Cómo reconocer este cactus llamado San Pedro. Utilizado como planta ornamental y/o alucinógena, fue motivo reciente -por este último uso- de allanamientos e inspecciones por parte del Gobierno. Por Gabriela Benito*
San Pedro es un nombre aplicado a varias especies de cactus pertenecientes al género botánico Echinopsis (antes llamado Trichocereus), principalmente el Echinopsis pachanoi y el Echinopsis peruviana, aunque existen otras variedades como el Echinopsis puquiensis, Echinopsis santaensis y el Echinopsis schoenii.
El Echinopsis pachanoi es nativo de América del Sur (región andina del Perú y el Ecuador), con una tradición de más de tres mil años de uso religioso y medicinal.
Esta planta, de porte arbustivo y suculento, puede alcanzar entre cinco y seis metros de altura, con el tallo basal ramificado desde cerca de la base. Estas ramificaciones de primer y segundo orden son erectas, de color verde-azulado, con ocho costillas obtusas; areolas deprimidas que presentan de tres a siete espinas desiguales, de color gris o amarillo pálido; los tallos viejos carecen de espinas (las areolas son pequeñas protuberancias de colores claros u oscuros, desde las cuales surgen los grupos de espinas; son una de las características distintivas de la familia Cactaceae).
Las flores, fragantes y nocturnas, están dispuestas de una a cuatro en los extremos terminales de los tallos, de hasta más de 20 cm de longitud y 10 a 12 cm de ancho, de corola blanca. Sus frutos son verdes y oblongos.
Mescalina
El San Pedro contiene distintos alcaloides, entre ellos la mescalina. Esta sustancia, de efectos psicoactivos, se concentra principalmente en la piel verde de la parte externa del cactus (llamada colénquima). Asimismo, la concentración de este alcaloide puede variar mucho: esta condición depende de la especie y del ejemplar. En las culturas en que este cactus es tradicional, es conocido bajo distintas denominaciones, tales como huachuma, achuma, wachuma o aguacolla.
Las preparaciones a base de San Pedro suelen tener un gusto amargo y desagradable por lo que no es raro que, como consecuencia de su ingesta, se produzca náuseas y vómitos. No obstante, la mescalina, por sí misma, es capaz de provocar ya algunos de estos efectos, descriptos como similares a los producidos por el peyote (Lophophora williamsii). Estas consecuencias incluyen: visiones (tanto con los ojos abiertos como cerrados); cambio profundo en la cognición, la percepción y la conciencia; experiencias espirituales; modificaciones en la percepción del tiempo y el espacio.
Como informa la bibliografía al respecto, de manera parecida a los psicodélicos clásicos, los efectos de la mescalina dependen en gran medida del estado mental de la persona que la toma. Algunos investigadores han llamado a los psicodélicos amplificadores inespecíficos de la consciencia, por lo que sus consecuencias pueden ser muy variables de individuo a individuo.
Siempre conforme al material científico existente en torno al tema y debido a la posibilidad de que se produzcan experiencias intensas que generen ansiedad, las personas con historial de enfermedades cardiovasculares, en particular aquellas que están tomando medicación para controlar estas patologías y tienen la actividad física reducida por indicación médica, deberían abstenerse de utilizar preparaciones que contengan San Pedro.
Las evidencias más tempranas del uso del cactus San Pedro se encuentran en la Cueva del Guitarrero, en el valle del Callejón de Huaylas (Perú). En estos enclaves, se encontraron restos fósiles del cactus, datados entre 6800-6200 años antes de nuestra era. Por ello, el uso de Echinopsis pachanoi es de los más antiguos de entre las distintas plantas psicoactivas ancestrales.
Los conquistadores y la iglesia católica lucharon contra el empleo de índole religioso del Echinopsis, de la misma forma que combatieron la utilización de los hongos o del peyote. Posteriormente, el cristianismo influyó en las prácticas rituales indígenas, y el Echinopsis pachanoi empezó a denominarse San Pedro (por sus propiedades alucinógenas, se suponía que permitía conectar a los humanos con el más allá y con los dioses, donde San Pedro disponía de las llaves del cielo) y a ser utilizado de una forma sincrética, en la que se mezclan elementos tradicionales con aspectos cristianos.
* Ing. Agr. Gabriela Benito (Docente de la Facultad de Agronomía de la UBA).