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3 razones para oponerse a la fluoración del agua

La fluoración es la práctica de agregar compuestos de fluoruros a los suministros de agua de grifo, con el consabido propósito de combatir la caries dental. Miembros de la Flouride Action Network, una institución con sede en varios países del mundo,explican por qué esto no debe hacerse.

Valga aclarar que la mayor parte de las naciones desarrolladas, incluyendo Japón y el 97% de la Europa occidental, no agregan flúor al agua.

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Sin embargo, en países como Estados Unidos, donde se fluoriza el 70 por ciento del suministro, desde los ámbitos oficiales de salud se proclama la fluoración del agua como "uno de los diez principales logros de la salud pública del siglo XX."

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Por otro lado, los datos globales de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revelan que no hay una diferencia discernible de la caries dental entre la minoría de naciones occidentales que fluoran el agua, y la mayoría que no lo hace. De hecho, las tasas de caries en muchos países donde el agua no está fluorada, son ahora inferiores a las tasas de caries en los que sí lo está.

Según los expertos, existen tres razones fundamentales para terminar con esta práctica obsoleta, proveniente de conceptos en salubridad que datan de la década del cincuenta.

Razón 1: A diferencia de otros procesos de tratamiento de agua, la fluoración no trata el agua en sí, sino a la persona que la consume. El flúor es un medicamento, no un nutriente, que se utiliza para prevenir una enfermedad. Por definición, por lo tanto, la fluoración del agua es una forma de medicamento. La mayoría de las naciones europeas han rechazado la práctica, porque, en su opinión, el suministro público de agua no es un lugar apropiado para la adición de las drogas, particularmente cuando el fluoruro está disponible para uso individual, en forma de dentífrico.

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Razón 2: En los años cincuenta no se sabía, pero ahora sí, que el beneficio principal del flúor proviene del contacto tópico con los dientes, no de la ingestión. Por lo tanto, no hay ninguna necesidad de tragarlo.

Razón 3: No es una práctica segura, en especial para quienes padecen algún problema de salud, a quienes vuelve vulnerables a los efectos tóxicos del flúor. La fluoración está llevando millones de niños a desarrollar fluorosis dental, una decoloración de los dientes que es causada por la ingestión excesiva de flúor. Se sabe que el agua fluorada causa una enfermedad ósea grave en pacientes en diálisis, y en pacientes con otras formas avanzadas de enfermedad renal. Un creciente número de evidencias indica razonablemente que el agua fluorada, además de otras fuentes de exposición diaria al flúor, pueden contribuir al aumento de una serie de efectos graves, como la artritis, el daño al cerebro en desarrollo, reducción de la función tiroidea y posiblemente osteosarcoma (cáncer de hueso) en los varones adolescentes.

Personalmente, me planteo otra hipótesis: Imaginemos por un momento que los gobiernos caen en la cuenta de que en las grandes urbes hay demasiada gente con trastorno de ansiedad y suicidios por depresión, y entonces le agregan antidepresivos al agua que bebemos. Sencillamente, suena a ciencia-ficción.

La realidad es que entre los pesticidas con los que se fumigan verduras y hortalizas; los químicos (muchos de ellos probadamente cancerígenos) que se agregan a los alimentos para su mayor conservación, y los alimentos transgénicos (no se sabe aún si podrían producir algún daño a largo plazo), resulta difícil saber qué nos mata, finalmente.

En Twitter @aleherren

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