«Surreal. Museum of Senses (Bucarest)»: Archivo personal
Ni gordos ni calvos ni adefesios. La editorial inglesa Puffin, responsable de la publicación de los libros de Roald Dahl (1916-1990), compinchada con la familia del escritor y la consultoría Inclusive Minds, que asesora sobre lo políticamente correcto, han decidido ciscarse en la labor literaria del autor y enmendar, censurar y reescribir, en su obra destinada a los jóvenes, cualquier actitud o atributo que suponga una afrenta o una descalificación. Puede que en la familia Dahl y la editorial que tiene los derechos de publicación de Charlie y la fábrica de chocolate o El gran gigante bonachón, entre otras obras, el número de gordos, calvos y adefesios sea irrelevante, pero me atrevo a asegurar que el de idiotas quintuplica la media inglesa y hasta la de la Commonwealth. Idiotas, además, hasta el extremo de creer que la tontuna bajo la que ellos mismos se cobijan, armados de tinta correctora, es común a cualquier lector de Dahl sobrado o no de carnes, alopécico o greñudo, como si todo ser humano no perfecto estuviera en un tris de traumatizarse por verse reflejado en las ¿inmisericordes o humorísticas? descripciones del escritor. Como la estupidez suele ser altamente contagiosa, no sería de extrañar que las malas artes perpetradas contra Dahl, y que ya tuvieron como víctimas anteriores a Enid Blyton y Mark Twain, fueran importadas por España, país que, hasta hace unas borrascas, poseía una extensa plantilla de sacrificados reprobadores en editoriales y cinemas que tachaban, reescribían y acomodaban a los mandatos de la moral de turno, convirtiendo el güisqui en vino de Jumilla y a la pareja de amantes de la película Mogambo en, ¡alucina, vecina!, incestuosos hermanos, haciendo de la gilipollez, bandera; igualito que los británicos. Cualquier día, algún memo patrio decide que El buscón o La Celestina son obscenos compendios de exabruptos y malas formas que alientan el putiferio y la golfería entre los posibles lectores bachilleres y, el diablo no lo quiera, nos los recomponen y adecúan a «las nuevas tendencias contemporáneas».
Hoy en dia tambien tenemos el triumfo del puritanismo y la censura. Parece que los moralistas no desaparecieron, sino que permanecieron, aunque por un tiempo ocultos, pero han aprovechado esta, la era de los «derechos» para quitar derechos. Un saludo y Mark Twain es uno de mis autores anglo-sajones favoritos, de chico me lei todos sus libros, especialmente los de Huckleberry Finn y Tom Sayer. Un saludo y feliz finde.
Si Dahl estuviera vivo y decidiera revisar y retocar sus obras, no habría ningún problema; cambiar y mejorar una obra es una prerrogativa de su autor. Pero que la familia haya tomado esa decisión sobre unas obras conocidísimas de un autor ya desaparecido me parece absurdo; no van a bajar las ventas ni dejarán de percibir royalties por mantener personajes poco atractivos o directamente repelentes. Las obras de Dahl están por encima de esos tejemanejes y sus lectores y lectoras tienen la capacidad de discernir por su cuenta.
Salud.
De acuerdo contigo al ciento por ciento. Saludos.
Qué lacra la dichosa censura. Se modifica pero no desaparece. Y hemos pasado de la censura previa a los medios de comunicación, a poder ver de todo pero no el cuento de Blancanieves, que contiene un beso que no ha sido previamente consensuado. Es demencial.
Un abrazo!
Ahí está el contrasentido: Los Telediarios son un álbum de horrores en directo pero el «biempensante censor» se escandaliza porque Dahl (o la escritora XD) presenta a un personaje con cara de lelo y orondo como un pelotón… ¿Qué sentido tiene…? ¿La ficción hiere pero la realidad cruenta no…?
Tú lo has dicho: Demencial.
Otro abrazo.
Hola Una Mirada… acá estoy, de vuelta de mis vacaciones.
Luego paso a leer las entradas que me perdí en estos días, pero esta con la que regreso es un lujazo.
No me imagino a nuestro Martín Fierro recortado, editado, aunque supongo que lo primero que harían es tachar esa frase de «Vaca… yendo gente al baile».
En fin, que estamos en una época extraña en ese sentido, donde tratamos de acomodar lo que nos incomoda del pasado a nuestra actualidad, y al forzar la cosa logramos unos «modernos Prometeos» impolutos, pero completamente insulsos.
Abrazotes, que andes bien.
Acomodo las valijas y la seguimos
A Martín Fierro lo cogen esta gente de la moralina y no lo reconoce ni el propio Hernández resucitado. Lo iban a blanquear tanto que más que gaucho parecería académico de la lengua (española).
Ahora te toca descansar del asueto vacacional (además de ahorrar para la multa, jeje…). Oye, y no es preciso que comentes en todos los posts, que vas a acabar dejándote la piel de los dedos en las teclas.
Más abrazos.
Creo que el llamado lenguaje políticamente correcto (expresión que no me gusta), esconde un trasfondo de falso puritanismo, lleno de eufemismos y un tufo enorme a lo que antes se llamaba abiertamente censura. Abrazo.
Es mismo: CENSURA. No hay otra palabra que defina mejor todo este intento de dirigirnos por un único camino con la voluntad domada y encauzada. El día menos pensado escucharemos que es «por nuestro bien«…
Cordialidades.
Yo desde que hace 20 años alguien trató de censurar a Astérix porque incitaba a las drogas no me sorprendo de tanto memo y de tanto meme
Bueno, la censura habrá de buscarse otros caminos porque no toda la gente está dispuesta a tragar y a asentir. Ni a callar.
Aunque me evado ligeramente, los gobiernos tienen el deber de prohibir aquellos discursos que promuevan el odio e inciten a la violencia, pero, abusando de su autoridad, muchos silencian la disidencia pacifica con leyes que criminalizan la libertad de expresión. Para ello, se invoca a menudo la lucha contra el terrorismo, la seguridad nacional o la religión.
La tolerancia de los gobiernos frente a opiniones desfavorables y voces críticas es, con frecuencia, un buen indicador de su respeto por los derechos humanos en general.
Hay ONGs que apoyan a quienes alzan la voz pacíficamente, en su propio nombre o en nombre de otras personas: desde periodistas que informan sobre la violencia de las fuerzas de seguridad, hasta sindicalistas que denuncian condiciones laborales deficientes o líderes indígenas que defienden sus derechos a la tierra ante grandes empresas.
Pero de esto a sancionar determinadas actuaciones absurdas en las que sin querer estamos todos inmersos hay un abismo.
No hay nada que justifique amordazar la libertad de expresión, incluso si se deriva un delito de aquello que se expresa. ¿O no tenemos capacidad las personas para discernir de entre lo escuchado, para decidir si nos interesa o no, para aceptar o rechazar un discurso?
Efectivamente tienes razón, en realidad, el derecho a la libertad de expresión está consagrado en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que describe sus elementos fundamentales como derecho consustancial a todas las personas. Posteriormente, ese derecho ha quedado protegido en infinidad de tratados internacionales y regionales.
Pero fíjate que, incluso los países que reconocen los DDHH, en el tema de la libertad de expresión siempre suelen apelar a la Razón de Estado (solo tienes que ver la de años que tardan en sacar a la luz documentos sobre asuntos de hace décadas) y cómo demonizan a cualquiera que utilice esa libertad de expresión para contar asuntos turbios de gobiernos y gobernantes. Solo tienes que ver lo que le pasó a Julian Assange, la de delitos (acoso sexual, violación, robo, malversación…) de los que le acusaron en cuanto empezó a sacar a la luz determinados asuntos; que no sé si el tal Assange los cometió o no, pero no me digas que no fue mucha casualidad que, en cuanto empezó a tirar de la manta, le llovieron todo tipo de acusaciones…
A mí ya nada me escandaliza, mejor nada me sorprende, porque el escándalo es permanente. Nadie rechista. Que más da. Tele y telediarios y que nos cuenten cuentos. En fin.
Buenas noches.
Hay que mantener en activo una buena parte de rebeldía. Por salud mental.
Salud.
Yo no veo en este asunto nada relacionado con la libertad de expresión; solo veo tontadas y falta de sentido común.
El tema de la libertad de expresión ha derivado después, en los comentarios; lo que le han hecho a Dahl es censurar términos y apreciaciones en aras de lo política y socialmente correcto, que no deja de ser una fechoría contra la labor creadora del escritor.
Querido, Una mirada.
Se puede decir más alto, pero no más claro. Suscribo cada una de tus palabras y tu punto de vista sobre el asunto.
Me parece todo tan absurdo…….no entiendo cómo a estos iluminados de turno, se les ocurre creer que deben quitar ciertas palabras de una obra original porque éstas ofenden, hieren , están fuera de lugar, etc.
Tremenda aberración a la esencia de un escrito. Es mi opinión. Me parece triste todo esto.
Un fuerte abrazo, en una tarde con aroma a jazmín.
Subyace, además, en toda esa polémica, la falsa idea de que Dahl era un exaltado «al que han de parársele los pies», cuando se trataba de un escritor que defendió en vida el mensaje de sus obras y, él mismo, cuando consideró que debía «pulir» determinados aspectos de sus personajes, lo hizo; pero lo hizo él. Es más, tuvo encontronazos con quienes adaptaron al cine algunas de sus obras por determinadas variaciones que le parecían estupideces.
Otro abrazo desde este invierno revenido que va despidiendo al febrerillo loco.
Como diría mi padre: «Chuminás que se le ocurren a la gente cuando no tiene en que pensar»… Lo que traído al momento presente quiere decir que si estuvieran en una tienda de campaña, pasando frío y hambre y viendo caer misiles a su alrededor, no tendrían tiempo -ni ganas- para elucubraciones de ese tipo.
…y que a treinta años de la muerte de Dahl, venir ahora con esas memeces carece de sentido porque, en su momento, fueron libros exitosos que no tuvieron una proyección negativa sino todo lo contrario.
Precisamente, acabo de leer un artículo de Pérez Reverte en el que habla de algo parecido: de las series y películas que se están haciendo ahora en las que «adaptan» al momento presente costumbres y situaciones, que eran muy distintas en la época en que se desarrolla la trama. De nuevo, lo políticamente correcto…
El artículo se titula Tuteando a Watson y termina así:
De aquí a poco -ya ocurre en el ámbito anglosajón, del que copiamos cuanta hipócrita basura nos colocan- nadie podrá ver o leer, pues quedarán proscritas, las novelas, las películas, los libros de Historia que cuenten el mundo como realmente fue y no como quisiéramos que hubiera sido. Con Holmes y Watson tuteándose, con la batalla de Trafalgar librada por dos almirantes lesbianas que se conocían de antes, con un capitán vikingo de color azul marino, con un indio siux al mando del Séptimo de Caballería. Etcétera. Rizando el rizo hasta el disparate total, sin conocer el pasado, sin comprender el presente y sin explicar el futuro.
Pero es que una cosa es hacer una adaptación «basada en el libro tal» y, otra, hacer pasar como obra plena de un autor una novela republicada con un montón de enmiendas contra las que el propio escritor se rebelaría si estuviera vivo. Esto último es un fraude. Lo otro, lo que denuncia Pérez Reverte es una chapuza que falsea el contexto histórico y a la que el propio don Arturo no es ajeno en, por ejemplo, su novela Sidi, donde retrata moral y psicológicamente a un imposible Rodrigo Díaz de Vivar; la novela, estando muy bien, cojea, y mucho, en los atributos que le encasqueta al personaje.
No soy, precisamente, una fan de Pérez Reverte y no he leído ningún libro suyo, por lo que poco puedo juzgarlo. De vez en cuando, empiezo los artículos que publica en El Semanal que recibo y, solo si el tema me interesa, los leo hasta el final, como ha ocurrido esta vez, al ver una similitud con el tema que habías planteado. No es exactamente lo mismo, pero su intención es también evitar el rechazo del lector o el espectador, para lo cual se falsea el pasado de forma ridícula. El artículo parte de una nueva versión de Sherlock Holmes, en la que, al parecer, se tutea con Watson, cosa impensable en aquella época y que nunca aparece en la obra de Conan Doyle. A partir de ahí, menciona otros casos parecidos e, igualmente, absurdos.
Por eso, las mejores adaptaciones son aquellas donde se respeta la esencia de los personajes independientemente del contexto en el que se les sitúe; está claro que en el Londres de Conan Doyle el tuteo era impensable. Pasa lo mismo con Poirot y Hastings, de Christie, que siempre mantenían su tratamiento y, en determinadas adaptaciones cinematográficas donde se tutean, resulta chocante. Lo mismo ocurre con esas obras antiguas, de diálogos grandilocuentes, pasadas al lenguaje actual, que no encaja.
No entra en la cabeza tanto desatino. Que se dediquen a los verdaderos problemas y se dejen de tanta «patochá» como quieren imponer.
A este paso para hablar vamos a tener que pensar en mil adjetivos para referirnos a algo o alguien.
Siempre hemos dicho gordo, calvo o negro a una persona de color sin ofender, ahora todo es ofensivo.
Buen lunes.
Un abrazo.
Yo entiendo que, en la novelística actual para niños y jóvenes, se evite demonizar el físico o hacer atribuciones absolutas en función del sexo o la raza, pero introducir, con efecto retroactivo, semejantes postulados en la literatura anterior me parece tan absurdo como, por ejemplo, denunciar que la Inquisición no respetaba los Derechos Humanos aprobados en 1948.
Feliz semana.