Los genes de la "afectuosidad" predisponen a mejores relaciones entre padres e hijos

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Autor: Cooperativa.cl

Si no está presente dicha secuencia de ADN, las personas tienden a ser más infieles.

Tener apego a los padres en la niñez mejora la salud mental en la vida adulta.

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Las relaciones entre padres e hijos están determinadas no sólo por el ambiente, también influirían factores genéticos y epigenéticos que explicarían una predisposición a crear vínculos más profundos determinados por los genes que favorecen la fidelidad y el cariño.

Estos genes influirían en el desarrollo cognitivo, afectivo y emocional de los individuos, sobre todo en los primeros cinco años de vida.

Es en esa etapa cuando se fija hasta el 90 por ciento de las expectativas sicosocioculturales de los sujetos, las cuales están determinadas por la existencia o carencia de vínculos que estimulan afectiva y emocionalmente a la persona.

Así lo señala el académico del Programa de Genética Humana del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Chile, Carlos Valenzuela, quien explica que "la ciencia ha descubierto en el modelo animal genes de poligamia y monogamia, así como de fidelidad conyugal, algunos de los cuales también se han analizado en seres humanos".

"La fidelidad hay que entenderla como afectuosidad y no necesariamente como sinónimo de pareja única. Por ejemplo, un roedor puede ser fiel a tres hembras, es decir, ser polígamo aunque un excelente cuidador para sus crías y las madres de ellas", resalta.

Cuando el gen de la "afectuosidad" no está presente, tanto en machos como hembras, éstos tienden a ser más infieles y a no desarrollar relaciones permanentes. "Lo que está en juego es la profundidad del vínculo que, asimismo, da estabilidad a la pareja", dice el experto.

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Expertos plantean que la pareja que procrea y cría es absolutamente indispensable.

El ambiente

El médico añade que si bien hay determinaciones genéticas, el ambiente genera grandes cambios.

"Un estudio realizado en roedores de madres frías y poco cuidadoras cuyas crías fueron instaladas con animales que tenían un fenotipo cuidador, o sea, que los lamían y acurrucaban, cambiaron su patrón de comportamiento una vez que llegaron a la adultez. Esto significa que si bien su mapa genético los impulsaba a actuar fríamente, fueron más cariñosos con sus crías gracias al cambio metabólico que se produjo en sus cerebros tras haber recibido afecto en la primera etapa de sus vidas", explica Valenzuela.

El doctor plantea que la pareja que procrea y cría es absolutamente indispensable, sobre todo si se considera que la espera de un hijo libera una serie de hormonas que favorecen la expresión de cariño hacia el nuevo ser.

Apego

Los estudios indican que el apego seguro en los primeros años de vida facilita y promueve un desarrollo emocional y favorece la tolerancia a situaciones de alto riesgo.

"Las personas que tuvieron relaciones de afecto y seguridad con sus progenitores durante la niñez tienen mejor salud mental en la vida adulta. Asimismo, un ambiente seguro y positivo, libre de violencia durante la infancia, promueve la formación de una personalidad resiliente. Y la forma en que el adulto será resiliente dependerá en buena parte de las condiciones de crianza de sus primeros años y de las relaciones de apego", señala la doctora María Eugenia Moneta de la Universidad de Chile.

Sin embargo, plantea, hay una vulnerabilidad genética a los ambientes de riesgo que puede expresarse menos si existe un apego real y seguro.

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