Aguijada palatal: a mi padre

Aguijada palatal: a mi padre

A mi padre Raymundo Ramos
2 de nov. de 1934-31 de dici. de 2017

 Por Vera Milarka

Agua de escorpión y mezcal
se desprendió la hoja débil del árbol,
frágil ala de mariposa de invierno
separada por un suspiro
del libro huérfano y adoptado
en librería de viejo,
página libre de papel ámbar
perfume de lignina en la solapa
el sueño de la vida craquelado por el tiempo,
te fuiste, con la lengua en aguijada palatal
respirando, en una bocana, el infinito.
 
Tu lágrima derramada
desde la comisura anterior
y la del ojo, a las 5:55 de la tarde,
para inmediatamente después
vocalizar el verbo al ángelus.
Fue el preludio
la gota haciéndose letra manuscrita
con la tinta del alma en vilo,
destilándose.
 
Agua de sal como hilo de seda y oro
tejido sobre tu pecho de zorzal
sobreviviendo hasta el último de tus alientos,
y en tu antesala de polvo lúgubre
los destellos de tu mente
--luminosos yods--
cayendo sobre nuestro epitafio en vida
una lluvia de fugaces estrellas y preguntas.
 
Soy tu hija póstuma
sollozando solitaria al calce de tus letras,
donde acabo de borrar con mi llanto
los numerales de la rayuela
en el pavimento roto,
de La Torre del Tarot
raída y cuarteada
por las escaleras de mi edificio
que no van al cielo
ni a ninguna parte.
 
Hechicera que dialoga sobria
bajo la cúpula del continuum imaginarium
te bendigo desde la abadía
bajo el domo transparente
de tu Casa Morada
que cruje,
entre las hierbas crecidas
de los muros húmedos y enlutados
de moho y cicatrices blancas
--las paredes y los techos--
son alfombra de musgo y mirra,
testigos mudos de tus retahílas
de suspiros y alaridos,
de aquel dolor antiguo
neuropático y moribundo,
cobijado por la arquitectura de tus
escritos aprisionados en sus formas
y tus silabarios deícticos.
 
Descansa de tu cárcel
de huesos y pilares enhiestos,
de tus tendones y venas
trenzadas al mástil de la cama,
que no te vio nacer ni morir como una madre entre sus sábanas,
pero dejó la huella indeleble de tu cuerpo
en el sudario
y la marca de agua impresa en tu salitre
de tanto escribir y reescribirte,
por fin saliste de la oruga
de mantas arrugadas 
de recuerdos y deseos
de mantis religiosas.
 
Ya eres luz y no agua de mezcal
donde tu escorpión chapoteaba
sus venenos y veneros del diablo.
Eres ya el cauce fluyendo del río todo,
la consciencia elevándose
por encima de sí misma
y el amor puro, ubicuo e inefable,
irradiando sobre los corazones de todos:
Nosotros.

 

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2 de noviembre día de tu cumpleaños /



 

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