Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
7
Modo de introduccin. ........................................................................................... 12
I El pensamiento poltico en la antigedad ............................................................ 16
Platn (Semblanza) ............................................................................................... 23
Pericles La Oracin Fnebre ................................................................................. 36
Dilogos platnicos Platn ................................................................................... 49
Platn Apologa de Scrates Fragmento .............................................................. 52
Comentarios acerca de LA REPBLICA Platon ................................................ 54
Comentarios sobre el Banquete Platn. ................................................................ 94
Aristteles (Semblanza) ...................................................................................... 103
Aristteles POLTICA ....................................................................................... 116
Aristteles MORAL A EUDEMO ..................................................................... 134
Aristoteles Organom ......................................................................................... 143
Aristteteles Escritos a Nicomaco ..................................................................... 145
El sueo de Escipin. Marco T. Cicern ............................................................. 190
Tratados morales Lucio A. Sneca (c. 4 a.C.-65 d.C.) .................................... 192
Scrates (Semblanza) ......................................................................................... 197
Sofistas................................................................................................................ 200
Gorgias ................................................................................................................ 202
Protgoras de Abdera ......................................................................................... 205
Epicureismo ......................................................................................................... 209
Carta a Meneceo ................................................................................................ 212
Estoicismo ........................................................................................................... 217
Escepticismo. ...................................................................................................... 221
2
PRESENTACIN
Desde su origen mismo, el ser humano pens el mundo en que viva y se pens a
s mismo. Para ello, inicialmente, se apoy en el mito. El mito es el reflejo
generalizado de la realidad en la forma de representaciones sensoriales, en la
forma fantstica de seres animados. Los mitos son narraciones de hechos
extraordinarios, generalmente referentes a los orgenes, lo que en la mentalidad
primitiva significaba la explicacin y justificacin del orden social existente. En los
mitos se recrean, mediante fbulas o ficciones alegricas, los hechos primordiales
que, supuestamente, proporcionan explicacin y fundamento a las normas
sociales, creencias, costumbres, existentes en un grupo humano.
necesariamente pensar el mundo del ser humano, las relaciones sociales, los
valores y las instituciones que rigen esas relaciones.
Aristteles defini al ser humano como zoon politikon. Puede traducirse como
animal poltico. Para nosotros, anclados en la modernidad, donde la poltica es
una forma especfica de la actividad social, diferente de las otras (y en muchos
casos antittica), puede parecernos una definicin demasiado limitada. Pero a lo
que Aristteles est sealando como rasgo definitorio del ser humano no es a una
forma entre otras de actividad, sino a un modo de actividad superior a las
anteriores. La poltica era la actividad social de la polis, forma superior de
organizacin de la vida humana. El marco conceptual de la poltica era la filosofa,
la preocupacin tica. Para Aristteles los griegos eran los nicos seres humanos
verdaderos, pues a diferencia de los persas, egipcios, etc., eran capaces de
establecer entre ellos relaciones regidas por la razn, y por lo tanto ser libres del
despotismo, la ignorancia y la supersticin. Slo los griegos vivan en las polei, y
por ende slo ellos eran libres y racionales, condiciones que diferencian al ser
humano de los animales.
11
Modo de introduccin.
El estudio del pensamiento poltico de la antigedad hasta nuestros das adems
de cubrir una necesidad
A pesar del gran esfuerzo que en los ltimos aos se ha realizado en la impresin
y reimpresin de estas obras sabemos que no cubren la demanda general (parte
de la poblacin interesada por estos temas) y en particular aquella que proviene
de especialistas, docentes e investigadores que, como parte esencial de su
actividad, esta compilacin constituye un instrumento muy valioso e indispensable.
12
Como puede apreciarse se trata de un proceso que exige una lectura minuciosa y
exhaustiva de escritos voluminosos y complejos que han sido compendiados,
esencialmente, a partir de
Por otro lado todo cualquier conocedor de la historia de las ideas polticas se dar
cuenta de inmediato de la ausencia de otros pensadores que no aparecen en la
compilacin. Es bueno que se conozca que esto no ha sido resultado de criterios
selectivos de omisin por los autores, en realidad las razones obedecen a la
imposibilidad de tener a mano los escritos en soporte electrnico que brindan las
bibliotecas virtuales y por otro la falta de recursos y tiempo para resumir las
publicaciones escritas en diferentes editoriales.
13
en
Se sugiere que
14
15
INTRODUCCIN
Edad Antigua, trmino que corresponde a un perodo cronolgico delimitado entre
la prehistoria y la Edad Media, de acuerdo con la interpretacin lineal del tiempo y
la divisin cuatripartita de la historia forjada por la visin de Europa como centro
cultural de la modernidad.
de
cesuras,
establecidas
por
acontecimientos
polticos
La determinacin de los
inicios
de
la
historia
antigua
se
ha
trazado
Este ltimo criterio no ha sido considerado slo como marca del comienzo de la
edad antigua desde un plano metodolgico, es decir, por la irrupcin de las
fuentes escritas en el estudio de la historia frente a la exclusividad de las fuentes
arqueolgicas para el conocimiento de la prehistoria, sino por lo que supone el uso
de la escritura en s misma como instrumento de poder y de organizacin, como
forma de expresin y el modo en que refleja el cambio en la concepcin del
mundo, vinculados a los procesos anteriormente enunciados.
Los aproximadamente treinta y cinco siglos que abarca este amplio periodo
histrico se han circunscrito tradicionalmente a una geografa clsica delimitada
entre el Mediterrneo y el Oriente Prximo, lo que evidencia el relativismo de este
criterio cronolgico al extenderlo a otras reas del globo, como India o China.
La historia del denominado mundo antiguo, a pesar de esa regionalizacin,
presenta una gran heterogeneidad como consecuencia de su dilatada duracin y
la gran variedad de pueblos y civilizaciones que asumieron con mayor o menor
transcendencia su protagonismo histrico. Por todo ello, aspectos genricos como
la persistencia de un sistema socioeconmico basado en la esclavitud, donde la
agricultura y la ganadera, junto con la actividad comercial, conforman los pilares
de la estructura econmica; la configuracin de formas estatales teocrticas; la
aparicin de las primeras ciudades-estado y la conformacin de los primeros
estados territoriales, bajo la impronta de imperios universales; o el excepcional
papel desempeado por las religiones (tanto de signo politesta como monotesta),
por slo citar algunos, presentan una riqusima variedad de matices al descender
a cada caso particular.
ciudades-estado,
gobernadas
por
sistemas
La Grecia antigua
A diferencia de las grandes civilizaciones orientales, de carcter esencialmente
continental, terrestre y agrcola, la civilizacin griega fue bsicamente martima,
comercial y expansiva. Una realidad histrica en la que el componente geogrfico
desempe un papel crucial en la medida en que las caractersticas fsicas del sur
de la pennsula de los Balcanes, por su accidentado relieve, dificultaban la
actividad agrcola y las comunicaciones internas, y por su dilatada longitud de
costas, favorecan su extraversin hacia ultramar.
Un fenmeno sobre el que incidiran tambin de forma sustancial la presin
demogrfica originada por las sucesivas oleadas de pueblos (entre ellos aqueos,
jonios y dorios) a lo largo del III y II milenios a.C.
20
Tras las civilizaciones minoica y micnica, en los siglos oscuros (entre el XIII y el
XII a.C.) la fragmentacin existente en la Hlade constituir el marco en el que se
desarrollarn pequeos ncleos polticos organizados en ciudades, las polis. A lo
largo del periodo arcaico (siglos VIII al V a.C.) y del clsico (siglo V a.C.), las polis
fueron la verdadera unidad poltica, con sus instituciones, costumbres y leyes, y se
constituyeron en el elemento identificador de una poca.
22
Platn (Semblanza)
Filsofo griego nacido en Atenas, creador de un sistema filosfico y de un mtodo
de exposicin de la filosofa que le convierte, probablemente, en el filsofo ms
influyente de toda la historia. Descendiente de una acomodada y aristocrtica
familia que se vanagloriaba de descender del antiguo rey Codro (era hijo de
Aristn y Perictona -hermana de Crmides y sobrina de Critias-, dos de los
llamados treinta tiranos que protagonizaron un golpe de estado antidemocrtico en
Atenas en los aos 404-403 a.C.), Platn, tuvo dos hermanos: Adimanto y
Glaucn, y una hermana, Potone. A la muerte de Aristn, la madre de Platn se
cas con Pirilampo, un antiguo amigo de Pericles, con quien tuvo un hijo, Antifn,
que por tanto era medio hermano de Platn.
En algunas de sus obras Platn hace figurar a sus hermanos como contertulios de
Scrates.(Adimanto y Glaucn aparecen en la Repblica, Antifn aparece en el
Parmnides). Aunque el verdadero nombre de Platn era Aristocles, era conocido
por el apodo de Platn ( el de las anchas espaldas) debido a su gran envergadura
y a su ancha frente. Como descendiente de una familia aristocrtica, tuvo una
educacin esmerada en todos los mbitos del conocimiento.
Tanto por su pertenencia a una familia muy relacionada con la poltica de Atenas,
como por vocacin, Platn pareca estar destinado a dedicarse a la accin poltica.
Pero, si bien es cierto que dos de sus parientes ms prximos (Crmides y Critias)
participaron activamente en la dictadura de los treinta tiranos, y si bien es cierto
tambin que Platn perteneca a una clase social que se haba ido distanciando de
los postulados democrticos atenienses, en cambio no es cierto que el mismo
Platn mantuviese actitudes beligerantemente antidemocrticas durante su
juventud. Su padrastro Pirilampo, con quien Platn vivi ms aos que con su
padre Aristn, haba sido amigo del demcrata Pericles, y la educacin de Platn
no se orient hacia un sentido manifiestamente antidemocrtico, de manera que la
influencia de Pirilampo contrapesaba la de sus parientes maternos.
Finalmente viaj al sur de Italia y Sicilia, donde trab amistad con filsofos
pitagricos como Filolao, Eurito y, especialmente, con el filsofo y gobernante
pitagrico Arquitas de Tarento. De estos contactos se deriva buena parte de la
orientacin pitagorizante de la filosofa platnica.
En Sicilia, Platn conoci a Dion, que sera durante muchos aos su gran amigo, y
a travs suyo intent llevar a la prctica sus ideas polticas en tres ocasiones
(aos 388, 367 y 361 a.C.), saldndose las tres con un absoluto fracaso. Dion era
cuado del tirano de Siracusa, Dionisio I, y persuadi a Platn para intentar llevar
a la prctica sus ideas polticas. Un primer intento (en el ao 388 a.C.) acab con
un estruendoso fracaso y Platn tuvo que huir de Siracusa, ya que Dionisio crey
que era vctima de un complot urdido por Dion y Platn para arrebatarle el poder.
ya que haba muerto Dionisio I y haba accedido al poder el hijo de este, Dionisio
II. Con la esperanza de llevar a la prctica sus ideas polticas y, especialmente,
con el afn de volver a encontrarse con Dion, Platn intent por segunda vez
pasar de la teora a la prctica. Nuevamente la experiencia constituy un fracaso
y, en el ao 365 a.C., volvi a Atenas.
Las obras de Platn, adems de estar escritas en esta forma dialogada, de gran
belleza literaria, estn continuamente repletas de narraciones a modo de ejemplos
que son conocidas como los mitos platnicos, alegoras o metforas. A
travs de estos mitos y alegoras Platn expresa algunas de sus ideas
fundamentales. De entre ellas son especialmente importantes el mito del auriga,
que se halla en el Fedro, y que sirve a Platn para exponer su teora sobre el
alma; el mito de Eros (en el Banquete), en el que expone su teora sobre el
amor (un dios intermedio) y el deseo de poseer lo absoluto; el ejemplo del
esclavo (en el Menon), que expone la teora del conocimiento como
reminiscencia o recuerdo; la metfora de la lnea, y la importante alegora de la
caverna, que se encuentran en la obra principal de Platn: la Rep-blica, textos
en los que, adems de ofrecernos una imagen de su teora del conocimiento,
tambin son ilustrativas de la ontologa platnica.
Adems del problema que representa el tener que interpretar el contenido de los
mitos platnicos, las mismas caractersticas de las obras de Platn hacen que a
menudo sea difcil establecer qu pensaba realmente. No slo estas obras
27
estaban pensadas para ser publicadas, es decir, para ofrecer en general al pblico
-diferencindose de sus enseanzas no escritas-, sino que el mismo Platn seala
a menudo que la verdadera filosofa solamente puede practicarse por medio de la
discusin verbal. En la Carta VII Platn lo afirma explcitamente, y aade que: lo
que puedo decir acerca de los escritores pasados o futuros que afirman saber lo
que constituye el objeto de mis esfuerzos, bien por haberlo aprendido de m o de
otros, o por haberlo descubierto por s mismos, es que, en mi opinin, no tienen el
menor entendimiento de la materia. Ni existe ni podr existir un tratado mo sobre
esto, porque no se puede expresar en palabras.
Para Platn el lenguaje escrito (Fedro, 274b i s.) es solamente un plido reflejo del
lenguaje hablado, y la escritura debe entenderse solamente como un medio para
apoyar la memoria y como una especie de pasatiempo, de juego o de recreacin.
Todo esto refuerza la tesis de la necesidad de interpretar los dilogos de Platn y
no intentar entenderlos en su escueta literalidad. As, cuando Platn escribe que el
conocimiento es recuerdo (anmnesis), o que el alma ha preexistido al cuerpo,
etc., estas afirmaciones deben ser interpretadas cuidadosamente y no limitarse a
entenderlas en su sentido literal.
29
Esta distincin entre dos rdenes de realidad distintos -que Scrates haba
vislumbrado en el mbito de la tica- hace pensar a Platn, siguiendo a su
maestro, que la simple seguridad no puede ser fundamento de la justicia ni del
orden, como lo muestra la historia de las tiranas y otras formas de gobierno
injustas. Tampoco el mero consenso de la mayora puede ser el fundamento de la
justicia, como lo prueba la misma condena de Scrates en la democracia
ateniense.
Debe existir un fundamento de la justicia, debe existir la justicia misma para que
sean posibles las acciones justas, que son slo presentaciones concretas y
parciales de la justicia. Hacia la bsqueda de esta fundamentacin se dirige el
pensamiento de Platn. Ms all de los ejemplos concretos de cosas bellas o
relaciones amistosas, debe existir la belleza y la amistad que hacen posibles
aquellas; ms all de actos y relaciones justas debe existir la justicia misma que
las hace posibles. Debe existir una alteridad respecto de la experiencia inmediata,
que es la que la posibilita.
30
Todo fluye, deca Herclito (a quien Platn conoca bien, gracias a su maestro
Crtilo), nada permanece, sino que cuanto existe est sometido a un proceso
ininterrumpido de alteracin y, por tanto, nada es propiamente. Parmnides, por
el contrario, haba destacado que lo que es no puede dejar de ser, ya que dejar de
ser es convertirse en no-ser, lo que es imposible ya que lo que no es, no es, razn
por la cual es imposible el cambio. Platn puede conciliar ambas posturas ya que,
dando la razn a Herclito, afirma que el mundo sensible est continuamente
sometido al cambio y al devenir, de forma que nunca es propiamente, ya que
siempre est siendo, con lo cual muestra que no tiene la razn de ser en s mismo
y, por ende, es una realidad derivada.
la del mundo de las ideas que slo podemos captar por la razn. Nada en el
mundo sensible es permanente, sino que siempre est sometido al cambio
continuo, al devenir. En cambio, las ideas universales son inmutables, eternas,
imperecederas. Uno es el mundo que captan nuestros
sentidos; el otro, el que nos puede ofrecer nuestra razn.
Con la separacin entre el mundo sensorial y el mundo que nos ofrece la razn,
Platn divide la realidad en dos grandes mbitos: el mundo visible o sensible, que
es mutable, cambiante, sometido al devenir y que, por tanto, nunca es
propiamente y el mundo inteligible, el mundo de las ideas que slo es accesible
por la razn, y que es intemporal, inespacial y, por tanto, inmutable.El mundo
sensible, entonces, es slo la mera representacin del mundo de las ideas.
Representacin en todos los sentidos de la palabra, es decir, como en la
representacin teatral, en la que los personajes (las cosas del mundo sensible),
siguiendo el guin de una obra, la re-presentan (la vuelven a hacer presente, la
traen a la presencia). As, de la misma manera que diversos actores particulares y
en distintas pocas pueden representar la misma obra, la realidad fsica es como
la representacin continuamente cambiante de la realidad superior y eterna del
mundo de las ideas. El mundo intemporal (eterno) de las ideas se temporaliza (se
hace presente) en el mundo material. Esta representacin, a su vez, est
jerarquizada, de modo que hay una gran cadena jerrquica entre el mundo
sensible y el mundo de las ideas. En el extremo de la cadena se hallan las ideas,
la autntica realidad, de la que el mundo sensible es una representacin. Ahora
bien, esta concepcin vaga y general debe precisarse. Qu son propiamente las
ideas?, cmo debe entenderse ms precisamente la relacin entre ellas y el
mundo sensible? y cmo podemos conocer estas ideas ya que no son
sensoriales y, por tanto, no podemos tener experiencia de ellas, aunque, como
verdadero objeto del conocimiento, han de tener una realidad propia? Las
respuestas a estas cuestiones forman el cuerpo de la filosofa platnica que
despliegan la teora general de las ideas, es decir, su ontologa y su gnoseologa,
34
que desembocan en una cosmologa, una esttica, una tica y una teora poltica,
cerrando as el crculo del sistema platnico.
35
36
"Tenemos un rgimen de gobierno que no, envidia las leyes de otras ciudades,
sino que ms somos ejemplo para otros que imitadores de los dems. Su nombre
es democracia, por no depender el gobierno de pocos, sino de un nmero mayor;
de acuerdo con nuestras leyes, cada cual est en situacin de igualdad de
derechos en las disensiones privadas.(...)
Pues amamos la belleza con poco gasto y la sabidura sin relajacin; y utilizamos
la riqueza como medio para la accin ms que como motivo de jactancia, y no es
vergonzoso entre nosotros confesar la pobreza, sino que lo es ms el no huirla de
37
hecho. Por otra parte, nos preocupamos a la vez de los asuntos privados y de los
pblicos, y gentes de diferentes oficios conocen suficientemente la cosa pblica;
pues somos los nicos que consideramos no hombre pacifico, sino intil, al que
nada participa en ella, y adems, o nos formamos un juicio propio o al menos
estudiamos con exactitud los negocios pblicos, no considerando las palabras
dao para la accin, sino mayor dao el no enterarse previamente mediante la
palabra antes de poner en obra lo que es preciso. Pues tenemos tambin en alto
grado esta peculiaridad: ser los ms audaces y reflexionar adems sobre lo que
empredemos; mientras que a los otros la ignorancia les da osada, y la reflexin,
demora.
Y somos los nicos que sin poner reparos hacemos beneficios no tanto por clculo
de la conveniencia como por la confianza que da la libertad.
En resumen, afirmo que la ciudad entera es la escuela de Grecia, y creo que
cualquier ateniense puede lograr una personalidad completa en los ms distintos
aspectos y dotada de la mayor flexibilidad, y al mismo tiempo el encanto
personal.(...) Fue por una ciudad as por la que murieron stos, considerando
justo, con toda nobleza, que no les fuera arrebatada, y por la que todos los que
quedamos es natural que queramos sufrir penalidades.
38
Ustedes mismos pueden apreciar lo que ellos significan ya que estn participando
de este funeral solventado por el pueblo. Debera tambien yo desear que las
reputaciones de tantos hombres valientes no estuvieran en pelgro en boca de un
orador nico, de tal manera que ellas suban o bajen segun si habla bien o mal.
Por otro, aqul que no los ha conocido puede sospechar por envidia, que hay
exageracin, cuando escucha mencionar virtudes que estn por encima de su
propia naturaleza. (Porque los hombres aceptan que se ensalce a otros en tanto
en cuanto ellos se puedan persuadir que las mismas acciones recordadas las
podran haber vivido ellos mismos como protagonistas. Cuando ese limite se
traspasa, surge la envidia y con ella la incredulidad)
39
Sin embargo como nuestros antecesores han establecido esta costumbre y la han
aprobado, la obediencia a la ley pasa a constituir para m un deber. Intentar
satisfacer las opiniones y deseos de todos ustedes de la mejor manera que pueda.
No necesito extenderme en el tema que, por consiguiente, dejo de lado. Pero cul
fue el camino por el que llegamos a nuestra posicin; cul es la forma de gobierno
que permiti volver ms evidente nuestra grandeza; cules los hbitos nacionales
a partir de los cuales ella se origin; stos son los problemas mximos que intento
dejar en claro, antes de proseguir con el panegrco de todos estos muertos.
40
Pienso que el tema es adecuado para una ocasin como la presente y que ha de
resultar ventajoso escucharlo con atencin tanto por los nativos como por los
extranjeros. Nuestra constitucin no copia leyes de los estados vecinos. Ms bien
somos patrn de referencia para los dems, en lugar de ser imtadores de otros.
Nuestra confianza en los sistemas y en las polticas es mucho menor que nuestra
confianza en el espritu nativo de nuestros conciudadanos. En lo que se refiere a
la educacin, mientras nuestros rivales ponen nfasis en la virilidad desde la cuna
misma y a travs de una penosa disciplina, en Atenas vivimos exactamente como
nos gusta; y sin embargo nos alistamos de inmediato frente a cualquier peligro
real.
Una prueba de que esto en as se aprecia con los lacedemonios quienes por s
solos no invaden nuestras comarcas, sino que traen consigo a todos sus
confederados; mientras nosotros, atenienses, avanzamos sin aliados hacia el
territorio de un vecino y luchando en tierra extranjera derrotamos usualmente con
facilidad a los mismos que estn defendiendo sus hogares. No hubo aun enemigo
que se opusiera a toda nuestra fuerza unida, puesto que nos empeamos al
mismo tiempo no slo en alistar a nuestra marina sino tambin en despachar por
tierra a nuestros conciudadanos en cien servicios diferentes.
Pero con estos puntos no finaliza la lista de los motivos que causan admiracin en
nuestra ciudad. Cultivamos el refinamento sin extravagancia; la comodidad la
apreciamos sin afeminamiento; la riqueza la usamos en cosas tiles ms que en
fastuosidades, y le atribuimos a la pobreza una nica desgracia real. La pobreza
es desgraciada no por la ausencia de posesiones sino porque invita al desnmo
en la lucha por salir de ella.
Nuestros hombres pblicos tienen que atender a sus negocios privados al mismo
tiempo que a la poltica y nuestros ciudadanos ordinarios, aunque ocupados en
sus industrias, de todos modos son jueces adecuados cuando el tema es el de los
negocios pblicos. Puesto que discrepando con cualquier otra nacin donde no
existe la ambicin de participar en esos deberes, considerados intiles, nosotros
los atenienses somos todos capaces de juzgar los acontecimentos, aunque no
todos seamos capaces de dirigirlos.
En lugar de considerar a la discusin como una piedra que nos hace tropezar en
nuestro camino a la accin, pensamos que es preliminar a cualquier decisin
sabia. De nuevo presentamos el espectculo singular de atrevimiento irracional y
de deliberacin racional en nuestras empresas: cada uno de ellos llevado hasta su
valor extremo y ambos unidos en una misma persona, mientras que, por igual
caso, en otros pueblos, las decisiones son el resultado solamente de la ignorancia
o solamente del espritu de aventura o solamente de la reflexin.
42
Si nos referimos a nuestras leyes, ellas garantizan igual justicia a todos, en sus
diferencias privadas. En lo que respecta a las diferencias sociales, el progreso en
la vida pblica se vuelca en favor de los que exhiben el prestigio de la capacidad.
Las consideraciones de clase no pueden interferir con el mrito. An ms, la
pobreza, no es bice para el ascenso. Si un ciudadano es til para servir al
estado, no es obstculo la oscuridad de su condicin.
Mientras que el deudor se siente menos atrado puesto que se da cuenta que la
devolucin que l ofrece es un pago casi obligado pero no una libre ddiva. Y son
solamente los atenlenses quienes sin temor por las consecuencias abren su
amistad, no por clculos de una cuenta por saldar sino en la confianza de la
liberalidad.
En pocas palabras resumo que nuestra ciudad es la escuela de Grecia y que dudo
que el mundo pueda producir otro hombre que dependiendo slo de s mismo
llegue a su altura en tantas emergencias y resulte agraciado por tamaa
versatilidad como el atenlense. Y sta no es una mera bravata lanzada en esta
ocasin favorable, sino que es la realidad de los hechos, considerando el presente
poder de Atenas que esos hbitos conquistaron.
45
Y sin contentarse con ideas solamente inspiradas en palabras, con respecto a las
ventajas de defender nuestro pas (aunque esas palabras seran un arma de
importancia para cualquier orador frente a un auditorio tan sensible como el
presente) ustedes mismos, con su accin, deben exaltar el poder de Atenas y
alimentar los ojos con su visin, da a da, hasta que el amor por ella llene el
corazn de ustedes; y luego, cuando su grandeza se derrame haca ustedes,
deben reflexionar que fue el coraje, el sentimiento del deber y una sensibilidad
especial del honor en accin, los que permitieron al hombre ganar todo esto.
A pesar que exstieran las fallas de carcter, o las defecciones previas en la vida
personal, ellas no fueron suficientes como para privar a nuestra comarca de su
valor, puesto a sus pies como homenaje, como la contribucin ms gloriosa entre
las que ellos podan ofrecer. Por esta ofrenda de sus vidas hecha en comn por
todos ellos, individualmente, cada uno de ellos, se hizo acreedor de un renombre
que no se vuelve caduco, as como se hizo acreedor de un sepulcro, mucho ms
que el receptculo de sus huesos: ya que es el ms noble de los altares.
46
Altar donde se deposita la gloria por ellos alcanzada para ser recordada cuando
las eventualidades inviten a su conmemoracn. Porque los hroes tienen al
mundo entero por tumba y en pases alejados del que los vi nacer (nico sitio
donde un epitafio lo atestigua) tienen su ara en cada pecho y un recordatorio no
escrito en cada corazn que como mrmol lo preserva.
Pero son afortunados aqullos a quienes el azar ofrece una muerte gloriosa, la
misma que hoy nos enluta. Aqullos cuya vida ha sido tan bien medida que
pudiera acabar en la felicidad de servir de modelo .A pesar de ello reconozco que
es una dura manera de decir, especialmente cuando est involucrado aqul que
ha de ser recordado por ustedes, que ven continuar en otros hogares la bendicin
que alguna vez tambin han tenido, porque la pena se siente ms por la prdida
de algo a lo cual estbamos acostumbrados, que por el deseo de algo que nunca
fue nuestro.
Aqullos entre los deudos que estn en edad de procrear hijos, deben consolarse
con la esperanza de tener otros en su lugar. No solamente van a ayudar a que no
olvide a quien se ha perdido, sino que para el mismo estado ha de ser un refuerzo
47
Porque lo nico que no se vuelve viejo es el amor al honor. No son las riquezas,
como algunos quisieran. Es el honor lo que reconforta al corazn, con la edad y la
falta de ayuda. Me dirijo a los hijos y a los hermanos de los difuntos. Veo una
ardua lucha en ustedes. Cuando un ser humano se va, todos tienden a alabarlo y
pese a que el mrito de ustedes ha de ir creciendo, es difcil que se acerque a su
renombre. Los vivientes se ven expuestos a la envidia.
En cambio los muertos estn libres de ella y honrados con la buena voluntad de
quenes los recuerdan. He de decir algo sobre la excelencia femenina de aqullas,
entre ustedes, que se encuentran hoy en la viudez. Grande ha de ser la gloria de
ustedes, si es que no permten que decaiga el nimo por debajo del carcter
natural de cada una. Pero ms grande ha de ser todava, entre los atenienses, la
de aqulla que consiga no ser mencionada, ni para bien, ni para mal. M tarea ha
acabado. He cumplido con lo mejor de mi habilidad y por lo menos, en lo referente
a la intencin, con lo dispuesto por la ley.
Si es trata de hechos concretos, aqullos que han sido enterrados han recibido los
honores que los corresponde; en lo que se refiere a sus hijos, han de ser
mantenidos hasta la adultez, por los caudales pblicos. El estado ofrece as una
recompensa de vala como guirnalda de victoria para esta raza de bravos,
recompensando tanto a los cados como a sus descendientes.
Menn;
Eutidemo;
Hipias
Menor;
Crtilo;
Hipias
Mayor;
Puesto que los distintos dilogos no estn fechados, la agrupacin y el orden que
se han presentado podran ser distintos. No obstante, sta es la clasificacin
generalmente admitida en la actualidad, a la que se ha llegado mediante estudios
que toman en consideracin: a) referencias de los dilogos a sucesos histricos
conocidos, b) referencias de unos dilogos a otros, c) relacin de dependencia
respecto de otras obras de la poca cuya fecha nos es conocida y d) criterios
filosficos y estilsticos referentes a los contenidos internos de los dilogos. De ah
se infiere que partes de algunos de ellos, como el caso de la Repblica, por
ejemplo, fueron escritos en distintas pocas.
50
51
Pero de una cosa, muy sealadamente, de entre todas las que han urdido, heme
maravillado; y es, cuando han dicho ser necesario estis alerta para no dejaros
engaar por m como fuerte en el hablar. Pues el no temer ellos la afrenta de
verse luego desmentidos de hecho por m, cuando aparezca yo sin fuerza alguna
en el decir, esto lo tengo por la mayor de todas sus impudencias. no ser que
llamen ellos hablar fuerte, el hablar la verdad. Y aun cuando tal lo llamen
confesar yo, sin embargo, no ser orador al modo que ellos.
Pues como he dicho, un pice nada han hablado de cierto. Vosotros, empero,
oiris de m la verdad entera. Porque, oh hombres de Atenas, no pulcras razones
de frase y palabra ataviada cual las de stos, escucharis, sino razonamiento llano
en las palabras que fueren ocurriendo. Confo en que ser justo lo que dir; ni
nadie de vosotros espere otra cosa de m. Que mal sentara mis aos el
presentarme yo ante vosotros guisa de un mozuelo forjando palabras.
52
53
El segundo ttulo, agregado por Trasilo, astrlogo del emperador Tiberio, reza
acerca de la justicia ; y en efecto, con una discusin sobre la justicia empieza el
tratado. En esa discusin, como en cualquier otra que trate de precisar un
concepto, es indispensable que est presente en la mente de los que discuten la
representacin de un objeto comn cuya naturaleza se investiga; este objeto es
aqu el principio de la vida social, esto es, el vnculo que liga a los individuos y
forma el Estado. De este modo uno y otro ttulo se reducen al mismo asunto; no
obstante, por derivaciones posteriores la reduccin no es total y esto engendra un
dualismo de temas que es uno de los ms sealados caracteres de la obra.
La polis o ciudad-estado
La polis fue la unidad social ltima del antiguo mundo griego: el nombre, como an
nos recuerda Tucdides (II 15, 3), design primeramente la fortaleza construida en
2
54
El rgimen democrtico
Los otros dos regmenes le eran an mejor conocidos: la democracia, por Atenas,
su patria; la tirana, por su residencia en Siracusa, la corte de los Dionisios.
Claramente se percibe, sin embargo, que lo que est ms viva y constantemente
presente en el alma de Platn es el rgimen de su propia ciudad, esto es, la
democracia ateniense. Ella ocupaba un campo incomparablemente mayor en su
experiencia personal, no slo como ambiente ms prolongado de su propia vida,
sino en razn de la mayor riqueza de hechos que por s misma le ofreca. Y es
claro que toda la meditacin constructiva del filsofo supone el descontento y la
insatisfaccin de aquel rgimen poltico en que haba nacido y dentro del cual
pas la mayor parte de sus das.
56
Hay ya en cierto pasaje del tratado (430e) el esbozo de algo que podramos llamar
argumento ontolgico contra la democracia y que, Ilevado a su inmediata
consecuencia, entraa la negacin de la posibilidad de aqulla. Si la democracia
se entiende como forma del Estado en que el demo o pueblo es dueo de s
mismo, su concepcin resulta irrealizable, absurda y ridcula; porque el que es
dueo de s mismo es tambin esclavo de s mismo y con ello se hacen coincidir
en un mismo ser dos posiciones distintas, opuestas a irreductibles.
La distincin hecha por Rousseau entre la voluntad general y la voluntad de
todos es algo que est en pugna con la mente de Platn, y por eso para l el
argumento tiene entera fuerza. Ni en la ciudad ni en el individuo ve voluntad
general alguna, sino una diversidad de partes con impulsos y tendencias de muy
diferente valor. Lo que caracteriza al rgimen poltico, como al rgimen del
individuo, es la preponderancia de una parte determinada con su tendencia propia.
exclusivista y conservadora; una influencia familiar no puede por lo dems rastrearse por parte alguna en el pensamiento poltico del filsofo y los tonos de su
condenacin de la democracia no tienen, aunque otra cosa se diga, la acritud del
odio racial. Platn lleg a ella por dos caminos distintos: uno, el de su experiencia
poltica y personal, y otro, el de su doctrina de la tcnica, recibida esta ltima de
Scrates, su maestro. Si hemos de creer lo que se dice en la carta VII, cuya
autenticidad es hoy generalmente admitida, lo que separ para siempre a Platn
de sus conciudadanos en la esfera poltica fue la condena y muerte del propio
Scrates en el ao 399.
opiniones eran de esperar, por otra parte, en un hombre que haba sido discpulo
afecto de Scrates y que adems haba recogido la experiencia de aquel agitado y
triste perodo de la historia de Atenas, aquel final del siglo v que tan bien
conocemos por los relatos de Tucdides y Jenofonte.
La democracia haba tenido su poca de esplendor y ufana, pocos aos antes del
nacimiento del filsofo, bajo la direccin de Pericles. Este mismo, en un discurso
famoso que, sin duda con fidelidad de conceptos, nos ha transmitido Tucdides,
haba celebrado sus excelencias con ocasin del funeral de los cados en el primer
ao de la guerra arquidmica: es un pregn de las calidades yventajas de la
democracia al que Platn parece poner, muchos aos despus, la sordina de sus
ironas.
El sentido de la tcnica era, pues, muy vivo en estos profesionales; pero los
mismos hombres que as apreciaban las dificultades del acierto y del xito en un
oficio manual o un estudio especializado, se crean capaces de desempear sin
ninguna particular preparacin las funciones pblicas en el ejrcito o en la
asamblea y aun, como hemos visto, la propia direccin de los asuntos del Estado.
Fue Scrates quien vino a oponerse a ellas con su principio de la tcnica. Creador
de la ciencia de la vida humana con su fundamento natural y su fin inmanente,
tuvo por capital empeo el convencer a los hombres de su tiempo de la necesidad
de esa ciencia y de su incomparable importancia. Y para ello aprovechaba hbilmente aquel vivo sentido de la tcnica que, en otros campos ms restringidos,
tenan, como hemos visto, sus conciudadanos. Oh, Calias! -preguntaba al rico
personaje de ese nombre-. Si tus hijos, en vez de tales, fueran potros o terneros,
tendramos a quien tomar a sueldo para que los hiciese buenos y hermosos con la
excelencia que a aqullos les es propia; y sera algn caballista o campesino.
Pero, puesto que son hombres, a quin piensas tomar por encargado de ellos?
Quin hay que sea entendido en tal ciencia humana y ciudadana? (Apol. 20a-b).
No se cansaba de advertir la necesidad de un especial conocimiento para el
desempeo de las funciones pblicas, empezando por el ejercicio militar; le
pareca locura que se designasen los magistrados por sorteo, siendo as que
nadie querra seguir tal procedimiento para la eleccin de un piloto, un carpintero,
un flautista a otro operario semejante cuyas faltas son menos perjudiciales que las
de aquellos que gobiernan el Estado; es absurdo igualmente -deca- que se
sancione a un hombre que trabaja estatuas sin haber aprendido estatuaria y no se
castigue al que pretende dirigir los ejrcitos sin haberse preocupado de conocer la
estrategia, cuando es la suerte de la ciudad entera la que se le entrega en los
azares de la guerra .
61
En todo esto, sin embargo, no aparece sino un aspecto vulgar y previo del
requerimiento socrtico; porque el arte militar y el poltico entran dentro de aquella
ciencia humana y ciudadana, de aquel estudio del hombre que no es completo
si no considera a ste en sociedad. Ese conocimiento del hombre -porque
hombres han de manejar as el general como el poltico- vale ms que la simple
prctica de la guerra o la buena informacin en otros campos de la administracin
pblica. Ello explica la paradoja de que Scrates justifique la eleccin de un
estratego sin otros mritos que los de llevar bien su casa y saber organizar los
coros del teatro: este tal ha demostrado que sabe operar con hombres y ello
representa positivamente ms que los empleos de locago y taxiarco y las
cicatrices que ostentaba su contrincante.
Tirana y oligarqua
Todo nos aparece ah con el vigor que a lo atentamente observado sabe dar un
espritu genial: el doble empeo del tirano de asegurarse al demo y acabar con
sus propios enemigos; su crueldad a inexorabilidad para con stos y su adulacin
de la multitud; el miedo que le acosa y la necesidad consiguiente de vivir siempre
custodiado; la precisin de hacer la guerra por razones de poltica interior; su
intolerancia de todo hombre de vala, animoso, prudente o simplemente rico; su
soledad en un crculo de gentes ruines que le odian en el fondo de su ser; en fin,
la servidumbre del alma del tirano y, en consecuencia, la servidumbre del pueblo a
quien l domina, esclavo de sus propios esclavos.
verdad histrica, este trozo parece atestiguar que el autor ha sentido en su propia
carne la crueldad del tirano.
65
o, en
ltimo trmino, de filosofa.; y la filosofa, hay que agregar, se hallaba, bien que sin
informar al Estado, en la democracia ateniense.
66
Como queda dicho, los cuatro regmenes reales de que hemos hecho referencia
se presentan en La repblica en un proceso de degeneracin conforme a una
representacin comn en la antigedad. Platn conceba lo primitivo como lo ms
perfecto, y, a partir de ese rgimen admirable de tiempos remotsimos y no
atestiguados, se sucedan las cuatro formas polticas de la ciudad por este orden:
timarqua, oligarqua, democracia, tirana. La evolucin del Estado tiene su
paralelo en la evolucin del individuo: el predominio de cada una de las partes del
alma corresponde al predominio de una determinada clase social en aqul, y as el
individuo timocrtico pasa a hacerse oligrquico, el oligrquico se convierte en
democrtico y este ltimo en tirnico. Excesivo es, sin embargo, afirmar que
Platn ha creado con ello la filosofa de la historia y equiparar esta parte de su
obra a las sistematizaciones de Hegel, Comte o Marx.
En realidad los principios que informan esta exposicin son bien sencillos y
visibles: primeramente el de la decadencia histrica, que, como ya hemos dicho,
no es exclusivo de Platn, sino corriente y admitido en casi todo el pensamiento
antiguo. Con l se combina un enlace de sucesin establecido sobre la creencia
general de que el rgimen espartano era el primitivo de todos los pueblos griegos
y de l haba nacido en Atenas la democracia. Agrguese la evolucin que, en
tiempos del filsofo, haba sufrido ese rgimen pasando de democracia a
oligarqua; y finalmente el hecho de que la democracia haba dado lugar en
Siracusa a la tirana de Dionisio I. Lo que Platn ha puesto de su cosecha es el
admirable anlisis psicolgico del cambio por que van pasando los individuos y los
regmenes; y este anlisis es fruto de su observacin y su experiencia de Sicilia y
principalmente de Atenas.
Podemos imaginamos a un supuesto labrador asitico que siente cmo llega hasta
l la accin desptica del Estado, bienhechora o nociva, ya para defenderle, ya
para cobrarle el tributo, pero en uno y otro caso la cree tan ineludible como la
lluvia que fecunda sus mieses o el granizo que las destruye. A esta disposicin
meramente pasiva del individuo corresponde la identificacin terica de la ley
estatal con la ley fsica.
Pero antes haba que pasar por la gran crisis representada por la Sofstica. Los
sencillos y no razonados principios de la moral tradicional, la misma religin
heredada, eran demasiado dbiles para resistir el choque de calamidades tales
como haba padecido la generacin de fines del siglo V y principios del IV:
violadas todas las normas de la conducta humana y sumergidos en la catstrofe
ciudades, familias e individuos, no pareca haber otra consigna sino la de slvese
quien pueda, y la mxima de que cada cual no vala sino lo que su propia fuerza
informaba la vida toda, as en las relaciones ciudadanas como en las
internacionales.
69
Atenas haba pasado por la peste, la derrota, el hambre y el terror: cmo relajaba
ms y ms cada nuevo desastre la moral de sus ciudadanos ha sido
magistralmente referido por Tucdides, especialmente en III 82 y sigs. Y las
doctrinas seguan el paso de los acontecimientos y del estado social.
Es muy probable que el proceso de Scrates tuviese por motivo real una de esas
venganzas polticas disfrazada con otras imputaciones que, en opinin de los
acusadores, habran de hallar, como en efecto hallaron, favorable acogida en el
nimo de los jueces populares. En semejantes situaciones sucumbe la moral del
hombre medio y los ambiciosos de altura aceptan con gusto las doctrinas que
justifican sus desafueros. Queda siempre una esperanza de remedio mientras hay
reaccin en las conciencias; pero, cuando stas han hallado una frmula valedera
de acomodamiento, nada cabe esperar. y ste era el mayor peligro: porque lo que
se haba proclamado ya ocasionalmente como norma de las relaciones
internacionales y de partido iba abrindose camino en el campo de la enseanza
pblica merced a los sofistas. Profesronse stos maestros de vida; en realidad
ensearon un arte de vivir del que faltaron desde un principio los fundamentos
tradicionales de la religin y la moral. Desentendidos de los problemas de la
ciencia natural, cuyos cultivadores haban mostrado una diversidad de doctrinas
que haca desconfiar de obtener en ella resultados positivos, volvieron su mirada
hacia el hombre, al que ya Protgoras design como medida de todas las
cosas.
Dicho sofista acudi por primera vez a Atenas poco despus de mediado el siglo v
y en aquella poca le confi a Pericles el bosquejo de una constitucin para
71
Este arte contaba ciertamente con la eficacia del razonamiento que domina la
inteligencia, pero mayormente con el hechizo ejercido en el alma por el elemento
72
73
La relacin entre las teoras y los hechos es indudable; pero echamos de menos
un testimonio directo sobre ella. Tucdides ha llamado la atencin, en distintos
pasajes de su obra, sobre la corrupcin de los griegos de su tiempo; nos ha
descrito el naufragio de las normas morales y las causas del mismo; ha puesto
igualmente ms de una vez la doctrina del derecho del fuerte en boca de sus
personajes; pero no nos ha dicho una palabra sobre la influencia de los sofistas.
Indudablemente los hechos precedieron a las teoras, porque el abuso de la fuerza
es tan antiguo como el hombre mismo; pero la formulacin yenseanza de las
normas de conducta corrientes en poca tan desgraciada no slo las extendan
ampliamente en la ciudad, sino que amenazaban con sofocar toda recta doctrina
tica y acabar en consecuencia con la civilizacin. Tal fue el peligro con que se
enfrent Platn en sus libros de La repblica.
Las discusiones sobre el mejor estado, tan propias, como queda dicho, del
mundo griego, tienen ecos frecuentes en la literatura. Herdoto (III 80) traspone
con todo desembarazo una de estas discusiones a Persia y nos presenta a los
conjurados contra los magos conversando, despus de la matanza de stos, sobre
la forma de gobierno que debera establecerse. Otanes habla en favor de la
democracia; Megabizo est por la oligarqua; Daro, el que triunfa, por el poder
monrquico. El mismo Herdoto advierte que estas discusiones resultarn
increbles para algunos de los griegos. Eurpides, que en tantos aspectos ha
reflejado la vida de su poca, da entrada ms de una vez en sus tragedias a
disputas semejantes e igualmente nos las recuerda Iscrates. En una ciudad tan
agitada por la lucha de los partidos como Atenas no poda faltar tampoco el
panfleto poltico: no se ha conservado, sin embargo, del gnero ms que un
escrito, La constitucin de Atenas, atribuido errneamente a Jenotonte, escrito
hacia el 425 a.C. y cuyo autor es hoy generalmente conocido con el nombre de el
viejo oligarca por la tendencia que representa.
74
Guardianes y gobernantes
Enunciadas las cualidades de cuerpo y alma que han de poseer esos guardianes,
Platn, preparando ya el ulterior desarrollo de sus clases rectoras, agrega que
deben tener tambin un natural filosfico. La necesidad de esta dote, igual que la
de las dems, se infiere por un procedimiento original de Scrates, pero favorito
de Platn: la comparacin con el mundo animal. En los perros, guardianes por
excelencia -viene a decir-, hay un gran afn de conocer, puesto que slo por
serIes conocido distinguen al amigo del enemigo .
76
Toms Moro y otros muchos autores del Renacimiento creyeron que en la ciudad
de Platn todo era comn y, entendido ello as, las opiniones se dividieron en favor
y en contra de semejante concepcin; pero la discusin vena ya de Aristteles,
que en el libro II de su Poltica impugn al maestro con argumentos que se han
repetido luego hasta la saciedad. La verdad es, sin embargo, que la comunidad de
propiedad y familia, que Platn impone slo a las clases rectoras, es, por su
carcter, fin y extensin, algo inconfundible y que en algn modo est en franca
oposicin con el comunismo moderno. A diferencia de ste no alcanza a toda la
sociedad, sino slo a una pequea parte de ella; es medio y no fin; es sacrificio y
no satisfaccin.
77
una poca van a considerar como hijos suyos a los nacidos al tiempo natural y
stos a aqullos como padres. Dos cosas deja patentes esta exposicin: la
absorcin total del autor en el pensamiento del bien del Estado y su falta de
sentido de la vida familiar.
Quiz en su actitud sobre este punto haya influido tambin lo observado por l en
la vida de su maestro Scrates, vctima, bien que resignada y serena, de una
desfavorable situacin domstica. Lo que Platn dice ac Y all sobre la materia
nos da la impresin de que la observa en su aspecto ms negro y enojoso, como
suele ocurrir en una empedernida soltera; las pesadumbres de la crianza de los
hijos y los apuros econmicos caseros le parecen tan insoportables que, slo por
estar libres de ellos, y a pesar de todo lo dicho, proclama a los guardianes ms
felices que los vencedores de Olimpia.
Es claro que l, que no fue esposo ni padre, no poda hallar compensacin para
tales desazones: su desconocimiento de la ndole de los afectos familiares se
revela sobre todo en la suposicin de que, desaparecida la nica sociedad natural
donde aqullos viven y prosperan, han de resucitar como por ensalmo en una
comunidad mucho ms amplia donde padres y madres no pueden distinguir entre
la multitud a aquellos a quienes han engendrado.
79
Hay dos puntos, a ms de los dichos, que en la vida de los guardianes platnicos
nos recuerdan la de las comunidades religiosas modernas: la serie de
probaciones con que se certifica la aptitud del guardin y los preceptos y reglas
minuciosas prescritos para su formacin.
los siete aos y lo arrancaba para siempre de la familia; Atenas dejaba mucho
ms margen a la formacin privada. Un par de aos entre los dieciocho y los
veinte eran all considerados suficientes para la instruccin militar que preceda a
la entrada en el pleno ejercicio de los derechos civiles; todo lo dems de la vida
del nio y del joven quedaba confiado a la iniciativa educadora particular. Platn,
como en otras cosas, toma para su Repblica lo externo y formal de la vida
espartana y lo sustancial e ntimo de la ateniense: si la educacin corre
largamente a cuenta del Estado, las ideas que la informan son de las nacidas al
amparo de aquel sistema de enseanza privada propio de Atenas, del que el
propio filsofo era ms deudor que otro alguno. Lo importante, sin embargo, es
que tal va de educacin no se encierra en el cuadro de la formacin del hombre
pblico, sino que constituye una teora ideal de la vida humana que cada cual
puede aplicarse a s mismo .
Era sta entre los griegos depositaria y vehculo de las creencias religiosas que,
superando primitivas concepciones locales, haban hallado aceptacin general;
pero, cuando la filosofa alcanz una ms alta idea de la Divinidad, no pudo menos
de condenar las leyendas homricas y hesiodeas en que se atribuan a los dioses
toda suerte de flaquezas y maldades. Platn, cuyo supremo empeo es dar al
Estado por l concebido una base teolgica, tuvo que preocuparse en primer
trmino de desterrar de la mente de sus hombres aquellas falsas representaciones
tradicionales e imbuirles un concepto ms puro de Dios: ste no es causa del mal
y, por tanto, tampoco de la mayor parte de las cosas que ocurren al hombre, que
son malas ; la causa del mal hay que buscarla en otro lado. Igualmente indignos
del concepto divino son aquellos enmascaramientos y transformaciones que de los
dioses se refieren , y la condenacin se extiende a los cuentos y consejas de las
madres que hacen de aqullas cocos o bes para asustar a sus hijos. Dios es
algo enteramente simple y verdadero en hecho y en palabra, incapaz de
engaarse ni de engaarnos.
Hay que excluir igualmente las enervantes descripciones del Hades y las de los
sentimentalismos, vana alegra, mentiras o intemperancias de los hroes. Pasa
luego Platn a hacer una clasificacin de la poesa que no es otra sino la
tradicional en los tres gneros lrico, pico y dramtico, pero que aqu se realiza
con un fin de apreciacin moral. La poesa puede ser simple o imitativa: en la
primera habla el poeta directamente y en la segunda hace hablar a sus
personajes. La poesa homrica es en parte simple y en parte imitativa; la
dramtica, enteramente imitativa.
particular ejercicio; constituye un falseamiento del propio ser y lo hace peor por la
reproduccin de lo peor.
aparecen divididos cada uno en dos sectores, porque en el mundo sensible estn
los objetos percibidos directamente por los sentidos y estn tambin las imgenes
o apariencias de esos objetos, como son las sombras que producen o los reflejos
que proyectan en las aguas o en otras superficies. En correspondencia con ello,
las ideas u objetos inteligibles pueden ser percibidos en toda su realidad y pureza,
y es lo que se alcanza por la ciencia suprema de la dialctica o mediante
imgenes y representaciones, como ocurre en las disciplinas matemticas. stas
son inferiores a la dialctica porque no se remontan como sta a los primeros
principios, sino que parten de supuestos o hiptesis; y adems porque no se
desprenden ni pueden desprenderse de los smbolos sensibles.
la razn humana la que contempla los seres del Universo en sus modelos eternos
y se asegura de la bondad de los mismos. En qu consiste la bondad del ser nos
ha dicho Platn anteriormente: cada uno tiene una funcin especfica, y es bueno
aquel que posee capacidad para realizarla . Esta capacidad, que es bondad, se
halla de manera eminente en la idea y, por conformidad con ella, en los mltiples
que la imitan: el carpintero hace una mesa buena, esto es, apta para realizar la
funcin de mesa, mediante la contemplacin de la mesa modelo, de la mesa en s;
puede ser ms alta o ms baja, de un color o de otro, de madera o de hierro, pero
ser buena mesa en cuanto venga a satisfacer la necesidad del hombre a que
la mesa responde. Uentro de la doctrina platnica, la mesa o la cama, aunque son
objetos fabricados por manos humanas, vienen a satisfacer necesidades propias y
permanentes del hombre y se les supone por modelo una idea.
De este modo ha de ser entendido el smil del sol: es ste el que permite que
veamos los objetos sensibles y, al mismo tiempo, el que les da ser y medro
conveniente; pues bien, la bondad es igualmente la que da madurez a las ideas, la
87
que las hace perfectas. Este trmino de perfeccin puede darnos la clave de
la mente platnica: por perfecto entendemos lo enteramente bueno material o
moralmente y asimismo lo totalmente hecho, acabado y concluso, mientras que la
imperfeccin es falta de bondad y con ello tambin falta de ser; lo malo es lo
incompleto, lo que no se adeca a su fin. La grandeza de la concepcin platnica
est en presentarnos ese Bien no como una nota muerta en las cosas, sino como
algo radiante, vivificador y fecundo. Hemos de identificarlo con el Dios personal,
creador de las ideas? Hemos de considerarlo ms bien como la Idea primera por
la que todas las dems fueron hechas? Esta discusin nos llevara muy lejos del
tratado que nos ocupa. Lo que nos interesa para la comprensin de ste es
precisar cmo el filsofo por la contemplacin del Bien se hace apto para regir el
Estado. El Bien, como hemos dicho, est en las ideas y en las cosas que se
conforman con ellas y que en consecuencia se hacen aptas para desempear su
funcin especfica. El orden del Estado y su perfecta direccin estriban slo en la
aplicacin de este principio al campo poltico: cuando cada cual realice en l el
cometido que le es propio, se habr cumplido el bien peculiar de la sociedad, que
no es otra cosa que la justicia.
Acerca de la justicia, reza el subttulo del tratado de La repblica (cf. pg. 7), Y
se es el tema de la discusin inicial del mismo. Entendida all primeramente la
justicia como principio rector de las relaciones entre los hombres y causa, por
tanto, del Estado, sostiene Trasmaco que no es otra cosa que el inters del ms
fuerte; Scrates deriva luego la palabra hacia el concepto subjetivo, ordinario y
moral de la justicia: temple, hbito y conducta de la persona humana. Aceptado
esto, Trasmaco afirma que el hombre justo es vctima del injusto y que ste
triunfa, por lo menos cuando su injusticia es total, como en el caso del tirano. Con
esto se suscita el problema de la relacin entre la justicia y la felicidad, que se
extiende por todo el tratado. Tras refutar la doctrina de Trasmaco y la del contrato
social defendida ms tarde por Glaucn, Scrates ana los conceptos de la
justicia considerada en el alma humana y en la sociedad mediante el principio de
la funcin especfica; la justicia consiste en que cada ser desempee la funcin
88
que le es propia, y esto se aplica tanto a las partes del alma como a las clases
de la ciudad. El paralelismo as establecido entre la comunidad social y el
individuo se llevar adelante hasta el fin e informar la exposicin de los
regmenes polticos: los gobernantes filsofos corresponden a la razn de los
individuos; los auxiliares, a su principio colrico; la clase de los artesanos, a sus
apetitos y pasiones. El hombre y el Estado sern clasificados en razn del
predominio de cada uno de estos elementos: el individuo ser feliz por la justicia,
consistente en el imperio de la razn; la ciudad, por el mando de los mejores
ciudadanos, los gobernantes filsofos. La investigacin, pues, es doble y lo ms
singular es que Scrates la conduce en sentido inverso a aqul que hara esperar
el propsito expresado en el primer ttulo de la obra, porque no aparece ya como
fin ltimo el descubrimiento del mejor Estado, del Estado justo, sino que se
empieza por estudiar la justicia en l para considerarla despus en el individuo; y
esto se hace alegando que es ms fcil percibirla en lo que es por s mayor, la
ciudad, que en lo que es menor, el hombre .
por motivo de esperanza o temor u otra causa externa, los estoicos como Crisipo
ridiculizarn los mitos de Platn concernientes a los premios y castigos de una
vida ulterior; pero la historia ensear que estas concepciones han de seguir
viviendo en la mente de la mayora de los hombres.
Platn afirma que el filsofo ha de sentir una gran repugnancia a gobernar, pero
habr que obligarle a que lo haga cuando le llegue el turno entre los de su clase,
bien que dejndole la mayora del tiempo para la contemplacin felicsima del
Bien. Ms adelante se expresa en tonos melanclicos sobre la posibilidad del
gobierno de los filsofos, que slo cabe por gracia de un divino azar. Mientras
ste no ocurra, el modelo queda en el cielo y el filsofo debe limitarse a regular
por l su propio Estado, es decir, el temple y conducta de su propia persona. No
podemos sustraemos con ello a la impresin de que el propsito fundamental del
tratado termina en un decidido fracaso: querer remediar los males que afligen a los
estados por la fundacin de una ciudad que est libre de ellos y acabar
confesando, tras una meditada y prolija serie de prescripciones, que esa ciudad
apenas puede concebirse en la tierra, constituye una triste renuncia final al
empeo tan largamente acariciado.
90
Si senta este fenmeno tan vivamente y le daba tan largo alcance era porque lo
llevaba en s mismo: clave con que se explicaba la vida de los dems, porque era
la explicacin de la suya. Muchas veces, sin embargo, estas desviaciones por
reaccin de la conducta del padre o del maestro no entraan una condenacin
moral de la misma, sino una gran piedad hacia ella, una cordial e ntima simpata.
La apropiacin de su experiencia es aprovechada para no ser vctimas, como lo
fueron ellos, de un mundo malvado e impo. Casi toda la vida y la direccin
general del pensamiento de Platn en los problemas prcticos se explican de este
modo en relacin con Scrates. Es sin duda tan sincero como generoso cuando se
cree continuador de ste y deja a su nombre lo mejor que ha creado su espritu;
no obstante, su conducta y sus prescripciones nos parecen en gran parte no slo
distintas, sino opuestas a las del maestro.
Platn admira a Scrates -buena prueba son las pginas del Critn- por su
decisin de sufrir la muerte antes que dejar la ciudad en que naci y cuyas leyes
han sido las condiciones de su existencia; pero l, por su parte, se retira a Mgara,
temeroso de sufrir la misma suerte. Siente desde sus comienzos, y cada vez ms
conforme aumenta su experiencia, un cierto miedo a la lucha y el riesgo y, sobre
todo, a las complicaciones morales que le coloca en reiterada posicin de
abstencin y de huida. Es probable que la desgracia de Scrates como esposo y
91
como padre fuera el motivo que retrajera a Platn de constituir familia y de que
formulara sobre sta las opiniones que quedan sealadas . An ms patente es la
reaccin en su conducta como maestro: qu diferencia entre el Scrates que iba
propagando sus enseanzas por calles, mercados y gimnasios y el Platn retirado
en su Academia, en las afueras de la ciudad, y que con un rtulo en la puerta
limita la entrada a los no especialmente preparados! No hay, sin embargo, que
acusarle de infidelidad por ello; veamos ms bien un piadoso recuerdo para el
maestro a cuya condenacin contribuyeron ms los discpulos atolondrados que
los descarriados y perversos.
Su muerte sobrevino el 347: muri escribiendo, dice Cicern, para indicar que
no le falt jams la lucidez necesaria para proseguir su obra colosal, y otros
92
93
(alma,
94
Como al final de la obra el elogio del amor se torna en elogio de Scrates con el
discurso de Alcibiades y, por tanto, en defensa de su persona, la conexin con
Apologa, de la que en cierta medida viene a ser un complemento, es, pues,
evidente. Por otra parte, el Banquete puede considerarse tambin como una
continuacin del Protgoras, pues todos los grandes oradores del dilogo (a
excepcin de Aristfanes) estn presentes como personajes mudos en l. Son los
discpulos de los grandes sofistas; Fedro de Lisias, Pausanias de Prdico,
Erixmaco de Hipias, Agatn de Gorgias. Es, por tanto, la segunda generacin de
sofistas la que ahora toma la palabra en el Banquete, el dilogo de los discpulos,
como se le ha querido llamar. Por ltimo, el Banquete se ha puesto en relacin,
asimismo, con el Gorgias: aqul como debate entre la filosofa y la poesa, ste
como debate entre la filosofa y la retrica. En este sentido es una respuesta a las
crticas de la mala retrica y una ilustracin de lo que puede ser un trabajo bien
hecho, como lo prueba el discurso en boca de Diotima: la, retrica al servicio de la
belleza y la verdad.
Muchos son los aspectos de este dilogo que podran testimoniar su originalidad y
situacin especial dentro del conjunto de la obra platnica. Aqu vamos a fijarnos
solamente en cuatro de ellos.
a)
general estn unidas entre los griegos a los momentos de la comida y la bebida,
como puede apreciarse ya en Homero y, ms tarde, en los primeros lricos (Alceo,
Jenfanes, Anacreonte, Teognis, etc.), es lcito afirmar que con el Banquete
95
inaugura Platn un tipo de literatura simposaca que tendra, luego, su continuacin en autores como Jenofonte, Plutarco, Ateneo, Luciano, Metodio, Juliano, etc.,
gnero cuya historia y caractersticas ha trazado magistralmente J. Martn
Despus de Platn, sabemos que discpulos como Aristteles, Espeusipo y
Jencrtes se ocuparon de cuestiones relacionadas con este tipo de literatura. El
propio Platn, en sus Leyes 637a, 639d, 641a y ss., habla del valor educativo que
se puede obtener de las reuniones de bebedores y defiende estas prcticas frente
a los ataques de que eran objeto.
b)
96
ertica griega antigua (Safo, Anacreonte, Alceo, comedia nueva, etc.): la quema
por parte del clero bizantino
c)
Como es bien sabido, cinco son los tipos de exposicin de los dilogos platnicos:
pregunta y respuesta (A), discusin-conversacin (B), narracin (C), casi
monlogo (D) y monlogo o exposicin continua (E) El Banquete pertenece al
grupo de los dilogos relatados, que se suele situar en torno a la dcada del 380
a. C., en los que Platn se enfrenta a problemas que le ocuparan en su edad
madura. Pasa de un estilo AD a un estilo E; en ningn otro dilogo este juego de
estilos como principio estructural est tan marcado como en el Banquete. Todo en
este dilogo es contado. El contenido narrativo de la obra se introduce por medio
de un corto dilogo que no sirve ms que para entrar en materia y que no se
vuelve a reanudar ni en el transcurso de la narracin ni al final de la misma. Es,
pues, un prlogo introductorio con dos interlocutores, como sucede tambin en el
Fedn.
precisamente, en torno a lo que esta mujer le cuenta a Scrates, resulta que sus
palabras nos llegan a travs de una larga y complicada tradicin: Diotima educa a
Scrates, ste al resto de los comensales, uno de ellos (Aristodemo) a Apolodoro,
ste a Glaucn y amigos, y Platn a los lectores modernos. Cada uno de ellos es,
en cierto modo, un damn, un. intermediario, que acta desde el dominio de las
ideas al dominio de las personar 6. Por las razones que aduciremos ms adelante,
la comida en casa de Agatn suele establecerse en el 416 a. C., la conversacin
de Apolodoro con sus amigos en el 400 a. C. y la composicin real del dilogo por
parte de Platn en el 384-379 a. C. Teniendo en cuenta estos tres estratos
cronolgicos, la complicada tradicin del contenido del Banquete podra
representarse de la siguiente manera:
Un estilo indirecto de esta clase en segundo o tercer grado slo lo vuelve a utilizar
Platn en el Parmnides, en donde Cfalo cuenta una narracin que ha odo de
Antifonte, que, a su vez, la haba odo de Pitodoro, un discpulo de Zenn que
haba estado presente en la conversacin original. Parmnides y Banquete son,
pues, los nicos dilogos contados en los que el narrador no est presente en el
debate original. Mucho se ha escrito sobre la finalidad de este distanciamiento
esttico y consciente de los acontecimientos tal como se exponen en esta primera
escena de la obra. Para unos, el objetivo de esta tortuosa tradicin es hacernos
ver que Platn mismo no estuvo presente en los hechos narrados y, por lo tanto,
no pretende garantizar la exactitud de lo contado.
98
Otros, en cambio, creen todo lo contrario: con esta escena, Platon quiere dar a
entender que, en Atistodemo y Apolodoro, tenemos unos testigos fidedignos que
garantizan la verosimilitud dramtica de la historia narrada7. Hay quien piensa que
todo el Banquete es, en el fondo, un mito y con esta introduccin se consigue la
lejana mtica de los hechos reales: stos circulaban de boca en boca y fueron
contados repetidas veces despus de ocurridos 8. Finalmente, como quiera que lo
propiamente platnico est en el discurso de Scrates que procede, a su vez, de
la misteriosa Diotima, no parece desacertada la idea de que en esta escena inicial
se nos quiera hacer ver que alcanzar la verdad (doctrina de Diotima) slo es
posible con grandes esfuerzos, a travs de una aproximacin lenta y escalonada,
paso a paso, como ocurre con la ascensin a la idea de Belleza expuesta, en
sntesis, por Diotima. En cualquier caso, en el prlogo del dilogo tenemos ya el
tema de la obra, se despierta el inters del lector por el contenido de los discursos
y se destaca la figura de Scrates.
d)
Ahora bien, la doctrina del amor presentada en el Banquete deja varias preguntas
sin contestar: por qu deseamos la inmortalidad, por qu este deseo se satisface
en la Belleza, por qu sta es el fin de la iniciacin amorosa, etc. Estas preguntas
son, precisamente, a las que responde el Fedro: el deseo de inmortalidad se debe
a la naturaleza de nuestra alma, y la belleza es la que posee lo que es preciso
para despertar ese deseo, Entre Banquete y Fedro hay diferencias importantes,
como la ignorancia, en el primero, de la doctrina de la andmnsis y de la mana,
dos de los temas ms importantes en el segundo, o como el silencio del Fedro
sobre la idea del Banquete de que lo mortal desea inmortalidad; adems de que,
en ste, el amor no es un dios, sino un damn, mientras que, en aqul, es un dios
o algo divino. Pero ambos tienen tambin mucho en comn: los dos son piezas
maestras de Platn, que mezclan discursos formales con la conversacin; en uno
y otro es el personaje Fedro el mvil de la discusin que inicia el debate con un
discurso y los dems parten de ah. En resumen, pues, el Banquete viene a ser
una continuacin de lo expuesto en el Lisis, mientras que el Fedro representa una
profundizacin de lo que se dice en el Banquete.
y a veces peligroso. Por otro lado, toda relacin entre una persona adulta y un
joven adolescente tena una dimensin educacional que no exista en la relacin
hombre-mujer. El joven vea en el adulto un modelo.a imitar y este carcter
pedaggico es, precisamente, una de las notas ms especficas de la pederastia
griega que no se encuentra en otras comunidades. La respuesta homosexual de
un hombre al estmulo visual de un joven bello le pareci a Platn una excelente
base sobre la que levantar una relacin maestro-discpulo y era, a la vez, la
experiencia ms conocida por la mayora de las personas para las que escribi la
obra.
Por otra parte, tal vez la concurrencia no hubiera mostrado tanto inters en el caso
de Afrodita. Y es que, adems de unos discursos sobre la naturaleza de Eros y su
funcin en la vida del hombre, en el dilogo hay tambin unos hechos que son tan
importantes como las palabras. Hay relaciones de amor autnticas entre Erixmaco y Fedro, entre Pausanias y Agatn, entre Scrates y Alcibiades.
Precisamente la gran paradoja del dilogo est en que despus de tanta teora
102
sobre la naturaleza de este tipo de amor las relaciones humanas reales son un fracaso: Apolodoro y Aristodemo no se benefician de su relacin con Scrates;
Erixmaco es incapaz de perfeccionar a Fedro; Pausanias fracasa en su intento de
hacer virtuoso a Agatn; Scrates no consigue que Alcibiades se preocupe ms
de su propia persona que de los asuntos pblicos.
Aristteles (Semblanza)
Filsofo griego, el de mayor importancia junto con Platn, en toda la historia de la
filosofa; nacido en la ciudad jonia de Estagira (la actual Stavro), en la pennsula
103
Junto con Erasto y Corisco, ambos de Escepsis, citados por Platn en su carta
sexta como antiguos alumnos de la Academia, y posteriormente Teofrasto de
Ereso, funda en Asos una escuela semejante a la de Atenas, y permanece en
aquella regin del 347 al 345. Pasa luego a Mitilene, en la isla de Lesbos, donde
funda otra escuela similar, y all se dedica a estudios y observaciones de ciencias
naturales hasta el 342, fecha en que Filipo de Macedonia le nombra tutor de su
hijo Alejandro, de 13 aos de edad. Posiblemente por esta poca escribe o
comienza la redaccin de algunas de sus obras sobre la naturaleza, como por
ejemplo Sobre las partes de los animales, y muy posiblemente tambin data de
esta poca De la filosofa, obra muy conocida entre los antiguos, y que Jaeger
denomina manifiesto sobre la filosofa y crtica a la teora de las ideas de Platn.
sucede Alejandro (336-323) quien, tras marchar sobre toda Grecia y dominarla, la
une a su ataque contra Persia. Aristteles le dedica su tratado Sobre la
monarqua.
El nombre en griego de prtico, perpatos, por un lado, y el del hroe del santuario,
por otro, ha dado origen a las dos denominaciones con que histricamente se
conoce a la escuela de Aristteles: el Liceo y el Perpato. Permaneci al frente de
su Escuela hasta la muerte de Alejandro Magno, ocurrida a sus 32 aos, mientras
esperaba conquistar Arabia. Tras la muerte del rey macedn, se desat en Atenas
una autntica persecucin contra todo sospechoso de haber pertenecido al bando
de los que queran una Grecia unida y dominada por Macedonia. Aristteles,
tradicional amigo de la corte macednica, fue visto por los partidarios de
Demstenes como uno de ellos; acusado de impiedad (asbeia) por el himno
funerario compuesto en honor de Hermias y privado de la proteccin del regente
Antpatros, que haba acudido a reunirse con Alejandro, se ve obligado a marchar
de Atenas. Se refugia en Calcis, en las posesiones heredadas de su madre, y
muere al cabo de unos meses, en plena madurez de sus 62 aos, de una
enfermedad del estmago.
Fue por un tiempo costumbre general entre los historiadores sostener que el
Estagirita redact sus obras ms importantes, el conjunto de las llamadas
esotricas, durante el perodo de su vida transcurrido en el Liceo. Las
investigaciones de Werner Jaeger (1888-1961), expuestas en Aristteles. Bases
106
108
Al saber -del que dice Aristteles que todos los hombres por naturaleza desean
saber-, en su forma de conocimiento terico, lo llama ciencia. Tres son las
ciencias tericas: la matemtica, la ciencia de la naturaleza y la filosofa primera. A
109
esta ltima atribuye como objeto propio el estudio de las sustancias separadas e
inmutables; a la fsica incumbe el estudio de los objetos separados, pero sujetos a
movimiento y cambio, y a la matemtica los objetos slo separables de la materia
por abstraccin, pero no sujetos a movimiento y cambio. Y este triple objeto de
estudio indica que lo que se llama realidad lo es en diversos sentidos. A la filosofa
primera la considera ciencia divina, teologa, y la define como ciencia del ser en
cuanto ser, porque se interesa slo por un nico aspecto de las cosas: en cuanto
son o existen. De la matemtica se ocupa poco Aristteles (lo haca la Academia
de Platn), pero de ella toma la estructura axiomtica como modelo de
conocimiento, y se interesa ms bien por lo vivo y dotado de movimiento.
Deben determinarse, por tanto, los factores o principios (arkhai) del cambio, a
saber: la materia, la forma y la privacin, esto es, el sustrato, que permanece, pero
que adquiere aquella forma de que est privado y, en esto mismo, cambia. El
110
El cambio puede ser visto desde otra perspectiva, la que ofrece la distincin de
acto y potencia. Todo, segn Aristteles, est en acto (enrgeia, entelkheia) o en
potencia (dnamis); todo, en efecto, tiene una determinada realidad y una
determinada capacidad o posibilidad de ser alguna otra cosa o poder realizar algo:
el hombre que no sabe msica puede aprenderla, un nio de pocos meses puede
llegar a ser adulto y una semilla puede convertirse en rbol; pero ningn humano
puede esperar que le salgan alas ni la semilla confiar en ser un ave.
No todo puede ser cualquier cosa; se est en potencia slo respecto de aquello
que se puede ser. Movimiento es, entonces, estar en trnsito desde lo que se es a
lo que se puede ser: la actualidad de lo potencial en cuanto a tal. Ni el sustrato
puede adquirir una forma de la que est privado, ni lo que est en potencia pasa a
ser actualidad sin la presencia y actuacin de una causa. Las causas (aitai)
explican el cambio; materia, forma, iniciador del cambio y fin -causa material,
formal, eficiente y final- constituyen cuatro maneras distintas de contemplar el
fenmeno del cambio. La teora aristotlica de las causas es una de las teoras
paradigmticas de Aristteles. Las causas fueron la explicacin de los cambios del
mundo fsico durante siglos, las rechaz la ciencia moderna y alguna de ellas
persiste formando parte todava de nuestro modo de hablar.Las causas no son
slo explicaciones del cambio; pertenecen en cuanto aspectos de las cosas a la
estructura de la realidad: son las lneas maestras por las que transcurre la
comprensin del universo.
112
Esta finalidad es lo que Aristteles llama el Bien del universo, que se expresa en el
orden del universo, y se logra por el hecho de que todas las sustancias tienden
a realizar, a actualizar, todas las potencialidades de su propia forma. El orden del
mundo es el encadenamiento de la actividad de las sustancias, compuestas de
materia y forma, que despliegan sus posibilidades o capacidades de acuerdo con
su esencia. La entidad, la sustancia (la forma), es el origen del movimiento o
actividad de cada cosa, igual como la sustancia primera lo es de todo el universo.
115
Aristteles POLTICA 9
116
CAPTULO V.-Del poder domstico Relaciones del marido a la mujer y del padre a
los hijos.-Virtudes particulares y generales del esclavo, de la mujer y del hijo.
Diferencia profunda entre el hombre y la mujer: error de Scrates: trabajos
estimables de Gorgias-Cualidades del obrero. Importancia dela educacin de las
mujeres y de los hijos.
LIBRO SEGUNDO
que ella; importancia del sentimiento de propiedad; el sistema de Platn slo tiene
una apariencia eductora; es impracticable, y no tiene las ventajas que su autor
dice.-Observaciones crticas sobre la posicin excepcional de los guerreros y
sobre la perpetuidad de las magistraturas.
121
CAPTULO II.-De la felicidad con relacin al Estado La felicidad tiene los mismos
elementos cuando se trata del Estado qu cuando el individuo?-Ventajas e
inconvenientes de la dominacin; ejemplos diversos de algunos pueblos que
122
CAPTULO V.-Del territorio del Estado perfecto Condiciones militares que debe
reunir: la ciudad debe ser martima; medios seguros de sacar partido de la
proximidad del mar; peligros de la preocupacin exclusiva del comercio martimo;
precauciones que el legislador debe tomar para que las relaciones martimas no
perjudiquen al buen orden de la ciudad.
CAPTULO VI.-De las cualidades naturales que deben tener los ciudadanos en la
repblica Perfecta Caracteres diversos de los pueblos segn el clima; diversidad
de sus instituciones polticas.-Superioridad incontestable de la raza griega; un
pueblo debe tener a la vez inteligencia y valor; papel notable que desempea el
corazn en la vida humana.
CAPTULO VII.-De los elementos indispensables a la existencia de la ciudad Son
de seis especies: subsistencias, artes, armas, rentas pblicas, sacerdocio y
gestin de los intereses generales y decisin de los juicios; sin estos elementos la
ciudad no puede subsistir ni ser independiente.
123
CAPTULO XII.-De las cualidades que los ciudadanos deben tener en la repblica
perfecta Condiciones generales de la felicidad; influencia de la naturaleza, de los
hbitos y de la razn; unin necesaria de estos tres elementos para constituir la
felicidad del individuo y de la ciudad; es preciso suponer que se dan reunidos en la
ciudad perfecta.
124
LIBRO QUINTO
De la educacin en la ciudad perfecta
CAPTULO II.-Cosas que debe comprender la educacin Cosas que deben ser
objeto de ella: las letras, la gimnstica, la msica y el dibujo; lmites en que debe
125
encerrarse el estudio para los hombres libres.-Del lugar que en otro tiempo ocup
la msica en la educacin; es una ocupacin propia de los momentos de ocio.
especies: moral, animado, apasionado; los primeros son los que casi
exclusivamente deben constituir esta enseanza; el modo drico es, sobre todo, el
conveniente; crtica de lo dicho por Platn.
LIBRO SEXTO
De la democracia y de la oligarqua.-de los tres poderes: legislativo,
ejecutivo y judicial
127
CAPTULO VI.-Ideal general de la repblica Sus relaciones con la democracia.Elementos que el Estado debe combinar: la libertad y la riqueza constituyen
principalmente la repblica, mezclndose de diversos modos.- Relaciones de la
repblica con la aristocracia.
128
CAPTULO XII.-Del poder ejecutivo De la organizacin de las magistraturas.Dificultades de esta cuestin; idea general del magistrado; su carcter distintivo;
diferencia en este respecto entre los grandes Estados y los pequeos: en los unos
se pueden dividir las magistraturas, en los otros es preciso con frecuencia
reunirlas en una sola mano.-Las magistraturas varan con las constituciones;
diferentes combinaciones segn las cuales se pueden establecer; los electores;
los elegibles; modo de nombramiento, matices diversos segn las diversas
constituciones.
LIBRO SPTIMO
De la organizacion del poder en la democracia
y en la oligarqua
CAPTULO IV.-De la organizacin del poder en las oligarquas Las bases son
generalmente las opuestas a las de la democracia; condiciones diversas del
censo.-La administracin de las oligarquas exige mucha prudencia, porque su
principio es malo; necesidad del orden debido; relacin de las diversas formas o
grados de la oligarqua con la composicin del ejrcito.-Los oligarcas deben hacer
ciertos gastos; faltas que cometen las ms de las oligarquas.
130
LIBRO OCTAVO
Teora general de las revoluciones
CAPTULO V.-De las causas de las revoluciones en las oligarquas Divisin entre
los mismos oligarcas: los que se ven excluidos del poder se sublevan, y a veces
se hacen demagogos; conducta de los oligarcas que no saben conservar su propia
fortuna; causas de las revoluciones en la oligarqua en tiempo de guerra;
131
132
El reinado se salva por la moderacin.-Las tiranas tienen dos siste mas muy
diferentes para sostenerse: la violencia unida a la astucia y la buena
administracin; examen del primer sistema: sus vicios; examen del segundo
sistema: sus ventajas; retrato del tirano; duracin de las diversas tiranas; datos
histricos.
133
CAPTULO IX
De la justicia en la amistad y en otras
relaciones
Todas las dems asociaciones puede decirse que son una parte de la asociacin
poltica, tales como las asociaciones de las Fratrias, de los Misterios, etc., y hasta
las asociaciones mercantiles y lucrativas son tambin especies de Estados. Ahora
134
Puede decirse que el poder real es el del marido sobre la mujer; y la repblica la
relacin de unos hermanos con otros. La degeneracin de estas tres formas puras
es sabido que da lugar a la tirana, a la oligarqua y a la democracia, y hay tantos
derechos y justicias diferentes como diferencias en la forma de las constituciones.
Por otra parte, como hay igualdad de nmero y, adems, igualdad de proporcin,
debe haber otras tantas especies de amistad y de asociacin. La simple
asociacin de compaeros y la amistad que los une slo se refieren al nmero; en
ella todos estn sometidos a la misma medida. En las asociaciones proporcionales
la que es aristocrtica y real es la mejor, porque el derecho no es idntico para el
superior y para el inferior, siendo lo nico justo entre ellos la proporcin. Lo mismo
sucede con la amistad entre el padre e hijo y con todas las asociaciones de este
gnero.
CAPTULO X
De la sociedad civil y poltica
Entre las amistades pueden distinguirse las del parentesco, la del compaerismo,
la de la asociacin, y por ltimo, la que puede llamarse civil y poltica. La amistad
de familia o de parentesco tiene muchas especies: la de los hermanos, la del
padre, la de los hijos, etc. La una, que es la del padre, es proporcional; la otra, la
de los hermanos, es puramente numrica. Esta ltima se aproxima mucho a la
afeccin de los compaeros, porque en aquella como en sta se reparten con
igualdad todos los beneficios.
Lo justo debe establecerse, sobre todo, en la amistad de los que estn unidos por
inters, y esto es, precisamente, lo que realiza la justicia civil y poltica. De una
manera muy distinta se renen el artista y el instrumento; por ejemplo, la sierra en
manos del operario. Aqu no hay, a decir verdad, un fin comn, porque su relacin
es la que tiene el alma con el instrumento, y viene nicamente en inters del que
emplea el instrumento.
Esto no impide que, por otra parte, se cuide el instrumento hasta donde sea
necesario, para realizar la obra que ha de ejecutarse, porque el instrumento slo
existe en consideracin a esta obra. As, en el barreno pueden distinguirse dos
elementos, siendo el principal el acto mismo del barreno, es decir, la perforacin; y
en esta clase de relaciones puede colocarse el cuerpo y el esclavo, como ya
hemos dicho. Indagar cmo debe uno conducirse con un amigo es, en el fondo,
indagar lo que es la justicia. De una manera general, la justicia slo se aplica a un
ser amigo. Lo justo se refiere a ciertos seres, que estn asociados por cierto
motivo; y el amigo es un asociado, primero a causa de la raza y de la especie, y
despus mediante la vida comn. Y esto es porque el hombre no slo es un ser
poltico y civil, sino tambin miembro de una familia.
No se empareja el macho con la hembra por un tiempo dado, como los dems
animales que lo hacen al azar, permaneciendo despus en el aislamiento, sino
que, para su unin, necesitan condiciones precisas, como sucede con los caones
136
de una flauta. El hombre es un ser formado para asociarse con todos aquellos que
la naturaleza ha creado de la misma familia que l, y habra para l asociacin y
justicia, aun cuando el Estado no existiese. La familia, el hogar, es una especie de
amistad, mientras que entre el dueo y el esclavo hay la misma amistad y unin
que la que existe entre el arte y los instrumentos, y entre el alma y el cuerpo.
Indudablemente, stas no son precisamente amistades, ni esto es justicia, sino
que es cierta cosa anloga y proporcional, el remedio que cura al enfermo, que
nada tiene de normal ni de sano precisamente, sino que es cierta cosa anloga y
proporcional a su estado. La afeccin entre el hombre y la mujer es, a la vez, una
utilidad y una asociacin; la del padre por el hijo es como la de Dios respecto del
hombre, como la del bienhechor respecto del favorecido, en una palabra, como la
del ser que manda por naturaleza respecto del ser que debe naturalmente
obedecer.
El afecto entre los hermanos descansa, sobre todo, como el de los compaeros,
en la igualdad: "S, mi hermano es tan legtimo como yo; "Nuestro Padre comn es
Jpiter, mi rey." Estos versos del poeta se ponen en boca de los que slo quieren
la igualdad. Por consiguiente, en la familia es donde se encuentra el principio y el
origen del amor, del Estado y de la justicia.
Recurdese que hay tres especies de amistad; primero, amistad por virtud;
despus, por inters, y, en fin, por placer. Se ha visto tambin que hay dos grados
en todas ellas, porque cada una descansa, o en la igualdad de los dos amigos, o
en la superioridad de uno de ellos. El gnero de justicia, que se aplica a cada una,
debe surgir claramente de todas nuestras discusiones precedentes. Cuando uno
de los dos es superior, debe dominar la proporcin. Pero esta proporcin no puede
ser ya la misma, sino que el superior debe figurar en ella en sentido inverso, de tal
manera que la relacin que se da entre l y el inferior se reproduzca, invirtindose
entre todo lo que viene de ste inferior a l y todo lo que va de I a ste inferior,
siendo siempre esta relacin la de un jefe que manda respecto de un sbdito que
obedece. Si no existe esta relacin entre ellos, habr una igualdad puramente
137
numrica, porque, en este caso, suceder aqu lo que sucede ordinariamente con
las dems asociaciones, que tan pronto reina en ellas la igualdad numrica como
la proporcional. Si en una asociacin han contribuido los asociados con una parte
de dinero numricamente igual, deben tener tambin en la distribucin de
beneficios una porcin numricamente igual, y si no contribuyeron con partes
iguales, deben participar de una parte proporcional. Pero en la amistad el inferior
tuerce la proporcin y une en provecho suyo los dos ngulos por una diagonal, en
lugar de tener uno slo de los lados.
al provecho, corno sucede, con los que venden y compran, y de aqu el proverbio:
"Las buenas cuentas hacen buenos amigos". Cuando esta amistad poltica resulta
de una convencin formal, tiene, adems, un carcter legal. Pero cuando se fan
pura y simplemente los unos de los otros tiene ms bien el carcter de la amistad
moral y de la que se da entre compaeros. sta, ms que ninguna otra, es la que
da lugar a recriminaciones; y la causa es porque todo esto es contrario a la
naturaleza. La amistad por inters y la amistad por virtud son muy diferentes, y
estos de que venimos hablando quieren unir, a la vez, las dos cosas; no se
acercan unos a otros sino por inters; crean una amistad puramente moral, como
si slo les guiase un sentimiento de virtud, y a consecuencia de esta confianza
ciega no han tenido el cuidado de contraer una amistad legal.
cargo. Los que slo se unen por placer, despus de haber recibido y dado cada
cual su parte, se separan sin trabajo. Pero los que estn slo unidos por el inters
no rompen tan prontamente, a menos que estn ligados por compromisos legales
o por afecto de compaerismo. Sin embargo, en las relaciones que tienen por
base el inters, la relacin legal es la menos sujeta a disputas. La solucin que, en
nombre de la ley, concilia a las dos partes tiene lugar en dinero, puesto que por el
dinero se mide la igualdad en semejantes casos. Pero en una relacin puramente
moral, la solucin debe ser completamente voluntaria.
En algunos pases rige esta ley: los que han contratado amistosamente no podrn
acudir a los tribunales para hacer valer las convenciones voluntarias. Esta ley es
muy sabia, puesto que los hombres de bien no acuden, naturalmente, a la justicia
de los tribunales, y, como hombres de bien, han tratado los que se encuentran en
este caso. En esta especie de amistad es muy difcil saber hasta qu punto
pueden ser fundadas las mutuas recriminaciones, porque se han fiado uno de otro
moral y no legalmente. Hay gran dificultad entonces en discernir con completa
justicia quin tiene razn. Deber mirarse al servicio que se ha hecho, a su valor
139
aadidura y por lujo, y as buscan tambin esta amistad, que es ms bella que
todas las dems.
Ahora conviene ver con claridad las distinciones que conviene hacer entre estos
diversos casos. Si se trata de amigos morales, slo deben mirar a la intencin
para asegurarse de que es igual por ambas partes, sin que tengan nada ms que
exigir el uno del otro. Si son amigos por inters o por lazos puramente civiles,
pueden resolver la dificultad segn se hayan entendido al principio sobre sus
intereses. Si el uno afirma que la convencin ha sido puramente moral y otro
afirma lo contrario, no est bien el insistir, ya que sea inevitable que haya esta
diferencia, y debe guardarse la misma reserva en uno que en otro sentido.
Pero, aun cuando los amigos no estn unidos por un lazo moral, debe creerse
que ninguno de ellos ha querido engaar al otro, y, por consiguiente, cada uno
debe contentarse con lo que la suerte le ha proporcionado. Lo que prueba que la
amistad moral slo descansa en la intencin es que, despus de haber recibido
uno grandes servicios, si no contina el otro prestndolos igualmente a causa de
la impotencia en que est de hacerlo, pero presta los que buenamente puede, es
indudable que cumple con su deber. Dios mismo acepta los sacrificios que se le
ofrecen, teniendo en cuenta los recursos del que los hace. Pero, en cambio, al
mercader que vende no bastara decirle que no se le puede dar ms, como
tampoco al acreedor que ha prestado su dinero.
Los cargos y recriminaciones son muy frecuentes en las amistades que no son
perfectamente claras y rectas, y no es fcil discernir entonces cual de los dos tiene
razn. Es cosa impropia aplicar una medida nica a relaciones tan complejas,
como sucede particularmente en las relaciones amorosas. El uno busca al que
ama, slo porque tiene placer en vivir con l; el otro a veces slo acepta al amante
porque es til a sus intereses.
141
Cuando uno cesa de amar, como se hace diferente, el otro no se hace menos
diferente que l, y entonces regaan a cada paso. En este caso se encuentra la
disputa de Pitn y de Pammenes y tambin la del maestro con el discpulo, porque
la ciencia y el dinero no tienen una medida comn. Esto suceda a Prdico, el
mdico, con el enfermo que le daba un mezquino salario; y, en fin, al tocador de
ctara con el rey. El uno, al acoger al artista, slo buscaba el placer, y el otro slo
buscaba su inters al ir a la corte, y, cuando lleg el caso de pagar, el rey, como
slo deba al artista el placer que haba disfrutado, le dijo: "Todo el placer que me
habis proporcionado cantando os lo he pagado ya por el placer que os han
producido mis promesas". Sea lo que quiera de este chasco, puede verse sin
dificultad, aun en esto mismo, cmo deben arreglarse las cosas.
Por ejemplo, si uno promete dar ciencia y sabidura y el otro dinero en cambio, es
preciso examinar cul es la relacin que media entre la ciencia y la riqueza y en
seguida cul es el valor que dan uno y otro contratante, porque si el uno ha dado
la mitad de su pequea fortuna, y el otro ha dado slo una parte mnima de una
propiedad mucho mayor, es claro que el segundo ha perjudicado al primero. Aqu
tambin la causa de la disidencia est en el principio respecto de los dos amigos;
el uno sostiene que slo estn unidos por inters, mientras que el otro sostiene
que es lo contrario y que en esta relacin ha tenido algn otro motivo distinto de
aquel.
142
Aristoteles Organom 11
(Corpus aristotelicum)
El conjunto de las obras de Aristteles tal como han sido conocidas a lo largo de la
historia, despus de la ordenacin sistemtica y unitaria que supuso la edicin que
de ellas hizo, en el s. I a.C., Andrnico de Rodas probablemente undcimo director
del Liceo
A) Ciencias teorticas.
B) Ciencias practicas
143
C) Ciencias de creacin.
V) Retorica, retorica a Alejandro, poetica, la Constitucion de Atenas.
144
Libro segundo
De los morales de Aristteles, escritos a Nicomaco
Habiendo, pues, dos maneras de virtudes, una del entendimiento y otra de las
costumbres, la del entendimiento, por la mayor parte, nace de la doctrina y crece
con la doctrina, por lo cual tiene necesidad de tiempo y experiencia; pero la moral
procede de la costumbre, de lo cual tom el nombre, casi derivndolo, en griego,
de este nombre: ethos, que significa, en aquella lengua, costumbre. De donde se
colige que ninguna de las morales virtudes consiste en nosotros por naturaleza,
Fuente: Canal #Biblioteca del IRC en la red UndernetEsta Edicin: Proyecto Espartaco
(http://www.proyectoespartaco.dm.cl)
145
porque ninguna cosa de las que son tales por naturaleza, puede, por costumbre,
hacerse de otra suerte: como la piedra, la cual, naturalmente, tira para abajo,
nunca se acostumbrar a subir de suyo para arriba, aunque mil veces uno la a
veces echndola hacia arriba; ni tampoco el fuego se avezar a bajar desuyo para
abajo, ni ninguna otra cosa de las que de una manera son naturalmente hechas,
se podr acostumbrar de otra diferente.
viviendo
Porque los que hacen las leyes, acostumbrando, hacen a los ciudadanos buenos,
y la voluntad de cualquier legislador es esta misma, y todos cuantos esto no hacen
bien, lo yerran del todo. Y en esto difiere una repblica de otra, digo la buena de la
mala. Asimismo toda virtud con aquello mismo con que se alcanza se destruye, y
cualquier arte de la misma suerte.
Porque del taer ctara proceden los buenos taedores y los malos, y a proporcin
de esto los albailes y todos los dems, porque de bien edificar saldrn buenos
albailes o arquitectos, y de mal edificar malos. Porque si as no fuese, no habra
146
Y, por concluir con una razn: los hbitos salen conformes a los actos. Por tanto,
conviene declarar qu tales han de ser los actos, pues conforme a las diferencias
de ellos los hbitos se siguen. No importa, pues, poco, luego donde los tiernos
aos acostumbrarse de esta manera o de la otra, sino que es la mayor parte, o,
por mejor decir, el todo.
En el captulo II trata cmo las virtudes son medianas entre excesos y defectos, y
prubalo por analoga o proporcin de las cosas corporales, pues vemos que, de
exceso de demasiado mantenimiento, vienen a estragar los hombres su salud, y
tambin de falta de el: y lo mismo es en las dems cosas.
Captulo II
Pero por cuanto la presente disputa no se aprende por slo saberla, como las
otras ciencias (porque no por saber qu cosa es la virtud disputamos, sino por
hacernos buenos, porque en otra manera no fuera til la disputa), de necesidad
habemos de considerar los actos cmo se han de hacer, porque, como habemos
dicho, ellos son los seores y la causa de que sean tales o tales los hbitos.
Presupongamos, pues, que el obrar conforme a recta razn es comn de todas
ellas. Porque despus trataremos de ello, y declararemos cul es la recta razn y
cmo se ha con las dems virtudes.
Esto asimismo se ha de conceder, que toda disputa, donde se trate de los hechos,
conviene que se trate por ejemplos, y no vendiendo el cabello, como ya dijimos al
147
principio, porque las razones se han de pedir conforme a la materia que se trata,
pues las cosas que consisten en accin y las cosas convenientes, ninguna
certidumbre firme tienen, de la misma manera que las cosas que a la salud del
cuerpo pertenecen.
Pero aunque esta disciplina sea de esta manera, con todo esto se ha de procurar
de darle todo el favor que posible fuere. Primeramente, pues, esto se ha de
entender, que todas las cosas de este jaez se pueden gastar y errarse por defecto
y por exceso (porque en lo que no se ve ocularmente conviene usar de ejemplos
manifiestos), como vemos que acontece en la fuerza y la salud. Porque los
demasiados ejercicios, y tambin la falta de ellos, destruyen y debilitan nuestras
fuerzas. De la misma manera el beber y el comer, siendo ms o menos de lo que
conviene, destruye y estraga la salud; pero tomados con regla y con medida, la
dan y acrecientan, y conservan.
148
En el captulo III propone la materia de los vicios y virtudes, la cual dice ser
contentos y tristezas. Porque la misma accin que es pesada por su mal hbito al
vicioso, y por la misma razn le causa tristeza, esta misma al virtuoso, por su buen
hbito y costumbre, le es fcil y le da contento.
Captulo III
Habemos de tener por cierta seal de los hbitos el contento o tristeza que en las
obras se demuestra, porque el que se abstiene de los regalos y pasatiempos
corporales, y halla contento en el abstenerse, es templado; pero el que del
abstenerse se entristece, es disoluto. Y el que aguarda las cosas peligrosas y se
huelga con aquello, o a lo menos no se entristece de ello, es valeroso; pero el que
se entristece, dcese cobarde.
Por esto definen las virtudes ser unas seguridades de pasiones y sosiegos del
espritu, pero no bien, por hablar as generalmente y no aadir, como conviene, y
como no conviene, y cuando conviene, y todas las dems cosas que se aaden.
Presupnese, pues, que la virtud esta de que se trata, es cosa que en materia de
contentos y tristezas nos inclina a que hagamos lo mejor, y que el vicio es lo que
nos inclina a lo contrario. Pero por esto que diremos se entender ms claro.
Tres cosas hay que nos mueven a elegir una cosa: lo honesto, lo til, lo suave, y
sus tres contrarios a aborrecerla: lo deshonesto, lo daoso, y lo pesado y
enfadoso; en lo cual el bueno siempre acierta tanto cuanto yerra el malo, pero
especialmente en lo que al contento toca y al regalo. Porque ste es comn a
todos los animales, y a todo lo que eleccin de cosas hace le es anejo. Porque lo
honesto y lo til tambin parece suave y aplacible.
A ms de esto, base criado donde la niez juntamente con nosotros, por lo cual es
cosa dificultosa despedir de nosotros este afecto, si una vez en el alma est
arraigado. Todos tambin, cul ms, cul menos, reglamos nuestras obras con el
contento y la tristeza, por lo cual hay necesidad que en esta disputa se trate de
estas cosas, por lo que no importa poco el alegrarse o entristecerse para el hacer
las cosas bien o mal. Asimismo es ms dificultoso resistir al regalo que a la ira,
150
En el captulo IV propone una objecin que parece que se colige de lo dicho, para
probar que los hbitos no nacen de los actos. Porque si el que adquiere hbito de
justicia ha de obrar cosas de justicia para adquirirlo, ya, pues obra justicia, ser
justo, y, por el consiguiente, tern hbito de justicia. Esta objecin, fcilmente se
desata con decir que los actos del que no est an habituado son imperfectos,
como se ve en el que aprende a taer vihuela o cualquier otro instrumento, y por
esto no bastan a darle nombre de perfecto en aquel hbito o arte en que se
ejercitare.
Captulo IV
Dudar por ventura alguno cmo se compadece lo que decimos, que conviene
que ejercitndose en cosas justas se hagan justos, y emplendose en cosas de
templanza templados. Porque si en cosas justas y templadas se emplean, ya
sern justos y templados, as como, si hacen las cosas de gramtica y de msica,
sern ya gramticos y msicos. O diremos que no pasa en las artes de esta
suerte, porque puede ser que acaso haga uno una cosa tocante a la gramtica, o
dicindole otro cmo ha de hacerlo.
151
Entonces, pues, ser gramtico, cuando como gramtico hiciere alguna cosa
tocante a la gramtica. Quiero decir conforme a la gramtica que en s mismo
tuviere. A ms de esto, no es todo de una manera en las artes y en las virtudes,
porque lo que en las artes se hace, en s mismo tiene su remate y perfeccin, de
manera que basta que se haga como quiera que ello sea; pero lo que se hace en
las cosas de virtud, no de cualquier manera que se haga, justa y templadamente
estar hecho, sino que es menester que el que lo haga de cierta manera est
dispuesto, porque primeramente ha de entender lo que hace.
Y aqul es justo y templado en su vivir, que no solamente hace estas obras, pero
las hace como los hombres justos y moderados en el vivir las acostumbran hacer.
Bien, pues, y conforme a razn se dice, que haciendo cosas justas se hace el
hombre justo, y ejercitndose en cosas de templanza, templado en su vivir. Pero
no ejercitndose, por mucho que lo considere, ninguno se har bueno. Pero esto
los ms lo dejan de hacer, y contentndose con solo tratar las razones, les parece
que son filsofos y que saldrn de esta manera virtuosos. A los cuales les acaece
lo mismo que a los enfermos, que escuchan lo que el mdico dice atentamente, y
despus no hacen nada de lo que l les manda. Y as como aqullos, curndose
de aquella manera, jams tenan el cuerpo sano ni de buen hbito dispuesto, de la
misma manera stos, filosofando de esta manera, nunca tenan el alma bien
dispuesta.
152
Captulo V
Tras de esto habemos de inquirir qu cosa es la virtud. Y pues en el alma hay tres
gneros de cosas solamente: afectos, facultades y hbitos, la virtud de necesidad
ha de ser de alguno de estos tres gneros de cosas. Llamo afectos la codicia, la
ira, la saa, el temor, el atrevimiento, la envidia, el regocijo, el amor, el odio, el
deseo, los celos, la compasin, y generalmente todo aquello a que es aneja
tristeza o alegra. Y facultades, aquellas por cuya causa somos dichos ser
capaces de estas cosas, como aquellas que nos hacen aptos para enojarnos o
entristecernos o dolernos.Pero hbitos digo aquellos conforme a los cuales, en
cuanto a los afectos, estamos bien o mal dispuestos, como para enojarnos.
153
Captulo VI
154
En toda cosa continua y que puede dividirse, se puede tomar parte mayor y parte
menor y parte igual, y esto, o en s misma, o en respecto nuestro. Es igual lo que
es medio entre el exceso y el defecto; llamo el medio de la cosa, el que igualmente
dista de los dos extremos, el cual en todas las cosas es de una misma manera;
pero el medio en respecto de nosotros es aquello que ni excede ni falta de lo que
conviene, el cual ni es uno, ni el mismo en todas las cosas. Como agora si diez
son muchos y dos pocos, en cuanto a la cosa ser el medio seis, porque
igualmente excede y es excedido, y ste, en la proporcin aritmtica, es el medio.
Pero el medio en respecto nuestro no lo habemos de tomar de esta manera,
porque no porque sea mucho comerse cien ducados, y comerse veinte poco, por
eso el que gobierna los cuerpos les dar a comer sesenta; porque por ventura
esto es an mucho o poco para el que lo ha de recibir.
Porque para uno como Miln, poco sera, pero para el que comienza a ejercitarse,
sera demasiado; y lo mismo es en los ejercicios de la corrida y de la lucha. de
esta manera todo artfice huye del exceso y del defecto, y busca y escoge lo que
consiste en mediana; digo el medio, no el de la cosa, sino lo que es medio en
respecto nuestro. De manera que toda ciencia de esta suerte hace lo que a ella
toca perfectamente, considerando el medio y encaminando a l todas sus obras.
Por lo cual suelen decir de todas las obras que estn hechas como deben, que ni
se les puede quitar ni aadir ninguna cosa; casi dando a entender que el exceso y
el defecto estragan la perfeccin de la cosa, y la mediana la conserva. Y los
buenos artfices, como poco antes decamos, teniendo ojo a esto hacen sus obras.
Pues la virtud, como ms ilustre cosa y de mayor valor que toda cualquier arte,
tambin inquire el medio como la naturaleza misma.
Porque cosa fcil es dar fuera del blanco, y acertar en l dificultosa. Y por esto el
exceso y el defecto son propios del vicio, y de la virtud la mediana: Porque para la
virtud slo un camino se halla; y los del vicio son sin tino.
Es, pues, la virtud hbito voluntario, que en respecto nuestro consiste en una
nuediana tasada por la razn y como la tasara un hombre dotado de prudencia; y
es la mediana de dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto;
asimismo por causa que los unos faltan y los otros exceden de lo que conviene en
los afectos y tambin en las acciones; pero la virtud halla y escoge lo que es
medio. Por tanto, la virtud, cuanto a lo que toca a su ser y a la definicin que
declara lo que es mediana, es cierto la virtud, pero cuanto a ser bien y perfeccin,
es extremo.
Pero no todo hecho ni todo afecto es capaz de medio, porque, algunos, luego en
orlos nombrar los contamos entre los vicios, como el gozarse de los males ajenos,
la desvergenza, la envidia, y en los hechos el adulterio, el hurto, el homicidio.
Porque todas estas cosas se llaman tales por ser ellas malas de suyo, y no por
consistir en exceso ni en defecto. De manera que nunca en ellas se puede acertar,
156
Captulo VII Todo esto conviene que se trate, no solamente as en comn, pero
que se acomode tambin a las cosas en particular; porque en materia de hechos y
negocios, lo que se dice ans en comn es ms universal, pero lo que se trata en
particular tiene la verdad ms manifiesta. Porque los hechos en las cosas
particulares acaecen. Conviene, pues, que la verdad cuadre tambin con stas y
concorde. stas, pues, hanse de tomar contndolas de una en una, por menudo.
Es, pues, la fortaleza una mediana entre los temores y los atrevimientos. Pero de
los que de ella exceden, el que excede en no temer no tiene vocablo propio (y aun
otras muchas cosas hay que no tienen propio nombre); el que excede en osar
llmase atrevido, mas el que excede en el temer y falta en el osar, llmase
cobarde.
157
Pero entre los placeres y tristezas no se halla siempre medio, porque solamente
se halla en los placeres y pasatiempos del cuerpo; y entre stos sealadamente
en aquellos que consisten en el tacto, y en las molestias o tristezas no tanto. Es,
pues, el medio entre stos la templanza, y el exceso la disolucin. Faltos en el
tomar y gozar de los placeres, no se hallan as, y por esto ni stos tampoco tienen
nombre, pero llmense insensatos o gente falta de sentido. Asimismo en el dar y
recibir dineros es el medio la liberalidad, y el exceso y defecto la prodigalidad y la
escasez. Estas dos se han contrariamente en el exceso y el defecto, porque el
prdigo excede en el dar y falta en el recibir, pero el escaso, por el contrario, es
falto en el dar y demasiado en el recibir.
Hay asimismo otras tres medanas que se parecen mucho las unas a las otras,
aunque difieren entre s. Porque todas ellas consisten en obras y palabras, y en el
uso de ellas; pero difieren en que la una consiste en la verdad que en ellas hay, y
las otras en la suavidad. De esto, parte consiste en la conversacin, y parte en las
dems cosas tocantes a la vida. Habemos, pues, de tratar tambin de todo esto,
para que mejor entendamos cmo en todo es de alabar la mediana, y que los
extremos ni son buenos ni dignos de alabanza, sino de reprehensin.
Muchas, pues, de estas cosas no tienen nombre propio, pero habemos de probar
cmo en lo dems de darles y fingirles nombres, por amor de su declaracin y
para que vaya bien continuada la materia. Pues en cuanto a la verdad, el que tiene
la mediana llmase verdadero o hombre de crdito y verdad, y la mediana
digamos que es la misma verdad, y la que la quiere remedar en lo que excede,
fanfarronera, y el que de ella usa fanfarrn, y el que en lo que es menos la quiere
remedar, disimulado, y el vicio disimulacin.
159
En los afectos tambin, y en las cosas a ellos anexas hay sus medianas. Porque
la vergenza no es cierto virtud, pero el que es vergonzoso es alabado. Pero de
stos uno decimos que tiene el medio y otro que el extremo, casi notando de tonto
al que de todas las cosas tiene empacho. Mas el que falta, o el que de ninguna
cosa tiene vergenza, es desvergonzado, y el que entre stos tiene el medio,
llmase vergonzoso. La indignacin es tambin medio entre la envidia y el vicio
del que de ajenos males se huelga. Consisten estas cosas en la tristeza y
contento de las cosas que a los vecinos o conocidos acaecen. Porque el que se
indigna, entristcese por los prsperos sucesos de los que de ellos son dignos: el
envidioso, excediendo a ste, de todos los bienes ajenos se entristece, pero el que
de males ajenos se huelga, est tan lejos de entristecerse, que se alegra. Pero de
esto en otro lugar habr mejor oportunidad para tratarlo. Mas de la justicia, pues,
tiene varias partes su consideracin; dividindola en seis partes, trataremos por s
de cada una, mostrando cmo son asimismo medianas.
regla entre exceso y defecto, o como peso entre ms y menos, o como el camino
derecho entre los que se designan a mano derecha o a la izquierda.
Captulo VIII
Siendo, pues, tres estas disposiciones, dos de los vicios, la una por exceso y la
otra por defecto, y una de la virtud, que es la mediana, las unas a las otras en
cierta manera son contrarias. Porque los extremos son contrarios del medio y el
uno del otro por lo mismo, y el medio tambin de los extremos. Porque as como lo
igual es mayor que lo menor y menor que lo mayor, asimismo los hbitos, que
consisten en el medio, en comparacin de los defectos, son excesos, y en
comparacin de los excesos, son defectos, en los afectos y en las obras. Porque
el valeroso, comparado con el cobarde, parece atrevido, y puesto al parangn con
el atrevido, parece cobarde.
Captulo IX
Cumplidamente est ya declarado cmo la moral virtud es mediana, y de qu
manera y cmo es mediana de dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto;
asimismo cmo la virtud es de esta calidad, por encaminarse siempre al medio en
los afectos y en las obras. Por lo cual el propio oficio del hombre es ser virtuoso en
162
cada cosa, pues es su oficio buscar y tomar en cada cosa el medio. Como el hallar
el medio en el crculo no es hecho de quien quiera, sino del que es docto en
geometra, de esta misma manera, el enojarse cosa es que quien quiera la har y
fcil, y asimismo el dar dineros y gastarlos, pero a quin, y cunto, y cundo, y por
qu, y cmo, no es hecho de quien quiera ni fcil de hacer; y por esto el obrar bien
es cosa rara y alabada y ilustre. Por tanto, al que al medio se quiere allegar,
convinele primeramente huir del extremo ms contrario, de la misma manera que
en Homero la ninfa Calipso exhorta a Ulises: Lejos del humo y de las ondas ata tu
nave, de no as se desbarata.
Porque de los extremos, uno es mayor yerro y otro no tan grave. Pero, pues,
alcanzar el medio es negocio muy dificultoso, habemos de tomar en la no prspera
navegacin (como dicen vulgarmente) del mal lo menos, lo cual, sin duda,
alcanzaremos de la manera que est dicho. Tambin habemos de mirar a qu
cosas nosotros de nuestro somos ms inclinados; porque unos somos inclinados a
uno, y otros a otro, y esto entenderlo hemos fcilmente del contento o tristeza que
en nosotros se causare.
faltan en esto, y los llamamos mansos, y otras veces, a los que se enojan y
sienten mucho las cosas, les decimos que son hombres de rostro y de valor. Pero
lo que excede poco de lo que se debe hacer, no se reprehende, ora sea en
exceso, ora en defecto, sino el que excede mucho, porque ste chase mucho de
ver. Mas determinar con palabras hasta dnde y en cunto es uno digno de
reprehensin, no es cosa fcil de hacer, como el determinar cualquier otra cosa de
las que con el sentido se perciben.
En el tercero y cuarto libro ha tratado Aristteles de las tres virtudes que consisten
en la voluntad, que son fortaleza, templanza, liberalidad y otras a ellas anexas,
como son la magnificencia y magnanimidad. En el quinto trata de la virtud ms
necesaria de todas para la conservacin del mundo, que es la virtud de la justicia,
sin la cual ni las cosas de la guerra, ni los grandes tesoros adquiridos, ni el vivir
con mucha guarda, ni el hacer largas mercedes, bastan a conservar salva la
repblica. Lo cual podemos fcilmente entender por las historias, que son la fuente
de toda erudicin. Pues hallaremos haber comenzado a caer el imperio Romano,
que fue la mayor monarqua que el mundo ha visto, donde que esta virtud entre
ellos comenz a escurecerse, y los unos comenzaron a desear las cosas de los
otros, hasta tanto que vino a dar tan grande cada que pereci del todo.
poner asiento con esta virtud en las cosas tocantes al gobierno. Porque como se
ver en los libros de Repblica, no hay cosa que tantas mudanzas cause en la
repblica como la falta de esta justicia, y el procurar los unos, so color de esto,
enseorearse de las cosas de los otros. Como cosa, pues, tan necesaria para el
bien y paz de los hombres y sosiego de la vida, trtala muy largamente, porque
tiene muchos senos esta virtud y muchas diferentes materias que tratar, como se
ver por sus captulos.
Captulo primero
De la justicia y sin justicia.
En el primer captulo, guardando su acostumbrada orden, Aristteles distingue los
vocablos de justicia y sinjusticia, y despus pone sus difiniciones y declara en qu
gnero de obras se emplean y ejercitan. Habemos, pues, de tratar de la justicia y
sinjusticia en qu hechos consisten, y qumediana es la justicia, y de qu cosas
es lo justo el medio, y habmoslo de tratar por la misma orden que habemos
tratado lo pasado. Vemos, pues, que todos pretenden llamar justicia aquel hbito y
costumbre, que hace prontos a los hombres en el hacer las cosas justas, y por la
cual los hombres obran justamente y aman las cosas justas.
entender por lo que lo engendra, y lo que lo engendra por el buen hbito mismo
se sabr. Porque si el buen hbito de cuerpo consiste en ser de carne dura y
musculosa, de necesidad el mal hbito de cuerpo consistir en tener las carnes
raras y flojas, y aquello har buen hbito de cuerpo, que las carnes tiesas hiciere y
musculosas.
Parece, pues, que as el que traspasa las leyes, como el que codiciademasiado, y
tambin el que no guarda igualdad, se dice injusto, y as tambin claramente aqul
se dir ser justo, que vive conforme a ley y guarda igualdad en el trato de las
cosas, y lo justo ser lo que es conforme a ley y a igualdad, y lo injusto lo que es
contra ley y desigual. Y pues el injusto es codicioso, cosa cierta es que se
ejercitar en los bienes, pero no en todos, sino en aquellos en que hay fortuna
prospera y adversa, los cuales, as sencillamente hablando, siempre son buenos,
pero particularmente para algunos no son siempre buenos, y los hombres por
stos ruegan y stos procuran, lo cual no haba de ser as, sino que habran de
rogar que las cosas que en s son propriamente buenas, fuesen tambin buenas
para ellos, y escoger aquello que para ellos es mejor. Pero el injusto no elige
siempre lo que es ms, porque en lo que son de suyo propio cosas malas, siempre
escoge lo que es menos. Mas porque lo que es menos malo parece en alguna
manera bueno, y la codicia siempre es de cosas buenas, por esto parece siempre
166
Y, pues, el que traspasa las leyes es injusto y justo el que las guarda, cosa cierta
es que todas las cosas legtimas sern en alguna manera justas. Porque todas las
cosas determinadas por la facultad de poner leyes son legtimas, y cada una de
ellas decimos ser cosa justa. Las leyes, pues, mandan todas las cosas,
dirigindolas, o al bien comn de todos, o de los mejores, o de los ms principales
en virtud, o en cualquier otra manera. De una manera, pues, decimos ser justas
las cosas que causan y conservan la felicidad y los miembros de ella en la civil
comunidad. Porque tambin manda la ley que se hagan las obras propias del
hombre valeroso, como no desamparar la orden, no huir, no arrojar las armas. Y
tambin las que son del varn templado, como no cometer adulterio, no hacer
afrenta a nadie: asimismo las del varn manso, como no herir a nadie, no decirle
injurias, y de la misma manera en los dems gneros de virtudes y de vicios,
mandando unas cosas
167
Y por esta misma razn sola, la justicia entre todas las virtudes parece bien ajeno,
porque para el bien de otrie se dirige, pues hace las cosas que son tiles a otro, o
al que gobierna, o a la comunidad de la repblica. Aqul, pues, es el peor de
todos, que contra s mismo y contra sus amigos usa de maldad, y el mejor de
todos ser, no el que usa de virtud para consigo mismo, sin el que para con otro,
porque sta es la obra de mayor dificultad. De manera que justici no es una sola
especie de virtud, sino una suma de todas las virtudes. Ni su contraria la sinjusticia
es una especie de vicio, sino una suma de todo gnero de vicios. En qu difiera,
pues, esta justicia y la virtud, de lo que est dicho se entiende claramente. Porque
en realidad de verdad todo es una misma cosa, aunque no lo es en cuanto al uso
y ejercicio, sino que en cuanto se dirige al bien de otro es justicia, y en cuanto es
tal manera de hbito, dcese as sencillamente virtud.
Cmo hay muchas maneras de justicias, y cmo hay una diversa de aqulla, que
comprende en s todas las virtudes, y cul es y qu tal. En el captulo pasado
distingui los vocablos de justicia y sinjusticia, y declar cmo la perfeta justicia
comprenda en s todas las virtudes, y asimismo la sinjusticia todos los vicios.
Porque todo hombre vicioso hace agravio o a s mismo o a otro, y el que hace
agravio es injusto; por donde todo hombre vicioso es injusto.
Pero porque esta justicia, tan por sus nmeros y remates puesta, es rara de hallar
entre los hombres, y noes la que comnmente se pide en el contrato de las gentes
(porque no se podra tratar, tanta falta hay de ella), trata agora de la justicia
particular, que consiste en dar a cada uno lo que es suyo, y muestra lo que se
requiere en ella y en qu se peca. Pero buscamos la justicia, que es particular
especie de virtud, pues la hay, segn decimos, y de la misma manera queremos
tratar de la particular sinjusticia, la cual, con esta seal entenderemos que se
168
halla: que el que conforme a los dems vicios vive, bien hace cierto agravio, pero
no se dice que desea ms de lo que tiene. Como el que de cobarde arroj el
escudo, o el que habl malcriadamente por su clera, o el que no socorri con
dineros por su escaseza y avaricia. Pero cuando uno desea tener ms, muchas
veces no peca en nada de esto, ni aun en ninguno de los otros vicios, y peca en
algn vicio, en fin, pues vituperan a los hombres por la sinjusticia. De no se colige
que hay alguna otra sinjusticia, que es como parte de aquella sinjusticia general, y
alguna cosa particularmente injusta que es parte de aquello injusto universal, que
era contra ley.
De manera que queda mostrado a la clara haber otra particular sinjusticia fuera de
aquella universal, que tiene el mismo nombre que aqulla. Porque la difinicin ha
de consistir en un mismo gnero, y la una y la otra tienen el ser en respecto de
otro, aunque la justicia particular refirese o a alguna honra, o a intereses, o a
evitar algn peligro, o si con algn nombre podemos comprender todas estas
cosas, y tambin al placer que de la ganancia recebimos. Mas la justicia univeral
refirese a todo aquello que tiene obligacin de hacer cualquiera bueno. De
manera quequeda sacado en limpio cmo hay muchas maneras de justicias, y
cmo hay una particular diferente de aquella universal, que es la confederacin de
todas las virtudes.
169
Qu justicia, pues, y qu tal sea esta particular, habemos agora de tratarlo. Ya,
pues, definimos ser aquello lo injusto que era contra ley y desigual, y lo justo lo
que era legtimo y igual. De manera que la sinjusticia, de que arriba habemos
dicho, consiste en las cosas hechas contra ley. Pero porque no es todo uno ser
una cosa desigual y contra ley, sinoque sea lo uno con lo otro como la parte con el
todo (porque toda cosa desigual es contra ley, pero no toda cosa contra ley es
desigual, porque toda demasa es desigual, pero no toda cosa desigual es
demasa), no ser todo de una manera lo injusto y la sinjusticia, sino que una ser
como la parte y otra como el todo.
Otra en el regir y ordenar las cosas que consisten en contrataciones, la cual tiene
dos partes. Porque de las contrataciones, unas hay que son voluntarias y otras
que forzosas. Voluntarias contrataciones son como el vender y comprar, el prestar,
el salir fiador, el alquilar, el depositar, el tomar a jornal o asoldadar. Llmanse
estas contrataciones voluntarias, porque el principio y causa de ellas es libre y
voluntaria. Pero las forzosas, unas hay secretas, como el hurto, el adulterio, el dar
ponzoa, el ser alcahuete, el sobornar esclavos, el matar de secreto, el jurar falso,
y otras violentas, como el azotar, el echar en la crcel, el condenar a muerte, el
robar, el mancar, el decir una injuria y el hacer una afrenta.
Y as, en la aristocracia, que quiere decir repblica donde los mejores en virtud y
bondad rigen, la cual sola en realidad de verdad es repblica, ora se rija por uno
slo, como el rei no, ora por muchos, porque all sola la virtud es tenida en precio,
cuanto uno es mejor en vida y costumbres, tanto es habido por ms digno de los
cargos y honras pblicas.
Pero en las no tan bien regidas, como son donde se tiene mucha cuenta con el
censo y hacienda de cada uno, segn que uno tiene y puede as es honrado. Lo
171
cual es la total causa del mal de nuestra vida, porque si no al que el temor de Dios
le refrena, todos los dems procuran, por ser ms tenidos, acrecentar sus casas
por cualquiera va. Y esto lloraba sabiamente Horacio en la repblica de Roma:
que eran los hombres admitidos a los cargos y honras por el censo y hacienda que
tenan. Y deca que eran ms cuerdos los muchachos en sus juegos, pues hacan
ley, que el que ms diestro fuese en el juego, aqul fuese el rey.
Pero por cuanto el injusto es desigual, y lo injusto desigual, cosa clara es que lo
desigual tern su medio, el cual es lo igual. Porque en todo hecho donde haya
ms y menos, ha de haber, de necesidad, igual. Y, pues, si lo injusto es desigual,
lo justo sera igual; lo cual, sin ms dar razones, lo tienen todos por verdad. Y,
pues, lo igual es medio, seguirse ha que lo justo es una cierta especie de medio.
Cualquier medio, pues, de necesidad ha de consistir, a lo menos, entre dos. Por lo
cual necesariamente se colige que lo justo es medio y igual a algunos, en respecto
de algo; y en cuanto es medio eslo de algunos, que es de lo ms y de lo menos. Y
en cuanto medio es de dos, y en cuanto justo a algunos justo.
Captulo VI
De las sin justicias y agravios, y de lo justo de la repblica o poltico, del
derecho del seor, del padre y del seor de casa
En el captulo sexto pone primeramente diferencia entre estas dos cosas: hurtar y
ser ladrn, adulterar y ser adltero y sus semejantes, que el ser ladrn, adltero y
tales cosas como stas dicen hbito y costumbre, y as por las leyes son ms
gravemente castigadas, que si por una flaqueza cayeren en ello alguna vez no
tenindolo por hbito y oficio. Despus trata de lo justo civil y del derecho del
seor y del padre, y del seor de casa. Donde avisa lo que en lo de Repblica se
ver mejor, que para regirse bien una repblica no ha de mandar los hombres sino
las leyes, y los hombres no han de ser sinoejecutores de ellas. Porque como los
hombres sen quieren tanto a s mismos, siempre toman la mayor parte del bien
para s, y del mal escoge la menor, lo cual es contra la justicia si no se hace con
equidad y como debe.
Pero porque puede acontecer que uno haga agravio, y no por eso sea injusto,
qu agravios diremos que ha de hacer en cada gnero de sinjusticia, para que ya
se llame injusto, como ladrn o adltero o salteador? O diremos que en esto no
hay ninguna diferencia? Porque si aconteciese que un hombre tuviese acceso con
una mujer sabiendo qu mujer es la con quien lo tiene, pero que el tal acceso no
tuvo principio de determinada eleccin, sino que cay en ello ocasionalmente por
flaqueza de nimo, este tal agravio cierto hace, mas no es an del todo injusto, as
como uno no por cualquier cosa que hurte es ladrn, aunque haya hurtado, ni
adltero aunque haya cometido un adulterio. Y de la misma manera es en todo lo
dems. Ya, pues, est arriba declarada la conformidad y respecto que la pena del
174
talin tiene con lo justo. Habemos, pues, de entender, que esto que inquirimos
puede ser por s mismo justo, y tambin justo civil; lo cual no es otra cosa sino una
comunidad de vida, para que en la ciudad haya suficiencia de hombres libres y
iguales o en nmero o conforme a proporcin.
De manera, que los que esto no tiene, no guardan entre s civil justicia, sino
alguna otra que tiene aparencia de justicia. Porque para aquellos para quien la tal
ley se hace, justo es, y la ley hcese para el injusto, pues no es otra cosa el
pblico juicio, sino determinacin de lo justo y lo injusto. Y dondequiera que la
sinjusticia mora, mora tambin el hacer agravios, pero no en todos aquellos que
hacen agravios se puede decir que hay sinjusticia, pues es la sinjusticia tomarse
para s mayor parte de las cosas que son absolutamente buenas y menor de las
que son absolutamente malas.
Y por esto, no se permite que el hombre mande, sino la razn, porque el hombre
tmaselo aquello para s y hcese tirano, y el que rige ha de ser el guardin de lo
que es justo. Y si de lo justo, tambin de lo igual. Y as por cuanto el justo no
parece que tiene ms que los otros, si justo es (porque no reparte ms para s de
lo que es absolutamente bueno, si ya por ley de proporcin no le pertenece) el
justo trabaja para otrie, y por esto dicen que es bien ajeno la justicia, como ya
tambin arriba lo dijimos. Es, pues, razn que se le d algn premio al hombre
justo, y ste sea la honra y dignidad, con la cual, los que no se tienen por
contentos, hcense tiranos. El derecho del seor y el del padre no son lo mismo
que stos, sino que les parecen en algo, porque nadie puede hacer agravio a las
cosas que son absolutamente suyas. Y el siervo y el hijo, mientras es pequeo y
no est emancipado de la patria potestad, es como parte del padre o del seor, y
ninguno para s mismo nunca escoge el perjudicar ni hacer dao.
el mandar y ser mandados. Y por esto, ms con verdad se puede decir que hay
derecho sobre la mujer, que sobre los hijos o criados, porque esto es lo justo
familiar, lo cual tambin de lo civil es diferente.
Captulo VII
De lo justo natural y legtimo
En el sptimo captulo distingue Aristteles lo justo civil en dos especies: uno que
es natural y por naturaleza tiene fuerza de ser justo, como es la defensin de la
propria vida, otro que obliga, no por naturaleza, sino por voluntaria aceptacin de
los hombres, y porque ellos voluntariamente quisieron ponerse aquellas leyes de
vivir por vivir vida ms quieta, como prohibir tal o tal traje. Disputa si hay cosa
alguna que naturalmente sea justa (la cual disputa pone tambin Platn en el
primero de Repblica), y prueba haberlas muchas.
De lo justo civil, uno hay que es natural, y otro que es legtimo. Pero aquello es
justo natural, que donde quiera tiene la misma fuerza, y es justo no porque les
parezca as a los hombres, ni porque deje de parecerles justo legtimo es lo que al
principio no haba diferencia de hacerlo de esta manera o de la otra, pero despus
de ordenado por ley ya la hay, como pagar por un captivo diez coronas, o
sacrificar una cabra y no dos ovejas. tem, las dems cosas que particularmente
se mandan por ley, como hacer sacrificio a Brasida, y las ordinaciones que hacen
los concejos. Algunos, pues, hay que son de opinin que todo lo legtimo es de
esta manera, porque lo que natural es, no puede mudarse, y donde quiera tiene
una misma facultad, como vemos que el fuego quema aqu y tambin en la tierra
de los persas. Pero las cosas justas vese que se mudan.
Pero esto no es as, generalmente hablando, sino en alguna manera. Y entre los
dioses por ventura es as, que no hay cosa mudable; pero entre nosotros bien hay
cosas naturales que se mudan, aunque no todas. Pero con todo eso hay justo que
es por naturaleza, y justo que no es por naturaleza. Cul, pues, de los que se
176
pueden mudar de otra manera es natural, y cul no sino legtimo y por aceptacin,
aunque los dos se muden de una misma manera, fcilmente se entiende. Y la
misma distincin bastar para todo lo dems. Porque naturalmente la mano
derecha es de ms fuerza, y con todo es posible que todos los hombres se
valiesen igualmente de las dos manos. Pero las cosas justas que son por
aceptacin y porque conviene hacerse as, son semejantes a las medidas. Porque
ni las medidas del vino ni las del trigo son iguales en todas las tierras, sino do las
cosas se compran son mayores, y do se venden son menores.
Los de ignorancia divide en otras tres especies: unos que proceden de ignorancia
crasa, que procede de la negligencia que uno tuvo en saber lo que le convena
para hacer las cosas, y stos son los peores; otros de ignorancia invincible (como
dicen nuestros telogos), como fue el parricidio y maternal ajuntamiento que de
Edipo se cuenta en las fbulas antiguas; otros, por fortuna, como si a uno,
reventndole el arcabuz, le aconteciese herir o matar al que le est al lado.
Pero cuando alguno de los justos o injustos sobredichos hace algn agravio o
alguna obra de justicia, dcese que hace justicia o agravio si lo hace de su propia
voluntad. Mas si por fuerza lo hace, ni hace justicia, ni agravia, sino
accidentariamente, porque aconteci ser justo o injusto lo que haca. Pero el
agravio y la obra de justicia distnguense en ser voluntarias o forzosas, porque el
agravio cuando se hacebvoluntariamente es reprendido y es agravio entonces. De
manera, que puede acontecer que alguna cosa sea injusta y no sea an agravio,
si no se le aade el ser obra voluntaria.
Llamo voluntario (como ya al principio se dijo) lo que uno hace por s mismo,
entendiendo que est en su mano, y no ignorando a quin, ni con qu, ni por qu
lo hace, como si hiere sabiendo a quin hiere, y con qu y por qu lo hiere, y cada
cosa de stas la hace de propsito deliberado y no accidentariamente ni por
fuerza. Como si uno tomando la mano de otro lo hiriese con su misma mano, no
herir el tal voluntariamente, porque no est en su mano el no hacerlo. Puede
tambin acontecer que el que fue herido fuese el padre, y el que lo hiri lo tomase
por otro alguno de los que presentes estaban, y no entendiese que era su padre.
Lo mismo habemos de decir del fin por que lo hizo, y en fin de todo el hecho. Todo
aquello, pues, que se hace no entendindose, o ya que se entienda no estando en
su mano, o por ajena violencia, se dice ser forzoso. Porque muchas cosas de las
que naturalmente hay en nosotros sabindolas las padecemos o hacemos, de las
cuales ninguna se dice voluntaria ni forzosa, como el envejecerse y el morir, y lo
178
el
que
por
fuerza
contra
su
voluntad
deja
de
restituirlo,
accidentariamente diremos que hace agravio y obra cosas injustas. Las cosas,
pues, voluntarias, unas se hacen por eleccin y otras sin eleccin.
Por eleccin se hacen las cosas que se hacen con consulta, y sin eleccin las que
se obran sin consulta. Siendo, pues, tres las especies de los daos que en las
contrataciones suceden, las cosas que por ignorancia se hacen son hierros,
cuando uno los hace no entendiendo ni a quin, ni qu, ni con qu, ni por qu.
Porque o no pens arrojarlo, o no aquel, o no con aquello, o no por aquel fin, sino
que sucedi al revs de como l pens, como si lo arroj, no por herirle, sino por
picarle, o si no a quien quiso, o no como quiso. Cuando el dao, pues, es fuera de
razn, dcese desgracia, pero cuando es no fuera de razn, pero sin malicia,
dcese hierro (porque hierra uno cuando en l est el principio y origen de la
causa, y es desgraciado cuando en l no est); mas cuando lo entiende y no lo
hace sobre consulta dcese injuria o agravio, como lo que por enojo se hace, o por
otras alteraciones que o la necesidad o la naturaleza a los hombres acarrea.
Porque los que en semejantes cosas perjudican y hierran, dcense que hacen
injuria, y los hechos se llaman agravios, pero ellos por esto no son an del todo
injustos ni perversos, porque aquel tal dao no procede de maldad. Pero cuando
con consulta y eleccin lo hace, llmase injusto y mal hombre. Por esto las cosas
que con enojo se hacen no se dicen, y con razn, proceder de providencia. Porque
no comienza el hecho el que hace algo con enojo, sino el que le hace que se
enoje. A mas de esto en semejantesnegocios nunca se disputa si fue as o si no
fue, sino si hubo justa razn para ello, porque la saa es una injuria manifiesta; ni
se disputa si fue o no fue, como en las contrataciones, en las cuales, de necesidad
el uno o el otro ha de ser mal hombre, si ya por olvido no lo hacen, pero cuando
179
del hecho concuerdan, disptase cual de las dos partes pide justicia, mas el que
antes de hacerlo pens y deliber no lo ignora.
De manera, que el uno pretende que ha recebido agravio, y el otro que no. Pero el
que sobre consulta hace dao, hace agravio, y as el que semejantes agravios
hace ya es injusto, cuando fuera de proporcin y de igualdad lo hace. De la misma
manera el justo cuando sobre deliberacin hiciere alguna obra justa, la cual
entonces la hace, cuando la hace voluntariamente. Pero de las cosas forzosas
unas hay que son dignas de misericordia y otras que no. Porque las cosas que los
hombres hierran no slo ignorantemente, pero tambin por ignorancia, dignas
cierto son de misericordia. Pero las que se hacen, no por ignorancia, sino
ignorantemente por alguna alteracin ni natural ni humana, no son dignas de
misericordia.
Dudar por ventura alguno si habemos del recibir y hacer agravio suficientemente
disputado. Y primeramente, si es verdad lo que Eurpides escribe fuera de toda
Buena razn:
Pnesteme a preguntar
Cmo a mi madre mat:
En breve te lo dir, Sin mucho tiempo gastar.
Yo quise y ella aprob
De aquella suerte el morir,
O, enfadada del vivir,
180
Porque es imposible que una sea agraviado, sin que haya algn otro que le
agravie, ni que alguno reciba buenas obras, sin que haya alguno que las haga. Y
si, general y sencillamente hablando, el hacer agravio es hacer uno a otro dao
voluntariamente, que es sabiendo a quin, y con qu, y cmo, cierta cosa ser que
el disoluto voluntariamente a s mismo se hace dao, y a s voluntariamente ser
agraviado, y suceder que uno a s mismo se haga agravio. Esta es, pues, una de
las cosas que dudbamos: si puede uno a s mismo agraviarse. Asimismo, por el
vicio de la disolucin uno voluntariamente se dejar perjudicar de otro que
voluntariamente tambin le perjudique, de manera, que ser verdad que uno
voluntariamente sea agraviado. O diremos que no est entera aquella difinicin,
sino que se ha de aadir que hace dao sabiendo a quin y con qu, y cmo, y
esto contra la voluntad de aquel que lo recibe?
181
De manera que uno podr recibir dao de su voluntad y sufrir cosas injustas, pero
agravio ninguno lo recebir de su voluntad, porque ninguno lo ama, ni aun el
disoluto, sino que obra contra su voluntad, porque ninguno quiere lo que no tiene
por bueno, y el disoluto hace lo que entiende que no debera hacer. Y el que sus
propias cosas da, como Homero dice de Glauco, que le daba a Dimedes las
armas de oro por las de hierro, y lo que vala ciento por lo que vala nueve, no es
agraviado, porque en su mano est el no darlas, pero el ser agraviado no est en
su mano, sino que de necesidad ha de haber otro que le agravie. Cosa, pues, es
muy clara y manifiesta que el ser agraviado no es cosa voluntaria. De las cosas
asimismo ya arriba propuestas, dos nos restan por disputar: cul es el que hace el
agravio, el que en el repartir da uno ms de lo que merece, o el que lo recibe; y lo
segundo: si uno a s mismo se puede hacer agravio. Porque si lo que primero
habemos dicho es verdad, el que reparte es el que hace el agravio, y no el que
toma lo que es ms.
Y si uno reparte ms para otro que para s, sabiendo lo que hace, y de su propria
voluntad (lo cual parece que hacen los hombres que son bien comedidos), ste tal
a s mismo l mismo se har agravio, porque el hombre de bien y virtuoso siempre
es amigo de tomarse para s lo menos. O diremos que esto no es verdad as
sencillamente, sino que por ventura de otro bien recibe ms, como digamos de la
honra, o de lo que es absolutamente bueno. A ms de que se suelta fcilmente el
argumento por la difinicin del agraviar, porque no padece cosa contra su
voluntad, de manera que en cuanto a aquello no recibe agravio, sino que recibe
dao solamente. Cosa, pues, es cierta que el que reparte es el que hace el
agravio siempre, y no el que recibe, porque no hace agravio el que tiene lo injusto,
sino el que tiene facultad de hacerlo de su voluntad, lo cual consiste en el que es
origen y principio de aquel hecho, lo cual est en el que lo reparte y no en el que lo
recibe.
Asimismo esto que decimos hacer tmase de muchas maneras, porque una cosa
sin nima puede matar, y la mano y el siervo mandndoselo el seor, el cual no
182
hace agravio, pero hace cosas injustas. Asimismo si lo juzga sin entenderlo, no
hizo agravio a lo justo legtimo o legal, ni el tal juicio es injusto, sino como injusto.
Porque lo justo legal es diferente de lo justo principal. Pero si entendindolo lo
juzg injustamente, excede este tal la igualdad del favor o del castigo. Aquel,
pues, que de esta manera juzg injustamente, tiene dems, de la misma manera
que el que se toma para s parte del agravio que hace. Porque aquel que a los
tales adjudic el campo, no recibi de ellos campo, sino dinero.
Piensan, pues, los hombres que est en su mano el hacer agravio, y que por esto
es cosa fcil ser un hombre justo. Pero no es ello as. Porque tener uno acceso
con la mujer de su vecino, y herir a su prjimo, y entregar con su mano su dinero,
cosa fcil es, y que est en mano de los hombres; pero el hacerlo de tal o tal
manera dispuestos, no es cosa fcil, ni que est en su mano. De la misma manera
el saber las cosas justas y injustas no lo tienen por cosa de hombre muy sabio,
porque no hay mucha dificultad en entender las cosas de que las leyes tratan.
Pero las cosas justas no consisten en esto, sino accidentariamente, sino en cmo
se han de hacer y distribuir las cosas justas, lo cual es cosa de mayor dificultad
que entender las cosas provechosas para la salud. Porque en la medicina cosa
fcil es conocer la miel y el vino, y el veratro y el cauterio y la abertura.
Porque tambin el justo tiene fuerzas para allegarse a la mujer de su vecino y para
herir a su prjimo, y el hombre valeroso tambin tiene fuerzas para arrojar all el
escudo y para volver espaldas y huir a do quisiere. Pero el cobardear y hacer
agravio no es el hacer estas cosas sino accidentariamente, sino el hacerlas de tal
manera o tal dispuestos, as como el curar y el dar salud no es el abrir o no abrir,
183
En otros no se halla ningn gnero de bienes, como en los que tienen la malicia ya
incurable, a los cuales toda cosa les es perjudicial. Otros los tienen cul ms cul
menos, y de esta manera tenerlos es propio de los hombres.
Como agora manda la ley que cualquiera que a hombre delincuente diere favor y
ayuda, sea castigado de tal o tal castigo. Un delincuente, huyendo de la justicia,
pidi a otro hombre, que no le conoca, que le mostrase el camino, o que le
pasase si era barquero; este tal no merece castigo por aquella ley, porque ste no
era delincuente para el nimo del que le ense el camino o le pas el ro, que no
haba el otro de adevinar. Para esto, pues, es la moderacin del juez y el derecho
de igualdad buena, la cual es freno de lo justo legal, como aqu dice Aristteles. de
esta bondad, pues, trata en este captulo, y disputa en qu difiere de la justicia, o
si es lo mismo, o especie de ella.
184
De la bondad que modera el derecho y del que es por ella moderado se ofrece
haber de tratar, cmo se ha con la justicia, y lo tal moderado con lo justo. Porque
los que curiosamente lo consideran, hallan que, ni del todo son una misma cosa,
ni tampoco diferentes en el gnero. Porque algunas veces de tal suerte alabamos
esta virtud y al hombre que la posee, que el vocablo de ella generalmente lo
extendemos a significar con l toda cosa buena, mostrando que lo ms moderado
en igualdad es 1o mejor. Otras veces, si consultamos con la razn, nos parece
cosa del todo apartada de ella el decir que lo bueno y igual, siendo diferente de lo
justo, sea digno de alabanza. Porque, o lo justo no es bueno, o lo moderado no es
justo, si es diferente cosa de lo justo; o si lo uno y lo otro es bueno, son una misma
cosa. Estas razones, pues, en lo bueno moderado causan dificultad y duda.
Todo ello, pues, en cierta manera, est rectamente dispuesto, y lo uno a lo otro no
contradice. Porque lo bueno moderado, siendo y consistiendo en alguna cosa
justa, es un justo ms perfeto, y no es mejor que lo justo como cosa de gnero
diverso. De manera que todo es una misma cosa lo justo y lo bueno moderado;
porque siendo ambas a dos cosas buenas, es ms perfecto lo justo moderado.
alguna cosa justa, no as generalmente, sino mejor que aquel justo que err por
hablar as tan en general.
No es, pues, otra la naturaleza de lo bueno moderado, sino ser reformacin de ley
en cuanto a la parte en que falt por hablar tan en general. Porque esto es la
causa de que no se pueden reglar por ley todas las cosas, porque es imposible
hacer ley de cada cosa, y ashay necesidad de particulares estatutos. Porque la
cosa que es indeterminada, tambin tiene su regla indeterminada, como la regla
de la arquitectura lesbia, que es de plomo, yas se conforma con la figura de la
piedra y no es regla cierta; de la misma manera se hael estatuto con los negocios.
Entendido, pues, esta qu cosa es lo bueno moderado y ques lo justo, y a cul
justo hace ventaja lo bueno moderado. De aqu se colige claramente cul es el
hombre de moderada justicia, que es el que elige tal manera de justicia y la pone
fuerza y rigor de la ley, aunque ella hable en su favor. Y semejante hbito que ste
es la bondad moderada, y es parte de la justicia y no hbito diferente de ella.
Cmo ninguno hace agravio a s mismo
que de ira a s mismo se mata voluntariamente, lo hace contra toda buena razn,
haciendo lo que la ley no le permite.
Cosa, pues, es cierta ymanifiesta que lo uno y lo otro es cosa mala, digo el recibir
agravio y el hacerlo, porque el recibir agravio es tener menos de lo justo, que es
medio, y el hacerlo tener ms; como en la medicina el exceder o faltar de la
templanza sana; y en el arte de la lucha y ejercicios corporales, exceder o faltar de
buen hbito de cuerpo. Pero, con todo eso, es peor el hacer agravio que no el
recebirlo. Porque el hacer agravio trae consigo anexa la maldad, y es cosa digna
187
Porque no toda cosa voluntaria trae consigo agravio. Pero el recibir agravio puede
acontecer sin maldad y sin caer en vicio de sinjusticia. De manera que el
recibiragravio, cuanto a su propria naturaleza, menor mal es que el hacerlo,
aunque accidentariamente puede acontecer que sea mayor el mal; pero lo
accidentario no loconsidera el arte, sino que dice: el dolor de costado es ms
grave enfermedad que unencuentro del pie, aunque, accidentariamente, alguna
vez el encuentro del pie podra sermayor, como si uno tropezando cayese y
viniese a manos de los enemigos y perecieseuno; pues no se dice bien que
guarda justicia para consigo mismo, pero para algunas cosas suyas bien se dice,
por una manera de semejanza y metfora, aunque no toda manera de justicia,
sino la seoril y familiar.
Porque en estas razones difiere la parte del alma que es capaz de razn de la que
no lo es, con las cuales partes teniendo cuenta, parece que puede uno a s mismo
agraviarse, pues puede en ellas padecer algo contra los deseos de ellas. De la
misma manera, pues, que entre el que gobierna y el sbdito hay su justo, de la
misma parece que lo habr entre estas dos partes. De la justicia, pues, y de las
dems morales virtudes, de esta manera habemos disputado. Lo que Aristteles
dice aqu, que el que perjudica a otro por satisfacerse del agravio que aquel tal le
ha hecho no le hace agravio, tambin lo dice Tulio en los Oficios. Pero el uno y el
otro seran como hombres que no aprendieron en escuela cristiana.
que los telogos llaman justicia original, cuando la parte superior, que es la razn,
manda, y la inferior, que es la parte que apetece, obedece a la razn, rehusando
las cosas que la razn dice que no convienen; y este es el mejor del hombre, en el
cual fueron criados nuestros primeros padres; y cuando esta orden se pervierte,
amotinndose la parte inferior contra la superior, caemos en los vicios.
189
VI, 9.
Cuando vine frica, tribuno militar, como sabis, de la cuarta legin, la orden
del cnsul Manlio Manilio, todo mi anhelo fu ver al rey Masinisa, por justas
razones ntimo amigo de nuestra familia. Fu l: abrazme el anciano; llor
conmigo; mir algo despus al cielo, y Gracias, dijo, te doy, sumo Sol, y
vosotros, los dems celestiales, porque no parto de esta vida antes de haber visto
en mi reino y este mi hogar Publio Cornelio Escipin, cuyo solo nombre me
recrea. Tan cierto es que jams se aleja de mi alma la memoria de aquel ptimo
invictsimo varn.
Ves aquella ciudad, que, forzada por m rendirse al pueblo romano, renueva las
antiguas guerras y no atina reposar? (Y sealaba Cartago, desde una regin
190
Aqu yo, bien que conturbado, no tanto del temor de la muerte, como del de las
domsticas asechanzas, pregunt, con todo, si vivira l, y Paulo, mi padre, y los
dems que nosotros tenamos por extintos. S que viven, dijo, los que de los
lazos del cuerpo, como de una prisin, han volado. La vuestra, empero, que vida
se llama, muerte es.
Que no miras como ti viene Paulo, tu padre?
Vile, y me deshice en llanto. Pero l me abraz y bes, y prohibime llorar.
191
Epicuro dijo que la honesta pobreza era una cosa alegre; y debiera decir que
siendo alegre, no es pobreza; porque el que con ella se aviene bien, ese solo es
rico, y no es pobre el que tiene poco, sino el que desea ms; pues aprovecha poco
al rico lo que tiene encerrado en el arca y en los graneros, los rebaos de ganado
y la cantidad de censos, si tras eso anhela lo ajeno, y si tiene el pensamiento, no
slo en lo adquirido, sino en lo que codicia adquirir.
En tu cuerpo hay muy corta materia para robos; pues nadie, o por lo menos pocos
derraman la sangre humana por solo derramarla. El ladrn deja pasar al desnudo
pasajero, y para el pobre aun en los caminos sitiados hay seguridad. Aquel
abunda ms de riquezas que menos necesita de ellas. Y si vivieres conforme a las
leyes de la naturaleza, jams sers pobre; si con las de la opinin, jams sers
rico; porque siendo muy poco lo que la naturaleza pide, es mucho lo que pide la
opinin. Si sucediere juntarse en ti todo aquello que muchos hombres ricos
poseyeron, y si la fortuna te adelantare a que tengas ms dinero del que con modo
ordinario se consigue, si te cubriese de oro y te adornase de prpura, y te pusiere
en tantas riquezas y deleites, que no slo te permita el poseer muchos bienes,
sino el hollarlos, dndote estatuas y pinturas y todo aquello que el arte labra en
plata y oro para servir a la destemplanza, de estas mismas cosas aprenders a
codiciar ms. Los deseos naturales son finitos, y al contrario, los que se originan
de falsa opinin no tienen fin; porque a lo falso no hay lmites, habindole para la
verdad. Aprtate, pues, de las cosas vanas, y cuando quieras conocer si el deseo
que tienes es natural o ambicioso, considera si tiene algn trmino fijo donde
parar, y si despus de haber pasado muy adelante le quedare alguna parte ms
lejos a donde aspire, entenders que no es natural.
La pobreza est despejada, porque est segura y sabe que cuando se tocan las
cajas, no la buscan; cuando es llamada a alguna parte, no cuida de lo que ha de
llevar, sino cmo ha de salir. Y cuando ha de navegar, no se inquietan las riberas
con estruendo ni acompaamiento, no le cerca la turba de hombres, para cuyo
sustento sea necesario desear la fertilidad de las provincias transmarinas. El
alimentar a pocos estmagos, que no apetecen otra cosa ms que el sustento
natural, es cosa fcil. La hambre es poco costo y es lo mucho el fastidio. La
pobreza se contenta con satisfacer a los deseos presentes.
Sano est el rico, que si tiene riquezas, las tiene como cosas que le tocan por
defuera. Pues por qu has de rehusar tener por compaera a aquella cuyas
193
costumbres imita el rico que se halla sano? Si quieres estar desocupado y librar el
nimo, conviene que desees ser pobre, o al menos, semejante a pobre. No puede
haber estudio saludable sin que intervenga cuidado de la frugalidad, y sta es una
voluntaria pobreza que muchos hombres la sufrieron, y muchos reyes brbaros
vivieron con solas races, pasando una hambre indigna de decirse, y esto lo
padecieron por el reino, y lo que ms admiracin te causar es el padecer por
reino ajeno. En las adversidades es cosa fcil despreciar la vida; pero el que
puede sufrir la calamidad, se muestra mayor valenta. Habr quien dificulte el
sufrir hambre por librar su nimo de frenes? A muchos les fue el adquirir riquezas,
no fin de las miserias, sino mudanza de ellas; porque la culpa no est en las
cosas, sino en el nimo.
Esto mismo que hizo no fuese grave la pobreza, har que lo sean las riquezas. Al
modo que al enfermo no le es de consideracin ponerle en cama de madera o de
oro, porque a cualquiera que le mudes, lleva consigo la enfermedad; as tampoco
hace al caso que el nimo enferme en riquezas o en pobreza, pues siempre le
sigue su indisposicin. Para estar con seguridad no necesitamos de la fortuna,
aunque se muestre airada; que para lo necesario cualquier cosa es suficiente. Y
para que la fortuna no nos halle desapercibidos, hagamos que la pobreza sea
nuestra familiar. Con ms detencin nos haremos ricos, si llegremos a conocer
cun poco tiene de incomodidad el ser pobres.
Nadie naci rico, porque a los que vienen al mundo se les manda vivan contentos
con leche y pan, y de estos principios nos reciben los reinos; porque la naturaleza
no desea ms que pan y agua, y para conseguir esto nadie es pobre; y el que
pusiere lmite a sus deseos, podr competir con Jpiter en felicidad; porque la
pobreza, ajustada con las leyes de la naturaleza, es una riqueza muy grande; y al
contrario, la riqueza grande es una continua inquietud, que desvaneciendo el
cerebro, le altera, haciendo que en ninguna cosa est firme: a unos irrita contra
otros, a unos llama a la potencia, y a otros hace desvanecidos, y a muchos
afeminados. Y si quieres averiguar que en la pobreza no hay cosa que sea mala,
compara a los pobres con los ricos, y vers que el pobre se re ms veces y con
risa ms verdadera, porque no estando combatido de cuidados, se ve en tal altura,
donde los que vienen se le pasan como ligera nube.
196
Scrates (Semblanza)
Scrates (c. 470-c. 399 a.C.), filsofo griego, considerado el fundador de la
filosofa moral o axiologa, que ha tenido gran peso en la posterior historia de la
filosofa occidental por su influencia sobre Platn.
Nacido en Atenas, hijo de Sofronisco, un escultor, y de Fenareta, una comadrona,
recibi una educacin tradicional en literatura, msica y gimnasia. Ms tarde se
familiariz con la retrica y la dialctica de los sofistas, las especulaciones de los
filsofos jnicos y la cultura general de la Atenas de Pericles. En un principio
continu el trabajo de su padre, e incluso realiz un conjunto escultrico de las
tres Gracias que permaneci en la entrada de la Acrpolis ateniense hasta el siglo
II a.C. Durante la guerra del Peloponeso contra Esparta, sirvi como soldado de
infantera con gran valor en las batallas de Potidea (432-430 a.C.), Delio (424 a.C.)
y Anfpolis (422 a.C.).
Crea en la superioridad de la discusin sobre la escritura y, en virtud de esta
conviccin, pas la mayor parte de su vida en los mercados y plazas pblicas de
Atenas, iniciando dilogos y discusiones con todo aquel que quisiera escucharle, y
a quienes sola responder mediante preguntas. Cre as un mtodo denominado
mayutica (o arte de alumbrar los espritus) por el que lograba que sus
interlocutores descubrieran la verdad a partir de ellos mismos. Segn los
testimonios de su poca, era poco agraciado y de escasa estatura, lo que no le
impeda actuar con gran audacia y dominio de s mismo. Apreciaba mucho la vida
y alcanz una gran popularidad en la sociedad ateniense por su viva inteligencia y
un sentido del humor agudo pero desprovisto de stira o cinismo. Casado con
Jantipa, una mujer de reconocido mal genio, tuvo tres hijos.
Scrates fue obediente con respecto a las leyes de Atenas, pero en general
evitaba la poltica, refrenado por lo que l llamaba una advertencia divina. Crea
que haba recibido una llamada para ejercer la filosofa y que podra servir mejor a
su pas dedicndose a la enseanza y persuadiendo a los atenienses para que
hicieran examen de conciencia y se ocuparan de su alma. No escribi ningn libro
197
ni tampoco fund una escuela regular de filosofa. Todo lo que se sabe con
certeza sobre su personalidad y su forma de pensar se extrae de los trabajos de
dos de sus discpulos ms notables: Platn, que atribuy sus propias ideas a su
maestro, y el historiador Jenofonte, quien quiz no consigui comprender muchas
de las doctrinas socrticas. Platn describi a Scrates escondindose detrs de
una irnica profesin de ignorancia, conocida como irona socrtica, y como
poseedor de una agudeza mental y un ingenio que le permitan entrar en las
discusiones con gran facilidad.
La contribucin de Scrates a la filosofa ha sido de un marcado tono tico. La
base de sus enseanzas fue la creencia en una comprensin objetiva de los
conceptos de justicia, amor y virtud y el conocimiento de uno mismo. Crea que
todo vicio es el resultado de la ignorancia y que ninguna persona desea el mal; a
su vez, la virtud es conocimiento y aquellos que conocen el bien, actuarn de
manera justa. Su lgica hizo hincapi en la discusin racional y en la bsqueda de
definiciones generales, como queda reflejado en los escritos de su joven discpulo,
Platn, y en los del alumno de ste, Aristteles. A travs de las obras de ambos,
las teoras socrticas incidieron de forma determinante en el curso del
pensamiento especulativo occidental posterior.
Otro pensador y amigo de Scrates fue Antstenes, el fundador de la escuela
cnica de filosofa. Tambin fue maestro de Aristipo, que fund la filosofa cirenaica
de la experiencia y el placer, de la que surgi la filosofa ms elevada de Epicuro.
Tanto para los estoicos como el filsofo griego Epicteto, como para el filsofo
romano Sneca el Viejo y el emperador romano Marco Aurelio, Scrates
represent la personificacin y la gua para alcanzar una vida superior.
Aunque fue un patriota y un hombre de profundas convicciones religiosas,
Scrates sufri sin embargo la desconfianza de muchos de sus contemporneos,
a los que les disgustaba su actitud hacia el Estado ateniense y la religin
establecida. En el 399 a.C. fue acusado de despreciar a los dioses del Estado y de
introducir nuevas deidades, una referencia al daemonion, o voz interior mstica a la
198
199
Sofistas.
Sofistas (del griego sophi, 'experto', 'maestro artfice', 'hombre de sabidura'), en su
origen, nombre aplicado por los antiguos griegos a los hombres eruditos, tales
como los Siete Sabios de Grecia; en el siglo V a.C., nombre que se daba a los
maestros itinerantes que proporcionaban instruccin en diversas ramas del
conocimiento a cambio de unos honorarios convenidos con antelacin.
Personas que compartan puntos de vista filosficos mucho ms amplios que los
de una escuela, los sofistas popularizaron las ideas de varios filsofos anteriores;
pero, basndose en su interpretacin de ese pensamiento filosfico anterior, casi
todos ellos concluyeron afirmando que la verdad y la moral eran en esencia
materias opinables. As, en sus propias enseanzas tendan a enfatizar formas de
expresin persuasivas, como el arte de la retrica, que facilitaba a los discpulos
tcnicas tiles para alcanzar el xito en la vida, en especial en la vida pblica.
Los sofistas gozaron de popularidad durante un tiempo, sobre todo en Atenas; sin
embargo, su escepticismo de la verdad absoluta y la moral suscit a la postre
fuertes crticas. Scrates, Platn y Aristteles pusieron en tela de juicio los
fundamentos filosficos de las enseanzas de los sofistas. Platn y Aristteles les
censuraron por aceptar dinero. Ms tarde, fueron acusados por el Estado de
carecer de moral. Como consecuencia, la palabra sofista adquiri un significado
despectivo, al igual que el moderno trmino sofisma, que puede ser definido como
astuto y engaoso o como argumentacin o razonamiento falsos. No obstante,
diversas corrientes filosficas han reivindicado el sofismo como un espritu crtico,
desde mediados del siglo XX. Autores tan dispares como el aptrida de origen
rumano, Emil Michel Cioran, el espaol Fernando Savater y diversos tericos del
postmodernismo han elaborado el gran elogio doctrinal del sofismo.
201
1) Nada existe.
2) Si existiera algo no podra ser conocido.
3) Si algo existente pudiera ser conocido, sera imposible expresarlo con el
lenguaje.
(como personajes mticos, por ejemplo) que pueden ser pensadas. De esta
manera seala, contra Parmnides, que existe una escisin entre pensamiento y
ser y, por tanto, si algo fuese, no podra ser pensado. (Ntese que Gorgias usa
como mtodo de razonamiento el procedimiento de reduccin al absurdo, tan
hbilmente desarrollado por Zenn de Elea y otros eleatas).
203
Estas reflexiones sobre el arte fueron posteriormente recogidas por Platn (que
destac el aspecto de engao y de imitacin del arte) y por Aristteles (que
subray el aspecto purificador o catrtico del arte). Otras obras destacables de
Gorgias son: Encomio de Helena, y Defensa de Palamedes.
204
cuanto que son, y de las que no son, en cuanto que no son. Esta frase, conocida
como el principio del homo mensura, caracteriza el pensamiento de Protgoras,
que considera la reflexin sobre el hombre, sobre sus sensaciones y su
pensamiento como el ncleo de la filosofa (ver cita). Dicha posicin central de la
reflexin sobre el hombre y a partir del hombre, est en consonancia con el giro
antropolgico operado por el movimiento sofista que l contribuy a crear, ya que
el mbito de sus preocupaciones tericas era el de la vida social, es decir, la
posibilidad de la paideia o educacin, la posibilidad de la enseanza de la (aret)
o virtud, el estudio del (nomos) y el del hombre y sus relaciones con la colectividad
o la polis, temas que comparti con los otros sofistas. Esta famosa sentencia se
interpreta generalmente como la expresin de un pensamiento fuertemente
relativista, ya que, al parecer, Protgoras se refera no al hombre de manera
genrica, sino al hombre emprico y particular. Segn esto, el hombre es la medida
en cuanto que es quien mide o delimita el dominio de lo que aparece a la
presencia, que entiende como meramente inmediata, es decir, como mera
presencia de las cosas, no de su fundamento. De ah que, en lugar de indagar por
el fundamento de todo ser, se preocupe slo por lo meramente ente.
206
En este sentido aparece como una crtica a todo dogmatismo. Sus tesis tuvieron
una gran influencia en los pirrnicos. No obstante, en el terreno de la moral su
posicin era menos relativista que el mbito gnoseolgico, ya que sustentaba que
de dos acciones una es mejor y otra es peor, en funcin de su utilidad para la vida
social.Protgoras, que se define a s mismo como un maestro de aret,defendi
tambin la idea de progreso de la humanidad en su obra De la organizacin
primitiva, que trataba del supuesto estado natural e inicial de los hombres.
Conocemos sus tesis a travs del mito que Platn pone en boca de Protgoras en
el dilogo del mismo nombre, y en el que el sofista defiende la posibilidad de
ensear la aret.
207
En cambio, se puede exigir a todo hombre que posea virtudes polticas. Pero stas
se ensean desde la infancia y el Estado mismo, con sus leyes, prosigue esta
educacin. En relacin con esto Protgoras formula una clebre doctrina sobre el
castigo: nadie en su sano juicio castiga a un criminal por el crimen que ha
cometido (que es irreparable), a menos que acte por venganza, sino que se
castiga, y se debe castigar, para evitar que este mismo hombre u otro en el futuro
cometa una accin semejante. El castigo, pues, tiene un carcter ejemplar y busca
efectos disuasorios. Pero esto supone la tesis de Protgoras, a saber, que la virtud
puede ser enseada. De esta manera, Protgoras defiende que si bien la
naturaleza humana posee la posibilidad del progreso moral, la realizacin efectiva
de ste depende de la educacin.
208
Epicureismo.
Corriente filosfica desarrollada en el perodo helenstico formada por los
seguidores de Epicuro. Como tal corriente de pensamiento, se remonta ya a los
inicios de la primera escuela fundada por Epicuro primero en Mitilene en el ao
311 y, al ao siguiente, en Lmpsaco, donde imparti clases durante cuatro aos.
En esta primera generacin de discpulos de Epicuro destacan Colotes,
Timcrates, Hermarco Idomeneo, Metrodoro, Hedeira, Leonteso y, su mujer,
Themista. Posteriormente, Epicuro se traslad a Atenas donde fund su escuela
conocida como el jardn, por ser en el jardn de su propiedad donde se reunan y
hospedaban sus seguidores y amigos. Durante toda esta primera poca, vinculada
directamente al maestro, los epicreos polemizaron especialmente con los
platnicos, los aristotlicos, con los seguidores de las escuelas socrticas y con la
naciente escuela estoica.
Puesto que el sistema terico y el ideal de vida forjados por Epicuro presentaban
una gran coherencia, la mayora de sus discpulos siguieron sus doctrinas con
muy pocas modificaciones. Adems, profesaban un gran respeto por su maestro,
hasta el punto que entre ellos se hizo famosa la siguiente mxima: Comprtate
siempre como si Epicuro te viera. No obstante, sus discpulos no se limitaron a
copiar las tesis del maestro, sino que desarrollaron aspectos de la doctrina, como
en el caso de Metrodoro (ntimo amigo de Epicuro), que profundiz la tesis
epicrea del placer catastemtico (placeres naturales y necesarios propios de la
entereza de nimo, que se basan en la privacin del dolor fsico y moral). Otros
discpulos destacaron por sus polmicas contra el platonismo y por la defensa de
sus tesis contra otras escuelas ticas como los cnicos y los estoicos. Polstrato
fue el tercer escolarca y el ltimo de los de la primera generacin de discpulos
directos de Epicuro.
211
Carta a Meneceo 14
212
Le sera fcil si est decidido a ello. Pero si lo dice en broma, se muestra frvolo en
una cuestin que no lo es. As pues, conviene recordar que el futuro ni est
enteramente en nuestras manos, ni completamente fuera de nuestro alcance, de
213
suerte que no debemos ni esperarlo como si tuviese que llegar con seguridad, ni
desesperar como si no tuviese que llegar con certeza.
En tercer lugar, hay que comprender que entre los deseos, unos son naturales y
los otros vanos, y que entre los deseos naturales, unos son necesarios y los otros
slo naturales. Por ltimo, entre los deseos necesarios, unos son necesarios para
la felicidad, otros para la tranquilidad del cuerpo, y los otros para la vida misma.
Una teora verdica de los deseos refiere toda preferencia y toda aversin a la
salud del cuerpo y a la ataraxia [del alma], ya que en ello est la perfeccin de la
vida feliz, y todas nuestras acciones tienen como fin evitar a la vez el sufrimiento y
la inquietud. Y una vez lo hemos conseguido, se dispersan todas las tormentas del
alma, porque el ser vivo ya no tiene que dirigirse hacia algo que no tiene, ni buscar
otra cosa que pueda completar la felicidad del alma y del cuerpo. Ya que
buscamos el placer solamente cuando su ausencia nos causa un sufrimiento.
Cuando no sufrimos no tenemos ya necesidad del placer.
Por ello decimos que el placer es el principio y el fin de la vida feliz. Lo hemos
reconocido como el primero de los bienes y conforme a nuestra naturaleza, l es
el que nos hace preferir o rechazar las cosas, y a l tendemos tomando la
sensibilidad como criterio del bien. Y puesto que el placer es el primer bien natural,
se sigue de ello que no buscamos cualquier placer, sino que en ciertos casos
despreciamos muchos placeres cuando tienen como consecuencia un dolor
mayor. Por otra parte, hay muchos sufrimientos que consideramos preferibles a
los placeres, cuando nos producen un placer mayor despus de haberlos
soportado durante largo tiempo.
Por consiguiente, todo placer, por su misma naturaleza, es un bien, pero todo
placer no es deseable. Igualmente todo dolor es un mal, pero no debemos huir
necesariamente de todo dolor. Y por tanto, todas las cosas deben ser apreciadas
por una prudente consideracin de las ventajas y molestias que proporcionan. En
214
efecto, en algunos casos tratamos el bien como un mal, y en otros el mal como un
bien.
obtenerse sin el placer. En efecto, las virtudes estn unidas a la vida feliz, que a
su vez es inseparable de las virtudes.
Existe alguien al que puedas poner por encima del sabio? El sabio tiene
opiniones piadosas sobre los dioses, no teme nunca la muerte, comprende cul es
el fin de la naturaleza, sabe que es fcil alcanzar y poseer el supremo bien, y que
el mal extremo tiene una duracin o una gravedad limitadas.
Por consiguiente, medita estas cosas y las que son del mismo gnero, medtalas
da y noche, t solo y con un amigo semejante a ti. As nunca sentirs inquietud ni
en tus sueos, ni en tus vigilias, y vivirs entre los hombres como un dios. Porque
el hombre que vive en medio de los bienes inmortales ya no tiene nada que se
parezca a un mortal.
216
Estoicismo
Corriente filosfica del perodo helenstico cuyo nombre proviene del lugar en que
su fundador (Zenn de Citio, 333-263 a.C.) ubic la sede de la escuela, que
estaba situada en un prtico o stoa (sto poikile, prtico pintado).Desde Zenn
de Citio y, especialmente, desde Crisipo (el sistematizador de la stoa antigua), los
estoicos dividan la filosofa en tres partes: lgica, fsica y tica. 1) La lgica,
entendida inicialmente como ciencia de los discursos (de hecho Zenn fue el
primero que utiliz el trmino lgica para referirse al estudio del pensamiento
discursivo), se divida en retrica y dialctica. A su vez, sta inclua la lgica
formal, la lgica material o teora del conocimiento, la gramtica (introducida por
Crisipo) y la semitica. La retrica, en cambio, estudia el discurso continuo.
La lgica formal estoica ha empezado a ser valorada a partir del siglo XX ya que,
frente a la lgica de trminos aristotlica, se trata de una lgica de las
proposiciones y esboza una importante teora semitica al dividir el signo entre
significante y significado. El anlisis lgico descansa en una concepcin de la
verdad entendida a partir de la nocin de representacin catalptica: comprensin
conceptual BD`80R4H (prlepsis) de la sensacin que implica un juicio que, si es
evidente y no es contradictorio, es considerado verdadero. La sensacin enva sus
seales a la mente, la cual forma una representacin mental o fantasa de los
objetos, que pueden ser juzgados y aceptados por el entendimiento en el
momento de la katlepsis. La imagen reconocida es la n (fantasa catalptica).
Ello condujo a una elaborada teora acerca de la evidencia, desarrollada
especialmente por Crisipo.
Directamente unido a su teora acerca del criterio de verdad fue el estudio de las
proposiciones y los razonamientos, fundado sobre la nocin (lektn): en toda
proposicin pueden distinguirse tres aspectos: (significante) o la palabra; la cosa
significada y un tercer elemento: (el significado). Mientras las palabras y las cosas
son materiales, el significado es inmaterial y acta de enlace entre ellos.
217
todo, dando cohesin al conjunto, y que posee las semillas inteligibles que
intervienen en el desarrollo de las cosas. (En cuanto que el logos lo penetra todo,
los estoicos niegan la impenetrabilidad de los cuerpos o antitipia). El cosmos est
rodeado por el fuego puro que penetra en la materia vitalizando las cosas: es su
alma (alma del mundo). Esta vida consiste en un cambio continuo que sigue unos
ciclos eternos siempre idnticos, siguiendo un proceso de eterno retorno, que
termina con una conflagracin universal o (ecprosis), por la que se cumple una
gran purificacin (catarsis), a partir de la cual vuelve a iniciarse de nuevo el ciclo
regido por el logos o ley csmica, que determina el proceso regido por el destino.
220
Escepticismo.
(Del griego skeptomai, investigar atentamente, o simplemente de skeptesthai,
investigar)
tranquilidad
interior,
renunciando
decidir
sobre
opiniones
contradictorias.
222
Neoplatonismo
Conjunto de doctrinas y escuelas de renovacin del pensamiento de Platn
interpretado especialmente desde una perspectiva religiosa. Los inicios de este
movimiento se hallan ya en algunas de las concepciones platnicas desarrolladas
por los inmediatos sucesores de Platn, Espeusipo (que identifica la idea de Bien
con el Uno) y Jencrates (que consideraba las ideas como nmeros), pero
realmente se empez a gestar en el pensamiento del platonismo medio, y
especialmente de Ammonio Saccas (S. II), a la vez que se mezcl con influencias
neopitagricas y con las procedentes del pensamiento de Filn de Alejandra. Del
platonismo medio adopt la interpretacin de las ideas platnicas como arquetipos
contenidos en la mente divina, del neopitagorismo adopt la doctrina de los
nmeros y su procedencia del Uno, mientras que de Filn adopt su doctrina del
8`(@H y la introduccin de entes intermedios entre Dios y el mundo.
filosfico
pagano
de
la
antigedad.
Por
ello,
el
trmino
el
movimiento
neoplatnico
tuvo
numerosos
importantes
225
226
227
6. Si un seor roba la propiedad religiosa o estatal, ese seor ser castigado con
la muerte. Adems el que recibi de sus manos los bienes robados ser (tambin)
castigado con la muerte.
que sepan delante del dios. (Y puesto que) el vendedor fue el ladrn ser
castigado con la muerte. El propietario del objeto perdido recobrar su objeto
perdido. El comprador recobrar de la hacienda del vendedor la plata que haba
pesado.
13. Si los testigos de tal seor no estuviesen a mano, los jueces le sealarn un
plazo de seis meses. Y si al (trmino del) sexto mes, no presenta sus testigos,
este seor es un falsario. Sufrir en su totalidad la pena de este proceso.
14. Si un seor roba el nio menor de (otro) seor, recibir la muerte.
15. Si un seor ayuda a escapar por la gran puerta (de la ciudad) a un esclavo
estatal o a una esclava estatal o a un esclavo de un subalterno o a una esclava de
un subalterno recibir la muerte.
229
20. Si el esclavo huye de la casa de aquel que lo prendi, este hombre lo jurar
(as) por el dios al dueo del esclavo y se marchar libre.
22. Si un seor se entrega al bandidaje y llega a ser prendido, ese seor recibir la
muerte.
24. Si es una vida (lo que se perdi), la ciudad y el gobernador pesarn una mina
de plata (y se la entregarn) a su gente.
230
26. Si un oficial o un especialista (militar) que haba recibido la orden de partir para
una misin del rey, no fuese (a la misma) o bien (si) alquilase un mercenario y le
enviase en su lugar, ese oficial o ese especialista (militar) recibir la muerte; el
denunciante (del hecho) tomar su hacienda.
27. Si un oficial o un especialista (militar), mientras serva las armas del rey, ha
sido hecho prisionero, y durante su ausencia han dado su campo y su huerto a
otro que ha cumplido con las obligaciones del feudo (pagando la renta); si (el
oficial o el especialista) regresa y vuelve a su ciudad, le sern devueltos su campo
y su huerto y ser l quien cumplir las obligaciones del feudo.
28. Si un oficial o un especialista (militar), mientras serva las armas del rey, ha
sido hecho prisionero (y si) su hijo es capaz de cumplir las obligaciones del feudo,
le sern entregados el campo y el huerto y l cuidar de las obligaciones feudales
de su padre.
231
La nica institucin europea con carcter universal fue la Iglesia, pero incluso en
ella se haba producido una fragmentacin de la autoridad. Todo el poder en el
seno de la jerarqua eclesistica estaba en las manos de los obispos de cada
regin. El papa tena una cierta preeminencia basada en el hecho de ser sucesor
de san Pedro, primer obispo de Roma, a quien Cristo le haba otorgado la mxima
autoridad eclesistica. No obstante, la elaborada maquinaria del gobierno
eclesistico y la idea de una Iglesia encabezada por el papa no se desarrollaran
hasta pasados 500 aos. La Iglesia se vea a s misma como una comunidad
espiritual de creyentes cristianos, exiliados del reino de Dios, que aguardaba en un
mundo hostil el da de la salvacin. Los miembros ms destacados de esta
comunidad se hallaban en los monasterios, diseminados por toda Europa y
alejados de la jerarqua eclesistica.
234
Durante el siglo XIII se sintetizaron los logros del siglo anterior. La Iglesia se
convirti en la gran institucin europea, las relaciones comerciales integraron a
Europa gracias especialmente a las actividades de los banqueros y comerciantes
italianos, que extendieron sus actividades por Francia, Inglaterra, Pases Bajos y
el norte de frica, as como por las tierras imperiales germanas. Los viajes, bien
por razones de estudio o por motivo de una peregrinacin fueron ms habituales y
cmodos. Tambin fue el siglo de las Cruzadas; estas guerras, iniciadas a finales
del siglo XI, fueron predicadas por el Papado para liberar los Santos Lugares
cristianos en el Oriente Prximo que estaban en manos de los musulmanes.
Concebidas segn el Derecho cannico como peregrinaciones militares, los
llamamientos no establecan distinciones sociales ni profesionales. Estas
expediciones internacionales fueron un ejemplo ms de la unidad europea
236
misma idea de creacin libre, que lleva a la de persona humana, como sujeto
individual responsable y la antropologa que de aqu se deduce; la verdad en
relacin con la verdad divina y con la orientacin realista de la teora del
conocimiento tomista y escotista; la nocin de libertad; la filosofa de la historia.
240
Filosofa medieval
Filosofa medieval, conjunto de sistemas, doctrinas y teoras que, en el mbito de
la filosofa, fueron formuladas durante la edad media. Es difcil definir el concepto
filosofa medieval. En primer lugar, el trmino medieval es en s mismo vago a
efectos filosficos. Una convencin aceptada generalmente engloba bajo este
epgrafe el periodo comprendido entre Boecio (siglo V) y Guillermo de Ockham
(siglo XIV). Es decir, ms de 800 aos de la historia del mundo occidental. Esto
ltimo, a su vez, aparta de nuestro campo de estudio casi todo el pensamiento
medieval ajeno a Europa o al mundo islmico.
En segundo lugar, el trmino filosofa se aplicaba en la edad media a un amplio
abanico de saberes, desde la astronoma a la teologa, pues se usaba como
sinnimo de sabidura o conocimiento. Por tanto, el trmino filosofa se utiliza
aqu en su sentido moderno, para referirse a la investigacin rigurosa de cualquier
asunto al nivel ms abstracto y general y no a sistemas de pensamiento
(independientemente de su complejidad o sofisticacin) consistentes en opiniones
sobre la naturaleza de las cosas o reglas acerca de cmo debera vivir el ser
humano.
fundamentalmente
en
rabe
(entre
ellos
Maimnides,
Moiss
241
Buena parte de las obras del periodo surgieron a partir del estudio de las obras de
Aristteles y de los distintos intentos para aplicar su pensamiento a la teologa
(ejemplos paradigmticos de ello fueron san Buenaventura y santo Toms de
Aquino, autor de una de los textos filosficos medievales ms importantes:
Summa Theologiae, 1265-1273). No se pona excesivo nfasis en la originalidad,
pero s existi una cierta tendencia progresiva hacia la elaboracin de un
pensamiento caracterizado por un mayor grado especulativo. Algunos temas de
importancia, tambin para escuelas posteriores, fueron el debate entre realismo y
242
Escolstica.
(del latn scholasticus, el que ensea o estudia en la escuela) Trmino que, desde
el Renacimiento, se aplica al pensamiento filosfico que se desarroll a lo largo de
la Edad Media. Por Edad Media se entiende, en este caso, el perodo de tiempo
comprendido entre la cada del Imperio romano de occidente (476) y la conquista
de Constantinopla por los turcos (1453). La Escolstica domin por entero la vida
intelectual de este perodo en todo el mbito conocido de la cristiandad, pero no
ha de circunscribirse histricamente al occidente cristiano, puesto que, adems de
la cristiana, existen tambin, con iguales derechos, una Escolstica rabe y una
Escolstica juda, que se comunican entre s; en realidad, el trasvase de
conocimientos e influencias se da ms bien de las dos ltimas a la primera (de las
Escolsticas rabe y juda se trata en las entradas filosofa rabe y filosofa juda).
Por otra parte, aunque la Escolstica aqu considerada se refiera nicamente a la
desarrollada, en el perodo mencionado, en el occidente cristiano, ha de tenerse
en cuenta que, durante el mismo perodo de tiempo, se desarrolla en oriente la
denominada filosofa bizantina.
243
Si el hombre es, para el escolstico, imagen de Dios, nada impide que, al abordar
problemas teolgicos sobre la Trinidad, por ejemplo, se trataran tambin
cuestiones psicolgicas del espritu humano.La Escolstica se caracteriza
preferentemente por su mtodo; justamente del respeto y cultivo excesivo del
mtodo nace el sentido despectivo del trmino de escolstico con que se
conoce la preferencia por las cuestiones formales respecto de las de contenido. A
este sentido desviado de formalismo hay que aadir el no menos peyorativo de
estudios oscurantistas propios de un perodo brbaro de la historia, en lo tocante a
la ciencia y a la razn, que los ilustrados cargan con exceso sobre la filosofa
medieval cristiana.
disputada ordinaria (quaestio disputata), que tena lugar dos o tres veces por
semana, de una manera regular y que consista en la discusin de un tema
predeterminado al cual el lector o maestro deba dar una respuesta final, y la
cuestin extraordinaria sobre cualquier tema, de quolibet, llamada tambin
cuodlibeto, sin ningn orden del da y desarrollada por algn gran escolstico que
discuta pblicamente con interlocutores voluntarios.
este libro
246
Padres de la Iglesia
Padres de la Iglesia, nombre dado por la Iglesia catlica a los telogos y autores
que establecieron la doctrina cristiana con anterioridad al siglo VIII. Los escritos de
los padres (denominados, en su conjunto, literatura patrstica), se fundamentan en
los textos de la Biblia (especialmente del Evangelio), en los escritos de los padres
Apostlicos, en las mximas eclesisticas y en las decisiones de los concilios de la
Iglesia. Facilitaron un conjunto doctrinal articulado de la enseanza cristiana para
que pudiera ser difundido por todos los rincones del Imperio romano.
San Ambrosio (340?-397), uno de los ms insignes padres de la Iglesia y uno de los cuatro
primeros doctores de la Iglesia. Naci en Trveris (hoy en Alemania) y se educ en Roma en el
seno de una noble familia (su padre haba sido prefecto de la Galia). Ambrosio estudi leyes,
ingres en la administracin pblica y, hacia el ao 370, fue nombrado magistrado consular de
Liguria, con sede en Miln. Su amabilidad y sabidura le hicieron ganarse la estima y el afecto de
la gente. Fue nombrado obispo de Miln en el ao 374. Desde este cargo defendi las iglesias de
Miln contra la introduccin del arrianismo y convenci al emperador romano Teodosio I el
Grande para que hiciera penitencia pblica por ordenar la masacre de los rebeldes de Tesalnica
(Grecia). Ambrosio es adems conocido como el comprensivo amigo de santa Mnica, madre de
san Agustn de Hipona, a quien acogi en el seno de la Iglesia en el ao 387. Es el santo patrn
de Miln; la Biblioteca Ambrosiana de esa ciudad recibi este nombre en su honor. Entre sus
escritos destacan numerosos tratados exegticos y un tratado de moralidad cristiana. Compuso
tambin muchos himnos, algunos de los cuales an se conservan. Su festividad se conmemora
el 7 de diciembre.
6
San Jernimo (c. 345-420), erudito bblico, padre y doctor de la Iglesia, cuya obra ms
importante fue la Vulgata, traduccin de la Biblia al latn.
Eusebius Hieronymus, su nombre en latn, naci en Estridon, en la frontera entre las provincias
romanas de Dalmacia (en la actual Croacia) y Panonia (en la actual Eslovenia), hacia el ao 345.
De formacin pagana, despus de estudiar en Roma y viajar a Antioqua (donde se convirti al
cristianismo), march al desierto y all vivi como un asceta y estudi las Sagradas Escrituras.
En el 379 fue ordenado sacerdote. Pas tres aos en Constantinopla con el padre de la Iglesia
oriental san Gregorio Nacianceno. En el 382 regres a Roma, donde trabaj como secretario y
consejero del papa Dmaso I, quien le encarg revisar la antigua traduccin de la Biblia (de
donde surgieron el Salterio Romano y el Salterio Galo); all empez a ser muy influyente. Ejerci
247
como director espiritual de numerosas personas, entre las que se encontraba una noble viuda
romana llamada Paula y su hija, con las que peregrin a Tierra Santa en el 385. Al ao siguiente
estableci su residencia en Beln, donde Paula (ms tarde santa Paula) fund cuatro
monasterios, tres femeninos y uno masculino, este ltimo dirigido por el propio Jernimo. All
continu con sus trabajos (que daran como resultado la aparicin de la Vulgata) y polemiz, no
slo con los herejes Joviniano, Vigilantio y los seguidores del pelagianismo, sino tambin con el
monje y telogo Rufino y con san Agustn de Hipona. A causa de sus conflictos con los
pelagianos tuvo que vivir escondido durante dos aos. Regres a Beln, donde falleci poco
despus. Su festividad se celebra el 30 de septiembre. Su vocacin eremtica inspir a
numerosos pintores del renacimiento y del barroco (como El Greco, Alberto Durero o Jos de
Ribera), que suelen representarle en algunas etapas de su vida con mayor edad de la que
realmente tena.
248
San Gregorio I
San Gregorio I (c. 540-604), papa (590-604), ltimo de los cuatro Doctores de la
Iglesia originales. Fue conocido como Gregorio Magno.
Nacido en Roma, en el seno de una familia patricia, Gregorio fue hijo de un
senador y bisnieto del papa Flix III (pontificado 438-492). Con estos importantes
vnculos, destac de inmediato en la administracin y en el ao 570 fue nombrado
prefecto de Roma. Decidi muy pronto convertirse en monje, y hacia el ao 575
transform su propiedad familiar en un monasterio dedicado a san Andrs.
En el 579 Gregorio fue enviado por el papa Pelagio II (pontificado 579-590) como
nuncio ante el emperador en Constantinopla, donde intent conseguir ayuda
militar contra los lombardos, que haban invadido Italia y se haban instalado,
creando gran peligro, en las proximidades de Roma. A su regreso a la ciudad fue
elegido Papa en el ao 590. A pesar de sus esfuerzos no consigui ayuda de
249
Constantinopla contra los lombardos, y tuvo que negociar con ellos. En el ao 594
evit la invasin lombarda de Roma despus de acordar el pago de un tributo
anual.
Los 14 libros de las cartas de Gregorio proporcionan una excelente fuente para
conocer al hombre de su poca. Adems de las cartas y de una serie de homilas,
Gregorio escribi varias obras que fueron muy influyentes en la edad media. Casi
todas tienen una orientacin prctica y moral. El Moralia es un comentario sobre
Job, lleno de materias doctrinales y disciplinarias. El Liber pastoralis curae
250
251
Ordenado sacerdote (391) y luego obispo de Hipona (396), la actual Annaba, inici
su produccin literaria de mayor importancia, como defensor y expositor de la fe
252
cristiana, al escribir primero contra los maniqueos: Sobre el libre arbitrio (388 y
391-395), La verdadera religin (390); contra los donatistas, cristianos puritanos
que hacan depender la validez de los sacramentos de la intencin del ministro:
Contra Gaudencio, obispo de los donatistas; y contra los pelagianos, seguidores
de Pelagio, para quien el hombre, al no tener pecado original, poda l solo, sin la
gracia divina, realizar obras buenas: El espritu y la letra (412), Sobre las hazaas
de Pelagio (417). A esta poca pertenecen tambin otras grandes obras y
tratados: La trinidad (399-419), Confesiones (397), obra literariamente importante,
y su gran obra apologtica La ciudad de Dios (413-427). En Retractaciones (426427), Agustn revisa algunas doctrinas anteriores.
Proemio
Libro 1--La devastacin de Roma no fue castigo de los dioses debido al cristianismo
Libro 2--La degradacin de Roma antes de Cristo
Libro 3--Calamidades de Roma antes de Cristo
Libro 4--La grandeza de Roma es don de Dios
Libro 5--El Hado y la providencia Divina
Libro 6--Teologa Mtica Y Civil de Varrn
Libro 7--Los Dioses Selectos de la Teologa Civil
Libro 8--Dioses de la teologa natural de Varrn
Libro 9--Cristo, Impetrador de la vida eterna
Libro 10--El culto del Verdadero Dios
Libro 11--Principio de las dos ciudades entre los ngeles
Libro 12--Bondad y Malicia de los Angeles. Creacin del hombre
Libro 13--La muerte, pena del pecado de Adn
Libro 14--El desorden de las pasiones, pena del pecado
Libro 15--Principio De Las Dos Ciudades En La Tierra
Libro 16--Las dos ciudades: desde No hasta los profetas
Libro 17--La ciudad de Dios hasta Cristo
Libro 18--La ciudad terrena hasta el fin del mundo
Libro 19--Fines de las dos ciudades
Libro 20--El juicio final
Libro 21--El infierno, fin de la ciudad terrena
Libro 22--El cielo, fin de la ciudad de Dios
254
257
260
sangre de sus moradores verti l sobre ella sus lgrimas, cuid tambin de la
honestidad, queriendo se observase rigurosamente este precepto, a pesar de ser
los siracusanos sus enemigos. Y para que todo esto se ejecutase como apeteca,
antes que como vencedor mandase acometer y dar el asalto a la ciudad, hizo
publicar un bando por el que se prescriba que nadie hiciese fuerza a todo el que
fuese libre; con todo, asolaron la ciudad, conforme al estilo de la guerra, y no se
halla monumento que nos manifieste que un general tan casto y clemente como
Marcelo mandase no se molestase a los que se refugiasen en talo cual templo. Lo
cual, sin duda, no se hubiera pasado por alto, as como tampoco se pasaron en
silencio las lgrimas de Marcelo y el bando que mand publicar en los reales a
favor de la honestidad.
Quinto Fabio Mximo, que destruy la ciudad de Tarento, es celebrado porque no
permiti se saqueasen ni maltratasen las estatuas de los dioses. Esta orden
procedi de que, consultndole su secretario qu dispona se hiciese de las
imgenes y estatuas de los dioses, de las que muchas haban sido ya cogidas,
aun en trminos graciosos y burlescos, manifest su templanza, pues deseando
saber de qu calidad eran las estatuas, y respondindole que no slo eran
muchas en nmero y grandeza, sino tambin que estaban armadas, dijo con
donaire: Dejmosles a los tarentinos sus dioses airados. Pero, supuesto que los
historiadores romanos no pudieron dejar de contar las lgrimas de Marcelo, ni el
donaire de Fabio, ni la honesta clemencia de aqul y la graciosa moderacin de
ste, cmo lo omitieran si ambos hubiesen perdonado alguna persona por
reverencia a alguno de sus dioses, mandando que no se diese muerte ni cautivase
a los que se refugiasen en el templo?
Todo cuanto acaeci en este ltimo saco de Roma: efusin de sangre, ruina de
edificios, robos, incendios, lamentos y afliccin, proceda del estilo ordinario de la
guerra; pero lo que se experiment y debi tenerse por un caso extraordinario, fue
que la crueldad brbara del vencedor se mostrase tan mansa y benigna, que
eligiese y sealase unas iglesias sumamente capaces para que se acogiese y
salvase en ellas el pueblo, donde a nadie se quitase la vida ni fuese extrado;
264
adonde los enemigos que fUesen piadosos pudiesen conducir a muchos para
librarlos de la muerte, y de donde los que fuesen crueles no pudiesen sacar a
ninguno para reducirle a esclavitud; stos son, ciertamente, efectos de la
misericordia divina.
Pero si hay alguno tan procaz de no advertir que esta particular gracia debe
atribuirse al nombre de Cristo y a los tiempos cristianos, sin duda est ciego; el
que lo ve y no lo celebra es Ingrato, y el que se opone a los que celebran con
jbilo y gratitud este singular beneficio es un insensato. No permita Dios que
ningn cuerdo quiera Imputar esta maravilla a la fuerza de los brbaros. El que
puso terror en los nimos fieros, el que los refren, el que milagrosamente los
templ, fue Aquel mismo que mucho antes haba dicho por Su Profeta: Tomar
enmienda de ellos Castigando sus culpas y pecados, envindoles el azote de las
guerras, hambre y peste; pero no despedir de ellos mi misericordia ni alzar la
mano del cumplimiento de la palabra que les tengo dada.
No obstante, dir alguno: por qu se comunica esta misericordia del Altsimo a
los impos e ingratos?, y respondemos, no por otro motivo, sino porque usa de ella
con nosotros. Y quin es tan benigno para con todos? El mismo que hace que
cada da salga el sol para los buenos y para los malos, y que llueva sobre los
justos y los pecadores. Porque aunque es cierto que algunos, meditando
atentamente sobre este punto, se arrepentirn y enmendarn de su pecado, otros,
como dice el Apstol, no haciendo caso del inmenso tesoro de la divina bondad y
paciencia con que los espera, se acumulan, con la dureza y obstinacin
incorregible de su corazn, el tesoro de la divina ira, la cual se les manifestar en
aquel tremendo da, cuando vendr airado a juzgar el justo Juez, el cual
compensar a cada uno, segn las obras que hubiere hecho.
Con todo, hemos de entender que la paciencia de Dios respecto de los malos es
para convidarlos a la penitencia, dndoles tiempo para su conversin; y el azote y
penalidades con que aflige a los justos es para ensearles a tener sufrimiento, y
que su recompensa sea digna de mayor premio. Adems de esto, la misericordia
265
de Dios usa de benignidad con los buenos para regalarlos despus y conducirlos a
la posesin de los bienes celestiales; y su severidad y justicia usa de rigor con los
malos para castigarlos como me recen, pues es innegable que el Omnipotente
tiene aparejados en la otra vida a los justos unos bienes de los que no gozarn los
pecadores, y a stos unos tormentos tan crueles, con los que no sern molestados
los buenos; pero al mismo tiempo quiso que estos bienes y males temporales de
la vida mortal fuesen comunes a los unos y a los otros, para que ni apetecisemos
con demasiada codicia los bienes de que vemos gozan tambin los malos, ni
huysemos torpemente de los males e infortunios que observamos enva: tambin
Dios de ordinario a los buenos; aunque hay una diferencia notable en el modo con
que usamos de estas cosas, as de las que llaman prsperas como de las que
sealan como adversas; porque el bueno, ni se ensoberbece con los bienes
temporales, ni con los males se quebranta; mas al pecador le enva Dios
adversidades, ya que en el tiempo de la prosperidad se estraga con las pasiones,
separndose de las verdaderas sendas de la virtud.
Sin embargo, en muchas ocasiones muestra Dios tambin en la distribucin de
prosperidad y calamidades con ms evidencia su alto poder; porque, si de
presente castigase severamente todos los pecados, podra creerse que nada
reservaba para el juicio final; y, por otra parte, si en la vida mortal no diese
claramente algn castigo a la variedad de delitos, creeran los mortales que no
haba Providencia Divina. Del mismo modo debe entenderse en cuanto a las
felicidades terrenas, las cuales, si el Omnipotente no las concediese con mano
liberal a algunos que se las piden con humillacin, diramos que esta particular
prerrogativa no perteneca a la omnipotencia de un Dios tan grande, tan justo y
compasivo, y por consiguiente, si fuese tan franco que las concediese a cuantos
las exigen de su bondad, entendera nuestra fragilidad y limitado entendimiento
que no debamos servirle por otro motivo que por la esperanza de iguales premios,
y, semejantes gracias no nos haran piadosos y religiosos, sino codiciosos y
avarientos.
266
Siendo tan cierta, esta doctrina, aunque los buenos y, malos juntamente hayan
sido afligidos con tribulaciones y, gravsimos males, no por eso dejan de
distinguirse entre s porque no sean distintos los males que unos y, otros han
padecido; pues se compadece muy, bien la diferencia de los atribulados con la
semejanza de las tribulaciones, y a pesar de que sufran un mismo tormento, con
todo, no es una misma cosa la virtud y, el vicio; porque as como con un mismo
fuego resplandece el oro, descubriendo sus quilates, y la paja humea, y, con un
mismo trillo se quebranta la arista, y, el grano se limpia; y, asimismo, aunque se
expriman con un mismo peso y husillo el aceite y el alpechn, no por eso se
confunden entre s; as tambin una misma adversidad prueba, purifica y afina a
los buenos, y, a los malos los reprueba, destruye y aniquila; por consiguiente, en
una misma calamidad, los pecadores abominan y blasfeman de Dios, y, los justos
le glorifican y piden misericordia; consistiendo la diferencia de tan varios
sentimientos, no en la calidad del mal que se padece, sino en la de las personas
que lo sufren; porque, movidos de un mismo modo, exhala cieno un hedor
insufrible y el ungento precioso una fragancia suavsima.
Qu han padecido los cristianos aquella comn calamidad, que, considerado con
imparcialidad, no les haya valido para mayor aprovechamiento suyo? Lo primero,
porque reflexionando con humildad los pecados por los cuales indignado Dios ha
enviado al mundo tantas calamidades, aunque ellos estn distantes de ser
pecaminosos, viciosos e impos, con todo, no tienen por tan exentos de toda culpa
que puedan persuadirse no merecen la pena de las calamidades temporales.
Adems de esto, cada uno, por ms ajustado que viva, a veces se deja arrastrar
de la carnal concupiscencia, y aunque no se dilate hasta llegar a lo sumo del
pecado, al golfo de los vicios y a la impiedad ms abominable, sin embargo,
degeneran en pecados, o raros, o tanto ms ordinarios cuanto son ms ligeros.
Exceptuados stos, dnde hallaremos fcilmente quien a estos mismos (por cuya
horrenda soberbia, lujuria y avaricia, y por cuyos abominables pecados e
impiedades, Dios, segn que nos lo tiene amenazado repetidas veces por los
Profetas, enva tribulaciones a la tierra) les trate del modo que merecen y viva con
267
ellos de la manera que con semejantes debe vivirse? Pues de ordinario se les
disimula, sin ensearlos ni advertirlos de su fatal estado, y, a veces ni se les
increpa ni corrige, ya sea porque nos molesta esa fatiga tan interesante al bien de
las almas, ya porque nos causa pudor ofenderles cara a cara, reprendindoles sus
demasas, ya porque deseamos excusar enemistades que acaso nos impidan y,
perjudiquen en nuestros intereses temporales o en los que pretende nuestra
ambicin o en los que teme perder nuestra flaqueza; de, modo que, aunque a los
justos ofenda y desagrade la vida de los pecadores, y por este motivo no incurran
al fin en el terrible anatema que a los malos les est prevenido en el estado futuro,
con todo, porque perdonan y no reprenden los pecados graves de los impos,
temerosos de los suyos, aunque ligeros y veniales, con justa razn les alcanza
juntamente con ellos el azote temporal de las desdichas, aunque no el castigo
eterno y, las horribles penas del infierno.
As pues, con justa causa gustan de las amarguras de esta vida, cuando Dios los
aflige juntamente con los malos, porque, deleitndose en las dulzuras del estado
presente, no quisieron mostrarles la errada senda que seguan cuando pecaban, y
siempre que cualquiera deja de reprender y, corregir a los que obran mal, porque
espera ocasin ms oportuna, o por que recela que los pecadores pueden
empeorarse con el rigor de sus correcciones, o porque no impidan a los dbiles,
necesitados de una doctrina sana, que vivan ajustadamente, o los persigan y
separen de la verdadera creencia, no parece que es ocasin de codicia, sino
consejo de caridad.
La culpa est en que los que viven bien y aborrecen los vicios de los malos,
disimulan los pecados de aquellos a quienes debieran reprender, procurando no
ofenderlos porque no les acusen de las acciones que los inocentes usan
lcitamente; aunque este saludable ejercicio deberan practicarlo con aquel anhelo
y, santo celo del que deben estar internamente inspirados los que se contemplan
como peregrinos en este mundo y, nicamente aspiran a obtener la dicha de gozar
la celestial patria en esta suposicin, no slo los flacos, los que viven en el estado
conyugal y, tienen sucesin o procuran tenerla y, poseen casa y, familias (con
268
los buenos para obtener el ltimo galardn, los debemos sufrir y amar de corazn,
porque mientras existen en esta vida mortal, es siempre problemtico y dudoso si
mudarn la voluntad volvindose a su Dios y Criador.
272
Y estas palabras manifestaban evidentemente que todos sus haberes los haba
depositado en donde le haba aconsejado aquel gran Dios; el cual haba dicho,
previendo los males futuro:, que estas calamidades haban de venir al mundo, y
por eso los que obedecieron a las persuasiones del Redentor, formando su tesoro
principal donde y como deban, cuando los brbaros saquearon las casas y talaron
los campos no perdieron ni aun las mismas riquezas terrenas; mas aquellos a
quienes pes por no haber asentido al consejo divino dudoso del fin que tendran
sus haberes, echaron de ver ciertamente, si no ya con la ciencia del vaticinio, a lo
menos con la experiencia, lo que deban haber dispuesto para asegurar
perpetuamente sus bienes.
Dirn que hubo tambin algunos cristianos buenos que fueron atormentados por
los godos slo porque les pusiesen de manifiesto sus riquezas; con todo, stos no
pudieron entregar ni perder aquel mismo bien con que ellos eran buenos, y si
tuvieron por ms til padecer ultrajes y tormentos que manifestar y dar sus
fortunas; haberes, seguramente, que no eran buenos; pero a stos, que tanta
pena sufran por la prdida del oro; era necesario advertirles cunto se deba
tolerar por Cristo para que aprendiesen a amar, especialmente al que se
enriquece y padece por Dios, esperando la bienaventuranza, y no a la plata ni al
oro, pues en apesadumbrarse por la prdida de estos metales fuera una accin
pecaminosa, ya los ocultasen mintiendo, ya los manifestasen y entregasen
diciendo la verdad; porque en la fuerza de los mayores tormentos nadie perdi a
Cristo ni su proteccin, confesando, y ninguno conserv el oro sino negando, y por
eso las mismas afrentas que les daban instrucciones seguras para creer deban
amar el bien incorruptible y eterno eran, quiz, de ms provecho que los bienes
por cuya adhesin y sin ningn fruto eran atormentados sus dueos; y si hubo
algunos que, aunque nada tenan que poseer patente, cmo no los daban crdito,
los molestaron con injurias y malos tratamientos, tambin stos, acaso, desearan
gozar grandes haberes, por cuyo afecto no eran pobres con una voluntad santa y
sincera, y ste es el motivo porque - era necesario persuadirles que no era la
hacienda, sino la codicia de ella la que merecia semejantes aflicciones; pero si por
profesar una vida perfecta e intachable no tenan atesorado oro ni plata, no s
273
convence. No debe tenerse por mala muerte aquella a que precedi buena vida,
porque no hace mala a la muerte sino lo que a sta sigue indefectiblemente; por
esto los que necesariamente han de morir, no deben hacer caso de lo que les
sucede en su muerte, sino del destino adonde se les fuerza marchar en muriendo.
Sabiendo, pues, los cristianos, que fue mucho mejor la muerte del pobre siervo de
Dios que
muri entre las lenguas de los perros que laman sus heridas, que la del impo rico
que muri entre la prpura y la holanda, de qu inconveniente pudieron ser a
los muertos que vivieron bien aquellos horrendos gnero de muertes con que
fueron despedazados?
Pero dirn que, siendo tan crecido el nmero de los muertos, tampoco hubo lugar
espacioso para sepultarlos. Respondo que la fe de los buenos no teme sufrir este
infortunio, acordndose que tiene Dios prometido que ni las bestias que los comen
y consumen han de ser parte para ofender a los cuerpos que han de resucitar,
pues ni un cabello de su cabeza se les ha de perder. Tampoco dijera la misma
verdad por San Mateo
mataros el alma, si fuese inconveniente para la vida futura todo cuanto los
enemigos quisieran hacer de los cuerpos de los difuntos; a no ser que haya alguno
tan necio que pretenda defender, no debemos temer antes de la muerte a los que
matan el cuerpo, precisamente por el hecho de darle muerte, sino despus de la
muerte, porque no impidan la sepultura del cuerpo; luego es tanto lo que dice el
mismo Cristo, que pueden matar el cuerpo y no ms, si tienen facultad, para poder
disponer tan absolutamente de los cuerpos muertos; pero Dios nos libre de
imaginar ser incierto lo que dice la misma Verdad. Bien confesamos que estos
homicidas obran seguramente por s cuando quitan la vida, pues cuando ejecutan
la misma accin en el cuerpo hay sentido; pero muerto ya el cuerpo, nada les
queda que hacer, pues ya no hay sentido alguno que pueda padecer; no obstante,
es cierto que a muchos cuerpos de los cristianos no les cubri la tierra, as como
lo es que no hubo persona alguna que pudiese apartarlos del, cielo y de la tierra,
la cual llena con su divina presencia.
275
Aquel mismo que sabe cmo ha de resucitar lo que cri. Y aunque por boca de su
real profeta dice: Arrojaron los cadveres de sus siervos para que se los
comiesen las aves, y las carnes de tus Santos, las bestias de la tierra. Derramaron
su sangre alrededor de Jerusaln como agua, y no haba quien les diese
sepultura; mas lo dijo por exagerar la impiedad de los que lo hicieron, que no la
infelicidad de los que la padecieron; porque, aunque estas acciones, a los ojos de
los hombres, parezcan duras y terribles; pero a los del Seor siempre fue
preciosa la muerte de sus Santos; y as, el disponer todas las cosas que se
refieren al honor y utilidad del difunto, como son: cuidar del entierro, elegir la
sepultura, preparar las exequias, funeral y pompa de ellas, ms podemos
caracterizarlas por consuelo de los vivos que por socorro de los muertos. Y si no,
dganme qu provecho se sigue al impo de ser sepultado en un rico tmulo y que
se le erija un precioso mausoleo, y les confesar que al justo no perjudica ser
sepultado en una pobre hoya o en ninguna.
Famosas exequias fueron aquellas que la turba de sus siervos consagr a la
memoria de su Seor, tan impo como poderoso, adornando su yerto cuerpo con
holandas y prpura; pero ms magnificas fueron a los ojos de aquel gran Dios las
que se hicieron al pobre Lzaro, llagado, por ministerio de los ngeles, quienes no
le enterraron en un suntuoso sepulcro de mrmol, sino que depositaron su cuerpo
en el seno de Abraham. Los enemigos de nuestra santa religin se burlan de esta
santa doctrina, contra quienes nos hemos encargado de la defensa de la Ciudad
de Dios, y, con todo observamos que tampoco sus filsofos cuidaron de la
sepultura de sus difuntos; antes, por el contrario, observamos que, en repetidas
ocasiones, ejrcitos enteros muertos por la patria no cuidaron de elegir lugar
donde, despus de muertos, fuesen sepultados, y menos, de que las bestias
podran devorarlos dejndolos desamparados en los campos; por esta razn
pudieron felizmente decir los poetas: Que el cielo cubre al que no tiene losa. Por
esta misma razn no debieran baldonar a los cristianos sobre los cuerpos que
quedaron sin sepultura, a quienes promete Dios la reformacin de sus cuerpos,
como de todos lo: miembros, renovndoselos en un momento con increbles
mejoras.
276
como enunciado
detengamos en este punto; basta, pues, lo que va insinuado, y si las cosas que en
este mundo son indispensables para sustentarse los vivos, como son comer y
vestir, aunque nos falten con grave dolor nuestro, con todo, no disminuyen en los
buenos la virtud de la paciencia ni destierran del corazn la piedad y religin,
antes si, ejercitndola, la alientan y fecundizan en tanto grado; por lo mismo, las
cosas precisas para los entierros y sepulturas de los difuntos, aun cuando
faltasen, no harn mseros ni indigentes a los que estn ya descansando en las
moradas de los justos; y as cuando en el saco de Roma echaron de menos este
beneficio los cuerpos cristianos, no fue culpa de los vivos, pues no pudieron
ejecutar libremente esta obra piadosa, ni pena de los muertos, porque ya no
podan sentirla.
S dijesen que muchos cristianos fueron llevados en cautiverio, confieso que fue
infortunio grande si, por acaso, los condujeron donde no hallasen a su Dios; mas,
para templar esta calamidad, tenemos tambin en las sagradas letras grandes
consuelos. Cautivos estuvieron los tres jvenes, cautivo estuvo Daniel y otros
profetas, y no les falt Dios para su consuelo. Del mismo modo, tampoco
desampar a sus fieles en el tiempo de la tirana y de la opresin de gente,
aunque brbara, humana, el mismo que no desampar a su profeta ni aun en el
vientre de la ballena. A pesar de la certeza de estos hechos, los incrdulos a
quienes instruimos en estas saludables mximas intentan desacreditarlas,
negndolas la fe que merecen, y, con todo, en sus falsos escritos creen que Arin
Metimneo, famoso msico de ctara, habindose arrojado al mar, le recibi en sus
espaldas un delfn y le sac a tierra; pero replicarn que el suceso de Jons es
ms increble, y, sin duda, puede decirse que es ms increble, porque es ms
admirable, y ms admirable, porque es ms poderoso.
Los contrarios de nuestra religin tienen entre sus varones insignes un noble
ejemplo de cmo debe sufrirse voluntariamente el cautiverio por causa de la
religin. Marco Atilio Rgulo, general del ejrcito romano, fue prisionero de los
cartagineses, quienes teniendo por ms interesante que los romanos les
278
restituyesen los prisioneros, que ellos tenan que conservar los suyos, para tratar
de este asunto enviaron a Roma a Rgulo en compaa de sus embajadores,
tomndole ante todas cosas juramento de qu si no se conclua favorablemente lo
que pretenda la Repblica, se volvera a Cartago. Vino a Roma Rgulo, y en el
Senado persuadi lo contrario, parecindole no convena a los intereses de la
Repblica romana el trocar los prisioneros. Concluido este negocio, ninguno de los
suyos le forz a que volviese a poder de sus enemigos; pero no por eso dej
Rgulo de cumplir su juramento. Llegado que fue a Cartago, y dada puntual razn
de la resolucin del Senado, resentidos los cartagineses, con exquisitos y horribles
tormentos le quitaron la vida, porque metindole en un estrecho madero, donde
por fuerza estuviese en pie, habiendo clavado en l por todas partes agudsimos
puntas, de modo que no pudiese inclinarse a ningn lado sin que gravemente se
lastimase, le mataron entre los dems tormentos con no dejarle morir
naturalmente.
Con razn, pues, celebran la virtud, que fue mayor que la desventura, con ser tan
grande; pero, sin embargo estos males le vaticinaban ya el juramento que haba
hecho por los dioses, quienes absolutamente prohiban ejecutar tales atrocidades
en el gnero humano, como sostienen sus adoradores. Mas ahora pregunto: si
esas falsas deidades, que eran reverenciadas de los hombres para que los
hiciesen prsperos en la vida presente, quisieron o permitieron que al mismo que
jur la verdad se le diesen tormentos tan acerbos, qu providencia ms dura
pudieran tomar cuando estuvieran enojados con un perjuro? Pero, por cuanto creo
que con este solo argumento no concluir ni dejar convencido lo uno ni lo otro,
contino as. Es cierto que Rgulo ador y dio culto a los dioses, de modo que por
la fe del juramento ni se qued en su patria ni se retir a otra parte, sino que quiso
volverse a la prisin, donde haba de ser maltratado de sus crueles enemigos; si
pens que esta accin tan heroica le importaba para esta vida, cuyo horrendo fin
experiment en s mismo, sin duda, se engaaba; porque con su ejemplo nos dio
un prudente documento de que los dioses nada contribuan para su felicidad
temporal, pues adorndolos Rgulo fue, sin embargo, vencido y preso, y porque
no quiso hacer otra cosa, sino que cumplir exactamente lo que haba jurado por
279
los, falsos dioses, muri atormentado con un nuevo nunca visto y horrible gnero
de muerte; pero si la religin de los dioses da despus de esta vida la felicidad,
como por premio, por qu calumnian a los tiempos cristianos, diciendo que le
vino a Roma aquella calamidad por haber dejado la religin de sus dioses? Pues,
acaso, reverencindoles con tanto respeto, pudo ser tan infeliz como lo fue
Rgulo?
Puede que acaso haya alguno que contra una verdad tan palpable se oponga
todava con tanto furor y extraordinaria ceguedad, que se atreva a defender que,
generalmente, toda una ciudad que tributa culto a los dioses no puede serlo,
porque de estos dioses es ms a propsito el poder para conservar a muchos que
a cada uno en particular, ya que la multitud consta de los particulares. Si confiesan
que Rgulo, en su cautiverio y corporales tormentos, pudo ser dichoso por la virtud
del alma, bsquese antes la verdadera virtud con que pueda ser tambin feliz la
ciudad, ya que la ciudad no es dichosa por una cosa y el hombre por otra, pues la
ciudad no es otra cosa que muchos hombres unidos en sociedad para defender
mutuamente sus derechos. No disputo aqu cul fue la virtud de Rgulo; basta por
ahora decir que este famoso ejemplo les hace confesar, aunque no quieran, que
no deben adorarse los dioses por los bienes corporales o por los acaecimientos
que exteriormente sucedan al hombre, puesto que el mismo Rgulo quiso ms
carecer de tantas dichas que ofender a los dioses por quienes haba jurado.
Pero, qu haremos con unos hombres que se gloran de que tuvieron tal
ciudadano cual temen que no sea su ciudad, y si no temen, confiesan de buena fe
que casi lo mismo que sucedi a Rgulo pudo suceder a la ciudad, observando su
culto y religin con tanta exactitud como l, y dejen de calumniar los tiempos
cristianos? Mas por cuanto la disputa empez sobre los cristianos, que igualmente
fueron conducidos a la prisin y al cautiverio, dense cuenta de este suceso y
enmudezcan los que por esta ocasin, con desenvoltura e imprudencia, se burlan
de la verdadera religin; porque si fue ignominia de sus dioses que el que ms se
esmeraba en su servicio por guardarles la fe del juramento creciese de su patria,
no teniendo otra; y que, cautivo en poder de sus enemigos, muriese con una
280
prolija muerte y nuevo gnero de crueldad, mucho menos debe ser reprendido el
nombre cristiano por la cautividad de los suyos, pues viviendo con la verdadera
esperanza de conseguir la perpetua posesin de la patria celestial, aun en sus
propias tierras saben que son peregrinos.
Piensan seguramente que ponen un crimen enorme a los cristianos cuando,
exagerando su cautiverio, aaden tambin que se cometieron impurezas, no slo
en las casadas y doncellas, sino tambin en las monjas, aunque en este punto ni
la fe, ni la piedad, ni la misma virtud que se apellida castidad, sino nuestro frgil
discurso es el que, entre el pudor y la razn, se, halla como en caos de
confusiones o en un aprieto, del que no puede evadirse sin peligro; mas en esta
materia no cuidamos tanto de contestar a los extraos como de consolar a los
nuestros.
En cuanto a lo primero, sea, pues, fundamento fijo, slido e incontestable, que la
virtud con que vivimos rectamente desde el alczar del alma ejerce su imperio
sobre los miembros del cuerpo, y que ste se hace santo con el uso y medio de
una voluntad santa, y estando ella incorrupta y firme, cualquiera cosa que otro
hiciere del cuerpo o en el cuerpo que sin pecado propio no se pueda evitar, es sin
culpa del que padece, y por cuanto no slo se pueden cometer en un cuerpo ajeno
acciones que causen dolor, sino tambin gusto sensual, lo que as se cometi,
aunque no quita la honestidad, que con nimo constante se conserv, con todo
causa pudor para que as no se crea que se perpetr con anuencia de la voluntad
lo que acaso no pudo ejecutarse sin algn deleite carnal; y por este motivo, qu
humano afecto habr que no excuse o perdone a las que se dieron muerte por no
sufrir esta calamidad? Pero respecto de las otras que no se mataron por librarse
con su muerte de un pecado ajeno, cualesquiera que les acuse de este defecto, si
le padecieron, no se excusa de ser reputado por necio.
Si a ninguno de los hombres es lcito matar a otro de propia autoridad, aunque
verdaderamente sea culpado, porque ni la ley divina ni la humana nos da facultad
para quitarle la vida; sin duda que el que se mata a s mismo tambin es homicida,
281
hacindose tanto ms culpado cuando se dio muerte, cuanta menos razn tuvo
para matarse; porque si justamente abominamos de la accin de Judas y la misma
verdad condena su deliberacin, pues con ahorcarse ms acrecent que satisfizo
el crimen de su traicin (ya que, desesperado ya de la divina misericordia y
pesaroso de su pecado, no dio lugar a arrepentirse y hacer una saludable
penitencia), cunto ms debe abstenerse de quitarse la vida el que con muerte
tan infeliz nada tiene en s que castigar? Y en esto hay notable diferencia, porque
Judas, cuando se dio muerte, la dio a un hombre malvado, y, con todo, acab esta
vida no slo culpado en la muerte del Redentor, sino en la suya propia, pues
aunque se mat por un pecado suyo, en su muerte hizo otro pecado.
Pregunto, pues, por qu el hombre, que a nadie ofende ni hace mal, ha de
hacerse mal a s propio y quitndose la vida ha de matar a un hombre sin culpa,
por no sufrir la culpa de otro, cometiendo contra s un pecado propio, porque no.
se cometa en l el ajeno? Dirn: porque teme ser manchado con ajena torpeza;
pero siendo, como es, la honestidad una virtud del alma, y teniendo, como tiene,
por compaera la fortaleza, con la cual puede resolver el padecer ante
cualesquiera aflicciones que consentir en un solo pecado, y no estando, como no
est, en la mano y facultad del hombre ms magnnimo y honesto lo que puede
suceder de su cuerpo, sino slo el consentir con la voluntad o disentir, quin
habr que tenga entendimiento sano que juzgue que pierde su honestidad, si
acaso en su cautivo y violentado cuerpo se saciase la sensualidad ajena?
Porque si de este modo se pierde la honestidad, no ser virtud del alma ni ser de
los bienes con que se vive virtuosamente, sino ser de lo: bienes del cuerpo, como
son las fuerzas, la hermosura, la complexin sana y otras cualidades semejantes,
las cuales dotes, aunque decaigan en nosotros, de ninguna manera nos acortan la
vida buena y virtuosa; y si la honestidad corresponde a alguna de estas prendas
tan estimadas, por qu procuramos, aun con riesgo del cuerpo, que no se nos
pierda? Pero si toca a los bienes del alma, aunque sea forzado y padezca el
cuerpo, no por eso se pierde; antes bien, siempre que la santa continencia no se
rinda a las impurezas de la carnal concupiscencia, santifica tambin el mismo
282
As es que el haberse quitado la vida por sus propias manos no fue porque fuese
adltera, aunque lo padeci inculpablemente; ni por amor a la castidad, sino por
flaqueza y temor de la vergenza. Tuvo, pues, vergenza de la torpeza ajena que
se haba cometido en ella, aunque no con ella, y siendo como era mujer romana,
ilustre por sangre y ambiciosa de honores, temi creyese l vulgo que la violencia
que haba sufrido en vida haba sido con voluntad suya; por esto quiso poner a los
ojos de los hombres aquella pena con que se castig, para que fuese testigo de su
voluntad ante aquellos a quienes no poda manifestar su conciencia. Tuvo, pues,
un pudor inimitable y un justo recelo de que alguno presumiese haba sido
cmplice en el delito, si la injuria que Sexto haba cometido torpemente en su
persona la sufriese con paciencia. Mas no lo practicaron as las mujeres cristianas,
que habiendo tolerado igual desventura aun viven; pero tampoco vengaron en si el
pecado ajeno, por no aadir a las culpas ajenas las propias, como lo hicieran, si
porque el enemigo con brutal apetito saci en ellas sus torpes deseos, ellas
precisamente por el pudor pblico fueran homicidas de s mismas. Es que tenan
dentro de s mismas la gloria de su honestidad, el testimonio de su conciencia, que
ponen delante de los ojos de su Dios, y no desean ms cuando obran con rectitud
ni pretenden otra cosa por no apartarse de la autoridad de la ley divina, aunque a
veces se expongan a las sospechas humanas.
Por eso, no sin motivo, vemos que en ninguno de los libros santos y cannicos se
dice que Dios nos mande o permita que nos demos la muerte a nosotros propios,
ni aun por conseguir la inmortalidad, ni por excusarnos o libertarnos de cualquiera
calamidad o desventura. Debemos asimismo entender que nos comprende a
nosotros la ley, cuando dice Dios, por boca de Moiss: no matars, porque no
aadi a tu prjimo, as como cuando nos ved decir falso testimonio, aadi: no
dirs falso testimonio contra tu prjimo; mas no por eso, si alguno dijere falso
testimonio contra s mismo, ha de pensar que se excusa de este pecado, porque
la regla de amar al prjimo la tom el mismo autor del amor de si mismo, pues
286
penalidades de la vida y no huye de ellas, como la del que sabe despreciar las
ilusiones del juicio humano, particularmente las del vulgo, cuya mayor parte est
generalmente impregnada de errores, si atendemos a las mximas que dicta la luz
y la pureza de una conciencia sana. Y si se cree que es una accin capaz de
realizar la grandeza de nimo de un corazn constante el matarse a s mismo, sin
duda que Cleombroto es singular en esta constancia, pues de l refieren que,
habiendo ledo el libro de Platn donde trata de la inmortalidad del alma, se arroj
de un muro, y de este modo pas de la vida presente a la futura, tenindola por la
ms dichosa, ya que no le haba obligado ninguna calamidad ni culpa verdadera o
falsa a matarse por no poderla sufrir y slo su grandeza de nimo fue la que excit
su constancia a romper los suaves lazos de la vida con que se hallaba
aprisionado; pero de que cita accin fue temeraria y no efecto de admirable
fortaleza, pudo desengaarle el mismo Platn, quien seguramente se hubiera
muerto a s mismo y mandado a los hombres lo ejecutasen as, si reflexionando
sobre la inmortalidad del alma, no creyera que semejante despecho no solamente
no deba practicarse, sino que deba prohibirse.
Dirn que muchos se mataron por no venir en poder de sus enemigos; pero, por
ahora, no disputamos si se hizo, sino si se debi hacer, en atencin a que, en
iguales circunstancias, a los ejemplos debemos anteponer la razn con quien
concuerdan stos, y no cualesquiera de ellos, sino los que son tanto ms dignos
de imitar cuanto son ms excelentes en piedad. No lo hicieron ni los patriarcas, ni
los profetas, ni los apstoles hicieron esto. El mismo Cristo Seor Nuestro, cuando
aconsej a sus discpulos que siempre que padeciesen persecucin huyesen de
una ciudad a otra, les pudo decir que se quitasen la vida para no venir a manos de
sus perseguidores; y si el Redentor no mand ni aconsej que de este modo
saliesen los apstoles de esta vida miserable (a quienes en muriendo, prometi
tenerles preparadas las moradas eternas), aunque nos opongan los gentiles
cuantos ejemplares quieran, es manifiesto que semejante atentado no es lcito a
los que adoran a un Dios verdadero; no obstante que las naciones que no
conocieron a Dios, a excepcin de Lucrecia, no hallan otros personajes con cuyo
ejemplo puedan eludir nuestra doctrina slo Catn, precisamente porque fuese
289
quien ejecut en s este crimen, fue reputado entre los hombres por bien y docto.
Y ste es el motivo que puede hacer creer a algunos que cuando Catn tom esta
deliberacin, poda hacerse, o que l tena facultad para ejecutarlo cuando lo puso
en prctica: Pero de un hecho tan temerario, qu podr yo decir sino que algunas
personas doctas, amigos suyos, que con ms cordura le disuadan de su
determinacin, consideracin esta accin como hija de un espritu dbil y no de un
corazn fuerte? Pues por ella vena a manifestar, no la virtud que huye de las
acciones torpes, sino la flaqueza que no puede sufrir las adversidades, lo cual dio
a entender el mismo Catn en la persona de su hijo; porque si era cosa
vergonzosa vivir bajo los triunfos y proteccin de Csar, como lo aconsejaba a su
hijo, a quien persuadi tuviese confianza, que alcanzara de la benignidad de
Csar cuanto le pidiese, por qu no le excit a que, imitando su ejemplo, se
matase con l? Si Torcuato, loablemente, quita la vida a su hijo, que contra su
orden present la batalla al enemigo, no obstante de quedar vencedor, por qu
Catn vencido perdona a su hijo vencido, no habindose perdonado a s propio?
Por ventura era acaso accin ms humillante ser vencedor contra el mandato
que contra el decoro de sufrir al vencedor? Luego Catn no tuvo por ignominioso
vivir bajo la tutela de Csar vencedor; pues si hubiera sentido lo contrario, con su
propia espada libertara a su hijo de esta deshonra. Y cul pudo ser el motivo de
esta persuasin paterna? Sin duda no fue otro tan singular como fue el amor que
tuvo a su hijo, a quien quiso que Csar perdonase; tanta fue la envidia que tuvo de
la gloria del mismo Csar, porque no llegase el caso de ser perdonado de ste,
como refieren que lo dijo Csar, o para expresarlo con ms suavidad, tanta fue la
vergenza de hacerse prisionero de su enemigo.
Los
incrdulos,
contra
cuyas
opiniones
disputamos,
no
quieren
que
antepongamos a Catn, un varn tan santo como fue Job, que quiso ms padecer
en su cuerpo horribles y pestferos males, que, con darse muerte, carecer de
todos aquellos tormentos, o a otros santos que, por el irrefragable testimonio de
nuestros libros, tan autorizados como dignos de fe, consta quisieron ms sufrir el
cautiverio de sus enemigos que darse a s propios la muerte. Con todo, por lo que
resulta de los libros de estos fanticos, a M. Catn podemos preferir Marco
290
Rgulo, en atencin a que Catn jams venci en campal batalla a Csar, siendo
as que Csar haba vencido a Catn, el cual, vindose vencido, no quiso postrar
su orgullosa cerviz sujetndose a su albedro, y por no rendirse quiso ms matarse
a si propio; pero Rgulo haba ya batido y vencido varias veces a los cartagineses,
y siendo an general, haba alcanzado para el Imperio romano una sealada
victoria, no lastimosa para sus mismos ciudadanos, sino clebre por ser de sus
enemigos; y, con todo, vencido al fin por los africanos, quiso ms sufrir sus injurias
sirviendo como esclavo que huir de la esclavitud dndose la muerte; y as, bajo el
yugo de los cartagineses, mostr paciencia, y en el amor a su patria constancia,
no privando a los enemigos de un cuerpo ya vencido, ni a sus ciudadanos de un
nimo invencible. Jams tuvo la idea de quitarse la vida por insufribles que fuesen
sus calamidades, y esto lo hizo por el deseo de conservar la vida; cuya presuncin
ratific cuando, en virtud del juramento referido, volvi sin recelo al poder de sus
contrarios, a quienes haba causado en el Senado mayor perjuicio con sus
raciocinios y dictamen que en campaa con su acreditado valor y temibles
ejrcitos.
As, pues, un tan gran menospreciador de la vida presente, que quiso ms
terminar su carrera entre enemigos crueles, padeciendo toda suerte de desdichas,
que darse por s mismo la muerte, sin duda que tuvo por horrendo crimen que el
hombre a s mismo se quite la vida. Entre todos sus varones insignes en virtud,
armas y letras, no hacen alarde los romanos de otro mejor que de Rgulo, a quien
ni la felicidad le perdi; pues con tantas victorias muri pobre, ni la infelicidad
quebrant su constante nimo, puesto que volvi sin temor a una servidumbre tan
fiera, slo por atender la felicidad de su patria; y si tales hombres, acrrimos
defensores de Roma y de sus dioses (a quienes adoraban con el mayor respeto,
observando religiosamente los juramentos que por ellos hacan), pudieron quitar la
vida a sus enemigos, atendiendo el derecho de la guerra, stos, ya que la vean
conservada por la piedad del vencedor, no quisieron matarse a s propios; pues no
temiendo los horrores de la muerte, tuvieron por ms acertado sufrir el yugo de
sus seores que tomrsela por sus propias manos. A vista de tales ejemplos, con
cunta mayor razn los cristianos, que adoran a un Dios verdadero y aspiran a la
291
patria celestial, deben guardarse de cometer este pecado, siempre que la Divina
Providencia los sujete al imperio de sus enemigos, ya para probar la rectitud de su
corazn, ya para su correccin? Pues es indudable que en tal calamidad no los
desampara aquel gran Dios, que, siendo el Seor de los seores, vino en traje tan
humilde a este mundo, para ensearnos con su ejemplo a practicar la humildad,
por lo cual, aquellos mismos a quienes ninguna ley, derecho militar ni prctica
autoriza para atar al enemigo vencido, deben ser ms cuidadosos en conservar
vidas y no quebrantar las divinas sanciones
Qu error tan craso es el que se apodera de nuestra imaginacin cuando llega a
persuadir al hombre se mate a s mismo, ya sea porque su enemigo pec contra
l, o por que no peque cuando no se atreve a matar al mismo enemigo que peca o
ha de pecar? Dirn que se debe temer que el cuerpo, sujeto al apetito sensual del
enemigo, convide y atraiga con l demasiado regal al alma a consentir en el
pecado; y por eso aaden que debe matarse uno a s mismo, no ya por el pecado
ajeno, sino por el suyo propio antes que le cometa; pero de ningn modo
consentir en tal flaqueza un alma que acceda al apetito carnal, irritada con el
torpe deseo de otro; un alma, digo, que est ms sujeta a Dios y a su admirable
sabidura que el apetito corporal; y si es una accin detestable y una maldad
abominable el matarse el hombre a s mismo, como la misma verdad nos lo
predica, quin ser tan necio que diga: pequemos ahora para que no pequemos
despus; cometamos ahora el homicidio, no sea que despus caigamos en
adulterio? Pregunto: si dado caso que domine en nuestros corazones con tanto
despotismo la maldad, que no escojamos ni echemos mano de la inocencia, sino
de los pecados, no ser mejor el adulterio incierto futuro que el homicidio cierto
de presente? No sera menos culpable cometer un pecado que se pueda
restaurar con la penitencia que cometer otro en que no se deja tiempo para
hacerla?
Esto he dicho por aquellos que por evitar el pecado, no ajeno, sino propio (no sea
que a causa del ajeno apetito vengan a consentir tambin con el propio irritado),
piensan que deben hacerse fuerza a s y matarse. Pero lbrenos Dios que el alma
292
matar por no caer en pecado, viviendo en poder del que la cautiv; piense que le
est bien el vivir para sufrir al mismo mundo, lleno a todas horas de tentaciones, y
tales cuales se podan, viviendo, temer debajo la sujecin de un seor, y otras
innumerables, sin las cuales no se vive en este mundo? Para qu, pues,
consumimos el tiempo en las acostumbradas exhortaciones, siempre que
procuramos persuadir a los bautizados, o la integridad virginal, o la continencia
vidual, o la fe del casto matrimonio, teniendo un atajo libre de todos los peligros de
pecar, para que
acabando de recibir la remisin de sus pecados, los enviemos al Seor con las
conciencias ms sanas y ms puras? Si alguno cree que puede ejecutar o
persuadir esta doctrina, no slo es ignorante, sino loco. Con qu valor dir a un
hombre: Mtate, porque a tus pecados veniales acaso no aadas alguno grave
viviendo, tal vez, en poder de un brbaro o sensual, quien no puede decir sino con
impiedad: Mtate, en estando absuelto de tus pecados, porque no vuelvas a caer
en otro acaso ms graves viviendo en un mundo tan engaoso, cercado de lazos y
deleites, tan furioso, con tanto nmero de nefandas crueldades, y tan enemigo,
con tantos errores y sobresaltos? Y si se dice que esto es maldad, sin duda lo es
matarse, pues si pudiera haber alguna justa causa para hacerlo voluntariamente,
ciertamente no habra otra ms arreglada que sta, y supuesto que sta no lo es,
luego ninguna hay para cometer un delito tan execrable
Y esto, oh fieles de Jesucristo!, no amargue vuestra vida; si de vuestra
honestidad acaso se burl el enemigo, grande y verdadero consuelo os queda si
tenis la segura conciencia de no haber consentido a los pecados de los que Dios
permiti pecasen en vosotros.
Y si acaso preguntis por qu permiti Dios tan horribles crmenes, dir con el
Apstol:Alta es, sin duda, y que se pierde de vista la providencia del Autor y
Gobernador del mundo, incomprensibles sus juicios e investigables sus ideas y
caminos. Con todo, preguntdselo fielmente y examinad vuestras conciencias, no
sea que os hayis engredo demasiado por la gracia de la virginidad y continencia,
o por el privilegio de la castidad, y llevadas de la complacencia de las humanas
295
296
298
las
Con todo, sabed los que ignoris, y advertid los que disimulis no saberlo y
murmuris contra el que os vino a librar de vuestra esclavitud, que los juegos
escnicos, espectculos de torpezas y vivo retrato de la humana vanidad, se
instituyeron primeramente en Roma, no por los vicios de los hombres, sino por
mandato de vuestros dioses. Ciertamente fuera ms tolerable que dieseis honor y
culto divino a aquel esclarecido Escipin, que no el que adoraseis semejantes
dioses, cuando stos no eran mejores que su pontfice. Advertid y escuchad, si el
juicio, trastornado tiempo ha con los errores que ha bebido en el maternal pecho,
os deja considerar algn punto que sea conforme a razn. Los dioses, para
aplacar la pestilencia de los cuerpos, mandaron que se les hiciesen los juegos
escnicos; y vuestro pontfice, porque se preservasen de la infeccin de los
nimos, estorb el que se edificase el teatro. Si os qued en el entendimiento
alguna luz con que conozcis, podis preferir el nimo al cuerpo; elegid a quien
habis de adorar.
Aquella decantada pestilencia de los cadveres no ces tampoco entonces, a
pesar de observar fielmente las fiestas prescritas; por cuanto en un pueblo
belicoso y acostumbrado de antemano a solos los juegos circenses, no slo se
introdujeron la delicadeza y la lascivia de los juegos escnicos, sino que,
observando la perspicaz astucia de los malignos espritus que aquel contagio,
haba de cesar, llegado su total complemento, procur con esta ocasin enviarles
otro mucho ms grave (que es la, que principalmente les agrada), no en los
cuerpos, sino en las costumbres, el cual ceg con tan oscuras tinieblas los nimos
de los miserables y los estrag con tan reiteradas torpezas, que, an al presente
(que ser quiz increble si viniere a noticia de nuestros descendientes), despus
de destruida Roma, los que estaban atacados de aquella enfermedad contagiosa,
y huyendo de ella pudieron llegar a Cartago, cada da concurren a porfa a los
teatros, por el ansia y desatino de ver estos juegos.
Oh juicios sin juicio! Qu error!, o, por mejor decir, qu furor es ste tan grande,
que llorando vuestra ruina -segn he odolas naciones orientales y haciendo
pblicas demostraciones de sentimiento y tristeza las mayores ciudades que hay
301
antes establecido sus fundadores, pero con esta diferencia: que stos lo
ejecutaron para suplir el nmero de sus ciudadanos, que era muy escaso, si haba
de formarse una poblacin tan numerosa como apetecan, y aquellos igualmente
lo practicaron por conservar el considerable nmero de hombres que haba en
ella. Responda a sus contrarios la familla redimida con la sangre de Jesucristo, y
su peregrina ciudad, si ms copiosa y cmodamente pudiere, estas y otras cosas
semejantes.
Pero acurdese que entre estos sus amigos hay algunos ocultos que han de ser
ciudadanos suyos; porque no juzgue es sin fruto, aun mientras conversa con ellos,
que sufra a los que la aborrecen y persiguen hasta que finalmente se declaren y
manifiesten; as como en la Ciudad de Dios, mientras es peregrina en el mundo,
hay algunos que gozan al presente en ella de la comunin de los sacramentos, los
cuales, sin embargo, no se han de hallar con ella en la patria eterna de los Santos,
y de stos unos hay ocultos y otros descubiertos, quienes con los enemigos de la
religin no dudan en murmurar contra Dios, cuyo sacramento traen, acudiendo
unas veces en su compaa a los teatros, y otras con nosotros a las iglesias. Pero
de la enmienda an de algunos de stos con ms razn no debemos perder la
esperanza, pues entre los mismos enemigos declarados vemos que hay
encubiertos algunos amigos predestinados sin que ellos mismos lo conozcan;
porque estas' dos ciudades en este siglo andan confusas y entre sf mezcladas,
hasta que se distinga en el juicio final, de cuyo nacimiento, progresos y fin, con el
favor de Dios, dir lo que me pareciere a propsito para mayor gloria de la Ciudad
de Dios, la cual campear mucho ms cotejada con sus contrarios.
Pero todava me quedan que decir algunas razones contra los que atribuyen las
prdidas de la Repblica romana a nuestra religin, porque les prohbe sta que
sacrifiquen a sus dioses; referir tambin cuntas calamidades me pudieren
ocurrir, o cuntas me parecieren dignas de referirse, que padeci aquella ciudad, o
las provincias que estaban debajo de su Imperio, antes que se prohibiesen sus
sacrificios. Todas las cuales, sin duda, nos las atribuyeran si tuvieran entonces, o
noticia de nuestra religin, o les prohibiera as sus sacrlegos sacrificios. Despus
303
304
16
obra cumbre, Civitas solis, poetica idea Republicae philosophicae (La ciudad del
Sol).
Leer esta obra es una autntica delicia, puesto que aparte de lo que podemos
interpretar ahora como vaciladas esotricas -con todo respeto hacia quienes las
toman en serio- con que engalana Campanella su ensayo, deja ver en el mismo un
conjunto de valores muy propios de la poca -principios del siglo XVII-, adems de
unas cmicas ideas sobre el sexo y las relaciones entre hombres y mujeres, as
como del rol que a cada parte corresponde en el desarrollo comunitario cotidiano.
Particularmente es relevante las repetidas referencias que hace, condenndole,
del nicolasmo, esto es, la prctica prevaleciente entre el clero medieval que
justificaba la cohabitacin carnal de sacerdotes con varias mujeres, as como la
importancia que le da a las influencias de los astros en la vida terrenal.
As pues, leer La ciudad del Sol resulta muy interesante desde varios puntos de
vista
permitiendo
pasar
momentos
sumamente
entretenidos,
ello
314
GRAN MAESTRE.- Siendo esto as nadie querr trabajar, pues, como ya hizo
notar Aristteles en contra de Platn, cada cual esperar que los dems trabajen
para procurarle el sustento.
ALMlRANTE.- Yo nunca advert que esto pudiera originar discusin alguna entre
ellos. Antes bien, te aseguro que es casi inconcebible su amor a la patria. En esto
aventajan a los romanos, que voluntariamente ofrecieron su vida en holocausto de
su patria, tanto ms cuanto mayor dejacin hicieron de la propiedad. Estoy
firmemente persuadido de que si los Hermanos, los Monjes y los Clrigos de
nuestros das no se vieran arrastrados por el amor a sus parientes y amigos o por
la ambicin de lograr honras mayores, habran conseguido mayor santidad y
deseado menos la propiedad, mostrndose ms caritativos para con todos, como
lo eran en tiempo de los Apstoles y aun hoy en da lo son muchsimos de ellos.
GRAN MAESTRE.- Esto parece haberlo dicho ya San Agustn. Pero, dime,
entonces la amistad no existir, puesto que no tienen favor alguno que hacerse
entre s.
ALMIRANTE.- Por el contrario, le conceden un mximo valor. En realidad, ninguno
puede recibir regalos de los dems, pues la comunidad les concede cuanto
necesitan. Y los Magistrados cuidan mucho de que nadie reciba ms de lo que
merece pero tampoco le falte nada de lo necesario. Sin embargo, la amistad se
manifiesta entre ellos en caso de guerra o de enfermedad, en el aprendizaje de las
ciencias, ayudndose con enseanzas recprocas o auxilios mutuos, y a veces
tambin con alabanzas, palabras, servicios y lo necesario a cada cual. Todos los
coetneos se llaman hermanos unos a otros. Al cumplir los veintids aos, reciben
el nombre de padres; antes de dicha edad, se denominan hijos.
Las injurias.
Los Magistrados vigilan celosamente, porque ninguno ofenda a los dems,
rompiendo la fraternidad.
315
316
Todos estn obligados a saber nadar; y a tal fin construyeron dentro y fuera de las
murallas de la Ciudad unas piscinas situadas cerca de los manantiales. Se
dedican muy poco al comercio pero conocen el valor de las monedas y fabrican
dinero para que los delegados y exploradores puedan procurarse alimento en los
pases extraos. Procedentes de las diversas partes del mundo, llegan a la Ciudad
del Sol mercaderes que compran los productos sobrantes en ella. Los ciudadanos
del Sol se niegan a recibir dinero, pero aceptan en cambio mercancas de que
carecen; y con frecuencia las compran tambin con monedas. Los nios de la
Ciudad del Sol rompen a rer cuando ven que por tan poco precio les dan tan gran
cantidad de mercancas. Ms comprensivos, los viajeros no ren. Para evitar que
la Ciudad se corrompa al contacto con esclavos o extranjeros, trafican en los
puertos, vendiendo los prisioneros de guerra o mandndolos fuera de la Ciudad a
excavar fosos o a realizar trabajos pesados.
317
que el mundo entero parece estar regido por el azar. Mas quien examina la
constitucin del universo y la anatoma del hombre (cosa que ellos estudian con
frecuencia en los condenados a muerte), la de los planetas y la de los animales,
as como tambin el uso de sus partes y partculas, se ve obligado a confesar en
alta voz la sabidura y providencia divinas. Por lo mismo, el hombre debe
consagrarse enteramente a la religin y venerar siempre a su propio autor. Mas tal
cosa no es posible sino a aquel que investiga y conoce las honras divinas, guarda
sus mandamientos y pone en prctica la sentencia del filsofo: No hagas a otro lo
que no quieras para ti; y lo que queris que los hombres hagan con vosotros,
hacedlo tambin vosotros con ellos. De aqu se sigue que, as como nosotros
exigimos ddivas y honores de los hijos y de todas aquellas personas a quienes
hemos hecho pocos favores, mucho ms debemos a Dios, de quien todo lo hemos
recibido y por el cual y en el cual siempre somos todo lo que somos. Gloria pues, a
Dios por los siglos de los siglos.
GRAN MAESTRE.- Teniendo presente el hecho de que quienes nicamente
conocen la ley natural se aproximan tanto al cristianismo (el cual no aade a las
leyes naturales ms que los sacramentos, que ayudan para observarlas
fielmente), yo saco de ello un argumento en favor de la religin cristiana, a saber,
que es la ms verdadera de todas y que, cuando desaparezcan los abusos, ha de
dominar el mundo entero, como ensean y esperan los ms preelaros telogos.
Afirman que los espaoles descubrieron un nuevo mundo (aunque su primer
descubridor fue Coln, nuestro mximo hroe genovs) para que todas las
naciones se congregaran bajo una misma bandera. Estos filsofos sern elegidos
por Dios para dar testimonio de la verdad. Y, aunque nosotros obramos
inconscientemente, somos instrumentos de Dios. Ellos buscan nuevas tierras por
afn de oro y de riquezas, pero Dios persigue un fin ms alto. El Sol tiende a
quemar la tierra, no a producir plantas y hombres, pero Dios se sirve de tal mpetu
para producir aquellas cosas. Sea l alabado y glorificado.
ALMIRANTE.- Oh! Si supieras cuntas cosas dicen sobre el siglo venidero,
sacadas de la Astrologa y de nuestros profetas! Afirman que en cien aos nuestra
320
poca contiene ms hechos memorables que el mundo entero en cuatro mil; y que
en este ltimo siglo se han editado ms libros que en los cincuenta anteriores.
Hablan tambin de la maravillosa invencin de la imprenta, de la plvora y de la
brjula, cosas stas que constituyen otros tantos indicios e instrumentos de la
reunin de todos los habitantes del mundo en un solo redil. Exponen igualmente
cmo todo ello aconteci mientras tenan lugar grandes conjunciones en el
tringulo de Cncer y en el momento en que el bside de Mercurio adelantaba a
Escorpio, bajo la influencia de la Luna y de Marte con su poder para una nueva
navegacin, nuevos reinos y nuevas armas. Pero, cuando el bside de Saturno
entre en Capricornio, el de Mercurio en Sagitario y el de Marte en Virgo, despus
de las grandes primeras conjunciones, y tras la aparicin de una nueva estrella en
Casiopea, surgir una nueva monarqua, se reformarn las leyes y las artes, se
oirn nuevos profetas.
Segn ellos, la nacin santa se beneficiar de todos estos hechos. Mas antes ser
necesario arrancar y extirpar, para luego edificar y plantar ... Te ruego que me
dejes partir pues tengo otras cosas que hacer. Pero debes saber que ellos han
descubierto ya el arte de volar, nica cosa que pareca faltar en el mundo. Para
dentro de poco esperan inventar instrumentos de ptica con los que descubrirn
nuevas estrellas, e instrumentos acsticos por medio de los cuales se escuchar
msica celestial.
GRAN MAESTRE.- Oh ...! Todo eso me agrada sobremanera. Pero, siendo
Cncer signo femenino de Venus y de la Luna, cmo pudo mostrarse propicio en
el aire, si es acuoso? Y cmo saben y practican todo esto las estrellas? Todas
las cosas han sido oportunamente preparadas y producidas por Dios. De aqu
concluyo que los habitantes de la Ciudad del Sol astrologizan demasiado.
ALMlRANTE.- Tambin me respondieron que Dios es inmediatamente la causa
universal de todas las cosas, pero no con la inmediatez de la causa particular, sino
como un principio y virtud universal. Cuando Pedro come, orina o roba, no es Dios
quien come, orina o roba, aunque de l proceda la esencia y virtud de comer, de
321
orinar y de robar, por ser Dios causa inmediata y anterior a toda otra pero menos
particular que cualquiera causa susceptible de modificar la inmensidad de la
accin divina.
GRAN MAESTRE.- Oh! Qu bien expresan lo mismo nuestros doctores
escolsticos, sobre todo Santo Toms! ste (en la tercera parte de la Summa
contra gentiles, Cap. 70 y en la segunda, dist. 37 y mejor an en la cuestin
primera, arts. 3 y 5 y en el opsculo 9, cuestin 38) ensea que la causa universal
obra con la inmediatez del principio, no con la del contacto, que es lo propio de la
causa particular. Esta afirmacin contradice la de los filsofos mahometanos,
segn los cuales la operacin de la causa primera es ms inmediata que la de la
causa segunda. Prosigue.
ALMlRANTE.- Segn ellos, Dios asign a cada efecto futuro causas universales y
particulares, de tal manera que las particulares no pueden actuar, si antes no
actan las universales. Una planta no florece si el Sol no la calienta de cerca. Las
pocas proceden de las causas universales, es decir, de las celestes. Por eso, al
actuar nosotros, lo hacemos bajo el influjo del cielo. Las causas libres se sirven del
tiempo en su propio provecho y a veces tambin en las dems cosas. Con el
fuego el hombre obliga a los rboles a florecer; con la lmpara ilumina su casa en
ausencia del sol. Las causas naturales actan en el tiempo. Por consiguiente, as
como algunas cosas se hacen de da y otras de noche, unas en invierno y otras en
verano, en primavera o en otoo (y ello tanto mediante las causas libres como las
naturales), as unas ocurren en un siglo y otras en otro. Y as como la causa libre
no se ve forzada a dormir de noche ni a levantarse por la maana, sino que acta
segn le acomoda y aprovechando las alternativas del tiempo, as tampoco se ve
obligada a inventar el arcabuz o la imprenta cuando acontecen en Cncer grandes
snodos o a implantar monarquas cuando ello acontece en Aries y, as
sucesivamente, a sembrar en Septiembre, a podar en Marzo, etc. Los habitantes
de la Ciudad del Sol tampoco pueden creer que el sumo Pontfice de los cristianos
prohiba la Astrologa, a no ser a quienes abusan de ella para adivinar los actos
libres o los sucesos sobrenaturales. Las estrellas son nicamente signos de las
322
voluntarias,
vienen
ser
solamente
ocasiones,
invitaciones
inclinaciones. Al salir el Sol, ste no nos obliga a levantarnos del lecho. Solamente
nos invita a ello y nos ofrece comodidades, de la misma manera que la noche nos
presenta incomodidades para levantarnos y comodidades para dormir. Y, puesto
que las causas actan sobre el libre albedro nicamente en forma indirecta y
accidental en cuanto que obran sobre el cuerpo y sobre los sentidos corpreos
anejos al rgano, los sentidos estimulan la mente al amor, al odio, a la ira y a las
dems pasiones.
Pero aun en este caso el hombre no se ve forzado a seguir la excitacin pasional.
Las herejas, las guerras y el hambre, prefiguradas por las estrellas, se cumplen
con frecuencia porque a menudo los hombres se dejan llevar del apetito sensual
ms que de la razn y obran irracionalmente. Hay veces en que esto sucede por
obedecer razonablemente a una pasin, como acontece cuando los hombres
emprenden una guerra justa, animados de justificada clera.
CUESTIONES SOBRE LA REPBLICA IDEAL
Sobre si es razonable y til el haber aadido a la doctrina poltica el dilogo de la
Ciudad del Sol.
Contra la justificacin y utilidad de la Repblica ideal surgen las dificultades
siguientes:
1.- Es ocioso y vano ocuparse de lo que nunca ha existido, existir ni es de
esperar que exista. Ahora bien, tal gnero de vida en comn, totalmente exenta de
delitos, es imposible; nunca se ha visto ni se ver. Por tanto, hemos perdido el
tiempo al ocupamos de ella. ste es el argumento que esgrima Luciano en contra
de la Repblica de Platn.
2.- Dicha Repblica no puede estar en vigor ms que en una sola ciudad, no en un
reino, pues resulta imposible encontrar lugares completamente iguales. Por lo
323
tanto, se ver corrompida por los pueblos sojuzgados y por el comercio o bien por
las rebeliones que brotarn contra una vida tan austera.
3.- Al concebir semejante Repblica, se la considera ideal y eterna. Mas, en primer
lugar, no podr ser eterna, pues necesariamente acabar por corromperse o ser
invadida por la peste, a causa de la prolongada residencia en ella sin ser
purificada por el viento, la guerra, el hambre, las bestias feroces (suponiendo que
pudiera escapar a la tirana interna) o, en fin, por el excesivo nmero de sus
habitantes, como Platn deca de su Repblica. En segundo lugar, no podr ser la
mejor, porque necesariamente se cometern en ella delitos, de acuerdo con lo que
dice el Apstol: Si discessimus quia peccataum non habemus, ipsi nos seducimus.
Anlogamente Aristteles sostiene en contra de Platn que la comunidad de los
bienes tiles y de las mujeres vicia una Repblica; y, cuando creemos haber
evitado un mal, incurrimos en otros muchos.
4.- De entre todos los posibles gneros de vida resulta ms adecuado a la
naturaleza aquel que ha sido puesto en prctica en todas las naciones. Ahora
bien, el expuesto por nosotros es rechazado en todas ellas. Por lo tanto, resulta
intil y superfluo haber hablado de ello.
5.- Nadie querra vivir sometido a leyes y preceptos tan severos y bajo la tutela de
pedagogos. Tal Repblica se vera socavada por sus mismos ciudadanos, como
ha ocurrido en muchas rdenes religiosas que vivan en comunidad.
6.- Es natural al hombre estudiar las obras de Dios, viajar por el mundo, investigar
por doquier las ciencias y experimentarlo todo. Mas los ciudadanos de esa
Repblica seran como los monjes, quienes nicamente estudian sus libros y,
cuando oyen algo que no se encuentra en stos, se escandalizan y desconciertan.
As sucede que ahora difcilmente creen las observaciones de Galileo, as como
antes no admitan que Coln hubiera descubierto un nuevo mundo, por el hecho
de negarlo San Agustn.
324
Mas, por de pronto y para dar a las objeciones antedichas una respuesta general,
diremos que de nuestra parte se encuentra el ejemplo de Toms Moro,
recientemente martirizado, quien escribi su imaginaria Repblica, denominada
Utopa, la cual nos ha servido de ejemplo para las instituciones de la nuestra.
Asimismo Platn present una idea de Repblica que, aunque no puede
ntegramente ponerse en prctica a causa de la corrupcin de la naturaleza
humana (como dicen los telogos) muy bien habra podido subsistir en el estado
de inocencia; y precisamente Cristo nos invita a vivir en estado de inocencia,
Aristteles, y tras l otros muchos filsofos, establecieron del mismo modo su
Repblica. De igual forma los gobernantes promulgan leyes que consideran muy
buenas, no porque piensen que nadie va a transgredirlas, sino por creer que harn
feliz al que las cumpla. Por su parte, Santo Toms ensea que los religiosos no
estn obligados, so pena de incurrir en pecado, a observar todo lo que la regla
prescribe, sino nicamente las cosas ms esenciales, si bien es cierto que seran
ms felices cumplindolas en su totalidad. Su deber es vivir conforme a la regla,
es decir, adaptar en lo posible su vida a ella. Moiss promulg leyes dadas por
Dios y cre una Repblica ideal.
Mientras los hebreos se ajustaron a ellas, prosperaron; mas, cuando dejaron de
guardar las leyes, empezaron a decaer. Los retricas fijan las reglas ideales de un
buen discurso, libre de todo defecto. Los filsofos conciben un poema perfecto; y,
sin embargo, no hay poeta que deje de cometer alguna falta. Los telogos
describen la vida de los santos; mas ninguno, o muy pocos, la sigue. Qu nacin
o qu individuo ha podido imitar perfectamente la vida de Cristo? Diremos por
ello que es intil haber escrito los Evangelios? De ningn modo, pues su fin ha
sido estimulamos a no ahorrar esfuerzo alguno, para acercamos a ellos cuanto
podamos. Cristo fund una Repblica admirable, limpia de todo pecado. Pero ni
siquiera los Apstoles la observaron ntegramente. Del pueblo pas luego al clero
y, por fin, qued limitada a los monjes. Mas entre stos persevera hoy en algunos;
de los dems apenas se ve alguno que procure armonizar sus actos con ella.
325
326
Se destruyen los vicios que surgen del abuso del amor, como los adulterios, la
fornicacin, la sodoma, los abortos, los celos, las rencillas domsticas, etc.
Anlogamente no existen los males procedentes del excesivo amor de los hijos o
de los cnyuges; la propiedad que, en opinin de San Agustn, rompe las fuerzas
de la caridad; el amor propio, origen de todos los males, como dice en un dilogo
Santa Catalina. De l brota la avaricia, la usura, la mezquindad, el odio al prjimo
y la envidia a los ricos y poderosos. Nosotros fomentamos el amor a la comunidad
y suprimimos los odios derivados de la avaricia, raz de todo mal, como las
pendencias, los fraudes, los falsos testimomos, etc.
Se suprimen tambin los males corporales y espirituales, originados en el pobre
por el excesivo trabajo y en los ricos por el ocio, mientras que en nuestra
Repblica las fatigas se reparten por igual.
No existen tampoco los defectos que en las mujeres surgen a consecuencia del
ocio y corrompen la prole y la salud corporal y espiritual, al paso que nosotros las
ocupamos en ejercicios y actividades adecuadas a su sexo. Dgase lo mismo de
los inconvenientes derivados de la ignorancia y la necedad, mientras que en
nuestra Repblica se advierte en todas las cosas una gran dosis de saber, incluso
en la construccin misma de la ciudad, donde por medio de cuadros y pinturas se
aprenden histricamente todas las ciencias con slo mirar.
De este modo se previene maravillosamente la corrupcin de las leyes.
Y, en fin, como en todas las cosas hemos evitado los extremos reducindolas al
justo medio en el que consiste la virtud, no puede concebirse otra Repblica ms
feliz y sencilla. Si bien se mira, no se encuentran en ella cuantos defectos se han
reprochado a las Repblicas de Minas, Licurgo, Saln, Coronda, Rmulo, Platn,
Aristteles y otros. A todo se ha atendido felizmente, porque nuestra Repblica
est inspirada en la doctrina de los supremos principios metafsicos, con los
cuales nada se descuida u omite.
327
330
331
duo
de
nostris
tollas
pronomina
rebus,
mismo San Ambrosio en el libro I de los Oficios, cap. 28, prueba, valindose de la
Escritura y de la autoridad de los historiadores, que todas las cosas son comunes,
pero que por usurpacin algunos se las han apropiado. Y en los Hexam. V.,
apoyndose en el ejemplo de la repblica civil de las abejas predica la vida en
comn, as en cuanto a los bienes como en lo referente a la procreacin; y,
aduciendo el ejemplo de las grullas, explica la vida comn en una repblica militar.
Anlogamente procedi Jesucristo con el ejemplo de los pjaros que no tienen
nada propio, no siembran, ni siegan ni se apropian el alimento. Y, como dice el
jurisconsulto, Jus naturale est id quod natura omnia animalia docuit.
De todo lo anterior resulta indudable que por derecho natural son comunes todas
las cosas. Escoto en su comentario al libro IV de las Sentencias, 15, responde que
la comunidad de bienes es de derecho natural en el estado de naturaleza, pero
que tal derecho qued derogado a consecuencia del pecado de Adn. Mas tal
respuesta es vana. Pues, como dice Santo Toms, el pecado no destruye los
bienes de la naturaleza, sino solamente los de la gracia. El pecado de Adn fue en
contra de la naturaleza y la razn, pero no cre un derecho nuevo. Por lo tanto, si
la comunidad de bienes era de derecho natural, slo por injusticia pudo
establecerse la propiedad de bienes. Por esto, el comentario al texto de San
Clemente dice que la propiedad fue establecida per iniquitatem, id est, per jus
gentium contrarium juri naturali. Y cmo puede haber en ello un derecho si se
opone a la naturaleza, que es el arte de Dios? Si as fuera, el derecho sera un
pecado. Escoto responde que esto aconteci injustamente, es decir, por el pecado
original. Mas este comentario resulta ftil. Pues entonces cmo explica las
palabras de San Ambrosio al decir que la propiedad fue establecida por avaricia y
violencia? San Clemente afirma que los Apstoles nos han restitudo al derecho
natural. As, pues, lo que en un principio fue una injusticia, sigue sindolo todava.
Cayetano ensea que fue una comunidad natural negativa o sea, que la
naturaleza no indujo a la propiedad; pero no afirmativa, como si hubiese dicho vivir
en comn y no de otra forma.
334
salud. Esto lo hacen tambin los monjes y los apstoles. Por tanto, Aristteles
charla intilmente. No tienes ms que examinar en el texto la manera de repartir
los vestidos segn las estaciones, los trabajos, los oficios, la ejecucin, etc. Y
nadie puede oponerse a ello, ya que todas las cosas se hacen por conviccin. Ms
an, todos gustan de hacer lo ms adecuado a su disposicin natural, que es
precisamente lo que ocurre en nuestra Repblica.
A la segunda objecin se contesta que, ya desde la infancia y teniendo en cuenta
las disposiciones naturales, es destinado cada uno por los magistrados a las
varias ocupaciones; y el que por experiencia o ilustracin llega a aventajar a los
dems, es colocado al frente del oficio para el que resulta idneo. Adems, de
acuerdo con la jerarqua establecida en el texto, nicamente los mejores pueden
ser ascendidos al rango de sumos magistrados. Por lo tanto, ni el soldado quiere
llegar a ser capitn ni sacerdote el agricultor, puesto que los cargos se conceden
teniendo en cuenta la experiencia y la instruccin, no el favor ni el nepotismo, sino
basndose en los conocimientos.
Cada uno recibe ocupacin en la rama en que se distingue. Tampoco los primeros
magistrados pueden honrar a unos y reprender a otros. Pues, como no gobiernan
arbitrariamente sino en conformidad con la naturaleza, destinan a cada cual a la
ocupacin que le conviene. Y, como no poseen nada a ttulo exclusivo, que les
pueda llevar a quebrantar el derecho ajeno para engrandecer a sus hijos, les
conviene obrar bien para mantener su honor. Y, considerndose todos entre s
como hermanos, hijos y parientes, subsiste un amor sin distincin de unos para
otros. Nadie combate por salario, sino para s, los hijos y los hermanos. Ninguno
necesita salario, porque todos tienen medios para vivir bien. nicamente necesitan
el honor que por sus acciones valerosas reciben de sus hermanos. Hasta la guerra
de Terracina combatieron los romanos sin paga y entonces se disputaban el honor
de morir por la patria. Mas, cuando se introdujo en ellos el amor de la propiedad,
fue faltando paulatinamente el valor. Salustio y San Agustn afirman que los
romanos llegaron a poseer un imperio tan vasto por su amor a la comunidad. En
Salustio dice Catn: Pubblicae opes et privata paupertas, fom justum imperium,
337
intus in dicendo animus liber, neque formidini neque cupiditati obnoxius, rem
Romanam auxere. En nuestra Repblica estas cosas se conservan bastante mejor
por la comunidad de los bienes tiles y honestos bajo la direccin de la naturaleza.
Respuesta a la tercera objecin. Aristteles, e incluso Escoto, hablan
irreflexivamente, por no decir con impiedad. Acaso los monjes y los Apstoles
dejan de ser liberales por no poseer nada propio? La liberalidad no consiste en dar
lo que se ha usurpado, sino en poner en comn todas las cosas, como afirma
Santo Toms. Por otra parte, puedes ver en el texto cmo la Repblica honra a los
huspedes y c6mo se socorre a los que por naturaleza son desgraciados. Entre
nosotros no hay nadie que sea miserable por la fortuna, pues todo es comn,
todos resultan hermanos y estn indicados los mutuos deberes con lo que se
muestra la liberalidad. Si me apuras un poco, te dir que ellos han convertido la
liberalidad en beneficencia, que es superior a la primera.
Respuesta a la cuarta objecin. Escoto argumenta con fe pnica, como tiene por
costumbre, pues el mismo San Agustn en el cap. 4 De baeres, y Santo Toms en
la 2a. de la 2a., quest. 66, art. 2, ensean que son herejes quienes afirman que no
pueden salvarse los que poseen en propiedad alguna cosa. Lo son tambin
quienes defienden la promiscuidad sexual, mas no porque prediquen la comunidad
(mayor hereja es negada, pues los apstoles y los monjes la practican). Por otro
lado, admitamos que la Iglesia pudo establecer la propiedad ms por tolerancia
que en forma positiva y directa. Pero, como dice San Agustn, es preferible tener
clrigos cojos que muertos, o sea, propietarios antes que hipcritas. El mismo
Escoto sostiene que la propiedad fue establecida a causa de la negligencia con
que suelen tratarse las cosas comunes y por la codicia del propio inters; por lo
tanto, es malo su origen. Por tal motivo, la propiedad no puede ser cosa buena ni
querida por la naturaleza, sino solamente permitida.
Cmo se atreve a llamar herejes a quienes siguen la naturaleza y a alabar a los
que con Aristteles defienden la autorizacin introducida a causa de la corruptela?
Digamos que la Iglesia puede establecer la propiedad y permitirla a ttulo de mal
338
menor, como se toleran las meretrices y como (en lenguaje de San Agustn) se
toleran los cojos antes que los muertos. Por otro lado, ya hemos explicado la
manera como la Iglesia concedi la propiedad, es decir, a ttulo de remedio y no
en el sentido de usar lo superfluo. Alejandro, Alonso, Toms Valden y el Panormita
opinan que es hereje quien afirma que los clrigos son verdaderos dueos de los
bienes eclesisticos; y solamente les conceden el uso. Santo Toms les concede
el dominio nicamente en la pequea porcin que consumen, por ser solamente
usufructuarios de los fondos y no poder dejrselos a los hijos o amigos. Ms arriba
hemos hablado ya sobre lo referente a los laicos. Los ignorantes siempre estn
dispuestos a llamar hereje a todo aquel a quien no pueden convencer con
razones. Las palabras de Cristo: Reddite quae sunt Caesaris Caesari no
convierten en dueo a nadie, a no ser con el nico objeto de dar lo que poseen o,
de lo contrario, en ningn sentido, pues nada pertenece al Csar. Qu tiene l
que no haya recibido? Todas las cosas son de Dios y slo pertenecen al Csar a
ttulo de administrador. Consulta la Monarqua del Mesas, donde hemos escrito
sobre esto.
El mismo Cristo dice: Reges gentium dominantur eorum, vos autem non sic, sed
qui maior est fiat minister. Por eso justamente predica Santo Toms la propiedad
de la administracin y defiende la comunidad del uso. El Papa es el siervo de los
siervos de Dios; y el emperador, el siervo de la Iglesia.
Procedente tambin del carcter de conversin que tiene el pensamiento
agustiniano, debe destacarse su tono intimista y subjetivo. A la verdad se llega por
un camino interior, parecido al de la conversin, y aqulla no puede prescindir de
una iluminacin divina . En la teora del conocimiento de Agustn, que expone
contra los Acadmicos, o escpticos, la posibilidad de alcanzar la verdad reside en
la posibilidad misma de descubrir en el alma verdades eternas (slo lo eterno es
verdadero), y el procedimiento para alcanzarlas es ms un proceso de iluminacin
interior, que de reminiscencia al modo platnico: por reflexin del alma sobre s
misma, que se conoce como imagen de Dios y conoce al mismo tiempo a Dios
creador de las ideas y del alma. En esta bsqueda de la verdad hay momentos
339
muy notable, hasta tal punto que san Agustn parece cristianizar algunas de las
tesis del platonismo clsico.
Redactada entre el 413 y el 426 en latn (ttulo original: De civitate Dei), La ciudad
de Dios representa una de las ms importantes obras de filosofa de carcter
cristiano de la historia y ejerci una gran influencia a lo largo de la edad media.
Fue escrita para responder a la crtica que los romanos no cristianos hacan a los
cristianos, a quienes culpaban de la cada del Imperio por haber promovido el
abandono del culto a los dioses romanos. San Agustn no aceptaba esta crtica y
pensaba que el ocaso del Imperio romano se deba a otras causas ms profundas,
tales como la decadencia moral de Roma y el rechazo de los principios de vida
que el cristianismo instaur. Toda la obra se erige en una alabanza del valor del
cristianismo como nica religin verdadera y en un reconocimiento de la
providencia divina que permiti la gloria de Roma y su decadencia posterior.
En La ciudad de Dios, san Agustn describi los rasgos de dos ciudades que se
encuentran en el cielo y en la Tierra. En el cielo distingue la ciudad de Dios
(poblada por ngeles que adoran a Dios y le obedecen) y la ciudad del mal
(formada por los demonios o ngeles rebeldes). Estas dos ciudades celestes
tienen su contrapunto en la Tierra, donde tambin pueden distinguirse dos
ciudades homnimas: la ciudad de Dios (integrada por quienes siguen los
principios del cristianismo y practican la caridad y el amor a Dios, siguiendo el
ejemplo bblico de Abel) y la ciudad del mal (formada por quienes slo viven para
obtener placer y felicidad egosta y siguen el ejemplo violento de Can). Las dos
ciudades que se encuentran en la Tierra, a imagen de las ciudades celestiales,
debern pasar una prueba decisiva: el Juicio Final que tendr lugar al final de los
tiempos, cuando se establezca la verdad definitiva y triunfe el cristianismo.
342
Agustinismo.
Conjunto de doctrinas filosficas y teolgicas que, sin constituir un todo
sistemtico, y pese a no pertenecer algunas de ellas plenamente a la ortodoxia de
la Iglesia, constituyen en el transcurso de la historia, sobre todo en la Escolstica
de la Edad Media, una corriente persistente de pensamiento que se inspira en
Agustn de Hipona. Algunos de sus temas ms caractersticos inciden
naturalmente en cuestiones puramente religiosas, como son las disputas sobre la
gracia y la predestinacin, que toman cuerpo incluso en vida de Agustn.
Juan Peckham, Guillermo de la Mare, Juan Olivi, Juan Duns Escoto, -el ms
relevante de esta corriente, junto con san Buenaventura- y Enrique de Gante, que
no perteneca a ninguna orden religiosa. Al ser condenadas ciertas tesis de
Aristteles y Toms de Aquino, por el obispo de Pars, Esteban Tempier, y de
Roberto Kilwardby, en Oxford, en 1277, el agustinismo venci momentneamente
frente al aristotelismo que, en aquel momento, era llamado averrosmo latino. La
denominada escuela agustiniana, fundada por Egidio Romano, conocido tambin
como Gil de Roma, intent acercar las posturas agustinianas y tomistas. El
espaol fray Luis de Len (s. XVI) se cuenta entre los pertenecientes a esta
corriente de pensamiento.
344
No son slo stos los nicos tesoros almacenados en mi vasta memoria. Aqu se
encuentran tambin todas las nociones que aprend de las artes liberales que
todava no he olvidado. Y estn como escondidas en un lugar interior, que no es
lugar. Pero no estn las imgenes de las cosas, sino las cosas mismas. Yo s, en
efecto, lo que es la gramtica, la dialctica y las diferentes categoras de
preguntas. Todo lo que s de ellas est, ciertamente, en mi memoria, pero no
como una imagen retenida de una cosa, cuya realidad ha quedado fuera de m. No
es tampoco como la voz impresa que suena y se desvanece, dejando una huella
por la que recordamos como si sonara cuando ya no suena. Ni como el perfume
que pasa y se pierde en el viento y que, afectando al sentido del olfato, enva su
imagen a la memoria, por la que puede ser reproducida. Ni como el manjar, que ya
no tiene sabor en el estmago y que parece lo tiene, sin embargo, en la memoria.
Ni como una sensacin que sentimos en el cuerpo a travs del tacto que, aunque
est alejada de nosotros, podemos imaginarla en la memoria despus del tacto.
En estos casos las cosas no penetran en la memoria. Simplemente son captadas
sus imgenes con asombrosa rapidez, quedando almacenadas en un maravilloso
sistema de compartimentos, de los cuales emergen de forma maravillosa cuando
las recordamos.
345
Pero cuando oigo que son tres las categoras de preguntas si la cosa existe, qu
es y cul es retengo las imgenes de los sonidos de que se componen estas
palabras. Y s tambin que atravesaron el aire con estrpito y que ya no existen.
Pero los hechos significados por estos sonidos no los he tocado nunca con ningn
sentido del cuerpo. Tampoco los he podido ver fuera de mi alma, ni son sus
imgenes las que almaceno en mi memoria sino los hechos mismos. Que me
digan, pues, si pueden, por dnde entraron en m. Recorro todas las puertas de mi
cuerpo y no hallo por dnde han podido entrar estos hechos. Mis ojos me dicen,
en efecto: Si tienen color, nosotros los anunciamos. Los odos dicen: Si
emitieron algn sonido, nosotros los hemos detectado. El olfato dice: Si
despiden algn olor, por aqu pasaron. El gusto dice tambin: Si no tienen
sabor, no me preguntis por ellos. El tacto dice: Si no es cuerpo, no lo toqu, y
si no lo he tocado, no he transmitido mensaje de l.
347
CAPTULO I
De la diferencia entre un prncipe y un tirano y de lo que se entiende por un
prncipe.
mismo. Y con razn, porque no hay nada ms beneficioso para el pueblo que las
necesidades del prncipe debe estar plenamente satisfecho; ya que es imposible
que su voluntad debe encontrarse frente a la justicia.
Ms all de toda duda una gran parte de la potencia divina se muestra como en
los prncipes por el hecho de que su nominado a los hombres de proa de sus
cuellos y en su mayor parte, ofrecen a sus jefes a la hacha a ser suprimida, y que,
como por un impulso divino, El prncipe se teme por cada una de las personas de
ms de los que est configurado como un objeto de temor.
Y esto no creo que podra ser, salvo como consecuencia de la voluntad de Dios.
Para todo el poder es del Seor Dios, y con l ha sido siempre, y es desde la
eternidad. El poder que tiene el prncipe, por lo tanto, es de Dios, por el poder de
Dios nunca se pierde, ni separarse de l, pero slo la ejerce a travs de un
subordinado lado, que todas las cosas ensear su misericordia o la justicia.
"Quin, por consiguiente, se resiste al poder gobernante se resiste a la
ordenanza de Dios," [Romanos 13:2], en cuyo lado se encuentra la autoridad de
conferir esa facultad, y cuando l lo desea, de retirar de nuevo, o disminuyendo.
Porque no es el gobernante del propio acto de su voluntad, cuando se recurri a la
crueldad contra sus sbditos, sino que se trata ms bien de la administracin de
Dios por su buen placer para castigar o castigo.
sabiendas de que su Hijo amado fue flagelado, y que el poder de este flagelo que
ha llegado a s mismo fue el balde excepto que provena de Dios. Si bien los
hombres lo que cuenta el poder como digno de veneracin, incluso cuando se
trata como una plaga a los elegidos, que no debe venerar esa facultad que es
creado por Dios para el castigo de los malhechores y de la recompensa de los
hombres buenos, y que es Pronta en la devocin y obediencia a las leyes? Para
citar las palabras del emperador ", es ciertamente un dicho digno de la majestad
de la realeza que el prncipe reconoce a s mismo obligados por las leyes."
[Justiniano, del Codex I.14.4] Para la autoridad del prncipe depende de la
autoridad de la justicia y el derecho; Y verdaderamente es una cosa ms que el
poder imperial para el prncipe a cabo su gobierno con arreglo a las leyes, a fin de
que consideren El propio derecho a hacer nada que sea incompatible con la
equidad de la justicia.
CAPTULO II
Lo que es la ley; Y que, si bien el prncipe no est obligado por la ley, es, sin
embargo, el agente de la ley y de la equidad, y la persona que lleva el pblico, y
arroja sangre intachable.
preside todos los bienes y males, y es la regla y gua de las cosas materiales, as
como de los seres humanos. A los que Fallecimientos, un hombre ms aprendido
en la ley, y Demstenes, el gran orador, parece conforme, sometiendo a todos los
hombres a su obediencia, porque todos la ley es, por as decirlo, un
descubrimiento, y un don de Dios, un precepto de Sabios, el corrector de los
excesos de la voluntad, la fianza que teje la trama junto del Estado, y la banisher
del delito; [Vase Recopilacin I.3.1 - 2] y, por tanto, es apropiado que todos los
hombres deben vivir de acuerdo a Lo que llevan sus vidas en un rgano poltico de
las empresas.
Todos son consecuencia obligada por la necesidad de guardar la ley, a menos que
quizs hay alguien que puede pensar que se ha dado la licencia de malas
prcticas. Sin embargo, se dice que el prncipe est eximido de las obligaciones
de la ley; Pero esto no es cierto en el sentido de que para l es lcito hacer actos
injustos, pero slo en el sentido de que su carcter debe ser tal que pueda
provocar A la prctica la equidad no por el temor de las penas de la ley, sino a
travs del amor de la justicia; Y tambin debe ser tal que le causa de la misma
motivo para promover la ventaja de la ELA, y en todas las cosas a preferir el bien
de los dems, Antes de su propia voluntad.
351
Por consiguiente, no sin razn, lleva una espada, con donde se vierte la sangre
intachable, sin ser lo que un hombre de sangre, y con frecuencia pone a los
hombres a la muerte sin incurrir en el nombre o la culpabilidad de homicidio.
Porque si creemos que el gran Agustn, llamado David fue un hombre de sangre
no a causa de sus guerras, sino porque de Uria. Y Samuel est en ninguna parte
se describe como un hombre de sangre o de un homicidio, a pesar de que mat a
Agag, rey de la grasa Amalech. Verdaderamente principesca de la espada es el
poder de la espada como una paloma, que sostiene sin hiel, guls sin ira, y si, para
luchar, y sin embargo no se concibe la amargura a todos.
Para que la ley persigue la culpabilidad sin ningn tipo de odio de las personas,
por lo que el prncipe ms justamente a que no se castiga a los delincuentes
motivo de la ira, sino a instancias, y de conformidad con la decisin de la
passionless ley. Si bien vemos que el prncipe ha lictores de la suya propia, pero
debemos pensar en l como en la realidad a s mismo, el nico jefe o pareja, a
quien se concede la ley por el privilegio de huelga por parte de un subordinado. Si
aprobamos el dictamen de los estoicos, que diligentemente rastrear el motivo de
particular, es decir, "Juntos" se entender por "legislacin ictor" o "martillo de la
352
CAPTULO III
ministro del poder sacerdotal, y uno que ejerce ese lado de la sagrada oficinas que
parece indigno de la mano del sacerdocio. Para todas las oficinas existentes en
virtud de, y se refieren a la ejecucin de las sagradas leyes religiosas es realmente
una oficina, pero que es inferior, que consiste en el castigo de los crmenes, y que,
por tanto, parece estar tipificado en la persona del verdugo.
Y las peticiones que haba recibido puso en el fuego sin ni siquiera mirar hacia
ellos, por temor a dar publicidad a las acusaciones y censuras contra los padres,
y, por tanto, incurrir en la maldicin de Cham, el hijo incumplidores, que no
esconden su padre Vergenza. Por lo tanto, dijo, como es narrado en los escritos
de Nicols Romano Pontfice, "En verdad, si con la mina propios ojos que haba
visto un sacerdote de Dios, o cualquiera de aquellos que usan la vestimenta
monstica, pecar, quiero difundir mi manto y esconder l, que no tiene por qu ser
visto de todo. " Tambin Teodosio, el gran emperador, de una culpa merece,
aunque no tan grave una, ha sido suspendido por el sacerdote de Miln, en el
ejercicio de sus facultades y regal de la insignia de su oficina imperiales, y con
paciencia y solemnemente que realiza la penitencia De los homicidios que se
establecen en l.
Una vez ms, de acuerdo con el testimonio del maestro de los gentiles, mayor es
el que bendice al hombre que el que es bendecido; [Hebreos 7:7], y por lo que en
cuyas manos est la facultad de conferir una dignidad sobresale en el honor y los
privilegios De honrarlo a l a quien la dignidad propia es conferido. Adems, el
razonamiento de la ley es su derecho a rechazar el que tiene la facultad de
conceder, y el que puede legalmente otorgar legalmente puede quitar. [Vase
Recopilacin I.17.3] No pasa Samuel frase de la deposicin contra Sal, en
razn de su desobediencia, y lo sustituyen en el pinculo de la unidad regla con la
humilde hijo de Ysai? [Jesse] Ahora bien, si quien ha sido nombrado prncipe ha
actuado debidamente y con fidelidad el ministerio que se ha llevado a cabo, como
un gran honor y reverencia se muestra a l como la cabeza sobresale en honor a
todos los miembros del cuerpo.
354
355
Cuando los dorios se acerca a la lucha contra los atenienses se consult a los
orculos sobre el resultado de la batalla. La respuesta fue que sera victoriosa si
no matar al rey de los atenienses. Cuando fue a la guerra a sus soldados, por lo
tanto, se exhorta a los dems por encima de todo para cuidar de la seguridad del
rey. En ese momento, el rey de los atenienses se Codrus que, de aprendizaje de
la respuesta del dios y las precauciones del enemigo, dejaron de lado su atuendo
real y entr en el campamento del enemigo con lea en la espalda. Hombres
trataron de barra de su camino y una perturbacin surgieron en el curso de la cual
fue asesinado por un soldado a quien haba golpeado con su pruninghook.
Cuando el rey fue reconocido el cuerpo, el dorios regresado a sus hogares sin
luchar una batalla.
As, los atenienses fueron entregados a la guerra por el valor de su lder, quien se
ofreci a s mismo hasta la muerte para la seguridad de su pas.
Asimismo
Entonces, con el fin de dar perpetuidad a sus leyes, que la ciudad obligados por
juramento a cambiar nada de sus leyes hasta que se debera volver. Entonces,
356
fijados para Creta y vivi all en el exilio perpetuo; Y cuando l muri, l orden a
sus huesos para ser arrojados al mar por temor a que si deben ser llevados de
vuelta a la alternativa, se podra considerar como exentos de la obligacin de Su
juramento en el asunto de los cambios en las leyes.
ignominia de la cruz a fin de que la locura de los gentiles podran ser eliminados
gradualmente, poco a poco llev al alza la palabra de la fe y la lengua de su
predicacin hasta que pas a la palabra de Dios, Y la sabidura de Dios, y, por
ltimo, al propio trono de la majestad divina, y luego, para evitar que la virtud del
evangelio, porque se ha puesto de manifiesto en virtud de la propia enfermedad de
la carne, podra celebrarse baratos por la obstinacin de los Judios y La locura de
los gentiles, que les explic las obras del Crucificado, que se ve confirmado por el
testimonio de la fama; Ya que se acord entre todos los que se podra hacer nada
por salvar a Dios.
Pero la fama ya que con frecuencia habla falsedad en lados opuestos, la fama en
s fue confirmada por el hecho de que sus discpulos estaban haciendo obras
357
Haba percibido, conquistador de las naciones como fue, que el placer no puede
en modo alguno ser tan fcilmente conquistado por evitarlo, ya que l mismo
haba moderado muchas naciones haba snared en el fatigas de Venus por una
mujer descarada.
CAPTULO IV
Que es establecido por la autoridad de la ley divina que el prncipe est sujeto a la
ley y la justicia.
que se exhorta a los prncipes por el Gran Rey, que es terrible en toda la tierra y
que quita el aliento de los prncipes: [Deuteronomio 17:14 y sig] "Cuando t eres
venir", dice, "a la tierra que Jehov tu Dios dar a ti, y hars que poseen y hars
detenerme en l y podrs decir: 'yo pondr sobre m como un rey Todas las
naciones que estn alrededor de ellos tienen ms de m '; Te nombrarlo rey sobre
ti a quien el Seor tu Dios, haya escogido por el nmero de tus hermanos. T no
mayst fijado en ti tu rey para un hombre de otra nacin, que No es tu hermano. Y
cuando se haga tu rey, que no se multiplique el nmero de sus caballos, ni
conducir de vuelta al pueblo en Egipto, hizo orgulloso por el nmero de sus jinetes;
Para que el Seor tiene impedida a ti que no ms Dejars de retorno por esa va.
El orador no tendr muchas esposas a la vez, a su corazn, ni un gran peso de la
plata y el oro. Y cuando l sentado en el trono de su reino que se le escriba una
copia de la presente Ley del Deuteronomio en un libro, tomada de la copia que
est en manos de los sacerdotes de la tribu de Lev, y que se le mantenga con l y
leer en l todos los das de su vida, que puede aprender a temer a la Seor, su
Dios, y guarda sus palabras y los ritos de su culto que se establecen en la ley. Y
su corazn no ser levantado en el orgullo por encima de sus hermanos, ni
inclinacin a la derecha ni a la izquierda, con el fin de que Su reinado y el reinado
de su hijo puede ser ms largo de Israel. " Debo preguntar si aquel a quien se
une esta ley es restringido por ninguna ley? Sin duda esta ley es divina y no
puede ser quebrantada con la impunidad. Cada palabra sea un trueno en los
odos de los prncipes si sera prudente.
requiera.
Para ello a menudo se pasa a temas que imitar los vicios de sus superiores,
porque la gente deseo de ser como sus magistrados, y todo el mundo se sigue
con entusiasmo los apetitos que se observa en otro que ocupa un lugar
distinguido.
Y no se niegan a cargar con ello cuando ven a s mismo el autor del mismo
Obedecer
Para
modelo
el
su
propio
de
comando.
su
rey,
El
ni
mundo
son
tan
est
conformado
eficaces
edictos
Para influir en los sentimientos del hombre, como es la regla de la forma de vida.
Las personas inconstantes cambios nunca con su prncipe.
Pero el nico medio de los individuos es, por supuesto, nunca tan grande como los
recursos de todo el cuerpo. El individuo se basa en sus propias arcas, el poder
pblico drena el pecho o el escape de tesorera; Y cuando este ltimo no funciona,
se ha recurrido a los medios de particulares. Pero las personas privadas debe ser
contenido con los suyos propios.
gobernantes, a pesar de que se permite el uso de acuerdo con las leyes de sus
propios bienes heredados y lo que por casualidad para obtener buena fortuna.
362
En esta poca escribe sus obras, entre la que destacan Summa contra gentiles,
escrito con finalidad misionera, y sobre todo la Summa theologiae, considerada la
obra de mayor relevancia de toda la escolstica. Muere mientras se diriga al
cncilio de Lyn, convocado por Gregorio X, en la abada de Fossanova. Fue
canonizado por Juan XXII, en 1323, y proclamado doctor de la Iglesia en 1567.
Tras la Contrarreforma, fue considerado como el paradigma de la enseanza
catlica, pero sus doctrinas no siempre haban sido comnmente aceptadas. En
1277, el obispo de Pars, Tempier, instigado por el papa Juan XXI, antes Pedro
Hispano, y cuyos manuales se utilizaban en muchas universidades europeas,
condena un determinado nmero de tesis entre las cuales una veintena son
tomistas; el mismo ao, Roberto Kilwardby, dominico y arzobispo de Canterbury,
prohbe una treintena de tesis en la universidad de Oxford, la mayora de las
cuales son tomistas.
363
364
La tesis del ser como acto, central en la metafsica de Toms de Aquino, exige
el complemento de la analoga del ser: el ser que, segn Aristteles, se dice de
muchas maneras, permite entender a Dios a partir de lo creado afirmando a la
vez que es muy distinto de todo lo creado La analoga permite construir los
argumentos de la existencia de Dios, o las conocidas cinco vas o maneras de
llegar a saber que Dios existe a partir de las cosas
Summa Theologiae
Summa Theologiae, ttulo en latn de la principal obra escrita por santo Toms de
Aquino, tambin conocida por el de su traduccin espaola, Suma teolgica. El
autor comenz su redaccin a partir de 1265, cuando resida en el convento de
Santa Sabina de Roma, y la continu en Viterbo y en Pars. Qued inacabada
debido a que santo Toms falleci, en 1274, cuando an no haba concluido su
ltima parte, que integraba cuestiones escatolgicas llamadas a poner fin a su
tratado. ste, no obstante, constituye una las mximas muestras del pensamiento
teolgico cristiano de la edad media, enmarcado en el conjunto del escolasticismo.
367
San Buenaventura
San Buenaventura (c. 1217-1274), religioso y telogo italiano, general de los
franciscanos. Clebre por sus escritos espirituales, que le convirtieron en uno de
los ms destacados telogos medievales, fue declarado doctor de la Iglesia.
Tambin recibi el sobrenombre de Doctor Serfico.
368
369
Diez Mandamientos
Diez Mandamientos, denominacin de los preceptos que, segn el Antiguo
Testamento, fueron entregados por Dios a Moiss en el monte Sina. De acuerdo
con xodo (31,18) fueron grabados por el propio Dios sobre dos tablas de piedra.
Es probable que se tratara de tablas de arcilla, del tipo utilizado en la escritura
cuneiforme. Ms tarde, Moiss destruy las tablas, enojado porque su pueblo
haba abandonado su fe. Dios le orden entonces labrar nuevas tablas, que fueron
depositadas en el Arca de la Alianza.
Por tradicin, los mandamientos han sido enumerados de acuerdo con tres
criterios. La mayora de los cristianos protestantes y ortodoxos dividen y enumeran
los mandamientos del siguiente modo: (1) prohibicin de adorar a cualquier
divinidad que no sea Dios; (2) prohibicin de la idolatra; (3) prohibicin de tomar el
nombre de Dios en vano; (4) observancia del sbado; (5) honrar a los padres; (6)
prohibicin de matar; (7) prohibicin del adulterio; (8) prohibicin de robar; (9)
prohibicin de prestar falso testimonio; (10) prohibicin de codiciar la propiedad o
desear a la mujer del prjimo.
Los catlicos y los luteranos siguen la divisin utilizada por san Agustn de Hipona
(siglo IV). El prlogo y las dos primeras prohibiciones estn combinados, y el
ltimo mandamiento se divide en dos prohibiciones: desear a la mujer del prjimo
y codiciar los bienes ajenos. Por ello, la enumeracin de los dems mandamientos
difiere en un nmero. En la tradicin catlica, los mandamientos rezan as:
370
En realidad, los Diez Mandamientos engloban los principios comunes para toda la
humanidad. Los filsofos y telogos escolsticos del Medioevo, como santo
Toms de Aquino y san Buenaventura, sostienen que todos los mandamientos son
parte de la ley natural y, por consiguiente, aprehensibles para todos los seres
racionales. Ambos alegaron que Dios revel los mandamientos a Moiss para
recordar a la humanidad sus obligaciones, olvidadas con facilidad por causa del
pecado original. En realidad, se hacan eco de una idea similar expresada por los
primeros padres de la Iglesia, como Tertuliano y Agustino, que manifestaron que
los mandamientos ya haban sido grabados en el corazn humano antes de ser
escritos sobre tablas de piedra.
Es posible hallar amplias secciones del Declogo en las leyes de otros pueblos de
la antigedad. Por ejemplo, en la religin egipcia, eran de obligado cumplimiento
determinados preceptos (las prohibiciones de robar, matar y comportarse de forma
injusta) para entrar en el templo de Osiris, diosa y sacerdotisa de los muertos.
371
Guillermo de Ockham
Guillermo de Ockham (c. 1285-c. 1349), conocido como Doctor Invincibilis (en
latn, Doctor invencible) y Venerabilis Inceptor (en latn, Venerable iniciador),
filsofo ingls y telogo escolstico, considerado el mayor representante de la
escuela nominalista, la ms consistente y directa rival de las escuelas tomista y
escotista. Vase Nominalismo; Escolasticismo.
Ockham alcanz la fama como alguien que aplic la lgica de forma rigurosa para
mostrar que muchas creencias de los filsofos cristianos (por ejemplo que Dios es
uno, omnipotente, creador de todas las cosas, y que el alma humana es inmortal)
no se podan probar mediante la razn filosfica o natural, sino tan slo a travs
de la revelacin divina. Su nombre se atribuye al principio de economa en lgica
formal, conocido como la navaja de Ockham, segn la cual las entidades no
tienen que ser multiplicadas sin necesidad.
372
Captulo XVI
Pero ya es hora de que, a ejemplo de Homero, dejemos el cielo y volvamos a la
Tierra para ver en ella que nada hay alegre ni feliz que no se deba [41] a mi favor.
Observar primeramente con cunta solicitud ha cuidado la naturaleza, madre y
artfice del gnero humano, de que nunca falte en l el condimento de la estulticia.
En efecto, segn la definicin de los estoicos, si la sabidura no es sino guiarse
por la razn y, por el contrario, la estulticia dejarse llevar por el arbitrio de las
pasiones, Jpiter, para que la vida humana no fuese irremediablemente triste y
severa, nos dio ms inclinacin a las pasiones que a la razn, en tanta medida
como lo que difiere meda onza de una libra.
La vida que llevan corrientemente los hombres ya evidencia bastante cunto vale
la razn contra estas dos fuerzas gemelas, pues cuando ella clama hasta
enronquecer indicando el nico camino lcito y dictando normas de honestidad,
stas mandan a paseo a su soberana y gritan ms fuerte que ella, hasta que,
cansada, cede y se rinde.
Captulo XVII
Por lo dems, dado que el varn est destinado a gobernar las cosas de la vida,
tena que otorgrsele algo ms del adarme de razn concedido, a fin de que
tomase resoluciones dignas de l. Se me llam a consejo junto con los dems y lo
373
Si, por casualidad, alguna mujer quisiese ser tenida por sabia, no conseguira sino
ser doblemente necia, al modo de aquel que, pese a Minerva, se empease en
hacer entrar a un buey en la palestra, segn dice el proverbio. Efectivamente,
duplica su defecto aquel que en contra de la naturaleza desva su inclinacin y
remeda el aspecto de la aptitud. Del mismo modo que, conforme al proverbio
griego, aunque la mona se vista de prpura, mona se queda, as la mujer ser
siempre mujer; es decir, estpida, sea cual fuere el disfraz que adopte.
Sin embargo, no creo que el gnero femenino llegue a ser tan estpido que me
censure por el hecho de que otra mujer, la Estulticia en persona, les reproche la
estupidez. Pues si consideran juiciosamente la cuestin, vern que deben a la
Estulticia el tener ms suerte que los hombres en
En segundo lugar, qu otra cosa desean en esta vida ms que complacer a los
hombres en grado mximo? A qu miran, si no, tantos adornos, tintes, baos,
afeites, ungentos, perfumes, tanto arte en componerse, pintarse y disfrazar el
rostro, los ojos y el cutis? As pues, qu las recomienda a los hombres ms que
374
la necedad? Hay algo que stos no les toleren? Y a cambio de qu halago, sino
de la voluptuosidad? Se deleitan, por consiguiente, slo en la estulticia y de ello
son argumento, piense cada cual lo que quiera, las tonteras que le dice el
hombre a la mujer y las ridiculeces que hace cada vez que se propone disfrutar de
ella. Ya sabis, por tanto, el primero y principal placer de la vida y la fuente de que
mana.
Captulo XVIII
Pero algunos hay, y en primera fila los viejos, que son ms bebedores que
mujeriegos y sitan la suma voluptuosidad en la mesa. Juzguen otros de si habr
banquete completo sin mujeres; lo que s consta es que ninguno resulta agradable
sin el condimento de la estulticia. Tanto es as, que si falta uno que mueva a la risa
con necedad verdadera o simulada, se pagar a algn bufn o se invitar a algn
gorrn ridculo que con dicharachos risibles, es decir, estultos, ahuyente de la
reunin el silencio y la tristeza. Porque, a qu conduce cargar el vientre de toda
clase de confituras, manjares y golosinas, si los ojos y los odos, si no todo el
nimo, han de apacentarse tambin con risas, bromas y chistes?
De este modo, se ve que la naturaleza de todas las cosas es tal, que cuanto ms
tienen de estpidas, tanto ms favorecen la vida de los mortales, la cual, cuando
es triste, no parece digna de ser llamada vida. Y triste discurrir la vida, por fuerza,
si no os libris con estos deleites del tedio, hermano de la tristeza.
375
Captulo XIX
Aaden, incluso, que es tan agradable, que quitarla sera como quitar el Sol, y
que es tan honesta, si es que ello viene al caso, que ni los mismos filsofos
vacilan en tenerla entre los bienes principales. Pero qu, si demuestro que yo
tambin soy la proa y la popa de tanto bien? Y lo probar no con crocosilites, ni
sorites, ni ceratinas, o cualquier otra especie de argucias dialcticas, sino de modo
vulgar y mostrndolo como con el dedo.
Me refiero al comn de los mortales, de los cuales nadie nace sin defecto y aqul
es el mejor que menos cohibido est por ellos, pues entre esos sabios endiosados
o no llega a cuajar la amistad o viene a ser triste y desagradable, y aun la traban
slo con poqusimos, por no atreverme a decir que con ninguno, ya que la mayora
de los hombres desbarra -es decir, que no hay quien no delire por muchos modosy la amistad slo cabe entre semejantes. As, si por acaso en esos severos tipos
se engendra mutua benevolencia, no podr nunca ser constante ni duradera, por
ser gente gruona y que vigila los defectos de los amigos con vista ms fina que el
376
Pues qu? Cupido, padre y autor de todo afecto, que, por obra de su ceguera,
toma lo feo por hermoso, hace que entre vosotros cada cual encuentre hermoso lo
que ama, de suerte que el viejo quiera a la vieja como el mozo a la moza. Estas
cosas suceden y son redas en todo el mundo, pero tales ridiculeces son las que
aglutinan y unen la placentera sociedad en la vida.
Captulo XXI
Aadir, en fin, que sin m no habra ni sociedad, ni relaciones agradables y
slidas, ni el pueblo soportara largo tiempo al prncipe, ni el amo al criado, ni la
doncella a su seora, ni el maestro al discpulo, ni el amigo al amigo, ni la esposa
al marido, ni el arrendador al arrendatario, ni el camarada al camarada, ni los
comensales entre ellos, de no estar entre s engandose unas veces, adulndose
otras, condescendiendo sabiamente entre ellos, o untndose recprocamente con
la miel de la estulticia. Ya me doy cuenta de que esto os parecer afirmacin de
mucho bulto, pero an las oiris mayores.
Captulo XXII
Decidme: A quin amar aquel que se odie a s mismo? Con quin concordar
aquel que discuerde de s mismo? Podr complacer a alguno aquel que sea
pesado y molesto para s? Creo que nadie lo afirmar, a menos que sea ms
estulto que la misma Estulticia.
377
haciendo que nadie se duela de su figura, del talento de la estirpe, del estado en
que se halla, de la educacin ni de la patria, de suerte que ni el irlands ansa
cambiarse por el italiano, ni el tracio con el ateniense, ni el escita con los de las
islas Afortunadas. Oh singular solicitud de la naturaleza que en tan grande
variedad de cosas todas las iguala! Dondequiera que se retrae en algo de otorgar
sus dones, all acude el Amor Propio a aadir un tanto de los suyos. Aunque esto
que acabo de decir ha resultado una necedad, porque estos ltimos son los ms
copiosos.
Captulo XXIII
Acaso no es la guerra germen y fuente de todos los actos plausibles? Y, sin
embargo, hay cosa ms estulta que entablar lucha por no s qu causas, de la
cual ambas partes salen siempre ms perjudicadas que beneficiadas? Y de los
que sucumben, no hay ni que hablar, como se dijo de los megarenses
Cuando se forman en batalla las acorazadas filas de ambos ejrcitos y suenan los
cuernos con ronco clamorde qu serviran esos sabios, exhaustos por el estudio,
cuya sangre aguada y fra apenas puede sostenerles el alma? Hacen falta
entonces hombres gruesos y vigorosos, en los que haya [50] un mximo de
audacia y un mnimo de reflexin, a menos que se prefiera como tipo de soldado a
Demstenes, quien siguiendo el consejo de Arquloco, apenas divis al enemigo
arroj el escudo y huy, mostrndose tan cobarde soldado cuanto experto orador.
Captulo XXIV
De cun intiles sean stos en cualquier empleo de la vida puede ser testimonio el
mismo Scrates, calificado, y sin sabidura alguna, por el orculo de Apolo como
nico sabio, el cual trat de defender en pblico no s qu asunto y tuvo que
retirarse en medio de las mayores carcajadas de todo el mundo. Sin embargo,
este hombre no desbarraba completamente, porque no quiso aceptar el ttulo de
sabio y lo reserv slo para Dios, y porque consider que el sabio deba
abstenerse de tratar de los negocios pblicos
Qu
dir
ahora
de
Teosfrato?
Al
empezar
una
arenga,
enmudeci
despachasen con las armas cuando se desmayan de miedo al combatir slo con
palabras desnudas?
380
Despus de todo esto se celebra an, alabado sea Dios!, aquella famosa frase de
Platn: Las repblicas seran felices si gobernasen los filsofos o filosofasen los
gobernantes(31). Sin embargo, si consultis a los historiadores, veris que no ha
habido prncipes ms pestferos para el Estado que cuando el poder cay en
manos de algn filosofastro [52] o aficionado a las letras. Creo que de ello ofrecen
bastante prueba los Catones, de quienes el uno alborot la tranquilidad del Estado
con sus insensatas denuncias, y el otro reivindic con sabidura tan
desmesuradala libertad del pueblo romano, que la arruin hasta los cimientos.
Aadidles los Brutos, los Casios, los Gracos y el mismo Cicern, que no fue
menos daoso al Estado romano que Demstenes el ateniense. Marco Antonio,
aunque otorguemos que fue buen emperador, y cabra discutirlo, se hizo pesado y
antiptico a los ciudadanos por esta misma razn; es decir, por ser tan filsofo.
Pero aunque fuese bueno, segn concedemos, tuvo ms de funesto, por haber
dejado tal hijo(32), de lo que pudo haber de saludable en su administracin.
Precisamente esta especie de hombres que se da al afn de la sabidura, aun
siendo desgraciadsimos en todo, lo son por modo especial en la procreacin de
los hijos, lo cual me parece obedecer a la providencia de la naturaleza para que el
dao de la sabidura no se extienda ms entre los hombres.
As consta que el hijo de Cicern fue un degenerado y que aquel gran sabio
Scrates tuvo hijos ms semejantes a la madre que al padre, segn escribi
acertadamente uno; es decir, que fueron tontos.
Captulo XXV
Podra tolerarse que en los asuntos pblicos sean como asnos tocando la lira, si
no fuese que en todas las dems funciones de la vida no acreditan ser ms
diestros. Llevad un sabio a un banquete y lo perturbar o con lgubre silencio o
con preguntitas fastidiosas. Introducidle en un baile y os parecer, danzando, un
381
Aadir que no puede ser til en nada ni a s, ni a la patria, ni a los suyos, porque
es inexperto en las cosas corrientes y discrepa largamente de la opinin pblica y
de los estilos normales de vida, de lo cual, por cierto, preciso es que siga el odio
contra l, por ser tanta la disparidad de conducta y sentimientos. Pues qu se
trata entre los hombres que no sea necio del todo y que no est hecho por los
necios y para los necios? Por ello, si alguien a solas quisiese contrariar la corriente
general, yo le aconsejara que, imitando a Timn emigre a algn desierto y all, a
solas, disfrute de su sabidura.
Captulo XXVI
y salvajes sino la
Captulo XXVII
sea
llevado en triunfo como una bandera venerable Y se haga levantar una estatua de
bronce en el foro? Agregad los nombres y sobrenombres que adoptan, los
honores divinos otorgados a esos hombrecillos; agregad que tiranos criminale por
dems sean comparados a los dioses en el curso de ceremonias pblicas.
Todas estas cosas no pueden ser ms estultas y para rerse de ellas no bastara
con un solo DemcritoQuin lo niega?. Pero de esta misma fuente nacieron las
hazaas de los vigorosos hroes, exaltadas hasta las nubes en los escritos de
losvarones elocuentes. De tal estulticia nacieron los Estados, merced a ella
subsisten imperios, autoridades, religin, consejos y tribunales, pues la vida
humana no es sino una especie de juego de despropsitos.
Captulo XXVIII
Ahora hablar de las ciencias. Qu impulsa, sino la sed de gloria, al ingenio de
los mortales a elaborar y cultivar para la posteridad disciplinas tenidas por tan
excelsas? Ciertos hombres estultsimos, sin duda, se creyeron pagados de tantas
vigilias y tantos sudores con no s qu fama, vana a ms no poder. En contraste,
vosotros debis a la Estulticia ilustres deleites en la vida y, sobre todo, el supremo
de disfrutar de la insensatez ajena.
383
Captulo XXIX
El sabio se refugia en los libros de los antiguos, de donde no extrae sino meros
artificios de palabras, mientras que el estpido, arrimndose a las cosas que hay
que experimentar, adquiere la verdadera prudencia, si no me equivoco. Parece
que esto lo vio con claridad Homero, a pesar de ser ciego, cuando dijo: El necio
slo conoce los hechos
Es, ante todo, manifiesto que todas las cosas humanas, como los silenos de
Alcibades, tienen dos caras que difieren sobremanera entre s, de modo que lo
que exteriormente es la muerte, viene a ser la vida, segn reza el dicho, si miras
adentro; y, por el contrario, lo que parece vida es muerte; lo que hermoso feo; lo
opulento, pauprrimo; lo infame, glorioso; lo docto, indocto; lo robusto, flaco; lo
gallardo, innoble; lo alegre, triste; lo prspero, adverso; lo amigable, enemigo; lo
saludable, nocivo; y, en suma, veris invertidas de sbito todas las cosas si abrs
el sileno.
Ahora bien: Qu es toda la vida mortal sino una especie de comedia donde unos
aparecen en escena con las mscaras de los otros y representan su papel hasta
que el director del coro les hace salir de las tablas? ste ordena frecuentemente a
la misma persona que d vida a diversos papeles, de suerte que quien acababa
de salir como rey con su prpura, interpreta luego a un triste esclavo andrajoso.
Captulo XXX
Lo que resta, oh dioses inmortales!, lo dir o lo callar? Por lo dems, por qu
he de callarlo si es de toda veracidad? Mas en cosa de tan gran importancia quiz
convendra invocar a las Musas del Helicn, a las que suelen acudir los poetas
con ms frecuencia por verdaderas bagatelas.
hijas de Jpiter, para que demuestre que sin contar con la Estulticia como gua no
habr quien llegue a la excelsa sabidura ni a la llamada fortaleza de la felicidad.
Es manifiesto primeramente, que todas las pasiones humanas corresponden a la
Estulticia, puesto que el sabio se distingue precisamente del estulto en que aqul
se gobierna por la razn y ste por las pasiones.
Por tal razn los estoicos apartan del sabio todos los desrdenes, como si fuesen
enfermedades; sin embargo, las pasiones hacen las veces de orientadores de
quienes se dirigen hacia el puerto de la sabidura, sino que tambin en cualquier
ejercicio de la virtud suelen ayudar como espuela y acicate en exhortacin a obrar
bien.
386
387
Pero este sabio me ha empezado a dar lstima; por ello el discurso se dedicar
ahora a los dems beneficios que dispenso.
Captulo XXXII
Pero me parece or protestar a los filsofos: Es deplorable esto de vivir dominado
por la Estulticia -dicen- y, por ende, errar, engaarse, ignorar. Ello es propio del
hombre, y no veo por qu se le ha de llamar
ciencias es
cualidad peculiar del hombre, quien, con el auxilio de ellas, compensa con el
talento aquellas cosas en que la naturaleza le ha
desfavorecido. Como si
tuviese algn asomo de verdad el que la naturaleza que vel tan solcitamente en
favor de los mosquitos, y aun de las hierbas y las florecillas, hubiese slo
dormitado en el caso del hombre, haciendo que le fuesen necesarias las ciencias,
inventadas por el pernicioso genio de aquel Teuto para sumo perjuicio del gnero
humano, ya que no sirven para alcanzar la felicidad y estorban a lo propio para
que fueron descubiertas, como un rey muy sabio dijo gallardamente, segn Platn,
a propsito del invento de la escritura.
388
tantas otras
calamidades, y por ello a los autores de todos los males se les llama demonios,
equivalente a dah/mona, que significa los que saben Qu sencilla era aquella
gente de la Edad de Oro, desprovista de
Adems, eran demasiado religiosos para escrutar con impa curiosidad los
secretos de la naturaleza, las dimensiones de los astros, sus movimientos y
efectos y las causas ocultas de las cosas. Consideraban pecaminoso que el
hombre mortal tratase de saber ms de lo que compete a su condicin, y la locura
de averiguar lo que haba ms all del cielo ni siquiera les vena a la imaginacin.
supersticin de los caldeos y la ociosa frivolidad griega, que no son sino tormentos
de la inteligencia, hasta el punto de que con slo una, la gramtica, basta para dar
suplicio perpetuo a una vida.
Captulo XXXIII
Sin embargo, entre estas mismas ciencias son especialmente apreciadas aquellas
que se aproximaban ms al sentido comn, es decir, a la Estulticia. Los telogos
389
se mueren de hambre, se desalientan los fsicos, los astrlogos son objeto de risa
y los dialcticos, de menosprecio. El mdico es el nico que vale tanto como
muchos hombres, y en esta misma profesin el ms indocto, temerario e irreflexivo
prospera ms, incluso entre los magnates. As, la medicina, sobre todo ahora que
la ejercen tantos, no es sino cuestin de adulacin, igual, por cierto, que la
retrica.
Despus de stos ocupan el siguiente lugar los leguleyos y no s decir si hasta
ocupan el primero, de cuya profesin los filsofos -y no quiero dar opinin sobre
ella- suelen rerse unnimemente llamndola asnal. Sin embargo, el arbitrio de
estos asnos regula todos los negocios grandes y pequeos. stos aumentan sus
latifundios, mientras los telogos, despus de haber extrado de sus escritorios la
divinidad entera, han de comer altramuces y librar constante guerra contra las
chinches y los piojos.
De esta suerte, as como son ms dichosas las ciencias que tienen mayor afinidad
con la estulticia, tambin es con mucho ms feliz la gente que ha podido
abstenerse del trato con ciencia alguna y no ha seguido a otro gua que a la
naturaleza, que no posee deficiencia alguna sino cuando los mortales, por acaso,
queremos franquear sus lmites. La naturaleza odia lo artificioso y hace crecer
mucho ms felizmente lo que no ha sido violado por ninguna ciencia.
Captulo XXXIV
Acaso no veis que en cualquier gnero de los dems animales viven ms felices
aquellos que estn ms apartados de las ciencias y no les gua otro magisterio
que el de la naturaleza? Cul ms feliz y ms admirable que las abejas? Y aun
stas no poseen todos los sentidos corporales. Se encontrar nada semejante a
la arquitectura con que construyen los edificios? Qu filsofo ha fundado nunca
parecido Estado? En cambio, el caballo, por ser afn al talento humano y
haberse trasladado a convivir con el hombre, participa de las calamidades de
ste, y as no es raro verle reventar en las carreras porque le avergenza
ser vencido, y en las batallas, mientras est anhelando el triunfo, le hieren y
390
muerde el polvo junto con el jinete. Y no hablo de las serretas, ni de los acicates,
de la prisin de la cuadra, de los ltigos, los palos, de las bridas, del jinete y, en
fin, de todo el aparato de la servidumbre a la que se someti espontneamente
cuando, queriendo imitar a los hroes, anhel ardientemente vengarse de los
enemigos.
Cunto ms deseable es la vida de las moscas y de los pjaros que viven libres
de cuidado y a tenor slo del instinto natural, con tal que se lo toleren las
asechanzas del hombre! Si cuando se encierra a los pjaros en una jaula se les
ensea a imitar la voz humana, es admirable cunto pierden de aquella gracia
natural suya. Lo que cre la naturaleza es en todos sus aspectos siempre ms
agradable que lo mixtificado por el arte.
De este modo, nunca alabara bastante a aquel gallo pitagrico que, habiendo
sucesivamente sido con la misma entidad filsofo, varn, mujer, rey, particular,
pez, caballo, rana, y aun creo que esponja, dictamin que no haba animal ms
desgraciado que el hombre, porque todos los dems, se reducan a los confines
de su naturaleza y slo el hombre trataba de salirse de los que le impona su
condicin.
Captulo XXXV
Por el contrario, entre los hombres antepone por muchos conceptos los ignorantes
a los doctos y famosos, y el clebre Grilo fue bastante ms avisado que el
prudente Ulises, porque prefiri continuar gruendo en la pocilga en vez de
lanzarse con l a tantas aventuras peligrosas. No me parece que Homero, padre
de las fbulas disienta de esta opinin, puesto que llama a todos los mortales
frecuentsimamente desdichados y desgraciados, y al mismo Ulises, que es su
ejemplar de sabio, le califica a menudo de infeliz, cosa que nunca hace con Paris,
Ayax ni Aquiles. A qu obedece tal cosa sino a que aquel farsante y embaucador
no haca nada sin el consejo de Palas y, siendo demasiado sabio, se apartaba a
ms no poder de la pauta de la naturaleza?
391
As, pues, como entre los mortales se alejan de la felicidad aquellos que se
afanan por la sabidura -mostrndose en ello misino doblemente estultos, ya que,
a pesar de haber nacido hombres, afectan el gnero de la vida de los dioses
inmortales, olvidndose de su condicin y, a ejemplo de los gigantes, con las
mquinas de las ciencias declaran la guerra a la naturaleza-, de la misma manera
estn ms libres de desdichas aquellos que se acercan cuanto pueden al genio y
a la estulticia de los brutos y no se fatigan con nada que supere a la condicin
humana.
Vamos a tratar de mostrarlo, pero no con entimemas de los estoicos, sino con un
ejemplo vulgar. Y, por los dioses inmortales, hay algo ms feliz que esta especie
de personas a las que el vulgo llama estpidos, estultos, fatuos e inspidos, ttulos
stos que, en mi opinin, son hermossimos? Confesar que a primera vista la
cosa parece quiz estpida y absurda, pero, sin embargo no puede ser ms
verdadera. En principio, carecen de miedo a la muerte, mal nada despreciable,
por Jpiter!, y de remordimientos de conciencia; no les conturba la hostilidad de
los espritus, no les asustan fantasmas ni duendes y ni les turba el miedo de los
males que amenazan ni les desasosiega la esperanza de bienes futuros. En suma,
no se dejan atormentar por millares de preocupaciones que atosigan a esta vida.
No padecen vergenza, ni temor; no ambicionan, no envidian ni aman. Por ltimo,
si llegan a acercarse ms a la insensatez de los animales brutos, no pecan, segn
los telogos.
De donde resulta que mientras los dems hombres estn unidos por afectos
varios, stos, por aquella razn, son aceptados por todos como de los suyos, en
pie de igualdad, y se les busca, se les regala, festeja, abraza, socorre si lo
necesitan y se les tolera sin sancin todo cuanto dicen o hacen. Hasta tal punto
nadie desea hacerles dao, que las mismas fieras se contienen de herirles, como
por cierta intuicin de su natural inocencia. Estn, pues, en el sagrado de los
dioses y, sobre todo, en el mo, y por ello nadie considera injusto tal privilegio.
Captulo XXXVI
Y qu diris si afirmo que incluso gozan de la gracia de los mximos
reyes, de suerte que algunos no saben comer, ni andar, ni pasar una hora
sin ellos? Muy a menudo anteponen estos tontilocos a sus aburridos sabios,
a los cuales algunas veces mantienen por pura vanidad. El porqu de esta
preferencia no me parece oscuro ni cosa de admiracin, pues tales sabios
no suelen acudir a los prncipes con nada que no sea triste y, engredos
con su doctrina, no se recatan de herir odos delicados con verdades
mordaces; en cambio, los bufones proporcionan lo nico que los prncipes
buscan por doquier de mil maneras: bromas, risas, carcajadas y placeres
de
modo
especial
en
una
cualidad,
nada
despreciable,
Fijaos
de
los
estultos, que es el ser los nicos francos y veraces. Hay cosa ms digna
de aplauso que la verdad? Aun cuando Alcibades, en aquel proverbio
platnico, site la verdad nicamente en el vino y en la infancia (46),
ello no obsta a que se me deba de modo peculiar toda alabanza, y, si no,
acudamos al testimonio de Eurpides, de quien se conserva aquel clebre
dicho
acerca
de
m,
segn
el
cual
el
necio
no
dice
ms
que
momento.
Es propio
de ellos transformar
lo negro
en blanco, y,
393
sino
hasta
francos
insultos,
cuando
las
mismas
palabras,
Captulo XXXVIII
Ya
vuelvo
or
croar
contra
las ranas
del
Prtico.
Nada
que
haba
dos
Venus,
dividiendo
el
concepto
de
Venus,
y,
amable
locur,
ni
Platn
hubiera
colocado
entre
las
delicias
ni
aquella
sibila
hubiese
calificado
de loca la
empresa
de
Eneas. Hay, pues, dos especies de locura: Una es la que las crueles
furias lanzan desde los infiernos, como serpientes, para encender en los
pechos de los mortales el ardor de la guerra, o insaciable sed de oro, o
amor
indigno
funesto,
el
parricidio,
el
incesto,
el
sacrilegio
Pero hay otra locura muy diferente de sta, que mana directamente de
m y que es digna de ser deseada en grado sumo por todos. Se manifiesta
por cierto alegre extravo de la razn, que libera al alma de cuidados
angustiosos y la perfuma con mltiples voluptuosidades. Tal extravo de la
razn es el que deseaba Cicern como magno beneficio de los dioses, segn
carta escrita a tico, para perder la conciencia de tantos males.
Y hasta razn tena, puesto que eran los dems los equivocados y quienes ms
necesitaban del elboro por haber credo necesario disipar con drogas, como si
fuese enfermedad, una locura tan feliz y agradable.
que
cree el
y se
Captulo XXXIX
A juicio
de la
Estulticia,
cuanto
ms
estulta
es una
persona
tanto
ms feliz es, con tal que se contenga en esta especie de locura que nos es
peculiar y que, adems, est tan extendida, que no s si en el conjunto de
396
Se
asombra,
mientras
tanto,
como
de
cosa
nueva
la
silenciosa
gente
no
entiende
de
otra
cosa
que
de
perseguir
devorar
afanosamente a las fieras, van degenerando hasta ser casi otras fieras,
aunque entretanto crean darse vida de reyes. Tambin es muy semejante a
stos aquel gnero de personas que arden en insaciable afn de edificar, y
cambian tan pronto las cosas redondas en cuadradas como las cuadradas en
redondas. Y lo hacen sin trmino ni mtodo hasta verse reducidos a la
397
Me parece que les son muy prximos aquellos que, por medio de las
nuevas ciencias y de las ocultas, se esfuerzan en transformar las especies
de las cosas y van por tierra y mar a la caza de cierta quintaesencia. Les
sustenta la dulce esperanza hasta el punto de que nunca les duelen los
trabajos ni los dispendios y con admirable ingenio siempre estn ideando
algo en que, aunque tengan que engaarse de nuevo, les sea grato el error,
hasta que, despus de haberlo gastado todo, ya no les queda nada que echar
al hornillo. Sin embargo, no renuncian a soar placenteras ilusiones y
animan a los dems a gozar de la misma felicidad. Cuando se ven ya
abandonados de toda esperanza, les queda an una frase de la que
extraen gran consuelo: Las grandes cosas, con quererlas basta.
Por ltimo, cuando lamerecida gota les paraliza los dedos, no pagan sueldo a un
ayudante paraque les eche los dados en el cubilete?
no ocurriese, como suele, que este juegoen frenes degenera y por ello
corresponde a las Furias y no a m.
398
Captulo XLI
Y a estos santos, qu les piden los hombres sino cosas que tocan a
la necedad? Entre tantos exvotos que veis por todas las paredes de ciertos
templos y aun cubren la bveda, habis encontrado alguna vez el de
alguien que se haya curado de la necedad o que haya adquirido siquiera un
adarme de sabidura? Uno ha salido ileso a fuerza de nadar; otro, aun
atravesado por el hierro enemigo, conserva la vida; otro huy valerosa y
felizmente de la batalla mientras los dems peleaban; el de ms all,
estando ya colgado de la horca, por obra del favor de cierto santo amigo
de los ladrones, se desprendi de ella y pudo seguir descargando a los
abrumados por riquezas mal adquiridas; aqul violent su crcel y logr
huir; otro cur de la fiebre, con indignacin del mdico; unos, tras haber
ingerido un veneno, no sintieron sino que les solt el vientre y les
sirvi, pues, de purga, no de muerte, y no con ninguna satisfaccin de la
esposa que perdi el dinero y el trabajo; otro, a pesar de habrsele
volcado el carro, volvi a casa con los caballos ilesos; al otro se le
derrumb encima una obra y sobrevivi; uno logr escapar de un marido que
le haba capturado. Pero ninguno da gracias por haberse librado de la
necedad, pues el no atinar en nada es cosa tan placentera, que los
mortales rezan para librarse de todo menos de la estulticia.
vigilias, oraciones, ayunos ycambias todo el estilo del vivir; tal santo te proteger si
emulas suvida. Si tal sabio, repito, se desgaitase con estas y parecidas razones,
mira de cunta felicidad privara sbitamente a las almas y en qu
confusin las pondra!
Captulo XLIII
Pues tengo por cierto incluso que la naturaleza, al modo que a cada uno de los
mortales, proporcion a las naciones y casi a las ciudades un cierto amor propio
comn. De aqu viene que los britnicos recaben para s, por encima de cualquier
otra prenda, la hermosura, el arte de la msica y la buena mesa. Los escoceses
blasonan de nobleza y de entronque con la realeza, y de sus argucias dialcticas.
Los franceses se atribuyen la cortesa en el trato. Los parisienses se arrogan de
modo particular la gloria de la ciencia teolgica por encima de todos los dems.
ttulos
antiguos de sus famosos hroes. Los turcos y toda la camada de los brbaros, se
atribuyen mrito por la religin y se ren de los cristianos como supersticiosos. Los
judos, con mucha mayor complacencia, esperan incesantemente a su Mesas y
400
se aferran con uas y dientes a su Moiss [an hoy. Los espaoles no ceden a
nadie la gloria militar y los
Captulo XLVI
No hay goce de las cosas buenas como no sea en compaa, y quin ignora
cun grande es la escasez de sabios, si es que alguno hay? Los griegos en
tantos siglos llegaron a contar slo siete y aun, Por Hrcules!, si se les escudria
con ms rigor, me juego la cabeza a que no se encontrara medio sabio en total,
ni siquiera la cuarta parte. Por lo cual, entre las muchas alabanzas que se ofrecen
a Baco, es la principal la de que posee la cualidad de ahuyentar los pesares, pero
solamente por exiguo tiempo, pues en cuanto se duerme la papalina, vuelven al
galope las intranquilidades.
fiebres, y otras de la misma especie, que ms bien que dioses parecen verdugos.
Yo, la Estulticia, soy la nica que reparto
Captulo XLVIII
Si a alguien le parece que lo que digo es ms presuntuoso que veraz, quiero que
examinemos un poco la vida de los hombres, y entonces se
manifestar
menos caso le hace ella; el otro se casa con una dote y no con una esposa; el
otro prostituye a su misma mujer; el de ms all, celoso, vigila como un Argos;
aqul, de luto, oh!, cuntas necedades dice y hace! Parece un
actor que
represente un papel de duelo. Aquel otro llora ante la tumba de la madrastra; ste
le da al vientre todo lo que logra ganar, a costa de morirse de hambre poco
despus; el otro considera que no hay cosas ms agradables que el sueo y la
holganza.
modo ms
miserable que cabe imaginar, pues a pesar de que van mintiendo a todas horas,
perjurando, robando, defraudando, engaando, se creen a la
cabeza de la
humanidad por el mero hecho de llevar los dedos llenos de sortijas de oro. No les
faltan frailecillos aduladores que les miran con admiracin y les llaman en pblico
venerables slo con el fin de que les alcance alguna porcioncilla de sus bienes
mal adquiridos.
403
En otras partes podrs ver a ciertos pitagricos a quienes todas las cosas les
parecen ser comunes, de suerte que apenas encuentran alguna mal guardada se
la apropian con la misma tranquilidad que si les viniese por herencia. Los hay
que son tan ricos en deseos y se forjan unos ensueos tan agradables, que con
ello se dan por contentos. Algunos gozan al hacerse pasar por potentados fuera
de casa y se mueren de hambre en ella. Otro se apresura a derrochar lo que
posee, mientras hay quien se procura bienes por todos los medios. Esta eglatra
busca la popularidad y los honores, en tanto que aqul se solaza junto al hogar.
Una buena parte promueve procesos que se hacen eternos y donde se contiende
a porfa, mientras se enriquecen el
abogado feln.
la Luna
enjambre
Captulo LI
Los jurisconsultos pretenden el primer lugar entre los doctos y no hay quien est
tan satisfecho de s como ellos, cuando, a la manera de nuevos Ssifos, ruedan su
piedra sin descanso, acumulando leyes sobre
aunque se refieran a cosas distintas,
Captulo LII
Despus de stos vienen los filsofos, cuya barba y amplia capa les
hace
venerables, los cuales se tienen por los nicos sabios y al resto de los mortales
consideran sombras errantes. Con qu manso delirio construyen infinitos mundos,
se entretienen en medir como a pulgada y con un hilo el Sol, la Luna, las estrellas
y los planetas; explican las causas del rayo, del viento, de los eclipses y de todos
los dems fenmenos
secretarios del artfice del mundo y hubiesen acabado de llegarnos del consejo de
los dioses. En tanto, la naturaleza se re en grande de ellos y de sus conjeturas,
pues nada absolutamente saben con certeza, y buena prueba de ello son esas
disputas interminables que sostienen acerca de los asuntos
ms sencillos.
Ello no les impide afirmar que ven claras las ideas, los universales, las formas
abstractas, las quididades, los primeros
conceptos tan sutiles, que el mismo Linceo no llegara a percibir, segn creo.
Desprecian al vulgo profano, porque ellos se sienten capaces de trazar tringulos,
rectngulos, crculos y semejantes figuras geomtricas superpuestas las unas a
405
Captulo LIII
Quiz sera mejor pasar en silencio por los telogos y no remover esta cinaga ni
tocar esta hierba pestilente, no sea que, como gente tan sumamente severa e
iracunda, caigan en turba sobre m con mil
capricho los misterios ms profundos: cmo y por qu fue creado el mundo; por
qu
406
Pero esto ya es harto manido. Hay otras cuestiones ms dignas de los grandes
telogos, los iluminados, como ellos dicen, las cuales, cuando se plantean, les
llenan de agitacin: Existe el verdadero instante de la generacin divina?;
Existen varias filiaciones de Cristo?; Es admisible la proposicin que dice:
Pater Deus odit filium; Habra
milagros y ser
nociones, las relaciones, las formalidades, las quididades, las acceidades, que se
escapan a la vista y que slo podran distinguir ojos como los de Linceo, cuya
mirada vea entre densas tinieblas las cosas que no existen siquiera. Aadamos
an aquellas sentencias tan paradjicas, que comparadas con ellas, los orculos
de los estoicos llamados paradojas parecen cosa
grosera y propia de
charlatanes callejeros. Por ejemplo: Es un delito menos grave matar mil hombres
que coser en domingo el zapato de un pobre; Es preferible dejar que perezca el
mundo con todos sus atalajes, como suele decirse, a decir una sola mentirijilla.
tantos
San Pablo pudo ser un admirable defensor de la Fe, pero mostrose poco
magistral al definirla diciendo solamente que La Fe es el fundamento de las
407
nunca
santificante.
408
los
Apstoles sea tosco y poco acadmico, los telogos no lo condenan, sino que lo
interpretan con benevolencia, tanto para tributar honor a la Antigedad como por
deferencia al nombre apostlico. Por Hrcules, hubiera sido poco equitativo pedir
a los Apstoles cosas tan sublimes de las cuales no oyeron nunca a su Maestro
decirles una sola palabra. Pero si encuentran semejantes expresiones en San
Crisstomo, San Basilio, o San Jernimo, entonces se limitan a anotar al margen:
Esto no se admite.
Los Apstoles impugnaron a los paganos, a los filsofos y a los judos, gente esta
ltima de naturaleza obstinadsima, pero lo hicieron ms por medio de la vida y de
los milagros que con silogismos, pues entre aquellos a quienes se dirigan no
haba nadie capaz de meterse en la cabeza un solo quodlibet de Escoto. En
cambio, hoy, qu hereje o qu pagano no cedera en seguida ante tan delicadas
sutilezas, a no ser que fuese tan torpe que no pudiera entenderlas, tan irreverente
que las silbase o tan acostumbrado a las mismas aagazas, que en esta lucha
batallaran iguales contra iguales, como mago contra mago? El diestro en las
armas peleara con otro diestro, de suerte que no se hara otra cosa que tejer y
destejer la tela de Penlope.
409
escotistas, a los tozudsimos occamistas y a los invictos albertistas, junto con toda
la turba de sofistas, pues creo que se ofrecera el ms chistoso de los combates y
una victoria nunca vista. Pues quin sera tan fro que no le inflamasen sus
aguijonazos? Quin tan estpido que no le excitasen sus agudezas? Quin tan
clarividente que no le sumergiesen en profundsimas tinieblas? Pero parecer
que os digo estas cosas por modo de burla. No lo extrao, puesto que entre estos
mismos telogos los hay ms doctos que se asquean de las que llaman frvolas
sutilezas teolgicas.
aun se
Evangelios o las
Epstolas de San Pablo. Al tiempo que se entretienen con estas bromas en sus
escuelas, se figuran que la Iglesia universal se
vendra abajo si no le
remoldear a
Quin hubiera librado a la Iglesia de tan grande tiniebla de errores, que sin duda,
nadie habra advertido, de no salir stos con grandes sellos de la Universidad a
denunciarlos? Y harto felices son al hacerlo. Adems, describen con tanto detalle
las cosas del infierno como si hubiesen pasado muchos aos en esta repblica.
Incluso fabrican a capricho nuevos mundos, aadiendo uno vastsimo y lleno de
hermosura para que las almas de los bienaventurados no echen en falta donde
pasear cmodamente, celebrar banquetes o jugar a la pelota.
Y de tal manera estas y otras mil estupideces atiborran e hinchan sus cabezas
que imagino no haba de estarlo tanto la de Jpiter cuando para dar a luz a
Minerva pidi su hacha a Vulcano. No os asombris, pues,
reuniones pblicas veis sus venerables crneos tan
cuando en las
cuidadosamente [108]
Con
frecuencia yo misma suelo rerme de ellos, cuando considero que pasan por ms
telogos cuanto ms brbara y duramente hablan; balbucean con tal oscuridad,
que nadie sino los tartamudos mismos pueden
411
frase debe
Noster
magister, esto slo basta para arruinar de un golpe la majestad del prestigio
teolgico.
Captulo LIV
Parecidos en felicidad a stos son los que se hacen llamar vulgarmente religiosos
y monjes, nombres impropios a ms no poder, pues buena parte de ellos est
apartada de la religin, y no hay a quin ms se encuentre por todas partes. No
s quin sera ms desdichado que esta gente si no acudiese yo en su auxilio de
mil maneras. Tan aborrecido de todos es este gremio, que el
encontrrselos
casualmente por la calle se tiene por cosa de mal agero, lo cual no les impide
tenerse a s mismos en alto concepto.
puertas para que les den un trozo de pan, sin dejar posada, carruaje y barco que
no recorran, con grave perjuicio de los dems mendigos.
Estos
Habr algo
ms chusco sino que todas las cosas las hagan segn preceptos, como si se
sujetasen a reglas matemticas, cuya omisin
significase sacrilegio? Se ha
En resumen, que todo su afn es no hacer nada que est acorde con la vida. Su
ambicin no es imitar a Cristo, sino no parecerse entre ellos, razn por la cual
constituyen una de sus mayores satisfacciones los apodos: Unos se pavonean
llamndose franciscanos, y dentro de ellos los hay recoletos, menores y mnimos
o bulistas; otros se
durante ms de once lustros vivi como una esponja sin moverse del sitio; otro
mostrar su ronquera a causa de cantar; otro dir que, a consecuencia de la
soledad, se ha embrutecido; otro achacar la torpeza de su lengua al silencio.
Pero Cristo, cuando vea que no lleva traza de acabar esta lista de mritos, les
interrumpir exclamando: De dnde ha salido esta nueva casta de judos? En
verdad os digo que yo no conozco ms que mi ley, y es la nica cosa de que no
he odo ni una palabra. En aquel tiempo, promet
reciben de m.
Aunque estn apartados del siglo, nadie se atreve a despreciar a esta gente,
sobre todo si se trata de los mendicantes, porque gracias a la confesin estn al
tanto de todos los secretos. Tienen por ilcito descubrirlos, fuera de cuando beben
y quieren deleitarse con historietas ligeras; entonces los cuentan dando indicios
de la realidad, pero callando los nombres. Si alguien molesta a alguno de estos
znganos, se dan por agraviados en el plpito, aludindole en el sermn con
ciertas indirectas que slo dejara de comprender quien fuese
rematadamente
tonto. No dejan de ladrar hasta que les echan a las fauces su torta de miel.
inmortales, cmo
cmo se vuelven ahora a una parte y luego a otra del auditorio, qu gritos! Esta
manera de predicar se la ensea directamente
misterio, que yo no he podido desentraarla, pero por indicios dir algo de ella.
En primer lugar, hacen una invocacin, lo cual han tomado de los poetas luego,
como exordio, si van a hablar de la caridad, comienzan con el Nilo de Egipto; si
de los misterios de la Cruz dan feliz comienzo a la peroracin con Bel, el dragn
de Babilonia si se refieren al ayuno, empiezan por los doce signos del Zodiaco, y
si de la Fe, principian con interminable introduccin acerca de la cuadratura del
crculo.
dedcese de esto el inefable misterio que se encierra en ello, porque cada una de
estas letras nos dice que Jess es lo
inadecuado todo exordio extrao al asunto, advertencia que guardan, sin otra
maestra que la naturaleza, hasta
consumado
416
maestro. Para ello refieren alguna fbula estpida y vulgar extrada del Speculum
historiale o de las Gesta romanorum y la
A veces son mordaces, pero de tal modo, que en vez de herir hacen cosquillas y
nunca son ms aduladores que cuando quieren que pase porque hablan con el
corazn en la mano.
han
aunque son ambos tan afines que nadie podra aclarar si stos han enseado su
retrica a aqullos, o aqullos a stos. Y, sin embargo, se encuentra gente,
gracias a m, que, al orles, cree escuchar a verdaderos Demstenes y Cicerones.
Entre ellos sobresalen los mercaderes y las mujercillas, a quienes se esfuerzan
ms en agradar, porque si la adulacin es oportuna, suelen compartir con ellos
algunas migajas de sus bienes mal adquiridos. Las mujeres, entre otras muchas
razones, favorecen a los frailes porque suelen confiar a su seno las quejas que
tienen contra sus maridos.
417
Captulo LV
Pero dejemos ya en buena hora a estos histriones; son tan ingratos disimulando
los beneficios que de m reciben como deshonestos al fingir devocin.
Hace ya
rato que deseaba deciros algunas palabras sobre los reyes y los prncipes que me
rinden sincero culto, y voy a exponeros este asunto
persona libre. Si alguno de stos tuviera slo media onza de sentido comn,
habra existencia ms triste y ms merecedora de ser rehuida que la suya? En
verdad que no creeran que valiese la pena de adquirir el poder por una traicin o
un parricidio, ya que es una carga inmensa la que se echa sobre los hombros
quien quiere proceder como verdadero rey. El que toma las riendas del gobierno
no debe ocuparse en sus asuntos propios, sino en los pblicos; debe nicamente
interesarse por el inters general, no apartarse ni lo ancho de un dedo de las
leyes que l ha promulgado y de las que es ejecutor, y responder de la integridad
de todos los funcionarios y magistrados.
Expuesto a las
procura la mxima dicha de sus sbditos, o como malfica estrella que acumula
los mayores descalabros. Los vicios de los dems ni se advierten ni se divulgan
tan
independencia,
418
constantemente, tener
As, para cubrir con la mscara de la justicia sus iniquidades, resucitan viejos
ttulos y de cuando en cuando aaden algn halago al pueblo para tenerlo en su
favor. Imaginaos un hombre como son a veces los reyes, desconocedor de las
leyes, enemigo, o poco menos, del bien pblico, atento a su provecho, dado a los
placeres, hostil al saber, a la libertad y a la verdad; desinteresado por completo
del bienestar de su Estado y que lo mide todo a
Captulo LVI
prisa y
desayunan y,
apenas han terminado, ya piden la comida; luego se entretienen con los dados, el
ajedrez, los juegos de azar, las bufonadas, los cmicos, las mujeres galantes, las
chocarreras y los chistes y de cuando en cuando toman un tentempi. Llega
luego la cena y tras ella las libaciones, y, por Jove, que no son pocas! Y de esta
manera, libres del menor cansancio de la vida, pasan las horas, los das, los
meses, los aos y los siglos. Yo misma, al contemplar en ciertas ocasiones a
estos vanidosos, siento nuseas, principalmente cuando entre esos fanfarrones
veo a una ninfa que se cree ms prxima a los dioses cuanto ms larga es la cola
que arrastra, o esos prceres que se abren paso a codazos, para situarse ms
cerca de Jpiter, y, en fin, esa serie de individuos cuyo
engreimiento crece
Captulo LVII
imitan de
tiempo inmemorial la conducta de los prncipes y casi les llevan ventaja. Pero si
alguno reflexionase que su vestidura de lino de nveo blancor simboliza una vida
inmaculada, que la mitra bicorne, cuyas puntas
representa la ciencia absoluta del [120] Antiguo y del Nuevo Testamento; que los
guantes que cubren sus manos le indican
Captulo LVIII
Captulo LIX
421
Si los Sumos Pontfices, que hacen las veces de Cristo en la Tierra se esforzaran
en imitar su vida, su pobreza, trabajos, doctrina, su cruz y desprecio del mundo; si
pensasen en que el nombre de Papa quiere decir Padre y advirtieran el ttulo
de Santsimo, quin habra tan
alcanzar este honor a tal precio y conservarlo por medio de la espada, el veneno
y todo gnero de violencias? Cmo tendran que privarse de sus placeres si
alguna vez se aduease de ellos la sabidura...! He dicho la sabidura? Sera
suficiente un granito de sal, segn recuerda Cristo. Tantas riquezas honores,
triunfos, poder,
comodidades!
resumido en pocas palabras. Todo esto habra de trocarlo por vigilias, ayunos,
lgrimas, preces, sermones, estudios, penitencias y otras mil pesadumbres.
Pero no hay que olvidar lo que sera entonces de tantos escribanos, copistas,
notarios, abogados, promotores, secretarios, muleros, caballerizos, recaudadores,
proxenetas, y alguno ms vergonzoso agregara, pero temo que resulte ofensivo
para el odo. En suma, tan ingente muchedumbre onerosa, me he equivocado, he
querido decir honrosa, para la Sede romana, se vera reducida al hombre, y esto,
verdaderamente, sera cruel y abominable; pero todava sera ms aborrecible
que los supremos prncipes de la Iglesia y lumbreras del mundo volvieran al
cayado
encomiendan a San Pedro y San Pablo, a los que les sobra tiempo para ello, pero
si algo hay que signifique esplendor y regalo, lo guardan para s. Y as, merced a
mi cuidado, no hay hombres que lleven vida ms voluptuosa y menos
sobresaltada, a fuer de convencidos de que Cristo est satisfecho de su sagrada
y casi escnica, de esas ceremonias, de los ttulos de Beatitud, Reverencia y
Santidad, y de cmo actan de obispos repartiendo anatemas y bendiciones.
tiempo,
y ese
terrible rayo que con solo su fulgor precipita las almas de los mortales ms all
del Trtaro. Los Santsimos Padres en Cristo, vicarios suyos en la Tierra, a nadie
apremian con ms vigor que a quienes, tentados por Satans, osan aminorar y
menoscabar el patrimonio de San Pedro, pues aunque este Apstol dijo en el
Evangelio: Todo lo hemos dejado para seguirte, se renen bajo el nombre de
Patrimonio de San Pedro tierras, ciudades, tributos y seoros.
sangre
cristiana
mares,
entendiendo
que
as
defienden
piedad a los que llaman sus enemigos. Cmo si hubiese peores enemigos de la
Iglesia que esos pontfices impos que con su silencio coadyuvan a abolir a Cristo,
en
tanto
que
alcahuetean
con
su
ley,
la
adulteran
con
caprichosas
Pero aduciendo que la Iglesia cristiana fue fundada con sangre, cimentada con
sangre y con sangre engrandecida, resulvenlo todo a punta de espada, como si
no estuviera Cristo para proteger a los suyos, segn es, propio de l, Aunque la
guerra es tan cruel, que ms conviene a las
insensata, que los poetas la representan
funesta, que trae consigo la ruina de las pblicas costumbres; tan injusta, que los
criminales ms depravados son los que mejor la practican, y tan impa, que no
guarda el menor nexo con Cristo, los Papas lo olvidan para practicarla(88). Por
eso vemos a
arredran los gastos, no les rinde la fatiga, ni nada les detiene para trastornar
leyes,
religin, paz y todas las cosas humanas. Adems, no [124] les faltan
423
aduladores cultos que den a esta manifiesta insensatez el nombre de celo, piedad
y valor, pensando que sea posible esgrimir el hierro homicida y hundirlo en las
entraas de sus hermanos sin perjuicio de la caridad perfecta, la cual, segn el
precepto de Cristo, debe todo cristiano a su prjimo.
Captulo LXII
Todo el mundo sabe un popular proverbio que: Dime de lo que alardeas y te dir
de lo que careces. Por ello se ensea acertadamente a los nios que Fingir
estulticia oportunamente es el colmo de la sabidura. Ya veis, pues, vosotros
mismos cun grande sea la virtud de la Estulticia, que hasta su engaosa imagen
e imitacin merecen tanta estima de los sabios. Aquel lustroso y orondo cerdo de
la piara de Epicuro aconseja con la mayor franqueza que se mezcle la sandez
con el buen juicio , y aade, no con mucho acierto, que ste se haga slo en
pequea proporcin.
momento y agrega ms
adelante que preferible es pasar por insensato y bobo a ser sabio y rechinar de
dientes . Homero, que de tantas maneras elogi a Telmaco, le llama algunas
veces tontuelo, nombre con que los autores trgicos llamaban a los nios y a
los jvenes, por considerarlo de buen augurio. Qu contiene el divino poema de
la Ilada sino las pasiones de reyes y pueblos estultos? Adems, qu elogio ms
rotundo que el de Cicern cuando dijo: El mundo est lleno de estultos ?. Y
quin ignora que es tanto mayor el bien cuanto ms extenso?
Captulo LXIII
Como acaso stos gocen de poca autoridad entre los cristianos, voy, si os place,
al testimonio de las Sagradas Escrituras, segn es costumbre
de personas
adems, la materia ajena. As, como voy a hacer de telogo y entrar en este
laberinto, ser mejor que el espritu de Escoto abandone un instante la Sorbona y
se traslade a mi pecho; luego este tal, ms espinoso que un puerco espn y un
erizo, podr irse adonde se le antoje, aunque sea al cuerno.
Ojal pudiese cambiar de rostro y vestir traje teolgico! Porque estoy temiendo
que alguien al verme tan profundo saber teolgico me acuse de hurto, como si
hubiera registrado a escondidas los papeles de nuestros maestros, aunque ello a
nadie debe asombrar, pues para eso he vivido mucho tiempo con ellos en la
intimidad y as he adquirido algo de su ciencia, al modo que Prapo, el dios de
madera de higuera, lleg, en fuerza de escuchar a su dueo cuando
lea, a
observar y retener algunas palabras griegas; y el gallo de Luciano, tras largo trato
de los hombres, pudo hablarles con agilidad. En fin, vamos a entrar en materia,
en buena hora.
excelente Jeremas, no quieres que el hombre se pague de sabidura? Pues respondera l-, porque no tiene tal sabidura.
Volvamos al Eclesiasts.
entiende sino, segn dijimos, que la vida humana no es otra cosa que la comedia
de la Estulticia? As se aprueba la frase de Cicern, por la cual es justsimamente
ensalzado y que poco ha mencionamos: Todo est lleno de locos. Y estas otras
sabias palabras del Eclesiasts: El estulto es variable como la Luna y el sabio
425
permanece como el [130] sol, lo que indica que todos los hombres son estultos y
que slo a Dios est reservado el nombre de sabio, porque la Luna representa la
humana naturaleza, y el Sol, manantial de toda luz, a Dios.
Hay que aadir a esto que el mismo Cristo en el Evangelio dice que nadie puede
llamarse bueno ms que Dios , y, por tanto, si, segn testimonio de los estoicos,
el que no es sabio es estulto, y el bueno es tambin sabio, es preciso deducir que
la estulticia abraza a todos los mortales.
La estulticia es la alegra
claramente que sin esta sandez nada hay grato en la existencia. A lo mismo se
refiere el pensamiento siguiente: Quien aade ciencia aade dolor y en el mucho
entendimiento hay mucho sufrimiento. El mismo egregio predicador manifiesta lo
propio en el captulo VII: En el corazn de los sabios reside la tristeza y en el de
los estultos la alegra. Y quiz por esto no se content con conocer la sabidura,
sino que quiso tambin tratarme a m. Por si en ello no me dais crdito, ved sus
palabras en el captulo primero: Dediqu mi corazn a conocer la prudencia y la
sabidura, los errores y la estulticia.
Que la estulticia es
es
insensato, piensa que todos los que encuentra en el camino son estpidos como
l. Y no es sin par pureza de alma igualar a todos los hombres consigo mismo
y reconocer en ellos, a pesar de que cada individuo se tenga en gran opinin, que
son de tu mismo mrito? Por eso tan gran rey no se avergonz nunca del dictado
de estulto y dijo en el captulo XXX: Yo soy el ms estulto de todos los hombres.
Y San Pablo, el doctor de los gentiles, escribiendo a los corintios, acepta de buen
grado el ttulo de estulto: Hablo a lo necio -exclama- porque soy ms que nadie,
como si fuese deshonroso que nadie le aventajase en tontera. Pero salen a atajar
lo que voy diciendo algunos de esos helenistas que estn siempre acechando a
los telogos, con cien ojos y luego con sus
Les dejo que discutan lo que San Pablo quiso verdaderamente decir al escribir
esto. En cuanto a m, me atengo al parecer de nuestros grandes y
crasos
telogos, prestigiossimos a ojos del vulgo, con los cuales, por Jove!, prefiere la
mayora de nuestros doctos engaarse, a estar en lo
Captulo LXVI
aborrecer la
admirarse que los Apstoles fuesen tomados por beodos y que San Pablo le
pareciese loco al juez Festo.
Y, sin embargo, vemos a tal especie de hombres predecir las cosas futuras, y
saber lenguas y letras que hasta entonces nunca haban aprendido, y presentar
en s algo que es absolutamente divino. No cabe dudar de que ello procede de
que la mente, al estar algo ms libre del contacto del cuerpo, empieza a poner por
obra su facultad natural. La misma causa, segn creo, debe de tener el que a los
moribundos les ocurra algo parecido, como si dijesen ciertas cosas prodigiosas
por inspiracin.
429
totalmente materiales, y cree que son las nicas que pueden existir; pero los
devotos, por el contrario, desprecian tanto ms lo que mayor vnculo tiene con el
cuerpo y se dan por entero a la contemplacin de las cosas invisibles. Aqullos
colocan en primer lugar las riquezas, en el segundo las satisfacciones de los
sentidos y relegan el espritu al ltimo puesto, y aun hay muchos que niegan su
existencia por ser invisible. Los devotos viven slo para Dios, el ser ms sencillo
entre todos, y despus para el alma, que es lo que ms se le acerca; desdean
los cuidados corporales, repugnan el dinero como inmundo, lo rehuyen, y si se
ven obligados a manejarlo, lo hacen con disgusto y asco, y lo tienen como si no lo
tuvieran, y lo poseen como si no lo poseyeran.
Las facultades humanas tienen toda relacin con el cuerpo, y, sin embargo, hay
algunas ms groseras, como el tacto, el odo, la vista, el olfato y el gusto. Otras,
como la memoria, el entendimiento y la voluntad, parecen ms independientes de
la materia. En aquellas a las que el alma tienda ser donde adquiera mayor
fuerza. Los devotos, al dirigir toda la fuerza del espritu a las cosas ms extraas
a los sentidos, terminan por quedarse como entorpecidos y atnitos, en tanto que
430
el vulgo, usando slo de stas, prevalece en ellos y no sirve para las otras. sta
es la causa de que algunos santos varones bebiesen aceite creyndolo vino.
Adems, entre las pasiones hay algunas que tienen ms palpable afinidad con el
cuerpo, como la lujuria, la gula, la pereza, la ira, la soberbia y la envidia, a las que
los devotos hacen implacable guerra, en tanto que el vulgo no sabe vivir sin ellas.
Hay tambin movimientos del espritu comunes y naturales, como el amor a la
patria, el cario a los hijos, a los padres, a los amigos, a los que el vulgo concede
cierta
corazn o ms bien por elevarles a la regin ms alta del espritu, y as, cuando
aman al padre, no lo aman como padre que slo les dio su parte fsica, y aun esto
se lo deben a Dios, sino como varn justo, en el que ven brillar una imagen de la
divina mente que llaman Sumo Bien, fuera del cual nada hay para ellos digno de
ser amado o anhelado. Este mismo criterio aplican a todos los sentimientos en la
vida, de suerte que si no desprecian absolutamente todo lo visible, lo postergan a
lo invisible.
aspecto
importancia a la
consideran perjudicial si
pasiones para resucitar como l a una nueva vida y unirse con Cristo y con todos
los hermanos. As piensa y se conduce el creyente. En contra, el vulgo cree que
el sacrificio de la Misa consiste slo en plantarse ante el altar lo ms prximo
431
Veo que
Detesto al oyente que se acuerda de todo. Por todo ello, salud, celebrrimos
devotos de la Sandez, aplaudid, vivid y bebed!
432
El inters por las reflexiones polticas y morales que se ve reflejado en sus obras
fue acompaado por una participacin activa en la vida poltica de su tiempo. En
1504 es elegido miembro del Parlamento, oponindose al absolutismo de Enrique
VII, siendo multado y encarcelado a raz de dicha oposicin, vindose obligado a
abandonar la participacin activa en la vida poltica. Con la llegada al trono de
Enrique VIII se ve rehabilitado, siendo nombrado alguacil de Londres, y
participando tambin en algunas misiones diplomticas; el xito alcanzado en sus
actividades le lleva a ser nombrado Lord Canciller de Inglaterra. Sin embargo, su
desacuerdo con los planes de Enrique VIII, quien deseaba romper con la iglesia de
Roma y consolidar su poder absoluto, le hacen caer en desgracia, siendo
encarcelado en la Torre de Londres, y condenado a muerte y decapitado,
finalmente, en julio de 1535.
433
434
negativamente Hitlodeo, casi con amargura y acaso con cierta violencia, dando
lugar al comienzo del dilogo sobre los consejeros de los prncipes.
Sostiene Hitlodeo que el poder no le interesa porque los prncipes no se ocupan
de la paz ("La mayora de los prncipes piensan y se ocupan ms de los asuntos
militares, de los que nada s ni quiero saber, que del buen gobierno de la paz",
Toms Moro, "Utopa", Alianza Editorial, Madrid, 1992, p. 75); dominados por la
ambicin slo se preocupan por adquirir nuevos dominios, sin preocuparles el
buen gobierno de los que ya tienen; adems, se rodean de aduladores, dominados
tambin por ambiciones ("... mentes absurdas, soberbias y retrgradas"), en medio
de una maraa de leyes desproporcionadas, injustas e ineficaces (p. 77).
435
de ellos. Aqu, Peter Giles, que lleva sin hablar bastante tiempo, estalla,
expresando un escepticismo extremo ante lo que dice Hitlodeo. Sera difcil
imaginar un pueblo mejor ordenado que el que nosotros formamos. Hitlodeo
contesta que los miembros de la mancomunidad de esta parte del mundo son
mayores que los nuestros, y que tenan ciudades antes de que hubiera hombres
entre nosotros. Una vez un barco romano naufrag en Utopa. Los utopianos
aprendieron de inmediato todo lo que los romanos podan ensear. Si nos
ocurriera lo mismo, difcilmente podramos aprender de ellos de esa manera. Su
pasin por aprender es una de las causas que explican su superioridad sobre
nosotros. Moro interviene entonces, de manera diplomtica, para pedir a Hitlodeo
que les d una descripcin amplia de Utopa (lo que se convierte en el "asunto" del
Libro II): de sus tierras, ros, ciudades, habitantes, tradiciones, leyes y costumbres.
Hitlodeo se muestra muy dispuesto a hacerlo, pero avisa de que le llevar tiempo.
Moro propone cenar primero. Despus de la cena, vuelven al mismo lugar del
jardn, donde Hitlodeo comienza su narracin sobre Utopa.
El Libro II
El Libro II se dedica fundamentalmente a la exposicin de las diversas
caractersticas de Utopa: situacin, formas de organizacin social y de gobierno:
trabajo, familia, educacin, propiedad, magistrados, relaciones internacionales, el
arte de la guerra, la filosofa, la moral y la religin, fundamentalmente. En el curso
de la misma surgen cuestiones de relevancia, como el tratamiento del divorcio, la
eutanasia, muerte, etc. Y otras de mayor alcance ideolgico, como el rechazo de
la propiedad privada, de la guerra, de la pena de muerte, y la exigencia del
reconocimiento de la igualdad entre los hombres y la tolerancia religiosa. Algunas
de estas consideraciones se haban ido vertiendo ya en el Libro I (sobre la guerra,
por ejemplo). Otras sern introducidas en el contexto de la sociedad de Utopa
como solucin a los problemas planteados en el Libro I.
El libro finaliza con una doble conclusin: la de Hitlodeo y la de Moro, abriendo
sta ltima un espacio para la crtica y la reflexin. Despus de su narracin sobre
Utopa, Hitlodeo vuelve a la idea central que haba expuesto al final del Libro I: que
437
438
La Reforma
Reforma, movimiento religioso surgido en el siglo XVI en el mbito de la Iglesia
cristiana, que supuso el fin de la hegemona de la Iglesia catlica y la instauracin
de distintas iglesias ligadas al protestantismo. La Reforma, precedida por la cultura
del renacimiento y, de alguna forma, seguida por la Revolucin Francesa, alter
por completo el modo de vida de Europa occidental e inici la edad moderna.
Aunque se inici a principios del siglo XVI, cuando Martn Lutero desafi la
autoridad papal, las circunstancias que condujeron a esa situacin se remontan a
fechas anteriores y conjugan complejos elementos doctrinales, polticos,
econmicos y culturales.
El reformador religioso ingls del siglo XIV John Wycliffe atac con audacia al
propio Papado, arremetiendo contra la venta de indulgencias, las peregrinaciones,
la excesiva veneracin a los santos y los bajos niveles morales e intelectuales de
los sacerdotes. Para hacer llegar sus ideas a individuos de cualquier extraccin
social, tradujo la Biblia al ingls y comenz a predicar en esta lengua y no en latn.
439
categora del humanista italiano Lorenzo Valla evaluaron de forma crtica las
traducciones de la Biblia y otros documentos que eran la base del dogma y de la
tradicin de la Iglesia. La invencin de la imprenta con tipos de metal mviles
increment en gran medida la circulacin de los libros y extendi las ideas de
renovacin espiritual por toda Europa. Los humanistas que vivan fuera de Italia,
como Erasmo de Rotterdam en los Pases Bajos, John Colet y Toms Moro en
Inglaterra, Johann Reuchlin en Alemania y Jacques Lefvre dtaples en Francia,
aplicaron nuevas normas a la evaluacin de las prcticas de la Iglesia y al
desarrollo de un conocimiento ms preciso de las Escrituras. Estos eruditos
estudios sentaron las bases sobre las que Martn Lutero y Juan Calvino
reivindicaron que la nica autoridad religiosa posible era el juicio individual
aplicado al estudio de la Biblia.
ste se neg una vez ms y fue declarado fuera de la ley. Durante casi un ao
permaneci escondido, escribiendo panfletos en los que expona sus principios y
traduciendo el Nuevo Testamento al alemn. Aunque sus obras haban sido
441
Los campesinos fueron derrotados, pero la escisin producida entre los catlicos y
los luteranos se increment. En 1526 se alcanz un mnimo compromiso, al
conceder el Emperador que los estados reglamentasen, slo en sus dominios, la
cuestin religiosa. En la Dieta de Spira (1529), la mayora catlica logr revocar el
anterior acuerdo, lo que hizo que los luteranos elevaran hasta el Emperador su
442
Este conflicto, motivado por cuestiones religiosas y que termin por convertirse en
una guerra civil entre los distintos prncipes del Imperio, termin con la Paz de
Augsburgo (1555). Sus trminos declaraban que cada uno de los prncipes del
Imperio podra elegir entre el catolicismo y el luteranismo como religin de su
territorio, a la que deberan adscribirse todos sus sbditos. El luteranismo,
profesado por casi la mitad de la poblacin alemana, consigui finalmente ser
reconocido de modo oficial. De tal manera que el antiguo concepto de comunidad
cristiana, unida en el terreno religioso en Europa occidental bajo la suprema
autoridad del papa, fue desbancado.
En los pases escandinavos, la Reforma tuvo lugar de forma pacfica a la vez que
el luteranismo se extenda hacia el norte desde Alemania. Las monarquas de
Dinamarca y Suecia patrocinaron el movimiento reformista y rompieron por
completo con el Papado. En 1536, una asamblea nacional celebrada en
443
segundo de stos, que tuvo lugar en Kappel, Zuinglio fue asesinado. Tras
establecerse la paz, cada cantn fue autorizado a elegir su religin. El catolicismo
prevaleci en las regiones montaosas del pas y el protestantismo en las grandes
ciudades y valles frtiles. Esencialmente, esta misma divisin persiste hoy en da.
445
La Reforma fue iniciada en Francia, a principios del siglo XVI, por un grupo de
msticos y humanistas que se reunan en Meaux, cerca de Pars, bajo el liderazgo
de Lefvre dtaples. Como Lutero, Lefvre dtaples estudi la Epstola a los
romanos de san Pablo y fundament sobre esa lectura su creencia en la salvacin
por la sola fe individual; neg tambin el dogma de la transubstanciacin. En 1523
tradujo el Nuevo Testamento al francs. En un principio, sus obras fueron bien
recibidas por los representantes de la Iglesia y el Estado, pero conforme
comenzaban a extenderse por Francia las doctrinas radicales de Lutero, la obra de
Lefvre dtaples fue considerada pareja de aquella y l y sus seguidores fueron
declarados proscritos. Muchos protestantes influyentes huyeron de Francia y se
asentaron en Suiza, hasta que consiguieron reforzarse en nmero y filosofa
gracias al conocimiento de la reforma calvinista llevada a cabo en Ginebra. Ms de
120 pastores educados en Ginebra por Calvino regresaron a Francia antes de
1567 para ganar proslitos al protestantismo. En 1559, los delegados de 66
iglesias reformadas francesas se reunieron en un snodo nacional que tuvo lugar
en Pars, para redactar una confesin de fe y una regla disciplinaria basadas en
las puestas en prctica en Ginebra.
El protestantismo fue bien acogido en los Pases Bajos por la burguesa, clase
social que se haba desarrollado como tal durante la edad media. El emperador
Carlos V, con mayor podero militar en este territorio que en los territorios
alemanes, intent frenar la expansin de las doctrinas protestantes, quemando en
las plazas pblicas los libros de Lutero e instituyendo la Inquisicin en 1522. Sin
embargo, estas medidas no tuvieron xito y, hacia mediados del siglo XVI, el
protestantismo estaba muy asentado en las provincias septentrionales; las
provincias meridionales (en el actual territorio belga) permanecieron, de forma
predominante, fieles al catolicismo. La mayora de los neerlandeses se unieron al
calvinismo, que sirvi para afianzar su nacionalismo contra sus dirigentes catlicos
espaoles. La guerra de los Pases Bajos se inici en 1566 y no finaliz hasta
1648, cuando Espaa, en la Paz de Westfalia, reconoci de forma oficial como
Estado independiente a las Provincias Unidas, nombre con el que se haban
constituido las provincias del norte en 1579.
449
Bajo Eduardo VI, las doctrinas y prcticas protestantes aborrecidas por Enrique
VIII fueron introducidas en la Iglesia anglicana. Los Seis Artculos fueron
revocados en 1547 y los reformadores continentales, como el alemn Martin
Bucero, fueron invitados a predicar en Inglaterra. En 1549, fue publicado el Libro
de la Oracin Comn en lengua verncula y considerado texto de uso obligatorio
para dar unidad al servicio de la Iglesia anglicana. En 1552 se public un segundo
Libro de Oracin y se adopt un nuevo credo de 42 artculos. Sin embargo, Mara I
intent restaurar el catolicismo como religin estatal y durante su reinado murieron
en la hoguera muchos protestantes. Otros se trasladaron a pases continentales,
donde sus opiniones religiosas, a menudo, se radicalizaban a travs del contacto
con el calvinismo.
en
miembros
de
numerosos
grupos
calvinistas
como
los
Sin
embargo,
la
intolerancia
religiosa
no
disminuy
los
451
Contrarreforma
Contrarreforma, movimiento que tuvo lugar en el seno de la Iglesia catlica
apostlica romana en los siglos XVI y XVII. Supuso un intento de revitalizar la
Iglesia y oponerse al protestantismo. Algunos historiadores rechazan el trmino
porque implica slo los elementos negativos del movimiento y prefieren utilizar las
denominaciones de Reforma catlica o Restauracin catlica, para resaltar la alta
espiritualidad que anim a muchos de los que encabezaron el movimiento, que a
veces no tena relacin directa con la Reforma protestante.
Slo cuando Pablo III se convirti en papa en 1534 tuvo la Iglesia el liderazgo que
necesitaba para orquestar esos impulsos en favor de la reforma y enfrentarse al
reto que supuso la aparicin de los protestantes. Una de las iniciativas ms
importantes de Pablo III fue nombrar reformadores sinceros como Gasparo
Contarini y Reginald Pole e incorporarlos al Sacro Colegio Cardenalicio. Tambin
impuls nuevas rdenes religiosas como los teatinos, capuchinos, ursulinas y en
especial los jesuitas. Este ltimo grupo, bajo la direccin de san Ignacio de Loyola,
estaba constituido por hombres muy instruidos, dedicados a renovar la piedad a
travs de la predicacin, la instruccin catecumenal y el uso de los ejercicios
espirituales establecidos por san Ignacio, donde deba profundizarse en la
452
Una poderosa corriente represiva, que empez hacia 1542, penetr en el propio
catolicismo romano cuando se instituyeron el ndice de Libros Prohibidos y una
nueva Inquisicin. El pontificado de Pablo IV aport el ms vigoroso apoyo a estas
medidas. En Espaa, la Inquisicin se convirti en un instrumento dependiente de
la Corona, usado con eficacia por los monarcas espaoles, en especial por el rey
Felipe II, para asegurarse la ortodoxia de sus sbditos y suprimir tanto la
disidencia poltica como la religiosa.
Hacia finales del siglo XVI, en parte bajo la influencia del Concilio de Trento,
apareci en Italia un grupo de obispos, celosos por reformar su clero e instruir a su
pueblo. San Carlos Borromeo, arzobispo de Miln, fue un modelo para muchos de
ellos. El establecimiento de seminarios en muchas dicesis garantiz un clero
honrado en el orden teolgico y moral. En Roma, san Felipe Neri puso msica a
textos religiosos y llev a cabo reuniones informales que pronto desembocaron en
la figura (y el espacio fsico) del oratorio.
453
horrores de la guerra de los Treinta Aos, que caus estragos desde 1618 hasta
1648 y dej devastados los territorios alemanes.
La espiritualidad de la
Contrarreforma
fue
militante,
encaminada
la
454
455
457
LA NUEVA ATLANTIDA 20
Zarpamos del Per (donde habamos permanecido durante todo un ao) hacia
China y Japn, por el mar del Sur, llevando provisiones para doce meses; tuvimos
vientos favorables del Este, si bien suaves y dbiles, por espacio de algo ms de
cinco meses. No obstante, luego el viento vino del Oeste durante muchos das, de
tal modo que apenas podamos avanzar, y a veces, incluso, pensamos en
regresar. Pero ms adelante se levantaron grandes y fuertes vientos del Sur, con
la ligera tendencia hacia el Este, que nos llevaron hacia el Norte; por este tiempo
las provisiones nos faltaron, aunque habamos hecho buen acopio de ellas. Al
encontrarnos sin provisiones, en medio de la mayor inmensidad de agua del
mundo, nos consideramos perdidos y nos preparamos para morir. Sin embargo,
elevamos nuestros corazones y voces a Dios, al Dios que "mostr sus milagros en
lo profundo", suplicando de su merced que as como en el principio del mundo
descubri la faz de las profundidades y cre la Tierra, descubriera ahora tambin
la Tierra para nosotros, que no queramos perecer.
Y sucedi que al da siguiente por la tarde vimos ante nosotros, hacia el Norte, a
poca distancia, una especie de espesas nubes que nos hicieron concebir la
esperanza de encontrar tierra; sabamos que aquella parte del mar del Sur era
totalmente desconocida, y que podra haber en ella islas o continentes que todava
no se hubieran descubierto. Por consiguiente, viramos hacia el lugar donde
veamos seales de tierra, y navegamos en aquella direccin durante toda la
noche; al amanecer del da siguiente pudimos comprobar con claridad que era
tierra, en efecto, llana y cubierta de bosque; y esto la haca aparecer ms obscura.
Despus de hora y media de navegacin penetramos en un buen fondeadero, que
era el puerto de una bella ciudad; no era grande, ciertamente, pero estaba bien
edificada y ofreca una agradable perspectiva desde el mar. Y figurndose los
largos los minutos hasta que estuviramos en tierra firme, llegamos junto a la
costa. Pero inmediatamente vimos a muchas personas, con una especie de duelas
en las manos, que parecan prohibirnos desembarcar; no obstante, sin
458
Durante este tiempo nos enviaron un pequeo bote con unas ocho personas a
bordo, de las cuales una llevaba en la mano un bastn de caa, amarillo, pintado
de azul en ambos extremos; subi el hombre a nuestro barco sin la menor muestra
de desconfianza, Y cuando vio que uno de nosotros se hallaba ligeramente
destacado de los dems, sac un pequeo rollo de pergamino (un poco ms
amarillo que el nuestro, y brillante como las hojas de las tablillas de escribir, pero
suave y flexible), y se lo entreg a nuestro capitn. En este rollo estaban escritas
en hebreo y griego antiguos, en buen latn escolstico y en espaol las siguientes
frases: "No desembarque ninguno de ustedes y procuren marcharse de esta costa
dentro de un plazo de diecisis das, excepto si se les concede ms tiempo.
Mientras tanto, si desean agua fresca, provisiones o asistencia para sus enfermos,
o bien alguna reparacin en su barco, anoten sus deseos y tendrn lo que es
humano darles." El texto se hallaba firmado con un sello que representaba las alas
de un querubn, no extendidas sino colgando y junto a ellas una cruz. Despus de
entregarlo, el funcionario se march dejando slo a un criado con nosotros para
hacerse cargo de nuestra respuesta.
459
Que respecto a nuestros enfermos, haba muchos, y en muy mal estado; de modo
que si no se les permita desembarcar, sus vidas corran peligro." Expresamos en
particular nuestras otras necesidades aadiendo. "que tenamos un pequeo
cargamento de mercancas, de modo que si queran comerciar con nosotros
podramos as remediar nuestras necesidades sin constituir una carga para ellos."
Ofrecimos como recompensa algunos doblones al criado y una pieza de terciopelo
carmes para que se la llevara al funcionario; pero el criado no las acept; apenas
las mir; as, pues, nos dej, regresando en otro pequeo bote que haba acudido
por l.
Unas tres horas despus de haber enviado nuestra contestacin vino hacia
nosotros una persona que, al parecer, posea autoridad. Vesta una toga de
amplias mangas, hecha de una especie de piel de cabra, de un magnfico color
azul celeste y mucho ms llamativa que las nuestras; la ropa qu llevaba deba o
era verde, lo mismo que el sombrero; tena ste la forma de un turbante, estaba
muy bien hecho, y no era tan grande como los turbantes turcos; los rizos de su
pelo sobresalan por los bordes. Era un hombre de aspecto venerable. Vena en
un bote, dorado en algunas partes, acompaado slo de cuatro personas; lo
segua otro bote con unas veinte. Cuando estuvo a un tiro de flecha de nuestro
barco, nos hicieron indicaciones de que enviramos a algunos de los nuestros a
su encuentro en el agua, cosa que hicimos mandando al segundo de abordo y
acoinpandolo cuatro de nosotros.
Realizado esto, otro de los acompaantes del personaje, que se encontraba con l
en el mismo bote, y despus de escuchar las palabras que su seor le murmur,
dijo en voz alta: "Mi seor quiere hacerles saber que no se debe a orgullo o
dignidad el hecho de que no haya sbido al barco; sino porque en su respuesta
ustedes declararon que tenan muchos enfermos, por cuyo motivo el Director de
Sanidad de la ciudad le advirti que mantuviera cierta distancia". Le hicimos una
reverencia, respondiendo que nos considerramos sus humildes servidores, y que
estimramos como un gran honor y una singular muestra de humanitarismo lo que
ya haba hecho por nosotros; no obstante, esperbamos que no fuera infecciosa la
enfermedad que padecan nuestros hombres. Se volvi l y poco despus subi a
bordo de nuestro barco el notario, llevando en la mano un fruto del pas, parecido
a una naranja, pero de un color entre morado y escarlata, y que desprenda un
perfume excelente. Lo empleaba, segn pareca, para preservarse de una posible
infeccin.
Nos tom juramento "en nombre y por los mritos de Jess", dicindonos a
continuacin que hacia las seis de la maana del da siguiente se nos llevara a la
Casa de los Extranjeros (as la llam l), donde se nos acomodara a todos, a los
sanos y a los enfermos. Cuando se iba a marchar le ofrecimos algunos doblones,
pero sonriendo dijo que no se le deba pagar dos veces por un solo trabajo; quera
decir con esto (segn me pareci cornprender) que le bastaba con lo que el
Estado le pagaba por sus servicios, segn supe ms adelante, al funcionario que
acepta gratificaciones le llaman "Pagado dos veces".
A la maana siguiente, muy temprano, lleg el mismo funcionario del bastn que
ya conocamos y nos dijo que vena a conducirnos a la Casa de los Extranjeros y
461
que haba anticipado la hora "para que pudiramos tener libre todo el da con
objeto de dedicarnos a nuestras ocupaciones. Pues -aadi- si siguen mi consejo,
deben venir primero slo unos cuantos de ustedes, examinar el lugar y ver qu es
lo que les conviene; y despus pueden enviar por sus enfermos y los hombres
restantes para que desembarquen." Se lo agradecimos dicindole que Dios le
premiara la molestia que se tomaba con los desolados extrangeros que ramos
nosotros. As, pues, desembarcamos con l seis de nosotros; cuando estuvimos
en tierra, l, que marchaba delante, se volvi y nos dijo que no era sino nuestro
servidor y gua. Nos condujo a travs de tres bellas calles, y a todo lo largo del
camino que seguimos haba reunidas personas, a ambos lados de la calle,
colocadas en fila; pero se mantenan tan corteses que pareca que no estaban all
para maravillarse de nosotros sino para darnos la bienvenida; muchas de ellas, a
medida que pasbamos, extendan ligeramente los brazos, cosa que hacen
cuando dan la bienvenida.
Eran los cuartos elegantes, alegres y muy bien amueblados. Nos condujo luego a
una larga galera, parecida al dormitorio de un convento, donde nos mostr a todo
lo largo de un lado (pues el otro estaba constituido por la pared y las ventanas)
462
diecisiete celdas, muy limpias, separadas unas de otras por madera de cedro.
Como en total haba cuarenta celdas (muchas ms de las que necesitbamos) se
destinaron a enfermera para las personas enfermas. Nos dijo, adems, que
cuando alguno de nuestros enfermos se sintiera bien se le trasladara de su celda
a una habitacin; con este objeto haban preparado diez habitaciones disponibles,
adems del nmero de que hablamos antes.
Poco despus nos sirvieron la comida, que fu muy buena, tanto el pan como la
carne; mejor que en cualquier colegio universitario que yo haya conocido en
Europa. Nos dieron tambin tres clases de bebidas, todas ellas sanas y buenas;
vino, una bebida hecha de grano, como nuestra cerveza, pero ms clara, y una
especie de sidra elaborada con frutas del pas; bebida sta maravillosamente
agradable y refrescante. Nos trajeron, adems, gran cantidad de las naranjas
escarlata, a las que ya me he referido, para nuestros enfermos; nos dijeron que
constituan un eficaz remedio para las enfermedades adquiridas en el mar. Nos
dieron tambin una caja de pequeas pildoras grises o blanquecinas, pues
queran que nuestros enfermos tomaran una cada noche antes de dormirse;
aseguraron que les ayudara a curarse rpidamente.
463
464
El Estado les concede permiso para que permanezcan aqu durante seis
semanas; y no se preocupen si sus necesidades exigen un plazo ms amplio,
pues la ley no es muy precisa acerca de este punto; y no dudo de que yo mismo
podr conseguirles el tiempo que sea conveniente. Sabrn ustedes que la Casa
de los Extranjeros es rica ahora, ya que conserva ahorradas las rentas de estos
ltimos treinta y siete aos, y en este tiempo no ha llegado aqu ningn extranjero;
no se preoctipen, el Estado costear todo durante su estancia entre nosotros. Por
esto, no tengan prisa. Respecto a las mercancas que han trado se emplearn, y
cuando regresen tendrn.el equivalente en mercancas, o en oro y plata; pues
para nosotros es lo mismo. Si tienen que hacer alguna peticin, no la oculten,
pues observarn que, sea cualquiera la respuesta que reciban, no dejarn de
hallarse protegidos. Slo debo advertirles que no deben retirarse ms de un karan
(milla y media entre ellos) de las murallas de la ciudad sin un permiso especial."
Respondimos, tras de mirarnos los unos a los otros durante corto tiempo,
admirando este trato gracioso y paternal, que no sabamos lo que decir, ya que no
tenamos palabras bastantes para expresarle nuestro agradecimiento; y que sus
nobles y desinteresados ofrecimientos hacan innecesario preguntar nada. Nos
pareca que tenamos ante nosotros un cuadro celestial de nuestra salvacin;
465
habindonos hallado muy poco tiempo antes en las fauces de la muerte, nos
veamos ahora en un lugar dond.e slo encontrbamos consuelos. Respecto a la
orden que se nos haba dado no dejaramos de obedecerla, aunque era imposible,
a menos de que nuestros corazones se inflamaran, que intentramos ir ms all
del lmite en esta tierra sagrada y feliz. Agregamos que primero nos quedaramos
mudos que olvidar en nuestras plegarias su reverenda persona o a todo su pueblo.
466
aunque
podan
moverse
en
otras
direcciones;
las
personas
Sucedi que en uno de los botes se hallaba uno de nuestros hombres ms sabios,
de la Sociedad "La Casa de Salomn", casa o colegio, mis queridos hermanos,
que constituye el alma de este reino; habiendo mirado y contemplado atenta y
devotamente durante un rato el pilar y la cruz, este sabio cay sobre su rostro, y
467
Cuando acab su oracin not que el bote poda moverse sin impedimento,
mientras que los dems permanecan quietos; y considerando que ello significaba
permiso para aproximarse, hizo que, remando silenciosamente, el bote se
acercara al pilar. Pero cuando lleg cerca de l, el pilar y la cruz luminosa -se
esfumaron, rompindose, por as decirlo, en un firmamento de estrellas, que
tambin se desvaneci poco despus; y nada ms se vio a no ser un pequeo
cofre o caja de cedro, seco, y no hmedo aunque flotaba en el agua. En su parte
anterior, la que estaba ms cerca de l, creca una pequea rama verde de palma;
cuando el sabio tom el cofre en sus manos, con toda reverencia lo abri y se
encontraron dentro un libro y una carta, escritos ambos en fino pergamino y
enrollados en trozos de tela.
El libro contena todos los libros cannicos del Viejo y del Nuevo Testamento, tal
como los tienen ustedes (pues sabemos que su Iglesia los recibi), y el
Apocalipsis; tambin haba otros libros del Nuevo Testamento, aunque en aquel
tiempo an no haban sido escritos. La carta contena estas palabras: "Yo,
Bartolom, siervo del Altsimo y apstol de jesucristo, fui avisado por un ngel que
se me apareci en una gloriosa visin para que depositara este cofre sobre las
olas del mar. Por consiguiente, declaro y doy fe de que el pueblo al que llegue
468
Despus de una corta pausa, uno de nosotros dijo que haba algo que tenamos
tanto deseo de saber como miedo de preguntar, por temor a ser indiscretos. Pero
que animados por su singular amabilidad hacia nosotros (de tal modo que siendo
sus fieles y sinceros servidores apenas si nos considerbamos extranjeros) nos
atrevamos a proponerle la cuestin; le rogbamos humildemente que si crea que
la pregunta no era pertinente nos perdonara, aunque la rechazara. Le dijimos que
habamos tenido muy en cuenta las palabras que pronunci anteriormente acerca
de que esta isla en la que nos encontrbamos era conocida de muy pocos, y que,
sin embargo, ellos conocan a la mayora de las naciones del mundo; que
sabamos que esto era cierto, puesto que conocan los idiomas de Europa y
estaban bastante enterados de su organizacin y asuntos; y que, no obstante,
469
Pero el hecho de que conocieran los idiomas, libros y asuntos de pases tan
distantes, nos haca no saber qu pensar, ya que nos pareca condicin y
propiedad de potestades divinas y de seres que permanecen escondidos e
invisibles para los dems y a quienes, sin embargo, todas las cosas se les revelan
abiertamente.
Al oir este discurso el Gobernador sonri con benevolencia y dijo que hacamos
bien en pedir perdn, por nuestra prgunta, debido a lo que ella implicaba, ya que
pareca como si pensramos que sta tierra era una tierra de encantadores, que
enviaba espritus por todas partes para que regresaran con noticias e informacin
de otros pases. Con la mayor humildad posible, pero con expresin de que
comprendamos, contestamos que sabamos que l hablaba en broma; que
pensbamos que exista algo sobrenatural en esta isla, pero algo ms bien
anglico que mgico. Con objeto de que su seora supiera realmente qu era lo
que nos haca temerosos y dudosos en hacer esta pregunta, tenamos que decir
que no se trataba de tal fantasa, sino porque recordbamos que en las primeras
470
palabras que le omos aludi a que esta tierra tena leyes secretas respecto a los
extranjeros.
A esto respondi: "Su recuerdo es acertado, por esto en lo que voy a decirles, he
de reservarme algunos detalles, que no es legal que revele, pero con lo que les
diga tendrn ustedes bastante para su satisfaccin. "Sabrn ustedes (y quiz les
parecer increble) que hace unos tres mil aos, o algo ms, la navegacin
mundial (especialmente respecto a los viajes laigos) era mucho mayor que en la
actualidad.
En aquel tiempo esta tierra era conocida y frecuentada por los barcos y navos de
todas las naciones que he citado anteriormente. Y, como suele ocurrir, venan a
veces con ellos hombres de otros pases que no eran marinos; persas, caldeos,
rabes, hombres de casi todas las naciones potentes y famosas se reunan aqu;
actualmente existen entre nosotros pequeos grupos y familias que descienden de
ellos. Y respecto a nuestros barcos, hicieron varios viajes tanto al estrecho que
ustedes llaman las Columnas de Hrcules, como a otras partes del Ocano
471
472
no
sabiendo
cmo
hacerse
vestidos
ms
ligeros,
forzosamente
se
473
Como ven, a, causa de este gran accidente, perdimos nuestra relacin con los
americanos, con quienes tenamos ms que con otros, un comercio ms intenso
debido a nuestra mayor proximidad. En las dems partes del mundo es evidente
que en los tiempos que siguieron (bien fuera debido a las guerras, o por la
evolucin natural del tiempo) la navegacin decay grandemente en todos los
sitios: especialmente los viajes largos (en parte, a causa del empleo de galeras y
barcos que apenas podan resistir la furia del mar) dejaron de realizarse. De este
modo, la comunicacin que podan tener con nosotros otras naciones ces desde
hace largo tiempo, a no ser que ocurriera algn accidente extrao como el de
ustedes.
Respecto a la comunicacin que podamos nosotros tener con los otros pases,
debo decirles la causa de que no haya ocurrido as. Puedo confesar, hablando con
franqueza, que nuestras embarcaciones, potencia, marinera y pilotos, as como
todo cuanto pertenece al arte de navegar, son tan grandes como lo fueron
siempre; por lo tanto, voy a contarles por qu hemos permanecido en nuestro
pas, con lo que, para su satisfaccin personal, se hallarn ms cerca de su
pregunta principal.
sin ayuda extranjera, pues tena 5,600 millas de dimetro y era de una rara
fertilidad en su mayor parte; y hallando tambin que podra activarse mucho la
navegacin mediante la pesca y la navegacin de cabotaje, e igualmente por el
transporte hacia aIgunas islas pequeas que no se hallan lejos de nosotros, y que
se encuentran bajo la corona y leyes de este Estado; teniendo en cuenta el feliz y
floreciente estado en que la isla se hallaba entonces, y que en todo caso podra
empeorar pero dicilmente mejorar, aunque personalmente nada deseaba, dadas
sus nobles y heroicas intenciones, quiso perpetuar la situacin que tan firmemente
haba establecido en su tiempo.
Por consiguiente, entre otras leyes fundamentales que promulg se hallan las que
prohiben la entrada de extranjeros, entrada que en aquellos tiempos (aunque fue
despus de la calamidad de Amrica) era frecuente; lo hizo por temor a las
novedades y a la mezcolanza de costumbres. Es cierto que una ley parecida
contra la admisin de extranjeros sin autorizacin es una ley antigua en el reino de
China, que -an contina en vigor. Pero all es algo lamentable, ya que ha
convertido a China en una curiosa nacin, ignorante, temerosa y necia. Nuestro
legislador dio otro carcter a su ley. Ante todo, tuvo buen cuidado de que se
mostrara el mayor humanitarismo hacia los extranjeros afligidos por la desgracia,
como ustedes han podido comprobar."
Al escuchar estas palabras todos nos levantamos, como era lgico, inclinndonos.
Continu l: "Queriendo tambin aquel rey unir la humanidad y la prudencia, y
pensando que era una falta de lesa humanidad detener aqu contra su propia
voluntad a los extranjeros, y de prudencia el que volvieran y revelaran su
descubrimiento de este Estado, adopt las medidas siguientes: orden que todos
aquellos extranjeros a los que se les hubiera permitido desembarcar podan partir
cuando quisieran; y que los que desearan permanecer tuvieran buenas
condiciones de vida y se les dotara de medios para vivir a costa del Estado.
475
Previ en tan gran medida el futuro, que en tantos aos como han transcurrido
desde la prohibicin no recordamos que retornara ningn barco, excepto trece
personas, en pocas diferentes, que prefirieron volver. Ignoro qu es lo que
contaran los que volvieron. Hay que creer que lo que relataran en cualquier parte
que llegaran fuera considerado un mero sueo. Respecto a los viajes que nosotros
pudiramos realizar desde aqu al extranjero, nuestro legislador crey conveniente
limitarlos. No ocurre as en China, ya que los chinos navegan adonde quieren o
adonde pueden; esto demuestra que su ley prohibiendo entrar a los extranjeros es
producto de la pusilanimidad y del miedo. Esta restriccin nuestra tiene slo una
excepcin, la cual es admirable: aprovechar el bien que resulta de la comunicacin
con los extranjeros y evitar el dao. Y ahora se lo mostrar a ustedes; pero aqu
voy a hacer una pequea digresin que pronto encontrarn pertinente.
Sabrn, queridos amigos, que entre todos los excelentes actos de aquel rey uno
de ellos tuvo la preeminencia. Fu la fundacin e institucin de una orden o
sociedad, a la que llamamos Casa de Salomn; fu la fundacin ms noble que
jams se hizo sobre la Tierra, y el faro de este reino. Est dedicada al estudio de
las obras y de las criaturas de Dios. Creen algunos que lleva el nombre, algo
corrompido, de su fundador, como si debiera ser Casa de Salomona. Pero los
documentos lo citan tal como se pronuncia hoy. Lleva el nombre del rey de los
hebreos, que es bastante famoso entre ustedes; conservamos parte de sus obras,
que ustedes no poseen; a saber, la Historia Natural, en la que habla de todas las
plantas, desde los cedros del Lbano hasta el musgo que crece en las paredes; y
lo mismo de todo cuanto tiene vida y movimiento. Esto me hace pensar que
nuestro rey hallndose de acuerdo en muchas cosas con aquel rey de los hebreos
(que vivi muchos aos antes que l lo honr con el nombre de esta fundacin. Y
me induce bastante a ser de esta opinin el hecho de que en los documentos
antiguos esta orden o sociedad es llamada unas veces Casa de Salomn, y otras
Colegio de la Obra de los Seis Das; por lo que deduzco que nuestro excelente rey
aprendi de los hebreos que Dios cre el mundo y todo cuanto encierra en seis
das, y que, por lo tanto, al fundar esta casa para la investigacin de la verdadera
476
naturaleza de todas las cosas (por lo cual Dios tendra la mayor gloria, como
hacedor de ellas, y los hombres mayor fruto en su uso) le di tambin este
segundo nombre.
Pero volvamos a nuestro asunto. Cuando el rey prohibi a su pueblo que navegara
fuera de sus aguas jurisdicconales, hizo, no obstante, esta salvedad: que cada
doce aos salieran del reino dos barcos con objeto de realizar varios viajes, y que
en ellos fuera una comisin compuesta de tres miembros o hermanos de la Casa
de Salomn para que pudieran dar a conocer el estado de los asuntos de los
pases que visitaban; especialmente las ciencias, artes, manufacturas e
invenciones de todo el mundo; adems, traernos libros, instrumentos y modelos de
toda clase de cosas; dispuso que los barcos volvieran despus de haber
desembarcado a los hermanos, y que stos permanecieran en el extranjero hasta
la llegada de la nueva misin.
inmediatamente
al
Gobernador
para
solicitar
las
Un da, dos de los nuestros fueron invitados a una Fiesta de la Familia, segn
ellos la llaman; es una costumbre muy sencilla, piadosa y sagrada, que muestra
que aquella nacin se compone de todos los bienes. Consiste en lo siguiente. A
cualquier hombre que alcance a ver vivos a treinta de sus descendientes, mayores
de tres aos, se le concede celebrar una fiesta a costa del Estado. El padre de la
familia, a quien llaman el Tirsn, dos das antes de la fiesta lleva con l a tres
amigos que guste elegir, siendo acompaado tambin por el Gobernador de la
478
ciudad o lugar donde la fiesta se celebre; se citan tambin para que concurran a
todas las personas de la familia de ambos sexos. Dos das antes el Tirsn celebra
consulta sobre el buen estado de la familia. En ella se resuelven las discordias o
litigios que hayan podido surgir entre los miembros. Si alguno de la familia se halla
en mala situacin, se procura ayudarle o ponerle remedio. Se censura y reprueba
al que ha adoptado una mala vida. Se dan normas respecto a los matrimonios y al
porvenir de los familiares, junto con otros avisos y rdenes. Asiste al final el
Gobernador para ejecutar, mediante su autoridad pblica, los decretos y rdenes
del Tirsn, por si fueran desobedecidos; aunque, como reverencian y obedecen
tanto las leyes de la naturaleza, raras veces se necesita esta medida. El Tirsn
elige uno de sus hijos para que viva con.l en la casa; se le conoce desde
entonces con el nombre de Hijo de la Vid. La razn de ello aparecer luego.
Aparece el Tirsn con toda su generacin o linaje, los varones precedindole, y las
hembras siguindole; si vive la madre de la que descienden todos, entonces, a la
derecha del silln, en un piso superior, hay un apartamiento con una puerta
privada y una ventana de cristal tallado, emplomada en oro y azul, donde se
sienta, oculta a todas las miradas. Cuando el Tirsn entra se sienta en el silln;
todos sus descendientes se colocan junto a la pared, tanto a su espalda como a
479
para que lo acompae en la casa; ste lo sostiene ante su padre cuando aparece'
en pblico poco despus; de aqu que se le llame el Hijo de la Vid.
Una vez acabada la ceremonia se retira el padre o Tirsn, y poco despus regresa
para comer, sentndose solo bajo el dosel, lo mismo que antes; ninguno de sus
descendientes se sienta con l, sea cualquiera su dignidad o grado, excepto si es
miembro de la Casa de Salomn. Es servido por sus propios hijos vanones, que
se arrodillan ante l, en tanto que las mujeres se hallan de pie a su lado,
recostadas en la pared. A los lados del dosel hay mesas para los invitados, a
quienes se sirve con gran gentileza; despus de comer (en las fiestas ms
importantes la comida nunca dura ms de hora y media) se canta un himno, que
se diferencia de los dems segn la inventiva del que lo compuso (pues tienen
excelentes poetas); el tema del himno es siempre un elogio de Adn, No y
Abraham; se debe esto a que los dos primeros poblaron al mundo y el tercero fu
el padre de la fidelidad misma; al final, siempre se dan gracias por la natividad de
nuestro Salvador, con cuyo nacimiento se sntificaron los nacimientos de todos los
hombres.
permanecen de pie, les dice: "Hijos mos, dad gracias a Dios porque habis
nacido, y perseverad en el bien hasta el fin." Y entrega, adems, a ambos una joya
que representa una espiga de trigo, que en adelante ellos llevan en la parte
delantera de su turbante o sombrero. Acabada esta ceremonia, durante el resto
del da hay msica, baile y otras diversiones tpicas. Tal es el orden completo de la
fiesta.
Transcurridos unos seis o siete das, entabl estrecha amistad con un comerciante
de la ciudad, llamado Joabin. Era judo y circunciso, pues existen all algunas
familias judas a quienes dejan conservar su religin propia. Y hacen bien porque
estos judos son muy distintos de los que viven en otros pases. En tanto que
stos odian el nombre de jesucristo y poseen un rencor innato contra las personas
entre quienes viven, aqullos, por el contrario, conceden a nuestro Salvador
muchos y elevados atributos, y aman en gran medida a Bensalem. Ciertamente
este hombre de quien hablo reconoca que Cristo naci de una Virgen y que fu
ms que un hombre; que Dios le hizo reinar sobre los serafines, que guardan su
trono; estos judos llaman tambin a jesucristo la Va Lctea, el Elas del Mesas, y
otros muchos y elevados nombres, que aunque sean inferiores a su majestad
divina, sin embargo estn muy lejos de constituir el lenguaje de otros judos.
482
Cuando acab de pronunciar estas palabras el buen judo hizo una pausa;
entonces, aunque tena ms inters en orlo que en hablar yo mismo, pensando
que sera correcto, despus de su interrupcin, decir algo, le advert que nos
recordaba nuestros pecados, como la viuda de Sarepta se los record a Elas; y
que reconoca que la rectitud de conducta de Bensalem era mayor que la de
Europa. Al escuchar mis palabras inclin la cabeza y continu del modo siguiente:
484
Vena en una rica carroza, sin ruedas, a modo de litera, con dos caballos a cada
lado ricamente enjaezados con terciopelo recamado de azul, y dos palafreneros a
cada lado vestidos del mismo modo. La carroza era toda de cedro, dorada, y
adornada de cristal, excepto en la parte delantera donde tena paneles de zafiros,
485
Delante de la carroza iban dos hombres, descubierta la cabeza, con tnicas hasta
los pies, ceidas, y zapatos de terciopelo azul; uno de ellos llevaba un bculo, el
otro un cavado de pastor; no eran de metal sino el bculo de madera de blsamo,
y el cayado de pastor, de cedro. No se vea ningn hombre a caballo, ni delante ni
detrs de la carroza; al parecer era para evitar cualquier tumulto o molestia. Detrs
de la carroza marchaban todos los funcionarios y jefes. de las corporaciones de la
ciudad. El recin llegado estaba sentado solo, sobre almohadones de una
excelente felpa azul; sus pies descansaban en curiosas alfombras de diversos
colores, mucho ms bellas que las persas. Llevaba levantada una mano como si
bendijera
al
pueblo,
pero
permaneca
en
silencio.
La
calle
estaba
maravillosamente organizada, tanto que el orden que mantenan las personas era
superior al orden de batalla en que pudiera estar cualquier ejrcito. La gente no se
amontonaba tampoco en las ventanas, sino que cada persona se hallaba en ellas
como si hubiera sido colocada de antemano.
Los dispositivos e instrumentos con que contamos son stos. Tenemos grandes y
profundas cuevas (le diversa extensin; las ms profundas tienen seiscientas
brazas, y algunas se hallan excavadas bajo grandes colinas y montaas; si se
mide la profundidad de la colina y la de la cueva, algunas de ellas pasan de las
tres millas. Creemos que es lo mismo la profundidad de una colina y de una cueva
a partir de la parte llana; y ambas estn igualmente lejos del sol, de las
radiaciones celestes y del aire libre. Llamamos a estas cuevas la regin inferior, y
487
corrientes y cataratas, que nos sirven para producir muchos movimientos; tambin
mquinas que aprovechando la fuerza del viento producen movimientos diversos.
"Tenemos tambin cierto nmero de pozos y fuentes artificiales, a imitacin de
manantiales y baos naturales, y que contienen en disolucin vitriolo, sulfuro,
acero, plomo, salitre y otros minerales; y adems, poseemos pequeos pozos
donde mezclamos muchas cosas, con lo que las aguas adquieren la virtud ms de
prisa y mejor que en vasijas o en estanques. Entre stas tenemos un agua que
llamamos Agua del Paraso, remedio soberano. para conservar la salud y
prolongar la vida.
Tenemos tambin grandes y magnficos baos, con mezclas diversas, para curar
enfermedades y restablecer al cuerpo humano del exceso de sequedad; y otros
para aumentar la fuerza de los nervios, de las partes vitales, y de la substancia y
jugo corporales. Contamos igualmente con varios huertos y jardines, en los cuales
ms que a su belleza atendemos a la variedad del terreno y del suelo, adecuados
para distintas clases de rboles y hierbas; algunos de ellos son muy espaciosos,
plantndose rboles, fresas, moras etc., con las que hacemos diferentes clases de
bebidas, adems del vino. Realizamos toda clase de injertos, as como hacemos
experimentos para convertir los rboles silvestres en frutales; todo esto da lugar a
la produccin de muchos efectos. En los mismos huertos y jardines conseguimos
por medios artificiales que los rboles y las flores florezcan antes o despus de su
estacin correspondiente, y que den fruto con ms rapidez que lo haran siguiendo
su evolucin normal. Logramos tambin que adquieran un tamao mayor que el
489
natural, y que su fruto sea mayor y ms dulce, y de un gusto, olor, color y forma
distintos a los que poseen por naturaleza. Muchos de ellos pueden emplearse
cornos medicinales.
Tenemos tambin estanques para hacer experimentos con peces, como dijimos
antes respecto a los pjaros y dems animales. Contamos igualmente con lugares
490
491
Tenemos hornos muy variados y con diversa intensidad de calor: gneo y vivo;
fuerte y constante; templado y suave; mantenido, lento, seco, hmedo, etc. Pero,
sobre todo, tenemos clases de calor a imitacin del calor del sol y de los cuerpos
celestes que pasan por diversos grados de intensidad, y, por decirlo as, sujetos a
rbitas, adelantos y atrasos, y que producen admirables efectos. Adems,
tenemos calores de estircoles, de entraas y vsceras de seres vivos y de sus
sangres y cuerpos, de heno y hierbas hmedas, de cal viva, etc. Poseemos
tambin instrumentos que generan calor mediante el movimiento y lugares
destinados a fuertes insolaciones. Ms an, lugares para aislar por - completo a
los cuerpos, y sitios subterrneos que de un modo natural o artificial producen
calor. Empleamos estos diversos calores para la operacin que intentamos
realizar.
492
Tenernos laboratorios donde hacemos toda clase de ensayos sobre la luz, las
radiaciones y los colores; partiendo de objetos incoloros y transparentes podemos
representar todos los diversos colores, no los del espectro (como ocurre en las
gemas y en los prismas) sino cada uno en particular. Representamos tambin
multiplicidades de luces, que podemos llevar a gran distancia y hacerlas tan
potentes como para distinguir pequeos puntos y lneas. Tambin todas las
colocaciones de la luz; todas las ilusiones y engaos de la vista, en tamaos,
magnitudes, movimientos, colores; todas las demostraciones de sombras. Hemos
hallado igualmente diversos procedimientos, que ustedes desconocen, para
producir luz a partir de diversos cuerpos. Tenemos medios para ver los objetos
muy lejanos, en el firmamento y en los lugares remotos; tambin para contemplar
las cosas cercanas como si estuvieran muy distantes, y las cosas muy distantes
como. si estuvieran cercanas, de modo que las distancias quedan fingidas.
Para ver tenemos auxiliares mejores que las gafas y lentes corrientes. Tenemos
tambin lentes y artificios para ver perfecta y distintamente cuerpos muy
diminutos: las formas y colores de moscas y gusanos pequeos, defectos e
imperfecciones en las gemas que no se pueden ver de otro modo, hacer
observaciones en la orina y en la sangre que de otra forma no se podran hacer.
Hacemos arcos iris artificiales, aureolas y crculos luminosos. Representamos toda
clase de reflexiones, refracciones, y multiplicamos los rayos visuales de los
objetos.
"Tenemos tambin piedras preciosas de todas clases, muchas de ellas de gran
belleza, y que ustedes desconocen; del mismo modo, cristales, y lentes de
diversos gneros; entre stos, metales cristalizados, y otros materiales, adems de aquellos con los que se hace cristal. Igualmente, minerales imperfectos y
fsiles que ustedes no tienen. Tambin, imanes de prodigiosa virtud y otras
piedras raras, tanto artificiales como naturales. Tenemos tambin laboratorios de
acstica, en los que practicamos y hacemos demostraciones con todos los
sonidos y cmo se producen. Tenemos armonas que ustedes no tienen, de
cuartas e intervalos menores, Diversos instrumentos musicales, que ustedes
493
desconocen, algunos mucho ms dulces que los que puedan ustedes poseer,
junto con campanas y timbres delicados y armoniosos. Los sonidos bajos los
convertimos en altos y profundos, del mismo modo, a los altos los hacemos bajos
y agudos; a sonidos que originalmente son continuos los convertimos en
susurrantes y gorjeantes. Representamos e imitamos todas las letras y sonidos
articulados, y los gritos y notas de pjaros y bestias. Poseemos ciertos aparatos
que aplicados al odo logran que se pueda escuchar mejor y ms alto. Tenemos
tambin diversos, extraos y artificiales ecos que reflejan la voz muchas veces,
como si la rebotaran; otros que devuelven la voz ms alta que fu enviada, otros
ms, aguda, y otros ms profunda; algunos devuelven la voz, que difiere en las
retraso sonidos de la que recibieron. Contamos tambin con medios para conducir
los sonidos pon tubos y conductos, a travs de extraas lneas, a grandes
distancias.
Para atender a las necesidades suscitadas por los empleos y oficios de nuestros
ciudadanos, doce de ellos navegan hacia pases extranjeros bajo la bandera de
otras naciones (pues nosotros ocultamos la nuestra), trayndonos libros,
resmenes y modelos de experimentos realizados en todas partes. A estos
hombres los llamamos los Mercaderes de la Luz,
Tres de ellos renen los experimentos que se encuentran en todos los libros. A
stos los llamamos los Depredadores.
495
Tres renen los experimentos llevados a cabo en las artes mecnicas, en las
ciencias liberales, y aquellas prcticas que no se incluyen en las artes. A stos los
llamamos. los Hombres del Misterio.
Tres ensayan nuevos experimentos, segn lo juzgan conveniente. Los llamamos
Pioneros o Mineros,
Tres catalogan los experimentos de los cuatro grupos anteriormente enumerados
en ttulos y tablas, para iluminar mejor la deduccin de las observaciones y
axiomas extrados de ellos. Los llamamos Compiladores.
Tres examinan los experimentos de sus compaeros, concentrndose en el
intento de deducir de ellos cosas tiles y prcticas para la vida y el conocimiento
del hombre; e igualmente para sus obras, para la demostracin patnte de las
causas, medios de adivinacin natural, y el rpido y claro descubrimiento de las
virtudes y partes de los cuerpos. Los llamamos Donadores o Benefactores.
496
Contamos luego con diversos inventores propios de obras magnficas que, puesto
que usted no las ha visto, me llevara demasiado tiempo describrselas; adems,
podra equivocarlo con facilidad al intentar que comprendiera rectamente estas
obras a travs de mis descripciones. Al inventor de una obra valiosa le erigimos
una estatua y le damos una recompensa digna y generosa. Las estatuas son de
bronce, de mrmol y jaspe, de cedro y de otras maderas doradas y adornadas;
otras son de hierro, de plata o de oro.
dainos,
aos
de
escasez;
tempestades,
terremotos,
grandes
inundaciones, cometas, las temperaturas del ao, y otros fenmenos diversos; por
497
consiguiente, les aconsejamos acerca de lo que deben hacer para evitar los males
y remediarlos."
498
499
Tenemos en Italia, por ejemplo, al duque de Ferrara, que no resisti los asaltos de
los venecianos en el 84 (1484) ni los del papa Julio en el 10 (1510), por motivos
distintos de la antigedad de su soberana en el dominio. Porque el prncipe
natural tiene menos razones y menor necesidad de ofender: de donde es lgico
que sea ms amado; y a menos que vicios excesivos le atraigan el odio, es
razonable que le quieran con naturalidad los suyos. Y en la antigedad y
continuidad de la dinasta se borran los recuerdos y los motivos que la trajeron,
pues un camibio deja siempre la piedra angular para la edificacin de otro.
Capitulo IV
POR QU EL REINO DE DARO, OCUPADO POR
ALEJANDRO,
NO SE
500
Los ejemplos de estas dos clases de gobierno se hallan hoy en el Gran Turco y en
el rey de Francia. Toda Turqua esta gobernada per un solo seor, del cual los
dems habitantes son siervos; un seor que divide su reino en sanjacados,
nombra sus administradores y los cambia y reemplaza a su antojo. En cambio, el
rey de Francia est rodeado por una multitud de antiguos nobles que tienen sus
prerrogativas, que son reco- nocidos y amados por sus sbditos y que son duelos
de un Estado que el rey no puede arrebatarles sin exponerse. As, si se examina
uno y otro gobierno, se ver que hay, en efecto, dificultad para conquistar el
Estado del Turco, pero que, una vez conquistado, es muy fcil conservarlo. Las
razones de la dificultad para apoderarse del reino del Turco residen en que no se
puede esperar ser llamado por los principes del Estado, ni confiar en que su
rebelin facilitar la empresa. Porque, siendo esclavos y deudores del principe, no
es nada ficil sobornarlos., y aunque se lo consiguiese, de poca utilidad sera, ya
que, por las razones enumeradas, los traidores no podran arrastrar consigo al
pueblo.
quedarn los nobles, que se harn cabe- cillas do los nuevos movimientos, y como
no podrs conformarlos ni matarlos a todos, perders el Estado en la primera
oportunidad que se les presente
Capitulo V
DE QU MODO HAY QUE GOBERNAR LAS CIUDADES O
PRINCIPADOS QUE, ANTES DE SER OCUPADOS, SE REGAN
POR SUS PROPIAS LEYES
502
Hay tres modos de conservar un Estado que, antes de ser adquirido, estaba
acostumbrado a regirse por sus propias leyes y a vivir en libertad: primero,
destruirlo., despus, radicarse en l; por ltimo, dejarlo regir por sus leyes,
obligarlo a pagar un tributo y establecer un gobierno compuesto por un corto
nmero de personas, para que se encargue de velar por la conquista. Como ese
gobierno sabe que nada puede sin la amistad y poder del principe, no ha de
reparar en medios para conservarle el Estado. Porque nada hay mejor para
conservar -si se la quiere conservar- una ciudad acostumbrada a vivir libre que
hacerla gobernar por sus mismos ciudadanos.
Capitulo VI
DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS QUE SE ADQUIEREN CON
LAS ARMAS PROPIAS Y EL TALENTO PERSONAL
Nadie se asombre de que, al hablar de los principados de nueva creacin y de
aquellos en los que slo es nuevo el prncipe, traiga yo a colacin ejemplos
ilustres. Los hombres siguen casi siempre cl carnino abierto por otros y se
empean en imitar las acciones de los demas. Y aunque no es posible seguir
exactamente el mismo camino ni alcanzar la perfeccin del modelo, todo hombre
prudente debe entrar en el camino seguido por los grandes e imitar a los que han
sido excelsos, para que, si no los iguala en virtud, por lo menos se les acerque; y
hacer como los arqueros experimentados, que, cuando tienen que dar en blanco
muy lejano, y dado que conocen el alcance de su arma, apuntan por sobre l, no
para llegar a tanta altura, sino para acertar donde se lo proponian con la ayuda de
mira tan elevada.
504
Y digo entonces que, entre ellos, loa ms ilustres han sido Moiss, Ciro, Rmulo,
Teseo y otros no menos grandes. Y aunque Moiss slo fue un simple agente de
la voluntad de Dios, merece, sin embargo, nuestra admiracin, siquiera sea por la
gracia que lo hacia digno de hablar con Dios. Pero tambin son admirables Ciro y
todos los dems que han adquirido o fundado reinos; y si iuzgamos sus hechos y
su gobierno, hallaremos que no deslucen ante los de Moiss, que tuvo tan gran
preceptor. Y si nos detenemos a estudiar su vida y sus obras, descubriremos que
no deben a la fortuna sino el haberles proporcionado la ocasin propicia, que fue
el material al que ellos dieron la forma conveniente.
Verdad es que, sin esa ocasin, sus mritos de nada hubicran valido; pero
tambin es cierto que, sin sus mritos, era intil que la ocasin se presentara. Fue,
pues,. necesario que Moiss hallara al pueblo de Israel esclavo y oprimido por los
egipcios para que ese pueblo, ansioso de salir de su sojuzgamiento, se dispusiera
a seguirlo. Se hizo menester que Rmulo no pudiese vivir en Alba y estuviera
expuesto desde su nacimiento, para que llegase a ser rey de Roma y fundador de
su patria. Ciro tuvo que ver a los persas des- contentos de la dominacin de los
medas, y a los medas flojos e indolentes como consecuencia de una larga paz. No
habra podido Teseo poner de manifesto sus virtudes si no hubiese sido testigo de
la dispersin de los atenienses. Por lo tanto, estas ocasiones permiticron que
estos hombres realizaran felizmente sus designios, y, por otro lado, sus mritos
permiticron que las ocasiones rindieran provecho, con lo cual llenaron de gloria y
de dicha a sus patrias.
506
A tan excelsos ejemplos hay que agregar otro de menor jerarqua, pero que
guarda cierta proporcin con aqullos y que servir para todos los de igual clase.
Es el de Hiern de Siracusa, que de simple ciudadano lleg a ser prncipe sin
tener otra deuda con el azar que la ocacin; pues los siracusanos, oprimidos, lo
nombraron su capitn, y fue entonces cuando hizo mritos suficientes para que lo
eligieran prncipe. Y a pesar de no ser noble, dio pruebas de tantas virtudes, que
quien ha escrito de l ha dicho: quod nihil illi deerat ad regnandum praeter
regnum. Licenci el antiguo ejrcito y cre uno nuevo; dej las amistades viejas y
se hizo de otras; y asi, rodeado por soldados y amigos adictos, pudo construir
sobre tales cimientos cuanto edificio quiso; y lo que tanto le habia costado adquirir,
poco le csto conservar.
Capitulo VII
DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS
QUE SE ADQUIEREN CON
ARMAS Y FORTUNA DE OTROS
Los que slo por la suerte se convierten en prncipes poco esfuerzo necesitan
para llegar a serlo, pero no se mantienen sino con muchisimo. Las dificultades no
surgen en su camino, porque tales hombres vuelan, pero se presentan una vez
instalados. Me refiero a los que compran un Estado o a los que lo obtienen como
regalo, tal cual suce- di a muchos en Grecia, en las ciudades de Jonia y del
Helesponto, donde fueron hechos prncipes por Dario a fin de que le conservasen
dichas ciudades para su seguridad y gloria; y como sucedi a muchos
emperadores que llegaban al trono corrompiendo los soldados. Estos prncipes no
se sostienen sino por la voluntad y la fortuna --cosas ambas mudables e
inseguras-- de quienes los elevaron; y no saben ni pueden conserver aquella
dignidad.
507
Acerca de estos dos modos de llegar a ser principe --por mritos o por suerte--,
quiero citar dos ejemplos que perduran en nuestra memoria: el de Francisco
Sforza y cl de Csar Borgia. Francisco, con los inedios que correspondan y con
un gran talento, de la nada se convirti en duque de Miln, y conserv con poca
fatiga lo que con mil afanes haba conquistado. En cl campo opuesto, Csar
Borgia, llamado duque Valentino por el vulgo, adquiri el Estado con la fortuna de
su padre, y con la de ste lo perdi, a pesar de haber empleado todos los medios
imaginables y de haber hecho todo lo que un hombre prudente y hbil debe hacer
para arraigar en un Estado que se ha obtenido con armas y apoyo ajenos. Porque,
como ya he dicho, el que no coloca los cimientos con anticipacin podra
colocarlos luego si tiene talento, aun con riesgo de disgustar al arquitecto y de
hacer peligrar el edificio. Si se examinan los progresos del duque, se ver que ya
haba echado las bases para su futura grandeza; y creo que no es superfluo
hablar de ello, porque no sabra qu mejores consejos dar a un prncipe nuevo
que el ejemplo de las medidas tomadas por l. Que si no le dieron el resultado
apetecido, no fue culpa suya, sino producto de un extraordinario y extremado rigor
de la suerte.
508
Para hacer poderoso al duque, su hijo, tena Alejandro VI que luchar contra
grandes dificultades presences y futuras. En primer lugar, no vea manera de
hacerlo seor de algn Estado que no fuese de la Iglesia; y saba, por otra parte,
que ni el duque de Miln ni los venecianos le consentiran que desmembrase los
territories de la Iglesia, porque ya Faenza y Rmini estaban bajo la proteccin de
los venecianos. Y despus vea que los ejrcitos de Italia, y especialmente
aquellos de los que hubiera podido servirse, estaban en manos de quienes deban
temer el engrandecimiento del papa; y mal poda fiarse de tropas mandadas por
los Orsini, los Colonna y sus aliados. Era, pues, necesario remover aquel estado
de cosas y desorganizar aquellos territorios para apoderarse sin riesgos de una
parte de ellos. Lo que le fue fcil, porque los venecianos, movidos por otras
razones, habian invitado a los franceses a volver a Italia; lo cual no slo no
impidi, sino facilit con la disolucin del primer matrimonio del rey Luis.
509
Lo primero que hizo fue debilitar a los Orsini y a los Colonna on Roma, ganndose
a su causa a cuantos nobles les eran adictos, a los cuales seal crecidos sueldos
y honr de acuerdo con sus mritos con mandos y administraciones, de modo que
en pocos meses el afecto que tenan por aqullos se volvi por entero hacia el
duque. Despus de lo cual, y dispersado que, hubo a los Colonna, esper la
ocasin de terminar con los Orsini. Oportunidad que se present bien y que l
aprovech mejor.
Los Orsini, que muy tarde haban comprendido que la grandeza del duque y de la
Iglesia generaba su ruina, celebraron una reunin en Magione, en el territorio de
Perusa, de la que nacieron la rebelin de Urbino, los tumultos de Romaa y los
infinitos peligros por los cuales atraves el duque; pero ste supo conjurar todo
con la ayuda de los franceses. Y restaurada su autoridad, el duque, que no poda
fiarse do los franceses ni de los dems fuerzas extranjeras, y que no se atreva a
desafiarlas, recurri a la astucia; y supo disimular tan bien sus propsitos, que los
Orsini, por intermedio del seor Paulo -a quien el duque colm de favores para
conquistarlo, sin escatimarle dinero, trajes ni caballos-, se reconciliaron
inmediatamente, hasta tal punto, que su candidez los llev a caer en sus manos
en Sinigaglia. Exterminados, pues, estos jefes y convertidos los partidarios de
ellos en amigos suyos, el duque tenia construidos slidos cimientos para su poder
futuro, mixime cuando posea toda la Romaa y el ducado de Urbino y cuando se
haba ganado la buena voluntad de esos pueblos, a los cuales empezaba a gustar
el bienestar de su gobierno.
Y porque esta parte es digna de mencin y de ser imitada por otros, conviene no
pasarla por alto. Cuando el duque se encontr con que la Romaa conquistada
estaba bajo el mando de seores ineptos que antes despojaban a sus sbditos
que los gobernaban, y que ms les daban motivos de desunin que de unin, por
lo cual se sucedan continuamente los robos, las rias y toda clase de desrdenes,
juzg necesario, si se queria pacificarla y volverla dcil a la voluntad del prncipe,
510
dotarla de un gobierno severo. Eligi para esta misin a Ramiro de Orco, hombre
cruel y expeditivo, a quien dio plenos poderes. En poco tiempo impuso ste su
autoridad, restableciendo la paz y la unin. Juzg entonces el duque innecesaria
tan excesiva autoridad, que podia hacerse odiosa, y cre en el centro de la
provincia, bajo la presidencia de un hombre virtuossimo, un tribunal civil en el cual
cada ciudadano tenia su abogado. Y como saba que los rigores pasados haban
engendrado algn odio contra su persona, quiso demostrar, para aplacar la
animosidad de sus sbditos y atrarselos, que, si algn acto de crueldad se habia
cometido, no es deba a l, sino a la salvaje naturaleza del ministro.
Y pens hacerlo por cuatro medios distintos: primero, exterminando a todos los
descendientes de los seores a quienes haba despojado, para que el papa no
tuviera oportunidad de restablecerlos. Segundo, atrayndose a todos los nobles de
511
Roma, para oponerse, con su ayuda, a los designios del papa. Tercero,
reduciendo el Colegio a su voluntad, hasta donde pudiese. Cuarto, adquiriendo
tanto poder, antes que el papa muriese, que pudiera por s mismo resistir un
primer ataque. De estas cuatro cosas, ya haba realizado tres a la muerte de
Alejandro, la cuarta estaba concluida. Porque seores despojados mat a cuantos
pudo alcanzar, y muy pocos se salvaron; y contaba con nobles romanos ganados
a su causa; y en el Colegio gozaba de gran influencia. Y por lo que toca a las
nuevas conquistas, tramaba apoderarse de Toscana, de la cual ya posea a
Perusa y Piombino, aparte de Pisa, que se habia puesto bajo su proteccin. Y en
cuanto no tuviese que guardar mis miramientos con los franceses (que de hecho
no tenia por qu guardrselos, puesto que ya los franceses haban sido
despojados del Reino por los espaoles, y que unos y otros necesitaban comprar
su amistad), se echara sobre Pisa.
Despus de lo cual Luca y Siena no tardaran en ceder, primero por odio contra
los florentinos, y despus por miedo al duque; y los florentinos nada podran
hacer. Si hubiese logrado esto (aunque fuera el mismo ao de la muerte de
Alejandro), habra adquirido tanto poder y tanta autoridad, que se hubiera
sostenido por s solo, y no habra dependido ms de la fortuna ni de las fuerzas
ajenas, sino de su poder y de sus mritos.
Pero Alejandro muri cinco aos despus de que el hijo empezara a desenvainar
la espada. Lo dejaban con tan slo un Estado afianzado: el de Romaa, y con
todos los dems en el aire, entre dos poderesos ejrcitos enemigos, y enfermo de
muerte. Pero habia en el duque tanto vigor de alma y de cuerpo, tan bien saba
cmo se gana y se pierde a los hombres, y los cimientos que echara en tan poco
tiempo eran tan slidos, que, a no haber tenido dos ejrcitos que lo rodeaban, o
simplemente a haber estado sano, se hubiese sostenido contra todas las
dificultades. Y si los cimientos de su poder eran seguros o no, se vio en seguida,
pues la Romaa lo esper ms de un mes: y, aunque estaba medio muerto, nada
512
se intent contra l, a pesar de que los Baglioni, los Vitelli y los Orsini habian ido
alli con ese propsito; y si no hizo papa a quien quera, obtuvo por lo menos que
no lo fuera quien l no queria que lo fuese. Pero todo le hubiese sido fcil a no
haber estado enfermo a la muerte de Alejandro. El mismo me dijo, el dia en que
elegido Julio II, que habia previsto todo lo que poda suceder a la muerte de su
padre, y para todo preparado remedio; pero que nunca haba pensado que en
semejante circunstancia l mismo poda hallarse moribundo.
No puedo, pues, censurar ninguno de los actos del duque; per el contrario, me
parece que deben imitarlos todos aquellos que llegan al trono mediante la fortuna
y las armas ajenas. Porque no es posible conducirse de otro modo cuando se
tienen tanto valor y tanta ambicin. Y si sus propsitos no se realizaron, tan slo
fue por su enfermedad y por la brevedad de la vida de Alejandro. El prncipe nuevo
que crea necesario defenderse de enemigos, conquistar amigos, vencer por la
fuerza o por el fraude, hacerse amar o temer de los habitantes, respetar y
obedecer por los soldades, matar a los que puedan perjudicarlo, reemplazar con
nuevas las leyes antiguas, ser severo y amable, magnnimo y liberal, disolver las
milicias infieles, crear nuevas, conserver la amistad de reyes y prncipes de modo
que lo favorezcan de buen grado o lo ataquen con recelos; el que juzgue
indispensable hacer todo esto, digo, no puede hallar ejemplos ms recientes que
los actos del duque.
que naca del de Francia, y los espaoles ligados a l por alianza y obligaciones
reciprocas. Por consiguiente, el duque deba tratar ante todo de ungir papa a un
espaol, y, a no serle posible, aceptar al cardenal de Arnboise antes que el de San
Pedro Advncula. Pues se engaa quien cree que entre personas eminentes los
beneficios nuevos hacen olvidar las ofensas antiguas. Se equivoc el. duque en
esta eleccin, causa ltima de su definitive ruina.
Capitulo IX
DEL PRINCIPADO CIVIL
Trataremos ahora del segundo caso: aquel en que un ciudadano. no por crimenes
ni violencia. sino gracias al favor de sus compatriotas, se convierte en prncipe. El
Estado as constituido puede llamarse principado civil. El llegar a l no depende
por completo de los mritos o de la suerte; depende, ms bien, de una cierta
habilidad propiciada por la fortuna, y que necesita, o bien del apoyo del pueblo, o
bien del de los nobles. Porque en toda ciudad se encuentran estas dos fuerzas
contrarias, una de las cuales lucha por mandar y oprimir a la otra, que no quiere
ser mandada ni oprimida. Y del choque de las dos corrientes surge uno de estos
tres efectos. o principado, o libertad, o licencia.
El principado pueden implantarlo tanto el pueblo como los nobles, segn que la
ocasin se presente a uno o a otros. Los nobles, cuando comprueban que no
pueden resistir al pueblo, concentran toda la autoridad en uno de ellos y lo hacen
prncipe, para poder, a su sombra, dar rienda sucita a sus apetitos. El pueblo,
cuando a su vez comprueba que no puede hacer frente a los grandes, cede su
autoridad a uno y lo hace prncipe para que lo defienda. Pero el que llega al
principado con la ayuda de los nobles se mantiene con ms dificultad que el que
ha llegado mediante el apoyo del pueblo, porque los que lo rodean se consideran
sus iguales, y en tal caso se le hace difcil mandarlos y manejarlos como quisiera.
514
Mientras que el que llega por el favor popular es nica autoridad, y no tiene en
derredor a nadie o casi nadie que no est dispuesto a obedecer. Por otra parte, no
puede honradamente satisfacer a los grandes sin lesionar a los dems; pero, en
cambio, puede satisfacer al pueblo, porque la la finalidad del pueblo es ms
honesta que la de los grandes, queriendo stos oprimir, y aqul no ser oprimido.
Para aclarar mejor esta parte en lo que se refiere a los grandes, digo que se
deben considerar en dos aspectos principales: o proceden de tal rnanera que se
unen por completo a su suerte, o no. A aquellos que se unen y no son rapaces, se
les debe honrar y amar; a aquellos que no se unen, se les tiene que considerar de
dos maneras: si hacen esto por pusilanimidad y defecto natural del nimo,
entonces t debes servirte en especial de aquellos que son de buen criterio,
porque en la prosperidad te honrarn y en la adversidad no son de temer, pero
cuando no se unen sino por clculo y por ambicin, es seal de que piensan ms
en s mismos que en ti, y de ellos se debe cuidar cl prn- cipe y temerles como si
se tratase de enemigos declarados, porque esperarn la adversidad para
contribuir a su ruina.
515
El que llegue a prncipe mediante el favor del pueblo debe esforzarse en conservar
su afecto, cosa fcil, pues el pueblo slo pide no ser oprimido. Pero el que se
convierta en prncipe por el favor do los nobles y contra el puebio proceder bien
si so empea ante todo en conquistarlo, lo que slo le ser fcil si lo toma bajo su
proteccin. Y dado que los hombres se sienten ms agradecidos cuando reciben
bien de quien slo esperaban mal, se somete el pueblo ms a su bienhcehor que
si lo hubiese conducido al principado por su voluntad. El prncipe puede ganarse a
su pueblo do muchas maneras, que no mencionar porque es impossible dar
reglas fijas sobre algo que vara tanto segn las circunstancias. Insistir tan slo
on que un prncipe necesita contar con la amistad del pueblo, pues de lo contrario
no tiene remedio en la adversidad.
de magistrados, los cuales, y sobre todo en, pocas adversas, pueden arrebatarle
muy fcilmente el poder, ya dejando de obedecerle, ya sublevando al puebio
contra ellos. Y el prncipe, rodeado de peligros, no tiene tiempo para asumir la
autoridad absoluta, ya que los ciudadanos y los sbditos, acostumbrados a recibir
rdenes nada ms que de los magistrados, no estn en semejantes trances
dispuestos a obedecer las suyas. Y no encontrar nunca, en los tiempos dudosos,
gentes en quien poder confiar, puesto que tales prncipes no pueden tomar como
ejemplo lo que sucede en tiempos normales, cuando los ciudadanos tienen
necesidad del Estado, y corren y prometen y quieren morir por l, porque la
muerte est lejana; pero en los tiempos adversos, cuando el Estado tiene
necesidad de losciudadanos, hay pocos que quieran acudir en su ayuda. Y esta
experiencia es tanto ms peligrosa cuanto que no puede intentarse sino una vez.
Por ello, un prncipe hbil debe hallar una manera por la cual sus ciudadanos
siempre y en toda ocasin tengan necesidad del Estado y de l. Y asi le sern
siempre fieles.
Capitulo X
COMO DEBEN MEDIRSE LAS
FUERZAS DE TODOS
LOS PRINCIPADOS
obligados a refugiarse dentro de sus muros para defenderlos. Del primer caso ya
se ha hablado, y se agregar ms adelante lo que sea oportuno. Del segundo
caso no se puede decir nada, salvo aconsejar a los prncipes que fortifiquen y
abastezcan la ciudad en que residen y que se despreocupen de la campaa.
Quien tenga bien fortificada su ciudad, y con respecto a sus sbditos se haya
conducido de acuerdo con lo ya expuesto y con lo que expondr ms adelante,
dificilmente ser asaltado; porque los hombres son enemigos de las empresas
demasiado arriesgadas, y no puede reputarse por fcil el asalto a alguien que
tiene su ciudad bien fortificada y no es odiado por el pueblo. Las ciudades de
Alemania son librrimas; tienen poca campaa, y obedecen al empe- rador
cuando les place, pues no le temen, asi como no temen a ninguno de los
poderosos que las rodean. La razn es simple: estn tan bien fortificadas que no
puede menos de pensarse que el asedio sera arduo y prolongado. Tienen muros
y fosos adecuados, tanta artilleria como necesitan, y guardan en sus almacenes lo
necesario para beber, comer y encender fuego durante un ao; aparte de lo cual, y
para poder mantener a los obreros sin que ello sea una carga para el erario
pblico, disponen siempre de trabaio para un ao en esas obras que son el nervio
y la vida de la ciudad. Por ltimo, tienen en alta estima los ejercicios militares, que
reglamentan con infinidad de ordenanzas
Un prncipe, pues, que gobierne una plaza fuerte, y a quien el pueblo no odie, no
puede ser atacado; pero si lo fuese, el atacante se vera obligado a retirarse sin
gloria, porque son tan variables las cosas de este mundo que es impossible que
alguien permanezca con sus ejrcitos un ao sitiando ociosamente una ciudad. Y
al que me pregunte si el pueblo tendr paciencia, y el largo asedio y su propio
inters no le harn olvidar al prncipe, contesto que un prncipe poderoso y
valiente superar siempre estas dificultades, ya dando esperanzas a sus sbditos
de que el mal no durar mucho, ya infundindoles terror con la amenaza de las
vejaciones del enemigo, o ya asegurndose diestramente de los que le parezcan
demasiado osados. Aadiremos a esto que es muy probable que el enemigo
devaste y saquee la comarca a su llegada, que es cuando los nimos estn mis
caldeados y ms dispuestos a la defensa; momento propicio para imponerse,
518
porque, pasados algunos dias, cuando los nimos se hayan enfriado, los daos
estarn hechos, las desgracias se habrn sufrido y no quedar ya remedio alguno.
Los sbditos so unen por ello ms estrechamente a su prncipe, como si el haber
sido incendiadas sus casas y devastadas sus posesiones en defensa del seor
obligar a ste a protegerlos. Est en la naturaleza de los hombres el quedar
reconocidos lo mismo por los beneficios que hacen que por los que reciben. De
donde, si se considera bien todo, no sor difcil a un prncipe sabio mantener firme
el nimo de sus ciudadanos durante el asedio, siempre y cuando no carezean de
vveres ni de medios de la defensa.
Capitulo XI
DE LOS PRINCIPADOS
ECLESIASTICOS
Slo nos resta discurrir sobre los principados eclesisticos, respecto a los cuales
todas las dificultades existen antes de poseerlos, pues se adquieren o por valor o
por suerte, y se conservan sin el uno ni la otra, dado que se apoyan en antiguas
instituciones religiosas que son tan potentes y de tal calidad, que mantienen a sus
prncipes en el poder sea cual fuere el modo en que stos procedan y vivan.
Estos son los nicos que tienen Estados y no los defienden; sbditos, y no los
gobiernan. Y los Estados, a pesar de hallarse indefensos, no les son arrebatados,
y los sbditos, a pasar de carecer de gobierno, no se preocupan, ni piensan, ni
podran sustraerse a su soberania. Son, por consiguiente, los (nicos principados
seguros y felices. Pero como estn regidos por leyes superiores, inasequibles a la
mente humana, y como han sido inspirados por cl Seor, sera oficio de hombre
presuntuoso y temerario el pretender hablar de ellos. Sin embargo, si alguien me
preguntase a qu se debe que la Iglesia haya llegado a adquirir tanto poder
temporal, ya que antes de Alejandro, no s1o las potencias italianas, sino hasta
519
Antes que Carlos, rey de Francia, entrase en Italia, esta provincia estaba bajo la
dominacin del papa, de los venecianos, del rey de Npoles, del duque de Miln y
de los florentinos. Estas potencias deban tener dos cuidados principales: evitar
que un ejrcito extranjero invadiese a Italia y procurar que ninguna de ellas
preponderara. Los que despertaban ms recelos eran los venecianos y el papa.
Para contener a aqullos era necesaria una coalicin de todas las dems
potencias, como se hizo para la defensa de Ferrara. Para contener al papa,
bastaban los nobles romanos, que, divididos en dos facciones, los Orsini y los
Colonna, disputaban continuamente y acudan a las armas a la vista misma del
pontifice, con lo cual la Santa Sede estaba siempre dbil y vacilante.
Y aunque alguna vez surgiese un papa enrgico, como lo fue Sixto, ni la suerte ni
la experiencia pudieron servirle jams de manera decisiva, a causa de la brevedad
de su vida, pues los diez aos que, como trmino medio, vive un papa bastaban
apenas para debilitar una de las facciones. Y si, por ejemplo, un papa haba casi
conseguido exterminar a los Colonna, resurgian stos bajo otro enemigo de los
Orsini, a quienes tampoco haba tiempo para hacer desaparecer por completo; por
todo lo cual las fuerzas temporales del papa eran poco temidas en Italia. Vino por
fin Alejandro VI y prob, como nunca lo haba probado ningn pontifice, de cunto
era capaz un papa con fuerzas y dinero; pues tomando al duque Valentino por
instrurnento, y la llegada de los franceses como motivo, hizo todas esas cosas que
he contado al hablar sobre las actividades del duque.
muerte y de la del duque, fue heredera de sus fatigas. Lo sucedi el papa Julio,
quien, con una Iglesia engrandecida y duea de toda la Romaa, con los nobles
romanos dispersos por las persecuciones de Alejandro, y abierto el camino para
procurarse dinero, cosa que nunca haba ocurrido antes de Alejandro, no slo
mantuvo las conquistas de su predecesor, sino que las acrecent; y despus de
proponerse la adquisicin de Bolonia, la ruina de los venecianos y la expulsion de
los franceses de Italia. lo llev a cabo con tanta ms gloria cuando que lo hizo
para engrandecer la Iglesia y no a ningn hombre. Dej las facciones Orsini y
Colonna en el mismo estado en que las encontr., y aunque ambas tuvieron jefes
capaces de rebelarse, se quedaron quietas por dos razones: primero, por la
grandeza de la Iglesia, que los atemorizaba, y despus, por carecer de cardenales
que perteneciesen a sus partidos, origen siempre de discordia entre ellos. Que de
nuevo se repetirn toda vez que tengan cardenales que los representen, pues
stos fomentan dentro y fuera de Roma la creacin de partidos que los nobles de
una y otra familia se ven obligados a apoyar.
Por lo cual cabe decir que las disensiones y disputas entre los nobles son
originadas por la ambicin de los prelados. Ha hallado, pues, Su Santidad el papa
Len una Iglesia potentsima; y se puede esperar que asi como aqullos la
hicieron grande por las armas, ste la har an ms poderosa y venerable por su
bondad y sus mil otras virtudes.
Capitulo XII
DE LAS DISTINTAS CLASES DE
MILICIAS Y DE LOS SOLDADOS
MERCENARIOS
las causas de su prosperidad o ruina y los medios con que muchos quisieron
adquirirlos y conservarlos, rstame ahora hablar de las formas de ataque y
defensa que pueden ser necesarias en cada uno de los Estados a que me he
referido.
Digo, pues, que las tropas con que un prncipe defiende sus Estados son propios,
mercenarios, auxiliares o mixtos. Las mercenarias y auxiliares son intiles y
peligrosas; y el prncipe cuyo gobierno descanse en soldados mercenarios no
estar nunca seguro ni tranquilo, porque estn desunidos, porque son ambiciosos,
desleales, valientes entre los amigos, pero cobardes cuando se encuentran frente
a los enemigos; porque no tienen disciplina, como tienen temor de Dies ni buena
fe con los hombres; de modo que no se difiere la ruina sino mientras se difiere la
ruptura; y ya durante la paz despojan a su prncipe tanto como los enemigos
durante la guerra, pues no tienen otro amor ni otro motivo que los lleve a la batalla
que la paga del prncipe, la cual, por otra parte, no es suficiente para que deseen
morir per l.
Quieren ser sus soldados mientras el prncipe no hace la guerra; pero en cuanto la
guerra sobreviene, o huyen o piden la baja. Poco me costara probar esto, pues la
ruina actual de Italia no ha sido causada sino por la confianza depositada durante
muchos aos en las tropas mercenarias, que hicieron al principio, y gracias a
ciertos jefes, algunos progresos que les dieron fama de bravas; pero que
demostraron lo que valan en cuanto aparecieron a la vista ejrcitos extranjeros.
522
De tal suerte que Carlos, rey de Francia, se apoder de Italia con un trozo de tiza.
Y los que afirman que la culpa la tenian nuestros pecados, decan la verdad,
aunque no se trataba de los pecados que imaginaban, sino de los que he
expuesto. Y como estos pecados los cometieron los prncipes, sobre ellos recay
el castigo.
524
Porque viendo que aquel hombre, cuya capacidad conocian despus de haber
derrotado al duque de Miln, hacia la guerra con tanta tibieza, comprendieron que
ya nada poda esperarse de l, puesto que no lo quera; y dado que no podian
licenciarlo, pues perdan lo que habian conquistado, no les quedaba otro recurso,
para vivir seguros, que matarlo. Tuvieron luego por capitanes a Bartolom de
Brgamo, a Roberto de San Severino, al conde de Pitigliano y a otros de quienes
no tenian que temer las victorias, sino las derrotas, como les sucedi luego en
Vaili, donde en un dia perdieron lo que con tanto esfuerzo haban conquistado en
ochocientos aos. Porque estas milicias, o traen lentas, tardas y mezquinas
adquisiciones, o sbitas y fabulosas prdidas
que Italia fue recorrida libremente por Carlos, saqueada por Luis, violada por
Fernando e insultada por los suizos. El mtodo que estos capitanes siguieron para
adquirir reputacin fue primero el de quitarle importancia a la infantera. Y lo
hicieron porque, no poseyendo tierras y teniendo que vivir de su industria, con
pocos infantes no pedan imponerse y les era impossible alimentar a muchos,
mientras que, con un nmero reducido de jinetes, se vean honrados sin que fuese
un problema el proveer a su sustentacin. Las cosas habian llegado a tal extremo,
que en un ejrcito de veinte mil hombres no haba dos mil infantes. Por otra parte,
se haban ingeniado para ahorrarse y ahorar a sus soldados la fatiga y el miedo
con la consigna de no matar en las refriegas, sino tomar prisioneros, sin
degollarlos. No asaltaban de noche las ciudades, ni los carnpesinos atacaban las
tiendas; no levantaban empalizadas ni abran fosos alrededor del campamento, ni
vivan en l durante el invierno. Todas estas cosas, permitidas por sus cdigos
militares, las inventaron ellos, como he dicho, para evitarse fatigas y peligros. Y
con ellas condujeron a Italia a la esclavitud y a la deshonra.
Capitulo XIV
DE LOS DEBERES DE UN PRINCIPE PARA CON LA MILICIA
526
Francisco Sforza, por medio de las armas, lleg a ser duque de Miln, de simple
ciudadano que era; y sus hijos, por escapar a las incomodidades de las armas, de
duques pasaron a ser simples ciudadanos. Aparte de otros males que trae, el
estar desarmado hace despreciable, verguenza que debe evitarse por lo que luego
explicar. Porque entre uno armado y otro desarmado no hay comparacin
posible, y no es razonable que quien est armado obedezca de buen grado a
quien no lo est, y que el principe desarmado se sienta seguro entre servidores
armados, porque, desdeoso uno y desconfiado el otro, no es posible que
marchen de acuerdo. Por todo ello, un prncipe que, aparte de otras desgracias,
no entienda de cosas militares, no puede ser estimado por sus soldados ni puede
confiar en ellos.
527
Filopmenes, prncipe de los aqueos, tena, entre otros mritos que los
historiadores le concedieron, el de que en los tiempos de paz no pensaba sino en
las cosas que incumben a la guerra; y cuando iba de paseo por la campaa, a
menudo se detena y discurra as con los amigo Si el enemigo estuviese en
aquella colina y nosotros nos encontremos aqui con nuestro ejrcito, de quin
sera la ventaja? Cmo podramos ir a su encuentro, conservando el orden? Si
quisiramos
retirarnos,
cmo
deberamos
proceder?
cmo
los
528
de paz, sino, por cl contrario, hacer acopio de enseanzas para valerse de ellas en
la adversidad, a fin de que, si la fortuna cambia, lo halle preparado para reisitirle.
Capitulo XV
DE
AQUELLAS
COSAS
POR
LAS
CUALES
LOS
HOMBRES
Queda ahora por analizar cmo debe comportarse un prncipe en el trato con
sbditos y amigos. Y porque s que muchos han escrito sobre el tema, me
pregunto, al escribir ahora yo, si no ser tachado de presuntuoso, sobre todo al
comprobar que en esta materia me aparto de sus opiniones. Pero siendo mi
propsito escribir cosa til para quien la entiende, me ha parecido ms
conveniente ir tras la verdad efectiva de la cosa que tras su apariencia. Porque
muchos se han imaginado como existentes de veras a repblicas y principados
que nunca han sido vistos ni conocidos; porque hay tanta diferencia entre cmo se
vive y cmo se debera vivir, que aquel que deja lo que se hace por lo que debera
hacerse marcha a su ruina en vez de beneficiarse., pues un hombre que en todas
partes quiera hacer profesin de bueno es inevitable que se pierda entre tantos
que no lo son. Por lo cual es necesario que todo prncipe que quiera mantenerse
aprenda a no ser bueno, y a practicarlo o no de acuerdo con la necesidad.
uno afeminado y pusilnime, otro decidido y animoso; uno humano, otro soberbio;
uno lascivo, otro casto; uno sincero, otro astuto; uno duro, otro dbil; uno grave,
otro frvolo; uno religioso, otro incrdulo, y as sucesivamente.
S que no habra nadie que no opinase que sera cosa muy loable que, de entre
todas las cualidades nombradas, un prncipe poseyese las que son consideradas
buenas; pero como no es posible poseerlas todas, ni observarlas siempre, porque
la naturaleza humana no lo consiente, le es preciso ser tan cuerdo que
sepa
Capitulo XVII
DE LA CRUELDAD Y LA CLEMENCIA; Y SI ES MEJOR SER AMADO QUE
TEMIDO, O SER TEMIDO QUE AMADO
Paso a las otras cualidades ya cimentadas y declaro que todos los prncipes
deben desear ser tenidos por clementes y no por crueles. Y, sin embargo, deben
cuidarse de emplear mal esta clemencia, Csar Borgia era considerado cruel,
pese a lo cual fue su crueldad la que impuso el orden en la Romaa, la que logr
su unin y la que la volvi a la paz y a la fe. Que, si se examina bien, se ver que
Borgia fue mucho ms clemente que el pueblo florentino, que para evitar ser
tachado de cruel, dej destruir a Pistoya. Por lo tanto, un prncipe no debe
preocuparse porque lo acusen de cruel, siempre y cuando su crueldad tenga por
objeto el mantener unidos y fieles a los sbditos; porque con pocos castigos
530
ejemplares ser ms clemente que aquellos que, por excesiva clemencia, dejan
multiplicar los desrdenes, causas de matanzas y saqueos que perjudican a toda
una poblacin, mientras que las medidas extremas adoptadas por cl prncipe slo
van en contra de uno. Y es sobre todo un prncipe nuevo el que no debe evitar los
actos de crueldad, pues toda nueva dominacin trae consigo infinidad de peligros.
Asi se explica que Virgilio ponga en boca de Dido:
Res dura et regni novitas me talia (cogunt
Moliri, et late fines custode tueri.
Sin embargo, debe ser cauto en el creer y el obrar, no tener miedo de s mismo
y proceder con moderacin, prudencia y humanidad, de modo que una excesiva
confianza no lo vuelva imprudente, y una desconfianza exagerada, intolerable.
Surge de esto una cuestin: si vale ms ser amado que temido, o temido que
amado. Nada mejor que ser ambas cosas a la vez; pero puesto que es difcil
reunirlas y que siempre ha de faltar una, declaro que es ms seguro ser temido
que amado. Porque de la generalidad de los hombres se puede decir esto: que
son ingratos, volubles, simuladores, cobardes ante el peligro y vidos de lucro.
Mientras les haces bien, son completamente tuyos: te ofrecen su sangre, sus
bienes, su vida y sus hijos, pues --- como antes expliqu ---ninguna necesidad
tienes de ello; pero cuando la necesidad se presenta se rebelan. Y el prncipe que
ha descansado por entero en su palabra va a la ruina al no haber tomado otras
providencias; porque las amistades que se adquieren con el dinero y no con !a
altura y nobleza de alma son amistades merecidas, pero de las cuales no se
dispone, y llegada la oportunidad no se las puede utilizar. Y los hombres tienen
menos cuidado en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer;
porque el amor es un vnculo de gratitud que los hombres, perversos por
naturaleza, rompen cada vez que pueden beneficiarse; pero el temor es miedo al
castigo que no se pierde nunca. No obstante lo cual, el prncipe debe hacerse
temer de modo que, si no se granjea el amor, evite el odio, pues no es impossible
ser a la vez temido y no odiado; y para ello bastar que se abstenga de
apoderarse de los bienes y de las mujeres de sus ciudadanos y sbditos, y que no
531
Pero cuando cl principe est al frente de sus ejrcitos y tiene que gobernar a miles
de soldados, es absolutamente necesario que no se preocupe si merece fama de
cruel, porque sin esta fama jams podr tenerse ejrcito alguno unido y dispuesto
a la lucha. Entre las infinitas cosas admirables de Anbal se cita la de que, aunque
contaba con un ejrcito grandsimo, formado por hombres de todas las razas a los
que llev a combatir en tierras extranjeras, jams surgi discordia alguna entre
ellos ni contra el prncipe, asi en la mala como en la buena fortuna. Y esto no
poda deberse sino a su crueldad inhumana, que, unida a sus muchas otras
virtudes, lo haca venerable y terrible en el concepto de los soldados; que, sin
aqulla, todas las dems no le habran bastado para ganarse este respeto. Los
historiadores poco reflexivos admiran, por una parte, semejante orden, y, por la
otra, censuran su razn principal. Que si es verdad o no que las dems virtudes no
le habran bastado puede verse en Escipin ---hombre de condiciones poco
comunes, no slo dentro de su boca, sino dentro de toda la historia de la
humanidad---, cuyos ejrcitos se rebelaron en Espaa. Lo cual se produjo por
culpa de su excesiva clemencia, que haba dado a sus soldados ms licencia de la
que a la disciplina militar convena. Falta que Fabio Mxirno le reproch en el
Senado, llamndolo corruptor de la milicia romana.
Capitulo XVIII
DE QUE MODO LOS PRINCIPES
DEBEN CUMPLIR SUS PROMESAS
Digamos primero que hay dos maneras de combatir: una, con las leyes; otra, con
la fuerza. La primera es distintiva del hombre; la segunda, de la bestia. Pero como
a menudo la primera no basta, es forzoso recurrir a la segunda. Un prncipe debe
saber entonces comportarse como bestia y como hombre. Esto es lo que los
antiguos escritores ensearon a los prncipes de un modo velado cuando dijeron
que Aquiles y muchos otros de los prncipes antiguos fueron confiados al centauro
533
Quirn para que los criara y educase. Lo cual significa que, como el preceptor es
mitad bestia y mitad hombre, un prncipe debe saber emplear las cualidades de
ambas naturalezas, y que una no puede durar mucho tiempo sin la otra.
pero se debe estar dispuesto a irse al otro extremo si ello fuera necesario. Y ha de
tenerse presente que un prncipe, y sobre todo un prncipe nuevo, no puede
observar todas las cosas gracias a las cuales los hombres son considerados
buenos, porque, a menudo, para conservarse en el poder, se ve arrastrado a obrar
contra la fe, la caridad, la humanidad y la religin. Es preciso, pues, que tenga una
inteligencia capaz de adaptarse a todas las circunstancias, y que, como he dicho
antes, no se aparte del bien mientras pueda, pero que, en caso de necesidad, no
titubee en entrar en el mal.
Por todo esto un prncipe debe tener muchsimo cuidado de que no le brote nunca
de los labios algo que no est empapado de las cinco virtudes citadas, y de que, al
verlo y oirlo, parezea la clemencia, la fe, la rectitud y la religin mismas, sobre todo
esta tima. Pues los hombres, en general, juzgan ms con los ojos que con las
manos, porque todos pueden ver, pero pocos tocar. Todos ven lo que pareces ser,
mas pocos saben lo que eres; y estos pocos no se atreven a oponerse a la opinin
de la mayora, que se escuda detrs de la majestad del Estado. Y en las acciones
de los hombres, y particularmente de los prncipes, donde no hay apelacin
posible, se atiende a los resultados. Trate, pues, un prncipe de vencer y
conserver el Estado, que los medios siempre sern honorables y loados por todos;
porque cl vulgo se deja engaar por las apariencias y por el xito; y en el mundo
slo hay vulgo, ya que las minoras no cuentan sino cuando las mayorias no tienen
donde apoyarse. Un prncipe de estos tiempos, a quien no es oportuno nombrar,
jams predica otra cosa que concordia y buena fe; y es enernigo acrrimo de
ambas, ya que, si las hubiese observado, habra perdido ms de una vez la fama y
las tierras.
Capitulo XIX
DE QUE MODO DEBE EVITARSE
SER DESPRECIADO Y ODIADO
535
536
El conspirador siempre cree que el pueblo quedar contento con la muerte del
prncipe, y jams, si sospecha que se producir el efecto contrario, se decide a
tomar semejante partido, pues son infinitos los peligros que corre el que conspira.
La experiencia nos demuestra que hubo muchsimas conspiraciones y que muy
pocas tuvieron xito. Porque el que conspira no puede obrar solo ni buscar la
complicidad de los que no cree descontentos; y no hay descontento que no se
regocije en cuanto le hayas confesado tus propsitos, porque de la revelacin de
tu secreto puede esperar toda clase de beneficios; es preciso que, sea muy amigo
tuyo o enconado enemigo del prncipe para que, al hallar en una parte ganancias
seguras y en la otra dudosas y llenas de peligro, te sea, leal.
Y para reducir el problema a, sus ltimos trminos, declaro que de parte del
conspirador slo hay recelos, sospechas y temor al castigo, mientras que el
prncipe cuenta con la majestad del prncipado, con las leyes y con la ayuda de los
amigos, de tal manera que, si se ha granjeado la simpata popular, es imposible
que haya alguien que sea tan temerario como para conspirar. Pues si un
conspirador est por lo comn rodeado de peligros antes de consumar el hecho, lo
estar an ms despus de ejecutarlo, porque no encontrar amparo en ninguna
parte.
537
Sobre este particular podran citarse innumerables ejemplos; pero me dar por
satisfecho con mencionar uno
Micer Anbal Bentivoglio, abuelo del actual micer Anbal, que era prncipe de
Bolonia, fue asesinado por los Canneschi, que se haba conjurado contra l, no
quedando de los suyos ms que micer Juan, que era una criatura. Inmediatamente
despus de somejante crimen so sublev el pueblo y extermin a todos los
Canneschi. Esto nace de la simpatia, popular que la casa de los Bentivoglio tena
en aquellos tiempos, y que fue tan grande que, no quedando de ella nadie en
Bolonia que pudiese, muerto Anbal, regir el Estado, y habiendo inicios de que en
Florencia exista un descendiente de los Bentivoglio, que se consideraba hasta
entonces hijo de cerrajero, vinieron los boloeses en su busca a Florencia y le
entregaron el gobierno de aquella ciudad la que fue gobernada por l hasta que
micer Juan hubo llegado a una edad adecuada par asumir el mando.
tercer poder que, sin responsabilidades para el rey, castigase a los nobles y
beneficiase al pueblo. No poda tomarse medida mejor ni ms juiciosa, ni que
tanto proveyese a la seguridad del rey y del reino. De donde puede extraerse esta
consecuencia digna de mencin: que los prncipes deben encomendar a los
dems las tareas gravosas y reservarse las agradables. Y vuelvo a repetir que un
prncipe debe estimar a los nobles, pero sin hacerse odiar por el pueblo.
de dejar satisfechas a ambas partes, se decidan por los soldados, sin importarles
pisotear al pueblo. Era el partido lgico: cuando cl prncipe no puede evitar ser
odiado por una de las dos partes, debe inclinarse hacia el grupo ms numeroso, y
cuando esto no es posible, inclinarse hacia el ms fuerte.
De ah que los emperadores -que al serlo por razones ajenas al derecho tenan
necesidad de apoyos extraordinarios- buscasen contentar a los soldados antes
que al pueblo; lo cual, sin embargo, poda resultarles ventajoso o no segn que
supiesen o no ganarse y conserver su respeto. Por tales motivos, Marco, Pertinax
y Alejandro, a pesar de su vida moderada, a pesar de ser amantes de la justicia,
enemigos de, la crueldad, humanitarios y benvolos, tuvieron todos, salvo Marco,
triste fin. Y Marco vivi y muri amado gracias a que lleg al trono por derecho de
herencia, sin debrselo al pueblo ni a los soldados., y a que, como estaba
adornado de muchas virtudes que lo hacan venerable, tuvo siempre, mientras
vivi, sometido a unos y a otros a su voluntad, y nunca fue odiado ni despreciado.
Pero Pertinax fue hecho emperador contra el parecer de los soldados, que,
acostumbrados a vivir en la mayor licencia bajo Cmodo, no podian tolerar la vida
virtuosa que aqul pretendia imponerles; y por esto fue odiado. Y como al odio se
agreg al desprecio que inspiraba su vejez, pereci en los comienzos mismos de
su reinado.
Y aqui se debe sealar que el odio se gana tanto con las buenas acciones como
con las perversas, por cuyo motivo, como dije antes, un principe que quiere
conserver el poder es a menudo forzado a no ser bueno, porque cuando aquel
grupo, ya sea pueblo, soldados o nobles, del que t juzgas tener necesidad para
mantenerte, est corrompido, te conviene seguir su caprichopara satisfacerlo,
pues entonces las buenas acciones seran tus enemigas.
Detengmonos ahora en Alejandro, hombre de tanta bondad que, entre los elogios
que se le tributaron, figura el de que en catorce aos que rein no hizo matar a
540
nadie sin juicio previo; pero su fama de persona dbil y que se dejaba gobernar
por su madre le acarre el desprecio de los soldados, que se sublevaron y lo
mataron.
Y como juzgaba peligroso declararse a la vez enemigo de los dos, resolvi atacar
a Nger y engaar a Albino, para lo cual escribi a ste que, elegido emperador
por el Senado, quera compartir el trono con l; le mand el ttulo de csar y, por
acuerdo del Senado, lo convirti en su colega, distincin que Albino acept sin
541
vacilar. Pero una vez que hubo vencido y muerto a Nger, y pacificadas las cosas
en Oriente, volvi a Roma y se quej al Senado de que Albino, olvidndose de los
beneficios que le deba, haba tratado vilmente de matarlo, por lo cual era preciso
que castigara su ingratitud. Fue entonces a buscarlo a las Galias y le quit la vida
y el Estado.
Quien examine, pues, detenidamente las acciones de Severo, ver que fue un
feroz len y un zorro muy astuto, y advertir que todos le temieron y respetaron y
que el ejrcito no lo odi; y no se asombrar de que l, prncipe nuevo, haya
podido ser amo de un imperio tan vasto, porque su ilimitada autoridad lo protegi
siempre del odio que sus depredaciones podan haber hecho nacer en el pueblo.
extermin a gran parte del pueblo de Roma y a todo el de Alejandra. Por este
motivo se hizo odioso a todo el mundo, empez a ser temido por los mismos que
lo rodeaban y a la postre fue muerto por un centurin en presencia de todo el
ejrcito. Conviene notar al respecto no est en manos de ningn prncipe evitar
esta clase de atentados, producto de la firme decisin de un hombre de carcter,
porque al que no le importa morir no le asusta quitar la vida a otro., pero no los
tema el prncipe, pues son rarsimos, y preocpese, en cambio, por no inferir
ofensas graves a nadie que est junto a l para el servicio del Estado. Es lo que
no hizo Antonino, ya que, a pesar de haber asesinado en forma ignominiosa a un
hermano del centurin, y de amenazar a ste diariamente con lo mismo, lo
conservaba en su guardia particular: tranquilidad temeraria que tena que traerle la
muerte, y se la trajo.
542
Pasemos a Cmodo, a quien, por ser hijo de Marco y haber recibido el imperio en
herencia, fcil le hubiera sido conservarlo, dado que con slo seguir las huellas de
su padre hubiese tenido satisfecho a puebto y ejrcito. Pero fue un hombre cruel y
brutal que, para desahogar su ansia de rapia contra el pueblo, trat de captarse
la benevolencia de las tropas permitindoles toda clase de licencias; por otra
parte, olvidado de la dignidad que investa, bajo muchas veces a la arena para
combatir con los gladiadores y cometi vilezas incompatibles con la majestad
imperial, con lo cual se acarre el desprecio de los soldados. De modo que,
odiado por un grupo y aborrecido por el otro, fue asesinado a consecuencia de
una conspiracin.
Nos quedan por examinar las cualidades de Maximino. Fastidiadas las tropas por
la inactividad de Alejandro, de quien ya he hablado, elevaron al imperio, una vez
muerto ste, a Maximano, hombre de espiritu extraordinariamente belicoso, que
no se conserv en el poder mucho tiempo porque hubo dos cosas que lo hicieron
odioso y despreciable: la primera, su baja condicin, pues nadie ignoraba que
haba sido pastor en Tracia, y esto produca universal disgusto; la otra, su fama de
sanguinario; haba diferido su marcha a Roma para tomar posesin del mando, y
en el intervalo, haba cometido, en Roma y en todas partes del imperio, por
intermedio de sus prefectos, un sinfin de depredaciones. Menospreciado por la
bajeza de su origen y odiado por el temor a su ferocidad, era natural que todo el
mundo se sintiese inquieto y, en consecuencia, que el Africa se rebelase y que el
Senado y luego el pueblo de Roma y toda Italia conspirasen contra l. Su propio
ejrcito, mientras sitiaba a Aquilea sin poder tomarla, cansado de sus crueldades y
temindolo menos al verlo rodeado de tantos enemigos, se pleg al mo- vimiento y
lo mat.
en forma desmedida a los soldados; pues aunque haya que tratarlos con
consideracin, el caso es menos grave dado que estos prncipes no tienen
ejrcitos
propios,
vinculados
estrechamente
con
los
gobiernos
las
Del mismo modo, conviene que el Sultn, cuyo reino est por completo en manos
del ejrcito, conserve las simpatas de ste sin tener consideraciones para con el
pueblo. Y advirtase que este Estado del Sultn es muy distinto de todos los
principados y slo parecido al pontificado cristiano, al que no puede llamrsele
principado hereditario ni principado nuevo, porque no son los hijos del prncipe
viejo los herederos y futuros prncipes, sino el elegido para ese puesto por los que
tienen autoridad.. Y como se trata de una institucin antigua, no le corresponde el
nombre de principado nuevo, aparte de que no se encuentran en l los obstculos
que existen en los nuevos, pues si bien el principe es nuevo, la constitucin del
Estado es antigua y el gobernante recibido como quien lo es por derecho
hereditario.
Pero volvamos a nuestro asunto. Cualquiera que meditase este discurso hallara
que la causa de la ruina de los emperadores citados ha sido el odio o el desprecio,
y descubrira a qu se debe que, mientras parte de ellos procedieron de un modo
y parte de otro, en ambos modos hubo dichosos y desgraciados. Pertinax y
Alejandro fracasaron.porque, siendo prncipes nuevos, quisieron imitar a Marco,
que haba llegado al imperio por derecho de sucesin; y lo misnno le sucedi a
544
Capitulo XXI
COMO DEBE COMPORTARSE UN PRINCIPE PARA SER ESTIMADO
Nada hace tan estimable a un prncipe como las grandes empresas y el ejemplo
de raras virtudes. Prueba de ello es Fernando de Aragn, actual rey de Espaa, a
quien casi puede llamarse prncipe nuevo, pues de rey sin importancia se ha
convertido en el primer monarca de la
comprobarlo
quien
las
examine,
han
todas
grandes,
algunas
Con dinero del pueblo y de la Iglesia pudo mantener sus ejrcitos, a los que
templ en aquella larga guerra y que tanto lo honraron despus. Ms tarde, para
poder
Antoco, llamado a Grecia por los etoilos para arrojar de all a los romanos, mand
embajadores a los acayos, que eran amigos de los romanos, para convencerlos
546
de que permaneciesen neutrales. Los romanos por el contrario, les pedan que
tomaran armas a su favor. Se debati el asunto en el consejo de los acayos, y
cuando el enviado de Antoco solicit neutralidad, el representante romano replic
Quod autem isti dicunt non interponendi vos bello, nihil magis alienum rebus
vestris est, sine gratia, sine dignitate, praemium victoris eritis.
Conviene advertir que un prncipe nunca debe aliarse con otro ms poderoso para
atacar a terceros, sino, de acuerdo con lo dicho, cuando las circunstancias lo
obligan, porque si veciera queda en su poder, y los prncipes deben hacer lo
possible por no quedar a disposicin de otros. Los venecianos, que, pudiendo
abstenerse de intervenir, se aliaron con los franceses contra el duque de Miln,
labraron su propia ruina. Pero cuando no se puede evitar, como sucedi a los
florentinos en oportunidad del ataque de los ejercitos del papa y de Espaa contra
547
Capitulo XXII
DE LOS SECRETARIOS DEL PRINCIPE
548
No haba nadie que, al saber que Antonio da Venafro era ministro de Pandolfo
Petrucci, prncipe de Siena, no juzgase hombre muy inteligente a Pandolfo por
tener por ministro a quien tena. Pues hay tres clases de cerebros: el primero
discierne por s; el segundo entiende lo que los otros disciernen, y el terecro no
discierne ni entiende lo que los otros disciernen. El primero es excelente, el
segundo bueno y el tercero intil. Era, pues, absolutamente indispensable que, si
Pandolfo no se hallaba en el primer caso, se hallase en el segundo. Porque con tal
que un prncipe tenga el suficiente discernimiento para darse cuenta de lo bueno o
malo que hace y dice, reconocer, aunque de por s no las descubra, cules son
las obras buenas y cules las malas de un ministro, y podr corregir stas y
elogiar las otras; y el ministro, que no podr confiar en engaarlo, se conservar
honesto y fiel.
Para conocer a un ministro hay un modo que no falla nunca. Cuando se ve que un
ministro piensa ms en l que en uno y que en todo no busca sino su provecho,
estamos en presencia de un ministro que nunca ser bueno y en quien el prncipe
nunca podr confiar. Porque el que tiene en sus manos el Estado de otro jams
debe pensar en s mismo, sino en el prncipe, y no recordarle sino las cosas que
pertenezean a l. Por su parte, el prncipe, para mantenerlo constante en su
fidelidad, debe pensar en el ministro. Debe honrarlo, enriquecerlo y colmarlo de
cargos, de manera que comprenda que no puede estar sin l, y que los muchos
honores no le hagan desear ms honores, las muchas riquezas no le hagan ansiar
ms riquezas y los muchos cargos le hagan temer los cambios politicos. Cuando
los ministros, y los prncipes con respecto a los ministros, proceden as, pueden
confiar unos en otros; pero cuando proceden de otro modo, las consecuencias son
perjudiciales tanto para unos como para otros.
Capitulo XXIII
COMO HUIR DE LOS ADULADORES
549
No quiero pasar por alto un asunto importante, y es la falta en que con facilidad
caen los prncipes si no son muy prudentes o no saben elegir bien. Me refiero a los
aduladores, que abundan en todas las cortes. Porque los hombres se complacen
tanto en sus propias obras, de tal modo se engaan, que no atinan a defenderse
de aquella calamidad; y cuando quieren defenderse, se exponen al peligro de
hacerse despreciables. Pues no hay otra manera de evitar la adulacin que el
hacer comprender a los hombres que no ofenden al decir la verdad; y resulta que,
cuando todos pueden decir la verdad, faltan al respeto. Por lo tanto, un prncipe
prudente debe preferir un tercer modo: rodearse de los hombres de buen juicio de
su Estado, nicos a los que dar libertad para decirle la verdad, aunque en las
cosas sobre las cuales scan interrogados y slo en ellas. Pero debe interrogarlos
sobre todos los tpicos, escuchar sus opiniones con paciencia y despus resolver
por si y a su albedro. Y con estos consejeros comportarse de tal manera que
nadie ignore que ser tanto ms estimado cuanto ms libremente hable. Fuera de
ellos, no escuchar a ningn otro, poner en seguida en prctica lo resuelto y ser
obstinado en su cumplimiento. Quien no pro- cede as se pierde por culpa de los
aduladores o, si cambia a menudo de parecer, es tenido en menos.
Quiero a este propsito citar un ejemplo moderno, Fray Lucas [Rinaldi], embajador
ante el actual emperador Maximiliano, deca, hablando de Su Majestad, que no
peda consejos a nadie y que, sin embargo, nunca haca lo que quera. Y esto
precisamente por proceder en forma contraria a la aconsejada. Porque cl
emperador es un hombre reservado que no comunica a nadie sus pensamientos ni
pide pareceres; pero como, al querer ponerlos en prctica, empiezan a conocerse
y descubrise, y los que los rodean opinan en contra, ficilmente desiste de ellos. De
donde resulta que lo que hace hoy lo deshace maana, que no se entiende nunca
lo que desea o intenta hacer y que no se puede confiar en sus determinaciones.
Por este motivo, un prncipe debe pedir consejo siempre, pero cuando l lo
considere conveniente y no cuando lo consideren convenience los dems, por lo
cual debe evitar que nadie emita pareceres mientras no sea interrogado. Debe
550
preguntar a menudo, escuchar con paciencia la verdad acerca de las cosas sobre
las cuales ha interrogado y ofenderse cuando entera de que alguien no se la ha
dicho por temor. Se engaan los que creen que un prncipe es juzgado sensato
gracias a los buenos consejeros que tiene en derredor y no gracias a sus propias
cualidades. Porque sta es una regla general que no falla nunca un prncipe que
no es sabio no puede ser bien aconsejado y, por ende, no puede gobernar, a
menos que se ponga bajo la tutela de un hombre muy prudente que lo gue en
todo. Y aun en este caso, durara poco en el poder, pues cl ministro no tardara en
despojarlo del Estado. Y si pide consejo a ms de uno, los consejos sern siempre
distintos, y un prncipe que no sea sabio no podr conciliarlos. Cada uno de los
conse- jeros pensar en lo suyo, y l no podr saberlo ni corregirlo. Y es
impossible hallar otra clase de consejeros, porque los hombres se comportarn
siempre mal mientras la necesidad no los obligue a lo contrario. De esto se
concluye que es conveniente que los buenos consejos, vengan de quien vinieren,
nazcan de la prudencia del prncipe y no la prudencia del principe de los buenos
consejo
551
CAPTULO I: Idea general.- Distingo las leyes que dan origen a la libertad poltica
con relacin a la constitucin, de aquellas que lo hacen con relacin al ciudadano.
Las primeras constituyen el tema de este libro; tratar de las segundas en el libro
siguiente.
Durante largo tiempo algn pueblo hizo consistir la libertad en el uso de llevar una
larga barba. No han faltado quienes asociando este nombre a una forma de
Gobierno, excluyeron las dems. Los afectos al Gobierno republicano la
radicaron en dicho Gobierno; los afectos al Gobierno monrquico la situaron en la
Monarqua.
Para que no se pueda abusar del poder es preciso que, por la disposicin de las
cosas, el poder frene al poder. Una constitucin puede ser tal que nadie est
obligado a hacer las cosas no preceptuadas por la ley, -y a no hacer las
permitidas.
CAPTULO
V: Del fin de los distintos Estados.- Aunque todos los Estados tengan, en
general, el mismo fin, que es el de mantenerse, cada uno tiene, sin embargo, uno
que le es particular. El engrandecimiento era el de Roma; la guerra, el de
553
Existe tambin una nacin en el mundo cuya constitucin tiene como objeto
directo la libertad poltica. Vamos a examinar los principios en que se funda: si son
buenos, la libertad se reflejar en ellos como en un espejo. Para descubrir la
libertad poltica en la constitucin no, hace falta mucho esfuerzo. Ahora bien, si se
la puede contemplar y si ya se ha encontrado, por qu buscarla ms?
Por el tercero, castiga los delitos o juzga las diferencias entre particulares.
Llamaremos a ste poder judicial, y al otro, simplemente, poder ejecutivo del
Estado. La libertad poltica de un ciudadano depende de la tranquilidad de espritu
que nace de la opinin que tiene cada uno de su seguridad. Y para que exista la
libertad es necesario que el Gobierno sea tal que ningn ciudadano pueda temer
nada de otro.
Tampoco hay libertad si el poder judicial no est separado del legislativo ni del
ejecutivo. Si va unido al poder legislativo, el poder sobre la vida y la libertad de los
ciudadanos sera arbitrario, pues el juez seria al mismo tiempo legislador. Si va
unido al poder ejecutivo, el juez podra tener la fuerza de un opresor.
En las Repblicas de Italia, los tres poderes estn reunidos, y hay menos libertad
que en nuestras Monarquas. Por eso, el Gobierno necesita para mantenerse de
medios tan violentos como los del Gobierno turco. Prueba de ello son los
inquisidores de Estado y el cepillo donde cualquier delator puede, en todo
momento, depositar su acusacin en una esquela.
555
Pero si los tribunales no deben ser fijos, s deben serlo las sentencias, hasta el
punto que deben corresponder siempre al texto expreso de la ley. Si fueran una
opinin particular del juez, se vivira en la sociedad sin saber con exactitud los
compromisos contrados con ella. Es necesario adems que los jueces sean de la
misma condicin que el acusado, para que ste no pueda pensar que cae en
manos de gentes propensas a irrogarle dao. Si el poder legislativo deja al
ejecutivo el derecho de encarcelar a los ciudadanos que pueden responder de su
556
conducta, ya no habr libertad, menos que sean detenidos para responder, sin
demora, a una acusacin que la ley considere capital, en cuyo caso son realmente
libres, puesto que slo estn sometidos al poder de la ley.
Pero si el poder legislativo se creyera en peligro por alguna conjura secreta contra
el Estado, o alguna inteligencia con los enemigos del exterior, podr permitir al
poder ejecutivo, por un periodo de tiempo corto y limitado, detener a los
ciudadanos sospechosos, quienes perderan la libertad por algn tiempo, pero
para conservarla siempre. Este es el nico medio conforme a la razn de suplir la
tirnica magistratura de los foros, y de los inquisidores de Estado de Venecia,
que son tan despticos como aquellos.
El cuerpo representante no debe ser elegido tampoco para tomar una resolucin
activa, lo cual no hara bien, sino para promulgar leyes o para ver si se han
cumplido adecuadamente las que hubiera promulgado, cosa que no slo puede
realizar muy bien, sino que slo l puede hacer.
Hay siempre en los Estados personas distinguidas por su nacimiento, sus riquezas
o sus honores que si estuvieran confundidas con el pueblo y no tuvieran ms que
un voto como los dems, la libertad comn seria esclavitud para ellas y no
tendran ningn inters en defenderla, ya que la mayor parte de las resoluciones
iran en contra suya. La parte que tomen en la legislacin debe ser, pues,
proporcionada a las dems ventajas que poseen en el Estado, lo cual ocurrir si
558
forman un cuerpo que tenga derecho a oponerse a las tentativas del pueblo, de
igual forma que el pueblo tiene derecho a, oponerse a las suyas.
El poder ejecutivo debe estar en manos de un monarca, porque esta parte del
Gobierno, que necesita casi siempre de una accin rpida, est mejor
administrada por una sola persona que por varias; y al contrario, las cosas
concernientes al poder legislativo se ordenan mejor por varios que por uno solo. Si
559
560
En ese caso el Estado no seria una Monarqua, sino una Repblica no libre. Pero
como el que ejecuta no puede ejecutar mal sin tener malos consejeros que odien
las leyes como ministros, aunque stas les favorezcan como hombres, se les
puede buscar y castigar. Es la ventaja de este Gobierno sobre el de Gnido, donde
nunca se poda dar razn al pueblo de las injusticias que se cometan contra l,
ya que la ley no permita llamar a juicio a los amimones, ni siquiera despus de
concluida su administracin.
Aunque, en general, el poder judicial no debe estar unido a ninguna parte del
legislativo, hay, sin embargo, tres excepciones, basadas en el inters particular del
que ha de ser juzgado. Los grandes estn siempre expuestos a la envidia, y si
fueran juzgados por el pueblo, podran correr peligro, y adems no serian
561
juzgados por sus iguales, privilegio que tiene hasta el menor de los ciudadanos en
un Estado libre. As, pues, los nobles deben ser citados ante la parte del cuerpo
legislativo compuesta por nobles, y no ante los tribunales ordinarios de la nacin.
Podra ocurrir que la ley, que es ciega y clarividente a la vez, fuera, en ciertos
casos, demasiado rigurosa. Los jueces de la nacin no son, como hemos dicho,
ms que el instrumento que pronuncia las palabras de la ley, seres inanimados
que no pueden moderar ni la fuerza ni el rigor de las leyes. La parte del cuerpo
legislativo que considerbamos como tribunal necesario, anteriormente, lo es
tambin en esta ocasin: a su autoridad suprema corresponde moderar la ley en
favor de la propia ley, fallando con menos rigor que ella. Pudiera tambin ocurrir
que algn ciudadano violara los derechos del pueblo en algn asunto pblico
y cometiera delitos que los magistrados no pudieran o no quisieran castigar. En
general, el poder legislativo no puede castigar, y menos an en este caso en que
representa la parte interesada, que es el pueblo. As, pues, slo puede ser la parte
que acusa, pero ante quin acusar?
No podr rebajarse ante los tribunales de la ley que son inferiores y que adems,
al estar compuestos por personas pertenecientes al pueblo, como ella, se veran
arrastrados por la autoridad de tan gran acusador. Para conservar la dignidad del
pueblo y la seguridad del particular ser preciso que la parte legislativa del pueblo
acuse ante la parte legislativa de los nobles, la cual no tiene los mismos intereses
ni las mismas pasiones que aqulla. Esta es la ventaja del Gobierno al que nos
referimos sobre la mayor parte de las Repblicas antiguas, donde exista el abuso
de que el pueblo era al mismo tiempo juez y acusador.
El poder ejecutivo no puede entrar en el debate de los asuntos, pues slo forma
parte del legislativo por su facultad de impedir. Ni siquiera es necesario que
proponga, pues, como tiene el poder de desaprobar las resoluciones, puede
rechazar las decisiones de las propuestas que hubiera deseado no se hicieran. En
algunas Repblicas antiguas, en las que el pueblo en cuerpo discuta los asuntos,
era natural que el poder ejecutivo los propusiera y los discutiera con l, sin lo cual
se habra producido una extraordinaria confusin en las resoluciones.
563
Para que el ejecutivo no pueda oprimir es preciso que los ejrcitos que se le
confan sean pueblo y estn animados del mismo espritu que el pueblo, como
ocurri en Roma hasta la poca de Mario. Y para que as suceda slo existen dos
medios: que los empleados en el ejrcito tengan bienes suficientes para responder
de su conducta ante los dems ciudadanos y que no se alisten ms que por un
ao, como se hacia en Roma, o si hay un cuerpo de tropas permanente,
constituido por las partes ms viles de la nacin, es preciso que el poder
legislativo pueda desarticularlo en cuanto lo desee, que los soldados convivan con
los ciudadanos y que no haya campamentos separados, ni cuarteles, ni plazas d
guerra.
Dicho debilitamiento derivar de una causa fatal: la debilidad misma del Gobierno.
El que lea la admirable obra de Tcito Sobre las costumbres de los germanos se
dar cuenta de que los ingleses han tomado de ellos la idea de su Gobierno
poltico. Este magnifico sistema fue hallado en los bosques.
Como todas las cosas humanas tienen un fin, el Estado del que hablamos, al
perder su libertad, perecer tambin. Roma, Lacedemonia y Cartago perecieron.
Este Estado morir cuando el poder legislativo est ms corrompido que el
ejecutivo. No soy quien para examinar si los ingleses gozan ahora de libertad o no.
Me basta decir que est establecida por las leyes, y no busco ms.
No pretendo con esto rebajar a los dems Gobiernos, ni decir que esta suma
libertad poltica deba mortificar a los que slo la tienen moderada. Cmo lo iba a
decir yo, que creo que el exceso de razn no es siempre deseable y que los
hombres se adaptan mejor a los medios que a los extremos?
565
Entre los siglos XIII y XVIII la organizacin poltica de Europa sufri una dramtica
transformacin,
pasando
de
un
conjunto
desordenado
de
unidades
566
rey Juan Sin Tierra, ambos bandos firmaron un documento conocido como la
Carta Magna. Este acuerdo limitaba las exigencias impositivas del monarca,
garantizaba las libertades del individuo y garantizaba una justicia gil para todos
los ciudadanos. En justa correspondencia, el rey impuso a sus sbditos de mayor
categora la obligacin de representarse a s mismos en su Parlamento.
En Francia, el rey Felipe IV el Hermoso convoc en 1302 por vez primera los
Estados Generales, una institucin formada por clrigos, nobles y gobernantes
civiles, para aprobar el rgimen fiscal de las propiedades de la Iglesia. Desde el
siglo XIV hasta principios del XVII, los Estados Generales se reunan
peridicamente para debatir diferentes temas, especialmente los relacionados con
las finanzas. En el siglo XVI, las elites en Inglaterra, Francia, Prusia y Espaa ya
haban consolidado instituciones representativas que conferan la autoridad de la
gestin de los impuestos a un gobierno fuerte y centralizado.
Las Provincias Unidas surgieron como una unin de siete de las provincias de los
Pases Bajos que se rebelaron contra el dominio espaol. Para conquistar su
independencia
en
1588,
las
elites
neerlandesas
formaron
instituciones
567
Durante los siglos XVII y XVIII fueron surgiendo por toda Europa gobernantes con
potencias slidas y centralizadas que pronto se vieron compitiendo entre s por los
territorios, los recursos y las poblaciones. Esta rivalidad exiga de los gobernantes
la recaudacin de cantidades cada vez mayores de dinero para consolidar su
podero militar. Los gobernantes crearon cuerpos de funcionarios para recaudar
impuestos; sin embargo, la cantidad de impuestos que un gobernante era capaz
de atesorar estaba limitada por los recursos naturales y humanos del pas.
Por esta razn, los gobernantes europeos tenan un inters evidente en estimular
una mayor produccin econmica e incrementar el comercio. Mediante la venta,
ms que la compra, de mayor cantidad de bienes en el mercado internacional
recaudaban ms dinero para la economa domstica. Esta riqueza adicional
permita nuevas inversiones y, por tanto, aumentaba el nivel de empleo del pueblo
as como los recursos. Para gravar la produccin y el comercio crecientes, los
gobernantes a menudo se vean obligados a negociar con las elites para que
aprobasen los nuevos impuestos. Esta necesidad fortaleci la relacin entre los
gobernantes y las elites, as como el posterior papel de dicha relacin en el
desarrollo de los gobiernos representativos. La estabilidad de esta relacin
constituy la base de muchas instituciones polticas democrticas surgidas
durante el siglo XIX.
568
sido
antes acordado
representacin
poda
La revuelta del Parlamento entre 1648 y 1653, conocida como la Fronda, puso de
manifiesto la vulnerabilidad de la monarqua francesa de mediados del siglo XVII
frente a la resistencia de las elites, as como la incapacidad de stas para
aprovechar tal oposicin para dar cauce de forma ms institucionalizada a sus
opiniones sobre la fiscalidad y otros asuntos de Estado. Cuando el rey pensaba
que las elites de una determinada regin podan oponerse a nuevos impuestos,
simplemente no convocaba su parlamento; en el siglo XVIII el territorio
570
representado por los estados provinciales que votaban sobre los temas fiscales
constitua nicamente el 30 por ciento de Francia. Los miembros de estos estados
eran finalmente convencidos para que apoyaran los nuevos impuestos y a cambio,
a veces se les otorgaba exenciones de pago o ciertos favores reales. En el caso
de que se resistieran localmente, su objetivo sola ser proteger tales privilegios
contra la intrusin regia.
En la Europa del siglo XVII la idea de las libertades tena que ver ms con
privilegios que con altos ideales de libertad personal. La proteccin de tales
libertades significaba protegerse contra mtodos impositivos arbitrarios y defender
los privilegios obtenidos por las elites locales y regionales como contrapartida a
recaudaciones anteriores. La rebelin neerlandesa contra los espaoles en 1588
no se debi a ninguna idea genrica de libertad o independencia, sino ms bien a
la defensa y reafirmacin de todas las libertades conquistadas por las ciudades y
provincias holandesas en siglos anteriores. Mientras estuvieron bajo el dominio
nominal del Sacro Imperio Romano Germnico, del duque de Borgoa y de los
primeros monarcas espaoles de la Casa de Habsburgo, las ciudades y provincias
holandesas haban disfrutado de hecho de una amplia autonoma. Pero Felipe II,
que deseaba recaudar ms dinero para combatir al Imperio otomano, intent
obtener fondos adicionales de los Pases Bajos. Los neerlandeses se organizaron
para rechazar el dominio espaol y formar una repblica. Durante los siguientes
80 aos tuvieron que hacer frente a los intentos espaoles por recuperar lo que los
gobernantes tildaban de provincias rebeldes. En este caso, las libertades
pertenecan a ciertos grupos de ciudadanos ms que a los individuos.
Muchos estados posean una nica institucin representativa constituida por las
elites que, como un solo grupo, negociaban con la monarqua en lo referente a
temas de autoridad y poderes. Sin embargo, los monarcas franceses negociaron
los impuestos con las distintas elites de forma individualizada. Por una parte, esta
situacin otorgaba al rey un mayor poder, ya que las elites no estaban
organizadas sobre una base comn a lo ancho de todo el pas; por la otra, exiga
que el rey entablase negociaciones ms frecuentes y de menor alcance de lo que
en realidad hubiera sido necesario. Aunque las ventajas de la situacin francesa
parecan evidentes durante principios del siglo XVIII, en la dcada de 1780 la
monarqua atraves una crisis fiscal como consecuencia de su incapacidad para
convencer a las elites de que prestaran su apoyo a las polticas tributarias,
necesarias para hacer frente a las deudas contradas durante las guerras.
En la Inglaterra de los siglos XVII y XVIII, el rey no poda recaudar fondos para
financiar las guerras sin la autorizacin del Parlamento, que era quien aprobaba
las leyes y autorizaba los impuestos. Un elemento central de la poltica britnica (y
posteriormente norteamericana) fue la conexin entre el sistema impositivo y el
sistema representativo; los franceses llegaron a un vnculo similar, aunque por una
va ms dramtica. Una crisis fiscal en Francia durante la dcada de 1780 oblig
al rey francs a adoptar medidas desesperadas, convocando los Estados
Generales, que no se haban reunido desde 1614, para recabar su apoyo y
aumentar los impuestos. Si el rey hubiera logrado el respaldo de los Estados
Generales, tal vez se hubiera evitado la Revolucin Francesa. Pero las elites,
especialmente el denominado tercer estado, plebeyo y laico, exigan un mayor
protagonismo en la toma de decisiones fiscales y el resultado fue la Revolucin
Francesa, que puso fin de manera dramtica al rgimen monrquico en 1789.
los derechos del individuo. El siglo XIX tambin fue testigo del cambio del papel
que desempeaba la fiscalidad en la financiacin de los estados, as como de la
actitud general respecto a quin deba soportar los impuestos y en qu grado. El
vnculo entre la representacin de las elites y la fiscalidad se fue debilitando a
medida que disminua la presin fiscal. La presin fiscal se redujo porque la
industrializacin consigui que los sistemas econmicos fueran mucho ms
productivos y porque tambin disminuyeron los gastos blicos.
sociales.
El
creciente
colectivo
de
personas
que
formulaba
575
Sin embargo, a medida que se descubren nuevos caminos para llegar al poder,
oscila el valor del nacimiento. En el siglo XI, la nobleza era de un valor
inestimable; se compra en el siglo XIII; el primer ennoblecimiento tiene lugar en
1270, y la igualdad llega por fin al gobierno por medio de la aristocracia misma.
Durante los setecientos aos que acaban de transcurrir, a veces, para luchar
contra la autoridad regia o para arrebatar el poder a sus rivales, los nobles dieron
preponderancia poltica al pueblo.
Ms a menudo an, se vio cmo los reyes daban participacin en el gobierno a las
clases inferiores del Estado, a fin de rebajar a la aristocracia.
En Francia, los reyes se mostraron los ms activos y constantes niveladores.
Cuando se sintieron ambiciosos y fuertes, trabajaron para elevar al pueblo al nivel
de los nobles; y cuando fueron moderados y dbiles, tuvieron que permitir que el
pueblo se colocase por encima de ellos mismos. Unos ayudaron a la democracia
con su talento, otros con sus vicios. Luis XI y Luis XIV tuvieron buen cuidado de
igualarlo todo por debajo del trono, y Luis XV descendi l mismo con su corte
hasta el ltimo peldao.
Desde que los ciudadanos comenzaron a poseer la tierra por medios distintos al
sistema feudal y en cuanto fue conocida la riqueza mobiliaria, que pudieron a su
vez crear la influencia y dar el poder, no se hicieron descubrimientos en las artes,
ni hubo adelantos en el comercio y en la industria que no crearan otros tantos
elementos nuevos de igualdad entre los hombres. A partir de ese momento, todos
los procedimientos que se descubren, todas las necesidades que nacen y todos
los deseos que se satisfacen, son otros tantos avances hacia la nivelacin
universal. El afn de lujo, el amor a la guerra, el imperio de la moda, todas las
pasiones superficiales del corazn humano, as como las ms profundas, parecen
actUar de consuno en empobrecer a los ricos y enriquecer a los pobres.
En cuanto los trabajos de la inteligencia llegaron a ser fuentes de fuerza y de
riqueza, se consider cada desarrollo de la ciencia, cada conocimiento nuevo y
578
cada idea nueva, como un germen de poder puesto al alcance del pueblo. La
poesa, la elocuencia, la memoria, los destellos de ingenio, las luces de la
imaginacin, la profundidad del pensamiento, todos esos dones que el Cielo
concede al azar, beneficiaron a la democracia y, aun cuando se encontraran en
poder de sus adversarios, sirvieron a la causa poniendo de relieve la grandeza
natural del hombre. Sus conquistas se agrandaron con las de la civilizacin y las
de las luces, y la literatura fue un arsenal abierto a todos, a donde los dbiles y los
pobres acudan cada da en busca de armas.
Cuando se recorren las pginas de nuestra historia, no se encuentran, por decirlo
as, grandes acontecimientos que desde hace setecientos aos no se hayan
orientado en provecho de la igualdad.
Las cruzadas y las guerras de los ingleses diezman a los nobles y dividen sus
tierras; la institucin de las comunas introduce la libertad democrtica en el seno
de la monarqua feudal; el descubrimiento de las armas de fuego iguala al villano
con el noble en el campo de batalla; la imprenta ofrece iguales recursos a su
inteligencia; el correo lleva la luz, tanto al umbral de la cabaa del pobre, como a
la puerta de los palacios; el protestantismo sostiene que todos los hombres gozan
de las mismas prerrogativas para encontrar el camino del cielo. La Amrica,
descubierta, tiene mil nuevos caminos abiertos para la fortuna, y entrega al oscuro
aventurero las riquezas y el poder.
Si, a partir del siglo XI, examinamos lo que pasa en Francia de cincuenta en
cincuenta aos, al cabo de cada uno de esos periodos, no dejaremos de percibir
que una doble revolucin se ha operado en el estado de la sociedad. El noble
habr bajado en la escala social y el labriego ascendido. Uno desciende y el otro
sube. Casi medio siglo los acerca, y pronto van a tocarse.
Y esto no slo sucede en Francia. En cualquier parte hacia donde dirijamos la
mirada, notaremos la misma revolucin que contina a travs de todo el universo
cristiano. Por doquiera se ha visto que los ms diversos incidentes de la vida de
los pueblos se inclinan en favor de la democracia. Todos los hombres la han
579
582
todos los hombres iguales ante la ley. Pero, por el concurso de extraos
acontecimientos, la religin se encuentra momentneamente comprometida en
medio de poderes que la democracia derriba, y le sucede a menudo que rechaza
la igualdad que tanto ama, y maldice la libertad como si se tratara de un
adversario, mientras que, si se la sabe llevar de la mano, podr llegar a santificar
sus esfuerzos.
Al lado de esos hombres religiosos, descubro otros cuyas miradas estn dirigidas
hacia la tierra ms bien que hacia el cielo; partidarios de la libertad, no solamente
porque ven en ella el origen de las ms nobles virtudes, sino sobre todo porque la
consideran como la fuente de los mayores bienes, desean sinceramente asegurar
su imperio y hacer disfrutar a los hombres de sus beneficios. Comprendo que sos
van a apresurarse a llamar a la religin en su ayuda, porque deben saber que no
se puede establecer el imperio de la libertad sin el de las costumbres, ni consolidar
las costumbres sin las creencias; pero han visto la religin en las filas de sus
adversarios, y eso ha bastado para ello; unos la atacan y los otros no se atreven a
defenderla.
Los pasados siglos han contemplado cmo las almas bajas y venales
preconizaban la esclavitud, mientras los espritus independientes y los corazones'
generosos luchaban sin esperanza por salvar la libertad humana. Pera se
encuentran a menudo en nuestros das hombres naturalmente nobles y altivos,
cuyas opiniones estn en oposicin con sus gustos, que elogian el servilismo y la
ramplonera que nunca conocieron por s mismos. Hay otros, al contrario, que
hablan de la libertad como si sintiesen lo que hay de noble y grande en ella, que
reclaman ruidosamente en favor de la humanidad derechos que ellos siempre
despreciaron.
Descubro tambin a unos hombres virtuosos y apacibles, a los que sus
costumbres puras, sus hbitos tranquilos, su bienestar econmico y sus luces
intelectuales colocan naturalmente a la cabeza de las masas que los rodean.
Llenos de amor sincero ppr la patria, estn prontos a hacer por ella grandes
sacrificios: sin embargo, la civilizacin encuentra a menudo en ellos adversarios
587
decididos; confunden sus abusos con sus beneficios, y en su espritu la idea del
mal est indisolublemente unida a la de cualquier novedad.
Muy cerca veo a otros que, en nombre del progreso y esforzndose en
materializar al hombre, quieren encontrar lo til sin preocuparse de lo justo, la
ciencia lejos de las creencias, y el bienestar separado de la virtud. Se llaman a s
mismos los campeones de la civilizacin moderna, y se ponen insolentemente a la
cabeza, usurpando un lugar que se les presta y del que los rechaza su indignidad.
En dnde nos encontramos?
Los hombres religiosos combaten la libertad, y los amigos de la libertad atacan a
las religiones. Espritus nobles y generosos elogian la esclavitud, y almas torpes y
serviles preconizan la independencia. Ciudadanos decentes e ilustrados son
enemigos de todos los progresos, en tanto que hombres sin patriotismo y sin
convicciones se proclaman apstoles de la civilizacin y de las luces.
Es que todos los siglos se han parecido al nuestro? El hombre ha tenido
siempre ante los ojos como en nuestros das, un mundo donde nada se enlaza,
donde la virtud carece de genio, y el genio no tiene honor; donde el amor al orden
se confunde con la devocin a los tiranos y el culto sagrado de la libertad con el
desprecio a las leyes; en que la conciencia no presta ms que una luz dudosa
sobre las acciones humanas; en que nada parece ya prohibido, ni permitido, ni
honrado, ni vergonzoso, ni verdadero, ni falso?
Pensar acaso que el Creador hizo al hombre para dejarlo debatirse
constantemente en medio de las miserias intelectuales que nos rodean. No podra
creerlo: Dios dispone para las sociedades europeas un porvenir ms firme y ms
tranquilo; ignoro sus designios, pero no dejar de creer en ellos porque no puedo
penetrarlos, y ms preferira dudar de mis propias luces que de su justicia.
Hay un pas en el mundo donde la gran revolucin social de que hablo parece
haber alcanzado casi sus lmites naturales. Se realiz all de una manera sencilla y
fcil o, mejor, se puede decir que ese pas alcanza los resultados de la revolucin
588
589
Notas.
(1) En la poca en que publiqu la primera edicin de esta obra, M. Gustave de
Beaumont, mi compaero de viaje por Norteamrica, trabajaba an en su libro
intitulado Mara, o la esclavitud en los Estados Unidos, que apareci despus. El
fin principal de M. de Beaumont ha sido poner de relieve y dar a conocer la
situacin de los negros en medio de la sociedad angloamericana. Su obra arrojar
una viva y nueva luz sobre el problema de la esclavitud, de vital importancia para
las Repblicas. No s si me engao; pero me parece que el libro de M. de
Beaumont, despus de haber interesado vivamente a quienes deseen buscar en l
emociones y cuadros, debe obtener un xito ms slido y durable entre los
lectores que, ante todo, desean encontrar puntos de vista sinceros y verdades
profundas.
(2) Los documentos legislativos y administrativos me han sido proporcionados con
benevolencia cuyo recuerdo provocar siempre mi gratitud. Entre los funcionarios
norteamericanos que favorecieron as mis investigaciones, citar, sobre todo, a
Mr. Edward Livingston, entonces Secretario de Estado y ahora ministro
plenipotenciario en Pars. Durante mi permanencia en el seno del Congreso, Mr.
Livington quiso lograr que me fueran entregados la mayor parte de los
documentos que poseo en relacin con el gobierno federal. Mr. Livingston es uno
de los pocos hombres a quienes se quiere al leer sus escritos y se admira y honra
aun antes de conocerlos y por los que se siente uno afortunado del deber del
reconocimiento al contar con su amistad.
592
593
Circunscripcin de la comuna.
Poderes comunales de la Nueva Inglaterra.
La existencia comunal.
El espiritu comunal en la Nueva Inglaterra.
El condado en la Nueva Inglaterra.
La administracin en la Nueva Inglaterra.
Segunda parte
Ideas generales sobre la administracin en los Estados Unidos.
El Estado.
Poder legislativo del Estado.
El poder ejecutivo del Estado.
Los efectos polticos de la descentralizacin administrativa en los Estados Unidos.
Captulo sexto
El poder judicial en los Estados Unidos y su accin sobre la sociedad poltica.
Otros poderes concedidos a los jueces norteamericanos.
Captulo sptimo
El juicio poltico en los Estados Unidos.
Captulo octavo
Primera parte
La constitucin federal.
594
Captulo tercero
La libertad de prensa en los Estados Unidos.
Captulo cuarto
La asociacin poltica en los Estados Unidos.
Captulo
quinto
corrupcin
los
vicios
de
los
gobernantes
en
la
democracia.
597
Los
De
efectos
qu
que
resultan
esfuerzos
de
ellos
es
para
la
capaz
moralidad
la
pblica.
democracia.
que
modera
en
los
Estados
Unidos
la
tirana
de
la
mayora.
LIBRO PRIMERO
Segunda parte
Captulo octavo
Lo que modera en los Estados Unidos la tirana de la mayora
Ausencia de centralizacin definitiva
La mayora nacional no tiene la idea de hacerlo todo Est obligada a servirse de
los magistrados de la comuna y de los condados para ejecutar su voluntad
soberana.
He distinguido precedentemente dos especies de centralizaciones: llam a la una
gubernamental, y a la otra administrativa.
Slo la primera existe en Norteamrica; la segunda, es all casi desconocida.
Si el poder que dirige a las sociedades norteamericanas encontrara a su
disposicin esos dos medios de gobierno, y juntara al derecho de mandar en todo
la facultad y el hbito de ejecutado todo por s mismo; si, despus de haber
establecido los principios generales del gobierno, penetrara en los detalles de la
599
aplicacin y despus de haber regulado los grandes intereses del pas, pudiese
descender hasta el lmite de los intereses individuales, la libertad sera bien pronto
barrida del nuevo mundo.
Pero, en los Estados Unidos, la mayora, que tiene a menudo los gustos y los
instintos de un dspota, carece an de los instrumentos ms perfeccionados de la
tirana.
El gobierno central no se ha ocupado nunca ms que de un pequeo nmero de
objetos, cuya importancia atrajo sus miradas. No ha intentado arreglar las cosas
secundarias de la sociedad. Nada indica que haya concebido siquiera el deseo de
realizarlo. La mayora, al volverse cada vez ms absoluta, no ha incrementado las
atribuciones del poder central; no ha hecho sino transformarlo en omnipotente
centro de su esfera. As, el despotismo puede ser muy pesado sobre un punto,
pero no podra extenderse a todos.
Por mucho que se deje arrastrar por sus pasiones, que pudiese ser la mayora
nacional; por ardiente que sea en sus proyectos, no podra hacer que en todos los
lugares, de la misma manera y en el mismo momento, todos los ciudadanos se
sometan a sus deseos. Cuando el gobierno central que la representa ha ordenado
soberanamente, debe atenerse, para la ejecucin de su mandato, a agentes que a
menudo no dependen de l y que no puede dirigir a cada instante.
Los cuerpos municipales y las administraciones de los condados forman como
otros tantos escollos ocultos que retardan o dividen la ola de la voluntad popular.
Aunque la ley fuera opresiva, la libertad encontrara todava un abrigo en la
manera de ejecutar la ley; y la mayora no podra descender a los detalles y, si me
atrevo a decirlo, a las puerilidades de la tirana administrativa. Ni siquiera imagina
que puede hacerlo, porque no tiene la entera conciencia de su poder. No conoce
todava ms que sus fuerzas naturales, e ignora hasta dnde el arte de gobernar
podra extender sus lmites.
600
Esto merece que se medite sobre ello. Si alguna vez llegara a fundarse una
Repblica democrtica como la de los Estados Unidos, en un pas donde el poder
de uno solo hubiera establecido ya y hecho fraguar, en las costumbres y en las
leyes, la centralizacin administrativa, no temo decirlo, en semejante Repblica, el
despotismo se volvera ms intolerable que en ninguna de las monarquas
absolutas de Europa. Sera necesario pasar a Asia para encontrar algo con qu
compararla.
El espritu legista en los Estados Unidos y cmo sirve de contrapeso a la
democracia. La utilidad de investigar cules son los instintos naturales del espritu
legista Los legistas llamados a desempear un gran papel en la sociedad que trata
de nacer Cmo el gnero de trabajo a que se dedican los legistas da un giro
aristocrtico a sus ideas Causas accidentales que pueden oponerse al desarrollo
de esas ideas Facilidad que encuentra la aristocracia en unirse a los legistas
Cmo los legistas forman el nico elemento aristocrtico propicio por naturaleza
para combinarse con los elementos naturales de la democracia Causas
particulares que tienden a dar un giro aristocrtico al esPritu del legista ingls y
norteamericano La aristocracia norteamericana est en el banquillo de los
abogados y en la sede de los jueces Influencia ejercida por los legistas sobre la
sociedad norteamericana Cmo su espritu penetra en el seno de los legisladores,
en la administracin, y acaba por dar al pueblo mismo algo de los instintos de los
magistrados.
Cuando se visita a los norteamericanos y se estudian sus leyes, se ve que la
autoridad que han concedido a los legistas, y la influencia que les han dejado
tomar en el gobierno, forman hoy da la ms poderosa barrera contra los extravos
de la democracia. Este efecto creo que obedece a una causa general que es
necesario buscar, porque puede reproducirse en otra parte.
Los legistas han estado mezclados en todos los movimientos de la sociedad
poltica, en Europa, desde hace quinientos aos. Unas veces sirvieron de
instrumento a los poderes polticos y otras tomaron a esos poderes polticos como
instrumento. En la Edad Media, los legistas cooperaron maravillosamente para
601
602
No quiero decir que esas inclinaciones naturales de los legistas sean bastante
fuertes para encadenarlos de manera irresistible. Lo que domina en los legistas,
como en todos los hombres, es el inters particular y sobre todo el inters del
momento.
Hay sociedad en la que los hombres de leyes no pueden alcanzar en el mundo
poltico un rango anlogo al que ocupan en la vida privada. Se puede estar seguro
de que, en una sociedad organizada de esa manera, los legistas son agentes muy
activos de la revolucin. Pero hay que investigar si la causa que los lleva entonces
a destruir o a cambiar, nace en ellos de una disposicin permanente o de un
accidente. Es verdad que los legistas contribuyeron singularmente a derribar la
monarqua francesa en 1789. Queda por saber si obraron as porque haban
estudiado las leyes o porque no podan contribuir a hacerlas.
Hace quinientos aos, la aristocracia inglesa se pona a la cabeza del pueblo y
hablaba en su nombre. Hoy da, sostiene el trono y se erige en campen de la
autoridad regia. La aristocracia tiene, sin embargo, instintos y tendencias que le
son propios.
Hay que guardarse tambin de tomar a miembros aislados del cuerpo por el
cuerpo mismo.
En todos los gobiernos libres, cualquiera que sea su forma, se encontrar a los
legistas en las primeras filas de todos los partidos. Esta misma observacin es
tambin aplicable a la aristocracia. Casi todos los movimientos democrticos que
han agitado al mundo han sido dirigidos por nobles.
Un cuerpo selecto no puede alcanzar nunca todas las ambiciones que encierra. Se
encuentran en l ms talentos y pasiones que empleos, y no se deja de encontrar
a un gran nmero de hombres que, no pudiendo subir bastante aprisa sirvindose
de los privilegios del cuerpo, tratan de hacerlo atacando esos privilegios.
603
No pretendo que llegue un momento en el que todos los legistas ni tampoco que
en todos los tiempos la mayor parte de ellosdeban mostrarse como amigos del
orden y enemigos de los cambios.
Digo que en una sociedad donde los legistas ocupen sin disputa la posicin
elevada que les corresponde naturalmente, su espritu ser eminentemente
conservador y se mostrar antidemocrtico.
Cuando la aristocracia cierra sus filas a los legistas, encuentra en ellos enemigos
muy peligrosos. Por debajo de ella por su riqueza y por su poder, son
independientes en razn de sus trabajos, y se sienten a su nivel por sus luces.
Pero, siempre que los nobles han querido compartir con los legistas algunos de
sus privilegios, esas dos clases hallaron para unirse grandes facilidades y se
encontraron por decirlo as como siendo de la misma familia.
Estoy igualmente inclinado a creer que ser siempre fcil a un rey hacer de los
legistas los ms tiles instrumentos de su poder.
Hay infinitamente ms afinidad entre los hombres de ley y el poder ejecutivo, que
entre ellos y el pueblo, aunque los legistas hayan a menudo ayudado a derribar el
poder. Del mismo modo que hay ms afinidad natural entre los nobles y el rey,
aunque a menudo se haya visto a las clases superiores de la sociedad unirse a las
dems para luchar contra el poder regio.
Lo que los legistas ansan sobre todas las cosas, es la vida de orden y la mayor
garanta del orden es la autoridad. No hay que olvidar por otra parte que, si
aprecian la libertad, colocan en general a la legalidad muy por encima de ella.
Temen menos a la tirana que a la arbitrariedad y, en tanto que el legislador se
encargue por s mismo de quitar a los hombres su independencia, estaran casi
contentos.
Pienso, pues, que el prncipe que en presencia de una democracia avasalladora
tratase de abatir el poder judicial en sus Estados y disminuir en ellos la influencia
604
escuchamos
un legista ingls
norteamericano,
quedamos
sorprendidos al verle citar tan a menudo la opinin de los dems y orlo hablar tan
poco de la suya propia, en tanto que lo contrario es lo que acontece entre
nosotros.
No hay asunto, por pequeo que sea, que el abogado francs trate sin introducir
en l el sistema de ideas que le es propio, y discutir hasta los principios
constitutivos de las leyes, hasta que le plazca al tribunal hacer retroceder un
palmo el mojn de la heredad disputada.
Esa especie de abnegacin que tienen el legista ingls y el norteamericano hacen
que su propio sentido quede supeditado al de sus padres; esa especie de
606
608
Los tribunales son los rganos ms visibles de que se sirve el cuerpo de legistas
para obrar sobre la democracia.
El juez es un legista que, independientemente del gusto por el orden y por las
reglas que contrajo en el estudio de las leyes, adquiere todava ms amor a la
estabilidad en la inamovilidad de sus funciones. Sus conocimientos legales le
haban asegurado ya una posicin elevada entre sus semejantes; su poder poltico
acaba de colocarlo en un rango aparte y de proporcionarle los instintos de las
clases privilegiadas.
Armado del derecho de declarar inconstitucionales las leyes, el magistrado
norteamericano penetra sin cesar en los asuntos polticos (1). No puede forzar al
pueblo a hacer las leyes, pero por lo menos lo impele a no ser infiel a sus propias
leyes y a permanecer de acuerdo consigo mismo.
No ignoro que existe en los Estados Unidos una secreta tendencia que lleva al
pueblo a reducir el poder judicial. En la mayor parte de las constituciones
particulares de Estado, el gobierno, a peticin de ambas Cmaras, puede
arrebatar a los jueces su sitial. Ciertas constituciones hacen elegir a los miembros
de los tribunales y los someten a frecuentes reelecciones. Me atrevo a predecir
que esas innovaciones tendrn tarde o temprano resultados funestos, y que se
darn cuenta un da de que, al disminuir as la independencia de los magistrados,
no slo se ha atacado al poder judicial, sino a la Repblica democrtica misma.
No hay que creer, por lo dems, que en los Estados Unidos el espritu legista est
nicamente encerrado en el recinto de los tribunales; se extiende hasta mucho
ms all.
Los legistas, que forman la nica clase ilustrada de la que el pueblo no desconfa,
estn natUralmente llamados a ocupar la mayor parte de las funciones pblicas.
Llenan las legislaturas y estn a la cabeza de las administraciones; ejercen, pues,
gran influencia sobre la formacin de la ley y sobre su ejecucin. Los legistas
estn, sin embargo, obligados a ceder a la corriente de opinin pblica que los
609
arrastra; pero es fcil encontrar indicios de lo que haran si fuesen libres. Los
norteamericanos, que han innovado tanto en sus leyes polticas, no introdujeron
sino ligeros cambios, y con gran trabajo, en sus leyes civiles, aunque varias de
esas leyes repugnen fuertemente a su estado social. Esto proviene de que, en
materia de derecho civil, la mayora est casi siempre obligada a encomendarse a
los legistas; y los legistas norteamericanos, entregados a su propio arbitrio, no
llegan a innovar en materia alguna.
Es una cosa muy singular para un francs or las quejas que se elevan, en los
Estados Unidos, contra el espritu estacionario y los prejuicios de los legistas en
favor de lo que est establecido.
La influencia del espritu legista se extiende ms lejos an de los limites que acabo
de trazar.
No hay casi cuestin poltica, en los Estados Unidos, que no se convierta tarde o
temprano en cuestin judicial. De ah, la obligacin en que se encuentran los
partidos, en su polmica cotidiana, de tomar de la justicia sus ideas y su lenguaje.
Como la mayor parte de los hombres pblicos son o han sido legistas, hacen
pesar en el manejo de los negocios los usos y genialidades que les son propios. El
jurado acaba por familiarizar con ellos a todas las clases. El lenguaje judicial se
vuelve, por decirlo as, la lengua vulgar; el espritu legista, nacido en el interior de
las escuelas y de los tribunales se esparce, pues, poco a poco ms all de su
recinto; se infiltra por decirlo as en toda la sociedad, desciende a las ltimas
clases y el pueblo entero acaba por contraer una parte de los hbitos y gustos del
magistrado.
Los legistas constituyen, en los Estados Unidos, un poder al que se teme poco,
que apenas se percibe, que no tiene bandera propia, que se pliega con flexibilidad
a las exigencias del tiempo y que se deja llevar sin resistencia por todos los
movimientos del cuerpo social; pero envuelve a la sociedad entera, penetra en
cada una de las clases que la componen, la trabaja en secreto, obra sin cesar
sobre ella sin que se percate y acaba por modelarla segn sus deseos.
610
Estoy tan convencido de que el jurado es ante todo una institucin poltica, que lo
considero todava de esta manera cuando se aplica en materia civil. Las leyes son
siempre vacilantes en tanto que no se apoyan sobre las costumbres; las
costumbres forman el nico poder resistente y durable en un pueblo.
Cuando el jurado est reservado a los asuntos criminales, el pueblo no lo ve
actuar sino de cuando en cuando y en los casos particulares; se habita a
prescindir de l en el curso ordinario de la vida, y lo considera como un medio y no
como el nico medio de obtener justicia (6).
Cuando, al contrario, el jurado se extiende a los asuntos civiles, su aplicacin
aparece a cada instante ante la vista; toca entonces todos los intereses; cada uno
esgrime su accin; penetra as hasta en la prctica de la vida; pliega el espritu
humano a sus formas, y se confunde por decirlo as con la idea misma de la
justicia.
La institucin del jurado, limitada a los asuntos criminales est, pues, siempre en
peligro una vez introducida en las materias civiles, desafa al tiempo y los
esfuerzos de los hombres. Si se hubiese podido arrebatar el jurado de las
costumbres de los ingleses, tan fcilmente como de sus leyes, habra sucumbido
enteramente bajo los Tudor. Fue, pues, el jurado civil el que salv realmente las
libertades de Inglaterra.
De cualquier manera que se aplique el jurado no puede dejar de ejercer gran
influencia sobre el carcter nacional; pero esa influencia se acrecienta
indefinidamente a medida que se le introduce ms en las materias civiles.
El jurado, y sobre todo el jurado civil, sirve para dar al espritu de todos los
ciudadanos una parte de los hbitos del espritu del juez; y esos hbitos son
precisamente los que preparan al pueblo a ser libre.
l difunde en todas las clases el respeto por la cosa juzgada y la idea del derecho.
Quitad estas dos cosas, y el amor a la independencia no ser ya sino una pasin
destructiva.
614
influencia conservadora sino sobre los espritus. Ahora bien, en la institucin del
jurado es donde ella encuentra las principales fuentes de su poder.
En los procesos penales en que la sociedad lucha contra un hombre, el jurado
est inclinado a ver en el juez el instrumento pasivo del poder social, y se muestra
desconfiado de su opinin. Adems, los procesos penales descansan enteramente
sobre simples hechos que el buen sentido logra fcilmente apreciar. En este
terreno, el juez y el jurado son iguales.
No sucede lo mismo en los procesos civiles; el juez aparece entonces como un
rbitro desinteresado entre las pasiones de las partes. Los jurados lo ven con
confianza, y lo escuchan con respeto; porque aqu su inteligencia domina
enteramente a la suya. l es quien desarrolla ante sus miembros los argumentos
de que se ha fatigado su memoria, y quien los lleva de la mano para dirigirlos a
travs de los vericuetos del procedimiento judicial, l es quien los circunscribe a
los hechos, y les ensea la respuesta que deben dar a la cuestin de derecho. Su
influencia sobre ellos es casi ilimitada.
Ser necesario decir, en fin, por qu me siento poco conmovido de los
argumentos sacados de la incapacidad de los jurados en materia civil?
En los procesos civiles, siempre, por lo menos, que no se trata de cuestiones de
hecho, el jurado no tiene sino la apariencia de un cuerpo judicial.
Los jurados pronuncian e! fallo que el juez ha expresado. Prestan a ese fallo la
autoridad de la sociedad que representan, y l, la de la razn y la de la ley (D).
En Inglaterra y en Norteamrica, los jueces ejercen sobre los procesos penales
una influencia que el juez francs nunca ha conocido. Es fcil de comprender la
razn de esta diferencia: el magistrado ingls o norteamericano ha establecido su
poder en materia civil; no hace sino ejercerlo en seguida en otro teatro y no lo
adquiere all.
616
Notas
(1) Vase en la primera parte lo que digo del poder judicial.
(2) Sera ya una cosa til y curiosa considerar el jurado como institucin judicial
apreciar los efectos que produce en los Estados Unidos, e investigar de qu
manera los norteamericanos le han sacado partido. Se podra encontrar en el
617
619
con el tiempo, aun apareciendo como inmvil. Vase Delolme; libro I, cap. IV;
vase tambin Blackstone, libro I, cap. IV.
Los jurados ingleses son escogidos por el sheriff del condado (Delolme, tomo I,
captulo XII). El sheriff es, en general, un hombre considerable del condado;
desempea las funsones judiciales y administrativas; representa al rey, y es
nombrado por l cada ao (Blackstone, libro I, cap. IX). Su posicin lo coloca por
encima de la sospecha de corrupcin del lado de las partes; por lo dems, si su
imparcialidad es puesta en duda, se puede recusar en masa al jurado que l
nombr, y entonces otro oficial est encargado de escoger nuevos jurados. Vase
Blackstone, libro III, cap. XXIII.
Para tener derecho a ser jurado, hay que ser poseedor de un terreno del valor de
10 chelines por lo menos de renta (Blackstone, libro III, captulo XXIII). Se
observar que esta condicin fue impuesta bajo el reinado de Guillermo y Mara,
es decir, hacia 1700, poca en que el valor del dinero era infinitamente ms
elevado que en nuestros das. Se ve que los ingleses fundaron su sstema del
jurado, no sobre la capacidad, sino sobre la propiedad territorial, como todas sus
instituciones polticas.
Se acab por admitir a los arrendatarios rsticos al jurado, pero se exigi que sus
arrendamientos fueran muy largos, y que crearan una utilidad neta de 20 chelines
independientemente de la renta. (Blackstone, idem.).
(C) La constitucin federal ha introducido el jurado en los tribunales de la Unn de
la misma manera que los Estados lo haban introducido a su vez en sus cortes
particulares; adems, no estableci reglas que le sean propias para la eleccin de
los jurados. Las cortes federales escogen de la lista ordinaria de jurados que cada
Estado ha redactado para su uso. Las leyes de los Estados son las que hay que
examinar para conocer la teora de la composicin del jurado en Norteamrica.
Vase Story's Commentaries on the Constitution, libro III, cap. XXXVIII, pgs.
654659, Sergeant's Constitutional law, pg. 165, Vanse tambin las leyes
federales de 1789, 1800 y 1802 sobre la materia.
620
622
Si el juez piensa que el veredicto ha hecho una falsa aplicacin de la ley, puede
rehusar recibirlo y enviar de nuevo a los jurados a deliberar.
Si el juez deja pasar el veredicto sin observacin, el proceso no est todava
enteramente terminado: hay varias vas de recurso abiertas contra el fallo. La
principal consiste en pedir a la justicia que el veredicto sea anulado, y que un
nuevo jurado se rena. Es verdad que semejante demanda es raras veces
concedida, y nunca lo es ms de dos veces; sin embargo, he visto ocurrir el caso.
Vase Blackstone, libro III, cap. XXIV; id., libro III, captulo XXV.
(7) Los jueces federales resuelven casi siempre solos las cuestiones que ataen
de cerca al gobierno del pas.
Captulo noveno
Las causas principales que tienden a mantener la Repblica democrtica en los
Estados Unidos
Primera parte
Las causas accidentales o providenciales que contribuyen al mantenimiento de la
Repblica en los Estados Unidos.
La influencia de las leyes sobre el mantenimiento de la Repblica democrtica en
los Estados Unidos.
La influencia de las costumbres sobre el mantenimiento de la Repblica
democrtica en los Estados Unidos.
La religin considerada como institucin poltica y cmo sirve poderosamente al
mantenimiento
de
la
Repblica
democrtica
entre
los
norteamericanos.
Influencia directa que ejercen las creencias religiosas sobre la sociedad poltica en
los Estados Unidos.
623
Segunda parte
Las principales causas que hacen poderosa a la religin en Norteamrica.
Cmo las luces, los hbitos y la experiencia prctica de los norteamericanos
contribuyen al xito de las instituciones democrticas.
Que las leyes sirven ms al mantenimiento de la Repblica democrtica en los
Estados Unidos que las causas fsicas, y las costumbres ms que las leyes.
Las leyes y las costumbres bastaran para mantener las instituciones
democrticas en otra parte que no fuese Norteamrica? Importancia de lo que
precede en relacin a Europa.
Captulo dcimo
Algunas consideraciones sobre el estado actual y el porvenir probable de las tres
razas que habitan el territorio de los Estados Unidos.
Primera parte
Estado actual y porvenir de las tribus indias que habitan el territorio posedo por la
Unin.
Segunda parte
Posicin que ocupa la raza negra en los Estados Unidos; peligros que su
presencia hace correr a los blancos.
Tercera parte
Cules son las probabilidades de duracin de la Unin norteamericana. Qu
peligros la amenazan.
Cuarta parte
Las instituciones republicanas en los Estados Unidos, cules son sus
probabilidades de duracin.
624
LIBRO SEGUNDO
Cuarta parte
Captulo primero
Los hombres reciben naturalmente de la igualdad el gusto por las instituciones
libres
La igualdad, que hace a los hombres independientes unos de otros, les da el
hbito y el gusto de no seguir en sus acciones particulares sino su voluntad. Esta
completa independencia de que gozan continuamente en medio de sus iguales y
en el curso de su vida privada, los dispone a mirar de mala manera a toda
autoridad y les sugiere la idea y el amor de la libertad poltica. Una inclinacin
natural dirige, pues, a los hombres de estos tiempos, hacia las instituciones libres.
Tmese uno de ellos al azar, retrocdase, si se puede, a sus tendencias
primitivas, y se descubrir que entre los diferentes gobiernos, el que concibe ms
pronto y al que ms se adhiere, es aquel cuyo jefe ha elegido y cuyos actos
examina.
625
Captulo primero
Mtodo filosfico de los norteamericanos.
Captulo segundo
La fuente principal de las creencias en los pueblos democrticos.
626
LIBRO SEGUNDO
Primera parte
Captulo segundo
La fuente principal de las creencias de los pueblos democrticos
Las creencias dogmticas son ms o menos numerosas, segn los tiempos.
Nacen de modos diferentes y acaso cambian de forma y objeto, mas no se puede
impedir que haya creencias dogmticas; es decir, opiniones que los hombres
reciben confiadamente y sin discutirlas. Si cada uno pretendiera formar por s
mismo todas sus opiniones y buscar aisladamente la verdad en el camino abierto
por l solo, no es probable que un gran nmero de hombres tuvieran creencias
comunes.
Es fcil comprender, pues, que no puede haber sociedad que prospere sin
creencias iguales o mejor, que no hay ninguna que de esta manera subsista,
porque sin ideas comunes no hay accin comn, y sin accin comn no puede
haber individuos, pero no un cuerpo social, pues para que haya sociedad y, ms
todava, para que prospere, hay necesidad de que todos los nimos se hallen
siempre unidos mediante algunas ideas principales, y esto no puede suceder sin
que cada uno de ellos deduzca sus opiniones de un mismo principio y convenga
en recibir un determinado nmero de creencias preparadas de antemano.
Considerando ahora al hombre aparte de los dems, encuentro que las creencias
dogmticas no le son menos indispensables para vivir solo que para obrar en
comn con sus semejantes.
Si el hombre tuviera la necesidad de probarse a s mismo todas las verdades de
que se sirve diariamente, no acabara nunca por cierto; se entretendra en
demostraciones previas, sin adelantar un paso. Como no tiene tiempo, dada la
brevedad de la vida, ni facultades, a causa de los lmites de su inteligencia, para
627
sern impas, sino ridculas e irracionales. Puede preverse desde luego que los
pueblos democrticos no creern fcilmente en las misiones divinas, se burlarn
con gusto de los nuevos profetas y querrn encontrar en los lmites de la
humanidad y no ms all, el rbitro principal de sus creencias.
Cuando las condiciones son desiguales y los hombres diferentes, hay algunos
individuos muy ilustrados y poderosos por su inteligencia, y una multitud muy
ignorante y harto limitada. Los que viven en tiempos de aristocracia son
conducidos naturalmente a tomar por gua de sus opiniones la razn superior de
un hombre o de una clase, encontrndose poco dispuestos a reconocer la
infalibilidad de la masa.
En los siglos de igualdad sucede lo contrario, porque a medida que los ciudadanos
se hacen ms iguales, disminuye la inclinacin de cada uno a creer ciegamente a
un cierto hombre o en determinada clase. La disposicin a creer en la masa se
aumenta, y viene a ser la opinin que conduce al mundo.
La opinin comn no slo es el nico gua que queda a la razn individual en los
pueblos democrticos, sino que tiene en ellos una influencia infinitamente mayor
que en ninguna otra parte. En los tiempos de igualdad, los hombres no tienen
ninguna fe los unos en los otros a causa de su semejanza; pero esta misma
semejanza les hace confiar de un modo casi ilimitado en el juicio del pblico,
porque no pueden concebir que, teniendo todos luces iguales, no se encuentre la
verdad al lado del mayor nmero.
Cuando el hombre que vive en los pases democrticos se compara
individualmente a todos los que le rodean, conoce con orgullo que es igual a cada
uno de ellos; pero cuando contempla la reunin de sus semejantes y viene a
colocarse al lado de este gran cuerpo, pronto se abruma bajo su insignificancia y
su flaqueza. La misma igualdad que lo hace independiente de cada uno de los
ciudadanos en particular, lo entrega aislado y sin defensa a la accin del mayor
nmero.
629
El pblico ejerce en los pueblos democrticos un poder singular, del que las
naciones aristocrticas ni siquiera tienen idea. No persuade con sus creencias; las
impone y las hace penetrar en los nimos, como por una suerte de presin
inmensa del espritu de todos, sobre la inteligencia de cada uno.
En los Estados Unidos, la mayora se encarga de suministrar a los individuos
muchas opiniones ya formadas, y los aligera de la obligacin de formarlas por s.
Existe un gran nmero de teoras en materia filosfica, de moral o de poltica, que
cada uno adopta, sin examen, sobre la fe del pblico; y si se mira de cerca, se
encontrar con que la religibn misma impera all menos como doctrina revelada
que como opinin comn.
Yo s que entre los norteamericanos las leyes polticas son tales que la mayora
rige soberanamente la sociedad; lo cual aumenta demasiado el imperio que ejerce
sobre la inteligencia, porque nada hay ms comn en el hombre que reconocer
una ciencia superior en el que lo oprime.
Esta omnipotencia poltica de la mayora en los Estados Unidos aumenta, en
efecto, la influencia que las opiniones del pblico obtendran sin ella en el juicio de
cada ciudadano; pero no la funda. Hay que buscar en la igualdad misma el origen
de esta influencia, y no en las instituciones ms o menos populares que hombres
iguales pueden darse. Debiera creerse que el imperio intelectual del mayor
nmero ser menos absoluto en un pueblo democrtico sometido a un rey que en
el seno de una democracia pura; pero lo cierto es que ser siempre absoluto y,
cualesquiera que sean las leyes polticas que rijan a los hombres en los siglos de
igualdad, se puede prever que la fe en la opinin comn vendr a ser una especie
de religin, de la cual es profeta la mayora.
As, la autoridad intelectual ser diferente, pero no ser menor; y, lejos de creer
que deba desaparecer, yo conjeturo que fcilmente llegara a ser muy grande, y
que podra suceder que encerrase la accin del juicio individual en lmites ms
estrechos de los que conviene a la grandeza y a la felicidad de la especie humana.
Veo claramente en la igualdad dos tendencias: una que conduce al nimo de cada
630
hombre hacia nuevas ideas, y otra que lo vera con gusto reducido a no pensar. Y
concibo cmo bajo el imperio de ciertas leyes, la democracia extinguira la libertad
intelectual que el estado social democrtico favorece, de tal suerte que despus
de haber roto todas las trabas que en tiempos pasados le imponan las clases o
los hombres, el espritu humano se encadenara estrechamente a la voluntad
general del mayor nmero.
Si a todos los poderes diversos que sujetan y retardan sin trmino el vuelo de la
razn individual, sustituyesen los pueblos democrticos el poder absoluto de una
mayora, el mal no hara sino cambiar de carcter. Los hombres no habran
encontrado los medios de vivir independientes; solamente habran descubierto,
cosa difcil, una nueva fisonoma de la esclavitud. Sobre esto se debe hacer
reflexionar profundamente a aquellos que ven en la libertad de la inteligencia una
cosa santa, y que no slo odian al dspota, sino al despotismo. En cuanto a m,
cuando siento que la mano del poder pesa sobre mi frente, poco me importa saber
quin me oprime; y por cierto que no me hallo ms dispuesto a poner mi frente
bajo el yugo, porque me lo presenten un milln de brazos.
Captulo
tercero
632
dentro del grupo selecto de una gran aristocracia poltica. Nada indica que entre
los griegos y los romanos las letras hayan sido tratadas nunca como una industria.
Estos pueblos, que no formaban solamente aristocracias, sino que tambin eran
naciones muy cultas y libres, han debido dar a sus producciones literarias los
vicios particulares y las cualidades especiales que caracterizan a la literatura en
los siglos de aristocracia.
En efecto, basta echar la vista sobre los escritos que nos ha dejado la Antigedad,
para descubrir que si a los escritores les falta algunas veces variedad y fecundidad
en los diversos asuntos, y valenta, movimiento y generalizacin en el
pensamiento, han dejado ver siempre un arte y un cuidado asombroso en los
detalles; nada parece hecho en sus obras con precipitacin ni a la ventura; todo
est all escrito para los inteligentes, y el esmero por la belleza ideal se muestra
sin cesar. No hay literatura que ensee ms claramente que la antigua las
cualidades que faltan a los escritores de las pocas democrticas y, por lo mismo,
no hay ninguna que ms les convenga estudiar. Tal estudio es el ms propio de
todos para combatir los defectos literarios inherentes a estos siglos, y en cuanto a
sus cualidades naturales, ellas se producirn por s solas, sin que sea necesario
aprender a adquirirlas. Esta materia necesita entenderse con claridad.
Un estudio puede ser til a la literatura de un pueblo y no por esto ser aplicable a
sus necesidades polticas y sociales.
Si se enseasen slo las bellas letras en una socieuad en que cada uno estuviese
habitualmente dispuesto a hacer esfuerzos violentos para aumentar su fortuna o
para conservarla, habra ciudadanos muy cultos y muy peligrosos; porque
dndoles diariamente el estado social y poltico necesidades que la educacin no
les enseara a satisfacer, turbaran al Estado invocando a los griegos y romanos,
en vez de fertilizarlo con su industria.
634
635
LIBRO SEGUNDO
Segunda parte
Captulo primero
Por qu razn los pueblos democrticos muestran un amor ms vehemente y ms
durable hacia la igualdad, que en favor de la libertad
No tengo necesidad de decir que la primera y la ms viva pasin que la igualdad
de condiciones hace nacer, es el amor a esta misma igualdad, y no se extraar
que me ocupe de ella antes que de las otras.
Cada cual ha observado que en nuestros das y especialmente en Francia esta
pasin de la igualdad, toma cada vez un lugar ms amplio en el corazn humano.
Se ha dicho muchas veces que nuestros contemporneos tenan un amor ms
ardiente y ms tenaz hacia la igualdad que por la libertad; pero no encuentro que
636
se hayan averiguado bien todava las causas de este hecho, y por tanto yo tratar
de hacerlo.
Imaginemos un punto extremo en que la libertad y la igualdad se toquen y se
confundan: yo supongo que todos los ciudadanos concurran all al gobierno, y que
cada uno tenga para ello igual derecho. No difiriendo entonces ninguno de sus
semejantes, nadie podr ejercer un poder tirnico, pues, en este caso, los
hombres sern perfectamente libres, porque sern del todo iguales, y
perfectamente iguales porque sern del todo libres, siendo este el objeto ideal
hacia el cual propenden siempre los pueblos democrticos.
He aqu la forma ms completa que puede tener la igualdad sobre la tierra; pero
hay otras muchas que sin ser tan perfectas, no son menos apetecidas por los
pueblos.
La igualdad puede establecerse en la sociedad civil y no por eso reina en el
mundo poltico. Se puede tener el derecho de entregarse a los mismos goces, de
entrar en las mismas profesiones, de encontrarse en los mismos lugares; en una
palabra, de vivir del mismo modo y de buscar las riquezas por los mismos medios,
sin tomar todos la misma parte en los asuntos de gobierno. Aun puede
establecerse una especie de igualdad en el mundo poltico, sin que la libertad
poltica exista; un individuo es igual a todos sus semejantes, exceptuando uno
solo, que es el seor de todos indistintamente y que elige entre ellos a los agentes
de su poder.
Sera fcil formar otras muchas hiptesis en que se combinase una igualdad muy
grande con instituciones ms o menos libres, y quiz con instituciones que no lo
fuesen absolutamente.
Aunque los hombres no pueden llegar a ser del todo iguales sin ser enteramente
libres y, por consecuencia, la igualdad, en su ltimo extremo, se confunde con la
libertad, hay razn para distinguir la una de la otra.
637
El gusto que los hombres tienen por la libertad y el que sienten por la igualdad
son, en efecto, dos cosas distintas, y me atrevo a aadir que en los pueblos
democrticos estas dos cosas son desiguales.
Si se quiere fijar la atencin, se ver que en cada siglo se encuentra un hecho
singular y dominante del que dependen todos los dems; este hecho da casi
siempre origen a un primer pensamiento o a una pasin principal, que acaba por
atraer despus hacia ella y por arrastrar en su curso todos los sentimientos y
todas las ideas; es como un gran ro hacia el cual parece correr cada uno de los
pequeos arroyos que le rodean.
La liberlad se manifiesta a los hombres en diferentes tiempos y bajo diversas
formas, y no se sujeta exclusivamente a un estado social, ni se encuentra slo en
las democracias; no podra, por lo mismo, formar el carcter distintivo de los siglos
democrticos.
El hecho particular y dominante que singulariza a estos siglos, es la igualdad de
condiciones y la pasin principal que agita el alma en semejantes tiempos es el
amor a esta igualdad.
No hay que preguntar cul es el atractivo singular que hallan los homhres de las
pocas democrticas en vivir como iguales, ni las razones particulares que pueden
tener para aferrarse tan obstinadamente a la igualdad, mejor que a los dems
bienes que la sociedad les presenta. La igualdad forma el carcter distintivo de la
poca en que ellos viven, y esto basta para explicar por qu la prefieren a todo lo
dems.
Fuera de esta razn, hay otras que en todos los tiempos conducirn a los hombres
a preferir la igualdad a la libertad.
Si un pueblo tratase de destruir, o solamente de disminuir por s mismo la igualdad
que reina en su seno, no lo conseguira sino despus de largos y penosos
esfuerzos. Sera preciso que modificase su estado social, aboliese sus leyes y
638
renovase sus ideas. Pero para perder la libertad poltica, basta slo con no
retenerla, y ella misma se desvanece.
Los hombres no solamente quieren a la igualdad porque la aman, sino tambin
porque se persuaden de que debe durar siempre. No se encuentran hombres, por
limitados y superficiales que se los suponga, que no reconozcan que la libertad
poltica puede con sus excesos comprometer la tranquilidad, el patrimonio y la vida
misma de los particulares. Por el contrario, slo las personas perspicaces y
advertidas pueden percibir los peligros con que la igualdad amenaza, y stas
evitan ordinariamente sealarlos, porque saben que los males que temen estn
muy remotos y se lisonjean de que no alcanzarn sino a las generaciones
venideras, de las que se inquieta muy poco la presente. Los males que la libertad
causa son algunas veces inmediatos, visibles para todos, y todos, ms o menos,
los conocen; los males que la extrema igualdad puede producir, no se manifiestan
sino poco a poco, se insinan gradualmente en el cuerpo social; no se los ve ms
que de tiempo en tiempo y en el momento en que se hacen ms violentos, el
hbito de verlos hace que ya no se los sienta.
Los bienes que procura la libertad no se descubren sino a la larga, y no es
siempre fcil averiguar la causa que los produce.
La libertad poltica proporciona de tiempo en tiempo, a un cierto nmero de
ciudadanos, placeres sublimes.
La igualdad suministra cada da una gran cantidad de pequeos goces a cada
hombre. Sus hechizos se sienten a cada momento y estn al alcance de todos; a
los corazones ms nobles no les son insensibles, y las almas ms vulgares hacen
de ellos sus delicias. La pasin que la igualdad hace nacer, debe ser a la vez
general y enrgica.
Los hombres no pueden gozar de la libertad poltica sin comprarla mediante
algunos sacrificios, y si la consiguen es con muchos esfuerzos; pero los placeres
que la igualdad procura se ofrecen por s solos; cada uno de los pequeos
639
Creo que los pueblos democrticos tienen un gusto natural por la libertad:
abandonados a s mismos, la buscan, la quieren y ven con dolor que se les aleje
de ella. Pero tienen por la igualdad una pasin ardiente, insaciable, eterna e
invencible; quieren la igualdad en la libertad, y si as no pueden obtenerla, la
quieren hasta en la esclavitud; de modo que sufrirn pobreza, servidumbre y
barbarie, pero no a la aristocracia.
Esto es exacto en todos los tiempos; pero sobre todo en el nuestro. Los hombres y
los poderes que quieren luchar contra esta accin irresistible, sern derribados y
destruidos por ella. En nuestros das, la libertad no puede establecerse sin su
apoyo, y ni aun el despotismo puede reinar sin ella.
Captulo segundo
El individualismo en los pases democrticos.
Captulo tercero
Por qu es mayor el individualismo al salir de una revolucin democrtica, que en
otra poca.
Captulo cuarto
De qu manera combaten los norteamericanos el individualismo con instituciones
libres.
Captulo quinto
El uso que hacen los norteamericanos de la asociacin en la vida civil.
Captulo sexto
Relacin que existe entre las asociaciones y los peridicos.
Captulo sptimo
641
643
645
Captulo segundo
Las ideas de los pueblos democrticos en materia de gobierno son naturalmente
favorables a la concentracin de los poderes.
Captulo tercero
Los sentimientos de los pueblos democrticos estn de acuerdo con sus ideas
para inclinarlos a concentrar el poder.
Captulo cuarto
Algunas causas particulares y accidentales que acaban por inclinar a un pueblo
democrtico a centralizar el poder, o que se lo impiden.
Captulo quinto
Entre las naciones europeas de nuestros das, el poder soberano crece, aunque
los soberanos sean menos estables.
Captulo sexto
Qu clase de despotismo deben temer las naciones democrticas.
Captulo sptimo
Continuacin de los captulos precedentes.
Captulo octavo
Aspecto general del problema.
LIBRO SEGUNDO
Cuarta parte
647
Captulo octavo
Aspecto general del problema
Antes de dejar para siempre el camino que acabo de recorrer, quisiera poder
abrazar, de un solo golpe de vista, todos los rasgos que sealan la faz del nuevo
mundo, y juzgar, en fin, la influencia general que debe ejercer la igualdad sobre la
suerte de los hombres; pero la dificultad de una empresa semejante me detiene, y
frente a un objeto tan grande, siento que mi vista se obscurece y mi razn titubea.
Esa nueva sociedad, que he tratado de pintar y que quiero juzgar, acaba apenas
de nacer. El tiempo no ha fijado todava su forma; la gran revolucin que la ha
creado dura an, y por lo que sucede en nuestros das es casi imposible prever lo
que debe acontecer con la revolucin misma, y lo que debe quedar despus de
ella.
El mundo que se levanta est an envuelto entre las ruinas del que cae, y en
medio de la gran confusin que presentan los asuntos humanos, nadie puede
decir lo que quedar de las antiguas instituciones y de las antiguas costumbres, ni
lo que acabar por desaparecer.
Aunque la revolucin que se opere en el estado social, en las leyes, en las ideas y
en los sentimientos de los hombres, est todava muy lejos de su fin, no se
pueden comparar sus obras con nada de lo que se ha visto en el mundo.
Retrocedo de siglo en siglo hasta la ms remota Antigedad, y no descubro nada
parecido a lo que hoy se presenta a mi vista. Lo pasado no alumbra el porvenir, y
el espritu marcha en las tinieblas.
Sin embargo, en medio de este cuadro tan vasto, tan nuevo y tan confuso,
descubro algunos rasgos principales que sobresalen, y voy a indicarlos.
Veo que los bienes y los males se reparten con igualdad en el mundo; las grandes
riquezas desaparecen; el nmero de las pequeas fortunas crece y los goces y los
deseos se multiplican: no hay prosperidades extraordinarias ni miserias
648
entre tantos objetos los que deseaba contemplar. No sucede lo mismo al Ser
Todopoderoso y eterno, cuya vista percibe necesariamente, a la vez, a todo el
gnero humano y a cada hombre.
Es natural creer que lo que ms satisface las miradas del creador y conservador
de los hombres, no es la prosperidad singular de alguno, sino el mayor bienestar
de todos; lo que parece una decadencia, es a sus ojos un progreso, y le agrada lo
que me hiere. La igualdad es, quizs menos elevada; pero ms justa y su justicia
hace su grandeza y su belleza. Me esfuerzo por penetrar en este punto de vista de
la Divinidad, y desde l trato de considerar y juzgar las cosas humanas.
Nadie sobre la Tierra puede afirmar de un modo absoluto y general que el nuevo
estado de la sociedad es superior al estado antiguo, pero es fcil ver que es
diferente.
Hay ciertos vicios y ciertas virtudes inherentes a la constitucin de las naciones
aristocrticas, tan contrarios al genio de los pueblos nuevos, que no es posible
introducirlos en su interior. Hay buenas inclinaciones y malos instintos, tan
extraos a las primeras como naturales a los segundos; ideas que se presentan
por s mismas a la imaginacin de los unos, y que rechaza el espritu de los otros.
Son, pues, como dos humanidades distintas; cada una de ellas tiene sus ventajas
y sus inconvenientes particulares, sus bienes y sus males propios. Es preciso no
comparar a las naciones nacientes con las que ya no existen: esto sera injusto,
pues difiriendo mucho entre s, no se pueden comparar.
Tampoco sera razonable exigir de los hombres de nuestros tiempos las virtudes
particulares que nacan del estado social de sus antepasados, pues este mismo
estado social ha cado y arrastrado consigo los bienes y los males que le eran
inherentes. Pero estas cosas se comprenden todava mal en nuestros das. Veo
un gran nmero de mis contemporneos que pretenden escoger entre las
instituciones, opiniones e ideas que nacan de la constitucin aristocrtica de la
antigua sociedad; abandonaran gustosos las unas, pero querran conservar las
650
otras y llevarIas consigo al mundo nuevo. Creo que consumen sus fuerzas y su
tiempo en un trabajo honesto, pero estril.
No se trata ya de conservar las ventajas particulares que la desigualdad de
condiciones presenta a los hombres, sino de asegurar los nuevos bienes que la
igualdad les puede ofrecer. No debemos intentar hacernos semejantes a nuestros
padres, sino esforzamos en alcanzar la felicidad y grandeza que nos es propia.
En cuanto a m, que habiendo llegado al trmino de mi carrera, descubro de lejos,
pero a la vez, todos los objetos diversos que haba contemplado separadamente al
pasar, me siento lleno de temores y de esperanzas. Veo grandes peligros que es
posible conjurar; grandes males que se pueden evitar o disminuir. Y cada vez me
afirmo ms en la creencia de que, para que las naciones democrticas sean
honradas y dichosas, basta que quieran serlo.
No ignoro que muchos de mis contemporneos han pensado que los pueblos no
son jams dueos de sus acciones, y que obedecen necesariamente a no s qu
fuerza insuperable e ininteligible, que nace de los acontecimientos anteriores, de
la raza, del suelo o del clima.
stas son falsas y ftiles doctrinas, que no pueden jams dejar de producir
hombres dbiles y naciones pusilnimes; la Providencia no ha creado el gnero
humano ni enteramente independiente, ni completamente esclavo. Ha trazado, es
verdad, alrededor de cada hombre, un crculo fatal de donde no puede salir; pero,
en sus vastos lmites, el hombre es poderoso y libre. Lo mismo ocurre con los
pueblos.
Las naciones de nuestros das, no podran hacer que en su seno las condiciones
no sean iguales; pero depende de ellas que la igualdad las conduzca a la
servidumbre o a la libertad, a las luces o a la barbarie, a la prosperidad o a la
miseria.
651
652
LIBRO PRIMERO
De las causas del progreso en las facultades productivas del trabajo, y del modo
como un producto se distribuye naturalmente entre las diferentes clases del pueblo
CAPTULO I:
CAPITULO
CAPITULO III:
II:
del
principio
que
motiva
la
divisin
del
trabajo
mercado
653
CAPTULO IV:
654
LIBRO SEGUNDO
Sobre la naturaleza, acumulacin y empleo del capital
INTRODUCCIN
Captulo l. De la divisin del capital
Captulo II. Sobre el dinero considerado como uno de los ramos del patrimonio
general de la sociedad, o como fondo destinado a los gastos de sostenimiento del
capital nacional.
Captulo III. De la acumulacin del capital, o del trabajo productivo e improductivo.
Captulo IV. Del capital prestado con inters
Captulo V. Sobre los diferentes empleos de los capitales
LIBRO TERCERO
De los diferentes progresos de la opulencia en distintas naciones
Captulo l. Del progreso natural de la opulencia
Captulo II. Sobre la decadencia de la agricultura en la antigua situacin de Europa
despus de la cada del Imperio romano.
Captulo III. De la fundacin y progreso de las ciudades despus de la ruina del
Imperio romano
Captulo IV. De cmo el comercio de las ciudades contribuy al progreso de los
distritos rurales.
LIBRO CUARTO
De los sistemas de economa poltica
655
INTRODUCCIN
Captulo I. Del principio del sistema mercantil
Captulo II. De las restricciones impuestas a la introduccin de aquellas
mercancas extranjeras que se pueden producir en el pas.
Captulo III. De las restricciones extraordinarias sobre la importacin de la mayor
parte de las mercancas procedentes de los pases con los cuales se supone que
la balanza de comercio es desfavorable.
PARTE l. Estas restricciones extraordinarias son poco razonables aun dando por
sentados los principios del sistema comercial.
Digresin sobre los Bancos de depsito, particularmente el de Amsterdam.
PARTE II. Las restricciones extraordinarias son irrazonables, aun tomando en
consideracin otros principios
Captulo IV. De la devolucin de derechos (admisiones temporales).
Captulo V. De las primas a la exportacin
Digresin sobre el comercio de cereales y las leyes sobre la materia
Captulo VI. De los tratados de comercio
Captulo VII. Colonias
PARTE l. De los motivos para el establecimiento de nuevas colonias.
PARTE II. Causas de la prosperidad de las nuevas colonias.
PARTE III. Ventajas que ha conseguido Europa con el descubrimiento de Amrica
y con el paso a las Indias Orientales por el Cabo de Buena Esperanza
.
la
podido
hacer
la
doscientas
cuarentava
parte,
tal
vez
ni
la
660
662
Las sedas de Francia son mejores y ms baratas que las de Inglaterra, porque la
manufactura de la seda, debido a los altos derechos que se pagan actualmente en
la importacin de la seda en rama, no se adapta tan bien a las condiciones
climticas de Inglaterra como a las de "Francia. Pero la quincallera y las telas de
lana corrientes de Inglaterra son superiores, sin comparacin, a las de Francia, y
mucho ms baratas en la misma calidad. Segn informaciones, en Polonia
escasea la mayor parte de las manufacturas, con excepcin de las ms
rudimentarias de utensilios domsticos, sin las cuales ningn pas puede existir de
una manera conveniente.
Este aumento considerable en la cantidad de productos que un mismo nmero de
personas puede confeccionar, como consecuencia de la divisin del trabajo,
procede de tres circunstancias distintas: primera, de la mayor destreza de cada
obrero en particular; segunda, del ahorro de tiempo que comnmente se pierde al
pasar de una ocupacin a otra, y por ltimo, de la invencin de un gran nmero de
mquinas, que facilitan y abrevian el trabajo, capacitando a un hombre para hacer
la labor de muchos.
En primer lugar, el progreso en la destreza del obrero incrementa la cantidad de
trabajo que puede efectuar, y la divisin del trabajo, al reducir la tarea del hombre
a una operacin sencilla, y hacer de sta la nica ocupacin de su vida, aumenta
considerablemente la pericia del operario. Un herrero corriente, que nunca haya
hecho clavos, por diestro que sea en el manejo del martillo, apenas har al da
doscientos o trescientos clavos, y aun stos no de buena calidad. Otro que est
acostumbrado a hacerlos, pero cuya nica o principal ocupacin, no sea sa, rara
vez podr llegar a fabricar al da ochocientos o mil, por mucho empeo que ponga
en la tarea.
Yo he observado varios muchachos, menores de veinte aos, que por no haberse
ejercitado en otro menester que el de hacer clavos, podan hacer cada uno,
diariamente, ms de dos mil trescientos, cuando se ponan a la obra. Hacer un
clavo no es indudablemente una de las tareas ms sencillas. Una misma persona
tira del fuelle, aviva o modera el soplo, segn convenga, caldea el hierro y forja las
663
diferentes partes del clavo, teniendo que cambiar el instrumento para formar la
cabeza. Las diferentes operaciones en que se subdivide el trabajo de hacer un
alfiler o un botn de metal son, todas ellas, mucho ms sencillas y, por lo tanto, es
mucho mayor la destreza de la persona que no ha tenido otra ocupacin en su
vida. La velocidad con que se ejecutan algunas de estas operaciones en las
manufacturas excede a cuanto pudieran suponer quienes nunca lo han visto,
respecto a la agilidad de que es susceptible la mano del hombre.
En segundo lugar, la ventaja obtenida al ahorrar el tiempo que por lo regular se
pierde, al pasar de una clase de operacin a otra, es mucho mayor de lo que a
primera vista pudiera imaginarse. Es imposible pasar con mucha rapidez de una
labor a otra, cuando la segunda se hace en sitio distinto y con instrumentos
completamente diferentes. Un tejedor rural, que al mismo tiempo cultiva una
pequea granja, no podr por menos de perder mucho tiempo al pasar del telar al
campo y del campo al telar. Cuando las dos labores se pueden efectuar en el
mismo lugar, se perder indiscutiblemente menos tiempo; pero la prdida, aun en
este caso, es considerable. No hay hombre que no haga una pausa, por pequea
que sea, al pasar la mano de una ocupacin a otra.
Cuando comienza la nueva tarea rara vez est alerta y pone inters; la mente no
est en lo que hace y durante algn tiempo ms bien se distrae que aplica su
esfuerzo de una manera diligente. El hbito de remolonear y de proceder con
indolencia que, naturalmente, adquiere todo obrero del campo, las ms de las
veces por necesidad ya que se ve obligado a mudar de labor y de herramientas
cada media hora, y a emplear las manos de veinte maneras distintas al cabo del
da, lo convierte, por lo regular, en lento e indolente, incapaz de una dedicacin
intensa aun en las ocasiones ms urgentes. Con independencia, por lo tanto, de
su falta de destreza, esta causa, por s sola, basta a reducir considerablemente la
cantidad de obra que seda capaz de producir.
664
665
Esto no quiere decir, sin embargo, que todos los adelantos en la maquinaria hayan
sido inventados por quienes tuvieron la oportunidad de usarlas. Muchos de esos
progresos se deben al ingenio de los fabricantes, que han convertido en un
negocio particular la produccin de mquinas, y algunos otros proceden de los
llamados filsofos u hombres de especulacin, cuya actividad no consiste en
hacer cosa alguna sino en observarlas todas y, por esta razn, son a veces
capaces de combinar o coordinar las propiedades de los objetos ms dispares.
Con el progreso de la sociedad, la Filosofa y la especulacin se convierten, como
cualquier otro ministerio, en el afn y la profesin de ciertos grupos de ciudadanos.
Como cualquier otro empleo, tambin se se subdivide en un gran nmero de
ramos diferentes, cada uno de los cuales ofrece cierta ocupacin especial a cada
grupo o categora de filsofos. Tal subdivisin de empleos en la Filosofa, al igual
de lo que ocurre en otras profesiones, imparte destreza y ahorra mucho tiempo.
Cada uno de los individuos se hace ms experto en su ramo, se produce ms en
total y la cantidad de ciencia se acrecienta considerablemente.La gran
multiplicacin de producciones en todas las artes, originadas en la divisin del
trabajo, da lugar, en una sociedad bien gobernada, a esa opulencia universal que
se derrama hasta las clases inferiores del pueblo. Todo obrero dispone de una
cantidad mayor de su propia obra, en exceso de sus necesidades, y como
cualesquiera otro artesano, se halla en la misma situacin, se encuentra en condiciones de cambiar una gran cantidad de sus propios bienes por una gran cantidad
de los creados por otros; o lo que es lo mismo, por el precio de una gran cantidad
de los suyos. El uno provee al otro de lo que necesita, y recprocamente, con lo
cual se difunde una general abundancia en todos los rangos de la sociedad.Si
observamos las comodidades de que disfruta cualquier artesano o jornalero, en un
pas civilizado y laborioso, veremos cmo excede a todo clculo el nmero de
personas que concurren a procurarle aquellas satisfacciones, aunque cada uno de
ellos slo contribuya con una pequea parte de su actividad. Por basta que sea, la
chamarra de lana, pongamos por caso, que lleva el jornalero, es producto de la
labor conjunta de muchsimos operarios. El pastor, el que clasifica la lana, el
666
667
668
El gran filsofo alemn de todos los tiempos y uno de los que mayor influencia ha
tenido en la historia del pensamiento, a la que dio un giro de 180 grados,
metafricamente llamado revolucin copernicana. Naci en Knigsberg (Prusia
oriental entonces y, en la actualidad, provincia rusa), cuarto hijo de una familia
humilde de once hermanos. Los bigrafos describen a los padres de Kant, Johann
Georg Kant y Regina Reuter, como personas sumamente honestas, rectas y
amantes de la concordia, y a la madre en particular, que Kant perdi a los trece
aos, como a una mujer que imprimi en su familia el espritu y las normas del
pietismo.
A los seis aos, Kant asiste a la escuela local del Hospital suburbano y, luego, dos
aos ms tarde, ingresa en el Colegio Fridericiano. Knigsberg, que debe su
origen a la fusin, ocurrida el mismo ao del nacimiento de Kant, de tres ncleos
urbanos, uno de los cuales haba sido antigua fortaleza de la Orden Teutnica y
posteriormente residencia, durante casi un siglo, de los duques de Prusia, era, en
el s. XVIII, uno de los focos principales del pietismo en Prusia. Franz Albert
Schultz, director del colegio y pietista destacado, aunque de orientacin
moderada, se encarga de la formacin del pequeo Kant, continuando la
educacin iniciada por la madre.
A los 16 aos, Kant ingresa en la universidad Albertina de Knigsberg, donde
Martin Knutzen, wolffiano heterodoxo de ideas renovadoras y conocedor, adems,
de la fsica newtoniana, le inicia no slo en la filosofa de Wolff, entonces ya en
plena crisis, sino tambin en las teoras fsicas de Newton. La situacin de crisis
de la metafsica racionalista de Wolff segn la tradicin de Leibniz y los problemas
que surgen de los nuevos planteamientos de la fsica de Newton, junto con el
pietismo
669
673
674
25
necesarias
para
que
las
relaciones
internacionales
estn
675
Si, en cambio, se sita el verdadero honor del Estado, como hace la concepcin
ilustrada de la prudencia poltica, en el continuo incremento del poder sin importar
los medios, aquella valoracin parecer pedante y escolar.
2. Ningn Estado independiente (grande o pequeo, lo mismo da) podr ser
adquirido por otro mediante herencia, permuta, compra o donacin.
Un Estado no es un patrimonio (patrimonium) (como el suelo sobre el que tiene su
sede). Es una sociedad de hombres sobre la que nadie ms que ella misma tiene
que mandar y disponer. Injertarlo en otro Estado, a l que como un tronco tiene
sus propias races, significa eliminar su existencia como persona moral y
convertirlo en una cosa, contradiciendo, por tanto, la idea del contrato originario
sin el que no puede pensarse ningn derecho sobre un pueblo.
Todo el mundo conoce a qu peligros ha conducido a Europa, hasta los tiempos
ms recientes, este prejuicio sobre el modo de adquisicin, pues las otras partes
del mundo no lo han conocido nunca, de poder, incluso, contraerse matrimonios
entre Estados; este modo de adquisicin es, en parte, un nuevo instrumento para
aumentar la potencia sin gastos de fuerzas mediante pactos de familia, y, en parte,
sirve para ampliar, por esta va, las posesiones territoriales. Hay que contar
tambin el alquiler de tropas a otro Estado contra un enemigo no comn, pues en
este caso se usa y abusa de los sbditos a capricho, como si fueran cosas.
3. Los ejrcitos permanentes (miles perpetus) deben desaparecer totalmente con
el tiempo.
Pues suponen una amenaza de guerra para otros Estados con su disposicin a
aparecer siempre preparados para ella. Estos Estados se estimulan mutuamente a
superarse dentro de un conjunto que aumenta sin cesar y, al resultar finalmente
ms opresiva la paz que una guerra corta, por los gastos generados por el
armamento, se convierten ellos mismos en la causa de guerras ofensivas, al
objeto de liberarse de esta carga; adese a esto que ser tomados a cambio de
dinero para matar o ser muertos parece implicar un abuso de los hombres como
676
los llamados juicios de Dios); no puede concebirse, por el contrario, una guerra de
castigo entre Estados (bellum punitivum) (pues no se da entre ellos la relacin de
un superior a un inferior). De todo esto se sigue que una guerra de exterminio, en
la que puede producirse la desaparicin de ambas partes y, por tanto, de todo el
derecho, slo posibilitara la paz perpetua sobre el gran cementerio de la especie
humana y por consiguiente no puede permitirse ni una guerra semejante ni el uso
de los medios conducentes a ella.
Que los citados medios conducen inevitablemente a ella se desprende de que
esas artes infernales, por s mismas viles, cuando se utilizan no se mantienen por
mucho tiempo dentro de los lmites de la guerra sino que se trasladan tambin a la
situacin de paz, como ocurre, por ejemplo, en el empleo de espas (uti
exploratoribus), en donde se aprovecha la indignidad de otros (la cual no puede
eliminarse de golpe); de esta manera se destruira por completo la voluntad de
paz.
Aunque todas las leyes citadas son leyes prohibitivas (leges prohibitivae)
objetivamente, es decir, en la intencin de los que detentan el poder, hay algunas
que tienen una eficacia rgida, sin consideracin de las circunstancias, que obligan
inmediatamente a un no hacer (leges strictae, como los nmeros 1, 5, 6), mientras
que otras (como los nmeros 2, 3, 4), sin ser excepciones a la norma jurdica, pero
tomando en cuenta las circunstancias al ser aplicadas, ampliando subjetivamente
la capacidad, contienen una autorizacin para aplazar la ejecucin de la norma sin
perder de vista el fin, que permite, por ejemplo, la demora en la restitucin de
ciertos Estados despus de perdida la libertad del nmero 2, no ad calendas
graecas (como sola prometer Augusto), lo que supondra su no realizacin, sino
slo para que la restitucin no se haga de manera apresurada y de manera
contraria a la propia intencin.
La prohibicin afecta, en este caso, slo al modo de adquisicin, que no debe
valer en lo sucesivo, pero no afecta a la posesin que, si bien no tiene el ttulo
jurdico necesario, s fue considerada como conforme a derecho por la opinin
pblica de todos los Estados en su tiempo (en el de la adquisicin putativa).
679
680
682
Pero hay ms an: un hombre a quien la naturaleza haya puesto poca simpata en
el corazn; un hombre que, siendo por lo dems honrado, fuese de temperamento
fro e indiferente a los dolores ajenos, acaso porque l mismo acepta los suyos
con el don peculiar de la paciencia y fuerza de resistencia, y supone estas mismas
cualidades, o hasta las exige, igualmente en los dems; un hombre como ste
(que no sera seguramente el peor producto de la naturaleza), desprovisto de
cuanto es necesario para ser un filntropo, no encontrara en s mismo, sin
embargo, cierto germen capaz de darle un valor mucho ms alto que el que pueda
derivarse de un temperamento bueno? Es claro que s! Precisamente en ello
estriba el valor del carcter que, sin comparacin, es el ms alto desde el punto de
vista moral: en hacer el bien no por inclinacin sino por deber.
Asegurar la felicidad propia es un deber, al menos indirecto, pues el que no est
contento con su estado, el que se ve apremiado por muchas tribulaciones sin tener
satisfechas sus necesidades, puede ser fcilmente vctima de la tentacin de
infringir sus deberes. Pero, aun sin referimos aqu al deber, ya tienen todos los
hombres por s mismos una poderossima e ntima inclinacin por la felicidad,
porque justamente en esta idea se resume la totalidad de las inclinaciones. Pero
puesto que el precepto de la felicidad est la mayora de las veces constituido de
tal suerte que perjudica grandemente a algunas inclinaciones, y el hombre no
puede hacerse un concepto seguro y determinado de esa suma de satisfacciones
resumidas bajo el nombre general de , no es de admirar que una inclinacin nica,
bien determinada en cuanto a lo que ordena y al tiempo en que cabe satisfacerla,
pueda vencer a aquella idea tan vacilante, y que algunos hombres (por ejemplo,
uno que sufra de la gota) puedan preferir disfrutar de lo que les agrada y sufrir lo
que sea preciso, porque, por lo menos segn su apreciacin momentnea, no
desean perder el goce del momento presente por atenerse a las esperanzas
(acaso infundadas) de una felicidad que se encuentra en la salud.
Pero aun en este caso, aunque la universal tendencia a la felicidad no determine
su voluntad, aunque la salud no entre para l tan necesariamente en los trminos
687
de su apreciacin, queda, sin embargo, aqu, como en todos los dems casos, una
ley, a saber: la de procurar cada cual su propia felicidad no por inclinacin sino por
deber, y slo entonces tiene su conducta un verdadero valor moral.
As hay que entender, sin duda alguna, los pasajes de la Escritura en donde se
ordena que amemos al prjimo, incluso al enemigo. En efecto, el amor como
inclinacin no puede ser mandado, pero hacer el bien por deber, aun cuando
ninguna inclinacin empuje a ello y hasta se oponga una aversin natural e
invencible, es amor prctico y no patolgico, amor que tiene su asiento en la
voluntad y no en una tendencia de la sensacin, amor que se fundamenta en
principios de la accin y no en la tierna compasin, y que es el nico que puede
ser ordenado.
La segunda proposicin es sta: una accin hecha por deber no tiene su valor
moral en el propsito que por medio de ella se quiere alcanzar, sino en la mxima
por la cual ha sido resuelta: no depende pues, de la realidad del objeto de la
accin, sino meramente del principio del querer segn el cual ha sucedido la
accin, prescindiendo de todos los objetos de la facultad de desear. Por lo
anteriormente dicho se ve claramente que los propsitos que podamos tener al
realizar las acciones, y los efectos de stas, considerados como fines y motores
de la voluntad, no pueden proporcionar a las acciones ningn valor absolutamente
moral. As pues, dnde puede residir este valor, ya que no debe residir en la
relacin de la voluntad con los efectos esperados? No puede residir ms que en el
principio de la voluntad. prescindiendo de los fines que puedan realizarse por
medio de la accin, pues la voluntad situada entre su principio a priori, que es
formal, y su resorte a posteriori, que es material, se encuentra, por decirlo as, en
una encrucijada, y puesto que ha de ser determinada por algo, tendr que serlo
por el principio formal del querer en general cuando una accin sucede por deber,
puesto que todo principio material le ha sido sustrado.
La tercera proposicin, consecuencia de las dos anteriores, yo la formulara de
esta manera: el deber es la necesidad de una accin por respeto a la ley. Por
ejemplo, como efecto de la accin que me propongo realizar, puedo tener
688
689
Ahora bien, cul puede ser esa ley cuya representacin, aun sin referirnos al
efecto que se espera de ella, tiene que determinar la voluntad para que sta
pueda llamarse, sin ninguna restriccin, absolutamente buena? Puesto que he
sustrado la voluntad a todos los impulsos que podran apartarla del cumplimiento
de una ley, no queda nada ms que la legalidad universal de las acciones en
general (que debe ser el nico principio de la voluntad); es decir, yo no debo obrar
nunca ms que de modo que pueda querer que mi mxima se convierta en ley
universal. Aqu, la mera legalidad en general (sin poner como fundamento ninguna
ley adecuada a acciones particulares) es la que sirve de principio a la voluntad, y
as tiene que ser si el deber no debe reducirse a una vana ilusin y un concepto
quimrico: y con todo esto coincide perfectamente la razn comn de los hombres
en sus juicios prcticos, puesto que el citado principio no se aparta nunca de sus
ojos.
Sea, por ejemplo, la pregunta siguiente: me es lcito, cuando me encuentro en un
apuro, hacer una promesa con el propsito de no cumplirla? Fcilmente hago aqu
la diferencia que puede comportar la significacin de la pregunta de si es prudente
o de si es conforme al deber hacer una falsa promesa. Lo primero puede suceder,
sin duda, muchas veces. Ciertamente veo con gran claridad que no es bastante el
librarme, por medio de ese recurso, de una dificultad presente, sino que hay que
considerar
detenidamente
si
no
podr ocasionarme
luego
esa
mentira
contratiempos mucho ms graves que stos que ahora consigo eludir; y como las
consecuencias, a pesar de cuanta astucia me precie de tener, no son tan
fcilmente previsibles que no pueda suceder que la prdida de la confianza en m
sea mucho ms desventajosa para m que el dao que pretendo evitar ahora,
habr de considerar si no sera ms sagaz conducirme en este asunto segn una
mxima universal y adquirir la costumbre de no prometer nada sino con el
propsito de cumplirlo. Pero pronto veo con claridad que una mxima como sta
solo se fundamenta en la naturaleza inquietante de las consecuencias. Ahora bien,
es cosa muy distinta ser veraz por deber o serlo por temor a las consecuencias
perjudiciales, porque, en el primer caso, el concepto mismo de la accin contiene
ya una ley para m, mientras que en el segundo tengo que empezar observando a
690
691
693
694
Y aqu no hay nada que pueda evitarnos la cada completa de nuestra idea de
deber y permitirnos conservar en el alma un respeto bien fundamentado a su ley, a
no ser la clara conviccin de que no importa que no haya habido nunca acciones
emanadas de esas puras fuentes, pues no se trata aqu de si sucede esto o
aquello, sino de que la razn, por s misma e independientemente de todo
fenmeno, ordena lo que debe suceder, y que algunas acciones, de las que el
mundo quiz no ha dado todava ningn ejemplo y hasta de cuya realizabilidad
puede dudar muy mucho quien todo lo fundamenta en la experiencia, son
ineludiblemente mandadas por la razn. As, por ejemplo, la pura lealtad en las
relaciones de amistad no podra dejar de ser exigible a todo hombre, aunque hasta
hoy no hubiese habido ningn amigo leal, porque, como deber en general, este
deber reside, antes que en toda experiencia, en la idea de una razn que
determina la voluntad por fundamentos a priori.
Adase a esto que, si no se quiere negar al concepto de moralidad toda verdad y
toda relacin con un objeto posible, no puede ponerse en duda que su ley es de
tan extensa significacin que tiene validez no slo para los hombres sino para
todos los seres racionales en general, y no slo bajo condiciones contingentes y
con excepciones sino de un modo absolutamente necesario, por lo cual resulta
claro que no hay experiencia que pueda dar ocasin de inferir ni siquiera la
posibilidad de semejantes leyes apodcticas. En efecto, con qu derecho
podemos tributar un respeto ilimitado a lo que acaso no sea vlido ms que en las
condiciones contingentes de la humanidad y considerarlo precepto universal para
toda naturaleza racional? cmo vamos a considerar las leyes de determinacin
de nuestra voluntad como leyes de determinacin de la voluntad de un ser racional
en general y, precisamente por ello, vlidas tambin para nosotros, si fueran
simplemente empricas y no tuvieran su origen completamente a priori en una
razn pura prctica?
El peor servicio que puede hacerse a la moralidad es querer deducirla de
determinados ejemplos, porque cualquier ejemplo que se me presente en este
sentido tiene que ser previamente juzgado, a su vez, segn principios de la
696
aplicacin al gnero humano, habr de exponerse antes que nada de una manera
completamente independiente de sta, como filosofa pura, es decir, como
metafsica (cosa que muy bien se puede hacer en esta especie de conocimientos
totalmente separados), teniendo plena conciencia de que, sin estar en posesin de
tal metafsica, no ya slo sera intil intentar distinguir con exactitud, de cara a un
enjuiciamiento especulativo, lo propiamente moral del deber de lo que
simplemente es conforme al deber (9), sino que ni siquiera sera posible, en el
mero uso comn y prctico de la instruccin moral, fundamentar las costumbres
en sus verdaderos principios y fomentar as las disposiciones morales puras del
nimo e inculcarlas en los espritus para el mayor bien del mundo.
Ahora bien, para que en esta investigacin vayamos por sus pasos naturales y
pasemos no slo del enjuiciamiento moral comn (que es aqu muy digno de
respeto) al filosfico, como ya hemos hecho, sino de una filosofa popular, que no
puede llegar ms all de donde la lleve su tantear por entre ejemplos, a la
metafsica (que no se deja detener por nada emprico y, al tener que medir el
conjunto total del conocimiento racional de esta clase llega hasta las ideas
mismas, donde los ejemplos nada tienen que hacer) (10), tenemos que investigar
y exponer claramente la facultad prctica de la razn, desde sus reglas
universales de determinacin hasta all donde surge el concepto del deber.
En la naturaleza cada cosa acta siguiendo ciertas leyes. Slo un ser racional
posee la facultad de obrar por la representacin de las leyes, esto es, por
principios, pues posee una voluntad. Como para derivar las acciones a partir de
las leyes es necesaria la razn, resulta que la voluntad no es otra cosa que razn
practica. Si la razn determina indefectiblemente la voluntad de un ser, las
acciones de ste, reconocidas como objetivamente necesarias, son tambin
subjetivamente necesarias, es decir, que la voluntad es una facultad de no elegir
nada ms que lo que la razn reconoce como prcticamente necesario, es decir,
como bueno, independientemente de la inclinacin.
700
no valgan los imperativos: el no tiene un lugar adecuado aqu, porque ese tipo de
querer coincide necesariamente con la ley. Por eso los imperativos constituyen
solamente frmulas para expresar la relacin entre las leyes objetivas del querer
en general y la imperfeccin subjetiva de la voluntad de tal o cual ser racional, por
ejemplo, de la voluntad humana.
Pues bien, todos los imperativos mandan, o bien hipotticamente, o bien
categricamente. Aqullos representan la necesidad prctica de una accin
posible como medio de conseguir otra cosa que se quiere (o que es posible que se
quiera). El imperativo categrico sera aquel que representa una accin por s
misma como objetivamente necesaria, sin referencia a ningn otro fin.
Puesto que toda ley prctica representa una accin posible como buena y, por
tanto, como necesaria para un sujeto capaz de determinarse prcticamente por la
razn, resulta que todos los imperativos son frmulas de la determinacin de la
accin que es necesaria segn el principio de una voluntad buena. Ahora bien, si
la accin es buena slo como medio para alguna otra cosa, el imperativo es
hipottico, pero si la accin es representada como buena en s, es decir, como
necesaria en una voluntad conforme en s con la razn, o sea, como un principio
de tal voluntad, entonces el imperativo es categrico.
El imperativo dice, pues, qu accin posible por m es buena, y representa la
relacin de una regla prctica con una voluntad que no hace una accin slo por el
hecho de ser una accin buena, primero, porque el sujeto no siempre sabe que es
buena, y segundo, porque, aunque lo supiera, sus mximas podran ser contrarias
a los principios objetivos de una razn prctica.
El imperativo hipottico seala solamente que la accin es buena para algn
propsito posible o real. En el primer caso es un principio problemticoprctico,
mientras que en el segundo es un principio asertricoprctico. El imperativo
categrico, que, sin referencia a ningn propsito, es decir, sin ningn otro fin,
declara la accin objetivamente necesaria en s misma, tiene el valor de un
principio apodcticoprctico.
702
Aquello que es posible para las capacidades de algn ser racional puede pensarse
como propsito posible para alguna voluntad. Por eso, los principios de la accin
en cuanto que sta es representada como necesaria para conseguir algn
propsito posible son, en realidad, infinitos. Todas las ciencias contienen alguna
parte prctica que consiste en proponer problemas que constituyen algn fin
posible para nosotros, as como en imperativos que dicen cmo puede
conseguirse tal fin. stos pueden llamarse, en general, imperativos de habilidad.
No se trata de si el fin es racional y bueno, sino slo de lo que hay que hacer para
conseguirlo. Los preceptos que sigue el mdico para curar perfectamente a un
hombre y los que sigue el envenenador para matarlo son de igual valor, en cuanto
que cada uno de ellos sirve para realizar perfectamente su propsito.
En la primera juventud nadie sabe qu fines podrn ofrecrsenos en la vida, y por
eso los padres tratan de que sus hijos aprendan muchas cosas y procuran darles
habilidad para el uso de los medios tiles a cualquier tipo de fines, puesto que no
pueden determinar de ninguno de ellos si no ser ms adelante un propsito real
del educando, siendo posible que alguna vez lo considere como tal. Y es tan
grande este cuidado, que los padres suelen olvidar reformar y corregir el juicio de
los nios sobre el valor de las cosas que pudieran proponerse como fines (12).
No obstante, hay un fin que puede presuponerse como real en todos los seres
racionales (en cuanto que les convienen los imperativos, como seres
dependientes que son); hay un propsito que no slo pueden tener, sino que
puede suponerse con total seguridad que todos tienen por una necesidad natural,
y ste es el propsito de felicidad. El imperativo hipottico que representa la
necesidad prctica de la accin como medio de fomentar la felicidad es asertrico.
No es lcito presentarlo como necesario slo para un propsito incierto y
simplemente posible, sino que ha de serlo para un propsito que podemos
suponer con plena seguridad y a priori en todo hombre porque pertenece a su
esencia. Ahora bien, la habilidad al elegir los medios para conseguir la mayor
cantidad posible de bienestar propio podemos llamarla sagacidad en sentido
estricto (13). As pues, el imperativo que se refiere a la eleccin de dichos medios,
703
706
Este imperativo de la sagacidad sera, adems (admitiendo que los medios para
llegar
la
felicidad
pudieran
indicarse
con
certeza),
una
proposicin
As, por ejemplo, cuando se dice no debes prometer falsamente y se admite que la
necesidad de tal omisin no es un simple consejo encaminado a evitar un mal
mayor, como sera si se dijese no debes prometer falsamente; no vayas a perder
tu crdito al ser descubierto, sino que se afirma que una accin de esta especie
tiene que considerarse mala en s misma, entonces el imperativo de la prohibicin
es categrico. Sin embargo, no se puede mostrar con seguridad en ningn
ejemplo que la voluntad se determina aqu sin ningn otro motor y slo por la ley,
aunque as lo parezca, pues siempre es posible que en secreto el temor a la
vergenza o acaso tambin el recelo oscuro de otros peligros tengan influjo sobre
la voluntad. Quin puede demostrar la no existencia de una causa por la
experiencia cuando sta slo nos ensea que no percibimos tal causa? De esta
manera, el llamado imperativo moral, que parece un imperativo categrico
707
cuya ley fuese destruir la vida misma mediante el mismo impulso encargado de
conservarla sera, sin duda alguna, una naturaleza contradictoria y que no podra
subsistir. Por lo tanto, aquella mxima no puede realizarse como ley natural
universal y, en consecuencia, contradice por completo al principio supremo de
todo deber.
Otro hombre se ve apremiado por la necesidad de pedir dinero prestado. Sabe
perfectamente que no podr pagar, pero tambin sabe que nadie le prestar nada
si no promete formalmente devolverlo en determinado tiempo. Siente deseos de
hacer tal promesa, pero an le queda conciencia bastante como para preguntarse:
no est prohibido, no es contrario al deber salir de apuros de esta manera?
Supongamos que, pese a todo, decide hacerlo, por lo que la mxima de su accin
vendra a ser sta: cuando crea estar apurado por la falta de dinero tomar
prestado y prometer el pago, aun cuando s que no voy a realizarlo nunca.
Este principio del egosmo o de la propia utilidad es quiz compatible con todo mi
bienestar futuro, pero la cuestin ahora es la siguiente: es lcito esto?
Transformo, pues, la exigencia del egosmo en una ley universal y propongo as la
pregunta: qu sucedera si mi mxima se convirtiese en ley universal? Enseguida
veo que no puede valer como ley natural universal ni estar de acuerdo consigo
misma sino que siempre ha de ser contradictoria. En efecto, la universalidad de
una ley que sostenga que quien crea estar apurado puede prometer lo que se le
ocurra proponindose no cumplirlo hara imposible la promesa misma y el fin que
con ella pudiera obtenerse, pues nadie creera en tales promesas y todos se
reiran de ellas como de un vano engao.
Una tercera persona encuentra cierto talento en su interior, lo que, con la ayuda de
alguna cultura, podra hacer de l un hombre til en diferentes aspectos. Sin
embargo, se encuentra en circunstancias cmodas y prefiere ir en bsqueda de
placeres a esforzarse por ampliar y mejorar sus afortunadas capacidades
naturales. Pero se pregunta si su mxima de dejar sin cultivar su talento natural,
aparte de coincidir con su tendencia a la pereza, se ajusta adems a lo que se
entiende por deber. Y entonces se ve que muy bien puede subsistir una naturaleza
710
que se rija por tal ley universal, aunque el hombre (como hacen los habitantes de
los mares del Sur) deje que se enmohezcan sus talentos y entregue su vida a la
ociosidad, el regocijo y la reproduccin, o sea, en una palabra, al disfrute. Pero no
puede querer que sta sea una ley natural universal o que se halle impresa en
nosotros por algn instinto natural, pues, en cuanto ser racional, necesariamente
quiere que se desarrollen todas las facultades en l, ya que le han sido dadas y le
sirven para todo gnero de propsitos posibles.
Una cuarta persona a quien le van bien las cosas ve a otros luchando contra
grandes dificultades. Podra ayudarles, pero piensa: a m qu me importa? que
cada uno sea lo feliz que el cielo le conceda o l mismo quiera hacerse; nada voy
a quitarle, y ni siquiera le tendr envidia; no tengo ganas de contribuir a su
bienestar o a su ayuda en la necesidad! Ciertamente, si tal modo de pensar fuese
una ley universal de la naturaleza podra muy bien subsistir la raza humana, y sin
duda, mejor an que charlando todos de compasin y benevolencia, ponindolas
por las nubes e incluso ejercindolas en ocasiones, pero tambin engaando en
cuanto se tiene la oportunidad, traficando con el derecho de los hombres o
lesionndolo de varias maneras.
Pero bien, sea como fuere, aun cuando sea posible que aquella mxima se
mantenga como ley natural universal, es imposible, sin embargo, querer que tal
principio valga siempre y por todas partes como ley natural, pues una voluntad que
as lo decidiera se contradira a s misma, ya que podran suceder algunos casos
en que necesitara del amor y compasin de los dems, y entonces, por la misma
ley natural originada en su propia voluntad, se vera privado de toda esperanza de
ayuda (18).
Estos son algunos de los muchos deberes reales, o al menos considerados as por
nosotros, cuya derivacin del nico principio citado arriba salta claramente a la
vista. Hay que poder querer que una mxima de nuestra accin se convierta en ley
universal: tal es, en general, el canon del enjuiciamiento moral de la misma.
Algunas acciones estn constituidas de tal modo que su mxima no puede ni
siquiera ser pensada sin contradiccin como ley natural universal, y mucho menos
711
712
Vemos aqu, en efecto, cmo la filosofa est colocada en una posicin bastante
precaria, pues ha de mantenerse firme sin pender de nada que est en el cielo ni
apoyarse en nada que est sobre la tierra. Aqu ha de demostrar su integridad
como guardadora de sus leyes, no como heraldo de las que le insine algn
sentido impreso o quin sabe qu naturaleza providente, las cuales, aunque son
mejores que no tener nada, no pueden nunca proporcionar principios, porque
stos son dictados por la razn y han de tener su origen completamente a priori, y
con ello, su autoridad imperativa. En suma: no esperar nada de la inclinacin
humana sino de la suprema autoridad de la ley y del respeto a la misma, o, en otro
caso, condenar al hombre a autodespreciarse y execrarse en su interior.
Todo aquello, pues, que sea emprico representa un aadido al principio de la
moralidad, y, como tal, no slo resulta inadecuado sino altamente perjudicial para
la pureza de las costumbres mismas, en las cuales el valor propio y ms all de
todo precio de una voluntad absolutamente pura consiste justamente en que el
principio de la accin se halla libre de todos aquellos influjos de motivos
contingentes que slo la experiencia es capaz de proporcionar. Contra esta
negligencia y hasta bajeza del modo de pensar que busca el principio en
motivaciones y leyes empricas no sern nunca demasiado frecuentes e intensas
las reconvenciones, porque la razn humana, cuando se cansa, va gustosamente
a reposar en ese almohadn, y en los ensueos de dulces ilusiones (que la hacen
abrazar una nube en lugar de a Juno) la moralidad es sustituida por un bastardo
compuesto de miembros procedentes de diferentes orgenes y que se parece a
todo lo que se quiera ver en l excepto a la virtud, al menos para aquel que la
haya visto una vez en su verdadera figura (20).
Entonces la cuestin es la siguiente: es una ley necesaria para todos los seres
racionales juzgar siempre sus acciones segn mximas que ellos mismos puedan
querer que sirvan, a la vez, de leyes universales? Si es as, entonces esto se
encuentra vinculado, de un modo absolutamente a priori, al concepto de la
voluntad de un ser racional en general. Mas para descubrir tal vinculacin hace
714
que valen para todo ser racional. Los principios prcticos son formales cuando
hacen abstraccin de todos los fines subjetivos, y son materiales cuando
consideran los fines subjetivos y en consecuencia ciertos estmulos. Aquellos fines
que, como efectos de la accin de un ser racional, se propone ste a su capricho
(fines materiales) son todos ellos simplemente relativos, pues su valor reside en su
mera relacin con una determinada facultad de desear del sujeto y no pueden
proporcionar en consecuencia, ningn principio universal vlido y necesario para
todo ser racional ni tampoco para todo querer, es decir, que no pueden establecer
leyes prcticas. Por esta razn, todos estos fines relativos no pueden apoyarse
ms que en imperativos hipotticos.
Pero si suponemos que hay algo cuya existencia en s misma posee un valor
absoluto, algo que, como fin en s mismo, puede ser fundamento de determinadas
leyes, entonces en ello y slo en ello estara el fundamento de un posible
imperativo categrico, es decir, de una ley prctica.
Ahora yo digo que el hombre, y, en general, todo ser racional, existe como fin en s
mismo y no slo como medio para cualesquiera usos de esta o aquella voluntad, y
debe ser considerado siempre al mismo tiempo como fin en todas sus acciones,
no slo las dirigidas a s mismo sino las dirigidas tambin a los dems seres
racionales. Todos los objetos de las inclinaciones tienen un valor, pues si no
hubiera inclinaciones y necesidades fundamentadas en ellas su objeto carecera
de valor. Pero las inclinaciones mismas como fuentes de las necesidades estn
tan lejos de tener un valor absoluto para ser deseadas, que ms bien el deseo
general de todo ser racional sera el librarse completamente de ellas. As pues, el
valor de todos los objetos que podemos obtener por medio de nuestras acciones
es siempre un valor condicionado. Los seres cuya existencia no descansa en
nuestra voluntad sino en la naturaleza tienen, si son seres irracionales, un valor
meramente relativo, como simples medios, y por eso se llaman . En cambio, los
seres racionales se llaman personas porque su naturaleza los distingue como
fines en s mismos, o sea, como algo que no puede ser usado meramente como
716
medio y por tanto, limita todo capricho en este sentido (y es, en definitiva, objeto
de respeto).
No son stos, pues, fines subjetivos cuya existencia tiene un valor para nosotros
como efecto de nuestra accin, sino que son fines objetivos, es decir, seres cuya
existencia es un fin en s misma, y un fin tal que en su lugar no puede ponerse
ningn otro fin para el cual debiera ste servir de medio, porque sin esto no habra
posibilidad de hallar en ninguna parte nada que tuviera valor absoluto, y si todo
valor fuera condicionado y, por tanto, contingente, no podra encontrarse ningn
principio prctico supremo para la razn.
Por lo tanto, si ha de haber un principio prctico supremo y un imperativo
categrico con respecto a la voluntad humana, habr de ser tal que, por la
representacin de lo que es necesariamente fin para todos por ser un fin en s
mismo, constituya un principio objetivo de la voluntad y pueda servir, en
consecuencia, como ley prctica universal. El fundamento de este principio es as:
la naturaleza racional existe como fin en s misma. As se representa
necesariamente el hombre su propia existencia, y en este sentido dicha existencia
es un principio subjetivo de las acciones humanas. Pero tambin se representa as
su existencia todo ser racional, justamente a consecuencia del mismo fundamento
racional que tiene valor para m (21), por lo que es, pues, al mismo tiempo, un
principio objetivo del cual, como fundamento prctico supremo que es, han de
poder derivarse todas las leyes de la voluntad. El imperativo prctico ser
entonces como sigue: obra de tal modo que te relaciones con la humanidad, tanto
en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca slo
como un medio (22). Vamos a ver ahora si esto puede llevarse a cabo.
Volviendo a los ejemplos anteriores, tendramos:
compatible con la idea de la humanidad como fin en s. Si, para escapar de una
situacin dolorosa, se destruye a s mismo, hace uso de una persona como simple
medio para conservar una situacin tolerable hasta el fin de la vida (23). El hombre
no es una cosa ni es algo, pues, que pueda usarse como simple medio, sino que
debe ser considerado, en todas las acciones, como un fin en s. En consecuencia,
no puedo disponer del hombre, en mi persona, para mutilarle, estropearle o
matarle. (Prescindo aqu de una determinacin ms precisa de este principio para
evitar malentendidos, como, por ejemplo, la amputacin de miembros para
conservarme, o el peligro al que expongo mi vida para conservarla, etc.)
2. Por lo que se refiere al deber necesario para con los dems, el que est
pensando hacer una falsa promesa comprender inmediatamente que quiere usar
a otro hombre como un simple medio, sin considerarlo, al mismo tiempo, un fin en
s mismo. En efecto, aquel a quien yo quiero aprovechar, por medio de esa
promesa, para mis propsitos no puede aceptar el modo que tengo de tratarle y
ser el fin de esa accin (24). Claramente salta a la vista el desprecio al principio de
la dignidad de los otros hombres cuando se eligen ejemplos de ataques a la
libertad y la propiedad de los dems, pues se ve inmediatamente que el que
lesiona los derechos de los hombres est decidido a usar a la persona ajena como
un simple medio, sin tener en consideracin que los dems, como seres
racionales que son, deben ser estimados al mismo tiempo como fines en s, es
decir, slo como seres que deben contener en s mismos el fin de la accin (25).
3. Con respecto al deber contingente (meritorio) para con uno mismo, no basta
con que la accin no contradiga a la humanidad como fin en s misma contenida
en nuestra persona, sino que tiene que concordar positivamente con ella. Ahora
bien, en la humanidad hay capacidades de perfeccionamiento que pertenecen al
fin de la naturaleza en lo que se refiere a la humanidad contenida en nuestra
persona,
con
lo
que
descuidar
dichas
capacidades
puede
muy
bien
718
4. Con respecto al deber meritorio para con los dems, el fin natural que tienen
todos los hombres es su propia felicidad. Es bien cierto que podra mantenerse la
humanidad aunque nadie contribuyera a la felicidad de los dems, con tal de no
sustraerle nada, pero es una concordancia meramente negativa y no positiva con
la humanidad como fin en s el que nadie se esfuerce en lo que pueda por
fomentar los fines ajenos. En efecto, siendo el sujeto un fin en s mismo, sus fines
deben ser, en la medida de lo posible, tambin mos, si es que aquella
representacin ha de ejercer sobre m todo su efecto.
Este principio de la humanidad y de toda naturaleza racional en general como fin
en s misma, principio que constituye la suprema condicin limitativa de la libertad
de las acciones de todo hombre, no se deriva de la experiencia. Primero, a causa
de su universalidad, puesto que se extiende a todos los seres racionales y no hay
experiencia que alcance a determinar tanto. Segundo, porque en dicho principio la
humanidad no es representada como fin del hombre (subjetivamente), es decir,
como objeto que nos proponemos como un fin de hecho, sino como un fin objetivo
que, sean cuales sean los fines que tengamos, constituye como ley la suprema
condicin limitativa de todos los fines subjetivos, y, por tanto, debe originarse en la
razn pura. En efecto, el fundamento de toda legislacin prctica se encuentra
objetivamente en la regla y en aquella forma de universalidad que la capacita para
ser una ley (siempre una ley natural), segn el primer principio, mientras que,
subjetivamente, tal fundamento se encuentra en el fin de la accin. Ahora bien, el
sujeto de todos los fines segn el segundo principio, es todo ser racional como fin
en s mismo, de donde se sigue un tercer principio prctico de la voluntad como
condicin suprema de la concordancia entre sta y la razn prctica universal, a
saber, la idea de la voluntad de todo ser racional como una voluntad un
universalmente legisladora.
Segn este principio, han de rechazarse todas aquellas mximas que no puedan
compatibilizarse con la propia legislacin universal de la voluntad. De esta
manera, la voluntad no est sometida sin ms a la ley, sino que lo est de manera
719
que puede ser considerada autolegisladora, y por eso mismo, y slo por eso,
sometida a aquella ley de la que ella misma es autora.
Los imperativos, segn el modo anterior de representarlos, es decir, como la
legalidad universal de acciones semejante a un orden natural, o bien como la
preferencia universal por los seres racionales en s mismos, excluyen de su
autoridad, sin duda, toda mezcla de algn inters como estmulo justamente
porque son representados como categricos. Pero han sido solamente admitidos
como imperativos categricos porque resulta necesario si se quiere explicar el
concepto de deber, pero no ha podido demostrarse por s mismo que existan
proposiciones prcticas que mandan categricamente, como tampoco puede
demostrarse ahora en este captulo. Sin embargo, poda suceder una cosa, y es
que la ausencia de todo inters en el querer por deber, como caracterstica
especfica que distingue el imperativo categrico del hipottico, es indicada en el
imperativo mismo por medio de alguna determinacin contenida en l, y esto es
justamente lo que ocurre en la formulacin del tercer principio que hemos dado, es
decir, en la idea de la voluntad de todo ser racional como voluntad universalmente
legisladora.
En efecto, si pensamos tal voluntad veremos que una voluntad subordinada a
leyes puede estar vinculada a stas, sin duda, por algn inters, pero una voluntad
que es ella misma suprema legisladora no puede, en cuanto que lo es, depender
de ningn inters, pues en tal caso necesitara de alguna otra ley que sometiese el
inters de su egosmo a la condicin de una validez elevada a ley universal.
As pues, si en efecto es exacto el principio de toda voluntad humana como una
voluntad universalmente legisladora por medio de todas sus mximas, sera muy
apto para un imperativo categrico (26), pues atenindonos a la idea de una
legislacin universal no se fundamenta en ningn inters y, de todos los
imperativos posibles, es el nico que puede considerarse incondicionado, o, mejor
an, invirtiendo la oracin: si hay un imperativo categrico (es decir, una ley para
la voluntad de todo ser racional), slo podr mandar que se haga todo por una
mxima de la voluntad que pueda considerarse al mismo tiempo universalmente
720
inevitable
consecuencia
arruina
irremediablemente
todo
esfuerzo
pensar una totalidad de los fines (tanto de los seres racionales como de los fines
en s, como tambin de los propios fines que cada cual puede proponerse) en un
enlace sistemtico, es decir, un reino de los fines posible segn los ya citados
principios.
En efecto, todos los seres racionales estn sujetos a la ley de que cada uno de
ellos debe tratarse a s mismo y tratar a todos los dems nunca como simple
medio sino siempre al mismo tiempo como fin en s mismo. Entonces nace de aqu
un enlace sistemtico de los seres racionales por leyes objetivas comunes, esto
es, un reino que, puesto que esas leyes se proponen relacionar a esos seres
como fines y medios, muy bien puede llamarse un reino de los fines, aunque,
desde luego, slo en la idea.
Un ser racional pertenece como miembro al reino de los fines cuando forma parte
de l como legislador universal, pero tambin cuando se halla sujeto a las leyes.
Pertenece al reino como jefe cuando, como legislador, no est sometido a la
voluntad de otro.
El ser racional debe considerarse siempre legislador en un reino de fines posibles
gracias a la libertad de la voluntad, ya sea como miembro, ya sea como jefe. Mas
si ocupa este segundo puesto, no puede ser slo por la mxima de su voluntad,
sino slo si es un ser totalmente independiente, sin que la capacidad adecuada a
su voluntad posea necesidades ni limitaciones.
La moralidad consiste, pues, en la relacin de toda accin con aquella legislacin
por la cual es posible un reino de los fines. Pero esa legislacin debe hallarse en
todo ser racional y ha de poder originarse en su voluntad, cuyo principio, en
consecuencia, es el de no hacer ninguna accin por otra mxima que sta: que tal
mxima pueda ser una ley universal y, por tanto, que la voluntad, por su mxima,
pueda considerarse a s misma, al mismo tiempo, universalmente legisladora. Si
las mximas no son, por su propia naturaleza, necesariamente conformes con ese
principio objetivo de los seres racionales universalmente legisladores, entonces la
necesidad de la accin, segn el mismo principio, se llama constriccin prctica,
722
es decir, deber. El deber no se refiere al jefe en el reino de los fines, pero s a todo
miembro y a todos en igual medida.
La necesidad prctica de obrar segn ese principio, es decir, el deber, no
descansa en sentimientos, impulsos e inclinaciones, sino slo en la relacin de los
seres racionales entre s, relacin en la que la voluntad de un ser racional debe
considerarse al mismo tiempo legisladora, pues si no no podra pensarse como fin
en s mismo. La razn vincula, pues, toda mxima de la voluntad como
universalmente legisladora a cualquier voluntad y tambin a cualquier accin para
consigo misma, y esto no en virtud de ningn otro motivo prctico o en vista de
algn provecho futuro, sino por la idea de la dignidad de un ser racional que no
obedece otra ley que aquella que l se da a s mismo.
En el reino de los fines todo tiene un precio o una dignidad. Aquello que tiene
precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio, lo que se halla por
encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una
dignidad.
Lo que se refiere a las inclinaciones y necesidades del hombre tiene un precio
comercial; lo que, sin suponer una necesidad, se adecua a cierto gusto, es decir, a
una satisfaccin producida por el simple juego de nuestras facultades sin fin
alguno, tiene un precio de afecto; pero aquello que constituye la condicin para
que algo sea un fin en s mismo no tiene un valor meramente relativo o precio,
sino que tiene un valor interno, es decir, dignidad.
La moralidad es aquella condicin bajo la cual un ser racional puede ser un fin en
s mismo, puesto que slo por ella es posible ser miembro legislador en un reino
de los fines. As pues, la moralidad y la humanidad en cuanto que es capaz de
moralidad son lo nico que posee dignidad. La habilidad y la ambicin en el
trabajo tienen un precio comercial; la gracia, la imaginacin viva, el ingenio, tienen
un precio de afecto; en cambio, la fidelidad en las promesas, la benevolencia por
principios (no por instinto), tienen un valor interior. Igual que el arte, la naturaleza
no contiene nada que pueda sustituirla caso de faltar, pues su valor no consiste en
723
los efectos que de ella brotan ni en el provecho y utilidad que proporcionan, sino
en los sentimientos morales, es decir, en las mximas de la voluntad dispuestas a
manifestarse en acciones de este tipo aunque no se vean favorecidas por el xito.
Esas acciones no necesitan que las recomiende ninguna disposicin o gusto
subjetivo para considerarlas con inmediata satisfaccin, ni necesitan de ninguna
tendencia o sentimiento inmediatos. Representan a la voluntad que las realiza
como objeto de respeto absoluto, pues no hace falta ms que la razn para
imponer dichos actos a la voluntad sin necesidad de adularla, algo que, en el
terreno de los deberes, sera una contradiccin. Esta apreciacin da a conocer,
por tanto, el valor de dignidad que tiene tal modo de pensar y lo aleja infinitamente
de todo precio, con el cual ni siquiera puede ponerse en comparacin sin
menoscabar, por as decir, la santidad del mismo.
Pero qu es lo que justifica tan altas pretensiones de los sentimientos morales
buenos o de la virtud? Nada menos que la participacin del ser racional en la
legislacin universal, hacindole por ello apto para ser miembro de un reino
posible de fines (al que por su propia naturaleza estaba ya destinado) como fin en
s mismo y, por consiguiente, como legislador en dicho reino, como libre con
respecto a todas las leyes naturales y obedeciendo slo a aquellas que da l
mismo y por las cuales sus mximas pueden pertenecer a una legislacin
universal (a la que, al mismo tiempo, l mismo se somete), pues nada tiene ms
valor que el que determina la ley. Precisamente por eso la legislacin misma, que
determina todo valor, debe poseer una dignidad, o sea, un valor incondicionado,
incomparable, para el cual slo la palabra respeto ofrece la expresin conveniente
de la estimacin que un ser racional ha de tributarle. La autonoma es, pues, el
fundamento de la dignidad de la naturaleza humana y de toda naturaleza racional.
Las tres citadas maneras de representar el principio de la moralidad son en el
fondo, otras tantas frmulas de una misma ley, cada una de las cuales contiene en
su interior a las otras dos. No obstante, hay en ellas una diferencia que, sin duda,
es ms subjetiva que objetivamente prctica, pues se trata de acercar una idea de
724
725
sta es la nica condicin bajo la cual una voluntad no puede estar nunca en
contradiccin consigo misma, y este imperativo es categrico. Puesto que la
validez de la voluntad, como ley universal para acciones posibles, acepta una
analoga con el enlace universal de la existencia de las cosas segn leyes
universales, que es en general lo formal de la naturaleza, resulta que el imperativo
categrico tambin puede expresarse de la siguiente manera: obra segn
mximas que, al mismo tiempo, puedan tener por objeto presentarse como leyes
naturales universales. As est constituida la frmula de una voluntad
absolutamente buena.
La naturaleza racional se distingue de las dems en que se pone un fin a s
misma, y ste sera la materia de toda buena voluntad. Pero como en la idea de
una voluntad absolutamente buena sin condicin limitativa (alcanzar este o aquel
fin) hay que hacer completa abstraccin de todo fin a realizar (aquel que cada
voluntad llevara a cabo ms o menos bien), resulta que el fin no debe pensarse
aqu como un fin a realizar sino como un fin independiente y, por tanto, de modo
negativo, es decir, como un fin contra el cual no debe obrarse nunca y que no
debe, en consecuencia, apreciarse como simple medio sino siempre, al mismo
tiempo, como un fin de todo querer. Este fin no puede ser otra cosa que el
fundamento (29) de todos los dems fines posibles, pues es tambin el
fundamento de una posible voluntad absolutamente buena que no puede
colocarse en funcin de ningn otro objeto sin caer en una contradiccin.
El principio trata a todo ser racional (a s mismo y a los dems) de tal modo que en
tu mxima tal ser valga al mismo tiempo como fin en s es idntico, en el fondo, al
principio obra segn una mxima que contenga en s misma su validez universal
para todo ser racional, pues si en el uso de los medios para todo fin yo debo limitar
mi mxima a la condicin de su validez universal como ley para todo sujeto, esto
equivale a que el sujeto de los fines, es decir, el ser racional mismo, no debe
nunca fundamentar las mximas de sus acciones como si fueran un simple medio,
sino como constituyendo la suprema condicin limitativa en la utilizacin de los
medios, o sea, siempre y al mismo tiempo como un fin.
726
Ahora bien, de aqu se sigue sin discusin que todo ser racional como fin en s
mismo debe poderse considerar, con respecto a todas las leyes a que pudiera
estar sometido, legislador universal, porque justamente esa aptitud de sus
mximas para la legislacin universal lo distingue como fin en s mismo, al igual
que su dignidad (prerrogativa) sobre todos los simples seres naturales lleva
consigo el tomar siempre sus mximas desde su propio punto de vista, y, al mismo
tiempo desde el de los dems seres racionales como legisladores (que por eso se
llaman personas) Y de esta manera es posible un mundo de seres racionales
(mundus intelligibilis) como reino de los fines por la propia legislacin de todas las
personas que son miembros de l. Por consiguiente, todo ser racional debe obrar
como si fuera por sus mximas un miembro legislador en el reino universal de los
fines. El principio formal de tales mximas es: obra como si tu mxima debiera
servir al mismo tiempo de ley universal para todos los seres racionales. Un reino
de los fines slo es posible, pues, por analoga con un reino de la naturaleza:
aqul, segn mximas, es decir, reglas que se pone a s mismo; ste, segn leyes
de causas eficientes mecnicas. No obstante, al conjunto de la naturaleza, aunque
es considerado una mquina, se le da el nombre de reino de la naturaleza en
cuanto que tiene referencia a los seres racionales como fines suyos.
Tal reino de los fines sera realmente realizado por mximas, cuya regla prescribe
el imperativo categrico a todos los seres racionales, si tales mximas fueran
seguidas universalmente. Ahora bien, aunque el ser racional no puede contar con
que, porque l mismo siga puntualmente esa mxima, por eso mismo los dems
habrn de ser fieles a la misma; aunque tampoco puede contar con que el reino de
la naturaleza y la ordenacin finalista que contiene (y en la que l mismo est
incluido) habrn de coincidir con un posible reino de los fines realizado por l
mismo y satisfacer as su esperanza de felicidad, etc., sin embargo, la ley que
dicta obra siguiendo las mximas de un miembro legislador universal en un posible
reino de fines conserva toda su fuerza porque manda categricamente. Y aqu
justamente est la paradoja: en que solamente la dignidad del hombre como
naturaleza racional, sin considerar ningn otro fin o provecho a conseguir por ella,
es decir, slo el respeto por una pura idea debe servir, no obstante, como
727
729
contendr slo la forma del querer en general como autonoma, es decir que la
aptitud que posee la mxima de toda buena voluntad de hacerse a s misma ley
universal es la nica ley que se autoimpone la voluntad de todo ser racional sin
que intervenga como fundamento ningn impulso o inters.
Cmo es posible y por qu es necesaria tal proposicin prctica sinttica a priori
constituye un problema cuya solucin no cabe en los lmites de una metafsica de
las costumbres. Tampoco hemos afirmado aqu su verdad ni hemos presumido de
tener una demostracin en nuestro poder, sino que nos hemos limitado a exponer,
una vez desarrollado en general el concepto de moralidad, el hecho de que una
autonoma de la voluntad va inevitablemente implcita en dicho concepto, o, mejor,
le sirve de base. As pues, quien tenga a la moralidad por algo, y no por una idea
quimrica desprovista de verdad, tendr que admitir, asimismo, el citado principio
de la misma.
Este captulo ha sido, ciertamente, slo analtico, igual que el primero. Pero para
que la moralidad no sea un vano fantasma (cosa que de suyo se deducir si el
imperativo categrico y con l la autonoma de la voluntad resultan ser verdaderos
y absolutamente necesarios como principios a priori) hace falta un uso sinttico
posible de la razn pura prctica algo que no nos es posible adelantar sin que
preceda una crtica de esa facultad. En el ltimo captulo expondremos sus rasgos
principales, pues eso es suficiente para nuestro propsito.
NOTAS
(1) En alemn Urteilskraft. El contexto parece aconsejar una versin algo diferente
a la que da Morente, ya que Kant se est refiriendo aqu a simples facultades
psicolgicas que no tienen nada que ver con la , de la que habla el filsofo en
otros lugares.
(2) Morente traduce la expresin kantiana weitere Absicht como propsito
ulterior. Creemos que la traduccin debe aadir el matiz de que una buena
voluntad tomada en su sentido puro no puede plantearse propsitos que se hallen
734
(5) (Nota de Kant): Podra objetrseme que, bajo el nombre de respeto, busco
refugio en un oscuro sentimiento en lugar de dar una solucin clara a la cuestin
por medio de un concepto racional. Pero aunque el respeto es, efectivamente, un
sentimiento, no es un sentimiento recibido del exterior por medio de un influjo, sino
espontneamente autogenerado a travs de un concepto de la razn y, por lo
tanto, especficamente distinto de todos los sentimientos de la primera clase, que
pueden reducirse a inclinacin o miedo. Lo que yo reconozco inmediatamente
para m como una ley lo reconozco con respeto, y este respeto significa solamente
la conciencia de la subordinacin de mi voluntad a una ley, sin la mediacin de
otros influjos en mi sentir. La determinacin inmediata de la voluntad por la ley y la
conciencia de la misma se llama respeto, de manera que este es considerado
efecto de la ley sobre el sujeto y no causa. Propiamente es respeto la
representacin de un valor que menoscaba el amor que me tengo a m mismo. Por
consiguiente, es algo que no se considera ni como objeto de la inclinacin ni como
objeto del temor, aun cuando tiene algo de anlogo con ambos a un mismo
tiempo. El objeto del respeto es, pues, exclusivamente la ley, esa ley que nos
imponemos a nosotros mismos, y, no obstante, como necesaria en s misma.
Como ley que es, estamos sometidos a ella sin tener que consultar al egosmo.
Como impuesta por nosotros mismos es, sin embargo, una consecuencia de
nuestra voluntad. En el primer sentido tiene analoga con el miedo; en el segundo,
735
(6) En la primera edicin Kant haba escrito . En esta segunda edicin Kant
introduce, como vemos, una mayor dosis de cautela recurriendo a la clebre
metfora de la balanza. En todo el escrito kantiano se deja ver un profundo
espritu dialctico expresado, como en la metfora de la balanza (presente
tambin en el escrito del ao 1766 sobre Schwedenborg), en la actitud de
problemtica bsqueda de las condiciones de una moralidad a priori.
(8) (Nota de Kant): Poseo una carta del difunto Sulzer en la que este hombre
excelente me pregunta cul puede ser la causa de que las teoras de la virtud por
muy convincentes que sean para la razn, resulten, sin embargo, tan poco
eficaces. Mi contestacin se retras a causa de los preparativos que estaba
haciendo para darla completa. Pero no es otra ms que sta: los tericos de la
virtud no han depurado sus conceptos y, queriendo hacerlo mejor y acopiando por
todas partes causas determinantes del bien moral para hacer enrgica la
736
(9) En alemn vergeblich sei das Moralische der Pflicht in allem, was pflichrmssig
ist, genau fr die spekulative Beuneilung zu bestimmen. La traduccin aqu
propuesta, algo menos exacta que la ofrecida por Morente, intenta hacer resaltar
el matiz que hace posible la apertura del problema entre la Moralitt y la
Sittlichkeit, puesto que la ausencia de una metafsica de las costumbres en el
sentido kantiano provoca la confusin entre una y otra, as como la lenta e
inexorable disolucin de la primera en la segunda. El precio que se paga por tal
disolucin es inadmisible: nada menos que la relativizacin de la virtud moral,
primer paso para su simple desaparicin.
(10) En la primera edicin Kant haba escrito: donde los ejemplos, por muy
adecuados que sean a las ideas, nada tienen que hacer.
(12) Kant est hablando, obviamente, del valor moral de las cosas.
(13) (Nota de Kant): La palabra se toma en dos sentidos: en un caso puede llevar
el nombre de sagacidad mundana, en el otro, el de sagacidad privada. La primera
es la habilidad de un hombre que tiene influjo sobre los dems para usarlos en pro
de sus propsitos, mientras que la segunda es el conocimiento que rene todos
esos propsitos para el propio provecho duradero. La segunda es la que da
propiamente valor a la primera, hasta el punto de que de quien es sagaz en la
primera acepcin y no en la segunda podra decirse que es hbil y astuto, pero no
sagaz en sentido pleno.
(15) (Nota de Kant): Enlazo el acto a priori con la voluntad sin presuponer como
condicin la existencia de inclinaciones, es decir, necesariamente (aunque slo de
un modo objetivo, esto es, bajo la idea de una razn que tenga pleno poder sobre
todas las motivaciones subjetivas). Es sta, pues, una proposicin prctica que no
738
(17) (Nota de Kant): Hay que advertir en este punto que me reservo la divisin de
los deberes para una futura Metafsica de las costumbres. Esta que ahora uso es
slo una divisin cualquiera para ordenar mis ejemplos. Por lo dems, entiendo
aqu por deber perfecto aquel que no admite excepcin en favor de las
inclinaciones, por lo que tengo deberes perfectos tanto internos como externos.
Esto es algo que contradice el uso que tales trminos tienen en las escuelas, pero
que aqu no intentar justificar porque resulta indiferente para mi propsito que se
admita o no.
(18) Ntese que, de los cuatro ejemplos aducidos por Kant, este ltimo es
especialmente confuso desde el punto de vista de una moralidad a priori, pues,
aunque
Kant
introduce
el
concepto
de
compasin
(lo
que le
aparta
(19) Ntese el tono irnico empleado por Kant a la hora de caracterizar a esta (por
decirlo con Hegel) bella conciencia, que hace lo que le dicta su inclinacin
inmediata pero sin abandonar la defensa por supuesto retricade los deberes del
imperativo moral. Recordar, asimismo, el lector cmo hablaba Kant algo ms
arriba de las , etc., lo que anula ipsofacto los reproches que se han formulado
acerca de una supuesta hipocresa en el establecimiento de su concepcin
analtica de la tica. Quien se lleva la palma en este tipo de reproches no es otro,
sin duda, que el Hegel de la Fenomenologa del Espritu.
(23) Como podr advertir el lector, nos encontramos ante uno de los
razonamientos ms confusos (el peor, sin duda, de todo el escrito kantiano), en la
740
(25) (Nota de Kant): No se piense que en este asunto pueda servir de principio
rector el trivial dicho quod tibi non vis fieri, etc., pues ste es derivado de aqul,
aunque con diversas limitaciones. Tal dicho no puede constintuir una ley universal
porque no contiene el fundamento de los deberes para consigo mismo, ni tampoco
el de los deberes de la compasin para con los dems (pues alguien podra decir
que los dems no deben tenerle compasin con tal de quedar l dispensado de
tenrsela a ellos), ni tampoco el de los deberes necesarios de unos con otros,
pues el criminal podra apoyarse en l para argumentar contra el juez que le
condena, etc.
(26) (Nota de Kant): Puedo abstenerme aqu de aducir ejemplos para explicar este
principio, pues en este sentido sirven todos los que ilustraron el imperativo
categrico y sus formas.
moralidad pura, lo que no parece poder articularse (al margen de las advertencias
kantianas sobre la imitacin como simple ejercicio de la virtud) con sus tantas
veces sealada imposibilidad de fundamentar la moralidad en otro terreno que no
sea el de la razn pura. En el fondo se trata, una vez ms, del viejo problema
entre la moralidad y la eticidad, cuya solucin kantiana contiene matices que
hemos procurado incorporar en la presente traduccin. De ah que su exactitud
sea menor que la ofrecida por Morente en este sentido.
(30) En alemn Wirkung. Hemos traducido porque este trmino viene a dar con la
clave del pensamiento moral kantiano en este punto, ya que una voluntad
absolutamente buena debe recibir toda su motivacin (en el marco del problema
del anclaje motivacional) precisamente de la representacin ideal del deber moral,
sin aadir ni una sola determinacin exterior en trminos de refuerzo psicolgico.
(32) Observar el lector la fornsuna influencia que sobre esta concepcin kantiana
de la ejercen las reflexiones de Espinosa y de Rousseau. Las afirmaciones de
Kant en este asunto le valieron, como sabemos, que en el edicto de Wollner de
1794 se le amenazara descaradamente si segua exponindolas por escrito.
743
As, pues, sin recurrir a los conocimientos sobrenaturales que tenemos al respecto
y sin tornar en cuenta los cambios que han debido sobrevenir en la conformacin
tanto interior como exterior del hombre, a medida que aplicaba sus miembros a
nuevos ejercicios y que se nutra con otros alimentos, lo supondr conformado en
todo tiempo tal cual lo veo hoy, caminando en dos pies, sirvindose de sus dos
manos como hacemos nosotros con las nuestras, dirigiendo sus miradas sobre la
naturaleza entera y midiendo con ella la vasta extensin del cielo. Despojando
este ser as constituido de todos los dones sobrenaturales que haya podido recibir
y de todas las facultades artificiales que no ha podido adquirir sino mediante
largos progresos; considerndolo, en una palabra, tal cual ha debido salir de las
manos de la naturaleza, veo en l un animal menos fuerte que unos y menos gil
que otros, pero en conjunto mejor organizado que todos; lo veo saciar su hambre
bajo una encina, su sed en el arroyo ms cercano, durmiendo bajo el Discurso
sobre el origen de la desigualdad donde los libros son gratis rbol mismo que le
proporcion su sustento, y de esta suerte satisfacer todas sus necesidades.
744
Habituados desde la infancia a las intemperies del aire y al rigor de las estaciones;
ejercitados en la fatiga y obligados a defender, desnudos y sin armas, sus vidas y
sus presas contra las otras bestias feroces, o a escaparse mediante la fuga, los
hombres adquieren un temperamento robusto y casi inalterable. Los nios, que
vienen al mundo con la misma excelente constitucin de sus padres y que la
fortifican por medio de los mismos ejercicios, adquieren as todo el vigor de que es
capaz la especie humana. La naturaleza obra precisamente con ellos como la ley
Esparta con los hijos de los ciudadanos: hace fuertes y robustos aquellos que
estn bien constituidos y suprime los dems, diferente en esto, de nuestras
sociedades, en donde el Estado, haciendo los hijos onerosos a sus padres los
mata indistintamente antes le haber nacido.
Siendo el cuerpo del hombre salvaje, el solo instrumento que conoce, lo emplea
en diversos usos, para los cuales por falta de ejercicio, los nuestros son
incapaces, pues nuestra industria nos quita la fuerza y la agilidad que la necesidad
le obliga a l a adquirir. En efecto, si hubiera tenido un hacha, habra roto con el
brazo las gruesas ramas de los rboles? Si hubiera dispuesto de una honda,
habra lanzado con la mano una piedra con tanta violencia? Si hubiera tenido una
escala, habra subido a un rbol con tanta ligereza? Si hubiera posedo un
caballo, habra sido tan veloz en la carrera? Si dais al hombre civilizado el tiempo
de reunir todos estos auxiliares a su alrededor, no puede dudarse que aventajar
745
Poned un oso o un lobo en contienda con un salvaje robusto, gil, valeroso, como
lo son todos, armado de piedras y un buen palo y veris que el peligro ser ms o
menos recproco y que despus de varias experiencias semejantes, las bestias
feroces que no les gusta atacarse mutuamente, dejarn tranquilo al hombre a
quien habrn encontrado tan feroz como ellas. Con respecto a los animales que
tienen ms fuerza que el hombre destreza, hllase ste en caso anlogo al de
otras especies ms dbiles que l y que no por eso dejan de subsistir, con la
ventaja para el hombre que, no menos dispuesto que ellos para correr, y
encontrando en los rboles un refugio casi seguro, tiene a su arbitrio aceptar o
746
He aqu, sin duda, las razones por las cuales los negros y los salvajes se
preocupan tan poco de las bestias feroces que puedan encontrar en los bosques.
Los caribes de Venezuela, entre otros, viven, por lo tocante a esto, en la mayor
seguridad y sin el menor inconveniente.
Observo adems, con relacin a la infancia, que la madre, llevando consigo por
todas partes su hijo, tiene mayores facilidades para alimentarlo que las hembras
de muchos animales, forzadas a ir y venir sin cesar, con sobra de fatiga, ya en
busca del alimento para ellas, ya para amamantar o nutrir sus pequeuelos.
Es cierto que si la madre llega a perecer, el hijo corre mucho riesgo de perecer
con ella; mas este peligro es comn a cien otras especies cuyos pequeuelos no
estnpor largo tiempo en estado de procurarse por s mismos su alimento, y si la
infancia es ms larga entre nosotros, la vida lo es tambin, de donde resulta que
todo es ms o menos igual en este punto (g), aunque haya con respecto al
nmero de hijos (h), otras reglas que no incumben a mi objeto. Entre los viejos que
747
sociedades civiles. Esta es, por lo menos, la opinin de Platn, quien juzga, por
ciertos remedios empleados o aprobados por Podalirio y Macan durante el sitio
de Troya, que diversas enfermedades que los dichos remedios deban excitar no
eran todava conocidas entonces entre los hombres, y Celso refiere que la dieta,
hoy tan necesaria, no fue inventada sino por Hipcrates.
Guardmonos, pues, de confundir al hombre salvaje con los que tenemos ante
nuestros ojos. La naturaleza trata a todos los animales abandonados a sus
cuidados con una predileccin que parece demostrar cun celosa es de
suderecho. El caballo, el gato, el toro, el asno mismo, tienen la mayor parte una
talla ms alta, todos una constitucin ms robusta, ms vigor, ms fuerza y ms
valor cuando estn en la selva que cuando estn en nuestras casas: al ser
domesticados pierden la mitad de estas cualidades. Dirase que todos nuestros
cuidados, tratando y alimentando bien estos animales, slo logran degenerarlos.
Lo mismo pasa con el hombre: hacindose sociales y esclavos, trnase dbil,
tmido y servil, y su manera de vivir delicada y afeminada termina por enervar a la
vez su fuerza y su valor. Aadamos que entre las condiciones de salvaje y
749
751
Todo animal tiene ideas, puesto que tiene sentidos y aun las coordina hasta cierto
punto. El hombre no difiere a este respecto de la bestia ms que por la cantidad,
habiendo llegado algunos filsofos hasta a afirmar que la diferencia que existe es
mayor de hombre a hombre que de nombre a bestia. No es, pues, tanto el
entendimiento lo que establece entre los animales y el hombre la distincin
especfica, sin su calidad de agente libre. La naturaleza ordena a todos los
animales y la bestia obedece. El hombre experimenta la misma impresin, pero se
reconoce libre de ceder o de resistir, siendo especialmente en la conciencia de
esa libertad que se manifiesta la espiritualidad de su alma, pues la fsica explica
en parte el mecanismo de los sentidos y la formacin de las ideas, pero dentro de
la facultad de querer o mejor dicho de escoger, no encontrndose en el
sentimiento de esta facultad, sino actos puramente espirituales que estn fuera de
las leyes de la mecnica.
Pero, aun cuando las dificultades que rodean todas estas cuestiones permitiesen
discutir sobre la diferencia entre el hombre y el animal, hay otra cualidad muy
especial que los distingue y que es incontestable: la facultad de perfeccionarse,
facultad que, ayudada por las circunstancias, desarrolla sucesivamente todas las
otras y que reside tanto en la especie como en el individuo; entre tanto que un
animal es al cabo de algunos meses, lo mismo que ser toda su vida, y su especie
ser despus de mil aos la que era el primero. Por qu nicamente el hombre
est sujeto a degenerar en imbcil? No es que vuelve as a su estado primitivo y
que, mientras que la bestia que nada ha adquirido y que por consiguiente nada
tiene que perder, permanece siempre con su instinto; el hombre perdiendo a
causa de la vejez o de otros accidentes todo lo que su perfectibilidad le haba
hecho alcanzar, cae de nuevo ms bajo aun que la bestia misma.
Sera triste para vosotros estar obligados a reconocer que esta facultad distintiva y
casi ilimitada es el origen de todas las desgracias del hombre, que es ella laque le
aleja a fuerza de tiempo de ese estado primitivo en el cual deslizbanse sus das
tranquilo e inocente; que es ella la que, haciendo brotar con el transcurso de los
752
siglos sus luces y sus errores, sus vicios y sus virtudes, lo convierte a la larga en
tirano de s mismo y de la naturaleza . Sera espantoso tener que ensalzar como
un ser bienhechor al primero que sugiri la idea al habitante de las orillas del
Orinoco del uso de esas planchas que aplicaba sobre las sienes de sus hijos,
asegurndoles una imbecilidad., al menos parcial, y por lo tanto su felicidad
original.
753
Serame fcil, si me fuese necesario, apoyar lo expuesto con hechos y hacer ver
que en todas las naciones del mundo los progresos del espritu han sido
absolutamente proporcionales a las necesidades naturales o a las que las
circunstancias las haya sujetado, y por consi guiente a las pasiones que las
arrastrara a la satisfaccin de tales necesidades. Podra demostrar cmo en
Egipto las artes nacen y se extienden con el desbordamiento del Nilo; podra
seguir sus progresos entre los griegos, en don e se las vio germinar, crecer y
elevarse hasta los cielos entre las arenas y las rocas del tica; sin lograr echar
races en las frtiles orillas del Eurotas; hara notar, en fin, que en general los
pueblos del Norte son ms industriosos que los del Medioda, porque pueden
menos dejar de serlo, como si la naturaleza quisiera as igualar las cosas dando a
los espritus la fertilidad que niega a la tierra.
Pero, sin recurrir a los inciertos testimonios de la historia, quin no ve que todo
parece alejar del hombre salvaje la tentacin y los medios de dejar de serlo? Su
imaginacin no le pinta nada; su corazn nada le pide. Sus escasas necesidades
puede satisfacerlas tan fcilmente, y tan lejos est de poseer el grado de
conocimientos necesarios para desear adquirir otros mayores, que no puede
haber en l ni previsin ni curiosidad.
Cuanto ms se medita sobre este tinto, ms crece a nuestra vista la distancia que
media entre las sensaciones puras y los simples conocimientos, siendo imposible
concebir cmo un hombre habra podido por sus propios esfuerzos, sin el auxilio
de la comunicacin y sin el aguijn de la necesidad, franquear tan grande
intervalo. Cuntos siglos han tal vez transcurrido antes que los hombres hayan
estado en capacidad de ver otro fuego que el del cielo! Cuntos azares diferentes
no habran experimentado antes de aprender los usos ms comunes de este
elemento! Cuntas veces no lo habrn dejado extinguirse antes de haber
adquirido el arte de reproducirlo! Y cuntas veces tal vez cada uno de estos
secretos habr muerto con el que lo haba descubierto!
Qu diremos de la agricultura, arte que exige tanto trabajo y tanta previsin, que
depende de tantas otras artes, que evidentemente no es practicable sino en una
sociedad por lo menos comenzada, y que no nos sirve tanto a recoger de la tierra
los alimentos que suministrara bien sin ellos, como a hacerla producir con
preferencia aquellos que son ms de nuestro gusto?
Pero supongamos que los hombres se hubiesen multiplicado de tal manera que
las producciones naturales no bastasen a nutrirlos, suposicin que, dicho sea de
paso, demostrara una gran ventaja para la especie humana en esta manera de
vivir; supongamos que sin forjas ni talleres, los instrumentos de labor cayesen del
cielo en manos de los salvajes; que stos hubiesen aprendido a prever de lejos
sus necesidades; que hubiesen adivinado la forma cmo se cultiva la tierra, cmo
se siembran los granos y se plantan los rboles; que hubiesen descubierto el arte
de moler el trigo y hacer fermentar la uva, cosas todas que ha sido preciso que le
fuesen enseadas por los dioses, pues no se concibe cmo las hubiera podido
aprender por s mismo; quin sera, despus de todo eso, bastante insensato
para atormentarse cultivando un campo del cual sera despojado por el primer
venido, hombre o bestia indiferentemente, que la cosecha le agradase o
conviniese? Y cmo se resolvera ninguno a pasar su vida en un trabajo penoso,
755
del cual est seguro que no recibira la recompensa necesaria? En una palabra:
cmo situacin semejante podra llevar a los hombres a cultivar la tierra antes de
que fuese repartida entre ellos, es decir, mientras que el estado natural no hubie
se dejado de subsistir?
Aun cuando quisiramos suponer un hombre salvaje tan hbil en arte de pensar
como nos lo pintan nuestros filsofos; aun cuando hi cisemos de l, a ejemplo de
ellos, un filsofo tambin, descubriendo por s solo las ms sublimes verdades,
dictndonos por efecto de sus razonamientos muy abstractos, mximas de justicia
y de razn sacadas del amor por el orden en general o de la voluntad conocida de
su creador; aun cuando lo supiramos, en fin, con tanta inteligencia y
conocimientos como los que debe tener, en vez de la torpeza y estupidez que en
realidad posee, qu utilidad sacara la especie de toda esta metafsica, que no
podra trasmitirse a otros individuos y que por consiguiente perecera con el que la
hubiese inventado? Qu progreso podra proporcionar al gnero humano
esparcido en los bosques y entre los animales? Y hasta qu punto podran
perfeccionarse e ilustrarse mutuamente los hombres que, no teniendo ni domicilio
fijo ni ninguna necesidad el uno del otro, se encontraran quiz dos veces en su
vida, sin conocerse y sin hablarse?
respecto; pero la manera como este filsofo resuelve las dificultades que l mismo
se plantea sobre el origen de los signos instituidos, demostrando que ha supuesto
lo mismo que yo traigo al debate, es decir, una especie de sociedad ya establecida
entre los inventores del lenguaje, creo, remitindome a sus reflexiones, deber
aadir a las suyas las mas para exponer las mismas dificultades con la claridad
que conviene a mi objeto.
La primera que se presenta es la de imaginar cmo han podido llegar a ser
necesarias, toda vez que los hombres no tenan correspondencia alguna ni necesi
dad tampoco de tenerla lo cual no permite concebir ni la invencin, ni su
posibilidad, no siendo como no lo era, indispensable. Yo podra decir, como tantos
otros que las lenguas han nacido de las relaciones domsticas entre padres,
madres e hijos; pero adems de que tal aseveracin no resolvera el punto sera
cometer la misma falta de los que, razonando acerca del estado natural, trasladan
a l las ideas adquiridas en la sociedad, contemplan la familia reunida siempre en
una misma habitacin, guardando sus miembros entre s una unin tan ntima y
tan permanente como la que existe hoy entre nosotros, en donde tantos intereses
comunes los une muy diferente al estado primitivo, en el cual no teniendo ni casas,
ni cabaas, ni propiedades de ninguna especie, cada uno se alojaba al azar y a
menudo por una sola noche; los machos y las hembras se unan fortuitamente,
segn se en contraban y segn la ocasin y el deseo, sin que la palabra fuese un
intrprete muy necesario para las cosas que tenan que decirse.
lenguas como individuos hay que las hablen, contribuyendo a ello la misma vida
errante y vagabunda que no permita a ningn idioma el tiempo de adquirir
consistencia, pues decir que la madre ensea al hijo las palabras de que deber
servirse para pedirle tal o cual cosa, demuestra bien cmo se ensean los idiomas
ya formados, pero no la manera cmo se forman.
Expresaban, pues, los objetos visibles y mviles por gestos y los que heran el
odo por sonidos imitativos; pero como el gesto no puede indicar ms que los
objetos presentes o fciles de describir y las acciones visibles, que no son de uso
universal, puesto que la oscuridad o la interposicin de un cuerpo las inutiliza, y
puesto que exige ms atencin que la que excita, descubrieron al fin la manera de
substituirlo por medio de las articulaciones de la voz, las cuales sin tener la misma
relacin con ciertas ideas, son ms propias para representarlas todas como signos
instituidos; substitucin que no puede hacerse sino de comn acuerdo y de
manera bastante difcil de practicar por hombres cuyos groseros rganos no
tenan todava ejercicio alguno, y ms difcil an de concebir en s misma, puesto
que este acuerdo unnim debi tener alguna causa y la palabra debi ser muy
necesaria para establecer su uso.
Cabe suponer que las primeras palabras de que hicieron uso los hombres tuvieron
en sus espritus una significacin mucho ms extensa que las que se emplean en
las lenguas ya formadas, y que ignorando la divisin de la oracin en sus partes
constitutivas, dieron a cada palabra el valor de una preposicin entera. Cuando
comenzaron a distinguir el sujeto del atributo y el verbo del nombre, lo cual no
dej de ser un mediocre esfuerzo de genio, los sustantivos no fueron ms que
otros tantos nombres propios y el presente del infinitivo el nico tiempo de los
verbos. En cuanto a los adjetivos, la nocin de ellos debi desarrollarse muy
difcilmente, porque todo adjetivo es una palabra abstracta y las abstracciones son
operaciones penosas y poco naturales.
759
Cada objeto recibi al principio un nombre particular, sin poner atencin a los
gneros y a las especies, que esos primeros institutores no estaban en estado de
distinguir, presentndose todos los individuos aisladamente en sus espritus como
lo estn en el cuadro de la naturaleza. Si un roble se llamaba A, otro se llamaba B,
pues la primera idea que se saca de dos cosas es que no son las mismas, siendo
preciso a menudo mucho tiempo para poder observar lo que tienen de comn; de
suerte que, mientras ms limitados eran los conocimientos ms extenso era el
diccionario. El obstculo de toda esta nomenclatura no pudo ser vencido
fcilmente, pues para ordenar los seres bajo denominaciones comunes y
genricas, era preciso conocer las propiedades y las diferencias, hacer
observaciones y definiciones, es decir, conocer la historia natural y la metafsica,
cosas muy superiores a las que los hombres de aquel tiempo podan realizar.
Por otra parte, las ideas generales no pueden introducirse en el espritu ms que
con ayuda de las palabras, abarcndolas el entendimiento slo por preposiciones.
Es sta una de las razones por las cuales los animales no pueden formarse tales
ideas ni adquirir la perfecti bilidad que de ellas depende. Cuando un mono va sin
vacilar de una nuez a otra, puede pensarse que tenga la idea general de esta
clase de fruta y que establecer pueda el arquetipo de las dos? No, sin duda, pero
la vista de una de las dos nueces, trae a su memoria las sensaciones que ha
recibido de la otra y sus ojos, transformados hasta cierto punto, anuncian a su
paladar la diferencia que va a experimentar al saborear el nuevo fruto. Toda idea
general es puramente intelectual, y por poco que la imaginacin intervenga,
convirtese bien breve en particular.
760
La definicin del tringulo os dar de ello tina exacta idea: tan pronto como
concibis uno en vuestro cerebro, ser aquel y no otro, sin que podis evitar
formroslo ya con las lneas sensibles, ya con el plano brillante. Es preciso, pues,
enunciar proporciones, es necesario hablar para tener ideas generales, toda vez
que tan pronto como la imaginacin se detiene, el espritu se inmoviliza. Si los
primeros inventores no han podido por lo tanto dar nombre ms que a las ideas ya
concebidas, dedcese que los primeros sustantivos no fueron jams sino nombres
propios.
Mas cuando, por medios que no logro concebir, nuestros nuevos gramticos
comenzaron a extender sus ideas y a generalizar sus palabras, la ignorancia de
los inventores debi sujetar este mtodo a lmites muy estrechos, y como haban
multiplicado demasiado los nombres de los individuos por falta de conocimientos
acerca de los gneros y de las especies, hicieron despus pocas de stas y de
aqullas a causa de no haber considerado los seres en todas sus diferencias.
Para haber hecho las divisiones debidamente, habrales sido preciso experiencia y
luces que no podan tener, ms investigaciones y un trabajo que no queran darse.
761
fcil de encontrar, el camino que an queda por recorrer para explicar todos los
pensamientos de los hombres, para adquirir una forma constante, para poder ser
hablada en pblico e influir en la sociedad: suplcoles que reflexionen acerca del
tiempo y de los conocimientos que han sido necesarios para encontrar los
nmeros (n), las palabras abstractas, los aoristos y todos los tiempos de los
verbos, las partculas, la sintaxis, ligar las preposiciones, las razonamientos y
formar toda la lgica del discurso.
Cualesquiera que hayan sido los orgenes, vse, por lo menos, el poco cuidado
que se ha tomado la naturaleza para unir a los hombres por medio de las
necesidades mutuas ni para facilitarles el uso de la palabra; cun poco ha
preparado su sociabilidad y cun poco ha puesto de su parte en todo lo que ellos
han hecho para establecer estos lazos. En efecto, es imposible imaginarse por
qu un hombre, en estado primitivo, pudiera tener ms necesidad de otro hombre
que un mono o un lobo de su semejante, ni aun aceptada esta necesidad, qu
motivo podra obligar al otro a satisfacerla, ni tampoco en este ltimo caso, cmo
podran convenir en las condiciones.
S que se nos repite sin cesar que no hubo nada tan miserable como el hombre
en ese estado; pero s es cierto, como creo haberlo probado, que no pudo sino
despus de muchos siglos, haber tenido el deseo y la ocasin de salir de l, debe
hacerse responsable a la naturaleza y no a quien as haba constituido. Pero, si
comprendo bien este trmino de miserable, l no es otra cosa que una palabra sin
762
Es de suponerse que los hombres en ese estado, no teniendo entre ellos ninguna
especie de relacin moral ni de deberes conocidos, no podan ser ni buenos ni
malos, ni tener vicios ni virtudes, a menos que, tomando estas palabras en un
sentido material, se llame vicio en un individuo a las cualidades que puedan ser
perjudiciales a su propia conservacin y virtudes a las que puedan contribuir a ella,
en cuyo caso el ms virtuoso sera aquel que resistiese menos los simples
impulsos de la naturaleza. Mas, sin alejarnos de su verdadero sentido, es
conveniente suspender el juicio que podramos hacer sobre tal situacin y
desconfiar de nuestros prejuicios hasta tanto que balanza en mano, hyase
examinado si hay ms virtudes que vicios entre los hombres civilizados, o si sus
763
virtudes son ms ventajosas que funestos son sus vicios; si el progreso de sus
conocimientos constituye una indemnizacin suficiente a los males que
mutuamente se hacen a medida que se instruyen en el bien que deberan hacerse,
o si no se encontraran, en todo caso, en una situacin ms dichosa no teniendo
ni mal que temer ni bien que esperar de nadie, que estando sometidos a una
dependencia universal y obligados a recibirlo todo de los que no se comprometen
a dar nada.
No concluyamos sobre todo con Hobbes, que dice, que por no tener ninguna idea
de la bondad, es el hombre naturalmente malo; que es vicioso porque desconoce
la virtud; que rehsa siempre a sus semejantes los servicios que no se cree en el
deber de prestarles, ni que en virtud del derecho que se atribuye con razn sobre
las cosas de que tiene necesidad, imagnase locamente ser el nico propietario de
todo el universo. Hobbes ha visto perfectamente el defecto de todas las de
finiciones modernas del derecho natural, pero las consecuencias que saca de la
suya demuestran que no es sta menos falsa. De acuerdo con los principios por l
establecidos, este autor ha debido decir que, siendo el estado natural el en que el
cuidado de nuestra conservacin es menos perjudicial a la de otros, era por
consiguiente el ms propio para la paz y el ms conveniente al gnero humano.
Pero l dice precisamente lo contrario a causa de haber comprendido,
intempestivamente, en el cuidado de la conservacin del hombre salvaje,
lanecesidad de satisfacer una multitud de pasiones que son obra de la sociedad y
que han hecho necesarias las leyes. El hombre malo, dice, es un nio robusto.
764
Hobbes no ha visto que la misma causa que impide a los salvajes usar de su
razn, como lo pretenden nuestros jurisconsultos, les impide asimismo abusar de
sus facultades, segn lo pretende l mismo; de suerte que podra decirse que los
salvajes no son malos precisamente porque no saben lo que es ser buenos, pues
no es ni el desarrollo de sus facultades ni el freno de la ley, sino la calma de las
pasiones y la ignorancia del vicio lo que les impide hacer mal. Tanto plus in illis
proficit vitiorum ignorantia quam in his cognitio virtutis.
Hay, adems, otro principio del cual Hobbes no se ha percatado, y que habiendo
sido dado al hombre para dulcificar en determinadas circunstancias la ferocidad de
su amor propio o el deseo de conservacin antes del nacimiento de ste (o),
modera o disminuye el ardor que siente por su bienestar a causa de la
repugnancia innata que experimenta ante el sufrimiento de sus semejantes. No
creo caer en ninguna contradiccin al conceder al hombre la nica virtud natural
que ha estado obligado a reconocerle, hasta el ms exagerado detractor de las
virtudes humanas. Hablo de la piedad, disposicin propia a seres tan dbiles y
sujetos a tantos males como lo somos nosotros, virtud tanto ms universal y til al
hombre, cuanto que precede a toda reflexin, y tan natural, que aun las mismas
bestias dan a veces muestras sensibles de ella. Haciendo caso omiso de la
ternura de las madres por sus hijos y de los peligros que corren para librarlos del
mal, obsrvase diariamente la repugnancia que sienten los caballos al pisar o
atropellar un cuerpo vivo. Ningn animal pasa cerca de otro animal muerto, de su
especie, sin experimentar cierta inquietud: hay algunos que hasta le dan una
especie de sepultura, y los tristes mugidos del ganado al entrar a un matadero,
anuncian la impresin que le causa el horrible espectculo que presencia. Vese
con placer al autor de la fbula de las Abejas , obligado a reconocer en el hombre
un ser compasivo y sensible, salir, en el ejemplo que ofrece, de su estilo fro y sutil
para pintarnos la pattica imagen de un hombre encerrado que contempla a lo
765
lejos una bestia feroz arrancando un nio del seno de su madre, triturando con sus
sanguinarios dientes sus dbiles miembros y destrozando con las uas sus
entraas palpitantes. Qu horrorosa agitacin no experimentar el testigo de este
acontecimiento al cual, sin embargo, no lo une ningn inters personal! Qu
angustia no sufrir al ver que no puede prestar ningn auxilio a la madre
desmayada ni al hijoexpirante!
Maudeville ha comprendido bien que con toda su moral los hombres no habran
sido siempre ms que monstruos, si la naturaleza no les hubiera dado la piedad en
apoyo de la razn; pero no ha visto que de esta sola cualidad dervanse todas las
virtudes sociales que quiere disputar a los hombres. En efecto, qu es la
generosidad, la clemencia, la humanidad, sino la piedad aplicada a los dbiles, a
los culpables, o a la especie humana en general? La benevolencia y la amistad
misma son, bien entendidas, producciones de una piedad constante, fijada sobre
un objeto particular, porque desear que nadie sufra, qu otra cosa es sino desear
que sea dichoso? Aun cuando la conmiseracin no fuese ms que un sentimiento
que nos coloca en lugar del que sufre, sentimiento oscuro, y vivo en el hombre
salvaje, desarrollado pero dbil en el hombre civilizado, qu importara esta idea
ante la verdad de lo que digo, sin darle mayor fuerza? Efectivamente, la
conmiseracin ser tanto ms enrgica, cuanto ms ntimamente el animal
espectador se identifique con el animal que sufre. Ahora, es evidente que esta
766
Con las pasiones tan poco activas y un freno tan saludable, los hombres, ms bien
feroces que malos, y ms atentos a preservarse del mal que pudiere sobrevenirles
que tentados de hacerlo a los dems, no estaban sujetos a desavenencias muy
peligrosas. Como no tenan ninguna especie de comercio entre ellos y no
conocan por consecuencia ni la vanidad ni la consideracin, ni la estimacin, ni el
desprecio; como no tenan la menor nocin de lo tuyo y de lo mo, ni verdadera
idea de la justicia; como consideraban las violencias de que podan ser objeto
como un mal fcil de reparar y no como una injuria que es preciso castigar, y como
no pensaban siquiera en la venganza, a no ser tal vez maquinalmente y sobre la
marcha, al igual del perro que muerde la piedra que le arrojan, sus disputas rara
vez hubieran tenido resultados sangrientos si slo hubiesen tenido como causa
sensible la cuestin del alimento. Pero veo una ms peligrosa de la cual fltame
hablar.
Entre las pasiones que agitan el corazn del hombre, hay una ardiente, impetuosa,
que hace un sexo necesario al otro; pasin terrible que afronta todos los peligros,
vence todos los obstculos y que en sus furores, parece destinado a destruir al
gnero humano en vez de conservarlo. Qu seran los hombres vctimas de esta
rabia desenfrenada y brutal, sin pudor, sin moderacin y disputndose diariamente
sus amores a costa de su sangre?
Es preciso convenir ante todo en que, cuanto ms violentas son las pasiones ms
necesarias son las leyes para contenerlas. Pero adems de los desrdenes y
crmenes que estas pasiones causan diariamente, demuestran suficientemente la
insuficiencia de ellas al respeto, por lo cual sera conveniente examinar si tales
desrdenes no han nacido con ellas, porque entonces, aun cuando fuesen
eficaces para reprimirlos, lo menos que podra exigrseles sera que impidiesen un
768
mal que no existira sin ellas. Principiemos por distinguir lo moral de lo fsico en el
sentimiento del amor.
Lo fsico es ese deseo general que impulsa un sexo a unirse a otro. Lo moral
determina este deseo, fijndolo en un objeto exclusivo, o al menos, haciendo
sentir por tal objeto preferido un mayor grado de energa. Ahora, es fcil ver que lo
moral en el amor es un sentimiento ficticio, nacido de la vida social y celebrado por
las mujeres con mucha habilidad y esmero para establecer su imperio y dominar
los hombres.
Respecto a las inducciones que podran hacerse de los combates entre los
machos de diversas especies animales, que ensangrentan en todo tiempo
nuestros corrales o que hacen retumbar en la primavera nuestras selvas con sus
gritos disputndose las hembras, preciso es comenzar por excluir todas las
especies en las cuales la naturaleza ha manifiestamente establecido en la relativa
potencia de los sexos, otras relaciones distintas a las nuestras. As las rias de los
gallos no constituyen una induccin para la especie humana.
Digamos, pues, para concluir que, errantes en las selvas, sin industria, sin palabra,
sin domicilio, sin guerras y sin alianzas, sin ninguna necesidad de sus semejantes
como sin ningn deseo de hacerles mal y an hasta sin conocer tal vez a ninguno
individualmente, el hombre salvaje, sujeto a pocas pasiones y bastndose a s
mismo, no tena ms que los sentimientos y las luces propias a su estado; no sen
ta ms que sus verdaderas necesidades, no observaba ms que lo que crea de
inters ver y su inteligencia no haca mayores progresos que su vanidad. Si por
casualidad haca algn descubrimiento, poda con tanta menos facilidad
comunicarlo cuanto que desconoca hasta sus propios hijos. El arte pereca con el
inventor. No haba ni educacin ni progreso; las generaciones se multiplicaban
intilmente partiendo todas del mismo punto, los siglos transcurran en toda la
rudeza de las primeras edades, la especie haba ya envejecido y el hombre
permaneca siendo un nio.
771
En efecto, fcil es ver que entre las diferencias que distinguen a los hombres,
muchas que pasan por naturales son nicamente obra del hbito y de los diversos
gneros de vida que adoptan en la sociedad. As, un temperamento robusto o
delicado, o bien la fuerza o la debilidad que de ellos emane, provienen a menudo,
ms de la manera ruda o afeminada como se ha sido educado, que de la
constitucin primitiva del cuerpo. Sucede lo mismo con las fuerzas del espritu.
772
Un hombre podr perfectamente apoderarse de las frutas que otro haya cogido, de
la caza y del antro que le serva de refugio, pero cmo llegar jams al extremo
de hacerse obedecer? Y cules podran ser las cadenas de dependencia entre
hombres que no poseen nada? Si se me arroja de un rbol, quedo en libertad de
irme a otro; si se me atormenta en un sitio, quin me impedir de trasladarme a
otro? Encuntrase un hombre de una fuerza muy superior a la ma y bastante
ms depravado, ms perezoso y ms feroz para obligarme a proporcionarle su
subsistencia mientras l permanece ocioso? Es preciso que se resuelva a no
perderme de vista un solo instante, a tenerme amarrado cuidadosamente y muy
bien mientras duerma, por temor de que me escape o que lo mate; es decir, estar
obligado a exponerse a un trabajo mucho ms grande que el que trata de evitarse
y que el mismo que me impone. Despus de todo eso, descuida un momento su
vigilancia; un ruido imprevisto le hace volver la cabeza, yo doy veinte pasos en la
selva, mis ligaduras estn rotas y no vuelve a verme durante toda su vida.
Sin prolongar intilmente estos detalles, cada cual puede ver que, no estando
formados los lazos de la esclavitud ms que por la dependencia mutua de los
hombres y las necesidades recprocas que los unen, es imposible avasallar a
nadie sin haberlo antes colocado en situacin de no poder prescindir de los
dems; situacin que, no existiendo en el estado natural, deja a todos libres del
yugo y hace quimrica la ley del ms fuerte.
en malo al hacerlo sociable, y desde tiempos tan remotos, trae al fin el hombre y el
mundo a la condicin actual en que los vemos.
Como los acontecimientos que tengo que describir, han podido sucederse de
diversas maneras, confieso que no puedo decidirme a hacer su eleccin ms que
por simples conjeturas; pero adems de que stas son las ms razonables y
probables que pueden deducirse de la naturaleza de las cosas y los nicos medios
de que podemos disponer para descubrir la verdad, las consecuencias que sacar
no sern por eso conjeturables, puesto que respecto a los principios que acabo de
establecer, no podra formularse ningn otro sistema que no d los mismos
resultados y del cual no se pueda obtener iguales conclusiones.
escuchar a este impostor; estis perdidos si olvidis que los frutos pertenecen a
todos y que la tierra no es de nadie!" Pero hay grandes motivos para suponer que
las cosas haban ya llegado al punto de no poder continuar existiendo como hasta
entonces, pues dependiendo la idea de propiedad de muchas otras ideas
anteriores que nicamente han podido nacer sucesivamente, no ha podido
engendrarse repentinamente en el espritu humano.
Esta reiterada aplicacin de elementos extraos y distintos los unos a los otros,
debi engendrar naturalmente en el espritu del hombre la percepcin de ciertas
relaciones. Las que expresamos hoy por medio de las palabras, grande, pequeo,
fuerte, dbil, veloz, lento, miedoso, atrevido y otras semejantes, comparadas en
caso de necesidad y casi sin darnos cuenta de ello, produjeron al fin en l cierta
especie de reflexin o ms bien una prudencia maquinal que le indicaba las
precauciones ms necesarias que deba tomar para su seguridad.
Los nuevos conocimientos que adquiri en este desenvolvimiento, aumentaron,
hacindosela conocer su superioridad sobre los otros animales. Adiestrse en
armarles trampas o lazos y a burlarse de ellos de mil maneras, aunque muchos le
sobrepujasen en fuerza o en agilidad convirtise con el tiempo en dueo de los
que podan servirle y en azote de los que podan hacerle dao. Fue as como, al
contemplarse superior a los dems seres, tuvo el primer movimiento de orgullo, y
776
Aunque sus semejantes no fuesen para l lo que son para nosotros, y aun cuando
apenas si tena ms comercio con ellos que con los otros animales, no fueron por
eso olvidados en sus observaciones. Las conformidades que con el transcurso del
tiempo pudo descubrir entre ellos y entre sus hembras, le hicieron juzgar de las
que no haba percibido, y viendo que se conducan todos como l lo habra hecho
en anlogas circunstancias, dedujo que su manera de pensar y de sentir era ente
ramente igual a la suya; importante verdad que, bien establecida en su espritu, le
hizo seguir, por un presentimiento tan seguro y ms rpido que la dialctica, las
mejores reglas de conducta que, en provecho y seguridad propias, convenale
observar para con ellos.
Sabiendo por experiencia que el deseo del bienestar es el nico mvil de las
acciones humanas, encontrse en estado de distinguir las raras ocasiones en que
por inters comn deba contar con el apoyo de sus semejantes, y las ms raras
an en que la concurrencia deba hacerle desconfiar de ellos. En el primer caso,
unase con ellos formando una especie de rebao o de asociacin libre que no
obligaba a nadie a ningn compromiso y que no duraba ms que el tiempo que la
necesidad pasajera haba impuesto. En el segundo, cada cual trataba de adquirir
sus ventajas, ya por la fuerza, si se crea con el poder suficiente, ya por la
destreza y sutilidad si se senta dbil.
Sin embargo, como los ms fuertes han debido ser, segn todas las apariencias,
los primeros en construirse viviendas por sentirse capaces de defenderlas, es de
creerse que los ms dbiles consideraron que el camino ms corto y el ms
778
seguro era el de imitarlos antes que intentar desalojarlos. Y en cuanto a los que
posean ya cabaas, ninguno debi tratar de apropiarse la de su vecino, no tanto
porque no le perteneca, cuanto porque le era intil y porque no poda apoderarse
de ella sin exponerse a una ardiente lucha con la familia que la ocupaba.
Las primeras manifestaciones del corazn fueron hijas de la nueva situacin que
reuna en morada comn marido y mujeres, padres e hijos. El hbito de vivir juntos
engendr los ms dulces sentimientos que hayan sido jams conocidos entre los
hombres: el amor conyugal y el amor paternal. Cada familia qued convertida en
una pequea sociedad, tanto mejor establecida, cuanto que el afecto recproco y
la libertad eran los nicos lazos de unin. Fue entonces cuando se fij o se
consolid por primera vez la diferencia en la manera de vivir de los dos sexos, que
hasta aquel momento no haba existido. Las mujeres se hicieron ms sedentarias
y se acostumbraron a guardar la cabaa y los hijos, mientras que el hombre se
dedicaba a buscar la subsistencia comn.
Los dos sexos comenzaron as mediante una vida algo ms dulce, a perder un
poco de su ferocidad y de su vigor. Mas si cada uno, separadamente, hzose
menos apto o ms dbil para combatir las bestias feroces, en cambio le fue ms
fcil juntarse para resistirlas en comn.
En este nuevo estado, con una vida inocente y solitaria, con necesidades muy
limitadas y contando con los instrumentos que haban inventado para proveer a
ellas, los hombres, disponiendo de gran tiempo desocupado, lo emplearon en
procurarse muchas suertes de comodidades desconocidas a sus antecesores,
siendo ste el primer yugo que se impusieron sin darse cuenta de ello, y el
principio u origen de los males que prepararon a sus descendientes, porque
adems de que continuaron debilitndose el cuerpo y el espritu, habiendo sus
comodidades perdido casi por la costumbre el goce o atractivo que antes tenan, y
habiendo a la vez degenerado en verdaderas necesidades, su privacin hzose
779
Grandes
Todo comienza a cambiar de aspecto. Los hombres que hasta entonces andaban
errantes en los bosques, habiendo fijado una residencia, se acercan unos a otros
lentamente, se renen en grupos diversos y forman al fin en cada comarca una
nacin particular ligada por los lazos de las costumbres y el carcter, no por
reglamentos ni leyes, sino por el mismo gnero de vida y de alimentacin y por la
influencia comn del clima.
781
que el mismo mal. Fue as como, castigando cada uno el desprecio de que haba
sido objeto, de manera proporcional al caso, segn su entender, las venganzas
hicironse terribles y los hombres sanguinarios y crueles.
782
Mientras que los hombres se contentaron con sus rsticas cabaas, mientras que
se limitaron a coser sus vestidos de pieles con espinas o aristas, a adornarse con
plumas y conchas, a pintarse el cuerpo de diversos colores, a perfeccionar o a
embellecer sus arcos y flechas, a construir con piedras cortantes algunas canoas
de pescadores o toscos instrumentos de msica; en una palabra, mientras se
dedicaron a obras que uno solo poda hacer y a las artes que no exigan el
concurso de muchas manos, vivieron libres, sanos, buenos y dichosos, hasta
donde podan serlo dada su naturaleza, y continuaron gozando de las dulzuras de
un comercio independiente; pero desde el instante en que un hombre tuvo
necesidad del auxilio de otro, desde que se dio cuenta que era til a uno tener
provisiones para dos, la igualdad desapareci, la propiedad fue un hecho, el
trabaj se hizo necesario y las extensas selvas transformronse en risueas
campias que fue preciso regar con el sudor de los hombres, y en las cuales vise
pronto la esclavitud y la miseria germinar y crecer al mismo tiempo que germina
ban y crecan las mieses.
La metalurgia y la agricultura fueron las dos artes cuya invencin produjo esta
gran revolucin. Para el poeta, fueron el oro y la plata, pero para el filsofo, fueron
el hierro y el trigo los que civilizaron a los hombres y perdieron el gnero humano.
Tan desconocidas eran ambas artes a los salvajes de Amrica, que a causa de
ello continan sindolo todava; los otros pueblos parece tambin que han
permanecido en estado de barbarie, mientras han practicado una de stas sin
783
otra. Y una tal vez de las mejores razones por la cual la Europa ha sido, si no ms
antes, al menos ms constantemente culta que las otras partes del mundo,
depende del hecho de ser a la vez la ms abundante en hierro y la ms frtil en
trigo.
Es difcil conjeturar cmo los hombres han llegado a conocer y a saber emplear el
hierro, pues no es creble que hayan tenido la idea de sacarlo de la mina y de
separarlo convenientemente para ponerlo en fusin antes de saber lo que poda
resultar de tal operacin. Por otra parte, este descubrimiento puede tanto menos
atribuirse a un incendio casual, cuanto que las minas no se forman sino en lugares
ridos y desprovistos de rboles y plantas; de suerte que podra decirse que la
naturaleza tom sus precauciones para ocultamos este fatal secreto.
por cultivar algunas legumbres o races alrededor de sus cabaas, mucho tiempo
antes de saber preparar el trigo y de tener los instrumentos necesarios para el
cultivo grande; sin contar con que para entregarse a esta ocupacin y a la de
sembrar las tierras, hubieron de resolverse a perder por el momento algo para
ganar mucho despus, precaucin muy difcil de ser adoptada por el hombre
salvaje que, como ya he dicho, tiene bastante trabajo con pensar por la maana
en las necesidades le la noche.
La invencin de las dems artes fue, pues, necesaria para impulsar al gnero
humano a dedicarse al de la agricultura. Desde que fue preciso el concurso de
hombres para fundir y forjar el hierro, hubo necesidad de otros para que
proporcionasen el sustento a los primeros. Mientras ms se multiplic el nmero
de obreros, menos brazos hubo empleados para subvenir a la subsistencia
comn, sin que por ello fuese menos el de los consumidores, y como los unos
necesitaban gneros en cambio de su hierro, los otros descubrieron al fin el
secreto de emplear ste en la multiplicacin de aqullos.
Las cosas hubieran podido continuar en tal estado e iguales, si el talento hubiese
sido el mismo en todos los hombres y si, por ejemplo, el empleo del hierro y el
consumo de las mercancas se hubieran siempre mantenido en exacto equilibrio;
pero esta proporcin que nada sostena, fue muy pronto disuelta; el ms fuerte
haca mayor cantidad de trabajo, el ms hbil sacaba mejor partido del suyo o el
ms ingenioso encontraba los medios de abreviarlo; el agricultor tena ms
necesidad de hierro o el forjador de trigo, y, sin embargo, de trabajarlo mismo, el
uno ganaba mucho, mientras que el otro tena apenas para vivir. As la
desigualdad natural fue extendindose insensiblemente con la combinacin
efectuada, y la diferencia entre los hombres, desarrollada por las circunstancias,
se hizo ms sensible, ms permanente en sus efectos, empezando a influir en la
misma proporcin sobre la suerte de los particulares.
787
788
Los mismos que se haban enriquecido slo por medio de la industria, no podan
casi fundar sus derechos de propiedad sobre ttulos mejores. Podan decir en
todos los tonos: yo he construido este muro; he ganado este terreno con mi
trabajo; pero quien os ha dado la alineacin, podan responderle, y en virtud de
qu derecho pretendis cobraros a expensas nuestras un trabajo que no os
hemos impuesto?
Ignoris por ventura que una multitud de vuestros hermanos perecen o sufren
faltos de lo que a vosotros sobra, y que os era preciso un consentimiento expreso
y unnime del gnero humano ara que pudieseis apropiaros, de la subsistencia
comn, todo lo que no tenais necesidad para la vuestra? Careciendo de razones
vlidas para justificarse y de fuerzas suficientes para defenderse, aniquilando
fcilmente un particular, pero aniquilado l mismo por las tropas de bandidos, solo
contra todos, y no pudiendo, a causa de las rivalidades mutuas que existan,
unirse con sus iguales para contrarrestar los enemigos asociados por la esperanza
del pillaje; el rico, constreido por la necesidad, concibi al fin el proyecto ms
arduo que haya jams realizado el espritu humano: el de emplear en su favor las
mismas fuerzas de los que lo atacaban, de hacer de sus adversarios sus
defensores, de inspirarles otras mximas y de darles otras instituciones que le
fuesen tan favorables a l como contrario le era el derecho natural.
789
Con estas miras, despus de haber expuesto a sus vecinos el horror de una
situacin que les obligaba a armarse y a luchar los unos contra los otros, que
converta sus posesiones en cargas onerosas como sus necesidades, y en la que
nadie encontraba seguridad ya estuviese en la pobreza o ya disfrutase de
riquezas, invent razones especiosas para llevarlos a aceptar el fin que se
propona. "Unmonos, les dijo, para garantizar contra la opresin a los dbiles,
contener los ambiciosos y asegurar a cada uno la posesin de lo que le pertenece.
Instituyamos reglamentos de justicia y de paz a los cuales todos estemos
obligados a conformarnos, sin excepcin de persona, y que reparen de alguna ma
nera los caprichos de la fortuna, sometiendo igualmente el poderoso y el dbil a
mutuos deberes.
Los ms capaces para presentir los abusos, eran precisamente los que contaban
aprovecharse. Los mismos sabios comprendieron que se haca indispensable
sacrificar una parte de su libertad para la conservacin de la otra, como un herido
se hace amputar el brazo para salvar el resto del cuerpo. Tal fue o debi ser el
origen de la sociedad y de las leyes, que proporcionaron nuevas trabas al dbil y
nuevas fuerzas al rico (r); destruyeron la libertad natural indefinidamente,
establecieron para siempre la ley de la propiedad y de la desigualdad; de una hbil
usurpacin hicieron un derecho irrevocable, y, en provecho de algunos
790
De all surgieron las guerras civiles, las batallas, las matanzas, las represalias que
hacen estremecer la naturaleza y hieren la razn, y todos esos horribles prejuicios
que colocan en el rango de virtudes el derramamiento de sangre humana. Las
gentes ms honradas contaron entre sus deberes el de degollar a sus semejantes;
vise en fin a los hombres matarse por millares sin saber por qu, cometindose
ms asesinatos en un solo da de combate y ms horrores en la toma de una
791
S que muchos han dado otros orgenes a las sociedades polticas, as como a las
conquistas del poderoso o la unin de los dbiles; pero la seleccin entre estas
causas es indiferente a lo que yo me propongo establecer. Sin embargo, la que
acabo de exponer me parece la ms natural, por las razones siguientes:
l) Que, en el primer caso, no siendo la conquista un derecho, no ha podido
fundarse sobre l ninguno otro, permaneciendo siempre el conquistador y los
pueblos conquistados en estado de guerra, a menos que la nacin en libertad
escogiese
voluntariamente
por
jefe
su
vencedor.
Hasta
aqu,
algunas
capitulaciones que hayan hecho, como slo han sido efectuadas por la violencia, y
por consiguiente resultan nulas por el hecho mismo, no puede existir, en esta
hiptesis, ni verdadera sociedad, ni cuerpo poltico, ni otra ley que la del ms
fuerte.
2) Que la palabra fuerte y dbil son equvocos en el segundo caso, pues en el
intervalo que media entre el establecimiento el derecho de propiedad o del primer
ocupante y el de los gobiernos polticos, el sentido de estos trminos queda mejor
expresado con los de pobre y rico, puesto que en efecto, un hombre no tena
antes que las leyes hubieran sido establecidas, otro medio de sujetar a sus iguales
que el de atacar sus bienes o cederle parte de los suyos.
3) Que los pobres, no teniendo otra cosa que perder ms que su libertad, habran
cometido una gran locura privndose voluntariamente del nico bien que les
quedaba para no ganar nada en cambio; que por el contrario, siendo los ricos, por
decirlo as, sensibles en todos sus bienes, era mucho ms fcil hacerles mal; que
tenan, por consiguiente, necesidad de tomar mayores precauciones para
garantizarlos, y que, en fin, es ms razonable creer que una cosa ha sido
inventada por los que utilizaran de ella, que por quienes recibieran perjuicio.
El nuevo gobierno no tuvo en lo absoluto una forma constante y regular. La falta
de filosofa y de experiencia no dejaba percibir ms que los inconvenientes del
792
momento, sin pensarse en poner remedio a los otros sino a medida que se
presentaban. A pesar de todos los trabajos de los ms sabios legisladores, el
estado poltico permaneci siempre imperfecto, porque haba sido casi obra del
azar y porque mal comenzado, el tiempo no pudo jams, no obstante haber
descubierto sus defectos y aun sugerido los remedios, reparar los vicios de su
constitucin. Modificbase sin cesar, en vez de comenzar, como debi hacerse,
por purificar el aire y descartar o separar los viejos materiales, a semejanza de los
efectuados por Licurgo en Esparta, para construir en seguida un buen edificio. La
sociedad slo consisti alprincipio en algunas convenciones generales que todos
los individuos se comprometieron a observar y de las cuales la comunidad se
haca garante para con cada uno particularmente.
Fue preciso que la experiencia demostrase cun dbil era una constitucin
semejante y cun fcil era a los infractores evitar la conviccin o el castigo de sus
faltas, de las cuales slo el pblico deba ser testigo y juez a la vez; que la ley
fuese eludida de mil distintas maneras; que los inconvenientes y los desrdenes
se multiplicasen continuamente, para que se pensase al fin en confiar a algunos
ciudadanos el peligroso depsito de la autoridad pblica y se confiriese a los
magistrados el cuidado de hacer cumplir las deliberaciones del pueblo; pues decir
que los jefes fueron elegidos antes de que la confederacin estuviese constituida y
que los ministros existan antes que las leyes, es suposicin que no merece ser
combatida seriamente.
otro, no habra sido contrario al buen sentido comenzar por despojarse entre las
manos de un jefe de las nicas cosas para cuya conservacin tenan necesidad de
sus auxilios? Qu habra podido ste ofrecerles como equivalente por la
concesin de tan bello derecho? Y si hubiese osado exigirla con el pretexto de
defenderlos, no habra recibido inmediatamente la respuesta del aplogo: "Qu
ms nos har el enemigo?"
"Yo conozco las delicias de tu pas, deca Brasidas a un strapa que comparaba la
vida de Esparta a la de Perspolis; pero t no puedes conocer los placeres del
mo." Como el indomable corcel que eriza la crin, se encoleriza, patea la tierra y se
resiste y agita impetuosamente a la sola aproximacin del bocado, mientras el
caballo adiestrado sufre pacientemente el ltigo y la espuela, as el hombre
brbaro no doblega jams la cerviz al yugo que el civilizado soporta sin murmurar,
prefiriendo la ms borrascosa libertad a una tranquila sujecin. No es, pues, por el
envilecimiento de los sojuzgados, como es preciso juzgar de las disposiciones
naturales del hombre en pro o en contra de la esclavitud, sino por los prodigios
alcanzadospor todos los pueblos libres para garantizarse contra la opresin.
S que los primeros no hacen ms que alabar sin cesar la paz y el reposo de que
disfrutan con sus cadenas y que miserrimam servitutem pacem appellant; pero
794
cuando veo los otros sacrificar placeres, reposo, podero y hasta la misma vida por
a conservacin del nico bien tan desdeado de aquellos que lo han perdido;
cuando veo a los animales que han nacido libres y que aborreciendo la cautividad,
se destrozan la cabeza contra las barras de sus prisiones; cuando veo las
multitudes de salvajes, completamente desnudos, despreciar las voluptuosidades
europeas, y desafiar el hambre, el fuego, el hierro y la muerte para conservar su
independencia, comprendo y siento que no es a esclavos a quienes corresponde
razonar respecto de la libertad.
795
796
Puffendorff dice que, de la misma manera que se transfieren los bienes a otro por
medio de convenciones y contratos, puede uno despojarse de su libertad en favor
de otro. ste parceme un malsimo razonamiento; primeramente, porque los
bienes que yo enajene, convirtense en una cosa completamente extraa a mi
persona, y de los cuales me es indiferente el abuso que se haga; pero me importa
que no se abuse de mi libertad, no pudiendo, sin hacerme culpable del mal que se
me obligar a hacer, exponerme a convertirme en instrumento del crimen.
Mas aun cuando pudiese enajenarse la libertad de igual manera que los bienes, la
diferencia sera muy grande con respecto a los hijos, que no disfrutan de los
bienes del padre sino mediante la transmisin de su derecho, en tanto que siendo
la libertad un don recibido de la naturaleza en calidad de hombres, sus padres no
tienen ninguna facultad para despojarlos de ella. De suerte que, como para
establecer la esclavitud fue preciso violentar la naturaleza, ha habido necesidad de
cambiarla para perpetuar ese derecho; y los jurisconsultos que con tanta gravedad
han sostenido que el hijo de una esclava naca esclavo, han afirmado, en otros
trminos, que un hombre no naca hombre.
Me parece evidente, pues, que no solamente los gobiernos no han comenzado por
un poder arbitrario, que no es otra cosa que la corrupcin en grado extremo, y que
los arrastra al fin a ejercer nicamente la ley del ms fuerte, sino que siendo este
797
Sin entrar por hoy en las investigaciones, por hacer todava, acerca de la
naturaleza del pacto fundamental de todo gobierno, limtome aqu, siguiendo la
opinin comn, a considerar el establecimiento del cuerpo poltico como un
verdadero contrato entre el pueblo y los jefes de su eleccin; contrato por el cual
las dos partes se obligan al cumplimiento de las leyes en l estipuladas y que
constituyen los lazos de unin. Habiendo el pueblo, respecto a las relaciones
sociales, reducido todas sus voluntades a una sola, todos los artculos sobre los
cuales esta voluntad se explica, convirtense en otras tantas leyes fundamentales
que obligan a todos los miembros del Estado sin excepcion, regularizando una de
ellas la eleccin y el poder de los magistrados encargados de velar por el
cumplimiento de las otras.
Este poder se extiende a todo cuanto pueda sostener la constitucin, sin atentar a
su cambio o modificacin. Adense honores que hacen respetables tanto las
leyes como los ministros, y a stos personalmente, se les otorgan prerrogativas
que los indemnicen de los penosos trabajos que ocasiona una buena
administracin. El magistrado, por su parte, se obliga a no hacer uso del poder
que se te ha confiado ms que de acuerdo con la intencin de los comitentes, a
mantener a cada uno en el apacible goce de lo que le pertenece y a preferir en
toda circunstancia a utilidad pblica a su inters particular.
Por poco que se reflexione atentamente, esto se confirmara por nuevas y diversas
razones; y por la naturaleza misma del contrato se vera que ste no poda ser
irrevocable, pues no existiendo poder superior que garantizase la fidelidad de los
contratantes, ni que los obligase a cumplir sus recprocos compromisos, las partes
permaneceran siendo los solos jueces de su propia causa, y cada una tendra
siempre el derecho de renunciar al contrato tan pronto como considerase que la
otra infringa las condiciones estipuladas, o bien que las mismas cesasen de
convenirle.
Sobre este principio es sobre el cual parece que debio fundarse el derecho de
abdicacin. Luego, no teniendo en consideracin, como lo hacemos, ms que la
institucin humana, si el magistrado, que tiene en sus manos todo el poder y que
se apropia todas las ventajas del contrato, tena, sin embargo, el derecho de
renunciar a la autoridad, con mayor razn debera el pueblo, que paga todas las
faltas cometidas por los jefes, tener el derecho de renunciar a la dependencia.
Aun cuando la religin no hubiese hecho otro bien que ste a los hombres,
bastara para que todos debiesen quererla y adoptarla, aun con sus abusos, pues
con todo ella economiza ms sangre de la que el fanatismo hace verter. Pero
sigamos el hilo de nuestra hiptesis. Las diversas formas de gobierno tienen su
origen en las diferencias ms o menos grandes que existan entre los individuos
799
Si haba varios, ms o menos iguales entre s, elevbanlos sobre todos los dems,
elegan los conjuntamente y constituan una aristocracia. Aqullos cuya fortuna o
cuyos talentos eran menos desproporcionados, y que menos se haban alejado de
su estado natural, guardaron en comn la administracin suprema y formaron una
democracia. El tiempo se encarg de demostrar cul de estas formas era la ms
ventajosa para los hombres.
Los unos permanecieron sometidos nicamente a las leyes, los otros obedecieron
pronto a los jefes. Los ciudadanos quisieron conservar su libertad; los sbditos no
pensaron ms que en quitrsela a sus vecinos, no pudiendo sufrir que otros
disfrutasen de un bien del cual ellos no gozaban ya. En una palabra; de un lado
las riquezas y las conquistas, del otro la felicidad y la virtud.
800
801
Adems, los ciudadanos no se dejan oprimir sino cuando, llevados de una ciega
ambicin y con intenciones ms bajas que elevadas, hceles ms cara y preferible
la dominacin que la independencia, y consienten en arrostrar cadenas para a su
turno imponerlas. Es sumamente difcil reducir a la obediencia a quien no
aspira a mandar, y el poltico ms hbil no lograra avasallar a hombres que slo
ambicionasen ser libres. Pero el sentimiento de la desigualdad halla siempre con
facilidad cabida en las almas ambiciosas y cobardes dispuestas en todo tiempo a
correr los riesgos de la fortuna y a dominar o a ser dominadas casi
indiferentemente, segn que sta les resulte favorable o adversa. Fue as como
debi llegar un tiempo en que, fascinado el pueblo hasta tal punto, sus
conductores slo tenan necesidad de decir al ms inferior de los hombres: "s
grande t y toda tu generacin", para que se distinguiese y elevase a sus propios
ojos y a los ojos de todo el mundo, continuando el encumbramiento entre sus
descendientes a medida que se alejaban de l, pues cuanto ms remota e incierta
era la causa, tanto mayor era el efecto; mientras ms grande era el nmero de
holgazanes en una familia, ms ilustre hacase.
Si fuese ste el lugar para entrar en detalles, explicara fcilmente cmo, aun sin
la participacin del gobierno, la desigualdad de crdito y de autoridad resulta
inevitable entre los particulares (s) tan pronto como, reunidos en una misma
sociedad, se ven obligados a establecer comparaciones entre ellos y a tener en
802
cuenta las diferencias que observan en las relaciones continuas que tienen entre
unos y otros. Estas diferencias son de muchas especies, pero en general, siendo
la riqueza, la nobleza o el rango, el poder y el mrito personal, las distinciones
principales por las cuales se regula o compara en la sociedad, probara que el
acuerdo o el conflicto de estas diversas fuerzas es la indicacin ms segura de si
un Estado est bien o mal constituido; hara ver que entre estas cuatro clases de
desigualdad, siendo las cualidades personales el origen de todas las dems, la
riqueza es la ltima a la cual se reducen al fin, porque siendo la ms
inmediatamente til al bienestar y la ms fcil de transmitir, sirve cmodamente
para comprar todo lo restante, observacin que puede servir para juzgar con
bastante exactitud cunto se ha separado cada pueblo de su institucin primitiva y
el camino que ha recorrido hacia el trmino extremo de la corrupcin. Hara notar
cmo este deseo universal de reputacin, de honores y de preferencias que nos
devora a todos, ejercita y compara los talentos y las fuerzas; cmo excita y
multiplica las pasiones, y cmo haciendo a todos los hombres concurrentes,
rivales, o mejor dicho, enemigos, causa reveses a diario, xitos y catstrofes de
toda especie, al impulsar a la misma lid a tantos pretendientes.
con los derechos naturales, y en donde se revelaran todas las diferentes fases
bajo las cuales se ha mostrado la desigualdad hasta nuestros das y bajo las
cuales pueda mostrarse en los siglos venideros, segn la naturaleza de estos
gobiernos y las revoluciones que el tiempo determinar ineludiblemente. Verase a
la multitud oprimida por dentro por efecto de las mismas precauciones tomadas en
defensa de lo que la amenazaba de fuera; verase a la opresin acrecentarse
continuamente sin que los oprimidos pudiesen jams saber cul sera su trmino
ni qu medio legtimo quedbales para detenerla; veranse los derechos de los
ciudadanos y las libertades nacionales extinguirse poco a poco y considerarse
como rumores sediciosos las reclamaciones de los dbiles; la poltica
restringiendo a una porcin de mercenarios del pueblo el honor de defender la
causa comn, surgiendo de all la necesidad de los impuestos; verase al agricultor
abatido abandonar su campo, aun durante la paz, y dejar el arado para ceirse la
espada; el nacimiento de las funestas y extravagantes reglas del pundonor; a los
defensores de la patria convertirse, tarde o temprano, en sus enemigos, teniendo
sin cesar el pual levantado sobre sus conciudadanos, y venir un tiempo en que
se les oira decir al opresor de su mismo pas.
plantas las leyes y el pueblo, y establecerse sobre las ruinas de la repblica. Los
tiempos que precederan a este ltimo cambio, seran de confusin y de
calamidades, pero al fin, devorado todo por el monstruo, los pueblos no tendran
ya ni jefes ni leyes, sino solamente tiranos. Desde ese instante cesaran tambin
las costumbres y la virtud, pues en todas partes en donde reina el despotismo no
hay ni probidad ni deber que consultar ante su voz, ya que la ms ciega
obediencia es la nica virtud que queda a los esclavos.
inmenso espacio que separa estos dos estados. En esta lenta sucesin de las
cosas, se ver la solucin de una infinidad de problemas de moral y de poltica
que los filsofos no pueden resolver. Se comprender que el gnero humano de
una edad no es el mismo que el de otra, a la vez que la razn por la cual Digenes
no encontraba un hombre, pues buscaba entre sus contemporneos el hombre de
una poca que ya no exista. Catn, se dir, pereci con Roma y la libertad,
porque vivi en un siglo que no era el suyo; y el ms grande de los hombres no
hizo ms que asombrar el mundo que hubiera gobernado quinientos aos antes.
Tal es, en efecto, la verdadera causa de todas estas diferencias: el salvaje vive en
l mismo; el hombre sociable, siempre fuera de s, no sabe vivir ms que en la
opinin de los otros, de cuyo juicio, por decirlo as, extrae el sentimiento de su
propia existencia. No es mi objeto demostrar cmo de tal disposicin nace tanta
diferencia por el bien como para el mal, con tan bellos discursos de moral; cmo,
reducindose todo a las apariencias, convirtese todo en ficticio y ridculo, honor,
amistad, virtud y a menudo hasta los mismos vicios, de los cuales se encuentra al
fin el secreto de gloriarse; cmo, en una palabra, preguntando siempre a los
dems lo que somos, y no atrevindonos jams a interrogarnos a nosotros
mismos, en medio de tanto filsofo, de tanta humanidad, de tanta cortesana y de
tantas mximas sublimes, no tenemos sino un exterior engaoso y frvolo, honor
sin virtud, razn sin sabidura y placer sin dicha. Bstame haber probado que ste
no es el estado original del hombre, y que slo el espritu de la sociedad y la
desigualdad que sta engendra son las causas que cambian y alteran as todas
nuestras inclinaciones naturales.
808
Thomas Hobbes era hijo de clrigo. Los pueblos anglosajones han tenido en este
sentido una evidente ventaja sobre los pueblos latinos, en los cuales la cultura
renacentista no ha podido transmitirse, desde el plano teolgico, en un medio
familiar a la vez mundanal y asctico. La cultura latina moderna es en gran parte
obra de sacerdotes; la cultura alemana y anglosajona, obra de hijos de
sacerdotes. Los hijos de los clrigos pertenecan por derecho propio al
Establishement ingls en el siglo XVII, y Hobbes estuvo cinco aos en Oxford
estudiando literatura clsica y aprendiendo los modales y costumbres de las
clases superiores. En 1608, es decir, a los veinte aos, fue preceptor, y ms tarde
secretario del hijo del primer conde de Devonshire. Conoci en este empleo a los
nobles e intelectuales de ms importancia en Inglaterra y Europa, y durante los
aos ms receptivos oy y ley sobre las materias ms dispares. El germen de
sus doctrinas est en la experiencia de estos primeros aos. Experiencia que
sobrellev como un pesado fardo toda su vida y que se puede reducir a esto: el
hombre es un animal esencialmente egosta, y la frmula primera y fundamental
del egosmo es la supervivencia. La naturaleza en su plenitud y complejidad tiende
a sobrevivir. En el animal hombre, la tendencia a sobrevivir se llama egosmo.
La estancia de Hobbes en Europa est vinculada al miedo poltico, en particular; al
miedo al poder, en general. La conexin que se puede descubrir entre su actitud
vital y su pensamiento poltico descansa sobre todo en el miedo. Aunque es
posible abstraer la nocin de miedo, como Hobbes con tanta frecuencia hace,
cada perodo cultural parece definido por una clase de miedo; miedo bblico,
miedo religioso, miedo moral, miedo poltico. En el siglo XVII predomin en
Inglaterra, y en general en Europa, el miedo poltico. El Estado se haba convertido
en un instrumento de poder absoluto que absorba los dems temores. Los
castigos procedan del Estado, que asuma las funciones del poder mximo e
incontrolado. De hecho el Estado, es decir, el complejo de poder organizado como
809
gobierno, dirima cualquier litigio. A ojos de los sbditos inspiraba miedo; el miedo
poltico, que es en intensidad el ms embargante y limitador de los miedos
posibles. Para quien vive el miedo poltico nada conserva su sitio ni cualidad. El
mundo se transforma en ojos y cadenas; unos vigilan, otras atan. Es, al mismo
tiempo, miedo mental, en cuanto nace de la previsin del futuro; miedo psquico,
en cuanto tememos incurrir aqu y ahora en la ira de quien posee el poder, y
miedo moral, en cuanto hace que nos temamos a nosotros mismos, pues nuestra
propia valoracin est disminuida y manchada por la conciencia de que tenemos
miedo. Ante el miedo poltico, miedo al poder instituido como Estado, el miedo
religioso es un miedo menor en cuanto atae menos a nuestra convivencia. Temer
el castigo del cielo puede ser, en muchos casos, incluso consolador.
Para el hombre comn el miedo poltico se pierde en el quehacer cotidiano y no
tiene la vivencia aislada de l salvo en contadas ocasiones, pero el hombre culto
superior teme de continuo al Estado cuando el Estado es una amenaza
permanente en funcin de un poder que est a su vez condicionado por el miedo.
El problema fundamental para Hobbes, que vivi bajo el signo del miedo poltico,
fue, por consiguiente, el de encontrar una frmula que pusiese al poder del
Estado, concretamente al Soberano, ms all de cualquier posible temor, pues un
poder que no teme no engendra miedo, sino sumisin y respeto. Por otra parte, no
incurre en la arbitrariedad, pues el odio, el mal, etc., son consecuencia del miedo
al dao que podemos sufrir de otro.
Una teora que justificase un poder absoluto, que por ser absoluto en el orden
poltico salvase del miedo, es una de las preocupaciones constantes de Hobbes.
El miedo hobbesiano es muy concreto, es el miedo a la revolucin, a ... return to
the confusion of a desunite multitude; pero la solucin al problema deba
encontrarla, pues as lo exigan las condiciones ideolgicas de su tiempo, en un
sistema completo del cual la poltica y la teora del poder fuesen una parte.
El raciocinio de Hobbes es sumamente claro en sus lneas esenciales, aunque
algo hay que advertir, despus lo advertiremos, sobre la claridad hobbesiana. La
ley natural bsica es la ley de la supervivencia: todo lo que tiene vida tiende a
810
811
all things wherein their obedience is not repugnant to the laws of God, I have
sufficiently proved, in that which I have already written.
El problema consiste, por consiguiente, en determinar hasta qu limite las leyes de
la naturaleza, que son las leyes de Dios, autorizan o desautorizan las rdenes de
la Repblica o Estado nacido del pacto o acuerdo entre los hombres. Pero Dios o
naturaleza se muestran de diverso modo a los hombres, a saber, por razn,
revelacin o profeca: el medio ms comn y propio es la razn, es decir, la
facultad de utilizar los nombres de mayor comprensin segn las condiciones y
significado de nuestro pensamiento. Siguiendo este criterio, el razonamiento dice
que la nica manera de que la naturaleza cumpla el principio de supervivencia, de
acuerdo con el significado propio de las palabras ms generales y las condiciones
de nuestro pensamiento, es la formacin del Estado; luego todo cuanto el Estado
haga para garantizar nuestra supervivencia, segn la razn, es propio de su
absoluto poder. Desde este punto de vista, el poder del Estado es un poder
razonable y divino. Pero el poder del Estado deja de ser natural, y, por
consiguiente, divino, y, por consiguiente, razonable en dos casos:
a) si en lugar de evitar el miedo lo produce y ocasiona la destruccin de la
Repblica o Estado;
b) si traspone los lmites de lo necesario y se constituye en un poder superfluo.
Conviene tener presente que para Hobbes el miedo total, el terror, el terror pnico
(panic terror), es el miedo que entrev, pero no acaba de comprender su causa y
objeto. Por otra parte, esta pasin se da en un conjunto o multitud de hombres. No
es miedo personal; es miedo colectivo. El Estado tiene que cuidar de sus sbditos,
no producir en ellos un terror pnico que retrotraera las cosas al estado de
naturaleza, es decir, al estado previo al acuerdo o pacto y a la guerra de todos
contra todos.
812
Por otra parte, no tiene, por ejemplo, por qu entrar en la religin o culto privado,
ni perseguir a nadie por sus creencias religiosas o polticas, siempre que no
atenten a la seguridad del pacto garantizado por el Estado.
Como el lector ve por el anterior breve resumen, es muy difcil asimilar a Hobbes a
la tradicin absolutista. Parece que este criterio naci de la historiograga poltica
romntica. Sin embargo, los seguidores ms inmediatos, Spinoza y Locke,
llegaron a conclusiones democrticas partiendo de frmulas semejantes a las de
Hobbes.
Parece, ciertamente, que Hobbes buscaba el medio de fortalecer el poder poltico
superando el miedo poltico, para lo cual imagin un Estado en que el poder
estuviese en manos del Soberano absolutamente, pero que se ejerciese
democrticamente, es decir, con el consentimiento explcito de la mayora. Crticos
e historiadores han confundido la posesin absoluta del poder con el ejercicio
absoluto del poder. En uno u otro contexto el valor de la expresin absoluto
cambia. En el primer caso posee connotaciones metafsicas y quiere decir que no
tiene superior en su orden; en el segundo posee connotaciones especficamente
polticas y administrativas y quiere decir que impide, arbitrariamente, la
participacin de los ciudadanos en la formacin y aplicacin de las leyes. Esto
ltimo depende de la forma de gobernarse de cada Repblica o Estado, pero lo
primero es un atributo esencial de la soberana admitido as desde Bodino, a quien
Hobbes se limita en este caso a comentar. Pudiera citar muchos textos en ayuda
de mi tesis, pero creo que el ms significativo y aclarador es el prrafo 6 del
captulo XXVI, que se refiere a las locas opiniones de algunos juristas relativas a
la formacin de las leyes. Es patente dice Hobbes, que todas las leyes, escritas y
no escritas toman su autoridad y fuerza de la comunidad constituida por el pacto,
es decir, del pueblo o de quien le representa (that is to say, from the will of the
representantive): si es una monarqua, un monarca; si es una democracia, una
asamblea. Pero es absurdo pensar que quienes no son soberanos hagan la ley.
Hacer las leyes es atributo especfico del soberano. As, por ejemplo dice,
que la ley comn slo puede controlarse por el Parlamento es verdad slo cuando
813
815
INTRODUCCION
La Naturaleza (el arte con que Dios ha hecho y gobierna el mundo) est imitada
de tal modo,como en otras muchas cosas, por el arte del hombre, que ste puede
crear un animal artificial. Y siendo la vida un movimiento de miembros cuya
iniciacin se halla en alguna parte principal de losmismos por qu no podramos
decir que todos los autmatas (artefactos que se mueven a smismos por medio
de resortes y ruedas como lo hace un reloj) tienen una vida artificial? Qu es en
realidad el corazn sino un resorte; y los nervios qu son, sino diversas fibras; y
las articulaciones sino varias ruedas que dan movimiento al cuerpo entero tal
como el Artfice se lo propuso? El arte va an ms lejos, imitando esta obra
racional, que es la ms excelsa de la Naturaleza: el hombre.
En efecto: gracias al arte se crea ese gran Leviatn que llamamos la repblica o
Estado (en latn civitas) que no es sino un hombre artificial, aunque de mayor
estatua y robustez que el natural para cuya proteccin y defensa fue instituido; y
en el cual la soberana es un alma artificial que da vida y movimiento al cuerpo
entero; los magistrados y otros funcionarios de la judicatura y del poder ejecutivo,
nexos artificiales; la recompensa y el castigo (mediante los cuales cada nexo y
cada miembro vinculado a la sede de la soberana es inducido a ejecutar su
deber) son los nervios que hacen lo mismo en el cuerpo natural; la riqueza y la
abundancia de todos los miembros particulars constituyen su potencia; la salus
polpuli (la salvacin del pueblo) son sus negocios; los consejeros, que informan
sobre cuantas cosas precisa conocer, son la memoria; la equidad y las leyes, una
razn y una voluntad artificiales; la
concordia, es la
salud; la
sedicin, la
816
Por ltimo, los convenios mediante los cuales las partes de este cuerpo poltico se
crean, combinan y unen entre s, asemjanse a aquel fiat, o hagamos al hombre,
pronunciado por Dios en la Creacin.
Y por qu razones, podr leer y saber, por consiguiente, cules son los
pensamientos y pasiones de los dems hombres en ocasiones parecidas. Me
refiero a la similitud de aquellas pasiones que son las mismas en todos los
hombres; deseo, temor, esperanza, etc., no a la semejanza entre los objetos de
las pasiones, que son las cosas deseadas, temidas, esperadas, etc. Respecto de
817
Aunque un hombre pueda leer a otro por sus acciones, de un modo perfecto, slo
puede hacerlo con sus circunstantes, que son muy pocos. Quien ha de gobernar
una nacin entera debe leer, en s mismo, no a este o aquel hombre, sino a la
humanidad, cosa que resulta ms difcil que aprender cualquier idioma o ciencia;
cuando yo haya expuesto ordenadamente el resaltado de mi propia lectura, los
dems no tendrn otra molestia sino la de comprobar si en s mismos llegan a
anlogas conclusiones. Porque este gnero de doctrina no admite otra
demostracin.
PARTE I
CAPITULO IV
Del Lenguaje
CAPITULO XIII
De la CONDICIN NATURAL del Gnero Humano, en lo que
concierne a su Felicidad y su Miseria
La Naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en las facultades del cuerpo y
del espritu que, si bien un hombre es, a veces, evidentemente, ms fuerte de
cuerpo o ms sagaz de entendimiento que otro, cuando se considera en conjunto,
la diferencia entre hombre y hombre no es tan importante que uno pueda
reclamar, a base de ella, para s mismo, un beneficio cualquiera al que otro no
pueda aspirar como l. En efecto, por lo que respecta a la fuerza corporal, el ms
dbil tiene bastante fuerza para matar al ms fuerte, ya sea mediante secretas
818
En cuanto a las facultades mentales (si se prescinde de las artes fundadas sobre
las palabras, y, en particular, de la destreza en actuar segn reglas generales e
infalibles, lo que se llama ciencia, arte que pocos tienen, y aun stos en muy
pocas cosas, ya que no se trata de una facultad innata, o nacida con nosotros, ni
alcanzada, como la prudencia, mientras perseguimos algo distinto) yo encuentro
an una igualdad ms grande, entre los hombres, que en lo referente a la fuerza.
Porque la prudencia no es sino experiencia; cosa que todos los hombres alcanzan
por igual, en tiempos iguales, y en aquellas cosas a las cuales consagran por
igual. Lo que acaso puede hacer increble tal igualdad, no es sino un vano
concepto de la propia sabidura, que la mayor parte de los hombres piensan
poseer en ms alto grado que el comn de las gentes, es decir, que todos los
hombres con excepcin de ellos mismos y de unos pocos ms a quienes
reconocen su vala, ya sea por la fama de que gozan o por la coincidencia con
ellos mismos. Tal es, en efecto, la naturaleza de los hombres que si bien
reconocen que otros son ms sagaces, ms elocuentes o ms cultos, difcilmente
llegan a creer que haya muchos tan sabios como ellos mismos, ya que cada uno
ve su propio talento a la mano, y el de los dems hombres a distancia. Pero esto
es lo que mejor prueba que los hombres son en este punto ms bien iguales que
desiguales.
sojuzgarse uno a otro. De aqu que un agresor no teme otra cosa que el poder
singular de otro hombre; si alguien planta, siembra, construye o posee un lugar
conveniente, cabe probablemente esperar que vengan otros, con sus fuerzas
unidas, para desposeerle y privarle, no slo del fruto de su trabajo, sino tambin
de su vida o de su libertad. Y el invasor, a su vez, se encuentra en el mi smo
peligro con respecto a otros.
causa impulsa a los hombres a atacarse para lograr un beneficio; la segunda, para
lograr la seguridad; la tercera para ganar reputacin. La primera hace uso de la
violencia para convertirse en duea de las personas, mujeres, nios y ganados de
otros hombres; la segunda, para defenderlos; la tercera, recurre a la fuerza por
motivos insignificantes, como una palabra, una sonrisa, una opinin distinta, como
cualquier otro signo de subestimacin, ya sea directamente en sus personas o de
modo indirecto en su descendencia, en sus amigos, en su nacin, en su profesin
o en su apellido.
Con todo ello es manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un
poder comn que los atemorice a todos, se hallan en la condicin o estado que se
denomina guerra; una guerra tal que es la de todos contra todos. Porque la
GUERRA no consiste solamente en batallar, en el acto de luchar, sino que se da
durante el lapso de tiempo en que la voluntad de luchar se manifiesta de modo
suficiente. Por ello la nocin del tiempo debe ser tenida en cuanta respecto a la
naturaleza de la guerra, como respecto a la naturaleza del clima. En efecto, as
como la naturaleza del mal tiempo no radica en uno o dos chubascos, sino en la
propensin a llover durante varios das, as la naturaleza de la guerra consiste no
ya en la lucha actual, sino en la disposicin manifiesta a ella durante todo el
tiempo en que no hay seguridad de lo contrario.
temor y peligro de muerte violenta; y la vida del hombre es solitaria, pobre, tosca,
embrutecida y breve.
A quien no pondere estas cosas puede parecerle extrao que la Naturaleza venga
a disociar y haga a los hombres aptos para invadir y destruirse mutuamente; y
puede ocurrir que no confiando en esta inferencia basada en las pasiones, desee,
acaso, verla confirmada por la experiencia. Haced, pues, que se considere a s
mismo; cuando emprende una jornada, se procura armas y trata de ir bien
acompaado; cuando va a dormir cierra las puertas; cuando se halla en su propia
casa, echa la llave a sus arcas; y todo esto aun sabiendo que existen leyes y
funcionarios pblicos armados para vengar todos los daos que le hagan. Qu
opinin tiene, as, de sus conciudadanos, cuando cabalga armado; de sus vecinos,
cuando cierra sus puertas; de sus hijos y sirvientes, cuando cierra sus arcas? No
significa esto acusar a la humanidad con sus actos, como yo lo hago con mis
palabras? Ahora bien, ninguno de nosotros acusa con ello a la naturaleza humana.
Los deseos y otras pasiones del hombre no son pecados en s mismos; tampoco
lo son los actos que de las pasiones proceden hasta que consta que una ley las
prohbe: que los hombres no pueden conocer las leyes antes de que sean hechas,
ni puede hacerse una ley hasta que los hombres se pongan de acuerdo con
respecto a la persona que debe promulgarla.
Acaso puede pensarse que nunca existi un tiempo o condicin en que se diera
una guerra semejante, y, en efecto, yo creo que nunca ocurri generalmente as,
en el mundo entero; pero existen varios lugares donde viven ahora de ese modo.
Los pueblos salvajes en varias comarcas de Amrica , si se excepta el rgimen
de pequeas familias cuya concordia depende de la concupiscencia natural,
carecen de gobierno en absoluto, y viven actualmente en ese estado bestial a que
me he referido. De cualquier modo que sea, puede percibirse cul ser el gnero
de vida cuando no exista un poder comn que temer, pues el rgimen de vida de
822
los hombres que antes vivan bajo un gobierno pacfico, suele degenerar en una
guerra civil. (...)
En esta guerra de todos contra todos, se da una consecuencia: que nada puede
ser injusto. Las nociones de derecho e ilegalidad, justicia e injusticia estn fuera
de lugar. Donde no hay poder comn, la ley no existe: donde no hay ley, no hay
justicia. En la guerra, la fuerza y el fraude son las dos virtudes cardinales. Justicia
e injusticia no son facultades ni del cuerpo ni del espritu. Si lo fueran, podran
darse en un hombre que estuviera solo en el mundo, lo mismo que se dan sus
sensaciones y pasiones. Son, aquellas, cualidades que se refi eren al hombre en
sociedad, no en estado solitario.
CAPITULO XIV
De la Primera y de la Segunda LEYES NATURALES,
y de los CONTRATOS
EL DERECHO DE NATURALEZA, lo que los escritores llaman comnmente jus
naturale, es la
823
libertad que cada hombre tiene de usar su propio poder como quiera, para la
conservacin de su propia naturaleza, es decir, de su propia vida; y por
consiguiente, para hacer todo aquello que su propio juicio y razn considere como
los medios ms aptos para lograr ese fin.
ley,
cuando no puede obtenerla, debe buscar y utilizar todas las ayudas y ventajas de
la guerra. La primera fase de esta regla contiene la ley primera y fundamental de
naturaleza, a saber: buscar la paz y seguirla. La segunda, la suma del derecho de
naturaleza, es decir: defendernos a nosotros mismos, por todos los medios
posibles.
CAPITULO XV
De Otras Leyes de Naturaleza
De esta ley de Naturaleza, segn la cual estamos obligados a transferir a otros
aquellos derechos que, retenidos, perturban la paz de la humanidad, se deduce
una tercera ley, a saber: Que los hombres cumplan los pactos que han celebrado.
Sin ello, los pactos son vanos, y no contienen sino palabras vacas, y subsistiendo
el derecho de todos los hombres a todas las cosas, seguimos hallndonos en
situacin de guerra.
hombres tienen derecho a todas las cosas: por tanto, ninguna accin puede ser
injusta. La definicin de injusticia no es otra sino sta: el incumplimiento de un
pacto. En consecuencia, lo que no es injusto es justo. Ahora bien, como los pactos
de mutua confianza, cuando existe el temor de un incumplimiento por una
cualquiera de las partes (como hemos dicho en el captulo anterior), son nulos,
aunque el origen de la justicia sea la estipulacin de pactos, no puede haber
actualmente injusticia hasta que se elimine la causa de tal temor, cosa que no
puede hacerse mientras los hombres se encuentran en la condicin natural de
guerra. Por tanto, antes de que puedan tener un adecuado lugar las
denominaciones de justo e injusto, debe existir un poder coercitivo que compela a
los hombres, igualmente, al cumplimiento de sus pactos, por el temor de algn
castigo ms grande que el beneficio que esperan del quebrantamiento de su
compromiso, y de otra parte para robustecer esa propiedad que adquieren los
hombres por mutuo contrato, en recompensa del derecho universal que
abandonan: tal poder no existe antes de erigirse el Estado.
Eso mismo puede deducirse, tambin, de la definicin que de la justicia hacen los
escolsticos cuando dicen que la justicia es la voluntad constante de dar a cada
uno lo suyo. Por tanto, donde no hay suyo, es decir, donde no hay propiedad, no
hay injusticia; y donde no se ha erigido un poder coercitivo, es decir, donde no
existe un Estado, no hay propiedad. Todos los hombres tienen derecho a todas
las cosas, y por tanto donde no hay Estado, nada es injusto. As, que la naturaleza
de la justicia consiste en la observancia de pactos vlidos: ahora bien, la validez
de los pactos no comienza sino con la constitucin de un poder civil suficiente para
compeler a los hombres a observarlos. Es entonces, tambin, cuando comienza la
propiedad. (...)
SEGUNDA PARTE
DEL ESTADO
CAPITULO XVII
826
Las leyes de naturaleza (tales como las de justicia, equidad, modestia, piedad y,
en suma, la de haz a otros lo que quieras que otros hagan para ti) son, por s
mismas, cuando no existe el temor a un determinado poder que motive su
observancia, contrarias a nuestras pasiones naturales, las cuales nos inducen a la
parcialidad, al orgullo, a la venganza y a cosas semejantes. Los pactos que no
descansan en la espada no son ms que palabras, sin fuerza para proteger al
hombre, en modo alguno. Por consiguiente, a pesar de las leyes de naturaleza
(que cada uno observa cuando tiene la voluntad de observarlas, cuando puede
hacerlo de modo seguro) si no se ha instituido un poder o no es suficientemente
grande para nuestra seguridad, cada uno fiar tan slo, y podr hacerlo
legalmente, sobre su propia fuerza y mana, para protegerse contra los dems
hombres. (...)
827
Es cierto que determinadas criaturas vivas, como las abejas y las hormigas, viven
en forma sociable una con otra (por cuya razn Aristteles las enumera entre las
criaturas polticas) y no tienen otra direccin que sus particulares juicios y apetitos,
ni poseen el uso de la palabra mediante la cual una puede significar a otra lo que
considera adecuado para el beneficio comn: por ello, algunos desean inquirir por
qu la humanidad no puede hacer lo mismo. A lo cual contesto:
Primero, que los hombres estn en continua pugna de honores y dignidad y las
mencionadas criaturas no, y a ello se debe que entre los hombres surja por esta
razn, la envidia y el odio, y finalmente la guerra, mientras que entre aquellas
criaturas no ocurre eso.
Segundo, que entre esas criaturas, el bien comn no difiere del individual, y
aunque por naturaleza propenden a su beneficio privado, procuran a la vez, por el
beneficio comn. En cambio, el hombre, cuyo goce consiste en compararse a s
mismo con los dems hombres, no puede disfrutar otra cosa sino lo que es
eminente.
Tercero, que no teniendo esas criaturas, a diferencia del hombre, uso de razn, no
ven, ni piensan que ven ninguna falta en la administracin de su negocio comn;
en cambio, entre los hombres, hay muchos que se imaginan a s mismos ms
sabios y capaces para gobernar la cosa pblica, que el resto; dichas personas se
afanan por reformar e innovar, una de esta manera, otra de aquella, con lo cual
acarrean perturbacin y guerra civil.
Cuarto, que aun cuando estas criaturas tienen voz, en cierto modo, para darse a
entender unas a otras sus sentimientos, necesitan este gnero de palabras por
medio de las cuales los hombres pueden manifestar a otros lo que es Dios, en
comparacin con el demonio, y lo que es el demonio en comparacin con Dios, y
aumentar o disminuir la grandeza aparente de Dios y del demonio, sembrando el
descontento entre los hombres, y turbando su tranquilidad caprichosamente.
828
Quinto, que las criaturas irracionales no pueden distinguir entre injuria y dao, y,
por consiguiente, mientras estn a gusto, no son ofendidas por sus semejantes.
En cambio el hombre se encuentra ms conturbado cuando ms complacido est,
porque es entonces cuando le agrada mostrar su sabidura y controlar las
acciones de quien gobierna el Estado.
Por ltimo, la buena inteligencia de esas criaturas es natural; la de los hombres lo
es solamente por pacto, es decir, de modo artificial. No es extrao, por
consiguiente, que (aparte del pacto) se requiera algo ms que haga su convenio
constante y obligatorio; ese algo es un poder comn que los mantenga a raya y
dirija sus acciones hacia el beneficio colectivo. El nico camino para erigir
semejante poder comn, capaz de defenderlos contra la invasin de los
extranjeros y contra las injurias ajenas, asegurndoles de tal suerte que por su
propia actividad y por los frutos de la tierra puedan nutrirse a s mismos y vivir
satisfechos, es conferir todo su poder y fortaleza a un hombre o a una asamblea
de hombres, todos los cuales,
voluntades a una sola voluntad. Esto equivale a decir: elegir un hombre o una
asamblea de hombres que represente su personalidad; y que cada uno considere
como propio y se reconozca a s mismo como autor de cualquiera cosa que haga
o promueva quien representa su persona, en aquellas cosas que conciernen a la
paz y a la seguridad comunes; que, adems, sometan sus voluntades cada uno a
la voluntad de aqul, y sus juicios a su juicio.
Esto es algo ms que consentimiento o concordia; es una unidad real de todo ello
en una y la misma persona, instituida por pacto de cada hombre con los dems,
en forma tal como si cada uno dijera a todos: autorizo y transfiero a este hombre o
asamblea de hombres mi derecho de gobernarme a m mismo, con la condicin
de que vosotros tranferiris a l vuestro derecho, y autorizaris todos sus actos de
la misma manera. Hecho esto, la multitud as unida en una persona se denomina
ESTADO, en latn, civitas. Esta es la generacin de aquel gran LEVIATAN, o ms
bien (hablando con ms reverencia), de aquel dios mortal, al cual debemos, bajo
el Dios inmortal, nuestra paz y nuestra defensa. Porque en virtud de esta autoridad
829
que se le confiere por cada hombre particular en el Estado, posee y utiliza tanto
poder y fortaleza, que por el terror que inspira es capaz de conformar las
voluntades de todos ellos para la paz, en su propio pas, y para la mutua ayuda
contra sus enemigos, en el extranjero. Y en ello consiste la esencia del Estado,
que podemos definir as: una persona de cuyos actos una gran multitud, por
pactos mutuos, realizados entre s, ha sido instituida por cada uno como autor, al
objeto de que pueda utilizar la fortaleza y medios de todos, como lo juzgue
oportuno, para asegurar la paz y defensa comn. El titular de esta persona se
denomina SOBERANO, y se dice que tiene poder soberano; cada uno de los que
le rodean es SBDITO suyo.
Se alcanza este poder soberano por dos conductos. Uno por la fuerza natural,
como cuando un hombre hace que sus hijos y los hijos de sus hijos; le estn
sometidos, siendo capaz de destruirlos si se niegan a ello; o que por actos de
guerra somete sus enemigos a su voluntad, concedindoles la vida a cambio de
esa sumisin. Ocurre el otro procedimiento cuando los hombres se ponen de
acuerdo entre s, para someterse a algn hombre o asamblea de hombres
voluntariamente, en la confianza de ser protegidos por ellos contra todos los
dems. En este ltimo caso puede hablarse de Estado poltico, o Estado por
institucin, y en el primero de Estado por adquisicin. En primer trmino voy a
referirme al Estado por institucin.
CAPITULO XVIII
De los DERECHOS de los Soberanos por Institucin
Dcese que un
Estado ha sido
convienen y pactan, cada uno con cada uno, que a un cierto hombre o asamblea
de hombres se le otorgar, por mayora, el derecho de representar a la persona
de todos (es decir, de ser su representante). Cada uno de ellos, tanto los que han
votado en pro como los que han votado en contra, debe autorizar todas las
acciones y juicios de ese hombre o asamblea de hombres, lo mismo que si fueran
830
Y como es injusticia para un hombre hacer algo por lo cual pueda ser castigado
por su propia autoridad, es tambin injusto por esa razn. Y cuando algunos
hombres, desobedientes a su soberano, pretenden realizar un nuevo pacto no ya
con los hombres sino con Dios, esto tambin es injusto, porque no existe pacto
831
con Dios, sino por mediacin de alguien que represente a la persona divina; esto
no lo hace sino el representante de Dios que bajo l tiene la soberana.
Pero esta pretensin de pacto con Dios es una falsedad tan evidente, incluso en la
propia conciencia de quien la sustenta, que no es, slo, un acto de disposicin
injusta, sino, tambin, vil e inhumana. En segundo lugar, como el derecho de
representar la persona de todos se otorga a quien todos constituyen en soberano,
solamente por pacto de uno a otro, y no del soberano en cada uno de ellos, no
puede existir quebrantamiento de pacto por parte del soberano, y en consecuencia
ninguno de sus sbditos, fundndose en una infraccin, puede ser liberado de su
sumisin.
Que quien es erigido en soberano no efecte pacto alguno, por anticipado, con
sus sbditos, es manifiesto, porque o bien debe hacerlo con la multitud entera,
como parte del pacto, o debe hacer un pacto singular con cada persona. Con el
conjunto como parte del pacto, es imposible, porque hasta entonces no constituye
una persona; y si efecta tantos pactos singulares como hombres existen, estos
pactos resultan nulos en cuanto adquiere la soberana, porque cualquier acto que
pueda ser presentado por uno de ellos como infraccin del pacto, es el acto de s
mismo y de todos los dems, ya que est hecho en la persona y por el derecho de
cada uno de ellos en particular.
832
La opinin de que cada monarca recibe su poder del pacto, es decir, de modo
condicional, procede de la falta de comprensin de esta verdad obvia, segn la
cual no siendo los pactos otra cosa que palabras y aliento, no tienen fuerza para
obligar, contener, constreir o proteger a cualquier hombre, sino la que resulta de
la fuerza pblica; es decir, de la libertad de accin de aquel hombre o asamblea de
hombres que ejercen la soberana, y cuyas acciones son firmemente mantenidas
por todos ellos, y sustentadas por la fuerza de cuantos en ella estn unidos. Pero
cuando se hace soberana a una asamblea de hombres, entonces ningn hombre
imagina que semejante pacto haya pasado a la institucin.
En efecto, ningn hombre es tan necio que afirme, por ejemplo, que el pueblo de
Roma hizo un pacto con los romanos para sustentar la soberana a base de tales
o cuales condiciones, que al incumplirse permitieran a los romanos deponer
legalmente al pueblo romano. Que los hombres no advierten la razn de que
ocurra lo mismo en una monarqua y en un gobierno popular, procede de la
ambicin de algunos que ven con mayor simpata el gobierno de una asamblea,
en la que tienen esperanzas de participar, que el de una monarqua, de cuyo
disfrute desesperan.
En tercer
concordes, quie disiente debe ahora consentir con el resto, es decir, avenirse a
reconocer todos los actos que realice, o bien exponerse a ser eliminado por el
resto. En efecto, si voluntariamente ingres en la congregacin de quienes
constituan la asamblea, declar con ello, de modo suficiente, su voluntad (y por
tanto hizo un pacto tcito) de estar a lo que la mayora de ellos ordenara. Por esta
razn si rehusa mantenerse en esa tesitura, o protesta contra algo de lo
decretado, procede de mudo contrario al pacto, y por tanto, injustamente. Y tanto
si es o no de la congregacin, y si consiente o no en ser consultado, debe o bien
someterse a los decretos, o ser dejado en la condicin de guerra en que antes se
encontraba, caso en el cual cualquiera puede eliminarlo sin injusticia.
En cuarto lugar, como cada sbdito es, en virtud de esa institucin, autor de todos
los actos y juicios del soberano instituido, resulta que cualquiera cosa que el
833
soberano haga no puede constituir injuria para ninguno de sus sbditos, ni debe
ser acusado de injusticia por ninguno de ellos. En efecto, quien hace una cosa por
autorizacin de otro, no comete injuria alguna contra aquel por cuya autorizacin
acta. Pero en virtud de la institucin de un Estado, cada particular es autor de
todo cuanto hace el soberano, y, por consiguiente, quien se queja de injuria por
parte del soberano, protesta contra algo de que l mismo es autor, y de lo que en
definitiva no debe acusar a nadie sino a s mismo; ni a s mismo tampoco, porque
hacerse injuria a uno mismo es imposible.
Es cierto que quienes tienen poder soberano pueden cometer iniquidad, pero no
injusticia o injuria, en la autntica acepcin de estas palabras.
En quinto lugar, y como consecuencia de lo que acabamos de afirmar, ningn
hombre que tenga poder soberano puede ser muerto o castigado de otro modo por
sus sbditos. En efecto, considerando que cada sbdito es autor de los actos de
su soberano, aqul castiga a otro por las acciones cometidas por l mismo. Como
el fin de esta institucin es la paz y la defensa de todos, y como quien tiene
derecho al fin lo tiene tambin a los medios, corresponde de derecho a cualquier
hombre o asamblea que tiene la soberana, ser juez, a un mismo tiempo, de los
medios de paz y de defensa, y juzgar tambin acerca de los obstculos e
impedimentos que se oponen a los mismos, as como hacer cualquiera cosa que
considere necesario, ya sea por anticipado, para conservar la paz y la seguridad,
evitando la discordia en el propio pas y la hostilidad del extranjero, ya, cuando la
paz y la seguridad se han perdido, para la recuperacin de la misma. En
consecuencia,
En sexto lugar, es inherente a la soberana el ser juez acerca de qu opiniones y
doctrinas son adversas y cules conducen a la paz; y por consiguiente, en qu
ocasiones, hasta qu punto y respecto de qu puede confiarse en los hombres,
cuando hablan a las multitudes, y quin debe examinar las doctrinas de todos los
libros antes de ser publicados. Porque los actos de los hombres proceden de sus
opiniones, y en el buen gobierno de las opiniones consiste el buen gobierno de los
actos humanos respecto a su paz y concordia. Y aunque en materia de doctrina
834
835
todos sus sbditos: porque en la soberana est la fuente de todo honor. Las
dignidades de lord, conde, duque y prncipe son creaciones suyas. Y como en
presencia del dueo todos los sirvientes son iguales y sin honor alguno, as son
tambin los sbditos en presencia del soberano. Y aunque cuando no estn en su
presencia, parecen unos ms y otros menos, delante de l no son sino como
las estrellas en presencia del sol. Puede objetarse aqu que la condicin de los
sbditos es muy miserable, puesto que estn sujetos a los caprichos y otras
irregulares pasiones de aquel o aquellos cuyas manos tienen tan ilimitado poder.
Por lo comn quienes viven sometidos a un monarca piensan que es, ste, un
defecto de la monarqua, y los que viven bajo un gobierno democrtico o de otra
asamblea soberana, atribuyen todos los inconvenientes a esa forma de gobierno.
fortaleza,
sino
en
su
obstinacin
misma,
que
contribuyendo
Todos los hombres estn por naturaleza provistos de notables lentes de aumento
(a saber, sus pasiones y su egosmo) vista a travs de los cuales cualquiera
pequea contribucin aparece como un gran agravio; estn, en cambio,
839
CAPITULO XXI
De la LIBERTAD de los Sbditos
LIBERTAD significa, propiamente hablando, la ausencia de oposicin (por
oposicin significo
impedimentos externos al movimiento); puede aplicarse tanto a las criaturas
irracionales e inanimadas como a las racionales. Cualquiera cosa que est ligada
o envuelta de tal modo que no pueda moverse sino dentro de un cierto espacio,
determinado por la oposicin de algn cuerpo externo, decimos que no tiene
libertad para ir ms lejos. Tal puede afirmarse de todas las criaturas vivas mientras
estn aprisionadas o constreidas con muros o cadenas; y del agua, mientras est
contenida por medio de diques o canales, pues de otro modo se extendera por un
espacio mayor, solemos decir que no est en libertad para moverse del modo
como lo hara si no tuviera tales impedimentos. Ahora bien, cuando el
impedimento de la mocin radica en la constitucin de la cosa misma, no solemos
decir que carece de libertad, sino de fuerza para moverse, como cuando una
piedra est en reposo, o un hombre se halla sujeto al lecho por una enfermedad.
Por tanto cuando se dice, por ejemplo: el camino est libre, no se significa libertad
del camino,
840
sino de quienes lo recorren sin impedimento. Y cuando decimos que una donacin
es libre, no se significa libertad de la cosa donada, sino del donante, que al donar
no estaba ligado por ninguna ley o pacto. As, cuando hablamos libremente, no
aludimos a la libertad de la voz o de la pronunciacin, sino a la del hombre, a
quien ninguna ley ha obligado a hablar de otro modo que lo hizo. Por ltimo, del
trmino
Es, por consiguiente, la accin de alguien que era libre: as tambin, un hombre
paga a veces su deuda solo por temor a la crcel, y sin embargo, como nadie le
impeda abstenerse de hacerlo, semejante accin es la de un hombre en libertad.
Generalmente todos los actos que los hombres realizan en los Estados, por temor
a la ley, son actos cuyos agentes tenan libertad para dejar de hacerlos. Libertad y
necesidad son coherentes, como, por ejemplo, ocurre con el agua, que no slo
tiene libertad, sino necesidad de ir bajando por el canal. Lo mismo sucede en las
acciones que voluntariamente realizan los hombres, las cuales, como proceden de
su voluntad, proceden de la libertad, e incluso como cada acto de la voluntad
humana y cada deseo e inclinacin proceden de alguna causa, y sta de otra, en
una continua cadena (cuyo primer eslabn se halla en la mano de Dios, la primera
de todas causas), proceden de la necesidad. As que a quien pueda advertir la
conexin de aquellas causas le resultar manifiesta la necesidad de todas las
acciones voluntarias del hombre. Por consiguiente, Dios, que ve y dispone todas
las cosas, ve tambin que la libertad del hombre, al hacer lo que quiere, va
acompaada por la necesidad de hacer lo que Dios quiere, ni ms ni menos.
Porque aunque los hombres hacen muchas cosas que Dios no ordena ni es, por
841
consiguiente, el autor de ellas, sin embargo, no pueden tener pasin ni apetito por
ninguna cosa, cuya causa no sea la voluntad de Dios. Y si esto no asegurara la
necesidad de la voluntad humana por consiguiente, de todo lo que de la voluntad
humana depende, la libertad del hombre sera una contradiccin y un impedimento
a la omnipotencia y libertad de Dios. Consideramos esto suficiente, a nuestro
actual propsito, respecto de esa libertad natural que es la nica que propiamente
puede llamarse libertad.
Pero del mismo modo que los hombres, para alcanzar la paz y, con ella, la
conservacin de s mismos, han creado un hombre artificial que podemos llamar
Estado, as tenemos tambin que han hecho cadenas artificiales, llamadas leyes
civiles, que ellos mismos, por pactos mutuos han fijado fuertemente, en un
extremo, a los labios de aquel hombre o asamblea a quien ellos han dado el poder
soberano; y por el otro extremo, a sus propios odos. Estos vnculos, dbiles por
su propia naturaleza, pueden, sin embargo, ser mantenidos, por el peligro aunque
no por la dificultad de romperlos.
que
en
todo
gnero
de
acciones,
conforme
leyes
preestablecidas, los hombres tienen la libertad de hacer lo que su propia razn les
sugiera para mayor provecho de s mismos. Si tomamos la libertad en su
verdadero sentido, como libertad corporal, es decir: como libertad de cadenas y
prisin, sera muy absurdo que los hombres clamaran, como lo hacen, por la
libertad de que tan evidentemente disfrutan.
que sea, esto es lo que demandan, ignorando que las leyes no tienen poder para
protegerles si no existe una espada en las manos de un hombre o de varios para
hacer que esas leyes se cumplan. La libertad de un sbdito radica, por tanto,
solamente, en aquellas cosas que en la regulacin de sus acciones ha
predeterminado el soberano: por ejemplo, la libertadde comprar y vender y de
hacer, entre s, contratos de otro gnero de escoger su propia residencia, su
propio alimento, su propio gnero de vida, e instruir sus nios como conveniente,
etc.
No obstante, ello no significa que con esta libertad haya quedado abolido y
limitado el soberano poder de vida y muerte. En efecto, hemos manifestado ya,
que nada puede hacer un representante soberano a un sbdito, con cualquier
pretexto, que pueda propiamente ser llamado injusticia o injuria. La causa de ello
radica en que cada sbdito es autor de cada uno de los actos del soberano, as
que nunca necesita derecho a una cosa, de otro modo que como l mismo es
sbdito de Dios y est, por ello, obligado a observar las leyes de la naturaleza. Por
consiguiente, es posible, y con frecuencia ocurre en los Estados, que un sbdito
pueda ser condenado a muerte por mandato del poder soberano, y sin embargo,
ste no haga nada malo. (...)
que estime (es decir, lo que el hombre o asamblea que lo representa estime) ms
conducente a su beneficio. Sin ello viven en condicin de guerra perpetua, y en los
preliminares de la batalla, con las fronteras en armas, y los caones enfilados
contra los vecinos circundantes. Atenienses y
caracteres, la palabra LIBERTAS; sin embargo, nadie puede inferir de ello que un
hombre particular tenga ms libertad o inmunidad, por sus servicios al Estado, en
esa ciudad que en Constantinopla. Tanto si el Estado es monrquico como si
es popular, la libertad es siempre la misma.
Pero con frecuencia ocurre que los hombres queden defraudados por la especiosa
denominacin de libertad; por falta de juicio para distinguir, consideran como
herencia privada y derecho innato suyo lo que es derecho pblico solamente. Y
cuando el mismo error resulta confirmado por la autoridad de quienes gozan fama
por sus escritos sobre este tema, no es extrao que produzcan sedicin y cambios
de gobierno. (...)
845
Nadie est obligado por sus palabras a darse muerte o a matar a otro hombre. Por
consiguiente, la obligacin que un hombre puede, a veces, contraer, en virtud del
mandato del soberano, de ejecutar una misin peligrosa o poco honorable, no
depende de los trminos en que su sumisin fue efectuada, sino de la intencin
que debe interpretarse por la finalidad de aqulla. Por ello cuando nuestra
negativa a obedecer frustra la finalidad para la cual se instituy la soberana, no
hay libertad para rehusar; en los dems casos, s.
Por esta razn, un hombre a quien como soldado se le ordena luchar contra el
enemigo, aunque su soberano tenga derecho bastante para castigar su negativa
con la muerte, puede no obstante, en ciertos casos, rehusar sin injusticia; por
ejemplo, cuando procura un soldado sustituto, en su lugar, ya que entonces no
deserta del servicio del Estado. Tambin debe hacerse alguna concesin al temor
natural, no slo en las mujeres (de las cuales no puede esperarse la ejecucin de
un deber peligroso), sino tambin en los hombres de nimo femenino. Cuando
luchan los ejrcitos, en uno de los dos bandos o en ambos se dan casos de
abandono; sin embargo, cuando no obedecen a traicin, sino a miedo, no se
estiman injustos, sino deshonrosos. Por la misma razn, evitar la batalla no es
injusticia, sino cobarda. Pero quien se enrola como soldado, o recibe dinero por
ello, no puede presentar la excusa de un temor de ese gnero, y no solamente
est obligado a ir a la batalla, sino tambin a no escapar de ella sin autorizacin
de sus capitanes. Y cuando la defensa del Estado requiere, a la vez, la ayuda de
quienes son capaces de manejar las armas, todos estn obligados, pues de otro
modo la institucin del Estado, que ellos no tienen el propsito o el valor de
defender, era en vano.
Nadie tiene libertad para resistir a la fuerza del Estado, en defensa de otro hombre
culpable o inocente, porque semejante libertad arrebata al soberano los medios de
protegernos y es, por consiguiente, destructiva de la verdadera esencia del
gobierno. Ahora bien, en el caso de que un gran nmero de hombres hayan
846
En cuanto a las otras libertades dependen del silencio de la ley. En los casos en
que el soberano no ha prescrito una norma, el sbdito tiene libertad de hacer o de
omitir, de acuerdo con su propia discrecin. Por esta causa, semejante libertad es
en algunos sitios mayor, y en otros ms pequea, en algunos tiempos ms y en
otros menos, segn consideren ms conveniente quienes tienen la soberana. (...)
Si un sbdito tiene una controversia con su soberano acerca de una deuda, o del
derecho de poseer tierras o bienes, o acerca de cualquier servicio requerido de
sus manos, o respecto a cualquiera pena corporal o pecuniaria fundada en una ley
precedente, el sbdito tiene la misma libertad para defender su derecho como si
su antagonista fuera otro sbdito, y puede realizar esa defensa ante los jueces
designados por el soberano. En efecto, el soberano demanda en virtud de una ley
anterior y no en virtud de su poder, con lo cual declara que no requiere ms si no
lo que, segn dicha ley, aparece como debido. La defensa, por consiguiente, no es
contraria a la voluntad del soberano, y por tanto el sbdito tiene la libertad de
exigir que su causa sea oda y sentenciada de acuerdo con esa ley. Pero si
demanda o toma cualquiera cosa bajo el pretexto de su propio poder, no existe, en
este caso, accin de ley, porque todo cuanto el soberano hace en virtud de su
poder, se hace por la autoridad de cada sbdito, y, por consiguiente, quien realiza
una accin contra el soberano, la efecta, a su vez, contra s mismo.
847
848
849
tiene medios para nombrarlos se supone que aprueba aquellos que l mismo
design anteriormente.
CAPITULO XXIX
De las Causas que Debilitan o Tienden a la
DESINTEGRACIN de un Estado
Aunque nada de lo que los hombres hacen puede ser inmortal, si tienen el uso de
razn de que presumen, sus Estados pueden ser asegurados, en definitiva, contra
el peligro de perecer por enfermedades internas. En efecto, por la naturaleza de
su institucin estn destinados a vivir tanto como el gnero humano, o como las
leyes de naturaleza, o como la misma justicia que les da vida.
nios engendrados por padres enfermos, se hallan sujetos bien sea a una muerte
prematura, o a purgar su mala calidad derivada de una concepcin viciosa, que se
manifiesta en clculos y pstulas, cuando los reyes se niegan a s mismos una
parte necesaria de su poder, no es siempre (aunque s a veces) por ignorancia de
lo que es necesario para el cargo que asumen, sino en muchas ocasiones por
esperanza de recobrarlo otra vez, a su antojo. Sin embargo, no razonan bien,
porque quienes antes mantenan su poder pueden ser protegidos contra l por los
Estados extranjeros, y teniendo en cuenta el bien de sus propios sbditos, pocas
ocasiones se les escapan de debilitar la situacin de sus vecinos. (...)
Las gentes de
manifiesto que la medida de las buenas y de las malas acciones es la ley civil, y el
juez es el legislador que siempre representa el Estado. Por esta falsa doctrina los
hombres propenden a discutir entre s y a disputar acerca de las rdenes del
Estado, procediendo, despus, a obedecerlo o a desobedecerlo, segn consideran
mas oportuno a su razn privada. Con ello el Estado se distrae y debilita.
Pero el soberano no est sujeto a leyes formuladas por l mismo, es decir, por el
Estado, porque estar sujeto a las leyes es estar sujeto al Estado, es decir, al
representante soberano, que es l mismo; lo cual no es sujecin, sino libertad de
las leyes. Este error que coloca las leyes por encima del soberano, sita tambin
sobre l un juez, y un poder para castigarlo; ello equivale a hacer un nuevo
soberano, y por la misma razn un tercero, para castigar al segundo, y as
sucesivamente, sin tregua, hasta la confusin y disolucin del Estado.
Una quinta doctrina que tiende a la disolucin del Estado afirma que cada hombre
particular tiene una propiedad absoluta en sus bienes, y de tal ndole que excluye
el derecho del soberano. Cada persona tiene, en efecto, una propiedad que
excluye el derecho de cualquier otro sbdito, y la tiene solamente por el poder
soberano sin cuya proteccin cualquier otro hombre tendra igual derecho a la
misma. Pero si el derecho del soberano queda, as, excluido, no puede realizar la
853
A base de los mismos libros, quienes viven bajo un monarca abrigan la opinin de
que los sbditos en un Estado popular gozan de libertad, mientras que en una
854
monarqua son esclavos todos ellos. Digo que quienes viven en rgimen
monrquico abrigan tal opinin, y no los que viven en un gobierno popular, porque
no encuentran tal materia. En suma, no puedo imaginar cmo una cosa puede ser
ms perjudicial a una monarqua que el permitir que tales libros sean pblicamente
ledos sin someterlos a un expurgo realizado por maestros discretos, aptos para
eliminar el veneno que esos libros contienen.
Del mismo modo que han existido doctores que sostienen la existencia de tres
espritus en el hombre, as tambin piensan algunos que existen, en el Estado,
espritus diversos (es decir, diversos soberanos) y no uno solo, y establecen una
supremaca contra la soberana; cnones contra leyes, y autoridad eclesistica
contra la autoridad civil, perturbando las mentes humanas con palabras y
distinciones que por s mismas nada significan, pero que con su oscuridad revelan
que en la oscuridad pulula, como algo invisible, otro reino nuevo, algo as como un
reino fantstico.
Teniendo en cuenta que, evidentemente, el poder civil y el poder del Estado son la
misma cosa, y que la supremaca y el poder de hacer cnones y de otorgar grados
incumbe al Estado, se sigue que donde uno es soberano, otro es supremo; donde
uno puede hacer leyes, otro hace cnones, siendo preciso que existan dos
Estados para los mismos sbditos, con lo cual un reino resulta dividido en s
mismo y no puede subsistir. Por otra parte, a pesar de la distincin insignificante
855
de temporal y espiritual, siguen existiendo dos reinos, y cada sbdito est sujeto a
dos seores.
Es sta una enfermedad que con razn puede compararse con la epilepsia (que
los judos consideraban como una especie de posesin por los espritus) en el
cuerpo natural. En efecto, en esta enfermedad existe un espritu antinatural, un
viento en la cabeza que obstruye las races de los nervios, y, agitndolos
violentamente, elimina la mocin que naturalmente tendran por el poder del
espritu en el cerebro, y como consecuencia causa mociones violentas e
irregulares (lo que los hombres llaman convulsiones) en los distintos miembros,
hasta el punto de que quien se ve acometido por esa afeccin, cae a veces en el
agua, y a veces en el fuego, como privado de sus sentidos; as tambin, en el
cuerpo poltico, cuando el poder espiritual agita los miembros de un Estado con el
856
terror de los castigos y la esperanza de recompensas (que son los nervios del
cuerpo poltico en cuestin), de otro modo que como deberan ser movidos por el
poder civil (que es el alma del Estado), y por medio de extraas y speras
palabras sofoca su entendimiento, necesariamente trastorna al pueblo, y o bien
ahoga el Estado en la opresin, o lo lanza al incendio de una guerra civil.
En efecto, aunque pocos perciban que ese gobierno no es gobierno, sino divisin
del Estado en tres facciones, y le denominen monarqua mixta, la verdad es que
no se trata de un Estado independiente, sino de tres facciones independientes; ni
de una persona representativa, sino de tres. En el reino de Dios puede haber tres
personas independientes sin quebrantamiento de la unidad en el Dios que reina;
pero donde reinan los hombres, esto se halla sujeto a diversidad de opiniones, y
no puede subsistir as. Por consiguiente, si el rey representa la persona del
pueblo, y la asamblea general tambin la representa, y otra asamblea representa
la persona de una parte del pueblo, no existe en realidad una persona ni un
soberano, sino tres personas y tres soberanos distintos.
859
860
862
Cuarto. Que aun si esa determinacin hubiere existido, tan de antiguo y por
completo se perdi el conocimiento de cul fuere la ms aeja rama de la
posteridad de Adn, que entre las razas de la humanidad y familias de la tierra, ya
ninguna guarda, sobrepujando a otra, la menor pretensin de constituir la casa
ms antigua y acreditar tal derecho de herencia.
Claramente probadas, a mi entender, todas esas premisas, es imposible que los
actuales gobernantes de la tierra puedan conseguir algn beneficio o derivar la
menor sombra de autoridad de lo conceptuado por venero de todo poder, " la
jurisdiccin paternal y dominio particular de Adn"; y as, quien no se proponga dar
justa ocasin a que se piense que todo gobierno en el mundo es producto
exclusivo de la fuerza y violencia, y que, los hombres no viven juntos segn ms
norma que las de los brutos, entre los cuales el mas poderoso arrebata el dominio,
sentando as la base de perpetuo desorden y agravio, tumulto, sedicin y revuelta
(lances que los seguidores de aquella hiptesis con tal mpetu vituperan), deber
necesariamente hallar otro origen del gobierno, otro prototipo del poder poltico, y
otro estilo de designar y conocer a las personas que lo poseen, distinto del que Sir
Robert Filmer nos enseara.
2. A este fin, pienso que no estar fuera de lugar que asiente aqu lo que por
poder poltico entiendo, para que el poder del magistrado sobre un sbdito pueda
ser distinguido del de un padre sobre sus hijos, un amo sobre su sirviente, un
marido sobre su mujer, y un seor sobre su esclavo. Y por cuanto se dan a veces
conjuntamente esos distintos poderes en el mismo hombre, si a ste
consideramos en tales relaciones diferentes; ello nos ayudar a distinguir, uno de
otro, esos poderes, y mostrar la diferencia entre el gobernante de una nacin, el
padre de familia y el capitn de una galera de forzados.
3. Entiendo, pues, que el poder poltico consiste en el derecho de hacer leyes, con
penas de muerte, y por ende todas las penas menores, para la regulacin y
preservacin de la propiedad; y de emplear la fuerza del comn en la ejecucin de
tales leyes, y en la defensa de la nacin contra el agravio extranjero: y todo ello
slo por el bien pblico.
863
CAPTULO II
DEL ESTADO NATURAL
4. Para entender rectamente el poder poltico, y derivarlo de su origen, debemos
considerar en qu estado se hallan naturalmente los hombres todos, que no es
otro que el de perfecta libertad para ordenar sus acciones, y disponer de sus
personas y bienes como lo tuvieren a bien, dentro de los lmites de la ley natural,
sin pedir permiso o depender de la voluntad de otro hombre alguno.
Estado tambin de igualdad, en que todo poder y jurisdiccin es recproco, sin que
al uno competa ms que al otro, no habiendo nada ms evidente que el hecho de
que criaturas de la misma especie y rango, revueltamente nacidas a todas e
idnticas ventajas de la Naturaleza, y al liso de las mismas facultades, deberan
asimismo ser iguales cada una entre todas las dems, sin subordinacin o
sujecin, a menos que el seor y dueo de ellos todos estableciere, por cualquier
manifiesta declaracin de su voluntad, al uno sobre el otro, y le confiriere, por
nombramiento claro y evidente, derecho indudable al dominio y soberana.
5. Esta igualdad de los hombres segn la naturaleza, por tan evidente en s misma
y filera de duda la considera el avisado Hooker, que es para l fundamento de esa
obligacin al amor mutuo entre los hombres en que sustenta los deberes
recprocos y de donde deduce las grandes mximas de la justicia y caridad. Estas
son sus palabras:
"La propia induccin natural llev a los hombres a conocer que no es menor
obligacin suya amar a los otros que a s mismos, pues si se para mientes en
cosas de suyo iguales, una sola medida debern tener; si no puedo menos de
desear que tanto bien me viniere de cada hombre como acertare a desear cada
cual en su alma, podra yo esperar que alguna parte de tal deseo se satisficiera,
de no hallarme pronto a satisfacer ese mismo sentimiento, que indudablemente se
halla en otros flacos hombres, por ser todos de una e idntica naturaleza? Si algo
les procuro que a su deseo repugne, ello debe, en todo respecto, agraviarles tanto
864
9. No dudo que sta ha de parecer muy extraa doctrina a algunos hombres; pero
deseo que los tales, antes de que la condenaren, me resuelvan por qu derecho
puede algn prncipe o estado condenar a muerte o castigar a un extranjero por
cualquier crimen que cometa en el pas de aqullos. Es evidente que sus leyes no
han de alcanzar al extranjero en virtud de sancin alguna conseguida por la
voluntad promulgada de la legislatura. Ni a l se dirigen, ni, si lo hicieren, est l
obligado a prestarles atencin. La autoridad legislativa por la que alcanzan poder
de obligar a los propios sbditos no tiene para aqul ese poder. Los investidos del
supremo poder de hacer las leyes en Inglaterra, Francia u Holanda no son, para
un indio, sino gentes comunes de la tierra, hombres sin autoridad. As pues, si por
ley de naturaleza no tuviera cada cual el poder de castigar los delitos contra ella
cometidos, segn juiciosamente entienda que el caso requiere, no veo cmo los
magistrados de cualquier comunidad podran castigar a un nativo de otro pas,
puesto que, con relacin a l, no sabrn alegar ms poder que el que cada
hombre poseyere naturalmente sobre otro.
10. Adems del crimen que consiste en violar las leyes y desviarse de la recta
norma de la razn, por lo cual el hombre en la medida de su fechora se convierte
en degenerado, y manifiesta abandonar los principios de la naturaleza humana y
ser nociva criatura, se caus, comnmente, dao; y una u otra persona, algn otro
hombre, es perjudicado por aquella transgresin; caso en el cual, quien tal
perjuicio hubiere sufrido, tiene (adems del derecho de castigo que comparte con
los dems hombres), el particular derecho de obtener reparacin del daador. Y
cualquier otra persona que lo juzgare justo podr tambin unirse al damnificado, y
ayudarle para recobrar del delincuente tanto cuanto fuere necesario para la
reparacin del dao producido.
11. Por la distincin entre esos dos derechos (el de castigar el delito, para la
restriccin y prevencin de dicha culpa, el cual a todos asiste; y de cobrar
reparacin, que slo pertenece a la parte damnificada) ocurre que el magistrado
quien por ser tal asume el comn derecho de castigo, puesto en sus manos,
pueda a menudo, cuando no demandare el bien pblico la ejecucin de la ley,
867
inteligible y clara a la criatura racional y de tal ley estudiosa, como las leyes
positivas de las naciones; es ms, posiblemente las venza en claridad; por cuanto
es ms fcil entender la razn que los caprichos e intrincados artificios de los
hombres, de acuerdo con ocultos y contrarios intereses puestos en palabras;
como ciertamente son gran copia de leyes positivas en las naciones, slo justas
en cuanto estn fundadas en la ley de naturaleza, por la que debern ser
reguladas e interpretadas.
13. A esa extraa doctrina esto es: Que en el estado de naturaleza el poder
ejecutivo de la ley natural a todos asistano dudo que se objete que hubiere
sinrazn en que los hombres fueran jueces en sus propios casos, pues el amor
propio les hace parciales en lo suyo y de sus amigos, y, por otra parte, la
inclinacin aviesa, ira y venganza les llevara al exceso en el castigo ajeno, de lo
que slo confusin y desorden podra seguirse; por lo cual Dios ciertamente habra
designado a quien gobernara, para restringir la parcialidad y vehemencia de los
hombres, sin dificultad concedo que la gobernacin es apto remedio para los
inconvenientes del estado de naturaleza, que ciertamente sern grandes cuando
los hombres juzgaren en sus propios casos, ya que es fcil imaginar que el que
fue injusto hasta el punto de agraviar a su hermano, dudoso es que luego se
trueque en tan justo que as mismo se condene. Pero deseo que los que tal
objecin formulan recuerden que los monarcas absolutos no son sino hombres; y
si el gobierno debe ser el remedio de males que necesariamente se siguen de que
los hombres sean jueces en sus propios casos, y el estado de naturaleza no
puede ser, pues tolerado, quisiera saber qu clase de gobierno ser, y hasta qu
punto haya de mejorar el estado de naturaleza, aqul en que un hombre;
disponiendo de una muchedumbre, tenga la libertad de ser juez en su propio caso,
y pueda obligar a todos sus sbditos a hacer cuanto le pluguiere, sin la menor
pregunta o intervencin por parte de quienes obran al albedro de l; y si en
cuanto hiciere, ya le guiaren razn, error o pasin, tendr derecho a la docilidad de
todos, siendo as que en el estado de naturaleza los hombres no estn de tal
suerte sometidos uno a otro, supuesto que en dicho estado si quien juzga lo
869
CAPTULO III
DEL ESTADO DE GUERRA
16. El estado de guerra lo es de enemistad y destruccin; y por ello la declaracin
por palabra o acto de un designio no airado y precipitado, sino asentado y
decidido, contra la vida de otro hombre, le pone en estado de guerra con aquel a
quien tal intencin declara, y as expone su vida al poder de tal, pudindosela
quitar ste, o cualquiera que a l se uniere para su defensa o hiciere suya la
pendencia de l; y es por cierto razonable y justo que tenga yo el derecho de
destruir a quien con destruccin me amenaza; porque por la fundamental ley de
naturaleza, deber ser el hombre lo ms posible preservado, y cuando no
pudieren serlo todos, la seguridad del inocente deber ser preferida, y uno podr
destruir al hombre que le hace guerra, o ha demostrado aversin a su vida; por el
mismo motivo que pudiera matar un lobo o len, que es porque no se hallan
sujetos a la comn ley racional, ni tienen ms norma que la de la fuerza y
violencia. Por lo cual le corresponde trato de animal de presa; de esas nocivas y
peligrosas criaturas que seguramente le destruiran en cuanto cayera en su poder.
17. Y, por de contado, quien intentare poner a otro hombre bajo su poder absoluto,
por ello entra en estado de guerra con l, lo cual debe entenderse como
declaracin de designio contra su vida. Porque la razn me vale cuando concluyo
que quien pudiere someterme a su poder sin mi consentimiento, me tratara a su
antojo cuando en tal estado me tuviere, y me destruira adems si de ello le viniera
el capricho; porque ninguno puede desear cobrarme bajo su poder absoluto como
no sea para obligarme por la fuerza a lo contrario al derecho de mi libertad, esto
es, hace de m un esclavo. En verme libre de tal fuerza reside la nica seguridad
de mi preservacin, y la razn me obliga a considerarle a l como enemigo de mi
871
permanente que concierte sus vidas, comn a todo miembro de tal sociedad, y
formulada por el poder legislativo erigido en ella. Libertad de seguir mi voluntad en
todas las cosas que tal norma no cohibe, sin estar sujeto a la voluntad arbitraria,
desconocida, incierta e inconstante de otro hombre. La libertad en el estado de
naturaleza consiste en no hallarse bajo ms restriccin que la por ley de
naturaleza impuesta.
22. La libertad ante el poder arbitrario, absoluto, es tan necesaria para la
preservacin del hombre, y a ella tan estrechamente unida, que de aqulla no
podr separarse sino por circunstancias que conllevaren prdida de su derecho a
la preservacin y vida a un tiempo. Porque el hombre, careciendo de poder sobre
su propia vida, no sabr por pacto o propio consentimiento hacerse de nadie
esclavo, ni ponerse bajo el arbitrario, absoluto poder de otro que pueda quitarle la
vida a su albedro. Sin duda, si por su falta hubiere perdido el derecho a la propia
vida mediante algn acto merecedor de muerte, el beneficiario de tal prdida
podr, cuando le tuviere en su poder, dilatar la ejecucin de muerte, y usarle para
su propio servicio; mas no le causa con ello dao. Porque siempre que el tal
sintiere que las asperezas de su esclavitud sobrepasan el valor de su vida, en su
poder est, con resistencia a la voluntad de su dueo, ocasionarse la muerte que
desea.
23. Esta es la condicin perfecta de la esclavitud, la cual no en otra cosa consiste
que en un estado de guerra continuado entre un conquistador legal y un cautivo,
pues apenas establecieran entre s un convenio, y llegaran a un acuerdo de poder
limitado, por una parte, y obediencia por la otra, el estado de guerra y esclavitud
cesara por toda la duracin del pacto; porque, como ya fue dicho, nadie puede
por convenio traspasar a otro, lo que l mismo no tiene de suyo: el poder sobre su
propia vida.
Confieso que hallamos entre los judos, como entre otras naciones, que los
hombres a s mismos se vendan; pero es evidente que se ofrecan slo al trfago,
no a la esclavitud; pues patente es que la persona vendida no se hallaba bajo un
poder desptico, arbitrario, absoluto, antes el dueo no tena el poder de matarle
874
los vivientes en su natural estado, con todo, siendo aqullos conferidos para el uso
de los hombres, necesariamente debe existir medio para que segn uno u otro
estilo se consiga su apropiacin para que sean de algn uso, o de cualquier modo
proficuos, a cualesquiera hombres particulares. El fruto o el venado que alimenta
al indio salvaje, que ignora los cercados y es todava posesor en comn, suyo ha
de ser, y tan suyo, esto es, parte de l, que nadie podr tener derecho a ello en la
inminencia de que le sea de alguna utilidad para el sustento de su vida.
26. Aunque la tierra y todas las criaturas inferiores sean a todos los hombres
comunes, cada hombre, empero, tiene una "propiedad" en su misma "persona". A
ella nadie tiene derecho alguno, salvo l mismo. El "trabajo" de su cuerpo y la
"obra" de sus manos podemos decir que son propiamente suyos. Cualquier cosa,
pues, que l remueva del estado en que la naturaleza le pusiera y dejara, con su
trabajo se combina y, por tanto, queda unida a algo que de l es, y as se
constituye en su propiedad. Aqulla, apartada del estado comn en que se hallaba
por naturaleza, obtiene por dicho trabajo algo anejo que excluye el derecho comn
de los dems hombres. Porque siendo el referido "trabajo" propiedad indiscutible
de tal trabajador, no hay ms hombre que l con derecho a lo ya incorporado, al
menos donde hubiere de ello abundamiento, y comn suficiencia para los dems.
27. El que se alimenta de bellotas que bajo una encina recogiera, o manzanas
acopiadas de los rboles del bosque, ciertamente se las apropi. Nadie puede
negar que el alimento es suyo. Pregunto, pues, cundo empez a ser suyo?,
cundo lo dirigi, o cuando lo comi, o cuando lo hizo hervir, o cuando lo llev a
casa, o cuando lo arranc? Mas es cosa llana que si la recoleccin primera no lo
convirti en suyo, ningn otro lance lo alcanzara. Aquel trabajo pone una
demarcacin entre esos frutos y las cosas comunes. El les aade algo, sobre lo
que obrara la naturaleza, madre comn de todos; y as se convierten en derecho
particular del recolector. Y dir alguno que no tena ste derecho a que tales
bellotas o manzanas fuesen as apropiadas, por faltar el asentimiento de toda la
humanidad a su dominio? Fue latrocinio tomar l por s lo que a todos y en
comn perteneca? Si tal consentimiento fuese necesario ya habra perecido el
876
877
labr y sembr cualquier parte de ella, a ella uni algo que era propiedad suya, a
que no tena derecho ningn otro, ni poda arrebatrsele sin dao.
32. Tampoco esa apropiacin de cualquier parcela de tierra, mediante su mejora,
constitua un perjuicio para cualquier otro hombre, ya que quedaba bastante de
ella y de la de igual bondad, en ms copia de lo que pudieren usar los no
provistos. As, pues, en realidad, nunca disminuy lo dejado para los otros esa
cerca para lo suyo propio. Porque el que deje cuanto pudieren utilizar los dems,
es como si nada tomare. Nadie podra creerse perjudicado por la bebida de otro
hombre, aunque ste se regalara con un buen trago, si quedara un ro entero de la
misma agua para que tambin l apagara su sed. Y el caso de tierra y agua,
cuando de entrambas queda lo bastante, es exactamente el mismo.
33. Dios a los hombres en comn dio el mundo, pero supuesto que se lo dio para
su beneficio y las mayores conveniencias vitales de l cobraderas, nadie podr
argir que entendiera que haba de permanecer siempre comn e incultivado.
Concedilo al uso de industriosos y racionales, y el trabajo haba de ser ttulo de
su derecho, y no el antojo o codicia de los pendencieros y contenciosos. Aquel a
quien quedaba lo equivalente para su mejora, no haba de quejarse, ni intervenir
en lo ya mejorado por la labor ajena; si tal haca, obvio es que deseaba el
beneficio de los esfuerzos de otro, a que no tena derecho, y no la tierra que Dios
le diera en comn con los dems para trabajar en ella, y donde quedaban trechos
tan buenos como lo ya posedo, y ms de lo que l supiere emplear, o a que su
trabajo pudiere atender.
34. Cierto es que en las tierras posedas en comn en Inglaterra o en cualquier
otro pas donde haya muchedumbre de gentes bajo gobierno que posean dineros
y comercios, nadie puede cercar o enseorearse de parte de aqul sin el
consentimiento de toda la compaa comunera; y es porque dicho comn es
mantenido por convenio, esto es, por la ley del pas, que no debe ser violada. Y
aunque sea comn con respecto a algunos hombres, no lo es para toda la
humanidad, sino que es propiedad conjunta de tal comarca o de tal parroquia.
Adems, el resto, despus de dicho cercado, no sera tan bueno para los dems
879
882
39. Y as, sin suponer en Adn ningn dominio y propiedad particular de todo el
mundo, exclusivo de todos los dems hombres, que no puede en modo alguno ser
probado, ni en todo caso deducirse de l propiedad alguna, sino teniendo al
mundo por dado, como lo fue, a todos los hijos de los hombres en comn, vemos
de qu suerte el trabajo pudo determinar para los hombres ttulos distintivos a
diversas parcelas de aqul para los usos particulares, en lo que no poda haber
duda de derecho, ni campo para la contienda.
40. Y no es tan extrao como, tal vez, antes de su consideracin lo parezca, que
la propiedad del trabajo consiguiera llevar ventaja a la comunidad de tierras, pues
ciertamente es el trabajo quien pone en todo diferencia de valor; cada cual puede
ver la diferencia que existe entre un estadal plantado de tabaco o azcar,
sembrado de trigo o cebada, y un estadal de la misma tierra dejado en comn sin
cultivo alguno, y darse cuenta de que la mejora del trabajo constituye la
mayorsima parte del valor. Creo que no ser sino modestsima computacin la
que declare que de los productos de la tierra tiles a la vida del hombre, los nueve
dcimos son efecto del trabajo. Pero es ms, si estimamos correctamente las
cosas segn llegan a nuestro uso, y calculamos sus diferentes costes lo que en
ellos es puramente debido a la naturaleza y lo debido al trabajoveremos que en su
mayor parte el noventa y nueve por ciento deber ser totalmente al trabajo
asignado.
41. No puede haber demostracin ms patente de esto que la constituida por
diversas naciones de los americanos, las cuales ricas son en tierra y pobres en
todas las comodidades de la vida; proveylas la naturaleza tan liberalmente como
a otro cualquier pueblo con los materiales de la abundancia, esto es con suelo
fructfero, apto para producir copiosamente cuanto pueda servir para la
alimentacin, el vestido y todo goce; y a pesar de ello, por falta de su
mejoramiento por el trabajo no disponen aquellas naciones de la centsima parte
de las comodidades de que disfrutamos, y un rey all de vasto y fructfero territorio,
se alberga y viste peor que cualquier jornalero de campo en Inglaterra.
883
42. Para que esto parezca un tanto ms claro, sigamos algunas de las provisiones
ordinarias de la vida, a travs de su diverso progreso, hasta que llegan a nuestro
uso, y veremos cuan gran parte de su valor deben a la industria humana. El pan,
vino y telas son cosas de uso diario y de suma abundancia; empero las bellotas, el
agua y las hojas o pieles deberan ser nuestro pan, bebida y vestido si no nos
proporciona el trabajo aquellas ms tiles mercancas. Toda la ventaja del pan
sobre las bellotas, del vino sobre el agua y de telas o sedas sobre hojas, pieles o
musgo, debido es por entero al trabajo y la industria. Sumo es el contraste entre
los alimentos y vestidos que nos proporciona la no ayudada naturaleza, y las
dems provisiones que nuestra industria y esfuerzo nos prepara y que tanto
exceden a las primeras en valor, que cuando cualquiera lo haya computado, ver
de qu suerte considerable crea el trabajo la mayorsima parte del valor de las
cosas de que en este mundo disfrutamos; y el suelo que tales materias produce
ser estimado como de ninguno, o a lo ms de muy escasa partecilla de l: tan
pequea que, aun entre nosotros, la tierra, librada totalmente a la naturaleza, sin
mejora de pastos, labranza o planto, se llama, lo que en efecto es, erial; y
veremos que el beneficio asciende a poco ms que nada.
43. Un estadal de tierra que produce aqu veinte celemines de trigo, y otro en
Amrica que, con la misma labor, rendira lo mismo, son sin duda de igual valor
intrnseco natural. Mas sin embargo el beneficio que la humanidad recibe del
primero en un ao es de cinco libras, y el del otro acaso no valga un penique; y si
todo el provecho que un indio recibe de l hubiera de ser valuado y vendido entre
nosotros, puedo decir con seguridad que ni un milsimo de aqul. El trabajo es,
pues, quien confiere la mayor parte de valor a la tierra, que sin l apenas valiera
nada; a l debemos cuantos productos tiles de ella sacamos; porque todo el
monto en que la paja, salvado y pan de un estadal de trigo vale ms que el
producto de un estadal de tierra igualmente buena pero inculta, efecto es del
trabajo. Y no solo hay que contar las penas del labrador, las faenas de segadores
y trilladores y el ahnco del panadero en el pan que comemos; porque los afanes
de los que domaron los bueyes, los que excavaron y trabajaron el hierro y las
piedras, los que derribaron y dispusieron la madera empleada para el arado, el
884
molino, y el horno o cualquier otro utensilio de los que, en tan vasta copia, exige el
trigo, desde la sembradura hasta la postre del panadeo, deben inscribirse en la
cuenta del trabajo y ser tenidos por efectos de ste; la naturaleza y la tierra
proporcionan tan slo unas materias casi despreciables en s mismas. Notable
catlogo de cosas, si pudisemos proceder a formarlo, seria el de las procuradas y
utilizadas por la industria para cada hogaza de pan, antes de que llegue a nuestro
uso: hierro, madera, cuero, cortezas, lea, piedra, ladrillos, carbones, cal, telas,
drogas, tintreas, pez, alquitrn, mstiles, cuerdas y todos los materiales
empleados en la nave que trajo cualquiera de las mercancas empleadas por
cualquiera de los obreros, a cualquier parte del mundo, todo lo cual sera casi
imposible, o por lo menos demasiado largo, para su clculo.
44. Por todo lo cual es evidente, que aunque las cosas de la naturaleza hayan sido
dadas en comn, el hombre (como dueo de s mismo, y propietario de su
persona y de las acciones o trabajo de ella) tena con todo en s mismo el gran
fundamento de la propiedad; y que lo que constituyera la suma parte de lo
aplicado al mantenimiento o comodidad de su ser, cuando la invencin y las artes
hubieron mejorado las conveniencias de la vida, a l perteneca y no, en comn, a
los dems.
45. As el trabajo, en los comienzos, confiri un derecho de propiedad a
quienquiera que gustara de valerse de l sobre el bien comn; y ste sigui siendo
por largo tiempo la parte muchsimo mayor, y es todava ms vasta que aquella de
que se sirve la humanidad. Los hombres, al principio, en su mayor copia,
contentbanse con aquello que la no ayudada naturaleza ofreca a sus
necesidades; pero despus, en algunos parajes del mundo, donde el aumento de
gentes y existencias, con el uso del dinero, haba hecho que la tierra escaseara y
consiguiera por ello algn valor, las diversas comunidades establecieron los
lmites de sus distintos territorios, y mediante leyes regularon entre ellas las
propiedades de los miembros particulares de su sociedad, y as, por convenio y
acuerdo, establecieron la propiedad que el trabajo y la industria empezaron. Y las
ligas hechas entre diversos Estados y Reinos, expresa o tcitamente, renunciando
885
color le gustare, o cambiar sus ovejas por cscaras, o su lana por una guija
centelleante o diamante, y guardar esto toda su vida, no invada el derecho ajeno;
poda amontonar todo el acervo que quisiera de esas cosas perpetuas; pues lo
que sobrepasaba los lmites de su propiedad cabal no era la extensin de sus
bienes, sino la prdida intil de cualquier parte de ellos.
47. Y as se lleg al uso de la moneda, cosa duradera que los hombres podan
conservar sin que se deteriorara, y que, por consentimiento mutuo, los hombres
utilizaran a cambio de los elementos verdaderamente tiles, pero perecederos, de
la vida.
48. Y dado que los diferentes grados de industria pudieron dar al hombre
posesiones en proporciones diferentes, vino todava ese invento del dinero a
aumentar la oportunidad de continuar y extender dichos dominios. Supongamos la
existencia de una isla, separada de todo posible comercio con el resto del mundo,
en que no hubiere ms que cien familias, pero con ovejas, caballos, vacas y otros
tiles animales, sanos frutos y tierra bastante para el trigo, que bastara a cien mil
veces ms habitantes, pero sin cosa alguna en aquel suelo porque todo fuera
comn o perecedero, adecuada para suplir la falta d la moneda. Qu motivo
hubiera tenido nadie para ensanchar sus posesiones ms all del uso de su
familia y una provisin abundante para su consumo, ya de lo que su propia
industria obtuviera, ya de lo que le rindiera el trueque por tiles y perecederas
mercancas de los dems? Donde no existiere algo a la vez duradero y escaso, y
de tal valor que mereciere ser atesorado, no podrn los hombres ensanchar sus
posesiones de tierras, por ricas que ellas sean y por libres de tomarlas que estn
ellos. Porque, pregunto yo, qu le valdran a uno diez mil o cien mil estadales de
tierra excelente, de fcil cultivo y adems bien provista de ganado, en el centro de
las tierras americanas interiores, sin esperanzas de comercio con otras partes del
mundo, si hubiere de obtener dinero por la venta del producto?, No conseguira ni
el valor de la cerca, y le veramos devolver al comn erial de la naturaleza todo
cuanto pasara del terrazgo que le proveyere de lo necesario para vivir en aquel
suelo, l y su familia.
887
888
52. Tal vez sea calificado de impertinente crtica en disertacin de esta naturaleza
el poner tacha en palabras y nombres en el mundo arraigados. Y con todo es
posible que no este de ms ofrecer otros nuevos cuando los antiguos pueden
inducir a los hombres a error, como probablemente acaece con el del poder
paterno, que parece situar el poder de los progenitores sobre sus hijos en el padre
enteramente, como si la madre de l no participara; mientras que si consultamos
la razn o la revelacin, veremos que tiene ella igual ttulo; lo cual puede dar
derecho a preguntar por que no se hablar ms propiamente de poder parental.
Porque sean las que fueren las obligaciones que la naturaleza y el derecho de
generacin impusieren a los hijos, las tales seguramente debern sujetarles por
modo igual a ambas causas concurrentes de dicha generacin. Por ello vemos
que la ley positiva de Dios donde quiera les junta sin distinguir entre ellos, cuando
dispone la obediencia de los hijos 'Honra a tu padre y a tu madre"; "Quien quiera
que maldijere a su padre o a su madre"; "Temer cada hombre a su madre y su
padre"; "Hijos obedeced a vuestros padres y madres" etc.: tal es el estilo del
Antiguo y Nuevo Testamento.
53. Si siquiera esta particularidad hubiera sido bien considerada, sin ms profundo
examen de la historia, evitrase tal vez que incurrieran los hombres en sus toscas
equivocaciones sobre el poder de los padres, que aunque pudiera sin gran
aspereza llevar el nombre de dominio absoluto y autoridad regia cuando bajo el
ttulo de poder "paterno" pareca concentrado en el padre, no hubiera conllevado
ese ttulo sin que sonara a raro y sin que su mismo nombre dejase traslucir el
absurdo, si tal supuesto poder absoluto sobre los hijos hubiera sido llamado
parental, mostrando as que igualmente perteneca a la madre. Y no habra podido
fundarse en tal designacin la monarqua en pro de la cual se argumenta, cuando
del mismo nombre resultara que la autoridad fundamental de quien tales opinantes
hubieran querido derivar su gobierno por una sola persona, no proceda de una,
sino de dos personas conjuntamente. Pero dejemos a un lado la materia de estos
nombres
889
54. Aunque declar ms arriba "que todos los hombres son por naturaleza
iguales", huelga decir que no me refiero a toda clase de "igualdad". La edad o la
virtud pueden conferir a los hombres justa preferencia. Dotes y mrito preclaros
acaso levanten a otros sobre el nivel comn. Unos por nacimiento, otros por
alianzas o beneficios, pueden verse sometidos a determinadas observancias ante
aquellos a quienes la naturaleza, la gratitud u otros respectos hagan acreedores a
ellas; y sin embargo todo lo apuntado es compatible con la igualdad en que todos
los hombres se encuentran relativamente a la jurisdiccin o dominio de uno sobre
otro, que tal es la igualdad de que all hable como adecuada para el menester de
que se trataba, derecho igual que cada uno tiene a su natural libertad, sin
sujetarse a la voluntad o autoridad de otro hombre alguno.
55. Los hijos, lo confieso, no nacen en ese pleno estado de igualdad, aunque si
nacen para l. Asiste a sus padres una especie de gobierno o jurisdiccin sobre
ellos cuando vienen al mundo y por cierto tiempo despus, pero su carcter no es
sino temporal. Los vnculos de esta sujecin son como los paales en que estn
envueltos y sostenidos en la flaqueza de su infancia. Al aumentar la edad y la
razn se les aflojan, hasta que al fin se apartan totalmente y dejan al hombre su
libre disposicin.
56. Adn fue creado hombre perfecto, con cuerpo y alma en plena posesin de
fortaleza y razn, y de esta suerte pudo desde el primer paso de su existencia
proveer a su mantenimiento y defensa y gobernar sus acciones segn los dictados
de la ley de razn que Dios le inculcara. Tras l fue poblado el mundo por sus
descendientes, nacidos todos en niez, dbiles y desamparados, sin saber ni
entendimiento. Mas para suplir las faltas de ese imperfecto estado hasta que las
remueva la mejora del crecimiento y la edad, Adn y Eva, y todos los padres y
madres en pos de ellos, se hallaron, por ley de naturaleza, en obligacin de
preservar, nutrir y educar a los hijos por ellos engendrados, no en propia hechura
sino en la de su Autor, el Todopoderoso, ante quien eran responsables de ellos.
57. La ley que deba gobernar a Adn era la misma que deba gobernar a todo su
linaje, la de la razn. Pero habiendo incumbido a su prole un modo de entrada en
890
el mundo diferente del que tuviera l, o sea el nacimiento natural que los produjo
ignorantes y sin uso de razn, no se hallaron al pronto bajo aquella ley. Porque
nadie puede hallarse sometido a una ley que no le ha sido promulgada; y siendo
aquella ley promulgada o dada a conocer tan slo mediante la razn, quien no
lleg al uso de sta, no puede estar sometido a tal ley; y los hijos de Adn por no
haber entrado apenas nacidos en la ley de razn, no fueron, apenas nacidos,
libres. Porque ley, en su verdadero concepto, no es tanto limitacin como gua de
unas gentes libres e inteligentes hacia su propio inters; y no ms all prescribe
de lo que conviniere al bien general de quienes se hallaren bajo tal ley. Si pudieran
ellos ser felices sin su concurso, la ley, como cosa intil, se desvanecera por s
misma; y mal merece el nombre de encierro la baranda al borde de pantanos y
precipicios. As, pues, yrrese o no en el particular, el fin de la ley no es abolir o
restringir sino preservar y ensanchar la libertad. Pues en todos los estados de las
criaturas capaces de leyes, donde no hay ley no hay libertad. Porque libertad es
hallarse libre de opresin y violencia ajenas, lo que no puede acaecer cuando no
hay ley; y no se trata, como ya dijimos, de "libertad de hacer cada cual lo que le
apetezca". Quin podra ser libre, cuando la apetencia de cualquier otro hombre
pudiera sojuzgarle? Mas se trata de la libertad de disponer y ordenar libremente,
como le plazca, su persona, acciones, posesiones y todos sus bienes dentro de lo
que consintieren las leyes a que est sometido; y, por lo tanto, no verse sujeto a la
voluntad arbitraria de otro, sino seguir libremente la suya.
58. El poder, pues, que los padres cobran sobre sus hijos nace del deber que les
incumbe de cuidar a su prole durante el estado imperfecto de la infancia. Lo que
los hijos requieren, y los padres estn obligados a hacer, es que sea informada la
inteligencia y gobernadas las acciones de su todava ignorante minoridad, hasta
que la razn en su lugar se asiente y les libre de tal preocupacin. Pues habiendo
otorgado Dios al hombre entendimiento que sus acciones dirija, le permite una
libertad de albedro y de accin, a l adecuada, dentro de los lmites de la ley a
que est sometido. Si l, empero, se hallare, por su estado, falto de entendimiento
propio para la direccin de su albedro, carecer de albedro que deba seguir.
Quien por l entienda, por l deber tambin querer; deber prescribirle segn su
891
voluntad, y regular sus acciones; pero cuando llegare al estado que hizo a su
padre hombre libre, hombre libre ser el hijo tambin.
59. Ello es cierto en cuanto a todas las leyes a que est sometido el hombre, bien
sean naturales o civiles. Hllase el hombre bajo la ley de naturaleza? Qu es lo
que por tal ley le hizo libre? Qu le dio la franca disposicin de su libertad, segn
su albedro, dentro del mbito de dicha ley? Respondo que el mero estado de apto
conocimiento de dicha ley, de suerte que sepa mantener sus actos dentro de los
hitos de ella. Cuando tal estado hubiere alcanzado, se le reputar conocedor de
hasta qu punto dicha ley deba ser su gua, y de hasta qu punto deba hacer uso
de su libertad, y as gozar ya de ella; hasta aquel momento, pues, es menester
que otro le gue, tenido por conocedor de la libertad autorizada por la ley. Y si a
este ltimo su estado de razn, su edad de discrecin, le hicieron libre, las mismas
harn libre a su hijo. Est el hombre bajo la ley de Inglaterra? Qu le hizo libre
por tal ley, esto es, qu le procur la libertad de disponer de sus acciones y
posesiones, segn su albedro, dentro de lo que tal ley consintiere? La capacidad
de conocera, que dicha ley fija en los veintin aos, y antes de algunos casos. Si
sta hizo libre al padre, har tambin tal al hijo. Hasta entonces, vemos que la ley
no permite al hijo hacer su voluntad, sino ser guiado por la de su padre o guardin,
que por l entiende. Y si el padre muere y no hubiere nombrado lugarteniente suyo
para tal misin, si no hubiere, esto es, designado a un tutor que al hijo gobernare
durante la minoridad, durante su falta de entendimiento, ya la ley toma a iniciativa
de procurarle uno: fuerza es que otra persona le gobierne y sea albedro para
quien no le tiene, hasta alcanzar el estado de libertad, por goce de entendimiento
capaz para el gobierno del albedro. Pero luego padre e hijo sern igualmente
libres, lo mismo que el tutor y pupilo despus de la minoridad de ste: igualmente
sometidos a la misma ley, sin que permanezca en el padre poder alguno sobre la
vida, libertad o hacienda de su, hijo, bien se hallaren ambos slo en estado y ley
de naturaleza, bien bajo las leyes positivas de un gobierno establecido.
60. Pero si por defectos que tal vez se produzcan en el curso ordinario de la
naturaleza, alguien no alcanzare el grado de razn por el que hubiera podido
892
suponrsele capaz de conocer la ley, y vivir segn sus normas, jams podr ser
hombre libre, jams alistar la disposicin de su albedro, pues no conoce las
fronteras de l ni tiene entendimiento, su gua adecuado; por ello seguir bajo la
enseanza y gobierno ajenos mientras su entendimiento sea incapaz de aquella
responsabilidad. Y as lunticos e idiotas jams se libran del gobierno de sus
padres: "Hijos no llegados todava a la edad capaz de posesin, e inocentes,
excluidos por defecto natural de poseer durante la vida toda". En tercer lugar, "los
locos que, en la actual sazn, carecen del uso de la recta razn que debiera
guiarles, tienen para su gua la razn enderezadora de otros hombres que sern
sus tutores, buscando y consiguiendo el bien de tales dementes", dice Hooker.
Todo lo cual no parece sobrepasar el deber que Dios y la naturaleza han impuesto
al hombre, lo propio que a las dems criaturas, de preservar su prole hasta que
sta pueda valerse por s misma; y difcilmente equivaldr a un ejemplo o prueba
de la autoridad regia de los padres.
61. As nacemos libres del mismo modo que nacemos racionales; no porque al
pronto tengamos de una y otra calidad el ejercicio: la edad que nos trae la una, se
nos viene asimismo con la otra. Y de esta suerte advertimos que la libertad natural
y la sujecin a los padres harto compatibles son, y estn fundadas en el mismo
principio. Un hijo es libre por el ttulo paterno, por el entendimiento de su padre
que ha de gobernarle hasta que l goce del suyo. La libertad de un hombre en los
aos de discrecin y la sujecin de un hijo a sus padres mientras de sta
careciere, son tan compatibles y tan acusadas que los ms ciegos defensores de
la monarqua "por derecho de paternidad" no pueden dejar de verlo; los ms
tenaces se ven obligados a admitirlo. Porque si su doctrina fuere totalmente cierta,
si se hallare el heredero legtimo de Adn hoy conocido y por tal ttulo sentado
como rey en su trono, investido del absoluto, ilimitado poder de que habla Sir
Robert Filmer, y l muriera a poco de haberle nacido un heredero, no debera el
nio a pesar de su libertad sin par y nica soberana, hallarse sujeto a su madre y
nodriza, a tutores y ayos, hasta que la edad y la enseanza le dieran razn y
capacidad para gobernarse a s mismo y a los dems? Las necesidades de su
vida, la salud de su cuerpo y los pertrechos de su inteligencia exigiran que dirigido
893
fuera por albedro ajeno y no por el propio; y con todo tendr alguien esa
restriccin y sometimiento por incompatibles con la libertad o soberana a que le
asistiere derecho, o de ella le despojaran o entregaran su imperio a quienes
hubiere correspondido el gobierno de su minoridad? El gobierno sobre l no hara
sino prepararle del mejor y ms expedito modo para tal imperio. Si alguien me
preguntara cundo llegar mi hijo a la edad de libertad, respondera que a la
misma en que su monarca llega a la del gobierno. "Pero sobre el tiempo", dice el
juicioso Hooker, "en que pueda decirse que el hombre de tal suerte ha avanzado
en el uso de la razn, que est al corriente de las leyes por las que ya viene
obligado a guiar sus acciones, preferible ser con mucho el dictamen del sentido
comn a la determinacin de cualquier docta y experta autoridad".
62. Las mismas naciones advierten y reconocen que los hombres llegan a un
tiempo en que empiezan a obrar como libres, y por lo tanto, hasta el advenimiento
de l no exigen juramentos de lealtad o fidelidad u otro pblico reconocimiento o
acto de sumisin al gobierno que las rige.
63. La franqua, pues, del hombre y su libertad de obrar segn el propio albedro
se fundan en su uso de razn, que le instruye en la ley por la que deber regirse, y
le hace conocer hasta qu punto la libertad de su albedro podr explayarse.
Soltarle a libertad sin restricciones antes de que la razn le guiare, no es
reconocer que el privilegio de su naturaleza le hizo libre, sino precipitarle entre los
brutos, y abandonarle a un estado tan despreciable e inferior a lo humano como el
de ellos. Eso es lo que pone autoridad en manos de los padres para el gobierno
de la minoridad de sus hijos. Dios les dio por misin que emplearan su solicitud en
su linaje, y en ellos dispuso las adecuadas inclinaciones a la ternura y amorosa
preocupacin para templar su poder y aplicarle como l en su sabidura le
designara, para el bien de los hijos, por todo el tiempo que necesitaren estar a l
supeditados.
64. Pero qu razn puede aducir la conversin de esa solicitud de los padres, a
sus hijos debida, en un dominio absoluto, arbitrario del padre'? El poder de ste
slo alcanza a procurar por la disciplina que ms eficaz le pareciere vigor y salud a
894
sus cuerpos y fortaleza y rectitud a sus almas, para que ellos sean, del mejor
modo equipados, tiles a s mismos y a los dems, y si la condicin de ellos lo
precisare, aleccionados para conseguir con su trabajo su propia subsistencia; pero
en tal poder la madre es tambin, al lado del padre, participante.
65. Es ms, dicho poder tan lejos est de pertenecer al padre por ningn derecho
peculiar de naturaleza, sino slo como guardin de sus hijos, que cuando cesa en
el cuidado de ellos pierde el poder que sobre ellos tuviera, contemporneo con su
mantenimiento y educacin, a los que queda inseparablemente anejo, y tanto
pertenece al padre adoptivo de un expsito como al padre positivo de otro. As
pues, chico poder da al hombre sobre su prole el mero acto de engendrar, si all
cesa todo su cuidado y ste es su solo ttulo al hombre y autoridad de padre. Y
qu ser de ese poder paterno en los parajes del mundo en que una mujer tiene
ms de un marido a la vez, o en los lugares de Amrica en que cuando marido y
mujer se separan, lo que a menudo ocurre, los hijos quedan con la madre, la
siguen y ella atiende exclusivamente a su cuidado y provisin? Y si el padre
muriere mientras los hijos fueren de poca edad, no debern naturalmente en
cualquier pas la misma obediencia a su madre, durante su minoridad, que al
padre cuando estuvo en vida? Y dir alguien que la madre goza de tal poder
legislativo sobre sus hijos que pueda dictar normas permanentes de obligacin
perpetua, por la que deban ellos regular todos los asuntos de su propiedad, y ver
su libertad sujeta durante todo el curso de su vida y tenerse por obligados a esos
cumplimientos bajo penas capitales? Porque este es el propio poder del
magistrado, del que no tiene el padre ni la sombra. Su imperio sobre sus hijos no
es ms que temporal, y no abarca su vida o bienes. No es ms que una ayuda a la
flaqueza e imperfeccin de su minoridad, una disciplina necesaria para su
educacin. Y aunque el padre pueda disponer de sus propias posesiones a su
antojo, siempre que los hijos no se hallen en el menor peligro de morir de
inanicin, su poder, con todo, no se extiende a sus vidas ni a los bienes que ya su
particular industria, o la generosidad ajen, les procur, ni tampoco a su libertad
una vez llegados a la franqua de los aos de discrecin. Cesa entonces el imperio
del padre, y ya ste en adelante no puede disponer de la libertad de su hijo ms
895
897
69. La primera parte, pues, del poder, o mejor dicho deber, paterno, que es la
educacin, pertenece al padre hasta el punto de cesar en determinada poca. Por
s mismo expira en cuanto acaba el menester educativo, y aun antes es
enajenable. Porque puede un padre pasar a otras manos la tuicin de su hijo; y
quien de su hijo hizo aprendiz de otra persona descargle, durante dicho tiempo,
de gran parte de su obediencia, tanto a s mismo como a la madre. Pero el deber
ntegro de honrar, que, es la otra parte, permanece intacto, y nadie puede
cancelarlo. Tan inseparable es de ambos progenitores, que la autoridad del padre
no sabr desposeer a la madre de ese derecho, ni puede hombre alguno exonerar
a su hijo de la honra que debe a quien le diera a luz. Pero ambos poderes estn
harto lejos del poder de dictar leyes y obligar a su cumplimiento con penas que
puedan alcanzar a la propiedad, a la libertad, a los miembros y la vida. El poder de
imperio acaba con la minoridad, y aunque despus de ella prosigan el honor y
respeto, ayuda y defensa, y todo aquello a que la gratitud obligue al hombre (pues
a los ms altos beneficios de que un hijo sea capaz sern siempre acreedores los
padres), todo ello no pone centro en la mano paterna ni le confiere poder de
soberano imperio. No tiene el padre dominio sobre la propiedad o las acciones de
su hijo, ni ningn derecho a imponerle su voluntad en todas las cosas, por ms
que en muchas de ellas, no muy inconvenientes, para s ni para su familia, 'pueda
sentar bien al hijo rendirle deferencia.
70. Un hombre deber por ventura respeto al anciano o al sabio, defensa a su hijo
o amigo, ayuda y socorro al desventurado y gratitud al bienhechor, hasta tal grado
que cuanto posea, cuanto pueda hacer, no llegue al pago completo de su
obligacin. Pero todo ello no confiere autoridad ni derecho a formular la ley para
aquel de quien mediare obligacin. Y es notorio que sentimientos parecidos no
son granjeados por el mero ttulo de padre: no slo porque, como se dijo, tambin
a la madre corresponden, sino porque esas obligaciones hacia los padres, y los
grados de lo requerido en los hijos, puede variar por el distinto cuidado y bondad,
preocupacin y dispendio, a veces empleados desigualmente en uno y otro hijo.
898
71. Ello explica el suceso de que los padres, en las sociedades en que son ellos
mismos sbditos, retengan el poder sobre sus hijos, y tanto derecho tengan a la
sujecin de ellos cmo los permanecientes en estado de naturaleza, lo cual no
sera posible si todo poder poltico fuera exclusivamente paterno y, en verdad,
fueran ambos una cosa misma; pues entonces, residiendo en el prncipe todo
poder paterno, el sbdito no lo tendra en modo alguno. Pero esos dos poderes,
poltico y paterno, son tan perfectamente distintos y separados, y erigidos sobre
diferentes bases, y dados a tan diferentes fines, que cada sbdito que fuere tiene
tanto poder paterno sobre sus hijos como el prncipe sobre los suyos. Y el prncipe
que tenga padres, les debe tanta obligacin y obediencia filial como el ms
menguado de sus sbditos deber a los suyos, de suerte que en el poder paterno
no habr la menor parte o grado de aquella especie de dominio que el prncipe o
magistrado ejerce sobre el sbdito.
72. Aunque la obligacin existente en los padres de educar a sus hijos y la
obligacin por parte de stos de honrar a sus padres contienen todo el poder, por
una parte, y sumisin, por la otra, a esta relacin adecuados, existe adems,
ordinariamente, otro poder en el padre que le asegura la obediencia de sus hijos; y
aunque ste le es comn con otros hombres, con todo, la oportunidad de revelarle
casi de continuo incumbe a los padres en sus familias particulares, y sus ejemplos
no son en otras partes muy comunes ni tan advertidos, por lo que dicho poder
pasa en el mundo por un aspecto de la "jurisdiccin paterna". Y este es el poder
que los hombres generalmente tienen de otorgar sus bienes a quien mejor les
pluguiere. Aun siendo habitualmente la posesin paterna esperanza y herencia de
los hijos, en ciertas proporciones, segn la ley y costumbre de cada pas, asiste
comnmente al padre la facultad de otorgarle con mano ms parca o liberal, segn
la conducta de ese o aquel hijo con respecto a su albedro y humor.
73. Esta es no pequea garanta de la obediencia de los hijos; y por hallarse
siempre anejo al goce de las tierras el compromiso de sumisin al gobierno del
pas a que dicha tierra pertenece, se ha supuesto corrientemente que un padre
puede obligar a su posteridad a rendirse al gobierno de que l mismo fuere
899
sbdito, sujetndoles por su convenio; siendo as que por tratarse tan slo de una
condicin necesaria aneja a la tierra que bajo aquel gobierno se halla, su
obligatoriedad slo alcanza a los que con tal condicin la tomaren, y as no es
sujecin o compromiso natural, sino sumisin voluntaria; pues siendo los hijos de
todo hombre, por naturaleza, tan libres como l mismo o como lo fuera cualquiera
de sus antepasados, podrn, mientras en tal libertad se hallaren, escoger la
sociedad a que quisieren juntarse y la nacin de su ms grata obediencia. Pero si
gozaren la herencia de sus pasados, debern poseerla en los mismos trminos en
que sus pasados la poseyeron, y someterse a todas las condiciones a dicha
posesin aejas. Por el referido poder, sin duda, obligan los padres a sus hijos a
obedecerles an despus de su minoridad; y tambin corrientsimamente les
someten a tal o cual poder poltico. Pero no hacen lo uno ni lo otro por ningn
derecho peculiar de la paternidad, sino por el beneficio que en sus manos puede
obligar a tal docilidad y recompensara; y este no es ms poder que el que un
francs pueda tener sobre un ingls, a quien, por esperanzas de una hacienda
que le dejar, someter sin duda a su obediencia; y si al dejrsele la hacienda
quiere ste gozarla, habr de cobrarla segn las condiciones anejas a, la posesin
de tierras en el pas donde ella radicare, ya fuere ste Francia o Inglaterra.
74. En conclusin pues, aunque el poder paterno de imperio no va ms all de la
minoridad de los hijos, ni pasa del grado oportuno para la disciplina y gobierno de
aquellos aos; y aunque el honor y respeto, y todo cuanto los latinos llamaron
piedad, que los hijos deben indispensablemente a sus padres mientras vivieren,
en todos los estados, y con toda la ayuda y defensa que merezcan, no dan al
padre, el poder de gobernar, esto, es, el de hacer leyes e imponer penas a sus
hijos, es fcil concebir cun hacedero fue, en los primeros tiempos del mundo y en
lugares adems en que la escasez de poblacin permiti a las familias dispersarse
por parajes con anchura, para cambiarse y establecerse en localidades todava
vacantes, que el padre de familia se convirtiera en prncipe de ella; haba
gobernado desde el principio de la infancia de sus hijos; y cuando stos llegaron a
adultos, en vista de que sin algn gobierno les hubiera sido difcil vivir juntos, fue
probable que ste, por expreso o tcito consentimiento de los hijos, radicara en el
900
902
derecho de ser mantenida y guardada por ellos hasta que fuere capaz de
proveerse por s misma.
79. Porque siendo el fin de la conjuncin de hombre y mujer no slo la
procreacin, sino la continuacin de la especie, era menester que tal vnculo entre
hombre y mujer durara, an despus de la procreacin, todo el trecho necesario
para el mantenimiento y ayuda de los hijos, los cuales hasta haber conseguido
aptitud de cobrar nueva condicin y valerse, debern ser mantenidos por quienes
los engendraron. Esta ley que la infinita sabidura del Creador inculc en las obras
de sus manos, vmosla firmemente obedecida por las criaturas inferiores. Entre
los animales vivparos que de hierba se sustentan, la conjuncin de macho y
hembra no dura ms que el mero acto de la copulacin, porque bastando el pezn
de la madre para nutrir al pequeo hasta que ste pudiere alimentarse de hierba,
el macho slo engendra, mas no se preocupa de la hembra o del pequeo, a cuyo
mantenimiento en nada puede contribuir. Pero entre los animales de presa la
conjuncin dura ms tiempo, pues no pudiendo la madre subsistir fcilmente por s
misma y nutrir a su numerosa prole con su sola presa (por ser este modo de vivir
ms laborioso, a la par que ms peligroso, que el de nutrirse de hierba), precisa la
asistencia del macho para el mantenimiento de la familia comn, que no subsistira
antes de ganar presa por s misma, si no fuera por el cuidado unido del macho y la
hembra. Lo mismo se observa, en todas las aves (salvo en algunas de las
domsticas: la abundancia de sustento excusa al gallo de nutrir y atender a la
cra), cuyos hijuelos, necesitados de alimento en el nido, exigen la unin de los
padres hasta que puedan fiarse a sus alas y por s mismos valerse.
80. Y aqu, segn pienso, se halla la principal, si no la nica razn, de que macho
y hembra del gnero humano estn unidos por ms duradera conjuncin que las
dems criaturas, esto es, porque la mujer es capaz de concebir y, de facto hllase
comnmente encinta de nuevo, y da nuevamente a luz, mucho tiempo antes de
que el primer hijo abandonare la dependencia a que le obliga la necesidad de la
ayuda de los padres y fuere capaz de bandearse por s mismo, agotada la
asistencia de aqullos; por lo cual, estando el padre obligado a cuidar de quienes
903
marido tan lejos del de un monarca absoluto, que la mujer tiene, en muchos casos,
libertad de separarse de l por derecho natural o trminos de contrato, ora este
contrato se hubiere por ellos convenido en estado de naturaleza, ora por las
costumbres y leyes del pas en que viven; y los hijos, tras dicha separacin, siguen
la suerte del padre o de la madre, segn determinare el pacto.
83. Porque siendo fuerza obtener todos los fines del matrimonio bajo el gobierno
poltico, lo mismo que en el estado de naturaleza, el magistrado civil no cercena
en ninguno de los dos consortes el derecho o poder naturalmente necesario a
tales fines, esto es la procreacin y apoyo y asistencia mutua mientras se hallaren
juntos, sino que nicamente resuelve cualquier controversia que sobre aqullos
pudiere suscitarse entre el hombre y la mujer. Si eso no fuera as, y al marido
perteneciera naturalmente la soberana absoluta y poder de vida y muerte, y ello
fuere necesario a la sociedad de marido y mujer, no podra haber matrimonio en
ninguno de los pases que no atribuyen al marido esa autoridad absoluta. Pero
como los fines del matrimonio no requieren tal poder en el marido, no fue
menester en modo alguno que se le asignara. El carcter de la sociedad conyugal
no lo supuso en l; pero todo cuanto fuere compatible con la procreacin y ayuda
de los hijos hasta que por s mismos se valieren, y la ayuda mutua, confortacin y
mantenimiento, podr ser variado y regido segn el contrato que al comienzo de
tal sociedad les uniera, no siendo en sociedad alguna necesario, sino lo requerido
por los fines de su constitucin.
84. La sociedad entre padres e hijos, y los distintos derechos y poderes que
respectivamente les pertenecen, materia fue tan prolijamente estudiada en el
captulo anterior que nada me incumbira decir aqu sobre ella; y entiendo patente
ser ella diferentsima de la sociedad poltica.
85. Amo y sirviente son nombres tan antiguos como la historia, pero dados a
gentes de harto distinta condicin; porque en un caso, el del hombre libre, hcese
ste servidor de otro vendindole por cierto tiempo los desempeos que va a
acometer a cambio de salario que deber recibir, y aunque ello comnmente le
introduce en la familia de su amo, y le pone bajo la ordinaria disciplina de ella, con
905
todo no asigna al amo sino un poder temporal sobre l, y no mayor que el que se
definiera en el contrato establecido entre los dos. Peor hay otra especie de
servidor al que por nombre peculiar llamamos esclavo, el cual, cautivo conseguido
en una guerra justa, est, por derecho de naturaleza, sometido al absoluto dominio
y poder de victoria de su dueo. Tal hombre, por haber perdido el derecho a su
vida y, con sta, a sus libertades, y haberse quedado sin sus bienes y hallarse en
estado de esclavitud, incapaz de propiedad alguna, no puede, en tal estado, ser
tenido como parte de la sociedad civil, cuyo fin principal es la preservacin de la
propiedad.
86. Consideremos, pues, a un jefe de familia con todas esas relaciones
subordinadas de mujer, hijos, servidores y esclavos, unidos bajo una ley familiar
de tipo domstico, la cual, a pesar del grado de semejanza que pueda tener en su
orden, oficios y hasta nmero con una pequea nacin, se encuentra de ella
remotsimo en su constitucin, poder y fin; o si por monarqua se la quisiere tener,
con el paterfamilias como monarca absoluto de ella, tal monarqua absoluta no
cobrar sino muy breve y disperso poder, pues es evidente, por lo que antes se
dijo, que el jefe de la familia goza de poder muy distinto, muy diferentemente
demarcado, tanto en la que concierne al tiempo como en lo que concierne a la
extensin, sobre las diversas personas que en ella se encuentran; porque salvo el
esclavo (y la familia es plenamente tal, y el podero del paterfamilias de igual
grandeza, tanto si hubiere esclavos en la familia como si no), sobre ninguno de
ellos tendr poder legislativo de vida y muerte, y solamente el que una mujer
cabeza de familia pueda tener lo mismo que l. Y sin duda carece de poder
absoluto sobre la entera familia quien no lo tiene sino muy limitado sobre cada uno
de los individuos que la componen. Pero de qu suerte una familia, u otra
cualquiera sociedad humana, difiera de la que propiamente sea sociedad poltica,
vermoslo mejor al considerar en qu consiste la ltima.
87. El hombre, por cuanto nacido, como se demostr, con ttulo a la perfecta
libertad y no sofrenado goce de todos los derechos y privilegios de la ley de
naturaleza, al igual que otro cualquier semejante suyo o nmero de ellos en el haz
906
908
90. Y es por ello evidente que la monarqua absoluta, que algunos tienen por nico
gobierno en el mundo, es en realidad incompatible con la sociedad civil, y as no
puede ser forma de gobierno civil alguno. Porque siendo el fin de la sociedad civil
educar
remediar
los
inconvenientes del
estado
de
naturaleza
(que
absoluto y estar por encima de tales circunstancias; y pues tiene poder para
causar mayor dao y perjuicio, cuando l lo hace justo es. Preguntar cmo
podrais guardaros de dao o agravio por aquella parte en que fuera obra de la
mano ms poderosa, sera al punto voz facciosa y rebelde. Es como si los
hombres, al abandonar el estado de naturaleza y entrar en la sociedad hubieren
convenido que todos, salvo uno, se hallaran bajo la sancin de las leyes; pero que
el exceptuado retendra an la libertad entera del estado de naturaleza,
aumentada con el poder y convertida en disoluta por la impunidad. Ello equivaldra
a pensar que los hombres son tan necios que cuidan de evitar el dao que puedan
causarles mofetas y zorras, pero les contenta, es ms, dan por conseguida
seguridad, el ser devorados por leones.
94. Pero, sea cual fuere la para de los lisonjeros para distraer los entendimientos
de las gentes, jams privar a los hombres de sentir; y cuando percibieren stas
que un hombre cualquiera, aunque encaramado en la mayor situacin del mundo,
se ha salido de los lmites de la sociedad civil a que pertenecen, y que no pueden
apelar en la tierra contra dao alguno que acaso de l reciban, tal vez llegarn a
sentirse en estado de naturaleza con respecto a quien dura asimismo en l, y a
cuidar, en cuanto pudieren, de obtener preservacin y seguridad en la sociedad
civil, para lo que sta fue instituida y por cuya sola ventaja entraron en ella. Y por
tanto, aunque tal vez en los orgenes (de lo que ms holgadamente se discurrir
luego, en la parte siguiente de esta disertacin) algn hombre bondadoso y
excelente que alcanzara preeminencia de los dems, vio pagar a su bondad y
virtud, como a una especie de autoridad natural, la deferencia de que el sumo
gobierno, con arbitraje de todas las contiendas, por consentimiento tcito para a
sus manos, sin ms caucin que la seguridad que hubieren tenido de su rectitud y
cordura, lo cierto es que,, cuando el tiempo hubo conferido autoridad, y, como
algunos hombres quisieran hacernos creer, santidad a costumbres inauguradas
por la imprevisora, negligente inocencia de las primeras edades, vinieron
sucesores de otra estampa; y el pueblo, al hallar que sus propiedades no estaban
seguras bajo el gobierno tal cual se hallaba constituido (siendo as que el gobierno
no tiene ms fin que la preservacin de la propiedad), jams pudo sentirse seguro
911
912
101. A la primera hay que responder: Que no es para asombrar que la historia no
nos d sino cuenta muy parca de los hombres que vivieron juntos en estado de
naturaleza. Los inconvenientes de tal condicin, y el amor y necesidad de la
sociedad, apenas hubieron congregado a un dado nmero de ellos, sin dilacin les
unieron y organizaron en un cuerpo, como ellos desearan proseguir en compaa.
Y si no nos fuere lcito suponer que hayan vivido hombres en estado de
naturaleza, porque poco sepamos de ellos en tal estado, igualmente podramos
mantener que los ejrcitos de Salmanasar o de Jerjes nunca fueron de nios,
porque no dejaron ellos sino menguado testimonio hasta que fueron hombres, y
entrados en milicia. Antecedi el gobierno dondequiera a la memoria escrita; y rara
vez cundieron las letras en un pueblo hasta que por larga continuacin de la
sociedad civil hubieran logrado otras mas necesarias artes proveer a su seguridad
reposo y abundancia. Y luego empezaron a inquirir sobre la historia de sus
fundadores y a escudriar los propios orgenes, cuando a la memoria de ello
haban sobrevivido. Porque a las naciones ocurre lo que a los individuos: que
comnmente ignoran sus nacimientos e infancias; y si algo saben de ellos es
gracias a accidentales recuerdos que otros hubieren conservado. Y los que
tenemos del principio de cualquier constitucin poltica del mundo, salvo la de los
judos, en que hubo inmediata interposicin de Dios y no por cierto favorable al
dominio de raz paterna, claros ejemplos son del principio a que hice referencia, o
al menos guardan de l manifiestos indicios.
102. Manifiesta inclinacin abriga a negar los hechos evidentes que no armonicen
con su hiptesis quien no reconozca que nacieron Roma y Venecia por haberse
juntado diversos hombres, libres e independientes unos de otros, faltos entre si de
superioridad o sujecin naturales. Y si Jos Acosta ha de merecernos crdito, por
l sabremos no haber existido en muchas partes de Amrica gobierno alguno.
"Hay conjeturas muy claras que por gran tiempo, no tuvieron estos hombres reyes
ni repblica concertada, sino que vivan por behetras, como agora los floridos y
los chiriguanas, y los brasiles y otras naciones muchas, que no tienen ciertos
reyes, sino conforme a la ocasin que se ofrece en guerra o paz, eligen sus
caudillos como se les antoja." Si se dijere que cada hombre naci sujeto a su
915
padre, o al jefe de su familia, ya acerca de ello se prob que la sujecin por un hijo
debida al padre no le quitaba su facultad de incorporarse a la sociedad poltica que
estimare idnea; pero sea como fuere, aquellos hombres patentemente eran de
veras libres; y cualquiera que sea la superioridad que algunos polticos quisieran
hoy conferir a uno de los tales, ellos mismos, por su parte, no la reclamaron, sino
que, por consentimiento, fueron iguales todos, hasta que, por el propio
consentimiento, levantaron a los gobernantes sobre s mismos. De suerte que
todas sus sociedades polticas nacieron de unin voluntaria, y del mutuo acuerdo
de hombres libremente obrando en la eleccin de sus gobernantes y formas de
gobierno.
103. Y atrvome a esperar que quienes de Esparta salieron con Palanto,
mencionados por Justino, sern aceptados como varones que fueron libres e
independientes unos de otros, y que por propio consentimiento ordenaron un
gobierno sobre s mismos. Tengo, pues, dados distintos ejemplos que consign la
historia, de gentes libres y en estado de naturaleza que, bien hallados se
organizaron en un cuerpo y fundaron una nacin. Mas si la falta de tales ejemplos
fuere argumento probativo de que as no fue ni pudo ser empezado el gobierno,
supongo que ms les valiera a los sostenedores del imperio paternal pasarla por
alto que argirla contra la libertad del estado de naturaleza; porque si pudieran dar
igual nmero de ejemplos, sacados de la historia, de gobiernos empezados por
derecho paterno, entiendo que, con no ser el argumento de gran fuerza para
demostrar lo que debera acaecer segn derecho, podrase, sin gran peligro,
cederles el campo. Mas en caso tal les aconsejara no investigar mucho los
orgenes de los gobiernos empezados de facto, por temor a hallar en el
fundamento de ellos algo poqusimamente favorable al designio que promueven y
a la clase de poder por quien batallan.
104. Pero concluyamos: siendo patente que la razn nos acompaa al sustentar
que los hombres son naturalmente libres, y revelando los ejemplos de la historia
haber tenido los gobiernos del mundo empezados en paz tal fundamento, y
hechura de consentimiento popular, poco trecho quedar a la duda sobre cual
916
919
consistiera en otra cosa que en ser su general; y de esta suerte las tribus que se
mantuvieran apegadas a la familia de Sal y opuestas al reino de David, cuando
fueron al Hebrn a ver a ste en trminos de sumisin, dijronle, entre otros
argumentos, que deban someterse a l como rey de ellos; que l era, en efecto,
su rey en tiempo de Sal, y por tanto les era ya fuerza recibirlo por rey: "Ya aun
ayer y antes", dijeron, cuando Sal reinaba sobre nosotros, t sacabas y volvas a
Israel. Adems, el Seor te ha dicho: t apacentars a mi pueblo Israel y t sers
sobre Israel capitn".
110. As, ora una familia se convirtiera gradualmente en una repblica, y
continuada la autoridad paterna por el primognito, cuantos a su vez crecieran al
cobijo de ella tcitamente se le sometieran, y no ofendiendo a nadie su facilidad e
igualdad, asintiera cada cual hasta que el tiempo pareciere haberla confirmado, y
establecido un derecho sucesorio por prescripcin; ora diversas familias, o los
descendientes de diversas familias, a quien el acaso, los efectos de la vecindad o
el negocio juntaran, se unieran en sociedad, en todo caso acaecera que la
necesidad de un general cuya gua pudiera defenderles contra sus enemigos en la
guerra, y la gran confianza que a unos hombres daba en otros la inocencia y
sinceridad de aquella edad pobre, pero virtuosa, como lo son casi todas las
principiadoras de gobiernos que hubieren de durar en el mundo, indujera a los
iniciadores de las repblicas a poner generalmente el gobierno en manos de un
hombre, sin ms limitacin o restriccin expresa que las requeridas por la
naturaleza del negocio y el fin del gobierno. Habale sido dado aqul para el bien y
seguridad del pueblo; y para tales fines, en la infancia de las naciones, usado fue
comnmente; y como no hubieren hecho tal, las sociedades mozas no hubieran
podido subsistir. Sin tales padres para la crianza, sin ese cuidado de los
gobernantes, todos los gobiernos habranse perdido por la debilidad y achaques
de su parvulez, y hubieran perecido juntos, sin dilacin, el prncipe y el pueblo.
111. Pero la edad de oro (aunque, antes que la vana ambicin y el amor
sceleratus habendi, la mala concupiscencia corrompiera las mentes humanas con
su falsa nocin del poder y el honor) tena ms virtud, y consiguientemente
921
el
abuso
de
prerrogativa
atento
la
opresin
del
pueblo,
922
113. "Que, nacidos todos los hombres bajo gobierno, de una u otra especie,
imposible es que algunos de ellos se hallen en franqua y libertad para unirse y
empezar otro nuevo, o puedan jams erigir un gobierno legtimo." Si este
argumento valiera, preguntara yo: Cmo vinieron al mundo tantas monarquas
legtimas? Porque si alguien, concedida la hiptesis, pudiere mostrarme en
cualquier poca del mundo un solo hombre con la necesaria libertad para dar
comienzo a una monarqua legtima, me obligo a mostrarle yo en el mismo tiempo,
otros diez hombres francos, en libertad para unirse y empezar un nuevo gobierno
de tipo monrquico o de otro cualquiera. Dicho argumento demuestra adems que
si quien naci bajo dominio ajeno puede, en su libertad, acceder al derecho de
mandar a otros en nuevo y distinto imperio, tambin cada nacido bajo el dominio
ajeno, podr ser igualmente libre, y convertirse en gobernante o sbdito de un
gobierno separado y distinto. Y as, segn ese principio de ellos, o bien todos los
hombres, como quiera que hubieren nacido, son libres, o no hay ms que un
prncipe legtimo y un gobierno legtimo en el mundo; y en este ltimo caso bastar
que me indiquen sencillamente cual fuere, y en cuanto lo hubieren hecho, no dudo
que toda la humanidad convendr facilsimamente en rendirle obediencia.
114. Aunque ya sera suficiente respuesta a su objecin demostrar que sta les
envuelve en dificultades iguales a aquellas que intentaron desvanecer, procurar
con todo descubrir un tanto ms la debilidad de dicho argumento.
"Todos los hombres", dicen, "nacieron bajo gobierno, y por tanto no les asiste
libertad para empezar uno nuevo. Cada cual naci sometido a su padre o a su
prncipe y se encuentra pues en perpetuo vnculo de sujecin y fidelidad." Patente
es que los hombres jams reconocieron ni consideraron esa nativa sujecin
natural, hacia el uno o el otro, la cual les obligara, sin consentimiento de ellos, a
su propia sujecin y a la de sus herederos.
115. Porque, en efecto, no hay ejemplos ms frecuentes en la historia, tanto
sagrada como profana, que los de hombres retirando sus personas y obediencia
de la jurisdiccin bajo la cual nacieron y la familia o comunidad en que fueron
criados, para establecer nuevos gobiernos en otros asientos, de donde naci el
923
924
ella por algn tiempo, aunque, mientras en ella continuara, se viera obligado a
cumplir con las leyes y a someterse al gobierno con que all diera. Y as vemos
que los extranjeros, por ms que vivan toda su vida bajo otro gobierno, y gocen de
sus privilegios y proteccin, aunque obligados, hasta en conciencia, a someterse a
su administracin tanto como cualquier ciudadano, no por ello pasan a ser
sbditos o miembros de aquella repblica. Nada puede convertir en tal a ninguno
sino su cierta entrada en ella por positivo compromiso y palabra empeada y
pacto. Esto es, a mi juicio, lo concerniente al comienzo de las sociedades polticas,
y al consentimiento que convierte a una persona dada en miembro de la repblica
que fuere.
CAPTULO IX
DE LOS FINES DE LA SOCIEDAD Y GOBIERNOS POLTICOS
123. Si el hombre en su estado de naturaleza tan libre es como se dijo, si seor es
absoluto de su persona y posesiones, igual a os mayores y por nadie subyugado,
por qu ir a abandonar su libertad y ese imperio, y se someter al dominio y
direccin de cualquier otro poder? Pero eso tiene obvia respuesta, pues aunque
en el estado de naturaleza le valiera tal derecho, resultaba su goce y
seguidamente expuesto a que lo invadieran los dems; porque siendo todos tan
reyes como l y cada hombre su parejo, y la mayor parte observadores no
estrictos de la justicia y equidad el disfrute de bienes en ese estado es muy
inestable, en zozobra. Ello le hace desear el abandono de una condicin que,
aunque libre, llena est de temores y continuados peligros; y no sin razn busca y
se une en sociedad con otros ya reunidos, o afanosos de hacerlo para esa mutua
preservacin de sus vidas, libertades y haciendas, a que doy el nombre general de
propiedad.
124. El fin, pues, mayor y principal de los hombres que se unen en comunidades
polticas y se ponen bajo el gobierno de ellas, es la preservacin de su propiedad;
para cuyo objeto faltan en el estado de naturaleza diversos requisitos.
928
En primer lugar, falta una ley conocida, fija, promulgada, recibida y autorizada por
comn consentimiento como patrn de bien y mal, y medida comn para resolver
cualesquiera controversias que entre ellos se produjeren. Porque aunque la ley de
naturaleza sea clara e inteligible para todas las criaturas racionales, con todo, los
hombres, tan desviados por su inters como ignorantes por su abandono del
estudio de ella, no aciertan a admitirla como norma que les obligue para su
aplicacin a sus casos particulares.
125. En segundo lugar, falta en el estado de naturaleza un juez conocido e
imparcial, con autoridad para determinar todas las diferencias segn la ley
establecida. Porque en tal estado, siendo cada uno juez y ejecutor de la ley
natural, con lo parciales que son los hombres en lo que les toca, pueden dejarse
llevar a sobrados extremos por ira y venganza, y mostrar excesivo fuego en sus
propios casos, contra la negligencia y despreocupacin que les hace demasiado
remisos en los ajenos
126. En tercer lugar, en el estado de naturaleza falta a menudo el poder que
sostenga y asista la sentencia, si ella fuere recta, y le d oportuna ejecucin. Los
ofendidos por alguna injusticia pocas veces cedern cuando por la fuerza pudieren
resarcirse de la injusticia sufrida. Tal clase de resistencia hace muchas veces
peligroso el castigo, y con frecuencia destructivo para quienes lo intentaren.
127. La humanidad, pues, a pesar de todos los privilegios del estado de
naturaleza, como no subsiste en l sino malamente, es por modo expedito
inducida al orden social. Por ello es tan raro que hallemos a cierto nmero de
hombres viviendo algn tiempo juntos en ese estado. Los inconvenientes a que en
l se hallan expuestos por el incierto, irregular ejercicio del poder que a cada cual
asiste para el castigo de las transgresiones ajenas, les hace cobrar refugio bajo
las leyes consolidadas de un gobierno, y buscar all la preservacin de su
propiedad. Eso es lo que les mueve a abandonar uno tras otro su poder individual
de castigo para que lo ejerza uno solo, entre ellos nombrado, y mediante las
reglas que la comunidad, o los por ella autorizados para tal objeto, convinieren. Y
929
131. Pero aunque los hombres al entrar en sociedad abandonen en manos de ella
la igualdad, libertad y poder ejecutivo que tuvieron en estado de naturaleza, para
que de los tales disponga el poder legislativo, segn el bien de la sociedad
exigiere, con todo, por acaecer todo ello con la nica intencin en cada uno de las
mejoras de su preservacin particular y de su libertad y bienes (porque de ninguna
criatura racional cabr suponer que cambie de condicin con el intento de
empeorara), el poder social o legislativo por ellos constituido jams podr ser
imaginado como espacindose ms all del bien comn, antes se hallar obligado
especficamente a asegurar la propiedad de cada cual, proveyendo contra los tres
defectos arriba mencionados, que hacen tan inestable e inseguro el estado de
naturaleza. Y as, sea quien sea aquel a quien correspondiere el poder supremo o
legislativo de cualquier nacin, estar obligado a gobernar por fijas leyes
establecidas, promulgadas y conocidas de las gentes, y no mediante decretos
extemporneos; con jueces rectos e imparciales que en las contiendas decidan
por tales leyes; y usando la fuerza de la comunidad, dentro de sus hitos, slo en la
ejecucin de aquellas leyes, o en el exterior para evitar o enderezar los agravios
del extrao y amparar a la comunidad contra las incursiones y la invasin. Todo
ello, adems, sin otra mira que la paz, seguridad y bien pblico de los habitantes.
CAPTULO X
DE LAS FORMAS DE UNA REPBLICA
132. Gozando naturalmente la mayora en s misma, como se mostr al tratar del
ingreso de los hombres en el nexo social, de todo el poder de la comunidad, podr
aqulla emplearlo entero en hacer leyes para la repblica de tiempo en tiempo, y
disponer que tales leyes ejecuten los funcionarios por all designados, y entonces
la forma del gobierno ser la perfecta democracia; o bien puede transferir el poder
de hacer leyes a manos de unos pocos varones escogidos, y sus herederos o
sucesores, y entonces se tratar de una oligarqua; o bien a manos de un solo
hombre, y ser monarqua ese gobierno; y si a l y a sus herederos fue dado, ser
una monarqua hereditaria; y si slo con carcter vitalicio, pero recobrando la
mayora, tras la muerte de l, poder exclusivo de nombrar un sucesor, la
931
extremo lmite compatible con el bien pblico, de toda persona de ella. El poder
legislativo no slo es el sumo poder de la comunidad poltica, sino que permanece
sagrado e inalterable en las manos en que lo pusiera la comunidad. Ni puede
ningn edicto de otra autoridad cualquiera, en forma alguna imaginable, sea cual
fuere el poder que lo sustentare, alcanzar fuerza y obligamiento de ley sin la
sancin del poder legislativo que el pblico ha escogido y nombrado; porque sin
sta la ley carecera de lo que le es absolutamente necesario para ser tal: el
consentimiento de la sociedad, sobre la cual no tiene el poder de dictar leyes, sino
por consentimiento de ella y autoridad de ella recibida; as, pues, toda la
obediencia, que por los ms solemnes vnculos se vea el hombre obligado a
rendir, viene a dar a la postre en este sumo poder, y es dirigida por las leyes que
l promulga.
Y no pueden juramentos ante ningn poder extranjero, o poder subordinado
domstico, descargar a ningn miembro de la sociedad de su obediencia al poder
legislativo que obrare conformemente a su cometido, ni obligarle a obediencia
alguna contraria a las leyes de esta suerte promulgadas, o mas all del
consentimiento de ellas, por ser ridculo imaginar que alguien pueda estar
finalmente sujeto a la obediencia de cualquier poder en la sociedad que no fuera el
supremo.
135. Aunque el poder legislativo, ya sito en uno o en varios, ya de continuo en
existencia o slo a intervalos, sea el sumo poder de toda repblica, en primer
lugar, ni es ni puede ser en modo alguno, absolutamente arbitrario sobre las vidas
y fortunas de las gentes. Pues no constituyendo sino el poder conjunto de todos
los miembros de la sociedad, traspasado a una persona o asamblea que legisla,
no acertar la entidad de este poder a sobrepujar lo que tales personas hubieren
tenido en estado de naturaleza antes que en sociedad entraren, y traspasado
luego a la comunidad. Porque nadie puede transferir a otro ms poder del que
encerrare en s, y nadie sobre s goza de poder absoluto y arbitrario, ni sobre los
dems tampoco, que le permitiere destruir su vida o arrebatar la vida o propiedad
ajena. El hombre, como se prob, no puede someterse al poder arbitrario de otro;
933
937
140. Verdad es que los gobiernos necesitan gran carga para su mantenimiento, y
conviene que cuantos gozan su parte de la proteccin de ellos paguen de su
hacienda la proporcin que les correspondiere con aquel objeto. Mas todava eso
habr e acaecer con su consentimiento, esto es, el consentimiento de la mayora,
ya lo dieren por s mismos, ya por representantes a quienes hubieren escogido;
porque si alguien reivindicara el poder de poner y percibir tasas sobre las gentes
por su propia autoridad, y sin aquel popular consentimiento, invadira la ley
fundamental de la propiedad y subvertira el fin del gobierno. Porque, cul es mi
propiedad en lo que otro pudiere, por derecho, quitarme a su capricho?
141. En cuarto lugar, el poder legislativo no puede transferir la facultad de hacer
leyes a otras manos, porque siendo sta facultad que el pueblo deleg, quines la
tienen no sabrn traspasara. Slo el pueblo puede escoger la forma de la
repblica, lo que acaece por la constitucin del legislativo, y la designacin de
aquel en cuyas manos quedar. Y cuando el pueblo dijo: "nos someteremos y
seremos gobernados por leyes hechas por tales hombres y segn tales formas",
no habr quien pueda decir que otros hombres habrn de hacer leyes para ellos;
ni ellos podrn ser obligados por ms leyes que las promulgadas por aquellos a
quienes escogieron y a tal fin autorizaron.
142. Estos son los hitos que la confianza puesta en ellos por la sociedad, y la ley
de Dios y de la naturaleza, fijaron al poder legislativo de cada comunidad poltica,
en cualquier forma de gobierno: Primero: Debern gobernarse por leyes
sancionadas y promulgadas, no en caso particular alguno alterable, sino regla
nica para el rico y el pobre, el favorito de la corte y el labrador en su labranza.
Segundo: Dichas leyes sern designadas sin ms fin postrero que el bien popular.
Tercero: No impondrn tasas a la hacienda de las gentes sin el consentimiento de
ellas, dado por s mismas o por sus diputados. Y eso en realidad concierne
exclusivamente a los gobiernos en que el poder legislativo no sufra interrupcin, o
al menos en que el pueblo no haya reservado parte alguna del legislativo a
diputados de tiempo en tiempo escogidos por s mismos. Cuarto: El poder
938
PODERES
LEGISLATIVO,
EJECUTIVO
FEDERATIVO
DE
LA
REPUBLICA
143. Al poder legislativo incumbe dirigir el empleo de la fuerza de la repblica para
la preservacin de ella y de sus miembros. Y pudiendo las leyes que habrn de
ser de continuo ejecutadas y cuya fuerza deber incesantemente proseguir, ser
despachadas en breve tiempo, no ser menester que el poder legislativo sea
ininterrumpido, pues holgarn a las veces los asuntos; y tambin porque podra
ser sobrada tentacin para la humana fragilidad, capaz de usurpar el poder, que
las mismas personas a quienes asiste la facultad de legislar, a ella unieran la de la
ejecucin para su particular ventaja, cobrando as un inters distinto del que al
resto de la comunidad competiera, lance contrario al fin de la sociedad y gobierno.
As, pues, en las repblicas bien ordenadas, donde el bien del conjunto es
considerado como se debe, el poder legislativo se halla en manos de diversas
personas, las cuales, debidamente reunidas, gozan de por s, conjuntamente
con otras, el poder de hacer las leyes; mas hechas stas, de nuevo se superan y
sujetos quedan a las leyes que hicieran ellos mismos, lo cual es otro vnculo
estrecho que les induce a cuidar de hacerlas por el bien pblico.
144. Pero por disponer las leyes hechas de una vez y en brevsimo tiempo, de
fuerza constante y duradera, y necesitar de perpetua ejecucin o de especiales
servicios, menester ser que exista un poder ininterrumpido que atienda a la
ejecucin de las leyes en vigencia, y est en fuerza permanente. As acaece que
aparezcan a menudo separados el poder legislativo y el ejecutivo.
145. Otro poder existe en cada repblica, al que pudiera llamarse natural, porque
es el que corresponde al poder que cada hombre naturalmente tuvo antes de
entrar en sociedad. Porque aunque en una repblica sean sus miembros personas
939
distintas, todava, cada cual relativamente al vecino, y como tales le gobiernen las
leyes de la sociedad, con todo, con referencia al resto de la humanidad forman un
solo cuerpo, exactamente como cada uno de sus miembros se hallaba cuando en
estado de naturaleza conviva con el resto de los hombres; de suerte que las
contiendas sucesivas entre cualquier hombre de la sociedad con los que
estuvieren tuera de ella se hallan a cargo del pblico, y un agravio causado a un
miembro de este cuerpo compromete a los dems en su reparacin. De suerte
que, as considerada, toda la comunidad no es ms que un cuerpo en estado de la
naturaleza con respecto a los dems estados a personas no pertenecientes a ella.
146. Tal facultad, pues, contiene el poder de paz y guerra, ligas y alianzas y todas
las transacciones con cualquier persona y comunidad ajena a tal repblica; y
puede llamrsela federativa si de ello se gustare. Mientras la esencia sea
comprendida, me ser indiferente el nombre.
147. Esos dos poderes, ejecutivo y federativo, aun siendo realmente distintos en s
mismos porque el uno comprende la ejecucin de las leyes interiores de la
sociedad sobre sus partes, y el otro el manejo de la seguridad de intereses
pblicos en el exterior, con la consideracin de cuanto pudiere favorecerles o
perjudicarles, se hallan, sin embargo, casi siempre unidos. Y aunque este poder
federativo pueda ser, en su manejo bueno o malo de extraordinario momento para
la repblica, es harto menos capaz de obedecer a las leyes positivas permanentes
y antecedentes que el ejecutivo; y as precisa fiar a la prudencia y sabidura de
aquellos en cuyas manos se halla que atentos al bien pblico lo dirijan. Porque las
leyes que conciernen a los sbditos entre s, para dirigir sus acciones, bien podrn
procederlas. Pero lo hecho con referencia a extranjeros mucho depende de las
acciones de ellos; y la variacin de propsitos y de intereses debe ser en gran
parte encargada a la prudencia de quienes detentan este poder, para que con su
mejor capacidad lo empleen en el provecho de la repblica.
148. Aunque como dije, los poderes federativo y ejecutivo de cada comunidad
sean en s realmente distintos, difcilmente cabr separarlos y ponerlos al mismo
tiempo en manos de distintas personas. Porque ambos requieren la fuerza de la
940
941
942
que un mero particular sin poder ni decisin, pues [os miembros de la sociedad
slo a la voluntad pblica de ste debern obediencia.
152. El poder ejecutivo dondequiera que residiere, salvo si es en la persona que
tiene tambin participacin en el poder legislativo, ser visiblemente subordinado
de ste y ante l responsable, y cabr como pluguiere cambiarle y removerle; de
modo que no es el poder ejecutivo supremo, en s, el exento de subordinacin,
sino el precisamente otorgado a quien, participando en el legislativo, no hallare,
pues, poder legislativo distinto y superior a quien quedar subordinado y ser
responsable ms all de su propia aceptacin y consentimiento: o sea que no
habra de resultar ms subordinado de lo que l mismo estimare oportuno, por lo
cual puede ciertamente concluirse que el acatamiento no sera sino de poqusima
monta. De otros poderes subordinados y ministeriales en la comunidad poltica no
ser menester hablar, pues stos de tal como se multiplican con las varias
comunidades polticas, que fuere imposible dar relacin particular de todos ellos.
Slo un aspecto, necesario a nuestro objeto presente, podemos advertir como
concerniente a ellos, esto es, que ninguno tiene especie alguna de autoridad ms
all de lo que por positiva concesin y encargo se les hubiere delegado, y que son
todos ellos responsables ante algn otro poder de la comunidad poltica.
153. No es necesario, ni siquiera conveniente, que el legislativo goce de existencia
ininterrumpida; pero s es absolutamente necesario que el poder ejecutivo la
tenga, porque no siempre hay necesidad de nuevas leyes, pero s siempre
necesidad de ejecucin de las en vigor. Puesta por el legislativo en otra mano la
ejecucin de las leyes, subsiste el poder de recobrarla de esa mano si hubiere
causa, de ello, y el de castigar cualquier daada administracin contra ley. Lo
mismo se dir con respecto al poder federativo, puesto que ste y el ejecutivo son
ambos ministeriales y estn subordinados al legislativo, el cual, segn se
patentiz, es en la repblica constituida, supremo: eso supuesto, tambin en este
caso, que el legislativo est compuesto de diversas personas, pues si le
constituyere una persona sola no podra sino obrar ininterrumpidamente, y por tal,
como supremo, tendra naturalmente el supremo poder ejecutivo, juntamente con
943
erigido un poder legislativo con el intento de que ejerza su poder de forjar la ley,
bien sea en ciertos tiempos prefijados, bien cuando de ello hubiere necesidad, si
tal vez impidiere cualquier fuerza accin tan necesaria a la repblica, y en que
consiste la seguridad y preservacin del pueblo, podr ste por su fuerza remover
la otra. En todos los estados y condicin el verdadero remedio contra fuerza sin
autoridad es una oposicin de fuerza. El uso de fuerza sin autoridad siempre pone
a quien de l se vale en estado de guerra, como agresor que es; y le expone a ser
tratado consiguientemente.
156. El poder de convocar y disolver el poder legislativo, que al ejecutivo asiste, no
confiere a este superioridad sobre l, mas es depsito fiduciario que se le
entregara para la seguridad del pueblo en ocasin en que, la incertidumbre y
variabilidad de los negocios humanos no soportara una regla fija y cerrada.
Porque no siendo posible que los primeros concertados del gobierno pudieren por
ninguna previsin de tal suerte penetrar los eventos futuros que acertaran en fijar
de antemano tan justos perodos de retorno y duracin a las asambleas
legislativas para todos los tiempos venideros, que los tales respondieran
exactamente a todas las exigencias de la comunidad poltica, el mejor remedio
que cupo hallar a tal efecto fue confiar dicha funcin a la prudencia de uno
destinado a perpetua presencia, y cuyo oficio fuera velar por el bien pblico. Las
frecuentes, constantes reuniones del legislativo y larga prosecucin de sus
asambleas, sin ocasin necesaria, sin duda hubieran sido engorrosas para las
gentes,
produjeran
necesariamente,
con
el
tiempo,
ms
peligrosas
incomodidades; mas el rpido sesgo de los negocios poda ser a las veces tal, que
exigiere inmediata ayuda; ya cualquier dilacin de aquella convocatoria hubiere
resultado para el pblico riesgosa; y a las veces, adems, hubiera podido ser tan
vasto su negocio que el tiempo limitado de sus sesiones resultara demasiado
breve para su labor y frustrara al pblico del beneficio que slo pudiera conseguir
de una liberacin sazonada. Qu hacer, pues en tal caso, para evitar que la
comunidad se expusiera en una u otra ocasin a peligro inminente por una u otra
parte, dados los intervalos y perodos fijos establecidos para la reunin y
funcionamiento del poder legislativo, sino confiar el suceso a la prudencia de
945
encontrar uno, porque siendo la constitucin del legislativo acto primero y sumo de
la sociedad, antecedente a cuanta ley positiva hubiera en ella, y dependiendo
enteramente del pueblo, ningn poder inferior ha de poder alterarla; y el pueblo,
pues ya el legislativo constituido, carece en un gobierno como el pues, ya el
legislativo constituido, carece en un gobierno como el que nos ocupa de poder
para obrar mientras el gobierno estuviere en pie, por lo que tal inconveniente por
incapaz de remedio es tenido.
158. Salus populi suprema lex es sin duda regla tan justa y fundamental que quien
de corazn la sugiere no sabr equivocarse peligrosamente. Por lo tanto, si el
ejecutivo, en quien la facultad de convocar el legislativo reside, observando antes
la proporcin verdadera que el modo de representacin, regula no por costumbre
aeja, sino por razn genuina, el nmero de miembros en todos los parajes con
derecho a privativa representacin, a lo que parte ninguna de las gentes, por ms
que hecha distrito, puede pretender sino en proporcin a la asistencia que procure
al pblico, no podr decirse que aquel poder haya erigido un nuevo legislativo,
sino que restaur el antiguo y verdadero y rectific los desrdenes que la sucesin
de los tiempos haba introducido tan sin sentir como inevitablemente; porque
siendo la intencin del pueblo y estribando su inters en una justa, equitativa
representacin, quienquiera que ms se aproxime a ella ser indiscutible amigo y
favorecedor del gobierno y no echar de menos el consentimiento y aprobacin de
la comunidad; la prerrogativa no es ms que el poder en manos de un prncipe
para disponer lo necesario al bien pblico en los casos en que por efecto d
inciertos e imprevisibles eventos, las leyes ciertas inalterables no se impondran
sin peligro. Cualquier cosa que manifiestamente para el bien del pueblo se hiciere,
y para aseguramiento del gobierno sobre cimientos bien aplomados, es, y ser
siempre, justa prerrogativa. El poder de erigir nuevas unidades administrativas,
con sus nuevos representantes, conlleva entendimiento de que con el tiempo
pueden variar las medidas de representacin, y ya incumbe justo derecho a ser
representados a quienes antes en modo alguno lo estuvieron; y por igual que lo
cobraren esos, dejarn aqullos de tener tal derecho, convertidos en demasiado
exiguos para el privilegio de que antes gozaran. No es una mudanza en el estado
947
cuando la prxima ardiere; y ocurriendo a veces que el hombre caiga dentro del
alcance de la ley, que no hace distincin de personas, por un acto acaso
merecedor de recompensa y perdn, es conveniente que el gobernante goce del
poder de mitigar, en muchos casos, la severidad de la ley, y perdonar a algunos
ofensores, ya que siendo el fin del gobierno la preservacin de todos, del modo
ms completo, aun del castigo de los culpables sabr desistir cuando no se
siguiere de ello perjuicio para el inocente.
160. Ese poder de obrar segn discrecin para el bien pblico, sin prescripcin de
la ley y aun a las veces contra ella, es lo qu se llama, prerrogativa; pues ya que
en ciertos gobiernos el poder legislativo es intermitente. y por lo comn demasiado
numeroso, y as, pues, demasiado lento para la celeridad que la ejecucin
requiere, y tambin, sobre todo ello, es imposible prever y estar pronto con leyes
particulares para todo accidente y cada necesidad que pudieren concernir al
pblico, o hacer leyes que jams causaren dao aun ejecutadas con inflexible
rigor en todas las ocasiones y sobre todas las personas incurridas en su alcance,
existe, pues, una latitud al poder ejecutivo consentida para hacer mucho de libre
eleccin que las leyes no prescriben.
161. Este poder, mientras se empleare en beneficio de la comunidad y armonizare
con el depsito de confianza y fines del gobierno, es innegable prerrogativa, no
puesta jams en tela de juicio. Porque el pueblo raras veces, o nunca, es cauto o
escrupuloso en el tema o debate de la prerrogativa mientras ella fuere en grado
tolerable destinada al uso para que fue discurrida; esto es el bien del pueblo, y no
manifiestamente contra l. Pero si alguna vez se llegare a debate entre el poder
ejecutivo y el pueblo sobre algo que por prerrogativa se tuviere, la tendencia en el
ejercicio de ella, para el bien o engao del pueblo, decidira fcilmente la cuestin.
162. Fcil es concebir que en la infancia de los gobiernos, en que las
comunidades polticas diferan poco de las familias en nmero de gentes, tambin
poco de ellas diferan en nmero de leyes; y siendo los gobernadores como los
padres de tales comunidades, velando sobre ellas por su bien, el gobierno era casi
enteramente prerrogativa. Unas pocas sancionadas leyes bastaban; y la
949
950
164. Mas ya que no puede suponerse que la criatura racional siendo libre, a otras
se sujete para su propio dao (aunque donde hallare un gobernante bueno y sabio
acaso no entienda necesario ni til fijar lmites precisos a su poder en todos los
ramos), la prerrogativa no puede consistir ms que en el permiso otorgado por el
pueblo a sus gobernantes para que hagan diversas cosas por libre eleccin
cuando la ley estuviere muda, y tambin a veces contra la letra material de la ley,
por el bien pblico y con aquiescencia de las gentes en aquella iniciativa. Porque
as como un buen prncipe, cuidadoso de la confianza depositada en l y
esmerado en el bien de su pueblo, nunca podr tener demasiada prerrogativa,
esto es, poder para hacer el bien, as un prncipe dbil y nocivo, que reclamare
dicho poder, ejercido por sus predecesores, sin que ya la ley guiare sus pasos,
como prerrogativa perteneciente a su persona por derecho de su oficio, y que
pudiere ejercitar a su albedro para crear o promover intereses distintos de los del
pblico, dar al pueblo la ocasin de reivindicar su derecho y limitar un poder al
que, antes muy de grado, vindole ejercido para su bien diera tcito permiso.
165. Por ello, quien examinare la historia de Inglaterra, hallar que la prerrogativa
fue siempre ms holgada en mano de nuestros mejores y ms sabios prncipes,
por haber observado el pueblo que todo rumbo de sus actos se encaminaba al
bien, o si alguna fragilidad humana o error (porque los prncipes no son sino
hombres hechos como los dems) se demostraba en algunas menudas
desviaciones de tal fin, tralucase con todo que la solicitud hacia el pblico era el
principal estmulo de su conducta. El pueblo, pues, hallando pie para su
satisfaccin de tales prncipes cuando stos obraban en omisin de la ley o
adversamente a su letra, prest a dichos actos aquiescencia, y sin la menor queja
les permiti ensanchar su prerrogativa a placer suyo, juzgando rectamente que
nada haba en sus actos perjudicial para las leyes, sino que obraban de acuerdo
con el fundamento y fin de toda ley: el bien pblico.
166. Tales prncipes a lo divino podran, sin duda, invocar algn ttulo al poder
arbitrario, por el argumento que demostrara ser la monarqua absoluta el mejor
gobierno, como el que Dios mismo mantiene en el universo, y ello por tocar algo a
951
cielo; porque los gobernadores, en aquellos intentos, ejerciendo una facultad que
el pueblo jams pusiera en sus manos pues nunca cabr suponer que ningunos
autoricen que nadie gobierne sobre ellos para su daohacen lo que no tiene
derecho a hacer. Y si el cuerpo popular o algn individuo fueren privados de su
derecho, o se hallaren bajo el ejercicio de un poder no autorizado, faltos de
apelacin en la tierra, les queda la libertad de apelar al cielo siempre que tengan la
causa por de suficiente momento. As, pues, aunque el pueblo no pueda ser juez,
por no incumbirle, segn la constitucin de aquella sociedad, poder superior
alguno que resuelva tal caso y expida en l sentencia efectiva, guardar con todo
esa final determinacin para s mismo, perteneciente a toda la humanidad cuando
la apelacin en la tierra, por ley antecedente y superior a todas las leyes positivas
de los hombres, si de apelar al cielo tuviere justa causa. Y de este juicio no
pueden despojarse, pues se halla fuera de las atribuciones del hombre someterse
a otro hasta concederle libertad de que lo destruya; que jams Dios y la naturaleza
permitieron al hombre que se abandonara tanto que su misma preservacin
descuidara, y ya que no puede quitarse su propia vida, tampoco sabr dar a otro
hombre poder de que se la quite. Ni deber nadie pensar que ello consienta
perpetuo fundamento de desorden, pues slo acontece cuando la molestia fuere
tan grande que la mayora se sintiere hostigada, y de ella se cansare, y
descubriere la necesidad de enmendarla. Y por tanto el poder ejecutivo o los
prncipes cuerdos nunca debern avecinarse a tal peligro; Y ste es, entre todos
los azares, el que ms necesitan sortear, por ser entre todos el ms peligroso.
CAPTULO XV
DE LOS PODERES PATERNO, POLTICO Y DESPTICO, CONSIDERADOS
JUNTOS
169. Aunque tuve ya ocasin de hablar separadamente de los tres, acaso, dados
los grandes errores de estos ltimos tiempos acerca del gobierno, nacidos, a lo
que entiendo, de confundir, una con otra, la naturaleza de tales poderes, no est
fuera de lugar que aqu les consideremos juntamente.
953
170. En primer trmino, pues, poder paterno o parental no es sino el de los padres
en el gobierno de sus hijos, para bien de ellos; hasta que llegaren a uso de razn,
o a sazn de conocimiento, con lo que pueda drseles por capaces de entender la
ley ya sea la de naturaleza, ya la de origen poltico de su pas, por la que debern
gobernarse: capaces, digo de conocerla, al igual que tantos otros que viven como
hombres libres bajo dicha ley. El afecto y ternura que Dios inculcara en el pecho
de los padres hacia sus hijos patentiza que no se trata aqu de un gobierno severo
y arbitrario, sino de uno limitado a la ayuda, educacin y preservacin de la prole.
Mas dejando esto a una parte, no hay, como prob, razn alguna que haga pensar
que en ningn tiempo deban los padres extenderlo a poder de vida o muerte sobre
sus hijos, ms que sobre cualesquiera otras personas, o que se deba mantener en
sujecin a la voluntad de sus padres al hijo llegado a hombre hecho y con perfecto
uso de razn; salvo que el haber recibido la vida y la crianza de ellos le obliga al
respeto, honra, gratitud, asistencia y mantenimiento, mientras vivieren, de su
padre y madre. As, pues, cierto es ser gobierno natural el paterno, pero en modo
alguno lo ser que se extienda a los fines y jurisdicciones de lo poltico. El poder
del padre no alcanza en absoluto a la propiedad del hijo, ceida a la disposicin de
ste.
171. En segundo lugar, el poder poltico es el que cada hombre poseyera en el
estado de naturaleza y rindiera a manos de la sociedad, y por tanto de los
gobernantes que la sociedad hubiere sobre s encumbrado; y ello con el tcito o
expreso cargo de confianza de que dicho poder sera empleado para el bien de los
cesionarios y la preservacin de su propiedad. Ahora bien, este poder, que tiene
cada hombre en estado de naturaleza y que entrega a la sociedad en cuanto de
ella pueda cobrar aseguramiento, era para usar, mirando a la preservacin de su
propiedad, los medios que tuviera por vlidos y la naturaleza le consintiera; y para
castigar en otros hombres la afrenta a la ley de naturaleza del modo (segn su
mejor entendimiento) ms adecuado para la preservacin de s mismo y del resto
de la humanidad; de suerte que siendo fin y medida de este poder, cuando en
estado de naturaleza se halla en las manos de cada quien, la preservacin de
cuntos participaren de su estado esto es, de la humanidad en generalno tendr el
954
955
justicia del tribunal a quien acudiere. Y quien apelare al cielo deber estar seguro
de que le asiste el derecho y que adems el derecho sea tal que valga la pena y
costo de la apelacin, pues deber responder ante un tribunal al que no cabe
engaar y que ciertamente retribuir a cada uno segn los daos que hubieren
causado a su prjimo, esto es, a cualquier parte de la humanidad. De lo que es
fcil deducir que quien vence en guerra injusta no por ello gana ttulo a la sumisin
y obediencia de los vencidos.
177. Pero suponiendo que la victoria favorezca a la parte justa, consideremos al
conquistador en guerra lcita y veamos qu poder consigue y sobre quin.
En primer lugar, es evidente que por su conquista no alcanza poder sobre quienes
conquistaron con l. Los que a su lado lucharon no pueden sufrir por la victoria,
antes permanecern, al menos, hombres tan libres como fueran antes. Y
comunsimamente sirven por un trmino de tiempo, y con la condicin de
compartir con su caudillo y disfrutar de su asignacin del botn, y otras ventajas
que la espada granjea, o al menos verse atribuida una parte del pas subyugado.
Y me atrevo a esperar que a las gentes vencedoras no ha de esclavizar su
victoria, ni estn sus laureles como emblema de sacrificio en la festividad triunfal
de su seor. Los que basan la monarqua absoluta en el ttulo de la espada, pintan
a sus hroes, fundadores de tales monarquas, como insignes espadachines, y
olvidan que hubieren tenido algn concurso de oficiales y soldados que
combatieran al lado de ellos, o les asistieran en el sometimiento de la tierra
seoreada, o en su posesin participaran. Refirenos algunos haber sido fundada
la monarqua inglesa en la conquista normanda, y que por ella nuestros prncipes
cobraron ttulo al dominio absoluto, lo cual de ser cierto (pues en la historia de otra
suerte aparece), y supuesto que a Guillermo asistiera el derecho de hacer guerra
en esta isla, limitara su domino por conquista a puros sajones y britanos que
entonces poblaban el pas. Los normandos que con l vinieron y le valieron en la
conquista, y cuntos de ellos descendieron, hombres libres son y no por conquista
sojuzgados; y venga de ello el domino que viniere. Y si yo o cualquier otro
reivindicare su libertad como de ellos derivada, ardusima labor costar sacar
958
prueba de lo contrario; y es bien patente que ley que entre unos y otros no
distinguiere, no ha de entender que exista diferencia alguna en su libertad o
privilegios.
178. Pero suponiendo, lo que rara vez ocurre, que quizs conquistadores y
vencidos no se integraren en uno slo pueblo bajo iguales leyes y libertad, veamos
qu poder incumba al conquistador sobre el sometido; y yo a tal poder llamo
puramente desptico. De poder absoluto goza sobre las vidas de quienes,
mediante injusta guerra, perdieron por tal incumplimiento su derecho, mas no
sobre las vidas o fortunas de quienes no se emplearon en la guerra, ni sobre las
posesiones aun de aquellos que en la guerra se hubieren empleado.
179. En segundo lugar, digo, pues, que el conquistador no consigue poder sino
sobre aquellos que en efecto hubieren asistido, concurrido o consentido a la
injusta fuerza que contra l se hubiere usado. Porque no habiendo dado el pueblo
a sus gobernantes facultad de hacer, cosa injusta, como es la injusta guerra
(porque jams tuvieran ellos mismos tal derecho), no deberan ser tenidos por
culpables de presin o violencia ninguna en injusta guerra cometida, ms all de
sus efectivas complicidades; como no habrn de ser tenidos por culpables de
opresin o violencia alguna que sus gobernantes usaren sobre su mismo pueblo, o
parte alguna de sus sbditos propios, quienes no les facultaron ms para esto que
para aquello. Cierto es que los conquistadores slo raras veces se preocupan de
hacer tal distincin, antes permiten de buen grado que la confusin de la guerra lo
asuele todo a un tiempo, pero eso no altera el derecho, porque emanando el poder
del conquistador sobre las vidas de los vencidos el solo hecho de que hubieren
usado fuerza para hacer o mantener injusticia, habr de ceir aquel poder al
nmero de quienes a tal fuerza hubieren concurrido. Todos los dems son
inocentes, y no le alcanza ms ttulo sobre gentes de tal pas que no le hubieren
hecho que le alcanzare sobre cualquier otro que, sin daos o provocacin alguna,
hubiere con l vivido en trminos equitativos.
180. En tercer lugar, el poder que un conquistador consigue sobre los vencidos en
justa guerra es perfectamente desptico; dispone de absoluto poder sobre las
959
llega a cuatro o cinco) es, comnmente, el mayor perjuicio que pueda causarse.
Porque en cuanto al dinero, y otras tales riquezas y tesoros arrebatados, no son
stos bienes de la naturaleza, sino que tienen solamente valor imaginario y
fantstico; la naturaleza no les dio ninguno. No son, a juicio de ella, de ms
importancia que el wampompeke de los americanos para un prncipe europeo, o
las monedas de plata europeas en lo antiguo para un americano. Y el producto de
cinco aos no sube al precio de la perpetua herencia de la tierra, si toda ella fuera
poseda y sin cacho yermo, cobrada por el perjudicado; lo que ser fcilmente
admitido con que se deje al lado el valor imaginario del dinero, siendo la
desproporcin mayor que entre cinco y cinco mil; aunque tambin es cierto que los
frutos de medio ao valen ms que la herencia en parajes en que excediendo la
tierra a lo posedo y usado por los habitantes, libre fuere cada cual de servirse de
las partes sobrantes. Pero los vence, dores no reparan tanto al apoderarse de las
tierras de los vecinos. Ningn dao, pues, que los hombres en el estado de
naturaleza (como lo estn los prncipes y gobiernos todos entre s) pueda sufrir
uno de otro, dar al vencedor la facultad de desposeer a la prole del vencido, y a
echarla del heredamiento que debiera ser posesin de ellos y de sus
descendientes en el curso de las generaciones. Sin duda el vencedor estar
inclinado a darse por dueo; y es propia condicin de los vencidos no poder
contender por su derecho. Pero ese modo, si ms no hubiere, no causa ms ttulo
que el de la nuda fuerza otorgare al mas fuerte sobre el ms dbil, por cuya razn
podr el de mayor fuerza tener derecho a todo cuanto le pluguiere arrebatar.
185. Sobre aqullos, pues, que a l se unieron en guerra, y aun sobre los
moradores del pas sojuzgado que no le hubieren opuesto, y aun sobre la
posteridad de los que le hubieren hecho fuerza, el conquistador, aun en justa
guerra, no adquiere por su victoria derecho al dominio. Libres estn los dichos de
sujecin alguna hacia l, y si su primer gobierno se disolviere, en franqua se
hallan para empezar y erigir otro para s.
186. Verdad es que el vencedor, usualmente por la fuerza que sobre ellos tiene,
les obliga, hincndoles la espada en el pecho, a postrarse ante sus condiciones y
963
significa ser tan propietarios de lo suyo que nadie pueda, sin consentimiento, suyo,
tomar parte alguna de ello; sin lo cual los hombres, bajo cualquier gobierno, no
sern hombres libres, sino esclavos inequvocos bajo fuerza de guerra. Y quin
duda que los cristianos griegos, descendientes de los antiguos poseedores de
aquel pas, puedan justamente descartar el yugo turco, bajo el cual por tanto
tiempo gimieron, en cuanto contaren con poder para ello?
193. Pero aun si se otorgara que el vencedor en justa guerra tuvieran derecho a
las haciendas, a las personas de los vencidos (del que manifiestamente carece),
no podra de ah deducirse el poder absoluto en la seguida de su gobierno, porque
siendo hombres libres todos los descendientes de aqullos, si recibieren de l
haciendas y posesiones para vivir en su pas, sin lo cual ste nada valiera, valdr
la merced por la propiedad que con, tuviere, y la naturaleza de sta radica en no
poder, sin el consentimiento de su dueo, serle arrebatada.
194. Sus personas son libres por derecho nativo, y sus propiedades, mayores o
menores, les pertenecen y estn a su disposicin y no a la de l: de otra suerte no
seran propiedad. Supngase que el vencedor da a un hombre mil estadales para
s y sus herederos a perpetuidad; y que a otro arrienda mil estadales, con carcter
vitalicio, mediante la renta de cincuenta o quinientas libras al ao. No tendr el
primero derecho a sus mil estadales para siempre, y el segundo durante su vida, si
pagare la renta precitada? No tendr el arrendatario, de por vida, la propiedad en
todo cuanto consiga fuere de su renta por encima de ella, por su trabajo y fatigas,
durante dicho trmino, suponiendo que doblare la renta? Puede cualquiera decir
que el rey o vencedor, tras su concesin, tendr expedito, por su poder de
vencedor, quitar toda parte de la tierra a los herederos del primero, o al segundo
durante su vida, supuesto que ste pagare la renta? O podr arrebatar a su
antojo los bienes o dineros que hayan conseguido sobre dicha tierra? Si pudiere,
todos los contratos libres y voluntarios del mundo cesarn y sern nulos: el puro
poder bastar para disolverlos en cualquier tiempo, con lo que todas las mercedes
y promesas de gentes en autoridad vendrn a resultar pura burla y maquinacin
fraudulenta. Porque, puede haber nada ms ridculo que decir: esto doy a ti y a
966
seoro, no es, aun que llevare el nombre de rebelin, ofensa ante Dios, sino que
Este, la permite y sostiene, aunque hubieren intervenido, bien que conseguidos
por la fuerza, convenios y promesas; porque es muy probable, para cualquiera que
leyere la historia de Ahaz y Ezequas atentamente, que los asirios sometieron a
Ahaz y le depusieron, e, hicieron rey a Ezequas en vida de su padre, y que
Ezequas, por convenio, rindi su homenaje y pag su tributo hasta el tiempo
dicho.
CAPTULO XVII
DE LA USURPACIN
197. As como la conquista puede ser llamada usurpacin extranjera; as la
usurpacin es una especie de conquista domstica, con una diferencia: que al
usurpador jams puede asistirle derecho, no pudiendo haber usurpacin ms que
cuando uno entrare en posesin de lo que a otro pertenece. Esta, mientras de
usurpacin no pasa, es cambio slo de personas, mas no de las formas y leyes
del gobierno, porque si el usurpador extendiere ms all su poder de lo que por
derecho perteneciera a los legtimos prncipes o gobernantes de la repblica, ya
se tratara de tirana unida a la usurpacin.
198. En todos los gobiernos legtimos la designacin de las personas que deben
gobernar es tan natural y necesaria parte de la institucin como la misma forma de
gobierno, cuando sta en su establecimiento viniere originariamente del pueblo.
Casi tanta anarqua es no tener forma de gobierno alguno, como convenir que
ser monrquico, mas no determinar el modo de designar a la persona en quien
residir el poder y ser monarca. Todas las repblicas, pues, tienen, con su forma
de gobierno, reglas tambin para designar y transferir el derecho a quines deban
tener alguna participacin en la autoridad pblica; y quienquiera que entrare en el
ejercicio de parte alguna del poder por otras vas que las prescritas por la ley de la
comunidad carecer de derecho a ser obedecido, aunque siguiere preservada la
forma de la sociedad poltica; pues no es l la persona designada por las leyes y
por tanto aquella a quien diera el pueblo su consentimiento, ni puede tal
968
usurpador, ni nadie que de l descendiere, cobrar ttulo cierto hasta que, a la vez,
tenga el pueblo libertad de consenso y haya efectivamente consentido en admitir y
confirmar en l aquel poder que hasta entonces fuera usurpado.
CAPTULO XVIII
DE LA TIRANA
199. As como usurpacin es ejercicio de poder a que otro tuviere derecho, tirana
es el ejercicio de poder allende el derecho a lo que no tiene derecho nadie; y ello
es hacer uso del poder que cada cual tiene en su mano, no para el bien de los que
bajo l se encontraren, sino para su separada y particular ventaja. Cuando el
gobernante, sea cual fuere su ttulo, no cumple la ley, sino su voluntad, ya la
autoridad y sus mandatos y acciones no se dirigen a preservar las propiedades de
su pueblo, sino la satisfaccin de sus ambiciones, venganzas, codicia o cualquier
otra desenfrenada demasa.
200. Si alguien pudiere dudar de que esta sea la verdad o razn, por proceder de
la oscura mano de un sbdito, espero que la autoridad de un rey le dar crdito. El
rey Jaime, en su discurso al Parlamento de 1603, dijo as: "En toda ocasin
preferir el bienestar del pblico y de toda la comunidad poltica en la elaboracin
de buenas leyes y constituciones, a cualesquiera fines mos particulares y
privados; entendiendo siempre que la riqueza y bienestar de la comunidad habrn
de ser mi mayor bienestar y felicidad terrena, punto en el cual el rey legtimo
difiere netamente del tirano; porque reconozco que el especfico y mayor punto de
diferencia que exista entre un rey legtimo y un tirano usurpador es ste: que
mientras el soberbio, ambicioso tirano piensa que su reino y sus gentes estn slo
ordenados a la satisfaccin de sus deseos y apetitos desrazonables, el recto y
justo rey debe, al contrario, reconocerse como destinado a procurar la riqueza y
propiedad de sus gentes." Y en otra ocasin, en su discurso al Parlamento de
1609, pronunci estas palabras: "El rey se obliga, por doble juramento, a la
observancia de las leyes fundamentales del reino: tcitamente", por ser rey y estar
as obligado a proteger tanto a las gentes como las leyes de su reino; y
969
que da el derecho de obrar, y no puede haber autoridad contra las leyes. Pero a
pesar de tal resistencia la persona y autoridad del rey siguen aseguradas, y no
hay, pues, peligro para el gobernante o gobierno
207. Tercero. Supuesto un gobierno en que la persona del principal magistrado no
fuere tenida por sagrada, ni siquiera all la doctrina de la legitimidad de la
resistencia a cualquier ejercicio ilegtimo de su poder le pondr en peligro a cada
liviana ocasin, como tampoco embrollar al gobierno; porque donde la parte
agraviada sepa hallar su remedio y reparacin a sus daos por apelacin a la ley,
no podr haber pretexto para la fuerza, que nicamente ser lcita cuando fuere
estorbada la apelacin a la ley. Pues ninguna fuerza por hostil deber ser tenida,
como no suprima el remedio de tal apelacin; y es slo esta especie de fuerza la
que pone a quien la usare en estado de guerra, legitimando el acto de resistir. Un
hombre, espada en mano, me pide mi bolsa en la carretera, cuando tal vez no me
queden sino unos ochavos en el bolsillo. A este hombre podr lcitamente matar.
Habr entregado a otro cien libras slo para que me las tuviere mientras yo
descabalgare; y al hallarme de nuevo en pie se niega l a devolvrmelas y saca su
espada para defender la posesin de ellas por la fuerza. El dao que ese hombre
me causa es cien o acaso mil veces mayor que el que tal vez se propusiera el otro
(se a quien mat antes de que en realidad me causara ninguno); y con todo,
pude legtimamente matar a aqul y no podr legtimamente tocarle a ste un pelo
de la ropa. La razn de ello es sencillsima; por usar el primero fuerza que
amenazaba mi vida, hubirame faltado tiempo, de haber recurrido a la ley, para
asegurarla; y perdida aqulla, perda toda posibilidad de apelacin. La ley no
pudiera devolver la vida a mis despojos. Hubiera sido la prdida irreparable; en
prevencin de lo cual la ley de naturaleza me dio el derecho de destruir a quien,
ponindose en estado de guerra contra m, amagara mi destruccin. Pero en el
otro caso, no hallndose mi vida en peligro, cabame el beneficio de apelar a la
ley, y alcanzar por este medio reparacin de mis cien libras.
208. Cuarto. Pero silos actos ilegtimos del magistrado fueren mantenidos (por el
poder que le asiste), y el remedio, por la ley debido, resultare por el mismo poder
973
que se prive a la sociedad del debido ejercicio del poder de aqullos, el legislativo
sufrir verdadera alteracin. Pues no son los nombres los que constituyen los
gobiernos, sino el uso y ejercicio de los poderes que se discurri les
acompaaran; de modo que quien arrebata la libertad, o estorba la labor del
legislativo en sus debidos periodos, arrebata en efecto el legislativo y pone fin al
gobierno.
216. Tercero, que cuando por el poder arbitrario del prncipe los electores o modos
de eleccin fueren alterados sin el consentimiento del pueblo y adversamente al
inters comn, tambin el legislativo ser alterado. Porque si escogiere a otros
distintos de los autorizados por la sociedad, o de otro modo que el prescrito por
ella, los escogidos no constituirn el legislativo nombrado por el pueblo.
217. Cuarto, que tambin la entrega del pueblo a la sujecin de un poder
extranjero, ya por el prncipe, ya por el legislativo, es ciertamente cambio del
legislativo y disolucin del gobierno. Porque habiendo sido fin de las gentes al
entrar en sociedad la preservacin de una sociedad libre y entera, gobernada por
sus propias leyes; pirdese aqul en cuanto se hallaren abandonados a un poder
extrao.
218. Evidente es la causa, en una constitucin del estilo dicho, de que la
disolucin del gobierno en los casos mencionados deba ser imputada al prncipe,
porque disponiendo l de la fuerza, tesoro y departamentos del Estado en su
ejercicio, y aun muchas veces persuadindose l mismo, u oyendo en lisonjas de
otros, que, como supremo magistrado, no ha de poder ser intervenido, slo l
estar en condicin de efectuar grandes avances en la senda de tales mudanzas,
bajo el pretexto de la autoridad legal, y tendr en su mano aterrorizar o suprimir a
los adversarios como facciosos, sediciosos y enemigos del gobierno, mientras que
ninguna otra parte del legislativo o pueblo ha de ser por s misma capaz de
intentar ninguna alteracin del legislativo sin rebelin abierta y visible, harto
susceptible de saltar a la vista y que cuando prevaleciere, determinara efectos
muy poco distintos del de una conquista extranjera. Adems, asistiendo al
prncipe, en tal forma de gobierno, el poder de disolver las dos restantes partes del
978
visiblemente empleados con igual fin, y todas las artes que la ley pervertida utiliza
para apartar y destruir cuanto se hallare al paso de tal propsito y no quisiere
plegarse y consentir en la tradicin de las libertades de su pas, ya no cabr duda
sobre la naturaleza de la accin. Fcil es determinar qu poder convendr que
tuvieren en la sociedad quienes as emplean el suyo opuestamente a la confianza
que les acompaara en su institucin primera, y nadie puede dejar de ver que el
que una vez intentara acciones de, esta especie no habr ya de ser tenido por
merecedor de crdito.
223. Acaso se arguya que hallndose el pueblo ignorante y en, perfecto
descontento, fundar el gobierno en la opinin inestable y humor incierto de las
gentes, fuera exponerle a ruina cierta; y que ningn gobierno sera capaz de
dilatada permanencia si el pueblo levantara un nuevo legislativo cada vez que por
el antiguo se sintiere agraviado. A eso respondo con la aseveracin contraria. El
pueblo, no se desprende tan fcilmente de sus formas antiguas como algunos se
complacen en sugerir. Cuesta harto convencerle de la necesidad de enmendar
faltas notorias en la fbrica a que se hubieren acostumbrado.. Y si existieren
defectos desde lo antiguo, u, otros adventicios introducidos por el tiempo o la
corrupcin, no ser tan hacedera la reforma, aunque todo el mundo se diere
cuenta de la ocasin que la facilitara. Esta lentitud y aversin del pueblo a salirse
de sus constituciones aejas ha sido advertida en este reino en muchas
revoluciones, de esta edad y otras anteriores, y todava nos tiene asidos, o, tras
algn intervalo de estril prueba, volvi a asirnos a nuestro antiguo legislativo
compuesto de rey, lores y comunes; y a pesar de tanta excitacin para que fuera
quitada la corona a algunos de nuestros prncipes, jams se consigui que llegara
el pueblo a confiara a una lnea distinta.
224. Pero se dir que esta hiptesis suministra levadura para frecuentes
rebeliones. A ello he de responder:
Primero. Que no ha de procurarla ms ella que otra ninguna. Porque cuando las
gentes se ven sumidas en el infortunio y expuestas a los malos tratamientos del
poder arbitrario, por ms que proclamaris a vuestros gobernantes, todo lo
982
ahincadamente que os viniere en gana, hijos de Jpiter, y aun que fueren ellos
sagrados y divinos, bajados del cielo o por l autorizados, pregonados como el ser
o cosa que se os antojare, acontecer siempre lo mismo: el pueblo al que por lo
comn se tratare daosamente y contra toda ley, estar dispuesto en cualquier
ocasin a descargarse de la pesadumbre que en tal demasa le agobia. Desear y
buscar una oportunidad, que en las mudanzas, flaquezas y accidentes de los
negocios humanos rara vez dilata ofrecerse. Corta ser la edad en este mundo de
quien no haya visto ejemplos de ello en su tiempo; y harto poco habr vivido quien
no pudiere alegar ejemplos de esta clase en toda clase de gobiernos de la tierra.
225. Segundo. Respondo que tales revoluciones no vienen en pos de cada torpe
manejillo de los negocios pblicos. Grandes errores por parte de los gobernantes,
muchas leyes injustas e inconvenientes y todos los resbalones de la fragilidad
humana, soportados sern por el pueblo sin motn ni murmullo. Pero si una larga
cadena de abusos, prevaricaciones y artificios, convergiendo todos a lo mismo,
alcanzan que el pueblo se entere del propsito y no pueda dejar de percibir lo que
por debajo cunde, y advierta adonde va a ir a parar, no ser extrao que se
levante e intente poner la autoridad en mano que le asegure los fines para los
cuales fuera erigido el gobierno, y en cuya carencia, los antiguos nombres y
formas especiosas no slo distan mucho de ser mejores sino que son harto ms
graves que el estado de naturaleza o pura anarqua; los inconvenientes son en
ambos casos igualmente grandes y allegados; pero el remedio en aqul es ms
arduo y remoto.
226. Tercero. Respondo que el poder que al pueblo asiste de proveer de nuevo
para su seguridad mediante un nuevo legislativo, cuando sus legisladores
hubieren obrado contrariamente a su depsito de confianza, invadiendo la
propiedad de aqul, es el mejor valladar contra la rebelin y el medio ms
probable para impedirla. Porque siendo la rebelin no precisamente oposicin a
las personas sino a una autoridad, nicamente fundada sta en constituciones y
leyes de gobierno, aquellos, quienesquiera que fueren, que por la fuerza irrumpan
en ellas, y por la fuerza justifiquen la violacin cometida, son propia y
983
984
228. Pero silos que dicen que tal doctrina es fundamento de rebelin quisieren dar
a entender que tal vez ocasionara guerras civiles o intestinos hervores decir al
pueblo que se tenga por suelto d su obediencia cuando se produjeren ilegales
acometidas contra sus libertades o propiedades, y que podr oponerse a la
violencia ilegal de quienes fueron sus magistrados si stos sus propiedades
invadieren, contrariamente a la confianza depositada en ellos; y que, por lo tanto,
no deber ser tal doctrina consentida, por destructora de la paz del mundo, bien
pudieran decir entonces, con igual fundamento, que los hombres de bien no
podrn oponerse a los salteadores o piratas, pues de ello se siguiera acaso
desorden o matanza. Si algn dao en tales casos ocurriere, no convendr
cargarle a quien su propio derecho proteja, sino al invasor del de su vecino. Y
quisiera yo que se considerara, supuesto que el inocente hombre de bien se viera
obligado a abandonar cuanto posee, por amor de la paz, a quien sobre l pusiere
mano violenta, qu clase de paz hubiera en el mundo, si la compusieran pura
violencia y rapia y la mantuviera el solo provecho de bandidos y opresores.
Quin no tuviera por notable aquella paz entre el poderoso y el mezquino segn
la cual la oveja, sin resistencia, alzare la garganta a que el imperioso lobo se la
despedazara? El antro de Polifemo nos ofrece acabadsimo dechado de tal paz.
Gobierno fue aqul en que Ulises y sus compaeros no deban hacerse a ms
menester que al de sufrir apaciblemente que les devoraran. Y no cabe duda que
Ulises, como varn avisado, les predicara la obediencia pasiva y les exhortara a
tranquila sumisin, representndoles cunto importaba la paz a la humanidad, y
mostrndoles cada inconveniente acaecedero si ofrecieren resistencia a Polifemo,
que a la sazn les seoreaba.
229. No hay ms fin del gobierno que el bien de la humanidad; y qu ha de ser
mejor para ella: que el pueblo se halle expuesto incesantemente a la
desenfrenada voluntad de la tirana, o que los gobernantes se expusieren tal cual
vez a la oposicin, por exorbitantes en el uso de su poder y empleo de ste para la
destruccin, en vez de preservacin, de las propiedades de su pueblo?
985
230. Y nadie diga que de ello vayan a nacer daos tan a menudo como se
antojare a un espritu intrigante o turbulento desear la alteracin del gobierno.
Verdad es que tales hombres podrn agitarse a su capricho, pero ello no ser ms
que para su justa ruina y perdicin. Porque hasta que el dao se hiciere general, y
los malos designios de los gobernantes resultaren visibles, o perceptibles sus
intentos, para la mayor parte, el pueblo, ms dispuesto a sufrir que a enderezar el
entuerto por la resistencia, habr de permanecer en sosiego. Los ejemplos de
injusticias particulares u opresin, en tal o cual lugar, de un desdichado, no le
mueven. Pero si invadiere a las gentes la persuasin, fundada en prueba
manifiesta, de que se traman designios contra sus libertades, y ya el curso y
tendencia general de los eventos no pudiera darles sino graves sospechas de la
daada intencin de sus gobernantes, sobre quin habr de recaer la censura?
Y quien habr de poder remediarlo si stos, en cuyas manos estuvo evitar que se
suscitara, dan ocasin a tal sospecha? Habr que recriminar a las gentes porque
tengan seso a fuer de criaturas racionales, y no puedan pensar sobre las cosas
ms que como las hallaren y sintieren? Y no ser la culpa de quien dispuso de tal
suerte las cosas, mejor que de aquellos que no hubieran querido deber juzgarlas
en tal estado? Concedo que la soberbia, ambicin y turbulencia de particulares
promovieron a veces grandes desordenes en las repblicas, y hartas facciones
han sido fatales a estados y reinos. Pero dejo a la historia imparcial el
esclarecimiento de si el dao empez las ms de las veces en el desenfreno
popular y el deseo de sacudirse la autoridad legtima de sus gobernantes, o en la
insolencia de stos y sus intentos para conseguir y ejercer un poder arbitrario
sobre su pueblo. Seguro estoy de que cualquiera, gobernante o sbdito, que por
fuerza emprendiere invadir los derechos de prncipe o pueblo, y preparare el
derrocamiento de la constitucin y mquina de cualquier gobierno justo, ser
culpable del mayor crimen que, a mi juicio, pueda cometer el hombre, y deber
responder por todo el estrago de sangre, rapia y desolacin que al hacer aicos
un gobierno se causa al pas; y quien tal hiciere, con justicia es estimado enemigo
comn y peste de la humanidad, y en conformidad con tal juicio habr de ser
tratado.
986
231. Convienen todos en que sbditos o extranjeros que atentaren por la fuerza
contra las propiedades de cualesquiera gentes, por la fuerza podrn ser resistidos;
mas recientemente fue negado que pudieran serlo magistrados que lo propio
hicieran; cmo si quienes gozan por ley los mayores privilegios y ventajas,
cobraran por ello el poder de romper aquellas leyes por cuyo nico valimiento se
hallan en mejor lugar que sus hermanos, siendo as que su ofensa es por ello
mayor: tanto por su ingratitud tras haberles concedido la ley la mayor parte, como
por la violacin de la confianza que sus hermanos depositaran en ellos.
232. Quienquiera que usare la fuerza sin derecho como hace en la sociedad civil
todo el que la usare fuera de la leyse pondr en estado de guerra con aquellos a
quienes dirigiera su uso, y en tal estado cancelados quedan todos los vnculos
anteriores, y cada cual tiene derecho a defenderse a s mismo y a resistir al
agresor. Ello es tan evidente que el propio Barclay ese mantenedor sumo del
poder y carcter sagrado de los reyesse ve obligado a confesar que es lcito que el
pueblo en algunos casos resista a su rey; y hcelo, precisamente, en un captulo
en que pretende demostrar que veda la ley divina al pueblo toda especie de
rebelin. Por lo cual resulta evidente, aun segn su misma doctrina, que si el
pueblo puede en ciertos casos resistir, no ser rebelin toda resistencia al
prncipe. Estas son sus palabras: "Quod siquis dicat, Ergone populus tyrannicae
crudelitati et filrori jugulum semper praebbit? Ergone multitudo civitates suas fame,
ferro et flamm vastan, seque, conjuges, et liberos fortunae ludibrio et tyranni
libidini expoi, inque omnia vitae pericula omnesque miserias et molestias rege
deduci paflentur?, Num illis quod omni animanfium generi est natur tributum,
denegari debet, ut sc vim vi repellant, seseque aid injun tueantur? Hujc breviter
responsum sit, populo universo negar!. defensionem, quae, juris naturalis est,
neque ultionem quae praeter naturam est adversus regem concedi debere.
Quapropter si rex in singulare tantuin personas aliquot privatum odium exerceat,
sed corpus etiam reipublicae, cujus ips'e caput est . e., totum populum, vel
insiguem aliquam ejus parte iInI et intolerand saevitia tyrannide divexet; populo,
q'uidem hoc casu resistendi ac tuendi se ab ujuria potestas competit, sed tuendi se
tantum, nom enim in' principem invadendi: et restituendae injuriae illatae, non
987
omnino
debet)
resistere
cum
reverenti
possit."
Barclay,
Contra
gentes, en tal caso tendr el pueblo derecho de resistir y defenderse del dao,
mas habr de ser con la caucin de que tan slo se defiendan a s mismos, pero a
su prncipe no ataquen. Reparar pueden los daos sufridos, mas no debern, bajo
provocacin alguna, exceder los lmites de la debida reverencia y respeto.
Rechazar podrn el actual intento, mas no vengar pasadas violencias. Porque es
natural en nosotros defender vida y miembros; mas que un inferior castigare a un
superior, cosa fuera contra naturaleza. Podr el pueblo impedir, antes de que
llegare a ejecucin, el dao contra l planeado, pero una vez fuere llevado a cabo
no deber vengarlo en el rey aunque fuere autor del crimen. Este es, pues, el
privilegio del pueblo en general sobre lo que a cualquier particular correspondiere:
Que a los particulares slo se asigna por nuestros mismos adversarios (con la sola
excepcin de Buchanan) la paciencia por remedio, pero el cuerpo popular puede,
con reverencia, hacer oposicin a la tirana intolerable, pues cuando es slo
moderada debern soportarla."
234. Hasta tal punto el gran abogado del poder monrquico permite la resistencia.
235. Cierto es que le supone dos limitaciones, sin objeto prctico:
Primero. Dice que deber ser con reverencia.
Segundo. Deber ser sin retribucin o castigo; y la razn que da es "que un
inferior no puede castigar a un superior".
Primero. Cmo pudiere resistirse a la fuerza sin atacar uno a su vez, o cmo
pudiere atacar con reverencia, cosas son que requeriran no poca habilidad para
su trueque en inteligibles. Quien se opusiere a una acometida con su solo escudo
para recibir los golpes, o en cualquier otra posicin ms respetuosa, sin una
espada en la mano para abatir la confianza y fuerza del agresor, no tardara en
llegar a la postre de su resistencia y en descubrir que tal defensa no sirve ms que
para ganarse el trato ms acerbo. Este es modo de resistencia tan ridculo como el
de lucha discurrido por Juvenal: Ubit tu pulsas, ego vapulo tantum. Y el desenlace
del combate ser inevitablemente el mismo por l descrito:
989
salvo en el caso de que el rey hiciere algo por lo que dejara de serlo; porque si se
despojare de su corona y dignidad, y volviere al estado de persona particular, y el
pueblo se convirtiere en libre y superior, el poder de que gozaron en el interregno,
antes de que por rey le coronaran, otra vez a manos de ellos volviera. Son empero
muy raros los extravos que pueden dar lugar a este curso del negocio. Despus
de considerarlo bien por toda faceta; dos se me ocurren exclusivamente. Dos
casos hay, digo, mediante los cuales un rey, ipso, facto, deja de serlo y pierde
todo poder y autoridad eminente sobre su pueblo: los mismos son tambin
considerados por Winzerus. Acaece el primero si l intentare derribar el gobierno,
esto es, s tuviere el propsito de arruinar su reino, como se cuenta de Nern que
habla decidido destruir el senado y pueblo de Roma, y devastar la ciudad por el
fuego y la espada, para luego trasladarla a algn nuevo paraje; y de Calgula,
quien abiertamente declar que no iba a ser ms cabeza del pueblo o senado, y
que abrigaba el pensamiento de acabar con los ms ejemplares varones de
ambos rangos, y despus retirarse a Alejandra, y que deseaba el pueblo no
tuviera ms que un cuello, con lo que a todos despachara de un golpe. Designios
tales, mueven al rey en cuya mente anidan y que seriamente, los fomentare, a
abandonar al punto todo pensamiento y cuidado de la repblica y, por lo tanto
pierde su derecho al poder de gobernar a sus sbditos, como dueo pierde su
dominio sobre los esclavos a quienes abandonare."
238. "Acaece el otro caso cuando un rey a otro se somete, y sujeta su reino,
herencia de sus pasados, puesto libremente por el pueblo en sus manos, al
dominio ajeno. Porque aunque tal Vez pudiere no abrigar la intencin de perjudicar
al pueblo, con todo, por haber perdido mediante ello la principal parte de su
dignidad real, esto es, su condicin de prximo e inmediatamente inferior a Dios,
supremo en su reino, y tambin por haber traicionado o forzado a su pueblo, cuya
libertad hubiera debido conservar esmeradamente, al dejar que por una nacin
extranjera fuere seoreado, por sta, como si dijramos, enajenacin de su reino,
perder el poder que en l antes tuviera, sin transferir en un pice derecho a
aquellos a quienes le hubiere librado; de suerte que por tal acto deja al pueblo en
992
de nuestra iglesia,
995
Pero, aqu, lo presente significa solamente una realidad objetiva que tiene su
conciencia ms all; todo momento singular, como esencia, recibe sta y con ella
la realidad de un otro y, en la medida en que es real, su esencia es un otro que su
realidad. Nada tiene un espritu fundado en l mismo e inmanente, sino que es
fuera de s en un espritu extrao el equilibrio del todo no es la unidad que
permanece en s misma ni su aquietamiento que ha retornado a s, sino que se
basa en el extraamiento de lo contrapuesto.
El todo es, por consiguiente, como cada momento singular, una realidad [Realitt]
extraada (alienada) de s; se quiebra en un reino en el que la autoconciencia es
real, lo mismo que su objeto, y otro, el reino de la pura conciencia, que ms all
del primero no tiene presencia real, sino que es en la fe. Ahora bien, as como el
mundo tico retorna de la separacin en ley humana y ley divina y de sus figuras y
su conciencia retorna de la separacin en saber e inconsciencia a su destino, al s
mismo como la potencia negativa de esta oposicin, tambin retornarn al s
mismo estos dos reinos del espritu extraado de s; pero si era el primer S mismo
con validez inmediata, la persona singular, el segundo, que retorna a s de su
enajenacin, ser el s mismo universal, la conciencia que ha captado el concepto,
y estos mundos espirituales, todos los momentos de los cuales afirman de s una
realidad plasmada y una subsistencia no espiritual, se disolvern en la pura
inteleccin. sta, como el s mismo que se capta a s mismo, consuma la cultura;
no aprehende nada ms que el s mismo, y lo aprehende todo como el s mismo,
es decir, lo concibe todo, cancela toda objetividad y convierte todo ser en s en un
ser para s. Vuelta contra la fe como el reino extrao de la esencia situado en el
ms all, es la Ilustracin [Aufklrung]. Esta consuma el extraamiento tambin en
aquel reino a que va a refugiarse el espritu extraado como a la conciencia de la
quietud igual a s misma; le trastorna a este espritu el orden domstico implantado
aqu por l, introduciendo en aquel reino los instrumentos del mundo del ms ac
de que el espritu no puede renegar como propiedad suya, porque su conciencia
pertenece igualmente al mundo del ms ac. En esta empresa negativa, la pura
inteleccin se realiza [realisiert] a s misma, a la par que hace surgir su propio
997
individuos tendrn el mismo ser all los unos para los otros; aquella pretendida
individualidad slo ser precisamente el ser all supuesto, que en este mundo, en
que slo cobra realidad lo que se enajena a s mismo y, por tanto, solamente lo
universal, carece de permanencia. Lo supuesto vale, por tanto, como lo que es,
como una especie. Especie [Art] no es, aqu, exactamente, lo mismo que espce,
"el ms terrible de todos los apodos, ya que designa la mediocridad y expresa el
ms alto grado del desprecio". Especie [Art] y ser bueno en su especie [in seiner
Art], son expresiones alemanas que dan a este significado un matiz honesto, como
si no se quisiera decir algo tan malo o como si, de hecho, dichas expresiones no
entraasen todava la conciencia de lo que es la especie y de lo que es la cultura y
la realidad.
1000
30
1001
1002
Se sabe lo dems. El buen Dios, cuya ciencia innata constituye una de las
facultades divinas, habra debido advertir lo que sucedera; sin embargo, se
enfureci terrible y ridculamente: maldijo a Satans, al hombre y al mundo
creados por l, hirindose, por decirlo as, en su propia creacin, como hacen los
nios cuando se encolerizan; y no contento con alcanzar a nuestros antepasados
en el presente, los maldijo en todas las generaciones del porvenir, inocentes del
crimen cometido por aquellos. Nuestros telogos catlicos y protestantes hallan
que eso es muy profundo y muy justo, precisamente porque es monstruosamente
inicuo y absurdo.
1003
Luego, recordando que no era slo un Dios de venganza y de clera, sino un Dios
de amor, despus de haber atormentado la existencia de algunos millares de
pobres seres humanos y de haberlos condenado a un infierno eterno, tuvo piedad
del resto y para salvarlo, para reconciliar su amor eterno y divino con su clera
eterna y divina siempre vida de vctimas y de sangre, envi al mundo, como una
vctima expiatoria, a su hijo nico a fin de que fuese muerto por los hombres. Eso
se llama el misterio de la redencin, base de todas las religiones cristianas. Y si el
divino salvador hubiese salvado siquiera al mundo humano! Pero no; en el paraso
prometido por Cristo, se sabe, puesto que es anunciado solemnemente, que o
habr ms que muy pocos elegidos. El resto, la inmensa mayora de las
generaciones presentes y del porvenir, arder eternamente en el infierno. En
tanto, para consolarnos, Dios, siempre justo, siempre bueno, entrega la tierra al
gobierno de los Napolen III, de los Guillermo I, de los Femando de Austria y de
los Alejandro de todas las Rusias.
Tales son los cuentos absurdos que se divulgan y tales son las doctrinas
monstruosas que se ensean en pleno siglo XIX, en todas las escuelas populares
de Europa, por orden expresa de los gobiernos. A eso se llama civilizar a los
pueblos! No es evidente que todos esos gobiernos sean los envenenadores
sistemticos, los embrutecedores interesados de las masas populares?
1004
Vuelvo al mito del pecado original. Dios dio la razn a Satans y reconoci que el
diablo o haba engaado a Adn y a Eva prometindoles la ciencia y la libertad,
como recompensa del acto de desobediencia que les haba inducido a cometer;
porque tan pronto como hubieron comido del fruto prohibido, Dios se dijo a s
mismo (vase la Biblia): He aqu que el hombre se ha convertido en uno de
nosotros, sabe del bien y del mal; impidmosle, pues, comer del fruto de la vida
eterna, a fin de que no se haga inmortal como nosotros. Dejemos ahora a un lado
la parte fabulesca de este mito y consideremos su sentido verdadero. El sentido es
muy claro. El hombre se ha emancipado, se ha separado de la animalidad y se ha
constituido como hombre; ha comenzado su historia y su desenvolvimiento
propiamente humano por un acto de desobediencia y de ciencia, es decir, por la
rebelda y por el pensamiento.
Por consiguiente han declarado que el ser real, la materia, el mundo, es la Nada.
Despus de eso vienen a decirnos gravemente que esa materia es incapaz de
reducir nada, ni aun de ponerse en movimiento por s misma, y que, por
consiguiente, ha debido ser creada por Dios. En otro escrito he puesto al desnudo
los absurdos verdaderamente repulsivos a que se es llevado fatalmente por esa
imaginacin de un Dios, sea personal, sea creador y ordenador de los mundos;
sea impersonal y considerado como una especie de alma divina difundida en todo
el universo, del que constituira el principio eterno; o bien como idea indefinida y
divina, siempre presente y activa en el mundo y manifestada siempre por la
totalidad de seres materiales y finitos.
religiones
Pero puesto que los esfuerzos gigantes como de los ms admirables genios que
el mundo conoce y que durante treinta siglos al menos han emprendido siempre
de nuevo ese trabajo de Ssifo no han culminado sino en la mayor incomprensin
an de ese misterio, podremos esperar que nos ser descubierto hoy por las
especulaciones rutinarias de algn discpulo pedante de una metafsica
artificiosamente recalentadas y eso en una poca en que todos los espritus
vivientes y serios se han desviado de esa ciencia explicable, surgida de una
transaccin, histricamente explicable sin duda, entre la irracionalidad de la fe y la
sana razn cientfica? Es evidente que este terrible misterio es inexplicable, es
decir, que es absurdo, porque lo absurdo es lo nico que no se puede explicar.
Es evidente que el que tiene necesidad de l para su dicha, para su vida, debe
renunciar a su razn y, volviendo, si puede, a la ingenua, ciega, estpida, repetir
con Tertuliano y con todos los creyentes sinceros estas palabras que resumen la
quintaesencia misma de la teologa: Credoquia absurdum. Entonces toda
discusin cesa, y no queda ms que la estupidez triunfante de la fe. Pero entonces
se promueve tambin otra cuestin: Cmo puede nacer en un hombre inteligente
e instruido la necesidad de creer en ese misterio? Que la creencia en Dios
1008
Hay otra razn que explica y que legitima en cierto modo las creencias absurdas
del pueblo. Es la situacin miserable a que se encuentra fatalmente condenado
por la organizacin econmica de la sociedad en los pases ms civilizados de
Europa. Reducido, tanto intelectual y moralmente como en su condicin material al
mnimo de una existencia humana, encerrado en su vida como un prisionero en su
prisin, sin horizontes, sin salida, sin porvenir mismo, si se cree a los economistas,
el pueblo debera tener el alma singularmente estrecha y el instinto achatado de
los burgueses para no experimentar la necesidad de salir de ese estado; pero para
eso no hay ms que tres medios, dos de ellos ilusorios y el tercero real.
Los dos primeros son el burdel y la iglesia, el libertinaje del cuerpo y el libertinaje
del alma; el tercero es la revolucin social. De donde concluyo que esta ltima
nicamente, mucho ms al menos que todas las propagandas tericas de los
librepensadores, ser capaz de destruir hasta los mismos rastros de las creencias
religiosas y de los hbitos de desarreglo en el pueblo, creencias y hbitos que
1009
de
monopolizadores,
todas
las
capitalistas,
especies,
policas,
empresarios
carceleros
propietarios,
verdugos,
abogados,
Existe, en fin, una categora bastante numerosa de almas honestas, pero dbiles,
que, demasiado inteligentes para tomar en serio los dogmas cristianos, los
rechazan en detalle, pero no tienen ni el valor, ni la fuerza, ni la resolucin
necesarios para rechazarlos totalmente. Dejan a vuestra crtica todos los absurdos
particulares de la religin, se burlan de todos los milagros, pero se aferran con
desesperacin al absurdo principal, fuente de todos los dems, al milagro que
explica y legitima todos los otros milagros: a la existencia de Dios. Su Dios no es
el ser vigoroso y potente, el Dios brutalmente positivo de la teologa.
Es un ser nebuloso, difano, ilusorio, de tal modo ilusorio que cuando se cree
palparle se transforma en Nada; es un milagro, un ignis fatuus que ni calienta ni
ilumina. Y, sin embargo, sostienen y creen que si desapareciese, desaparecera
1010
Es con ellos con quienes hay que discutir esta cuestin. Comprobemos primero
que ninguno de los hombres ilustres que acabo de mencionar, ni ningn otro
pensador idealista un poco importante de nuestros das, se ha ocupado
propiamente de la parte lgica de esta cuestin. Ninguno ha tratado de resolver
filosficamente la posibilidad del salto mortale divino de las regiones eternas y
puras del espritu al fango del mundo material. Tienen temor a abordar esa
insoluble contradiccin ydesesperan de resolverla despus que han fracasado los
ms grandes genios de la historia, o bien a han considerado como suficientemente
res uelta ya? Es su secreto.
para
su
lgica,
porque
el
consentimiento
general,
la
y la
universalidad de una creencia seran, contra toda la ciencia y contra toda lgica,
una prueba suficiente e irreductible de su verdad. Y por qu? Hasta el siglo de
Coprnico y de Galileo, todo el mundo haba credo que el Sol daba vueltas
alrededor de la Tierra. No se enga todo el mundo? Hay cosa ms antigua y
ms universal que la esclavitud? La antropofagia quiz.
del buen Dios no prueba nada. Nada es en efecto tan universal y tan antiguo como
lo inicuo y lo absurdo, y, al contrario, son la verdad la justicia las que, en el
desenvolvimiento de las sociedades humanas, son menos universales y ms
jvenes; lo que explica tambin el fenmeno histrico constante de las
persecuciones inauditas de que han sido y continan siendo objeto aquellos que
las proclaman, primero por parte de los representantes oficiales, patentados e
interesados de las creencias universales y antiguas, y a menudo por parte
tambin de aquellas mismas masas populares que, despus de haberlos
atormentado, acaban siempre por adoptar y hacer triunfar sus ideas.
Esta ley es una consecuencia lgica, inevitable, del origen animal de la sociedad
humana; ahora bien, frente a todas las pruebas cientficas, psicolgicas, histricas
que se han acumulado en nuestros das, tanto como frente a los hechos de los
alemanes, conquistas de Francia, que dan hoy una demostracin tan brillante de
ello, no es posible, verdaderamente, dudar de la realidad de ese origen. Pero
desde el momento que se acepta ese origen animal del hombre, se explica todo.
La historia se nos aparece, entonces, como la negacin revolucionaria, ya sea
lenta, aptica, adormecida, ya sea apasionada y poderosa del pasado. Consiste
1013
El hombre, animal feroz, primo del gorila, ha partido de la noche profunda del
instinto animal para llegar a la luz del espritu, lo que explica de una manera
completamente natural todas sus divagaciones pasadas, y nos consuela en parte
de sus errores presentes. Ha partido de la esclavitud animal y despus de
atravesar su esclavitud divina, trmino transitorio entre su animalidad y su
humanidad, marcha hoy a la conquista y a la realizacin de su libertad humana.
De donde resulta que laantigedad de una creencia, de una idea, lejos de probar
algo en su favor, debe, al contrario, hacrnosla sospechosa.
En tanto que persista la raz de todos los absurdos que atormentan al mundo, la
creencia en Dios permanecer intacta, no cesar de echar nuevos retoos. Es as
como en nuestros das, en ciertas regiones de la ms alta sociedad, el espiritismo
tiende a instalarse sobre las ruinas del cristianismo. No es slo en inters de las
masas, sino tambin en de la salvac in de nuestro propio espritu debemos
forzarnos en comprender la gnesis histrica de la idea de Dios, la sucesin de las
causas que desarrollaron produjeron esta idea en la conciencia de los hombres.
1015
chaturas, los dolores y las vergenzas de una existencia miserable. Contra esa
enfermedad, he dicho, no hay ms queun remedio: la revolucin social.
Entre tanto, otras veces he tratado de exponer las causas que presidieron el
nacimiento y el desenvolvimiento histrico de las alucinaciones religiosas en la
conciencia del hombre. Aqu no quiero tratar esa cuestin de la existencia de un
Dios, o del origen divino del mundo y del hombre, ms que desde el punto de vista
de su utilidad moral y social, y sobre la razn terica de esta creencia no dir ms
que pocas palabras, a fin de explicar mejor mi pensamiento. Todas las religiones,
con sus dioses, sus semidioses y sus profetas, sus Mesas y sus santos, han sido
creadas por la fantasa crdula de los hombres, no llegados an al pleno
desenvolvimiento y a la plena posesin de sus facultades intelectuales; en
consecuencia de lo cual, el cielo religioso no es otra cosa que un milagro donde el
hombre, exaltado por la ignorancia y la fe, vuelve a encontrar su propia imagen,
pero agrandada y trastrocada, es decir, divinizada. La historia de las religiones, la
del nacimiento, de la grandeza y de la decadencia de los dioses que se sucedieron
en la creencia hum ana, no es nada ms que el desenvolvimiento de la inteligencia
y de la conciencia colectiva de los hombres.
Todos los hombres les deben una obediencia ilimitada y pasiva, porque contra la
razn divina no hay razn humana y contra la justicia de Dios no hay justicia
terrestre que se mantengan. Esclavos de Dios, los hombres deben serlo tambin
de la iglesia y del Estado, en tanto que este ltimo es consagrado por la iglesia.
He ah lo que el cristianismo comprendi mejor que todas las religiones que
existen o que han existido, sin exceptuar las antiguas religiones orientales, que,
por lo dems, no han abarcado ms que pueblos concretos y privilegiados,
mientras que el cristianismo tiene la pretensin de abarcar la humanidad entera; y
he ah lo que, de todas las sectas cristianas, slo el catolicismo romano ha
proclamado y realizado con una consecuencia rigurosa.
Si Dios existe, el hombre es esclavo; ahora bien, el hombre puede y debe ser libre:
porconsiguiente, Dios no existe. Desafo a quienquiera que sea a salir de ese
crculo, y ahora, escojamos. Es necesario recordar cunto y cmo embrutecen y
corrompen las religiones a los pueblos? Matan en ellos la razn, ese instrumento
principal de la emancipacin humana, y los reducen a la imbecilidad, condicin
esencial de su esclavitud. Deshonran el trabajo humano y hacen de l un signo y
una fuente de servidumbre. Matan la nocin y el sentimiento de la justicia humana,
haciendo inclinar siempre la balanza del lado de los pcaros triunfantes, objetos
privilegiados de la gracia divina. Matan la altivez y la dignidad, no protegiendo ms
que a los que se arrastran y a los que se humillan. Ahogan en el corazn delos
pueblos todo sentimiento de fraternidad humana, llenndolo de crueldad
divina.Todas las religiones son crueles, todas estn fundadas en la sangre, porque
todasreposan principalmente sobre la idea del sacrificio, es decir, sobre la
inmolacin perpetua de la humanidad a la insaciable venganza de la divinidad.
1018
Todo esto, nuestros ilustres idealistas contemporneos lo saben mejor que nadie.
Son hombres sabios e conocen la historia de memoria; y como son al mismo
tiempo hombres vivientes, grandes almas penetradas por un amor sincero y
profundo hacia el bien de la humanidad, han maldito y zaherido todos estos
efectos, todos estos crmenes de la religin con una elocuencia sin igual.
Rechazan con indignacin toda solidaridad con el Dios de las religiones positivas y
con sus representantes pasados y presentes sobre la Tierra. El Dios que adoran o
que creen adorar se distingue precisamente de los dioses reales de la historia, en
que no es un Dios positivo, ni determinado de ningn modo, ya sea teolgico, ya
sea metafsicamente. No es ni el ser supremo de Robespierre y de Rousseau, ni el
Dios pantesta de Spinoza, ni siquiera el Dios a la vez trascendente e inmanente y
muy equvoco de Hegel.
Se cuidan bien de darle una determinacin positiva cualquiera, sintiendo que toda
determinacin lo sometera a la accin disolvente de la crtica. No dirn de l si es
un Dios personal o impersonal, si ha creado o si no ha creado el mundo; no
hablarn siquiera de su divina providencia. Todo eso podra comprometerlos. Se
contentarn con decir: Dios y nada ms. Pero, qu es su Dios? No es siquiera
una idea, es una aspiracin. Es el nombre genrico de todo lo que les parece de,
bueno, bello, noble, humano.
Pero, por qu dicen entonces: hombre? Ah! es que el rey Guillermo de Prusia y
Napolen III y todos sus semejantes son igualmente hombres; y he ah lo que ms
les embaraza. La humildad real nos presenta el conjunto de todo lo que hay de
ms sublime, de ms bello y de todo lo que hay de ms vil y de ms monstruoso
en el mundo. Cmo salir de ese atolladero? Llaman a lo uno divino y a lo otro
bestial, representndose la divinidad y la animalidad como los dos polos entre los
cuales se coloca la humanidad. No quieren o no pueden emprender que esos tres
trminos no forman ms que uno y que si se los separa se los destruye
1019
idealismo
prctico,
sacando
mucho
menos
sus
inspiraciones
del
justicia
ni
igualdad
ni
fraternidad
ni
prosperidad
posibles.
Podrn,
Quiz tambin, al hablar de la libertad como de una cosa que es para ellos
muyrespetable y muy querida, la comprenden de distinto modo a como nosotros la
entendemos, nosotros, materialistas y socialistas revolucionarios. En efecto; no
hablan de ella sin aadir inmediatamente otra palabra, la de autoridad,
una
en el
que una sola libertad posible: la de reconocerlas y de aplicarlas cada vez ms,
conforme al fin de la emanacin o de la humanizacin, tanto colectiva como
individual que persigue.
Estas leyes, una vez reconocidas, ejercen una autoridad que no es discutida por la
masa de los hombres. Es preciso, por ejemplo, ser loco o telogo, o por lo menos
un metafsico, un jurista, o un economista burgus para rebelarse contra esa ley
segn a cual dos ms dos suman cuatro. Es preciso tener fe para imaginarse que
no se quemar uno en el fuego y que no se ahogar en el agua, a menos que se
recurra a algn subterfugio fundado aun sobre alguna otra ley natural. Pero esas
rebeldas, o ms bien esas tentativas esas locas imaginaciones de una rebelda
imposible no forman ms que una excepcin bastante rara; porque, en general, se
puede decir que la masa de los hombres, en su vida cotidiana, se deja gobernar
de una manera casi absoluta por el buen sentido, lo que equivale a decir por la
suma de las leyesgeneralmente reconocidas.
Una vez que hayan sido reconocidas primero por la ciencia y que la cienc ia, por
medio de un amplio sistema de educacin y de instruccin populares, las hayan
hecho pas ar a la conciencia de todos, la cuestin de la libertad estar
perfectamente resuelta. Los autoritarios ms recalcitrantes deben reconocer que
entonces no habr necesidad de organizacin poltica ni de direccin ni de
legislacin, tres cosas que, ya sea que emanen de la voluntad del soberano, ya
1022
que resulten de los votos de un parlamento elegido por sufragio universal yaun
cuando estn conformes con el sistema de las leyes naturales lo que no tuvo lugar
jams y no tendr jams lugar, son siempre igualmente funestas y contrarias a la
libertad de las masas, porque les impone un sistema de leyes exteriores y, por
consiguiente, despticas.
La libertad del hombre consiste nicamente en esto, que obedece a las leyes
naturales, porque las ha reconocido l mismo como tales y no porque le hayan
sido impuestas exteriormente por una voluntad extraa, divina o humana
cualquiera, colectiva o individual. Suponed una academia de sabios, compuesta
por los representantes ms ilustres de la ciencia; suponed que esa academia sea
encargada de la legislacin, de la organizacin de la sociedad y que, slo
inspirndose en el puro amor a la verdad, no le dicte ms que leyes
absolutamente conformes a los ltimos descubrimientos de la ciencia.
Pero hay una tercera razn que hace imposible tal gobierno: es que una academia
cientfica revestida de esa soberana digamos que absoluta, aunque estuviere
compuesta por los hombres ms ilustres, acabara infaliblemente y pronto por
corromperse moral e intelectualmente. Esta es hoy, ya, con los pocos privilegios
que se les dejan, la historia de todas las academias. El mayor genio cientfico,
desde el momento en que se convierte en acadmico, en sabio oficial, patentado,
cae inevitablemente y se adormece. Pierde su espontaneidad, su atrevimiento
revolucionario, y esa energa incmoda y salvaje que caracteriza la naturaleza de
los grandes genios, llamados siempre a destruir los mundos caducos y a echar los
fundamentos de mundos nuevos. Gana sin duda en cortesa, sabidurautilitaria y
prctica, lo que pierde en potencia de pensamiento. Se corrompe, en una palabra.
de
los
hombres.
El
hombre
privilegiado,
sea
poltica,
sea
Pero lo que es verdad para las academias cientficas es verdad igualmente para
todas las asambleas constituyentes y legislativas, aunque hayan salido del
1024
Yo recibo y doy, tal es la vida humana. Cada uno es autoridad dirigente y cada
uno es dirigido a su vez. Por tanto no hay autoridad fija y constante, sino un
cambio continuo de autoridad y de subordinacin mutua, pasajera y sobre todo
voluntaria. Esa misma razn me impide, pues, reconocer una autoridad fija,
constante y universal, porque no hay hombre universal, hombre que sea capaz de
abarcar con esa riqueza de detalles (sin la cual la aplicacin de la ciencia a la vida
no es posible), todas las ciencias, todas las ramas de la vida social. Y si una tal
universalidad pudiera realizarse en un solo hombre, quisiera prevalerse de ella
para imponemos su autoridad, habra que expulsar a ese hombre de la sociedad,
porque su autoridad reducira inevitablemente a todos los dems a la esclavitud y
a la imbecilidad.
No pienso que la sociedad deba maltratar a los hombres de genio como ha hecho
hasta el presente. Pero no pienso tampoco que deba engordarlos demasiado, ni
concederles sobre todo privilegios o derechos exclusivos de ninguna especie; y
esto por tres razones: primero, porque sucedera a menudo que se tomara a un
charlatn por un hombre de genio; luego, porque, por este sistema de privilegios,
podra transformar en un charlatn a un hombre de genio, desmoralizarlo y
embrutecerlo, y en fin, porque se dara uno a s mismo un dspota.
material como intelectual y moral del mundo fsico y del mundo social; esos dos
mundos no constituyen en realidad ms que un solo y mismo mundo natural.
Fuera de esa autoridad, la nica legtima, porque es racional y est conforme a la
naturaleza humana, declaramos que todas las dems son mentirosas, arbitrarias,
despticas y funestas. Reconoc emos la autoridad absoluta de la ciencia, pero
rechazamos la infabilidad y la universalidad de los representantes de la ciencia.
la
ciencia;
como
los
protestantes,
consecuentes
an
que
1027
quien nosotros somos los representantes inmediatos, los seres reales, que viven,
trabajan, combaten, aman, aspiran, gozan y sufren.
No se podra suponer que todos los hombres son igualmente inspirados por
Dios? Entonces no habra necesidad de intermediarios, sin duda. Pero esta
suposicin es imposible, porque est demasiado contradicha por los hechos. Sera
preciso entonces atribuir a la inspiracin divina todos los abs urdos y los errores
que se manifiestan, y todos los horrores, las torpezas, las cobardas y las tonteras
que se cometen en el mundo humano. Por consiguiente, no hay en este mundo
ms que pocos hombres divinamente inspirados Son los grandes hombres de la
historia, los genios virtuosos como dice el ilustre ciudadano y profeta italiano
Giuseppe Mazzini. Inmediatamente inspirados por Dios mismo y apoyndose en el
consentimiento universal, expresado por el sufragio popular Dio e Popo , estn
llamados a gobernar la sociedad humana.Henos aqu de nuevo en la iglesia y en
el Estado.
1031
Para demostrar este hecho general y que puede parecer extrao al principio, pero
quese explica generalmente cuando se reflexiona ms, las pruebas histricas no
faltan Comparad las dos ltimas civilizaciones del mundo antiguo, la civilizacin
griega y la civilizacin romana. Cul es la civilizacin ms materialista, la ms
natural por su punto de partida y la ms humana e ideal en sus resultados? La
civilizacin griega. Cul es al contrario la ms abstractamente ideal en su punto
de partida que sacrifica la libertad material del hombre a la libertad ideal del
ciudadano,
representada
por
laabstraccin
del
derecho
jurdico,
el
1033
que
desconocen
tampoco.
Hablo
Estas no tienen iniciativa propia; hacen lo que sus amos, sus soberanos
temporales, que son al mismo tiempo sus jefes espirituales, les ordenan hacer. Se
sabe que la propaganda protestante, la de Inglaterra y la de Estados Unidos sobre
todo, se relaciona de una manera estrecha con la propaganda de los intereses
materiales, comerciales, de esas dos grandes naciones; y se sabe tambin que
esta ltima propaganda no tiene por objeto de ningn modo el enriquecimiento y la
prosperidad material de los pases en los que penetra, en compaa de la palabra
de Dios, sino ms bien la explotacin de esos pases, en vista del enriquecimiento
1034
En una palabra, no es difcil pr obar, con la historia en la mano, que la iglesia, que
todas las iglesias, cristianas y no cristianas, junto a su propaganda espiritualista, y
probablemente para acelerar y consolidar su xito, no han descuidado jams la
organizacin de grandes compaas para la explotacin econmica de las masas,
del trabajo de las masas bajo la proteccin con la bendicin directas y especiales
de una divinidad cualquiera; que todos los Estados que, en su origen, como se
sabe, no han sido, con todas sus instituciones polticas y jurdicas y sus clases
dominantes y privilegiadas, nada ms que sucursales temporales de esas iglesias,
no han tenido igualmente por objeto principal mas que esa misma explotacin en
beneficio de las minoras laicas, indirectamente legitimadas por la iglesia; y que en
general la accin del buen Dios y de todos los idealistas divinos sobre la tierra ha
culminado por siempre y en todas partes, en la fundacin del materialismo
prsperodel pequeo nmero sobre el idealismo fantico y constantemente
excitado de las masas.
Lo que vemos hoy es una prueba nueva. Con excepcin de esos grandes
corazones y de esos grandes espritus extraviados que he nombrado, quines
son hoy los defensores ms encarnizados del idealismo? Primeramente todas las
cortes soberanas. En Francia fueron Napolen III y su esposa Eugenia; son todos
sus ministros de otro tiempo, cortesanos y ex mariscales, des de Rouher y
Bazaine hasta Fleury y Pietri; son los hombres y las mujeres de ese mundo
imperial, que han idealizado tambin y salvado a Francia. Son esos periodistas y
esos s abios: los Cassagnac, los Girardin, los Duvemois, los Veuillot, los Leverrier,
los Dumas.
En Rusia es el zar y toda su corte; son los Muravief y los Berg, todos los
degolladores y los piadosos convertidores de Polonia. En todas partes, en una
palabra, el idealismo, religioso o filosfico el uno no es sino la traduccin ms o
menos libre del otro , sirve de bandera a la fuerza sanguinaria y brutal, a la
explotacin material desvergonzada; mientras que, al contrario, la bandera del
materialismo terico, la bandera roja de la igualdad econmica y de la justicia
social, ha sido levantada por el idealismo prctico de las masas oprimidas y
hambrientas, que tienden a realizar la ms grande libertad y el derecho humano
de cada uno en la fraternidad de todos los hombres sobre la tierra.
1036
una razn muy poderosa. No pueden ser ni la lgica ni la ciencia, porque la ciencia
y la lgica han pronunciado su veredicto contra la doctrina idealista.
No pueden ser tampoco los inter eses personales, porque esos hombres
infinitamente por encima de todo lo que tiene nombre de inters personal. Es
preciso que sea una poderosa razn moral. Cul? No puede haber ms una:
esos hombres ilustres piensan sin duda, que las teoras o las creencias idealistas
son esencialmente necesarias para la dignidad y la grandeza moral del hombre, y
que las teoras materialistas, al contrario, lo rebajan al nivel de los animales.Y si
la verdad fuera todo lo contrario? Todo desenvolvimiento, he dicho, implica la
negacin del punto de partida. El punto de partida, segn la escuela materialista,
es material, y la negacin debe ser necesariamente ideal.
1037
La historia, en el sistema de los idealistas, he dicho ya, no puede ser ms que una
cada continua. Comienzan con una cada terrible, de la cual no se vuelven a
levantar jams: por el salto mortale divino de las regiones sublimes de la idea
pura, absoluta, a la materia. Observad aun en qu materia: no en una materia
eternamente activa y mvil, llena de propiedades y fuerzas, de vida y de
inteligencia, tal como se presenta a nosotros en el mundo real; sino en la materia
abstracta, empobrecida, reducida a la miseria absoluta por elsaqueo en regla de
esos prusianos del pensamiento, es decir, de esos telogos y metafsicosque la
desproveyeron de todo para drselo a su emperador, a su Dios; en esa materia
que, privada de toda propiedad, de toda accin y de todo movimiento propios, no
representa ya, en oposicin a la idea divina, ms que la estupidez, la
impenetrabilidad, la inercia y lainmovilidad absolutas.
La cada es tan terrible que la divinidad, la persona o la idea div ina, se aplasta,
pierde la conciencia de s misma y no se vuelve a encontrar jams. Y en esa
situacin desesperada, es forzada an a hacer milagros! Porque desde el
momento en que la materia es inerte, todo movimiento que se produce en el
mundo, aun en el material, es un milagro, no puede ser sino el efecto de una
intervencin divina, de la accin de Dios sobre la materia. Y he ah que esa pobre
divinidad, desgraciada y casi anulada por su cada, permanece algunos millares
de siglos en ese estado de desvanecimiento, despus se despierta lentamente,
esforzndose siempre en vano por recuperar algn vago recuerdo de s misma; y
cada movimiento que hace con ese fin en la materia se transforma en una
1038
creacin, en una formacin nueva, en un milagro nuevo. De este modo pasa por
todos los grados de la materialidad y de la bestialidad; primero gas, cuerpo
qumico simple o compuesto, mineral, se difunde luego por la tierra como
organismo vegetal y animal, despus se concentra en el hombre. Aqu parece
volver a encontrarse a s misma, porque en cada ser humano arde unachispa
anglica, una partcula de su propio ser divino, el alma inmortal
Cmo ha podido llegar a alojarse una cosa absolutamente inmaterial en una cosa
absolutamente material?, Cmo ha podido el cuerpo contener, encerrar,
paralizar, limitar el espritu puro? He ah una de esas cuestiones que slo la fe,
esa afirmacin apasionada estpida de lo absurdo, puede resolver. Es el ms
grande de los milagros. Aqu, no tenemos sino que constatar los efectos, las
consecuencias prcticas de ese milagro. Despus de millares de siglos de vanos
esfuerzos para volver a s misma, la divinidad, perdida y esparcida en la materia
que anima y que pone en movimiento, encuentra un punto de apoyo, una especie
de hogar para su propio recogimiento.
Si Dios entero puede alojarse en cada hombre, entonces cada hombre sera Dios.
Tendramos una inmensa cantidad de dioses, limitado cada cual por todos los
otros y, sin embargo, siendo infinito cada uno; contradiccin que implicara
necesariamente la destruccin mutua de los hombres, la imposibilidad de que
hubiese ms que uno. En cuanto a las partculas, esto es otra cosa: nada ms
racional, en efecto, que a partcula sea limitada por otra, y que sea ms pequea
1039
que el todo. Slo que aqu se presenta otra contradiccin. Ser limitado, ser ms
grande o ms pequeo, son atributos de la materia, no del espritu. Del espritu tal
como lo entienden los materialistas, s, sin duda, porque, segn los materialistas,el
espritu real no es
Esa es la div inidad mis ma, difundida y perdida en el mundo material, que se
busca en los hombres est de tal modo destruida por esa multitud de prisiones
humanas en que se encuentra repartida, que al buscarse comete un montn de
tonteras. Comenzando por el fetichismo, se busca y se adora a s misma, tan
pronto en una piedra, como en un trozo de madera, o en un trapo. Es muy
probable tambin que no hubiese salido nunca del trapo si la otra divinidad que no
1040
1041
Henos aqu, pues, llegados a la manifestacin de Dios sobre la tierra. Pero tan
pronto como Dios aparece, el hombre se anula. Se dir que no se anula del todo,
puesto que l mismo es una partcula de Dios. Perdn! Admito que una partcula,
una parte de un tododeterminado, limitado, por pequea que sea la parte, sea una
cantidad, un tamao positivo. Pero una parte, una partcula de lo infinitamente
grande, comparada con l, es, necesariamente, infinitamente pequea. Multiplicad
los millones y millones por millones y millones; su producto, en comparacin con lo
infinitamente grande, ser infinitamente pequeo, lo infinitamente pequeo es
igual a cero. Dios es todo, por consiguiente el hombre y todo el mundo real con l,
el universo, no son nada. No saldris de ah.
pueda engancharse; no, los unos son ms grandes que los otros por el derecho
divino de la inspiracin: lo que constituye de inmediato una desigualdad fija,
constante, petrificada.
Los ms inspirados deben ser escuchados y obedecidos por los menos inspirados.
He ah al fin el principio de autoridad bien establecido, y con l las dos
instituciones fundamentales de la esclavitud: la Iglesia y el Estado. De todos los
despotismos el de los doctrinarios o de los inspirados religiosos es el peor. Son
tan celosos de la gloria de su Dios y del triunfo de su idea, que no les queda
corazn ni para la libertad, ni para la dignidad, ni aun para los sufrimientos de los
hombres vivientes, de los hombres reales. El celo divino, la preocupacin por la
idea acaban por desecar en las almas ms tiernas, en los corazones ms
solidarios, las fuentes del amor humano.
Considerando todo lo que es, todo lo que se hace en el mundo, desde el punto
vista de la eternidad o de la idea abstracta, tratan con desdn las cosas pasajeras;
pero toda la vida de los hombres reales, de los hombres de carne y hueso, no est
compuesta ms que de cosas pasajeras; ellos mismos no son ms que seres que
pasan y que, una vez pasados, son reemplazados por otros igualmente pasajeros,
pero que no vuelven jams en persona. Lo que hay de permanente o de
relativamente eterno en los hombres reales, es el hecho de la humanidad que, al
desenvolverse constantemente, pasa, cada vez ms rica, de una generacin a
otra. Digo relativamente
vida humana, tan corta. Pero este mismo hecho de la humanidad progresiva no es
real y viviente ms que en tanto que se manifiesta y se realiza en tiempos
determinados, en lugares determinados, en hombres realmente vivos, y no en su
ideal general. La idea general es siempre una abstraccin y por eso mismo, en
cierto modo, una negacin de la vida real. En mi Apndice Consideraciones
filosficas he comprobado esta propiedad del pensamiento humano, y por
consiguiente, tambin de la ciencia, de no poder aprehender y nombrar en los
hechos reales ms que su sentido general, sus relaciones generales, sus leyes
generales; en una palabra, lo que es permanente en sus transformaciones
continuas, pero jams su aspecto material, individual, y, por dec irlo as, palpitante
de realidad y de vida, pero por eso mismo fugitivo, no la realidad misma; el
pensamiento de la vida, no la vida. He ah su lmite, el nico lmite
verdaderamente infranqueable para ella, porque est fundado sobre la naturaleza
misma del pensamiento humano, que es el nico rgano de la ciencia.
1045
el cual
tampoco tiene propiamente que ver ms que con los tipos generales y las
situaciones generales, pero que, por un artificio que le es propio, sabe encarnar en
formas que aunque no sean vivas, en el sentido de la vida real, no provocanmenos
en nuestra imaginacin el sentimiento o el recuerdo de esa vida; individualiza en
cierto modo los tipos y las acciones que concibe y, por esas individualidades sin
carne y sin hueso, y como tales permanentes e inmortales, que tiene el poder de
crear, nos recuerda las individualidades vivientes, reales, que aparecen y que
desaparecen ante nuestros ojos.
El arte es, pues, en cierto modo la vuelta de la abstraccin a la vida. La ciencia es,
al contrario, la inmolacin perpetua de la vida fugitiva, pasajera, pero real, sobre el
altar de las abstracciones eternas. La ciencia es tan poco capaz de aprehender la
individualidad de un hombre como la de un conejo. Es decir, es tan indiferente
para una como para otra. No es que ignore el principio de la individualidad. La
concibe perfectamente como principio, pero no como hecho.
Sabe muy bien que todas las especies animales , comprendida la especie
humana, no tienen existencia real ms que en un nmero indefinido de individuos
que nacen y que mueren, haciendo lugar a individuos nuevos igualmente
pasajeros. Sabe que a medida que se eleva de las especies animales a las
especies superiores, el principio de la individualidad se determina ms, los
individuos aparecen ms completos y ms libres. Sabe en fin que el hombre, el
ltimo y el ms perfecto animal de esta tierra, presenta la individualidad ms
completa y ms digna de consideracin, a causa de su capacidad de concebir y de
concretar, de personificar en cierto modo en s mismo, y en su existencia tanto
1046
social como privada, la ley univ ersal. Sabe, cuando no est viciada por el
doctrinarismo teolgico, metafsico, poltico o jurdico, o aun por un orgullo
estrictamente cientfico, y cuando no es sorda a los instintos y a las aspiraciones
espontneas de la vida, sabe (y sa es su ltima palabra), que el respeto al
hombre es la ley suprema de la humanidad, y que el grande, el verdadero fin de la
historia, el nico legtimo, es la humanizacin y la emancipacin, es la libertad, la
prosperidad real, la felicidad de cada individuo que vive en sociedad.
Porque, al fin de cuentas, a menos de volver a caer en la ficcin liber ticida del
bien pblico representado por el Estado, ficcin fundada siempre sobre la
inmolacin sistemtica de las masas populares, es preciso reconocer que la
libertad y la prosperidad colectivas no son reales ms que cuando representan la
suma de las libertades y de las prosperidades individuales. La ciencia sabe todo
eso, pero no va, no puede ir ms all. Al constituir la abstraccin su propia
naturaleza, puede muy bien concebir el principio de la individualidad real y viva,
pero no puede tener nada que ver con individuos reales y vivientes.
1047
1048
Tal ha sido hasta hoy el movimiento natural, espontneo y fatal de las sociedades
humanas. No podemos hacer nada ah, debemos aceptarlo en cuanto al
pasado,como aceptamos todas las fatalidades naturales. Es preciso creer que,
sa era la nica ruta posible para la educacin de la especie humana. Porque no
hay que engaarse: aun cediendo la parte ms grande a los artificios
maquiavlicos de las clases gobernantes, debemos reconocer que ninguna
minora hubiese sido bastante poderosa para imponer todos esos terribles
sacrificios a las masas, si no hubiese habido en esas masas mismas un
movimiento vertiginoso, espontneo, que las llevase a sacrificar se siempre de
nuevo a una de esas abstracciones devoradoras que, como los vampiros de la
historia, se alimentaron siempre de sangre humana.
Que los telogos, los polticos y los juristas hallen eso muy bien, se
concibe.Sacerdotes de esas abstracciones, no viven ms que de esa continua
inmolacin
de
lasmasas populares.
Que
la
metafsica
tambin
su
misma, a ignorar los individuos reales, al margen de los cuales, aun las
abstracciones ms verdaderas no tienen existencia real. Para remediar este
defecto radical, he aqu la diferencia que deber establecerse entrela accin
prctica de las doctrinas precedentes y la ciencia positiva.
Las primeras se han prevalido de la ignorancia de las masas para sacrificarlas con
voluptuosidad a sus abstracciones, por lo dems siempre muy lucrativas para sus
representantes corporales. La segunda, reconociendo su incapacidad absoluta
para concebir los individuos reales e interesarse en su suerte, debe definitiva y
absolutamente, renunciar al gobierno de la sociedad; porque, si se mezclase en l,
no podra obrar de otro modo que sacrificando siempre los hombres vivientes, que
ignora, a sus abstracciones que forman el nico objetode sus preocupaciones
legtimas.La verdadera ciencia de la historia, por ejemplo, no existe todava, y
apenas si
secomienzan
hoy a
entrever
las
condiciones inmensamente
Los individuos son inapercibibles por el pensamiento, por la reflexin, aun por la
palabra humana,que no es capaz de expresar ms que abstracciones;
inapercibibles en el presente lo mismoque en el pasado. Por tanto, la ciencia
social misma, la ciencia del porvenir, continuar ignorndolos forzosamente. Todo
lo que tenemos el derecho a exigir de ella es que nos indique, con una mano firme
y fiel, las causas generales de los sufrimientos individuales; entre esas causas no
olvidar, sin duda, la inmolacin y la subordinacin, demasiado habituales todava,
de los individuos vivientes a las generalidades abstractas; y que al mismo tiempo
nos muestre las condiciones generales necesarias para la emancipacin real de
los individuos que viven en la sociedad.
comienzan
las
pretensiones
doctrinarias
gubernamentales
de
Otra vez ms, la nica misin de la ciencia es iluminar la ruta. Pero slo la
vida,liberada de todos los obstculos gubernamentales y doctrinarios y devuelta a
la plenitud desu accin espontnea, puede crear.Cmo resolver esta antinomia?
Por una parte la ciencia es indispensable a la organizacin racional de la
sociedad; porotra, incapaz de interesarse por lo que es real y viviente, no debe
1051
Este era un movimiento anlogo a aqul que ha hecho decir a los protestantes, al
comienzo de la Reforma religios a, que no haba necesidad de sacerdotes, pues el
hombre se convertira en adelante en su propio sacerdote y gracias a la
intervencin invisible, nica, de Jesucristo, haba llegado a tragarse en fin su
propio Dios. Pero no se trata aqu ya ni denuestro seor Jesucristo, ni del buen
Dios, ni de la libertad poltica, ni del derecho jurdico,todas cosas reveladas, sea
teolgica, sea metafsicamente, y todas igualmente indigestas,como se sabe.
1052
que se dejen gobernar por los hombres de ciencia? No lo quiera Dios! Sera
mejorque vivieran sin la ciencia antes de dejarse gobernar por los sabios.
Una vez ms, la vida, no la ciencia, crea la vida; la accin espontnea del pueblo
mismo es la nica que puede crear la liber tad popular. Sin duda, sera muy bueno
que la ciencia pudiese, desde hoy, iluminar la marcha espontnea del pueblo
hacia s uemancipacin pero ms vale la ausencia de luz que una luz vertida con
parsimonia desdeafuera con el fin evidente de extraviar al pueblo.
Si el pueblo debe preservarse del gobierno de los sabios, con mayor razn
debepremunirse contra el de los idealistas inspirados. Cuanto ms sinceros son
esos creyentes yesos poetas del cielo, ms peligrosos se vuelven. La abstraccin
cientfica, lo he dicho ya, esuna abstraccin racional, verdadera en su esencia,
necesaria a la vida de la que esrepresentacin terica, conciencia. Puede, debe
ser absorbida y digerida por la vida. Laabstraccin idealista, Dios, es un veneno
corrosivo que destruye y descompone la vida, quela falsea y la mata. El orgullo de
los idealistas, no siendo personal, sino un orgullo divino, es invencible e
implacable. Puede, debe morir, pero no ceder nunca, y en tanto que le quedeun
soplo, tratar de someter el mundo al taln de su Dios, como los lugar tenientes de
Prusia,esos idealistas prcticos de Alemania, quisieran verlo aplastado bajo la
bota con espuelas desu rey.
1054
Pero si nadie lo ha visto, cmo han podido los hombres llegar a creer en s u
existencia? Porque el hecho de esa creencia es notorio y, si no universal, como lo
pretenden los idealistas, al menos es muy general; y como tal es digno de nuestra
atencin respetuosa,porque una creencia general, por tonta que sea, ejerce
siempre una influencia demasa dopoderosa sobre los destinos humanos para que
est permitido ignorarla o hacer abstraccinde ella.El hecho de esa creencia
histrica se explica, por otra parte, de una manera natural y racional. El ejemplo
que nos ofrecen los nios y los adolescentes, incluso muchos hombres que han
pasado la edad de la mayora, nos prueba que el hombre puede ejercer largo
tiempo sus facultades mentales antes de darse cuenta la manera cmo las ejerce,
antes de llegar ala conciencia clara de ese ejercicio.
1055
nicos,
los han
adorado;considerndolos
como
seres
reales,
Ese primer acto de locura, tan natural desde el punto de vista fisiolgico ypor
consiguiente necesario en la historia la humanidad, no se realiza de un solo golpe.
Han sido necesarios no s cuntos siglos para desarrollar y para hacer penetrar
esa creencia enlos hbitos mentales de los hombres. Pero, una vez establecida,
se ha vuelto omnipotente,como lo es necesariamente toda cura que se apodera
del cerebro humano. Considerando a un loco: cualquiera que sea el objeto
especial de su locura, hallaris que la idea oscura y fijaque le obsesiona le parece
la ms natural del mundo, y al contrario, las cosas naturales yreales que estn en
contradiccin con esa idea, le parecern locuras ridculas y odiosas.
Y bien, la religin es una locura colectiva, tanto ms poderosa cuanto que es una
locura tradicional y que su origen se pierde en una antigedad excesivamente
lejana. Como locura colectiva, ha penetrado en todos los detalles, tanto pblicos
como privados de la existenciasocial de un pueblo, se ha encarnado en la
sociedad, se ha convertido por decirlo as en elalma el pensamiento colectivos.
Todo hombre es envuelto desde su nacimiento en ella, la mama con la leche de la
madre, la absorbe con todo lo que oye, en todo lo ve.
Ha sido tan alimentado, tan envenenado, tan penetrado en todo su ser por ella,
que ms tarde, porpoderoso que sea su espritu natural, tiene necesidad de hacer
esfuerzos inauditos para libertarse y no lo consigue nunca de una manera
completa. Nuestros idealistas modernos son una demostracin de esto y nuestros
materialistas doctrinarios,
1057
Hemos visto cunto cost esa transicin al pueblo judo, del que constituy, por
decirlo as, toda la historia. Moiss y los profetas se complacan en predicarle el
Dios nico; el pueblo volva a caer en su idolatra primitiva, en la fe antigua,
comparativamente mucho ms natural, ms cmoda en muchos buenos dioses,
ms materiales, ms humanos, ms palpables. Jehov mismo, su dios nico, el
dios de Moiss y de los profetas, era un dios excesivamente nacional aunque no
se serva, para recompensar y castigar a sus fieles, a su pueblo elegido, ms que
de argumentos materiales, a menudo estpidos y siempre brutales y feroces. No
parece que la fe en su existencia haya implicado la negacin de la existencia de
los dioses primitivos.
El dios judo no renegaba de la existencia de esos rivales, slo que no quera que
supueblo los adorase a su lado, porque ante todo Jehov era un dios muy
envidioso y su primer mandamiento fue ste:Soy el seor tu Dios y no adorars a
otros dioses ms que a m.Jehov no fue ms que un esbozo primero, muy
material, muy grosero del idealismo moderno. No era, por lo dems, sino un dios
nacional, como el dios ruso que adoran los generales rusos sbditos del zar y
patriotas del imperio de todas las Rusias, como el dios alemn que, sin duda, van
1058
de
las
nacionalidades
de
los
cultos
nacionales;
2)
un
1059
Es verdad que procedi de una manera tan poco corts que ha matado
definitivamente al buen dios, ha quitado a esas ideas su corona divina, mostrando
a quien supo leerlo que no fueron nunca ms que una pura creacin del espritu
humano que recorri la historia en busca de s mismo. Para poner fin a todas las
locuras religiosas y al milagro divino, no le haca falta ms que pronunciar una
gran definicin que fue dicha despus de l,casi al mismo tiempo, por otros dos
grandes espritus, sin ningn acuerdo mutuo y sin que hubiesen nunca odo hablar
uno del otro: por Ludwig Feuerbach, el discpulo y el demoledor de Hegel, en
Alemania, y por August Comte, el fundador de la filosofa positiva, en Francia.He
aqu esa definicin:La metafsica se reduce a la sicologa.
1060
Todos los sistemas de metafsica no han sido ms que la sicologa humana que
sedesarrolla en la historia. Ahora ya no nos es difcil comprender cmo han nacido
las ideas divinas, cmo han sido creadas sucesivamente por la facultad
abstractiva del hombre. Pero en la poca de Platn ese conocimiento era
imposible. El espritu colectivo, y por consiguiente tambin el espritu individual,
aun el del mayor genio, no estaba maduro para eso. Apenas haba dichocon
Scrates: Concete a ti mismo. Ese conocimiento de s mismo no exista ms
que en el estado de intuicin; en realidad era nulo.
Era imposible que el espritu humano imaginase que era l el nico creador del
mundo divino. Lo encontr ante l, lo encontr como historia,como sentimiento,
como hbito de pensar, e hizo necesariamente de l un objeto de sus ms
elevadas especulaciones. As es como naci la metafsica y como las ideas
divinas, basesdel espiritualismo, fueron desarrolladas y perfeccionadas.Es verdad
que despus de Platn hubo en el desenvolvimiento del espritu como un
movimiento inverso.
1061
Para establecer sobre las ruinas de sus altares tan numerosos el altar de un dios
nicoy supremo, amo del mundo, ha sido preciso que fuera destruida primero la
existencia autnoma de las diferentes naciones que imponan el mundo pagano o
antiguo. Es lo que hicieron brutalmente los romanos que, al conquistar la mayor
parte del mundo conocido de los antiguos, crean en cierto modo el primer esbozo,
sin duda por completo negativo y burdo,de la humanidad.
Un dios que se levantaba as por encima de todas las diferencias nacionales, tanto
materiales como sociales, de todos los pases, que era como su negacin directa
deba ser necesariamente un ser inmaterial y abstracto. Pero la fe tan difcil en la
existencia de un ser semejante no ha podido nacer de un solo golpe. Por tanto,
como lo he demostrado en el mencionado Apndice Consideraciones filosficas,
fue largamente preparada y desarrolladapor la metafsica griega, la primera en
establecer de una manera filosfica la nocin de la idea divina, modelo
eternamente creador y siempre reproducido por el mundo visible.
Pero la divinidad concebida y creada por la filosofa griega era una divinidad
impersonal, pues ninguna metafsica, si es consecuente y seria, se poda elevar, o
ms bien rebajar, a la ideade un dios personal. Ha sido preciso encontrar, pues,
un dios que fuese nico y que fuese muy personal a la vez. Se encontr en la per
sona, muy brutal, muy egosta, muy cruel deJehov, el dios nacional de los judos.
Pero los judos, a pesar de ese espritu nacional exclusivo que los distingue an
hoy, se haban convertido de hecho, mucho antes del nacimiento de Cristo, en el
1062
neoplatnicos de
Lo que es cierto es que fue el predicador del pobre pueblo, el amigo, el consolador
de los miserables, de los ignorantes, de los esclavos y de las mujeres, yque fue
muy amado por stas. Prometi a todos los que eran oprimidos, a todos los que
sufran aqu abajo y el nmero es inmenso, la vida eterna. Fue, como es natural,
1063
En todas partes fueron recibidos con los brazos abiertos por los esclavos y por las
mujeres, las dos clases ms oprimidas, las que ms sufran y naturalmente
tambin las ms ignorantes del mundo antiguo. Si hicieron algunos proslitos en el
mundo privilegiado e instruido, no lo debieron, en gran parte, masque a la
influencia de las mujeres. Su propaganda ms amplia se ejerci casi
exclusivamenteen el pueblo, tan desgraciado como embrutecido por la esclavitud.
Ese fue el primer despertar, la primera rebelin del proletariado.
En cuanto a los dogmas cristianos, fueron elaborados, como se sabe, en una serie
det rabajos teolgicos, literarios, y en los concilios, principalmente por los
neoplatnicos convertidos del Oriente. El espritu griego haba cado tan bajo que
en el cuarto siglo de la Era Cristiana, poca del primer concilio, ya encontramos la
idea de un Dios personal, espritu puro, eterno absoluto, creador y seor supremo
del mundo, con existencia fuera del mundo,unnimemente aceptada por todos los
padres de la Iglesia; y como consecuencia lgica de este absurdo absoluto, la
creencia desde entonces natural y necesaria en la inmaterialidad y en la
inmortalidad del alma humana, alojada y aprisionada en un cuerpo mortal, pero
mortalslo en parte; porque en ese cuerpo mismo hay una parte que, aun siendo
corporal, es inmortal como el alma y debe resucitar como el alma. Tan difcil ha
sido, aun para los padres de la Iglesia, representarse el espritu puro al margen de
toda forma corporal!
1066
Pero con todas estas grandes cualidades, no eran nada ms que brbaros, es
decir, tan indiferentes como los esclavos antiguos de los cuales muchos, por lo
dems, pertenecan a su raza con respecto a todas las cuestiones de la teologa y
de la metafsica. De suerte que una vez rota su repugnancia prctica, no fue difcil
convertirlos tericamente al cristianismo.Durante diez siglos consecutivos, el
cristianismo, armado de la omnipotencia de la Iglesia y del Estado, y sin
concurrencia alguna de parte de unos o de otros, pudo depravar,bastardear y
falsear el espritu de Europa. No tuvo concurrentes, puesto que fuera de la Iglesia
no haba pensadores, ni aun gentes instruidas. Si se levantaron herejas en su
seno, no atacaron nunca ms que los desenvolvimientos teolgicos prcticos del
dogma fundamental, no el dogma mismo.
Hemos visto que el primer ataque fue promovido contra ella por el Renacimiento,
que produjo hroes y mrtires como Vanini,como Giordano Bruno y como Galileo y
que, bien que ahogado pronto por el ruido, el tumulto y las pasiones de la reforma
religiosa, continu silenciosamente su trabajo invisible legando alos ms nobles
espritus de cada generacin nueva esa obra de la emancipacin humana
mediante la instruccin de lo absurdo, hasta que, en fin, en la segunda mitad del s
iglo XVIII reaparece de nuevo a la luz del da, levantando atrevidamente la
bandera del atesmo y del materialismo.Se pudo creer entonces que el espritu
humano iba, por fin, a libertarse, una vez por todas, de todas las obsesiones
divinas.
1067
Tena horror y desprecio a la poltica, a las cuestiones del da; pero cuando
hablaba por azar de ellas, se mostraba francamente reaccionaria, tomando partido
de la Iglesia contra la insolencia de los librepensadores, de los reyes contra los
pueblos, y detodas las aristocracias contra la vil canalla de las calles. Por lo
dems, como acabo de decir, lo que dominaba en la escuela era una indiferencia
casi completa ante las cuestiones polticas. En medio de las nubes en que vivan,
no poda distinguir ms que dos puntos reales: el desenvolvimiento rpido del
materialismo burgus y el desencadenamiento desenfrenado de las vanidades
individuales.Para comprender esa literatura es preciso buscar la razn de ser en la
transformacin que se haba operado en el seno de la clase burguesa desde la
revolucin de 1793.Desde el Renacimiento y la Reforma hasta esa revolucin, la
burguesa, si no en Alemania, al menos en Italia, en Francia, en Suiza, en
Inglaterra, en Holanda, fue el hroe y represent el genio revolucionario de la
historia.
De su seno salieron en su mayora los librepensadores del siglo XV, los grandes
reformadores religiosos de los dos siglos siguientes y los apstoles de la
emancipacin humana del siglo pasado, comprendidos estavez tambin los de
Alemania. Ella sola, naturalmente apoyada en las simpatas y en losbrazos del
pueblo que tena fe en ella, hizo la revolucin del 89 y la del 93. Haba proclamado
1069
1071
El primero, el nico real, pero tambin el ms difcil, porque implica la abolicin del
Estado es decir la abolicin de la explotacin polticamente organizada e la
mayora por una minora cualquiera, sera la satisfaccin directa y completa de
todas las necesidades, de todas las aspiraciones humanas de las masas; lo
queequivaldra a la liquidacin completa de la existencia tanto poltica como
econmica de laclase, burguesa, y como acabo de decirlo, a la abolicin del
Estado. Este medio sera, sinduda, saludable para las masas, pero funesto para
los intereses burgueses.
Por consiguiente, no hay ni que hablar de l.Hablemos de otro medio, que, funesto
para el pueblo solamente, es, al contrario,precioso para la salvacin de los
privilegios burgueses. Este otro medio no puede s er msque la religin. Es ese
milagro eterno el que arrastra a las masas a la busca de los tesoros divinos,
mientras que, mucho ms moderada, la clase dominante se contenta con
compartir,muy desigualmente por otra parte y dando siempre ms al que ms
posee, entre sus propios miembros, los miserables bienes de la tierra y los
1072
Tomad los Estados ms libres del mundo, los Estados Unidos de Amrica o la
Confederacin Helvtica, por ejemplo, y ved qu papel tan importante desempea
la providencia divina, esa sancin suprema de todos losEstados, en todos los
discursos oficiales.Pero siempre que un jefe de Estado habla de Dios, sea
Guillermo I, emperador knutogermnico, o Grant, presidente de la gran repblica,
estad seguros que se prepara de nuevo a esquilmar a su pueblo rebao.La
burguesa francesa, liberal, volteriana e impulsada por su temperamento a
unpositivismo, por no decir a un materialismo, singularmente estrecho y brutal,
convertida, por su triunfo de 1830 en la clase del Estado, ha debido, pues, darse
necesariamente unareligin oficial. La cosa no era fcil. No poda ponerse
francamente bajo el yugo del catolicismo romano. Haba entre ella y la Iglesia de
Roma un abismo de sangre y de odio y,por prctica y prudente que se hubiese
vuelto, no llegara nunca a reprimir en su seno una pasin desarrollada por la
historia.
protestante. Para pasar de una religin a otra al menos que sea por clculo, como
proceden alguna vez los judos en Rusia y en Polonia, que se hacen bautizar tres,
cuatro veces, a fin de recibir remuneraciones nuevas, para cambiar de religin,
hay que tener unagran fe religiosa. Y bien, en el corazn exclusivamente positivo
del burgus francs, no hay lugar para ese grano. Profesa la indiferencia ms
profunda para todas las cuestiones,exceptuada la de la bolsa ante todo, y la de su
vanidad social despus.
Es tan indiferente ante el protestantismo como ante el catolicismo. Por otra parte,
la burguesa francesa nohabra podido abrazar el protestantismo sin ponerse en
contradiccin con la rutina catlica dela mayora del pueblo francs, lo que
hubiese constituido una gran imprudencia de parte deuna clase que quera
gobernar Francia.No quedaba ms que un medio: el de volver a la religin
humanitaria y revolucionaria del siglo XVIII. Pero esa religin lleva demasiado
lejos.
Por consiguiente, la burguesa tuvo que crear, para sancionar el nuevo Estado, el
Estado burgus que acababa de fundar, una religin nueva, que pudiese ser, sin
demasiado ridculo ni escndalo, la religin profesada altamente por toda la clase
burguesa.Es as como naci el Atesmo doctrinario.Otros han hecho, mucho mejor
de lo que yo sabra hacerlo, la historia del nacimiento y del desenvolvimiento de
esa esc uela, que tuvo una influencia tan decisiva y, puedo decirlo sin dudar, tan
funesta sobre la educacin poltica, intelectual y moral de la juventud burguesa de
Francia. Data de Benjamn Constant y Madame Stal, pero su verdadero fundador
fueRoyerCollard; sus apstoles: los seores Guizot, Cousin, Villemain y muchos
otros; su objetivo abiertamente confesado: la reconciliacin de la revolucin con la
reaccin, o para hablar el lenguaje de la escuela, del principio de libertad con el de
autoridad, naturalmente en provecho de esta ltima.
En nombre de esa ficcin que apela tanto al inters colectivo, al derecho colectivo
como a la voluntad y a la libertad colectivas, los absolutistas jacobinos, los
revolucionarios de la escuela de J. J. Rousseau y de Robespierre, proclaman la
teora amenazadora e inhumana del derecho absoluto del Estado, mientras que
los absolutistas monrquicos la apoyan, con mucha mayor consecuencia lgica,
en la gracia de dios. Los doctrinarios liberales, al menos aquellos que toman las
teoras liberales en serio, parten del principio de la libertad individual, se colocan
primeramente, se sabe, como adversarios de la del Estado.son ellos los primeros
que dijeron que el gobierno es decir, el cuerpo de funcionarios organizado de una
manera o de otra, y encargado especialmente de ejercer la accin, el Estado es un
mal necesario, y que toda la civilizacin consisti en esto, en disminuir cada vez
ms sus atributos y sus derechos.
Sin embargo, vemos que en la prctica, siempre que ha sido puesta seriamente en
tela de juicio la existencia del Estado, los liberales doctrinarios se mostraron
1075
partidarios del derecho absoluto del Estado, no menos fanticos que los
absolutistas monrquicos y jacobinos. Su culto incondicional del Estado, en
apariencia al menos tan completamente opuestoa sus mximas liberales, se
explica de dos maneras: primero prcticamente, por los interesesde sus clase,
pues la inmensa mayora de los liberales doctrinarios pertenecen a la burguesa.
esa clase tan numerosa y tan respetable no exigira nada mejor que se le
concediese el derecho o, ms bien, el privilegio de la ms completa anarqua; toda
su economa social, la base real de su existencia poltica, no tiene otra ley, como
es sabido, que esa anarqua expresada en estas palabras tan clebres: Laissez
faire et laissez passer.Pero no quiere esa anarqua ms que para s misma y slo
a condicin de que las masas,demasiado ignorantes para disfrutarla sin abusar,
queden sometidas a la ms severa disciplina del Estado. Porque si las masas,
cansadas de trabajar para otros, se insurreccionasen, toda la existencia poltica y
social de la burguesa se derrumbara.
Pero esa ficcin del contrato libre, base del Estado, les es necesaria, y se la
conceden
sin
ms
ceremonias).
Los
individuos
humanos,
cuya
masa
Por otra parte, son seres brutalmente materiales, dbiles, imperfectos, limitados y
absolutamente dependientes de la naturaleza exterior, que los lleva, los envuelve
y acaba por arrastrarlos tarde o temprano. Considerados desde el primer punto de
vista, tienen tan poca necesidad de la sociedad, que esta ltima aparece ms bien
como un impedimento a la plenitud de su ser, a su libertad perfecta.Hemos visto,
1077
Si salieron alguna vez de su soledad no fue nunca por necesidad, sino por
generosidad, por caridad cristiana hacia los hombres que, al continuar
corrompindose en el medio social, tenan necesidad de sus consejos, de sus
oraciones y de su direccin. Fue siempre para salvar a los otros, nunca para
salvarse y para perfeccionarse a s mismos. Arriesgaban al contrario la prdida de
sus almas al volver a esa sociedad de que haban huido con horror como de la
escuela de todas las corrupciones, y una vez acabada su santa obra, volvan lo
ms pronto posible a su desierto para perfeccionarse all de nuevo por la
contemplacin incesante de su ser individual, de su alma solitaria en presencia de
dios solamente.
Este es un ejemplo que todos aquellos que creen todava hoy en la inmortalidad
del alma, en la libertad innata o en el libre arbitrio, deban seguir, por poco que
deseen salvar sus almas y prepararlas dignamente para la vida eterna. Lo repito
an, los santos anacoretas que llegaban a fuerza de aislamiento a una imbecilidad
completa, eran perfectamentelgicos. desde el momento que el alma es inmortal,
es decir, infinita por su esencia, libre y de s misma, debe bastarse. nicamente
los seres pasajeros, limitados y finitos pueden completarse mutuamente; el infinito
no se completa. Al encontrar a otro, que no es l mismo,se siente, al contrario,
restringido; por tanto, debe huir, ignorar todo lo que no es l mismo.En rigor, he
dicho, el alma deba poder pasarse sin dios. Un ser infinito en s no
puedereconocer otro que le sea igual a su lado, ni menos an que le sea superior
por encima de s mismo.
1078
Todo ser tan infinito como l mismo y distinto de l, le pondra un lmite y por
consecuencia hara de l un s er determinado y finito. Reconociendo un ser tan
infinito comoella, fuera de s, el alma inmortal se reconoce por tanto,
necesariamente, un ser finito.Porque lo infinito no es realmente tal ms que si lo
abarca todo y no deja nada afuera de s. Con mayor razn, un ser infinito no
podr, no deber reconocer otro ser infinito y superior. La infinitud no admite nada
relativo, nada comparativo; estas palabras, infinitud superior einfinitud inferior,
implican, pues, un absurdo. La teologa, que tiene el privilegio de serabsurda, y
que cree en las cosas precisamente porque son absurdas, ha puesto por encima
de las almas humanas inmortales y por consecuencia infinitas, la infinitud superior,
absolutade dios.
entre en el reino de los cielos (Me imagino la cara que deben poner los piadosos
y ricos burgueses protestantes de Inglaterra y de Estados Unidos, de Alemania, de
Suiza, al leer estas sentencias tan decisivas y tan desagradables para
ellos).Jesucristo tiene razn; entre la codicia de las riquezas materiales y la
salvacin de las almas inmortales, hay una incompatibilidad absoluta.
Y entonces, por poco que se crea realmente en la inmortalidad del alma, no vale
ms renunciar al confort y al lujo que dasociedad y vivir de races, como hicieron
los anacoretas, salvando su alma para la eternidad,que perderla al precio de
algunas decenas de aos de goces materiales? Este clculo es tan sencillo, tan
evidentemente justo, que estamos forzados a pensar que los piadosos y ricos
burgueses, banqueros, industriales, comerciantes, que hacen tan excelentes
negocios por los medios que se sabe, aun llevando siempre palabras del
evangelio en los labios, no tienen en cuenta de ningn modo la inmortalidad del
alma y que abandonan generosamente al proletariado esa inmortalidad,
reservndose humildemente par s mismos los miserables bienes materiales que
amontonan sobre la tierra. Aparte de los bienes materiales, qu da la sociedad?
sentido alguno, pero que no expresaban menos ante dios las aspiraciones mas
sublimes de sus almas.
1080
En una palabra, Adn y Eva no habran probado el fruto del rbol de la ciencia y
nosotros viviramos todos como animales en el paraso terrestre que dios les haba
asignado por morada.
Se conoce la frase sacramental que en la jerga de todos los partidarios del Estado
y del derecho jurdico expresa esa decadencia y ese sacrificio, ese primer paso
fatal hacia el sometimiento humano. El individuo que goza de una libertad
completa en el estado natural,es decir antes de que se haya hecho miembro de
ninguna sociedad, sacrifica al entrar en esa ltima, una parte de esa libertad, a fin
de que la sociedad le garantice todo lo dems.
1083
1084
En fin, el hombre aislado no puede tener conciencia de su libertad. Ser libre para
el hombre como tal por otro hombre, por todos los hombres que lo rodean. La
libertad no es, pues, unhecho de aislamiento, sino de reflexin mutua, no de
exclusin, sino al contrario, de alianza,pues la libertad de todo individuo no es otra
cosa que el reflejo de su humanidad o de su derecho humano en la conciencia de
todos los hombres libres, sus hermanos, sus iguales.No puedo decirme y sentirme
libre ms que en presencia y ante otros hombres. En presencia de un animal de
una especie inferior no soy ni libre ni hombre, porque ese animal es incapaz de
concebir y por consiguiente tambin de reconocer mi humanidad. No soy humano
y libre yo mismo ms que en tanto que reconozco la libertad y la humanidad de
todos los hombres que me rodean. Un antropfago que come a su prisionero,
tratndolo de bestia salvaje, no es un hombre, sino un animal.
1085
su
condicin
necesaria
y su confirmacin.
No
mehago
libre
elegidos:
Mesas,
profetas,
legisladores,
divinamente
inspirados,
No se impone como una ley a la que todo individuo est forzado a someterse bajo
pena de incurrir en un castigo jurdico. Su accin es ms suave, ms insinuante,
ms imperceptible, pero mucho ms poderosa que la de la autoridad del Estado.
Domina a los hombres por los hbitos, por las costumbres, por la masa de los
sentimientos y de los prejuicios tanto de la vida material como del espritu y del
corazn, y que constituye lo que llamamos la opinin pblica. envuelve al hombre
desde su nacimiento, lo traspasa, lo penetra, y forma la base misma de su
existencia individual desuerte que cada uno no es en cierto modo ms que el
cmplice contra s mismo, ms omenos, y muy a menudo sin darse cuenta
siquiera. Resulta que para rebelarse contra esa influencia que la sociedad ejerce
naturalmente sobre l, el hombre debe rebelarse, al menos en parte, contra s
mismo, porque con todas sus tendencias y aspiraciones materiales, intelectuales y
morales, no es nada ms que el producto de la sociedad. De ah ese poder
inmenso ejercido por la sociedad sobre los hombres.
1088
El hombre, al menos desde que dio su primer paso hacia la humanidad,desde que
ha comenzado a ser un ente hum ano, es decir un ser que habla y que piensa
mso menos, nace en la sociedad como la hormiga nace en el hormiguero y como
la abeja en su colmena; no la elige, al contrario, es producto de ella, y est
fatalmente sometido a las leyesnaturales que presiden sus desenvolvimientos
necesarios, como a todas las otras leyes naturales. La sociedad es anterior y a al
vez sobrevive a cada individuo humano, como la naturaleza misma; es eterna
1089
como la naturaleza, o ms bien, nacida sobre la tierra, durar tanto como dure
nuestra tierra. Una revuelta radical contra la sociedad sera, pues, tan imposible
para el hombre como una revuelta contra la naturaleza, pues la sociedad
humanano es por lo dems sino la ltima gran manifestacin de la creacin de la
naturaleza sobre esta tierra; y un individuo que quiera poner en tela de juicio la
sociedad, es decir la naturaleza en general y especialmente su propia naturaleza,
se colocara por eso mismo fuera de todas las condiciones de una real existencia,
se lanzara en la nada, en el vaco absoluto, en la abstraccin muerta, en dios.
1090
El individuo humano real es tan poco un ser universal y abstracto que cada uno,
des de el momento que se forma en las entraas de la madre, se encuentra ya
determinado y particularizado por una multitud de causas y de acciones
materiales, geogrficas, climatolgicas, etnogrficas, higinicas y por consiguiente
econmicas, que constituyen propiamente la naturaleza material exclusivamente
particular de su familia, de su clase, de su nacin, de su raza, y en tanto que las
inclinaciones y las aptitudes de los hombres dependen del conjunto de todas esas
1091
influencias exteriores o fsicas, cada uno nace con una naturaleza o un carcter
individual materialmente determinado.
Tales son las ideas generales o abstractas sobre la divinidad y sobre el alma,
ideas completamente absurdas, pero inevitables, fatales en el desenvolvimiento
histrico delespritu humano, que, no llegando sino muy lentamente, a travs de
muchos siglos, alconocimiento racional y crtico de s mismo y de sus
manifestaciones propias, parte siempredel absurdo para llegar a la verdad y de la
esclavitud para conquistar la libertad; ideas sancionadas por la ignorancia
universal y por la estupidez de los siglos, tanto como por el inters bien entendido
de las clases privilegiadas, hasta el punto de que hoy mismo no sepodra
pronunciar uno abiertamente y en un lenguaje popular contra ellas, sin rebelar a
una gran parte de las masas popular es y sin correr el peligro de ser lapidado por
la hipocresa burguesa. Al lado de estas ideas abstractas, y siempre en alianza
ntima con ellas, el adolescente encuentra en la sociedad y, a consecuencia de la
influencia omnipotente ejercida por esta ltima sobre su infancia, encuentra en s
mismo una cantidad de otras representaciones e ideas mucho ms determinadas
y que se refieren de cerca de la vida real del hombre, a su existencia cotidiana.
1094
Nada prueba mejor el carcter social del hombre que esa influencia. Se dira que
la conciencia colectiva de una sociedad cualquiera, encarnada tanto en las
grandes instituciones pblicas como en todos los detalles de la vida privada, y que
sirven de base atodas sus teoras, forma una especie de medio ambiente, una
especie de atmsfera intelectual y moral, perjudicial, pero absolutamente
necesaria para la existencia de todos sus miembros. Los domina, los sostiene al
mismo tiempo, asocindolos entre s por relaciones habituales y necesariamente
determinadas por ella; inspirando a cada uno la seguridad, la certidumbre, y
constituyendo para todos la condicin suprema de la existencia de gran nmero, la
trivialidad, la rutina.La gran mayora de los hombres, no slo en las masas popular
es, sino en las clases privilegiadas e instruidas tanto y a menudo an ms que en
1095
las incultas, estn intranquilos yno se sienten en paz consigo mismos ms que
cuando en sus pensamientos y en todos los actos de su vida siguen fielmente,
ciegamente la tradicin y la rutina: Nuestros padres han pensado y hecho as,
nosotros debemos pensar y obrar como ellos; todo el mundo piensa y obra as a
nuestro alrededor, por qu habramos de pensar y de obrar de otro modo que
como todo el mundo?.
las clases de la
El error comn y fundamental de todos los idealistas, error que por otra parte es
una consecuencia muy lgica de todo su sistema, es buscar la base de la moral en
el individuo aislado, siendo la verdad que no se encuentra y no puede encontrarse
ms que en los individuos asociados. Para probarlo, comencemos por examinar,
una vez por todas, al individuo aislado o absoluto de los idealistas.Ese individuo
humano solitario y abstracto es una ficcin, semejante a la de Dios, pues ambas
han sido creadas simultneamente por la fantasa creyente o por la razn infantil,
no reflexiva, ni experimental, ni crtica, sino imaginativa de los pueblos, primero, y
ms tarde desarrolladas, explicadas y dogmatizadas por las teoras teolgicas y
metafsicas de los pensadores idealistas.
Debera ser el nico hombre sobre la tierra, qu digo, debera ser el nico ser,el
mundo. Porque lo infinito que halla cualquier cosa fuera de s, encuentra un lmite,
no es ya infinito, y dos infinitos que se encuentran se anulan.Por qu los telogos
y los metafsicos, que se muestran por otra parte lgicos tan sutiles, han cometido
y continan cometiendo la inconsecuencia de admitir la existencia de muchos
hombres igualmente inmortales, es decir igualmente infinitos, y por encima de
ellos la de un dios todava ms inmortal y ms infinito? Han sido forzados por la
imposibilidad absoluta de negar la existencia real, la mortalidad tanto como la
independencia mutua de los millones de seres humanos que han vivido y que
viven sobre esta tierra.
Este es un hecho del que, a pesar de toda su buena voluntad, no pueden hacer
abstraccin. Lgicamente,habran debido concluir que las almas no son
inmortales, que no tienen existencia separada de sus envolturas corporales y
mortales, y que al limitarse y encontrarse en una dependencia mutua, encontrando
fuera de ellas mismas una infinidad de objetos diferentes, los individuos humanos,
como todo lo que existe en este mundo, son seres pasajeros, limitados y
finitos.Pero al reconocer eso, deberan renunciar a las bases mismas de sus
teoras ideales,deberan colocarse bajo la bandera del materialismo puro, o de la
ciencia experimental yracional. Es a lo que los invita tambin la voz poderosa del
1098
Les tienen tal horror que prefieren soportarla contradiccin que crean ellos mismos
por esa ficcin absurda del alma inmortal, a tener que buscar la solucin en un
absurdo nuevo, en la ficcin de dios. Desde el punto de vista de la teora, dios no
es realmente otra cosa que el ltimo refugio y la expresin suprema de todos los
absurdos y contradicciones del idealismo. En la teologa, que representa la
metafsica infantil e ingenua, aparece como la base y la causa primera del
absurdo, pero enla metafsica propiamente dicha, es decir en la teologa sutilizada
y racionalizada, constituye al contrario la ltima instancia y el supremo recurso, en
el sentido que todas las contradicciones que parecen insolubles en el mundo real,
son explicadas en dios y por dios,es decir por el absurdo envuelto todo lo posible
en una apariencia de racional.La existencia de un dios personal, la inmortalidad
del alma, son dos ficciones inseparables, son los dos polos del mismo absurdo
absoluto, el uno provoca el otro y el uno busca vanamente su explicacin, su
razn de ser en el otro.
As, para la contradiccin evidente que hay entre la infinitud supuesta de cada
hombre y el hecho real de la existencia de muchos hombres, por consiguiente una
cantidad de seres infinitos que se encuentra,fuera uno del otro, limitndose
necesariamente; entre su inmortalidad y su mortalidad; entre su dependencia
natural y su independencia absoluta recprocas, los idealista no tienen nada ms
que una sola respuesta: dios; y si esa respuesta no os explica nada, y no os
satisface,tanto peor para vosotros. No pueden daros otra. La ficcin de la
inmortalidad del alma y la de la moral individual, que es su consecuencia
necesaria, son la negacin de toda moral. Y bajo este aspecto, es preciso hacer
justicia a los telogos que, mucho ms consecuentes, ms lgicos que los
metafsicos,niegan atrevidamente lo que hoy se ha convenido en llamar la moral
1099
Tal es la contradiccin inextricable sobre la que est fundada la teora moral de los
idealistas. Desde el momento que llevo, anteriormente a todas mis relaciones con
lasociedad y por consiguiente independientemente de toda influencia de esa
sociedad sobre mipropia persona, una ley escrita primitivamente por dios mismo
en mi corazn, esa ley esnecesariamente extraa e indiferente, si no hostil a mi
existencia en la sociedad; no puede concernir a mis relaciones con los hombres, y
no puede regular ms que mis relaciones condios, como lo afirma muy
lgicamente la teologa.
De donde resulta que la ley moral no es un hecho individual, sino social, una
creacin de la sociedad. Si fuera de otro modo, la ley moral inscripta en mi
corazn sera absurda, regulara mis relaciones con seres con quienes no tendra
relacin alguna y de quienes ignorara la existencia.Para eso los metafsicos
1101
tienen una respuesta. Dicen que cada individuo humano la trae al nacer, inscripta
por la mano de dios en su corazn, pero que no se encuentra al principio en l
ms que en el estado latente, slo en el estado de potencia, no realizada, ni
manifestada por el individuo mismo, que no puede realizarla y que no puede
descifrarla en s ms que desenvolvindose en la sociedad de sus semejantes;
que el hombre, en una palabra, no llega a la conciencia de esa ley, que le es
inherente, ms que por sus relaciones con los otros hombres.Por esta explicacin,
si no racional, al menos muy plausible, henos aqu llevados a la doctrina de las
ideas, de los sentimientos y de los principios innatos.
Esto es, en hombres de genio, en los inspirados de dios, enlos reveladores, en los
profetas. Una vez que estos grandes y santos hombres, iluminados y provocados
por el espritu, sin ayuda del cual nada grande ni bueno se hace en este
mundo,una vez que han vuelto a encontrar en s mismos una de esas divinas
verdades que todohombre lleva inconscientemente en su alma, se hace
naturalmente mucho ms fcil a loshombres ms groseramente materializados la
realizacin de ese mismo descubrimiento en smismos.
Y es as como toda gran verdad, todos los principios eternos manifestados primero
en la historia como revelaciones divinas, se reducen ms tarde a verdades divinas,
sin duda,pero que cada uno, no obstante, puede y debe encontrar en s y
reconocer como la base de su propia esencia infinita, o de su alma inmortal. Esto
1103
explica cmo una verdad al principio revelada por un solo hombre, al difundirse
poco a poco en el exterior, hace sus discpulos,primero poco numerosos y
ordinariamente perseguidos tanto por los amos como por las masas y por los
representantes oficiales de la sociedad; pero al difundirse ms y ms, acausa
misma de sus persecuciones, acaba por invadir tarde o temprano la conciencia
colectiva y despus de haber sido largo tiempo una verdad exclusivamente
individual, setrasforma al fin en una verdad socialmente aceptada: realizada bien o
mal, en las instituciones pblicas y privadas de la sociedad, se convierte en ley.Tal
es la teora general de los moralistas de la escuela metafsica.
Tales son el carcter y la parte socialista de esta teora. Pues las relaciones de
hombre a hombre y de cada individuo humano con todoslos dems, la vida social
en
una
palabra,
no
aparecen
ms
que
como
un
medio
necesario
Por consiguiente, tienen necesidad de todas estas cosas; pero estas cosas no
pueden ser producidas ms que por el trabajo colectivo de los hombres: el trabajo
aislado de un solo hombre sera incapaz de producir la millonsima parte de ello.
De donde resulta que elindividuo, en posesin de su alma inmortal y de su libertad
interior independiente de la sociedad, el santo moderno, tiene materialmente
necesidad de esta sociedad, sin necesitarla de ningn modo, desde el punto de
vista moral.Pero cul es el nombre que se debe dar a relaciones que, no siendo
1106
en
ella
felices
desdichados,
porque
toda
explotacin
supone
El hombre, pues, puede y debe amar a dios, puesto que tiene tantanecesidad de
l. En cuanto a la segunda condicin, la de no poder amar ms que lo quetiene
necesidad de ese amor, no se encuentra realizada en las relaciones del hombre
condios. Sera una impiedad decir que dios puede tener necesidad del amor de los
hombres.Porque tener necesidad significa carecer de una cosa que es necesaria a
la plenitud de la existencia; es, pues, una manifestacin de debilidad, una opinin
de pobreza. Dios,absolutamente completo en si, no puede tener necesidad de
nadie, ni de nada. No teniendo ninguna necesidad del amor de los hombres, no
1108
El amor de los hombres hacia dios se parece tambin mucho al de los alemanes
hacia este monarca, tan poderoso hoy que, despus de dios, no conocemos
poderms grande que el suyo.El amor verdadero, real, expresin de una
necesidad mutua e igual, no puede existir ms que entre iguales. El amor del
superior al inferior es el aplastamiento, la opresin, el desprecio, es el egosmo, el
orgullo, la vanidad triunfantes en el sentimiento de una grandeza fundada sobre el
rebajamiento ajeno. El amor del inferior al superior es la humillacin, los terrores y
las esperanzas del esclavo que espera de su amo la desgracia o la dicha.Tal es el
carcter del llamado amor de dios hacia los hombres y de los hombres hacia dios.
Es el despotismo de uno y la esclavitud de los otros. Qu significan, pues, estas
palabras: amar a los hombres y hacerles bien por amor de dios? Es tratarlos como
dios quiere que sean tratados. Y cmo quiere que sean tratados? Como
esclavos. Dios, por su naturaleza, est obligado a considerarlos como esclavos
absolutos; considerndolos como tales, no puede obrar de otro modo que
tratndolos como tales.
1109
a su esclavitud. Yo,individuo
La frase sacramental para el gobierno de las masas populares, para su propio bien
sinduda, para la salvacin de sus almas, si no para la de sus cuerpos, en los
Estadosteocrticos y aristocrticos, para los santos y los nobles, y en los estatutos
doctrinarios, liberales, hasta republicanos y basados sobre el sufragio universal,
para los inteligentes y losricos, es la misma: Todo por el pueblo, nada para el
pueblo. Lo que significa que los santos,los nobles, o bien las gentes privilegiadas,
sea desde el punto de vista de la inteligencia cientficamente desarrollada, se
1110
Se debe, pues,gobernar a las masas, no en vista de esa felicidad grosera que nos
dan las potencias materiales de la tierra, sino en vista de su salvacin eterna. Las
privaciones y los sufrimientos materiales pueden ser aun considerados como una
falta de educacin, habindose demostrado que demasiados goces corporales
matan el alma inmortal. Pero entonces lacontradiccin desaparece: explotar y
gobernar significan la misma cosa, lo uno completa lo otro y le sirve de medio y de
fin. Explotaciones y gobierno, el primero al dar los medios para gobernar, y al
constituir la base necesaria y el fin de todo gobierno, que a su vez legaliza y
garantiza el poder de explotar, son los dos trminos inseparables de todo lo que
1111
Anteriormente y hasta la gran revolucin de fines del siglo XVIII, su alianza ntima
haba sido enmascarada por las ficciones religiosas,legales y caballerescas; pero
desde que la mano brutal de la burguesa desgarr todos losvelos, por lo dems
pasablemente transparentes, desde que su soplo revolucionario disiptodas sus
vanas im aginaciones, tras las cuales la iglesia y el Estado, la teocracia, la
monarqua
la
aristocracia
haban
podido
realizar
tan
largo
tiempo,
Y,como acabamos de verlo, uno y otro, en esa alianza tan ntima, son, desde el
punto de vista histrico tanto como prctico, la expresin necesaria y fiel del
idealismo metafsico, la consecuencia inevitable de esa doctrina burguesa que
busca la libertad y la moral de los individuos fuera de la solidaridad social. Esta
doctrina culmina en el gobierno explotador deun pequeo nmero de dichosos o
de elegidos, en la esclavitud explotada del gran nmero, ypara todos, en la
negacin de toda moralidad y de toda libertad.
hombres, no fuera, s ino en el seno mismo de la sociedad, no contra ella, sino por
ella, deben culminar tambin necesariamente en el establecimiento de la ms
amplia libertad de los individuos y de la moralidad humana. (El manuscrito se
interrumpe aqu)
Por la eliminacin necesaria de todos los seres reales y vivos.Para explicar lo que
entendemos por eso, es necesario decir algunas cosas sobre lareligin. No
quisiramos hablar de ella, pero en el tiempo que corre es imposible
tratarcuestiones polticas y sociales sin tocar la cuestin religiosa.Se pretendi
errneamente que el sentimiento religioso no es propio ms que de los hombres;
se encuentran perfectamente todos los elementos constitutivos en el reino
animal,y entre esos elementos el principal es el miedo. El temor de dios dicen los
telogos es el comienzo de la sabidura.
que amenaza suexistencia a cada hora y que acaba siempre por matarlos.Como
los animales de todas las dems especies no tienen ese poder de abstraccin yde
generalizacin de que slo el hombre est dotado, no se representan la totalidad
de los seres que nosotros llamamos naturaleza, pero la sienten y la temen.
Fue as cmo tom cuerpo el sentimiento religioso que tena en comn con los
animales de las otras especies, cmo se transform en una representacin
permanente y en el comienzo de una idea, la de la existencia oculta de un ser
superior y mucho ms poderoso que l y generalmente muy cruel y muy
malhechor, del ser que le ha causado miedo, en una palabra, de su dios.Tal fue el
primer dios, de tal modo rudimentario, es verdad, que, el salvaje que lo busca por
todas partes para conjurarlo, cree encontrarlo a veces en un trozo de madera, en
un trapo, en un hueso o en una piedra: esa fue la poca del fetichismo de que
encontramos an vestigios en el catolicismo.Fueron precisos an siglos, sin duda
para que el hombre salvaje pasase del culto de los fetiches inanimados al de los
fetiches vivos, al de los brujos.
1114
Parece que el honor de haber creado ese culto pertenece a los pueblos
paganos.Eso era ya un gran pr ogreso. Cuanto ms se alejaba del hombre la
divinidad, es decirla potencia que causa miedo, ms respetable y grandiosa
pareca. No haba que dar msque un solo gran paso para el establecimiento
definitivo del mundo religioso, y ese fue el de la adoracin de una divinidad
invisible.Hasta ese salto mortal de la adoracin de lo visible a la adoracin de lo
invisible, los animales de las otras especies haban podido, con rigor, acompaar a
su hermano menor, elhombre, en todas sus experiencias teolgicas. Porque ellos
tambin adoran a su manera los fenmenos de la naturaleza. No sabemos lo que
pueden experimentar hacia otros planetas;pero estamos seguros de que la Luna y
sobre todo el Sol ejercen sobre ellos una influencia muy sensible.
Elevndose por su espritu sobre todas las cosas reales, incluso su propio
cuerpo,haciendo abstraccin de todo lo que es sensible o siquiera visible, inclusive
el firmamento con todas las estrellas, el hombre se encuentra frente al vaco
absoluto, a la nada indeterminada, infinita, sin ningn contenido, sin ningn
lmite.En ese vaco, el espritu del hombre que lo produjo por medio de la
eliminacin detodas las cosas, no pudo encontrar necesariamente ms que a s
mismo en estado depotencia abstracta; vindolo todo destruido y no teniendo ya
nada que eliminar, vuelve a caersobre s en una inaccin absoluta; y
considerndose en esa completa inaccin un serdiferente de s, se presenta como
su propio dios y se adora.
Dios no es, pues, otra cosa que el yo humano absolutamente vaco a fuerza
deabstraccin o de eliminacin de todo lo que es real y vivo. Precisamente de ese
modo loconcibi Buda, que, de todos los reveladores religiosos, fue ciertamente el
ms profundo, el ms sincero, el ms verdadero.Slo que Buda no saba y no
poda saber que era el espritu humano mismo el quehaba creado ese diosnada.
Apenas hacia el fin del siglo ltimo comenz la humanidad a percatarse de ello, y
slo en nuestro siglo, gracias a los estudios mucho ms profundos sobre la
naturaleza y sobre las operaciones del espritu humano, se ha llegado a dar
cuenta completa de ello.
Veremos pronto que lo mismo sucede con todas las ficciones polticasy jurdicas,
pues unas y otras son por lo dems consecuencias o transformaciones de la
ficcin religiosa.La divinidad asumi de repente ese carcter
absolutam ente
1117
Por lo dems, entre esos dioses, creados por los poetas, ninguno es absoluto;
cada uno representa slo un aspecto, una parte, sea del hombre, sea de la
naturaleza en general, sin cesar sin embargo de ser por eso seres concretos y
vivos. Se completan mutuamente y forman un conjunto muy vivo, muy gracioso
ysobre todo muy humano.Nada de sombro en esa religin, cuya teologa fue
inventada por los poetas,aadiendo cada cual libremente algn dios o alguna
diosa nuevos, segn las necesidades delas ciudades griegas, cada una de las
cuales se honraba con su divinidad tutelar,representante de su espritu colectivo.
Esa fue la religin, no de los individuos, sino de la colectividad de los ciudadanos
de tantas patrias restringidas y (la primera parte de una palabra ilegible)...mente
libres, asociadas por otra parte entre s ms o menos por unaespecie de
federacin imperfectamente organizada y muy (una palabra ilegible).
De todos los cultos religiosos que nos muestra la historia, ese fue ciertamente
elmenos teolgico, el menos serio, el menos divino y a causa de eso mismo el
menosmalhechor, el que obstaculiz menos el libre desenvolvimiento de la
sociedad humana. La sola pluralidad de los dioses ms o menos iguales en
potencia era una garanta contra el absolutismo; perseguido por unos, se poda
buscar la proteccin de los otros y el malcausado por un dios encontraba su
compensacin en el bien producido por otro. No exista,pues, en la mitologa
griega esa contradiccin lgica y moralmente monstruosa, del bien y delmal, de la
belleza y la fealdad, de la bondad y la maldad, del amor y el odio concentrados
enuna sola y misma persona, como sucede fatalmente en el dios del monotesmo.
1118
Por consiguiente, ese dios fue el que engendr el mal. No, responden los
telogos; Satans fue primero un ngel de luz y desde su rebelin contra dios se
volvi ngel de las tinieblas. Pero si la rebelin es un mal lo que est muy sujeto a
caucin, y nosotros creemos al contrario que es un bien, puesto que sin ella no
habra habido nunca emancipacin social, si constituye un crimen, quin ha
creado la posibilidad de ese mal? Dios, sin duda, os respondern aun los mismos
telogos,pero no hizo posible el mal ms que para dejar a los ngeles y a los
hombres el libre arbitrio.Y qu es el libre arbitrio? Es la facultad de elegir entre el
bien y el mal, y decidir espontneamente sea por uno sea por otro. Pero para que
los ngeles y los hombres hayanpodido elegir el mal, para que hayan podido
decidirse por el mal, es preciso que el mal haya existido independientemente de
ellos, y quin ha podido darle esa existencia, sino dios ?
arbitrio, no dejndoles mas que la facultad del bien, de suerte que en lo sucesivo
son forzosamente virtuosos y no se imaginan otra felicidad que la de servir
eternamente como criados a ese terrible seor.Pero parece que dios no ha sido
suficientemente esclarecido por su primera experiencia, puesto que, despus de la
cada de Satans, cre al hombre y, por ceguera o maldad, no dej de concederle
ese don fatal del libre arbitrio que perdi a Satans y que deba perderlo tambin a
l.
La cada del hombre, tanto como la de Satans, era fatal, puesto que haba sido
determinada desde la eternidad en la presciencia divina. Por lo dems, sin
remontar tan alto,nos permitiremos observar que la simple experiencia de un
honesto padre de familia habra debido impedir al buen dios someter a esos
desgraciados primeros hombres a la famos atentacin. El ms simple padre de
familia sabe muy bien que basta que se impida a los nios tocar una cosa para
que un instinto de curiosidad invencible los fuerce absolutamente a tocarla. Por
tanto, si ama a los hijos y si es realmente justo y bueno, les ahorrar esa
pruebatan intil como cruel.Dios no tuvo ni esa razn ni esa bondad, ni esa (una
palabra ilegible) y aunque supiese de antemano que Adn y Eva deban sucumbir
a la tentacin, en cuanto se cometi ese pecado, he lo ah que se deja llevar por
un furor verdaderamente divino. No se contentacon maldecir a los desgraciados
desobedientes, maldice a toda su descendencia hasta el finde los siglos,
condenando a los tormentos del infierno a millares de hombres que
eranevidentemente inocentes, puesto que ni siquiera haban nacido cuando se
cometi el pecado.
podido explicar la existencia del mal en este mundo que deba haber salido
perfecto de manos de un obrero tan perfecto, de este mundo creado por dios
mismo?
Pero, una vez admitida la cada, todas las dificultades se allanan y se explican. Lo
pretenden al menos. La naturaleza, primero perfecta, se vuelve de repente
imperfecta, todala mquina se descompone; a la armona primitiva sucede el
choque desordenado de lasfuerzas; la paz que reinaba al principio entre todas las
especies de animales, deja el puesto aesa carnicera espantosa, al devoramiento
mutuo; y el hombre, el rey de la naturaleza, lasobrepasa en ferocidad. La tierra se
convierte en el valle de sangre y de lgrimas, y la ley de Darwin la lucha
despiadada por la existencia triunfa en la naturaleza y en la sociedad. El mal
desborda sobre el bien, Satans ahoga a dios.Y una inepcia semejante, una
fbula tan ridcula, repulsiva, monstruosa, ha podido serseriamente repetida por
grandes doctores en teologas durante ms de quince siglos, qu digo?, lo es
todava; ms que eso, es oficialmente, obligatoriamente enseada en todas
lasescuelas de Europa. Qu hay que pensar, pues, des pus de eso de la
especie humana?Y no tienen mil veces razn los que pretenden que
traicionamos aun hoy mismo nuestro prximo parentesco con el gorila?Pero el
espritu (una palabra ilegible) de los telogos cristianos no se detiene en eso.
declaran impenetrable, lo que es una manera naturalmente cmoda para salir del
asunto y resolver todas las dificultades. Por tanto, esepadre lleno de amor, en su
suprema sabidura, decide enviar a su hijo nico a la tierra, a finde que se haga
matar por los hombres, para salvar, no las generaciones pasadas, ni siquiera las
del porvenir, sino, entre las ltimas, como lo declara el Evangelio mismo y como lo
repiten cada da tanto la iglesia catlica como los protestantes, slo un nmero
muy pequeo de elegidos.
Y ahora la carrera est abierta; es, como lo dijimos antes, una especie de carrera
de apuesta, un slvese el que pueda, por la salvacin del alma. Aqu los catlicos
y los protestantes se dividen: los primeros pretenden que no se entra en el paraso
ms que con el permiso especial del padre santo, el papa; los protestantes
afirman, por su parte, que lagracia directa e inmediata del buen dios es la nica
que abre las puertas. Esta grave disputa contina an hoy; nosotros no nos
mezclamos en ella.
Pero la teologa, como hace por lo dems siempre, ha tomado esa idea y ese
hecho completamente humanos de la produccin y al aplicarlos a su dios, al
extenderlos hasta elinfinito y al hacerlos salir por eso mismo de sus proporciones
naturales, ha formado una fantasa tan monstruosa como absurda. Por
consiguiente, si la creacin es eterna, no es creacin. El mundo no ha sido creado
por dios, por tanto tiene una existencia y un desenvolvimiento independientes de
l la eternidad del mundo es la negacin de dios mismo pues dios era
esencialmente el dios creador.
Otra cuestin: la creacin, tal como sali de las manos de dios, fue perfecta? Si
no lofu, no poda ser creacin de dios , porque el obrero, es el evangelio mismo el
que lo dice, se juzga segn el grado de perfeccin de su obra. Una creacin
imperfecta supondra necesariamente un creador imperfecto. Por tanto, la creacin
fue perfecta.Pero si lo fue, no pudo haber sido creada por nadie, porque la idea de
1123
1124
1125
1126
33
Se trata de poner en peligro nuestra nacionalidad, y yo, que por mis principios y
juramentos soy el llamado sostener la integridad Nacional, la soberana y la
independencia, tengo que trabajar activamente, multiplicando mis esfuerzos para
corresponder al depsito sagrado que la Nacin en el ejercicio de sus facultades,
me ha confiado; sin embargo, me propongo aunque ligeramente, contestar los
puntos ms importantes de su citada carta.
Admiro positivamente, por una parte, su generosidad y, por otra parte, ha sido
verdaderamente grande mi sorpresa encontrar en su carta la frase llamamiento
espontneo, porque ya haba visto antes, que cuando los traidores de mi patria, se
1127
Contest usted todo eso exigiendo una voluntad libremente manifestada por la
Nacin, y como resultado del sufragio universal: esto era exigir una imposibilidad;
pero era una exigencia propia de un hombre honrado. Cmo no he de admirarme
vindole aceptar las ofertas de los perjuros y aceptar su lenguaje, condecorar y
poner su servicio hombres como Mrquez y OHoran y rodearse de toda esa
parte daada de la sociedad mexicana?
1128
1129
Artculo 1ro. El Partido Revolucionario Cubano se constituye para lograr con los
esfuerzos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de
la Isla de Cuba, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico.
Artculo 2do. El Partido Revolucionario Cubano no tiene por objeto precipitar
inconsideradamente la guerra en Cuba, ni lanzar a toda costa al pas a un
movimiento mal dispuesto y discorde, sino ordenar, de acuerdo con cuantos
elementos vivos y honrados se le unan, una guerra generosa y breve, encaminada
a asegurar en la paz y el trabajo la felicidad de los habitantes de la Isla.
Artculo 3ro. El Partido Revolucionario Cubano reunir los elementos de revolucin
hoy existentes y allegar, sin compromisos inmorales con pueblo u hombre
alguno, cuantos elementos nuevos pueda, a fin de fundar en Cuba por una guerra
de espritu y mtodos republicanos, una nacin capaz de asegurar la dicha
durable de sus hijos y de cumplir, en la vida histrica del continente, los deberes
difciles que su situacin geogrfica le seala.
Artculo 4to. El Partido Revolucionario Cubano no se propone perpetuar en la
Repblica Cubana, con formas nuevas o con alteraciones ms aparentes que
esenciales, el espritu autoritario y la composicin burocrtica de la colonia, sino
fundar en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legtimas del hombre, un
pueblo nuevo y de sincera democracia, capaz de vencer, por el orden del trabajo
real y el equilibrio de las fuerzas sociales, los peligros de la libertad repentina en
una sociedad compuesta para la esclavitud.
Artculo 5to. El Partido Revolucionario Cubano no tiene por objeto llevar a Cuba
una agrupacin victoriosa que considere la Isla como su presa y dominio, sino
preparar, con cuantos medios eficaces le permita la libertad del extranjero, la
guerra que se ha de hacer para el decoro y bien de todos los cubanos, y entregar
a todo el pas la patria libre.
1130
Propagar
en
Cuba
el
fondos
de
1131
35
ntre Cuba en la guerra con la plena seguridad, inaceptable slo a los cubanos
sedentarios y parciales, de la competencia de sus hijos para obtener el triunfo, por
la energa de la revolucin pensadora y magnnima, y de la capacidad de los
cubanos, cultivada en diez aos primeros de fusin sublime, y en las prcticas
modernas del gobierno y el trabajo, [de los pueblos,] para salvar la patria desde su
raz de los desacomodos y tanteos, necesarios al principio del siglo, sin
1133
El civismo de sus guerreros; [la pericia prctica de sus pensadores] [realidad] [la
aspiracin y la cultura] el cultivo y benignidad de sus artesanos; [y sus hbitos
polticos] el empleo real y moderno de un nmero vasto de sus inteligencias y
riquezas; la peculiar moderacin del campesino sazonado en el destierro y en la
guerra; el trato ntimo y diario, y rpida e inevitable unificacin de las diversas
secciones del pas; [el] la [recip] admiracin recproca de las virtudes [comu]
iguales entre los cubanos que de las [diferencia] [distinciones] diferencias de la
esclavitud pasaron a la hermandad del sacrificio; y la benevolencia y aptitud
crecientes del liberto, superiores a [ese] los raros ejemplos de su desvo o encono,
aseguran a Cuba, sin ilcita ilusin, un porvenir en que las condiciones de
asiento, y del trabajo [feraz] inmediato de un pueblo feraz en la [nacionalidad]
repblica justa, excedern a las de disociacin y parcialidad provenientes de la
pereza o arrogancia que la guerra a veces cra, del rencor [provocativo] [agresivo]
ofensivo de una minora de amos cada de sus privilegios; de la censurable
premura con que una minora an invisible de libertos descontentos pudiera
aspirar, con violacin funesta del [la naturaleza y] albedro y [de los dems
hombres, y de la] naturaleza humanos, al respeto social que sola y seguramente
ha de venirles de la igualdad probada en [la virtud y la cultura] las [sentimientos]
virtudes y talentos; y de la sbita desposesin, en gran parte de los pobladores
letrados de [los] las ciudades, de la suntuosidad o abundancia relativa [que les
vena viene vena] [hoy] que hoy les viene de las gabelas inmorales y fciles de la
colonia, y de los oficios que habrn de desaparecer con la libertad.
Un pueblo libre, en el trabajo abierto a todos, enclavado a las bocas del [mundo]
universo rico e industrial, sustituir sin [dificultad] obstculo, y con ventaja,
despus de una guerra inspirada en la ms pura [ideal de] abnegacin, y
mantenida conforme a ella, al pueblo avergonzado [y miserable] donde el
bienestar slo se obtiene a cambio de la complicidad expresa o tcita con la tirana
de los extranjeros [famlicos] menesterosos que 1os desangran y corrompen. No
dudan de Cuba, ni de sus aptitudes para obtener y gobernar su [la] independencia,
los que en el herosmo de la muerte y en el de la fundacin [silenciosa] callada de
la patria, [han visto] ven resplandecer de continuo, en grandes y en pequeos, las
1135
De otro temor quisiera acaso valerse hoy, [en Cuba] so pretexto de [alta]
prudencia, la cobarda: el temor insensato; y jams en Cuba justificado, a la raza
negra. La revolucin, con su carga de mrtires, y de guerreros subordinados y
generosos, desmiente indignada, como desmiente la larga prueba de la
emigracin y de la tregua en [Cuba] la isla, la tacha de amenaza de la raza negra
con que se quisiese inicuamente levantar, [en Cuba] por los beneficiarios del
rgimen de Espaa, el miedo a la [consecuencias desordenadas de la] revolucin.
Cubanos hay ya en Cuba [olvidados] de uno y otro color, olvidados para siempre
con la guerra [de la libertad] emancipadora y el trabajo [en que] donde unidos se
gradandel odio en que los pudo dividir la esclavitud. La novedad y aspereza [y
tropiezo] de las relaciones sociales, consiguientes a la mudanza sbita del hombre
ajeno en propio, son menores que la sincera estimacin del cubano blanco por el
alma igual, la afanosa cultura, [el evanglico amor de libertad] el fervor de hombre
libre, y el amable carcter de su compatriota negro.
Y si a la raza le naciesen demagogos inmundos, o almas [vehementes] vidas
cuya impaciencia propia azuzase la de su color, o en quienes se convirtiera en
injusticia con los dems la piedad por los suyos, con su agradecimiento y su
cordura, y su amor a la patria, con su conviccin de la necesidad de desautorizar
por la prueba patente de la inteligencia y la virtud del cubano negro la opinin que
an reine de su [ineptitud] incapacidad para ellas, y con la posesin de todo lo real
del derecho humano, y el consuelo y la fuerza de la [ferviente] estimacin cuanto
en los cubanos blancos hay de justo y generoso, la misma raza extirpara en Cuba
el peligro negro, sin que tuviera que [temblar de miedo con su] alzarse a l una
sola mano blanca. La revolucin lo sabe, y lo proclama: la emigracin lo proclama
tambin. All no tiene el cubano negro escuelas de ira, como no tuvo en la guerra
una sola culpa de ensoberbecimiento indebido o de insubordinacin. En sus
1136
hombros anduvo segura la repblica a que no atent jams. Slo los que odian al
negro ven en el negro odio; y los que con [ese] semejante miedo injusto traficasen,
para sujetar, con [negro] inapetecible oficio, las manos que pudieran erguirse a
expulsar de la tierra cubana al ocupante corruptor. [e intil de la tierra cubana].
1138
La guerra sana y [robusta] vigorosa desde el nacer con que hoy reanuda Cuba,
con todas las ventajas de su experiencia, y la victoria asegurada a las
determinaciones finales, el esfuerzo excelso, jams recordado sin uncin, de [los
primeros] sus inmarcesibles hroes, no es slo hoy el piadoso anhelo de dar vida
plena al pueblo que, [en] bajo la inmoralidad y [opre] ocupacin crecientes de un
amo inepto, [y codicioso] desmigaja o pierde su[s] fuerza[s] superior[es] en la
patria sofocada o en [el] los destierros esparcidos. Ni es la guerra el [mero]
insuficiente prurito de [ganar, por el poder] conquistar a Cuba con el sacrificio
tentador, la [indep emancip] independencia po1tica, que sin derecho pedira a los
cubanos su brazo si con ella no fuese la esperanza de crear una patria ms a la
libertad del pensamiento, la equidad de las costumbres, y la paz del trabajo. La
guerra de [la] independencia de Cuba, [un pas donde, como en Cuba, donde va a
cruzarse] nudo del haz de islas donde se ha de cruzar, en [el] plazo de pocos
aos, el comercio de los continentes, es suceso de gran alcance humano, y
servicio oportuno que el herosmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y
[justo] trato justo de las naciones [de] americanas, y al equilibrio aun vacilante del
1140
[orbe] mundo. Honra y conmueve [meditar] pensar que cuando cae en tierra de
Cuba un guerrero de la independencia, abandonado tal vez por los pueblos
incautos o indiferentes a quienes se inmola, cae por el bien mayor del hombre, la
[firmeza an vaga todava insegura] confirmacin de la repblica moral en
Amrica, y la creacin de un archipilago libre donde las naciones respetuosas
derramen las riquezas que a su paso han de caer sobre el crucero [universal] del
mundo. Apenas podra creerse que con semejantes [hombres] mrtires, y tal
porvenir, hubiera cubanos que atasen a Cuba a la monarqua podrida y aldeana
de Espaa, y a su miseria [estril avara] inerte y viciosa!A la revolucin cumplir
maana el deber de explicar de nuevo al pas y a las naciones las causas locales,
y de idea e inters [humano] universal, con que para el adelanto y servicio de la
humanidad reanuda el pueblo emancipador de Yara y de Guimaro una guerra
digna del respeto de sus enemigos y el apoyo de los pueblos, por su rgido
concepto del derecho del hombre, y su aborrecimiento de la venganza estril y la
devastacin intil.
Hoy, al proclamar desde el umbral de la tierra veneranda el espritu y doctrinas
que produjeron [y e inspiran] y alientan la guerra entera y humanitaria en que se
une aun ms al pueblo de Cuba, invencible e indivisible, sanos lcito invocar,
como gua y ayuda de nuestro pueblo, a los [sublimes ejemplares] magnnimos
fundadores, cuya [obra] labor renueva el pas agradecido, y al honor, que ha de
impedir a los cubanos [mancillar o] herir, de palabra o de obra, a los que mueren
por ellos. Y al declarar as en nombre de la patria, y deponer ante ella y ante su
libre facultad de constitucin, la obra idntica de dos generaciones, suscriben
juntos la declaracin, por la responsabilidad comn de su representacin, y en
muestra de la unidad y solidez de la revolucin cubana, el Delegado del Partido
Revolucionario Cubano, creado para ordenar y auxiliar la guerra actual, y el
General en Jefe electo en l por todos los miembros activos del Ejrcito
Libertador.
1141
1142
Llegu, con el general Mximo Gmez y cuatro ms, en un bote en que llev el
remo de proa bajo el temporal, a una pedrera desconocida de nuestras playas;
cargu, catorce das, a pie por espinas y alturas mi morral y mi rifle; alzamos gente
a nuestro paso; siento en la benevolencia de las almas la raz de este cario mo a
la pena del hombre y la justicia de remediarla; los campos son nuestros sin
disputa, a tal punto, que en un mes slo he podido or un fuego; y a las puertas de
las ciudades, o ganamos una victoria, o pasamos revista, ante entusiasmo
parecido al fuego religioso, a tres mil armas; seguimos camino, al centro de la Isla,
a deponer yo, ante la revolucin que he hecho alzar, la autoridad que la
emigracin me dio, y se acat adentro, y debe renovar conforme a su estado
nuevo, una asamblea de delegados del pueblo cubano visible, de los
revolucionarios en armas.
La revolucin desea plena libertad en el ejrcito, sin las trabas que antes le opuso
una Cmara sin sancin real, o la suspicacia de una juventud celosa de su
republicanismo, o los celos, y temores de excesiva prominencia futura, de un
caudillo puntilloso o previsor; pero quiere la revolucin a la vez sucinta y
respetable representacin republicana, la misma alma de humanidad y decoro,
llena del anhelo de la dignidad individual, en la representacin de la repblica, que
la que empuja y mantiene en la guerra a los revolucionarios.
Por m, entiendo que no se puede guiar a un pueblo contra el alma que lo mueve,
o sin ella, y s cmo se encienden los corazones, y cmo se aprovecha para el
revuelo incesante y la acometida el estado fogoso y satisfecho de los corazones.
1144
Pero en cuanto a formas, caben muchas ideas, y las cosas de hombres, hombres
son quienes las hacen. Me conoce. En m, slo defender lo que tengo yo por
garanta o servicio de la Revolucin. S desaparecer. Pero no desaparecera mi
pensamiento, ni me agriara mi oscuridad. Y en cuanto tengamos forma,
obraremos, cmplame esto a m, o a otros.
(La muerte al siguiente da de Jos Mart, en Dos Ros, hizo que esta carta a su
gran amigo mexicano quedara inconclusa)
1145
Condicionamiento histrico.
INTRODUCCIN
Del mismo modo, el final de la Edad Moderna habr de ser igualmente flexible en
virtud de los procesos constitutivos de la quiebra y desintegracin del Antiguo
Rgimen, cuya transicin tendr un ritmo y una duracin variable segn las
diferentes realidades histricas de cada pueblo, y que grosso modo podemos
dilatar desde finales del siglo XVIII hasta el siglo XIX, y en algunos casos hasta el
propio siglo XX. En consecuencia, las transiciones hacia la modernidad y hacia el
fin de la misma diluyen sus lmites tanto en el medioevo como en la
contemporaneidad.
1147
1148
bien
ejerciendo
unas
relaciones
de
explotacin
sobre
sus
nuevos
grupos
sociales
muy
dinmicos
en
su
comportamiento,
del ciclo de revoluciones burguesas que se iniciara desde finales del siglo XVIII y
que supondra, en trminos generales, el desmantelamiento del Antiguo Rgimen.
otros mundos y con otras civilizaciones, no siempre con un nimo dialogante, sino
con la pretensin de imponer sus formas de civilizacin, o dicho de otro modo, con
la intencin de crear otras Europas, siempre que encontraran las circunstancias
adecuadas para hacerlo.
1151
1152
1153
En 1841 se doctor en Jena, con una tesis sobre Las diferencias en la filosofa de
la naturaleza de Demcrito y Epicuro, obra en la que ya se manifiesta su
orientacin materialista. Durante esta poca Marx y, en general, todo el crculo de
los hegelianos de izquierda, estuvieron muy influenciados por Feuerbach, aunque
posteriormente Marx, que apreciaba la crtica feuerbachiana de Hegel.
En 1843, ante esta situacin poltica que le impeda desarrollar cualquier labor
acadmica y periodstica, march de Alemania y se traslad a Pars, donde residi
1154
hasta 1845. Entre tanto se haba casado, aunque con la oposicin de la familia de
ella, con su amiga de la infancia, Jenny von Westphalen, joven aristcrata de su
Trveris natal.
En Pars, fund los Anales Franco-Alemanes junto con Arnold Ruge, revista de la
que solamente se edit un nmero. Trab amistad con el poeta Heine, conoci al
que posteriormente sera su gran amigo F. Engels, y profundiz su crtica a la
filosofa de Hegel escribiendo la Crtica de la filosofa del derecho de Hegel (1844).
En los Anales tambin public un estudio sobre la situacin de los judos: la
cuestin juda.
Por otra parte, aunque valora el anlisis efectuado por Feuerbach de la alienacin
religiosa, le critica por creer en una naturaleza humana, o esencia inmutable y
ahistrica de la humanidad. Por ello, considera que esta crtica aun no es
1155
Hasta tal punto aparece la realizacin del trabajo como desrealizacin del
trabajador, que ste es desrealizado hasta llegar a la muerte por inanicin. La
objetivacin aparece hasta tal punto como prdida del objeto, que el trabajador se
ve privado de los objetos ms necesarios no slo para la vida, sino incluso para el
trabajo. Es ms, el trabajo mismo se convierte en un objeto del que el trabajador
slo puede apoderarse con el mayor esfuerzo y las ms extraordinarias
interrupciones. La apropiacin del objeto aparece en tal medida como
extraamiento, que cuantos ms objetos produce el trabajador, tantos menos
1156
Tambin escribe las Tesis sobre Feuerbach y, junto con Engels, escribe La
sagrada familia, que es un ataque crtico filosfico a los jvenes hegelianos y un
ajuste de cuentas con su propio pasado filosfico. Ambos autores critican los
aspectos ideolgicos del hegelianismo y de la antropologa feuerbachiana y, en
lugar de conceptualizar las relaciones humanas a partir de la nocin metafsica de
esencia humana, adoptan el punto de vista terico-econmico de las relaciones
sociales, a la vez que ofrecen un primer esbozo del materialismo histrico.
filosfica,
permiten
distinguir
entre
un
joven
Marx,
an
Por otra parte, si con La ideologa alemana rompi con su pasado hegeliano, en
1847 tambin concreta su crtica a Proudhon en su libro Miseria de la filosofa
(1847), respuesta a la Filosofa de la miseria de este autor, obra en la que ya
aparece la teora econmica marxista del valor-trabajo, y que Marx haba ido
desarrollando en otros textos menores.
En 1848, junto con Engels, escribe el Manifiesto del partido comunista, encargado
por la Liga de los comunistas. En este texto Marx y Engels crean las bases de su
concepcin comunista basada en la lucha de clases que acta como motor de la
historia. Pero lejos de proponer un modelo utpico o descripcin de una hipottica
sociedad comunista, Marx y Engels solamente exponen las causas de la
explotacin de la clase obrera, a la que, en la sociedad capitalista, consideran
como el autntico sujeto de la historia.
Para terminar no slo con la explotacin, sino con toda la historia basada en la
propiedad privada y fuente de la enajenacin, propugnan la necesidad de la toma
del poder poltico por parte del proletariado, a fin de ir extinguiendo
progresivamente el Estado. Con ocasin del amplio movimiento revolucionario que
se dio en buena parte de Europa, Marx vuelve a Alemania y funda, con Engels,
La Nueva Gaceta Renana (Neue Rheinische Zeitung), pero el fracaso de la
revolucin comportar su expulsin de este pas.
Por otra parte, y puesto que su obra ha tenido una inmensa trascendencia, es
difcil entender su pensamiento al margen de los resultados a los que
posteriormente condujeron determinadas interpretaciones y elaboraciones de sus
concepciones. El mismo Marx se defenda de una interpretacin escolstica de
su pensamiento, razn por la cual l mismo deca de s mismo que no era
marxista, indicando con ello que no poda clasificarse, esquematizarse ni,
mucho menos, dogmatizarse su pensamiento, que l siempre entendi como
fundamentalmente crtico.
1161
Tras una estancia de tres o cuatro aos en Manchester, donde su padre posea
fbricas textiles, publica
en Leipzig
1162
Al morir Marx en 1883, prepara la edicin de los volmenes II (1885) y III (1894)
de El Capital, a partir de los manuscritos de Marx, y se dedica intensamente a la
edicin de escritos suyos y a mantener relacin epistolar con muchos intelectuales
europeos.
Aunque es difcil separar en las obras escritas conjuntamente con Marx cules son
las teoras de uno y de otro, a Engels se le atribuye propiamente la paternidad del
materialismo dialctico, esto es, la afirmacin de que la materia, que es la nica
realidad, se desarrolla segn las leyes dialcticas, inevitables y necesarias, de
unin y lucha de contrarios, de la conversin de la cantidad en cualidad y de la
negacin de la negacin.
En sus ltimas obras muestra inters por la ideologa para contrarrestar una
versin excesivamente economicista de la relacin entre infraestructura y
superestructura.
1163
1164
1165
trmino porque puede existir como trabajador, en segundo trmino porque puede
existir como sujeto fsico. El colmo de esta servidumbre es que ya slo en cuanto
trabajador puede mantenerse como sujeto fsico y que slo como sujeto fsico es
ya trabajador.
De esto resulta que el hombre (el trabajador) slo se siente libre en sus funciones
1169
Como quiera que el trabajo enajenado (1) convierte a la naturaleza en algo ajeno
al hombre, (2) lo hace ajeno de s mismo, de su propia funcin activa, de su
actividad vital, tambin hace del gnero algo ajeno al hombre; hace que para l la
vida genrica se convierta en medio de la vida individual. En primer lugar hace
extraas entre s la vida genrica y la vida individual; en segundo trmino
convierte a la primera, en abstracto, en fin de la ltima, igualmente en su forma
extraada y abstracta.
1172
1174
1175
ms
tarde
tambin
desde
el
lado
del
no
trabajador.
relacin
se
transforma
despus
en
una
interaccin
recproca.
Comprendemos tambin por esto que salario y propiedad privada son idnticos,
pues el salario que paga el producto, el objeto del trabajo, el trabajo mismo, es
slo una consecuencia necesaria de la enajenacin del trabajo; en el salario el
trabajo no aparece como un fin en s, sino como un servidor del salario.
Detallaremos
esto
ms
tarde.
Limitndonos
extraer
ahora
algunas
consecuencias.
(XXVI) Un alza forzada de los salarios, prescindiendo de todas las dems
dificultades (prescindiendo de que, por tratarse de una anomala, slo mediante la
fuerza podra ser mantenida), no sera, por tanto, ms que una mejor
remuneracin de los esclavos, y no conquistara, ni para el trabajador, ni para el
trabajo su vocacin y su dignidad humanas.
Incluso la igualdad de salarios, como pide Proudhon, no hace ms que transformar
la relacin del trabajador actual con su trabajo en la relacin de todos los hombres
con el trabajo. La sociedad es comprendida entonces como capitalista abstracto.
1177
produccin,
y todas las
slo
modificaciones y
1178
1179
38
I. El defecto fundamental hasta d presente de todo el materialismo anterior incluyendo al de Feuerbach- es que slo considera las cosas, la realidad del
mundo sensible, en forma de objeto de observacin y no como actividad sensorial
humana, no como actividad prctica, no subjetivamente. As se explica que el
aspecto activo ha sido desarrollado por el idealismo, en oposicin al materialismo,
pero en forma abstracta, porque el idealismo no conoce, naturalmente, la actividad
real concreta como tal. Feuerbach quiere objetos sensibles, realmente distintos de
los objetos mentales, pero tampoco concibe la actividad humana como una
actividad objetiva Por eso La esencia del cristianismo slo considera como actitud
autnticamente humana la actividad terica y capta slo la actividad prctica en su
manifestacin bajamente judaica. Por consiguiente, no comprende la importancia
de la actividad revolucionaria, prctico-crtica.
1180
La coincidencia de la modificacin de las circunstancias y de la actividad humana o automodificacin- slo puede concebirse y comprenderse racionalmente como
una prctica revolucionaria.
IV. Feuerbach parte del hecho de que la religin hace al hombre ignorante de s
mismo y desdobla el mundo en un mundo religioso, imaginario, y un mundo
temporal. Su cometido consiste en reducir el mundo religioso a su base terrenal. El
hecho de que la base terrenal se separe de s misma y se establezca en las nubes
como un reino independiente slo puede explicarse por el desgarramiento y la
contradiccin internos de esta base terrenal. Es necesario, pues, comprender sta
en su contradiccin, y revolucionarla en la prctica suprimiendo la contradiccin.
As, por ejemplo, cuando se ha descubierto que el secreto de la familia celestial es
la familia terrenal, se debe destruir primero a sta en la teora y en la prctica.
1181
VIII. Toda vida social es esencialmente prctica Todos los misterios que desvan la
teora hacia el misticismo encuentran su solucin racional en la prctica humana y
en la comprensin de esta prctica.
1182
1183
En las anteriores pocas histricas encontramos casi por todas partes una
completa diferenciacin de la sociedad en diversos estamentos, una mltiple
escala gradual de condiciones sociales.
En la antigua Roma hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la
Edad Media, seores feudales, vasallos, maestros, oficiales y siervos, y, adems,
en casi todas estas clases todava encontramos gradaciones especiales.
De los siervos de la Edad Media surgieron los vecinos libres de las primeras
ciudades; de este estamento urbano salieron los primeros elementos de la
burguesa. El descubrimiento de Amrica y la circunnavegacin de frica
ofrecieron a la burguesa en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados
de la India y de China, la colonizacin de Amrica, el intercambio con las colonias,
la multiplicacin de los medios de cambio y de las mercancas en general
imprimieron al comercio, a la navegacin y a la industria un impulso hasta
entonces desconocido, y aceleraron con ello el desarrollo del elemento
revolucionario de la sociedad feudal en descomposicin.
1184
Pero los mercados crecan sin cesar; la demanda iba siempre en aumento. Ya no
bastaba tampoco la manufactura. El vapor y la maquinaria revolucionaron
entonces la produccin industrial. La gran industria moderna sustituy a la
manufactura; el lugar del estamento medio industrial vino a ocuparlo los
industriales millonarios jefes de verdaderos ejrcitos industriales, los
burgueses modernos.
1185
1186
Espoleada por la necesidad de dar a sus productos una salida cada vez mayor, la
burguesa recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse
en todas partes, crear vnculos en todas partes.
1187
Los bajos precios de sus mercancas constituyen la artillera pesada que derrumba
todas las murallas chinas y hace capitular a los brbaros ms fanticamente
hostiles a los extranjeros. Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a
adoptar el modo burgus de produccin, las constrie a introducir la llamada
civilizacin, es decir, a hacerse burgueses. En una palabra: se forja un mundo a su
imagen y semejanza.
Cul de los siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas
productivas dormitasen en el seno del trabajo social? Hemos visto, pues, que los
medios de produccin y de cambio, sobre cuya base se ha formado la burguesa,
fueron creados en la sociedad feudal. Al alcanzar un cierto grado de desarrollo
estos medios de produccin y de cambio, las condiciones en que la sociedad
feudal produca y cambiaba, la organizacin feudal de la agricultura y de la
industria manufacturera, en una palabra, las relaciones feudales de propiedad,
cesaron de corresponder a las fuerzas productivas ya desarrolladas.
la libre concurrencia, con una constitucin social y poltica adecuada a ella y con la
dominacin econmica y poltica de la clase burguesa. Ante nuestros ojos se est
produciendo un movimiento anlogo. Las relaciones burguesas de produccin y de
cambio, las relaciones burguesas de propiedad, toda esa sociedad burguesa
moderna, que ha hecho surgir como por encanto tan potente medio de produccin
y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias
infernales que ha desencadenado con sus conjuros.
Pero la burguesa no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha
producido tambin a los hombres que empuarn esas armas: los obreros
modernos, los proletarios.
El creciente empleo de las mquinas y la divisin del trabajo quitan al trabajo del
proletariado todo carcter propio y le hacen perder con ello todo atractivo para el
obrero. Este se convierte en un simple apndice de la mquina, y slo se le exigen
las operaciones ms sencillas, ms montonas y de ms fcil aprendizaje. Por
tanto, lo que cuesta hoy da el obrero se reduce poco ms o menos a los medios
de subsistencia indispensable para vivir y para perpetuar su linaje.
Pero el precio de todo trabajo, como el de toda mercanca, es igual a los gastos de
produccin. Por consiguiente, cuanto ms fastidioso resulta el trabajo, ms bajan
1191
Pequeos
industriales,
pequeos
comerciantes
rentistas,
artesanos
campesinos, toda la escala inferior de las clases medias de otro tiempo, caen en
las filas del proletariado; unos, porque sus pequeos capitales no les alcanzan
para acometer grandes empresas industriales y sucumben en la competencia con
1192
Aqu y all la lucha estalla en sublevacin. A veces los obreros triunfan; pero es un
triunfo efmero. El verdadero resultado de sus luchas no es el xito inmediato, sino
la unin cada vez ms extensa de los obreros. Esta unin es propiciada por el
crecimiento de los medios de comunicacin creados por la gran industria y que
ponen en contacto a los obreros de diferentes localidades. Y basta ese contacto
para que las numerosas luchas locales, que en todas partes revisten el mismo
carcter, se centralicen en una lucha nacional, en una lucha de clases.
Mas toda lucha de clases es una lucha poltica. Y la unin que los habitantes de
las ciudades de la Edad Media, con sus caminos vecinales, tardaron siglos en
establecer, los proletarios modernos, con los ferrocarriles, la llevan a cabo en unos
pocos aos.
Esta organizacin del proletariado en clase y, por tanto, en partido poltico, vuelve
sin cesar a ser socavada por la competencia entre los propios obreros, pero
resurge, y siempre ms fuerte, ms firme, ms potente. Aprovecha las disensiones
intestinas de los burgueses para obligarlos a reconocer por ley algunos intereses
de la clase obrera; por ejemplo, la ley de la jornada de diez horas en Inglaterra. En
1194
Adems, como acabamos de ver, el progreso de la industria precipita a las filas del
proletariado a capas enteras de la clase dominante, o, al menos, las amenaza en
sus condiciones de existencia. Tambin ellas aportan al proletariado numerosos
elementos de educacin.
De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesa, slo el proletariado es
una clase verdaderamente revolucionaria. Las dems clases van degenerando y
desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es
su producto ms peculiar.
1195
El proletariado no tiene propiedad; sus relaciones con la mujer y con los hijos no
tienen nada en comn con las relaciones familiares burguesas; el trabajo industrial
moderno, el moderno yugo del capital, que es el mismo en Inglaterra que en
Francia, en Norteamrica que en Alemania, despoja al proletariado de todo
carcter nacional.
Las leyes, la moral, la religin son para l meros prejuicios burgueses, detrs de
los cuales se ocultan otros tantos intereses de la burguesa. Todas las clases que
en el pasado lograron hacerse dominantes trataron de consolidar la situacin
adquirida sometiendo a toda la sociedad a las condiciones de su modo de
apropiacin. Los proletarios no pueden conquistar las fuerzas productivas
sociales, sino aboliendo su propio modo de apropiacin en vigor y, por tanto, todo
modo de apropiacin existente hasta nuestros das.
1196
Los proletarios no tienen nada que salvaguardar; tienen que destruir todo lo que
hasta ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada existente.
Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por minoras o en
provecho de minoras. El movimiento proletario es un movimiento propio de la
inmensa mayora en provecho de la inmensa mayora. El proletariado, capa
inferior de la sociedad actual, no puede levantarse, no puede enderezarse, sin
hacer saltar toda la superestructura formada por las capas de la sociedad oficial.
Los comunistas slo se distinguen de los dems partidos proletarios en que, por
una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen
valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la
nacionalidad; y por otra parte, en que, en las diferentes fases de desarrollo por
1198
1199
La propiedad adquirida, fruto del trabajo, del esfuerzo personal! Os refers acaso
a la propiedad del pequeo burgus, del pequeo labrador, esa forma de
propiedad que ha precedido a la propiedad burguesa? No tenemos que abolirla: el
progreso de la industria la ha abolido y est abolindola a diario.
El capital no es, pues, una fuerza personal; es una fuerza social. En consecuencia,
si se transforma el capital en propiedad colectiva, perteneciente a todos los
miembros de la sociedad, no es la propiedad personal la que se transforma en
propiedad social. Slo cambia el carcter social de la propiedad. sta pierde su
carcter de clase.
al obrero para conservar su vida como tal obrero. Por consiguiente, lo que el
obrero asalariado se apropia por su actividad es estrictamente lo que necesita
para la mera reproduccin de su vida. No queremos de ninguna manera abolir
esta apropiacin personal de los productos del trabajo, indispensables para la
mera reproduccin de la vida humana, esa apropiacin, que no deja ningn
beneficio lquido que pueda dar un poder sobre el trabajo de otro.
1201
disimulada, por una comunidad franca y oficial. Es evidente, por otra parte, que
con la abolicin de las relaciones de produccin actuales desaparecer la
comunidad de las mujeres que de ellas se deriva, es decir, la prostitucin oficial y
no oficial. Se acusa tambin a los comunistas de querer abolir la patria, la
nacionalidad.
Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen. Ms,
por cuanto el proletariado debe en primer lugar conquistar el poder poltico,
elevarse a la condicin de clase nacional, constituirse en nacin, todava es
nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgus.
En el ocaso del mundo antiguo, las viejas religiones fueron vencidas por la religin
cristiana. Cuando, en el siglo XVIII, las ideas cristianas fueron vencidas por las
ideas de la ilustracin, la sociedad feudal libraba una lucha a muerte contra la
burguesa, entonces revolucionaria. Las ideas de libertad religiosa y de libertad de
conciencia no hicieron ms que reflejar el reinado de la libre concurrencia en el
dominio del saber. Sin duda se nos dir, las ideas religiosas, morales,
filosficas, polticas, jurdicas, etc, se han ido modificando en el curso del
desarrollo histrico.
10. Educacin pblica y gratuita de todos los nios; abolicin del trabajo de stos
en las fbricas tal como se practica hoy; rgimen de educacin combinado con la
produccin material, etc, etc.
Una vez que en el curso del desarrollo hayan desaparecido las diferencias de
clase y se haya concentrado toda la produccin en manos de los individuos
asociados, el poder pblico perder su carcter poltico. El poder poltico,
hablando propiamente, es la violencia organizada de una clase para la opresin de
otra. Si en la lucha contra la burguesa el proletariado se constituye
indefectiblemente en clase; si mediante la revolucin se convierte en clase
dominante y, en cuanto clase dominante, suprime por la fuerza las viejas
relaciones de produccin, suprime, al mismo tiempo que estas relaciones de
produccin, las condiciones para la existencia del antagonismo de clase y de las
1208
1209
adverta que sus posaderas estaban adornadas con el viejo blasn feudal y se
dispersaba en medio de grandes e irreverentes carcajadas.
Una parte de los legitimistas franceses y la Joven Inglaterra han dado al mundo
este espectculo cmico. Cuando los campeones del feudalismo aseveran que su
modo de explotacin era distinto del de la burguesa, olvidan una cosa, y es que
ellos explotaban en condiciones y circunstancias por completo diferentes y hoy
anticuadas.
b) El socialismo pequeo-burgus.
La aristocracia feudal no es la nica clase hundida por la burguesa y no es la
nica clase cuyas condiciones de existencia empeoran y van extinguindose en la
sociedad burguesa moderna. Los habitantes de las ciudades medievales y el
estamento de los pequeos agricultores de la Edad Media fueron los precursores
de la burguesa moderna.
la
civilizacin
moderna,
se
ha
formado
y,
como
parte
Pero los individuos que la componen se ven continuamente precipitados a las filas
del proletariado a causa de la competencia y, con el desarrollo de la gran industria,
ven aproximarse el momento en que desaparecern por completo como fraccin
independiente de la sociedad moderna y en que sern reemplazados en el
comercio, en la manufactura y en la agricultura por capataces y empleados.
De este modo, para los filsofos alemanes del siglo XVIII, las reivindicaciones de
la primera revolucin francesa no eran ms que reivindicaciones de la razn
prctica en general, y las manifestaciones de la voluntad de la burguesa
revolucionaria de Francia no expresaban a sus ojos ms que las leyes de la
voluntad pura, de la voluntad tal como deba ser, de la voluntad verdaderamente
humana.
Se sabe cmo los frailes superpusieron sobre los manuscritos de las obras
clsicas del antiguo paganismo las absurdas descripciones de la vida de los
santos catlicos. Los literatos alemanes procedieron inversamente con respecto a
la literatura profana francesa. Deslizaron sus absurdos filosficos bajo el original
francs. Por ejemplo: bajo la crtica francesa de las funciones del dinero, escriban:
enajenacin de la esencia humana; bajo la crtica francesa del Estado burgus,
decan: eliminacin del poder de lo universal abstracto, y as sucesivamente. A
esta interpolacin de su fraseologa filosfica en la crtica francesa le dieron el
nombre de filosofa de la accin, socialismo verdadero, ciencia alemana del
socialismo, fundamentacin filosfica delsocialismo, etc.
De esta manera fue completamente castrada la literatura socialista comunista
francesa. Y como en manos de los alemanes dej de ser la expresin de la lucha
de una clase contra otra, los alemanes se imaginaron estar muy por encima de la
1213
Este socialismo alemn, que tomaba tan solemnemente en serio sus torpes
ejercicios de escolar y que con tanto estrpito charlatanesco los lanzaba a los
cuatro vientos, fue perdiendo poco a poco su inocencia pedantesca. La lucha de la
burguesa alemana, y principalmente de la burguesa prusiana, contra los feudales
y la monarqua absoluta, en una palabra, el movimiento liberal, adquira un
carcter ms serio.
Por su parte, el socialismo alemn comprendi cada vez mejor que estaba
llamado a ser el representante pomposo de esta pequea burguesa. Proclam
que la nacin alemana era la nacin modelo y el mescrata alemn el hombre
modelo. A todas las infamias de este hombre modelo les dio un sentido oculto, un
sentido superior y socialista, contrario a la realidad. Fue consecuente hasta el fin,
manifestndose de un modo abierto contra la tendencia brutalmente destructiva
del comunismo y declarando su imparcial elevacin por encima de todas las
luchas de clases. Salvo muy raras excepciones, todas las obras llamadas
socialistas que circulan en Alemania pertenecen a esta inmunda y enervante
literatura.
filntropos, los humanitarios, los que pretenden mejorar la suerte de las clases
trabajadoras, los organizadores de la beneficencia, los protectores de animales,
los fundadores de las sociedades de templanza, los reformadores domsticos de
toda laya. Y hasta se ha llegado a elaborar este socialismo burgus en sistemas
completos.
Los inventores de estos sistemas, por cierto, se dan cuenta del antagonismo de
las clases, as como de la accin de los elementos destructores dentro de la
misma sociedad dominante.
Pero no advierten del lado del proletariado ninguna iniciativa histrica, ningn
movimiento poltico propio. Como el desarrollo del antagonismo de clases corre
1217
Repudian, por eso, toda accin poltica, y en particular, toda accin revolucionaria;
propnense alcanzar su objetivo por medios pacficos, intentando abrir camino al
nuevo evangelio social valindose de la fuerza del ejemplo, por medio de
pequeos experimentos, que, naturalmente, fracasan siempre.
Entre los polacos, los comunistas apoyan al partido que ve en una revolucin
agraria la condicin de la liberacin nacional; es decir, al partido que provoc en
1846 la insurreccin de Cracovia.
1221
40
(5 de marzo de 1853)
Londres, 5 de marzo de 1852
1222
1223
1224
De tal suerte ocurri que Santiago Mario, un joven sin formacin, logr expulsar
de las provincias de Cuman y Barcelona a los espaoles, al mismo tiempo que
Bolvar ganaba terreno en las provincias occidentales.
La nica resistencia seria la opusieron los espaoles a la columna de Ribas, quien
no obstante derrot al general Monteverde en Los Taguanes y lo oblig a
encerrarse en Puerto Cabello el resto de sus tropas.
Cuando el gobernador de Caracas, general Fierro, tuvo noticias de que se
acercaba Bolvar, le envi parlamentarios para ofrecerle una capitulacin, la que
se firm en La Victoria. Pero Fierro, invadido por un pnico repentino y sin
aguardar el regreso de sus propios emisarios, huy secretamente por la noche y
dej a ms de 1.500 espaoles librados a la merced del enemigo. A Bolvar se le
tribut entonces una entrada apotetica.
De pie, en un carro de triunfo, al que arrastraban doce damiselas vestidas de
blanco y ataviadas con los colores nacionales, elegidas todas ellas entre las
mejores familias caraqueas, Bolvar, la cabeza descubierta y agitando un
bastoncillo en la man, fue llevado en una media hora desde la entrada la ciudad
hasta su residencia. Se proclam "Dictador y Libertador de las Provincias
Occidentales de Venezuela" --Mario haba adoptado el ttulo de "Dictador de las
Provincias Orientales"--, cre la "Orden del Libertador", form un cuerpo de tropas
escogidas a las que denomin guardia de corps y se rode de la pompa propia de
una corte.
Pero, como la mayora de sus compatriotas, era incapaz de todo esfuerzo de
largo aliento y su dictadura degener pronto en una anarqua militar, en la cual
asuntos ms importantes quedaban en manos de favoritos que arruinaban las
finanzas pblicas y luego recurran a medios odiosos para reorganizarlas.
1226
esa misma noche, para dirigirse apresuradamente y por atajos hacia Cuman,
donde pese a las airadas protestas de Ribas se embarc de inmediato en el
"Bianchi", junto con Mario y otros oficiales. Si Ribas, Pez y los dems generales
hubieran seguido a los dictadores en su fuga, todo se habra perdido.
Tratados como desertores a su arribo a Juan Griego, isla Margarita, por el general
Arismendi, quien les exigi que partieran, levaron anclas nuevamente hacia
Carpano, donde, habindolos recibido de manera anloga el coronel Bermdez,
se hicieron a la mar rumbo a Cartagena. All a fin de cohonestar su huida,
publicaron una memoria de justificacin, henchida de frases altisonantes.
Habindose sumado Bolvar a una conspiracin para derrocar al gobierno de
Cartagena, tuvo que abandonar esa pequea repblica y seguir viaje hacia Tunja,
donde etaba reunido el Congreso de la Repblica Federal de Nueva Granada. La
provincia de Cundinamarca, en ese entonces, estaba a la cabeza de las
provincias independientes que se negaban a suscribir el acuerdo federal
neogranadino, mientras que Quito, Pasto, Santa Marta y otras provincias todava
se hallaban en manos de los espaoles.
Bolvar, que lleg el 22 de noviembre de 1814 a Tunja, designado por el
congreso comandante en jefe de las fuerzas armadas federales y recibi la doble
misin de obligar al presidente de la provincia de Cundinamarca a reconociera la
autoridad del congreso y de marchar luego sobre Santa Marta, el nico puerto de
mar fortificado granadino an en manos de los espaoles. No present
dificultades el cumplimiento del primer cometido, puesto que Bogot, la capital de
la provincia desafecta, careca de fortificaciones. Aunque la ciudad haba
capitulado, Bolvar permiti a sus soldados que durante 48 horas la saquearan.
En Santa Marta el general espaol Montalvo, dispona tan slo de una dbil
guarnicin de 200 hombres y de una plaza fuerte en psimas condiciones
defensivas, tena apalabrado ya un barco francs para asegurar su propia huida;
los vecinos, por su parte, enviaron un mensaje a Bolvar participndole que, no
bien apareciera, abriran las puertas de la ciudad y expulsaran a la guarnicin.
1228
Pero en vez de marchar contra los espaoles de Santa Marta, tal como se lo
haba ordenado el congreso, Bolvar se dej arrastrar por su encono contra
Castillo, el comandante de Cartagena, y actuando por su propia cuenta condujo
sus tropas contra esta ltima ciudad, parte integral de la Repblica Federal.
Rechazado, acamp en Popa, un cerro situado aproximadamente a tiro de can
de Cartagena.
Por toda batera emplaz un pequeo can, contra una fortaleza artillada con
unas 80 piezas. Pas luego del asedio al bloqueo, que dur hasta comienzos de
mayo, sin ms resultado que la disminucin de sus efectivos, por desercin o
enfermedad, de 2.400 a 700 hombres. En el nterin una gran expedicin espaola
comandada por el general Morillo y procedente de Cdiz haba arribado a la isla
Margarita, el 25 de marzo de 1815. Morillo destac de inmediato poderosos
refuerzos a Santa Marta y poco despus sus fuerzas se aduearon de Cartagena.
Previamente, empero, el 10 de mayo 1815, Bolvar se haba embarcado con una
docena de oficiales en un bergantn artillado, de bandera britnica, rumbo a
Jamaica. Una vez llegado a este punto de refugio public una nueva proclama, en
la que se presentaba como la vctima de alguna faccin o enemigo secreto y
defenda su fuga ante los espaoles como si se tratara una renuncia al mando,
efectuada en aras de la paz pblica.
Durante su estada de ocho meses en Kingston, los generales que haba dejado
en Venezuela y el general Arismendi en la isla Margarita presentaron una tenaz
resistencia las armas espaolas. Pero despus que Ribas, a quin Bolvar deba
su renombre, cayera fusilado por los espaoles tras la toma de Maturn, ocup su
lugar un hombre de condiciones militares aun ms relevantes. No pudiendo
desempear, por su calidad de extranjero, un papel autnomo en la revolucin
sudamericana, este hombre decidi entrar al servicio de Bolvar. Se trataba de
Luis Brion.
Para prestar auxilios a los revolucionarios se haba hecho a la mar en Londres,
rumbo a Cartagena, con una corbeta de 24 caones, equipada en gran parte a
1229
sus propias expensas y cargada con 14.000 fusiles y una gran cantidad de otros
pertrechos. Habiendo llegado demasiado tarde y no pudiendo ser til a los
rebeldes, puso proa hacia Cayos, en Hait, adonde muchos emigrados patriotas
haban huido tras la capitulacin de Cartagena.
Entretanto Bolvar se haba trasladado tambin a Puerto Prncipe donde, a cambio
de su promesa de liberar a los esclavos, el presidente haitiano Ption le ofreci un
cuantioso apoyo material para una nueva expedicin contra los espaoles de
Venezuela.
En Los Cayos se encontr con Brion y los otros emigrados y en una junta general
se propuso a s mismo como jefe de la nueva expedicin, bajo la condicin de
que, hasta la convocatoria de un congreso general, l reunira en sus manos los
poderes civil y militar. Habiendo aceptado la mayora esa condicin, los
expedicionarios se hicieron a la mar el 16 de abril de 1816 con Bolvar como
comandante y Brion en calidad de almirante. En Margarita, Bolvar logr ganar
para su causa a Arismendi, el comandante de la isla, quien haba rechazado a los
espaoles a tal punto que a stos slo les restaba un nico punto de apoyo,
Pampatar.
Con la formal promesa de Bolvar de convocar un congreso nacional en
Venezuela no bien se hubiera hecho dueo del pas, Arismendi hizo reunir una
junta en la catedral de Villa del Norte y proclam pblicamente a Bolvar jefe
supremo de las repblicas de Venezuela y Nueva Granada.
El 31 de mayo de 1816 desembarc Bolvar en Carpano, pero no se atrevi a
impedir que Mario y Piar se apartaran de l y efectuaran, por su propia cuenta,
una campaa contra Cuman. Debilitado por esta separacin y siguiendo los
consejos de Brion se hizo a la vela rumbo a Ocumare [de la Costa], adonde arrib
el 3 de julio de 1816 con 13 barcos, de los cuales slo 7 estaban artillados. Su
ejrcito se compona tan slo de 650 hombres, que aumentaron a 800 por el
reclutamiento de negros, cuya liberacin haba proclamado.
1230
1232
Bajo las falsas imputaciones de haber conspirado contra los blancos, atentado
contra la vida de Bolvar y aspirado al poder supremo, Piar fue llevado ante un
consejo de guerra presidido por Brion y, condenado a muerte, se le fusil el 16 de
octubre de 1817. Su muerte llen a Mario de pavor. Plenamente consciente de
su propia insignificancia al hallarse privado del concurso de Piar, Mario, en una
carta abyectsima, calumni pblicamente a su amigo victimado, se doli de su
propia rivalidad con el Libertador y apel a la inagotable magnanimidad de
Bolvar.
La conquista de la Guayana por Piar haba dado un vuelco total a la situacin, en
favor de los patriotas, pues esta provincia sola les proporcionaba ms recursos
que las otras siete provincias venezolanas juntas. De ah que todo el mundo
confiara en que la nueva campaa anunciada por Bolvar en una flamante
proclama conducira a la expulsin definitiva de los espaoles.
Ese primer boletn, segn el cual unas pequeas partidas espaolas que
forrajeaban al retirarse de Calabozo eran "ejrcitos que huan ante nuestras
tropas victoriosas", no tena por objetivo disipar tales esperanzas. Para hacer
frente a 4.000 espaoles, que Morillo an no haba podido concentrar, dispona
Bolvar de ms de 9.000 hombres, bien armados y equipados, abundantemente
provistos con todo lo necesario para la guerra. No obstante, a fines de mayo de
1818 Bolvar haba perdido unas doce batallas y todas las provincias situadas al
norte del Orinoco.
Como dispersaba sus fuerzas, numricamente superiores, stas siempre eran
batidas por separado. Bolvar dej la direccin de la guerra en manos de Pez y
sus dems subordinados y se retir a Angostura.
A una defeccin segua la otra, y todo pareca encaminarse a un descalabro total.
En ese momento extremadamente crtico, una conjuncin de sucesos afortunados
modific nuevamente el curso de las cosas. En Angostura Bolvar encontr a
Santander, natural de Nueva Granada, quien le solicit elementos para una
1233
invasin a ese territorio, ya que la poblacin local estaba pronta para alzarse en
masa contra los espaoles. Bolvar satisfizo hasta cierto punto esa peticin.
En el nterin, lleg de Inglaterra una fuerte ayuda bajo la forma de hombres,
buques y municiones, y oficiales ingleses, franceses, alemanes y polacos
afluyeron de todas partes a Angostura. Finalmente, el doctor [Juan] Germn
Roscio, consternado por la estrella declinante de la revolucin sudamericana, hizo
su entrada en escena, logr el valimiento de Bolvar y lo indujo a convocar, para el
15 de febrero de 1819, un congreso nacional, cuya sola mencin demostr ser
suficientemente
poderosa
para
poner
en
pie
un
nuevo
ejrcito
de
Por otra parte, la noticia de que una poderosa expedicin a las rdenes de
O'Donnell estaba a punto de partir de la Pennsula, levant los decados nimos
del partido espaol. A pesar de que dispona de fuerzas holgadamente
superiores, Bolvar se las arregl para no conseguir nada durante la campaa de
1820. Entretanto lleg de Europa la noticia de que la revolucin en la isla de Len
haba puesto violento fin a la programada expedicin de O'Donnell. En Nueva
Granada, 15 de las 22 provincias se haban adherido al gobierno de Colombia, y a
los espaoles slo les restaban la fortaleza de Cartagena y el istmo de Panam.
En Venezuela, 6 de las 8 provincias se sometieron a las leyes colombianas. Tal
era el estado de cosas cuando Bolvar se dej seducir por Morillo y entr con l
en tratativas que tuvieron por resultado, el 25 de noviembre de 1820, la
concertacin del convenio de Trujillo, por el que se estableca una tregua de seis
meses. En el acuerdo de armisticio no figuraba una sola mencin siquiera a la
Republica de Colombia, pese a que el congreso haba prohibido, a texto expreso,
la conclusin de ningn acuerdo con el jefe espaol si ste no reconoca
previamente la independencia de la repblica.
El 17 de diciembre, Morillo, ansioso de desempear un papel en Espaa, se
embarc en Puerto Cabello y deleg el mando supremo en Miguel de Latorre; el
10 de marzo de 1821 Bolvar escribi a Latorre participndole que las hostilidades
se reiniciaran al trmino de un plazo de 30 das. Los espaoles ocupaban una
slida posicin en Carabobo, una aldea situada aproximadamente a mitad de
camino entre San Carlos y Valencia; pero en vez de reunir all todas sus fuerzas,
Latorre slo haba concentrado su primera divisin, 2.500 infantes y unos 1.500
jinetes, mientras que Bolvar dispona aproximadamente de 6.000 infantes, entre
ellos la legin britnica, integrada por 1.100 hombres, y 3.000 llaneros a caballo
bajo el mando de Pez. La posicin del enemigo le pareci tan imponente a
Bolvar, que propuso a su consejo de guerra la concertacin de una nueva tregua,
idea que, sin embargo, rechazaron sus subalternos. A la cabeza de una columna
constituida fundamentalmente por la legin britnica, Pez, siguiendo un atajo,
envolvi el ala derecha del enemigo; ante la airosa ejecucin de esa maniobra,
1236
1238
1239
1241
Esta forma de considerar las cosas no deja de tener sus presupuestos. Parte de
bases reales y no las abandona ni un solo momento. Pero son unas bases
constituidas por los mismos hombres, no aislados ni estticos de algn modo
imaginario, sino presos dentro de su proceso y afn de desarrollo real en
determinadas ocasiones, un desarrollo empricamente visible. Cuando se examina
este proceso de actividad vital, la historia deja de ser un montn de hechos sin
vida -caso de los empiristas, an abstractos -o una actividad ilusoria de sujetos
imaginarios- caso de los idealistas
Con los alemanes privados de todo presupuesto, es preciso afirmar, ante todo, el
presupuesto de toda existencia humana, y por lo tanto, de toda la historia: que los
hombres han de poder vivir para poder hacer la historia.
Pero resulta primordial e indispensable para vivir poder beber, comer, alojarse,
vestir y an algunas cosas ms. El primer hecho es, pues, la produccin de los
medios que permiten satisfacer estas necesidades; la produccin de la vida
material en s es, verdaderamente, un hecho histrico, una condicin fundamental
de toda la historia que an hoy, como hace miles y miles de aos, es preciso
realizar cada da, cada hora, slo para mantener a los hombres en vida. Hasta
cuando la realidad necesaria es reducida a un bastn, al mnimo estricto como es
el caso de san Bruno implica actividad productora de aquel bastn.
Los ingleses y los franceses han visto bajo un ngulo muy estrecho la relacin
entre este hecho y aquello que llaman historia, sobre todo mientras han estado
sometidos por la ideologa poltica; pero han sido los primeros que han intentado
1243
dar a la historia una base materialista escribiendo antes que todo las historias de
la sociedad burguesa del comercio y de la industria.
Esta familia, que es al principio la nica relacin social, se hace ms tarde una
relacin subalterna (fuera de Alemania), cuando el incremento de las necesidades
engendra nuevas relaciones sociales y el aumento de la poblacin crea nuevas
necesidades; el tema de la familia ha de ser tratado y desarrollado, por tanto, de
acuerdo con los hechos empricos existentes y no segn el concepto de familia,
como hay costumbre de hacer en Alemania.
1244
Producir la vida, tanto la propia con el trabajo como la de los otros con la
procreacin, nos aparece as desde ahora como una doble relacin: natural por
una parte y social por otra (social en el sentido de accin conjugada de diversos
individuos, no importa en qu condiciones, de qu manera y con qu finalidad). La
consecuencia es un modo de produccin o un estadio industrial determinados que
van siempre ligados a una forma de cooperacin o a un estadio social
determinado, y este tipo de cooperacin es l mismo una fuerza productiva.
1. Nos encontramos, pues, aqu ante dos hechos. En primer lugar, vemos que las
fuerzas productivas aparecen como fuerzas totalmente independientes y
1245
separadas de los individuos, como un mundo propio al lado de stos, lo que tiene
su razn de ser en el hecho de que los individuos, cuyas fuerzas son aqullas,
existen diseminados y en contraposicin los unos con los otros, al paso que estas
fuerzas slo son fuerzas reales y verdaderas en el intercambio y la cohesin entre
estos individuos.
Por tanto, de una parte, una totalidad de fuerzas productivas que adoptan, en
cierto modo, una forma material y que para los mismos individuos no son ya sus
propias fuerzas, sino las de la propiedad privada y, por tanto, slo son las de los
individuos en cuantos propietarios privados.
En ningn otro perodo anterior haban llegado las fuerzas productivas a revestir
esta forma indiferente para el intercambio de los individuos como tales individuos,
porque su intercambio era todava limitado. Por otra parte, a estas fuerzas
productivas se enfrenta la mayora de los individuos, de quienes estas fuerzas se
han desgarrado y que, por tanto, despojados de todo contenido real de vida, se
han convertido en individuos abstractos y, por ello mismo, slo entonces se ven
puestos en condiciones de relacionarse los unos con los otros como individuos.
2. La nica relacin que an mantienen los individuos con las fuerzas productivas
y con su propia existencia, el trabajo, ha perdido en ellos toda apariencia de
actividad propia y slo Conserva su vida empequeecindola. Mientras que en los
perodos anteriores la propia actividad y la creacin de la vida material aparecan
separadas por el hecho de atribuirse a personas distintas, y la creacin de la vida
material, por la limitacin de los individuos mismos, se consideraba como una
modalidad subordinada de la propia actividad, ahora estos dos aspectos se
desdoblan de tal modo, que la vida material pasa a ser considerada como el fin, y
la creacin de esta vida material, el trabajo (ahora, la nica forma posible, pero
forma negativa, como veremos, de la propia actividad), se revela como medio.
1246
3. Las cosas, por tanto, han ido tan lejos, que los individuos necesitan apropiarse
la totalidad de las fuerzas productivas existentes, no slo para poder ejercer su
propia actividad, sino, en general, para asegurar su propia existencia. Esta
apropiacin se halla condicionada, ante todo, por el objeto que se trata de
apropiarse, es decir, por las fuerzas productivas, desarrolladas ahora hasta
convertirse en una totalidad y que slo existen dentro de un intercambio universal.
Por tanto, esta apropiacin deber necesariamente tener, ya desde este punto de
vista, un carcter universal en consonancia con las fuerzas productivas y con el
intercambio. La apropiacin de estas fuerzas no es, de suyo, otra cosa que el
desarrollo de las capacidades individuales correspondientes a los instrumentos
materiales de produccin.
El moderno intercambio universal slo puede verse absorbido entre los individuos
siempre y cuando se vea absorbido por todos.
5. La apropiacin se halla, adems, condicionada por el modo como tiene que
llevarse a cabo. En efecto, slo puede llevarse a cabo mediante una asociacin,
que, dado el carcter del proletariado mismo, no puede ser tampoco ms que una
asociacin universal, y por obra de una revolucin en la que, de una parte,
derroque el poder del modo de produccin y de intercambio y la organizacin
social correspondiente y en la que, de otra parte, se desarrollen el carcter
universal y la energa de que el proletariado necesita para llevar a cabo la
apropiacin, a la par que el mismo proletariado, por su parte, se despoja de cuanto
pueda quedar en l de la posicin que ocupaba en la anterior sociedad.
6. Solamente al llegar a esta fase coincide la propia actividad con la vida material,
lo que corresponde al desarrollo de los individuos como individuos totales y a la
superacin de cuanto hay en ellos de natural; y a ello corresponde la
transformacin del trabajo en propia actividad y la del intercambio anterior
condicionado en intercambio entre los individuos en cuanto tales. Con la
apropiacin de la totalidad de las fuerzas productivas porque los individuos
asociados, termina la propiedad privada. Mientras que en la historia anterior se
manifestaba siempre como fortuita una especial condicin, ahora pasa a ser
fortuita la disociacin de los individuos mismos, la adquisicin privada particular de
cada uno.
7. Los filsofos se han representado como un ideal, al que llaman "el hombre", a
los individuos que no se ven ya absorbidos por la divisin del trabajo, concibiendo
todo este proceso que nosotros acabamos de exponer como el proceso de
desarrollo "del hombre", para lo que bajo los individuos que hasta ahora hemos
visto actuar en cada fase histrica se desliza el concepto "del hombre",
presentndolo como la fuerza propulsora de la historia.
1248
1249
4 que, tanto para engendrar en masa esta conciencia comunista como para llevar
adelante la cosa misma, es necesaria una transformacin en masa de los
hombres, que slo podr conseguirse mediante un movimiento prctico, mediante
una revolucin; y que, por consiguiente, la revolucin no slo es necesaria porque
la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino tambin porque
nicamente por medio de una revolucin lograr la clase que derriba salir del
cieno en que est hundida y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas
bases.
1250
43
1251
1252
1254
1257
En vista de esto, la ley ordena que se restauren las granjas arruinadas, establece
la proporcin que debe guardarse entre las tierras de labranza y los terrenos de
pastos, etc. Una ley de 1533 se queja de que haya propietarios que poseen hasta
24.000 cabezas de ganado lanar y limita el nmero de stas a 2.000. Ni las quejas
del pueblo, ni la legislacin prohibitiva, que comienza con Enrique VII y dura ciento
cincuenta aos, consiguieron absolutamente nada contra el movimiento de
expropiacin de los pequeos arrendatarios y campesinos. Bacon nos revela, sin
saberlo, el secreto de este fracaso
El decreto de Enrique VII dice en sus Essays, civil and moral (Ensayos de
lo civil y lo moral.), sect. 29 encerraba un sentido profundo y maravilloso,
puesto que creaba explotaciones agrcolas y casas de labranza de una
determinada dimensin normal, es decir, les garantizaba una proporcin de tierra
que les permita traer al mundo sbditos suficientemente ricos y sin posicin servil,
poniendo el arado en manos de propietarios y no de gentes a sueldo (to keep
the plough in the hand of the owners and not hirelings)[*]
Precisamente lo contrario de lo que exiga, para instalarse, el sistema capitalista:
la sujecin servil de la masa del pueblo, la transformacin de ste en un tropel de
gentes a sueldo y de sus medios de trabajo en capital. Durante este perodo de
transicin, la legislacin procur tambin mantener el lmite de 4 acres de tierra
para los cottages del jornalero del campo, prohibindole meter en su casa gentes
a sueldo. Todava en 1627, reinando Carlos I, fue condenado un Roger Crocker de
Fontmill por haber construido en el manor (finca) de Fontmill un cottage sin
asignarle como anejo permanente 4 acres de tierra; en 1638, reinando an Carlos
I, se nombr una comisin real encargada de imponer la ejecucin de las antiguas
leyes, principalmente la que exiga los 4 acres de tierra como mnimo; todava
Cromwell prohbe la construccin de casas en 4 millas a la redonda de Londres
Bacon explica la relacin que existe entre una clase campesina libre y acomodada
y una buena infantera. Para mantener el poder y las costumbres del Reino era
de una importancia asombrosa que los arriendos guardasen las proporciones
debidas para poner a los hombres sanos y capaces a salvo de la miseria y fijar
una gran parte de las tierras del Reino en posesin de la yeomanry, es decir, de
1259
1260
clase; pero hacemos constar que los dems freeholders (campesinos libres) de
este condado y de los inmediatos se unirn a nosotros para impulsar a sus
diputados en la Cmara de los Comunes a que propongan una ley que autorice la
reclusin y los trabajos forzados de los pobres, de modo que nadie que se niegue
a ser recluido tenga derecho a solicitar socorro.
La libertad de los campesinos engendra el pauperismo. Las manufacturas y el
comercio son los verdaderos progenitores de los pobres de nuestra nacin.
Eden, como aquel escocs republicano por principio, slo se olvida de una
cosa: de que no es precisamente la abolicin de la servidumbre de la gleba, sino
la abolicin de la propiedad del campesino sobre la tierra que trabaja la que le
convierte en proletario o depauperado.
A las leyes de los pobres de Inglaterra corresponde en Francia, donde la
expropiacin se llev a cabo de otro modo, la Ordenanza de Moulins (1566) y el
Edicto de 1656.
Todava en los ltimos decenios del siglo XVII, la yeomanry, clase de campesinos
independientes, era ms numerosa que la clase de los arrendatarios. La yeomanry
haba sido el puntal ms firme de Cromwell, y el propio Macaulay confiesa que
estos labradores ofrecan un contraste muy ventajoso con aquellos hidalgelos
borrachos y sus lacayos, los curas rurales, cuya misin consista en casar las
mozas predilectas.
Todava no se haba despojado a los jornaleros del campo de su derecho de
copropiedad sobre los bienes comunales. Alrededor de 1750, desapareci la
yeomanry y en los ltimos decenios del siglo XVIII se borraron hasta los ltimos
vestigios de propiedad comunal de los agricultores. Aqu, prescindimos de ]os
factores puramente econmicos que intervinieron en la revolucin de la agricultura
y nos limitamos a indagar los factores de violencia que la impulsaron.
Bajo la restauracin de los Estuardos los terratenientes impusieron legalmente una
usurpacin que en todo el continente se haba llevado tambin a cabo sin
necesidad de los trmites de la ley. Esta usurpacin consisti en abolir el rgimen
feudal del suelo, es decir, en transferir sus deberes tributarios al Estado,
1262
manufactureros,
atrincherados
por
aquel
entonces
detrs
del
proteccionismo aduanero.
La burguesa inglesa obr en defensa de sus intereses con el mismo acierto con
que la de Suecia, siguiendo el camino contrario y hacindose fuerte en su baluarte
econmico, el campesinado, apoy a los reyes desde 1604 y ms tarde bajo
Carlos X y Carlos XI y les ayud a rescatar por la fuerza los bienes de la Corona
de manos de la oligarqua.
Los bienes comunales completamente distintos de los bienes de dominio
pblico, a que acabamos de referirnos eran una institucin de viejo origen
germnico, que se mantena en vigor bajo el manto del feudalismo. Hemos visto
que la usurpacin violenta de estos bienes, acompaada casi siempre por la
transformacin de las tierras de labor en pastos, comienza a fines del siglo XV y
prosigue a lo largo del siglo XVI. Sin embargo, en aquellos tiempos este proceso
revesta la forma de una serie de actos individuales de violencia, contra los que la
1263
tambin,
de
paso,
sus
pequeos
mtodos
personales
independientes.
La forma parlamentaria que reviste este despojo es la de los Bills for Inclosures of
Commons (leyes sobre el cercado de terrenos comunales); dicho en otros
trminos, decretos por medio de los cuales los terratenientes se regalan a s
mismos en propiedad privada las tierras del pueblo, decretos de expropiacin del
pueblo.
Sir F. M. Eden se contradice a s mismo en el astuto alegato curialesco en que
procura explicar la propiedad comunal como propiedad privada de los grandes
terratenientes que recogen la herencia de los seores feudales, al reclamar una
ley general del Parlamento sobre el derecho a cercar los terrenos comunales,
reconociendo con ello, que la transformacin de estos bienes en propiedad
privada no puede prosperar sin un golpe de Estado parlamentario, a la par que
pide a la legislacin una indemnizacin, para los pobres expropiados.
Al paso que los yeomen independientes eran sustituidos por los tenants-at-will
pequeos colonos con contrato por un ao, es decir, una chusma servil sometida
al capricho de los terratenientes, el despojo de los bienes del dominio pblico, y
sobre todo la depredacin sistemtica de los terrenos comunales, ayudaron a
incrementar esas grandes posesiones que se conocan en el siglo XVIII con los
nombres de haciendas capitales o haciendas de comerciantes , y que dejaron a la
poblacin campesina disponible como proletariado al servicio de la industria.
Sin embargo, el siglo XVIII todava no alcanza a comprender, en la medida en que
haba de comprenderlo el XIX, la identidad entre la riqueza nacional y la pobreza
del pueblo. Por eso en los libros de Economa de esta poca se produce una
violentsima polmica en torno a la inclosure of commons). Entresaco unos
cuantos pasajes de los materiales copiossimos que tengo a la vista, para poner
de relieve de un modo ms vivo la situacin.
1264
producto de la tierra trabajada por ellos, con las ovejas, las aves, los cerdos, etc.,
que mandan a pastar a los terrenas comunales, no necesitando apenas, por tanto,
comprar vveres para su consumo) se vern convertidos en hombres obligados
a trabajar para otros si quieren comer y tendrn que ir al mercado para proveerse
de cuanto necesiten... Tal vez se trabaje ms, porque la coaccin ser tambin
mayor... Crecern las ciudades y manufacturas, pues se ver empujada a ellas
ms gente en busca de trabajo.
He aqu el camino hacia el que lgicamente se orienta la concentracin de la
propiedad territorial y por el que, desde hace muchos aos, se viene marchando
ya efectivamente en este reino.
Y resume los efectos generales de las inclosures en estos trminos: En general,
la situacin de las clases humildes del pueblo ha empeorado en casi todos los
sentidos; los pequeos propietarios de tierras y colonos se han visto reducidos al
nivel de jornaleros y asalariados, a la par que se les hace cada vez ms difcil
ganarse la vida en esta situacin.
En efecto, la usurpacin de las tierras comunales y la revolucin agrcola que la
acompaaba empeoraron hasta tal punto la situacin de los obreros agrcolas que,
segn el propio Eden, entre 1765 y 1780, su salario comenz a descender por
debajo del nivel mnimo, hacindose necesario completarlo con el socorro oficial
de pobreza. Su jornal, dice Eden, alcanzaba a duras penas a cubrir sus
necesidades ms perentorias.Oigamos ahora un instante a un defensor de las
inclosures y adversario del Dr. Price.
Confindose a las circunstancias, en la seguridad de que estas tierras no haban
ya de arrebatarles, compraron a los pobres las parcelas situadas en las
inmediaciones de sus propiedades, unas veces contando con su voluntad y otras
veces arrebatndoselas por la fuerza, de modo que pasaron a cultivar
extenssimas fincas y no campos divididos.
Para labrarlos y desarrollar en ellos la ganadera, tenan que acudir a los servicios
de los esclavos, pues los hombres libres eran arrebatados del trabajo para
dedicarlos a la guerra. Adems, la posesin de esclavos les produca grandes
1266
ganancias, pues stos, libres del servicio militar, podan procrear y multiplicarse a
sus anchas. De este modo, los poderosos fueron apoderndose de toda la riqueza
y todo el pas era un hervidero de esclavos.
El servicio militar que tanto aceler la ruina de la plebe romana, fue tambin el
medio principal de que se vali Carlomagno para fomentar, como plantas en
estufa, la transformacin de los campesinos alemanes libres en siervos y vasallos.
No es lgico inferir que exista despoblacin porque ya no se vea a la gente
derrochar su trabajo en campo abierto... Si al convertir a los pequeos labradores
en personas obligadas a trabajar para otros, se moviliza ms trabajo, es sta una
ventaja que la nacin (entre la que no figuran, naturalmente, los que sufren la
transformacin apuntada), tiene que ver con buenos ojos... El producto ser
mayor si su trabajo combinado se emplea en una sola hacienda, as se crear un
sobrante para las manufacturas haciendo de este modo que las manufacturas, una
de las minas de oro de nuestra nacin aumenten en proporcin a la cantidad de
trigo producido.
Sir F. M. Eden, matizado adems de tory y de filntropo, nos ofrece, por cierto,
un ejemplo de la impasibilidad estoica con que los economistas contemplan las
violaciones ms descaradas del sacrosanto derecho de propiedad y la violencia
ms brutal contra la persona, cuando esto es necesario para echar los cimientos
del rgimen capitalista de produccin. Toda la serie de despojos brutales, horrores
y vejaciones que lleva aparejados la expropiacin violenta del pueblo desde el
ltimo tercio del siglo XV hasta fines del siglo XVIII, slo le inspira a nuestro autor
esta confortable reflexin final:
Era necesario restablecer la proporcin debida (due) entre la tierra de labor y la
destinada al ganado. Todava durante todo el siglo XIV y la mayor parte del XV,
por cada acre dedicado a ganadera haba dos, tres y hasta cuatro dedicados a
labranza. A mediados del siglo XVI, la proporcin era ya de dos acres de
ganadera por dos de labranza y ms tarde de dos a uno, hasta que por ltimo se
consigui establecer la proporcin debida de tres acres de pastizales por cada
acre de labranza.
1267
1269
1270
En 1825, los 15.000 gneles haban sido sustituidos ya por 131.000 ovejas. Los
aborgenes arrojados a la orilla del mar procuraban, entretanto, mantenerse de la
pesca; se convirtieron en anfibios y vivan, segn dice un escritor ingls de la
poca, mitad en tierra y mitad en el mar, sin vivir entre todo ello ms que a medias
.
Pero los bravos gneles haban de pagar todava ms cara aquella idolatra
romntica de montaeses por los caudillos de los clanes. El olor del pescado les
dio en la nariz a los seores. Estos, barruntando algo de provecho en aquellas
playas, las arrendaron a las grandes pescaderas de Londres, y los gneles fueron
arrojados de sus casas por segunda vez .
Finalmente, una parte de los pastos fue convertida en cotos de caza. Como es
sabido, en Inglaterra no existen verdaderos bosques. La caza que corre por los
parques de los aristcratas es, en realidad, ganado domstico, gordo como los
aldermen [concejales] de Londres. Por eso, Escocia es, para los ingleses, el ltimo
asilo de la noble pasin de la caza.
En la montaa dice Somers en 1848 se han extendido considerablemente
los cotos de caza A un lado de Gaick tenemos el nuevo coto de caza de
Glenfeshie y al otro lado el nuevo coto de caza de Ardverikie. En la misma
direccin, tenemos el Black Mount, un erial inmenso, recin crecido.
De Este a Oeste, desde las inmediaciones de Aberdeen hasta las rocas de Oban,
se extiende ahora una lnea ininterrumpida de cotos de caza, mientras que en
otras regiones de la alta Escocia se alzan los cotos de caza nuevos de Loch
Archaig, Glengarry, Glenmoriston, etc. Al convertirse sus tierras en terrenos de
pastos para ovejas..., los gaeles se vieron empujados a las comarcas estriles.
Ahora la caza comienza a sustituir a las ovejas, empujando a aqullos a una
miseria todava ms espantosa... Los montes de caza no pueden convivir con la
gente. Uno de los dos tiene que batirse en retirada y abandonar el campo. Si en
los prximos veinticinco aos los cotos de caza siguen creciendo en las mismas
proporciones que en el ltimo cuarto de siglo, no quedar ni un solo gael en su
tierra natal.
1271
directos,
las prestaciones
personales
toda
clase
de
contribuciones arruinan al campesino alemn, que, por si esto fuera poco, tiene
que pagar adems impuestos indirectos por todo lo que compra... Y, para que su
ruina sea completa, no puede vender sus productos donde y como quiera, ni es
libre tampoco para comprar donde le vendan ms barato.
1272
La hierba natural de Glen Tilt tena fama de ser una de las ms nutritivas del
condado de Perth; el deer forest de Ben Aulder haba sido el mejor terreno de
pastos del vasto distrito de Badenoch; una parte del Black Mount forest (Bosque
de la Montaa Negra] era el pasto ms excelente de Escocia para ovejas de
hocico negro. Nos formaremos una idea de las proporciones que han tomado los
terrenos devastados para entregarlos al capricho de la caza, sealando que estos
terrenos ocupan una extensin mayor que todo el condado de Perth.
Para calcular la prdida de fuentes de produccin que esta devastacin brutal
supone para el pas, diremos que el suelo ocupado hoy por el forest de Ben Aulder
podra alimentar a 15.000 ovejas, y que este terreno slo representa 1/30 de toda
la extensin cubierta en Escocia por los cotos de caza.
Todos estos vedados de caza son absolutamente improductivos... lo mismo
hubiera dado hundirlos en las profundidades del Mar del Norte. La fuerte mano de
la ley debiera dar al traste con estos pramos o desiertos improvisados.
La depredacin de los bienes de la Iglesia, la enajenacin fraudulenta de las
tierras del dominio pblico, el saqueo de los terrenos comunales, la metamorfosis,
llevada a cabo por la usurpacin y el terrorismo ms inhumano de la propiedad
feudal y del patrimonio del clan en la moderna propiedad privada: he ah otros
tantos mtodos idlicos de acumulacin originaria. Con estos mtodos se abri
paso a la agricultura capitalista, se incorpor el capital a la tierra y se crearon los
contingentes de proletarios libres y privados de medios de vida que necesitaba la
industria de las ciudades.
3. legislacin sangrienta contra los expropiados, a partir de fines del siglo
leyes reduciendo el salario
xv.
en un carrillo; si huye por tercera vez, se le ahorcar como reo de alta traicin. Su
dueo puede venderlo, legarlo a sus herederos o cederlo como esclavo,
exactamente igual que el ganado o cualquier objeto mueble. Los esclavos que se
confabulen contra sus dueos sern tambin ahorcados. Los jueces de paz
seguirn las huellas a los pcaros, tan pronto se les informe.
Si se averigua que un vagabundo lleva tres das seguidos haraganeando, se le
expedir a su pueblo natal con una V marcada a fuego en el pecho, y le sacarn
con cadenas a la calle a trabajar en la construccin de carreteras o emplendole
en otros servicios. El vagabundo que indique un falso pueblo de nacimiento ser
castigado a quedarse en l toda la vida como esclavo, sea de los vecinos o de la
corporacin, y se le marcar a fuego con una S.
Todo el mundo tiene derecho a quitarle al vagabundo sus hijos y tenerlos bajo su
custodia como aprendices: los hijos hasta los veinticuatro aos, las hijas hasta los
veinte.
Si se escapan, sern entregados como esclavos, hasta dicha edad, a sus
maestros, quienes podrn azotarlos, cargarlos de cadenas, etc., a su libre
albedro.
El maestro puede poner a su esclavo un anillo de hierro en el cuello, el brazo o la
pierna, para identificarlo mejor y tenerlo ms a mano[*]. En la ltima parte de este
estatuto se establece que ciertos pobres podrn ser obligados a trabajar para el
lugar o el individuo que les d de comer y-beber y les busque trabajo. Esta clase
de esclavos parroquiales subsiste en Inglaterra hasta bien entrado el siglo XIX,
bajo el nombre de roundsmen (rondadores). Isabel, 1572: Los mendigos sin
licencia y mayores de catorce aos sern azotados sin misericordia y marcados
con hierro candente en la oreja izquierda, caso de que nadie quiera tomarlos
durante dos aos a su servicio. En caso de reincidencia, siempre que sean
mayores de dieciocho aos y nadie quiera tomarlos por dos aos a su servicio,
sern ahorcados. Al incidir por tercera vez, se les ahorcar irremisiblemente como
reos de alta traicin. Otros estatutos semejantes: el del ao 18 del reinado de
Isabel, c. 13, y la ley de 1597
1276
1278
Por aquel entonces, todava se inverta en el fondo de consumo del obrero una
gran parte del producto nacional, que ms tarde haba de convertirse en fondo de
acumulacin de capital.
En Inglaterra, la legislacin sobre el trabajo asalariado, encaminada desde el
primer momento a la explotacin del obrero y enemiga de l desde el primer
instante hasta el ltimo[*], comienza con el Statute of Labourers [Estatuto de
obreros] de Eduardo III, en 1349. A l corresponde, en Francia la Ordenanza de
1350, dictada en nombre del rey Juan. La legislacin inglesa y francesa siguen
rumbos paralelos y tienen idntico contenido. En la parte en que los estatutos
obreros procuran imponer la prolongacin de la jornada de trabajo no hemos de
volver sobre ellos, pues este punto ha sido tratado ya (parte 5 del captulo 8).
En este estatuto se establece una tarifa legal de salarios para el campo y la
ciudad, por piezas y por das. Los obreros del campo debern contratarse por
aos, los de la ciudad en el mercado libre.
Se prohbe, bajo penas de crcel, abonar jornales superiores a los sealados por
el estatuto, pero el delito de percibir tales salarios ilegales se castiga con mayor
dureza que el delito de abonarlos. Siguiendo esta norma, en las sec. 18 y 19 del
Estatuto de aprendices dictado por la reina Isabel se castiga con diez das de
crcel al que abone jornales excesivos; en cambio, al que los cobre se le castiga
con veintiuno.
Un estatuto de 1360 aumenta las penas y autoriza incluso al patrono para
imponer, mediante castigos corporales, el trabajo por el salario tarifado. Todas las
combinaciones, contratos, juramentos, etc., con que se obligan entre s los
albailes y los carpinteros son declarados nulos.
Desde el siglo XIV hasta 1825, el ao de la abolicin de las leyes
anticoalicionistas[21], las coaliciones obreras son consideradas como un grave
crimen. Cul era el espritu que inspiraba el estatuto obrero de 1349 y sus
hermanos menores se ve claramente con slo advertir que en l se fijaba por
imperio del Estado un salario mximo; lo que no se prescriba ni por asomo era un
salario mnimo.
1280
1281
del bracero del campo con el tributo de pobreza para llegar al mnimo
indispensable.
Las normas de los Estatutos obreros sobre los contratos entre el patrono y sus
jornaleros, sobre los plazos de aviso, etc., las que slo permiten demandar por lo
civil contra el patrono que falta a sus deberes contractuales, permitiendo, en
cambio, procesar por lo criminal al obrero que no cumple los suyos, siguen en
pleno vigor hasta la fecha.
Las crueles leyes contra las coaliciones hubieron de derogarse en 1825, ante la
actitud amenazadora del proletariado. No obstante, slo fueron derogadas
parcialmente. Hasta 1859 no desaparecieron algunos hermosos vestigios de los
antiguos estatutos. Finalmente, la ley votada por el parlamento el 29 de junio de
1871 prometi borrar las ltimas huellas de esta legislacin de clase, mediante el
reconocimiento legal de las tradeuniones.
Pero otra ley parlamentaria de la misma fecha (An act to amend the criminal law
relating to violence, threats and molestation) (Acto para enmendar la criminal ley
acerca de la violencia, las amenazas y las vejaciones) restablece, en realidad, el
antiguo estado de derecho bajo una forma nueva. Mediante este escamoteo
parlamentario, los recursos de que pueden valerse los obreros en caso de huelga
o lockout (huelga de los fabricantes coaligados, para cerrar sus fbricas), se
sustraen al derecho comn y se someten a una legislacin penal de excepcin,
que los propios fabricantes son los encargados de interpretar, en su funcin de
jueces de paz.
Dos aos antes, la misma Cmara de los Comunes y el mismo seor Gladstone,
con su proverbial honradez, haban presentado un proyecto de ley aboliendo todas
las leyes penales de excepcin contra la clase obrera.
Pero no se le dej pasar de la segunda lectura, y se fue dando largas al asunto,
hasta que, por fin, el gran partido liberal, fortalecido por la alianza con los
tories[22], tuvo la valenta necesaria para votar contra el mismo proletariado que le
haba encaramado en el poder. No contento con esta traicin, el gran partido
liberal permiti que los jueces ingleses, que tanto se desviven en el servicio a las
1283
clases
gobernantes,
desenterrasen
las
leyes
ya
prescritas
sobre
las
La revolucin agrcola del ltimo tercio del siglo XV, que dura casi todo el siglo XVI
(aunque exceptuando los ltimos decenios), enriquece al arrendatario con la
misma celeridad con que empobrece a la poblacin rural[*]. La usurpacin de los
pastos comunales, etc., le permite aumentar considerablemente casi sin gastos su
contingente de ganado, al paso que ste le suministra abono ms abundante para
cultivar la tierra.
En el siglo XVI viene a aadirse a stos un factor decisivo. Los contratos de
arrendamiento eran entonces contratos a largo plazo, abundando los de noventa y
nueve aos. La constante depreciacin de los metales preciosos, y por tanto del
dinero, fue para los arrendatarios una lluvia de oro. Hizo aun prescindiendo de
todas las circunstancias ya expuestas que descendiesen los salarios. Una parte
de stos pas a incrementar las ganancias del arrendatario.
El alza incesante de los precios del trigo, de la lana, de la carne, en una palabra,
de todos los productos agrcolas, vino a hinchar, sin intervencin suya, el capital
en dinero del arrendatario, mientras que la renta de la tierra, que l tena que
abonar, se contraa en su antiguo valor en dinero[*]. De este modo, se enriqueca
a un tiempo mismo a costa de los jornaleros y del propietario de la tierra. Nada
tiene, pues, de extrao que, a fines del siglo XVI, Inglaterra contase con una clase
de arrendatarios capitalistas ricos, para lo que se acostumbraba en aquellos
tiempos.
En la esfera econmica, por ejemplo, son los financieros, los bolsistas, los
comerciantes, los tenderos, los que se quedan con la mejor parte; en el derecho
civil se queda con la cosecha de ambas partes el abogado; en la poltica, el
diputado es ms que sus electores, el ministro ms que el soberano, en el mundo
de la religin, Dios es relegado a segundo plano por los intermediarios y stos,
a su vez, por los curas, mediadores imprescindibles entre el buen pastor y sus
ovejas.
En Francia, lo mismo que en Inglaterra, los grandes dominios feudales estaban
divididos en un sinnmero de pequeas explotaciones, pero en condiciones
incomparablemente ms perjudiciales para la poblacin campesina. En el
1286
transcurso del siglo XIV surgieron las granjas, fermes o terriers. Su nmero iba
incesantemente en aumento, y lleg a rebasar el de 100.000. Abonaban al seor
una renta, en dinero o en especie, que oscilaba entre la 12 o la 5 parte de los
frutos.
Los terriers eran feudos, subfeudos (fiefs, arrire-fiefs), etc., segn el valor y
extensin de los dominios algunos de los cuales slo medan unas cuantas
arpents.
Todos los propietarios de estos terriers posean, en mayor o menor grado,
jurisdiccin propia sobre sus moradores; haba cuatro grados de jurisdiccin. Fcil
es imaginarse cunta sera la opresin del pueblo campesino bajo este sinnmero
de pequeos tiranos. Monteil dice que por aquel entonces funcionaban en Francia
160.000 tribunales de justicia, donde hoy bastan 4.000 (incluyendo los jueces de
paz).
5. La influencia inversa de la revolucin agrcola sobre la industria.
formacion del mercado interior para el capital industrial
La expropiacin y el desahucio de la poblacin campesina, realizados por rfagas
y constantemente renovados, haca afluir a la industria de las ciudades, como
hemos visto, masas cada vez ms numerosas de proletarios desligados en
absoluto del rgimen gremial, sabia circunstancia que hace creer al viejo A.
Anderson[25] (autor que no debe confundirse con James Anderson), en su
Historia del Comercio, en una intervencin directa de la providencia. Hemos de
detenernos unos instantes a analizar este elemento de la acumulacin originaria.
Al enrarecimiento de la poblacin rural independiente que trabaja sus propias
tierras no slo corresponde una condensacin del proletariado industrial, como al
enrarecimiento de la materia del universo en unos sitios, corresponde, segn
Geoffroy Saint-Hilaire , su condensacin en otros.
A pesar de haber disminuido el nmero de brazos que la cultivaban, la tierra
segua dando el mismo producto o an ms, pues la revolucin operada en el
rgimen de la propiedad inmueble lleva aparejados mtodos perfeccionados de
cultivo, mayor cooperacin, concentracin de los medios de produccin, etc., y los
1287
1288
riqueza
nacional...
La
fbrica
reunida
(fabrique
runie)
enriquecer
fabulosamente a uno o dos empresarios pero los obreros que en ella trabajan no
son ms que jornaleros mejor o peor pagados, que en nada participan del
bienestar del fabricante.
En cambio, en las fbricas separadas (fabriques spares) nadie se enriquece,
pero gozan de bienestar multitud de obreros... El nmero de los obreros activos y
econmicos crecer, porque stos ven en la vida ordenada y en el trabajo un
medio de mejorar notablemente su situacin, en vez de obtener una pequea
mejora de jornal, que jams decidir del porvenir y que, a lo sumo, permite al
obrero vivir un poco mejor, pero siempre al da. Las manufacturas separadas e
individuales, combinadas casi siempre con un poco de labranza, son las nicas
libres .
La expropiacin y el desahucio de una parte de la poblacin rural, no slo deja a
los obreros, sus medios de vida y sus materiales de trabajo disponibles para que
el capital industrial los utilice, sino que adems crea el mercado interior.
1289
1291
guerra antijacobina sigue ventilndose en China en las guerras del opio etc.
Las diversas etapas de la acumulacin originaria tienen su centro, en un orden
cronolgico ms o menos preciso, en Espaa, Portugal, Holanda, Francia e
Inglaterra. Es aqu, en Inglaterra, donde a fines del siglo XVII se resumen y
sintetizan sistemticamente en el sistema colonial, el sistema de la deuda pblica,
el moderno sistema tributario y el sistema proteccionista.
En parte, estos mtodos se basan, como ocurre con el sistema colonial, en la ms
burda de las violencias. Pero todos ellos se valen del poder del Estado, de la
1293
piel roja apresado; en 1720, el premio era de 100 libras por escalpo; en 1744,
despus de declarar en rebelda a una tribu de Massachusetts-Bay, los premios
eran los siguientes: por los escalpos de varn, desde doce aos para arriba, 100
libras esterlinas de nuevo cuo; por cada hombre apresado, 105 libras; por cada
mujer y cada nio, 55 libras; por cada escalpo de mujer o nio, 50 libras! Algunos
decenios ms tarde, el sistema colonial ingls haba de vengarse en los
descendientes rebeldes de los devotos piligrim fathers [padres peregrinos], que
cayeron tomahawkeados bajo la direccin y a sueldo de Inglaterra. El parlamento
britnico declar que la caza de hombres y el escalpar eran recursos que Dios y
la naturaleza haban puesto en sus manos.
Hoy, la supremaca industrial lleva consigo la supremaca comercial. En el
verdadero perodo manufacturero suceda lo contrario: era la supremaca
comercial la que daba el predominio en el campo de la industria. De aqu el papel
predominante que en aquellos tiempos desempeaba el sistema colonial. Era el
dios extranjero que vena a entronizarse en el altar junto a los viejos dolos de
Europa y que un buen da los echara a todos a rodar de un empelln. Este dios
proclamaba la acumulacin de plusvala como el fin ltimo y nico de la
humanidad.
El sistema del crdito pblico, es decir, de la deuda del Estado, cuyos orgenes
descubramos ya en Gnova y en Venecia en la Edad Media, se adue de toda
Europa durante el perodo manufacturero. El sistema colonial, con su comercio
martimo y sus guerras comerciales, le sirvi de acicate. Por eso fue Holanda el
primer pas en que arraig.
La deuda pblica, o sea, la enajenacin del Estado absoluto, constitucional o
republicano, imprime su sello a la era capitalista. La nica parte de la llamada
riqueza nacional que entra real y verdaderamente en posesin colectiva de los
pueblos modernos es... la deuda pblica[*]. Por eso es perfectamente
consecuente esa teora moderna, segn la cual un pueblo es tanto ms rico
cuanto ms se carga de deudas. El crdito pblico se convierte en credo del
capitalista.
1296
Y al surgir las deudas del Estado, el pecado contra el Espritu Santo, para el que
no hay remisin, cede el puesto al perjurio contra la deuda pblica.
La deuda pblica se convierte en una de las palancas ms potentes de la
acumulacin originaria. Es como una varita mgica que infunde virtud procreadora
al dinero improductivo y lo convierte en capital sin exponerlo a los riesgos ni al
esfuerzo que siempre lleva consigo la inversin industrial e incluso la usuraria. En
realidad, los acreedores del Estado no entregan nada, pues la suma prestada se
convierte en ttulos de la deuda pblica, fcilmente negociables, que siguen
desempeando en sus manos el mismsimo papel del dinero. Pero an
prescindiendo de la clase de rentistas ociosos que as se crea y de la riqueza
improvisada que va a parar al regazo de los financieros que actan de mediadores
entre el Gobierno y el pas as como de la riqueza regalada a los arrendadores
de impuestos, comerciantes y fabricantes particulares, a cuyos bolsillos afluye una
buena parte de los emprstitos del Estado, como un capital llovido del cielo, la
deuda pblica ha venido a dar impulso a las sociedades annimas, al trfico de
efectos negociables de todo gnero, al agio; en una palabra, a la lotera de la
bolsa y a la moderna bancocracia.
Desde el momento mismo de nacer, los grandes bancos, adornados con ttulos
nacionales, no fueron nunca ms que sociedades de especuladores privados que
cooperaban con los gobiernos y que, gracias a los privilegios que stos les
otorgaban, estaban en condiciones de adelantarles dinero. Por eso, la
acumulacin de la deuda pblica no tiene barmetro ms infalible que el alza
progresiva de las acciones de estos bancos, cuyo pleno desarrollo data de la
fundacin del Banco de Inglaterra (en 1694).
Este ltimo comenz prestando su dinero al Gobierno a un 8 por 100 de inters; al
mismo tiempo, quedaba autorizado por el parlamento para acuar dinero del
mismo capital, volviendo a prestarlo al pblico en forma de billetes de banco. Con
estos billetes poda descontar letras, abrir crditos sobre mercancas y comprar
metales preciosos. No transcurri mucho tiempo antes de que este mismo dinero
fiduciario fabricado por l le sirviese de moneda para saldar los emprstitos
1297
hechos al Estado y para pagar los intereses de la deuda pblica por cuenta de
ste.
No contento con dar con una mano para recibir con la otra ms de lo que daba,
segua siendo, a pesar de lo que se embolsaba, acreedor perpetuo de la nacin
hasta el ltimo cntimo entregado. Poco a poco, fue convirtindose en depositario
insustituible de los tesoros metlicos del pas y en centro de gravitacin de todo el
crdito comercial. Por los aos en que Inglaterra dejaba de quemar brujas,
comenzaba a colgar falsificadores de billetes de banco. Las obras de aquellos
aos, por ejemplo, las de Bolingbroke[*] muestran qu impresin produca a las
gentes de la poca la sbita aparicin de este monstruo de banccratas,
financieros, rentistas, corredores, agentes y lobos de bolsa.
Con la deuda pblica surgi un sistema internacional de crdito, detrs del que se
esconde con frecuencia, en tal o cual pueblo, una de las fuentes de la
acumulacin originaria. As, por ejemplo, las infamias del sistema de rapia
seguido en Venecia constituyen una de esas bases ocultas de la riqueza
capitalista de Holanda, a quien la Venecia decadente prestaba grandes sumas de
dinero.
Otro tanto acontece entre Holanda e Inglaterra. Ya a comienzos del siglo XVIII, las
manufacturas holandesas se haban quedado muy atrs y Holanda haba perdido
la supremaca comercial e industrial. Por eso, desde 1701 hasta 1776, uno de sus
negocios principales consiste en prestar capitales gigantescos, sobre todo a su
poderoso competidor: a Inglaterra. Es lo mismo que hoy ocurre entre Inglaterra y
los Estados Unidos. Muchos de los capitales que hoy comparecen en
Norteamrica sin cdula de origen son sangre infantil recin capitalizada en
Inglaterra.
Como la deuda pblica tiene que ser respaldada por los ingresos del Estado, que
han de cubrir los intereses y dems pagos anuales, el sistema de los emprstitos
pblicos tena que ser forzosamente el complemento del moderno sistema
tributario. Los emprstitos permiten a los gobiernos hacer frente a gastos
extraordinarios sin que el contribuyente se d cuenta de momento, pero provocan,
1298
1299
1300
infamias que podan servir de medios de acumulacin de capital. Basta leer, por
ejemplo, los ingenuos Anales del Comercio, del filisteo A. Anderson[34].
En ellos se proclama a los cuatro vientos, como un triunfo de la sabidura poltica
de Inglaterra, que, en la paz de Utrecht, este pas arranc a los espaoles, por el
tratado de asiento[35], el privilegio de poder explotar tambin entre Africa y la
Amrica espaola la trata de negros, que hasta entonces slo poda explotar entre
Africa y las Indias Occidentales inglesas. Inglaterra obtuvo el privilegio de
suministrar a la Amrica espaola, hasta 1743, 4.800 negros al ao. Este
comercio serva, a la vez, de pabelln oficial para cubrir el contrabando britnico.
Liverpool se engrandeci gracias al comercio de esclavos.
Este comercio era su mtodo de acumulacin originaria. Y hasta hoy, la
respetable sociedad de Liverpool sigue siendo el Pndaro de la trata de esclavos
que vase la citada obra del Dr. Aikin, publicada en 1795, exalta hasta la
pasin el espritu comercial y emprendedor, produce famosos navegantes y arroja
enormes beneficios. En 1730, Liverpool dedicaba 15 barcos al comercio de
esclavos; en 1751 eran ya 53; en 1760, 74; en 1770, 96, y en 1792, 132.
A la par que implantaba en Inglaterra la esclavitud infantil, la industria algodonera
serva de acicate para convertir la economa esclavista ms o menos patriarcal de
los Estados Unidos en un sistema comercial de explotacin. En general, la
esclavitud encubierta de los obreros asalariados en Europa exiga, como pedestal,
la esclavitud sans phrase [sin reservas] en el Nuevo Mundo[*].
Tantae molis erat el dar suelta a las leyes naturales y eternas del modo de
produccin capitalista, el consumar el proceso de divorcio entre los obreros y las
condiciones de trabajo, el transformar, en uno de los polos, los medios sociales de
produccin y de vida en capital, y en el polo contrario la masa del pueblo en
obreros asalariados, en pobres trabajadores libres, este producto artificial de la
historia moderna . Si el dinero, segn Augier , nace con manchas naturales de
sangre en un carrillo, el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por
todos los poros, desde los pies hasta la cabeza .
1302
vez en mayor escala la forma cooperativa del proceso del trabajo, se desarrolla la
aplicacin tecnolgica consciente de la ciencia, la metdica explotacin de la
tierra, la transformacin de los medios de trabajo en medios de trabajo que slo
pueden ser utilizados en comn, y la economa de todos los medios de
produccin, por ser utilizados como medios de produccin del trabajo combinado,
del trabajo social, el enlazamiento de todos los pueblos por la red del mercado
mundial y, como consecuencia de esto, el carcter internacional del rgimen
capitalista.
A la par con la disminucin constante del nmero de magnates del capital, que
usurpan y monopolizan todas las ventajas de este proceso de transformacin,
aumenta la masa de la miseria, de la opresin, de la esclavitud, de la degradacin
y de la explotacin; pero aumenta tambin la indignacin de la clase obrera, que
constantemente crece en nmero, se instruye, unifica y organiza por el propio
mecanismo del proceso capitalista de produccin.
El monopolio del capital se convierte en traba del modo de produccin que ha
florecido junto con l y bajo su amparo. La centralizacin de los medios de
produccin y la socializacin del trabajo llegan a tal punto que se hacen
incompatibles con su envoltura capitalista. Esta se rompe. Le llega la hora a la
propiedad privada capitalista.
Los expropiadores son expropiados.El modo capitalista de apropiacin que brota
del modo capitalista de produccin, y, por tanto, la propiedad privada capitalista,
es la primera negacin de la propiedad privada individual basada en el trabajo
propio. Pero la produccin capitalista engendra, con la fuerza inexorable de un
proceso de la naturaleza, su propia negacin.
Es la negacin de la negacin. Esta no restaura la propiedad privada, sino la
propiedad individual, basada en los progresos de la era capitalista: en la
cooperacin y en la posesin colectiva de la tierra y de los medios de produccin
creados por el propio trabajo.
La transformacin de la propiedad privada dispersa, basada en el trabajo personal
del individuo, en propiedad privada capitalista es, naturalmente, un proceso
1305
revolucionaria.
Las
dems
clases
van
degenerando
[1] Aqu se entiende por revolucin en el mercado mundial la brusca decadencia desde
fines del siglo XV del papel comercial de Gnova, Venecia y otras ciudades del Norte de
Italia debida a los grandes descubrimientos geogrficos de la poca: el descubrimiento de
Cuba, Hait, las islas Bahamas, el continente norteamericano, la va martima de la India
1306
[4] La Reforma, amplio movimiento social contra la Iglesia catlica, se extendi en el siglo
XVI a Alemania, Suiza, Inglaterra, Francia, etc. La consecuencia religiosa de la Reforma
en los pases en que sta triunf consisti en la formacin de varias iglesias llamadas
protestantes (en Inglaterra, Escocia, los Pases Bajos, una parte de Alemania y los pases
escandinavos).- 109
[5] Pauper ubique jacet (los pobres son desheredados en todas partes), palabras de
Los Fastos de Ovidio, libro primero, verso 218.- 109.
[7] Por lo visto, se trata del decreto sobre los campesinos fugitivos promulgado en 1597,
durante el reinado de Fidor Ivnovich, cuando el autntico gobernante de Rusia era
Bors Godunov. De acuerdo con ese decreto, los campesinos que haban huido del yugo
insoportable de los terratenientes se perseguan durante cinco aos para ser devueltos
por la fuerza a sus amos.- 111
[9] Alusin a la ley agraria de los tribunos de la plebe de Roma Licinio y Sextio adoptada
en el ao 367 a. de n. e., que prohiba a los ciudadanos romanos poseer ms de 500
yugadas (alrededor de 125 hectreas) de tierra pertenecientes al Estado.- 115
[10] Bajo el rgimen de los clanes de Escocia se denominaban taskmen los decanos
subordinados directamente al jefe del clan, al laird (gran hombre). El laird dejaba al
1307
cuidado de los taskmen el tak (la tierra), que era propiedad de todo el clan, y como
reconocimiento del poder del laird se le pagaba a ste cierto tributo. Los taksmen, a su
vez, distribuan las tierras entre sus vasallos. Con la desintegracin del sistema de los
clanes, el laird se convierte en landlord (terrateniente), y los taksmen se transforman, en
realidad, en farmers capitalistas. Al mismo tiempo, el anterior tributo cede lugar a la renta
del suelo.- 117.
[12] Los gaeles constituyen la poblacin aborigen de las comarcas montaosas del Norte
y del Oeste de Escocia, son descendientes de los antiguos celtas.- 118
[13] La guerra civil de Norteamrica (1861-1865) se libr entre los Estados industriales del
Norte y los sublevados Estados esclavistas del Sur. La clase obrera se Inglaterra se
opuso a la poltica de la burguesa nacional, que apoyaba a los plantadores esclavistas, e
impidi con su accin la intervencin de Inglaterra en esa contienda.- 119
[15] La guerra de los Treinta aos (1618-1648) fue una contienda europea provocada
por la lucha entre protestantes y catlicos. Alemania fue el teatro principal de las
operaciones. Saqueada y devastada, fue tambin objeto de pretensiones anexionistas de
los participantes de la guerra.- 120
1308
[17] The Economist (El Economista), revista semanal inglesa sobre problemas de
economa y poltica, rgano de la gran burguesa industrial, se publica en Londres desde
1843.- 121
[19] A. Smith. An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations
(Investigacin acerca de la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones). Vol.
I, Edinburgh, 1814, p. 237.- 126
[20] [Linguet, N.] Thorie des loix civiles, ou Principes fondamentaux de la socit
(Teora de las leyes civiles, o Principios fundamentales de la sociedad). T. I. Londres,
1767, p. 236.- 126
[22] El partido de los tories, partido poltico ingls fundado a fines del ao 70 y comienzos
de los 80 del siglo XVII, expresaba los intereses de la aristocracia terrateniente y el alto
clero. A mediados del siglo XIX, sobre la base del partido de los tories, fue fundado el
Partido Conservador, que, a veces, tambin se llama tory.- 129.
[23] Las leyes contra las conspiraciones rigieron en Inglaterra ya en la Edad Media. En
virtud de las mismas se perseguan las organizaciones y la lucha de clase de los obreros,
tanto antes de su adopcin (vase la nota 79), como despus de su abolicin.- 129
[24] Trtase del Gobierno de la dictadura jacobina de Francia entre junio de 1793 y junio
de 1794.- 130
1309
[27] Los Pases Bajos (el territorio de las actuales Blgica y Holanda) se separaron de
Espaa despus de la revolucin burguesa de 1566-1609; en la revolucin se conjugaban
la lucha de la burguesa y las masas populares contra el feudalismo con la guerra de
liberacin nacional contra la dominacin espaola. En 1609, tras varias derrotas, Espaa
se vio forzada a reconocer la independencia de la repblica burguesa de Holanda. El
territorio de la actual Blgica permaneci en manos de Espaa hasta 1714.- 139.
[29] Las guerras del opio eran guerras de conquista contra China que sostuvo Inglaterra
sola en los aos de 1839 a 1842 y en compaa de Francia en los aos de 1856-1858 y
1860. Sirvieron de pretexto para la primera guerra las medidas de las autoridades chinas
para combatir el comercio de contrabando de opio organizado por los ingleses.- 139
[30] La Compaa de las Indias Orientales era una compaa inglesa de comercio (16001858), instrumento de la poltica saqueadora colonial de Gran Bretaa en la India, China y
otros pases de Asia. Durante mucho tiempo posea el monopolio del comercio con la
India, le pertenecan igualmente las principales funciones de gobierno en ese ltimo pas.
La insurreccin de liberacin nacional de 1857-1859 en la India oblig a Gran Bretaa a
cambiar las formas de dominacin colonial y a liquidar la Compaa de las Indias
Orientales.- 140
[31] Marx cita el trabajo de Glich Geschichtliche Dartsellung des Handels, der
Gewerbe und des Ackerbaus der bedeutendsten handeltreibenden Staaten unsrer
Zeit (Descripcin histrica del comercio, la industria y la agricultura de los principales
Estados comerciales de nuestra poca). Bd. I, Jena, 1830, S. 371.- 142
1310
[32] Por lo visto, Marx se refiere aqu a la edicin inglesa del libro Aanwysing der
heilsame politike Gronden en Maximen van de Republike van Holland en WestFriesland (Indicacin de los ms importantes principios y mximas de la Repblica de
Holanda y de Frisia Occidental), atribuido a Jan de Witt y publicado por vez primera en
Leyden en 1622. Como se ha establecido, a excepcin de dos captulos escritos por Jan
de Witt, el autor del libro era Pieter von der Hore (Pieter de la Court), economista y
empresario holands.- 144
[33] La guerra de los Siete aos (1756-1763) estall en Europa debido a las veleidades
expansionistas de las potencias absolutistas feudales y la rivalidad colonial de Francia e
Inglaterra. Como resultado de la conflagracin, Francia tuvo que ceder a Inglaterra sus
mayores colonias (el Canad, las posesiones en las Indias Orientales, etc.); Prusia,
Austria y Sajonia conservaron sus fronteras anteriores a la guerra.- 145
[35] Alusin al Tratado de Utrecht, concluido por Francia y Espaa, de una parte y, de
otra, por los miembros de la coalicin antifrancesa (Inglaterra, Holanda, Portugal, Prusia y
los Habsburgos de Austria) en 1713, con el que se puso fin a la guerra de sucesin de
Espaa (comenzada en 1701). Segn el tratado, pasaron a pertenecer a Inglaterra varias
colonias francesas y espaolas en las Indias Occidentales y Norteamrica, as como
Gibraltar.- 147
[36] Tantae molis erat (cost tantos trabajos), expresin del poema de Virgilio, Eneida,
libro primero, verso 33.- 147
1311
1312
encontrar, sin embargo, en las notas del primer captulo nuevas fuentes para el
estudio de la historia de esa teora.
En el anlisis de las formas econmicas, por otra parte, no podemos servirnos del
microscopio ni de los reactivos qumicos; tenemos que reemplazarlos con la fuerza
de la abstraccin.
Ahora bien, en la sociedad burguesa, la forma mercanca del producto del trabajo,
o la forma valor de la mercanca, es la forma celular econmica. Para el ignorante,
su anlisis parece no ocuparse sino de pequeeces. En realidad, se ocupa de
pequeeces, pero al igual que de ellas se ocupa la anatoma microscpica.
Excepto la parte relativa a la forma del valor, no se podr, pues, decir que es difcil
entender este libro. Supongo, por supuesto, lectores que quieran aprender algo
nuevo y quieran tambin, por lo tanto, pensar por s mismos.
Por eso he dado en este tomo tanto lugar, entre otras cosas, a la historia, al texto
y a los resultados de la legislacin inglesa sobre las fbricas. Una nacin debe y
puede aprender de otra. Aun cuando una sociedad haya encontrado el camino que
por ley natural debe seguir su movimiento -y el objeto final de esta obra es poner
al descubierto la ley econmica del movimiento de la sociedad moderna-, no
puede saltar ni suprimir por decreto las etapas naturales del desarrollo; pero
puede acortar y mitigar los dolores del parto.
1315
stos son signos de los tiempos que no se pueden ocultar con mantos de prpura
ni con sotanas negras. No quieren decir que maana vayan a ocurrir milagros.
Muestran cmo, aun en las clases dominantes, nace la idea de que la sociedad
actual no es un slido cristal, sino un organismo capaz de transformarse y
constantemente en vas de transformacin.
El segundo tomo de esta obra tratar del proceso de circulacin del capital (libro Il)
y de las modalidades del proceso total (libro lll); el tomo tercero y ltimo (libro IV),
de la historia de la teora.
1316
abstencin
absoluta
en poltica es imposible;
1317
los gobiernos existentes, tanto con fines polticos como sociales, les obligan a
dedicarse a la poltica, quiralo o no.
Predicarles la abstencin significara arrojarlos en los brazos de la poltica
burguesa. La abstencin es completamente imposible, sobre todo despus de la
Comuna de Pars, que ha colocado la accin poltica del proletariado a la orden
del da.
Queremos la abolicin de las clases. Cul es el medio para alcanzarla? La
dominacin poltica del proletariado. Y cuando en todas partes se han puesto de
acuerdo sobre ello, se nos pide que no nos mezclemos en la poltica! Todos los
abstencionistas se llaman revolucionarios y hasta revolucionarios por excelencia.
Pero la revolucin es el acto supremo de la poltica; el que la quiere, debe querer
el medio, la accin poltica que la prepara, que proporciona a los obreros la
educacin para la revolucin y sin la cual los obreros, al da siguiente de la lucha,
sern siempre engaados por los Favre y los Pyat. Pero la poltica a que tiene que
dedicarse es la poltica obrera; el partido obrero no debe constituirse como un
apndice de cualquier partido burgus, sino como un partido independiente, que
tiene su objetivo propio, su poltica propia.
Las libertades polticas, el derecho de reunin y de asociacin y la libertad de la
prensa: stas son nuestras armas. Y deberemos cruzarnos de brazos y
abstenernos cuando quieran quitrnoslas? Se dice que toda accin poltica implica
el reconocimiento del estado de cosas existente. Pero cuando este estado de
cosas nos da medios para luchar contra l, recurrir a ellos no significa reconocer el
estado de cosas existente.
Notas
[1] La Conferencia de la I Internacional celebrada en Londres se reuni del 17 al 23 de
setiembre de 1871. Convocada en un ambiente de crueles represiones contra los
miembros de la Internacional despus de la derrota de la Comuna de Pars, tuvo una
1318
46
El resultado general a que llegu y que, una vez obtenido, me sirvi de gua para
mis estudios, puede formularse brevemente de este modo: en la produccin social
de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias,
independientes de su voluntad; estas relaciones de produccin corresponden a un
grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.
filosficas; en una palabra, las formas ideolgicas, bajo las cuales los hombres
adquieren conciencia de este conflicto y lo resuelven. As como no se juzga a un
individuo por la idea que l tenga de s mismo, tampoco se puede juzgar tal poca
de trastorno por la conciencia de s misma; es preciso, por el contrario, explicar
esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto que
existe entre las fuerzas productoras sociales y las relaciones de produccin.
Una sociedad no desaparece nunca antes de que sean desarrolladas todas las
fuerzas productoras que pueda contener, y las relaciones de produccin nuevas y
superiores no se sustituyen jams en ella antes de que las condiciones materiales
de existencia de esas relaciones hayan sido incubadas en el seno mismo de la
vieja sociedad. Por eso, la humanidad no se propone nunca ms que los
problemas que pueda resolver, pues mirando ms de cerca, se ver siempre que
1320
1321
Esto significa que all donde el campesino existe todava en masa como
propietario privado, donde incluso forma una mayora ms o menos considerable,
como en todos los Estados occidentales del continente europeo, donde este
campesino no ha desaparecido, reemplazado por jornaleros agrcolas, como en
Inglaterra, ocurrir lo siguiente: o se dedica a obstaculizar toda revolucin obrera
hasta hacerla fracasar, como ha ocurrido hasta ahora en Francia, o el proletariado
(pues el campesino propietario de su tierra no pertenece al proletariado, y, si por
su situacin pertenece, no cree formar parte de l) tiene que adoptar como
gobierno medidas encaminadas a mejorar inmediatamente la situacin del
campesino y que, por tanto, le ganen para la revolucin; medidas que lleven ya en
germen el trnsito de la propiedad privada sobre el suelo a la propiedad colectiva y
que suavicen este trnsito, de modo que el campesino vaya a l impulsado por
mviles econmicos; pero no debe acorralar al campesino, proclamando, por
ejemplo, la abolicin del derecho de herencia o la anulacin de su propiedad: esto
ltimo slo es posible all donde el arrendatario capitalista ha desplazado al
campesino y el verdadero labrador es tan proletario, tan obrero asalariado como el
obrero de la ciudad y donde, por tanto, tiene directamente, no indirectamente, los
mismos intereses que ste; an menos se debe fortalecer el rgimen de propiedad
parcelaria, agrandando las parcelas por la simple anexin de las grandes fincas a
las tierras de los campesinos, como en la campaa revolucionaria de Bakunin.
masa del pueblo, y, para tener alguna probabilidad de triunfar, tiene que ser, por lo
menos, capaz de hacer inmediatamente por los campesinos, mutatis mutandis,
tanto como la burguesa francesa, en su revolucin, hizo por los campesinos
franceses de aquel entonces. Hermosa idea la de que la dominacin de los
obreros lleva consigo la esclavizacin del trabajo agrcola!.
NOTAS.
[1] El guin de Marx del libro de Bakunin El Estado y la anarqua publicado en 1873 es
una original obra crtica y polmica, en la que se conjuga la profunda crtica de las
doctrinas anarquistas con el desarrollo, en oposicin a ellas de importantes tesis del
marxismo sobre el Estado, la inevitabilidad histrica de la dictadura del proletariado y la
alianza de la clase obrera con el campesinado como condicin indispensable para la
victoria de la revolucin socialista. Estas tesis vienen formuladas por Marx en varias
adiciones del autor al manuscrito del guin. Una de ellas se inserta en el presente tomo.434
1323
48
Pero este trabajo tiene, adems, otra significacin de mayor alcance an. En l se
expone por primera vez, con claridad y firmeza, la posicin de Marx frente a la
tendencia trazada por Lassalle desde que se lanz a la agitacin, tanto en lo que
atae a sus principios econmicos como a su tctica.
1325
Algunas frases han sido sustituidas tambin por puntos, a causa de la ley de
prensa. Cuando he tenido que elegir una expresin ms suave, la he puesto entre
parntesis cuadrados. Por lo dems, reproduzco literalmente el manuscrito.
Londres, 6 de enero de 1891
1326
Pero no es esto slo. Marx descubri tambin la ley especfica que mueve el
actual modo de produccin capitalista y la sociedad burguesa creada por l. El
descubrimiento de la plusvala ilumin de pronto estos problemas, mientras que
todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como
las de los crticos socialistas, haban vagado en las tinieblas. Dos descubrimientos
como stos deban bastar para una vida.
Por puro que fuese el gozo que pudiera depararle un nuevo descubrimiento hecho
en cualquier ciencia terica y cuya aplicacin prctica tal vez no poda preverse en
modo alguno, era muy otro el goce que experimentaba cuando se trataba de un
descubrimiento que ejerca inmediatamente una influencia revolucionadora en la
industria y en el desarrollo histrico en general. Por eso segua al detalle la
1327
Pues Marx era, ante todo, un revolucionario. Cooperar, de este o del otro modo,
alde la sociedad capitalista y de las instituciones polticas creadas por ella,
contribuir a la emancipacin del proletariado moderno, a quin l haba infundido
por primera vez la conciencia de su propia situacin y de sus necesidades, la
conciencia de las condiciones de su emancipacin: tal era la verdadera misin de
su vida.
La lucha era su elemento. Y luch con una pasin, una tenacidad y un xito como
pocos. Primera Gaceta del Rin, 1842; Vorwrts* de Pars, 1844; Gaceta Alemana
de Bruselas, 1847; Nueva Gaceta del Rin, 1848-1849; New York Tribune, 1852 a
1861, a todo lo cual hay que aadir un montn de folletos de lucha, y el trabajo en
las organizaciones de Pars, Bruselas y Londres, hasta que, por ltimo, naci
como remate de todo, la gran Asociacin Internacional de Trabajadores, que era,
en verdad, una obra de la que su autor poda estar orgulloso, aunque no hubiera
creado ninguna otra cosa.
1328
50
El pequeo trabajo que tiene delante el lector, formaba parte, en sus orgenes, de
una obra mayor. Hacia 1875, el Dr. E. Dhring, privat-docent en la Universidad de
Berln, anunci de pronto y con bastante estrpito su conversin al socialismo y
present al pblico alemn, no slo una teora socialista detalladamente
elaborada, sino tambin un plan prctico completo para la reorganizacin de la
1329
Esto ocurra por los tiempos en que las dos secciones del Partido Socialista
Alemn los eisenachianos y los lassalleanos9[2] acababan de fusionarse,
adquiriendo ste as, no slo un inmenso incremento de fuerza, sino algo que
importaba todava ms: la posibilidad de desplegar toda esta fuerza contra el
enemigo comn. El Partido Socialista Alemn se iba convirtiendo rpidamente en
una potencia. Pero, para convertirlo en una potencia, la condicin primordial era
no poner en peligro la unidad recin conquistada. Y el Dr. Dhring se aprestaba
pblicamente a formar en torno a su persona una secta, el ncleo de un partido
futuro aparte. No haba, pues, ms remedio que recoger el guante que se nos
lanzaba y dar la batalla, por muy poco agradable que ello nos fuese.
Por cierto, la cosa, aunque no muy difcil, haba de ser, evidentemente, harto
pesada. Es bien sabido que nosotros, los alemanes, tenemos una terrible y
poderosa Grndlichkeit, un cavilar profundo o una caviladora profundidad, como
se le quiera llamar. En cuanto uno de nosotros expone algo que reputa una nueva
doctrina, lo primero que hace es elaborarla en forma de un sistema universal.
Tiene que demostrar que lo mismo los primeros principios de la lgica que las
leyes fundamentales del Universo, no han existido desde toda una eternidad con
otro designio que el de llevar, al fin y a la postre, hasta esta teora recin
descubierta, que viene a coronar todo lo existente. En este respecto, el Dr.
Dhring estaba cortado en absoluto por el patrn nacional. Nada menos que un
"Sistema completo de la Filosofa" filosofa intelectual, moral, natural y de la
Historia, un "Sistema completo de Economa Poltica y de Socialismo" y,
finalmente, una "Historia crtica de la Economa Poltica" tres gordos volmenes
9[2] En el "Congreso de Gotha", celebrado del 22 al 25 de mayo de 1875, se unieron las dos corrientes del
movimiento obrero alemn: el Partido Obrero Socialdemcrata (los eisenachianos), dirigido por A. Bebel y W.
Liebknecht, y la lassalleana Asociacin General de Obreros Alemanes. El partido unificado adopt la
denominacin de Partido Obrero Socialista de Alemania. As se logr superar la escisin en las filas de la
clase obrera alemana. El proyecto de programa del partido unificado, propuesto al Congreso de Gotha, pese a
la dura crtica que haban hecho Marx y Engels, fue aprobado en el Congreso con insignificantes
modificaciones.
1330
en octavo, pesados por fuera y por dentro, tres cuerpos de ejrcito de argumentos,
movilizados contra todos los filsofos y economistas precedentes en general y
contra Marx en particular; en realidad, un intento de completa subversin de la
ciencia.
Tuve que vrmelas con todo eso; tuve que tratar todos los temas posibles, desde
las ideas sobre el tiempo y el espacio hasta el bimetalismo10, desde la eternidad
de la materia y el movimiento hasta la naturaleza perecedera de las ideas morales;
desde la seleccin natural de Darwin hasta la educacin de la juventud en una
sociedad futura. Cierto es que la sistemtica universalidad de mi contrincante me
brindaba ocasin para desarrollar frente a l, en una forma ms coherente de lo
que hasta entonces se haba hecho, las ideas mantenidas por Marx y por m
acerca de tan grande variedad de materias. Y sta fue la razn principal que me
movi a acometer esta tarea, por lo dems tan ingrata.
1331
contando la actual edicin inglesa, este folleto se halla difundido en diez lenguas.
No s de ninguna otra publicacin socialista, incluyendo nuestro Manifiesto
Comunista de 1848 y "El Capital" de Marx, que haya sido traducida tantas veces.
En Alemania se han hecho cuatro ediciones, con una tirada total de unos veinte
mil ejemplares.
El apndice "La Marca"12[5] fue escrito con el propsito de difundir entre el Partido
Socialista Alemn algunas nociones elementales respecto a la historia y al
desarrollo de la propiedad rural en Alemania. En aquel entonces era tanto ms
necesario cuanto que la incorporacin de los obreros urbanos al partido estaba en
va de concluirse y se planteaba la tarea de ocuparse de las masas de obreros
agrcolas y de los campesinos. Este apndice fue incluido en la edicin, teniendo
en cuenta la circunstancia de que las formas primitivas de posesin de la tierra,
comunes a todas las tribus teutnicas, as como la historia de su decadencia, son
menos conocidas todava en Inglaterra que en Alemania. He dejado el texto en su
forma original, sin aludir a la hiptesis recientemente expuesta por Maxim
Kovalevski, segn la cual al reparto de las tierras de cultivo y de pastoreo entre los
miembros de la Marca precedi el cultivo en comn de estas tierras por una gran
comunidad familiar patriarcal, que abarc a varias generaciones (de ejemplo
puede servir la zdruga de los sudeslavos, que an existe hoy da). Luego, cuando
la comunidad creci y se hizo demasiado numerosa para administrar en comn la
economa, tuvo lugar el reparto de la tierra13[6]. Es probable que Kovalevski tenga
razn, pero el asunto se encuentra an sub judice14[*].
Los trminos de Economa empleados en este trabajo coinciden, en tanto que son
nuevos, con los de la edicin inglesa de "El Capital" de Marx. Designamos como
produccin mercantil aquella fase econmica en que los objetos no se producen
12 En la presente edicin no se inserta el trabajo de F. Engels "La Marca".
13[6] Engels se refiere a los trabajos de M. Kovalevski "Tableau des origines et de l'volution de la famille et de
la propriet" (Ensayo acerca del origen de la familia y la propiedad) publicado en 1890 en Estocolmo, y
"Pervobytnoye pravo" (Derecho primitivo) fascculo 1, "La Gens", Mosc, 1886.
1332
solamente para el uso del productor, sino tambin para los fines del cambio, es
decir, como mercancas, y no como valores de uso. Esta fase va desde los albores
de la produccin para el cambio hasta los tipos presentes; pero slo alcanza su
pleno desarrollo bajo la produccin capitalista, es decir, bajo las condiciones en
que el capitalista, propietario de los medios de produccin, emplea, a cambio de
un salario, a obreros, a hombres despojados de todo medio de produccin, salvo
su propia fuerza de trabajo, y se embolsa el excedente del precio de venta de los
productos sobre su coste de produccin.
S muy bien que el contenido de este libro indignar a gran parte del pblico
britnico. Pero si nosotros, los continentales, hubisemos guardado la menor
consideracin a los prejuicios de la respetabilidad britnica, es decir, del
filistesmo britnico habramos salido todava peor parados de lo que hemos
salido. Esta obra defiende lo que nosotros llamamos el materialismo histrico, y
en los odos de la inmensa mayora de los lectores britnicos la palabra
materialismo es una palabra muy malsonante. Agnosticismo an podra pasar,
pero materialismo es de todo punto inadmisible.
Y sin embargo, la patria primitiva de todo el materialismo moderno, a partir del
siglo XVII, es Inglaterra.
1333
Las
formas
primitivas
de
la
ltima
son
fuerzas
substanciales
vivas,
15[7] Nominalistas: representantes de una tendencia de la filosofa medieval que consideraba que los
conceptos generales genricos eran nombres, engendrados por el pensamiento y el lenguaje humanos y no
valan ms que para designar objetos sueltos, existentes en realidad. En oposicin a los realistas medievales,
los nominalistas negaban la existencia de conceptos como prototipos y fuentes creadoras de las cosas. De
este modo reconocan el carcter primario de la realidad y secundario del concepto. En este sentido, el
nominalismo era la primera expresin del materialismo en la Edad Media.
16[8] Nomoiomerias: minsculas partculas cualitativamente determinadas y divisibles infinitamente.
Anaxgoras consideraba que las homoiomerias constituan la base inicial de todo lo existente y que sus
combinaciones daban origen a la diversidad de las cosas.
17[]Qual
es un juego de palabras filosfico. Qual significa, literalmente, tortura, dolor que incita a realizar una accin
cualquiera. Al mismo tiempo, el mstico Bhme transfiere a la palabra alemana algo del trmino latino qualitas (calidad). Su
Qual era, por oposicin al dolor producido exteriormente, un principio activo, nacido del desarrollo espontneo de la cosa,
de la relacin o de la personalidad sometida a su influjo y que, a su vez, provocaba este desarrollo.
1334
1335
empieza. Los objetos de los impulsos son el bien. El hombre se halla sujeto a las
mismas leyes que la naturaleza. El poder y la libertad son cosas idnticas.
Hobbes sistematiz a Bacon, pero sin aportar nuevas pruebas en favor de su
principio fundamental: el de que los conocimientos y las ideas tienen su origen en
el mundo de los sentidos.
19[]
K. Marx und F. Engels, "Die heilige Familie", Frankfurt am M., 1845, S. 201-204. (C. Marx y F. Engels. La Sagrada
Familia, Francfort del Meno, 1845, pgs. 201-204.) (N. de la Edit.)
1336
20[10] Se alude a la primera exposicin comercial e industrial mundial que se celebr en Londres de mayo a
octubre de 1851.
21[11] Ejrcito de Salvacin: organizacin reaccionaria religioso-filantrpica fundada en 1865 en Inglaterra y
reorganizada en 1880 adoptando el modelo militar (de ah su denominacin). Apoyada en medida
considerable por la burguesa, esta organizacin fund en muchos pases una red de instituciones de
beneficencia, con el fin de apartar a las masas trabajadoras de la lucha contra los explotadores.
1337
Nuestro
agnstico
reconoce
tambin
que
22[] P. Laplace, Trait de mcanique cleste ("Tratado de mecnica celeste) Vols. IV, Paris, 1799-1825. (N. de la Edit).
23[**] No tena necesidad de recurrir a esta hiptesis. (N. de la Edit.)
1338
Desde el momento en que aplicamos estas cosas, con arreglo a las cualidades
que percibimos en ellas, a nuestro propio uso, sometemos las percepciones de
nuestros sentidos a una prueba infalible en cuanto a su exactitud o falsedad. Si
estas percepciones fuesen falsas, lo sera tambin nuestro juicio acerca de la
posibilidad de emplear la cosa de que se trata, y nuestro intento de emplearla
tendra que fracasar ferzosamente. Pero si conseguimos el fin perseguido, si
encontramos que la cosa corresponde a la idea que nos formbamos de ella, que
nos da lo que de ella esperbamos al emplearla, tendremos la prueba positiva de
que, dentro de estos lmites, nuestras percepciones acerca de esta cosa y de sus
propiedades coinciden con la realidad existente fuera de nosotros. En cambio, si
nos encontramos con que hemos dado un golpe en falso, no tardamos
generalmente mucho tiempo en descubrir las causas de nuestro error; llegamos a
la conclusin de que la percepcin en que se basaba nuestra accin era
incompleta y superficial, o se hallaba enlazada con los resultados de otras
percepciones de un modo no justificado por la realidad de las cosas; es decir,
habamos realizado lo que denominamos un razonamiento defectuoso. Mientras
adiestremos y empleemos bien nuestros sentidos y ajustemos nuestro modo de
proceder a los lmites que trazan las observaciones bien hechas y bien utilizadas,
veremos que los resultados de nuestros actos suministran la prueba de la
conformidad de nuestras percepciones con la naturaleza objetiva de las cosas
percibidas. Ni en un solo caso, segn la experiencia que poseemos hasta hoy, nos
hemos visto obligados a llegar a la conclusin de que las percepciones sensoriales
cientficamente controladas originan en nuestro cerebro ideas del mundo exterior
que difieren por su naturaleza de la realidad, o de que entre el mundo exterior y
las percepciones que nuestros sentidos nos transmiten de l media una
incompatibilidad innata.
Hoy, slo podemos aadir a eso que, en tiempos de Kant, el conocimiento que se
tena de las cosas naturales era lo bastante fragmentario para poder sospechar
detrs de cada una de ellas una misteriosa cosa en s. Pero, de entonces ac,
estas cosas inaprehensibles han sido aprehendidas, analizadas y, ms todava,
reproducidas una tras otra por los gigantescos progresos de la ciencia. Y, desde el
momento en que podemos producir una cosa, no hay razn ninguna para
considerarla incognoscible. Para la qumica de la primera mitad de nuestro siglo,
las sustancias orgnicas eran cosas misteriosas. Hoy, aprendemos ya a
fabricarlas una tras otra, a base de los elementos qumicos y sin ayuda de
procesos orgnicos. La qumica moderna nos dice que tan pronto como se conoce
la constitucin qumica de cualquier cuerpo, este cuerpo puede integrarse a partir
de sus elementos. Hoy, estamos todava lejos de conocer exactamente la
constitucin de las sustancias orgnicas superiores, los cuerpos albuminoides,
pero no hay absolutamente ninguna razn para que no adquiramos, aunque sea
dentro de varios siglos, este conocimiento y con ayuda de l podamos fabricar
albmina artificial. Y cuando lo consigamos, habremos conseguido tambin
producir la vida orgnica, pues la vida, desde sus formas ms bajas hasta las ms
altas, no es ms que la modalidad normal de existencia de los cuerpos
albuminoides.
Pero, despus de hechas estas reservas formales, nuestro agnstico habla y obra
en un todo como el materialista empedernido, que en el fondo es. Podr decir: a
juzgar por lo que nosotros sabemos, la materia y el movimiento o, como ahora se
dice, la energa, no pueden crearse ni destruirse, pero no tenemos pruebas de que
ambas no hayan sido creadas en algn tiempo remoto y desconocido. Y, si
1340
Todo lo que nosotros sabemos nos lleva a la conclusin de que el mundo material
se halla regido por leyes inmutables, etctera, etctera. Por tanto, en la medida en
que es un hombre de ciencia, en la medida en que sabe algo, el agnstico es
materialista; fuera de los confines de su ciencia, en los campos que no domina,
traduce su ignorancia al griego, y la llama agnosticismo.
Cuando Europa sali del medioevo, la clase media en ascenso de las ciudades
era su elemento revolucionario. La posicin reconocida, que se haba conquistado
dentro del rgimen feudal de la Edad Media, era ya demasiado estrecha para su
fuerza de expansin. El libre desarrollo de esta clase media, la burguesa, no era
ya compatible con el sistema feudal; ste tena forzosamente que derrumbarse.
Pero el gran centro internacional del feudalismo era la Iglesia catlica romana. Ella
una a toda Europa Occidental feudalizada, pese a todas sus guerras intestinas,
en una gran unidad poltica, contrapuesta tanto al mundo cismtico griego como al
mundo mahometano. Rode a las instituciones feudales del halo de la
consagracin divina. Tambin ella haba levantado su jerarqua segn el modelo
feudal, y era, en fin de cuentas, el mayor de todos los seores feudales, pues
posea, por lo menos, la tercera parte de toda la propiedad territorial del mundo
catlico. Antes de poder dar en cada pas y en diversos terrenos la batalla al
feudalismo secular haba que destruir esta organizacin central sagrada.
1342
Pero, donde Lutero fall, triunf Calvino. El dogma calvinista cuadraba a los ms
intrpidos burgueses de la poca. Su doctrina de la predestinacin era la
expresin religiosa del hecho de que en el mundo comercial, en el mundo de la
1343
El nuevo punto de partida fue una transaccin entre la burguesa en ascenso y los
antiguos grandes terratenientes feudales. Estos, aunque entonces como hoy se
les conociese por el nombre de aristocracia estaban ya desde haca largo tiempo
en vas de convertirse en lo que Luis Felipe haba de ser mucho despus en
Francia: en los primeros burgueses de la nacin. Para suerte de Inglaterra, los
antiguos barones feudales se haban destrozado unos a otros en las guerras de
las Dos Rosas25[13]. Sus sucesores, aunque descendientes en su mayora de las
mismas antiguas familias, procedan ya de lneas colaterales tan alejadas, que
formaban una corporacin completamente nueva; sus costumbres y tendencias
tenan mucho ms de burguesas que de feudales; conocan perfectamente el valor
del dinero, y se aplicaron en seguida a aumentar las rentas de sus tierras,
arrojando de ellas a cientos de pequeos arrendatarios y sustituyndolos por
rebaos de ovejas.
24[12] La historiografa burguesa inglesa llama revolucin gloriosa al golpe de Estado de 1688 con el que se
derroc en Inglaterra la dinasta de los Estuardos y se instaur la monarqua constitucional (1689)
encabezada por Guillermo de Orange y basada en el compromiso entre la aristocracia terrateniente y la gran
burguesa.
25[13] La guerra de las Dos Rosas (1455-1485): guerra entre dos familias feudales inglesas que luchaban por
el trono: los York, en cuyo escudo figuraba una rosa blanca, y los Lancaster, que tenan en el escudo una rosa
roja. Alrededor de los York se agrupaba una parte de los grandes feudales del Sur (ms desarrollado
econmicamente), los caballeros y los ciudadanos; los Lancaster eran apoyados por la aristocracia feudal de
los condados del Norte. La guerra llev casi al total exterminio de las antiguas familias feudales y concluy al
subir al trono la nueva dinasta de los Tudor que implant el absolutismo en Inglaterra.
1345
Pero a esto vena a aadirse una nueva circunstancia, que reforzaba las
inclinaciones religiosas de la burguesa: la aparicin del materialismo en Inglaterra.
Esta nueva doctrina no slo hera los pos sentimientos de la clase media, sino
que, adems, se anunciaba como una filosofa destinada solamente a los sabios y
hombres cultos del gran mundo; al contrario de la religin, buena para la gran
masa no ilustrada, incluyendo a la burguesa. Con Hobbes, esta doctrina pis la
escena como defensora de las prerrogativas y de la omnipotencia reales e invit a
la monarqua absoluta a atar corto a aquel puer robustus sed mailitiosus26[] que
era el pueblo. Tambin en los continuadores de Hobbes, en Bolingbroke, en
Shaftesbury, etc., la nueva forma destica del materialismo segua siendo una
doctrina aristocrtica, esotrica27[***] y odiada, por tanto, de la burguesa, no slo
por ser una hereja religiosa, sino tambin por sus conexiones polticas
antiburguesas. Por eso, frente al materialismo y al desmo de la aristocracia, las
sectas protestantes, que haban suministrado la bandera y los hombres para
luchar contra los Estuardos, eran precisamente las que daban el contingente
principal de las fuerzas de la clase media progresiva y las que todava hoy forman
la mdula del gran partido liberal.
1347
1348
1349
1350
primer trmino, pese a todas las resistencias, la ley de reforma electoral31[17]. Esto
dio a la burguesa una posicin fuerte y reconocida en el parlamento. Luego, vino
la derogacin de las leyes cerealistas32[18], que instaur de una vez para siempre
el predominio de la burguesa, y sobre todo de su parte ms activa, los
fabricantes, sobre la aristocracia de la tierra. Fue ste el mayor triunfo de la
burguesa, pero fue tambin el ltimo conseguido en su propio y exclusivo inters.
Todos sus triunfos posteriores hubo de compartirlos con un nuevo poder social,
aliado suyo en un principio, pero luego rival de ella.
31[17] El proyecto de ley de la primera reforma electoral en Inglaterra fue llevado al Parlamento en marzo de
1831 y aprobado en junio de 1832. La reforma abri las puertas al Parlamento slo a los representantes de la
burguesa industrial. El proletariado y la pequea burguesa, que eran la fuerza principal en la lucha por la
reforma, fueron engaados por la burguesa liberal y se quedaron, al igual que antes, sin derechos
electorales.
32[18] El bill de abolicin de las leyes cerealistas fue aprobado en junio de 1846. Las llamadas leyes
cerealistas, aprobadas con vistas a restringir o prohibir la importacin de trigo del extranjero, fueron
promulgadas en Inglaterra en beneficio de los grandes terratenientes (landlords). La aprobacin del bill de
1846 fue un triunfo de la burguesa industrial, que luchaba contra las leyes cerealistas bajo la consigna de
libertad de comercio.
33[19] En 1824, el Parlamento ingls, presionado por el movimiento obrero de masas, tuvo que promulgar un
acto aboliendo la prohibicin de las uniones obreras (las tradeuniones).
34[20] La Carta del Pueblo, que contena las exigencias de los cartistas, fue publicaba el 8 de mayo de 1838
como proyecto de ley a ser presentado en el Parlamento; la integraban seis puntos; derecho electoral
universal (para los varones desde los 21 aos de edad), elecciones anuales al Parlamento, votacin secreta,
igualdad de las circunscripciones electorales, abolicin del requisito de propiedad para los candidatos a
diputado al Parlamento, remuneracin de los diputados. Las tres peticiones de los cartistas con la exigencia
de la aprobacin de la Carta del Pueblo, entregadas al Parlamento, fueron rechazados por ste en 1839, 1842
y 1849.
1351
1352
Parece ser una ley del desarrollo histrico el que la burguesa no pueda detentar
en ningn pas de Europa el poder poltico al menos, durante largo tiempo, de
la misma manera exclusiva con que pudo hacerlo la aristocracia feudal durante la
Edad Media. Hasta en Francia, donde se extirp tan de raz el feudalismo, la
burguesa, como clase global, slo ejerce todo el poder durante breves perodos
de tiempo. Bajo Luis Felipe (1830-1848), slo gobernaba una pequea parte de la
burguesa, pues otra parte mucho ms considerable quedaba excluida del sufragio
por el elevado censo de fortuna que se exiga para poder votar. Bajo la segunda
Repblica (1848-1851), gobern toda la burguesa, pero slo durante tres aos; su
incapacidad abri el camino al Segundo Imperio. Slo ahora, bajo la tercera
Repblica39[25], vemos a la burguesa en bloque empuar el timn por espacio de
veinte aos, pero en eso revela ya gratos sntomas de decadencia. Hasta ahora,
una dominacin de la burguesa mantenida durante largos aos slo ha sido
posible en pases como Norteamrica, que nunca conocieron el feudalismo y
donde la sociedad se ha construido desde el primer momento sobre una base
burguesa. Pero hasta en Francia y en Norteamrica llaman ya a la puerta con
recios golpes los sucesores de la burguesa: los obreros.
1353
1354
en escena el nuevo rival: la clase obrera. La reaccin que se produjo despus del
movimiento cartista y las revoluciones continentales, unida a la expansin sin
precedentes de la industria inglesa desde 1848 a 1866 (expansin que suele
atribuirse slo al librecambio, pero que se debi en mucha mayor parte a la
extensin gigantesca de los ferrocarriles, los transatlnticos y los medios de
comunicacin en general) volvi a poner a los obreros bajo la dependencia de los
liberales, cuya ala radical formaban, como en los tiempos anteriores al cartismo.
Pero, poco a poco, las exigencias obreras en cuanto al sufragio universal fueron
hacindose irresistibles. Mientras los whigs, los caudillos de los liberales,
temblaban de miedo, Disraeli demostraba su superioridad; supo aprovechar el
momento propicio para los tories introduciendo en los distritos electorales
urbanos el rgimen electoral del household suffrage y, en relacin con ste, una
nueva distribucin de los distritos electorales.
1355
Sin embargo, los burgueses ingleses, como buenos hombres de negocios, vean
ms all que los profesores alemanes. Slo de mala gana haban compartido el
poder con los obreros. Durante el perodo cartista, haban tenido ocasin de
aprender de lo que era capaz el pueblo, ese puer robustus sed malitiosus. Desde
entonces, haban tenido que aceptar y ver convertida en ley nacional la mayor
parte de la Carta del Pueblo. Ahora ms que nunca, era importante tener al pueblo
a raya mediante recursos morales; y el recurso moral primero y ms importante
con que se poda influenciar a las masas segua siendo la religin. De aqu la
mayora de puestos otorgados a curas en los organismos escolares y de aqu que
la burguesa se imponga a s misma cada vez ms tributos para sostener toda
clase de revivalismos, desde el ritualismo42[28] hasta el Ejrcito de Salvacin.
1356
Sin embargo, me temo mucho que ni la estupidez religiosa del burgus britnico ni
la conversin post festum43[] del burgus continental, consigan poner un dique
a la creciente marea proletaria. La tradicin es una gran fuerza de freno; es la vis
inertiae44[] de la historia. Pero es una fuerza meramente pasiva; por eso tiene
necesariamente que sucumbir. De aqu que tampoco la religin pueda servir a la
larga de muralla protectora de la sociedad capitalista. Si nuestras ideas jurdicas,
filosficas y religiosas no son ms que los brotes ms prximos o ms remotos de
las condiciones econmicas imperantes en una sociedad dada, a la larga estas
ideas no pueden mantenerse cuando han cambiado completamente aquellas
condiciones. Una de dos: o creemos en una revelacin sobrenatural, o tenemos
que reconocer que no hay dogma religioso capaz de apuntalar una sociedad que
se derrumba.
1357
Pero, a pesar de todo esto y mucho ms, la clase obrera inglesa avanza, como el
mismo profesor Brentano se ha visto obligado a comunicar, con harto dolor, a sus
hermanos, los socialistas de ctedra. Avanza, como todo en Inglaterra, con paso
lento y mesurado, vacilante aqu, y all mediante tanteos, a veces estriles; avanza
a trechos, con una desconfianza excesivamente prudente hacia el nombre de
Socialismo, pero asimilndose poco a poco la esencia. Avanza, y su avance va
comunicndose a una capa obrera tras otra. Ahora, ha sacudido el letargo de los
obreros no calificados del East End de Londres, y todos nosotros ya hemos visto
qu magnfico empuje han dado, a su vez, a la clase obrera estas nuevas fuerzas.
1358
20 de abril de 1892
F. Engels
Publicado por primera vez en el libro: Socialism Utopian and Scientific, London,
1892, y con algunas omisiones en la traduccin alemana del autor en la revista
"Die Neue Zeit", Bd. 1N1, 2, 1892-1893. Traducido del ingls. Se publica de
acuerdo con el texto de la edicin inglesa, cotejado con el de la revista.
Notas
46[*] En el estado de dimensin. (N. de la Edit.)
47[] En el principio era la accin. Goethe, Fausto, parte I, escena III. (N. de la
Edit.)
48[30] El trabajo de Engels "Del socialismo utpico al socialismo cientfico" consta
de tres captulos del "Anti-Dhring" revisados por l con el fin especial de ofrecer a
los obreros una exposicin popular de la doctrina marxista como concepcin
ntegra.
I
1359
El socialismo moderno es, en primer trmino, por su contenido, fruto del reflejo en
la inteligencia, por un lado, de los antagonismos de clase que imperan en la
moderna sociedad entre poseedores y desposedos, capitalistas y obreros
asalariados, y, por otro lado, de la anarqua que reina en la produccin. Pero, por
su forma terica, el socialismo empieza presentndose como una continuacin,
ms desarrollada y ms consecuente, de los principios proclamados por los
grandes ilustradores franceses del siglo XVIII. Como toda nueva teora, el
socialismo, aunque tuviese sus races en los hechos materiales econmicos, hubo
de empalmar, al nacer, con las ideas existentes.
Los grandes hombres que en Francia ilustraron las cabezas para la revolucin que
haba de desencadenarse, adoptaron ya una actitud resueltamente revolucionaria.
No reconocan autoridad exterior de ningn gnero. La religin, la concepcin de
la naturaleza, la sociedad, el orden estatal: todo lo sometan a la crtica ms
despiadada; cuanto exista haba de justificar los ttulos de su existencia ante el
fuero de la razn o renunciar a seguir existiendo. A todo se aplicaba como rasero
nico la razn pensante. Era la poca en que, segn Hegel, el mundo giraba
sobre la cabeza[*****], primero, en el sentido de que la cabeza humana y los
principios establecidos por su especulacin reclamaban el derecho a ser acatados
como base de todos los actos humanos y de toda relacin social, y luego tambin,
en el sentido ms amplio de que la realidad que no se ajustaba a estas
conclusiones se vea subvertida de hecho desde los cimientos hasta el remate.
Todas las formas anteriores de sociedad y de Estado, todas las ideas
tradicionales, fueron arrinconadas en el desvn como irracionales; hasta all, el
mundo se haba dejado gobernar por puros prejuicios; todo el pasado no mereca
ms que conmiseracin y desprecio. Slo ahora haba apuntado la aurora, el reino
de la razn; en adelante, la supersticin, la injusticia, el privilegio y la opresin
seran desplazados por la verdad eterna, por la eterna justicia, por la igualdad
basada en la naturaleza y por los derechos inalienables del hombre.
Hoy sabemos ya que ese reino de la razn no era ms que el reino idealizado de
la burguesa, que la justicia eterna vino a tomar cuerpo en la justicia burguesa; que
la igualdad se redujo a la igualdad burguesa ante la ley; que como uno de los
1360
obra esta sociedad racional y este Estado racional, result que las nuevas
instituciones, por ms racionales que fuesen en comparacin con las antiguas,
distaban bastante de la razn absoluta. El Estado racional haba quebrado
completamente. El contrato social de Rousseau vena a tomar cuerpo en la poca
del terror[34], y la burguesa, perdida la fe en su propia habilidad poltica, fue a
refugiarse, primero, en la corrupcin del Directorio [35] y, por ltimo, bajo la gida
del despotismo napolenico. La prometida paz eterna se haba trocado en una
interminable guerra de conquistas. Tampoco corri mejor suerte la sociedad de la
razn. El antagonismo entre pobres y ricos, lejos de disolverse en el bienestar
general, habase agudizado al desaparecer los privilegios de los gremios y otros,
que tendan un puente sobre l, y los establecimientos eclesisticos de
beneficencia, que lo atenuaban. La libertad de la propiedad de las trabas
feudales, que ahora se converta en realidad, resultaba ser, para el pequeo
burgus y el pequeo campesino, la libertad de vender a esos mismos seores
poderosos su pequea propiedad, agobiada por la arrolladora competencia del
gran capital y de la gran propiedad terrateniente; con lo que se converta en la
libertad del pequeo burgus y del pequeo campesino de toda propiedad. El
auge de la industria sobre bases capitalistas convirti la pobreza y la miseria de
las masas trabajadoras en condicin de vida de la sociedad. El pago al contado
fue convirtindose, cada vez en mayor grado, segn la expresin de Carlyle, en el
nico eslabn que enlazaba a la sociedad. La estadstica criminal creca de ao en
ao. Los vicios feudales, que hasta entonces se exhiban impdicamente a la luz
del da, no desaparecieron, pero se recataron, por el momento, un poco al fondo
de la escena; en cambio, florecan exuberantemente los vicios burgueses, ocultos
hasta all bajo la superficie. El comercio fue degenerando cada vez ms en estafa.
La fraternidad de la divisa revolucionaria [36] tom cuerpo en las deslealtades y
en la envidia de la lucha de competencia. La opresin violenta cedi el puesto a la
corrupcin, y la espada, como principal palanca del poder social, fue sustituida por
el dinero. El derecho de pernada pas del seor feudal al fabricante burgus. La
prostitucin se desarroll en proporciones hasta entonces inauditas. El matrimonio
mismo sigui siendo lo que ya era: la forma reconocida por la ley, el manto oficial
1363
1364
Esta situacin histrica informa tambin las doctrinas de los fundadores del
socialismo. Sus teoras incipientes no hacen ms que reflejar el estado incipiente
de la produccin capitalista, la incipiente condicin de clase. Se pretenda sacar de
la cabeza la solucin de los problemas sociales, latente todava en las condiciones
econmicas poco desarrolladas de la poca. La sociedad no encerraba ms que
males, que la razn pensante era la llamada a remediar. Tratbase por eso de
descubrir un sistema nuevo y ms perfecto de orden social, para implantarlo en la
sociedad desde fuera, por medio de la propaganda, y a ser posible, con el
ejemplo, mediante experimentos que sirviesen de modelo. Estos nuevos sistemas
sociales nacan condenados a moverse en el reino de la utopa; cuanto ms
detallados y minuciosos fueran, mas tenan que degenerar en puras fantasas.
Sentado esto, no tenemos por qu detenernos ni un momento ms en este
aspecto, incorporado ya definitivamente al pasado. Dejemos que los traperos
literarios revuelvan solemnemente en estas fantasas, que hoy parecen mover a
risa, para poner de relieve, sobre el fondo de ese cmulo de dislates, la
superioridad de su razonamiento sereno. Nosotros, en cambio, nos admiramos de
los geniales grmenes de ideas y de las ideas geniales que brotan por todas
partes bajo esa envoltura de fantasa y que los filisteos son incapaces de ver.
Saint-Simon era hijo de la Gran Revolucin francesa, que estall cuando l no
contaba an treinta aos. La revolucin fue el triunfo del tercer estado, es decir, de
la gran masa activa de la nacin, a cuyo cargo corran la produccin y el comercio,
sobre los estamentos hasta entonces ociosos y privilegiados de la sociedad: la
nobleza y el clero. Pero pronto se vio que el triunfo del tercer estado no era ms
que el triunfo de una parte muy pequea de l, la conquista del poder poltico por
el sector socialmente privilegiado de esa clase: la burguesa poseyente. Esta
burguesa, adems, se desarrollaba rpidamente ya en el proceso de la
revolucin, especulando con las tierras confiscadas y luego vendidas de la
aristocracia y de la Iglesia, y estafando a la nacin por medio de los suministros al
ejrcito. Fue precisamente el gobierno de estos estafadores el que, bajo el
Directorio, llev a Francia y a la revolucin al borde de la ruina, dando con ello a
Napolen el pretexto para su golpe de Estado. Por eso, en la idea de Saint-Simon,
1365
lazo
religioso,
un
nuevo
cristianismo,
forzosamente
mstico
conservaran
frente
los
obreros
una
posicin
autoritaria
como una lucha de clases, y no slo entre la nobleza y la burguesa, sino entre la
nobleza, la burguesa y los desposedos, era, para el ao 1802, un descubrimiento
verdaderamente genial. En 1816, Saint-Simon declara que la poltica es la ciencia
de la produccin y predice ya la total absorcin de la poltica por la Economa. Y si
aqu no hace ms que aparecer en germen la idea de que la situacin econmica
es la base de las instituciones polticas, proclama ya claramente la transformacin
del gobierno poltico sobre los hombres en una administracin de las cosas y en la
direccin de los procesos de la produccin, que no es sino la idea de la abolicin
del Estado, que tanto estrpito levanta ltimamente. Y, alzndose al mismo plano
de superioridad sobre sus contemporneos, declara, en 1814, inmediatamente
despus de la entrada de las tropas coligadas en Pars [], y reitera en 1815,
durante la guerra de los Cien Das [38], que la alianza de Francia con Inglaterra y,
en segundo trmino, la de estos pases con Alemania es la nica garanta del
desarrollo prspero y la paz en Europa. Para predicar a los franceses de 1815 una
alianza con los vencedores de Waterloo [39], haca falta tanta valenta como
capacidad para ver a lo lejos en la historia.
Lo que en Saint-Simon es una amplitud genial de conceptos que le permite
contener ya, en germen, casi todas las ideas no estrictamente econmicas de los
socialistas posteriores, en Fourier es la crtica ingeniosa autnticamente francesa,
pero no por ello menos profunda, de las condiciones sociales existentes. Fourier
coge por la palabra a la burguesa, a sus encendidos profetas de antes y a sus
interesados aduladores de despus de la revolucin. Pone al desnudo
despiadadamente la miseria material y moral del mundo burgus, y la compara
con las promesas fascinadoras de los viejos ilustradores, con su imagen de una
sociedad en la que slo reinara la razn, de una civilizacin que hara felices a
todos los hombres y de una ilimitada perfectibilidad humana. Desenmascara las
brillantes frases de los idelogos burgueses de la poca, demuestra cmo a esas
frases altisonantes responde, por todas partes, la ms msera de las realidades y
vuelca sobre este ruidoso fiasco de la fraseologa su stira mordaz. Fourier no es
slo un crtico; su espritu siempre jovial hace de l un satrico, uno de los ms
grandes satricos de todos los tiempos. La especulacin criminal desatada con el
1367
las guerras libradas para derribar a Napolen y mantener en pie los principios de
la sociedad aristocrtica. Y, sin embargo, este nuevo poder era obra de la clase
obrera[]. A ella deban pertenecer tambin, por tanto, sus frutos. Las nuevas y
gigantescas fuerzas productivas, que hasta all slo haban servido para que se
enriqueciesen unos cuantos y para la esclavizacin de las masas, echaban, segn
Owen, las bases para una reconstruccin social y estaban llamadas a trabajar
solamente, como propiedad colectiva de todos, para el bienestar colectivo.
Fue as, por este camino puramente prctico, como fruto, por decirlo as, de los
clculos de un hombre de negocios, como surgi el comunismo oweniano, que
conserv en todo momento este carcter prctico. As, en 1823, Owen propone un
sistema de colonias comunistas para combatir la miseria reinante en Irlanda y
presenta, en apoyo de su propuesta, un presupuesto completo de gastos de
establecimiento, desembolsos anuales e ingresos probables. Y as tambin en sus
planes definitivos de la sociedad del porvenir, los detalles tcnicos estn
calculados con un dominio tal de la materia, incluyendo hasta diseos, dibujos de
frente y a vista de pjaro, que, una vez aceptado el mtodo oweniano de reforma
de la sociedad, poco sera lo que podra objetar ni aun el tcnico experto, contra
los pormenores de su organizacin.
El avance hacia el comunismo constituye el momento crucial en la vida de Owen.
Mientras se haba limitado a actuar slo como filntropo, no haba cosechado ms
que riquezas, aplausos, honra y fama. Era el hombre ms popular de Europa. No
slo los hombres de su clase y posicin social, sino tambin los gobernantes y los
prncipes le escuchaban y lo aprobaban. Pero, en cuanto hizo pblicas sus teoras
comunistas, se volvi la hoja. Eran principalmente tres grandes obstculos los
que, segn l, se alzaban en el camino de la reforma social: la propiedad privada,
la religin y la forma vigente del matrimonio. Y no ignoraba a lo que se expona
atacndolos: la proscripcin de toda la sociedad oficial y la prdida de su posicin
social. Pero esta consideracin no le contuvo en sus ataques despiadados contra
aquellas instituciones, y ocurri lo que l prevea. Desterrado de la sociedad
oficial, ignorado completamente por la prensa, arruinado por sus fracasados
experimentos comunistas en Amrica, a los que sacrific toda su fortuna, se dirigi
1371
a la clase obrera, en el seno de la cual actu todava durante treinta aos. Todos
los movimientos sociales, todos los progresos reales registrados en Inglaterra en
inters de la clase trabajadora, van asociados al nombre de Owen. As, en 1819,
despus de cinco aos de grandes esfuerzos, consigui que fuese votada la
primera ley limitando el trabajo de la mujer y del nio en las fbricas. El fue
tambin quien presidi el primer congreso en que las tradeuniones de toda
Inglaterra se fusionaron en una gran organizacin sindical nica [40]. Y fue tambin
l quien cre, como medidas de transicin, para que la sociedad pudiera
organizarse de manera ntegramente comunista, de una parte las cooperativas de
consumo y de produccin -que han servido por lo menos para demostrar
prcticamente que el comerciante y el fabricante no son indispensables-, y de otra
parte, los bazares obreros, establecimientos de intercambio de los productos del
trabajo por medio de bonos de trabajo y cuya unidad era la hora de trabajo
rendido; estos establecimientos tenan necesariamente que fracasar, pero
anticiparon a los Bancos proudhonianos de intercambio [41], diferencindose de
ellos solamente en que no pretendan ser la panacea universal para todos los
males sociales, sino pura y simplemente un primer paso dado hacia una
transformacin mucho ms radical de la sociedad.
Los conceptos de los utopistas han dominado durante mucho tiempo las ideas
socialistas del siglo XIX, y en parte an las siguen dominando hoy. Les rendan
culto, hasta hace muy poco tiempo, todos los socialistas franceses e ingleses, y a
ellos se debe tambin el incipiente comunismo alemn, incluyendo a Weitling. El
socialismo es, para todos ellos, la expresin de la verdad absoluta, de la razn y
de la justicia, y basta con descubrirlo para que por su propia virtud conquiste el
mundo. Y, como la verdad absoluta no est sujeta a condiciones de espacio ni de
tiempo, ni al desarrollo histrico de la humanidad, slo el azar puede decidir
cundo y dnde este descubrimiento ha de revelarse. Adase a esto que la
verdad absoluta, la razn y la justicia varan con los fundadores de cada escuela:
y, como el carcter especfico de la verdad absoluta, de la razn y la justicia est
condicionado, a su vez, en cada uno de ellos, por la inteligencia subjetiva, las
condiciones de vida, el estado de cultura y la disciplina mental, resulta que en este
1372
los
progresos
gigantescos
realizados
durante
los
ltimos
descubrir un lmite racional a partir del cual deba la muerte del nio en el claustro
materno considerarse como un asesinato; ni es fcil tampoco determinar con fijeza
el momento de la muerte, toda vez que la fisiologa ha demostrado que la muerte
no es un fenmeno repentino, instantneo, sino un proceso muy largo. Del mismo
modo, todo ser orgnico es, en todo instante, l mismo y otro; en todo instante va
asimilando materias absorbidas del exterior y eliminando otras de su seno; en todo
instante, en su organismo mueren unas clulas y nacen otras; y, en el transcurso
de un perodo ms o menos largo, la materia de que est formado se renueva
totalmente, y nuevos tomos de materia vienen a ocupar el lugar de los antiguos,
por donde todo ser orgnico es, al mismo tiempo, el que es y otro distinto.
Asimismo, nos encontramos, observando las cosas detenidamente, con que los
dos polos de una anttesis, el positivo y el negativo, son tan inseparables como
antitticos el uno del otro y que, pese a todo su antagonismo, se penetran
recprocamente; y vemos que la causa y el efecto son representaciones que slo
rigen como tales en su aplicacin al caso concreto, pero, que, examinando el caso
concreto en su concatenacin con la imagen total del Universo, se juntan y se
diluyen en la idea de una trama universal de acciones y reacciones, en que las
causas y los efectos cambian constantemente de sitio y en que lo que ahora o
aqu es efecto, adquiere luego o all carcter de causa y viceversa.
Ninguno de estos fenmenos y mtodos discursivos encaja en el cuadro de las
especulaciones metafsicas. En cambio, para la dialctica, que enfoca las cosas y
sus imgenes conceptuales substancialmente en sus conexiones, en su
concatenacin, en su dinmica, en su proceso de gnesis y caducidad, fenmenos
como los expuestos no son ms que otras tantas confirmaciones de su modo
genuino de proceder. La naturaleza es la piedra de toque de la dialctica, y las
modernas ciencias naturales nos brindan para esta prueba un acervo de datos
extraordinariamente copiosos y enriquecidos con cada da que pasa, demostrando
con ello que la naturaleza se mueve, en ltima instancia, por los cauces dialcticos
y no por los carriles metafsicos, que no se mueve en la eterna monotona de un
ciclo constantemente repetido, sino que recorre una verdadera historia. Aqu hay
que citar en primer trmino a Darwin, quien, con su prueba de que toda la
1376
1378
avanzados, al mismo ritmo con que se desarrollaba en ellos, por una parte, la gran
industria, y por otra, la dominacin poltica recin conquistada de la burguesa. Los
hechos venan a dar un ments cada vez ms rotundo a las doctrinas econmicas
burguesas de la identidad de intereses entre el capital y el trabajo y de la armona
universal y el bienestar general de las naciones, como fruto de la libre
concurrencia. No haba manera de pasar por alto estos hechos, ni era tampoco
posible ignorar el socialismo francs e ingls, expresin terica suya, por muy
imperfecta que fuese. Pero la vieja concepcin idealista de la historia, que an no
haba sido desplazada, no conoca luchas de clases basadas en intereses
materiales, ni conoca intereses materiales de ningn gnero; para ella, la
produccin, al igual que todas las relaciones econmicas, slo exista
accesoriamente, como un elemento secundario dentro de la historia cultural.
Los nuevos hechos obligaron a someter toda la historia anterior a nuevas
investigaciones, entonces se vio que, con excepcin del estado primitivo, toda la
historia anterior haba sido la historia de las luchas de clases, y que estas clases
sociales pugnantes entre s eran en todas las pocas fruto de las relaciones de
produccin y de cambio, es decir, de las relaciones econmicas de su poca: que
la estructura econmica de la sociedad en cada poca de la historia constituye,
por tanto, la base real cuyas propiedades explican en ltima instancia, toda la
superestructura integrada por las instituciones jurdicas y polticas, as como por la
ideologa religiosa, filosfica, etc., de cada perodo histrico. Hegel haba liberado
a la concepcin de la historia de la metafsica, la haba hecho dialctica; pero su
interpretacin de la historia era esencialmente idealista. Ahora, el idealismo
quedaba desahuciado de su ltimo reducto, de la concepcin de la historia,
sustituyndolo una concepcin materialista de la historia, con lo que se abra el
camino para explicar la conciencia del hombre por su existencia, y no sta por su
conciencia, que hasta entonces era lo tradicional.
De este modo el socialismo no apareca ya como el descubrimiento casual de tal o
cual intelecto de genio, sino como el producto necesario de la lucha entre dos
clases formadas histricamente: el proletariado y la burguesa. Su misin ya no
era elaborar un sistema lo ms perfecto posible de sociedad, sino investigar el
1380
proceso histrico econmico del que forzosamente tenan que brotar estas clases
y su conflicto, descubriendo los medios para la solucin de ste en la situacin
econmica as creada. Pero el socialismo tradicional era incompatible con esta
nueva concepcin materialista de la historia, ni ms ni menos que la concepcin
de la naturaleza del materialismo francs no poda avenirse con la dialctica y las
nuevas ciencias naturales. En efecto, el socialismo anterior criticaba el modo
capitalista de produccin existente y sus consecuencias, pero no acertaba a
explicarlo, ni poda, por tanto, destruirlo ideolgicamente, no se le alcanzaba ms
que repudiarlo, lisa y llanamente, como malo. Cuanto ms violentamente clamaba
contra la explotacin de la clase obrera, inseparable de este modo de produccin,
menos estaba en condiciones de indicar claramente en qu consista y cmo
naca esta explotacin. Mas de lo que se trataba era, por una parte, exponer ese
modo capitalista de produccin en sus conexiones histricas y como necesario
para una determinada poca de la historia, demostrando con ello tambin la
necesidad de su cada, y, por otra parte, poner al desnudo su carcter interno,
oculto todava. Este se puso de manifiesto con el descubrimiento de la plusvala.
Descubrimiento que vino a revelar que el rgimen capitalista de produccin y la
explotacin del obrero, que de l se deriva, tenan por forma fundamental la
apropiacin de trabajo no retribuido; que el capitalista, aun cuando compra la
fuerza de trabajo de su obrero por todo su valor, por todo el valor que representa
como mercanca en el mercado, saca siempre de ella ms valor que lo que le
paga y que esta plusvala es, en ltima instancia, la suma de valor de donde
proviene la masa cada vez mayor del capital acumulada en manos de las clases
poseedoras. El proceso de la produccin capitalista y el de la produccin de
capital quedaban explicados.
Estos dos grandes descubrimientos: la concepcin materialista de la historia y la
revelacin del secreto de la produccin capitalista, mediante la plusvala, se los
debemos a Marx. Gracias a ellos, el socialismo se convierte en una ciencia, que
slo nos queda por desarrollar en todos sus detalles y concatenaciones.
III
1381
familia del labrador produca casi todos los objetos que necesitaba: aperos, ropas
y vveres. Slo empez a producir mercancas cuando consigui crear un
remanente de productos, despus de cubrir sus necesidades propias y los tributos
en especie que haba de pagar al seor feudal; este remanente, lanzado al
intercambio social, al mercado, para su venta, se convirti en mercanca. Los
artesanos de las ciudades, por cierto, tuvieron que producir para el mercado ya
desde el primer momento. Pero tambin obtenan ellos mismos la mayor parte de
los productos que necesitaban para su consumo; tenan sus huertos y sus
pequeos campos, apacentaban su ganado en los bosques comunales, que
adems les suministraban la madera y la lea; sus mujeres hilaban el lino y la
lana, etc. La produccin para el cambio, la produccin de mercancas, estaba en
sus comienzos. Por eso el intercambio era limitado, el mercado reducido, el modo
de produccin estable. Frente al exterior imperaba el exclusivismo local; en el
interior, la asociacin local: la marca [] en el campo, los gremios en las
ciudades.
Pero al extenderse la produccin de mercancas y, sobre todo, al aparecer el
modo capitalista de produccin, las leyes de produccin de mercancas, que hasta
aqu apenas haban dado seales de vida, entran en funciones de una manera
franca y potente. Las antiguas asociaciones empiezan a perder fuerza, las
antiguas fronteras locales se vienen a tierra, los productores se convierten ms y
ms en productores de mercancas independientes y aislados. La anarqua de la
produccin social sale a la luz y se agudiza cada vez ms. Pero el instrumento
principal con el que el modo capitalista de produccin fomenta esta anarqua en la
produccin social es precisamente lo inverso de la anarqua: la creciente
organizacin de la produccin con carcter social, dentro de cada establecimiento
de produccin. Con este resorte, pone fin a la vieja estabilidad pacfica. All donde
se implanta en una rama industrial, no tolera a su lado ninguno de los viejos
mtodos. Donde se aduea de la industria artesana, la destruye y aniquila. El
terreno del trabajo se convierte en un campo de batalla. Los grandes
descubrimientos geogrficos y las empresas de colonizacin que les siguen,
multiplican los mercados y aceleran el proceso de transformacin del taller del
1388
antagonismo entre la
mecanismo del modo capitalista de produccin falla, agobiado por las fuerzas
productivas que l mismo ha engendrado. Ya no acierta a transformar en capital
esta masa de medios de produccin, que permanecen inactivos, y por esto
precisamente debe permanecer tambin inactivo el ejrcito industrial de reserva.
Medios de produccin, medios de vida, obreros disponibles: todos los elementos
de la produccin y de la riqueza general existen con exceso. Pero la
superabundancia se convierte en fuente de miseria y de penuria (Fourier), ya que
es ella, precisamente, la que impide la transformacin de los medios de
produccin y de vida en capital, pues en la sociedad capitalista, los medios de
produccin no pueden ponerse en movimiento ms que convirtindose
previamente en capital, en medio de explotacin de la fuerza humana de trabajo.
Esta imprescindible calidad de capital de los medios de produccin y de vida se
alza como un espectro entre ellos y la clase obrera. Esta calidad es la que impide
que se engranen la palanca material y la palanca personal de la produccin; es la
que no permite a los medios de produccin funcionar ni a los obreros trabajar y
vivir. De una parte, el modo capitalista de produccin revela, pues, su propia
incapacidad para seguir rigiendo sus fuerzas productivas. De otra parte, estas
fuerzas productivas acucian con intensidad cada vez mayor a que se elimine la
contradiccin, a que se las redima de su condicin de capital, a que se reconozca
de hecho su carcter de fuerzas productivas sociales.
Es esta rebelin de las fuerzas de produccin cada vez ms imponentes, contra su
calidad de capital, esta necesidad cada vez ms imperiosa de que se reconozca
su carcter social, la que obliga a la propia clase capitalista a tratarlas cada vez
ms abiertamente como fuerzas productivas sociales, en el grado en que ello es
posible dentro de las relaciones capitalistas. Lo mismo los perodos de alta presin
industrial, con su desmedida expansin del crdito, que el crac mismo, con el
desmoronamiento de grandes empresas capitalistas, impulsan esa forma de
socializacin de grandes masas de medios de produccin con que nos
encontramos en las diversas categoras de sociedades annimas. Algunos de
estos medios de produccin y de comunicacin son ya de por s tan gigantescos,
que excluyen, como ocurre con los ferrocarriles, toda otra forma de explotacin
1393
rentas, cortar sus cupones y jugar en la Bolsa, donde los capitalistas de toda clase
se arrebatan unos a otros sus capitales. Y si antes el modo capitalista de
produccin desplazaba a los obreros, ahora desplaza tambin a los capitalistas,
arrinconndolos, igual que a los obreros, entre la poblacin sobrante; aunque por
ahora todava no en el ejrcito industrial de reserva.
Pero las fuerzas productivas no pierden su condicin de capital al convertirse en
propiedad de las sociedades annimas y de los trusts o en propiedad del Estado.
Por lo que a las sociedades annimas y a los trusts se refiere, es palpablemente
claro. Por su parte, el Estado moderno no es tampoco ms que una organizacin
creada por la sociedad burguesa para defender las condiciones exteriores
generales del modo capitalista de produccin contra los atentados, tanto de los
obreros como de los capitalistas individuales. El Estado moderno, cualquiera que
sea su forma, es una mquina esencialmente capitalista, es el Estado de los
capitalistas, el capitalista colectivo ideal. Y cuantas ms fuerzas productivas
asuma en propiedad, tanto ms se convertir en capitalista colectivo y tanta mayor
cantidad de ciudadanos explotar. Los obreros siguen siendo obreros asalariados,
proletarios. La relacin capitalista, lejos de abolirse con estas medidas, se
agudiza, llega al extremo, a la cspide. Mas, al llegar a la cspide, se derrumba.
La propiedad del Estado sobre las fuerzas productivas no es solucin del conflicto,
pero alberga ya en su seno el medio formal, el resorte para llegar a la solucin.
Esta solucin slo puede estar en reconocer de un modo efectivo el carcter social
de las fuerzas productivas modernas y por lo tanto en armonizar el modo de
produccin, de apropiacin y de cambio con el carcter social de los medios de
produccin. Para esto, no hay ms que un camino: que la sociedad, abiertamente
y sin rodeos, tome posesin de esas fuerzas productivas, que ya no admite otra
direccin que la suya. Hacindolo as, el carcter social de los medios de
produccin y de los productos, que hoy se vuelve contra los mismos productores,
rompiendo peridicamente los cauces del modo de produccin y de cambio, y que
slo puede imponerse con una fuerza y eficacia tan destructoras como el impulso
ciego de las leyes naturales, ser puesto en vigor con plena conciencia por los
1395
fuerzas
modernas
de
produccin.
Mientras
nos
resistamos
***
1400
produccin
de
mercancas.
Competencia
desenfrenada.
1401
Escrito por F. Engels de enero de 1880 a la primera mitad de marzo del mismo
ao.
Publicado en la revista "La Revue socialiste", NN 3, 4, 5, 20 de marzo, 20 de
abril y 5 de mayo de 1880 y como folleto aparte en francs: F. Engels. Socialisme
utopiqueet socialisme scientifique, Paris, 1880.
Se publica de acuerdo con el texto de la edicin alemana de 1891. Traducido del
alemn.
1403
1404
Por cuanto estos razonamientos poseen cierta pareja histrica o cierta realidad
existente fuera de nuestra conciencia, adquieren esa realidad, por ejemplo, con el
paso de las diversas partes constitutivas de la plusvala producida por el capitalista
A por encima de la cuota de ganancia [general], es decir, por encima de su parte
en la plusvala global, al bolsillo del capitalista B, cuya plusvala normaliter[**] es
inferior a los dividendos que le tocan. Pero este proceso se opera objetivamente,
en las cosas, de modo inconsciente, y slo ahora podemos formarnos una idea del
trabajo que ha costado llegar a la correcta comprensin del mismo.
1405
cuyos
resultados
seran
particularmente
remunerativos,
sera
un
Para concluir debo agradecerle una vez ms por la buena opinin que tiene de m
y que le lleva a pensar que yo podra hacer del III tomo algo mejor de lo que es
ahora. No obstante, no comparto ese juicio y creo que he cumplido con mi deber
publicando a Marx en las formulaciones de Marx mismo, aunque, posiblemente,
1406
eso obligue al lector a tensar un poco ms sus facultades de pensar por su propia
cuenta...
Se publica de acuerdo con el manuscrito.
Traducido del alemn.
_________________________
[*] Nombre polaco actual: Wroclaw. (N. de la Edit.)
[**] Normalmente. (N. de la Edit.)
[1] Trtase del artculo de W. Sombart Contribucin a la crtica del sistema econmico de
Carlos Marx publicado en la revista Archiv fr sociale Gesetzgebung und Statistik
(Archivo de la legislacin social y estadsticas), t. VII, 1894.
[2] En mayo de 1895, F. Engels escribi los Apndices para el tercer tomo de El
Capital: La ley del valor y la cuota de ganancia y La Bolsa.
Fuente: C. Marx & F. Engels, Obras Escogidas, en tres tomos, Editorial Progreso, Mosc,
1974, pgs. 532-534,
Obra de referencia
1407
1408
poder en las vidas de las personas, lo que llamaba nihilismo pasivo. Lo expres en
su tajante proclamacin Dios ha muerto.
Estaba convencido de que los valores tradicionales representaban una moralidad
esclava, una moralidad creada por personas dbiles y resentidas que fomentaban
comportamientos como la sumisin y el conformismo porque los valores implcitos
en tales conductas servan a sus intereses. Afirm el imperativo tico de crear
valores nuevos que deban reemplazar los tradicionales, y su discusin sobre esta
posibilidad evolucion hasta configurar su retrato del hombre por venir, el
superhombre (bermensch).
Segn sus teoras,las masas (a las que denominaba rebao, manada o
muchedumbre) se adaptan a la tradicin, mientras su superhombre utpico es
seguro, independiente y muy individualista. El superhombre siente con intensidad,
pero sus pasiones estn frenadas y reprimidas por la razn. Centrndose en el
mundo real, ms que en las recompensas del mundo futuro prometidas por las
religiones en general, el superhombre afirma la vida, incluso el sufrimiento y el
dolor que conlleva la existencia humana.
Su superhombre es un creador de valores, un ejemplo activo de eticidad maestra
que refleja la fuerza e independencia de alguien que est emancipado de las
ataduras de lo humano envilecido por la docilidad cristiana, excepto de aquellas
que l juzga vitales.
Nietzsche sostena que todo acto o proyecto humano est motivado por la
voluntad de poder. sta no es tan slo el poder sobre otros, sino el poder sobre
uno mismo, algo que es necesario para la creatividad. Tal capacidad se manifiesta
en la autonoma del superhombre, en su creatividad y su coraje. Aunque
Nietzsche afirm en multitud de oportunidades que todava no haba existido
ningn superhombre, cit a algunos personajes histricos que podran servir como
modelos: Scrates, Jesucristo, Leonardo da Vinci, Miguel ngel, William
Shakespeare, Johann Wolfgang von Goethe, Julio Csar y Napolen I Bonaparte.
1409
1410
52
(Seleccin)
DEMAGOGIA
Que no crean que por una elevacin de salario va a desaparecer lo que hay de
"esencial" en su miseria, en su avasallamiento impersonal. Aurora.
DEMOCRACIA
La democracia es la forma de decadencia del Estado. Filosofa general. Hoy da
los pequeos se han hecho los amos. As habl Zaratustra.
La democracia representa la no creencia en hombres superiores,en clases
elegidas: "Todos somos iguales" "En el fondo todos somos un rebao egosta y
plebeyo" El ocaso de los dolos.
Derechos iguales para todos: sta es la ms maravillosa injusticia, pues
precisamente los hombres superiores son los que padecen en este rgimen. As
habl Zaratustra.
Si Europa cae en manos del pueblo la cultura europea habr muerto. Filosofa
general.
El Estado no repara en calidades; slo atiende a la cantidad.
Tratados filosficos.
En los casos en que parece imposible pasarse sin jefes, sin carneros conductores,
se hacen hoy ensayos para reemplazar a los amos por la yuxtaposicin de varios
1411
hombres de rebao inteligentes; ste es, por ejemplo, el origen de todas las
constituciones representativas. Ms all del bien y del mal.
mentalidad
democrtico-cristiana
favorece
al
animal
de
rebao;
el
1412
En nuestra poca, tan democrtica, o mejor, tan plebeya, "la educacin" y "la
cultura" "deben" ser, sobre todo, el arte de engaar sobre el origen, sobre el
atavismo plebeyo en el alma y el cuerpo. Ms all del bien y del mal.
Mas, qu decir ahora de un ideal ms noble? Inclinmonos ante los hechos
consumados: el pueblo es el que ha vencido, o bien "los esclavos o bien "el
populacho o bien "el rebao", llamadle como queris... pues bien, jams pueblo
alguno tuvo una misin histrica ms importante!.
Los "seores" han sido abolidos; la moral del hombre comn ha triunfado. Podis,
si queris, comparar esta victoria a un envenenamiento de la sangre, yo no me
opongo a ello; pero es indudable que esta intoxicacin ha triunfado.
La "redencin o la liberacin" del gnero humano (quiero decir, la emancipacin
del yugo de los "seores") est en buen camino; todo se judaza, o se cristianiza, o
se aplebeya a ojos vistas (qu nos importan las palabras!) Ms all del bien y del
mal.
democrticas, que toda la psicologa de estos tiempos parece encaminada a su
empequeecimiento y calumnia. El tipo del gran ambicioso: ste debe ser
Napolen! Y Csar! Y Alejandro! Como si stos no fueran precisamente los ms
grandes despreciadores del honor! El ocaso de los dolos.
No debes dejar que te den un derecho que t eres capaz de conquistar! As habl
Zaratustra.
DEPENDENCIA
1413
El que depende inevitablemente de un amo, debe poseer algo que inspire temor y
tenga al amo sujeto, por ejemplo la probidad o la franqueza, o bien una mala
lengua. Aurora.
DERECHOS
No debes dejar que te den un derecho que t eres capaz de conquistar? As
habl Zaratustra.
Derechos iguales para todos: sta es la ms maravillosa injusticia, pues
precisamente los hombres superiores son los que padecen en este rgimen. As
habl Zaratustra.
DEPENDENCIA
El que depende inevitablemente de un amo, debe poseer algo que inspire temor y
tenga al amo sujeto, por ejemplo la probidad o la franqueza, o bien una mala
lengua. Aurora.
DERECHOS
No debes dejar que te den un derecho que t eres capaz de conquistar? As
habl Zaratustra.
Derechos iguales para todos: sta es la ms maravillosa injusticia, pues
precisamente los hombres superiores son los que padecen en este rgimen. As
habl Zaratustra.
ESTADO
El Estado, originariamente "no" oprime al individuo, porque ste no existe. Hace al
hombre posible la existencia como animal de rebao. Tratados filosficos.
1414
1415
1416
1417
1418
1419
Hoy da, cuando la bestia de rebao llega sola a los honores y sola a la dispensa
de honores, cuando la "igualdad de derechos" podra traducirse ms bien por la
igualdad en la injusticia, quiero decir en la guerra general contra todo lo que es
raro, extrao, privilegiado, la guerra contra el hombre superior, contra el alma
superior, contra el deber superior, contra la responsabilidad superior, contra la
plenitud creadora y dominadora, hoy da ser noble, querer ser para s, saber ser
diferente, saber vivir solo y por su propia cuenta son cosas que entraen el
concepto "grandeza" y el filsofo revelar en cierta medida su propio ideal
afirmando: "El ms grande ser el que sepa estar ms solo, ms oculto, ms
apartado; el hombre que viva ms all del bien y del mal; el dueo de sus virtudes;
el que est dotado de una voluntad exuberante; he aqu lo que debe ser llamado
"grandeza"; es a la vez la diversidad y el todo, la extensin y la plenitud." Y
nosotros le preguntamos una vez ms: "Hoy da, es posible la grandeza?" Ms
all del bien y del mal.
Una nobleza altanera y severa, el sentimiento de la propia responsabilidad, llegan
casi a herir y provocan desconfianza. Ms all del bien y del mal.
Cuando realmente el hombre es justo consigo mismo (justo y no solamente fro,
mesurado, desdeoso, indiferente; ser justo implica siempre una condicin
"positiva"); cuando, aun sintindose ofendido personalmente, insultado, hecho
objeto de sospechas, conserva inalterable una alta objetividad, una objetividad
clara, profunda y tierna a la vez, de mirada justa y que juzga, pues bien!,
entonces nos ser forzoso reconocer algo como la perfeccin hecha carne, como
la ms alta seora sobre la tierra, algo que, en todo caso, bueno ser no
esperarlo, no creer en ello a la ligera. Ms all del bien y del mal.
Medios por los cuales se conserva una especie ms fuerte: Concederse un
derecho a acciones excepcionales, como tentativa de superacin de s mismo y de
libertad.
1421
1422
justa idea de s mismos, y aun de esta idea adquirida querran rebajar y corregir
alguna cosa.
Es preciso, pues, conceder a ciertos hombres su soledad y no ser lo bastante
tonto, como se hace frecuentemente, para compadecerse de ellos. Humano,
demasiado humano.
Hay ciertas grandezas, as como ciertas bondades, que necesitan ser
contempladas a cierta distancia, y, sobre todo, desde abajo, de ninguna manera
desde arriba, y slo as producen "efecto".
Quiz conoces hombres a tu alrededor que no deben ser mirados sino a cierta
distancia para encontrarlos soportables, seductores y vivificantes; hay que
aconsejarles que no se conozcan a s mismos. El eterno retorno.
La intelectualidad superior e independiente, la voluntad de soledad, la gran razn,
aparecen ya como peligros; todo lo que elev al individuo por encima del rebao,
todo lo que mete miedo al prjimo se llama desde entonces "malo". El espritu
tolerante, modesto, sumiso, igualitario, que posee deseos "medidos y mediocres"
se conquista un renombre y llegar a alcanzar honores morales. Ms all del bien
y del mal.
En el hombre como en todas las dems especies animales, hay un excedente de
individuos fracasados, enfermos, degenerados, que sufren necesariamente. Los
casos de xito, son siempre excepciones raras, si se considera que l hombre es
un animal "cuyas cualidades no estn an fijadas". Pero hay ms an. Cuanto
mejor representa un hombre el tipo de la especie superior, tanto ms disminuye el
nmero de sus probabilidades de xito. Ms all del bien y del mal.
La humanidad es un medio, ms bien que un fin... la humanidades simplemente el
material con el que se intenta llegar al tipo, es la enorme superabundancia de los
fracasados: un campo de ruinas. La voluntad de dominio.
1424
1425
1426
Decide que lo que le es perjudicial es malo en s, sabe que si las cosas son
honradas, es l quien les presta este honor, l es el "creador de valores". Todo lo
que encuentra en su propia persona, todo lo honra. Ms all del bien y del mal.
Signos de nobleza: no pensar nunca en rebajar nuestros deberes a deberes para
todo el mundo; no querer renunciar a la propia responsabilidad, no querer
compartirla; contar sus privilegios y su ejercicio en el nmero de nuestros
"deberes" Ms all del bien y del mal.
La sociedad no debe existir para la sociedad, sino solamente como una
subestructura y un andamiaje, gracias al cual otro.-, seres elegidos podrn
elevarse hacia una tarea ms noble y llegar, en general, a una existencia superior.
Ms all del bien y del mal.
El concepto "mejoramiento" se basa en la suposicin de hombres normales y
fuertes, cuya accin individual debe ser compensada de algn modo para no
perderlos para la comunidad, para no hacerlos enemigos de sta. El ocaso de los
dolos.
Es necesaria una declaracin de guerra de los hombres superiores a la masa. Por
todas partes, la mediocridad se coliga para hacerse el ama. Todo lo que
reblandece, suaviza, valoriza al "pueblo" o a lo "femenino", obra a favor del
sufragio universal, o sea del dominio de los hombres inferiores. Pero nosotros
queremos ejercer represalias y sacar a luz y llevar ante el tribunal toda esta
economa. El ocaso de los dolos.
Qu es lo que hiere ms, qu es lo que separa ms profundamente sino el dejar
ver algo del rigor altivo con el cual se trata uno a s mismo? Y, por el contrario,
cunta benevolencia, cunta afeccin nos demuestra todo el mundo desde el
momento en que hacemos como todo el mundo y aplaudimos lo que hace todo el
mundo? Ms all del bien y del mal.
1427
La planta "hombre" medra ms lozana cuando los peligros son grandes y las
circunstancias ms difciles; pero en verdad, en estas condiciones, la mayor parte
sucumbe.
Nuestra posicin en el mundo del conocimiento es bastante ingenua: todo hombre
superior se siente aventurero. Filosofa general.
El deseo incesante de crear es vulgar y demuestra envidia, celos, ambicin.
Cuando se es algo, no hay realmente necesidad de hacer nada, y, sin embargo,
se hace mucho. Por encima de los hombres productivos hay an una especie
superior. Humano, demasiado humano.
Ser independiente es cosa de una pequea minora, es el privilegio de los fuertes.
Ms all del bien y del mal.
Es completamente falso que los grandes espritus hayan juzgado esencialmente
del mismo modo sobre la existencia y los hombres; esta igualdad procede de la
creencia de que los genios estn ms cerca de la esencia del mundo y en cierto
modo saben decir ms justamente lo que sta es. Pero los genios han tenido
opiniones individuales y las han trasportado a las cosas; por esto a menudo se
contradicen y creen que deben refutar todas las dems. Tratados filosficos.
Los individuos ms fuertes sern los que contradigan las leyes de la especie, y,
sin embargo, no sucumban: los nicos. De ellos se forma la nueva nobleza; pero
numerosos individuos sucumben al nacer.
Porque pierden la ley de conservacin y el ambiente habitual. Tratados filosficos.
"Los grandes hombres tal como son venerados, son, despus de todo, pequeas
invenciones maliciosas. Ecce homo.
El hechizo de la metamorfosis es la condicin previa de todo arte dramtico. El
origen de la tragedia.
1428
"El orgulloso que sufre" es, por el momento, el tipo humano superior. Aurora.
Esto es para desesperar: la historia nos ensea que ninguno de los grandes
hombres ha triunfado sin un gran orgullo y una buena dosis de injusticia. Tratados
filosficos.
No he encontrado ningn hombre de gran calidad que no me haya dicho haber
perdido el sentimiento del deber, o no haberlo posedo nunca. Ecce homo.
El hecho de que la naturaleza del hombre es mala es mi consuelo: esto garantiza
su fuerza! El ocaso de los dolos.
Para que el hombre pueda tenerse respecto a s mismo es necesario que sea
capaz tambin de ser malo. La voluntad de dominio.
Cmo hemos de dar gravedad a la vida interior sin hacernos malos y fanticos
respecto de los que no piensan como nosotros? El eterno retorno.
El nuevo problema: saber si una parte de los hombres ha de ser educada a costa
de los otros para constituir una raza superior.
Tratados filosficos.
Los espritus distinguidos se extravan fcilmente; la historia de sus pasiones, sus
enfermedades, su indignacin ante los descompuestos chillidos de virtud de todas
sus morales de ganso, etc.
Todo se conjura contra ellos; estn amargados de no encontrarse a gusto en
ninguna parte; peligro en las pocas democrticas; absoluto menosprecio de todas
las medidas de seguridad. Filosofa general.
Por qu la naturaleza ha sido tan parsimoniosa para con los hombres, que no les
ha dejado lucir, al uno ms, al otro menos, segn la abundancia de sus luces?
1429
Por qu los grandes hombres no tienen al elevarse y al declinar una tan bella
visibilidad como la del sol?
Cuntos menos equvocos habra entre los hombres si as fuese? El eterno
retorno.
El que ha nacido maestro no toma las cosas en serio ms que por sus discpulos,
y por s mismo. Ms all del bien y del mal.
Tipo de mi discpulo: a los hombres por quienes me intereso les deseo
sufrimientos, abandono, enfermedad, malos tratos, desprecio; yo deseo que no les
sea desconocido el profundo desprecio de s mismo ,el martirio de la desconfianza
de s mismo, la miseria del vencido; no tengo compasin de ellos, porque deseo
para ellos la nica cosa que hoy puede revelar si un hombre tiene o no valor: que
aguante con firmeza! El ocaso de los dolos.
El hombre superior se hace al mismo tiempo ms feliz y ms desgraciado. Pero, al
mismo tiempo, le acompaa asiduamente una ilusin: cree ser un espectador y un
oyente del gran espectculo y concierto de la vida; dice que su naturaleza es una
naturaleza contemplativa, sin advertir que l mismo es el verdadero poeta y el
creador de la vida, distinguindose, claro est, del actor de este drama, que se
llama hombre de accin. El eterno retorno.
Los grandes hombres son los que ms sufren durante su vida pero tienen a la vez
las ms grandes compensaciones. Filosofa general.
Es raro que una naturaleza superior conserve suficiente razn para comprender y
para tratar a los hombres ordinarios en cuantos hombres ordinarios; generalmente
tiene fe en su pasin, como si en todas las pasiones permaneciese oculta, y
justamente en esta idea siente plenitud de ardor y de elocuencia. Cuando tales
hombres de excepcin no se consideran ellos mismos como excepcionales,
cmo seran nunca capaces de comprender a los caracteres vulgares y evaluar
la regla de una manera justa? Y as, hablan, ellos tambin, de locura, de
1430
1431
1434
1435
Debe haber una determinacin previa de los castigos para un delito, debe haber
un cdigo penal? Pero teniendo en cuenta que no sera fcil fijar el grado de la
pena para un criminal, deberamos en la prctica renunciar al castigo? Qu
grave dao! Verdad? Por consiguiente... El ocaso de los dolos.
No se debe arrebatar al criminal la posibilidad de hacer las paces algn da con la
sociedad, suponiendo que no pertenezca a la raza de los criminales. En este
ltimo caso se le debe hacer la guerra, aun antes de que haya cometido algn
acto de hostilidad contra la sociedad (primera operacin, en cuanto las
autoridades se apoderen de l: castrarle). El ocaso de los dolos.
LIBERTAD
Cul es la seal de la libertad realizada? No sentir vergenza des mismo. El
eterno retorno.
El hombre ms libre es el que tiene el mayor sentimiento de poder sobre s, el
mayor saber sobre s, el mejor mtodo en las luchas necesarias de sus energas,
la mayor fuerza relativa en s; es el ms trgico y ms rico en cambios, el que vive
ms tiempo, el que ms desea, el que mejor se nutre, el que ms se escinde
dentro de s mismo y el que ms se renueva. Tratados filosficos.
Cuanto ms libre y determinado es el individuo, ms exigencias tiene su amor; por
ltimo acaba por aspirar al superhombre, porque todo lo dems no satisface su
amor. As habl Zaratustra.
El menor paso dado hacia adelante, en el dominio M libre pensamiento y de la
vida individual, ha sido conquistado, en todos los tiempos, con torturas
intelectuales y fsicas. Aurora.
El hombre, hasta sus ms recnditas fibras, es necesidad, y carece por completo
de libertad, si por libertad se entiende la necia pretensin de poder variar de
arbitrio como se cambia de traje, pretensin que todo verdadero filsofo ha
rechazado hasta ahora con escndalo. El origen de la tragedia.
1437
1438
Los hombres que obran libremente estn en peores condiciones que los
librepensadores, porque los hombres sufren de una manera ms directa las
consecuencias de los actos que las consecuencias pensamiento.
Pero si se considera que, tanto unos como otros, buscan su satisfaccin, y que los
librepensadores encuentran ya esta satisfaccin en el hecho de reflexionar en las
cosas prohibidas expresarlas, respecto de los motivos, habr confusin entre los
dos casos, y respecto de los resultados, los hombres que obran libremente
llevarn ventaja aun a los librepensadores, admitiendo que no juzgue conforme a
la visibilidad ms inmediata y vulgar, es decir, como todo el mundo.
Hay que recordar muchas de las calumnias que cayeron sobre todos los que con
sus actos rompieron la autoridad una costumbre: generalmente, se les llam
criminales. Todos los que echaron abajo la ley moral establecida han sido
considerados siempre como "hombres malos"; pero cuando no se lleg a
restablecer esta y se acept el cambio, el atributo se trasform poco a poco; la
historia trata casi exclusivamente de estos hombres malos, que, ms tarde, fueron
llamados "buenos". Aurora.
No ligarse a nadie, ni aun a la persona ms querida: toda persona es una prisin y
tambin un rincn. Ms all del bien y del mal.
MORAL
Aceptar una creencia simplemente porque es costumbre aceptarla, no ser mala
fe, cobarda, pereza? La mala fe, la cobarda, la pereza seran la primera
condicin de la moral? Aurora.
Definicin de la moral: la moral es la idiosincrasia del decadente con la intencin
oculta de vengarse de la vida. Ecce homo.
El triunfo de un ideal moral es alcanzado, como todo triunfo, por los mismos
medios "inmorales": violencia, mentira, calumnia, injusticia. La voluntad de
dominio.
1439
La moral es justamente tan "inmoral como cualquier otra cosa sobre la tierra; la
moralidad misma es una forma de la Inmoralidad.
La voluntad de dominio.
Los juicios morales son epidemias de los tiempos. Tratados filosficos.
El hombre no es igualmente moral a todas horas. Humano, demasiado humano.
Toda moral es un hbito de automagnificacin, por el cual una clase de hombres
est contenta de su modo de ser y de su vida.
Filosofa general.
Hay una "moral de los seores" y una "moral de los esclavos".
Ms all del bien y del mal.
Ten cuidado de que tu reposo y tu contemplacin no se parezcan a los del perro
ante una carnicera. El miedo no le permite avanzar, el deseo le impide retroceder,
y abre unos ojazos como si fueran bocas.
Humano, demasiado humano.
No hay fenmenos morales, no hay ms que interpretaciones morales de los
fenmenos. Ms all del bien y del mal.
La invencin de la moral cristiana fue un acontecimiento sin precedente, una
verdadera catstrofe. Ecce homo.
La manera de pensar moral sigue a nuestra manera de proceder pero no la gua!
Filosofa general.
Los diferentes juicios morales no han sido hasta ahora referidos a la existencia de
la especie "hombre", sino a la existencia de pueblos y "razas", etc.. y por cierto de
1440
pueblos que se queran afirmar contra otros pueblos, de clases sociales que se
queran aislar de las capas sociales inferiores. Filosofa general.
La bestia que hay dentro de nosotros quiere ser engaada, la moral es necesidad
de mentira. Filosofa general.
La bestia en nosotros quiere ser engaada; la moral es una mentira necesaria,
para no sentirnos inferiormente desgarrados.
Sin los errores que se ocultan en los datos de la moral, el hombre habra
permanecido en la finalidad. Pero de esa manera se tiene por algo superior y se
impone las leyes ms severas. Por esto siente horror contra los estados ms
prximos a la animalidad; por eso es preciso explicar el antiguo menosprecio del
esclavo corno el ser que no es todava hombre sino cosa. Humano, demasiado
humano.
Las costumbres representan las experiencias de los hombres anteriores sobre lo
que ellos consideraron til o nocivo; pero el sentimiento de las costumbres (de la
moralidad) no se refiere a sus experiencias, sino a la antigedad, a la santidad, a
la indiscutibilidad de las costumbres. He aqu por qu ese sentimiento se opone a
que se hagan experiencias nuevas y a que se corrijan las costumbres, lo que
quiere decir que la moralidad se opone a la formacin de lascostumbres nuevas y
mejores: embrutece. Aurora.
Si comparamos nuestra manera de vivir con la de la humanidad durante miles de
aos, comprobaremos que nosotros, hombres de hoy, vivimos en una poca muy
inmoral. Aurora.
Las palabras de moral son en los ms distintos tiempos de un pueblo las mismas;
en cambio, el sentimiento que las acompaa cuando son pronunciadas est
siempre cambiando. Tratados filosficos.
La moral con sus preceptos absolutos ejerce una injusticia sobre cada individuo.
Tratados filosficos.
1441
1442
Tratados filosficos.
OBEDIENCIA
No ser la obediencia algo as como el hipnotismo? Filosofa general.
T debes obedecer a alguien, y debes obedecer por largo tiempo; de lo contrario
caminars a la ruina y perders el ltimo respeto que puedas tenerte a ti mismo.
Ms all del bien y del mal.
El que no puede mandarse a s mismo debe obedecer. Y hay quien sabe
mandarse, pero est muy lejos de saber obedecerse. As habl Zaratustra.
No todos quieren llevar el fardo de lo que no est mandado; pero hacen lo ms
difcil cuando t se lo mandas. As habl Zaratustra.
Donde no hay instinto de obediencia el "t debes" no tiene sentido alguno.
Filosofa general.
La estimacin de la autoridad aumenta en relacin de la disminucin de fuerzas
creadoras. Filosofa general.
PODER
Nosotros honramos y defendemos toda asamblea de poderes, porque esperamos
heredarla los sabios. Querernos asimismo ser los herederos de la moralidad
despus de haber destrozado la moral.
Tratados filosficos.
Hoy da los pequeos se han hecho los amos. As habl Zaratustra.
Quin de entre vosotros, sabiendo y dndose cuenta de que el poder es malo,
estara dispuesto a renunciar al poder?
1443
Consideraciones intempestivas.
Todos quieren llegar hasta el trono; en esto consiste su locura: como si la felicidad
estuviera en los tronos. Muchas veces hay cieno en el trono, y, a menudo, tambin
est el trono en el cieno. As habl
Zaratustra.
"La voluntad de dominio" es tan odiada en las pocas democrticas, que toda la
psicologa de estos tiempos parece encaminada a su empequeecimiento y
calumnia. El tipo del gran ambicioso: ste debe ser Napolen! Y Csar! Y
Alejandro!
Como
si
stos
no
fueran
precisamente
los
ms
grandes
1444
POLTICA
La poltica es el campo de trabajo para ciertos cerebros mediocres. Aurora.
Ahora ya la poltica deja de ser el oficio del gentilhombre, y es posible que se
vulgarice algn da de tal modo que se coloque, como toda literatura de partidos y
de peridicos, bajo la rbrica "prostitucin del espritu". El eterno retorno.
El que quiere conmover a las muchedumbres no tiene que ser el comediante de
s mismo? No est obligado a traducirse l mismo a lo
RAZN
Si la humanidad se hubiera regido realmente por su razn, es decir, por lo que
sabe y cree, pronto hubiera sucumbido. La razn es un rgano auxiliar lentamente
desarrollado que durante un enorme perodo de tiempo ha tenido, por fortuna,
poca fuerza para determinar al hombre, que trabajaba al servicio de los instintos
orgnicos y se emancipa lentamente, equiparndose a ellos; de modo que la
razn (opinin y saber) lucha con los instintos como un instinto nuevo, y ms
tarde, mucho ms tarde, adquiere el predominio. Tratados filosficos.
Sera muy hermoso atenerse a la razn si hubiese "una" razn.
Pero la tolerancia tiene que hacerse tributaria de "su" razn, de sus debilidades; y
no son las demostraciones y las refutaciones las que deciden: son las
inclinaciones y aversiones del gusto. Los perseguidores no han sido ciertamente
menos lgicos que los librepensadores. Tratados filosficos.
El culto del sentimiento fue erigido en lugar del culto a la razn. Aurora. preciso y
lo grotesco para expresar toda su personalidad y toda su causa bajo esta forma
grosera y simplificada? El eterno retorno.
Los unos gobiernan por el gusto de gobernar; los otros, por no ser ellos mismos
gobernados. Entre estos dos males, ste es el menor. Aurora.
1445
REVOLUCIN
Las opiniones nunca han derribado nada; pero en todas las demoliciones han
surgido libremente opiniones que hasta entonces haban estado oprimidas.
Tratados filosficos.
Nada ms terrible que un pueblo brbaro de esclavos que ha aprendido a
considerar su existencia como una injusticia y se prepara para tomar venganza, no
solamente en su nombre, sino en nombre de las generaciones venideras. El origen
de la tragedia.
Cuando las masas comienzan a batirse con furia y la razn se oscurece, bueno
ser, en caso de no estar lo suficientemente seguro de la salud de su espritu,
refugiarse en un portal y esperar a que pase la tormenta. Humano, demasiado
humano.
En la moral se opera constantemente un trabajo de transformacin; los "crmenes
afortunados" son la causa de esta transformacin. Aurora.
Hay que recordar muchas de las calumnias que cayeron sobretodos los que con
sus actos rompieron la autoridad de una costumbre: generalmente se les llam
criminales. Todos los que echaron abajo la ley moral establecida han sido
considerados siempre como "hombres malos"; pero cuando no se lleg a
restablecer esta ley y se acept el cambio, el atributo se trasform poco a poco; la
historia trata casi exclusivamente de estos hombres malos, que, ms tarde, fueron
llamados "buenos". Aurora.
Lo que hace falta no son nuevos repartos por la violencia sino transformaciones
graduales; es preciso que el sentimiento de la justicia se refuerce en todos y se
debilite el instinto de la violencia.
Humano, demasiado humano.
1446
Del mismo modo que se ha representado, a la plena luz de los tiempos modernos,
la Revolucin francesa, esta horrible farsa, superflua si se la mira de cerca, en la
que, sin embargo, espectadores nobles y entusiastas esparcidos por toda Europa
han credo ver de lejos la realizacin de su largo ensueo apasionado, sueo de
rebelda y de entusiasmo "hasta que el texto desapareci bajo la interpretacin
del mismo modo podra suceder que una noble posteridad interpretase mal otra
vez todo el pasado y que hiciese as! soportable el aspecto de ste.
Ms all del bien y del mal.
REVOLUCION FRANCESA
La Revolucin francesa fue la que coloc definitiva y solemnemente el cetro en
manos del "hombre bueno" (de las ovejas, del asno, de la oca, y de todo lo que es
incurablemente superficial y estridente, maduro para el manicomio de las "ideas
modernas"). El eterno retorno.
RUSIA
Si Europa cae en manos del pueblo, la cultura europea habr muerto. Filosofa
general.
SABER
La perfeccin de la ciencia y su generalidad racional debe ser alcanzada primero,
y luego la liberacin del individuo vendr por s sola. Tratados filosficos.
Aun el ms valeroso de nosotros, rara vez tiene el valor de lo que realmente
sabe... El ocaso de los dolos.
Todo el valor de una enciclopedia reside en lo que en ella est contenido, y no en
lo que est escrito sobre la cubierta en lo que constituye la envoltura, en la
encuadernacin. Consideraciones intempestivas.
1447
Condiciones del sabio. Se le debe eximir de toda clase de culpa ante la sociedad.
Filosofa general.
El derecho a leer de todo el mundo, no solamente estropea a la larga el escribir,
sino el mismo pensar. As habl Zaratustra.
Los sabios debieran apoderarse del monopolio de la acuacin de moneda: a ello
son acreedores por su manera de vivir y sus fines, y dar direccin a la riqueza; es
absolutamente preciso que sta sea dirigida por las inteligencias superiores.
Tratados filosficos.
La vanidad la ciega propensin a considerarse como individuo no sindolo; es
decir, como independiente, dependiendo de alguien.
La sabidura es todo lo contrario: se considera dependiente, y es independiente.
Consideraciones intempestivas.
Aquellos sabios superficiales y estultos que son bastante desvergonzados para
sentirse "espritus libres consideran como cobarda o traicin a la verdad, como
debilidad de la voluntad todo lo que constituye la enfermiza historia de los
hombres superiores: aquel subordinarse, aquel tener miedo de s mismo. Filosofa
general.
Mientras sientas las estrellas como algo que est "por encima de ti" te falta la
mirada del que busca el conocimiento. Ms all del bien y del mal.
El camino de la sabidura: ndice para la superacin de la moral.
Filosofa general.
Quien siembra en el espritu, planta un rbol a larga fecha.
Tratados filosficos.
1448
El que busca el conocimiento pasa por entre los hombres como por entre
animales. As habl Zaratustra.
Es mejor no saber nada que saber muchas cosas a medias. As habl Zaratustra.
El que sabe que es profundo se esfuerza por ser claro; el que quiere parecer
profundo se esfuerza por ser oscuro. El eterno retorno.
La forma ms habitual del saber carece de conciencia. La conciencia es el saber
de un saber. Tratados filosficos.
Cuanto ms espritu, ms sufrimiento... Cuanto ms estupidez tanto mayor
bienestar. Consideraciones intempestivas.
Nuestro saber es la forma ms dbil de nuestra vida instintiva; por esto es tan
impotente contra los instintos poderosos. Tratados filosficos.
Yo creo que el saber mata la fuerza del instinto, no deja lugar para la accin. La
verdad es que todo conocimiento nuevo carece de un mecanismo ejercitado y de
hbitos placenteros. Pero todo esto se produce despus. Esperamos a que una
nueva generacin coja la cosecha, no nosotros. Esta es la resignacin del sabio.
Se ha vuelto ms pobre y ms dbil, incapaz para la accin, por decirlo as,
paraltico; es un vidente que se ha quedado ciego y sordo. Tratados filosficos.
Cun difcil es vivir cuando se siente sobre s y contra s el juicio de miles de
aos! El eterno retorno.
Hay ciertos indicios en los que reconocers que has hecho largo camino y que has
subido ms alto: el espacio es ahora ms libre alrededor de ti y tu vista abarca un
horizonte ms vasto que el que velas antes; el aire es ms puro, pero tambin
ms dulce -pues no cometers la locura de confundir la dulzura con el calor-; tu
paso se ha hecho ms vivo y ms firme, el valor y la circunspeccin se han
fundido uno con otra; por todas estas razones, tu camino ser ahora ms solitario
1449
1451
1452
1453
1455
Ved, pues, a esos superfluos! Roban para s las obras de los inventores y los
tesoros de los sabios: cultura llaman a su latrocinio - y todo se convierte para
ellos en enfermedad y molestia!
Ved, pues, a esos superfluos! Enfermos estn siempre, vomitan su bilis y lo
llaman peridico84. Se devoran unos a otros y ni siquiera pueden digerirse.
Ved, pues, a esos superfluos! Adquieren riquezas y con ello se vuelven ms
pobres. Quieren poder y, en primer lugar, la palanqueta del poder, mucho dinero, esos insolventes!
Vedlos trepar, esos giles monos! Trepan unos por encima de otros, y as se
arrastran al fango y a la profundidad.
Todos quieren llegar al trono: su demencia consiste en creer - que la felicidad se
sienta en el trono! Con frecuencia es el fango el que se sienta en el trono - y
tambin a menudo el trono se sienta en el fango.
Dementes son para m todos ellos, y monos trepadores y fanticos. Su dolo, el
fro monstruo, me huele mal: mal me huelen todos ellos juntos, esos idlatras.
Hermanos mos, es que queris asfixiaros con el aliento de sus hocicos y de sus
concupiscencias? Es mejor que rompis las ventanas y saltis al aire libre!
Apartaos del mal olor! Alejaos de la idolatra de los superfluos!
Apartaos del mal olor! Alejaos del humo de esos sacrificios humanos!
An est la tierra a disposicin de las almas grandes. Vacos se encuentran an
muchos lugares para eremitas solitarios o en pareja, en torno a los cuales sopla el
perfume de mares silenciosos.
An hay una vida libre a disposicin de las almas grandes.
1456
En verdad, quien poco posee, tanto menos es posedo: alabada sea la pequea
pobreza!85.
All donde el Estado acaba comienza el hombre que no es superfluo: all comienza
la cancin del necesario, la meloda nica e insustituible.
All donde el Estado acaba, - miradme all, hermanos mos! No veis el arco iris y
los puentes del superhombre?
As habl Zaratustra.
81
Esta seal os doy es frase bblica que aparece en Isaas, 7, 14: Pues bien,
el Seor mismo os dar una seal: He aqu que la virgen concebir y parir un
hijo. Tambin los Evangelios utilizan repetidas veces la expresin dar una
seal.
83
Cita del Evangelio de Mateo, 4,9: Todo esto te dar si, postrndote ante m, me
pasar de largo.
85
1457
Por todo lo limpio siento inclinacin; pero no soporto ver los hocicos de mofa y la
sed de los impuros.
Han lanzado sus ojos al fondo del pozo: ahora me sube del pozo el reflejo de su
repugnante sonrisa.
El agua santa la han envenenado con su lascivia; y como llamaron placer a sus
sucios sueos, han envenenado incluso las palabras.
Se enfada la llama cuando ellos ponen al fuego sus hmedos corazones; tambin
el espritu borbotea y humea cuando la chusma se acerca al fuego.
Dulzona y excesivamente blanda se pone en su mano la fruta: al rbol frutal su
mirada lo vuelve fcil de desgajar por el viento y le seca el ramaje.
Y ms de uno que se apart de la vida, se apart tan slo de la chusma: no quera
compartir pozo y llama y fruta con la chusma.
Y ms de uno que se march al desierto y padeci sed con los animales rapaces,
nicamente quera no sentarse con camelleros sucios en torno a la cisterna.
Y ms de uno que vino como aniquilador y como granizada para todos los campos
de frutos, slo quera meter su pie en la boca de la chusma y as tapar su gaznate.
Y el bocado que ms se me ha atragantado no es saber que la vida misma
necesita enemistad y muerte y cruces de tortura: Sino que una vez pregunt, y casi me asfixi con mi pregunta: Cmo? La vida
tiene necesidad tambin de la chusma? Se necesitan pozos envenenados, y
fuegos malolientes, y sueos ensuciados, y gusanos en el pan de la vida?
No mi odio, sino mi nusea es la que se ha cebado insaciablemente en mi vida!
Ay, a menudo me cans del espritu cuando encontr que tambin la chusma es
rica de espritu!
1458
Y a los que dominan les di la espalda cuando vi lo que ellos llaman ahora dominar:
chalanear y regatear por el poder - con la chusma!
Entre pueblos de lengua extraa he habitado con los odos cerrados: para que la
lengua de su chalaneo permaneciese extraa a m, y su regatear por el poder.
Y tapndome la nariz he pasado con disgusto a travs de todo ayer y todo hoy:
en verdad, todo ayer y todo hoy hiede a chusma que escribe!
Igual que un lisiado que se hubiera quedado sordo y ciego y mudo: as viv yo
largo tiempo, para no vivir con la chusma del poder, de la pluma y de los placeres.
Fatigosamente suba escaleras mi espritu, y con cautela; limosnas de placer
fueron su alivio; apoyada en el bastn se arrastraba la vida para el ciego.
Qu me ocurri, sin embargo? Cmo me redim de la nusea? Quin
rejuveneci mis ojos? Cmo vol hasta la altura en la que ninguna chusma se
sienta ya junto al pozo?
Mi propia nusea me proporcion alas y me dio fuerzas que presienten las
fuentes? En verdad, hasta lo ms alto tuve que volar para reencontrar el
manantial del placer!
Oh, lo encontr, hermanos mos! Aqu en lo ms alto brota para m el manantial
del placer! Y hay una vida de la cual no bebe la chusma con los dems!
Casi demasiado violenta resulta tu corriente para m, fuente del placer! Y a
menudo has vaciado de nuevo la copa queriendo llenarla!
Y todava tengo que aprender a acercarme a ti con mayor modestia: con
demasiada violencia corre an mi corazn a tu encuentro: Mi corazn, sobre el que arde mi verano, el breve, ardiente, melanclico, sobre
bienaventurado: cmo apetece mi corazn estival tu frescura!
1459
1460
As habl Zaratustra.
53
1461
1462
1463
Y cuando incluso son los ltimos, y ms animales que hombres: entonces la plebe
sube y sube de precio, y al final la virtud de la plebe llega a decir: mirad, virtud
soy yo nicamente! Qu acabo de or?, respondi Zaratustra: Qu sabidura en unos reyes! Estoy
encantado y, en verdad, me vienen ganas de hacer unos versos sobre esto: - aunque sean unos versos no aptos para los odos de todos. Hace ya mucho
tiempo que he olvidado el tener consideraciones con orejas largas. Bien!
Adelante!
(Pero entonces ocurri que tambin el asno tom la palabra: y dijo clara y
malvolamente I-A.460)
En otro tiempo - creo que en el ao primero de la salvacin
Dijo la Sibila, embriagada sin vino:
Ay, las cosas marchan mal!
Ruina!Ruina!Nunca cay tan bajo el mundo!
Roma baj a ser puta y burdel,
El Csar de Roma baj a ser un animal, Dios mismo - se hizo judo!461
Los reyes se deleitaron con estos versos de Zaratustra; y el rey de la derecha dijo:
Oh Zaratustra, qu bien hemos hecho en habernos puesto en camino para verte!
Pues tus enemigos nos mostraban tu imagen en su espejo: en l t mirabas con la
mueca de un demonio y con una risa burlona
462
ti.
Ms de qu serva esto! Una y otra vez nos punzabas el odo y el corazn con tus
sentencias. Entonces dijimos finalmente: qu importa el aspecto que tenga!
1464
Tenemos que orle a l, a l que ensea debis amar la paz como medio para
nuevas guerras, y la paz corta ms que la larga!
Nadie ha dicho hasta ahora palabras tan belicosas como: Qu es bueno? Ser
valiente es bueno. La buena guerra es la que santifica toda causa 463.
Oh Zaratustra, la sangre de nuestros padres se agitaba en nuestro cuerpo al or
tales palabras: era como el discurso de la primavera a viejos toneles de vino.
Cuando las espadas se cruzaban como serpientes de manchas rojas, entonces
nuestros padres encontraban buena la vida; el sol de toda paz les pareca flojo y
tibio, y la larga paz daba vergenza.
Cmo suspiraban nuestros padres cuando vean en la pared espadas relucientes
y secas! Lo mismo que stas, tambin ellos tenan sed de guerra. Pues una
espada quiere beber sangre y centellea de deseo. - - Mientras los reyes hablaban y parloteaban as, con tanto ardor, de la felicidad de
sus padres, Zaratustra fue acometido por unas ganas no pequeas de burlarse de
su ardor: pues eran visiblemente reyes muy pacficos los que l vea delante de s,
reyes con rostros antiguos y delicados. Ms se domin. Bien!, dijo, hacia all
sigue el camino, all se encuentra la caverna de Zaratustra; y este da debe tener
una larga noche! Pero ahora me llama un grito de socorro que me obliga a alejarme de vosotros a toda prisa464.
Es un honor para mi caverna el que unos reyes quieran sentarse en ella y
aguardar: pero, ciertamente, tendris que aguardar mucho tiempo!
Bien! Qu importa! Dnde se aprende hoy a aguardar mejor que en las cortes?
Y la entera virtud de los reyes, la que les ha quedado, - no se llama hoy: poderaguardar?
1465
1466
1467
529
1468
Esto no est dicho, sin embargo, para orejas largas. No toda palabra conviene
tampoco a todo hocico. stas son cosas delicadas y remotas: hacia ellas no
deben alargarse pezuas de ovejas!
6Vosotros hombres superiores, creis acaso que yo estoy aqu para arreglar lo
que vosotros habis estropeado?
O que quiero prepararos para lo sucesivo un lecho ms cmodo a vosotros los
que sufrs? O mostraros senderos nuevos y ms fciles a vosotros los errantes,
extraviados, perdidos en vuestras escaladas?
No! No! Tres veces no! Deben perecer cada vez ms, cada vez mejores de
vuestra especie, - pues vosotros debis tener una vida siempre peor y ms dura.
Slo as - slo as crece el hombre hasta aquella altura en que el rayo cae sobre l y lo
hace pedazos: suficientemente alto para el rayo!
Hacia lo poco, hacia lo prolongado, hacia lo lejano tienden mi mente y mi anhelo:
qu podra importarme vuestra mucha, corta, pequea miseria!
Para m no sufrs an bastante! Pues sufrs por vosotros, no habis sufrido an
por el hombre. Mentirais si dijeseis otra cosa! Ninguno de vosotros sufre por
aquello por lo que yo he sufrido. - 7No me basta con que el rayo ya no cause dao. Yo no quiero desviarlo: debe
aprender - a trabajar para m. Hace ya mucho tiempo que mi sabidura se acumula como una nube, se vuelve
ms silenciosa y oscura. As hace toda sabidura que alguna vez debe parir rayos.
Para estos hombres de hoy no quiero yo ser luz ni llamarme luz. A stos - quiero
cegarlos: rayo de mi sabidura! Scales los ojos!
1469
8No queris nada por encima de vuestra capacidad: hay una falsedad perversa en
quienes quieren por encima de su capacidad. Especialmente cuando quieren
cosas grandes! Pues despiertan desconfianza contra las cosas grandes, esos
refinados falsarios y comediantes: - hasta que finalmente son falsos ante s mismos, gente de ojos bizcos, madera
carcomida y blanqueada, cubiertos con un manto de palabras fuertes, de virtudes
aparatosas, de obras falsas y relumbrantes.
Tened en esto mucha cautela, vosotros hombres superiores! Pues nada me
parece hoy ms precioso y raro que la honestidad.
Este hoy, no es de la plebe? Mas la plebe no sabe lo que es grande, lo que es
pequeo, lo que es recto y honesto: ella es inocentemente torcida, ella miente
siempre.
9Tened hoy una sana desconfianza, vosotros hombres superiores, hombres
valientes! Hombres de corazn abierto! Y mantened secretas vuestras razones!
Pues este hoy es de la plebe.
Lo que la plebe aprendi en otro tiempo a creer sin razones, quin podra destrurselo mediante razones?
Y en el mercado se convence con gestos. Las razones, en cambio, vuelven
desconfiada a la plebe.
Y si alguna vez la verdad venci all, preguntaos con sana desconfianza: Qu
fuerte error ha luchado por ella?
Guardaos tambin de los doctos! Os odian: pues ellos son estriles! Tienen ojos
fros y secos, ante ellos todo pjaro yace desplumado.
Ellos se jactan de no mentir, mas incapacidad para la mentira no es ya, ni de lejos,
amor a la verdad. Estad en guardia!
1470
1471
(Fragmentos)
Mis pensamientos sobre la procedencia de nuestros prejuicios morales pues de
ellos se trata en este escrito polmico tuvieron su expresin primera, parca y
provisional en esa coleccin de aforismos que lleva por ttulo Humano, demasiado
humano. Un libro para espritus libres, cuya redaccin comenc en Sorrento
durante un invierno que me permiti hacer un alto como hace un alto un viajero y
abarcar con la mirada el vasto y peligroso pas a travs del cual haba caminado
mi espritu hasta entonces. Ocurra esto en el invierno de 1876 a 1877; los
pensamientos mismos son ms antiguos.
En lo esencial eran ya idnticos a los que ahora recojo de nuevo en estos
tratados: esperemos que ese prolongado intervalo les haya favorecido y que
se hayan vuelto ms maduros, ms luminosos, ms fuertes, ms perfectos! El
hecho de que yo me aferre a ellos todava hoy, el que ellos mismos se hayan entre
tanto unido entre s cada vez con ms fuerza, e incluso se hayan entrelazado y
fundido, refuerza dentro de m la gozosa confianza de que, desde el principio, no
surgieron en m de manera aislada, ni fortuita, ni espordica, sino de una raz
comn, de una voluntad fundamental de conocimiento, la cual dictaba sus rdenes
en lo profundo, hablaba de un modo cada vez ms resuelto y exiga cosas cada
vez ms precisas. Esto es, en efecto, lo nico que conviene a un filsofo. No
tenemos nosotros derecho a estar solos en algn sitio: no nos es lcito ni
equivocarnos solos, ni solos encontrar la verdad. Antes bien, con la necesidad con
que un rbol da sus frutos, as brotan de nosotros nuestros pensamientos,
nuestros valores, nuestros ses y nuestros noes, nuestras preguntas y nuestras
dudas todos ellos emparentados y relacionados entre s, testimonios de una
nica voluntad, de una nica salud, de un nico reino terrenal, de un nico sol.
1472
Os gustarn a vosotros estos frutos nuestros? Pero qu les importa eso a los
rboles! Qu nos importa eso a nosotros los filsofos!...
Concluyamos. Los dos valores contrapuestos bueno y malo, bueno y
malvado, han sostenido en la tierra urea lucha terrible, que ha durado milenios; y
aunque es muy cierto que el segundo valor hace mucho tiempo que ha prevalecido, no faltan, sin embargo, tampoco ahora lugares en los que se contina
librando esa lucha, no decidida an. Incluso podra decirse que entre tanto la lucha
ha sido llevada cada vez ms hacia arriba y que, precisamente por ello, se ha
vuelto cada vez ms profunda, cada vez ms espiritual: de modo que hoy quiz no
exista indicio ms decisivo de la naturaleza superior, de una naturaleza ms
espiritual, que estar escindido en aquel sentido y que ser realmente todava un
lugar de batalla de aquellas anttesis.
El smbolo de esa lucha, escrito en caracteres que han permanecido hasta ahora
legibles a lo largo de la historia entera de la humanidad, dice Roma contra Judea,
Judea contra Roma: hasta ahora no ha habido acontecimiento ms grande
que esta lucha, que este planteamiento del problema, que esta contradiccin de
enemigos mortales. Roma vea en el judo algo as como la antinaturaleza misma,
como su monstrum [monstruo] antipdico, si cabe la expresin; en Roma se
consideraba al judo convicto de odio contra todo el gnero humano : con razn,
en la medida en que hay derecho a vincular la salvacin y el futuro del gnero
humano al dominio incondicional de los valores aristocrticos, de los valores
romanos. Qu es lo que los judos sentan, en cambio, contra Roma? Se lo
adivina por mil indicios; pero basta con traer una vez ms a la memoria el
Apocalipsis de Juan, la ms salvaje de todas las invectivas escritas que la
venganza tiene sobre su conciencia.
(Por otro lado, no se infravalore la profunda consecuencia lgica del instinto
cristiano al escribir cabalmente sobre este libro del odio el nombre del discpulo del
amor, del mismo a quien atribuy aquel Evangelio enamorado y entusiasta :
aqu se esconde un poco de verdad, por muy grande que haya sido tambin la
1473
falsificacin literaria precisa para lograr esa finalidad.) Los romanos eran, en
efecto, los fuertes y los nobles; en tal grado lo eran que hasta ahora no ha habido
en la tierra hombres ms fuertes ni ms nobles, y ni siquiera se los ha soado
nunca; toda reliquia de ellos, toda inscripcin suya produce xtasis, presuponiendo
que se adivine qu es lo que all escribe. Los judos eran, en cambio, el pueblo
sacerdotal del resentimiento par excellence, en el que habitaba una genialidad
popularmoral sin igual: basta comparar los pueblos de cualidades anlogas, por
ejemplo, los chinos o los alemanes, con los judos, para comprender qu es de
primer rango y qu es de quinto.
Quin de ellos ha vencido entre tanto, Roma o Judea? No hay, desde luego, la
ms mnima duda: considrese ante quin se inclinan hoy los hombres, en la
misma Roma, como ante la sntesis de todos los valores supremos, y no slo
en Roma, sino casi en media tierra, en todos los lugares en que el hombre se ha
vuelto manso o quiere volverse manso, ante tres judos, como es sabido, y una
juda (ante Jess de Nazaret, el pescador Pedro, el tejedor de alfombras Pablo, y
la madre del mencionado Jess, de nombre Mara). Esto es muy digno de
atencin: Roma ha sucumbido, sin ninguna duda.
De todos modos, hubo en el Renacimiento una esplndida e inquietante
resurreccin del ideal clsico, de la manera noble de valorar todas las cosas:
Roma misma se movi, como un muerto aparente que abre los ojos, bajo la
presin de la nueva Roma, la Roma judaizada, construida sobre ella, la cual
ofreca el aspecto de una sinagoga ecumnica y se llamaba Iglesia; pero en seguida volvi a triunfar Judea, gracias a aquel movimiento radicalmente plebeyo
(alemn e ingls) de resentimiento al que se da el nombre de Reforma
protestante, aadiendo lo que de l tena que seguirse, el restablecimiento de la
Iglesia, el restablecimiento tambin de la vieja quietud sepulcral de la Roma
clsico
38
protestante, Judea volvi a vencer otra vez sobre el ideal clsico con la Revolucin
francesa: la ltima nobleza poltica que haba en Europa, la de los siglos XVII y
XVIII franceses, sucumbi bajo los instintos populares del resentimiento jams
1474
le dieron, sino que incluso atenta contra su acreedor: por ello a partir de ahora no
solo pierde, como es justo, todos aquellos bienes y ventajas, ahora, antes bien,
se le recuerda la importancia que tales bienes poseen. La clera del acreedor
perjudicado, de la comunidad, le devuelve al estado salvaje y sin ley, del que
hasta ahora estaba protegido: lo expulsa fuera de s, y ahora puede descargar
sobre l toda suerte de hostilidad.
La pena es, en este nivel de las costumbres, sencillamente la copia, el mimus
[reproduccin] del comportamiento normal frente al enemigo odiado, desarmado,
sojuzgado, el cual ha perdido no slo todo derecho y proteccin, sino tambin toda
gracia: es decir, el derecho de guerra y la fiesta de victoria del vae victis [ay de los
vencidos!] en toda su inmisericordia y en toda su crueldad: as se explica que la
misma guerra (incluido el culto de los sacrificios guerreros) haya producido todas
las formas en que la pena se presenta en la historia.
10Cuando su poder se acrecienta, la comunidad deja de conceder tanta
importancia a las infracciones del individuo, pues ya no le es lcito considerarlas
tan peligrosas y tan subversivas para la existencia del todo como antes: el malhechor ya no es proscrito y expulsado, a la clera general ya no le es lcito
descargarse en l con tanto desenfreno como antes, sino que a partir de ahora el
malhechor es defendido y protegido con cuidado, por parte del todo, contra esa
clera y, en especial, contra la de los inmediatos perjudicados. El compromiso con
la clera de los principalmente afectados por la mala accin; un esfuerzo por
localizar el caso y evitar una participacin e inquietud ms amplias o incluso
generales; intentos de encontrar equivalentes y de solventar el asunto entero (la
compositio [arreglo] ); sobre todo la voluntad, que aparece en forma cada vez ms
decidida, de considerar que todo delito es pagable en algn sentido, es decir, la
voluntad de separar, al menos hasta un cierto grado, una cosa de otra, el
delincuente de su accin stos son los rasgos que se han impreso cada vez
ms claramente en el ulterior desarrollo del derecho penal. Si el poder y la autoconciencia de una comunidad crecen, entonces el derecho penal se suaviza
1476
51
todas partes.) Quede dicho esto en contra de esa tendencia en general; mas por lo
que se refiere a la tesis particular de Duhring, de que la patria de la justicia hay
que buscarla en el terreno del sentimiento reactivo, debemos contraponer a ella,
por amor a la verdad, y con brusca inversin, esta otra tesis: el ltimo terreno
conquistado por el espritu de la justicia es el terreno del sentimiento reactivo!
Cuando de verdad ocurre que el hombre justo es justo incluso con quien le ha
perjudicado (y no slo fro, mesurado, extrao, indiferente: serjusto es siempre
un comportamiento positivo), cuando la elevada, clara, profunda y suave objetividad del ojo justo, del ojo juzgador, no se turba ni siquiera ante el asalto de
ofensas, burlas, imputaciones personales, esto constituye una obra de perfeccin
y de suprema maestra en la tierra, incluso algo que en ella no debe esperarse
si se es inteligente, y en lo cual, en todo caso, no se debe creer con demasiada
facilidad.
Lo cierto es que, de ordinario, incluso tratndose de personas justsimas, basta ya
una pequea dosis de ataque, de maldad, de insinuacin, para que la sangre se
les suba a los ojos y la equidad huya de stos. El hombre activo, el hombre
agresivo, asaltador, est siempre cien pasos ms cerca de la justicia que el
1478
1479
1480
continuacin pertenece al libro de ste Sache, Leben und Feinde (Cosa, vida y
enemigos), 1882.
Todava una palabra, en este punto, sobre el origen y la finalidad de la pena dos
problemas que son distintos o deberan serlo: por desgracia, de ordinario se los
confunde. Cmo actan, sin embargo, en este caso los genealogistas de la moral
habidos hasta ahora? De modo ingenuo, como siempre: descubren en la pena una
finalidad cualquiera, por ejemplo, la venganza o la intimidacin, despus
colocan despreocupadamente esa finalidad al comienzo, como causa fiendi [causa
productiva] de la pena y ya han acabado. La finalidad en el derecho 53 es, sin
embargo, lo ltimo que ha de utilizarse para la historia gentica de aqul: pues no
existe principio ms importante para toda especie de ciencia histrica que ese que
se ha conquistado con tanto esfuerzo, pero que tambin debera estar realmente
conquistado, a saber, que la causa de la gnesis de una cosa y la utilidad final de
sta, su efectiva utilizacin e insercin en un sistema de finalidades, son hechos
toto coelo [totalmente] separados entre s; que algo existente, algo que de algn
modo ha llegado a realizarse, es interpretado una y otra vez, por un poder superior
a ello, en direccin a nuevos propsitos, es
apropiado de un modo nuevo, es transformado y adaptado a una nueva utilidad;
que todo acontecer en el mundo orgnico es un subyugar, un enseorearse, y
que, a su vez, todo subyugar y enseorearse es un reinterpretar, un reajustar, en
los que, por necesidad, el sentido anterior y la finalidad anterior tienen que
quedar oscurecidos o incluso totalmente borrados.
1481
sino la
1482
. Sin nombrarlo, Nietzsche alude aqu a la obra de Rudolf von Ihering (1818-
1892) Der Zweck im Recht (La finalidad en el Derecho). Esta obra se fue
publicando entre los aos 1877-1883, y qued incompleta.
54
ensalzado en la tierra como moral y que en mi vida apareci tan precoz, tan
espontnea, tan incontenible, tan en contradiccin con mi ambiente, con mi edad,
con los ejemplos recibidos, con mi procedencia, que casi tendra derecho a
llamarla mi a priori,
poseer un pas propio, un terreno propio, todo un mundo reservado que creca y
floreca, unos jardines secretos, si cabe la expresin, de los que a nadie le era
lcito barruntar nada... Oh, qu felices somos nosotros los que conocemos,
presuponiendo que sepamos callar durante suficiente tiempo!...
Acabo con tres signos de interrogacin, como bien se ve. Se alza propiamente
aqu un ideal, o se lo abate?, se me preguntar acaso... Pero os habis
preguntado alguna vez suficientemente cun caro se ha hecho pagar en la tierra el
establecimiento de todo ideal? Cunta realidad tuvo que ser siempre calumniada
e incomprendida para ello, cunta mentira tuvo que ser santificada, cunta
conciencia conturbada, cunto dios tuvo que ser sacrificado cada vez?.
Para poder levantar un santuario hay que derruir un santuario: sta es la ley
mustreseme un solo caso en que no se haya cumplido!... Nosotros los hombres
modernos, nosotros somos los herederos de la viviseccin durante milenios de la
conciencia, y de la autotortura, tambin durante milenios, de ese animal que
nosotros somos: en esto tenemos nuestra ms prolongada ejercitacin, acaso
nuestra capacidad de artistas, y en todo caso nuestro refinamiento, nuestra perversin del gusto.
Durante demasiado tiempo el hombre ha contemplado con malos ojos sus
inclinaciones naturales, de modo que stas han acabado por hermanarse en l
con la mala conciencia. Sera posible en s un intento en sentido contrario pero
quin es lo bastante fuerte para ello?, a saber, el intento de hermanar con la mala
conciencia las inclinaciones innaturales, todas esas aspiraciones hacia el ms all,
hacia lo contrario a los sentidos, lo contrario a los instintos, lo contrario ala
naturaleza, lo contrario al animal, en una palabra, los ideales que hasta ahora han
existido, todos los cuales son ideales hostiles a la vida, ideales calumniadores del
mundo.
A quin dirigirse hoy con tales esperanzas y pretensiones?... Tendramos contra
nosotros justo a los hombres buenos: y adems, como es obvio, a los hombres
cmodos, a los reconciliados, a los vanidosos, a los soado res, a los cansados...
1487
1488
1489
decirlo. Qu significa esto? Pues hay que empezar por interpretar tal hecho: en
s est ah tontamente por toda la eternidad, como toda cosa en s.
Todo animal, y por tanto tambin la bte philosophe [el animal filsofo], tiende
instintivamente a conseguir un optimum de las condiciones ms favorables en que
poder desahogar del todo su fuerza, y alcanza su maximum en el sentimiento de
poder; todo animal, de manera asimismo instintiva, y con una finura de olfato que
est por encima de toda razn, siente horror frente a toda especie de
perturbaciones y de impedimentos que se le interpongan o puedan interponrsele
en este camino hacia el optimum ( de lo que hablo no es de su camino hacia la
felicidad, sino de su camino hacia el poder, hacia la accin, hacia el ms
poderoso hacer, y, de hecho, en la mayora de los casos, su camino hacia la
infelicidad). Y as el filsofo siente horror del matrimonio y de todo aquello que
pudiera persuadirle a contraerlo, el matrimonio como obstculo y fatalidad en su
camino hacia el optimum.
Qu gran filsofo ha estado casado hasta ahora? Herclito, Platn, Descartes,
Spinoza, Leibniz, Kant, Schopenhauer
83
1491
55
1492
paciencia que los invertidos hasta ahora en favor de cualquiera de las verdaderas
ciencias: - a la astrologa y a sus pretensiones sobreterrenales se debe en Asia
y en Egipto el estilo grandioso de la arquitectura. Parece que todas las cosas
grandes, para inscribirse en el corazn de la humanidad con sus exigencias
eternas, tienen que vagar antes sobre la tierra cual monstruosas y tremebundas
figuras grotescas: una de esas figuras grotescas fue la filosofa dogmtica, por
ejemplo la doctrina del Vedanta en Asia y en Europa el platonismo.
No seamos ingratos con ellas, aunque tambin tengamos que admitir que el peor,
el ms duradero y peligroso de todos los errores ha sido hasta ahora un error de
dogmticos, a saber, la invencin por Platn del espritu puro y del bien en s. Sin
embargo, ahora que ese error ha sido superado, ahora que Europa respira aliviada
de su pesadilla y que al menos le es lcito disfrutar de un mejor - sueo, somos
nosotros, cuya tarea es el estar despiertos, los herederos de toda la fuerza que la
lucha contra ese error ha desarrollado y hecho crecer.
En todo caso, hablar del espritu y del bien como lo hizo Platn significara poner
la verdad cabeza abajo y negar el perspectivismo, el cual es condicin
fundamental de toda vida; incluso, en cuanto mdicos, nos es lcito preguntar:
De dnde procede esa enfermedad que aparece en la ms bella planta de la
Antigedad, en Platn?, es que la corrompi el malvado Scrates?, habra sido
Scrates, por lo tanto, el corruptor de la juventud?, y habra merecido su cicuta?
Pero la lucha contra Platn o, para decirlo de una manera ms inteligible para el
pueblo, la lucha contra la opresin cristiano-eclesistica durante siglos -pues el
cristianismo es platonismo para el pueblo- ha creado en Europa una magnfica
tensin del espritu, cual no la haba habido antes en la tierra: con un arco tan
tenso nosotros podemos tomar ahora como blanco las metas ms lejanas.
1493
Es cierto que el hombre europeo siente esa tensin como una tortura; y ya por dos
veces se ha hecho, con gran estilo, el intento de aflojar el arco, la primera, por el
jesuitismo, y la segunda, por la ilustracin democrtica: - a la cual le fue dado de
hecho conseguir, con ayuda de la libertad de prensa y de la lectura de peridicos
que el espritu no se sintiese ya tan fcilmente a s mismo como tortura! (Los
alemanes inventaron la plvora -todos mis respetos por ello!, pero volvieron a
repararlo-, inventaron la prensa.)
Mas nosotros, que no somos ni jesuitas, ni demcratas, y ni siquiera
suficientemente alemanes; nosotros los buenos europeos y espritus libres, muy
libres - nosotros la tenemos todava, tenemos la tortura toda del espritu y la
entera tensin de su arco! Y acaso tambin la flecha, la tarea y, quin sabe?,
incluso el blanco...
Sils-Maria, Alta Engadina,
en junio de 1885
1494
en
1902,
haba
sido
nombrado
codirector
del
Archiv
fr
Sus obras principales son La tica protestante y el espritu del capitalismo (19041905), un estudio sobre sociologa de la religin, y Economa y sociedad (1922),
tratado de sociologa general.Junto con Durkheim, es uno de los promotores de la
teora de la accin social, segn la cual la nica realidad social son los individuos,
o mejor, la accin social de los individuos, cuyas regularidades o uniformidades
estudia la sociologa .
Tales regularidades exigen, con el fin de formular leyes cientficas, ser analizadas
en trminos de explicacin causal, y aunque la sociologa no pueda lograr este
1495
slo uno de ellos, la concepcin del mundo y la tica del trabajo, propias del
calvinismo. segn el cual la mejor seal de predestinacin es la vida que se lleva.
Para Weber, ste es el factor esencial que determina no slo la conversin de una
sociedad primitiva a una sociedad industrial, sino tambin todo el proceso de
transformacin (en las formas de clculo y burocracia) de las instituciones
sociales, polticas, jurdicas y econmicas en las sociedades occidentales
modernas.
1497
1498
Es un error muy extendido el de pensar que entre las condiciones decisivas para
el desarrollo del capitalismo occidental figura el incremento de la poblacin. Frente
a esta tesis ha sostenido Marx que cada poca econmica tiene sus propias leyes
demogrficas, principio que si bien resulta inexacto, expresado de un modo tan
general, no deja de tener su justificacin en este caso.
1499
condicin
manifiestamente
interior
del
trfico
en
estos
territorios,
hall
En muchos casos dio lugar ms bien a formas irracionales, como los pequeos
ateliers de Francia, o las colonias forzosas de trabajadores en algunas cortes
principescas alemanas.
criterio alcanza hasta la misma actualidad. Una generacin atrs hubiera sido intil
duplicar el salario a un obrero agrcola en Silesia -obligado a segar una
determinada extensin de terreno- con nimo de incrementar su rendimiento:
simplemente hubiese reducido su prestacin activa a la mitad, ya que con ello
poda ganar un jornal parecido al de antes.
Estos obstculos tradicionales no resultan superados, sin ms, por el afn de lucro
como tal. La creencia de que la actual poca racionalista y capitalista posee un
estmulo lucrativo ms fuerte que otras pocas es una idea infantil. Los titulares
del capitalismo moderno no estn animados de un afn de lucro superior al de un
mercader de Oriente. El desenfrenado afn de lucro slo ha dado lugar a
consecuencias econmicas de carcter irracional: hombres como Corts y Pizarro,
1502
1503
superiores, los brahmanes y los radjputas. Todos los individuos de estas dos
castas tienen prohibido el ejercicio de determinadas profesiones.
de
las relaciones
dentro
de
la
economa
capitalista.
Esta
cristianos que, como los judos, operaban con dinero, bajo la proteccin de los
prncipes, pudiendo dedicarse a dicha actividad mediante el pago de determinados
tributos.
Lo que distingue, sin embargo, a los judos, con toda claridad, de los pueblos
admitidos dentro de la comunin cristiana, era la imposibilidad que para ellos
exista de sostener commercium y conubium con los cristianos. A diferencia de los
judos -los cuales teman que sus reglas alimenticias no fuesen observadas por
quienes los invitaban-, los cristianos no vacilaron en un principio en gozar de la
hospitalidad juda; ahora bien, desde las primeras explosiones del antisemitismo
medieval, los creyentes fueron prevenidos por los snodos para que no se
comportaran indignamente ni se dejaran invitar por los judos, quienes por su parte
rechazaban la hospitalidad de los cristianos. El conubium con los cristianos result
ya imposible desde Esdras y Nehemas.
Casi nunca pudieron subsistir junto a stos, ni siquiera all donde, como en
Polonia, disponan de un numeroso proletariado, que hubiesen podido organizar
como patrones de la industria domstica o como fabricantes. Por ltimo, como
ensea el Talmud, la tica genuinamente judaica implica un tradicionalismo
especfico. El aborrecimiento que el judo piadoso siente hacia todo gnero de
innovaciones es casi tan grande como el de los miembros de cualquier pueblo
salvaje, unidos entre s por vnculos mgicos.
Es verosmil que el origen de tal animadversin sea que los israelitas la hallaron
en Canan, en la magia de Baal, el dios de la agricultura, mientras que Jehov fue
un Dios de los volcanes, de los terremotos y de las epidemias. La enemistad entre
el sacerdocio de ambas religiones y el triunfo del clero judaico desterr la magia
1507
En efecto, el imperio de la magia fuera del mbito del cristianismo es uno de los
ms graves obstculos opuestos a la racionalizacin de la vida econmica. La
magia viene a estereotipar la tcnica y la economa. Cuando en China se quiso
iniciar la construccin de ferrocarriles y fbricas sobrevino el conflicto con la
geomancia.
Esto tiene, a su vez, como consecuencia que los obreros, que no pueden darse
mutuamente un vaso de agua, no pueden estar trabajando en el mismo recinto de
una fbrica. Slo en la actualidad, despus de un secular perodo de ocupacin
por los ingleses, pudo eliminarse este obstculo. Pero el capitalismo no pudo
surgir de un grupo econmico que de este modo se halla atenazado por la magia.
1509
Esta lucha fue decisiva para el efecto de masas del cristianismo y a la vez para
que la magia fuera desterrada en lo posible del corazn de las masas.
Ciertamente, no fue posible superarla del todo hasta fechas muy cercanas a
nosotros; pero fue relegada hasta la cohibicin de algo antidivino y diablico. El
germen de esta posicin opuesta a la magia lo encontramos ya en la tica del
judasmo primitivo. Guarda ciertos puntos de contacto con la ideologa recogida en
las colecciones de sentencias de los llamados textos profticos de los egipcios.
El virtuosismo religioso slo tiene un valor ejemplar para la vida cotidiana; sus
exigencias representan un desidertum pero no son decisivas para la tica de
cada da. La relacin de ambas es distinta segn las diferentes religiones. Dentro
del catolicismo ambas se asocian de un modo peculiar, cuando las normas del
virtuosismo religioso aparecen como consilia evangelica junto a los deberes del
profano.
1511
1512
En ltimo trmino esta era tambin la razn de la pugna existente entre puritanos
y Estuardos. Ambos eran de orientacin capitalista; pero sintomticamente para el
puritano el judo era cifra y compendio de todo lo aborrecible, porque participaba
en todos los negocios irracionales e ilegales, como la usura de guerra, el
arrendamiento de contribuciones, la compra de cargos, etc., como hacan tambin
los favoritos cortesanos.
Al desaparecer hasta los ltimos vestigios del tremendo pathos religioso primitivo
de las sectas, el optimismo de la Aufklrung, que crea en la armona de los
1515
Fue posible que la clase trabajadora se conformara con su suerte mientras pudo
prometrsele la bienaventuranza eterna. Pero una vez desaparecida la posiblidad
de este consuelo, tenan que revelarse todos los contrastes advertidos en una
sociedad que, como la nuestra, se halla en pleno crecimiento. Con ello se alcanza
el fin del protocapitalismo y se inicia la era de hierro en el siglo XIX.
1516
57
No toda dominacin se sirve del medio econmico. Y todava menos tiene toda
dominacin fines econmicos. Pero toda dominacin sobre una pluralidad de
hombres requiere de un modo normal (no absolutamente siempre) un cuadro
administrativo, es decir, la probabilidad, en la que se puede confiar, de que se
dar una actividad, dirigida a la ejecucin de sus ordenaciones generales y
mandatos concretos, por parte de un grupo de hombres cuya obediencia se
espera.
1517
Por regla general se le aaden otros motivos: afectivos o racionales con arreglo a
valores. En casos fuera de lo normal pueden stos ser los decisivos. En lo
cotidiano domina la costumbre y con ella intereses materiales, utilitarios, tanto en
sta como en cualquiera otra relacin.
Por eso, parece adecuado distinguir las clases de dominacin segn sus
pretensiones tpicas de legitimidad. Para ello es conveniente partir de relaciones
modernas y conocidas.
1518
Tan slo los resultados que se obtengan pueden justificar que se haya tomado
este punto de partida para la clasificacin y no otro. No puede ser en esto un
inconveniente decisivo el que por ahora se pospongan para ser aadidas otras
caractersticas distintivas tpicas. La legitimidad de una dominacin tiene una
importancia que no es puramente ideal aunque no sea ms que por el hecho de
que mantiene relaciones muy determinadas con la legitimidad de la propiedad.
No toda pretensin convencional o jurdicamente garantizada debe llamarse
relacin de dominacin. Pues de esta suerte podra decirse que el trabajador en
el mbito de la pretensin de su salario es seor del patrono, ya que ste a
demanda del ejecutor judicial, est a su disposicin. En verdad, es formalmente
slo una parte acreedora a la realizacin de ciertas prestaciones en un
determinado cambio de servicios.
1521
1. El que ninguno de los tres tipos ideales que van a estudiarse en lo que
sigue acostumbre a darse puro en la realidad histrica, no debe impedir
aqu, como en parte alguna, la fijacin conceptual en la forma ms pura
posible de su construccin. Ms tarde habr de considerarse (11ss.) la
transformacin del carisma puro al ser absorbido por lo cotidiano, y de esa
manera se har mayor la conexin con las formas empricas de
dominacin.
Pero aun entonces tiene validez para todo fenmeno emprico e histrico de
dominacin, que nunca constituye un libro abierto en donde todo se declare. Y la
tipologa sociolgica ofrece al trabajo histrico concreto por lo menos la ventaja,
con frecuencia nada despreciable, de poder decir en el caso particular de una
forma de dominacin lo que en ella hay de carismtico, de carisma hereditario,
de carisma institucional, de patriarcal (7), de burocrtico (4). de
estamental, etc., o bien en lo que se aproxima a uno de estos tipos; y asimismo
la ventaja de trabajar con conceptos pasablemente unvocos. Pero con todo,
estamos muy lejos de creer que la realidad histrica total se deje apresar en el
esquema de conceptos que vamos a desarrollar.
1523
1524
autoridad (Behrde).
Autoridades en este sentido existen, lo mismo que en el estado y la
iglesia, en las grandes explotaciones privadas, ejrcitos y partidos. Una
magistratura en el sentido de esta terminologa es el presidente electivo de
la repblica (o el gabinete ministerial, o los diputados por eleccin). Estas
categoras no nos interesan, sin embargo, ahora. No toda magistratura
posee en igual sentido poderes de mando; pero esta separacin no interesa
aqu.
1525
monarqua
hereditaria;
carismticoplebiscitarios:
1527
eclesisticos,
generalmente
apropiados,
as
como
el
9. Es evidente que los modernos oficiales del ejrcito representan una categora
de funcionarios por nombramiento, si bien con caractersticas estamentales de las
que luego se hablar (cap.II), en completa oposicin, primero, con los caudillos
electivos; segundo con los condotieros carismticos; tercero, con los oficiales
vinculadores de los cargos militares ( 7 a, final). Las transiciones pueden ser
fludas. Los servidores patrimoniales separados de los medios administrativos y
los empresarios capitalistas de un ejrcito, as como frecuentemente tambin los
empresarios capitalistas privados, han sido los precursores de la burocracia
moderna. De esto se hablar ms tarde en particular.
5.
La
administracin
burocrtica
pura,
sea,
la
administracin
iglesia,
ejrcito,
partido,
explotacin
econmica,
asociacin
de
Sin ese aparato, en una sociedad que separa a los funcionarios, empleados y
trabajadores de los medios administrativos, y que requiere de modo indispensable
la disciplina y la formacin profesional, cesara toda posibilidad de existencia par
todos con excepcin de los que todava estn en posesin de los medios de
abastecimiento (campesinos).
El problema radicara (ver cap. II, 12) en si ste sera capaz de crear condiciones
parecidas para una administracin racional, que en este caso significara una
administracin burocrtica rgida, sometida a reglas an ms rigurosamente
formales que las existentes en el orden capitalista. En caso contrario, nos
encontraramos de nuevo con una de aquellas grandes irracionalidades: la
antinomia entre la racionalidad formal y material que tantas veces ha de constatar
la sociologa.
1533
1534
siguiente:
1. Formalismo,
exigido
ante
todo
para
garantizar
las
oportunidades
Esta tendencia hacia una racionalidad material encuentra apoyo por parte de
aquellos dominados que no pertenecen a la capa de los interesados en la de las
probabilidades posedas a que hace referencia el nmero 1. La problemtica
enraizada en lo anterior pertenece a la teora de la
3. DOMINACION TRADICIONAL
1535
personal, su cuadro
b)
1536
deliberada, por
Con respecto a
a) ) Es un principio administrativo frecuente de las dominaciones tradicionales el
de otorgar los puestos ms importantes a los pertenecientes al mismo linaje del
imperante.
1537
a)
la
con los funcionarios de , Pero estos funcionarios, como se ver en seguida, eran
ante todo servidores personales de los soberanos.
1539
1540
Una cierta medida de preparacin emprica fue ya necesaria para muchos cargos
desde bien pronto. Durante ese tiempo el arte de la lectura y escritura sobre todo,
arte todava en sus orgenes con un gran valor de rareza, influy con frecuencia
ejemplo ms importante: China a travs de las formas de vida de los letrados en la
evolucin general de la cultura; eliminando el reclutamiento intrapatrimonial de los
funcionarios y, por consiguiente, limitando estamentalmente el poder de los
imperantes.
el poder
total suele
1544
o de una capa
puede
) dejar al seor libertad de eleccin absoluta o relativa en el caso
individual, o
) prescribir reglas permanentes para la posesin personal de los cargos,
6. en una doctrina, de lo que luego se tratar en particular.
1545
asociacin
de
ministeriales
los
feudos
de
servicio
(Dienstlehen).
1546
de
en
los seoros
1548
Los ingresos del jenzaro turco, del samurai japons y de numerosos otros
ministeriales
caballeros
orientales
son
en
nuestra
terminologa
1549
Von Below subraya, por ejemplo, con razn (Der deutsche Staat des Mittelalters,
El Estado alemn de la Edad Media) que particularmente la apropiacin del
seoro jurisdiccional recibi un tratamiento separado, siendo fuente de
situaciones estamentales especiales, y que, en general, no puede afirmarse un
carcter puramente patrimonial o puramente feudal en la asociacin poltica
medieval. Con todo, en la medida en que el seoro jurisdiccional y otros derechos
de puro origen poltico fueron tratados en forma de derechos privados, parece
justo, segn nuestra terminologa, hablar de una dominacin patrimonial.
1. No altera para nada este concepto el hecho de que ciertas capas sin
privilegio
estamental
(campesinos)
fuesen
invitadas
en
ciertas
1553
administracin. A saber:
a) por la dificultad que el tradicionalismo formal opone a la existencia de
disposiciones legales racionales, en cuya duracin pueda confiarse, y calculables,
por tanto, en su alcance y aprovechamiento econmicos;
b) por la ausencia tpica de un cuadro administrativo profesional formal; la
aparicin de un cuadro semejante en el patrimonialismo occidental fue precipitada,
como se mostrar, por condiciones peculiares que slo aqu se dieron, y provino
originariamente de otras fuentes completamente distintas;
1. por el amplio mbito del arbitrio material y de los actos discrecionales
puramente personales del soberano y del cuadro administrativo en donde
el eventual soborno, que es slo la degeneracin del derecho de imposicin
no reglamentado, tena, sin embargo, una significacin relativamente
mnima porque era prcticamente calculable cuando representaba
una
1554
es
decisivo
en
forma
extrema
en
el
patrimonialismo
reconocer
esa
cualidad.
Este
reconocimiento
es,
1557
En
China
la
calificacin
carismtica
de
los
monarcas
le
3.
intervenciones
del
jefe,
de
haber
insuficiencia
carismtica
del
cuadro
reglas
discursivamente
analizables;
la
carismtica
es
4.
donde aparece, una vocacin en el sentido enftico del trmino: como misin o
como tarea ntima. Desdea y rechaza, en el tipo puro, la estimacin econmica
de los dones graciosos como fuente de ingresos lo que ciertamente ocurre ms
como pretensin que como hecho.. No es que el carisma renuncie siempre a la
propiedad y al lucro, como ocurri en determinadas circunstancias con los profetas
y sus discpulos.
1560
o bien por
intelectualizacin, el carisma puede ser una renovacin desde dentro, que nacida
de la indigencia o del entusiasmo, significa una variacin de la direccin de la
conciencia y de la accin, con reorientacin completa de todas las actitudes frente
a las formas de vida anteriores o frente al mundo en general. En las pocas
prerracionalistas tradicin y carisma se dividen entre s la totalidad de la
direcciones de orientacin de la conducta.
11.
En el caso de que no sea puramente efmera sino que tome el carcter de una
relacin duradera congregacin de creyentes, comunidad de guerreros o de
discpulos, o asociacin de partido, o asociacin poltica o hierocrtica
la
1562
dominacin carismtica que, por decirlo as, slo existi en statu nascendi, tiene
que variar esencialmente su carcter: se racionaliza (legaliza) o tradicionaliza o
ambas cosas en varios aspectos. Los motivos para ello son los siguientes:
Tipo bastante puro: la busca del nuevo Dalai Lama (nio elegido por virtud de
seales de encarnacin de lo divino semejante a la busca del buey Apis)
1563
Los shofetim israelitas tuvieron a veces, al parecer, este carcter. El viejo orculo
de la guerra seal supuestamente a Sal.
cuadro administrativo
Pero lo cierto es que esta legitimidad toma fcilmente la forma de una adquisicin
jurdica realizada con todas las cautelas de lo que la justicia exige y las ms de las
veces sujetndose a determinadas formalidades (entronizacin, etctera).
1564
e) Por la idea de que el carisma es una cualidad de la sangre y que por tanto
inhiere al linaje y en particular a los ms prximos parientes: carisma hereditario.
En este caso el orden de sucesin no es necesariamente el mismo que el
existente para los derechos apropiados, o tiene que determinarse con ayuda de
los medios ad el heredero autntico dentro del linaje.
El duelo entre hermanos tena lugar entre los negros. Un orden sucesorio de tal
naturaleza que no perturbe la relacin con los espritus de los antepasados (la
generacin ms prxima) se da, por ejemplo, en China. En Oriente se ofreci con
frecuencia al seniorato o la designacin por el squito (por eso era un deber en la
casa de Osman exterminar a todos los dems posibles pretendientes).
legtima
en
virtud
del
orden
sucesorio
(tradicionalizacin
1565
6. Por la idea de que el carisma es una cualidad que, por medios hierrgicos,
puede ser trasmitida o producida en otro (originariamente por medios mgicos):
objetivacin del carisma, y en particularcarisma del cargo. La creencia de
legitimidad no vale entonces con respecto a la persona, sino con respecto a las
cualidades adquiridas y a la eficacia de los actos hierrgicos.
1566
Se incluyen aqu todas las prcticas de asctica mgica y guerrera que tienen
lugar en las casas de varones, con ritos de pubertad y clases de edad. Quien no
resiste las pruebas de guerra es una mujer, es decir, est excluido del squito.
Cuando una asociacin poltica est dominada rigurosamente y por completo por
este principio del carisma hereditario de modo que todas las apropiaciones de los
poderes seoriales, feudos, prebendas y probabilidades lucrativas se realizan con
1567
Con ms detalle:
respecto a a),
) prebendas de mendicantes.
) prebendas de rentas naturales,
1568
respecto a c),
) feudo de tierras conservando el cargo el carcter de misin,
) plena apropiacin, de carcter feudal, de los poderes de mando.
Puede observarse en forma tpica en las sectas budistas e hindes (ver sociologa
de la religin). Igualmente en todos los imperios formados por conquistas y
racionalizados, con estructuras duraderas. Lo mismo en el caso de partidos y otras
formaciones puramente carismticas en su origen.
El
carcter
singular
originario
se
manifiesta
en
el
honor
estamental
1571
el
caudillo
mismo
su
legitimacin,
mostrando,
en
6. El pas clsico de la evolucin del carisma hereditario fue la India. Todas las
cualidades profesionales y, particularmente, todas las calificaciones de
autoridad y las posiciones de mando valieron all como rigurosamente
vinculadas a un carisma hereditario. La pretensin a feudos con derechos
de mando se adhera al hecho de la pertenencia al clan regio, los feudos se
distribuan entre los ms viejos del clan.
1573
1574
Economa y Sociedad
58
Como luego veremos, la dominacin es un caso especial del poder. Como ocurre
en otras formas del poder, en la dominacin no existe de ningn modo una
tendencia exclusiva o siquiera constante, por parte de sus beneficiarios, a
perseguir intereses puramente econmicos o a ocuparse preferentemente de
bienes econmicos.
no
toda
posicin
de
poder
econmico
se
exterioriza
como
luego
ejemplo, los mandatos del poder judicial a los insolventes deberan ser
cualitativamente distinguidos de aquellos del acreedor a los deudores todava no
encausados.
en las
Por eso, al lado de otras numerosas formas posibles nos representamos dos tipos
radicalmente opuestos de dominacin. Por una parte, la dominacin mediante una
constelacin de intereses (especialmente mediante situaciones de monopolio); por
otra, mediante la autoridad (poder de mando y deber de obediencia).
Por ejemplo, toda gran central bancaria y todos los grandes bancos de crdito
ejercen con frecuencia una influencia sobre el mercado capitalista a causa de su
posicin monopolizadora. Pueden imponer a los que buscan crdito ciertas
condiciones para su concesin y, por lo tanto, pueden ejercer una influencia
considerable sobre su conducta econmica en favor de la liquidez de su propio
1577
Sin embargo, los bancos de crdito no recurren para ello a una , es decir, a un
derecho a la , independiente de todo inters, por parte de los que estn
efectivamente sometidos a su albedro. Persiguen sus propios intereses, y lo
hacen as an cuando los que estn sometidos a su jurisdiccin obren de un modo
formalmente
han
solicitado
crdito,
pero
el
Consejo
de
Puede ocurrir tambin que un banco de emisin induzca a los grandes bancos a
adoptar una serie de condiciones y persiga con ello, en virtud de su podero, una
superioridad decisiva y reglamentadora de su conducta frente a los clientes, ya
sea para alcanzar fines de poltica monetaria o econmica, o bien, en tanto que
1578
est expuesto a la influencia del poder poltico, para alcanzar fines puramente
polticos: por ejemplo, a fin de asegurar la preparacin financiera para la guerra.
Lo mismo ocurre con el dominio que ejercen las fbricas de cerveza que disponen
de capital sobre los detallistas, con una agrupacin gremial alemana de editores
en lo que respecta a los libreros, con la Standard Oil Company frente a los que
trafican con petrleo, con la direccin del Sindicato del Carbn frente a los que en
l se abastecen.
Todo aqu es, por tanto, variable y fluctuante. A pesar de todo, y con el fin de
establecer en general distinciones tiles dentro del flujo del acontecer real,
deberemos determinar rigurosamente la oposicin radical que existe, por ejemplo,
entre el cambio en el mercado regulado exclusivamente por compromiso de
intereses, esto es, entre el poder puramente derivado de la posesin de bienes, y
el poder del poder de familia o del monarca que se limita a recurrir al deber de
obediencia.
1580
1581
Por otra parte, el enlace causal que liga el mandato a su cumplimiento puede
adoptar formas muy diferentes. Desde el punto de vista puramente psicolgico, un
mandato puede ejercer su accin mediante endopata, mediante ,(3) por
racional o por combinacin de algunas de estas tres formas capitales. Desde el
punto de vista de su motivacin concreta, un mandato puede ser cumplido por
convencimiento de su rectitud, por sentimiento del deber, por temor, por o por
conveniencia, sin que tal diferencia tenga necesariamente un significado
sociolgico. Mas, por otro lado, el carcter sociolgico de la dominacin ofrece
diferentes aspectos de acuerdo con las divergencias existentes en los
fundamentos generales de su validez.
1582
al
jurdica de una norma, sino el aspecto fctico ; esto es, se comprende que el
ejercicio de una pretendida autoridad para dar determinadas rdenes produzca
efectivamente
consecuencias
socialmente
importantes.
Sin
embargo,
la
1584
No obstante, por reducida que sea la esfera del poder, debern siempre confiarse
a algn funcionario ciertas facultades de mando, con lo cual su situacin pasar
insensiblemente de la simple administracin a una autntica y expresa jefatura. A
tal transformacin se oponen justamente los lmites de sus funciones.
Pero con frecuencia se atienen a la y del poder de los funcionarios inclusive los
gremios aristocrticos dentro y frente a los miembros de la propia capa dominante.
As ocurre con la aristocracia veneciana, lo mismo que con la espartana o con los
profesores titulares de una Universidad alemana, todos los cuales adoptan las
mismas formas (sistema de turnos, suertes o eleccin por breves perodos).
1585
situacin econmica de desempear sus funciones por poco precio o sin ninguna
remuneracin en absoluto.
Tambin, por ejemplo, en las universidades los directores de los grandes institutos
de Medicina y Ciencia natural, a pesar de su experiencia y prctica, no son casi
siempre, a causa de sus ulteriores ocupaciones, los rectores mejor adecuados,
sino las personas menos idneas para ejercer este cargo.
1586
son por s
(gerusias griegas,
1589
59
''poltica"?
Tampoco
es
este
un
concepto
que
pueda
ser
1590
En principio (para comenzar por ellos) existen tres tipos de justificaciones internas,
de fundamentos de la legitimidad de una dominacin. En primer lugar, la
legitimidad del "eterno ayer", de la costumbre consagrada por su inmemorial
validez y por la consuetudinaria tendencia de los hombres hacia su respeto. Es la
legitimidad "tradicional", como la que ejercan los patriarcas y los prncipes
patrimoniales de antao. En segundo trmino, existe la autoridad de la gracia
(carisma) personal y extraordinaria, la entrega puramente personal y la confianza,
igualmente personal, en la capacidad para las revelaciones, el herosmo u otras
cualidades de caudillo que un individuo posee.
Los tipos puros se encuentran desde luego, muy raramente en la realidad, pero
hoy no podemos ocuparnos aqu de las intrincadas modificaciones, interferencias
y combinaciones de estos tipos puros. Esto es cosa que corresponde a la
problemtica de la "teora general del estado". Lo que aqu nos interesa sobre todo
es el segundo de estos tipos: la dominacin producida por la devocin de los
sometidos al "carisma" puramente personal del "caudillo".
1593
El caudillaje ha surgido en todos los lugares y pocas bajo uno de estos dos
aspectos, los mas importantes en el pasado: el de mago o profeta, por una parte, y
el de prncipe guerrero, jefe de banda o condottiero, por la otra. Lo propio de
Occidente es, sin embargo, y esto es lo que aqu ms nos importa, el caudillaje
poltico.
Claro est, sin embargo, que estos polticos por "vocacin" no son nunca las
nicas figuras determinantes en la empresa poltica de la lucha por el poder. Lo
decisivo en esta empresa es, ms bien, el gnero de medios auxiliares que los
polticos tienen a su disposicin. Cmo comienzan a afirmar su dominacin los
poderes polticamente dominantes? Esta cuestin abarca cualquier forma de
dominacin y, por tanto, tambin la dominacin poltica en todas sus formas,
tradicional, legal o carismtica.
solidaridad con el titular del poder. Tambin para el caudillaje carismtico tiene
validez esta afirmacin; el squito del guerrero recibe el honor y el botn, el del
demagogo los spoils, la explotacin de los dominados mediante el monopolio de
los cargos, los beneficios polticamente condicionados y las satisfacciones
derivadas de la vanidad.
En estas ltimas, el titular del poder detenta los bienes requeridos para la
administracin como una empresa propia, organizada por l, de cuya
administracin encarga a servidores personales, empleados, favoritos u hombres
de confianza, que no son propietarios, que no poseen por derecho propio los
medios materiales de la empresa; en las primeras sucede justamente lo contrario.
Esta diferencia se mantiene a travs de todas las organizaciones administrativas
del pasado.
utilizables. Este proceso ofrece una analoga total con el desarrollo de la empresa
capitalista mediante la paulatina expropiacin de todos los productores
independientes.
Ahora bien, en el curso de este proceso poltico de expropiacin que, con xito
variable, se desarroll en todos los pases del mundo, han aparecido, inicialmente
como servidores del prncipe, las primeras categoras de "polticos profesionales"
en un segundo sentido, de aquellos que no queran gobernar por s mismos, como
los caudillos carismticos, sino que actuaban al servicio de jefes polticos.
En las luchas del prncipe contra los estamentos se colocaron del lado de aqul e
hicieron del servicio a esta poltica un medio de ganarse la vida, por una parte, y
un ideal de vida, por la otra. De nuevo, es slo en Occidente donde encontramos
este tipo de polticos profesionales. Aunque sirvieron tambin a otros poderes, y
no slo a los prncipes, fueron en el pasado el instrumento ms importante del que
stos dispusieron para asentar su poder, y llevar a cabo el proceso de
expropiacin a que aludimos hace un momento.
Lo mismo ocurra con algunas de esas fuerzas auxiliares que el prncipe promovi
en su lucha por crear una empresa poltica propia, de la que slo l pudiese
disponer. As suceda con los consejeros ulicos" [Rte von Haus aus] y, yendo
aun ms lejos, con una parte de los consejeros que integraban la "curia" y otras
corporaciones consultivas de los prncipes. Pero a los prncipes no les bastaba,
naturalmente, con estos auxiliares ocasionales o semiprofesionales. Tenan que
intentar la creacin de un equipo dedicado plena y exclusivamente a su servicio,
es decir, un cuadro de auxiliares profesionales.
1599
Hay dos formas de hacer de la poltica una profesin. O se vive "para" la poltica o
se vive "de" la poltica. La oposicin no es en absoluto excluyente. Por el contrario,
la norma es que se hagan las dos cosas, al menos idealmente y, en la mayora de
los casos tambin materialmente.
Quien vive "para" la poltica hace "de ello su vida" en un sentido ntimo; o goza
simplemente con el ejercicio del poder que posee, o alimenta su equilibrio y su
tranquilidad con la conciencia de haberle dado un sentido a su vida, ponindola al
servicio de "algo". en este sentido profundo, todo hombre serio que vive para algo
vive tambin de ese algo.
Unos y otros viven del botn, el robo, las confiscaciones las contribuciones, o
imponiendo el uso forzoso de medios de pago carentes de valor, procedimientos
todos esencialmente idnticos. Sin embargo, estos son, necesariamente,
fenmenos excepcionales; en la economa cotidiana slo el patrimonio propio
posibilita la independencia.
Pero con esto aun no basta. Quien vive para la poltica tiene que ser adems
econmicamente libre" [abkmmlich], esto es, sus ingresos no han de depender
del hecho de que l consagre a obtenerlos todo o una parte importante de su
trabajo personal y sus pensamientos.
1601
Para l es muy difcil en la mayor parte de los casos hacerse representar por otro,
aunque sea transitoriamente. Tampoco es libre, por ejemplo, el mdico, y tanto
menos cuanto ms notable sea y ms ocupado est.
Por motivos puramente tcnicos se libera, en cambio, con mucha mayor facilidad
el abogado, que por eso ha jugado como poltico profesional un papel mucho ms
importante que el mdico y, con frecuencia, un papel resueltamente dominante.
Pero no vamos a continuar con esta casustica. Lo que nos importa es poner en
evidencia algunas consecuencias de esta situacin.
Por otra parte, tampoco quiero decir que los polticos carentes de fortuna se
propongan solamente, y ni siquiera principalmente, atender a sus propias
necesidades por medio de la poltica y no piensen principalmente "en la causa".
1602
por
la
"seguridad"
de
su
existencia
es,
consciente
sus seguidores fueron los feudos, las donaciones de tierras, las prebendas de todo
gnero y, ms tarde, con el desarrollo de la economa monetaria, las
gratificaciones especiales.
Lo que los jefes de partido dan hoy como pago de servicios leales son cargos de
todo gnero en partidos, peridicos, sociedades cooperativas, cajas del seguro
social y organismos municipales o estatales. Toda lucha entre partidos persigue
no slo un fin objetivo sino tambin y ante todo el control sobre la distribucin de
los cargos.
Ciertos partidos, como por ejemplo los americanos, se han convertido, desde que
desaparecieron las viejas controversias sobre la interpretacin de la constitucin,
en partidos cazadores de cargos, que cambian su programa objetivo de acuerdo
con las posibilidades de captar votos. Hasta hace pocos aos, en Espaa se
alternaban los dos grandes partidos, mediante "elecciones" fabricadas por el poder
y siguiendo un turno fijo convencionalmente establecido para proveer con cargos a
sus respectivos seguidores.
En las antiguas colonias espaolas, tanto con las "elecciones" como con las
llamadas "revoluciones", de lo que se trata siempre es de los pesebres estatales,
en los que los vencedores desean saciarse. En Suiza los partidos se reparten
pacficamente los cargos en proporcin de sus respectivos votos, y algunos de
1604
Sobre todo el partido del centro se entusiasm tanto con el sistema que, en
Baden, estableci como parte de su plataforma la distribucin proporcional de los
cargos entre las distintas confesiones, sin tomar en consideracin ni siquiera el
xito de cada partido. Con el incremento en el nmero de cargos a consecuencia
de la burocratizacin general y cuando la demanda de cargos aumenta debido a
que representan un modo especfico de asegurarse el porvenir, esta tendencia
aumenta en todos los partidos que, cada vez ms, son vistos por sus seguidores
como un medio para lograr el objetivo de procurarse un cargo.
1605
influjo
sobre
todo
de
los
informes
de
los
embajadores
venecianos,
1608
Los cuerpos colegiados oficiales no eran, en cuanto tales, rganos del poder
realmente dominante de los partidos, y no podan ser, por tanto, titulares del
verdadero gobierno. Para afirmar su poder en lo interno y poder llevar a cabo una
poltica de alto vuelo en lo externo, un partido dominante necesitaba, por el
contrario, un rgano enrgico, digno de su confianza e integrado solamente por
sus verdaderos dirigentes; este rgano era precisamente el gabinete.
1609
En Inglaterra son funcionarios polticos todos aquellos que, segn una convencin
firmemente establecida, cesan en sus cargos cuando cambia la mayora
parlamentaria y, por tanto, el gabinete. Entre los funcionarios polticos suelen
contarse especialmente aquellos a quienes est atribuido el cuidado de la
"administracin interna" en general; parte integrante principal de esta competencia
es la tarea "poltica" de mantener el "orden", es decir, las relaciones de
dominacin existentes.
Los nicos que, entre nosotros, carecen de esta caracterstica distintiva del
moderno funcionariado profesional son los jefes del aparato poltico, los ministros.
Bajo el antiguo rgimen se poda ser ministro de Educacin de Prusia sin haber
pisado jams un centro de enseanza superior mientras que, en principio, para ser
consejero [Vortragender Rat] era requisito ineludible el haber aprobado las
pruebas prescritas.
Es evidente que, por ejemplo, cuando Althoff era ministro de Instruccin de Prusia,
los funcionarios profesionales especializados, como el consejero o el jefe de
1610
seccin, estaban infinitamente mejor informados que su jefe sobre los verdaderos
problemas tcnicos del ramo. Lo mismo suceda en Inglaterra.
En consecuencia, eran estos funcionarios tambin los que tenan un poder real
frente a las necesidades cotidianas, cosa que no es en s misma ninguna
insensatez. El ministro era simplemente el representante de la constelacin de
poderes polticos existente, y su funcin era la de defender las medidas polticas
que estos poderes determinasen, resolver conforme a ellas las propuestas de los
especialistas que le estaban subordinados e impartir a stos las correspondientes
directrices de orden poltico.
1611
Una segunda capa del mismo gnero era la de los literatos con formacin
humanstica. Hubo un tiempo en que se aprenda a componer discursos latinos y
versos griegos para llegar a ser consejero poltico y, sobre todo, historigrafo
poltico de un prncipe. Este fue el tiempo en que florecieron las primeras escuelas
de humanistas y los prncipes fundaron las primeras ctedras de "potica".
Entre nosotros esta poca pas muy rpidamente, y aunque model de forma
duradera nuestro sistema de enseanza, no ha tenido consecuencias polticas
profundas. Muy distinto fue lo que sucedi en el Extremo oriente. El mandarn
chino es (o mejor, fue originariamente) lo que fue el humanista de nuestro
1612
La tercera capa fue la nobleza cortesana. Una vez que consiguieron desposeer a
la nobleza de su poder poltico estamental, los prncipes la atrajeron a la corte y la
emplearon en el servicio poltico y diplomtico. El cambio de orientacin de
nuestro sistema de enseanza en el siglo XVII estuvo determinado por el hecho de
que, en lugar de los literatos humanistas, entraron al servicio del prncipe polticos
profesionales procedentes de la nobleza cortesana.
Una quinta capa, propia sobre todo del continente europeo y de decisiva
importancia para su estructura poltica, fue la de los juristas universitarios. En nada
se manifiesta con mayor claridad la poderosa influencia del derecho romano, tal
como lo configur el burocratizado imperio tardo, que en el hecho de que sean los
1613
1614
Estados generales de Francia, desde el siglo XVI hasta 1789, estn colmados del
espritu de los juristas.
1615
sentido era "bueno". La poltica actual se hace, cada vez ms, de cara al pblico y,
en consecuencia, utiliza como medio la palabra hablada y escrita.
Pesar las palabras es tarea central y peculiarsima del abogado, pero no del
funcionario que ni es un demagogo ni, de acuerdo con su naturaleza, debe serlo y
que, adems, suele ser un psimo demagogo cuando, pese a todo, intenta serlo.
1617
El periodista comparte con todos los dems demagogos, as como tambin (al
menos en el continente, a diferencia de lo que ocurre en Inglaterra y ocurra antes
en Prusia) con el abogado y el artista, el destino de escapar a toda clasificacin
social precisa.
Hasta ahora esto slo ha sido posible dentro del partido socialdemcrata, y aun
dentro de l los puestos de redactores eran ms bien puestos de funcionarios y no
escalones para conquistar una jefatura.
En los partidos burgueses, las posibilidades de llegar al poder por este camino son
ahora menores, en general, de lo que eran en la pasada generacin. Naturalmente
todo poltico de importancia tena necesidad de influencia sobre la prensa y de
conexiones con ella, pero no caba esperar que, salvo excepciones, salieran de
entre sus filas los jefes de partido.
La razn de esto hay que buscarla en la reciente falta de libertad del periodista,
especialmente del periodista falto de recursos y en consecuencia ligado a su
profesin, determinada por el inaudito incremento en intensidad y ritmo de la
actividad periodstica.
1619
Pero tambin para ellos, como para todos los estados modernos, parece vlida la
afirmacin de que el trabajador del periodismo tiene cada vez menos influencia
poltica, en tanto que el magnate capitalista de la prensa (del tipo, por ejemplo, de
un lord Northcliffe) tiene cada vez ms. Entre nosotros, los grandes consorcios
capitalistas de la prensa, que controlaban sobre todo las cadenas de peridicos
con "anuncios por palabras" (el tpico Generalovnzeiger), cultivaban con sumo
cuidado la indiferencia poltica.
Con una poltica independiente no tenan nada que ganar y corran, en cambio, el
riesgo de perder la benevolencia econmicamente rentable de los poderes
polticos establecidos. El negocio de los anuncios pagados ha sido as el camino
por el que, durante la guerra, se intent, y aparentemente contina intentndose
an, ejercer sobre la prensa una influencia poltica de gran estilo. Aunque hay que
esperar que la gran prensa lograr sustraerse a esa influencia, la situacin es
mucho ms difcil para los pequeos peridicos.
En todo caso, y sea cual fuere su atractivo y su capacidad para dar a quien la
sigue influencia, posibilidades de accin y, sobre todo, responsabilidad poltica, la
carrera periodstica no es actualmente (quizs debiera decirse que no es ya, o que
no es todava) en nuestro pas una va normal para ascender a la jefatura poltica.
Resulta difcil decir si esta situacin cambiara o no con el abandono del principio
del anonimato, que muchos periodistas, aunque no todos ellos, consideran
necesario.
Aunque tambin la vida del hombre de ciencia es en sus comienzos azarosa, ste
encuentra en su entorno al menos una serie de convencionalismos bien definidos
derivados del estatus que le ayudan a no descarriarse. La vida del periodista, por
el contrario, es azarosa desde todos los puntos de vista y est rodeada de unas
condiciones que ponen a prueba la seguridad interna como quizs no lo hace
ninguna otra situacin. Y tal vez no sean lo peor de ella las experiencias
frecuentemente amargas de la vida profesional. Son precisamente los periodistas
triunfantes los que se ven situados ante retos especialmente difciles.
1621
Queremos decir con esto que los primariamente interesados en la vida poltica, en
el poder poltico, reclutan libremente a grupos de seguidores, se presentan ellos
mismos o presentan a sus protegidos como candidatos a las elecciones, renen
los medios econmicos necesarios y tratan de ganarse los votos. No es
imaginable que en las grandes asociaciones puedan realizarse elecciones
prescindiendo de estas empresas, en general adecuadas a su fin.
Estos difieren, sin embargo, unos de otros en cuanto a estructura. As por ejemplo,
los "partidos" de las ciudades medievales, como los gelfos y gibelinos, eran
squitos puramente personales.
Al estudiar los Statuto della parte guelfa, la confiscacin de los bienes de los nobili
(originariamente se consideraban nobili todas aquellas familias que vivan al modo
caballeresco y podan, por lo tanto, recibir un feudo), que estaban tambin
excluidos de los cargos y del derecho a voto, los comits interlocales del partido,
sus rgidas organizaciones militares y los premios para los denunciantes, se siente
uno tentado a pensar en el bolchevismo con sus soviets, sus organizaciones
cuidadosamente seleccionadas de milicia y (sobre todo en Rusia) de espionaje,
sus confiscaciones el desarme y la privacin de derechos polticos a los
"burgueses", es decir, a los empresarios, comerciantes, rentistas, clrigos,
miembros de la dinasta depuesta y agentes de polica.
que aceptar de nuevo todas aquellas instituciones que ellos combatieron como
burguesas e incluso han recurrido de nuevo a los agentes de la antigua Ojrana
como instrumento principal de su poder.
La unin entre los distintos grupos locales est asegurada solamente por los
parlamentarios, y los notables de cada localidad tienen una influencia decisiva en
la proclamacin de candidatos.
La direccin del club o donde, como en la mayora de los casos, ste no existe, la
gestin no organizada de la empresa poltica, queda en manos de las pocas
personas que, en tiempos normales, se interesan permanentemente en ella, para
las cuales se trata de un trabajo ocasional que desempean como profesin
secundaria o simplemente a ttulo honorfico. Slo el periodista es poltico
profesional y slo la empresa periodstica es, en general, una empresa poltica
permanente. Junto a ella no existe ms que la sesin parlamentaria.
Por supuesto, los parlamentarios y sus dirigentes saben bien a qu notable local
deben dirigirse cuando parece deseable una determinada accin poltica. Slo en
las grandes ciudades existen, sin embargo, crculos partidistas que reciben
aportaciones moderadas de sus miembros y celebran reuniones peridicas y
asambleas pblicas para escuchar los informes de los diputados. La vida activa se
reduce a la poca de las elecciones.
1625
Fuera de esta oficina central no existen los funcionarios pagados. Los crculos
locales estn dirigidos por personas "bien vistas" que ocupan este puesto a causa
de la estimacin de que, por distintas razones, son objeto. Son stos los notables
extraparlamentarios que disponen de una influencia paralela a la del grupo de
notables polticos que ocupan un puesto como diputados en el parlamento.
Para todas las medidas que un ministerio adoptase y para la solucin de todos los
problemas personales se tomaba en cuenta su eventual repercusin sobre las
posibilidades electorales y, por otra parte, para lograr cualquier deseo se buscaba
la mediacin del diputado del distrito, a quien el ministro, si era de su mayora (y
por esto todo el mundo trataba de que lo fuese) estaba obligado a escuchar de
peor o mejor gana.
Estas tareas quedan reservadas a las asambleas de miembros del partido, que
designan candidatos y delegan a quienes han de asistir a las asambleas
superiores, de las cuales, a ser posible, habr varias hasta llegar a la asamblea
general del partido.
Lo decisivo es que todo este aparato humano (la "mquina", como expresivamente
se dice en los pases anglosajones) o ms bien aquellos que lo dirigen, estn en
situacin de neutralizar a los parlamentarios y de imponerles en gran parte su
propia voluntad. Este hecho es de esencial importancia para la seleccin de la
direccin del partido. Ahora se convierte en el jefe aquel a quien sigue la
maquinaria del partido, incluso por encima del parlamento. La creacin de tales
maquinarias significa, dicho con otras palabras, la instauracin de la democracia
plebiscitaria.
Es evidente que la militancia del partido, sobre todo los funcionarios y empresarios
del mismo, esperan del triunfo de su jefe una retribucin personal en cargos o en
privilegios de otro gnero. Y lo decisivo es que lo esperan l y no de los
parlamentarios o no slo de ellos. Lo que esperan es, sobre todo, que el efecto
demaggico de la personalidad del jefe gane votos y mandatos para el partido en
la contienda electoral, dndole as poder y aumentando, en consecuencia, hasta el
mximo las posibilidades de sus partidarios para conseguir la ansiada retribucin.
1629
El elector pequeoburgus y, sobre todo, el elector rural van detrs del nombre de
los notables que les es conocido desde hace mucho tiempo y desconfan del
desconocido.
Sin embargo, una vez que ste ha triunfado, se entregan tanto ms firmemente a
l. Veamos ahora algunos ejemplos importantes de la contienda entre estas dos
formas estructurales y del surgimiento de la forma plebiscitaria, estudiad a
especialmente por Ostrogorski.
Comencemos por Inglaterra. Hasta 1868, la organizacin de los partidos era all
una organizacin de notables casi pura. En el campo, los tories se apoyaban en
los prrocos anglicanos, en la mayor parte de los maestros de escuela y, sobre
todo, en los mayores terratenientes de cada county, mientras que los whigs, por su
parte, tenan el sostn de personas tales como el predicador no conformista
(donde lo haba), el administrador de correos, el herrero, el sastre, el cordelero, es
decir, todos aquellos artesanos que ejercen una influencia poltica porque hablan
con mucha gente.
En las ciudades, la divisin entre los partidos se haca sobre la base de las
distintas opiniones econmicas y religiosas o, simplemente, de acuerdo con la
tradicin familiar de cada cual. En todo caso, los titulares de la empresa poltica
eran siempre notables. Por encima de todo esto se situaban el parlamento, el
gabinete y los partidos con su respectivo "lder", que era presidente del Consejo
de ministros o de la oposicin. Cada lder tena junto a s a un poltico profesional
que desempeaba el papel ms importante de la organizacin del partido el de
"fustigador" (whip).
1630
Era ste quien tena en sus manos la distribucin de los cargos y el que deseaba
un cargo deba dirigirse a l, quien llegaba a un acuerdo con los diputados de
cada distrito.
En estos distritos comenz lentamente a desarrollarse un nuevo tipo de poltico
profesional a medida que se recurra a agentes locales a los que, en un primer
momento, no se les pagaba y que asumieron una posicin ms o menos parecida
a la de nuestros "hombres de confianza". Junto a ellos apareci, sin embargo, en
los mismos distritos, una figura de empresario capitalista, el election agent, cuya
existencia se haca inevitable una vez promulgada la nueva legislacin dirigida a
asegurar la pureza de las elecciones.
Con la nueva legislacin, el election agent se haca pagar por el candidato una
cantidad global, haciendo as tambin negocio. En la distribucin del poder entre el
lder y los notables del partido, tanto en el parlamento como en el pas, aqul
haba tenido desde siempre en Inglaterra la mejor parte, como medio
imprescindible para permitirle hacer una poltica permanente y de gran estilo. Pese
a ello, sin embargo, la influencia de los parlamentarios y de los notables
continuaba siendo considerable.
ste era el aspecto que ofreca la vieja organizacin de los partidos, en parte una
economa de notables y en parte ya tambin en la organizacin empresarial con
empleados y empresarios. A partir de 1868, sin embargo, se desarroll, primero
para las elecciones locales de Birmingham y despus para todo el pasUn
sacerdote no conformista y, junto a l, Joseph Chamberlain, fueron los que dieron
vida a este sistema, que naci en ocasin de la democratizacin del voto.
1631
Los administradores electos del partido tenan derecho a elegir otros por votacin
y eran los portavoces formales de la poltica del partido. La fuerza impulsora de
toda esta evolucin fueron los crculos locales, interesados sobre todo en la
poltica municipal (que es en todas partes la fuente de las ms enjundiosas
posibilidades materiales), que eran tambin quienes hacan la principal aportacin
financiera.
Cul ha sido el efecto de este sistema? El que hoy en da, con excepcin de
alguno que otro miembro del gabinete (y algunos originales), los miembros del
parlamento son, por lo general, unos borregos votantes perfectamente
disciplinados.
1633
Lo nico que el miembro del parlamento tiene que hacer es votar y no traicionar al
partido; tiene que comparecer cuando el whip lo convoca para hacer lo que, segn
el caso, han dispuesto el gabinete o el lder de la oposicin. Cuando existe un jefe
fuerte, la maquinaria del caucus se mantiene en el pas poco menos que sin
conciencia propia y entregada por completo a la voluntad del jefe.
Por encima del parlamento est as el dictador plebiscitario que, por medio de la
maquinaria arrastra a la masa tras s y para quien los parlamentarios no son otra
cosa que simples prebendados polticos que forman parte de su squito.
Todos los ministros de algn relieve que han ocupado el cargo en los ltimos
decenios tienen detrs de ellos este muy real y eficaz trabajo formativo. La
prctica de los informes y la crtica pblica que en las sesiones de estas
comisiones se hace convierten esta escuela en una verdadera seleccin que
excluye a los simples demagogos.
La organizacin de los partidos era muy laxa, y esta situacin se mantuvo hasta
1824. Ya antes de la dcada de 1820 haba comenzado a formarse la maquinaria
partidista en algunos municipios, que tambin aqu fueron los semilleros de la
nueva evolucin. Pero es slo la eleccin como presidente de Andrew Jackson, el
candidato de los campesinos del Oeste, la que arroja por la borda las viejas
tradiciones.
1635
Estos programas cambian de una a otra eleccin en una medida para la que no
pueden encontrarse analogas en ninguna otra parte. Los partidos estn cortados
por el patrn que mejor se ajusta a las elecciones realmente importantes para la
distribucin de los cargos: la eleccin presidencial y la de los gobernadores de
estado.
Los programas los establecen y los candidatos los designan las "convenciones
nacionales" de los partidos, sin intervencin alguna de los parlamentarios.
Es decir, congresos de los partidos que formalmente estn integrados, de manera
muy democrtica, las asambleas de delegados que, a su vez, han recibido
mandato de las primarias, las asambleas de los electores del partido. Ya en estas
primaries los delegados son elegidos por referencia al nombre de los candidatos a
la jefatura del estado.
funcionarios que l ha de hacer previa consulta con los senadores de cada estado.
Los senadores son tambin, en razn de esta consulta, polticos poderosos.
Sugerir al orador lo que tiene que decir, pero l mismo calla. Por regla general no
ocupa cargo alguno, si no es el de senador en el senado federal, pues, como
constitucionalmente los senadores participan en la distribucin de los cargos, es
frecuente que el boss mismo acuda personalmente a esta corporacin.
La atribucin de los cargos se hace, en primer lugar, de acuerdo con los servicios
prestados al partido. Tambin se entregan, sin embargo, en muchos casos a
cambio de dinero, e incluso hay ya cantidades fijas como precio de determinados
cargos. Se trata, en definitiva, de un sistema de venta de los cargos semejante al
1638
que durante los siglos XVII y XVIII conocieron las monarquas europeas, incluidos
los estados de la Iglesia.
El hecho mismo de que no ocupe ni quiera ocupar los grandes cargos de la Unin
tiene la ventaja de hacer posible, en no pocas ocasiones la candidatura de
hombres inteligentes ajenos a los partidos de notabilidades (y no slo, como entre
nosotros, de notables de los partidos), si el boss piensa que pueden atraer votos.
Naturalmente los bosses se oponen con uas y dientes a cualquier outsider que
pueda representar un peligro para sus fuentes de poder y dinero, pero no es raro
que, en su competencia por el favor de los electores, se vean obligados a
defender candidatos que se presentan como adversarios de la corrupcin.
1639
Lo que hizo posible esta estructura vital de los partidos fue la acentuada
democracia imperante en los Estados Unidos como "pas nuevo", y es esta
conexin entre ambos trminos la que hace que hoy estemos presenciando la
lenta expiracin de ese sistema. Amrica no puede ser ya gobernada nicamente
por diletantes.
Existen ya casi 100 000 cargos que no son objeto del botn electoral, sino que
estn dotados de un derecho a la jubilacin y que se cubren mediante pruebas de
capacitacin. Esto har retroceder lentamente el spoils system y obligar a
modificar igualmente la estructura de la direccin del partido en un sentido que no
podemos predecir.
1640
Todos nuestros partidos han seguido este camino que los llev a convertirse en
gremios de notables. Bebel, por ejemplo, por modesta que fuera su inteligencia,
era todava un verdadero caudillo en razn de su temperamento y su pureza de
carcter. El hecho de que fuese un mrtir, que nunca traicionase la confianza de
las masas, le vali el total apoyo de stas.
No hubo dentro del partido ningn poder que pudiera o ponrsele seriamente. Con
su muerte termin todo esto y comenz la dominacin de los funcionarios.
Funcionarios sindicales, secretarios de partido y periodistas ocuparon los puestos
clave y el partido qued dominado por los instintos de los funcionarios.
1642
Los partidos burgueses eran ya puros gremios de notables desde 1880. Es cierto
que de vez en cuando los partidos, con fines propagandsticos, tenan que
atraerse personas inteligentes sin filiacin partidista para poder decir "nosotros
tenemos tales y cuales nombres". Si era posible se le impeda a estas personas
presentarse a las elecciones y slo se lanzaban sus candidaturas cuando esto era
inevitable porque el interesado no se dejaba pescar de otra manera.
ganar los votos. Si ustedes me preguntasen honradamente cul de estos dos tipos
de aparato me parece ms digno de confianza desde un punto de vista
tcnicopoltico, les contestara, creo, que prefiero el segundo. Ambos fueron, en
todo caso, burbujas que se hincharon rpidamente para rpidamente estallar.
tcnicas
de
la
representacin
proporcional
impedan
su
crecimiento.
Supongamos que esta situacin cambiara. Hay que tener entonces bien presente
que, de acuerdo con lo ya dicho, la direccin de los partidos por jefes plebiscitarios
determina la "desespiritualizacin" de sus seguidores, su proletarizacin espiritual,
valdra decir. Para ser un aparato til, una maquinaria en el sentido
norteamericano libre de la vanidad de los notables y tambin de las pretensiones
de ideas independientes?, los seguidores de dicho dirigente deben obedecerle
ciegamente.
La eleccin de Lincoln slo fue posible gracias a que la organizacin del partido
tena ese carcter y, como ya se ha dicho, lo mismo sucedi con el caucus en la
eleccin de Gladstone. Es ste justamente el precio que hay que pagar por la
direccin de un caudillo. Slo nos queda elegir entre la democracia caudillista con
"aparato" o la democracia sin caudillos, es decir, la dominacin de "polticos
profesionales" sin vocacin, sin esas cualidades ntimas y carismticas que hacen
al caudillo.
1644
La nica vlvula de escape posible para la necesidad de contar con una verdadera
jefatura podra ser el presidente del Reich, si es elegido plebiscitariamente y no
por el parlamento. Podran surgir dirigentes sobre la base de la labor que realizan
y podra efectuarse una seleccin, sobre todo si entrase en escena, en los
grandes municipios, el administrador municipal plebiscitario con derecho a
organizar sus departamentos de modo independiente.
As sucede en los Estados Unidos, siempre que alguien desea frenar seriamente
la corrupcin. Esto exigira una organizacin de los partidos adecuada a este tipo
de elecciones. Pero la hostilidad pequeoburguesa que todos los partidos, y
especialmente la socialdemocracia, sienten hacia el caudillaje no deja entrever la
futura configuracin de los partidos y, con ella, la realizacin de estas
posibilidades.
Sobre el aspecto externo no cabe decir ms, salvo advertir que los funcionarios de
los partidos comparten con los periodistas el odium que los "desclasados"
despiertan. Desgraciadamente siempre se llamar "escritor a sueldo" a ste y
"orador a sueldo" a aqul; para quienes se encuentren interiormente indefensos
frente a esa situacin y no sean capaces de darse a s mismos la respuesta
adecuada a esas acusaciones, est cerrado ese camino que en todo caso, implica
grandes tentaciones y desilusiones terribles. Qu satisfacciones ntimas ofrece a
cambio y qu condiciones ha de tener quien lo emprende ?.
intelectuales, sobre todo rusos (no, por supuesto, de todos ellos) y que ahora
desempea tambin un gran papel entre nuestros intelectuales, en este carnaval
al que se da, para embellecerlo, el orgulloso nombre de "revolucin".
El "no saber guardar distancia" es uno de los pecados mortales de todo poltico y
una de esas cualidades cuyo olvido condenar a la impotencia poltica a nuestra
actual generacin de intelectuales. El problema es, precisamente, el de cmo
puede conseguirse que vayan juntas en las mismas almas la pasin ardiente y la
mesurada frialdad. La poltica se hace con la cabeza y no con otras partes del
cuerpo o del alma. Y, sin embargo, la entrega a una causa slo puede nacer y
alimentarse de la pasin, si ha de ser una actitud autnticamente humana y no un
frvolo juego intelectual.
Slo el hbito de la distancia (en todos los sentidos de la palabra) hace posible el
enrgico dominio del alma que caracteriza al poltico apasionado y lo distingue del
simple diletante poltico "estrilmente agitado". La "fuerza'' de una "personalidad"
poltica reside, en primer lugar, en la posesin de estas cualidades.
1647
Por esto el poltico tiene que vencer cada da y cada hora a un enemigo muy trivial
y demasiado humano, la muy comn vanidad, enemiga mortal de toda entrega a
una causa y de toda mesura, en este caso de la mesura frente a s mismo.
La vanidad es una cualidad muy extendida y tal vez nadie se vea libre de ella. En
los crculos acadmicos y cientficos es una especie de enfermedad profesional.
Pero precisamente en el hombre de ciencia, por antiptica que sea su
manifestacin, la vanidad es relativamente inocua en el sentido de que, por lo
general, no estorba el trabajo cientfico. Muy diferentes son sus resultados en el
poltico, quien utiliza inevitablemente como instrumento el ansia de poder. El
"instinto de poder", como suele llamarse, est, as, de hecho, entre sus cualidades
normales.
1649
Lo que importa es que siempre ha de existir alguna fe. Cuando sta falta, resulta
absolutamente cierto que la maldicin de la indignidad de la criatura ensombrece
incluso los xitos polticos aparentemente ms seguros.
En este punto chocan entre s concepciones bsicas del mundo entre las cuales,
en ltima instancia, hay que escoger. Abordemos este problema que ltimamente
se ha puesto de nuevo en discusin y en una forma que es, a mi entender,
totalmente equivocada.
Libermonos antes de una falsificacin perfectamente trivial. Quiero decir con ello
que la tica puede surgir a veces en un papel moralmente muy comprometido.
Veamos algunos ejemplos. Raramente encontrarn ustedes a un hombre que
haya dejado de amar a una mujer para amar a otra y no se sienta obligado a
justificarse ante s mismo diciendo que la primera no era digna de su amor, o que
lo ha decepcionado, o dndose cualquier otra "razn" por el estilo. Esto es falta de
caballerosidad.
1650
Ponerse a buscar despus de perdida una guerra quienes son los "culpables" es
cosa propia de viejas; es siempre la estructura de la sociedad la que origina la
guerra. La actitud sobria y viril es la de decir al enemigo: "Hemos perdido la
guerra, la habis ganado vosotros. Esto es ya cosa resuelta. Hablemos ahora de
las consecuencias que hay que sacar de este hecho respecto de los intereses
materiales que estaban en juego y respecto de la responsabilidad hacia el futuro,
que es lo principal y que incumbe sobre todo al vencedor."
Cul es, pues, la verdadera relacin entre tica y poltica? No tienen nada que
ver la una con la otra, como a veces se dice? O es cierto, por el contrario, que
hay "una sola" tica, vlida para la actividad poltica como para cualquier otra
actividad? Se ha credo a veces que estas dos ltimas afirmaciones son
mutuamente excluyentes; que slo puede ser cierta la una o la otra, pero no las
dos. Pero es cierto acaso que haya alguna tica en el mundo que pueda imponer
normas de contenido idntico a las relaciones erticas, comerciales, familiares y
profesionales, a la relacin con la esposa, con la verdulera, el hijo, el competidor,
el amigo o el acusado? .
Ser verdad que es perfectamente indiferente para las exigencias ticas que se
plantean a la poltica el que sta tenga como medio especfico de accin el poder,
tras el que est la violencia? No estamos viendo que los idelogos bolcheviques
y espartaquistas obtienen resultados idnticos a los de cualquier dictador militar
precisamente porque se sirven de este instrumento de la poltica? En qu otra
cosa, si no es en la persona del que ostenta poder y en su diletantismo, se
distingue la dominacin de los consejos de obreros y soldados de la de cualquier
otro gobernante del antiguo rgimen? En qu se distingue de la de otros
demagogos la polmica que hoy mantiene la mayor parte de los representantes de
1652
la tica presuntamente nueva contra sus adversarios? Se dir que por la noble
intencin.
Pero de lo que estamos hablando aqu es de los medios. Tambin los combatidos
adversarios creen, con una conciencia absolutamente buena, en la nobleza de sus
propias intenciones. "Quien a hierro mata a hierro muere" y la lucha es siempre
lucha. Qu decir, entonces, sobre la tica del Sermn de la montaa ? El Sermn
de la montaa, esto es, la tica absoluta del Evangelio, es algo mucho ms serio
de lo que piensan quienes citan sus mandamientos.
No es para tomarlo a broma. De esa tica puede decirse lo mismo que se ha dicho
de la causalidad en la ciencia, que no es un carruaje que se pueda hacer parar
para tomarlo o dejarlo a capricho. Se la acepta o se la rechaza por entero, ste es
precisamente su sentido; proceder de otro modo es trivializarla. Pensemos por
ejemplo, en la parbola del joven rico, de quien se nos dice "pero se alej de all
tristemente porque posea muchos bienes". El mandamiento evanglico es
incondicionado y unvoco: da a los pobres cuanto tienes, todo.
El poltico dir que ste es un consejo que socialmente carece de sentido mientras
no se les imponga a todos. En consecuencia recurrir a los impuestos
confiscatorios, a la pura y simple confiscacin, en una palabra, a la coaccin y la
reglamentacin contra todos. No es esto, sin embargo, en modo alguno lo que el
mandato tico postula, y sa es su verdadera esencia.
Ese mandato nos ordena tambin "poner la otra mejilla", incondicionalmente, sin
preguntarnos si el otro tiene derecho a pegar. Esta tica es, as, una tica de la
indignidad, salvo para los santos. Quiero decir con esto que si se es en todo un
santo, al menos intencionalmente, si se vive como vivieron Jess, los apstoles,
san Francisco de Ass y otros como ellos, entonces esta tica s est llena de
sentido y s es expresin de una alta dignidad, pero no si as no es.
1653
La tica acsmica nos ordena "no resistir el mal con la fuerza", pero para el
poltico lo que tiene validez es el mandato opuesto: has de resistir al mal con la
fuerza, pues de lo contrario te haces responsable de su triunfo.
Con esto llegamos al punto decisivo. Tenemos que ver con claridad que toda
accin ticamente orientada puede ajustarse a dos mximas fundamentalmente
distintas entre s e irremediablemente opuestas: puede orientarse conforme a la
"tica de la conviccin", o conforme a la "tica de la responsabilidad".
1655
Se dir siempre que esas consecuencias son imputables a su accin. Quien acta
segn una tica de la conviccin, por el contrario, slo se siente responsable de
que no flamee la llama de la pura conviccin, la llama, por ejemplo, de la protesta
contra las injusticias del orden social. Prenderla una y otra vez es la finalidad de
sus acciones que, desde el punto de vista del posible xito, son plenamente
irracionales y slo pueden y deben tener un valor ejemplar.
Pero tampoco con esto se agota el problema. Ninguna tica del mundo puede
eludir el hecho de que para conseguir fines "buenos" hay que contar en muchos
casos con medios moralmente dudosos, o al menos peligrosos, y con la
posibilidad e incluso la probabilidad de consecuencias laterales moralmente
malas. Ninguna tica del mundo puede resolver tampoco cundo y en qu medida
quedan "santificados" por el fin moralmente bueno los medios y las consecuencias
laterales moralmente peligrosos.
1656
Aqu, en este problema de la santificacin de los medios por el fin, parece forzosa
la quiebra de cualquier moral de la conviccin. De hecho, no le queda lgicamente
otra posibilidad que la de condenar toda accin que utilice medios moralmente
peligrosos. Lgicamente.
En el terreno de las realidades vemos una y otra vez que quienes actan segn
una tica de la conviccin se transforman sbitamente en profetas quilisticos;
que, por ejemplo, quienes repetidamente han predicado "el amor frente a la
fuerza" invocan acto seguido la fuerza, la fuerza definitiva que ha de traer consigo
la aniquilacin de toda violencia del mismo modo que, en cada ofensiva, nuestros
oficiales decan a los soldados que era la ltima, la que habra de darnos el triunfo
y con l la paz. Quien opera conforme a una tica de la conviccin no soporta la
irracionalidad tica del mundo.
1657
El desarrollo de todas las religiones del mundo se apoya sobre la base de que la
verdad es lo contrario de lo que dicha tesis sostiene. El problema original de la
teodicea es el de cmo es posible que un poder que se supone a la vez infinito y
bondadoso haya podido crear este mundo irracional de sufrimiento inmerecido, de
injusticia impune y de estupidez irremediable.
1658
Las colocaba en una jerarqua fija de la que los nacidos no podan escapar sino
por el renacimiento en la prxima vida, colocndolas as a distancias diferentes de
los bienes supremos de la salvacin religiosa. Le era posible, de este modo,
construir el dharma de cada casta, desde los ascetas y brahmanes hasta los
rateros y las prostitutas, de acuerdo con la legalidad inmanente propia de cada
profesin.
1659
Para el hinduismo esto no estorba la salvacin religiosa, sino que, por el contrario,
la ayuda. Para el guerrero hind que mora heroicamente, el cielo de Indra estaba
tan eternamente seguro como el Walhalla para los germanos. Hubiera, en cambio,
despreciado el nirvana como los germanos despreciaban el cielo cristiano y sus
coros de ngeles. Esta especializacin permiti a la tica hind un tratamiento del
arte real de la poltica en el que no hay quiebras porque se limita a seguir las leyes
propias de la misma e incluso las refuerza.
Entre ellos estn, adems del monje, que no debe ni derramar sangre ni buscar
ganancia, el caballero cristiano y el ciudadano piadoso que, respectivamente,
pueden hacer una y otra cosa. El escalonamiento de la tica y su integracin en
una doctrina de la salvacin son menos consecuentes aqu que en la India, pero
ello deba y tena que ser as, de acuerdo con los supuestos de la fe cristiana. La
corrupcin del mundo por el pecado original permita con relativa facilidad
introducir en la tica la violencia como un medio para combatir el pecado y las
herejas que ponen el alma en peligro.
Las exigencias acsmicas del Sermn de la montaa, que pertenecen a una pura
tica de la conviccin, y el derecho natural que en ellas se apoya y que contiene
tambin exigencias absolutas, conservaron, sin embargo, su fuerza revolucionaria
y surgieron violentamente en casi todas las pocas de conmocin social.
1660
Dieron origen, en especial, a las sectas pacifistas radicales, una de las cuales hizo
en Pennsylvania el experimento de un estado que renunciaba a la fuerza frente al
exterior.
Todas las religiones, con xito muy distinto, han lidiado con l como, de acuerdo
con lo que acabamos de decir, no poda menos que suceder. La singularidad de
todos los problemas ticos de la poltica est determinada sola y exclusivamente
por su medio especfico, la violencia legtima en manos de las asociaciones
humanas.
Todo aquel que se valga de medios violentos para cualquier fin ?y todos los
polticos lo hacen? est expuesto a sufrir sus consecuencias especficas. Esta
condena recae muy especialmente sobre quien lucha por su fe, sea sta religiosa
o revolucionaria.
1661
Tomemos el momento actual como ejemplo. Quien quiera imponer sobre la tierra
la justicia absoluta valindose del poder necesita para ello seguidores, un
"aparato" humano. Para que ste funcione tiene que ponerle ante los ojos los
necesarios premios internos y externos.
En las condiciones de la moderna lucha de clases, tiene que ofrecer como premio
interno la satisfaccin del odio y del deseo de revancha y, sobre todo, la
satisfaccin del resentimiento y de la pasin seudotica de tener razn; es decir,
tiene que satisfacer la necesidad de difamar al adversario y de acusarlo de hereja.
Como medios externos tiene que ofrecer la aventura, el triunfo, el botn, el poder y
las prebendas.
El jefe depende por entero para su triunfo del funcionamiento de este aparato y
por esto depende de los motivos del aparato y no de los suyos propios. Tiene,
pues, que asegurar permanentemente esos premios para los seguidores que
necesita, es decir, para los guardias rojos, los pcaros y los agitadores. En tales
condiciones, el resultado objetivo de su accin no est en su mano, sino que le
viene impuesto por esos motivos ticos, predominantemente abyectos, de sus
seguidores, que slo pueden ser refrenados en la medida en que al menos una
parte de stos, que en este mundo nunca ser la mayora, est animada por una
noble fe en su persona y en su causa.
1662
Quien quiera en general hacer poltica y, sobre todo, quien quiera hacer poltica
como profesin, ha de tener conciencia de estas paradojas ticas y de su
responsabilidad por lo que l mismo, bajo su presin, puede llegar a ser. Repito
que quien hace poltica pacta con los poderes diablicos que acechan en torno de
todo poder.
Los grandes virtuosos del amor al prjimo y del bien acsmico, de Nazaret, de
Ass o de los palacios reales de la India, no operaron con medios polticos, con el
poder.
Su reino "no era de este mundo" pese a que hayan tenido y tengan eficacia en l.
Platn, Karatajev y los santos dostoievskianos siguen siendo sus ms fieles
reproducciones. Quien busca la salvacin de su alma y la de los dems, que no la
busque por el camino de la poltica, cuyas tareas, que son muy distintas, slo
pueden ser cumplidas mediante la fuerza.
El genio o demonio de la poltica vive en tensin interna con el dios del amor,
incluido el dios cristiano en su configuracin eclesistica, y esta tensin puede
convertirse en todo momento en un conflicto sin solucin.
1663
Si en lugar de ciudad natal o de "patria", que quizs no tienen hoy para todos un
significado unvoco, dicen ustedes "el futuro del socialismo" o la "paz
internacional", tendrn planteado el problema en su forma actual. Todo aquello
que se persigue a travs de la accin poltica, que se sirve de medios violentos y
opera con arreglo a la tica de la responsabilidad, pone en peligro la "salvacin del
alma".
Quien as obra no tiene conciencia de las potencias diablicas que estn en juego.
Estas potencias son inexorables y originarn consecuencias que afectan tanto a
su actividad como a su propia alma, frente a las que se encuentra indefenso si no
las ve. "El demonio es viejo; hazte viejo para poder entenderlo." No se trata en
esta frase de aos, de edad. Yo nunca me he dejado abrumar en una discusin
por el dato de la fecha de nacimiento.
1664
Es cierto que la poltica se hace con la cabeza, pero en modo alguno solamente
con la cabeza. En esto tienen toda la razn quienes defienden la tica de la
conviccin. Nadie puede, sin embargo prescribir si hay que obrar conforme a la
tica de la responsabilidad, conforme a la tica de la conviccin, o cundo
conforme a una y cundo conforme a otra.
Lo nico que puedo decirles es que cuando en estos tiempos de excitacin que
ustedes no creen "estril" (la excitacin no es ni esencialmente ni siempre una
pasin autntica) veo aparecer sbitamente a los polticos de conviccin en medio
del desorden gritando: "el mundo es estpido y abyecto, pero yo no; la
responsabilidad por las consecuencias no me corresponde a m, sino a los otros
para quienes yo trabajo y cuya estupidez o cuya abyeccin yo extirpar", lo
primero que hago es cuestionar la solidez interior que existe tras esta tica de la
conviccin.
Tengo la impresin de que en nueve casos de cada diez me enfrento con odres
llenos de viento que no sienten realmente lo que estn haciendo, sino que se
inflaman con sensaciones romnticas. Esto no me interesa mucho humanamente
y no me conmueve en absoluto. Es, por el contrario, infinitamente conmovedora la
actitud de un hombre maduro (de pocos o muchos aos, eso no importa), que
siente realmente y con toda su alma esta responsabilidad por las consecuencias y
acta conforme a una tica de la responsabilidad, y que al llegar a un cierto
momento dice: "no puedo hacer otra cosa, aqu me detengo". Esto s es algo
autnticamente humano y esto s cala hondo.
1665
Y ahora, estimados oyentes, los emplazo para que hablemos nuevamente de este
asunto
dentro
de
diez
aos.
Es
muy
probable
que
entonces,
como
Pero las cosas no son as. Lo que tenemos ante nosotros no es la alborada del
esto, sino una noche polar de una dureza y una oscuridad heladas, cualesquiera
que sean los grupos que ahora triunfen. All en donde nada hay no es slo el
Kaiser quien pierde sus derechos, sino tambin el proletario. Cuando esta noche
se disipe poco a poco quin de aquellos para quienes la primavera
aparentemente ha florecido con tanta exhuberancia estarn vivos? Y qu habr
sido entonces de todos ellos?
1666
1667
NOTAS:
Aqu debemos hacer una advertencia. Las ideas contenidas en los siguientes
trabajos fueron expuestas en una conferencia pronunciada, por invitacin de la
Asociacin libre de estudiantes de Munich, durante el invierno revolucionario
de 1919, y van as marcadas con la inmediatez de la palabra hablada. Esta
conferencia, as como la de "La ciencia como vocacin'', formaba parte de un
ciclo, a cargo de diversos oradores, que se propona servir de gua para las
diferentes formas de actividad basadas en el trabajo intelectual a una juventud
recin licenciada del servicio militar y profundamente trastornada por las
experiencias de laguerra y la posguerra. El autor complet ms tarde su
exposicin antes de darla a la imprenta y la public por vez primera en su
forma actual durante el verano de 1919. (Nota de Marianne Weber, en
Heidelberg, agosto de 1926.).
(1) El lugar de insercin de este prrafo vara en las ediciones alemana y francesa.
Se ha seguido en esta edicin el criterio de la francesa.
1668
Fuentes bibliogrficas
1669
33
La carta como documento histrico Benito Jurez. La carta como documento histrico Benito
Jurez. Benito Jurez expone, con contundencia y gran amor a la patria, las motivaciones por las
que rechaza la solucin monrquica para Mxico. Encarta, 2007.
34
Bases del Partido Revolucionario Cubano Jose Marti www.patriagrande.net/cub
35
El Partido revolucionario cubano a Cuba Jos Mart / M. Gmez www.patriagrande.net/cub
36
Carta a Manuel Mercado Jos Mart 18 de mayo de 1895 www.patriagrande.net/cub
37
Manuscritos Economicos y filosficos. C. Marx. Editado por ERA, Mexico DF.1980
38
Tesis sobre Feuerbach Karl Marx C. Marx & F. Engels, Obras E. (en tres tomos),tomo II, Editorial
Progreso, Mosc, 1974
39
Manifiesto del Partido Comunista C. Marx & F. Engels, Obras E. (en tres tomos),tomo II, Editorial
Progreso, Mosc, 1974
40
Carta a Joseph Weydemeyer C. Marx & F. Engels, Obras E. (en tres tomos),tomo II, Editorial
Progreso, Mosc, 1974
41
Bolvar y Ponte C. Marx www.marxists.org
42
La Ideologa alemana Buenos Aires, Pueblos Unidos, 1985, Argentina
43
La llamada acumulacin originaria C. Marx Habana, editora poltica, 1965.
44
Presentacin de El capital Karl Marx , editorial progreso, 1990, mosc.
45
C. Marx & F. Engels, Obras E. (en tres tomos),tomo II, Editorial Progreso, Mosc, 1974
46
C.Marx & F. Engels, Obras E. (en tres tomos), tomo II, Editorial Progreso, Mosc,1974
47
C. Marx & F. Engels, Obras E. (en tres tomos), tomo II, Editorial Progreso,Mosc, 1974
48
Prlogo de F. Engels Crtica del Programa de Gotha F.Engels C. Marx & F. Engels, Obras E.
(en tres tomos), tomo III, Editorial Progreso,Mosc, 1974
49
Discurso ante la tumba de Marx. F.Engels C. Marx & F. Engels, Obras E. (en tres tomos), t. III,
Editorial Progreso,Mosc, 1974
50
Del Socialismo utpico al Socialismo cientfico F.Engels C. Marx & F. Engels, Obras E. (en tres
tomos), tomo III, Editorial Progreso,Mosc, 1974
51
C. Marx & F. Engels, Obras E. (en tres tomos), t. III, Editorial Progreso,Mosc, 1974
52
AFORISMOS Federico Nietzsche http://www.librodot.com
53
As habl Zaratustra. http://www.librodot.com
54
La genealoga de la moral. http://www.librodot.com
55
Ms all del bien y del mal. alianza editorial, s.a, Madrid, 1979
56
Desarrollo de la ideologa capitalista www.elaleph.com
57
Economia y sociedad. Max Weber www.elaleph.com
58
Estructuras y funcionamiento de la dominacin. M. Weber elaleph.com
59
La poltica como vocacin.Max Weber Fondo de la Cultura Economica,Mexico, 1964
1670