AFABILIDAD, CONFIANZA Y BUEN GOBIERNO

AFABILIDAD, CONFIANZA Y BUEN GOBIERNO

"El amigo de todo el mundo no es un amigo"

Aristóteles (384 AC-322 AC).-Filósofo griego

Luis inició la charla comentando su postura ante el tema de la amistad en la empresa; en cambio, él era un defensor de la afabilidad. Recordando al gran Aristóteles, en Ética a Nicómaco, y comentando sobre las relaciones sociales (convivencia, intercambio de palabras, intercambio de acciones, etc...) y como las personas se mueven entre la complacencia y el descontento.

Los primeros, complacientes, no paran de alabar para agradar, no se oponen a nada, y se creen en la obligación de no causar molestias a cuantos interaccionan con ellos. Los segundos, pendencieros, a todo se oponen, y no se molestan ni lo más mínimo de no molestar por donde actúan, valga la redundancia. Por extremos, ambas son formas de ser censurables, y el termino medio sería, sin duda, la forma de ser laudable. 

Ni amistad ni desprecio, sino una posición afable. Afabilidad como virtud, entendiendo que en los polos opuestos a la misma encontramos la adulación y el descontento, como ejemplos de donde no nos debemos posicionar.

Y como Luis me comentaba, de la afabilidad se descuelga la confianza, siendo un factor de gran importancia en la dirección de la empresa. Sí, convenimos que en las relaciones comerciales existen contratos, y procedimientos en términos de funcionamiento interno, pero sin un mega-contrato perfecto (el cual no existe, dicho sea de paso) todo acaba funcionando en cuanto existe una confianza mínima necesaria en cada grado o situación.

El control sin confianza no es eficiente. Lo que no significa que no deba existir la medición, el seguimiento y las métricas que permitan decidir si continuar o pivotar en tareas o ideas, según se viere o interese.

Los responsables deben gobernar y definir el marco de actuación, el propósito y la dirección del negocio. A partir de ahí sería intromisión injusta e ineficaz si no se permite gestionar a directivos, mandos intermedios y profesionales dentro de su área de actuación.

Cambiamos de tercio, y Luis y yo, de ahí pasamos a comentar sobre lealtad, y cómo la lealtad entendida como completa no es éticamente exigible, siempre que derive a una dedicación exclusiva a los fines de la empresa. Estábamos de acuerdo que la persona trasciende a la sociedad, por lo que nunca debería quedar sometida la primero a la segunda.

Lo que si está claro es que todo proyecto necesita de un mínimo de gobierno, porque lo que el profesional no admitiría es ni una total indiferencia o un postureo adulador. Y entonces convenimos de lo imprescindible y necesario de la confianza interna para el funcionamiento exitoso de la empresa. Y el éxito es con y de la gente. Y hacer empresa  supone entusiasmar a un grupo de personas por uno o varios fines que serán comunes a todos y que orientan las tareas de cada uno de los profesionales que forman la misma. 

Acabamos entendiendo que empresa y persona no son lo mismo, pero tampoco incompatibles por naturaleza. Es cuestión de equilibrio entre la fortaleza de la persona y la medida en la exigencia por parte de la empresa. Recordamos que las empresas, independientemente de su tamaño, exigen mucho, y la gestión no es otra cosa que un pozo sin fondo. Del auto-cuidado y de una perspectiva suficiente sobre su persona, así como métodos de trabajo que permitan dominar su agenda vital dependerá si un profesional navega por la empresa sin problemas o acaba hundido en el pozo comentado profundo que es la gestión a alto nivel.

Éramos dos, pero el término medio, el equilibrio y la huida de los extremos se me antojó como que compartíamos mesa y mantel con el mismo Aristóteles. Me fui contento, pero entendí que no es fácil flotar en afabilidad en un mundo de enfrentamiento y extremos. Pero merecía la pena intentar seguir los buenos consejos y la sabiduría de Luis.

Publicado por La semana de EduSanchez

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