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Autocracia, democratización y cambios sociopolíticos: apuntes para el debate. El nuevo libro de DemoAmLat

Con una tendencia global favorable hacia los autoritarismos de nuevo corte, las democracias encuentran su salvaguarda en el activismo ciudadano y apoyo en las nuevas tecnologías de la comunicación. Reseña del libro que plantea el debate de fondo que se viene en torno a la defensa de la vida en libertad y el respeto a los derechos humanos.

  

Dra. Constanza Mazzina*

 

Hacia fines de los años ochenta y principios de los noventa, la agenda regional estuvo marcada por la vuelta a la democracia (transiciones, redemocratizaciones) mientras la agenda internacional tuvo su cenit con la caída del Muro de Berlín en un lejano día de noviembre de 1989. Si los años 80 fueron duros en materia económica para la región (la década perdida) la política parecía mejorar; los noventa iniciaban con un nuevo aire: la democracia había vencido al autoritarismo y portaba una renovada esperanza. Con la transición a la democracia en Chile, en Paraguay y los procesos de paz de Nicaragua y El Salvador se cerraba un ciclo. Para mediados de los años noventa, toda la región era democrática, todos, con excepción de Cuba. Pero el fin del castrismo parecía inminente en una región que había optado por la democracia, ello sumado al fin del comunismo y del aporte económico y financiero de la URSS. Más temprano que tarde, la democracia llegaría a Cuba. Pero no llegó. Y pasaron los años. Y no llegó. Y en algún momento, “normalizamos” que Cuba era la excepción. Y luego, nos olvidamos.

En el camino quedó la impresión de que la democracia es sinónimo de elecciones. La pregunta sobre qué es democracia fue respondida de forma sencilla: elecciones. Pero sin hablar de competencia, de transparencia, los procesos electorales sin adjetivos dieron paso a las democracias “con adjetivos”. Democracias delegativas, iliberales.  Gobiernos que llegaban democráticamente e iban cancelando instituciones propias de la democracia, los mecanismos de rendición de cuentas eran molestos, eran un “estorbo” -O´Donnell dixit-.

Entrados los años 2000, el aire bolivariano cambió el eje de la discusión: la llegada del chavismo le dio nueva vida al castrismo. Castro le enseñó a Chávez una lección: había aprendido que realizar elecciones le daba un aura de legitimidad que las armas no. Así, a través de procesos electorales mayormente competitivos, el socialismo del siglo XXI fue accediendo al poder para cambiar las mismas reglas que le habían permitido ese acceso. Cancelando, cooptando, su matriz autoritaria se iba extendiendo. Aplaudidos y aclamados, llegaron al poder para no irse. Sin alternancia, sin temporalidad en el ejercicio del poder, sin rendir cuentas, para, finalmente, ir limitando derechos civiles y políticos, esos (pensar y opinar libremente, elegir y ser elegido, prensa, reunión, participación, protesta, y un largo etc.) que después de muchos años de autoritarismo habíamos creído conseguir. Pero la historia nos jugó una mala pasada, y ahí se instalaron los nuevos autoritarismos del siglo XXI. Cuba ya no está sola, Venezuela y Nicaragua fueron buenos alumnos, y, siguiendo el modelo cubano, dejaron a sus ciudadanos sin democracia. El silencio o la complicidad de intelectuales y políticos fue funcional a este proceso.

El modelo se fue exportando, con su propaganda, con el turismo, con la incursión ideológica en universidades, en instituciones internacionales y regionales. El ALBA venía a salvar a los pueblos del ALCA, pero la realidad se impuso al relato. Como en la obra de Orwell: “las predicciones del Ministerio de la Abundancia calculaban la producción de botas para el trimestre venidero en ciento cuarenta y cinco millones de pares. Pues bien, la cantidad efectiva fue de sesenta y dos millones de pares. Es decir, la cantidad declarada oficialmente. Sin embargo, Winston, al modificar ahora la «predicción», rebajó la cantidad a cincuenta y siete millones, para que resultara posible la habitual declaración de que se había superado la producción. En todo caso, sesenta y dos millones no se acercaban a la verdad más que los cincuenta y siete millones o los ciento cuarenta y cinco. Lo más probable es que no se hubieran producido botas en absoluto. Nadie sabía en definitiva cuánto se había producido ni le importaba. Lo único de que se estaba seguro era de que cada trimestre se producían sobre el papel cantidades astronómicas de botas mientras que media población de Oceanía iba descalza.[1]

Esta nueva forma de acceso al poder del autoritarismo, autocracias con velo electoral, nos desconcertó: ¿Cómo proteger a nuestras frágiles democracias del autoritarismo? ¿cómo reconocerlo antes de que sea tarde?

La obra colectiva realizada por DemoAmlat Autocracia, democratización y cambios sociopolíticos: apuntes para el debate, busca poner esta discusión en el centro de la escena. Volvamos a hablar de Cuba, del autoritarismo, de la transición. Sin épica y sin romanticismo. Reinstalemos e insistamos en esta discusión: autoritarismo o democracia. Dejemos de lado la hipocresía: no hay dictadores buenos y dictadores malos.

Como sabemos, el camino de las transiciones a la democracia no ha sido lineal y múltiples variables se ponen en juego. En la reconocida obra de O´Donnell y Schmitter hay un punto fundamental que hoy debe ser destacado: “la dinámica de la transición desde la dominación autoritaria no depende sólo de las predisposiciones, cálculos y pactos establecidos por la élite. Si hasta ahora hemos puesto el acento en estos aspectos es porque ellos determinan en gran medida si habrá o no apertura, y fijan importantes parámetros vinculados con la magnitud de una posible liberalización y una eventual democratización. Una vez que algo ha sucedido —una vez que los “blandos” prevalecieron sobre los “duros” y comenzaron a otorgar garantías individuales y ciertos derechos de cuestionamiento, y a negociar con algunos opositores escogidos del régimen— es probable que haya una movilización generalizada, que hemos preferido describir como “la resurrección de la sociedad civil[2]”.

La sociedad civil es un factor clave en y para la transición democrática. Como sociedad civil, como ciudadanos, debemos dar cuenta de que algo hemos aprendido: la “preferencia normativa por la democracia significa que un actor valora intrínsecamente la democracia, más allá de las políticas públicas que esta genere. Estos actores tienen un compromiso ideológico con la democracia por considerarla el mejor tipo de régimen político, y este compromiso se expresa en su disposición a incurrir en costos políticos para defender el régimen competitivo. (…) Si los académicos consideran que la democracia tiene valor inherente, entonces los líderes políticos y otros actores también pueden considerar la democracia del mismo modo.[3]

Hoy, la sociedad civil cubana está en las calles. Como señala Armando Chaguaceda en el capítulo introductorio del libro: “el estallido social puso automáticamente en duda la capacidad de asimilación ciudadana y secuestro estatal de la acción política que había garantizado antes el proceso. Se trató de una movilización que reunió un conjunto de rasgos notables: participación masiva —alrededor de 180 000 manifestantes según Observatorio Cubano de Conflictos[4]—, distribución amplia —62 ciudades del país, visibles desde el mapeo de Proyecto Inventario[5]—, composición diversa —con incidencia popular, racial y femenina—, reivindicación múltiple de demandas (vacunas, alimento, libertades) y repertorio cívico (con manifestaciones mayormente pacíficas, espontáneas, autoconvocadas, horizontales) de alcances inéditos.”

Las redes sociales son herramientas esenciales que han venido a romper el cepo de información. Rompen el silencio. Rompen el aislamiento. Permiten no solo un mayor involucramiento sino también (y, sobre todo) muestran a quien quiera ver la realidad totalitaria y represiva que se vive en la isla. Facebook y Twitter están haciendo más por Cuba que muchos dirigentes políticos de la región. Internet abrió una ventana posibilitando el despertar de la sociedad civil cubana que ahora puede comunicarse e informarse en horas de las violaciones a los derechos humanos que cometen las autoridades[6]. Internet permitió la aparición de medios independientes, que solo allí han podido emerger, mientras que la censura ha sido la moneda corriente desde inicios de la revolución. El régimen ha ido intensificando su accionar para bloquear el uso de internet con fines políticos, sin embargo, la reacción va por detrás del avance tecnológico (a pesar del apoyo chino de transferencia de tecnologías para la represión) y eso abre un resquicio, una oportunidad que, como defensores de la democracia, debemos acompañar.  Como destaca Yanina Welp en el libro “de los factores que a grandes rasgos más inciden en condicionar una transición a la democracia, solo uno está en activo: la demanda ciudadana. El régimen está cohesionado y orientado a la supervivencia y las tendencias globales son más favorables a la autocratización que a la democratización. Aun así, la demanda ciudadana se ha hecho presente, ha habido capacidad de articulación dentro y fuera de la isla y se vislumbra una erosión cada vez mayor del capital simbólico del castrismo ya ausente.” Así, esperamos que esta obra contribuya al debate y que el silencio no sea nuestra respuesta.

 

Referencias

[1] G. Orwell, 1984. Colección Literaria Universal, Montevideo, 2005. Pág. 39

[2] O`Donnell, Guillermo & Schmitter, Philippe Transiciones desde un gobierno autoritario. Conclusiones tentativas sobre democracias inciertas.  (Buenos Aires: Prometeo Libros. 2010).  Pag. 93. Las negritas son nuestras.

[3] Mainwaring y Pérez Liñán, “La supervivencia de la democracia en América Latina (1945-2005) América Latina Hoy, 68. Ediciones Universidad de Salamanca, págs.139-168. 2014

Pag.145

[4] En https://observatoriocubano.com/2021/08/01/cuba-de-las-protestas-a-la-insumision-584-protestas-con-la-participacion-de-187000-cubanos/

[5] Consultable en https://www.google.com/maps/d/u/0/viewer?mid=1AQAArlWutvq3eqA2nK_WObSujttknlxZ&ll=0%2C0&z=7

[6] Marlene Azor Hernández, “Un año después, la constitución cubana es letra muerta”. En Querido Leandro (Compilador), El modelo iliberal cubano y su influencia en América Latina, pp. 29-33.

 

*Constanza Mazzina es doctora en Ciencia Política (UCA), realizó su postdoctorado en IBEI, España, sobre Política Latinoamericana. Es licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad del Salvador, y magister en Economía y Ciencia Política (ESEADE). Es docente de grado en la UADE y en postgrado a nivel doctorado y maestría en universidades de la Argentina y de América Latina. Actualmente dicta cursos en el Doctorado en Ciencias Políticas (UB y USAL), en la Maestría en Marketing Político (USAL) y Análisis Institucional en la Maestría en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE). Columnista en medios de la Argentina y del exterior. Se ha especializado en temas de política latinoamericana.