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ese da Raimundo y Leo se tendan, por lo general en los atardeceres, bajo la glorieta y dialogaban sobre temas generales. A pesar de su amor por los hermanos perros, Raimundo nunca haba imaginado que Leo tuviera una tan sagaz visin del mundo. Por fin, una tarde se anim a preguntarle, en varios sobrios ladridos: Dime, Leo, con toda franqueza: qu opinas de mi forma de ladrar?. La respuesta de Leo fue bastante escueta y sincera: Yo dira que lo haces bastante bien, pero tendrs que mejorar. Cuando ladras, todava se te nota el acento humano.