AMORES DE BARRIO

Sindulfo Boecillo nació para novio. A Sindulfo Boecillo, cuando nació, le adjudicaron como novia a la Domitila Acaballadero, su vecina un año mayor que él. Antes, en algunos pueblos, y entre distintas etnias, era costumbre atávica apalabrar matrimonios de niños. Cosas más raras se han visto, ¿verdad usted que sí, don Dimas? Ya lo creo, don Matías. El Sindulfo Boecillo, cuando niño le regalaba a la Domitila Acaballadero gominolas y algún que otro polvorón, con perdón de la expresión, por Navidades. La Domitila Acaballadero, que era algo desabrida y montaraz le cogía la chuchería y le despreciaba, a continuación, delante de sus amigas. Este está por tus huesos, le decía la Sonsoles. A mi no me gustan los chicos, contestaba la Domitila. A mi lo que me gustan son las mujeres, como a mi padre. Esto de imitar a los padres, si no se tienen muy claros algunos roles, es una pejiguera. La Domitila era bastante terca y, ya de mayorcita seguía en sus trece con sus gustos femeninos. Igual nos salió libanesa decía su madre. Lesbiana, le corregía el padre. No libanesa. Huy yo de países ando fatal, Anastasio, le decía la mamá, ya lo sabes. El Sindulfo Boecillo, por no enfadar a sus mayores continuaba lo que él entendía con su relación de novios con la Domitila. Que no, le gritaba la Domitila, que no sean muermo. Que a mi lo que me gustan son las mujeres, como a mi padre. Pues he leído en la prensa que ahora, si un hombre se declara mujer hasta le cambian el deneí y le ponen como mujer. Si a ti, cariño, te gustan las mujeres yo me hago transexual y nos podemos casar. El Sindulfo acudió, una tarde, al ambulatorio de su barrio. Verá usted, le dijo a la enfermera, enfermo, lo que viene siendo enfermo, no estoy. Yo lo que quiero es, a ver si me explico, que me realicen una vaginoplastia con inversión peneana y una colovaginoplastia, así como una terapia de sustitución hormonal. ¿Mande…?, dijo la enfermera en un primer momento. Verá usted, es que yo me quiero transexualizar de hombre a mujer para casarme con mi novia que es lesbiana y sólo hace a señoras. ¿Me explico? Pues verá usted, yo lo más que puedo hacer desde el ambulatorio es ponerle una lavativa o, si es usted mayor, vacunarle contra la gripe, pero estas cosas me parece a mi que las llevan, directamente, desde psiquiatría. Pasaron dos años y el Sindulfo, mucho más femeneizado pasó a llamarse Sinda y a lucir moño alto y tacón de aguja. La Domitila, que siempre fue muy suya y algo veleta, al ver al Sindulfo, transexualizado en Sinda le volvió a rechazar. Que no, ni que te hagas mujer, ni que te hagas emperatriz de Lavapiés. Que no quiero salir contigo. Además, ya no me gustan las mujeres. Ahora me gustan los hombres. El Sinda echó una lagrimita que le corrió el rimel y volvió, tras pasar el sofoco, al ambulatorio. Oiga usted, le dijo la enfermera, que lo que son reversibles son las gabardinas, no el sexo. A este paso lo que vamos a hacer es colocarle una cremallera y usted se vuelve hombre o mujer según le vaya en el metro. Salga usted de aquí y cuando esté seguro de qué sexo quiere, vuelva, pero mientras aquí no estamos para caprichos. Cuando el pobre Sinda iba a salir de la consulta entró un joven doctor, con su batita blanca y su fonendoscopio a modo de bufanda y le echó una mirada de arriba abajo deteniéndose, por un instante, en su generoso pecho. Puedo hacer algo por usted, bellezón. El Sinda sintió, por primera vez, que alguien le hablaba con cariño y le puso ojitos. Lo que pasó a continuación no es cosas de andar contándolo, así que… hala, puerta, Camino y Mondeño. Jesús, que humos, don Dimas. Si nos ha echado. Ya lo creo, don Matías. Ya lo creo.

2 Respuestas a “AMORES DE BARRIO

  1. La Aguela

    Vaya hombre, ahora se nos a vuelto cronista de las modas sexuales de los que no saben ni donde tienen la mano derecha, ¿verdad Don Dimas?, ya lo creo Don Matías, vaya humos se gasta este Soria.