Fluir (flow) o el arte de estar en el presente.

¿Te has sentido en alguno momento involucrada/o de tal modo en una actividad que has perdido la noción del tiempo, que te has olvidado de los problemas para concentrar toda tu atención consciente en esa tarea? ¿Disfrutabas en cuerpo y alma durante ese tiempo? Si tu respuesta es afirmativa, es que has tenido una experiencia de flujo. O lo que sería igual a decir que estabas en tu elemento, realizando aquello que realmente te hace disfrutar y que te apasiona: Como pez en el agua.

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El concepto de flow, traducido al castellano por fluir o flujo, ha sido desarrollado por el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi, quien lo define como un estado en el que la persona se encuentra absorta en una actividad que tiene por fin su propio placer y disfrute, durante la cual el tiempo vuela, y las acciones, pensamientos y movimientos, se suceden unos a otras sin pausa.

Los sentidos fluyen en armonía. Todo el ser está envuelto en esa actividad y la concentración es muy intensa. No se piensa en nada más, no hay tiempo para preocuparse de  los problemas. Tenemos pleno control de la energía psíquica y podemos emplear nuestra atención en superar los obstáculos o retos que nos demanda esa actividad.

Los ocho parámetros del flujo.

Csikszentmihalyi describe el flujo basándose en ocho parámetros:

  1. Unión: las personas que experimentan flujo se encuentran envueltas en la actividad hasta tal punto que se sienten parte de esa actividad. Están completamente integradas en ella.
  2. Concentración: La concentración en la actividad que se realiza es absoluta, pero no requiere esfuerzo alguno; la energía psíquica fluye sin obstáculos.
  3. Control: Se da una ausencia total de preocupaciones. La persona siente que controla y domina la situación, por lo que no hay necesidad de preocuparse.
  4. Pérdida de la conciencia: La parte de la conciencia que evalúa  los planes antes de ponerlos en marcha permanece «dormida»: la persona no piensa antes de actuar, no hay confrontación entre diferentes opciones de actuación. (No pensar en este sentido, implica no tener el pensamiento divagando en otras preocupaciones mientras nos centramos en algo).
  5. Distorsión del sentido temporal: Se distorsiona la conciencia del paso del tiempo, se puede pensar que se pasa rápido o bien que avanza especialmente lento (pero no desde el sentimiento de incomodidad).
  6. Valor de la experiencia por sí misma: La actividad se lleva a cabo por sí misma, no por lo beneficios que dará como resultado.
  7. Valor de las habilidades o fortalezas personales: La actividad requiere utilizar las habilidades personales. Sólo cuando la actividad supone un desafío para las habilidades personales, se producen estados de flujo.
  8. Metas y feedback: La actividad debe estar claramente dirigida a alcanzar una meta u objetivo, y es fundamental recibir feedback (retroalimentación) inmediato, de modo que la persona no debe preocuparse sobre cómo está actuando.

El fluir frente a la sensación de «atasque».

¿Qué nos separa a los seres humanos del resto de animales con los que compartimos el planeta? La conciencia, sin duda, la imaginación y la creatividad también. Vienen de serie, esa es la gran noticia.

La conciencia reside en nuestro cerebro y es el mecanismo que nos permite darnos cuenta de que estamos vivas/os, de quiénes somos, de por qué hacemos las cosas y de si lo que hacemos, nos genera bienestar o angustia. La conciencia actúa procesando la información que viene del mundo exterior y de nuestro mundo interno de manera que podamos evaluarla y actuar en consecuencia. De lo contrario, actuaríamos como autómatas, respondiendo a los estímulos del mundo sin que mediase ningún autocontrol por nuestra parte.

imagesCACQBDNJA veces, tratamos de hacer una cosa pero nuestra mente esta en otro lugar y nos impide concentrarnos, lo que, a su vez, nos impide terminar aquello que estábamos realizando o, si lo hacemos, el esfuerzo nos puede resultar agotador ya que nuestra energía está dispersa.

Por otro lado, dar vueltas y vueltas a los pensamientos sin un objetivo concreto, nos llena de ansiedad y podemos terminar con sensación de bloqueo paralizante. En esos momentos, solemos optar por dejar la tarea inconclusa por «agotamiento mental». Cuando estas situaciones se repiten con regularidad, caemos en el círculo vicioso de la preocupación continua sin llegar a ocuparnos realmente de aquello de debe ser resuelto.

Las personas con esta tendencia reactiva, lo contrario a la proactividad -ocuparse en lugar de pre-ocuparse-, suelen dejar las cosas sin terminar, no se animan a enfrentar retos, les cuesta asumir compromisos, y su vida personal, laboral o familiar, termina por verse afectada. A este tipo de experiencia Csikszentmihalyi la denomina entropía psicológica: la conciencia se haya desordenada, alterada y dispersa, no hay concentración.

¿Qué nos ayuda a fluir alcanzando la experiencia óptima?

El estado óptimo de la conciencia es el «orden», justo lo contrario al sentimiento de «caos». ¿Y cómo se consigue el «orden»? Persiguiendo un objetivo. Así, la atención puede dirigirse libremente a alcanzar las metas personales ya que no hay ningún problema que resolver, ninguna amenaza a la que hacer frente.

JellyfishLa experiencia óptima se da cuando la información se recibe de manera ordenada, la energía psíquica fluye y no hay necesidad de preocuparse de los problemas porque nos concentramos en darles salida. Es entonces cuando aparece la experiencia del flujo.

Las experiencias óptimas requieren un equilibrio entre capacidades y desafíos. Una persona experimentará flujo cuando sus capacidades estén plenamente involucradas y orientadas a superar un desafío. La situación óptima para el flujo se da cuando las capacidades y los desafíos están en un nivel alto, pero esto no quiere decir que debamos asumir retos por encima de nuestras posibilidades.

Se trata de un proceso progresivo que implica intención, atención, esfuerzo y entrenamiento. Es decir, si los retos que nos planteamos requieren inicialmente de mayores capacidades, seguramente nos invadirá un sentimiento de ansiedad más que un sentimiento de disfrute  porque no contamos aún con los recursos suficientes para asumir ese reto. En ese caso, el esfuerzo invertido no nos reportará el resultado esperado sino mas bien frustración.

Imaginemos el proceso de aprender  a andar en bicicleta.

El objetivo: aprender a andar en bicicleta para poder hacer rutas los fines de semana.

niña biciUna vez definido el objetivo  -eso que queremos alcanzar-, necesitamos organizar y planificar un tiempo para entrenarnos. Durante ese tiempo, toda nuestra atención se centra en esta tarea. El primer reto sería mantener el equilibrio y toda nuestra atención se orientará a pedalear mirando al frente para no caer. Vamos repitiendo y repitiendo y nuestras capacidades crecen, de modo que somos capaces ya de sostenernos en la bici y pedalear cada vez más tiempo sin caernos.

En este proceso hay un equilibrio entre los retos y las capacidades, y los resultados positivos (feedback), nos impulsan a mejorar nuestra técnica día a día. En algún momento, se produce la sensación de flujo: disfrutamos con la sensación del aire en la cara, al contemplar el paisaje, al sentir los olores…Nos olvidamos de mantener el equilibrio y fluimos porque es mayor el placer de alcanzar nuestro objetivo que el esfuerzo que implica pedalear.

Ahora, ¿Qué pasaría si a la semana de empezar a aprender pretendemos hacer una ruta de 50km? ¿Estarían en equilibrio las capacidades con el reto asumido? Casi que no. Si lo intentamos en ese momento, puede que la experiencia sea negativa y el sufrimiento por el cansancio o el temor a una posible caída, nos reste energías y, desde ese lugar, el esfuerzo no nos resulte ya compensatorio. Quizá decidamos no volver a intentarlo…

Por el contrario, si nos pasamos mucho tiempo en un mismo nivel de esfuerzo y nos estancamos, es poco probable que desarrollemos el fondo y nivel necesarios para hacer rutas de 50km. También puede pasar que nos aburramos tras los primeros «chutes» de emoción al sentirnos capaces de sostenernos en la bici y cada vez la utilicemos menos. Esta sería la famosa «zona de confort». Nos resulta cómoda pero no gratificante.

Pero si avanzamos paso a paso, esforzándonos por mejorar nuestro estilo,  manteniendo las capacidades y los desafíos equilibrados, cada día querremos un poco más; resistir un poco más, avanzar un poco más, mejorar el estilo un poco más. Y, si además, reconocemos y valoramos el logro que vamos consiguiendo, la actividad se transformará en una experiencia óptima, en una experiencia de flujo. Más allá de las posibles caídas y momentos de cansancio, seremos capaces de pedalear 50 km, 100 km, 0 200 km y el placer que la experiencia nos hará olvidarnos de todo lo demás mientras la disfrutamos…

Fluir es algo más que una sensación placentera.

Fluir es algo más que una sensación placentera y gratificante, es una inversión a largo plazo para nuestro capital psíquico. Las experiencias repetidas de flujo nos ayudan a enriquecer nuestra personalidad. Cuando el episodio de flujo termina, nos invade una sensación de unidad, no sólo con nosotras mismas, sino con el reto de personas y  cosas.

1070012_209080392549236_1332139646_nLa importancia de vivir en el presente: en el aquí y en el ahora con atención plena.

Cuando una persona fluye mientras realiza una determinada actividad, se encuentra envuelta en la vivencia del presente.

En la experiencia del flujo, la actividad nos absorbe de tal modo, que pasado y futuro dejan de tener importancia: lo que importa es el momento presente.

Generalmente, la mayoría de las personas, tendemos a prestar demasiada atención al pasado, lo que yo denomino «momento bolero», doliéndonos y reprochándonos por lo que pudo haber sido y no fue, tal como dice la letra de la canción. O preocupándonos por conseguir éxitos futuros, yendo como el conejo de Alicia en el País de las Maravillas corriendo de un lado a otro con la sensación de que nunca llega a tiempo a nada. La mayoría de las veces, estamos tan preocupadas en el ayer o en el futuro, que perdemos de vista las grandes oportunidades y pequeños placeres que nos ofrece la vida cada día.

Los investigadores Fred B. Bryant y Joseph Veroff, han propuesto un concepto muy relacionado con la importancia de vivir el momento: «el saboreo» (savoring).La clave del saboreo reside en aprender a focalizar nuestra atención hacia el presente.

¿Y qué técnicas nos ayudarán a conseguirlo?

Vamos a ver algunas:

  • Compartir la experiencia con los demás: compartir los buenos momentos nos hace tomar conciencia de ellos y se hacen perdurar.
  • Recordar la experiencia: fijar en la mente la experiencia positiva a modo de «fotografía» para poder volver a ella, al igual que volvemos a revivir los momentos positivos que quedaron reflejados en una fotografía real y la sensación nos genera bienestar.
  • Elogiarse a uno/a misma: Es necesario tomar conciencia de los logros conseguidos y reconocer los recursos disponibles que los hicieron posibles.
  • Agudizar nuestros sentidos: centrarse en escoger determinados elementos de la experiencia vivida y realzarlos. No es posible abarcarlo todo, pues la atención se difumina y disminuye el nivel de conciencia. Saboreemos eso especial y significativo.
  • Ensimismarse: aprender a concentrarse profundamente en la actividad que se está realizando, dejando que nos envuelva por completo. Tratando de no pensar en «nada», solamente en disfrutar el momento y fluir.

¿Se pueden  potenciar los estados de flujo?

4velasSí, rotundo. Recordar alguna situación cotidiana donde os hayáis sentido plenamente concentradas y disfrutando de eso que estabais viviendo en ese exacto momento. ¿Contemplar el mar desde la orilla sintiendo el rumor cadencioso de las olas? ¿Sentir el olor de la naturaleza durante un paseo por el cambo? ¿Contemplar el «baile» de las ramas de los árboles con la caricia del aire? Esa sensación, personalmente, me permite fluir.

Los estados de flujo pueden ocurrir ocasionalmente por azar, cuando se unen determinadas circunstancias externas y estados internos. Obviamente es más fácil quedarnos envueltas en el rumor del mar si estamos tranquilas y en «modo» vacaciones, pero os aseguro que también podemos generar estos estados de flujo dentro de la vorágine, sí ponemos atención e intención en generarlos.

Vamos a ver algunas actividades que nos ayudan a saborear el momento: tienen reglas que requieren el aprendizaje de habilidades, establecen metas, proveen  de feedback y hacen posible el control.

Son actividades cuya función primordial es generar experiencias gratificantes y amenas, todo depende de cómo nos enfrentamos a ellas. Lo importante en la experiencia de flujo, no es la actividad en si misma, sino cómo la realizamos: el disfrute no depende tanto de lo que hacemos, sino de cómo lo hacemos. ¿Desde la ansiedad? ¿Desde la angustia? ¿Desde la confianza? ¿Desde el deseo? ¿Desde la concentración?

  • Actividades físicas: la actividad física es favorecedora para transformar en experiencia de flujo: deporte, baile, yoga, sexo, escalada, bici…Un esfuerzo que nos genere gratificación por el resultado. Llegar un poco más lejos, tonificar un poco más los músculos, subir un poco más la montaña.
  • Actividades de los sentidos: cualquier actividad que estimule los sentidos es potencialmente una experiencia de flujo: saborear una comida rica y sin móviles, por favor¡. Sentir la arena tibia y suave de la playa acariciando nuestros pies. Disfrutar con un poema que nos llena el alma y nos transporta a lugares profundos del sentir. Vibrar, además de oír, con una música que nos envuelve. Observar como van brotando las yemas en las ramas descarnadas de los árboles en el inicio de la primavera.  Disfrutar de una conversación, acompañada de un buen vino, mejor aún, en una conexión  en profunda sintonía…
  • Actividades intelectuales: la lectura es la actividad de flujo por excelencia. Pero existen muchas otras actividades intelectuales que lo promueven: jugar con las ideas, idear juegos de palabras, escribir poesía, aunque no seamos poetas reconocidas, escribir relatos…

La personalidad tiene un peso importante en la capacidad de experimentar flujos, es lo que Csikszentmihalyi denomina «personalidad autotélica».

Una tendencia de personalidad que se caracteriza por la capacidad de disfrutar de la vida y por realizar actividades gratificantes en sí mismas, independientemente del valor extrínseco.

Los rasgos característicos que acompañan a las personas vitales y positivas, suelen ser la curiosidad, el interés por «explorar» el mundo y la persistencia, que no la cabezonería.

La buena noticia es que todas y todos, podemos alcanzar experiencias de flujo, ya que esta habilidad, se puede desarrollar con entrenamiento.

5  pasos para transformar actividades cotidianas en experiencias de flujo:

  • Definir las metas que se quieren alcanzar. Ya vimos que es fundamental proponernos objetivos concretos para las actividades que vamos realizando y esforzarnos por conseguirlos, paso a paso, pero de forma sistemática. No podemos correr una maratón si sólo entrenamos 10 minutos al día dando una «vueltecita» por el parque de nuestro barrio.
  • Desarrollar las habilidades necesarias para superar los desafíos que la actividad vaya demandando. (Volvamos al ejemplo de aprender a montar en bicicleta).
  • Aprender a concentrarse en lo que se está haciendo y a controlar la atención para dirigirla a los objetivos marcados, disfrutando en el proceso más que empeñarnos en mirar lo que aún falta.
  • Encontrar la manera de «medir» los progresos que vamos realizando a medida que avanzamos, de modo que tengamos un feedback lo más inmediato posible de nuestros resultados.
  • Elevar el nivel de desafíos y dificultad cuando la actividad comience a aburrirnos, así mantenemos la experiencia de flujo en distintos momentos del proceso.

Ahora toca, intentarlo. Podéis empezar ya mismo. Cuando os centréis en una tarea que requiera esfuerzo y concentración, recordar cuál es vuestro objetivo, fijarlo en la mente y volver a él cuando las fuerzas flaqueen. Y por supuesto, saborear vuestros logros por pequeños que sean, paso a paso se hace camino al andar.

Os recomiendo alguna bibliografía interesante si queréis profundizar en el tema:

«Una Psicología de la Felicidad» Mihaly Csikszentmihalyi, (Kairós, 1997). Y, del mismo autor, «Aprender a Fluir» (Kairós, 1998).

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