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¿Por qué el Espíritu Santo es “santo”?

¿Por qué el Espíritu Santo es "santo"? Por biblebox. @Adobe Stock
Jean-Pierre Rosa 12 oct 2020, 22:49 0 Comentarios

Cuando empleamos la fórmula "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", se llama al Espíritu "santo". Descubramos el origen de esta fórmula.

En la expresión evangélica: "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (que se encuentra en los Hechos, en el momento del envío a la misión de los apóstoles y que constituye uno de los fundamentes de la fe trinitaria), el Espíritu es el único denominado como "santo". Podría haberse calificado al padre como el santo por antonomasia, o al Hijo, lleno de santidad. Y sin embargo, no. Tan solo se le llama "santo" al Espíritu. ¿Por qué este particular tratamiento? Sin duda se debe a que no había equivocación posible respecto al Padre y al Hijo, mientras que el término espíritu tenía diversos significados que era necesario desvincular de aquello a lo que el evangelista pretendía hacer referencia. Es habitual encontrar en los evangelios referencias a espíritus malignos o, incluso, espíritus impuros. Por ello, decir que el Espíritu es santo es distinguirlo de todos esos "espíritus" e indicar que participa de la santidad de Dios.

El Espíritu (pneuma, en griego y ruah, en hebreo) es esa Exhalación divina. Hablar de Espíritu santo es darle una dimensión cósmica al término. Este espíritu de Dios era el que se cernía sobre las aguas en el momento de la creación y el que la anima, el que da vida a hombres y animales. Pero posee también una dimensión más íntima y humana. El espíritu es aquello que habita en nosotros, nos mantiene vivos y lo entregamos en el momento de la muerte. El espíritu es, así pues, el corazón de la persona, su parte más íntima y más frágil, aunque también la más preciosa, lo que le brinda sentido y consistencia a la existencia. Es el hálito divino, ese soplo de Dios en ella.

El espíritu de Cristo recibe el título de santo de una forma especial. El espíritu de Jesús, el que entrega al Padre en el momento de su muerte (Lc 23, 46), es ese vínculo de unión existente entre él y aquel al que llama Padre. Es también ese espíritu creador. Ese espíritu, ese hálito, es santo.

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