Si sientes hormigueos en alguna parte del cuerpo, ¡no lo pases por alto!

Podría ser un ‘aviso’ de que algo anda mal en tu sistema nervioso

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Sentir cosquillas, picor o entumecimiento en pies y manos es una sensación desagradable que suele desaparecer, pero hay quien la sufre crónicamente. (Foto: Getty Images)

Todo el mundo asocia las convulsiones y los ‘desmayos’ con la epilepsia pero casi nadie sabe en qué consiste realmente esta enfermedad crónica del sistema nervioso.

Indistintamente del sexo, la edad o la raza, la epilepsia puede afectar a cualquier persona. De hecho, los expertos calculan que en España, unas 578.000 personas sufrirán epilepsia a lo largo de su vida.

La enfermedad se caracteriza por alteraciones leves del estado de conciencia, movimientos involuntarios, sensaciones, pensamientos o emociones anormales, perdidas de conciencia completa o convulsiones generalizadas.

Es difícil de identificar y diagnosticar. Además, muchas de las crisis epilépticas pasan inadvertidas a los propios enfermos y familiares. Hasta en el 20 por ciento de los casos existen errores diagnósticos.

Según el reciente estudio EPIBERIA, realizado por la Sociedad Española de Neurología (SEN) sobre la prevalencia de la epilepsia en España, unas 578.000 personas en España sufrirán la enfermedad a lo largo de su vida y 225.000 personas han padecido crisis epilépticas en los últimos 5 años. Cada año se detectan entre 12.400 y 22.000 nuevos casos.

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La enfermedad se produce debido a un fallo de conexión entre las neuronas que interrumpe las funciones normales del cerebro. (Foto: Getty Images)

La epilepsia es una enfermedad que puede tener un diagnóstico difícil y que puede retrasarse en el tiempo dependiendo de la evolución de la enfermedad.

Es la segunda causa de consulta ambulatoria neurológica después de las cefaleas y la segunda causa de atención neurológica en urgencias después del ictus. También es la tercera causa neurológica de hospitalización, tanto por las crisis epilépticas como por los accidentes derivados de éstas.

“El espectro clínico de la epilepsia es muy amplio y existen muchos tipos de crisis epilépticas, dependiendo de dónde comience la descarga epiléptica. Generalmente nos imaginamos a un paciente con pérdida de conocimiento y convulsiones, pero existen otras crisis que no son tan evidentes, donde el paciente simplemente desconecta o siente hormigueos en alguna parte del cuerpo”, explica el Dr. Juan Mercadé Cerdá, coordinador del grupo de estudio de epilepsia de la SEN.

Es precisamente en estos casos cuando se producen retrasos en el diagnóstico (hasta de 10 años) y cuando existe una falsa percepción de levedad que puede tener graves repercusiones. Por eso, ante cualquier duda sobre alguno de estos episodios se debe consultar con un médico.

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Las crisis se presentan siempre de forma imprevista y se manifiesta de múltiples maneras como el ‘agarrotamiento’ de manos y articulaciones. (Foto: Getty Images)

Es la enfermedad neurológica más antigua de la humanidad y a pesar de ello es de la más desconocidas. Asimismo, siempre ha estado rodeada de temor, estigma y prejuicios que se han arrastrado hasta la actualidad.

“La epilepsia es una de las enfermedades neurológicas más comunes y, sin embargo, todavía sigue siendo una de las más mitificadas. Es fundamental saber identificar una crisis epiléptica y lo que hay que hacer ante ella, ya que una mala actuación podría perjudicar al paciente”, señala el Dr. Juan Mercadé.

Así pues los expertos recuerdan que, por lo general, una crisis epiléptica no es peligrosa; esto es lo que tenemos qué hacer cuando a alguien le está dando un ataque de epilepsia: si alguien de nuestro alrededor sufre una crisis debemos mantener la calma eliminando los objetos cercanos que puedan dañarle, que nunca debemos introducir ningún objeto en la boca y que tras la crisis, debemos dejarle descansar.

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No es aconsejable intervenir demasiado, sólo colocarlo en posición de defensa y eliminar objetos potencialmente peligrosos. (Foto: Getty Images)

Más en detalle, los pasos a seguir serían:

  1. Proteger la cabeza del afectado y poner el cuerpo de costado para que la saliva no obstruya las vías respiratorias. Nunca se debe tratar de abrir la boca a la fuerza ni muchos menos colocar paños o algún objeto que obstruya estas vías.

  2. Conservar la calma y tranquilizar a los presentes. Debemos evitar la aglomeración de gente alrededor y las acciones de socorro deben ser dirigidas por una sola persona.

  3. En tercer lugar debemos retirar los muebles cercanos con los que pueda lesionarse y proteger la cabeza con algún objeto blando debajo (chaqueta, bolso o abrigo).

  4. Nunca se deben sujetar los movimientos compulsivos, ya que pueden dañar a la persona.

  5. Quitar los objetos que puedan molestar o ahogar a la persona como una bufanda, gafas, bolso…

  6. Finalizada la crisis debemos ayudarle a incorporarse sin ponerlo de pie hasta que esté recuperado completamente. Tampoco debemos darle agua o alimentos hasta que se encuentre estable.

  7. Para confirmar que se encuentra bien podemos preguntarle si está consciente y ofrecer ayuda para contactar algún familiar.

Solo es necesario hay que acudir a urgencias si la crisis se prolonga más de cinco minutos, si se trata de crisis repetitivas o si ha sufrido alguna lesión importante durante las mismas.

Aunque la epilepsia no tenga cura, existen tratamientos muy eficaces para disminuir o incluso detener las crisis.

“Se pueden controlar las crisis con medicación, aunque existe aún un porcentaje bastante alto de personas con epilepsia fármacorresistente, que no responden bien a estos y pueden precisar de otras terapias, como la cirugía o procedimientos paliativos”, comenta el Dr. Juan Mercadé.

La cirugía es la principal alternativa cuando fallan los fármacos y puede llegar a lograr una curación en casos bien seleccionados. Aunque no todos los epilépticos son candidatos a la cirugía. Actualmente en España se realizan ya unas 200 intervenciones anuales y entre el 55-85 por ciento de los pacientes consiguen buenos resultados.

Con un control adecuado de la enfermedad, y a pesar de que puede generar algunas limitaciones, por lo general los pacientes pueden llevar una vida plena y activa.

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