La filosofía como práctica de anudamiento. Por Roque Farrán

Foto: Leonid Ponomarenko, Instagram @Leonid_ponom

Cuidado editorial: Marisa Rosso


[Manifiesto]

He propuesto que la filosofía es una práctica de anudamiento. Práctica porque es un modo de hacer que incluye a la teoría pero no se reduce a ella; no es sólo una descripción o explicación general del mundo o las ideas, una episteme, sino una forma de vida que se nutre de diversos ejercicios: ontológicos, críticos, éticos. Anudamiento porque enlaza e implica diversos registros, instancias o prácticas, que se sostienen mutuamente a pesar de su irreductibilidad; no es sólo escritura fragmentaria o totalización conceptual autoconsistente.

No llegué a esta propuesta de un día para el otro, ni lo hice solo; se ha tratado más bien de un largo proceso de resignificación de algunos hitos, de avanzar y reformular tesis, de poner el cuerpo y exponer el pensamiento en instancias complicadas.

En primer lugar, sostuve la tesis del anudamiento del sujeto, que debía leerse no como una operación que hacía un “supuesto sujeto”, sino como la operación que hacía o constituía justamente al sujeto en cuestión; el sujeto no estaba antes de advenir en virtud de la asunción del vacío situacional, la nominación del acontecimiento que nombraba el exceso, a sí mismo, e indagaba las consecuencias en relación a otros; sujeto habrá sido entonces ese anudamiento, vuelto a abrir y cuestionar cada vez, ante nuevas solicitudes materiales.

En segundo lugar, sostuve que el anudamiento ligaba al sujeto, el método y el estado (en su doble sentido: ontológico y político), porque la primera consecuencia que se desprendía de volver sobre el sujeto era contar lo que se había hecho y esta reduplicación inversa era el método, mientras que su regulación o habilitación dependía del estado, que podía tener diversas orientaciones: trascendentales, constructivas o genéricas. Esto último para escándalo de puristas y autonomistas, como del discurso dicotomizante que sólo registra esferas separadas.

En tercer lugar, dos movimientos en simultáneo: por un lado, apareció la problemática del sí mismo como ámbito focalizado de disputa y constitución efectiva, una analítica de la reflexividad que daba vuelta los cañones en el terreno del adversario y asumía la propia práctica teórica como formadora: un uso de los saberes que hacía cuerpo; por otra parte, surgió el nombre que daba cuenta de ese uso singular inscripto en un cruce electivo de tradiciones filosóficas materialistas: nodaléctica.

En cuarto lugar, los ejercicios se intensificaron y diversificaron claramente, produciendo varios anudamientos orientados afectivamente: leer, meditar, escribir; escribir, escuchar, transmitir; interpelar a las militancias a ocuparse de sí, etc. Los ejercicios cada vez más prácticos, éticos y políticos al mismo tiempo, no carecían de razones y conceptos más sistemáticos; de allí tanto la razón de los afectos, como el giro práctico.

Por último, nombrar como giro práctico a un movimiento de conjunto más amplio, que implica otras indagaciones e investigaciones, es el proyecto en curso. La apuesta de pensamiento materialista continúa y se relanza.

¡Materialistas a las prácticas! Esa sería la divisa o consigna que nos orienta. Pero, semejante posición materialista, ¿no implicaría acaso abandonar la teoría? Nada de eso, se trata de asumir que la teoría también es una práctica, además de ocuparse de prácticas concretas y no de elucubrar meras abstracciones. La expresión correcta es “práctica teórica”. Al hablar de práctica teórica, realizamos dos operaciones en simultáneo: por un lado, desactivamos la típica dicotomía entre teoría y práctica, que valora una en detrimento de otra, pues cualquier práctica tiene su teoría, explicita o no, y la teoría también es una práctica; por otro lado, le damos primacía así a las prácticas, pero sin desconocer la importancia de la teoría y su especificidad, solo que la teoría se despliega en una serie de ejercicios que no se reducen a la explicación o la comprensión. Como no damos por supuesto el sujeto de la práctica teórica, entendemos que éste también se debe constituir a través de ejercicios y técnicas concretas. Ejercicios ontológicos ligados al ser en tanto ser: múltiples de múltiples vacíos o infinitos, interconexiones y entrelazamientos de múltiples procesos naturales y cósmicos, micro o macroscópicos; ejercicios de crítica ideológica que leen en cada coyuntura las faltas y excesos producidos en distintos discursos y prácticas hegemónicas, incidiendo en las valoraciones sociales; ejercicios de reflexividad ética que apuntan a constituirse a sí mismos: leer, meditar, escribir y ponerse a prueba frente a lo real de los acontecimientos. En fin, un uso de los saberes que no es sólo aplicación externa, sino experimentación y puesta a prueba en sí mismo, interpelación a los otros, entendimiento del conjunto.

El primer movimiento que realiza una filosofía orientada por las prácticas apunta a producir cierta rectificación sobre cuál es la materia que se trabaja. Sucede que a veces no sabemos lo que hacemos ni entendemos cuál es el material adecuado para hacerlo. El ejemplo de un poeta es instructivo al respecto. Cuenta Valéry que el pintor Degas andaba lleno de ideas y no lograba hacer un poema, hasta que Mallarmé le dijo: “Pero Degas, no es con ideas que se hacen versos, sino con palabras”. Como vemos el despiste sobre la materia con que se trabaja en una práctica puede afectar incluso a espíritus instruidos.

El segundo movimiento apunta a circunscribir los medios y modos de producción o transformación de esa materia específica que ocupa a cada práctica; los métodos y procedimientos, también podríamos decir. Si deseamos pensar el ser en tanto ser, en su multiplicidad vacía o infinita, en el caso de la práctica ontológica, quizá sea más adecuado hacerlo a través de axiomas y teoremas matemáticos que permiten desplegar la potencia del pensamiento ligado a la letra, en lugar de remitirlo a significaciones trascendentes, mitos y leyendas que fijan imágenes y significados, o juegos de lenguaje. Ahora bien, si deseamos pensar los modos de subjetivación, por ejemplo, tenemos que prestar atención a los ejercicios de reflexividad ética que permiten tratar las pasiones y representaciones de manera adecuada, no simplemente suponer que existe un sujeto o que se deduce axiomáticamente. La validez del método o procedimiento no se establece a priori sino en función de la materia y la potencia que habilita su transformación.

El tercer movimiento nos lleva a tener en cuenta como límite y posibilidad de toda práctica las relaciones jurídicas, ideológicas, políticas que la condicionan, el llamado contexto, porque ninguna práctica se desenvuelve en un espacio vacío. Las instituciones, los marcos normativos, los modos de interpelación y reconocimiento, las formas organizacionales y estilos de liderazgo condicionan desigualmente el modo singular de una práctica. A veces potencian y otras depotencian su desarrollo. Puede parecer una obviedad decirlo pero no siempre se tiene en cuenta la especificidad de las relaciones sociales en cada práctica, cómo las afecta singularmente, no se tratan de contextos epocales homogéneos, iguales para todas. Ciertos marcos normativos y regulaciones institucionales pueden favorecer a las prácticas científicas y, por el contrario, ahogar a las prácticas artísticas; la dependencia del reconocimiento masivo y la eficacia de la interpelación simbólica pueden estimular la práctica política pero volver mediocre a la práctica clínica, etc.

El cuarto movimiento delimita finalmente cuál es el producto de una práctica, y aquí no seguimos la distinción clásica entre praxis y poiesis, porque consideramos que cualquier práctica produce objetos o resultados específicos y transforma en alguna medida a los sujetos involucrados, puede tener finalidades concretas y aun así retomarse como un trabajo indefinido de perfeccionamiento en distintos momentos, con recomienzos y resoluciones parciales, etc. Por supuesto, una obra artística, un libro, un caso puntual, pueden considerarse productos terminados sobre los cuales no se volverá, sin embargo, en una práctica materialista, siempre pueden ser reabiertos o continuados bajo otros medios, otros materiales, otras relaciones. Es necesario saber a qué se apunta, cuál es el objeto que se producirá, incluso si es tan inasible o evanescente como el objeto a o la transformación de sí mismo.

Establecidas estas mínimas pero rigurosas condiciones y coordenadas que hacen a la filosofía práctica, dejaría abierta la invitación a quienes se sientan interpeladxs a formar parte del pensamiento materialista aquí esbozado.

Roque Farrán, Córdoba, 8 de mayo de 2023.

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