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MIRADOR
Columna
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Problemas de encendido

Una de las mayores estupideces del Gobierno ha consistido en cerrar oficinas de investigación y desnutrir universidades e institutos a cuenta de los recortes

David Trueba

Si Baroja decía aquello tan brillante de que los que presumen de amar la humanidad es porque en realidad no soportan a las personas, no es complicado deducir que las prédicas en defensa de la investigación y el desarrollo son para encubrir el desinterés por la ciencia y el estudio. En los últimos años si ha habido una palabra deleznable, que cada vez que un político la utilizaba te daban ganas de sumarte a la exploración de Marte, era emprendedor. Escuchabas eso de las ayudas a emprendedores o el empuje de los emprendedores y sabías que alguien te estaba robando la cartera. La semana pasada, Rajoy acudió a un acto de start-ups, que es la última cursilería del alambicado del lenguaje. Como ya da asco usar emprendedor, digamos start-up. Además pronunciado por nosotros suena tan distinto que hasta hace un poco de gracia andaluza, lo malo es cuando descubrimos que, dios santo, solo quiere decir emprendedor.

Una de las mayores estupideces de la aritmética financiera del Gobierno ha consistido en cerrar oficinas de investigación y desnutrir universidades e institutos a cuenta de los recortes. El coste era ridículo en comparación con su proyección futura. Pero así se hacen las cuentas en nuestra casa. Además la investigación es problemática. No se olviden de que el escándalo de los coches trucados en Volkswagen fue desvelado no por el periodismo especializado ni los controles institucionales, sino por un laboratorio universitario. Pero lo peor del proceso de desarme de la investigación en España no reside tan solo en los recortes, tiene mucho que ver con la gestión, la burocracia y la incapacidad para entender desde instancias oficiales las particularidades del ingenio.

Bastaba leer una carta reciente publicada en este periódico en el que una investigadora contaba que después de un año de espera le había sido concedida una beca para un proyecto de investigación asociada al Plan Nacional de I+D+i. Así que en octubre, se le impulsaba a saltar diez meses hacia atrás y comenzar su trabajo que supuestamente arrancaba en enero. No se conoce lo que es emprender con retroactividad, como tampoco los ingleses conjugan la forma start-up con regreso al pasado. Es dinero perdido por incapacidad en la gestión burocrática. Exactamente lo que menos estimula a un emprendedor. Y es que a lo mejor no estamos necesitados de grandes ideas ni de grandes fórmulas rompedoras, sino de mera agilidad administrativa, de rigor y medios para marcar el ritmo secreto de un país que en la superficie pinta regular, pero en su mecanismo interno esconde algo más dañino.

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