Tiempo de silencio (I).

  Días de relectura de Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín-Santos. Fue mi profesor de literatura, Pedro Alonso, el que me descubrió esta novela (que, lógicamente, no me gustó nada la primera vez que la leí). Como es sabido, ya no soporto las novelas, pero me encantan aquí la voluntad de clavar un ensayo en el enclenque cuerpo argumental, la ironía permanente y el inacabable juego lingüístico. Por otra lado, una manera perfecta de acercarse a una concreta gran ciudad española a fines de los años cincuenta del siglo pasado.

 

”Hay ciudades tan descabaladas, tan faltas de sustancia histórica, tan traídas y llevadas por gobernantes arbitrarios, tan caprichosamente edificadas en desiertos, tan parcamente pobladas por una continuidad aprehensible de familias, tan lejanas de un mar o de un río, tan ostentosas en el reparto de su menguada pobreza, tan favorecidas por un cielo espléndido que hace olvidar casi todos sus defectos, tan ingenuamente contentas de sí mismas al modo de las mozas quinceñas, tan globalmente adquiridas para el prestigio de una dinastía, tan dotadas de tesoros –por otra parte- que puedan ser olvidados los no realizados a su tiempo, tan proyectadas sin pasión pero con concupiscencia hacia el futuro, tan desasidas de una auténtica nobleza, tan pobladas de un pueblo achulapado, tan heroicas en ocasiones sin que se sepa a ciencia cierta por qué sino de un modo elemental y físico como el del campesino joven que de un salto cruza el río, tan embriagadas de sí mismas aunque en verdad el licor de que están ahítas no tenga nada de embriagador, tan insospechadamente en otro tiempo prepotentes sobre capitales extranjeras dotadas de dos catedrales y de varias colegiatas mayores y de varios palacios encantados –un palacio encantado al menos para cada siglo-, tan incapaces para hablar en su idioma con la recta entonación llana que le dan los pueblos situados hacia el norte a doscientos kilómetros de ella, tan sorprendidas por la llegada de un oro que puede  convertirse en piedra pero que tal vez se convierta en carrozas y troncos de caballos con gualdrapas doradas sobre fondo negro, tan carentes de una auténtica judería, tan llenas de hombres serios cuando son importantes y simpáticos cuando no son importantes, tan vueltas de espalda a toda naturaleza –por lo menos hasta que en otro sitio se inventaron el tren eléctrico y la telesilla-, tan agitadas por tribunales eclesiásticos con relajación al brazo secular, tan…”

[continuamos mañana]

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La ciudad que fue (y II)

”Tanto cayó que acabé cayendo yo. Todavía no sé de qué me puse enfermo, pero lo estaba. Supongo que la famosa angustia existencialista de Sartre acabó por asentarse en mi estómago y convertirme en un anuncio de La Naúsea, la autocompasión y la ansiedad. Que mis males eran psicosomáticos ya lo sabía yo, pero eso no me impedía despertarme en mitad de la noche con ganas de vomitar sin llegar a hacerlo nunca. El impulso vital del verano parecía arrasado por aquella lluvia incesante. Pasaba las tardes en los cines baratos, a veces viendo dos sesiones dobles seguidas, por retrasar la vuelta a casa. La noche de fuera era la penumbra de dentro. Me recuerdo en la oscuridad, leyendo, a la luz de un flexo, El Cuarteto de Alejandría de Durrell, mientras en el tocadiscos sonaba “Love in vain”:

I followed her to the station

with a suitcase in my hand;

is hard to tell, but all true love is in vain.

When the train comes in the station I looked in your eye

I felt so sad and lonesome that I could not help but cry.

When the train left the station, it had two lights in behind.

The blue light was my baby and the red light was in my mind.

Oh, my love! All love’s in vain.

(Le acompañé a la estación/ con una maleta en la mano./Es duro decirlo, pero todo verdadero amor es siempre en vano./Cuando el tren en la estación la miré a los ojos,/me sentí tan triste y tan solo que sólo pude llorar./Cuando el tren abandonó la estación, dejó dos luces atrás/La luz azul era mi chica y la luz roja era mi mente./Oh, amor mío,/en vano es todo amor.)

Yo entreveía, aunque no entendía, el mal de aquel invierno. Era lo que siempre se ha llamado en español “mal de amores”, que nuestra progresía de ayer solía entender como un perentorio afán sexual con profuso aderezo sentimental. Recuerdo una frase durrelliana: “Ella estaba enamorada del amor”. Yo creía que el amor nos defendía del sexo, cuando es el sexo lo que suele defendernos del amor. Pero eso lo aprendí mucho más tarde.

…Vivía en un “blues”, en una balada triste, en un rock melancólico y de suburbio. En un bar cercano escuchaba una y otra vez en la máquina de discos el primer éxito de los Lone StarMi calle”, que comienza con unos golpes gitanos de yunque en la fragua y un na-na-na de Pedro Gené que recuerda al de Wilson Picket en “La tierra de las mil danzas”:

……Mi calle tiene un oscuro bar, húmedas paredes,

……Pero sé que alguna vez cambiará mi suerte.

Entonces entraban los apostadores del canódromo, sacudiéndose la lluvia y la ruina de la tarde. Y pedían cervezas y vino, con tapas grasientas y picantes, convencidos de que algún día, en alguna carrera, alguna vez, cambiaría su suerte. Yo era uno de aquellos en aquel oscuro bar. Y pedía otra cerveza. Y volvía a poner a los Lone Star”.

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Richard Estes, la vida propia de la luz y del acero.

1.-Nuestra pintura tiene la suerte de disfrutar entre sus cumbres a Antonio López, padre del hiperrealismo español. Para los estudiosos de la ciudad, la contemplación de sus cuadros  -aunque nada se sepa del arte pictórico- es una fuente primaria de reflexión. Basta ver, por ejemplo, dos de sus obras más reputadas: Gran Vía y Madrid desde Torres Blancas. He añadido, por cierto, el cuadro anterior denominado “Centro de restauración”:

 

«Gran Vía.» 1974-1981. Antonio López. Fuente: ***.

«Gran Vía». Antonio López. Fuente: ***.

«Madrid desde Torres Blancas». Antonio López.

«Centro de restauración» (1969-1970). Antonio López.

     La imagen urbana tiene un gran atractivo para los practicantes del hiperrealismo. Les permite apurar el detalle –la “información histórica acumulada en la ciudad”, como dicen los geógrafos- y, además, jugar vertiginosamente con las perspectivas. Ahora bien, la ciudad de Antonio López tiene aún una capa de color cálido, como un aura o un refugio que aún puede acoger la inevitable soledad humana.

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2.-En cambio,  en el también gran maestro hiperrealista noreteamericano Richard Estes, el decorado urbano contemporáneo y occidental rezuma una frialdad inquietante. Para llegar a ello, Estes apura al máximo cada fragmento, usando una técnica ya plenamente hermanada con la fotografía. Además, Estes multiplica implacablemente los reflejos, los espejos, las perspectivas cortantes y el señorío del metal.

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3.-R. Estés  expone estos días en la Galería Malborough de Barcelona su “Obra reciente” (hasta el 4 de noviembre). Nos hallamos aquí ante la culminación de su estilo. Es cierto que el mismo autor ha desmitificado en alguna ocasión la ausencia de personas en muchos de sus cuadros. Pero esa presencia inexistente o, peor aún, robotizada o hipnotizada, deja inevitablemente un mal sabor de boca, un tufo de angustioso existencialismo urbano. Hemos seleccionado aquí algunos de los cuadros expuestos*:

 

R. Estes.Alice Tully Hall
2015
óleo sobre tabla
29,9 x 21,6 cm

 

 

 

 

R.Estes.Staten Island Ferry with a Distant View of Manhattan and New Jersey
2011
óleo sobre tabla
32,7 x 47,9 cm

 

 

R.Estes.Starbucks Self Portrait
2017
óleo sobre tabla
45,7 x 65,4 cm

 

R.Estes. Rihanna
2012
óleo sobre tabla
30,5 x 61 cm

 

R.Estes.Escalator at Columbus Circle Subway Station
2017
óleo sobre tabla
73,7 x 45,7 cm
R.Estes.Roman Street Scene
2013
óleo sobre panel
20,3 x 15,2 cm
R. Estés. CD
2014
óleo sobre tabla
34,3 x 48,9 cm

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*Hemos utilizado en este artículo las imágenes suministradas en la web de la Galería Marlborough sobre el el catálogo de la exposición. Algunos lectores me avisan de que es demasiado reducida la reproducción. Como compensación, hemos añadido al final dos de las obras más famosas de Estes, que pueden verse en el Museo Nacional Thysen-Bornemisza: Cabinas telefónicas (1967) y Nedick’s (1970).

 

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25 de abril

El precedente de este cuaderno fue un blog vinculado a unas sesiones mensuales de actualización jurídica para alcaldes y concejales que tuve el gusto de dirigir en los años 2011-2012 en la Asociación Catalana de Municipios. Una de las secciones que más gustaban se llamaba «Imàgenes del Derecho» y consistía en una reflexión sobre algún  cuestión de Derecho a partir de una fotografía, un discurso, un poema, una canción o una película. El 29 de abril de 2011 publiqué este articulillo y su correspondiente documento gráfico y hoy lo pongo en castellano para deleite de mis lectores.

 

«25 de abril»

(publicado en catalán el 29 de abril de 2011).

1.-El 25 de abril del 1974, un amplísimo grupo de militares portugueses –articulados dentro del “Movimento das Forças Armadas”- ´dio un golpe de Estado y derrocó el régimen republicano, que tenía como primer ministro a Marcelo Caetano. El sistema político destronado había sido calificado de diversas maneras por los historiadores. Para algunos, se trataba de una “República autoritaria” y, para otros, era uno de los mejores ejemplos del “Estado corporativo”. Su principal ideólogo fue A. de Oliveira Salazar, presidente del Gobierno de  1932 a 1968 y teórico fundamental del “Estado novo”, empapado de una relativa influencia del fascismo italiano, de un reforzamiento del papel de la Iglesia y del anticomunismo propio de la época.

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2.-El golpe dio lugar a una fase convulsa, en parte propiciada por la heterogeneidad del movimiento. Así, el mismo general Spínola –que aparece en el documento que adjuntamos- intentaría un golpe militar desde posiciones reaccionarias el 11 de marzo de 1975. En el seno de los militares se agrupaban, de hecho, sectores moderados –como el representado por el capitán Vítor Alves, que murió en enero del presenta año- y grupos de izquierda radicalizados. El nombre relevante en este último ámbito era, sin duda, el oficial Otelo Saraiva de Carvalho. Finalmente, no obstante, la nueva Constitución fue aprobada en 1976.

Estas frías y cortas notas no son suficientes para describir el impacto que supuso la “Revoluçao dos cravos” en la retina de la Historia. A favor del mito juegan su carácter incruento y sin derramamiento de sangre, la entrega espontánea de claveles a los soldados, la conciencia de que sólo el golpe podría poner fin a las absurdas y sangrantes guerras en los territorios coloniales de Ultramar y –evidentemente- la canción de Zeca Alfonso, “Grandôla, vila morena”, elegida por el mismo Saraiva de Carvalho como señal radiofónica para la salida de tropas a la calle.

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3.-Desde el punto de vista jurídico, debemos hacer dos consideraciones. En primer lugar, la influencia que la Constitución portuguesa de 1976 tuvo en la Constitución española de  1978, especialmente por lo que respecta a los derechos sociales o “Principios rectores de la política social y económica”. El tema ha sido muy bien estudiado en el volumen coordinado por el profesor TAJADURA TEJADA, La Constitución portuguesa de 1976. Un estudio académcio treinta años después, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2006. Es especialmente recomendable el artículo inicial del mismo profesor Tajadura, donde reflexiona sobre la inviabilidad de los principios constitucionales en el marco de la aldea global.

Un segundo punto se refiere directamente al documento que acompañamos, que es la portada del diario República, correspondiente al número que apareció justo el día del golpe. Puede verse al final la expresión “ESTE DIARIO NO FUE VISADO POR NINGUNA COMISIÓN DE CENSURA”. Es decir, el periódico vulneró aquella misma noche su obligación de someterse a censura previa. Este trámite era uno de los más odiosos del régimen salazarista y, de hecho, una de las medidas inmediatas del programa del “Movimento das Forças Armadas” era “A aboliçao de censura e examen previo” (epígrafe A)2 g).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Plaça Rovira i Trias (I)

…       1.-Magnífica mañana con los compañeros de la Pompeu Fabra, hablando de ciudades y de normas y aprendiendo y revisando ideas. Me comenta alguien que el relevante geógrafo XYZ no conduce –como ocurre, según me entero luego, con algunos de los más destacados geógrafos catalanes de estos últimos años y de la actualidad-. Alguien debería escribir una tesis doctoral sobre la diferente percepción del territorio que tenemos los que nos movemos a pie o en ferrocarril habitualmente. Pero vayamos al grano. Repasando algunas notas, me encuentro con esta joya de Luis Eduardo Aute, una canción  que es una buena descripción de algunas marcas propias de la denominada ciudad compacta.

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…       2.Gracia es uno de los barrios más bellos de Barcelona, en gran parte por la estructura de calles y manzanas heredada de mediados del siglo XIX. Destacan especialmente las diversas plazas del barrio que, junto con las calles, es casi lo único que, con el vocabulario actual, podríamos considerar como terrenos de cesión forzosa para los promotores. El contraste con el Ensanche es evidente y la ciudad, sin llegar al extremo del casco antiguo –Ciutat Vella-, vuelve a hacerse sinuosa y encogida (a los taxistas no suele gustarles). La plaza de Rovira i Trias es, precisamente, una de las más populares.

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…       3.-En gran parte, Gracia podría reivindicar algo de los patrones de la ciudad mediterránea compacta -aunque en su día jugó descaradamente como un suburb que recibía la población y las industrias que no cabían en Barcelona, incluso diseminándolas por la llanura todavía virgen-. Pues bien, la canción sitúa su relato a mediados del siglo XX y observamos, por ejemplo, la mezcla de usos en zona urbana y la consiguiente contigüidad. Así, el padre de Aute parece que no trabaja muy lejos de su residencia y aún tiene tiempo de bajar a tomar una horchata a la heladería del barrio. Incluso, es posible ir paseando más tarde hasta el bar, centro neurálgico presidido por espectaculares ensaladillas. El uso recreativo inmediato se cierra con el cine Rovira, que parece lleno de familias con grandes y chicos

…. El uso comercial también está ahí mismo, con la farmacia y el quiosco. Curiosamente, aparece también el transporte público –otra de las claves de la compacidad- con la irrupción del tranvía (que, además, marca la hora de cierre y no se plantea, ni por asomo, ninguna “libertad de horarios”).  Al final del día, es posible volver andando tranquilamente a casa. Sin embargo, es cierto que queda un resto de baja densidad en la torre con jardín de Massens, con su pozo y su suelo con piedras. Hoy, el jardín ya se halla intensamente edificado. En efecto,  puede contemplarse la calle Massens en El ojo del tiempo, donde apreciamos fácilmente las diversas manchas verdes o no edificadas de la calle en los años cuarenta-cincuenta del siglo XX.

 

…       Bien, todo lo anterior no es más que el aperitivo de esta magnífica canción, de la cual he transcrito la letra. Pero, cuando ya la hayan escuchado, les explicaré una interesante historia que deriva, precisamente, de la plaza Rovira i Trias (el enlace de la canción aparece al final de la letra)…

 

Somnis de Plaça Rovira

 

 

“A mi padre
y a Climent Comulada, in memoriam.
A Jordi Martín, a la familia Vall
y a todos los vecinos de la Plaça Rovira.
A mi prima Luisita Gozalbo
y a mi familia catalana, con profundo amor.”

De vegades, els somnis 
viuen la realitat
i a l’invers hi ha la 
vida
que fa real el somiat

con aquesta nit dolça
d’un agost d’envelats
pels carrers fent la festa
que em transporta al passat,

un passat com un barri
de futurs sense espills
on van viure els meus avis,
on van néixer els seus fills.

Tinc records del meu pare
quan, després del treball,
ens baixàvem a beure
les orxates d’en Vall.

Plaça Rovira, vella Plaça Rovira
del meu barri de Gràcia,
i el meu cor adormit,
Plaça Rovira, em bategues guspires
d’un foc que ja era cendra…
I, més que fum,
ets tota llum
aquesta nit.

I a la nit ens n’anàvem
per canviar un poc d’ambient,
fins el Bar Comulada,
el palau d’en Climent

on las ensaladillas,
de la seva patent,
feien que el tast dels somnis
fos un gust pel client.

La farmàcia d’en Pere
i el quiosc deien «prou,
a tancar que ja arriba
el darrer trenta-nou«.

I el Cinema Rovira,
va ser un somni guarnit
amb Charlot fent rialles
pels grans i els més petits…

Plaça Rovira, vella Plaça Rovira…

I al primer son del somni,
quan el temps va a partir,
el meu pare em deia:
«anem a casa a dormir».

I en silenci tornàvem
lentament cap amunt
a la torre dels avis
i tots els seus difunts.

I entre el pou i las pedres
del jardí de Massens,
la galàxia ens plorava
pluges de Sant Llorenç.

I el meu pare em parlava
assenyalant-me el cel:
«fes-li, abans dels teus somnis,
un petó al teu estel».

Plaça Rovira, vella Plaça Rovira… 

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La canción: «Somnis de Plaça Rovira» (con magníficas fotografías de Juan Miguel Morales López).

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Imágenes del Derecho: la muerte de Allende.

1.-La visión, en la noche del martes, del magnífico documental          -con amplias referencias históricas- que emitió Canal 33,  titulado  «Serrat y Sabina. El símbolo y el «cuate»» , me hace recordar un artículo que incluí en mi anterior bloc, relativo al discurso final del Presidente Allende. En mi análisis incluyo el texto y un comentario que puede ayudar a situarlo.

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2.-Más allá de las ideas de cada uno y de la polémica sobre las estrategias de Allende, lo cierto es que estamos ante uno de los monumentos cívicos más sublimes en la historia del Estado democrático de Derecho. Ahora que están de moda la mofa y el insulto en el  sagrado momento del juramento del ordenamiento constitucional, no está de más recordar las palabras de un hombre preocupado por la violación de ese juramento por parte de algunos militares y que, además, avisa que, por lo que a él respecta, sólo quiere ser recordado porque «empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo«.

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3.-En el comentario  añado también algunas filmaciones que describen la situación política del momento.

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