A la derecha del mihrab, entre éste y la puerta
del sabat o pasadizo que comunicaba con el palacio,
y junto a ella hubo también una puerta estrecha y alta,
hoy tapiada y oculta al exterior, que servía para guardar
el almimbar o púlpito que utilizaba el jatib o el califa
para pronunciar la jutba o sermón del viernes.
Estos se colocaban en la penúltima grada ya que
la más alta nunca era utilizada en honor y en recuerdo
al Profeta. |
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El almimbar de
Córdoba era un gran mueble móvil de madera,
dotado de sus ruedas para poder ser trasladado y guardado
con suma facilidad, y presentaba en su parte delantera
una serie de escalones, nueve en el caso del cordobés,
con dos barandillas en ambos lados. Suele tratarse del
mueble más precioso de toda la mezquita, decorado de
forma profusa en toda su superficie.
En un primer momento al-Hakam II hizo uso del
almimbar que se encontraba junto al mihrab de Abd al-Rahman II, pero una vez que las
obras de su nueva ampliación estaban en marcha decidió construir uno nuevo, el cual
quedaría concluido hacia el año 966. Las crónicas nos dicen que tenía 36 000 piezas de
fina marquetería, realizadas en marfil y maderas preciosas (aloe, ébano, sándalo,
etcétera.), además contaba con herrajes de plata. Dicho mueble pasó por diversas
vicisitudes antes de su total desaparición. La entrada en la ciudad de las tropas
cristianas de Alfonso VII en 1146 le produjo serios daños, y con el tiempo aparecieron
piezas suyas en el norte de África. Sabemos que, en mejor o peor estado, permaneció en
el interior de la mezquita hasta el siglo XVII, momento en que fue finalmente destruido tras la
realización de una serie de obras en esta zona del edificio.
Para poder hacernos
una buena idea de su gran belleza debemos contemplar el almimbar
de la mezquita Kutubiyya de Marrakech (hoy en el museo del
palacio al-Badi de la misma ciudad), realizado en el siglo
XII
y con casi cuatro metros de alto. Este ejemplar marroquí fue
fabricado en la propia ciudad de Córdoba por encargo del emir
almorávide, Ali b. Yusuf hacia 514/1120 (concluido 532/1137),
por lo que sin duda la obra de al-Hakam le sirvió de
modelo. No olvidemos que la Córdoba omeya fue siempre el espejo
en el que todo el Occidente Islámico siempre quiso mirarse.
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