Poesía cubana: Maylan Álvarez Rodríguez

Leemos poemas de Maylan Álvarez Rodríguez (Unión de Reyes, Matanzas, Cuba, 1978). Licenciada en Español-Literatura. Graduada del Centro de formación literaria Onelio Jorge Cardoso. Ha laborado como periodista del Sistema Informativo de la Televisión Cubana. Promotora literaria. Editora de Ediciones Matanzas y de la revista Matanzas.

 

Ha laborado como periodista del Sistema Informativo de la Televisión Cubana. Promotora literaria. Editora de Ediciones Matanzas y de la revista Matanzas. Ha escrito números libros de poesía, los más recientes son ​​ A mí también me olvidarán (Ediciones Matanzas, 2022, poesía); Yo siempre quise gritar esto (Ediciones Montecallado, 2022, poesía) y Yo he de parecerme a tantas cosas (Ediciones Extramuros, 2023, poesía). En 2015 publica una traducción de la poesía de Lědo Ivo: Todo lo que en silencio es lenguaje,. Ha obtenido distinciones como el Premio Literario Fundación de la Ciudad de Matanzas (poesía) y Premio del ​​ Lector a This bag is not a toy, seleccionado entre los libros preferidos por el lector cubano en 2021; Finalista en el Concurso Dulce María Loynaz (Editorial Puente a la Vista, EE. UU.), Premio en el Concurso nacional Félix Pita Rodríguez (poesía), Premio en el Concurso nacional Luis Rogelio Nogueras (poesía) y ganadora de la Beca de creación Juan Francisco Manzano (narrativa para niños y jóvenes) en 2022

 

 

 

 

 

 

 

SOY UNA MUJER COMÚN

 

A quien le compro la carne no imagina que escribo versos. No sabe que me debato entre palabras, buscando una y otra y otra vez, expresiones que provoquen algo en alguien.

A quien le compro la carne solo le interesa mi brazo extendido hacia ella para pagar, no para desearle los buenos días, las buenas tardes o las buenas noches, mucho menos para hablar de literatura. Solo le interesan las libras sobre la pesa adulterada, el sonido de la caja contadora y la seguridad de mi regreso.

Quien me vende la carne no imagina cuánto tenemos en común: ambas nos ocupamos de sol a sol de las cosas más intrascendentes del mundo.

​​ 

 

 

PROFUNDO LICOR DEL VERSO

 

Sobre la noche que encaja un doble morral de bruma, voy despierta con mi pluma armando versos de paja. Cargo con aquella alhaja,

mis sombreros y un vestido, este alelí perdido,

un canario sin memoria, tu sonrisa sin historia, todo lo que ya he sufrido.

No me importa lo seguido de cada horario angustiante, mas me duele el desafiante contrato con lo vivido.

Acompasada a un latido va mi musa abotargada, encandilada,

atontada,

 

sometida a fuego y plomo y por si acaso la embromo, la risa huele a salada.

Deben parecerme nada todas ansias de escribir, pujar versos,

malparir cada rima asonantada

 

-esta página engañada y un octosílabo triste-...

Pareciera esto un despiste (pero es mi verdad maltrecha)

​​ 

ultrajada por la brecha de todo poema que insiste. Sí.

Me parece que embiste. Sí.

La poesía me empuja

 

y como diosa me embruja y como atuendo me viste. Sí.

Me parece que el quiste que genero en su latido te hace sentir malherido,

angustiado, moribundo...

Solo quien bebe el profundo licor del verso ha entendido.

 

 

 

UN PRIMER POEMA DE AMOR

 

La Rosa de Jericó ha crecido en mi mano. Le sostuve en mi palma mientras el chorro de agua caía sobre sus ramillas -aparentemente muertas-.

No solo de pan vive el hombre, pero las flores del desierto, como las mujeres, solo necesitamos la limpidez del agua. Solo de aguas vive la mujer, de todo lo que se escurre, de toda la fragilidad intangible, de todo recurso natural limitado, de la transparencia. Las mujeres bebemos vigilando el sol para que no se nos sequen las ramillas.

 

Mañana no sabré, pero hoy me gusta aplacar esta sed perpetua acunada en la mano de mi hombre.

 

 

 

ESTÁ LLOVIENDO SIN TI

para Aramis, lejos

 

 

Este cortejo del cielo (velo blanco o peplo gris) vierte sobre la raíz

de las plantas y del hielo

 

-que conviven con mi duelo- toda el agua que me castra, la podredura que arrastra vivir tan sola, sin ti...

Lluvia: apuesta hoy por mí, limpia el dolor que me lastra.

 

 

 

SI FUERA POR SOÑAR...

 

He soñado con una pluma de ave, sucia, abocada al contén de la acera. Por esas confusiones que traen los sueños me vi remontando el vuelo con la pluma en la mano, elevándome más allá de los techos conocidos en la ciudad que me observa envejecer cada día.

La pluma se blanqueaba en mi mano mientras los edificios, los transeúntes, las aceras se volvían más y más diminutas. Un vuelo sin ruido, sin miedo, en línea recta hacia un mar de nubes. Al fin libre, por unos segundos, de todo pensamiento cruel.

 

Mas este será un poema inacabado: la pluma en la acera no existe, yo no sé volar y la ciudad me observa envejecer cada día.

 

 

 

ES LA NOCHE DE MIS AÑOS

 

Y se me fugan los años como quien corta una nube, esa niña que no tuve,

fieros,

 

cruentos desengaños...

 

En enojosos tamaños sacudidos por la brisa,

 

mis ojos son la cornisa de esa ventana que empujo acodada en todo embrujo,

cual una sacerdotisa.

 

Es que la noche barniza mis ideas, cada sueño,

procurando en el empeño despertar de la indecisa

bruma ingrata de mi incisa manera tierna de ser.

 

 

¿Cómo hago?

 

Es perecer para con mi propia gana: muralla trunca, avellana sembrada al atardecer.

 

 

¿Cuánto debo merecer?

 

Todo lo que el aire ponga sobre la noche y me imponga.

Caramba, me va a doler el tanto desmerecer y hasta la sal en la herida...

​​ 

Noche ingrata,

 

homicida barredora de mis ojos,

 

postrándome estoy de hinojos alabando tu guarida. Porque esta noche convida,

arrebujada de daños: es la noche de mis años hartándome la medida.

 

 

Voy perdiendo la partida,

 

mas continúo en el juego mientras saco del talego las armas: mis herramientas vitales,

nunca violentas,

 

impugnando el jaque a mi ego.

 

 

 

ANHEDONIA

 

a Norge Céspedes, ante semejante palabra

 

Deberíamos usar los sentimientos como nos ponemos y quitamos la ropa. Si hay que salir al trabajo nos enfundamos en el vestido de la seguridad, de los reflejos profesionales con cara de pocos amigos. Y fingimos que nos importan los planes quinquenales y que seguimos con expectativa renovada la voz del regente que discursa por sobre los discursos de una isla de mentiritas. Llegaríamos a casa para vestirnos con delantal, la mente en blanco de toda palabrería que no se refiera a platos, cucharas limpias y olores para bloquear el hambre. La cara se dulcificaría mientras hablamos de recetas. Fingimos entonces que nos importa la calidad del ajo, la rojez de los tomates maduros, el precio del huevo… Después la ropa para dormir: un pullover raído y unas mediecitas con hilos sueltos para ayudarnos a representar una escena vista a través de una cámara de niebla. Fingimos que la paz llega con los sueños o el sexo.

El único momento del día en que podríamos sentir algo real lo reservaremos ante el espejo en la desnudez que antecede al baño.

Es la hora ideal para hacer versos.

 

 

 

LA FALACIA DE HACER VERSOS

 

Apenada y con sonrojo confieso que me atolondra, seducida como alondra,

incomprendida en su enojo.

 

Aplatanada le acojo cargada de rudo invierno, incinerada en su infierno,

en su paraíso honrada. Verso,

poema,

 

espada que me somete

 

al gobierno de este tirano alitierno.

 

He querido complacer con la falacia de hacer versos, amén del eterno,

amargado

 

y falaz perno que me aleja de palabras, de rimas

y de macabras alegorías que empujan, que de tal suerte me embrujan.

Sé, verso,

mi abracadabra...

 

 

 

YERBA VERDE Y NARIZ ROJA

 

Amanece.

 

Mi esposo no está en casa.

​​ 

Nuestro hijo más pequeño aprovecha para meterse en la cama junto a mí. Estoy leyendo a Rotterdam, que sabe elogiar la locura.

Al final de un capítulo observo dormir a mi hijo. Sus ojos se mueven, de un lado a otro, en estado REM.

¿Soñará con mis regaños?

 

¿Con peces de la bahía?

 

¿Imagina los payasos que no disfrutará hoy, porque el catarro le ha tomado por asalto desde ayer?

Mientras le observo, mi hijo de repente introduce el dedo en la nariz y se la arrasca, sin dejar de soñar.

El movimiento de los ojos le ha delatado…

 

Después de las muecas más simpáticas, instante donde la nariz queda roja, rojísima como la de los payasos que no disfrutará, retira la mano, acomodándola sobre su cabeza.

Un bultico luminosamente verde, a toda luz pegajoso, le cuelga del índice.

 

Ah, está soñando con la yerba del patio. Eso pienso y me convence la calidez de la idea, ante otra prueba irrefutable de que su infancia biencura a diario esta adultez que me duele.

Dueña de toda discreción, lo cubro mejor con la sábana. Me incorporo en silencio.

Arrascando groseramente mi nariz con la mano izquierda, busco un block de notas sobre la mesa de noche.

Quiero poetizar en blanco y negro que ya no se me permiten los sueños con payasos, ni peces, muchísimo menos con la yerba verde del patio.

 

 

 

EN LAS MANOS DEL «MÁS SERIO»

 

a Fabio el estridente, por la risa fértil​​ 

y las flores de majagua​​ 

que puso en mi pelo aquella tarde

 

 

Vi los brotes de majaguas, cosechados con misterio,

en las manos del «más serio» hijo tierno de mis aguas. Bendecido en mis enaguas (que es decir en mi regazo) he sellado cada lazo de su infancia,

su hervidero

 

y me ha sido llevadero darle color a su trazo.

 

Y si quizás yo me atraso en la caricia a su sombra, es la tarde quien me nombra entibiándome el abrazo. He de consignar, acaso,

desvelos, fiebres, columpios, orines,

calderos limpios,

 

una cuchara con miel,

 

testaferro de un papel rubricado en mis delirios. Hijo luna,

ángel lirio, luciérnaga del amor,

has sido el mejor postor entre el vivir y el martirio

​​ 

de ver flamear como un cirio tu niñez acrisolada. Madeja desovillada,

mi madrigal con asombro,

 

reclinada aquí en tu hombro tiento tu risa alocada. Y si me siento agitada entre mimos y un regaño (nalgada sin mucho daño)

te prometo, agigantada,

la más perenne mirada,

 

acordonada en mi frente rumbo a mi pecho latente. Azafranado tormento,

hijo nube,

 

junto al viento beso tu infancia estridente.

 

 

 

UNA LECCIÓN SENTIMENTAL PARA DILUIR LAS COSAS

 

Vierto el polvo en la vasija de cristal.

 

Echo agua, cubitos de hielo, dos medidas de azúcar y revuelvo y revuelvo con una cuchara, a favor de las manecillas del reloj.

De partículas a jugo de naranja...

 

Con esta fórmula materializo mis respuestas ante la angustia: las lágrimas son el néctar de la tristeza y la sinrazón la cuchara que remueve cada sentimiento. El pecho hueco se oferta como recipiente.

 

El que más y la que menos, ha degustado semejante ambrosía.

​​ 

 

 

 

SOY SIEMPRE FLOR Y LOCURA

 

Soy siempre la flor del loto sumergida en la raíz, cobijada en el tamiz de las aguas de este coto. He de confesar mi roto empuje por remontar, los varios mares surcar,

de ser pájaro y no flor

al conjugar el amor en un tiempo por llegar. Y mi suerte,

que es legar por mi vientre las semillas de dos flores

(amarillas sutilezas del bregar)

 

me seducen a la par y del dolor me repongo. Hijos:

¿dónde los pongo si las sonrisas me faltan, si los anhelos me asaltan

y si en virtud yo me opongo? Hijos:

¿dónde los pongo?

 

¿Cómo?

 

La noche parece obscura.

 

El drama merece un sinsabor menos hondo, sacra música de fondo,

más candiles,

​​ 

oropeles, dibujitos, cascabeles,

hasta el unicornio azul

 

y un escenario de tul aprestado entre papeles.

 

Siempre en mi vida gabrieles como un abrir de ventanas: semanas cortas,

mañanas cinceladas en claveles, una explosión de lebreles ahuyentando mi cordura insana, tonta

y perjura...

 

Muerte y dolor sobre mí penden: hijos que se me desprenden.

Soy poeta, flor

y locura.​​ 

 

 

 

 

 

 

Esta muestra es una colaboración​​ bajo la curaduría de Karel Leyva Ferrer 

 

 

​​ 

 

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