Arte y Artilugios. ¿Curador o curandero?

Por: CAROLINA NIETO RUIZ

Es común que a la profesión de “curador de arte” se la confunda con la de “restaurador de arte”. Usualmente “curar” se asocia a recuperar la salud, por lo tanto no es raro que al escuchar “curador” uno se imagine a una especie de médico que diagnostica y sana las obras que están deterioradas, labor que corresponde, justamente, a un restaurador de arte.

El curador de arte, entonces, es aquel que se encarga de estudiar, seleccionar y ordenar las obras dentro de una exhibición. Sin embargo, etimológicamente las palabras “curador” y “curandero” no están tan lejanas, ambas vienen de latín curare. En la antigua Roma, un curator, o su femenino curatrix, era aquel hombre o mujer encargado de la curatoria; es decir, de la curaduría, cuidado, curatela o tutela de alguna cosa.

Así pues, un curador era un vigilante encargado de salvaguardar los objetos valiosos, entre los que estaban todos aquellos con una belleza digna de contemplarse. No obstante, tuvieron que pasar siglos para que el significado del vocablo mutara hasta emplearse para designar al experto en materia de una exposición y encargado de crearla.

El primer gran cambio en la palabra se dio con los inicios del museo moderno en el siglo XVIII. Antes, los espacios de exhibición eran privados, exclusivos para el clero, los príncipes y acaudalados que los poseían y compartían sólo con sus cercanos. No fue sino hasta el siglo XVIII que se inició el movimiento que buscaba la ilustración del pueblo a través del conocimiento, de tal forma que el museo se abrió como institución pública que ayudaría en la tarea de educar a sus visitantes, conservando y exhibiendo objetos culturalmente valiosos en beneficio de la Ilustración. Así, la labor del curador cambió: ya no sólo bastaba con ser el vigilante de las obras, ahora debía de tener un conocimiento suficiente para organizar las colecciones del museo con base en sus saberes sobre historia del arte, disciplina que desde 1794 el arqueólogo alemán Johann Joachim Winckelmann pretendió científica.

Para la primera mitad del siglo XX, la exhibición del arte de las vanguardias artísticas exigió a los curadores algo más. Antes de este punto, gran parte de la pintura imitaba a la realidad. Pero las vanguardias, al romper con la imitación de la realidad, presentaron un arte más complejo, más abstracto. Así se inició en el público la famosa pregunta de ¿qué quiso decir el artista? Y los curadores, mediante las exhibiciones temporales, trataron de contestar esa pregunta.

Aún hoy, el curador, con sus conocimientos de historia del arte y de estética, busca traducir al público lo que el artista intenta decir con su obra; aunque desde 1969, tomando como ejemplo el trabajo del osado curador Harald Szeemann, hay curadores que han dejado a un lado la tradición cientificista del museo y seleccionan y ordenan las obras de arte de una exhibición, no para darlas a entender al público, sino para mostrar nuevos planteamientos y discursos sobre el arte, la cultura y la sociedad. Esto ha llevado a señalar a la nueva curaduría de arte como otro género artístico, lo que ha generado grandes debates.

Hoy, el curador de arte ya no es sólo un vigilante o un organizador de exhibiciones. Tampoco es, desde luego, un restaurador. Lo que hace es ordenar y generar exposiciones en las que construye y reconstruye puentes entre las obras y los espectadores para que ambos circulen, se encuentren, se conozcan y se sanen de la cotidianeidad a la que nos hemos acostumbrado.

Deja un comentario