Dios, el Mal y el Libre Albedrío

En una entrada anterior empecé una serie dedicada a explorar el llamado “Problema del Mal”, el problema que existe en compatibilizar la existencia de Dios con la existencia de maldad y sufrimiento en el mundo. En esta entrada voy a discutir una de las soluciones más comunes dadas al problema: que el libre albedrío otorgado por Dios al ser humano explica y justifica la existencia del mal en el universo.

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La historia humana desde sus orígenes ha estado marcada por enormes cantidades de maldad y sufrimiento. Solo en el Siglo XX el genocidio y conflictos bélicos condenaron a millones de inocentes a una existencia miserable y muerte prematura. Ante esa realidad, cabe preguntarse: ¿por qué Dios permitió todo esto? ¿No es la existencia de todo este mal y sufrimiento evidencia que Dios no existe? En efecto, como expliqué en mi introducción al “Problema del Mal” (entrada que recomiendo sea leída antes de esta), desde la antigüedad la existencia de males aparentemente injustificados en el mundo ha sido interpretada por algunos como prueba de que no existe una deidad bondadosa, ya que de existir esta entonces, presumiblemente, los prevendría.

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Las Puertas de Auschwitz

Sin embargo, como han insistido los teólogos durante siglos, este argumento para la inexistencia de Dios puede ser desmontado si se presenta una buena razón por la que Dios permitiría el mal. Dicho otramente, si se demuestra que Dios tiene una buena razón por la cual permitir tanto sufrimiento, entonces la presencia de este no debería hacernos dudar ni de su poder ni existencia. Ahora bien, ¿cuál puede ser esa razón?

El Libre Albedrío como Teodicea

En filosofía se llama “teodiceas” a los intentos de proveer una justificación por la que Dios permite la existencia de mal y sufrimiento en el mundo. La más popular de ellas atribuye la existencia del mal y sufrimiento al libre albedrío. Podemos expresar esta teodicea bajo la forma de un argumento que iría más o menos así:

  1. Es lógicamente imposible crear entes dotados de libre albedrío que necesariamente solo actúen bien,
  2. La existencia seres dotados de libre albedrío es un bien, y ese bien supera el mal causado por el mal uso del libre albedrío,
  3. Para que exista el libre albedrío, es necesario que los seres dotados de este sean capaces de hacer el mal,
  4. Es moralmente permisible crear situaciones donde exista un mal, pero:
    1. Exista un bien que supere ese mal y,
    2. Sea imposible llegar a ese bien sin ese mal,
  5. Conclusión: Es moralmente permisible que Dios haya creado seres con libre albedrío y que tolere el mal causado por estos.

Dicho de forma simple, el argumento insiste que es bueno que Dios haya creado seres dotados de libre albedrío, pero que el inevitable precio a pagar es que ellos necesariamente harán mal uso del mismo de vez en cuando. El atractivo y poder de este argumento es evidente, pues si funciona entonces existiría una razón plausible por la cual Dios, en su perfección y omnipotencia, permitiría cosas tan horribles como Auschwitz, los campos de la muerte y la violación de niños. La pregunta evidentemente es si este argumento funciona o no.

Un Problema Preliminar: Los Males Naturales

Antes de analizar el fondo, es necesario hablar de una dificultad preliminar. Al menos a primera vista, no todo el mal y sufrimiento es consecuencia del obrar de seres dotados de libre albedrío. Si bien el sufrimiento causado por la guerra y genocidio ha sido enorme, lo cierto es que el dolor causado por la enfermedad y desastres naturales no se queda atrás. En efecto, podemos dividir los males en dos categorías:

  1. Males morales: Males causados por seres dotados de libre albedrío y,
  2. Males naturales: Males causados por el ciego obrar de las leyes mecánicas que gobiernan el universo,

Los males naturales incluyen cosas tan variadas como enfermedades, terremotos, huracanes, defectos genéticos, inundaciones, tsunamis, etc. El problema es evidente: si estos males no son el resultado de un mal uso del libre albedrío, entonces es imposible que este los justifique.

Ahora bien, aunque parezca inaudito, históricamente la forma más común de resolver esta dificultad, ¡ha sido negar que existan males naturales! Los pensadores que han tomado esta línea, por supuesto, no niegan que existan terremotos, erupciones o epidemias, pero insisten que su verdadera causa es moral. Tres hipótesis han sido las más populares:

  1. Los males naturales son causados por el libre albedrío de demonios o entes similares,
  2. Los males naturales son un castigo divino impuesto por Dios o dioses, o;
  3. Los males naturales son una consecuencia del Pecado Original,

Si bien hoy en día hay personas que defienden la razonabilidad de este tipo de alternativas (como, por ejemplo, Alvin Platinga), lo cierto es que emplearlas se ha vuelto bastante difícil ya que parecen entrar en frontal contradicción con el moderno entendimiento científico de la naturaleza.

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Los terremotos y erupciones volcánicas se explican mediante la interacción de fuerzas mecánicas, no la intervención de seres sobrenaturales.

En efecto, en el caso 1 y 2 esto es así porque sabemos que cosas como terremotos, inundaciones, y huracanes son causadas por el actuar de leyes puramente mecánicas, como es los movimientos de las placas tectónicas bajo la superficie terrestre. Dicho otramente, este tipo de fenómenos se explican de modo total y convincente sin apelar a factores sobrenaturales, por lo que parecería que “no hay espacio”, por así decirlo, para la intervención de dioses o demonios en la cadena casual que los produce. Pero más aún, la ciencia indica que esas leyes mecánicas son ciegas: cuando un terremoto destruye una ciudad, este habría ocurrido por el actuar de las leyes de la naturaleza sin importar si esta hubiese estado llena de santos o pecadores.

Resultado de imagen para original sinLa opción 3, el atribuir la existencia de males naturales al Pecado Original, se topa con problemas similares. Según esta hipótesis, en el principio el universo funcionaba de tal forma que no existían males naturales de ningún tipo, pero en el momento que los primeros humanos se rebelaron (cometiendo un mal moral) la estructura del cosmos y sus leyes cambiaron, por lo que la existencia de males naturales realmente es el resultado de ese pecado original (es decir, son el resultado de un mal moral). Dicho en términos simples, para quienes defienden esta tesis el mundo originalmente estaba libre de terremotos, enfermedades e inundaciones, pero cuando nuestros ancestros se rebelaron contra Dios, la estructura misma del cosmos cambió.

Esta línea argumental se topa con lo que se ha llamado «la objeción de fragilidad«. Si Dios es omnipotente, ¿cómo es posible que haya creado un universo donde la desobediencia de una sola de sus criaturas arruine toda su estructura? Un universo creado así parecería ser increíblemente frágil. Sin embargo, el principal problema con este ángulo en realidad es que la evidencia científica indica de modo indiscutible que las leyes mecánicas que gobiernan nuestro universo y los males causados por ellas son muy anteriores a la existencia del ser humano. Hoy en día es incuestionable que cosas como terremotos, erupciones e inundaciones ocurrían mucho antes que los humanos apareciesen en la faz del planeta. Los primeros humanos emergieron en un ambiente que ya era hostil a su bienestar, por lo que es difícil ver como ellos pueden ser los responsables de esa inhospitalidad. El creyente, obviamente, está en libertad de insistir que la visión científica es errada y adherirse a un fundamentalismo anti-científico, pero al hacerlo debe estar consciente del precio que paga: supeditar su cosmovisión a un entendimiento pre-científico del actuar de la naturaleza.

Evidentemente mucho más puede decirse al respecto de estas líneas argumentales, pero creo que suficiente se ha dicho aquí. Un análisis más completo será ofrecido cuando en un futuro analizaré teodiceas puramente religiosas. Lo único que quiero establecer en este artículo es que existe una evidente dificultad en insistir que la teodicea del libre albedrío es capaz de explicar todos los males. Los intentos de atribuir males naturales al libre albedrío se topan con problemas extremadamente difíciles de resolver y por lo general contradicen nuestro entendimiento científico del universo. Es precisamente por ello que, en tiempos modernos, los teólogos tienden a presentar al libre albedrío como una «teodicea incompleta», es decir, como una teodicea que solo explica algunos males,  los morales, mientras que usan otras teodiceas para explicar males naturales.

La Teodicea del Libre Albedrío: Análisis Filosófico

Al margen de si uno cree que el libre albedrío es capaz de explicar todos los males o solamente algunos, lo cierto es que esta teodicea tiene un atractivo indiscutible. Sin embargo, a pesar de claramente ser un argumento poderoso, lo cierto es que sus premisas no han sido ajenas a controversias filosóficas. En efecto, todas y cada una de las premisas de este han suscitado intenso debate. Recordemos el argumento presentado al inicio de este artículo:

  1. Es lógicamente imposible crear entes dotados de libre albedrío que necesariamente solo actúen bien,
  2. La existencia seres dotados de libre albedrío es un bien, y ese bien supera el mal causado por el mal uso del libre albedrío,
  3. Para que exista el libre albedrío, es necesario que los seres dotados de este sean capaces de hacer el mal,
  4. Es moralmente permisible crear situaciones donde exista un mal, pero:
    1. Exista un bien que supere ese mal y,
    2. Sea imposible llegar a ese bien sin ese mal,
  5. Conclusión: Es moralmente permisible que Dios haya creado seres con libre albedrío y que tolere el mal causado por estos.

Para ilustrar estos debates, analizaré las premisas del argumento una por una.

1. Es lógicamente imposible crear entes dotados de libre albedrío que necesariamente solo actúen bien

Esta premisa expresada de modo sencillo simplemente afirma que un ser dotado de libre albedrío, por definición, debe ser capaz de elegir hacer el mal. Dicho de otro modo, es imposible (incluso para Dios), crear seres con libre albedrío que bajo toda circunstancia elijan hacer el bien. Al lector probablemente le sorprenda que exista controversia al respecto de esta premisa, la cuál parece ser evidente. Lo cierto, sin embargo, es que una mayoría cuantificable de filósofos analíticos (aproximadamente un 60% de ellos según una encuesta realizada hace unos años) estaría inclinado precisamente a negarla. En efecto, la mayoría de filósofos analíticos contemporáneos creen en lo que se denomina “compatibilismo”, doctrina que sostiene que el determinismo y el libre albedrío son compatibles.

A pesar que esta teoría pueda parecer absurda a primera vista, una vez analizada resulta ser bastante intuitiva, quizá incluso obvia. La popularidad del compatibilismo surge principalmente de dos reflexiones: la primera, que la libertad humana se entiende mejor no como la ausencia de determinismo sino simplemente como la ausencia de coerción y la segunda, que parece ser metafísicamente imposible concebir de un tipo de indeterminismo que no sea aleatorio. Debido a la complejidad del tema le dedicaré una entrada exclusiva al problema del libre albedrío en el futuro, limitándome aquí solo a presentar un resumen de estas dos consideraciones.

i. Determinismo y Libertad

Strawberry Ice Cream ConeLa razón por la cual comúnmente el determinismo y la libertad se ven como incompatibles es porque tendemos a entender el determinismo como una fuerza puramente externa. Pero eso, nos dicen los compatibilistas, es un error. El determinismo también es un factor interno que regula y constituye nuestra propia voluntad. Imaginemos el siguiente escenario: Juan entra en una heladería donde, habiendo helados de todos los sabores, elige el helado con sabor a frutilla. ¿Fue la decisión de Juan libre? Obviamente sí. Ahora bien, imaginemos que los amigos de Juan nos dicen: “Su sabor favorito siempre ha sido el de frutilla y siempre que va a una heladería pide ese sabor”. ¿Cambia en algo nuestra conclusión? Lo dudo mucho. De hecho, ese dato hace de la decisión de Juan sea «más suya», más representativa de su carácter y personalidad. Dicho otramente, el hecho que los amigos de Juan reconozcan que el parece estar «programado» para elegir helados de frutilla no parece afectar nuestra conclusión original que Juan eligió ese sabor libremente. Ahora bien, imaginemos que un científico analiza el cerebro de Juan al entrar en la heladería y declara: “hay un 100% de probabilidades que pedirá un helado de frutilla, es imposible que quiera pedir otro sabor”. Una vez más, ¿cambia esto nuestra conclusión original? ¿Por qué habría de hacerlo?

En nuestro ejemplo Juan, mediante su decisión, expresó un carácter inherente de su personalidad y gustos. Su decisión nació desde dentro de su ser. Fue suya y solo suya. ¿Qué más da que haya sido determinada? El científico nos indica que era imposible dado su psicología y neurobiología que pida otro sabor, pero eso no afecta su libertad precisamente porque su decisión fue auto-determinada: fue su psicología, su gusto, su personalidad y su cerebro los que determinaron su decisión. En efecto, uno puede ir más allá y afirmar que la suma de estos factores conjuntamente son “Juan”.  Dicho otramente, ¿qué es “Juan” sino la suma de su personalidad, gustos, carácter, psicología y cerebro? ¿Qué otra cosa podría ser el libre albedrío que nuestro comportamiento sea determinado por estos factores, los cuales nos constituyen a nosotros mismos?

Esta es la intuición de los compatibilistas. Para ellos, la libertad o libre albedrío consiste simplemente en la capacidad de actuar acorde con nuestros propios designios, ser “capitanes de nuestro barco” por así decirlo. La libertad no es la ausencia de determinismo sino el auto-determinismo: que la cadena causal que determina nuestras acciones venga desde nosotros mismos (desde nuestros gustos, ideas, personalidad, ideología, etc.) en vez de ser impuesta “desde afuera”. Consecuentemente, el libre albedrío sería posibles aún si el mundo fuese completamente determinado por rígidas leyes de causa y efecto. Incluso en un mundo donde no exista el indeterminismo y todo lo que ocurra deba ocurrir por inexorable necesidad, los compatibilistas dicen que puede existir el libre albedrío siempre y cuando ese pedacito de universo que somos nosotros mismos sea capaz de actuar acorde a sus predeterminados designios sin obstáculos externos.

ii. ¿Puede existir indeterminismo que no sea aleatorio?

Ahora bien, este razonamiento no resulta convincente para todo el mundo (después de todo, según la encuesta solo 60% de los filósofos son compatibilistas). En efecto, para muchos la existencia de libertad requiere que nuestras decisiones no estén determinadas por factores antecedentes de ningún tipo. Para estos pensadores, quienes se denominan “incompatibilistas”, si factores anteriores (incluyendo factores internos) determinan como actuamos, entonces no somos libres. Para los incompatibilistas, regresando a nuestro ejemplo, para que la decisión de Juan de comprar un helado de frutilla sea libre no basta con que tenga la capacidad de elegir otro sabor, sino que debe tener la capacidad de querer elegir otro sabor y esa capacidad no debe estar determinada por ningún factor anterior a su decisión.

Devils-WheelEl problema con esta postura es la siguiente: si un evento no está determinado por ningún factor antecedente, entonces, ¿no es ese evento aleatorio? Consideren el siguiente hipotético. Pedro, un hombre bondadoso y pacífico, ama a su esposa con un amor sincero y profundo. Pedro está en la cocina cortando tomates cuando su esposa entra. ¿Cuál es la probabilidad de que Pedro, por voluntad propia y sin motivo alguno, de repente use el cuchillo para asesinar brutalmente a su mujer? Por los datos brindados parece que la probabilidad es 0%: es imposible que Pedro pueda querer matar a su mujer sin razón alguna. Ahora bien, imaginemos que alguien presenta la siguiente objeción incompatibilista: “Pedro tiene libre albedrio, por lo que debe ser posible que de repente decida matar a su mujer sin motivo, si la probabilidad es realmente 0% entonces Pedro no es libre”. En respuesta a esa reflexión, decidimos que existe un 1% de probabilidades que Pedro, el enamorado hombre bondadoso, se convierta, sin causa o motivo, en asesino voluntariamente. Pero ¿qué queremos decir con ese 1%? ¿Significa que de cada cien veces que la mujer de Pedro entra en la cocina, una de ellas acabará en homicidio? ¿Significa que dentro de la cabeza de Pedro hay una ruleta con 99 espacios rojos y 1 espacio negro y que si la suerte lo decide Pedro acuchillará a su esposa? Esto parece reducir la decisión de Pedro a una especie de espasmo, una especie de “corto circuito” cerebral dictado por la suerte y nada más. ¿Habría matado Pedro a su mujer «libremente»? ¿No habría sido simplemente mala suerte que el haya decidido matarla? ¿Es esto realmente libre albedrío?

Para los compatibilistas, que haya un 0% de probabilidades que Pedro quiera matar a su mujer no es un problema. Para ellos, la decisión de Pedro de no matar es libre porque tiene el poder de matarla (tiene el cuchillo en sus manos), aunque sea imposible que él quiera matarla. Dicho otramente, la libertad para el compatibilista simplemente es que exista la posibilidad física de hacer algo. Pero para el incompatibilista esto es insuficiente. Para ellos debe ser posible no solo que él pueda matarla, sino que él pueda querer matarla sin una razón o causa que determine ese deseo, pues si el comportamiento asesino de Pedro se pudiera explicar apelando a alguna razón o causa anterior, entonces es difícil escapar la conclusión que fue esa razón o causa la que determinó su comportamiento, cosa que los incompatibilistas creen es imposible de reconciliar con el libre albedrío. Y ahí está justamente el problema con el incompatibilismo, pues lo que ellos quieren parecer ser imposible: que existan eventos que no estén determinados pero que a la vez no sean aleatorios. No es sorprendente, por lo tanto, que quienes defienden la teoría incompatibilista sean minoritarios en el campo académico (solo 13% de los encuestados creen en el libre albedrío incompatibilista, el porcentaje restante serían filósofos que simplemente no creen que existe el libre albedrío).

El Compatibilismo y La Teodicea del Libre Albedrío

Si los compatibilistas tienen razón y el determinismo es compatible con el libre albedrío, esto causa una evidente dificultad para esta teodicea. La razón es evidente: si el compatibilismo es correcto entonces no parece existir dificultad alguna para que Dios haya creado seres humanos dotados de libre albedrío que solo elijan hacer el bien. A la luz de las reflexiones arriba presentadas, parece ser posible que Dios haya creado seres cuya disposición interna sea tal que les sea imposible querer hacer el mal sin que esto les robe su libre albedrío. Dios pudo crear a un Adán que libremente haya elegido nunca comer del fruto prohibido.

Todo parece entonces indicar entonces que para que esta teodicea funcione, uno necesariamente debe suscribirse a una teoría incompatibilista de la voluntad humana, la cual, como vimos, está repleta de dificultades.

2. La existencia seres dotados de libre albedrío es un bien, y ese bien supera el mal causado por el mal uso de este

Esta es la premisa central del argumento, pero precisamente la que más se escapa de nuestro análisis. ¿Realmente es el libre albedrío un bien tan grande que justifica a Auschwitz, los campos de la muerte y la violación de niños? ¿No habría Dios creado un mundo mejor si lo hubiese poblado de seres sin libre albedrío pero que sean felices y pacíficos? Lamentablemente, es imposible aquí realmente formar un argumento a favor de cualquiera de las dos posturas pues hacerlo implicaría comparar este mundo con un universo hipotético donde no exista el libre albedrío para ver cual es el mejor. Esto es imposible, no solo porque al final del día estaríamos defendiendo un juicio de valor puro, sino porque, como vimos, existen grandes debates respecto a que es el libre albedrío para empezar. Dicho otramente, ni siquiera sabemos como se vería un universo sin libre albedrío.

3. Para que exista el libre albedrío y sea valioso, es necesario que los seres dotados de libre albedrío sean capaces de hacer el mal

Esta premisa a menudo es pasada por alto, entendiéndola implícita en la premisa “1”. Sin embargo, tres reflexiones indican que esto no es el caso.

La primera es que existe una distinción entre existencia de seres con libre albedrío y el respetar todas las decisiones que estos efectúan. Puede que Dios haya estado justificado en crear seres libres capaces de hacer el mal en vez de autómatas bondadosos, pero eso no significa necesariamente que esté justificado en abstenerse de intervenir y tolerar cualquier mal que engendren esos seres. Un padre de familia puede fomentar la autonomía e independencia de sus hijos, pero si uno de ellos está por matar al otro evidentemente debe intervenir.

La segunda es diferenciar entre impedir que alguien haga algo acorde a su voluntad y el intentar cambiar su voluntad. Un Ser Supremo puede salvar a las víctimas de un dictador genocida frustrando sus planes directamente, por ejemplo, milagrosamente transportando sus víctimas un lugar seguro (en cuyo caso estaría impidiendo que haga algo acorde con su voluntad). Sin embargo, también puede intentar salvarlas tratando de cambiar los planes del dictador, pero dejándole la posibilidad de desobedecerlo si así lo desea. El dictador podría, por ejemplo, ser visitado por un ángel que le advierta que lo que está por hacer viola la voluntad de Dios, pero dejándole en libertad de hacer lo que quiera. Mientras la primera opción anula la libertad y autonomía al dictador, no es del todo obvio que la segunda opción lo haga.

La tercera reflexión es que es posible concebir un mundo en donde sea imposible (o muy difícil) hacer el mal, aunque uno elija hacerlo. Nuestros cuerpos, por ejemplo, pudieron haber sido hechos de tal forma que sea imposible que un humano asesine, torture o viole a otro o nuestro sistema nervioso pudo haber sido ajustado de tal forma que cuando uno inflija daño a otro uno mismo sienta el dolor que le está causando. Dicho otramente, es perfectamente posible imaginar que Dios haya creado un universo donde el ser humano tenga la capacidad de querer y elegir dañar a su prójimo, pero que las leyes de ese universo lo hagan imposible o muy difícil.

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El judaísmo, cristianismo e islam sostienen que Dios intervino  para  salvar al pueblo Hebreo de la esclavitud en contra de los deseos del Faraón

Hechas estas reflexiones resulta claro que no parece ser un requisito para la existencia del libre albedrío que un Ser Supremo se abstenga de intervenir. Esta objeción se potencia cuando se la coloca dentro de contextos religioso concretos. Las tradiciones abrahámicas sostienen que Dios a intervenido en ocasiones para frustrar la voluntad de personajes malvados. Dios, en contra de la voluntad del Faraón, salvó al pueblo hebreo de la esclavitud. ¿No los pudo salvar de la cámara de gas? ¿No pudo siquiera enviar un ángel a los Nazis para reprimirlos? Igualmente, la tercera reflexión indica que la existencia del libre albedrío no necesariamente debe incluir la posibilidad de causar sufrimiento a otros, sino que esto solo es así por la particular configuración de nuestro mundo y las leyes naturales que lo gobiernan, configuración que pudo haber sido creada de modo distinto.

Richard Swinburne, filósofo y teólogo de la universidad de Oxford, tiene una respuesta interesante a estos problemas. Según Swinburne, el valor del libre albedrío es directamente proporcional al mal que se pueda causar mediante este. Un mundo poblado de entes libres, pero donde sean incapaces de hacer el mal (sea por intervención divina o por las leyes naturales que gobiernan ese mundo) es un mundo donde el libre albedrío vale muy poco, un “mundo de juguete” según sus palabras. Para Swinburne entonces, la posibilidad de hacer el mal no es un mero «efecto secundario» indeseable del libre albedrío, sino precisamente aquello que lo hace valioso. La teoría de Swinburne ha sido influencial, pero no ajena a controversia. ¿Es realmente la posibilidad de hacer el mal lo que le da valor al libre albedrío? Dejaré que el lector evalué esta posibilidad por sí mismo.

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Richard Swinburne

4. Es moralmente permisible crear situaciones donde exista un mal, pero: (1) Exista un bien que supere ese mal y, (2) sea imposible llegar a ese bien sin ese mal.

“Respóndeme con franqueza. Si los destinos de la humanidad estuviesen en tus manos, y para hacer definitivamente feliz al hombre, para procurarle al fin la paz y la tranquilidad, fuese necesario torturar a un ser, a uno solo, a esa niña que se golpeaba el pecho con el puñito, a fin de fundar sobre sus lágrimas la felicidad futura, ¿te prestarías a ello? Responde sinceramente.” Los Hermanos Karamazov, Libro V, Capítulo IV “Rebeldía”

Consideremos estos escenarios:

  1. Un tren marcha a toda velocidad. Para horror del conductor, este se percata que en frente suyo se hallan cinco trabajadores en las vías. El conductor puede rápidamente desviar el tren a un riel alternativo, pero en este se halla un único trabajador solitario. Los trabajadores no pueden escapar y el tren no puede frenar. ¿Es moralmente permisible que el conductor desvíe el tren y mate al trabajador solitario para salvar la vida de los otros cinco?
  2. En un hospital cinco pacientes se debaten entre la vida y la muerte, todos requiriendo un urgente trasplante de órganos. Un sexto individuo ingresa para un chequeo rutinario. ¿Es moralmente permisible que el médico mate al paciente sano para extraer sus órganos y así salvar la vida de los otros cinco individuos?

Intuyo que el lector estará inclinado a pensar que en la primera historia el conductor está justificado en matar a uno para salvar a cinco,  pero en el segundo caso el doctor no debe matar al paciente sano. ¿Por qué es eso? ¿No son cinco vidas siempre más valiosas que una? ¿De dónde surge esta discrepancia?

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Immanuel Kant

La diferencia radica en lo siguiente: nuestra intuición moral nos indica que es aceptable realizar acciones que maximicen cosas buenas (como trabajadores vivos). Pero nuestra intuición también nos indica que es moralmente inaceptable tratar a las personas como meros objetos o medios para llegar a un fin. En el primer caso, la muerte del trabajador solitario se configura como un inevitable efecto secundario para salvar a los otros cinco, en cambio en el segundo caso el paciente sano es literalmente transformado en un objeto a ser usado para el bienestar de otros. El imperativo categórico de Immanuel Kant expresa este instinto moral: uno nunca debe tratar a las personas como un medios, sino como fines en sí mismos.

Es esta estipulación moral la que hace esta premisa controversial, ya que incluso si aceptamos que un mundo donde existe el libre albedrío es «mejor» que uno donde no existe (sea lo que eso signifique), no queda claro que eso inmediatamente signifique que sea moralmente permisible escoger ese mundo. Dicho otramente, incluso si un mundo con libre albedrío es superior a uno donde este no exista, eso no significa necesariamente que sacrificar a personas inocentes para lograrlo esté justificado. En efecto, no queda claro si estamos ante un escenario análogo al caso 1 o al caso 2. Por un lado, Dios sabía (pues es omnisciente) que al crear seres dotados de libre albedrío muchos de ellos serían asesinados, mutilados, torturados y violados por otros, pero que eso era inevitable si quería crear un mundo con libre albedrío. ¿Significa que las víctimas han sido reducidas a objetos para llegar a ese bien mayor? Pero por otro lado, la existencia del libre albedrío propiamente hablando no requiere que exista el mal, ya que es posible que todas las criaturas actúen bien (aunque no lo hagan). Por lo tanto, se puede argumentar que la sangre y lágrimas de los inocentes propiamente no fueron un instrumento para llegar a ese bien mayor, sino una especie de efecto secundario. Dejaré que el lector evalué las alternativas.

La Teodicea del Libre Albedrío: Conclusiones

La teodicea del libre albedrío es sin lugar a dudas una idea poderosa y atractiva, la cual parece dar una respuesta satisfactoria a por qué un Dios bueno permite el sufrimiento de tantos inocentes. Un análisis más profundo de la misma, sin embargo, revela que no es inmune a poderosas objeciones. En efecto, todas las premisas en las que se fundamenta esta teodicea han encontrado objeciones por parte de la comunidad filosófica contemporánea.

El debate, como muchas veces ocurre en filosofía, sigue abierto. Será responsabilidad de pensadores futuros, tanto creyentes como no-creyentes, seguir explorando los méritos y problemas de esta defensa.

 

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Esta entrada forma parte de una serie no concluida que analiza el Problema del Mal. Las entradas de esta serie (a la fecha) son:

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Un comentario en “Dios, el Mal y el Libre Albedrío

  1. Un accidente de autos, o sobre cualquier artefacto creado por el HOMBRE no puede ser considerado un MAL NATURAL, ya que intervino EL SER CON LIBRE ALBEDRIO..Lo siento pero no acepto esa inclusión.

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