Abdicar: una tradición real en Holanda

Abdicar: una tradición real en Holanda

Cuando el pasado 28 de enero la reina Beatriz de Holanda decidió anunciar que entregaría a  su trono a su hijo Guillermo Alejandro después de 33 años de reinado,  las nuevas generaciones se enteraron del termino ‘Abdicar’ . según muchos monárquicos un verdadero rey esta en ejercicio de sus funciones hasta el final de sus días y solo se corona al nuevo monarca después de la muerte de su predesesor. Esta ha sido la premisa de una de las monarquías mas famosas del mundo como la británica. Isabel II se coronó en 1952 después de la muerte su padre y su misma tatarabuela la Reina Victoria, llegó a reinar hasta que expiró cuando tenia mas de 80 años. 

Por su parte la reina Sofía de España ha llegado a afirmar que a pesar de los problemas que atraviesa su marido el rey Juan Carlos, este jamás abdicaría. Todo este preámbulo nos hace reflexionar sobre la intempestiva salida de Beatriz de Holanda.

¿Abdicar la hace menos reina? ¿Esta jubilación de viajes oficiales, saludos interminables, ceremonias alrededor del mundo, la convierten en una desertora de sus deberes para dedicarse al ocio y disfrutar de su fortuna (es una de las mujeres más ricas del mundo), los últimos años de vida? Y aunque busquemos todas  las explicaciones entre las que están las mas superficiales  hasta las mas emocionales, sigue siendo un tema de interés conocer el verdadero motivo por el que Beatriz  colgó su corona, se quitó la capa de armiño para dársela a su primogénito y a Maxima, su carismática nuera argentina.

Según allegados a la familia Orange-Nassau (apellido de la casa real de los países bajos), la monarca no ha podido con el dolor de ver el estado vegetativo de su hijo Johann Friso quien sufrió un accidente esquiando en la nieve en febrero del año pasado y que lo dejó en coma. La reina casi había detenido sus actividades oficiales para vivir como una madre cualquiera en la clínica londinense donde este fue trasladado y donde se espera a través de la ciencia y los muchos especialistas consultados se pueda obrar el milagro de que despierte a la vida quien fue por muchos años el segundo en línea de sucesión.

Y aunque esta razón es más que poderosa para la salida de la ahora Princesa Beatriz de su trono, en Los Países Bajos, ha sido casi parte de la tradición que el monarca reinante ceda su trono en vida a su heredero, al mejor estilo de las jubilaciones del resto de los mortales después de haber cumplido cierto tiempo en ejercicio laboral.

Beatriz nació en 1938 en el palacio de Soestdijk cuando su abuela la indoblegable reina Guillermina era reina de los Países Bajos y a quien le tocó tomar la drástica decisión de enviar a su hija Juliana y nietas a un exilio forzoso a Canadá hasta que pasara la segunda guerra mundial. Guillermina llegó al trono cuando tenía solo 10 años por la prematura muerte de su padre Guillermo III en 1890. Ella que se mantuvo firme como un roble al frente de los ánimos patrióticos de su pueblo durante las dos guerras mundiales que azotaron el continente europeo,  renunció a su corona en 1948 y se retiró placidamente al palacio de Het Loo, donde se limitó a ser una observadora a la distancia y consejera ocasional de su hija y heredera la Reina Juliana. Guillermina murió en 1962 a los 82 años y de no haber abdicado se habría convertido en la monarca con mayor tiempo en una corona europea con 72 años.

Su hija Juliana, aficionada al esoterismo, ciencias ocultas y las supersticiones, llevó con placida tranquilidad sus obligaciones en el trono y casi se dejó guiar por su polémico y mujeriego esposo el príncipe Bernardo de Lippe-Biesterfeld. Después de 32 años de monarquía le cedió su titulo a Beatriz la mayor de sus tres hijas y quien se preparó desde la infancia para asumir el trono de su país. Abogada de carrera, políglota y aficionada a los juegos de azar, se enfrentó a ser parte de la tradición patriótica de su país y ser máximo líder desde abril de 1980. En el tiempo de su reinado tuvo que pasar la dura prueba de ver morir a su madre hace solo 9 años.

Siendo así las cosas no sería extraño para los ciudadanos de Holanda, que de acá a 40 años la simpática y muy rubia Princesa Amalia de 9 años y con la mitad de su sangre tan argentina como el tango se convierta en vida de su padre quien para ese entonces será un octogenario abuelo, en la primera reina con sangre latina del continente europeo