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El fenómeno de acaparamiento de Tierra en el mundo y en el país.

Abr 4, 2012

Leonardo David Jiménez Molinello, Investigador Cedetrabajo Capitulo Cartagena, abril 4 de 2012

En el mundo se viene presentado un fenómeno que cada día se intensifica aún más, a saber: el fenómeno del acaparamiento de tierra. Este hecho, que pretende ser explicado por algunos “novísimos teóricos” como algo natural, propio de las dinámicas estructurales de la globalización, esconde una discusión más profunda. Debido a la pretensión global de las empresas trasnacionales de especular, a través de operaciones comerciales, en torno al factor productivo de la tierra. Utilizando la producción, elaboración y la exportación de los alimentos y de los agrocombustibles, para la obtención del máximo beneficio posible a cualquier costo.

En esta nueva “realidad mundial”, en la que participan importantes actores internacionales, podemos precisar que el cometido que persiguen estos agentes al adquirir inmensas zonas de tierra, no sólo se limita a desarrollar una serie de proyectos de carácter agroalimentario o forestal, sino el garantizar su seguridad alimentaria y energética, por medio de la producción de carburantes de origen vegetal y del cultivo de bienes agrarios esenciales en las vastas extensiones de tierras que se adjudica; además, dirigir sus cuantiosos capitales sobrantes para alcanzar eficaces rentabilidades a través de la valorización del componente de la tierra, y más aun en el contexto de recesión económica actual.

Este proceso ha implicado el impulso de 464 proyectos en 81 países, abarcando más de 56 millones de hectáreas. En el África Subsariana existen más de 39 millones de hectáreas que se hallan en esta situación, en donde, por el inevitable colapso del orden económico global, los grandes centros de poder mundial han fijado su águila imperial a raíz del enorme número de oportunidades que les representa “el encuentro con en el continente perdido” para reactivar su decreciente tasa de ganancia. (Friends of Earth Europe, 2011)

Asimismo, un estudio elaborado por la organización de las Naciones Unidas para la agricultura y alimentación (FAO) en 2009, señala que en cinco países de esta región del mundo: Etiopia, Ghana, Madagascar, Sudan y Mali, se viene desarrollado un proceso de acaparamiento de tierra de más de 2.4 millones de hectáreas, que son retiradas de la producción de alimentos para ser destinadas a la producción de Agrocombustibles (FAO, 2009, Friends of Earth Europe, 2011) y así contribuir a la resolución de los graves quebrantos energéticos de las principales naciones desarrolladas, en detrimento de los requerimientos alimenticios de estos pueblos.

En Etiopia, la multinacional británica Sun Biofuels utiliza 5.000 mil hectáreas para la producción de biocombustibles provenientes del azúcar. Igualmente, Ascazis AG utiliza “en arriendo” 56 mil hectáreas en este país y tiene concesiones para otras 200 mil hectáreas (Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias, 2011)

Este escenario, trágico por demás, viene propagándose a pasos agigantados por todo el subcontinente latinoamericano, en donde, según la FAO, se encuentran mas de 9 millones de hectáreas que no están siendo empleadas de forma “idónea”, por ende, se plantea la necesidad urgente e impostergable de aprovechar las potencialidades de estas, atravez de la implementación de una “profunda reconversión productiva”, cuyos parámetros son definidos por los inversionistas extranjeros, acorde a sus necesidades.

En Brasil, por ejemplo, se efectuaron compras de más 1.150 propiedades, principalmente en Mato Grosso, Sao Paulo y Minas Gerais. Estas inversiones provienen mayoritariamente de países como Italia, Japón y España, y su finalidad es adelantar proyectos de agro combustibles de maíz y de soya.

Esta situación agrava la problemática social que se vive en los campos de Brasil, país reconocido en el concierto internacional por poseer una de las más inequitativas e injustas estructuras de tenencia de tierra.

En efecto, el 5% de los propietarios de la tierra en esta nación tiene el 67.1% de la superficie, esto equivale a que el dominio de 297 millones de hectáreas es detentado por un minúsculo grupo de grandes latifundistas (IBGE, 2011).

Pero no solo es Brasil, en Paraguay el 25 % del total de la superficie cultivada está en manos de extranjeros, y en Santa Cruz, Bolivia, hay mas de 200 mil hectáreas de tierras adquiridas por el capital foráneo, las cuales están siendo utilizadas para la producción de soya y ganado.

En este orden de ideas, analicemos qué está ocurriendo en Colombia: ¿se halla el país al margen de este contexto global?, o por el contrario, ¿es un becario aplicado de los lineamientos expedidos por las grandes potencias, capitaneadas por Estados Unidos?

En Colombia, el gobierno de Juan Manuel Santos ha adoptado una serie de políticas públicas que adecuan al agro nacional a los requerimientos de estas naciones. La modificación de la unidad agrícola familiar (UAF) fue un paso determinante para ello, permitiendo el acceso de tierras a los grandes cacaos del capital internacional.

El grupo Daabon Organic que es propietario de la comercializadoras CI Tequendama y CI Samaria y de dos plantas extractoras, viene adelantando una serie de proyectos en los cuales se procesan aceites y agrodiesel, fruto de las plantaciones que ha adquirido, ubicadas especialmente en el Magdalena.

De la misma forma , en el sur de Bolívar esta multinacional amplió sus actividades palmicultoras en grandes extensiones de tierra , generando conflictos con los campesinos, debido a la intención de esta trasnacional de obtener el dominio de estos predios y enganchar como peones a sus propietarios, imponiéndoles como única actividad productiva la exportación de aguacates, cocos y derivados de la palma; a esto es lo que la administración de Santos denomina como las “alianzas productivas”.

Asimismo, Biodiesel Flores, empresa ligada a la Dolce Vista Inc., y cuyo principal representante es el Ex Ministro Carlos Murgas, reconocido como el “Zar de la palma”, posee más de 15 mil hectáreas de palma en Codazzi, Cesar, también en Marialabaja y en Regidor en Bolívar; además de enormes cantidades de tierras en la región del Catatumbo, en Norte de Santander.

Esta empresa fue receptora de US$ 3.200 millones por concepto de inversión extranjera Directa (FAO,2010).

Igualmente, la Dolce Vista adelanta un proceso de siembra de más 9 mil hectáreas de palma de aceite en el sur del Cesar y en el sur de Bolívar, esta empresa a su vez tiene “alianzas estratégicas” con Germán Efromovich, empresario brasilero que es accionista de la Petrolera Sinergy, propietaria de las línea de aviación Avianca y Tampa; dueño a su vez de considerables segmentos de tierra del país, en donde se cultiva café y piña.

Por otra parte, estas políticas globales han definido como objetivo indispensable una zona estratégica para el desarrollo del país como lo es la región de la altillanura. Esta región, que hace parte de la Orinoquía, es considerada como una de las últimas fronteras agrícolas de Colombia, calculándose la existencia de 7 millones de hectáreas que pueden ser utilizadas para la siembra de cereales, cultivos permanentes y otras actividades agropecuarias.

La reconquista de esta zona del país por parte de los inversionistas extranjeros, tal como lo anunciara el expresidente Álvaro Uribe, provocó que entre 2005 a 2010, más de 250 mil hectáreas de tierras cambiaran de dueño (Corpororinoquia, 2010).

Solamente en Vichada, se han vendido a grupos económico internacionales más de 2.129 predios y se han tramitado 3.500 solicitudes de titulación de baldíos.

Esta política, adelantada por la actual administración de Santos, se encuadra en el contexto global en donde las naciones desarrolladas en cabeza de Estados Unidos luchan entre sí por ampliar sus orbitas de influencia, en búsqueda de fuentes mano de obra barata y de recursos naturales para mantener su supremacía global a consta del sufrimiento, del atraso, de la destrucción del aparato industrial y agropecuario de los estados que están supeditado a su férula imperialista.

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