Contenido publicitario

 PromPerú
Los "contenidos de socios" son contenidos pagados y controlados por el anunciante. Estos contenidos son producidos por los departamentos comerciales y no implican a la redacción ni a los periodistas de Euronews. El socio financiero controla los temas, el contenido y la aprobación final en relación con el departamento de producción comercial de Euronews.
Contenido publicitario
Los "contenidos de socios" son contenidos pagados y controlados por el anunciante. Estos contenidos son producidos por los departamentos comerciales y no implican a la redacción ni a los periodistas de Euronews. El socio financiero controla los temas, el contenido y la aprobación final en relación con el departamento de producción comercial de Euronews.
PromPerú

Áncash, el secreto de los Andes peruanos escondido entre nevados y lagos azules

Laguna 69, Áncash
Laguna 69, Áncash   -  Derechos de autor  Leonel Ortiz / PromPerú

Cielos estrellados, lagunas de prístinas aguas turquesas y nevados de más de 6.000 metros de altura conforman el paisaje de la región peruana de Áncash, que alberga los secretos mejor guardados de la Cordillera de los Andes. Un lugar para conectar con la naturaleza y descubrir los vestigios de las culturas precolombinas que lo habitaron.

Atravesado por la cadena montañosa más larga del planeta, esta región al norte de Lima presume de algunos de los tramos más impresionantes del conocido accidente orográfico, como la Cordillera Blanca y la Cordillera Huayhuash, las más altas del trópico.

PUBLICIDAD

Recorrida en toda su extensión por el Río Santa, la Cordillera Blanca alberga la cumbre más elevada del país, la del Huascarán, a 6.768 metros sobre el nivel del mar, que atrae a andinistas de todo el planeta para intentar conquistarla.

Más de 800 lagunas de agua azul, que nacen del deshielo de los nevados, adornan el exclusivo panorama. Contando entre las más populares a la bella laguna y la Laguna 69, que permiten observar desde sus orillas las montañas de Chacraraju, Pisco y Yanapaqcha –pasos obligatorios en rutas de trekking o bicicleta.

© Annie Tarasova
Lake Parón© Annie Tarasova

Aunque la verdadera atracción son sus imponentes glaciares, que bañan la cordillera y son el origen de caudalosos ríos que nutren una flora y fauna de miles de especies. Destaca el bosque de Puyas Raimondi, la reina del altiplano: una centenaria planta en peligro de extinción, que es pariente de la piña y puede alcanzar los 12 metros de altura. Deslumbra a los visitantes con una floración de hasta 8.000 capullos, que colorean un paisaje donde predominan los arbustos y las hierbas gramíneas, alimento de vicuñas, llamas y alpacas.

Huayhuash, la hermana pequeña de las cordilleras, es considerada como una de las mejores rutas de senderismo del mundo. Cuenta con más de seis picos que superan los 6.000 metros y unas 357 hectáreas de territorio protegido por iniciativa de familias, comunidades y distintas organizaciones comprometidas con la conservación.

© Dickens Rondán / Promperú
Bosque de puyas, Áncash© Dickens Rondán / Promperú

Coronado por el Yerupajá, el segundo macizo más alto de Perú, este sistema montañoso es un observatorio de aves y naturaleza único y su exigente recorrido a pie permite admirar lagunas de inmensas proporciones. Existen rutas sencillas de dos días para principiantes y de hasta doce para escaladores expertos, quienes podrían hacer la travesía provistos de hojas de coca y adaptándose a los cambios de temperatura y la disminución de oxígeno.

PUBLICIDAD

Para aclimatarse se recomienda comenzar con caminatas cortas a miradores por encima de los 3.000 metros cerca de Huaraz, capital de la región, que permiten avistar glaciares como el Diablo Mudo, Jahuacocha, Solteracocha y Rásac; lagunas como la de Carhuacocha o Mitucocha; el Valle de Cajatambo y las majestuosas montañas de Siula Grande y Rondoy.

© J.Vallejo / PromPerú
Credit:© J.Vallejo / PromPerú

Elegida por la mayoría de exploradores como inicio de aventuras, esta ciudad en las alturas cuenta con una amplia oferta gastronómica para deleitar a los turistas. Entre sus platos destacan el picante de cuy, una barbacoa de conejillo de Indias con abundantes chiles (ajíes) y especias; la cuchicanca, lechón adobado al horno; la llunca kashki, sopa a base de trigo molido y los famosos tamales.

Vigilada por el gigante de cima blanca Huascarán, es la postal perfecta para crear recuerdos de una geografía privilegiada que incluye nevados, lagunas, sitios arqueológicos, museos, santuarios y baños termales recogidos en los confines del Parque Nacional de Huascarán, nombrado Patrimonio Natural de la Humanidad en 1985.

Además del sueño blanco de los andinistas, Áncash esconde un tesoro histórico: el Callejón de Huaylas. Por esta icónica ruta de 180 kilómetros se desplazó el Imperio inca hacia Chavín de Huántar, centro religioso y administrativo, que alberga los restos arqueológicos preincas más importantes del país, y rescata una antigua vía de peregrinación que se inicia en Huaraz.

© Charley Voorhis
Credit:© Charley Voorhis

También conocido como el Valle del Santa, este estrecho y alargado camino de imponente belleza adquirió su forma gracias al recorrido del río Santa, que nace de la laguna Conococha, entre las cordilleras Blanca y Negra. Se trata de una reserva hídrica que recorre 33 sitios de relevancia arqueológica y cuenta entre sus vestigios con tumbas, miradores, andenes, edificaciones y canales de regadío.

La región y sus corredores turísticos tienen un cuerpo policial especializado a disposición de los visitantes para garantizar su seguridad; y un sistema de vigilancia y control de acceso en las áreas naturales protegidas, que vela por el medioambiente y la preservación del ecosistema.

Áncash es un verdadero paraíso para los amantes del andinismo, excursionistas y observadores de la biodiversidad, pero no es sólo sinónimo de cumbres nevadas, sino que también sorprende con una salida al Pacífico de costas onduladas y estrechas, que albergan algunas de las mejores playas del país como Huarmey y Casma, situadas a cuatro y tres horas en auto desde Huaraz.

Por Ana González