Mancillar el Idioma ¿moda o mala educación?

Una mañana pasaba frente a la iglesia de El Llano,  donde se celebraba una misa para jóvenes liceístas. Entré para saludar a Dios en su casa y a observar a los jóvenes que vestidos con sus uniformes, asistían al encuentro. Las palabras del sacerdote y  el ambiente festivo daban una sensación de paz y alegría. Pero al salir, el choque fue brutal, unas niñas entre doce y quince años, permanecían en las inmediaciones de la entrada principal y forzosamente, al pasar, escuché sus conversaciones. Me quedé pasmada y me ganó la indignación al oír la forma tan vulgar en que se expresaban y cómo se dirigían a sus compañeras. Un vocabulario digno de un bar de mala muerte. Ya no existen los nombres propios, ya no se llaman María o Ana, ahora son todas  “maricas” porque esa es la expresión más utilizada como sustantivo para dirigirse unas a otras. Los temas de conversación versaban sobre sexo, un sexo por demás desvirtuado y poco cónsono con esas edades de flores recién nacidas. Los varones no se quedan atrás y también exhiben un léxico soez, utilizado a diestra y siniestras, sin respeto, ni pudor.

“Las palabras nos hacen Dioses-señala Antonio Pérez Esclarín en su libro “Educar para Humanizar”-con ellas podemos fortalecer la vida o asfixiarla. Con las palabras podemos sacudir conciencias, animar levantar, entusiasmar, provocar ganas de arriesgarse a vivir en lo hondo, o podemos desanimar, aplastar, destruir, seducir para hacer de la vida un suceso sin sentido. Hay palabras que son puños, golpes. Y palabras que son caricias, estímulos, abrazos Con las palabras podemos crear o destruir, dar vida o matar”Esta consideración nos lleva a un reflexión importante, si los jóvenes, semilla del futuro, usan las palabras incorrectamente, y se limitan a decir vulgaridades, entonces, ¿qué podemos esperar de esas generaciones que están levantándose bajo el influjo de una falta de educación y falta de valores morales?

Adultos responsables

Somos los adultos, padres, maestros, profesores, representantes, comunicadores sociales,  los que tenemos la inmensa responsabilidad de “educar para humanizar”, de enseñarle a nuestros hijos que expresarse correctamente, es sinónimo de moralidad, de respeto, de integridad. Nuestro idioma es realmente hermoso y significativo porque tiene palabras para denotar el mundo en que vivimos, entonces, ¿por qué reducirlo a malas palabras, habiendo tantas para expresarse? Las conversaciones de los jóvenes de hoy, entre improperios y deslices dejan a los adultos muy mal parados porque no hemos sabido trasmitirles la maravilla que significa utilizar correctamente nuestro lenguaje.

Continúa explicando el autor:” Es imposible construir un país, si la palabra no tiene valor alguno, si lo falso y lo verdadero son medios igualmente válidos para lograr un objetivo…En consecuencia, necesitamos con urgencia recuperar el valor de la palabra, aprender a hablar y a escuchar solamente palabras verdaderas, encarnadas en la conducta, comunicadoras de vida, provocadoras de encuentros ; palabras bálsamo que refresquen la aridez de las heridas, que den valor, que siembren esperanzas , que provoquen ganas de vivir. Palabras para celebrar, cantar a la vida, al amor y a la amistad”

Los jóvenes de hoy están pasando por muchas vicisitudes, y la desorientación, es una de ellas, si está a nuestro alcance, convirtámonos en sus guías, en faros de luz que inculquen las buenas costumbres, el amor y el respeto a todos los seres vivientes  sobre todo enseñémosles a no mancillar nuestro idioma. ¿Cómo se logra? Con el ejemplo, con la lectura de buenos libros, con experiencias gratificantes al contacto con la naturaleza, con la sensibilización ante los paisajes de sol, lluvia, cielo, nubes, montañas, luceros, con la conversación amena sobre lo que significa amar y ser amado, con inculcarles autoestima en la etapa de sus vidas en que están en formación. Y de vez en cuando, como dice un amigo” con un “Tate quieto”, aun cuando los psicólogos no estén de acuerdo, la experiencia refiere lo contrario, porque más vale corregir en el momento una mala conducta que dejarla seguir hasta que sea muy tarde. Con tiempo de calidad y demostraciones de sincero cariño- Así lo lograremos.

Si tomamos acciones, podremos decir:

“Veo un nuevo día.

Un hombre nuevo que avanza erguido

Con la cabeza levantada  y el corazón orgulloso,

Sin miedo, da nada ni de nadie”. J. Rice.

Arinda Engelke.