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Cuando el abuelo se convierte en el protagonista del TikTok de su nieto

La etiqueta “abuelo” acumula 430.000 publicaciones en la red social y algunos han encontrado en la plataforma una forma nueva forma de conectar con sus familiares y atesorar recuerdos juntos

Tiktok abuelos
Emilio y Juanki, abuelo y nieto fotografiados en su barrio en Villaverde (Madrid) el 17 de enero de 2023.Santi Burgos
Daniel Alonso Viña

Hasta hace no mucho, Emilio Morillo pensaba que lo único que le quedaba por hacer en la vida, a sus 87 años, era morirse. Luego llegó su nieto Juan Carlos Mauricio, Juanki, un joven futbolero estudiante de marketing de 23 años —pura generación Z—, le grabó un vídeo mientras veía la King’s League, y lo subió a TikTok. Al día siguiente ya era famoso. Los creadores de esa competición, Ibai Llanos y Gerard Piqué, le invitaron al palco del Camp Nou para ver la gran final y nada más llegar al hotel se hizo las primeras fotos con sus nuevos fans. “Yo estaba de capa caída, iba para abajo, y mi nieto me ha levantao”, cuenta Morillo desde su casa en un barrio de Villaverde, en Madrid.

Su caso no es extraño. Desde que los jóvenes descubrieron en sus mayores una fuente inagotable de naturalidad, desparpajo y sabiduría, su presencia en las redes sociales se ha disparado. El hashtag “abuelo” acumula 430.000 publicaciones en TikTok, y las abuelas que cocinan comida tradicional consiguen millones de visitas. Una mayoría silenciosa de abuelos no parece muy consciente de lo que está pasando en los vídeos que les graban sus nietos, otros ha encontrado en la red social una forma de conectar con ellos.

Emilio está en el segundo grupo. Desde que fueron a Barcelona —era la primera vez que visitaba la ciudad—, su vida ha dado un vuelco. La vista y el oído le fallan un poco, pero de mente y de cuerpo está ágil como una gacela, y en muchos de los vídeos que se graba con su nieto aparece bailando. Una de las últimas canciones que bailó fue la de Omar Montes, uno de sus cantantes favoritos. El artista lo vio y le invitó a uno de sus conciertos. Poco después estaba subido al escenario, con miles de personas aplaudiéndole y coreando su nombre. En otros vídeos aparece yendo a ver los partidos de fútbol de Juanki, contando alguna historia de juventud o dándole una sorpresa a su mujer.

La relación tan estrecha entre abuelo y nieto se remonta mucho más atrás que los vídeos en TikTok, y eso es esencial para que la persona mayor sea partícipe y no se convierta en una herramienta para conseguir visitas en redes. Irene Lebrusán Murillo, doctora en Sociología, explica que las redes no son capaces de profundizar una relación que no existía antes. “La calidad de la interacción entre abuelo y nieto no va a mejorar ni a empeorar porque hagan vídeos en TikTok. Si la relación no existe previamente, es difícil que se desarrolle a raíz de esta herramienta”, explica por teléfono. “Y el problema es que los mayores corren el riesgo de convertirse en un objeto”, opina la experta, cuyo futuro depende de las visitas que tengan los vídeos.

Los abuelos se están revalorizando tanto que hasta las agencias de marketing se están fijando en ellos. Emilio ya ha hecho una publicidad para Mahou (tiene en casa una especie de premio muy pesado que le dieron y un cartel que casi no le entra en el salón). Pero el epítome de la publicidad inspirada en personas mayores de la última época ha estado protagonizado por Marina Prieto, una abuela gallega de 100 años cuya cuenta de Instagram se ha colado en el metro de Madrid. Nadie sabía quién había decidido poner ahí las fotos tan normales de esta señora, hasta que el otro día, La Voz de Galicia consiguió contactar con el creador. Es su nieto Ángel, que vive desde hace nueve años en Holanda y decidió montar esta campaña para mostrar al mundo “lo sencillo que es vivir felizmente a los 100 años”, contaba al periódico.

El atractivo que tienen este tipo de acciones y vídeos de TikTok está claro para Lidia Gómez, experta en redes sociales de la agencia de marketing La Despensa: “Internet necesita esa espontaneidad y ese contenido menos impostado que nos emocione de verdad. Estamos tan saturados de vídeos ultraprocesados que la naturalidad de las personas mayores nos llama la atención”. Además, defiende que las redes sociales no tienen que ser solo para los jóvenes, que los mayores también tienen cabida. “Puede que no sean conscientes de la repercusión que pueden llegar a tener, pero normalmente estas figuras mayores suelen ir acompañadas por hijos o nietos, que entienden perfectamente el entorno digital”, asegura.

Las redes sociales pueden ser también una forma de devolver a las personas mayores a una sociedad de la que en ocasiones ―especialmente en cuanto a digitalización se refiere― pueden verse apartadas. Una encuesta del INE realizada en 2021 extrajo que casi cinco millones de personas viven solas en sus hogares. Más de 2,54 millones de ellas tiene 60 años y 1,71 millones tienen 70 años o más. Es decir, uno de cada tres mayores de 70 años residentes en hogares vive en solitario, y la proporción de mujeres es muy superior a la de hombres (el 33% frente al 16%).

Los científicos han comprobado que este tipo de soledad prolongada tiene grandes perjuicios para la salud y aumenta el riesgo de mortalidad. Y la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya advirtió en noviembre del año pasado sobre la “amenaza urgente para la salud” de una epidemia mundial de soledad. A eso hay que añadir la brecha digital que existe entre esta generación y las posteriores: solo el 27% de los adultos entre 65 y 74 años posee aptitudes tecnológicas básicas como la capacidad para buscar información en internet o comunicarse a través de aplicaciones, según el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad.

Eladio Barroso, abuelo que sube sus vídeos a TikTok, fotografiado en su casa en Madrid.
Eladio Barroso, abuelo que sube sus vídeos a TikTok, fotografiado en su casa en Madrid. Santi Burgos

Pero los jóvenes están obsesionados con ese aparato, así que a los mayores no les queda otra. “Lo que ocurre es que en esta generación, y en cualquier otra, los abuelos quieren estar con sus nietos, pero estos no les hacen mucho”, dice la psicóloga María Dolores Delblanch. “Así que, si los nietos no van a los abuelos, los abuelos van a los nietos. Y eso les ayuda a estar activos, ser incluidos en ese mundo que a lo mejor no conocen muy bien, pero es importante para ellos. Aumenta su autoestima y su conexión social”, asegura.

Ese es el efecto que parece haber causado en Eladio Barroso, que a sus 92 años se hizo viral cavando una zanja de varios metros de largo en el jardín de su casa en un pueblo de Toledo. “Son muchos, y pocos. La vida es un soplo”, dice en el piso de su hija, en Madrid, hasta donde se ha desplazado porque tiene una revisión médica pendiente. “¿Disfrutas cuando te grabamos?”, le pregunta Sergio, el nieto tiktoker de 22 años que empezó a grabarle. “Hombre, por supuesto”, contesta Eladio sentado en el sofá, con la mano izquierda sobre el bastón que le acompaña a todos lados. Tienen 14.000 seguidores en TikTok y vídeos con más de un millón de visitas.

Atesorar recuerdos

“Me lo paso bien porque recibo mucho cariño de ellos. Son espléndidos y me quieren todos con locura. Y la verdad, es lo que más me están dando de vivir. Es una cosa que yo no me lo esperaba, que los nietos pudieran querer tanto a uno. Nunca lo pensé”, cuenta y se emociona. Andrea Barroso, otra de sus nietas, está sentada al otro lado del sofá, atenta a la conversación, hasta que interviene, porque para ella los vídeos tienen otro significado: “Yo creo que empezamos a darnos cuenta de que el abuelo es ya mayor y que le queda poco tiempo y empezamos a grabar para no perder esos recuerdos. Es impresionante cuando ves a tu abuelo cavando una zanja con 92 años”.

Eladio Barroso, abuelo que sube sus vídeos a TikTok, fotografiado con sus nietos en casa de su hija en Madrid.
Eladio Barroso, abuelo que sube sus vídeos a TikTok, fotografiado con sus nietos en casa de su hija en Madrid. Santi Burgos

Morillo, el famoso Yoyo, no era famoso, pero había tenido una vida intensa. La última de sus pasiones ha sido la pintura, y tiene las paredes de la casa llenas de sus cuadros al óleo. Los muestra con deleite. “Mira, por este me dieron un premio”, dice mientras señala la pintura de un bosque por el que entra una luz de atardecer. La fama que está experimentando ahora es la guinda del pastel a una vida ya de por sí intensa, y que ni siquiera frenó después de jubilarse. “Empecé a vender bolígrafos, mecheros y calendarios por los bares. Me tiré tres años haciendo eso, era el que más vendía, hasta me dieron un premio”, cuenta efusivo.

“Ahora la gente me conoce, me saludan, se hacen fotos. Estábamos en la estación de Atocha y le dije a mi señora espera, que voy al servicio. Me coloco en uno de esos biombos, y entra un tipo muy alto y se pone a mear. Se gira y empieza a mirarme, hasta que me dice: ‘Qué,Yoyo, ¿qué tal está?”. Su nieto se ríe, disfruta solo con ver a su abuelo contar historias. “Él es como se ve en los vídeos, siempre haciendo bromas”, dice Juanki, y Emilio termina: “Yo… donde esté yo, la gente se tiene que reír”.

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