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Cuando Marías salvó la palabra Acercanza

La labor del escritor como académico osciló entre la ortodoxia y la cruzada para evitar la desaparición de algún término del diccionario

El escritor Javier Marías momentos antes de la lectura de su discurso de ingreso en la Real Academia Española en 2008.
El escritor Javier Marías momentos antes de la lectura de su discurso de ingreso en la Real Academia Española en 2008.Víctor Lerena (EFE)
Jesús Ruiz Mantilla

Desde el 27 de abril de 2008, la agenda de Javier Marías tenía marcados los jueves por la tarde con una obligación: no faltar a las sesiones de la Real Academia Española (RAE). Aquel día pronunció su discurso de ingreso, que tituló Sobre la dificultad de contar. Le respondió Francisco Rico, uno de los más entusiastas defensores para que entrara en la institución, aunque el autor de Corazón tan blanco lo hiciera a propuesta de Gregorio Salvador, Arturo Pérez-Reverte y Claudio Guillén.

Desde entonces, cumplió metódicamente con las obligaciones de quien detentara la silla R, recuerda Santiago Muñoz Machado, su actual director. “Iba con regularidad a las comisiones y a los plenos, fue impecable y colaborativo, pero tampoco dejó de mostrar nunca su espíritu crítico”. El paso por la RAE de Javier Marías ha sido fundamental. Enriquecedor y controvertido a veces, recuerdan varios de sus compañeros, como el filólogo Pedro Álvarez de Miranda, que lo conocía desde la infancia. Osciló entre el rigor y un purismo algo intransigente con todo lo que tuviera que ver con cambios respecto a reglas ortográficas o gramaticales y la incorporación de vocabulario. Nada nuevo y que no se supiera, ya que él se encargó machaconamente de reflejarlo en sus artículos sin que tuviera nada que ocultar y con esa continua vocación para la polémica.

Pero también dotó su impronta de cierto romanticismo, como cuando se empeñó en salvar alguna palabra en desuso. Si abrimos ahora el diccionario de la RAE y buscamos la palabra Acercanza, leemos: proximidad, cercanía física o afectiva. Esto anduvo a punto de saltar a partir de 2009, cuando diversos informes aconsejaron matarla. Es decir, que desapareciera de sus páginas. Con razón, ya que no se documentaba su uso desde 1494, es decir, más de seis siglos atrás. Cuando los miembros de la comisión de enmiendas y adiciones advirtieron el aniquilamiento, tanto Pérez-Reverte como el dibujante Antonio Mingote, Gregorio Salvador y Marías decidieron resucitarla. ¿Cómo? Utilizándola urgentemente en sus artículos para que constara en el registro un nuevo su uso. Les gustaba su significado, también la musicalidad del término. Y la salvaron. Marías la usó en su artículo Guerra y crimen de El País Semanal, el 1 de febrero de aquel mismo año y volvió a hacerlo el 11 de abril de 2010 en otro titulado ¿Hay quien dé más?, sobre los casos de pederastia en la Iglesia.

Javier Marías en la ceremonia de su ingreso en la Real Academia Española.
Javier Marías en la ceremonia de su ingreso en la Real Academia Española.Álvaro García

No contento con el rescate, el novelista aprovechó para aumentar sus significados. Redefinirla en su empleo con más vigor y así asentarla de nuevo. “Nos pareció bonita por sí misma, sin necesidad de muchas explicaciones”, comentó a EL PAÍS entonces. “La volví a utilizar con un sentido nuevo, le quité la acepción poética y la coloqué en un uso normal”. Algunos, desde fuera de la institución, criticaron que en la RAE dedicaran el tiempo a esos asuntos y el propio Marías replicó: “¿A qué si no?”.

De todas formas, la polémica benefició en sí la acercanza: “Cuanto más utilizábamos el ejemplo, a favor o en contra, más se afianzaba su uso, que era la cuestión fundamental”, añadió.

Misión cumplida. Más o menos, porque para revitalizarla del todo no debe decaer su empleo. En aquel caso, los cuatro miembros conjurados en la operación aplicaron lo que su compañero Darío Villanueva, anterior director de la RAE, define como la respiración boca a boca: “Así lo llamamos en la Academia cuando recurrimos a esas prácticas”. Ahora la acercanza anda delicada de salud, pero viva, al menos y cumpliendo el ideal de lo que otros académicos como el filósofo Emilio Lledó prefieren: enriquecer el diccionario, no reducirlo.

Villanueva recuerda a Marías como un académico discreto pero muy beligerante en algunos temas: “Sobre todo los que tenían que ver con la corrección política o el lenguaje inclusivo”, afirma. En eso, apenas transigía. Como tampoco se mostraba partidario de permitir excesivos cambios en la ortografía. Se opuso siempre a dejar de acentuar la palabra solo cuando esta se refiere a solamente, recuerda también Manuel Gutiérrez Aragón, muy dolido con la pérdida de quien se sentaba a su lado en las sesiones. “Con lo de la supresión de acentos fue muy batallador”, afirma el cineasta y escritor cántabro. “Ahí hacía valer la necesidad del énfasis que necesitan ciertas expresiones a la hora de escribir un texto”, comenta Muñoz Machado. Cuando algún corrector, de acuerdo con la nueva regla de no utilizar la tilde, se la quitaba, él, empecinado, la volvía a poner.

Ha existido a lo largo de la historia una batalla velada entre los creadores y los filólogos dentro de la RAE. “Algunas veces, los escritores los han considerado como meros peritos del lenguaje sobre los que ellos se sienten con más soberanía”, asegura Villanueva. Marías hizo valer esa condición, que a veces provoca fricciones. “Defienden las peculiaridades del escritor como quien tiene el dominio final del léxico, como quien inventa el lenguaje”, asegura Muñoz Machado.

Retrato de Javier Marías en 2016.
Retrato de Javier Marías en 2016.© Carlos Rosillo

También insistía mucho, añade el responsable de la RAE, en que las obras de los académicos formaran parte fundamental del corpus de la institución como guía de manera habitual. Así era. Aunque a muchos les pueda parecer también paradójico que quienes como creadores se vean obligados a impulsar ciertos cambios, Marías se apuntaba, a menudo con vehemencia, a la más pura ortodoxia. “No aceptaba variaciones fácilmente ni frivolidades”, recuerda el actual director de la institución.

Tampoco respecto al vocabulario. “Llamaba siempre antes de Navidad para alertarme: cuidado con las incorporaciones de fin de año, me decía”, cuenta Muñoz Machado. Sobre todo, en lo referente a jergas o términos que provienen del lenguaje de los jóvenes respecto a las nuevas tecnologías, algo que le repelía especialmente.

El proceso de incorporación de los mismos lleva su trámite reglado. No se admiten nuevas palabras así como así. Además de los miembros de número, los equipos y expertos de la RAE se encuentran continuamente a la escucha y atentos. Pendientes de vocablos y textos en los que sin cesar aparecen nuevas voces nacidas de una lengua vigorosa y en constante proceso de cambio. Un idioma vibrante y global, con 500 millones de hablantes en todo el mundo.

La inmensa mayoría de los términos requieren la evaluación de las comisiones, el debate en los plenos, el paso por cada una de las diferentes academias americanas antes de la decisión final… “Aun así, Javier Marías era de los que reclamaban paciencia antes que arrojo, prefería dejar pasar años para ver si se asentaban y luego admitirlas”, asegura Muñoz Machado. Es decir, aplicaba delicadamente y sin prisas una cierta forma de prudente acercanza también en ese ámbito. Con criterio riguroso y sin que todo, de por sí, valiera de buenas a primeras.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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