Cultura

Clemente, uno de los personajes más queridos del humor gráfico

La singular criatura fue creada en 1973 por Caloi, quien la dibujó durante 40 años. Se terminó volviendo un clásico de la historieta argentina.

Todos conocemos el dibujo, se ha vuelto ícono e incluso estatua. Pero el famoso Clemente no nació famoso, ni siquiera era el titular de la tira. Nació como personaje secundario de una historieta que se llamaba Bartolo, cuyo protagonista era el conductor de un tranvía muy extraño de la Línea 2. Bartolo era un porteño arquetípico y nostálgico, que hablaba de fútbol, de los baches y los temas de actualidad. Estaba acompañado por una mascota muy singular, una especie de pajarito a rayas, que no se sabía exactamente si era un ave o un ser imaginario. Se llamaba Clemente.

“Clemente es una especie de inconsciente colectivo, por eso es absolutamente amorfo”, explicó al­guna vez Carlos Loiseau, más conocido como Caloi, su creador. Mientras Bartolo aportaba la realidad, los temas cotidianos, lo que pasaba todos los días, Clemente era la variante loca, la imaginación pura. Con el paso del tiempo, este simpático personaje se convirtió en un clásico de la historieta argentina. No fue casualidad que sus lectores se aficionaran a él desde aquella primera publicación, a comienzos de 1973.

“Toda mi vida quise tener un perro, pero los perros de hoy en día son unos sedentarios burgueses. Ninguno quiso arreglar viaje conmigo. Sin embargo, tengo un acompañante fiel, que hace de perro mío. Se llama Clemente”, así fue presentada a los lectores la curiosa mascota de Bartolo. Al principio, su creador estaba lleno de dudas y tuvo cierto temor de incluirlo. Sin embargo, fue ganándose una voz, una forma y, sobre todo, un espacio.

El creciente protagonismo de este personaje secundario provocó ­cambios estructurales en la tira. El primero fue la modificación del título: Clemente era tan importante que, a partir de enero de 1976, a menos de tres años del comienzo de la historieta, incorporó su propio nombre. Se empezó a llamar Clemente y Bartolo, para luego denominarse Clemente a secas. Este cambio fue el resultado de una paulatina metamorfosis, tanto en la apariencia gráfica como conceptual del personaje, que adquirió una gestualidad puramente humana.

El alimento preferido de Clemente son las aceitunas. Esto nace de una idea gráfica: las aceitunas tienen la particularidad de ser bastante inasibles. Cuando uno las quiere agarrar con un escarbadientes, por ejemplo, se escapan. En la tira de Clemente, Caloi se permitía un curioso juego en el que la aceituna saltara de un cuadrito al otro y Clemente quedara atrapado por esos recuadros. “Como es un personaje del absurdo –explicó alguna vez Caloi–, esto de las aceitunas le venía bien no solamente por este juego, sino porque servía para describir un poco lo que son los berretines culinarios que todos tenemos”.

 Una creación multifacética

Clemente era capaz de ser un personaje de cancha, pero también un erudito o un consumado bailarín de tango, todo por lograr seducir a la voluptuosa mujer de sus sueños: La Mulatona. A fin de cuentas, en una de las tiras, Clemente pone en boca del filósofo arrabalero Alexis Dolínades (alter ego de Alejandro Dolina, claro) esa frase que tanto rodaría: “Todo lo que un hombre hace en la vida es para levantarse minas”.

A partir del Mundial de Fútbol de 1978, Clemente tuvo una versión televisiva, con guion de Caloi y cantitos de Alejandro Dolina. Una barra multiplicada de Clementes cantaba desde una tribuna: “Llegan los cantitos y el humor, llegó Clemente”. Cantito que, a partir de allí, proliferó en las campañas políticas y en los estadios de fútbol. En la tira televisiva se alentaba a la Selección con gorros, banderas, vinchas y, sobre todo, tirando papelitos a la cancha, lo que ofuscó al relator José María Muñoz, que clamaba por que los argentinos fuéramos “derechos y humanos”, y estaba fanáticamente a favor de “la limpieza”, incluyendo los papelitos sobre el césped. Dijo Caloi: “Durante la dictadura él veía la suciedad en eso, solamente ahí. Y bueno, me la dejó picando y con el arquero caído, y yo arremetí con la campaña en pro de los papelitos, que era una manifestación del hincha muy colorida. Los cantitos y los papelitos eran una manera de participación popular. Lo cual se convirtió en una guerra simbólica”. En esa tribuna futbolera Caloi hizo aparecer, para el Mundial de 1982, a un solitario Clemente negro: “¡Burumbumbún, yo soy el hincha de Camerún!”.

Caloi formó parte de una camada de humoristas entre los que sobresalían Caros Garaycochea, Alberto Bróccoli y Roberto Fontanarrosa. Sus primeros trabajos profesionales los realizó en la revista Tía Vicenta y luego en ­Análisis. Si al principio de su carrera su proyección era discreta, a partir de 1968 todo empezaría a cambiar: comenzó su relación profesional con uno de los diarios más importantes de la Argentina, en el cual seguiría publicando sus historietas hasta el último día de su vida.

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