Casarte con el hombre del que estabas enamorada era una posibilidad que hasta antes del siglo XVIII no existía. La decisión de quién sería tu futuro esposo dependía de factores sociales y económicos que un tercero evaluaba. El matrimonio concertado se esparció por todo el mundo y, aunque para muchos significaba la peor pesadilla, para algunas mujeres, no tener que hacerse cargo de esa agobiante decisión resultaba, de cierta manera, un alivio. Actualmente los matrimonios arreglados han disminuido, por lo menos en occidente; en Asia del Sur, África, Oriente Medio y algunas partes de América Latina aún conservan la tradición de obligar a las mujeres a unirse de por vida a alguien que ellas ni siquiera conocen y mucho menos eligen.
Si analizamos desde ese punto histórico la evolución que ha tenido nuestra libertad de expresión y elección, confirmamos que la situación del género femenino ha cambiado mucho. Decidir por y para nosotras se ha convertido en una constante que nos ha permitido escalar los mismos peldaños que los hombres y disfrutar del mismo éxito que ellos. No obstante, ¿qué hay de esas decisiones, pequeñas o grandes, que nos estresan y agotan todos los días?
No se trata de mediocridad, tampoco de miedo; lo que nos hace dudar con tanta constancia es la misma capacidad que tenemos para imaginar todos los planos y resultados posibles. “Si elijo esto, pasará aquello; si lo hago así, me arrepentiré de ello; si no asisto, nunca obtendré esto; si voy, corro este riesgo”; así es como la mente femenina analiza una y otra vez cada decisión, mientras nuestras hormonas se vuelven un manojo de estrés y cansancio que terminan tumbándonos. Finalmente, todos sabemos que no hay nada más hermoso que las mujeres, pero ¿quién dijo que sería fácil ser una de ellas?
De acuerdo a un artículo de la “BBC”, las decisiones que tomamos todos los días intervienen y definen nuestro grado de felicidad. Despertarnos y levantarnos inmediatamente de la cama o acurrucarnos unos minutos más ya implica un proceso complejo de resolución. Lavarnos el cabello para llevarlo ondulado o no mojarlo para pasarnos la plancha sobre él. Vestirnos de negro para parecer más delgadas y sólo tener que agregar un accesorio para vernos presentables, o bien, vestir de colores detallando cada parte de nuestro look. Caminar hacia el metro, tomar un taxi o esperar el autobús, sabiendo que eso le suma o resta minutos a nuestro día, tomando en cuenta que caminar tal vez sea buena idea para ejercitar un poco las piernas, aunque sí no hemos desayunado puede que se nos baje el azúcar…
En temas más escabrosos como el trabajo, la universidad, la pareja o nuestro futuro, las decisiones se convierten en proyectos de vida, éxitos o fracasos. Está científicamente comprobado que los hombres planean menos porque su estructura cerebral no les permite medir tantos riesgos como a nosotras. Para ellos, las consecuencias de una decisión jamás serán tantas ni tan graves como las que nosotras visualizamos.
A pesar del estrés que cada elección nos genera, el placer de haber tomado la decisión correcta siempre es incomparable. Por otro lado, equivocarnos –por lo menos en cuestiones menores– también resulta cómico; la vergüenza y el enojo pueden invadirnos por segundos, pero después de una determinación equivocada lo mejor es reírse de una misma. Con ese humor es con el que Gemma Correll visualiza e ilustra lo estresante y agotador que es ser una mujer indecisa, y plasma en cada imagen muecas dudosas y viñetas irónicas para acompañar al personaje que nos representa a casi todas.
Los diseños de Gemma Correll nos comprueban que parte de esa dificultad para decidir gira alrededor de la lucha eterna que existe entre el corazón y la razón, y aunque ambas partes saben qué es lo mejor para cada uno, ninguno está dispuesto a ceder. Es entonces cuando nos transformamos en entes desquiciados sin idea de lo que queremos, necesitamos y debemos hacer.
Lo que estresa y agota a una mujer es parte de su condición imperfecta y a la vez hermosa; compruébalo a través de las “ilustraciones de lo imperfectas y hermosas que son las mujeres cuando nadie las ve” y después conoce a la artista que ilustra todo lo que nos avergüenza.
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Gemma Correll