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YO ESTUVE EN EL

PLANETA VENUS




SALVADOR VILLANUEVA MEDINA




Este libro fue pasado a formato digital para facilitar la difusin, y con el propsito de
que as como usted lo recibi lo pueda hacer llegar a alguien ms. HERNN




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ELEVEN Biblioteca del Nuevo Tiempo
Rosario Argentina
Adherida a: Directorio Promineo: www.promineo.gq.nu
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Yo Estuve en el Planeta Venus
Digitalizador: @ Desconocido
25/01/02

Don Salvador Villanueva Medina naci un da de agosto de 1910 en un pueblo del estado de Jalisco. Ahora
se ha retirado completamente de todas las actividades de investigacin ufolgica. Es humilde en pretensiones,
generoso, bueno y sabio; autodidacta y orgulloso de su oportunidad de ser visitante de un mundo muy de
acuerdo con sus ideales. La experiencia vivida por don Salvador Villanueva Medina en 1953 ha dado origen a
este libro, el cual ha sido traducido ya a seis idiomas; tan slo en Alemania se han vendido 80 mil ejemplares.
Yo, su hijo Salvador, obedeciendo a dos promesas, la que mi padre hizo a sus amigos extraterrestres y la
promesa que yo le hice a l de que esta vivencia jams fuera olvidada, saco a luz su experiencia, porque
solamente la magia del tiempo dar la razn. Aprovecho para agradecer a Editorial Mina, y por mi deseo vaya
esta nueva edicin de la aventura de mi padre en otro mundo.

Salvador Villanueva (hijo)

NDI CE: NDI CE:

Presentacin
A manera de Prlogo

CAPTULO 1: EL CONTACTO
CAPTULO 2: LA NAVE MADRE
CAPTULO 3: LA NAVE MADRE
CAPTULO 4: LLEGADA A VENUS
CAPTULO 5: PRIMERAS IMPRESIONES
CAPTULO 6: EXAMINANDO EL PASADO VENUSINO
CAPTULO 7: UN VUELO SOBRE VENUS
CAPTULO 8: ENCUENTRO CON LOS FRANCESES
CAPTULO 9: CMO LOS VENUSINOS SE DIVIERTEN
CAPTULO 10: LA DESPEDIDA
CAPTULO 11: DE VUELTA A LA TIERRA


PRESENTACI N PRESENTACI N

Nosotros conocemos personalmente a Salvador Villanueva Medina, el hombre que fue a Venus. Salvador no
tiene nada de fantstico ni de desequilibrado. Salvador ha sido examinado por los psiquiatras y ellos han
llegado a la conclusin de que ste es un hombre normal, mentalmente equilibrado.
Salvador no vive de su extraordinaria aventura, ni tampoco del libro que escribi titulado YO ESTUVE EN
EL PLANETA VENUS. Este caballero ahora es mecnico de profesin, arregla automviles; de eso vive.
Nosotros mismos hemos estado en su taller vindolo trabajar. Es prctico ciento por ciento. El domicilio de este
caballero lo reservamos por no tener autorizacin para darlo en un impreso. Nosotros slo nos limitamos a dos
cosas: primera, dar testimonio de que ste es un hombre absolutamente cuerdo, dedicado a su trabajo y a su
familia; segunda, que este hombre pas por una aventura formidable, pero que no vive de ella.
Salvador Villanueva Medina cuenta lo que le pas y esto le cuesta muchos sufrimientos, porque los bribones,
los escpticos de siempre, los imbciles han hecho escarnio de l.
Salvador estuvo en Venus fuera de toda duda y cumple con el deber de informar a sus semejantes, aunque
stos se burlen de l. Vctor Hugo deca que El que se re de lo que desconoce est en el camino de ser un
idiota.
Cinco das estuvo viviendo Salvador en el planeta Venus y regres a la Tierra despus de haber verificado la
realidad de todas las afirmaciones hechas por los venusinos. La civilizacin venusina es millones de veces ms
avanzada que la de nosotros los orgullosos terrcolas.
Salvador relata lo que vivi. Nosotros nos limitamos a comentarlo. La casa Philips examin muestras de tierra
y de plantas recogidas en el lugar donde Salvador encontr la nave, y se descubri un desorden atmico muy
extrao en esas muestras. Tambin se fotografi el lugar, pues all quedaron las huellas de la nave.
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El sabio Adamski dict una conferencia sobre este tema en el teatro Insurgentes de Mxico. Una comisin
alemana de cientficos se interes por la cuestin y visit a Salvador y lo estudi en el terreno de los
acontecimientos. No ha quedado duda alguna. Empero, los imbciles se seguirn riendo como siempre, porque
son imbciles.

Samael Aun Weor.

A MANERA DE PRLOGO A MANERA DE PRLOGO

El mes de agosto ha resultado para m significativo, pues fue en l cuando vi la luz primera, aunque de ello a
la fecha ha transcurrido cerca de medio siglo. Fue tambin en un mes de agosto cuando tuve el privilegio
mayor que un individuo pudiera desear. En ambos casos la aventura ha sido sin mi conocimiento.
La primera puede acreditarse con mi nacimiento; la segunda resulta difcil de probar porque ni siquiera haba
testigos; pero ha salido esta ltima ms rica en incidentes que la primera. De stos, el que ms hondas races
ech en mi nimo se lo debo a un chofer. Fue l la primera persona que se puso a mi alcance cuando
terminaba esta fantstica aventura. Se me hizo fcil desbordar mi optimismo sin imaginar siquiera sus
consecuencias que me situaban en el lmite de lo sublime y lo ridculo.
Pero trat de aprovechar mi experiencia. De ah en adelante, anduve con mayor cuidado, aunque a decir
verdad a esta tctica tampoco pude sacarle gran provecho.
Confieso que, despus del primer descalabro, con suma facilidad hubiera encerrado dentro de mi ser la
gloriosa experiencia, aunque a las personas que la propiciaron les haba prometido hacerla pblica. Durante
ao y medio hice caso omiso de esta promesa y me apoyaba, para hacerme fuerte, en que mi preparacin
intelectual era nula. Estas gentes insistieron asegurndome que se valdran de algn medio para ayudarme en
el trascendental cometido.
No me pareci raro ver en las primeras planas de los peridicos noticias acerca de personas que haban
tenido experiencias similares a la ma, aunque de menor magnitud.
De nuevo empez a bullir dentro de m la curiosidad por saber si me creeran. Me propona contrselo todo a
un intelectual y creo que estuve atinado en la eleccin. Por aquellos das un periodista que bajo el seudnimo
de M. Ge Be escriba una serie de artculos sobre el tema llam mi atencin. Por la seriedad con que actuaba,
decid interesarlo mandndole una parte del relato, pues no poda desterrar de m la incertidumbre que
provocara el amigo chofer y por lo tanto juzgo que de nuevo comet un error, no contndole a este hombre la
experiencia con lujo de detalles.
Porque ahora era l quien tomaba con recelo mis palabras y, aunque me dio oportunidad de justificarme,
creo que no la supe aprovechar, ahondando ms la desconfianza.
Por esos das estaba en Mxico de vacaciones un matrimonio norteamericano, que haba tenido la
oportunidad de ver una nave espacial a poca altura y les entusiasm tanto que decidieron documentarse
debidamente y dictar algunas conferencias. En Mxico se pusieron en contacto con el seor M. Ge Be, quien
tuvo la gentileza de invitarme a la primera conferencia dictada por ellos en la capital.
Concurrieron a sta unas trescientas entusiastas personas, la mayora documentadas y algunas con
experiencias personales. Tambin los periodistas hicieron acto de presencia, por lo que result interesante el
nuevo incidente que iba a aumentar mi acervo personal.
En compaa de mi hijo mayor, ocupamos un rincn del saln, dejando que transcurriera el acto. Los nimos
se caldearon. Varias personas subieron al estrado a relatar su experiencia, aumentando el inters de los
concurrentes. De repente, la persona que dictaba la conferencia, en un recurso de oratoria, pregunt si alguno
de los presentes haba establecido contacto con los tripulantes de las naves espaciales.
La pregunta hizo un efecto fulminante en m que, sin saber con certeza el alcance de mi repentina decisin y
sintiendo que una fuerza extraordinaria me obligaba a ello, levant la mano, siendo invitado al estrado ante la
expectacin general. Slo haba caminado unos pasos, cuando ya estaba arrepentido; pero segu adelante.
Afortunadamente me trataron con cortesa, y hasta hubo un gran escritor, don Francisco Struk, all presente,
que sali en mi defensa, dando crdito a mis palabras, con lo que se calm la efervescencia que haba
provocado.
Los norteamericanos se interesaron en la investigacin de mi relato y, en combinacin con el seor M. Ge
Be, me invitaron a que les enseara el lugar en que vi y abord la nave.
En esta ocasin nos acompa un ingeniero militar, profesor de matemticas de nacionalidad
norteamericana, y Salvador Gutirrez, joven experimentado fotgrafo de prensa. La excursin fue un xito. El
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ingeniero, guiado por m, hizo clculos y no tardamos en localizar el sitio exacto, comprobando las dimensiones
del aparato. Esto me hizo recobrar la confianza que me haba hecho perder el amigo chofer, y adquir un nuevo
conocimiento: que las naves aludidas dejan donde aterrizan, siempre en despoblado, una huella.
En el caso que nos ocupa, como aterriz en un lugar cubierto de vegetacin que alcanzaba gran altura, sta
fue quemada en forma rara, para nosotros desconocida y as estaba ao y medio despus.
Trajimos muestras de tierra, de dentro y fuera de la huella, que fue analizada en los laboratorios Philips, y se
pudo comprobar que en ambas muestras haba una diferencia molecular muy marcada. Poco despus vino de
California, E. U., el seor Jorge Adamski. Dict tambin una conferencia sobre el tema en el teatro Insurgentes,
y asegur que haba tenido numerosos contactos con los tripulantes de las naves.
Le fui presentado en casa del seor M. G. B. y me limit a contestar sus preguntas; pero sin extenderme.
Tena entonces la firme conviccin de que ninguna de las personas que haba conocido, gozaran de mayor
experiencia que yo, y me pareca que slo buscaban para su provecho personal mis confesiones.
Tambin pas por esta capital el escritor ingls Mr. Desmond Leslie y tuve la oportunidad de conocerlo y
acompaarlo durante el da y medio, gracias al inters del acucioso investigador y periodista seor M. G. B.
que no se daba punto de reposo para aprovechar cuanta oportunidad se le presentaba para investigar mis
experiencias.
Debo aclarar, como ya dije antes, que tampoco al periodista le haba contado la experiencia completa. Como
a las dems personas, me limit a relatarle slo una parte, ya que el resto lo juzgaba inverosmil. Tema que
me ridiculizaran, pues entonces ya crea justo que nadie creyera lo que no haba visto con sus propios ojos.
Sin embargo... segua haciendo estragos en mi mente la promesa que les haba hecho a los tripulantes de la
nave espacial.
Y ste es el motivo por el que decid escribir mi relato con amplitud y sin las limitaciones que impone el
periodismo. Espero que perdonen mi osada.
Para las personas versadas en telepata, relato al final de este trabajo algo que he tenido el martirio de captar
sin poder descifrar enteramente; pero que juzgo como un apremio para cumplir mi palabra empeada.

Salvador Villanueva Medina

CAPTULO 1 CAPTULO 1
EL CONTACTO EL CONTACTO

Corra la segunda decena del mes de agosto de 1953... Cubriendo un turno en un carro de alquiler, serv a
unos norteamericanos, hombre y mujer, que me pidieron que les recomendara a un chofer que les ayudara a
manejar un coche a los Estados Unidos, por la carretera de Laredo. Contra mi costumbre, me interes el
trabajo y me puse a su servicio, saliendo dos das despus. El auto era un magnfico Buick modelo 52 que
avanzaba con facilidad. A la pareja le urga llegar y nos turnbamos manejando el vehculo.
Llevbamos recorridos menos de 500 kilmetros 484 para ser exactos, cuando se produjo un ruido en la
transmisin del coche. Paramos, temerosos de causar un desperfecto grave.
Mis acompaantes decidieron regresar en busca de una gra, ya que en plena carretera y sin herramientas
resultaba imposible hacer alguna reparacin. Cuando mis improvisados patrones se alejaron, saqu el gato de
defensa con objeto de investigar de dnde provena el ruido.
Lo coloqu, levantando una rueda; ech a andar el motor conectado a la transmisin y me deslic por debajo,
para or con mayor claridad. Estando en esa posicin o que alguien se acercaba, pues se escuchaban pasos
en la arenilla que se acumula en la orilla de la carretera. Alarmado, ya que cuando mis improvisados patrones
se fueron y me met debajo del coche no haba visto, a nadie cerca y el lugar es despoblado, trat de salir lo
ms rpidamente posible. No acababa de hacerlo cuando o una voz extraa que en perfecto espaol me
preguntaba qu le pasaba al coche. No contest, sino que acab de salir, quedando sentado y recargado en la
carrocera.
Tena frente a m, como a metro y medio, a un hombre extraamente vestido, de pequea estatura. No meda
arriba de un metro con veinte centmetros.
Se cubra con un uniforme hecho de material parecido a la pana o a un tejido de lana. No tena ms parte
visible que la cabeza y la cara, cuyo color resultaba sorprendentemente parecido al marfil. Su pelo, platinado y
ligeramente ondulado, le caa un poco ms abajo de los hombros y por detrs de las orejas. Estas las cejas,
la nariz y la boca formaban un conjunto maravilloso, que completaban un par de ojos verdes brillantes que
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recordaban los de una fiera. Llevaba un cinturn grueso redondeado en sus bordes, lleno de pequesimas
perforaciones y sin unin aparente.
Tena un casco parecido a los que se usan para jugar football americano, un poco deformado en la parte
trasera. A la altura de la nuca, en dicho casco haba un abultamiento del tamao de una cajetilla de cigarros
cubierta a su vez de perforaciones, desvanecidas en sus bordes.
A la altura de las orejas, se vean dos agujeros redondos como de un centmetro, de los que salan gran
cantidad de alambritos delgados y temblorosos, que aplanados sobre el dorso del casco formaban una
circunferencia como de tres pulgadas y media. Estos alambritos y la protuberancia eran de color azul, igual que
el cinturn y una cinta al parecer metlica en que remataba el cuello del uniforme. Este y el resto del casco
eran de color gris opaco.
El hombre se llev la mano derecha a la boca para preguntarme si no hablaba. Me result alucinante el
sonido sonoro musical de su voz, salido de una boca perfecta que enmarcaba dos hileras de pequeos y
blanqusimos dientecillos.
Haciendo un esfuerzo me levant, dndome un poco de valor al notar mi superioridad fsica. El individuo me
animaba esbozando una sonrisa llena de dulzura; pero yo no sala an de la rara impresin que me produjo la
sbita aparicin de aquel tipo tan singular. Como no me sintiera obligado a contestar, le pregunt a mi vez si
era aviador.
Haciendo derroche de amabilidad me contest que s lo era, que su avin, como nosotros le llambamos,
estaba a poca distancia.
Reconfortado con su contestacin, se me ocurri invitarlo a subir al coche. Haca un airecillo fro, bastante
desagradable; que aumentaba de cuando en cuando, al pasar algn vehculo a gran velocidad. La obscuridad
nos empezaba a cubrir y el hombre, en vez de aceptar o agradecer la invitacin, procedi a acomodarse el
casco cuidadosamente, dejndose or un ruido muy parecido al que produce un automvil en marcha a gran
velocidad. En las perforaciones del cinturn comenz a prender y a apagar con profusin diversas luces, que
aumentaban de intensidad.
El hombre alz el brazo derecho como despidindose, se acerc a un montculo de tierra, lo alcanz con
agilidad y salt al bosque que bordea la carretera.
Pasado un momento me sub al mismo y trat de buscarlo, localizando a cierta distancia la franja luminosa de
su cinturn que semejaba un grupo numeroso de lucirnagas. All estuve hasta perderlo en la obscuridad del
bosque.
Regres al coche, quit el gato y, por consejo de unos motociclistas vigilantes de caminos que pasaban, lo
saqu del asfalto, acercndolo al borde en que estaba parado.
Me acurruqu en el asiento, cavilando sobre aquel extrao ser y pens que quiz fuera en verdad algn
aviador que haba sufrido un accidente o percance y tuviera el avin destrozado en el bosque.
Por fin me qued dormido. Debi haber pasado bastante tiempo, pues estaba profundamente dormido
cuando fuertes golpes dados en el vidrio de la puerta delantera derecha me despertaron. Como a primera vista
descubr a dos personas fuera del coche. Imagin que fueran los dueos del mismo que regresaban. Sin
pensarlo, abr la puerta y mi sorpresa fue mayscula al encontrar que era mi conocido, ahora en compaa de
otro individuo con su mismo aspecto y forrado de igual manera. Sin darme cuenta, los invit a subir, cosa que
aceptaron de inmediato. Fue as cuando, por primera vez, sent la extraa sensacin de que aquellos seres
eran algo superior a m.
Como si fuera una premeditada advertencia, al estirar el brazo derecho sobre ellos tratando de ayudarlos a
cerrar la portezuela, sent un dolor agudo como el que produce un golpe repentino dado en un codo, seguido
de un entumecimiento que me paraliz momentneamente el brazo.
Fue tan fuerte la impresin que, instintivamente, me apret hacia el lado izquierdo, poniendo espacio por
medio.
Un momento despus se dej sentir un calorcillo emanado de sus cuerpos de sus uniformes, que por cierto
resultaba agradable, ya que en esa poca la temperatura en la regin es fresca.
Sin presentaciones de ninguna especie, el que antes me haba visitado, que quedaba en el centro, me
pregunt si haba logrado arreglar el coche. Le contest que no llevaba herramientas suficientes para intentar
una reparacin en forma y por lo tanto no tena ms remedio que esperar a mis acompaantes que haban ido
en busca de auxilio.
Sigui un momento de expectacin, y me di cuenta que trataban de observarme con cierto entusiasmo.
Prend las luces interiores del coche y, solo por preguntar algo, les dije si eran europeos. Lo perfecto de sus
facciones me haca comprender que no pertenecan a una raza al alcance de mis conocimientos.
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Sonriendo ligeramente me dijo el que estaba en medio, que era el que llevaba la conversacin, que eran de
un lugar mucho ms distante de lo que yo conoca o pudiera imaginar. Eso del lugar me produca cierta
sensacin extraa; pero no se me ocurra pensar en otros planetas, sino en otros pases.
Nuestro lugar dijo, est mucho ms habitado que ste. Es difcil encontrar mucho espacio entre gente y
gente.
Luego el hombre se solt a hablar tanto que yo qued perplejo.. Hacan contraste, ste con su locuacidad y
su acompaante con su mutismo. El segundo, que resultaba ms lleno de cara y ms robusto en general, solo
haca pequeos movimientos de cabeza, dejando algunas veces al descubierto sus pequeos dientes, que
destacaban por su blancura; pero sin pronunciar palabra.
El bajito sigui diciendo que a su lugar se le poda llamar una ciudad continua, que lo cubra todo, pues sus
calles se prolongaban sin fin, que stas nunca se cruzaban al mismo nivel, que haba tal cantidad de vehculos
y era tanta su diversidad que fcilmente me quedara asombrado.
Asegur que dichos vehculos no usaban combustibles minerales, ni vegetales, pues los gases de esta clase
de combustible resultan dainos a los organismos.
Tambin manifest que la fuerza de propulsin se la proporcionaba lo mismo el calor central de su planeta,
que el sol, ya que eran fuentes inagotables de energa.
Sigui diciendo que, a lo largo de sus banquetas, corran bandas sin fin que ahorraban esfuerzo a los
transentes y que la gente jams ocupaba el arroyo de la calle, pues ste era metlico y conductor de la fuerza
con que se impulsaban sus numerosos vehculos.
stos son totalmente diferentes a los que ustedes usan. Vers que con el material y el espacio que ustedes
emplean para transportar seis pasajeros, nosotros llevamos veinticinco, el algunos casos hasta cincuenta y eso
slo en el primer piso. Lo dijo recorriendo con la vista el interior del espacioso automvil que ocupbamos.
Pero los tenemos hasta de diez pisos.
Todo esto me estaba amoscando, ya que no saba de ningn pas en nuestro mundo que no usara en parte
de sus vehculos alguna clase de combustible. Poda ser que los hubiera demasiado poblados, pero hasta ah
llegaba la cosa en cuanto a sus ciudades. Tampoco saba que la hubiera mecanizadas hasta ese grado.
Aquellos hombres me estaban pareciendo un par de bromistas. Pregunt cmo hacan para producir
legumbres, ya que estaban tan poblados. La pregunta la hice en broma; pero l tranquilamente me contest:
Que haca mucho tiempo cultivaron legumbres en mucho mayor nmero de las que nosotros conocemos. Lo
hicieron en perforaciones, empleando las paredes para ese fin, por lo que resultaban hortalizas interiores o
subterrneas.
Algo de esto me pareci lgico. Otras cosas decididamente no. Ahora, tratando de orientarme, pregunt si
tenan mar cerca. Me contest, como sin darle importancia a la pregunta, que solo tenan uno, pero que era
tres veces ms profundo que el nuestro.
La cosa me pareci burlesca, y le reproch su proceder. Los dos individuos explotaron en una sonora
carcajada que me acab de amoscar; pero llegu a pensar que posiblemente mi ignorancia era mayor de lo
que imaginaba, y si he de decir verdad no me sent ofendido.
Ante mi impasibilidad, el hombre me espet;
Espero que comprendas que estamos hablando de otro planeta.
De otro planeta? pregunt entre indignado y asombrado.
S, hombre, otro mundo como ustedes llaman a ste en que vives. Creo que sabes que los hay?
Claro que s lo s me apresur a contestar pues la pregunta me pareci ofensiva. Hgame el favor!
Cmo no voy a saber que existen otros planetas? Y termin, para demostrar mis conocimientos en
astronoma, aseverando que, segn nuestros sabios, ningn otro planeta fuera del nuestro puede tener
habitantes racionales.
Qu les hace pensar tal cosa? me pregunt Acaso los deficientes medios de que disponen para hacer
sus clculos? No les parece demasiada pretensin creer que son los nicos seres que pueblan el universo?
Aquello estaba tomando un cariz ms serio de lo que yo haba pensado. De repente me volv a dar cuenta
del dolor que todava senta en mi brazo y tambin de la rareza de aquellos tipos con sus uniformes y
cinturones, con los cascos, lo raro del color de su piel, el de sus expresivos ojos y su extraa voz, a cuyo
sonido no poda encontrarle parecido.
Para mi pobre intelecto, aquellas eran demasiadas pruebas. Decid seguir resistiendo y les dije que todo me
pareca increble.
Cierto contest. Resulta increble para la mentalidad de ustedes; pero, dime, por qu resulta increble?

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CAPTULO 2 CAPTULO 2
LA NAVE MADRE LA NAVE MADRE

La pregunta fue tan imprevista que me confundi. Al azar le contest que crea saber, por los clculos de
nuestros astrnomos y matemticos, que algunos planetas de los que forman nuestro sistema solar son
demasiado fros y otros demasiado calientes.
Pues, bien. Te voy a poner un ejemplo sencillo: ustedes tienen lugares extremadamente fros y sin embargo
viven en ellos gentes que, sin artificios ni ayudas mecnicas de ninguna naturaleza, logran subsistir, valindose
tan solo de sus propios medios. Ahora imagnate a esos mismos individuos dotados con los elementos
necesarios, tiles para formar el clima o el ambiente que necesiten. Qu les puede importar la distancia a la
que estn del sol, si ste les da los medios necesarios para protegerse y, adems, convertir lo perjudicial en
beneficioso? Ahora, otro pequeo ejemplo...
Segu escuchndolo.
Te habrs dado cuenta de que un individuo, valindose tan solo de un pequeo tanque en el que almacena
lo que necesita para respirar, puede estar fuera de su medio, sin peligro de su estructura orgnica.
El ejemplo ilumin mi cerebro y, sin perder tiempo, le pregunt:
Ustedes deben respirar algo distinto a lo que nuestro organismo est acostumbrado?
Claro me contest satisfecho.
Pero yo no veo nada adicional.
No ves nada porque, segn tu mentalidad, debe ser adicional; pero toca aqu... Me lo dijo invitndome a
tocarle lo que deba ser el estmago y all se senta una consistencia semidura, diferente a cmo lo tenemos
nosotros.
Acto seguido complet la explicacin:
Nosotros llevamos aqu lo que nos da vida. Inyecta directamente los pulmones.
Esto s que es maravilloso exclam con entusiasmo. Pero... qu diablo!, me seguan asaltando las dudas.
El lo advirti, por lo que me dijo que preguntara lo que quisiera, que l me contestara.
Para principiar le dije que si venan de otro mundo, qu clase de vehculos usaban?
Me contest que ya me haba dicho que su nave estaba a poca distancia y que pronto iba a tener
oportunidad de conocerla, si as lo deseaba.
Revoloteaba en mi mente una pregunta, pero no encontraba la forma de hacerla sin ofenderlo. Se me ocurri
que, siendo los adultos tan pequeos, cmo seran los nios.
Y ante mi asombro, como si estuvieran leyendo mi mente, contest a mi pensamiento de la siguiente manera:
Te voy a explicar lo que quieres saber o sea lo relacionado con los nios. En nuestro mundo no vemos a los
nios en las calles. Desde que nacen, quedan bajo el patrocinio de lo que podemos llamar gobierno, y ste se
encarga de su control hasta que alcanzan la edad adecuada. Entonces se les clasifica de acuerdo con sus
cualidades fsicas y mentales y se les asigna determinado lugar, donde hacen falta. Generalmente se lleva a
cabo esta operacin por parejas, hombre y mujer.
Y se me ocurri preguntarle cmo hacan para aclimatar a un individuo de una zona fra a una caliente, o
viceversa.
Como vers, este problema no lo tenemos. Por la sencilla razn de que todo nuestro mundo goza de un
solo clima uniforme y ste no es natural sino artificial, creado por nosotros mismos. Comprenders ahora que
gozamos un solo clima, benigno, sin tener como ustedes regiones extremas. Por lo dems nuestra poblacin
no nos permitira ese lujo.
Aquello, para m, ya iba en vas de un total convencimiento. Todo me pareca favorable a lo que l aseguraba
y ya me empezaba a parecer lgico. De nuevo mi mente dio cabida a otra pregunta. Estaba relacionada con su
nico mar, y no acababa de formarla cuando l cort el pensamiento:
Ya te dije que tenemos un mar y ste contiene tanto lquido como todos los vuestros juntos. De l sacamos
todos los materiales, los que usamos para construir nuestros edificios, para confeccionar nuestra ropa, para
fabricar nuestros vehculos y un 60 ms del porcentaje de nuestra alimentacin.
Prosigui:
Nuestros barcos actuales no son como ustedes los conciben y construyen. Los nuestros lo mismo estn en
el aire que en el agua o en algn otro lugar sin peligro de ninguna especie. En dicho mar tienen asiento, a
grandes profundidades, descomunales fbricas con sistemas diferentes a los que ustedes usan. Estos
sistemas atraen a los pobladores del mar. All son seleccionados y aprovechados cientficamente.
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Ante mi asombro aadi:
Como comprenders, en nuestro mar no se producen perturbaciones de ninguna especie, pues lo tenemos
para nuestro servicio y bajo nuestro control y por lo tanto quedan eliminadas esas contingencias.
Aquello ya se haba convertido para m en una incesante preocupacin. Ansiaba saber ms acerca de
aquellas gentes. Le pregunt cmo era que hablaban tan bien el espaol. Me contest que ellos podan en
poco tiempo hablar cualquier lengua por difcil que fuera; que, en su mundo, se hablaron, igual que en el
nuestro, infinidad de idiomas; que ahora slo empleaban uno formado por las palabras ms fciles y que lo
haban logrado en forma sumamente eficaz y sencilla.
Le pregunt si conocan todo nuestro mundo. Me asegur que no solo lo conocan superficialmente, sino
tambin su contextura y todas las costumbres de las diferentes regiones por apartadas que a nosotros nos
parecieran. Que lo primero lo lograban con aparatos apropiados de los que estaban dotados todas sus naves y
lo segundo con personas de ellos mismos, seleccionadas, las que ms se asemejaban fsicamente a nosotros.
Las solan dejar bien provistas cerca del lugar que les interesaba investigar y las recogan en el momento
propicio.
Me empezaban a preocupar los fines que perseguan en nuestro mundo. As que, al preguntarlo, me
contest, ilustrando la respuesta con algo de historia:
La etapa por la que atraviesan ustedes ahora, la vivimos nosotros hace algunos miles de aos. En nuestro
mundo hubo guerras y destruccin, atrasos y adelantos, pero un buen da lleg la ecuanimidad. Se derrocaron
lderes polticos y se eligieron en su lugar sabios y destacados humanistas. En lugar de los ensoberbecidos,
ambiciosos y egostas, que slo buscaban el lucro en su propio beneficio, que fueron aniquilados como los
medradores, fueron puestos hombres dedicados al mejoramiento colectivo.
Despus de una breve pausa:
Hubo un cambio total en la administracin pblica y, poco a poco, fue desapareciendo la vanidad, que
resultaba el mejor aliado de los explotadores, y acab asentndose firmemente la moral en todos sus aspectos.
Ahora nos gobiernan verdaderos sabios que procuran una mejor alimentacin, un mejor vestido, una mejor y
uniforme educacin. Se acabaron los privilegios. Ahora, en el mismo lugar, se educa fsica y mentalmente al
que probablemente desciende de ricos y al que desciende de pobres. El que durante una poca de su vida se
destaca, es destinado a donde puede desarrollar sus aptitudes libremente y sin preocupaciones.
An dijo ms:
Desapareci totalmente lo que ustedes llaman Nacin o Patria. Slo somos ciudadanos de nuestro mundo.
No usamos bandera, ni identificaciones de ninguna especie. Cada nio, al nacer, es tatuado en alguna parte de
sus pies, es como una ficha que habla de su origen y facultades. As crece sin complejos, sano y libremente.
Las horas haban pasado rpidamente. Empezaba a clarear cuando descendimos del coche. A decir verdad,
no saba si era realidad lo que me haba pasado, pero deba serlo, pues estaba a un solo centmetro de
aquellos dos personajes, dispuestos a certificar lo que me haban platicado.
Se adelantaron un poco, subiendo al borde de tierra. Y de repente volvieron la cara, como tratando de
sorprenderme en algn movimiento sospechoso.
Me di cuenta de que de sus cascos y cinturones salan sonidos intermitentes y en gran escala, subiendo a
veces hasta herir los odos. La curiosidad me invadi y no tuve ms remedio que preguntarle para qu les
servan dichos cinturones. La pregunta, al parecer, les llen de satisfaccin.
El bajito fij su vista en el cinturn. Su acompaante slo se llev las manos a l, sin dejar de observarme.
Pero su expresin era tal que daban a entender que, con aquella maravilla puesta, se sentan inmunes a
cualquier peligro.
O por lo menos eso me pareci.
Demostraban cario y seguridad sus vivsimos ojos, que fulguraban.
Por fin, el bajito alz la vista y me dijo:
ste es un aparato que sirve para inmovilizar cualquier nacimiento o enemigo. Ahora dime prosigui
satisfecha tu curiosidad, tienes deseos de conocer la mquina? Ven con nosotros y rubric la invitacin con
amplia y amable sonrisa.
No me pareci digno desairarles. Por lo tanto, me apresur a seguirles.
El terreno era lodoso. Nuestros hombres vadeaban los charcos, buscando lugares ms duros.
De repente me di cuenta de que en los lugares donde asentaban los pies, el lodo se abra sin adherirse a
ellos, con el mismo efecto que produce un fierro caliente.
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Vi mis zapatos. Los llevaba totalmente cubiertos de lodo, alcanzando ste a mancharme las piernas del
pantaln. El descubrimiento me dio la sensacin de estar caminando tras dos fantasmas, e inconscientemente
empec a rezagarme, aumentando la distancia entre los hombres y yo, pero sin dejar de seguirlos.
Aquello fue slo el principio de una serie de sorpresas, que se grabaran para siempre en mi cerebro.
Algunos metros ms adelante, sorpresivamente, tuve ante mi vista la majestuosa nave de que me haban
hablado. Emerga deslumbrante, rodeada de follaje, como gigantesco huevo en descomunal nido.
Par en seco mis pasos y me puse a contemplar lo que tena delante.
Una majestuosa esfera achatada se apoyaba en tres boyas que formaban tringulo. Tena, en la parte
superior, un cable ligeramente inclinado hacia dentro, como de un metro de altura, circundado de agujeros que
semejaban ojos de buey como los que se usan en los barcos.
El conjunto era impresionante y daba la sensacin de una gran fortaleza. Era de un color muy parecido al que
se produce en un pedazo de acero al quemarlo contra un esmeril, pero de una transparencia difusa.
Cuando los hombres estaban como a metro y medio, ambos se llevaron la mano derecha hasta apoyarla en
el cinturn, y en seguida se empez a dibujar y a agrandar una abertura en la parte inferior de la esfera,
convi rtindose finalmente en una escalera. A guisa de pasamanos haba dos cables, al parecer elsticos, pues
se flexionaban al apoyarse los hombres en ellos.
Yo me haba quedado como a siete metros de distancia; pero, como la nave estaba en una hondonada, pude
darme cuenta de que, efectivamente, los hombres no dejaban en los escalones ni una sola partcula del lodo
que pudieran llevar en los pies.
Pude ver tambin cmo el ms gordito se perda dentro y el otro se paraba a media escala y apoyndose en
el pasamanos se volteaba para verme, invitndome a que me acercase y, aunque algo me jalaba en direccin
contraria, hice un esfuerzo y segu caminando hasta colocarme a un metro de la nave.
Algo deba haber cambiado dentro de mi ser, pues el miedo o recelo que hasta entonces haba sentido, se
troc en audacia. Empec a imaginarme que lo que tena enfrente no era ninguna nave, y hasta le encontr
cierto parecido con una casa de exploradores de tipo convencional.
Cuando el hombre repiti su invitacin, decididamente avanc y empec a subir tras l.
Salimos por una especie de claraboya o agujero redondo de poco ms menos medio metro de
circunferencia, a una plataforma horizontal.
Cuando me di cuenta, el agujero por donde habamos entrado, haba giro sellado en forma inesperada.
Ciertamente estaba impresionado; pero, a pesar de estar encerrado dentro de aquella cosa, la luz pasaba al
travs, y la parte que deba dar sobre la escalera por donde subimos, pareca de cristal, pues se poda mirar
por ella hacia afuera con perfecta claridad.
Empec a recorrer con la vista lo que tena a mi alrededor.
Una pared bajaba desde el techo formando ngulo con la plataforma.
En esta pared se adivinaba algo que bien pudiera ser un respaldo, aunque resultaba demasiado alto.
En ngulo con aquel deforme respaldo, pues no era otra cosa, estaba lo que deba ser el asiento, dividido en
tres secciones, vistas desde enfrente, con algo que parecan tapas de los asientos, pero stas haban sido
levantadas hacia los lados.
Deb parecerles un bobo en un bazar, pues los hombres se limitaban a observarme. Finalmente, el que
hablaba espaol me invit a pasear un poco; pero ahora me pareci que aquello no se iba a levantar ni un
centmetro con mi peso, por lo que irnicamente le dije que me gustara probar.
Me sealaron el asiento de en medio, ocupando ellos los de los lados.
El asiento era mullido, en grado para m desconocido, y eso que llevo por lo menos las dos terceras partes de
mi vida ocupando asientos de autos, por lo que no poda negar que, con un asiento de esa naturaleza, me
gustara dotar al coche donde trabajo.
Pero, esperen, que si el asiento resultaba sorpresivamente blando, el respaldo resultaba superior, pues
bastaba recargar un poco el cuerpo en l y fcilmente me perda en aquella masa agradablemente acogedora.
Fueron bajadas las tapas, e inmediatamente sent una ligera presin sobre mis piernas y parte del abdomen.
Ajustaban con tal presin y firmeza, que me daba la impresin de estar metido dentro de una paca de hule
esponja.
Lo que estaba sobre mis piernas era nada menos que un tablero de instrumentos. Al igual que cada uno de
los lados, estos tableros eran gemelos, y desde cualquiera de ellos se puede operar la mquina.
Me gustar mucho poder describir uno de estos tableros y voy a tratar de hacerlo. Son como una mesita
rectangular, ligeramente inclinada hacia m. Junto a mi pecho, y resaltando notablemente sobre los dems
instrumentos, haba una pantalla, no mayor que un faro de automvil de superficie convexa. Se la vea lmpida
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y luminosa, con asombrosa claridad. Junto a esta pantalla, en los lados de la parte anterior, haba dos
protuberancias redondas, una blanca y la otra negra. Debo aclarar que los colores de todos los instrumentos
eran luminosos, con ms fuerza que la luz fluorescente que conocemos. Delante, junto a la mencionada
pantalla, haba tres ruedecillas, dos colocadas en forma vertical y una en medio, en forma horizontal.
Al lado derecho se vea una serie de teclas, la primera ancha y las dems angostas. A la mitad de la primera,
este teclado empieza en la mayor, de color blanco, y conforme se alejan el color se va ennegreciendo hasta
terminar en un negro brillante.
Hasta el extremo opuesto, y a cada lado, haba al alcance de los dedos pulgares de los pequeos hombres,
dos diminutos descansos para dichos dedos en forma de ngulo, hacia afuera.
En el lado izquierdo, en hilera, igual que el teclado, surgan palanquitas en forma de pequeas raquetas o
palmetas que se manipulan hacia enfrente.
Finalmente, delante de la pantalla y aproximadamente al centro del tablero, haba cuatro piezas en forma de
media luna, teniendo la parte inferior circular y la superficie plana. Basculaba por el centro, por lo que se
advierten en cada una de ellas solo dos movimientos. Estas piezas forman una cruz.
Se completan dichos tableros con un cilindro colocado en el extremo posterior. Dentro de dicho cilindro se
mueven cinco secciones a diferentes velocidades, teniendo las lecturas en forma diagonal. Convierte el color
conforme gira, yendo del blanco al negro.
As era poco ms o menos el tablero. En l se reproducen los movimientos de la mquina a voluntad del
tripulante. Observando todo esto, no me di cuenta cundo empezamos a subir. El ascenso fue suave, lento y
en forma vertical.

CAPTULO 3 CAPTULO 3
LA NAVE MADRE LA NAVE MADRE

Pude ver a mis pies el coche abandonado. Seguimos subiendo, siempre en forma vertical y siempre teniendo
a mis pies el coche como objetivo, vindolo por ltima vez en forma borrosa y no mayor que el auto de un nio.
Mis acompaantes me instruyeron cmo operar la pantalla. Bastaba hacer girar cualquiera de las ruedecillas
laterales, para atraer en forma ntida y precisa todo lo que haba fuera de la nave, tanto de la, parte superior,
con la derecha, como de la inferior, con la izquierda, sirviendo la del centro, que estaba en forma horizontal,
para acercar la imagen hasta dar la impresin de que estaba a un metro de nosotros.
Se me olvidaba mencionar que en el extremo derecho del tablero hay una bola incrustada en una cuenca y
termina con una palanca redonda. Esta hace mover en toda la extensin de la pantalla un punto negro, que
sirve de mira cuando hay necesidad de usar diferentes armas, que ms tarde tratar de describir.
Por fin todo qued cubierto de nubes y nosotros seguamos subiendo. Los hombres buscaban un claro para
que yo pudiera ver nuestro planeta, pues pensaban y con razn que aquello me iba a impresionar. Por mi
parte, me senta tranquilo. Trat de hallar el motivo de esta tranquilidad, pues no me pareca normal. Mi
carcter es nervioso por naturaleza y, adems, nunca haba subido en un avin, y esto ya me pareca motivo
suficiente para estarlo. Record que slo momentos antes de abordar la nave sent temor.
Recordaba haber visto al gordito perderse dentro de la escala y ansiaba en aquel momento que el otro
hombre hiciera lo mismo, para regresar volando a la carretera y meterme en el automvil, que me brindaba
seguridad. Sin embargo, en un momento dado, desapareci aquel miedo, y ahora hasta indiferencia senta por
la suerte que el coche pudiera correr, abandonado.
Me empezaba a preocupar que estuviera bajo la influencia de aquellos hombres. Sin embargo, trataba de
alejar de mi mente aquellas preocupaciones, y me distraa observando cmo maniobraban en los tableros y
mirando hacia afuera a travs de las paredes, comprobando el efecto. Hasta senta admiracin por la sencillez
y maniobrabilidad de aquella nave, que hasta un nio podra manejarla.
Cuando entramos en un espacio despejado, me indicaron lo que tenamos a nuestros pies.
Confieso que, por muy resentido que fuera y aunque hubiera estado seguro que haba subido a la nave bajo
alguna influencia extraa, me hubiera parecido perdonable.
Lo que tena al alcance de mi vista era un espectculo maravilloso, una esfera ligeramente opaca, algo
desdibujada, que por momentos se converta en una masa redonda y temblorosa como insolada gelatina.
Podra precisar que volbamos sobre la parte central del continente americano, ya que distingua con relativa
facilidad, perdindose en un abismo sin fin, lo mismo la parte ancha de la Repblica Mexicana, que la parte
ms angosta del continente.
Luego los hombres me indicaron la pequea pantalla, aconsejndome accionara la ruedecilla central.
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Y por qu lo haba de negar, pues no tengo ni conozco palabras para expresar lo que sent, ni tampoco para
describir lo que tena a slo unos metros de mis asombrados ojos que, para darles crdito, tena que apartarlos
de la pantalla y volverlos a travs de la pared de la nave que me pareca ms real, ms verosmil.
Dentro de aquella pequea y clarsima circunferencia en la que, a mi capricho y con slo mover aquel
diminuto control, poda traer y reducir todo un mundo, hasta en sus detalles ms insignificantes y ver a nuestro
alargado continente nadar en una masa liquida que se desvaneca en colores azul y rojo, hasta desaparecer
sus contornos en un vaco infinito.
Aquel increble espectculo se grab de tal manera en mi mente, que muchas veces he despertado
sobresaltado sintindome en el vaco y atrado por aquella enorme esfera que una vez contempl quizs sin mi
voluntad.
Cuando los hombres creyeron que era suficiente y digo creyeron porque si me hubieran consultado les habra
pedido que me dejaran admirar aquello hasta saciarme; pero para ellos el tiempo contaba y pronto nos
metimos en grandes masas de nubes, algunas tan negras que oscurecan el interior de la nave.
Aqu recib otra impresin maravillosa.
Acabbamos de salir del oscursimo vientre de una negra nube cuando, intempestivamente, inund la nave
una luz roja color sangre, vivsima, que cambiaba el aspecto de todo el interior de la nave. Todo cambi de
forma, las caras de los hombres se vean huesudas y espectrales y la ma debe haber tomado tambin aspecto
terrible, porque el pequeo hombre se apresur a decirme que no tuviera temor, pues era el sol quien nos
estaba dando ese color; pero a m ms me pareca estar dentro de un potente y rojo reflector.
De repente ces el movimiento, o mejor dicho la sensacin de que bamos a velocidades aterradoras. Y
quedamos suspendidos en el aire.
Ahora otra gran sorpresa no menos agradable que la anterior. Se trataba de un gigantesco disco color negro,
deslumbrante, enceguecedor. Giramos lentamente alrededor de l, como reconocindolo. Los rayos del sol
rebotaban en su pulida superficie. Estaba inmvil, como dejndose husmear por el ahora pequeo aparato que
ocupbamos.
Por fin volvimos a quedar inmviles frente al gigantesco disco. Vimos cmo se abra en la parte superior una
tapa de las mismas dimensiones que nuestra nave y tambin cmo esta se empez a deslizar dentro de aquel
monstruo.
Se senta perfectamente el roce en la parte inferior, a nuestros pies, como si se fuera deslizando en unos
rieles. Dej de sentirse esta sensacin; se abrieron los tableros, dejndonos de nuevo en libertad; los hombres
se pararon indicndome que los siguiera; se abri la claraboya y por ella abandonamos aquella parte de la
nave. La puerta de sta estaba abierta y por ella descendimos a una enorme bveda en la que no haba ms
columnas que las que formaban el aparejo donde qued ajustada nuestra pequea nave.
Haba dentro una iluminacin intensa, sin quedar al descubierto la fuente. Ms pareca que todas las
superficies al alcance de nuestra vista produjeran luz.
Los hombres se dirigieron ms all del lugar donde haba topado nuestra nave, donde una pared cortaba la
circunferencia, y yo tras ellos, con una indiferencia que slo al recordarlo me da escalofro.
Poco antes de llegar a la pared, se desliz suavemente una seccin como de metro y medio por lado. Por all
seguimos, encontrndonos ahora en un espacio en forma de media luna. Ocupaba la parte de enfrente o sea la
semicircular una especie de pantalla panormica de cine, solo que intensamente luminosa.
Al pie de la pantalla, una mesa larga y angosta, cubierta materialmente de instrumentos, entre los que
sobresalan gran cantidad de pequeas, pero increblemente visibles cartulas con diferentes lecturas,
destacaban tambin hasta tres hileras de teclas, que semejaban las de igual nmero de pianos dispuestos
para un concierto y gran cantidad de protuberancias completaban aquel maravilloso tablero de instrumentos.
Junto a ste, tres voluminosos asientos.
Estaba tan distrado observando todo aquello, que no me habla dado cuenta que estaba rodeado de gentes,
que completaba un total de ocho con mis amigos. Les ped perdn por mi indisculpable distraccin.
Ellos me contestaron que estaban contentos de que dentro de su nave que no era otra cosa el monstruo
aquel, hubiera algo que llamara mi atencin. Cuatro de los que estaban all vestan igual que mis amigos. Los
otros dos, indudablemente eran los jefes, pues su porte y aspecto en general denotaban no slo ms edad,
sino una mayor personalidad, sin contar con que el uniforme que vestan era de un color marrn brillante que
les daba un aspecto distinguido, una mayor jerarqua y, como si esto fuera poco para diferenciarlos, bastaba
observar la reverencia con que los otros los vean.
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Todo lo que me estaba pasando desde la maana en que bajamos del automvil me pareca tan irreal que
empezaba a sentir una sensacin de vaguedad de la que tema volver de un momento a otro y encontrarme de
nuevo en el coche. Pero no era as. Estaba vivo y bien despierto.
Los jefes de aquella nave me invitaron a que permaneciera con ellos algn tiempo, pues, segn me dijeron,
sentan verdadera satisfaccin en tener a un hombre de mi raza como invitado.
Al lado derecho y frente a la enorme pantalla haba una hilera de camas, pues no creo que alguien de
nuestra raza que las viera fuera a pensar que eran otra cosa. Naturalmente que se diferencian algo de las
nuestras; pero slo por su sencillez, pues las tales camas se reducan a unos marcos como de metro y medio
de largo y uno de ancho y dos pulgadas de grueso.
El material de relleno era colchado, poroso, suave y deba estar sostenido por alguna malla de material
resistente y poco elstico. A lo largo de este marco y, debidamente espaciados, haba dos puos amuescados
que, hacindolos girar, la cama cobraba posiciones diferentes, pudindose convertir en cmodo silln, sin
patas de ninguna especie, pues el marco aquel estaba empotrado en la pared y por lo tanto, convertido en
silln, quedaba colgado o suspendido.
Cumpliendo el ofrecimiento que me hacan de hacer una demostracin de cmo trabajaba aquella
maravillosa nave, fueron transformadas las camas, tomando asiento, mis dos amigos, los jefes y uno ms de
los que estaban en la nave. Los tres restantes se perdieron en los monstruosos asientos, junto al tablero de
instrumentos.
De repente se empez a or una especie de silbido agudsimo y la pantalla se dividi en tres bandas a todo
su largo. La banda de en medio comenzaron a recorrerla unas luces rojas, que empezaban en los lugares ms
inesperados y moran siempre en un extremo, aumentando de grosor la mayora de las veces antes de
desaparecer. Aquello me llam la atencin y pregunt de qu se trataba a uno de los jefes, pues yo ocupaba
un lugar en medio de ellos. Me explicaron que eran partculas csmicas, que una poderosa fuerza de repulsin
que generaba la mquina apartaban de nuestro camino, para que no causaran dao a la nave.
Aquello resultaba interesante, pues como se cruzaban en diferentes direcciones, formaban figuras
caprichosas que hubieran bastado para tenerme entretenido varios das sin aburrirme.
Es indudable que haba pasado mucho tiempo, pues el estmago me lo estaba advirtiendo.
Inesperadamente, uno de los hombres que nos acompaaba se par y dirigindose al lado izquierdo de cada
una de las sillas jal una pieza que formaba parte de un largo articulado brazo; luego se dirigi al rincn del
ngulo contrario al que ocupbamos y regres con dos pequeas charolas, una en cada brazo.
Las charolas formaban un cuadro, como de seis pulgadas y estaban divididas en cinco hondas secciones,
cada una repleta de algo consistente, con un sabor tan agradable que me resultaba difcil encontrarle parecido
con algo que hubiera comido antes. Pero no slo era de agradable sabor, tambin resultaba reconfortante en
grado sumo. Poco despus de comer estos alimentos, sent una agradable satisfaccin de reconfortante
optimismo que borraba de mi mente todos mis problemas y mis preocupaciones.
Los ojos se me cerraban. Naturalmente, esto tena explicacin. La noche anterior casi no haba dormido,
haba manejado lo menos trescientos kilmetros. Luego, las diferentes emociones por las que haba pasado y,
si esto fuera poco, ahora estaba dentro de una fantstica nave rodeado de gente extraa.
Extraa, s; pero que haca sentirme el hombre ms importante de la tierra.
Derrochaban amabilidad y gentileza, como si en verdad se sintieran obligados conmigo. Y, por qu haba de
negarlo, me hacan sentir abochornado e insignificante. Por fin, no lo pude evitar por ms esfuerzos que hice y
por ms que me resist, el sueo me venci y no supe ms.
Cuando me despertaron, yo estaba transformado, aunque no haba cambiado de posicin ni de lugar. Todo lo
que llevaba encima haba desaparecido.
Ahora mi cuerpo se cubra con un uniforme parecido al de ellos, solo que sin cinturn. Faltaba tambin la
cinta del cuello, as como los zapatos. Los que tena puestos, eran una especie de chanclas de una sola pieza,
que cubra hasta los tobillos. Llevaba tambin un pantaln, tan ajustado como el de un torero. Lo senta
materialmente adherido al cuerpo, pero sin estorbarme en lo ms mnimo.
Lo que me cubra de la cintura para arriba semejaba un suter de los que se ponen por el cuello. Las mangas
llegaban a las muecas y el cuello cerrado y ajustado me llegaba a la manzana. No tena ninguna de aquellas
prendas, ni cierres, ni botones, ni bolsas, ni se les notaba unin de ninguna especie. El material era grueso,
pues en algunas partes lo senta por lo menos como de una pulgada. De una frescura incomparable, me daba
la sensacin de estar desnudo.
Los hombres, ante mi extraeza, me explicaron que se haban tomado esa libertad por serme absolutamente
necesaria para protegerme. Haban intentado despertarme, pero no lo haban logrado.
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Y lo que s lograron fue apenarme, porque eso de cambiarme la ropa sin enterarme era el colmo; pero s lo
cre, pues record que una vez, siendo nio todava, unos amigos me haban bajado de un auto y colocado
recargado en un rbol. Por qu no creer lo que ellos aseguraban. Adems, no tenamos tiempo para perderlo
en nimiedades. Los hombres me despertaron, para que con mis ojos viera el espectculo maravilloso que poco
despus se me iba a ofrecer. Me indicaron que no despegara la vista de la pantalla, para que no perdiera
detalle alguno.
Efectivamente, poco despus apareci una bolita del tamao de una canica. Se vea completamente
diferente a todo lo que cruzaba la pantalla con rapidez vertiginosa. Esta no cambiaba de lugar y slo iba
aumentando de tamao. Ahora era del tamao de una pelota de golf. Pareca maravillosa y vena hacia
nosotros, en lnea recta.
Ms tarde lleg a tener el tamao de una pelota mediana. No cambiaba de color y era de un rojo
reverberante, como una bola de brasas de carbn. Despus del tamao de un baln. No haba cambiado de
lugar y si la cosa segua como hasta ahora, amenazaba con invadir toda la pantalla. Ya casi no cruzaba sta
otra cosa. Sera que aquella bola me estaba obsesionando y no separaba de ella mi vista? Empezaba a sentir
temor.
Todos los que permanecan a bordo tambin lo sentan. Se les vea en la cara. Tambin estaban contentos y
creo que preocupados. Nuestro objetivo tena ahora lo menos un metro. Trat de pararme.
Los dos jefes, al mismo tiempo, me indicaron que me estuviera en mi asiento quietecito; pero nadie haca
nada para evitar la terrible colisin. Yo los miraba, desesperado; pero no me daban importancia.
La fantstica bola aquella ya casi cubra la pantalla de en medio.
Trat de nuevo de pararme y esta vez sent la presin sobre mis piernas de dos pequeos pero poderosos
brazos. El hombre que tena a mi derecha me dijo que no corramos ningn peligro, que estbamos entrando
en otro mundo, al mundo en que ellos vivan y que lo que ahora estbamos viendo slo era una capa
atmosfrica que lo cubra.

CAPTULO 4 CAPTULO 4
LLEGADA A VENUS LLEGADA A VENUS

Lo inevitable lleg. La bola cubri las tres pantallas. Empec a sentir un calor sofocante; pero solo yo, los
dems estaban inmutables y lo atribu a mi estado nervioso. Habamos logrado superar la peligrosa sensacin
de choque. Ahora la pantalla inferior se cubri de cuadros pequeos, divididos por canales profundos y rectos.
Los cuadros empezaron a crecer, ya se distinguan mejor. Estaban cubiertos de algo que parecan arbustos y
sobre los arbustos haba algunas otras cosas. Acabbamos de pasar algunos, donde se distinguan naves
como la pequea que llevbamos dentro. Ahora uno donde estaba aquella que cubri todo el cuadro.
Empezamos a descender en forma vertical. Fuimos derechos a uno de los cuadros, como se ve
perfectamente en la pantalla de abajo. Todo el mundo se para y nos disponemos a salir. Se abre la puerta de la
cabina. A nuestro lado izquierdo hay una columna gruesa, pegada a la pared, que no la haba visto cuando
entramos. Gira una seccin, quedando al descubierto una escalera de barrotes semicirculares.
Los jefes se adelantan. Baja uno, luego el otro. Se pierden en la columna hueca. Mis amigos indican que los
siga. Aquella operacin me record el descenso en paracadas. Pongo un pie en un barrote y, al sujetarme con
las manos al que estaba delante de mi, empez a descender suavemente como un elevador, y no par hasta el
piso, cinco metros ms abajo de la pared inferior de la nave. Estamos bajo la panza de sta y, efectivamente,
es negra y brillante.
A mi alrededor est lleno de pequeos rboles, todos cubiertos de frutas. Se respira fragancia. Entre los
rboles hay unos postes gruesos de metal, tambin negros. En ellos descansa nuestra nave. Tambin hay
unos pasillos en todas direcciones, que tienen, por lo menos, medio metro sobre el nivel del piso y al pisar
suena a hueco.
Los rboles no miden ms de dos metros de altura; pero son frondosos. Sus ramas pelonas no tienen hojas,
ni el piso se ve con hojas tiradas. Sus ramas son bastante gruesas y no guardan proporcin con el tronco.
Estas tienen abundantes frutas cada una.
Toqu una y me dio la sensacin de tener una cscara sumamente delgada. El fruto era blando, como
cuando est maduro.
Cada rbol estaba sostenido por el tronco, con cuatro brazos que vienen desde el piso, abiertos en ngulo
como patas y cerrados en el tronco, pegados a dos medias canales que abrazan el rbol.
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Examin la tierra, pero no tiene parecido con la nuestra. Parece polvo de algo como hule molido o arenilla
fina. Era negra y estaba hmeda, sumamente hmeda; pero no de agua sino de un lquido viscoso. Mis amigos
aseguran que efectivamente no es tierra sino un producto qumico, y que los rboles no se sostienen con las
races sino que stas les sirven tan slo para alimentarse. Me aseguran tambin que estamos en una azotea y
sta es un tanque para contener todo el material con que alimentan su fruticultura.
Seguimos por un pasillo hasta el borde, que es un barandal grueso. Miro hacia abajo y me doy cuenta de que
lo que yo crea que eran canales resultan calles. All abajo se mueven varios vehculos y junto a las paredes
hay gran cantidad de gente, todos alineados, en orden. No se encuentran, ni se tropiezan.
Si levanto la cara encuentro algo verdaderamente asombroso: una bveda altsima y continua, que no se ve
dnde puede acabar. Mis amigos dicen que cubre todo su mundo, pero no es slo eso, sino que despide rayos
luminosos en todas direcciones.
Me siguen explicando que se trata de una capa de nubes espesas, a las cules han mezclado substancias
que, al recibir los rayos del sol, absorben el calor y la luz, la pasan multiplicndola y con ella se alumbran. Me
aseguran que no tienen noches.
El clima es bochornoso y me empieza a faltar el aire. No es suficiente el que respiro. Me siento mal, me estiro
el cuello de la camisa aquella y cede. Es elstica, pero no logro compensarme. La cara me arde. Creo que voy
a desmayarme y me apoyo en el barandal.
Los hombres que me estaban cuidando esperaban esta reaccin y ya venan prevenidos; me ofrecen un
trozo como de goma grande del tamao de un habano y me dicen que lo chupe como para fumarlo.
La reaccin es notable. En cada chupada recobro las fuerzas hasta sentirme normal. El cuello de la camisa
de nuevo me oprime, pero no me molesta
Bajo aquella monumental bveda se ven infinidad de naves como la que traemos dentro, muchsimas como
la grande y todas negras. Se cruzan rpidas a diferentes alturas. Noto que, segn la direccin que llevan, es la
altura a la que operan.
No solo hay naves de esta forma. Tambin las hay tubulares, de varios tamaos, largas y gruesas; las hay
esfricas y tambin stas de diferentes dimensiones. Parecen globos de cristal.
Sobre nosotros pasa una que semeja una pera o huevo. La tenemos a poca altura y se desplaza con lentitud.
Me aseguran que tambin es nave transporte. Una cosa llama la atencin: a pesar de la velocidad y profusin
de vehculos, stos no chocan.
Frente a nosotros descenda una nave gigantesca y, al cruzarse con una pequea, sta se desvi con
rapidez asombrosa. Creo que los tripulantes no intervinieron.
Inquiero, y me explican el fenmeno, todas las mquinas tienen fuerza de repulsin, y la que
imprudentemente meten en la ruta de otra, sta la rechaza como una pelota.
Caminamos por el pasillo junto al barandal, hasta llegar a un ngulo de la azotea.
All estn los elevadores, dispuestos a todo lo largo de ese lado. No son del tipo cerrado como los que
conocemos, sino que tiene tres caras cubiertas por una rejilla maciza y rgida. En esta rejilla nos recargamos de
espaldas, yo bien sujeto con las manos; pero justamente donde me apoyo estn los controles.
Me pregunta uno de los jefes si tengo hambre y, a fe ma, que no la senta, ni siquiera me acordaba; pero le
contest que s.
Porque da la casualidad que este edificio es un comedor coment rindose.
Efectivamente, al descender parbamos en cada piso; pero todos estaban llenos de gente. Seguimos
descendiendo. Por fin, en uno descubrimos varios lugares vacos y saltamos al piso.
Reinaba una gran armona en todos los movimientos de la gente. No se estorbaban ni cuchicheaban. Cada
uno llegaba, coga su alimento, se sentaba, lo terminaba, regresaba la charola vaca y se retiraba.
Me di cuenta que la pared frontal a la que ocupbamos al descender, tambin estaba cubierta de elevadores
y las dos restantes convertidas en alacenas circundantes, cubiertas de charolas, iguales a las que usamos en
la nave.
El piso de este local estaba cubierto de pequeas sillas, que se completaban con una plana reversible en la
que se colocaba la charola.
Pero qu barbaridad!
Ahora los alimentos me supieron mejor. Mis amigos me ofrecieron una racin doble y com hasta quedar
satisfecho. Fueron diez sabores distintos, pues todos son diferentes. Tambin pude observar que las charolas
eran de muy variados colores, tanto que me cans de contarlos y los hombres me aseguraron que cada color
tiene cinco sabores diferentes, lo que da por resultado millares de sabores; pero, eso si, todos tienen la misma
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consistencia. Las cucharillas que se usan tienen cierto parecido con nuestras palas planas, ligeramente curvas
y son muy diminutas.
Las gentes que vi en este edificio no medan ms de un metro. Todos diminutos, pero bien proporcionados.
Todos llevan ropa igual a la que me haban puesto, de colores diferentes. En este mundo de clima
acondicionado hay una continua orga de colores, a donde quiera que uno dirija la vista. Hombres y mujeres
visten igual y de frente se distinguen slo por las formas propias de la mujer. Al hablar, su voz es reposada. No
as la de los hombres, que es bronca y hasta cierto punto desagradable al odo. Todos tienen el pelo platinado
y ondulado y a todos les cae sobre los hombros. Tambin es general el color verde de los ojos y el marfileo de
su piel.
Mis amigos me explicaron que la raza es pequea porque as lo quieren ellos, ya que el proceso es cientfico.
En cuanto al color de su piel, pelo y ojos, se debe al clima que impera en ese planeta.
En el comedor habamos quedado mis dos primeros amigos y yo. Las dems personas nos haban
abandonado, pues tenan que rendir sus informes y reportarse.
Nosotros nos dedicamos a fisgar libremente. Resultaba maravilloso estar entre tantos muecos humanos, a
los que yo les deb parecer un monstruo.
Abandonamos el comedor por el mismo elevador y llegamos a lo que sera el entresuelo. Este piso est
totalmente vaco. La gente cruza por ellos. De calle a calle no hay puertas. Las dos paredes frontales que no
tienen elevadores se componen de una serie de entradas en forma de arco y al centro hay dos ms espaciosos
que el resto. Por all cruzan vehculos, hay muchsima luz, pero no se descubre la fuente. Se podra decir que
las paredes la producen. Caminamos sobre un piso amortiguador, que est pulido como un metal.
Salimos rumbo a la calle y al llegar al pao nos detenemos. Las banquetas circulan a una velocidad
moderada. Estn divididas en tres bandas, dos se mueven en direcciones opuestas y la de en medio est
muerta. La gente cambia con agilidad de una en movimiento a la muerta y de sta a la que viene en sentido
contrario, o entra en un edificio. Las fachadas son lisas, no tienen ventanas de ninguna especie, lisas por
completo. Sus hermosos colores parecen de vidrio o, mejor dicho, espejos, pues la imagen se refleja con
nitidez. Se nota la unin del material en cada piso; pero slo a todo lo largo.
Cada edificio es de un solo color. As se diferencian. No hay letreros de ninguna especie. Los comedores, por
ejemplo, son azules y los encuentra uno cada cuatro manzanas.
El arroyo de la calle es ancho, se divide al centro por una angosta media caa, lo cubre una especie de tiras
de metal, una angosta y otra ancha, la angosta de color amarillo y la ancha de color marrn oscuro.
Slo descubro dos tipos de vehculos, de piso, dijramos, ya que no podemos decir terrestres. Son un tipo
pequeo, individual, para una persona. Este va provisto de dos rodillos. No coinciden con la idea que nosotros
tenemos de la rueda bien proporcionada, pues son chaparros y anchos. En ellos va slo una persona, pero los
hay que tienen tres rodillos. En los primeros hay un asiento con respaldo y sobre la rueda delantera slo hay un
manguito no mayor que la mano de uno de ellos. Se opera como un manubrio. En los segundos el asiento es
ancho y tambin lleva respaldo y apoyo para los pies. Al igual que los otros, se opera con el manguito.
Este tipo de vehculos los ve uno abandonados en casi todos los edificios, en el entresuelo, y cualquiera los
usa y los abandona cuando le da la gana. En los tres rodillos van generalmente parejas, hombre y mujer. Los
ve uno circular a buena velocidad y generalmente sobre las franjas angostas.
El otro tipo de vehculo de piso le podamos llamar el colectivo. Semejan armazones de edificios pequeos a
medio terminar. La mayora tiene diez pisos, aunque los hay que tienen menos. Este tipo de transporte resulta
raro, pues no baja y sube a una persona, sino que deja y recoge pisos enteros.
Y como me pareci interesante el sistema voy a tratar de describirlo en todos sus detalles; pero para eso
primero veamos cmo son las calles, para que lo comprendamos mejor. Estas suben y bajan formando pasos a
desnivel en cada esquina, por lo que siempre pasan los vehculos cada dos cuadras bajo un puente y se usa el
hueco de este para alojar las plataformas que reciben el pasaje. Ahora veamos cmo son los vehculos que
caminan como a un metro de las banquetas y ya que hablamos de ellas, completaremos su descripcin: corre a
todo su largo, separndolas del arroyo de la calle un barandal rgido y en lo que poda ser la guarnicin est
abierta la interminable boca de un colector succionador, que se encarga de chupar el polvillo que pudiera
producir en el piso el continuo rodamiento de los vehculos, nico desperdicio admisible en ese mundo, donde
se advierte limpieza absoluta.
Son, como ya dije, armazones que van sentadas en una plataforma que les sirve de base. sta a su vez
descansa en varias hileras de rodillos. Generalmente tiene cada hilera cinco fuertes rodillos y completan hasta
diez hileras. ste es el armazn viajante y, exactamente como l, hay dos en cada parada. Estn sin rodillos y
formados uno detrs de otro. Ahora tratar de describir el complemento, o sea donde se sienta el pasaje. Es
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una caja que tiene hasta diez asientos corridos en los que caben cinco o seis personas. Naturalmente,
pequeas. Cada caja es todo un mecanismo.
El vehculo llega a su parada y se ajusta con precisin de milmetros, paralela a la primera armazn fija. Se
oye un golpe seco y despide una seccin hacia dicha armazn fija. Camina unos metros ms hasta ajustarse
con la siguiente seccin y recibe otra caja repleta de pasaje.
Deca antes que cada una de estas cajas es todo un mecanismo, porque los asientos estn montados sobre
una banda que en cuanto est dentro del armazn fijo empieza a girar, poniendo cada asiento al alcance de un
tipo de escalera de barrotes, automtico.
La gente usa tanto las escaleras elevadoras como los asientos, con suma facilidad. Dichos elevadores
conducen a unos pasillos subterrneos y, para abordar uno de estos vehculos, la operacin se hace a la
inversa. No hay conductores ni motoristas. No usan troley. Tampoco va sobre vas y sin embargo, son tan
exactos en sus paradas, que pienso que si una inteligencia los maniobrase, no lograra ms exactitud. Va uno
detrs de otro, algunas veces en lnea cerrada. En determinados lugares alcanzan velocidades hasta de
setenta o ms Km/h. Circulan siempre sobre dos de las franjas angostas.
La luz en las calles proviene del cielo o capa celeste. No es tan viva como la que gozamos nosotros de da;
ms bien se parece un poco a la que reina en nuestro mundo al amanecer y se ve brotar de miles de lugares a
la vez, como rayos de sol, pasando a travs de nubes blancas y plateadas que forman un infinito reflector.
Mis amigos me haban dicho que no tenan luz artificial en las calles y que tampoco tenan noches y el hecho
de que ningn vehculo traiga medio alguno para producir luz pareca comprobar lo que ellos aseguraban. Pero
dentro de los edificios, es algo sorprendente la intensidad de la que all se usa, pareciendo manar de paredes y
techos.
Salimos a caminar porque, aunque las banquetas se mueven, la gente siente placer en usar sus pequeas
piernas y nadie se deja llevar. Al contrario, parece que algunos se divierten saltando de banqueta en banqueta;
pero yo caminaba torpemente y mi nica preocupacin era no pisar a alguien, que no me lo hubiera perdonado.
Es admirable el cambio que se opera dentro de mi ser. Siento la mente despejada y un gran poder de
observacin. Asimilo con facilidad lo que ellos me explican y experimento tal grado de despreocupacin, que
casi olvido que tengo que volver a mi mundo, aunque mis amigos ignoran cundo. Ni siquiera me haba dado
cuenta que ya los dos hablan el espaol y slo me volv a la realidad al ver mi desproporcin con todos los
seres que me rodeaban, no slo en la estatura, sino tambin en fealdad.

CAPTULO 5 CAPTULO 5
PRI MERAS I MPRESI ONES PRI MERAS I MPRESI ONES

Desde que estuve por primera vez en una de sus azoteas huertos, encontr algo que llamaba
poderosamente mi atencin. Se trataba de unos edificios que, aunque son similares a los otros, slo es as
hasta la altura media y de ah suben en forma circular a una altura quiz de doscientos metros, terminando en
forma de cpula, redonda y lisa.
Esta prolongacin es de color negro brillante, el mismo de las naves circulares, como la que nos transport a
aquel mundo de maravilla. Las hay en profusin, pues slo los separan cuatro edificios, para donde quiera que
uno cuente, o sea que cada uno de ellos est situado entre un grupo de veinticuatro manzanas de edificios.
Son los nicos que tienen seales o guas, pero estas guas, segn el decir de mis amigos, slo marca el
nmero de zona que se controla desde l.
Mis amigos me aseguraron que dichos monstruos eran los edificios ms importantes, pues desde ellos se
lleva la administracin del grupo que los rodea, entre los que hay comedores, dormitorios, cinematgrafos,
salas de juego, salas de sonido, laboratorios para la preparacin de alimentos, central mdica, fbrica de ropa
y laboratorio de aseo para la misma. Controla la distribucin de ropa y alimentos, el clima e iluminacin de su
grupo, y todo esto en forma automtica.
Me aseguraron tambin que desde sus cpulas se mantena comunicacin constante con naves y edificios.
En sus torres se captan sonidos que provienen de todo el universo.
Se estudian, clasifican y materializan. Desde sus cpulas se mantiene la forma y altura de su bveda
atmosfrica y se controla el clima fuera de los edificios, se atiende a su conservacin y, como si esto fuera
poco, en cada uno de ellos hay un archivo vivo en el que se puede investigar su pasado, ver el presente y la
gestacin del futuro.
Puede uno ver, sin salir de ellos, procesos de construccin de edificios, fabricacin y montaje de toda clase
de vehculos areos y terrestres, la preparacin desde un principio de su alimentacin y vestido.
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Se usa un sistema maravilloso de autosonovisin, valga la palabra, ya que se puede manejar el espectculo
a voluntad. Hay en cada una de sus salas, en las paredes, unos visillos que se controlan con manijas situadas
a cada lado de la abertura. En estas se apoya toda la mano, quedando el dedo pulgar sobre un botn. Al igual
que las salas de cinematgrafo, da una sensacin de profundidad increble, posesionndose de uno la idea de
que est viendo realmente hombres, materiales, mquinas y su proceso. Con dichas manijas se hace pasar el
espectculo a derecha e izquierda, o se detiene lo mismo que si uno estuviera en un vehculo recorriendo esa
zona, y para ello basta apretar dichos botones.
Como juzgo de inters lo que en algunas de ellas vi, voy a tratar de describir estas interesantes impresiones:
Empezaremos por algo que todos conocemos, las llantas de un vehculo cualquiera. Esto es cosa de su
pasado, pues en la actualidad tienen un piso con la tersura de un espejo y usan un sistema diferente de
rodada. Pero, como digo, usaron un tipo de llanta muy parecida a la nuestra, aunque el principio de fabricacin
era diferente. Nosotros en cuestin de transportes tanto terrestres como areos hemos avanzado en velocidad,
pero no en seguridad. Lanzamos un automvil a ms de 200 km/h., y dejamos el resultado a expensas de la
suerte, pues vamos montados en cuatro llantas sostenidas por ncleos de aire, y sabernos por experiencia que
no slo a esa velocidad sino a un tercio de la misma, si intempestivamente una de esas llantas perdiera el aire
que la sostiene, la vida slo depende de la suerte.
Pues bien, ellos no jugaban con su vida ni la dejaban a la suerte, por lo tanto buscaban la seguridad en algo
confiable, la solidez de un material.
Y sus llantas de todos los tipos estaban construidas bajo ese principio.
Y como vi todo el proceso de f abricacin, estoy en condiciones de describirlo. Espero, en este caso, que
logren entenderme, pues resulta tan raqutico mi vocabulario, que no s si logre expresarme debidamente.
Empezaremos por el ncleo, o sea lo que en las nuestras representa el aire a presin, que es la base para
una llanta confiable.
Para lograr esto, fijemos en nuestra mente un molde para ese ncleo como si en l quisiramos alojar una de
nuestras llantas. Dicho molde est abierto en su parte superior. Adems, est dividido en su parte longitudinal,
en el centro, formando as dos secciones iguales que se podrn abrir para desalojar el ncleo una vez
construido. Las dos paredes que forman el molde, estn cubiertas de perforaciones en toda su extensin.
Dicho molde gira en una mquina y en su hueco se enrolla el material que lo formar. Este material lo vi de
tres tipos, a saber: una manguerita o tubo de igual dimetro que un lpiz. All era de un plstico especial, pero
bien poda ser del hule que conocemos. El tipo que le segua, era la misma manguera, ahora reforzada con
fibra, por lo que tena mayor resistencia, y le segu otro de un material no hueco pero tampoco slido. Era un
cordel o soga del mismo dimetro que los anteriores. Estaba construido de fibras quiz de henequn,
lechuguilla, jarcia o cualquier otro material fibroso, torcido naturalmente y tratado qumicamente, para que
acepte una envoltura, all de plstico, aqu de hule, al igual que las fibras que forman el casco de nuestras
llantas.
Pues bien, una vez lleno el molde con ese material, naturalmente siempre con la misma tensin, cantidad y
peso, entra con todo y molde al proceso de cocimiento, con objeto de lograr una unidad compacta que no se
deshaga al retirarla del molde.
Cuando est terminado el ncleo, ambas secciones giran en sentido inverso sin retirarse del material y as es
cmo se despegan del ncleo sin deteriorarlo.
Logrado lo anterior, tenemos ya la base para una buena llanta semislida y confiable. Despus de sta
pasamos a la construccin de una malla de metal, que se encargar de aumentar su resistencia y conservar su
forma. Hay una mquina que teje dicha malla de la circunferencia exterior de nuestro ncleo y, conforme se
teje, van entrando en ella dichos ncleos, acompaado de un espaciador que contiene una ranura en la mitad
de su extensin.
sta es necesaria porque en su camino pasa por una cortadora circular, que se encarga de dividir en cada
ncleo slo el material necesario. Poco despus de cortada la malla, los ncleos se separan de los
espaciadores, siguiendo stos su camino y entrando los primeros en unos canales que se profundizan cada
vez ms hasta lograr que dicha malla se adhiera a las paredes laterales, formando una abertura fija y segura.
Luego pasan a recubrirse del material que formar el piso, en nuestro caso hule; despus a los moldes que les
marcar el dibujo de rodamiento. Ellos las usaron lisas; pero sigamos con el proceso.
Una vez terminada nuestra llanta de esta manera, no la podremos montar en nuestro tipo actual de ruedas,
que son hechas para usarlas con cascos vacos y poner presin despus de ser montadas.
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Pero podemos usar con ventaja el procedimiento que ellos usaron o sea dos discos de lmina de buen
espesor, troquelados con la forma de la llanta y unidos por el centro sobre ella terminada, concluyendo con los
agujeros necesarios para cualquier tipo de automvil.
Podramos reemplazar con unidades completas de este tipo nuestro actual e inseguro sistema de rodada.
Como ven, esos discos se pueden terminar con la mayor belleza, que los haga dignos del automvil ms fino.
Tiene este sistema algunas ventajas y la principal es el recambio, desgastadas por recubiertas. En nuestro
mundo esto resultara toda una industria.
Ellos ahora usan motores en forma de rodillos que trabajan a la inversa de los nuestros. Nosotros hacemos
rodar el centro o masa embobinada; ellos, la cubierta o portacampos, y fijan el eje.
Como ustedes ven, no es mucha la diferencia en este aspecto.
Ahora pasemos a sus naves areas. Ellos me haban asegurado que el principio que nosotros usamos para
volar no es el debido, pues nuestras naves no slo son frgiles e inseguras, sino que dependen de combustible
para su propulsin, que adems de aumentar su volumen reduce su radio de accin.
Que debemos buscar la forma de construir mquinas que usen las fuerzas que nos rodean, que son
vastsimas. Que ellos, en cada nave, traen pequeas pero poderosas fuentes de energa. Que aprovechan el
calor al igual que el fro, la luz lo mismo que la oscuridad, lneas magnticas al igual que tormentas elctricas.
El principio de sus maquinarias, en todas sus naves, es el mismo que y slo vara su disposicin.
Tratar de descubrir el proceso de construccin de una nave circular pequea, o sea la que comnmente se
le llama en nuestro mundo platillo volador.
Lo primero que vemos es la base o sea la parte inferior. Viene en bruto. Se ve la enorme circunferencia
hueca; se ven tambin sus tres cavidades, donde recibir las huellas de sustentacin. Tambin trae cinco
bases que alojarn otras tantas chumaceras selladas, maravillosas por cierto, a las que les inyectan un material
lquido, no natural, producto de laboratorio muy parecido al estao. Cada chumacera alojar el extremo de un
eje vertical.
En esta habr cinco de ellos y en cada uno rodarn volantes grandes y esbeltos unidos a otros pequeos.
En tres de estos ejes, estn alojados cinco de los grandes volantes; en los dos restantes solamente cuatro.
Dichos volantes grandes terminan en ngulo agudsimo, que se alojar en una ranura del mismo dimetro en
que est convertido el volante pequeo. Esa parte aguda de que hablo est cubierta de pequeos crculos, que
muy bien pueden ser bobinas, pues los pequeos que los alojan estn cubiertos a su vez de barritas,
dispuestas en ngulo a su alrededor.
A esta operacin sigue la colocacin de las fuentes de energa, que sern tambin cinco y tienen la forma de
un recipiente para asar pavos.
Todo est debidamente unido. Ahora sigue la escala interior en forma tubular. Va alojada entre dos series de
volantes y ya todo dispuesto de esa manera, colocan la tapa central. Llega entre cuatro patas motorizadas que
giran, suben o bajan, a voluntad de los operadores. Esta tapa trae a su vez las chumaceras debidamente
colocadas y embonadas perfectamente en ejes, escala y parte inferior de la nave. Ya tenemos el cuarto de
mquinas que impulsar esta nave. Aunque sta es la parte ms laboriosa, todo se ejecuta con precisin y
facilidad.
La misma mquina que traa la tapa central alza ahora todo el conjunto, y as facilita la colocacin de las
boyas de sustentacin. Estas tienen que ser fijadas con precisin, pues cuando no son necesarias giran
perdindose en sus cavidades, dejando una superficie continua con el resto de esta parte de la nave.
Estos aparatos cuentan con dos tipos de escala, la circular que puede descender por abajo de la nave y otra
cortada en la parte inferior de sta; pero que coincide con la anterior, que es la que lleva a la parte alta de la
nave convertida en cuarto de controles. La parte superior, que tambin llega en una gra de cuatro patas
motorizadas, al igual que la tapa central, trae su cuello o corona, como le queramos llamar. Este cuello tiene
ventanillas redondas a su alrededor, sube y baja a voluntad, y al bajar deja al igual que las boyas de
sustentacin una superficie lisa prolongando la forma de la nave, oblonga si la vemos de perfil. Estas
ventanillas no son de observacin directa, sino pantallas captadoras para diferentes usos.
Y ya est termina la nave. Vemos entrar a los tcnicos que lo pondrn a funcionar todo; pero falta lo ms
importante. Aqu la nave se mueve ya a voluntad de sus tripulantes. Sube, baja, acciona de diferentes maneras
y a diferentes ngulos, pero est inerme.
A travs de nuestro punto de observacin o mirilla, la seguimos en sus movimientos y la vemos acercarse a
otro departamento, donde hay una especie de tinacos tubulares de una capacidad de doscientos litros
aproximadamente. Uno de estos se separa del grupo y va al encuentro de la nave, que se acerca a poca altura
hasta quedar sobre dicho cilindro. Todo se ha movido sin la intervencin directa de hombres. Desciende
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lentamente la nave hasta dar la sensacin de haberse tragado el cilindro. Cuando de nuevo se levanta, ya lo
lleva en su vientre y slo queda en el piso la pequea plataforma en que se mova aquel, regresando sta
lentamente a su departamento.
Se imaginan qu era este cilindro? Pues nada menos que una arma terrible que puede desintegrar todo,
absolutamente todo, a cualquier distancia concebible y produce adems vibraciones capaces de deshacer
edificios en slo unos minutos.
El grueso de las paredes de la nave, tiene ms de diez pulgadas. El material es transparente, teniendo mayor
visibilidad la parte inferior en la que, en algunos casos, se ven girar los volantes de sus maquinarias, y son
estos volantes los que producen luminiscencias que aumentan o disminuyen de intensidad segn la zona en
que operan. Estos volantes giran a diferentes velocidades y son los inferiores los ms lentos.
Nuestra nave, a la que le hemos seguido los pasos, est semi-terminada, y ahora slo falta pulirse. Para este
proceso final la vemos flotar suavemente y hacer rumbo a otro departamento, hasta llegar a situarse en el
centro de una gigantesca mquina, provista de una serie de discos que giran a grandes velocidades
movindose en todas direcciones hasta cubrir totalmente la nave, hacindola desaparecer de nuestra vista.
Cuando termina esta operacin, nuestra nave est flamante y lista para entregarse a toda clase de pruebas.
Sale al espacio libre y se la hace evolucionar de manera increble. De acuerdo con nuestra mentalidad, slo
viendo estas maravillas las puede uno creer.
Las naves tubulares tienen dispuestas dos series de volantes a todo su largo y llegan a tener, segn la
longitud, hasta veinte de ellos en cada eje y de grandes dimensiones.
Una de las caractersticas de esas naves, segn mis amigos, a los que pregunt si no perdan algunas en
sus incursiones a otros planetas, fue que han perdido algunas, pero que las hacen estallar cuando estn
daadas siempre en el mar, despus de recoger a sus tripulantes, con el objeto de evitar que los restos caigan
en manos ambiciosas, y en todas, absolutamente en todas, su maquinaria la forman volantes de diferentes
dimetros segn el tamao de la nave.
Creo que se ser al fin el principio que nosotros usemos para propulsar vehculos independientes; pero hay
una cosa notable que puede servir de dato a nuestros sabios y es sta:
Segn el tamao de la nave es el nmero de volantes, el dimetro de stos y el nmero de fuentes de
energa. Con el antecedente que el tamao de esas es pequeo, como dije antes, no mayor que un recipiente
para asar pavos y la parte exterior o tapa est cubierta de pequeas perforaciones.

CAPTULO 6 CAPTULO 6
EXAM EXAMINANDO EL PASADO VENUSINO INANDO EL PASADO VENUSINO

Ahora, siguiendo la narracin, vamos a dar un vistazo al proceso de preparacin de sus alimentos. Lo vamos
a dividir en dos partes, porque as es, efectivamente, pues resultan independientes, o sea que una de las
materias primas viene del mar, la otra de las azoteas-huertos; pero derivan al mismo lugar o sea a los
laboratorios.
Empecemos por el mar: son grandes fbricas flotantes y cada una de ellas cuenta con corrales formados por
mallas que las circundan a gran profundidad; pero hay un lugar del que rara vez se alejan los enormes peces.
Viene a ser algo as como un abrevadero para las bestias en nuestro mundo, slo que aqu se trata de una
zona oxigenadora. Y es aqu donde atrapan a los peces para su estudio y alimentacin.
En esta misma zona le sirven alimentos que se componen de dietas especiales, que debe darles un
magnfico resultado, pues no creo haber durado menos de una hora observando esta maniobra desde una de
la mirillas del edificio y no vi que llevaran al sacrificio a un solo pescado que midiera menos de dos metros y s
los vi de ms de cuatro. Tampoco los vi de diferentes formas, digamos, tiburones, manta-rayas u otras
especies. Todos los que vi manipular tenan la figura de un salmn gigantesco de carne blanca y sugestiva.
Estos enormes peces pasan por todo un proceso que me pareci maravilloso, que termina convertido en
harina impalpable.
Y ya tenemos una de las materias primas, la otra materia viene como ya dije de sus azoteas-huertos. Pero
expliqumoslo. Ellos han desarrollado un tipo de fruta, la que generalmente es redonda y no mayor que una
naranja pequea como la papaya y el miguelito y todas las frutas carnosas, pero sin fibra. Sus envolturas
son delgadas como la de las ciruelas y no tienen hueso. Ellos me lo aseguraron antes de comprobarlo yo. El
proceso de esas frutas termina tambin en harina impalpable.
Ambas materias son de nuevo convertidas en lquidos, para ser transportados por tubera hacia los
laboratorios y de ah a los lugares de aprovechamiento.
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Y fue tambin en un edificio de estos donde vi el proceso de construccin de sus edificios. Me haban
asegurado que en aquel mundo haba ms individuos de mi raza y, llegbamos a recabar informes de ellos,
cuando al entrar me di cuenta que el edificio estaba creciendo o despegndose del piso. Me explicaron que
slo estaban aumentando pisos, que eso lo hacan a la inversa de nosotros, cosa por dems lgica, pues ellos
usan sus azoteas como huertos y campos de aterrizaje. Para que viera el procedimiento al natural me llevaron
al stano, que es donde se lleva a cabo la operacin.
Me di cuenta que dicho stano no es ms que una calle subterrnea, por la que transita un tipo especial de
vehculos que sirven para mover materiales dedicados a la construccin, y es por esos stanos por donde
corren gruesas tuberas negras, por las que se transportan alimentos, ropa y todo lo necesario para el uso de
sus habitantes.
Pero sigamos con el edificio. A todos los stanos los atraviesan unas columnas como de veinte pulgadas de
grueso y son stas las que forman el armazn de los edificios.
En el lugar en que nosotros estbamos est todo listo para aumentarlo. En cada una de las columnas est
colocado un gato, que tiene la forma de media caa y abraza la columna, asegurndose a sta por medio de
una ranura con un saliente que tiene dicho gato o prensa.
stos se componen de varias secciones interiores, son neumticos y se conectan entre s con uniones
flexibles. Cuando todo est listo, desde una pequea mquina aplican la fuerza a todas las prensas y el edificio
se levanta sobre ellas. Los tramos de columna, como de dos metros de largo y veinte pulgadas de grueso, son
macizas y tienen en cada esquina un acoplamiento que ajusta con precisin. Son sumamente livianas, hasta el
punto de que yo cargaba una con suma facilidad bajo el brazo.
Colocan una a una en cada agujero descubierto al levantar el edificio y all quedan firmes.
Quitan la fuerza a los gatos y el edificio baja y queda aumentado. Entran en funcin los rellenadores, colocan
la caja de los elevadores, que dicho sea de paso tampoco son como los nuestros, pues son unidades
autnomas provistas de rodillos en sus costados, que ruedan en un cubo que es de una pieza, y lo acoplan en
secciones, al igual que las columnas. Por lo tanto, no usan los estorbosos y adems peligrosos cables.
Cuando toca su turno a la parte exterior, slo deslizan la cubierta en forma de arquera, y el hueco que queda
desnudo proceden a rellenarlo.
Salen unos aparatos patrones, cargando un rollo de material cada uno. Dicho material es del ancho de lo
descubierto. Resulta todo un espectculo ver a un hombrecito colocado cmodamente en un asiento que forma
parte de algo que parece una araa gigante y de una maniobrabilidad asombrosa, acercarse con seguridad
hasta el lugar preciso con su rollo de material.
Otro hombre montado en un aparato similar, pero sin rollo alguno, slo provisto de un pequeo aparato que
sujeta con una mano, y con la otra ajusta al extremo del material en el lugar donde va a soldarse, porque eso
es ni ms ni menos lo que hacen. Con los pies mueven los controles de su aparejo, que lo sube y baja en su
cmodo asiento. Cuando qued el extremo del rollo sujeto, los dos aparejos caminan, uno llevando el rollo y el
otro soldndolo en su lugar y as, en menos tiempo del que tardo para relatrselo, queda todo terminado.
Pues bien, todo lo que vi aqu al natural lo vi de nuevo en uno de los edificios de control. Aqu en forma de
proyeccin, que estudia el trabajo realizado desde diferentes ngulos. Algo que resulta verdaderamente
maravilloso por lo detallado.
En este mismo edificio de control, localizaron y se pusieron al habla con los dos terrestres con quienes se
haban propuesto entrevistarme, lo que pone de manifiesto el grado de eficiencia en sus comunicaciones.
Segn lo comprob despus, dichos individuos estaban al otro lado del mundo, como si dijramos de Mxico a
China. Se enteraron que no eran espaoles sino franceses, y que tenan viviendo all unos cinco aos de
nuestro mundo.
En un edificio de estos tambin pude admirar algo que me llam la atencin. Se trataba de algo relacionado
con su pasado en cuestin de transportes y alimentacin.
La primera se refera a una bola transportadora, y fue el tipo que culmin en eficiencia y rapidez. Despus de
ella vino el transporte areo para cubrir grandes distancias y este medio pas a la historia.
Se trataba de una bola gigante, mayor que la nave esfrica que usamos. Est dividida en tres secciones y las
dos uniones que cierran la esfera son la superficie de rodamiento. Circulaban en unos canales que alojaban
ms de la mitad del transporte. Debe, por razn de su enorme circunferencia, haber alcanzado velocidades
tremendas, pues sus rieles son sumamente lisos.
Pero no para ah la cosa, sino que a este medio de transporte se le poda llamar velocidad por inercia, pues
no usaban propulsin de naturaleza alguna. Mis amigos me hicieron una demostracin con un modelo pequeo
y lo vi subir una altura de cuatro metros, y hubiera subido quinientos si no terminara all la demostracin. Las
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estaciones de parada son cubos del mismo dimetro de la bola, parando por la accin del aire que comprimen
dentro de l. Este cubo o tnel est provisto de compuertas y vlvulas para dar salida al aparato.
Otra cosa que me llam la atencin fue el medio primitivo que usaron para proveerse de legumbres, en
tiempos remotos.
Blos me haban dicho que hubo un tiempo en que cultivaron mayor nmero de legumbres de las que nosotros
conocemos. As, cuando hubo oportunidad, les pregunt si no haba manera de conocer los medios de que se
valan para lograrlo, y como ya tenamos poco tiempo disponible entramos a un edificio de control buscando
una reproduccin de aquel antiguo medio. Me aseguraron que lo que vera all en modelo me lo demostraran al
natural si haba tiempo.
La reproduccin trataba de una noria, la que podan perforar a la profundidad que quisieran o fuere
necesario. En la pared de esta noria hacan cortes en circunferencia, dndole forma de ngulo o repisa a lo que
sera el techo del corte plano de abajo y tambin el piso y sostn de la superior. Este sistema de cortes en
seccin pareca un grupo de conos puestos uno sobre otro con la parte angosta hacia arriba.
Este tipo de hortaliza tena varias ventajas, siendo la principal que las pona a salvo de los quemantes rayos
del sol, pues, segn ellos, estuvieron en uso cuando todava no aprendan a protegerse debidamente de los
rayos del sol.
La segunda ventaja era que en una superficie pequea lograban una gran produccin y con poco esfuerzo,
ya que desde tiempos primitivos usaron un eficiente sistema de elevadores y segn mis amigos hubo norias de
estas que tuvieron centenares de pisos y cortes. Ahora voy a tratar de relatar algunas cosas relacionadas con
el mar:
Empezar por algunos modelos de barcos. Deca antes que los que vi all no se parecen gran cosa a los
nuestros y ms de una vez he pensado que es muy posible que la diferencia sea necesaria debido a que su
agua o lquido donde tenan que flotar sus embarcaciones sea, o ms densa o ms delgada, cosa que
entonces no pens porque se lo hubiera preguntado a mis amigos. Haba un modelo cuyo piso plano semejaba
ms un lanchn rudimentario de lento bogar, que un navo construido para alcanzar grandes velocidades.
Este tipo fue el diseado para carga y se compone de galeras que corren a todo su largo, habiendo entre
una y otra galera una pared hueca hermtica, apanalada, cuyas secciones estn rellenas de un material
flotante, y haba tantas paredes de stas como ancho fuera el barco. La forma exterior de stos es ahusada en
sus extremos, como si uno de nuestros buques lo acostramos sobre uno de sus lados, o todava mejor como
si dos de nuestras embarcaciones las acostramos y uniramos por su parte abierta y esa es, ni ms ni menos,
la forma de aquellas naves.
No hay peligro de naufragio pues, como dije, tiene paredes flotantes, tanto exteriores como interiores, en
abundancia. Este tipo de embarcacin no se limitaba al mar, pues estaba construido de tal manera que,
terminada la travesa marina, seguira tierra adentro, pues todo el piso exterior est cubierto de rodillos
propulsores dispuestos en canales horizontales y entre stos asoman bocas por donde sale a presin agua
para propulsarse sobre l quidos, formando una unidad independiente cada rodillo, que a la vez tambin es la
bomba, advirtindose sin esfuerzo el doble cometido de cada una de las unidades.
Este tipo, como ya dije, lo hubo en todos los tamaos imaginables; pero siempre guardando el mismo estilo.
Toda la parte superior o techo est cubierto de compuertas por donde se cargaban, usando gras que cubran
con sus plumas toda la extensin. Estas naves tuvieron un cometido muy importante en la alimentacin del
pueblo, pues con ellas se transportaba el pescado, base de su alimentacin, y para que lo comprendamos
mejor, antes de describir otro tipo de embarcacin, voy a hacerlo con las habitaciones marinas.
Dichas habitaciones marinas se componan de una serie de tubos sellados en sus extremos. Estaban
dispuestos unos junto a otros, formando una extensa tarima o balsa unidos entre si por piezas especiales.
Sobre estas tarimas haba un piso de malla resistente y sobre l las habitaciones en forma de burbujas
distribuidas convenientemente. En l a misma forma contaban con un patio donde criaban aves comestibles y
cultivaban legumbres desarrolladas especialmente para ese medio.
Tenan en el centro de estas tarimas flotantes, pequeas torres con las que indudablemente estaban en
comunicacin con los de tierra o sus vecinos, pues haba, segn mis amigos, colonias perfectamente
distribuidas. Cada unidad de stas contaba tambin con una pequea embarcacin para pescar en grande,
pues cada vivienda tena a su vez un tanque de forma especial, flotante, donde depositaban su producto, en
espera de las grandes embarcaciones que pasaban a recolectarlo en forma por dems prctica.
Como los tanques aqullos estaban dotados de orejas especiales, en la parte superior, la embarcacin slo
alargaba la pluma de su gra alcanzado el tanque, llevndolo a cualquiera de sus compuertas superiores,
mova una trampa que tena como piso el tanque y vaciaba el contenido regresando el tanque a su lugar.
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Entre estas colonias haba embarcaciones que se dedicaban a visitarlas, proveyndolas de los productos que
no producan en sus huertos flotantes.
Tambin hay un tipo de torre marina que estuvo en uso antes que cubrieran su mar con edificios y las usaron
para radio y televisin en los albores de esta ciencia. Se componen dichas torres de una armazn en forma de
conos unidos por su base, llevando en la unin, o sea en el centro de la torre, una masa de flotadores, en los
que basculaba sta. Dichas torres estuvieron alineadas marcando con seales todas las rutas que siguieron
sus embarcaciones cuando su mar estuvo despoblado. Y no slo servan de seales sino que sus elementos
flotadores estaban convertidos en estaciones de recreo para viajantes marinos. Estaban provistas de
contrapeso y ancla.
Dicho contrapeso las mantena verticales. Se usaron, entre otros, dos tipos de anclas, una en forma de
esfera erizada de lancetas, que se proyectaban o recogan dentro de la bola a voluntad de los operadores; el
otro tipo que ms se us le podramos llamar Rabo de puerco, pues de eso tiene parecido. Est provisto de
una barrena en su extremo ms grueso para penetrar a profundidad dentro del lecho marino, y una vez a
determinada profundidad, se erizaba de espigas impidiendo el retroceso. Tanto en este tipo como en el
anterior, las espigas o lancetas se operan a voluntad desde la embarcacin con impulsos elctricos.
No usaban cadenas de metal ni de ningn otro material ferroso de los conocidos por nosotros.
Reemplazaban a estos algo que podramos llamar plstico, y se componan de gran nmero de tubitos unidos
entre s, aumentando el grosor del material de acuerdo con la cantidad de tubos que la componen, al igual que
un cable de los nuestros, compuesto de alambres delgados, unidos, pero sin torcerlos.

CAPTULO 7 CAPTULO 7
UN VUELO SOBRE VENU UN VUELO SOBRE VENUS S

Ahora pasaremos al tipo elegante de embarcaciones: Estas fueron, tambin, la culminacin del sistema
martimo, naciendo de ah los diferentes tipos de naves areas que ahora usan y que en verdad tienen gran
parecido.
Voy a tratar de describir este elegante tipo de embarcacin. Hagamos de cuenta que tomamos dos, como
mnimo pero tambin tres o cuatro cuerpos de nuestros modernos aviones, los tendemos paralelos, y
separados, y sobre ellos pongamos una de las modernas naves circulares que ellos usan y el resultado es una
de sus fantsticas embarcaciones de lujo, especie de insoado y fantstico catamarn. Indudablemente que
deben haber sido hermosas y eficientes; pero de ah naci el transporte areo para ese diseo, que sus
actuales naves areas tienen parecido no slo con los cuerpos inferiores de dicha embarcacin marina, sino
que tambin la parte superior tiene gran parecido con sus modernas naves circulares gigantescas.
Y antes que se me olvide, voy a relatarles algo de suma importancia y que resulta vital para este mundo
estandarizado. Se trata de sus sanitarios. No hay un solo edificio que no est provisto de ellos. Estn alojados
entre arco y arco, en los entresuelos de todos.
Cuando nadie los usa, estn a la vista; pero basta que una persona invada una superficie de metro y medio a
su alrededor, para que desaparezca dentro de un muro de intensa oscuridad, como las que protegen las camas
de los dormitorios. La superficie tiene la forma de un mango, me refiero a la fruta que conocemos; tiene en la
parte superior un corte en forma de ovoide agudo. Se usa a horcajadas y ajusta con precisin. Es de un
material semiblando.
Para el aseo, est provisto en su costado derecho de una pequea oreja que, oprimindola hacia abajo,
descarga una lluvia menuda e intensa que no slo asea, sino que tambin refresca, y jalando la tal oreja se
forma un vaco que seca perfectamente.
Y ahora sigamos nuestro camino en busca de los terrestres.
Tenamos que tomar un tipo de nave diferente a las que ya conoca para ir en su busca, pues al parecer
estaban al otro lado de aquel planeta; pero aqu las distancias no tienen importancia.
Para llegar a un edificio que contuviera en su azotea a estas naves, tuvimos que abordar un autobs, o como
le queramos llamar, y aqu fue Troya!, pues los asientos estaban en tal forma que los pies los llevaba uno
metidos en el respaldo del de enfrente; pero yo, adems de los pies, tuve que meter la cabeza y rogaba a Dios
llegsemos a nuestro destino.
Nos apeamos y por un pasillo subterrneo, en el que tena que ir cuidando mi cabeza, llegamos a una
banqueta; de ah al entresuelo de un edificio; ste era una biblioteca, pero no paramos sino que seguimos a la
azotea. Mis amigos me prometieron que al regreso la conocera.
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En esta azotea haba tres naves. Eso me aseguraron que eran. Para m slo resultaban tres gigantescas y
brillantes pelotas que no creo que tuvieran menos de cinco metros de circunferencia.
Caminamos por un pasillo, entre pequeos y olorosos rboles y gruesos postes negros, donde estaban
posadas las naves. Cuando estuvimos cerca, un tubo descendi por el centro de la nave, se corri una seccin,
dejando al descubierto una serie de escalones semicirculares, por los que subimos, hasta llegar a la mitad
superior de la nave.
Este elevador forma parte de la cabina de controles. En forma circular, formando parte de la pared exterior,
hay asientos con respaldo y sujecin para las piernas y el abdomen, en los que yo quedaba por razn natural
de mi volumen ms ajustado que mis compaeros, pero sin sentirme molesto, pues el material empleado para
asientos, respaldos y sujetadores era sumamente elstico. A m me parecan blocs de hule esponja.
Dentro de la cabina haba un hombre, pues a pesar de que visten igual que las mujeres hay un no s qu que
hace totalmente diferentes sus facciones, dndoles un aire en el que se advierte una indudable presencia
masculina.
Mis amigos algo dijeron en su idioma, bronco y desagradable, al odo del tripulante, y ste, despus de
observar que estbamos adecuadamente sujetos, maniobr e inmediatamente ganamos altura en forma
vertical.
La nave era de un material transparente, casi como el cristal y se advierte que sus paredes son gruesas. Es
su espesor lo nico que hace aparecer lo visto al exterior algo ligeramente difuso, como si viramos a travs de
un bloc de medio metro de grueso del vidrio que conocemos.
Llegando a determinada altura, nuestra nave se desplaza a una velocidad de vrtigo. Inmediatamente me
mareo, cosa que no me haba sucedido. Mis amigos voltean a verme solcitos y me aconsejan que recargue la
cabeza en el respaldo cerrando los ojos y que aspire con mayor fuerza mi puro de goma, conteniendo la
respiracin por las fosas nasales y, cosa rara, luego me sent bien.
Mis amigos me explicaron que el aparato que tena en la boca era una especie de filtro, que aligeraba mi
respiracin suministrndome a la vez oxgeno, y es que dentro de aquella pequea nave el ambiente resultaba
pesado para mis pulmones. Por fortuna pronto pas.
Pasamos por una extenssima zona, donde todas las construcciones estaban dispuestas en forma circular,
pero el color o los colores de sus edificios eran similares a los que conocimos. Mis amigos me explicaron que
se trataba de una especie de ciudad infantil, de un hogar colectivo, y me fueron detallando desde la zona de
maternidades, que eran las de los crculos exteriores, hasta llegar a los crculos centrales.
Cada edificio est circundado de vastas extensiones libres, convertidas en parques de recreo. Dentro de esta
zona se vive la vida normal del resto del mundo. Me hubiera gustado verla detalladamente, pero creo que no
haba tiempo suficiente o creyeron que no tena mayor importancia para m.
Volvimos a tomar velocidad, para poco tiempo despus volar sobre otra zona, similar a la anterior en su
distribucin, pero diferente en su aspecto. Era un conjunto de edificios plateados, relucientes, en los que los
rayos proyectados desde el cielo chocaban, fragmentndose en miles de ellos, que se esparcan en todas
direcciones, dando al conjunto una visin maravillosa. Era nada menos que una zona de investigaciones.
Descendimos lentamente porque el lugar est infestado de naves de todas formas y tamaos y se cruzan a
diferentes alturas y velocidades. Aquello resultaba maravilloso, espectacular.
Conforme descendamos, se vea en detalle. Aquello se convirti en un espectculo tan maravilloso que no
creo que haya imaginacin que lo conciba. El simple hecho de perder altura lentamente me daba la sensacin
de estar pendiente de un paracadas. Se empezaron a distinguir unos puros gigantescos, fantsticos, negros,
relucientes, del mismo color de la gigantesca nave circular que nos llev a aquel mundo maravilloso. Pero
resultaba increble: dichos puros eran lo menos cuatro veces mayores.
Nos posamos suavemente en la nariz de un monstruo de aqullos.
Descendimos por la misma escalera, pero ahora no haban bajado el tubo que la contiene, sino que se abri
una seccin frente a sta, en la misma forma que en nuestra pequea nave, la primera que abord,
contrariando mi propio temor, que ahora al recordarlo slo me pareca un sueo fantstico.
El lugar donde estamos, o sea la nariz de este coloso, es plano, cubierto en toda su longitud de angostas
venas.
No hay lugar a donde dirija la vista que no est cubierto de estos monstruosos aparatos. Calculo que no
tienen menos de cuatrocientos metros de largo y unos cincuenta de grosor.
Es tan fantstica la visin que pienso que, si en nuestro mundo apareciera de repente un tipo de estos,
sembrara el pnico irremisiblemente, quiz con perfiles de tragedia. Mis amigos me aseguraron que eran
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naves nodrizas y que estaban seguros de que me resultara interesante saber cul iba a ser su destino. Me
iban a conceder el privilegio de conocer los intestinos de uno de ellos.
Frente a nosotros se levant una tapa como de veinte metros de largo y treinta y cinco de ancho,
descubriendo frente a nuestra vista un tobogn. Dentro haba tanta iluminacin como en uno de los edificios
que haba visitado.
El tobogn est cubierto por canales o rielamientos que se adentran en aquella cueva alucinante. La parte
alta de estos abultados rieles son lisas y pulidas; pero los canales son amortiguantes, como una gruesa
alfombra. Por un canal de estos nos internamos, y no tengo palabras para explicarles la sensacin que me
invadi. Me resultaba ms impresionante que cuando entramos en la nave circular anclada en el espacio, all
en mi lejano mundo. Pero la sorpresa estaba ms adelante...

CAPTULO 8 CAPTULO 8
ENCUENTRO CO ENCUENTRO CON LOS FRANCESES N LOS FRANCESES

Caminamos unos cien metros hasta encontrarnos con dos grandes crculos como dos grandes, fantsticos y
redondos ojos de una fiera mitolgica. Ojos saltones y abultados, como dos cpulas de iglesia proyectadas
hacia nosotros.
Pero aquello que en la oquedad inmensa de la enorme bveda, que se poda fcilmente imaginar como los
redondos senos de una fabulosa mujer, no eran otra cosa que dos naves. Ni ms ni menos, naves que al decir
de mis amigos, eran automticas, que no necesitaban tripulacin de naturaleza alguna, que se podra decir sin
incurrir en exageraciones que eran grandes cerebros electrnicos que estaban provistos de gran nmero de
ojos, odos y narices.
Estaban destinadas a las exploraciones, en las que no slo captaran sonidos y tomaran imgenes, sino que
absorberan muestras de las materias que tuvieran a su alrededor. Aquella gigantesca nave que las contena
era la indicada para llevarlas a sus objetivos.
La que estbamos visitando tena dos hileras de sesenta naves automticas que hacan un total de ciento
veinte, y haba en esa zona de investigaciones miles de aquellas gigantescas y raras naves de cabeza en
aguda V.
Cmo he lamentado poseer tan pobre instruccin, y cmo hubiera deseado tener la capacidad suficiente
para relatar esta maravillosa oportunidad que el destino me brind! Pero, qu le vamos a hacer, algunas
personas me consuelan dicindome que hay que conformarse, pero para mi desgracia soy un tipo inconforme,
que lucha contra las burlas de mi destino. Bueno, para no seguir lloriqueando, vamos a reanudar este paseo...
En uno de los edificios que estaban bajo el vientre de aquella gigantesca nave salimos a la azotea. En esta
zona no hay rboles, ni espigas o postes, sino que las naves descansan en el macizo de la azotea.
Abordamos el elevador, descendimos a uno de los pisos intermedios. Como los terrestres trabajaban y vivan
en esta zona, mis amigos los haban citado al edificio aquel.
Inmediatamente que los vi reconoc en ellos al producto anacrnico de nuestro mundo de feos. Y ahora que
tena la oportunidad de comparar a mis amigos con un tipo similar a m, ms grande era el contraste.
Chaparros, deformes, desproporcionados, as eran mis huspedes... En fin, se trataba de dos hermanos
gemelos, hijos de un matrimonio formado por un individuo de nacionalidad francesa y una dama espaola,
nacidos y criados en una posesin francesa al otro lado del Mediterrneo. No hablan espaol, pues quedaron
hurfanos de madre muy pequeos y slo asimilaron el idioma paterno. Tienen buena estatura, de acuerdo con
las medidas de nuestra raza, y es curioso observarlos junto a los pequeos y pulcros habitantes de aquel
fantstico mundo, pues mientras stos tienen su cuerpo limpio de pelo, llevndolo slo en la cabeza, nuestros
coterrneos semejan orangutanes en su presencia.
El cuerpo lo tenan materialmente cubierto de pelo y slo la cara conservaban limpia, gracias a una crema
que inventaron, que usan para rasurarse. El pelo en el resto del cuerpo est adquiriendo un tinte plomizo. En la
cabeza lo usan igual que las gentes entre quienes viven y, aunque son bastante bien parecidos, la
desproporcin con lo que les rodea es notoria.
Son indisciplinados, pues no visten como el resto de la poblacin, llevando tan slo un calzn corto por toda
indumentaria, alegando encontrarse incmodos vistiendo al igual que las dems gentes.
Me aseguraron, a travs de la interpretacin de mis amables cicerones, que llevaban ms de cinco aos
viviendo all, a donde slo haban ido de visita, y se vanagloriaban asegurando tener unos pulmones
maravillosos que en poco tiempo los adaptaron al denso clima de all. Aseguran tambin haber peleado en la
guerra pasada y que ahora les parece estpida nuestra forma de vida.
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Les pregunt si haban logrado aprender el extrao idioma de aquel mundo y me contestaron riendo que ni
siquiera una palabra comprenden, pero que ya haban logrado que todos en el edificio aquel aprendieran el
idioma francs.
Nos despedimos de ellos y regresamos a nuestra esfrica nave por el mismo camino. Yo me haba quedado
intrigado con la biblioteca y ped a mis amigos que me llevaran a visitarla; pero ellos, con suma cortesa, me
indicaron que lo tenamos que dejar para despus, porque ya era tiempo de comer y descansar, as que
volvimos al edificio donde habamos iniciado ste, al parecer pequeo viaje.
De nuevo me conform con dar un solo vistazo al interior de la biblioteca, cuando descendamos.
Esta vez no tomamos ningn medio de transporte de piso, pero en este fantstico modo de vivir lo mismo da
meterse en un comedor o en un hotel de un determinado lugar, que hacerlo en otro a miles de kilmetros ms
all. Por lo tanto, caminamos algunas calles hasta encontrar un comedor. Satisfechos, con tan riqusimos
alimentos, estuvimos algn tiempo fisgando y admirando pequeeces que mis amigos, contra la costumbre que
observan casi todos ellos, me perdonaban.
Salimos de nuevo a la calle. El grado de luz natural no decreca y tampoco aumentaba. Resulta novedoso
eso de ver gente que a todas horas entra y sale a toda clase de lugares. No se ve algn aparato, ni nadie lo
usa, algo que pudiera medir el tiempo; pero esto no tiene importancia. Si uno tiene hambre entra y come y si
tiene sueo entra y duerme. Si tiene deseos de divertirse, lo hace. Nadie fiscaliza, segn mis amigos. Con
cinco minutos de cada hora que vivan, que los inviertan haciendo algo en beneficio de la colectividad, es
suficiente pago para aquel cmulo de comodidades.
Pues bien, saboreando lentamente el espectculo que me rodeaba, me dej llevar de mis amables cicerones
que, con inters poco comn en nuestro medio, me atendan hasta en los ms mnimos detalles, por lo que por
momentos haca sentirme insignificante, dndome la impresin que slo me daban cuerda a ver si me
engrandeca y me haca el importante. Algunas veces, apenado, les peda que me dijeran si me portaba
inadecuadamente a su costumbre, pero ellos casi siempre me contestaban que estaban felices de andar
conmigo y observar mi modo de ser y reaccionar ante todo lo que vea.
Por fin llegamos a un edificio, hotel, o dormitorio, o como le queramos llamar. Mis amigos me explicaron que
haba tres tipos: para solteros, para solteras y para matrimonios, y que no se diferenciaban gran cosa entre s.
Aqu, al igual que en los otros que he visitado, hay dos costados cubiertos de elevadores y dos cubiertos de
arcos y paso libre, frontales, en los entresuelos, pero encuentro una diferencia: en los costados donde estn
situados los elevadores y en un espacio como de dos metros, y a todo lo ancho del edificio, hay tantas hileras
de pequeos focos como pisos tenga el edificio y cada foco marca un pasillo, pues all no se usan cuartos.
Nosotros buscamos donde hubiera tres camas vacas juntas, as que por la hilera sabamos a qu piso
dirigirnos y por el foco a qu pasillo. As que la 12a. hilera, por ejemplo, sealaba que haba camas vacas,
pues ese nmero de pisos subimos y, al llegar, quedamos en un pasillo que daba a nuestra derecha e
izquierda.
A este pasillo convergan las entradas de otra serie de pasillos, en cuya entrada haba tambin pequeos
focos sealando las camas vacas.
Nosotros llegamos hasta el que nos interesaba. Como haba algunos foquitos prendidos y otros intermedios
apagados, quera decir que tendramos que pasar cerca de camas ocupadas para llegar a las nuestras. Antes
de entrar, hay que desnudarse totalmente. Mis amigos procedieron a hacerlo, indicndome que los imitara.
En las paredes derecha e izquierda hay unas aberturas alargadas. En el lado derecho procedimos a
depositar nuestra ropa, desapareciendo de nuestra vista, y quedamos en cueros, totalmente desnudos.
Mis amigos me sealaron el pasillo. Pero... Caracoles!, me estaban preparando una broma. No haba
caminado diez pasos, cuando sent que me acribillaron con una especie de lluvia vaporizante, tibia y agradable.
Lo intempestivo del bombardeo me produjo una reaccin desagradable, de la que trat de librarme
retrocediendo; pero detrs estaban mis amigos esperando este resultado a su diversin, y con fuerza increble
me empujaron, obligndome a seguir adelante, y no bien haba pasado este hmedo recibimiento, cuando
entr a otro, an ms desagradable. Ahora sent como si me succionaran o formaran vaco a mi alrededor,
desprendiendo de mi cuerpo hasta la ms mnima partcula de mugre que pudiera tener, producindome una
increble sensacin de limpieza y frescura.
Cuando pas del todo este par de tragos amargos, no tuve ms escape que soltar la risa, como dando a
entender que no me haba impresionado, pero a nadie engaaba, ni siquiera a m mismo.
En estos pasillos dormitorios se emplea un sistema que me pareci muy prctico. Ellos tienen un dominio
absoluto de la luz y de la oscuridad. Este sistema ya lo haban usado en los sanitarios, as que no lo
desconoca, pero ignoraba que tambin se usara en los dormitorios. Por lo tanto, voy a tratar de explicarlo: las
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camas, como las de la nave, son marcos sosteniendo un material grueso y poroso, y estn a guisa de repisa,
empotradas en una de las paredes; pero en estos dormitorios, cerca de cada cama y al alcance de sus
pequeos brazos, hay una redecilla que, hacindola girar a derecha o izquierda, produce luz cegadora as
como oscuridad espesa, tan espesa que da la impresin de ser un muro negro e impenetrable.
Cuando estuvimos en nuestras camas, mis amigos me instruyeron en el manejo de aquel pequeo pero
efectivo control que, al accionarse, slo cubre de oscuridad el espacio que ocupa la cama, como si descendiera
una gruesa y negra cortina que pusiera a aquel lecho fuera de la curiosidad de las dems gentes.
Cuando estuve tendido en mi cama accion la ruedecilla varias veces, para estar seguro de su efectividad;
pero, una vez perdido en aquella pequea inmensidad, desapareca todo, y senta estar en una isla cubierta de
espesa negrura. Me invadi una especie de sopor que me invitaba a abandonar todo pensamiento ajeno a lo
que no fuera dormir y descansar.
El despertar fue tranquilo y satisfactorio. Sent la mente despejada, estuve algn tiempo cavilando, gozando,
saboreando aquella increble comodidad. Me senta lleno de vigor, deseoso de trabajar, de gastar las energas
que rebosaban dentro de mi cuerpo, hacindome sentir joven, quizs demasiado joven.
Fue all donde comprend por qu a nadie obligan a trabajar, pues es indudable que con esa alimentacin y
ese reposo llega cualquiera a sentir deseos de trabajar, para gastar la energa que le bulle dentro del
organismo.
Cuando ilumin mi cama, descubr que mis amigos estaban despiertos y entretenidos, usando unos
pequeos aparatos que hay entre cama y cama. Dicho aparato no es mayor que un reloj de bolsillo y pende de
la pared unido a un cordn liso y elstico, que lo recoge y sujeta a la pared, cuando no lo usan. El tal aparato
es una diminuta pantalla por una de sus caras y por la otra una especie de micrfono, y tiene en su borde un
pequeo botn.
Mis amigos se reportaban y pedan rdenes, y en la diminuta pantalla pude reconocer claramente a uno de
los jefes y or su caracterstica voz.
Mis amigos me dijeron que tenamos bastante tiempo disponible y lo bamos a aprovechar adecuadamente.
As que nos dirigimos a la salida, pasando por el ineludible bao y el secado, que lo encontr sumamente
agradable. Al nivel del piso hay una hendidura donde mete uno los pies, sintiendo una sensacin de cosquilleo
y, cuando los retira, las uas estn recortadas y pulidas. Lo mismo pasa a metro y medio de altura, donde la
operacin se repite con las manos.
Y aqu vena otra broma de mis buenos amigos. Da la casualidad que yo no me haba puesto aquella ropa y
por lo tanto desconoca sus caractersticas. As que, al llegar a las alacenas, nos dirigimos a la que estaba
enfrente de la que habamos usado para depositar nuestra ropa sucia; ellos cogieron cualquiera y procedieron
a vestirse, sin dar importancia a lo que a m me suceda, que por ms que buscaba y rebuscaba no encontraba
nada que me sirviera. Creo que estaba a punto de soltar el llanto y ellos de risa, pues estaba lucido: la camisa
ms grande apenas cubrira a uno de mis pequeos hijos y los calzones ni se diga.

CAPTULO 9 CAPTULO 9
CMO LOS VENUSI NOS SE DI VI ERTEN CMO LOS VENUSI NOS SE DI VI ERTEN

Por fin, satisfechos de su broma, cogieron una camisa cualquiera y la estiraron hasta alcanzar mi tamao y lo
mismo hicieron con un calzn y unos zapatos. Maravillosas cualidades de un material apropiado para un
mundo estandarizado. Mis amigos me explicaron que aquel material podra crecer hasta tres veces su tamao
original, al que volva fcilmente con slo meterlo en un lquido que lava y desodoriza. Pero no paraba all la
cosa. Una vez puesto sobre el cuerpo, con el calor de ste se encoge y adhiere, dando la sensacin de estar
desnudo, pues es de una frescura incomparable.
En un extremo de estas aberturas, donde se deja y recoge la ropa, hay una especie de casco de proteccin,
que cubre desde la frente hasta los hombros. En ellos se mete la cabeza y dicho aparato se encarga de peinar
y agregar al pelo una sustancia grasosa, al mismo tiempo que lo recorta a la altura de los hombros,
succionando el sobrante.
Abandonamos el edificio dormitorio, saliendo a buscar un comedor. Lo encontramos pocas manzanas ms
adelante. En realidad no senta hambre, pero tena curiosidad por saborear y convencerme si efectivamente
cada charola tena diferentes sabores segn su color. Debo advertir que aquella substanciosa comida, con
apetito o sin l, se come. Por lo menos yo jams he rehusado un helado o un buen dulce en nuestro mundo, y
esto que se usa ac tiene cierto parecido con estas golosinas.
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Y lo dicho, sin hambre, di fcilmente cuenta del contenido de dos charolas, y hasta creo que si hubiera
durado ms tiempo all, la curva de mi estmago toma caractersticas alarmantes como las de los franceses
que encontr.
Satisfecho el apetito o la curiosidad, fuimos en busca de una biblioteca, pues haba despertado cierto inters
en m lo que al pasar haba logrado observar.
Estos edificios no se diferencian gran cosa de los comedores, en su disposicin. Al igual que aqullos, dos
paredes alojan los elevadores y las otras dos siempre estn cubiertas de estantes repletos de libros. Cmo
los nuestros? No, son un poquito diferentes. Voy a tratar de describirlos, y no slo los libros sino todo lo que vi.
Mis amigos deben ser poco afectos a la lectura, porque me dijeron que, mientras yo fisgaba, ellos suban a la
azotea a respirar. Me dirig a un estante y cog un libro. No hay a quien pedrselo, ni tampoco a quien
preguntar. As que al azar lo hice, y all mismo, parado, me puse a hojearlo.
Como pastas, para llamarles como nosotros, tienen dos charolas, cuadradas o rectangulares, embrocadas,
que forman como una caja. El material interior es una tira continua doblada en forma de acorden y unida a las
pastas por sus extremos. Este material est cuadriculado en forma menuda y la escritura que contienen se
reduce a pequeos puntos diminutos, ngulos y crculos, colocados en diferentes posiciones dentro del
cuadriculado.
Los libros se pueden abrir por dos de sus lados, as que cuando han terminado uno, lo cierran y abren el otro
continuando la lectura. Como complemento tiene unas uetas que le sirven para mantenerlo abierto. Esto es
necesario por esta razn: todo el piso est cubierto de pequeos sillones.
Tienen descansos para los brazos y apoyo para los pies y se puede reclinar en cualquier ngulo. Lo
complementa un brazo articulado provisto en su extremo de un par de barritas que terminan en un pequeo
crculo imantado, as que, cmodamente sentado, dispone el brazo a la distancia que uno quiera, coloca el libro
abierto entre los dos crculos, sujeta el material de lectura con sus uetas y, hgame el favor, a quin no le van
a dar ganas de leer con tantas comodidades, y lo ms interesante, que si una persona est interesada en
escribir, tambin encuentra en qu hacerlo, pues hay varias hileras de sillas que en vez de brazo tienen una
plana, como la de los comedores, y hay una buena provisin de libros en blanco.
Usan unos aparatitos no mayores que una plumilla fuente de mujer, pero no llevan pluma. En su lugar hay un
cuadro diminuto. Dentro de l hay un crculo y al centro un punto para escribir. Usan cualquiera de los ngulos.
Apretando un botn en la parte superior sale el crculo, y haciendo lo mismo con un abultamiento a medio
cuerpo del aparato, destaca el punto. No usan tintas de ninguna especie, sino una reaccin elctrica que opera
sobre el material de escritura, que no es papel. Ms me pareci seda engomada o un material parecido, que no
se arruga ni se rompe con facilidad.
Estos locales son bastante altos, pues alcanzan los tres metros y los estantes cubren toda la pared. Para
alcanzar cualquier libro, hay unos aparatos que se componen de una barra provista de un asiento, que a
voluntad sube o baja en dicha barra y sta se mueve a derecha e izquierda.
De estos aparatos hay unos diez o doce en cada pared y se manipulan con botones situados en el asiento.
En stos, como en todos los edificios, se hace un verdadero derroche de luz, sin descubrirse la fuente, y lo
mismo que en todas partes impera la variedad de colores, ocupando un solo color cada hilera de libros.
Mis amigos llamaron al elevador para que furamos a la azotea y viera algo interesante, y vaya si lo era:
estaban unos individuos cosechando fruta.
Como dije antes, todas las azoteas estn convertidas en huertos frutales de distintas especies. Naturalmente
que todo en este mundo es novedoso, por lo menos a m me lo pareci. Quiz haya personas que nada de esto
les parezca ni siquiera lgico; pero de cualquier manera yo me voy a limitar a describir lo que vi.
En un ngulo de la azotea estaba una nave pequesima. No meda ms de tres metros alrededor.
Descenda por el centro una escala que llegaba por entre los rboles hasta uno de los pasillos.
Cuando sub a la azotea, llamando a mis amigos, me sealaron a dos hombrecitos que desempeaban una
labor que, dicho sea de paso, en nuestro mundo es tediosa, pues estaban cosechando fruta.
Pero estos pequeos hombres que no medan ninguno de los dos ms de un metro, lo hacan de la manera
ms fcil. En su pequea nave traen una charola como de dos metros de circunferencia; pero est dividida en
dos, teniendo un recorte circular en el centro. Esta charola es como casi todo lo que all se usa, de un material
sumamente liviano. Cada una de las mitades, las colocan inmediatamente arriba del anillo que sostiene el rbol
por el tronco. Una de estas mitades tiene un agujero como de diez pulgadas. En este agujero enchufan un tubo
elstico del mismo dimetro y levantan la tapa de uno de los pasillos que adems desempean el trabajo de
canaletas.
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Cuando todo est listo, toman un pequeo aparato poco ms grande que una cajetilla de cigarros, lo colocan
bajo la charola en unos rielecitos fijos al anillo, lo echan a andar y llueve fruta a la charola, que sigue por el tubo
a la canaleta y de all al interior del edificio, para llegar al lugar de aprovechamiento por conductos interiores. El
aparatito aquel es un vibrador que desprende la fruta que est madura. Como se pueden dar cuenta, es
sumamente fcil la cosecha. Cuando terminan la operacin en un rbol la repiten en otro y as van de azotea
en azotea con su pequea nave y sus raros implementos.
Les pregunt a mis amigos qu hacan con la fruta. Por cierto, los rboles son bajitos, no miden ms de dos
metros, pero son muy frondosos. La parte superior de estos rboles est cubierta de ramas distribuidas en
sorprendente simetra y bien proporcionados. No se descubre una sola hoja, pero las cubren pequeos brotes,
que en su mayora tienen un rabito que sostiene un fruto. Su corteza es verde, de apariencia tierna y lisa como
el vstago de un pltano; los frutos que vi y toqu eran de envoltura suave, como la ciruela entre otras. No me
constaba, pero me aseguraron mis amigos que no producan huesos.
Volviendo al tema que estbamos tratando de qu hacan con la fruta, me contestaron rindose a mandbula
batiente: Qu crees que has comido? Eso que tanto te ha gustado no es otra cosa que una mezcla
elaborada con frutas y pescado; pero, si no tiene sabor de pescado ni de frutas, claro que no, en los
laboratorios se preparan, quitando el olor y sabor originales. Por eso te saban diferentes, pero toda nuestra
alimentacin procede de esos rboles, complementndose con productos del mar debidamente elaborados y
balanceados.
Ahora mis amigos estaban interesados en que conociera algunas de sus diversiones favoritas. Vamos a
empezar por lo primero que encontremos me dijeron; y fue una sala cinematogrfica.
Cuando me dijeron que era un edificio cinematogrfico, pues me imagin otra cosa distinta, quiz algo
parecido a lo que conoca, esperaba cuando mucho una pantalla gigantesca, un pblico a oscuras, unas
butacas incmodas, vaya, algo parecido a lo nuestro. Desde luego que s esperaba que el edificio tuviera todos
sus pisos destinados al mismo fin. A eso ya me haba acostumbrado, pero veamos lo que encontr.
En estos edificios, que quiz son nicos en su tipo, los elevadores estn en el centro y la pantalla ocupa una
pared circular que rodea el edificio en su mayor circunferencia. Los espectadores dan la espalda a la torre de
elevadores, y de esta manera no son molestados por los que llegan o salen.
La sala tiene ms luz que el mejor da de los nuestros con la misma claridad que conocemos.
Ya les he dicho que estas gentes tienen un gran dominio, tanto de la luz como de la oscuridad, por lo tanto, al
entrar a esta sala, me pareci salir de un edificio semioscuro.
Nos sentamos en las primeras butacas que encontramos. Naturalmente a esto s puede llamrsele butacas;
es una armazn de lmina dura, forrada de un material fresco y esponjoso. Yo que estoy el doble de
voluminoso que mis amigos, entro a la fuerza y quedo dentro, o mejor dicho formando parte de una paca de un
material para m desconocido; pero que me prodiga una comodidad jams sentida. Nadie estorba, el piso es
cnico y puedo ver desde el piso de la pantalla.
El espectculo gira lentamente alrededor de todo el edificio. Intrigado me par y busqu dnde empezaba y
terminaba aquella maravillosa pantalla, encontrando al fin una ranura, donde claramente se vean salir y
perderse trozos diferentes del espectculo. Gira tan lentamente que resultara aburrido sino se posesiona de
inmediato nuestra mente de que aquello no es ningn cinematgrafo como lo concebimos, ni como lo
conocemos, pues sentado cmodamente tengo la sensacin de que estoy en lo alto de un cerro y all abajo
veo un arroyo correr lentamente, bajando una vereda, un atajo de burros hostigados a gritos por tres arrieros.
Resulta maravilloso, doblemente, porque oigo los gritos de los arrieros, el jadear de los animales y hasta los
ruidos peculiares que producen sus estmagos al hacer algn esfuerzo mayor. Con tal claridad se oye todo y
se ve que se pierde la nocin del lugar y la distancia.
Los espectadores, en su mayora, no se limitan a ver. Van provistos de trozos de material, algo parecido al
vidrio; pero, a pesar de que no es ms grueso que un vidrio comn y corriente, da la impresin de que slo es
la tapa de una caja iluminada. En este material tratan, y a veces lo logran con exactitud, de reproducir lo que
ven. No dira que pintan, pues no usan ni pintura ni pinceles, sino una cosa muy parecida a las plumillas con
que escriben, y slo vara el aparato en la punta, por donde, a voluntad y slo haciendo presin en el
abultamiento que lleva a medio cuerpo, produce un pequeo abanico, semejante al que produce una pistola
para pintar a base de aire a presin. Como dije antes, no es pintura sino una especie de rayito de luz que al
girar la perilla superior cambia de color o de intensidad. Este aparato lo usan algunos con tanta maestra que
producen tonalidades verdaderamente maravillosas, pues el rayo de luz va desde un punto hasta dos
centmetros de ancho y produce en el material el mismo efecto del fuego a diferentes distancias. En el
entresuelo hay estanteras donde se proveen del material necesario y all mismo depositan sus trabajos.
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De nuevo salimos a la calle, ahora en busca de una sala deportiva. Cuando mis amigos me dijeron sto, me
imagin un gimnasio; pero fui llevado a un edificio que no tena nada de esto.
Todo el piso estaba cubierto de mesitas cuadradas que slo tenan una pata central. De cada uno de sus
lados pende una barra y en ella se desliza a voluntad un asiento con respaldo y apoyo para los pies.
El plano de la mesa est cuadriculado, en blanco y negro, y en este deslizan unas pequeas marcas, que las
mueven como en el ajedrez o en ese juego de damas que nosotros usamos.
Mis amigos me aseguraron que esto se juega en miles de combinaciones, que continuamente se inventan
otras nuevas, desechando las ms fciles. Aquello era interesante, pero yo pensaba que esto no era lo que me
haban prometido y les pregunt por la sala deportiva, a lo que me contestaron que all slo el cerebro haca
gimnasia y que no desperdiciaban energas intilmente ya que la salud y la figura se controlaban desde los
laboratorios a travs de los comedores.
Ahora le tocaba su turno a otra clase de diversin. Pocas manzanas adelante entramos en otro edificio. En
cuanto tuve ante mi vista la primera sala, me sent desconcertado, record algunas escenas de una pelcula
oriental en la que presentaban un fumadero de opio, donde esculidos seres vencidos por el vicio yacan en
asquerosos camastros atendidos por seres misteriosos e igualmente esculidos.
Esta sala est cubierta de cmodos sillones reclinables, en los que con facilidad se hunde uno, perdindose.
Tienen descanso para los pies y dan la impresin de que fueron hechos para dormir o descansar. El respaldo,
que se prolonga ms all de la cabeza, est de tal manera confeccionado que la cabeza queda hundida y las
partes laterales estn provistas de aparatos al parecer micrfonos.
El complemento de esta diversin, a la que s le encontr motivo de ser, es una pequea circunferencia de un
material elstico negro suave y ligeramente grueso. ste se coloca alrededor de la cabeza y su cometido es
tapar los ojos, dando la sensacin de oscuridad. La sala est totalmente iluminada. Provisto de este adminculo
y colocado debidamente en el silln, empieza el espectculo, que esta vez es slo para el odo y la
imaginacin.
En el primero de los sillones que ocup, donde me acomod con cierta dificultad, sin incomodidad, llen mis
odos un sonido por dems conocido.
Era como el que produce el trfico en las grandes ciudades, con un escndalo mortal de los empedernidos
bocineros, el ulular de las sirenas de los diferentes servicios pblicos de emergencia, el peculiar campaneo de
los pequeos carritos de humildes vendedores, el vocero clsico de los mercados, pitidos de los agentes
tratando de poner orden, el rodar de pesados tranvas en los gastados rieles, sin faltar el traqueteo de un
montono ferrocarril con sus pitazos y campanazos peculiares, sus acompasados escapes de vapor y muchos
ruidos que conozco pero escapan a mi memoria.
Era tan real todo que, algunas veces, ante la proximidad de un tren, me desembarac de la tira con que me
cubr los ojos para cerciorarme de que no corra peligro.
Como mis amigos me advirtieron que en cada hilera de sillones se poda or un sonido diferente, me pas a
otro silln, hileras ms adelante. Aqu encontr algo que, aunque no conozco realmente, lo poda fcilmente
identificar.

CAP TULO 10 CAP TULO 10
LA DESPEDI DA LA DESPEDI DA

Se trataba de un concierto de pera, y se oa con tanta fidelidad que inclusive identificaba no solo el quedo
cuchicheo de las damas vecinas al que grababa, sino el ruido que producen sus vestidos al acomodarse en sus
asientos y el crujir apenas perceptible de las finas tarlatanas. Lo que se desarrollaba en el escenario era en un
idioma extranjero y desconocido para m y no sabra a ciencia cierta de qu pera se trataba.
Resultaba verdaderamente sorprendente la fidelidad con que se oye todo en estas salas. En otra butaca se
estaban reproduciendo los ruidos caractersticos de un gran incendio, indudablemente era en un bosque y de
proporciones devastadoras. As era el crepitar de las llamas, el estruendo aterrador de un gigantesco rbol,
que, en su cada, arrastra desgajando ramas a lo que encuentra en su paso y finalmente el golpe seco, sordo,
impresionante, con increble realidad. Se sentan ondas de intenso calor, que se desparramaban en todas
direcciones y con ellas nuevas extensiones que empezaban a arder, multiplicndose y aumentando el radio del
incendio.
Esta escena estaba siendo tomada de seguro desde una nave a gran altura y el incendio se estaba
produciendo en un bosque vigilado, porque con rapidez asombrosa pasaba de lo indomable del fuego a los
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lugares donde individuos especializados, con la calma caracterstica del que est habituado a estos
menesteres, cumplen sin violentarse y sin precipitarse su cometido.
Se oyen las rdenes, dadas por radio indudablemente, con toda parsimonia, como quien est dando
consejos. Pasa luego de dar rdenes a pedir refuerzos. Enseguida la toma cambia de lugar. Ahora es una
bandada de aves; acto seguido se oye el ruido inconfundible que producen grandes grupos de pequeos
animales que huyen despavoridos tratando de poner espacio de por medio en pos de un refugio seguro. Por
eso digo que estas escenas estn tomadas a gran altura desde donde pueden dominar extensiones
grandsimas.
O, por ejemplo, en otra de las filas, algo que indudablemente era tambin un incendio; pero ahora quiz
ocurra en una zona comercial con adelantos modernos. Se oa claramente la gritera ensordecedora, carreras
desenfrenadas sin orden ni concierto, propias de las gentes cuando el pnico hace presa de ellas. Luego tiros
disparados contra alguien que no obedeca, porque se oan silbatazos de policas.
El ulular de las sirenas de los carros de bomberos, las frenadas de los mismos, gritos entre ellos dando
rdenes; el arrastrar de mangueras. El ruido metlico de las conexiones en las tomas de agua, el choque de los
potentes chorros contra los muros incendiados, el ruido de stos al desplomarse, el clamor sordo de la multitud
expectante contenida en el rea del incendio...
Con facilidad se distinguan hasta los comentarios de la gente, todo esto en idiomas que me son familiares,
aunque no sabra decir con precisin a qu raza de nuestro mundo pertenecan.
Tambin o el ruido aterrador de un huracn, que materialmente barra con todo lo que encontraba a su paso,
el ruido de piedras rodando en pendientes profundas, el choque de unas contra otras hacindose pedazos y
multiplicndose los ruidos. rboles arrancados de cuajo y lanzados a distancia, el silbido escalofriante del
viento, el avance de grandes torrentes de agua al salirse del cauce de un caudaloso ro, y de cuando en
cuando el bramido desesperado de alguna bestia atrapada o el chapoteo desesperado de algn animal en
peligro de ahogarse.
Todo visto tan slo con los ojos de la imaginacin. Ms de una vez me quit la venda con que cubra mis
ojos, para asegurarme que slo eran sonidos los que estaba oyendo y stos estaban muy lejos de la realidad
que imaginaba.
Todo esto en una sola sala, en la que bastaba cambiar de fila y ocupar uno o dos asientos ms adelante o
atrs para encontrar variacin de espectculo imaginativo.
Lo ms sorprendente de todo es que, aunque una butaca est vaca, no sale de ella nada de lo que se oye
cuando uno la est ocupando.
Uno de los ruidos que ms gust a aquella gente, es el que reproduce nuestros mares, pues esas filas,
generalmente estn ocupadas, pero pude ganar una de aquellas butacas en cuanto la dejaron, y podra decir
que tambin a m me gust. Se trataba de algo caracterstico, a lo que podramos llamar sinfona del mar.
Se adivina que el primer escenario es un puerto martimo, y debe ser de mucha importancia. Se adivina
tambin que es una maana cubierta de neblina.
Comienza el ruido de las cadenas, caracterstico del que se produce al recobrar las anclas. Por momentos lo
amortigua el golpear de las olas en los costados del barco. Luego voces de mando ampliadas por el uso de los
megfonos, carreras de individuos puestos par cumplir las rdenes, rechinar de cables al tensarse entre el
barco y los remolcadores. Cada vez el nmero de ruidos aumenta. Ahora se suman la sirena del barco, al
parecer gigantesco, y los pitazos de prevencin de los remolcadores.
Ahora surgen gritos desesperados de bisoos marineros, contrastando con las voces de mando de capitanes
maduros desde sus respectivos puestos de mando. Luego viene el ruido producido por ms mquinas al
empezar a levantar presin en las calderas, y finalmente el golpear de las palancas de control.
Resultaba tan fcil identificar estos sonidos que experimentaban la sensacin de estar a bordo, observando
todas las maniobras preliminares a la salida del puerto de una gran embarcacin. Luego la toma pasa a los
muelles, indudablemente ya entrada la maana.
Carreras de trabajadores, saludando a gritos a sus compaeros, o comentando tambin a grandes voces sus
aventuras de la noche anterior; rodar de carretillas, golpear de bultos al ser descargados; rechinar de cables de
acero moviendo las canastillas de gigantescas gras y el vocero, aumentaban por momentos hasta convertirse
aquello en un pandemonium.
Ahora la toma se mueve hacia una zona de balnearios. Empieza recogiendo el rugir de los motores de
algunas lanchas empeadas en una competencia, luego se oye el zumbar de algn avin que cruza cerca; de
nuevo motores de lanchas, ahora remolcando esques acuticos; se siente el aliento de la persona que gua el
esqu, y hasta se puede diferenciar, por el sonido, cul estela pertenece a la lancha y cul al esqu.
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Nos acercamos a un grupo de baistas; se oyen chapotear en el agua y sus gritos al ser arrastrados por
alguna ola. Luego viene un grupo de nios, con sus gritos jubilosos e inconfundibles, sus carreras, sus guerras
con agua o con arena, sus protestas, y luego sus llantos. Finalmente los gritos autoritarios de sus padres
poniendo orden en el desaguisado.
Ahora estamos sobre una playa, ayuna de ruidos humanos; las olas rompen en los acantilados
estrepitosamente; luego cambia a un lugar sin barreras, donde mueren lentamente rodando sobre la arena.
Zumba el viento con fuerza entre las palmeras y enormes bandadas de gaviotas buscan refugio tierra adentro,
chillando clamorosamente.
Nos internamos en el mar abierto. El viento sigue zumbando, ahora con ms fuerza; las olas aumentan de
tamao; se oyen all lejos romper en los acantilados. Indudablemente es una tempestad, pero nosotros nos
alejamos, buscando un lugar apacible, y lo encontramos. Estamos oyendo el suave deslizamiento de pequeos
peces. Distinguimos con facilidad las dimensiones del pez por la fuerza con que impulsan el batir de sus aletas
en el agua. Seguimos adelante. Ahora es un grupo de peces voladores. Se sienten en el momento que salen
impulsados del agua para caer adelante en accin continua y acompasada.
Luego llega la pesca de algn pez de buen tamao, la lucha de ste por librarse del anzuelo, golpeando con
estrpito el agua, el chillar del sedal al ser recogido en el carrete, los resoplidos del annimo pescador por el
esfuerzo desarrollado y finalmente un grito de desaliento o desilusin al escaparse la presa. Seguimos
movindonos en busca de novedades.
Ahora, algo que visto debe ser verdaderamente impresionante: la pesca de una ballena. Un verdadero
huracn a flor de agua. Un disparo a bordo de una lancha; silba en el aire un arpn; el rpido tirn del cable
poniendo en movimiento sbito a los carreteles que lo contienen, y el blanco certero en el cuerpo del animal; el
arrancn de ste al sentirse herido, arrastrando la lancha y a sus intrpidos tripulantes. Momentos de
expectacin. Es tan real lo que oigo que siento temor por la vida de los pescadores y presiento un desenlace
fatal.
El animal se hunde, en su desesperacin por salvarse del hierro que le est quitando la vida. Finalmente, el
triunfo del hombre sobre el animal, gritos de jbilo que no dejan lugar a dudas: la presa fue rendida por la
inteligencia del hombre. Ahora la van remolcando lenta y pesadamente hasta el barco nodriza.
El ajetreo es endemoniado: ruidos de cadenas, silbar de chorros de vapor o aire a presin, golpear de
gigantescas cuchillas y zumbar de sirenas en loca carrera contra el tiempo, el inconfundible hervor en
descomunales calderas y finalmente torrentes de agua barriendo las cubiertas.
Esta forma de diversin s me gust, y creo que gast en ella ms del tiempo que tenamos libre, porque iba
a cambiar de fila, buscando ms sonidos diferentes a los que pudiera identificar, pues me pareca estar en un
concurso, cuando mis amigos me hablaron porque ya habamos sido llamados a la nave.
bamos saliendo cuando vi que entre dos hombres sacaban de una butaca a un individuo y lo depositaban en
una abertura incrustada en la pared. Algo me dio la impresin de que lo amortajaban en un atad. Para no
quedarme con la duda, pregunt a mis amigos de qu se trataba.
Me explicaron que, como ellos no tienen cementerios, acuden a medios ms cientficos para deshacerse de
las personas que se van muriendo, que aunque hay lugares de reclusin para ancianos donde se reconcentran
cuando se sienten demasiado viejos, se da con frecuencia el caso de que en cualquier edificio, y hasta en
plena calle, un individuo muera. Por lo tanto, es obligacin que las personas que estn ms cerca de la vctima
que la depositen en el aparato desintegrador ms cercano. No era otra cosa el lugar donde vi que metan aquel
cuerpo al parecer sin vida.
Mis amigos me explicaron que no hay edificio que no tenga uno de estos aparatos en cada piso y resulta tan
importante que inclusive las camas en los edificios dormitorios contaban con un avisador que daba la alarma
cuando un individuo pasaba determinado tiempo sin moverse. Cuando esto suceda, acudan al lugar personas
especializadas que se encargaban de la operacin.
Les pregunt si no se daba el caso de que a una persona con vida la desintegraran y me contestaron que
esto no suceda pues era tan perfecto aquello que, mientras la persona depositada contara con vida, nada le
pasaba; que suceda con frecuencia que saliera del desintegrador un individuo a quien creyeran muerto que
slo padeca algn mal; pero que esto le serva de aviso para que se alojara en un centro de reclusin donde lo
atendieran de su enfermedad.
Mis amigos me advirtieron que era probable que ya furamos a partir, pero que, si esto no suceda, de todos
modos dormiramos en la nave que nos haba transportado y que all mismo comeramos pues ya era tiempo
de hacerlo.
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As que subimos a la azotea para abordar una de aquellas fantsticas naves esfricas, que volando las ve
uno como gigantescos globos; pero cuando va uno en ellas y se da cuenta de la velocidad que alcanzan se
aterroriza, pues da la impresin de que slo es una bola de cristal que de un momento a otro se estrellar
contra otra nave, hacindose aicos.
En esta incursin, y volando en la nave esfrica en aquel lejano mundo, vi all abajo, en una remota calle,
una serie de esbeltas y gigantescas ruedas al parecer planas; iban arrastradas o formaban parte de una
mquina rara. Pregunt a los amigos qu era aquello y por toda contestacin uno de ellos tom un micrfono
cercano y orden algo al tripulante de la nave. Disminuy sta la velocidad, gir en espiral perdiendo altura y
fue a colocarse unos metros adelante del raro aparejo.
An a pocos metros me siguieron pareciendo ruedas planas enormes y de un color amarillo. Incapaz de
adivinar de qu se trataba, lo pregunt. Entonces me explicaron que slo era una mquina que iba tendiendo
un piso metlico.
Delante de dicha mquina el piso era de color marrn oscuro y se vea de superficie burda, como una
especie de concreto.
En la mquina los rollos de metal laminado, que no eran otra cosa las enormes ruedas, estaban espaciadas
unas de otras, un metro aproximadamente, y la funcin de la mquina era pulir el piso, abrir una cuna o canal y
ya preparado el piso de esta manera, iba depositando en su lugar aquellas cintas metlicas que son de
aproximadamente doce pulgadas de ancho y su funcin es convertirse en conductores de la fuerza que usan
los vehculos.
Aterrizamos en una azotea, enfrente del edificio donde estaba nuestra nave. Tomamos el elevador hasta
parar al stano. All tomamos un conducto subterrneo para atravesar la calle y llegar al otro edificio, para
abordar de nuevo el elevador y llegar a la azotea, bajo la panza de nuestra nave. Buscando qu platicar se me
ocurri preguntarles algo acerca de sus gentes que me haba llamado la atencin.
No haba descubierto a una sola persona que adoleciera de algn defecto fsico, y vino a mi imaginacin que,
si en nuestro mundo se usara una ropa como la que se usa all, que va materialmente unida al cuerpo, cmo
apareceran nuestros congneres, tan feos y desproporcionados como somos, con semejantes barrigas,
piernas hinchadas, hombros cados y espaldas encorvadas, pues sera como para morirse de risa.
Me explicaron que el desarrollo fsico de su gente la controlan desde los laboratorios donde se preparan los
alimentos, resultando stos perfectamente balanceados y fciles de digerir, no padeciendo jams de
enfermedades producidas por la mala digestin, producido a su vez por la deficiente masticacin y de la
ingerencia en demasa de lquidos, que tienden a aumentar el volumen de los estmagos y a desproporcionar
los intestinos irritados por el esfuerzo. En la nave la cabina de controles estaba a media luz y slo haba uno de
los individuos de los que formaban la dotacin. Al parecer mis amigos eran superiores a l en jerarqua, porque
fue ste el encargado de servirnos. Despus de comer, el mismo individuo convirti los sillones en camas y
procedimos a acostarnos.

CAP TULO 11 CAP TULO 11
DE VUELTA A LA TI ERRA DE VUELTA A LA TI ERRA

Ms de una vez, haciendo repaso de todo lo que me aconteci en aquella ocasin, me he encontrado ante la
certidumbre de que todo el tiempo, a partir del momento en que de repente sent deseos de conocer la
mquina, all en Ciudad Valles, estuve bajo el dominio mental de ellos, pues esto me pareca lo ms lgico.
Pero esto ustedes lo dilucidarn. Ahora voy a seguirlo narrando todo, tal como sigui su curso.
Cuando fui despertado, estaba de nuevo vestido con mi propia ropa, y la que us all no la vi por ningn
lado. Naturalmente que me sacaba de quicio esta manera de proceder de mis amigos, pero ellos siempre
tenan manera de justificarse. Ahora me decan que me cambiaron la ropa ellos porque no vala la pena
despertarme y que, adems, les daba la oportunidad de hacer algunos estudios sobre mi organismo en el
momento preciso, as que sin mi voluntad me convertan en conejillo de indias.
Pero debo confesar que, ante la bondad de estas gentes, quedaba desarmado y ya no vea el objeto de
violentarme. De lo que s estoy seguro ahora, es que en los alimentos que me sirvieron en la nave debieron
haber agregado alguna substancia y esta era la que provocaba un sueo de tal naturaleza. Estbamos de
nuevo en nuestro mundo.
La nave nodriza anclada en nuestro espacio. Fuimos despedidos por los dos jefes hasta la puerta de la
nave pequea y subimos a sta bajo su vigilante mirada. Momentos despus siento la emocin indescriptible
de ser lanzados al espacio. El tobogn por donde suavemente habamos penetrado a la nave nodriza, se haba
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convertido ahora en catapulta que nos despeda de manera poco digna. La sensacin fue sumamente
desagradable, pues sent lo mismo que deben sentir los famosos hombres-bala que en algunos circos se dejan
lanzar desde un can.
Como esto me pareca raro, ya que volando las naves por su propia fuerza no se siente ninguna sensacin
desagradable, les pregunt a mis amigos a qu se deba el cambio. Me explicaron que estas naves crean su
propia fuerza de gravedad, convirtindose en pequeos mundos cuando se propulsan por s solas. Aprovech
para preguntarles qu clase de fuerza usan para moverse. Me dieron una explicacin sencilla. Entre otras usan
lneas magnticas o campos magnticos como nosotros los conocemos, y stos se generan entre masas en
movimiento, asegurndome que cada nave tiene una mquina que aprovecha dicha fuerza. La cosa es sencilla,
verdad?
Les pregunt si no era factible que nos diesen una manita con algunos de sus conocimientos. Me contestaron
que era algo que les gustara sobremanera, pero que resultaba sumamente peligroso.
Porque se han convencido que, adems de romper nuestro proceso evolutivo, lograran acelerar nuestra
mutua destruccin, ya que tendran que poner en nuestras manos conocimientos inapropiados a nuestro
carcter destructivo. Y como para convencerme de sus palabras me indicaron que viera a travs de la pequea
pantalla que tena frente a mis ojos.
Fij mi vista y slo vi nubes, pero, accionando el control, las nubes se empezaron a desvanecer y apareci
un cerro. Cuando tuve este objetivo a slo unos metros de la pantalla, me dijeron que no lo perdiera de vista. El
cerro aquel se empez a hundir, como si a un gran trozo de mantequilla le dirigiera el chorro de fuego de un
potente soplete. El cerro casi desapareci y en su lugar se vea ahora una noria gigantesca, cuyas paredes
parecan cortadas a plomo, de una profundidad impresionante, y en slo unos minutos.
Ahora fjate en lo que va a pasar me dijeron; eso que viste slo fue potente desintegrador; pero a esta
arma le sigue otra. Y aterrado vi cmo las paredes de aquella fantstica noria se empezaban a desgranar,
lanzando toneladas de tierra y piedras hacia su fondo. Cuando esto ces, aquello qued convertido en un cono
o embudo de colosales dimensiones.
Como ves me dijeron, estas armas son en verdad destructoras, pues, sin usar la primera que es
simplemente mortal, con la segunda, en slo unos minutos podramos hacer saltar en pedazos toda una
ciudad, sin que una sola viga de acero de las que forman la armazn de los grandes edificios quedara en su
sitio. Ahora, dinos, te gustara que pusiramos en manos de alguna nacin de tu mundo una de estas armas?
Estaba tan aterrado que no me atrev a contestar; pero el ms bajito, quizs aprovechando mi estado de
nimo, me dijo:
No creas que nosotros usaramos contra ustedes estas armas. Si tuviramos inters en dominarlos, nos
bastara usar un gas del que cada nave tiene una buena dotacin. Dicho gas es ms pesado que la atmsfera
de este mundo y, al aspirarlo ustedes, quedaran sus mentes bajo nuestro control.
Qued estupefacto y aadi:
No vayas a pensar que lo usamos contigo. Al decirme esto me mir con cierta malicia, o algo sospechoso
advert en sus facciones que me hicieron estremecer, dando gracias a Dios por estar de nuevo en mi mundo.
Momentos despus reconoc el sitio donde haba estado parado con el auto de los norteamericanos.
Bajamos lentamente, hasta sentir que habamos tocado tierra. Mis amigos me hicieron prometerles que la
experiencia que me haban concedido la dara a conocer en todas partes y por todos los medios a mi alcance y
fue entonces cuando les advert que mi preparacin intelectual era nula y ellos me prometieron su ayuda.
Momentos despus me encontraba corriendo hacia la carretera, pues ellos me dijeron que mientras no me
alejara lo suficiente no podran elevarse porque ponan en peligro mi vida.
Cuando llegu al borde de tierra dirig la vista al lugar, esperando ver cmo la nave se elevaba; pero sta se
meca majestuosa a unos 500 metros de altura, como despidindose de m. Luego dio un tirn tan fuerte que
desapareci de mi vista, pudiendo localizarla cuando slo era un pequeo valo de seis o siete pulgadas.
De nuevo mi mente se volvi confusa. Fij mi vista en las piernas de mi pantaln y estaban completamente
limpias, lo contrario de como quedaron al atravesar el lodazal cinco das antes en que atravesamos desde la
carretera hasta la nave. Estuve un buen rato reconociendo el terreno y cavilando sobre aquella fantstica
aventura y, cosa rara, estaba seguro de que todo el mundo me creera cuando la contara, ya que podra
contestar cuanta pregunta me hicieran relacionada con este fantstico viaje, Slo me intrigaba cunto tiempo
haba pasado.
Vi venir un coche en direccin al sur, cruc la carretera y sin atreverme a pararlo ste se detuvo frente a m.
Dicho coche traa placas del Estado de Mxico) estaba ocupado al parecer por una familia. Vena al volante un
seor gordo; a su lado una seora bien vestida y atrs dos jovencitos.
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El seor me pregunt que si iba al pueblo subiera, que me traera. Pens el hombre que yo sera de por all, y
como traa dificultades con el motor crey que le podra indicar algn taller mecnico; pero yo desconoca el
pueblo y sus moradores. Me limit a aconsejarle que nos parramos en la primera gasolinera. All tuvimos la
suerte de encontrar un mecnico petulante y medio ebrio, que inmediatamente pronostic el desperfecto,
engatusando al dueo del coche para que lo siguiera, puesto que ste manejaba una carcacha.
Yo me qued en la gasolinera. Poco despus lleg en la misma direccin un gran camin de carga a cuyo
chofer le ped que me trajera. El hombre que lo manejaba accedi a traerme pues se diriga a la Ciudad de
Mxico. Por mi parte me senta rebosante de optimismo. Recordaba perfectamente todos los incidentes del
viaje y estaba seguro de que nadie me confundira.
Le pregunt al compaero qu da era. Al contestar me dirigi una mirada, con cierta mezcla de extraeza y
de burla; pero vena yo tan optimista que no le di importancia. Hice cuentas de los das que llevaba fuera de mi
casa y me dispuse a contarle a mi compaero mi aventura.
Me oy calmadamente, sin dejar de dirigirme miradas de desconfianza, quiz pensando que estaba loco;
pero que era un loco pasivo, sin peligro. Por fin, cuando estuvo seguro de que no corra ningn peligro en mi
compaa y que le haba inspirado la confianza necesaria, me dijo:
Mira hermano, la hierba es mala cuando uno la fuma pura. Ya vers cuando la guisa. Si te contara lo que he
visto, te quedaras maravillado.
Aquello me apen. Sera verdad que aquel hombre pensaba que yo estaba marihuano? As que todo el
trayecto me lo pas dormido, pues de repente vi con claridad la magnitud de mi experiencia y perd todo deseo
de hacerla pblica. Pero recordaba la promesa que haba hecho a mis amigos de hacer pblica la oportunidad
que ellos me haban proporcionado, as que de all en adelante tena que luchar para vencer aquel complejo
que ech profundas races cuando se la cont al compaero chofer que me trajo.
Fue por esta causa que durante ao y medio no lo cont a nadie y slo me arriesgu cuando se empezaron a
leer con frecuencia en los peridicos relaciones de personas que aseguraban haber tenido oportunidad de
admirar estas fantsticas naves espaciales.
Como deca al principio de este libro, he pasado tantos sinsabores desde que me decid a contarlo que he
acabado por considerar increble la aventura y justificar a las personas que se burlan de m, pues tienen
derecho a no creer lo que ellos no hayan visto o vivido. As, cuando me topo con una persona que me pregunta
en son de guasa, acabo por decirle que slo fue un viaje que hizo mi mente en alas de la imaginacin, y con
eso lo dejo satisfecho, pues casi siempre infla el pecho y dice:
Ya deca yo que esto era imposible. A m nadie me engaa. As los dos quedamos tan contentos.
Ahora, cuando encuentro a una persona exenta de petulancia y de Sabidura, casi siempre le cuento todo y
con mucho gusto nos ponemos a discutir lo factible y lo no factible y, pongamos que no lo crea, pero queda con
la duda y, adems, se divirti, cosa que a m me satisface.
Posteriormente a este viaje me sucedieron cosas tan raras que quedan fuera de mis conocimientos.
Las relato abrigando la esperanza de que alguno de mis lectores tenga idea de lo que se trata.
Muchsimas personas me asediaban preguntndome si saba de que planeta procedan aquellos hombres y
esto me mortificaba a tal grado que acab obsesionndome, pues resultaba estpido no habrseme ocurrido
preguntarlo a los que me hubieran sacado de la duda.
Uno de esos das en que ms me mortificaba esta pena, empec a sentir una presin mental insoportable,
que por momentos se haca ms pesada, al grado de que tuve que dejar de trabajar, pues me resultaba
peligroso.
Me dirig a mi casa a eso de las tres de la madrugada y, aunque no tena sueo, me tend en la cama.
El cuarto estaba a oscuras. No quera despertar a mi esposa y por lo tanto me abstuve de prender la luz.
Estaba, lo recuerdo perfectamente, despierto y en actitud pensativa y revoloteaba en mi mente el reproche que
me haca de no habrseme ocurrido hacer tan importante pregunta. De repente, el lugar se ilumin
inundndose de luz, pero de esa luz que yo haba visto en aquel planeta. Trat de incorporarme sin lograrlo y
ante mi asombro desapareci todo lo que de familiar haba a mi alrededor y me vi participando en una escena
en que aparecan mis dos amigos dndome una conferencia de astronoma.
Pintaban en algo colocado en una de las paredes, lo que deba ser un diagrama de nuestro sistema solar.
Reconoc el Sol y nueve planetas de diferentes dimetros, habiendo treinta y siete lunas en total, distribuidas
treinta de ellas entre los cinco ltimos planetas y las siete restantes entre el nuestro y el Sol. Cuando estuvo
todo distribuido, simplemente traz el que haca de profesor que no era otro que el hombre ms delgado de
los dos primeros una cruz sobre el segundo planeta a partir del Sol. Luego, el mismo hombre volvi la cara a
donde me encontraba y me dijo en su reconocible voz:
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Te acuerdas cuando entrbamos en nuestro planeta, que preguntaste si era el sol lo que veas y te
contest uno de nuestros superiores que no, pero que s estbamos entrando en nuestro planeta por la puerta
del sol, o sea por la parte en que siempre est alumbrando nuestro astro rey?
Y a fe ma que no recordaba aquellas palabras, pues entonces estaba yo tan asustado ante lo que tena a mi
vista, que no se me grabaron. Terminado este interrogatorio, desapareci la luz, mis amigos y todo lo que
acababa de ver, y de paso ya no pude conciliar el sueo hasta el nuevo da...

Salvador Villanueva Medina.



FIN

* * *

Este libro fue digitalizado para distribucin libre y gratuita a travs de la red
Digitalizacin: Autor desconocido - Revisin y Edicin Electrnica de Hernn.
Rosario - Argentina
22 de Agosto 2003 01:35

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