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PENSAMIENTO CONTEMPORNEO
Coleccin dirigida por Manuel Cruz
El objetivo de la coleccin Pensamiento Contemporneo es proporcionar al lector interesado en este
tema, y no slo al especialista, un conjunto de textos de autores representativos del pensamiento de
nuestro tiempo, textos en los que los mismos autores formulan de manera clara y concisa lo ms sig
nifcativo de su propuesta terica, aquello que les ha convertido en clsicos de la filosofa del siglo xx.
1. J. Wittgenstein, Corerencia sobre tica
2. J. Derrida, La desconstruccin en las fronteras de la flosofa
3. P. K. Feyerabend, Lmites de la ciencia
4. J. F. Lyotard, Por qu flosofar?
5. A. C. Danto, Historia y narracin
6. T. S. Kuhn, Qu son las revoluciones cient(cas?
7. M. Foucault, Tecnologas del yo
8. N. Luhmann, Sociedad y sistema: la ambicin de la teora
9. J. Rawls, Sobre las libertades
10. G. Vattimo, La sociedad transparente
11. R. Rorty, El giro lingstico
12. G. Colli, El libro de nuestra crisis
13. K.-O. Apel, Teora de la verdad y tica del discurso
14. J. Elster, Domar la suerte
15. H.-G. Gadamer, La actualidad de lo bello
16. G. E. M. Anscombe, Intencin
17. J. Habermas, Escritos sobre moralidad y eticidad
18. T. W. Adoro, Actualidad de la flosofa
19. T. Negri, Fn de siglo
20. D. Davidson, Mente, mundo y accin
21. E. Husserl, Invitacin a la fenomenologa
22. L. Wittgenstein, Lecciones y conversaciones sobre esttica, psicologa y creencia
religiosa
23. R. Carnap, Autobiogrqfa intelectual
24. N. Bobbio,lgualdad y libertad
25. G. E. Moore, Ensayos ticos
26. E. Levinas, El Tempo y el Otro
27. W. Benjamin, La metqfiica de la juventud
28. E. Jnger y M. Heidegger, Acerca del nihilismo
29. R. Dworkin, tica privada e igualitarismo poltico
30. C. Taylor, La tica de la autenticidad
31. H. Putnam,Las mil caras del realismo
32. M. Blanchot, El paso (no) ms all
33. P. Winch, Comprender una sociedad primitiva
34. A. Koyr, Pensar la ciencia
35. J. Derrida, El lenguaje y las instituciones flosfcas
36. S. Weil, Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresin social
37. P. F. Strawson, Libertad y resentimiento
38. H. Arendt, De la historia a la accin
39. G. Vattimo, Ms all de la interpretacin
40. W. Benjamin, Personajes alemanes
41. G. Bataille, Lo que entiendo por soberana
42. M. Foucault, De lenguaje y literatura
43. R. Koselleck y H.-G. Gadamer, Historia y hermenutica
44. C. Geertz, Los usos de la diversidad
45. J. Habermas y J. Rawls, Debate sobre el liberalismo poltico
46. J.-P. Sartre, Verdad y existencia
47. A. Heller, Una revisin de la teora de las necesidades
48. A. K. Sen, Bienestar, justicia y mercado
49. H. Arendt, Qu es la poltica?
50. K. R. Popper, El cuerpo y la mente
51. P. F. Strawson,Anlisis y meta.ica
P. F. Strawson
Alisis y metafsica
Una introduccin a la filosofa
Introduccin de Vicente Sanflix Vidarte
Ediciones Paids
I.C.E. de la Universidad Autnoma de Barcelona
Barcelona - Buenos Aires - Mxico
Ttulo original: Analysis and metaphysics: an introduction to philosophy
Traduccin de Nieves Guasch Guasch
Revisin tcnica de Juan Jos Acero
Cubierta de Mario Eskenazi
1a edicin, 1997
Quedan rigurosamente prohibjdas, sin la autorizaein escrita de los Litulares del <<Copyright>,
bajo las sanciones establecidas en las leyes, la rcproducd{m Lota! o pardal de esta obra por
cualquier medio o pro<'edimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informlico, y la
distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o prstamo pblicos.
1992 by P. F. Strawson
de todas las ediciones en castellano,
Ediciones Paids Ibrica, S.A.,
Mariano Cub, 92 - 08021 Barcelona, e
Instituto de Ciencias de la Educacin
de la Universidad Autnoma de Barcelona,
08913 Bellaterra
ISBN: 84-493-0472-5
Depsito legal: B-41.994/1997
Impreso en Novagratik, S. L.,
Puigcerda, 127 - 08019 Barcelona
Impreso en Espaa - Printed in Spain
A Ann Strawson
SUMARO
INTRODUCCIN, P. F. STRAWSON,
UN METAFSico TOLERANTE, Vicente Sanflix 1 1
PREFACIO A L EDICIN INGLESA. 41
l. La filosofa analtica: dos analogas 43
2. Reduccin o conexin? Conceptos bsicos . 61
3 . Moore y Quine 73
4. Lgica, epistemologa y ontologa . 99
5. La experiencia sensible y los objetos materiales 109
6. El empirismo clsico. Lo interno y lo externo.
Accin y sociedad . 123
7. La verdad y el conocimiento . 135
8. Significado y comprensin. Semntica estructural . 153
9. Causacin y explicacin 167
10. Libertad y necesidad . 195
INTRODUCCIN
P. F. STRAWSON,
UN METAFSICO TOLERANTE*
La tradicin analtica constituye una de las corrientes filosfi
cas fundamentales de este siglo. En su seno ha situado Peter F.
Strawson, explcita y reiteradamente, su obra. Pero este encua
dramiento no es bice para que en ella abunden, quizs en mucha
mayor medida de lo que es usual en los trabajos de otros filsofos
analticos, las referencias a los pensadores clsicos. Y es que nues
tro autor es plenamente consciente de la historicidad del pensa
miento filosfico:
no ms que cualquier otra rama de la actividad intelectual, puede
la flosofa separarse por completo de su historia pasada ...
nos dice en una concisa presentacin que hizo de su obra. 1
Como producto de esta conciencia podemos entender taro
bin su concepto de la filosofa. Frente a las veleidades antimeta
fsicas de los positivistas lgicos y de otros autores analticos,
Strawson siempre ha defendido que esta vieja y venerable disci
plina constituye el ncleo de la actividad flosfica, y ha procura-
* Este trabajo se ha beneficiado de la ayuda de la DGICYT para el proyecto
de investigacin: Trascendentalismo y racionalidad. Tambin quiero agradecer
a Beatriz Capitn, Julin Marrades y Nicols Snchez sus comentarios a una pri
mera versin del mismo. Por otra parte, mi deuda con Eduardo Ortiz es mayor.
Gracias a su conocimiento de la obra de Strawson me result ms fcil orientar
me respecto al conjunto de la misma.
l. Ma Philosophie: son dveloppement, son theme central et sa nature g
nrl, Revze de Thologie et de Philosophie, 120, 1988, pg. 448.
12 ANLISIS Y METAFSICA
do que la suya propia sea, en lo fundamental, una contribucin a
ella. Pero como no es la de la metafsica precisamente una historia
sin equvocos, se hace necesario precisar e sentido que la vindica
cin strawsoniana tiene.
I
Y a el mismo Aristteles nos da pie para dos concepciones
muy diferentes de la Metafsica. Por una parte sta podra enten
derse como una ciencia ocupada de un mbito especial de la reali
dad, aquel que trasciende o est ms all de lo fsico; el estudio, en
suma, de las sustancias inmateriales como lo seran, por ejemplo y
segn cierta tradicin, Dios y el alma.2 Por la otra, como una dis
ciplina cuyo objeto sera clarifcar los rasgos ms generales de la
realidad o, como deca el mismo Aristteles con una expresin c
lebre, como el estudio de lo que es en tanto que es.
ste no es lugar para rastrear la complicada relacin entre la
metafsica especial, o trascendente, y la metafsica general, u onto
loga. Baste decir que Hume y Kant desarrollarn sistemas que,
aun siendo diferentes, coinciden en reivindicar la segunda a la vez
que se niega la viabilidad de la primera. No es posible alcanzar un
conocimiento terico de Dios o del alma (entendida, por ejemplo,
a la manera cartesiana: como sustancia simple e inmaterial) , cons
truir una teologa o una psicologa racionaV Pero esta conclusin
escptica o crtica, es el resultado que se obtiene al construir una
metafsica general, una ontologa, que no se entiende ahora, a la
manera aristotlica, como una investigacin de lo que es en tanto
que es, sino de cmo podemos obtener conocimiento y, conse
cuentemente, de los lmites de ste. 4
2. A estas presuntas sustancias inmateriales a veces tambin se aadi el
mundo, pensado como totalidad, como objeto propio de la metafsica general,
dado que ste compartira con e alma y Dios la propiedad de no ser objeto de una
posible experiencia sensible. La metafsica especial se articulaba as e una teolo
ga, una psicologa y una cosmologa apellidadas racionales.
3. Ni tampoco una cosmologa racional.
4. A decir verdad este giro reflexivo o, si se prefere, subjetivo de la metafsi-
INTRODUCCIN 13
Pues bien, cuando Strawson reivindica la metafsica no est
reivindicando la metafsica especial o trascendente. La de Dios,
por ejemplo, es una entrada que apenas si tiene presencia en los
ndices analticos de sus obras, y cuando se ve obligado a tratar la
cuestin, normalmente al hilo de su exposicin y discusin del
pensamiento de u clsico al respecto, no disimula su embarazo:
Un filsofo del siglo veinte entra con un entusiasmo muy mo
derado en la teologa flosfica, aun incluso para seguir a Kant en
la exposicin de las ilusiones que se dan en este campo
nos dice en la excelente monografa que dedic al filsofo de Ko
nisberg.5 Por otra parte, y como es bien sabido, a Strawson le de
bemos una de las crticas ms rigurosas y exhaustivas de la con
cepcin cartesiana de lo mental, de lo psquico concebido como
una entidad trascendente y separable de lo fsico.6
Podemos establecer, por lo tanto, una primera precisin. La
metafsica que Strawson reivindica es una metafsica general.
Cuando l habla de metafsica lo que quiere decir es, en rea
lidad, ontologa. Sigue aqu, como en otros muchos lugares, la
senda humeana y, sobre todo, kantiana. Y la sigue no slo por
esto, sino tambin porque su planteamiento ontolgico es, como
el de Kant o como el de Hume, refexivo. Se trata de investigar
ca, no es una innovacin kantiana ni tampoco humeana. Y a Descartes, en su fa
mosa carta a traductor que deba servir de prefacio a sus Principios de la filosofa,
haba marcado el rumbo de la metafsica modera al definir su tarea como el es
tudio de las primeras causas y principios no del ser, sino del conocimiento.
5. Los lmites del sentido, Madrid, Revista de Occidente, 1975 (edicin origi
nal en ingls de 1966), pg. 185. Strawson ha mantenido constante su inters por
el pensamiento de Kant, como lo atestigua su, por ahora, ltima publicacin: En
tity and Identity, Oxford, Clarendon Press, 1997; en la que se recogen varios tra
bajos dedicados al flsofo alemn.
6. Vase el justamente clebre tercer captulo de Individuos, Madrid, Taurus,
1989. (Edicin original en ingls de 1959 .) En su artculo Y o, mnte y cuerpo,
recogido en Libertad y resentimiento, Barcelona, Paids, 1995 (edicin original
inglesa d
1974) , el lector podr encontrar una presentacin de esta crtica que, a
la vez que sucinta, deja bien patente cunto coincide Strawson con Kant e este
punto.
14 ANLISIS Y METAFSICA
la estructura general de la realidad partiendo de nuestra concep
cin de la misma.
Si hablamos de nuestra estructura conceptual, de la estructura
de nuestro pensamiento sobre el mundo, en lugar de hablar, como
si dijsemos, del mundo directamente, conservamos u control
ms firme de nuestro propio proceder filosfico, una compren
sin ms clara de aquello que nos ocupa.7
Resumamos: Strawson entiende que el ncleo de la filosofa es
la metafsica; y por metafsica entiende en realidad ontologa, y
por ontologa entiende, a su vez, la tarea de presentar la estructura
general de nuestro pensamiento sobre el mundo. Hemos avanza
do bastante en la tarea de perflar el sentido que tiene la vindica
cin strawsoniana de la metafsica. Y con todo, no hemos avanza
do lo suficiente. Pues lo que hemos dicho es compatible con una
concepcin de la metafsica que no es todava la de Strawson; me
refiero a la histrica o historicista, semejante a la que defendi,
por ejemplo, Collingwood.
II
Concedamos el principio de que la tarea de la metafsica es
presentaros los rasgos generales de nuestro pensamiento sobre el
mundo. Aadamos ahora la premisa de que nuestro pensamiento
ms fable sobre el mundo es aquel que nos suministran las teo
ras cientficas. Dado que stas cambian a lo largo del tiempo lo
que nos queda
es algo en el espritu de Collingwood, quien declar que la metaf
sica era realmente un estudio esencialmente histrico, e intento
de explicitar lo que l llam las presuposiciones absolutas de la
ciencia del momento. La verdad metafsica quedara as relativiza
da a perodos histricos.8
7. Anlisis y metafsica, pg. 77.
8. P. F. Strawson, Skeptism and Naturalm: some varieties, Londres, Met
huen, 1985, pg. 26.
INTRODUCCIN 15
Si alguien cree que se puede soslayar el historicismo colling
woodiano negando la segunda de las premisas aducidas; alegan
do, por ejemplo, que no es la ciencia sino eso que laxamente se lla
ma el sentido comn lo que constituye nuestro pensamiento ms
fiable sobre el mundo, se equivoca de medio a medio. Pues si es
indiscutible que las teoras cientficas cambian, indiscutible es que
igualmente lo hace el sentido comn, siquiera sea por la infuencia
de aqullas sobre ste. El mismo Strawson as lo reconoce:
Ciertamente los conceptos cambian, y no slo, aunque princi
palmente, en la periferia del especialista; e incluso los cambios del
especialista provocan reacciones en el pensar ordinaro.
9
Qu objetar pues a la concepcin historicista de la metafsica?
Creo que antes de objetarle nada habra que concederle bastante.
Habra que concederle, para empezar, que la tarea que se propo
ne es no slo legtima sino probablemente de sumo inters. Y ha
bra que concederle tambin -y quizs en ello estribe buena par
te de ese inters-que el recordar e carcter histrico de muchos
de los conceptos con los que pensamos la realidad puede ayudar
nos a no confundir, como le pas a Kant, lo que son presuposi
ciones del pensamiento de una poca con presuposiciones del pen
samiento sin ms.
No tenemos, por tanto, por qu proscribir el enfoque histori
cista. Podemos reconocer que es un enfoque legtimo, que debe
mos tolerar que alguien ampare bajo el rtulo glorioso de meta
fsica las investigaciones de esta ndole. Slo si el historicista no
correspondiera a nuestra tolerancia, habra que enfrentarse a l.
Por ello, a continuacin del ltimo texto que hemos citado, aade
Strawson:
9. Individuos, pg. 14. No obstante, aunque se conceda la historicidad del
sentido comn puede seguir habiendo buenas razones para dar prioridad a ste
sobre las teoras cientficas; o al menos para no circunscribir nuestra atencin slo
a stas. Como sugiere el mismo Strawson, un historicista puede juzgar que la ta
rea de la metafsica no es slo desenterrar la estructura oculta de ideas que sub
yace al pensamiento cientfico, sino tambin al pensamiento social y moral de una
determinada poca o sociedad. Vase Los lmites del sentzdo, pg. 106.
16 ANLISIS Y METAFSICA
Ciertamente, tambin, la metafsica se ha ocupado amplia
mente de tales cambios . .. Pero sera un craso error concebir la me
tafsica slo bajo este aspecto histrico
.10
Dicho de otra manera: historicismo s, pero no slo. Porque si
una parte de los conceptos que utilizamos para comprender la
realidad son de naturaleza histrica y mudable, otra parte de esos
conceptos no lo son en absoluto. Y es precisamente esta parte in
mutable de nuestro pensamiento sobre e mundo la que, segn
Strawson, debe fundamentalmente preocuparse por sacar a la luz
la ontologa:
Pues hay una slida mdula central del pensar humano que no
tiene historia -o no tiene ninguna registrada en las historias del
pensamiento; hay categoras y conceptos que, en su carcter ms
fundamental, no cambian en absoluto-. Obviamente stas no son
las especialidades del pensar ms refnado. Son los lugares del
pensar menos refinado; y son, con todo, el ncleo indispensable
del equipamiento conceptual de los seres humanos ms sofstica
dos. Es de ellos, de sus interconexiones y de la estructura que for
man, de los que se ocupar una metafsica descriptiva.11
Hemos ganado ahora una nueva y muy importante precisin
de la concepcin strawsoniana de la metafsica. A las determina
ciones negativas de la misma que ya conocamos: no es una meta
fsica especial, ni trascendente; hay que aadir que tampoco es
una metafsica historicista. De las positivas tambin podemos aho
ra dar una enumeracin ms completa: es una metafsica general,
una ontologa reflexiva que pretende describir el ncleo inmuta
ble del esquema o sistema conceptual del que nos servimos para
pensar la realidad. Y es al conjunto de todo esto a lo que Strawson
bautiz con un rtulo que ha hecho fortuna: Metafsica descrip
tiva. Y con todo, seguimos sin poder darnos por satisfechos. An
quedan objeciones que afrontar y precisiones que realizar.
10. Ibd., pg. 14.
1 1. Ibd. , pg. 14.
INTRODUCCIN 17
III
Volvamos a nuestro historicista. Puede protestar que le
hemos dejado en una situacin muy desairada. Lo hemos obli
gado a reconocer el carcter parcial de su proyecto so pena de
acusarlo de dogmtico e intolerante. Pero puede replicaros
que el dogmtico es Strawson: el cambio conceptual es un he
cho innegable; la permanencia de un conjunto de categoras
es lo que est por demostrar. El onus de la prueba recae sobre
el metafsico descriptivo. Pero cmo podra ste demostrar su
tesis?
Si es a Strawson a quien le toca mover en primer lugar las pie
zas, debe empezar por suministrarnos algo as como una lista de
esos conceptos que segn l son inmutables. Y a decir verdad, no
elude e reto:
Por nombrar algunas a azar, tengo en la cabeza ideas tales
como las de espacio, tiempo, objeto, suceso, alma y cuerpo, cono
cimiento, verdad, significacin, existencia, identidad, accin, in
tencin, causalidad y explicacin.1
2
Sin embargo, es dudoso que esta enumeracin calme al historicis
ta. En serio puede pretenderse que, por ejemplo, e concepto de
alma o el de cuerpo no varan en e espacio y en el tiempo?
La respuesta a esta pregunta creo que debe ser negativa; pero
tambin creo que el propio Strawson lo concedera. Pues lo que l
necesita, por atenernos a los ejemplares escogidos, no es postular
la existencia de un concepto de alma o de cuerpo perfectamente
invariable a travs de todas las culturas y de todas las pocas his
tricas. Lo nico que necesita es que estos conceptos, en su ca
rcter ms fundamental (stas eran sus propias palabras),13 no
cambien. Y sta es una exigencia a favor de cuya razonabilidad
podemos argumentar.
Podemos argumentar, por ejemplo, y para empezar, apoyn-
12. Ma phiosophie ... , pg. 448.
18 ANLISIS Y METAFfSICA
danos en consideraciones de ndole emprica. Al fin y a cabo los
seres humanos, todos los seres humanos, constitumos una nica
especie; luego ser sensato esperar que nuestras respuestas frente
a las presiones selectivas sean bastante homogneas. Pero quin
duda de que nuestros esquemas conceptuales son una -a buen
seguro la ms importante; desde luego tambin la ms especfica
mente humana-de las clases que integran el conjunto de aque
llas respuestas?:
Todos somos animales de l a misma especie con organizacio
nes nerviosas y cerebrales semejantes y no hay por qu suponer
que las categoras ms generales para la organizacin de la expe
riencia humana son ampliamente diferentes ni que, correlativa
mente, los tipos lgico-semnticos bsicos de elementos detecta
bles en los lenguajes humanos son, por tanto, muy ampliamente
diferentes. 14
Pero las consideraciones empricas no son las nicas que Straw
son podra alegar a favor de su tesis:
La evidencia lingstica puede realmente parecer apuntar a al
gunas variaciones completamente Qsicas ... Pero ningn lenguaje
podra siquiera plantearnos un problema definido a no ser que sea
entendido por algn terico de gramtica. 15
A lo que Strawson parece estar apuntando aqu es a un tipo
de argumento conceptual al que con cierta asiduidad han acudi
do los pensadores que quieren oponerse a un relativismo radical.
Si algo debe contar como un lenguaje diferente al nuestro debe
r ser inteligible, so pena de que aparezca como una mera emi
sin de ruidos. Pero si es inteligible ello significa que, despus
de todo, ese lenguaje diferente es traducible al nuestro, y por lo
tanto, por grande que sea la diferencia de los recursos concep-
13. Vase supra, cita de la nota n.0 11.
14. Strawson, Gramtica y flosofa recogido en Ensayos lgzco-lingsti
cos, Madrid, Tecnos, 1983 (edicin original en ingls de 1971) , pg. 169.
15. Ibd. Cursivas del original.
INTRODUCCIN 19
tuales de los distintos lenguajes, debemos comprometernos con
la existencia de un mnimo ncleo conceptual comn que garan
tice la intertraducibilidad.
16
Esta rplica al historicista nos permite, por otra parte, situar
mejor a Strawson en el contexto de la tradicin analtica. Como
uno de los miembros ms destacados junto con Austn, Ryle o
Grice de la llamada Escuela de Oxford, es habitual colocarlo
entre los filsofos del lenguaje ordinario. Sin embargo, ahora dis
ponemos de todo tipo de razones para sospechar que tal adscrip
cin debe ser seriamente matizada. Para empezar, porque ahora
sabemos que para Strawson lo importante no es la concrecin que
cualquiera de esos conceptos cuya clarifcacin constituye el obje
to de la metafsica descriptiva pueda tener en un lenguaje particu
lar, sino el carcter ms fundamental de los mismos, comn a to
dos los lenguajes. De modo que si el flsofo se quedara en el
anlisis del uso efectivo de los trminos en un idioma, difcilmen
te podra alcanzar aquel objetivo. Para continuar, porque los con
ceptos que interesan desde una perspectiva metafsica, por su mis
ma generalidad, es muy probable que aun estando implicados en
muchas de nuestras formas ordinarias de hablar no aparezcan ex
plcitamente mencionados en ellas, o no con el grado de generali
dad que al metafsico le interesa.
Consideremos el caso del tiempo, por ejemplo. Est implica
do en la conjugacin de nuestros verbos y en muchas expresiones
adverbiales, incluso a veces aludimos a l en nuestro discurso or
dinario en una forma sustantivada . . . pero el dominio por parte del
hablante de todos estos recursos gramaticales de su idioma no le
garantiza la inmunidad a la perplejidad que ya sintiera Agustn
cuando se pregunt, en general, qu era el tiempo.
No se trata de negar al estudio de los usos ordinarios de los
trminos toda utilidad. Un anlisis semejante puede tener la vir-
16. Ya Hume esgrima como evidencia a favor de la existencia ie una natu
raleza humana la intertraducibilidad de los lenguajes. Por otra parte, quien quizs
haya explotado ms a fondo este argumento sea D. Davidson, en su importante
artculo n the Very Idea of a Conceptual Scheme, recopilado en Enquiries
into Truth and Interpretation, Oxford, Clarendon Press, 1984.
20 ANLISIS Y METAFfSICA
tud teraputica de curarnos ciertas opiniones errneas o paradji
cas a las que podemos veros inducidos precisamente por dejar
nos llevar por superficiales analogas gramaticales. Pero lo que
Strawson seala es la insufciencia de este proceder para abordar
la tarea general que l, fiel como hemos visto a la tradicin, le ads
cribe a la metafsica:
La forma bajo la que el dominio prctico de los conceptos se
presenta de la forma ms clara es en el uso, en la palabra y la es
critura, de las expresiones lingsticas de las que disponemos para
esos conceptos. Podra concluirse que es en el uso ordinario, no fi
losfico, de las palabras, donde encontraremos indicaciones para
su comprensin filosfica. ste es el origen de lo que se llama ha
bitualmente la filosofa del lenguaje ordinario -que es cierta
mente ... un mtodo muy fructfero ... especialmente para disipar
absurdos y destruir las pretensiones vanas-... especialmente liga
da a nombre de J. L. Austin. No obstante, este mtodo padece se
rias limitaciones... Las conexiones estructurales que el flsofo
querra descubrir se encuentran a menudo a un nivel ms profun
do que aqul que este mtodo es apto para alcanzar o exponer. No
pienso que se puedan detectar muchos rasgos de este mtodo en
mi obra.17
Pero si Strawson no es un filsofo del lenguaje ordinario, o al
menos no lo es bsicamente, s, se dir, es un filsofo del sentido
comn. A fin y al cabo, como el lector de este libro tendr oca
sin de apreciar, su autor no slo reivindica la fgura de Moore
sino que, como hemos visto, cuando defne la tarea de la metafsi
ca le asigna la descripcin de los conceptos ms generales con los
que pensamos la realidad de una manera no refnada, esto es: or
dinaria.18 Pues bien, por qu, cabra preguntarse, debiramos
fiaros del pensamiento no refinado sobre el mundo?
17. Ma Philosophie ... , pgs. 449-450. Se puede encontrar una exposicin
detallada de las relaciones de Strawson con los filsofos de la escuela de Oxford
en la introduccin del profesor Acero a la edicin, en esta misma coleccin, de Li
bertad y resentimiento.
18. Vase supra nota n.o 9.
INTRODUCCIN 2 1
Esta pregunta admite dos modulaciones bien diferentes. Por
un lado podra sonar como el viejo desafo escptico radical, y
entonces querra decir: qu seguridad tenemos de que el mun
do es tal y como lo pensamos; no podran nuestros conceptos ser
errneos? Por el otro puede no tener tanto un sesgo escptico
sino cientifsta, y entonces quiere decir: acaso no hay conceptos
mejores que los del sentido comn para pensar la realidad? Aun
que quiz las respuestas a una y otra pregunta no estn comple
tamente separadas, de momento vamos a atender a este ltimo
sentido de la cuestin pues l nos permitir sacar a la luz otra
concepcin de la metafsica contra la que Strawson se sita.
IV
Hasta ahora hemos visto que la metafsica especial caa fuera
del inters de nuestro flsofo; y que tampoco se senta especial
mente interesado por la metafsica historicista. Otro tanto cabe
decir de lo que, por contraste con la metafsica descriptiva que l
asume, llama la metafsica revisionista, una metafsica cuyo pro
psito no es describir esa estructura comn con la que pensamos
el mundo, sino producir una estructura mejor. 19
La metafsica revisionista cuenta con el respaldo de una larga
tradicin, y ha tomado -y sigue tomando- concreciones muy
diferentes. La actitud de Strawson frente a ella es tan compleja y
matizada como su actitud frente al resto de maneras de entender
la metafsica que hemos estado aqu considerando. Al fin y al cabo
Strawson no conden la metafsica especial, se limit a manifestar
su desinters por parte de la misma -la teologa-y si el lector
pens que la crtica rigurosa y exhaustiva al cartesianismo a la que
hicimos mencin equivala a condenar el concepto no fsico de la
mente al limbo del sinsentido, ms vale que atienda a pasajes
como ste
19. Vaselndividuos, pg.l3.
22 ANLISIS Y METAFSICA
el concepto de una conciencia individual pura ... aunque no podra
existir como un concepto primario a usar en la explicacin del
concepto de persona ... pudiera con todo tener una existencia lgi
camente secundaria.
20
Por otro lado ya vimos que tampoco se deduca de la concepcin
strawsoniana de la metafsica la imposibilidad o falta de inters de
la metafsica historicista.
Esta misma actitud tolerante hacia los enfoques alternativos es
la de Strawson con respecto a la metafsica revisionista. Hasta el
punto de que en ms de una ocasin parece cifrar el criterio de
eleccin entre una y otra en una cuestin de eleccin personal.
As, por ejemplo, comparando su concepcin de la filosofa con la
de Quine, sin duda uno de los ms importantes revisionistas con
temporneos, nos dice
no me concierne evaluar los mritos relativos de esta dos concep
ciones. Cada cual tiene su propio valor y atractivo; y la eleccin en
tre ellas es, en ltima instancia, quizs una cuestin de tempera
mento indivduae1
No creo, sin embargo, que esto sea todo lo que Strawson tenga
que decir a propsito de la relacin entre la metafsica descriptiva
y la revisionista.
A veces el revisionismo toma la forma del reduccionismo. Se
trata de hacer ver cmo los conceptos ordinarios -incluidos
aquellos generales cuya elucidacn constitua la tarea de metaf
sico descriptivo-se pueden analizar en trminos ms bsicos. En
este esquema se incluira el proyecto del empirismo clsico o de
f
lsofos que como Stuart Mill, Russell, Carnap, etc. , han pensado
que, por ejemplo, se poda reducir, analizar, construir -e trmi
no exacto poco nos importa-el concepto de los objetos fsicos
en trminos de entidades como impresiones, ideas sensibles, datos
sensoriales, etc. No puede creerse seriamente que para Strawson
20. Ibd., pg. 1 17.
21. Strawson, Two conceptions of Philosophy, en Barrett, R. B. y Gibson,
R. (comps.), Perspectives on Quine, Cambridge, Blackwell, 1990, pg. 312.
INTRODUCCIN 23
la opcin entre lo que el reduccionismo nos propone y ese esque
ma conceptual ordinario que la metafsica descriptiva estudia se
reduzca a una cuestin de gusto personal.
Para empezar, e empirismo clsico -quiz fuera mejor de
cir el fenomenismo-, como e racionalismo al que tantas veces
se le contrapone, se apoya sobre una concepcin errnea y poco
realista del conocimiento y del lenguaje;22 amn de descansar so
bre una comprensin insostenible de la experiencia por la que
sta se entiende como una instancia libre de toda contaminacin
conceptual, razn por la que, en ltima instancia, deviene un pro
yecto incoherente. Y es que las entidades que postula como bsi
cas y en trminos de las cuales se han de explicar las otras, slo
pueden identificarse si ya presuponemos la existencia de estas
ltimas.
El empirismo se puede depurar de sus dogmas fundamenta
listas y dar lugar al naturalismo cientifsta tipo Quine. Tenemos
aqu una segunda versin del revisionismo ms difcil de objetar
desde la perspectiva de Strawson. Lo que esta posicin viene a re
comendaros en defnitiva es que construyamos nuestra ontologa
en continuidad con la ciencia, pues al fn y a la postre es sta, y no
el sentido comn, la que nos da la mejor imagen del mundo. Pro
curaremos entonces que nuestros compromisos ontolgicos sean
lo ms econmicos posibles y alcancen slo a entidades cientfica
mente aceptables.2
3
La rplica a esta posicin no puede ser tan contundente como
la dada al revisionismo reduccionista. Probablemente haya in
coherencias en posiciones tan austeras como la de Quine/4 pero
no deja de ser verdad que, por as decirlo, podemos adoptar sobre
el mundo la perspectiva cientfica. Sin esta concesin la procla
mada tolerancia strawsoniana respecto a la metafsica revisionista
22. La concepcin fundamentalista, que Strawson critic en Does Know
ledge Have Foundations?, Valencia, Teorema, 1974.
23. Vase Anlisis y metafsica, pg. 91.
24. Fundamentalmente, relacionadas con la hostilidad quineana hacia la in
tensionalidad y la analiticidad. Strawson critic las tesis quineanas al respecto e
un clebre artculo que firm junto con H. P. Grice,
'
n Defense of a Dogma,
The Philosophical Review, vol. 65, 1956.
24 ANLISIS Y METAFSICA
sera un simple y llano ejercicio de cinismo. Qu puede decirle,
pues, e metafsico descriptivo al partidario de la revisin? Varias
cosas.
La primera, que su posicin es legtima mientras no se convier
ta en un imperialismo conceptual que deviene escepticismo agresi
vo contra la perspectiva no cientfica del sentido comn. Una cosa
es decir, por ejemplo, que podemos describir e mundo con el len
guaje de la fsica, y otra muy distinta afirmar que dado que en ese
lenguaje no tienen cabida e vocabulario de la moral, o propiedades
fenomnicas de los cuerpos como el color, o la misma conciencia,
todo esto son ilusiones irreales. Cuando e revisionista se convierte
en un naturalista radical, cientifista, propenso a afirmar cosas como
las recin dichas, e metafsico descriptivo tiene todo el derecho a
recordarle que su posicin ontolgica es extremadamente puritana,
que deja fuera de su imagen de la realidad la mayor parte de lo que
para los humanos es de inters, y que, por lo tanto, no tenemos por
qu seguirle en su opcin, que estamos en nuestro derecho de de
fender una ontologa ms tolerante o catlica -como tambin la
llama Strawson-que no le niega e honorfico ttulo de real a
todo aquello que e revisionista quiere dejar fuera.
Pero hay ms. Tambin puede el metafsico descriptivo, cuan
do el revisionista deviene escptico, recordarle el carcter estril
de sus dudas; pues la concepcin de la realidad con la que el
sentido comn nos compromete no es, sencillamente, cancelable.
Podemos a veces, y por breve tiempo, adoptar la perspectiva cien
tfica; pero es difcil llegar a creer que nuestra vida podra trans
currir slo desde ella. Y todava ms; puede tambin recordarle al
revisionista que el punto de vista cientfco que defiende es, no
slo menos permanente que el del sentido comn, sino concep
tualmente secundario con respecto a ste.25
25. Todas estas estrategias argumentativas contra el naturalismo cientifista
las pone en juego Strawson en Skepticism and Naturalm: some varieties. De este
modo, frente al reduccionismo eliminacionista defiende Strawson la realidad de
los atributos morales, de las cualidades secundarias, de las intensiones y e signi
ficado, as como e carcter inocuo de la teora de la identidad de lo fsico y lo
mental, que no debiera llevar a la eliminacin del lenguaje y las explicaciones in
tencionales de la conducta humana.
INTRODUCCIN 25
Ahora podemos ver por qu la respuesta de Strawson a los dos
desafos contra el sentido comn, el del escptico y el del revisio
nista, es bsicamente una y la misma. La misma combinacin de
naturalismo y trascendentalismo que sirve para defender al sent
do comn frente al cientifismo, sirve para defenderlo del escepti
cismo radical. Nuestras creencias ordinarias no son algo que est
en nuestra mano cancelar -hasta aqu el naturalismo-, y el mis
mo escptico debe presuponer en sus argumentos la validez de
aquellos conceptos que quiere desafar -he aqu la vertiente tras
cendental de la filosofa strawsoniana-.
En resumidas cuentas, qu es lo que el metafsico descripti
vo tiene que decirle al revisionista y al escptico, con el que, aun
diferencindose por la intencin, termina aqul muchas veces por
coincidir? Sencillamente que los conceptos del sentido comn
que l quiere clarificar son no slo muy generales -lo que los
hace comunes a todo esquema conceptual- sino tambin irre
ductibles a conceptos ms bsicos -contra las pretensiones del
empirista clsico-y necesarios -contra el escptico y el cientifs
ta-en el sentido trascendental de que cualquier imagen del mun
do que quiera construirse, e incluso hasta los argumentos que pre
tendan desafiados, deben presuponer su validez; y tambin en el
sentido naturalista de que ningn argumento, aun si fuera cohe
rente, podra tener la consecuencia de hacrnoslos abandonar.26
V
Como vamos a ver, la crtica strawsoniana a la metafsica revi
sionista nos puede ayudar tambin a perflar un poco ms el sen
tido y la tarea de la metafsica descriptiva que l propone. Se tra
taba de clarificar aquellos conceptos ms generales con los que
pensamos la realidad; pero cmo llevar adelante tal clarificacin?
Hasta ahora slo disponemos de una lista un tanto rapsdica de
conceptos, y si esto fuera todo aquello de lo que podemos dispo
ner cabra, si no objetar, s al menos sealar que el proyecto straw-
26. Vase Anlisis y metafsic, pg. 66.
26 ANLISIS Y METAFSICA
soniano supone una importante enmienda a la tradicin filosfi
ca. A fn y a cabo, la metafsica no slo aspir siempre a la ge
neralidad, sino tambin a un carcter sistemtico. Ello era parte
al menos de lo que se quera decir cuando se la califcaba de cien
cia. Por otra parte, Strawson tambin enmendara la tradicin en
tanto que uno de los papeles que reiteradamente sta ha atribui
do a la metafsica es la de fundamentar las ciencias particulares,
pero no se trata aqu slo de clarificar el sentido comn, y no la
ciencia?
En efecto, cuando Aristteles hablaba de flosofa primera
en parte la llamaba as por su funcin, fundamentadora, con res
pecto a las flosofas segundas; y el mismo Strawson reconoce que
los grandes metafsicos no entenderan la posibilidad de que su
disciplina estuviera totalmente desconectada de toda ciencia par
ticular.27
Pero ahora estamos en disposicin, por lo que ya sabemos, de
dar respuesta a esta objecin. Si los conceptos de los que trata la
metafsica descriptiva son tan generales como Strawson pretende,
entonces el cientfico tambin deber servirse de ellos en su espe
cfica prctica cientfica. La clarificacin conceptual de aqullos
resulta pues igualmente til para sta, y bien puede decirse que la
metafsica descriptiva no traiciona el rol fundamental que respec
to a las ciencias particulares siempre ha tenido la flosofa primera:
El especialista cientfico ... Posee un dominio explcito de los
conceptos especiales de su teora. Pero se ve obligado a emplear
tambin determinados conceptos cuya aplicacin trasciende las
fronteras de su especialidad, conceptos que no son realmente pro
pios del especialista: por ejemplo, los conceptos de explicacin,
demostracin, prueba, conclusin, causa, evento, hecho, propie
dad, hiptesis, evidencia y el concepto mismo de teora -por ci
tar nicamente unos pocos ... -el especialista puede saber perfec
tamente cmo utilizar estos conceptos dentro de su disciplina, es
decir, puede ser capaz de usarlos ah con perfecta correccin y no
serlo a la hora de explicar, en general, cmo hace tal cosa.28
27. Vase Anlisis y metafsica, pg. 54.
28. Ibd., pg. 55.
INTRODUCCIN 27
Tambin podemos entender ahora el tipo de elucidacin que
la metafsica descriptiva puede proporcionar. Puesto que los con
ceptos que trata de clarificar son irreductibles sera imposible que
su anisis consistiera en retrotraerlos a conceptos de un nivel ms
elemental. No, la irreductibilidad de los conceptos de los que
trata obliga a que el anlisis que de los mismos pueda suministrar
nos sea, como le llama Strawson, conectivo:29los conceptos se cla
rifcan al mostrar sus mutuas relaciones. Volvemos de nuevo a
toparnos con el cariz transcendental de la metafsica strawsonia
na; pues, en efecto, podramos decir que el negocio nico de una
filosofa trascendental es sacar a la luz esas interconexiones entre
los conceptos.
VI
nico o fundamental? Es el dilema entre Strawson y Kant.
El dilema entre sus respectivas concepciones de la flosofa tras
cendental. Para el pensador alemn la filosofa sera ciertamente
lo que, como hemos visto, Strawson denomina anlisis conectivo;
pero sacar a la luz la conexin existente entre nuestros conceptos,
adems de una funcin clarificadora, tendra una virtualidad anti
escptica. Los argumentos trascendentales, a la vez que nos mues
tran las relaciones entre determinados conceptos, fundan la vali
dez objetiva de los mismos.
Prima /acie hay algo de chocante en el planteamiento kantia
no. Cmo puede un argumento que establece la necesaria cone
xin entre ciertos conceptos establecer, a la vez, que a los mismos
les corresponde necesariamente algo en la realidad? Dicho quiz
ms burdamente pero tambin ms claramente: cmo puede
convertirse un argumento sobre nuestra forma de pensar en un ar
gumento sobre la forma de la realidad?30
29. Ibd., pg. 65.
30. A la postre sta vena a ser la cuestin que, a propsito de los argumentos
trascendentales, planteaba Barry Stroud en su trabajo Transcendental Argu
ments>>, The Journal o/ Philosophy, 1968. Un trabajo que Strawson tiene bien pre-
28 ANLISIS Y METAFfSICA
Que Strawson, como hemos visto, combine la argumentacin
trascendental con una estrategia naturalista para oponerse al es
cptico ya nos indica su desconfianza hacia este aspecto de la con
cepcin kantiana de la filosofa trascendental. Y es que el mismo
pende directamente del carcter idealista de esta concepcin. Las
conexiones necesarias entre nuestros conceptos se convierten en
rasgos necesarios de la realidad porque, segn Kant, nunca pode
mos conocer la realidad como en s misma es, sino slo como se
nos aparece conforme a la estructura de nuestra subjetividad. La
necesaria estructura de nuestra representacin del mundo es la es
tructura necesaria del mundo porque slo podemos acceder a ste
en tanto que representable.
Strawson siempre ha considerado que este idealismo, que
mantiene a Kant ms cerca de Berkeley de lo que l mismo supu
so,3
1
es errneo:
La teora (del idealismo trascendental) no es simplemente el
que nosotros no podamos tener conocimiento de una realidad su
prasensible, sino que la realidad es suprasensible y que nosotros
no podemos tener conocimiento alguno de ella. Hay abundantes
puntos en los cuales esta teora hace rpidas inmersiones en la
ininteligibildad.
32
Sin idealismo, la refexin trascendental ya no nos garantiza
la invulnerabilidad de nuestros conceptos frente a los ataques del
escptico; slo nos ofrece un panorama de su mutua conexin. Y
sin embargo, a pesar de la enmienda, el proyecto strawsoniano de
una metafsica descriptiva todava conserva un fuerte sabor kan
tiano. Pues defendida la objetividad de nuestro esquema concep
tual mediante una estrategia naturalista alternativa -ms remi-
sen te cuando discute la cuestin. Por su parte, Stroud tambin se ha hecho eco de
las fuctuantes posiciones de Strawson en este tema en Kantian argument, con
ceptual capacities, and invulnerability en P. Parrini (comp. ), Kant and Contempo
rar Epistemology, The Hague, Kluwer, 1994.
31. Kant, como idealista trascendental que es, est ms cerca de Berkeley de
lo que l mismo cree, Los lmites del sentido, pg. 19.
32. Ibd., pg. 34. Vase tambin Ma philosophie . . . pg. 440.
INTRODUCCIN 29
niscente de Hume o del segundo Wittgenstein, que de Kant_33lo
que aquella reflexin sigue ofrecindonos es un panorama de los
modos generales como el mundo se nos presenta,
como tambin l (Kant) subray, aquellos conceptos que entran
en nuestras creencias ms bsicas ... son justamente aquellos con
ceptos que entran ms ntima e inmediatamente en nuestra comn
experiencia del mundo. Ellos son aquello ... que experimentamos
que el mundo ejemplifica, aquello de lo que vemos las cosas y
las situaciones como casos. Correlativamente, la experiencia es
conciencia del mundo como ejemplifcndolos.34
El anlisis conectivo strawsoniano, como la anatica trascen
dental kantiana, aspira a presentarnos los conceptos que hacen
posible nuestra experiencia del mundo; un mundo, para Strawson
(y aqu est la diferencia con Kant) , que ya no necesita califcarse
de fenomnico, sino que es real tout court.
Quiz tengamos ahora ms perfilada la metafsica descriptiva
que Strawson nos propone. Hemos visto cul sera su relacin con
las ciencias y, tambin, en qu sentido se la puede considerar una
especie de filosofa trascendental. Pero nuestra pregunta original
sigue sin contestarse. Cmo proceder sistemticamente a ese
anlisis conceptual en que consiste la misma?
VI
El camino que Strawson nos propone vuelve a entroncar con
una larga y vieja tradicin. Si algo es un concepto, es fundamen
talmente aquello que interviene en nuestras creencias, creencias
que, a su vez, expresamos en nuestros juicios. Pues bien, acaso
no nos muestra la lgica cules son algunos de los rasgos de la es
tructura fundamental, profunda, de nuestros juicios, y por lo tan
to del discurso y del pensamiento? La lgica nos sumnistra en-
33. Vase Skeptism and Naturalism: some varieties, cap. I.
34. P. F. Strawson, Subject and Predicate in Logic and Grammar, Londres, Met
huen, 1974, pg. 14. Cursivas del origina.
30 ANLISIS Y METAFSICA
tonces el hilo conductor para, al menos, empezar a establecer cu
les son esos conceptos fundamentales. Resuena aqu el eco de
Aristteles, de Kant y del primer Wittgenstein.
En efecto, si queremos hacer onto-loga bueno ser empezar
por fijarnos en el logos, en la manera como hablamos. Pero hablar
lo hacemos de muchos modos y con fnalidades diferentes. Pues
bien, he aqu la primera opcin. De todos los posibles usos del
lenguaje aqul que le interesa bsicamente al metafsico es el uso
descriptivo, aqul que, por as decirlo, est animado por una vo
luntad de verdad:
Un principio que yo observo generalmente es el de confinar la
atencin a oraciones de una clase proposicional o declarativa. Es
decir, si O (por oracin) es la categora gramatical fundamental,
entonces la forma semntica general de O, para todas nuestras
construcciones, puede expresarse en castellano por As es como
las cosas son. Se apreciar que me hago eco de la observacin de
Wittgenstein sobre la forma general de la proposicin.35
Ahora bien, cmo puede una oracin cumplir esta funcin?
En la respuesta de Strawson a esta pregunta resuena ahora el eco
del Estagirita. Por su estructura apofntica las oraciones pueden
tener un valor de verdad. Para que una oracin pueda llegar a ser
verdadera debe decir algo sobre algo. Una oracin es, por lo tan
to, el resultado de lo que Strawson denomina la combinacin b
sica de dos tipos diferentes de elementos: aquel que representa
aquello de lo que algo es dicho -el sujeto-y el que representa
aquello que es dicho de aqul -el predicado-.36 La estructura
sujeto-predicado constituye entonces un rasgo fundamental de
cualquier lenguaje y, por ende, de cualquier pensamiento huma
no. He aqu la que quiz sea la tesis ms bsica de Strawson.
La lgica nos suministra as el inicio del hilo conductor que
puede dar a la metafsica descriptiva strawsoniana un carcter
sistemtico. Pero, conviene recordarlo, slo el inicio. Y es que
35. lbd., pg. 80.
36. Vase ibd., cap. l.
INTRODUCCIN 3 1
Strawson ya desde e mismo comienzo de su carrera intelectual
desconfi de la potencialidad filosfica de la lgica formal,
en esta mi primera obra (Introduccin a una teora de la lgica), no
contento con presentar... una introduccin a la lgica formal mo
dera, me he dedicado a combatir lo que vea como una ilusin, a
saber que la lgica formal, por clara y potente que sea, constituye
un instrumento sufciente para desvelar claramente todos los ras
gos estructurales ms generales del lenguaje que utilizamos. La l
gica formal es ms bien una clase de abstraccin que desvela algu
nos... rasgos estructurales seguramente fundamentales del
discurso y por consiguiente del pensamiento, pero haciendo abs
traccin de otros, u omitindolos.37
Se ven bien los lmites de la lgica formal, e grado de abs
traccin que supone, en el caso de la tesis que acabamos de esta
blecer. Desde el punto de vista formal, estas dos oraciones: Aris
tteles es un hombre y El hombre es un animal racional son
estructuralmente idnticas, y diferentes de, por ejemplo, Arist
teles est a la izquierda de Platn. Las dos primeras combinan un
nico sujeto con una propiedad. La ltima relaciona dos sujetos.
La forma lgica de las dos primera sera Pa. La de la ltima
aRb. Y sin embargo parece claro que desde el punto de vista
gnoseolgico la tercera de estas dos oraciones est ms cercana a
la primera de lo que lo est la segunda, pues ambas atribuyen pro
piedades empricas a individuos particulares, en tanto que la otra
nos habla de una clase de tales individuos.
Si a la lgica formal se le pasa por alto este rasgo diferencia
dar no es por casualidad. Es porque su perspectiva slo se alcan
za si se abstrae de lo que Strawson denomina Las reglas de
referencia.38 El lgico presupone que los smbolos que consti
tuyen la combinacin bsica oracional tienen referencia y sta
sentido. Pero j ustamente porque lo presupone no se preocupa de
37. Ma Philosophie ... , pg. 439.
38. Vase Introduccin a una teora lgica, Buenos Aires, Nova, 1969, pgs.
251-252 y, en general, el conjunto de] epgrafe primero del cap. VIII: lgica for
mal, sus aplicaciones y limitaciones.
32 ANLISIS Y METAFSICA
explicar cmo es ello posible. As la lgica nos puede ensear
que la estructura sujeto-predicado es universal; puede incluso
proporcionarnos una serie de diferencias formales entre el pri
mero y el segundo, pero lo que no puede hacer es explicarnos en
qu consiste la diferencia entre referirse a algo como sujeto, y
predicar algo de V9
Para entender esta diferencia es preciso abandonar el terreno
sumamente abstracto de la lgica formal e internarse en el de una
investigacin que, a diferencia de aqulla, no slo no abstrae las
reglas de referencia sino que hace de ellas su problema funda
mental, y en la que, por tanto, lo que prima no es la consideracin
sintctica del lenguaje -la consideracin de ste desde el punto
de vista de las relaciones que se dan entre los signos- sino la
atencin a su dimensin semntica -por la que los signos se rela
cionan con el mundo-y pragmtica -la relacin de los signos
con sus usuarios-. Una investigacin, en suma, que se inscribe de
inmediato en el terreno de lo que la nomenclatura filosfica ms
usual suele denominar epistemologa o teora de conocimiento,
pero que Strawson rotula a menudo como gramtica.
Esta denominacin, s no demasiado respaldada por la trad
cin,40 no est injustificada. Para empezar, hablar de gramtica
puede servir para recordarnos que la teora del conocimiento que
se realiza procura mantenerse en. contacto estrecho con la lgica y
la filosofa del lenguaje, antes que con la psicologa.4
1
Pero sobre
39. En el primer epgrafe del primer captulo deSubject and Predicate in Logic
and Grammar, Strawson repasa algunas de las propuestas formales para distinguir
entre sujeto y predicado. Su conclusin es que estas propuestas, cuando son co
rrectas, ms que explicar la disticin estn necesitadas ellas mismas de una expli
cacin. Vase, por ejemplo, pg. 9.
40. Aunque Strawson contraponga su concepcin gramatical del anlisis fi
losfico a la concepcin teraputica del mismo que atribuye al ltimo Wittgens
tein. Vase Anlisis y Metafsica, pg. 45 y sigs. , lo cierto es que ste utiliza la no
cin de gramtica en un sentido que, en muchos aspectos, retoma el propio
Strawson.
41. ... e inters (central de mi filosofa) es por una operacin fundamental del
lenguaje o del pensamiento y por los objetos de esta operacin: me refiero a la ope
racin de la referencia y de la predicacin, o, si lo prefieren, a las categoras grama
ticales de sujeto y de predicado. Formulada en estos trminos, parece que hablo de
INTRODUCCIN 33
todo l a denominacin est justifcada por ciertas estrechas analo
gas entre algunos rasgos de la investigacin que se propone y los
propios de la gramtica en el sentido tradicional del trmino.
Debiramos recordar, por ejemplo, el carcter bifronte, se
mntico y pragmtico, no menos que sintctico, de una y otra.
En efecto, si consideramos las categoras de la gramtica tradi
cional pronto nos percatamos de esta ambivalencia. Un verbo,
por ejemplo, por serlo tiene todos los predicamentos para de
sempear el rol sintctico de ncleo del predicado. Pero lo que
hace de l un verbo, nos dice la teora tradicional, es un rasgo se
mntico como el de designar una accin y no un objeto o una
propiedad.
Para continuar, y ste es e aspecto de la analoga que ms su
braya Strawson, aunque el hablante sigue las reglas de la gramti
ca, no tiene por qu ser consciente de las mismas ni capaz de for
mularlas explcitamente. Pues bien, lo que la gramtica filosfica
se propone desentraar es, precisamente, las reglas que relacionan
determinados conceptos que, aunque implcitos o presupuestos
en nuestro hablar y pensar, no tienen por qu resultamos inme
diatamente accesibles:
Por lo tanto -para concluir la analoga-, as como el gram
tico, y especialmente el gramtico moderno modlico, trabaja para
elaborar una explicacin sistemtica del sistema de reglas que ob
servamos sin ningn esfuerzo cuando hablamos gramaticalmente,
e filsofo lo hace para conseguir una explicacin sistemtica de la
estructura conceptual general de la que nuestra prctica diaria
muestra que tenemos un dominio tcito e inconsciente.42
una cuestin de flosofa del lenguaje. Y ciertamente lo es. Ma Philosophie . . . ,
pg. 437. Cursivas del original. En lneas generales podramos decir que, incluso
dentro de una misma corriente de pensamiento, hay dos maneras de practicar la
epistemologa. Una, que la acercara ms a la lgica o a la filosofa del lenguaje; y
otra que, por contra, lo hara a la psicologa. En el empirismo clsico, por ejemplo,
mientras Locke lig estrechamente su epistemologa a u estudio de las palabras,
Berkeley y Hume prefirieron estudiar directamente>> las ideas.
42. Anlisis y Metafsica, pg. 50.
34 ANLISIS Y METAFSICA
Recapitulemos. La lgica formal nos ensea que la combinacin
de sujeto y predicado es la estructura de todo lenguaje y, por tan
to, de todo pensamiento. Pero es preciso pasar del terreno de la
lgica formal al de la gramtica flosfica y preguntarse qu es lo
que subyace a esta distincin. Ella nos permitir mostrar el orden
sistemtico de nuestro esquema conceptual, de nuestra concep
cin general de la realidad.
VII
Llegamos por fn a la tesis ya no bsica sino fundamental de
Strawson: de entre todos los actos de referir y de predicar hay
uno que tiene un carcter prioritario y paradigmtico; aquel en el
que nos referimos a entidades particulares espado-temporales
atribuyndoles propiedades generales que nos permiten recono
cerlas. Con ella Strawson nos viene a decir que es la distincin
ontolgica entre particulares y universales, y la distincin episte
molgica entre intuicin y concepto, la que subyace a la distin
cin lgica entre sujeto y predicado. Las oraciones que expresan
nuestras creencias ms bsicas son aqullas en las que nos referi
mos a entidades particulares intuibles para predicar de ellas con
ceptos de propiedades que permiten reconocerlas en el espacio y
' d 1 . 4
3
a traves e uempo.
Strawson es bien consciente de que con esta tesis se vuelve a
situar en el seno de una antigua tradicin metafsica occidental:
Hay una asociacin tradicional en la filosofa occidental entre
la distincin lgica del sujeto y del predicado y la distincin on
tolgica de particular y universal... la nocin de sustancia desig
nara los sujetos fundamentales de la predicacin o del pensa
miento en general . . . Aristteles, la figura clave de esta tradicin,
43 . Strawson ha argumentado en diferentes lugares de su obra, y de dife
rentes maneras, sta su tesis fundamental. Vase, por ejemplo, la II parte de In
dividuos, Trminos singulares y predicacin, recogido en Ensayos lgico
lingsticos, e cap. I de Subject and Predicate . . . o e cap. IV de esta misma obra,
Anlisis y Metafsica, para no ir ms lejos.
INTRODUCCIN 35
ha identificado las sustancias primeras, una subclase de particula
res espacio-temporales relativamente persistentes que ejemplifi
can algn principio de organizacin distintivo ... yo he avanzado
una conclusin similar, sosteniendo que objetos materiales y per
sonas, relativamente persistentes, son los particulares de base des
de el punto de vista de la identificacin y de la referencia.44
El carcter bsico que las entidades particulares tienen en nuestro
esquema conceptual explica las tendencias hacia el nominalismo
que en el seno de esa misma tradicin metafsica occidental se han
registrado, pero aunque Strawson comprende el impulso nomina
lista no lo comparte, apostando de nuevo por una posicin ms
tolerante. Al fin y al cabo, aun si el criterio de compromiso onto
lgico fuera el ser objeto de referencia, negando a los trminos
predicativos toda potestad al respecto, en nuestro hablar comn a
menudo nos referimos no slo a los particulares espado-tempora
les a los que acabamos de mencionar sino, tambin, a las diferen
tes clases que los mismos componen, a propiedades e, incluso, a
entidades abstractas; y no est nada claro (o mejor dicho: Straw
son tiene muy claro que no es el caso) que una parfrasis nomina
lista de estos modismos vaya a fundonar.45
De nuevo, frente al puritanismo nominalista que no concede
existencia ms que a lo particular, apuesta Strawson por una onto
loga ms tolerante -a veces califcada por l mismo tambin como
ms liberal y catlica-en la que, sin caer en e realismo mitolgico
propio del platonismo, en el que lo ms real sera justamente lo uni
versal, se concede a ste una realidad derivada o secundaria.
De este modo, al ordenar los actos de referencia segn su sim
plicidad o complejidad, Strawson pone tambin un orden siste
mtico en el mbito de lo real. El ciclo se ha cerrado. De la lgica
a la gramtica; y de sta a la ontologa: la teora de aquello que
existe fundamentalmente.46
44. Ma Philosophie ... , pg. 445. Cursivas de original.
45. En suma es ste e caballo de la batalla ontolgica entre Quine y Strawson.
Vase al respecto Anlisis y Metafsica, pg. 86 y sigs. o, tambin, Two concep
tions . . . .
46. Ma Philosophie . . . , pg. 439.
36 ANLISIS Y METAFSICA
VIII
Strawson ha afrmado en repetidas ocasiones que su investi
gacin no persigue otro propsito sino satisfacer una curiosidad
puramente intelectual, contraponindola as a otras concepciones
de la filosofa cuya fnalidad ha califcado, tambin repetidamen
te, como edificante:
Hay una clase de filosofa que todava florece y que lo seguir
haciendo con seguridad mientras los hombres continen meditan
do sobre su naturaleza y sobre su situacin moral. Hablo de ese
gnero de refexin ms o menos sistemtica que uno halla en las
obras de Heidegger, Sartre y Nietzsche, del que no hay duda que
ha presidido en gran medida la obra de este ltimo filsofo: un g
nero de reflexin que conduce a veces a un nuevo enfoque de la
vida y la experiencia humanas.
La filosofa analtica, por otra parte -al menos segn yo la
concibo-no promete ninguna visin reveladora.47
A mi entender, esta concepcin austera de los objetivos de la
metafsica descriptiva en parte contina y en parte rompe con los
planteamientos de la tradicin en la que la reflexin strawsoniana
se sita.
Aristteles, Hume y Kant -la trada de clsicos en los que,
sin duda, Strawson ms se reconoce-todos ellos, de una ma
nera u otra, enraizaron la refexin metafsica en la naturaleza
o en la estructura de la razn humana. Se trata, por lo tanto, de
una actividad cuya justificacin estara de ms. En este aspec
to el planteamiento de Strawson coincidira con el de estos fi
lsofos.
Pero aunque la metafsica est, para todos ellos, enraizada
en la naturaleza humana, no es menos cierto que inscriben la
47. Anlii y Metafica, pg. 44. Vase tambin, por ejemplo, Ma Phlo
sophie . . . , pg. 448 o Two conceptons . . . , pg. 312. Aunque Strawson no lo
mencione nunca, es difcil no ver en este tipo de consideraciones una alusin a los
planteamientos de R. Rorty.
INTRODUCCIN 37
misma en un contexto que, por seguir a Strawson, podramos
denominar de edificacin. Aristteles la ve como la disciplina
liberal por antonomasia y como la actividad que culmina una
tica de la excelencia. Hume le exige una utilidad mundana que
l cifra en su virtualidad antisupersticiosa y la inculcacin en
quien la prctica de un carcter, por escptico, tolerante. Por
ltimo, como es de sobra conocido, pretenda Kant con su cr
tica limitar e conocimiento para hacer un sitio a la fe. De modo
que si Strawson fuera coherente con sus declaraciones expl
citas acerca del alcance de su metafsica descriptiva, en este
aspecto estara enmendando la tradicin que en otros contina.
Enmienda que no consiste sino en un empobrecimiento de los
objetivos perseguidos. Sin embargo, dudo de que la especula
cin strawsoniana carezca de todo propsito y significado edi
ficante. Intentar argumentar, ya para terminar, las razones de
mi duda.
Para empezar llama la atencin que Strawson no haya cir
cunscrito sus indagaciones al mbito de la flosofa teortica. Aun
que quiz ms tmidas de lo que sera de desear, no han faltado sus
incursiones en la flosofa prctica e, incluso, en la esttica.48 El
contraste aqu con otros metafsicos analticos -notablemente
con Quine-es significativo y, segn creo, no accidental.
En efecto, Strawson ha heredado de Kant, y tambin si cabe
con ms fuerza de Wittgenstein, un propsito anticientifista para
su refexin. En ella, como en la de Kant o en la del Wittgens
tein de cualquiera de sus etapas, encontramos razones para pre
servar lo que podramos denominar e mbito del significado,
en una acepcin amplia de este trmino que incluye no slo el
significado lingstico -o, si se prefiere, la dimensin intensio
nal del mismo- sino tambin lo que podramos llamar el sig
nificado vital. Frente al imperialismo conceptual del cienti
fsmo, Strawson nos recuerda que la perspectiva de la ciencia
natural es ella misma simplemente una perspectiva humana en-
48. Vase por ejemplo, Libertad y resentimiento, Moralidad social e ideal
individual>> o La valoracin esttica y la obra de arte>>. Ensayos todos ellos recogi
dos en Libertad y resentimiento, Barcelona, Paids, 1995.
38 ANLISIS Y METAFSICA
49 1
d
, .
tre otras, y una perspectiva que, por o emas, no se austa es-
pecialmente bien a nuestra efectiva experiencia vital:
No he querido decir que estas concepciones (las cientifistas,
propias del naturalismo reduccionista) del mundo sean errneas,
sino que el mundo tal y como es concebido desde estas perspecti
vas no es el mundo tal y como es experimentado, no es, como uno
podra decir en Pars, le monde vc.50
Es lgico que quien defenda la realidad inalienable del mun
do vivido, del que forman parte legtima las valoraciones morales
o estticas, haya dedicado parte de su atencin a las mismas.
Como tampoco es de extraar que, por contraste, los pensadores
cientifstas, tipo Quine, construyan una filosofa que podramos
denominar extramoral.
Con todo, no pienso que el anticientifismo constituya la veta
fundamental del aspecto edificante del pensamiento strawsonia
no. Ms que kantiano o wittgensteiniano, a mi entender, en este
punto Strawson acusara la infuencia del irnico Hume. Y es que,
como el lector atento habr apreciado sin duda, quizs uno de
los conceptos que en esta sucinta introduccin a la metafsica de
Strawson ms he utilizado es el de tolerancia. La metafsica des
criptiva es tolerante con la metafsica especial, con la historicista y
hasta con la revisionista. A todas ellas les reconoce Strawson su le
gitimidad y su inters. Tolerante tambin es su ontologa en la
que, aunque se concede primaca a cierto tipo de entidades parti
culares , no por ello se destierra al limbo de la ilusin las entida
des de otro tipo. Tolerante, en fn, es como acabamos de ver su
anticientifsmo, que no pretende tanto negarle el pan y la sal a la
perspectiva cientfica cuanto defender los derechos flosficos del
mundo vvido.
Probablemente lo que subyazca a este planteamiento global
sea una opcin claramente moral:
49. Skepticim and Naturalz:rm . . . , pg. 44.
50. Ibd., pg. 52.
INTRODUCCIN 39
Podemos al menos comprender la posibilidad de puntos de
vista morales diferentes de los nuestros. Podramos decir que co
rresponde a una persona educada el ser capaz de entender tales
puntos de vista en un sentido ms completo, es decir, tener una
captacin imaginativa de lo que sera, o fue, o es, sostenerlos. Lo
cual nos resulta ms fcil en la medida en que se est preparado
para dar la bienvenida a un cierto grado de pluralismo moral, a
una cierta diversidad de perspectivas morales; y podemos estar
preparados para hacerlo porque, aunque es fcil formarse una
idea exagerada de la coherencia de la perspectiva moral propia y
ajena, muchos de nosotros, como resultado de causas parcialmen
te histricas y parcialmente idiosincrsicas, tenemos diferentes
moralidades dentro de nosotros.51
La metafsica strawsoniana es un buen instrumento para la
formacin de la persona educada. Si en su origen tuvo este pro
psito, el crculo se habra cerrado definitivamente. La apuesta
por la tolerancia habra llevado a la edificacin de una metafsica
que la ejemplifica y la justifica. Un crculo moral y filosfco cuya
honestidad, como la de los crculos que genera el anlisis concep
tual que Strawson propone, depender, segn el propio criterio
del pensador britnico, de la amplitud que pueda alcanzar.
51. lbd., pgs. 46-47.
VICENTE SANFLIX VIDARTE
Universidad de Valencia
PREFACIO A L EDICIN INGLESA
Este libro est pensado como una introduccin a la flosofa.
Es doblemente introductorio. Primero, porque no presupone que
los lectores tengan familiaridad alguna con el tema. Se ha de po
der comprenderlo sin conocer nada de l. En segundo lugar, por
que no comienza discutiendo problemas particulares, sino dando
una explicacin de la naturaleza general de la flosofa tal como yo
y otros muchos flsofos de nuestra poca la concebimos y trata
mos de ponerla en prctica. (Naturalmente que hay otras concep
ciones legtimas. )
De forma gradual esta explicacin general se va convirtiendo
en un intento de mostrar, esquemticamente, cmo pueden y de
ben resolverse algunas de las cuestiones ms importantes que sur
gen en los campos relacionados de la metafsica, la epistemologa
y la filosofa del lenguaje. Ms adelante, en los captulos fnales, he
escogido tratar dos cuestiones filosficas particulares, que desa
rrollo con mayor detalle. As pues, la progresin va de lo global a
lo local, de lo general a lo especfico, del esbozo al detalle.
El libro, por lo tanto, puede justamente considerarse intro
ductorio. Pero, aun sindolo, no se trata de una obra elemental.
No existe la filosofa elemental. En el estanque de la flosofa no
hay un lado en el que no cubra.
He de decir algo ahora sobre la gnesis de la obra. Desde 1968
hasta mi jubilacin en 1987 y durante casi cada ao, impart en
Oxford una serie de diecisis conferencias introductorias a la flo
sofa con el ttulo que tiene este libro. Sus primeros siete captulos
42 ANLISIS Y METAFSICA
conservan, virtualmente sin ningn cambio, el contenido de las
prmeras diez u once conferencias de 1968, en las cuales introdu
je pocos cambios en los aos siguientes. El tema del captulo 8 es
una adicin posterior, hecha en un momento en el que las teoras
del significado inspiradas en la teora de la verdad de Tarski esta
ban adquiriendo popularidad. Con los aos, y conforme lo hacan
mis preocupaciones, fueron cambiando las cuestiones filosficas
concretas que haban de tratarse ms detenidamente en las confe
rencias finales, hasta llegar un momento en que se incluyeron los
temas de los dos ltimos captulos de libro.
Por ltimo, una palabra sobre el uso que se ha hecho de todo
este material hasta el presente. Los dos ltimos captulos se publi
caron, respectivamente, en Essays on Davidson: Actions and Events,
editados por Vermazen y Hintikka (Oxford, 1985) y Spinoza: His
Thought and Work (Jerusaln, 1983) . Agradezco a los coordina
dores y editores de estos volmenes su permiso para reproducir
los aqu. Salvo unas pocas excepciones, especialmente el captulo
8, toda la obra la traduje al francs y la impart como conferencias
en el College de France en la primavera de 1985. (Estas conferen
cias, con el ttulo de Analyse et mtaphysique, se publicaron poste
riormente en ese mismo ao en Pars, en J. Vrin. ) Como Confe
rencias Immanuel 1ant present sustancialmente el mismo
material en Munich, en el verano de 1985; en la Universidad Ca
tlica de Washington, en 1987; y como contribucin a la Escuela
de Verano Chino-Britnica de Filosofa celebrada en Pekn, en el
verano de 1988. As pues, las conferencias han sido ampliamente
aireadas, si bien no publicadas en ingls hasta ahora.
Dedico el libro a mi esposa, cuya compaa y apoyo, no slo
en todas estas ocasiones, sino a lo largo de toda mi vida de traba
jo, han sido para m de una ayuda y valor sin medida.
P.F. S.
Oxford
Mayo de 1991
CAPTULO 1
LA FILOSOFA ANALTICA:
DOS ANALOGAS
Como se dijo en el Prefacio, mi primera tarea -la de tratar de
explicar la concepcin general de la flosofa con la que me hallo
comprometido- nos llevar a un esquema de los principales
apartados de la materia, de algunas de las principales cuestiones
que se plantean en ella y de sus relaciones recprocas; y a esto le
seguir, como conclusin, un tratamiento ms detallado de dos
cuestiones concretas que servir de ejemplo de esa concepcin.
Naturalmente, ese gran nombre que es Filosofa no ha sig
nificado siempre, en todas las pocas, una misma cosa. Ni tampo
co tiene ahora el mismo significado para todo el mundo. Hay mu
chas formas de ilustrar la idea. Puede que para sorpresa de
algunos, partiendo incluso de la poesa inglesa. No es que la pala
bra aparezca ah muy frecuentemente, pero s a veces. As, un per
sonaje de Comus, la mascarada de Milton, dice: Cun hechicera
es la divina flosofa. John Keats, por otra parte, parece decir
exactamente lo contrario en su poema Lamia: No echan a volar
todos los hechizos con el simple toque de la fra flosofa?.
El conflicto es slo aparente. El contexto deja suficientemen
te claro que con la misma palabra se dicen cosas distintas. Keats
hablaba de lo que hasta hace relativamente poco se llamaba filo
sofa natural, y que ahora llamamos ciencia natural o simple
mente ciencia. Su afirmacin, o parte de ella, era que la ciencia
era enemiga de la fantasa, del mito y del ejercicio de la imagina
cin potica. (La flosofa recortar las alas de un ngel, etc.)
Keats pensaba quizs en algo ms flosfico (en otro sentido)
44 ANLISIS Y METAFSICA
cuando aada que la flosofa, es decir, la ciencia, destejer un
arco iris. Volveremos sobre ello.
Milton tena en mente algo bastante diferente de la ciencia
natural. La apreciacin de su personaje viene a continuacin de,
y refiere una larga y esplndida declamacin en favor de la casti
dad -una declamacin que todava puede parecer encantadora,
aunque hoy pueda ser un poco pintoresca-. Y su intencin, su
pongo, es que esa elocuente y razonada refexin sobre la natu
raleza moral del hombre puede aliviar, reforzar y elevar el espri
tu. Ahora bien, el uso de la palabra filosofa para referirse a
algo prximo a este gnero de meditacin no est tan pasado de
moda como lo est el utilizarla para hablar de eso que llamamos
ciencia. Al contrario. Hay una clase de filosofa que todava
florece y que lo seguir haciendo con seguridad mientras los
hombres continen meditando sobre su naturaleza y sobre su si
tuacin moral. Hablo de ese gnero de reflexin ms o menos
sistemtica que uno halla en las obras de Heidegger, Sartre y
Nietzsche, del que no hay duda de que ha presidido en gran me
dida la obra de este ltimo flsofo: un gnero de reflexin que
conduce a veces a un nuevo enfoque de la vida y la experiencia
humanas.
La flosofa analtica, por otra parte -al menos segn yo la
concibo-no promete ninguna visin reveladora. Su objetivo es
bastante diferente.
Qu persigue, entonces? De qu se ocupa? Bien, seguramen
te de ideas o conceptos. As, el ttulo de flosofa analtica, que
ella misma se ha autootorgado, sugiere que la descripcin apropia
da de su actividad favorita es el anlisis conceptual. Y puede que,
como nombre suyo, esta-expresin le sea sufcientemente adecuada.
Como descripcin sera menos satisfactoria. Creo que un anlisis se
puede entender como un tipo de particin o descomposicin de
algo. De ah que tengamos la imagen de un tipo de trabajo intelec
tual que consiste en desmenuzar ideas o conceptos: en descubrir
cules son los elementos en los que se descompone un concepto o
una idea. Es una imagen correcta o equivocada, o es parcialmente
una cosa y parcialmente otra? Esta pregunta requiere una respues
ta matizada, que dejo para ms adelante.
LA FILOSOFA ANALTICA: DOS ANALOGAS 45
De tanto en tanto se proponen otras imgenes, algunas de
ellas inequvocas analogas o metforas. El profesor Ryle, por
ejemplo, sola hablar de geografa conceptual o de la elaboracin
de mapas o cartas conceptuales. Esta imagen tiene su mrito. Un
mapa o una carta nos da una representacin de un rea, una
representacin que en alguna medida es abstracta y que usual
mente no conseguimos hacernos en nuestros habituales episo
dios perceptivos. Los mapas cambian de escala, muestran ms o
menos detalles, reflejan diferentes intereses particulares. Pueden
ayudarnos a orientarnos. Con una carta de navegacin exacta es
menos probable que corramos el riesgo de naufragar; aunque se
guramente un naufragio intelectual o conceptual es algo que pue
de pasaros.
Sin embargo, por ser metafrica, la imagen contina siendo
incmoda. Tras dejar a un lado los elementos metafricos, nos
quedamos nicamente con la idea de una representacin abstrac
ta de ciertas relaciones entre conceptos, elaboradas con un cierto
propsito. Pero, qu conceptos?, qu relaciones?, qu prop
sitos? Por lo visto, nada de todo esto se especifica.
Otra imagen, muy diferente, que ha sido familiar durante un
tiempo, aunque todava pueda causar sorpresa, es la del flsofo
analtico como un cierto tipo de terapeuta, como alguien que asu
me la labor de curar ciertas clases caractersticas de desorden in
telectual. Este flsofo no ofrece doctrinas ni teoras; en lugar de
ello aporta una tcnica. Segn esta concepcin, cuando queremos
pensar como flsofos, podemos caer en ciertos embrollos o con
fusiones obsesivos: nosotros mismos nos vemos arrastrados por
nuestra razn hasta conclusiones que ni podemos aceptar ni tam
poco eludir; nos hacemos preguntas que parecen no tener res
puestas o que tienen nicamente respuestas absurdas; somos in
capaces de ver cmo puede ser verdad aquello que sabemos muy
bien que es verdad, y as sucesivamente. La funcin del flsofo
analtico es, entonces, la de poner orden en nuestras cqsas o la de
ayudarnos a hacerlo; la de liberaros de las confusiones obsesi
vas, de los falsos modelos que dominan nuestro pensamiento, y
capacitarnos para ver con claridad lo que tenemos delante de no
sotros mismos. As, dice Wittgenstein: El fsofo trata una pre-
46 ANLISIS Y METAFSICA
gunta como una enfermedad.
1
Hemos de acercarnos a l como
un neurtico se aproxima a un analista.
Esta concepcin, esta imagen del flsofo como un terapeuta,
puede parecer ahora muy poco creble, quizs hasta chocante; por
lo menos exagerada y unilateral. De hecho, a m me resulta exage
rada y unilateral. Pero tambin es cierto que merece que se la
tenga en cuenta, porque posee tambin su valor. Suscita pregun
tas a las que sus partidarios han dado respuestas. Las preguntas
son: cmo surgen estos desrdenes caractersticos? , qu formas
adoptan? y cmo se los corrige o se cura uno de ellos? En gene
ral: cmo se cae en e tpico impasse flosfico? Y cmo se sale
de l?
La respuesta que se les da es la siguiente: que esos desrdenes
nunca surgen cuando nuestros conceptos, nuestras ideas, estn
desempeando realmente su labor, sino tan slo cuando holgaza
nean. Naturalmente, podemos vernos apresados en otros enredos,
toparos con otros tipos de problemas, cuando usamos las pala
bras que expresan nuestras ideas para hacer el trabajo que les es
propio; pero en esos casos no estamos nunca ante embrollos flo
sficos ni tampoco ante problemas flosficos. Caemos en stos,
nos topamos con tales problemas, slo cuando permitimos que los
conceptos o las palabras se desvinculen de su uso real, de los as un
tos tericos o prcticos que les dan su significacin; cuando per
mitimos que foten o que discurran ociosas por nuestra mente.
Cuando sucede esto, todo gnero de paralelismos gramaticales su
perficiales, de imgenes o metforas profundamente enterradas, o
de modelos inapropiados, pueden hacerse con el mando de nues
tro pensamiento y arrastrarnos a paradojas, absurdos, mitos o
confusiones extremas. Estas infuencias distorsionadoras, aunque
siempre estn latentes, se anulan en la medida en que realmente
empleamos nuestras palabras o conceptos sin saliros de las di
versas esferas tericas o prcticas que son sus verdaderos campos
l. Wittgenstein, Investigacionesfilos/icas, 255. Trad. cast.: Alfonso Garca
Surez y Ulises Moulines, publicada por el Instituto de Investigaciones Filosf
cas de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico y por Editorial Crtica, Bar
celona, 1988 (N. del t. ) .
LA FILOSOFfA ANALTICA: DOS ANALOGfAS 47
de operaciones. Pero cuando las palabras, los conceptos, no estn
activos, sino desocupados en la mente y la lengua, estamos a mer
ced de esas mismas fuerzas distorsionadoras.
entido no
hay nada de raro en ello. Es decir, ha resultado muy normal, muy
convencional, en la tradicin filosfca pasar por los problemas
epistemolgicos y ontolgicos haciendo abstraccin del notable
134 ANLISIS Y METAFfSICA
hecho de que el usuario de conceptos desempea el papel de ser
social. Sin embargo, esa forma de proceder es extraa. Porque no
se trata de que cada uno de nosotros construya su imagen cogniti
va del mundo, adquiera sus conceptos, desarrolle sus tcnicas y
hbitos de accin de forma aislada y, slo despus, como si dij
semos, en un cierto momento entre en relacin con otros seres
humanos y se enfrente a un nuevo conjunto de preguntas y pro
blemas. Por el contrario. Todo este desarrollo cognitivo, de los
conceptos y comportamientos, acontece en un contexto social; en
particular, la adquisicin del lenguaje, sin el cual el pensamiento
111aduro es inconcebible, depende del contacto y la comunicacin
interpersonales. He usado 'con frecuencia expresiones como la
estructura general de nuestro pensamiento y otras como ella a
hablar de los rasgos bsicos o fundamentales de ese sistema y de
esa estructura. Podra tambin parecer extrao emplear el plural
de la primera persona, nuestro, sin aadir -considerndolo
tambin un rasgo igualmente bsico de nuestro esquema- que
cada cual debe verse a s mismo guardando alguna relacin social
con otros cuyos propsitos interaccionan con los suyos. Si nuestro
sujeto es un hombre que forma parte de su mundo, parece nece
sario admitir que este mundo es esencialmente un mundo social.
Llegados a este punto, nos encontramos en el umbral de los
problemas flosficos en los que los conceptos de accin y otros
relacionados gozan de un protagonismo particular: me refiero a
los problemas de la tica y la filosofa poltica. Pero de estas cues
tiones, salvo las relativas a libre albedro y la responsabilidad, no
dir nada.
CAPTULO 7
LA VERDAD Y EL CONOCIMIENTO
Considero ahora la nocin de verdad y sus relaciones con la
teora del conocimiento y la teora del significado lingstico.
Histricamente, la primera de estas relaciones -la relacin
del concepto de verdad con los de conocimiento y creencia-ha
sido la ms sobresaliente. Ha parecido a veces que lo que tena
mos entre manos aqu era esencialmente un campo de debate en
tre dos teoras rivales de la verdad: la teora de la verdad como
correspondencia, segn la cual una creencia es verdadera si, y
slo si, se corresponde con un hecho, un estado de cosas objeti
vamente existente; y la teora de la verdad como coherencia,
para la cual una creencia es verdadera si, y slo si, es miembro de
un sistema de creencias que se acepte y que sea coherente, con
sistente y comprensivo. La imagen de un conflicto irreconcilia
ble entre estos puntos de vista -en el que el concepto de verdad
aparece como un campo de batalla del que ha de salir victoriosa
una de estas teoras y derrotada la otra-muy bien puede pare
cernos implausible. Podemos confiar en que se trata, ms bien,
de la cuestin de dnde poner el nfasis: de en qu partes o as
pectos diferentes de ese sistema de ideas conectadas entre s que
constituye nuestro sistema conceptual debe situarse. L9 que ne
cesitamos, entonces, es hacer acopio de ideas no controvertidas
y luego relacionarlas entre s; en palabras de Wittgenstein, se tra
ta de compilar recuerdos. He aqu algunos tpicos que hacen
al caso:
136 ANLISIS Y METAFSICA
l. Las creencias de cada usuario de conceptos se basan en
parte en la experiencia personal de la realidad de la que tratan sus
creencias; percepcin y memoria contribuyen conjuntamente a la
elaboracin de su imagen del mundo. (Algunas creencias lo son
de primera mano.)
2. Una gran parte de las creencias que tiene acerca de la rea
lidad objetiva el usuario de conceptos -de hecho, cuanto ms de
sarrollado sea su esquema de cosas mayor ser esa parte-no se
basa en la experiencia personal de esa realidad objetiva de la que
tratan sus creencias. Algunas de estas creencias que no tienen un
fundamento personal proceden de los informes de otros, informes
que s lo tienen. La parte mayor de esas creencias, que nos llega a
travs de los medios de instruccin y comunicacin, ni siquiera se
basa en experiencias de segunda mano. (La mayora de las creen
cias no tienen un fundamento personal. )
3. Entre las creencias de los usuarios de conceptos necesa
riamente hay las que son generales. Pues, a) los conceptos de co
sas objetivas que conservan su identidad en el cambio, y que sur
ten y llenan el marco espacio-temporal del mundo objetivo, son
conceptos de cosas que exhiben en su comportamiento alguna re
gularidad; y b) el mundo podra no ser el escenario de acciones
guiadas por un propsito, si careciramos de creencias generales
que generan expectativas condicionales. (Algunas creencias han
de ser generales. )
4. Las creencias, o las candidatas a creencias, han de poder
ser incompatibles con otras creencias. Esto no se debe tan slo a
que toda proposicin tenga una contradictoria. Hay algo ms b
sico, a saber: que los conceptos generales son esencialmente dis
criminatorios. Usualmente se presentan en gamas -por ejemplo,
la gama del color, la gama de la temperatura, la de las especies ani
males-y, por ello, reflejan las distinciones que hacemos dentro
de la gama; por ejemplo, la aplicacin de un concepto as en un
caso dado es esencialmente incompatible con la aplicacin de al
gn otro miembro de la misma gama. Por lo tanto, ciertas creen
das, o candidatas a creencias, que traten de la misma cosa podrn
entrar en conficto recproco: una creencia tal, ya formada, pue
de entrar en conficto con una creencia que venga sugerida por
LA VERDAD Y EL CONOCIMIENTO 137
una experiencia o por una comunicacin posterior. Por lo mismo,
dos creencias concretas que no choquen entre s pueden hacerlo
cuando se las considere desde el punto de vista de una creencia
general. Entonces, para devolver a sistema de creencias su cohe
rencia, o renunciamos a una de las primeras o renunciamos a la
creencia general. (Las creencias pueden ser incompatibles. )
5. Cuando chocan entre s creencias que aspiran a ser in
cluidas en el sistema de creencias de un usuario y ste es cons
ciente de ello, puede dejar en suspenso su juicio sobre el proble
ma o resolver el conflicto a favor de alguna de las candidatas del
caso. El objetivo de la coherencia, o de la armona, en el interior
del propio sistema de creencias no obedece simplemente a un
prurito acadmico; pues, como hemos visto, las creencias que ten
ga uno sobre el mundo se hallan inextricablemente ligadas a nues
tro compromiso prctico con l. Por ello, disponer de un sistema
de creencias aproximadamente coherente es una condicin nece
saria para evitar una tensin inevitable y para que nuestras accio
nes sean efectivas. (La necesidad de que nuestras creencias sean
coherentes. )
6. La cuestin de si aadir o no una nueva candidata a un
cuerpo de creencias -posiblemente al precio de expulsar un miem
bro suyo- se plantea normalmente contra el trasfondo formado
por ese cuerpo, el cual, como un todo, no se pone en cuestin.
Toda esto no parece tema de controversia. Qu hay en todo
esto con lo que no se est de acuerdo? Ahora bien, como seal, a
muchos les ha parecido que las dos teoras de la verdad que he
mencionado eran incompatibles. En lugar de seguir esa ruta, qui
z podamos ver cmo los eslganes que respectivamente las resu
men atrapan algn aspecto de la estructura real de nuestro pensa
miento.
Vayamos, primero con la correspondencia.
sta responde a un
rasgo fundamental de la estructura de nuestro esquema, rago que
me he esforzado por subrayar en lo que antecede. Se trata de que la
realidad contiene de hecho el tener experiencias y el tener creencias;
pero que, en general, eso que hay en el mundo de lo que una expe
riencia es una experiencia, o eso de lo que se forma un juicio o una
138 ANLISIS Y METAFfSICA
creencia, es una realidad que en su existencia es independiente de
que se d una experiencia suya o de que se forme uno un juicio
sobre ela. As que, en general, entendemos que la verdad de una
creencia -sea una creencia basada en una experiencia o en algo
transmitido por va comunicativa- consiste en que esa realidad
existente independientemente, con la cual se relaciona la creencia,
es como cree que es quien la tiene por el hecho de tenerla. Esto es
lo que se quiere decir, y todo lo que hay (o habra) que decir, al
hablar de la verdad como relacin de correspondencia.
En segundo lugar, la coherencia. Aqu, el nfasis se pone en
buena medida, aunque no nicamente, en la dependencia mutua
y en la conexin lgica recproca de los elementos que forman
nuestro sistema de creencias. La hostilidad no va realmente con
tra la escueta nocin de correspondencia, segn acabo de descri
birla. Lo importante es, ms bn, que la sola insistencia en esta
nocin -en esta idea manida-puede confundiros en ms de
una forma, si queremos consegir una imagen realista de nuestro
pensamiento, de nuestra propia imagen del mundo. Primero, pue
de hacer que nos equivoquemos si nos incita a pensar que algunas
creencias son capaces, como si dijsemos, de poder emparejarse
por separado, individualmente, con su propio trozo de realidad;
y a concebir despus toda la estructura como algo meramente
compuesto, con la ayuda de la maquinaria lgica de la composi
cin y la generalizacin, de tomos de creencias podramos lla
maros cada uno de los cuales tendra por s solo este carcter con
trastable simple.
Es ms fundamental todava que la obviedad de la correspon
dencia puede inducir a error si nos lleva a abrazar una imagen con
fusa y, en ltima instancia, autocontradictoria del acceso a los he
chos, a la realidad, como algo que se hace al margen de conceptos.
En contra de semejante imagen, la teora de la coherencia insiste en
que no se puede tener ningn contacto cognitivo, y por ello ningn
conocimiento de, la realidad que no lleve consigo la formacin de
creencias, la realizacin de juicios y el uso de conceptos.
As pues, podemos ver que los tericos de la correspondencia
insisten en un rasgo fundamental de cualquier sistema o estructura
de creencias, a saber: que son sistemas o estructuras de creencias
LA VERDAD Y EL CONOCIMIENTO 139
sobre una realidad concebida como algo existente con independen
cia de esas creencias particulares que tratan de ella. Y podemos ver
que los tericos de la coherencia insisten en la interdependencia de
las partes de la estructura y en la idea de que no se puede corregir
una creencia sin formar otra: insisten, de hecho, en que nuestras es
tructuras de creencia son estructuras de creencia.
Ambas insistencias son virtuosas. Que el xito est de su
parte!
V alga esto como esquema preliminar de nuestra materia.
Ahora quiero abordarla de nuevo, recorriendo parte del mismo
terreno, pero aadiendo algunos refnamientos y matices que he
ignorado o que he disfrazado en esas observaciones preliminares.
Mi punto de partida es una verdad obvia acerca de la verdad;
ms exactamente, un cierto esquema o frmula simple que todo el
que discute sobre la verdad -sin importar cul sea su posicin
terica-est dispuesto a aceptar como vlido o correcto. Si se
elige la letra <<P para representar cualquier proposicin, la fr
mula puede ser escrita s:
el enunciado/la creencia/la conjetura (es decir, la proposi
cin) de que p es verdadera si, y slo si, p
o, de forma ms sencilla todava,
es verdad que p s, y slo si, p.
La frmula parece aplicarse a todas las proposiciones posibles,
puesto que cualquier proposicin encaja gramaticalmente en ella.
Si alguien dice que Juan es calvo, lo que dice es verdadero si, y slo
si, Juan es calvo. Si alguien cree que 7 + 5 = 12, lo que cree es ver
dadero si, y slo si, 7 + 5 = 12.
Naturalmente, aunque inatacable, este esquema o frmula ape
nas si es instructivo. Su contenido terico es mnimo. Cuando los
flsofos plantean preguntas sobre la naturaleza de 1; verdad,
quieren algo ms sustancial. El limitarse a escribir el esquema y
aadir: Todos los casos particulares de este esquema son. vli
dos apenas si contara como una teora de la verdad. No sor-
140 ANLISIS Y METAFSICA
prende, por tanto, que lo que los flsofos nos ofrecen bajo la r
brica de teora de la verdad resulte ser a menudo bien una in
vestigacin de la teora del conocimiento bien un ensayo propio
de la teora del significado, o ambas cosas a la vez.
Digo que esto no es sorprendente porque resulta claro que la
nocin de verdad desempea un papel central en estas dos em
presas. Por un lado, slo puede conocerse lo que es verdadero; las
condiciones bajo las cuales una creencia puede ser considerada
conocimiento incluyen, aunque no quedan agotadas por, la con
dicin de que la creencia sea verdadera. Y, por otro lado, la idea
de condicin bajo la que una oracin expresa una verdad (la no
cin de condiciones de verdad de una oracin) parece, a prime
ra vista, ocupar un lugar central en la idea de significado de la
oracin. As, la nocin de verdad sirve de vnculo entre la teo
ra del conocimiento y la teora del significado. No es el nico
vnculo entre ambas. Otro vnculo lo aporta la nocin de com
prensin de una oracin. Lo hace del siguiente modo. Una teora
del significado de un lenguaje dado, si ha de tener inters y valor
explicativos mximos, no slo debera mostrar como los signifi
cados de las oraciones quedan sistemticamente determinados
por los significados de sus elementos constituyentes y por los
modos en que esos elementos se combinan (mediante las cons
trucciones que ejemplifican); tambin debera dar una explica
cin de cmo comprendemos los significados as determinados.
Una teora del significado tendra que asociarse a, o incluir, una
teora de la comprensin. Pero habra algo radicalmente errneo
en que usted (o cualquier otra persona) afirmara que compren
da una oracin de un cierto tipo y admitiera al mismo tiempo
que careca de la menor idea acerca de qu justificara para us
ted que se afirmase o negase una oracin de ese tipo. Debe te
nerse en cuenta aqu que una teora de las condiciones que justi
fican la afirmacin o la negacin de proposiciones es lo que
tradicionalmente se ha entendido como una teora del conoci
miento. Por lo tanto, existe otro vnculo entre la teora del signi
ficado y la teora del conocimiento. Y si concebimos la com
prensin como la captacin de las condiciones de verdad, vemos
que los dos vnculos estn conectados entre s.
LA VERDAD Y EL CONOCIMIENTO 141
No hay mucho a l o que objetar en esos sencillos pensamien
tos. Pese a ello, cuando van en conjuncin con nuestra simple fr
mula, adquieren la capacidad de confundirnos de muy diversas
formas, formas que paso ahora a explicar.
Consideremos de nuevo ese esquema o frmula de aspecto
tan sencillo. Podra no resultar tan vaco como suger. Alguien
dice o cree, por ejemplo, que Juan es calvo. Lo que dice o cree es
verdadero si, y slo si, Juan es calvo. No dice al menos esta fr
mula que, como una vez dijo J. L. Austn, la verdad es cosa de
dos? Pues la frmula incorpora una doble referencia: una re
ferencia a un creer o un decir, por una parte; y una referencia a
eso que hay en el mundo sobre lo que trata el enunciado o la creen
cia, por otra. Y ello invita a entender la verdad como algo que
consiste en una cierta correspondencia o ajuste entre estas dos
cosas. Ms an, en el caso de un enunciado tan simple como
] uan es calvo, puede drsele un sentido bastante preciso a esta
nocin de correspondencia o ajuste, el sentido de una relacin
entre palabra y mundo. Un enunciado as se ajusta al mundo -o
al trozo apropiado del mundo-si el individuo o elemento espe
cfico al que se refiere el trmino del sujeto tiene la caracterstica
general que le asigna el trmino del predicado. Dicho con otras
palabras, un enunciado que empareja un nombre particular con
un predicado general es verdadero si, y slo si, el elemento nom
brado satisface el predicado. Naturalmente, no todos los enun
ciados tienen esta simple forma. Pero cualquier teora que se
proponga mostrar sistemticamente cmo las condiciones de
verdad de oraciones con una construccin ms elaborada vienen
determinadas por sus elementos constituyentes y por su modo de
combinacin habr de erigirse, parece, sobre la base precisamen
te de formas simples como sta. As, resulta razonable creer que
las oraciones simples de este tipo se encuentran en el fundamen
to de cualquier teora semntica, es decir, de cualquier teora del
significado, de un lenguaje dado.
Y no se encuentran tambin en los fundamentos de una teo
ra del conocimiento? La habilidad de reconocer a un individuo
particular, encontrado perceptivamente, como algo que posee una
caracterstica general parece, a primera vista, fundamental, no slo
142 ANLISIS Y METAFSICA
para la comprensin lingstica, sino tambin para el conocimien
to en general. (Expuse esta idea mucho ms arriba, al hablar de la
forma fundamental del juicio.) Y es precisamente la forma simple
de la oracin que estamos considerando la que mejor se adapta al
registro de semejantes reconocimientos (aunque la forma simple
resulta apropiada sin duda para otras cosas). Se sigue de ello, qui
z, que podemos representar la teora del conocimiento y la teora
del significado como dos aspectos de una nica teora, que tienen
una base o punto de partida comn y que, entre ambos, propor
cionan todo lo que razonablemente podra pasar por una teora
sustancial de la verdad.
El porvenir, as pues, parece presentarse despejado. Y, sin
embargo, hace falta precaucin, puesto que este porvenir puede
desembocar en el error por ms de un camino. A uno le concier
ne el concepto mismo de verdad. Otro el de conocimiento. Con
sideremos, primero, la verdad. Con la ayuda de un ejemplo sen
cillo me imagin que alguien encontraba que la frmula o
esquema por el que comenzamos incorporaba una doble re
ferencia: un decir y un creer, de un lado, y eso que hay en el mun
do y de lo que trata el enunciado o la creencia, de otro; alguien
que vea la verdad como una clase de correspondencia palabra
mundo que apropiadamente habra de entenderse en trminos
semnticos. Mi primera observacin es que un compromiso poco
precavido con esta interpretacin puede encerrar el riesgo de o
bien adoptar una concepcin de la verdad demasiado restringida
o bien caer en algo que se ha entendido plausiblemente como
una ilusin o un mito. Decimos, de hecho, que Juan es calvo; que
7 + 5 = 12; que Juan debera cuidar de su hermano enfermo, y as
sucesivamente. Todas estas cosas podemos considerarlas verda
deras, y nuestra escueta frmula, entendida escuetamente, las
abarca a todas. Pero si engrosamos nuestra concepcin de la ver
dad hasta hablar de correspondencia entre palabra y mundo,
las cosas se complican. Sin duda, que <<Juan es calvo no supone
difcultad alguna. Tenemos a Juan, un objeto del mundo, referi
do por su nombre, y visiblemente en un estado que satisface o
que deja de satisfacer la condicin semntica de la verdad de
nuestro enunciado. Pero, qu relaciones y qu disposiciones
LA VERDAD Y EL CONOCIMIENTO 143
por parte de las cosas del mundo hacen verdadero que 7 + 5 =
12? Y qu decir de una verdad de la lgica: de la proposicin de
que si Juan es calvo, entonces Juan es calvo, que seguramente es
verdadera al margen del estado de su cabeza? Otro caso: Juan y
su hermano enfermo estn ciertamente en el mundo, la actividad
del primero de cuidar del segundo puede que lo est o puede
que no; pero, dnde encontraremos en el mundo la relacin sig
nificada por la palabra debera?
Existen al menos dos respuestas bien conocidas a estas difi
cultades y las dos muestran cun poderosa es la concepcin, men
cionada ms arriba, de la verdad como correspondencia. Una con
siste en declarar que, dado que parecen adecuarse al modelo, los
juicios morales, las ecuaciones matemticas y las tautologas de la
lgica no son en absoluto, hablando propiamente, enunciados o
proposiciones; y, por consiguiente, que no son, hablando con pro
piedad, verdaderos o falsos. Se las debe asociar ms bien, a reglas
o a imperativos. Se relacionan con el mundo natural ordinario,
pero no lo hacen como enunciados que versen acerca de l, sino
como nstrucciones para actuar dentro suyo o para calcular o ra
zonar sobre l.
La otra reaccin, opuesta a la primera, es abrazar lo que en ma
temtica y (quizs) en lgica se conoce como platonismo y aceptar
la existen<ia de cualidades y relaciones no naturales en la esfera
de la moral. El filsofo que sigue este curso no pone lmites al con
cepto de verdad, a diferencia de lo que hace su oponente. En lugar
de ello fuerza o extiende el concepto de realidad o el de mundo.
Imagina o inventa o, como l dira, admite un mbito de objetos
matemticos perfectos, inmutables, cuya naturaleza y relaciones el
matemtico estudia. O como dira Moore a propsito del mbito de
la moralidad, imagina un estrato de cualidades o relaciones no na
turales que siguen a las cualidades o relaciones que se encuentran
en la naturaleza, pero que precisan para su deteccin de una facul
tad especial de intuicin moral.
Ambas reacciones son mayoritariamente consideradas insa
tisfactorias. La primera parece que ignora o pasa por alto de una
forma excesivamente arrogante el alcance que en realidad da
mos al concepto de verdad. Es verdadero que p si, y slo si, p
144 ANLISIS Y METAFSICA
-la inevitable frmula por la que comenzamos-no resulta me
nos hospitalaria, para con el juicio moral y las proposiciones ma
temticas, de lo que resulta para con los registros de la observa
cin y la historia comunes o con las proposiciones de la ciencia
natural. Y este hecho exige cuando menos una explicacin. La
segunda reaccin ofrece de hecho esa explicacin. Pero a los
ojos de muchos esa explicacin ha parecido esprea o vaca; y
una explicacin esprea es peor que no tener ninguna explica
cin en absoluto.
Si ambas reacciones son insatisfactorias y si comparten una
presuposicin comn, es esa presuposicin comn lo que debe
cuestionarse. Es el modelo simple de la correspondencia palabra
mundo lo que incita a una parte a confinar la extensin del con
cepto de verdad dentro de los lmites del mundo natural (tal y
como esa parte lo concibe) y lo que incita a la otra a extender el
concepto de mundo o realidad hasta abarcar todo lo que se admi
te como verdad. Naturalmente, no estoy diciendo que debamos
renunciar completamente al sencillo modelo de la corresponden
cia palabra-mundo. A contrario. Mucho ms arriba indiqu cun
central es el lugar que ocupa en nuestro sistema de ideas la distin
cin entre nuestros juicios, por una parte, y la realidad objetiva
que los hace verdaderos o falsos, por otra. As pues, hay multitud
de casos -quiz la mayora-a los que se aplica este modelo sim
ple sin ninguna reserva. En vez de abandonar el modelo, debera
mos considerar ms bien que las clases de casos a los que se apli
ca sin reserva son los casos primarios o bsicos de la verdad; y
despus, tomndolos como punto de partida, deberamos tratar
de explicar cmo es posible y cundo es legtimo extender la no
cin de verdad ms all de estos lmites sin alimentar el mito o la
confusin. Es as que se puede tener xito al comprender y acep
tar sin dificultad la aplicacin de la nocin de verdad a proposi
ciones que no son simplemente registros de hechos naturales, sino
que juegan en nuestras vidas un papel diferente y posiblemente
ms complicado.
Habl, sin embargo, de otra manera en que nuestros primeros
pensamientos podran hacer que nos confundiramos. Esta vez la
cuestin afecta a la teora del conocimiento. Habl antes de la ca-
LA VERDAD Y EL CONOCIMIENTO 145
pacidad de reconocer que una situacin o un individuo particular,
encontrado perceptivamente, es de una determinada clase general
o que posee un cierto carcter general; y observ que esta capaci
dad pareca fundamental tanto para la comprensin lingstica
como para el conocimiento en general. Fundamental en la com
prensin lingstica, pues cmo, si no, se estableceran las co
nexiones semnticas bsicas, los vnculos entre palabra y mundo?
Y fundamental en el conocimiento, pues sobre qu otras bases
podra desarrollarse ste? Sobre qu otro fundamento podra
erigirse la estructura de creencias que cuenta para cada uno como
su conocimiento del mundo?
Muy bien! Todo ello est bien razonado. Y, pese a todo, hay
un peligro, una insidiosa tentacin, escondida en la metfora de
los fundamentos, una tentacin a la que ha sucumbido ms de un
filsofo. Considrese aquellas proposiciones que, para cualquier
sujeto de experiencia y en todo momento, registraran precisa
mente los resultados de ejercer su capacidad fundamental de re
conocimiento perceptivo; es decir, registros de la observacin en
curso. Ntese que no hablo ahora, siguiendo el clsico estilo em
pirista, de los registros del sujeto que tratan de sus propios esta
dos subjetivos, sino de sus registros observacionales sobre esa
parte del mundo que tiene actualmente delante suyo o a su alre
dedor. Son estas proposiciones lo que se nos invita a considerar
como el fundamento del conocimiento.
Pero ahora hemos de preguntar qu significa esto. Debemos
preguntar cul es precisamente la doctrina que nos incita a acep
tar la metfora de los fundamentos. En el contexto de un ar
gumento o de una lnea argumental particular, la metfora de los
fundamentos tiene un sentido claro. Alguien parte de ciertas
premisas explcitas y supuestos implcitos y arguye o razona so
bre esta base hasta su conclusin. En realidad su argumento es
un gnero de estructura que descansa en estas premisas y su
puestos. Se los considera aceptados antes de que comience la
construccin y han de mantenerse en su lugar a lo largo de todo
el proceso. Si uno de ellos es derribado, la estructura corre el pe
ligro de venirse abajo. En semejante argumento o cadena de ra
zonamiento particular hay, por lo tanto, proposiciones que son
146 ANLISIS Y METAFSICA
de hecho fundamentales, proposiciones que sirven de sostn a
otras y a las que no se considera, en ese momento, necesitadas ellas
mismas de apoyo.
Es claro, sin embargo, que en semejante contexto las proposi
ciones fundamentales no pertenecen a ninguna clase especial;
pueden ser de cualquier gnero. Puede tratarse de proposiciones
generales, de axiomas de una teora, de proposiciones sobre e
pasado remoto, de verdades aprendidas de los libros o de otras
personas, y as sucesivamente. En esta clase de contexto, las pro
posiciones que registran la observacin en curso no gozan del pri
vilegio de ser proposiciones fundamentales.
Evidentemente, estas observaciones en nada afectan a la doc
trina que hemos de considerar. No es una doctrina que trate de
sucesiones concretas de pasos en algn razonamiento. Es una doc
trina sobre e conocimiento en general. Parece que ha de ser la
doctrina de que una clase especial de proposiciones, a saber: las
proposiciones sobre la observacin en curso, constituyen e lti
mo sostn evidencia!, las ltimas razones (cimientos, justificacin)
para aceptar como verdadero todo lo dems que se dice, de forma
apropiada o inapropiada, que conocemos.
Pero no resulta todava claro del todo qu es lo que esto sig
nifica. Una cosa que podra significar es la siguiente: que cuando
una persona sabe de hecho que alguna proposicin no observa
dona! es verdadera, entonces alguna proposicin, o conjunto de
proposiciones observacionales, constituye la razn, o la razn l
tima, que esa persona tiene realmente para creer en la proposicin
no observacional.
Desgraciadamente, esta tesis es bastante absurda. Se con
vierte en una que lo resulta ligeramente menos, si se extiende la
clase de las proposiciones observacionales de forma que no slo
incluya las proposiciones que consignen lo que el sujeto observa,
sino tambin las proposiciones que consignen lo que puede re
cordar que observ en el pasado. La tesis es absurda de distintas
formas. Primero, de todas las cosas que uno sabe constituyen
una parte insignificante aquellas de las que puedo decir esto: mi
razn, la bsica, la que tengo ahora para creer en esta proposi
cin, es tal y cual observacin o conjunto de observaciones que
LA VERDAD Y EL CONOCIMIENTO 147
o bien estoy haciendo ahora o bien puedo recordar haber hecho
en el pasado. Segundo, incluso cuando alguien puede citar una
observacin como su razn para creer en otra proposicin, el
que la persona en cuestin tenga otras creencias verdaderas que
no estn as respaldadas es normalmente una condicin de que
aquella observacin valga como razn. (Por ejemplo, la razn
que tengo para creer en un cierto momento que mi depsito de
gasolina est vaco, o casi vaco, puede ser mi observacin de
que el indicador de gasolina seala el cero. Pero mi capacidad
para hacer tal observacin, por no hablar de apreciar su signifi
cacin, depende de creencias mas que no estn respaldadas por
razones procedentes ni por observaciones en curso u observa
ciones que recuerde. ) Finalmente, la tesis presupone una imagen
del sistema de creencias de un individuo que distorsiona gran
demente los hechos de la vida mental.
Esa imagen es la de una clase de estructura jerrquica de
creencias, en la cual los miembros superiores descansan en otros
inferiores, que son la evidencia que tiene el individuo a favor de
los primeros o las razones por las que cree en ellos; y estos miem
bros inferiores descansan en otros todava ms inferiores hasta
llegar al nivel nfimo, el nivel fundamental. Pero es falso que el
sistema de creencias de un individuo o que sus conjuntos de creen
cas se encuentren organizados de esa forma. Naturalmente, esto
no equivale a decir que los elementos del sistema de creencias
de un individuo se hallen completamente sueltos y separados en
su mente, como las cosas que pueda haber en un maletn mal
preparado. Por el contrario, estn conectados entre s de formas
numerosas y complejas. Pero tampoco estn organizados como
en un argumento o en una biblioteca de argumentos. Incluso po
dra decirse de muchas proposiciones que cuanto ms frmemente
arraigadas se hallan en un sistema de creencias, menos apropia
do resulta preguntar cules son las razones para creer en ellas.
Cules son ahora mis razones para pensar que el nombre de mi
hija mayor es Julia, que la palabra francesa para conejo es la
pin o que Napolen fue derrotado en Waterloo? No niego,
como es natural, que pueda dar o descubrir razones en apoyo de
estas convicciones, si se me reta a que lo haga. Pero no acepto
148 ANLISIS Y METAFSICA
ahora estas proposiciones basndome en tales razones. Debera
poder decir: hay cosas de las que s demasiado bien que hay ra
zones para creerlas, demasiado bien para que las crea por haber
razones.
Como imagen del modo en que se halla organizado el sistema
de creencias de un individuo, la tesis que estamos considerando
carece totalmente, por lo tanto, de realismo.
Podemos interpretarla de un modo algo ms realista? Se
observa con frecuencia que ninguna de nuestras creencias so
bre el mundo escapa en principio a la duda o a su cuestiona
miento; y que cuando una de nuestras creencias se cuestiona se
riamente, cualquier procedimiento racional para resolver el
problema normalmente supondr que nos pongamos a nosotros
mismos en posicin de llevar a cabo alguna observacin perti
nente. As pues, puede decirse que las proposiciones observa
cionales son al menos los ltimos puntos de comprobacin del
conocimiento.
Esta es una afrmacin ms modesta. Los puntos de compro
bacin no son fundamentos. Sin embargo, el impacto de esta, to
dava ms modesta, afirmacin se atena tras darnos cuenta de
que incluso los puntos de comprobacin observacionales no
pueden funcionar como tales sin la ayuda de otros de una clase
bastante diferente. As, en primer lugar, tal como ya he indicado,
muchas de las observaciones que se consideran pertinentes en
relacin a alguna creencia en disputa son observaciones que el
observador podra no hacer ni siquiera, y menos an apreciar su
pertinencia, si no estuviesen presentes en su sistema de creencias
otras muchas creencias o supuestos que no estn ellos mismos en
cuestin en el momento de la observacin. A esto hay que aa
dir, en segundo lugar, que en el caso de la creencia sujeta a dis
puta la funcin de la observacin pertinente a menudo no es otra
que la de permitir simplemente al observador acceder a una
creencia pasada o presente de alguien ms a quien se considera
autoridad en la materia en cuestin. (Se le pregunta a una auto
ridad o se consulta un texto. ) Que la observacin consiga en tal
caso el resultado deseado es ello mismo una creencia que encie
rra un conjunto bastante complicado de supuestos y creencias
LA VERDAD Y EL CONOCIMIENTO 149
ulteriores. Finalmente, concediendo incluso que ninguna propo
sicin de nuestro sistema de creencias sea en principio inmune a
la duda o al cuestionamiento, debemos tener presente, no obs
tante, que cualquier duda o pregunta que se plantee con seriedad
en las esferas de la historia, la ciencia natural o .los asuntos prc
ticos presupone un enorme marco o trasfondo de cosas que se
consideran conocidas. En general, en cualquier estadio en el que
se pidan razones, en que se efecten crticas o en que se extrai
gan conclusiones, los cuerpos de conocimiento o creencia pree
xistentes proporcionan un trasfondo indispensable para estas
operaciones refexivas. Y es slo contra tal trasfondo que las pro
posiciones observacionales desempean su funcin de compro
bacin.
Presuntamente, a cualquier teora del conocimiento le de
mandamos que nos ofrezca una imagen realista del carcter ge
neral de nuestras estructuras de conocimiento y de nuestros siste
mas de creencia, incluyendo, o dejando al menos espacio a una
explicacin de cmo se desarrollan y cmo pueden modificarse
racionalmente. Entre otras cosas, tal imagen debe, naturalmente,
mostrar cmo encajan en la estructura las proposiciones de la
observacin en curso y las de la memoria. Hasta ahora, la nica
verdad acerca de estas proposiciones que hemos podido desente
rrar de las ruinas de la metfora fundamentalista es el lugar co
mn, bastante concreto, de que cuando una creencia seriamente
cuestionada est siendo contrastada, se ha de llevar a cabo alguna
observacin, incluso aunque no sea ms que consultar un texto o
escuchar lo que alguien diga.
Existe, sin embargo, una verdad ms general -creo que una
verdad general ms profunda e interesante-que rescatar de es
tas ruinas. Evidentemente, la formacin del cuerpo de creencias
de un individuo, la formacin de su imagen del mundo, es el
resultado causal de su exposicin a, y de su interaccin con,
el mundo, incluyendo en ello la instruccin que reciba de los otros
miembros de su comunidad. Y semejante exposicn supone,
como es evidente, la observacin: ver y or. En algn momento de
este proceso emerge el poder de la refexin crtica y autocons
ciente. Quiz no deba decirse que el individuo tiene un cuerpo de
150 ANLISIS Y METAFSICA
creencias antes de que emerja este poder. Seguramente, no debe
ramos afirmar que este poder surge antes de disponer de todo
un cuerpo de creencias. Wittgenstein lo dijo bien: Cuando em
pezamos a creer algo, lo que creemos no es una nica proposicin
sino todo un sistema de proposiciones. (Se hace la luz poco a poco
sobre el conjunto.)12
Pues bien, la idea que ha de subrayarse ahora es la del carc
ter progresivo y continuo de la exposicin del individuo al mun
do. En cada momento, puede decirse, nuestro sistema de conoci
mientos (o de creencias) tiene que adaptarse a las creencias que el
curso de nuestra experiencia (el curso de nuestra observacin) nos
imponga en ese momento. Esto no tiene por qu producir ningu
na tensin; en general no lo har. Y como ya se dio a entender,
qu creencias nos imponga el curso de nuestra experiencia es algo
que depender del carcter del sistema preexistente. Pero la nece
sidad propia de este gnero de acomodamiento a nuestra expe
riencia en curso es una necesidad que nos acompaa siempre; y
que nos ha acompaado siempre, desde el momento mismo en
que por vez primera pudo atribursenos una creencia. As que, a
partir de aquel momento y hasta ahora, todos los estados subsi
guientes de nuestro sistema de creencias son el resultado del pro
ceso ininterrumpido de adaptacin a las incesantes presiones de la
experiencia.
Hasta aqu, por consiguiente, algunos modestos elementos de
la verdad que podemos y debemos conservar de las ruinas de la te
sis fundamentalista.
Permtaseme aadir que puede que tambin podamos conser
var algo ms, algo bastante diferente: no un hallazgo terico o fi
losfico, sino un precepto estrictamente prctico: una precaucin
contra la credulidad, una incitacin a la crtica, una cierta preven
cin. No toda creencia aceptada ni toda presunta muestra de in
formacin puede contrastarse o comprobarse con la evidencia de
nuestros ojos y odos, pero algunas pueden y deben serlo. En el
peor de los casos, un escepticismo radical y que lo invada todo (es
12. Wittgenstein, On Certainty, 141. Trad. cast.: Josep Llus Prades y Vi
cent Raga, Sobre la certeza, Barcelona, Gedisa, 1987 (N. del t. ) .
LA VERDAD Y EL CONOCIMIENTO 151
decir, uno filosfico) es algo que carece de sentido; y en el mejor,
una prdida de tiempo. Pero una de las cosas que aprendemos de
la experiencia es que un escepticismo prctico y selectivo es sabio,
particularmente cuando lo que est en cuestin son las afirmacio
nes de facciones interesadas o de gente con fuertes puntos de vis
ta partidistas o ideolgicos, por muy desinteresados que puedan
estar personalmente.
CAPiTULO 8
SIGNIFICADO Y COMPRNSIN
Semntica estructural
Mis referencias al lenguaje y a la teora del significado han
sido hasta este momento pocas y de alcance limitado. Quiero dis
cutir ahora un tema que en los ltimos aos ha llegado a ocupar
un lugar central en la filosofa del lenguaje.
El lenguaje, decimos, sirve para la expresin del pensamiento.
Dicho de forma ms pintoresca y arriesgada, podemos concebir
las palabras y las oraciones como el ropaje del que nuestros pen
samientos se revisten cuando hacen su aparicin en pblico, o
como el signo externo y visible (o audible) de la cosa intera y es
piritual. Imgenes a un lado, seguramente es correcto decir que
normalmente el habla y la escritura expresan pensamientos; que
las oraciones son significativas slo en la medida en que tienen el
poder de hacer tal cosa. Pero si el lenguaje depende as del pensa
miento, seremos igualmente sensibles a la idea de que la depen
dencia no se da tan slo en una nica direccin; que el que el len
guaje disponga de una oracin para expresar un pensamiento, sea
cual sea su grado de complejidad, es en general una condicin de
posibilidad de que pensemos ese pensamiento. Ms all de un
cierto punto -y con ciertas reservas en cuanto a la originalidad y
enriquecimiento del lenguaje por la introduccin de nuevos con
ceptos-, lo que no podemos decir no lo podemos pepsar. En ge
neral, los pensamientos deben encontrarse potencialmente ah, en
el vocabulario y la sintaxis de nuestra lengua o lenguas. Si em
bargo, y tras haber dicho esto, pensar no es exactamente hablar.
Debemos comprender nuestras oraciones. Por lo tanto, he aqu un
154 ANLISIS Y METAFSICA
problema: la relacin entre pensamiento y lenguaje. En qu con
siste que comprendamos nuestras oraciones?
En discusiones recientes se ha tenido muy presente una parte
especfca de este problema. Consideremos de nuevo la idea de
que los pensamientos estn ah, potencialmente, en el lenguaje, en
su vocabulario y su sintaxis. Nuestro lenguaje parece un mbito
de significacin autnomo y altamente estructurado; y, sin embar
go, es un mbito en el que, en un sentido, somos maestros. Es
nuestro lenguaje. Hay un nmero ilimitado de oraciones y de com
binaciones de oraciones de las cuales, de antemano, conocemos su
sentido, su significacin, aunque slo lleguemos a usar, a escuchar
o leer una proporcin comparativamente insignificante de ellas.
Pero incluso esa proporcin insignificante de oraciones que for
mamos y proferimos con facilidad, comprendiendo lo que deci
mos; o que omos y leemos, comprendiendo qu omos o leemos,
es numerossima.
Y es por ello que preguntamos: Cmo es que poseemos esta
vasta y potencialmente ilimitada comprensin? Est claro que no
aprendemos el significado de cada nueva oracin por separado.
Lo realmente importante de ese potencial ilimitado es que el que
obremos as no obedece a ninguna necesidad. Por lo tanto, esta
comprensin potencialmente ilimitada se genera a partir de algn
material o algunos medios limitados.
Mucha gente que trabaja en la flosofa del lenguaje se ha ocu
pado de este problema, y es probable que en el futuro siga ocu
pando a mucha otra. Parece por lo menos plausible sostener que
el problema ha de resolverse atribuyndonos, a) un conocimiento
implcito -implcito en el sentido de mi primera analoga de la
gramtica- de un conjunto finito de construcciones semntica
mente significativas (tipos generales de combinacin significativa
de elementos lingsticos); y b) el dominio de un vocabulario fini
to de elementos, que han de aprenderse independientemente y
por separado. Este conocimiento y este dominio son tales que, to
mados en conjunto, contienen y explican la posibilidad de esa ili
mitada comprensin nuestra. Dije que ste era un problema de la
filosofa del lenguaje; y lo es. Pero, as puede que se sienta, segu
ramente debe y podra ser algo ms. Pues si pudisemos hacer ex-
SIGNIFICADO Y COMPRENSIN 155
plcitos los principios estructurales que subyacen a nuestra ilimi
tada comprensin lingstica, no estaramos prximos a hacer
explcitos al menos algunos de los principios estructurales genera
les de todo nuestro pensamiento, dada esa interdependencia de
pensamiento y lenguaje que acabo de mencionar? As, quiz, la
analoga de la gramtica que comenc utilizando encierra algo que
la hace ser ms que una analoga.
Sin embargo, no varan enormemente las gramticas de una
lengua a otra? Ciertamente. Por lo tanto, si nuestras investigacio
nes han de tener la significacin universal que estamos tentados a
atribuirles, debemos ver las distintas gramticas de los lenguajes
particulares como otras tantas realizaciones de algo ms general:
hemos de verlas, quiz, como variaciones de alguna estructura
abstracta subyacente que se expresa a s misma de distintas formas
en diferentes lenguas concretas. Despus de todo, la variacin
gramatical entre lenguas no es un obstculo a su recproca tradu
cibilidad.
Ahora bien, dnde hemos de buscar esa estructura subya
cente? Recordando las afirmaciones de Quine a favor de la nota
cin cannica, no debera sorprendernos observar que algunos f
lsofos se remitan, o recurran, a la lgica formal al tratar esta
cuestin. Y, siguiendo un supuesto razonable, est claro que la l
gica ofrece al menos un modelo del gnero de cosa que buscamos.
El supuesto en cuestin es el de que algo central a considerar en la
comprensin de oraciones es una captacin de sus condiciones
de verdad: comprender una oracin es conocer qu pensamiento
expresa (o es capaz de expresar en circunstancias contextuales
dadas) ; y conocer esto es conocer qu es lo que nosotros creera
mos si considersemos verdadero ese pensamiento. Ahora bien,
supongamos que comprendemos qu es una predicacin verdade
ra, qu es aplicar con verdad un concepto en un caso individual
-nocin que discutimos en captulos anteriores-. Entonces, la
lgica misma (o la semntica de la lgica, como Tarsk la expuso)
nos ofrece unas pocas y simples reglas recursivas, referidas a la
cuantificacin y a la composicin de oraciones, con cuya ayuda
podemos generar un nmero infnito de oraciones (o de formas
oracionales) cuyas condiciones de verdad dependen, cosa que se
156 ANLISIS Y METAFSICA
puede mostrar merced a estas pocas y simples reglas, de las con
diciones de verdad correspondientes a la operacin bsica de la
predicacin. Naturalmente; para que esta estructura tenga conte
nido hemos de aprender tambin las referencias de los nombres y
el sentido de los predicados: la diferencia, por ejemplo, entre las
condiciones de verdad de predicar azul y Ias de predicar trian
gular. Pero esto ser as para toda explicacin estructural. La
idea es que la lgica proporciona un ejemplo de cmo la adquisi
cin de un nmero finito de principios estructurales puede dar lu
gar a la adquisicin de un conjunto ilimitado de estructuras.
Se puede pensar (y de hecho as se ha pensado) que propor
ciona ms cosas: no meramente un modelo de aquello que busca
mos, sino de la clave estructural que se necesita en una teora se
mntica adecuada de cualquier lengua natural.
Ahora bien, cmo podra ser esto? Bien, supongamos que
pudisemos mostrar que para todas las construcciones semntica
mente significativas del lenguaje natural fuese posible encontrar
construcciones equivalentes que se empleen ya en la lgica estn
dar. Y supongamos que pudisemos atribuir al usuario del len
guaje natural un conocimiento implcito de esas equivalencias.
Podra afrmarse, entonces, que habramos sacado a relucir los
principios estructurales cuyo conocimiento explica el dominio
que tenemos de nuestras lenguas naturales: que comprendamos
un conjunto ilimitado de oraciones. Por lo tanto, tenemos aqu un
programa para reducir la estructura semntica en general a las for
mas estructurales que la lgica estndar exhibe ntidamente. Y a
veces se piensa que ello pone de manifiesto las formas lgicas ver
daderas o profundas de las oraciones del lenguaje natural, a travs
de una parfrasis o remodelacin estructural con las formas can
nicas.
Merece la pena subrayar en primer lugar que, como recono
ceran sus partidarios, el programa no est exento de problemas
y dificultades internas. Ms tarde apuntar algunas objeciones
ms fundamentales. Pero, por el momento, me contentar con
un sencillo ejemplo de dificultad interna, es decir, una dificul
tad del tipo a la que se enfrenta quien en principio acepta el pro
grama.
SIGNIFICADO Y COMPRENSIN 157
Considrese los dos adjetivos bueno y malo y una lista in
defnida de nombres como jugador de ftbol, conferenciante,
rey>>, esposo, diseador u operario. Parece claro que, al
aprender la fuerza semntica de los dos adjetivos, aprendemos
tambin una regla de combinacin muy simple; y que, dado que
conocemos los signifcados de los nombres pertinentes y que he
mos adquirido las nociones de predicacin y conjuncin, podemos
dar la interpretacin semntica correcta de una clase de oraciones
indefinidamente grande, de la cual las dos siguientes son ejemplos:
1) Carlos I fue un buen rey y un mal esposo.
2) Juan es un buen diseador y un mal operario.
Pero si, con espritu abierto, recurrimos a la lgica formal para
que nos ayude a elucidar los principios de comprensin semnti
ca de este caso, de inmediato nos topamos con un dilema. No po
demos tratar estas oraciones con e espritu con que tratamos mu
chas oraciones que son superficialmente de la misma forma, como
3) Juan es un jugador de ftbol con 30 aos y un conferen
ciante de 1,80 metros de altura.
Podemos considerar esta oracin una conjuncin de cuatro predi
caciones simples, que podran redistribuirse de cualquier manera
sin que ello afectara al valor de verdad de 3) . Considerar 1) y 2) de
la misma manera sera semnticamente desastroso. Conducira,
por ejemplo, al resultado de que, por lo que respecta a sus condi
ciones de verdad, 1) es equivalente a:
4) Carlos I fue un mal rey y un buen esposo.1
3
Por otra parte, sera igualmente insatisfactorio decir que en frases
tales como buen esposo, buen diseador, etc. , tenmos pre
dicados cuyo significado ha de aprenderse en cada caso por sepa-
13. Aqu estamos en presencia de la inversin lgica de la primera oracin.
(N. del e. )
158 ANLISIS Y METAFSICA
rado; es decir, que no hay ninguna regla general que nos permita
captar el significado de frases como sas, aun conociendo el signi
ficado de bueno y el del sustantivo que haga al caso. Ambas al
ternativas son inaceptables. Y lo que aqu se pone de manifesto
a propsito de bueno es verdadero en una gama enorme de
otros adjetivos (adjetivos atributivos, como se los denomina) .
Consideremos, por ejemplo, Juan es un pensador lento y un co
rredor rpido, <<Jumbo es un elefante pequeo y un animal de
compaa grande, etc. As que el programa se enfrenta aqu a un
problema. En general, ninguna maniobra sencilla tiene la menor
oportunidad de demostrar que todos esos rasgos estructurales
que obviamente estn siendo explotados al generar los significa
dos de las oraciones a partir de los significados de sus elementos
se hallan sujetas a las reglas estructurales de la lgica. Por tanto,
el terico de la semntica comprometido con este programa est
obligado a trabajar esforzadamente para dar nueva forma a clases
enteras de oraciones ordinarias en el intento de revelar o descu
brir la que, s tiene xito, considera que es su verdadera forma
lgica.
Estas son dificultades internas. Pero incluso cuando formal
mente se las pudiese superar, todava seguiran habiendo objecio
nes de principio a la empresa global, objeciones que no pueden
contrarrestarse invirtiendo mayor ingenio en la parfrasis. Doy
otra clase de ejemplos sencillos para ilustrar la idea. Considrese
estas dos oraciones: <<Juan bes a Mara y Toms muri. Pare
cen ser, respectivamente, de la forma F(x,y) y F(x); es decir,
la primera parece constar de dos trminos singulares y un predi
cado didico, mientras que la segunda parece componerse de un
trmino singular y un predicado mondico. Ambas son, evidente
mente, ejemplos tpicos de oraciones con las que se enuncian ac
ciones o eventos. Considrese ahora las frases en el j ardn y a
medianoche, frases adverbiales de lugar y tiempo tpicas. Po
niendo juntas las oraciones y las frases, construimos otras oracio
nes ligeramente ms complejas:
1 ) Juan bes a Mara en el jardn a medianoche
2) Toms muri en el j ardn a medianoche
SIGNIFICADO Y COMPRENSIN 159
que son ejemplos caractersticos de oraciones con las que se infor
ma de acciones o eventos calificados con frases adverbiales de
tiempo y lugar. Ambas ilustran un tipo de construccin que com
prendemos muy bien y cuya comprensin subyace a la de muchas
otras oraciones. En la medida en que conozcamos el signifcado o
la referencia de los elementos sueltos de las oraciones, nuestra
comprensin de la construccin nos capacita para captar la fuer
za semntica de la oracin considerada como un todo; es decir, sin
tener que aprender, independientemente y por separado, los sig
nificados de los predicados complejos bes . . . en el jardn, mu
ri en el jardn de noche, etc.
Ahora bien, parte de nuestra comprensin de la construccin
consiste en saber que de 1 ) se sigue que Juan bes a Mara a me
dianoche y que Juan bes a Mara. Anlogamente para el caso de
2) : de 2) se sigue que Toms muri. En general, sabemos que po
demos inferir vlidamente las proposiciones citadas tras elminar
las cualificaciones de tiempo o lugar de las proposiciones afrma
tivas que las contienen. La validez de estas inferencias no puede
representarse en la lgica estndar, si dejamos las oraciones tal
como estn. Pero son, con seguridad, estructuralmente vlidas.
Por ello, e programa exige que se les pueda asignar otra forma;
que se pueda encontrar oraciones semnticamente equivalentes
que pongan de manifesto de qu modo la lgica estndar valida
estas inferencias.
El profesor Davidson ha indicado una ingeniosa solucin
al problema tcnico que plantean estas oraciones. El principio
esencial de su solucin es analizar esas oraciones de forma que, al
cuantificar eventos, aqullas referen a stos y hacer, entonces, que
las frases adverbiales sean predicados de los eventos. Esto supone
entender los verbos principales de las oraciones originales como
-o que sean reemplazados por-predicados que tienen un lugar
argumental ms del que parecen tener en su forma superfcial
(u original): un lugar para eventos. Por lo tanto, el predicado di
dico aparente . . . bes . . . resulta ser, o se sustituye por, un pre
dicado de tres lugares, a saber: . . . fue un beso de . . . a . . . y el
predicado mondico aparente . . . muri resulta ser, o se sustitu
ye por, un predicado de dos lugares, a saber: . . . fue un morir-
160 ANLISIS Y METAFSICA
se . . . . Haciendo lo posible por expresar los resultados en un cas
tellano plausible, 1) se convierte en
1 ') Hubo un evento que fue un beso de Juan a Mara y ello'
sucedi en el jardn y ello sucedi a medianoche;
y 2) se convierte en
2' ) Hubo un evento que fue un morirse Toms y ello suce
di en el jardn y ello sucedi a medianoche.
Estas oraciones tienen, respectivamente, las formas generales
(3x) (F(x, a, b). G(x).H(x)) y (3x) (F(x, a). G(x). H(x)), de las cua
les se infiere vlidamente (3x) (F(x, a, b) y (3x) (F(x, a)) en el
clculo de predicados. As, pues, la modificacin adverbial se re
duce a la conjuncin de predicados y las diversas inferencias que
sabemos llevar a cabo se realizan mediante la lgica formal estndar.
El ingenio desplegado en este anlisis es digno de admiracin.
Entendido en sus propios trminos, resulta todo un xito. Pero
uno puede poner en tela de juicio esos trminos. Y a he insinuado
la existencia de objeciones de principio, objeciones que el ingenio
mismo de la propuesta no hace sino subrayar.
La primera objecin a semejante propuesta es que no es rea
lista. No lo es, si se parte del supuesto de que lo importante de
todo e ejercicio, y lo que lo hace interesante, estriba en su poder
para explicar la capacidad que tiene el hablante de comprender
una clase de oraciones indefinidamente grande. De hecho, parece
razonable atribuir al usuario del lenguaje un conocimiento impl
cito de principios de combinacin, de construcciones semntica
mente signifcativas, al explicar su comprensin de estas oracio
nes, incluso aunque no pueda indicar con facilidad cules son esos
principios. Pero la atribucin de un conocimiento implcito del
'' En e original: There was an event which was a kissing by John of Mary and
which was in the garden and which was at midnight.
Para un anlisis lgico de este ejemplo ntese que en ingls se emplea un ge
rundio: kissing. (N. del e.)
SIGNIFICADO Y COMPRENSIN 161
clculo de predicados y de las reglas de transformacin que auto
rizan las parfrasis de las oraciones ordinarias en los trminos da
vidsonianos encierra poco realismo.
No es slo que no parezca realista. Tampoco parece necesa
rio. Pues, como he subrayado ms arriba, es un rasgo fundamen
tal de nuestro esquema conceptual que concibamos el mundo
objetivo espacio-temporalmente y, por consiguiente, que tenga
mos la idea de lugares y tiempos en los que suceden las cosas y en
los que las personas actan de varias formas. Sabemos que si To
ms muere, muere en un lugar y en un momento; sabemos que si
Juan besa a Mara, ambos estn en algn sitio cuando la besa y
que la besa en uno u otro momento. Qu ms simple y ms f
cil que la idea de una construccin por medio de la cual se pue
da aadir a los verbos de acontecimiento y a los de accin una
frase que responde a estas preguntas por el cundo y el dnde?
La capacidad de reconocerles semejante funcin a estas frases es
todo lo que hemos de tener para que se nos pueda reconocer el
dominio de tales construcciones y, a travs de ello, para explicar
nuestra captacin de la validez de las formas lgicas en cuestin.
El pensamiento de que necesitamos ms cosas, y en particular
que necesitamos una solucin en consonancia con las lneas an
tes expuestas comienza a parecer ms bien un sntoma de que es
tamos ciegamente decididos a lograr que todos los principios se
mnticos estructurales de combinacin que comprendemos (o
tantos como nos sea posible) encajen a toda costa en el marco de
la lgica estndar.
Ms arriba tuvimos en cuenta la necesidad de invocar consi
deraciones epistemolgicas, as como la dualidad lgica funda
mental (de individuo y concepto, de referencia y predicacin)
para hacer progresos en ontologa y metafsica general. Aqu ve
mos la necesidad de invocar la metafsica general para hacer pro
gresos, a su vez, en la flosofa del lenguaje. Es as que se ilustra de
nuevo la recproca dependencia de los tres apartados formados
por la ontologa, la epistemologa y la lgica -sta, ampliamente
concebida-, apartados que distinguimos con precaucin.
Podra decirse que la acusacin de la falta de realismo hecha
contra la propuesta antes efectuada es, por lo menos, exagerada.
162 ANLISIS Y METAFSICA
Pues, tal y como muestran mis propias parfrasis aproximadas,
esa propuesta puede verterse en oraciones castellanas, ms o me
nos cotidianas, oraciones que el usuario comn del lenguaje en
tender que son equivalentes a las oraciones de partida y que se
aproximan a las formas de la lgica estndar requeridas por la so
lucin de Davidson. Por lo tanto, dnde est la falta de realismo,
al atribuir al usuario comn del lenguaje una captacin implcita
de todo ello?
Esta observacin no est desprovista de fuerza. Le quita algo
de esa fuerza la acusacin de que la explicacin no es realista.
Pero ello no afecta a la acusacin de que es innecesaria. Y, ade
ms, tampoco le quita toda su fuerza a la primera. De forma ca
racterstica, las parfrasis que adopten 1 ' ) y 2') como modelos
introducirn algo que el gramtico llama nominalizaciones: nom
bres o frases nominales formadas a partir de otras partes del ha
bla, verbos en este caso (por ejemplo, la forma sustantiva un mo
rirse/ con el infnitivo del verbo [morir] ) ; es decir, formas
derivadas o secundarias, en general. Pero se considera que parte
del mrito del gnero de teora que estamos examinando estriba
en explicar nuestro dominio de toda una clase de oraciones ordi
narias. Y en el presente caso, si el nfasis ha de ponerse en el he
cho de que existen oraciones razonablemente inteligibles como
1 ') y 2' ) , eso equivale a afirmar que nuestra capacidad de com
prender oraciones como 1) y 2) depende de nuestra capacidad de
comprender oraciones como 1' ) y 2' ) . Y ello no parece en s mis
mo plausible, sobre todo si se tiene en cuenta que las formas no
minalizadas derivan de, y son secundarias con respecto a, las for
mas verbales: es decir, si se tiene en cuenta que stas vienen
primero en el orden de la comprensin. No digo que la afirmacin
de la dependencia sea realmente incompatible con este hecho,
pues podra entenderse que la dependencia proclamada no es tan
to dependencia de la comprensin real de las formas de parfrasis
cuanto comprensin potencial de stas. Pero, entonces, la depen
dencia ha devenido en algo tan enrarecido que su capacidad para
'' En el original, como ya advertimos en la nota anterior, se distingue entre el
gerundio Ksing y e verbo Ks. (N. del e. ).
SIGNIFICADO Y COMPRENSIN 163
sostener la exigencia de explicacin disminuye hasta un punto fa
tdico; o as me lo parece a m.
Aunque ajena al argumento, hay otra idea que resulta digna de
mencin. Supngase que estamos dispuestos a adoptar e criterio
de compromiso ontolgico de Quine y su programa para determi
nar cules son en realidad nuestros compromisos ontolgicos: es
decir, la parfrasis crtica en notacin cannica, guiada por las m
ximas de aceptabilidad cientfica y economa ontolgica (econo
ma en cuanto a los dominios de valores de las variables). Supn
gase tambin que el programa que he estado discutiendo nos
resultara plenamente convincente. Y supngase, adems, que
aceptamos que la revelacin de los principios estructurales cuyo
dominio explica nuestro conocimiento del lenguaje natural habra
de lograrse realizando tan slo parfrasis de ste en las formas de
la lgica estndar como las que acabo de ilustrar. (Me refero a las
parfrasis que revelan la estructura que vemos que nuestras ora
ciones tienen realmente en el fondo.) Si tuviesen ustedes esas con
vicciones, los resultados de llevar a cabo e programa tendran para
ustedes una profunda significacin metafsica u ontolgica. Por lo
tanto, la aceptacin del anlisis de las oraciones de accin y de
evento realizado por Davidson tendran un poder nico para con
vencerles de que los eventos y las acciones figuraban en nuestra on
tologa. Porque se los ha de admitir entre los valores de nuestras
variables de cuantificacin, ya que se cuantifica sobre ellos en las
oraciones que se dice que revelan las formas subyacentes de ora
ciones ordinarias, como Toms muri o Juan bes a Mara.
Llamo su atencin sobre esto, porque no deja de ser una curiosi
dad interesante -y, me inclino a aadir, que un poco cmica-;
pues seguramente no necesitamos que se nos haga consideraciones
como stas para persuadirnos de que hay cosas como los eventos.
Finalmente, debo decir, para ser del todo j usto, que algunos de
los que simpatizan con la idea de construir una teora del significa
do de un lenguaje segn las directrices que he estado discutiendo
(es decir, una teora de una lengua natural que tome como modelo
la teora de la verdad para un lenguaje formalizado que T arski for
mul) no reclaman para tal teora el mrito de que explique -ni
que, si llegase a completarse, explicase-nuestra comprensin de
164 ANLISIS Y METAFSICA
las construcciones de nuestras lenguas naturales ni, por lo tanto, la
de ningn conjunto ilimitado de oraciones suyas. Estos simpatizan
tes no nos atribuyen una comprensin implcita de esa teora. Por
tanto, no piensan que dar una teora del significado de un lenguaje
sea dar una teora de su comprensin. A causa de ello, las crticas
que he estado realizando no son aplicables a ellos. Pero, como es
natural, ha de aadirse que el inters de toda la empresa, tal y como
la conciben, seria entonces mucho ms reducido, pues no constitui
ra una solucin, ni siquiera una contribucin, a la resolucin del
problema por el que comenzamos, a saber: cmo explicar nuestro
conocimiento de un sinnmero de oraciones de nuestro lenguaje.
Cmo, entonces, habramos de abordar ese problema? La pre
gunta es natural, ya que el resultado -en realidad, el propsito
de las observaciones que he hecho hasta el momento ha sido nega
tivo en gran medida. Pues bien, ya he dado una pista de una apro
ximacin que, al menos en parte, contrastara con la que he venido
describiendo y criticando. Lo caracterstico de la segunda es que su
base est constituida por las nociones puramente formales y abs
tractas de predicacin, composicin veritativo-funcional y cuantif
cacin, algo inicialmente ajeno a la cuestin de cules son los tipos
de conceptos e individuos que entran en nuestras predicaciones. La
preocupacin es por las formas, lo cual refleja una caracterizacin
de la lgica como algo que, en s mismo, es indiferente al tema que
se trate. Ustedes han de pensar, conforme avancen, cmo rellenar
las formas para responder a las exigencias tericas de la empresa.
Pero supngase que comenzamos ocupndonos del tipo bsi
co de materia sobre la que versa nuestro discurso y de los tipos b
sicos de situacin que expresamos en el habla. Si reflexionamos,
como hemos estado haciendo, sobre los rasgos bsicos de la situa
cin del hombre en el mundo lo cual, au /ond, es lo mismo que re
fexionar sobre los rasgos bsicos de su (nuestro) esquema con
ceptual; si caemos en la cuenta de que el hombre es un ser
corporal que acta y percibe en un mundo espacio-temporal en
que hay otros seres corpreos, incluyendo otros hombres, todos
susceptibles de cambios e interacciones mutuas, entonces pode
mos darnos cuenta de que las categoras bsicas en cuyos trminos
ese hombre concibe el mundo habrn de tener un carcter deter-
SIGNIFICADO Y COMPRENSIN 165
minado; y que ello se refejar en los tipos semnticos bsicos de
elementos que fgurarn en su discurso y en los tipos bsicos de
combinaciones semnticamente signifcantes a los que esos ele
mentos se prestarn. En este nivel nada se dice de las formas lin
gsticas, de las estructuras gramaticales reales mediante las que se
representan esas combinaciones ni de las formas y estructuras en
que stas, segn decimos, se materializan en las lenguas naturales
reales. Pero sigue habiendo la esperanza de que, al identificar las
formas en que las combinaciones necesarias se concretan en un
lenguaje dado, daremos al menos los primeros pasos hacia las ex
plicaciones que buscamos; y no debiera sorprendernos que en
contrsemos entre las estructuras o formas que se descubran ms co
sas que la predicacin simple, la composicin veritativo-funcional
y los estilos de cuantificacin restringidos que se admiten en la l
gica estndar, aunque stos estn incluidos.
Otro resultado que sera razonable esperar es que llegue a
apreciarse cmo se aplica a tipos de discurso y de pensamiento
cada vez ms complejos esa parte de la estructura gramatical gene
ral que se abstrae en la lgica de la predicacin y la cuantifcacin
simples; de manera que vemos fnalmente emerger la lgica y los
conceptos puramente formales de individuo, propiedad, relacin
e identidad en su generalidad ilimitada, como resultado de un ex
tender progresivamente, y de forma analgica, la aplicacin de
ciertos rasgos de la estructura de las proferencias bsicas (es decir,
de las oraciones relativas a los tipos bsicos de materia tratada).
He desarrollado un poco ms algunos de estos pensamientos
en un pequeo libro titulado Sujeto y predicado en la lgica y la
gramtica; en particular, (y por lo que respecta a la primera de las
observaciones que he hecho) en lo que ah escribo sobre gram
ticas perspicuas y (por lo que respecta a la segunda) en lo que ah
escribo sobre la generalizacin de la relacin sujeto-predicado.
Si se siguen estas directrices, ser posible avanzar hacia el ob
jetivo que se fja el programa que he estado criticando. Pero me
temo que esto probablemente se quede en un simple programa,
pues su realizacin exigira una combinacin sin precedentes de
conocimiento lingstico, intuicin flosfica, maestra lgica, in
dustria y perseverancia.
CAPTULO 9
CAUSACIN Y EXPLICACIN
Este captulo estar dedicado a examinar con mayor deteni
miento dos ideas relacionadas entre s que figuran ciertamente en
tre las piezas decisivas de nuestro bagaje conceptual.
I
A veces suponemos, o decimos que suponemos, que la causa
lidad es una relacin natural que se da en el mundo natural entre
eventos o circunstancias particulares, como sucede con la relacin
de sucesin temporal o con la de proximidad espacial. Tambin
asociamos -y lo hacemos correctamente-causalidad y explica
cin. Pero s bien la causalidad es una relacin que se da en el
mundo natural, la explicacin es cosa distinta. La gente se explica
las cosas a s misma o a otros, y el que as lo hagan es algo que su
cede en la naturaleza. Pero hablamos tambin de que una cosa ex
plica, o es una explicacin de, otra cosa, como si explicar fuese
una relacin entre cosas. Y lo es. Pero no se trata de una relacin
natural en el sentido en que quiz pensamos que la causalidad es
una relacin natural. No se da entre cosas del mundo natural, en
tre cosas a las que podamos asignar lugares y tiempos en la natu
raleza. Se da entre hechos o verdades.
A menudo los dos niveles de relacin se confunden fcilmen
te en el pensamiento flosfico. En parte se confunden ah porque
no se los distingue con claridad en el pensamiento ordinario o no
168 ANLISIS Y METAFSICA
filosfico. Y no se distinguen con claridad en el pensamiento or
dinario, porque la distincin no responde a ningn propsito
prctico. No obstante, en la medida en que nuestro objetivo filo
sfico sea comprender nuestw pensamiento no flosfco, est
bien que nosotros seamos conscientes de la distincin.
Es fcil dar pruebas de que en el habla cotidiana la distincin
no est sealada de forma tan difana. Usamos construcciones no
minales de las mismas clases generales -nombres derivados de
otras partes del habla, clusulas nominales, construcciones infini
tivas-para referiros tanto a los trminos de la relacin natural
como a los de la relacin que no lo es. Usamos la misma gama de
expresiones (por ejemplo, causa, debido a, responsable
de) para significar la relacin natural y la que no lo es; y usamos
estas expresiones de tal manera que puede resultamos muy difcil
decir cul es la relacin referida, de modo que cabe dudar de si
existe una distincin as que haya de hacerse. No digo con esto
que nos encontremos perdidos a la hora de especificar una de esas
relaciones. Enfrentados a una observacin de la forma La razn
de que q fue que P (por ejemplo, La razn de que el edifcio se
hundiera fue que haba sido construido con materiales de baja ca
lidad) o de la forma El hecho de que q se explica por el hecho
de que P (El hecho de que el edifcio se hundiera se explica por
el hecho de que haba sido construido con materiales de baja cali
dad), no hay por qu dudar de que sea la relacin no natural la
que se tiene en cuenta. Pero tanto El hundimiento del edificio se
debi/fue causado por el empleo de materiales de baja calidad en
su construccin como El uso de materiales de baja calidad en la
construccin del edificio fue responsable de su hundimiento nos
dejan en la duda.
A veces hay indicios relativamente sutiles de la diferencia. Por
ejemplo, podramos comparar Su muerte, habiendo sobreveni
do cuando lo hizo, fue responsable de la ruptura de las nego
ciaciones con El que su muerte sobreviniera cuando lo hizo fue
responsable de la ruptura de las negociaciones. Su muerte, segn
se hace referencia a ella en la primera de estas oraciones, es cierta
mente un evento de la naturaleza. Vino cuando vino. Pero el que
su muerte sobreviviniera cuando lo hizo no sucedi en ningn
CAUSACIN Y EXPLICACIN 169
momento. No es un evento de la naturaleza. Es el hecho de que en
un cierto momento tuvo lugar un evento de la naturaleza. Tene
mos derecho, entonces, a concluir que la frase la ruptura de las
negociaciones hace referencia, en la primera oracin, a un even
to de la naturaleza y, en la segunda, al hecho de que un evento su
cedi en un cierto momento, y que la frase responsable de sig
nifica la relacin natural en la primera oracin y la relacin no
natural en la segunda? No hemos de extraer esa conclusin. Pues
no tiene por qu ser verdad que el hablante ordinario quiera ha
blar de forma coherente a uno u otro nivel ni que mezcle los nive
les. Sucede a menudo que el hablante simplemente no distingue
los niveles porque no hay necesidad de ello.
Un examen riguroso del lenguaje ordinario a propsito de
esta cuestin sera un posible ejercicio que no carecera de inters
ni de utilidad. Pero no es indispensable, a mi modo de ver. As
que seguir con otro tema.
Algo ms se ha de decir, sin embargo, a ttulo preliminar de
la distincin que he trazado, o sugerido, entre la presunta rela
cin natural de causalidad, que decimos que se da entre cosas de
la naturaleza, y la relacin no natural de explicacin, que se dice
que se da entre hechos o verdades. La segunda descripcin pue
de parecer propia de un oscurantista o cuando menos de un
provocador. Al hacerla ma, no quiero negar que haya una co
nexin entre esta relacin y los hechos naturales. Por el con
trario, trato de subrayar una cierta conexin con determinados
hechos naturales, a saber: con hechos naturales relativos a nues
tros yoes humanos. Podra decirse, en una primera aproxima
cin, que el hecho no natural de que la relacin de explicacin
se d entre el hecho de que p y el hecho de que q se extiende
hasta el hecho natural de llegar a saber que p tender a inducir,
a la luz de otro saber (u otra teora) , un estado que llamaremos
comprender por qu q. La relacin no natural entre estas dos
verdades est mediada por la conexin que, como si
.
fuese un
hecho natural, establecemos entre (o que tienen) ambas en
nuestras mentes. Es por esto que, como alternativa a llamarla no
natural, la califiqu de racional. Pero los objetos relacionados
de esta manera son objetos obstinadamente intencionales: obje-
170 ANLISIS Y METAFSICA
tos que no se pueden asignar a un lugar y tiempo de la naturale
za, aunque pensar en ellos, registrarlos y establecer aquello de lo
que tratan s que pueda asignarse a un lugar y tiempo determi
nados. (Puesto que los objetos vinculados por la relacin de
explicacin no se encuentran en la naturaleza, la relacin en
tre ellos tampoco pertenece a ella: la relacin natural pertinen
te es una relacin entre eventos que acontecen en nuestras men
tes. Pero no podemos registrar estos eventos, relacionados entre
s de forma natural, sin referirnos a los objetos que se relacionan
de forma no natural. )
Naturalmente, se ha objetado a esto que acabo de decir que
los hechos son parte del mundo natural, que forman una catego
ra bastante comprensiva que abarca eventos, condiciones y cosas
parecidas. Las dos partes litigantes pueden aducir cosas a su fa
vor. Pero este debate no es muy provechoso, salvo por forzarnos a
reconocer, una vez ms, la ausencia de necesidad prctica de mar
car, clara y coherentemente, una distincin que nos incumbe ha
cer a nosotros. Tan pronto como se admite esto, se puede poner
fn al debate de una forma trivial y amistosa reconociendo cada
parte que alguna razn le asiste a la otra.
Una vez que vemos clara la distincin que estoy efectuando,
podemos evitar determinadas formas enmaraadas de hablar que
parecen haber ganado terreno en publicaciones flosfcas recien
tes. As, a veces se lee que un evento bajo tal y cual descripcin
es la causa -o la explicacin-de algn otro evento o estado de
cosas. Pero estas dos formas de hablar, bien sobre la causa bien
sobre la explicacin, deben ser bastante confusas, si la distincin
que he trazado es real. Supongamos que un cierto acontecimiento
o una cierta condicin de cosas, A, es la causa o parte de la causa
de otro acontecimiento particular, B. Entonces, siendo la causali
dad una relacin natural, una relacin de la naturaleza que entre
A y B, se dar sin importar cmo se describan A y B. Naturalmen
te, no es verdad que podamos elegir cualesquiera descripciones
unvocas de A y B, que sean de nuestro gusto, y confar todava en
que el hecho de que acontezca un evento, o de que exista una con
dicin que responda a nuestra descripcin de A, que explique el
hecho de que acontece un evento o de que existe una condicin
CAUSACIN Y EXPLICACIN 17 1
que responde a nuestra descripcin de B. S lo que buscamos es
una explicacin, debemos seleccionar hechos apropiados acerca
de A y de B. La seleccin de un hecho aprqpiado sobre un evento
o condicin puede llevar consigo que tengamos que elegir entre
diferentes descripciones posibles de ese evento o esa condicin.
No supone que hayamos de eegir entre diferentes descripciones
del mismo hecho. A este respecto, el hecho es algo que se expone,
no que se describe. 14 As, pues, si lo que est en cuestin es tomar
nota de una relacin causal o de una relacin de explicacin, re
sulta equvoco, y sera un signo de confusin, decir que una cosa
o bien causa o bien explica otra bajo tal y cual descripcin. Si la
distincin que he introducido es correcta, la situacin es sta: pri
mero, que A causa B simplzdter; y segundo, que la verdad de un
enunciado que incluya alguna descripcin de A explica la verdad
de un enunciado que incluya alguna descripcin de B (o, en otras
palabras, que algn hecho que lleva consigo A explica algn he
cho que lleva consigo B) .
Pero, entonces, qu es l o que hace que las descripciones que
figuran en tales enunciados sean idneas? En otras palabras, qu
hace que los hechos seleccionados sean apropiados para la rela
cin de explicacin? Y cul es la conexin entre la idoneidad de
las descripciones, lo apropiado de los hechos, y la relacin causal
misma, la relacin que, presumimos, se da en el mundo natural
cuando eventos o condiciones entran en esa relacin, sin importar
cmo se los describa? Seguro que una conexin tal debe existir.
Es seguro que la capacidad de un hecho para explicar otro tiene
un fundamento en el mundo natural, con sus eventos, condiciones
y relaciones causales. Hemos de pensar esto so pena de aceptar,
en caso contrario, que la relacin causal misma carece de existen
cia natural o que no tiene ninguna fuera de nuestras mentes: que
la creencia en esta relacin es simplemente la proyeccin en el
mundo de una descripcin subjetiva nuestra -de la disposicin,
quizs, a considerar que algunos hechos explican otr?s.
14. Aunque es posible, naturalmente, describir los hechos; como cuando de
cimos de un hecho que no es muy conocido o que se lo aprecia de forma insuf
ciente.
172 ANLISIS Y METAFSICA
Ahora bien, sta es en parte la doctrina que generalmente se
piensa que sostuvo Hume, aunque la disposicin subjetiva que a
su juicio se proyectaba de esta forma difera de la acabada de men
cionar. Por supuesto que ello era, a lo sumo, tan slo una parte de
su doctrina. Porque Hume tambin sostena que haba de hecho
una base natural que exista con independencia de la disposicin
en cuestin, una base sobre la que esa disposicin operaba. Slo
que esta base no era algo que pudiese detectarse, observarse o es
tablecerse intrnsecamente en ningn caso particular. La atribu
cin de la relacin causal a una relacin vigente al margen de
cualquier disposicin subjetiva por nuestra parte slo poda fun
damentarse en la observacin de que ciertas otras relaciones que
podan intrnsecamente detectarse en el caso particular se daban
repetidamente en casos particulares semejantes. As, la relacin
causal, entendida como una relacin que mantienen entre s ob
jetos -como los llamara Hume-particulares, posee un carc
ter nico segn este punto de vista. Se halla al servicio de la gene
ralidad. No es -se siente uno tentado a decir-algo realmente
presente en la situacin particular que contiene los objetos par
ticulares. O por decirlo de otra forma: las generalizaciones causa
les no son generalizaciones de casos particulares de causalidad;
ms bien, los ejemplos particulares de causalidad se consideran
tales por hacer particulares las generalizaciones causales.
Esta famosa e ingeniosa solucin ha llegado a ser, y en lo esen
cial ha seguido siendo, pese a complicaciones posteriores, lo que
los mayores crticos de Hume llaman el punto de vista acepta
do. Puede merecer la pena repetir cmo resume el crtico el pun
to de vista aceptado. Es, dice, la idea de que si hemos llegado a
descubrir una regla segn la cual hay ciertos eventos que siguen
siempre a ciertos fenmenos, ello slo se debe a muchas sucesio
nes percibidas y comparativamente coincidentes con fenmenos
anteriores; esto es lo que nos llevara a formar el concepto de cau-
15 N
.
. 1 1
'
sa. o 1mporta que este resumen om1ta os e ementos mas atre-
vidos de la doctrina de Hume, a saber: su diagnstico del origen
15. Kant, Crtica de la razn pura, B 240-1. Se cita la Trad. cast. : Pedro Ribas,
Madrid, Alfaguara, 1978 (N. del t.).
CAUSACIN Y EXPLICACIN 173
de la creencia en conexiones necesarias en la naturaleza, pues ese
diagnstico no ha encontrado el favor general y no forma parte de
la concepcin tal y como se la acepta comnmente.
La opinin recibida no ha sido universalmente aceptada. Se la
ha atacado desde diferentes ngulos. El propio contraargumento
de Kant, all donde es claro, resultado fallido. De hecho, me pare
ce que no es probable que tenga xito ningn ataque directo, nin
guno que se concentre en la muy general nocin de causa o en la
de necesidad. Hay, sin embargo, un conjunto de ideas -ninguna
de ellas nueva-que, si se las organiza de manera adecuada, pue
den alterar radicalmente el semblante del punto de vista aceptado
y, como si dijsemos, situar a sta en el lugar que le corresponde.
Estoy seguro de que no he acertado en lo que sigue a organizar co
rrectamente esas ideas. No obstante, las ensamblar a unas con
otras; al menos a algunas de ellas.
II
Antes de comenzar a reunir las piezas, no estar de ms indi
car la lnea general que me propongo seguir. El punto de vista re
cibido, sostendr, es en parte correcto y en parte equivocado. Es
verdad que no existe una relacin nica que pueda detectarse
como tal en cada caso particular, una relacin entre diferentes
eventos o condiciones y que pueda identificarse con la relacin
causal. Ni hay tampoco una pluralidad de relaciones observables
en los casos particulares, relaciones entre distintos eventos o con
diciones que puedan identificarse con variedades especficas de
un tipo general de relacin, a saber: el tipo causal. A este respec
to, la nocin de causalidad difere de otra nocin categrica, la de
sustancia individual, con la cual tradicionalmente se la asocia con
razn. Ambas nociones son altamente abstractas. Ninguna perte
nece al vocabulario de la observacin particular. Pero mientras
que existe una gran diversidad de expresiones para generas espe
cficos de variedades de sustancias individuales, expresiones que
pertenecen al vocabulario de la observacin particular -de los
perros y las mesas, los hombres y las montaas particulares se pue-
174 ANLISIS Y METAFfSICA
de decir que son cada uno de ellos ejemplos observables de tales
clases-, no hay ningn paralelo evidente de lo mismo en el caso
de la causalidad, cuando se la entiende como relacin entre eventos
o circunstancias particulares.
Si nos basamos en esta consideracin negativa, e punto de
vista tradicional est justificado. Sin embargo, es un grave error
dar a esta consideracin negativa la importancia que tradicional
mente se le ha atribuido. Es un grave error tomar esta observacn
negativa como punto de partida de la elucidacin del concepto de
causa. Es el error de la generalidad prematura. Aunque la nocin
de causa, entendida como una relacin entre distintos eventos o cr
cunstancas particulares, no tiene en el vocabulario de la observa
cin un punto de apoyo completamente paralelo al que he ilustra
do para e caso de la nocin de sustancia, sin embargo, la nocin
de causacin no encuentra en general un punto de apoyo o, ms
bien, un fundamento -uno que sea seguro-en e vocabulario de
la observacin. Existe una enorme diversidad, una gran multipli
cidad, de clases de accin y transaccin que son directamente ob
servables en el caso particular y que podran describirse propia
mente como causales en la medida en que son variedades de hacer
que algo acontezca, de producir un efecto o un nuevo estado de co
sas. La ausencia, ya comentada, de paralelismo con e caso de las
sustancias se explica fcilmente. Pues al registrar tales acciones y
transacciones observables empleamos un predicado didico, un
verbo transitivo apropiado al tipo de transaccin en cuestin,
siendo entonces frecuente que los dos lugares del predicado no se
rellenen con designaciones de distintos eventos o circunstancias
particulares. A menos uno de ellos se rellena, y a menu- do tam
bin el otro, con designaciones de sustancias particulares. Aunque
no sea una norma sin excepciones, resulta tpico de ese predicado
significar ejemplos de ejercidos especfcos de poder causal por
parte de un agente, animado o inanimado; y frecuentemente, aun
que no siempre, un ejemplo de ejercicio de un poder tal sobre un
paciente.
Pero, entonces, ha de ser muy comn observar variedades es
pecficas de la causacin de efectos. El vocabulario de la observa
cin abunda tanto en nombres de tipos de acciones que producen
CAUSACIN Y EXPLICACIN 175
efectos como en nombres de tipos de sustancias. De hecho, las
dos clases de nombre -para tipos de sustancias y tipos de ac
cin-se hallan ligadas indisolublemente entre s. As, por ejem
plo, una cosa acta hasta producir un efecto, un nuevo estado de
cosas -posiblemente en otra cosa-por el ejercicio caractersti
co de un poder causal; y al observar tal transaccin uno dispone
ya de una explicacin (o al menos una explicacin inmediata) del
nuevo estado de cosas. No se plantea la cuestin de si es posible
disolver la transaccin convirtindola en una sucesin de estados
de cosas -una sucesin de distintas existencias>>y preguntar
se si, o en virtud de qu, la sucesin es una sucesin causal. Uno
ha observado el cambio siendo producido de una forma caracters
tica. Quien observa el resultado, pero no el que se haga que resul
te, puede buscar una explicacin de ese resultado; y para l, el
resultado puede explicarse mencionando la accin observable,
accin que l no observ, de producirlo. En estos casos, por lo
tanto, la explicacin descansa directamente en relaciones obser
vables en la naturaleza.
Pero, como es natural, la explicacin no es siempre tan fcil
de lograr. Y cuando no se dispone de ella, se inicia, o se puede ini
ciar, la bsqueda de causas. Esa bsqueda estar guiada en parte
por esos casos modlicos de ejercicio de poderes causales que la
naturaleza presenta a la observacin grosera; y en parte por esa
observacin de regularidades en la asociacin de distintas existen
cias que el partidario de la opinin recibida tiene en tanta estima.
Si mediante la construccin terica o la observacin minuciosa
podemos descubrir o postular copias, imgenes o analogas de
nuestros modelos ms burdos, hasta conectar entre s meras regu
laridades en conjuncin, entonces nos daremos por satisfechos, al
menos provisionalmente, por haber alcanzado el nivel de la expli
cacin: por haber encontrado la causa. Incluso en los casos en
los que el vocabulario de la observacin nos proporciona verbos
de accin o de acaecimiento, de manera que en un sentido com
prendemos ya los efectos al observar sus modos de
.
produccin
ms groseros, podemos tener motivos para querer una explica
cin ms profunda o ms general y, por tanto, para investigar los
micromecanismos de produccin, los procesos ms refinados que
176 ANLISIS Y METAFSICA
subyacen a los ms groseros. No hay duda de que con la evolucin
de la teora fsica sofisticada disminuye y finalmente, quiz, llega a
su fin el uso, y la utilidad, de nuestros modelos ms groseros. Lle
gados a este punto, la nocin de causa deja de cumplir su cometi
do en la teora fsica, como Russell dijo que debera y que acaba
ra por suceder. Pero este es un tema del que ninguno de nosotros
se ocupa por mucho tiempo y que llega a interesar a pocos.
III
Comencemos ahora a rellenar este esquema. Siguiendo la pista
de lo que consider que era el rasgo distintivo de nuestra concep
cin de la causalidad como relacin natural, Hume lleg hasta una
fuente subjetiva. Hume se refiri habitualmente a ese rasgo como a
la idea de conexin necesaria. Pero no tuvo inconveniente en darle
otros nombres, que consider que eran virtualmente o, como l
dijo, casi sinnimos. Su relacin de sinnimos aproximados in
cluye eficacia, agente, poder, fuerza, energa, necesi
dad, conexin>> y cuaidad productiva/6 a los cuales podra ha
ber aadido el de compulsin sin apartarse por ello de su nocin
de sinonimia aproximada. A seguir la pista de ese rasgo distintivo
hasta su fuente subjetiva se atuvo, o dijo haberse atenido, natural
mente a un principio conductor: el de buscar la impresin de la cual
deriva la idea. Pero es curioso que en su Tratado ignorase la direc
cin ms obvia por la que ese principio podra haberle conducido.
Si nos centramos en la tera poder, fuerza y Compulsin y
preguntamos de qu impresin deriva la idea discernible en esos
tres trminos, la respuesta ms obvia apunta a la experiencia que te
nemos de ejercer fuerza sobre objetos fsicos o a la de haber ejerci
do stos -incluyendo aqu los cuerpos de otras personas en tanto
que cosas fsicas-fuerza sobre nosotros.17 Empujamos las cosas y
16. Hume, A Teatrise o/ Human Nature, I, iii. 14. Trad. cast.: Flix Duque,
Tratado de la naturaleza humana, Madrid, Editora Nacional, pgs. 281-282, 1977
(N del e. ) .
1 7. Austin Farrer expone esta idea de una forma elegante. Vase The Free
domo/ the Will (Londres, 1960), pg. 184.
CAUSACIN Y EXPLICACIN 177
tiramos de ellas, o somos empujados y se tira de nosotros, y senti
mos las presiones y los tirones, la fuerza, la compulsin o el poder
que ejercemos o el que se ejerce sobre nosotros. Hay aqu una ex
periencia tan inmediata como la que ms: una impresin de fuerza
ejercida o sufrida. (La misma palabra impresin tiene aqu su
propia resonancia irnica.) En una nota a pie de pgina de su In
vestigacn, 18 Hume parece responder a esta idea al tratar de redu
cir la experiencia total a sus tomos aislando en ella una sensacin
corporal pura como elemento simple que acompaa, sigue o prece
de, a otras impresiones sensoriales simples. Pero reducir de esta for
ma a sus tomos es falsificar; y en general Hume falsifica sistemti
camente la fenomenologa de la percepcin.
He aqu, entonces, una fuente de una de las ideas que Hume
pone juntas desdeosamente considerndolas casi sinnimas.
Sin embargo, no restringimos la aplicacin de la idea de fuerza a las
transacciones mecnicas, a las acciones de empujar o tirar, en las
que nosotros mismos o quienes nos rodean nos vemos involucrados
como agentes o pacientes. Extendemos la idea ms all de esas
transacciones. Hay, como sugiere Hume en la nota aludida, un
elemento de proyeccin antropomrfica en esta extensin? Quiz
lo haya. En la roca que rueda ladera abajo y que a su paso arrasa la
cabaa de madera tenemos un ejemplo paradigmtico de fuerza; y
quizs, al verlo as, de algn modo apenas coherente nos estaramos
identifcando con la cabaa (si somos un cierto tipo de persona) o
con la roca (si somos de otro tipo) : nos estaramos poniendo a no
sotros mismos, por medio de la imaginacin, en el lugar de una o de
otra. Pero del hecho de que haya o no, o de que crezca, un elemen
to de proyeccin semejante, al extenderse la aplicacin de la no
cin, no se sigue consecuencia alguna. Porque la idea es que en es
tas transacciones mecnicas, en estos empujones y tirones, derribos
o atropellos, en estas manifestaciones de fuerza, tenemos ejemplos
de acciones o relaciones naturales que, al margen de que interen
gan seres animados o inanimados, son directamente obervables (o
18. An Enquir concerning Human Understanding, VII, ii, nota final. Trad.
cast.: Jaime de Salas Ortueta, Investigacin concerniente al entendimiento huma
no, Madrid, Alianza, 1980 (N. del e. ) .
178 ANLISIS Y METAFSICA
se puede tener experiencia de ellas); de acciones que, bien se las
observe (o se tenga experiencia de ellas) bien se las registre apro
piadamente, proporcionan explicaciones plenamente satisfactorias
de sus resultados, de los estados de cosas en que terminan. Vemos
la roca arrasar la cabaa. El resultado es el estado de la cabaa, el
estado de haber sido arrasada. Vemos al hombre tomar el maletn y
levantarlo hasta el archivador. Esa es la explicacin de que el male
tn est sobre el archivador; es as como lleg a ese lugar.
Estoy sugiriendo, por lo tanto, que deberamos considerar
fundamentales las transacciones mecnicas en nuestro examen de
la nocin de causalidad en general. Son fundamentales en nues
tras intervenciones en el mundo, fundamentales para nuestro ha
cer que acontezcan los cambios que perseguamos: soportamos
pesos con los hombros, sostenemos el arado con las manos, dirigi
mos la pluma sobre el papel, apretamos botones, tiramos de pa
lancas. Al hacernos a nosotros mismos parte de esos cambios,
hallamos en ellos un origen de las ideas de poder y fuerza, de com
pulsin y coaccin. Cuando nos descontamos a nosotros, incluyen
fenmenos naturales observables, acciones y relaciones que se
detectan directamente en el caso particular y cuya observacin
proporciona explicaciones de los estados en que terminan. Final
mente, mucho del lenguaje polimorfo de la accin y la relacin
causal pertenece a esta categora: empujar, tirar, levantar,
poner, retirar, abrir, cerrar, doblar, alargar, abo
llar, comprimir y as sucesivamente.19 No hay razn, entonces,
para que nos sorprendamos por que semejantes transacciones
proporcionen un modelo bsico en la investigacin terica de las
causas, porque busquemos mecanismos causales y porque, in
cluso cuando se hace metafrico, el lenguaje de los mecanismos
impregne en general al lenguaje de las causas, como acontece en
las frases conexin causal, lazos causales y cadena causal.
La consideracin de las nociones de atraccin y repulsin, fun
damental dentro de la teora fsica, confrma esta afrmacin. En
19. Vase G. E. M. Anscombe, Causality and Determinism, reimpreso en
E. Sosa (comp. ) , Causation and Conditionals (Oxford, 1975) , pgs. 63-81 , y en E.
Sosa y M. Tooley (comps. ), Causation (Oxford, 1993 ) , pgs. 88-104.
CAUSACIN Y EXPLICACIN 179
primer lugar, que la sensacin de interaccin mecnica sea algo pa
radigmticamente explicativo permite dar buena cuenta de un re
chazo inicial a aceptar la idea de accin a distancia; y ayuda tam
bin a entender la inclinacin, relacionada con esa idea, a postular
algn medio a travs del cual se transmitan los impulsos. En se
gundo lugar, incluso una vez que se supera ese rechazo, el modelo
que sigue funcionando indirectamente es el de empujar y tirar. De
hecho, la relacin es doblemente indirecta. Pues aunque la presen
cia de las nociones de empuje-tirn resulte etimolgicamente obvia
en las palabras atraccin y repulsin, la aplicacin de estas pa
labras al caso de la accin fsica a distancia est mediada segura
mente por la aplicacin analgica de ambas a los casos de seres
capaces de deseos y aversiones, de los que se dice que se ven atra
dos por o repelidos por los objetos de estas emociones. Des-
pus de todo, la palabra francesa para imn es aimant.
Muy cercano al modelo de la interaccin mecnica de los
cuerpos slidos se encuentra el que proporciona el comporta
miento de los fuidos. Tambin ste impregna el lenguaje figurati
vo de las causas en general, como cuando hablamos de las fuentes
de las que fuyen las consecuencias. Ms en concreto, proporcio
na un modelo preliminar con la teora de la corriente elctrica: la
corriente fuye bajo la presin, encuentra resistencia y dems.
En general, por lo tanto, la bsqueda de teoras causales es
una bsqueda de modos de accin y reaccin que no son obser
vables en el nivel ordinario (o que no son observables en absolu
to, sino que se los postula o se los adopta como hiptesis) y que
encontramos inteligibles porque los elaboramos como modelos a
partir de, o porque los concebimos en analoga con, esos varios
modos de accin y reaccin que la experiencia ofrece a la obser
vacin grosera, modos en los cuales nos vemos conscientemente
implicados o que nosotros mismos sufrimos. Semejante enuncia
do requiere precisin. No deseo marcar una divisoria tajante entre
observacin y teora. La observacin refinada apreciat poderes y
propensiones que una observacin ms grosera pasar por alto.
La observacin refnada se funde con la teora. Es ms, una teora
puede proporcionar ella misma una analoga en que se base otra
teora; como sucedi con la teora gravitacional aplicada al sistema
180 ANLISIS Y METAFSICA
solar, que suministr el modelo a una teora de la estructura suba
tmica. Y finalmente, como se ha sugerido ya, en los desarrollos
ms complejos de la teora fsica los modelos parecen desvanecer
se del todo. Las ecuaciones sustituyen a las imgenes. La causa
cin es engullida por la matemtica.
IV
A haber saltado tan de golpe del tema de la produccin ob
servable de efectos particulares al de la bsqueda de teoras cau
sales generales, podra parecer, y con razn, que he recorrido ex
cesivamente deprisa demasiadas cosas. Pues, cabe sealar, es vital
distinguir entre la investigacin terica de las causas de algunos
fenmenos generales y la peticin de que se explique el acaeci
miento de algn incidente particular o el que se diera algn esta
do particular de cosas. Y la sola referencia a la produccin ob
servable de efectos no constituye un tratamiento adecuado del
segundo tema, incluso en aquellos casos en los que se ha observa
do la accin causal.
El comentario no est desencaminado. Pues aunque alguna
produccin observable de un efecto -por una manifestacin par
ticular de un poder o una tendencia causal-pueda dar lugar a
una explicacin inmediata del efecto, sigue siendo pertinente que
nos preguntemos por qu tuvo lugar esa manifestacin particular,
por qu se actualiz, en ese lugar y momento, el tipo general del
cual esa manifestacin era un caso particular. Para responder al
comentario, es necesario y suficiente regresar al tema de los con
ceptos de tipos de sustancias y a su vnculo con los conceptos de
tipo de accin y reaccin (o de obstruccin o resistencia a la ac
cin) . La existencia del vnculo -la plena disponibilidad de nues
tros conceptos de sustancias-es un lugar comn en filosofa. Sin
embargo, habitualmente se pierde de vista o se minusvalora la im
portancia de ese lugar comn por el poder y la influencia persis
tentes de la teora humeana de la causacin.
Nuestros conceptos de tipos de cosas o sustancias individua
les son, segn ello, conceptos de cosas que tienen disposiciones
CAUSACIN Y EXPLICACIN 1 81
caractersticas a actuar o reaccionar de determinados modos en
ciertas clases de circunstancias. Haciendo hincapi en esa ltima
frase, podramos decir con exageracin disculpable que toda
accin es reaccin. Pero, naturalmente, podemos observar o
aprender algo de la accin o de la reaccin de una cosa sin saber
cul, de entre una gama caracterstica de circunstancias desen
cadenante de acciones o reacciones, fue la que obr en un caso
particular. Podemos ignorar los detalles de esas circunstancias.
O no conocer suficientemente las circunstancias circundantes
que nos permitan clasifcar satisfactoriamente el comportamien
to observado a partir de esos tipos de comportamiento al que
son propensas las sustancias de la clase en cuestin. En todos es
tos casos se nos debe una explicacin. En esto consiste la solici
tud de que se rellenen los huecos que haya en nuestro conoci
miento. Pero los huecos -se siente uno tentado a decir- son
como los espacios en blanco de un impreso ya preparado. Cono
cemos de antemano las posibles clasifcaciones, ya que sabemos
con qu tipo de cosa hemos de tratar. No es que adquiramos
primero los conceptos de los tipos de cosas y slo despus, me
diante repetidas observaciones de conjunciones similares de
eventos o circunstancias, lleguemos a formaros creencias sobre
las clases de reaccin que se puede esperar de ellas y sobre la
gama de condiciones antecedentes. Por e contrario, esas creen
cias son inseparables de los conceptos que tenemos de las cosas.
Es importante no exagerar e alcance de la obserVacin. Ni lo
he exagerado yo, no al menos de forma excesiva, en la formula
cin que acabo de hacer. Sera absurdo negar, y no lo he hecho,
que aprendamos como suele decirse por experiencia de las pro
pensiones que manifestan cosas de diferentes tipos y, de hecho,
de las propensiones que manifestan especmenes individuales de
esos tipos; especialmente de las segundas cuando e tipo en cues
tin es e de los seres humanos. Pero e aprendizaje tiene lugar en
un marco de expectativas condicionales, un marco preexistente,
ya preparado. En nuestra existencia autoconsciente, como seres
familiarizados con un mundo de objetos y eventos, no hay mo
mento alguno en e que estemos preparados y desprevenidos por
igual ante e hecho de que algo resulte de algo; y no existe, por lo
182 ANLISIS Y METAFSICA
tanto, ningn proceso, como el que describi Hume, que nos
haga salir de esa condicin: un proceso como la observacin de
conjunciones constantes que generan compulsiones mentales que
proyectamos despus sobre los objetos bajo la forma de nociones
engaosas de eficacia, agente, poder, fuerza, conexin necesaria y
dems.
Pero seguramente, podra decirse, no es verdad, por lo me
nos, que lo que sugiere o confrma esa concepcin enriquecida de
los poderes o las propensiones de las cosas que debemos a la ex
periencia es la observacin de regularidades? Sin duda que es ver
dad. Pero no basta para mostrar que la idea de accin o de reac
cin causal, tal y como se encarna en las innumerables formas
especfcas que adopta en nuestros vocabularios ordinarios y te
ricos, deriva de la experiencia de regularidades netas de sucesin;
o que, por lo que respecta a todo el contenido objetivo, se reduce
a semejantes regularidades. (Esta idea fue esbozada por Hume y
refinada por Mill y por otros escritores posteriores.) Entendemos
las cosas al revs si pensamos que semejante derivacin es necesa
ria o posible. Y es suficiente tener en mente dos consideraciones
ya sugeridas o explcitamente hechas para dar cuenta de ello.
La primera de ellas es, una vez ms, la plena disposicionalidad
de nuestros conceptos pretericos ordinarios de las cosas y sus
cualidades. Con esta disposicionalidad viene dada ya la general
dad, que es el ncleo de la concepcin reductiva. No viene dada
de modo que deje al reduccionista en una posicin cmoda. Ello
sucedera si los conceptos pertinentes de cosa y cualidad se des
compusieran en, o se construyeran como, un complejo de con
ceptos ( de cualidades sensoriales) completamente no disposicio
nales conjuntamente con generalizaciones que los relacionaran
entre s. Pero los conceptos pertinentes de cosa y cualidad ni se
descomponen ni se construyen de esta manera. Son los elementos
conceptuales bsicos, de forma que nos representaramos absur
damente bajo capas de teoras antes de disponer de los medios de
teorizar si los concibisemos de otra manera. Es algo intrnseco,
por lo tanto, a los conceptos pertinentes de cosa y cualidad, a los
conceptos que pertenecen a nuestro surtido bsico, preterico,
que esas cosas, es decir, los portadores de esas cualidades, aedo-
CAUSACIN Y EXPLICACIN 183
nan y reaccionan regularmente de tales y cuales formas. El esce
nario conceptual en el que la disposicionalidad lleva consigo la
generalidad es ste. Es sobre esta base que la observacin de ge
neralidades puede ayudarnos a enriquecer nuestras concepciones
primitivas de los poderes y propensiones de las cosas, concepcio
nes primitivas sin las cuales no tendramos concepcin alguna de
las cosas mismas. Y por esto puede decirse -lo que es una poco
comn demostracin de buen juicio-que la explicacin recibida
o tradicional de la accin y la reaccin causales pone e carro de
lante del caballo.
Mejor an: sa es una razn. La otra, sugerida tambin antes,
es que las meras regularidades de sucesin no son por s mismas
garanta de haber encontrado causas. Los sntomas que aparecen
en estadios sucesivos de una enfermedad pueden exhibir un gra
do de regularidad tan elevado como se quiera. Las aves que vue
lan tierra adentro presagian la tormenta venidera. Muchos otros
fenmenos son indicaciones bastante fiables de otros fenmenos
futuros. Pero slo si podemos ms o menos vagamente concebir
los fenmenos antecedentes y consecuentes como si estuviesen
conectados de una forma ms o menos remotamente asimilable,
o anloga, a la de los modelos de la accin y la reaccin causal
que ya poseemos, estamos dispuestos a considerar a los primeros
causas de los segundos. A quien posea un tipo de mente inquisi
tivo -al cientfco de la naturaleza natural-no le satisfar una
concepcin tan vaga y dbil, pues querr conocer el detalle del
vnculo, el mecanismo interno de la conexin. Querr saber
cmo funciona. Slo entonces entender que ha alcanzado una
comprensin plena de la cuestin. Como es natural, su inters
por obtener esa comprensin no es simplemente terico. Pues
slo gracias a esas investigaciones se extiende nuestro propio
control sobre la naturaleza, nuestro poder para hacer que se den
los efectos que deseamos o impedir que acontezcan los que
tememos.
La idea general que he venido recomendando en los prrafos
inmediatamente precedentes es que, aunque en realidad apren
damos mucho sobre la operacin de la causalidad en el mundo
observando regularidades de sucesin, esto es as slo porque las
184 ANLISIS Y METAFSICA
nociones generales de eficacia causal y de respuesta causal, de
efectos que se logra que se den de diversas formas especficas se
encuentran ya alojadas en nosotros mismos: se encuentran ya
implcitas en una amplia gama de conceptos de cosa, cualidad,
accin y reaccin que pertenecen a nuestro surtido bsico de
conceptos de lo observable. Es por esto por lo que Kant est
fundamentalmente en lo cierto frente a Hume, aunque sus argu
mentos concretos sean defectuosos, en parte por compartir el
defecto casi universal de haber tratado la cuestin en un nivel de
generalidad excesivamente elevado. Sin embargo, Kant tuvo una
visin certera de la idea central, una visin que quiz no sera
inaceptable expresar, siguiendo en mayor o menor medida sus
propias palabras, diciendo que el concepto de eficacia causal no
deriva de que se tenga experiencia de un mundo de objetos, sino
que es una presuposicin de esa experiencia; o quiz sea mejor
decir que ese concepto est ya con nosotros cuando se inicia eso
que podra denominarse experiencia.
V
Seal ms arriba que la nocin de accin mecnica, experi
mentada u observada directamente, y la nocin derivada indirec
tamente de fuerza fsica (atraccin y repulsin) desempean un
papel fundamental en la elaboracin de teoras causales. Propor
cionan modelos de explicacin. Sin embargo, en un estadio tem
prano del teorizar humano encontramos vigente otro modelo. (El
modelo suplementario est l mismo conectado con el modo de
derivacin que suger para las nociones generalizadas de atraccin
y repulsin fsicas. ) Me refero al modelo de la accin y la motiva
cin humanas por farnos de una conjuncin constante de motivo
y movimiento que hayamos observado no sabemos por qu actua
mos sino en realidad como lo hacemos . Semejante idea es absur
da. En lneas generales, tenemos conocimiento inmediato de lo
que nos importa, de lo que hacemos o tratamos de hacer. Ese co
nocimiento es una especie de conocimiento causal inmediato: co
nocimiento de nuestros deseos y objetivos cuando nos movemos
CAUSACIN Y EXPLICACIN 1 85
para tratar de satisfacerlos o cumplirlos. En la medida en que po
demos atribuir un efecto acontecido en el mundo al acto de un
agente, en la medida en que ste (o sta) actu por los motivos que
conocemos a partir de nuestro propio caso, en esa misma medida
sentimos que podemos comprenderlo. En la medida en que pode
mos concebir que ciertos efectos, deseados o temidos por noso
tros, se hallan dentro del poder de ciertos agentes, concebimos
tambin que podemos influir para producir o evitar esos efectos en
tanto que podemos proporcionar a esos agentes la motivacin
oportuna. Los primeros tericos, pero no slo ellos, conscientes
de sus poderes como agentes, conscientes de los motivos exis
tentes tras e ejercicio de esos poderes y de los vastos efectos pre
sentes en la naturaleza -temidos o esperados, pero que no estaba
en sus manos evitar o producir-, parecen haber encontrado muy
fcil y natural atribuir esos efectos a agentes sobrehumanos que
ejercan sus poderes, por caprichosos que sus actos debieron ha
berles parecido, y que actuaban por motivos no completamente
extraos o inescrutables del todo. De aqu que buscaran ganarse
e favor de esos agentes con honores y ofertas, con sacrifcios y
culto, haciendo lo que buenamente podan para tener a los dioses
de su parte.
Esto era ciencia temprana, una paradigma kuhniana que
ahora est pasado de moda y que es improbable que llegue a es
tarlo de nuevo.20 En s mismo, no est desprovisto del todo de
razn, aunque, si se lo compara con algunas teoras posteriores y
si se lo juzga por los xitos prcticos que rinde, resulta pobre. En
el presente contexto, su importancia es muy clara. Pues no pue
de mostrarse de forma plausible que tanto nuestro conocimien
to de la eficacia causal que tienen en general los motivos como la
extensin terica de ese modelo de eficacia causal a la esfera de
lo s obrehumano descansen sobre los fundamentos de Hume; es
decir, sobre la observacin de que ciertos eventos . . . siguen
20. Para aquellos que tengan preocupaciones ecolgicas, quiz pueda en
contrarse una persistente huella de esto en la sensacin de culpabilidad por nues
tra supuesta actitud impa, que, como especie, tenemos en este siglo hacia la na
turaleza; por la cual habremos de pagar.
186 ANLISIS Y METAFSICA
siempre a ciertos fenmenos, [y de] que ello slo se debe a
muchas sucesiones percibidas y comparativamente coincidentes
con fenmenos anteriores. Decir esto no es, claro est, negar
que podamos aprender de la motivacin humana a travs de la
experiencia; aun imaginar que podemos aprender de la motiva
cin divina. Pero de esta clase de aprendizaje, como de la adqui
sicin de una concepcin enriquecida de los poderes y propen
siones de los seres no animados, debe decirse que presupone
una conciencia, general y especfica, de la propensin causal. Y
habra que aadir, adems, que la experiencia que se tenga den
tro de este rea da normalmente resultados positivos gracias a un
gnero caracterstico de avance en la autocomprensin o com
prensin emptica del cual no cabe dar explicacin alguna que
se parezca a la de Hume.
VI
Como es natural, las teoras de los agentes sobrehumanos,
aunque nunca sin competidoras, dan lugar en ltima instancia a
teoras que, salvo en el campo de la accin humana o animal, no
hacen referencia a motivos. Las teoras que les siguieron tuvieron
un mayor xito explicativo. Las ganancias resultantes de mejorar
el conocimiento de la propensin causal y del poder causal no
slo mejoraron nuestra comprensin, sino que aumentaron la cer
teza de la prediccin y la capacidad de control. Y a hemos visto
cmo las nociones de generalidad y de normalidad de accin y
reaccin son inseparables de las de propensin y poder causales,
que son inseparables, a su vez, de las nociones de tipos de sustan
cia, o de las de cases naturales, y de las nociones de cualidades
por las que podrn diferir unos de otros los individuos de una
misma clase; y resulta fcil apreciar cmo la presin terica y la
presin prctica tendern por igual a orientar la investigacin en
una cierta direccin: en la direccin que conduce de las meras re
gularidades a las invariabilidades, de las propensiones a las leyes
estrictas. Pues la demanda de explicacin no slo la genera la ig
norancia de qu circunstancias caractersticas inducan una res-
CAUSACIN Y EXPLICACIN 1 87
puesta caracterstica; o de qu ejercicio caracterstico de un poder
causal produca un efecto caracterstico. Se genera tambin, y con
mayor patetismo, cuando no tiene lugar el efecto o la respuesta es
perados, aunque existe constancia de que se daban las circunstan
cias oportunas o de que un poder causal caracterstico estaba sien
do ejercido; o tambin observando sin ms que cosas dotadas de
propensiones generales similares reaccionan de forma diferentes
en circunstancias similares.
Todas estas presiones se hacen tangibles, por lo tanto, en el
nivel de la observacin ordinaria; y, como se ha indicado ya, po
demos recorrer un trecho refinando nuestras concepciones de
los poderes y propensiones de las cosas sin abandonar este nivel.
Pero no es posible permanecer en l y satisfacer la demanda de la
ley estricta. De hecho, podemos decir con confianza que cuando
los cerebros dejan de funcionar los hombres mueren, y que eso
es el fin; o decir que un ligero golpe de un martillo de cinco kilos
romper un vaso ordinario de cristal. Pero verdades como stas
no son lo sufcientemente generales para hacer frente a la presin
que ejerce la teora. Para alcanzar proposiciones que sean sufi
cientemente generales y que tengan tambin el carcter de ley es
tricta, debemos hacer abstraccin del nivel de la observacin
ordinaria, de toda la complejidad de las circunstancias caracte
rsticas propias de las situaciones particulares y remitirnos a los
trminos de una teora fsica particular. El procedimiento es ra
zonable, necesario de hecho. Pero seala un gran vaco existente
entre nuestras explicaciones causales habituales de eventos y cir
cunstancias particulares y la idea de una apelacin explcita a la
ley estricta.
Es ste un punto a propsito del cual Mili, por ejemplo, pare
ce haber estado confundido del todo y haber confundido a sus se
guidores. Considrese su explicacin de la causa, hablando flo
sficamente, como la suma total de las condiciones, positivas y
negativas, tomadas conjuntamente; la totalidad de las contingen
cias de cada descripcin de las cuales, si se actualizan, se sigue in
variablemente el consecuente.2
1
Por ejemplo, un hombre cae en
21 . System o/Logic, III. v.3.
188 ANLISIS Y METAFfSICA
un tramo de escalera con escalones de piedra cuando inicia el des
censo por ella. Los escalones estn resbaladizos y la mente del
hombre se halla en otra parte. Esto es una explicacin sufciente
de su cada. Pero, obviamente, no todos los hombres que tienen
preocupaciones caen en todos los tramos de escaleras con esca
lones resbaladizos por las que desciendan. Ni se nos ocurre for
mular o concebir leyes que no admitan excepciones, leyes que se
atengan a este esquema, para incluir todos los casos como el con
siderado: ni tampoco se nos ocurre recurrir a contingencias que
podamos describir de diversas formas para "lograr semejante re
sultado. De hecho, suponemos que hay leyes mecnicas que no
admiten excepciones y que son verdaderamente generales, pero
que se hallan fraguadas siguiendo un patrn diferente: el patrn
propio de los trminos relativamente abstractos de la teora fsica.
No entra en nuestras perspectivas llegar a saber, ni nos interesa
investigar con detenimiento, cmo se aplican estas otras leyes en
un caso particular como el descrito. As pues, en lo que concierne
a la explicacin causal ordinaria la explicacin de Mill queda cu
riosamente lejos de la verdad.
Habiendo dicho esto, podra parecer que estoy obligado a
responder a dos preguntas sobre las leyes tericas: Cmo se es
tablecen tales leyes? Y cmo se aplican en la prctica, es decir,
cmo se las usa para obtener los efectos deseados? Porque no
hay duda de que tales leyes se establecen; y no hay duda de que
se las usa incomparablemente ms ahora que antes. Estas pre
guntas pertenecen a la flosofa de la ciencia y la de la ciencia
aplicada, y todo lo que se parezca a darles una respuesta adecua
da queda fuera de mi competencia y del alcance de este libro.
Pero para los propsitos del momento quiz sea suficiente sea
lar que el establecimiento de tales leyes exige, primero, la elabo
racin de hiptesis; y segundo, que las hiptesis sean comproba
das y que quiz se las dote de una forma cuantitativa especfica,
en situaciones obseracionales cuidadosamente ideadas, -es de
cir, situaciones tan controladas que sea posible conocer exacta
mente los rasgos de la situacin que afectan a la presunta ley-.
(Ms arriba, al referirme a la funcin de los modelos o de las ana
logas derivadas de la observacin ordinaria de la eficacia causal
CAUSACIN Y EXPLICACIN 189
y la progresiva atenuacin de su influencia en el curso del avan
ce terico, suger cmo se vienen a idear esas hiptesis. ) Por lo
que se refiere a la aplicacin prctica de tales leyes, se trata tam
bin de una cuestin que exige un diseo cuidadoso: en la medi
da de lo posible, hay que asegurarse de que las condiciones que
produzcamos respondan a determinadas especificaciones exac
tas respecto de esos rasgos con los que la ley se relaciona. Es, en
tonces, una verdad necesaria que si tenemos xito en esto; si la
ley de hecho vale y si nuestros clculos son correctos, entonces
y por lo que conciere a esos rasgos las condiciones que hemos
creado producirn el resultado buscado.
No dir nada ms -y me consta que es muy poco-sobre la
funcin de las leyes que no tienen excepciones. Concibiendo,
como lo hago, el mbito natural a diferentes niveles, o desde una
diversidad de puntos de vista tericos y prcticos, podemos su
poner que hay un nivel en el cual reinan leyes generales, sin ex
cepciones, leyes susceptibles de ser descubiertas. Voces autoriza
das dicen que hay otro nivel -uno inferior o ms minucioso,
propio de la teora fsica-en el cual eso no sucede: un nivel en
el que a lo sumo todo lo que podemos esperar hallar son leyes
probabilsticas. Lo ltimo que he venido haciendo es sugerir que,
por lo que concierne al nivel de la explicacin causal ordinaria de
eventos y circunstancias particulares, nivel en el que empleamos
el vocabulario descriptivo comn, mejor que los vocabularios
tcnicos de las teoras fsicas, no hay razn para pensar que nues
tras explicaciones presupongan, o descansen en, la creencia de
que existen leyes generales, sin excepciones, susceptibles de ser
descubiertas y expresables en trminos de ese vocabulario co
mn; ms an, que no hay razn para pensar que nuestras expli
caciones sean en alguna medida defectuosas por esa razn. Creo
que antes he dicho lo suficiente sobre el modo en que las nocio
nes de accin y reaccin causales, de eficacia y propensin causa
les, entran a formar parte de nuestros conceptos comunes para
explicar, si es que una explicacin es necesaria, el cmo y e por
qu de que esto sea as.
190 ANLISIS Y METAFSICA
VII
Antes de concluir, quiero mencionar una extraa conse
cuencia flosfica de adherirse al punto de vista recibido acerca
de la causalidad, o a un elemento esencial de esa concepcin; o
lo que viene a ser virtualmente lo mismo, a una consecuencia de
negar las diversas maneras en que la nocin de causa forma real
mente parte de nuestras ideas ordinarias de las cosas. Este ele
mento esencial del punto de vista recibido es la doctrina de que,
por lo que respecta a su contenido objetivo, la nocin de causa
puede reducirse a la de invariabilidad de la asociacin de los ti
pos de acontecimiento y circunstancia. La terminologa preferi
da al utilizar esta nocin es la de las condiciones necesarias y su
ficientes. As, tenemos formulaciones como la siguiente: si se
dan circunstancias de un tipo, X, entonces el que acontezca un
evento de un cierto tipo a es necesario y suficiente para que sub
siguientemente acontezca un evento de un tipo {. El esquema es
claramente equivalente a este otro: si se dan circunstancias de un
tipo, X, entonces el que acontezca un evento de un tipo { es su
ficiente y necesario para que haya previamente acontecido un
evento de un tipo a. Supongamos que se dan circunstancias del
tipo X y que tienen lugar, en ese mismo orden, los eventos parti
culares a y {. Por lo que respecta a la necesidad y la suficiencia,
no existe razn alguna para preferir decir que el evento de tipo
a es una, o la, causa del evento de tipo {, en lugar de la inversa;
no hay razn, de hecho, para que en absoluto distingamos entre
causa y efecto en vez de admitir, por ejemplo, una relacin si
mtrica de recproca dependencia causal. Y, sin embargo, pare
cemos obstinarnos en alimentar el prejuicio que favorece esa dis
tincin: en pensar que, mientras que las causas preceden a sus
efectos o que ambos son simultneos, los efectos nunca prece
den a sus causas; y, ms an, en creer que nada de esto ha de to
marse simplemente como la consecuencia de una trivial estipu
lacin verbal. As pues, la doctrina recibida nos sita ante el
problema de justificar, o cuando menos de explicar, nuestra obs
tinada adhesin a este punto de vista.
CAUSACIN Y EXPLidCIN 191
Sin embargo, tan pronto como le volvemos l a espalda a l a
doctrina recibida y consideramos conjuntamente los modos en
que la nocin de causalidad es parte de nuestras ideas ordinarias
y la asociacin de esta nocin con la de explicacin, vemos que
el presunto problema es espreo. Consideremos los dos modelos
bsicos y recprocamente relacionados 1 ) del ejercicio de un po
der mecnico por parte de un agente fsico y 2) la motivacin de
un agente humano; y dmonos cuenta de cmo est presente el
primer modelo en la denominacin misma del segundo. Recur
dese cmo el estado de cosas que sigue al ejercicio del poder me
cnico -al empujar y tirar-se explica por referencia a ese ejer
cicio; y cmo la accin humana se explica haciendo referencia a
los motivos que estn tras ella. Recurdese de nuevo cmo cual
quier demostracin de una propensin natural se explica por las
circunstancias tpicas que la provocan, de las que es respuesta o
reaccin. Hay aqu asimetras naturales ms que suficientes para
mostrar que la nocin de prioridad, que de acuerdo con el pun
to de vista recibido es una adicin trivial o un fruto del capricho,
pertenece a su misma raz. Sera extraordinario que los filsofos
pudiesen llegar a un punto en que resultara problemtico un ras
go tan fundamental de un concepto tan fundamental. Pero, qui
z, si se piensa de nuevo en ello, habra que reconocer que este
hecho forma parte de la grandeza del tema.
22
22. Naturalmente, es cosa de ingenio describir situaciones imaginarias en
trminos que nos animen a pensar que es posible la causalidad haca atrs; pero
tales descripciones generalmente deben su capacidad de persuasin a una explo
tacin perversa de conceptos que, como el de observacin y el de copiar, perte
necen a nuestro esquema ordinario. As, es evidente que tanto observar como co
piar encierran dependencia causal. Es igualmente evidente la imposibilidad de
copiar y observar lo que todava no ha alcanzado la existencia. Pero las situacio
nes imaginarias en cuestin se describen en trminos que, de forma irresistible,
nos hacen tener presentes estos actos o relaciones ordinarios a la par que, por re
lacin a ellos, sitan sus pseudoobjetos en el futuro. El elemento esencial del tru
co radica en describir casos sueltos de la clase imaginada, a fin de hacerlos jugar
luego contra el trasfondo conceptual normal. Con ello no niego que puedan ser
descritos casos imaginarios que no exploten conceptos causales ordinarios y que,
de forma parecida, nos inviten a invertir el orden temporal de la explicacin. Pero
las races naturales de los conceptos comunes de eficacia causal y dependencia cau-
192 ANLISIS Y METAFSICA
Y ahora concluyo. Si tomamos en nuestras manos, como di
ra Hume, un volumen, por ejemplo una novela pasada de moda
o un libro de recuerdos de viajes, que contuviera extensos pasa
jes de narracin y descripcin, puede que no hallemos en ellos
muchas apariciones de la palabra causa; pero encontraremos
sus pginas rebosantes de verbos, transitivos e intransitivos, que
refieren a innumerables modos de accin y reaccin causales. En
general, una explicacin en semejantes trminos lleva consigo
una explicacin suficiente de las circunstancias consignadas: de
por qu sucedi tal y cual cosa, de cmo vino a pasar tal y cual
otra. A veces, en un texto as, la causalidad figurar con su nom
bre general: por ejemplo, cuando pase abiertamente al primer
plano la nocin o la pregunta por la explicacin o por el modo
de produccin de una circunstancia particular. Y, como es na
tural, en un texto o contexto de otra clase la causalidad figurar
bajo su nombre general, ligado a la bsqueda o al descubri
miento de los mecanismos generales de produccin de algn
tipo general de efecto, como cuando hablamos de la malaria o
del cncer.
Deberamos decir entonces, fnalmente -para acabar por
donde comenzamos-, que causa es un nombre de una relacin
que mantienen en la naturaleza distintas existencias? O debera
mos negar esto y considerarla ms bien el nombre de una nocin
categorial general que invocamos en el contexto de la explicacin
de circunstancias particulares y del descubrimiento de mecanis
mos generales de produccin de tipos generales de efecto? No
creo que importe mucho cmo contestemos. En realidad, la adop
cin de la segunda de estas vas no excluye del todo la primera.
Porque cuando propiamente invocamos un hecho particular o
una conjuncin de hechos en la explicacin de otro; y cuando tan
to los eventos y circunstancias particulares mencionados en el
enunciado que expresa la explicacin como los hechos explicados
son existencias distintas, no parece que se ocasione perjuicio al-
sal son tan profundas que, incluso si aceptamos la explicacin, no es claro que
debamos considerar que empleamos los mismos conceptos, slo que con la apli
cacin temporal invertida.
CAUSACIN Y EXPLICACIN 193
guno diciendo que semejantes eventos y circunstancias particula
res mantienen de hecho una particular relacin a la que podemos
llamar causal, al margen de cmo se los describa. Aunque la rela
cin se d slo porque los eventos y circunstancias particulares
sean de las clases descritas en las proposiciones que explican y las
proposiciones explicadas.
CAPiTULO 10
LIBERTAD Y NECESIDAD
Como ltimo paso abordo ahora una cuestin que, bajo di
versas formas, ha preocupado y dejado perplejos, tanto como la
que ms, a la parte reflexiva de la humanidad desde tiempo inme
morial: la cuestin de la libertad, o de la falta de libertad, de la vo
luntad humana. Como foco de la discusin elijo dos celebradas te
sis de la Etica de Spinoza.
De acuerdo con la primera de estas tesis, el sentimiento de li
bertad de decisin y accin, que experimentamos cada da, no es
sino una ilusin, puesto que implica una creencia que es incom
patible con el reinado universal de la causalidad natural. Segn
la segunda tesis, este sentimiento ilusorio de libertad lo causa
una combinacin de dos factores: de un lado, la conciencia que
tenemos de nuestras acciones, decisiones y deseos; y, de otra,
nuestra ignorancia de sus causas. Ambas tesis suscitan dudas.
Ofrecer razones para cuestionar, en realidad para rechazar,
esas dudas.
Que tenemos un sentimiento de libertad, que necesariamen
te actuamos, como dice Kant, conforme a la idea de libertad es
algo que en general se admite. Que este sentimiento encierra una
creencia incompatible con el reinado universal de la causalidad
natural es cosa que frecuentemente se niega. En el cao de Kant,
por razones dudosamente inteligibles; en el de otros, por razo
nes ms pedestres. El compatibilista de a pie mantendr, no
que no haya presencia de causalidad en las acciones libres,
sino que no haya presencia de ciertas clases de causalidad o,
196 ANLISIS Y METAFSICA
como dira l, de coaccin. Y en seguida estar dispuesto a ilus
trar lo que quiere decir con ejemplos de fuerza fsica o de coer
cin psicolgica intrusa.
Quien, partiendo de esta base, cuestione la primera tesis est
obligado, si ha de ser coherente, a hacer lo mismo con la segunda:
con la tesis del origen causal del sentimiento de libertad. Pues di
fcilmente podr conceder que el conocimiento de las causas haga
que esas causas determinen lo que antes de ser conocidas no de
terminaban; y seguramente tampoco querr admitir, en lugar de
ello, que ese conocimiento sea la causa de que un autntico senti
miento de libertad se vea reemplazado por una coaccin ilusoria.
As pues, segn parece, debe negar que el sentimiento de libertad
lo cause la ignorancia de las causas. Pero, entonces, su decencia
intelectual puede hacer que se sienta obligado a dar otra explica
cin del origen de ese sentimiento.
Pueden satisfacerse estos requisitos? En un nivel al menos,
s. Los hombres no ignoran en general las causas inmediatas de
sus acciones: muy a menudo saben qu combinaciones de deseo,
preferencia, creencia y percepcin les inducen a obrar del modo
en que lo hacen. No todas sus razones son racionalizaciones. En lo
concerniente a las causas ms remotas de sus acciones, es decir, a
las causas de sus propios deseos, disposiciones y preferencias, tie
nen a menudo una idea razonablemente precisa de sus fuentes, re
conociendo no slo el poder determinante que tiene en general la
educacin, el aprendizaje, el entoro y la herencia, sino tambin el
de la influencia especfica de este o de aquel elemento de estas
fuerzas determinantes. No existe la ignorancia crasa de las causas;
por ello, no cabe atribuir el sentimiento de libertad a esa ignoran
cia. De dnde procede, entonces, ese sentimiento? O mejor, qui
zs, en qu consiste?
Aqu slo puedo esbozar una respuesta. Primero, deberamos
considerar que nuestros deseos y preferencias no son, en general,
algo que nicamente notemos en nosotros mismos como presen
cas ajenas. En gran medida, son lo que somos. La idea gana fuer
za por el hecho mismo de que haya excepciones: es decir, por la
presencia ocasional en algunos sujetos de disposiciones y deseos
que ellos experimentan como coerciones intrusas. Por lo que res-
LIBERTAD Y NECESIDAD 197
pecta a stas, no hay sentimiento de libertad; pero su ausencia
tampoco puede atribuirse al conocimiento de sus causas; por el
contraro, quienes sufren esas coerciones pueden sufrir tambin
de tal ignorancia de sus causas que Spinoza considerara esa igno
rancia la fuente de su sentimiento de libertad.
En segundo lugar, deberamos considerar la experiencia de la
deliberacin y ponerla en relacin con la idea de que nuestros de
seos y preferencias no son, en general, algo que percibamos en no
sotros mismos como presencias ajenas. Un corolario de esta idea
es que en la experiencia de la deliberacin no somos meros espec
tadores de una escena en la cual, si se pone a un lado el elemento
de estimacin o clculo, los deseos pugnan entre s por imponer
se, siendo nosotros el premio. Esta imagen puede resultar apro
piada a veces, pero no es la imagen que mejor se adeca a la expe
riencia cannica de la deliberacin. Esa experiencia realza el
sentimiento de nuestro yo: nos identificamos a nosotros mismos
de la forma ms completa en el deseo de orden superior que de
termina lo que llamamos nuestra eleccin; y es por esto por lo que
la llamamos nuestra.
Finalmente, deberamos considerar la experiencia de ser
agentes. Cuando una accin bsica nuestra resulta, por una ruta
causal normal, de una intencin especfica de actuar de esa for
ma -intencin que, a su vez, es resultado de una combinacin
de deseos y creencias pertinentes-, entonces no slo tenemos
conocimiento inmediato de que nuestra accin ha sido como te
namos la intencin de que fuese, sino tambin de que ha sido
ejecutada intencionadamente. Como han sealado escritores re
cientes de teora de la accin, a veces puede suceder que alguien
acte tal y como intenta actuar y, sin embargo, no ejecute la ac
cin intencionadamente. La accin puede derivar causalmente
de la combinacin apropiada de deseo y creencia, pero la ruta
causal que lleva desde el deseo y la creencia hasta la accin pue
de ser la errnea. El pensamiento que anticipa la accin puede,
por ejemplo, perturbarnos o enervamos hasta tal punto que nos
encontremos a nosotros mismos realizando de manera no inten
cionada precisamente esos movimientos que tenamos la inten
cin de hacer, como en un famoso ejemplo del profesor David-
198 ANLISIS Y METAFSICA
son, en el que un montaero suelta la cuerda que sostena a un
compaero de cardada. En tales casos est ausente la experien
cia de ser agentes. Los casos son dignos de mencin para subra
yar el hecho de que normalmente esa experiencia est presente y
para recordarnos cmo es.
He aqu, entonces, una parte al menos de la fenomenologa
del sentimiento de libertad. El que nos encontremos a nosotros
mismos en nuestros deseos y preferencias y el que, en general, no
los veamos como presencias ajenas dentro de nosotros, la expe
riencia de la deliberacin que realza y refuerza el sentimiento de
nuestro yo y la experiencia constantemente repetida de ser agen
tes, todo ello contribuye, quizs, a constituir el sentimiento de li
bertad. A experimentarlo nosotros mismos, lo atribuimos tam
bin a los dems.
Supongamos que se reconoce que el sentimiento de libertad
as entendido, experimentado en nosotros mismos y atribuido a
los dems, es un hecho natural: un hecho que, en general, no est
causalmente amenazado por el conocimiento de causas particula
res, ni amenazado lgicamente por la creencia general en el reina
do de la causalidad universal; no se halla amenazado lgicamente
porque no es una creencia y, por tanto, no es incompatible con esa
creencia general. Sin embargo, el sentimiento de libertad, ese he
cho natural, est estrechamente vinculado a otras actitudes hacia
nosotros mismos y hacia los dems, a otros sentimientos para con
nosotros mismos y para con los dems y a otros conceptos que nos
aplicamos a nosotros mismos y que aplicamos tambin a los de
ms. Y frecuentemente se arguye que la justificacin de algunas
de estas actitudes y sentimientos y la aplicacin de algunos de es
tos conceptos exige, y nosotros vemos que exige, la verdad de creen
cias que son incompatibles con la creencia general en el reinado
universal de la causalidad natural. Spinoza habla de las nociones
de pecado y mrito, elogio y culpa, y de las emociones correspon
dientes. En general, se puede decir que lo que se discute aqu son
las nociones, actitudes y sentimientos asociados al juicio moral, a
la idea de premio moral. Ahora bien, es cierto que en general se
piensa -podra decirse que es una tesis acerca de la conciencia
moral comn-que lo apropiado de estas actitudes y sentimien-
LIBERTAD Y NECESIDAD 199
tos y la aplicabilidad de estas nociones requiere, cuando estas ac
titudes y nociones estn en cuestin, que el agente pueda haber ac
tuado de manera dz/erente de como lo hizo entonces. Pero -el ar
gumento sigue-si es verdadera la tesis del determinismo, entonces
no es verdad que para cualquier agente y en cualquier ocasin el
agente pudo haber actuado de manera diferente de como lo hizo
en esa ocasin. Por lo tanto, si la tesis del determinismo es ver
dadera, las actitudes y nociones en cuestin no son nunca apro
piadas.
Segn esta lnea de razonamiento, se interpreta correctamen
te la tesis de la conciencia moral comn? Es realmente el caso
que nuestra creencia en lo apropiado de las actitudes y sentimien
tos en cuestin, o en la justa aplicabilidad de las nociones perti
nentes, depende a su vez de otras creencias que son incompatibles
con la tesis determinista?
Ciertamente, es verdad que muchas veces, en el contexto del
juicio moral, especialmente si es un juicio desaprobatorio, se pue
den proferir las palabras: l podra haber actuado de otra for
ma, u otras palabras que digan lo mismo. Pero, cuando se las
profere, son esas palabras realmente equivalentes a No hubo
impedimentos o barreras naturales sufcientes, de la clase que fue
se, sin importar su complejidad, que le impidieran actuar de otra
manera? Al igual que se lo ha parecido a otros, tambin a m me
parece difcil aceptar esa equivalencia. Un juicio comn de esa
forma equivale ms bien a la negacin de que haya un impedi
mento natural suficiente de ciertas clases o tipos de clases especf
cos. Por ejemplo, Podra (fcilmente) haberles prestado su ayuda
(en lugar de retirrsela) puede equivaler a la negacin de que le
falte al agente el poder muscular o los medios financieros adecua
dos. Llevar la respuesta Simplemente, no estaba en su modo
de ser hacer tal cosa a retractarse en tal caso de ese juicio moral?
No lo creo; lleva ms bien a reforzar el juicio.
Existe otra razn, igualmente familiar, para cuestionar la
equivalencia propuesta. Aceptar la equivalencia le compromete
a uno con el punto de vista de que la prctica de la valoracin
moral o bien se fundamenta racionalmente en el rechazo cons
ciente o tcito de la tesis del determinismo o bien es causalmen-
200 ANLISIS Y METAFSICA
te dependiente de ese rechazo. Pero cuando se invita a aquellos
que aceptan la equivalencia a que expliquen cmo justifican las
prcticas y actitudes en cuestin la creencia de que no hay cau
sas determinantes, sus respuestas son singularmente insuficien
tes. Es difcil ver cmo el azar, o la creencia en el azar, podra ex
plicar o justificar tal cosa. Y los intentos de formular la creencia
en otros trminos nunca han ido ms all de un sin sentido alti
sonante o de descripciones psicolgicas que de ninguna manera
resultan incompatibles con la tesis del determinismo. Nadie ha
podido nunca formular de manera inteligible en qu consistira
ese estado de cosas, esa condicin de la libertad, que se ha con
siderado necesaria para fundamentar nuestros juicios y actitudes
morales. La pregunta: Si creemos en esa condicin, qu es exac
tamente lo que creemos? permanece incontestada y es, creo, in
contestable.
Algunos de los que han encarado este hecho, pero que tam
bin han sentido, o han pensado que sentan, una tensin irrecon
ciliable entre el reinado de la causalidad y la posesin de actitudes
morales, han concluido que stas encierran algo intrnsecamente
confuso. Esta conclusin se hace eco de Spinoza.
No obstante, es una conclusin equivocada; o al menos re
sulta equivocado que se la extraiga de esta manera y por esa ra
zn. Nuestra predisposicin a tener actitudes o sentimientos
morales es un hecho natural, como lo es el sentimiento de la li
bertad. He sealado que estn relacionados, y ha llegado el mo
mento de decir algo ms acerca de este vnculo. Al hablar del
sentimiento de libertad, lo relacion estrechamente con el senti
miento del yo. Nuestros deseos, decisiones y acciones no se sien
ten en general como algo ajeno, cosas que simplemente suceden
en nosotros o que nos pasan, como un dolor o un golpe. Somos
los unos y las otras. Nuestra conciencia de todo ello es concien
cia de nosotros mismos. Dije que atribuimos a otros ese mismo
sentimiento de libertad y ese mismo sentimiento del yo. Vemos
a los otros como a otros yoes; y somos conscientes de que cada
uno de ellos ve as tambin a los dems. Pero no concluimos
nada de todo esto por medio de un razonamiento analgico. A
los dems los sentimos como a otros yoes, y lo hacemos de muy
LIBERTAD Y NECESIDAD 201
diversas formas, ligadas ntimamente a los hechos que interesan
a los hombres y a sus interacciones; y semejante diversidad es
precisamente la diversidad de actitudes y emociones morales y
personales que experimentamos hcia los otros; actitudes y emo
ciones que encuentran su correlato en las que ellos tienen hacia
nosotros mismos.23 De todas o de la mayor parte de estas emo
ciones y actitudes, no importa si dirigidas hacia nosotros mismos
o hacia los dems, trata en su Etica el propio Spinoza. l las con
sidera hechos naturales, analizando sus causas y efectos con una
agudeza psicolgica sin igual. Este anlisis no puede sino mere
cer admiracin. Lo que me ha interesado rebatir es la tesis de
que estas emociones y actitudes, junto a los sentimientos asocia
dos de libertad, del yo y de los otros yo, descansan en una o ms
creencias incompatibles con la doctrina del reinado universal de
la causalidad natural.
Sin embargo, es preciso hacer de nuevo una distincin. Est
la tesis de que estas emociones y actitudes, junto al sentimiento
de libertad, descansan en una creencia falsa. Y est la tesis de que
este haz de sentimientos asociados descansa en la ignoracia: en la
ignorancia de las causas reales de los deseos, las disposiciones y
las acciones. Es claro que estas dos tesis son lgicamente inde
pendientes. La segunda podra ser verdadera incluso siendo fal
sa la primera. No slo he rechazado antes la primera tesis sino
que, en lo que respecta al sentimiento de libertad, he hecho lo
mismo con la segunda. Rechac esta otra tesis, al menos en su
formulacin plenamente general, razonando que podramos te
ner una nocin razonablemente precisa de las fuentes causales
de nuestros deseos y disposiciones y de las de los dems -y tam
bin de las fuentes de nuestras acciones y de las suyas-y no te
ner, como resultado de este conocimiento, la menor disposicin
a perder el sentimiento de que esos deseos, disposiciones y ac
ciones son algo verdaderamente nuestro (o suyo); ni a perder el
sentimiento de nuestros yoes (o los de los suyos) y de nuestra li
bertad (o de las suyas) a propsito de esos deseos, disposiciones
23 . He escrito ms extensamente sobre estas actitudes en Freedom and Re
sentment, Proceedings o/ the British Academy (1962), reimpreso en otros lugares.
202 ANLISIS Y METAFfSICA
o acciones. Mientras que, por otra parte, podramos experimen
tar a veces como coerciones intrusas -respecto de las cuales no
tendramos ningn sentimiento de libertad- ciertos deseos y
disposiciones de cuyas causas seramos plenamente ignorantes y
que no seramos capaces explicar.
Es preciso, sin embargo, una mayor consideracin de la se
gunda tesis. He hablado de una cierta clase de conocimiento no
especializado que tenemos de las fuentes de las disposiciones, de
seos y acciones humanos. Nos explicamos a nosotros mismos y a
los dems en trminos que podramos calificar de humanos y so
ciales. Nos referimos a rasgos heredados, a infuencias sociales, a
los efectos de la educacin, el aprendizaje y la experiencia, a las
circunstancias particulares en que la gente se ve a s misma. Ha
blamos del carcter, la personalidad y las infuencias que los con
forman y modifican. Podemos llegar a ser considerablemente su
tiles y expertos en esta clase de conocimiento. Pero sigue siendo
una clase de conocimiento relativamente vaga e inexacta; y pocos
sern los que piensen que sea algo ms.
Pero tambin podemos vernos a nosotros mismos, y lo va
mos siendo en mayor medida, bajo una luz bastante diferente: a
la de las ciencias fsicas y biolgicas. Bajo esa luz nos vemos a no
sotros mismos como mecanismos genticamente programados
que tienen una complejidad inmensa, mecanismos constante
mente modificados por su propia historia, que responden, en
formas que cambian constantemente, in a los inputs sensoriales
c los outputs de la conducta. La medida del desarrollo que
pueden alcanzar estas ciencias no ser menor que la de la com
plejidad de los mecanismos que debemos considerar que somos;
y slo estamos en el umbral de ese desarrollo. Sin embargo, el sa
ber que proporcionan y prometen estas ciencias difiere en un
aspecto fundamental del conocimiento de la causacin del com
portamiento humano del que he estado hablando; porque, por
lo que respecta al primero de ambos, es un saber exacto. Supon
gamos, entonces, que fusemos capaces de dar explicaciones
causales completas del comportamiento humano, incluyendo el
nuestro, en los trminos de estas ciencias exactas. Supongamos,
dentro de un espritu plenamente spinozista, que pudisemos
LIBERTAD Y NECESIDAD 203
identificar cada pensamiento, cada sentimiento, cada impulso
original a la accin, con, o .como, el aspecto o correlato mental
de algn estado fsico complejo cuyas condiciones fsicas s ufi
cientes pudiramos, a su vez, determinar, remontndonos hacia
atrs en estas condiciones tanto como necesitsemos o desese
mos. No podra decirse, entonces, que habramos reemplazado
el conocimiento y la comprensin inadecuados e inexactos que
ahora tenemos de las causas de nuestros deseos, disposiciones y
acciones por otros adecuados? Y no podra remover ese cono
cimiento adecuado las pases de los sentimiento de libertad y del
yo y, por lo tanto, de las actitudes y emociones morales asocia
das? No reivindicara ello la tesis de que estas ltimas descan
saban de hecho, si no en la ignorancia absoluta de las causas, s
al menos en un conocimiento inadecuado de ellas?
La sugerencia conlleva algunas complicaciones menores, en
la medida en que ha de suponerse que factores mentales como el
sentimiento de verse a uno mismo como agente o como el senti
miento de culpa tienen correlatos y causas fsicas; de forma que
por lo menos sera necesario imaginar el conocimiento de los
funcionamientos del mecanismo provocar modificaciones sus
tanciales en l. Pero carece de sentido entrar en estas complica
ciones, pues la pregunta que contiene la sugerencia es imposible
de responder. Lo es, ya que no puede concebirse cmo se cum
plira e supuesto que da lugar a esa pregunta. X, por ejemplo,
percibe que la ltima observacin de Y ha molestado a Z y, de
seando ahorrarle sufrimientos a Z, el propio X dice algo con Ja
intencin de cambiar el rumbo de la conversacin. Podemos
considerar seriamente la posibilidad de dar una explicacin cau
sal completa del origen de precisamente este complejo de pensa
miento, sentimiento y accin que se da en X exclusivamente en
trminos de las ciencias fsicas exactas? Y de toda otra muestra
de comportamiento humana que tenga, digamos, la modesta
complejidad de sta? La idea es absurda; y no porque no haya
mundo y tiempo suficiente para resolver tales problemas, al me
nos en el sentido de que no lo hay para resolver los problemas de
las condiciones causales particulares de todos y cada uno de los
movimientos de una hoja en la superficie de una corriente. Es
204 ANLISIS Y METAFSICA
absurdo, de una forma ms fundamental, porque no existe la po
sibilidad prctica de establecer los principios generales en los
que habran de basarse los clculos oportunos. Esto no quiere
decir que se deba negar absolutamente la existencia de correla
ciones psicofsicas subyacentes incluso en casos como sos. Sig
nifica que la idea de semejantes correlaciones, en casos as, ha de
seguir siendo meramente una idea, algo desprovisto de conse
cuencias, vaco a efectos prcticos. As pues, para explicar el
comportamiento de X debemos poder requrir a inexactitudes
como: Es ese tipo de hombre -le importa lo que Z pueda sen
tir-y lo es porque se ha criado en esa sociedad -y Z le impor
ta porque . . . ; y as sucesivamente.
Naturalmente, hay ms cosas que decir sobre el alcance de
las explicaciones fsicas deL comportamiento humano. En pri
mer lugar, si no pudiesen establecerse las sutiles conexiones,
que consideramos antes, entre el lenguaje de las ciencias exac
tas, por un lado, y el lenguaje de la mente y del comportamien
to, por otro, s que podran establecerse conexiones algo ms
groseras. Muchas clases generales de dependencia de lo mental
y del comportamiento respecto de lo fsico son bien conocidas.
Se puede modificar la percepcin, simular la memoria, reducir o
potenciar la agresividad, la depresin o el impulso sexual, por
ejemplo, por medios qumicos o elctricos. Se puede prever un
gran incremento de esta clase de conocimiento. Y el conoci
miento de estas dependencias y la disponibilidad de las tcnicas
para sacar partido de ellas puede seguramente, en ciertos casos,
contribuir a inhibir, o cuando menos a atenuar la fuerza de, esas
actitudes y reacciones morales y personales cuya base es lo que
est en disputa. As pues, podra preguntarse, no debera gene
ralizarse este efecto inhibitorio? Todos los rasgos generales que
se manifiestan en los episodios concretos del comportamiento
humano, por muy nuanc que sea la descripcin que estemos in
clinados a dar de ellos deben tener, suponemos, una base fsica.
As pues, por qu razn habra de confinarse el efecto inhibito
rio de tal conocimiento a ciertos casos? Creo que puede encon
trarse la respuesta (o los inicios de una respuesta) a tal pregunta
si, en primer lugar, se percata uno del hecho de que stos son
LIBERTAD Y NECESIDAD 205
tambin los casos que estamos favorablemente dispuestos a con
siderar casos para tratar. Son los casos en que los rasgos en
cuestin se manifiestan de una forma que, por s misma, tiende
a inhibir las actitudes interpersonales ordinarias en favor de ac
titudes objetivas. Otra parte de la respuesta consiste en la ob
servacin obvia de que la creencia general, y seguramente justi
ficada, en la base fsica de la mente es muy diferente, y queda
muy lejos, de ese conocimiento detallado y especfico de las co
rrespondencias psicofsicas que antes declar imposibles. Es por
estas dos razones, por lo tanto, por lo que puede decirse que
nuestro conocimiento de las clases generales de dependencia de
lo mental de lo fsico nicamente contribuye, y tan slo lo hace
en ciertos casos, a modificar o a inhibir reacciones y actitudes
morales y personales. Pero el tema es complicado y sin duda me
rece un tratamiento ms completo que el que le reservo aqu.
La segunda observacin que ha de hacerse sobre el alcance
de las explicaciones fsicas del comportamiento humano es la si
guiente. Ms arriba di un ejemplo de semejante comportamiento
y lo describ en los trminos humanos ordinarios de la intencin
y el motivo. Desech la idea de que pudiera darse, incluso en
principio, una explicacin causal adecuada de tales episodios , as
descritos, en los trminos de las ciencias exactas. Pero imagine
mos que nos contentsemos con abandonar la prctica de descri
bir el comportamiento en los trminos de la accin intencional y
que optsemos por describirla recurriendo a los del movimiento
corporal. Los principios generales de la explicacin causal exac
ta y adecuada del comportamiento, entendido de esta manera, ya
no pareceran estar ms all de nuestra comprensin; pues los
mecanismos del movimiento corporal no manifiestan disconti
nuidad alguna con los ms finos mecanismos electroqumicos de
la armazn humana. Las dificultades de explicacin que pudie
ran surgir en casos particulares no seran de una clase diferente,
aunque sin duda podra haber diferencias de grado, si se los
compara con las de la explicacin de los movimientos de la hoja
en una corriente.
Hago esta observacin por un afn de completitud. Debamos
responder a la tesis de que el conocimiento de las causas del com-
206 ANLISIS Y METAFSICA
portamiento socavara una cierta gama de actitudes y sentimien
tos. He sealado que, dado lo que hoy conocemos, semeante co
nocimiento general de causas no ha tenido en realidad ese efecto.
A la hipottica pregunta de si no lo producira un conocimiento
exacto o adecuado respondo con una distincin. En la medida
en que por comportamiento humano entendamos la accin in
tencionada, se conocimiento es imposible de lograr. Si de la des
cripcin del conocimiento humano hubisemos de excluir toda
referencia a la creencia, al deseo y a la intencin; si hubisemos de
verlo como algo que consiste en mero movimiento corporal, en
tonces ese conocimiento podra obtenerse en realidad. Pero esta
verdad, simplemente, no tiene nada que ver con el caso que nos
ocupa. Entender el comportamiento humano como algo que con
siste meramente en movimiento fsico excluira por s solo las acti
tudes y los sentimientos en cuestin; pues estas actitudes y senti
mientos surgen slo cuando el comportamiento se entiende o se
experimenta como accin intencional.