«Un autor cambia las formas, la percepción de la realidad, es el contexto de la obra, su explicación, su justificación, es lo que hace que el libro valga por sí mismo, es la obra misma que solo tiene sentido en la vida y en la muerte», por Derian Passaglia.
Por: Derian Passaglia
Es el gran tema de la teoría del siglo XX. Barthes decreta la muerte del autor en un texto clásico del 68. El autor no existe sino es en la enunciación misma, en la escritura. Lo que quería Barthes era separar a la persona real de lo que escribe, como entidades separadas, y de esa manera le daba fin a la crítica en el sentido tradicional, que iba a buscar las intenciones de un texto en su autor. Foucault lleva esta idea un poco más allá en otro texto clásico de la misma época en la que piensa que un autor no es lo real del nombre sino la imagen que construye ese nombre de sí mismo. Un autor, para Foucault, es un instaurador de discursividad, un nombre alrededor del cual se pueden agrupar una serie de textos. En ese texto de Foucault, ¿Qué es un autor?, está el ejemplo famoso del ticket de lavandería de Nietzsche. Se pregunta Foucault hasta dónde debemos considerar los textos producidos por alguien como pertenecientes a su autor, es decir, ¿una lista del supermercado, el ticket de la lavandería, un mensaje de texto por WhatsApp, también son obras del autor?
El gran esfuerzo de estos teóricos es la de separar categorías que en el siglo XIX iban juntas. Hay que distinguir, se enseña hoy en las escuelas secundarias, el autor del narrador, el narrador del personaje. Son distintos niveles de complejidad textual que se deben separar porque en el escritor no están separados. Autor e individuo real son esferas separadas para la crítica. El individuo real produce al autor, lo crea, nace de él, con él, pero también se separa y adquiere su propia autonomía. Agamben, ya en el siglo XXI, escribió un texto en el que lee a Foucault y del que saca algunos conceptos, como por ejemplo el de la función autor. Para Agamben, el autor es una función, una herramienta que se pone a funcionar en el texto, señala el punto en el cual una vida se juega en una obra. Presente y a la vez no, el autor es un gesto en la obra, vive como un fantasma, como un zombie, en la medida en la que instaura un vacío central en ella.
Todo esto es filosofía posestructuralista clásica. Lo que encuentro es un desplazamiento que va de la persona a la figura de una persona, como si lo único importante de un autor fuera su propia construcción, la manera en que quiere ser leído. Siempre que un libro nos interesa, vamos a buscar otro del mismo autor, y después otro y otro, y una vez que se terminan los libros de ese autor buscamos su biografía o su página de Wikipedia, las cartas, las entrevistas, los críticos, videos de Youtube, cualquier material extra que pueda darnos una idea completa de un autor. ¿Pero qué se busca en esa voracidad de agotar un autor? No se trata de encontrar las intenciones de lo que dijo, o de ver por qué escribió lo que escribió, sino de conocer los mecanismos por los cuales fue posible que ese autor fuera ese autor y no otro.
Muchos asocian al autor con un estilo, pasa por ejemplo con Saer. La literatura de Saer parece ser más que nada una marca de estilo, y esa es la limitación que encuentra su autoría. Borges le escribió prólogos a cada libro que publicó, en los que se leyó a sí mismo. La intención de estos prólogos es la de limitar la lectura de sus propios textos, para que su literatura pueda ser juzgada en base a sus propias premisas. Las interpretaciones, entonces, no son infinitas, sino que están atadas en buena medida a lo que Borges dijo de su propia obra, o al menos parten de ese lugar. Aira dice que la obra entera es una excusa y que lo importante, lo único importante, es la figura del autor.
Escribir un libro bueno lo puede hacer cualquiera, en cambio la construcción de un autor es un fenómeno más complejo, que necesita de algo más que de determinados saberes técnicos para la escritura, un tema nuevo del que no se había hablado o la suerte de pegarla con alguna novela en el puesto 1 del ranking semanal de una librería palermitana. Un autor cambia las formas, la percepción de la realidad, es el contexto de la obra, su explicación, su justificación, es lo que hace que el libro valga por sí mismo, es la obra misma que solo tiene sentido en la vida y en la muerte.
