llamado suegro al padre de sta e incluso lo haba
escrito. Eli, con su desvergenza habitual, sostuvo que de haberlo hecho, no iba en serio: que no se
acuerda que tal scriviese, y que si tal le escrivio fue por hazerselo con alguna color. M del Carmen
GARCA HERRERO, Del nacer y el vivir, p. 209.
12
La frmula exacta de las palabras de presente en Federico Rafael AZNAR GIL, Concilios provinciales
y snodos de Zaragoza de 1215 a 1563, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1982, p. 133.

~ 249 ~
aquella dita mi filla pueda encomendar). Juana expone que durante la vida de su padre
no quiere que sea creado ningn otro tutor ni curador para Juanica y sus haberes.
Francisco Blanch, el abuelo tutor, es designado usufructuario de todos los bienes
-muebles e inmuebles, de cualquier naturaleza y existentes en cualquier lugar-, de su
hija Juana Blanch, hasta que Juanica contraiga matrimonio por palabras de presente. En
ese mismo instante acabar el usufructo. Probablemente Juana haya herededado un
legado sustancioso por va materna, de modo que eso le permite negociar y poner
condiciones a su padre para el disfrute del mismo. Es aqu en donde el documento
deviene explcito en la materia que ahora nos incumbe, pues Juana Blanch contempla
tres momentos diferentes en el futuro de su hija.
La nia, en 1439, por fuerza ha de ser muy pequea, pues se evidencia que
pasar tiempo hasta que cumpla una edad en la que su educacin sea asunto relevante.
Despus se abre una segunda etapa en la que la buena crianza de Juanica constituye el
desvelo materno. Finalmente este perodo concluir, como se ha dicho, cuando la
muchacha se case.
Juana no quiere bajo ningn concepto que su hija se convierta en sirvienta, en
moza servicial. Desea para ella un recorrido existencial que pase por una formacin
completa y concluya en un buen matrimonio; un matrimonio como el que ella, sin duda,
tratara de proporcionarle si viviera. As Juana establece con un cuidado exquisito que
cuando la nia alcance los aos pertinentes (sera de tal edat) se busque a una seora, a
una duea honrada y de buena fama, con la cual Juanica sea colocada para servirla, pero
no como moza, sino como criada por aprender e criarse. La obsesin de la madre es
que su hija se eduque, y, en efecto, el verbo aprender va a aparecer cuatro veces, dos de
ellas ligado a la expresin buena criana.
A Juana Blanch le interesa mucho la eleccin de la seora junto a la que ubicar a
su hija para que conviva con ella y la sirva mientras aprende, de modo que no deja solo
a su padre ante tamaa responsabilidad. Tambin intervendr en la seleccin de la duea
educadora otra persona de confianza de Juana, fray Juan Verdn, fraile del monasterio
de Santa Mara de Rueda, quien tal vez fuera confesor de la testadora, puesto que lo
eligi como albacea testamentario junto a su padre y dos vecinos de Escatrn, quizs
familiares de su difunto esposo.

~ 250 ~
El abuelo y el cisterciense daran con la seora pertinente para formar a Juanica,
y si aquella duea adecuada pidiese que se le pagara la totalidad o parte de la cuanta
que supusiera dar de comer, beber, vestir y calzar a la nia durante los aos que
permaneciera a su lado, que as se hiciera como sea mi voluntat aquella no este como a
moa, sino por aprender buena criana.
La buena crianza y el matrimonio de las criadas
La criada, incorporada al hogar de una duea honrada a una tierna edad, gozaba
de un estatus privilegiado en el universo domstico y reciba la formacin ansiada por
Juana Blanch para su hija. Se trataba de un largo proceso que sola culminar en la
realizacin de un matrimonio conveniente en el que la seora se hallaba directamente
implicada13. Este compromiso final por parte de la duea se percibe con claridad en el
testamento de doa Elfa de Luna, realizado en Zaragoza en enero de 1437.
En el documento se deja or la voz de la que fuera hija nica de don Antn de
Luna y de su segunda mujer, doa Leonor Cervell14, que se preocupaba por sus
sucesivas criadas, tanto por aquella que ya tena marido, como por las casaderas y otras
todava tan pequeas que aparecan nombradas con hipocorsticos. A estas ltimas se les
adjudicaban cantidades nada desdeables, pero menores de acuerdo con la edad que
contaban en el momento de elaborar el testamento. Se procuraba dotar a todas para que
pudiesen competir ventajosamente en el mercado matrimonial en el supuesto de que su
seora falleciese antes de haberlas casado, dando por sentado que las menores seran
ubicadas en otras casas idneas en las que podran redondear sus dotes:
Item, lexo a Teresa dEscahues, alias de Luna, criada mia, muller de Pero Ximenez de
Soteras, por muchos e agradables seruicios por ella a mi fechos, vltra lo que le di en
tiempo de su matrimonio, mil sueldos dineros jaqueses si ya en mi vida no geles haure
dados todos o partida.
Item, lexo a Beatriz de Muntagut, criada mia, si en mi vida no la haure casado, por los
seruicios por ella a mi fechos, quatro mil sueldos dineros jaqueses.
13
Muy involucrada se muestra doa Gracia Pitiellas, mujer del magnfico don Antich Bajs, secretario del
Rey, en el matrimonio que Gracia Maxones, su sirvienta y criada, va a realizar con el labrador Joan de
Farga. Archivo Histrico de Protocolos Notariales de Zaragoza (en adelante AHPZ), Martn de la Zayda,
1482, ff. 20-21v.
14
Rafael FANTONI Y BENED, Los Martnez de Luna: Casa de Illueca. Condes de Morata, en:
Revista Hidalgua, 286-287, 2001, pp. 337-357, p. 356. En esta pgina, en el rbol de los Condes de
Morata, Fantoni seala que doa Elfa de Luna y Cervell viva en 1420. De hecho doa Elfa falleci en
Zaragoza en mayo de 1446. Sobre los antecedentes de la familia de doa Elfa, vase Francisco de MOX
Y MONTOLIU, La casa de Luna (1276-1348). Factor poltico y lazos de sangre en la ascensin de un
linaje aragons, Mnster, Aschendorffsche Verlagsbuchhandlung, 1988.

~ 251 ~
Item, lexo a Catalina dArasso, criada mia, si en mi vida no la haure casado, tres mil
sueldos dineros jaqueses por los seruicios por ella a mi fechos.
Item, lexo a Aldoncica de Luna, criada mia, si yo en mi vida no la haure casada, por los
seruicios por ella a mi fechos, mil sueldos.
Item, lexo a Johanica, criada mia, si yo no la haure casado, cincientos sueldos15.
Reviste un inters especial la forma de llamar a Teresa de Escags, junto a cuyo
nombre se aade ese alias de Luna que clarifica y oscurece al mismo tiempo la
compleja cuestin de la antroponimia y las redes relacionales bajomedievales. La
seora, doa Elfa de Luna, ha dignificado a su criada permitiendo que se la conociera
como si de un miembro ms de su relevante familia se tratara. Acaso sucediese otro
tanto en el caso de Aldoncica, que bien pudiera estar unida a doa Elfa por parentesco
de sangre o quizs no, pues resultaba bastante habitual que criados y criadas adoptaran
el apellido de sus seores, e incluso que se produjeran fraudes en este terreno16.
La cuestin del nombre, la crianza y el servicio adquiere especial significado
cuando se prev que el proceso formativo comporte tambin una enculturacin
religiosa. En mayo de 1435 no se escribi la palabra criada, pero, sin embargo, resulta
obvio que el judo Jehuda Vitales esperaba que su hermano, ya converso y que haba
adoptado el apellido Santa Clara, y su cuada, educasen y casasen a su hija en el
cristianismo. En la obligacin ante notario que suscriba el matrimonio se sealaba:
Eadem die, que nos, maestre Bernart de Santa Clara e Leonor de Muriello,
muller del, vecinos de Caragoca, de nuestras ciertas sciencias prometemos e nos
obligamos tener e mantener a Leonorica, nieta mia, filla de Jehuda Bitales, ermano
mio, de tener e mantenerla daqui a edat de dicesiet anyos e apres casarla e darla buen
marido17.

15
AHPZ, Antn de Gurrea, 1437, da 26 de enero, sin foliar (s. f.) y bajo data (s. d.). Por su parte, en el
testamento dictado en 1452 por la vizcondesa Violante de Luna, sta legaba a sus criadas, las doncellas
Leonor de Chalez y Eleonor de Azagra, 1000 sueldos jaqueses a cada una en ayuda de su matrimonio. M
Luz RODRIGO ESTEVAN, Testamentos medievales aragoneses, Zaragoza, Ediciones 94, 2002, pp.
168-169 y 277.
16
Todo se deja correr, salvo que lesione los intereses de las autoridades, en cuyo caso se producen
reacciones. Un siglo antes el rey ya haba ordenado que slo se llamasen Sayas y Lianes los bilbilitanos
que lo han por lur propio nombre, o por successin o heredat de lures antecessores, y las Cortes de
1398-99 prohibieron que los turolenses se adjudicasen los nombres de Marcilla y Muoz, M del C.
GARCA HERRERO, Por que sepis todos los nombres en: J. A. SESMA, A. SAN VICENTE, C.
LALIENA, M C. GARCA, Un ao en la Historia de Aragn: 1492, Zaragoza, Caja de Ahorros de la
Inmaculada, 1992, pp. 72-73.
17
AHPZ, Antn de Gurrea, 1435, 12 de mayo (s. d.). Opto por eliminar las tachaduras e incorporar las
palabras interlineadas en las citas puntuales que incluyo en el cuerpo del texto.

~ 252 ~
A caballo entre la crianza y el servicio domstico, Leonorica, posiblemente
hurfana de madre y muy pequea, como revela el diminutivo, prestara servicios en la
casa de sus tos. Unos quehaceres que no se definen, pero cuya tasacin se advierte en el
caso de que la nia fallezca antes de haber contraido matrimonio. En ese luctuoso
supuesto se escogeran dos personas, una colocada por maestre Bernart de Santa Clara y
otra por su hermano, Jehuda Vitales, que determinaran la cantidad que la dita
Leonorica mereceria por el seruicio que feyto nos auia. El resultado del trabajo de la
nia se aplicara para ayudar al matrimonio de su hermano, nombrado ya como su to,
Bernart de Santa Clara. A su vez, si ste tambin falleciera, los tos destinaran la
cantidad ganada por Leonorica a otro hermano suyo llamado Pedro. Finalmente, y como
era costumbre en los contratos de servicio y aprendizaje, Jehuda se comprometa a no
sacar a Leonorica de casa de sus tos durante el tiempo pactado. De modo significativo
entre los testigos del acuerdo y obligacin se citaban conversos y judos.
Pese al parecido de este documento con los contratos de servicio domstico, hay
al menos dos datos reveladores que remiten a la idea de crianza: el primero es que se
trate de una obligacin y no de una ms de las habituales firmas de moas 18. El
segundo es el deber manifestardo por los familiares de Leonorica de buscarle un buen
marido y colocarla en matrimonio cuando llegue su momento, despus de cumplir los
diecisiete aos. Sin duda, como su hermano Bernart, Leonorica adoptara el apellido
Santa Clara.
El verbo servir y la idea de servicio aparecen explicitados en los tres ejemplos
que venimos analizando, tanto en el testamento de doa Elfa de Luna, como en la
obligacin de los Santa Clara, y tambin en la ltima voluntad de Juana Blanch, la cual
deca textualmente:
quando la dita Johana, filla e heredera mia infrascripta, sera de tal edat que
sea para estar e seruir alguna honrada senyora o alguna duenya, que aquella dita filla
mia el dito Ffrancisco Blanch haya de poner con alguna honrrada duenya de buena
fama, con la qual la dita Joana, filla mia, aprenda, no como moca, sino como criada
por aprender19.

18
M del C. GARCA HERRERO, Mozas sirvientas en Zaragoza durante el siglo XV, en: El trabajo
de las mujeres en la Edad Media Hispana (A. Muoz Fernndez y C. Segura Graio, eds.), Madrid,
1988, pp. 275-285. Ana DEL CAMPO GUTIRREZ, Mozas y mozos sirvientes en la Zaragoza de la
segunda mitad del siglo XIV, en: Aragn en la Edad Media, XIX, 2006, pp. 97-111.
19
Archivo de Alcaiz, Antonio Tornero, Memorial de 1482-1490, f. 115.

~ 253 ~
Y es que la idea de crianza y aprendizaje no exclua el trabajo y servicio, antes
bien, el trabajo formaba parte de la formacin, de la buena crianza20. Mediante la
ocupacin se mataba el ocio, pues la ociosidad se consideraba enemiga poderosa ya que
propiciaba que la persona en todas las etapas de su vida, y ms an en la infancia y la
juventud, pudiera entregarse a entretenimientos vanos e incluso peligrosos21.
La buena crianza proporcionada a las jvenes hara de las muchachas casaderas,
entre otras muchas cualidades, mujeres castas22, hacendosas, obedientes y piadosas,
compasivas, caritativas y misericordiosas dentro de un orden-, silenciosas, prudentes y
discretas, dotadas de buenas costumbres y de buenas maneras 23. Al mismo tiempo, y de
un modo que podra calificarse de casi contradictorio24, las muchachas seran
elocuentes, cultas, mediadoras y pacificadoras25, capaces de gestionar y administrar las

20
Las referencias al trabajo infantil de ambos sexos son abundantsimas. Para una primera aproximacin,
vanse los trabajos reunidos en Lloyd de MAUSE, Historia de la infancia, Madrid, Alianza, 1982. En
cuanto a los manuales para educar a las nias y doncellas y el papel concedido al trabajo, contina siendo
imprescindible la consulta de la obra de Alice A. HENTSCH, De la Littrature didactique du Moyen
ge sadressant spcialement uax femmes, Ginebra, Slatkine, 1975 (la primera edicin corresponde a
1903).
21
Hernando de Talavera, que dirige su tratado De como se ha de ocupar vna seora cada dia para
pasarle con prouecho a doa Mara Pacheco, cuarta condesa de Benavente, organiza la jornada de la
dama de manera que el ocio no est vaco, pues segn Beceiro Pita, las dos horas y media diarias
destinadas a la lectura o al recreo deben entenderse como dedicadas a escuchar msica, mantener
conversaciones instructivas o intensificar el tiempo de la lectio. Isabel BECEIRO PITA, Libros,
lectores y bibliotecas en la Espaa medieval, Murcia, nausca, 2006, pp. 295-296.
22
Segn Mara Rbade, la castidad era el valor ms apreciado por los educadores bajomedievales
castellanos. Mara del Pilar RBADE OBRAD, El arquetipo femenino en los debates intelectuales del
siglo XV castellano, en: En la Espaa Medieval, 11, 1988, pp. 261-302.
23
Un ideal que ya analiz Gabriel LLOMPART, La donzella virtuosa, en: Etnologa y tradiciones
populares. III Congreso Nacional de Artes y Costumbres Populares (celebrado en Palma de
Mallorca, 16-19 de enero de 1975), Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 1977. Vid. tambin
BECEIRO, Libros, lectores, pp. 287-313.
24
Esta contradiccin o ambigedad fue sealada, hace ya muchos aos, por Eileen POWER en el libro
Medieval Women, que fue publicado por primera vez en 1975. Se trata de una recopilacin, realizada por
Michael Postan, de diversos trabajos previos de la autora.
25
La expectativa social de que las mujeres fueran pacificadoras y mediadoras en ngela MUOZ
FERNNDEZ, Semper pacis amica. Mediacin y prctica poltica (siglos VI-XIV), en: Arenal, 5, n 2,
1998, pp. 263-376; M del C. GARCA HERRERO, El entorno femenino de los reyes de Aragn, en:
La Corona de Aragn en el centro de su historia, 1208-1458. La monarqua aragonesa y los reinos
de la Corona, J. . Sesma, ed., Zaragoza, Diputacin General de Aragn, 2009, pp. 327-350.

~ 254 ~
casas y los patrimonios y de educar a sus hijos e hijas26, a cada cual segn su sexo,
como sealaba don Juan Manuel27.
Sin duda en el programa formativo de las criadas una asignatura obligatoria
estara dedicada a la elaboracin de trabajos textiles, desde el bsico hilado hasta las
ms delicadas costuras y bordados28. Los ejemplos abundan incluso entre la nobleza:
cabe recordar a la noble doa Sana Ximenis de Cabrera que no slo hilaba, sino que
regentaba un pequeo taller de hilado29; a la propia santa Isabel de Hungra que hilaba,
en compaa de sus criadas, para confeccionar luego ropa para los pobres30. Y en el
entorno ulico de Mara de Castilla, reina de Aragn, en 1436, documentamos la
demanda de diversas cantidades de lino a las aljamas de moros de Fraga, Daroca y
Calatayud: Como hayamos menester lino, el qual nuestras mugeres e donzellas puedan
filar31.
Fray Hernando de Talavera animaba a doa Mara Pacheco, cuarta condesa de
Benavente, a que realizara, adems de ornamentos eclesisticos, vestimentas para los
menesterosos32. Y Matha de Armagnac, Duquesa de Gerona y primera esposa del
futuro Juan I el Cazador, cosa con sus propias manos camisas, alcandoras y gorros de
dormir que regalaba a su suegro, el rey Pedro IV el Ceremonioso 33. El trasunto
iconogrfico de este quehacer textil de las jvenes de alta condicin cuenta un ejemplo

26
Entre otros trabajos y fuentes: Maria Ludovica LENZI, Donne e madonne. Leducazione femminile
nel primo Rinascimento italiano, Torino, Loescher, 1982; Eileen POWER, La moglie del Mnagier.
Una donna di casa parigina del XIV sec., en: Donna nel Medioevo. Aspetti culturali e di vita
quotidiana, a cura di M. C. de Matteis, Bologna, Ptron, 1986, pp. 233-258.
27
Al referirse a la crianza de los hijos del emperador, el autor matizaba que se educara a las fijas commo
a mujeres, et a los fijos commo a omnes, DON JUAN MANUEL, El Libro de los Estados, ed. de R.
Macpherson y R. Brian Tate, Madrid, Castalia, 1991, p. 201.
28
El hilado como la tarea femenina por antonomasia en M del C. GARCA HERRERO, Artesanas de
vida. Mujeres de la Edad Media, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 2009, pp. 39-44; EADEM,
Actividades laborales femeninas a finales de la Edad Media: Registros iconogrficos, en: Arte y vida
cotidiana en la poca medieval, M C. Lacarra, coord., Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico,
2008, especialmente, pp. 22-27; Mireia COMAS, Carme MUNTANER, Marta SANCHO, Teresa
VINYOLES, Y tamb filaven. Activitats porfessionals de les dones a la Catalunya baixmedieval, en:
XIII Coloquio Internacional de la AEIHM. La Historia de las Mujeres: Perspectivas actuales,
Barcelona Cdrom, 2006.
29
Teresa VINYOLES VIDAL, Encuentros con una dama del siglo XV: Sana Ximenis de Cabrera, en:
Vidas de mujeres del Renacimiento, Blanca Gar, coord., Barcelona, Universitat de Barcelona, 2008,
pp. 87-101.
30
Santiago de la VORGINE, La leyenda dorada. 2, Madrid, Alianza, 1982, p. 734.
31
Archivo de la Corona de Aragn, Cancillera Real, Registro 2985, f. 21v. La diferencia entre criada y
doncella, que excede el marco de este trabajo, sospecho que radicaba fundamentalmente en la edad que
contaba la nia o muchacha en el momento de incorporarse a la Casa de la Reina.
32
I. BECEIRO, Libros, lectores, p. 295.
33
Aurea Lucinda JAVIERRE MUR, Matha de Armanyach, Duquesa de Gerona, Madrid, Tipografa
de Archivos, 1930, p. 21.

~ 255 ~
precioso en la tabla central del retablo mayor de la colegiata de Nuestra Seora de Borja
(Zaragoza), en el que la Virgen aparece entronizada como reina y madre, rodeada de
ngeles y santas. stas fueron representadas como sus criadas y doncellas, y las seis
situadas en el primer plano, ricamente ataviadas, son identificadas por sus nombres que
aparecen en los nimbos dorados, ya que no lucen sus smbolos parlantes habituales,
puesto que se afanan en devanar, trenzar, bordar, coser y realizar trabajos textiles
propios de las criadas bajomedievales34.
Otro captulo incluido en la buena crianza se dedicara a conocimientos
relacionados con el cuidado de los cuerpos propio y ajenos-, entendido en un sentido
amplio que incluira desde saberes y prcticas mdicas hasta la elaboracin de perfumes
y cosmticos35. En el colegio femenino mallorqun, no en vano conocido con el nombre
de La Criana, fundado por Elisabet Cifre para educar a las nias de los grupos
privilegiados hasta llegar a la edad de tomar el estado para el que el Seor las llamase,
no slo interesaba que estuvieran slidamente formadas en materia religiosa y
devocional, y que fuesen honestas, educadas y corteses, sino tambin que supieran
organizar la cocina y las cosas de casa, llegir i cosir coses delicades y estar preparadas
para temps de salut y temps de malaltia36.
La buena crianza que tanto deseaba Juana Blanch para su pequea tendra una
serie de rasgos comunes, tales como los que venimos entresacando, y luego
especificidades propias de determinados talentos de las nias y muchachas y, por
supuesto, especiales acentos segn la propia formacin y preparacin de sus amas. As
mismo, en los resultados de la educacin integral que supona la etapa de crianza

34
La transcripcin del contrato del retablo, de 1460, con los pintores Nicols y Martn Zahortiga fue
publicada por Emilio JIMNEZ AZNAR, El retablo gtico de los hermanos Zahortiga para la Colegiata
de Borja. Transcripcin y estudio de la capitulacin. Seguimiento de las tablas e historia del retablo, en:
Cuadernos de Estudios Borjanos, XXXV-XXXVI, 1995, pp. 49-144.
35
Pese al rechazo generalizado de los afeites y cosmticos por parte de los moralistas, la cosmtica fue
una clave de la cultura femenina. Sobre los cuidados del cuerpo, tanto de salud como de belleza, por parte
de las mujeres, vanse las obras de Montserrat CABR I PAIRET, Cosmtica y perfumera, en:
Historia de la Ciencia y de la Tcnica en la Corona de Castilla, L. Garca Ballester, ed., Valladolid,
Junta de Castilla y de Len, 2002, vol. II., pp. 773-780. EADEM, Women or healers? Household
practices and the categories of health care in late medieval Iberia, en: Bulletin of the History of
Medicine, 82, 2008, pp. 18-51.
36
Gabriel LLOMPART, Los estatutos reformados del colegio femenino mallorqun de La Criana,
fundado por Elisabet Cifre (1467-1542), en: Hispania Sacra, XXVIII, 55-56, 1975, pp. 125-145. Sobre
Elisabet Cifre y su fundacin, Elena BOTINAS, Julia CABALEIRO y M dels ngels DURAN, Les
beguines. La Ra illuminada per Amor, Barcelona, Publicacions de lAbadia de Montserrat, 2002, pp.
95-107.

~ 256 ~
tambin pesaran tanto la capacidad de recepcin de las criadas como la de transmisin
de las amas.
Si el proceso formativo y la relacin seguan el cauce esperado, el vnculo que se
generaba entre dueas y criadas sola ser slido, estable y duradero, pues como sostena
doa Mara de Castilla, reina de Aragn, en 1445, respecto a sus doncellas: totes les
haiam per filles e elles a nos per mare37.
Un ejemplo granado del amor y gratitud hacia la mujer que se ocup de la
crianza lo proporciona Galaciana Cerdn, hija del seor de Sobradiel 38, quien en 1449
realiz una donacin de todas sus posesiones en Sobradiel y sus trminos a la honorable
duea viuda doa Ins de Lanuza, reconociendo sus muchos mritos et specialment por
grandes traballos que hauedes sostenido en criarme en vuestra casa como a filla
vuestra39. Sin lugar a dudas para Galaciana, hija natural y legitimada del seor de
Sobradiel, debi de ser una autntica bendicin pasar su infancia y primera juventud
crindose con esta noble duea, a la que quiso y por quien fue querida, alejada del
insoportable ambiente que reinaba en la casa de don Pedro Cerdn y su mujer legtima,
doa Beatriz de Castelln40.
Cuarenta y seis aos antes, y tambin en Zaragoza, el testamento de Toda
Ximnez de Vergayz, cuyos padres, pertenecientes a la baja nobleza, ya haban
fallecido, puso de manifiesto el lazo afectivo que la una con su seora y pariente, doa
Eufresina Ximnez de Pamplona, viuda de un caballero. Cuando enferm Toda, muy
joven, an estaba al servicio de doa Eufresina, y no slo la libr de cualquier posible
obligacin que tuviera con ella por haberle servido, sino que le encomend que rogara a
Dios por su alma y la escogi junto a su hijo, el franciscano Exemn Lpez de Embn,
como ejecutora testamentaria41.

37
Archivo de la Corona de Aragn, Cancillera Real, Registro 3191, ff. 115v-116.
38
Galaciana fue fruto de la relacin de amancebamiento que don Pedro Cerdn mantuvo con Teresa
Baracaldos. Susana LOZANO GRACIA, Las elites en la ciudad de Zaragoza a mediados del siglo XV:
La aplicacin del mtodo prosopogrfico en el estudio de la ciudad, Zaragoza, Universidad de
Zaragoza, 2008, p. 803. Esta obra puede consultarse en red: http://zaguan.unizar.es/record/7400.
39
AHPZ, Juan Marco, 1449, 26 de mayo, s. d. M del C. GARCA HERRERO, Las mujeres en
Zaragoza, vol. I, pp. 144, 157 y 403. Dado que el interesante documento, pese a ser muy citado, an
permanece indito, lo he incluido en el Apndice Documental. I.
40
M del C. GARCA HERRERO y S. LOZANO GRACIA, Voz comn y escritura: Las violentas
relaciones conyugales de los seores de Sobradiel (1421-1465), en: Mujer, marginacin y violencia
entre la Edad Media y los Tiempos Modernos, R. Crdoba, coord., Crdoba, Universidad de Crdoba,
2006, pp. 149-183.
41
Ana DEL CAMPO GUTIRREZ, El Libro de Testamentos de 1384-1407 del notario Vicente de
Rodilla. Una introduccin a los documentos medievales de ltimas voluntades de Zaragoza,

~ 257 ~
Todos los mandamientos lcitos y honestos, de da y de noche
Si despus de visitar el universo de las criadas nos acercamos al de las mozas
sirvientas cabe la posibilidad de que seamos vctimas de un espejismo: podemos creer
que ese mundo nos resulta mucho mejor conocido por ms transitado 42. Sin embargo, y
como he escrito en reiteradas ocasiones, nos enfrentamos a un entramado complejo en el
que los sobreentendidos, las indefiniciones y las ambigedades imperan 43. El reto de
descifrar lo obvio no resulta fcil, pues el alejamiento contextual puede pasar una
factura abultada cuando nos hallamos ante numerosos contratos que, no sin razn, han
sido calificados de bastante crpticos44.
Y de nuevo toparemos con las palabras y su evolucin, pues si en el siglo XIV
zaragozano la muchacha que se colocaba o era colocada por otros como moza apareca
en los registros notariales contratada por sirvienta e por manceba 45, la frmula vari
durante el Cuatrocientos y dej de utilizarse la voz manceba en este contexto de mero
servicio domstico para evitar equvocos, ya que el trmino manceba fue cargndose de
connotaciones erticas46.
Las ciudades bajomedievales atrajeron a una abundante inmigracin femenina,
de modo que nias, muchachas y mujeres acudieron al mundo urbano para emplearse
como sirvientas47. Por supuesto en el Reino de Aragn, como en tantos otros lugares de

Zaragoza, Institucin Fernado el Catlico, 2011, pp. 202-204. Puede consultarse en red:
http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/31/06/_ebook.pdf
42
Los trabajos sobre las sirvientas en el Medievo hispano han proliferado en los ltimos veinticinco aos.
Vanse, entre otros: Gloria LORA SERRANO, El servicio domstico en Crdoba a fines de la Edad
Media, en: Actas del II I Coloquio de Historia Andaluza, Jan, 1984, pp. 237-246. M Teresa LPEZ
BELTRN, La accesibilidad de la mujer al mundo laboral: el servicio domstico en Mlaga a finales de
la Edad Media en: Estudios histricos y literarios sobre la mujer medieval, Mlaga, 1990, pp. 119-
142. Mara BARCEL CRESP y M Antonia FERRER VIDAL, El servicio domstico femenino en la
Mallorca Bajomedieval, en: El trabajo de las mujeres. Pasado y presente, M. D. Ramos y M. T. Vera,
eds., Mlaga, 1996, pp. 207-221. Para Aragn, cfr. nota 17.
43
M del C. GARCA HERRERO, Actividades laborales femeninas a finales de la Edad Media:
Registros iconogrficos, en: Arte y vida cotidiana en la poca medieval, M del C. Lacarra Ducay,
coord., Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 2008, pp. 17-48. EADEM, La contribucin de las
mujeres a la economa de las familias dedicadas a actividades no agrarias en la Baja Edad Media
espaola, en: La famiglia nellEconomia Europea secc. XIII-XVIII, a cura di S. Cavaciocchi, Firenze,
Firenze University Press, 2009, pp. 569-598.
44
A. DEL CAMPO, Mozas y mozos sirvientes, p. 97.
45
Formulario notarial de Gil de Borau. Zaragoza, siglo XIV. Transcripcin y notas por Asuncin
Blasco Martnez y ngel San Vicente Pino, Zaragoza, El Justicia de Aragn, 2001. En este formulario,
realizado entre 1349 y 1364, aparecen las rbricas Carta de ffirma de manceba y Carta de ffirma de
mancebo.
46
M del C. GARCA HERRERO, Del nacer y el vivir, pp. 177-195.
47
Piero GUARDUCCI, Valeria OTTANELLI, I servitori domestici della casa borghese toscana nel
Basso Medioevo, Firenze, Salimbeni, 1982, p. 12, los autores, que enfatizan la importancia del servicio

~ 258 ~
Europa, hubo pequeas, jvenes e incluso casadas que prestaron sus servicios de modo
externo o a tiempo parcial; sin embargo, en esta ocasin, nos centraremos en un
determinado tipo de mozas: aquellas que ingresaron en el mundo del trabajo a edades
tempranas (a veces muy tempranas) y convivieron durante aos con sus amos y amas48.
A diferencia de lo que suceda con las criadas, el acento de los contratos de
servicio, comnmente llamados firmas de moas en el Aragn del siglo XV, no est
puesto en la crianza, sino en el trabajo. Ahora bien, la dedicacin profesional de estas
nias y jvenes queda vagamente reflejada en los mismos mediante una frmula,
repetida desde la centuria anterior, que indica que la moza llevar a cabo todos los
mandamientos lcitos y honestos que sus amos le ordenen, tanto de da como de noche,
aadindose en algunos casos que obedecern dichos mandatos dentro y fuera de la
casa. Slo en contados ejemplos se matiza que la moza no desempear determinadas
actividades49, de manera que lo comn es que desconozcamos con certidumbre muchas
de las funciones llevadas a cabo por las nias y muchachas en los hogares y fuera de los
hogares de sus amos50.
A las mltiples tareas domsticas como hacer las camas, la colada, limpiar,
ayudar en la cocina, preparar las ropas de los amos y atender a sus hijos, ocuparse de los
ancianos y de los enfermos, acarrear agua o lea, cuidar el huerto y los animales del
corral, deshollinar, hilar, etc., etc.51, poda sumarse la activa participacin de las mozas
en los talleres y las tiendas de sus amos. De hecho no faltaron quejas por parte de los

domstico femenino, subrayan que el empleo de stas resultaba ms flexible y barato que en el caso de los
varones. Vanse tambin las observaciones sobre el servicio domstico en Toscana incluidas en el
magnfico libro de David HERLIHY y Christiane KLAPISCH-ZUBER, I toscani e le loro famiglie. Uno
studio sul catasto fiorentino del 1427, Bologna, Il Mulino, 1988, especialmente pp. 637 y ss.
48
Segn Klapisch-Zuber, en Florencia, los contratos de servicio domstico tendieron a acortarse a medida
que avanz el siglo XV. En Zaragoza, sin embargo, la tendencia es la contraria, pues, segn Ana del
Campo, desde 1365 en adelante fue habitual que se prolongaran ms de un ao. Aunque an carecemos
de estudios estadsticos para el Cuatrocientos, mi impresin es que predominaron los contratos por varios
aos, a veces diez y ms de diez. Vanse, C. KLAPISCH-ZUBER, Women Servants in Florence during
the Fourteenth and Fifteenth Centuries en: Women at Work in Preindustrial Europe, B. Hanawalt,
ed., Indiana University Press, 1986. A. DEL CAMPO Mozas y mozos, pp. 101-102.
49
AHPZ, Juan de Peramn, 1422, ff. 22v-23. Una viuda y su hija, que deben estar atravesando una mala
coyuntura, recurrieron a que la joven sirviera durante un ao en la casa de un matrimonio,
especificndose: empero yes condicion que yo, dita Madalena, no vaya por agua al rio dEbro ni vaya a
moler al molino de la farina. Posiblemente se intentaban evitar lugares que pudieran suponer algn
riesgo para la buena fama de la muchacha.
50
En ocasiones se refleja en la documentacin qu estaban haciendo las mozas cuando fueron agredidas
sexualmente. Ricardo CRDOBA DE LA LLAVE, El instinto diablico. Agresiones sexuales en la
Castilla Medieval, Crdoba, Universidad de Crdoba, 1994.
51
Sobre las complejas tareas del ama de casa medieval, Teresa VINYOLES I VIDAL, Les tasques de la
llar, cap. X de su libro La vida quotidiana a Barcelona vers 1400, Barcelona, Rafael Dalmau, 1985.

~ 259 ~
representantes de las diferentes corporaciones de oficios que denunciaban que los
seores ponan a trabajar a sus sirvientas en tareas que requeran cualificacin
profesional para ahorrarse los contratos de varones que desempearan esa misma labor,
pero con un sueldo mayor y dentro de los mecanismos y cauces de control de un
artesanado cada vez ms estructurado52. Es ms, sabemos con certeza que amos y amas
podan enviar a sus sirvientas a ganar un salario extra que probablemente revertira en
la economa los propios seores- mandndoles a trabajar como mano de obra sin
cualificar en la construccin, tal como se documenta en las obras del alczar y de los
aljibes de Teruel53.
Todos los mandamientos lcitos y honestos, de da y de noche, dentro y fuera de
la casa es una manera de nombrar que oculta aprendizajes, lo que desasosiega a quienes
hacemos historia y nos enfrentamos a documentos que nos hablan de mujeres que
desarrollan trabajos que, en ocasiones requieren una dilatada y minuciosa preparacin.
As, por ejemplo, las mozas de la pintora Violant de Algarav, adems de colaborar en
todas las faenas de la casa, debieron de aprender a pintar junto a su ama y maestra, tal
como se desprende del propio testamento de la artista54.
Las mozas se comprometan a ser fieles a sus amos, leales, guardianas
cuidadosas de sus personas y propiedades, y a cumplir ntegramente el servicio durante
el tiempo por el que hubieran sido contratadas55. Por su parte los amos se obligaban a
darles de comer y de beber, vestirlas y calzarlas, mantenerlas estando sanas y enfermas,

52
Entre otros ejemplos, y para diferentes etapas histricas, vanse Germn NAVARRO ESPINACH, Los
orgenes de la sedera valenciana. Siglos XV-XVI, Valencia, Ayuntamiento de Valencia, 1999, p. 121.
M ASENJO GONZLEZ, Las mujeres y el trabajo en las ciudades de la Corona de Castilla (siglos
XIII-XV). Integracin y marginacin, en: La donna nelleconomia secc. XIII-XVIII. Atti della
Ventunesima Settimana di Studi, Prato 10-15 aprile 1989, S. Cavaciocchi, ed., Firenze, 1990, pp. 553-
562. Mery E. WIESNER, Buhoneras insignificantes o mercaderes esenciales? Las mujeres, el comercio
y los servicios en Nuremberg durante la Edad Moderna, en: Historia y Gnero: Las mujeres en la
Europa Moderna y Contempornea, J. M. Amelang y M. Nash, eds., Valencia, Alfons el Magnnim,
1990, pp. 177-189, especialmente, pp. 178-179.
53
Jos Manuel ABAD ASENSIO, Obras en el alczar y en los aljibes de Teruel a finales del siglo XIV,
en: Aragn en la Edad Media, XVIII, 2004, pp. 337-388.
54
M del C. GARCA HERRERO y Juan Jos MORALES GMEZ, Violant de Algarav, pintora
aragonesa del siglo XV, en: Aragn en la Edad Media, XIV-XV, 1999, vol. I, pp. 653-674,
especialmente pp. 665-666.
55
En el mencionado Formulario de Gil de Borau, f. 8, se enunciaba as: Prometo a uos seruir uos de
nueyt et de dia do uos mandaredes en aquellas cosas que seran licitas et honestas et de seer a uos et a
uestras cosas leal et verdadera, pacient et humil et redrar todo mal, dannyo de vuestra persona et bienes
por todo mi poder et de no partir me de vuestro seruicio dentro el dito tiempo sines licencia et
mandamiento vuestro et si lo ffaria que me podades prender o ffer prender et sacar me presa de doquiere
que sere et adozir me presa a vuestra casa et seruicio. Una aplicacin muy completa de la frmula del
compromiso adquirido por la moza a mediados del siglo XV, en AHPZ, Juan de Barrachina, 1446, f. 185.

~ 260 ~
si bien, en el caso de que perdieran la salud, deberan resarcir a sus seores del tiempo
que no hubieran trabajado, a veces devolviendo dos das por cada uno de los que
hubiesen fallado.
En este tipo de firmas de mozas, el salario se reciba al final del tiempo
pactado56, si bien no resultaba extrao que parte del mismo (a veces una porcin
sustanciosa) hubiera ido ya a parar a las manos de quienes las ponan a servir en el
mismo momento de hacerlo. Algunas mozas y mocetas fueron incorporadas al mundo
laboral para saldar deudas contradas por sus tutores o parientes57.
Como indiqu al principio del texto, una nia poda resultar afortunada, entrar en
una buena casa, ser bien alimentada y cuidada, y disfrutar de un trato deferente por parte
de sus seores que se preocupaban por ella hasta llegar a la edad de casarse,
implicndose entonces en la bsqueda de un buen marido y an ocupndose de que
contrajera legtimo matrimonio. Sin embargo, hay demasiadas pruebas, y no slo
indiciarias, sobre lo ignominiosa que result la infancia y primera juventud de muchas
de estas mozas que en ocasiones se fugaron de la casa de sus amos58, defendieron
cuando pudieron- su virginidad frente a sus seores y los hijos y amigos de los mismos,
y recibieron habituales castigos fsicos. A veces el rencor acumulado durante lustros
sali a la luz, y a borbotones, cuando las sirvientas declararon contra sus antiguos amos
y amas en los procesos inquisitoriales.
En un mundo en el que la dureza formaba parte de la educacin y el azote era
defendido por la mayora de los moralistas como imprescindible para la correcta
formacin de los hijos e hijas, las mozas debieron padecer frecuentes castigos fsicos
que a nadie escandalizaran siempre que se mantuvieran dentro de unos lmites
razonables59. En algunos casos, quienes ponan a servir a las muchachas advertan que

56
Comnmente algunas prendas de vestir y/o ropas de cama venan a completar lo percibido por la moza
al trmino del tiempo acordado.
57
M del C. GARCA HERRERO, La contribucin de las mujeres a la economa, p. 577.
58
Aunque ignoramos por qu se march de casa del especiero Juan del Bosch su moza, Catalina Milana,
que ya le haba servido durante diez aos, pero an no haba finalizado el perodo de su contrato, la
sospecha de agresin sexual o malos tratos es lgica. En principio la ley protega al amo y sus derechos
(fuero De sirvient e sirvienta), pero, llevado el asunto por arbitraje y una vez escuchadas ambas partes,
los rbitros, arbitradores y amigables componedores fallaron en favor de la sirvienta. M del C. GARCA
HERRERO, Del nacer y el vivir, pp. 363-364.
59
Alfonso GUALLART DE VIALA, El Derecho Penal Histrico de Aragn, Zaragoza, Institucin
Fernando el Catlico, 1977, pp. 106-110. En Aragn, en el Fuero de Calatayud, se haba contemplado el
supuesto de que el padre, queriendo corregir a su hijo, lo matara involuntariamente. Tambin se haba
legislado a propsito de las heridas que poda infligir el amo al corregir a su sirviente o el maestro al
enderezar a su discpulo.

~ 261 ~
fueran bien tratadas segn la costumbre y que, de no actuar as, los amos fueran
delatados por el vecindario60. No obstante, los vecinos y vecinas que sospechaban
abusos y malos tratos a las nias serviciales no siempre los denunciaron, quizs por
temor a sus poderosos conciudadanos.
En junio de 1453, en Zaragoza, Isabelica Villero se encontraba en cama en el
hogar de sus amos recuperndose de una terrible herida en la cabeza. En principio se
haba sostenido que la pequea se haba descalabrado cayndose por la escalera, pero la
vecindad dio en decir que la haban tirado por ella. Ante el posible escndalo se requiri
la presencia notarial y all, en un acta que me enerva pese al tiempo transcurrido desde
el episodio, se intent exculpar al ama:
El feyto de la verdat era, e la dita Guisabelica assi lo dixo e atorgo, que
Jurdana Quintana, su duenya que alli era present, queriendola castigar, assi como las
duenyas costumbran castigar sus moas, con una correa le dio en la cabea, e creya
61
que le haviesse dado con qualque dardillo de la dita correya .
An ms, los dos mdicos y los dos cirujanos que estaban presentes atribuyeron
la fiebre que produjo la herida a que la nia haba ingerido manzanas verdes y otras
frutas, de modo que caba esperar que se recuperase, siempre que a Dios le placiera y la
mocica tuviera ms cuidado. Resuena la frase de que el ama le haba dado de correazos
assi como las duenyas costumbran castigar sus moas.
Visto el panorama, todava resulta ms fcil comprender a Juana Blanch que en
su lecho de muerte intentaba garantizar que su hija Juanica fuera colocada junto a una
seora de buena fama como criada y no como moza.

Apndice Documental
I
1449, mayo, 26
Zaragoza
Archivo Histrico de Protocolos Notariales de Zaragoza, Juan Marco, Protocolo
de 1449, s. f. y s. d.
Donacin de Galaciana Cerdn

60
Archivo Histrico Provincial de Teruel, Sancho Boyl, 1428, ff. 40v.-41: que siades tuvidos levar e
sostener la dita mi fija bien, como a otras semblantes es acostumbrado, a conocimiento e delacion de la
vezindat.
61
AHPZ, Miguel de Gurrea, 1453, da 18 de junio, s. f., s. d.

~ 262 ~
Eadem die, yo, Galaciana Cerdan, filla de los honorables don Pero Cerdan,
senyor del lugar de So // bradiel, ciudadano de Caragoca, et de Beatriz de Castellon,
conjuges, habitant en la dita ciudat de Caragoca, no forcada etcetera, reconocient los
muytos agradables plazeres, buenos merecimientos que vos, la honorable dona Aynes
de Lanua, duenya vidua, habitant en la dita ciudat, a mi hauedes feyto etcetera, et
specialment por grandes traballos que hauedes sostenido en criarme en vuestra casa
como a filla vuestra, por tanto, en satisfaccion e inmienda de todas et cada unas cosas
sobreditas et de otras etcetera, do, cedo, cession et donacion fago pura entre viuos a vos,
la dita dona Aynes, de todo et qualquiere dreyto e accion a mi pertenecient etcetera por
qualquiere vinculo etcetera, sobrel dito lugar de Sobradiel et terminos de aquel etcetera.
El qual lugar affruenta con heredamiento de la casa clamada Mezlofa, la qual es del
orden de Sant Johan del Spital, con heredamiento de la casa clamada Gamiello, que es
del monesterio de Veruela, con los terminos del lugar de Torres de Berrillen, con el rio
dEbro, et con Mecalmaceri et terminos de aquel, et generalment de todos et cada unos
otros bienes mios, mobles et sedientes, dreytos, // nombres, deudos et acciones etcetera,
los quales he et de aqui adelant aure et muntiplicare etcetera. Los quales bienes quiero
hauer aqui bien assi como si los mobles fuessen aqui nombrados etcetera. Los quales
bienes vos do por dar, vender, etcetera, dando et cediendo vos todo mi dreyto et lugar.
Et de todo dreyto et poder etcetera me saco etcetera, et en possession de aquellos vos
meto etcetera large prout est moris. Et prometo hauer por firme etcetera que quiero que
por vos etcetera, dius obligacion de mis bienes etcetera. Et reconosco tener aquello
nomine precario fasta que hayades la possesion pacifica etcetera, renunciant ad aquella
ley que dize que donacion pueda seyer reuocada por ingratitud, et que donacion no vale
ni tiene si el renunciante es certificado de lo que renuncia etcetera. Et por mayor firmeza
do vos fiana, segunt fuero, a Ffernando de Mur, scudero, habitante en Caragoca, qui
present es.
Et yo, dito Fferando tal fiana // me constituezco, segunt fuero, dius obligacion
de todos mis bienes etcetera.
Testes: Pero Martinez, rector del Villar de los Nauarros et Martin Sanchez,
scudero, habitant en Caragoca.
II

~ 263 ~
1489, mayo, 16
Alcaiz
Testamento de Juana Blanch62
Archivo de Alcaiz, Antonio Tornero, Memorial de 1482-1490, ff. 112-116v.
/f. 112/
Testamento de Juana Blanch, esposa [tachado: e muller] que fue de Johan
Ramon, quondam, vezino del lugar de Scatron, habitant de present en la villa de
Alcaniz.
In Dei nomine. Amen.
Porque la vida deste mundo es incierta e enganyosa e persona alguna en carne
puesta de la muert corporal escapar no puede, e no sea tan cierta cosa como la muert ni
mas incierta que la hora de aquella, por aquesto sia a todos manifiesto que yo, Johana
Blanch, sposa [tachado: e muller] que fue de Johan Ramon, quondam, vezino del lugar
de Scatron, habitant de present en la villa de Alcaniz, stando enferma e de enfermedat
detenida, empero por gracia de Nuestro Senyor Dios en mi buen sesso, firme memoria e
loquella manifiesta, queriendo proueyr a la salut de mi anima, temiendo las penas de los
infiernos e cobdiciando ir a la gloria de paradiso, e alli, entre la conpanya de los santos
angeles ser collocada, si a Nuestro Senyor Dios plazera, e que apres que yo sere finada
sobre mis bienes no pueda ser mouida ni succitada question alguna, fago, ordeno
aqueste mi vltimo testament e vltima ordinacion de todos mis bienes mobles e sedientes
de qualquiere natura o specie que sian, doquiere que atrobados seran e que a mi
pertanezcan e pertanecer poran e deuran en et por qualquiere titol, dreyto, forma,
manera o razon.
Reuocando, casando e anullando todos e qualesquiere testament o testamentes,
codicillo o codicillos, /f. 112v./ e ordinacion de mis bienes si por mi alguno o algunos
seran feyto o feytos, ordenados o ordenadas ante de la present mi vltima ordinacion e
disposicion, en poder de qualesquiere notario o notarios o en otra manera, \el qual e/ los
quales e lo qual e los quales quiero ser aqui hauidos et auidas por casos, irritos e nullos
e por cassas, irritas e nullas e de ninguna efficacia y valor, assi como si feytos e feytas,

62
En la transcripcin he procurado ser fiel al texto, si bien utilizo puntuacin y maysculas y minsculas
segn criterios actuales. He respetado la diferencia entre v y u, las duplicaciones de letras, e insertado las
palabras y expresiones interlineadas entre barras inclinadas. As mismo, se indican las tachaduras entre
corchetes.

~ 264 ~
ordenados e ordenadas no fuesen, encara que en los ditos testament o testamentes,
codicillo o codicillos fuesse inserta o posada clausula derogatoria infringient o inpedient
en qualquiere manera mi libero arbitrio e voluntat de disponer e ordenar de mis bienes
por via de testament o codicillo, exceptado el present mi vltimo testament e vltima
voluntat mia.
Slio spondaleros e executores mios e de mi anima e del present mi vltimo
testament, a saber es a los honorables fray Johan Verdun, frayre del monesterio de Santa
Maria del \monesterio/ de Rueda [sic], e Ffrancisco Blanch, padre mio, vezino de la
villa de Alcaniz, e a Miguel Tornero e a Pedro Tornero, vezinos del lugar de Scatron, a
todos ensemble e a cada uno dellos por si, a los quales carament acomando mi anima, e
ruego aquellos que toda ora que a mi /f. 113/ contecera seyer finada, que aqueste mi
vltimo testament e vltima voluntat mia executen e leuen a execucion deuida e aquello
cumplan segunt aqui lo trobaran ordenado e escripto, a los quales e cada uno dellos do
pleno poder e acabada licencia de prender e vender tantos de mis bienes, do quiere que
atrobados seran, quantos para conplimiento de las cosas e lexas en el present mi vltimo
testament contenidas e expresadas seran necessarios \segunt de yuso es por mi
ordenado/, e qualquiere vendicion o vendiciones que de los ditos bienes mios [tachado:
faran] los ditos spondaleros mios [tachado: far] e qualquiere dellos faran e feyto hauran
\en la manera por mi de iuso ordenada/ quiero, ordeno e mando que hayan tanta firmeza
e valor como si por mi mesma personalment fuessen seydos feyto o feytos e que sia
feyto sines danyo e preiudicio dellos e de cada uno dellos e de sus bienes. E quende sian
creydos por sus sinples palauras sines testimonios, jura e toda otra manera de prouacion.
Et primerament quiero, ordeno e mando que ante todas cosas sian pagados,
satisffeytos e entregados todos mis deudos, tuertos e injurias, aquellos e aquellas que
por verdat seran trobados con cartas publicas o con testimonios dignos de fe yo seyer
tenida e obligada a qualquiere persona o personas de qualquiere ley o condicion sian.
Item, quiero, ordeno e mando que cada e quando a mi contecera ser finada
[tachado: que mi cuerpo sia sepellido] si \yo/ finare /f. 113v./ en la villa de Alcaniz,
adonde estoy de present, que el mi cuerpo sia sepellido e enterrado en la yglesia de
Senyora Santa Lucia de la dita villa, alli adonde jaze y es enterrada mi madre, que Dios
perdone. Et si contecera yo finar en el lugar de Scatron \do tengo mi casa/, quiero,

~ 265 ~
ordeno et mando que mi cuerpo sea enterrado e spellido alli donde jaze y es enterrado
mi sposo, Johan Ramon, que Dios perdone.
La qual sepultura e defunsion mia quiero sia feyta bien e onrradament, a
conocimiento e discrecion de los ditos spondaleros mios o qualquiere dellos.
Item, me prengo de mis bienes por Dios e por mi anima e en remission de mis
pecados, e por las animas de mi sposo e de mi madre, e de todos mis bien feytores, son
a saber, dozientos y cinquanta sueldos dineros jaqueses para los quales asigno a los
ditos executores [tachado: bienes] e spondaleros mios todas las rendas e fruytos que de
los bienes mios sitios de dos anyos apres que yo sere finada, continuament contaderos,
dentro los quales ditos dos anyos \e no antes/ hayan de conplir las lexas e cosas por mi
anima presas, lexadas e ordenadas. Et no quiero que para conplir las ditas lexas e cosas
por mi anima presas se venda propiedat ni bienes mios sitios algunos, como sea bien
cierta los ditos fruytos e rendas de los ditos bienes mios sitios \de los ditos dos anyos/
basten e sian bien [tachado: suficientes e para las de] complientes para las lexas e cosas
por mi \anima/ presas e ordenadas en el present mi vltimo testa /f. 114/ ment.
Item, quiero, ordeno et mando que de los ditos CCL sueldos que de part de suso
me prengo por Dios e por mi anima, sia pagada mi defunsion e enterramiento e me
sia[tachado: n] dito[tachado:s] e celebrado[tachado: dos] por Dios e por mi anima e en
remession de mis pecados \hun trentenario de/ [tachado: las missas] vulgarment
clamadas el trentenario [tachado: e missas] de Sant Amador, por aquell frayre o
capellan et en aquella yglesia \o capiella/ [tachado: e lugar] que a los ditos mis
spondaleros e executores [tachado: e] o a qualquiere dellos plazera e sera bien visto. Al
qual frayre o capellan \que el dito trentenario celebrara/, quiero e mando le sea dado la
caridat que es acostumbrada dar por \celebrar/ tales missas e trentenarios. [tachado:
Item]
Item, quiero, ordeno e mando que de los ditos CCL sueldos por mi [tachado: de
la part de suso] presos por [tachado: Dios e por mi anima] \mi/ anima me sia feyta
nouena, cabo de nouena, e cabo danyo, et hun anyal de oblada y candela en la yglesia
del lugar de Scatron, bien e onrradament, si et segunt en el dito lugar de Scatron es
acostumbrado fazer. Et si los ditos CCL sueldos de la part de susso por mi anima presos
no [tachado: bastauan] \complian/ a las mandas, cosas e lexas susoditas e por mi
\anima/ presas, quiero et mando que hi sian conplidos de los otros bienes mios [tachado:

~ 266 ~
mobles e por si], et sin de sobrara que sian distribuydos por los ditos spondaleros mios o
qualquiere dellos en oblaciones, missas, almosnas e otras cosas pias, a conocimiento de
los ditos spondaleros mios o [tachado: e] de qualquiere dellos.
Item, lexo de gracia special a mi hermano, Johan Blanch, por muchos seruicios
que me ha fechos e treballos que por mi /f. 114v./ sostenidos, en ayuda de su
matrimonio et no antes, de mis bienes [tachado: assi mobles como sedientes] dozientos
sueldos dineros jaqueses. Et si era caso \el dito Johan, ermano mio/ moria antes de
contraer matrimonio por palauras de present, quiero e mando los ditos CC sueldos sean
[tachado: de la] \e tornen a la/ heredera mia infrascripta.
Item, lexo tudor e curador de la persona y bienes de mi filla Johanica, heredera
mia infrascripta, a Ffrancisco Blan, padre mio, para regir, [tachado: e] gouernar
[tachado: los bienes] e administrar la persona y bienes de aquella [tachado: como yo fio
de aquell lo fara] como a buen aguello de aquella, como no tenga otra persona tan
conjunta que aquella dita mi filla pueda encomendar. Et durant la vida del dito
Ffrancisco Blanch, padre mio, no quiero que a la dita mi fija Johanica \ni a sus bienes/
le pueda seyer creado otro tudor ni curador sino al dito [tachado: su \mi/ padre]
Francisco Blanch, padre mio.
Item, lexo vssufructuario de todos los bienes mios, assi mobles como sedientes
de qualquiere natura o specie que sian [tachado: fei] al dito Ffrancisco Blanch, padre
mio, assi que [tachado: ell] aquell vssufructue, haya, tenga e reciba el dito vssufruyto de
los ditos mis bienes, assi mobles como sedientes, doquiere que atrobados seran, fasta
\en tanto que/ la dita Johanica, filla [tachado: mia] e heredera mia infrascripta, sea
collocada /f. 115/ [tachado: en matrimonio] et haya contrahido matrimonio por palauras
de present, con tal vinclo e condicion \empero/ dexo el dito vssufruyto al dito Ffrancisco
Blanch, padre mio, de los ditos mis bienes, assi mobles como sedientes, que el sia
tenido criar, alimentar e [tachado: nodrir] dar todo lo necessario de comer, \beuer/,
calcar e vestir a la dita Johanica, filla mia, fasta que sea collocada en matrimonio et
aquell contrahido por palauras de present. La qual collocada e fecho e contrahido su
matrimonio, segunt de susso dito es, quiero el dito vssufruyto sea fenecido.
Et encara quiero e mando e con tal vinclo e condicion dexo el dito vssufruyto al
dito Ffrancisco Blanch, padre mio, que \cada e/ quando la dita Johana, filla e heredera
mia infrascripta, sera de tal edat que sea para \estar e/ seruir alguna \honrada/ senyora o

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alguna duenya, que aquella \dita filla mia el dito Ffrancisco Blanch/ haya de poner con
alguna honrrada [tachado: senyora] \o/ duenya de buena fama, con la qual la dita
\Joana/, filla mia, aprenda, \no como moca, sino como criada por aprender, [tachado: se]
criar\se, e/ lo qual \el dito Ffrancisco Blanc/ sea tenido de fazer a consello e con
voluntat e \consentimient/ del \dito/ ffray Johan Verdun, spondalero mio \susodito/. E si
era necessario e el \caso et/ lugar lo requeria por ser la dicha mi filla bien criada, la
dicha senyora o duenya demandaria por tener la dicha mi filla se le paguasse la despesa
de comer, \beuer/, vestir e calar \o part de aquella/, como sea mi voluntat aquella no
este como a moa sino por aprender buena criana /f. 115v./ e al dito fray Johan Verdun,
spondalero mio susodito, parecera se deua fazer \et pagar la dita despesa o parte de
aquella a la dita senyora o duenya/, quiero et mando que el dito Francisco Blanch,
[tachado: sea], padre mio, sea tenido de pagar a la dita senyora o duenya que tendra la
dita Johanica, filla mia, la dita despesa o parte de aquella o aquello \que por la dita
despensa/ con la dicha duenya o senyora los ditos Ffrancisco Blanch e ffray Johan
Verdun, spondaleros mios, \entramos/ [tachado: ensenble],\concordes entramos/
[tachado: ensenble] \con la dicha senyora/ auenido e concordado hauran.
En otra manera, el dito Ffrancisco Blanch no \conpliendo lo susodito [tachado:
quiero e ma] et no dando todo lo necessario a la dita mi filla, segunt de sussodito et de
comer, beuer, vestir e calcar, quiero et mando no es/ haya ni pueda hauer [tachado: ni
tener] el dito vssufruyto, como sea esta mi voluntat, que la dicha mi filla aprenda buena
criana e con honrrada duenya \e sia bien proueyda de todo lo necessario/.
Item, lexo a todas e qualesquiere personas [tachado: que] de qualquiere ley,
stado o codicion que sian que pretiendan o pretender podiessen hauer drecho e accion de
alcancar de mis bienes, assi mobles como sedientes, a cada uno dellos V sueldos
\dineros jaqueses/ por part y por legitima herencia, e que mas hauer ni alcancar non de
puedan de mis bienes, assi mobles como sedientes.
Et conplidas todas e cada unas cosas e lexas en el present mi vltimo testament
contenidas, todos los otros bienes mios romanientes, assi mobles como sedientes,
nombres, dreytos e acciones a mi pertenecientes e pertenecer podientes e deuientes en /f.
116/ doquiere que sian e por qualquiere titol, dreyto, manera o razon que a mi
pertanezcan o pertenceran de aqu auant, lexo a la dita Johanica, filla mia, a la qual
[tachado: dita Johanica, filla mia] instituezco e fago heredera mia vniuersal de aquellos

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para fazer de aquellos a todas sus propias voluntades como de cosa suya propia
\fenecido el dito vssufruyto, segund de iuso se contiene/. Con tal vinclo e condicion,
empero, dexo los ditos bienes mios, assi mobles como sedientes a la dita Johanica, filla
mia \legitima/, e aquella de aquellos fago e instituezco heredera mia vniuersal, que si era
caso, lo que Dios no mande, [tachado: que] la dita Johanica, filla mia, morir menor de
edat [tachado: o sin fillos legitimos] o mayor de edat sin fillos legitimos o sin
ordinacion \testamentaria/ [tachado: por] por aquella de aquellos dichos bienes, assi
mobles como sedientes, fecha, en tal caso quiero, ordeno e mando/ que el dito
Ffrancisco Blanch haya el vssufruyto, si biuo sera, toda su vida, en todos los ditos
bienes mios, assi mobles como sedientes; e fenecido el dito vssufructuario, \quiero e
mando/ que los ditos bienes mios, assi mobles como sedientes de qualquiere natura o
specie sian, doquiere que atrobados seran, [aadido a pie de pgina: en el dito caso]
sean vendidos por los ditos spondaleros mios o por qualquiere dellos e [tachado: lo]
aquello que de los ditos bienes procedira sia distribuydo en /f. 116v./ missas,
aniuersarios, oblaciones e otras cosas pias por amor de Dios [tachado: e en remission]
por los ditos spondaleros mios o qualquiere dellos, en remission de mis pecados e por
las animas [tachado: mia e] de mi [tachado: ma] mi sposo \Johan Ramon/, de mi madre
e de mi suegro e suegra, que Dios perdone, a las quales \ditas/ animas [tachado: en el
dito caso de los ditos], mia [tachado: e de mi sposo, madre, suegro e suegra] herederas
vniversales de aquellos \ditos bienes mios, assi mobles como sedientes, en el dito caso/
fago e instituezco.
Aqueste es mi vltimo testament e vltima voluntat, ordinacion e disposicion de
todos mis bienes, mobles e sedientes, el qual e la qual quiero, ordeno e mando que valga
por via de dreyto de testament e ordinacion, e por via de dreyto de codicillo, o por
qualquiere ley, fuero, dreyto siquiere obseruancia del Regno de Aragon, por el qual e la
qual mas valer puede o pora en judicio e fuera de judicio.
Feyto fue aquesto en la villa de Alcaniz, a XVI dias del mes de mayo, anno a
Natiuitate Domini M CCCCLXXX nono. Presentes testimonios fueron a las sobreditas
cosas clamados e rogados, los honrados Anton Baldouin e Ffrancisco Benet, vezinos de
la [tachado: dita] villa de Alcaniz.

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