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FILOSOFÍA HELENÍSTICA

LA FILOSOFÍA HELENÍSTICA

Se acostumbra a situar la filosofía helenística entre el año 306 a. C. (en que Epicuro funda el Jardín) y el 275 d. C. (en que muere Pirrón). La última corriente helenística de importancia es el Neoplatonismo que se alarga hasta el siglo V (con Proclo 410-484) aunque su representante más destacado es Plotino (205-270).

 

En general, este periodo debe ser entendido como un periodo en el que tienen más importancia las escuelas que las filosofías individuales. Las mismas ideas son repetidas por diferentes pensadores. El pensamiento helenístico es complejo por la cantidad y variedad de escuelas y corrientes de pensamiento. Además, hay ideas compartidas por más de una escuela. Una característica fundamental de esta época es el eclecticismo. Si las tres grandes escuelas de la Grecia helenística son Epicureísmo, Estoicismo y Escepticismo, en la época romana encontraremos también el Neoplatonismo, la continuación de la Academia (Cicerón es miembro de la Academia Media) y las diferentes corrientes de pensamiento religiosas y sectarias como la Gnosis. El cristianismo nace justamente en este contexto y con las mismas pretensiones: todas ellas persiguen la salvación individual.

Filosofía de la salvación en un mundo hostil

 

El cambio de orientación en esta época, caracterizado sobre todo por la desaparición de los grandes sistemas metafísicos de Platón y Aristóteles, hay que situarlo en el contexto de una nueva situación histórica que hace que el gran tema a pensar por todos los sabios del momento sea lo que podríamos englobar dentro de la ética. Cuando en alguna de las escuelas helenísticas hay una concepción de la physis, siempre está subordinada a una doctrina ética. La ética es aquí entendida como una investigación sobre la felicidad humanamente posible. Todas las escuelas buscan la salvación a través de una “teoría del sabio”. El sabio es aquél que sabe vivir y que puede ser feliz (eudaimonía, siguiendo con la tradición socrática) en un mundo básicamente hostil. La sabiduría es un aspecto de la virtud (areté = excelencia), por eso la “teoría del sabio, lo que hace es unificar virtud y felicidad en una sola cosa: la sabiduría.

 

Pero, ¿qué le ha pasado al mundo para ser hostil?

 

En el año 322, con la muerte de Alejandro Magno, el imperio helenístico se disgrega en 3 monarquías: la de Egipto, la de Asia, y la de Macedonia. La polis ha desaparecido para siempre, y con ella, el pequeño mundo ordenado en el que cada cosa tenía su lugar. Ahora cada individuo es sólo un ciudadano más del mundo (cosmopolitismo). Sólo hay un mundo único para todos, un mundo nuevo, desconocido y demasiado grande para poder entenderlo. La polis pasa a ser todo el mundo, y el ciudadano es ciudadano del mundo, pero precisamente porque no hay una polis como unidad que se pueda oponer y diferenciar a otra polis, también desaparece la política en este sentido. El individualismo es la otra cara del cosmopolitismo.

 

A partir de ahora, la felicidad será concebida como salvación individual y no social o política, ya que la sociedad es comprendida como un “mal necesario” (ya veremos que no para todos en la misma medida). La filosofía se aproxima así a lo que podemos entender por una religión, ya que es una filosofía de la salvación individual (soteriología). La función de la filosofía será la de orientarnos en el complejo mundo hacia nuestra salvación y consolarnos en la difícil situación humana que nos ha tocado vivir. Todas las escuelas helenísticas muestran así que no tienen un objetivo demasiado diferente del que tendrá el cristianismo inicial y con el que tendrán que competir como filosofía de la salvación.

 

El Epicureísmo

 

En el año 306 a. C., Epicuro funda el Jardín, un lugar separado de la vida activa, para pasear y meditar. En el Jardín enseñará su doctrina filosófica a sus compañeros y amigos. Un síntoma del progresismo social de esta doctrina es que en el Jardín son admitidos esclavos y mujeres.

 

La Física

La función de la física es la de evitar la superstición como causa de preocupación. Para los epicúreos la physis sólo consiste en átomos y vacío (para permitir el movimiento de los átomos). Es pues un materialismo absoluto. La libertad se explica por el clinamen, el cambio de dirección caprichoso de algunos átomos. Esta física tiene, entre otras virtudes, la de eliminar nuestra preocupación por los dioses (que también están compuestos de átomos, aunque más sutiles) y por el destino (los átomos se mueven por azar y necesidad).

 

La Ética

La ética para Epicuro consiste en la búsqueda de la felicidad. Y la sabiduría es el conocimiento de la ética. Sólo el sabio llega, con la experiencia, el aprendizaje y la constancia a ser feliz. Pero, ¿qué es la felicidad? La felicidad queda definida en un primer momento como el placer, la satisfacción del deseo. Así, podríamos pensar que la filosofía de Epicuro es hedonista, pero esto sólo es cierto de manera irónica. Recordemos que en esta época ninguna de las escuelas filosóficas que examinaremos parte de una posición optimista. La búsqueda de placer se convierte más bien en la evitación del dolor. Es decir, el hedonismo deviene una lucha por la independencia. Ser independiente de la tiranía de los deseos es la manera de conseguir la tranquilidad de espíritu (ataraxia) que proporciona la ausencia de dolor. Esta es la serenidad epicúrea: la indolencia, la independencia del mundo exterior e indiferencia hacia los bienes materiales en la medida en que no son estrictamente necesarios para la vida.

           

Con ello seguramente tiene que ver la jerarquía de valores epicúrea, según la cual la amistad, la independencia y la reflexión ocupan los lugares más elevados. Nada de ello se puede comprar con dinero.

 

Para poder llegar a la ataraxia nos tenemos que liberar de dos cosas: las pasiones (fama, dinero, honores, poder,…) porque sólo producen preocupaciones y sufrimiento, y de los miedos. Para ello está la filosofía. Así, con un argumento racional podemos entender que no hay que tener miedo a la muerte: porque la muerte no es nada para la sensación. Cuando estamos vivos la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros ya no somos. Tampoco nos debemos preocupar por los dioses, ya que ellos viven felices y lejos de los humanos (no los necesitan para nada), no los premian ni los castigan. Por último, tampoco el destino debe ser causa de preocupación, ya que el destino no existe: las cosas se producen por necesidad, por azar o por nosotros.

 

 

El Estoicismo

 

Un año antes de la fundación del Jardín, el año 307 a. C., Zenón funda la Stoa, es decir, el Pórtico, una escuela rival del Jardín aunque tenga con ella en común la intención filosófica fundamental. La oposición intelectual ya se puede intuir a partir de la propia denominación de la Escuela. Mientras que el Jardín propugna la separación de la sociedad (en la medida de lo posible), el Pórtico está dirigido a ciudadanos y a todos aquellos que optan por la vida de ciudad y por la virtud correspondiente.

 

El estoicismo es una doctrina ecléctica que recoge elementos aristotélicos, socráticos, heraclíteos,…Hay una razón individual o logos semejante a la razón universal cósmica o Logos (a semejanza del de Heráclito) que lo rige todo. El Logos es Zeus o Dios, y el mundo es concebido como un organismo, a la vez que el hombre es entendido como un microcosmos. La razón humana no es más que una parte de la razón cósmica divina. El fundamento de la naturaleza y de la virtud es la cosmicidad (orden, estructura) del mundo. Por eso la virtud consiste en vivir de acuerdo con la naturaleza. Si la naturaleza es el orden simbolizado por el fuego de Heráclito, seguirla significa instaurar ese orden en el alma humana: dominar las pasiones. Independientemente de que ese control nos proporcione o no la felicidad, el dominio de nuestras pasiones es nuestra obligación moral, es el ejercicio de la virtud. Este dominio se expresa en la virtud máxima, la imperturbabilidad (apathia). La apatía tiene que ver también con su concepción del destino, radicalmente diferente de la epicúrea: el estoico se resigna ante lo que tiene que ocurrir: la libertad es la aceptación de la necesidad, e implica el conocimiento del mundo y de uno mismo. También propugnan la meditación según el precepto délfico: gnosce teipsum. Si el destino es inevitable, el peor gasto de energías que se puede hacer es intentar luchar contra el destino, eso no es de sabios.

 

De los estoicos hay que destacar su desarrollo de la lógica más allá de la aristotélica, con planteamientos muy próximos a la lógica proposicional y, de acuerdo con su idea del cosmopolitismo, ser los fundadores del derecho natural (ius gentium), sin exclusión de bárbaros, mujeres o esclavos. Sería un error atribuir este universalismo a los cristianos.

 

El “derecho universal natural” del estoicismo se basa en el concepto de humanitas. Mientras que en el caso del derecho romano el sujeto es el ciudadano romano (lo que implica una actividad), en el caso del cristianismo, el sujeto es el individuo cristiano, lo que implica una pasividad, como sujeto de unos derechos inalienables.

 

 

El Escepticismo

 

Pirrón fue el fundador del escepticismo. El escepticismo de Pirrón, como el de cualquier época, se basa en la desconfianza en la capacidad humana para resolver las grandes cuestiones debatidas en la filosofía. Pero la novedad más importante que introduce Pirrón es que esta postura filosófica está también relacionada con la salvación, ya que la felicidad se consigue evitando la preocupación de intentar resolver cuestiones que la naturaleza humana no puede resolver definitivamente. Ahora bien, el escepticismo antiguo es suficientemente hábil como para ver que ni siquiera esta afirmación puede ser hecha para no caer en contradicción. El escepticismo no afirma ni niega nada, simplemente hace epoché: renuncia a todo tomar partido. Esta es la actitud del sabio escéptico, ya que no hay criterio de certeza porque es imposible conocer la adecuación o no entre las cosas y nuestras representaciones. La epoché o renuncia absoluta a la decisión es el término equivalente a la ataraxia o apatheia.

 

La filosofía helenística romana

 

El Estoicismo cambia con el tiempo. En la época romana, el logos divino presente en el hombre es el daimon. Toda la religiosidad es interior (el daimon no es más que la representación propia de Dios). El filósofo es el emisario de Dios. También es presente en esta doctrina un interés catequético (de transmisión y difusión de la doctrina) igual que en el cristianismo emergente.

 

También el Escepticismo cambia con el tiempo, aproximándose a la academia platónica en la época de Cicerón, bajo la dirección de Carnéades.    

 

La Gnosis es un movimiento muy genérico y variado que defiende, en términos generales, que el conocimiento produce la salvación. El conocimiento no se consigue mediante el discurso racional, sino mediante la revelación o intuición. Esta revelación no es un don propio del hombre, sino un don que otorga la divinidad (defiende el iluminismo). La gnosis vulgar, extendida por Asia Menor hace uso de prácticas mágico-religiosas para acceder a este conocimiento. La gnosis culta, por el contrario, dominante en Alejandría, pone el énfasis en los aspectos cultos de la tradición, como el hermetismo o el Antiguo Testamento. Por último, la gnosis cristiana, más tarde declarada herética por el cristianismo, identifica la sabiduría (sophia) con la fe (pistis). Para ellos, Cristo es un “eón”, es decir, un intermediario entre Dios y los hombres. Todos los movimientos gnósticos comparten un dualismo (materia-espíritu) maniqueo (la materia es el mal), la existencia de “eones”, la concepción de Dios trascendente y el acceso del hombre a la salvación como purificación ascética.

 

El Neoplatonismo

 

El máximo representante del Neoplatonismo es Plotino (205-270). Su fundador Amonio Sacas (175-242) y otros neoplatónicos importantes son Porfirio (324-305, discípulo de Plotino), Jámblico (275-330) y Proclo (410-484).

 

El Neoplatonismo es el típico ejemplo de eclecticismo: un platonismo aristotélico mezclado con elementos pitagóricos y judaicos. El Bien es lo Uno que es trascendental. El mundo sensible es una degradación del Uno a través de las diferentes etapas o hipóstasis: el nous, el alma (del mundo) y la materia. Esta degradación es un proceso necesario que se produce por emanación de la divinidad (lo Uno). La materia representa el mal, pero como carencia. La purificación significa el retorno al Uno.

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