Acalasia

Digestivas

Actualizado a: Martes, 30 Noviembre, 2021 18:58:24 CET
Gráfico sobre la acalasia La acalasia es un trastorno digestivo que dificulta el paso de la comida y los líquidos hacia el estómago.

Qué es

La acalasia es un trastorno poco frecuente del esófago, que deja de funcionar correctamente y es incapaz de propulsar la comida hacia el estómago. Se produce por un fallo en las células nerviosas que permiten que el músculo del esófago se mueva de forma sincronizada mediante lo que se conoce como movimientos peristálticos. “Cuando esas células van desapareciendo sin que se sepa por qué, el movimiento del esófago se altera y la expresión máxima de esta disfunción es la acalasia”, resume Francisco Javier Casado, jefe de sección de Aparato Digestivo y profesor asociado de Medicina en el Hospital Universitario Clínico San Cecilio, de Granada.

Lo que sucede en esta enfermedad es que el esfínter esofágico inferior, que comunica el esófago con el estómago, no se relaja. Al no poder transitar de forma natural, la comida acaba pasando por presión. El bolo alimenticio se va acumulando en el esófago hasta que llega un punto en el que su empuje acaba con la resistencia del esfínter inferior. Con el tiempo, esa retención de comida lleva a la dilatación del esófago.

Incidencia

La  incidencia de la acalasia se sitúa en torno a 1 caso por 100.000 habitantes. Afecta por igual a hombres y mujeres y puede aparecer en cualquier momento de la vida, aunque el pico de frecuencia se produce entre los 40 y los 60 años de edad.

Causas

La mayoría de las acalasias son primarias, es decir, no se deben a otras enfermedades. Se desconocen las causas de la degeneración progresiva de las terminaciones nerviosas del esófago que caracteriza a esta patología y no se han descrito factores de riesgo, ni ambientales ni genéticos.

No obstante, tal como indica Andrés Sánchez-Yagüe, especialista de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) y del Hospital Costa del Sol, “existen casos de lo que denominamos acalasia secundaria, que produce los mismos trastornos que la primaria, pero tiene un origen conocido, como puede ser la enfermedad de Chagas, que es una causa muy común en Sudamérica”. Existen otras causas menos comunes, añade el experto, “como la esofagitis eosinofílica, amiloidosis, sarcoidosis, neurofibromatosis, síndrome de Sjögren y otros trastornos genéticos”.

Síntomas

El principal síntoma de la acalasia es la disfagia, que es la dificultad para la deglución. Cuando come, el paciente nota que la comida se queda retenida en el pecho. Con el tiempo, se produce tal acumulación de alimento que el afectado se ve obligado a arrojarla o regurgitarla. Asimismo, puede generar episodios de atragantamiento.

También se puede presentar dolor torácico, producido por la comida atrapada en el esófago, así como sensación de opresión en el pecho que puede extenderse hacia la espalda.

Otro problema que puede surgir es que, al llenarse el esófago, la comida pase hacia la vía respiratoria y produzca infecciones respiratorias.

Con el paso del tiempo, cuando la enfermedad ya está avanzada, los pacientes presentan pérdida de peso y desnutrición.

Prevención

El desconocimiento de la causa exacta de la acalasia primaria imposibilita la adopción de medidas preventivas. Los casos secundarios pueden prevenirse, en teoría, evitando y tratando las enfermedades que los causan, pero muchas de ellas son difíciles de sortear.

A modo de pautas generales para evitar o reducir el impacto de los trastornos digestivos, Gonzalo Guerra, cirujano general y digestivo del Centro Médico-Quirúrgico de Enfermedades Digestivas (CMED) aconseja “llevar unos hábitos de vida saludable, intentar hacer una alimentación equilibrada y comer despacio y masticando bien”.

Tipos

Las acalasias pueden dividirse en primarias (aparecen directamente) o secundarias (causadas por otras enfermedades) y suelen clasificarse en tres tipos en función de la respuesta del esófago a la deglución y su grado de dilatación: tipo I, tipo II y tipo III. En general, los pacientes con el tipo II responden mejor a los tratamientos disponibles para esta enfermedad.

Diagnóstico

Los síntomas que experimentan los pacientes son el punto de partida para el diagnóstico de la acalasia, para el que se emplean, sobre todo, tres tipos de pruebas: manometría, que es la que permite afinar el diagnóstico; la radiología, que sirve para ver el tamaño del esófago y en qué condiciones está; y la endoscopia, que descarta la existencia de otras enfermedades, como un cáncer de esófago.

Manometría esofágica

Esta prueba se realiza introduciendo una sonda por la nariz y bajando por el esófago hasta el estómago. A continuación, se le da agua al paciente para que los sensores de la sonda midan la presión de las contracciones musculares. De esta manera, se obtiene el patrón de movilidad del esófago que confirma si es una acalasia o no.

Endoscopia superior

Mediante un endoscopio (tubo flexible con una cámara) se explora el revestimiento interno del tracto digestivo superior (el esófago, el estómago y el duodeno, que es la primera parte del intestino delgado). Esta prueba también es conocida como esofagogastroduodenoscopia o EGD.

Radiografía con contraste de bario

En esta técnica de rayos X se administra un contraste de bario por vía oral al paciente, lo que permite visualizar el interior del tubo digestivo. Mediante este procedimiento, cuando hay acalasia se puede apreciar el ensanchamiento del esófago y el cardias (válvula que deja pasar el alimento desde el esófago hacia el estómago) se ve muy fino.

Tratamientos

El tratamiento de la acalasia consiste en disminuir la presión del esfínter esofágico inferior, con el objetivo de que se relaje y permita el paso de la comida hacia el estómago. Esto se puede conseguir cortándolo (quirúrgica o endoscópicamente), dilatándolo hasta que se rompan las fibras o inyectando toxina botulínica (bótox). También hay algunos fármacos que pueden ayudar a relajar el esfínter, pero tienen un efecto muy transitorio y no constituyen un tratamiento definitivo. 

Tratamiento endoscópico

“La técnica endoscópica está sustituyendo a la quirúrgica, dado que es menos invasiva, aunque la cirugía sigue teniendo indicación en pacientes con esófagos muy dilatados”, señala Sánchez-Yagüe. El procedimiento de elección -que aún no está disponible en todos los hospitales porque requiere un alto nivel de especialización- es la miotomía peroral endoscópica (POEM), que consiste en introducir bajo sedación anestésica un endoscopio a través de la boca, creando un túnel en el esófago y cortando el músculo del esfínter esofágico inferior.

Otra técnica endoscópica empleada es la dilatación con un balón que se infla para romper las fibras musculares del esfínter esofágico inferior para permitir su relajación y que, de este modo, pueda pasar la comida. “Tiene un riesgo”, apunta Casado, “que es la rotura de la válvula, produciendo una perforación”. Pero agrega que la probabilidad “de que eso ocurra no es muy elevada porque los aparatos que utilizamos están muy calibrados y se procede con mucho cuidado”.

Cirugía

La intervención quirúrgica más empleada consiste en destruir las fibras musculares del esófago a nivel del esfínter inferior para permitir que la comida pueda progresar hacia el estómago. “Esa técnica se llama miotomía de Heller, actualmente se hace por laparoscopia y tiene unos resultados excelentes de manera general”, recalca Guerra.

Toxina botulínica

La inyección de toxina botulínica (bótox) se utiliza fundamentalmente en pacientes mayores, ya que es más rápida, pero tiene el inconveniente de que su efectividad va disminuyendo con el tiempo.

Otros datos

Pronóstico

La acalasia no es una enfermedad maligna ni mortal, pero cuando no se trata produce un gran deterioro de la calidad de vida y puede causar desnutrición.

El tratamiento, que no es curativo, permite el vaciado del esófago para que el paciente pueda alimentarse correctamente y deje de tener molestias, pero el esófago no recupera su movilidad. El alimento ya no desciende hacia el estómago por los movimientos esofágicos, sino por gravedad. Por eso, se recomienda a los afectados que adopten una postura adecuada para comer (en ningún caso tumbados) y que lo hagan despacio, masticando muy bien y evitando ingerir alimentos demasiado fríos o excesivamente calientes.

También se recomienda evitar el estrés, sobre todo durante las comidas, ya que, según Casado, “influye muchísimo en las patologías funcionales del esófago”.

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