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¿Qué es la teoría de la disuasión?

Con auge en la Guerra Fría por las armas nucleares, la teoría de la disuasión permite a los Estados amenazar con la capacidad de hacer daño para evitar que un adversario actúe de forma no deseada
¿Qué es la teoría de la disuasión?
Ilustración del famoso botón nuclear. Fuente: geralt (Pixabay)

La teoría de la disuasión es una doctrina política y militar que pretende evitar que un adversario realice una acción no deseada, a través de la amenaza que supone la capacidad de infligir daño. Parte de la visión realista de que los Estados actúan en un sistema internacional caótico. La ausencia de una autoridad central conduce a un conflicto de intereses en el que cada uno emplea su poder para garantizarlos. Por ello, los Estados incorporan la disuasión a sus estrategias de seguridad nacional bajo la premisa de que poseer ciertas armas impedirá que el enemigo también las use ante la amenaza de represalias.

La disuasión nuclear, marca de la Guerra Fría

Tras la Segunda Guerra Mundial, la teoría de la disuasión ganó relevancia en la academia estadounidense al incorporar las armas nucleares como una medida extrema de disuasión. Cuando Estados Unidos detonó las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki en 1945 para forzar la rendición de Japón, se evidenció la capacidad destructiva del armamento. En un inicio, Estados Unidos utilizó esta capacidad como parte de su estrategia para contener la expansión soviética. Pero desde que la URSS desarrolló sus propias armas nucleares en 1949, prevaleció la estrategia de disuasión por el resto de la Guerra Fría

La cantidad y calidad de las armas determina el poder de represalia y, por tanto, la capacidad de defensa y de respuesta ante un ataque. Este poder intimida, pues si el coste de la agresión es mayor que el beneficio, servirá de disuasión. Si las armas nucleares aseguran una destrucción mutua, un conflicto es menos probable. En este sentido, la utilidad de las armas nucleares reside en no usarlas.

Para garantizar esta capacidad, Estados Unidos y la Unión Soviética comenzaron una carrera tecnológica a la que se sumaron el Reino Unido, Francia o China. Esto conllevó un despliegue de misiles por las zonas de influencia de cada bloque como estrategia de disuasión, que incrementó la tensión hasta culminar en la crisis de los misiles de Cuba en 1962. Ante el temor a una guerra nuclear, ambas potencias iniciaron una etapa de distensión y negociaron acuerdos de no proliferación nuclear y de otras armas de destrucción masiva.

Cuando la Unión Soviética cayó en 1991, la teoría de la disuasión perdió fuerza al aumentar la interdependencia, las normas internacionales y los actores no estatales, como los grupos terroristas, más difíciles de disuadir. Sin embargo, la disuasión nuclear sigue vigente y los Estados la han desarrollado la teoría de nuevas formas, pues aún es esencial para la seguridad nacional. 

De Rusia al ciberespacio

El énfasis en prevenir los conflictos mediante la diplomacia ha extendido el uso de las sanciones económicas. Por ejemplo, para disuadir a Rusia de las agresiones a Ucrania, la Unión Europea y Estados Unidos reforzaron las restricciones comerciales y las sanciones a sus sectores financieros y energéticos, que ya implementaban desde la anexión de Crimea en 2014. Sin embargo, estas no consiguieron su objetivo y, tras la invasión de Ucrania, Occidente aprobó nuevos paquetes más duros para debilitar y frenar a Rusia, como la exclusión de bancos rusos del sistema de pagos Swift, la congelación de sus reservas o la expulsión de las aerolíneas rusas del espacio aéreo europeo. 

Por otro lado, la alta tecnología ha sofisticado la capacidad bélica. Así, Estados Unidos sorprendió al utilizar bombarderos furtivos en la guerra del Golfo de 1991. Esta tecnología de baja detectabilidad ha impulsado una forma de disuasión ampliada, que trata de eliminar agresiones tanto nucleares como convencionales contra regiones vitales.

El desarrollo tecnológico también ha implicado nuevas áreas de defensa, como la ciberseguridad. La disuasión en el ciberespacio puede consistir en ataques contra los objetivos de los adversarios, como el Stuxnet, atribuido a Estados Unidos e Israel, que consiguió paralizar una planta nuclear iraní en 2010. Asimismo, pretende disuadir estas mismas agresiones, lo que conlleva detectar la fuente de la amenaza para infligirle un coste inasumible. Pero esta estrategia es poco efectiva por el anonimato y la diversidad de tipos de hackers, lo que impide una respuesta adecuada y creíble que influya en el atacante.

Cristina Bermejo

Aranda de Duero, 1999. Graduada en Sociología, Relaciones Internacionales, y Experta en Desarrollo. Interesada en conflictos sociales, derechos humanos y migraciones, así como en temas de género y cultura.