I
Desaparecer. Guardar silencio. Ser nadie es la única riqueza. La belleza se encuentra fuera de nosotros. El haijin (poeta del haiku) debe recoger todo lo que palpita en la vida. Aquello que sucede sin necesidad de nosotros y, sin embargo, nos hace parte.
No hay un límite acerca de qué puede generar asombro. Lo que escale por nuestra piel, no importa si es considerado cruel o desagradable, debe ser escrito, ya que corresponde al desenvolvimiento del mundo, no a las reglas del yo.
La naturaleza es su propio desplegarse, el sitio donde nuestros ensamblados (creencias, visiones, cocimientos) se disuelven.
“El paraíso solo es tal si incluye una barrera, más allá de la cual se extiende la pura naturaleza”, escribe Roberto Calasso.
El haijin no juzga. El haijin se conmueve.
II
Junto con el sonido del agua.
vine bajando
a la aldea₁
Taneda Santôka
III
Búsqueda en el descascaramiento. Ir desprendiéndonos de todo. Ser sólo cuerpo. La piel es el territorio donde el mundo se extiende. A medida que nos adentramos en el silencio estamos más cerca de exponernos al asombro, ese shock o erizamiento por lo real.
IV
Lluvia de primavera:
las cosas se vuelven
simplemente hermosas₂
Chiyo-ni
V
El haiku no es un juego de intelecto, es el mundo ofreciéndose en la potencia del instante, el conducto directo que une a un cuerpo que se ha emocionado con un cuerpo que, tal vez, se emocionará. Comunión donde lo sagrado opera a través del asombro por la vida.
VI
Todo florece.
Se me hace tarde
volviendo a casa
por el sendero₃
Yosa Buson
VII
Es Rafael Argullol quien escribe “El tiempo de un dios no vale nada, por demasiado extenso; pero el tiempo de un hombre lo vale todo, porque casi no existe”.
Por su parte, François Cheng vuelve a poner el foco sobre la importancia de la muerte, ya que, de esta manera, el instante se erige irrepetible, el mundo se nos presenta nuevo cada vez. Asombrarnos por lo que sucede en el mundo es recuperar el mundo. Una vez más estamos desnudos, inocentes, frente a la vida. El ahora nos abriga en su fragilidad.
₁Traducción de Vicente Haya
₂ Traducción de Sergio Frugoni
₃Traducción de Alberto Silva
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Alan La Veglia: nació el 25 de marzo de 2001 en San Miguel del Monte, provincia de Buenos Aires. Estudia Profesorado en Historia y, además, poesía con Javier Galarza. Publicó el poemario El pasto muerto cría luciérnagas (ed. En danza). Integra la antología Jardín, 100 poemas sobre flores, 100 poetas argentinxs (Camalote). Ha sido uno de los ganadores de la convocatoria Poesía Ya! 2022 organizada por el Centro Cultural Kirchner.