Escribir ¿para qué?

escribir-para-que

Ya no recuerdo cuándo empecé a escribir. Supongo que hacia los 6 años cuando estaba en kínder lo empecé a hacer y después de ese momento, han pasado ya 41 años.

Aunque hago otras cosas (soy profesor universitario, doy conferencias y atiendo clínica individual en psicología), gran parte del día me la paso escribiendo.

Luego de la consulta escribo. Para mis clases escribo. Semanalmente escribo una columna y diariamente escribo en este blog. Tengo 900 contactos en whatsapp y hago parte de unos 10 grupos. En instagram tengo un poco más de 2500 seguidores y en facebook tengo cerca de 5000 amigos en mi perfil personal y casi 2000 seguidores en mi página profesional. Aunque también tengo twitter y un poco más de 1000 seguidores, es en facebook y en instagram en donde más escribo. Así que escribo y escribo y escribo.

Aunque muchas veces escribo «bobadas» también me gusta escribir cosas más profundas y reflexivas, no solo en mi labor como psicólogo clínico y como profesor, sino como ciudadano y como persona. Estoy en la tarea de escribir un par de libros así que no exagero cuando digo que gran parte de mi día la dedico a escribir.

Pero ¿para qué escribo? Las razones son múltiples pero podría nombrar tres de ellas, las cuales recogen muchas de mis intenciones con la escritura.

La primera razón es como catarsis, como expresión de mi mundo interior, como puesta en escena de lo que día tras día pienso, siento y reflexiono. Escribo para leerme y me leo para seguir escribiendo, no solo letras, sino mi propia vida. En este sentido es una labor egoísta y autoreferencial ya que comienza en mí y termina en mí.

La segunda razón es para generar impacto en quien me lee. Estoy convencido que la escritura de otro cuando pasa por la vida propia a través de la lectura, tiene efectos. Escribir tiene sentidos y no es un acto aséptico ni neutral. Se escribe para decir, para corroborar, para debatir, para controvertir, para negar, para sacudir, para mover. Escribo para que quien me lee se pregunte, se inquiete, se movilice. Lo mucho o lo poco que eso ocurra no depende de mí, pero sí lo hago con la intención de que ello así sea de manera mínima, acontezca.

La tercera y última razón tiene que ver con mostrar la escritura, como un acto  con un sentido terapéutico. Así como hablar, escribir permite expresar emociones, favorece la catarsis de aquello que angustia y permite reconstruir y resignificar las experiencias vitales. Cuando se habla no hay mucha posibilidad de ajustar lo dicho mientras que cuando se escribe, es posible pensar, escribir, repensar, borrar y reescribir. A mis consultantes con cierta frecuencia les propongo que escriban, no tanto para otros a quienes desean expresarles algo, sino para ellos mismos. Escribirse tiene efectos y cuando se hace con sentido puede ser una herramienta poderosa para pensar y para mover la existencia.

Yo escribo, tú escribes, nosotros escribimos. Para uno mismo,  para otros y como acto terapéutico, escribir es potente. Lo mejor de ello, lo cual hago con muchísima frecuencia, es que se puede borrar, se puede recomenzar y se puede desechar. Escribir es un acto humano maravilloso al que tú y yo siempre podemos acceder


Compartir