El albardonero

La albarda es una parte del aparejo que llevan las caballerías, una pieza almohadillada que se les coloca sobre el lomo para que la carga que transportan no les haga daño. De ese aparejo, de la albarda, le viene el nombre a un oficio secular: la albardonería. El albardonero es un artesano que con escasos materiales (paja, cuero…) y contadas herramientas (punzón, aguja…) hace aparejos resistentes y amoldados al cuerpo de las caballerías (mulos, asnos…). Y no sólo hace albardas, también hace cinchas, jáquimas, sillas, bridas, colleras… palabras que parecen sacadas de otro tiempo, palabras que son de un tiempo en el que la mecanización no había llegado al campo, palabras que me llevan a la infancia.

En la fotografía aparece el albardonero de mi pueblo, de Castro del Río, sentado frente a la mesa de trabajo, escoltado por una albarda que parece necesitar un arreglo, dándole la espalda a la pared de la que cuelgan unos manojos de ajos, unos cuadros y un cartel de la quiniela futbolística. Creo recordar que era allí, en la albardonería, donde se echaba (se sellaba) la dominical quiniela que abría la esperanza a la suerte millonaria de un buen premio en pesetas. Sentado en una silla de olivo el albardonero enciende el cigarrillo que le acompañará en su tarea artesana. A sus pies los restos de los materiales usados en su quehacer.

No recuerdo su nombre, sí su imagen. Recuerdo el local en la calle La Tercia, a mano izquierda yendo camino de la plaza de abastos y el ayuntamiento. Recuerdo, también, que cuando iba a comenzar el bachillerato mi padre le encargo una cartera de cuero que se cerraba con unas trabillas, con su asa consistente y un color cercano al pajizo humedecido. Fue una cartera que transportó libros, lápices y cuadernos durante el ingreso y el bachillerato elemental, cinco años al menos; una cartera que cuando dejó de ser material escolar se usó para guardar las herramientas del tractor (llave inglesa, martillo…), una cartera casi eterna salida de las manos de aquel albardonero que ahora rememoro.

Deja un comentario