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6. GUERRA, CRISIS Y ESTABILIZACIN (
DEL ORDEN LIBERAL (
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El efecto nero de la pauta de inclusin del obrerismo descrita en i1
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captulo 2 consisti en la concinuacn de las econornas polticas liber,?- e
les capaces de resistir las crisis de enrreguerras en Gran Bretaa, r~rancJ,r)' (
Suiza. La observacin sealada por James Jo/1 con respecro ah Franca &e
entreguerras podra aplicarse a Gran Bretaa o Suiza, donde el ritmo f~e
(
muy similar: ~ (
El p()dcr de b burgl1csfa francesa, pese a todos los cambios ccb~ (
nmicos y so..:iaks )' al dao psicolgico c;n,s.,dos por fo guerra, sigu}{}
cosrr;mdo, al menos hasrn lns M)os rrcinra, con un,1 esrrucnua polri,f\ (
muy similar a la que cxisra anrcs de la guerra. Los gobcrnames dda
Tercera Rc)lb!ica, enfrentados a la .imcnaza de la revolucin, habln (
rrunfado en gran medida en su rcconstl'uccibn conservadora del anJ.i-
guo Estado, habiendo descuhicrro que los anriguns mrndos comrir- (
cionalcs hablan rc/.ulrndo adecuados a sus prcp.sms. 1 J
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El hecho ms imporrnme que debemos explicar respecto a es.rns sociC-
dades de encreguerr::i.s es su concinuidad esencial como economas polrics
lberales, en un rn.omenrn en el que el resto de Europa se encontraba en lfl (
esrndo de convulsin. Estos rdenes liberales renfan cinco rasgos fund9- ,, (
mentales relacionados entre s, qui;: los distinguan de las sociedades q~Je
adoptaron la socialdemocracia o el fascismo. La esencia de dichos rasg~s (
reside en que siguieron siendo democracias orienradas hacia el mercado~)r (
siguieron estando dominadas por la burguesa.. En primer lugar, en coTfl-
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l Jnmcs Jol!, Huropc Sine-e 1870: A11 !nrernotir>Jl(rl H/u{}}y (L{\ndrcs: W'cdcnDll.
1973), p. 256. [H;t: rn,J. caia.: Hhturitt th hm1pt1 d,,.1de 1870 (M,idrid: Ali,nla
Ur~ivtr::id;)d. ! 983) 1 i''
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Guerra, crisis y estahilizacin del orden (ibera! Guerra, crisis y estabilizacin del orden liberal 335
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tra~re con las sociedades gue pasaron a ser dictaduras fascistas, la polfrica ! do, CGntenido )' disipado por los legados de la hegemona liberal y de las
de!!nocrdca competitiva sobrevivi a las crisis de entreguerras. Adems - alianzas de anteguerra entre liberalismo y obrerismo. La respuesca al rom~
lo flue constituye el segundo elemento de continuidad-, lo hizo sin un pecabczas de la continuidad de la poltica demo~rtCa compe~itiva ~ajo
de;,plazamiento apreciable en el cguilibrio de poder de las clases. Este rasgo 1a hegemona de la burguesa reside en la ausencia de un desaf:w, a dicho
coiirrasraba con las sociedades que se convirtieron en socialdemocracias. orden por parte de la clase obtera. Sin esta amenaza obrera,. ex'.strnn muy
Lofe movimientos e inteteses de la clase obrera, en realidad, fueron margi- pocos incentvos para romper con los ~iejos modos de actuac,160 demo-
na~os desde el punto de visra poltico en las tres sociedades. Tal y co1,110 C!'ticos, orientados al mercado y dominados por la burgues1a. En este
Jan~es Joll observa, y como veremos con mayor dcrn.lle, d poder polnco captulo discutiremos por qu semejante desafo no fue articulado.
pet'~naneci de forma abrumadora en manos de la burguesa. El tercer elew
En un comienzo, nos permitiremos afirmar -poi conveniencia_ pro-
meY1co de contwidad era la dependencia continuada por parre de los sin-
visional- que los sndicatos de las sociedades liberales permanecieron
dic~ws de la impermeabilidad de los mercados laborales y la habilidad de
sujetos a la dsciplina de mercado. Justificaremos esta afirmacin en e_J
los!;scados liberales para contar con los mercados como medio de discpli-
'nar}a los sindicams. Esto contrastaba tanro l':on las sociedades que se con- prximo captulo, donde tambin incenrnremos mostrar que, ~n las
\drderon en socialdemocracias c.:orno con las que pasaron a ser dicuduras sociedades berales de entreguenas, los mercados fracasaron en su meen
to de disciplinar al obrerismo. En el presente caprnlo discutiremos ~or
fasdisras. El cuarto elemento de continuidad -que es una consecuencia
1
del ,tercero-, era la posicin poltica todava joven de los sindicaros. No qu los s[ndicarns de las sociedades liberales no. lograron escapar a l~ dis-
hal{a necesidad de que los esrados liberales garanrizasen a los sindicaros un ciplina de mercado, por qu sindicatos y partidos obreros no pudieron
pai-tl consultivo aduleo como el que disfrucaban en las socaldemocracas, provocar un cambio en el equilibrio de poder de l~s clases: en s~ma, .por
ni llaba necesidad de que d Estado contara con la colaboracin de los sin- qu no existi ninguna amenaza para la hegemorna burguesa ni pata la
dic..Erns para llevar a cabo sus propias poHticas econmicas y preservar la poltica competitiva, ni tampoco ningn mpulso para romper con 1.a
paz.;'en el mercado de trabajo. Del mismo modo, no exista incentivo algu- ortodoxia econmica de los aos neinrn.
nO para aplastar al obrerismo y rehacerlo bajo los mecanismos de conrrol Las claves de la citada con ti nudnd estaban enraizadas en los mlti-
cSfaiales, COff10 hara el fascismo. El quinto elemenro de conrinuidad con- ples cfocros de la heoemona libera! de anteguerra, En primer lugar, debi
sisr; en la renaz confianza de los escados liberales en polticas de mercado do a que la aceptacin de dichos regmenes estaba tan generalizaa enr~e
orcodoxas
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o neo-ortodoxas, induso anre la Gran Depresin. los dirigentes obreros, stos, en su mayor parte, no mostraron 01. la mas
,.., fCreemos que est justificado considel'ar la totalidad de escas cinco mnima inclinacin a desafiar los rdenes poltcos y econmicos de
enrreguerras. En segundo lugar, la acomodacin de los movimien~os de
elerPentos de conrinuidad como un orden poltico y econmico.
Igu,1r!menre, debido ague la inauguracin de regmenes socialdemcratas clase obrera permitida por la hegemona liberal) gener6 como denvado,
'y''fo1ciscas marcaron una ruptura can formidable en todos escas aspectos, unas organizacones sndicales profundamente incoh~remes. Esta falta de
ns '.{parece sensato considerar gue, con ellos, surgieron unas economfa.s- cohesin hizo que los dirigemes sindicales fueran mcapaces de actuar
pol~icas fundamentalmente nuevas. En este capfru!o nos ocuparemos como agentes de la clase obrera en su conjunto. La falta de cohesin de
f)rcc1~samenre de algunas de las continuidades mencionadas. los sindicaros evic que subvirtieran la discplina de los mercados )' que
formasen un frenre unido contra los patronos y el Estado. A corro plazo,
,~En la medida en que la convulsin polcica de los aos de enrregue- Jes neg la oponunidad de reemplazar la poltica de mercado por Una
rras ;ra, sobre rodo, una expresin del agudo conflicto de clases y de la negociacin poltica con los panonos y el Escado. En vari.as co?umuras
bs{ueda de nsrituciones que contuvieran dicho conlicto, debemos de la Gran Bretaa, Francia, y Suiza de enrreguerras, parec16 posible que
halhiT la explicacin de la conrnuidad comparativa de hs instituciones dicha negociaci6n se lograra. En cada una de ellas,_ el _potencial del
brin1icas, francesas y suizas en el modo en que este conflicto fue micg.i~ movimiento obrern organ1.ado Fue socavado por las divisiones mternas
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'~conmicos gue siguieron. 2 Esta censjn se vio reforzada, ms all de grad~ ~ Madrid entre 1917 y 1923. Est claro que en 1919, 1920 )' 1926
Vmte de su resisrencia, por las criss econmicas de los aos treinra. en Gran Bretaa, y l 934 )' en 1936 en Francia, algunos polticos llega-
pesde la derecha, el liberalismo se vio enfrentado a varias ramas del fas- ron a pensar -ncluso en estos pases- que la revolucin estaba a la
\iismoi adems de . l~ derecha ms tradicional; desde la izquierda fue 1
vuelta de la esquina. ConfundJendo la perspectiva de un renacimiento de
~saltado. por u~ socialismo a menudo radica1fa.ado y, en especial, por d la Triple Alianza' con el bolchevismo, Bonar Law profetiz. un cataclis-
1$olchev1smo. El resultado fue el declive -en grado variable- de los mo ante la Cmara de los Comunes en marzo de 1919: <1Si semejante
~arrides liberales reformistas y la polarizacin de las relaciones de clase. lucha llega aqu, slo puede tener un final. De lo contraro, ser el final
del gobierno de este pas. 4 Un mes despus, Lloyd George dijo a Law:
! El impacto de la revolucin bolchevique apenas puede ser exacrera-
1 0
Gran parre ~e la .legitimidad que el libalismo reformista y la so cial-
i<el fracaso [frente a la amenaza de la huelga del carbn) conduca inevi-
tablemente a una repblica sovitica. As pues> deberamos tener nuestros
a:emocracia habian disfrutado en el perodo de anteguerra haba derivado
planes trazados concienzudamemeH. 5
. 4e la conviccin entre los obJ'eros de que no existan orrns alrernacvas
, c\tebles. Siguiendo de cerca las tensiones de la guerra, la revolucin Retrospectivamente, parece claro que el potencial revolucionario de
' itfundi el espectro de posibilidades percibido rnnto por los reformisras los obreros britnicos y franceses fue extremadamente limitado entre las
Cfmo por los obreros radca!es, y, por consiguiente, por la burguesa. guerras, limitacin inherente a la paurn de inclusin del obrerismo
qfomo el reformista britnico Seebohm Rowntree expres en 1920: durante el perodo de antegucrrn. Los dirigentes del movimiento obrero
<i{Iemos llegado a considerar intolerables muchas condiciones que anrcs organizado, la industria y el gobierno recurrieron a la ret6ric~ del cata~
s7Iamente p_arecan inevitables. [ ... ] Hemos revisado completamente clismo 1 en parte, a causa ele un ren'\Or sincero y, en parte, por efectismo
n:resnas noct0nes en lo que atae a lo que es posible o imposible),_.'> poltico. Gran parte de la convulsin de Gran Bretaa y Francia fue
:[! Al hacer plausible por primera vez la idea de una revolucin de los inducida por el desconocimienro del gobierno de las acriwdes de los.
obreros; asimismo, estuvo reida por las generalizaciones formuladas a
o:~reros, la Revol_ucin rusa elev las apuestas de 1a poltica de clases y
partr de los alzamientos de los obreros de otros lugares de Europa.
aenru6 los conflictos de clase en toda Europa. La polarizacin que resul-
te~ de estas esperanzas y temores vigorizados condujo a los dirigentes bur- Resulra especialmente significarivo que esto ocurriese en Francia,
g.~eses_ a fusionar el bolchevismo, el anargu isrno, el sindicalismo revolu- debido a que el orden establecido francs haba sido ms vulnerable
ctonano y el reformismo obrero. En su pnico, atacaron estas diferentes desde 1914 y Francia haba sufrido mucho ms en la guerra que otros
.,. r.a~1ificaciones de! movimiento obrero como si se tratase de una masa combarienres democri::icos. El orden consttucional de la Tercera
.,, .. 'n,ldife!'enciada. Que el peligro de revolucin que se perciba era algo ms Repblica nunca conquist el grado de legrimidad que logr adquirir a!
,que una rnera hiptesis parece ser confirmado por las tentativas de revo- otro lado del Canal o incluso de los Alpes. Ya hemos visro que cienos
..luFn, luchas callejeras, rumores de golpes de estado y guerras cviles sectores de la clase obrera francesa rechazaron la Repblica nduso antes
~er{_tre clases que barrieron Europa, slguiendo un eje que iba de Lenn- de la experiencia de la guerra; para otros sect:ores, la fidelidad a b
'.I Repblica era algo eventual; asimismo, un importante contingente de la
_ _ _ _ _ _ __ derecha francesa haba desdeado siempre a la Repblica. Esros dos
'. } 2 ~obr? _d descrdito dd liberalismo, viinse en e5pccial Karl Po!anyi, 'rhe Grurt
T1,ymf1mr:r10,1 (_Bomm: Beacon Prnss, l 9S7) Jhay rrad, case.: l.11 grm1 t!'amffmnt1ciOn
(~~;~~id:_ ~- 1iclym1on, 1989)); )' Michad Fn:cdcn, (.ibe~alm Divided: A Study in ffrith El autor se refiere., !a Trip!{.' A!iam.:1 sindica) dd C<1rb(m, d Transpone ~, los
1O}hl i1Hmghr, 1914-1939 (Londres: Oxford UnrwrSHy Prcss, 1986).
Fcrrncarrilc~. [N. del T.]
~? .Robcrr,_Keirb Middlemas, Politics In fndwm/71 S()dr:ry: The Expr:rience (Jf tht' 4 Cit,1do en ibd., p, 144.
Finprh .Sy.r11m Smce 19 J J (lm1drcs:: Andr Dr:ursch. 1979), p. 33.
S Cit:ido en ibd., p, 145.
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6 El mrccnrajc comuni.Ha devoro popu!:ir, que: se habla csrnncado alrededor dcl 10
por ciento a lo largo de los nllos veime,.sc dcv< desde d 8,3 hasrn el 15.3 <:!ltn: 1932 y 1915 ?8 9.3,4 44.344 vi (
1?16 -~ 15 4 1.40';) 23).907 ::1
l 936, cs decir, dura1m: los aos en que abamkm nominalmc:JHe su csrnlinismo y .i.poyd 11.)li 6% 293.SlO l .4$ 1.621 ;'i ,
las imdnH;ioocs rcrnb!icanas .. Pcrcr flor:.. n n./., cds., St11t(:, Ec01wmJ, 11nd Soci<:ty in l91R 499 l76.l87 079.32 i'.I '
Western Eur1J}I<, 1815-1975. A Drtt11 H1111dhook. Volunu: 1: The Growth ofMm.r
Democmde.r 11ml We/fore SttrteJ (Chicago: Sr. Jine~ Prcss, 1983), p. l l). FUNrES: {Gran Bretaa) Keilh Middlemas. Politics in lndus/ral Society, p. 105. { ' \
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Jom1Ulm ,rrdid,rs
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448.000 2.953.000 9 1.:nrrc lo~ an;llisis de la rcspucsra b_ricJnica al ;1>_r~ris1_no t]lll..! ~?nsi_<l~~am,~s n~;f;
1916 S32 276.OO 2.446.000 rcvdadores y pcnecramcs si.: cncucnrrnn: }vl1ddlcmas, lvl111cs w lnr.lus111r1/ ,Saaety,) _.ALt
1917 no 872.000 S.647.000 Fox, History n.nd lirrifttf{_e: '/'he S1mlll On;1<im 1;.f thi' lMtish hitl1mdal Nrlruiom ,\)1.0t',tn
1918 l! 6) 1.116.ono 5.875.000 \
(Londres: Allen and Unwin, 1985).
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.342 Guerra, crisiJ y estabilizacin del orden liberal Cr/11.s de posguerra y respuestas liberales 343
~'osguerra ya haba llegado a su fin, el paro estaba aumentando, los activis- mo insurgente tuvo, o cienos secrores as lo pensaron, una oporrunidad
t~~s de las prorestas esrnban agotados y desmoralizados, la afiliacin sindi- histrica para cambiar fundamentalmente su poscin poltica )' econ~
c~I estaba disminuyendo y la importancia de los sindicaros estaba deca- mica-, el movimiento obrero fue derrotado.
y1ndo. En Gran Bretaa, la deAacin gue apareci en la segunda mirad de
l/)19 elev 1~ rasa de paro del dos por cienro en 1919-1920 al 12 por Dejando de lado, por el momento, el eguilibrio de poder de los par-
cfento a mediados de l 921;JU a partir de ah, en los aos de enrreo-uerras, ridos) podemos situar el origen de estas derrotas de modo mis inmediato
npn_ca descendi ms abajo del 10 por ciento. La afiliacin de
ht;tb1endo llegado a su cumbre con 6,5 millones en 1919, comenz un
TUC, 1: en la falta de cohesin organizativa y de direccin centralizada de los sin-
dicatos. En el caso francs, estos obstculos en contra de un movimiento
d~clive consranre a lo largo de la dcada hasta bajar a 3,6 millones en obrero rns eficaz se vieron reforzados por e! cisma emre comunismo y
1?29; su densidad cay del 55 por ciento de la mano de obra masculina socialismo, arraigado en la experiencia francesa de anteguerra. Excepto
e~ 1920 al 29 por ciento en 193 L l! En Francia, el paro era una limitacin dicho cisma> rodas los obstculos interpuestos eran producto del rempra
rrfen~s acuciante, sin so~repasar nunca el 8 por ciento) incluso en las pro- no triunfo de esos movimientos. En este sentido, su propio xito anres de
: fr~nd1dades de la ~epres1n de los aos trenrn. 12 L..a afiliacin sindical cay 1914 volvi para asediarlos y lmrnrlos despus de 1918. Anrcs de la
de cerca de 2 millones en 1920 a l, 1 milJones en la CGT y la CGTU guerra, un movimiento sindical sin centralizar y mal coordinado haba
(~~onfdraton Gnrale du TravaiI Unitairt) siete a.fios despus. 1J sido adecuado, ya que, pot un lado, un sector m.uy pequeo de la mano
;' En conjunto> !os sindicatos se quedaron casi sin nada tras sus csfuer- de obra estaba inscrito y las reivindicaciones de los sindicatos estaban
z+s en los dos primeros aos de posguerra. En ambas orllas del Canal, ms limiradas, Y1 por otro lado, la actividad sindical rara vez planceab.t un
g1}biernos Y patronos tl'unfaron en gran medida en su intento de restau- desafo drccto al Estado. En Gran Bretaa los sindicatos se encontraron
r/k r~pid..tmence l.is prcticas industriales de anteguerra. Las organiz.acio- con una clase patronal relativamente tolerante y con un Estado razona~
1~;JJ5 ~1nd1~ales se opusieron a ellas) pero fueron incapaces de modificar blernente servicial. En Francia los .sindicatos, aunque a menudo se opu~
, s1grnficat1vamenre su organizacin, ni mucho menos evirar su conrinui- sieron a los patronos intransigentes, todava gozaron de un cen::o grado
d~}:d. Est~s aos inmediatos d~ posguerra co11stiwyeron uno de los pero- de xito, puesto que descubrieron que podfan inducir al Estado a inrer-
d1:~ crncos en que el obrerismo tuvo las mayores oportunidades de venir frecuentemente en su provecho. De hecho 1 esta pecn!L~r combina-
nyJorar sustancialmente su posicin en el orden poltico y econmico. cin de un Estado aliado y una clase patronal inrolerante ruvo e! efecro
f\1. Gl'an Brcrafrn, la siguiente --y tltima- gran oleada de protesta de hacer a los sindicaros franceses doblemente dbiles 1 puesto que no
..d ol;rern de .emreguerra~ no tendra lugar hasta la huelga general de 1926. s6lo carecan de un aparato cenrralizado y bien coordinado, s10 que
E11 Fi-anc1a, el obrerismo no se afirmara de nuevo hasta la viccoria tambin estaban dbilmente asentados en el mbiro de los rn.Jleres. En
del Frente Popular)' la huelga general de 1936. En todos escos casos cualquier caso) los obstculos al triunfo de los sndicacos antes de la gue-
9 l 9-1920, 1926 )' 1936, coyunrurns cruciales en las que un obrers- rra fueron insuficientes para hacer que b respuesta racional a la situacin
fuese un movirncnto ms cemralizado y cohesivo. La cornparncin entre
los dos casos sugiere que la clave de la centralizacin de 1a direccin sin-
to
d
M~dd!cm:is, Pvlitics in lnduJtri11/ j{}cf"lJ', p. 154.
!bu/., pp. J63 y 202.
dical antes de la guerra radicaba en !a actitud del Estado. Una clase
patronal inuansigente no inducira a la centralizacin a menos que est-
i2 J~d Colrnn, l.t!M Blum: Hunumi;r l/1 />olitio {Durham, Carolina del Nonc:
. viese: reforzada por un Estado an mgonista o indiferente. Si la ayuda del
Duh.> Un1vcrsit)' Prss, ! 987), p. 170.
fr3 Vnl Lorwin, '11Jl' French Labor Movement (CnmhriJic: Ha1vard Univcisit)' Prcss Estado poda ser sustituida en cierro grado por la organizaci6n de los
.. l) ,
19'M)
~ 11 , n;1{ ..;,aposs, ..
!> ));. , Lt10(1/'
l m ' !vlovl'nu:11t
. o
/11 Pon, U1/11r Frnnre (Nueva York:' raHeres, la intransigencia patronal producira meramente un vaco en el
Co.~lunbm Univcrmy Pn:ss, 1931), pp. J 36-137. mbiro de los talleres y desplazara a las asociaciones locales hacia d
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344 Guerra_. crisis y estabilizacin de! orden liberal (."risis de posgu.erra y respuestas liberales 3t5
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mbito municipal, ms difcil de organizar. Paradjicamente, si ramo el movfmiento sindical ms centralizado y cohesionado, era un requis!.rn i.'
Estado _como los patronos se mosrraban inrransigenres 1 como en previo para perseguir con eficacia las ambiciones ms elevedas o bien os (
Alemania y otras sociedades iliberales de anteguerra, e! resultado era un intereses de un mayor nmero de miembros. Tracaronde crear confede~
movimiento de direccin a1ramente centralzada y coordinada, al mismo raciones ms auroritarias y de reorganizar los sindicatos sobre una brtse (
tiempo gue una poderosa presencia en el mbito de los rnlleres. En esa industrial. De nuevo, no obstante, d xito relativo del obrerismo an 1tes (
situacin, no exisra alternativa alguna a las organizaciones poderosas. En de 1914 condicion las posibilidades de los a1os de entreguerras. Ta;! y
el_ ca~tulo ~' e~aminate.~o~ la falta de cohesin organiz:uiva de las orga- como veremos, los incentos de crear un movimiento sindical ms cenefa~
(
ntzac1ones sindicales bnranicas y francesas, a la luz de los sindicatos de lizado y coherente se hicieron recroceder en repetidas ocasiones porq'.e (
direcciones ms .centralizadas y autoritarias que aparecieron antes de !a no slo amenazaban al orden poltico y econmco establecido, sine" tafn~
(
guerra en !as sociedades iliberales, En esre momento, ncccsiramos cen- bin a los imperios polticos que los cargos directivos sindicales habf~n
trarnos en las consecuencias que esa fo.Ira de cohesin tuvo en el perodo creado en su provecho durante la guerra. ! (
de en rreguer ras. ' (
Debemos recalcar que estas derrocas fueron en menor medida ,el
La guerra, mediance la expJosn en la afiliacin a los s!ndicaros y la resulrado de un Estado hostil que el de un fratricidio en el propio mo~li- (
e:ca~ada en fas reivindicaciones sindicales, mvo d efecto de hacer que los mienrn obrero. Una reorganizacin del movimiento obrero organizarlo
sindicaros resulrn~en ms amenazadores, no slo para los patronos sino habra exigido una redi.stl'ibucin de poder dentro de los sindi-catfs; (
tambin para el Esmdo. Debido a la naturaleza de las demandas de los ahora bien, !os dirigentes obreros renan de su pane una adecuada me-1:.fla (
sinclicar~s: el Es;ad~ se convirti por vez prirncra en un blanco principal de anr1as organizativas, tradicin, triunfos pretritos y aceptacin so~ai
de Ja acriv1dad smd1ca!. Avanzando ms all de los confines relativamente para resiscir a las jugadas que amenazasen su posicin. Como se ver,{<:s (
reducidos de jornadas y salarios hacia eJ plano ms amplio de la naciona~ enormemente importante comprobar que careca de relevancin que J'.)s (
lizacin, de b regulaci6n de industrbs en su totalidad y de la poltica insurgentes fuesen radicales o reformistas) que los dirigentes sind.icail.,b
econmica nacional, las nuevas reivindicaciones de 1os sindicatos tenan dominantes Fuesen radicales o reformiscas, o que estuviesen aliados bn
un: cualidad que, de modo inherente, era mucho m,\s amenazadora para un partido obrero que fuese radical o bien con uno reformista. Lo d'.Je
aqu resultaba detel'minantc no era la ideologa sino la herenci~ de ani.e~
(
el Estado. Por ocrn parce, el gran nmero de obreros que los sindicaros
trataban de representar ahora hizo que sus acciones resultaran mucho guerra. Al limitar la reforma del movimienro obrero, dicha herencia rni1~
..d' ~~s subversivas p~ra la econ~ma. En consecuencia, una vei que la sirna- bin limit el desafo planteado al orden liberal y asegur su conrinui<!~d (
cmn de emergencia de los oempos de guerra haba pasado, era menos esencial. La doble irona reside en que fue precisamente el xito de H)s
probable que el Estado ayudase a los sindicatos. Lo ms probable era que movimientos de clase obrera ames de 1914 el que hizo decrecer sus p~\::i-
babilidades de xiro despus de 1918, ineremenrando de este modof,la (
tracase de ganar tiempo, como ocurd en 1919 y 1920, cuando se sinri
agudamcnre amenazado, o bien que patrocinara la prvarizacin de las probabilidad de que escas sociedades liberales sobreviviesen a las crisis i4e (
relaciones industriales, como hizo a conrinuacin, enrrcguerras. Para encender esto, debemos examinar ahora con ma))r
detalle los causas de las derrocas del obrerismo en 1919- 1920, 1 n{ y (
Si los sindicaros queran materializar sus ms alrns ambiciones o, al 1936, as como el fracaso de aquellos que intentaron organizar un mori- (
menos, ser c~caces en eI mbirn rns humilde de las exigencias relaciona- rnienro sindical ms cohesionado. ~
(
das con b.s Jornadas y los salarios del enorme: nmero de obreros que
ahora representaban, se haca necesario un conjunto de organizaciones
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ms eficaz. Dentro de los sindicaros, algunos comprendieron que una 'j
reorganizacin de! propio obrerismo, especialmente la creacin de un (
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Guerra, crisis y estabilizacin del orden liberal Dtrrota del movimiento obrero 347
6')2. Derrota del movimiento obrero mo, tras el armisticio, ciertas fusiones sindicales importantes ruvieron
como resultado la creacin de organizaciones de muy grandes dimensio-
6.2.1. Gran Bretaa nes, corno el Sindicato Integrado de la Industria Mecnica
" (Amalgamated Engineering Union) y el Sindicato de Trabajadores del
., Antes de l 9 l 4, la Confederacin de Sindicatos no equivala nada
Transporte y Generales (Transpon and General Workers~ Union). No
mls que . ,una reunin anual de dirigentes sindicales. El Comit obsranre, por lo que se refiere a la mejora de la coordinaci6n de la activi-
Piflamenrano, que trataba de mantener la continuidad entre los congre~
dad sindical, la ampliacin de los sindicatos ordinarios fue una conquis-
so.~ anuales, ~sraba compuesto por individuos que dedicaban lamayor
ta problemtica, puesto gue el nmero de sindicatos que operaban en
.P2f:rte de su tiempo a preocupaciones muy distintas a las de 1a TUC, La
muchas ndusrrias segua incremenrndose. Este progreso en la consol~
,l.ntilla permanente de la TUC al completo constaba del secretario del
dacin de las fuerzas del movimiento obrero organizado se vio contra-
C2rnit Parlamentario y de un nico empleado. La inrensflcada relacin
rrestado, en cierta medida~ por el vasto incremento de Ja afiliacin sindi-
co'.;1 el Estado y la industria durance la guerra alent la creacin de una
cal gue ruvo lugar hasta el ao 1920, debido a que muchos de los nuevos
m~desra plantilla en la TUC para coordinar las actividades de los dife-
militantes formaban sus propios sindicatos antes que unirse a los que ya
re~tes _sindicaro~- Dicha coordinacin se vio especialmence mpulsada
existan, mu!t:iplicando de este rnodo d nmero de organizaciones inde-
pw la,'ntroducc16~ del arbitraje a escala industrial en 1915, que oblig a
pendiemes e intensificando el problema de la coordinacin de la activi-
lo::1: mulnples smd1cacos que habitualmente organizaban una sola indus-
dad sindical.
rri.&. a coordinar sus reivindicaciones salariales, Esa mejor coordinacin
fue;: t~mbn _alentada por la concenrracin industrial que foment la pro- El sindicalismo industrial fue una de las causas fundamentales de la
~UF~tn blica; para muchos socialistas pertenecienres al movimiento izquierda sindical britnica en los aos veinte, si bien slo consigui pro~
srntical, esra concentracin indusrrial prefiguraba la llegada del Estado gresos marginales. Su apoyo provena de elementos izquierdistas y de sin~
, so1iahsca, en el que los gigantescos monopolios privados se convertirfan dicatos constiruidos ya sobre una base industrial, con independencia de
en:)Jlrimo trmino en propiedad pblica. De hecho durante la o-uerra e{ su ideologa. La reorganizacin que se haba llevado a cabo en 1921 para
go~ierno. haba tomado a su cargo indusrrias com~ las del carbn }; )los regular las elecciones a la Junta General de la TUC expresaba la aspira-
fertocarnles, adems de inrervenfr direcramente en la administraci6n de cin a dirigir al sindicalismo a un ttum revoltum de sindicatos indus-
orr:~s mucho.s. Hasra la 'llegada de la propiedad pblica, resultaba claro triales, de oficios y generales.* Desde ] 923, la Juma General haba hecho
yaitt. muchos sindicalistas que la creciente concenrracn y centralizacin varios esfuerzos para promover la integracin de los sindicaros .de indus~
....de:~a economa capralisra exiga una reorganizacin similar en el rnovi- trias individuales, patrocinando los congresos en el metal, textiles,
: J!li)~nro obi-ero organizado. Solamente concentrando su poder en una imprenta, correos, seguros, tinrnreros, repartidores, cuero y consuuccil1.
t.c~r,{ederaci?h naci?n! ms auroritari~ y alej.ndose de los sindicatos por En la TUC de Edmburgo de enero de 1927 el nico rriunfo fue el caso
.. ofit:tos hacia los sindicatos a escala rndusrnal, podran los sndicaros sin imporrancia de la integracin de los sindicatos de tintoreros.
act1~ar como una fuerza capaz de neutralizar los efectos de Ja industria Tal y como la Junta General observ, 1<por muy deseable que sea
.caf))talista agran escala. '
lngrar la integracin de nuestros sindicatos afilados, la verdadera fuerza
~ Esta neces~ad .Y haba sido subrayada por algunos socialistas perte~ direcrriz. debe provenir de los propios sindicaros; as pues, ningn esfu~rzo
nes,entes a los s10d1catos; pero, antes de la guerra) slo se habfan hecho
progresos limltados. Durante la guerra, tuvieron lugar algunos avances
e~ 71 proce:o ~e lograr unas relaciones de trabajo ms estrechas entre los "' Los sindic:irns gL'nt!mlcs (gmc:ml rmimu) proliferaron en Grnn Brcw:;i .t parrir de
d1frrcnres sindicaros: se form6 un cierro nmero de federaciones; asimis- b dcad:1 de J880 e integraban 11 rralxijadorcs que.:, gcncmlmentc por fulrn de cunlifica-
r: cin, csrahan cxduidos de los sindicatos de oficio~, !N. del T.]
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lo.\ precios 1 de modo que los sndica.tos slo obtuvieron un rrunfo mej~1ta de los salarios y dC las condiciones de trabajo, a cambo de los
.,p~/cial. 20 La ofensiva laborista de posguerra tom la forma de una serie sacrificios que los obreros haban hecho durante la guerra.
de,thuelgas descoordinadas gue permitieron conquistar dichas conceso~
El laborismo asumi -y eI gobierno dio a entel1der--' que estas
ne1~ a corro plazo, pero que no pudieron conservarlas ni lograr un cambio
mejoras seran obrenidas si se continuaba en cieno grado con el colecti-
, fu;idamcntal en la posicin de los obreros en la industria. La prdida de
vismo del tiempo de guerra. Los sindicatos tenan expectativas mu)' con-
.esti oportunidad de provocar un cambio radical fue la segunda conse-
cretas y optimistas acerca de lo que la reconscruccin podra acarrear.
cuincia de la ausencia de un centro directivo eficaz en 1919 y 1920.
Ms all de la ampliacin del sufragio -que esperaban gue conviniese
, i En realidad, no falraron estrategias para reformar la sociedad brlt~ por primera vez al Partido Laborista en el contendiente principal (una
h!J;, al final de la. guerra'. dichas estrategias fueron promovidas bajo la creencia rpidamente refurnda por la votacin de l 918)-, los sindicatos
ru~nca de la 1<reconstrucc1n)), A lo largo de los aos de guerra y durante propusieron tod:.:i. una serie de iniciativas: anticiparon e! esrablecirnienro
las,elecciones de 1918 -en las que Lloyd Georgc hiw campaa a favor legal de la semana laboral de cuarenta y ocho horas; promovieron un
~ei,una plataforma reformsta cuyo lema era ,ihogares dignos de h~ programa educativo y de vivienda n'lU)' ampliado; legislaron los mnimos
roefs;)-, el gobierno promeri en repetidas ocasiones emprender la sahriales; propiciaron un regreso a la negociacin colectiva basada en
rec:pnstruccn. Se estableci un Ministerio de la ReconsrrucCln y se acuerdos nacionales (frente a acuerdos de distrito o locales); trataron de
en;~argaron incontables confe:rencias y estudios para planificar una que el gobierno desempeara un papel rns amplio y continuado en la
am;pliacin del papd de! Esrado en la economa y en la reforma social. El gestin indusrrial a la vez que se afianzaba la participacin de los sindica-
propio Lloyd George marc la paura cuando responrli en mayo de l 917 tos en dicha gestin; aceleraron y reforzaron las consultas del gobierno
a li demanda del Partido Laborista en favor de la nacionaJizacin con la con !os sindicatos; y por ltimo, propusieron que, al menos, el ferrocarril
sgJJienre promesa: 1<Creo que la recuperacin tras la guerra rriunfar en y la.." minas fuesen nacionalizados.
pr(.iporcin a su audacia>,. 21 Aungue el significado de la reconstruccin
En una fecha tan tarda como julio de 1919, Lloyd George se mos-
vadaba de acuerdo con la magnitud del sufragio, connotaba mnima-
tr dispuesrn a considerar reformas tan rndicales como d abandono del
mc:%1te una ampliacin del estado de bienestar, especialmente en las reas
apoyo al tpo de cambio, el fomento de nuevas industrias, la proteccin
de fVivienda y educadn, as como un mayor papel de los sindicaros en
contra la inundacin del mercado por parte de productos extranjeros, la
los/.brculos de gobierno y un cierto grado de compensacin mediante la
inversin esratal en industras dbiles pero esenciales como la del hierro y
!a del acero, as como el contrnl de la produccin de energa elctrica y la
estandarizacin e inve.srigacin industrak 22 En la segunda mitad de
1919) si1) embargo, la reconstruccin se enconrraba claramente en peli-
,ndfa:c
~w delDecosrc
1914 a 19 l 9, el fodjce moncrnrio s:ilarial ,\tlJf!lH m:is lemameme que d
de b, vida. Sol.unenre en l 919~ l 920 :mmetH ms r;ipidame1He; e1\ 192 ! gro: sufra por la presin que los crculos de negocios ejercan en favor de
el (dicc dd cosre de vida {CLI) descendi m.is rpidameirn: que los salarios monetarios. la liberalzacin, reduccin salara! y ampliacin de la jornada; sufra
Dcs,t,rn de 192 J, no obsrnntc, el ndice s.ilarial moncr.iro (MWJ) cay ms rpido que d tambin por la presin de la Hacienda en favor del tecorte de gastos; asi-
ndcc dd cosre de l:i vida. As pues, los obreros perdkron p{)dcr adquisitivo entre 1914 y
19!)), lo ganaron enrrc 1919 }' 1921 )', :i 11.irrirdcah, siguieron 11crdiC:ndolo. mismo, se vio presionada por lo.s parlamentarios conservadores proclives
'\.,---:-:;-:-;--:,:-;---,ccc----,-,------------ a la retirada del gobierno de las relaciones laborales. Entre 1919 )' 1921
1914 1916 1917 1918 1919 1920 1921 /922 192.)
1/j
1:,---------------------------- el gobierno se encontr incmodamente obligado a actuar como media~
CLJ 63,(i 913 114 no 141 171 127 115 11.1 dor entre el muri.do de los negocios, que presionaba en favor de la libera-
l,1WI S.2 61 72 93 121 l62 130 101 100
{1930 = 100) FUENTE: Midd!emas, Politir;s in lndvstrial Society. p. 124.
?1 !bid.. ,. 1.14. 22 !hd.
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352 Guerra, crisis y estabilizacin del ord;n liberal Der':l)ta del movimiento obrero (
(
lizaci_n y los recorres salariales, y los sindicaros 1 que amenazaban con cal, ~J ,nforme de la Comisin Whirdy no era ms que un intento d{ (
evirar rales medidas recurriendo a la accin directa. El dilema central del desviar a los sindicaros de sus pretensiones de lograr un poder efectivo en::
gobierno consisda en que, a medida que presionaba a la direccin para la industria. La izquierda conremplaba ahora la convocatoria de unf (
que cediese a las demandas de los obreros, las relaciones laborales se vean Conferencia Nacional sobre Relaciones Laborales desde un pumo dJ (:"
aun ms polirizadas. Si dicha estrategia fracasaba) no obstante, se corrfa visrn muy parecido. Algunos sindicaros se mostraron de acuerdo en parri~,
e! riesgo de provocar una explosin de conflictividad en el mbito 1-abo~ cipar, pero los rres ms poderosos -la Triple Alianza (Mineros/
e
ral. La esencia de la estrategia del gobierno consista en tratar de ganar Ferroviarios y Transporte)- rehusaron rnmar parre en ella, Vean la (
tiempo, haciendo las concesiones necesarias a los obreros, apoyando a los Conferencia, sin duda correctamente, como un rruco del gobierno parq,' (
dirigentes sindicales moderados y escindiendo a la Triple Alianza de la desviar la milirancia de los sindcaros. Los sindic-acos que participaron,
TUC. Cuando en I 922 cay el gobierno de Lloyd George, los conrroles asimismo 1 lle('>'aron a idntica conc!t1sin y se retil'al'On en 1921. Antes de;,
D
e
propios del tiempo de guerra ya haban sido suprimidos en gran medida, hacerlo, plantearon una serie de propuestas perspicaces, urgiend? f) (
la reconstruccin se habfa abandonado y los gastos sociales haban sido gobierno a que mancuviese el pleno empleo mediante la incroducc6n d~'.
rebajados, Los sindicatos se encontraban divididos y en rerroceso ante planes de obras pblicas y salarios mnimos; dado que el triunfo de\": (
una campaia de la patronal en favor de un.i reduccin salarial. Fue, movimiento sindica! dependa de modo decisivo de la rigidez en los rnerti (
((posiblemente) la derrota ms significativa jams sufrida por e! movi- cados laborales y que su descenso posi:erior borr la mayora de sus con-jl
(
miento obrero brirnico),. 23 quistas de posguerra, estas propuestas tenan una imporrancia obvia; au1J
En gran medida, este descalabro era resuh:ado de la falta de una esi:ra- as, sufrieron profundamente en 1919 porque no estuvieron respaldado~ (
tegi-a coherente tal y como la que habra podido proporcionar un sindica- por gran parte dd movimiento sindical. Debemos preguntarnos hascif
(
to autoritario. Esrn era especialmenre obvio en la respuesra poltica del gu punto el gobierno y la patronal triunfal'On en su esi:rai:egia de rrarn}i
movimiento obrero a la Conferencia Nacional sobre Relaciones Laborales de ganar tiempo precisamente porque no se enfrentaban con un mov:i (
miento sindical unificado y decidido. Un movimiento ms cohesionad,.-~
(NIC: Nacional Induscrial Conference) )' a la Comisin Whicely. En
habra obligado a! gobierno a negociar ms enrgicamenre. Incluso sf
e
febrero de 1919 d gobierno convoc una Conferencia Nacional sobre (
Relaciones Laborales, con el objetivo anunci.ldo de promover un mejor asurnimos que la esrraccgia sindical moderada consisren~e en, p~rric_ip~i
clima en las relaciones laborales. El movimiento sindc,d se mostr ante en la NIC era intil, no podemos suponer que la estrategia mas mrransi} (
ella dividido, al igual que lo haba esrado ante las propuesras de la gente de los que no participaron en la NIC fue mucho ms eficaz: tal)~
como se desarrollaron los acontecmentos, de igual ,nodo que el movi~t (
.d Comisin gubernamental Whrely en 1917, Dicha comisin haba trata-
do de mejorar la siruacin de los obreros owrgando ms voz a los sindi~ miento rehus unirse en torno a una posicin coinn en b NIC, ram1JI
bin rehus6 hacerlo en romo a la estrategin ms intransigeme apoyad~
e
catos en asuntos generales que afectasen a la industria, salarios y horarios (
aparte; haba propuesto la creacin de consejos laborales mixtos en cada _por la Triple Alianza y, en especial, por la Federacin de Mineros; er~
industria, con corporaciones subsidiarias en el mbito de los distritos y cualquier t:nso, la falca de coherencia para subtender las posiciones fue 11 (
de las empresas individuales. El informe haba sido ratificado por el responsable de los fracasos de estos aos. ,, (
gobierno, pero las actitudes de los sindicatos esn1vieron divididas) de A comienzos de 1919 la Federacin de Mineros de Gran Breta\{ (
modo que la TUC no adopt ninguna postura. Para la izquierda sindi- (MFGB: Miners', Federarion of Greac Brirain) haba exigido la nacionaJ
lizacin de la industria minera y el incremento Sl!Stancial del centro, (
obrero en su gesi:in. Como respuesra, y para ganar [iempo, el gobicrn, (
23 Jrunes Hinmn, LttbtJ111" rmd Sv(1/i;",,1.- A Hisrmy of the Hriti!h l.r1b1m1 Movemmr, nombr la Comisin Sankey para esrndiar dicha posibilidad. En agosroJ
1867-1974 (Hrighrnn: Whciltshc:if Books, 1983), p. J 1O. de J 9 J 9 el gobierno ya crea que poda rechazar abiettamente la dem.1n-~ (
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Guerra, criss y estabilizacin del ord~n liberal Derrota del movh'rliento obrero
'~a de la Federaci,_1,de Mineros, a pesar de que la Comisin haba apoya- con re&pecto al ferrocarril se hizo inflexible, los drigenrcs de !os ferrovia-
~lo la nacwnalizacion por un escaso margen. El anuncio del rechazo de rios convocaron una huelga sin consulrnr a la MFGB. Habiendo !levado
~sra med,id~ se vio a~ompaado por la negariva a presentar frmulas !ega- a cabo una huelga en solitario contra el gobierno, si bien con el apoyo
\fS quehmrr~sen la Jo:nada o fijasen los salarios mnimos, as como por dd Comit de Mediacin, los dirigentes de los obreros del ferrocarril no
~ ~esplazam1ento hacia una poJrca econmica ms ortodoxa, deflado- podan amenazar creblemente con convocar una huelga en favor de la
1a red.ucdn del gasto en vivienda y en orros progra-
(:~ana, q:te inclua !)aconalizacin de las minas, incluso aunque se hubesen mostrado incli-
1,ras sociales.
L~ Fedcr~c1n de Mineros, tras dscusiones con sus compa- nados a hacerlo.
, 1eros de la Tnple _Alianza, acord posponer una huelga hasta que la
, tuc anual se reuniese en Glasg-0w. En el Congreso los mineros trataron No es sorprendente que la campaa de propaganda en apoyo de la
<;l_e obtener el apoyo del movimiento para sus reivindicaciones de control nacionalizacin fuese un fracaso; as pues, cuando una TUC especia! se
c~lectvo y nacionalizacin, barajando la posibilidad de recurrir a una reuni de nuevo en la primavera de 1920 para discutir el rema, los mine-
llue!ga general para forzar al gobierno. Previendo esta posibilidad, el ros fueron informados de que) en el futuro, no contaran con ningn res-
~ongreso acor~ revisar el asunto solamente si el gobierno se segua paldo para la. accin industrial en favor de la nacionalizacin. En adelan-
_ n;;osrrando obstinado y, entreranto, decidi apoyar una campaa educat~ te los mineros abandonaron su demand,i,; pero, en otoo de l 920, los
v?. en favor de la nacionalizacin. Esce compromiso fue impuesto a los salarios de los mineros volvan a estar de nuevo en la agenda, porque d
~m~ros por sus propios aliados en la Triple Alianza, los ferroviarios. E! gobierno rrataba ahora de liberalizar la indusrria, El conuol esratal
S,n11cat~ N.a,cional de Ferrovarios, en principio comprometido con la durante la guerra b.abfa creado un consorcio para administrar los benefi~
nrc1onalizac1on de .su propia industria, no estaba dispuesto a respaldar la cos) sistema que hizo posible que la MFGB negociara los salarios a esca.-
: plopuesta de los mineros por9ue acababa de finalizar su propia huelga en la nacional. Posteriormeme, la liberalizacin acabara con dicho consor-
" d!fensa }e un aumenw salanal. La huelga, que paraliz el pas durante cio y forzara un retorno a las negociaciones en d mbro de los distritos,.
n,pe~e d1as (Lloyd George Ja denomn <(guerra civil))), 24 forz la nterr lo que permitira a los propietarios oponer un distrito a otro y desquir la
v~.ncin personal de Lloyd George cuando cornenz a extenderse a los Federacin. En ocnibre de 1920 la Federacin de Mineros llev a cabo
t:rba,iadores portuarios. El resultado fue una monumental viccoria sala- una huelga en favor de un incremento salarird y en contra de la Jiberaliz.a~
n:~l de [os ferroviarios }', por consiguiente, de los obreros portuarios. cin. Como en el caso de h huelga de ferroviarios} Fue la a1nenaza de una
1\fsL:h~ ,especialmente revelador el hecho de que un uComir de movilizacin conjunta de Nros sindicatos la que fon al gobierno a lle-
..,. i'vkd1ac10n>1 creado ad hoc y formado por dirio-ences de los sindicatos gar a L1n cornpromiso, ofreciendo un incremento salarial inmediato y
.. ~ a~ccads por la h~elga convenciera al gobierno de
que, si segua con su negociaciones con los propietarios para csrablecer una mesa salarial
! arrque a los sal~nos del ferrocarril, considerado en gran medida como nacional.
, _ u\? con~raof~ns1va general, contra las conquistas salariales de la guerra, Poco despus de esto, el precio del carbn comenz a descender; el
IH po~na evitarse una actividad generalizada en favor de la moviliza- gobierno, atrapado en el pago de una subvencin crccienre: a !a indusrra,
ci~~nif.2> Los dirigentes del Sindicato Nacional de Ferroviarios no estaban
anunci que adelantada la fecha de la liberalizacin a finales de marzo.
d1r~uesr?s ~ forz~r un enfrentame~ro con eJ gobierno respecco a j, No haba ahora posibilidad alguna de que los propietarios acordaran
n~f 10naI1zacion, 111 t~~poco a
.coordrnar su propin <1ctividad huelguista nombrar u1u mesa salarial nacional. La consecuencia sera el flnal del
cqp J:; de la Fcderacwn de Mineros. Cuando la posicin del aobierno consorcio, un cambio de orientacin hacia acuerdos en los distritos y
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l'1
-;i,+-"- - - - -
bruscas reducciones salariales. El uno de abril los mineros comenzaroi'I
una huelga. Despus de una cierta indecisin> los dirigentes de los ferro~
t,g~, Ci.rado en Midd/cm~s, Politics in !nd11strin/ Socfrty, p. J SO.
>f- H1nrnn, L11hourm1dSod11li.011, p. 12. viarios y de los i:rabajadores de! rransportc acordaron llevar a cabo una
,i huelga a partir del quince de abril, pero revocaron esra decisin en el
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356 Guerra, crisis y estabilizacin del ordqt liberal D'errota del movimiento obrero
35~
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ltimo momento. Dicha revocacin -conocida como Viernes actividad. El resultado fue que no haba obtenido casi nada y se p1.epar~-
Negroi)- marc el fin de la Triple Alianza como amenaza eficaz y el ba para perder incluso las conquistas que haba obtenido en macem sal- (
comienzo de una enorme campaa de la patronal en contra de los sala- rial y de jornada laboral. Cuando el apogeo de posguerra ces en l 92~, (
rios, Despus de tres meses, los mineros haban regresado a salarios que, dos sindicaros se' encontraban a la defensiva en un mundo que se pareq,a
en muchos casos) les colocaban en peor sjtuacin que anees de 1a guerra, incmodamente al de antes de 1914)1, 27 En 1924 los salarios monetari~s
28
La cuestin fundamencal no es si la nacionalizacin era o no un ya haban cado a un tercio de su valor original, )\ (
objetivo slido, si una hudga general era o no una estrategia adecuadai si El problema 110 era que los dirigentes sindic~les . fueran conscef (
las expectativas de los mineros eran realistas o no, dado el precio a la baja tes de la necesidad de una autoridad central efecnva~ smo que no estab~:n
(
del carbn, sino el hecho de que el movimiento no fuese capaz de formu- dispuesros a ceder autoridad anre dicho orgsnismo. La huelga de ferrf:
lar ningn objedvo ni esrratega cohereme ame la fu.lra de un poderoso viarios de 1919, en panicular, suscit esfuerzos para crear mi organ1s111t (
centro cOordinador. Tal y corno se desarrolbron los acom:ecimiemos, lite- bajo la forma de una Junta General de la TUC que reemplazarla al an(i
ralmente nadie que gozara de auroridad ni siquiera lleg a pensar -ni ouo Comit Parlamentario. Siguiendo el plan dise,ado por G.D.1 e
mucho menos a impulsar- una estrategia coherente para el movimienro Cole !os sindlCaws deberan dividirse en diecisiete grupos indusnialdf, (
sindica! en su conjunto, en concrasre con los sindicacos incegrantes. El cad-a'uno de los cuales nombrara un grupo de can'didacos para su cui!f (
resultado fue que las opciones polticas tendieron a articularse de modos de esca1os en la Junta. Seran elegidos, no obstante, por la TUC en \!-1
que casi garantizaban el fracaso a largo plazo de los sindicatos. Es decir, totalidad lo importante era fortalecer la autoridad de la corporacin cef (
las opciones con que los sndicaros se enfrenra.ban fueron casi siempre na!. Sin embargo esto represenrnba el lmite de la. vo!umad del mo,~-
cataclismos: la captulacin o la huelga generaL No era posible fomentar
1
miento sindical de aceprar la cenrrahzacin. Los s1nd1catos rec~azar~ri
Ia capacidad organizativa ni crear disposicivos de planificacin para dise~ propuestas para dornr a la Junta de un secretario permanente elegido p~r (
ar y llevar a cabo estrategias ms sutiles. Tal y corno se desarrollaron los el conjunto de la TUC, en lugar de por la Junt~i asi!nisn;~, rechaz~rc~;!1 e
acontecimientos> el movimiento sindical fue incapaz de conseguir nin- propuescas que habran ocorgado a laJunra a.u rondad '.mphc1ra P.r~ lim~-
gn cambio fundamental en la industria en I 919 o 1920: no se cons~ tar la actividad huelguista. La nueva Junta, en real1da~; cambto rn1{
(
gui concinuar con el colectivismo ni con los objetivos moderados del o la TUC. Careca de poder ejecutivo sobre los sind1catos1 no ten;:a (
informe de la Comisln 'X1hitely; tampoco se lograron polticas de pleno
po C . , 1 . . , ' .
autoridad para mediar en los conflictos; adems, no ex~s~1a 1m1tac1on ~r (
empleo 1 Ja semana laboral de cuarenta y ocho horas, los mfnimos salaria- ]a autonoma de los sindicaros, ni control sobre las dec1s1ones, las f~ch<f'.
,,.:- le{ ni el establecimenro de los Consejos Laborales Nacionales> puntos Ja coordinacin o los fondos de financiacin de las huelgas; de h~echo, )11 (
todos ellos discutidos en la Conferencia Nacional sobre Relaciones siqtiiera se exigi a los sindicaros q~e consuhnran con la Junt~. Este~ fa!fi. (
Laborales, La nadonaliz.acin y el control obrero deseados por la Triple de aucoridad reAejaba la comprensin por parre de los patrocmado,ies 1.e
Alianza tampoco se consiguieron. Incluso la tmida poHtica rrip-arrira de la Junta de que los sindicaros individuales no ace~tarf~n nada. mas. qis (
Uord George se tambale, Dicha colaboracin ,iera inconcebible en esra funciones efecl'lvas de la Junta estaban en gran medida s.m definir; e~ re~- (
etapa de la hisroria, puesro que la TUC no poda llegar a ser representatl- lidad, poda funcionar poco ms que como una agencia de. obtencin,)'
voi incluso si e1 gabinete no hubiese llevado a cabo su venganza de sangre disrribucin de informacin, punro que preocupaba en parncular ~l p~- (
contra la Triple Alianzaii,26 La realidad era que e movimiento sindical no (
conrnba con ninglln programa, estrategia u organismo gue dirigiese su
(
(
27 Lovcl! v Robt:rtS, Thi: TUC p. 64.
26 Middlemas, Politics in !nd1mrit1l S()c/l'ty, p. 151. 28 Hinwi~, .tthvur mu! Socifllism, p. 115. (
(
(
(
(
359
$58 Guena, crisis y estabilizacin del orden liberal Dei-rota del movimiento obrero
't riale;, ios patronos de otros lugares se precipta~f,an a seguir ese ajuste e,n
}onal de la TUC, porque a menudo slo tenan noticias de las huelgas
sus propias industrias. 30 La Junra Genera! ofrecio s~ apoyo porque habia
~uando lean los peridicos. 29
11 conseguido que la TUC incrementase su autondad en 1924. En el
i\ Entre 1921 y 1924 se hicieron varias propuestas a la TUC para que Congreso de 1924 se haba aprobado una resolucin gue otNgaba a la
teforzara la capacidad de la Junta General. Hasta el TUC de 1924, las Junta autoridad para mediar en las dtsp~ras_ y, SI fr~casaba, paia 1ecaba1
:repuestas fueron rechazadas siempre por sindicatos poco dispuestos a apoyo en favor del sindicato que se _hab,a v,sto obligado a la huelga. La
<:fuder parre de su autoridad. Duran re estos mismos aos, los sindicaros se Junta adquiri esta autoridad uad1c10n~ -menos la de los apa.ratos
1r~fenderon luchando por preservar las conquistas salariales y la reduc- organizativos y las sanciones que se necesitaban para ha~erla .efecnva-
dJn de jornada que haban obtenido en 1919 y 1920. En general, la jor- porque en ella y en la TUC se haba producido un desl1zam1emo pro-
1-}da. de ocho h~ns se mamuvo, pero e1 registro de cr.iu_nfos en el mbiro nunciado hacia la izquierda. Este deslizamiento estuvo provocado P?r la
~tllanaJ fue mediano, ya que !os patronos sacaron venrap:i: deJ mercado de insatisfaccin que haban causado la actuacin orrnd~xa _del pruner
" r~abajo ms dbil para reconquistar sus mrgenes de beneficios. El gobierno laborista y el alto nivel continuado de paro. L~s smd1catosr esp~~
: e'Jnpleo aument un poco en 1924, sealando el fin de la depresin) pero clalmenre ]os mineros -que se haban mostrado reacios a ceder aucon~
despus se esrnbilz con al menos un milln de obreros sin trabajo dad a la Junta cuando esperaban que su mayora moderada usara sus
durante el resto de la dcada. As pues, la defensa de conquistas previas nuevos poderes principalmente para contener a los sindicatos- est:b~n
fle la prncipal caracterstica de los sindicaros en d babnce de la dcada. ms dispuestos a ceder su autoridad cuando esperaban que una ma) 01 fa
L.as exigencias de la pacronal en favor de reducciones salariales se veron de izquierdas en la Junta hiciera uso de sus yoderes ~undamentalmen~e
rdforzadas cuando Gran Bretaa regres aJ parrn oro en la paridad de para reunir apoyo. Sn embrgo, existan lmites definidos para la aucon~
t
aDteguerra; con la libra ran sobrevalorada, fas industrias exportadoras dad guc los sindicatos podan ceder, inclu~o cuando l~ Junta estaba con-.
'
cc:.nan un incentivo especial para exigir reducciones salariales. no lada por una mayora de izquierdas. N1 en 1924 ni en l ~25, .cuando
t Precisamenre en este contexto, los propierarios de las minas exigie- el control de la Junta se encontraba todava en manos de la 1z.qu1erda, la
r4n reducciones salariales )' ampliacin de la jornada de los mineros en TUC se mostr dispuesto a conceder a la Junta las fac~lt~des de convo-
car huclc,,as, evitarlas o declarar su terminacin. Las op11uones acerca de
lf25. Ln MFGB se dirigi en busca de ayuda a la Juma General en julio
. d~ 1925. Una vez que la nacionalizacin haba dejado de ser un asumo esta con~esin de aucoridad estaban divididasi una rn.ocin fa~orab.!: fu~
cfmral, la Junta acoJ'd intervenir en favor de los n1ineros y convocar) si aparrada a un lado para ser esrudiada con mayor profund!d~d.. Asi
)!' serllegaba a ese extremo, una huelga genera! en apoyo de su posicin. Los
pues, !a relacin de los sindicatos inregran tes ~ la Jtu~ta segu1a siendo
1
JY.;Jneros -los rrabajadores mejor organizados del pas- podan aducir puramenre voluntaria y, como pronto se hana ev1demc, m::idccuada.
cr(n cierta vewsimlirud que luchaban en nombre de rndos los sindicalis-
ra'i, ya gue si los propietarios podan forzarles a acepmr reducciones sala-
"
30 Kcich Middlcm;.s resume acenadamenre la polari'l.an pnivocada por b ~01:
fro~racin: .. Era obvio que \os propicrnrios dd carbn mH~ran de fo~za~ un des_ci:{uo
~~ El informe de !92'i de la Junta Genera! a la TUC pone de manifiesto que, a este s b(;il )' que pari dcfendcrs~ <le In poltica de recorte sa!an,\l, o,ros s1nd1~at~)S ,:Ta W<
l~m{) respecto, 1rcs aos despus, n;ida hahfa cambiado: Es de !.'lmcmar que la Jum.1 e~~; ~b!i ados' a ~~oynr a los minero,1:; asimismo, era 1!~1idcnrc <Jl!C, con d oh;ern'? t_ e ,\'lSC~
G,,fncral no csr nforn1ada adccuadamcnre Je ncgocacinncs que se- csr~n desarrollando urar Ll} ahorro general en d precio de b cn:_rgfo b:.sica )', con.. dlt:, en. 1(\$ cos~e..~. ~nd,t'.S
cn'fn: sindic,1ros )' asodadoncs parron,1lcs. {.. , J La Junta depende a veces por com,lcro de g 1 Nc,o (N Co,11r"ss of bm)lO}'Cf Qpani~.arHHH. Confc<lc1::ic1on
,na es n ' auona i:> .... i;, 11 1 1 1
l,1 iji1form;1cin que aparece en !a prensa. J\1cdcn csrnr tcnii::ndo lugar dispuras cuy:i '
N :icwna uc
, , Or""''.''"c,uncs
~ .., Patronales]
, se \'Cra obhl;ada . - a. ato (1 e- a
. . ;\ manrcnersc
in-konnnci;i sea de primera clase, puede renei Jug..ir un hudg u tlll cicfl'c p:1tTOJ1l. sin ?el
Asociacin tfo Pr;Jpcrnrios, _(~arl~n. Md,J!emas, Po itm 111 l11d1utrwl .Sorn:t)', P l 91
qqj ]:t .Junc1 disponga de informncirn de primera m:mo,. (!.ovdl y Robcrrs, 'JI?, TUC. 31 l.Mdl r Rohcrn, 7he 7 UC, PP 82-86.
p.1~l).
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360 Guerra, crisis y tstabifizacin del orden liberal Di!rrota del movimiento obrero
(
La Junta era un organismo insuficiente porque, cal y como demostr los mtneros; tendra lugar un paro casi absoluto en el transpone, imprei-
la huelga general de 1926, slo gozaba de unas atribuciones muy limita- ta, construccin, hierro y acero, electricidad y gas y, por supuesto, en ~a
das y especficas. Contaba con autoridad para solicitar a los sindicatos minera; si fuera necesario, se convocada con posterioridad a ms indu)~
que acudieran a la huelga en apoyo de los mineros 1 pero no tena autori- (
rrias. El segundo aspecto del plan de la Junta result ms difcil de lle~,.r
dad para alcanzar acuerdos en nombre de los mineros ni para controlar la a cabo: los mineros no estaban dispuestos a aceptar ninguna modfi4- (
actividad de los huelguistas. El preludio de la huelga, la crisis de 1925, cin de los tres puntos de su propuesta e insistan en que la Junta, au;(
(
resulta revelador. Amenazando con un embargo de las distribuciones de que poda representarles, no poda aceptar un arreglo en su nombre. ft;n
carbn, la Juma haba sido capaz de convencer al gobierno de Baldwn realidad, pues, el dilema de la Junta es que no contaba con aurnrid~d (
para que subven.cionara a la indusffia hasra 1926 y aliviara de esce modo para negociar. 'i'.:
la presin sobre lo:; salarios. Fue una victoria importame para la Junta,
pero tambin presagi el frat.:aso de 1926: la Junta haba insiscido en Este dilema se vio agravado porque, una vez que la huelga comenz&,
organizar el apoyo a los mineros> mientras que stos se encontraban pronto se hizo patence que los prepararivos del gobierno eran suficient~s
para derrotar la huelga a largo plaio1 a menos. que los sindicatos intensi~.- (
libres para definir su propio programa; el rechazo ncondicional de las
reducciones salariales por parte de los mineros, una arnpliacin de b jor- caran la disputa. Arrapada entre su falta de autoridad negociadora y ia (
nada de sere horas, as como el fina! de los acuerdos nacionales en fovor necesidad de acometer una escalada de actividad huelguista para cons~-
guir vencer, la Junta se ech acrs rpidamente, alberg la esperanza de (
de los regionales, nunca haban sido cuescionados. Bajo rales drcunsran-
ciasi sta era una atribucin de aurnrid:c1d central a la que cualquier sindi- que los trminos del acuerdo sugerido por la Comisin Real fuesen ace~- (
cato dara la bienvenida -apoyo incondicionCtl para reivindicaciones rnbles para ambas partes (no lo fueron para ninguna) y suspendi h
(
incondcionaJes-, pero que, en lo esencial, era insostenible. La capitula- huelga. Se dej a los mineros que lucharnn en solitario. El dao inligi<j,o
a la TUC fue tan profundo y las perspectivas de una direccin centraliz~.:. (
cin d~I gobierno de Baldv. 1 in ante la amenaza de embargo supona una
derrota que el gobierno no estaba dispuesto a sufrir de nuevo, pero que da del movimiento sindical se vieron daadas tan irremediablemenc}, (
desviaba la atencin de la falrn de autoridad inherente a la Junta General. que la conducta de la Junta ha sido fuenre de debates inrerminables en I (
hist0riografa dd sindicalismo brrnico. . .1
A medida que se aproximaba la focha en que expiraba el subsidio en
(
mayo de 1926 )' el gobierno se preparaba para hacetse cargo Je la <listr- Cualquiera que futse la sabidura -o la ignorancia- de las decisi0-
b.uci de carbn ante otro embargo, se hizo evidente que, salvo un arre- nes de la Junta, la dete1min.acin de finalizar la huelga puso de rele~e (
..,.-; glo inesperado de ltima hora, sobrevendra una huelga general.12 La cierras deficiencias inherentes a la estructura de la autoridad del mo\JM
(
Junta resolvi? coordinar las :ictividades de la huelga y negociar en nom- miento sindical. En prirner lugar, los mineros se opusieron rotundame1\-
bre de !os mrneros. Dada la amenaza generalizada de reducciones salaria- ce a ceder a la Junta la auroridad de decidir un acuerdo en su nombre; ;
(
les y el -aleo grado de tensin interna del movimienro hiboriscJ, la Ju nea incluso si la huelga hubiera tenido xiro, la Ju nea no habra gozado rod~# (
encontr poca oposicin en su imcnto de movilizar el apoyo en favOt" de va de dicha autoridad, ya que apenas poda esperarse que esta pauta se
reprodujera en otras industrias; aplicado a otras industrias) se trataba &e (
un plan que habra destruido al movimiento sindical. Por otra parte, r}o " (
existen razQnes para suponer que, despus de que la agitacin de 1926 (e
(
32 Los sigucntcs rrnbajos :ipon:w nformact'1n general sobre la hudga de 1926: hubiese calmado; la Juma habra continuada movilizando a unos sindicf(.-
Jcffrcy Skdlcy, ed., The Cem:ral Strikt: 1926 (Londres: Lawrcnci.: :ind Wishart, 1976); rns en nombre de O(ros en apoyo de posiciones no negociables. P~r (
Ahn Bullock, Tht' !.ifo ami Times of Hrm:st .B1:vi11 (I,ondrcs: Hcincrnann, J 960), pp. 279
canrn, en la medida en que los mineros y orros sindicatos no esraban diM-
371; Wilfrc<l H. Crook, Tlu: G'mt'ral Strike: A St11dy of l,nbor'r Ji,wir V?Mpon in '11mm, (
nnd Prt1aicc-(Ch.1pd Hill: Univcrsry of Norch Cm,!na Press, 193 lf puesros a ceder parte de su autoridad, cualquier victoria habra sido u1Ja
(
(
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(
362 Guerra, crisis y l'Stabih:Zacin del orden {ibera! 363
De'rrota del movimiento obrero
"
f;ura excepc:1. Asimismo, el hecho de gue 1 incluso despus de que la ner gb.e unos dirigentes diferentes, en la medida en se comprometiesen
~?~ta suspendiera la huelga, los mineros continuaran una huelga en soli- a respetar los lmites constitucionales, habran llegado a un desenlace
vuw durante :nuchos meses y de que insiscieran en los tres puntos de su diferente en sus mrgenes y en su rrmo, pero que, a pesar de todo1
,?ropuesra sugiere que las cosas no habran sido diferentes si fa Juma se dadas las deficiencias insritucionales del movimiento laborista~ la huelga
l}ubiese adherido a los mineros: no poda esperarse que el resto del movi- estaba condenada al fracaso.
{~'1iemo sindical resistiese indefinidamente; la derrota, como percibi la
Si damos todo esto por sentado, puede observarse inmedatamenre
Jf nta, era slo cuestin de tiempo, a menos que pudiese llevarse a cabo que el balance de probabilidades estaba sustancialmente determinado
~~na intensa escalada en la dispura.
1 por la experiencia de anteguerra: dicha experiencia haba generado un
;f Esto nos lleva al segundo rasgo sobresalienre de la huelga: el desme- movimiento sindical cuyos dirigentes estaban abrumadoramenre com-
s.?1rado temor (terror es una descrpcin ms ajustada) que parte de !a prometidos con el orden constitucional y cuya estructura -en gran
J~ma senta ante la idea de que una escalada en la dispurn le hara perder
1 medida a causa de su temprano xito- debilit nrenros posceriores de
e:.f control de sus miltrnres, ya que eso implicaba dar al eraste con los dis- ejercer aurnridad desde una posicin central. Ahora bien, aunque 1a
~fsirivos de emer~encia el~borados por el Esrado, dispositivos que da a ausencia de una autoridad central y la falta de cohesin del movimienro
? se estaban hac1endo mas eficaces. Un desafo tan abierto a la aurori- sindical forman parte necesariamente de la explicacin de las derrotas
dd del Esrad~ mediante b actividad enrgica de los pigueres, por ejem- del movimiento sindica[ durante estos afi.os, no puede deducirse que
p,fo, ~orra _el nesgo de exp~otar en un enfrt!ntaminro fsico que significa- una mayor centralizacin y cohesin habran bastado por st solas para
q_a d1srurb1os )' derrama~iento de sangre, a menos gue la Juma pudiese que e! movimiento resulrnra victorioso. Incluso en ausencia de un equi-
;amener firme su aurondad en medio de dicha escalada. Obviamenre, !a librio de los partidos polricos ms favorable, un movimiento mejor
!unta careca de una infraestructura organizativa capaz de otorgarle seme- organizado habra sido sin duda ms eficaz; ahora bien, para llegar a un
. 1ar1re firmeza y capacidad de mando. Enfrentada aJ potencial de la vio- desenlace fundamentalmente diferenre en 1926, habra sido necesaria
l~rcia'. consciente de su falta_ de control y desprovista de autoridad para adems la existencia de un gobierno comprensivo. Semejante desenlace
n,igociar en nombre de los mineros, la Junta capicul. fue al menos bosquejado en las propuestas del ministro de Trabajo toJyf
Arthur Steel-Matlnnd, as como en las propuestas de la Comisin
i. Siempre puede argumentarse que, si hubiese habido individuos
Samuel, encargada de la revisin de la indusuia del carbn en 1925-
,. dferenres al frente de la Junta, las decisiones y el desenlace habran sido 1926. Esta comisin haba hecho recomendaciones en contra de la
.. -:- diferentes. No puede negarse rowndamente esra posibi1dad 1 pero sf ampliacin de la jornada laboral o del fin de los convenios nacionales;
~i~e~e ser descarrada. Una Junta diferente, controlada por la izquierda rales logros deban ser mantenidos, si bien deban acompaados de
smdical, se habra enfremado a los mismos obstculos insrirucionales; se recorres salariales, un aumento de la inversi6n y una reorganizacin de
h.~bra enfrentado a ellos ms tarde y tras una mayor escalada de violen- la industria que clausurada definitivamente las bocaminas ineficaces. El
~lt -la huelga estuvo notablemenre desprovista d('. violencia-, pero liborismo habra tenido que ser persuadido para aceptar la prdida de
1
n:{udablemente Jo habra acabado haciendo. Suponer otra cosa es neo-ar puestos de trabajo y recortes salariales a cambio de una mayor participa-
I~j1exiscencia de los obsrculos insriruconales con los que la Junrn fin- Cln en los beneficios futuros. Semejante pacto industral exiga un
. c1?naba, algo senci!lamenre insostenible. Una Juma c,enuinamenre revo~ gobierno dispuesto a imponer la reorganizacin a los propietarios y a
"lu~iona~ia habra continua do, presionando aun mfs. Pero suponer la garantizar el nivel de inversin necesario; habra servido de modelo a
1
.- e1.1stenc1.a ~e una Junr~ aurenncamenre revolucionaria significa postular rnda una g:uria de industrias, especialmenre si se combinaba con conceM
, ~f~ ~10v1m1ento laborista comp!et<nence diferente. Ni siquiera en la siones gubernamentales como la semana laboral de cuarenta y ocho
1zjf 1erda existan aucncicos revolucionarios. Parece ms verosmil supo- horas rarificada por ];: Convencin de Washington en 192 l. Esrn visin
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dieron cuenta cabal de gue no iban a contar con un aliado poltico fiable comits paritarios de obreros y empresarios. La izquierda supuso general'f;': (
y eficaz hasta que hubiese mmscurrido mucho tiempo. S la falra de una
mente que esras conquistas seran consolidadas y ampliadas despus de!~
4 (
organizacin cohesionada haca probable que la huelga general fracasara, O'Uerra.
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la ausencia de un gobierno solidario haca probabJe que sta se produjera, La visin de la CGT respecro al orden de posguerra fue proclamad~ e
puesro que, desprovistos de aliados polticos, los sindicaros slo podan en su Programa Mnimo} adoptado inmediacamenre tras el armisrico e~ (
defenderse por medio de la accin industrial. 1918, A pesar de la vaguedad de muchas de sus frmulas y del rono radi\
(
Para completar el relato, pues, es necesario dar cuema de la debili~ cal de su retrica, el programa reflejaba el reformismo que la CGT hab!.
abrazado inequvoca.mente durante la guerra y que tratara de consegui't (
dad del Parrido Laborista, arraigada tambin en la hegemona liberal de
anteguerra. No obstante, ya no se craraba simplemen1e de un bajo grado tras los tumultos de 1919 y 1920 y la salida de los comunistas en 192l': (
de conciencia de dase y) por consiguiente; de apoyo al partido por parre El programa propona la reforma social dentro de la sociedad existentd;
la naciona[2aci6n de varias indusrl'ias clave y la creacin del Consej (
de h clase obrera. La conexin era mucho ms sutil que todo eso: la
misma carencia de escisiones decisivas denrro de la burguesa que haba Econmico Nacional, al que el obrerismo habra conferido representati~ (
h_ed10 posible la hegemona liberal antes de 1914 haca ahora posible la vidad inalienable. Las ambiciones ms inmediatas de la CGT consisda~
(
.,.-:- existencia de una derecha cohesionada. Esta cohesi6n, a su vez) privaba al en aumentar los salarios para contrarrestar las p1'didas ocasionadas por Hi.
Partido Laborista de la oporrundad de manipular divisiones duraderas inflacin del tiempo de guerra y en conquistar la promulgacin legal de (
enrre los partidos no socialistas, habiendo podido ganar con ello el tipo la jornada de ocho horas y de la semana laboral de cuarenta y och~
de aliado fiable que le habra otorgado un poder polfrico efectivo. horas. El programa rambin exigia la fijacin de los salarios medianti
negociacin colectiva, la ampliacin de !os_ derechos s~di~~les a lo~ (
Regresaremos a este punto mediante un anliss comparativo una vez que
hayamos examinado la falta de cohesin de los sindicatos franceses y sus empleados gubernamentales y el escablec1m1ento o ampliacion de lo'ci (
consecuencias entre las guerras. seguros de jubilacin, enfermedad, incapacidad y paro. La CGT esperabI,,
,. (
. ;.1
j (
~:,
34 Tnformacin gcncr.-il .sobre la colaboracin en tiempo de g1,1crra puede cncomrn(~
en Richard Kuisd, Capitalism 11nd the Strtte in Modf!rn Fmnce: Renvntin 11nd Ef1J1wmir (
Ma~ngement in rhe Twentitth Cenmry (Londres: Cambridge Unvcrsit)' Press, l 98].), p~. (
~3 Middlemas ofrece noticias acerca dd Informe Samuel y de los crilcrios de Stccl- 31-)9. !1:
Mrutbnd en su Pblito n !ndwtrird S1Jciny, pp. 190-200. 1,
V (
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366 Guerra, crisis y estabilizacin del orden .liberal Derrtta del movimiento obrero 367
:,!
q~/e al menos industrias tales como el ferrocarril, cuyo control haba sido dos co11)gual facilidad, llevridose con ellos gran parte de la auroridad de ,
,e
.'. 35 Acerca del rexro del Programl Mnimo, vase Lon Jouhaux, Le ~yndimliJme et in
cf;T(Par!s: BlbliorhC<ue d'volurion Socialc, l 920), pp. 205~213.
.j;36 Sobre la emucrnra de la CGT, ,nnsc Edward Shoncr )' Charles Til!y, Sm"ke.1 ill 37 Kuisd, C"apitfli!m rmd ,lg St11te, pp. 3 l-59; Georges }' Timanr, Uon }011ha11x, pp .
F\;ttllft:, 1830~1968 {Londres: Cambridge Univcrsiry Prcss, 1974), pp. 168.J72: 336 SS.
Tf,eodorc Zddin, Ftancr:, 1848-1945: Ambition nnd Lovc (O:.:ford: Oxford U1)versiry 38 Gcorgc~ }' Tintant, l.r!on Jouhrmx, pp. 336-341.
P1~ss, 1979), pp. 230-260; Bcmard Gcorgcs y Denise Tinca.in, L1m jol(haux: cinqrwm 39 M;n1rlcc L:.hi, La grande d,'11i<>11 dn trnunillmn: m!mil:re sCJSfln de In CGT
n,ff dnyndiclt/ismdP:iris: Presscs Univcrsitaircs de Frnncc, 1962), pp. 336~34 J. (/ 914 1921) (P,ws: Les dirions Ouvrihcs, J 964), pp. l 18 ss.
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368 Guerra, crisis y estabiLizacin del orden. liberal De<1.7ota del movimiento obrero { _ , . 36~ B
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La J{udga comenz cuand un consorcio departamental de , ~{', .. J~----:>{ii /,
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siqmpre haba sido medido por la ausencia o la retirada de las sanciones mls poderosas del movmiento sitl(licalisra revolucionario, declara
patronales. 42 A finales de abril la federacin llam a los obreros de nuevo ron una huelga general en favor de la nacionalizacn, L1
Confederacin General se vio impmemc p,ua rechazarla, simindosc
a }~ huelga -culminando en un impresionante primero de mayo- en forzada a entrar en la lucha a! lado de los radicales. [... ] ,1La buclga
reik1indicaci6n de la retirada de todas las sanciones y de la nacionalizacin no se vot ... ] con el entusiasmo de hombres que acuden :1 !abara,
doitodas las lineas frreas. El consejo nacional de la federacin se encon- lls1 coovencidos de su rriunfo; ;icudenm a b batalla porque se vieron
obligados a ello.t,~
.tra;ba dividido entre la derecha y la izquierda; pero estas divisiones no
parecen haber sido decisivas, puesto que la izquierda conraba con una Tfes {roleadas de asalto)\ sucesivas, salvo una semana, paralizaron la
~n,yora definitiva ms extenuante result la falca de una estrategia cohe- economa nacional. Tras Ja primera (mineros, obreros portuarios y mari-
re1~ce: los planes de nadonalzacin no haban sido diseados y apenas neros) y la segunda oleadas (obreros del mernl, uansporte por cal'l'eteta y
er~n comprendidOs por los afiliados ordinarios 1 y mucho menos por el oficios de la construccin), se hizo evidente que la huelga iba a ser cero
pJf..,Jico en generaL La mitad de los miembros no respond a la convo- fracaso catastrfico. La tercera oleada nunca fue convocada. Un mes des-
ffioria de huelga; por el contrario, trabajaron en turnos dobles. El pus de que hubiera comenzado la 11llelga, los ltimos ferroviarios regre-
gq';pierno mantuvo parre del trfico y aprovision Pars. La huelga estaba saban a sus puestos de trabajo compleramenre vencidos. Veinte rnil ferro-
ra:~J mal planeada -tornando un color explciramenre revotucionaro viarios fueron despedidos y el gobierno inici procedimientos judiciales
m(~rced a la izquierda del stndicato- que, cuando el gobierno arrest al para disolver la CGT'5
cof'flir ejecutivo el 2 de mayo, no se autoriz a ningn otro lder a rnmar
Se hn discutido mucho sobre los conflictos ideolgicos entre la
pCj~esin hasta el S de mayo, momenco en guc la CGT intervino para
zquicrda y la derecha en la Franca de entreguerras, especalmeme con
n(1}nbrar cargos inrernos. 43 El sindicaro no haba consultado a la CGT
relacin al fracaso de las huelgas inmediarnmente posteriores a la gue-
paJa convocar la huelga, huelga _que, en realidad, la CGT haba rrarado
rra.46 En realidad, estas diferencias ideolgicas tuvieron muy poco que.
de;desalenrar. Pero, dada la rapidez con la que se aproximaba la fecha
ver con el fracaso de las huelgas, La contienda ideolgica se convirti en
Hri;{ite del primero de mayo, el sindicato persuadi a los dirigentes de la
una bandera iffiportante en la competencia entre diferentes niveles de
C~GT para que Je apoyara con una convocatoria de huelga general.
autoridad y entre diferentes principios organizativos dentro del movip
"
ll
Em: fue tmo de los mejores ejemplos en la historia dd obreris- miento obrero. La huelga de los obreros del metal de 1919 y la de los
f
mo fomds de la nurnnomfa abo!ma Je los grupos {Jtlc consrirnfan la obreros del ferrocarril de 1920 fueron ejemplos de subgrupos florecientes
Confodtracilln General del Trabajo. L, federdn de t'crrovinrios
fornn!l un;i dcdar:tcin indepcndicmc de huelga sobre 1.ina hase dencro del movim.ienro sindical gue ejercan su propia autoridad -en
que casi exiga el apo}'o de on:is org:.niz;idoncs. 1\unquc el plan de la realidad, trataban de preservar prerrogativas hisi:ricamenre coi1flrma-
h11dga se haba hecho pblico de modo indepcndience por los forro- das- y ante las que las entidades nominalmeme superiores se sentan
viarlos, antes de que se garantiz;1.r<1 el ;-i~oyo de !a Confederacin impotemes.
Gcncr.\l dd Trabajo, la organizacin centra! dccidic sc:cundar su
ncdn. La mayora de la Co1lfodcracn General no mosrr cnwsas La afiliacin de pago de la Federacin de ObreJ'Os de] Metal se redu-
mo alguno; gr,m p<1ne de la organizacin fue fcin:;'ld;; n 1:i huelga por
parte de elementos revolucionarios. Duranic mucho i:icmpo, la jo severamente al comienzo de la guerra: de 27.000 en 1913 a solamente
nadon:ifo.aci6n de !ns indusrrils cscncinlcs de Francia habfo consri- 1.000 en l 915, Gracias a la introduccin de mtodos de cadenas de
ruido una de las princip,1kis n:ivindc:'lcioncs de l.. Confcdcracn
Gencni!. Por rnmo, cuando los ferroviarios, una de l;1.s fedcracio1)C$
372 Guerra, crisis y estabilizaci6n del orden liberal D~'llota del nwvmiento obte'f'O
(
montaje en !as numerosas nuevas -instalaciones destinadas a la produc~ 'No obsrante, no basta ~on dejar la distincin entre izquierda y der~~ (
cin durante la guerra 1 la reserva de obreros y equivalentes que pagaban cha en ese punto; cal y como los mismos trminos sugieren, estas ?~r (
derechos, as corno el nmero estimado de miembros (los miembros tendencias se complementaban: la mayora de derechas controlaba lll~~
pagaban sus derechos, como media, cerca de la mirad del tiempo) se
(
cialmenre la mayor parte de las posiciones de poder de los sindicaros. Si~
dev ontes de finales de 1918 a 100.000 y 200.000, respectivamente. En embargo, ambas ruvieron una influencia significariva y se conrrapusi~.,. (
1919 la afiliacin sale repentinamente a los 150.000. A pesar de la ron) casi del msmo modo en que dos partidos pofricos estn dispuest~s (
derrota de la huelga de 1919 la aRliacin de pago concinu subiendo a cambiar sus papeles en el gobierno y la oposicin. As pues1 muchas d~
hasta los 200.000 en la primera micad de 1920. 47 Los obreros del ferro- las afirmaciones y de las acciones de la minarla en la oposicin constiniaf~ e
carriJ sufrieron una exp1osi6n similar: de un mnimo de 11.000 en tiem- tanto conats parn tratar de obrene1' el poder como genuinas expreson~~ (
po de guerra a 352.000 en 1920. 43 El problema de los sindicaros era que ideolgicas. Por ejemplo, cuando una huelga no produca una escalad:p
carecan de una red organizativa capaz de absorber y dirigir incluso al de accin que desembocara en una revolucin> como b izquierda supue~~
pequeo nme10 de obreros afiliados antes de la guerra, mucho menos a rnmeme esperaba, se culpaba de esro a la derecha. A medida que la revd-
los nuevos. Gran p-arte del conflicro ideolgico denrro del moviffiento lucin bolchevique y la movilizacin de posguerra comenzaron a desplJ,.. (
\
en 1919 y 1920 resulta ms revelador si se contempla como una compe- zar el equilibrio de po~er hacia la izquierda.',esrn,r~lacin comp~nsator~
ricin en torno al tipo de organizacin que debera haberse creado para se hizo ms inestable.JU Cuando una faccion dmdenre conqu1srnbi1 11 (
contener y aprovechar la energa de los nuevos miembros. Tal y como se control de la direcciva local, departamenral o federal, a menudo s.e
(
desarrollarnn los acontecimientos, a pesar de que los sindicaros de obre- encontraba sin una oposicin ruidosa que irnpusiera la moderaci6n y Ji
ros del mera! y de! ferrocarril eran capaces en ocasiones de desatar una seleccin cuidadosa de los objetivos. Lo que es ms importante, los p!t\- (
huelga1 resultaron ran impotentes como sus superiores a Ia hora de con- nes de hudga esraban inconfundiblememe falcas de organizacin: un~. (
trolar a sus subordinados. En ausencia de una organizacin eficaz, la 1 se supon ,ta que cu1 :aria
vez se convoca ba una 1mega, ' de si, misma.
SI
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energa liberada por el crecimiento de <lfiliacn simplemente se desvane- (
ci. Ms que los conflicrns ideolgicos, fue esrn fragilidad organizativa 1a
Lo que se enconrraba en la base de las diferencias en la poltica <~f"
huelga erani puesi sobre rodo 1 las diferencias de experiencia hisrrica. 41 (
que debilit bsicamence al movimiento.
camela e insiscenci.\ majorfraire en la planificacin meticulosas~ asenta1 (
La distincin esencial entre derecha e izquierda en este perodo con- en anteriores experiencias de enfrentamiento con patronos hostiles y uny
sisrn. en que fo lrima propona la escalada del conflicto laboral hacia mano de obra dbilmente organizada. El radicalismo y optimismo mino1fi (
.. ~ u1~a revolucin social, mientras la derecha enconrraba estas ideas, cuando taire eran en gran medida el resultado de la folrn de se1nejame experienci~ (
menos, prob!em::idcas y, en el peor de los casos, exrremadamente peligro- moderadora. Tan slo despus de que una huelga hubiese sido convocadi,
(
sas. Por consiguiente, los mnoritaires tendieron a fayorecer la mayora de los nuevos dirigentes comenzab-an a comprendeJ la necesidad de concredJ
las huelgas, mientras que los rnajoritaires se mosrraron ms circuns- sus objetivos y de mantener un conrrol estricto sobre todos cuanrns ('.'H<'f. (
pecrns. 49 ban nvolucrados. 51 Para entonces) nonnalmence, era demasiado tarde. {i (
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SO En mucho.'i sindic:nm los miembro.~ afiJiado.~ )', dcsp11s, lS lderes se de->liza;.(~1 (
marcadamcnrc h:"lcia b izqt1lenla en los rre.s :ii1w; posreriorcs ;1] :1r11isrico, si bcn no sici1j
47 Lncgo se hundi hasrn. 70,000 en !;1 scgnod;'l mirad de l 920. Las cifra!. aparccCJl pre de modo dec!sivo. V,1sc Labi. l.fl gram/( di1Jlsion, ,PP 27 l, 292 r 312-313. ; (
en Lahi, !.rt grt1t1dl' divisinn, pp. 248~249. Sl Kri<:gd, Hist/lin du mv1rwmr:t1t, p. 401 y xls.~1m. 1
48 Krcgd, Histoirn/u mmu,t:m,nt, pp. '.275~276. 52 Jc:rn-Pnu! funer, Sr1i111-Dmis, In {)J/r: r()ug_e: Sodnli.rme el nm1munim1(' NI h,mlic>t1'
(
49 Tbd, p. 40l. 1111/J!'ih,,. J890-1939(Pars: Hnchcm.:, 1980), cap. JO, (
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374 Guerra, crisis y estabilizacin del orden liberal Dt!.trota del rnov;miento obrero 375
:'. , Es dudoso que cualquier ideologa hubiese podido converrr esas ciencia del ofico en cuescin. La decisin de los obreros del ferrocarril de
h~e!gas en victoras obreras, puesto que la otganzacin del movimienro Pars de no apoyar la huelga del metal fue instigada y promovida por el
o9,rero francs estaba tan preparada para vencer a Ja administracin y al iz.quierdisra Gaston Monmousseau, guien dirigi una huelga nacional
_. Es.ta.do como la Rusia zarista lo estaba para derrotar a Alemania, El del ferrocarril el ao siguieme. 55 Esta negativa fue decisiva en el aisla~
'h~cho de que la Federacin de Obreros del Metal y la CGT fuesen inca- mienro de los obreros del metal. apartndolos dd resto del. rnovimienro
. rices de evirar las huelgas de 1919 y 1920, eespectivamenre, constiwye sindical; adems, aunque miles de obreros qumicos s dejaron su puesro
_u1~ testimoniode su fragilidad: ambas entidades simplemente carecan de de trabajo durante la huelga del metal, lo hicieron para perseguir sus pro-
m~dios para refrenar -o movilizar- a sus subordinados. pios objetivos y nunca se unieron a los obreros del metal en ningn sen~
: ~ Esca situacin guardaba poca relacin con los conlicros ideolgicos.
rido. 56
--:L<: huelga de 1919 represent una revuelta departamental en contra de La importancia de la auwnoma sndical, por contraposicin a las
UJ~ liderato izquierdista en el mbrn de la federacin. En realidad, diferencias ideolgicas, resulta aun ms clara en d caso de la huelga del
. M\!rrhei m, lder de la Federacin de Obreros del Metal era el lfder de la ferrocarril de 1920. En el Congreso de la ejecutiva de la Federacin de
;fa~cin extrtme-gauche ms importan.re demro de la CGT S) Solamenr: Ferroviarios de finales de abril la izquierda obtuvo el control de la Fede-
sury disputas con el brazo local parisino Je ganaron el apelativo de majori- racin, incluyendo la secretara, aparato de carcter crucial. Las dirnisioncs
ta{rre. El hecho de que Alphonse Mcrrheim) el Comit d'entenre, a conri- de protesrn llevadas a cabo por sorpresa por los dirigentes majortaires otor~
n0~ci6n, y, finalmente, muchos miembros de los comits de acdn con- g a la izquierda el control de la ejecutiva, de autoridad casi legislativa,
ru/j}ieran sus decisiones de modo sucesivo sugiere que lo imporrame no haciendo gue el dominio de la izquierda fuese aun ms complero. 5;
er;;~ tanto la ideologa declarada como el grado de conexin -y vulnera-
Tal y como los dirigentes ms moderados haban descubeno en
bi/;~dad- respecro a la direccn de la organizacin.5 4 Los que ocupaban
po1?iciones en la cpula eran dolorosamente conscientes de sus debiJida-
19 l 9~ la cpula izquierdista descubrira ahora gue la organizacin de que
poda disponer resulcaba inadecuada para concrolar a los obreros, slo
de~, buscaban coda la ayuda posible y queran que rodas las acciones
que esta vez srns se rnostraban reacos a una huelga con la que ames se
est~ viesen cuidadosamente planifi~a~as, ya s~ hallaran en la zqu!erda .
haban mostrado entusiasmados. Despus de la huelga general de veinri-
~n!~h derecha. Por otra parre, los crmcos exrenores eran mucho mas opu-
cuarro horas del primero de mayo, la rnayorfa de los ferroviarios de la
1;ii1tas con respecrn a la fue17a poltica del movimicnco y crean que sim-
plinenre deba ser encauzada. lnea oriental y rodos los obreros de Alsacia y Lorena regresaron al traba-
, l
jo. La historia fue la misma en el caso de la lnea septentrional, viral
.u J Los conflictos sobre los derechos tradicionales de auronomfa fueron desde el punto de visea estrargico 1 en la gue 1 de hecho, los dirigemes
qui.cho ms fundamentales para 1a debilitacin del movimiento que la sindicales ordenaron a sus miembros que regresaran a su puesto de traba-
ii;leploga. Los que ocupaban posiciones ms bajas en la jerarqua. cual- jo. A buen seguro, estas lneas tstaban controladas por la derecha, pero
qu~-tra que fuese su ideologa, guardaban celosamente su independencia no se encontraban solas en su decisin de ignorar a la federacin; algun.as
tralicional, simplemente haciendo lo que queran, ya coincidiera o no plazas fuertes izquierdistas, tales coirto Besan<:on y Dole, permanecieron
co~ los deseos y planes de otros miembros del movimienro sindica! y ya
sig1)ificara o no la convocatoria de huelgas. Esrn era cieno con indepen
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J, 55 Laurenr fmch v Michcl Bouvcr, CGT m11,mr dt: ht .wiHimr dt' 1921 (Pars: f.:d;~
'.,_3 Kncgcl, Hmo11ed11 nw1,ve1ru:11t, p 312 rions La BrCchc, 1983), ). 98.
4 Los cfoc(Os de la comcnc,n <le los duigemes de 1dcologfo i11dcpcn<lwnrc put!dcn 56 Bnmcr, Sf(iJltDeni.(, p. 220.
vcr~f en Brnnct, Sfl.11itDeim, c.1p. 1O 57 KricgcL Hisroiredu mouvement, p. 424.
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Guerra, crisis y estabilizacn del orden.beraf D_hrota del movimiento obrero 379
En 192 l y 1922 se Hevaron a cabo varios intentos para cambiar la tarde- imponerse a los parr~nos en el mercado de trabajo. Las relaciones
aplicacin de la ley de la jornada de ocho horas en diferentes indusrrias. laborales y las huelgas pasaron a depender de modo creciente del Estado
Ei;i julio de 1922 la Federacin de Obreros Martimos decidi convocar y de la fuerza de la opinin pblica, ms que de la actitud de partidos
uiia huelga si se aplicaba el decreto Rio, gue modificaba la aplicacin de rivales. La CGT lleg a apoyar en 1925 legislacin que hara obligatoria
,di~ha ley en la marina mercame. Una huelga contra el decreto fracas en la inrervenci6n esrara.l en todas las disputas laborales. Ahora acuda a la
septiembre. Casi a la vez, la aplicacin de la ley fue modificada en el huelo-a slo en raras ocasiones; adems, cuando lo hada, su propsito era
o
fetrocarril. Se hizo una distincin entre <(trabajo reah> y 1<tiempo de scrvi- llamar la atencin del Estado sobre sus problemas, ms que derrotar a los
ci~; asimismo, las horas de trabajo fueron cifradas por -ao, en lugar de patronos. Esca estrategia fue conocida como poli-tique de prJence,
p~r semana. Para los obreros que estaban ocupados en trabajo real Significaba que, mientras la CGT rechazaba la participacin real en el
dt:]ranre todo su perodo de servicio, su tiempo de servicio no exceda de gobierno, trataba de conseguir un papel propio en rodas las discusiones
Ia1 diez horas diarias sin embargo, en los casos en que el crabajo era gubernamentales con el obrerismo; asimismo, trataba de alentar su pro-
66
informitente, las horas de servicio podan ser doce o quince, fo que supo~ pia credibilidad poniendo en juego la afinidad del Esrado. En o_rr~s
. nfd un incremenro de entre cuatrocenras y guinienras horas al ao, 63 Tal palabras, los sindicatos consideraban cad_a ve7~ ~s ~ue su pape! cons1st1~
y \Orno Charles S. Maier ha observado: Lo que, a fin de cuentas, !a con- en cabildear y negociar con el Estado, El Mm1sceno de TrabaJO decreto
troversia en torno a !a jornada de ocho horas revel fue la fuerza del que la CGT era normalmente el sindicato ms representativo del mov~
pd:f.ronat francs) 110 su debilidadll, 64 Enfrentados a amenazas genuina- mienro obrero organii,ado y, por tanto, aqul mediante el que los obrerns
m~nte revolucionarias~ seala Maier) los parrones de Italia y Alemania deberan negociar. Sin embargo, en 1933, nicamente el 7,5 por dento
pr9nro concedieron la jornada de ocho horas como un precio pequeo de los as,1lariados esrab.\n afectados por la negociacin colectiva, princin
pa'.~a socavar el empuje radical. En Francia la revolucin pareca remota y palmente los de la minera y !a navegacin; en la industria dei metal, sl~
sujdase patronal -mucho ms segura- se poda permtir resistirse eJ 1,4 por cieni:o senta sus efectos. 67 Aunque la afiliacin de 1a CGT se
iniJuso a la jornada de ocho horas. 65 dispar en 1936 y millones de obreros obtuvieron temporalmente con-
,1
tratos colectivos, en realidad poco cambi a raiz del Frente Popular Y de
;-(J El desenlace lleg a su fin con el cisma entre la mayora reformista
la huelga general. El apoyo del Estado sigui_siendo indispensable _para la
dej(~a CGT y la minora revolucionaria>) que form la CGTU en 1921. CGT. De hecho, el Estado no era un mero aliado en la escena polfnca: era
A iartir de entonces, ambas confederaciones se vieron condenadas a una
el sustiruto de una organizacin sindical cohesionada. Tanto en el
dJ,,.ada y media de impotencia; la primera opt por la colaboracin con Acuerdo de MatJo-non corno en ulteriores resoluciones de disputas labora-
_..:-eJ .~stado, mientras que la segunda se suma en la retrica de la revolu. ~
!es, fue necesario hacer intervenir la autoridad de.l Estado para compensar
, ~i'i1 en una sociedad profundamente arrevolucionaria. la ineficacia de la CGT: despus de 1936, salvo el 4 por ciento, rodas las
, ij Con una afiacin colapsada y una organizacin debilitada, la CGT
6
disputas del mercado de trabajo fueron decididas por el gobierno. ::i
reg~es a su prcrica de anteguerra, conssreme en afanarse principalmen- Este punto debe ser recalcado: el cisma entre la CGT )' la CGTU
te fior ganar la aprobaci6n del Estado y su intervencin, en lugar de rra-
sigui a las derrotas del obrersmo; adems) caus estos fracasos en la
$3 !hid., p. 97, 6 Esta csrr,uegia es obje.ro de :anli::.is por l.efrinc, que fe lder del sind;cato <l~
~4 Charles S. Mnler, Recst.ing flomr,e()is Eurapr: Stnbilizrrrion in F;-tmcc, Gr:rmnny prnfosorcs: n10u11en1em .911diml JOW In 'f'roi5i?:me Npublique (P::irk i>ayor, ! 967), PP
rmdJrnly in the Dec11dc Aftt<r World W'm l (Pr,inccton; Prino.:ron Univer$icy Pres~, 1975), 283 SS.
pp.9-80, 67 Zdd!n, Amhi1i1m 1111d /.ove, p, 2i6.
ts Jbd., p. go y p:ssim' 68 Jhd.. P- 277.
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380 (
Guerra, crisis y estabilizacin del ord0 liberal DQ.,rota del movimiento obrero
(
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misma medida en que estuvo causado por ellos. Durame los momentos indi;tinguible de la de sus 'aliados del Frente Popular, los socialistas, l~s (
crticos, los comunistas de la CGT, siguiendo el consejo de Lcnin, se radicales y la CGT. Los comunistas (<no buscaron en ningn momento !J
comprometieron a colonizar Ia CGT no a desmanrdarla. Solamente en (
oleada de huelgas de mayo y junio de 1936 y, a pesar de haber sacado ~n
el verano de 1920, despus de la derrota de las huelgas y en el momento gran partido de ella, [... ]hicieron todo lo que pudieron para convence~a (
de la ofensiva bolchevique en Polonia, fueron proclamadas las Tesis de los huelguistas de gue volviesen al trabajo cuanro anres>},!l . 1,
Mosc y la cuestin de la ruptura sali a la superficie. 69 No hay duda, es (
cierro, de que la rensin entre izquierda y derecha en la CGT y sus filia- Blum, la mayora de su partido, la CGT e incluso los coml!nt5"
rns no consideraron la convulsin obrera como una opommi<l~d
' (
les tena una larga historia; podemos remontarnos al perodo de antegue-
sno como un obsccldo, tm pdigro para la carea ms inmc<liarn; fi;.ic (
rra -en este sentido, estaba slidamente andada en la experiencia de el experimento del gobierno del Frente Popular basado en d apoyo
anteguerra de inclusin parcial del obrerismo- }' a los conf1icros de combinado de la burguesa y la dasc ohn.:ra, buscando l,l m,ls.:unplJa (
tiempo de guerra entre los parridarios de la tmi'on sacre y sus crcicos, mayrn posible. (... J Existan diferentes matices en In 1nrcns1dad 9"!!
las ideas de [Maurkc} Thorcz, Jouhnw.: }' Blum en este momc!H~ (
Pensndolo bien, sin embargo, los conflictos entre izquierda y derecha pero todos ellos vean en la Cllvulsin obrero un dcsaffo inoporr_mio
tuvi~ron una importancia secundaria: incluso cuando contaban con una n s11s objcrivm Jnmcdi:nos. Tanto individualmr:nre com en conJUHM (
cla.,;a mayora, ni la zquierda ni 1a derecha podan controlar la CGT. una ~o. buscaion ~arninos y rncdios para acabar con clla. 72 1.t
(
federacin o ni siquiera una agrupacin local debido a que carecan de E11 esta ocasin, pues, no caba la posibilidad de que un fratricid/~
medios institucionales. (
ideolgico debilitara al movimiento obrero organizado. Antes bie/~11
Esre punto queda confirmado al examinar la huelga general de podemos concrera: .las .causas d~l fr.acaso del ~re?te Popular con .g~jr. (
1936, la lrima grnn oportunidad del obrerismo francs entre las guerras, precisin en la deb1l1tac1n organ1zanva de Jos sind1cat~s y en la po~1?k'.
de dependencia de los socialistas en el sistema de parndos. La .deb,l,d, ;1 (
ya que despus no ex1Stirfa conflicto alguno entre comunisras y reformis-
tas. De hecho> raJ y corno se desarroilaron los aconrecimientos, en 1936
1
organizativa de los sindicaros impidi gue disearan y persiguieran LI1fl (
la CGT no poda controlar a sus .integrantes incluso cuando no exista esrraregia coherente para la puesca en vigor,r la defensa de los logros dw
(
enfrentamiento interno entre jzquierda y derecha y un gobierno pro- Acuerdo de Marignon, rnnro cuando el gobierno de Blum esraba al carg:1
obrero se encontraba en el poder. 70 como despus. La posicin de dependencia del Partido Socialisca le neg?
la oportunidad de romper con la ortodoxia liberal en su p~!~ica econ~( (
La CGT y la CGTU se fusionaron a medida que el Frente Popular mica y, por rnnto, le conden al fracaso en el frente econ.omico; _En lct(
se desarrollaba entre 1934 y 1936. El Partido Comunista -en el Frenre dos mbitos podemos observar las limicaciones del potencial polmco d~I (
. . !'"Po,Pular, pero no en el gabinete de Lon Blum- rarific en repetidas
ocasiones la esrrategia reformista de Bium y rrabaj frentica.menee den~
obrerismo en un orden liberal.
,.fl (
tro y fuera de los sindicaros para acabar con las huelgas de brazos cados Las huelgas de brazos caldos que comenzaron primero el 14 di~
mayo con la de los obreros del meca! parisinos se convin:iero'.1 rpid{
e
de junio de 1936. A este respecto, la postura de los comunistas resultaba (
mente en una hucl(la nacional que involucr a cerca de 1,5 millones de
obreros. Las huelgas comenzaron esponcneamence como respue~i:a ~ ~
D r (
69 Clark, Hiuory, pp. 99-J 14. vicroria obtenida por el Frente Popular dos semanas antes. Las pn~cip_~~.i
(
70 La litcnirura acerc;1 dd Frcnre Popular es muy cxwnsn. Adem.i.~ di: los rrnlos que les reivindicaciones de los obreros incluan los derechos de negoc1ac10
se cirnn ms addame, vanse: Louis Bodin y }can Touchard, Front pomhir~, 1936 (Pars: (
A. Coliil, 1961); N.ithanicl Greenc, Cris and Decline: The Frmch Sl)cia/iu P11ny in r!u: J
Pvpulttr From Em Orhaca, Nueva York: Cornel! Universiry Prcss, 1969); Gcor,,,.es
Lefranc, Htoire du /rcmt p(Jptdnire, J934-J !J38 (Pars: Payot, J 965); Dan id Gui~n. 71 Arrhur Mirllnan, 'J'hc Frcnch Working Chis~ and rht:" Blurn Governmenr (l 93w~
From pvputlirt, r1Joluti,m mnnquk, ed. rcv. (P.1rs: Maspcro, 1970), 37)n, !nternarionnl Review ofS(Jcit1! Htmy, l'l. 9, 3.n parre (l %4), p. 366. ;i (
72 Ccl!ron, Uon Blum, p. l 36. ~
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74 Vas~ Alcxandci Wc.:rrh, Whr'th W'ay Frm1td (Londres: I-forper & Brod1er$,
73 Ibid, p. 137. 19.?7). pp. 72v92.
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384 38~\,, (
Guerra, crisis y estabilizacin del orden. liberal De~oJ:a deL movimiento ob1-ero
,,f
bable que una alianza que dependa de ral modo de la constelacin inter- lmi~s~dc la hudga de obreios y de un sistema de arbitraje que no com;. '
nacional de fuerzas y del apetito de los radicales de una reforma econ- pensaba plenamente a los obreros por d incremento de los precios. 7~
(
mica y social no fuese una aJianza duradera; ni la lealtad comunista res- Habindose resistido durame meses, el gobierno de Blum se vio forzad4
pecto al orden republicano ni el compromiso radical con la reforma finalmente a devalt1ar el franco en septiembre de 1936, En febrero del (
podan durar demasiado tiempo. A esre respecto, tal y como veremos} afio siguiente, bajo la creciente presin de los radicales y de la economa.
fueron los radicales ms que los comunisras quienes resultaron decisivos B!um anunci una <<pausan en la reforma legsladva> as como un progra4
e
en el fo1al policico del Frente Popular. ma de recorres. En marzo Blum se rindi finalmente por completo a ht (
ortodoxia econmica, abandonando el programa de obras pblicas de SL\1 (
A mediados de julio, casi todos los huelguistas haban regresado al
trabajo, la legislaci6n decisiva haba sido aprobada y los obreros se alegra- gobierno y entregando el control del Fondo de Esrablizacn Monecari~;,
a los conservadores financieros. Poco despus> en junio de 1937, el prii1; (
ron de antemano de la veloz ejecucin de los detalles del Acuerdo de
Matignon. En septiembre, no obstante, comenz una renovada actividad mer gobierno del Frente Popular cay porque los radicales no escabar)\ (
huelguisca a medida que los obreros vean sus salarios erosionados por el
dispuestos a apoyarlo en la lucha qt1e libraba contra el Senado por 1~;
obtencin de plenos podeL"es financieros en una suacin de emerge~ciaYi
rpido aumento de los precios y por la resistencia de los patronos a la
El ministerio de Blum fue sustituido por mro <1ue inclua a los sociali_srni (
puesta en vigor de la semana de ocho horas y de otros aspectos concreros
del convenio. 75 Como anres 1 estas huelgo.s eran espontneas y descoordi- pero gue, ahora, estaba dirigido por los i:adicales, El impulso reform/sti
(
estaba daramenre agorndo; los parrones, simindose ins seguros, accle{!
nadas.76 A finaJes de ao, el gobierno se vio forzado a recurrir a la legisla-
raron su ofensiva a medida que intentaban cleslgarse de los compromso$\ (
cin que decretaba el arbirraje obligatorio para contener otra explosin
de conf1ctividad obrero. El aspecto que debemos recalcar con relacin a que haban firmado en el Palacio de Matignon. ~~ ,, (
este recurso al arbitraje, as como acerca de b intervencin del Esrado en Cuando en noviembre de 1938 el gobierno de Daladier promulg\( (
las relaciones laborales durante estos aos, es que se trat de un intento un decrero que revisabn. b ley de la semana de cuarenta y ocho horas, h{\
consciente por parte del Estado de compensar la incapacidad de la CGT CGT convoc inmediatamente una huelga general. Del mismo modoj (
para controlar el comporramienro de sus xniembros; de hecho, el arbitra- gue la CGT habla sido incapaz de refrenar la huelga de los obreros en'. (
je obligatorio fue propuesto en primera instancia en septiembre por el 1936, se vea ahora imporente para llevarles a la huelga. Muy pocos obreJrj
(
secretario general de la CGT, Lon Jouhaux, precisamente como un ros respondieron a la convocatoria la huelga result una absoluta calami~!
m';_dio para conseguir dicho control y como respuesta a la T'enovada dad para la CGT Las secuelas consisrieron en una enorme oleada de des-~ (
..,;""explosin de dsrurb!os obreros. 77 pidos de huelguistas y activistas sindicales,''' A finales de J938, 3:000 de.
las 18.000 agrupaciones locales de la CGT se haban desinregrado. 80 Lo! e
El propo capital poltico del gobierno se estaba agotando rpida-
?!. (
mente, canco con los obreros como con la burguesa, a causa de! conti- \\
nuo dererioro de la economa 1 de la huelga de inversores que rebas los
78 Archur Mirzm:1t1 h:1 an,di:.::ido por exrenso la a!icn:1cin a que !t)S obreros se vie;
(
ron sometidos por p.1rre <ld gobierno }' ha n:<:aka<lo d hecho de que C.m fue d rcsulr:idv.
de polticas dd gobierno, ms que de !:is maquin:icioncs del Parrdo Comunista. Mir1.1na1 (
75 Henry Ehrmann afirma que ~la CGPF rechaz de plano peticiones dd gobienrn sosricne que el gran aumento de h11dgas del mom de 1936 en adcbntc no cm1vo causatJc,,
que habran fodlirndo d funcionamiento de la llueva legislacin por medio d.: un nuevo;' pM los conrnnisrns de J:i CGT, sino que lo ocurrido fue c1uc el p:inido se vo oblig,1do, e1J (
ms profundo cntcndimienro con d obrerismo ... Henry W.iltcr Ehnnann, Org11nizrd conrra de su propia es<Hcgla, a scclmdar esas huelgas porque c.sraba pcrdicndo su b:1sc dil:
Bwinm in France (Princcron: Princcton Universit)' Pn:ss, 1957), p. 37. clase obrcni.. "Fr.:11ch Working Class, p. 383 y plssim, ' (
76 Mimnan, Fn:nch Working Class, pp. 374-378. 79 Ehrm:11111, Oixani:u,d Bm;/1::;s in }'rana, pp. l 15-120. ,1
77 Jod Colcon, Compulsory Labllr Arbitraton in Fr1uw:, 1936-1939 {Nu<.:v:i York:
King's Crown Press, 1951}, pp. 36-3S.
80 Mkhcl Collincc l. fJll/)tiufranfrt.i: /1. hJprr du ~yndiralme (Pars: tldition~
Ouvri(.'rcs, 1951), p. 127.
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380' Guerra, crisis y estabilizacin del orden /ibera! De-r.rota del movimiento obrero 387
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paiJonos incumplieron sstemrcamente el Acuerdo de Marignon -ahora sista en proponer las siguientes elecciones. 84 Tal y como se desarrollaron
lec'~ muerra- y millones de obreros dejaron la CGT Cuando lleg la
los hechos, los socialisras s obtuvieron ms escaos con la representacin
guf;ha, la CGT i:ena otra vez un nmero de miembros muy bajo: proba~
proporcional, pero no pudieron ejercer gran influencia ante una abruma-
bJefrente, U/1 milln. SI dora coalicin an tisocialisra.
'l La afiliacin del SGB alcanz su momento ms alro n 1920 con
6 ~}3, Suiza
223.000 miembros, es decir, el 26,6 por ciento de la mano de obra mas-
"b Al igual gue sus homlogos de Gran Bretaa y Francia, los sindica- culina. Despus cay a un rercio en 1920 para recuperarse lenrnmenti~\
. "
fos. 1suizos albergaban el sueo de un orden de posguerra reformado;
1 estabilizndose alrededor de los 190.000 en los ltimos aos de la dca-
fracas:arnn :aun ms rpida e inequvocamente en su intento de poner da, Se meaba del nivel de densidad sindirnl ms bajo de toda la Europa
en })rccca esta ambici6n, Esta visin onrica se resumi en el progra- de entreguerras; adems) resultaba engaoso: solamente 65.000 miem-
n1a,:de nueve puntos de la huelga general de 1918: jornada de ocho bros del SGB esraban cubienos por contrarns colectivos en 1929. 8s La
liorr,s y semana de cuarenta y ocho horas, incrementos salariales, intro- debilidad derivada de esta limitada penetracin de la clase obrera se vio
du(~cn de la represen.racn proporconal, derecho de voto de las agravada por la falta de cohesin de los sindicaros, Despus de 1908,
rrluj)eres, reorganizacin del Ejrcito, garanta de rrabajo para wdos, como vimos en el capfculo 5, el SGB funcion como una mera agencia
Jr10~1opolio estatal del comercio exrerior y medidas para esrnbilizar los de recogida de informacin. En esre sentido, era an3logo a la TUC. Los
pre.;:ios de los alimencos. 82 Implcirn en este programa se encontraba la fondos de sostenimiento de las huelgas y la decisin de recurrr a ellas
de11}anda de que los sindicaros fuesen acepcados como componentes eran competencia de federaciones individuales o incluso de unidades
priJcipales en el gobierno de la economa. La huelga dur tres das y locales, La mayor parte de la negociaci6n colecriva era local o regiorrnl,
fuden gran medida un fracaso, algo admitido por los propios dirigen- ms que a escala industrial. Las federaciones individuales pasaron a ser
res 1:Sindicales. Cuando finaliz, los obreros haban conquisrndo ciertos complernmente aurnomas. 86 Asimismo, dichas fcder.1ciones estaban for-
inc1/ementos salariales -gue) a continuacn, se vieron erosionados-r madas por los empleados estatales, obrcl"Os posrnles y ferr~)Viarios, de
la h)rnada de ocho horas y la semana de cuurenrn y ocho horas ~que modo que menos de dos tercios de los obreros sindicados esrnban inscri-
prdhrn
4l
seran atacadas--- y la representacin proporcional en e!
s~ ros en federacones del SGB entre las guerras. 87 Dcmro de las federacio-
CojJsejo Nacional. :, L.1 representacin proporcional, de hecho, ya haba nes del SGB exisdan enormes diferencias de fuerza organizarva. La ms
~dq.conseguida en un referndum; de modo que el l'rnico problema con- grande e imporrante era la Federacin de Obreros del Metal y Relojeros
_.~ i::
388 (
Guerra, crisis y estabilizacin del orden liberal D'errota del movimiento obrero
(
(SMUV). El SMUV controlaba sus propios fondos de financiacin de (
con las mayoras de los radicales. Ahora bien 1 en circunstancias en que
huelgas, seguros de paro, enfermedad, accidentes y auxilio a damnifica-
el conflicto poltico se expresaba casi exdusivamenre Como una bacafb (
dos. Esraba compleramente fuera del control del SGB. No obsrante, esre
entre la izquierda obrera y la derecha burguesa, dicha medida fesuh:
sndicaro tan importante cenia inscritos a slo 61.000 de los 162.000 superflua: la promulgacin de la representacin proporcional fue segti
( "-
obreros de la industria del metal y relojera a finales de los aos veince. 88
da inmediaramente por una alianza enrre radicales y conservadores catt~~ (
En la industria textil, gue era la nica que daba empleo a un vasto nme~
ro de trabajadores a finales de los aos veinte, slo 8.000 de los 91.000
licos en la que los radicales concrolaron la mayora de los escaos q~J (
Consejo Federal hasta 1943. 92 Esta coalicin no debe confundirse c{!_ri
obreros fabriles estaban organizados dentro de la Federacin de Obreros las permanentes coaliciones consensuales entre wdos los panidos que ::')e (
Fabriles y Textiles." Haba otras federaciones que escaban aun ms dbil- desarrollaron en Suiza despus de I 943. Ese estilo de gobierno perrd):-
mente organizadas: 90 (
ce a una poca rnralmente diferente y cuya premisa era la cransforrnf;-
La hisrora de los sjndicatos de Suiza carece del dramatismo de las ci6n dd Partido Socialdemcrata. Antes bien, la coalicin de los abs (
experiencias brirnica y francesa. En la prctica, no existieron coyunrnras veinte fue una alianza de consolidacin de la burguesa cuya razn 4e (
crricas en las que los sindicatos suizos contaran con potencial suficiente ser era el aislamiento del Partido S0cialdem6C1"ataY1 Aunque su pani~:i-
como para sustituir la actuacin de los mercados por la negociaci6n pol- pacin en el vorn popular se elev modestamente, el pando fue igno1k- (
tica con los patronos y el Estado; los sindicatos, simplemenre, eran do sistemrica1nente por la coalicin gobernante. No pudo tubricar ~ (
demasiado dbiles para eso. Konrad llg, dirigente del SMUV, reconoca un slo gran xito legislacivo durante estos aos. Sus planes ms amli~-
ciosos --consisrcnres en el monopolio federal del grano, en pensior,Js
(
esro en un momento de franqueza en 1937 cuando sealaba: [No ha
habido] una sola huelga en la hisroria de nuestra asociacin que haya obligatorias y, como respuesta polfrica a la Gran Depresin, en un pro- (
sido un xito rotundo en materias sindicales importanres>i, 91 Asimismo, gram:'i de obras pblicas y expansin econmica- fueron rodas derr~~
(
el Partido Socialdemcratai que nunca recibi un nivel de apoyo como el radas decisivamente en los referendos. 94 Los no soci-alisrns aceptar4:n
de la lzquier<la socialista de Gran Bretaa y Francia, permaneci comple- finalmente a los socialdemcratas como uno de los principales comp0- e
ramenre aislado por una coalicin burguesa antisocialista basta 1943. nentes polri<.:os en 1943 porque stos haban llegado a i-econocer la fut;- (
momenro en que el partido borr efeccivamenre su identidad socialde- lidad de su oposicin. Sin duda, en deno grado 1 esce cambio estu\lflo
mcrata a cambio de un escao en el Consejo Federal. motivado en ambas parres por !a situacin de emergencia de tiempo qe (
guerra: se basaba en e! reconocimienro previo pol' pane de los sociald~- (
,,. Los aos del perodo transcurrido entre:: 1as guerras fueron encarni-
mcratas de la esterilidad de una posicin aislada, La coyunruia crriia
"""'zados para los soci.'ddemcratas. Las tensiones de clase haban aumenta- (
lleg con la revisin del programa del Partido Socialdemcrata en I 93t.
dos en gran medida por la guerra y por la huelga general. Una ve1, que
las diferencias lingsticas haban perdido su vigor poltico -incluso
El nuevo programa abandon el compromiso con b lucha de clasesi;,y
con la socializacin; simismo, ratific el plan de defonsc1 nadonal de JQs
e
antes de la era de la poltica de masas- y que 1a secularizacin del (
no socialistas; 95 en 1936 el partido apoy los prstamos del gobenfo
Estado se hizo irreversible, la poltica se redujo en gran medida al con- 1
(
Aicrn de clases. La in rroducci6n de la representacin proporcional acab
1" (
92 $bre l;i compo$in dd Consejo Federal. vas<.! Chrisropher H11g.hcs, .'J.,'hl'
Pnrlinmem ofSwtzrr/nnd {Londres: C:1!i.sdl ;-ind Co., 1962), pp. 74-78. (
88 !bd, pp. 42 y 64. 93 Sobre d rencor 1ndsoci;-i]isr:1 que gui la coalicin, vrist Creyel'1., ,,ffN
89 {bid. Bundcssraar, pp.1167-l !68. (
94 Jbd., PP l l 64 SS. y 1178,
90
91
Jb/J., pp. 42 y 64 SS.
Lnck, A Htor)', p. 543. 95 Gnmer, Drr JJt1rteie11 in t!aSchwtz, pp. !-43 ss.: Gn:y1.;1''.I., Dcr Bundti$~t:1ar.
11'78-1180.
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3~0 Guerra, crisis)' estabilizacin. del orden liberal Estabilizacin del orden liberal 391
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P:fra la flnanciacin de la defensa; en 1938 vot a favor de la poltica las !~aclgas signific una cl~ra admisin de inefkacia por parte de los sin~
fi:~anciera del gobierno; en 1939 apoy una amplia cesin de poder al dicatos y un nrento de salir en las mejores condiciones posibles de ague~
qpnsejo Federal en caso de emergencia. 96 Ha situacin dcsesperada. 100 S bien la debilidad de los sindicatos era una
:!,
;~ Tras la huelga general de 19 l 8) los sindicaiisi::as suizos permane- garanta de que no podan organizar un reto efectivo enreramenre al mar-
d.fron inactivos )' siguieron siendo ineficaces duranre el resro de los gen de su incoherencia, esta fuJra de cohesin tambin era la garanta de
,4os de enrreguerras. Tenan la tasa ms baja de huelgas de Europa; la que el abandono del arma de la huelga no tendra lugar como parte de
una estrategia negociadora ms amplia adoptada con el Estado y los
1fivid; d huelg~isra _casi desapareci de:pus de medi~dos de los aos
V(i'JJnte. 7 Ademas, a Juzgar por el cambio en los saI:urns reales de los patronos.
-\!ireros suizos, eran. t~1:1bin los sin~icarns meno~ efi~aces de .Europa. Tras una aguda devaluacin del franco suizo en 1936, el gobierno
qi hecho, resulca dflcil encontrar nmguna conrnbuc16n por su parre otorg al Ministerio de Economa la facultad de resolver todas las dispu-
, a ;Jos salarios reales de los obreros. que parecen haber estado entera~ tas salariales que no pudiesen ser negociadas entre patronos y obreros. Ni
" .
,.:m_fnre gobernados por las fuerzas del mercado. 98 Los sindicatos sui~ los pacronos n los sndicat0s estaban a favor de esta m.edida; sin embarH
-zs, despus de un esrnllido de radicalismo en l 9 I 8 y del ulrerior go, el arbitraje obligat0rio resulraba especiahne:nte nmenazador para los
co'lapso
/
de su afiliacin, volvieron a sus races de anrecruerra
D
como sindicaros, dada la composicin del Consejo Federal. La propuesta inicial
'g1~pos de inters de obreros de diferentes industrias. Un rasgo indiM sugerida a la patronal, significadvamenre) no provino del SGB, sino del
carivo de la debilidad de la orienrncin de clase de los sindicaros suiw SMUV, que no consult al SGB ni solicit su aprobacin. !O! De hecho,
zo1~ fue que la confederacin principal, el SGB, borr de su prorrrama el SGB no desempefi ningn papel en la negociacin. Una vez que el
' D
d~; 1927 todas las referencias al socialismo. 99 De hecho 1 en 1937 las SMUV bubo completado !ns negociaciones de renuncia a la huelga y al
Jeqeraciones inregranres renunciaron incluso al derecho de huelga y cierre patronal con los patronos en las industrias relojera y dd metal, los
cr~aron una caja de resistencia. A cambio -en un intercambio muy otros sndicaros y el SGB no tuvieron otra opci6n que aceptarlo co.mo un
de~igual, dado el equilibrio de poder inherenre en los mercados labo- hecho consumado, 102 ya que no podan acruar eficazmente sin el apoyo
ra/~s-, los patronos se comprom,erieron a no recurrir a !os Cierres del SMUY. Aquel acuerdo nstitucionaliz la descemralizaci6n y la debi-
p<lhonales. lidad del movimiento sindical; asimismo, fij el pumo de parrida de la
f) Esta renuncia al arma de 1a huelga -ms que el fracaso del desafo negociacin colectiva en d mbito de la cir1prcsa y limc los objetos de
... :>"'id Orden liberal- constituy d acontecimienro ms espectacular de la la negocacin a los salarios, bs horas de trabajo y los benefic(os. 103 En
h~foria del obrerismo suizo de entreguerras. El acuerdo de renunciar a realidad, el acuerdo sent !as bases ele la evoJucin que experimentaran
los sindicatos suizos despus de la guerra. Merced a dicha evolucin,
ij
, _______ pasaron a ser los socios rrienores de los p;irronos en b. direccin de la
RG Ulrkh lmhof et al, Gmhichte drr Sdnut'Z mul tlcr Schweizc1; vol. 3 pp. 165 ss.;
Gro.vcr1.., ,,l)(..'r Hundessraat, pp. l l 66 r 7199 ss.
/17 Hemos csrndiado el grado de actividad hudguisr;i <:n Suiza v en otros hwares 0
di'.!
1-:.li/op:i en los a()os Y<:IHI'.! en el Cl'lptulo 7, i11fi'a, pp. 446w448. '
tg Compararemos d curso seguido por los salarios reales en Suiza con el de orros J 00 Sobre la 1H.-goci:'lcin Jd acuerdo y !:is circunsrancias que condujeron a l, vanse
lugf{(.? di: Europa :n d c.;\prnlo 7. Por,d n~omenro, Sl!flalcn10s sol,1111cnre tJUC .Stfrl; logr Hughcs, Swirzr:rland, pp. 115" l 17; Lw.:k, ,..1 flismry, pp. 563-564: lhrdd1:'lrth, lndnsny-
cur;~brnar en los anos vemtc la rnsa mas bai dc paro con d segundo menor aumento Je Labor Rclations", pp. l7,?-l')8.
loS'./:1ll'lrios reales de.: rod;1 Europa. El p;Utl cm Ct:ro: los $a)arns reales perm,mccicrnn c.,rnn- lOl Hurckh;1rdr, !ndusrry-1.abor Rd;i1ions, pp. 194-19).
cnt~)'(S Vase nfin, cnpm!o 7, pp. 440~444. 102 /bid., pp. l75-177.
~9 Crnncr, Pancieu, p. 178. l 03 !hld., p. \ 7tl: \.uck, A Hi.>tmy, pp. 544-516.
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392 Guerra, c1sis y estabilizacin del orden Liberal Estabilizacin del orden liberal 393
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induscria st1iza. 104 Este papel era paralelo al que asumi el Partido
1
rezagdose un poco; ) los partidos obreros de estas sociedades no era~
Socialdemcrata en su relacin con el Esrndo liberal. ya tan dbiles como lo hablan sido antes de 19 l 4, cuando los obrero', (
renan un grado menor de conciencia de clase. A juzgar por el obviamer.~
(,~
te tosco ndice de parricipacin en el rocaI del voto popular, debemo~
concluir que las crisis de guerra y de posguerra alentaron una converger{1 (
6.3. Esrabilizacin del orden liberal cia -si bien incompleta- en la conciencia de clase en roda Europa. Lo:S (
socialistas de Francia, los socialdemcratas de Suiza y los partidos obrero,t
Indicar la falta de cohesin de los sindicatos slo explica en parte d de la Blgica y la Holanda dominadas por el clericalismo, en cierr? e
dbil desafo que stos plantearon a las econon1as polticas enrre las modo, todava iban rezagados. Sin embargo, ninguna clase obrera d~ (
guerras. Hemos viSco en repetidas ocasiones que el comporramienro de Europa era tan grande como para poder elegir un gobierno de ma)'or#
los sindicaros estaba condicionado por d equilibrio del poder poltico. por s misma, incluso si votaba en perfecra armona. (] (
Los sindicaros no podan mirar al Estado en busca de un aliado en sus
La clave del poder de la clase obrera, pues, debla residir en la habilida (
batallas con los patronos. En Suiza se form6 una coalicin de centro-
derecha con el objetivo explcirn de aislar al Partido Socaldemcrarn; de los partidos de encontrar aliados no socialistas. La irona histrica consii (
esa coalicin permaneci en el poder durante los aos de entreguerrns. te en gue, precisamente, fueron las mismas condiciones que haban falitl
(
Los parridos obreros de Gran Bretaa y Francia conquistaron el poder
slo brevemente ~ntre las guerras; cuando 1o hicieron, fueron notable- tri (
mente ineficaces. Serla un eufemismo decir gue !os sindicarns se vieron (
decepcionados por estos gobiernos obreros. Los gobiernos de Ramsay
tl' (
MacDonald en 1924 y, especialmente, en 1931 y de Lon Blum en 105 Ln siguicme tilbla ofrcr.c el porccnrnjc m~do dd vow socistlisrn/obrers:rn 1j<1
1936 )' 1937 son recordados pi-incipalmenre por la ortodoxia de sus comunista por dc;1das y pases \') (
poli.:cas econmicas y, en gran parte de fa historiografa, por la traicin
a sus propios movim{entos. Ya fuesen traidores o no, foeron incapaces
1930-1939
f
1
(
Fra1)ci:i (sle; PSF) 20 20 (
de plantear una oposicin susrancia! a los rdenes tradicionales de Gran Frnndn (PSI:+ PCfl 28 .12 ,,.
Bre:_afia y Francia. Gr:in Bri:r:if)a 3.1 34
(
Suiza 2S 27
.. ~ Sealernos primero qu es lo que no constiruye una explicacin sufi-- Hoku1da 22 22
Hlgica 37 33 (
cienre de la debildad poltica del obreris!no en Gran Bretaa y Francia Di1i:1ma)'(:a 3S 44
entre !as guerras. Estos partidos no fueron ineficaces simplemente porque AJcmanl:i (slo SPD) 25 21 (
Ali:m,1ni.i (SPD + USDP a KPD} 37 JI
recibieron una porcin ms pequea del voto popular que los partidos Norneg.:1 (st'Jlo bhorisrns) 26 .17 (
obreros de orrns lugares, aunque su nivel de apoyo popular conrinu Norycga (l:ibmim.s + sowp) 32
S11cd~ 36 41 (
lr:ilil (slo S(lCillims) .12 (1919) 2S (1921)
(
FUENTE: Flora, et al..eds . $tate, fconomy, and Socety, vol. 1, pp. 89 ss. . 'ii
USDP: Unabhtlngige Sozia!demokralische Parlei (Partido Soclaldemcrat1a (
J4 Sobre k1 cvo!uciCln de los .~indic:1rns lmstn comcrrirse en d wcio menor de !os lndepend0nte). [N. der T.) '.,(
p;Hronos en la direccin de la indumia, vase Peter J. K:1r1.ensrein, Small Smm in \'(/orld '' SDWP: Siglas en ingls del Partido Socialdemcrata de ros Trabajadores. f~r (
Mmker.<: !nd1mrir1l Pt)/.iq in f-:11ropr ([rhaca, Nllcva York Cornd! UnivL'rsicy l'rcss, 1985), ~~ . '
pp. SO ss, [Hay rrnd. cast.: Pt:qw:fias mados m los nu:rmtlw mmulirt!r:J. Polltim hulnurinl ,n (
};'urap11 (Madrid: Mitl. de Trabno }' .Scgurid:1d .Socia!, 1987))
(
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'394 Guerra, crisis y estabilizacin d!Ji orden libera! Eff.'a.bilizacin del orden liberal 395
~~o Ias alianzas interdasistas en Gran Bretaa, Francia y Suiza antes de la ,En las sociedades libe;a!es 1 la creacin de mayoras de gobierno no
guerra las que inhibieron dichas coaliciones despus del conflicto blico. En socialistas estables no supuso un problema durante los allos de entregue-
l,~s relaciones de clase de las sociedades liberales de anteguerra, relarivameme rras, a pesar del balance superficial del gobierno francsc En realidad, las
Vlejadas de la polarizacin, la ausencia de escisiones profundas dentro de la mayoras de centro-derecha que gobernaron esras sociedades fueron muy
\1urguesa haba permitido que los partidos liberales unieran a un gran con- estables. En Gran Brecaa esta alianza fue establecida en primer lugar
tJngenre de las clases medias con una fraccin de la dase obrera; esta alianza entre los liberales de Lloyd George y el Partido Conservador, de l 919 a
f}aba sido el fundamento de 1a hegemona libera!. No obstante, la misma 1922; despus de la desintegracin de los liberales, dentro del propio
~}isencia relativa de escisiones encre la burguesa tras la guerra, en el conrex- Partido Conservador. Los conservadores dispusieron continuamente de
"" ~ip de tensiones de dase muy acentuadas, tena ahora el efecto de permitir la una mayora parlarnentarla despus de 1922, salvo durante los breves y
cileadn de un partido no socialista cohesionado -como en el caso de los funestos interludios de los gobiernos de Ramsay MacDonald (1924 y
d:Pnservadorcs britnicos- o de una a!tanza. -como en el caso dd Bloc 1929-1931), Incluso durante el segundo gobierno de MacDonald el
ationak francs o el frenre ~nrisocialis~a suizo. Ningn an.tagonismo hisr::.. equlibrio real de poder resida en la mayora que liberales y conservado-
\f~ en contra de la ~urguesia ~udo evirar este. 1:eagrupam1emo. En los tres res renan en la Cmara de los Comunes, de modo que MacDonald slo
f'fiSes, el poder poltico de los liberales refonnJSras descenda a medida que pudo sobrevivir sometindose a esa realidad. En Francia, la frmula del
JQs votantes se desplazaban hacia una pauta de voto ms claramente defini- cenlTo-derecha se hallaba en el Bloc Nationale y en sus diferentes permu~
d?. El resulrado fue fa aparicj6n de una pauta de competicin esencialmente taciones que llegaron al gobierno, aparre de los diez. meses de administra~
b!lareral que opona a socialisrns contra no socialistas. En este enfrentamien- cin de centro-izquierda de douard Herriot (1924-1925) y del Frente
tq los socialistas estaban obligados a sufrr: dada la posicin minoritaria de Popular (l 936-1938). En Suiza, la alianza de radicales )' conservadores
h\i dase obrera) slo podan conquistar el poder por medio de una alianza catlcos en el Consejo Federal proporcion una frmula estable de cen~
en una parte de 1n comunidad no socialista. No obstante, no habra opor- tro-derecha; dicha alianza se vio ampliada despus de 1929 con la llegada
t4nidad de esrablecer semejances alianzas. del Partido de Agriculrores, Comerciames y Ciudadanos a uno de los
,l,
! Una alianza gue proporcionase a los sodalsras una mayora o-ober-
siete escaos del Consejo Federal.
D
n.f~nre duradera -y, por tanto 1 aurntico poder poltico-, requera la La hegemona de anteguerra del Partido Liberal no haba requerido
e~istencia de divisiones dentro de la comunldad no socialista que fuesen la ausencia de escisiones preindustriales, sino que una mayora de la bur~
rai intensas como las exsrentes entre srn )' la conwndad socialista . guesa eficaz en el mbito poltico se viera unificada -en lugar 1edi.vid i-
..1 E-?tsrricamentei estas divisjones en las clases medias haban sido provoca- da--- por dichas escisiones. Las experiencias de Gran Breraai Suiza y
d2;s por las escisiones entre ciudad )' campo, enrre regiones)' entre comu- Francia indican que d aspecto decisivo no era si estas escisiones exiscan
ni,,~ades religiosas y lingsticas, Fueron precisamente esas divisiones las den no del sistema de partidos, por no mencionar en la sociedad en gene-
qu haban impedido la hegemona lberal en las sociedades iliberales; rat sino si servan para consolidar o socavar un movimiento llbernl. Los
as;mismo, esas mismas dcsavenencas, an ncrusrad:1.s firmememe en los liberales suizos y, despus, los radicales estaban en constante conflcro
si4temas de los partidos, regresaron para evirnr la consoJidacin poltica r
con los catlicos en los temas rdigiosos en las cuestiones relacionadas
<l] la burguesa; impidieron esca consolidacin 1 mi y como veremos en el con la autoridad central. En realidad, en una fecha tan temprana como
.captulo 7, en un sentido muy Iireral, ya que result imposible crear 1848 la escisin haba sido rnn mensa que provoc6 la guerra del
m~yoras de gobierno no socialistas en las sociedades iliberales. Al evirar Sonderbund. No obstante, superando en nmero a los catlicos en una
df~ha consolidaci6n 1 proporcionaron a los panidos socialisc-as !a oportu- proporcin aproximada de cuatro a uno en la asamblea legislativa, el
niI}ad de desvincular a una parte de la burguesa -en la prctica, la burw dominio de liberales y radicales jams se vio desafiado. De hecho, en la
g.fsa agraria-)' formar una alianza con elb. medida en que d secularismo formaba parte de la identidad liberal de
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de la comunidad liberal. Asimismo, en la medida en que la mayora del se reparti por rodo el espectro de parridos; los agriculrnres propietario~:
eleccorado suizo burgus era protestante, la escsin rambin reforz la no se involucraron en d conjunto ms importante de conflctos poltico~: (
he.gemona de los panidos liberales. El anciclericalismo desempe la fundamentalmente como agricultores propietarios; su orientacin era]i (
misma func16n en Francia. Tanto el anticlericalismo francs como de primero y primordialmente, la de Ja izquierda frente a la derecha. L~
forma 1:'1s ~argin.ali Ja dis!de.ncia bricnica reforzaron el apoyo d,e la reduccin del conlicro poltico a rrminos tan polarizados f~e el origeQ! e,
burgues1a al liberalismo y tendieron un puente viral enrre e1 liberalismo de las largas esrancias en el poder poltico de los no socialistas duran re Iot (
burgus y la clase obrera. aii.os de encreguerras.
(
En este momento debemos derenernos en un punto esencial: en los La prominencia de1 conflicm de clases y la ausencia de otras escisd'ne~
sgnific, en segundo lugar que los partidos socialistas podan atraer a la bur1 (
aos de anteguerra en que se produjo 1a formacin de los sistemas de 1
partidos francs y suizo, las mencionadas escisiones reunieron a una guesa solarnente haciendo concesiones en las cuestiones de clase; esto, en la (
mayora de la burguesa alrededor del liberalismo durante cuano dcadas pr.icdca, dutante los aos veinte y rreima, significaba hacer concesiones en ltj
(
o ms; P.r tant? .-:Y ste es un aspecto fundamental-, fueron precisa- poltica macroeconmica y social; de ahC las polricas econmicas sorprenf
1:1enre dichas d1vmones las que permitieron un interludio en el que los dentemente orwdoxas perseguidas tanto por d ministerio de MacDon.il1 (
problemas que subtendan la siruac6n serfan resuelros definitivamente. como por el de Blum. Tercero la atencin exclusiva al conflicto de clases sig7
1
(
En ambos casos la vicroria del Escado secular fue establecida irreversible~ nific6, a su vez, que la clave para que los partidos obreros conquistaran 1
meme en 1914; tanto es as que ya no se vio nunca desafiada) n siquiera poder resida en realizar concesiones que, en gran medida, les obligaban l (
por los cat?l.icos. La consecue~cia fue que, durante los afios de entregue- abandonar su propia agenda, De aquf derv6 la profunda alienacin engerj (
rras, la .polmca de e~os do'. pa1ses y la de Gran fecafia --donde el pro- drada en los sindicatos por los ministerios de MacDonald y Blum. Cuartoi.
ble~a rrla,nds f~e inmediatamente resuelto despus de la guerra- se signific que, nduso cuando los partidos obreros consiguieron llegar ar (
reduJO casi exdus1vamenrc a la poltica de clase. Esrn presenta un marca- poder, nicamente pudieron ejercer un dominio muy poco slido. Sl5 (
do con~rasre (presrarem,o~ atencin detallada a esta cuestin en el prxi- gozaron de una oportunidad cuando la derecha no escuvo disponible; est;
mo capitulo) con la poi mea de entreguerras de las antiguas sociedades ili- ocurri cuando se esrnba consolidando (como en Gran Bretaa rrns las eled;~ (
berales. En esas sociedades los aos de ameguerra no resolvieron nada: cienes de 1924 y 1929) o cuando una parre de la derecha se vio temporal. (
J:-roda:s las escisi~nes J1eredadas -no slo las provocadas por los intereses mente obligada por el rniedo al fascismo y a los disturbios obreros a form~-
(
de clase- seguian escando muy vivas. una alianza con el fascismo (como ocurri en Francia en 1936). El problemk
de esras oportunidades es que eran rransiroras e inestables; hicieron que el (
La reduccin de los conflictos casi exclusivamenre a la lucha de cla-
poder de la izquierda dependiese de conflictos y acontecimiencos que escapi~
ses .rn:o ufla ~erie de .co~secuencias 1 rodas perjudiciales para los partidos (
banal concrol de la propia izquierda. No hubo nada que el Partido Laboris(l
s~cialistas. Pnmeroj s1gmfic6 que los partidos socialistas de las sociedades
britnico pudiera hacer para refrenar a1 abandono de los liberaJes por la bu~
liberales tendran muy pocas oportunidades de manipular las divisiones
guesfa a pan:ir de 1924 y la subsiguience consolidacin del moderno Pardd:tl
heredadas dentro de la burguesa y ganar con ello aliados de confianza.
Conservador mlemras i:ena lugar wdo esro, poda disfrutar de breves perQ\~
QwE' conli~t~s religiosos, territoriales o agrarios podan haber manipu- (
dos en el poder slo en la medida en que acruaba como el gobierno de m_ingJt
lado los socialistas de Gran Bretaa, Francia y Suiza para escindi1 el blo-
ra que en realidad era. Igualmente, la SFIO no pudo hacer casi nada par:} (
que no socialisra? ;,A quines deban haber hecho concesiones? Allf
que los radicales enconrraran ms apetecibles la reforma social o la innovJt,,
donde los socialistas manipularon cales divisiones, se aliaron con la bur- (
cin econmica; rampoco pudo hacer casi nada parn incrementar el temo1f
guesa agraria. Gran Breraa ya no contaba siquiera con una bL1rguesa
que sen can los radicales por e1 fascismo. -JI (
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Estahdizacin del orden liberal
399
308 Guerra, crisis y estabilizacin del orden. libera!
ii Por el momento) para completar nuestro reiarn, solamente necesita- aleato~o. Escos dirigentes lkgaron a la cima de sus partidos en un con-
~os. recordar dos aspectos de la posicin de dependencia ocupada por los rexto poltico heredado. Si los partidos se vean lascrados por dirigenres
p~r~1~os .obreros de Gran Bretaa y Francia: dcha dependencia agrav la obsesionados con conquistar la aprobacin de la burgues.a, la apariCln
d.tf-b1l1tac16n del conjunto del movimiento obrero, consicYuiendo con ello de tales dirigenres haba sido probablemente condicionada por dos facto~
Ja;: continuidad institucional y poltica de esta.,; sociedades. Los obreros res: la posicin de dependencia de los partidos y toda la hiscor_ia previa de
~t~n pr!sioneros de su propia dependencia -hecho expresado por su la colaboraci6n de clases que haba sdo crucial en el desarrollo de estos
1ntapac1dad para romper con la ortodoxia econmica en los aos rreinra movimientos obreros. Conremplados de este modo, los lideraros de
yJi,or la obsesin ~aralela de MacDonald, Blum y sus seguidores por MacDonald y Blum no se desviaban en absoluto de la experiencia pasa-
1mostrar que_ pod,a confiarse el poder a los pan:idos laboristas. Tal y da; ames bien, fueron la consecuencia lgica de dicha experiencia.
cimo James HmtOn ha sealado: Reflejando --sin ninguna simplicidad- la suma de los pasados de sus
<J
partidos o sus propias predilecciones, las polticas de estos hombres fueron
Los dirigcmes laborisrns consideraron su primera ci.:pcriencill
en d cargo como una oportun'1dad !... } de demostrar su cap;1.cida<l' signos de la necesidad genuina de conquistar la tolerancia de los partidos
para gobernar rcsponsabfcmcnrc. E! gabinete c-ra mur puntilkiso burgueses y de sus vocanres (e inversores) en un mbito guc era ncmamen-
en el cumplimiei,w ~e los rinw.lcs establecidos lo que prnvoc que te desfavorable al obrerismo. Las actitudes de Blum y MacDonald reflejaron
un obrero de los amlleros de Clydl'.!Side gritara en una reunin dd
[l..Jl: Un gobierno obrero, !..ict. Es un pui1crcro 0O'Obicrno enmpetrto una comprens'1n aguda -si bien no necesariamente isruta- de las limita-
como to los dems!,,. '\Ot, ciones del podei gubernamental del obrerismo en una economa en la que
los inversores privados estaban atemorzados, en la que los gobiernos obre-
\( Ta~to MacDonald como Blum, sobre codo 1 queran demostrar que ros carecan de medios par-a micigar esos temores o para concrohu el com-
el 1pbrensrno poda formar un gobierno como cualquier otro parrido, ((sin porramiento de los inversores )' en la que las alianzas entre partidos eran.
q~~ -como MacD~nald coment una vez n Blum- rnvera que abrirse poco slidas. En este contexto, la buena volunrad de los inversores y de la
la tierra o caerse el cielo)), Ambos, como Joel Col ton ha sea1ado refirin- burguesa en genti'al resulrnba esenci.11; a.s pues, tanto la observacin escru-
djse , Blum) ((esrnban determinados a demosnar que los socialistas po- pulosa de las nonnas consricucionales y legales como la orrodoxia econmi-
d1*n eJercer el poder dentro del marco legal e institucional [.. .Ji,, 107 ,<El ca constituan !as nicas vas para conseguir dicha buena voluntad.
o,%ullo ntimo [de Blum] era que el panido no haba violado la confian- Los tres gobiernos abrazaron polticas econmicas orrodoxas en su
zaque habia sido depositada en l. Dijo al congreso de 1937: "[El pas] esfuerzo por conseguir los flnes mencionados. Tanro el gobi~rno de
... :-h(llegado a comprender que puede dejar su destino en nuestras manos
MacDonald de 1924 comCJ, en especial, el de 1929-193 l siguieron com-
sir1: temor [ ... l Ya no nos teme; confa en nosotros." Haba cumplido
prometidos con el parrn oro, los presupuesws eguilibrados y los recorres
C0/1 su misin personal. JOS Siempre es posible especular con la idea de
en el gasto pblico. A lo largo de 1930 y 1931, el gobierno laborista sola-
q~f un grupo de dirigentes djferente habra llevado a cabo polticas dife- mente sobrevv aceptando su dependencia de comits de investigaci6n
ret1tes con desenlaces diferentes. Ahora bien, debemos tener en cuenta
de la ecoaoma propuesrn por !a Cmara de los Conrnnes. El comporta-
que su ascenso a la cpula de sus partidos no haba sido un resultado
mienw de MacDonald en 1931, al menos antes de unirse al gobierno
d tOl:JI, 110 fue traicionero ni excepcional. La mayora del gabinei:e laborisca,
de hecho, se haba comprometido a alcanzar un acuerdo de recortes en.el
'
.~ ""_ La cirn. original recoge un\1 v:iriamc vulg;11r de! dialecro escocs propio de la wna
gasro pblico con' !os partidos de b oposicn. 10'> La alrernacva hipottica
no~rncnta! .~e Gl:isgow; no podemos rcsiscirn()S a reproducirla aqu: A workcr's govcrn
m~jH, ye e~ 1r! It.s a bloody !um [rop} hat govcrnnicnt Jikc j' rhc rcsr". fN. dd T.]
l\P6 Hmron, Lrrbour rmd Socialism, p. ! 32.
1t.17 Coh:on, Uon Blrmi, p. 276.
1pR lbd., p. 278. J09 Hlmon, f.nbrmr ,rnd Sol'inli,m, rP l /44- l 48.
1:;
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,
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IJ (
400 Guerra, crisis y estabilizacin del ord~n liberal Estubi/izacin del orden liberal 4of
(
consisda en una alianza con el Parcido Liberal que Lloyd George intenta- Et gobierno de Blum fue igualmente orrodoxo. t 12 Pospuso en repetid~y \'
ba revivir, basada en polticas de expansini no obscanre, esto no consti- ocasiones una devaluacin del franco; slo en septiembre de 1936, cuandfy (
tua en absoluto una alternativa real, ncluso aunque algunos dirigentes ya no pudo evirarse por ms ciempo el gobi.erno acepr la devaluaci~~, T'
sindicales eran parridarios de intentarlo. El hecho de gue los dirigentes del
1
Britnin (Nueva York: H:a!'per & Row, 1966, 2.i1 cJ.), p. 220. ,,Rclccrions mi che Blrnn Expc(imenr", l:'mn1nt1kd, vol. S, n." 1S, ntlC\':l .~cric (mate (
111 Vase Percr Gourcvirch, PaliticsJn Hnrd Times: Compnrntive Respr11Hn to J 938), pp. 177-191; Alfred S:1uvy, Hi.,u1in trn1111niiq11e de In FmJJ/'e l'Jlf!Y: k, deux f{llt'J"Jt'f"
fntm111tiona! Economic Cris (lrhaca, Nueva Yorrk Comdl Univcrsi{'}' Prcss, 1986), p. Vol. 2: 19Jl.J9(Parfs: Fayard, 1967). }! (
136 y pssim. f'..sto:: es uno de los poc:C)S puJHOS en que no csrnmos de acuerdo con l:1 :ngt1 1 )3 Cnln1n, Umt H/11n1, p. )86. ,
l: (
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402 Guerra, crisis)' estabilizacin del orden liberal Epilogo 403
l;,rabllzacin Monetaria. <(La presencia de estos hombres estuvo encaminaM 6,4, Eplogo
dh a inspirar confianza en los crculos financieros, si bien Btum, con una
s).hgular falta de previsn, pareca complecameme inconsciente acerca del Las aUanzas del centro y la derecha triunfaron en la' nueva estabiliza-
hicho de que, s stos desertaban de su lado, su gobierno esrarfa perdido))Y 4 cin de las democracias comperivas de Gran Bretafla, Francia y Suiza
Ei abandono repentino de los gascos deficitarios limitados y de los proyectos despus de la primera guerra rnundiaJ, subtendidas por el equilibrio de
d~ obras pblicas despus de slo un ao se debi gualmente a la presin poder encre clases que suscenraba el dominio de dichos parcidosi equil~
. de los radicales y de la comunidad inversora. El problema de los socialistas brio gue permaneci inalterable a lo largo de la Depresin. Los partidos
, efa que, al final, sus polticas econmicas rio se diferenciaban de las de los obreros fueron marginados en la poltica; los sindicatos, en los mercados
p:~rtidos no socialistas y, adems, estaban condenadas a! fracaso, Su conserM
' . laborales. Las oportunidades de que gobernara la iz(1uierda fueron escasns
vadurismo alien a los obreros; su fracaso, a toda la socedad. y fugaces; cuando !legaron, lo hicieron a expensas del programa obrero.
'
1,1
:; No es sorprendente que los gobiernos de centro-derecha que haban Al igual que los partidos minoritarios de las sociedades cuya poltica con-
l l do estos experimentos
fFaza , o breros en Gran B retana y"rancia
Fy'que . siscfa csencialmenre en la poltica de clases, el obrerismo solamente poda
~b(an gobernado en Suiza a lo largo de ro<la la Depresin, se adhiriesen gobernar formando alianzas que le privaban de su propia agenda. Los
rd.nazmente a la orcodoxia econmica. Cuando se aparcaron de ella, lo sindicatos fueron igualmente ineficaces en el mercado de trabajo. Las
Uf.cieron meramente para adoptar lo guc Pcter Gourevitch ha denomina~ organizaciones sindicales fracasaron en su imento de sustituir los acuer~
d <neo-orrodoxial>, una combinacin de devaluacin cornperrva, carte- dos salariales dictados por el mercado por una negociacin poltica con el
"
li'~acin y proteccionismo, en lugar de la ruptura ms radical encamada Estado y la patronal; en parte, a causa de su carencia de aliados polticos,
p'pr las polticas estimuladoras keynesianas. i i 5 En Francia, las polticas de y en parte, debido a su propia falta de cohesin. Tal y corno veremos en
e~bmulacin llegaron de forma casi invo!unraria -y solamente porque el prximo captulo, los mercados fueron los que realn1enre dctermna~
e:~.igoberno del Frente Popular no pudo acabar con la huelga general sin ron los salarios en las sociedades Jibcrnle:s de entreguerras. Precis~meme
ahtes conceder considerables incl'ementos salariales--; incluso enronces, porque funcionaron, porque las alianzas de centro-derecha gobernantes
hI~reduccin de horas laborales conrrarrest en gran medida el efecto esri- no se vieron nunca desafiadas 1 porque la capacidad subversiva de los sin-
n1i'.ulador de esas conquistas. Tal como todo se desarroll, la vida de esta dicatos era muy limirada y porque, a! menos entre los drigentes sindick
t\
ruptura con la ortodoxia econmica puede m.cdirse en meses: alrededor les, las instituciones polticas y econmicas de las sociedades liberales
dq:. siece. Lleg a su fin incluso antes de (]UC lo hicera el ministerio de seguan siendo rnuy apreciadas, el orden poltico y econmico, en con-
... :- L&on Blum: en enero de '1937 Blum decret una pausa y una reduccin junto, se vio muy poco amenazado incluso durante los aos de la
-; en las reformas sociales. As pues, en su regreso a la ortodoxia, el colapso Depresin. En cualquier caso, no se vio lo suficienre111ente airienazado
rehl del primer gobierno del Frente Popular resuln) decepcionan ce. como para inducir C<lmbios nsrirncionales; de hecho, ni scuiera lo sufi-
:1 cienre como para provocar grandes cambios econn1icos. E! gobierno de
MacDonald permaneci comprometido con la ortodoxia; d Fren[c
Popular rompi con la orrndoxia en pocos meses. Los gobiernos de cen-
ti4 Jhid.,p. 193. tro-derecha ya no crnn partidarios de la innovacin.
, ,~ ! 5 Sobr la nco~onodoxi.1 bri(;nica )' fr:inccs,1, v,1sc Goun!vitch, Pl)lidc, in Hm-d
, 7'11es. Sobre l:i poltic,1 <:co11mic,1 sui1.:1 en n.:sp11csra a ];1 Dcpresi<1) )' d tcchazo expresa No existen demasiadas razones para creer que los obl'eros, .1l menos
<lGdcn un n:fcJ"mlum ante los planes de cstmulacin de kt economa de los socialdem- en Gran Brecaa )' Franciaf no desarrollaron una profunda conciencia de
cr1rns, vase Frani;oisc Locrrschcr-Hougc, Ln poliriquc de: ln 1:0HM dam l'hodogcril.!
lo~s de ]; crise des ;mnes treme (l 930-J 937)u, Re1me Europenm' de.< Scinm.'s S<icitd(!'S, vol. clase, similar a la de los rrabajadorcs de otras sociedades europeas. La
1\ n.o <'2 (1977), rP- 143~}99. V,1.SC rnmhCn H:rns von Grcrcr1., Dcr Hund<:ssrn,it,,, magnirud dd voto de izquierdas sugiere que las experiencias de las crisis
p~, l )I}]-) ]98. de guerra y posguerra coincidieron para todos los obreros a lo !:ugo y
,,
;]
"~:
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1
(
(
404 Guena, crisis y estabilizacin del orden. liberal
(
ancho de Europa occidenral. El senrimienro de pertenecer a l-a misma (
clase parece haber sido mucho menos dererminame que las instituciones
heredadas que bien contenan y utilizaban esa conciencia, o bien la (
difundan. En esce sentido, la experiencia histrica y el legado insritudo ~M
nal fueron asimismo decisivos: mucho ms, podra parecer, que el equili-
(
brio de poder entre izquierda y derecha y que los enfrentamienros ideol-
gicos incernos de los movimientos obreros. Hemos observado en repeti- (
das ocasiones que realmente no importaba si los sindicatos estaban eche~ 7. LAS OPCIONES ILIBERALES SE REDUCEN':
sionados o dividldos desde el punto de vista ideolgico, o si estaban FRACASO FINAL DEL LIBERALISMO
dominados por la izquierda o la derecha: nl siquiera Ja izquierda y la (
E INAPLICABILIDAD
derecha podan hacer funcionar las organizaciones sindicales que haban
heredado. DE LA DICTADURA TRADICIONAL
(
Esta historia del avance y derroca del obrerismo, en su superficie, fue ,,
similar en algunos aspectos a lo que ocurri en ocros lugares de Europa ! (
en ese mismo m.omenrn. En Gran Brerafrn, Francia y Suiza, no obstante, Al final, solamente result posible estabilizar las sociedades iliberafes (
las oleadas triunfales y las derrotas del obrerismo fueron absorbidas: la median re la socialdemocracia o el fascismo. No fue posible que encont1;a"
(
hisroria acab con un nuevo equilibrio de las economas polticas libera- ran esrabilidad como rdenes liberales) puesto cue las alianzas que e,~o
les. En otros lugares) dichas oleadns y derrotas no supusieron el final de exiga no podan formarse y las polfttCas de mercado no habran podi~o (
la historia sino su con-:iienzo, ya que ni el nuevo equilibrio dd orden de funcionar a un coste tolerable. En principio, existan dos alianzas liber'.a.~
(
anteguerra ni la estabilizacin de las economas polticas liberales resulta- les posibles: la alianza entre liberalismo y obrerismo de anteguerra yda
ron posibles; en esos lugares. la esr:lbilizacin exigi unas alianzas de consolidacin de la burguesa de los rdenes liberales de enrreguerr4ls. (
clase, instituciones y esrrnregias polticas diferentes. Fuera de Dinamarca -donde, en el fin de siglo 1 se estableci una alian9f.a
(
entre liberalismo y obrerismo tarda pero duradera- y fuera de Blgicry
Holanda -donde la hegemona de los partidos clericales con una cort1~ (
posicin de clase mixta proporcion una coalicin capaz de sustituir !~1s (
acuerdos emre liber.i.les y obreros organizados-, la bsqueda de uE'.il
alianza eficaz enrre la clase obrera urbana y 1-a bmguesa urbana o s~Jo (
entre los componentes de la bmgues result infructuosa. 1'".srns alian,l1s (
o no pudieron formarse o se desintegraron rpidamente 1 dejando coit]o
consecuencia una serie de gobiernos de minora que dependan de coa;1,i~ (
cienes que cambiaban consrnntemente, establecidas ad hoc con el fin {Jk (
solvenrnr problemas concretos. )i,,
(
La poltica de alianzas entre liberalismo y movimicnrn obrero 01Jh-
(
ni?,ado fracas en los a.I.os de encreguerrus en todas aquellas sociedades $n
[as que haba fracasad.o antes de la guerra, y lo hizo por las mismas rai:;1" (
nes; a ellas se aadi la carga adiciona! de la incensificacin del confli(ito (
de clases generada por la guernt La consolidacin de la burguesa, sig~;i
(
(
(
(
(
la,s'YJpciones liberales se reducen: fracaso final del Liberalism.o .. 407
406 Fracaso del Liberafsmo e nap!icabilidad de fa dctadura tradicional
.
sie,,pdo asrnismo tan inalcanzable como antes de la guerra, tambin por -si bien no los antiguos p;rtdos liberales- seguan siendo hegemni-
la{ mismas razones. Las viejas escisiones internas de la burguesa fueron cos. Los obreros ya haban sido incluidos: !a ampliacin del sufragio en
reiivdas e incluso acentuadas al verse reforzadas por los nuevos conflic- Gran Bretaa durame la posguerra, el refuerzo nominal de los derechos
to~ desencadenados por la guerra. El resulrado fue la fragmentacn con~ de los sindicatos en Francia y la adopcin de la representacin proporcio-
ti~':uada de las clases medias a medida gue desapareca el apoyo en favor nal en Suiza, simplemente ampliaron los derechos de participacin a lo
de{Jos antiguos liberales y surgan nuevos partidos. largo de lneas que haban sido firmemente trazadas ames de l 914. Esras
\", reformas no condujeron al umbral de movimientos pollticos cuyo dere-
~ Mientras en Gran Bretaa, Francia y Suiza las crisis de Ios primeros cho de participacin ya no fuese discutido por ningn sector significati-
mises de posguerra eran aguamadas por los represenrnnres de los inrerc~ vo de la sociedad. Ms fundamental aun que la actitud de los obreros res-
ses~ cradicionales --que luego siguieron sin efectuar ninguna modifica- pect al orden polrico -dado que los obreros en las sociedades liberales,
ci;n significativa en Ia distribucin del poder econmico y poltico- 1 las en cualquier caso, no concaban nunca con una organizacin capaz. de
cri~is comemporneas de !as sociedades iliberales culminaron con la reti- plantear una amenaza seria- fue la actitud de la burguesa respecto a !a
rnia de los representanrcs de los sectores gobernantes tradicionales y con participacin obrera en el ejercicio del poder poltico. Est legitimidad,
un,;Profundo desplazamiento en el equilibrio de poder. La apertura forza-
que haba sido ampliamcnre aceptada .1ntcs de la guerra, sigui sn ser
da~'.dd poder poltico a los partidos obreros socav los diferentes rdenes
co\jstitucionales que: se haban ideado para mantener el poder gubcrna-
desafiada.
m{ntal lejos de sus manos. Aquellas barreras constirucionales fueron Los nuevos rdenes constitucionales que aparecieron despus de l;;
an'jnconadas en 1919 )' 1920. No obsrnnte: 1 los cambos en !as institucio- guerra en las sociedades iliberales -rras e! temprano fracaso de sus coali-
nel y en el equilibrio del poder poltico y econmico de ~sras sociedades ciones fundacionales- no pertenecan a ningn grupo social en particu
noJllegaron a completarse, dado <]UC la ampliacin de la participacin lar. En lugar de eso, dividan el poder polfrico y econmico de un modo
so10-v los viejos rdenes sin proporcionar a los nuevos una base social que ni permita a bs elites de anteguerra proseguir de forma efectiva ni
esdible. alemaba un:;,ci nueva coalicin par:a suplantarlas. El perodo nanscunido
l encre el final de la guerra y e1 establecimiento de los regmenes fascistas}'
, :~ Todo esto supuso un cambio parcial de rgimen que dej a estas
socaldemcrntas en estas socied:ades puede ser interpretado, sobre rodo,
, ~oq1edades en el limbo poltico hasta que1 ms adelante, dicho cambio
como una ecapa de bl'1squcda de una coalicin estabilizadora que vincu
C,u.~tnin en el fascismo o en b socialdemocracia. Afirmamos que se
!ara de modo adecuado a la burguesa, la clase obrera y a la poblacin
,..;epcpntraban en el limbo por cuanto los nuevos rdenes constitucionales
e:sd~ban formalmente establecido;;, pero carecan de movimienros domi- campesina en rorno al apoyo del orden. consrituciona!.
, n?-1es que conllevaran amplias y estables coaliciones sociales capaces de fue un inrerludio en el que el Esrn.do estaba, por as decirlo, a dispo
:<1Pl\lltalados. Como concraste, en sus aos de formacin, las instiwciones sicin de cualqui<::ra y se sinti incapai. de ejercer de manera amnoma
de /a Gran Brerna victoriana, la Francia republicana y la Suiza confede~ una gran influencia sobre los otros participames. Los estados se encon-
1
rada haban sido claramente identificadas como los proyectos polrcos de traron bloqueados a causa de sus i1rndecuados ftindarnentos sociales y de
coaUciones que contaban con una amplia base social. Incluso las instiru- la impracticabilidad de sus polticas econmicas clsicas. Como veremos,
cioJ\cs polticas de Blgica y Holanda se apoyaron en las coaliciones en ninguna parte se puso ms de manifiesto esta impotencia que en. !a
am?lins y esrablcs integradas por los partidos religiosos. incapacidad de los csrndos de conseguir la sumisin de los sindicaros
. ' dentro de la disciplina de rnercado. Las dvsiones inrernas de la burgue-
,ir Lu conmocin causada por las crisis de posguerra fue mucho menor
en ~..s sociedades liberales porque all no tena sentido conceder poder sa y los conflictos entre la burguesa y la clase obrera impidieron la for-
1
pol/tico a oua clase social. El liberalismo y los inrereses que representaba m,1cin de u11;1 co,1!icin csrab!e, comribuyendo as a dcbil!rni al Estado;
(
(
408 Fracaso del liberalismo e inap!icabilidad de la dictadura tradicional Ni. liberalismo ni alianzas entre liberalismo y obrerismo (
(
en la raz del fracaso de estos dbiles estados se encuentra el hecho de que comparacin, menores, El ;liado de anteguerra de los socialdemcrata~,
(
dichas tensiones provocaran e! fracaso de las polticas de mercado en pre- daneses, los radicales, gobernaron durante los aos 1913-1920 gracias a'
sencia de movimientos sindicales cohesionados. El fracaso se hizo eviden- apoyo de los socialdemcratas. En noviembre de 1918 el .dirigente socialj (
te incluso antes de la quiebra econmica de 1929 y 1930. El hundimien" demcrara Thorvald Stauning se uni al gobierno como ministro de (
to de las polticas econmicas liberales fue mro de los facrores que deter- Asuntos Sociales para supervisar la ejecucin de un conjunto .de reforma
minaron que una solucin liberal fuese mpracdcable. que, probablemente, eran decisivas para conrener los impulsos radicale (,.,,
dentro de la clase obrera. 1 Aunque
la rasa de huelgas en 1919 y 1920 -i; (
El efecto acumulativo de los legados consistentes en la cohesin de
juzgar por los cricerios jmernacionales- era muy alca, se trataba de huel'~"
la clase obrera> las divisiones de las clases medias y el fracaso concinuado
gas dirigidas contra los parronos, ms que contra el orden poltico; cualf
de las estrategias de alianza entre liberalismo y obrerismo y consolidacin quier amenaza a este ltimo tena solamente un carcter marginal.2 .; (
de la burguesa, hara que las democracias que aparecieron en estas socie-
dades en 1919 no fueran ms que simulacros de los rdenes liberales que. Por consiguiente, no se produjo el colapso repencino de una viej*' (
haban sido establecidos de nuevo en Gran Bretaa, Francia y Suiza. La coalicin gobernante; tampoco ruvo lugar una bsqueda desesper,ad
(
razn es que ni las coaliciones sociales liberales, ni las polticas econmJ~ durante los aos veinte en pos de una nueva coalicin estabilizadora. Lf~
situacin ms cercana a una crisis de rgimen poltico durante estos .aot (
cas liberales) ni tampoco las pautas de organizacin de clase que apunta-
laban esas polcicas eran asequibles en las sociedades iliberales. se present en la crisis de Pascua de 1920. Pocos das antes de Pascua) el (
Examinemos en primer lugar los efectos de las divisiones de la burguesa, rey Cri!>cin X depuso a un gobierno de liberales y obrerisras, y trac d~
nombrar un gobierno conservador no parlamentario en su lugar. EstY. (
junto con el fracaso de la poltica de alianzas entre liberalismo y movi-
miento obrero organizado y de la poltica de consolidacin de la burgue- jugada se: vio precipitada por la nsacisfaccin de los conservadores con 1~ (
poltica de la coalicin acerca de Schleswig basada en b recuperacin d(I
sa. A continuacin> centraremos nuestra atencin en la incapacidad de (
parte de los renirorios entregados en 1864 a Alemania, cuescio~ quf1
los mercados para. disciplinar a los sindicatos.
habfa pasado al primer plano a cusa de la derroca alemana. La supresi~} (
de la coalicin coincidi con las amenazas de cerre parronal por parre d~
(
los patronos de Copenhague y provoc la amenaza socialista de un~.
7 .1. Ni liberalismo ni alianzas entre liberalismo y obrerismo huelga general. La amenaza de huelga oblig al rey y a la patronal ~- (
echarse atrs) de modo que el gobierno del rey fue suprimido, el princtr (
7.1. l. Dinamarca pio de soberana del Folkecing se vio reafirmado y los sindicars cotis\;t-
guieron la mayor parre de las demandas que haban formulado a Jdi (
En Dinamarca --donde la poltica de alianzas entre liberalismo y patronos. Esca crisis ha sido objeto de grandes debates entre los hisrnri~l- (
obrerismo haba sido un rasgo rnrdo pero determinante de la poltica de
anteguerra- la crisis tampoco se vio acompaada de ningn cambio de
~ (
rgimen comparable a los que enconrramos en Noruega, Suecia1 Alema-
",;
;J (
nia, Espaa e Italia. Las alianzas entre el liberalismo y el obrel'smo dans Sobre la coalicin de rndica!es )' soci-aldemcrarns y .~brc la poltica durmHe fa
ya haban logrado :;u xito al eliminar las barreras Jnsdtucionales que se guerra, vase Oluf f:noh, Ernst Christanscn }' Poul Hansen, En bygnng vi rtjsu: Ddi1 (
oponan al poder de la cbse obrera merced a su responsabilidad en e! po/itiske arhejdl.'rbevnegelses htorit i Danmnrk (Copcnhaguc: fodagec frcmad, 1954-
1955). vol. l. pp. 359 ~'5. (
cambio de sistema en 1901 y en la reforma del sufragio de 1915. Esrn . 2 Sobre d grado Je actividad hudguisrn, V<..\sc Pc(er flora, r1'anz Kraus y \\'linfr{!t,
Ncnning, eds., Srnte, l:fonomy, ttnd Sot:ty in \llestern Europe, 1815-1975: A Drfl;,n
(
ltima hab{a conseguido que aquel implio sufragio pasase a ser casi uni-
versal; posteriores revisiones de la ley elecroral en 19] 8 y 1920 fueron, en Hnndbo()k. Viilirnu: !!: The Cr1nvth of Ind1mrinl Sodetit-.f ttnd CnpitaiiN EconomJh (
(Chic<1go: Sr. James Pr~ss, 1987), pp. 682 ss. ~
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4,,o Fracaso del liberalismo e inaplicabi/idad de la dictadura tradicional Ni _li!?era!ismo ni alianzas entre liberalismo y obrerJmo 411
11
, dires daneses; 3 en cualquier caso> desde nuestro punto de vista 1 resulta 7, 1.2,' Alemania
rrtuy significativa precisamente porque no cambi nada. Los socialdemw La historia de las otras viejas sociedades iliberales -donde el carn-
datas }' los sindcatos no estaban desafiando al orden establecido; lo esta- bio conscirucional fue el tema principal en 1919 y 1920.:._ es muy dife-
ban defendiendo, rente, Alemania constituye el ejemplo ms dramtico de esto. La revolu-
\
:- ) Cuando la crisis estuvo resuelta y se celebraron nuevas eleccones) la ci6n de 1919 depuso al kiser, permiti que los socialdemcr.irns colabo-
afanza entre liberales y obreriscas fue reemplazada por otra entre conser- rasen en la redaccin de una constitucin que ornrgaba la soberana al
vtiores y liberales 1 es dedr, por una coalicin de consolidacin de la bur- Reichstag e hizo ms igualitario el sistema electoral prusiano;* as pues,
gt(esa, Esta coalicin gobern entre 1920 y 1924 )', de nuevo, entre 1926 elimin las barreras constitucionales opuestas al poder poltico socialde-
_y !1929. Durante los dos aos intermedios, los socialdemcracas formawn mcrata. La revolucin, no obstante, fue un fracaso: el hecho de eliminar
sLy, primer gobierno con el apoyo de sus aliados radicales burgueses, Todas cales barreras no poda equivaler a la retirada permanente de la poltfCa
ftron coaliciones estables basadas en mayoras en el Folketng; no se view. de los intereses tradcionales que aqullas haban protegido, ni a la crea-
rd_n estorbadas por las alianzas ad hoc que tuvieron un efecro tan cataliza- cin de una coalicin estabilizadora que hiciese funcionar las nuevas ins-
. den en Noruega, Suecia> Alemania, Espaa e Italia. Tampoco se produjo cituciones,
la)fragmenraci6n de la burguesa que pndo observarse en orros lugares. El lnte,:fi'aktione!h Aussclnm [Comir Mixto] de socialdemcratas y
'L\f's cuatro partdos principales de anceguena persistieron: los liberales partidos burgueses que haba sido establecido en 19]8 y 1919 era una
ccforinuaron su dominio en las reas rurales y especialmente entre la burw agrupacin transitoria basada en las premisas de la conclusin de la gue-
g1fesa agraria; los conservadores fueron fundamentalmente el partido de rra, el escablecimiento de una repblica y d acuerdo de Stinnes-Legien
la;burguesa urbana; los radicales, d de la mermada, pero rodavia impor- entre la industria y el obrerismo. Dicho acuerdo trataba de estabilizar la
'ra\1rre, faccin progresista de la burguesa urbana; finalmente, los socialde- economa, preservar los derechos de la propedad privada y legitimar el
mfr?cratas fueron el partido Pe los trabajadores urbanos. 4 papel de los sindicatos. 5 El efecto de la coalicin fue el de excluir rempo-
' -+
; !t Si bien, como resultado de su experiencia anterior con las alianzas ralmente de la construccin del nuevo orden a las fuerzas autoritarias y
erj!he liberales )' obreristas, Dinamarca disfrut duranre estos aos de un conservadoras. Sin embargo, la disolucin de la coalicin no tard en lle-
.oij!~cn polrico ms estable y eficaz, como veremos) sus gobiernos todava gar: comenz con e! final del acuerdo entre la industria y el movimiento
;tc;yieron que enfrentarse al problema de gobernar una sociedad en la que obrero organi1.ado en 1923, as como con el incenro por parte de la
..,:r:..el}::ibrerismo se haba organizado de modo poderoso y cohesonado antes patronal de reducir los beneficios socla.les y limitar la influencia de los
,de.;' que las alianzas con los liberales se hiciesen efecrvas. Mientras las sindicatos. 6
al(tmzas entre liberales y obreros organizados -junto con la pauta ms
es1able de alianzas de entreguerras- Je dieron algo en comn con las
s~i;iedades liberales, su poderoso movmiento obrero le dara algo en
coJnn con las sociedades iliberales.
AJ csrabli:cer el rnfrngio universal ~k hombres)' mujeres m.iyorcs de 20 aflos, .as
como la reprcsenracin proporciona!, !a Constirucin de \X1cirnar aboli d sistema dccto-
ral prusiano bas;'ldo en d rcconocimi,mro de eres d,ises de dccrorcs. Vase supra, p. J 53,
3 Sobre la cl'isis y sus dlforc11tc$ intcrprcracion~s, vase Tagc K.lmcd, f>riJkeshri.fm, 5 lhrringmn lvoorc, Jr., /njwrice: The Socinl !Jrm:s of Obedima 1111d Rt11r1lt (Whhc
19;!0 (Arhus: Universitetsforlagcr i rhus, 1973). Pltns, Nueva York: M.E, Sharp<:, 1978), pp. 376 ss.
; 4 Sobre la base soc!a! de los P?rtidos, v~ase rnpm, c?prulo 3, pp, l30-l45, y cap- 6 La hisroria de !a disolllcin de csrn co;i!ic(m ha sido cxrnesra de forma brillantc
rn!~J 4, pp. 234w242. Vcase cambien Pa!k Svcnsson, ,i.Supporr for rhe Danish Social por C.h,11'les Maier en, Remsting Bmngcois btrope: Smbi!izruirm in fi'rmff, Gtmuiny rmd
D(;_mocratic Parry, 1924-1939. Grnwrh ~nd Rcspon~c, Sc{(11dindvit111 }i()/i11,/ Swclie.r, !tal" in the Det,1dc afier World ur11r f (PrincctOl'i: Prine<.rnn Uninrsit)' Pre.~s, 1975), pp.
VO~. 9 ()974}, pp. J27-J46. 53-88, 233-.105 y ?-55-.JS?.
,;1
1/~., (
dio resultado, de modo que el poder esmvo ocupado por gabinetes de que les otorg e! derecho a formular veros de carcter merameme simb6-~1,1 (
minora o presidenciales. 7 El problema esencial fue que ni el -abismo exis- Jico-,- ames que reso 1ver los conflictos que los dividfan. 9 Como Gustav'.
(
tente entre la burguesa y la clase obrera ni las fisuras histricas internas Stolpe1 escribi en aquella poca: ((Lo que tenemos hoy es una coa!iCLn
de la burguesa pudieron ser superados. En 1923 el liberalismo ya se de ministros, no una coalicin de partidos. No hay ya parridos compfo-'t (
haba agotado en gran medida, encallado en la creciente ambicin .de los metidos con el gobierno; solamente partidos de oposidnu. 10 :sta era a: (
patronos de abrogar las conquistas obtenidas por d obrerismo en 1919 y situacin del siscema de Weimar en 1929, en un momento -hecho que
merece ser subrayado- en que n la crisis econmica n los nazis e"ran'.i (
1920 y en la consiguiente presin ejercida sobre la burguesa. Despus de 2
1923, dejando a un lado la efmera resurreccin de las alianzas enrre libe- ' fuerzas 1mportames
aun . en l a escena po l'mea.
~ (
ralismo y obrerismo en 1928-1929, la carga se desplaz en gran medida (
hacia los esfuerzos por componer coaliciones de modo provisional entl'e 7.1.3. Suecia !1t,;
diferences elementos de la burguesa. Las dvisiones heredadas -entre (
Un cambio de rgimen igualmente incompleto se produjo en SueciJ11
clases, entre regiones, entre religiones- fueron recubiertas y reforzadas (
entre 1917 y 1919. El ministerio conservador de Hjalma~
por nuevos conflicros en la poltica econmica y en la poltica exteror
Hammarskjold haba gobernado durante la mayor parte de la guerra,f,. (
relacionados con el revanchismo, fas indemnizaciones y la estabilizacin
asentndose finnemenre en el apoyo de la casa rea!) los grandes negoco~~
monetaria. 8 As pues, el nuevo contexto poltico no apacigu las divisio- (
y los pan:idarios de una fuerte polrca de defensa. Su nombramiento ed/'.
nes heredadas, sno que las reforz y las agrav. En realidad, !as pautas 1914 haba significado un franco repudio del pdncipio de soberana par-A, (
histricas de movilizacin que haban socavado la hegemona liberal y las
lamentaria por parte del rey; dicho repudio se vio escasamente atenuad~'/
coaliciones encre liberaJes y obreristas antes de la guerra haban sobrevivi- (
por el nombramiento de un ministerio del Partido Conservador e1}l
d~ para definir el espectro de opciones polticas en los aos veinte 1 en
marzo de 1917; ya que el nuevo gobierno estaba determinado a ~virar e~ (
~f lugar de verse disueltas por esas nuevas opciones. En ltimo trmino, el estab[ecimiemo de la democraca parlamentaria y la reforma dd sufragio~
fascismo triunf precisamente all donde la socialdemocracia y el libern- (
En oi:o10, no obstante, haba sido obligado a abandonar el poder a caus~
lisrno fracasaron: en la superacin de las animosidades histricas y en la del estallido de varios motines de subsistencias y por la imposibilidad d<1, (
recombinacin de las clase sociales demro de una coalicin que se habfa
confiar en el ejrcito; en una guarnicin tras otra, los soldados demosrra,i (
mantenido fuera del alcance de los antiguos movimientos,
rnn su solidaridad con los crabajadores. ,(Habra sido imposible contat
posteriormence con ias unidades milita.res como fuerzas de segurida~ (
[... ]y, de esre modo, [ ... ] el ejrcito, apoyo ltimo de [los conservado,
(i
1~sJ, fue nemralizado)). El malestar de obreros y soldados se vio aun ms en de~a.cuerdos acerca de la poltica social y de la fiscalidad municipal. La
, 1,~lamado en febrero y marw de 1918 por la voluncad de los conserva- realidad que subtenda la sirnacin era que no poda esperarse que una
~ores de intervenir en la guerra civil finlandesa en el bando blanco. 11 polcica de coalicin entre l[berales y obreros organizado? que haba fra-
,,' casado en su inrento de superar los conflicros de clase en los aos ante-
Una coalicin de liberales)' socialdemcratas lleg al poder en ocru-
11 riores a b. guerra -muchsimo menos polarizados-- fue~e capaz de
bre de 1918; al igual que en Alemania, esta alianza supervis h ejecucin hacerlo ahora, ame una tensin muy acentuada; una vez que la amenaza
de lo que se denomin6 en la historia sueca i,el avance democrrko)>. 12 La
inmediata de guerra civil se haba atenuado )' el cambio institucional se
' r~forma constiruciona! situada en e! corazn de dicho avance consista no
haba llevado a cabo, exisran muy pocos puntos en que libemles y social-
slo en el esrablecimienrn de la soberanfa parlamencaria -medida que
demcratas pudieran estar de acuerdo. En aos posreriores1 el ala urbana
I1gr la aceptacin de factomerced al nombramiento de la coalicin-,
del Partido Liberal se escindi en dos mitades y el ala rural se desintegr
stno mmbin> la reforma del sufragio que tuvo lugar a conrinuacin, e1i-
para crear el Partido de los Agricultores, Un efmero gobierno de minora
minando los requisitos fiscales> otorgando el sufragio universal e igualica-
socaldem6crata sigui al colapso de la coalicin cuando, despus de seis
r;,o en la segunda cmara y en las elecciones municipales (y, por tanto, c1i
meses, lleg a su fin, un minsrerio conservador al margen de los partidos
1. cmara alta) )' esrableciendo la igualdad poltica de las mujeres. Del lleg al poder, Durante los doce aos siguientes 1 nueve ministros indc-
r:Jismo modo que en Alemania, esto signific un cambio fundarnencal en
pendienres trataron de gobernar el pas: el ltimo dur ran slo dos aos:
;{ rgimen 1 en la medida en que ampli los derechos de parrlcipac:in a
ninguno de ellos pudo estar al freme de una mayora en el Riksdag. Los
~ma clase que haba sido excluida previamente de modo sustancial y que
socialdemcratas tr:araron de gobernar en solicario durante tres de estos
qo poda ser meramente absorbida dentro de los confines de las pautas
doce aos; duranre los otros nueve, los gobiernos consisrieron en varias
polticas hsrrlcas,
combinaciones de liberales }' conservadores, Steven Koblk, usando un
e El remor a una guerra civil fue decisivo para la imposicin de este lenguaje que podrfa haberse tomado de cualquier esrudio sobre la
d~mbio en el rgimen; 13 los conservadores comprendieron que si derroca- Alemania de Weimar, ha resumido la experiencia de dichos aos:
. l~n la coalicin entre liberales y socialdemcracas obstruyendo !a refor-
l.,. J d par lamen ro rele jaba los fragmcntad}S i1Hcrcscs socaks }'
, r\ia en la cmara alca, tan slo podran instaurar su propio gobierno polfricns de la sociedad sueca. Los liberales se mosm1ban exrrcmada-
rhedianre una guerra civil. Esta conciencia, reida por los acontecimien- mcnre inocente.~ en su esperanza de mantener una coopcr.icin con
,<,s de Rusia y Finlandia y por la inurilidad del ejreiro, fue suficienre rinua<la con los parridos de ;,;qnierda; en rcalid;"id, los propios libera-
les no poda1) mamcncrse unids, escindindose en dos partidos
.J.:- 'F::~ra forzar a los conservadores a aceprnr la reforma del sufragio en 1919. cnrre 1924 v 1934, Los socalisrns f... ] no cumplieron suscxpccrati-
::f\1 miedo transitorio a una guerra civiL sin embargo, no prnporcion una vas. Lo que.en cambio se produjo fue j ... J un gran nmero de gru
!:}ase duradera a la coalicin que supervis la transicin. pos de inrers cuyo rnm~u)o )' fuer;,;:1 rm<ll:m :1 contrapesarse. Ningn
grnpo podfa dominar a los orros, de modo {jUe se desarrollaron
;'~ Habiendo logrado su avance, la coalicin entre Jberalsmo y obreris- alianz.is de corwcnienc.ia que gara1Hii'.aba1, la cooperacin en una
Cll(.mibn concreta; u1\:'l vez que esa cuesrill se solucionaba, ta alian,.:a
', r!:?o lleg a su fin en marzo de ) 920. Las causas nmediatas consisreron tk~ax1reda. [ ... J E.n estas crcunsrnncias no pod,1 iniciarse un pro-
' ~ rra1m poJrico ampliamente concebido. 1.as l)C<:.CsiJ,idcs ;lCUciamCS
J ... ] no eran rrarndas con eficacia por la incapacidad de! Riksdag
J,ie- - - - - - - para hallar nn programa que fuese accprablc para una mayora esta-
't:'.'.
ll Carl-Grnn Andrac, Thc Swedish Labor MovcmetH and die 1917!918 hk,1';
Fi:c'.'..olurion, en Sreven KobHk, ed Swl!den $ Devdopmc11r from Pt)lleny to Affi11mcc,
lf!J0-1970. trad. Joannc Johnson {Mincpolis: Universicr of ,'v!i11nesorn. Prcss, l 975), p.
234. .
l2 !bid., p. 233. 14 Kohlik, lnrrod11ctio11 ro Chaptc1 l().,, en Kohlik, cd., Swedtin's Da)dopmcnt, p.
i 13 !bid., pp. 232-254. 2S5.
'
,,r
ti (
todos haban crecido orientados hacia una moviJizacin de masas compe- :'/ (
liI',,
titiva. Denrro del contexto de Europa occidenral) no obsrnnte, el Partido (
liaci<n cnlccriv:'! por mcdi,) de k)s sindic;1ws; asimism<>, se nc<>6 ,1 volver 11 cn:aisc corn9
Laborista Noruego era tan radical como cualquiera de los grandes movi- un grnpllscu!o de cuadros sigiloms y ccnrmlizado.s. Sobre d P,~-ridn Laborista Nornci,o ~
mientos nacionales, Solamente en Noruega e Iralia la mayora del partido los sindic:atos_duranrc C$toS ai'los, va~H Bc:rgc Furrc, Ntmk ht/Jrie, 1905:1940 (()s.k{)
(
se uni a la Tercera Internacional. Ern la minora socialdemcrata de Dcr Norskc Samlagcr, 1971), pp. l ) ss.; Knut Lmgfoldr, MoJkwHeienl', 111mk pt1Lm'JJ (
(Oslo: Univcr~itc-r,sforlgcr, l % 1); H~kon Mcycr, A1be!dcrparricc, 1914-1923", c61
derecha la q uc se haba separado y exista aislada desde haca varios aos. Halvdan Koh1 . ed,, /)r:t mmke 11rbcidcr){frtiJ hiuorie, 1887~1937 (Oslo: Dct Norsk~ (
.,J S la mayora laborista predcaba el mensaje radical del enfrenramlenco Arbcid1:rpartis Forlag, 1939), vol. 2, pp. 179 ss.; Hans Frcderik Dahl, Nor7,l' nidlom Jml
de clases, el poder para los sindicatos de obreros y soldados y el socialis- y.me: Da iwr;kc Jr1mf11nnet f krf,;:e og kon,Jlikt, 1918~1940 (Oslo: bx Fod:\g, \ 971). :., (
"" En d original Sl1 empica la vo;,, genymr111d,,rh1x, qu>.! dcsig:n.i. b manpul.ici(Sl\ dt'
mo, no era ranro comunista como sindicalista revolucionaria. Durante el (
los l.mitc~ de l~s ~ircunsc_ripcione.~ d~crornlcs p:\rn favorecer a un Jcrermnado panid<M,
perodo 1918-1920, el movmenco Oposicin Obrera (originado en poi/neo. Este termino dcnvn dd .:ipcl11do dd que focra gobernador dt: Mnssachnscm d.
nondheim en 1911), de naturaleza sndicalisca 1evolucionaria, se apode- 1BJ0-l8l2,ElbridgcGerry,[N.ddT.J ' ~ (
r del control de la confederacin sindical y, por medio de ella. del 17 V:\sc supra, c::ipruhl 4, p. 220. }
18 La :c1mpliacin dd st1frngio s~ produjo principalmcmc pnr mcdo de un:-i rch,1jd (
Partido Labo1isra. i6 en la edad l'Cqucrida de vcndcinco ,1 vcimius aos; rnrnbien S(' ornrg d derecho du.
voro a !os indigcmcs, Li rn~a de parricipndn cnrrc adu!ws de m,\s di: vdnrc aos d~ (
cdad a11mcm<J dd 80.4 por cicnrn de 1918 ;il 86,9 d<: 1921. l...1s 1m1j<:rcs (consdcrn&1.f
ms comcrv,1doras qt1e !os hombres) disfrurnron cid <.kredw <.k voco n.:snfogi<lo en 190<)
(
(como conrrnpcso dd P.inido Lnhorisrn, en realidad) )' d derecho de vom gualirnrio c1"1 (
15 Andrnc, l 917-1918 Rcvoturion, p. 250. l 91 5- Pctcr Plorn tt ni., cds.., Statt', Emomy, 1f1ul Sodc:~r in \\1/<'sttm /:'uropt, 1815~1975:
16 En rc:t!idad, el parrido rompi con In Tcn:c:ra Inrern:tdo11;il, e11 tllrim;,. ins.ranci:i.. A Dlltfl Hnndb(}ol. V11lumt !: The Growth of A11i,u D,moat1cies !lin/ V?elfme Srntr1 (
;;. c:tus:\ de diforcnd:i.s de criw1fo sobre b organi1,acin !eninisrn: r~ch:i.z acabar con b ;1fi- (Chicago: St.J,1m<.'S Prcss, 1983), p. 137.
(
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Fracaso del liberalismo e inaplicabilidad de la dictadura tradicional N(_/bera!ismo ni alianzas entre liberalismo y obrerismo 419
I\;
El desenlace fue urta dcada y media de gobiernos endebles." Entre
;
me:a-.mitad de los aos veinre cuatro gobiernos fuernn derrocados, se
'1~19 y 1933 se formaron catorce gobiernos, todos ellos basados en celebraron tres eleccones y se convocaron dos refere11dums sobre la cues-
nWnor-as del Storring. Ni las alanzas entre '.aborsmo y liberalismo ni la tin puritana de la abstinencia alcohlica, tema que cenrrnba los conflic~
cJtnsolidacn de la buro-uesa resultaron posibles. Los liberales y los !abo- tos heredados entre regiones, culturas y sensibilidades religiosas. Las dis~
b
putas acerca de los intereses agrarios y urbanos, el gobierno. de la Iglesa,
r~rns no estaban .dispu~stos a gobema~ junr~s; los liberales, los conser~a-
la educacin y el idioma reforz.aron dichas divisiones. B
dares y los agrarios (vastagos del Partido Liberal) tampoco estaban d1S-
p~esros a gobernar juntos. Tan slo en una ocasin el Partido Laborista
fol.rm un gobierno: se mantuvo en el poder durante dieciocho das. Al 7.1.5. Italia
g;ual gue en l mayora de las otras sociedades iliberales, los gobiernos se En ningn otro lugar el intento de una estabilizacin liberal fracas
afi:oyaban en coaliciones cambiances capaces de llegar a arreglos en asun- ms repentinamente y con mayor rapidez que en Iralia, donde los foscis-
. r's concrerns, pero incapaces de llegar a un acuerdo sobre un prograir1a tas ya estaban en el poder en noviembre de 1922, La reforma electoral de
rri;s amplio. 20 Las conflictos heredados dentro de la burguesa se vieron 1913 -que, al desplazar de modo decisivo el mbito de lo pblico a la
reforzados y aumencados, ms que atenuados> por las cl'isis de los aos polrica de masas, aument la participacin socialista en el voto a cerca
vkinte; un acontecimenro rpco de esca siruacin es que el nuevo del 24 por ciento- ya haba puesto a los liberales bajo asedio. La refor-
Piirrido de los Agriculrores, que a menudo acuda en apoyo de los conser- ma de 1919, gue ampli aun ms el derecho de voto e introdujo la repre-
v;tdores en temas culrrales 1 no poda aceprn.r la insistencia de los conser sen racin proporcional, jumo con el nacmiento del catlico Partito
v4dores (y de los liberales) por regresar al patrn oro en las condicones Popolare Irnliano, completaron la transicin. Enrre estas dos reformas,
diit paridad de anteguerra.?. 1 En realidad, el rasgo principal de este pero- los popolari y los soci::1.lisrns controlaron la mayora de la Cmara de los
d~ consiste en la mayor fragmenracn poltica de la burguesa deb.da al Diputados despus de las elecciones de 1919, de modo que no era posi
n1cmiento de un nuevo partido agrario en 1920 -en gran medida a ble esrablecer una mayora efecdva sin con car con uno de dlos. 24
c6srn de los liberales-, de modo que algunos votantes liberales se des-
El rero de socialistas y catlicos no condujo a una consolidacin de
p.!azaron hacia Jos conservadores como la mejor defensa posible conrra el
los liberales; antes bien, la comunidad secular burguesa continu frag-
r:dicalismo de clase obrera. En l 933 los liberales sufrieron una prdida
incnt:ndose. El antiguo enfrencamenrn enrre imperialisras }' dcmcraras,
a\~licional con In aparicin en el suroeste del Partido del Pueblo
que era evidente desde 1887 e incluso se haba visto complicado por la
C~istiano. 22 Los conflcros culrurales continuaron dividiendo a los libera-
guerra de Libia, fue rcavivido por la inrervencin de 19 J 5 -una deci-
.,.;' Ii~ rnnto desde el interior como desde el Partido Conservador. En la pri-
sin cuya lgica se apoyaba en un clculo interno, ms que internacional.
Sn embargo la in.rervendn ni la victoria prrica fueron suficicnces para
i,, crear una base m..s estable para el anriguo orden. Cuando el gobierno de
{; 19 Vanse en especial furrc, Norslu. historie, pp. 124-176; y Hans Ffcdrik Dah!. Fm
Salandra llev a Italia a ln guerra, su decisin no sirvi para tender un
kl~sgknmp t! nf/.rjonrrl wmling: Arbeiderpnrtit:t og det 11r1ljonnle .<.jHl1'sm!ll i .30~/ir(!l1e (s!o: puente sobre las viejas divisiones; antes al conuario, las hlzo ms fucrres.
, Ptix Forlag, l 969). La fragmentacin de- las cbses medias empeor anrcs de 1913 por la fo!ra
rP Furre, Nrmkehturic, PP )24~176 .
.121 !bid., p. 132.
/\ 22 Sobre ln fragmt'nmci6n c~mtinnad:i de l:l l~11rgut's,1 d,ir~ntc ~d pcr~)do de_ cn~rc-
gricnns, vnsc Srcin Rokkan. Gcogr;1ph)', Rd!gion ami Soci:i.l Class: Croi;s-Cumng 23 h1rrc, Nod~ehim,rir, p. 172 p:lssim.
(jJc:wngt"S in Norwcgi:.m Politics, en Srcin .Rokkan }' Scymour Martin !,ipsc, cds., P11ny 24 Sohre las dccciont:s d<.: 1919 y 1921 y, en gcni:ral, ::obre d ca.>o dr.: Jr,1Jia, P:m!o
s\;s.tem7 11ml Voitr Al'gt1mi m: Cro.tH111tonal P1:1,pect11t S (Nucv,1 York: ht:c Prcss, 1967),
1 1
Far_ncii. Sod;i,! Conlicr, P,11founc11rnry Frngn11:nrnrion, Insrirmion:1! Shft, :ind rhe Ri.,c
pl 367-444. of Fasci:rn1: 1rnJy,,, <:n Lim. :, Sicp.:in, cd~., Brcnhdrmm, pp. 3-33.
;
e (
420 Fracaso del liberalismo e inaplicabilidad de la dictadura tradicional Ni. liberalismo ni alianzas entre liberalismo)' obrerismo 42:l,,
(
(
42:2 flacaw del liberalismo e inaplicabi'fidad de !.a dictadura tradi'cional Nf../iberalismo ni alianzas entre liberalismo y obrerismo 423
nJre y del este se revolvi cada vei ms contra los parridos de Madtid; celai:ias y de !a economa cirnlana en general. Esta jugada orientada hacia
p({o, <<en lugar de enconrrar aliados que ap~yase~ sus inrereses, se escin- la derecha mat la alianza y, al provocar la formacin de la esquerra cata~
di:i) a lo largo de lneas dJvisorias regionales [ ... J)),1 ~ El ao 1917 contem- lana) dJvidi aun ms a la burguesa catalana.-~'
, plf~ la aparicin del Movimient0 Asambleario y, con l, la ltima oporr~- Con el fracaso de! Movimiento Asambleario 1 el antiguo orden se
nii9ad de estabilizar y reformar el antiguo orden mediante la convocatoria desintegr rpidamente. Tras las elecciones de 1918, que, a pesar del
de,;~ unas Cortes constituyentes libremente elegidas. Dicho movimiento cohecho masivo y de la corrupcin no lograron reflejar una mayora efcc~
cOI1sisti en una alianza de los obreros, la burguesa perifrica y jvenes tiv:a, los gobiernos no pudieron. controlar las Corres ni la calle. La violencia
of~ciales disidemes del ejrcito contrarios al gobierno de Madrid. Gerald se convirti en un mal endmico: encre 1919 y 1923 ms de setecientas
B{~nan capr acenadamenre la opcin encarnada por este movimiento: personas fueron asesinadas solamente en Catalua, emrc ellas un primer
:;.'uS~ trataba de un momento crucial en la historia espaola. Los grandes ministro.-% La convulsin econmica de la guerra provoc el crecimiento
: erixesarios de Es pafia en alianza con !os socialistas y otros partidos explosivo de la CNT) de nawraleza sindicalisrn revolucionaria, en l 917
~ izuierdistas se haban alzado en una franca revolucin en contra del
(Tobierno. Y: no se trataba meramente de una cuesdn de rcgionalis1110
::~a~co o carn!n. Lo que iba a decidirse era si los propietarios de las fabri-
y 1918, as como disturbios obreros casi contnuos; el gobierno careca
de autoridad rn.nto para pacificar como para :i.plasrnr dichos desrdenes.
La nica autoridad organi1,ada del pns era el Ejrcito, situacin que
ca$ del norce o los grandes terrarenientes de Castilla)' Andaluca deban estaba a un solo paso del pronunciamento del general Primo de Rivera
tener d papel principal en el gobierno dd pas (... ],i,-H La decisin fue en 1923.
fo\lorable a los terratenientes de Castilla y Andaluca.
El rgmen de Primo de Rivera no era una dicrndura fascista, sino,
La al lanza se desimegr al cabo de pocos meses, siendo !a causa ms ms bien, un orden aucoritario tradicional de! mismo tipo que los que
p1}Jbable un conflicto obrero con !a Compai\a de Ferrocarriles del podan existlr a !o largo y ancho de Europa del e~te durante la mayo!'
Nme, un bastin de la UGT socialista. La causa que subtendi la dispu- parte de los aos veinre y rreima. Su apoyo, que inicialmente Fue bascan-
ca:Ifue el particularismo econ6mico de los industriales catalanes y la habi- re susranciaJ, provena principa!menrc de la burguesa, incluyendo aque-
li{~:ad del gobierno de Madrid para 1nanipula.rlo; el conf1icto del ferroca- 1la de la periferia que estaba cansada de las consrames crisis del antiguo
rr estaba a punro de arrcglnrse cuando el gobierno de Madrid, buscando orden, pero que rndavfa no estaba preparada para anular el gobierno
,-u;~a fractura en la alianza, rechaz los trminos del acuerdo. Pronto representativo. Se trataba de una dictadura ldeada con carcter provisio~
.,; si~ui una huelga que se extendi a rodo el pas )', junto con ella, !a na1 cuya J'azn de ser era acabar con el desgobierno dd obrerismo) para
.. ~: intervencin milimr: setenta personas muerrns, cientos de heridos y dos regresar despus al gobierno represenrnrvo.-' 7 A ese respecto, represent
rn. :1! encarcelados. Desde aquel momento, una alianza que involucrnra a la transfonnacin del lbcralismo en aurnrirarisrno en tiempo de crisis,
o~cialcs y obreros csrnba fuera de lugar. La Uiga Regional de Caralunya, ms que un nbandono masivo dd liberalismo, y esto distingue fonda-
. qe reprcsenrnba a la atemorizada burguesfo. y consrlcua d fulcro de la mentalmente aquel rgimen del fascisnw. Debido a que no se trataba de
aJ!fanza, rompi la coalicin de liberales y obreristas al opr::tr por un una ruptura total con el liberalismo, no rehzo de acuerdo con su ideolo~
a(Jierdo con Madrid que sicu6 al lder de la Lliga) Francisco Cambi en gfo las organizaciones que mediaban entre el Estado y la socied,"1,d. -En
, ei:gohierno de Madrid, dndote carra blanca en todas las cuestiones aran-
J) .____
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1,/3.3 Sr:rnlcr G. [l(lync-, 'lhe Sprmh Revobuirm: A Smdy of the Socid! and Polirical 35 lhfd., pp. 64-66.
'd;!m"om that Culminmn/ in tht Cii,il \17ar iJf,\jHri11 (Nueva York: Norrnn, 1970), p. 23. 36 !h!d., p. 74, nora 2.
[;31 C<:rald Brcn;in, J'he ,S/1anish l.lfb_yrinrh: ;lu Arctnr11r of thi Soci1d mu/ l'olirirnl 37 [>nync, S'ptli,i.,h N.rrmlffrio11 p. 83 y p~s.~im lbrmond Cnrr, Spain, /8(),'-?. 1975,
8).i( 01111 d of
(OxFmd: Oxford Univlr~ir) !'re%, l 9B2, 2." cd.}, pp. )64-(103.
, 1ht Ch:il. \Xl,n (Camhridg;c: Cnmhridt:e Univlrsirv' Prcss, 19(,0), p. Cili.
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424 fracaso del liberalismo e inaplicabi!idod de la dictadi,ra trat!Jciona! N/./beralismo ni alianzas entre Li'berafismo y obrerismo 42j
(
lugar de eso, toler hs que no eran demasiado subversivas y aplic la Esta modernizacin dd socialismo espaol no habra sido posible
fuerza contra las que se mostraban rebeldes e ingobernables. sin la modernizacin gue la propia Dictadura promovi en gran parre cge
la sociedad espaola. El rgimen adquiri varios compromisos con ~~t
A medida que el regreso al gobierno represenrativo se convena en desarrollo que actualizaron notablemente el transpone, la produccin /~ (
una posibilidad ms remota) el objetivo de la Dictadura se hzo menos energa elctrica, la educacin y los servicios sociales. 43 Fue probabJ::~
evidente: careciendo de ideologa y ambiciones insriwcionales propias, /:"!
mente el primero en causar los dficit de sus cuentas de capital
1
r p4
no poda ofrecer a Espaa una alternarva firme al gobierno represenraci- medio de la esrimulacin del crecimiento de las infraestructuras. Se dj~ (
vo y, al finat tampoco pudo resistir las demandas en favor de su restauraT que Primo de Rivera -que no era un economista, sino que se vea, a M (
cn: ,(No renfa una ideologa, un programa ni una idea clara de cmo mismo como un hombre del pueblo- haba celebrado la manipulaci,1
lograr su propia institucionalzacim1. 38 La carencia de ambiciones insti- efectuada en la conrnbilidad nacional para que ofreciera un balance fav4'~ (
rucionalesi especialmente en relacin con el obrerismo, fue la dave. Al rabie al capital a largo plazo disponiendo que los monres de piedad d\l (
igual que ouas dictaduras tradicionales, no trat de reconstruir al mov~ Estado desempeasen todos los colchones que tenan empeados l~i~
miento obrero organizado. En lugar de eso, aplast al movimiento que le (
pobres. 44_ Los datos de los salarios reales de aquellos aos no son en abs~j-
amenazaba ms seriamente, la CNT> y permiti la exisrencia. de una
luro fidedignos, pero parece claro que, cualquiera que fuese su curso, lit (
UGT suficientemenre domesticada en un marco muy reducido.J 9
propios obreros espaoles perciban que estaban logrando conquistas re~-
(
Duranre ios siete afios de vida de la Dictadura, el obrerismo socalis~ les en su nivel de vida. Esrn pudo deberse ranco a la mayor oportunidf
ta madu1;, convirtindose en d grupo de opinin mejor organizado del de empleo, incluyendo el empleo pblico, como a los cambios en ki,s (
pas. Cuando b Dictadura cay en 1930, el Parri<lo Socialista emergi salarios. Asimismo, c<una serie de otros elementos se combin para cre~.r
(
como el mayor del pas; asimismo, los sindicatos $Odaliscas tenan d la sensacin de mejora en el estado de bienestar de la clase obrera. [.. '.]
monopolio virtual de la organjzacin de los rrabajadores espaoles. Entre estos facrores figuraban los comroles de precios, la extensin grf: (
Durante esros ai.os, la afiacin permaneci inalterable hasta 1927 des~ dual del seguro social, los programas de vivienda de bajo precio, escueltt,t (
pus creci slo de forma modesta, de unos 200.000 a 270.000 en hospitales y sanidad pblica. [ ... ]Todos sos eran los factores intangibl~s
(
1930. 4 Pero !os sindicaros socialistas aprovecharon el inrerludio de la que se encontraban detrs de "los felices veinte*H. 45
Dictadura para estabJecer una infraestrucmra organizativa en todo el La prosperidad rehuva de esros afios y el crecimiento del movimie~.-
1
e
pas, incluso en un momento en que Primo de Rivera estaba destruyendo to socialista tcsulcaron imporranres en la preparacin del esce~ario dii
.d e( anarco-sindicalismo por la fuena. 41 Con el final de la Dictadura en i
1930. la ,filiacin de la UGT y del Parrido Socialisrn se dispar, adqui- '
1
riendo una densidad organizativa comparable, al menosi a la del socialis~ (
mo .ita rnno en los rempranos anos
- de posguerra. ,,- 35 por cicnm. La cifra de fo UGT e~cl basada en Jo:; daros de Bren.in, labyrimh, pp. 2J3
y 295, )' B.R. Mirchdl, Huroperm Hfrtoricr,I Stfltistcs, J750-1970 {Nueva York: Columbia (
Univt:.rsicy Prcss, 1975), p. 16 l. L::1 cifra de la CGL se h;'l calculado panicndo de los darOs
de M:n1ricc Ncufdd, !t,dy: School far A1llflken11g Coumriei: The !talian Labor Movcn.re1p1- (
38 Pa;rnc, Sptmh kevolution, p. 83. in fts Paliticl, Social 11nd Ecorwmic Smingfrom 1800 10 1960 (ldiaca, Nueva York;
39 Amhony D. Mcivor, Sptmh Lnhor Poliq During th<' Dicrnhlandn of Primo Dt CorncH Univt:rsiry Press, 196]), p. 368; A. James Grcgor, fo1'itr11 fi1Sciim afd (
Ri11era (Tesis docrnnil indira: Dcp,lrr;'Lnwnro de Hiarnria de la Universidad de Califomi\ D1..vi://Jpmtnml Dicrnmnhp (Princcrnn: Princeron Univcrsity Prcss, J 979). p. 183:f:y
Florn, Kl'::1l1S )' Pfo11ning, cds., Stt1te, fronumy, 1md Soety, vol. 2, p. 555. /\
(
c11 San Diego, 1982): Carr. Spnn, 1808-/975, pp. 564-603.
40 P.iync, SprmMJ Ri!u1Jbttio11, p. 78. 43 Mclvor, Spm1ish J.f/hoJ Pt1liq, pp. 1-2S; Carr, Spain, 1808~1975, pp. 574~581. U (
41 Mclvor, Sp,mish !.nborPolit;~ Carr,.Sp1rin, 1,'W8-1975, pp. 570-573. 44 Brcnan, l.nbyrimh, p. 79. f
42 En juni(} de 1932 la afiliacin dt: b UGT supona d 31 por cienm Je los ()brcros En casrcll:mo en el original. IN. dd T.) 'ji (
industriales de Espaa. En Irnlia la cfta cquv:ilcnrt: t:n d sindicw socialisrn CCL cn1 del 45 Mclvor, Spnnish Lnbor hily, p. 14. r,
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426 Fracaso del liberalismo e inap!icabilidad de la dictadura tradicional Ni bei-a!ismo n alianzas entre liberalismo)' obrerismo 427
oJden republicano rnablecido en 1930, ya que dicho orden naci a par- burgueses en constante proiiferacin a medida que los conlicros acerca
c-i{ de una coalicin entre liberales y obreristas formada bajo unas condi- de las cuestiones histricas de la Iglesia y la auronoma regional se vieron
c(ones gue no estaban en absoluro marcadas por la polarizacin. 46 Sin agravados por las divisiones originadas por la reforma agraria y social. 48
. dbbargo, el ciclo comenzara de nuevo cuando Espaa experiment el En 1930 los republicanos no socialisras -organiz.ados en 1929 en torno
,. nf]smo tipo de decadencia poltica que habfa tenido lugar en otros luga- al Parcido Republicano Radical, Parcido Republicano Federal y Accin
rfj's de Europa en los aos veinte, y por las mismas razones. La supresin Republicana- se dividieron aun ms para incluir al Parrido Radical-
d.~ las barreras consricucionales opuestas a la participacin obrera no era Socialisca, al Partido Progresista, a la izquierda catalana (Esquerra) )'
e absoluro equivalente a la formacin de llna coalicin estable. Los tres Accin Catalana; a stos se afia.dieron en 193 I d Partido Nacionalista
. p{imcros aos de la Repblica l'evdaron el mismo fracaso, tanro de la Vasco y el partido de la izquierda gallega (ORGA). En 1933 tanro los
1
g!gica; 54 en este pas, el Partido Car6Jico domin todos los gobiernos rendi...a reducirse a una. lucha abierta entre intereses rivales en la que se
f<;irmados enrre 19 l 9 }' la segunda guerra mundial. Todos los gobiernos dispona de pocos mecanismos para regular dicho enfrenrnmiento y no se
H:olandeses formados dllrante este perodo consistieron en coaliciones de contaba con micos o cradiciones naconales que oscureciesen Ios privile-
l1:1s partidos confesionales; !os liberales slo parricpaban con muy poca gios o justificasen sacrficios colecrivos. Todo esto cre el sentido acumu-
f'.~ecucncia. En Blgica el Partido Catlico consigui enfrencar al Partido lativo en que escas sociedades sufrieron una perpema crisis de. regmen en
5'0'.)cialrsra con el Partido Liberal: en la prctca, los catlicos no se mos- los afios anteriores a la estabilizacin socialdemcrata o fascisra. Dentro
1:aron dspuesros a incluir a los socialistas en una coalicin que no indu- de este contexto, los estados U"ataron denodadamente de solucionar la
Jflra a los liberales. El Partido Obrero holands pen1'._aned inmvil en 1a cuestin, menos lmporrnnte pero, con todo, esencial, del carcter ingo-
<;.posicin duranrc todo el perodo de emreguerras,S> La combinacin de bernable de los sindicatos.
ct.ericalismo hegemnico y movimentos obreros divididos entre socialis-
i\(o y carolicismo (BlgicaL y entre socialis1no, catolicismo y pro[estanris-
1,~l.o (Holanda), produjo de nuevo una continuidad en el poder polftic; 7.2, Poltica contra mercados
,~imismo, como veremos, dicha combinacin produjo polticas econ-
i{llcas smi!ares desde e! punto de vista funcional a las continuidades que La quinrnesencia de un orden !bera] consisca en !a combinacin de
llallbamos en las sociedades liberales. gobitrnos apoyados por la burguesa elegidos mediante compcncia con
{: En orros lugares, los mecansmos tradicionales medianre lo que las una gestin de la economa ejercida por medio de mecanismos de merca-
d,llites tradicionales haban preservado su poder se rompieron en l 919; do> e~ lugar de pol_ricos. Esra naturaleza distintiva se tradujo en una
~hora bien, suplantar a esas elites requera la supresin de algo ms que capacidad para gestionar l economa que no se preocupaba tndebida-
menre de las organizaciones del mercado de rrabajo, D;1do que los sindi-
1%s antiguas barreras: requera la constniccin de una nueva coalicin
caros seguan siendo incapaces de plantear una defensa cohereme de sus
c;apaz de estabilizar el rgmen. En la mayora de las sociedades) la bs-
anteriores conquistas salariales, resultaba enteramente posible que el
queda de semejanre coalicin nccesir6 ms de una dcada. Durante los
Estad~, pasadas las crisis inmediatamente posteriores a la guerra, gober-
Jos de dicha bsqueda, Noruega, Suecia, Italia, Alemania y b Espaa
nase sm prestar atencin a dichas organizaciones. En el contexto de los
r~publicana sufrieron en comlln el sndrome del fracaso de las alianzas
aos vente, esto significaba que era posible que los gobiernos impusieran
~nrre liberalismo y obrerismo, del malogro de la consolidacin de la bur-
normalmeme polricas deflacionarias: tratarnn de esrabilizar la moneda y
.,.f' :uesa, de gobiernos minorirarios ineficaces, alianzas cambiantes y calle~
r~gr~saron a las condiciones de rentabilidad, sin preocuparse ciegue los
J'nes polticos sin salida. En sus mejores momentos, esrns entramados
srnd1catos socavasen dichas polricas ni al gobierno que las parrocinaba.
J?olricos no pudieron proporcionar ms que t.ina tregua entre intereses
As pues, un gobierno poda triunfar e induso al menos a la luz de sus
1i~vales, especialmente enn:e el capital y el obrerismo, que, con el paso del
propos criterios orrodo:xos- sin la colaboracln o sin la demolicin y
Hempo, incluy rambin a la agricu!rura. En pocas de crisis, la poltica
,, nueva consrirncin de los sindicatos, Aun si haba ocasiones -la princi-
pal, la protagonizada en 1926 por Gran .Bretaa-- en que los sindicaros
podan resulrnr rnrbulenros) las perspectivas de xro de los sndicatos
: 54 Eric Hansen,Depressio1) Decadc Cr:i:is: Soal Dcmocracy and Planismc in siguieron dependendo de modo crtico del apoyo del Estado. Si el
Jklgiurn and thc Nerhcrlands, !929 1939, .f/!lm1nl ofCmirempormy Himny, vol. ! 6, n." Estado considcrab,a que la actitud de los sindkacos era displicente, pod!a
}: (abril 1981 ), pp. 300-30 l.
r1 55 Sobre las c~ialicioncs y d equilibrio di: poder entre- !o,~ pal'tidos en d pc:rodo dc negar su apoyo de mi modo que las organizaciones sindicales sufrieran
J1ntrcgucrrns, van.i;e Jan Dhondt, d)c cvolmk v::i.n de p::i.nijcn rnm:n de [wc,:; wc.rddoor- una derrota que las aplastara, como se hiz.o patente en 1926. Se trataba,
tf>gcn, Rn Puhlicn, vol. 4 (1962), pp. 370-380; H;rns Daakkr, P;1.nics .111d Polirics in pues, de una situaci6n en la que el equilibrio de poder -dada la falrn de
f;1c NcrhcrLmds, Poli1ic,il Stude!, vol. 3, n.U ! (fobrc-ro 19)5), pp. 1-1 (i.
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432 Fracaso del liberalismo e inaplicabilidad de la dictadura tradicional Polt.f:.ca contra mercados 433\
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mercad.o. Aparre de la ampliacin del sufragio, pues, escas sociedade~
cohesin de los sindicatos y la consolidacin del apoyo de la burguesa a
liberales permanecieron en gran medida con las mismas insritudones1! (
las mayoras conservadoras- favoreci ncensarnente ~na. co~tinuaci~
de las polticas liberales orientadas al mereado y .de las rnsmuct0nes poli-
polticas y la misma organizacin econmica que antes de 1914. f (
dcas que las acompaaban. Esto, com~ hemos. v1s~o, no fL'.e menos cier~~ En realidad, Ios aos treinta engendraron muy pocas innov.:i.cionesf
en d caso de 1os aos treinta. El obrensmo bnrmco y smzo permanecto incluso en el terreno de b polcica econmica. Gran Breta, Francia y}, (
cocalme.nte pasivo e incapaz de suscitar cambios poH.cicos despus ~e Suiza se haban adherido rerrn.zmente desde haca tiempo a la ortodoxlai- (
1930, mientl'as la energa del Frente Popular se descarnaba y desvanec1a econmica y, despus 1 se haban desplazado tan slo hacia la neo~ortodo\
(
en un Corro espaco de tiempo. xia -una combinacin de devaluacin competitiva, carcelizacin y pro-}:
As pues, no se trataba de rdenes polfricos ~ econ~icos rruy am~- teccionismo-, en lugar de haber adoptado el cambio ms radical encar~f (
nazados por las crisis de posguerra de los aos veinte. y r~e1nt.a por cons1~ nado por fas polticas cscimuladoras keynesianas, 56 De iguaf modo, no- se:
(
guience, no exisda un gran apoyo para una i(soberan,,z.ac16n. de. las orga- . produjo ninguna ruptura con la ortodoxia en b.s dos sociedades en que:-,
nizaciones obreras dentro de un contexto democranco 111 pata su des- los movimientos confesionales seguan siendo hegem6ncos (Blgica Yt (
truccin y reorganizacin por la va. del fascismo. En las sociedades, ilibe-
rales, la socialdemocracia y el fascismo representaban las alternativas a
Holanda); los gobiernos de ambos pases responderon a fa Depresin\!.'.
movindose hacia presupuestos austeros, severos recorres en el gasto':
e
pblico -incluyendo pensiones, indernniz.acin por paro, educacin y ( (
esta continuidad de la poltica libernL E,i ambos casos, el fracaso de las
estrategias liberales orientadas al mercado requerira ~na soluci~ ms servicios sociales- y hacia la congelacin y ulterior reg1es6n de las! (
conscientemente poltica ~nte el prob.lema de la capac~d-ad subver~J,va de indemnizaciones salariales en el sector pblico; a medida que la crisis se::
los sindicatos. En las .soc1aldemocrac1as, esto acarreana la conces1on de hiz~ ms p;ofunda, ta~1bin se, ~1 igo_1}26 !~ resolucin con gue esos f (
un cierto o-rado de soberana a los sindcatos -soberana que convertira gobiernos e3ecutaban dichas polmcas.)' Al igual que en las sociedades} (
a los sindicatos en un elemento crucial en la formulacin de la agenda liberales, las polticas evolucionaron solamente hacia b neo-ortodoxia: '.
(
nacional-; estas concesiones suponan una negociacin tripartita_}' cen- un sistema de cuotas, crceles y licencias de imporracn. Esca falrn de f.
tralizada entre el Estado, la patronal y los sindicatos, as como la vincula- innovacin no significaba que no se conocieran orras alrernacivas econ- , (
cin del comporramiemo sindical a los e~tendimi~ntos pretendi~os por micas. Los partidos obreros de ambos pases propusieron un Pltm van der; (
el Estado en materia de poltica econ6m1ca y social. En !:as soc1edades Arbeid [Plan de Trabajo] que inclua salarios mnimos, ayudas a la agri- f
liberales, las coaliciones gobernantes no tenan necesidad ni incentivos cultura, dficit fiscales, rotacin en el empleo 1 difusin de b semana de 1'1 (
... ::"pa;a perseguir una innovacin institucio~al semej_ante. De he.cho, el cuarenca horas y proyectos de obras pllb!icas. Ambos planes frac~saro~ f\ (
obrerismo no poda ser incluido en las soc1eda~es lib~r~les med1anr~ el por razones pohricas. En Holanda los partidos confesionales rehusaron !j
corporadvjsmo democrtico que pasara a ser caraccensc1co de la soc1al- sancion<1r semejante ruprura con la orrodoxia y-dado st1 propio domi- fJ
(
democracia -incluso aunque lo desearan los gobernantes, puesto que el (
obrerismo tena la misma capacidad p::i.ra organizar semejante inclusin *~
poltica que para desarrollar una defensa eficaz de los trabajadores en el ;
e
56 Sobre la neo-onodoxi,1 brir.inic.\, v;15c Peter Gourcvitch, l',1/iril"J i11 H.rrrd time.,: 11 (
Comprtrrtt/1,e Rc>spm,u:s ta llltr:rnntional !:tunamic Criw (lth:ic:i, Nu(.va York: Cnrndl. fJ
University Ptess, 1986), pp. 13)-140; parn d caS de Suiza. vase Fr:m<;osc f.oemcher- [\ (
"' El trmino empicado por Luebben es .ro1taeignizntion; el ?xfard Enff.liJh Ro11gc, 11 La poliriquc dt la fOH\\IJ dans l'horlogcric lors de b crise des rinnc.~ rrcnrc i/
DictionmJ no recoge dicha vo;,,, pro si JOV(rgnht {derivada .dd .i~or,t'.1gues wbe1':1mz1Ir), ( 19?E- 1937)~, Rt/llft E11mpe11J//' d~s Sn'enres So11/r:.', vol. 15, n." 42 ( 1977), pp. 143-199. f: (
que desi<>na d proceso por d que se omrga soberanfa a un:i. msmt1cion t~ orga1)1smo. A )/ H:'lnscn ofrec,c un <:-xcdcnrc cmidio de las rcspuesrns po!ricas de Blgica}' ij
nuesrro ~icio, se rrara de un ncologi.smo ideado por el a.ur?r, ~ue traducH:1os con otro, Holan<lri a b Depresin, as wmo del d.:batc polrico rcsulr:i.nrc, en su Dcprc$sinn ~j (
sobemnv,dn, pticsrn que el DRAE slo da. enrrada a los tcrmu;os so~e_ran1d11d (sobcra~ Dcc:idc Crisi~. i
na) y 5obanmm' {mandar o domina!' a modo de soberano .. ). [N. del l.} . (
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434 Fracaso de! liberalismo e inaplicabildad de la dictadura tradicfonal P&.jtica contra mercados 1,35
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11fo::y 1a incapacidad de los socialistas para alzarse por encima del 22 por
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436 Fracaso del liberalismo e inaplicabi/idad de la dictadura tradicional P.ol.tca contra mercados 4!1
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cin entre la trayectoria del crecimiento econmico y la de los salarios del consumo, rendencia q~e los gobiernos trataban de abrazar. Ning~n (
reales en Europa occidental durante los aos veinte. Las mayores mejoras gobierno en e1 poder, cualquera que fuese su duracin, se cornpromft,~
en el rendimienta industrial aparecieron en Francia, Italia, Suiza, Suecia (
ri6 entonces a alcanzar conquistas sustanciales en materia de ingresis
y Alemania; Blgica, Gr-an Bretaa y Holanda se encontraban en una de los trabajadores -ciertamente no despus de que los socialdem~- ( '
siruacin bastante peor; Dinamarca y Noruega estaban aun ms rezaga- craras alemanes se retirasen de la coaldn de Weimar en 1923 y an~}s ~
das. 60 Sin embargo, las mayores conquistas en materia salarial tuvieron de: que los socialistas espallo1es se unieran a la coalicin republicana Jn
lugar en Alemania, Suecia, Dinamarca y Noruega; los salarios reales 1931. ' (
siguieron un curso ms incierto en Italia y se esrnncaron e incluso des- (
61 El propsii.:o primario del patrn oro de anteguerra haba si_do d-
cendieron en Francia, Blgica, Holanda, Suiza y Gran Bretaa.
vaguardar la estabilidad exterior, incluso si eso significaba -comol:a (
En estos aos los intentos de recortar el gasro estatal, los impues- veces ocurri- sacrificar la estabilidad inrerior. El sisrema anriguoi q{ie
ros y los salarios eran basrante a menudo inevitables, ya que un Esrndo haba existido solamente durante un cuarto de siglo antes de la Gdn (
nas orro trataba de regresar al patrn oro y despus mantener el valor Guerra, haba funcionado razonablemente bien porque los ciclos finah- (
de su moneda. Haba una creencia casi fantica en las virtudes del oro cieros se encontraban entonces en rclaciva armona y los niveles m)s
(
y en la necesidad de restaurar la estabilidad monetaria y de la divisa en bajos de movilizacin polrica contribuan a la existencia de un menrr
el plazo ms breve posible. La nueva vinculacin d~ las moned~s al nmero de demandas a los estados. La movilizacin de masas, la trardiw (
oro, o a monedas respaldadas por el oro, lleg6 a cons1derarsc:: un signo cin a sufragios casi universales )' b falrn de sincrona encrc los cclOs (
de virilidad nacional; can slo Espaa fracas en este ncenro antes de financieros resulrnnre de la guerra hicieron que la subordinacin de ~a
que el sistema se colapsara definirivamente en .1931. Ahora bien, actividad econmica nacional a la estabilidad de la divisa fuese treme),~ (
nunca se trat de llevar a cabo ningn plan coordmado para resraurar damenre m:s difcil, dado gue produjo fuerres presiones sobre los saJh,.
. rn. d usma
. 1es. t
(
dicho sistema: los gobiernos fijaban el valor de sus monedas sobre una nos P.
base ad hoc y casi sin referencia a los costes y precios derivados. Por (
consiguiente, la estabilizacin fue un asunco largo1 interminable, que
Hablando en trminos generales, existan tt"es caminos ele vuelta ~l '
parrn oro en los aos veinre. Las sociedades que siguieron d primet (
se prolono durante casi rnda la dcada. Incluso despus de que un
trataron de regresar a !a paridad de ameguerra; eso normalmente signi{,- (
o-oberno hubiera restablecido la relacin entre su moneda y el oro, el
;roblema de pl'eservar d valor fijo de la moneda segua cxisriendo en
caba que una moneda deba emprender su ascensin forzosa por encirf~a
del 30 por ciento, En el caso extremo de Din.:imarca, signific recuperlf,r
(
... ~rndos los lugares, salvo en Francia y, quizs, Alemania, donde !as
un descenso del 70 por cemo en el vaJor de la corona. Entre los pass (
monedas estaban subv:aloradas. Asimismo, en wdos los pases, una vez 1,.
que regresaron a la parid,id se enconrrab-an Dinamarca, Gran Brern~,
que las crisis inmedarns de posguerra de los aos 1919 y 1920 haban (
sido digeridas, wtalmence aparre del problema del patrn 010, la orto- Noruega. Suecia, Suiza y Holanda. En rndos ellos, el rcsrablecimienco ~e .,
Ja paridad produjo monedas sobrevalord;.is q~1e solamente podan sosd~- (
doxia aconse:jaba una mayor tendencia hacia la inversin por enct1na
1 nerse rnedianre presiones deflacionarias casi com:inu:"ls. La devaluacin ~e (
consideraba rotalmeme inadecuada ya que habra supuesto una sera p(J-
dida de prestigio. La alternativa, por rnnro, consista en ajustar la econ~~ (
1
rna interna para.adaptarla al tipo de cambio, !o que supona reducir i~s (
60 Dcrck H. Aldcrnfr, FFvm Ver.nilhs to ,val! Srree,, 1919~1929 (l\l.'rkelc>': 1
Univcrsit}' of Califonia Prcss, 1977}, p. 201. [Hay ffa<l ..c;isr.: D~ Vi:rsa/J~ ti \llrdl ..:)tiw:1, cosres interiores y los precios, as como un recorte salarial. Su~ciij,
1919-1929, vol. J J(! b I-/Jtiirifl mmmkfl mundud di:/ sigla XX d1r. por \\foJfram h$!.'.h!!r Holanda y Suiza regresaron a la paridad en 1923 y 1924, nas varios atiil~ (
{lfarcclona: Crtic;i, 1985}1 ques de deflacin. En Suecia los porcenrajes de ingresos y de producci!n (
61 Los datos de los sak1rios reales se prcsc1)(;in inFa, pp. 442~444.
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Fracaso del liberalismo e inctplicabilidad de la dtadura tradicional Poltica contra mercados 439
_Ca)eron dos veces ms rpido en el perodo l 920~ 1922 que en el colapso patrn oro, Entre csrns so~edades figuraban Hungrfa, Polonia, Austria y
~e}l 929. 62 Alemania. En Alemania la recuperacin eras la inflacin y la ulterior esta-
,, Gran Bretaa -cuyos bancos internacionales e nduscrias navieras y bilizacin del marco no se compleraron hasrn que en ] 926 se super una
.SlO'uradorns se impusieron en su lucha contra los fabricantes nacionales crisis menor que conduca al colapso de algunos de los abultados impe-
rios indusrria!es que se haban formado durante la inflacin. La inflacin
enfravor de un regreso inmedaco a la converrbilidad con un tipo alco-
liquid la mayora de las deudas fijas, ciertamente; sin embargo, tambin
sgJ.i en 1925 a las sociedades anres mencionadas, La aguda presin
dd1acionaria posterior condujo a las demandas industriales de recortes elimin la mayora del capital en circulacin. Gran parre de la inversin
sal1riales, que, a su vez, provocaron la huelga general de l 926i de csH:: acometida durante la inflacin haba tenido lugar en ndusrrias que ya
m?do, polarizaron a la nduscria manufacturera y a los sindicatos. Los estaban andcuadas y que sufran un exceso de piantiUa, de modo que,
. gok,iemos y bancos centrales de Noruega y Dinamarca indujeron depre~ tras la esrabilizacin 1 se requera una gran esfuerzo de reorganizacin y
sid:;1es a gran escala durante varios aos 1 empezando en 1924, con el fin renovacin. La rncionalizaci6n generalzada despus de l 925 elimin
~eifregresar a la paridad de anteguerra. En realidad, estas heridas que ellos puesto~ de trabajo y planrns enteras, generando tasas de paro relacva-
mente altas, a pesar del dficit contrado por !os esfuerzos asiscencales
m!:fmos se i nligan ahondaron en la actividad econmica inc~uso r:1s
del Estado de Weimar.
prfundamente que el colapso de los aios 1929-l 932. 65 El gobierno ita-
krto no inrem restablecer la paridad de anteguerra, pero s sosrnvo una Entre !os dos extremos mencionados -retomo a fa paridad de ante-
nv}neda decididamenre sobrevalorada. En agosto de 1926 Mussolini pro~ guerra e inflacin extrema- se cnconrrnban las experiencias de socieda-
,. defender la lira basca e! ltimo alienroj hasra la ltima gorn de san,.
m(tti des como Francia y Blgica, que incurrieron en m.cnorcs ataques de infla~
gr\1),6/4 De quin sera el alienro y !a sangre es algo gue ya no especific, cin antes de la deflacin de mediados de la dcada. En ambos casos la
peJo la severa deflo.cin que se produjo paraliz la expansin indusrrial e reconstruccin estuvo financiada por prsta1nos lanzados por un gobic1'-
hi~o crecer precipitadamente el paro. El Estado aucoritario de Mussolnl no inflacionario en contra de las posibles indemnizaciones destinadas a
mJnifestaba los snromas de contar con una solucin cuando en 1927, Alemania, Al final, las indemnizaciones no fueron t0do lo benvolas que
;in;}e la presin ejercida sobre la lira, decrer
una reduccin salaria! del 1O se esperaba -en Francia tan s()lo cubriel'on cerca de un tercio de los cos-
P~l cienrn. En orros lugares, la poltica competitiva imposibJirnba una tes de !a reconstruccin~-.. , de modo q1.1c la ormdoxia prevaleci. En
l'_c~tuesta tan dramtica, al menos durante unos pocos afios ms, Francia 1 a ral7. de la crisis de los ripos de Gtmbio, el gobierno conservador
.,,:- .," \ En el otro exrremo se encontraban los pases que experimentaban de Raymond Poincar estabiliz en 1926 el franco merced a una ,1guda
;d{ques cxrremos de inflacin qL1e conducan a un completo colapso eco- deAacin. Blgica1 cuya propia moneda esrnba ntimamente vlnculada al
franco francs, sigui un curso similarY'
nmico y a la introduccin de nuevas monedas antes de un regreso al
En una dcada en que la ortodoxia aconsejaba que los salarios reales al
-f------ menos permanecieran estables -cuando no que fuesen reducidos-, los
''.62 Los dcsccnrns de l 920- l 92 l sguicron cm~ rcpano: 27 por cic11co en la n:1Ha, 25 sindicaros de las sociedades iliberales estaban obteniendo un xiro nornble
po: ccnro en la produccin indt1.Hr;1] }' 24 por cicnrn en d \'o!wncn de exportacin. E.
Lulidbcrg, Business C>,ck Expcrienccs in Swedcn, wid, Spec] Rcforcncc ro Economic en b preservacin de-! valor real de los salarios de los obreros. De hecho,
PO\icy IssUCSl>, c1; Erik Lunclbcrg, cd., The Bushl<!.li ()de in rhe Prm\-'vrrr \Vor/d(Londrcs: esraban incrementando marcadamente el valor de los salarios, incluso en
M4,cmllai:, 1955), p. 5-6. ._ , _ . , condiciones de paro exrrcmada,ncntc aleo. Su xito fue tan grande> eD iea-
r3 Richard Al len Lcsrcr, "l he ()old-P,mry Dcm:~smn rn Nonvay and Dcnmark,
' 19i>5. J 928, and Dcv,1J11arion in fin!and, 1925,,, cap. 9 de R.A, Lt:m.'1', MonNmJ'
f~erim1:m.r: /:'ml)' Amerir:r111 rwd Ri'n nt Smnri111r11ir111 (Princeron: Princ:cron Univcrsity
1
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440 Fmcaso del liberalismo e inaplicabi/idad de la dictadura tradicional Poltica contra mercados
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lidad, que al menos cierras pruebas sugieren que es-caban inc1emencando
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sido clec1didamenre ms bajo en las sociedades liberales. En Suiza,
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simultneamente la proporcin de la renta nacional destinada al obreris- para el que slo disponemos de datos parciales, la tasa nunca super ~l
(
mo. Esre hecho establece un agudo contraste con las experiencia de los sin- 3,6 por cienco de 1922; en 1923 ya haba cado hasta el 1,7 por ciento;
dicatos en las sociedades liberales, donde los sala!'los netos se estancaron o durante los aos 1926-1929 la media fue tan slo del 2,5 por ciento,69 (-
disminuyeron y la pan:icipacin del obrerismo en la renta nacional se redu- Los daros del paro de Francia son aun menos complerns; las cfr.s (
jo incluso en el concexto de tasas de paro relarivamence bajas. incomplecas de Alfred Sauvy relativas al total de la mano de obra sugi)(-
ren que las tasas fueron 2,5 por cien to en 1921, 1,2 por cien ro en l 926fy (
Los datos de los aos transcurridos entre la Gran Guerra y la Depre~
2,1 en 1931. 70 Las estimaciones efectuadas por Walcer Galenson;y (
sln en materia de salarios, precios, paro y porcentaje obrero en la renta
Arnold Zellner ofrecen cifras ms alcas, aunque todava comparativame(l.-
nacional rara ve sbn compleros y casi nunca escn normalizados. En d (
te bajas, pero se limitan al empleo en la minera, la industria manufacc"i'f-
caso de Espaia, donde los salarios y el poder de negociacin colectiva
rera y la conmuccin; su media para los ai\os 1921-1930 es del 3.4 pr {
variaba enormemente de acuerdo con el escenario durante los tlrimos
cenrn. 71 Cualesquiera que fuesen las cifras exactas, podemos estar seg4r
aos de la Rescauracin., rodo lo que podemos afirmar es que los salarios (
'.os de que en los ;:i.os veinte la tasa francesa, en comparacin 1 era ,bajf;
de los trabajadores especializados, especialmente los sindicalstasi prob:1-
blemente dejaron atrs los precios, mienrras que los de otros obreros a
mcluso en los peores aos de la Depresin, de acuerdo con Galenson/y e
Zellner, el paro permaneci bastante bajo en Francia: el paro en la mine-
menudo no pudieron hacerlo. 66 Los hisroriadores muestran un amplio
ra., la industria manufaccurera y b construccin no se elev por encifl1ta e
consenso cuando afirman que los obreros experimentaron. una mejora en (
del 15,4 por ciento ni siquiera en 1932/1
Enrre las sociedades liberali:,
su nivel de vida duranre la dictadura." 67 Los salarios reales de la industria
Gran Bretaa contaba con la tasa ms alta de paro: desde 1921 haA:l (
y, en particular, de la agriculrnra aumentaron marcadamente a p~rtir de
1929 la media fue del 12, J por ciento.'' En Holanda y Blgica, donde (r
l 921; los sab!'jos agrcolas cayeron despus. a comienzos de l 934, bajo
clericaltsmo hegemnico y los movimientos obreros divididos por el clf e
el gobierno de centro~derecha. 68 En el caso d~ otros pases, s pode~os . 11smo y el socrn
. 1tsmo repro d udan una situacin an loga en much~~s 11
disponer de datos reales, pero n.o es conveniente conceder clernasrnd:a
ne (
aspectos a la de las sociedades liberales, las tasas inedias anuales entre ]iJs
importancia a los nmeros, ~ (
Es posible discernir dos diferencias fundainenrnles en la direccln y
li (
magnitud de los cambios. Comencemos por la nica variable importante ~\
69 Las cifrns de que Jisponcmos son: 3, 1 (l 921 ), 3,6 (1922), 1,7 O 923). 3!~ (
..,!'para los sindicaros, el nivd de paro. El paro durante los aos veinte haba (1926), 2,7 (1927}, 2, l (l 928}, 1.8 (1929). L.s rnsas de 1921, J 922 y l923 corrcspo\;i-
den :il porcenrnjc de p~raJos cnm.: !a poblacin nc(iva en d ,mbit0 econmico; proced,\!n (
de Jn@:s Mmrny Luck, A Histo1y fJjSwtzr:rlllnd(Palo Airo, Californli: SPOSS, J 985), 1~.
553, De 1926 en adcbnre, las cifras corn.:spon<len a la media mcnsu~I por ao de parad{;s (
66 R:wmond Cm rcco,,c !os siguicirn:s d:ttos com:spondic1Hcs a sak1rio~ y precios en ,1seguntdos }' proceden de Mrchcll, Hur(Jpenn Hiuoricnl Statisrir;, p. J68. ~
Espaa. $;!arios indmial~: 1914, 100; 1920, 186. Prcci(}~: 19!3, 100; 1915, l l l; 70 farns dfrns scm bs cstmacioncs cfccmadas por Sauvy rcspccco a la to.alidad dc1!,1
(
1917, 149; 1920, 188; 1921, J$!2; 1922, 162. C11rr, Spnin, pp. 498-499, norn 3; vanse mano de obnt Alfred Sal!V)', Hitt()ire conomique de !,t h'l1n~e r:tUJ'i: /i:.r dmx f.JJerres: Vol. it.- (
ramhin los ndices salariales de obreros cspccialil,l;dos y no m;pecinliados de Barcdon,1 1918-1931 (Pars: b}'ard, 1965), p. 459. ~
de las imh1srrias clcrrica, n::Hi! y mcralt'trgica en esa misma nora. Manuel Tufln de Lara 71 W,dter Galenson y Arnold Zcllncr, ,dntcrnariona) CornpariSOllS ~'f (
ofrece un estudio dct:1!hdo Je !os precios )' s,,larios espai'oks en El movimimto obrew en Uncrnployrncnt Rarcs, en Narionnl Bttrtall of Economic Rcscarch, ed., Tbt!'
la histol'irt de Espmia (/vfadrid: T:nlnt$, 1972), pp. 550-572, 675~6fl 1 y 755w767. Jvharnnrni:/1! mu! Br:h11vior of Unemployrmnt (PJ"inccton: Princcrnn Universirv Pr~!s (
"" En casrdb.no tn d original. JN. dd T.] 1957), p. 523. . . ' .'
67 Tun de l.ara. Movimienm obrero, pp. 755-774: Mcl\'or, 5j)fmh L11bor J>o/icy, n lbd. 1 (
p. l 4 pssim. , 73 Lasra.sasanualcsdtCrnn Hr~raficr,rn: 14,8, 1S,2, 11,3, 10,9, 11,2, 12,7, l,;,
68 M,rnuel F11c1w~s Jruro,:qui, Shiwis de In !'n1111iml1r r:s,aifo/11 (M:tdnd: Diana, 11,2 )' l 1,0. Anrcs de 1923 l:1 i;ifra corresponde :t los ~indicalis:ras; despus de 1923, ~ l~s (
1946). p:trndo., inscl'ims. Mirclwll. E11mpe,m Hiuoriml S1mrla, p. l 68. t
i (
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1
442 f}acaso del !ib<?rafismo e inapLicabilidad de la dictadura tradicional PolJtica contra mercados 443
,j
t sala;o monetario de los Obreros indusuales disminuy en un l 7 por
aos 1921 y 1929 fueron 3,6 y 3,2 por ciento, respectivamenre. 74 En
ciento, mientras que el ndice de precos al por menor aument un 92
Ale)nania, la media anual durante estos mismos aos fue del 9,2 por
por cen to. 79 En Holanda los salarios reales aumentaron un 4 por ciento
ciew; en Suecia, del 14,2 por ciento; en Noruega, del 16,8; finalmente,
durante el perodo 1926-1930, nicos aos sobre los que disponemos de
la rriedia de Blgica fue del 17,l por ciento." Dadas estas tasas de paro,
datos. 30
del1eramos esperar que -en ausencia de otras intervenciones-- los sa!a-
_'r.o; reales cambiaran favorablemenre para el obrerismo en Suiza> En Italia, como en todos los lugares} los salaras reales aumentaron
'Fra~1cia, Dinamarca y Holanda> seguidas de Alemania, Gran Bretaa, de modo acentuado en el apogeo de los aos 1918-1921. A continuacin
Suficia1 Noruega)' Dinamarca) por este orden. comenzaron un descenso ca.si continuo con el comienzo de la destruc-
! Por supuesto, se produjeron otras intervcnclones, entre las que des-
cin de los sindicatos a mediados de 1921. 81 En Alemania, que tena una
tasa de paro que era rres veces mayor que la de Sui.za, Francia, Blgica y
: 1.d~ la efectuada por los sindicatos, En las sociedades liberales y en
Holanda y las tres cuartas partes de la rasa de Gran Bretaa, los salarios
Bfh-ica y Holanda, los salarios reales o bien se estancaron o bien descen-
di(on durante la dcada, En Francia, entre 1921 y 1929, los salarios rea- reales por hora en ta industria aumentaron un 63 por ciento durante los
.les ipor hora de los obreros induscr[ales cayeron un 22 por ciento. 76 En aos 1924-1930, los ncos anos sobre los que exisren daros disponi~
bles."
Gr,;n Bretaa, entre los aos l 920 y 1930, los salarios por hora de los
ob.L~ros industriales aumentaron tan slo un 2 por ciento; cmre 1922 y K.G, Hildcbr::rnd ha escrito con relacn a la experiencia escandina~
19:30, se elevaron un 3 por cenro. 77 En Suiza los aos rranscurridos va: ,da srnacin general, cienamente 1 no situ al obrerismo en una posi-
enr,{re 1922 v 1929 contemplaron un incrcmenro dd salario real de los cin fuerte para negociar. No obsrantt, los salarios parecen haber aumen-
ob{eros de t~n slo el 5 por ciento." En Blgica, emre 1920 y l 930, el rndo algo ms de 1o que deberamos haber esperado. En Noruega los sala-
rios industriales reales por hora casi se doblaron durante los aos 1914:
"
-.~------ 1939. En Suecia el incremento fue de ms del 80 por ciento; en
~4 En Holanda, las rnsas anuales c:rat,: 3,3, 4,5, 4,8, 4,0, 3,7, 3,3, 3,4, 2,7 y 3,0. En Dinamarca fue un poco menor. La mayor parte de este incremento se
f~)ica, 11,5, 4,2, 1,3, 1,6, 2,4, 2,0, 2,5, 1,7 y 1,9. La tasa hobndcsa corresp0nde a lo~ produjo durante los a1os veinrei,, 8~ En realidad en Suecia los salarios
1
<lcs~mph1dos como porccni:\jc dd wrnl de m;,no de- ohm cmpk:ula. La rnsa belga co_rrcs-
ponldc a los rrabajadores ;tse;mados. Ve:ns1: Ccima! Burcau voor de Staristek Ll'mi
jrm]i wuisriek in 1ijdm:/uen, 1899-1959 {Zcisr: W. de Hilan. 1959), p. 44, columna 15: r
)vi1-i;hdl, Euromtn Historical Statlstics, pp, 166 ss.
"~: ~'5 En Alemania, la.~ rasas crn.n 2,8, l.5, 9,6, l.\S, 6,7, ! 8,0, 8,8, 8.4 )' 13,1. En 79 !bid., pp. JR6 }' 745.
SuC,,:ia, 26,6, 22,9, 12,5, JO,l. Jl,O, 12,2, 12,0, 10,6 >' 11,2. En Noruebra, li,6, J7,l, 1-10 lhd., pp. J 87 y 7-46.
JO), 8,5, 13,2, 24,3, 2"5,4, )9,1 )' 15,4. En Dinamarca, 19.7, 19,3, 12,7, 10,7, 14,7, ~! V<1sc el ndicc de salario rea! en C::sare Vannutclli, Occup:1zio11e e salari da!
20;'!, 22,5, J 8,5 y 15,5. Todas estas cifras corresponden a sindicalistas parados inscritos; 1861 ,d !961, en Aminwrc Fanfani, cd., l.lt()nom,rf hr1/ir111,1dd/ 1861 ,,r 1961:Studi ud
en \llia!qulcr en.so, pues, ricndcn a subestimar d volumen total de paro en dichas $Ocicda- / CC'f)IClfrtri() di:llirnitfl d7trtlir1 {Miln: Giuffre, 196 l ), PP 570-57 l.
des1 Como comrasrc, las cifras de Gmn Brctaiia, franca v .Suiza son o hcn cstirnacionc~ 82 G1.:rh.1rJ f)', \,\1/,1gn in Germr,ny, 1871-1945 (Princcwn: Princcrnn Univcrsiry
rcs),iecto a h. totalidad de h1 mano de obra {m:.s cicrrn.s inJustrias en e! c:1so de francfr1), o Prcss, 1960), p. 473.
bic-9 parados inscrtos dcnrrn del rornl de la mano de obra; por t:'lnto, se acercan m~~ a la 83 K.G. Hildcbrand, l.ahour :md C.ipiral in rhc: Sc,mdinaYan Counrrics in. rhc
,.realidad. L?. fuente de !os daros cone.spondienres a A!emana, Suecia, Noruega}' Ni1,cr~cnrh and Twemitrh Ccnruric.s, en Pctcr Mathia.s y M.M. Po:;tan, <cds., '/'lg
Diriarnarca es Mitchdl, European Historical St.flri.stict, pp. 166 ss. Cfnuhridy,c- Hnmm11ic Histm)' of Furo,'. llolumc- \!!/: lJu, Jmlum'ird Economes: Cflpirrrl.
~..,6 Este dcsce1\SO csd basado en un incn:mcnm en d coste de la vid.1 dd 89 por /,ahour 11,1d FMeq,rist'. Pnrt /: Hritr1ili, Frr111ce, Gemtlffl)' nnd Sct!ndinavia {Londrcs:
ciei)to y en un ndice moncario s;-bral dd 67 por cknm, 1\-1.itchdl, Humperm Histricn.l Cambridge Uni\'crsitr Prcs.s, 1978), p. 616. fHay rra<l. c;isr.: El rrabajo )' d cnpirnl en los
Stristics, pp. 186 y 745. pases cscandln:wos en los .siglos XIX r XX, en Pcrer i\tfarhias y M.M. Psra1) {dirs.),
' 17 Vase el Indice dd coste de la vd,1 v ti ndice mnncrnrio .salari:i! en ihd., pp, 187 /-Jisrvri11 l'w1ulmim d1'. Europn. Tomo \!//. Llf <1co11omn indwrrinl: rnpirn{, 1.mhnj, )' nnpre
r16. .in. f!l!rU l. G'r,111 BrNlflifl, Fmncin, Alemmn y Errnndiluwia (J'vfadrid: Edimri:iles de
.{8 /bid. DLrecho Ri:1rnid:1s, 1982), pp. ::-n5_gg) y 932-935)
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PoJ.!tica contra mercados 445 (
444 Fracaso del liberalismo e inaplicabilidad de la dictadura tradicional '
naciot1al se elev desde el59,4 hasta el 61,7 por ciento entre 1910!'y
industriales reales por hora aumentaron el 65 por ciento entre 1919 y (
1924; despus retrocedi hasrn el 58,0 por dento en 1929."_ ~n Otr~s
1930. En Noruega, los obreros recibieron una ganancia del 43 por ciento
lugares, las pruebas del cambw del porcenrne de la parnc1pac1on de lqs (
entre 1919 y 1930 y del 17 por ciento entre 1922 y 1930. Los obreros
trabaJadores en la renta nacional tienen una naturaleza ms deducrv_ (
daneses, quienes sufran el paro ms alto de Europa! consiguieron no
En Francia los salarios reales avanzaron meramente un 1O por cien Jo
obstante una subida en los salarios industriales por hora del 19 por cien-
durante todo el perodo transcurrido entre 1914 y 1929, en conreaste C,
to entre 1919 y 1930 y del 12 por ciento entre 1922 y 1930.'4
con un incremento en la produccin induscrial cercano a un terciojs (
Existen algunas pruebas de que la participacin de los obreros en la Entre ,1925 y 1929, a me~ida que los saiarios reales se estancaban, la prj,-
(
rema nacional en realidad estaba aumentando en estas sociedades, nclu~ ducc1on mdustnal s_e elevo en un cuarto y la renta per cpita real lo hizo
so cuando disminua en las sociedades liberales. Paul Josrock ha demos- en un 17 por cienro. 89 En Blgica y Holanda los salarios reales dismin{t- (
trado que en Alemania la proporcin de la renta nacional consumida por yeron incluso cuando la produccin industrial y el producto interiJr
los salarios aument del 46,5 por ciento en 1913 al 60,3 por ciento en brurn per cpira real aumentaban. En Noruega y Suecia los salarios reales
1930; el porcentaje que iba a parar a los industriales capitalistas cay del crecieron ms rpidamente gue el producto interior bruto per cpira re~! (
22,3 por ciento al 15, 1 por ciento. 85 l'eter Flora y sus colaboradores han ., . d . l E
y 1~ pro dt~ccion m usma. 90, 1,1 ?mamarca los salarios reales por hora
,
t (
concluido que la proporcin tipificada (es decir, la que se estudia aten- la mdustna aumenraron mas rap1damente que el producto real por horKs
diendo a la magnitud del sector) de la renta nacional que iba a pnrar al por obrero empleado en la industria.9 1 U (
obrerismo se elev del 61,2 por ciento al 81,9 por ciento encre 1913 y (
. Pode~~s sen rimos maravillados de la capacidad de los obreros de !{1s
1929. Usando la misma medida y estudiando de nuevo el tamao del
sociedades iliberales para arrancar semejantes conquistas salariales ante H (
sector, Flora ha demostrado que el porcentaje de la renrn destinado a los
t~ln de fon_do de unas tas:-5 de paro que, en ocasiones) alcanzaban !~s.
obreros britnicos aument del 63,6 por ciento al 75,6 por ciento entre (
niveles propios de la depresin. Las endebles minoras y coaliciones but~
1914 y 1920; despus cay de forma bastante conrinuada hasta llegar al
67 ,7 por elenco en 1930. Las cifras de Peter Ha.re sugieren un aumento
guesas que intentaron gobernar durante esos aos probablemente no ~u (
consiguieron; todava se enfrentaban al problema de que los sindcadfs
de los beneficios de la industria inglesa de casi el 14 por ciento entre (
responsables de !os logros salariales estaban haciendo que estas sociedadlb
1926 y 1929, en un. momento en que las ganancias salariales se mancu~
no pudiesen ser gobernadas mediante procedimientos liberales conve~- (
vieron estticas. 86 Utilizando de nuevo como criterio la medida ripifica-
cionales. Los salarios no respondan a las polfrcas deflacionarias; en realf-
.. :"da,"" los datos de Flora indican que la pardcipaci6n obrera en la renta (
dad, su excepcional falrn de elasticidad debe ser considerada responsabl!)
!,1 (
(
87 Flora, Kraus y Pfonning, cds., S111te, k(:onomy, nnd Sacir:ty, vol. 2, p. 636.
84 Las ganaiKias de los salarios reales se basan en los einolumemos hornrios de los
obrero$ varones gue aporra Waher GalensoD, The Danish SyJtem of Labor Reil'1tiam: A
88 Aldcrofr, Versailles /(} \lY11ll Stm:t, p. 207. (
89 }bid., p. 206.
Smdy in Jndmtrinl Peaa: (Cambridge: Harvard Universicy Press, ) 952), pp. 279 ss. (
90 . ,Vanse _cifras- de prnduccibn induminl. producto interior bruto j' cambios. $e
8S Paul Jostock, The Long~Tcrm Growth of Narional Jncomc in Gennany1,, en
poblac10~ en M1rchell,. E1m1pean Historiad Su,tticJ, pp. 19 ss., 356 ss., 782 ss. l\
Slmon Kuz.nets, eds., Rl.'VL'W of !ncome 1md V(lenth (Londres: Bowcs .ind Bowcs, 1955),
serie 5, p, 109.
91 El .ra.nro por cJcnro de cambio en e! prodl1cto interior bntro por obrero ocupa/b e
en tlf'l ~envidad no :lgrcol:i de 1921-1929 )'1 1931~1939 fue slo dd 6,7; si1) cmbarg}1,
86 Las cifras de beneficios corresponden a la industri.i exi:racrorn, inamifoctura, (
los sal~nos por hora reales en la induscria aunH:nrnrn11 hasrn c:is el 80 por cien ro durai~~c
consnuccin, servicios ptlblicos, transpone }' distribucin. Perer E. Han, Studs in
Profit, !Jwiness Sa1Jirtg 1111d !nve.stnwa in thr: Uniud Kngdom, 1920-1962, vol. l
el penodo ;fo ci_mcgucrras. Vase Hil<lebrnnd, L1bour and C::ipirnl, p. 616 )' r:.;bln !Y,
(
'.'Av:rn.gc. Work111g Ho11rs :ind ~et Do1;~csric Prodt1ct pe-r \Y/orkcr Adjusccd for Chang~s
(Londres: Allcn and Unwin, 1965). Ademsde las fuentes citadas con anterioridad, ofre-
1n \Y/orking Hours", en K1dd BJcrkc, l he Narional Producr ofDcnmark, 1870-195,
ce ms daros sobre los salarios Dcrck H. Aldcroft, The !mer- \\'i"ar Eamomy: Britt1in, 19 J9-
en Kiiznets, !ncomt mid \l1et1bh, p. !28. 1,1
(
1939 (Londrcs: fnsford, 1970), p. 352.
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4461 Fracaso del liberalismo e inttph:cabi!idad de la dictadura tradic~onai Pol.ifica contra mercados 447
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en 1f1ane, de esos extraordinarios niveles de paro. Desde el punto de visrn alto de Europa de das-honibre perdidos por cada l.000 obrerns no agr-
de ~s gobiernos, esra combinacin pe~uliar de agudo c1:e,cimiento de los colas y Suizat d rns bajo?~
sal4ios eales, niveles de paro pro.Pies de la depresw~ (excepto en Los movimientos obreros de las sociedades iliberales, pues, parecen
Ald'nania) v estancamiento econmico (excepto en Suecia y, de modo haber sido mucho ms propensos a la huelga. Esto resulta todava ms
ms~ margi~al, en Alemania) constitua el peor de los mund?s posibles. evidente cuando cenemos en cuenta la direccin del cambio en dichas
Adems -enteramente aparte de la incapacidad de los gobiernos para tendencias a lo largo del tiempo. En rodos los lugares, por supuesro, la
impbner su voluntad mediante !os mecanismos de~ mercado-, los si1~d~ aci:ividad de huelga rendi a disminuir nas los aos explosivos de 1919 y
caro$ estaban haciendo que esas sociedades fuesen mgobernables median- 1920. Ahora bien, dado e1 descenso producido tras el apogeo inmediato
te 'J?j extraordinaria _tasa de aci::ividad huelguisr~ que engendraron ya ~n~es de la posguerra, a pesar de wdo, las tendencias siguieron mantenindose
de H:i.s grandes convulsiones de 1919 y 1920) incluso ante los poscerio1es dentro de su cauce. Los resultados en el caso de Gran Bretaa -la l!nic-a
girQi especrnculares del ciclo financiero, genl':ralmente desf:avornbles. De sociedad liberal con un aleo nivel de acrividad huelguista duran re la tota-
nueyo, nos enconCJ'amos con problemas a la hora de esrndiar estos da_tos lidad del perodo- son, en realidad, prodl\cto de las huelgas de la pri-
des&e un punto de vista comparativo. Las fuentes en las que han tenido mera mitad de los aos veinte y, en especial, de la huelga carasrrfica de
tjue~apoyarse los esrndiosos para obtener los daros de las tendencias r_nos- 1926. Los datos de Hibbs muestran gue, despus de 1926, el volumen
tractas a largo plazo por la activdad huelguist~ ~1~ presentan .!a misma de huelgas en Gr,rn Breraa cay a plomo a menos de la mitad del nivel
fialftlidad y1 adems, son propensas a usar defin1oones que d1fier~n _en alcanzado durante el perodo 1921 - 1925, manrenndose bajo durante el
algunos aspectos, 92 No obstante, si nos contentamos c~n efectuar d1~nn.- resto del perodo de enrreguerras. En Noruega, Suecia y Alemania, asi-
ci0Aes un tanto toscas entre niveles de actividad hudguis~~ altos)' ba;os }1 mismo, descendi despus de 1920, pero se deruvo en un riivd marcada~
~nt~e drecciones de cambio -distinciones satisfaccoras para nuestros
mente ms alto que el de Francia y Suiza. En Noruega y Suecia 1 incluso.
obj~tivos-, el bosquejo general, de las d~ferencias exisr.enres entre !os con niveles de p;1ro nornblemenre ms altos, la tasa sigui siendo cerca de
roovimienros obreros parece obvio a pamr de los trabaJOS de Douglas
Hi\';bs, Jr., de Walter Korpi y Micbael Shalev y de Pecer Flora)' sus cola-
bo,f/,dores.
"' La
N investigacin de Hibbs ha puesto de manifiesto que, durante 9.3 VoJumcn de acrivitlad hudgi1istn. = nimcro de huelgas x nmero de huelguistas x
r~J,, el perodo de encreguenas (1919-1938), Noruega, Suecia, Gran driracin de las huelga~. ivf,s derall<:s en Douglas I-L Hibbs, Jr., On rhc Poliric~I
Ernnomy of l.ong~Run Trcnds in Srrikc Acriv()'l, /Jrith }011mnl uf f>filitiC1i! Sciem:e, vnL
"'13re,~aa y Dinamarca, tuvieron, en ese orden, e! mayor volumen de acr1~ 8, 2.'t parre (:1bril 1978), pp. 153-! 75. De modo inwirivo, csra mcdid;i dd grado <le .icri-
vidfi.d huelguista de Europa. Francia, Blgica y Holanda los seguan con vidaJ hudgui-'irn parect.' ms sari-'ifocroria que la h,1sada sin1plemcnrc en el mmcro dt
ni))des mucho ms bajos. Iralia 1 durante el breve espacio de riempo das-hombre p<:rddos por c,,d,1 1.000 ob1cros, }' que inrerprcrn ms plen:-uncntc: d
impacro sub\ersivo de J..s hudgas, Asimismo, nos proporciona un dscrimin,unc ms
lra,~scunido entre e! fin de la guerra y la represin de los sindicatos en poderorn de acrividad hnelguisrn c1mc lis difcn.:mes naci(lncs: d rango de variacin tk
19~] I, tambin conr con un volt.unen de rtcrividad huelguista por enci- dfo.s~hornhrc perdidos por c;u[;1 J.00() ohfcros e:. sorprendcrcincntc reducido. Por csrn
ma){de la media. Los dacos de 1-I!bbs ~o incluyen Al~mania ni Suiza, pero r:izn, nos ht:11)0$ ,,poy,ido principalmcmc: en los daws dt: Hibhs, en lugar de en los de
Korpi y Sh:ib,, El nt'unern de das-hombre perd<lm, no obsrnnrc, es sutlcicntc para ubi-
la Khvestigacin de Walter Koq'1 y M1chael Shalev s1 lo hace. Escos auto- c:ir a Abn;ini:i cnrrl' !:is sociedades ms prowns:is a b huelg:1 y a Sui:r,.i. emrc las mciws
1:eslcveian que, entre 1919 y 1932, Alemania mantuvo el nmero ms inclin.idns n adopnu esa rm.'dida. En d caso de Alemania, la media arinn~rica de d-s~
,1 homhrc: perdidos anuak~ por e;1da l .000 ohn.rns entre J9 J 9 )' J 932 es de 775, en d caso
l dt: c;ran Brernn y Norneg;,, entre )919 y 1938 es de 3% )' 384, respccriv,1meme; en
.)urn, en csrc mismo perodo, l:1 mcJi,1 fo\.' de ~2. \X"falrcr Korpi y Michad Sblcv,
02 Esws problemas ma objeto de estudio en Flor:i, l<r;ms y Pfcnni1\g, cds .. S1t1tc, "Srrikc-s, PwCr and Pliiics in \'('csrcrn Nai'ilms, l'liticrrl Pmorr 11nd Sadal :n,eo1J', vol.
Ecoiomy, 1md Socia:y, vo!. 2, pp. 679-680. 1 {l 980), pp. 301-334; Hibhs, "Lnng-Run Trcnds, pp. 153-175.
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448 fracaso del liberalismo e inaplicabilidad de la dictadura tradiona/ ln,;.p/icabilidad de la dictadura tradicional 44b (
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rres veces superior a la que encontrbamos en Gran Breraa. 94 Solamente uer~q_s. del mercado, puesto que esa aprobacn no poda provenir Je
en Dinamarca, despus de 1925, en gran medida bajo el peso de una tasa mov1m1encos obrer.o~ capaces de resistir a los mercados, especialmente (
de paro que casi doblaba a la britnica, lleg a caer y estabilizarse en un
nivel ligeramente ms bajo que el brirnko.9 5
1 cuando los que sol1c1rnban dicha aprobacin esrnban debilitados de- u~,
mod? tan paten~e. En ltima instancia, el consentimiento o. la ayud~
(
450 Fracaso del libemlism.o e inaplicabilidad de la dictadura tradicional fn,;phcabilidad de la dictt1duia tradicional /45 l
,,
!
ailarar por qu no lleg a recurrirse a elias en el oesce -excepto en el , La caracrersrica esencial de estos regmenes resida en su defensa de
irer!udio protagonizado por Primo de Rivera en Espaa--, as como por una fraccin de la burguesa urbana y de los intereses agrarios en socieda
L el establecimiemo del autoritarismo occidental necesir al fascismo. des en las que la amenaza de la clase obrera organizada segua siendo rela-
,, rivamenre insignificante. Los obreros urbanos podan convenirse en una
H Las dictaduras tradicionales resultaban aprnpiad<1s solamente para fuerza desestabilizadora solamente si lograban unirse con la. clase mucho
i{~s sociedades cra.dicionales. En rodas ague;tas socied~des en que dichos mayor integrada por la mano de obra agraria excedente. Por tal morivo,
r~gmenes aparecieron encre las guerras, mas de la m1cad de la mano. ~e escos estados hicieron que la exisrencia de Ios sindicatos dependiera de
q~ra permaneca empleada en la agrcultura.. En Hungra la p1'.oporc1on gue decidieran o no aceptar un compromiso con el campo. Uno de los
era del 51 por cienro; en Leronia, del 55 por cienro;.en Esrnn,a, dd 56 rasgos principales de la agricultura europea oriental era que haba
p}:ir ciento; en Fi-nlandia, del 57 por cienrn; en Po!onrn, del 60 ~or c1en- muchas ms personas ocupadas en la tierra que las que en realidad eran
t0; en Lituania, del 70 por ciento. en Rumana, del 72 por c1ent~; en necesarias para trabajarla. Existen varios modos de medir la magnitud de
Bulgaria, del 75 por ciento; en Yugoslavia, del 76 por dento; por lnmo, la poblacin agrcola excedenre. Uno de ellos consiste en comparar el
ep Albania la proporcin era dd 80 po!' ciento. 9 c) Como contrnste1 el nivel de produccin agrcola con d nivel europeo general. Esto 1 cierta ..
f,'.!Jrcenraje de mano de obra masculina ocu~ado en la .ndus~ra manufac-. mente! exagera fas dlmensones de la poblacin sobrancc} ya que las tec-
t~uera era pequeo; solamente el 9 por ciento en Licuania) el 11 por nologas de concentracin de capital de la agricultura occidental no eran
dento en Rumana, el 13 por Clenco en Bulgaria, el 14 por ciento en posibles aqu, cualesquiera que fuesen las condiciones demogrficas. Sin
\:ugoslavia 1 el 18 por ciento en Finlandia y Gre~ia, el 19 por ~ie-nto en emb,ugo, de acuerdo con este criterio, el excedente de poblacin oscla
L;".econia, el 20 poi cien ro en Estonia, el 22 por c1enro en Polonia)' el 26 desde el 22 por cienco en Hungrfa hasta el 77 por ciento en Albania. 100
t\br cienco en Hungrfo.. 9 i Existen dos rasgos demosmuivos del atraso ~e De acuerdo con el grado menos exigente posible de produccin agrcola
Jrns sociedades: las exportaciones consistan en su abrumadora mayona respecco a los recursos de la rierra1 los exccdenres de poblacin agrcola
dh productos primarios; adems, una porcin_ excepcionalme~te grnnde de Yugoslavi;, Bulgaria y Rumana habran sido, respecrivamenre, de 43,
d1e la industria se encontraba en manos exuan1erns: los exrran1cros pose- 31 y 15 por c-iento. 101
~n el 33 por cento de las acciones principales de '.as sociedades. an~ni-
No eran regmenes revolucionarios, por no decir m..s. Se rraraba
r~as polacas, incluyendo el 52 por ci~m~ de las ac~1ones de la :merra y ms bien, de regmene~ contrarrevolucionarios que trataban de pl'ese-rvar
Ji 65 por ciento .de: la.s de !a metalurgrn; 98 en Hun_gna !os extranJ~ros con- los intereses de las elires de anreguernL La burguesa urbana) en cuyos
r1)olaban el 17 por cienro del capiral de las sociedades de acc'.ones; en intereses reposabnn estos rcg[menes, normalmente perteneca i sector
,.:' \:~.igoslavia la porcin de propiedad extranjera era del 35 por ciento; en dominanre en el mbim tnico y dependienre del Esrado. El poder eco-
99
, \~}ulgaria, el 48 por dento; y en Rumana, del 80 por cienrn. nmico moderno se enconrraba muy a menudo en manos de los parias
ii
-\
que formaban fas minoras tnicas, cuyas opon:unidades de ejercer el
poder poltico esrnban decididamemc limil:adas. En Polonia y Hungra
:; 96 sras cifras corn~.~pondcn a fochas ctrcana:: a J 93(?, Vase ~ilhcrr E. Moorc, estas rni11oras estaban formadas por los alemanes y los judos; en los
{ttonomic Demography of Sm1thl'rn E11ropc nttd Estern t11ropl.' {Gmebrn: Lcaguc of
r1arions, 1945), pp. 26 )' 35.
,I 97 !/1/d., ;. 125. , . , . , . I 'f, , l " I
:
98 Conce St.nti!tii:11/ Yenrhook 11/ Pol.m1tl (Vnrsm'1a: Ccmral Stanmcn 01 IC(;:, -; 3 l ,
100 En orros pas~, hs cifra~ serian: lhdg;ira, 53 por cicnro; Esrnni,;i, OA por ciento;
1/,, 29, rabia 4, , Gfccia, 50 por cicnw; Lituani:1, 27 por cicnco: Polonia, 5J por cir.:rHo; Rumana, 51 ~or
,1! 9~ Jan Mar,'1.'.:wski, tl1111ifim,tfo11 a f!"'()~Urrnte ~-r~mm1iq111: de.{ .di!m,ocr~flr:s po/m.mres
cicnto; Yt1goslavia, 61 por cienrn. Vase \foore, /;'i:m1muit Dcnwgmphy, p. 63.
\hi.rs: Pres.ses Univi:rsfr:urcs de J~rancc, 19)6), p. )8; Rqya! lnsnr.uLc o~ l1,)~~n~;n;~'.1al
'llffairs, 'l,,e Pmbkm of lnrer1111no11al h111e.tnwu {Londres: Oxfoid Un1vi.:1s1t) ! tcss, l Ol Basado en Jtl'l,O Tomascvich, Pemrmt.1, Politio n11d l:i:rmomic Chnnge in Yugoslrwia
(P;1ln J\lm. Cnl"iforni;1: Sranford Univcrsry Pre~s, 1955), )p. 3 l 2~3ll.
~937), J), 246.
,1.
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''
452 Fracaso del liberalismo e inaplicablidad de la dictadura tradicional (
lnaplicabilidad de la dictadum tradicional
(.
Balcanes, por griegos, judos y armenios. Los miembros de la burguesa (
cin de las ciudades de ms de 20.000 habitantes. 106 En Rumana el 30
domjname en el mbito tnico eran los ms proclives a ganarse la vida
por ciento de la poblacin no perteneca a la comunidad tnica ruman,l; (
encontrando una sinecura en las abotagadas burocracias estatales. Hugh
los prnpos rumanos se encontraban profunda.menee divididos en rnrno a!
Seron-Wacson capraba con finura la mentalit de esta clase en su descrp~
secror ms rradicional del Antiguo Reino (Regat) y la poblacin m~s 0
cin de los burcratas balcnicos: (
moderna de la Transilvania reciencememe adquirida. 107 En Yugoslavia alrf1 r
Al cargo pt'tblico balcnico no J.:.: gusta rrnbajar. Se considera dedor del 25 por cien ro de la poblacin no ern serbocroara, una denomin~~
un tipo rnn .1dmir;:i:blc que d F,.~ta.do debera sentirse ?rgulloso de cin que significaba muy poco, ya que inclua a montenegrinos, musulmfr
rnamenerlc duran ce d resto de sn vida}' no debed pedirle csfucn:os
que abrumen su intelecto o su carcter. Un visi.<~nte que ~cuda ~ u11
nes bosnios, macedonios y blgaros. 10 En Hungra los alemanes y los N:- (
minisrcrio balcnico o a un cuarrd de !a po\1c1a a rncdia mamula dos dominaban ta econorna moderna. Los judos consricuan el 23 pJr (
encontrar las h.1bic,1cioncs replcm <le tipos afables que disfruran ciento de la poblacin de Budapest, el 45 por ciento de la mano de ob/~
cmodamcnre de una rn1.a de caf ni reo y de nn charla con sus ami- del comercio y la banca, y posean el 89 por cienro de las plantas de l{, (
gos. Los papeles descansan sobre sus escritorios. Afoc.rn, pacie~tcs
filas di:: campesinos esperan de pie, senrndos y en cuclillas sus <life- industrias del hierro y del metal. 109 Incluso en Bulgaria -reducida por %\i (
renrcs permisos }' recepciones. Los extranjeros )' ciudadanos que derroca en la guerra a sus fronteras tn.cas ms angostas- las minor{~
go'wn de protekcja obricnc.n tina atencin pronta y veloz, pero el cons6ruan el 1O .por cien ro de la poblacin. En, Greda los desposed1~
(
pueblo puede esperar. Han esperado muchos ciemos de afios f,..} de
modo que una5 pocas horas ms no imponan dcmasiado.
102 refugiados proveniemes de Turqua -donde habian sido) en su abrum,~ (
dora mayora, comerciantes burgueses~- ya formaban en 1930 el 20 pc{;~-
(
La impracticabilidad casi absoluta de la poltica competitiva en esr:as cienro de la poblacin. Alban-a se encomraba dividida entre musulmane~,
catlicos y ortodoxos; en el sur, los geandes terrareniemes eran prncipaf (
sociedades) al igual que en la Espaa de la Restauracin, derivaba en
menor grado de una amenaza de la burguesia que del profundo amso de la menre musulmanes y los campesinos, crisrianos orrodoxos. 11 . (
il
mayora de escas sociedades y del fraccionamiento extremo de su burgue- Se trataba de dictaduras rr-adicionales en el sentido de que siempij~ (
sia. En Finlandia cerca del 12 por ciento de la poblacin, concentrado des- mantenan instituciones represenrarivas lmiradas o prometan su restad'~
proporcionadamente entre las dices urb~nas y los mayores :erratenie:1ce~, racin en algn momenco futuro. Todas haban tenido al menos un.a' (
hablaba sueco. En Lemnia el 25 por c,enco de la poblac,n -pnnct- breve experiencia con la poltica competiriva tras la primera guerrn n~.ud!.. (
palmente rusos, rusos. bancos,
l po lacos y es l avos- no era l ero?.
' 3
La ' dial. La mayora de sus rdenes parlamentarios esrnban modelados d~~
poblacin estaba dividida aun ms entte proresranres (55 por c,ento) )' acuerdo con 1-a consttucin de la Tercera Repblica de Francia .. Cuand~ (
.d catlicos. io4 En Polonia d 30 por ciento de la poblacin no perreneda al los rdenes democrdcos se colapsaron, unas veces en pocos n1eses, om{s (
grupo mico polaco, io 5 Los judos) densamente concentrados en los secto- al cabo de una dcada, se conserva.ron al menos algunos de los accesorio!s
res ms modernos de la economa, constituan e! 25 por dento de la pobla- ,, (
,,
w (
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454
,( Fracaso del liberalismo e inaplicabilidad de la dictadura tradicional IIUlfl/icabilidad de /a dictaduia tradicional 455
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p}opios de la poltica competitiva. Las constituciones fueron modificadas Horrhy1 en Hungra 1 conituyc un caso casi paradigmcico. En 1922
rJsuspenddas 1 ms que abolidas. En las dictaduras semi-cons[itucionales aboli el sufrago universal y secreto que haba sido inaugurado en 1919.
c;{'Je surgieron, !as asambleas legislativas continuaron funcionando, si Regres al vorn descubierto en los distrito rurales y redujo la proporcin
W:}en con poderes severamente rruncados 1 como en el caso de Grecia, de poblacin con derecho de voto de cerca del 40 por ciento al 27 por
ij{ulgaria, Yugoslavia, Rumana, Polonia, Hungra y Finlandia. El caso de cienro. 115 Los disidentes no fueron ap!asrndos por compleco, Istvn
l'.blonia era rpico: el Sejm sobrevivi al golpe de Pilsudski, pero ya no Bethlen, primer jefe de gobierno del regente Nikolaus Horthy, alcanz
c~ntaba con suficiente poder para provoca.r la cada del gobierno. Las un acuerdo con los dirigentes socialistas que les sac de b crcel y permi-
aijambJeas legislarivas fueron suprimidas por completo solamente en ti la reaparicin de sus sndicaros; incluso se concedi a los sindicaros el
; . I~1ruania, Leronia_y Es~onia, pe~-~ incluso estas dictaduras cons~r~arnn un derecho a tomar parte en la negociacin colectiva a cambio de que se
. c(frto grado de pluralismo polmco. 111 En las otras, la compenc1n elec- compromerieran a no extender su organizacin al campo o entre los fun-
:'..' t~ral limirnda se mantuvo: el partido esraral, confiaba ~n ~ue poda o~re" conarios, trabajadores del ferrocarril y obreros pascales, Ueg a mante-
"_ Dfr unos resultados aceptables en la mayona de los d1smrns -especial~ nerse una cierra libertad de prensa; se permiti que socialistas hngaros
; menre en los rurales-, )' contar as con i..tna mayora garantizada" En publicasen rns petidicos en tamo did1as publicaciones no cuestionasen
F}nl_andia Jos b_lancos, vicrnri?sos, sn~ple,menr_e _declararon legal al las prernisas bsicas <ld rgimen. 116
PHmdo Comunista -que previamente 11abia recibido una cuana parre
Este aurorirnrismo moderado fue un rasgo tpico de la postura guc
del voco- y amenaz.aron consrantememe con hacer lo mismo al intimi-
escos regmenes adoptaron respecto al obrerismo. Generalmenre, se con-
dpdo Partido Socia!isw. 112 En Rumana se permici que el Pan ido
tentaban con rolerar a los panidos y sindicatos socialistas domesticados. A
1acional de los Campesinos de la oposicin ganase unas elecciones en
menu<lo 1 se otorgaron derechos a los parcidos socialistas para poder com-
1.~30 y formase gobierno, aunque la amoridad real estaba consiclerable-
perir con el partido o partidos gubernamenrnles. Los sindicatos gozaban de.
rzjente centralizada en las manos del (1prmer campesino,), el rey CaroL 113
derechos limitados para organizar a ciertos obreros -nunca agrarios ni
Ep Polonia, donde el sufragio no fue reducido hasta que Pi!sudski lleg ocupados en industrias vitales-, para to1nar parte en la negociacin colee~
ajl poder con un golpe de estado en 1926, la actuacin eleccornl de su tiva )' para convocar huelgas. El rasgo esencia! ern que los sindicaros esta-
<(~.!oque Independiente de Cooperacin con el Gobierno)) se vio reforz.a-
ban lo bastante manatados para que no pudiesen suponer nunca ningn
dJ por detenciones temporales de dirigen res de la oposicin, por la coer-
peligro para el Estado o !os patronos influyenres. Esta subordinacin y
' ..ci'n ejercida sobre los votantes por los administradores locales y por el
domesricacin de los sindicatos fue posible porque la propia clase obrera
,.~: ai'ilplio acceso al tesoro del Esrado. En 1935 1 se aprob una nueva ley
era de dimensiones reducidas. Por consiguiente, no haba necesidad de
el'~croral que dificult la campaa de los panidos de la oposicin y pro-
aplasrnr a !ns organi7.aciones socialistas y despus reemplazarlas por sindica-
vf?c el boicoreo de las elecciones de 1935 y 1938. 114 El rgimen de
ros y movimienrns p..irrncinados por el Esrndo que tratasen -tal y corno
hizo el fascismo-- de acabar con rndos los obrems disidentes y de movili~
-+- zar a !os rrabajndores para los objetivos del Estado fascista, As pues, estos
0
} 1J Vase von Rauch, "J'hdlfliric St(ltes, pp. J 54. l 65.
I~ 12 Sobri:- la Finlandia de cntrcg:uerras, vanse Risco Abpurn, )' Erik Al!ardr, "Tbc regfmenesf ranro en sus instiruciones polticas como en las de su m.c:rcado
l}ma Mov<:rncnt: Thc Thrcat of Rig!Hist Takcmcr in Finhu1d, 930 .. ~32,,, en Linz y de trabajo se distinguieron por su caJ"encia de innovacin insriruciona!.
S\}~pan, cds., Brmkdoum, pp. l 22~ J 41; Kriswr \Xl:ihlb:ick, Fr-11 Mnnncrheim r.il Ktkiwnm.-
l"fv11dlinj:r fmliin(k pofirik, 19JJ.J 967 (farncolnw: Bonnit:rs, 1967): Jorm.i Kald,1,
"i}ighr-Wing Radicalis111 in Finl.1nd During tht: lnn!JWM Pi:riod,,,Smndiruruinn}oum11t o/
hist(}Jy, vol. l, n." 2 (l 976), pp. J 05 124. 115 i\ndrcw C. J:1nos, "/'he P()/iu of J11fft1wn'dnl:'.I.' in H1111g111J, /825~!945
\- l~ ! 3 Scwn'Y?amm, l:llsiem l:im,pe, p. 204 y pssim. (Prino,!t1rn: Pr)nccton Univcni()' Prcss., 1982}, pp. 20 l "238.
~ 14 A11wny Polonsky, P{)//tics in /11dcm11lent Ptdand, 1921-1939 {Oxford: OxforJ. l l G hr\;n Ddk, Hung:uy", en Hrns Roggcr y Eugc:n \X1cbcr, ci.ls., l/Jf J:"uromru
. L{!ivcrshy Prt:~s. 1972). R1/h1: A 1-/i_aoriml />rrftk {Bcrkdcy: Univcrsiry of Cnliromia Prc8.~. J 965), p. 375.
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Los electorados de los partidos y sindicatos socialiscas 1 adems, se manifestaciones fascistas -propaganda, camisas (ya fuesen azules, verd'CS
limitaban a los obreros urbanos especializados, que, en comparacin, o negras)- gue a veces aparecieron en escas sociedades en los aos trd~1-
ocupaban una posicin privilegiada y que, por canco, suponan una ame- (
ta con el prestigio creciente del fascismo y del nazismo eran meros sim'.i-
naza menor que la de los movimientos campesinos que dominaban en lacros; formas sin conrenido, emblemas de una poca de moderndad/kl (
esas sociedades, a menudo radicalizados. Escos movimientos constituan igual que lo haban sido las instiruciones del sistema representativo en~\:!l (
,
una fuerza fundamental en Bulgaria y Rumana, Lituania, Letonia y apogeo del Jiberalismo. A buen seguro, el nazismo y el fascismo ?Je
Esrnnia; asimismo, haban sido muy importantes durante las guerras Alemania y, en especial, de Italia -las ideologas de nadones supu.es~~-
(
civiles de Finlandia y Hungra. Las seguridad de los regmenes dictatoria- menre <tproletarias), que buscaban su Jugar en el mundo- tuvieron cie,di:a (
Jes radicaba, sobre todo, en la contencin de esra amenaza campesina resonancia dentro de los movimientos revanchistas de Hungr1;i., {
radical. El fracaso de la efmera Repblica Roja de Bla Kun en Hungra Finlandia) Bulgaria y) significativamente, en la Rumana no revanchist:a.
se debi en gran parre a su enajenacin del prolei:ariado agrario. A su vez, Ahora bien, la existencia de tales movimientos -que) en rodo cas~, (
la tilterior seguridad del rgimen de Horchy radicaba fundamenrnlmente nunca llegaron al poder y fueron a menudo reprimidos por sus propi~s (
en su habilidad para conseguir expulsar del sufragio a dicho secrnr y res~ gobiernos- no consiguieron que esras sociedades pasaran a ser fuscist~,
tablecer la auroridad coercitiva de la burguesa tcrratenienre. 117 del mismo modo que la existencia de parlamentos no las haba conved1- (
45~ ,1
Fracaso del liberalismo e inaplicabilidad de la dictadura tradicional lnaplicabilidad de la dictadra tradicional 459
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46),2 Fracaso del liberalismo e inap!icabi!idad de la dictadtt;-a tradicional N(liberalismo ni alianzas entre liberalismo)' obrerismo 463
1
.i Las experiencias de Austria, tanto bajo el Imperio como duranre !a dif~~~nca en el tipo de rimen. En la prctica) estos pasos mantuvieron
exiencia de la Repblica, estaban can marcadamente conformadas por probablemenre una relacin de interdependencia: en el oesre) altamente
su _.?osicin internacional que arrojan muy poca luz sobre las experiencias movilizado, un rgimen autoritario posiblemente no habra conseguido
m~E,s normales de las sociedades liberales. La aparicin de dictaduras tra~ superar ninguno de ellos durame mucho tiempo a menos que los com-
didonales en casi codos los otros lugares de Europa del esre, no obstante, plernra codos. En Occidente, la disidencia haba sido institucionalizada y
.s i;iue ayuda a nuestra comprensin de la experiencia iliberal occidental. se haba convenido en un modo de vJda entre todos los sectores y clases:
El fFmitado pluralismo que se mantuvo bajo las dictaduras de esas socie~ un rgimen 1 con absoluta certeza, no poda clausurar el parlamento,
da~fos y la ausenca de ideologas susranrivas y de organizaciones fascisrns silenciar a la prensa )' destruir los partidos durante mucho tiempo sin
de[krabajadores ponen de manifiesto la relativa debilidad de sus partidos desuuir el movimienrn socialisrn, Resulrn cuando menos inimaginable
__ obtieros y, ms en general, su bajo nivel de movilizacin poltica. Ante que Hidcr o Mussolini) o incluso el victorioso Franco, hubiesen llegado a
''n*. organizacin tan limitada, una dcrndur:.1. nadicional era suficience~ entendimientos ,<como !os del este con los socialistas para que stos con-
m~J.ire capaz de proteger los inrereses de ague!los a los gue los regmenes ruviesen sus crricas )' redujesen su actividad organizativa y huelgulsrn.
s~1 an; la organza6n fascista del obrerismo y la elaborada ideologa del No; ante una movilizacin tan ampfla y unos movimientos tan podero-
fastismo eran del todo innecesarias. sos -con una direccin cencraliz.ada, una gran antigedad y apoyados
por las expectativas )' la fidelidad de la clase obrera- 1 el autoritarismo
;,~ Por otra parte> resulra inconcebible que semejante dictadura pudiese
esrable tenla que ser la respuesta: la solucin era el foscismo.
pe,f}nanecer en el poder durante mucho ciempo en las sociedades aira~
m~thce movilizadas y modernas del oesce iliberal, donde no poda conrar-
se F,on movimiencos obreros dbiles ni con un. retraso socioecon6mico
abiPluto que refrenase a las fuerzas disidences. Los regmenes ::iutortaros
que aparecieron en el oeste iliberal fueron regmenes revolucionarios: tra-
t,arS,n de expulsar del sufragio, en el ms pleno de los sentidos, a la clase
obf~ra; asimismo. trararon de destruir las conquiscas polticas y laborales
quG haban tardado generaciones en consegurse. Llevar esro a cabo
~eq~era algo mucho ms cercano al rnca.farismo. Indudablemente, el
fasi~smo alcanz su (<perfoccin>i en Alemania, donde la sociedad estaba
.,..::-m,:: movilizada y !a ruptura revoluconaria con el pasado del obrerismo
era.da ms profunda. En Italia) para empezar, la sociedad estaba meno:;
mo}ilzada y el obrerismo era ms dbil. Esto era aun ms cierro en el
castt de Espaa. As pues) en Italia y rodava ms en Esparn, la recons-
trwl:cin fascista tuvo que ser menos completa. En Espaa, esto ocurri
po1ique Franco lleg al poder habiendo vencido a sus oponenres por
i;ne0ios militares, Sin embargo, en cada una de esras sociedades la estabi-
lza-:in del auroritarsmo exigi mucho ms que en el este: la clausura de
paAamentos, la extincin de todos los partidos polticos, la supresin de
l ij:Jbertad de prensa y, especialmente, la destruccin de los movimientos
de tlasc obrera y su sustitucin por organiiacioncs rnoi10polsricas de
co~1crol estatal. No se rrataba de una diferencia de grado: equivala a una
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8. SOCIALDEMOCRACIA Y FASCISMO (
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Socialdemocracia y fascismo fueron las economas polricas de 1! (
sociedades en que, por una parte, la narnraleza escindib!~ de la burgu~
sa y la cohesin de la clase obrera subvinieron la estabilizacin liberal y,,
(
por otra parte, la modernidad y la movilizacin de masas imposibilit;:i1
rnn 1a dictadura tradicional. Las economas polricas socialdemcrarni.
(
constimyeron una ruprura fundamental con las economas polriG/s
liberales en varios aspecrns vitales: b hegemona polrica de los partido} (
obrerosi la participacin de los sindicaros en el ejercicio de gobiernti> (
como enridades semi-soberanas; la subordinacin de los mercados a I
poltica, especialmenrc en la detenninaci6n de los salarios; por lti,mot (
la ruptura ms radical con la orrodoxa econmica liberal en respuesta ft (
la Depresin. ~
,.1,. (
El fascismo se diferenci de la dictadura tradicional en rn.sgos iguallj'
mente fundamenrales: 1a supresin completa de las instuciones reprefi (
senrarivas; su mayor aproximacin al cotalicarismo y su mayor inroleran~ e
cia respecto a la disidencia y a la oposicin; su compromiso con la movi~
lizacl?n popular a: serv~c.io del Estado y su recha:z.o ,de l~'legidmid~il
negatJVa de la apat1a polmca de las masas; su cocal extirpac1on del socta,r
(
(
lismo y la reorganizacin y subordinacin de la clase obrern; su recha1~ (
de los dogmas ecbnmicos y polticos liberales; finalmente, la primad~'
1 de la poltica sobre los mercados. Este modelo ms totalitario reAejaba tj (
airo nivel de movilizacin al que hicieron frente los dictadores fascistas{ (
en contraste con los rradicion.1les. fi
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t/66 Socialdemocracia y fascismo Soc.ia!clemocracia.: /.a Jolucin escandinava 467
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468 SociaUemocracia y fascistno Sotia/democracut. la JOttcin escanclmava
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si<1n corporafivista del obrerismo deben encontrarse en el establecimiento cione's resultaran ms fciles. En realidad, d Estado intervino para socia-
d~ un contexto legal y po!rico que fue capaz de acelerar el crecimiento lizar parte del coste de los convenios. Una negociacin similar se consi-
del la afiliacin sindical, reforz la autoridad de los sindicaros cemraliza- gui en Noruega en 1935 y, de modo menos globalizador, en una parre
dO} y monopolfsricos sobre los trabajadores, cre obstculos casi insupe- del Acuerdo de Kanslergade de 1933 en Dinamarca, 12
ra}les al crecimiento de asociaciones renegadas, ampli la poscin semi-
Las coaliciones de Nor~ega y Suecia realizaron una ruptura ms
:sof)}erana de los sindicaros en la elaboracin de polticas sociales y recu-
brusca con el pasado gue la coalicin de Dinamarca. La ruptura con la
rr{~ a convenios salariales centralizados lubricados por el compromso
ortodoxia econmica fue menos pronunciada en Dinamarca, donde el
esrJltal con el pleno empleo 1 con la redistribucin de !os ingresos y con la
nfasis de la poHtica resida en la reorganizacin neo~ortodoxa del merca-
sotializacin de una parte de la oferta salarial. A buen seguro, este mode-
do ms que en la esmulacin fiscal o monetc1ria; cualquier estimulacin
lo %ocialdemcrat2 no surgi hecho y derecho a partir de la instauracin
pas6 inadvertida y provino del ncremenrn del consumo generado por las
de;la coalicin entre obrerismo y agricuhores propietarios. Antes ben,
cesiones en los ingresos. Incluso en el Parrido Socialdemcrnrn se conce~
esQ.1.ls instiruciones, al igual que las instiruciones del fascismo, mmaron
da muy poca credibilidad a las teoras de estimulacin econinica que
fo4na de rnodo gradual; a diferencia de las instituciones del fascismo, consriruan d principal punto de atencin de los economistas socialde-
co,rinuaron evolucionando despus de la segunda guerra mundial y
mcraras de Noruega y Suecia. B El liberalismo haba logrado un mayor
;lJd:anzaron su 1cmadurez)f slo a comienzos de !os :1os cincuenta, cuando
xito ames de la guerra en Dinamarca que en !os pases septentrionales:
la I\ecuperacin econmica y la incipiente inflacin hicieron cue la coor~
haba sido un aliado ms eficaz para los obreros y se habla visto menos
difacin de las reivindicaciones econmicas fuese aun ms imp~riosa.
desacredirndo en los aos veince. Incluso despus de que se hubo alcanza~
"
{\ La ruptura ms explcita con los mecanismos de mercado 1 especial- do la alianza entre los socialdemcratas y los liberales agrarios daneses,
tn~HC en 1a dererminaci6n de los salarios, se produjo en Sueca con el los liberales radicales que representaban a! condngeme progresista de la
AcJierdo de Saltsjobaden de 1938. Las elecciones de 1936 confirmaron la burguesa urbana y a algunos pequeos propietarios permanecieron en la
he~emona de la alianza de socialdemcratas y agrarios e indujo al coalicl6n gubernamental junto a los socialdcmcraras. Los radicales, no
ml}j,ndo de los negocios de Suecia a acomodarse dentro de! nuevo equil- obstanre, eran un apndice, ms que un m[embro principal, y no rcnan
~riff d.e pode~. En aquel co_ncexto polfr.ico, represenrances. del obrerism~, ningn o(ro lugar a! que acudir. Los miembros principales del acuerdo
.!}C~,;1,oc1os) agricultura y gobierno negociaron un pacrn social CU}'OS tnnt- de Kanslergade fueron los liberales agrarios }' los socialdemcratas, Los
1,.o~~eran: aceptacn por parte del mundo de los negoCJos de un gobier- sindicatos daneses, por muy cenrralizados que estuvieran sus aparatos en
";"no/~ocialdemcrata, polticas fiscales de pleno empleo, as como un Esra- comparacin con los britnicos, franceses )' sui7~0s, nunca experimenta-
lo-i:apaz de desempear un papel activador de la economa, a cambio de
)a 1iaz en los mercados laborales y del conrrol privado continuado de los
metcados de capiral y de la posesin de la propiedad. En este acuerdo los 12 Vase Nils E!van<lcr, .Srnrcn och organisarionernc p,\ arbc1smarkna!)dcn de
saldrios negociados desde el cenero fueron una consecuencia no slo de la nor"diska liindcma: !:~n kompanniv bverskirn,, en L. Branrgarr.k, cd., K111if/ikt:liJwinr, p,;
arbmnurrlmadm {L\md: Gkcrops, 1974), pp. t-':8 ss.; Jorunn gj<Hgum, Christcr gogcfoldt
negpciacin enrre sindicatos y pauonos, sino de los crecienres beneficios y Jorma Kalda, ,,Krim, og 4rhcidcrbevcgdscn, en Svcn A. Nilsson, Karl-Ganaf Hi!dc.:-
del,.!esrndo de bienesrar )' del compromiso del Esrado con el pleno empleo bra11d y Bo hngrcn, cds., Ksr:r och krhpolitik i Nmden undl'r nw/J,mkrigsridm: N(}rdMM
y' c~n la rediscribucn de los beneficios. Los precios agdcolas, a su vez, hi.~u)rikcrml}ter: UppJa/a 1974. Jvfiitc:.fft1ff!rt {Upsala: A!mq\isr )' \Xllksdl, 1974), ,pp.
195-244, 251-268 y 2.'::2-286: Hrmscn y Torpe, Snci,tfdemokma.
pasaron a esra!' ligados a !os salarios urbanos y a los ptecios industriales. 13 Sobre las rcmfo.1; ccon6micas de Jos socialdemcratas suecos )' noruegos, vit1sc
,,
F,,l apel de! Esta.do consisti en lubricar las necr0 ociaciones enrre las aso- las n.!forcncins J..: b nota 7 {mpm, p. 468), a~i como hHrrc, Norsk ht()rie, pp. 230 s.~.;
Herhcr1 Tingsren, f)m .WmJkt1 SocialdenwkrrniaN itl11flleckii11g (Esrocolmo: Tidens l:f.
~iafio:1,es principales, desp!~gando Sus prnpi~s polfrcas 0scales y ~e
lag, 194 J}, pp. 268 ss. Vs'1s<.: l-J;1ns Chris(iiln Jnhanscn, l11r: Dmih Hco1111my in rhr Jioen-
rnvgrsion de un modo que hizo que las concesiones entre dichas asocia- rinh Cn11my (Lndn:s: Cl'()oll1 Hclm, 1987), pp. 44 s~.
l
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(
472 Socialdemocracia y fascismo $daldemocraca: fa solucin escandinava
. 1
ron d mismo imperativo centralizador gue los sindicaros noruegos y sue- nos, se craraba de una legitimidad de carcte1 pragmtico, !/4 Obreros~::y
cos en sus aos de formacin; escose debi a que e1 movimiento obrero (
campesinos no apoyaron al nuevo orden porque desca1.1sara sobre mir~s
dans no haba padecido la escasez de aliados eficaces sufrida por los nacionales sagrados ni tradiciones heredadas, sino porque responda a stls ('
movimientos noruego y sueco. La resolucin alcanzada jumo con la necesidades materiales inmediatas. Panl el movimiento de d~se obrera, ;.ai
patronal fij la posicin ms favorable de los patronos y congel la
(
menos en Noruega, el nuevo orden polrico fue el que en realidad legitilj1
estructura institucional del movimienro sindical, dividindolo entre un los antiguos valores nacionales y se convirci en incubador de nuevos miti}s (
grupo reducido de sindicatos indusrriales centralizados y eI gran sindica- que vincularon a los obreros con el resto de la sociedad. 15 } (
t'O de obreros no especializados> heterogCneo y a menudo turbulento. En
los aos transcurridos entre el acuerdo y la Depresin (y duranre muchos Los inversores y los votantes burguses aceptaron inicialmente el nue'Vo
aos ms), esa dlvsln bloque repetidamente los esfuerzos para alcanzar orden porque no ruvieron otra alternativa. Obviameme, los socialdemcr)-
cas no podan llegar a ejercer la misma presin sobre los inversores que !0s (
un nivel de cenrralizacin comparable a la que hallbamos en Noruega y
Suecia. El obrerismo dans, por cons'tguente, conrnba con un.a direccin fascisrns podan llegar a ejercer sobre los trabajadores (y los inversores). L~s (
menos centralizada en los aos ueinra; :asmismo, se mostraba menos' inversores, correspondientemente> tenan mayor vemaja. La separacin de
(
proclive y capaz de participar en la negociacin corporativisca que pas a poder gubernamental y poltico cre, de hecho, un punto muetto en qJe
ser caracterstica de Noruega y Suecia. Dinamarca, que tena una expe- los ritulares de cada uno de ellos necesitaron la colaboracin de los otros.} 6 (
riencia un tanto diluida de la rransidn iliberal hacia la poltica de No obstante, en Noruega, Suecia y Dinamarca) los intereses del mundo d.e (
masas, se vea obligada ahora, de hecho, a experimental' una versin los negocios pronro aprendieron que, en tanto en cuanto los socialdem6cri-
cas fueran capaces de satisfacer a sus aliados c.1.mpesnos, habra muy pocr (
diluida del desenlace corporativist:1 socialdemocrrico de los aos nenra.
opotrunidades de reemplazarlos. Partiendo de ah, se lleg a la conclusi,t (
Una alianza entre obreros y campesinado medio poda proporcionar de que no quedaba otra altemariva que trabajar con la coalicn. 17 El min{i-
a los socialdemcratas una base social segura, pero, en ltima instancia, (
!>
el xiro del nuevo orden exiga su acepraci6n por parte de la burguesa. 1
(
Ms que la rarificacin de los panidos burgueses, requera el consemi- ~
mienco de los jwersores, ya gue los socialdemcratas no contaban con
14 Sobre d pr:igrnarismo inhcrenrc :t esrn nocin de !cgirimidad, vase d imporrnnf~
'~:! (
medios para reclamar su cooperacin. Para los inversores, el conrrol del (
artct!!o de A<l,1rn Pro".:wurski, "Material B:.1ses of Conscnr: E.co1wmics an<l Polirics in[{,
Esta.do de los socialdemcratas supuso un serio revs. Los patronos ya no J-kgemonic Syscetnf), Plitiml Powa11.nd Sa11l Theo1y, vol. l (1980), pp. 21-66.-{Hay rmf
..,;"podan confiar en un Estado amistoso que inrerviniera a su favor en las rnsr. de ui,.ri versin revisada de e~re ardculo: "Bases mnreri,dcs dd consc1Himie11ro,,, cap.;_i (
disputas del mercado de trabajo. Adems, la ameriaza de la socializacin de Capitnlsmo y socialdem/1ffl!Cir1 {Madri<l: A)iam:.1 Univcrsid:id, 1988), pp. l 55~ 195] ~
15 Vas<: la obr:;i exrraordinariamenr1: reveladora de Hans Fredl'ik D"hl, Fm klrw~- (
segua florando, al menos en ciertos secrores de la economa. kamp ti/ nr!Jjnal samling: ArbeiderJNtrt:t og det nasjonnle sporsmiil i 30-flJW!' (Oslo: P~~
For!ag, l 969). W (
En un plazo rns cercano, la aceptacin de la nuev;a situacin se pro~ 16 Walrer Korpi dcs:i.rrn!la esta idea en 71,e Demoamic C:!tm Stmggle (Lon<ln:"JS:
dujo, en parte, dd mismo modo en que los obreros de las sociedades Roudedg:e :md Kcgan P:llll, 1983), pp. 47-60. [1
(
menos aforrunad-as llegaron a aceptar el fascismo: mediante la compren- 17 A esrc l'l!Spccrn, !a hsroriograffo de las comunidades cmpresarnles y in:mcir~i!s (
norneg:t~ y d.in1:sas resulr:i csptcialmcmC" inadeClla.da. Peccr Gourevirch ha defonddo q}_.
sn de que la coalicin estabilizadora haba socavado rodas las otras alter- etl .Stieci.i !a hegemona socialdcrncnmi fue rnnscmida, en primer lugar, por d secror<K: (
nativas. En tanro en cuanro los campesinos permanecieran satisfechos con los negocios ms pcqw:i'w, que esrnbH orienrndo haci,1 el inrcrior, y, despus, por bs gn11'1'-
su alianza, no exista u11a estrategia plausible para revisar la situacin polti- dcs cmprcs,1s orientatfas a la exportacin. Pctcr Gourcvirch, PoLitics in Hn.rd Tim1:.t: Coiit l
pt1mtive Rcspmues to !ntr:rnrumrrl Econmic Cre.t {hh:tca, NuGva York: Corncll Univd'-
ca, Las nociones tradicionales de legicirpidad popular no son de gran ayuda siry Prcss, l 986), p. 133. Vase rambin Sven Andcrs Sdcrpalm, Dircktiinklubbr:n: StJ{r (
para la comprensin dd efecto esi.:abiHzador de la nueva coalicin. Ames indrwl'in i svrnsk politik undn 1930- od:, 40-tr1k11 {Esrocolmo: Rbcn )' SjOgren, 1976}, )}
bien, para los inversores, "l igual que para los rrabajadores y los campesi~ j (
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4.)'4 Socicddemocracia y fascisnw Fascismo: /.a solucin de Alemania, Italia y Epaa 475
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rro socialdemcrata sueco de Finanzas, Ernsc Wigforss) resumi sucinta-
la eco"oma. 20 Adems 1 seran capaces de conseguir todo esro sin conver~
J11:Cnte 1a nueva realidad a la gue se enfrentaban socialdemcratas e inver-
scres despus de l 933: tir aI Esrado en el pato no ni asumr todas las cargas que eso supondra.
Gcorgc Allcn and Unwin, 1984), pp. 19S-199. /Hay rrad. case: Los sindc:nos en Sue-
cia: I .ns rcspuesrn.s- estrncgicas a! c:unb!o )' a la crisis", eon Petcr Gourcvitch et nl., L(ls n~
dimtm )l ln n- econlimiur: Cmn lfl'etnli11, Alemania Occidental)' S11eca (Madrid: Min. de
-.,------- Tn1bajo )' Seguridad Soda], 199)), pp. 267~51.3]
18 La cita aparece en Korpi, Dm,ocmtic Srruggle, p. 48:: "' El rrmino original e~ mm, pnrlinmmtarism. Usualmente designa los vestigios
}9 Esra cuestin se discute en Adam Pi-1,eworski, Social Democrncy as a Historcal dd Pad,1mcr1ro Largo, dirndw tras la Purgil de PriJc (1648). aglurinados c:xdusivaimimc
, Phnomenon, New Lefi Re/Jiew, n. 0 122 (julio-agosto J 980), pp. 27-58. Hay rra<l. c:ist. por su rcsisrenci.1 n la disolucin cid parlamcnw. Femando Snnros Fontcnlr1, en su tra-
de 1)Jna vcrsi6n corregid,1 v aumenrnda Je eHe artculo: "L' socal<lcmocr;ici:1. como f:.-11- duccin del Ditciannrio de tFlwino.1 histricos de Chris Cook (Madrid: Afonza, l 993),
m~''.~o hisrrico, Clp. 1 d~ Cltpit11/imw y sr,ci1T./demoaad11, pp. 17-60} ofreced trmino Pai-lnnu:nt(I D1'.imhwido (p. 381), que es d que aqu hemos adoprn<lo.
IN. del T.J
(
(
1
cie Arbeirsfronc] y del servicio social; todas estas manifestaciones de la con !~...ortodoxia econmica; yendo mucho ms ali del proteccionismo y
"~bmunidad popular" fueron innegablemente eficaces, a pesar de ser de la reorganizacin del mercado de la neo-ortodoxia. En Iralia 1 antes de
h,~rramientas de control nrencionadas. 24 El fascismo intento no slo 1931, la inrervenci6n estatal y la reestructuracin de los mercados bajo las
> c?imrolar la organizacin de los trabajadores, sno tambin ganar su
1 llamadas organizaciones paraescarales alcanzaron un nivel al que las socie~
apoyo en favor del nuevo orden mediante toda una serie de programas y 1 dades liberales ni sigui.ra se aproximaran a mediados de los aos tren~
pqlricas orientadas a la calidad material y cultural de las vidas de los ta. 28 La poltica monetaria iraliana, igualmente> se caracteriz por una
)o!/ireros: mejor las condiciones sanitarias y de seguridad del lugar del ruptura con la onodoxia llevada a cabo en 1934. Ese ao las polticas
trabajo; igual los derechos y privilegios de obreros comunes y trabajado- delacionistas que haban sido emplazadas para apoyar la lira en 1927 se
re) de cuello blanco; proporcion tiempo de ocio y actividades recreari- invrtie.ron: el suministro monetario pudo crecer un 30 por ciento en un
. v~; distribuy prpaganda que dignificaba a los trabajadores y su concri~ solo ao; en eres aos aument en un 40 por ciemo. 29
b,,cin; por ltimo, legitim e igual de modo simblico el papel de los
Los logros del estado de bienesrar del fascismo italiano no dejaban
obreros en el nuevo orden social por medio de organizaciones integrales
de ser igualmente impresionantes, especialmente en el contexto de una
viiculadas al partido y al Estado. 25
sociedad rndava relativamcm:e arrasada. Incluso cuando restringa la por-
/ Sin duda, la contribucin ms importante de los naz.is al bienestar de cin de la renra nacional que iba a parar a los sal.arios obi-eros, e! fascismo
loJ obreros alemanes ---sin par en el resto de las sociedades europeas- italiano consigui notables mejoras en las instituciones del estado de bie-
fJ~ rescablecer el pleno empleo ames de finales de 1935. (<Para los muchos nestar heredadas del rgimen ancerior, en ocasones creando programas
miles quei anres de 1933, haban perdido su empleo o nunca haban teni- ex rtovo. Por vez primera, aunque con algunas excepciones importantes} la
dt{ uno, la prdida de las organii.aciones sindicales y de la libertad social, a jornada de ocho horas se estableci en toda la ndusrria italiana. Las pen-
Ja::)arga, fue menos importante que el hecho de que, con Hideri lleg el siones, vacaciones pagadas, seguro y atencin de maternidad, los seguros
'pJJno empleo, la movilidad y las oportunidades de ascenso}>. 26 Este regre- sanirarios y las pensiones de invalidez mejoraron considerablemente. E!
.so,;Sa! empleo pleno -que precedi a la concentracin militar- se produjo grado de xito del rgimen se reflej en un descenso de la mortalidad
m~dianre de la ruprnra ms radical con la economa ortodoxa liberal gue infantil del 20 por cienro entre 1922 y 1936; la tasa de muerte por
'Etflropa jams ha presenciado, rnnto en la reorganizacin del mercado ruberculosis descendi a ms de h mitad entre 1924 y 1935; la inversin
cc{~no en las polticas de estimulacin, Medianre vastas obras pblicas y en educacin se increment de modo drstico; en l 935 la asistencia a la
ac/i;uisiciones gubernamentales, los nazjs irwrcieron en grandes gastos escuela primaria haba aumentado un 25 por ciento.~
.. ~ esfatales deficitarios que infundieron a la economa un nuevo poder
acfriuisitivo. 27 El fascismo italiano, asimismo, marc una ruptura tadical
-',,Z4 !b,d.' 28 Sobre b reorgan'l..acin de la economa italiana, vase Grr:gor, ltalian FnJCm,
;,)5 Sobre fas po!fricas sociales acometldas por los fascista~ y los na'l.is, vanse Gregor, pp. 127-162.
fttl{imz Ftrscism, pp. 172-300; Richard Gnmberger, Thc }2wVi:nr Rdch: A Social Htory oJ 29 Las cifras del crecimiento de la oferta monernria son de Mitchell, Europ(!f1.II Hisw-
N;,v:;; Gemutny, 1933-1945 {Nueva York: Holt, Rinehan and Wi11sro11, 197!) fhay trad. rical Strttiuics, p. 677,
q,l,t.: Historia 1or..:ial del Tr:rar Reich (Barcelona: Desrino, 1976)); David Schoenballm, 30 W1illiam Welk escribi que debe rcco1)occrsc que, bajo el fascismo, cJ csrndo de
Hi&er's Social Rtvolutirm: C'l.rm mtd Strttm in Nttzi Gernumy, 1933-1939 (G,.rden City, bicncsrar ha cm:do en el primer plano de la atencin pblica)' que las instirucioncs qe
Nt~cva York.: Doublcday, 1966). c;iusan un bcnefid considerable a la mas;i dd pueblo italiano han sido pe.rfecciom1das o
,26 Bracher, Gernian Dictt1to11hip, p. .339. creadas ex t1011a, f"'ir1d11 Ecmwmic Poly: An Annlysis ofltaf/s Economk Experime11t (Cun-
J.7 Goumitch, Hard Tima, p. 147 )' ptissim; Abn Mih.vard, Fascism and rhc Eco- bridgc: H::uvard Univel'si~;' Prcss, 1938), p. 105. Vanse rambin daudia SchwaJ7,en-
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fo1'1iia Press, 1976), pp. 379-412, 1n;rn fint:r, M1molin/', !ta/y (Londres: frank Cass, 1964), pp. 470 ss.
(
(
(
480 Socia/democracia y fascismo Fas_e.i..smo: la solucin de Alemania, ltaHa y Espana 48Il,
(
. ~
Roberr Ley, el lder del Frente Alemn del Trabajo, demostr una nivel de movilizacin de clases que caracrerizaba a estas sociedades. La~' (
clara comprensin del inters prudencial del fascismo por la integracin economas polricas de dichas sociedades, ya estuvieran drigidas po~,,
de la clase obrera. Tal y como Ley, hablando de los que haban perreneci- demcraras o por dicradores 1 solamente poda ser corporativistas: slo el;,
do a los sindicaros socialistas de la Repblica, observ: corporativismo, democrtico o aurorirario, ofreca nsticudones e ideolo-! (
gas que aseguraran la disciplina del obrerismo. (
[... ] Nad;, es ms peligroso para un Esrndo que hombres sin hogar.
En ra!es crcunsrnncias, incluso un club de bolos o de patinaje asume Con. toda seguridad, las insrituciones obreras corporativistas. de. la_ (
una foncin susrentadora dd Esrn.do. Una persona acude all p<}r la Espaa de Franco existieron casi exclusivameme sobre el papel, especiol',
carde y sabe que pertenece a algo. [... ] Tuvo un gran ya]or d beche (
de que d Freme Obrero pusiera a escas doce millones de Tersonas <le menre despus de mediados de los aios cincuenta:, No tenan ningun
nuevo en su lugar CI) el Estado, A buen seguro, en mayor o menor importancia en las vidas de los obreros; los patronos las consideraban'.;, (
g1'ado, perrenecfan a la oposicin, adems de cm,r Henos de descon~ ms una molestia burocrtica que una ventaja en e! control de los coSteS:t
fianzfl }' odio. Pero si d Esudo hubiese dicho: No, vosotros no con~ (
tis para nada; no queremos tener nada que ver con vosorr-os; quiz, salariales:,,_,, Estaban ideadas como instrumentos para frenar la moviliza-{
algtn dfa, con vuestros hijos; peto, por Jo que se refiere a vosotros, ci6n, ms que para fomentada. En esro, como en otros aspectos, el Esta~] (
quedis excluidos, cranme, eso habra sido desasroso:0 do franquista era una plida micacin de los esrados de Hitler y Mussolii~/ (
ni. La Falange) incubadora ideolgica del fascismo espaol, nunca c~n-;1t
Estudiosos del fascismo tan dispares como Gordon Craig, Nicos quisr la posicin clirigenre del parrido nazi en Alemania y del partido~ (
Poulantzas, karl Dimicl1 Bracher, Palmiro Togliatti y Renzo de Felice se fascista en Italia. Antes bien, ruvo que competir por ejercer inluenci~r (
han mostrado de acuerdo en que el fascismo italiano y alemn, mediante sobre el Esrado con los inret'eses tradicionales burocrticos, agrarios )'~
una hbil mezcla de coercin, induccin y propaganda, consigui con el financieros, e Incluso con la Iglesia catlica, que se convirti en un c01n-1;
(
tiempo la fidelidad de una parte sustancial de la clase obrera y el consen- ponente inregml del orden social franqusrn. Sin duda, tanto Hder com<.')t (
timenro de la restante. 32 Ir ms all de este comemario y conremplar la Mussolin, una vez en el poder, descubrieron que ellos tambin ren_an)
cuescin ms controverrid.a de s los obreros habran estado mejor si (
que romper y subordinar sus propios movimientos fascistas y llegar a unJ
hubiesen perdurado los antiguos rdenes es totalmente innecesario para acuerdo con el Ejrcito y las Iglesias catlica y procestanre (el primerot y] (
nuestros objetivos. Cualquiera que sea la respuesrn a esa pregunta, el con el Vaticano, la monarqua y el Ejrcito (el seg-undo). 3<i No obsrnn~e,~,
punro esencial es que) mediante su impulso en pos de la construccin de (
en comparacin, la debilidad de la Falange desrnca de modo pronuncta-1;!
,d
una cierra variedad del corporativismo y de ta polcJCa del estado de bie-
ne'scar, el fascismo demosrr6 la necesidad de que incluso un rgimen
do. El resumen ns ajustado consiste en ahrmar que el rgimen fr~nqus-t1 e
(
autoritario se adaptara en e1 mbirn institucional e ideolgico ai alto
1 (
33 Juan Linz, ~A Ccmury of Poliric.~ and lntcrcm in Sp.iin, en Smannc D. Bergcr,~
cd., Orgrr.nh.ing lnterem in Westr:Tn E1m1pe (C::imhridgc: C;\mbridp;c Univc-rsicy Pres~,~] (
198 l ), pp. 388 s.; Jmn Linz, From Faltm:e rn M(wimiemo-Orgt1niz11ci(n: Thc $p;lnish:;i
31 Ctado en Timhr Mason, Arbeilerklam wul Volksgcmeimchaft: Dolmmente 1111d Single Pnrr)' ,1nd thc Fr:inco Regimc, 1936-1968, en Samm:1 P. Hnnringmn y Clemcm~ (
Materia/en zur deutschen Arbdterpoltik, 1936-1939 (Opladen. Wcsrdemscher Vedag, H. Moore, cds., A111horitarlt111 Polilh.1 fo /11(/dan Soduy (Nueva York: Bask lfooks,.
1975), p. 36. 1970), p. 149.
32 Vase Gordon Ct-aig, Gcrmany, 1866-1945 (Nueva York: Oxfor<l Univcrsiry 34 .Sobre la ncct:si<lad de Mtissolini de disciplinar al PNF )' de llegar ::i 1.111 cnrcnd~J
Press, 1978), pp. 618-627; Bracher, Gmnan Dictatol'Jhp, pp. 338-339; Nicos Poub.tH miento con d V;i.ricano, el Ejrcico }' b monarqu:t, vase Adrian Lytcdmn, Thr: Sr:fr.lffl.' t~ (
7.as, Fascism and Dit-tr1torship (Londres: Verso, 1979), PP l 6S- l 68, )' 188-222 {har rrad. Pmve~. Fmci;m itJ /taf) 1, 191_9-1929 (Prin~cron: Pr)n.ccron U;vcrsity Prc_ss, 1987, .2"1
cast. de la ed. original fnmcesa: Fmcisrno y dictadum. !.tt Tmertt ! ntn1111tional ji-ente al fas cd.). Sobre In necesidad Je Hirlcr de dcsrnm !ns :n11hic1oncs de rndcpcn<lcncia de! P:1rndo1 (
dsmo (Madrid: Siglo XX), 1973, 3." ed.; l,. ed,, 197l)J; Rcnzo de Fdice, M1m1ili11i il Na;:i )' de :1ccnnodar ::i l:i.s lgksi:u r al Ej~rcirn, vase Manin Bnm.ar, The Hitlr:r Suut': l1:1e
duce: Gli anni del conu:nso, 1929-1936 (Turfn: .Einaudi, 1974), pp. 193 ss. )' pssim; }' Foundationf 1tnd Dt:l}(:lopment of th{' lnrmwl .'rua11re tJf the Thnl N.i'ith (Lon<lrc:s: Long-t (
Palmiro Togliani, Lezioni mlfucmo (Roma: Riuniti, 1970, 3.:, cd.), p. 56. rn:rn, l98t}, en especial pp. 193 s.~.
(
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(
Socia!democraa y fascismo Fasaipno: la solucin de Alemania, Italia} Espaa 483
r:~ representaba una versin diluida del fascismo; rena en comn con el Es... cierco, cambin, gui la Espaa franquista deleg con el tiempo
f~scismo -y se separaba as de las dictaduras tradicionales- una des- en una dicradura burocrtica. La Falange se convirti en un actor secun-
tdccin completa de las instituciones representativas, la guerra total dario despus de mediados de los anos cincuema, se dieron pasos para
cdnrra el socialismo, la intolerancia de las asociaciones de ntereses am- liberalizar la economa y, a partir de l 96G, se desarroll una amplia rnle-
nfrmas y de las ideologas rivales> la destruccin de tan siquiera una som- ranca respecto a la disidencia ideolgica; no obstante) la intqletancia sin
b~a de un movimiento de clase obrera autnomo y legal, la manipulacin limitaciones de las organizaciones disidentes no fue suprirnda. Si hubie-
oWscsiva de los medios de comunicacin de masas y el monopolio de su sen perdmado, es moy posible que los regmenes de Hitler y, en especial,
vtfin del orden social. Se desviaba del fascismo en el carccer nomina! de Mussolini, hubieran podido evolucionar de la misma manera. Con la
dC su corporativismo obrero) su satisfaccin con la desmovilizacn del eliminacin de codos sus oponentes, el totalitarismo y, en panicular, el
ol)rerismo y su indiferencia ante una ruptura con la ortodoxia econmi~ reinado del rerror1 a partir de un cierro momenco, se convierten en una
c.f." . en un ob ' I o para 1 c socia y cconnuca.
' 36
mo lesua, stacu a enc1cnc1a
- : Las races del carcter diluido del fascismo espaol, y en especial de Espaa 1 en su experiencia anterior, haba combinado la poltica del
st.; organizaciones obreras, se remontan a la llegada de Franco al poder oeste ms moderno con el atraso social del este. Antes de los a!los treinta,
p&r medio de la conquista milar en lugar de hacerlo a rravs de un pro- ya era una sociedad ms avanzada desde el punto de visea social que cual-
CC}o polftco. La Falange esraba peor anclada en su socied.id que los quiera de Europa del este; sin embargo, 110 era ran moderna gue su pol-
mf)vimientos fascistas de Alemania e Italia; asimismo, desempefiaba una tica pudiese ser desplegad:1 en el mbirn de las masas que era caracrersti-
fuhcin menos valiosa en el control social a causa de la derrora militar de co en el oeste. Si era suficientemente moderna en los aos treinta como
ldr1 oponentes de Franco. Con Franco, d exrcrminio fsico de sus enemi- para convertirse en un rgimen fascisrn, estaba suficienremente retrasada
g~f1 especialrnenre sus enemigos de clase obrera, se llev a cabo princi- como para canear con un cuerpo de oficales que poda considerarse a s .
})lmente por medio dd combate militar, anees de que la conquista de los mismo, con la mayor seriedad, depostario de los valores esenciales _de la
futcionales se hubo completado. Adems, Franco, una vez victorioso, civilizacin espaii.ola; ms aun, tena un cuerpo de oficales gue acruaba
pt,1do apoyarse en su ejrcito como instrumenco de control social de un de acuerdo con esa mental:. A buen seguro, el cuerpo de oficiales ale~
mfdo que Hirler r Mussolini nunca pudieron hacer. Ambos se vieron m'n imagin~ba que era la encamacin de todo aqueHo que se conside-
o~\Igados a conceder auronoma al Ejrcito, incapaces de asignarle las raba lo mejor de los valores alemanes, o al menos de los pruslanos; pero
fu0clones policiales asumidas por el ejrcirn espaol. Para Hitler y Mus- -a pesar de las frivolidades polticas de un Wilhelm Groener o de un
,..;rsofni, la conquisca del poder polrico eta slo el principio; an tenan Kurc Schleicher- el ejrcito alemn no consider que sera capaZ de lle-
pe} delante el brutal asunro del exterminio fsico; a este respecw, los var el orden a la sociedad alemana por medio de un prommciamie,rto,
or~anismos de sus movimientos fascistas, por ejemplo !as SS, cenfo.n una Espaa> que siempre haba combinado las cargas del arraso con los pro-
,<a{!orraci6n; que hacer que la Falange no poda emular. 35 Debido a que blemas de la modernidad) cambi muy poco a este respecto durante los
h~thfa vencido a sus oponen res fsicamente en su ascenso al poder y a que aos treinra, por supuesto. con una salvedad: el alto nivel de moviliza~
pq~a apoyarse ampliamenre en el ejrciro una vez que se encontraba: en cin hizo que el p1onu.nciamie1o provocase una guerra civil.
l,iiFranco simplemente tuvo menor necesidad de un movimenro fascista
glfbalizador )' de las organizaciones de obrerismo corporarivista pene-
rd,}ues y subordinantes gue figuraron en el fascismo alemn e italiano,
J1
"~~) Vt;a~e la seccin nccrca del auge de J~is SS en Brnchcr, Germnn Dictlftorship, pp. 36 Vase Ct'<>ffrt}' Hosking, The Fiar Sudnlisl .'o'och'f): A ffi3wry ofth<: Sm,i('f Unim1
:))w.<;$. frrm1 il?it/,i;i (C:m1bridge; H;:irv:1rd Unverslr Pre.%, ! %5), pp, 32() ss.
1
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(
(
484 Sociaklemocracia y fascismo Campesinado familiar: una fuerza cru,ciaf
8.3. Campesinado familiar: una fuerza crucial bastante elevada y estable, una agenda poltica especif,ca y la capacidid (
para desestabilizar al gobierno hasta que su agenda se llevara a cabo. '
Mientr;1s la socialdemocracia susdtufa mercados por polticas para (
En los aos veinte y treinta, las elites terratenientes eran ya en c4si
"
ganar el apoyo de los obreros, el fascismo lo hizo para ganar su sumisin. (
El hecho de que la respuesra socialdemcrata a la crisis del liberalismo en todos los lugares una fuerza polcica agotada) incapaz de con,citar por ms
tiempo el apoyo de tas masas, que en aquel momento era la conditio sit'1e (
sociedades movilizadas, con conciencia de clase, fuera incalculablemente
ms humanitario es demasado obvio para ser criticado aqu. El punto qua non del triunfo poltico. El proletariado rural tena su propia agen~a (
esencial es que canro la socialdemocracia como e! Fascismo reconocieron y1 en algunos pases (Italia, Espaa, Dinamarca, Checoslovaquia y, 4e (
-en sus ideologas> en sus respeccivas instituciones desrinadas a la inclu- modo ms marginal, Suecia)i el potencial de proporcionar una ba}te
sin y conrrol dei obrerismo y en su ruptura con la ortodoxia econmi- popular. Sin embargo) era el equivalenre del <saco de patatas)> de M~n;f: (
ca- que, en ausencia de un pluralismo aromzado del obrerismo liberal, era incapaz de dirigirse a s mismo e incapa1. de crear sus propias orgar'1)~
(
la confianza de que los mercados laborales pondran en vigor la disciplina zaciones, Siempre que se organizaba en una fuerza polrca duradera, :o
econmica y social tendra como resultado sociedades ingobernables y haca merced a grupos que en realidad no le pertenecan: socialiscas, lib~- (
regmenes inestables. A este respecto, las instituciones y polticas de la rales de mente reformista y demcratas cristianos. Dado que era incapWi'z (
socialdemocracia y del fascismo responderon a! mismo dilema de las de subvertir el sistema polfrico sin contar con un liderato externo, pocVJa
sociedades iliberales de enrreguerras, si bien de modos muy diferentes; serignorado si las fuentes de este liderato eran eliminadas. lt <>
e
esas respuesrns polricas diferentes reflejaron las coaliciones sociales espe- Los niveles de movlizadn poltica entre los campesinos hab~in (
cfkas que subcendfan la socaldemocracia y el fascismo. variado de pas a pas y de regin a regin antes ele la guerra: haba si1o
Los partcipnntes cardinales en las poltica de masas duran re los aos ms airo en Europa septentrional que en Europa meridionat ms alto ?r.i
(
de entreguerras fueron la clase obrera urbana, la burguesa urbana y el el norte de Iralia que en Espafia y ms alto en la periferia espaola que tlin
campesinado familiar, La estabilizacin de una economa poltica en las Castilla, En el perodo de enrreguerras los campesinos de toda uro~i4 (
sociedades iliberales del oeste requera !a indusin de estos tres actores occidenral ya se haban movilizado i::n el mbico polrico: es decir, habfr;n
(
demro de la alianza; por s solos) ninguno de ellos era suficientemente llegado a ver la conexin entre el orden pol1tico y econ1riico y su prop!'o
grande como para imponerse sobre los orros dos 1 ya fuera mediante pro- bienestar se tra.rnb~ ~e un~ conexin que a1:e~1as podan dejar de ca:p~Jf, e
ce1imienws democrticos o auroritarios. Visea la incapacidad de estable- dada la subord1nac1on casi rotal de sus actividades a la reglamenrnctiP
(
..,.;""cer una alianza encre las dos clases urbanas y dado el equilibrio existente estatal. Este despenar campesino complet la ir1ovilizacin de las soct
entre la poblacin urbana y rural de estas sociedades, 1a alianza deba dades iliberales; en ese momento estaban (,plenamencei> movlizad1, e
incluir al campo. Un orden socialdemcraca reguera una coalicin de la rnucho ms, en cualquier caso, de lo que su.s frgiles instirnciones pod~~n (
clase trabajadora urbana y del campesinado familiar; un orden fascista, soporrar. A esre respecto 1 la guerra y Jas crisis agrari.'1s que la acompag
ron )1 la sie:uieron. rnarcaron ~ina lnea divisoria. :~il (
una coalicin enrre !a burguesa urbana y el campesnado famliar. La ....
coalicin con el campo deba establecerse con el campesinado familiar) En casi codas las sociedades europeas occidenrales, la guerra provo4 (
esos amplios csmttos medios de la sociedad agrada gue posefan sufidente una incremento radical de la intervencin esrntal en los mercados de bie~ (
rierra para ocupar a !os miembros de la familia a riempo complero y pro- nes de consumo) a m,edida que la escase1. producida por la guer!'a cau~
ducir parn el mercado, pero no tanta como para dar empleo a un nmero (
un estallido en los precos de los alimenrns, la clausura de algunos merq.-
considerable de rralnjadores. La coalicin deba establecerse con estos dos de exportacin tradicionales y de fuentes de importacin, as como Ja (
esrr.aros porgue, dentro de la poblacin agraria, slo esce sector combina~ insuficiencia de los fucrnres de producci6n, incluyendo los fertilizanre~,
ba simulrneameme una base popular, una casa de participacin poltica (
acmilas de 1,.1so milicar, mano de obra y maquinaria. Ya fuese !a comi..mt~
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Socialemocraa} fascismo Citmpesinado familiar: una fuerza crucial 487
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d;d agrcola una exportadora ncra (Dinamarca) o una importadora neta 1921 'era menos del 60 po; ciento de lo que haba sido en 1913; la pro-
(~ilemania, Noruega, Suecia e Itaiia) 1 los prec10s en alza forzaron la inter- duccn toca] de cereal fue cerca de un 55 por ciento ms baja:' 9 En Ita-
vHncin estatal. Un Estado tras otro comenzaron a fijar precios mximos lia la produccin de trigo descendi desde los 5,6 millones de toneladas
e;\ una lista creciente de productos agrcolas; se trataba de precios que de 1913 a los 3, 7 millones de toneladas de 1917. 40
r11amente tenan en cuenta de forma adecuada los crecientes costes de
En todas las sociedades ,liberale;~ muchas de las cuajes ya tenan
p~oduccin de los campesinos. Los e~.r_ados tambin establecieron mono-
conflctos institucionalizad~~te1~tre la ciudad y d campo, exista un
, pt1lios en la importaci6n y la exportacin, introdujeron planes de racio-
enfrentamienrn explosivo entre consumidores urbanos y productores
. nilrniento, determinarOn cunto podan producir los campesinos y cun-
rurales durante los dos ltimos alios de la g1:,1erra y los dos primeros aos
t,~) se esperaba qu~ discribuyeran 1 adems de penalizarles por ventas en el
de paz. A finales de la guerra, los Precios .elevad?s y la escasez de bie.ncs
1A:ercado negro:~ 7 En Alemania e Italia, el Esrado confisc las acmilas
haban creado situaciones de hambruna en Suecia, Nqruega, Alemania e
pra su uso en el frente militar. Incluso en Dinamarca, donde haba esta-
Italia. El anragonismo entre c~nsumidores ufoanos. y carnpesinci's lleg. a
:< d8 mucho tiempo orientada hacia la exportacin a Gran Bretaa y Ale-
eclipsar incluso el conflicco existente entre las clases urbanas. En Su~.c1a,
m_ania, b agriculrura sufri rerriblemente como resultado del conflicrn
disturbios provocados por el hambre. fueron responsables de b .~~da del
, bJtco. Durame los primeros aos de la guerra, los precios en ah.a permi-
gobierno conservador y del f'Osterior avance democrtico decisiv de la
tieron que los agl'iculrores propietarios danese~ manruviesen su participn ..
coalicin entre socialdemcratas )' liberales. En general, los agrculrni:es
ci~n en la renta nacional, incluso aunque J.a produccin descendera en
propietarios se encoT.Ton en un aprieto a medda que os precios
u~ tercio; ahorn bien, dicha produccin dependa de la importacin de
industriales aumentaban ms rpidamente gue los precios regulados de
ntaqunaria y de cereales panificables; por tanro, debid.o a que el equipa-
las mercancas de consumo, En Italia los precios agrcolas se doblaron
11'.'lento se agot )' !as imporraciones <le grano se perdieron en 1917, las
enrre 1915 y I917, micncras que los pl'ecios industriales casi se rfif,)l_ica.,
e>,;istencias fueron devastadas. En tan slo dos af1os, la cabafi.a porcina se
ron durance ese mismo perodo:11 La ineficacia de los sistemas regulado-
r~~ujo de 2 millones a 400.000; la prnicipacin de la agricultura en la
dhrn nacional descendi del 29 al 21 por ciento.~ 8 Esre colapso agrcola
res subvirti los planes de produ:=-cin y foment mercados q~gro~ genc-
raiiZa.dos. Un detalle significativo es que el precio tan bajo que el gobier-
fo}l, algo tpico> ms giie excepcional. En Alemania la cabaa porcina en ;~o italiano impuso al grano provoc que los campesinos alimentaran con
l al ganado, con el que obtenan mejores precios, agravando de esce
modo la escasez. de grano. 42 Cuando los fundamentos del Burgfi'ieden
[tregua) de Alemania )' treguas similares de otros pases comenzaron a
. \37 Sobre la rcqulacin de b cconomia agrrnb en de1:npo de. picrrn, v&rnsc: r_a.,r:;:
J\fomania, Roben G, lv!ocllcr, (;('r)//trJI />emt11w rmd Agrnrum Pobtm, 1914-1324: 'Jhe resquebrajarse en 1917, ello era invariable y fundamenrnlmente a causa
Rfi11d.m1d rmd Wt'.rtph,,lia (Chapel Hill: Univcl'sit'. of Norrh Carolina Prcs5, 19~86): para del alrn coste v de b escasez de bienes aliinenricios. Bandas de ol?r,~.i:_9s
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488 Socialdemocracia y fasctno Cts.npesinado familiar: una ferza crucial 489
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. i. ,: dras. En todas las sociedades iliberales, excepto Espaa, los fabricanres Est fuera de toda discusi6n elucidar si los campesinos) de acuer~? (
r .\ ,; :rbanos se alinearon con los obreros durante la guerra en su demanda de con un criterio objetivo, corrieron mejor suerte que orras clases: al fin~\, (
V: i ':~rntroles esta.cales sobre los precios agrcolas. 43 Este realineamienw fue es patente que se no er el modo en que los campesinos contemplab8;Q-
t considerablemente explcito y marc un profundo cambio en el equili- .,
la cuest1on. l\N E-
brio yadicional de poder. Se trataba de un cambio surgido por el cre- e
Su bienestar relativo durante las inflaciones y deflacion~s que sigui~i-
ciente temor a la conflictividad urbana a medida que la guerra pareca
ron a la guerra fue igualmente irrelevante, ya que, segn su propio pum)~ (
hacerse interminable; lleg -a costa de la deferencia tradicional que se
de vista, sufrieron profundamente. En Alemania la econom~ agrcol~
haba prestado a los intereses agrcolas, en detrimento de los intereses de (
regulada no se desmanrel por completo hasra 1924, cuando el restab11r
los consumidores. En Italia el precio al por menor del pan se mantuvo en
cimiento de la prodcdn, la estabilizacin del marco y la reanudaci~ (
la mitad de su coSte real. Tal y como se desarrollaron los acontecimien~
de las importaciones la hizo innecesaria. En otros lugares las poltc~:s
ros, la indemnizacin lleg a ser tan grande (200 millones de liras al mes (
deflacionistas que fueron el preludio del regreso al patrn oro gi-avarof1
en 1919) que provoc6 una crisis fiscal y financiera) y aniquil la oportu- (
ahora a los campesinos con precios a Ja baja y unas deudas cuyo val~1r
nidad de llevar a cabo reformas sociales en 1919 y 1920. 44
aumentaba. En Noruega, donde el valor interno de la corona se apreci~ (
Un editorial periodstico ampliamente reeditado probablemente en un 55 por ciento, la deuda sobre el porcentaje de valor de propieda~
logr resumir los sentimenros de los campesinos de Alemania y de otros agrcola tasado aument en un 20 por cienrn entre 1914 y 1932; 46 pror\,- (
lugares despus de cuatro aos de guerra, Aseverando que el Estado co aumentara aun ms. En Alemania d porcentaje de renta agraria exig~f (
haba recompensado a los trabajadores con salarios ms altos y con un do para el pago de la deuda se elev del 7,5 por ciento de 1926 hasta~
nuevo respeto, el autor se pregumaba retricamente con qu recompen- 14 por cienro de 1932. 47 El dilema de los agricultores propietarios coric (
saba el Estado al otro productor esencial: el campesino: sistfa en si, en el contexto de precios mundiales a la baja y de mercada'$ (
internos saturados, los aumenros de la produccin reduciran aun m{:t
/Con] una senrcncia de un Mio de prisin y un,1 multa <le 10.000
los precios y los ingresos. El ritmo de !as inflaciones y deflaciones varia~
(
marcos, la expropiacin y confiscacin, !os connolcs, fos nmennzas
de represalias, !os registros de las casas, !os co1molcs dd ganado, !a de acuerdo con las circunstancias nacionales, pero en ningn caso cuvi~ (
dedarncin obligarnria, las distribuciones obligatorias, !a negacin ron los campesinos ms de un par de aos de estabilidad antes de qu~
del derecho ri conrrnlar los propios vvc-res {... ] soy un i::riminal?,, (
se prcgunrn d i::ampcsino; "si es as, cul es mi crimenr (... ) Protc sintieran el irnpacto de una nueva crisis de bienes de consumo. Esta criJ..
gcmos del campesino al C$tado de biencsrnr general fijand precios sisi que era solamente el preludio de la Gran Depresin, se hizo $Cntir eh (
.mximos. Pero, quin prorcgc al campcsino? 1'5 roda Europa a mediados de los afios veinte y tena en su raz un excedei~~ (
re global de bienes de consumo agrcolas (en especial, grano). Dichb
excedente fue, al menos en parre, resultado de la excepcional demand,a (
de nueva produccin que la guerra haba generado. La entrada del aradt (
43 Lri burguesa espaola, incluso :umque no pt1d~1 hacer causa coirn'tn con lo~ obre- en las rierras vrgenes de Amrica y de AuscraUa) combinada con la rec~
ros en su oposicin a b subid;i de precios, no pcrm:mcci muda en absolum ante ralc.'i peraci6n de la agriculrura europea de los aos veinte, produjo de modo (
medidas. b.s manifoswcioncs burguesas en contra de los precios de los alimentos fueron
(
habituales <lcspuCs de 1917. Vase Jorge Monrojo Sureda, f_r. poltica espao/11 sobre trigm . I'
y harinns: .A1o1 1900-1945 (Madrid: Afrodisio Aguado, 1945), pp. l 7~28 )' ! l 3. --------.- ~ (
44 Sobre el rnhsidio dd pan, vanse, Clough, Economic Hto1y, pp. 203-204, y 46 Hodne, Nmwegirm Ect11wm)', p. 53. ;_1)
Charles Maicr, Rectming BoutgeoiJ Europe: St11biuuion in France, G'ermnny nnd !taly in 47 Robcrt Lorcm,, The Essentinl Fe11tures o/Gem11my's Agrirnltural P()licy jhim 18-;f.9 (
tbe Decade Aft<:r \florld Wnr ! (Princeron: Princeton Unvr.:rsicy Prcss, 1975), pp. 173, to 1937(Nucv<l Yo1-k: Columbia Univcrsity Prcss, 1941), pp, 75 y 91; W..ilrcr G. Hoft:\
180, l90,32S,328)'427. mnnn, Drts \flnrhst1m1 der deutJdnn \Vlirt.1chtrfi seit da Mitre d,,s 19. jnhrhundem (BcrlA; (
45 Cimdo en Modlcr, Germnn Pt.'t1St1nU, p. 68. Spri1\1-!cr Verlag, 1965), p. 237. .,.
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490 Socialdemocracia y fascismo Cd:mpesinado familiar: una fuerza crucial 491
cnstante un declive continuado de los precios mundiales. El precio lon- ta agriculmra iraliana rompi con esta trayectoria con la consolida-
d,[nense del trigo cay a la mitad entre 1927 y 1931. El retroceso no se cin del fascismo en !os aos veintef habiendo experimentado primero
Wnir tan slo al grano, sino que se generaliz enne casi rodos los pro- unas convulsiones de la guerra unas crisis nmediaras de posguerra)'
d;}ccos agrcolas. El precio de exporraci6n de la mantequilla danesa) por unos enfrentamientos revolucionarios rcspecro a la reform agraria y al
e))emplo, cay un 40 por ciento entre 1927 y 1932, mientras que el pre- sindicalismo agrario que no cuvieron paralelo en Europa sptentdonal.
. : ci~ del rocino baj a la mrad. 48 En Escandinavia y Alemania la tafa nera Regresaremos a estos conflictos ms adelance. Aquellos sectores de la
,d beneficios de la inversin agrcola cay realmente acer en i932. 49 agricultura espaola :que se haban integrado en el mercado mundial
A11ems, los precios agrcolas des<:endieron ms rpidamente que el pre~ (especialmente el trigo y el algodn) disfrutaron del auge sbiro de las
: ci~ de los producws manufacwrados, con el resultado nero de un dete- .exportaciones de los aos de guerra y sufrieron muy poca reglamenta~
~ ri{?ro de los trm'inos de las relaciones comerciales encre explotaciones ci6n. La prosperidad repentina de la guerra rnmbn condujo a un rpido
,a~(hco_las y ciudades; asimismo, se abri una enorme brecha entre los aumento de los pl"ecios nacionales de los bienes de consumo.,Ahora bien,
,igresos de los agricultores propietarios }'-los de otros grupos. As pues, para la mayora de los campesinos, esto se vio ms que contrarrestado
: rA~entras en Noruega, en 1910 1 el valor de la produccin por empleado por un veloz a~menco en las renrns agrarias, as como por un incremento
er') un 70 por ciento ms alto en la manufactura que en la agricultura, en el coste de los productos manufacturados y de los bienes de
pi~ a ser un 150 por cien ro ms alto e:n l 930. 50 En Alemania, entre consumo. 52 En esre momento, la mayora de los caIT1pesinos espaoles ya
1926 y 1931, el ndice de los precios agrcolas cay en un tercio mienrras se dedicaba, al rnenos de modo parcial, a la produccin parn e! merca-
qll.e el coste de la mquinaria agrcola permaneci inalterable, el del ferri- do. )j Cuando el mencionado auge decay en l 920, las rentas se manru-
lizhme baj menos del l O por cien ro y !Os bienes bsicos de consumo vieron alrns de modo inAexible, presionando a los productores campesi-
descendieron slo cerca del 16 por cicnw, 51 Para la mayora de los bienes nos severamente. As pues, el ndice de precios de bienes de consumo.
de:; consumo, este descenso sigui sn disminuir hasta_ 1933. En ese agrcolas aument de l 00 en J 913 a 20 l en l 920; a continuacin, cay
mOmentO los campesinos de Escandinavia y Alemania ya podan volver
la '.tista a dos dcadas de convulsin.
5-2 Antonio V~1.q11er. Ht11nL~~1u, .. El problemn agrario c~pai'll", !:'/ Trimeurr: f:"com-
-,------- mico, vol. 7, n. 0 3 (ocrubrc-dicicmbrc 1940), pp. 470,475.
'.18 Midrnd Traer, Agriculrurr: in Weu,:-m Enrope (Nueva York: Pracgcr, l %4), p. 53 Sobre el grndo de mplicaci6n de !n poblacin carnpcslna en el mercado, no
_.il !~; Erik Hdml'r Pedcrsen, Pcr Thu!lberg )' Srcin Tvei1e, Non.lcns jon!brnk umkr podemos h:1ccr omi co~:i. qtrc- aceptar e! juicio de Edward MaJd"aki~. Refirindose a quicH
v~1)dskriscn, 1929-1933*, e1\ Svcn A, Nilsson, KarJ.(i\1srn Hil<lehrnnd y Bo Ohngren, ne;; rr;1bajab:rn pttrcdas minscuhis en d s11r -uno de- los sccmrcs de la ngriculrnrn. cspa-
eds;, Kn'.<1:r od) krispo!itk i Norden 1mder mr:llaukrlgstiden: Nordk,1 historikmni.itt:t i Upp- J1o!a menos proclive!> a cnrr:ir en d mercado--, Millefokis hn cscrico: Hasta qu punto
sn/4 1974. Mi.tesmpport(Upsala: Almqvist y Wiksdl, 1974), p. 163. csi:()S prnpi(!t'rls, arrcnd:1tarios y aparceros practicaban una economa de subsisrencia~
19 [)ur;cinte !os aos trancurridos entre 1925-1926 y 1931-1932, la tasa de bcm:fi- 1-fasr;i qu pt1mo roniaron plHC en b cconomfa de mercado? No he sido c;ipar. de disc-
cic.~ netos- fue 1:i siguiente: en Dinamarca, 1 ,2, l, l, l,5, 4,9, 4,3, 0,5, -0,4 por ciento; en ;ir n!ngtn m~rndo sarisfucwrio para conrescar csta.s p1Tgunr,1s, Obviamenrc, lo:, m;s
Nornega, 1,1, 0,0, 1,7, l,7, 2,0, !.4, 0.4 por cielH(); en Suecia. 2,5, 2,!, 1,9, 2,1, 2,4, pobrc:s urif:;ibin sus ricrras cxclusivamcnrc pi'lrn cu!rivar ;ilmcnrns p;1l'a d consumo pro-
1,3; -0,2 por cicnrn; en Alemania, dwantc los n'ios trnnscurri<los entre 1927-1928 y pio )' se apoynbrm en crabajos asillari;iJos rcmpor;ilcs, ya focrn c1\ b agriculrnr:1. o en arras
1932- 1933, b rasn (k bcneficos fue 1.3, 2,1, 1,9, l ,7, J ,2, y O,89 por enro. Vanse actividades, p:1.rn .sus necesidades mone(arias. No obsranrc, un;i maynra de ellos probablc-
Pc1e!'scn, Thullberg )' Tve:irc, Nordern; jordbmk,,, p. 180: SMtisrdm J(lhrfmch fiir das mcnrc vcnd:i pl'oporcinncs variabl11s de su prod1Kci6n. / ... ] Asf pu~s, pucsw que inclum
D~yuche /Mch, voL 57 (Berln; Vcrlag fur $01.ialpnlirik, \Xlimdrn.ft und Staristik, 19.)8), los i'lgriculron:s qtti: prncdcdii'ln b economa de suhsisrcncia posean cierro capirn! (en
p. i'-67. forma de anim;i!es o urilbjc) r p11c!i.ro que dcscn1pcf1.1ban cierta.~ funciones :1.<lminimat"1
1
,00 Hodne, Nonvcgian Ecim(lmy, p. 56. vi:; (al mcnos, decidiendo cu;lnr;s scmclfos deban ahorrar o cundo se debfan acometer
: 1411 Max Scring, cd., Die Deutsche Lr1ndl(Jirttch,rfi muer 11()//u~ und 111e!t1vinsch(lfis/;- bs tareas agrcolas), he adoprado pnr:-t dios d rrmino "cmprcs:1.rios empobrecido/'.
,chc(p Cetthfrht$pwdae11, Bcridne iibc-r Landwirtschafr, S011derhc n. 0 50 (Berln: P:wl Edward Ivfakfoki~. Agm/'11111 Refimn n11d h!fll'rmr Re1mf1,tii111 in S/111/11: Origim vfrhe Ci11{
Pa~y, 1932),rnb!,1$22,23y3J. \\1ar (New H:wcn: Y:1lc Uni\"crsiry P)'es:i;, J970), p. l 12.
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492 493'.,:,
Socialdemocracia y fascismo C'qw:J.pesinado familiar: una fuerza crucial
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de nuevo a 167 en 1930. 14 El rpido aumento de las rentas y la presin nes cafupesinas catlicas se unieron al Frente Harzburg. 58 Ms important1
sobre los sala.nos reales agrados contribuyeron a un aumenro sbito de la te fue la habilidad de los campesinos catlicos para empujar al Zenrru,1'. (
conflictividad en 1917. Las estadsticas del lnstituco de Reforma Social hacia una postura declaradamente autoritaria despus de 1930. Comq', (
~un.que los daws relativos a estos aos sean probablemente incompletos'. principal estudioso del campesinado catlico, Roben Moeller ha arguf.
rnd,can que el nmero de huelgas agrcolas se dobl cada ao entre j 917 meneado de modo persuasivo que: Ios votos de los campesirios catlico~r (
Y 1920. El nmero de jornadas agrcolas perdidas en las huelgas aument en favor del Zenrrum 110 eran en absoluto votos en favor de la Repblici.\
de 43.735 en 1917 a 369.256 en 1920. Estas huelgas agrcolas de 1920 y en contra de los nazis; si bien los sentimientos confesionales pudie_ron'J(
~u~eraron en nmero -aunque probablemente no en inrensiclad- mantener a estos camp~sinos en el Zentrum, lo hicieron solamenr~ 4i
mcluso a las huelgas rurales de Italia)i, 55 En Espaa las convulsiones de la costa de arrastrar al Zentrum a abandona1 la Repblica. 59 En la Alema{i, (
movilizacin de 1a comunidad agrcola no alcanzaran su punto mximo nia protestante los campesnos manifescaron su autonoma abandonan_d~:;
(
hasta que _en )os. aos de .la Repblica, cuando el gobierno de izquierdas los diferentes residuos del Partido Liberal y de los junker-inregrados eri
ace1e:6 e rnt~ns:fic su rnrervencin en los mercados y en la reforma el Partido Nacional del Pueblo Alemn (DNVP: Oeurschnationald, (
agrana, los srnd1caws agrarios y las disputas salariales rurales evocaran Volkspartei)- en Pavor de los nazis. En el norte de ltalia la pobhci1(
pasiones vio lencas. 56 (_
campesina asumi un papel decisivo en el auge del fascismo. En Espaz;'.
los campesinos septentrionales se convertiran en la espina dorsal de. la~ (
, ~ ca,mpesinado far~li;.).,~ se c~nvirti por prim<!r:l vez en un agente
palmeo verdaderamente.,libreprcc1samente contra esre teln de fondo de CEDA catlica y conservadora entre 1933 y 1936; a continuacin 1 co1i:1
~rsis agraria. ~n D.inam;':rca lleg a poseer su propio parcJdo poltico, los el estallido de la guerra, ubrazaron la causa nacional. ;:
h~erales ag~arios.,l rnduso antes de la guerra. Ese partido esraba ahora
1; \
En suma) los campesinos de las sociedades iliberales no podan se1):
~asado Y onentado de ~odo aun ms exclusivo hacia la burguesa agra ignorados por ms tiempo desde el punto de vista poltico. Ahora goza~ (
r~a. En Noru:ga y ~uec1a _los agr_arios formaron sus propios r,.artidos pol- ban de moVilidad en d mbito poltico> preparados para cambiar su leal..,J (
trcos_en los.anof veinte. En Baviera los campesinos rnmbn formaron su 1
cada medida que calculaban una y orra vez sus intereses. De acuerdo con ;;,
propw par~1do. Ot~os campesinos catlicos de Baviera y de orros lugares (
estos clculo~, l.os liberales tradici?nales p,ronto eran_ .considerados d.efec-J
de Alemama> ~arec1endo de una alternativa viabk a1 Zentrum catlico, rnosos en mult:1ples aspectos, segun el pa1s en cuescion. La renuencrn de~ (
expresar~n _su independencia polfrjca por medio de la participacin de los liberales a estabilizar los mercado.s de bienes de consumo en unos pre- (
sus Aso.ciaciones de Campesinos en el Frenre Verde e incluso en d Frente cios que resultaran aceptables para los campesinos, su fijacin- con d~1
-~ Hirler-Hugenberg Harzburg. El Frente Verde eta una organizacin pan- regreso al parrn oro y las consiguientes deflaciones, su abrazo a las cul< (
ral~a de campe_sinos )' propierario: de haciendas ideada para reafirmar la curas urbanas, seculares y en ocasiones anticlericales, la netlcacia deriva-. (
unidad de los intereses agdcolas. 51 Con su disolucin, algunas asociacio- da qe las divisiones internas de la comunidad liberal urbana: todos esrnsb
(
factores_ alen.aron a los campesinos. En Escandina_via )' Alemani_a los aos~) \
veinte fueron una dcada marcada por el fracaso liberal. En Italia la expeh (
54 J:)sfltut<! de Reforma. Agraria, Agmi'irm Refimn in Spain: An HiJtoric1d Study hy (
the Spmwh /n;ttmte farAgran/111 Relbrm (Londres: Unired Editorial 1938) 26 i:I
5)- M, a1cm
'-k'is, Agmritm Refarm,,p. 147. ' .p. .
(
Repuhlik (Ds_sddorf: prnsrc, Vcrlag, _1 ~76); K_lau~ '.'1ll(!1:, ,iJ\grnriscbe Inrercss<!nvcrb~n-{\
56 Volve~emos rn,s addanrc a csros remas. Malc.-fokis, ibd., ofrcc'! un brill,rnre rela- de in dcr 'V?c1m;:i,rcr Republik, Rhtmuchc- Vierteljt1lmbli!ttt'I", vol. 38 (1974), pp. 3R6l
to de los _conflictos agrJC?/as dur;~nre los aos de la Repiblca. (
405.
, 57 ~ob;e laformac1.n del Freinc Vel'd~ y sobre la ;,icrirud del Zenrrmn al respecrn,
ve.insc Erwin 1 opf, Die Griine From: Der Kllmpf um df!n De1rt1chm Ackir (Berln:
?~ Sob(c d_;1poyo /:restado al ~rente Ha~zl~urg po~ parre de alglln,ts otg.inzacioncsf
11
(
carolicas ca111pcsmas, Mul!er, Agrnnschc lnreiesscnverbande, pp. 402-405. 'i;
Rowohlr, 1933), pp. 46-50 y 114-115: Dieter Gessner, Agrttrverbiind, iN da \Veimrrrer S9 M()c!lcr, Gt'mum />ellMnts: vrinsc, en especial, pp. 139 l 55. '.i!
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4\)4 Socia!democraca y jelsdsrno Campesinado familiar: una fuerza crucial 495
1
rgncia campesina durame la guerra asegur lo que ya se haba hecho Algu~'os votaron a los comu1i.isrns, otros a los socialisras; la mayora vot
p~bable merced a la experiencia de ameguerra: la movilizacin campesi- a los radicales o a los conservadores y permanecieron enlazados a la coali-
n~ se producira en contra del liberalismo. En Espaa los liberales alienaw cin de cenero-derecha dominante. 61
rd:h a los campesinos en los aos finales del orden de la Restauracin a El fracdonamienro y desintegracin del liberalismo en Alemania, fta-
d'~sa de su indiferencia anee el consi::ante aumente de las remas agrarias
lia y Espaa han sido ya examnados, El mi::.mo declve se produjo en
y, 1:\:lurante los primeros aos de la Repblica, sobre todo por su anticleri- Escandinavia, En Noruega el porcentaje liberal de varo cay del 33 por
c~}smo. Por todas escas razones, los partidos liberales fracasaron en su
ciento de 19 l 5 al l G por cien ro de 1936; en Suecia descendi del 27 por
in~enro de establecer una alianza entre sus mermados integrantes proce-
cienro de I 914 al 13 por cienro de 1936; en Dinamarca, del 29 por cien ro
d,{~tes de la burguesia urbana y del campesinado familiar. En el fondo, el
de 1913 al 18 por cienro de 1935. 62 Asimismo, las polticas econmicas
fc-~caso del liberaJiSmo prese~t una dobl,e vertiente: los liberales, fra~cio-
liberales, arraigadas en la lealtad a los mercados, promeran muy poco ali~
1 y mermados en las c1udades 1 tell!an cada vez ~nenos que ofiecer
n#los
vio a los campesinos. Esa conclusin fue remachada en Alemania y Escan-
.'.cdino compaeros de coalicin; asimismo, la fijacin lrbera! con los mer-
dnavia por las inadecuadas medidas de alivio que ofrecieron los liberales,
c'a~Jos les hizo reacios a atajar el colapso sufrido por los precios de los bie-
poco dispuestos a ir ms lejos, en respuesta a la crisis de bienes de consumo
ne,/! de consumo. de los afios veinre. 63 La alienacin que el liberalismo ejerci sobre la pobla-
\J Resulra revelador el hecho de que rambn los campesinos de Fran- cin campesina fue paralela a la ejercida sobre la burguesa urbana, sobre-
ci{ y Suiza sufrieran profundamente a causa de la crisis de bienes de con- venda tras d fracaso del intento de refrenar al obrerismo organzado.
su4~10 de finales de los aos veinte y creinta, si bien permanecieron alia-
La bancarroca del liberalismo, no obsranre, no era equivalente al
dc{i con los parcidos y coaliciones liberales de derechas hegemnicos que
xito det fascismo. En ningn lugar -y ste es un punto esencia! que
dc/minaron la poltica de enneguenas en estas sociedades. 60 La consolida- debemos tener preseme- el fascismo logr convertirse en una fuerza sig~
cic'fn de la burguesa urbana que fue caracterstica de la poltica liberal de
nificativa hasta que tttnto el liberalismo como la sodctldemocracia hubieron
efl.freguerras no les dej otra alternativa real. Aquellas coaliciones hege-
fracasado en su intento de acomodar al campesinado familiat Esto signifi~
mnicas de consolidacin de la burguesa, en las que la agriculturn toma-
ca, en primer Jugar, que podemos deducir muy poco de la debilidad del
baqnrre, ofrecieron a los campesinos un aliado eficaz -o, en cualquier fascismo en .Escandinavia en los aos anteriores a que !os soca!demcratas
cas~,el nico aliado verosmil-, porque no sufran las debilidades bere*
estabilizaran una nueva economa poltica; en Escandinavia, los partidos
daBas de los movimientos liberales de las sociedades iliberales. Incluso e!
socialdem6cracas casi siempre permanecieron en la oposicin a lo largo de
,,,f' cof1tinge.nte de la pobhcn campesina rnza que actuaba de modo aut-
los aos veinte (los aos del fracaso liberal). En Alernania, el Partido Nazi
no'.P10 al apoyar al Partido Campesino; en la prctica, no tena otra alter-
sigu siendo una pequea camarila de fancicos sin base social hasta que
nadva que la de aliarse con la coalicin antisocia!ista dominame de los
1
libkraies radicales y los catlicos conservadores; cualquiera que fuese la
po $cin adoptada por el Partido Campesino, la coalicin dominante
61 f-ran~ois. Gogoel, Lrr polique des prfl'tis mm In~ Rpublique {Pars: Scuil,
re&ndra su fftayorfa en la asamblea legislativa. La sociologa dectoral del t 946}; Michel Augc-l.a.ribe, La politiqut agricole dt: /r, Frttna de 1880 lt 1940 (Pr11:s: Prc.s~
ca!,~pesinado francs es primitiva. pero suficiente para indicar que los ses Universlra.ircs de Francc, 1950); Charles K. Warner, l\'/inrgrowen of Fnmce nnd the
ca111pesinos franceses se mostrnron :tun menos inclinados que sus herma- Go1m11mentsim:e 1875(Nucva. York: Columbia Unin:rsit)' Prcts, 1%0).
n9~ a a
suizos responder en bloc las crisis de los aos veinte y treinrn.
62 Percr Florn, n t1L., cds., SMte, Ecoil(}nt)', and Society in Western Eumpe, /815~
1975. A Dmrt Handhook: \/olunu: /. ThC' (,'mwth of Mrm Democmcks m1d \%/fare StateJ
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63 Vanse las referencias hihlogr;ficas de nota l {rnprrt, p. 466) )' David
Abrahmn, Tht' Collr,)Se of rhe \l'cimar Repuhlic: Poliriml Eronmny nnd Crisis (Princcto11:
~\o Grnn Bri:rni\;, con su rnimsculo secror agrcob, <1pcn,1s rienc imrorra1)da :1qtt. Princeton Ull\'crsiry Prcss, 1981), pp. !80 ss.
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496 Soda/democracia y fascismo (~>U;pesinado fanu'liar: una fiterza crucial 49/f (
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el fracaso de socialdemcratas y liberales para responder adecuadamente a 'Se.
tracaba de una cuest.in de planificacin remporaL de ritmo. E;~
la miseria agraria result inequvoco merced a la accuacin de la ltima Italia, Alemania y Espaa) el liberalismo y la socialdemocracia (y Ji
coalicin entre demcratas y liberales entre 1928 y 1930, A buen seguro, democraca cristiana en Iralia) fracasaron rpida y sjmultneamente ed
tambin a partir de esta coyuntura la burguesa urbana comenz a aban- sus esfuerzos por hacer funcionar hs instituciones democrticas. En esrof (
donar a los panidos liberales en cantidades dramticas. En Italia, Mussol- tres pases, tal y como vimos en el captulo anterior, los liberales n~ (
ni sigui sin tener trascendencia alguna ramo en las deccones de 1919 puderon efectuar por s solos una consolidacin de 1a burguesa similar i
como en las de 1921. Fue solamente el fracaso sin paliarivos de liberales, Ia ocurrida en Gran Bretaa, Francia y Suiza, y lograr as estabilizar JJ, e
socialisras y popofari para hacer funcionar ninguna coalicin y para resta~ democracia de entreguerras en esas sociedades. Tampoco pudieron, comd''
blecer el orden en el campo y en las ciudades el que hizo que el apoyo de vimos tambin en el captulo previo, establecer una :ali:crnza entre libera+:
las masas se desphzara a los fascistas. Igualmente, fue ran slo el cambio lsmo y obrerismo con los socialisras similar a las de las sociedades libera;_; (
de actitud de la coalicin de campesinos y burguesa formada tras las elec- les ames de 1914. Finalmente, como hemos sealado, los liberales n (
ciones de febrero de 1936, al apoyar la rebelin militar de julio de 1936; pudieron formar una coalicin con el campesinado familiar.
el que nos permite afirmar que un rnovimienro fascista tom forma en 1
En Al~mania, Espaa e Irnlia) los socialstas rambin fueron incapa'.
Espaa. Los fascistas no eran una fuerza significativa al instaurarse la \
ces de establecer una coalicin con d campesinado familiar, si bien paf:
Repblica; el apoyo de las masas en las elecciones de 1931 y 1933 haba
1 razones distinras a las del fracaso de los liberales. En Alemania, Espa.a ~ (
esrado de modo abrumador del lado de los partidos liberales y regionales
Italia, el fracaso de los socialdemcratas en su intento de alinear a la dasJ
establecidos y de los socialistas. El nuevo alineamiento poltico que pro- 1 (
obrera urbana con el campesinado fam.i!iar fue concurrente con el fracaso''
porcionara la base popular a la causa nacional tuvo lugar en 1936, una
dd liberalisrno. En Alemania, esto ocurri en los a/los veinte; probable-:;: (
vez que liberales y socialistas huberon fracasado, o, de modo ms preciso,
mente sea exacto afirmar que la ltima ((gran)1 oportunidad del Partid~1. (
porque liberales y socialisras habfan fracasado.
Socialdemcrnrn para alinear a los obreros con los campesinos lleg\_
El liberalismo y la socialdemoct'acia, despus de roda, eran oligopo- durame el perodo 1929-1930. Despus de 1930, el fracaso de la SPD (
lios polfricos en todas estas sociedades, En comparacin con el nazismo y 1 para hallar una frmula dt: gobierno eficaz fue tan rorundo que inclusot (
el fascismo, se trataba de movimienros histricos que ostentaban intere- comenz a perder una parte sustancial de su base obrera, c.s Alcmanii,
ses inalienables, que gozaban de lealtades que se remontaban mucho contaba con el sisrema de partidos mejor insritucionalizado de los tresi; (
ti~mpo atrs, de poderosos rganos editoriales y, generalmente, de 1 ele rnodo que no debera sorprender que el xodo del apoyo de la~ masa5t1 e
..:- estructuras organizativas ben articuladas. Inicialmenre, movimientos fuera de los parridos uadic!onales durase all ms riempo que en India y~-1
margin::i.fes como el nazismo y el fascismo no contaron con ninguna de Espaa. A buen seguro, los socialdemcratas alemanes estaban cargados\
(
estas ventajas y apenas podan albergar esperanzas de desplazar a aquellos con mtlriples responsabild<1des a causa de su estrecha asociaCln con la (
oligopoUsras tan bien insrirucionaliiados, a menos que los propios aligo~ Repblica que haban ayudado a fundar. Sin. embargo, cal y como vere~~- 1
(
polisras fracasaran primero en sus inrentos de componer coaliciones mos 1 su incapacidad para establecer una alianza efect'1va con el campot
capaces de estabilizar el rgirnen, 64 guardaba mucha mis rek1cin con su compromiso con el conflcto deil
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64 Con una inspiracin similr, ]lrnn Lin;.,, ha cs.ruJiado la dificulrn.<l inicial del \i"
movirnicnm polrico fascisrn describindolo como ,,un rcdC-n llegado a 1:1 escc-na polricn 65 L:1 Jcducci(w de {}\JC Iris prdid:1s de la $PO prnvinicron de los rrabajadores es un)i'.
t;'l!Hn rsca: el proccnmc de escarias de la SPD <;n d Reichscag descendi dl'I 3 J por cien-!;
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en su esfuerz<) por encontrar un espacio poltico propo. V1fase St! "Some Notes Tow;ird a
Comp-arati"e Srudy of Fascism o Sodo!ogical-Historical Pe!'specrivei,, en Laqucur, e<l., ro de ! 928 al 25 de J 930 }' al 22 de 1932. E.! porccnrnj<: C<miunisrn aurnc11r1l dd J ! al J 3t<' (
F,.ucism, pp. 4 ss. y al 15 por dt>nw en esas mismas ekcciones. \/
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4.98 Soca!dernocracia y fascismo Alirtza de rojos>> y verdes l hegemona socialdemcrata 499
c{ase agrario que con las cargas derivadas de la pertenencia a la coalicin defi~1i las perspectivas de xito socialdemcratas en rodas las sociedades
i~}icial de "Xleimar per se. La polarizadn de las relaciones entre campesi- iliberales: la indiferencia o compromiso de los socialistas respecro al con~
~bs y obreros que resulr de esta situacin milit en contra de una alian- flicro de b.s clases agraras.
z~,,, que habra abrazado rnedidas que atendieran las reivindicaciones de
los campesinos como productores. .I
1
,-; En Escandinavia el fracaso del liberalismo precedi a la principal 8.4. Alianza de rojos y verdes y hegemona socialdemcrata
o?ortunidad de la socialdemocracia, ya gue all los partidos socialdem-
cijatas casi siempre permanecieron en la oposicin durante los aos veinte Un movimento socialista que movilizara a un contingente significa-
(1~os de fracaso liberal). Seguramente\ estos aos adicionales redundaron tivo del proletariado rural (jornaleros agrarios y pequeos labradores
e_W beneficio de los socialdemcratas. Tal fue, sobre roda, el caso de dependientes del mercado de trabajo) contena la semilla de su propio fra-
l\.oruega, donde el Partido Laborista se hizo pedazos durante cas la rota- caso1 ya que se enredara en el conflicto de las clases rurales y alienara al
li~lad de los ai"los veinre }' habra renido que verse duramenre presionado campesinado familiar. Una coalicin con los miembros del campesinado
Pi,ra crear una coalicin estabilizadora, incluso si hubiese renido esa familiar exiga gue los socialistas se dedicaran a resolve1 tI"es clases dc con~
, of?orrunidad; por lo menos, los aos en !a oposicin proporcionaron fliccos: e! conflicto rural de clases, los conflictos entre consumidores y pro-
ti;{mpo al partido para reagruparse como una ahernatva creble al libcra- ductores y una miscelnea de conflicrns culturales) clericales (y amderica-
li)}mo.
les) y regionales. Apaciguar la tensin entre consumidores y productores
'.~ Siempre puede argumentarse tambin que esos aos adiconales per- ern esencial para la creacin de una coalicin entre obreros y campesinos;
n{jrieron realizar un nuevo clculo de las opciones nacionales a medida ahora bien, esos conlctos no podan ser apaciguados si el partido socialis-
qfje eJ fantasma del fascismo apareca. Parece problemtico que el remar ta SI.! encontraba enfrentado con !os miembros del campesinado familiar
d&J fascismo, ya fuera inrernacional o nacional, fuera necesario o sufi- sobre asuntos relativos a la esrructura de clases rurales. Si la cuestin de
cifnre para explicar las coaliciones entre agricultores propietarios y obre- consumidores y producrore-s poda apaciguarse, tambin podan serlo los
ro~f que se formaron con el tempo en Escandinavia. De hecho, dicha conflictos menos importantes del clericalismo y el regionalismo.
c-alicin lleg al poder en Dinamarca e! mismo da (30 de enero de
El conflicto de clases fue crucial para la vida poltica de los campesi-
. 19;33) que Hirler lleg al poder en Alemania. En aquel momenco, la nos, igual que lo fue para los obreros urbanos y para la burguesa. S bien
,..'.arhenaza de gran alcance plameada por el ascenso nazi disrnba mucho de los partidos socialistas trarnron de movilizar al prolerari::ido rural, se vie-
.. ~,:ser algo obvio. El grado de la importancia relativa de los dos aconteci~
ron enredados en dicho contlicro y atemorizaron a los miembros del
-- m{~nros viene dado por el hecho de que los principales diarios daneses campesinado familiar de varias maneras. La mayor amenaza provino de
c~}cedieron ms importancia a la nueva coalicin danesa que a la de las campaas a fuvor de la reforma agraria en nombre del pi-olernriado
Hi,der.
rural. La redistribucn [erriwrial fue un cerna cenrrnl de la poltca rnral
1
Una planificacin remporal oportuna parece habe:1 tenido tan sio en Espaa, Imlia, Dinatriarca y Checoslovaquia. El hecho de que la redis-
u11ti. importancia secundaria en la explicacin del niunfo ltimo de los tribucin se habra llevado a cabo a costa de los grandes i:crrarenientes no
pt!:hidos socialdemcratas en Escandinavia: el asunto en cuestin no es parece haber reducido el temor que sentan los miembros del campesi1:a-
siitiplemenre cundo conquistaron el poder polrico los partidos soci~lis- do familiar, espe,:;:ialmemc en "reas como el norte de Italia, que contaban
taS'., sino qu hicieron una vez que disfrutaron de l. Por qu enajen !a con un numeroso prolerariado rural pero con un pequeo excedenre de
sotialdcmocracia al campo en Alemania, Esparta e Italia, pero no lo hizo tierras para la J"edistrbucin, o con pocos latifundios sobre los que llevar
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en:;Escandin<1via? Al final 1 algo mucho ms fundamenrat que el ritfflO a cabo una parcelacin. La poblacin campesina no poda creer los pre-
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500 Socialdentocracia y fascismo 501 (
Ali(l:nza de <1rojos1> y verdes,> y hegemona socialdemcrata
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textos de los partidos --nacidos de la ambicin colectivista- de que la mienwenrre la poblacin cdmpesna. En realidad, cualesquiera que fue{ <
redistribucin no les daara. Para los campesinos, la seguridad de las sen las diferencias nacionales en conflictos sustanciaJes, el resentimientc{
posesiones alrededor de las cuaes giraba su existencia se encontraba fuera y una cierta sensacin de abandon~ fueron el rasgo comn de rndos los~j
de rnda discusin. De ah que la campaa de los socialistas espaf10les en movimientos amisocia1istas campesinos. ;.
favor de la reforma agraria en el sur provocara e! antagonismo de los (
Si los partidos socialistas lograron, por fin, formar coaliClones con l~j
campesinos, incluso de los del norte. 66
poblacin campesina capaces de estabilizar al rgimen, ello no se debi ~i {
La movilizacin socialista de los obreros agrarios tambin supona que tuvieran una percepcin superior de los requisitos e~tratgicos de~; '
una amenaza para el proceso productivo del campesinado familiar. momenco, sino a que no intentaron organizar a! prolernnado rural. N1
Tales campesinos .-quienes) por definicin, no se apoyaban profusa- las dimensiones de la poblacin agrcola ni la estruccura de clases defl (
menee en la mano de obra contratada-- tenan, sin embargo, casi sem- campo ouardaban una estrecha relacin con dicha motivacin. Estci: '
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pre la perspectiva propia del patrn. En la medida en que los campesinos puede o bservarsc si examinamos 1 en primer lugar, la magnitud de !~{
efectivamente contrataban a un obrero o dos, durante un ao o por esta- mano de obra de! sector primario comparada con la mano de obra totaV
ciones, los esfuerzos socialstas para sindicar a los trabajadores agrarios, y, despus, las dimensiones de la mano de obra proletaria en coinparaJ_
parn establecer oficinas de conrrnrncin 1 fijar los salarios y ampliar los cin con la mano de obra agraria total. No exisi:e ninguna relacin enrr{ e
beneficios sociales del esrado de bienesrar a los obreros agrarios, afectaror1 las dimensiones de cualquiera de escas poblaciones y las coaliciones ); (
a sus costes de p1:oduccin y a la libertad de administrar su tierra. regmenes resultantes. Es verdad que algunos pases en que se impuso e{ (
El efecto combinado de los dos factores sealados iba a atemorizar a fascismo {Italia y Espaa) tenan gra.ndes prolerariados agrarios; asimis~.
mo, otro pas en que triunf el socialismo (Noruega) tena un pequeq:1 (
los miembros del campesinado famliar de una tercera manera: en ltima
instancia) su posicin social estaba en juego. Todos estos intentos amena- proletariado rur-aL Pero otros pases en que triunfo la socialden1ocraci. (
uban con subven:ir 1as jerarquas slidamenre esrablecidas dd campo y, (Dinamarca y Checoslovaquia, pas que ms adelante examinaremos con,
mayor detalle) tenan grandes proletariados rurales. Por coml'a, un paiJ.1 (
por canto, la posicin de la poblacin campesina. En este comexro 1 resul-
ta sencillo comprender por qu las declaraciones de los socialisras afir- en que triunf el fascismo (Alemania) tena, en comparacin, una peque{ (
mando que estaban comprometidos con los inrereses de los obreros agra- a poblacin de peones agrarios. Alrededor de 1920, los porcentajes df1
(
rios en la misma m<!dida que con los del campesinado familiar sonaba mano de obra dedicada a la agricultura eran los tiguienccs: Alemanial!
Jan imprnbable a odos de estos ltimos como las pretensiones de que los 30)7; Dinamarca, 37,7; Checoslovaquia, 40,3; Noruega, 42, 1i. Sueci<1()
"'iberales estaban comprometidos en igual medida con los intereses de !a 43,7; Espaa, 56,0; e Italia, 56,2. 1'7 As[ pues, de los tres pases con meno1l (
burg~es.a y con los de los obreros urbanos, Igualmente, en la misrna poblacin obrera agraria, uno se convirti en fascista; de los tres pase.s
' agrarios,
mas d os cam b"1en pasaron a ser d'1ctad u ras f:asctstas.
.1, (
medida que los esfuerzos socialistas en favor de los obreros urbanos
proYocaban un intenso resenrimienro entre los sectores inferiores de las La naturaleza d los darns relativos a l-as estructuras de clases rurale~! (
.clases medias -incluso cuando no se vean materia! y direcramence es ms problemtica, pero, con todo, resulta adecuada para confirnlar hf.: (
amenazados por esrns esfuerzos-, los intentos socialistas en favor de los tesis de que la magnirnd del proletariado agrario no fue un foccor dece'r1
obreros agrarios n.evtablemenre tenan que generar un intenso resenri- mina11ce. Espaf1 e Irn.Jia, que se convin:ieron en regmenes fasciscas, renfa.1{\ (
inmensas poblaci9nes agrarias y proletariados agrarios muy nun1eroso11 (
' (
-tdefinicndo a estos ltimos como todos aquellos obreros sin rierra y (cerc; del 35 por ciento, llegando a ms del 60 por c)ento en Eslovaquia
mlnifundistas que dependan del mercado de trabajo agrario para obre- y Rutenia), tuvo asmismo un desenlace democrtico. 14
n{r la mayor parte de sus ingresos, Los datos de Edward Malefokis indi-
Los desenlaces de los regmenes estuvieron ms dere"rninados_p~r la
cap que en el conjunto de Espaa la poblacin definida de este modo
re~resenraba cerca del 35 o 40 por ciento de la mano de obra agraria. 66 poltica que por las dimens~nes del sector agrcol~ .~ del ~rol~canado
rural. Los socialstas consigu1eron formar una coalic10n con miembros
Eri) el caso de Iralia> la cifra era, probablemente, muy similar. 69 Alemania
tei}ja, en comparacin1 una pequea poblacin agraria y un pequeo del campesinado familiar en todos los lugares en gue el P''?bariado ~gra-
pr0letariado agrario (el proletariado agrario constitua cerca del 26 por rio haba sido movilz.ado por otrns antes de que los soc1alisras tuviesen
oporrunidad de hacerlo; adelamndose de ese modo, stas podan nego-
dehto de la mano de obra agrnria). 70 As pues, tenemos desenlaces fa:.cis-
ciar libremente los temas que dividan a los productores rurales y a los
tas: tanro con poblaciones agrcolas grandes como pequeas y con prole-
obreros urbanos, Como contraste, all donde el proletariado rural estaba
Tari:ados agrcolas de dimensiones grandes y reducidas. La falta de una
pa.:~ita causal contina: Dinamarca, con una poblacin agrcola de disponible (como en Espaa, Italia y Alemania)_, ofreci a l.' socialistas
dirhensiones moderadas (37 por cienro) 1 pero con un gran proletariado una reserva de apoyo potencial demasiado atracnva para
ser 1gnor~da, En
estos casos, la lgica de la competicin democrCJca y al atractivo ?~l
..(al:tlededor del 43 por cienrn 1 de acuerdo con los daros censales), prescnra
_uni:desen!ace democrtico. 71 Suecia, con una pob{acin agrcola sustan- poder inmediato socav la capacidad de los socialisras para adqu1nr
cia)jmenre mayor gue la de Alemania (43 por ciento frente al 30 por c.!enr poder a largo plazo) puesto que la captacin de un _elecrorado enrr~ e!
proletariado rural exiga de modo invariable una sene de compromisos
roY;y un proletariado agrario de magnirudes similares (cerca del 26 por
citjprn, segn los darns censales), tiene como desenlace un rgimen que alienaron al campesinado fa,niliar.
de{pocrrico. n Noruega, con una poblacin agrcola de dimensiones Debemos buscar la disrincn fundamental entre los casos en que el
m~erndas (42 por ciento) y un prolecariado muy reducido (probable- socialismo triunf y aquellos en que fracas en el nmero marginal de
meJ1te no ms dcl 15 por ciento), tambin presenta un desenlace demo- obreros agrarios que integrab::1.11 los movimientos triunfantes. Obvia1:1en-
cdfico.73 Checoslovaguia, con una mano de obra agraria de tamao te no existen datos normalizados -encuesms de votantesi por CJem~
inc~rmedio (40 por ciento) y un proletariado agrario bastante grande pi~- que permirnn llevar a cabo comparacones senciilas en~re !as naci~-
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\i nes. Para realizar una esrimacin del tamao del proletaria.do agrano
:! como fraccin del movimiento socialisca toral, hemos rcnido que recurrir
~~ r, a una mezcla de datos de nscripciones de sindicatos ;:i,grarios, encuestas
68 Malcfakis, Peasmm, Polircs, p. 196 y pssim. que cubren varias generaciones de v~rnnres y clc~los aproximados del
69 J.C Adams, Irnly,l, en Wa!tcr Ga!cnson, cd., CC1mprmrti/J(: /,(fbtJr Movenu';W mayor tamao posible que el prolec.anado rural po~ia alcanzar dentro del
(Nu<::va York: fmcll and RusselJ, 1968), pp. 413-414.
79 frieda Wundcrlich, Frmn .ahor il1 Gamrmy. 1810-1945 (Prlnceron.: Pl'lnccr~m e!ectorndo del pan:ido socialista. Tomados en conJunro, estos daros son
Uni\;erslty Prcss, 1961), p. 15. teveladores a pesar de no ser de naruraleza esrrci:a1nente comparable.
7 l La fuente de la que hemos C"Xlrndo d volumen de poblacin agraria danesa ~1uc
dcpc~1dfa del mercado de: rrabajo agrcola para la mayor pnnc ele sus ingresos es Dr1n111111ks
Srnt1ftik, Sftftistiske MeddeldJ<'r: l.rmdhmgctJ Arbtjdeskraft. 1904 og 1935, serie 4, vol.
!_02,,n. 0 3 (Copenhaguc; (Deparrn1nt:no de Esradstica], 1937), p. 15.
7~ La fuente. para las dimensiones de !;1 poblacin ;-gr"ria succn que dcrcnda dd
mc1cado de trabajo ;grco!a parn la mayor paHc. de su rcnrn es Smtrik Ar,bu/(_(/Jr SIJ(!n;'(e,
193~1 (Esrocolmo: Star.srika Cerma!bynin, 1932), pp. 24-25.
7J K~re Lu11dcn, The Growrh of Co-pcr,Hivcs Among rhc Norwegian Dniry f,ir- 74 Ln fuenr.; de l:t (JUe hemos mmado hi cstimncin dd volumen dd prolcrnriado
mers:i;ourng thc Pcriod 1856-1905", Cr1hn fntenmlirN/l!IIX d'Hisroire Fdconomiq11r et checoslovaco es !Ofic1la Esrnrn! de EsrndsticaJ, MamH: st11t1$tiqm:, 1931, vol. 3 (Prag.i:
Socrl_fe, vol. 6 {Gincbrn: Librniric Droz, J 973), !)- 342. (G.ibincre de Esrndsrca de l:t R1:p(1b!icn de Chccos!ovaquiaJ, l 93 l ). p. 300.
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Soaldernocracia y fascismo A#anza de roJos>i y uverdes)i y hegemona socialdemcrata 50~!
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Comenzaremos examinado los datos de que disponemos sobre dura~te estos aos la media del electorado socialista era de 750._00~ (
Noruega, Suecia y Dinamarca, tres casos en que los socialistas lograron votantes y la del electorado total de cerca de 2,2 millones. 79 Sin embarg,,:i (
alinear a los _p_breros urbanos con 1a poblacin campesina en los aos el Partido Socialdemcrara y los sindicaros ignoraron casi por complec/,!
rreinG( 1~9. 1:u.e:!i>nos ofrece el caso ms simple. Debido a las reformas este electorado potencial. Como Sven Anders Soderpalm ha sealado: (
agrarias"j.)l'evias y al xodo de gran parte de! proletariado rural a Nortea- (
E! movimiento de los obreros agrcolas suecos s~ rnom dbil
mrica, la esrrucru1,i,,~oc.iel.. rt1,a]haba Jlegado a ser notablem,.nte iguali- y dividido durnntc mucho riempo {, .. J A mediados de los :i.ilos vc11
rari~. ~~res de los aos de entreg1.,1erras.1,~. n una focha tan rempran~c~mo re, ni siquiera d S por ciento de un rotal de 250.000 obreros agrkl.'4~
(
1900, d 2! J?r ciento de los agriculrore~ era propietario de la t,er:rn que las estaba organi'Lado; tan slo en las 1.om1s de grandes hadendas d'~
e
trabajaba y daba empleo a muy pocos o nirign abajador concral:ado, 75 Ski\ne, OsccrgOtland ;' las provincias de Malar exista un gran apoyQ
en favor del movimienro. El declive el'a, en p,me, 1ma <::OL1secuencii (
De acuerdo con uria encuesta que cubre varias generaciones recogida por de la ventaja que la crisis agrcola otorg a !os pacronos, pero t:tfT\:
Scein Rokkan, los votantes agrnros (miembros del campesinado familiar, bii!n estuvo relacionado con la fa!rn de inters que durame much% (
pequeos arrendacarios y jornaleros) no daban cuenta ms que del 13 o tiempo haba caricreri1..a<lo la acritud del movimienro obrern hac~
los csfucrLos de los proletarios rurales. 80 ? (
l 5 por ciento del rotal del voto del Parrido Obrero en los aos veinte y
76
treinta. Incluso si suponemos que dos terceras parres de estos vorames Los socialdemcratas no debatieron seriamente un llamamiento a (
dependan, al menos en parte, del mercado de trabajo agrario para una los obreros agrari;s hasca 1930; para entonces, estos obreros ya habfa1~
porcin de sus ingresos, descubrimos que, como mucho, el 1O por ciento sido movilizados por los partidos liberal y agrario. Liberales y agrarios, d~
e
del elecrorado del partido podra haber consistido en obreros agrarios. hecho, haban conseguido movilizar a esws trabajadores en contra de lo (
Dentro del movimienro sindical noruego, los obreros agrarios no repre-
sentaban ms que el 5 por ciento de la afiliacin. 77
socialdemcratas: 51
\
e
... J en su agirncin dd mbito ms popular, se mostraron enorml (
Suecia, con una d{scribucn terrimrial notablemente menos homo- meme dispuestos a emplear argmncnros rnlcs como ~los obrerci,J
gnea, plantea una prueba ms ardua a nuestra hiptesis. En los aos induHrl:1.ks estn mucho mejor qt1e los agrarios, sus salarios fue~ (
'l..an la subida de los precios }' son una carga parn la agricultura, ~
veinte y comien1.os de los treinta en Suecia el 26 por ciento de !a mano los socialdemcratas no 1:m.n imercsados en !os agrictiltores". En J,# (
de obra agraria (cerca de 250.000 hombres y mujeres) consista en jorn;,i~ maror parre <le los disnit0s dcccorale_s, la ma)'ora de los rrabajador6~~
8
leros;7 puesto que casi todos ellos eran hombres adultos, podemos supo- rurales vm6 ~ los partidos burgueses. 81 'li (
ner ..que -incluyendo a hs esposas y a otros familiares -adulws depen- Aunque no podemos saber la cuanta real del apoyo que recibi d~ e
.. iences-- dicha mano de obra contena al menos 400.000 veros poten- Parrido Socialdemcraca de los peones agrarios (y de los individuos quf (
ciales. Para poner este dato bajo una cierra perspectiva 1 consideremos que dependan de ellos), podemos realizar una estirr).acin bastante precisad*
la mxima cantidad de apoyo posible que podra haber recibido bajo la;j e
circunstancias verosmiles ms favorabls. Suponiendo que la tasa de par~ (
ticipacin era ligeramente menor para los trabajadores agrclas que par~
75 Lundi:n, .. Grnwrh of Co~opernrives, p. 342. (
76 Srcin Rklrnn, "Gcograph)', Rdigion and Social C!.1ss: Crosscurring Clcavagcs in
el conjunto de la poblacin -digamos un 50 por ciento en lugar de u~
Norwcgi:111 Pofcs, t:n St:)'Jnt}llf Martin Lipser y Stcin Rokkan, c<ls., Party Syu1:ms and Vi,ter iJ (
Aigmnems: Cr1Js.HVmi1J11t1l Perspr:aiws (Nueva York: Frct: Prt:ss, l 967), rabia 26, p. 429. -~ (
77 Drn; foc1m.s indican que, dentro de la LO, los agriculcorcs y silvicu!rnrc!i consti-
runn solamcnr1.. d 10 por ciento de la afilacin (en su rnavora, silvk,ilrcrcs), V;m$c 79 Los daws decrorales dt' Succi;t han sido e:xtrados de $tig H.;1.denillS et. aL, S11erge' e
Hans frcdrik D:1hl, No,gr mellmn krig,tu:: Det. mmke srrmjim~et i krisr: og ko11jlik1, !9!8- efter /900: En nwdm1 p()/itk hhwrin (Eswcolmo: Aldus, 1978), rabl;1. J.C, pp. 306-307. '.1
1940(0slo: Pax Fnrbg, l 971), p. 91; )' Furn:, N1mk him}I, p. 200.
78 Srnri.11/rk Arsht,k fer Svtr~'{r:, pp. 24-25.
80 Sderpalm, Crisis Agn!t.<memu, pp. 263~264,
81 !Md., p. 264.
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5()6 SociaUemocracia y fascfrmo Afianza de rojos1) y verdesii )' hegemona socialdemcrata 507
60 por cienro-, tenemos un elecrorado de cerca de 200.000 personas." ricin en codos los disuros, a excepcin de unos pocos. Cuando los
S'";,bemos que tres partidos competan por los votos de esta comunidad: liberales se cenuaron casi exclusivarnente en los intereses de la burgue~
los ~ocialdemcratas, los .liberales y los agrarios, Si suponemos que a sa agraria tras el cambio de sistema en l 901, provocaron la formacin
cor,11enzos de los aos rtemta 1a mirad de dichos votos ibl. a parar a los del Partido Radical. Los radicales nacieron con el objetivo de movilizar
so;:.1aldemcracas -una suposicin que les favorece-) este electorado no a los obreros agrarios en conrra del Partido Liberal. Desde- l 906 hasta
p&la haber represenrado ms del l 3 o l 4 por ciento del voro socialde- la introduccin de la represencacin proporcional en 1918 1 los radica-
rn,crara. Si el Partido Socialdemcrata y los sindicatos hubiesen acometi- les y.los socialdemcraras escablecieron un pacto electoral por el que Jos
do~sus esfuerzos con anterioridad, la tasa de participacin de este grupo y socialQemcraras acordaron no competir en contra de los radicales en
su::jporcentaje en el voto socialdemcrata podran haber sido ms altos; la )utlandia rural. Esro permiti a los radicales librar batallas direcras
?,~~ira muy bien. haber representado un porcentaje mucho ms signiflcau conrra candidatos liberales en los distrirns en los gue los jornaleros
"~f del 25 por ciento del electorado del partido. agrarios representaban una cantid:1d significativa. A cambio, los radica-
les acordaron no desafiar a los socialdemcratas en una serie de cir-
; El caso de Dinamarcai con una poblacin de jornaleros mucho
cnscripciones urbanas. Como 1csulrado, en el momento en que se
ID<'i?Or que las de Noruega y Suecia -y comparable a fas de Espaa e Ira-
introdujo la represen racin proporcional, los radicales ya haban capra-
!ia;J quiz superior- 1 constituye una prueba aun ms exigente. De un do a su elect0rado.
rot.~l de mano de obra agraria adulta de 481.000 individuos, en 1934,
21.o/,000 (43 por cienro) eran jornaleros adulros contrarados. 83 De nuevo Si suponemos que la tasa de participacin de este decrorado poten-
deijido a 9ue en su abrumadora mayora eran horn.bres 1 podemos supo- cial (400.000 personas) era ligeramenre menor gue la del toral de la
ner que, tncluyendo esposas y otros familiares adultos dependicnres poblacin -60 por cenm contra 70 por ciento a comienzos de los aos
(p4<lres, abuelos), representaban una poblacin vornnre de cerca de treinrn--) tenemos un electorado real de 240.000 votantcs. 84 Supondre-
40~.000 personas, Para estudiar este dato desde una cierra perspectiva, mos que el partido que haba organizado histricamente a esta poblacin
deL1emos sealar que, en J 932, el electorado socialdem6crarn superaba reciba la mirad d(' su voto -es decir, 120.000 voros, lo que de hecho se
esc'~samenre los 660,000 votanres )' el electorado toral estaba justo por aproxima a lo que los radicales recibieron en los disrriros rurales en 1935.
en<'~ma de 1,6 millones, En principio, esta poblacin de jornaleros ren- Tambin :Supondremos que eI resto se disrribuy6 entre los socialdem6cra~
1,rf, que haber presentado a !os socialdemcratas un blanco extraordina- tas y los otros partidos en una proporcin de 4 a 1. Basndonos en las
tiar~ence tentador. generosas suposiciones precedentes, podemos proponer que 90 ..000 de
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esos votos fueron a parar a los socialdemcratas; 85 con un voto socialdc-
, .':] En r~~lidad, no fue esto lo gue ocurri: i::se contingente ya haba
m6cnua rotal de 760.000 papeletas en 1935) esa cifra representa cerca
s,d,) movilizado por orros partidos. El primero de ellos fue el Parrido
del l 3 por ci1mrn del electorado socialdem6crata. Si !os socialdem6crarns
Li8J:ral, el cual mantuvo un entendimiento electoral con los socialde-
hubiesen movilizado a este deccorado con anterioridad o por s solos des-
m::frnras hasta despus de 1901 que alej a estos ltimos de la compe-
pus del fin de siglo y ames de que los radicales aparecieran en escenaf
esta cifra podra haberse doblado. Finalmente, debemos sealar que la
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di1fcir se alimencaron de medidas generalizadas de alivio para campesi- en 937, 93 Ciertamente, la r~cuperacin se vio ayudada a parcir de fina-
nds y de un incremenro espectacular en Jos gastos de obras pblicas y les de 1936 por un rpido incremento en el gasto militar.
bitlnestar social. La deuda pblica se emple para financiar la consrruc-
Las limitaciones del caso checo residen en que no sabemos cmo
cin de viviendas, nuevas lneas frreas, autopistas) presas e instalaciones habra seguido evolucionando en ausencia de las ntervencon~s de Hitler
de. produccin y distribucin de la energa elcrrica. La indemnizacin y Sralin. Durante el tiempo en que fue posible, Checoslovaquia sigui un
poi paro de los obreros organizados retribuida por el Esrado proporcio- curso que era sorprendentemente similar aJ seguido por las econ?mfas
naba un mnimo de dos tercios de las ganancias prevas de un obrero. 39 poltcas socialdemcratas de Escandnavi_a: una coalicin de 1<rOJOSH y
Es~as meddas escablizaron los ingresos agrcolas y, medianre fo sustitu- <werdes>, estabiliz y preserv lo que de otro modo -de acuerdo con
ci&n de las imponacionesi estimularon la demanda de productos indus- cualquier estimacin-- era un orden democr~tco vulnerable. ~a ~oali-
tri~les.90 A parrir de 1936, el Esrado asumi un papel dererminante en el cin se deshizo decisivamente con la ortodoxia o neo-ortodoxia l1beral
mlr/cado de trabajo, poniendo en vigor el arbitraje obligacorio para evitar puestas en prctica como respuesta a la Depresin. SaJaros _Y 1:1crcados
las[; reducciones salariales, restringiendo severamente d derecho de los laborales pasaron a estar sujeros primordialmente a los des1gn10s de la
pa~ronos a cerrar fbricas y despedr remporalmence por falta de trabajo a poltica, en lugar de los del mercado; asimismo, estaban ntimamente
los obreros y, lo que es sobresalienre, obligando a los patronos que s conectados a un gran paquete de medidas de poltica social.
adptaban escas despidos a indemnizar a los obreros con !a paga <le tres Lo que no podemos saber es si esta pauta habra conrinua~o y si
serii.anas y el despido. Se ocorg autoridad a los inspectores de trabajo habra incluido el papel poltico director que los sindicaros escandmavos
P"'' que pusieran en vigor la exploracin de fbricas." Antes de 1937, comenzaban a adquirir en los aos treinta, Las economas polticas
co~, una velocidad norable, el nivel de produccin industrial haba regre- socialdemcraras se construyeron a lo largo del riempo; no nacieron en .
sad/o casi a la alrura que rena anees de la Depresin (1929); asimismo, el plena forma con la creacin de las coaliciones entre t<rojos))? verde~>1 ._ La
pap haba sido reducido a la mirad del mximo alcanzado en 1933. 92 A panoplia de instituciones y polticas sociales -estados de bienestar abier~
dif~rencia de las recuperaciones de las sociedades esc~ndinavas, sta se tos y g!obalzadores, un papel po1cico dirigente p_ara los sn.dicaros, p_ol-
lJe,(j a cabo en el mbito interior: los volmenes de exportaciones sigue- ticas sociales y econmicas que vnculaban los ingresos a las polmcas
ro~; siendo s6lo poco ms de !a mirad del nivel anterior a la Depresin, sociales, un compromiso con el pleno empleo, paz en el mercado de tra-
inJ,uw despus de que el nivel de acrividad global se hubiese recuperado bajo- acababa de comenzar a tomar fotma en Escandinavia en l?s aos
treinta y no se form plenamente hasta la segunda guerra mundial. Por
lo menos, Checoslovaguia sugiere un caso inrermedio de alianza entre
((rojoS>t y <Nerdes}, capaz de estabilizar un orden democd.tico bajo ~ondi-
$:9 Lewis, Social Rcform :md Social Lcgislation, p. 260. ciones extremadamente desfavorables y de romper con la ortodoxia ecow
Y:0 Sobre );is polticas econmicas posteriores a 1933, vansiJ Lewis, i<Social Rcform nmica en su bsqueda de la satisfaccin de los intereses comunes de
ii11l'.,S0cial Lcgislarionn, pp. 25 l~27l; Zora P. Piyor, "Ci.ccJwslovak faoiwmc Devclop- obreros y campesinos. Es probable que los partidos socialdemcratas che-
mc{} in die Intc1war Pcriod),, en Vicwr Mamam:.y )' Radomr LuZa, cds., A HistOT)1 ofrhe
(,Z,e,:f,hoslovak Rtpubic, 19!8~1918 (PrincNon: Princcron U11vcrsty Press, 1973), pp. cos, dada b posicin ms dbil que ocupaban dentro de las alianzas, tio
203i204.
~liH Ne.mee, Social Wdfa1'l', p. 15 )' p:issim; Lewis, S1)cird Rcform, pp. 252~271;
Esd,ler Blos~, l..aht1r Legis!atiJI in Cze,hoslmmkin, wid, Spr:drt! Refirenrc to rhe Standard., of
thl' !irtemn.tionnl Labor 01J,1r11iwtio12 (Nueva York: Columba Univcrsf{)' Prcss, 1938), 93 Los daros corrtspondic1Hcs al vlrnncn de cxponlcioncs se tncucnrrnn en St~tn
?.2 EJ ndice de produccin ind11mial (1929 = 100) se dcv6 de 60 en 1933 a 95 en tWad srnTisdck)' Rcpubliky Ccskoslo\'cnskC, Zprrf!IJ', vol._ 19 (1938), mms. 97-l OO. Vea.se
193f Pryor, Czechoslovak Economic Dcvelopmc:nt", p, 189. Sbrc d pal'o, ,,1fasc tambin Zora Proch~:.rk1, Fmeiy,n Tmde nnd l:c(mo,mc Deve/Qpment of CzechosloMktfl,
Lewis, Social Reform, pp. 252-271. 1919-19.37 (Tesis docmral indirn: Raddiffc Collcgc, 1960).
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512 Socialdemocracia y fascismo (
A!i'an.za de <aojos:~ y {<verdes)> y hegemona social.demcrata
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hubiesen sido capaces de mantener esta poltica econ6mica a largo plazo. confirmar que esta coalicin estuvo asociada con la indiferencia demo~-
A corco plazo, en un mundo en gue los dirigentes de la clase obrera eran trada por los socialdemcraras ame el conflicrn de clases y !a redisrrib~~
a menudo ignorados alJ donde la democracia resista y encarcelados (
cn de la renta en el campo. A continuacin centraremos nuescra acerl.~
donde la democracia haba sucumbido, los logros de la, socialdemocracia cn en esra ltima afirmacin. ,, (,,
checa fueron notables,
En Checoslovaquia el movimiento de clase obrera t'.Scba ?ividid~ (
En un inundo en el que la Jegrimidad tena un gran componente desde el punto de visea tnico, regional y, con la aparicin dd_ P<.lrtid? (
pragmtico) Checoslovaquia resuJt ser el caso paradigmtico. Con el Comunisra, desde el punto de vista ideolgico. Los socialdem6cracas ald~
ascenso de Hitler al poder en Berln, el repen:orio de posibles alianzas manesi debido a su base mica, se organizaron casi exclusivamente emre (
abierro a los su1eces alemanes sufri una redefinicin fundamental. A los obreros indusi:riales. Los socialdemcratas checos, limitados a Bob'* (
medida que el revanchismo alemn socavaba al gobierno de Praga, el mia y Moravia~Silesia, tambin eran exclusivamente urbanos. Los rrab~1
nacionalismo eslovaco fue tambin l'evivlficado. Tms las elecciones de (
jadores agrarios bohemios y moravos (no haba muchos) eswvicron dt
1935, en las que el decrorado alemn dio su apoyo aplastante al Partido hecho organizados inicialmente por d Parcido Socialdemcrata duran~;"~ (
Sudere alernn1 los dirigentes polticos de Praga se vean casi enteramente los primeros aos de la Repblica. No obstante) en estas provincias hab! '~
consumidos por la amenaza alemana y su corre!aro, el problema de los (
pocos obreros agrcolas al darse una esrrucrura de explorncin agrcol1
suderes. El nacionalismo eslovaco sup,:rna una enorme contrariedad, basrante igualitaria; asimismo, debido a que stas eran reas profuhdtj; (
pe:,o careca de pocencial para socavar por s solo el orden democrcico. 94 mente industrializadas, los obreros agrcolas se encontraban en un.a sicu~1- (
Si bien el desenlace ltimo de una alianza entre rojos>1 y iWerdes)i en ci6n de menor dependencia, Se desplazaban de modo rutinario d{i
la que la clase obrera era el socio ms joven debe seguir siendo indetermi- emi>leo agrario al industrial y viceversa. En 1921 1 solamente el 28A p~J (
nado, podemos hacer, no obstante, un uso eficaz de este ejemplo, canto ciento de la mano de obra de Bohemia estaba ocupado en la agricu!tur{ (
para confirmar cules eran las condiciones previas de la estabilizacin los porcemajes de las orras provincias eran: Moravia }' Silesia, 33,.8 pot
ciento; Eslovaquia 1 58,7 por ciemo; Rmenia, 62,4 por dento. 95 As pue1{ (
dernocrrica como para comprobar un espectro de hiptesis relativas a las
condiciones de la inestabilidad democrtica y del fascismo. La conclusin la gran mayora de los trabajadores agrarios escaba localizada en.rre Es1ov1 (
ms prudente cue puede confirmarse con el ejemplo de Checoslovaquia quia y Rurenia. Una estimacin aproximada nos revelara (1ue, en Esl~v~-
(
es que la estabilizacin democrtica de una sociedad iliberal que careca quiaj d 40 por ciento de la mano de obra agraria consista e.n prolernnoi}
,. de .. un movimiento derical hegemnico (como en el caso de Blgica y en Rurenia probablcmenre ese porcentaje se acercaba a la mirad ..En emw (
,..,. Holanda) requiri una coalicin de la dase obrera urbana con el campe- provincias no exisda casi ndustria, de modo que un gran excedente de la\S
(
sinado familiar. Podemos observar tambin que dkha coalicin patroci- poblaciones rurales dependa del mercado de tr<'l.bajo -agrario. ~
n una ruptura con la ortodoxia y neo-ortodoxia liberal en las poHticas
(
El Partido Socialdemcrata nunca tuvo una oponttnl'd ad para organizar
,
puestas en vigor para responder a !a Depresin. Finalmeme, podemos a estos crabajadores. En el cisyia exsreme entre socialdemocracia y com1.mii (
mo, l~s co1:1unisras captaron .la org~niz.acin ~e su ~artido en l~lova~uia. f' (
Rurenta, mtenrras que los socialdemocrarns se 1mpus1cron en hi.s areas indud~
94 Sobre d desarrollo de la crisis de los sudctes, vrnsc JOrg Ifocnsch, Gt1chidu1: dtr eriales de Bohemia y Moravia. El resulrado fue que el Partido Socialdcmcr~r; (
Tschechoslownksrhe11 Rr:p11blik, 1918~1978 (Snmg;in: W. K~}h)hammei, 19?R). pp. 57- (
89; )' Joscph $. Roucck, C;,;cchoslovr1ka :md Her Minorirics, en Keri)cr, ed., CZerhoslo~ !I
vnkin, pp. l 8 l ~ 183. Accrc,i de la crisis dip!omJcic.i, vansr;: S. H:urison Thomson, Cze~ V
lhmioMkir, i,11 Europmn Histo1y (Hamden: Archon Boob, l 965), pp. 370~408; r Pion S.
(
1
\\1/andyc;,,, forclgn Policy of Edvard Ikm::s, 1918~ l 938, en Mamatcy y LuZa, cds., H- 95 V~cbv L Bcnc~ 11C1.cchoslov.ik D(:mocracy ;nd les Prohkim, l 918~ 1920,,, <:.n
hd., rabb. 2, p. 4 t.
(
tm_-y ()ftht' Czechos!tnl{Jk Repuhlc, 1918-1948, pp. 228 ss.
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Socia/democracia y fascismo _Alianza de {(rojosii y verdes>, y hegemona socialdemcrata 515
se}.:onvirti principalmente en un partido bohemio y moravo, adems de en d~~crrica. El Partido Comunista checoslovaco, al igual que su hom-
, el ;parcido de los obreros industriales. As pues, en las primeras elecciones cele- logo alemn (y francs), obtuvo una media del 10 por ciento del voto
br1das tras el cisma, en 1925, el Partido SociaJdemcrata fue aniquilado en popular a finales de los afios veinte y comienzos de !os treinta. La necesi-
Es'tpvaguia
1
y Rutenia> recibiendo el 4,3 por ciento y menos del 2 por cienro dad de competir con este partido por el apoyo de la clase obrera cierta.-
devoro, respectivamente. Como conrraste 1 el Partido Comunista recibi6 el mente situ a los sociaidemcrai:as bajo rensn y, en la medida en que
13J;Por ciento de los votos eslovacos con el 30 1 8 por ciento del voto, se con- esrc apoyo se redujo, limic la fuerza de su posidn en la negocacn,
virt"i en el mayor partido de Rurenia. 96
pero no evic que se aliasen con parrdos no socialistas. l ejemplo checo
" tambin representa una til precisin a la condusi6n que extraamos de
: El Partido Comunista captur la organizacin socialdemcrata de
.esr.ps regiones, pero no consigui movilizar a los trabajadores agrarios.9 7 los casos de Espaa, Italia y Alemania: kt afirmacin de gue la ausencia
Fsfos obreros estaban organizados principalmente por los partidos cat- de representacin campesina unida y la multiplicdad de escisiones de
. Jic<?s populistas regionales y los partidos agrarios regionales. Los agra- esos pases predesrin6 la perdicin de la democrncia. 99
rio~, que eran Fundamentalmente partidos del campesinado familiar, Todava era posible que los socialistas formasen una 'Coalicin con los
, ri4nfaton singularmenre en su intenro de captar este electorado debido membros del campesinado familiar -para superar los conflictos entre
a s'ill papel direcror en el programa de reforma agraria. Lograron unir a consumidores y productores-, incluso cuando los socialistas se vean
mifmbros del campesinado familiar y jornalero porque la reforma agra- separados de los campesinos por el regionalismo y las escisiones religiosas
riair-que consolid principalmente la posicin de los primeros-- afecta~ y cuando los propios campesinos se vean divididos internamente por
ba !~especficamente a los rerrarenienres magiares y alemanes; por consi- dichas escisiones. Los socialsrns estaban dividdos en su interior por con-
gui~nre, explot las escisiones tnicas existentes en el campo. 98 El efecro flictos tnicos y regionales (socialdemcratas alemanes autonomistas fren-
nefb del cisma y de la reforma agi-aria fue que los socialdemcratas te a socialdemcrnras bohemios y moravos cencralisras y frente a socialde-
nu;1ea se involucraron de forma significativa en el conflicto de clases mcraras eslovacos cenrralisras). Los partidos campesinos se encontraban
l't11)l. El movimicnt0 obrero democrtico (soclaldem6crarns alemanes separados de los socialdemcratas por el regionalismo (socialdemcratas
y cKo.ecos) siguieron (eniendo una orienracin urbana e induscria1; ade- centralistas frence a populistas eslovacos auronomsras) y por la rdigi6n
.1:n~, eran libres de colaborar con los representantes de la pob!adn (socialdemcratas seculares frente a populistas bohemios y moravos catli-
c,ai~11pesina (los partidos agrarios seculares y los p:arridos catlicos popu~ cos y frence a populistas eslovacos catlicos). Asimismo, los propios parti-
lirnlli). dos campesinos se enco11traban divididos por la religin y el regionalismo
~!' .
(agrarios bohemios y moravos seculares y centralistas frente a populistas
Checoslovaqua tambin demuestra que ni un partido comunsta
bohemios y moravos catlicos centralistas, frente a agrarios eslovacos lai-
sli,do, ni una plrora de escisiones superpuestas, ni la ausencia de un
cos)' cemralistas )' frente a populistas eslovacos catlicos y autonomistas).
parfido campesino unido fueron suficientes para impedir una coalicJn
;! Estas escisiones provocarnn conflictos encarnizados -suficientemente
encarnizados como para definir el sistema de parridos-; ahora bien, en la
medida en gue la coalicin serva a Ios intereses de los otros participantes,
9:CS: \lictor S. Marn:m')', "I1ic Dcvdopmenr of Czcchoslovak Dcmocracr, J 920-
193$,, Cll ibld., p. 129. las diferentes foccones se mosrraron dispuestas a cvirnr cualquier confron~
~? El voro comunisrn rural provena fundamencalmcnrc de la,~ minoras micas. tacin relacionada con csrn.s divisiones.
VaJf Richard V. Btirks, 'Jhe D)'Mmin o/Cumm1111ism i11 Enstern Huropt (Wcstpon,
Conpccticur: Grecmvood Prcss, 1976) p. 42 y pssim.
9;~ La rcfonn gi-ari:t checa c.~ objeto de anlisis en Hany KlcpcrnJ Sdt J918 ... f:i'ne
C";esc'zicl,te der T1chechd(lwr1kischen Rl'/mblik (Moravsk Ostrava: Ver p. 510, 'n. 90 lag 99 Sobre el primer .ispccro, visc Gt1~rn Espinp;-Andcrscn, Polirics Agaiwt Mrtrkm: ihi:
Jiilit1f Kirrls, 1937).
Slicia/ De111oo'f!fic Raad f() Puwa (Princcnrn: Princcrnn U11ivcrsity Prcs-s, 1985), pp. 4 l ss.
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516 Socialdemocracia y fascismo C(mflictos de clases rurales y hegemona fascJta 5!) (
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8.5. Conflictos de clases rurales y hegemona fascista aparccros 1 pero su masiva -movilizacin de los peones durante la posg~c- (
rra y sus ambiciones colectivistas hicieron que esto fuese imposible .. A
La posicin de los jornaleros del campo en el movimiento socia[ista medida que su afiliacin aumentaba desde los cerca de 93.000 miembtos
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parece muy diferente cuando volvemos nuestra atencin a Espaa, Italia en 1918 a los ms de 300.000 en 1919, los dirigentes de Federcerra p~r- (
y Alemania. Aunque es difcil efectuar una estmacin de las preferencias dieron el control sobre sus afiliados y se sintieron obligados a actuar .de (
de voi:o de los trabajadores agrarios 1 los datos relativos a la composici6n un modo ms agresivo de lo que de otro rnodo habra recomendado '.~u
de los sindicaros socialistas ponen de manifiesto que estos obreros ejer- experiencia pasada. !O?. ,,
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C"0..njlictos de clases rurales.Y hegemona fascista 519
518; Socialdemor.racia y fascismo
;tat~,tG es as; que, tal y coro se desarrollaron los hechos, induso cuando
si' 1i,qlitamos nuescra atencin exclusivamente al proceso de Fedenerra,
la amenaza fascista haba convencido a los dirigentes de la CGL de la
obre'.ndremos una descripcin de la situacin simplemente ncompleta.
necesidad de Hegar a una acomodacin con los sindicatoS catlicos en la
La ~GL) o al menos su ala urbana, indusrrial, haba seguido un curso
refo)mista> algo que no cambi despus de la guerra. Ahora bien, la CGL organizacin de los aparceros y de los pequeos propietarios, la cpula
no eta ni el nico organismo socialista dedcado a la organizacin de los del Parcido Socialista an resista. 107
jornW.leros ni el nco sindicato importante dentro del movimiento socia~ Las lneas directrices del conflicto de clases en el campo espaol
lisra{iEn l 907 los sindicatos revolucionarios eran responsables de la orga- diferan de las de Italia. En Espaa el conflicro de clases opona a jornale-
nizafi,in de cerca del 44 por ciento de la mano de obra de orientacin ros1 arrendararos y propietarios marginales -todos ellos dependan del
soci~Jista. 105 Adems, eJ contingente agrario de su afiliacin era muy alto 1 mercado de trabajo- contra los medianos y grandes propietarios; algu-
{alre'eedor del 60 por ciento}i en su mayora inrcgrnda por jornaleros, nos de estos ltimos participaban directamente en las rareas de culdvo>
espesialmenre los obreros peor pagados de Emlia. En l 920 los tres sindi- 1
mientras que ottos eran mcmbros de la burguesa urbana. Dos sindica-
1
caolrevolucionarios (USI, UIL [Unione lcalana del Lavoro] y el sindi- ros haban movilizado rradicionalmente al obrerismo agrcola: los anar-
1
ca~o ~ndependiente de los ferroviarios) an organizaban cerca de un ter- i' quistas (en la Confederacin Nacional del Trabajo, o CNT) y los socia-
cio d~ la mano de obra socialista. El componemc agrario -todava en su 1
listas (en la Unin General de 1,abajadores, o UGT). Hasta la dicradura
abruffiadora mayora jornaleros- continu siendo responsable de cerca de Primo de Rivera) la CNT haba sido, con mucho, la fuerza organizada
de la mirad de la afiliacin de los sindicaros revolucionarios. 106 ms importante de los crabajadores agrarios; no obstante, en los aos
i, efecto de tos sindicaros revolucionarios, pues~ fue ncremenrnr treinta esrn fuerza se agot en el campo, fundamentalmente porque haba
sentido sobre ella la mano dura del rgimen dictatorial. Como contraste)
toda\'.:a ms la dependencia del movimienro socialista respecto a los jor~
naler?s, ya que, una vez gue stos haban sido movilizados en el mbito la UGT se vio favorecida por la Dicradura y1 con su bien establecida pre-
polci_fo por una parre de 1a izquierda, se hizo imperioso que el Partido sencia entre los obreros industriales, estaba preparada para avanzar vigo-
Soci<iista solicitase su apoyo. No obstante, el papel de los jornaleros no rosamente en !as ~reas agrcolas. La Federacin Nacional de Trabajadores
ac.abi aqu, ya que ocupaban un lugar especial alentando la posicin de de la Tierra (FNTT) 1 ala agraria de la UGT, increment su afiliacin
los in\ransigenres (en contraste con los conforrnisras v revolucio11ario-s) desde unos escasos 36.639 miembros en 1930 hasta 451.337 en 1933
dentr{, del Partido Sodalisra. Los intransigentes domn~ban la cpula del (cerca del 40 por ciento de la afiliacin de la UGT).'' La proporcin de
Partd;o Socialista y los sindicatos revolucionarios mayorrnrios. Los con- la afiliacin de la FNTT que dependa de modo fundamencal del merca-
f9}miJras dominaban en el parcido parlamentario y en la CGL. Puesto do de trabajo para sus ingresos era muy alca) ya que probablemenre exce-
que l~s inrransigentes que formaban parte de la cpula del partido no da el 80 por ciento.
podat1 confiar en el apoyo de la CGL, se mostraron inclinados a acen- Un indicio de este proccso de acuerdo con Edw:ard Malefokis resi~
1
tuar lfs reivindicaciones de los sindicaros revolucionarios y de los agrarios de en !a estrecha rdaci6n mantenida enrrc el voto socialista }' las dimen-
siones de la poblacin trabajadora. Malefakis observa la disparidad exis-
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!'.
ten re en la esrructura de ]a propiedad de la tierra del norte (pcgueas
propiedades familiares), el centro y el liwral (propiedades pequeas e
105 ~;Vase Nc11fold, Ira/)', p. 347; tambin, Michacl f. Hembree, The Politk1 of
lnr.mmff.,.mce: Cwwainu lt1zwri ncl the !trdimt Sadtll /.t'fi, !882-1919 (Tcs doctoral
lndirniUnil'<."rsidad Esmrnl de Florida, J98I), p. 232.
106 ;J.a magniwd del C{)IHingcnre agtario nfJj3do e~ una estimacin has:,,da i:.l! la
suposiqJn de t\.!e ll afi!iadn agrari,1 a !a USI era CtJuiv,lcntc al mhncro de rnicrnbro~ 107 Scrnn-\Xl,it.son, !tnly, p. 599.
que sc i~1aban r<~rirado ck In CCL: 30.000. Esms datos proceden de Horowfr,., !1r1/in11 108 M:ikfaks, Agmrirm Nefimn, p. 292.
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1.lmr. 75.
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520 (
Socialdemocracia y fascismo Conflictos de clases rura/eJ )' hegemona fmciJta 521
(
intermedias) y el suroeste (grandes haciendas trabajadas por jornaleros). nad;, fomiliar se hizo aun ~ayor. La polarizacin lleg a su pumo :11$ (
Malefakis demuestra que esta distrbucin se tradujo en una pauta de alto en febrero de 1936, cuando los miembros del campesinado familia/
voro constante: los diputados derechistas eran elegidos casi toralmente (
del centro y del norte votaron abrumadoramente a la- Confederacirli
por los pequeos propietarios campesinos de Castilla la Vieja y Navarra; Espaola de Derechas Aurnomas (CEDA), de orienracin catlica(: (
los socialistas consdrnan el mayor partido del sllroesce espaol; el cenrro
poltico era elegido por el cenero geogrfico. 109
mientras que los obreros agrarios del centro y suroeste votarnn de ~od1! <
aplasrnme a los socialistas. 11 Este desenlace electoral reflejaba los alinea?;
Los socialisras no dejaron duda alguna acerca de la reforma que miencos polticos que se formaron en nombre de la Repblica y del fasi; (
deseaban; la rierra deba ser redistribuida a los obreros rurales ms cismo unos pocos meses ms carde, 111
(
pobres, en especiaJ, . los jornaleros sin tierras. El partido soport la res- Aunque Alemania presenta un panorama ms complicado, la con~(
ponsabilidad primordial de la legislacin de 1932 que no slo amenazaba clusi6n es Ja misma. A pesar de las imgenes convencionales que los des~\
los ttulos de propiedad agraria de los grandes terratenientes del suroeste, criben como urbanos en su quinraesencia, tanto el Partido Soci-aldemi:
sino tambin los de los pequeos propietarios que arrendaban su tierra craca como los Sindicarns Libres (ADGB) dependian del prolerariadd,i (
en Casrilla la Vieja y Navarra. En 19 31 los social is ras y otros partidos del agrario. Debemos sealar, para empezar, que en 1928 los dsrricos pura%
Pacto de San Sebasrin promulgaron una serie de decretos de emeroencia (
mente rurales no concedan menos del 25 por ciento de su voto a lo~
que prohiban la expulsin de los pequeo, arrendatarios, impeda; a los partidos socialista y comunista (SPD y KPD), del cual el 21,5 por cienc~1 (
propierarios retira1 del cultivo sus tierras, esrabledan la jornada de ocho corresponda a la SPD. 112 Esros darns resultan ms reveladores cuandtjJ
horas -lo que implicaba un aumento salarial de focto-- imponan algo (
1 consideramos la fuerza de! sindicato de obreros -agrarios afiliado at!
equivalente a un coto cerrado en el mercado de trabajo (ley de Trmnos ADGB, el Deutscher Landarbeirerverband (DLV). ' (
Municipales), que incrementaba de forma exrraordinara el poder de la
FNTT, e implantaban los Jurados mixros corno organismos de arbitraje, Hasta 1918, los obreros agrarios alemanes, a!t-ededor de 3.000.000 {
lo que reforzaba igualmente el liderazgo de la FNTT. en total, seguan sin estar orga1zados desde el punto de vista polticoJ1 (
Los sindicatos agrarios fueron ilegales hasta d hundimiento del imperio{~
Envalentonada o arrastrada por el creciente apoyo que reciba del Esu: segmento del proletariado parece haber sido un blanco espccialmen-~ (
prolernrado agrario, la FNTT fue la organizacin socialista que Inici el te tentador para los socialdemcratas y los Sindicatos Libres. De hecho)~ (
giro hacia la radicalizacin. Esca radicalizacin enajen a los socialistas y segn la visin que la SPD tena del desarrollo poltico y econmico .del'
a la UGT en su relacin con las familias campesinas c~rJicas del norte y pas, se asign a estos obreros un papel vital. Desde el punto de visea::
(
d.I cenero. En realidad, la rndicalizacn comenz a raz de la cuestin poltico, era necesario debilitar la posicin de los .funkers. La refoima:t (
agrkola. En junio de 1934 la FNTT convoc iina huelga a escala nacio- agraria no conscitufa una solucin plausible porque, a comienzos. def
nal como respuesrn a la derogacin de la ley de Trminos Muncipales de (
1919, cuando la SPD poda haber dispuesto del poder para inrrnducirla,
l 931, la ley que haba creado los jurados mixco.s, de los que ta neo depen- la escasez de alimentos milit en contra de ms convulsones en d~j (
da la influencia de la FNTT. La huelga recbi solamente un tibio apoyo campo. Adems, era una medida insatisfactoria --y esco podra haber,
por parre del ala urbana de fa UGT y, crnnscurrido un tempo 1 fracas)
causando la prdida de decenas de miles de miembros. En sus secuelas y, r
en especial, a r-afa de la fracasada revolucin de octubre, el abismo entre
l.ts dos alas de movirniento socialisca y enrre el movimiento y el campes]- 110 Jhicl.,p,214.
r(i (
J 11 !bid., p. 219. i/ (
112 Dcrck Urwin y Fmnk A:i.rcbrot, .Socio~gcogrnphic Corrcbres o( !.efe Yoring int
\Xlclmar Ccrmanv, J 924- J 932, en Per Torsvik, cd., M(Jhilizrtti<m, Ctml'r-P1::riplur// (
109 Ma!cfakis, Pcasanrs, Politcs, p. 206. St1Ncmrn 1md 1\1n;ion-1Jui/di11r1 (Os!o: Univcrsiterforluget, 1981 }, pp. 2S9-260. r\
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Socialdemocracia y fiucismo Conflictos de clases rmy,,fes )' hegemona fascista 523
sio un factor ms decisivo, dada la complern falta de inters de la SPD obrero -agrario; en la ltima mitad de la Rept'tblica, solamente lo era alre-
efl 1a reforma agraria en l 919-, puesto que cnrraba en conflicro con el dedor de uno de cada nueve. 116
ao;'ioma del partido que propona que el desarrollo econmico del pas
> Estas cifras, no obstante, subestiman seriamente el impacto de los
d~penda de la produccin a gran escala tanto en la industria como en !a
sindicaros agrarios. Esto resulrn claro cuando examinamos los daros rela-
af~1-icultura}). i., La reforma agraria habra incrementado el nmero de
tivos al nmer"o de obreros industriales y agrarios que estaban cubiertos
e~:p!otaciones agrcolas supuesramenre ineficaces y el ramao de un cam-
por contratos colectivos. El nmero de trabajadores industriales cubier-
Pifnado medio que ({no mostraba inclinacin alguna hada un socialis-
tos por convenios colectivos (fuesen o no miembros de sindicatos) era de
rdb que les consideraba predestinados a perder sus posesonesil. 1l'f Al
13.135.000 en 1924, 12.276.000 en 1929 y 11.950.000 en 1931. '" Las
ghl1al que sus homlogos espaoles e italianos> los socialdem6craras ale~
cifras equivalentes de los obreros agrarios fueron 2.371.719 en 1924,
rn.~nes se enfremriron al dilema de movilizar a los obreros agrcolas sin
2.749.398 en 1926 y 2.123.l 10 en 1928. 1" stos son unos datos extra-
re~1er que reclutarlos de entre el proletariado. ,
, ordinarios: la poblacin total de peones agrcolas de Alemania era de slo
, \;j La solucin alemana consisti en aplicar un modelo industrial a la unos 3 millones durante esos aos, As pues1 dos tercios o ms de esta
agl:riculrura. Los obreros agrcolas seran organizados colectivamente y poblacin estaban cubiertos por convenios colectivos. En d conjunto de
g<Jiaran de todos los derechos del mercado de trabajo y de la poltic~ Alemania, cerca del 20 por ciento de la mano de obra cubierra por los
so<bal que disfrutaban los obreros industriales. Esrn solud6n responda a acuerdos del ADGB se 'encontraba ocupado en la agriculrura. Ahora
todas las preocupaciones de los socialdemcratas. Los incrementos sala- comem,amos a comprender la importancia pocencial de este electorado
ri1es y fiscales debilitaran a los jun!?ers, preservaran las grandes unida- para la SPD y el ADGB. Es probable que, en realidad, una parre enorme
des de producc11, eviraran la escasez de alimentos y no incrementaran del voto de las kreise (circunscripciones] rrales que fue a parar a la SDP
las dimensiones de la poblacin campesina. Al mismo tiempo, los obre- y a la KPD deba provenir de este electorado.
ro$, al menos un nmero consderable de ellos, podan ser sindicados y
Podemos observar aun m:s claramente la manera en que esta pode-
gal!ados para la causa del Partido Socialdemcrata>,, 115
rosa presencia sindical -y la ms amplia escrategia poHtica y econmica.
A finales de 1918 exisdan solamente 20.000 obreros agrcolas sindi- de la que formaba parte- estaba desrnada a provocar la enemistad al
cailos en roda Alemania. En 1920 su nmero ya haba aumentado hasta campesinado familiar. La causa fue que el corolario de dicha estrategia
cd~ca de 1.000.000. Despus, la afiliacin disminuy y se estabiliz aheM consista en que la SDP y el ADGB se interesaran profundamente por el
,dedor de los 200.000 durante el resto de la Repblica. Este dato contras- nivel de vida de los peones agrarios. De hecho) en los primeros aos de la
.,.,, ta ::on los cerca de 9 mllones de obreros industriales Pertenecientes al Repblica, la SPD consigui que se aprobaran medidas legales por las
AtjGB en su momenro de mximo apogeo en 1923 y con una afiliacin que se aplicaba a la agricultura el mismo ssrema de arbi~aje obligarorio
industrial gue se estabiliz a partir de al alrededor de los 4,,3 millones. gue se empleaba en los conflictos salariales de la ndustria. Todos los
cs;n estas cifras, parece obvjo que los sindicaros socialistas desempea- obreros agrarios estaban cubicrros por planes de sanidad obligatoria) pen-
baij tan slo un papel marJ2nal en el campo; en el momenro de mxima siones} subsidio de paro y seguro de Invalidez. Los COsres de estos progra-
sin.?icacin, poco ms de uno de cada diez. miembros del ADGB ent un mas fueron cubiertos del mismo modo que los de los trabajadores indus-
:i.,
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_J__- - - - - - 116 LcJS di\WS de la .ifiliacin sindic;il proceden de Gcrhani Biy, U1/nges in Gc'rmnny,
v3 \Wunder!ich, Fnrm [.ab{Jr, p. 35, J87J-J.945(Princ.:mn: Princcnm Universirr Prcss, 1960), p. 32.
1~
1n5
Jb;J.
!bid., rr- 35-36.
117 lbd., p. 42.
J J 8 \Xlundcrlich. Frtnn f.rthoi~ p. 84, nota 14,
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Socialdeniocracia y fascismo Epilogo 5.49
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No ha sido posible realizar una investigacin adecuada sobre el so/humanos y militares de las regiones que conguiscaban>J. No cxisq, (
grado exacto en que la coalicin derechista que se constituy n febrero resistencia ni sabotaje por parte de los campesinos en. la zona nacionaL fl
de 1936 se convini en la coalicin del bando nacional de la guerra. La ltimo punco que debe ser recalcado es que los campesinos ,(suminim'a~ (
distribucin de las fuerzas nacionales y republicanas no fue en absoluto ron [a la causa nacional] la principal fuente de sus tropas>). Al contrai\o (
una simple consecuencia de sentimientos locales, induso si la condusi6n de lo mantenido por el equvoco popular, los extranjeros rara vez super~-
(
fundamental es que las regiones y clases que voi:aron a la derecha en ron el 1O por ciemo de la tropa de cada bando; asimisrno, los campesn1s
febrero generalmente apoyaron el pronunciamiento de Franco y al bando constituyeron una porcin muchsimo mayor de la fuerza nacional q~je (
nacional durante la guerra. Las pautas seguidas por las alianzas entre la de la republicana. 1' :' (
burguesa y la clase obrera urbanas en tiempo de guerra resultan menos
Lo ms sorprendeme de la coalicin establecida en febrero en Esp~~ (
problemticas que las seguidas por los campesinos. Respecto a escas lt-
a es que se form de un modo esencialmente autnomo. No fue pr0~
mas, los estudios ms detallados de que podemos disponer son los lleva- (
dueto nl de un partido fascsrn ni de un lder poderoso. La alianza tje
dos a cabo por Edward Malefakis, cuyas conclusiones apoyan la afirmaM
derechas de 1936 consisti en una ff1ezcolanza de partidos, camarillas y (
cin de que, en general, el campesinado familiar estuvo del lado del
sentimientos de Ias clases medias urbana y rural cuyo espectro iba desde
bando nacional. El punto de parrida es la observacin -sobre la que no (
los conservadores hasta los reaccionarios. El ancla de dicha alianza .fue 1,a
existerl demasiadas disputas- de que el campesinado familar del norte)
CEDA Gulica) que albergaba senrimienrns de muy variada orientaciqh (
ncleo del apoyo de la CEDA, abraz la causa nacional; la revuelta
poltica pero que estaba comprometida de modo primordial con el resp~-
nacional estuvo apoyada vigorosamente desde un comienzo por los cam~ (
to al marco legal. Ni el parrido ni su lder, Gil-Robles, pueden ser carac-
pesinos de Castilla la Vieja y Navarra. 129 A partir de aqu, las pautas de
terizados como foscscas. UI Ms bien, la formacin de la alianza de der~- (
las alianzas de la poblacin campesna son ms oscuras, de modo que
chas de las elecciones de 1936 Fue una estacin en el camino hacia ~1a
nuescras deducciones deben apoyarse en la lgica del desdn que los (
aUanz.a que apoyara la rebelin nacional }1 ms tarde, las diluidas nstirJ~.-
miembros del campesinado familiar demostraron hacia la Repblica en (
ciones fascistas que Franco cre para refrenar y subordinar a la clase obre-
las elecciones de febrero y en un} serie de observaciones de Malefakis
ra y extirpar su socialismo, (
acerca de la propia guerra. Este investtgador ha demostrado, en primer
lugar, que la guerra se Jibr 11entre una zona republicana esencalmence (
urbana y una zona nacionalisra esencialmente rurak Except:0 los tres pri- '
, meros meses --perodo en el que !os jornaleros de Andaluca P'?yaron a 8.6. Eplogo ti (
,,.# la Repblica- y los dos lrimos meses del conflicto -momento en <.Jue
los republicanos se vieron reducidos al cuadrante sur y al este de Dada la impotencia de los movimientos liberales -situacin q1J (
Madrid-, los campesinos nunca constituyeron 1<ni siquiera el 40 por tena su orio-en
o en. su fracaso de anteguerra y que se haba vsro mediad:~
,,
ciento de la poblacin de la zona republicana>,. Adems, ,ien segundo por sus aliani:as y polccas de emreguerras-~, la condicin previa del fat;- (
lugar, podemos afirmar con un alto grado de certeza que en ningn lugar cismo fue la existencia de una clase obrera comprometida con !a defonsh (
el campesinado despleg un espritu revolucionario y una organizacin del prolerariado rural. Las coaliciones de las burguesas rnral }' urba:ii~
suficientes como para negar a los nacionales el uso efectivo de los recur-- (
\
130 !bid., pp. 218-221. ';
(
131 Las actitudts de Gl Roble> y l:i CEDA hacia la Rcp1hJic;i lrnn sido Juranw mucl/o
En castdlano en d <iriginal. [N. del T.] rietnpo nbjew -de debritc enne los lii~toradore.~. /\falefakis ofrece un;\ v,1lotaci6n eqnilihra~1;i (
129 Vase Malefokis, Pe:isams, Policics, en cspcci.1:l p. 225, en A:nmim R~fiJrm, pp. 330~332 pissm, 340-341, 344. 353, 358 norn 42 )' %6. ;:!
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530 Socialdemocracia y fascismo Efilogo 531
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