BURGOS MEDIEVAL / ALMANZOR CONTRA EL CONDADO DE CASTILLA. -Por Francisco Blanco-

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Al morir el califa omeya Hakam II en el año 962, le sucede su hijo Hisham II, de tan sólo tres años de edad, habido con una de sus concubinas, la esclava de origen vasco de nombre Aurora-Subh o Usua arabizado-también conocida como la Vascona, por la que el califa había sentido una gran pasión, que le llevó a convertirla en su favorita, permitiendo incluso, contraviniendo las indicaciones del Corán, que tomase parte activa en el gobierno del califato cordobés.

Debido a la corta edad del nuevo califa de Córdoba, se hizo cargo del gobierno el visir Chafar al-Mushafi, que no pudo contrarrestar la poderosa influencia política alcanzada por la Vascona, que había tomado bajo su protección a un ambicioso oficial de la corte, de origen yemení, llamado Abu Amir Muhammad ben Abi Amir, al que había nombrado Intendente de los bienes del príncipe Hisham. Desde este puesto de la máxima confianza el astuto y calculador Abi Amir inició el asalto al poder, consiguiendo ser nombrado en el 970 Inspector general de los ejércitos del Magreb. Su primera campaña militar la inició a finales del año 976, como respuesta a la incursión de los condes gallegos por tierras del califato, que tuvieron la osadía de sobrepasar los abruptos caminos de Sierra Morena y cuya cercana presencia había sembrado el temor y la inquietud entre los cordobeses. En respuesta a semejante osadía, Abi Amir organizó una aceifa de castigo, poniéndose al frente de un poderoso ejército que tomó el camino romano de la Plata, atravesó el Guadiana y el Tajo y se internó por tierras salmantinas, arrasando cuanto encontraba a su paso y llegando hasta la localidad de Baños de Ledesma, que también destruyó. Regresó victorioso a Córdoba tras 53 días de campaña, llevando como botín de guerra más de dos mil prisioneros cristianos. Este éxito militar le permitió ganarse la confianza del general Galib (1), con cuya hija Asma se casará en enero del 978, sin que por ello dejara de tener libre acceso a los aposentos privados de la Vascona. La amistad del prestigioso general Galib y el matrimonio con su hija le sirvieron de trampolín para el asalto definitivo, pues en marzo de ese mismo año consiguió la destitución de Chafar al-Mushafi y su nombramiento como nuevo hayib o primer ministro. A partir de aquí su ambición de poder no tuvo límites, llegando a convertirse en el dueño y señor del califato y para los cristianos en el temido e invicto Almanzor el Victorioso, al que no fueron capaces de derrotar.

Desde su puesto de hayib mandó construir la ciudad palatina de Madinat Al-Zahira, en la que estableció su gobierno y su corte y donde prácticamente recluyó a la sultana y su hijo Hisham, convertido en mero juguete en las manos de su hayib.

De los territorios cristianos, en el reino de León era rey Ramiro III, casado con Sancha Gómez, hija del conde de Saldaña, Gómez Díaz, y de Muniadona Fernández, hija del legendario conde castellano Fernán González y de Sancha Sánchez de Pamplona.

En el reino de Pamplona reinaba Sancho Garcés II Abarca, casado con su prima Urraca Fernández, hermana de Muniadona.

El emergente condado de Castilla estaba gobernado por el conde burgalés García Fernández, el de las Manos Blancas, hijo del conde Fernán González y Sancha Sánchez (2) y casado con Aba de Ribagorza (3).

Durante los primeros años de su mandato Almanzor había respetado la línea fronteriza del condado de Castilla, marcada por el curso del alto Duero, desde Gormaz hasta Roa; sus expediciones militares se habían dirigido principalmente hacia los reinos de León y Pamplona, aunque los objetivos eran más de destrucción que de conquista. El conde castellano, por su parte, procuraba mantenerse neutral, pues no se veía en condiciones de enfrentarse abiertamente con tan poderoso enemigo, aunque no descuidó reforzar militarmente las plazas fuertes más estratégicas de sus fronteras con los moros. También aprovechó estos tiempos de bonanza para fundar, el 24 de noviembre del 978, el Infantado de Covarrubias, que entregó como dote a su hija Urraca García, en la que también se incluían 45 villas, 22 monasterios, varios molinos, medio pozo de sal en Poza de la Sal, 500 vacas, 1600 ovejas, 100 yeguas, 30 esclavos moros y 20 esclavas moras, amén de un inmenso mobiliario y ajuar doméstico. Todo este enorme y rico patrimonio quedó bajo el patrocinio de los condes, pero vinculado a la abadesa del monasterio de San Cosme y San Damián en Covarrubias, pudiendo ser transferido en el futuro a cualquiera de las hijas del conde que, como en el caso de Urraca, que fue su primera abadesa, no contrajeran matrimonio y se dedicaran a la vida religiosa.

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Sin embargo, la aparente calma que se respiraba en Castilla no tardó en ser militarmente alterada, dando paso a un largo enfrentamiento entre el conde García Fernández y el caudillo árabe Almanzor, en el que el conde burgalés llevó casi siempre la peor parte y acabó costándole la vida.

En la primavera del 980 se produjo un duro enfrentamiento personal entre Almanzor y su suegro el general Galib, que ocupaba la plaza fuerte de Atienza y era el jefe de las fuerzas fronterizas. El general reprochó a su yerno el degradante trato que éste daba al joven sultán, al que prácticamente tenía secuestrado. Almanzor no digirió la reprimenda, montó en cólera, se puso al frente de su ejército de bereberes que había traído del norte de África e inició una aceifa de castigo que destruyó Medinaceli, precisamente el feudo del general Galib, apoderándose de todas sus riquezas, y siguió internándose por Castilla, llegando hasta San Esteban de Gormaz y Osma. El conde castellano le salió al encuentro en un intento de detener su avance, sufriendo su primera derrota en la batalla de La Laguna, casi a las puertas de San Esteban de Gormaz.

Esta derrota, fruto de la inferioridad militar castellana, hizo reflexionar al conde, que decidió buscar la alianza con el general Galib, ahora en franca oposición política y militar contra su yerno. También buscó la de su pariente, el rey de Pamplona Sancho Abarca (4), al que se unió su hermano Ramiro Garcés, conocido como el rey de Viguera (5). Juntos los cuatro, en el 981 volvieron a enfrentarse con Almanzor, esta vez en Torrevicente, localidad soriana cercana a Atienza. En esta ocasión, a pesar de que el ejército de la coalición era numéricamente superior, la victoria fue de nuevo para Almanzor, que obligó a sus enemigos a huir en desbandada, dejando en el campo de batalla los cuerpos sin vida del general Galib y el rey de Viguera, Ramiro Garcés. El caudillo árabe mandó cortar la cabeza de su suegro, llevándosela como trofeo a su corte cordobesa, donde estuvo clavada en una cruz durante muchos años.

El rey de Pamplona, Sancho Garcés II, se vio obligado a concertar un tratado de paz con su vencedor, en el que entraba la entrega a Almanzor de su hija Urraca, que tomó el nombre árabe de Abda, con la que el año 983 tuvo un hijo, Abd al Rahman, también conocido como Sanchuelo (6).

Por su parte, el conde García Fernández, que al parecer salió ileso de la batalla, no tuvo otra opción que salir huyendo con sus menguadas tropas hacia sus tierras para tratar de acuartelarse en ellas, pero el condado de Castilla había pasado a ser otro de los objetivos de la cólera de Almanzor, que ya no cesará en sus duros ataques a las líneas fronterizas del Duero, seguidos de rápidas incursiones de rapiña y destrucción.

En el verano del 983 Almanzor inicia otra razzia contra Castilla, llegando hasta Roa, a orillas del Duero, donde le salieron al paso las tropas coaligadas del conde García Fernández y las de su sobrino, el rey de León Ramiro III; la victoria fue de nuevo para Almanzor y sus mesnadas bereberes, que después de saquear la villa, continuaron hacia el reino leonés, cruzando el Pisuerga y marchando contra Simancas. Como resultado de esta derrota y su posterior campaña por tierras leonesas, el rey Ramiro III se vio obligado a convertirse en tributario del califato de Córdoba.

Hasta el año 989 el condado de Castilla se había vuelto a salvar de las continuas razzias de Almanzor, que se dirigieron principalmente hacia el interior del reino de León, llegando en muchas ocasiones hasta el corazón de las tierras gallegas. Pero todo se va al traste cuando en la primavera de este año, sin que el conde García Fernández tenga arte ni parte, se urde un complot político contra Almanzor, en el que está implicado Abd Allah, uno de los hijos de Almanzor, descontento con su padre por considerarse discriminado con respecto a su hermano Abd al Malik. Enterado el caudillo árabe de la trama, manda asesinar a Abd al Rahman ibn Mutarrif, gobernador militar de Zaragoza, donde también residía Abd Allah, y supuesto cabecilla de la conspiración; a su hijo le hace regresar a Córdoba, donde le colmó de honores y de cargos, tratando de recuperar su afecto y su obediencia. Con la llegada del verano Almanzor inicia una nueva aceifa, esta vez contra la frontera del Duero, instalando su campamento al pie de las murallas de San Esteban de Gormaz. Entre sus lugartenientes se encuentra su hijo Abd Allah que, conociendo a su padre, no se fía de su cambio de actitud hacia él y aprovecha el ajetreo del montaje del campamento para desertar junto con seis de sus partidarios y pasarse al bando cristiano, donde solicita la protección del conde García Fernández.

La buena acogida que el conde burgalés dispensó al hijo de Almanzor desató la furia del padre burlado, que juró no cesar su acoso al conde García Fernández hasta que éste le devolviera su hijo. Acto seguido invadió Castilla por la zona alavesa y se apoderó del castillo de Osma, desde donde no cesó de acosar y destruir las tierras y las gentes que encontraba a su paso. Finalmente, el castellano, aunque con mucho pesar y poniendo la condición de que se le respetase la vida, se avino a entregar a Abd Allah a su padre. Naturalmente, Almanzor hizo caso omiso de su promesa, envió en su busca un comité de recepción encabezado por Sad, un funcionario de su plena confianza, que recibió a Abd Allah con todos los honores, pero cuando se hubieron alejado un buen trecho de la frontera del Duero, Abd Allah fue rodeado, asesinado y decapitado después. Esto ocurría el 8 de setiembre del 990, el cuerpo de Abd Allah fue enterrado en el mismo lugar del crimen, pero su cabeza le fue entregada a Almanzor como prueba de que la misión había sido fielmente cumplida. El hijo de Almanzor tan solo contaba veintiún años de edad.

Es el año 991 rico en sucesos de muy diferente cariz. En Córdoba, Almanzor cede su título de hayib o primer ministro a su hijo Abd al Malik, mientras que él tomaba el de Malik Karim o Noble Rey, otorgándose a sí mismo el tratamiento de sayib. Con este auto nombramiento, Almanzor despojaba al sultán Hisham II de todo su poder y prerrogativas, aunque le respetó el título de Sultán.

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También, en este mismo año, se produjeron en el reino de León y en el condado de Castilla acontecimientos de enorme relevancia. El rey Bermudo II, conocido como el Gotoso, había repudiado a su primera esposa Velasquita Ramírez, para volverse a casar con su prima carnal Elvira García, cuarta hija del conde García Fernández y su esposa Aba, con el que se consolidan los lazos existentes entre el reino leonés y el ya de facto independiente condado de Castilla, donde, en ese mismo año, tuvo lugar una rebelión política y militar contra el conde García Fernández, protagonizada por su hijo primogénito, Sancho García, y en la que también participó su madre, Aba de Ribagorza, y en la que estuvo siempre presente la sombra ominosa de Almanzor, al que el hijo sublevado rindió visita en su corte cordobesa durante el mes de junio, con el propósito de pedirle protección y ayuda para sustituir a su padre. Naturalmente, el caudillo árabe, recordando la ayuda que su hijo sublevado había recibido por parte del padre del que ahora le pedía ayuda, no desaprovechó la ocasión de tomar cumplida venganza, prometiendo al hijo de su enemigo cuanta ayuda necesitase.

Hasta entonces, a pesar de los reveses militares sufridos, el conde García Fernández había sabido mantenerse relativamente firme frente al poderío y la ambición de su rival Almanzor, conservando prácticamente intactas las fronteras de su condado, puestas ahora en grave peligro por la rebelión de su hijo, al que apoyaba parte de la nobleza castellana. Puede decirse, sin demasiado riesgo a equivocarse, que esta fue la primera guerra civil que asoló los campos de Castilla. Después, lamentablemente, se iban a repetir con demasiada frecuencia.

Con la rebelión de Sancho, Castilla quedaba dividida en dos bandos, los que apoyaban las aspiraciones del rebelde Sancho García, que ocupaban parte de la región de La Bureba, y los que permanecieron fieles al conde García Fernández, que seguían dueños de Burgos y sus alrededores. El conde burgalés, como ya había hecho en tantas ocasiones anteriores con Almanzor, pudo contener militarmente las aspiraciones de su hijo Sancho y sus seguidores, manteniéndose al frente del condado durante cuatro años, pero no pudo con el otro frente, mucho más ofensivo y poderoso. Almanzor, con las fuerzas de su enemigo divididas, no tardó en atacarle de nuevo. En el año 993 Almanzor pone de nuevo sitio a la plaza fuerte de San Esteban de Gormaz, que tras cinco días de resistencia cae en sus manos, convirtiéndose en una amenazadora punta de lanza contra la seguridad del resto del territorio castellano. Con dos cuerpos de ejército, uno dirigido por el propio Almanzor y otro por su hijo Abd al Malik, los árabes no tardaron en apoderarse de Clunia y Barbadillo.

Con ocasión de esta campaña victoriosa de Almanzor y su hijo, el poeta árabe Ibn Darray escribió un poema laudatorio, del que transcribimos algunos versos:

“No hay equivalente al día de Barbadillo, donde has logrado la gloria……….”

“Y has entrado en Clunia, una nube para la guerra…….”

“Y has dejado a García aterrado en pleno desierto, paladeando el fruto de la traición…”

“Aterrado por tus espadas pasa el día afligido y la noche despierto…….”

“Porque se siente humillado después de arrasar sus casas y su país…………”  

Barbadillo fue abandonada a los pocos días de su ocupación, pero la conquista de San Esteban y Clunia dejaba las fronteras del Duero desprotegidas y al alcance de la vanguardia musulmana, obligando a García Fernández y sus infanzones a replegarse hacia la sierra de Cervera, estableciendo una nueva línea defensiva con los castillos de Peñaranda, Aranda, Aza y Roa.

En la primavera del 995 Almanzor pone en marcha una nueva razzia contra el condado de Castilla, que iba a ser definitiva para la suerte de su enemigo. El choque se produjo el 18 de mayo del 995 en la localidad soriana de Langa de Duero, cerca de Peñaranda, donde se encontraba acuartelado el conde. Como le había ocurrido en ocasiones anteriores, las tropas de García Fernández estaban en inferioridad numérica, pero al conde no le quedó más remedio que salir a luchar a campo abierto, en un desesperado intento de impedir que las mesnadas bereberes de Almanzor se extendieran por toda la cuenca del Duero. Durante el combate García Fernández fue herido en la cabeza por una lanza, cayendo de su caballo y siendo apresado aun con vida por sus enemigos. Con el conde prisionero y gravemente herido los moros se replegaron a su cuartel general de Medinaceli, donde les esperaba Almanzor, que se había quedado en la retaguardia. Las graves heridas sufridas en el campo de batalla causaron la muerte de García Fernández a los cinco días de cautividad. Su cuerpo fue enterrado en Medinaceli, pero su cabeza fue puesta en un cofre y llevada a Córdoba, donde Almanzor ordenó que la enterraran en la iglesia mozárabe de los Tres Santos (Fausto, Genaro y Marcial). Unos años más tarde, después de la muerte de Almanzor, en conde Sancho García recuperaba los restos de su padre, que recibieron nueva sepultura en el Monasterio de San Pedro Cardeña, donde todavía permanecen.

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El mismo poeta Ibn Darray, a la muerte del valeroso conde castellano alabó su figura en un poema:

“Adalid con escuadrones y corceles, valedor de la grey y de los gobernantes, Campeador con su espada en mérito y arrojo, auxiliado por la experiencia en la desgracia…………¡Anunciad a los reyes cristianos todos, a los coronados, la muerte de García. Anunciadlo!

García Fernández había dirigido el destino del Condado de Castilla durante veinticinco años, del 970 al 995. A su muerte le sucedió su hijo Sancho García que, según parece, ya se había reconciliado con su padre, aunque no participó en la última batalla. Una de sus primeras decisiones al frente del condado fue declararse tributario de Almanzor, con lo que consiguió, además de un periodo de tregua militar, recuperar las plazas de San Esteban de Gormaz, Osma y Clunia. Durante esta tregua, que duró hasta el año 1000, el conde Sancho García se dedicó a devolver la estabilidad económica y social a su condado, exhausto tras las agotadoras campañas militares soportadas por su padre. Rebaja los impuestos, favorece a los nobles villanos y amplía la autonomía de los concejos y las ciudades mediante la concesión de fueros y privilegios, por lo que se mereció el sobrenombre de “el de los Buenos Fueros”. En el aspecto político cuidó con esmero las relaciones con sus vecinos, los reinos de Pamplona y de León, con los que concertó diferentes tratados de colaboración, basados principalmente en su parentesco con los respectivos monarcas y también estrechó los lazos con los poderosos Banu Gómez del condado de Saldaña.

Finalmente, en el año 1000 los caudillos cristianos, hartos al parecer del tiránico poder ejercido por Almanzor, deciden sublevarse, negándose a pagar el tributo al que estaban obligados. Almanzor, como era de esperar, reaccionó poniendo en marcha un poderoso ejército que el día 21 de junio salía de Córdoba dispuesto a invadir Castilla y dar su merecido al conde rebelde. Además de sus generales, le acompañaban sus hijos Abd al Malik y Abd al Rahman Sanchuelo. Después de recuperar fuerzas en Medinaceli avanza hacia Castilla dispuesto a arrasarla.

La coalición cristiana, integrada por el conde de Castilla Sancho García, el rey de Pamplona, García Sánchez II el Temblón y el conde de Saldaña García Gómez, que lideraba las tropas leonesas, pues el rey Alfonso V (7) tenía poco más de un año de edad, habían sentado su campamento en la Peña Cervera, una especie de fortaleza natural situada entre Silos y Caleruega. El choque entre ambos ejércitos se inició el 29 de julio y en principio fue favorable a los cristianos, que desarbolaron las alas del ejército enemigo, a las que causaron numerosas baja que les obligaron a replegarse, dejando al cuerpo central del ejército, en el que se encontraba Almanzor, desguarnecido y en una situación muy comprometida. La llegada de la noche permitió a las tropas árabes reagruparse. La lucha continuó al amanecer del día siguiente, pero esta vez los moros no se dejaron sorprender, alzándose con la victoria, aunque la mortandad fue enorme en los dos bandos. Fue esta la primera vez que las tropas cristianas estuvieron a punto de humillar militarmente al orgulloso Almanzor.

A partir de esta dura batalla, que representó un elevado coste en vidas humanas, tanto para los moros como para los cristianos, las posibilidades de tregua entre ambos se rompieron definitivamente, no quedando otra alternativa para dirimir sus diferencias que el enfrentamiento armado, que iba a continuar hasta el comienzo de la decadencia del imperio de los omeyas en nuestra península, que decantó definitivamente la balanza hacia el lado cristiano.

Después de la batalla, Almanzor y sus huestes se volvieron a Córdoba, pero de la mente del caudillo árabe no se apartó la idea de la venganza, por lo que se puso de inmediato a preparar una nueva razzia contra Sancho García, que había pasado a ser su principal enemigo. En los comienzos del verano de 1002 Almanzor pone en marcha una nueva expedición militar que se dirige a Medinaceli, donde establece su cuartel general. Se trata de un poderoso ejército con tropas de refuerzo procedentes del norte de África, que pronto iniciarán una nueva aceifa de castigo contra el Condado de Castilla. Lo que no sabe Almanzor, que ya cuenta 63 años y una delicada salud, es que ésta va a ser la última, pues en ella perderá la vida. Esta vez la incursión atabe se inicia por la zona de los pinares de Soria y Burgos, atravesando la Sierra de la Demanda por Neila, para seguir el curso del río Najerilla hasta La Rioja, ya en tierras del reino de Navarra, llegando hasta Nájera, que fue invadida y arrasada, continuando hacia el Monasterio de San Millán de la Cogolla, que también fue arrasado e incendiado. Pero la salud de Almanzor va empeorando hasta el punto de impedirle cabalgar, por lo que tiene que ser transportado en litera. El caudillo árabe, consciente sin duda de la gravedad de su estado, da la orden de emprender el regreso a la base de Medinaceli, cosa que ocurre en los últimos días de julio.

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En Castilla, el conde Sancho García, había conseguido reunir un ejército formado por tropas castellanas, navarras, dirigidas por García Ramírez de Viguera, sobrino del recién fallecido rey García Sánchez II el Temblón, y leonesas, al mando del conde gallego Menendo González, por entonces regente del reino de León. El ejército cristiano, al mando del conde Sancho García, se dirigió hacia la frontera del Duero con la intención de sorprender a sus enemigos por la espalda, ignorando que el ejército de Almanzor había iniciado el regreso a su base de Medinaceli. La sorpresa fue grande cuando la vanguardia cristiana divisó, en un lugar de la provincia de Soria llamado Calatañazor, que en árabe viene a significar Castillo del Azor, a la retaguardia mora que iba en dirección contraria a la esperada; naturalmente, Sancho García y los suyos no desaprovecharon semejante oportunidad y en una llanura conocida como Bordecorex, a orillas del río Milanos, cargaron contra los sorprendidos moros, que huyeron despavoridos, no sin dejar aquella llanura llena de cadáveres.

Esto sucedía entre el 10 y el 11 de agosto del 1002. Posiblemente para entonces Almanzor ya había lanzado su último suspiro en su base de Medinaceli. Su hijo Abd al Malik se encargó de cumplir sus últimos deseos: “Enterrad a los mártires según les coge la muerte, con sus vestiduras, sus heridas y su sangre. No los lavéis, pues sus llagas en el día del juicio despedirán el aroma del almizcle”. Fue enterrado en el patio del castillo de Medinaceli, con el Corán que siempre le acompañaba, copiado por él mismo, entre las manos y cubierto por el polvo de sus vestiduras de guerra, sacudidas cuidadosamente tras cada batalla, que sus sirvientes guardaban en una arqueta. Sobre su tumba se grabó la siguiente inscripción: “Por Alá que jamás los tiempos traerán otro semejante a él, ni que como él defienda nuestras fronteras”.

La victoria cristiana de Calatañazor, en la que Almanzor ni estuvo presente ni posiblemente tuvo conocimiento de ella, no tardó en convertirse en leyenda victoriosa para los cristianos, que se tomaron cumplido desquite de las numerosas derrotas sufridas a manos del caudillo árabe a lo largo de más de veinticinco años. Su hijo Abd al Malik siguió al frente del Califato como hayib hasta su muerte, ocurrida en el año 1008; le sucedió su medio hermano Abd al-Rahman Ibn Sanchuelo, el nieto del rey navarro Sancho Garcés II Abarca, que sólo pudo mantenerse en el poder durante unos meses, muriendo asesinado al año siguiente, víctima de una conjura palaciega contra su persona.

En el condado de Castilla y en todos los territorios cristianos de la Península, la muerte del temido y odiado Almanzor el Victorioso fue acogida con júbilo indescriptible y como una gran noticia que podía poner fin a un largo periodo de humillaciones militares, saqueos y devastaciones, y abría nuevos horizontes a las tensas relaciones entre el Califato de Córdoba y el resto de los reinos y condados cristianos. El conde Sancho García aprovechó el resto de su mandato para convertir el Condado de Castilla en un verdadero Estado, independiente, fuerte y respetado.

El conde de Castilla, Sancho García el de los Buenos Fueros, falleció de forma inesperada el 5 de febrero del año 1017. Sus restos mortales recibieron sepultura en el Monasterio de San Salvador de Oña, que el mismo había fundado para su hija Trigidia (8) en el año 1011: 

«Este es el conde Sancho, que dio los buenos fueros a los pueblos. La Santa Ley fue su compañera, y el bienestar del reino su mayor cuidado…» 

Así reza el epitafio que se puede leer en el sepulcro del conde Sancho García III de Castilla, hijo de García Fernández y nieto de Fernán González. Había nacido hacia el año 970. 

NOTAS:

(1)  El general Galib estuvo al servicio de tres califas, con  Abderramán III frenó el avance de los cristianos y también las fuerzas fatimitas del Norte de África, que aspiraban a destronar a los Omeya del Califato de Córdoba. Con Alhakem II dirigió una flota para proteger las plazas norteafricanas de Ceuta y Tánger, asediadas por buques daneses. En tiempos de Hissam II, primero fue aliado de Almanzor contra el conde García Fernández, al que conquistó la plaza de Gormaz. Al romper con Almanzor, se alió con el conde castellano, tratando de eliminar a su yerno del poder. Murió en la batalla de Torrevicente.

(2)  Sancha Sánchez se casó el año 932 en terceras nupcias con el conde Fernán González, con el que tuvo nada menos que siete hijos: Gonzalo y Sancho, muertos prematuramente; García, futuro Conde de Castilla; Urraca, casada con Ordoño III de León, que la repudió; Ordoño IV el Malo de León y Sancho Garcés II Abarca de Pamplona; Muniadona, casada con el conde Gómez Díaz de Saldaña; Munio, fraile del Monasterio de San Pedro de Arlanza; Fronilda, casada con un conde asturiano de la familia de los Flaínez.

(3)  Aba de Ribagorza era hija del conde Ramón II de Ribagorza y de Gersenda de Armagnac, casó con el conde García Fernández hacia el año 965, con el que tuvo otros siete hijos: Sancho, futuro Conde de Castilla; Gonzalo, señor de Lara; Muniadona, casada con el conde Ramón III del Pallars Jussá; Urraca, primera Infanta de Covarrubias y abadesa del Monasterio de San Cosme y San Damián; Elvira, casada con el rey Bermudo II de León; Toda, casada con Sancho Díaz, conde de Saldaña; Oneca, religiosa.

(4)  Sancho Garcés II, apodado Abarca, fue rey de Pamplona desde el año 938 al 994. Estaba casado con Urraca Fernández, hija del conde Fernán González y Sancha de Pamplona. El apodo “Abarca” le viene de una marcha que tuvo que hacer desde la Gascuña hasta Zaragoza, para frenar uno de los avances de Almanzor hacia Pamplona. Al encontrarse con los montes cubiertos de nieve, hizo que sus hombres calzaran albarcas de cuero, de esta guisa pudieron avanzar más rápidamente, llegando a tiempo de frenar el avance musulmán.

(5) El Reino de Viguera nació el año 970, como consecuencia del testamento de García Sánchez I de Pamplona a favor de su segundo hijo Ramiro Garcés I, que comprendía una región muy similar a la actual Rioja. Le sucedió su hijo Sancho Ramírez, que no tuvo descendencia masculina, por lo que en el 1005 se vuelve a incorporar al reino de Navarra.

(6) Abd al Rahman Idn Sanchul, conocido como Sanchuelo por su gran parecido físico con su abuelo, el rey de Pamplona Sancho Garcés II, nació en Córdoba, hacia el año 983, era hijo de Almanzor y Abda, nombre árabe de Urraca Sánchez, cuarta hija del rey navarro y su esposa Urraca Fernández, hija del conde castellano Fernán González y Sancha Sánchez de Pamplona, hija del rey navarro Sancho Garcés I.

(7) Alfonso V de León, también llamado el Noble, había nacido hacia el año 994, era hijo del rey Bermudo II el Gotoso y de su segunda esposa, Elvira García, hija del conde García Fernández de Castilla.

(8) Trigidia Sánchez era la cuarta hija del conde castellano Sancho García el de los Buenos Fueros y su esposa Urraca Gómez, hija del conde de Saldaña Gómez Díaz. En el año 1011 su padre fundó para ella el Monasterio de San Salvador de Oña, del que fue primera abadesa, que se convertiría en el Panteón de los Condes de Castilla y los Reyes de Navarra.

Autor: Paco Blanco, Barcelona, mayo 2014
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Una respuesta a “BURGOS MEDIEVAL / ALMANZOR CONTRA EL CONDADO DE CASTILLA. -Por Francisco Blanco-

  1. Muy interesante. La historia del condado de Castilla tiene muchos episodios dignos de conocerse. Os recomiendo esta página para profundizar más: http://www.condadodecastilla.es

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