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Jueves, 26 de julio de 2012

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LENGUA

Acanelonar (2)

Por David Prieto García-Seco

En la entrega anterior se decía que, pese a la semejanza semántica que existe entre el verbo acanelonar y otros como azotar, disciplinar o flagelar, hay una diferencia fundamental que distingue aquel de estos, y esa diferencia se halla en el uso: mientras que el verbo tirsiano tan solo se ha utilizado una vez, los otros verbos pertenecen a la comunidad de hablantes y, como tales, se han empleado en infinidad de ocasiones. Esta circunstancia explica el hecho de que tanto el primer Diccionario histórico de la lengua española (1933-1936) como el segundo (1972-1996; DHLE) autoricen el verbo acanelonar con un solo texto, el de Gabriel Téllez. Sin embargo, en el producto lexicográfico de la Academia en que ingresó el verbo de marras no se mostraba la fuente de donde procedía: la voz acanelonar se registró por vez primera en el DRAE de 1925, y ha permanecido en él hasta 2001. Para conocer entonces las características de dicho verbo es crucial cualquier tipo de información acerca de su empleo. Esta información se ofrecía en 1925, donde se indicaba que era un verbo poco usado, pero en la siguiente edición la marca en cuestión se suprimió y no volvió a utilizarse indicación alguna sobre su uso hasta 1992, donde aparece la marca «desus.», presente también en la edición actual.

No obstante, surge la duda de si es esta la marca más oportuna que ha de llevar el verbo acanelonar. ¿Realmente con ella se da cuenta del carácter del verbo tirsiano? A nuestro juicio la marca desus. más que orientar al consultante del diccionario lo confunde. En el apartado «VII. Voces anticuadas y desusadas» de las «Advertencias para el uso de este diccionario» (DRAE, 1992, p. XXII) se señala: «La abreviatura desus., desusada, se pone a las voces y acepciones que se usaron en la Edad Moderna, pero que hoy no se emplean ya». Si bien es bastante impreciso indicar que una voz se utilizó en la Edad Moderna (téngase en cuenta que con esta denominación se alude a un periodo que comprende aproximadamente desde la mitad del siglo xv hasta finales del xviii), no se puede negar que así fuera, pues, en efecto, acanelonar es una de las voces que se usaron en dicho periodo. Ahora bien, cuando hablamos del verbo acanelonar, ¿se puede decir que se usó del mismo modo que se han usado otras voces —también recogidas en el DRAE con la marca desus.— como abochornado ‘caluroso, ardiente, bochornoso’, academio ‘filósofo de la escuela de Platón’ o acal ‘canoa’? Es notorio que el verbo usar en cada caso se refiere a cosas distintas. La marca desus. de las tres últimas palabras señala que estas circularon por las bocas de los hablantes durante el periodo mencionado y posteriormente dejaron de emplearse. Si nos fijamos, por ejemplo, en la documentación que sobre la voz acal ofrece el DHLE, observamos que las fuentes primarias van desde 1522 (con un texto de las Cartas de Hernán Cortés: «Unos con sus haciendas se iban a meter en la laguna con sus canoas que ellos llama acales») hasta fines del siglo xvii. En cambio, la marca desus. referida al término acanelonar no significa que dicho verbo se empleara en el mismo periodo, o dicho de otro modo, no se quiere indicar con ella que tal voz perteneciera al pueblo durante cierto tiempo y luego cayera en desuso; en este caso desus. manifiesta que en la Edad Moderna alguien utilizó en cierto momento y en una sola ocasión determinada palabra. Al margen de la cronología, la diferencia fundamental es —como se ha dicho— que el verbo tirsiano es un acto de habla y las demás voces desusadas a las que nos hemos referido son hechos de lengua.

Pensamos que la presencia del verbo acanelonar en el DRAE (aunque también la de muchas otras voces de características similares), por un lado, plantea la conveniencia de registrar actos de habla en un diccionario de lengua; y, por otro, si se decide mantener este tipo de voces, pone de manifiesto la falta en el DRAE de una marca que permita al consultante distinguir, sin la más mínima duda, entre aquellas voces que pertenecen a la comunidad de hablantes y aquellas que no son más que creaciones léxicas ocasionales, fogonazos verbales, como es el caso, de autores de nuestra literatura.

Permítasenos (a partir del término ocasionalismo, que hemos utilizado en otros lugares para aludir a estas últimas voces)1 sugerir la utilización de la marca ocas., con la que quedaría patente que se está ante una palabra inventada por algún escritor que no ha llegado a integrarse en el léxico común. Además, si fuera oportuno, se podría utilizar simultáneamente cualquier otra marca (p. ej., cronológicas, como desus.). Finalmente, si el consultante del diccionario, tras hallar una voz con la marca ocas., deseara conocer el texto en el que se utiliza esa voz, no necesitaría demasiado tiempo para localizarlo gracias a los medios electrónicos de que disponemos. Si el lector de estas líneas lo desea, puede ahora comprobar lo fácil que resulta encontrar el texto en el que tiene lugar un ocasionalismo; pruebe a encontrar dónde se utiliza la palabra atalegar, registrada en el primer Diccionario histórico de la Academia.

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  • (1) Entre otros, en «La creación léxica ocasional en la obra de Tirso de Molina», Boletín de la Real Academia Española, LXXXIX, cuaderno CCC (2009), pp. 397-415. volver
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