Augur agorero

augur

Desde el 11 de marzo, en este diario sin candado que lleva por nombre el quijotesco título de “Cosa que de contar fuese”, he escrito cada día vivencias relacionadas con la epidemia que nos asola. Me adelanté, pues, varios días al estado de alarma gubernamental, como haciendo realidad aquel dicho tantas veces repetido por mi madre: “A mí, esto que ha pasado, ya me lo anunciaba Dios”. Cierto es también que mi madre hacía algunas de esas profecías a toro pasado y que, siendo como era mujer pesimista y temerosa, hacía tal cantidad de profecías negativas que era inevitable que en alguna tuviese acierto. El que escribe, persona que intenta guardar siempre el equilibrio entre el optimismo desaforado y el pesimismo genético materno, y que, además, no es dado a hacer de profeta, adivino o pitoniso, puede asegurarles que el día (hace ya…) que escuché en las noticias de televisión decir que en China habían aislado más de cuarenta millones de personas, le comenté a mi santa: ¡Uf, eso es como si nos hubiesen confinados a todos los españoles! Esto me preocupa… Más tarde, cuando cerraron las norteñas provincias italianas, escribí que imágenes como las de un Milán desierto pronto las veríamos en España. Era un 12 de marzo y hoy, en esta cuarentena + 1, vuelvo a pensar en ello y a lamentar haberme convertido en augur agorero.

Deja un comentario