La formación de una identidad personal

Uno de los elementos básicos de la competencia psicológica y social de los individuos es su capacidad para conocerse y reconocerse a sí mismo como individuos únicos. Esta toma de conciencia comienza durante el primer año de vida y continúa a lo largo de toda la vida. La formación de una identidad es, por tanto, un proceso dinámico y necesario, en constante evolución, aunque sufre una crisis durante la adolescencia, que genera en el adolescente una inquietud y una gran incertidumbre acerca de sus papeles presentes y futuros en la vida.

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¿Quién soy? ¿Quién voy a ser? ¿Qué se espera de mí? ¿Quiénes son mis amigos? ¿Qué sentimientos me provocan las experiencias vividas? ¿Quiero hacer cosas nuevas? ¿Quién me gusta? ¿Cuáles son mis creencias? ¿Qué quiero hacer en el futuro? ¿Qué perspectivas laborales tengo?

Para Erickson, este proceso de individualización es una afirmación que manifiesta la unidad de identidad personal y cultural de un individuo, y se produce como resultado de tres procesos: biológico, psicológico y social. Si bien supuso que la crisis de identidad adolescente estaría resuelta entre los 15 y los 18 años, la realidad es que las investigaciones reflejan que la mayoría no alcanza una identidad estable hasta los 21 años.

En este proceso, J. Marcia distingue cuatro estados de identidad:

  • Difusión de identidad. El sujeto aún no ha considerado o resuelto los aspectos de la identidad que le permitan hacer planes de futuro.
  • Decisión prematura. Los sujetos han adoptado ciertos compromisos de manera previa o prematura, antes de la crisis que los cuestione.
  • Moratoria. Sujetos que están experimentando una crisis de identidad y están planteando activamente preguntas acerca de compromisos vitales y buscando respuestas.
  • Logro de identidad. Los sujetos han resuelto los temas de identidad comprometiéndose personalmente con objetivos, creencias y valores particulares.

Sólo en los últimos años de la adolescencia muchos jóvenes progresan desde el estado de difusión o de identidad prematuramente resuelta al estado de moratoria y luego alcanzan un sentido de identidad. Pero esto no es de ninguna manera el fin del proceso de la formación de identidad. Muchos adultos se están todavía peleando con algunos aspectos de su identidad o han abierto otra vez la cuestión de quiénes son después de haber creído que tenían todas las respuestas mucho antes. Un divorcio, por ejemplo, puede ocasionar a una ama de casa una nueva consideración de lo que significa ser una mujer y también replantear cuestiones acerca de otros aspectos de su identidad.

También se observa que es un proceso irregular, y que algunos adolescentes o jóvenes han alcanzado su identidad en determinados aspectos pero no en otros, lo que puede ser más problemático en individuos que pertenecen a grupos minoritarios en las sociedades modernas.

En cuanto al género del individuo, en la mayoría de los aspectos el proceso de formación de identidad no es diferente para las chicas/mujeres de lo que es para los chicos/hombres. Las chicas progresan hacia el logro de un sentido claro de identidad hacia las mismas edades que los chicos. No obstante, se ha observado una curiosa diferencia de sexo: aunque hoy en día las estudiantes universitarias están igualmente preocupadas por establecer una identidad profesional que los hombres, conceden una importancia más grande a los aspectos de identidad que se centran en las relaciones interpersonales, los papeles de género y la sexualidad, y muestran estar más preocupadas que los hombres con el problema de encontrar un equilibrio entre la carrera y los objetivos familiares.

La importancia de establecer una identidad personal reside en que es clave para desarrollar una adaptación psicológica y social positivas, proporcionando a los individuos autoestima y seguridad en sí mismos. Los individuos que han logrado una identidad están menos inseguros o preocupados por inquietudes que los que no lo han conseguido. Además, Erickson lo considera un prerrequisito para establecer relaciones verdaderamente íntimas con otras personas (identidad compartida), durante la crisis de intimidad vs. aislamiento a la que se enfrentan los adultos jóvenes, por lo que constituye una adaptación psicológica positiva y necesaria para el desarrollo de compromisos emocionales profundos y confiados.

El adolescente se debate entre lo que deja atrás y lo que está por venir y, aunque por momentos reniegue de su pasado, no se puede desprender de él. Lo que le ocurrió entonces está en la base de lo que le sucede ahora.