Conflicto ruso-ucraniano por la exportación de cereales: Por qué Rusia se negó a seguir siendo aguijoneada.

Escrito por – Elijah J. Magnier: 

Tras el “acuerdo de exportación de grano” entre Moscú y Kiev, facilitado por Ankara, las tensiones han aumentado, ya que Rusia ha lanzado ataques contra los puertos ucranianos, poniendo en peligro los envíos de grano a través del Mar Negro. El Mar Negro, antaño una tranquila ruta marítima, se ha transformado en un campo de batalla devastado por la guerra, reflejo de la escalada del conflicto en tierra firme. En medio de esta agitación, Rusia ha citado las sanciones occidentales como un obstáculo para la aplicación del acuerdo, alegando que la incapacidad de Occidente para facilitar el pago de los cereales y fertilizantes exportados llevó a su terminación. 

Mientras Rusia sostiene que ha cumplido el acuerdo, lo que ha permitido a Ucrania exportar grano de forma lucrativa y obtener sustanciosos ingresos, las potencias occidentales, en particular Estados Unidos, han sido acusadas de mantener las sanciones contra el Banco Central ruso, lo que ha agravado aún más la situación. Esto plantea un enigma desconcertante: ¿por qué insiste Occidente en exportar sólo grano ucraniano mientras desprecia los términos del acuerdo con Rusia y niega a decenas de países el acceso a sus necesidades?

Se ha explorado la cooperación entre Occidente y Ucrania para encontrar canales de exportación alternativos, incluidos puertos croatas y rutas terrestres a través de Polonia y Rumanía. Sin embargo, los costes prohibitivos han obligado a recurrir a las rutas del Mar Negro. Este cambio ha suscitado inquietud en torno a la seguridad marítima, lo que podría provocar un aumento de las tarifas de los seguros de transporte y, posiblemente, de los precios del grano. 

A pesar de ello, la persecución por parte de Washington del “Acuerdo de la Iniciativa del Mar Negro” parece haber tomado un rumbo alternativo, con Estados Unidos explorando formas de exportar grano ucraniano que se desvíen del acuerdo auspiciado por la ONU. Al cumplirse un año del acuerdo sobre el grano, Rusia ha prometido no tolerar más desviaciones y está decidida a resistirse al engaño. 

Ucrania ha exportado unos 33 millones de toneladas de grano, 9 millones de ellas de trigo. China, Turquía, España y varios países europeos son los principales beneficiarios de estas exportaciones. África sólo importó 4 millones de toneladas de grano ucraniano: 1,6 millones de toneladas fueron a parar a Egipto, y el resto a países con menor capacidad económica. Esta empresa exportadora ha generado la impresionante cifra de 9.000 a 10.000 millones de dólares, crucial para los compromisos financieros de Ucrania en tiempos de guerra.

Para Ucrania, la afluencia financiera de las exportaciones de grano es crucial para sostener 

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su esfuerzo bélico. Retener las exportaciones de grano podría poner a la opinión pública ucraniana en contra de los dirigentes políticos, especialmente entre los agricultores y las empresas de transporte, y socavar así el esfuerzo bélico occidental contra Rusia. En consecuencia, Estados Unidos está muy interesado en proporcionar apoyo internacional y una agresiva cobertura mediática antirrusa a las exportaciones de grano de Ucrania, ya que estos fondos reducen indirectamente la carga financiera de los países occidentales cuyos dirigentes siguen dispuestos a que continúe la guerra. 

Además, detener el flujo de grano ucraniano provocaría sin duda el pánico entre los importadores europeos. Podría obligar a estos Estados europeos a recurrir a Rusia, el exportador de grano y fertilizantes más importante del mundo, como alternativa. Los dirigentes europeos sólo sobrevivirían internamente con menos trigo a disposición de su población si aplicaran una política proestadounidense compatible con los intereses del pueblo europeo. 

Rusia, por su parte, es consciente de las implicaciones estratégicas de asegurar las exportaciones agrícolas nacionales y ofrecer garantías a su comunidad agrícola, manteniendo al mismo tiempo la estabilidad dentro de sus fronteras. Además, el Presidente Vladimir Putin está dispuesto a apoyar las aspiraciones económicas de Ucrania permitiendo la exportación de cereales y la recaudación de ingresos a cambio de concesiones recíprocas, como la utilización por Rusia del sistema de pagos Swift para liquidar el precio de sus exportaciones de cereales. 

Sin embargo, la reticencia de Occidente a cumplir sus compromisos con Rusia plantea dudas sobre la viabilidad de la aplicación del acuerdo. A pesar de los esfuerzos de la ONU, esta reticencia ha dado lugar a especulaciones sobre las intenciones occidentales, posiblemente dirigidas a ejercer presión interna sobre Putin y tal vez a fomentar el malestar interno. El pretexto occidental de la “seguridad alimentaria” debe ser más convincente a la luz del compromiso de Putin de apoyar a las naciones menos ricas con suministros de grano y fertilizantes y de ofrecer precios rebajados a los necesitados. Rusia, que representa un asombroso 20% de las exportaciones mundiales de cereales, ha aumentado su producción en más de un 23% este año, hasta 55 millones de toneladas, lo que refuerza su capacidad para satisfacer la demanda del mercado. 

En la reunión de este mes en San Petersburgo, Putin dijo a los líderes africanos que estaba dispuesto a condonar 23.000 millones de dólares de su deuda y proporcionar a los países más pobres cereales y fertilizantes gratuitos. La oferta rusa provocó una aguda reacción de Bruselas, donde Joseph Borrell advirtió a los países africanos y europeos de que no dependieran demasiado de Rusia para obtener el “grano barato” solicitado. Aunque Borrell afirmó que el grano ruso no estaba sujeto a sanciones occidentales, declinó comentar que una de las principales demandas de Moscú es la reconexión del Banco Agrícola Ruso al sistema internacional de pagos SWIFT, que la UE cortó en junio de 2022.   

Aunque la reciente afirmación de Ucrania de que Rusia destruyó 40.000 toneladas de grano ucraniano bombardeando puertos ha llamado la atención, puede formar parte de una campaña mediática para marginar a Rusia y asegurarse un acuerdo desigual de exportación de grano. La determinación del Presidente Putin se mantiene inquebrantable a pesar de la presión del Presidente turco Recep Tayyip Erdogan, que ha subrayado la importancia del papel de Rusia en el acuerdo de exportación de grano y la necesidad de que todas las partes respeten el acuerdo en todas sus partes. El desafío diplomático de Erdogan para influir en Putin ilustra las complejidades más amplias en juego.

Las consecuencias de la falta de voluntad de Estados Unidos de respetar las condiciones del acuerdo con Rusia añaden otro nivel de intriga a la saga y plantean interrogantes sobre los motivos de Washington. La posibilidad de culpar a Rusia de la escasez mundial de alimentos para explotar sus ventas de grano es una maniobra estratégica destinada a arrinconar a Moscú y utilizar la posición geopolítica de Turquía. Washington espera que el presidente turco consiga arrinconar a su aliado ruso porque Ankara controla las entradas al Mar Negro.

Putin necesita a su aliado turco, miembro de la alianza de la OTAN e importante socio económico de Moscú.  Sin embargo, el presidente Putin podría proponer una solución que implique la recogida de grano de Rusia y Ucrania en Turquía como punto de recogida y entrega, abordando así algunas de las preocupaciones. Turquía recaudaría el precio en nombre de ambas naciones y redistribuiría el dinero a cada una de las partes. Este plan sólo es factible si Estados Unidos se muestra sincero a la hora de permitir que todas las naciones necesitadas reciban su parte de grano y fertilizantes de ambos países exportadores. Como bien dice el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres: “El problema no son los alimentos disponibles, sino el acceso a ellos”. 

En última instancia, la situación pone de relieve la compleja mezcla política, comercial y de manipulación mediática que afecta a los precios de los cereales y a los mercados mundiales. Como las naciones más pobres gravitan hacia Moscú mientras Occidente se distancia, está por ver la eficacia de aislar a Rusia mediante disputas sobre los cereales. Si las circunstancias lo exigen, China y Turquía podrían recurrir al grano ruso, complicando aún más el entramado geopolítico y desbaratando el objetivo de Occidente de debilitar la economía rusa y poner a los rusos en contra de su presidente. En medio de estos desafíos, el Kremlin se mantendrá firme, reacio a ceder a acuerdos unilaterales que no aborden sus preocupaciones.

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