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L a s Tres Caras de zkn Sell0

BIBEZOTECA

D E

N O V E L I S T A S

@ Empreaa Editora Zig-Zag, S. A., 1960. perechos reservados para tcdos 10s paisis. Inscripcian N.O 22973. Santiago de GMlc. 1961.

EMPRESA

EDITORA

ZIG-ZAG,

S . A.

ELISA

SERRANA

A Eas 24 horus y 45 minutos de hoy, e n la ruta Me& pzlla-Santiago, a la altura del kzlometro 12, f u e encontrado el automovil patente ZC-960, de Melipilla, promedad de don Albert0 Palma, totalmente destrozado. Se presume que choco con otro vehiculo, que lo precipito en la mnju costal del camino. Viajaba el sefior Palma acompaiiado de una duma, no identificada a h , que perecid en la colision y cuyo caddver pemnanecerd e n el lugar hasta que el Juex de la orden de traslado. El sefior Albert0 Palma, en estado de gravedad, f u e inmediatamente trasladado a1 hospital. Es cuanto puedo informar a USIA, S. Gutikrrez, sargento 1 . O de Carubineros. A 24 de septiembre de 1959, Melipilla.

A MUJER (qued6all&; cuando llegamos estaba muerta -dijo el chofer de la mbulmcia a1 portero de nolche del hospital, que buecaba sin luz su delantal blanco, ~colgante en la puerta como manga vacia. -Ahora si.. ., que encuentren a1 juez h s de la, Brigada M6vil --respmdi6 el otro; Iduefio ya (de una lhmpara, tom6 asiento sin prisa. Ese almfdonado albor lo situaba en categoria de emlergencia-. Entienden ~ c u m d e~ & h bajo tierra. -Abri6 el libro de estadisticas y ensay6 la plzuna. -Que el doctor llegue, &a es o b . -El chofer escupi6 con desprecio por la ventana-. Bueno, si despacha, responder& el doctor; yo ya hice b mio; \ harta facha se da y gana su h e n sueldo. -La mismisima.. imaldijo le1 portero mobre el libro, su sulerte y siu pluma gastada. Un hospital d e pueblo en una calle de pueblo, arteria principal orgullosa de su pavimento nuevo: todos pasan y pocos pemanecen. Manzana en planta baja, murallas !de adobe, ventanas gemelas con bamo%es (cafbs,en 10s !quepintura y moho luchan por
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imponerse; murallas y ventanas repitense iguales, dando a la calle solidez, sefiorio y lequilibrio y a sus habitantes la sensacidn de estar identro de un fuerte. -En este pais tQd0ancda patas arriba -regafi6 n anotar-. LEn qu6 el portem, sin tener datos a ~ qule Qndan 10s carabineros que ni para esto atinan? Miren que un hospital convertido en posta de emergencia, como si ,el Seguro no tuviera plata. La tiene, si, para botiarla, pero lo 'que es para pagar debidamenhe a sus ~ecmpleados.. . -Tenia run auditor. El chofer dio algunos pasos; se ldetuvo en B a puerta, frente a1 patio espafiol rodeado de corre'dores 1 vag0 olor a iguales. Alli 10s delantales m6aQanse a mledicina. Un patio que pudo ser coraz6n !de una casa (de abuela o centro lde un club social provinciano; la estatua de la Virgen hizo la diFerencia y le dio el nombre, m8s que 10sprados de mclavelinas, las piedras pintadas a la cal o la fuente ldonde flotamn un dia flames de h t o y musgo, hoy amedrentaldos. Los l c ~ mentarios del porter0 nocturno se repetian noche a noche, co'mo sus salidas del lecho, accidentes, heridois y el motor calldeado de la ambdancia. -A1 auto no le (qued6ni el boleto --dijo, y en B a calle oydse el quejido ide la puerta del furgh-. iCreera que le1 reloj se le par6 judo a la hora del choque? Diez minutos antes Ide que nos llamaran. -Vi0 a 10s camllleros maniobrar con indiferencia y evoc6 aquellos brillos pla%eadosy azules reducisdos a un montdn de latas a la orilla del camino; sus reflejas idispersos quebraban la ncrche. 6 la enfem'era lequilibrando la mfia y la melena nocturna sobre su suefio i n k m p i d o ; apur6 -el tranco a1 ver la' Camilla. El hospital es igual a su pueblo, per0 pretende no caber en 61; se esfuerza en aplastarlo con tocas
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blamas, ruadas de goma y libros de estadisticas que todcs Fespetan y poess cornpenden. -El doctor ya viene -dijo la enfermera, situhndose en la puerta de la pieaa. La Camilla avanz6 dejando cescapar vagidos y estertores. Ruedas y gomas sobre el pavimento de baldosas. -LCneen (que aguanta? -Es bien pesado e l caballero; tendrti que aguantar. Un poco a la derecha, y cabe. -A estas hmas andando en auto -mascull6 el porbero, a quien nadie tom6 a h en cuenta-. &Nopol drhn quedarse tranquilos en su cama como todo e mundo? Pues no.. . Ban ide andar vagando por ahi como almas ten pena. -Volvia a ser el rey de la noche y de su entrada desierta. -A &e la familia se lo llevarB a Santiago -exclam6 el chofer, Idetenihdose junto a unas bacinilcas usadas escondidas tras la puerta-. Otro viaje y se despach'a. --&u6 sabra 6ste de medicina. -Molestaba a1 porter0 la intromisitjn en terrenos de su incumbencia. Escarb6 a1 fondo lde su cartera, sac6 un cigarri110, que ofreci6 de mala gana a su compafiero. -Gracias. -El chofer se guard6 el desprecio. No aceptaba conochi'entos substraidos de libros y no de la vida-. El trabajo es el que ensefia. Con 10s afios que llevo secogiendo heridos y Teconociendo muertos.. . Le basta a un chofer profesional, como yo, con mirar.. . El destrozo me dioe si encontrark vivos o rnuertos, si he ,de teminar la carrera en el hospital o en la rnorghe, como wLebasta catearle el reloj para conocer el tip0 y catalogarlo.. . No la ropa, que a veces ni se distingue;. el reloj ...
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El radiopatrulla se detuvo ante la puerta del hospital. El chofer escupi6 para queidar tranquil0 y escucharr, mascando mientras el hum0 de su cigarrill0 y el W ~ Q no:turno. Podria verificar sus teorias, peso ya e l porter0 tomaba asiento frente a su libro, por fin seguro de su labor, de su poder y de su pliuma.
-iNmbrt??

--Albert0 Palma. -La Iibreta de apuntes tanMb en la mano cdlosa del sargento; se aceac6 a la

luz.
-LPmf esibn? -1ngeniero civil. -LDomicilio? -Hacienfda Araucarias, Melipilla. -iLugar. . .,fecha denacimiento? -1914, en la ciudad de Santiago. -iAutom6vil, patente? -ZC-960, Melipilla. -LCasado? LNombTe (de la c6nyuge? -Luz Amalia Rozm. , l carabiner0 tomb, Poidia ya darse un fdescanso. F asiento; mimado, la conversaci6n se hizo inthna. -&Y la otra? -Sonreian echando atrks lois hombros y las manos en 10s bolsillos. -No se la ha i6entificado. Pero.. ., a lesitas horas, maldito el que se dewaesta con su mujler. -LY la legitima? -Mi teniente fue a buscarla. Debe venir ya en carnino. Ella -indcb a la muerta con unguifiovenia con 61 sabe Dios de d6nde. Salt6 lejos, y de. la puerta no qued6 m6s que el hoyo. -EnWnces me 10 tendr&n detenido hasta que se sepa. 0 hasta que la entregue.
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-dEstEt& muy grave? -Diagn6stico reserva'do. -El porter0 sac6 pecho y0 1 choger sali6 a la calle. Pemanecierm en silencio; sin mhs que Idecir, el sargento limpilaba la gorra ten la manga de su uniforme. -Hay que apurar las cosas, no sea que llegue la seiiora y nos friegue. Se encaminaron a inspeccionar la pieza. Alli el facdtativo se hclinaba sobre el coraz6n del paciente, mientras la enfermera ponia una inyacci6n. Las venas phlildas defendian sus pulsaciones; sobre la mesa, las placas de vidrio exhibizin nhmercrs y color coaguiado. -Hay que clasificarla y verificar la proporci6n de alcoholemia. M$s 11-12 -grit6 #de pronto el doctor-; me trae manto antes el examen y cierra todas las puertas. El paciente debe estar tranquilo. -Cuando la habitacii6n estuvo despejada, palp6 la cabeza-. Se ha producido un hematoma, ojalh no haya tambien fractura. . Ech6 algodones enrojecildos en el balsie, frunci6 e.l cefio y voltrib a palpar 10s huesos del crbeo. Un hilo de lsangre bajaba {desdeel cabello hasta htrolducirse en 10s ojos idel herido, $dimdoleun aspecto atramdo de Carnaval. r momento naida -PrepBreme otro vendaje y p ~ el mhs que atimulantes. El hombre Pespiraba con esfiuerzo inconsciente, luchando la sahgne tras e1 venidaje,el aliento tras las paredes Idle carne y nervios. Opaca la mirada, desunida su mentle del resto, siguiendo pmpias ondas diacontinuas. Despu6s ,de cerciorarse de que era la habitacibn , requerida, el oficial de Carabineros cedi6 el paso, hacibndose a un lado con mido de talones y Tenia mill

litar. Entrb primer0 el hombre. Trat6 de interponer sus espaltdas entre la escena y su acompafiante. Retavdar el choque inevitable y ahcgar la propia m o c i h , pero ella avanzaba ya interrogando con ojos, boca y vientre. El hombre trat6 de hablar, mas la voz fue excesiva, perentoria, desproporcionsda a la quietud total. Se Idetuvieron ambos bajo el dhtel. El si. lencio era profundo, definitivo, abismal.
+ * *

Tras el esfuerzo por mirar y no ver, Luz comprendi6 que su marida vivia. Quiso imaginarlo tranguilo, dormido ten su cama, como siempre, per0 el suefio era interrumpido por nn gorro de sangre y manos de enfermeras. Podia atin mirarlo, igrecias a Dios! Temi6 encontrarlo rnuerto o acarrear para siempre una visi6n de horror. Un rostro Idestrozado es mas muerto. Podia mirarlo. Acerchndose a la cama, suspir6. Una noche n suspiro. contenida en u Encontraba sus sentimientos cabales y serenos de siempre, y con ellas, su libertad. Podia ahora pensar libremente, conservar sin amargura un recuerdo. Era m8s de lcuanto esper6. Ya tendria tiempo de enfrentar 10 demhs. Ir por partes. Ahi estaba Luz, y Alberto estaba vivo. Mabia un rostro. Un rostro p&lido, ceniciento, rodeando ldos ojos entreabierbs SQbre una raya plateada y lejana. Escurioso ver a Alberto asi, tan inm6vil, se dijo tomarldo sus manos. El pensamiento apenas esbozado perdi6 forma lcomo todo a su alrededor. Hubiese querildo aprovechar lese momento inconsciente y sufrir con 61, acariciar sus labios, phlidos. Ya era tarde. Retrocedi6 medrosa, volviendo su dureza a imponerse. El, que agotaba sus dias, sus noches, sus minutos en
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continuo movimiento, como si quisiera demostrarse a si mistno: Me muevo, luego existo; me muevo, luego soy, siento, escucho, soy visto y esc~chaldo~. Hizo otro intento de tomar sus manos, de traspasanle el calor que no tenia ella misma; semejantes a dos guantes vacios, se adaptaron tanto a su mano, que las dej6 caer sobre la shbana. GPara qui, pensar? Podia hacerlo mas tarde. Pero entonces precisaba decankar su espiritu de todo, pensamientos y recuerdos y sensaciones. Quedar por largo tiempo vacia. Est& aqui, indefenso, callado, sin voa.. . Por 10 menos no puede usar perentoriamente de ella. Tom6 asiento. Mir6 el reloj; sin lograr calentarse, cruz6 el abrigo. Eran las idos. Alberto habia salido (de la casa almdedor de las once. dQu6 hizo durante ese tiempio? Algo grave debib reknerlo -pens6 Luz-, porque es hombre que va adonde va sin detenerse a mirar llas orillas del camino. No, no es hombre de matar el tiempo por ahi... Sintiendo que las frases ahora sobraban, vaci6 otra vez su mente. Habia pasado una vida entreteniendo el pensamiento con frases. Pobre Alberto, nunca pudo imaginar cusintas cosas sucedian fuera Idel sitmo establecido y laborioso de sus dias. Su vida era fan facil y sencilla; despreciaba el misterio; nunca hizo a l p que yo no presintiera de antemano. Descubria en sus ojos todo. Era cuesti6n de mirar en ellos como en un libro: no vali6 la pena hacerlo, no era rr,ucho lo que enlcubrian. Son las ldos. &Qui, bora era etaandose despidi6 en las casas del fundo? Entonces no mir6 el reloj.
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Pasadas las vacaciones del 18 de Septiembre, habia empezado Alberto a sentirse inquieto por partir. Luz sup0 que daria pronto la disculpa. La esper6 lamentando que no fUera mas. original: ciertas diligencias urgentes en Santiago el lunes a primera hora. Podia haber omitido la frase ya tan vulgar y burocratizada de diligencias urgentes. T o mo si existiese aigo verdadessmente urgente. Le molest6 oirla, porque la esperaba. Es duefio de partir cuando se le antoje; entonces para que.. . -Debo estar en Santiago el lunes a primera hora -dijo su marido, excusandose con la mirada. -LNO dara igual a segunda? Despues de comida palade6 largamente su taza de cafe, pidio un whisky con bastante hielo y lanz6 un cigarrillo con punteria perfecta dentro de la bandeja de plata en la mesa del living. LPor que recuerda algo tan futil? Quiz& porque esa destreza le pareci6 tambikn vulgar y mbs aun el orgullo que sinti6 despuks, o porque estaba ahora fuera de su alcance y de su juicio, mSs cerca de la muerte que de la vida, encerrado profundamente en si mismo, y antes de la muerte nadie dice palabras proporcionadas a1 momento. Se dicen frases comunes, corrientes, se hacen movimientos rutinarios, y despues frase y movimiento crecen con la muerte. LSucedera con nosotros igual? Luz se POnia en el cas0 de tener que relatar a sus amigas m8s intimas el momento ultimo de su vida matrimonial. Busc6 algo grande en esos dias, enredandose con una mano que lanza certeramente una colilla. Luz se levant6 de su silla para apagarla porque seguia humeando. Alberto anunci6 su partida y se pus0 de pie desperezandose. Palmote6 tiernamente el lomo del gran danes recostado junto a la mecedora, y se acerc6 a Luz. Esta lo acompaiio hasta el patio; sus pasos eran elasticos y agiles a1 atravesar el corredor. -Me gusta viajar de noche -dijo alegremente.

* * *

Y a1 recordar la escena comienzan las palabras a hawse trsascendentes. iEs porque sus ojos est& entxabiertos, esthticas sus pupilas y un caanino de sangre parte su frente?

-Que tonteria citar gente a las nueve de la mafiana de un lunes. -Me parece igual que a las diez de un dia martes. -Veo que tus mdltiples compromisos no te permiten tomar una hora para viajar de dia y con calma. -TraM de acallar la ironia, per0 Alberto la miro con desconfianz a - . Un hombre de tu categoria tiene el privilegio de fijar horas c6modas a sus citas. Me pones nerviosa. Por favor, no manejes demasiado ligero.

* * * Otra frase. Podria quiz& decir un dia: Yo 10 presenti siempre; manejaba demasiado rkpido. Como un coedenado, se@ su hemano. * * *
Extendi6 la frente que 61 beso, haciendola reaccionar de pronto; esquivo el roce. Habiase habituado a tantas cosas. A la rutina, a la mediocridad de sentimientos, a la ausencia renovadora. Record6 palabras de Heraclito : Todo nace de una tensi6n. En Europa habia estudiado a 10s clasicos griegos. La frase lleno durante aiios sus cuadernos de notas intimas y su pensamiento. Hasta que.. ., como tantos trozos de juventud y de ardor, se fue esfumando. Si, todo nace de una tension. El profesor en el colegio suizo donde estudiara repetia siempre la frase para convencerlas del impulso: Fijense, ustedes, en el arc0 o en la lira.. . Tambien podia decirse lo mismo de toda inquietud humana, de todo impulso que produce un determinado efecto: el amor nace de una tension, y el odio, la energia, el cansancio, la derrota, la produccion. Tambien las ansias de realizaciones, la bdsqueda de lo desconocido, la inquietud por descubrir el misterio. No el vacio. Todo cuanto me sucede ,es vacio, carezco de tension. El alma de Luz ya no tendia, no producia nada. GPor que? Quizas de alli vino su afan de analizarse y perderse en frases. Acabare por acostumbrarme a todo. . .; tambien a esto, se dijo avanzando por el corredor. A Alberto no le sobra su alma muerta, se acomod6 a ella --se dijo a1 mirarlo alejarse: sus espaldas anchas obstruian el pasadizo hacia el garaj e-. Espaldas, hombros echados atras, puros trucos; manos llenas de fuerza, pisto-

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la cargada bajo el paiio del pantalon, voz de comandante, pasos de vigia, tiros a1 aire en las noches quietas. Luz cerro 10s ojos, sin ningun deseo de llorar. Cuando se retiraba a su dormitorio oy6 las carcajadas de Albert0 contando algun chiste a su cul?ado, y lo imagin6 palmoteando el hombro de Bste, hasta hacerlo sentir dolor, antes de partir. Cerr6 con cuidado la puerta para abrir la ventana. Le gusta la omnipotencia de su automovil contra la casretera y la noche. iQu6 hara? Llegar a la casa en Santiago. Despu6s de guardar el auto, hablara dos palabras con la Leticia, sin preocuparse, por cierto, de averiguar qu6 ha sido de Albertito, que me tiene sin noticias tantos dias; una vez en su cama, tomara una revista que lo ayude a encontrar el suefio; siempre tiene a mano alguna revista americana: el mas eficaz medio de informaciones; le bastan esas noticias a1 alcance de cualquiera que hable ingl6s: por eilas s6 cuanto pasa en el mundo, y nadie me cuenta cuentos, y se quedara profundamente dormido. Luz torn6 un libro de su estante, sop16 el polvo del canto y lo abrio: un dia habia vibrado con Baudelaire. Ya no. Se sintio cansada. Volvio a dejarlo. Profundamente cansada. Sin tension. El frio desde la ventana entro en ella bajando hasta 10s brazos. Una noche de septiembre, de primavera fria y clara, como muchas. Pronto saldria la luna que comenzaba a menguar. No esperarfa por una luna recortada. La voz de su marido dando ordenes en el patio trasero la sac6 de si. Cerro la ventana y comenzo a desvestirse. En El Golf saca 61 solo el auto -se dijo enrabiada, per0 el coche no era mas que un pretext0 y lo comprendi6 en seguida-. Con tal de dar 6rdenes. . . Sin embarg E-todos 10s empleados e inquilinos lo quieren; es despotic0 y arbitrario, per0 lo quieren. Deben amar su porte. A 10s pobres les gustan las cosas grandes. A mi no. Como no soy campesina, no necesito ver un patron en el patrbn, ni un macho en el hombre. Lleg6 el ruido del motor en primera a traves del jardin y la noche encerr6 sus propios sonidos. Motor, puerta metaliea a1 caer, frases postreras, quebraron la noehe de campo en donde so10 cabia silencio, bramidos lejanos, sapos

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y grlllos dkndose citas entre prados y aguas y olor a guano nuevO llegando por rafagas desde el establo.

* * * ~Qu6 hora era, exactamente? Cuando no pasa nada, dpor qu(1 mirar la hora? Y scuando pasa algo, ,para qu6 mirarla? No mir6 el reloj, sin0 qui: se meti6 a la cama. T a l vez asi suceidi6 a Luis XVI a1 escribir en su ldiario nada de importancia ha sucedido hoy el dia que cay6 la Bastilla. Luz habria podido dwirse: nalda ha sucedida, hoy, como muchas noches, con amargura. Per0 su esposo partia, f l a habia besado tambi(1n como muchas noches, despreocupadamente, en la tnejilla. ~ P s la r eltima vez?

-Sefiora, tenga la bonfdad(deinfomarme. L U Z levant6 10s ojos para encontrar la gentil sonrisa del 0ficia.l de Carabineros-. Si fuera tan amable como para iconcederme unos instantes. -Si, claro.. . --e intemg6 con la mirada. iD6nd-e estaba y por gu6.. .? -So10 algunos ldatos de f6rmula eoncernientes a su sefior esposo. Luz a p a r d 6 con expresibn paciente, interesada, dulce. -Una dama ha resultado muerta en el accidenk.-Ruborizimdose, ( 1 1t ~ m 6 aliento para cmthuar. - ,Una mujer? -La voz vino (desde muy lejos; de haber sido un hombre habria podido gritar y horrorizarse-. LMuerta? -Si, sefiora. Tal vez una conocida suya o alguna amiga del sefior.. . -&C6mo se llama? -El calso es que no hernos podido a h iidentificarla y penshbamos (quequiz&susted.. . aocediese a darnos alguna informaci6n.
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-LViajaba con mi marido? -Logr6 hablar. Tenia que conocer su voz antes de nada, saberse ahi, desanudar la garganta. -Si, por lo menos asi nos parece, aunque la ubicaci6n (del cadaver est& a unos PMOS del autom6vil; por las contusiones que tiene, presume el m.6diico legista que se estrell6 ella contra la parte delantera, saltando luego por la puerta.. . -Yo no s6 nada -y como era otra quien hablaba, Luz sinti6 miedo. Asegurarse, darle a su voz cualquier tono, a su conversaci6n cualquier cadencia para adaptar a ella el sentimiento, ubicar su alma y adelantar una ldefensa. -Perd6neme, sefiora, qute le hable de kodo esto; s610 con verla comprendo que ies superior, serena, entera, con perfecto control sobre si misma. Apenas oia Luz las palabras del oficial; levemente acept6 el cumplido con 10s labios. En verdad, pensaba, era carecteristica suya la serenildald,y un POlicia no cwnple con su deber si n~ encuentra un drama tras la rutina de 10s. hechos policiales. Sonri6 con desprecio. El se desconlcert6. &u6 desilusi6n si resulta un accidente cualquiera. dC6mo se sentiria este teniente si tuviese entre manos un doble cas0 de asesinato y suicidio, por ejemplo? Un choque es poco y es vulgar; hay tantos, que no afectan mas que a las propias victimas. Se visten de misterio, interrogan sospechosos, wmplen s u deber m&s deliciosmente. Formaba frases, se escudaba en tellas, para que {la llenasen y . . . convenciesen: No pudo menos Ide celepropio sentido del humor, intact0 en mobrar 1 ~ z mentos iasi. Su altura la reconfort6, su calidad humana la sostuvo: Que estljlpidos son, como si yo
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no conociera la vida intima de mi marido. Casi me sobresaltan. .." -Estaunos tratando de localizar a1 otro vehiculo, posiblemente un earnib, ya que no result6 tan dlafiado y logr6 huir. Hemos idado 6rdenes (deldetener a todo c a d o n que circule por el 'departamento a lesta Bora; est6 tranquila, sefiora, que ao encontrarernos. -&Y qu6 hago yo con 61? -Hernos estudiado minuciosaimente el lugar y llegado a la conclusi6n (de que su marido, a1 no saltar del auto, golpe6 la cabeza en la puerta izquierda. Le omit0 otros IdetaJles que pueden serle dolorosos. -Asi me doy cuenta -respondi6 Luz secamente, y el oficial dej6 de sonreir-. Gracias, de todos modos. retirarse. Luz se animlci: Turbado, hizo amago >de -iQut5 tip0 de mujer era? -ya estaba dicho, y no era una ignominia, per0 la nueva sonrisa del carabinero le idevolvia la mano; baj6 10s ojos. --Bueno..., no s6 exactamente c6mo describirsela. Parece rubia y bien vestida, un bulen abrigo celeste. . ., pero el Tostro est& muy desfigurado. ICasi irnposible de apreciar. -&D6nlde pudo tomarla? -Hay por aqui cerca muchas quintas, pequefias propieldades a doedme 10s veraneantes.. . -Veranean en septieanbre. -Us santiaguinos vienen a pasar 10s dias del Dieciocho. Parece rnhs bien una dama. -El oficial arregl6 su corbata y 10s botones del uniforme. -&Andan las damas sueltas por 10s caminos? Trataba su ironia de aplastarlo, (de hacerlo' callar. -Esta venia acompafiada. -&Quiere usted interrogarme o relatarme bistorias?
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-1nkrrogarlct. &Teniasu rnarido otras amistades? ~Qu6 hgares solia frecuentar? T J n hombre anda con quien quiere y va adonde quiere -respondi6 Luz con dignided indif erente. El teniente vacil6, la mir6 un instante a 10s ojos e hizo una Veda para retirarse. La estancia qued6 otra vez en sillencia Janto a Albert0 Ja enfermera dormitaba con el pulso del paciente entre 10sdeidos. cPocosentira si deja (delatir, pens6 Luz indagando una respbesta a su tormento en el rosltro de su marido. Afuera deslizabanse voces por entre 10s corredores cmno espectrm alaldrx de la noche, corrian, atenuandose. El oficial comentaria con sus compafieros la entrevista. &Hablaban de ella? Dirfa segummente que era una mujer iaidmirable, para agregar mas ctamde, una vez solos en el radiopatrulla: Qu6 mujer. Recibi6 la notitcia sin sobresaltos, lhgrimas ni ataques hist6ricm. Tiene clase, no hay mfis que verla. Vi0 Luz c6mo la miraba el oficial y c b o la heria. Muchos la han mirsdo asi y asi la han herido. No signifilca nsda. Se sintio profundamente sola, con soledad de adolescente. Tom6 la mano de Alberto y la enfennera dej6 la habitacion. iAsegurarse en a! Alberto, quien despreci6 bdo, hasta su apego por ella, no estaba solo; quien Idespreci6 su amor fie1 e inquebrantable, m a b a a otra. Subitamente, como si los acontzecimiientos e s W vieran Idestrzlyendo las bases de todas sus cmencias, el apoyo a sus posbulados; c m o si la llave cambiara de sol a fa, las mismas notas tomaron un diferente wnido. Se vi0 vacilante, desconectada, teniendo que repasar una vida y una mctitud. El techo )dela pieza era alto, y all&arriba diluianse las telarafias y 10s rincones. En una esquina de la
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muralla el papel colgaba en jimnes dejando ldesnudo el adobe. Las fundas de la cama eran limpias y la cabeza de Albert0 escultural, reposando Icon ojos entreabiertos. Lo que antes creia ya p10 es, puede entonlees que yo tampoco sea, ni 6l.. . iQU6 diferen%e !era todo! El lugar, ella y 61. Q u ~ diferenk era Paris.

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Un almuerzo en la EmbGada de Chile. Luz se aburria en aquellos almuerzos, 10s dias mi6rco!es a la una. Cada semana su padre reunia a doce chilenos de paso por la ciudad. Asistia, debiendo tambi6n hacer 10s honores de la casa, aunque 10s invftados fuesen profesores con becas sin mayor atractivo que su pedanteria, o militares uniformados por dentro y por fuera, de paso hacia alguna parte. Nunca sup0 Luz a ciencia cierta ad6nde iban a estudiar o a ensefiar; tampoco qu6 estudiaban ni ense-

fiaban. Sin embargo les oia con inter6s. No le atrajo Alberto por su porte, tampoco por su rostro; estaba muy bien, per0 10s habia muy comme il faut entre sus relaciones. Tal vez le divirtio su entusiasmo pueril. Ya no recuerda por que, ni en qu6 momento, la emocion6 aquel goce de estudiante que pasa sus primeras vacaciones en Paris y la admiraLiva confianza con que la escuchaba. Habl6 much0 Alberto en aquella ocasicin, con la seguridad de juicios del que tiene que atravesar una timidez innata. Hablo con eiitusiasmo de 10s Estados Unidos, de la t6cnica norteamericana, del confort norteamericano, de la eficiencia y organizacion norteamericanas, y hasta de una nueva planta hidroel6ctrica en el Estado de Idaho. El embajador pregunt6 entonces COrt@Smente, como por sobre el hombro, la mesa y 10s comensales: --&Ha visitado usted alguna vez 10s Estados Unidos?
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Presintiendo que era necesario refrenar su entusiasmo


y dejar lugar a1 entusiasmo ajeno, respondi6 Alberto: -He estudiado all6 un afio. Soy posgraduado del M. I. T. -y se ruboriz6.

Luz decidi6 tomarlo bajo su protection. Comenz6 mostrandole Paris, el verdadero Paris. Confeccion6 un programa perfecto y coordinado: Alberto Palma debio admirar el cuadro que a ella mas le agradaba, la plaza de mas sabor local, la modpta de mejor gusto, las casas elegantes del barrio de Saint-Germain, y aprender 10s titulos de sus ocupantes 0 la empresa en que fabricaron su fortuna. (A1 conde de la T. lo conoci un verano en Eiarritz, Monsieur R. era un pe6n cuando descubri6.. ., la fortuna de V. alcanza facilmente a 10s mil millones de francos, per0 su mujer lo engafia descaradamente); tomar el t B en casa de la condesa de W., buena amiga de Luz, y oler 10s cltimos perfumes. Los dias avanzaron Ilenando a1 joven chileno de experiencias nuevas, de amor por paris y de reconocimiento hacia su paciente compafiera. Asi fue que el Louvre se le ofreci6 en dosis, el Jeux des Pommes en exceso, la Avenue Foch en Cadillac negro, la Place du Tertre con sweater verde y zapatos planos. Excluyo del programa teatros y conferencias porque Alberto no hablaba bien franc&, per0 pudieron gozar de grandiosos espectaculos de ballet y de la sonrisa pastrera de la Karsavina, prima ballerina assolutta. No estaban de acuerdo en materia de mcsica y no se podia perder el tiempo, tan apreciado como escaso en %aris, discutiendo en las salas de conciertos. -Si he de casarme con 61, debo antes que nada civilizarlo -dijo Luz a la condesa de W., y Bsta celebro la sabiduria completamente europea de su amiga la petite chilienne. LPor qu6 deseaba cssarse con Alberto? Le cost6 confesarselo a si misma, per0 se lo pregunt6 muchas veces. No queria casarse en Europa. Sinti6 miedo a1 saberlo. S6lo de paso llegaban a Paris chilenos casaderos, y 10s mas pedian a Luz que les comprara regalos para sus amigas o perfumes para sus novias. Habia planeado el momento en que se dejaria besar,

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per0 se torcieron sus planes y casi, tambib, su destino. -Me gustaria vivir en Chile -murmur6 Luz una tarde-. Me parece que 10s chilenos deben ser buenos maridos. Los franceses que conozco tienen sus situaciones bien arregladaa de antemano, 0 piensan en el dinero o manA 10s espafioles no 10s soportaria, no tienen una querida.% aprecian la personalidad de sus esposas, tiemblan de la mujer que puedz hacerles sombra y absorben todo su tiemPO. Son, eso si, encantadores en un sal6n, pero desp6ticos en su casa. -DarBn a sus esposas ciertas compensaciones por e a gir su servidumbre. Ademas hay mujeres que se sienten felices de servir. -Yo no. Los italianos sufren del complejo de Casanova y son muy vanidosos. Por favor, no crea que he conocido a tantos hombres, son s610 suposiciones por apariencias. 4 u risa fue refrescante y Alberto la acompafi6. La tarde estaba tibia, como Paris y 10s rostros de cuantos encontraban a1 paso. Parecieron entibiarse sus risas y dar al aire liviandad. -No se acostumbrara en Chile -respondi6 Alberto, pensativo-. Santiago le parecera una provincia. AdemBs, no canoce maridos chilenos; s610 su padre, y es viudo. 4 o n r i 6 con ternura que Luz aparentd no percibir. -Aiioro Chile -murmur6 nostalgica-. Si despues me aburro, puedo volver; aqui soy bien recibida. Ademas, me gustan las mujeres chilenas. AI principio se les ve algo provincianas, dan demasiado importancia a la moda y no saben peinarse; mas a1 poco tiempo se ponen mas chic que una verdadera parisienne. Saben de pintura, de mdslca, han viajado y leido el dltimo premio Goncourt o F4mina. Le habria gustado poder agregar: En Chile soy algulen, per0 se contuvo. Habia aprendido a no dejar tras ella algo que pudiese despu6s ser usado en su contra. Sin embargo, el momento era verdadero y que agradable seria descubrirse entera, pero habria de descubrir a1 tiempo otras muchas cosas, y eso.. . jamas. Sinti6 de pronto que buscaba un motivo que justificara sus ansias de apoyar la cabeza en el pecho de ese

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hombre, de dejarse mecer, estrechar. Arrull6 este calor nuevo y permaneCi6 inm6vil. Habia tal abandon0 y dulzura en su mirada, que Albert0 pregunt6 de improviso: -LPor qu6 no se casa conmigo, Luz? -La asi6 por 10s hombros para tomar de su boca una respuesta. Ella se pus0 rigida. Bajaban por una de las escalinatas desde el SacrBCoeur de Montmartre. Atardecia. De pronto se vi0 Luz a si misma, y como si leyera de si un phrrafo de la vida social, ironiz6: Luz Rozas, 23, soltera, educada en SUiZa, cuatro idiomas, ademas de piano y l a t h , padre embajador, haciendas en Chile, un hermano menor, renta en francos suizos y belleza rubia, contraera matrimonio con joven y desconocido ingeniero chileno. Si -pens6 con amargura-, y Jean leera la noticia y se sentira contento de creerme contenta. Un joven y desconocido muchacho chileno, sencillo, fuerte y tierno. Es precisamente lo que yo quiero. LPor qu6? Porque a1 verse junto a 61 experiment6 sosiego y alegria, y era sencillo tambiCn el calor que le aportaba y llevaba a un fin. Sensaciones nuevas y simples. POrque quizas ella tambi6n era nueva y simple, y la vieja Europa exigia tanto a1 ser, que terminaba desambientandolo. ~Sus ilusiones para el futuro terminarian alli, con 61 y su tierna admiraci6n? LTerminarian tambi6n su fe en el mafiana, su seguridad de triunfar, su papel en la gran sociedad europea, su despecho? Ahi y para siempre detenida en un punto, con sus anhelos brillantes y vengatiVOS, su vanidad parcelada y su temor de amar. Se afirmo en el faro1 central de la escalinata de piedra. Sobre sus cabezas se ilumin6 el globo blanco y una serie en pendiente de globos iguales lo imitaron de alto a bajo de la colina. A sus vistas se iluminaba tambi6n Paris, ciudad de glorias y desencantos que da alas para despu6s cortarlas. La marejada de luces la fue arrebatando: plateadas, inseguras, rojas, tristes y blancas, cOmO una ensoiiacidn malCvola y fascinante. Paris es asi -crey6 gritar-, Paris guarda luces y sombras para todos, hasta \para usted. Su contraste subyuga. Yo me librare de Paris -continu6 en si misms-,
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porque yo quiero poseer algo, aunque Paris guarde la gran aventura de mi vida. -Perdoneme, Luz, per0 . . . Permanecieron en silencio, fascinados por el recital de globos iluminados a sus pies. Alberto mir6 la hora. -Es una linda tarde para despedirnos -dijo. -LDespedirnps? -Pienso viajar a Italia antes de volver a Chile. -.LY a1 irse, como quien cumple un tr&mite cualquiera, sin m&s amor que una ocasion propicia, me ofrece matrimonio? -La desmentia la vista fija en ella-. No me ha dicho que me quiere, que me necesita, que me desea cerca, que sin mi.. . Me ofrece una transaceion. -Temblaron sus labios. ;Era Bse el amor? &Un siempre debatirse entre sombras? Reconocio ese dolor, viejo, indeterminado, sin causa, razon ni objeto, un dolor igual a otro dolor humano, un dolor que intuy6 inconcluso, cbmenzado un dia hacia ya mas de cinco afios-. Diga algo -la ahogab 8 el recuerdo-. que busca? -grit6 a1 fin,& poder contenerse-. LAyuda, position, compafiia o dinero? -Se sinti6 impura, tan impura como todos 10s hombres. Alberto anduvo algunos pasos, la mir6 con tristeza, compadeciendola. -0lvidelo -murmur6 lentamente--; perd6neme y olvidelo. L Q U ~busco? Un snedo imposible. Usted y estas luces de Paris me van a volver loco. -Baj6 unos pasos; perdida la fe en su momento y en su actuacih, la mir6 avergonzado. Como en aquel miBrcoles, semanas atrfis, volvi6 esa emocih primera: era capaz %deayudarlo, de abrirle paso, de asegurar su position a pesar de 61 mismo, quizas contra 61 mismo. Representaria para e1 algo, seguro, necesario, admirable. -Ha sido una estupidez mia el hecho de imaginar.. . -comenz6 a decir Alberto, pero encontro una Luz recuperada, sonriente, suave. -LLa idea de casarse conmigo le parece a usted una estupidez? -sonrio segura ante una respuesta obvia-. Muchas gracias, mi querido Alberto, muchas gracias por su galanteria. -Su voz ligera baj6 zigzagueante en 10s em-

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pedrados y las luces-. CuCnteme ahora cukndo se va; no sabre que hacer sin usted. -Mafiana, por Suiza hacia Italia. -Es una pena que no se detenga en Ginebra, conozco ahi gente encantadora, fina, hospitalaria. -Gracias, se h a dado ya mucho trabajo por mi. Prefiero estar solo. De Milan seguire hasta Venecia. -Tiene el itinerario listo y yo sin saber nada -musit6 ella. -No habia querido hablarle, tampoco pensarlo. No estoy seguro de querer partir y debo hacerlo. Mi permanencia en Paris ha sido maravillosa.. ., como usted. ConservarC a ambos en el mismo recuerdo, y en ambos pensark con pena. -Que amable.. . -Estaba emocionada y debia conservar la mente Clara. 6Y si partiera con CI? No, podia escandizarlo. Lo oy6 decir: -Temia que me fabricara un tour completo, con horario de trenes, reservas de hoteles, cartas a sus amistades, etc. -6De qu6 se vengaba?- ViajarC a mi manera. LlegarC cuando llegue y partire cuando parta. --Sonrio para suavizar sus palabras y acarici6 sus dedos. Cuando se despidieron en la puerta de la Embajada, Alberto retuvo las manos de Luz. Una corriente de agrado cruzo por ellas, el bienestar era mutuo. TambiCn el brill0 liquid0 en 10s ojos. El acerc6 su rostro, ella torcio el suyo para evitar que las lhgrimas se desequilibraran en sus parpados. El beso quedo en la mejilla. Cuando Luz entro a1 escritorio de su padre, sentia aiin tibia y hiimeda la boca de Alberto en su piel. -Estaba pensando, pap& -tom6 asiento en la bergere de, terciopelo marron, encendi6 un cigarrillo; su padre se limit6 a depositar el peri6dico sobre la mesa-, estaba pensando que me gustaria hacer un viaje a Chile.

-Es el hombre que yo necesito -habia dicho a su padre al embarcarse. Un hombre que, a la par de hombre, la avalorsra, co-

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nociera sus condiclones, dependiente en cierta forma de ella. No sentiria otra vez esa opresibn, quiebra de dignidad, escarnio de su dicha, de su amor y de su entrega. Alberto no la decepcionaria. Para 61 seria apoyo, brillo, aporte econ6mico, compafiera culta en su carrera social, palabra en sus silencios, soltura en sus sonrojos. Como una arafia que se enamora de la m o x a a qUien cerca, se embelesaba Luz pensando cbmo obligarse a aprisionar su amor y su sensibilidad tan europea, solidificando sus cimientos. Trazaba planes mientras dnlcemente y exthtica vigilaba cada latido nuevo de su coradn. No, otra vez no. No en balde habian pasado cinco afios; no en balde la barrera con el pasado crecfa; no en balde sacrificaba las lnces de Paris. Jean de Jeuvert. Habia vuelto a verlo y sin ruborizarse habfa sonreido con la m&s duke de sus sonrisas y bajado la voz a1 hablar. Cu&nto me alegro, pequefia, de verla tan bien, tan hermosa, tan parkienne. Alcance a temer.. . 6A temer que, Jean, despues de cinco afios? Cinco afios antes de conocer a Alberto, habia amado a Jean. Cuando la condesa de W. la invit6 a su comida, se adelant6 a exponerle: - J e a n de Jeuvert es uno de 10s pocos amigos nobles, asi a la antigua, que frecuentan mi casa. Le gustaras. Se rie mucho de mis amistades raras y quiero que te vea a ti. -Antes de colgar el fono agreg6-: Le he advertido que eres chilena, per0 no estaba seguro de saber exactamente dbnde.. se encontraba Chile, y que ademas de tu linda carita POsees extensas haciendas en America, lo que te da un aire muy ex6tico. La noche de la comida lleg6 y la muchacha chilena esmer6 su arreglo mas que de costumbre, envolvi6ndose en su larga capa de pie1 blanca y en sus dieciocho afios cumplidos; parecia descender de hadas m&s que de sudamericanos, pens6 la condesa a1 verla detenerse en las gradas del sal6n. Luz se sinti6 mareada y la abrum6 su silneta repetida Y multiplicada en ojos, espejos y luces.
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-Es usted una ladrona -murmur6 a su lado una voz-. Se ha robado la belleza de todo el salon, y no me extraiiaria que si no me defiendo haga lo mismo con mi corason. -Sonreia desde el fondo de 10s ojos, mas que con la boca, a1 besarle la mano-. Venga conmigo. Esa mano era extra5a y propia a1 oprimir la suya entre 10s comensales; luego en sus espaldas a1 ritmo de un blue y, avanzada la noche, sobre su brazo ante el balcon con vista al Sena. Marejada de lutes,-fulgores, rostros, opresi6n infinita. Una mano sobre su piel, unos ojos sobre su alma. --G&uiCn es ese que nos sigue constantemente con la vista? -pregunt6 Luz a su compaiiero. -L&ui6n? -No necesit6 cerciorarse antes de responder-. Mi hermano, guardia fie1 d.e la tradition de la familia y mi unico amigo. -LNO tiene amigos? -&Para que? Lo tengo a 61. No necesitamos nunca explicaciones y vivimos juntos. Ya debe haber averiguado todo sobre usted. -~&u6 le importo yo a 61? -Le importa la familia y yo pienso casarme con usted. -6Me Cree tan facil de conquistar? -Para mi si. Pondr6 en ello tanto empefio que la ablandar6. Luz sinti6 miedo. LDe qu6? Del domini0 de ese hombre, de la niebla que envolvia su espiritu y de su tremula f elicidad. Pas6 el tiempo. Sombras y luz, tormentos y alegrias, y Jean, que llenaba las horas, 10s minutos y la eternidad con su presencia y con su ausencia. Con sus palabras 9 con sus silencios. Luz empezaba a sentirse inquietaj no sabiendo c6mo hacer andar su amor, c6mo saciar sus ansias, c6mo endilgar sus Bxtasis. Luchaba con sus limitaciones y se desesperaba en ellas, sintiendo diluirse sus quejas, desmoronarse todo: era imposible comprender a Jean y mas imposible a h hacerse comprender. No podia cogerlo. Trataba de poner de su parte las deficiencias del hombre

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amado, y cuando se gozaba en sus culpas que lo perdonaban, sentiase a h una culpable. ~ Q u 6hacer? Intuy6 que era juzgada, celebrada, analizada por cuatro ojos y no por dos, y el descubrimiento acab6 de desconceriarla. El hermano mayor de Jean se mantenia presente en cada uno de sus tdte a tdte. Angustiada, sin saber c6mo abordarlos, debatiase malamente ante ellos, sinti6ndolos en su fondo como dos adversarios. -Me mientes tanto -dijo a1 borde de la paciencia y de las lagrimas-. No perdono tan malas excusas.. ., no parece importarte que yo las crea o no, como si mi opini6n no te alcanzara, como si mi juicio de ti no te doliera, como si estuvieses poru encima de toda discusi6n. - S e ech6 a llorar y 61 limpi6 las lagrimas con su paiiuelo y bes6 sus ojos amorosamente. -No digas tonterias -1anz6 una carcajada-, es tan agradable para mi verte, que esta conversacibn me parece inoportuna. -Como si le hablara a un nibo. -A veces pienso -se atrevio a decir Luz en otra ocasi6n- que tienes una amiga, alguien que le basta a tu espiritu, y que yo no soy mas que un aderezo. ' -~Qu6 mas querrias ser? -Una compaiiera. -Pero, pequefia, piensa un poco, para aderezo habria buscado algo mejor, 10s hay por montones y no despreciables en Paris. Si ando contigo es porque te quiero, nada mas. Ese nada m&s lleg6 a1 fondo del coraz6n de la joven, y qued6 alli guardado con otras muchas frases de amor por el pronunciadas. -Preferiria que fuese una mujer quien t e acaparara y no tu hermano. De una mujer soy igual, con 61 me siento en tela de juicio y desplazada a las horas de almuerzo y despU6s del desayuno. LSalen muy poco? -Poco, 1185 gusta nnestfa casa. -iY.me comentan? Jean, soy tuya, no de 61. -Era dificil expliear su deseo de poseer un misterio de ellos dos. -iQU6 niiia eres! iAmor mio! La inquieitaba el no saber exactamente de que quejarse. Reconocia la solicitud de su novio y de su futuro

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cuiiado, siempre pendientes ambos de agasajarla, entretenidos, buenos, conversadores, ingeniosos. Nada malo que decir de esa uni6n; se avenian, compartian una tradition y aportaba el uno a1 otro lo mejor de si. ~ L u z quedaba fuera? Bueno, habiase introducido a la familia con mil afios de atraso, y en esa amistad con treinta aiios retardada. --iSabe tu hermano que me besaste, o 61 te insinu6 el momento oportuno? --7olvSase injusta, enconada, rebelde. -Haremos de usted la mujer mas linda de Paris_-dijo su cuiiado galantemente-. El orgullo de la familia. -Te abrir6 el mundo, y me sentire orgulloso de mi obra -agreg6 su novio--. Iremos a Biarritz para que la saison te descubra su encantadora frivolidad, y a .nuestra casa de campo para que el tiempo te cuente sus leyendas, a Italia para que sepas lo que es cielo azul y a Venecia para que conozcas la noche. Me gustaria tambien que viajaramos a Marraquech y traspasarnos del sol afrlcano, para volver luego a frecuentar castillos que existian antes de que Chile naciera, de familias que dirigian ya cuando tus antepasados eran barbaros. Qu6 ex6tico sera para ti, y que feliz me siento yo de haber encontrado un ser ante quien descubrir tantos tesoros escondidos. Muchas veces habia hablado Luz de Biarritz, y las noches de Italia eran parte de sus recuerdos m& queridos. LNO la oia Jean? Poco sacaba entonces con decir que posiblemente en otros tiempos sus antepasados espaholes dominaron a esas familias francesas. Tampoco importaba. ? , T e agrada pensar que soy una campesina o lo sientes realmente? A veces creo que necesitas bajarme para encontrar tu altura. c Sinti6 miedo: 10s ojos del hombre brillaban y era de acero su mandibula a1 responder: -Deberia hacerte feliz el deseo de un hombre de s a tu creador. La creaci6n es una demostraci6n de amor. I ? mis anhelos, que dices te rebajan, prueban a1 menos {que mi cariiio por ti es puro, en la verdadera acepci6n de la Palabra, no entran las conveniencias materiales ni psico16gicas, un amor depurado de una cantidad de principios razonables y necesidades sociales. Es un amor fresco, moderno, absurdo. ~ Q u 6 mas puede desear una mujer?

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-+Que m8s puedo desear? LESmucho pedirte que me quieras menos y me consideres mas? Su futuro cuiiado se pus0 de pie. Apag6 cuidadosamente el cigarrillo y sonriendo la sac6 a bailar. Quiz& para evitar otra escena desagradable, quizas para protegerla contra sus lagrimas. Con dedicacidn exquisita borr6 la Gtristeza en el rostro de la joven extranjera. -LA que edad lleg6 a Francia? -pregunt6. -A todas las edades. Vine de chica con mi madre enferma, me pusieron en un colegio en Suiza. Cuando murio nos volvimos a Chile. Me cuidaba una francesa, nacida en Paris. Aiios despues volviamos a Europa con mi padre. Continue mis estudios en Suiza. Hace dos afios lo nombraron embajador en Francia. Viaj6 yo sola a Chile, para volver a establecernos en Paris. -Era la primera vez que la interrogaba sobre ella misma; Luz lo mir6 agradecida. -Querida niiia -dijo a1 terminar el baile-. Permitame un consejo de hermano, de un hermano que la admira extraordinariamente: no me parece bien su dureza de hace unos instantes. No juzgue a su prometido. Piense que es una suerte inmensa la suya a1 haber sido escogida. Muchas mujeres envidian su situaci6n. Sea razonable y con el tiempo me dara las gracias. -0jala me acostumbre a estar siempre yo errada y ustedes en la razbn. -6Por que dice ustedes? Yo nada .tengo que ver en esto. Luz olvid6 la escena y la conversacibn. Trataba s610 de pensar en cuanto sentia, junto a Jean, su mirada y sus manos extraiias y propias. Cuando le hablaba, su voz continu6 lleg&ndole directamente a1 corazon. Fue el hennano de Jean quien esperaba esa tarde en el sal6n de su casa. Cuando Luz descendio, la abrazo emocionado, besando sus mejillas, y con voz segura y breve le anunci6 la partida de su prometido.. . Un viaje.. ., un lindo viaje alrededor del mundo. -No tuvo tiempo de venir a despedirse ... Mientras tanto yo la abrazo en su nombre. Dentro de algunos meses estara otra vez a su lado. No existia culpa. No pedia perd6n. Anunciaba y se

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condolia de su peiia, coni0 caballero y hombre de buenos sentimientos. Fue mejor asi. En ese instante comprendi6 Luz que 10s odiaba a 10s dos con toda el alma. Continu6 odiandolos durante cinco aiios.

* * *

Una mujer en la vida de Alberto, era imposible. Eechaz6 la iidea para salvar la pureza de su angustia. No meaclaria sentirnientos que socavan y Idestruyen m a base s6lida de creencias y actitades, en momentos tan graves. S6 positivamente que Aiberto es incapaz de engafiame. Avaneaba la noche y estaniciibase la espera. Nada se producia ni en la noche ni en lella. Tampom en el estado $deAdberto. Luz sali6 a1 patio. No amanecia abn y su hlemano se paseaba fiuanando nerviossc mente a lo largo del corredor. Hablaron. De nada. I-?ero era necesario sentir voces y ensayar las propias. La angustia y la soledad permanecen. Un dolor se hizo imperioso: la ausencia de s u hijo. Qu6 Idaria por tenerlo aqui. Mir6 a su buen hemlano, semicial y timildo, que hacia mucho no osaba oponer sus apiniones a las de su hermana, y afior6 jdesesperadamente a1 nifio. -El asunto de la mujer mmplilcar& las cosas 1 . Tuve que entras a la morgue para -murmur6 6 reconocerla. No la he visto jam&. Ni en compafiia de Alberto ni en el pueblo. El caso es que no logran Mentificafla. -We alegro. Una mujer sin nombpe, sin familia ni historia est&m&smuerta. -En este cas0 sin ni siquiera un rostro. Per0 me preocupan 10s suyos. Habr& alguien, en alg6n lugar, que la espera.
oaroua.4

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-En todo cam est& mas muerta para mi, y debemos pensar en nomtros -respondi6 Luz secamente-. Importa que no se sepa, que el lesc8ndalo no se sume a nuestras preocupaciones en estos mornentos. No puedo m&s. -No aceptaba nuevas decepciones-. LRecuIerdas a quk hora sali6 Alberto de la casa? -Bastante despks de las once, creo, per0 no estoy seguro. -Es hormrosa la importancia de minutos en la vida, per0 mucho mi% en la muerte. -Era horrorosa tambi6n su propia fortaleza. Busc6 en 10s ojos de su hermano un juicio. Per0 61 pennaneci6 ajeno, canssdo tal vez de intentar dark+. iQu6 hacen ahi esos carabineros? --Custodian, ya que, en cierta forma, Alberto est&detenido... Hasta que se esclarezca el asunto y su responsabilidald en el accidente. Han venhdo unos periodistas. Querian entrevistarte, per0 yo lo impedi. N o tendriin nada mejor que hacer -emclam6 Luz impaciente-. Mra. iPor fin! Cortaldos por el cipr6s del patio, tras la estatua de la Virgen, asomaban los primeros albores del dia. Se encendieron en el cielo y en ella. -Hace muchos afiw que no veia amanecer murmur6 m8s reconfortada vdviendo a entrar en la habitaci6n de su marido.
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Con la mafiana lleg6 el m6dico de la familia. A esa hora Luz habia logratlo definir su dolor, desechar tanores y volver a cauce sus sensaciones. E S necesario tomar una radiografia del cr&neo, para que el diagnbstico sea seguro 4 i j o el facultativo-. Seg6n el resultado, intervenir con rapi-

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dea. Tiene evidentemente una Puerte mmoci6a. Pero puede haberse producido un hundimiento del parietal izquierdo. Algo se palpa alli. Un especialista debe verificar el diagn6stico. En tad0 cam el estado general es bueno. No hay signos de hemorragia interna, y s6lo la cabeza ha sido dafiada. Algunas rasmillaiduras en una pierna. Me dicen que no es posible hacerlo tragar alimento, no importa ahora, luego Fecurrirernos a1 suero. Inyecciones POT si se debilita el pulso y atenci6n permanente. Aunque el riesgo de moverlo es grande, seria mejor llevarlo a Santiago. All6 hay toda clase de elementos, pabellones de primera clase y sala de hibernacih. A1 despdirse se acerc6 B Luz y dijo em tono conf idencial : -Alcanc6 a ver un diario de la mafiana con informes del accidente. Algxnas cosillas desagradables para ustedes. Asi es la prensa amarilla; no le de demasiada importancia. En todo cas0 seria bueno usar ciertas influencia para acallar el asunto. LTiene conexiones con 10s diarios? Seria muy antipatico para usted entablar despubs un juicio por difmacitjn. L o espwaba. Tendr6 que ocuparme de eso. Luego de hacer las rmmendaciones de rigor a la enfermera y de rogar a su hermanlo que la llamara a1 rnenbr sign0 de empeoramiento en el estado de Alberto, busc6 Luz su autombvil para volver a1 fundo. Tenfa que tomar ciertas medidas plracticas y urgentes, llamar a su casa de El Golf, usa; sus influencias y hablar a 3 a oficina de Alberto para. darle la noticia a la secretaria. Debia averiguar, antes que nada, noticias de Albertito. Menos mal que la sefiorita Elena es seria y de Confianza -se dijo volviendo a cubrir kil6metros de
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camino desierto-. Estas familias antiguas y venidas a menos tienen siquiera fdignidad. Puede uno contar con ellas. --NIirC, a1 chofer, le molest6 ver su cabeza descubierta-. Le he prohibido que maneje sin gorra.. . Es cierto que salimos ;tan de improviso. Hay que pasar por alto muchos detalles si queremos sobrevivir . Los detalles. Cosas sestupidas, sin importancia, malogran una vida, un recuerdo, y l o que es peor, una reputaci6n. $inti6 10s f i l m o s pasar tan rfipidos, c m o el automhi1 y las nubes prenididas en sus agujas. Es hermoso el lcarnpo #chileno cuando sale un sol de invierno y desnuda la mcmtafia. El frio queda fuera de las ventanillas y el alma se aquieta sobre 10s cojinw, desconectados el cuerpo y el sentir. Los poros $deLUZ,igual que sus pupilas, tragaban la mafiana dejando atrfis la frialdad de septiembre. Invierno y primavera que no quieren ceder. No pensar. Mis nervios no resisten intervencih del espiritu. $e sinti6 lacia. Vacia. Sensacib antigua y relegada. Cerr6 10s ajos. Nada. Apenas soportaba imfigenes. Una obscuritded sin filarnos, nubes ni cerros que se vienen encima. Nada.

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M I S NUEVE p cuarto de la mahana, Elena introdujo la llave en la cerradura. La puerta del estudio se guej6 blandameiite. Solbre el vidrio, como simpre, en letrax negras, estaba escrito: Alberto Palma y Cia. Ltda. Antes de entrar, la joven selcretaria respir6 hondo, aeomodando su emoci6n a pu1mones.y nervi-. Don Albert0 la l l m 6 desde el fundo para pedirle que hiciera el favor de estar en la oficina a las nueve en punto del dia lunes, porque esperaba una visita importante. iC6mo pudo atrasarse? Mir6 la hora por tercera vez en dols minutos. Gracias a, Dim no habia llegado aun su jefe. Le habia respontdido Elena, como de costumbre, que contasa con ella, y Alberto baj6 la YOZ a1 darle lcs grecias. No previ6 que,esa maiiana, precisamente &sa,su padre habia ldecidido levantarse temprano: mbraba unos idividendos y rqueria ser de 10s primeros fen la cola. NOtengo yo una hija que lo haga por mi, como otros. Es una lhstima. La mir6 con despego a1 entrar a1 bafio y cerrar cuidadosamente la puerta. Ele37

na tembl6, porque filtimamente, sobre todo desde que su inadre no estaba en casa, solia encerrarse por varias horas en el bafio. &Que hacia, adentro? Elena sentia correr el agua y la cuenta del gas. GVenghbase de alguna desconocida injuria, o su necesidad de molestarla ingeniaba nuevos intentos? Deposit6 10s guantes sobre el escritorio, acomod6 las sillas y sumergi6 en el closet su abrigo en plhstim rojo. De una mirada revisaba ceda mafiana la estancia, abria la caja fuerte con gesto automktim, c o b caba el telkfono a1 dcance de su mano y suspiraba. Todo estaba en orden. A l levantarse colore6 su8 ojos en el cuadro ubicado entre las dos puertas, la de entrada y la que conlduce aJ. estudio. Asi comenzaban 10s dias, para continuar asi hasta sentir 10s pasos iguales y diferentes de don Alberto en el pasillo. Nunca 10s confunde, sin embargo son mujchos 10s pasos que dejan arrastrar un e m entre las paredes del edificio, mbre el m&rmol reconstituido. Pueden pertenecer a algdn vecino, a 1 ingeniero jefe de la oficina, sefior Castillo; a sus ayudantes; a1 mom, que hace un m& aseo y lleva maravillosmnente las papeletas de depbsito, d a Patricio, el mhs nuevo de 10s dibujantes. Las pasos de Alberto resonaban corks, figiles, decididos. #or qu4 nadie llega afin a trabajar? Volvi6 a , mirar la hora. Es derto que 10s ingenieros y personal inferior entraban casi juntos, como si se hubis sen puesto de aeuerdo mientras bmaban cafe en la sala del entrepiso. &Aque se debit5 el llamado de Alberto? iSi hubiese sido una excusa para hablar con ella,..! Trat6 de indagar en las palabras que trajo el telefono, pero s610 recordaba un gracias dicho quedamente, Un graeias para ella sola. Mhs claramente vino
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la iiltima entrevista: le dicta una carta, firm6 algunos cheques y pregunt6 con mucho inter& por la salud de su madre, debiendo la joven infomarle sobre 10s detalles .de exbmenes y tratamientos. Tampoco llegaba 6 1 . Comprob6 ese dolor ya COnocildo: {dicha, excitacibn y angustia, parte de la espera, que cesaba de repente a1 roce de la llave en la cerradura, para convertirse en un gran vacio en el pecho a1 ver entrar a Alberto reci6n afeitado, oliendo ligeramente a Aqua Veha, el terno impecable, el cabel10 h h e d o que emblanquece en las sienes y esc8sea en la frente. Buenos dias, Elena, dirb. Antes decia seiiorita Elena. Y ese nombre sencillo, pronunciado asf con sencillez, harA a Elena diferente. Per0 61 no aparecia. Entr6 a1 bafio a revisar su maquillaje. Aqui la luz es mejor que en su casa y hay m h paz. A1 empolvar su rostro observ6 su sonrisa. Alberto aecia que su sonrisa era fresca. Para 81. Volvib al escritorio. Cuando son6 la campanilla del telbfono, temblaba Ila mano de Elena a1 levantar; siempre se ha reido Alberto de ese temblor. Como si el telbfono se la fuera a corner. Es que debo preparar mi tono de secretaria ef icient e. Es 61 --pens6 desilusionada-, que no puede venir. Habria preferido verlo entrar y dirigirse a ella a1 tiempo que deja su sombrero sobre la silla. -A16.. . A16, -Ya no lo verb ese dia, uno mas, y han pasado tantos desde su partida. -De Melipilla llman.. . No se retire, sefiorita, por favor. -La voz venia de una gran idistanlcia. -Buenos dias, sefiora Luz. Don Alberto no ha llegado a h . -Escuche, sefiorita Elena.. . Alberto ha tenido 39

un accidiente grave. Choc6 en auto anoche. Est&en e1 hospital. Es posible que lo llevemos a Santiago IeSta tarde. Explique todo esto a1 personal. S i . . ., si.. . -El nudo en su vientre impide toda reaccibn. La voz a1 otro lado ,del hilo p e d e ser y no ser-. Comprendo. -Cuando Alaerto se restablezca, yuerrh saber cuanto ha sucedido. Luego hablare yo a1 sefior Casti110; mientras tahto. . . confio en usted. -Si, seiiora, yo me ocupark, per0 tcr5mo est&, en verdad? . . . -Muy mal. Nada se sabe por el momento. Puede ser is610 conmoci6n cerebral o estar complicada con fractura del craneo. &Meoye? Est6 inconsciente. -&Es cierto? -se preguntaba Elena 1lenSndose por fin de angustia-. iEs cierto? -repiti6 e n voz alta, como suplilcando que se recapacite y cambie la sentencia-. Es que no puede s t a r tan grave.. . La idistancia es salvadora, el hilo trag6 sus silenciols, sus pausas y su horror. El tel6fcmo emudeci6. &o quiere? -se preguntaba Elena con subito Tencor-. L o quiere -respondi6 ella misma-, se preocupa mucho en dominarse, si no haria un drama, un ~ltimo y akrasado drama. -Hhgase cargo #de10s papeles -la voz )deLuz y la pesadilla han vueltur-. Deje sus cosas bien cemadas hasta que yo vaya personalmente a haceme cargo. -iNo es posible ldespertar, o m6s bien dormir ya para siempre?- Ya le dark noticias. Hasta pronto, sefiodta Elena. El frio camin6 por sus espalldas, le hervian las sienes, calor y frio adentrhmse en la mkdula. Parecia seca para siempre su garganta. &QUE! hacer para qzlitarse el alma? ~Qu6 se hace cuando ya n o se sabe qu6 hacer? Lo de siempre, per0 con otro espiritu.
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Corri6 a1 escritorio lde Albert0 y se dej6 caer en el sof&(decuero que deslde hacia algun tieimp empezaba a ensuciarse y tomar vida. Cuando vi0 ems muebles por primera vez, eran nuevos, de color clam, sin lustre y sin aliento, como en una vitrina. Han pasado tTes afiios, ahora se entregan.
+ * *

Cuando Elena dej6 el convent0 donde hiciera, interna, sus humanidades, entr6 a su casa con un flamante titulo de bachiller en las manos y un mundo de proyectos e ilusiones en su corazbn. Energia y abnegaci6n eran necesarias, claro estaba, y ademas candor para transformar su hogar. (Lo .primer0 que muri6 fue el candor.) Energia, abnegaci6n y candor abundan en el alma de una muchacha de diecisiete afios. Su casa podia devenir un sitio alegre si ella se lo proponia. Debe estar todo bien para que cuando Gonzalo llegue sea feliz 61 y nosotros. (Nunca se atrevib a decir yo.) Feliz, hogar alegre y digno, palabras de las que Ekena hizo us0 y abuso. Tampoco Gonzalo habia sido capaz, per0 entonces la vida no era tan sordida y 151 era un poeta. Cuando Gonzalo vuelva a casa -yo lo obligar6 a volver, ya que tengo mis dos pies en la tierra-, cambiara todo. Su esfuerzo vislumbrabn la corona. -Tengo que buscar trabajo -dijo un afio despu6s a1 sentarse a la mesa entre su padre y su madre. -Gracias a Dios y a mis esfuerzos, mi hifa no tendrh necesidad de rebajarse -dijo el padre mientras se servia hasta el borde la copa de vino tinto, derramando algunas gotas sobre el mantel. -Pero, papa, necesitamos dinero -respondi6 Elena alegremente-. Hay tanto que hacer. Me encantaria comprar cortinas nuevas y tapizar algunos muebles. Mama, Lcbmo se veria esta pieza conxortinas de cretona en vez de esds brocados viejos que obschecen y apenan? La madre levant6 10s sjos del plato y su resignada sonrjsa de antes parecia empezar a ponerse amarga. 41

-Xace mucho tiempo que deseaba hacerlo. Antes de que llegaras del colegio queria tenerte esa sorpresa, per0 me falt6 plata y despues he ido posterghndolo. -La mir6 con seriedad inusitada-. No te estrelles tfi tambiCn con esta casa. Arregla despuCs la tuya propia y deja que Bsta se venga abajo. Rotas las alas, Pecortado el entusiasmo, Elena mir6 a su 'madre con reproche. -Lo mLs importante que debes hacer ahora es pensar en casarte bien -repuso el padre, y su voz varonil y profunda declin6 10s finales. Daba a cada palabra significados especialmente seductores. -Arregla tu propio ihogar, preocdpate de tu propia casa -repitid su madre con la voz seca. -Pero, mama, Cste es mi hogar, Bsta es mi casa -murmur6 Elena. -No olvides, hija, que no nos falta nada. No seremos ricos, per0 lo indispensable est&.Tienes de todo. -El padre comenz6 a indagar el plato para separar 10s ingredientes-. Harto trabaje yo para que tfi, mi finica hija, ia tu hermano Oonzalo no lo cuento!, viva como le corresponde, mantenga su rango. --LMi rango? a i , y no te hagas la tonta, sabes qui6n eres y quiBnes son tus antepasados. No he vist& en mi vida una mazamorra mas asquerosa que,Csta -alej6 el plato con gesto asqueado-. Ni comer se puede en esta casa. Si supieras c6mo desfilaban 10s platos en casa de mi abuela; en esos tiempos nunca habia menos de seis, mLs el postre y fruta. E6 capaz tu madre de alegar falta de dinero. Elena seguia cada movimiento con impaciencia. Lo vi0 echar un pelot6n de mantequilla en el pan. Quiso advertirle que era cara y que igual sabia el pan untado con decoro. Bajd la vista. La voz hermosa de su padre no perdia profundidad, le gustaba oirse y declinar cada vez que le fuera posible, a1 final de cada frase. Lleg6 hasta ella como a traves de un velo. -Tengo muy merecida mi jubilaci6n. Algunas personalidades me ayudaron a conseguirla, porque si entre caballeros no se ayudan, como lo hacen 10s otros, es permitir a 10s rotos que tomen posiciones. En todo cas0 harto me

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explot6 la Compafiia en otrd tiempo. Menos mal que nada nos falta. Bueno, Gpero a qu6 viene todo esto? Ya recuerdo. No veo la necesidad que tienes de embrutecerte en una oficina, recibiendo 6rdenes de un cualquiera. -VOW6 la vista hacia su esposa y sorprendi6 el profundo 'desprecio con que lo escuchaba. Alz6 la voz hasta la estridencia, pero, molesto por su propio tono, volvi6 a bajarla-. A ver, dime t6, Gqu6 te falta? La mujer se pus0 de pie sin responder. La actitud le pareci6, a su hija, desconsiderada. No traian acn el postre. Mir6 a su padre para llenar ese vacio con su creciente interes: lo vi0 sentado a la mesa con el abrigo puesto y la bufanda enrollada a1 cuello, la que, a1 volverse 61 para accionar, introdujo sus flecos en el plato con restos de comida. Elena cerr6 10s ojos y aconch6 su Ilanto. --Mama, no se vaya -suplic6 dulcemente la mnchacha, tratando que su cariiio le fuese suficiente-. Hiblabamos de mi trabajo, yo necesito su consejo. -Est& bien, hablemos entonces de t u trabajo y no del suyo. Elena presinti6 el estruendo. Lleg6, y a su pas0 volc6 la copa de vino sobre el mantel y un tenedor sobre la alfombra. Era demasiado. GLlorar? Es lo primer0 que habria Hecho antes, cuando tenfa fe, esperanza y candor -porque las lagrimas son cahdorosas, una demostraci6n sencilla y clara de dolor-, y rechazaba a6n la desilusi6n. Su padre, con el pufio en alto, dominaba el furor en su voz, per0 no en el temblor de su brazo. Tambih su mano termin6 por molestarlo, como toda demostraci6n exagerada y violenta; extremos que un caballero se permite raramente. 4 i B n t a t e ahi, mujer -dijo-. Te dig0 que te sientes. -Si Gonzalo estuviera aqui -murmur6 Elena-, si yo pudiese refugiar mi mirada en alguna parte. Aim puede arreglarse. -Se anim6 a sonreir-. Es cuesti6n de paciencia, de alegria, de dignidad. -LaS..palabras que tueron su c6digo carecieron de sentido. Alegria, dignidad, quizas. .. dinero.. -Si6ntate ahi. -La madre se acercd s610 con su cuerPO, arrastrandolo lentsmente. La criada asom6 la cabeza para enterarse de que sucedia. Elena, sin Bnimos, cerr6 la puerta hacia la cocina-. No te des tantas infulas porque re-

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corres la ciudad de norte a sur y de este a oeste con las medias torcidas y 10s zapatos rotos, cobrando las cuentas de ese mediquillo charlatan de tu patr6n. Te lo permito porque no me importa un bledo a qu6 te dediques, ni tus vkrices, ni tus piernas hinchadas, por unos miserables pesos. Per0 mi hija.. . -vacilo, nunca habia pensado concretamente que deseaba para su hija, aparte del placer de humillar a SU esposa-. Para ella.. . Pues bien, Elena, yo te buscar6 un trabajo. Veras de lo que es capaz tu padre. Eso si que sera un puesto digno de ti, como yo entiendo las cosas. Serio y con prestancia. Elena respir6 aliviada, tratando de tomar una postura renovadora. -Pap&, tti trabajaste mientras fue posible para nosotros, ahora tienes tu jubilaci6n. Y o quiero devolverte algo de todo esto. -Vi0 que la emoci6n llenaba de lagrimas 10s ojos de su padre. i Q U 6 facil era hacerlo feliz!-. NO te desilusionare. Se levant6 para besarlo y la detuvo la expresi6n destruida de su madre. Volvi6 a sentarse: -Mamacita, quiero que usted se d6 algunos gustos, que descanse. No sera necesario, mientras yo viva, andar con las medias torcidas y 10s zapatos rotos cobrando las cuentas del doctor. -Beso el dorso de la mano de su madre. Esta permanecia extktica, per0 una fugaz emoci6n recogieron sus dedos a1 contacto. -Precisamente he pensado -el padre encendi6 con extremada lentitud un cigarrillo y bebio el concho de la boteIla antes de continuar-, es decir, acabo de leer en 10s peribdicos que Alberto Palma esta convertido en un gran empresario. Se ha asociado a no s6 cual empresa constructors y tienen a su cargo edificios, caminos, poblaciones obreras. Estara muy rico, me imagino, y debe tener necesidad de personal nuevo ahora que amplia sus actividades. -~Qu6 conexi6n tienes tti con Alberto Palma? -Elena pronunci6 por primera vez el nombre, sencillamente; a1 salir de su boca sali6 tambi6n de sus pensamientos. -Fui amigo de su hermano mayor. Veraneaban, o vivian todo el aiio, no me acuerdo Wen, cerca del fundo de mi abuela. Por ese tiempo se les murio la madre y debieron mandar a 10s mayores a1 colegio, internos. Los veiamos so10

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en el verano. Pensar que mi abuela 10s miraba en menos. Lo que va de ayer a hoy. Bueno, eso y a es sabido, nosotros 10s caballeros somos 10s ultimos en enriquecernos. Un hombre digno y honrado no se arrastra tras la figuration o el dinero. Lanzamos por la borda nuestros puestos cuando vemos las irregularidades que se cometen a nuestra alrededor. Somos unos quijotes. Irk a hablar con el. -No, no, mejor voy yo sola -insinuo Eena. -&Estas loca? i N o tienes acaso padres que velen por ti? Iras con nosotros. Vera Cse con quien tiene que haberselas. Hoy no es una verguenza trabajar fuera de su casa para una muchacha de familia. Ademas debes ocuparte de algo 6ti1, salir un poco, conocer gent6 y vestir bien, y sobre todo sentir el placer de botar el dinero como lo botaba tu padre. -Su sonrisa y su ademan de despilfarro eran magnificos.

La madre se veia muy bien con el cabello tirante peinado en un mofio, las canas prestaban a su rostro nobleza triste y antigua. Una vez en la oficina de Alberto Palma, el padre hablo con desenvoltura, gozandose en su papel de hombre de gran mundo. Sus maneras elegantes, su voz armoniosa, lo situaban mejor que la corbata plateada y el sombrero negro comprado una vez donde Lock. Recurrib a !os episodios de infancia para atravesar el reconocimiento y a lo mucho que estimaba su abuela a estos j6venes e impetuosos vecinos rurales. Continuo nmrando ankdotas en las que figuraba todo el vecindario. Su interlocutor parecia celebrar dichos y recordar situaciones. Subitamente y antes de haber oido el verdadero motivo de su visita, Alberto se pus0 de pie dando por terminada la entrevista. El padre sonrojandose perdio aplomo. Elena empequefieci6 de hombros y su madre estir6 la man0 con gesto de gran dama, diciendo con sencillez: -Nuestra hija tiene inter& en empezar a trabajar, quiz& usted pudiese aconsejarle algo ventajoso. Apenas recordaba ya la escena. Pas6 tan rapidamente y su incomodidad fue tal, que solo atino Elena a ver el color de la corbata de ese hombre que la miro de pasada como quien mira un mueble a1 que seg6n sus propias palabras, encontraria un hueco por ahi.

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Volvieron a casa ailenclosos, agotados el alarde y Ids sonrisas de oferta. Vacios por haber actuado, tristes de haber recibido. El padre no llenaba de palabras la calle, caminaba nostilgico y su agotamiento venia de si y de 10s otros. Cuando se le avk6 a Elena que pasara a finnar el contrato, Bsta permaneci6 ingravida: 10s momentos importantes son siempre menos que la idea formada de ellos. Una nueva vida. Oanaria dinero, veria otros rostros, soporta- . rfa nuevos pesos y responsabilidades. Al salir de si y de SU funbiente, adquiria su persona contornos de grandeza. Per0 su impresi6n fue tal que no logr6 poseerse. Entr6 a la oficina de Alberto Palma & Cia. Ltda. para cualquier cosa. Ahi estaba.

* * *

Se pus0 de pie. Ese dia perteneci6 a otro siglo y


todo acaeci6 a otra persona. Mirfj el telkfono, otra vez el reloj. Faltaban minutos papa las diez. Qu6 eterno se hace el tiempo y nadie llega. Qu4 hacer de su dolor y de sus recuerdos. Nada. Una persona debia saber el taccidente. Aunque hace mucho que no llama por telkfono. Fue ldesagradable recordarla. LAvisarle? Parecid a la joven tan absurd0 llamarla c m o cualquier otra cosa, como estarse ahi sentaida, por ejemplo, mientres sentia su ser desmigarse lentamente. Es como ser su c h & ce. Y Lno lo era? Cuesta mds decir soy an Zaclrdn que robar algo cada dia. La soledad ajena acompafiaria a la suya. Sentir qu6 siente otra que sufre igual. . . Era la h i c a persona cuya voz deseaba oir en aquel trance. La proximidad de sus almas la arredr6. La lista de niheros de telbfonos de Alberto estaba a mano. Fdcilmente encontr6 el que buscaba: solitaria una letra A, sin nombre, sin apellido. Es ella. Tampoco tenia un rostro; s610 una voz que preguntah: c;Estar&Alberto?, como si le perteneciera.
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OLPEABAN a la puerta del dormitoiio de Alicia cuando son6 el telefono. Medio ldormida abn lo him a un lado y se puso de pie. No necesitaba recurrir a su bata de levantarse color rosa; abrib perezosamente y volvi6 a1 lecho, a1 mismo sitio que dejara tibio. La campanilla cal16. -&u6 animal eres -dijo sin conviwi6n-. Despertanne a esta hora cuando me (cuestatanto quedarme dorrnida. dQui6n seria el que llamaba? -Es que cuando duerrnes sola no sabes d m o acmodarte en la cama - e 1 recikn llegado mostr6 a1 sonreir una cadena de dientes cuadrados, con una que otra mancha 'de oro. 4 i e r r a esa llave que gotea en la COCina 4 i j o Alicia, per0 61 no se movi6. Era una suerte, despuks de todo, que Rabl volviese tan a tiexnpo-. M M B s vale mal xompazada que sola. -dQu6 B e pasa? -Nada. Se acerc6 a ella y ech6 hacia atr&s la ropa de c m a . Alicia dio un grito vdviendo a cubrirse. -Andate a1 diablo, ipesado! -chill6 escondihb

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dose entre las frazadas-. jNo ves que hace frio? Estos sinverguenzas economizan tanto en la calef action. -A1 diablo nos vamos juntos. -La tom6 por 10s hombros y Alicia se defendi6 por 8cwtuJmbre-. Veremos qakn manda aqui 4 i j o Raul abrazhndola. 1 0 s ojos: Ella permaneci6 quieta. Cerro 1 -jQu6 quieres conseguir ahora? -pregunt6. -Ese tipo ya no viene desde haoe tiempo y puedes leer noticias fresquitas en el diario de hoy. -No dejaba de besarla, en el cuello, en 10s hombros, an el pecho-. Ahora puedo venir a instalame aqui. -Ni pensarlo. No tengo mhs que esta cama y no quiero ver tus tiras botadas por todas partes, ni a tus amigos demrdenhndome la casa. Ni muerta. Este es mi depadamento y lo sera hasita que me saquen con la fuerza publica. Vivo como <gen%e idscente y no quiero neda con vagos como tu. $ d e o y f ~ ? S i , te oigo, pero eso no quiere decir nada. Una vez que me quede contigo, ya no me dejarhs imne. Te conoaco, zmra, tie haces la macanuda y despuks te derrites C Q ~ O mantequilla. -Tan26 una carcajada fanfarrona-. A m q u e trates, no puedes vivir sin d. N o te des muchos humos, atorrante e inI3,il es lo que eres, si no fuera que t e conozco desde hace tanto tiempo. .. -Volvi6 a sonar la campanilla del telkfono-. Quita para allh. - Q u e revi3nt.e ese aparato. D kj m e contestar . Insistii, el telkfono y su queja parecia agotarse cuando Alicia reaccion6. Y si fuera 61; pero era ilusi6n marchita muchas veces en el altimo tiempo. Se incorpor6 bruscamente mientras Raul caia blasfemando. Tom6 (el fono. La campanilla expir6 en su mano. -Al6. T o m 6 posici6n a la orilla de la cama-.
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Sf, sf. No quiero saber nada de 61. -Esper6 que la otra no le haria caso-. Bien pudo llamame 61 mismo, jno es cierto? A la hora que se acuerda de que
existo.

R a a se pus0 de pie, twomod6 el nudo de su corbata frente al espejo mural, y contemp16 embelesado la raya de sus pantalones. Pas6 a la cocina y despuks de apretar la llave del lavaplatos c8menz6 a hurguetear en 10s armarios. Alicia lo seguia con mirada ausente, desilusionada. -jY q u i h es asted? Ya conomo la treta. NLire, sefiorita, si quiere algo con 61, t6meselo, se lo regalo. A mf poco me imporka un hombre m&so menos. Si, me imprtan las maneras: 61 debi6 venir. -Su voz se apag6 insegura, como si suls propias palabras no la engafiasen -. No se ofenda, por favor, es mi modo. Soy una ,persana que dice las cosas tal m a l las piensa, no como &os.. . Cmas pores me han passdo a mi. La veo muy afligida. Le falta experilencia. LQuiere que le d6 clases o prefiere saber c6mo me hacia a mi el amor? -Su carcajada no convencia-. Un accidente. No faltaba m&s. -Se incorpor6 de subito inquieta. Volvi6 a tenderse-. Por mi, que se vaya a1 diablo. Cuando se dio cuenta de que habian eolgado, dejb caer el fono con impaciencia. Desde el umbral de la cocina, Racl la miraba asombrado. -Bonito modo de tratar a1 pr6jimo. El roce can g a t e educada no ta ha ensefiado mucho. Mejores maneras tenfarhos en la ckrcel. -A mi-no me engafian asi no m&s. Para colmo, una chiquilla idiota. Sin experiencia y con voz de mosca muerta, Raul sali6 de la cocina con un vas0 de leche'en una mano, mir6 el liquid0 blanco cor1 gesto de a m :
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L Q u 6 decadencia. Tener que tomar de esta cochinada. Per0 diem que es bueno para las 6lceras. Aunque no lo creas, y aunque mis amigos dicen que es enfermedad de rico, tengo 6lceras. -No te tomes toda la leche. Con lo que me cuesta conseguir a1 lechero. mengo que atravesar todo el eidificio con las botelles. Me sirve para el desayuno y para Umpiarme la cara. Es mas barata que la crema y resulta igual. -Sonrib a1 reCQrdar como la miraban a1 atravesar el edificio en bata de ram. A veces el mismo lechero le ofrecia traer las botellas a su departamento. Se levant6 de la cama y empez6 a dar vueltas por la pieza-. Otra vez se me vendran cencima todos 10s problemas. Contigo no se puede tener nalda, no se progresa. -Sentia una fatiga desusada agarrotar sus piernas-. S6 c6mo me sacaras la plata, i tanto que me cuesta ganarla! Y empezarhs otra vez a perseguirme para que salga con tus amigos ricos y me encontraras una mina, como siempre, al@n viejo &chino. Sinti6 apretarsele la garganta: tantas cosas que enfrentar, harta ya (de lucha y todo acsmodandose a una pesadilla. Se dej6 (caer a1 bmde de su cama doble, tapizada en brocado de seda verde Nilo. Cuando quiso hablar no encontr6 su VQZ. P o r favor, gndate lejos, d6jame tranquila murmur6 a1 fin, y el tonlo pareci6 a Rad1 extrado. -Entre que te maneje yo o la sefiora Graciela, no veo la diferencia. Ademas nos avenimos bien. Alicia anduvo algunos pasos, su mireda extraviada no era la misma; como una fiera herida, grit6: -A mi no me maneja nadie, &meoyes? Soy libre y quiero estar sola. A la mierda se van ustedes todos, para algo tengo mi casa, mi situaci6n y pronto encontwrk.. .
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-C&l!ate, #lesa, no hagas comedias ni me vengas a mi con esos cuentos, mira que tle conoci naranjo. LQuieres leer el ldiario ,para que veas que fue del pituco ese tuyo? - C o n despiado a,dem$n, victoriosas la sonrisa y la mirada, le extendi6 el diario. Alicia no quiso mirar. Con caracteres negros y rojos decia: Muerte en el camino a Melipilla. Informaciones en phgina 5. Mas abajo el retrats de un autom6vil horriblemente jdestruido y de un cuerpo tapado condiariols a la orilla del camino: Es lo que queda de la m i g a del millonario Albert0 Palma. Con voz extremadamente serena, Alicia murmur 6: -Si no te vas, t e mato. Racl no se aLynilan6. Conocfa sus arranques, sus mnwcuencias, y su soledad. Se acercxj a elIa: , -Ya n o me tienes m&s que a mi -Entonlces me mato yo. -El la sinti6 callxia, sincera, como si la idea se gestase en ella sin ser ella parte-. Estoy cansada. Canseda de hombres,de mujeres, de todo -Raul se hizo a un lado. Alicia, mmprendiendose dueiia de la situacibn, mntinu6, per0 su voz fue igualmente quebrada, suplieante-: Por favor, Ra61, dejame sola. -Volvib a enfurecerse, era mejar verla asi, y corrii, a la pieza de baiio. El hombre tratb de gdpear sin insistencia. LPam que recurrir a un escandalo cuando de toidas maneras estaba en sus manos? -Ya se le pasaran las mafias. -Dio una vuel6a por 3 a habitaicibn. Sobre una silla estaba la cartera de Alicia, era de chard negro. Sac6 todo el dinero, billetes cuidadosamente doblados, y con gesto breve 10s ech6 a1 bolsillo. Desde la puerta gritb: -Hasta la vista, no te amargues demasiaudo, corno &e hay miles.
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Volvi6 para comprobar que su cabello estaba i m pecable y se deleit6 mos minutos frente a1 espejo de cuerpo entero. Tras colocar el peri6dico en luna parte visible adonde ella pudiese encontrarlo para enterarse a fondo de lo ocurrido, sali6 dando un portam. Mientras tanto,, en el espejo del botiquin desoubria Alicia su rostro envejecido. Sinti6 deseos de llorar, mas por sus arrugas que por sus emociones. Si fuese todavia muchacha.. . Hombres como Albert0 andan a montones, tiene r a z h R a ~ l Es . cuesti6n de merte y de saber llevarlos. Ademas.. . &nohacia ya tres meses que 61 no la llamaba? Se doli6 ante su tez demasiado obscura; para tomar hnimos lav6 sus dientes, restreg$n4dolos sin wlserimrdia. Muchas veces me jur6 que se iria para simpre, que estaba harto de mi y de todo el mundo, per0 volvia.. . D&slpu&de haceme el amor, con menos alardes, y.. . yo pensaba habkrmele metido adentro.. . Y yo lo esperaba, convencida de que no se aguantaria las ganas de decirme unas frexas despub de la escena del restaurante ... Una vez aqui, tendra que ofrme y explicarme, pensaba yo, la muy idiota. * * *
Alberto tenfa raz6n, y de haber sabido c6mo hacerlo ese dia, le habria pegado. En vez de eso la deposit6 en su cas& sin hablar una silaba. Alberto no era de 10s que dan una cachetada, si de 10s que hieren con palabras, callando lo que deberian decir, diciendo lo que deberfan callar. Los caballeros no necesitan malas maneras. Les bastan sonrisas despectivas, indiferencias oportunas, situaciones que menoscaban. Por eso lo habia avergonzado; por eso se entretuvo en bailar 6oda la noche con aquel amigo que el mismo Alberto le present6 en la puerta del cabaret y que parecia tener influencias, manejar el dinero con desenvoltura y ejercer sobre 61 cierto ascendiente. Un hombre asi necesitaba Alicia. El b i c o con que lograria agsaviarlo. Crei que olvidaria, algo se atraves6 en el camino. Perdida aque-

1Ia oportunidad, la reconclliaci6n se hacfa m8s dificil. &Me interesa ya esa reconciliaci6n?, se preguntb muchas veces, humillada de tener que pregunt&rselo.

Tom6 el fono y marc6 el niunero de la ofidna de A4bert.o. LDijo &sa que era su secretaria? iQu6 laya de secretaria.. .! No se lo crey6. Esa tipa no me engafia asi no mas.. . Nos pueden poner a las dos sobre la pista en cualquier momento. Cree que porque tiene modales de sefiorita . .. La rnisma w z contest6 a1 telkfono. -Entonces.. . des cierto? -Alicia trat6 de parecer CQ~W-. L e habl6 muy mal endenantes. E s que hay todo me ha salido a1 rev&. No le crei, Csa es la verdad. Quiz& si no le hubiese creido, habria-sido mBs cort6s. ~ Q u 6 fue en realidad lo que pas6? -No quiero saberlo, es su dnico escape-. Ya veo. A mi me ha &e pasar todo. Per0 est6 vivo. Dacuide, se mejorarh pronto. -Sinti6 que le temblaban 10s labios-. Es sano, robusto y 10s mMicos se arrastrarh ante 61. AdemBs, le aseguro que hasta para eso tendrfr suerte. Yo siempre se lo decia: Alberto, rnanejas como un salvaje. -Sonrib ufana de demostrar la intimidad de sus relaciones, e m complicidad que crea ulna reyerta, un consejo, una prohibicibn absurda de una mujer a un hombre. Si, le decia tambi6n: Fumas dmasiado. 0: Esto te caerh mal a1 higado. No le importaba a Alicia que fumase mucho, ni sup0 jamas s i padecia del higado, pem la oportunidad de dedrlo y cuando ello encerraba de dominio, posesibn, ternura, intimidad y amor era Cnica en su vida y no podia perderla-. En fin, mi es el destino. No se atrevia a colgar el fono. Prolongaba las palabras para mantener ese contacto. La secretaria
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le gustaba? s a voz Heg6 a su alma. iC6mo deckle cutinto pasaba por la suya?; 61, que se creia inalcanzable, a quien la mala sueate no tocaba, que tenia comprado el kxito, el m o r , la plata y la felicidad, tambih la vida. Aquel que disponia de todo a su antojo estaba ahora ccrmo un icualquiera. -Hasta luego, sefiorita, muchas gracias, y, por favor, perdbnerne, fui un poco terca. Al ponerse de pie, la estancia ca-mbi6 de pasici6n, baj6 el techo hasta su cabeza, tambalebse el suelo. Como podia estar cualquiera; yo, R a ~ l , cualquier a. Otra vez en el bafio, cerca de sus objetos personales, se recuper6. Per0 su soledad fue la misma. Meti6 la. mra en el agun fria. Se mir6 en el espejo: el pelo suelto le alcanzaba hasta la cintura. * * *
-Me gustas mhs cuando te lo trenzas o lo peinas en un mofio. . ., tomado en alguna forma -le decla Alberto-. Asi pareces una yegua disparada. -A 10s hombres les gusta el pelo suelto, ondulado y negro como el mio -r!SpQndi6 Alicia separhndolo con 10s dedos. Tom6 una postura romhntica y tierna,- apropiada a1 momento-. Les gusta oler su perfume. -Veo que tus amigos son cursis o ciegos, te confunden con una criatura de las selvas. ilees mucho? -Si, cuentos. -Asi veo. Yo no soy romhntico, pienso que tu pel0 suelto es terrible y que el perfume tropical es malo. -Sonri6 sentkndola sobre sus rodillas-. Mhs que princesa de las selvas, me pareces a mi una india brava. -La bes6. Hablaba secamente, sabia acariciar y le gustaba herirla. Como si una permanente necesidad de mantenerla a raya lo impulsase a hacerlo. Cuando la alcanzaba, volvia atrhs. Un juego como otro: Me gustas dernasiado para poder quererte.
I ) * *

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Alis6 81 cabello y 10 pein6 en un moho. Realzaba el color obscuro de su pie1 y su tiPo oriental. Dibuj6 cuidadosgnente su boca antes dIebuecar en el (closet su vestido de lana blanco. A Albert0 le gustaba verla asi. LY qu6? Per0 no tenia algo mejor que hacer. Lanz6 el vestiido sobre la cama. Albert0 no volveria a verla. Tom6 el peri6dico y a1 descubrir ese cuerpo, 'chal y tierra, junto a1 auto despedazado, lanz6 un grito. 'Hacia poco le deseaba la muerte, ahora.. . continu6 desehndosela, con una profundidad inusitada. Tendibse en su cama e invoc6, como siempre que estaba apurada, a la Virgen del Carmen. Tenfa por ahi una reliquia, LAd6nde la puso? iQUC cabeza! La conservaba desidd que era muy niha y habia caminado largo tiempo con ella. Perteneci6 a su madre, per0 apenas recordaba ya c6mo 'era su madre. Se per& con todo: una silla en un corredor abierto frente a una avenida de hlamos. Una tos permanente desgarrando su pecho. L a s pagar& ahora por junto. Sabr& que es como todo el mundo y que, corn0 a todos, le puede Begar el turno. El ruido de 10s neumkticos hiri6 levemente el asfalto. Ese mismo autom6vil mu1 y plata se la jug6 Los vehiculos se cruzaban y 10s rostros se confundian junto a1 parabrisas, como una pesadilla. Vino y dej6 en sus ojos una visi6n de asco aletargaldo. Volvi6 a, sentir esas nkuseas que prendian sus rnIhxlos revducionando sus jugos ghStriCOS. Las sentia ya cuando era ni5a y miraba el campo inmenso con un horizonte (de cordillera. No habria sabido explicar por qu6 la afioranza, la pena y 10s deseos incontrolables de cosas diferentes le pmducian ese recogimiento, que llamaba nauseas, por dark al@n

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nombre. La pieza olia a 6ter cum0 entonces: el auto olia a 6ter y el mundo entero era una masa sOf0mnte y hediontda. Cuando el olor del algod6n con 6ter la ahog6, Alicia apret6 la mano de Alberto y 4 1 oprimi6 suavemente su mejilla. Record6 tambien que despu6s 41 la gu36 hasta la calle. Del brazo bajaron del autom6vi1, y del brazo subieron por el ascensor. SIX piernas flaqueaban, corn0 ahora, y no se atrevia a dar el paso por temor de regar el pasillo con su sangre. El estaba phlido, la presi6n de sus dedos sobre el brazo aument6 cuando entraron a su deparrtamento. Como si quisiera llegar pronto y terminar. No hay que pensar e n ello. Es tiempo de dar melt8 la hoja. Esa y muchas otras hojas. La VQZ de la secretaria era seria, grave, caillada. La recuerda ahora. Tbmaba el telkfono cuando 11% ,maba a Alberto a la oficina. Ail principio t a r t m u deaba a1 responder, despu6s las palabras salian de a poco: Un momentito, voy a pasarle el fono. Otras veces, sin embargo, respondia segura y profesionalmente: NO lest& 831 wte momento; iquiere dejarle a l g h recado? Debe ser mojigata o simplemente gat%-se decia Alicia, molesta-; es m a fhcil responder no est& que reconocer mi existencia. LPor qu4, entonces, me avisaria. Record6 la visita de R a ~ l su , desfachatez nueva y el diario sobre la alfombra. De& con toda 6u zlma enmntrar una forma de echar fuera todo 6u mntir. Volvi6 a tenderse en la cama. Eludia su p e r mg su descubrimiento resbalaba sobre sus recuerdos. Encsndi6 un cigarrillo: Menos mal que puedo encontrar reemplazante. Todos 10s hombres son m6s o m e nos iguales. Es caesti6n de tomarles el tranco. Pen, la frase le pareci6 ya muy vieja y-usada. Me gusts

la secretaria. Time voz de amiga. Debe haber sido muy uti1 para Albedo. ES bueno tener una amiga. Cerr6 10s ojos y sinti6 1% %grimas sirlo cuando &as mojaron sus sienes, rodando por ellas hasta la. almohada. Soy libre ahora. Libre hasta de su recuerY30. El placer de la libertad no le llegaba, Mir6 la hora: Puedo todavia aljcanzar a un ~otativo que carnienee a las 11. Acostumbrarse a la idea es 10 que cuesta, despubs no debe ser tanto. * * *
Se vi0 otra vez caminando por la Avenida Vlcufia Mackenna, y sinti6 un escalofrio. iEsos si que eran tiempos! En invierno tomabs una micro. En verano hacia el camino a pie. La entrada a casa de la sefiora Graciela estaba generalmente a obscuras. Economizaba luz. S 6 1 0 una pequefia Ihmparb encendida destrozaba sus luces en 10s vidrfos del ventanal. El vitral altivo y orgulloso abarcaba el fondo. devolviendo reflejos malvas, verdes, azules, y anaranjados. M a s en las tardes de verano, a1 despedirse el sol, se destacaban 10s p6talos blancos de las tulipas disefiadas en el cristal. En el sa16n reservado, las luces eran bajas y abundantes; tambien 10s cortinajes y tapices, donde el verde pklido daba la nota francesa a1 ambiente. Algunos tipos charlarian entre las caderas ondulantes de la Rucia y las burbujas, ondulantes tambien y tambien verdes, del champafia nacional. Las risas llegaron hasta Alicia entre el gemido de 10s cristales. Se detuvo en el hall. A1 centro reinaba la mesa ovalada y sobre ella el macetero de cerkmica roja, cuyos bordes imitaban &talos, en donde una planta crecia, siempre verde y nunca en flor. Las silras se arrimaban tfmidamente a la pared en grupos ConcBntricos, corn0 si pertenecieran a1 sal6n de un convento. Penetr6 a1 reservado de lujo para clientes de categoria. Mb6 al hombre que le quedaba m8s cerc8: buena ropa y

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cuello exageradamente duro; 81 correspondi6 a su sonrisa envolviendola en una mirada total. Sinti6 cerca ese CUerpO que olia vagamente a Aqua Velva. Me gusta +e dijo Alicia-, y su mujer debe ser rubia. Hay hombres que se casan con rubias y se acuestan con morenas. No descuidaria su tipo ligeramente oriental, a tono con la pie1 obscura de su tez. -No lo habia visto antes por aquf -murmur6 Alicia con mirada languida. -Es la primera vez que vengo, en realidad. - . -respondi6 sefialando a sus amigos-; cosas de Bstos. -Se sonroj6. Alicia prolong6 la risa hasta cruzar el sonrojo y sentir aligerarse el ambiente; poco a poco fue convirtiendose en innecesaria carcajada. Olor a alcohol y a hum0 cortaban el aire, deteniendo 10s movimientos y colando las voces. Una escena como otras, vagas y ajenas. El volvi6 la vista y divis6 a1 extremo, entre dos puertas cortinadas, un gran cuadro de la maja desnuda. La carne rosada y 10s tonos vivos del fondo habrian causado envidia a1 propio Goya. El marco se inclinaba hacia la izquierda. Alicia avanz6 a enderezarlo: dejaba tambien apreciar las lineas de su cuerpo. El la sigui6 con las dos copas de champada. -Es una mala copia -dijo para si mismo. -&Copia? LY por quB ha de ser copia? -interrog6 Alicia, escandalizada-. A mi me parece una vieja indecente -baj6 10s ojos con malicia-, por lo gorda, per0 a la sefiora CSraciela le gusta mucho, dice que le cost6 muy caro. -Lo pagaria por centimetro cuadrado. -&No le gusta?

que.. ., las mujeres desnudas? -Tampoco me gusta el original. Lo vi en Espafia. 1 con su pecho, suelto y tibio Alicia roz6 la mano de 6 bajo el vestido. El volvi6 a sonrojarse. Es la primera vez que se anima a meterse en esta clase de enredos -se dijo Alicia, satisfecha-. Seria m5s
facil..

-NO.

-Que dros.

tonteria perder el tiempo hablando sobre cua-

-,par que?Tambien a m i me gustan mucho.


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-No me diga que usted pinta.. . -No, per0 tengo buenos amigos, con buenas caBas; gente rica, de buen gusto, que han viajado y traen pinturas en cada viaje. Conozco gente de calidad, no crea usted. No me meto con cualquiera. Alberto sonri6. Tom6 posicfdn y acomod6 en ella sus ojos. Suspir6 satisfecho. Las voces subian d e tono; parecian llegan y aletargarse a1 tiempo. -Oye, Albert0 -grit6 un mocet6n gordo y contento, cuyas manos anchas sobre las caderas de la Rucia se adaptaban perfectamente. --GConque se llama Alberto? No me lo habia dicho. -Ni usted preguntado. -TrBtame de tzl, me siento mejor. -Tenemos una belleza en aprietos -6ste era muy alto y vestia camisa obscura; atrajo a la Berta--. AcBrcate, Alberto. La Rucia ech6 atrks 10s hombros ante la mirada de Alberto, y Alicia se jur6, desde ese instante, que Bste no se le escaparia, aunque no mas fuese por q u i t h e l o a ella. NQ podia tragarla: le molestaba la seguridad con que lucfa su pecho. ufana de su piel blanca y de sus pezones rosados. -Esa Cree que ser rubia es una maravilla -exclam6 sin contenerse, y Alberto la mir6 divertido-. Como si no hubiera hartas alemanas iguales. El extendi6 la mano hasta tocar el cuello terso y obscuro de su compafiera. Dej6 alli la palma, como si el contacto de esa piel tuviese su propia temperatura: -A mi me gustan las morenas -dijo, y Alicia le sonri6 agradecida. -Apuesto a que su mujer es rubia -exclam6 para comprobar su axioma. -LPor que he de ser casado? -Porque no creo que las mujeres hayan sido tan idiotas como para dejarlo escaparse. -Crey6 que iba a besarla, intensific6 la presidn de su mano. a y e , pues, Alberto -insisti6 el gordo-, preguntamos a estas ninfas algo y no parecen ponerse de acuerdo: si a raiz de un naufragio, de una guerra atbmica, debiesen permanecer solas en un lugar desierto, ., es decir, sin ninguna

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poslbilidad de ver a un hombre, Lcu&nto tiempo aguantbrian? -Es que depende.. . -Per0 c6mo.. . -A ver, responda usted -in&c6 a Alicia, -Sin que me hiciera falta.. ., GquC quiere decir usted? -Pens6 un instante-: Unos tres meses tal vez. -Yo ni un mes -respondi6 la Berta 1a;nzando una apasionada mirada a1 joven de camisa obscura. Alicia enfrentd a la Rucia: -A ver tli, Lcu&ntoaguantarias sin escuchar palabras de amor en tu oido.. ., o m&s bien, sin sacar a relucir tu pechuga. ..? Ante la inquisici6n agresiva, la Rucia se pus0 de pie. Los enfrent6 a todos con desprecio: -Yo, sin un hombre -dijo con voz profunda y geca-, podria pasar toda mi vida. Se oy6 una carcajada general, y ias palabras quedaron suspendidas entre humos y hnimos. Albert0 tom6 a Alicia y la atrajo a su lado.

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N UN principio no comprendi6 Alicia por que Albert0 continuaba vi6ndola. Era un hombre rico que flguraba junto a empresas importantes, de esas cuyos nombres forman silabas que las confunden en vez de distinguirlas, y hasta el Cia. Ltda. que las apellidsl es igual; nunca se sabe qu6 son ni a qu6 se dedican. Se dijo que su mujer seria frigida o que le ponia cuernos; per0 en ese caso, Lpor qu6 su empefio de mantener relaciones ocultas? Aunque no mug claro, su papel le pareci6 agradable y con cierta categoria. Entrevi6, eso si, el problema de terminar enamorkndose de 61, cosa que no le parecia nada c6moda y que s610 llevaba a sufrimientos infitiles, y se preocup6 de adaptarse a1 tranco de su nuevo y esplendido amante, rogando a su reliquia de la Virgen del Carmen que le durara, porque necesitaba tiempo para pensar y tranquilidad para enfrentar su futuro. Per0 Albert0 le gustaba cada dia mas y esto la hacfa desconfiar: sano, robusto, normal y con dinero. No dejaba de ser extrafio. iComo si alguna vez un sueiio pudiese convertirse en realidad! Suebos.. . Record6 un corredor abierto, una casa de campo frente a una avenida de hlamos; por alli pasaba un muchacho que detenia un instante su caballo. El era rico, hermoso y amable. Orgullosa lleg6 Alicia a casa de la sefiora Graciela, lucfendo su fiamante capa de zorros. No hacia mucho frio,

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per0 la mantuvo sobre 10s hombros, desliz&ndola por SUS espaldas en pliegues suaves y flexibles. Alberto habia dado el dinero sin exigir comprobante, como un caballero. NO estaba segura de que su eleccion le hubiese agradado. La miro con desgano, sin reparar en la buena calidad de la piel. Esta desilusion fue ampliamente compensada con la envidia de sus compsllleras y el desden de la Rucia. -Una piel no es cosa del otro mundo -dijo Alicia-. E s so10 para comenzar. Asi se les pone a prueba. Las demas mujeres callaron. Tarde o temprano encontraban ellas un amor, a veces un marido; per0 encontrar uno como Alberto, que ni se lo sofiaran, bueno era que lo comprendiesen de inmediato. -Es una persona, como ustedes saben, de mucha categoria. Mas es dificil ser feliz largo tiempo, casi tan dificil como serlo verdaderamente. Se junto todo. que? Su propio estado de animo que le jugaba malas pasadas, haciendola sentirse cada vez mas ansiosa y perturbada. Algo est& a punto de cambiar en mi: intuia, y cada vez esa espera la desazonaba mas. AdemBs, el animal de Raul. Aunque se sinti6 muchas veces sola, dejo de frecuentar la casa, como si asi pudiese restablecer en ella ese equilibrio. iPor que todo esto? Estaba metiCndose en camisa de once varas. Algo cambiaba y aun no sabia que. Amaba 10s cambios, 8stos llevan a algo diferente, posiblemente a eso que me falta. En fin, mientras tuviera a Alberto.. . Y cuando Alberto estapa de buenns era capaz de hacerla olvidar angustias secretas. De hacerla feliz; es claro que m8s capaz aun era de amargarla. En ese viaje a Vifia del Mar iba decidida a pedirle ayuda. Precisaba, antes que nada, deshacerse de Raul. Con e1 a cuestas no llegaria a ninguna parte. Le molesto recordar a1 turco ese que llev6 a su casa. Le pag6 mas o menos, per0 olis a otros clipas. Se empello en deshacerse de Ratil -una causa sencilla y con nombre, de molestias ansiosas-, porque de las otras cosas, de esas sensaciones de perdida y congoja, no podia librarse. Con que tranquilidad el muy granuja c o n t i n ~ a introduciendo a mi pieza una tropa de farsantes. Cam& naban con seguridad a la chrcel y podian comprometerla.

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Decian vender o comprar autombviles, y a pesar de que Alicia nunca V i 0 esos negocios, andaban con plats; cuando no, venian a pedirsela prestada. Se emborrachaban en sus narices, hurgueteaban sus tragos, y despuks de jUgar Y alborotar toda la noche partian dejando todo desordenado y tambiBn a alguna amiga que terminaba de dormir su mona en el sillon a 10s pies de la cama. Siendo que yo me preocup0 tanto por el orden. Era el momento de cambiar. Be consolidarse, ganar dinero, devenir alguien y empezar otra cosa. Si perdia esta ocasi6n no seria facil encontrar otra en su camino. -iQuiCn le manda a Bse andar con la cabeza tan engominada que parece casco de bombero! iMe tiene loca y para colmo usa jopo! -dijo Alicia, per0 Albert0 continu6 mirando distraidamente el camino. -LQuiBn es Bse. . . ? -Ademas me persigue -respondid ella gozhndose en el misterio. La escena le pareci6 de pelicula; tambikn el asiento del autom6vil. Volvi6 la vista para tragar la cinta plateada del camino. A1 deslizarse, el vehiculo apenas tocaba el pavimento. -No manejes tan ligero. No se atreveria a hablar. DespuBs de tomar alienta, pasado Curacavi, pondria otra vez el tema. Per0 mas alla de Curacavi las palabras no tomaron forma: su casa tan antigua y a trasmano, qne compartia con una prima gorda y su marido empleado en unas pompas funebres -61 se emborrachaba todos 10s sabados, con la misma constancia con que se moria la gente y tomaba las medidas del cajbn-. Deseaba ahora un departamentito independiente. Un amigo militar le habia prometido conseguirle uno por medio de la Caja, siempre que contase con una renta segura con que pagarlo. iTantas cosas que conversar, y aim no se atrevia! -LA que hotel vamos? -pregunt6. El asiento muelle se adagtaba tan bien a sus espaldas que Alicia suspir6 complacida-. Estos autos americanos parecen camas. -A un hotel bueno en Valparaiso -respondf6 Al-

berto.

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-No te creo. LASS que no vamos d Miramar? A rnf me gustan 10s buenos hoteles.. ., de lujo. -A mi me gusta Valparaiso, 10s barcos en el puerto, las sirenas en la noche. Cuando Bramos chiquillos veniamos a Valparaiso. Yo salia de paseo con mi mamu. Mirabamos los lanchones de carga, ios bares a donde se emborrachan 10s marineros, y ella trataba de llevame al otro extremo del muelle donde atracan 10s transatlhnticos -exclam6 alegremente-. LTe gustaria visitar un barco? GSubiste alguna vez a1 Latorre? Yo nunca. Siempre lo mirabamos desde lejos; me qued6 con las ganas. T O do el mundo habia subido a1 Latorre menos yo, pensaba de chiquillo. Una de las muchas cosas que no alcanc6 a hacer. -Hablaba para ST mismo. -Lo que quieres es esquivar a tus conocidos A s p e t 6 Alicia. No se saldria con la suya si queria mantenerla aparte. Una cosa era un hombre y otra poder salir con 61, ver logares elegantes y ser vista en buena compafiia. Mis amistades sabran que no ando con cualquiera, como otras. Daba gusto ver 10s buenos trajes que usaba Alberto y SUB camisas de fina popelina inglesa. -Si Crees que me tendrhs s610 en la cama, e s t h bien equivocado. El Miramar es bueno, con linda vista y se ve gente elegante. -LHss estado alli muchas veces? -Si -exclam6 ella, colkrica--, muchas veces. Alberto sonri6 tratando de tomarle la mano, per0 Allcia le volvi6 la espalda. Sentfa no tenerlo en sus manos. LC6mo encontrar una venganza que no la perjudicara? Sin conocerlo bastante, era dificil saber qu6 cosas lo herian de veras. Todos 10s hombres tienen sus puntos dBbiles, m cuesticin de conocerlos y de habilidad para usarlos. Sn perfil varonil la hizo olvidar momentheamente el sentimiento. Que darian otras mujeres por encontrarse en su lugar. La dulzura de producir envidia la tranquilizd. Volviendo a su posici6n confortable, pus0 la radio. -iQU6 regio autom6vil! LTiene tambi6n calefacci6n g aire zcondicionado? LCuhntos mhs tienes?

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-Este y uno europeo. Es mks cdmodo para colocarlo en el centro. Respir6 satisfecho, coin0 hombre que hace la digeSti6n en buena forma. --iSabe tu mujer que andas conmigo? -%be que vine a Viiia, pero no con qui6n. --iNo te lo preguntb? -No creo que le interese. -Q es maravillosa o es una perra. -Puede ser las dos cosas, como todo el mundo. La mirada de Alberto era Clara, y sus dientes se veian muy blancos y grandes a1 sonreir. Es precis0 que me vean con 61. A veces un hombre quiere eso a1 tomar amante, que lo vean.. . Una nunca sabe cugndo desean que su mujer lo sepa y cuando no. -1remos al Casino -dijo Alberto amablemente y Alicia se sinti6 otra vez feliz. -Tengo una suerte perra -respondi6, pensando si encontraria en la ruleta a a l g h conocido-. 63% tienes suerte en 81 juego? -Si, quizas no la tenga en el amor. -Alicia se acerci5 a rozar su hombro. -Yo la tengo phima para todo. Me pasa a mi hasta lo que le correspondia a1 veaino. -Albert0 solt6 el vol.ante y pus0 un brazo en su cintura-. Cuidado, manejas CQmo un salvaje. El hotel en Valparaiso gust6 mucho a Alicia, quien no quiso demostrar admiracion delante de Alberto. Bus muebles antiguos, sus cortinajes costosos y 10s enormes espejos ovalados la fascinaron. El pidio dos habitaciones con bafio y Alicia se sobresalt6. iQu6 manera de botar la plata! Asi se hacia con amigas de calidad, supuso, y sonri6 ufana a1 botones que tom6 su maleta. Sus dedos largos, de ufias bien pintadas, se aferraron a la capa de zorros. Ya en el dormitorio, contiguo a1 de Alberto, tante6 bien sus brazos para cerciorarse,de que eran suyos. Aline6 cuidadosamente 10s perfumes y 10s potes de crema sobre el peinador. iQU6 manera de perder espacio! Reparti6 sus objetos en un sinnumero de muebles de caoba y colgo dos vestidos solitarios en el inmenso ropero de tres cuerOanais.--s

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pos. Dej6 la estola de zorros sobre la cama: Es mejor no perderla de vista, una nunc8 sabe.. . En el bafio habia toallas en exceso. iQU6 manera de gastar en lavanderia! Ech6 a correr el agua caliente, que se derram6 en un chorro potente y ruidoso llenando en pocos instantes la tiha. El jab6n no hacia mucha espuma, mejores le habian traido de Arica y mas fragantes. Miro una por una las toallas colgadas, sin saber cual tomar. Sinti6 golpes en la puerta. Busc6 en su mente una frase apropiada, como solian encontrar las actrices en escenas similares de las peliculas francesas; salid del agua. Tom6 una sabana y abri6 la puerta, equilibrado apenas el borde azul sobre su pecho. Sus hombros obscuros relucian humedos, 10s sinti6 reflejarse en 10s ojos de Alberto. Otra escena de film. Per0 6 1 no le dej6 tiempo de ensayar sus dotes esc6nicas: la tom6 por 10s brazos y IanzC lejos la toalla, que resbal6 sobre la alfombra: i&UC falta de refinamiento! Alicia no alcanzo a recogerla.

* * *
Aquella noche a1 volver del Casino ella lo increpci. -Me fij6 muy bien que te arrancabas de mi. -Te vi ganando y con buenos protectores a tu lado. -Menos mal que te diste cuenta. LViste c6mo me miraba el viejo Cse? No vas a creer que me rozaba la rodilla a cada instante. -Asi me pareci6. -&SI no te importa? Alberto lanz6 una carcajada alegre y espontanea. -6Se te ocurre que me va a importar? -Estas palabras se enredaron en el amor propio de su compafiera y penetraron. Estaba acostumbrada. Trag6 su tristeza, que era vieja como sus deseos y sus nauseas. Fue dificil hacerla desaparecer por completo. De mi no se tienen celos. me cargan -Menos mal que no eres celoso -dijo-, 10s hombres celosos, le amargan a una la vida hacihdole historias por cada nada.

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Un mztiz profundo, desusado, Ham6 la abencibn de Alberto. La bes6. AI volver a Santiago por la Carretera PanameriCana, se atrevio por fin Alicia a tocar el punto: la urgencia de un departamento propio. Sin nombrarlas, mencion6 algunas personas que era precis0 apartar de su vida. ReSUlta mas novelesco, pensaba. -Me gustaria empezar de nuevo -dijo. Alberto trato de preguntar: Empezar qui?.. ., per0 ella no le dej6 tiempo. DescribM con calor un lugar donde podrian recibir a sus amistades. . ., acogedor y alegre. . . Yo me encargaria de que todo estuviese bien y que la gente se sintiera contenta.. . A tiempo hay que preparar un traguito, es parte de saber recibir. .. En un ambiente agradable 10s hombres se pueden dar un poco de libertad. -~Qu6 hombres? -Tus amigos. -Deja en paz a mis amigos. --Entonces yo. Estoy acostumbrada a vivir bien. Soy muy ordenada y SC cuanto vale el dinero. -Esta bien -Albert0 se sonroj6-, busca un departamento que te convenga y diw-e cuknto vale. -Le costaba hablar de dinero con desenvoltura; tom6 un tono age1 mes y sivo-: Mejor concretemos. Te dark un tanto a haras lo que te plazca, departamento, pieles u hombres, me es igual, siempre que no me metas a mi en e! asunto y te sirva yo de disculpa a tus deseos. 5610 te pido que no me molestes. No es mucho, Lno es cierto? Tengo bastante con mis propios problemas. -Eres un canalla -vociferd Alicia, perdida toda continencia-. No eres capaz de dar sin enterrar el pufial, como si fuera una vergiienza ser generoso. Alberto sinti6 que ese desprecio era sincero. Se volvi6 inc6modo en su asiento y sonrid para hacerse perdonar. No la tenia a ~ entre n sus manos, temia su juicio. -No creas que me siento mal por esto --dijo mks tarde Alicia-. Conozco a 10s hombres y distingo a 10s como ti^. -Corns yo.. 6QuB tengo yo, estljpida?

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-A 10s hombres &biles, teinerosos siempre de que leS aserruchen el suelo. A fuerza de.. . --Gal16 asustada, como. si sus palabras hubiesen roto algo. Pa lo tengo, intuy6, continuando col6rica: -Si esperas que est6 eternarnente agradecida de tus segalos, te equivocas; no haces mas que pagar. -Me lo merezco por meterme con una puta. --&No es eso lo que buscas entonces? LTe has atrevido con u m de tu clase? Te conozco, buscas una mujer que se entregue f&cilmente, est& harto de una que no se te ha entregado jamas. La furia de Alberto s610 la sinti6 el volante; no habl6 hasta haberla consunido. Despues pas6 la mano por su frente con gesto cansado. --Deja a mi rnujer.. . No te metas en lo que no sabes ni comprendes. --ProtBgela, ademis, eso es de caballero. No me haces mucha gracia, con tus aires de superioridad, tapan tu des. confianza. Abusaba de su acierto, su intuici6n siempre m8s rapida que su conveniencia. Lo tengo, a 61, a su mujer y a sus enredos. -&?ha bien lo que pierdes -repuso Alberto, esforzhndose por contenerse-. No estoy para que t~ me acarrees problemas. De aqui en adelante no te veo miis. -Es una Ihslima. A mi no me mira en menos nadie. --Hablaba per hablar. -Has puesto las cosas en un terreno muy bajo. %os sentimientos no cuentan. Como te falta costurnbre de trstar con gente decente, te sale la ordinariez. Tu pobre alma.. . -Deja en paz mi alma -exclam6 Alicia, fuera de si-, ni te importa, ni la conoces. Quizis es por eso que te gusto. -Baj6 la voz. Cuando lo vi0 furioso, la pelea empez6 a divertir a Alicia. Como si distendiese fibras desconocidas, liberara nervios y pensamientos. Desahogada ya, se ech6 a reir, per0 Alberto no lograba encontrar su compostura. Las cartas habian sido echadas. El autom6vil se detuvo frente a su casa.

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-Ekes bien tonto -chill6 Alicia, tratando de abrir la puerta. Lo comprendia m&s humano de lo que creyo-. LPara qu6 lado funciona esta mierda de perilla? -Hacia abajo. No, asi no. Albert0 se inclin6 sobre ella para abrir la puerta. Alicia lo bes6 suavemente en la mejilla y descendi6. Los caballeros se bajan del auto a despedir a una dama -dijo sin encono-. Gracias por el viaje. -Lam6 un beso en la punta de los dedos y sonrib seductoramente-. Has sido muy amable. Bye, bye. Dio media vuelta y subio 10s escalones de la entrada. Sinti6 miedo y tristeza. No podia volver atras. Lo planti.. Me di el lujo de plantarlo. Albert0 cerr6 la puerta con furioso ademfin y desde el interior grit6: -Es mejor que tenninemos aqui. Te sentirks m&s a gusto entre gente como tu. Was hecho ya demasiado esfuerzo. Alicia no volvi6 el rostro. De espaldas espi6 sus movimientos: le temblaron las manos a1 poner la llave en el con- tacto y varias veces apret6 el b o t h de partida. El ronquido del motor aument6 en exceso, confundi6ronse gomas y cambios hasta desaparecer veloz, acelerado en extremo. No se dio vuelta tampoco cuando torcia la esquina. Habia hecho la mas grande estupidez de su vida. Sac6 la llave y entr6. Con las piernas flojas lleg6 a su pieza. Se dejo tomar por una enonne y vieja angustia: Rerdi la oportunidad -gimib-. LNunca lograr6 cambiar?

Cmbiar. Vagamsnte intuia esse deseo, per0 de tener que explilcar cukl era el cambio fundmental esperado, no habria sido capaz de hacerlo,Dsperaba -corn0 un milagro- que terminaria por producirse mlo, aunque fuwe dentro !de si. Cambiar. Cambiar de vida. La palabra se habia puesto vieja, ldesvaida ya, sin forma nintguna; empezi, a marla desde muy temprano y las
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aeepciones habian fluctuaido a1 ritmo de las circunstancias. Al principio signific6 cambiar de ambiente, de horizonte y de amistades fatigantes; mhs tarde, de lugar, de comdilci6n, de amante, )de destino, de merPO y de alma. Fue un cambio, en su primera infancia, el que acarre6 la compra del terreno que hizo a su padre propietario en vez de mayordlomo del funido. Per0 tan lejano parecia ello como 1% alarnedas mecidas por el viento, las toses roncas de s u madre y las tar,des en el corredor.
* * *
Lejana tambiCn parece, su alma adolescente y sus ojos acechando el camino que divide la propiedad y el fundo, en espera del paso del hijo de su ex patron. Antes el muchacho la invitaba a cazar patos en la laguna o a poner lazos a 10s conejos. Cazaban patos con honda y 10s lazos se perdian en el potrero: Como no te vas a acordar tu donde 10s pusimos, si para eso te traigo. Mas tarde se aburri6 de ella: Era cabriador andar con mocosas a la rastra, y pasaba al galope frente a su casa, mirando de soslayo el corredor. Mas su amistad, sus palabras, sus maneras, operaron un cambio en la nifia de campo, que comenzo a despreciar la convivencia con nidos del pueblo o hijos de inquilinos. Mi padre es propietario, decia a su madrastra, y preferia caminar sola y -aiios despues- espiar con came y sangre el paso del vecino, el hijo del patrcin, acompaiiado por una seiiorita. Empez6 a desear cambiar tambiCn de nombre. Apenas recuerda Alicia que entonces se llamaba Camela. iQu6 importa ya! La sefiorita le parecio a1 principio horrible, y cuando Csta fue su amiga, la mas maravillosa de las mujeres. Una mujer unica. Su h i c a amiga. Vino a1 fundo a pasar unos dias mientras la familia se encontraba en Europa, y el joven hacendado podia disponer de la casa durante las vacaciones. Era mayor que 61, con el pel0 muy bien tefido y las cur-

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vas de su pecho realzadas por blusas estiio mexicano. Se murmur6 que era una mujer pdblica, una arrastrada a quien el joven se atreve a traer a1 fundo cuando no estan 10s patrones. -Es porque las de por aqui son respetuosas -dijo su padre, y posiblemente por eso habia traido 61 tambien de fuera a su segunda mujer: para que cuide la casa y tenga una buena huerta. Per0 ademas de estos deberes miraba con malos ojos a su hijastra de ca$orce afios, dedicandose a corretear tras ella, hacihdole la vida imposible en casa y acechandola a todas horas. La sefiorita pagada para acompafiar a1 patr6n se aburria cuando Bste se ausentaba para vigilar las faenas del campo y le dio por conocer el fundo; era facil encontrarla en 10s caminos. Carmela queria verla de cerca, y asi, como por casualidad, le sali6 a1 paso de las trancas. -f,Trabajas en el fundo? -pregunt6 ella, y el rubio rojizo de sus cabellos result6 para la chica admirable-. Parece un fundo muy grande. &Corns encuentras a tu patr6n joven? -No es mi patr6n -respondid Carmela con o r g u l l e . Yo no soy del fundo. Mi padre es propietario, y a mi me mandaron desde chica a un colegio pagado. Para asegurar lo dicho extendi6 la mano -estrechando la otra con soltura. Desdd entonces fueron amigas y conversaban de igual a igual. Carmela contaba a la forastera detalles del fundo y de la familia, y Bsta dejaba a la muchacha at6nita con el relato de sus aventuras, de su vida y sus fantasticos Bxitos y experiencias con 10s hombres. Cuando parti6, la chica $e sinti6 muy triste, per0 dos meses despuBs volvia a pasar en coche, hacidndole desde alli carifiosas sefiales de reconocimiento. Contrjle, entonces, que muy pronto seris la esposa del vecino, que esperaban solo la Ilegada de la familia de 61 a Chile para participar el compromiso, que seria una pr6spera latifundista y toda una sefiora por el resto de sus dias; sus ojos a la luz del sol brillaban como su cabello, y eran todavia mas admirables. Tan contenta parecia que invitb a su interlocutora a tomarse un trago bajo 10s castafios del parque.

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-VerBs tc, mi suegra no tendrh nada que decir. No puede quejarse. Soy capaz de llevar una casa como cualquiera y ser una esposa de calidad. Madie tiene nada que decir.. . -Carmela estaba segura-. Nada que echarme en cara. Bebia con rapidez y sus Iabios temblaban sobre 10s bordes de la copa-. Veras c6mo sera todo cuando yo me case.. . Aunque sintibndose vagamente despojada, la nifia se alegr6 porque la forastera era su amiga y tenia por fin una noticia de importancia con que aplastar a su madrastra. A la hora de almuerzo cont6 a su padre que el vecimo se casaba con la sefiorita de Santiago. La noticia alimenlaba, de paso, su propia fantasia. -&No telo decia yo -chill6 la mujer- que tu hija anda bonversando lo que no debe con esa porqueria? -Si Bsa se casa con el patrbn, ya no lo es -respondi6 el padre, sin inmutarse. De aquel viaje a Santiago, la sefiorita no volvi6 mks, y la nifia de campo, ingenuamente ambiciosa de acontecimientos, sinti6 una nueva soledad y la persigui6 una vaga noci6n de injusticia. Se llamaba Alicia, y el hijo del patr6n la habia amado, tenido en su casa, tratado como su igual. El nombre germin6 en ella, aduefiandose de su.s ilusiones. Trat6 de reflexionar c6mo una nifia de campo podia conseguir que le sucediesen cosas fantasticas, c6mo podia llegar a otros mundos. Vislumbro algunos caminos: el enriquecimiento, 10s estudios superiores. . . Pero el enriquecimiento de su padre lo aprovecharia otra mujer y el liceo o la universidad le causaban espanto. Todo esto le parecia tan lejos como la China. &Habiaotros caminos? Si, el de Cenicienta y el de Alicia. Se durmi6 pensando y calculando. Antes de nada tenia que cambiar de nombre. &@armen? Era un nombre de sehorita, pero, casi como el suyo, se derivaba de 61 a1 tiempo de crearlo. Carmen no servia. Para ser la persona con que ella soiiaba, tenia que comenzar siCndolo. Confusa, pero Clara, una idea empezo a gestarse. Decidi6 empezar por reconquistar la amistad de su ve- cino -nunca quiso llamarlo patron; Bsas eran cosas de su padre-. Se arreglaba muy bien y espiaba el paso del joven por el camino. -LIBvame hasta el rio -le dijo un dia despuks del verano, cuando el quedo otra vez solo en el fundo.

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Se detuvo desconcertado, menos por la imprevista demanda que por el Grato de tu. Como cuando Bramos chicos, pens6, invitandola a montar. Despu6s volvi6 a menudo y ella lo acompaliiaba a cazar patos -ahora con escopeta-, pero no volvieron a ponerle lazos a 10s conejos; en cambio charlaban bajo 10s sauces. -iPor que se te ha antojado que te llame Alicia? pregunt6-. Sigues, par lo que veo, tan mafiosa como cuando eras chica. Se inclin6 hacla ella y por primera vez la bes6. -Porque me llamo Alicia del Carmen y el primer nombre es el que vale -temblaron sus palabras, y cedi6 el suelo a1 sentir esos labios. Desde ese dia pens6 c6mo debia besarlo en forma finica, para que 61 no la olvidara, y PUSO el alma en sus encuentros. -Eres muy joven -dijo 61, angustiado. -Tengo cuerpo e inteligencia -respondi6 la muchacha con malicia. -Eso ya lo veo. LSabes, Alicia? Te queria y a cuando eras chiquitita; me gustabas por lo fregada. -Todavia lo soy y todavia te gusto. -Sinti6 que era vcrdad, y su imica nueva y misteriosa verdad la lleno por un tiempo. -Siempre me gustaron tus ojos, son raros -murmur6 el, y ella perdi6 la nocidn de si y del lugar. Se confundieron ansias, dolor y pasto y la existencia fue luminosa. Mas tarde, pasada la euforia ardorosa de su amor, emprendi6 su trabajo. Conseguiria que la hiciera ver algo diferente, la saeara de su casa, huyera con ella, y, de no ser eso posible, la trasladara a las casas. No le importaba pelearse con su padre y resistir el desprecio de todo el vecindario. Le gustaba la idea de la ofensa y m8s a h ese desprecio lleno de admiraci6n que provscaban el Bxito y el eschndalo. Demostraria a su padre que no lo necesitaba, y al pueblo, que ella no era una campesina cualquiera. -,par qu6 quieres dejar tu casa? -Mi padre ni me mira; mi madrastra me aborrece, y quiero cambiar. , -Estimo mucha a tu padre; 61 no me lo perdunaria. Insisti6 la nueva Alicia cada vez que le hacia el amor

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y lo sentia feliz entre sus brazos. El prometid que de alguna forma se las arreglaria. Un dia que tomaba el fresco del corredor, vi0 detenerse frente a su casa el coche del fundo y descender a la sedora mayor. -&C6mo est& Carmela? -dijo sin extenderle la mano-. Quiero hablar con tu padre. -Me llamo Alicia -se excus6 Bsta dBbilmente, perdido todo brio ante la prestancia de la hacendada. Temblando de temor y angustia, trat6 de escuchar a traves de la puerta algo de la conversacih de su padre con la antigua patrona, pero las exclamaciones de su madrastra: Ahi tenis que estar oyendo lo que no te importa, chiquilla de moledera, interrumpian el hilo. Esa noche, ante la mesa de comedor, habl6 su padre de la entrevista. -La sefiora quiere que te vayas a servir a las casas dijo con indiferencia-; dice que eres inteligente y muy bien presentada, que andar suelta para ti es un peligro y que te necesita para servir a la mesa. Ademas, tienes ahi mucho porvenir, porque el nido se casa este invierno y quiere tenerte bien enseiiada para que la nueva pareja te lleve para Santiago. Su nuera quiere que le busque una slrvienta Joven y presentable, que no sobre en un departamento, dijo ella. T ~ ver&s I qu6 te conviene; a mi me parece bien. La seiiora es la sefiora y ella sabe mejor.. . El dolor de esa noche cambi6 fibras secretas en el coraz6n de la muchacha de diecis& afios. Su amor, largo, constante, ambicioso, quedo prendido entre paisajes inmensos, alamedas cimbreantes, arenas grises, donde se dibujaban 10s cuerpos, confundidos con palabras duras, be*os ardientes, dolorosa espera, gritos de mujer y noches de ensuefio. Un rincbn pegado en un alma a la deriva. Despert6 sudorosa de pesadillas y retorcidas angustias, llena la almohada de lagrimas y la noche de gritos callados. Sinti6 el cuerpo inerte y le fue clara una visi6n intuida: su padre queria m b a1 am0 que a la hija. Del patr6n habia obtenido posici6n, tierras, cosas tangibles; de la hija, so10 complicadas demostraciones de calor. Le doli6 con la fuerza de su alma recortada y decidi6 partir a Santiago. Ya se las arreglaria sola.

Diez afios mks tarde, respetada por la seiiora Graciela y con buena situation entre compafieras y clientes, sentia a veces deseos de llamarse Carmela. Pero alli nadie sabia ese nombre, ni siquiera su prima, que apenas recordaba haberla conocido en su infancia. Pas6 a ser Alicia para todo el mundo y para si misma. Conserv6 sin embargo un resquemor, como si suplantase a alguien, hasta que conoci6 a Fortuna, la vienesa, que reasegur6 su posici6n, destruyendo en Alicia toda duda y a Carmela para siempre. Era una vienesa grande, hermosa, rubia y confiada, que coron6 su situaci6n asociandose a1 duedo de una fiambreria de renombre, quien refiri6 a sus compafieras de trabajo su historia. Habia llegado a1 fin de la guerra cOmo emigrante, con su marido y algunos ahorros. Traian tambiCn sus esperanzas, duramente tratadas por 10s nazis, y su fe en Chile y en el maiiana. Quince dias despubs de radicarse en Santiago, enfermo el vienCs, muriendo al POCO de una pulmonia. -Xste clima vuestro --se quejaba Fortuna, en que el invierno no es invierno, ni el verano, verano. Porque no cae nieve, en invierno nadie se calienta, uno suspira por una Chimenea en la casa y tiene que conformarse con brasero con carb6n. Hasta 10s ricos economizan su calefacci6n. Xlz verano, como hace tanto calor, sale una a la calle semidesnuda, y l a encuentra la tarde entumida de frio, y la noche, congelada. Reia a carcajadas sacudiendo su abundante pecho blanco y su optimism0 para enfrentar la pena. La pobre mujer se encontr6 de repente sin hablar una paiabra de espaiiol, viuda y con un unico amigo, un chileno conocido en el barco, que se hizo cargo de ella y de su dinero, desapareciendo un dia. -Yo me llamaba Gertrudis -dijo--, y decidi cambiar de vida y de nombre. Escogi el de una hermosa modelo vienesa, nacida en Argentina. Se llamaba Fortuna. Me gustaba ese nombre y me sacaba fuera de mi, hacibndome creer que cuanto sucedi6 a Gertrudis, guerra, destierro, muerte y miseria, fue a otra a quien le ocurri6.

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UE dificil es saber el momento preciso en que una cma que es idleja Ideser!, pens6 Euz. Mas que el momento mismo, mas que la cosa operada, se recuerda el color {de una lcorbata, una raLirada Clara o el gwto inutil de una mano. Mano o corbata no pertenecen a un momento determinaido en el tiemPO, sin0 e m nosotros, a uno independiente, nublado o brillante coma otros nublaidos o brillantes que no recordamos. Un dia empecit a verlo con 10s ojos cambiados, con el alma lenta y menos agil. Desde entonces siento su voz a travits de un hilo enrollado, ldiferenites el tono y la idlea. Asi fue con 10sacontecimientos: perdieron contornos, ,cambiaron de lineas, y notas antes aisladas devinierm sinfonia de fonldo en todo mi exis-. tir. &a lecha? Luz tendria que calcular. ~ F u e mando Aabertito estaba en primer a50 o cuando pas6 a1 Colelgio Inglits? Puede ser que tampoco sucediese en;tionces,que no haya sucsdido nunca. $or Iqutithan de ser 10s helchos que cambien las alrnas y no las almas, a1 cambiar, a quienes influyan sobre 10s hechos? Nada pas6 Es ldecir, nada que no hubiese pasado antes.
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$xiones rotas? Nunca tuvo muchas. LAbri6 10s ojos? LFue Ia certeza de saber que se escapaba de sus manos, o fue la intuicicin? GFue su incapacidad de retenerlo o el miedo de confesar esa incapacidad? Nada de eso lleg6 a suceder. Nunca tuvo la ocasih pr6xima de tener que preguntarse nada. Todas esas cosas fueron y pudieron no ser. Recuerda ahora un ldia funerario en que cornprendici que enterraba su unico bien. Ese momento no 1 0 percibe, le habria gustado circunscribirlo, gustarlo, sufrirlo y acerdarse a Alberto con 61. Detesta esa cantidad de horas sin color que siguieron y la serie de sensaciones que nacieron de ella como una serie de abortos.
0

Era invierno. El fuego encrespaba el fondo de la chimenea de mhrmol, como la lengua roja de un drag6n a las fauces abiertas. Algunas brasas, cual canes dormidos, cerraban 10s ojos sobre su calor. Luz cerr6 10s suyos. 6Ese vag0 malestar? La chimenea estaba sucia, habria que reprender a la criada que no lav6 esta semana el alf6izar. De pronto comprendi6 todo su esfuerzo de duefia de casa, inutil: Tu, que eres tan eficiente, i,como te las arreglas? . . . Pregunta conocida que Luz acept6 siempre con su hermosa sonrisa de modestia. Reaccion6 furiosa: a la lampara de lagrimas le faltaban dos ampolletas. No importa, ya que nunca se enciende; esa luz interrumpe el misterio del fuego, habria pensado en otra ocasi6n. La pantalla de la lampara baja est5 gastada en la cima. Per0 el jarr6n ... iHaberse dado tanto trabajo en arreglar las flores! Sus amigas para qwienes despliega sus cualidades artisticas, deslumbrhndolas cada lunes y viernes con un diferente arreglo del jarrbn, no vendrian ese dia a1 bridge. Alberto anunci6 que volveria temprano porque estaba inquieto por saber noticias de Albertito. A Luz no le gustaba que su marido irrumpiera en sus tertulias. Era gentil, a veces en exceso, sin mesure, como todo 61. La mesure. Una virtud es defecto y defectos devienen virtudes segun la medida. Sus amigas interrumpirian gustosas el juego para

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dedicarle unos instantes, per0 Luz temia que su sola presencia cortase el clima logrado. Junto con pronunciar la primera frase de saludo -no variaba la forma ni el tono de sus exclamaciones- descomponiase el orden establecido por ella, espiritu y altura, en las conversaciones. --8yeme, querida -dijo Luz a1 telbfono--, esta tarde no tenemos mesa. DespuCs de tres llamados similares, sus explicaciones le parecieron est~pidas, faltas de una buena raz6n. La tarde olia a humo. La consola estaba con polvo y el telCfono persistia en callar. Este niiio podia llamar desde el colegio dimdome alguna noticia. Ya debe haber pasado su examen. C6mo mantiene mi angustia. Pero antes que nada era preciso ensagar una actitud para recibir a su marido. Se pus0 de pie con aire de agotamiento innecesario. Volvi6 a encontrar su compostura, esa serenidad amable de siempre, a1 oir la llave en la puerta de calle. GFue entonces el comienzo o era ya el fin? Albert0 entr6 guardando en el bolsillo posterior del pantaldn el manojo de Haves: lo not6 mhs grueso, la chaqueta tom6 tiempo en volver a caer. -&Tienes noticias de tu regalbn? -pregunt6 con voz dura. Si, era de vida o muerte que el nifio pasara ese examen. Cuesti6n de honor, de amor propio y de desquite. -Llegara de un momento 8 otro, no debes inquietarte. dEs por esta bagatela que adelantas tu llegada a casa? -Estaba preocupado. Siento haber interrumpido tu importa. El nifio es tan inteligente, ver&s tii c6mo se ,Ias arregla. -Se las arreglarh mientras te tenga a ti, dy despuks? Alg~n dia debe rascarse con sus propias uiias y salir adelante, sin la mamacita a1 lado que le solucione todo, lo refriegue en el baiio y le contemple la cara. -i&uC tonterias dices! Hace mucho que aprendi6 a lavarse solo. -Me lo dice mi instinto. -Albert0 mostr6 el ojo con el extremo del indice-. Esto anda mal. Conozco el mundo, y en 61 este pobrecito no servir6 para nada. 78
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bridge. -No

--&arb exagerado te e s t h poniendo. Con we talento y sensibilidad que tiene llegara muy lejos. -iAh!. . . Talent0 y sensibilidad es lo que sobra en Chile. -$e distinguirk en las letras; mas creo yo, en la pintura. -&fir6 a su marido con desprecio-. No sera un ingeniero.. .) a Dios gracias. -iLa pintura! . . . Esa no e5 profesi6n. -Albert0 se puso de pie-. Es la defensa de 10s intitiles. Cualquiera pinta mal, no cualquiera estudia; mala pintura, arte barato, letras a montones.. .) tropa de snobs. --iQuB inculto eres, Alberto! No s61o necesitan techo 10s hombres, tambibn aliment0 para la vista y para el alma. ~ P o que r el aliment0 del espiritu ha de ser innecesario? Los artistas no son intitiles. -Si lo son, porque envenenan la existencia a 10s que viven cerca, sin el talento necesario que les dC tal derecho. -Albertito tiene ese derecho, porque tiene tsllento y porque sblo me malesta a mi ... Es m i hijo. Luz se alleg6 a1 fuego a remover 1% brasas. Empezaba a exasperarla cualquiera opini6n de su maridb y el nivel de su espiritu. Sin embargo no era el mamento-de objetar, ahora que su hijo, que ella declar6 suyo, era expulsado del colegio a mitad de afio. La sdrnbsibn de Albertito en el Colegio InglCs dependia de este examen. Mir6 hacia la puerta. Esper6 sus pasos en el zaguhn; la atm6sfera permanecia quieta y hostil. Se sinti6 profundamente sola. -El nifio es un genio, Alberto -murmur6 suplicante. -Un genio para reirse de su padre. -mo... es s610 su sentido critico, su sentido del humor -habl6 sin seguridad. Record6 escenas, frases sueltas estrellhndose con la expresi6n cefiuda y el juicio estricto del padre: Papa, no levantes tanto la voz, parece que necesitaras oir tus propias 6rdenes para saber qu6 ordenar. Asi se pasea el patr6n cuando habla con 10s peones -imitaba graciosamente a su padre-; asi cuando habla con sus socios -cambiaba el tono y ademanes-; a s i cuando desea hacerse simpatico a quien le conviene. TQmaba una actitud ridicula y

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petulante a1 exclamar: Pap&,por favor, no opines de musics". Pero, paps, deja que la mama me explique. Alberto n o tiene sentido del humor --pensaba Luz-,

no son mas que cosas de nido. DespuCs de alguna de estas escenas, enfurecido, Alberto golpeaba en cualquier parte, y si habia alli visitas o personas extrafias, no le quedaba otra cosa que divertirse con aquellas ingeniosas salidas y sonreir Bcidamente. E1 nido hacia un guiho de complicidad a su madre: &No Crees tu que mi papa es un bluff? Se da mucho pisto y es muy autoritardo cuando esta solo, pero delante de ti es un manso cordero. Aquella mafiana, a1 levantarse de la mesa, habia exclamado: -6CuBndo te vas a1 campo, papa? -A #finesde sernana. iPor qnC? GQuieres que te lleve conmigo? -No -respondi6 con altaneria el muclnacho-; es porque lo pasamos tan bien con la mamS cuando estamos solos. El nifio pronunci6 las palabras par ella calladas. LEran afines? Sentia pena por el marido y perdonaba al hijo: actitud justa en una madre normal. Ese niho rubio y sensible era suyo. Se le parecia en cuerpo y alma. Un secret0 Iazo ataba sus espiritus. -No lo tomes en serio --dijo-, ya krecera. -No es mas que un nido consentido.. . -call6 Alberto bmcando argumentos. La penumbra suspendida en 10s rincones de la pieza rontrastaba con la Iuz postrera del dia en el jardin. El m020 entrd con la bandeja del t6 y un agradable olor a tostadas. dlberto miro con tristeza. -No soy tan tonto como para no darme cuenta -su propia voz lo anim6 a continuar-, como para no observar ciertas cosas. El mal est8 en ti, no en 61. Luz se sinti6 aliviada, daba a1 nifio una tregua, ella se defenderia. -EX mal est& en la forma con que nos tratas a 61 y a mi. NO deberia decir eso -pens6 LUG, menoscaba su virilidad. Volvid 10s ojos como la persona que debe presenciar a c h s ridicalos y obscenos.

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-DetrAs de cada palabra del nifio estAs tb. Siento tus palabras. Ademas, respaldas sus caprichos en contra de mi voluntad, le escuchas con una reverencia de la que jam& he gozado yo. En esta casa no exisie la idea del padre. -Hay monientos para desnudarse -respondi6 Luz secamente-; no necesitas hacerlo en el living, ante la chimenea, a la hora del tC. Alberto pas6 la mano por su frente con gesto de cansancio. Como siempre, terminaba sintihdose ridiculo, est6pido, derrotado. -Tu trascendencia le da a 61 la raz6n. -0jal5 el tiempo no me la d6 a mi. 0 eres un hombre o eres un perseguido, no veo por que juegas 10s dos papeles. Si eres tan hombre, imponte; si no, aguanta. -Hablaba con extremada dulzura, pero la dureza de su sentimiento la asusto: era signo de poca femineidad, y Luz era una mujer completa-. No sabes vivir, Alberto --agreg6 suavemente-; savoir vivre, mon ami, es enfrentar la vida con serenidad, es dar a cada cosa su verdadera proporci6n. Alberto tom6 la taza de t C que ella le extendia. Sus manos temblorosas derramaron liquid0 en el platillo. Lam6 una carcajada. -No estas en un proscenio -musit6 ella cambiandole diestramente la taza. No era nueva la sensacibn, tampoco la postura, si fue nuevo el despego con que habl6: un despego mas doloroso que cualquier palabra. -Eres un huevo de criadero -dijo Alberto, y le gust6 la frase--; un simple huevo de criadero. -Y eso.. ., LquB? 4 u z lo mir6 indecisa. ~ L O huevos S de criadero son como 10s otros, tienen Clara, yema, cascara, albfimina, proteinas, vitaminas, qu6 s6 yo. Son grandes o chicos, se clasifican de primera, de segunda o de tercera, sin embargo les falta algo, algo primordial. No es ni color, ni gusto, no se toca, no se sabe, pero uno siente que ex otro, DespuCs de comerlos durante largo tiempo dan ganas de ir a buscar uno de campo, un verdadero huevo de gallina. Luz sonrio divertida: una buena anecdota para contar a sus amigas. Pa ven ustedes lo que me censura; se lo

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oanas.4

perdono porque es novedoso y absurdo. Es admirable mi espiritu deportivo, j e sais vivre, moi." Subitamente sinti6 la espina adentrarse en ella. Muchas veces despuCs habia de recordar la frase. LPor que un hombre era incapaz de perseguirla hasta conseguir su ' amor? De forzarla, de engacarla hasta obligar su entrega. Se secaria, con eila misma adentro, toda una vida retenida por nada. cQuC le faltaba? Luz se sabia hermosa, inteligente, agradable. 6QuC mas es necesario? LQUB la fren6 siempre ante ellos? LQUCla oblig6 a amarse en vista que nadie m6s la amaba? No, no lo h a sentido antes, no lo sinti6 entonces. 6Llegaria atrasada a todas las emociones? Cuando volvi6 a 61, Albert0 escondia el rostro entre las manos. Oyeron pasos en el pardin y Luz corri6 a la puerta para recibir a su hijo con 10s brazos abiertos. -Fijate, mamii, que me eliminaron.. . -sonrefa con lagrimas equilibradas en 10s parpados-. No creas que me importa demasiado. Tendras que buscal otro colegio o mi papa usar de sus influencias. Ademas, no me gustaban 10s chiquillos, y para qu6 deeirte 10s profesores.. . Unos perfectos cretinos. El que me interrog6 no tenia frente, le salia el pelo desde las cejas. Una frente es lo menos que se puede pedir a un hombre, ya que p o a un mono. 6No Crees tfx, mama, que para ser profesor es necesario por lo menos parecer gente? -hablaba febrilmente, con apresuramiento desusado, sin reparar en su padre. Mientras estrechaba la cabeza del niiio sobre su pecho, Luz levant6 la vista y le pareci6 descubrir un brillo triunfa1 en 10s ojos de su marido.

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ESPUES DE explicar a1 personal de la oficina

Alberto Palma y Cia. Ltda. 10s trhgicos acontecimienbs, volvi6 Elena a1 escritorio de su jefe. Dej6 la amplia y bien ilurninada estancia donde trabajaban, haciendo c&lculos,dibujos y proyectos, adem& de ker 10speriMicos, entre mesas de planos y mhquinas de contabilided, una familia de cerebros mhs o menos ldeSarrollados. Atrave& su propia oficina, laao entrle el equipo de trabajo y la cabeza, para acorn& darse en e l escritorio de Alberto. AUf nadie entraba sin un llamado previo, un fin especifim o una consulta concreta. Las entrevistas eran programadas. Es la 6nica msnera que me respeten y dejen tranquilo, decia Alberto. Para llegar hasta 61, Elena era el conduct0 indispensable: llevar 6rdenes, traer quejas, otorgar entrevistas y negarlas, con la misnla probesional sonrisa. Una vez a 1 dia, generalmente en las mafianas, Alberto recorria el estudio, detenihdose un momento a hablar con cada uno, mirar planos, recibir inforrnaciones, agregar nuevas ideas a las antelditchas. J3espui.s de su peribdico recorrido volvia a encerrarse
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entre tel&mos, cartas, cuentas, libretos de cheques e hinterrumpidos golpes a la puerta, para salir o m do en la ofiicina no quedaba nadie. iEs el pasado? Quiere pixtar que no, que continua le1 mismo rikmo, la misma ansiedad, la misma espera. Son6 el telkfono y la voz de Alicia, ya menus agksiva, se ldejo oir. IEilena retuvo un movimienb de fastildio para responder Imkamente, con, digno despego, pero la voz se prolong6 en eus oidos. Era la ultima persona con quien habria hablado hace apenas una hora: una mujer t a n sin clase. iQu6 gusto poldia encontrar Alberto en esa compafiia? S i n embargo no )colg6, ldesleaba oir esa voz, a pesar del tono vulgar, tdespiadads, odioso y casi Idivertido, si no fuera por las circunstancias. Su desprejuicio ee c&lids, habia l&cho de ella un amigo de Alberim, a1 describirsela a su secretaria. -Digame la veEdad.. . LAlbetO le habl6 alguna vez (de(mi? LPor que Ientonces se le (scumi6 llamarme? iSu mujer est&muy preocupada? jl&o encuentra usted a su mujer? -Las preguntas se desgranaban en sus oiidos,isin esperar respuesta. A1 secarla fdesi neutralizaron sus reacciones. -iLa sefiora Luz? Una nunca sabe rnncho con ella. . . -$e sinti6 Elena rebajada, a la altura de la otra. iPor quc! no? Est6 mas en su sitio, cbrnoda, real-. Don Alberto no la nombraba nunca, era m6.s facil para 61 no nombrarla ... -Quiz&s no sabia en quc! tono hacerlo. -Maldicibn. Bueno, si se muere, que se le va a hacer, mzlerto queda, mmo todo el mundo, como cualquiera. -Yo no la comprmdo. -La voz de Elena se arranlcaba defomne como par,te $deun suefio-. &Ent,QnCeS usted no lo quiere? Casi &ria que lo oldia.
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Cormmigo fue tan bueno. Ah6ra comprendci por qu6 haoe t i m p o que n o la Ilamaba, casi llegu6 a echarla de menos. -No 61. Qu6 sabe usted Ide s t a s cosas. No es m&s que una mosquita muerta. Esthbamos mal @abe? Le di calabazas hace poco mas de dos meses. -Yo que he sentido tanto este aclcidente. Lo quiero tanto. -Qu6 lcurioso resultaba poder decirlo tan simplemente, per0 sinti6 su voz opaca, medida; hubiese desealdo gritar para cambiarila, deslig&ndola de otra VQZ igual, la de Luz, que, a1 Ilamarla esa mafiana, destruy6 su vida con tanta serenidad y medida, can tanta discred6n. Eylyidi6 a Alicia, que n o tenia para qu6 constrefiirse. Le habria gustado decir mal, maldecir de un moribund0 por dejarse asi morir y asi dejarla. -No s6 por qu6 la llam6 4 i j o Elena, repuesta-. Fue una equivocacih. No valia la pena dark una noticia que ya no le interesa. -Callese mejm. Irk a tdar una vlwlta, mire que me aholgo aqui -respond% Alicia-. Es curioso, per0 me gusta usted y me siento muy sola. Voy a. ir a un rotativo y a la melta la llamo. Be rompi6 el hilo y la u n i h con 61, desconectado el tel6fonolo est&Elma miwna. Qui5 laya de amiga he conquistado y en qu6 momentos. Esa mujer tiene antenas. Sle ech6 hacia a t r b y sinti6 que empezaban a deshajcerse, quedando en el suelo, en un monMn, sus partes vivas. La quietud fue total, como la muerte. Que agmdable es estar quieta, pens6. Se .independizaban rnfisculos -y tendones, las uiias de 10s dedos, el alma del cuerpo; se mir6 actuar desde una gran distancia. Tan agradablemente quieta mmu3 una miuerta. Vi0 qGe desfilaba ante ella su propio cuerpo, que seguia su pmpb entiem. Caminando trm su

carm t oreria.

iba,

Elena con un gran paqu& de la tin-

E l paquete era inmmso y resbalaba de entre 10s brazos. jC%mo asirlo? No de*biaarrugar el tr2je de su padre. Per0 el cortejo avanzaba negro, quieto, muerto.
. I .

Venia de la iglesia. Xn la sombra, cerca de un confesionario aislado habia buscado Elena refugio y respuesta, poniendo en manos de Dios su decepcibn. En esos dias -de eso han pasado meses, alios- secretamente esperaba que respondiera Dios con el descalabro, con la destrucci6n total de su persona y de cuanto la rodeaba, ya que ella y euanto la rodeaba no lo habfan logrado. Perdida su esperanza, esperaba aim, LquC, que? -Me acuso de falta de esperanzh, de aburrimiento, de falta de todo -dijo cuando vi0 a1 sacerdote sentado dentro de la obscura jaula de madera-. No espero, rabio y me aburro. Estoy cansada de dar todo sin recibir nada. -LCree, usted que se aburriria menos si recibiera todo y no diera nada? -dijo el padre sonriendo. La exhort6 luego a la packncia, a1 cumplimiento del deber, a cogerse del sentido de cada acontecimiento. -A mi no me sucede nada -se quejd la muchacha. --Si no tiene cosas que ofrecer a Dios, ofrezcale las que no tiene, el signo cambia, el acto de desprendimiento no. -No es eso -murmur6 Elena-, ha llegado a desesperarme todo, mi vida, yo misma. El padre habl6 entonces de amor a Dios, a la vida y a si misma. -Es que no s610 me molesta eso -sollozaba casi, en busca de un apoyo-. Odio mi casa, odio a mis padres. No era lo que queria decir, per0 lo sinti6 verdad. El sacerdote ca116, implorando tal ve2 el don de consejo. -No se preocupe, padre -termin6 Elena con voz de hilo-, estoy muy cansada. Mi madre tuvo esta mafiana un ataque de nervios; le dolian las vLrices. -Que Dios la acompafie -dijo el sacerdote, y era precisamente eso lo que Elena buscaba,
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De la cavidad obscura sali6 reconfortada. Ya en la calle la abnegaci6n fue otra vez parte suya. Habia dicho a1 padre cosas precisas para recibir del sacramento una gracia precisa. Bastaba por el momento, pero las cosas dichas no eran la verdad. Retorcian las verdades. Lo que se decia asi no slempre era si, que si de otra manera fuese dicho, tampoco habria sido verdadero, porque para las cosas del alma no hay palabras, para 10s sentimientos no hay medidas, cuando son pueden no ser, como pueden ser cuando no son. La Gracia equivaldria a esas diferencias, ya que las palabras carecian de verdad e importancia. No debo pensar tanto y guardar mi paz adentro, se dijo encaminhndose a la tintoreria. Explicar que su padre no hacia nada era f&cil, pero idecir que no era eso lo que la exasperaba, sino la belleza intacta de su voz a1 dictaminar? Explicar que su madre era buena y quebrada era fBcil, per0 idecir que la hubiese preferido mala y entera, porque estaba cansada de despojos? No quedaban mBs que el descalabro y la resurreccibn. Explicar que el padre era imposible y agradable.. ., explicar que la madre era una mkquina sin aceite largo tiempo luchando por no atascarse.. . No podia decir aquello porque las palabras eran malas y sedantes y no enteramente verdad.

Esa mafiana su madre, que soportaba sus penurias en silencio, sus quejas tambiCn quebradas, habiale dicho timidamente : -Elena, ya no puedo mhs. -6QuB tiene, rnamk? N O puedo m k ! -6Me oyes, Elena? i Por primera vez en muchos ados se ech6 a llorar y a Elena le pareci6 que por fin se lubricaban sus ojos. Cerca del descalabro, la joven trat6 de detenerlo. -jPor favor, mamh, que le pasa! s u p l i c b . -;Son las vhrices, hijita, mis pobres piernas ya no dan! . . . - A M la voz hasta el paroxismo. -No hable tan fuerte, que va a despertar mi paps. -No sabia que decir. - Q u e me oiga --grit6 la mujer incorporhdose coin0 poseida-, que despierte, que salga de la carna. -A1 desconocer su propia voz sintio miedo-. Ahora me toca a mi

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quedarme en cama, que lo oiga 61 bien, pennanecer6 en cam8 por el resto de mi vida. -Se le escapo otra vez la voz-. &El caballero esta durmiendo? Pues bien, que despierte. LNadie en la casa debt? pisar fuerte, y tenemos que andar en puntillas? Corran todos. Corran te digo. LPor quC no? LQue no levante yo la voz? Griten todos. &Paraqu6 tiene una que callarse siempre? -El gemido postrero he16 la sangre en el cuerpo de Elena. Pus0 su mano sobre la frente de su madre. &El descalabro? No. Tenia que salvar su hogar. Sacar adelante 8 , seres vencidos. Se pus0 de pie. -Mams, usted se va a quedar en cama. -Serena y autoritaria era su voz. La madre escondi6 la cabeza, avergonzada. --Hijita --suplic6-, no quiero levantarme mhs. Nunca mas. -Se levantars cuando se sienta bien, no antes -respondi6 Elena suavemente-; terminara el invierno, el tiemPO va a mejorar y Gonzalo llegara cualquier dia, yo ganar6 mas dinero para que usted pueda quedarse en la casa y no andar tanto a pie. Podria haber dicho: Si te portas bien te dare un caramelo. &Porqu6 ella? LD6nde estaban 10s hombres? ?,No existian en este mundo hombres? Uno. Uno que ordenaba y se defendia. --Hablar6 con don Alberto; verh, =am&, c6mo todo se arregla. El puede arreglarlo todo. Yo ganar6 mas y antes de la Pascua llegarh Gonzalo. La madre volvi6 a cerrar 10s ojos. Su rostro pareci6 serename. Mas para Elena la estancia, voces y sombras continuaron deformandose irreales y somnolientas. Los gritos de su madre colgaban adn de muros, escaleras y techos; seguian por la calle, atrapando a 10s transedntes, y se adentraban en 10s departamentos vecinos, sacando a 10s durmientes de sus lechos. Todos corrian hasta detenerse bajo su ventana y era precis0 salir y declarar a las gentes que no pasaba nada, que su madre donnia, que su padre no se habia infonnado aim y que ella deseaba huir. La cabeza de la madre fue cayendo hacia atrss como su pobre y Wima dignidad, la linea de sus ojos no acostumbrados a1 llanto era roja y profunda: conservaba la huella

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como si las lagrimas no brotasen de 10s lagrimales, sin0 de 10s parpados. Elena se inclino a besarla. -Ya tengo que irme. Tengo tiempo de pasar a misa. -Reza por nosotros -respondi6 ella, agotada. -VerB que nadie la moleste y traer6 todo lo necesario para la comida, no se preocupe de nada. -Lo mas urgente es el traje de tu padre, hay que ir a buscarlo a la tintoreria. Que no se te arrugue; tfi sabes que le gusta salir bien compuesto. Elena junt6 las persianas; cuando llegaba a la puerta su madre agreg6 timidamente: -Hijita, toma plata de mi cartera y d6jasela disimuladamente sobre el velador a tu pap&.Necesita dinero para sus gastos del dia y para ir a la matinee. No sabe qu6 hacer por las tardes y eso lo distrae. Elena cerr6 la puerta con cuidado, sali6 a la calle. La maiiana dejaba escapar el frio por entre la niebla. Alberto la alcanz6 cuando esperaba el ascensor.

--C6mo es posible, sefiorita Elena, que acarree ese paquete tan grande -dijo Alberto sonriendo. Elena levant6 10s ojos y el ascensor se Ilen6 rkpidamente-. Tomaremos el pr6ximo. Paseme ese paquete. -Yo lo tengo muy bien -esquiv6 protegihdolo-. Un hombre como usted llevando paquetes no me parece correcto. Alberto se ech6 a reir y su risa abierta pareci6 la primera en la vida de Elena. -Pasemelo, chica voluntariosa -tom6 con fuerza su brazo obligandola a soltar el envoltorio-. LDe d6nde viene tan cargada? -De mi cwa, de la iglesia y de la tintoreria. LEStarde? -No, yo vengo adelantado. LY que hacia en la iglesia? -Vestirme para venir a la oficina. --Curioso lugar escogi6. SEntraron a1 ascensor. iQu6 diferentes son las cabezas!, pens6 Elena. &Qu6 pareceria la suya vista por detras? Se sinti6 irrespetuosa dando la espalda a su jefe, molesta sin saber qu6 pensaba 6 1 de su nuca. Alberto sac6 las llaves. En silencfo 88 quitaron sus abrigas.

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-&Cree wted que vale la pena actuar blen -pregunG Alberto de improviso-, solo por la propia estimacibn? Es decir, no obligado por ningun c6digo moral establecido. -No s6. -Era la primera vez que Alberto se dirigia a Elena abordando un tema ajeno a sus relaciones y trabajos-. Me importa tan poco mi persona, que no veo pGr qu6 me va a importar mi estimaci6n. Alberto la mir6. Desde su escritorio volvf6 atrhs, observindola como si por primera vez la reconociera mujer. Elena se turbo y para no demostrar confusi6n continu6 hablando: -Para resgetar la propia estima, debe 6sta tener cierto valor, y uno, capacidad de juicio. Me sirve m&s la concieneia usada bajo un reglamento superior a1 mio, mi juicio atenido a un juicio mayor. Creo que es muy htil saber qu6 piensan otros. S o n r i o con timidez-. Me importa lo que usted piense de mis actos; si piensa bien, me obliga a ser mejor; 10s hombres son como espejo para 10s dem5s hombr,es; me importa lo que Dim piense de mi.. . -Call6 avergonzada-. Hablo demasfado y no creo que mis opiniones tengan importancia. --Segun eso, si usted sabe que otros piensan mal, la maljuzgan, la desprecian, &noencuentra en su propio juicio la posicibn? -Parecia exigir una respuesta Iundamental-. Si usted pensara que Dios no la ama.. . -Caeria en la desesperanza; creo que me pondria mala ante 10s que me creen mala, despreciable ante 10s que me desprecian, admirable antes 10s que me admiran. -Pedia perdon de su audacia. - 4 s t a muy deprimida, mi querida Elena. -Extrafiado ante este apelativo, volvi6 a repetirlo-: Elena, es demasiado joven para que un hombre como yo la llame sefiorita; no de tanta importancia a1 estimulo, n i r e que se lo mezquinarkn mucho. -Hombres como usted pueden dgrse ese lujo; es un, privilegio de 10s fuertes. Alberto frunci6 el cefio, per0 su mirada era cklida. -TambiBn 10s hombres fuertes necesitan estimulo. iQu6 pensark usted de mi? -Que dificilmente se encuentran hombres tan comgletos.

-No hablemos de estas cosas -pas6 la mano por su frente para espantar alguna idea molesta-. Est& de mal semblante hoy. Elena permanecia inm6vi1, sin atreverse a respirar para no interrumpir el aire ni sus emociones. Alberto esper6 un instante, antes de resolverse a ganar su puesto. -iCreera?, es para mi un agrado entrar a esta oficina Rverla a usted -abarc6 la pieza con la mirada-. Me gusta verla ahi, su carkcter sereno, suave, abnegado, hace bien. Cuando no esta, ialta algo, como el entrar en,invierno y se ha descompuesto la calefaccion. -Nunca ha parecido darse cuenta de mi existencia exclam6 Elena sinceramente admirada-. Entra aqui como si el escritorio y yo fuksemos la misma cosa. -&toy diciendo cosas tontas -replic6 Alberto de buen humor-, pero tengo la sensaci6n de no necesitar disfraz cuando estoy con usted; que puedo hablar con sinceridad, que usted no interpreta, no juzga, no saca partido, no retuerce. . . Elena no pudo evitar el gemido que llevaba ,en ella toda esa mafiana, y lo dej6 escapar; Alberto levant6 la vista impresionado. -Perd6neme, don Alberto, no s6 que me pasa hoy, ha sido un mal dia. Estoy orguIlosa y confundida con lo que me dice, es como si de repente un hada me hiciera crecer y me construyera un palacio. --Solloz6. Alberto le alarg6 un pafiuelo, olia vagamente a Aqua Velva. -LSe siente mal? -interrog6 con desusada ternura-. E s mejor que vuelva a su casa. -Elena neg6 con la cabeza-. Una muchacha tan joven, sin responsabilidades mayores, sin problemas.. ., tal vez le doy mucho trabajo. -Elena volvi6 a negar-. Goce del momento, que no la agobien fantasmas. Tiene ahora su vida para usted; despu6s el matrimonio, 10s hijos, le daran muchos dolores de cabeza. No se adelante a lo que la edad trae consigo. Yo no tengo experiencia, pero no imagino que puede hacer sufrir a una nifia C O ~ O usted. Una nifia buena, con una familia respetable, con una vida normal ... iEl amor quiz&? Elena sonri6 negando por krcera vez con la cabeaa. No cant6 el gallo. Alkerto acarici6 su mano y la retuvo: su pie1

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le parecib calida, firme, seca. Comprendib que el mundo, ahora, se despedazaba. -Por favor -suplic6--, no crea en mi. Yo no soy YO, mi familia no es familia, ni la bondad es bondad. Pienso que daria cualquier cosa por conseguir dinero. Pido, odio, ambiciono, como la peor, y me niego a dar. Es porque parezco buena que se espera de mi. Me aprecian porque trag0 todo, y asi cads dia estoy mas vacia y con menos reacciones. No soy asi, no quiero serlo. No crea en mi. Trateme como a1 contratista ese que teme le juegue una mala pasada. Controleme, griteme, humilleme, da igual. No estoy segura de nada, de mi dignidad, ni de nada. Todo se me eseapa, hasta yo misma, hasta la propia paz de mi alma. -Sentia Mpropias sus palabras, trat6 de ataj arlas, pero eran ya poderosas en su garganta-. Perdbneme, sefior concluy6 irguiendo la cabeza. Se sent6 junto a la mkquina de escribir. Albert0 permanecia afirmado en el marco de la puerta. Oyeron golpes. Elena se apresuro a abrir para dejar paso a1 dibujante, Patricio pase6 la vista desde el buenos dias abstraido de su jefe -hasta la cara llorosa de Elena, y se encamin6 a1 estudio. -EstBn listas las planillas de. pago del edificio de Ahumada; el constructor pas6 ayer a ver si las habia revisado.. . Qued6 de tenerselas esta tarde.. . -dijo la secretaria. -Pongalas en mi escritorio -respondi6 el jefe cerrando la puerta de comunicaci6n.

Entre las dos piezas alumbradas, la pequefia de Elena parecia un absceso. Cerca de la puerta colgaba un abrigo y sobre el escribrio yalcian sus pequefios objetos perssonales. Era SU neino. Hoy ha debido cancelar ldos entrevistas: hombues con expresih anhelante que querian saber m6s detalles del accidente, y con un peri6dico bajo e l brazo. Preguntaban, pero Elena no ha querilda contestar. ,Sobre asienb cercan0 a la puerta dejaron crllvidado el diario. En el
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doblez superior, una mitad de mujer semidesnuda, aprendiz de strip-tease, doblhbase tambibn. Entr6 a1 estudio de Allberto a ordenar 10s cajones. Puede hacerlo la sefiora Luz antes qu? ella expurgue alguna carta o fotografia. Le agrada ser GUSbdia, fie1 a1 amo. Si bien la vida del am0 no depende de ella, p e d e a1 menos salvaguardar su honor, su recuerdo. Golpearon a la puerta y apareci6 Patricio. Elena se incorpor6 COMO sorprenldida en falta. Su voz fue serena a1 ocultar #el sonmjo. -&Que diqe, Patricio? Mire, hombres como don Albert0 no pueden enfermarse, tienen tal munldo de cosas entre las manos, cuentas sin pagar y no s.5 si hay bastante dinero #en caja, cartas que clasificar, contratos que tener en mano.. . -szrreg16 10s papeles con profesisnal despego-. Cuando se mejore quiero que est6 todo a1 \dia.-Temblaron sus labios. -Es tarde ya, Elena -murmur6 el joven con vm grave-. Le hago un convite, vamos a saber noticias del patrbn. Asi se distrae. -&No est6 muy Jejos? -Una hora en auto. Aqui todo parece 1fi.gubr.e y la falta de noticias a s inquietante. -Esplhdido. Llevar.5 unos sandwich'es y no perdemos tiempay en almomar. -Elena se anim&. iCree que podremos verlo? iSi fuera posible, tan s610 una vez! --Sonrib a1 muchacho como si lo descubriera. Patricio pus0 la mano sobre su homhro. El calor m i g o pas6 hasta sus mfisculos. LSabia 61 de [dolor? -Debo estar lde vueta a las cuatro -murmur6 ella, y Patrfcio le extend% el diario. -No lo tome tdmmsiado en serio; son unos canallas que recurren a to& con tal de dar noticiss. La a dote-y hedia. espero abajo a l * * *
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-Me gusta este muchacho -habia clfcho Alberto cuando Patricio le present6 un proyecto que fue de su entera aprobaci6n-. Es de familia rica, pero quiere trabajar mientras termina de recibirse; no especula con nombre ni influencias y es modesto y trabajador. Me gustarfa se hiciera amiga de 61. -Elena a s i n t i b . Soy un villano -espet6 Alberto sGbitamente encolerizado, tomfindola por 10s hombros-. Tiene que enamorarse de un hombre bueno y capaz -la mir6 con tal tristeza que Elena comprendi6 que 61 habia adivinado su secret-. Prometame que harA lo POsible por encontrar uno a su altura, no quiero un pelafustan cualquiera.. . -Elena volvi6 a asentir sin conviccibn. -No se preocupe por mi -respondi6 dbbilmente-, no quiero que nada mio sea para usted una-carga. --Haria feliz a cualquier hombre. E s toda una mujer.. -La suya debe serlo tambien. Es usted un hombre feliz. -Feliz. iQtt6 palabrota! Un hombre necesita recibir y entregar. S610 una verdadera mujer sabe admirar y ser admirada, respetar y ser respetada.. . Su femineidad.. . baj6 10s phrpados, ipor qu6 10 habia dicho?, quiz& esa mirada de Elena lo oblig6-. iQUC tonterias le hablo! -En realidad, Patricio es bueno y agradable, ademhs es serio.. . -ya no pensaban en 61. --Vine a pedirme trabajo. Es la primera vez que tom0 a alguien sin recibir antes el Xlamado de un amigo, un seiiador o un rministro, para recomendarmelo. Regred Alberto a 6u asiento, arrellanhndose tras el escritorio. Elena recobr6 la calma: tras ese escriforio devenia, como por encanto, el jefg. Con gesto ausente le iridic6 una sillzl. Ella se sent6 con el bloc de apuntes en la mano. -T6mela por.el momento a Ihpiz, antes de pasarla a mfiquina me la muestra. Usted redacta mejor que yo. ~ E s t i Clara la idea? Debe quedar perfecta.. . 4 a l i 6 otra vez de su butaca y camin6 hasta la ventana: volvia a ser hombre-. Me gust6 no sC por qu6, quizas porque asi desee fuera mi hijo. -Como muchas veces, sus manos a1 pasar lentamente por sobre la frente parecian querer borrar cansancio y pensamientos iaoportunos. 4 u hijo es tan joven todavia -replie6 Elena. Hablaba mal de su hijo esperando que ella lo contradijese--. Es tan

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simpatico y tlene ojos de inteligente; le hace falta sufrir y madurar. Alberto sonri6 agradecido. Elena hubiese deseado tomar esa frente entre sus manos para borrar de ella toda tristeza. -Cuando era pequefio, el director del colegio me llamo, y luego de enumerar una serie de quejas: despotismo, Caprichos, qu6 s6 yo, termin6 diciendo: Este nido no tiene el corazdn bien puesto. LQUC queria decir con a o ? Me impresion6 la frase y la recuerdo. -Tiene muchos sentidos. Para mi tiene el coraz6n bien puesto la persona que no explota situaciones sin salida. Pero eso en un nifio no rige. -De eso vivo yo. -No siempre. Usted sabe cu&n contenta estoy aqui, que trabajaria igual por !la responsabilidad que me da, por merecer SIX confianza.. . Sin embargo, paga con creces mi trabajo. -No por generosidad -Albert0 miraba hacia la calle por entre las celosias-, sin0 por ese encanto suyo, tan huCrfano.. . iDigame, Elena, por qu6 sus ojos permanecen serios mientras su boca sonrie?
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Elena tom6 el tdiario y ahog6 un grito, cedi6 la estancia y 10sojos s e llenaron de tinieb4as. GOtra mujer en la vida de Alberto? No era POsible. La noticia destruia conjeturas e ilusiones. Indag6 en su memoria. Luz, Alicia.. . Sabe exactamente qu6 sentimientos unian a Alberto con Luz y cuhles 10s desunian. Cbnoci6 10s lams que hacian volver a Alberto donde Alicia y la enorme distamia que 10s acercaba. Se sentia destrozada, literalmente en trozos separsdos. El sentimiento de desintegracibn perdura, la sigue hasta la c a l k Ha atravesado el estudio, roto en mil pedaaos el peribdico, y entrado con ella a1 ascensor, y tambi6n en el autom6vil. W e construido con espectros, se dech ya en
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la carretera, sentada junto a Patricio. &rib el paquete de sandwiches y pas6 uno a su compafiero. -S6 qn6 siente en este momento 4 i j o 6 1 . 2 % cuhnto significa don Alberto para usted. Adem& del horr3bls accidente, su pena y su desilusih. Puede contar conmigo. -Aceler6 para ldejar atr6s a un cami6n. 4racias. --Do me gusta que se la comente en la oficina. -Record6 que la llamaban la debilidad del p a t r h con cierta sorna. -iPor qu6 me lo Idice? -Para que se proteja. El peso de si misma era agobiante y mpemba a devenir iniinito. Ea vida acorralhndola, el futuro inseguro y prdimo. Cerr6 10s ojos. Le gustaria tener lagrimas, pero parecen guardadas para siempre. Es mas sencillo llorar hasta que las msas est6n pasadas. Morir anlicipadmente es mejor que luchar p r no morir. Esa es la debiliidad.Patricio la observ6 con i n quietud. Para esa tensibn, es ldemasiado larga una mafiama. Indignos. Mahs, se decia Elena. &Quel e extrafia? Ella misma ha consideradosu aventura vulgar e inldigna cuando se miraba actuar como si mirase a otra. No ealzan sus medidas en el molde ajeno; no cabe otra persona en su propia piel. Es que tengo dos almas, una que perdona y otra que condena, una que se alegra y otra que desespera. Es tan puro mi deseo de alejanne como el de estar a su lado; tan authtico mi prop6sito de sacrificarme por su felitcidad como de propsrcionhrsela yp mlsma. S610 pido que me dejen poner la mano sobre su frente cuando la veo cansalda, se ldijo mil veces, en estos afios. Se ech6 atrks en e 3 asientcr: Patricio le dar&mil
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soluciones, porque ignora qu6 se hace con una vida que Icomenzi, terminada. Lo vio morder su pan con apetito. Elena envidiaba su juventud. Posiblemente tenia m&s afios, pero otro tip0 de afios. Sumergi6se e n el asiento, hasta sentirse a la altura de ella ;mima, despojada, misera. 43implificmdo las cosas -oy6 decir a1 dibujante-, esta metiIda en un problema que no le corresponde, le queda grande el papel de amante y secretaria; tambikn le queda chico. -Se le apretAi la garganta., -No soy s u amante ---murmur6 Elena d5bib mente, como si le doliese reconocerlo. La escena le pareci6 vivida, y esa angustia, parte (de momentos iguales; agreg6 exhausta-: cQu6 no ve que todo ha terminsdo, olvilda ad6nde vmos? -Perd6neme, Elena, le ruego que me perdone respondid 61, sinceramante afligido-, estoy kaablanldo con un aiio de atraso; antes no encontr6 la ocasion, y ahora que la tengo a mi lado, no es 10 mismo. Fren6 de pronto. Las ruedas se quejarsn a1 ser detenidas sin previo aviso. Elena volvi6 a1 momento. Habian llegado frente a1 hospital.

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E U Z ENFRENTO su casa con dificultad, como si

la viera por primera vez, temerosa de su juicio; acechantes, esas paredes escondian una <condenaci6n; perdi6 la seguridad a1 descender las escalinatas de piedra. -Diagnostican una conmwi6n cerebral, y puede haber fractiura de algun hueso del cr&neo.El mkdim habl6 preocupado de un hematoma subdural. En todo cas0 es peligrloso moverlo y tarnbibn dejarlo en ese hospital. Uay idificultades para tomar una radiografia y m&s aun, en cas0 de que fuese necesario, intervenir. -Se colocaba nerviosamente la bata de levantarse-. Es dificil para mi tomar esta determinad6n. ~ Q u b hacer? La antigua m a w de Alberto, hoy jubilada, influencia en el fundo, se estremeci6: -Sobre todo no teniendo a1 caballero cera. Comprendi6 el deiqrop6sito en 10s ojos de la sefiora. Luz trat6 #dedominar su impaciencia y mnreir: Feliz mujer que a sus afios Cree en un hombre. -Yo que en (general soy tan acertada me encuentro hoy perdida. Si hubiese tenidcv una hija, me
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sentiria menos huQfana A i j o DJZ mmo si la mamU fuera un espectador ajeno. -Ya llegara el nifio --respondib la mujer, sabiendo por instinto qu6 se esperaba de ella-. A uted una hija le habria estorbado; amque quizas hubiera sido mejor, ya que ha consentido tanto a1 pbrecito ... -@? -Trato de indagar en ese rostro. . -Le hace falta el cajballlero. l mundo sabe m&s que yo? ~Pero es que todo e -pens6 Luz empezando a desesperarse--, iQu6 recibib dsta de Alberto? -No se preocupe, mama, salvarh -dijo, y la mujmer se ech6 a llorar totalmente deshecha. Era injuria ese Uanto que no salia aun, desesperadamente, de sus propios ojos. Otra mujer que ama y sufre. Una mujer tan sencilla y en profunda tmsi6n. Quiz& prque entregb a Alberto su juventud y tambikn su vejez. Volvian a aflojarse sus cimientos; Esto es ya demasiado. UPermita, sefiora, a esta vieja haMark desde el coraz6n. Si 61 se muere, me muero tambikn yo, pero, desgreciadamente, nunca he visto que Ja gente se muera de pena; se moriria una muchas veces, y eso no es ,possible -sollozO, secando sus lagrimas Icon el extrmo del delantal-. Cuando el nifio era chiquitito tuve por ahi una buena acasih de easarme; no e8 tan poca cosa una para no encontrer algo; el hombre no era malo y tenia sus pesitols, no era un vag0 y yo era mas joven y con mi trabajo habia juntado mi dormitorio campleto. La seiiora, la mam& del nifio, que en paz descanse, me ayud6 muchisimo para comprar el catre de bronce. -La voz se despedazb-. Usted me comprenldera porque tambih tiene un hijo. Y o lleguk a creer que ,el niiio era mio, y me dije a mi misma: Qu6 est& pensando en estas tentaciones,
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desgraciada, dejar a1 nifio en otras manos, que no le conwen sus cosas, sus ideas, sus gustos y hasta sus malos modos, que despuks siempre se le pasan, y es capaz que alguien me 10 maltrate a1 pobrecito.. . Ahi termin6 tado. Estaba de Dios, poque lcuando la sefiora muri6.. . Per0 la estoy aburriendo; estos cuenb s (devieja nunca amban. Para una toda la vida esta pasalda y toda es un mento de nunca acabar. Luz sabia de memoria c a b historia, per0 la anim6 a seguir. -Cuando se nos fue la seidora, el caballero qued6 en mala situacibn, y 10s niidos estaban inf?ernos en el colegio. Cuando salian no me tenian mks que a mi, que 10s esperaba all&en e l campo. Luz tom6 su mano y acercandose a la mujer con ternura deshabituada le pregunt6: -&Que ha heicho desde anoche, cuando parti de aqui con 10s cambineras? -Revolverme en la cama y rezar -respondi6, pronta a diesvanecerse la pena a l primer sign0 amis toso-. Secora, yo quiero verlo --supli~c6 con voz de niido-. A d m h puedo ayudarla. Algo me indicaria si est6 bien o mal, si puede hacer el viaje a Santiago. El rn 10 indicaria. -&Tanto lo conoce? -La voz de Luz se endureci6 de pronto. 4 u p e siempre qu6 pensaba. -Para36 avergonzarse de su indiscrecih, pero a Luz ya no le extrafiaba naxia. no se apa,rtar& de -1rB conmigo -prometi6-, su lado. * + . Con la caiida del agua de la ducha, llega sobre su cuerpo una presencia odiada y afiorada. La asusta su tedio. Esa .ausencia -de saMr, Sin embargo, era 100

util; circunscribia sus temores, daba un reglamento a sus sentidos, disciplinaba su actitud. Se presentan feroces tantos afios perdidos, recartes de ilusi6n.
+ * *

No s610 la anciana criada comprenidi6 a Alberto; tambikn ella, y para 6u mal, lo comprendi6 demasiado. Conocia con anteriorifdad sus intentos, adelantaba eada pensamiento. Eista tentacih tardia de infidelidad la desconcierta, echa abajo proposiciones aceptmhs. Nvnca fue Alberto infiel. PMo haber tenildo coqueteos esttipidos, sin profundidad ni importancia, per0 amar a otra que no fuese Luz, jam&s.. , tPcw qu6 ahora? Su vida entre la oficina y las obras, segaida de vez en mando con wnversaciones livianas entre hombres o comidas en el club, no despertaba celos a nadie. No era suficientemente inquietante, ni misteriosa. Quizxis eso mismo lo pus0 aburrido. No recordaba Luz que fuese mi a1 principio: sus tBte-d-te^te eran entusiastas y alegres. Un amor. Un amor de m& eategoria que mte intento final del que ha resultado una victima de aventura folletinesca le habria hecho bim, dgndole seguridad, brios y hasta un cierto charme. iPobTe Alberto, qu6 ironfa, tan poco para su carhcter. AprendiC, a vivir mando le hubiese precisado saber morir! Record6 a Eugenia.
* t *

Su buena amiga Eugenia decidi6 sacar partido de la desavenencia en el matrimonio. -iPor qui5 no te separas de Alberto? -pregunt6 un - & a de verano en las casas del fundo. -Porque es muy complicado. Me quiere muchisimo y eso me ablanda.. . 4 i j o Luz, y Eugenia sonri6 enigmhtica. s dej6 plantada, confinnando (Menos mal que Alberto I

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asi a su mujer. iQub chasco se llev6 la pobre! Era dificil imaginar a Alberto conquistando mujeres; asi como se encontraba en su eleniento con empresarios o jefes de obra. Wn s e a u c h no sera nunca. iXn seauctor ae mujeres! Sin 1 . Desembargo, algo tuvo un dia que yo me enamor6 de 6 aparecid despu6s. No era capaz de aventuras y engaiios, su alma es sencilla. No le sienta b k n una doble vida a1 hombre que comenta en la mesa cuanto sucede en la oficina, aunque las an6cdotas no entretengan a nadie.) -No seas absurda, querida Luz -dijo Eugenia a1 termiflar de comer, mirando fijamente a Alberto-. Alberto tiene toda la r a z h , per0 tfi no te das el trabajo de escucharlo; tfene cinismo y buen criterio; es lo que yo exijo a un hombre interesante. Sus largos dedos, coronados de uiias perfectamente cuidadas, depositaron la taza de caf6. Luz arque6 las cejas a1 observar la satisfacci6n de su marido ante una simple adulaci6n. Su rostro afeitado parecia mas ancho y 10s dientes excesivamente firmes al sonreir. Descubri6 Eugenia que su risa fascinaba a Alberto y mantenialo prisionero en amplias y sonoras carcajadas: 61 introducia 10s ojos hasta su garganta, imithndola. Descubri6 tambi6n la belleza atractiva de las nuevas compuertas del tranque, obras maestras de ingenieria. -No me habrfa imaginado cu&n imponente puede ser Eugenia, pselda un bloque de cement0 y agua -exclam6 tambi6n de empuje y trasparencia. -Me gustan euando el agua sale con fuerza -dijo Luz-; cerradas no les encuentro la gracia. -Coment&bamos con Alberto, que tuvo la gentileza de Ilevarme a verlas, que e6 increible tu desinter& por las m a s del fundo. AI fin g a1 cabo son tus tierras. La sonrisa de Albert0 qued6 s610 en 10s labioa; chudicaron sus ojos. - i C h O mis tierras! -Luz devolvia la mano-: nuestras tierras. Alberto es el que se ha dado todo el trabajo. S i hubieses visto cSmo estaba esto cuando llegud de Europa. -Te envidio, Luz: eres una mujer feliz -murmur6 su amlga afablemente-. Este parque, estas casas, este marido.. .

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Como 10s ojos de Alberto se enternecian, Eugenia se animo a enumerar muchos otros motivos de felicidad, con la frialdad y precisih necesarias para dejar en relieve las deficiencias de su intima amiga. -Trabajo me cuesta mantener estas condiciones. -Alberto aclar6 la voz-. Me h a servido ser ingeniero antes de agricultor, como tambi6n mi experiencia en el manejo de hombres y empresas. La linica manera de administrar bien un fundo y sacarle renta es considerandolo como una empresa. Los agricultores a la antigua creen.. . -Es importante para el agricultor que las compuertas cambien a1 gusto del ingeniero -interrumpi6 Luz-. Hay que recordar t a m b i h que la sociedad an6nima que paga somos nosotros mismos. -Las compuertas han sido diseiiadas, y tambi6n el tranque -prosigui6 Alberto-, teniendo en cuenta varios factores: la estructura del suelo, el volumen de agua almacenada, su mejor aprovechamienJo con minimum de esfuerzo. -Luz se pus0 de pie y reprimi6 un bostezo. Alberto con la vista fija.en Eugenia la obligaba a escuchar, a demostrar inter& y a sonreir aprobatoriamente a1 final de cada frase-. He tratado de realizar un proyecto preliminar que eventualmente podria aprUbar la Corporaci6n como modelo del us0 del agua en terrenos pantanosos. -iQU6 interesante me parece. . .! -Eugenia se levant6 tambi6n a la primera pausa. -Me alegro por la Corporaci6n -anot6 Luz intereskndose ahora que Eugenia le dejaba el campo-, per0 temo que te des excesivo trabajo. -No parece haberlo resentido.. . -Eugenia se acercd a Alberto y lo mir6 a 10s ojos. -En todo cas0 -agreg6 la esposa secamente-, ha costado el asunto una fortuna. -Si se calcularan 10s gastos y la utilidad prkctica de la mayor parte de las cosas que se hacen en este pais, nadie haria nada -reflexion6 Eugenia con abandono. -Comienzas a ponerte inteligente. -Luz la mir6 con cariiio, y Alberto se sinti6 otra vez desplazado. -Tfi comprarias un buen cuadro sin contar el dinero decia Eugenia a Luz-. Una compuerta puede tener la belleza de un paisaje de Van Gogh, la fuerza de unas lineas

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de Picasso.. . -El duelo se reiniciaba, Alberto volvi6 a interesarse-. El agua a1 salir tiene el impetu de una pasion. A1 principio brota con lentitud, timidamente casi, mansa en manos del hombre que la controla; un movimiento de Bste y toma brios, se asegura, se encrespa y, retorciendose, se lanza. -Humedecia sus labios con la lengua mientras crecia la metafora. Luz escuchaba, divertida, per0 cort6 de un golpe la inspiracibn: -Cuida de que el que la maneje no levante demasiado la retencion; puede el agua arrastrar sembrados, acequias, tacos, y hasta a1 hombre mismo, si se descuida. Luz no ignoraba que aquella noche, en el parque, Alberto intentaria hacerle el amor; Eugenia no lo permitiria, asi tan de improviso, esperando que 61 insistiera y verse llevada a la deslealtad por las circunstancias, por el deseo del hombre. Entonces.. . Alberto se echaria a t r b intimidado y no volveria a intentarlo, haciendo a Eugenia revolcarlo con su desprecio. Pobre Alberto - s e dijo Luz esa noche, espiando 10s ruidos en el jardin-, deja escapar esta aventura de week end, fhcil, sin ,esfuerzo. Para 61 s610 cuentan el trabajo y el dinero, no el amor y la conquista. Sin embargo, le estuvo agradecida. Era un marido fiel. Mas si Eugenia esa noche se hubiese dejado besar, si un amor nacia entre ellos dos.. . Buscaba estimulos, emociones que despertaran su letargo, sentir que se perdia para saber mas de si. Si un amor nace entre ellos, me obliga a reaccionar, a repasar el mio, a reconquistar .. .

* * *

m o r a el estmecimiento es pmfundo y medular. Me habria gustado desear que volviera a mi. Me habria gustado sufrir por ese amor, sufrir POT61, cuando era capaz. Antes. Ahora no; esta aventura estupida y victimaria llega a mi alma con afios de atraso. Su marido agonizaba en la pieza de un hospital de pueblo. Dej6 esa noche la casa, porque deseaba ir donde otra mujer. iC6mo es ella? Debe verla, tiene que saber por qu6 Alberto fue capaz de buscarla, en 104

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una noche fria, lejos de su casa acogedora y de su compafiia agradable. LVerla? Pero esth muerta, y una mujer muerta y desnuda sabre una mesa e s t 6 demasiado muerta y desnuda para contarle nada. Quiz&s &lo sirva para renovar su sangre. ,Sent&,luchar, sufrir, es algo, algo que debe cuidar para que perman'ezca en ella y la q u a e . Pmo la sensacih se welve negativa. De intensa soledad.

QUE se creia un niacanudo -exclam6 Alicia recordando a Rafil, que un dia crey6 tenerlo entre sus manos. En una mvista semanal ley6 un r e f r h que le gust6 mucho; desde entonces lo aplbca y es su m8s profunda filosofia. Era verdadero, bonito y romhntieo: A todas partes llegan la luz del sol, las wmbras de la noche y la justicia de Al&. Recordaba tambih el dibujo en colores atrayentes y 10s hemmos ojos de una mujer velada. -A .ti, hijo mfo, t m b i h ha de Ilegarte. -Per0 el sentimiento se iba quebrando-. Si, sefior don Albedo Palma.. . -Call6 porque hasta el nombre perdfa consistentcia,como el rencor.

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No terminaron en aquella rifia sus relaciones con AI-, berto. Tardaron en reanudarse, es cierto, per0 la sefiora Graciela conocia a fondo el alma humana; se preciaba de regir la casa mas elegante de Santiago y de saber exactamente lo que agradaba a cada uno de sus clientes. Un dia se present6 Albert0 diciendole que deseaba cono-

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cer a una nifia rubia, suave, fscil de manejar, para olvidar asi sus relaciones fugaces, caras y complicadas con Alicia. La sefiora Graciela escucho sus argumentos con seriedad profunda, roghndole esperar unos momentos en el saloneito verde reservado, a donde hizo servirle un c6ctel preparado por su propia mano. -SB perfectamente qu6 busca usted -dijo mientras le s e r v i a , lo sB. -Movi6 la cabeza durante unos instantes observando a Alberto-. Adembs tiene mucha raz6n en querer variar. Para servirlo estamos. Si Alicia no le cumpli6, si se pus0 exigente o engreida, no faltan otras. Yo guedo presentarle a una muchacha joven; es nueva y usted podrh moldearla a su antojo. Adem8s es muy sefiorita, seria y bien educada. --Salib de la habitaci6n y Alberto palade6 su trago con agrado. A1 fin iba a eliminar a Alicia de su cuerpb; era precis0 borrar ese episodio para recuperar su paz. Tras largo rato apareci6 la sefiora Graciela indicfindole que entrara a su dormitorio, donde estaria m8s c6modo. La habitaci6n estaba en penumbra, las persianas cerrando el paso a la tarde. CuandD Alberto acostumbr6 sus pupilas, apag6 un grito. Alicia, de pie bajo la ventana, se volvia hacia 61: -La vieja.. ., esa vieja de mierda me ha engafiado exclam6 ella-; me las va a pagar. -Albert0 se detuvo indeciso, tratando de hacerla callar. -6Quieres no hacer tanto esc8ndalo? -dijo friamente-. El engaAado soy yo, y tfi la que chilla. No tenia el menor inter& en volver a verte, per0 entre esa vieja alcahuete y tfi.. . -Es lo que faltaba. -Alicia volvi6 a enfurecerse-. ~ A s qu'e i tii no me pediste? 6Ya no te intereso y tlenes valor de decirmelo en mi cara? Ahora comprendo el misterio con que la pefiora me hizo pasar derecho aqui, asegurAndome que eras un desconocido de muy buena pinta. Yo, la muy esthpida, me la crei. iCreerle yo tambi6n a esa cabrona! -Entonces, Lcdmo te voy a creer a ti ni lo que rezas? -Albert0 empezaba a divertirse ante la furia de su contrincante. -&Piensas que estoy complotando por conseguirte? Ver b que de aqui me largo y no me ves m b . ..,ni aunque rne muriera de haimbre. Que me maten antes de volver contigo.

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Se lanz6 hacia la puerta, desorbitada. Alberto fue mhs rhpido y le intercept6 el paso. -No hagas mas eschndalo -orden&, de aquf no sales. -6Por qu6? 6Qui6n me lo impide? -Yo. -La tom6 por 10s hombros sacudihdola ferozmente. Alicia trat6 de debatirse; imposibilitadas sus manos, recurri6 a sus dientes. Cuando logr6 morderlo, cayeron sobre el piso.
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Con el tiempo fue logrando cuanto se propusiera: el departamento central y pequebo, cerca de cafhs, bares y rotativos. Afhn y entusiasmo gast6 en comprar 10s muebles necesarios y 10s utensilios de cocina con que siempre SOfiara. S610 que la sensacibn que le devolvi6 su triunfo no fue la esperada. Con orgullo exhibid ante 10s ojos de Alberto su bateria de fierro enlozado verde claro, para recibir una sonrisa ajen a y agotada. Recortado el entusiasmo, concluyd Alicia, como siempre, que era imposible entendler a 10s hombres ni darles gusto, decidiendo simplificar las cosas pensando s610 en el gusto propio. Logr6 tambi6n deshacerse de R a ~ l .No mencion6 su traslado ni dej6 su nueva direccidn. Se libraria con el tiemPO del militar, aunque quizhs no fuese lo mhs cuerdo despu6s de la gentfleza que demostr6 a1 conseguirle el departamento. Importaba ahora impresionar a alguien con sus renuevos. Cuando la pieza estuvo lista, dio una recepci6n a la,que fueron invitados lo mhs escogido de sus relaciones. Alberto no asisti6. Herida, menoscabado el triunfo de su amor propio, ya ,que el principal atractivo eran las espaldas anchas y la sonrisa abierta de su hombre, hubo de contentarse con la envidia admirativa de sus compaberas. Esper6 una serie de cambios precisos: Por algo se empieza. Entreveia su vejez con serenidad y proyectaba encontrar trabajo: ser libre y alejarse para siempre de una tirania que no habria sabido explicar mhs que con intuiciones. Per0 sus planes, una vez trazados, parecian muertos. Una noche habl6 a Alberto. -LPor qu6 serh que cuando uno se acerca a lo que busca, eso que busca se aleja de uno?

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-iQU6
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novedad! Veo que te pones fil6sofa -respond56

-Estaba pensando.. . que eres el unico con quien me dan ganas de hablar de estas cosas. iQu6 raro!. .. Y o me consider0 inteligente, s6 qu6 quiero y qu6 me conviene. Soy ordenada y no tengo vicios; sin embargo, ahora que por primera vez puedo manejar mis condiciones, me veo perdida, como si detras de todas las cosas hubiera otras cosas. Antes era mas facil, sabia que buscaba, un hombre bueno, dinero, tranquilidad. Ahora lo tengo, y no s6 nada.. . -Le pasa a todo el mundo -respondi6 Alberto-; es el misterio de la felicidad, mas complicado que cualquiera otro, porque nos incumbe, esta en nuestras manos, la dejamos irse, jugamos con ella, la desperdiciamos cada dia. -Hablaba para si mismo, per0 sus palabras distintas arrullaron a Alicia. -dQu6 es la felicidad? -NO ~ 6 . -Es conseguir cuanto queremos.. * -Y cuando lo consigues, ya no lo deseas o buscas mas. -Porque todavia me faltan muchas cosas ... -respondi6 Alicia incorporandose-, per0 si ya lo tuviera todo, si fuera como tu, por ejemplo, casado, rico, con hijos, fundo y amor. . ., seria feliz, estoy segura. -Si fueras como yo.. . iQu6 mujer mas obtusa! -pase6 10s dedos por su cuello-. Cuando se tiene todo eso es cuando empieza uno a ser desgraciado. Es m8s sendllo necesitar algo, hay un objetivo pr6ximo a nuestros esfuerzos; cuando lo tenemos no sabemos qu6 hacer ni que buscar, y seguimos . haciendo.. . y seguimos buscando. -Puchas. .., entonces estamos todos fregados. -En todo cas0 --corto Alberto, molesto de pronto-, divagar sobre la felicidad y 10s deseos del hombre es p6rdida de tiempo. No me compliques la vida, que ya tengo bastantes problemas. -Los unicos felices, entonces -replicb Alicia acomodandose en sus brazos-, son 10s que ni tienen ni desean; pero son unos idiotas. -Ya lo han descubierto otros. -Per0 si es feliz el que es desgraciado y desgraciado el que es feliz, estamos jodidos, no se llega a ninguna parte.

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-&Y ad6nde quieres Ilegar? Guard6 silencio. LQUB le faltaba? Era facil consegulrlo, porque Alberta creta en 10s grandes gestos. Mas sus ambiciones ya no elan precisas.

Una tarde, cuando se disponfa a salir para encontrar a Alberta en el estacionamiento de autom6viles, oy6 el timbre. Abrib la puerta. Con su tipo de boxeador, Eta61 obstruia la entrada. Parecfa otro hombre y Alicia lam6 una exclamaci6n de sorpresa. Habia desaparecido el casco de gomina que acorazaba su craneo; el rostro sin afeitar y 10s ojos enterrados en trasnochadas reales o aparentes, de obscuro y ensangrentado brillo, hacian de 61 otro hombre; con aire de m a t h ofendMo la hizo a un lado. -&Conque pensabas librarte de mi? -grit4 pero su c6lera era como su aspecto; abarco distraidam'ente la estancia. Alicia esper6 una replica, que celebrara por lo menos el lujo de su instalaci6n, que valorara el progreso y el cambio en su vida. Nada oy6 y, sin humor para reprocharselo, se sent6 en el brazo del sill6n. 4 y e m e bien tk -Rafi.l la sacudi6 del brazo-, Necesito que me ayudes. -Te friegas -respondi6 ella con indiferencia de gran sefiora-, no esperes de mi nada. &Note das cuenta q a 6 n soy ahora? -Me doy cuenta: eres la misma puta de siempre, pero con mas humos -mascull6 61 sin dejarle tiempo a indignarse-. Acu6rdate que te conoci naranjo, s6 muy bien con qui& andas y quiCn es el tipo. -Su carcajada quiso ser amenazante-. Maric6n ha de ser; no veo para que te da tanta cosa cuando cualquiera se acuesta contigo por mucho menos. -Que roto eres. -Alicia escud6 su rabia en dignidad-. No eres capaz de colnprender cosas mas altas, que un hombre est6 enamorado.. . -la entusiasmd la palabra, y la justificacibn crecio ante ella hasta hacerla parecer magnifica-. CSabes?, est& loco por mi. Nunca habia visto un hombre mas querend6n; me da de comer en la mano y con

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61 slento.. . lo que nunca he senttdo con otros, ni contigo. -Lo mir6 desdeiiosa--. Ademas es tan rico que no sabe que hacer con la plata. -Un ademan de despilfarro ilustraba sus palabras. -El asunto se mejora. Conseguiris de 81 lo que te pido - e c h 6 atras su cabello huttrfano y se complaci6 en nuevos proyectos-. No es una pega lo que busco; no me esclavizo yo por cien mil pesos cuando con un auto que venda gano doscientos. -Farsante, nunca he visto 10s autos, las ventas n i la plata, y que te oigo hablar de eso hace bastantes aiios. -He pasado una 6poca muy mala. -Se te nota. -Quiero establecerme. -6Tambittn tu? -Es cuesti6n de hacer un depcjsito para encargar autom6vlles; como no se puede tener el dinero inmovilizado, Vendo el derecho antes que lleguen 10s autos y vuelvo a hacer otra importaci6n.. . Asi, dandole vuelta a1 capital, se puede ganar una fortuna. Es decir, hay miles de maneras de ganar plata a montones, per0 necesito el capital. --Est& igualmente idiota que antes. -Tamb%n puedo poner un garaje, tengo amigos entendidos, y necesito una fianza para conseguir e2 arriendo del local. -Ahora tengo que salir. -Alicia sac6 su bata de casa y la tir6 sobre la cama. Raul la tom6 por 10s hombros-. 6Quiere.s sujetar tus manos? El sabia c6mo manejarla. Alicia sintio el contact0 de esa piel, el peso de un cuerPO ya conocido y un calor afiorado empezo a envolverla. La pieza perdi6 claridad y la cabeza consistencia. Se dej6 caer. La sangre aceler6 el ritmo agolpindose en su vientre. Las sombras se llenaron de circulos, desde un fondo negro llegaban a sus retinas. Los miembsos parecieron confundir sus articulaciones. -Ya sabia yo que es a mi a quittn quieres -dijo RauI, y su rostro contraido pdrecia una msscara. Alicia reaccion6. -iQU6 hablas tc de querer! -musit6 desprendiendo brazos y piernas,

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--Est& muy quisquillosa. --Se echo atrtts sonriendo sobre la almohada. Para salir de ahi, se debati6 Alicia con fuerza inesperada dando con el cod0 en pleno rostro a su acompafiante. Se alej6 oyendo imprecaciones y vi0 el hilo de sangre chorrear desde la nariz de Rad1 hasta la funda. Entr6 a1 bafio. En el lavatorio escupio con fuerza. Volvi6 a enjuagarse la boca y a escupir. La vida era mejor cuando haoer el amor era amarse., ., y m b sencilla. Meti6 el rostro en agua fria y vocifero: -Andate luego o llamare a Alberto que te saque con carabineros. -Los caballeros no se meten en esckndalos -respondi6 Raul secandose la sangre con el pafio de cocina-. Lindo titulo para un diario de la tarde: Rifia entre carabineros y el amante de la amante de.. . Con debilidad mir6 Alicia c6mo Rad1 abria sus cajones para registrar bajo la ropa interior. Encontro u n fajo de billetes que guard6 en su bolsillo. -Ahora que tienes plata, cambia de escondite -dijo encaminandose hacia la puerta. Rafil tenia raz6n; Alberto no se arriesgaba por ella. LNunca dejaria sU actual condicih? LNunca cambiaria verdaderamente ? -Ese dinero es mio -murmur6 sin aliento-, yo lo necesito. . For mujeres como Luz Rozas muchos hombres sacaban cara, empezando por su marido. LPerteneceria siempre ella a un mundo diferente? &Un mundo donde todos se encontraban indefensos y solos? LO ese era el de todos y el diferente era el otro? -Si quieres que te dure el amiguito, no le pongas problemas ni le exijas mucho -aconsej6 Raul paternalmente-, y grave problema puedo llegar a ser yo si te niegas a ayudarme. -La puerta se cerro con golpe seco. Alicia quiso gritar, desagraviar su alma impotente. Se restrego las manos y exagero su actitud hasta el dramatismo. Sus gestos parecieron desahogarla, volvio la vista sobre la cama deshecha y sus almohadas con manchas de sangre. Se estremecio. * * +

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Alicia implor6 ayucla a AIberto y su postura de victima abri6 nuevas margenes a su imaginaci6n. Pero cuando se gozaba en lo novelesco de su situaci6n, oy6 a Alberto hablar de policia y de agentes. -Mas amigos tiene Raul que tu entre esos tipos -replied con cierto orgullo. -Puedes declarar que te persigue y te robs -dijo Alberto sin convencimiento. -Tomaria represalia contra ti, y yo no lo permitiria. -Su abnegation era heroica y candorosa. Alberto esbozo un gesto de cansancio. Alicia sinti6 el hastio y 1 s n&useas apretaron su est6mago comd en mucHos de sus momentos felices. -Arreglatelas a tu modo entonces, no te las des de doncella indefensa. -Trato de salir adelante con sarcasmo-. No pretenderas que yo vista armadura y me declare tu caballero andante. Aunque, a decir verdad, contra mi nada puede ese mequetrefe. -El movimiento tenue de hombros sac6 a Alicia de quicio. -LConque nada puede contra fi? --comenz6 a arrullar una venganza-. Y o si puedo. -Seria la primera en envenenarle la vida.

Lo que no pudo Radl, lo que no pudo ella, enredada en contredictorios sentimientos, lo pudo dsa. Una desconocida y muerta. Alicia vivia la intensildad de un ldrama radial: una mujer lo llev6 a su deskino. Sinti6 una opresih extrafia de tbrmino, de Iderrota que les ya definikiva. Si era posible, Lpor qu6 nb ella? Albert0 ya no le pertenece, como tampoco su odio ni szz venganza: Lo Idetest6 mientras era mio. No se detesta a lm dndiferentes. Me vengaba en mi, no en un transeunte. En toldo caso, es una (mujer. De haber estado viva, podia haberla oldiado, per0 est6 muerta y la deja sin nada, sin 61 y sin un sentimiento que P a unia a 61. Per0 le trajo quiz6s la muerte.. . Se siente acom113
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pafiada, incrustada en otra, le peTtenece, porque en cierta forma es ella. Para desahogarse ve una pniga en la rival: yaceen la morgue descomcida y sola. Debe ir a verla. Mir6 la hora. El sol estaba alto y su pieza parecia aun obscura; tenia que salir, vagar para no ahogarse. Adem&spodia tener suerte y lograr verlo en el hospital, ver szz cara .una vez m&s, aunque fuera la tiltima. En la Estacibn Central averigub las horas de s& lida de 10s ,micros a Melipilla. Regresaria a1 atardecer. S u b 5 a l vehiculo y tom6 asientn A su lado se instal6 una mujer inrnensa. Allcia, impaciente, se corri6 para dejarle m6s sitio. Sobre la cubierta se deslizaba un traficante en canastos. Le encantaba clwnprar canastos u otros objetos de mimbre, pero no era el momen,to. El ayudante (dio n n s31bido espectacular. Rugi6 el motor. Debieron aun esperar el cruce de un ppifio y algunas carretelas con pasto y verduras. El chofer tom6 aliento, a1 encontrar l a ruta dejbse llevar por el aceleraldor. * * *

Raul volvi6 muy pronto a su departamento y mostr6 un papel escrito; sus ojos brillaban: Ciertos datitos importantes.. . -Direcci6n y tel6fono de dofia Luz Rozas de Palma, direcci6n y tel6fono de otro. Pueden serme Wiles. . . -LY qu6 piensas hacer.. ., fabricar una guia telefbni-: ca? --continuo Alicia arreglanda sus ufias. -Escribirle, o Ilamarla, y 61 te planta. -LEntonces el chantaje era para mi? -exclam6 ella y Raul torcio 10s labios como si sonriera frente a1 espejo-. A ti la vida no te enseiia nada, no tienes arrpglo. No eres m&s que un aprendiz de sinverguenza. -Si tu te pones razonable, lo trabajamos entre 10s dos a 61.

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4 u B infeliz eres. &No te das cuenta de que ellos nos tienen a nosotros en sus manos? -dejo el barniz de ufias sobre la mesa y continuo con un dejo de tristeza-. No somos bastante para desordenar sus vidas. $u mujer se abanicara con el asunto, y si te pescan, la paliza no la pierdes. No estamos en las peliculas. &Hasvisto que esto suceda en la vida real? Sin embargo, cuhtos personajes famosos, en politica o en finanzas, tienen tejado de vidrio, &y quien les hace nada? Seria tan lindo si la vida se pareciera a las novelas: ahi uno se ama, se venga, tiene eco.. . Ponte en el cas0 de que su mujer se entera, mientras no la avergiience en publico; se hara la tonta. Le doleria quizas si yo fuese rica, igual a ella, o que acompafiara a su marido a todas partes.. . No hara nada. A lo mas reirse de Alberto y hacerle la vida m8s imposible aun, diciendole: &No encontraste nada mejor? Esto no lo habria dicho a nadie.. . iconfesarse con Raul! -Lo miro suplicante, como a su tinico amigo y murmuro--; No Somos nada Raul en la vida de elIos. l gareComo 61 aguardaba en silencio, escuchindola a cer impresionado, Alicia se animo a continuar: -Le friegas la paciencia y la que se embroma soy yo. &Quesacas con eso, o es que me deseas mal? Ponte que me deje; despues volvera. Yo le revelare tus andanzas.. . --Cortal&, t~ no me traicionas a mi por ese. -Claro que si -respondio Alicia como una iluminada-, porque soy como tfi, hago lo que me conviene y lo que me place, nada me importa, y estoy de su lado, &porqu6 no? Porque es mas poderoso, porque es.. . -1anz6 un gemido--, porque me tienes harta. -Call6 agotada. La vista lejana, como si viese el hilo de sus pensamientos llenos por una vez de luz-. Soy pulga de un solo perro; prefiero entonces de un perro fino. -Te has puesto muy inteligente -respondi6 Rad1 por no ceder-; puede ser que 61 no tema por su vida privada, per0 si tiembla que lo ventilen por su vida profesional. Cualquier enredo quita confianza, mientras que nosotros no perdemos nada con un eschndalo. A ti te divertiria. I r a declarar es duro para un pije, para nosotros, chancaca. -Sigues creyhdote en las peliculas. Imaginate que le escribes a Alberto que conoces detalles de su vida privada

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que resultarian muy sabrosos y te encuentras gritando por 10s palos de algixn agente. LY el juicio por difamacion que ? se entablaria contra a l g h reporter0 a quien tix ilustraras ... Porque a nadie importa que Albert0 tenga una amiga; tendria que inventar violaciones o qu6 s6 yo para que entusiasmara.. . Oyeme tu, para trabajar en el hampa hay que ser muy gallo. Raul parti6 rezongando, per0 derrotado: si dse tenia amigos en las alturas, a 61 no le faltaban, y ya veria.. . Habria de pagarselas caras. Per0 muy poco despuks fue apresado en una redada de posibles ladrones de automoviles, c6mplices o vendedores de repuestos robados. Alicia pens6 que no era culpable el muy incapaz, per0 sintio alivio y soledad. Cuando Raixl lleg6 a su casa era de noche y parecia un animal acorralado, sin infulas de trapisondista ni de macho. Alicia sinti6 desprecio de ese miedo y verguenza de tener que presenciarlo : traspiraban sus manos y miraba continuamente hacia la puerta. Asqueada de Rafd y de si misma, encendi6 y le dio a 61 un cigarrillo. En ese instante lleg6 la policia. Les abri6 la puerta, el cigarrillo aun en la mano, y se hizo a un lado cuando se lo Ilevaron. Sintio entonces, una vez mas, que tendria que cambiar de cuerpo y de alma si deseaba un futuro tranquil0 y lleno.

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EI$PACRADO el oficio a1 juez, Luz respira mejor, abierto un espacio en la garganta. Ha superado un sentimiento bajo: su odio a esa mujer, y devuelto a1 episodio su verdadera importancia, a1 ofrecer costear el entierro aun en cas0 de que la familia reclamare el cadgver. Relega asi otros pemamientos que a p e zaban a lcurmplicar su sereno juicio del acontecer. A la revelacih (delas an+danzas de su m a r i h opone un beau geste, y es4ta de paso el Iderrurnbe de bases vitales. La vida se embellece si ilogramos actuar con elegancia en los momentos dificilses, solfa deck a Miberto, y 61 le reepondia: Mejor seria actuar con el corazbn. El juez sabra a qui& correspondedar la orden. Torna su libreto de cheques, otros objetos indispensables y llama a la mama. Hora de partir. LHasta cuhndo? Teme lo (definitivo, lo que torna una cosa irnposible de volver a ella, lo que mata la esperanza. Su partida no es impoTtante en el tiempo, lo es en si misma. El chofer la esperaba (cercade la puerta, y la mujer tdentm del autom6vi1, inc6moda y excesivamente abrigada. El mayordomo sabe las Gltimas drdenes y

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no olvidarri de poner D m . Ha partido muchas V~CBS, siempre reeomienda la doble barra en la entrada. Rutina. La rutina salva mwhos casos, haciendo atravesar momentos que se previeron infranqueables. Ademhs, la mama volverft pronto, s6lo va a1 pueblo como una visita.. . Pronto.. . Un acto como muchos, como fue el beso habitual que recibi6 de Albert0 hace menos de doce horas. Tambien en aquel sitio un dia despidi6 a su hijo.
+ + *

6Por qu6 ha de producir en mi estas reacciones profundas?, se dijo al verlo partir. Hacia de ello cuatro afios. Una despedida como muchas, per0 cuando el nifio volvi6, tiempo despuCs, parecia un espectro. -Si supieras, mamh, el momento que estoy pasando dijo a1 encontrarse solo con ella en el dormitorio-. S i t6 supieras . . . Tenia dieciseis aiios y se ech6 a llorar en sus brazos, Era otro ser, hasta el olor de su cabello habia cambiado, tambiCn la mirada. No pudo hacer preguntas: alguien, a quien sinti6 deseos de matar, cambiaba a Albertito y empezaba a arrebatarselo. La idea de perderlo a 61 tambiCn, la enloqueci6. Trat6 de pensar que habia jugado otra vez y otra vez perdido dinero. Esas p6rdidas y el desenfado para tomarlas eran cosas de niiio, per0 esto no. -Te -murmur6 Luz con excesiva trascendenciano puedes decepcionarme, tit no. CMe oyes? No tienes el derecho, porque contigo terminaria yo. El muchacho la mir6 asombrado. 4 6 que no debo cargarte con m8s problemas, que ya tienes bastante con soportar a mi pap5; pero, anam&..., til no puedes imaginarte lo que me cuesta todo., . -Se ech6 e n la cam8 y cerr6 10s ojos. Por 10s extremos de sus sienes rodaron a b dos Ijgrimas. Euz, que sabia el valor de cada acto y reacci6n del nifio, se sinti6 ahora perdida. No era el momento de analizar, de hacer drama, de buscar causas y dolores. Su hijo sufria verdaderamente y era preciso, por 61, salirse del sufrimiento propia.

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-Yo creo en ti -dijo con lentitud-; te comprendo como nadie. S6 que necesitas vivir y sentir que vives. Para crear buscas aliment0 e inspiracibn, y exageras para que te lleguen las sensaciones vivas. Esto me ha hecho perdonarte algunas locuras y muchas inconsciencias, defendihdote contra la incomprensi6n de tu padre; pero a pesar de todo debes antes hacerte hombre, trabajar, sufrir privaciones, dominarte y endurecerte; otro camino t e arruinara a ti y... a mi. -Que tonta eres, mam& -replic6 61 friamente-, esths hablando igual a mi pap&;no te das cuenta de nada. -Tom6 aliento-. Empiezo a mirar las cosas, abro 10s ojos yo tambi6n. Te gusta hacer a la gente bailar a tu antojo: has inventado mi talento, lo sabes como yo, para aplastar a tu marido, y entre 10s dos me van a volver loco a mi. -Dio un gemido tan hondo que Luz cerr6 10s ojos y gustosa hubiese cerrado su vbda: jno saber m&s de nada!--. Por favor, mama, comprhdeme -gesticul6 como un desesperado-. Y o no soy nada y no te pido nada, per0 d6jame tranquilo; no esperes nada de mf, que me agotaras. Por tener que adaptarme a tus cosas no he podido hacer las mias. Ahora un amigo me ha abierto 10s ojos, me ha explicado mi caso. Es una pesadilla. Siento que vivo en suedo y que sueho con mi confusi6n. ~ C u h les mi papel? &Cud1deberia ser mi vida? - S e incorpor6 para ser mejor oido-. Solo contigo puedo hablar de estas cosas. -Luz respir6 aliviada-. 5610 a ti.. . Personas como mi papa no entienden nada. -Vacil6 observando a su madre-. Sin embargo, hacen cosas. A veces pienso, sobre todo despues de esta temporada, que me gustaria ser como 61. La estancia dio vueltas alrededor de Luz y de pronto la escena le pareci6 entorpecida, como una ensofiaci6n sentida y aceptada. Para borrar tanta palabra, se acerc6 a la ventana. El paisaj e le parecio inmenso, puro, bienhechor. -Me han cercado en tal forma entre todos, ellos y ustedes, que a fuerza de buscar salida.. . me patarb. -No digas tonterias -grit6 la madre airada-, no hables vulgaridades. -Per0 pens6 que a veces la gente se mataba y que posiblemente aquellos que estuvieron mas cerea...--. Me tienes a mi.

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-TambiBn tc te pones en mi contra. -Afloraba en 81 su forma exigente, desp6tica. Luz lo preferia asi. -&&ut5 quieres que haga? 4nterrog6 quedamente-. Si necesitaras dinero . . . S i , necesito, pero eso es adem& -respondi6 como si le quitaran un peso de encima-. Tengo un proyecto. Producir6 un ballet de primera categoria, algo unico, con dgunos amigos bailarines. Yo pondria capital y disefiaria 10s trajes e interiores. -Per0 si eres tan joven y pasa eso se necesita mucha escuela -insinu6 Luz. Y Su hijo volvi6 a encolerizarse. Sus ojos se endurecieron de azul: -Ya lo sabes, me siento tan cercado, que si no emprendo algo rapidamente, terminare matando a alguien. 4 u s ademanes amenazantes se agotaron con sus palabras-. Me encontraran muerto. 4 o m o su crisis, su 6nfasis decay6 Tras una larga escena de reproches y Ilantos, el hijo se quedd dormido. Luz volvio en si y se dio cuenta de que habia id0 dejandose caer de rodillas. El nifio la explotaba, pero estaba en sus manos, era un ser enfermo, suyo todavia. Ya habria tiempo de hacerlo ver por un mkdico, per0 podia todavia acarifiarlo. Record6 el brillo febril y gozoso cuando le hacia mal. Un brillo amenazante que habia hecho a Alberto renunciar a la lucha, alejarse de 61. Mientras se confiara a ella habia esperanza. Sinti6 el dolor y una profunda persistencia, sin nombre, sin objeto. No encontraba soluciones perfectas a1 alcance de su mano. Interrumpia su analisis la dureza del suelo contra sus rodillas. Le pareci6 de pronto que ese dolor era mas noble y saludable, que le servia de cojin. Alberto solia decir: A todo el mundo le pasan las mismas cosas; la actitud para enfrentarlas es la diferente. LEntonces un hecho puede tener distintas causas, distintos resultados, distintos sentidos? No siempre lagrimas y dolor son lagrimas y dolor. &Podran las lagrimas guardarse en a l g b sitio y el dolor emplearse para algo? -Dios mio -murmur6-, ayuda a1 nifio, shlvalo a 81, per0 salvalo sin alejarlo de mi.
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Era absurdo este asunto del ballet; per0 hablaria a AIberto. -Era lo que faltaba -respondio 61-: mi hijo mezclado con una tropa de maricas. Con su apariencia de efebo y produciendo ballet. .. Antes, prefiero verlo en la carcel. -Le tomara tiempo y calor Lrespondi6 Luz, molesta; nada alto prendia en 61-. Eres capaz de vulgarizar un Botticelli con un pincel de acuarela. -No le dare un cinco a ese mequetrefe. Como no es artista, tiene que darse aires con su dinero. Entre esos.. . No me diras que no pasa de la raya. Preferia sus deudas en el juego, cosas de niiio, en todo cas0 de hombre; es claro que tambi6n eran un indicio de inestabilidad -se atrevio a insinuar baj ando la voz. -Puede matarse si se ve muy acorralado. -Luz esperaba hacer impact0 en 61-. ~ Q u 6 sabes tix de la bruma que entorpece el juicio y de la desesperacion? -iBruma y desesperaci6n! Pues lo que yo hago con ellas es traghrmelas. LTe crees en Montecarlo? En Chile esas cosas no pasan. Que trabaje, se empefie y entonces le ayudare. Estas ideas le vienen de puro ocioso y de tu nefasta influencia. Pinta unos monos horribles y tu lo convences de que son obras de arte para tenerlo grato. Ahora se pondra a disedar vestuario o que s6 yo, y eres capaz de ayudarlo. LCrees que 10s artistas, por ser artistas, pueden fregar a toda la familia? Luz se limit6 a mirarlo con desprecio; despu6s dijo: -Todo el mundo necesita 'ayuda en un momento dado. -Yo present6 solo mis primeras propuestas y solo consegui una beca en 10s Estados Unidos. -Ahora te resultan mas faciles regadas con dinero. -No soy tonto, y si es el dinero lo que echas en cara, sabes de todo lo que te he librado. -Yo no hablo de dinero, tengo alma distinguida. -Tan distinguida que solo lo mencionas. Entregale el fundo a Albertito, a ver qu6 te queda de 61. -Deja 10s alardes para 10s que no te conocen Como yo. iQU6 laya de padre eres! Sacrificas a tu hijo por molestarme a mi. -He aprendido bien la lecci6n. Luz perdia terreno, sinti6 inseguro ese camino. Se echor

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a llorar. Alberto, que volvia a la pieza para desahogar resa menudo. Dio algunos pasos cautelosos, olvidada su ira. M6s sereno, casi enternecido, murmur6: -Me parece que debemos separarnos. Por el niiio y
tos de c6lera, se desconcert6 a1 verla. Luz no lloraba

hemos dicho tantas veces -respondi6 Luz. Los pasos de su marido a traves de la estancia la arrullaron: ahora se detenian bajo la ventana; quiso hablar, decirle: Comprendo tu rencor, s6 que esperabas sentirte orgulloso de tu hijo. 0: LTe acuerdas, Alberto, de cuando era niiio? Per0 no pudo hablar. Maldecia su orgullo cuando oy6 la voz de su marido desde el umbral: -LTe acuerdas, Luz, de cuando era chico? --Alberta recibe tambien mensajes y 10s da, pens6 angustiada-. Tendra de todo, esperabamos. Tu belleza, decia yo. TU estatura, respondias midiendolo con la regla de T . Serh buen mozo y espiritual, se le nota en la frente. Trabajador y esforzado. No tendra que esclavizar su vida por dinero. En todo caso, es bueno que aprenda su valor desde chico. Una frase tuya y otra mia lo iban construyendo. Tiene manos de artista, mirale 10s dedos. Tiene cerebro, mirale la cabeza; podra ser ingeniero; Chile es un pais nuevo. -Callate, Alberto -grit6 su esposa-, no seas cruel. LCrees que yo no siento igual? -Per0 se refren6 de inmediato. No queriendo ser desleal con su hijo, agreg6 en voz baja-: Todos 10s hombres desilusionan, Alberto, tambien
-Lo

-No debemos esperar tanto de 10s seres humanos si no somos capaces de darles tambi6n. -Dime, Alberto, LquiBn ha matado lo mejor de nosotros? -T~I y YO. S a l v e m o s entonces a1 niiio -gimi6 LUG; sB comprensivo con 61. -Vere qu6 puedo hacer -respondi6 Alberto quedamente.

E PERMITE una palabrita, seEorita? El sficial interceptaba el arc0 de luz que dividia el

patio de la entrada. Elena se detuvo. -&Qu4 tengo que ver yo en esb? -pre@nt6 temerosa a Patri'cio. -Haga el favor de seguirme 4 j o el oficial e.ncaminbndose a la porteria. -Diga luego. -Elena no acept6 el asiento que se le ofrecia con 10s ojos; la reconfort6 el polvo sobre el escritorio. -En casos lcomo kste hay que colabrar con 10s servicios de sepridad. -El oficial conisulkaba sus papeles-. Usted sabe, sefiorita, que el sefior don Alberto.. . -Palma. -G-ritlcias,que el sefior don Albert0 Palma ha sufrido un accidente. -&Si? -per0 la ironia no le sirve de nada; el carabinero pareci6 molesto. Elena hizo afllago de caminar hacia la puerta; 61 levant6 la voz para detenerla. --.Comprmda, seiiorita, la dificultad de nuestro
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papel y responda: jel sefior Palma tenia costumbre de beber? -No, de cuando en cuando un c6ctel o whisky, como cualquiera. -jEn la oficina? LA horas de trabajo? -El oficia1 sonrib -No, s610 en rouniones particulares. -jA las que asistia ustad? -El ofi8cial acornold6 su espalda-en la silk y dep0si.M la p l m a para dejar libre sus manos. -iNo tienen ustedes na6a mejor para entretenerse que 10s dolores y tragedias del prbjirno? -pregunt6 Elena con voz profunda. -0lvilda usteld que hay una mujer muecta de por medio. -Deje me asunto en manos del juez y concretese a vigilar a1 detenido, que puede arrancarse. -Elena sali6. -Con razbn 10s periodistas encuentran noticias o las inventan. Asi toldos ktos justifican sus puestos y su imaginacibn. iTanta bulla.. .! -0jalIh fuera cierto que es pura bulla -mumuro Elena, quebrada. Albert0 estaba solo. La enfermera ents6 tras ella acarreando una vasija con algodones, jeringas y sueros. Elena ayuld6 a tomar el bid6n para ocupar sus manos y sus ojos, plhticos y sondas se deslizaban de 61. Cuando la aguja penetr6 en el brazo del paciente, el gmido brot6 de otra boca. La enfermera levant6 la vista y sonri6 comprensiva. No se atrevi6 la joven a mirar de tan cerca ese rostro dormido, apenas pudo enfrentar el brazo p81ildoy agotado, hasta que la enfermera se levant6 para salir. Entr6 un caballero apuesto a quien no conocia; supuso que seria el hermano de Luz; a1 ver a1 enfermo acompafiado volvi6
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a salir y Elena dej6 escapar un grito que concluyo abortado. Una mujer de por medio, y muerta; por qu6 no ser6 yo. La tuvo a su lado en el atimo momento consciente, quizas sinti6 con ella miedo. Habria comprado esa muerte, ese miedo, ese instante supremo. Una mujer desconocida, decia el peribdico, per0 amada por Alberto. ~ Q u 6mas? Le gustaria saber c6mo era. ~ 6 m fueron o su rostro, su carricter, sus conversaciones con 61. LO mir6 en esa marejada de fierros y nurcbe? La ultima mirada de Alberto. El impulso de comer alla es violento, per0 no puede despegar 10s ojos de Alberto, que en este imtance -quizas el ultimo- le pertenece. Est&solo, solo can ella. La realidad lejana parece mentira. LIr a la morgue? Para que, si p e d e no ezzistir. Las venas se destacan azules en el brazo de Alberko, palpitan e n su cuello. Besa sus venas y tiembla que 61 puegda abrir 10s ojos. Retrocede. Respira. Vive y mientras viva puede esperar que una vez m$s cruzarh la #ciuIdad, tocando su brazo, mirando esa +manosobre el volante. Que hablaran quedamente, detenildo el auto en una calle, antes de dejarla en su casa; hablaran palabras que despu16savergiienzan y que a la luz del dia, en la oficina, ambos parecen olvidar. Tras la ventana del hospital el sol se encontraba detenido; un patio lcolor #de meridiano. M[ir6 a Albeirto para llevarlo en sus retinas. Toc6 sus manos para llevarlo en su piel. Podia entrar Patricio a ldecir que era hora ,de partir. Desde hace tanto tiempo es hora de partir ... Volverhn a la oficina, donde todo se encontrarg igual. $or qu6 las cosas no cambian cuando todo ha cambiado.. .? * * *
Nada se habia alterado en la oficina. El ritmo de las

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horas, cartas, memorandas, papeletas, letras y llamados telefonicos continuaron como antes; tambi6n sigui6 igual el tono de las conversaciones con su jefe. Solo que Alberto detenia la voz en medio de una frase cualquiera y 10s ojos en una mirsda trivial. Voz y ojos se enredaban.en algo pasado en 61, para caer lentamente sobre Elena y su bloc de apuntes. -Es bonito'su pelo, y tan brillante visto asi a la luz directa de la ventana. -Albert0 se acostumbro a cederle asiento bajo la ventana. Nada habia cambiado. Elena pus0 esmero en su pelnado y su boca adquirio nueva forma a1 sonreir. Las voces fueron hacikndose 1416s quedas, innecesarias ciertas orde- ' nes g palabras: adivinaba lo que antes debia oir. Se convirti6 poco a poco en la mas eficiente de las secretarias y t a m b i b en la mas atractiva. El milagro lo reslizaron, sin dulda, su premura por sathfacer y el nuevo brillo de sus ojos. Pasaron dias, formaron meses. Nada cambi6 en la oficina, per0 Elena respondia cada vezl mas secamente a la mujer que preguntaba por AIberto y que no se detenia en indagar, como si 61 le perteneciera. Cambib, si, su actitud con Luz: antes la inti- . midaban su elegancia cara y la seguridad regia de su andar; dese6 ahora conquistarla; habia un ruego en el tono de sus encuentros. Nuevo el encantamiento, no interrumpido a6n por CUIpas precisas, vivia Elena para arrullar emociones, recordar palabras, interpretar miradas y perf eccionar sus conocimientos deecontabilidad. Los porcentajes seguian dandole malos ratos, per0 enfrentaba segura el fruncimiento de cejas de Alberto cuando se equivocaba. -Tan embebida andas'en tus cosas que para nada cuentan tus padres. -El reproche la tom6 la sorpresa; como era verdad, protest6 indignalda-. No te das cuenta de lo que pasa aqui -reproch6 su madre con ojos cada vez mas tristes. -Me doy cuenta de tantas cosas -respondi6 Elena-. C6mo no se alegra que a veces me salte alguna. -Que egofsta te has puesto. LTodas las madres pedian a sus hijas compartir sus

tristezas mhs que sus goces? Tal vez la mayor parte exigfa ambas cmas, y su madre s610 contaba tristezas que com6 te partir. Elena habia oido ya ese reproche: Como t pasas todo el dia en la calle, no te das cuenta de nada, decia el padre a su mujer. -Mientras tanto, yo cargo con todo. -La voz de su madre careci6 de dolor. -Pero, mamh, yo tengo que trabajar. -Mentfa, no era eso reprochable como la nueva esbeltez y su andar seguro. -Tu oficina es tu escudo y tu escape. Siquiera te saea de aqui y te abre una vida entera por delante. 0 me la cierra, pens6 Elena con fugaz desaz6n. -La mia ya se acabo. -Elena pens6 si alguna vez su madre fue una mujer joven, que sinti6 y vibro profundamente. La voz continu6 inexpresiva-: A tu padre le ha dado ahora por beber. -No faltaba mas. -El golpe cay6 poco a poco sobre Elena-. LY de d6nde saca plata? -De mi, de ti, de la casa. Los antiguos paseos por la Alameda terminan ahora en un bar. Se oyeron pasos en la escalera; la madre, segirn su nueva costumbre, corri6 a encerrarse en su pieza. NO repuesta a h , Elena tom6 asiento en la mesa frente a su padre. -Pueda ser que Gonzalo venga para la Pascua -dijo por hablar de algo que no fuera su angustia. -Hace mucho que oigo lo mismo. -El padre levant6 la vista del plato y la fij6 con ojos entelados-. Pueda ser que para entonces B e le hayan quitado las manias a tu madre. -Bajb la voz a una profundidad inadecuada, levantandose a cerrar la puerta de la cocina, pero movimientos torpes lo devolvieron a su silla; acercke a hablarle a1 oidcb-: T U no t e das cuenta de nada, andas todo el dia en la calle y llegas como una sonambula. Hay seres que nacen sin derecho de escape, seres responsables de la felicidad ajena. No, el hastio no haria de ella una tercera victima, una victima ahora rebelde a ese destino. 4 6 1 0 te importa lo que pasa en tu oficina y lo que

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dice ese imbecil de tu jefe, ese tal Palma. No me digas que no, ni alegues que no es imbecil, mira que lo conoci naranjo. Pensar que mi abuela lo miraba en menos. No le gustaba mucho que nos juntaramos con esos chicos Palma, que no parecen ser de 10s mismos Palma de mi tia Adela. Pobre vieja, habi! y orgullosa como corresponde a gente de alcurnia y de dinero. -Suspir6 dejando caer un bocado sobre la corbata gris. Por un momento lo absorbieron la mancha, la servilleta y el vas0 de agua. Sus manm temblaban. Elena retir6 la silla con disimulo. El padre levant6 10s ojos. -iQu6 porqueria! -exclamL. LNOsera posible comer bien en esta casa? Si yo me hubiese casado con esa nida de Rancagua. Mi familia habria blasfemado, pero estaria mejor ahora. Vivia en el pueblo cercano a la hacienda.. . -Elena lo habia oido muchas veces, sobre todo cuando su madre estaba presente. Espero que terminara la botella de vino para levantarse-. Per0 a ti no te interesan mis padecimientos. Coincidian. Poniendose por primera vez de acuerdo a1 exigir su entrega. &A cambio de que? La rebeldia volvi6 a tomarla, como a veces en su infancia cuando su vestido era peor que e ! de sus compaderals y pasaba la semana con el mismo par de medias con 10s puntos corridos: no siempre podia decir se we acaban de ir 10s puntos y la malla cedia por momentos. Comprendia que la verdadera entrega es gratuita, com o antes y como siempre se debia a ellols, pero ahora.. . se rebelaba. -LNO te das cuenta, Elena, que esa mujer -indic6 con el labio inferior hacia afuera- se est& volviendo loca? La angustia otra vez la tom6 de sorpresa, como si ya no fuese parte de cada dia. Busc6 su buena voluntad de antafio y su abnegaci6n alegre, cuando llegaba a cajsa, pasada la semana escolar, a componer su ropa el dia sabado y domingo. La voz de su padre volvia a declinar, a hacerse calida a pesar de su vocalization pastosa de borracho. -No almuerza nunca en la mesa, dice que no tiene apetito, pero a deshora busca sobras de comida en la co>

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cina. Rechaza como malditos 10s platos que antes le gustaban, 0,mhs bien, que antes, cuando esta cjsa era todavia aceptable, se empefiaba en disponer para mi. Descolg6 10s retratos de mi familia, el de mi abuela pintado por un discipulo de Monvoisin, y sc lo regal6 a un comprador de botellas. Cuando sale, da un gran rodeo para esquivar ciertos sitios par donde antes solia pasear. Adembs, y esto es lo peor, se ha comprado una cantidad de pares de medias y se cambia a cada rat0 zapatos. -Se pus0 de pie con movimiento misterioso, y tambalehndose volvi6 a . su silla-. Anda a verlos, yo puedo decirte cuhntos tiene y ad6nde 10s guarda. He tenido que recurrir a ellos para devoh6rselos a1 turco. Acercaba la boca a la mejilla de su hija para que sus palabras no perdiesen nada, como si las murallas y puertas se confabularan en su contra. El aliento vinoso hirid el oHato y el alma de la joven..Asqueada, ech6 atrhs la cabeza. El vi0 el gesto de rechazo y se eacolerizd: -7%. .., tfi, mocosa estfipida, eres igual a tu madre, inbtil, desconsiderada y s i : ! imaginaci6n. Una miserable burguesa, empleada y burbcrata de la administracidn particular, una nadie, y te permites mirarme en menos R mi., ., a mi. Te atreves a huir de mi. -Le tom6 las mejillas oblighdola a torcer la cabeza-. &Noquieres mirarme? Pues mirame aunque te repugne.. ., mira a tu padre, maldita, mala hija; no te queda en la vida otro remeclio. -Su voz parecia vulgar a sus propios oidos; con gesto de desprecib empuj6 a su hija y lanz6 una carcajada. Per0 como le costase ponerse de pie, volvi6 a enojarse-. L A d6nde te irPs tfi? No tienes pieza para encerrarte. -La sacudi6 brutalmente, con la violencia de muchos aiios contenida. -Gonzalo -gimi6 Elena, t r a s t o r n a d a . iNo vendrhs nunca a la caka? Comprendio en el destrozo de su esperanza que Gonzalo no volveria ni para Navidad, ni para nunca; enviaria una tarjeta, conservando su libertad. Y la traicidn definitiva fue para ella la filtima lapida. No le querlaba nada. Sola y el recuerdo ... Una mejiila dura y afeitada; un hombro de franela rayada, una cabeza negra: el cabello

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eQres.4

encanecia en las sienes y escaseaba en la frente; una voz cortante que requeria, un paso precis0 que avanzaba. Se echo a Ilorar, jurandose a si misma que seria su dltimo Ilanto.

* * *
AI dia siguiente, cuando Alberto dejaba la oficina, a la una en punto, vi0 a Elena sentada, inm6vil frente a si1 escritorio. -LNO va a casa a almorzar? -pregunt6 mientras s@ ponia el abrigo-; si quiere la llevo. -No, gracias, comer6 cualquier cosa en el centro, tengo que poner en orden la oficina. ~ Q u 6 flores le gustaria tener sobre su mesa? -Sonri&. dEs muy importante la reuni6n de esta tarde como para que valga la pena comprarrosas? -Muy importante, per0 las rosas g6celas usted; no creo que Prieto mire flores en estos momentos. Hoy se decidira la fusi6n de las dos empresas. No se entregarh facilmente porque tiene buenos contratos, per0 yo be calculado bien y no tiene capital suficiente, y a la postre aceptara mis condiciones. Piso terreno resbaladizo, pero firme; es lo que me gusta. -Encomiendese a Santa Rita. -&Por que el cielo me va a preferir a mi y fregar a1 pobre Prieto? -respondi6 Alberto con abierta sonrisa. -Porque yo pido por usted y quizas por 61 no pida nadie. Adernas, usted se llevara todas las molestias, responsabilidades y todo el trabajo, como siempre. -0frezca a la santa participaci6n en la empresa, siempre que delegue en usted sus poderes. Seria muy agradable tenerla en el consejo. Hasta m&s tarde, Elena, no se me muera de hambre. A las ocho de esa noche no quedaba m8s que uno de 10s participantes a la reuni6n. AI despedirse examin6 a Elena de alto a bajo; 6sta supuso que seria el propio Prieto, que la consideraba ya como parte suya. Cuando el ascensor bajaba, dejando a t r k rumor de cuerdas metfdicas, Elena se dej6 caer en la silla. dPor qu6 temi6? No

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podia imaginar a Alberto fracasando. Habia conseguido sus prop6sitos, como siempre, en tanto Elena le enviaba ondas eon cada uno de sus nervios en tensibn. La oficina quedo en silencio. AI salir de su estudio, con el abrigo en la mano, Alberto march6 directamente a la puerta, vi0 a su secretaria y exclamo con esponthneo entusiasmo. -iCuhto me alegro de verla aqui, crei que se habia ido! Fue un hueso duro de roer. --Se sent6 cerca de la ventana; la tarde dejaba en la obscuridad reflejos naranjas; espir6 el aire de sus pulmones y extendid las piernas-. iQU6 bien me siento! Pocas veces pasa esto en la vida de un hombre. -Hablaba para si mismo-. Todo esth a tono, lo que me rodea y yo. Como si por primera vez una parte de mi mismo se pusiera de acuerdo con la otra y con una tercera que goza inmiscuy6ndose en mis asuntos. GCreera, Elena? Nunca he logrado satisfacer a mhs de dos partes de mi persona; esa tercera, se mantiene alerta, echhndome a perder por lo menos una tercera parte de la vida. Es ridiculo, si, no estoy c6modo por haber tenido Cxito en un asunto de importancia; de este tipo' de 6xitos no me han faltado; tampoco porque la pieza esth agradable y esperaba salir ai frio en busca de mi autom6vil que no recuerdo bien d6nde quedb; no es que no tenga preocupaciones urgentes, Csas nunc8 faltan. La felicidad y la pena son caprichosas. Una buena comida; un dia de sol, un amor, producen gran placer, per0 uno no sabe cukndo la cosa se echa a perder, cuhndo, sin saber c6m0, se convierte en dolor. -Sac6 el paquete de cigarrillos, tante6 largamente uno antes de ponerlo entre 10s labios, detuvo la miradn en su secretaria y termin&: Creo que la sensacidn me viene de verla a usted ahi. DTo algunos pasos por la estancia y se acerc6 a ella: -Tom6 el abrigo, busqu6 las Ilaves, pens6 en qu6 cosas me encontraria al llegar a mi casa: quiz& mi mujer tenga gente a comer o mi hijo me espere con un nuevo problema, escenv en que se me hace responsable de todas las desdichas, argumentaciones psicol6gicas de peso que me convencen que lo he empujado yo mismo hacia el fradecia? Ah, a1 llegar a mi casa todo este estado caso. ~ Q u 6

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mio sera destruido, pensaba; sin embargo yo quisiera conservarlo. Cbmo explicarle, Elena, pensaba, pero el pensamiento no me Ilegaba, parecia esa destrucci6n distanciada de mi por el mommto; volvi la vbta y la encontrC. GPor que h e mira asi, como si recien saliera de un poza obscuro? -Tal vez porque usted me encandila -replic6 ella tratando de reir. Alberto tomaba otra vez asiento; Elena repas6 cada palabra, guardkndolas dentro. --CYahora? -La mir6 desde iejos por sobre toda la . pieza, paredes y calles-. Deberia colgar un cuadro en esa muralla; esa pared desnuda no es visi6n alegre para, una joven; bcsquese uno que le guste y me lo dice. -LModerno? -iPero no como esos adefesios que pinta mi hijo, en que mezcla, el negro a todos 10s colorzs! Varnas a comer a alguna parte. &e gustaria reservar esta noche para mi? Ya en el restaurante, sinti6 Elena que su vestido no era apropiado, pero el recinto estaba casi a obscuras y su cabeza daba reflejos de miel cuando B e volvia inspeccionandolo todo. Alberto orden6 al maftre 10s platds con voz cegura, sin fijarse en la lista de 10s precios; es claro que su padre habria dicho que eso era signo de timidez, de inseguridad mks que de elegancia: Un lord suma bien la menta, y un marqubs regatea el vino sin sentirse por ello menoscabado, peso el que necesita asentar su superiodidad en bagatelas es un sictico. . . Elena sonri6 a1 pensar en su padre, con tantas ideas y tan pocas ocasiones de lucir su soltura y distinci6n. El mozo acerc6 una silla para que depositara su abrigo y su cartera. Todo era maravilloso. Elena le sonrid agradecida. El mozo se desconcert6. 81gunas parejas bailaban en la pista algo desierta. GC6mo bailaria Alberto? Sintib terror de descubrir que lo hacia mal. Permanecieron en silencio, mirandose a veces algo COhibidos por sobre la mesita para dos. Hasta que el ambiente fue llenandose de humo, sus cuerpos de calor y la mhica se hizo queda. Entonces pudo ver el balde con hielo vistiendo la botella de champafia y frente a ella un gran plato de ostras. El mozo cambi6 el p:ato y mas tarde tambiCn la botella, por otra del mismo champaiia. Un malestar interno interrumpia su dicha, la acompaii6 aim mucho tiempo, pero

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sus ojos bailaban de luces, y tarnbih su piel. No fue capaz de comer todo el postre de castaiias y lo record6 con nostalgia cuando el viento de la calle azotaba su rostro. Otra nifia vivia aquel momento, la mir6 con asombro y envidia, una a quien le sucedian cosas que Elena apenas se atrevi6 a sobar. Ostras, champafia, luces bajas y atmdsfera de lujo, mozos de corbata blanca, piano y una mano sobre la suya. Un paso direct0 a1 atravesar la sala, sin titubeos a 1 pedir el abrigo y dar la propina; un brazo firme bajo su cod0 en la escalerse, deslizkndose luego hasta rodear su mufieca. Esa mano se estiraba ahora para abrir, ante ella, la puerta del autombvil. A1 volver a la realidad, Elena se tambaleb: -TambiCn yo me siento en las nubes, como usted antes -apoyo la cabeza en el hombro de Alberto y, contenta de su osadia, lo miro sonriente, directamente a 10s ojos-. Tengo las piernas como lana. -Deseaba expresar otra cosa: que vivia el momento de otra, lo habia robado y era preciso vivirlo antes que vinieran por el-. Creo que tom6 demasiado. -Es la falta de costumbre -respondid Alberto con , ternura-. No le dB importancia; esta noche es ~ n i c a para usted y para mf. Unica. Si y viviria de ella, repitiendola eternamente en si misma. Se recostb en el asiento y cerrci 10s ojos. oy6 el ruido del motor. -Ap6yese en mi y duerma. -No creo que deba. 4 i 6 n t a s e libre, conmigo nada puede pasarIe. Es maravilloso verla asf, como si acabara de conocerla, tan cerca y tan mujer. -Acarici6 su mejilla suavemente. Elena sinti6 la noche y las calles, las luces y 10s Qrboles, pero no se durmi6. La multitud de estrellas tras sus ojos, la respiracicin de Alkrto cerca, abrian ante ella un mundo de misterio. -+En que piensa? -dijo para escapar. -En nada; e8 lo mejor que podemos hacer usted y yo. No pensar.. . en mi casa, en que debo volver, que me esperarb inquietos y en que tengo miedo. -Me gusta estar aqui -dijo a pesar de si misma y de m inquietud-, sin recordar que soy su secretaria,

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que es usted casado y que 6ste no es lugar para mi. -RODpia dellberadamente el misterio. --Puede ser. -Alkerto frunci6 el ceiio-. No me guste mezclar las cosas ni exponerla a usted. iQuiere irse a su cas& o damos una vuelta? -No quiero irme a mi cma -respondi6 ella quedamente, y Alberto no la mir6-. Hagkmonos la ilusi6n de que somos diferentes, que cuanto a otras rige a nosotros no. CCree que es posible? -Con usted todo es posible -respond% Alberto. -No quiero saber de mafiana cuando de nuevo seamos usted y yo. Alberto detuvo el sutom6vil. La ton$ en sus brazos estrechandola fuertemente. AI ver sus mejillas hfimedas, las besb. Timidamente, Elena se alleg6 hasta la puerta. Volvi6 la espalda. Wed6 bastante espacio entre 10s dos, pero sentia aun c6mo esos brazos la apretaban y que eran carne suya 'esas mandibulas fuertes incrustadas en su mejilla. -Cuando tenga una hija, no la deje ser la secretaria particular de ningun hombre -dijo Alberto pomo si despertara y quisiera poner 10s pies en tierra abruptamente-; es peligsoso que se identifique con 61 -especulaba, lejos de ellos el lenguaje-, llega un momento en que 10s gustos se parecen y 10s juicios y convicciones se adaptan. Si el hombre es vulgar, vulgarizarh a su jhija; si no lo es, puede desambientaria. A usted no le ha pasado porque es muy persona, pero lo he visto. No debe una muchacha estar tantas horas dependiendo de un hombre, tampoco comprar sus entradas, cancelar SLIS compromisos, usar isus asientos en el teatro. S e b a dado cuenta de que yo le pertenexco. --Sonrein aliviada aplazando la ternura. -En .este caso, soy yo el que est& en sus manos. -Es cierto. Por su corbata conozco el programa para la, tarde; s6 qu6 fila del teatr'o le gUSta a usted y cual a su sefiora; s6 qu6 flores,enviar a sus amigos para el matrimonio de sus hijas y cuitles para el dia de SLS esposas; por la expresion con que deja la oficina, s6 d6nde va.. . -No esta bien, querids Elena, que me espie en esa
P0Xfli-t.

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-No lo espfo; usted se desnuda solo, porque Cree que yo soy un mueble. d L a risa de Alberto fue sincera y alegre. -Me conoce mas que mi mujer y m& de lo que COnocera a su marido. -jMe encanta.. . ! Cuando lo miro, me gusta leer las

diferentes luces de sus ojos. -La voz de Elena se hizo profunda y volvi6 a sobresalJarlo. Se inclin6 hacia ella. -Sepa, Elena, este amor mio por usted no es un capricho. .. Si supiera c6mo, tomaria toda la responsabilidad.. . -No, no, no quiero ser un peso, s610 deseo que me quiera.. . un poco. -La tom6 por el brazo .y la oblig6 a acercarse. -Este csrifio mio es difer,ente a mi mismo -dijo estrechkndola con emoci6n. -No pido nada, no quiero nada, si pudiera hacerlo feliz.. . -murmuraba ella enterrando su cabeza entre cl abrigo y la camisa. Angustiada sinti6 que esos brazos eran capaces de contener el universo. Olvidaron toda presencia. Elena def6 su alrna, que ya no le pertenecia, errar d6cilmenk. S610 tenia piel, boca, miembros y un gran vacio en el coraz6n. Otra ternperatura entr6 en sus huesos y se adhiri6 a1 concierto de latidos, carne y sangre. El era el mismo, y no lo era. Ella era otra, pero sentia ser la misma. Comprendia que ese amor estaba trazado en ella desde siempre y era parte suya. Parti6 el autom6vi1, quebrS su paso luces recostadas y tiriples en el pavimento, espejismos fugaces, copias de su temblor. Iria a donde 61 fuera. Vi0 que se detenia frente a su casa. La ventana del segundo piso dejaba pasar un cuadrado de luz en lineas. Su padre no dormia a h . Su propio alivio la irrit6. Terrninaba el suefio con la noche, otra vez era real, con un nombre, una familia y un rostro tal. Volvia pasada la medianoche. Alberto descendi6 para abrirle la puerta. -Muchas gracias, h a sido usted tan bueno.. ., tan amable -musit6 Elena, y 61 bes6 la palma de sus manos con el entrecejo fruncido. El pensamiento qued6 gestado, las palabras no. -Era imposible -reconoc% la joven, derrotada y tranquila.

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EL Juzgado del Crimen la enviaron a la morgue. Era una saya provisional adyacente a1 hospital. S i le indic6 atravesar el patio para acortar el camino: All& detrbs de la estatua de la Virgen.. ., pregunte par el doctor Pared&. Mientras buscaba la sala, cmz6se Alicia con una mujer que alargaba 10s pasos y su preocupacibn sobre 10s ladrillos del corredor. 8u corazbn se endurecici antes de reconocerla. Era a l k , rubia, vestia un abrigo caf&y caminaba muy erguida dando ciertas informaciones a una muchacha con el pel0 color de miel y 10s ojos que parecian salir de un fondo obscuro. Las dos mujeres se despoclian cerca de la puerta de una habitacibn. Las recsnocii, en si misma m&s que en 10s rostros y su rabia se him profunda y presente. Apresur6 10s pasos y una enfermera le indico qu6 puerta deberia golpear. Sin vida, CODQ si arrastrma cademas en 10s pies, entr6 Alicia a la antesala. i A qu4 vino? Estaba harta. rat6 de repasar sus sensaciones y volver a sentirlas hasta saber qu6 la indzljo a hacer me trayecto idiota en pos de nada. 137

Tom6 asiento y esper6 a1 m6dico @@&a.Lo vio wercarse: un solo y grande delantal con un hombre adentro; a1 inclinarse sonreia. El delantal es protector, da una posicihn, hace inconfundible -habia dicho una vez Alberto, cuando la acompafi6 a1 hospital a ver a una amiga que acababa de morir en la miseria-; quizas por eso lo mantienen tan blanco y, para que no 10s confunIda uno con un enfermero, Ilevan en el bolsillo escrito con letras rojas.. . Asi era. En e1 bolsillo, sobre el pecho, el hiFo rojo h@bia estampado a1doctor Paredes. Alicia se sintib reconfortada; en general, las sonrisas de 10s hombres la reconfortaban. Mir6 a 6ste y sus ojos adquirieron la linea sesgada y el aire ligeramente oriental. -6En que puedo semirla? -la boca del ldoctor no daba a b a s h W e leido en 10s diarios, es deck. . ., he sabido que una mujer viajaba en el auto con Alberto Palma. -Le eostaba agregar un don antes del nombre. Sabe Dios que se va a creer el tip0 este-. &Est& aqui? -Si, sefiorita; ha fallecido en el accidente a consecuencia del golpe. No debe verla nadie. - C o n razbn entonces no pueden identificarla. -&a conocia usted? Si es tan amiga del caballero.. . -1ndk6 con el labio el corredor frontal. -Puede ser. -Micia alzb 10s hmbros. Le agradaba pareeer en intima relacibn con las victimas de este pesdo asunto. -Bueno, entonces entre. -La mir6 apreciativamente-. Es usted la tercera que me dice lo mimo. No siente deseos de verla. ~ Q u 6 impol-ta ya qui6n fue la causa de que Alberto partiera? De todas maneras, las cmas no iban bien. Yo tambikn habia pensad0 dejarb. Un hombre es igual a otro hombre. A
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veces mejor, a vwes peor, unos mfis tacaiios, otros m&s afectuosos. Las mujeres tambih han de ser mits o menos iguales. Entonces, ipor qub habia de cambiar? (=.ornosi yo no valiera lo que la mhs pintada. -Hags el favor depasar. Alicia sinti6 miedo y curiosicdad a un tiempo. Volvieron las nauseas, esas de antes, que parecian haber nacido con ella aparthndole el sabor de cada buen momento. LA que diablos vino? Pud0 haber entrado a un rotativo --hay un porter0 que siempre me deja pasar gratis--y olvidar esta pesadilla. Sobre una mesa grande, que posiblemente un dia sirvi6 de mmedor, y x i a blaneo, descubierto, hiriente, el cuerpo de una mujer muerta. Cochinas -pens&, p&ian.taparla. El abrigo celeste que trat6 de cubrirlo, de sujetar a l ser hutmano en ella, defendi6ndol0 de convertirse en piedra fria, se fue desligando, y apenas alcanzaba ahora a cubrir parte de sus piernas. Alicia ha visb muchos cEerpos desnndos, no le hacen impresibn, per0 6ste parece mas desnudo, mhs blanco, mits chocante que el de una borracha en noche de orgia. Volvi6 10s ojos y tragi, el gamido. -LLa conoce? -Me da miedo miraxle la cara. . , esa masa destruida.. . -dPiensa reiconocerla por d h d e ? CContestarle como se merece? Calli,. Transpiraba frflo. La sangre parecia venir de sus propias extrernidades, agarrotar sus dodos, obstruir 10s poros. Alicia se descubri6 penando por m a a quien debia odiar. Sinti6 que un laao la unia a ella y que en este mundo estaban todos igualmente hukrfanos, tados cu8eqms no identificados. -l?uedo hacerme cargo de ella. -No se lo aconsejo; ya llegarh un pariente. 139

Cierto, un gesto hermoso no vale una vejez sobresaltada, con lo dificiles que se ponen las cosas . .. -LQui&n mhs vimo? -dijo--; Lqu6 buscaban? L o misma, que usted, nada. Pero la sefiora insinu6 que correria con 10s gastos del entierro; a mi me interesa que l a retiren. La autopsia est& hecha. Volvianlas Eauseas. Creyb que ya habian pasado. Una 6ltima mirada de soslayo, unos hilos de sangre mal limpiados, un trmo de g6nero blanc0 sobre la mesa y UEOS muslos. .. Salieron. -&Que hacen ustedes con 10s cuerpos? Capaces son de descuartizarla para sus investigaciones, como si importara m u c h lo que tengamos adentro. ~ L Q S entierran comd =res humanos? iQU6 me implortar& a mf todo esto! . . . -Eso mismo (me pregunto yo, de no ser amiga suya. 4 o n r e i a en forma extrafia-. Es justo que la sefiora Palma responda de las locuras y de las aventuras de su marido. No es plata lo que le falta. --Em es, yo si que tengo que padecer para ganarme la vida. En todo caso, 61 no tuvo la culpa de que est6 muerta, sin0 el camionero. El m6dico la tomaba del brazo para conducirla fuera. Podria haber sido yo. Tomb la mano que 61 le extendia y su sonrisa. Hace algums rneses deseaba la muerte; sintib frio; ya no. Entonces fue cuando comprendib que el alma suga le sobraba. Con 10s hombres basta el cuerpo, el alma sobra, dijo, y le encantaron el descubrimiento y la frase. 5610 sine para hacer sufrir. Es cuestidn de Gcnica usar un cuerpo, a usar el alma he aprendido tarde y me lo echa a perder todo. Es sencillo manejar el cuerpq no las ideas, 10s sentimientos y las espermzas, es como pelliecar vidria
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Con !os clientes de la sei5ora Graciela sabia actuar, hasta que Alberto vino. Callar, entrecerrar 10s phrpados SeSgadQ.3y dejar caer la eaagua negra poco a poco. A 10s hombres les gustaba su pecho firme y obscuro; la enagua se detenia un momento sobre sus caderas antes de rodar hasta el piso. Nada de palabras, nada de sentimientos, s6Xo unas leves nauseas. Con Alberto se complicaban las cosas y 10s sentimientos tristes carecian de causa y de raz6n. Presagios de malestar, sobresaltos inctiles, escenas ridiculas. Reacciones corrientes y humanas retorcidas. jPor que? Por desahogar su congoja, para no estar tan sola, para alcanzarlo y vulnerarlo. Vulnerarlo. Una vez quiso despertar sus celos, relathndole requerimientos de otros hombres y le pareci6 advertir en 61 una especie de alivio en vez de la esperada c6lera. Devino mas suave, bondadoso y comprensivo, otro ser: liviano, joven, irresponsable, posiblemente contento de no ser el cnico. -Eres el hombre m8s duro y sin coraz6n que he conocido -dijo Alicia mientras escogia un plat0 en el menu-; sin embargo, sabes decir cosas que se me entran en e1 corazdn y se acomodan alli solitas. Si, per0 despuCs, palabras y caricias quedalsan entre ellos como un delito coman. Destruir todo lo que pueda unirnos, parecia querer decir mientras fumaba nerviosamente despu6s de haberle hecho el amor. Pensar que otros hombres en esos moinentosse quedaban dormidos o niiraban el techo como uno que hace la digestidn en buena forma. jPor qu6 e1 habia de ser distinto? -Di qu6 deseas servirte -dijo Alberto, impaciente. -Centollas, siempre que me aseguren que no son de tarro -respondi6 Alicia. Una mafiana calurosa de verano santiaguino; jserfan de tarro las centollas? El muy sinverguenza del mozo lo jur6. Alicia esperaba que Alberto la invitaria a la playa; en cambio se sac6 la corbata y colg6 la chaqueta en el respaldo de la silla. -jMe permites? -dijo cuando termin6 de hacerlo. -Un caballero no almuerza con una mujer en esa facha -respondi6 de mal talante. -Estamos a1 aire libre.. .

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Era indispensable destruir 10s fantasmas, aunque con

. -se dijo con ira-, entonces seria bondadosa, lo querrfa, no sacaria ventaja.. . -&A qui6117 -pregunt6 Alberto, la vista fija en el jardin interno. -A ti -grit6 Alicia, y la rabia continu6 enredtindola. Rai!l estaba preso, a la sombra, y lo peor de todo es que la habfa desilusionado. &No sup0 siempre que era un eobarde? Lo vistid de cualidades para poseer algo; 61 no tenia derecho a quitarselas. Sola con Alberto. Mir6 su perfil y le pareci6 firme. -Es mejor que cualquiera.. . -$Be tambien soy yo? -pregunt6 6 1 con ironia. -No te metas en mis pensamientos; no estoy hablando contigo. -Baja la VQZ y no oirC lo que piensas. -No quiero que representes tanto en mi vida -murmur6 Alicia con calma-; quiero librarme de ti. -Una buena dosis de problemas te entretiene. -&Y 10s sufrimientos? -Yo no te hago sufrir, Alicia -dijo Alberto en voe baja--. ~ Q u 6 mas buscas. &&u6quieres? -&Sabes acaso tu lo que buscas? -No, no lo s6. -Pues yo si.. . Libranne de ti, de mi, de todo. No quiero quererte, Alberto, eso es todo. -La expresidn de 61 fue imprecisa. LCdmo vengar la humillacion de pertenecerle sin recibir nada en cambio, es decir, nada importante?. . . LO mir6 intensamente, como muy p cas veces lo habia mirado, y Alberto cerrd 10s ojos con fa, iga-. Te odio, Alberto -murmur&. No sabes cuftnto te adio. Alberto tomqt su mano. Guarddla entre sus palmas . eran igualmente tibias y secas en invierno que en veranoy suspir6. -Results que por quererte o por no quererte, te pasas freghdome -dijo con liviandad. Se pusieron de pie, y salieron a la calle. -Con un hombre basta el euerpo, sobra el alma. -A&

10s fantasmas se fueran 10s suefios. --Si yo pudiera tenerlo entre mis manos..

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cia se sinti6 elocuente. El motor del autom6vil parti6 rugiendo suavemente en su jaula brillante. El cefio de Alberto empezd otra vez a endurecerse. Alicia mir6 la calle. Nada nuevo. Caininos mil veces recorridos. -6Addnde quieres ir? -pregunt6 61. -Me es igual. -Aprovecharia su buena disposicibn para llevarla a casa y deshacerse de ella. -Dime algfin sitio que te guste. Que te guste especialmente. -Alguno que no conozca, entonces; me encanta cambtar. -&Sabes, mujer? A veces temo quererte mris de lo que desearia. Como si cuerpo y alFa se dieran la mano.. . El camino se bow6 tras una cortina de lligrimas.

Ese dia volvf6 a su departamento contenta. Se meti6 a !a carna y apag6 la luz. Por entre las persianas vino 1 s calle a acompafiarla. Temia ver llegar la mahana a diluir su contentamiento, como si la felicidad fuese patrfmonio de otros. Se encamin6 a la cocina a preparar un vaso de pernod. Todo estaba en su lugar y 10s muebles eran de lo mdlor. Cabia mucho manteniendola en orden: ollas, porcelanas y cristales y un espacio para las botellas de licor, siempre bien provista. Dio una mirada a1 cZoset: entre plasticos y naftalinas, estaba su capa de zorros. Era feliz. Daria una recepcih. Era agradable sentirse duefia de casa y ofrecer bandejitas de galletas y aceitunas a sus ha&pedes. Sehora ae su pequefio mundo. Entonces Alberto beberia whisky en un rincon y Alicia renovaria la humedad de sus labios y de su sonrisa frente a cada rostro, sintiendo en sus caderas angostas y redondas la mirada de alguno que venia a casa por primera vez. Un calor placid0 se iria apoderando de ella a1 tenderse en el sofh, sabiendo que su cuerpo ejercia una magica comunicaci6n a traves de la estancia. Era agradable recibir gente, tan agradable como ensayar su poder de atracci6n sobre 10s hombres. Con 10s dias y el transcurrir volvi6 el asco. GDe que? De todo. La tristeza apret6 otra vez su est6mago y pase6

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por sus carnes. iSi pudiera amanecer distinta una mafiana! iSi no fuera tan largo y doloroso cambiar! * * *

La mirada del medico la conmovia. Caldeaba su sangre reconforthndola. Es algo firme y seguro el deseo de un hombre. Alga real y corn. El corredor estaka ya vacio y silenciwso. Hora de siesta para los enfermos, de reuni6n para las enferneras, mientras n o Ileguen fiuevas.. . iD6nde se habria metldo Luz en este momento, y la otra n S a ? Detuvo sus pasos un hstapte, la espalda hacia una puerta; llegaban 1% voces: No se han pro,ducidovbmitos. . Es necesario llevarlo a Santiago inmediatamente, la ambulancia viene en cavnfno. . . La sala de hibernaTi6n. . . Cuidados apropiados. Las voces no eran segtaras. Tembl6, apresurando el paso corn0 si huyera de uw peligro inminente: el deseo loco de entrar y besar una vez miis ese m t r o exhausto. En la esquina enmntr6 una fuente de soda abierta. Una pilsener helada le sentaria Men. Compr6 el diarb por hacer algo, y cruzb las piernas bajo la mesa y commz6 a leer.

e * +

+Tli no lees novelas? -pregunt6 a Alberto una vez. -Tengo bastante con mis propios problemas para sumar 10s imaginarios. -Bebib en el fondo del vas0 su descontento. -,puedes decirme cufiles son esos problemas? -Vivir, i t e parece poco?, y soportarte. -DBjame en paz por una vez. No te das mala vida que digamos. Todo te sale bien y no has tenido grandes luchas, ya que con casarte con una millonaria adelantaste bastante. -6QuB sabes W, estfipida, de mi vida? No fue la palabra est~pida la que molest6 a Alicia, sino el t d . Un t6 alusivo y excluyente. Si se creia experto en

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heriria, algo habia aprendido tambi6n de eso. Domin6 su rabia y con voz contenida espetb: -S6 de tu mujer. LPor quien? Por ti, y es cierto que soy una est6pida: tom0 lo que ella desecha. -Albert0 alz6 el brazo iracundo y golpe6, per0 el golpe, mal dirigido, cayb en el hombro de Alicia. -Atr&vete, cobarde -grit&. Bien t e habria hecho atreverte con ella tambien.. . Su furia la hacia perder terreno. Lo comprendi6 cuando sus palabras fueron mas fuertes que su voluntad. Alberto parecia componer algo terrible con su garganta. Cambiarcn de color las venas de su frente. -Est0 me pasa por discutir con una mujer de tu especie. -La heria con la distinci6n. --GPara qu6 entonces te acuestas conmigo? E s para lo 6nico que sirves. Daba poco perder la calma y el lenguaje. Alicia se dej6 llevar por un delirio de insultos y frases deshilvanadas que aceleraron su sangre. -LO creias que era por amor? Alberto sabia dirigir 10s dardos y dar fama era conservar distinci6n y elegancia. Se dejb caer en un sillbn, secb su frente con un pafiueio de hilo inmaculado. El abatimiento de su contrimante dio a Alicia nuevos brios. Algo.haria en su contra. LSucumbiria ella tambi6n en la venganza? Siempre de estar segura de sucumbir con 61. Alicia no era ingenua, sabia manejar hombres. Lidi6 con borrachos, con viciosos, avaros y con timidos o inexpertos. Tambi6n con sinverguenzas simples como Rafil. A cada uno lo suyo. dC6mo no aprendib a manejar a Alberto? Qu6 mks te da si le has sacado harta plata, dijo Rabl. Pero Rn6l era un imb6cil. Manejar es otra cosa. A uno que usa ropa fina, que guarda la calma, que hiere con silencios mks que con palabras, que no se expone a1 ridiculo, que aplasta con dinero y ante quien sus frases de dolor parecian deshechas, ineficaces y blandas. . ., es dificil.

En aquella ocasibn, viendose perdida, se dej6 caer sobre la, alfombra. Alberto sufria. Trat6 de llegar a ese dolor, de haeerlo suyo, y su ineficacia volvi6 a atormentarla.

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-Clara, pues, mirarme en menos a mi. -Se anti6 tonta y humillada. Llena de ira prosigui6-: No me contestas porque me miras en menos, no me insultas, no me pegas. iPor que? --levant6 la voz hasta el paroxismo-. iQu6 te Crees que soy? &Qui& te Crees que eres? Te respaldan muchas cosas, educacibn, dinero. Yo no tengo mhs que a mi, y me basto. -Flojos sus argumentos, escondi6 la cabeza entre 10s brazos-. Sabes, Alberto, que valgo m8s que tk Soy mhs que t~ y me odias. -No te odio ni trato de compararme contigot Erraba el blanco. Grito, lmpotente: -Me necesitas, Alberto, di que me necesitas, porque necesitas cerca una mujer que ... ' -Basta -exclam6 61, poniCndose de pie-, ya has hablado bastante. -Habla tfi, dime algo. -Lo mir6 suplicante desde el suelo. -Me tienes cansado y tu postura es ridicula. Alicia dio un salto y se agarr6 a. 61, sacudihdolo con fuerza. Alberto se desconcert6, desconocia ese brillo en la mirada, ese temblor de 10s labios. Trat6 de no perder su calma. -Est& empleando recursos de burdel -dijo con desprecio, pero sintio miedo. -No me exasperes, mira que te puedo matar. Alberto se ech6 hacia atr8s. De tener Alicia un arma escondida, hubiese explotado mucho antes el juego. Volvi6 a si mismo, seguro en sus juicios internos, en el frio analisis de 10s acontecimientos. La vi0 recurriendo a trucas folletinescos en un escenario de sedas brillantes y aire perfumado. De 81 dependia todo ese ambiente cuidadosamente logrado. La tenia en sus manos. Lo pensaria dos veces antes de matarlo, per0 era una mujer absurda, en cierta forma desinteresada y capaz de muchas tonterias. Sacudi6 10s hombros cansado de tan agotadora escena; etro la habria plantado, aqui mismo y en esa posici6n est6pida de v'ictima. No se anim6 a mirarla, per0 estir6 10s mfisculos con indiferencia tan lejana corn0 el entumecimiento. --Eyes malo -dijo ella. No lograba reaccionar. Se arras-

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tr6 por la alfombra como perro maltratado y su masa de pelo obscuro en desorden dabale un aspecto misero. Alberto le ofrecib un cigarrillo que ella no tomb. Encendi6 el suyo a1 segundo intento. Aspiraba con excesiva ansiedad el humo. Alicia lo seguia inerme, esperando que el tiene que dolor volviera a agitarla-. Alberto -murmuro-, haber un mundo donde las cosas que aqui importan dejen de importar, tiene que haberlo, tiene.. . -suplicaba. --Hemos terminado -dijo Alberto, dando una ChUpada al cigarrillo-. Creo que es lo mejor. Adibs, Alicia. Se levant6 ella como una leona, y agarrandose de su cuello lo ahog6 en Egrimas, besos y gemidos. Eseondi6 la cabeza entre su cue110 y poco a poco 10s sollozos de fueron hariendo convulsos, como 10s de un niiio. LaS manos de Alberto caian paralelas a su cuerpo. No se movi6. -Te quiero tanto, Alberto, te quiero tanto -repetia ella como un eco, hasta que sinti6 que lentamente 10s brazos de 61 cobraban vida, se despegaban, subiendo lentamente hasta cubrir sus espaldas.
e * *

Recordaba la escena: la sensacibn del que est& solo, contra el mar, agarrado a una roca, ante las miradas ausentes de un grupo de veraneantes; que se sabe en una pesadilla, y que a1 despertar se encuentra protegida entre 10s brazos de su hombre. Bebi6 bastarme.. . mientras dur6. Pero es que Alicia pensaba entonces que odio y amor eran distintos, fieles a. si mismos, simples. El destruy6 mi felicidad, destruy6 mi paz. Hay algo m&s.. . Era m6s f&cilde 10 que pens6, una venganza. No ldependia de ella, de odio,ni de amor, ni *deldeseo ardiente de vulnerarlo; dependib de un minuto, una luz, un encuentro, una voluntad. Sinti6 que esa voluntad la abarcaba y que era impotente para luchar contra ella. -Much0 m&s sencillo hubiera sido entregarse -mumur6 desfallecida.
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UZ PENSQ que el autombvil grande era mas

apropiado para caminos de campo; entonces record6 que del vehicub no quedaba nada y la sensacih de que las cosas habian cambfado volvi6se agobiadora, O t m problema: dar orden derecoger 10s despojos. Es mejor un hombre para estas comisiones, y su hijo no venia. Trat6 de olvidar su falta de noticias: iQu6 inconveniente habra retenido a AlbertitjD? El administrador iria por 10s restos con el tractor. Quizas fuese necesaria una orden de Carabineros. Es p%ible tamki6n que est6 asegurado y que sea la Cwnpahia la que deba encargarse. LC6mo no s6 yo si Alberto asegur6 el auto? Debi6 mencionarlo alguna vez, Quiz5s hay rnuchas msas que n3 s6. . . Quizas.. . Alguien tiene que saber esto del seguro, tal vez su secretaria. Tom6 el telkfono y esperb la comunicaci6n a Santiago.
+ I *

En casa de Eugenia el teI&fono era blanco. Tom6 e?e fono albo y con cierto recelo marc6 el ncmero de la ofi-

cina de Alberto. La secretaria, una muchacha nueva y timida, contestb: , j A estas horas trabajando, seiiorita? -exclam6 Luz No permita que mi marido la explote. amablemente-. &Puedo hablar con 61? Algo pava la secretaria, per0 decente, penso. La voz de Alberto fue seca a1 responder. +,No habrhs olvidado que tenemos gente a comer? -Si, si, ya sB, 10s de la Comedia Francesa. &No seran unos cbmicos? -iQUB tonteria!. . . Es gente que viene de Paris --respondib Luz, impaciente--; la actriz que trabaja Moi6re es charmante. -,jQuB te parepe que no vaya a comer? T ~ I me excusas, por favor. --6omo quieras, algunos hablan espaiiol. -No es eso, per0 creo que te gustara m8s estar sola. Luz colg6 aliviada. La ignorancia del franc& cohibia a Alberto e invalidaba su hombria y seguridad hacihdolo tomar ailres fatuos como un provinciano. Enviaria al chofer a1 Hotel Crillon en busca de sus invitados. iQu6 vestido usar esa noche? Explorb la cuadra en busca de su coche. Esto de que Alberto no a x e lo franc&.. . es una barrera m8s entre 10s dos. &De quB color era? Alberto cambia de autombvil como de traje; algfin complejo de inferioridad, seguramente.. . Lo encontr6 cerca de la esquina, demasiado largo y vistoso. .. iC6mo pueden gustarle 10s autos americanos! La escena se repetia cada s8bado cerca de las nueve frente a la casa de su amiga Eugenia. A Eugenia se le habia ocurrido la idea, y Luz .ce extrafi6 que no fuese suya: todos 10s shbados se reunia un grupo de gente selecta a escuchar las palabras de algun distinguido personaje. Podia Ilezar quien quisiera, m&s bien quien se atreviera, y todas las amigas gozaban cuando se dejaba caer alli un tipo extraiio de lo m8s interesante, a quien nadie conocia. En una ocasi6n hablb Luz sobre la saison de ballet en Paris y Eugenia lo hizo sobre las diferentes maneras de arreglar flores, aprovechando las de cada Bpoca. Otros lo hicieron sQbre literatura fndoameri-

cana, y no falt6 quien se animzra a hablar de politica y de la influencia del desierto en la religiosidad de 10s pueblos. Marc6 esta vez para asegurarse de que todo marchaba bien en su casa. Antes de sslir habia dicho a1 mozo: TOloque las petites BouchGes en las bandejitas de plata, como siempre, cuidando de que no se enfrien ni resequen. No prepare coctel, saque el jerez importado; a 10s extranjeros hay que ofrecer licores buenos; para un franc& estas mezclas americanas son cosas de bkrbaros. Tratar6 de volver a tiempo, per0 si un invitado llega antes que yo, lo pasa a1 escritorio y le entrega las filtimas revistas francesas. * -x. * AcomOd6 las colas de sus martas cibelinas y el Calor animal entrro en ella. Sonri6 generosamente: el recuerdo la rebasaba. El conferenciante de esta tarde, un politico novel y entusiasta. la habia mirado intensamente mientras hablaba. Se expresaba con sencillez y parecia dirigir a ella 10s finales de cada frase. ContarB a Alberto lo que dijo, frase fabricada antafio, cuando Alberto pasaba horas en casa y la oia con atenci6n. Por el momento traia esa mirada, directa y exclusiva. Sinti6 una tristeza suya antigua e inexplicada: iQu6 me falta? Postesg6 otra vez el temor. Otras mujeres sin beileza, charme ni eiegancia, sin su coqueteria fabricada en Francia como sus modelos, manejaban hombres y eran amadas. Tuvo la certeza de llegar atrasada a todas las sensaciones. Su alma habia muerto, falta de savia, de ardor. No qniero llegar a vieja -pens&-, no puedo llegar a vieja sin conocer otras cosas, otros amores, otra vida, una locura he de hacer que me renueve. Mis sentimientos son idCnticos y estancados. Debi separarme de Alberto antes, ahora es tarde. Se vi0 con arrugas y sonrisas placenteras; maquillaje y sonrisas adecuados a la hora y a1 dia, como sus viajes y sus recepciones. Adaptadas a un molde, parte de su hueco: marido, hogar, empleadas, amistades, obras de caridad, abonos a conciertos, conferencias y bridge.. ., nada se des-

unla.
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-Por favor, mi encantadora Luz, ayfideme a aterdes a 10s artistas de la Comedia Francesa -habia dfcho el embajador de Francia beskndole ambas manos-, qlliero qne conozcan lo mejor de Chile. Ojalk resulte gente culta que diferencie un gobe!iao aut6ntico de otro falso; que aprecie el valor de la porcelana de mi abuela y la tapiceria hecha por mademoisclle un verano en San Juan de Luz. En tanto, Albert0 comera en el club con algtmo de sus amigos de concreto armado. ~Qu6 serh de ntademoiselle? C6mo gozaha que yo fuese una petite sin madre, enteramente en sus manos. Yo hice florecer sus manos, por mi no se secaron. Cerr6 10s ojos y pens6 en su hijo. Lleg6 a su casa. Manuela acapararia a1 conde-italiano. AI paso destac6 un retrato de Dali con dedicatoria, para que, interrogada, pudiese responder con sencillez: Paskbamos un verano en la Costa Brava cuando me preGentaron a Dali.. . Sobre un entarimado de madera bruta coloc6 un boceto hecho por su hijo. Combinaba bien con el mkrmol florentino. Albertito recibiri, por su padre y lo harh mucho mejor. Que no se enamore de la vedette, es tan buen mozo y ella puede ser una arpia. Entrb a su pieza: NOme gusta ver a mi hijo con mujeres asi.. . Cerr6 sobre su muiieca la pulsera de oro, regalo de su marido. Se mird al espejo y sonrid satisfecha. Anunciaron la llegada de Manuela y del conde. -Que esperen -dijo secamente revisando su atavio. Con la cerradura de la puerta entre sus dedos, sinti6 otra vez esa falta, esa sequedad total de sus reservas. Alz6 la frente. Acarrearemos nuestra inercia hasta que hayamos muerto.~ Yo necesitaba un hombre que compartiera mis inquietudes, un hombre vibrante y .con deseos de infinito. Mientras descendia las escaleras alumbradas, cuido que 10s pliegues de su vestido se mantuviesen perfectos, como su escote, su pecho y su peinado. Sonriente y juvenil atraved el sal6n.

* *,

-LCrees tb que Albertito sepa ya el aocidente?


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-pregunt6 Luz, instalada en el cache junto a la vkja mama de su marido. -No debe saberlo.. ., no puede saberlo -respondib la anciana, y la madre no pudo agradecer la frase; la mirb con ternura nueva. -Es claro. Habria venido inmediatamente. Crus6 el abrigo caf6 sobre su cuello, pensando en cuanto daria por huir de si misma, de todas ems revelaciones inverosimiles y de cuanto la rcdeaba. Partir, no saber mhs de nadie ni de nada. La filtima vez que con Alberto planearon viaj'e a Europa, se disculp6 61 con 10s m6ltiples trabajos y compromisos pendientes.
a * *

sola. Europa te renueva -habiale dicho 61. no -respondi6 Luz-. Si salgo de Chile, salgo conmigo a cuestas. Yo necesito cambiar de a h a , no de aire. -6QuiBn no? -fue la respuesta.
-Ya

-Anda

* * *
Le parecia ahora que fue &a la filtirna frase qiae oyb (de su marido. 6No hablaron ,drspu&s?Si, pero quizhs temas y momentos no volvieron a concordar. Si Alberto muere, le quedarh esa frase, corta, intrascendente, in6til ya. -Pero, hijita -0y6 decir a la criada-. LMe psrdona, sesora, que hoy la ldame asi? -Luz sDnri6, rozhndole la mano: caricias lejanas, inconexas c1,omo el momento y ella. A esa hora la carretera estaba vacia y larga. Carreras de hrboles y pastes la cruzan y awmpafian. Un sol de septiembre, sdormiladls, tambikn. Entraban a1 pueblo. La calle larga terminaba en p1.zza. Se detuvo el auto fren,te a1 hospital. Se detuvo el miedo.

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-Euenos &as, sefbrita Elena. $tu6 amabilidad la suya de haber venido -4ijo Luz, pas&n+dole la mano-. Qu6 desgracia tan grande. Pero verla a usted me reconforta. Tal vez a 61 le sucederia lo mismo. A1 ver a Elena sonroj&ndose,pensb: Pobreclta, tan dije la muchacha y tan sin 6Zan. . . JMeti6 13s guauces dentrode su cartera y con movimientos autom&ticosacomcd6 la -ca.ma y las sillas. Votvi6 a 1% secretaria y con protectora sonrisa la abrazb. -?recisamence, la estuve llarnando.. . La mama se habia puesto de rodillas junto a la carna de Alberto, la mano de su nifiY inerte entre las suyas. Elena, incdmoda, se acercb a la ventana, y Luz pus0 sus dedos sobre la frente de su marido. Una humedad fria penetr6 en ellos. . L o IlevaTemos pronto a Santiago. Ya he pedido X a ambulancia del hcspital d e neurccirugia. Es un serio riesgo el que corremos, per0 necesario. Es precis0 sperarlo antes de .que pierda sus fiierzas. -Una vez all&se lsentirh ustsd m8s tranquila y 61 quedarii en mejores manos. -Carga mbre mi la respnsabilidald -mumur6 Luz quedamente--; soy muy sda, sefiorita Elena, Sonri6 con extrematda dulzura. -Ssmar& --dijo la cri2da con POZ firme-. El Sefior y la Virgen no permitiran nada malo. -Se ech6 a I!urss y Luz tac6 su hombro. --Memos sido una familia muy sand y n o es muc h1 ~ s que entiend3 a 10s m6dbcos; emplean palabras terribles. Yo desearia oaber qu6 tiene y qu6 puede succderle. -El enfermo dio un gemil$otan quedo que pareci6 venir ,de ultr&umba. Se acercaron las tres muieres, inquietas. El silencio volvi6 a cohibMas-. Usted misma ve: Albert0 apenas si se enfermaba, s61o de cuando en cuando unresfrio, 153

Mberto yacia en la iniisma posicih en que lo dejara antes. S610 la barba mhs crecida adelgazaba el rostro hasta hacerlo cadavkrico; la palidez inmbvil provocaba extrafias sombras en sus mejillas. --Su contextura robusta ayudarh en este tran,ce. La antigua criada quiere traspasarle caloq su aliento se hace poco en las manos del hombre, pero el callor queda en ella. --&No seria bueno ir a buscar a1 sefior cura? dijo con timidez, y Elena se sonroj6 otra vez-. Uno nunca sabe y una bendici6n no esta de mhs, nos deda mi patrona, la mama del caballero.. . -No sea aspavientera, que me pone nerviosa. --Cr6ame que 'con 10s afios he visto a mztcho cr&tiano hasta resucitar de la muerte con la extremaunci6n. -No se da cuenta de que est& inconsciente, y que un sacer,dotep r 61 ya no puede nada.. . Bueno, haga lo que quiera, pero rhpido. ~Salib la mujer, y Elena encontrb que llegaba el postergado momento de despedirse. No se atrevi6 a mirar por illtima vez ,a Alberta. Como si Luz pudiese interceptar esa mirada. Pero se arrancaron sus ojos y vi0 las manos de 61 sobre la shbana. Sus manos. Si pudiera tocarlas siquiera.. . -$lo tendrh frio? -se excusb, y antes de que Luz tuviese tiernpo de acercarse, t a b las manos cruzadas y las cobijb bajo la ropa.

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L CIELO enipezaba a cubrirse de nubes y de presagios de lluvia. El coraz6n de Elena parecia estrellarse contra una jaula de huesos: el mundo se derrumbaba. Era una mano fria y ajena. BjalB se clerrumbe pronto. -Es temprano todavia -&jo Patricio, separhndose ,del hermano de Luz. Pem al verla phlida y temblorosa, se acerc6 a Elena-. Vamos cuando quiera. -l?atricio, d e b confesarle una cosa. No puedo m&s.Fui a ver a la mujer muerta. -No tenia para qu6. -Deseaba conocerla, comprender por qu6.. . Prcixima a una crisis, lo mir6 suplicante-. No me atrevi a mirarla. -Esa mujer terminaba con su fe; sin embargo, ese lcuerpo de nadie hacia nacer su caridad. Quedaba la desesperaci6n. Inquieta, vi0 acercarse a Luz. Dieron una vuelta psr el corredor. Exhausta, logr6 encontrar las palabras de despedida. -Se ha armado d r o lro -exclam6 Patricio abriendo la puerta del auto-; el examen de alcoho155

lernia da bastantes grados de alcohol en la sangre de don AlbertgD. No es a8bs31u:o y a veces se equivman. per0 alirnenta a las malas lenguas. -iQtrk importa, ya todo da lo misxm! --replicj ella, precipithndose dentro del autombvil, temerosa de perder ese postrer refugio. --Bum tipo el hemano de ia sefiora, sin tantas pretensiones, per3 esclavo de ella. ICuriosa -muier. El auto se pus0 en marcha. Lentamemte e l hczpital sn fue alejatn.rtc-. iPero, Elena, usted no puede mks! --exclam6 Patricio a1 verla-. iQu6 le pasa? -Asucta.do se i n c h 6 sobre ella para abrir la ventanilla. -Es demasiado definitivo estz -No azeptaba hechos sin remedio, hacia tanto tiempo que vivia a plazo-. No puedo respirar y eso me angustia. -El autom6vil avanzaba con rapidez. Trag6 %ire. Estar con Patricio era cornlo encontrarse a Golas consigo ,misma; sinti6se agradablernente pr6xirna a1 fin. El carninp, la nada y su desesperacih crecieron; pus0 la frente scbre el vi'drio para aliviarse, adejando escapar algumm gemidos inconscientes. Estos se fueron haciendo convulsos, retenidos, rebalses .de s-s15320s. Gslpe6 la cabsna contra el frio para volver a ser, y SLIS alardes la desahcgaron. A1 verla en aqnel esstndo, presa quizas de una crisis neririosa, pens6 Patricio que afloraban a6os de pena contenida, y la dejb hacer. Guard6 silencio, addorido 61 tambikn. Cuando su emmci6n llegaba a1 paroxismo v h Elena venir un enorme aub&fis, que por pasar a un cami6n perdia la ruta. El micdo al 4~h:qunreal interrwnpi6 su angustja sord3 y vi0 la respuesta: la muerte, la inconxiencia.. ., ella tambi6n. Gemidos y estertores cediersn lugar ai silacio luminoso, fatidico, concretlo.Callaban. Mir6 el marcador: 95. Patricio se recuperaba de la rnaniobra. Elena llev6 la mano a
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la perilla d e la puerta. iAbrirla! jcaer! Morir lentre omfusos cruces de vehioulx en el camino angosto. iQU6 f&l! El caos, el descalabro. El fin. Bajb bruscamente la manilla y cerr6 13s ojos. La puerta se abri5... El auto se habia deteni3.o en la orilla del camino. Patricio tomaba su cabeza estrechAndI3la contra ELI pecho. Entonces r m p i b a Ilorar. Un llanto de n%>, como su posici6n; un llanto fuerte, cPeciente, pum, direlcto de dolor. LCuhnto rato llor6 scbre la camisa de Patrizio? Gued6 mojada y 61 mnri6 a1 cm-qrobarlo. $vIuAchs, FCCO? Hasta que perdi6 IGgrimas e intensidad. Gontinu6 Ilorando, sin embargq porque era &ficil reconocer d e repente que el dolx ya no es igUa1; puede otm creer que es por ESO menor. Mantuvo la !pxici6n y el Ilanto. AdemBs, no sabia cbmo mirar a Patricio. Sinti6 vergiienza d e haberlo empapado, sinti6 vergiknza de sus crisis y de su exageracibn, sinti5 vergiienzs de su pena indebilda, y el peciisr levant6se ofendido, dispuesto a defer,,der su alma, su amor y EU mledad. Demcstrar que uno ama 3 sufre es con10 andar desnuda, pens6, corrihdose hazia la ventanilla. En silencio Patricio le ofreciaun eigarrillo. -No fumo, graciss --dijo Elena, sonriendaz-, pero lo hark para azompaharlo. -La frase estaba dlcha. La sensaci6n de sentirse pr&egida tambikn. T3do habia sEdf3ya sentido y dicho, csomo si la vida fuese una repeticibn de escenas ensayadas ya en el subconsciente. El autombvil se puss otra vez en movirnimto. -Un dia dije a Dim: Dtfjame, Beikr, niigarne tu lua por-mas horas. Desde entonces me parecz que no pueds rogar a Dlos por mi. - 6 C b m ~ conzilia ustcd su vids cristiana y 10s actos de cada dia? -pregunto Patricia, ya en plena

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marcha hacia Santiago-. No la juzgq no conozco SMS actos, es sianplemente una pregunta que me preocupa. --Si las cren'c'iasy la vida se conciliaran siempre, seria muy fgcil.. . --S&que la pregur,ta es estiipida e indiscreta. CHasta qu6 punto traicionamos nuestras creencias a todas horas del dia? Miserables traiciones que Dios no tomarti en menta, pero que nos acostumbran a conciliar, iprofesoras de conciliacirjn!,y cuando lo hemos aprendido, estamos tan mal y tan lejos, tan blandos y con la mira torcida, que dificilmente podemos apuntar el blanco. He pasado mi vida tratanido de no conciliar. -Po lo aprendi con mucha facilidad --respondi6 Elena. Nabia acomcdado actos y creencias, y mhs tarde se habian debatido en incansable hcha. -AI principio meditaba sobre 10s adulterios del corazbn y un dia 10s senti meras palabras. Esper6 enlances que Dios permitiria mi felici!dad a cambio de tantas penas. P o recibia y entregaba; un trtifico corriente a condiciones corriehtes entre El y yo. -Su b c a haibia queldado seca, las palabras salian con dificultad-. Pero El me perseguia.. . Yo no pedia nada mhs que me dejara con mi.. . No hacia ma! a nadie. -Es m a trampa --reflexion6 Patricio.
* * *
Habia sido duke la trampa y agradable caer en ella. Una madana a1 entrar a1 despacbo de su jefe, Elena titubeaba. -He decidido aumentarle el suelo --dijo AlbertQ secamente. En la oficina la trataba siempre en forma profesional.

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-No me parece justo, sefior -respondi6 Elena cop110 si el sefior mzlntuviera su determinaci6n. -Un amigo mio asegura que no hay dinero que pague a una buena secretaria -murmur6 61 sonriente-. No le dig0 q u i h es porque :a admfra mucho, y eso no me agrada. Dice que yo no s6 apreciar el tesoro que tengo -la mir6 tiernamente-, que me saca usted de aprietos, me evita clavos, trabaja con entusiasmo y jamis esta de mala cara. Yo no me habia dado cuenta. &Seraasi? Ya ve, Elena, es por sus propios m6ritos que lo hago. 4 % la tercera vez en el afio. -Ademis, le confieso que tengo mucho miedo de que me levanten la secretaria. P6ngalo en contabilidad y asunto concluido. iEmpezaron entonces las conciliaciones? Acept6 el dinero posque en realidad era buena y eficiente secretaria; su familia pivia estrechamente, no se lo quitaba a nadie y la propia estimaci6n a nadie m i s incumbla.

-Es usted una persona pura. -LCree usted? -Esa fe la renovaba. Patricio tom6 su rnano.
La soledad vuelve a penetrar en Elena y la m2no sobre la suya es como up1 sallvavidas. Todo se balancea, ella flota otra vez a la deriva.
* * w

-&Se acuerda, Elena, que me dijo una vez que carecemos de consistencia hasta tal punto que nos destruye o construye la idea que otro tenga de nosotros? -pregunt6 Albert0 una tarde, cuando la acompaiiaba hasta su casa-. Yo nunca me siento mejor, m&s generoso, m8s grande, m&s hombre, que cuando estoy con usted. Seria una perfecta esposa. C6mo envidio a1 hombre que se casara con usted. Crea en 61, Elena, y 61 tendra que responder a esa e. A su lado actdo mejor, y a1 actuar, soy mejor. Por lo rnenos, lo siento asi. -Es peligroso que nos encasillen.

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-Uno se adapta a1 casillero, y si est6 mal encasillado hace falta mucha fuerza para salir. -Y si est6 bien encasillada, hace falta humildad para no contentarse con eso. -SB cual es su problema, pequefia -dijo suavemente y estrech6 su mano-. Est&en buen casillero y teme no merecerlo. Me hago cargo y lo siento. Elena bes6 esas manos que pretendian sostener tambiBn su conciencia. Mientras estuviera en ellas nada podia sucederle.

-Mire, Patricio. . . -scbre el parabrisas caian m a s gotas de agua, pero al fondo de la recta se aibria un espacio azul c a n 0 si el sol sxavara las nubes-. &Te parece una ironia. -p3r qu6 no S e ha casado? ---pregunM Patrkio indzlgando en su rostro. -Tuve algums amigos rccikn me aali del ookgio. No zt5 qa6 pas6 Si sabe. . .; recuerda a uno que se llarnaba P q e .
Una tarde que regresaba con su amigo,Elena habia tratado de cespedirlo en la puerta, cuando apareci6 su padre. Salud6 con un apret6n de manos cordial insthdolo a subir. Pepe pareci6 encantado y acept6 la invitacih. Subieron por la escalera sin luz: -Estas criadas se olvidan siempre de encender la luz de la puerta -exclam6 el padre. -Elena sabia que el descanso no tenia ampolleta. La salita dc recibo estaba tal como EIena lo presurnia. Junto a la =$quina de coser, un alto de shbanas reci6n parchadas. -Las criadas son tan iniMes hoy dia; no son capaces de guardar las cosas en su lugar. -Continu6 el padre invitkndolo con cesenfado a tomar asiento. Much0 hace la pobre chiquilla con parchar las s8banas, pens6 Elena. El vacio del est6mago se acentu6. c;Es-

taria abierta su cama en el comedor? Cuando avisaron que estaba lista la comida, su padre introdujo a Pepe y alli estaba la cama abierta y la camisa de dormir con una tira floja de jersey celeste. -Este sofa-cama deberia abrirse s610 despu6s de comida -dijo el padre y temblaban levemente 10s labios al sonreir-. Estas empleadas de hoy no son como las de m i $ tiempos. En casa de mi abuela habia tal ej6rcito de sirvientes. .. &Terminaria alguna vez la noche? La madre apareclb en el comedor cuando ya iban a sentarse, con rostro cansado y mirada indiferente. -No creo que est6 presentable la comida -munnurCi. -Nunca falta en casa un plato de comida para un buen amigo -agrego el padre-. Vino, traele vino a1 caballero. HabM en exceso y la madre ca116. Elena no pudo librarse de la estrechez en la cavidad del estcirrlago. -Ha de saber, amigo mfo, que yo s6 de comida. Mi abuela era una persona muy refinada en sus comidas y disponia maravillosamente. Y le advierto que estos tallarines estan una porqueria y la carne parece suela de zapatos. Me diran que 10s carniceros son unos bandidos, per0 el hecho es que cuando yo mismo voy a comprarla.. . No es precisamente dinero lo que falta, sino organizacion. Mi esposa es absolutamente incapaz de gobernar una casa; tiene otras condiclones, por cierto. 4 o r p r e n d i 6 la mirada de reproche de Elena y prosiguib: Y esta hija mia que usted ve ahi, como una mosquita muerta, no sirve tampoco para nada uti1 fuera de pasarse el dia callejeando. Entre otras cosas le ha dado por buscar trabajo.. ., pobre pequefia. Desde su lugar la madre lo miraba inquieta, tratando de intercalar alguna frase de inter& general. Pepe observaba a cada uno y Elena era incapaz de demostrar una cftlida alegria. Todos enredaban sus ojos en 10s conchos de vino y las manchas grasientas en el mantel. -En esta casa un hombre es martir de la flojera de estas dos mujeres. -Comprendi6 que ambas lo juzgaban y eso 61 no lo permitia-. Usted las ve a las dos tan sefioras como incapaces. -Habia que salvar su orgullo. Destruir todo con tal de atravesar ileso su humillacidn, y a Elena le fue subitamente claro que su padre em-

pezaba ahora la segunda etapa de aniquilaci6n; despubs de la madre, le llegaba el turno. -Yo fuiampleado de la Compafila, la que despues de reconocer mis esplkndidos servicios me otorg6 una jubilaci6n, porque mi salud se habfa resentido. Puedo por fin vivir de mis rentas y gozar de 10s derechos de todo caballero: la paz y la cultura.. . Per0 entre estas dos.. . Cuando la empleada anunci6 que no habia postre, Elena volvi6 en si: el caos total. Mas serena explic6: -Esta casa esta patas arriba porque esperamos la Ilegada de mi hermano. LLOconoce? Mi hennano Gonzalo es el lujo de la familia, un hombre que sabe vivir, sin trabas ni reglamentos, sin comedias para ensalzar ni pretextos para humillar. Un hombre como es, no aparenta ni construye con despojos ajenos, seguro de si y de su lugar. -En el colegio le dio fama su dialbetica, per0 sinti6 que sus manos transpiraban inconclusas como sus ideas-. Mi hermano es un poeta. Me gustaria ser poeta. LY a usted, Pepe? El se llev6 la poesia, dejhdonos a nosotros la prosa. Algdn dia se lo presentarb. dNo quieren levantarse para salir de aqui? Nunca mas vi0 a Pepe. LVolvi6 a llamarla? Posiblemente si, per0 sin insistencia.
# + +

Mir6 a Patricio. La IcarDefera corria contra ellos a la rnfsma velocidad del auto. Su rostro firme y afeitado le record6 a otro. Be sinti6 desleal por tener vida, por tragar espacio y sol y maldijo m recuerdo que asi la aprisionaba. Estaba viva y libre. Deseaba ssntirlo El si que se mantuvo libre. Bus& la vida a su manera, (disimulando, engaiiando, convencim6ndome que nelcesitaba !de mi. Su libertad me libera, per0 mi libertad me duele. -&Qui! sentjr8 una persona cuando ya no siente? - p r e g u n L . No puede r ~ n o pasar #dela vida a la muerte sin saberlo, ~comoa traici6n. Me gustaria un @lco de antesala para hacerme a la idea. Para depurarme de toda esta tierra.

N LA calle de pueblo sus tacones altos oscilan sobre las piedras. Esta extenuada y no sabe por que; nunca sup0 distinguir la angustia. Estos sentimientos infitiles me estan arruinando. Sinti6 unos deseos locos de escupir sobre la vereda. NOhay como tenderse de espaldas y fumar, las ideas salen con el humo, como 6 1 se deforman. Era agradable ver a Alberto recorrer el cuarto a largos pasos, encoleriz8ndose sobre lo que dijo y sobre lo que call6 Era feliz entonces, per0 tampoco habia sabido distinguir la felicidad. Lleg6 a la plaza del pueblo. El hospital atrhs, mmo un oasis. Bot6 un cigarrillo a medio fumar y esta vez si que escupi6 sobre el prado, para expeler sus pensamientos. -El muy idiota se deja morir con ella. iTodos 10s cuerpos se pondrhn blancos? Que 6sa era puta no me lo quita nadie. p o r qu6 no yo? -Tom6 asiento en un banco. Coloc6 el abrigo sobre sus rodillas. Una brisa heIada venia por la calle prinlcipal. Estaba frente a la iglesia. Sus puertas batieron tras una mujer. Ahi no

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debe haber viento, pens6 encaminhdose all&.AIlcia observ6 la nave pavimentada en madera y baldosas. A m b o s lados hermosas imhgenes de santos adornaban el recinto como una procesi6n pintada. Mir6 a 9u atrededor con inquietud y tom6 asiento en el 6 1 % mo banco. Le parecia estar en una boda a la que no fue invitacla. Bonito lugar &&e. Bonito y quieto. QuizBs demasiado quieto para mi gusto. Dos rayos de ml se cruzaban sobre los bancos aletargando SIentusiasm a Luces wrtadas en 10s vitrales. Obsem6 las wronaciones de estuco en las arcadas. Del presbiterio salia un sacexlote, avanz6 por la nave central. Alimcia habria deseaido escondoerse; sin embargo, se adelanth. dd6nide puedo encevllder ve3as -Padre -dijo-, para un muerto? -C6mprelas en la sxristia y puede encenderlas ahi, pero no se lo aconsejo; mejor seria rezar una oraci6n por esa ahna -respondi6 el sacerdote, y Alicia hizo una venia inc6moda y deshabituada. E s que una m i g a mia se ha rnuerto -parecia excusar su ilgnoranciay su presencia. El padre sonri6 interesado. Abarcbndola como el m6dico legista; pero su expresih era otra. -dNo seria mejor, hijita, mandar decir una misa por el descanso de su alma? -&Una misa por &sa?&Creeusted que se podrg? -6Por qu6 no? La misa es nuestro sacrifilcio, de Jesucristo y de nosotros. -Su tono era amistoso y sencillo. S i , si, p e d e ser. C6mo deckle, pero ella.. ., no le sB el nombre. -Alicia mir6 a1 sacerdote, suplicante. -Eso es ya mbs complicado -sonrib maliciosamente y palmote6 su hombro-. No se preocupe, ma-

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fiana a primera hora tengo tiempo. Yo rnismo dirk la misa y puedo explicarle a1 Sefior de q u i h se $rata. LiC6mo puedo describirsela? -Murib anoche en el camino a Melipilla, viajaba con.. . -la voz se him tan leve que apenas lleg6 hasta el padre. Alicia se anim6 como si dispusiera sus propias exequias-. Digame, padrecito, ipuede decirle mejor una misa solemne?, icon Ide todo? Si es p r el dinero, no se apure, yo puedo pagarla. 4 o n r i 6 ante la idea de la sorpresa que recibiria en el otro mundo la amante de Albert0 a1 verse asi agasajada. -Est& bien, no es mucho dinero, me crcupark. Tratark de que no se equivoque el Padre Ekrno. Entran tantas mda noche. -Cuanldo se idisponia a alejarse, Alicia lo retuvo insegura. --1Padre -vacil&, Lpuedo prender una vela por m a persona viva, entonces? -Si, clam, Dios ver&su fervor, pero es lmejor rezar, poner algo de alma. -Una mujer aguardaba cerca de la sacristia; el padre se adelan&. Rece por 10s vivos y por 10s muertos. Dios la escucha siempre; rece Itambikn por usted mlsma. -Sonri6 mientras se alejaba-. La oraci6n obliga a Dios. Aliacia lo mir6 con tristeza; encantaba la alegria fkcil de las pupilas de ese hombre. Dio una vuelta por la iglesia. Debo averifpar d6nde venden velas. No era c b o d o hincarse antes de salir, 10s tirantes de las meidias no daban m&sy un par de medias en estos .tiempos.. . Su genuflexi6n fue tambaleante y encontr6 de repente, tras la columna, el rostro angustiado de una mujer. -Tiene que apurarse, pedrecito -la oy6 exclamar-. Est&grave el nifio, es decir, el icaballero. Era infitil librarse. Todos tienen sus penas, y
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las de uno s610 parecen mAs grandes porque son de uno, pens6 Alicia saliendo a la plaza. Pas6 otra vez -la 7iltima- por la puerta del hospital. Las ventanas gemelas daban calor e igualdad a1 muro. Frente a la puerta esperaba una ambulanoia blmca. Al verla su corazh dej6 de latir, per0 un autobcs Melipilla-Santiago se detuvo en la esquina. Corri6 a tomarlo, locs tacones altos golpeando el pavimento. El chofer la vi0 venir y esper6, apreciando sus piernas mientras ascendia. Un hcmbre (de barba le hizo &io 8 su lado y eJ conductor guifi6 vn ojo. Al fin quie,ta, instalada cerca de la ventanilla, sinti6 el motor rugir mientras encontraba, orgulloso, la carretera pavimentada. Desde el asiento delantero sobresalia la cabeza de un nifio. La enfocaba frimente, inmutables y serenos lus ojos mbre el rostro de Alicia. La lmirada le pareci6 vidriosa y el n 5 o mal nutrido. Valvi6 a1 camino. Le gustaba ver cruzar 10s vehiculos rhpidamente, como si tuvieran urgencia en lllegar a dlguna parte o de pebderse a sus espaldas tragados por la carretera misma. El ni50 y sus ojos insistentes la molestaron. Sonrib para terminar con 41 y volver a si misma.
E * *

Es el colmo, se repetia impaciente Alicia, pasejndose por su pieza. La capa de zorros desliz6se de la cama y se enrosc6 en la alfombra. Eien podia la cosa tener su lado bueno: un problema nuevo y concreto que solucionar, un cambio en sus preocupaciones.. . iQU6 hacer, Dios Santo! Por lo menos la desesperacibn esta era conocida, con nombre, causa y final, y hasta m8s llevadera que esa desaz6n profunda de 10s ultimos tiempos, que amilanaba su espiritu desorientando todo esfuerzo. Sali6 a la calle. En un sal6n cercano pidi6 un caf6.

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Bien cargadito, por favor. Bebfa con lentitud, tratando de respirar a fondo entre cada sorbo. Para%odo el mundo es una complicacibn, per0 para mf.. . es el colmo. Dej6se llevar por una sensaci6n nueva y blanda de bienestar. Reprimi6 por costumbre el gesto de c6lera. Queria detener su desesperanza, y a1 escaparsele venia una especie de paz que no buscaba. iEsperar una guagua yo, es mi ruina! Trabajo, futuro, amarras. Mi ruina definitiva. Diria a Alberto: No es cosa del otro mundo, despues de todo. Siete meses pasan volando y no soy tan miserable como para no poder criarla. Todas las demhs mujeres pueden, no he de ser yo menos.. . Debe ser divertido, tambien, un niiio. Se encontr6 dividida: defender y atacar. Ambos argumentos igualmente fuertes. Llevaria a su niiio a pasar las vacaciones en casa de su madrastra. GQUC seria de la casa, del corredor y de aquella avenida de 6lamos? La vieja debia sentirse muy sola y quizas no fuese tan mala mas que en su recuerdo. La mujer del mayordomo podria cuidarlo a ciertas horas: Fijate, Alberto, que es una mujer gorda, llena de crios que viven como por miBagro. Nunca supe de ninguno que resbalara por la escalera o lo aplastase un ascensor. Pensaba tambiCn, y con orgullo, cu&n hermoso podia resultar un hijo de Alberto, sano y bien nacido, no el lastre de un cualquiera. Pero en este mundo 10s nifios no tienen hueco -agreg6 molesta de su debilidad-; bien que se jodan 10s grandes, per0 10s pobrecitos no. Volvi6 a sentirse fuerte, llena de energfas para protegerlo, conocedorn de la vida: A mi niiio no lo pasarh a llevar nadie, crecerh contento. No le ha de faltar nada. QuB manera de idealizarlos, son fregados, llorones y cochinos. La vida se hace imposible con el desorden, el lavado y el trabajo. Tan tranquila que estaba yo y venir a caer en esto. Cuando se lo dijo, Alberto levant6 la vista y en 10s ojos de Alicia vi0 que no bromeaba. Pareci6 anonadado, temblaban sus labios y las palabras salieron breves y opa-

cas.
-No

es posible. .., tii sabes, Alicia, que es imposible.

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Ella asinti6. M a s le habria quedado eternamente agradecida si hubiese exclamado : Ya nos arreglaremos. -Tienes que tomar alguna medida. Y de este asunto no se habla mss -replicb Alberto, y nunca lo sintit5 tan lejano. -Es la cosa mBs importante que me sucede y tc decfdes que no se hable mBs -murmur6 Alicia d6bilmente. -Haz el favor de no molestarme, tengo bastante con mis propios problemas. -+Con qui& quieres que hable entonces? -vocifer6 Alicia-, L e importan tus puros problemas, i y 6ste no lo es? -No tengo ninguna seguridad. -Desgraciado. Alberto perdi6 el control de sus nervios, exasperado afin; pero tratando de reponerse dijo: --LQuieres decirme qu6 esperas? -baj6 la voz-. &Que cargue yo con un hijo? &No tengo demasiado con uno? &Queme ponga a1 alcance de tu mano por el resto de mi vida? Lo agradable de mis relaciones contigo era lo fugaz. Nos unia la falta de amarras. Si quieres pescarme ahora, te vas a1 diablo, que para imbCcil no estoy. -iQu6 tanto te, da si yo cargo con la guagua!. .., s610 t e pido que me ayudes un poco. Alberto se acerc6 a ella y le habl6 lentamente, cdmo para asegurarse de ser bien entendido: -Quiero que mis cosas, buenas o malas, terminen en mi. &Meoyes? No podria soportar la idea de saber a un hijo mi0 dando vueltas por el mundo sin saber qu6 le pasa, si es feliz o desgraciado. No podria tampoco soportarlo en poder tuyo, aunque estoy seguro de que serias una buena madre. -Bueno, entonces lo ves de cuando en CUandQ y t e preocupas de su educacion. -Alicia pareci6 cansada. -No quiero lazos que no pueda cortar. Es una raz6n poderosa, me parece. . -Poderosa, per0 imposible. LCrees tfi que pedimos la vida por catslogo? Dio algunos pasos por la habitacibn, y cuando volvi6 a mirarla parecia haber envejecido: un hombre derrotado. Alicia sinti6 pena de sus espaldas por primera vez marchitas, sigui6 su vista fija en 10s techos de zinc de 10s
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edificios mhs bajos. Se acerc6 a 61. Vi0 paredes de barro semiderrumbadas en el centro de la ciudad. LC6rno imaginarse que algo tan natural pesara tanto sobre un hombre como Alberto? -Soy el tip0 de hombre que no deja huellas -dijo como para si mismo. Nunca se lo habria dicho a nadie, con Alicia no importaba abrirse. 4 i e m p r e se deja alguna. -Yo no. Cuando yo muera habrd dejado de existir. -Como todos. -LCrees tG? Como todos.. . Alicia crey6 ver lhgrimas en sus ojos, per0 Alberto se volvia iracundo de su pasada muestra de debilidad. -Poco me importa que tengas hijos, si te gustan -dilo-, per0 no quiero que sean mfos. B ~ s c a t eotro que te sirva. -Desde la puerta volvi6 a Snsistir-: No quiero tener un hijo mio.

* * *

Entraron por un pasadizo estrecho. Era una casa de un piso en el barrio bajo de Santiago. Frente a ellos apareci6 el patio con macetas de cardenales resecos. Una mujer gorda con 10s cabellos brillantes y .estirados la tom6 de la mano con ternura, guikndola por el patio tras la palmera central. Entr6 a1 dormitorio lleno del mhs variada mobiliario : roperos, cortinas divisorias entre las camas y pisos de totora para las piernas. Una muchacha acerc6 el jarro de fierro enlozado blanco, mientras la vieja gritaba que el agua habia hervido. Alicia se detuvo cerca de la ventana; tras el patio, en la salita con muebles forrados en brocados y cuadros pendientes de gran altura, Alberto se paseaba cabizbajo. La mujer, con sonrisa estirada como su piel, la hizo tenderse en la cama, sobre un recorte de lienzo muy lavado. Alicia, enterr6 la cabeza en la colcha donde se entrelazaban guirnaldas celestes y hojas verdes. La mujer era experta, $us manos hacian danzar lenguas violhceas en el lavatorio porthtil y eficiente -as1 se lo asegur6 su prima, a quien pidid una buena direeci6n; es claro que en casa de la sefiora Graciela sabian de muchas, per0 no pensaba enterarla de sus asuntos personales-; volvi6se a

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indicarle que se pusiera de pie. La pleza olia a alcohol 9 fuego. -Queda mejor acostadita asi -dijo con ternura profesional-, a lo ancho de la cama, con las piernas apoyadas en el piso. Alicia tom6 la posici6n indicada, el pelo contra la muralla. Sobre el piso descansaban tambiCn 10s flecos de un choapino. La vieja deposit6 la tetera de agua hervida; la gorda hurg6 en el armario, luego en el agua, hasta tener reunidos 10s instrumentos necesarios. Concentr6 la cabeza entre las piernas de Alicia. ~ Q u dhacer? Vaciar 10s ojos en el ropero entreabierto: se confundian las ropas y tiestos blancos: vasijas, agua y acero. Alberto habia sido gentil a1 acompafiarla. LO fue por desconfianza? El, la mujer, la palmera, sombras inconsistentes. -Ruela este algodoncito y se sentirk bien. --El olor a dter la sobrecogi6--. Manejelo usted rnisrna. De a poquitito, asi.. ., asi.. . No se me mueva, no se me ponga nerviosa. -La voz se alejaba. Quiso toser, se perdi6 la tos y el pecho volvi6 a ahogarse-. De a poquitito. Asi.. ., asi.. ., asi. . . Alberto se alejaba. TambiCn el nifio. Se alejaban todos. h i . . ., asi.. . Las voces. Un nifio sano y hermoso, una oompafiia para su vejez, un cambio en su vida. Uno siquiera que no se va. Sabe Dios si despuds de esto no voy a volver a sentir nada. Capai que deje de ser una mujer verdadera. Capaz.. . Se hacian lejanas las palabras, 10s temores, las ideas y el ropero entreabierto; quedaba si la angustia, quedaba tambidn el ahogo. -No se me mueva, no se me ponga nerviosita.1.. Asi. Aspire. Quiso gritar, llamar a Alberto, per0 sus palabras sa. lieron muertas o no las oy6: Estoy muerta y nadie se da cuenta, per0 yo estoy muerta. Hacer las cosas para alguien. Ser importante para alguien; su importancia se alejaba de ella; qued6 un dolor. Qy6 un grito, no sup0 si salia de ella o a ella Ilegaba. La vieja le toc6 la frente, la gorda acarici6 sus manos. Las mujeres herian con bondad. -Tranquilita.. . Tranquilita.. . -Arrastraba las sila-

.denales bailaban, la palmera

bas, como si todo no se arrastrase de si. Los potes de cartambien, y la mujer la hacia abrir las piernas. Libre de amarras.. ., libre de Vivir g morir a su antojo. Libre tambiCn de Alberto. -Ya pas6 todo. Pas6 todo. LTodo es que? Si en ese momento acababa de llegar y no hace un instante que se ha recostado ... Levantabanla para acomodarla ahora a lo largo de la cama. Cabian sus piernas sobre el acolchado de guirnaldas. La vieja sostenia una taza % cafe humeante. La gorda envolvia el recorte de lienzo. Alberto tom6 su mano. icdmo, si hace un instante lo vi0 pasearse por la salita! Re, agradeci6 el contacto. Volvio el rostro hacia chaz6 la taza . la pared. Nada la unia a 61, pero era agradable el calor de su mano. Trat6 de apretkrsela, el movimiento no respondi6. El porvenir no existe. Todo es silencio y presente. Invoc6 a la Virgen -Ldej6 en la casa la reliquia?- y cerr6 10s ojos.
* I *

'

Go unico importante es dormir. Oomprende que ha 'muerto. Empiezan a llegar voces. Un brusco frenar de ruedas la incorpora. El autobks ha entrado a la ciudad. Alicia repast5 su maquillaje antes de apearse; la sefiora y el nilio descendian con ella. El peiquefio no le quitaba 10s ojos de encima, y como se habia acostumbraldo a verla, sonri6 con una mueca ridicula. Por f i n lleg6 a su departamento. Como navio a puerto. Todo eskaba en su sitio. La inspeccih le pareci6 triste y ajena, como una Idespedida. Lam6 la carkra sobre la cama y se acerc6 a1 telkfono. Sinti6 frio en la espallda. LY si apareiciera.Raa? Desde esta mafiana parece haber adquirido brios. Un cuerpo desnudu, sobre una mesa la persigue. El olor a 6ter tambi'6n. La mujer tenia un hilo de
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i

sangre coagulada sobre el muslo; la gorda se lavaba las manos con allcohol. Asi terninark ella. jCu&ndo? Da igual. Esa mujer se le ha adelantado. En Alberto y en la muerte. Bajo la puerta encontr6 el sobre. Lentamente lo &rib. Hacia tiempo lo esperaiba. Con 10sojos obscurecidos de rabia y llanto ley6 el conitenido: antes de un mes debia abandonar el departamento. No recordaba ya el n ~ m e r o ldel telefono. Tanto tiempo que no llamaba. Casi cuatro afios. -Soy yo, sefiora Graciela, jque ya no me conoce? -jAli,cita, por Dios, c6mo no la voy a conocer! -La YOZ era tierna, como la de la gorda. -jC6mo esthn todas por all&? --iMuy bien, Algunas se han ido, otras no, ciomo siempre. -LMulchos casamienbs? 4 3 , algunos, y todas con gente de lo lmejor, como a mi me gusta. Per0 me ,parece que hace timpo que no la veo. LCuhndo fue la Wima vez? -Aqui en mi departamento, cuando lo estrene. tSe acuerda de la linda fiesta que les di a las chiquillas? -Asegur6 Alicia con s u vox que pareci6 entera-. jY 10s amigss?, jalguno se acuerda de mi? -CIaro que si, Alicita, a usted no se la olvida. $e acuerda del abogado ese que la pretendia? Prea n t a siempre por usted. jCu5ndo da una vueltecita por aqui? La juventud es una, hay que haicer de ella su capital. Ya s6 que est&muy bien puesta, pero una nunca sabe.. . -La sefiora Graciela era bondadosa y atinada. Alicia se anim6-. Apenas me pregunten por usted, la llamo. jEstar6 en su casa? Dime su n& mero.. . Cuando colg6, estaba mSls Bgil, joven otra vez y

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nueva. Pronta ZE volver a empezar. Tom6 la carta de la adnainistraci6n del edifkio y la echd a1 basurero. $DS muertos sentiran frio? Se metii, a la cama para dormir una tardia siesta. No sera ahora tan facil. Ha perdido la costumbre y hasta el atrevimiento. iQu6 sentirim 10s muertos? Bagatelas. ~Qu6 ha cambiado verdaderamente? Puede acostarse ahora con cualquiera. Alberto, despuks R a ~ l Nada ha cambia... do. S616 Alberto es otro. No puede ya destruirla ni darle esperanzas. Ni Alicia, ni Ratll, ni la sefiora Graciela, ni la elegante casa de Vicufia Mackenna, ni su pie1 obscura, ni el corte oriental de su mirada. $3610 Albert0 y quizas.. . su propia m a . Nadie puede ya nada por ella, ni contra ella. Siente ganas de reir. Nada ha eambiado. lsCilo Alberto, el mks fuerte, el que diSpQniade la vida, del diner0 y del acontecer. Ra61. anda igualmente engominado que antes de entrar a la ckreel; la voz de la sefiora Graciela es la misma; 10s sentimientos comienzan a dormirse eomo antes., . Bajo las &banas tanted su cuerpo joven y experto. Ahora, como antes.. . iCi,mo antes?

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G U A N D O in%roduciana su marido en la Camilla,

tan indiferente la pie1 a1 contacto, a1 aire y a las voces, Luz pens6 que principiaba el fin. Dio una buena propina a1 porter0 y sonri6 dulcemente a la enfermera: algo grave tiene que operarse para que devenga eso un hombre que entraba a1 bafio cantando un stria de Rigoletto en forma tan estridente que obligaba a Luz a cerrar las ventanas hacia el jardin para no imponer a1 vecindario de 10s gustos musicales de su marido. No es el mismo. LPueden ciertas cklulas a l desordenarse operar el cambio total? Sigue con la mirada el ritmo en las manos $de10s camilleros y siente en la suya el dolor de la cabeza herida y dafiada de Albedo a1 ser levantado para introducirlo en la ambulancia. Su pmpio cerebro se desplaza a1 ver partir el vehiculo. Su crane0 se Iconmuevea1 paso del camino de tierra a la carretera. Ya dentro del auto quiso vover a1 cuerpo propio. Estaba exhausta. Un autobas Melipilla-Santiago oblig6 a1 chofer a frenar sabresaltando mas sus ner174

vios y tras una rnaniobra se introdujo entre Luz y la

mbulmcia. Pens6 en su hijo. LD6nde estar6 este nieo? Le dej6 recado en la casa. &Noha vuelto o permaneci6 indiferente? Perdido su norte, cualquier cosa puelde ser o no ser; si bases tan sblidamente construidas se desploman, pcede todo carecer ldecimientos. Y si su vida entera es selativa, entonces jcbmo vivir, d6nde apoyarse? Sin embargo, un dia SUPO a ciencia cierta sus deseos y pensamientos. dQu6 la ha hecho pebder su seguridad? No, no puede haberse equivocado tanto. Era entero el juicio con que contemp16 la tenaciadsd candorosa de Alberto. Entero tambi6n fue su desprecio.
* x *

Esperaba figurar en la politica como justa coronacih a una fortuna solida, a un empuje consciente y a una posicion social honrada. Necesitaba, ademas, brill0 y poder. Cuando 10s deseos tienen nombre, es cuestion de empuje, deciase Luz, invitando a casa personajes importantes que pudiesen resultar una buena conexion. Un dfa la familia vi0 segura la cartera de Ministro. Algunos politicos apartaron el nombre de Alberto Palma para formar un Gabinete tbcnico, ya que el Presidente de la Republica tenia por 61 gran estirnacion. La casa vivi6 un dia de trance. Dejaban el asiento cada vez que sonaba el telCfono para tomar el fono. Mas, antes de contestar, Alberto vacilaba -no debia demostrar apresuramiento-, llamando a quien se encontrase cerca: Contesta tu, y di que no sabes si estoy en casa, que vas a ver, per0 no olvides de preguntar de parte de quiCn llaman. Si en medio de tal ajetreo se cortaba la comunicacion, Alberto, encolerizado, se convencia de que era Bse el llamado definitivo. -VolverBn a llamar si es importante -decia Luz. -Una combinacion falla por un minuto, pol el m5s minimo detalle de oportunidad. Llegaron sus amigos a, la hora del c6ctel y Luz estaba

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intranquila. No dejaba de seducirla la importancia que adquiriria ella ante sus amistades si era sefiora de un Ministro y c6mo luciria en su casa cada objeto fino traido de Italia, per0 se distraia explorando cada impresi6n en el rostro de su marido. -Conque tenemos Ministro en casa -dijo alguien, 9 Alberto alz6 10s hombros con indiferencia. -Palabras, puras palabras, s610 me lo han insinuado como posibilidad y consultado en principio. -Comenzaba a servir el whisky-. Ademas, no creo que seria conveniente para mi. Tengo muchas cosas entre manos. -No seas imb6cil; tienes una obligacidn de patriotismo; es precis0 que hombres como ta colaboren con el Gobierno para bien del pais. -Hay muchos nidos para el tromp0 y son importantes mi carrera y el dinero que una aventura asi me costarfa. 4 a n a s en cambia prestigio y la oportunidad de poner en practica ciertas ideas que has venido elaborando a trav6s de ados. S i , es cierto. Se hacen tantas estupideces. Es claro que fgual diran cuando las haga yo. Es un trabajo ingrato. -Un hombre preparado y de empuje como ta es lo que necesitamos. -Aunque me cueste dejar tantas cosas, le respondi a1 que me sonde6 que estoy dispuesto. Hacen falta iniciativa, autoridad, o simplemente conocimientos en la materia, para poder borrar el lastre de gobiernos anteriores. Estamos aburridos de ministros improvisados. Mientras conversaban son6 la campanilla del telkfono en el escritorio, 10s oidoa angustiados de Alberto siguieron 10s pasos de la empleada que acudio a contestar; trat6 a1 tiempo de continuar hablando, per0 Luz vi0 sus manos traspirar sobre el sofa. Habria asegurado que mas tarde, cuando las visitas se marcharon, Alberto, impaciente, fue a verificar si funcionaba el aparato telefdnico.
Y O *

'

iPabre Alberto! Luz se comprendi6 vacfa, algo se swaba en ella, informe, desorientada, y siibitamente con deseos de 8er libre, sola, capacitada a h para em-

pezar una vida diferente. Mirb a la mama,que en silencio, a su lado, parecia rezar. Rezar era sencillo, Luz lo hizo desde su m8s tierna infancia. Cuando era pequeda su madre la ensefio a domirse con las manos juntas. La costumbre persistib, y mas tarde, muchos afios m& tarde, sintib que Albert0 la despertaba en medio de la noche, cubriendola de besos. Duermes Icon las manos juntas -dijo-; pareces mienltras duermes otra persona, suave, d6cil, entregada. No era lo dificil rezar, decir palabras hermosas y consoledoras cada noche, buecar el suefio en ellas. Tarnpoco costaba unir 10s pensamientos: la oracibn brota sola en lciertas noches tristes, y Dios no es newsario a nuestra tranquilidad. El problema est& en otra parte, quizas en distinguir que se quiere de nosotros, en no torcernos, en no cerrarnos. -~Quk crees k u que es lo mas importante? pregunto para si misma, ya que no era la mama,vieja e ignorante criada, versada en metafisica. -Ser muy buena cristiana.. . -Ya lo s6, y cumplir 10s mandamientos y entregarse en manos de Dim. Peso.. . -Es dificil, sefiora, asi tan de repente, poco s6 yo, pero digo que asi como hay que poner semilla para tener trigo, pienso para mi, asi debemos servir a 10s dem&s para que nos sirvan. Luz sonrib. La palabra servir era antigua, pasada de moda, personas modestas hacian de ella una religibn: #e sirve la sefiora? T o r servicio, seiiorita; .. Era una palabra ridicula. Sin embargo, el diccionario daba a1 v e r b servir m6.s espacio que a sabiduria, creacih, amor, inquietud, filosofia, etc. Es una palabra simple, entera, pens6 Luz, por primera vez interesada en analizarla. Dice todo, o por lo me-

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caras. -13

nos, mucho. El diocionario la toma, la explica, la prolonga: servicio, servicial, servible; la corta, la ahoga: servil, servidumbre; la acepta como empleo, sujec i h , aprovechamiento,asistencia. Puede ser tambi6n: rendir culto, querer, valer, cortejar, gustar, ser util, dar. Mir6 a la anciana, perpleja; habia encontrado una palabra que le serviria: servir. La ambulancia continuaba avanzando, su lentitud impuesta a1 trafico total. Me he negado a servir -pens6 Luz, divertida ante el insdlito mandamiento-. Servir: la palabra es grande y la idea de haber podido iservir a Alberto es encanrtadora. Se sinti6 incbmoda. Una mujer atrayente con la que todo el mundo se encontr6 siempre a gusto, interesante, amena, culta, que evitaba mezclar a sus conversaciones temas triviales y problemas comunes, que manejaba una sociedad selecta y vestia en Paris. Alberto me admiraba. Siempre me demostr6 admiraci6n. Era justlo si uno piensa c u h t o le aport6 a su vida. ~ Q u seria 6 de 61 ahora, casado con una compafiera de la universidad o una muchacha buena y modesta? Temia la respuesta. PenshndoSo bien, era el tipo de hombre que se siente mejor con una mujer Qnta e intrascendente; le da mas seguridad una mujer que lo respete, lo admire y lo sirva. Una mujer femenina, se excusaria 61, es estimulante; una mujer que entrega, aunque posea poco, hace sentir deseos de entregarle tambih. Es clarlo que una vez lo dijo, pero Luz interpret6 sus quejas como el deseo innato de dominio del macho espafiol a la antigua, que no acepta en la mujer otro papel que el de su sujecih. NO somos de la mislma pasta -se dijo-, ahora y siempre lo he comprenldildo. ~ Q e sentira 6 una mujer libre? Habia perdido ya

sus mejores afios, per0 a b es @en, pronta otra w z a ensayar sus alas. Y si Albert0 se muere. .. Mi matrimonio fue una gran equivocacibn, lo supe siempre, per0 no imaginb haberme equivocado tanto. Cerr6 10s ojos, porque era prelciso borrar la imagen de una mujer muerta. Libre. La palabra, mmo la sensacibn, era deshabitueda; Le pareci6 descubrir, a1 fondo de un cajbn, algo largo tiempo olvidado que no ech6 de menos ni quiso, pero que a1 encontrarlo la llena de emoci6n. Indepenfdenciaguardada y olvidada. Se siente vibrante. Libre de amar, de ir hacia cualquier sitio, de cambiarse de casa, de renovar 10s muebles, de conocer intimamente otro hombre. LSe lo impidi6 Alberto? No, pero consumib sus deseos, empobreci6 su sensib3lidad. Mat6 la imaginacibn. Todavia es fuertey bella, capaz de intensidaid y fineza. Se sobresalt6 a1 ver detenerse la ambulancia que Ilevaba a su marido. El medico bajaba apresuradamente del pescanlte. Su pensamiento fue lmhs velsz que las ruedas de su mche a1 detenerse. &Unasespuesta a sus deseos? LAlberto ya ha muerto? iQu6 horror! Pero no puede ser tan sencillo, no es s610 cuesti6n de desear.. . LPueden muerte y libertad dcpender de un vehiculo, de un camino, de un movimiento cerebral? Su corazdn se angustia hasta creer que tambibn est& muerta. Descendi6 del autom&il, corri6 a1 furg6n blancs detenido a metros de ella. Vi0 a la mama phlida, embarazada, agobiada, sin saber salir por esa puerta estrecha, y como si su movimiento la redimiera, volvi6 hacia ella y la ayud6 a bajar tomhndola de la mano. Alberto se movia. Luz reconoci6 su voz y se abalanz6 sobre 61 con desesperacion inaudita. Escondi6 el rostro entre las shbanas y quiso trasmitir su alien-

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to. Alberto, agitado, daba vueltas la cabeza y convulsivos movimientos salian de su garganta confundiendo arcaidas y palabras. Por primera vez dejaba de ser una momia de carne. Podia oirsele mumurar ciertas frases inconexas, su angustia preguntaba, suplicaba respuesta. Y Luz, que en ese instante, por verlo vivo habria dejado arrmcarse la vida, volvi6 a cerrarse. Las cejas de su esposo eran dos interrogantes que recortaban su impetu. Su voz volvi6 a ser dura a1 responder: -EstB mejor, no te pr6ocupes -porque no se atrevi6 a decirle, como fue su deseo: esta muerta, definitiva y blancamente muerta. Alberta no pareci6 comprender. Continu6 inquieto hasta que el mkdico temin6 de colocar una inyecci6n. , La ambulancia reanud6 la marcha, el autom6vil tambikn. .Corn0 dos motores sonhmbulos. -Si vive, ser6 WI milagro A e c i a la anciana sin aliento. Si un milagro puede producirse en 10s huesos y masas cerebrales.. ., si Alberto melve, ipor quk no yo. Comenzar otra vez. La perspectiva era excitante. Comenzar caida mahana, eso es vivir. Alberto vivia. For lo menos fue capaz de amar, de sentir placer. Nunca hubiera pensado antes que su marido fuese infiel, nunca pens6 mucho en 10s sentimientos de C1,los dio por fabricados, sin repasarlos despuks. &Que hacia? iD6nde se encontraban? LQUCsitios frecuent6? Por primera vez se lo pregunta y recurre a la paIabra vieja de una myer vieja. Deseaba una respuesta total, busckndola en si y en sus recuerdos. ~ Q u 6 es estar viva? Tenderse. Todo nace de una tensibn. Herhclito, Suiza, s u juventud. Es chocar con el aire, con la aglomeracih y el 180

ambiente, con la paz y con la soledad. Es buscar, inquietarse; es la reaccih ante el choque, es la respuesta sincera a la inquietud, es el movimiento hacia una meta. Es el dolor, es la esperanza y es tambikn la desesperanza. &o de servir es demasiado sencillo para servirme de respuesta. Mienkas me desespere porque el dia amanwi6 nublado o me caliente la vista del sol, mientras otra vez me sienta dichosa porque llueve y molesta ante el calor de sol, vivo. El tiempo permanece, soy yo quien canibia. Amamos una boca que sonrie y odiamos el gesto de una mano, para amar despu6s la mano que hace el mismo gesto y oldiar la boca que sonrie igual. Debi6 hablar asi en la tertulia de Eugenia, habliia hecho sensaci6n y poesia. Yo pongo amor y odio, la mano y la boca pemanecen. Un dia la enterneci6 la inseguridad de un hombre a quien podia servir de madre y mantener siempre cerca de si, y cuando, corn0 dueba, ley6 en 61, dese6 con toda el alma a un hombre a quien servir de amante. El cambjio se oper6 en mi, no en 61. Su agitaici6n volvi6 a, desesperarla. Llevando las manos a la frente, trat6 de obstruir una visi6n de horror. Pa no vibro. Alberto se muere y no & qu6 siento. Vuelve la palabra a herirla. No sirvo, no he servido. Psrque servir es tenderse; mano, m e w , cmrazbn, entrega.. . Sinti6 el alma quebrada, sin esperanza, muerta.
* t *

Per0 ya habia sentido eso antes. ACuBndo fue? Le molestaba la masica que Alberto oia. Era una tarde de primavera y la brim entibiaba las mejillas. Tsas una larga y complicada instalacibn, el High Fidelity, recibn llegado de 10s Estados Unidos y que acaparaba lugar, tiempo y enL tusiasmo de Alberto y de su hermanq estuvo por fin en su sitio. Su combinaci6n de parlantes y amplifkadores, bl-

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timo adelanto norteamericano y primer0 en llegar a Chile, 10s Iascinaba. Febrilmente ordenaron discos, seleccionando varios aiios de esfuerzos en un horrible armario, en el que esperamos que tii no meter& mano. Verdi, Strauss y Brahms eran 10s m8s selectos, per0 habia cientos de canciones de moda. Gusto de Alberto. -La discoteca es el hombre -exclam6 cerrando la puerta de su dormitorio, per0 10s amplificadores se adentraron por las rendijas. Enfrentaria a esos dos hombres con Albertito esa noche a la hora de la comida, para que Bste les diera una lecci6n de buen gusto y cultura musical. Cuando 10s ecos de El Ultimo Cupl6 tomaron 10s hmbitos de su casa, Luz sali6 a la calle. Camin6 a1 azar y el frescor fue agradable a su piel. Antes que Alberto absorba lo mejor de mi ... Lo habia dicho tantas veces. No era fhcil cortar. El frio la hizo levantar las solapas de su vestido ajustado y liviano. Camin6 sin rumbo. Mientras sea tiempo. DespuBs, para volver, necesitar6 respiraci6n artificial. La calle le parecia demasiado obscura y la brisa se tornaba inh6spita. Pens6 en regresar. HablarB a AIberto esta noche. Focos de vehiculos cruzaron su rostro, raykndolo antes de desaparecer. La cinta de asfalto cambiaba de posicidn bajo las ruedas, y 10s focos interrumpian un brillo azulado. Cruz6 10s brazos sobre el pecho, luego cubri6 sus hornbros con las manos. Un autom6vil muy largo y brillante se detuvo junto a ella. Quejkronse las llantas y oy6 una voz que le hablaba. Volvi6 Luz el rostro interrogante y dijo cortksmente: -Perd6neme, ,pe le ofrecia algo? -En Paxis 10s extranjeros solian acercarse en demanda de algiin dato 0 direcci6n. -iC6mo,es posible que una mujer tan llnda ande sola? SBbase, por favor, y la Ilevar6.a donde guste. -La insinuante voz la avergonz6 mhs que las palabras. Sonrojada afm, apret6 el paso. Sentiase desnuda ante las miradas de un cualquiera ... Hablarle a ella de ese modo. Un roto, seguramente, en el autom6vil de su patr6n. AI verlo desaparecer, Luz respir6 aliviada. No tenia costumbre de andar sola a pie,

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habia obscurecido y faltaban cuadras para llegar a la casa. Nuevamente el vehiculo estuvo a su lado. Intimidabala. No se atrevid a mirar, per0 disminuy6 la marcha. iQU6 paciencia! No debo dar a ese estupido la impresion de que me doy cuenta de su presencia. Sus pasos adquirieron elasticidad. -iQu6 preciosura! Me gustaria verla mas de cerca. No se apure tanto -decia la voz en la obscuridad en lineas de la calle. Luz alentd el paso. Continuaron andando juntos. Para cruzar seria precis0 detenerse y enfrentarlo. Tuvo miedo y anduvo algunos metros tratando de decidirse. El veria de cerca las arrugas de sus ojos. &La tomaba por una muchacha? El autom6vi1 se detuvo para cederle el paso y Luz mir6 a1 ocupante. Le pareci6 de buen two, quizas un extranjero en primera generacion. -No se ofendera, sefiorita, que insista, pero no veo por qu6 no sube. GSabe? Parece ,en este instante una visibn. 4 o n r e i a . Mas bien.. . debia ser un muchacho en son de aventura. No le faltaba encanto a su juventud abierta. NO tiene tacto ni educaci6n este pobre niiio, pens6 Luz, y su paso adquirio donaire nuevo. Se sinti6 liviana, sin trabas, como una chiquilla en vacaciones, lejos de su casa y de su ambiente. Sonrio, y sus ojos azules, bajo la luz indirecta de la avenida, adquirieron tono violeta. Algunas cuadras mas lejos vi0 que el auto la esperaba, cuando ya sentia pena de haberlo perdido de vista. Le intercept6 el paso cuando quiso cruzar la bocacalle. El conductor hablaba con deeenvoltura. -iQU6 desconfiada es! - h z tuvo que detenerse a u n , N o Cree en el paso del muchacho y aceptar su sonrisa-. ? amor a primera vista? Ya le vi 10s ojos, era lo que queria.. . Luz sonrib divertida y se sinti6 bien interpretada por 61. Es atrayente -pens6 sin dejar de mirarlo-, y se ve muy joven. .. Haberle caido en gracia yo. .. -&Se decide por fin? -guiabala a responder con la mirada-, conversaremos largamente. Podria resultar una aventura maravillosa. 6 0 le tiene miedo a lo maravilloso? Sintiendo que desperdiciaba el momento, volvio a em-

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prender la marcha. El insistia en sus argumentaciones 9 la voz entraba en ella y en la callejuela. Cuando se alejaba, oy6 alejarse el motor y su aventura. Lleg6 a la casa. Alberto leia el diario bajo la lampara del escritorio. Levant6 10s ojos y pregunt6: -~Qu6 te pasa? -Nada, Lpor qu6? -No sb, te noto rara. -Volvi6 al peri6dico. --Sera que por primera vez me miras.. . -murmur6 ella suavemente y sinti6 su cuerpo vaporizarse. -No creas. Tom6 asiento a su lado, sintiendo que el vapor que saIfa de ella llenaba la estancia. &Lo tocaria a 61? S i ,Alberto dobl6 su diario. -Est&s muy buena moza -murmur6 como tratando de adivinarla-. Tus ojos e s t h h~medoscomo si hubieras tomado. -Luz entrecerr6 10s pkrpados para conservar la humedad-. LTe tomaste un trago en alguna parte? NO me parece muy tuyo. No puedo imaginarte borracha o desmedida. -Se pus0 de pie y su risa fue b5lsamo alegre y resbaladizo. -Sin embargo, me siento embriagada. El frio de la tarde, tal vez. LSabes? Me siento distinta, joven, capaz de algo. No s6 c6mo explic6rtelo. Siempre he temido perder la juventud, mas que por la fealdad misma, por el fin que significa, porque ya no queda entonces la ilusi6n de que con el tiempo haremos grandes cosas.. . S o y me parece que la primavera hubiera entrado en mis nervios. La sensaci6n llegaba a la sangre, rebasaba su piel. Vi0 a Alberto a su lado. La mano acariciando sus cabellos. La bes6 en las mejillas. -Hace mucho tiempo que no me besabas -dijo. -Te beso todos 10s dias. E s cierto. LTienes algo que hacer esta noche? -indag6 temerosa en el rostro de su marido. Per0 aunque parecfale ridicula una aventura sentimental con Alberto, sinti6 deseos de intentarla. -Ten& que salir. No es importante ... Si te sientes mal.. .

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-Nunca me habia sentido mejor. -Se acercb a 61-. Lhfe convidas a comer a alguna parte? -Se come tan bien aqui en la casa; pero como tu quieras. -Albert0 la miraba asombrado. -Vue10 a arreglarme. lQu6 vestido te gustaria que me pusiera? -Su irradiacion lo tomb. -Cualquiera, te ves bien siempre. Luz sub% corriendo las escaleras, La ilusi6n corria tras ella. c;C6mo es posible que una mujer tan linda ande sola. ..3

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A OF'Ic?INA de don Alberto Palma aguarda. Frente a su mesa de trabajo cada uno hace eSfUerZ0S por concentrarse. Agotaron 10s comentarios y las hip6tesis del c6mo y el por qu6 del terrible accidente, la posici6n del vehiculo, la del carnib, representados por cajas de f6SfOrOS, y en el papel se ha rayado el camino y el encuentro. El sebor Castillo enmienda ciertas cifras y 10s signos se pierden en cuadriculados. Un ingeniero observa y asiente con 10s phrpados, el dibujante esgrime su regla de T y regatea la pluma, ayer certera y triunfante en sus lineas negras. El mozo espera 6rdenes cerca de la puerta, 10s ojos fijos en una fotografia del diario de la tarde. El dedo se detiene sabre el m o n t h de fierros brillantes, pero tambi6n 61, como el fotbgrafo, se concentra en la mujer muerta, escombro ella tambikn parte de la tierra misma. Esperaban un signo, quizhs la campanilla del telefono, que definiera la sensaci6n de cada uno. Frente a1 escritorio, Elena refren6 su mente, que no se apartaba de la ambulancia y del camino. Su dolor ha fdo perdiendo pureza y la decisi6n empezaba a gestarse en ella. Llamar a Dios en su iyuda. No se atrevia ahora. Alberto estaba herido y Elena no era parte de nada. GAqui6n acudir? Su hermano Gonzalo no vino esa Navidad a la casa y s610 llegaron sus tarjetas llenas de promesas. Destruy6 el ultimo

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mito. Hi20 total el vacio. Mejor as$. Destruido todo para poder destruirse. Ya ha sentido ese deseo, le vino muchas veces en 10s tiltimos afios. Huir. Huy6 una vez sin encontrar adonde ir. Vag6 algunas horas, y, ya extenuada y con remordimientos, entr6 como por costumbre a la iglesia. Una pequefia luz anunciaba la presencia del sacerdote en el conf esionario. (;66mo se ha116 hincada entre la madera'y la columna? Sus palabras fueron reflejas, ajenas a su voluntad. Antes de comprometer su conciencia, se lament6. Result6 m8s fhcil de lo que pensara. Si 10s sentimientos tienen a veces palabras' que 10s explican, tarnbih tienen palabras que 10s crean. Y lo que para Elena era una montafia, para el anciano sacerdote era la vida; estaba acostumbrado a que 10s hombres vivan aplastados, por montafias y se extrafien despuCs de no ser capaces de levantarse. Elena oy6 explicar la esperanza, evitar la palabra felicidad y ensalzar el sacrificio como instrumento de depusaci6n y ascenso. El sacrificio basado en decisiones hesoicas. Heroism0 aquel que no se gasta en batallas definitivas, sino en una batalla diaria y sin final. En su propia batalla, diaria y sin final, resultaba vencida. -Es lo ~ n i c o bueno mio -resumi6-, y es m8s grande que yo misma; no puede ser malo, porque es grande. --Su voz comenz6 a alterarse-. No es justo, padre, que si Bios me ama se obstine en mezquinarme todo. Cuando siento que por fin soy alguien, que tengo pie1 y ojos, pensamientos y recuerdos, que soy importante, emponzofia El angustia era mi grandeza mostrandome que nada soy. 431.1 tal que el sacerdote guard6 silencio. -Estamos en un valle de lagrimas, hija querida -adelant6, mientras oraba-. Yo soy ya viejo, y podria decirle que aquellos que no las derraman no son 10s mhs felices; no se escapan del dolor, lo postergan. El dolor no puede postergarse porque pierde el sentido inmediato para "el que fue destinado. -Y ese sentido he de darselo yo. LPor que yo? Porque no me lo dan claramente. -Todos 10s hombres son como nifios.. . No quieren que

Dios se entrometa en su vida y quieren su Saber. Hay que despejar el alma para que entre el Entendimiento. -Per0 El es Dios y yo no. -Por eso mismo se las arreglarB con usted, a pesar de todo. No se oponga. Bienaventurados 10s hombres de Buena Voluntad. MAS tarde record6 otras palabras del sacerdote que parecian dichas por Alberto. Sonrid alivianada: Su coraz6n, hija mia, no est6 hecho del mhrmol del altar mayor; se hizo para amar y para entregarse. Se las arreglarh. LDe qu6 manera?. .. LAniquilando a Alberto? &Demostrandoleque 61 amaba a otra? No queria es8 ayuda a costa de otra, a costa de si misma. Sin Bnimo de lucha comprendia que s610 le quedaba esa ayuda impuesta, dura, arbitraria. NO se oponga.. . Su propia salvaci6n no valia la vida de Alberto. Luchaba a h deseando, sin embargo, entregarse y respirar por fin. Como si en esos brazos hubiese una cuna. Todo giraba hasta la desproporci6n. La angustia se hacfa inconmensurable como su desesperanza. NOhe logrado ser heroica en las diarias batallas sin final y me enfrentan a la definitiva. Alberto viajaba con una mujer y rompi6 10s lazos. Sin embargo, Elena lo sinti6 tan cercd--en el pequefio hotel de Talcahuano. E l amor de Elena y Alberto se consum6 una noche en un pequefio hotel cercano a1 puerto. La uni6n de sus dos almas 10s hizo sentirse partes desde largo tiempo y comprender que el recuerdo de esas horas duraria siempre. Naci6 el entendimiento. No fue necesario mezclar carne y sangre, apenas si se tocaron las manos, mas la espera y el temblor fueron infinitos. No precis6 el sacrificio de una virginidad, la paciencia rompi6 a la desesperacibn, la angustia de Elena y la bondad de Alberto se cruzaron. La union fue perfecta. LRenunciar ahora? A1 llegar a su casa un dia a la hora de almuerzo, Elena encontr6 a su padre en la escalera. No habia estado alli todo el tiempo, pero, a1 sentirla venir, fue preciso exagerar la espera y la ansiedad. Parecia satisfecho de anfquilarla con la noticia, satisfecho t a m b i b de que algo OCIZ188
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rriese en sus dias. Agotada la actitud de alarma, gastado e1 mismo por su emocion, a1 ver a su hija ya agobiada, sex creyo en el deber de verter algunas lagrimas. -Ya te lo decia yo. &Tu no te das cuenta nunca de nada? Es lo que sacas con vivir en el limbo. No eres mas que una egoista. S e quebr6 la voz en su propia desgracia-. Veremos c6mo te las arreglas ahora, Lqu6 vas a hacer? 4 e irgui6 sano y joven-. A ti ya no te importan tus padres. No sirves para nada. cQu6 significa un par de viejos para la nifia.. .? -Le emocionaron sus palabras, saboreo su abandono-. Tenia que suceder, ya te lo habia predicho. No me diras que no te lo adverti, per0 te has acostumbrado a no hacerme caso; es claro.. ., Lque le importan a la sefiorita las palabras de su padre? Ahora lo ves; asi termina una mujer que le da .por la extravagancia. Tenia que destruir esa segura y hermosa voz varonil. Elena no titube6: * -Es 18stima que en esta casa no haya un hombre 4do, pasando por su lado con desprecio. Se acerc6 a1 telefono, no logr6 coger el fono, su garganta apretada destruyd un sollozo. La lengua parecia pe.garse al paladar. Cerca de la puerta la criada espiaba el desenlace y la expresion en la cara de la sefiorita. -6Que ira a pasar, Jesixs? 4 a c a b a ruidos de sus coyunturas. -Explicame las cosas con calma -rogo Elena a su padre. -Anoche tu mama no lleg6 a la casa. Es una mafiosa que llega a encerrarse a la pieza y vuelve a salir a largas caminatas; nadie se dio cuenta. Ademas, tu te has fijado que come de pasada, sin sentarse a la mesa, la mayor parte de las veces. Yo comi solo -la mirb de soslayo y agreg6 con brios-: GMe vas a decir que no entraste a darle las buenas noches? Eres muy buena hija. 4 i e m p r e lo hago. Yo le dije a ella que comeria donde una amiga e iriamos a1 bi6grafo. Cuando llegu6, la casa estaba tan silenciosa que temi despertarla. Esta mafiana sali tempranisimo y tampoco senti ruido en su pieza.. . -jC6mo un detalle puede convertirse en un crimen! Ele-

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na marcaba nixmeros, a1 fin contest6 la Comisaria-. &No has averiguado nada mientras tanto? DespuCs de algunas indagaciones de rutina, le indicaron que fuera a dar 10s datos personalmente a la policia y a las radios. Cogi6 su cartera y sali6. AI llegar a la esquina la alcanz6 su padre, vestia correctamente, bien puesto su sombrero enhuinchado y la corbata gris a escamas. -No puedes presentarte sola ante esos facinerosos de la policia -dijo-. Para eso tienes padre. Larga fue la antesala y muchos 10s formularios con datos personales de la mujer desaparecida que deb:1 eron llenar. Ya de vuelta en la casa, se aquietaron 10s relojes y las horas con sus minutos parecieron dormir sobre la esfera. Sus palabras a Patricio anuncikndole que no podria ir a la oficina, palabras absurdas, como las conversaciones con agentes y locutores y 10s muchos anuncios de pistas falsas, pareciCronle un desfile de pesadilla, pegajosa y atroz. Cuando empezaba a obscurecer se le impuso que habia sido encontrada en el puerto de Talcahuano una mujer desconocida, proveniente de Santiago en el tren de la mafiana, que respondia m6s o menos a las seiias. Agregj el empleado que era preciso que alguien fuera -a reconoceria, ya que la persona en cuesti6n se negaba a hablar y no poseia papeles de identificacibn; solo un bolso con poco dinero y un abrigo gris. Prepar6 su maleta, algunas prendas indispensables y tom6 el nocturno a Talcahuano. &Por quC? Debio consultar antes de partir. Su familia.. .; per0 se distanciaba de ella y la juzgaba. A Alberto, con su buen criterio, eficiencia y ayuda, jamas lo mezclaria a sus problemas familiares. Su madre estaba trastornada y lo mas importante era traerla a la casa. Antes de que ocurra una desgracia : e repetia, y la amenaza horrible que durante meses comprimio el subconsciente de EIena tom6 forma-. Puede matarse. Solloz6. Lleg6 a Talcahuano en una madana de sol, el frio viento arremolinaba a su paso 10s abrigos de 10s viajeros a1 salir de la estaci6n terminal de ferrocarriles. Mas alla,
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enormes canastos de peces y cajones de mariscos entraban a frigorific0 antes de ser embarcados. El mar apareci6 gris y sucio golpeando las quillas en el apostadero. Camin6 hasta el puesto de policia local. Tras informarse varias veces en el camino, se encontro frente a1 oficial de turno que la recibia cortksmente. Hablaba riLpido y de cosas sin importancia para cruzar con palabras la turbaci6n: una sedora de aspect0 distinguido, toda una dama, no habia m&s4 que verla a pesar del descuido en su vestuario, habia llegado en el tren de la mafiana anterior. Interrogados m&s tarde el jefe de estacion y testigos, aseguraron que venia de Santiago. Algunos estibadores repararon en ella; permaneci6 muchas horas sentada en un banco del muelle. En la tarde, est0 lo declar6 una vecina, comentaron dos comadres la actitud extrafia de esa mujer que se paseaba por la avenida cerca del mar, con ojos extraviados. Una asegur6 que esperaba el momento oportuno para suicidarse, por lo que decidieron dar parte a la policia. Los carabineros se acercaron a ella y respetuosamente la instaron a seguirlos. No opus0 resistencia, y en el cuartel se la interrog6; pero en vano, no respondia. Entonces se comunicaron con Santiago. -Se la ha tratado convenientemate -agreg6 el oficial-. La instalamos en la mejor forma posible hasta la llegada suya, se le ofrecid de comer, pero rehus6 tomar alimento; sin embargo, mas tarde pudimos comprobar que habia sacado pan de la bandeja. -Carraspe6 buscando la voz. Los carabineros subalternos bajaron la vista-. Pero resulta, sedorita, que, por un descuido que sera sancionado en debida forma apenas se termine el sumario ya iniciado, resulta.. . que, dada la tranquilidad inofensiva de su sefiora madre, la clejaron un momento sola ... y a l . volver . .. habia desaparecido. Elena lanz6 un grito. Exhime, dej6se caer sobre una silla. Cierta estaba ahora de que su madre no seria encontrada. El oficial hizo traerle un vas0 de agua y trat6 de tranquilizarla con argumentos profundos sobre la psicologia de la desesperacibn, que asegur6 haber estudiado a fondo en la Escuela, ya que era un conocimiento indispen-

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sable en el papel que le tocaba a menudo desempeiiar. La acornpafib a1 hotel mas cercano, donde esperar noticias que 61 tendria el placer de comunicarle personalmente a la brevedad posible. Pareci6 a la joven que la soledad del puerto es sdlo comparable a la soledad de una ciudad inmensa. Asi era la suya, de mar mas que de ciudad, infinita, extendida, sin interrupci6n ni para el horimnte. Los hombres caminaban como extranjeros, como si permanentemente esperasen la llegada de un barco para acortar la jornada. La pobreza de 10s alrededores, en medio de la cual se erguian como fantasmas construcciones posteriores a1 terremoto, adormeci6 sus propias inquietudes. Pantasmas sin color, tarde inmensa de agua, soledad poblada de lanchones, tomaron en Elena un vaiv6n de espera. Todo le pareci6 deforme, disminuido o exagerado, como sus sensaciones. Se sent6 en el hall del hotel. De cuando en cuando la regenta, a1 dejar su m e s h para dirigirse a alglin punto, interrumpia la preocupaci6n precisa en su rostro para dirigir a la pobre niiia una sonrisa amistosa. A su lado, de pie junto a1 sill6n de terciopelo azul rey, un valet de levita vestido en bronce ofrecia muy erguido el cenicero redondo. Tambaleabase cada vez que alguien bajaba la escalera y a1 recuperar el equilibrio volvia a erguirse orgulloso con su ofrenda brillante. La espera se prolongaba; la duefia de casa ofreci6 8 Elena un caldito, y con mas animos pidi6 Csta que le mostraran el baiio para arreglarse. Las visitas del oficial de Carabineros espaciaron despuCs de mediodia. Para acortar la tarde sali6 a caminar. La hora del t C I S sorprendi6 cerca de un lugar donde expendian agdas gaseosas; pidi6 un sandwich; trag6 sin hambre la marraqueta de pan con un poco de queso y mantequilla, la vista fija en el mar, queriendo traspasar su secret0 y su silencio. A1 volver a1 hotel se perdi6 en un laberinto de calles desconocidas Y busc6 de nuevo el mar para seguir su orilla hasta el puerto. Tras el agua, le parecia, peregrinaba el recuerdo de su madre. Calc6 sus pasos Ceseosa de llegar a ella en la soledad total de la costanera, imagen suya y de sus soportes. El recuerdo de Gonzalo termin6 de quebrarse ali-

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viBndola de su existencia y de su esperanza. Sobre pedazos de presencias rotas llego a1 hotel, y el agua y el vaiven de 10s barcos permanecieron cerrados a sus preguntas. Otra vez en la salita de entrada, cerr6 10s ojos. El edificio estrecho y bajo, cielo, mar y terciopelo azul cedieron. Para agarrarse abri6 10s ojos y vi0 a Alberto. Su vigorqsa silueta obstruia la puerta. No pudo nada. El abria 10s brazos. Refugiada en ellos, todo pareci6 real. Alberto imponia rumbos, 10s acontecimientos no se dispersaban en SJS manos, las cosas tomaban camino, llegaban a fin. Le pareei6 ahora que s u madre estaba viva, que era tiernpo aun de acarifiarla, cuidarla, dedicarie devocion y horas. Inmoviliz6 sus pulmones en 10s brazos de Alberto para no interrumpirse. Cuando respir6, Cstos se llenaron de aire y energia nuevos. -Mi pobrecita -repetia Alberto, tratando de t o m a en sus manos la angustia de ella-, ya la encontraremos, no debe preocuparse mas. ~ C o m ose le pudo ocurrir venirse sola? iQU6 locura no consultar antes! Cuando supe la noticia, hablB a un agente de Investigaciones. Nos vinimos en el avi6n de un buen amigo mio que tenia algo que hacer en Huaeliipato. Qu6 eschndalo he hecho. Yera usted si ahorn no se agotan bascando a su mama. No importaban las palabras, esa voz bast6 para-inspirsrle confianza, en el aconteeer adquiria Elena un Iugar determinado. La cspera se reanud6 igual y diferente. Comieron y caminaroi? por la playa, y el anochecer exalt6 la belleza de las aguas suqias, el abandono profundo de 10s barcos viejos que proyectan sombras espectraies y el atractivo negro de las quillas embreadas. Ya en el hotel tomaron una pieza m8s confortable. Elena se acomod6 en e ! sofa, inientras Alberto recorria con ! brazo del sipasos preocupsdos la habitacibn. Sobre e 116n, un cenicero redondo dejab,a caer sus extreinidades con dos pesos colgantes. C6mo no se 10s roban, pens6, y Alberto le ofreci6 un cigarrillo. -No fumo, gracias, aunque lo hare para acompaiiarlo
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suavemente, y 61 se burl6 de su inhabilidad para aspirar el humo. La paz era total alrededor de ellos, consumieron sus cigarrillos en silencio. Elena se qued6 dormida. AI despertar le pareci6 que habian pasado ados y que, desde siempre, la presencia de Alberto protegia su suefio. Sobre sus piernas habia colocado un chal de viaje y envuelto sus pies sobre el cojin. En avi6n volvieron a Santiago. Traian a su madre muy quieta en el asiento posterior. Dejo hacer cuanto 10s demas quisieron, desde tomarla por 10s brazos y arrastrarla fuera de la roca aislada donde yacia despu6s de la meclianoche. Be dej6 guiar primer0 por 10s policias, luego por el mCdico local y por la voz autoritaria de Alberto. Consinti6 en subir a1 avi6n, desvinculada a6n del mundo de 10s seres vivientes. No hizo un ruido, no articul6 una silaba, inerte contemplo a su Qija y parpade6 mientras Csta la besaba. Ya en ruta hacia la capital, despert6 de su letargo mirando hacia abajo con temor. Parecieron distenderse sus nervios a1 encontrarse en lugar tan extrado y aflojarse su sensibilidad a1 sentir la mano de su hija. Empezo a llorar en Silentio. -Mamacita ... -gemia la muchacha, per0 Iueron las palabras de Albert0 las que la distrajeron. AI separarse, cerca del mediodia en el aerbdromo, Alberto agradeci6 a su amigo tan cordial ayuda y gentileza, pero Cste bajb la voz a1 responder: -Me parece que va a ser necesario internarla, por lo menos hastn que pase esta crisis; el medico ese que te recornend6 prescribira el tratamiento adecuado. Puede recuperarse. A mi me preocupa m& la chica. -Le hizo un guido malicioso y sonriente y continu6-: Es importante evitar que todo el peso caiga sobre la ni5a. Ella es la que mas necesita cuidado. -Palmote6 tiernamente el hombro de Alberto y agitando una mano subib a su autom6vil. Elena sonri6 a1 escuchar sus Cltimas palabras; nunca se habia sentido mas serena, preocupada per0 serena, llena de energias-para enfrentar el caos. Es precis0 destruir todo, provocar el caos, dar sentido a la locura y encontrar algan dia la necesidad de renacer, se habia dicho tanto.
-dijo

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$e irgui6 como s i todos sus 6rganos hublesen adlquirido un movimiento determlnado, y su sangre y pensamientos mimtuviesen el ritmo adecuado y caminasen a un Pin. LOlvido? bRenuncia? LAcci6n heroica? No era f a d . iC6mo olvidar ese regreso, en que luego de sobrevolar la ciudad de Concepci6n tomaron una ruta sobre cerros manchados de tierra erosionada y roja, interrumpida de vez en cuando por shbanas de pinos azules; en que mientras Elena acariciaba a su madre, sentia sobre ella 10s ojos tiernos y protectores? No estuvo sola.

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LICIA despert6 sobresaltada. Sinti6 la opresi6n sin saber que la sentia. Cuando el cambio ya se ha producido, no deberia despertarse, todo vuelve a cambiar. Vuelve el hecho a producirse en icada despertar. La campanilla del telkfono. Al quedarse dormida esper6 oirla, ya no recuerda por qu6. El telkiono inter m p i e n d o su suefio, una voz suave en el hilo interrumpiendo su esperanza y su presente. La secretaria de Albeffts quiere romperle el dia con una noticia.. . Trae el mal con la misrna bondad con que traeria el bien. Le gustaria a Alicia que tcldo volviera, oir esa voz en el fmo. Insiste la campanilla, pero no responde. Se impacienta el tintineo, se agota. Record6 que desde ese llamado otro dia complefo est6 vivido. &Eltelkfono? No era el mismo sonido; levmt6 el fono. -A16.. . Con ella misma. iAh, sefiora Graciela! Muy bien, voy inrnediatamente. Be visti6 con rapidez. Pa s6 que la vida es perra con muchos, no es ncwedad, per0 conmigo como con nadie. Mientras tan196

to la secretaria sin darme noticias y hacikndole la pata a la tonta prendida de su mujer, juntas comentaran lo sucedido. Se acompafiarh. Warta idiotez fue esperar de Alberto mas-que de cualquier otro. Por andar con sabe Dios qu6 tipa, se sac6 la mugre. Y yo que pens6 a veces que me queria. iLa vida es para joderse y qui! se le va a hacer! Temblaron sus manos a1 coger el vestido negro ajustado. Con 10s muichachosjdvenes habia que parecer vampiresa, asi como con 10s viejos asemejarse a una joven y candorosadoneella. Sonrid; conservaba el traje blanco que usara en esas ocasiones: parecia un vestids de novia. T e r r a vida, y por hacerla menos perra esper6 que todo el cambio me vendria de Alberto. No conoci n i n g h otro que pudiera hacerme idistinta. Pero el sefior habia de buscar en otra parte lo que tenia mejor y mas cerca.. ., Apoyd el pelo trenzado sobre la oreja izquierda y a l pintar la linea de sus ojos exagerd el tipo oriental. A 6 1 le gustaba. . ., Era otra persona, oitra y la misma, la que avanzd por la calle Vicufia Mackenna. Como una novicia arrugaba 10s guantes convertidos ya en un pelot6n redondo y traspirado. La casa de la sefiora Gralciela continuaba recibiendo lo mas selects de la sociedad santiaguina y fue la misma vieja Rosita quien le abrii, la puerta. Como antes, grit6 desde arriba para imponerse de qui6n llegaba. - i C h o est&,sefiorita Alicia, quk tiempo que no la veia por estos laldos! Penshbamos que se habia caSaidO.

-Estoy bien, gracias, Rosita. --Subid las escaleras sin prisa-. LCasarme yo? iQU6 cosas se le oourren!; &queme halla lcara de lesa? .No estoy para gasar la vida cuidando a un homcbre o criando chiqui-

110s. -Su carcajada amplia y contagiosa se adaptaba a la voz y ademanes, CQIXO antes. Se anim6-. Ya habra tiempo, cuando est6 vieja; por el mornento n i

pensarlo. --Cuando est6 vieja, ya no sera tan f&cil-rep& c6 la mujer meneando la cabeza mientras subia 10s escalones detras de Alicia-. Quiz&stenga raz6n despu6s de todo. Uno s o b no sime. Mas dolores de cabeza, y uno demasiado encopetado, menos. A 6sos nunca se les tiene. LPor qu6 se han de fijar en una si donde escoger es lo que les sobra? Asi me lo pensaba yo a1 saberla con aquel caballero tan Wen mozo .JT rico. Eso' no cuaja. Hay que buscarse algo peorcito o con alguna mafia, se mantienen mansitos. Otra cosa es pedir con ocho. Alicia se sonroj6. Oia 10s pasos arrastrados de la mujer y en el haU de entrada Pi0 el macetero alimentands la misma planta: como antes, sus hojas recibian 10s reflejos multicolores del ventanal. Era un poco temprano para una remolienda, hora para hombres casaldos,clientes antiguos o turistas de paso. Pero la sefima Graciela conwis su oficio: para 10s j6venes habla obscurecido la estancia anQcheci6ndola a la fuerza. L m candelabros con ampolletas rojas daban un aspect0 temblorom de bofte nooturna y la m~sica del gram6fono enredhbase en hi& de humo y ritmos de caderas. Ya casi no conocia a las Sm'ujeres que alzaban sus vestidos, acariciaban sus vas& y recostaban la cabeza a tono con la imaginacih juvenil. A1 divisarla, la sefiora Graciela se acerc6 con 10s brams abieritos, su pecho se hundio como una almohada a1 abrazarla. I -Te recomiendo, hijita, a ti que eres hteligente y icon m&s experienaia, a1 jovencito ese, ese con cara de principe o de maricbn, per0 me gusta; maneja

el.dinero con d,esenvoltura,est&tomando much0 y si no me equivoco tiene un entripado a,dentro. No es necesario que beba como condenado, una lesera que haga y nos llega a todos por junto. Mi experiencia me dice que ems tipos finos tienen la sensibilidad rnuy d6bi1, se imaginan cosas y de repente 10s ve una.. . Cuando estuvo Alicia junto a1 muchacho sinti6 agrandarse su coraz6n;era en verdafdmuy bermoso, pero su mirada no termin6 de convencerla. Excitante, sin duda, el nifio, extra50 y excitante. Adelantb el placer y respir6 animada: sentirlo entre sus brazos y verlo despertar . . . La sangre empcz6 a ser parte de sus miembros. El la miraba abstraido. Parece que despuks de dar especthculo, se entrega otra vez a sus problemas -se dijo Alicia-. Mala suerte la mfa si no lo hago danzar a mi antojo esta noche. Me sera muy btil. -Echa afuera t u pena lo antes posibIe 4 i j o alegremente mz&ndolocon su pecho tibio. Algo la impulsaba hacia 61 y algo la retiraba de 61. Es refinado -se dijo-, debo actuar con refinamiento. Levant6 la voz: -Esta noche serS finica, go t e prometo que no ha de ser una noche cualquiera. +,Crees que hay algo cnico? -La mir6 perturbado, y Alicia sinti6 por 61 ternura de madre. M&s tarde, de madre, tambien, fueron sus caricias. M6sica bkrbara estremecia paredes y cortinajes, golpeaba el pim y Ias sienes, las nalgas y 10s alfombrados. Locura, calor, movimiento. Alicia tom6 a1 joven guikndolo a la pieza vecina; el aire ardiente sigui6 con ellos y los seres tambih como una pantomima. Tarnbale6se 61 cayendo sobre una silla y Alicia cogi6 su cabeza semidesvanecida. -NO tomes mks -murmur6 arrastrando las pa199

labras-; te va a hscer mal. -Sus #debstenfan ya la sdtura adecuada, una soltura c&li,daque ere6 para Alberto. Bes6 a1 muchacho porque era precis0 conocer la forma de esa boca. Eran grandes y azules 10s ojos de 61. La observaban cayendose en 10s extremos, admnilados. Trag6 saliva, agit6 10s musculos del cuello, per0 no h3h16, inseguro de su lengua. Trat6, sin conseguirlo, de POnerse de pie. Parecia un nifio aeorralado. Alicia sinti6 pena. Antes que nada debe botar lo que le desespera; sin eso no llegaremos a ninguna parte, pensaba. Exclam6, animandolo: -Esta noche es tuya; dime gu6 tienes y t e sentirhs mejor. Pasaremos luego un buen rato.. . --sonreia zalamera y 6 1 no respondi6-. iEs la primera vez? Si es por eso, no necesitas beber; dejame a mi y tranquilizake. -Si h e fuera problema.. . -temblaron sus labios y la sonrisa le result6 amorfa. Tras un gestd) indiferente de hombros, volv66 a su anterior mutisrno. -6No te gusto yo entonces y no te atreves a decirmelo? -Baj6 la voz, angustiada-: Han pasads aiios. La sensibilidad del joven tom6 esa tristeza y trat6 de reconfortarla. Con desenvoltura tambaleante la tom6 en sus brazos. La excesiva experiencia de sus a desconcertar a Alicia; 10s chiquillos, caricias ~01vi6 en general, parecian cachorros hambrientos. -iC6mo te llamas? .No estoy a gusto con uno a quien no s6 con qu6 nombre irnaginarlo. -Poco a poCO entraba en ella la juventud. - M e llamo Alberto. -iQU6 divertido; no pensaba decir m&sese nombre!
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-Es muy corriente. -La lengua empezaiba a despegarse del paladar-. No me nombres. -La voz corria tras su pensamiento sin alcanzarlo. Desanimado, incapaz de impresionarla con ideas y frases de alta expresibn, volvi6 a estrecharla. Alicia se acomod6 a su lado, sobre la alfombra, y sus caricias tenian dejos de cancih de cuma. Agikado aun, su nifio se dej6 caer de espaldas. Esto anda mal; tenldr6 que hacer de mama o de carabinero; ipuchas con mi suerte! -pens6 Alicia-; yo que sdeseaba una noche alegre, y para colmo se le murre llamarse Alberto. El muy bobalic6n. Record6 que la sefiora Graciela tenia una f h u l a de bebida que nunca fallaba. Para todo era buena. Se encamin6 a la cocina, dejando a su compahero Idormido en el suelo. Pidi6 a la sefiora un poco de eso: sano, reconstituyente, que aclaraba Sdeas, despertaba 10s sentidos y hacia bullir la imaginaci6n. -Con esto te sentirhs como un rey, dueho mio y del universo y hasta de tu cabeza -dijo ofrecie vas0 a1 joven, que lo bebi6 como una medicina. manos finas y bien cuildadas-. Un niho mimado, eso es lo que eres, exigenite con la vida,y con 10s que se encuentrm cerca. -AI sentirse mas despejado 61 hundi6 la cabeza en el pecho de Alicia y comenz6 a sollozar-. Larga IO que tienes atravesado. Alicia se arm6 de paciencia, pero la mirada de angustia que la fijaba parecia salir de si misma, como si se viera en un espejo. Todo se le escapaba. iPara qu6 tener un hijo? Para que se largue a la calk y en sus momentos dificiles tenga ique iconsolarlo cualquiera. Menos mal que Alberto tenia cabeza. Mir6 a1 joven con ternura. Alberto se muere y me ldeja botada, y si no se muere, tambien. Reci6n salido de l a
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tumba no ten&& ojas para mi. ArrulM 10s gemidos que empezaban a habituarse. --Oyeme, hijo. -Vacil6 extrabamente-. Yo quise a uno que se llamaba Alberto. LLO quise? Ahora me lo pregunto. -Lo hayas querido o no, qu4 m&s da. LSabe almien CuiLnd~o quiere? -La mir6 inquisidor-. Me bast a que me quieras a mi. --Respir6 hondamente como si a1 renovar el aire renovgranse s,uspensamientos-. Ven para ach. Oyeme tb. iQu6 st5 yo de amor? -Acerc6 la boca hasta su oido-. S6 de eso y muchas cogas mks, porque todo es igual: amor, 0cli0 Q indiferencia. -Alicia empezaba a aburrirse--. NIi padre, Lsabes?, mi padre me odia. -6Por qu6 te va a udiar? Todos las padres quiereh a sus hijos. -TQ~os, menos el mio. Adern&, 6 1 no es como todos: es un gran hombre, y desde chico me mir6 en menos; me encontraba poca cosa, me despreciaba. -Tal vez esper6 much0 y 10 desilusionqte. --Le disgustaba el tema, no estando para profundidades psicolbgicas. icOmQ si no fuera bastantecon su propio problema! -Adem&s, t m d r b madre. -CIaro que tengo, pero no quieko nada de ella. LSabes? Odio a mi madre. -Pareci6 impresionado de su revelacibn, como si se abriese ante si un abismo: $e justiflcb-: Mi madre es una mujer imposible. -i$U6 tonterias dices! iQu4 hace tu padre? -Es ingeniero y fracasado, un gran ingeniero y un gran fracasado. El m&s brillante de nuestros ingenieros, el m&sexitoso de nuestrm fracasados. -No comprendo.. . --Clara, porque mi madre se meti6 de por medio y cuando se mete ella uno termina sin comprender nada. El deseaba algo que no tuvo valor de hacer. Me
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pregunto ahora: iqu6 deseaba? LPor qu6 61, si era fuerte, no se opus0 a mi madre? LQuieres t u decirme por qut6? -La sacudi6 furiosamente-. El pudo hacerlo; 61 debi6 hacerlo, no yo. -Hablas como si estuviera muerto -murmur6 Alicia, impresionada. -Puede estarlo. Da igual, para mi ya lo estaba; s6lo que entonces no era definitivo, podia esperar. Tenia esperanza de que nos encontra-ramos un dia. -Parwe que lo quieres mucho -dijo Alicia, celosa-. iPor qu6? Quieres mucho a itu padre, per0 estay segura que fue tu madre la que se dio toadoel trabajo, la que m8s se ocup6 de ti. -Demasiado. Es la primera vez que alguien lo piensa; no se me habria ocurrido ni remotamente. Mi madre sostuvs siempre que lo despreciaba. Me convenci6 a fuerza de decirme: no debes despreciar a tu padre, Albertito, es un buen hombre, quizas sin otras condiciones mayores.. . -1mitaba su tono a1 hurgar dentro de su alma-. Tal vez decia verdad, pero yo no lo despreciaba por sus condiciones ni porquelella lo deeia, sin0... -Respiri, para animarse a continuar-: Supe hoy que tenia una amante; no lo habria i m a ginado, siempre lo cref juguete en manos de mi madre, como yo, y en 61 no lo aguantaba. Le dir6 algo que nunca dije a nadie y que parece tomar forma a1 tomar palabras: mi madre, no s4 a6n por qu6, queria vengarse de 61 y me us6 a mi mmo instrumenta 4 o n r i 6 tdeslurnbrado de su clarividencia f&cil y de su sutileza; le gustaba seguir explaykndose, per0 perdia el hilo. -EstBs un poco chiflado. ilC6mo puedes decir esas cosas! iQui4n te comprende! . .. Eres rics, tienes padre, madre y posici6n segura, no andas a la de Dios, ni temes krminar la vida en un orfanato, y te

dedicas a discutir en vez de gozar de tu ,buena estrella. Dices que te disgustaba tu madre y no buscaste la amistad de tu padre. iQu6 afrjln de sufrir en balde! -Ems que llamas verdederos sufrimientos, andar a la deriva, terminar en un orfanato, son experiencias deliciosas, mucho mas exitantes que esta comedia burguesa que vivo. -Nadie esta contento con su suerte -suspirb Alicia, con su sentido comdn inconmovible- y todos nos dedicamos a complicarnos la vida. 6Qu6 hiciste con tu padre? -Nunca supe qu6 esperaba de mi. No me lo dijo claramente, s6lo en forma ofensiva durante una reyerta. No 10 s6 a h . . . -Eso nos pasa a todos y 10s mdemas no se desesperan tanlto. -iQU6 tonta eres! -Apoyb la espalda en las , rodillas de Alicia; despuks de un rato, como para si mismo exclamb-: No perdonaba a mi padre la vida que hacia: casa, trabajo, ,club, comidas entre amigos, sus dnicas inquietudes; sus esfuerzos y trabajos, Lpara quiitn? Para quienes lo miraban en menos. Una 'vida mdeshidratada, decia yo, hasta que supe. . . Tenia una,vida oculta 61 tambien, sentia como otros, vibraba ante otras cssas; $comprenldo ahora que fue capaz de amar y de callarse, dos cosas que ni mi madre y yo hemos conseguido. Si estuve equivocado en eso, bien pude estarlo en todo. Canseda, Alicia, del soliloquio ,que a nada conducia, sino a haicerla pensar, pertupbando su noche, trat6 de interrumpirlo con alguna frase trivial, pero el muchacho queria desenredar su hebra. -Yo crei que kl nada sabia de angustia, de amor, de soledad.. ., que no vivia, que no se inquietaba.
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-LA qu6 le llamas t b vivir? -pregunM Alicia para terminar pronto. -No s6, per0 debe haber algo; si no lo sabemos, debe por 10 menos inquietarnos la idea de no saberlo. -Saboreaba su desesperacion-. Me ha traicionado. Yo esperaba de 61 y ahora.. . -Exagerb la mueca para realzarla, apropihndola a1 momento, a1 papel y a1 sentir. Los ademanes se quebraron, la sensaci6n esfumada. Se abraz6 a ella. -Vamonos de aqui -dijo Alfcia. 8e incorporaron, y a1 enfrentarse otra vez la llama se habia extinguido. Buec6 caida lcual su emocion anterior, se miraron ausentes. -iQur2 te pasa ahora? -Mi padre se muere -respondi6 el nifio con sencillez profunda. ,Laspalabras detuvieron en Alicia el temblor, bajaron desde su boca, se repitieron en su vientre, traspiraban sus manos y la voz naci6 y muri6 varias veces, para no decir nada. * * * La rabia es un sentimiento claro y definido, menos mal, no como &os sin principio ni fin que la oprirnieron muchas veces. Alberto estaba en sus manos. LLuchaba entre la viday la muerte? Qui6n no. Ese refran leido en el semanario de su preferencia vuelve a resultar verdad: a todas partes llega la luz del sol, las sombras de la noche y la justicia de Alii, En la misma revista ley6 tambih otra frase de corte oriental. ~C6mo era? Si deseas mal a tu enemigo, sikntate junto a la puerta de tu tienda y ve pasar su cadaver. Habia esperado con ansias el momenta de llegar a Alberto. Posidemente cuando lo tuvo en sus manos ya no ldese6 herirlo; quizas si deseaba bcamente herirlo mando no lo tenia; esper6,

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come el oriental paciente, impacientemente este momento, esper6 tambib un llaniado, una visita, una dernostraci6n de inter&.
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Le dio un beso, ese beso de Alberto parecfa m8s bien el beso de un sonhmbulo, cogi6 su abrigo y cerrd cuidadosamente la puerta a1 salir, despu6s de dejarla sangrante sobre la cama. Cuando la hemorragia vino, estaba sola. Las manos amorosas de Alberto llegaron ahi, hasta preparar un vas0 de agua y dejarselo en el velador junto a la pildora recetada, al frasco de coramina y a1 papel con un ndmero de telCfono escrito, en cas0 que tengas necesidad de cualquier cosa. Cuando se sintid mal no pudo encontrarlo. En ese nfimer0 no contestaban, nadie habia en la oficina y temid dejarle recado en su casa. Tampoco fue posible ubicarlo cuando agonizaba en la Asistencia Pitblica. Se repetia Alicia sin descanso que 61 no lo sabia, que nadie tom6 su recado de terceras personas. Creyi, sus propias palabras para sobrevivir. Guard6 10s hechos y Alberto no vino. Pasaron tres meses. Si, volvio a verlo una vez, fue peor, hablaron de nada. Porque a 61 no le gustaba tratar temas desagradables en una bo%% nocturna y menos aiIn las escenas en compafiia de terceros. Ya habria tiempo de sobra para refregarle su actitud. Ailcia, vencilda, no insistio. No mencion6 el dolor, mientras bailaba con 61, mlrando con toda el alma a1 soclo de Alberto, que 10s invit6 a su mesa y que parecia agradado de su conquista. No pregunt6 por qu6 no vino a su llamado. Pudo esa noche decirselo, per0 esperaba Alicia un gesto de amistad que se lo permitiera. Se separ6 de Alberto sin mencionar su temor, su sangre, su soledad, su desesperacion en la ambulancia nocturna; su debilidad y latidos exangues; el total abandono de su cama en una sala comitn. Vino Ra3l. Acababa de salir de la chrcel, y peor era nadie; fue su brazo el que alcanzo el taxi queJa condujo de la Asistencia a su casa.

. Desfilaban ante Alicia cargos contra Alberto, aquello que olvid6, que no sup^ o que fingi6 ignorar. Esper6, entonces, no el cadaver de Alberto pasando junto a su tienda, sin0 el suyo propio interrumpiendo para siempre la quietujd de ese hombre feliz. Pero Alicia vivi6. Espero, entonces, no el cadaver/de Alberto, sin0 su cuerps vivo volviendo a ella, y esta ma Eiana le traian su cadaver.
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Mir6 ahora a1 muchacho con odio nuevo. No era dificil sacarle lagrimas, a todas vistas d6bil y excesivamente sensible. Tenia armas en su poder: drogas que lo harian feliz brrando sus torturas por unas horas, per0 torturBndolo luego para siempre. Con tanto enredo adentro y con su belleza, es plat0 exquisito para maricones, RalSxl podria ingenii&rselas presentandole algunos, si es que se les habia ya escapado. En todo cas0 y mientras tanto le haria haccr el amor en la Idmebida forma, y ya despuhs . . . Llegaron a la puerta. El taxi que siempre llamaba la seGora Graciela esperaba. Bajo las luces tenues de la calle, interrumpido por hojas y hrboles, el Yostro del joven le pareei6 espectral. Perdieron brio la ira y su dolor. MBs tarde, ya en su casa, la idea de la venganza no le aport6 placer. Sintib miedo, ganas de detenerse. Wi para est0 sirvo, se dijo Alicia dejhndose caer sobre el sofa. En el canasto de papeles yacia el desahncio. Entorn6 10s ojos. -Este es mi departamento -dijo-. Es agradable, jno es cierto? Ven, precioso, y sikntate a mi lado. Te preparare algo. -0tra hablaba por ella, una que tcrdavia era capaz de decir frases y enoontrarles sabor-. No es de lujo, es cierto; per0 bueno. Siempre me ha gustado vivir bien.

LDespertaria alguna vez? Ha era tiempo. Dormia desde aquella mafiana. Despertar, olvidando todos sus resentimientos; !despertar para que Albert0 vuelva a llamarla por telbfono C O ~ Q si nada hubiese sucedido, idespertar y descubrirse entera. -Es agradable esta situacibn, no tengo mayores problemas de locsmocih y me las avengo bien. Frases mil veees repetidas. Sinti6 deseos de patear el canasto. La pesadilla. La voz de la secretaria es parte de ese suefio: como el hospital del pueblo y el cuerpo de la muerta extendido sobre una mesa. Despertar, porque Alber,to la ha convildado a1 teatro y la besarj en el auto antes de subir. El autombvil azul y plata se detendrh una cusdra m i s all&de la esquina, cerca de la plaza. Tomara. quiz& un whisky en sri.departamento, y conversar8 de sus cosas, como un amigo, corn0 un compafiero. A esta hora habra llegado la ambulancia a1 hospital y 10s m6dicos decidido qu6 h a r h con el. No, sonar6 el tel6fono y la voz seea econornizarh palabras a1 despedirse. En ese hospital falta el nifio. Esta bien que sufran, que ;todos sufran, por qu6 s610 yo.. . Tendra un nifio, y cuando el nifio ese nazea, Albert0 se pondra tierno con ella y un lazo 10s unir8 a los ldos, y la vida tendrh raz6n y yo poidr6 esperar de1 porvenir un cambio. . . iAy! Siente.que va a gritar, que, despierta o durmiendo, la pesadilla la persigue y la realidad la eerca. Mada ha sucedido nunca, YO estoy volviendome bca. -Es bueno para la sed. -Las manos que sostenian el vaso eran finas y daban gams de tirarse a nado en sus ojos. Realidad o pesadilla, Lqu6 son? Trepanan su cerabro, sus calculos, sus conocimientos, quiebran su vigor, la fuerza de sus brazos, no existe, nada sirven el
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dinero, la situation ni el poder. Albert0 estara como yo, solo, indefenso, sin saber qu6 hacer. Como yo o como cualquiera. --jTu padre est&enfermo? -Habia que sacar al muchacho de su ensimismamiento para que la dejara pensar-. No debes dejarlo solo. Todo se derrumbaba a1 alcanzarla la ternura con su vacio total. Tocd la frente del joven, musculos cortados, rotos sus resortes, copias de 10s suyos. --jEn qu6 piensas? -El levant6 10s ojos asombrado, como si tambikn despertara. -Es como una pesadilla -dijo, y Alicia sonri6 sin fuerzas-. Tal vea mi madre lo desconocia, como yo. Talvez, como yo, lo quiere. Yo deberia abrirle 10s ojos. Per0 ahora para quk, ya no querra oirme. -Falta poco para las once; debes irte. -Alicia coloco 10s dedos sobre 10slabios del niGo para conservar su forma, y 61 10s b e d suavemente. No sabia cdmo actuar para salvar su dignidad, y por parecer mas hombre parecia mas niiio. -No puedo volver ya, mi madre no me perdonark. S f , te perdonarg. -Soy un bellaco, un depravado, un mal hijo gimio retorcibndose 10s dedos-. Dime que me desprecias; necesih que me castiguen, que no quieres nada conmigo. Di algo que me duela. Di algo que me aniquile. -He vivid0 demasiado -respondid Alicia-, he visto cdemasiado.* -Tengo miedo de volver -murmur6 61, escondiendo la cabeza en el cuello de Alicia. -Apbrate, entonces. El amor en esta forma es muy complicado. -~Qu6 dira ella?
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-Si yo tuviera un hijo, me gustaria tenerlo a mi lado en momento asi. -iCrees tu? -Se pus0 de pie eon presteza. -Yo te acompafiark. Seria bueno que t e lavaras y arreglaras un poco; puedes pasar allii.. . Anduvieron varias cuadras antes de encontrar un taxi. Soy una idiota, sentimental para colmo, se decia Alicia mientras caminaban. Su compafiero fruncia el cefio hasta parecer haberse tragado 10s ojos. Debo cultivar al chics, es un nifio mimado y me conviene. La suerte lo ponia en su camino y la perspectiva era renomdora. Debe ser rico o lo sera m&starde. Ademhs es simphtico. Despilfarrador de dinero y de sentimientos. Tiene sin embargo algo extrafio. Anda mal, exhibicionista y complicado, no muy bueno para mis afios. La calle obscura quebr6 sus rectas bajo 10s focos de 10s autos. El taxi se detuvo frente a1 hospital. El baj6 con lentitud; las manos temblaron a1 abrir la cartera; extend5 a1 chofer cuanto le quedaba en ella. -Lleve a la sefiorita para su casa -dijo con voz de hombre de mundo, y con aire de nifio agreg6 sin mirarla-: Gracias por todo, ya nos veremos. -Avisame c6mo sigue tu pap$. -La voz de Alicia fue demasiado intensa; 61 levant6 10s ojos extraiiado de despertar tanto inter&. -Si, la llamark apenas pueda. -No lo haria, para siempre relacionada a un recuerdo importuno. Alicia se ech6 at& en el asiento y mir6 por 61tima vez el hospital: tras 10s hrboles, noche y luces fugitivas, la soledad de la calle era parte de ella. -Alberta.. . -gimio, y decia el nombre por 6 1 tima vez; lo oy6 como un rkquiem-. iQu6 sientes? ~Qu6 piensas? -6Adbnde va usted, sefiorita? -pregunM el cho-

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llevarla a un sitio que le convendrh conocer. -La mirada fue ebcuente; agreg0-: Me han encargado.. . -No, gracias -respondi6 Alicia avaluando de una mira.da la calidad del autom6vil-. No estoy de 8nimo. Ha sido una m h e --jc6i io definir esa extraiia noche?- muy cansada. --jCansada? -El hombre knz6 una risa sonora-. LCansada usted con &e? Alicia volvi6 a su lugar. Un lugar determinado aiim atrhs. De ese episodio salia asi.. ., cansada. La puerta del hospital se cerr6. Tras esas paredes agonizaba un hombre. Las puertas del auto la ahogaron, bajo la ventanilla. Si, cansada. Ed la calle hdmeda y brillante, interrumpiendo un espejismo azulado, se deslizaron el autom6vil y ella. Pareciale que un brazo-actuara sin su tronco, una cabeza sin su cuello, un cuerpo sin sus piernas; Vivian cortados y, a pesar de las mutilaciones, gitaban, niovihdose, actuando, buscando y tratando de avanzar hacia alguna parte. Una proczsi6n de miembros invhlidos. -&toy loca -gimi6-, me estoy volviendo loca. Maiiana despertare muy tarde. No leer6 una noticia ni mirar6 las cruces en el diario. iQU6 mas da! Yo estoy aqui. Y la vida para mi es mas Q menos como la muerte. -A126 la voz-: LDijo usted que conocia un lugar adonde llevarme? -El taxi era de lujo-. Que sea un buen lugar, con gente de categoria, que valga la pena, de situacion, quiero decir . . . Agrego para si misma: Necesito dinero, posicibn, necesito cambiar, necesito un marido. -Le advierto que, aunque debo pensar en mi

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LENA entr6 a1 ascensor, a esa hora lleno de personas cansadas, temerosas o impacientes por encontrar la calle, la locomocion, el aire y la vida propia. Las 6rdenes de la sefiora Luz se cumplieron y la oficina esta caminandlo en espera de nuevas alternativas. Desunidos el cuerpo y el alma, tom6 el primer micro. Durante el dia ha ido acumulando movimientos automhticos, sin experimentar cansancio; ahora parece que todos esos actos se encontrasen quebrados en sus mtisculos. Dej6se mecer p r el vaivh algo chbcaro e ind6mito Idel vehiculo y encontr6 a1 fin un asiento libre. Las ruedas sobre el asfalto, 10s rostros que cruzaban el vidrio, las luces de 10s focos danzando contra la de 10s faroles, 10s camiones obstruyendo el paso y 10s frenos ruidosos la sobresaltaban, sin lograr interrumpir su letargo. No era necesario apurar cada momento: hay tiempo para cumplir una promesa. Demasiado tiemPO. A1 despedirse de Patricio dej6 escapar esa promesa, se sinti6 hoiesta y agobiada.
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-Soy libre de hacer mi vida como de perderla -dijo. -No, no es libre -respondici Patricio, y termin6 de acorralarla. No tiene obligaciones con 61 ni con nadie. Por lo tanto, nadie tiene derecho para exigirselas. LNadie? -Albert0 era parte de todos mis pensamientos; no tuve tiempo de m&s. -&Por que renunciar? -Sblo desei. alivianar su tarea, compartir sus respnsabilidades, servirle de algo. -Ese fue su horizonte, su principio y fin; unica manifestacibn posible a su amor-. En mi papel sentia belleza, generosidad, desinter&. -&A nada tengo derecho? -Facilitarle la vida, pensar en cada detalle, sentir p r 61. -&De qu6 sirve ya? 4 6 que me engafi6; s6 ahbra que no me necesitaba. ---&Nopuedo siquiera conservar ilusi6n3 Recortes de argumentos, recortes de tiempo, pedazos de todo, nada entero.

Antes de dejar la oficina, Patricio habia entrado en 1s pieza. -Me gustaria acompafiarla -dijo suavemente-; no debe estar sola. -Gracias, no se preocupe por mi; me voy a mi casa, donde espero tener noticias de la seiiora Luz. -No estarb sola -balbuce6 61, y a1 verlo cerca, Elena dejb de disimular. -Me siento muy mal; es la primera vez que un problema de 61 no depende en cierta forma de mi. S e sonroj&-. Por lo menos eso creia, que de mi, en cierta forma,

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dependfan sus cosas. -Las IAgrimas cuajaron entre sus p&rpados que mantuvo abiertos para que no resbalasen-. Tomo mi lugar ahora, &con tres aiios de atraso? No es raro; creo que esta sensaci6n la han tenido muchas mujeres. -TambiBn la propia esposa. -No me har8 compadecerla. E s un monstmo de seguridad en si misma y de frialdad. -TambiCn sufren 10s monstruos; si no, no lo serian. -Per0 como no lo saben, no les duele, son incapaces de reconocer su sufrimiento, y parte del dolor es saber que duele y aceptar que duela. -Mina el alma de todas 'maneras -repuso sonriendo Patricio-. Si no lo reconocen ni lo aceptan, tampoco lo encauzan, y cuando de repente se dan cuenta, estan con las manos vacias, sin saber que hacer con 61. -Tambi&n yo. -Es diferente. -&Por que? ~ Q u 6 tengo yo d e diferente? Mi sufrimiento es igual a muchos.. ., sblo que es mio. -Algo tiene.. . Quiz8s su alma en lucha, que a veces le estorba. -Pero, Patricio, usted es ciego -gimi6 Elena, ya desesperada-. Ya no soy nada, no tengo nada. Vivo de 61, soy su sombra. Cuando me tiene, vivo, y cuando me deja caer, me siento muerta, hasta el instante que vuelve a tomarme. Ciaando est8 lejos, lucho por recobrar mi libertad; debe algo tomarme cuando no lo tengo, per0 entonces nada valgo para el que me tome. Mi liberacibn es a costa de mi misma. Ahora que reconozco cuhn poco signifique en su vida, espero que me sea m8s facil, pero no valgo mas. Fui un desahogo compartido, per0 el saberlo tambien me anula. &Quehacer, Dios mio, en todo este derrumbe? iQU6 extrafio le parece-

ri,! ... -No tanto: es la descripci6n de ;mor de una mueha-

cha muy joven -respondib Patricio, emocionado. -S610 me queda mi desesperacibn. Me he deshecho. Tendrfa que volver a nacer, volver a bautizarme. -Bautismo de deseo.. . -0 de sangre. -A Dios le gusta construir en despojos -dijo 61 sonriendo y toco su brazo. Elena sinti6 calor amigo.

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desintegraba. Poco sacaria Dios de cClulas esparcidas sin conexi6n ni estimulo, poco Patricio de sus palabras triviales, poco ella de su resurreccih. El caos.

* + *

Subi6 las escaleras de su casa. Prendi6 la luz en el descanso y vacil6 antes de entrar a la cocina. B u e n a s tardes -dijo con timidez a la criada, como una actriz principiante cuyo porvenir depende de ese primer papel-. ~ Q u b ha pensado para la comida? La muchacha la mir6 con desconfianza y taimada; no respondi6 de inmediato: -Estaba haciendo una ensalada de lechuga con un poco de carne que sulbr6del almuerm. El caballero va a reclamar, per0 mcomo de todas maneras reclama... V e r b que encuentro por aqui.. . -dijto Elena, indagando en el armario, de donde sac6 un paquete de naranjas podridas-. Hace mucho tiempo que no entro a la cocina. -Sonrib para excusarse. Los tarros con hierbas y las sobras de comida en las ollas desanimaron sus brim-. La mejoraremos un poquito. Cuando hubo dispuesto un sencillo postre de huevos y acomodado la came con salsa de tomates, la criada la mir6 agradecida. -No es voluntad lo que me falta, sefiorita, per0 es que cuesta pensar sola; se le calienta la cabezs a una. Me gustan las casas con sefiora. -Despej6 del semblante algunas gredas rebeldes. Peinada decentemente puede verse bien -pens & ; debo preocuparme de vestirla. Mi viejo vestido negro le quedarh bien, es cuestibn de agregarle cuello

y pufios blancos. Quiz& la pobre nwesita compahia. Esta no es casa para gente joven. Repiti6 sus palabras con sarcasm0 vencido : Para gente joven. -Usted sabe que yo trabajo -insinu6 Elena-; per0 sueb estar libre en las tardes; una de &stas POdemos ir a1 cine. dLe gustaria? -iC6mo no me va a gustar, sefiorita, por Dks! -La sonrisa desnudaba sus muelas-. Verk cbmo me queda bien el batido. En la casa donde trabaj6 primero me resultaba superior; me subian 10s huevos una barbaridad, como a nadie, decia la sehora.. . Es claro que sin usarla, la mejor mano se descompone. Entr6 a1 dormitorio de su padre. Estaba en cama, como todas las tardes desde que comenzi, el invierno. Un alto de periMiws ennegrecia las sibanas y una se apoyaba en la lkmpara del velador. botella de coi3.a~ -4Qu6 has hwho, papa? -preguntd sachdose el abrigo--. GSupiste la noticia? -Si, claro; lo que mas importa es qu6 s e d de ti si tu patr6n se despacha. * - T m b i h me lo pregunto yo, qu4 sera de mi. -Volvi6 el rostro. -Ya te enmntrark yo otra cosa, no te p r m u pes. -Tomb otra vez el diarie-. Algo mucho mejor, para algo tienes padre. -4Por que te acuestas tan temprano? -mumurd antes de que la conversacih muriera. -No me gusta estar solo en la casa, tan obscura y fria a esta hora. -Mirb a su hija como animal cansaid-. Ademks, se me relajan 10s nervios en la cama. -Acomod6 la almohada tras su cabeza, bebid un sorb0 de cohac de la misma botella y se in(corpor6con mhs &nimo--. Ya yes este esckndalo de la harina. Que serA de este pais en tales manos. Pobre Chile, m e &go go, homsbre patriota. En mi tiempo por lo menos
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10s caballeros eran honrados; ahora se enriquecen a costa de otros y no por 10s propios esfuerzos. Supe que mi amig0 Arriagada, ese que trabajaba conmigo en la Compafiia, Lte acuerdas?, habia muerto y que su viuda pretende la j u b i l x i h oampleta, ademas de cierta indemnizadn porque muri6 prestando servicios a la CompaSa, cuando en realidad muri6 de un infarto en viaje de inspeccih, siendo ya jubilado. Lo mismo podia haber muerto en su cama si no le t w a ese dia un turn0 extraordinario. Es un abuso. Si, un simple abuso. Ha ido la vieja a ver a todo el mundo para conseguirsela; no se le escap6 ni un senador; se Cree joven todavia la pobre. Nunca la tragu6, tenia algo ordinario, aunque reconozco que fea no era. Pero yo no veo por qu6 la Compafiia va a hacer otro desembolso. En nuestro tiempo no 6ramos asegura3w 0.. ., no s6 c6mo llaman a esas cajas de previsibn, buenas para rotos digo yo.. . -EstarB muy necesitada. -Que trabaje entonces. LQui6n no necesita dinero en estos tiemps? Ademas me gustaria sugeririe a1 Consejo que es mejor dar pocas jubilaciones y bien rentadas.. . -Cuhtame de la mama. -No s6 nada. No tuve tiempo de ir a verla 'hoy. Memas, no me gusta ese lugar y cuesta muy caro. Tener a mi esposa en un sanatoria no me parece correcb. Deberia estar en su casa. No negaras que me opuse siempre, y seguir6 oponi6ndome, a tenerla recluida, per0 cuando a ti se te ocurre una cosa .. . iQU6 le importan a la sefiorita las ideas de su padre!. . . -Est& enferma, papa -respondi6 Elena con paciencia, allegandose a1 telbfono. Luego de largas indagaciones obtuvo en la clinica noticias de la enferma; habia pasado .bien el dia. En-

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tr6 a1 dormitorio cerrado de su madre. QuizAs pudiera tomarlo mientras tanto; per0 la pieza estaba transida de soledad. A l abrir las ventanas llegb un reflejo de noche enrojwida. Necesitaba actuar, desprender de si su wnambulismo. Sobre la c6moda habia un paquete de viejos grabados con marms enviados de la virdrieria, que nadie se ocup6 de abrir. Eran bonitos y ya no recordaba su existencia: despuks de muchos aiios con 10s vidrios rotos, habian permanecido mesa envueltos en papel. Marc6 el nsmero de tel6fono de Alicia. Sabia apenas su nombre y no ia unia a ella m&s que una vibraci6n en el aire y un golpe de coraz6n. Insisti6 y nadie respondi6 a1 llarnado. Le habria gustado saber qu6 haabia hecho durante estas horas de espera, qu6 sentia.. . Cuando despubs de comer empezaba a acostarse, llegaron las ansiadas noticias de la sefiora Luz. No fue ella quien habl6, sino una voz ajada y bondadosa: El caballero ya est&en el hospital, 10s doctores han decidldo operarlo mafiana a primerg hora; la sefiora me encarga saludarla. .. Elena ca116: las noticias llegaban tarde, llegaban a un sitio devastado. Una vez en la cama se preguntb de ddnde sacaria fuerzas para levantarse y empezar a vivir. Cerr6 10s ojos. Si me amas, Sefior, vuelve ahora, musit%, y como, avergonzada, no supiese que suplicar, pidi6 que esa noche llegara luego el suelro. Vaci6 la mente: 10s m t r o s y ella como una marejada, Alicia, Luz, trozos de pasado y de 61, motivos de su fey se confunden ahora con esa otra. Crey6 no ser capaz de mirarla, un cuerpo semidesnudo y semiblanco. Esa otra mrt6 10s lazos, mat6 su aliento, desvaneck5 su fe. dMejor? $610 que no sabria qu4 es
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rnejor, si la verda.5 o la ilusibn, para sobrevivir. La mir6: sin rostro, el brazo colgante del horde de la mesa, y el abrigo celeste, colgante tambih. Una mujer sin rostro, sin nombre, es menos que una mujer; sin embargo, qued6 en ella toda una historia muerta. Elena se revolvi6 afin en la cams: mafiana est& muy lejos todavia. iEncontrar sus miembros desunidos, compmer sentimientos quebrados! NQ servia, Hasta que muy 'entrada la noche sinti6 venir el suefio. Entonces animhdose, como si ese suefio fuese una respuecta, rog6 a Dios que, a1 despertar, su p ~ c mesa se haya apc.derado de ella, que parezca vieja su resoluci6n, sufrida ya la pkrdida, vivid0 el tiempo.

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UANT90 Luz entr6 a su casa de Avenida E1 Golf, despubs de semanas de permanencia en el campo, carecia de fuerzas para preguntar. Inspeaion6 la entrada. T d o cambia, ipor qu6 no esto? Las cosas permanecen igual. Las flores de duramo estan frescas corno las dej6 hace dias: p b r e Leticia, encargada de renovarlas. No recordaba haber puesto en ese sitid el jarr6n chino y parecis extraviado el tarjetero. Sin embargo, todo se veia c o w antes. Es dificil preguntar tantas cosas. -Buenas noches, Leticia. -Trat6 de dar a la voz m tono indiferente-. Digame.. ., igu6 ha sido de Albertito? -A1 fin dicho, terminaba su angustia para comenzar la espera. Dej6se caer en la chaise Zongue y cerr6 10s 0jos-. ~ N ha Q hablado con el nifio? P u d e traerme a1 dormitorio algo de comer; lo necesario para tomar fuerzas, no tengo hambre. Comme je suis Zasse -termin6 para si misma. -Estuvo aqui a la hora de almuerzo -respondi6 la antigua empleada-. Anoche me can& de esperarlo; adembs, en ese estado.. . Esta maiiana des-

pert6 tarde, bastante despuks de su llamado, y mmo una no sabe nunca c6mo va a tomar las cosas este nifio, es decir, este caballero; a una se le olvida que no es m h nifio.. . -Ah, no demore en servir la comida al chofer; debe estar listo para llevarme a la clinica. -Luz extendia el plaza -Est6 bien, sefiora. -&ticia tom6 aliento y se sec6 las manos sndorosas en el delantal-. Ya como a la hora de almuerzo, pu4dedarle la noticia: la desFacia tan g r a d e que fue a sucederle a mi pobre se- fior. Por la radio oi que. . . -esper6 que Luz la alentara a continuar, per0 6sta la mir6 secamente-. El nifio parecia impresionado, pero no dijo ni una cosa. Lo segui a1 comedor, comi6 como siempre, &ria yo, ya que nunca ha s i b de mucho cumer.. . Ya ve usted, sefiora, que cuando era chiquitito.. . -0tra mirada paraliz6 el recuerdo-. Se levant6 de la mesa mientras yo le partia la carne y fue en busca ,de un licor, uno de ems que guarda el caballero. Mi hijito, le dije p, eso no se hace, mire que ponerse a tomar en vez de correr it ver a su mam6. L U Ztrag6 un gemido; Leticia vacil6-. Me mandb cambiar, indignado; itan enojado que estaba el pobrecito!, dicibndome que qu6 tenia yo que meterme en sus cosas y que no queria saber nada de nadie, ni de usted, ni de mi, ni de nadie.. -&Y? -Me fui a mi pieza porque nb tenia ninguna cosa que hacer, y fue alli donde puse la radio.. . Despubs me quede pensando que qu6 se le va a hacer, que asi-son 10s hombres y &sa es la voluntad de Di0s. -&Y qu6 fue de 61? &orno a las siete se compuso y l l m 6 por te18 fono a alguno de esos amigos, ems medio locos y que 22 1

lo desordenan -todo,la casa y a 61. Se vistib para salir, com~ para salir de visita, diria yo. No dijo m&s. La verdad empezaba a penetrar. La sensaci6n, desde hace horas circundante, tomaba nombre. Dio vueltas por la pieza: el dia se hacia demasiado largo. Busc6 en 10s objetos familiares esa invulnerabilidad, sus juicios certeros, su certera intui.ci6nY su profundo conocimiento del corazbn humano. Se destruyen en el mismo palpitar que conmueve sus cosas; pega en 10s muros, va hacia la ventana. &Latomaba realmente de sorpresa? El alma de ese nifio fue la arena donde edifici, la propia: una vida que no vivib. Vulgar la frase, y cierta. A1 contrario de muchas suyas, hermosas y mentirosas. Foment6 en 61 su propio culto, exalt6 malidades propias. Amor por la excelencia, desprecio a la vulgaridad. Palabras. Apartblo de la influencia nefasta y materialista .de su paidre, d e las preocupaciones inmediatas, destruy6 la sencillez, se identificb a1 hijo: necesitaba poseer a alguien y, 'de paso, vengarse. Albert0 no lo .conseguiria. Vi0 su belleza en b s rasgos, su ingenio en las observaciones, sus reacciones ante el acontecer, su propia y misteriosa lucha con la humanidad, y se ador6 en su hijo. Lo habia pensado antes, y antes lo habia olvidado. Entr6 en el pasado, se vio desnuda: el resultado de un dia la desnuda. Le entregaban una nueva lucha junto con quebrarle las alas. Antes adormeci6 toda responsabilidad futura pensando que el hijo debia sucumbir con ella o con ella despertar a una nueva luz. Ahora, sin medios, armas ni objeto.. . Recordaba haber estudiado mucha pskologia infantil, tlzmbih pedagogia. Le m222

braron, porque el nifio del libra no era el suyo y 10s problemas de 10s demhs no se asemejaban a 10s propios. Este noera un nifio, era ella. De haberse parecido a Alberto, yo no me habria interesa,do. Derrumbaba su esencia puesto que busc6 su esencia. LPor qu6 no fue diferente? CPor qu6 rnhs bien no fui yo diferente? El nifio lo sabia y la abandon6 en momentos trhgicos. La ahurrecii,: Como yo me estoy aburreciendo. Seguimos encontrhndonos. Volvi6 a dejarse caer, y esta vez, extenuada, prorrumpi6 en amargo llantlo. Llor6 con lhgrimas abundantes, como cuando era joven y las penas tenian lhgrimas de respuesta; como cuando valia la pena derramarlas y hasta sacar de elilas placer; com3 no lo habia hecho en mnchos afios. Mir6 la hora. Ha caminado demasiado rhpida y lenta. iC6mo tragarse la estancia y el tiempo! Consegui que el nifio cedie a su padre mhs all$ del accidente, con mhs fuerzas que sus abos. Alberto ya no podria echkrselo en cara: tantas veces habia dicho: No servir&para nada, est&dafiado. Comprendo que menosprecie a su padre, nunca se entendieron bien; per0 ante la muerte.. . -Albert0 no puede morir -solloz6-, no puede cargar a1 nifio con su atadd para siempre, no puede doblegarlo con remordimiento instil. La muerte hace . todo $definitive y todo instil. Si estuviese en sus manos, preferiria morir y darle una ultima leccibn. . ., una leccibn eterna. Tudo comenz6 a girar y Luz a devenir parte de 6 una rueda en colores. Soy un fracaso, ~ y gritar. Un fracaso, repiti6 cada uno de 10s colores. No debian gritarlo, trat6 de hacerlos callar y la estancia se 223

llen6 de ecos deformes. NO. salir a la calk desnuda.

..)no.. . no puedo yo

Su felicidad realizada fue su virtud. Una virtud mks de mujer superior. Tiene que continuar su 6xito. Entre sus amistades se hablaba de esa felicidad y equilibrio: el amor de su marido, la hermosura de su hijo, su posicih holgada. Albert0 y yo hemos pensado A e c i a siempre que sola tomaba una determinacibn- que eso es educar... Las frases se sumaban: Si el nEo es extraordinario . .. Con Alberto creemos que otro enfoque de su personalidad seria anticuado y convencional. Ya ven ustedes su personalidad, sus inclinaciones artisticas. Conocimos con Alberto hombres asi en Paris. Nuestro deber-de padres es rodearlo del ambiente adecuado. Un &a ha derrumbado toda u n i h y mrivivencia, ha derrumbado %el amor de su marido y ahora el de su hijo. A estas horas todo el mundo debe saberlo, ems amores vulgares y clandestinos, la ausencia del niiio en un momento mi.. . correrb por t0do Santiaga LExito? LFracaso? La rueda en colores continua girando. LABerto? LAlbertito? Todo toma otra perspectiva. Be confunden kxr, circulos, se confunden 10s valores. Se ahoga. * + *
CumdA, dej6 de envolverla eSa niebla temblante y colorada, sinti6 algo nuevo en ella, como si s ~ b i t a mente perdiera el pudor que su desnudez primera le causb.

Alberto tiene que vivir. Es lo mejo; que tengo, es lo unico que puede sacarme de mi. Descubrid que lo deseaba ahora que no lo tenia. Sinti6 el dolor de desearlo y no tenerlo. Se alegr6 de sentir ese dolor, Se alegrd de poder sufrir aun por ello. No deberia perdonarlo jamas: A una mujer como yo debe merecersela; pero se lo perdonaba ya. Si podia querer a otra.. si era capaz de morir con otra.. . Si YO tratara de no existir, si yo pudiese olvidar que existo. Si yo sirviera a Alberto en su recuperacibn.. . Muchas frases. Se acostumbr6 a pensar en frases para poderse sir el pensamiento. Querria hoy gritar. Una mujer cualquiera tuvo algo verdadero. if4716 ironia! Recibo yo la herencia de una muerta. * * *
.?

La vi0 de soslayo, no se atrevi6 a mirarla-de frente: una mujer desnuda sobre una mesa; el abrigo celeste era de mala calidad. No vi0 mas. Una mujer sin rostro, sin noma bre, sin familia, es nada. Pero con un pasado y con Alberto. Ese abrigo ordinario es mas poderoso que todas mis pieles, se dijo, y vi0 que el medico legista la miraba con una sonrisa burlona. Levant6 la cabeza, sabia c6mo comportarse y dijo con despego de mujer de mundo: -S6lo venia a decirle que correrB con 10s gastos del entierro; hagaselo saber a la familia, si es que sabe usted q u i h es.. .
* * ( E

Deberia olvidar, obligando a Alberto a imitarla, pero Luz no quiere olvidar nada. Despu6s de la operaci6n volvera a la vida como un recikn nacido. Era excitante y placentera la nueva tarea. Respir6 y la . llenb de contento ei sentirse tan triste. Baj6 las escaleras. Todavia era tiempo de que 11egars? el nifio y partir juntos a la clinica. Alaxgb cada tramo. Hablb m&sde lo indispensable con Leticia. De pie junto a1 autamdvil, esper6 todavia: sobre ella, la 225

b6veda del cielo se dibujaba entre copas de hrhles. Dio a su hijo unos minutos de gracia. Tenia que partir. AlbertQla esperaba. Cerca de la esquina vi0 luces que estrellaban la calle; orden6 a1 cho-fer detenerse. Los focos avanzaron, cruzaron, perdihdose a1 torcer. Dej6 caer el cuchillo sobre el cuello del nifio. A 1 hospital rhpidamente --dijo. Quedaron atras calles, brillos y silencios. El hospital se detuvo. Apareci6 un uniforme trasmchado en la ventanilla. Luz sonri6 para hacerse perdonar la hora y el rastro de lkgrimas. Subid a la pieza de su marido. Faltaban el piso y el aliento en esos corredores. A 1 fondo, la mama yacia con la enfermera de noche. Voces bajas.. ., luces tenues.. ., quejas de dolLor, respiraciones mal dormidas. La puerta de la celda entreabierta.. . La mano d e Alberto se destac6phlida y sola sabre las shbanas. Era cuanto tenia, una mano y un alma desnudada.. . Todo era blanco y sus ojos se adaptaron a la penumbra: la mano estaba sola, como si esperara calor. Luz se adelantb. En ,el hombro de Alberto, tras espaldas violentamente inclinadas, re7conoci6la cabeza de su hijo.
* * *
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Sefior Juex: e n relacidn con el accidente fatal ocurrido en el kildmetro doce de la ruta Melipilla, el veinticuatro del actual, y sobre el que U S I A h a pedido nuevos informes, m e permito manifestarle que el sargento Angel Toro, secundado por Santiago Gutidrrez, de esta Tenencia, encargados de la pesquisa, constat6 con pruebas directas de testigos Eos hechos que permitieron la identificacidn del cadciver. La sefiorita Ernestina Quinteros, profesora de la Escuela 23 de Melipilla, que se dirigia a San-

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tiago por requerimiento urgente d e la salud d e Grajales 402 d e Albert0 Palma, conductor y dueiio del vehiculo patente ZC-960 de Melipilla, estacionado frente a la bomba de bencina, ser trasladada rdpidamente a su destino. A causa de la colisidn y volcamiento anteriormente informados a USIA, la susodicha duma encontrd la muerte, segun diagndstico del m6dico Zegista de la localidad, doctor Oscar Paredes, que llegd a1 lugar del suceso antes que el Juex e n propiedad. E n cuanto a1 conductor y propietario del vehiculo e n cuestidn, f u e puesto e n libertad bajo fianza, mientras se comprueba la responsabilidad del conductor del camiin patente WM-225 d e Providencia, sefior Abelardo Cabrera, que manejaba e n estado de ebriedad. Mayores datos sobre el estado actual del sefior Palma no competen a esta Tenencia. ..
su seAora madre, domiciliada e n dsa, solicit6 y obtuvo del seAor

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