El Diccionario enciclopédico Larousse de la Gastronomía Mexicana , define a las charamuscas cómo:

            “Figurillas hechas de caramelo, que originalmente tenían forma de un churro retorcido, pero el ingenio del mexicano ha logrado obtener diferentes formas. Se prepara con piloncillo hervido en agua; cuando éste alcanza su punto exacto de cocción, se retira del fuego y se trabaja estirándolo para lograr la forma deseada. En Guanajuato el dulce se trabaja y se estira para hacer figuras de muertos, momias o quijotes; algunas resultan ser verdaderas estatuillas o esculturas de caramelo, que los visitantes compran como recuerdo o curiosidad. En Salamanca, Guanajuato, es un dulce tradicional para los días de la Semana Santa. Las de Jalisco son similares a las de Guanajuato, pero las figuras son charros o mariachis con sarape de tela, que en muchas ocasiones se encuentran abrazando botellas de tequila. También se acostumbran en Aguascalientes, Zacatecas, San Luis Potosí y en el norte de Veracruz, donde a la mezcla de agua y piloncillo se la agrega canela”.

Como bien lo menciona esta definición, en la ciudad de Guanajuato la charamusca se transformó de golosina, en uno de los recuerdos favoritos de los visitantes a dicha ciudad. ¿pero cómo se transformó en subvenir?

Para tratar de responder esta pregunta platiqué con Jaime Mercado Barrientos, quien desde hace 35 años es fabricante y vendedor de charamuscas en el emblemático mercado Hidalgo. Oficio familiar desde hace ya tres generaciones, que inició con su abuelo. Uno de los pioneros en la fabricación de las Charamuscas en la ciudad de Guanajuato.

En esta entrevista Jaime nos platica más sobre el origen, evolución y situación actual de las Charamucas.

Deja un comentario