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Banderas POR CADA hombre muerto, se regala una bandera.

La ceremonia es sencilla y se desarrolla siempre de la misma forma, en la intimidad de la familia y sin curiosos que interfieran. Primero llegan dos oficiales que comunican la triste noticia a los deudos luego, comien!an los preparati"os para la entrega de la bandera. #ay que hacer notar que la presencia de los oficiales tiene un efecto moderador sobre el dolor de las familias que, por sobriedad, contienen sus manifestaciones de pesar. Algo en los uniformes, en los gestos medidos y protocolares impone l$mites a los sentimientos e%asperados& se llora con m's recato. Para desplegar la bandera, se prefieren las superficies chatas, como la mesa del li"ing, por e(emplo, con mucha solemnidad, en medio del silencio general )s*lo se escuchan los sollo!os ahogados de alguna mu(er+. uno de los oficiales procede a e%tenderla con mucho cuidado, procurando que no se formen pliegues La bandera se desen"uel"e sobre la mesa como si fuera el tapi!, antes de la celebraci*n de la misa. ,na "e! ha quedado e%tendida, el otro oficial dirige algunas palabras -sobrias, contenidas- al p.blico reunido. /e habla de "alent$a, honorabilidad y ser"icio a la patria. Cuando termina, se hace un minuto de silencio. Luego, el mismo oficial, procede a enrollar la banden. Podr$amos decir que 0ste es el momento m's emoti"o de toda la ceremonia. 1uchas familias no pueden contener el llanto, las ce(as crispadas. La bandera se pliega as$& primero, se dobla por uno de los e%tremos, de modo que forme un peque2o tri'ngulo, luego el tri'ngulo se dobla sobre s$ mismo y as$ sucesi"amente hasta terminar con la bandera. Cuando 0sta se ha reducido a un cuadrado, en "irtud de la propiedad geom0trica de la adici*n de dos tri'ngulos equil'tero iguales, uno de los oficiales )no el que la enroll*+ procede a depositarla en manos de uno de los miembros de la familia, que la recibe con gran emoci*n. Puede decirse entonces que la ceremonia ha concluido, y los oficiales, haciendo el saludo de rigor, se retiran. /i bien la bandera as$ doblada no pesa mucho, en cambio se ha ad"ertido que es algo inc*moda de lle"ar. 3l miembro de la familia que la ha recibido suele no saber qu0 hacer con ella. Colocada deba(o del bra!o. a la altura de la a%ila derecha o i!quierda, si bien permite disponer de las e%tremidades con libertad, en cambio produce mucho calor, especialmente en los d$as de "erano. /i se la sostiene entre las manos, obstaculi!a otras tareas, necesarias para la continuidad de la "ida, como gesticular, por e(emplo. 4ambi0n es dif$cil encontrarle un lugar en la casa. /eria irrespetuoso -dado que de alguna manera la bandera es el padre o el hi(o muerto- colgarla de la pared del li"ing, donde adquirida un car'cter decorati"o no siempre a tono con los dem's ornamentos. ,sada como s'bana tiene el incon"eniente de no a(ustarse e%actamente a las dimensiones de las camas normales, y el fr$o, adem's, se cuela por los costados. 5 nadie comer$a a gusto encima de los colores que representan al noble soldado muerto. #ay madres que la colocan encima del tocador, pero se llena de pol"o y atrae a las polillas. Lo m's adecuado parece ser guardarla en una bolsa de nylon en el ca(*n de la ropa en desuso. /e ha "isto, con todo. hombres por las a"enidas transitando con su bandera arrollada deba(o del bra!o, como el peri*dico de la tarde. 3l creciente consumo de banderas ha dado lugar a una floreciente industria. 1ultitud de mu(eres desocupadas se dedican, ahora, con todo esmero, a 6a confecci*n de pabellones

patrios para cubrir las necesidades del e(0rcito, la a"iaci*n, la marina, la infanter$a, el cuerpo de paracaidistas, las brigadas especiales, los lan!a-llamas, el ser"icio de e%pedicionarios y los selectos equipos de bombarderos. De este modo, la poblaci*n del pa$s se ha di"idido en dos grandes categor$as& aquellas personas dedicadas ala confecci*n de banderas y aquellas destinadas a recibirlas. Pero no son dos sectores separados entre s$. 1uchas "eces una mu(er que se encontraba cosiendo a m'quina, las tres fran(as de color que componen nuestra bandera, fue interrumpida por dos oficiales que cumpl$an el penoso deber de entregarle una, no cosida por ella. Como menudas diferencias se ad"ierten en la confecci*n de una bandera y otra )el espesor del hilo, el ancho de la bandera de separaci*n entre un color y otro, el tama2o de las puntadas, la costura de los bordes+, se ha desarrollado entre las gentes una curiosa afici*n& coleccionar pie!as raras. Las familias estudian entre s$ las caracter$sticas de sus numerosas banderas y se dedican a buscar aquellas que se distinguen por alguna peculiaridad, desde2ando las fabricadas en serie. ,n peque2o mercado negro de banderas se ha iniciado, al margen de la entrega oficial. Pero este tr'fico indecente no afecta a la mayor$a de las familias del pa$s, que con todo esmero contin.an fabricando banderas. 4odo lo cual re"ela el alto grado de patriotismo del que go!amos en la actualidad. Cristina Peri Rossi 3l Pa$s Cultural 78 9:9 9; de enero de <==>

3l 3%iliado /u acento lo delata& arrastra un poco las eses y pronuncia de igual manera las b y las ". 3ntonces se produce cierto silencio a su alrededor. 7o es un gran silencio, pero 0l percibe alguna curiosidad en las miradas y un peque2o rea(uste en los gestos, que se "uel"en m's enf'ticos. )Cambios imperceptibles para un obser"ador com.n, pero el e%ilio es una lente de aumento.+ A partir de ese instante )y tambi0n otros+ 0l se siente en la necesidad de compensar a los dem's. Oh, es cierto que 0l es un e%tran(ero y debe hacerse perdonar. Agradece la buena "oluntad a(ena, 0sa que consiste en no preguntarle (am's de donde "iene, ni que hac$a antes, si ha solucionado o no los problemas de los papeles, c*mo era el lugar donde "i"$a, si perdi* algo en el camino, si se siente solo. 4odos est'n dispuestos a disimular esa peque2a anomal$a, a tomarlo en cuenta, pese a todo, a no hacerle preguntas y especialmente& a no demostrar ninguna clase de curiosidad por su "ida. Para corresponder a tanta amabilidad, 0l se obstina en ignorar su pasado )hace como si no lo tu"iera+, reprime cualquier malestar y demuestra gran conocimiento de las pla!as de la ciudad, los monumentos, el nombre y la ubicaci*n de las calles, los ser"icios p.blicos y la escasa flora del lugar. Puede indicar con precisi*n la ruta de los autobuses y de los metros y la composici*n de la Alcald$a, pero precisamente, el hecho de conocer todos estos datos )en especial& el nombre de los 'rboles del ornato p.blico y el empla!amiento de los principales

monumentos+ crea cierta desconfian!a a su alrededor y confirma que en efecto, se trata de un e%tran(ero que "i"e entre nosotros. 3"ita muy cuidadosamente el uso de la primera persona del plural, para no sembrar dudas a su paso, porque los indi"iduos suelen ser muy celosos en cuanto a la comunidad a la que pertenecen y 0l no desea ofender a nadie. 3st' muy agradecido al sol, que tambi0n lo calienta a 0l y por un ingenioso mecanismo sortea las trampas que se le tienden para intimidarlo& cuando alguien habla de un defecto nacional, 0l lo con"ierte de inmediato en una "irtud. Por e(emplo, cuando su interlocutor, sin mirarlo especialmente fi(o, menciona la me!quindad de los habitantes de la ciudad, 0l afirma que se trata del sano sentido del ahorro que ha permitido prosperar a las familias si se habla de la rude!a y falta de urbanidad de los transe.ntes, 0l asegura que es espontaneidad y falta de inhibiciones si alguien comenta que en esa ciudad hay poca imaginaci*n y sus habitantes son aburridos, 0l sugiere que en realidad, se trata del sentido com.n de la ra!a, poco dad -gracias a Dios - al delirio y a la a"entura. /i el interlocutor persiste en enumerar los "icios y defectos del pa$s, 0l da por terminada la con"ersaci*n con un enf'tico ?? 6,stedes no saben lo que tienen@AA, y el ciudadano se interrumpe, mira alrededor, algo confuso, con"encido de que el e%iliado ama m's el lugar que 0l. Pero de inmediato se recupera& no est' dispuesto que nadie hable de su patria superlati"amente, si no naci* all$. 3s entonces cuando el 3%iliado comprende que ha cometido una falta irreparable y que por m's esfuer!o que haga, siempre ser' un e%tran(ero. 3l rugido de 4ar!'n Bohnny Ceissmuller grit* y el bosque entero )con sus insinuantes lianas y espesos folla(es+ pareci* temblar& el "aso de DhisEy resbal* de la peque2a mesa de "idrio y cay* sobre la alfombra de piel de le*n un lago redondo y oscuro crecido con la llu"ia. Bohnny grit*, un grito largo y sostenido, con sus corte!as y litorales, sus monta2as de sonido, sus cue"as "egetales, sus profundidades ocultas donde "uelan los murci0lagos y sus nubes 'giles que se desli!an como humo. ,n grito prolongado y profundo, largo, hondo, que por el aire resbalaba de rama en rama, con"ocando a los p'(aros a!ules y a los blancos elefantes un grito que atra"esaba el claroscuro de las ho(as, las cicatrices de los troncos, y saltaba entre las rocas como "entisquero ascend$a las cumbres de las quietas, solemnes monta2as, corr$a entre las piedras primarias, oscurecidas por el folla(e y precipitaba los r$os esti"ales, de agua lenta, cristalina. 7o s*lo el "aso cay* tambi0n un cenicero se desli!*, un cenicero de porcelana en forma de ho(a de pl'tano, regalo de una de sus antiguas admiradoras. 5 las numerosas colillas estru(adas se desparramaron como menudos troncos quemados. Al grito, acud$an las a"es de largo "uelo equinoccial, los peces peque2os que lamen el costado de las rocas, los cier"os de reales cornamentas, los cuer"os de mirada alerta, los cocodrilos asomaban sus largas cabe!as y los 'rboles parec$an mo"erse. 3ra un grito triunfal, una cla"e sonora respetada por los grande paquidermos, los alti"os flamencos y los escurridi!os moluscos. 3ntonces Bane le"antaba la cabes, resplandeciente y morena, tocada por el grito como por una incitaci*n largamente esperada. 5 Bane corr$a, Bane corr$a por los senderos del bosque, se abr$a paso entre las ramas de grandes y carnosas

ho(as, Bane atra"esaba los h.medos corredores de la sel"a guiada, conducida por el grito, protegida por el grito, alentada por el grito. Los p'(aros "olaban detr's de ella, los leones se ocultaban, las serpiente escond$an las cabe!as, grandes hipop*tamos ced$an paso. 7o s*lo el cenicero se estrell* contra el suelo& un cuadro de la habitaci*n se estremeci*, pareci* golpear la pared y luego de cimbrar un momento el aire )denso de humo y de alcohol+ qued* torcido, anhelante, con un 'ngulo en falsa escuadra. 3ra la copia a todo color de un "ie(o fotograma de la sel"a, de la prefabricada (ungla de 4oluca LaEe, con sus monta2as de cart*n, sus baobabs de papel pintado y sus piscinas con"ertidas en lagos llenos de pira2as. Fuera del apartamento, los autom*"iles que cru!aban la a"enida se detu"ieron un instante, alarmados por el grito, y luego, "eloces, siguieron el camino. Los elefantes sacud$an sus grandes ore(as como lentos abanicos, los monos cru!aban la sel"a por el aire, saltando de rama en rama y los p'(aros, como l'tigos, golpeaban las ho(as de los altas bananeros. 3n el fotograma, adem's, hab$a una muchacha "estida con piel de tigre que yac$a en el suelo, encadenada, los t.rgidos senos asomando entre las manchas opalinas del tigre, los muslos muy blancos )muslos de alguien que toma poco sol+ descubiertos por las cuidadosas rasgaduras de la falda, los labios anchos y ro(i!os entreabiertos en lo que pod$a ser un gesto de pro"ocati"o dolor o una sensual imploraci*n, Bohnny estaba unos pasos m's atr's, el ancho y musculoso torso denudo, la nari! recta, los huesos bien formados con peque2a y sugesti"as sombras alrededor de las tetillas y de la cintura un poco m's arriba del ombligo se iniciaba una l$nea, un cauce torneado que el taparrabos triangular )largo entre las piernas, pero angosto en los costados, como para que asomaran las formidables l$neas de los muslos+ ocultaba, pero cuya trayectoria -como un r$o afluente- era posible adi"inar. 3l cuadro lo hab$a pintado una admiradora suya, hac$a muchos a2os, a partir de una escena de 4ar!'n y las ama!onas, protagoni!ada por 0l y por Brenda Boyce por lo que Bohnny recordaba de la pel$cula, en ella hab$a una cantidad e%traordinaria de muchachas, portadoras de flechas, todas ata"iadas con piel de tigre )0l se hab$a enfadado mucho cuando supo que las manchas de la tela eran fruto de una buena operaci*n de la tintorer$a del estudio& los tigres escaseaban, por lo menos en #ollyDood, y adem's, hab$a empe!ado a surgir una cantidad incre$ble de sociedades protectoras de algo, de perros, de tigres y hasta de ballenas, lo cual "ol"$a el arte cinematogr'fico muy dif$cil+ y con sandalias de liana. 3n la pel$cula, 0l "ol"$a a lan!ar su largo, agudo y penetrante grito, un grito de sel"a y de monta2a, de agua, madera y "iento un grito que ululaba como las sirenas de los paquebotes del 1ississippi, que bat$a alas como los p'(aros a!ules de 7orE-Fold, que atra$a a las salamandras de los pantanos de Cest-Palm )al oeste de Colorado Ri"er hay un sitio que amo+ y alentaba el "uelo de las 'nades de Cisconsin. Bohnny grit* grit* en la ladera del sof' forrado de piel de bisonte, y la cabe!a del cier"o, en la pared, no se estremeci* "ol"i* a gritar pensando en 1aureen OG/ulli"an y el grito retumb* en la habitaci*n como una pesada piedra cayendo sobre los atolones de Leyte& la isla madrep*rica reprodu(o el grito en los "asos de DhisEy con huellas de labios y de cigarros, en las conchas del Caribe conser"adas como trofeo y en cuyas ca"idades toda"$a las notas bronca del mar fosforescente se (untaron con los agudos de su grito Bohnny grit* sobre los largos pelos de las mantas africanas que cubr$an de animales aterciopelados el lecho conyugal "ac$o en el apartamento de California, grit* sobre las

reliquias de marfil y las ho(as de tabaco, un grito largo y desesperado, desenca(ado, el grito de un humilde recepcionista del CaesarGs Palace de las Hegas, su .ltimo empleo, y por un momento pens* que Bane acudir$a, que Bane cru!ar$a las abigarradas calles centrales, que se abrir$a paso entre los resplandecientes sem'foros y las carrocer$as brillantes de los autos, que Bane, "estida con un abrigo de leopardo, atra"esar$a la a"enida centellante de ne*n, saltar$a por encima del r$o de cacahuetes y bolsitas de ma$!, que correr$a entre los anuncios de porno-films y de cigarrillos Buen /al"a(e Americano hasta el humilde apartamento donde 3dgar Burroughs acababa de beber un DhisEy, antes de llamar por tel0fono al #ogar de Retiro de Actores, en Coodland #ills, porque un anciano llamado Bohnny Ceissmuller no de(aba dormir a los "ecinos con sus gritos. 3l Pa$s Cultural 78 <I; 9= de abril de <==9 La Jrieta 3l hombre "acil* al subir la escalera que conduc$a de un and0n a otro, y al producirse esta peque2a indecisi*n de su parte )no sab$a si seguir o quedarse, si a"an!ar o retroceder, en realidad tu"o la duda de si se encontraba ba(ando o subiendo+ gra"es trastornos ocurrieron alrededor. La compacta muchedumbre que le segu$a rompi* el denso entramado -sin embargo, casual- de tiempo y espacio, desperdig'ndose, como una estrella que al e%plotar pro"oca di'spora de luces y alg.n eclipse. #ombres perple(os resbalaron, mu(eres gritaron, ni2os fueron aplastados, un anciano perdi* su peluca, una dama su dentadura posti!a, se desparramaron los abalorios de un "endedor ambulante, alguien apro"ech* la ocasi*n para robar re"istas del quiosco, hubo un intento de "iolaci*n, salt* un relo( de una mano al aire y "arias mu(eres intercambiaron sin querer sus bolsos. 3l hombre fue detenido, posteriormente, y acusado de perturbar el orden p.blico. Kl mismo hab$a sufrido las consecuencias de su imprudencia, ya que, en el tumulto, se le quebr* un diente. /e pudo determinar que, en el momento del incidente, el hombre que "acil* en la escalera que conduc$a de un and0n a otro )a "einticinco metros de profundidad y con lu! artificial de d$a y de noche+ era el hombre que estaba en el tercer lugar de la fila n.mero quince, siempre y cuando se hubieran establecido lugares y filas para el ascenso y descenso de la escalera. 3l interrogatorio se desarroll* una tarde fr$a y h.meda del mes de no"iembre. 3l hombre solicit* que se le aclarara en que equinoccio se encontraba, ya que a ra$! de la "acilaci*n que hab$a pro"ocado el accidente, sus ideas acerca del mundo estaban en un per$odo de incertidumbre. -3stamos, por supuesto, en in"ierno- afirm* con notable desprecio el funcionario encargado de interrogarle. -7o quise ofenderlo- contest* el hombre, con humildad-. 7o sabe hasta qu0 punto le agrade!co su gentil informaci*n- agreg*. -Con independencia del in"ierno- contempori!* el funcionario-, Lquiere e%plicarme usted qu0 fue lo que pro"oc* este desagradable accidenteM

3l hombre mir* hacia un lado y otro de las "erdes paredes. Al entrar al edificio, le hab$a parecido que eran grises pero como tantas otras cosas, se trataba de una falsa apariencia, sal"o que efecti"amente, en cualquier momento, "ol"ieran a ser grises. LNui0n podr$a adi"inar lo que el instante futuro nos deparar$aM -Her' usted- se aclar* la garganta. 7o "io un "aso con agua por ning.n lado, y le pareci* imprudente pedirlo. Nui!'s fuera con"eniente no solicitar nada. 7i siquiera comprensi*n. Paredes desnudas, sin "entanas. #abitaciones rectangulares, pero estrechas. 3l funcionario parec$a le"emente irritado. Parec$a. 7unca hab$a conocido a un funcionario que no lo pareciera. Como una deformaci*n profesional, o un mal h'bito de la con"i"encia. -De pronto- di(o el hombre-, no supe si continuar o si quedarme. /0 perfectamente que es ins*lito. 3s ins*lito tener un pensamiento de esa naturale!a al subir o ba(ar la escalera. O qui!'s, en cualquier otra acti"idad. -L3n qu0 escal*n se encontrabaM -interrog* el funcionario, con frialdad profesional. -7o puedo asegurarlo -contest* el hombre, sinceramente. Nuer$a subsanar el error-. 3stoy seguro de que alguien debe saberlo. #ay gente que siempre cuenta los escalones, en uno u otro sentido. Hayan o "engan. -,sted, Liba o "en$aM -Fue una "acilaci*n. ,na peque2a "acilaci*n, LentiendeM De pronto, al desli!ar los o(os, otra "e!, por la superficie "erde de la pared, hab$a descubierto un diminuto agu(ero, una grieta casi insignificante. 7o pod$a decir si estaba antes, la primera o la segunda "e! que mir* la pared, o si se hab$a formado en ese mismo momento. Porque con seguridad hubo una 0poca en que fue una pared completamente lisa, gris o "erde, pero sin ranuras. L5 c*mo iba a saber 0l cuando hab$a ocurrido esta peque2a hendiduraM De todos modos, era muy inc*modo ignorar si se trataba de una grieta antigua o moderna. La mir* fi(amente, intentando descubrirlo. -Repito la pregunta -insisti* el funcionario, con indolente se"eridad. #ab$a que proceder como si se tratara de ni2os, sin perder la paciencia. 3so dec$an los instructores. 3ra un sistema antiguo, pero efica!. Las repeticiones conducen al 0%ito, por deterioro. Repetir es destruir-. L3n qu0 escal*n se encontraba ustedM Al hombre le pareci* que ahora la grieta era un poco m's grande, pero no sab$a si se trataba de un efecto *ptico o de un crecimiento real. De todos modos- se di(o-, en alg.n momento crece se trata de estar atentos, o qui!'s, de no estarlo. -7o puedo asegurarlo - afirm* el hombre-. Le%isten defectos *pticos en esta habitaci*nM 3l funcionario no pareci* sorprendido. 3n realidad, los funcionarios casi nunca parecen sorprenderse de algo y en eso consiste parte de su funci*n. -7o -di(o con "o! neutra-. ,sted, Liba o "en$aM -Alguien debe saberlo -respondi* el hombre, mirando fi(amente la pared. 3ntonces era posible que la grieta hubiera aumentado en ese mismo momento. 3star$a creciendo sordamente, en la oscuridad del "erde, como una c0lula maligna, cuya intenci*n difiere de las dem's. -LPor qu0 no ustedM -"ol"i* a preguntar el funcionario. -Ocurri* en un instante -di(o el hombre, en "o! alta, sin dirigirse e%presamente a 0l. 4rataba de describir el fen*meno con precisi*n.

Ahora el agu(ero en la pared parec$a inofensi"o, pero con seguridad era s*lo un simulacro. -/upongo que ba(aba, o sub$a, lo mismo da. #ab$a escalones por delante, escalones por detr's. 7o los "e$a hasta llegar al borde mismo de ellos, debido a la multitud. Kramos muchos. Haga conciencia de formar parte de una muchedumbre, Repet$a los mo"imientos autom'ticamente, como todos los d$as. -L/ub$a o ba(abaM -repiti* el funcionario, con paciencia con"encional. Kl sinti* que se trataba de una deferencia impersonal, un deber del funcionario. 7o era una paciencia que le estu"iera especialmente dirigida era un h'bito de la profesi*n y ni siquiera pod$a decirse que se tratara e%actamente de un buen h'bito. -/e trataba de una sola escalera -di(o el hombre- que sube y ba(a al mismo tiempo. 4odo depende de la decisi*n que se haya tomado pre"iamente. Los pelda2os son iguales, de cemento, color gris, a la misma distancia, unos de otros. /ufr$ una peque2a "acilaci*n. All$, en mitad de la escalera, con toda aquella multitud por delante y por detr's, no supe si en realidad sub$a o ba(aba, 7o s0, se2or, si usted puede comprender lo que significa esa peque2$sima duda. ,na especie de turbaci*n. 5o sub$a o ba(aba . en eso consist$a, en parte, la "acilaci*n -y de pronto no supe qu0 hacer. 1i pie derecho qued* suspendido un momento en el aire. Comprend$- con terrible lucide!- la importancia de ese gesto. 7o pod$a apoyarlo sin saber antes en qu0 sentido lo dirig$a. 3ra, pues, pertinente, resol"er la incertidumbre. La grieta, en la pared, ten$a el tama2o de una moneda peque2a. Pero antes, parec$a la cabe!a de un alfiler. LO era que antes no hab$a apreciado su dimensi*n "erdaderaM La dificultad en aprehender la realidad radica en la noci*n de tiempo, pens*. /i no hay continuidad, equi"ale a afirmar que no e%iste ninguna realidad, sal"o el momento. 3l momento. 3l preciso momento en que no supo si sub$a o ba(aba y no era posible, entonces, apoyar el pie. Por encima de la grieta ahora di"isaba una l$nea ondulada, una delgada l$nea ascend$a -si miraba desde aba(o- o descend$a -si miraba desde arriba-. La altura en que estu"iera colocado el o(o decid$a, en este caso, la direcci*n. -3n el momento inmediatamente anterior a los hechos que usted narra -concedi* el funcionario, casi con delicade!a-, Lrecuerda usted si acaso sub$a o ba(aba la escaleraM -3s curioso que el mismo instrumento sir"a tanto para subir como para ba(ar, siendo en el fondo, acciones opuestas -refle%ion* el hombre, en "o! alta-. Los pelda2os est'n m's gastados hac$a el centro, all$ donde apoyamos el pie, tanto para lo uno como para lo otro. Pens0 que si me afirmaba all$ iba a aumentar la estr$a. ,n minuto antes de la "acilaci*n -continu*-, la memoria hi!o una laguna. La memoria na"ega, hace agua. 7o sir"i* qued* atrapada en el subterr'neo. -/eg.n sus antecedentes -interrumpi*, en0rgico, el funcionario- (am's hab$a padecido amnesia. -7o -afirm* el hombre-. 3s un recurso literario. Fue una grieta inesperada. Ascendiendo, la l$nea se dirig$a hac$a el techo. Pod$a seguirla con esfuer!o, ya que no "e$a bien a esa distancia. /*lo una abstracci*n nos permit$a saber, cuando nos sumergimos, si la corriente nos desli!a hacia el origen o hacia la desembocadura del r$o, si empie!a o termina. -,n momento antes del accidente -recapitul* el funcionario-, usted, Lsub$a o ba(abaM

-Fue s*lo una peque2a "acilaci*n. L#acia arribaM L#acia aba(oM 3n el pie suspendido en el aire, a punto de apoyarlo, y de pronto, no saber. 7o hay ning.n dramatismo en ello, sino una especie de turbaci*n. Apoyarlo, se con"ert$a en un acto decisi"o. Lo sostu"e en el aire unos minutos. 3ra una posici*n inc*moda pero menos comprometida. -LNu0 clase de "acilaci*nM -pregunt* de pronto el funcionario, iracundo. 3staba fastidiado, o hab$a cambiado de t'ctica. La grieta ten$a ramificaciones. 7adie es perfecto. 7o se sab$a si esas ramificaciones conduc$an a alguna parte. -Por las dudas, no actu0 -confes* el hombre-. 1e pareci* oportuno esperar. 3sperar a que el pie pudiera "ol"er a desempe2arse sin turbaciones, a que la pierna no hiciera preguntas inconfesables. -LNu0 clase de "acilaci*nM -"ol"i* a preguntar el funcionario, con irritaci*n. -De la deritati"as. Clase J. Configuradas como peligrosas. 7o es necesario consultar el cat'logo, se2or -respondi*, "encido, el hombre-. ,na "acilaci*n con ramificaciones. De las que "ienen con familia. A partir de la cual, ya no se trataba de saber si se ba(a o sube la escalera& eso no importa, carece de cualquier sentido. 3ntonces, los hombres que "ienen detr's -se suba o se ba(e siempre hay una multitud anterior o posterior- se golpean entre s$, in"oluntariamente, hay gente que grita, todos preguntan qu0 pasa, a.llan las sirenas, las paredes "ibran y se agrietan, ni2os lloran, damas pierden los botones y paraguas, los inspectores se re.nen y los funcionarios in"estigan la irregularidad-. La mancha se estiraba como un pe!. -LPuede darme un cigarrilloM. Los Desarraigados A menudo se "en, caminando por las calles de las grandes ciudades, a hombres y mu(eres que flotan en el aire, en un tiempo y espacio suspendidos. Carecen de ra$ces en los pies, y a "eces, hasta carecen de pies. 7o les brotan ra$ces de los cabellos, ni sua"es lianas atan su tronco a alguna clase de suelo. /on como algas impulsadas por las corrientes marinas y cuando se fi(an a alguna superficie, es por casualidad y dura s*lo un momento. 3nseguida "uel"en a flotar y hay cierta nostalgia en ello. La ausencia de ra$ces les confiere un aire particular, impreciso, por eso resultan inc*modos en todas partes y no se los in"ita a las fiestas, ni a las casas, porque resultan sospechosos. 3s cierto que en la apariencia reali!an los mismos actos que el resto de los seres humanos& comen, duermen, caminan y hasta mueren, pero qui!'s el obser"ador atento podr$a descubrir que en su manera de comer, de dormir, caminar y morir hay una le"e y casi imperceptible diferencia. Comen hamburguesas 1ac Donald o emparedados de pollo PoEins, ya sea en Berl$n, Barcelona o 1onte"ideo. 5 lo que es mucho peor toda"$a& encargan un men. estrafalario, compuesto por ga!pacho, puchero y crema inglesa. Duermen por la noche, como todo el mundo, pero cuando despiertan en la oscuridad de una miserable habitaci*n de hotel tienen un momento de incertidumbre& no entiendan d*nde est'n, ni qu0 d$a es, ni el nombre de la ciudad en que "i"en. Carecer de ra$ces otorga a sus miradas un rasgo caracter$stico& una tonalidad celeste y acuosa, huidi!a, la de alguien que en lugar de sustentarse firmemente en ra$ces

adheridas al pasado y al territorio, flota en un espacio "ago e impreciso. Aunque algunos al nacer pose$an unos filamentos nudosos que sin duda con el tiempo se con"ertir$an en s*lidas ra$ces, por alguna ra!*n u otra las perdieron, les fueron sustra$das o amputadas, y este desgraciado hecho los con"ierte en una especie de apestados. Pero en lugar de suscitar la conmiseraci*n a(ena, suelen despertar animad"ersi*n& se sospecha que son culpables de alguna oscura falta, el despo(o )si lo hubo, porque podr$a tratarse de una carencia de nacimiento+ los "uel"e culpables. ,na "e! que se han perdido, las ra$ces son irrecuperables. 3n "ano el desarraigado permanece "arias horas parado en la esquina, (unto a un 'rbol, contemplando de soslayo esos largos ap0ndices que unen la planta con la tierra& las ra$ces no son contagiosas ni se adhieren a un cuerpo e%tra2o. Otros piensan que permaneciendo mucho tiempo en la misma ciudad o pa$s es posible que alguna "e! le sean concedidas unas ra$ces posti!as, unas ra$ces de pl'stico, por e(emplo, pero ninguna ciudad es tan generosa. /in embargo, hay desarraigados optimistas. /on los que procuran "er el lado bueno de las cosas y afirman que carecer de ra$ces proporciona gran libertad de mo"imientos, e"ita las dependencias inc*modas y fa"orece los despla!amientos. 3n medio de su discurso, sopla un "iento fuerte y desaparecen, tragados por el aire.

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