El histórico acomodador del Maipo que “mira al revés”, amigo de Vargas Llosa y al que Aleandro bautizó rata de teatro

- Créditos: @Rodrigo Nespolo
- Créditos: @Rodrigo Nespolo

Para ser dueño hay que actuar como uno. Entre las columnas doradas del hall del Teatro Maipo, Horacio “El Negro” Cortés rinde honor a la premisa. Viste de smoking, de su ojal cuelga un prendedor con forma de avión y un moño azul le cubre el cuello de la camisa. Se mueve orgánico, elegante y servicial por las alfombras rojas, los telones de terciopelo y las puertas centenarias de madera de la sala. El mostacho se mezcla con su sonrisa cuando da la bienvenida al histórico centro de la cultura porteña. Está en su casa.

Hace 28 años, Cortés cruzó por primera vez el umbral y subió las escalinatas en las que ahora se sienta como si fuera el pórtico de su hogar. Lo hizo para trabajar de jefe de sala, un puesto que confiesa que todavía no sabe realmente qué significa. El acomodador llegó de adolescente a Buenos Aires desde Santiago del Estero y tuvo un camino profesional polirrubro hasta desempeñarse en aquel cargo casi inventado, del que se apropió gracias a imprimirle su personalidad. Su dedicación a la tarea se volvió un sello de distinción de cada espectáculo de El Maipo en las últimas tres décadas. Pasaron tres dueños teatrales, cambiaron los nombres en las marquesinas y las obras, pero permaneció inmutable el hombre bien vestido de la puerta que se encarga de recibir al público y acompañarlos hasta sus butacas.

En sus años de servicio, la actriz Norma Aleandro lo bautizó “rata de teatro”, un ser que no tiene espacios vedados en camarines y bastidores, una persona que logra escabullirse en cada pasadizo, habitación o recoveco y acceder a la intimidad de los grandes artistas. Hoy sigue al frente en el trabajo que siente que le salvó la vida. Hoy es imprescindible.

“De entrada me mandaron a trabajar y yo no sabía qué hacer. Entrar fue un shock porque no tenía la costumbre de estar en los teatros y, de repente, estaba en las entrañas del lugar. El Maipo estaba por reabrir después de unas reformas y no quedaba otra que arrancar”, dice Cortés a LA NACION. En 1994, en su primer día de trabajo, en cartelera estaba Escenas de la vida conyugal, una adaptación de una obra del director sueco Ingmar Bergman, escenificada por la dupla estelar de Norma Aleandro y Alfredo Alcón. Todo su trabajo como jefe de sala lo aprendió de Norberto Campana, la persona que por 63 años administró el teatro.

El acomodador fue bautizado "rata del teatro" por la actriz Norma Aleandro
El acomodador fue bautizado "rata del teatro" por la actriz Norma Aleandro - Créditos: @Horacio Cortes

“Empezar trabajando con Norma y Alfredo –recuerda, casi suspirando, Cortés– fue maravilloso, el inicio de una vida distinta. Hoy Norma es una amiga. Un día me dijo que soy una rata de teatro. Cuando le pregunté qué significaba, me respondió que con el tiempo me iba a dar cuenta. Todavía le busco el significado, pero sé que amo este lugar. Me definió así y de alguna manera me convertí en eso”. Cortés cuenta que recibe al público como lo hacía 28 años atrás, limpia, barre y ordena.

Cortés se siente parte del mobiliario del histórico teatro, que tiene 114 años. “Me encanta ser parte de esto y que se recuerde El Maipo, además, por lo que significa atender al público y darles una bienvenida a un lugar que es la magia pura. El escenario te enseña a respirar distinto. La gente que viene a disfrutar un espectáculo habla de los genios que pasaron por acá. Mis compañeros me preguntan por qué en las funciones miro al revés, y les respondo que quiero ver los ojos y gestos del público cuando el artista les da algo que no saben que vinieron a buscar. Salen distintos de la sala, transformados. Los artistas son el nexo entre la realidad y lo que nos gustaría ser a nosotros”, reflexiona.

"Me encanta que se recuerde El Maipo, además, por lo que significa atender al público y darles una bienvenida a un lugar que es la magia pura", dice Cortés
"Me encanta que se recuerde El Maipo, además, por lo que significa atender al público y darles una bienvenida a un lugar que es la magia pura", dice Cortés - Créditos: @Rodrigo Nespolo

Su ubicación de privilegio le hizo conocer en profundidad el mundo del espectáculo, los egos y las excentricidades. “El ego de muchos artistas te ayuda a tener equilibrio en la vida. Los que trabajamos acá sabemos que son iguales a nosotros, pero tienen algo especial. Tuve contratiempos de convivencia con algunos actores porque son pasionales. Recuerdo un incidente con Antonio Gasalla, pero después me di cuenta de que todos tenemos eso de la locura. Pinti, Gasalla, Perciavalle o Julio Bocca por dar algunos nombres, fueron compañeros de trabajo muy especiales y queridos, y para convivir hay con ellos hay que aprender a caminar diferente. Aprendí a tener percepción, saber qué les pasa y hasta pescar con anticipación cuando van a tener un cambio de humor por un mal día”, detalla. Mauricio Ayub le dedicó un emotivo video, que fue parte de un homenaje a “El Negro” organizado por el teatro y puede verse en esta nota.

Un remedio contra el ego

Hace unos años, entre boleteros, maquilladores, acomodadores y el resto del personal formaron un grupo llamado “El Maipo Subterráneo” dedicado a satirizar a los artistas. Las parodias empezaron como un juego a puertas cerradas, pero con los años se instaló la costumbre después de la última función de un espectáculo. En las butacas se acomodaban los artistas y sus familias para ver la performance del staff del teatro. También fueron sumando público de afuera y con el boca en boca llegaron a llenar la sala con 200 personas para ver el show de los acomodadores. “Les tomábamos el pelo en escena con todas sus equivocaciones en la obra. Los actores no podían creer que estuviéramos atentos a tantos detalles. La primera sátira fue a Enrique Pinti. Satirizábamos lo que hablaba de más, el comportamiento de las bailarinas y las equivocaciones de todo el elenco en el escenario. Son todas cosas que tienen que ver con la comunión interna del teatro”, relata.

Otra víctima de la parodia fue Julio Bocca. Cortés salió sorteado entre sus compañeros para imitar al bailarín en una difícil actuación en la cima de una escalera. El acomodador recreó la escena vestido con un tutú rosa. “A Norma y Alfredo era muy difícil hacerles una sátira de sus obras. Hacíamos ensayos y todo. Ella tiene una dicción maravillosa, pero con los chicos veíamos todas sus funciones y detectábamos si se equivocaba en algunas cosa. Al final quedó fascinada con la interpretación que hicimos”, cuenta.

Frente al público Cortes parodió un difícil número del bailarín Julio Boca
Frente al público Cortes parodió un difícil número del bailarín Julio Boca - Créditos: @Horacio Cortes

Llegada a Buenos Aires

A los 13 años, Cortés llegó a la estación terminal de Retiro en el tren Estrella del Norte. Es hijo de madre soltera y fue criado por sus abuelos (a quienes considera sus padres), que lo enviaron a Buenos Aires para trabajar y estudiar. “Vengo de Santiago del Estero, del monte. Buenos Aires te atrapa o te destroza. Cuando llegué vivía en un conventillo en microcentro. Llegué a una sociedad que no conocía, se vivía en un estado de sitio con Onganía al mando. Trabajé desde muy chico. En el monte no conocíamos la luz eléctrica, no teníamos papel higiénico ni un montón de comidas que ahora encuentro en la esquina de mi casa. Esa realidad me forjó y me llevó a una vida distinta. En las últimas décadas El Maipo me salvó la vida en todos los niveles”, confía.

Antes de ser acomodador trabajó en varios oficios: como cadete, como empleado del cementerio de La Chacarita, en bares y clubs de la movida nocturna. “A los 16 trabajaba en una casa de electricidad y escuché que la gente estaba yendo a Plaza de Mayo. Fui de curioso, porque en ese momento el presidente [Juan Domingo Perón] estaba pidiendo un apoyo. Seguí a una masa de gente. Fue un día histórico y complejo. Cuando Perón echó a los montoneros se armó un lío increíble. Recuerdo los gases lacrimógenos y la policía. Tuve miedo y de alguna manera me salvé metiéndome en un lugar al resguardo de la violencia”, recuerda Cortés. Fue en 1974, uno de los tantos eventos históricos que presenció por “curioso o “metiche”, como se define.

Cortés se mueve elegante y servicial por las alfombras rojas, los telones de terciopelo y las puertas centenarias de madera de la sala
Cortés se mueve elegante y servicial por las alfombras rojas, los telones de terciopelo y las puertas centenarias de madera de la sala - Créditos: @Rodrigo Nespolo

Todavía faltaban 20 años para que llegara a las puertas de El Maipo. Todavía faltaban varios años para el día en que el escritor peruano Mario Vargas Llosa se acercase a la puerta del teatro en un momento en el que él estaba cortando tickets, para presentarle a su mujer su “amigo de Buenos Aires”, un hecho que sorprendió a Cortés y a todos los testigos de la escena. Otros recuerdos que lo alegran fueron un abrazo con la cantante Mercedes Sosa y un encuentro con el músico de folclore Jaime Torres a tomar vino.

”Esa es la suerte de estar acá, es tan lindo que te puedan pasar esas cosas. No hay un método para mantener un trabajo tanto tiempo. No recuerdo un día malo acá. Me encanta recepcionar y conocer a la gente, encontrarme con el público. Mi manera de recibirlos es parte de mi personalidad, me sale así. El teatro me llenó de una savia y unas raíces que nunca pensé que iba a tener”, dice Cortés, que apenas hace un mes se reincorporó a El Maipo luego de una larga pausa por una enfermedad del corazón. “No pensé que iba a seguir acá. En la pandemia me diagnosticaron un problema cardíaco y me dijeron que no iba a tener chances de volver a caminar en este planeta. Van a hacer siete meses desde mi trasplante de corazón, después de estar un año en una habitación cuidado por enfermeras y médicos”, explica.

Su trabajo le permitió conocer a grandes artistas, como Charly García y Mercedes Sosa
Su trabajo le permitió conocer a grandes artistas, como Charly García y Mercedes Sosa - Créditos: @Horacio Cortes

Aquel año postrado y lejos de las luces del escenario se refugió en la música y la lectura. “Soy devorador de libros. En la operación me acompañaron las lecturas de Borges, los autores ingleses, escritores que no había leído nunca, y leí mucho teatro. No hay nada mejor que la lectura y volver a aprender. Leo mucho desde los 15 y con los años logré leer a Borges, logré leer el Martín Fierro, lecturas muy difíciles que recién de grande pude abordarlas. De grande también aprendí a escuchar jazz, ópera y música clásica”, enumera Cortés, que a partir de su trabajo desarrolló una predilección por la soprano María Callas.

En su trayectoria también presenció el cambio generacional en los artistas. “Los más jóvenes vienen al teatro con una velocidad de querer llegar al éxito y, de forma inconsciente, arrasar todo ya. Deberían frenar un poco y aprender a caminar distinto. Las temporadas cambiaron. Estamos pasando por una temporada difícil, muchas personas perdieron familia en la pandemia y es complejo recuperarnos, pero el teatro ayuda y sana. Ya soy una persona grande comparada con los veinteañeros que ahora están en escena y quieren algo más veloz. El éxito rápido no es la manera porque después les cuesta sobrellevar el golpe”, analiza.

Después de un trasplante cardíaco, Cortés espera trabajar 30 años más como acomodador del teatro
Después de un trasplante cardíaco, Cortés espera trabajar 30 años más como acomodador del teatro - Créditos: @Rodrigo Nespolo

Recuperado de su operación y con 68 años, Cortés quiere seguir recibiendo al público. Considera que, después de haber pasado por un trasplante, está aprendiendo a vivir de otra manera y que su filosofía es hacer las cosas a base de prueba y error. Ya otra vez en su casa, el hall de El Maipo que lo acoge, el acomodador mira hacia adelante. “En el futuro me gustaría volver más seguido a mis raíces y también viajar al exterior a conocer Praga, que es mi fantasía. No sé por qué, vengo de Santiago del Estero y me gusta Praga, es posible que sea por algo de los libros que me quedó, por Kafka quizás. También quiero aprender a bailar tango y espero seguir trabajando en El Maipo 30 años más”, se despide.