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La belleza en la distancia de Alela Diane

Alela, en una imagen reciente. Foto: Anna Caitlin

La cantautora californiana publica hoy su nuevo disco, Looking Glass (2022). Por eso, es una excelente ocasión para recuperar el phoner que mantuve con ella el 19 de febrero de 2008, después de la aparición de The Pirate’s Gospel, un álbum autoeditado en 2004, pero relanzado “comercialmente” en 2006.

La entrevista con Alela Diane la recuerdo como una de las más precipitadas de mi carrera. A las 12.00 recibí un email donde me ofrecían hacerla por teléfono… a las 18.30 del mismo día. Así que, a las 15.00, tras diligencias varias (gimnasio, comida), me puse a redactar el cuestionario, y a las 18.00 di por buena la lista de preguntas.

Mientras buscaba información sobre Alela, me iba enamorando cada vez más de ella: no solo por su aspecto físico, de una belleza “inquietante”, como algunos la describen, pero con una cierta candidez. También estaba su música, enraizada en el folk más primitivo, y su falta de pretensiones.

Y por fin, a las 18.30, llamé a un número de Los Ángeles y apareció la californiana al otro lado del auricular. Le di los buenos días y me preguntó si aquí (en Barcelona) era por la tarde. Le dije la hora y me comentó: “Me acabo de levantar. Es un poco distinto al otro lado del mundo”.

La portada americana

La charla duró unos veinte minutos (por primera vez acabé con todas las preguntas que tenía preparadas, porque no se extendió demasiado con las respuestas). Alela se mostró muy simpática y risueña, todo un encanto. Y pensé que era una de esas ocasiones en las que maldecía no haber podido hacer la entrevista cara a cara.

Eres de Nevada City (California), el mismo lugar del que procede tu amiga Mariee Sioux, Adam Kline (el líder de Golden Shoulders) y Joanna Newsom. ¿Qué ocurre en esa ciudad para que surja gente con tanto talento? ¿Hay algo en el aire o en el agua? Debe ser el agua, no lo sé. Creo que mucha gente creativa se instaló allí a finales de los setenta y principios de los ochenta, con una forma de pensar alternativa, y todos tuvieron hijos. Así que hay un grupo de personas de mi edad que está haciendo cosas muy creativas: hay muchos músicos, pero también artistas, pintores…. Además, la comunidad apoya las artes, y por eso podemos hacerlo, supongo.

Me gustaría que me hablaras de tus inicios. ¿Había una tradición musical en tu familia? Sí. De pequeña, sobre todo oía a mis padres tocar en casa. Mi padre (Tom Menig) es un gran guitarrista y mi madre tiene una voz asombrosa. Me acuerdo cuando se sentaban a la mesa de la cocina o en cualquier parte, y cogían la guitarra y cantaban; la mayoría eran viejos temas tradicionales norteamericanos. Así que escuché esa música, pero no recuerdo poner discos muy a menudo, porque no teníamos una gran colección; eran más bien cintas… Ya sabes, ¡eran los noventa!

Grabas en el estudio de tu padre, tocas sin una banda, hiciste a mano las copias de tu disco… ¿Se puede hablar de una estética de “háztelo tú mismo” en tu música? Sí, creo que es porque, al principio, me encargaba de todo. Hice a mano todos esos discos: cosí las portadas, dibujé las ilustraciones, escribí mi nombre, hice las copias de los CD… me involucré mucho. Porque también soy artista, y me hace sentir cómoda juntar ambas cosas, supongo. Siempre intento diseñar mis portadas y asegurarme de que se hace como yo lo hubiera hecho.

En plena naturaleza

¿Cómo describirías tu música a alguien que nunca hubiera escuchado uno de tus discos? Normalmente, cuando la gente me lo pregunta, respondo que es una especie de folk. Toco la guitarra y canto con esta voz que tengo. No estoy segura, pero pienso que está más cerca de catalogarse como folk, porque creo que el folk es contar una historia de un lugar, de forma tradicional… Me parece que eso es lo que hago. Más moderno, no tradicional, sino viviendo en tiempos contemporáneos.

¿Y qué piensas de la etiqueta de americana? Creo que tiene sentido hasta cierto punto. Soy norteamericana, interpreto este tipo de música más roots. Creo que, especialmente para los amigos del extranjero, el título de americana tiene sentido.

Tocas viejos instrumentos y sonidos añejos, pero suenas contemporánea. ¿Puedes explicar esta contradicción? ¿Cómo te sientes al interpretar esta música hoy en día? Para mí es algo natural. Nunca me lo planteo. Me gustan los instrumentos acústicos; aprendí a tocar la guitarra acústica. Me siento cómoda utilizando estos sonidos. Tal vez en el futuro probaré con una guitarra eléctrica, pero en este momento me gusta la idea de ser capaz de sentarme en el porche trasero o alrededor de un fuego de campaña o en cualquier sitio y tocar las canciones tal como son, sin preocuparme del equipo electrónico. Creo que, en general, no me llevo muy bien con la tecnología y las cosas que se enchufan. Para mí, solo tiene sentido usar instrumentos acústicos.

Karen Dalton, en una imagen de los años sesenta

A menudo los críticos te comparan con Karen Dalton. ¿Qué piensas de esa analogía? Me honra esta comparación, porque aprecio realmente la música de Karen Dalton. Pero, extrañamente, no la había oído hasta después de grabar mi álbum. Así que no estoy segura. La escuché tal vez hace un año, o un año y medio, y me conmocionó mucho, pero…

¿Puedes contarme la historia de The Pirate’s Gospel? Porque creo que al principio se grabó como una maqueta que vendías en tus conciertos… ¿Y después? Ya han pasado tres años desde entonces… Han sido casi cuatro. Lo grabé con mi padre, porque había escrito esta colección de canciones, y luego hice copias para vender en los conciertos, y supongo que alguna llegó a las manos adecuadas. Y un sello de Portland, Holocene Music, me ofreció sacarlo. Luego contacté con alguien en Inglaterra y en Francia. Así que fue como un proceso natural de la gente pasándose el disco de uno a otro, interesándose en compartirlo con públicos más amplios.

¿Pero las canciones volvieron a grabarse? No, es el mismo álbum, básicamente la maqueta que hice con mi padre en su estudio.

Retrato con piano y gato

Da la impresión de que la música es algo natural para ti, como respirar, sin ninguna intención ni propósito determinado… Sí, es algo que siempre ha formado parte de mi vida, siento que es lo que debo hacer. Es lo que más disfruto. Cuando trabajaba en un restaurante me di cuenta de que estaría mejor cantando que sirviendo mesas, así que descubrí que debería actuar y no seguir en el gremio de la restauración.

A veces los artistas piensan “voy a grabar un álbum para llegar al número 1”. Pero, sin embargo, a ti todo esto no parece importarte en absoluto. No me preocupan ese tipo de cosas. Solo grabo las canciones que he escrito, porque son importantes para mí. Estoy sorprendida por todas las personas que han escuchado mi disco. No tenía ni idea. Así que no pienso demasiado en intentar conseguir algo, solo hago lo que siento natural.

¿De dónde sacas la inspiración para tus canciones? En algunas hablas de tu familia, por ejemplo. Bueno, “The Pirate’s Gospel” estaba muy inspirado por… estaba atravesando un período difícil. Me fui de Nevada City y me trasladé a San Francisco, así que viví en una gran ciudad por primera vez, porque Nevada City es muy pequeña. Además, mis padres se divorciaron, vendieron la casa donde crecí, y todo eso fue muy difícil de procesar para mí. La manera de superarlo fue escribiendo mis canciones, y por eso muchas hablan de la familia y de aspectos relacionados con mi vida durante esa época.

Creo que, en general, no me llevo muy bien con la tecnología y las cosas que se enchufan

Pero The Rifle cuenta una historia un poco rara ¿no? Se basa en un sueño que tuve. Eso es lo que pasa por mi cabeza cuando duermo. Al despertar por la mañana la escribí. Es sobre mi familia y sobre algo que viene del bosque, no sé muy bien qué. Sí, es una situación aterradora, y me alegro de haberla escrito.

¿Puedes hablarme de tu próximo álbum? (To Be Still, 2009). Creo que ya estás trabajando en él… Así es. Empecé en Portland y luego he seguido en el estudio de mi padre, porque me di cuenta de que necesitaba más tiempo, y no me convencía lo que había grabado. Allí hemos trabajado unos seis meses, cuando no estaba de gira. El nuevo disco tiene más instrumentos: batería, bajo, chelo y violín… Pero todo se ha escogido de forma muy cuidadosa y se ha colocado específicamente de acuerdo con lo que es cada canción… Creo que es el próximo paso tras lo que hice hace cuatro años. He tenido mucho tiempo entre ambos discos, así que solo hago el álbum que quería grabar después de “The Pirate’s Gospel”.

Nada de mitología: solo contar pequeñas historias

¿Te consideras una storyteller? Creo que sí. Pienso que mis canciones definitivamente capturan momentos y cuentan pequeñas historias.

Dave Alvin opina que las canciones folk son “textos sagrados”, porque para él representan la mitología nacional, y tratan de grandes temas de forma simple: la moralidad, la muerte, Dios, el amor… ¿Estás creando una nueva mitología con tus composiciones? No lo sé. No aseguraría que estoy creando una nueva mitología, solo escribo sobre cosas naturales que le pasan a la gente. Y si escuchas las canciones y sacas algo de ellas, es magnífico, pero no pienso en crear una nueva mitología, eso es algo demasiado intenso. Tal vez, pero no tengo ni idea.

¿Piensas que hay un revival del folk? Por ejemplo, tenemos a Bruce Springsteen con las canciones de Pete Seeger, a Mavis Staples con los himnos de los derechos civiles… ¿Crees que en general la gente está más receptiva a este género? Si haces lo que quieres y lo haces bien, creo que tienes un público. En cuanto al folk, pienso que más gente está tratando de hacerlo porque a través de los años todos querían alejarse de él. Empezaron a tocar guitarras eléctricas, luego música electrónica y se alejaron mucho de la tradición. Hasta ahora, cuando la gente intenta retroceder y simplificar un poco más, por la razón que sea, porque sienten que es lo adecuado, supongo.

Las dos primeras joyas

Portada de la edición europea

A Alela Diane le gusta hacerlo todo con sus manos. Y es que, tras el debut autoproducido Forest Parade (2003), la cantautora grabó The Pirate’s Gospel en el estudio casero de su padre y se encargó de elaborar las portadas e incluso las seiscientas cincuenta copias que luego vendía en sus conciertos.

Eso fue en 2004, hasta que, años después, llamó la atención de la industria y se publicó una nueva versión remasterizada, en 2006 en los Estados Unidos y en 2007 en Europa. Aunque objetivamente era su “segundo” álbum, The Pirate’s Gospel se considera el “primero” en cuanto a descubrimiento a nivel masivo, sobre todo dado el escaso recorrido de Forest Parade (pocas copias en CD-R).

Alela escribió las canciones del disco durante un viaje por Europa, en una época en la que su estado de ánimo no era precisamente alegre: sus padres se habían divorciado, habían vendido su casa de Nevada City y ella se encontraba sin un lugar al que pudiera considerar su hogar. The Pirate’s Gospel reflejaba todos esos cambios, con unas letras reflexivas en las que se mezclaba el recuerdo de su familia con situaciones oníricas.

La californiana no necesitaba demasiados adornos: con su voz cálida y un escueto acompañamiento de guitarra acústica o banjo le bastaba, aunque a veces recurría a elementos sencillos como tímidas palmadas y canturreos (The Pirate’s Gospel), el coro de unos niños (Pieces Of String), la sonoridad de las palabras (Clickity Clack) o el silbido (Foreign Tongue).

Sin ninguna pretensión, solo por el simple placer de hacer música, elaboraba un folk artesanal en el que no faltaban las referencias al bluegrass y al góspel y que, si resultaba muy atractivo, era precisamente por su sencillez y su belleza.

“To Be Still”, el segundo/tercer álbum

Concebido de nuevo como otro family affair –es decir, rodeada de su padre y de sus amigos (Mariee Sioux y Alina Hardin a los coros, Matt Bauer al banjo)–, en su siguiente álbum, To Be Still (2009), Alela rizó el rizo y nos fascinó todavía más.

Si ya funcionaba en formato desnudo, con una mayor instrumentación –violín, batería y pedal steel– y unos cuidados arreglos solo podía crecer y caer en una eficaz redundancia, al embellecer unas canciones que serían bellas aunque las cantara en la ducha. No es que The Pirate’s Gospel fuera difícil de escuchar, pero es innegable que este nuevo enfoque podía abrirle puertas a nuevos públicos.

Tampoco nos engañemos: quien se esperara una superproducción a lo Owen Bradley quedaría decepcionado. Aquí lo que contaban eran los detalles, no los alardes virtuosos: la pedal steel en el country-folk de Dry Grass & Shadows y To Be Still, el violín en White As Diamonds y Take Us Back, las armonías vocales en el dueto con Michael Hurley en Age Old Blue, las percusiones en My Brambles, los punteos de guitarra eléctrica en Every Path, el banjo en Tatted Lace y los cánticos de sirena en The Ocean.

No hace falta decir que la voz es el activo más importante de Alela, junto a su talento como compositora. Y, más allá de arreglos e instrumentación, esto es lo que nos quedaba. Desde la portada, la musa nos observaba con sus ojos pardos y sus labios carnosos, como un aviso de “voy a meterme en tu corazón y voy a quedarme allí para siempre… y lo sabes”. ¿Se puede ser más perfecta?

Después de To Be Still, Diane publicó Alela Diane & Wild Divine (2011), About Farewell (2013), Cold Moon (2015) –con Ryan Francesconi–, Cusp (2018) y el directo Live At The Map Room (2021), con Heather Woods Broderick y Mirabai Peart. Hoy llega a las tiendas Looking Glass (2022), producido por Tucker Martine (Neko Case, My Morning Jacket, The Decembrists).

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